Diego Saavedra Fajardo

D. Diego Saavedra Fajardo, trescientos sesenta años después. José Jesús García Hourcade UCAM Es inusual celebrar el 360

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D. Diego Saavedra Fajardo, trescientos sesenta años después. José Jesús García Hourcade UCAM Es inusual celebrar el 360 aniversario de cualquier hecho histórico. No obstante, en ocasiones está plenamente justificado. La ciudad de Murcia ha celebrado este año el aniversario de la muerte de Diego Saavedra Fajardo, como la ciudad de Münster lo ha hecho con la firma de la Paz de Westfalia. En el primer caso, una amplia galería de actividades, centradas en la exposición “Soñar Europa, soñar la paz” (cuyo título, por cierto, recuerda las actividades realizadas en 1998 en Alemania, con motivo del 350 aniversario de los tratados de Münster y Osnabrück); en el segundo, con el programa Münster 1648: dialoge zum frieden. Además de las circunstancias y coincidencias (la participación del murciano en la preparación de los tratados, y su muerte muy poco antes de la ratificación final), la razón fundamental para volver la vista a la figura del escritor y diplomático murciano es que se trata de uno de los personajes sobresalientes de su época, y, de entre los nacidos en la tierra murciana, uno de los que ha tenido un relieve y una proyección indiscutibles. Así lo ha considerado hasta hoy la investigación, fruto de la cual es una bibliografía muy extensa, que nos ha proporcionado abundantes y profundos conocimientos sobre sus facetas públicas. Sin embargo, a pesar de que sabemos cada vez más, no deja de ser cierto que la vida privada de Saavedra sigue siendo muy poco conocida. Es común empezar la biografía de Saavedra Fajardo con su nacimiento en Algezares. El documento de referencia es su partida bautismal: “En seis de mayo de mill y quinientos y ochenta y quatro años bapti a diego fijo de don pº saiabedra y de doña fabiana fajardo fueron sus padrinos don gabriel dabalos y doña blanca su muger” Por este documento sabemos cuándo fue bautizado, y que el sacramento fue inscrito en los libros de la parroquial de Nuestra Señora de Loreto (libro segundo de bautismos), de Algezares. Pero, en realidad, no nos dice ni cuándo nació ni dónde. Con respecto a la fecha, las costumbres de la época nos hacen suponer que no debió transcurrir mucho tiempo, uno o dos días, desde el nacimiento hasta el bautismo. No parece que sea un hecho relevante. Más discutible es el lugar. 1

En las partidas de bautismo, por disciplina impuesta en el Concilio de Trento y transmitida fielmente por Concilios Provinciales y labor pastoral de los distintos obispos, debía aparecer claramente una serie de datos, entre ellos la fecha (en letra, y no en guarismo), el lugar, el nombre de padres y padrinos… Si nos fijamos en la página en la que se inscribe el mote de bautismo de Diego Saavedra Fajardo, veremos que se escribe en cada registro: item en el dicho lugar…refiriéndose a la iglesia parroquial; menos en el caso de nuestro personaje. Distintos investigadores, entre ellos nuestro amigo Luis Lisón, han terminado por puntualizar que el nacimiento tendría lugar en la finca familiar de El Raiguero, en la que se encontrarían en razón de la época del año (mayo, coincidiendo con las labores propias de la seda). De ahí surgen dos cuestiones: una, la posibilidad de que el nacimiento tuviera lugar en lo que hoy es La Alberca; otra, que además fuera bautizado también en la finca familiar. Hay que tener en cuenta que en 1584 existía una pila en Algezares (desde el punto de vista de la geografía eclesiástica, no siempre está clara la diferencia entre la existencia de una parroquia y una simple pila bautismal; en concreto, aclarar la situación en los alrededores de Murcia en la segunda mitad del siglo XVI es complicado en extremo), mientras que el lugar de La Alberca, sin parroquia ni pila, estaría incluído en su jurisdicción. Para certificar la existencia de vida parroquial en Algezares, es necesario consultar las fechas en que se inician las series de libros sacramentales; las visitas pastorales, y las menciones en la documentación. Las partidas de bautismo más antiguas que hemos localizado en Nuestra Señora de Loreto se remontan a 1558; constan visitas pastorales ya desde 1573, y se menciona la parroquia de Algezares en la relación de pilas del Obispado de 1587 (curiosamente en el informe ad limina remitido a Roma por el Obispo Jerónimo Manrique de Lara, del año 1589, no se menciona ni Algezares, ni ningún otro lugar de la huerta de Murcia, con excepción de Alcantarilla, en razón de no poseer beneficios propios y ser servidos por clérigos provistos por el Obispo). Estos datos atestiguan la existencia de vida parroquial en Algezares, y no en La Alberca. No es incoherente, por tanto, plantear la hipótesis del nacimiento y bautizo en hacienda familiar de El Raiguero (La Alberca), lo que implicaba la inscripción del bautismo en la parroquia correspondiente, es decir, Algezares. Diego Saavedra fue el menor de cinco hermanos de una familia hidalga, con presencia en la historia y en los puestos de privilegio de la sociedad murciana, tal y como nos transmitió Francisco Cascales (Discursos históricos de Murcia y su Reyno, discursos de los linajes, p. 480-481, edición de 1775). Eso significa que su destino 2

natural era el estudio, ya fuera para la tonsura o para las leyes. Leamos el retrato que Cascales hace de la familia hacia 1617: “Viven oy de este apellido Don Pedro de Saavedra, casado con Doña Faviana Faxardo (…) tienen por hijos à Don Pedro de Saavedra, que casó con Doña Eusebia Pérez, mayorazgo de esta casa, y à Don Juan de Saavedra, Regidor de esta Ciudad, que ha casado dos veces, la una con Doña Luisa de Aledo, y Xara, y la otra con Doña Clara Fontes. Y à Doña Constanza Faxardo, que casó con Don Alonso de Leiva; y à D. Sebastián de Saavedra, que está por casar, y al Doctor Don Diego de Saavedra, Canonigo de la Santa Iglesia de Santiago, y que sin esta posee otras Prebendas bien merecidas, por ser un excelente sugeto, muy versado en ambos derechos Cesareo, y Pontificio, docto en la lengua Griega, y Latina, buen Mathematico, singular en letras de humanidad, y general en todas ciencias”. Los primeros años de Diego Saavedra son una incógnita. Solo con el comienzo del siglo XVII empezamos a pisar terreno más firme. La documentación existente, junto con testimonios del propio Saavedra, nos lo sitúan como estudiante en la ciudad de Salamanca entre 1600 y 1606, por lo menos. Se gradúa en Cánones y Leyes, y adquiere la condición de licenciado con “dos años de pasante”, como él mismo cuenta en una carta fechada en 1644. En Salamanca debió coincidir con don Gaspar de Guzmán, futuro Conde de Olivares y Duque de Sanlúcar la Mayor, privado de Felipe IV, y personaje clave del seiscientos europeo. Nada sabemos de su vida, sus aficiones, sus relaciones en estos años. Pero el caso es que tuvo que empezar a manifestar muy pronto sus enormes cualidades, puesto que (según Quintín Aldea) en 1610 se traslada a Italia formando parte de la comitiva de D. Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, que se dirigía a tomar posesión como Virrey de Nápoles. En Italia pasará veintitrés años, con lo que ello supone: conocer de primera mano uno de los escenarios políticos y diplomáticos más resbaladizos de Europa, en el que la habilidad para negociar era atributo imprescindible para el éxito. En conjunto, la península había iniciado una etapa de declive económico y demográfico del que se resentían prácticamente todas sus entidades políticas. La debilidad acentuaba las apetencias de las monarquías hispánica y francesa. Los españoles ya tenían el Virreinato de Nápoles (Nápoles y Sicilia), el Milanesado y los presidios de la Toscana, además de contar con la alianza de las repúblicas de Luca y de Génova. Indirectamente, Francia controlaba Parma, Módena y 3

Mantua-Montferrato. Venecia, independiente, había visto descender su poder comercial en el Mediterráneo, y sentía de cerca la amenaza turca… y la del Imperio Habsburgo. Por último, el Papado se enfrentaba a la merma de su autoridad espiritual, a la consagración de la ruptura confesional y al ascenso de los argumentos de razón de estado por encima de las consideraciones espirituales, todo lo cual quedaría sellado a pesar de las protestas del pontífice en la paz de Westfalia. Italia era, no se puede dudar, una escuela de diplomacia. Para los años en que Saavedra vivió en Italia podemos adelantar la cronología siguiente: •

1610: Saavedra llega a Nápoles con el Conde de Lemos.



Entre 1612 y 1623 actúa como secretario de cámara del cardenal don Gaspar de Borja y Velasco (embajador en Roma), lo que le dio la ocasión de asistir a los cónclaves de 1621 (elección de Gregorio XV) y 1623 (elección de Urbano VIII).



En 1620 desempeñó, además, los cargos de secretario de estado y de guerra en Nápoles (coincidiendo con el breve periodo en el que Don Gaspar de Borja fue virrey de Nápoles).



En 1623 es nombrado procurador y solicitador de las causas de Felipe IV en la Corte Papal.



Entre 1630 y 32 estará en Madrid como miembro de una Junta de los Consejos de Estado y Castilla.



Finalmente en 1632 se reincorpora a la embajada en Roma.

Su labor fue reconocida con diversas prebendas, como una canonjía vacante en la Catedral de Santiago de Compostela (1617), y una chantría en la Catedral de Murcia (1627), puestos que nunca ocupó y que nos permiten asegurar que en algún momento tuvo que recibir las órdenes menores, puesto que de otra manera no tendría sentido recompensarle con dichos cargos. Los años italianos de Saavedra coinciden con un momento de transición en Europa. Por un lado, es el final del reinado de Felipe III. Son años de un “pacifismo” confuso. Es verdad, abundan los tratados de paz entre las potencias. Pero los conflictos larvados, los regueros de pólvora que conducen al enfrentamiento de los treinta años, están ya bien definidos. Saavedra, que ha nacido bajo Felipe II, es heredero de una concepción política que defiende la hegemonía española con pretensiones universalizantes, y que

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tenía su correspondencia en lo que la historiografía ha denominado “diplomacia de predominio” (seguimos las líneas del trabajo de Cardim citado en la bibliografía). Su ideal sigue mirando a una Corona habsbúrguica católica y dominante en Europa, que debe intentar por todos los medios defender sus intereses, a los que, de forma natural, se deben plegar las naciones menores. Y entonces, en Praga, los consejeros Slavata y Martinic fueron arrojados por la ventana del castillo Hradschin, y Europa cambió. Ya antes de los sucesos de Praga de 1618 Italia había vivido dos momentos de tensión que amenazaban al orden internacional, en especial en lo que se refiere al equilibrio de poder entre la Monarquía hispánica y la francesa en el escenario italiano. Nos referimos a las guerras de Mantua (primera guerra, entre 1613 y 1615, finalizada con el tratado de Asti; segunda guerra, 1616-17, finalizada con la paz de Pavía). De todas formas, no será la península itálica un escenario bélico de primer orden (aunque sí geoestratégico), y Diego Saavedra pasará casi todo su tiempo empleado en labores diplomáticas fundamentales para los intereses de su Rey, pero que no figuran en un primer plano. Él mismo detalla sus ocupaciones en este periodo de tiempo, cuando en 1630 solicitó el regreso a la tierra española: “Sus ocupaciones han sido diez años de letrado de cámara del Cardenal Borja, pasando por él los negocios que se ofrecieron del servicio de Vuestra Majestad en las Congregaciones del Concilio y de Obispos y en otras donde asistía el cardenal. Fue cuatro años secretario de la embajada y cifra en Roma; y después, de Estado y Guerra en Nápoles. Ha servido tres años la Agencia del Reino de Nápoles, seis la del Reino de Sicilia y siete la de Vuestra Magestad en Roma, con que ha manejado casi todos los negocios que de veinte años a esta parte se han ofrecido del servicio de Vuestra Majestad en Italia, así en materias de Estado como de jurisdicción y patronazgos, facilitando muchas gracias importantes al patrimonio real de Vuestra majestad, de millones, servicios de reinos, de las mesadas y otros, y sirviendo con satisfacción de los ministros de Vuestra Majestad, como ha hecho fe en sus cartas el conde de Monterrey y la podrá hacer el conde de Oñate y el de Umanes del tiempo que asistieron en Roma” (transcripción de Clara Bango García para el catálogo de la exposición)

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Es decir: negociar, informar, conseguir favores, agradecer, mantener contentos a unos y a otros. Otro aspecto importante de los años italianos es el de sus inicios como escritor. Aunque la cronología es aun poco segura, hacia 1612 se fechan sus primeras composiciones literarias, concretamente unos poemas y una posible primera redacción de su obra La República literaria. Mientras, en el centro de Europa, la guerra que se inició como un conflicto entre el Rey de Bohemia y sus súbditos protestantes, se había transformado en una guerra que involucraba ya a casi todas las naciones. En principio, y a pesar de enormes dificultades, lo que podríamos llamar el bando católico (Habsburgos españoles y austriacos) llevaba las de ganar. Habían derrotado a Cristian IV de Dinamarca (Tratado de Lübeck, 1629), y parecían tener controlada la situación. Quizá por eso Urbano VIII pudo mantener una política más cercana a Francia y de muy escaso apoyo a las pretensiones católicas de los monarcas Habsburgo. Nadie, ni siquiera el Papa, quería un dominio tan aplastante de una familia imperial en Europa. En 1630 Saavedra se traslada a Madrid, y ese mismo año es el escogido por Gustavo Adolfo de Suecia para iniciar su intervención en la guerra europea. Esta vez parecía que los católicos iban a ser puestos contra las cuerdas, al producirse las primeras victorias protestantes en los campos de batalla (Breitenfeld, 1631; Lech en Rain 1632). Un hecho impredecible vino a confundir aun más la situación: la muerte de Gustavo Adolfo en la batalla de Lützen (1632). Ahora todos están más o menos implicados, y todos quieren abandonar la guerra. Pero no a cualquier precio, lo que implica continuar las hostilidades hasta encontrar una posición ventajosa para la paz. Saavedra vive estos acontecimientos primero desde Madrid, luego, una vez más, desde Roma. El panorama europeo, unido a unos momentos de cierto descanso, le permitieron reflexionar y escribir su primera obra de tinte político: Introducción a la política y razón de estado del Rey Católico don Fernando (1631). El ajedrez estratégico que se jugaba entre protestantes y católicos, entre habsburgos y antihabsburgos, requería la presencia en las negociaciones de hombres de oficio curtido. Y Saavedra fue enviado en 1633 a Alemania. Su misión era ejercer de embajador residente ante la corte de Baviera, para conseguir del duque Maximiliano un acercamiento a la causa católica (a pesar de su enemistad con el máximo jefe militar Wallenstein) después del fracaso de su intento de aproximación a Francia con el tratado de Fontainebleau. Brevemente, echemos un vistazo a la situación que se presenta ante 6

Saavedra cuando llega a Alemania. Los católicos, con graves tensiones entre el Emperador, Wallenstein y los ejércitos españoles dirigidos por el Cardenal Infante (hermano de Felipe IV). Los protestantes, atravesando un momento de difíciles relaciones entre Suecia, Brandeburgo y Sajonia. Completando el cuadro, el papel de Francia, a la que el canciller sueco Oxenstierna pretendía arrastrar a la guerra abierta. Si Italia era un mundo resbaladizo, el centro de Europa no lo era menos. Hay que jugar a muchas bandas, y Saavedra acabará dominando ese arte. El ambiente se había vuelto en contra de España. En 1634 las tropas del Cardenal Infante habían logrado la mayor victoria católica de la guerra en la primera batalla de Nordlingen (luego ferozmente caricaturizada en la novela Estebanillo González). Lo que podía presagiar un golpe definitivo contra el bando protestantefrancés se volvió en contra, porque provocó la entrada en guerra de Francia en 1635, como única estrategia para evitar el triunfo final de los Habsburgos. Tres aspectos se van unir para dar a Saavedra el perfil idóneo, ajustado a la misión que se le ha confiado: es un diplomático, un teórico de la política, y un escritor versátil, hábil para la sátira, la reflexión, la propaganda o la polémica. En ocasiones, el propio Felipe IV le pedirá que utilice su pluma al servicio de la causa del su Rey y del Emperador, procurando con esta propaganda influir en las opiniones de unos y otros para crear un ambiente favorable. Además, los continuos viajes desarrollarán en él un conocimiento del mundo difícil de igualar. En 1636 Saavedra asiste en Ratisbona a la dieta imperial que elige a Fernando III Rey de Romanos. Su pluma ha adquirido ya la maestría que le permite volcar al papel sus impresiones y análisis a medida que va examinando el escenario diplomático y político. Por ello, en 1637 ya tenemos escrito un Discurso sobre el estado presente de Europa. Tras una misión ante la Duquesa de Mantua en Milán, será enviado en 1638 a diferentes negocios en Borgoña y en los cantones suizos, con algún desplazamiento a otros puntos, como Viena. El reflejo se encuentra en sus obras Dispertador de los trece cantones de esguízaros (1638) y Viaje a Borgoña (1638). También trabajará en el Franco Condado, y entre 1638 y 1642 hizo un total de cuatro viajes a Suiza, asistiendo a nueve dietas de los cantones. El hilo conductor de la actividad diplomática de Saavedra fue en todo momento bloquear las aspiraciones de Francia, intentando impedir la aproximación entre los franceses y los holandeses, convenciendo a los suizos del peligro que representaba su vecino, y a todos de la necesidad de inclinarse por la amistad con el Emperador. 7

Resumiendo: Francia es un mal vecino, y más vale tener a las coronas góticas de España y Austria como amigas que como enemigas. Se había pasado de la diplomacia de predominio, a la diplomacia agresiva encarnada por el Conde Duque de Olivares y, por último, a una diplomacia de conservación, preocupada solo por salvar lo que se pudiera salvar. Saavedra se encontrará en una contradicción entre sus ideales, forjados en las aspiraciones universales de Felipe II e incluso de Felipe III y primeros años de Felipe IV, y las necesidades inmediatas de su Rey. Su postura en la negociación alemana se dirigió cada vez más a un realismo crudo y desengañado. Sus preocupaciones se trasladan al papel, y produce el fruto finísimo de su obra más conocida: Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas (Munich 1640, corregida en la de Milán 1642). Era necesario guiar al príncipe por el camino adecuado, y nadie mejor que un hombre instruido, fiel servidor de la causa católica, avezado en la diplomacia más compleja, para señalar a Felipe IV el camino correcto. En esta obra, Saavedra se sitúa en la línea que pretende mostrar cómo la historia y la religión enseñan los límites oportunos que debe tener el ejercicio del poder. Es decir, es un ejemplo de antimaquiavelo y de lo que se ha dado en llamar tacitismo. Saavedra está en la cima de su carrera, gozando de alta estima por parte del Rey y del Conde-Duque de Olivares. Se le señala con la concesión del hábito de Caballero de Santiago (1640) y con el nombramiento como nombrado plenipotenciario por el círculo de Borgoña (los círculos eran una estructura organizativa interna del Sacro Imperio) ante la dieta imperial de Ratisbona. La Monarquía española, entretanto, entraba en un proceso de descomposición interna con las sucesivas revueltas en Portugal (1640), Cataluña (1640) y Andalucía (1641). La apuesta de Olivares, gran valedor de Saavedra, se derrumbaba, hasta culminar con la caída en desgracia del todopoderoso Conde-duque en 1643. Ese mismo año, el 11 de julio, nombraba a Saavedra plenipotenciario en el congreso que debía iniciarse en Münster (sede de reunión de las potencias católicas; paralelamente, los protestantes trabajarían en Osnabrück). En noviembre ya estaba instalado en la ciudad alemana, con gran desespero por la lentitud en la admisión de credenciales y fijación del protocolo y procedimientos. Saavedra, por su condición social, no llegaría nunca a ser un embajador (Ese puesto lo desempeñaba en Münster, y por tanto era el inmediato superior de Saavedra, el marqués de Castel Rodrigo). Su papel, siendo como fue de vital importancia, se jugaba en un plano más discreto y trabajoso. Ahí es donde era casi insustituible. Hasta que llegó el momento de abandonar las posturas en las que creía. Ya no era posible defender 8

ni el predominio ni la agresividad. Ahora tocaba defender “la reputación de Felipe IV y sus súbditos” (P. Cardim). Saavedra, con sus gestos altivos, vehementes y enérgicos, quedó fuera de lugar por su forma impulsiva de entender la defensa de la reputación real. Cuenta P. Cardim en el estudio citado una ocasión en la que el diplomático murciano rechazó participar en la procesión de Corpus Christi, solo por no encontrarse con el embajador de Francia. Felipe IV ya no tenía la fuerza que Saavedra le suponía, aunque en el fondo todo apunta a que era plenamente consciente de esta merma en el concierto de las naciones. Así las cosas, en 1645 fue relevado en su puesto por Don Gaspar de Bracamonte, Conde de Peñaranda (su nombramiento como plenipotenciario lleva fecha de 5 de enero de 1645), quien sería auxiliado por D. Pedro Fernández del Campo y Angulo Velasco, y por Antonio Brun. En abril de 1646 fue relevado de sus cargos, volviendo a Madrid a desempeñar el puesto de instructor de embajadores y miembro del Consejo de Indias. Murió el 24 de agosto de 1648, antes de que llegara a ocupar la celda que se estaba preparando en el convento de Agustinos Recoletos de Madrid, en donde reposaron sus restos durante décadas, siendo finalmente trasladados a la catedral de Murcia con ocasión del tercer centenario de su nacimiento. Quien quiera acercarse a su tumba, podrá honrar la memoria de un servidor del estado, un gran diplomático, un eminente pensador, brillante escritor, polemista, propagandista, viajero y conocedor del mundo que le tocó en suerte, humanista y católico. Todo ello reunido en un solo nombre: Don Diego Saavedra Fajardo, natural del Reino de Murcia. Cronología literaria de D. Diego Saavedra Fajardo (sin incluir la correspondencia). •

1612. Primeras composiciones literarias conocidas; poemas y probable primera redacción de la República literaria.



1630. Introducciones a la política (inéditas e inacabadas) y Razón de Estado del Rey Católico Don Fernando (inédita en vida del autor).



1635. Respuesta al manifiesto de Francia (inédita en vida del autor).



1637. Discurso sobre el estado presente de Europa (inédita en vida del autor).



1638. Viaje al condado de Borgoña (inédita en vida del autor).



1638. Dispertador a los trece cantones de Esguízaros (inédita en vida del autor).

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1638. Harangue, en langue espagnole, faite a Dole par D. Diego Saavedra, envoyé du Roi d’Espagne en France-Comte.



1640. Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas (Empresas Políticas).



1640. Posible redacción final de la República literaria (Juycio de artes y ciencias), inédita en vida del autor.



1642. Carta de un holandés escrita a un ministro de los estados confederados (inédita en vida del autor).



1642-43. Suspiros de Francia (inédita en vida del autor).



1643. Locuras de Europa (inédita en vida del autor).



1646. Corona Gothica, castellana y austriaca.



Sin fecha precisa: Noticias del tratado de neutralidad entre el Condado y el Ducado de Borgoña, de la observancia con que ha sido guardado por los del condado, y de los fines con que le procuraron los trece cantones de esguízaros.



Textos desaparecidos: Las guerras y movimientos de Italia, de cuarenta años a esta parte; Tratados de ligas y confederaciones de Francia con holandeses y sueceses; Carta de un francés a otro del Parlamento de París.

BIBLIOGRAFÍA. La bibliografía sobre Saavedra Fajardo es muy extensa. El acercamiento inicial puede hacerse a través de la página de Internet de la Biblioteca Virtual de Pensamiento Político Hispánico Saavedra Fajardo, y de los estudios contenidos en el catálogo Saavedra Fajardo. Soñar Europa, soñar la paz, Murcia 2008, en especial los firmados por Pedro Cardim y Francisco Javier Díez de Revenga. Francisco Cascales Discursos históricos de la ciudad de Murcia, Murcia, 1775. Manuel Fraga Iribarne Don Diego Saavedra y Fajardo y la diplomacia de su época, Madrid-Murcia, 1955. Rafael González Cañal “Tres escritos desconocidos de D. Diego Saavedra Fajardo” Murgetana, 73, 1987, pp. 51-90. Luis Lisón Hernández “Aportaciones sobre Saavedra Fajardo y su lugar de nacimiento” Murcia, 1980. Belén Rosa de Gea “Carta de un holandés: un texto des-aparecido de Saavedra Fajardo” en Biblioteca Digital de Pensamiento Hispánico Saavedra Fajardo. 10