El Arte Ojival

ARTE - El arte ojival Comprende esta manifestación artística los siglos XIII, XIV y XV, si bien su desarrollo principió

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ARTE - El arte ojival Comprende esta manifestación artística los siglos XIII, XIV y XV, si bien su desarrollo principió desde el siglo XII. A cada siglo pertenece una modalidad diversa, cuya designación surge de las formas de los vanos; así, en el siglo XIII, el arte ojival o gótico, se llama lanceolado, porque las puertas y ventanas presentan ornamentaciones en forma de lanza. El gótico del siglo XIV se llama radiante, porque esa ornamentación aparece con rosetas y flores organizadas alrededor de un centro; en tanto que en el siglo XV el ojival recibe la designación de flamígero, porque las pequeñas fajas que constituyen los entrelaces que adornan puertas y ventanas, forman entre ellas dibujos parecidos a llamas. El arte ojival sigue un ascenso de complicación y de lujo, como todas las manifestaciones artísticas; es al principio sobrio, más tarde va adquiriendo riqueza y en el siglo XV es ya de un lujo extraordinario. Si el arte románico es, en esencia, arquitectónico, el gótico lo es más aun, pues de un elemento constructivo o estructural, como son los arcos cruzados, que también se llaman ojivas, deriva su propia designación (la palabra gótico que también se emplea para designar este arte es impropia, pues indica que los godos tomaron parte en él, lo cual es falso; debe, pues, llamarse correctamente ojival). La escultura continúa en el mismo plano de la escultura románica, pero es bien sabido que el arte en su desarrollo tiende generalmente al realismo, es decir, a la reproducción del modelo tal como nuestros ojos lo ven. Además aparece la escultura aislada, la estatua. Las características de la escultura ojival pueden marcarse así: en un principio cuerpos muy alargados, porque teniendo que colocar las estatuas en sitios muy elevados era necesario esculpirlas así, para que desde abajo se viesen en la proporción correcta; perfecta armonía con la arquitectura, pero con más vida e independencia que en la época románica. En el siglo XIV, empieza el gusto por el realismo. Los pórticos de las catedrales están cubiertos de relieves, esculpidos vigorosamente; una muchedumbre de santos, de escenas religiosas o bíblicas cubren esos pórticos; dijérase que se trata de enseñar la religión por medio de esos catecismos o biblias esculpidas; así es el famoso pórtico de la catedral de París. Al lado de la escultura, propiamente dicha, aparece la ornamentación escultórica, ya no en combinaciones geométricas, sino estudiando la naturaleza para reproducir, sobre todo, la flora

autóctona en capiteles, pináculos, crochets, etc.; se interpreta el acanto, la cardina, la vid, el trébol y todos aquellos vegetales que pueden colaborar para las formas ojivales. La fauna está interpretada con un criterio monstruoso; así, las gárgolas, por donde las catedrales arrojan el agua pluvial, presentan muchas veces las formas de monstruos fantásticos y grotescos. Esta manifestación proviene, como hemos dicho, de la época románica. La pintura en esta época sigue, naturalmente, el desarrollo de la arquitectura. Existen pinturas decorativas que explotan los mismos temas vegetales, organizando frisos de volutas, de palmeras, de acantos, y al mismo tiempo, símbolos estilizados, como la flor de lis, para indicar a los reyes de Francia. Comienza la pintura de figuras humanas aquella serie de artistas que se desarrollará más tarde y que conocemos con el nombre de primitivos. Es un arte ingenuo, derivado del bizantino, pero con influencia de la Iglesia durante la Edad Media. Se conservan interiores magníficamente decorados al fresco; así recordamos la iglesia de Asís en sus dos pisos, iglesia alta e iglesia baja, totalmente cubierta en su interior por pinturas al fresco.

TIMPANO DEL PORTICO DE VEZELAY. El período románico, los pórticos de las catedrales siguen poblándose de figuras escultóricas, que ilustran pasajes sagrados, con una visible intención didáctica. El de la Catedral de Vezelay, Francia, es uno de los más famosos, y sus relieves constituyen en sí mismos una de las más notables obras de arte de todos los tiempos