Docencia en Tiempos de Pandemia

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DOCENCIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA: UN LLAMADO A UNA MIRADA SISTEMICA El contexto de pandemia que estamos viviendo está reconfigurando las expectativas que tenemos del trabajo docente y del rol docente. Sin embargo, la manera en que se está pensando este cambio no siempre se aborda desde una perspectiva profesional, sistémica y realista. En primer lugar, en este contexto se han aumentado las exigencias de trabajo de los docentes mientras que al mismo tiempo se les pide rá pidamente que adapten sus clases planificadas de manera presencial a una interacció n virtual o a distancia. Estas demandas, en general, no consideran la heterogeneidad en los docentes sobre cuá n familiarizados está n con las herramientas virtuales o modalidades a distancia ni las condiciones familiares que afectan el trabajo docente. En este periodo, nos hemos dado cuenta de que, estando en un mismo espacio, la diferencia entre el trabajo profesional y doméstico se difumina y la que la carga de este ú ltimo afecta má s directamente a las mujeres, quienes conforman el 75% de la planta docente del país. Tampoco se ha considerado la salud mental de los docentes. Los resultados preliminares de una encuesta nacional sobre su situació n, que está realizado la Red Autó noma de Profesores y Profesoras de Magallanes (REPROMAG) indican que éstos perciben una gran sensació n de agobio y que tienen poco apoyo, preparació n y escasa autonomía. En segundo lugar, se asume que el problema de la docencia y del trabajo docente es de capacidad para generar clases online o enseñ anza a distancia. Sin embargo, aú n el docente má s experto en TICs (tecnologías de la informació n y comunicació n) tendría dificultades, ya que lo que estamos viviendo no es enseñ anza online, sino una enseñ anza remota de emergencia. Una enseñ anza online requiere planificació n previa de, al menos, 6 a 9 meses, ya que, desde una perspectiva de aprendizaje basada en la interacció n y no en la transmisió n de informació n, se requiere no solo seleccionar ciertos contenidos, sino planificar el tipo de interacció n que los estudiantes tendrá n con otros y con el material propuesto. Se requiere planificar cuidadosamente el rol de los docentes y de los estudiantes, las evaluaciones, la retroalimentació n, la modalidad en la que se trabajará y todo esto teniendo en cuenta el nú mero de estudiantes por profesor. La docencia en este periodo en contextos virtuales o remotos no se planificó con esa antelació n y se realiza en condiciones de gran incertidumbre y en medio de una crisis. Los desafíos que esto plantea al rol docente exceden el dominio técnico de una herramienta.

En tercer lugar, se asumió que la solució n ante la necesidad de quedarse en casa, para reducir el nú mero de contagios, era realizar clases virtuales. Sin embargo, se hizo evidente la gran desigualdad en acceso a internet y a recursos tecnoló gicos sobre todo en á reas

rurales y de escasos recursos econó micos. Sin embargo, en algunos círculos se sigue poniendo énfasis en la continuidad del proceso educativo de manera virtual, ignorando esta desigualdad. En cuarto lugar, se desconoce có mo el contexto nacional e institucional influyen en las decisiones de enseñ anza. A nivel nacional, existe una presió n por volver a la normalidad. Se han instalado calendarios escolares que no ponen en el centro de estas decisiones la opinió n de los docentes y de las comunidades escolares, ni la trayectoria de aprendizaje. A nivel nacional, el Ministerio de Educació n no se ha pronunciado aú n sobre la aplicació n del SIMCE y de la PSU, lo que genera en escuelas y docentes presió n por la cobertura curricular y el cumplimiento de calendarios de evaluació n programados antes de esta pandemia. A nivel institucional, no todas las escuelas han mostrado la misma flexibilidad para ajustar la enseñ anza en este contexto o han entregado apoyos a los docentes para realizar este cambio de enseñ anza a distancia. Todas estas decisiones institucionales y nacionales influyen en la docencia y el trabajo docente. Sin embargo, se sigue pensando que el problema educativo se centra en el ejercicio docente, sin considerar los aspectos que organizan y dan direcció n al sistema escolar. Deberíamos, en cambio, tomar este escenario como una oportunidad para analizar y realizar cambios respecto a la visió n de docencia y del trabajo docente. Este es un momento histó rico para analizar seriamente qué significa enseñ ar en tiempos de pandemia, contexto para el cual no está bamos preparados y que tiene efectos en las condiciones emocionales de los estudiantes y docentes. Por otro lado, aú n no hemos dimensionado có mo cambiará el trabajo docente cuando aumenten los contagios y sea má s comú n que estudiantes, docentes y sus familias se enfermen. Debemos también poner en el centro de la respuesta, el aprendizaje y bienestar de los estudiantes. Esto significará diferentes respuestas en las distintas comunidades, segú n sus características. Sin embargo, es importante respetar los tiempos de aprendizaje de los estudiantes por sobre el agobio y la preocupació n por cubrir contenidos, lo que implica una comunicació n frecuente con ellos y ellas para conocer su situació n. No es realista seguir pensando que vamos a lograr todos los aprendizajes que habíamos previstos sin pandemia, hay que priorizar. Sobre todo, es relevante, proponer soluciones viables en los contextos escolares y no agobiar a los docentes, o pretender que estén conectados 24/7. Necesitamos fortalecer en docentes y en los estudiantes de pedagogía, la capacidad de tomar decisiones pedagó gicas y curriculares en funció n de sus estudiantes, contextos, recursos, etc. Esto implica hacerse cargo de las desigualdades de acceso de los estudiantes y pensar soluciones creativas y viables para cada contexto. Las herramientas virtuales no funcionará n para todos, debemos buscar nuevas alternativas. Esto requiere de mayor flexibilidad y autonomía de las comunidades escolares. Todas estas propuestas sobre có mo repensar la docencia y el trabajo docente en tiempos de pandemia, no son viables ni sostenibles si no revisamos los lineamientos institucionales y

nacionales, es decir, ¿cuá les son las señ ales que se está n dando? Necesitamos reducir el nivel de presió n sobre las escuelas y los docentes. Esto implica dejar de obsesionarnos con la cobertura curricular y cancelar la aplicació n del SIMCE. Necesitamos también recordar que no podemos omitir la toma de decisiones participativas en una situació n de emergencia e incorporar el juicio profesional docente en las decisiones pedagó gicas en las escuelas. Todo esto implica, renunciar al paradigma de la eficiencia y centrarse en el aprendizaje y bienestar de los estudiantes y las comunidades escolares.

SER DOCENTE (¿EN TIEMPOS DE PANDEMIA?) Vivimos en tiempos complejos, diná micos y angustiantes. Estar inmersos en la situació n de pandemia y cuarentena nos permite interpelarnos acerca del ser docente. En este contexto, la primera pregunta que podemos hacernos es: ¿tenemos que continuar enseñ ando? Sin dudarlo respondo que sí. Ahora bien, ¿por qué? ¿con qué objetivo? Hilvanemos una primera respuesta: la escuela tiene que seguir, adaptarse y seguir; pero no para formar a los ciudadanos del siglo XXI en la carrera del éxito, no para que los jó venes estén al día con los contenidos curriculares. Es algo mucho má s simple y a la vez complejo, algo que parece mínimo pero que es sumamente importante. Hoy la escuela y los docentes tenemos que estar presentes. Presentes para acompañ ar a los alumnos, para escucharlos y contenerlos. Aunque, en realidad, nos estemos conteniendo mutuamente. En un mundo caó tico y cambiante, los profesores debemos trascender lo físico, lo arquitectó nico, lo corporal. No importa bajo qué plataforma virtual, debemos estar presentes. Ahora bien, dicha presencia va má s allá de lo presencial. Es una presencia que acompañ a y tranquiliza. Ya habrá tiempo para que los chicos se pongan “al día” con los contenidos. Ahora es tiempo de, como se pueda, mantener el vínculo y sostener(nos). Jason Beech (2019) explica que la educació n es esencialmente una actividad conservadora. La escuela cumple el rol de conservar una cultura, de conservar una lengua, ciertas costumbres y tradiciones. Sin embargo, lo particular del proceso educativo es que ademá s de conservar, introduce cambios. Si bien lo que se enseñ a viene del pasado, se transmite con la ilusió n de que los alumnos se lo apropien y hagan con eso algo nuevo. Por lo tanto, la escuela está siempre en la frontera entre lo viejo y lo nuevo, entre el cambio y la permanencia. Creo que esta definició n que introduce este autor se puede ver claramente en los tiempos que corren. Hoy má s que nunca la escuela debe cumplir el rol de conservar los vínculos. El mundo cambia, la realidad es incierta y la escuela debe continuar para dar(nos) seguridad. Hoy nos damos cuenta de que no sirven los discursos de la eficiencia, el mérito y del individualismo. Hoy revalorizamos la importancia de acompañ ar al otro. Si aprendimos algo de esta pandemia, es la importancia de valorar al otro. Todos somos el otro de alguien y todos nos necesitamos mutuamente. En este contexto, los docentes debemos continuar siendo ese otro de los alumnos, el otro que está , que acompañ a, que escucha, que entiende

y tranquiliza. En cualquier plataforma y de cualquier manera, hoy, la escuela y los docentes, debemos seguir estando presentes. Ahora bien, ¿por qué el título de este texto encierra una pregunta? ¿Por qué hoy pensamos el ser docente? ¿Debía ocurrir una pandemia para revalorizar lo que ocurría a diario? ¿Todos tenemos el privilegio de sentarnos a pensar? Muchas preguntas y pocas respuestas. Karl Jaspers (1989) sostiene que uno de los orígenes del filosofar son las situaciones límite. Es decir, el pensamiento filosó fico puede surgir en el ser humano cuando este se enfrenta con sus limitaciones y se reconoce finito, cuando percibe que no puede dejar de morir y no puede escapar al sufrimiento. En otras palabras, la reflexió n del ser humano sobre sí mismo ocurre cuando se vuelve consciente de su propia debilidad e impotencia. Siguiendo esta línea, es posible que nos encontremos frente a una situació n límite y esto nos despierta la necesidad de indagarnos a nosotros mismos. Sin embargo, ¿no será que la angustia ya estaba?, ¿no será que el mundo ya era caó tico?, ¿no será que encontramos la excusa perfecta? ¿Por qué la aparició n de un virus nos hace darnos cuenta de la importancia del otro? Hace ya unas décadas, intelectuales de diferentes disciplinas vienen anunciando el fin del Estado, de la historia y de la escuela. No obstante, la escuela resiste. Porque la escuela nos sostiene y nos conserva. Es cierto que las circunstancias cambiaron de un día para el otro. Es cierto que el contexto de hoy es muy distinto. ¿Es cierto? Posiblemente sea necesario hacernos también estas preguntas. Quizá s el ser del docente, lo que lo constituye como tal, no sea el resultado de determinaciones externas, ni de las contingencias del tiempo. Tal vez lo que lo defina sean otro tipo de variables o fundamentos, como la contenció n, el acompañ amiento y la presencia. En fin, si hay algo positivo que puede dejarnos esta situació n límite es la de revalorizar a la escuela y a sus docentes. ¿Será eso posible?

Nuestro primer consejo escolar online iba de maravilla. Las madres apreciaban nuestro esfuerzo por formarnos de sopetó n, por superar la sobredosis inicial de tareas, por telefonear al alumnado descolgado, o llevarles libros, ejercicios y un par de ordenadores privados, por mandarles consejos sobre có mo cualquier familia podía ayudar a sus hijos en las tareas escolares. El padre agradecía la dedicació n con los chavales de necesidades especiales y ensalzaba las ventajas de Class Room sobre Moodle como plataforma para acabar con la diversidad de canales con que, a veces, aturdíamos a las familias. El director explicaba la utilidad de los aprendizajes imprescindibles de primaria y de infantil, recién aprobados en claustro, y có mo serían la evaluació n final y la ordinaria, y dejaba para junio có mo regular este añ o las reclamaciones. Con má s orden que en una sesió n presencial, lamentá bamos que el Ayuntamiento aú n no hubiera ayudado a las 10 familias sin wifi, que en la Delegació n Provincial continuaran las contraó rdenes y nos siguieran poniendo pegas a entregar libros y materiales al alumnado, o el interés de la

Consejería de Educació n por diferenciarse del ministerio del mismo ramo, y a veces contradecir las ó rdenes del mando ú nico del estado de alarma. Entonces, una madre dijo: “Es que las tareas son repetitivas y muy aburridas”. El director recordó una cara en el claustro, extrañ ada de que él volviera con su mantra de “aprender de la vida, aprender para la vida” de John Dewey, con lo que estaba cayendo. Así que, siguiendo a Tonucci, dijo que justo ahora habría que hacer de la necesidad virtud, y aprovechar el hogar como la mejor situació n de aprendizaje, pero que eso ya era para nota, y mejor sería abordarlo en septiembre. Le quedaba nada para dejar su cargo como director, tras 37 añ os de mandato, y ya había asumido que el profesorado había avanzado bastante en el aprendizaje por tareas integradas y proyectos: formá ndose, motivando a la comunidad en celebraciones comunes, abriendo la escuela má s allá de la cancela, definiendo un currículum claro y sencillo... No estuvo mal el colofó n del proyecto de febrero: 25 clases montando chirigotas sobre historia en nuestra trigesimooctava edició n del carnaval de las coplas. Con el coraje que le daba rendirse, se estaba rindiendo a que las modas estuvieran limitando las tareas integradas a unos centros de interés con manualidades incluidas. O a que la enseñ anza espectá culo invadiera los días de la Paz o de la Mujer con vídeos con nombre en inglés, como si un festival de Eurovisió n escolar se tratase. Y a que los proyectos acabaran teniendo un ú nico formato: semanas culturales perió dicas. Se estaba haciendo mayor. Practicaba la mayéutica de Só crates, hacer pensar preguntando, no respondiendo, desde que alguien se la recordó hacía 34 añ os en un aula de la naturaleza. Era muuuy cansino si estaba convencido, y repetía que la meta del aprendizaje basado en proyectos no era un “producto”, palabrita mercantilista, sino un “resultado socialmente ú til” que podía ser tan poco tangible como asentar un há bito o descubrir una estrategia. Que lo crucial era plantarse en situaciones reales motivadoras, “tocar pelo” en su jerga, adoptar el papel de personas ajenas para resolver problemas cotidianos, aprender haciendo, empujar al alumnado a buscarse la vida. Dejar de ser profesor de teó rica en una autoescuela y enseñ ar el examen prá ctico de conducir por el mundo real. Moco de pavo. Un amigo le mandó el vídeo Quererse de lejos. Le llegó al alma, porque aú n no sabía cuá ndo conocería a su nueva nieta, que debía nacer en Amberes a mitad de junio. Aparcó la rutina con su tutoría de quinto, y decidió diseñ ar tareas que respondieran a los distintos momentos que estuvieran viviendo él, su alumnado y sus familias. Les mandó una tarea integrada de cinco á reas, basada en ese vídeo. La escribió en letra de tamañ o 36 para que se pudiera leer bien desde un mó vil, y pidió las respuestas con fotos del cuaderno y audios de menos de medio minuto. ¡Tanta brecha digital de las narices! Se trataba de descubrir las palabras y las imá genes que mostraban el amor a distancia, el orgullo entre padres e hijos, el homenaje al personal sanitario. De pillarle la medida y la rima a los octosílabos. De que no hay educació n emocional má s ancestral que la poesía hablada. De inventar un poema usando la aliteració n, comenzando por “la primera vez que vi tu cara”, la canció n con que bailaba pegado, ya pureta. Como haría con las siguientes tareas, la rebotó a sus colegas de

ciclo y a amigos de otros centros. Y pidió a la maestra de Pedagogía Terapéutica que ayudara por teléfono a sus alumnos Epi y Blas. Cuando dejaron salir a las criaturitas, y al poco casi todo el mundo pudo pasear y hacer deporte, al amanecer iba en bici o andando por las marismas chiclaneras. Porque una tarde que subió a las lagunas le recordó los tiempos en que casi nadie tenía coche y los atardeceres poblaban las cunetas de novios, de pandillas y de cristinas, como las llamaba su hijo chico. Así que rehizo una vieja tarea que tenía sobre có mo describir paisajes usando todos los sentidos, la memoria y la emoció n. Y có mo usar la animació n y la personificació n para convertir en má gico el paisaje má s anodino. Las respuestas a esa tarea no fueron tan simpá ticas, porque su chavalería cogió la imagen del paisaje que iba de ejemplo en la tarea. Encerrados una temporada no iban ahora a salir con el cuaderno de campo. Kilpatrick le dedicó una sonrisa burlona.

El primer amanecer de la fase 1, se plantó en Benamahoma, cuando una nube de ná car se arrastraba entre los riscos del Torreó n. Lo pararon los civiles y le desearon buen viaje. En los días siguientes observó có mo los desalmados se vanagloriaban de su imprudencia, acobardando y encerrando a amigas y colegas. Leyó que igual no habría vacuna, como para el sida. Y concluyó que no quedaba otra que aprender a convivir con el virus, a sobrevivir manteniendo lejos su guadañ a, y a vivir con prudencia pero a fondo todo lo que deseá bamos hacer y nos fuera permitido. Diseñ ó la tarea “convivir, sobrevivir y vivir” para que se hiciera en familia. Había que descubrir otras palabras derivadas de vivir, y sinó nimos de contagiar, comparar las letras en inglés y en castellano de Streets of Philadelphia, grabarse cantá ndola en karaoke y aventurarse a narrar el trá iler de la película. Analizar los consejos para evitar el contagio, incluso conviviendo con alguien infectado. Desentrañ ar qué permite la fase 1. Describir có mo hacer de modo seguro cinco actividades deseadas y permitidas. Grabarse bailando el vallenato En la tierra del olvido. Idear medidas para hacer segura la vuelta al cole. Y entender Defender la alegría de Serrat y Benedetti. Mandó la tarea como todos los lunes a primera hora, y se puso a escribir estas pá ginas como si él ya fuera otro. La frustració n de los que siempre ayudan y no pudieron hacerlo durante el confinamiento “Siempre guardaré mi agenda escolar de este añ o para recordar de lo que somos capaces” Dolores Rodrígez Cemillá n / Alcorcó n (Madrid) El puesto de trabajo de Dolores, desde donde ha dado clase durante el confinamiento, imita un paisaje natural. El puesto de trabajo de Dolores, desde donde ha dado clase durante el confinamiento, imita un paisaje natural. Soy profesora, sí, y no he parado de estar en contacto con mis alumnos con mis propios medios y mejorando mi competencia digital de forma autodidacta. Salvando el curso

escolar a cambio de una simple carta de agradecimiento del consejero de Educació n. Horas sentada delante de mi ordenador, pasando este largo encierro trabajando a distancia, descalza y sin arreglarme. Disimulaba mi ansiedad, mi cansancio y mis ganas de llorar de alegría al oír o ver a mis alumnos en las videoconferencias, en las que puse como fondo virtual un foto antigua de mi aula para sentir que está bamos aú n juntos, allí ,en nuestra vieja realidad. Me siento agradecida porque está bamos todos sanos y por comprobar que no había perdido mi capacidad de motivarles, incluso a través de una fría pantalla. Esta vía de comunicació n limita el lenguaje no verbal, antes tan efectivo en clases presenciales. Mientras corregía las tareas, ignoraba el exterior primaveral o las noticias confusas sobre lo protocolos de vuelta al aula. Para recordar siempre esta pandemia, guardaré mi agenda escolar en mi cartera de profesora, hasta que me jubile. Sí, para nunca olvidar de lo que todos fuimos capaces de hacer. Convertida en profesora youtuber Christine Anna Sanz Ahrens / Villaviciosa de Odó n (Madrid) ¡Madre mía, tengo 55 añ os¡ ¡Mis conocimientos tecnoló gicos se reducen a un libro digital que uso desde hace dos cursos y ahora tengo que dar clases online desde mi casa a marchas forzadas! Los primeros días del confinamiento estaba muy nerviosa, no conseguía conciliar el sueñ o y daba vueltas a la cabeza para ver có mo iba a ser capaz de sacar adelante a unas personitas que, con pocos recursos, iban a depender de las decisiones que yo tomara al respecto. La mayoría de los padres estaban teletrabajando en unos casos, en algunos casos eran cinco en casa para compartir dos ordenadores y otros ni siquiera tenían ordenadores. Hice rá pidamente dos cursos online de Teams (programa de videoconferencias y chats). Empecé a trastear en él, pedí ayuda a mis hijos con ciertos términos que desconocía, vi tutoriales en YouTube... Puedo decir que actualmente estoy bastante satisfecha con el resultado porque he podido continuar con el temario que dejé un poco apartado, sin saber qué iba a ocurrir ni có mo iba a hacerlo, y a pesar de que hay días en que estaba muy angustiada porque no daba a basto con tanto chat y mail. También me agobio porque, al igual que la mayoría de mis compañ eros, estoy trabajando muchas horas de má s. Veo que antes de que empiecen las clases online ya está n mis alumnos de primero de ESO escribiendo en el chat y preguntando cuá ndo me conecto con ellos. Creo que he conseguido que tanto mis alumnos como yo, dentro de esta situació n tan horrible y anó mala que nos ha tocado vivir, tengamos cierta normalidad en nuestras vidas, algo parecido a lo que teníamos antes de la covid-19. “La relació n actividad-tiempo se nos ha desvanecido durante la pandemia” Jorge Coronel / Medellín (Colombia) El confinamiento nos ha puesto en el espejo de los trabajos de casa sin abandonar nuestras labores, pero teniendo ahora que acompañ ar má s de cerca a los hijos en el colegio.

Pasamos de padres de familia a profesores. Muchos padres de familia nos hemos quejado en esta cuarentena por el conjunto de actividades con que hemos tenido que lidiar. Hasta los famosos se han quejado en este encierro, especialmente, por el volumen de tareas que los profesores les han mandado a sus hijos. No es para menos, todos tenemos el afá n de cumplir, sin percatarnos de la cruda realidad en la que estamos. Vivimos nuestro propio desespero. En estos tiempos no sabemos qué hacer. Ante tantas actividades juntas, en ocasiones, tenemos que tomar aire para no desesperarnos. Parece que el aislamiento no es só lo físico, sino también mental. Se nos escapa, como mariposa en una mano, la idea de que estamos en casa en medio de un conjunto de actividades amalgamadas, donde ya no sabemos si estamos trabajando, estudiando, cocinando, cuidando de alguien o si es todo junto y al mismo tiempo. La relació n actividad-tiempo se nos ha desvanecido. Tiempo-trabajo, tiempo-casa y tiempo-colegio, han entrado en un agujero negro del que no sabemos cuá ndo saldremos. Las actividades en casa se han fundido entre sí, es difícil separarlas con claridad. Para quienes han tenido que realizar trabajo en casa, supuestamente diferente a teletrabajo, tal vez hayan experimentado serios problemas. No tanto porque no les guste trabajar desde casa, puede ser que en el fondo no les disguste. Lo que incomoda no es el trabajo per se, sino tener que atender el trabajo junto al hogar y el colegio, todo al mismo tiempo. Para quienes ya teletrabajaban puede que no haya sido tan traumá tico. De alguna manera estaban má s habituados al ambiente del hogar, a estar en casa con familiares, a tener que conciliar momentos de trabajo que se pudieran cruzar con la cotidianidad familiar, lo cual puede ser un viento a favor dentro de esta tormenta que atraviesan. Pero para quienes la experiencia ha sido nuevahLa relació n actividad-tiempo, se nos ha desvanecido calvario. Despertar y conectar al hijo o hija al colegio para luego empezar largas jornadas de reuniones laborales, mientras la conexió n con el centro escolar falla, el micró fono no funciona o la cá mara deja de operar, es suficiente para entrar en má ximo nivel de estrés. Luego tener que pensar en las actividades del hogar, como preparar las comidas y organizar lo bá sico para evitar el caos, ya son las gotas que rebosan la copa. Así se nos han pasado estos días, así hemos vivido esta cuarentena, donde los roles de padres, madres, esposos, esposas, profesores y jefes de hogar se han fusionado hasta tal punto que es difícil diferenciar cuando estamos reprendiendo, cocinando o trabajando; pero lo peor de todo, es que tal vez somos todo en un mismo instante. Esta pandemia nos puso frente al espejos de los roles, donde todavía no conjugamos bien cada uno de ellos. Vaya reto. Confiemos en que no confundiremos las tareas del colegio con las labores de cocina, y estas con nuestro trabajo, pues de lo contrario terminaremos trabajando en el colegio, cocinando nuestros despidos y estudiando en la cocina.