Dom Hans Van Der Laan - Naturaleza y Arquitectura

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“Naturaleza y Arquitectura" Dom Hans van der Laan 1. La casa está entre las primeras cosas que el hombre necesita para mantener su existencia en la naturaleza: Initium vitae hominis aqua et panis et vestimentum et domus protegens turpitudinem (Sirach XXIX 28). A diferencia de otros seres vivos, la naturaleza no nos ha provisto con alimento, ropa, ni casa, sino que nos ha remitido a nuestros propios medios; es nuestro intelecto, el cual nos distingue de estas otras criaturas, el que nos permite elegir la forma más adecuada para cada una de estas adiciones. Dado que el suelo es demasiado duro para nuestros pies desnudos, fabricamos sandalias de un material más blando que el suelo, pero más duro que nuestros pies. Si ellas fueran igual de duras que el suelo o igual de blandas que nuestros pies, no nos serian de ninguna utilidad, pero siendo lo suficientemente duras para paramos sobre ellas y suficientemente blandas para ser confortables, ellas establecen una armonía entre nuestros pies suaves y el suelo áspero. En el caso de la casa, no es sólo una cuestión del contacto entre nuestros pies y el suelo, sino del encuentro entre todo nuestro ser y el total del entorno natural. Los términos en los cuales se da esta armonía entre los dos, no son ya el de un trozo de suelo blando que llevamos bajo nuestros pies, sino el de un pedazo de espacio habitable que separamos del entorno natural por medio de muros. Mientras la sandalia está sujeta a nuestro pie para completar el cuerpo y permitir tolerar el suelo duro, la casa debiera ser vista como una adición a la naturaleza, por medio de la cual el espacio natural es completado y hecho habitable para nosotros. Tal como el material y la forma de la sandalia son elegidos para estar en armonía con el suelo áspero y el pie suave, el espacio artificialmente separado debe ser creado de acuerdo a las demandas del medio natural y de nuestra propia constitución. Para el pie la superficie de la sandalia representa un pequeño trozo de suelo blando, mientras que la parte de abajo actúa como pie endurecido en relación al suelo. De la misma forma, el interior de una casa es un pedazo de entorno habitable para el hombre, mientras que en el exterior, donde confronta a la naturaleza, ella representa una existencia humana fortificada. Por tanto, entre los dos términos -hombre y naturaleza- la casa aparece como un elemento reconciliador que posibilita al hombre conservarse a sí mismo en la naturaleza.

2. Los elementos de la casa solo pueden ser obtenidos de la naturaleza: el dato (datum) primario del espacio separado -por-muro es la masa ilimitada de la tierra con el espacio infinito sobre ella; por lo tanto la masa limitada de los muros debe ser extraída de la tierra para separar un trozo de espacio del espacio natural. En todo caso, el muro que encierra un espacio claramente no puede ser obtenido de la tierra en una sola pieza. La forma compacta, cabal del material que extraemos de la tierra -sea este un bloque de piedra, una pieza z-madera o un montón de barro- no puede producir la forma encerrada del espacio interior directamente; para esto, al menos algunas piezas de material han de ser ensambladas. Dólmenes, así como otros monumentos megalíticos ejemplos de esta formación primitiva del espacio por medio del mínimo número de elementos. Antes que el hombre pueda habitar su casa, dos eventos deben sucederse el uno al otro: primero los materiales necesarios para la casa deben ser extraídos de su contexto natural, y luego ellos deben ser ensamblados en algún otro lugar en un nuevo contexto técnico para formar el todo artificial que es la casa. Por tanto, entre los términos extremos del proceso de la vivienda -hombre y naturaleza- hay dos términos intermedios: primero los materiales de construcción extraídos de la tierra, y segundo la casa, el ensamble técnico en el cual estos materiales se integran. En el proceso completo de la casa siempre hay una relación funcional entre cuatro términos: naturaleza, material, casa y hombre. Los materiales son extraídos de la naturaleza, la casa es ensamblada a partir de los materiales y el hombre habita la casa. Habitar, técnica de construcción y preparación de materiales son entonces las tres funciones según las cuales los cuatro términos -naturaleza, material, casa y hombre- entran en relación. 3. El análisis de los cuatro términos y las tres funciones del proceso de la vivienda muestra claramente los limites dentro de los cuales el arquitecto ejerce su profesión; ella esta remitida a la función intermedia -el ensamblaje técnico de materiales para dar forma a la casa. En una sociedad primitiva es posible que cada uno construya su propia casa extrayendo cada quien los materiales de la naturaleza: la profesión de arquitecto en ese caso no se ha constituido todavía. Pero en una sociedad más avanzada la figura del arquitecto aparece en escena: el hombre que construye casas que serán habitadas por otros, con materiales que a su vez han sido extraídos de la naturaleza por otros. Su función específica en el proceso de la vivienda consiste en hacer entrar en relación los términos intermedios del proceso, el material y la casa: en pocas palabras, en la técnica de construcción. 4. Desde el momento en que el rol del arquitecto está referido a la función intermedia del total del proceso, hay un gran peligro que él pueda perder de

vista el panorama general de la función de la casa, la reconciliación de hombre y naturaleza, y con ello dejar de prestar la necesaria atención a los principios fundamentales de la forma de la casa. Para evitar esto no es suficiente que él esté consciente de las propiedades de materiales específicos para construir la casa, o de las demandas puestas a su habitabilidad por individuos o grupos específicos. Esta información sólo le permite construir la casa que es viable y deseada en ciertas circunstancias; pero esto no es suficiente, porque la forma de la casa debe antes que nada ser la realización del hábitat humano que nuestra existencia por naturaleza requiere. Para poder penetrar en esta forma común el arquitecto no debe basarse solo en requerimientos de habitación específicos, sino partir de la necesidad de habitación en general, la cual se desprende de la naturaleza síquica y física del hombre; él no solo debe tener en consideración los usos prácticos de tal o cual material, sino penetrar en la capacidad de dividir espacio y de ordenar espacio de la materia sólida en general; y finalmente él no solo debe estar atento al proceso técnico empleado en el trabajo de los materiales para formar muros y techos, sino más bien encargarse de la necesidad de poner juntos un determinado número de elementos sólidos para encerrar espacio. Lo más Importante para la forma general de la casa no es tanto a que propósito sirve, sino el hecho que sirva; no de lo que está hecha, sino el que esté hecha; y no como haya sido ensamblada, sino que haya sido ensamblada. 5. Si la existencia humana fuera puramente material como la de un pedazo de madera o una piedra, ella podría estar protegida por una forma material que la cubriera ajustadamente, tal como una gema preciosa es cuidada en una caja acolchada. Pero una existencia animada, que se manifiesta en movimientos espontáneos, necesita un refugio que le deje suficiente espacio para moverse a voluntad. Y el movimiento es guiado por los sentidos, los cuales también imponen ciertas demandas; finalmente el intelecto debe encaminarse libremente hacia su meta, el movimiento del cuerpo y el trabajo de los sentidos. En cada uno de estos niveles de nuestra existencia entramos en contacto con el dato (datum) espacial de la naturaleza. Además, para dominar el espacio que necesitamos para movemos, formamos una imagen, reconociendo que una parte del espacio natural está involucrada en nuestra existencia. Llamamos a esto el espacio de nuestra experiencia. 6. El espacio de nuestra experiencia esta necesariamente en conflicto con el espacio natural. El espacio que la naturaleza nos ofrece se levanta sobre el suelo y está completamente orientado hacia la superficie de la tierra. El contraste entre la masa de la tierra abajo y el espacio del aire arriba, los cuales se encuentran en la superficie de la tierra, es el dato (datum) primario de este

espacio. Debido a su peso, todos los seres materiales están involucrados en este orden espacial, y viven, por así decirlo, contra la tierra. Por medio de su intelecto y de su posición erguida, el hombre se puede apartar de este orden y referir a sí mismo el fragmento de espacio que necesita para la acción y el movimiento. Así, él tiene conciencia de una orientación horizontal centrada sobre sí mismo en el medio de la orientación vertical centrada sobre la tierra -de un espacio alrededor de él, el cual está en el medio de un espacio sobre la tierra. 7. La arquitectura nace de esta discrepancia original entre dos espacios: el espacio de nuestra experiencia orientado horizontalmente y el espacio de la naturaleza orientado verticalmente; ella comienza cuando agregamos muros verticales a la superficie horizontal de la tierra. Es como si a través de la arquitectura un trozo de espacio natural fuese puesto de lado para corresponder con el espacio de nuestra experiencia. En este nuevo espacio nosotros vivimos, no tanto contra la tierra cuanto contra los muros; nuestro espacio yace no sobre la tierra sino entre los muros. Este espacio produce completación del espacio natural que permite ponerlo en relación con nuestro espacio experiencial; al mismo tiempo permite que nuestro espacio humano especifico sea absorbido por el orden homogéneo de la naturaleza. 8. El contraste entre la masa del muro y el espacio orientado en relación a él no es más que un caso específico del contraste mayor entre la masa de la tierra y el aire libre sobre ella que encontramos en la naturaleza. El único aspecto de este dato (datum) natural que percibimos es la superficie horizontal de la tierra, porque en esta condición primordial no hay ninguna posibilidad de forma espacial o sólida. La tierra, y el aire sobre ella, pueden tener una forma para nosotros sólo si tienen una cierta cantidad de superficies delimitadoras mutuamente correspondientes como términos o límites de sus volúmenes. Pero no hay ninguna otra superficie equivalente al encuentro entre aire y tierra; pudiendo ver sólo uno de los términos, tendemos a considerarlo como un término de la masa y, por así decirlo de la masa de la tierra. Pliegues en esa superficie pueden dar lugar aquí y allá a formas cóncavas y convexas -montañas y valles- pero debemos hacer una clara distinción entre estas y las formas genuinas, las cuales se basan no en el contraste entre lleno cóncavo y convexo, sino en aquel entre lleno y vacío. Montañas y valles afectan la superficie de la tierra pero no su volumen. Para nosotros la superficie de la tierra es horizontal y sin ninguna otra superficie horizontal equivalente; sabemos que la tierra es redonda, pero dado que vivimos sobre ella, no podemos visualizar su forma. 9. Nuestra experiencia de la superficie de la tierra es comparable a la del ahora en el tiempo, ya que el ahora es el único fenómeno que experimentamos del paso del tiempo. Él se presenta a sí mismo como una separación entre un pasado sin comienzo y un futuro sin final -una vez más- un comienzo y un fin

que nos eluden. Este ahora se puede expandir a un hoy, o un este año; el entonces adquiere una cierta duración tal como las montañas y los valles le dan a la superficie de la tierra una especie de forma. Pero el ahora en principio no tiene duración, no tiene una extensión definida en el tiempo. Para poder experimentar un largo en el tiempo, dos momentos deben ser escogidos y relacionados en la memoria; los dos momentos entonces se establecen el uno respecto del otro como principio y fin, haciendo la duración de tiempo perceptible. Por naturaleza tendemos con mayor inmediatez a relacionar el ahora que separa pasado y futuro, con el pasado conocido que deja atrás, que con el todavía no existente futuro que anuncia. Esto calza con nuestra percepción del encuentro entre aire y tierra, el cual tendemos a asociar con la tierra; podemos ver la tierra solida pero no el aire, tal como podemos conocer el pasado pero no el futuro. 10. Si queremos hacer una subdivisión del espacio sobre la superficie de tierra, tenemos que hacerlo por medio de elementos sólidos extraídos de tierra misma y por su propia naturaleza opuestos al espacio abierto. De misma forma, sólo podemos interrumpir el silencio por medio del ruido, o descanso por medio del movimiento.

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Estos elementos sólidos extraídos de la masa ilimitada de la tierra inevitablemente adquieren una forma a través de su limitación: ellos adquieren superficies que corresponden las unas a las otras. Tales masas con forma ya existen en la naturaleza: árboles y piedras pueden servir directamente para dividir el espacio. Pero debemos recordar que estos elementos han sido extraídos de la masa de la tierra por la fuerza de la naturaleza. 11. Allí donde una piedra ha sido removida de la tierra, automáticamente aparece una forma espacial que corresponde, como una matriz, a la forma sólida de la piedra, Dado que la profundidad de esta forma espacial es pequeña comparada con su área, la superficie de la tierra apenas se afecta y ninguna formación-de-espacio verdadera ocurre. Pero si la superficie de la tierra es rebajada lo suficiente en un punto específico, se generan superficies verticales que entran en una relación tal unas con otras, que ellas generan un espacio autónomo. Este espacio es distinto del gran espacio sobre la tierra, y si es suficientemente grande podemos vivir en él. Uno podría preguntarse por qué no en vez de usar el material en otro lado para separar un espacio del espacio natural, dejando las cavidades resultantes sin usar, simplemente desechamos ese material sólido y vivimos en cuevas artificiales, tal como lo hacían los topos en sus manadas, dejando tras de sí la tierra excavada. De hecho, sea por necesidad o ascetismo, el hombre se ha contentado a veces con viviendas-caverna o foso de este tipo. Lo que ocurre es que tal forma de la vivienda de ninguna manera produce la reconciliación de hombre y naturaleza; retirándose a una caverna, el hombre escapa de la naturaleza en vez de adaptarla a su existencia.

Para servir a tal existencia necesitamos completar nuestro entorno nosotros mismos, precisamente complementando el contraste natural entre el lleno y vacío ilimitado del aire y la tierra, por medio del contraste entre llenos y vacíos limitados que toman la forma de espacios delimitados por muros, los cuales llamamos casas. 12. Por tanto, el verdadero hábitat humano surge no de un excavar en la masa de la tierra, sino a través de separar del gran espacio de la naturaleza espacios delimitados por medio de la forma sólida de los muros. Debemos establecer desde un principio una clara distinción entre estas dos maneras de conformar espacios. El primer tipo de espacio está delimitado por superficies, igual que un volumen sólido en el espacio; y tal como ocurre con el volumen sólido, la relación entre estas superficies le confiere al espacio excavado una forma en sí misma. Esto es bastante distinto en el espacio separado del gran espacio ilimitado por la masa finita del muro: aquí la forma pertenece no al espacio separado sino a la masa del muro; el espacio está ahora separado del gran espacio por una forma sólida; en cambio antes, con el espacio excavado, masa y espacio se encontraban en una superficie. Entonces, para evitar dar a este espacio separado la apariencia de una masa excavada, se debe asegurar que el encuentro entre espacio delimitado y la masa del muro permanezca ligado a la masa, tal que la forma no se transfiera de la masa al espacio, como ocurre con la caverna no arquitectónica. 13. Un elemento sólido aislado que tenga la forma de un bloque extraído de la tierra no es suficiente para crear un espacio separado. En el momento en que ese bloque se coloca en alguna parte sobre la tierra pierde su forma autónoma. Su fondo desaparece junto con la parte de la superficie de la tierra que ha sido cubierta por él, la cual pasa a ser reemplazada por la superficie superior del bloque. El bloque levanta una porción de la superficie de la tierra, pero no produce ninguna partición del espacio sobre él. Si más bloques son colocados junto al primero se genera una forma más plana, la cual es todavía menos autónoma. Su cara superior es aún mayor en relación a su altura sobre la superficie de la tierra, y es por tanto identificada todavía más estrechamente con ella. Lo opuesto ocurre si apilamos bloques de piedra sobre el primero, construyendo así una pila con forma de barra. Con cada bloque que se apila la cara superior disminuye de tamaño en relación a sus lados, hasta que gradualmente llega a ser tan pequeña que pierde su relación con la superficie de la tierra. La masa recupera su forma autónoma y con ello su capacidad de dividir espacio. Tal barra erguida debe por tanto ser considerada como el primer dato (datum) arquitectónico. 14. Obviamente no podemos dividir espacio -todavía menos aislar un espaciolevantando una masa con forma de barra aislada, como tampoco podemos dividir en dos una hoja de papel en blanco dibujando un punto en ella. Sólo una

vez que el punto se convierte en una línea -aunque sea una línea punteada- la superficie se divide en dos a cada lado de ella. Análogamente, para subdividir el espacio en dos partes, la barra debe ser extendida hasta formar una lámina. De esta extensión horizontal de la barra erguida nace el muro, el cual debe ser considerado el segundo dato (datum) arquitectónico. 15. Una separación introducida en el espacio por medio de un solo muro, deja la infinitud del espacio intacta. El espacio natural, delimitado solo por abajo por la superficie horizontal de la tierra, es sin embargo ilimitado en todas las otras caras. Un muro aislado vertical bisecta este espacio, produciendo dos partes que están de hecho delimitadas de un lado por el muro, pero que mantienen su infinitud en el lado abierto opuesto; ningún espacio es separado del espacio mayor, sino es como si hubiese sido reemplazado por la yuxtaposición de dos grandes medio-espacios. Para recortar un trozo de espacio del espacio mayor es necesario un segundo muro que se relacione con el primero de tal manera que un nuevo espacio se genere entre los dos. Además de una división del espacio mayor por cada muro en sí mismo, un espacio se genera entre los muros, y el tercer dato (datum) arquitectónico -el espacio arquitectónico- ha nacido. El espacio arquitectónico implica no sólo un equivalente artificial de la separación entre espacio y masa, entre vacío y sólido, provisto por la superficie de la tierra; tampoco es una cuestión de mera bisección de espacio natural por medio de un muro aislado con forma de lámina. Más bien él representa un nuevo espacio separado artificialmente del espacio original, el cual se genera a través del encuentro mutuo entre dos muros divisorios. El espacio mayor no da origen en este caso a dos nuevos medio-espacios infinitos, sino que mientras el espacio original se conserva, un nuevo espacio aparece. Contra el fondo del espacio natural aparece, por medio de una superposición, el espacio arquitectónico que es el objeto de este estudio.