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Instituto Superior de estudios Psicológicos

Master en Psicología Clínica y de la Salud

Dependencia emocional:

Una aproximación al tema y su abordaje desde la perspectiva Cognitivo - Conductual

Luciana Galati

Tutor: Oscar Asorei

Junio de 2013

Barcelona, España

Instituto Superior de estudios Psicológicos Master en Psicología Clínica y de la Salud

Luciana Galati Tesina de Maestría

RESUMEN

El siguiente trabajo tiene como cometido describir y analizar la Dependencia emocional, así como sus posibles estrategias de intervención y tratamiento desde una perspectiva cognitiva conductual. Desde la perspectiva de las adicciones y desde una visión del ser humano como ser biopsicosocial intentaremos comprender el origen de esta patología, su desarrollo y sus formas de manifestarse. Asimismo, describiremos las características de personalidad, los patrones de comportamiento y de pensamiento, así como las emociones y sentimientos que presenta un dependiente emocional. Dedicaremos además una sección que describe a sus parejas y el estilo de vínculos que forman con los demás. Todo esto lo haremos basándonos en recientes investigaciones realizadas en España principalmente y en múltiple bibliografía escrita sobre la temática. Desde la operacionalización de conceptos como adicción, codependencia, género, autoestima, apego, entre otros, intentaremos dar múltiples respuestas a esta patología de carácter relacional que afecta principalmente a mujeres y que se ha comenzado a conceptualizar sobre los años sesenta.

PALABRAS CLAVES

Adicción; dependencia emocional; codependencia; apego ansioso; intervención

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ÍNDICE

INDICE……………………………………………………………………………………..3 RESUMEN…………………………………………………………………………………2 INTRODUCCIÓN….........……………………...………………………………………….5 CAPÍTULO 1...…...…………………………...………………………………...…………7 1. 1 Conceptualización sobre adicción……..…...…………………........................7 1.2 Dependencias afectivas………………………………………………………..11 1. 3 Dependencias emocional y adicción al amor…...…………………………….16 1. 4 Codependencia…………………………………..………………………........19 1. 4 Género y dependencia emocional……………….……………………....……25 CAPÍTULO 2……………………………………………………………….……….........28 2. 1 Características psicológicas de los dependientes emocionales………….……28 2. 2 Relaciones de pareja…………………………….……………………………30 2. 3 Relaciones con el entorno interpersonal……….…………………………......31 2. 4 Autoestima, estado de ánimo y comorbilidad….……………………….…….32 2. 5 Elección del objeto de amor…..……………………………………...…….…34 2. 6 Características del objeto….………………………………………….………35 CAPÍTULO 3…………..…………………………………………………….…………...36 3. 1 Causas de la dependencia emocional……..…………………………….........36 3.1.1 Carencias afectivas tempranas…………………...………….………37 3.1.2 Mantenimiento de la vinculación y focalización excesiva en fuentes externas de la autoestima…………………………..………………...……41 3.1.3 Factores causales de tipo biológico…………...…...……………..…41 3.1.4 Factores socioculturales..…………………………………..….….…42

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3.2. Factores mantenedores e importancia de la personalidad..…………...……....43 CAPÍTULO 4……………………………………………………………….……….........49 4.1. Evaluación de los sujetos con Dependencia Emocional……………………...49 4.1.1.Evaluación Clínica – Entrevista…...………………………….……………..49 4.1.2. Evaluación Conductual – Cuestionarios y autorregistros…………………..49 4.1.3. Análisis funcional…………………………………………………………..50 CAPÍTULO 5……………………………………………………………….……….........52 5. Intervención Cognitivo – Conductual en la Dependencia Emocional………….52 5.1. Psicoeducación……………………………………………….……………….52 5.2. Reestructuración cognitiva………………………………….………………..53 5.3. Habilidades Sociales y asertividad…………………………………………...53 5.4. Autoestima……………………………………………………………………54 5.5. Prevención de recaídas………………………………………………………..55 CONCLUSIONES..……………………………………………………..……………...…56 BIBLIOGRAFÍA...………………………………………………………………………..60

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo la realización de una breve reseña bibliográfica sobre la temática de la Dependencia emocional y su abordaje desde la perspectiva Cognitiva conductual. Entender frente a que cuadro psicopatológico nos encontramos, cuál su origen y factores causales, qué patrones de conductas, pensamientos y emociones tienen las personas que lo padecen, qué características de personalidad tienen los sujetos y sus parejas y qué estrategias de intervención son las más adecuadas a la hora de trabajar en clínica con una persona que padece dicho trastorno.

Pretendo abordar diferentes autores que aportan un gran bagaje teórico acerca de la temática. Basándome principalmente en el Psic. Jorge Castelló, el Psic. Carlos Sirvent y la Mag. Patricia Faur, abordaré en el primer capítulo una visión general acerca de las adicciones aportado por el DSM IV, el concepto de adicción al amor, el de dependencia emocional y codependencia. En el segundo capítulo trabajaré las características de las personas que padecen esta patología, junto a las características típicas de los objetos que eligen los dependientes. En el tercer capítulo, estudiaré el porqué de la dependencia emocional, cuáles son sus factores causales, cual es el origen de la dependencia emocional, los factores que hacen a un sujeto vulnerable a padecer este tipo de patología y qué factores favorecen que la misma se mantenga. Por último en los capítulos cuatro y cinco veremos cómo realizar un análisis funcional que nos de la información necesaria para conocer la patología de la paciente y luego las estrategias de intervención y tratamiento más convenientes a utilizar en la clínica.

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Para este desarrollo trabajaré sobre una conceptualización de adicciones, brindada fundamentalmente por el DSM IV, así como de una visión que plantea una integración del sujeto como un ser biopsicosocial, valorando factores genéticos y biológicos que condicionan al sujeto, factores psicológicos que incluyen conceptos como el apego, los vínculos, las cogniciones, las emociones, entre otros y lo social, la cultura en la que se encuentra inserto el dependiente, el género, etc. A lo largo de este trabajo se podrá observar la inclusión de autores de diversas corrientes psicológicas como es el caso del Psic. Jorge Castelló, quien aborda la temática desde una visión integradora (aunque sus orígenes teóricos son cognitivos), la Mag. Patricia Faur, quien plantea una visión desde una perspectiva dinámica, pero que sin embargo a lo largo de sus trabajos podemos ver además un claro perfil biologicista. Asimismo, el aporte de investigaciones a las que hemos podido acceder.

Espero a lo largo de este trabajo, poder brindar respuesta a diferentes interrogantes como: ¿qué es la dependencia afectiva?; ¿qué es la codependencia?;

¿qué similitudes y

diferencias presentan las personas que padecen dichos trastornos?; ¿qué carencia afectiva logra cubrir una persona que padece dependencia afectiva a través de este trastorno?; ¿cuáles son las características de las personas que padecen dependencia afectiva?; ¿cómo es la pareja del dependiente?; ¿hay algún aspecto común en ellos?; ¿cómo se trata esta enfermedad?; ¿cuál es su origen?; ¿cuáles son los factores causales de la misma?; ¿las personas con esta patología, nacen con cierta vulnerabilidad a esta enfermedad? O son factores ambientales los que la desencadenan. ¿Qué estrategias de intervención debemos utilizar?

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CAPÍTULO 1

1.1. Conceptualización sobre adicción Muchos autores conceptualizan las dependencias afectivas concibiéndolas desde la perspectiva de las adicciones. Podríamos pensar que esto sería correcto, ya que en la adicción al amor existe una gran dependencia. La misma no es hacia una sustancia, el juego o comida, etc., sino que será hacia un sujeto de dependencia. Ahora bien, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de adicción? La mayoría de las definiciones parten de los criterios de dependencia y adicción en relación a sustancias psicoactivas. En ambas, podremos observar conductas, patrones y fenómenos que las hacen similares. Algunos de ellos son, la pérdida de control, la tolerancia y el síndrome de abstinencia (Oblitas Guadalupe, L. 2002).

Las adicciones psicológicas o no químicas no se encuentran incluidas como tales en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en el que el término de adicción se reserva para los trastornos producidos por el abuso de sustancias psicoactivas. Las mismas (adicciones psicológicas), vendrán incluidas en los trastornos del control de impulsos, tales como el juego patológico. Cuando hablamos de una adicción psicológica, nos estamos refiriendo a una patología en la que el sujeto presentará grandes dificultades para resistir a un impulso, una motivación o la tentación de llevar a cabo un acto que puede perjudicar a la propia persona o a terceros. El sujeto sentirá una sensación de tensión antes de cometer el acto y luego experimentará placer o liberación en el momento de llevarlo a cabo. Puede suceder que una vez realizado el acto, la persona no sienta arrepentimiento ni culpa. (APA, 2002)

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En relación al juego patológico (trastorno incluido en la patología del control de impulsos), es frecuente que las personas que lo padecen mencionen la necesidad de “acción”, además de resultarles muy difícil poder controlar o detener su comportamiento. Tendrán la necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado y sentirán inquietud o irritabilidad cuando intentan detener el juego. Generalmente a través de esta conducta intentarán escapar de sus problemas, sin darse cuenta que muchas veces esto les generará un problema mayor al tener que ocultar y mentir lo que les sucede a familiares o amigos. Asimismo, podría suceder que ante la falta de dinero para jugar, la persona tenga comportamientos antisociales como robar, falsificar, ente otros. (APA, 2002)

Expondremos a continuación la definición propuesta por el DSM IV sobre la dependencia a sustancias psicoactivas para poder analizar sus aspectos en común y sus diferencias con el trastorno antes expuesto. Además, como mencionamos anteriormente nos basaremos en esta conceptualización para el desarrollo de este trabajo: De acuerdo al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (2002) “La dependencia de sustancias psicoactivas se caracteriza por un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por tres (o más) de los ítems siguientes en algún momento de un período continuado de 12 meses” (APA 2002, p. 223).

Estos ítems son los siguientes: 1) Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: la necesidad creciente de la sustancia para conseguir la intoxicación; el efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye con su consumo continuado. 2) Abstinencia, definida por: el síndrome de abstinencia característico para la sustancia; se toma la misma sustancia (o una parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia. 3) La sustancia es tomada con frecuencia

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en cantidades mayores o durante un período más largo. 4) Deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo. 5) Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, en el consumo de la sustancia o en la recuperación de los efectos que genera la misma. 6) Reducción de actividades sociales, laborales o recreativas, debido al consumo de la sustancia, y 7) se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados por el consumo.

Luego de evaluar ambas definiciones, por un lado, podemos observar que en ambos trastornos existe una gran necesidad por parte del sujeto de llevar a cabo una conducta o comportamiento que no es capaz de controlar. En los dos nos encontraremos con síntomas de abstinencia si el sujeto no realiza dicho comportamiento y con una tendencia a la tolerancia, en otras palabras, el sujeto necesita de mayor cantidad de sustancia o juego para obtener los efectos que desea. Además, se podrá ver un deterioro en la vida interpersonal, social y laboral del sujeto, así como la reducción de actividades que antes le producían placer o gratificación. Consideramos que un aspecto de gran relevancia y que es común a ambas patologías es la necesidad de escapar o liberarse de los problemas, la ansiedad que se puede experimentar, la depresión o los sentimientos de desesperanza.

Por otro lado, encontramos una gran diferencia entre los dos trastornos, esta es su objeto de dependencia. Aspecto a resaltar, ya que como evaluaremos a continuación, en la dependencia emocional este objeto será otra persona y veremos que el dependiente presentará múltiples síntomas de los que hemos analizado anteriormente.

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En la misma línea, Faur (2007), plantea que una persona que es adicto a algo o alguien a pesar de saber que una conducta o sustancia es dañina para sí mismo, no puede detener ni controlar la conducta ni el consumo. Por otra parte, Jiménez M. de la Villa M. y Sirvent Ruiz C (2009), plantean que los términos de adicción y dependencia expresan la perdida de libertad interior ante un deseo, reflejada, no en la incapacidad de eliminar el mismo, sino en la de resistirse a él y controlarlo. Es en este momento, en el cual la dinámica de libre elección del sujeto experimenta un quiebre importante. Faur (2007), desde el modelo de la dinámica de las adicciones proporciona una explicación para entender el fenómeno de la adicción al amor. Plantea que muchas personas se aferran a una sustancia, a una persona o a una conducta para negar una realidad emocional que les resulta intolerable. No logran visualizar que su adicción los llevará a una realidad mucho más cruel, y un sufrimiento mucho mayor. Asimismo, tras las conductas de abnegación y entrega del dependiente, y la aceptación de las mismas por parte del objeto de dependencia, el vínculo, no permite a ninguno de los integrantes, “hacerse cargo de la responsabilidad de sus propias vidas”. El dependiente deja a un lado su vida, sus deseos, necesidades e intereses, sin ver que en ese acto no salva a nadie, y mucho menos a sí mismo. En suma, podríamos delimitar claramente ciertos patrones y conductas que reflejan la psicopatología de las adicciones. Entre ellos, un fuerte deseo o sentimiento que se convierte en una gran necesidad para llevar a cabo la conducta de consumo, una clara incapacidad para controlar el deseo, la conducta, los pensamientos intrusivos y rumiaciones que llevan al mantenimiento del consumo, gran malestar frente a la imposibilidad de llevar a cabo su adicción y un evidente y consciente malestar psicológico

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y físico por parte de la persona adicta frente a la incapacidad de ejercer control sobre sí mismo.

1.2. Dependencias afectivas Sirvent y Moral (2009) definen las dependencias afectivas o sentimentales como trastornos relacionales caracterizados por la manifestación de comportamientos adictivos en la relación interpersonal basados en una asimetría de rol y en una actitud dependiente en relación al sujeto del que se depende. Además, describen la “dependencia relacional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas sobre una persona que se intentan satisfacer mediante relaciones interpersonales de apego patológico” (Sirvent y Moral, 2009, p. 154). Es un trastorno relacional caracterizado por una serie de comportamientos adictivos, donde encontramos pensamientos y emociones que los mantienen (Moral y Sirvent 2009).

Distinguen por un lado, las dependencias relacionales genuinas entre las que encontramos, la dependencia emocional, la adicción al amor y las dependencias atípicas y, por otro lado, las mediatizadas, calificadas como coadicciones, donde nos encontramos con la codependencia y la bidependencia. A éstas últimas las consideran como secundarias a trastornos adictivos.

Describen una serie de indicadores, los cuales algunos de ellos, se presentan de forma más marcada en las dependencias genuinas y otros en las dependencias mediatizadas. A continuación expongo los criterios a tener en cuenta según Moral y Sirvent (2008): necesidad casi extrema de disponer de la presencia del otro del que se experimenta una gran dependencia emocional a pesar de lo frustrante que pueda ser la relación; necesidad

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de la aprobación de los demás y una preocupación excesiva por agradar a la persona de la que se depende, llegando al punto de tolerar situaciones que la persona nunca creyó que toleraría; múltiples sentimientos negativos, presencia de altos montos de ansiedad, depresión, híper vigilancia, etc; asimétrico intercambio de afecto asociado a un continuo vacío emocional por parte del dependiente; manifestaciones de abstinencia, gran sufrimiento en caso de ruptura, ausencia o desinterés y “craving” (anhelo de estar en pareja); antecedentes personales que dan cuenta de carencias afectivas en la infancia o apego ansioso junto a posibilidades de haber sufrido maltrato emocional y/o físico; fantaseo e ilusión excesiva al comienzo de la relación que los mueve hacia un estado de euforia junto a una idealización excesiva de sus parejas; sentimientos de desvalimiento emocional y estado de ánimo medio disfórico; adopción de posiciones subordinadas en las relaciones, lo cual va asociado a una progresiva “auto anulación personal”, “auto negligencia”, empobrecida autoestima y auto concepto negativo; locus de control externo.

Estas características mantienen una continua falta de responsabilización por sí mismos y por la situación en la que viven, así como también una dificultad en la toma de conciencia sobre las reales causas de su padecimiento. Esto último es lo que mayores consecuencias negativas trae a la salud de la persona, en el sentido que será muy difícil que ésta pueda hacer un análisis y reflexión crítica de la situación en la que vive y del estilo vincular que mantiene, dificultando también la solicitud de ayuda.

En las dependencias genuinas, se manifiesta una clara dependencia hacia un objeto de amor, con el objetivo de subsanar o cubrir un vacío en la persona dependiente, mientras que en las segundas (mediatizadas) encontramos personas que dependen de un sujeto adicto a algún tipo de sustancia química y que su afán por brindar ayuda no es motivado

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por su propio vacío emocional y carencia afectiva, sino por una real necesidad de cuidar al otro. En términos generales, estos trastornos relacionales se definen por tres componentes principales: son adictofílicos, es decir, que asemejan al dependiente afectivo como a un adicto a cualquier tipo de sustancia química, objeto, actividad, etc. Con la presencia de una necesidad afectiva extrema con subordinación sentimental, vacío emocional, anhelo intenso hacia la pareja, síntomas de abstinencia en su ausencia y una continua búsqueda de sensaciones. En relación a lo vincular, manifiestan un tipo de apego invalidante con el consiguiente deterioro de la propia autonomía ya que ejercen un rol en la pareja como subordinado, ubicándose en un rol de inferioridad ante su pareja pero desde el que no puede dejar de observarse intentos de sobrecontrol hacia la misma. Además de su orientación rescatadora. Encuentran una acomodación tal en la pareja que les resulta casi imposible romper. Por último, en relación al área cognitiva y afectiva, se manifiestan mecanismos de negación y autoengaño, sentimientos negativos como incapacidad para salir de dicha situación, abandono y culpa; escasas o nulas habilidades asertivas, límites débiles o rígidos y egoísmo o egocentrismo en la interrelación. Éste último aspecto, hace referencia a lo que más adelante estudiaremos en profundidad, que será evitar la pérdida de su pareja, ya que si esto pasara, el dependiente podría quedar enfrentado a lo que tanto teme, esto es el sentimiento de vacío y abandono que continuamente intenta evitar al mantenerse en una relación (Sirvent y Moral 2009). El dependiente emocional, evidentemente presenta mecanismos que le permiten mantener la situación de sufrimiento en la que vive. Como mencionamos anteriormente, éstos son la negación y el autoengaño, a través de ellos, los sujetos alcanzan a visualizar de manera muy ineficaz la situación dolorosa y frustrante que viven, al igual que evitan la toma de conciencia en relación a la pareja abusadora que tienen a su lado. De este modo,

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recordaremos, tal como plantea Faur (2007), que su umbral de tolerancia hacia el dolor emocional crece cada día más. Este es un aspecto que abordaremos en profundidad en el capítulo 2.

Según proponen Moral, Sirvent y Blanco (2010) en su investigación sobre “Autoengaño, distorsiones de la conciencia del problema en dependientes afectivos”, éstos sujetos han naturalizado el mecanismo del autoengaño y la negación. Han aprendido a vivir distorsionando su realidad afectiva para así poder mantener sus creencias acerca de la relación y de este modo asegurar su permanencia. Además, han aprendido a evitar enfrentarse a sus propias emociones, alcanzando alguno de estos sujetos un grado de alexitimia que los deja en total desconexión con su mundo interno. Alojándose en un pensamiento fantaseado, dosificando su capacidad comunicativa, creando un sistema defensivo rígido y adoptando el engaño como forma de vida relacional. El objetivo de la investigación de los autores, fue evaluar el constructo Autoengaño de la Escala de Autoengaño del Inventario de Relaciones Interpersonales y Dependencias Sentimentales-100 de Sirvent y Moral (2010): “…valora y orienta sobre el locus de control del sujeto, su conciencia y percepción del problema, así como sobre los elementos cognitivos que pone en marcha para justificar su comportamiento”. (Moral, Sirvent y Blanco, 2010, p. 9). El mismo, está integrado por cuatro factores: 1) Autoengaño: Representa la incapacidad del sujeto para darse cuenta de los efectos adversos de la relación y en general de todos los componentes negativos de la misma; 2) Manipulación emocional: consiste en intentar modificar los auténticos sentimientos del interlocutor, con frecuencia en provecho propio; 3) Reiteración: implica reincidir en el mismo error, volver a cometer parecidos fallos con sucesivas personas, no aprendiendo de dichos errores; 4) Mecanismos de Negación y no

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afrontamiento: la negación entendida como el rechazo, reprobación y no reconocimiento de una situación y en general de una proposición externa que no conviene, aunque sea consistente y objetiva (Moral, Sirvent y Blanco, 2010). Dicha investigación se realizó con una muestra de 180 sujetos con dependencia emocional, codependencia y bi dependencia y una muestra de 311 sujetos de población general. Además la investigación fue realizada en España a través de profesionales pertenecientes al Instituto Spiral. Su objetivo fue realizar un estudio comparativo en un grupo de pacientes diagnosticados como dependientes sentimentales, con sub poblaciones clínicas de Dependientes emocionales, Codependientes y Bidependientes. Y ofrecer un análisis del perfil diferencial respecto a otras muestras de comparación como adictos a sustancias psicoactivas y familiares no codependientes, así como respecto a la población general. Se encontraron los siguientes resultados: De acuerdo a lo observado por los autores, las puntuaciones medias son menores (indicativas de mayor patología) en las muestras clínicas y en el grupo de adictos a drogas en relación con el resto. Las poblaciones clínicas presentan mayor autoengaño, reportan el empleo de más estrategias de manipulación emocional, incurren con mayor frecuencia en la reiteración y usan más mecanismos de negación y no afrontamiento en relación a los valores obtenidos en la población general y en la submuestra de familiares no codependientes. La subpoblación clínica de dependientes emocionales presenta puntuaciones medias más bajas en los indicadores de Autoengaño, Reiteración y Mecanismos de Negación y no Afrontamiento, no siendo significativa la diferencia con los bi dependientes, pero sí con el resto de muestras, lo cual es indicativo de mayor patología, de acuerdo con el perfil clínico descrito (Moral, Sirven y Blanco, 2010).

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1.3 Dependencia emocional y adicción al amor La adicción al amor es un término frecuentemente utilizado y se define como la necesidad irresistible de tener una pareja y estar con ella, por una preocupación constante por acceder al otro y un gran sufrimiento, así como sentimientos de vacío ante la posible ruptura, es el deseo de ser amado sin importar cómo (Cid Mireles, 2009).

Siguiendo a Faur (2007), las características presentes en la dinámica de las adicciones que los dependientes reproducirán en sus vínculos son las siguientes: La obsesión, se manifiesta a través de un patrón de pensamiento reiterativo acerca de la relación y de la persona. Invade la vida del sujeto de una manera constante y hasta patológica. Las demás áreas de su vida van perdiendo interés, como por ejemplo el trabajo, la familia, amigos, etc. Se dan pensamientos intrusivos y rumiantes de manera constante como: ¿me llamará o no me llamará?, ¿se habrá desilusionado de mí?, ¿habré hecho algo mal?, ¿habré dejado de gustarle?, ¿debí actuar de otra manera? El control de la vida de la otra persona también es característico de este tipo de vínculos. La relación y el otro están permanentemente bajo estudio. Es un intento conductual y verbal de imponer reglas sobre la vida de otras personas con quienes se tiene un vínculo significativo, principalmente se dará en la relación de pareja. Esto ocasionará de forma casi inevitable un incremento de la aversión, rechazo y mal trato (verbal, psicológico y hasta físico) de la persona que se encuentra junto al dependiente, logrando en la mayoría de los casos perder aún más el control tan anhelado por el dependiente. En esta etapa es muy común según describe Faur (2007), recurrir a sustancias para calmar el estado de ansiedad, generando en casos extremos adicciones cruzadas, como a la nicotina, a la comida, sustancias psicoactivas, entre otros.

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La tolerancia, también está presente en esta patología. El dependiente, a medida que pasa el tiempo va aumentando la tolerancia al dolor emocional, incluso, comienza a tolerar situaciones, tratos o conductas de la otra persona que nunca pensó que pudiera soportar, de modo que éstas pasan a naturalizarse. “Hay una suerte de sobre-adaptación de los registros emocionales internos como la incomodidad, el malestar, el dolor o el enojo, son borrados.” (Faur, 2007, p. 28). Ante estas situaciones, al dependiente se le generaría una disonancia cognitiva, en relación a lo que cree o considera que es correcto acerca de cómo debería ser la relación de pareja y de cómo debería ser tratada por la misma y de lo que realmente es. Frente al gran malestar interno que genera esta situación disonante, aparecen justificaciones racionales (para el dependiente) para poder soportar los episodios y situaciones dolorosos, que cuestionándoselos u oponiéndose a los mismos, podrían ser causa del fin de la relación. Es por esto que los dependientes utilizan la racionalización y la negación como mecanismos de defensa que garantizarán la continuidad de la relación a pesar del dolor. Por último, la abstinencia también aparece como factor común. Ante la posibilidad de ruptura, la persona comienza a manifestar síntomas de abstinencia, presentando angustia, ansiedad, insomnio, pérdida del apetito, entre otros.

En las dependencias afectivas genuinas, específicamente en la dependencia emocional en términos de Moral y Sirvent (2009), encontraremos algunas de las siguientes características: la necesidad de posesividad de la otra persona y el desgaste energético y psicofísico intenso; incapacidad para romper o terminar las relaciones; el amor condicional, es decir, dar para recibir (a diferencia de las dependencias mediatizadas); la pseudosimbiosis, es decir, el sentimiento de no estar completo sin el otro; el desarrollo de un locus de control externo; la voracidad de cariño y/o amor; la híperdependencia del

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compromiso y, por último, la experimentación de desajustes afectivos expresados en forma de sentimientos negativos como la culpa, vacío emocional y miedo al abandono. Además, tienden a elegir parejas explotadoras, muestran complacencia ante las demandas y los continuos pedidos y manifestaciones narcisistas de las mismas, con tal de preservar su relación y evitar el abandono. Aprenden a soportar desprecios y humillaciones, no reciben verdadero afecto por parte de su pareja, por el contrario, la mayoría de las veces lo que reciben es desprecio y malos tratos.

El Psic. español Jorge Castelló (2006) define la dependencia afectiva o emocional como: “la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. No obstante, su carácter crónico no se basa en la sucesión de dichas relaciones sino en la personalidad de estos sujetos; es decir, el dependiente emocional lo es también cuando no tiene pareja, aunque esto no sea lo más habitual porque su patología provoca que busque otra desesperadamente” ( p. 2)

Castelló (2006), destaca dos aspectos principales en la definición. Por un lado, la necesidad es excesiva y, por el otro, dicha necesidad es de carácter afectivo y no de otro tipo tal como se da en el trastorno de la personalidad por dependencia, donde la indecisión y la sensación de desvalimiento personal es lo que une a la persona de la cual se depende. La búsqueda de objeto está destinada al fracaso o en el mejor de los casos, al logro de un equilibrio precario (Castelló, J., 2000). Se puede concluir entonces a partir de la definición dada por el autor, que los dependientes afectivos toman al objeto de dependencia como un medio y no como un fin en sí mismo, es decir, que lo que importa no es la relación o el vínculo que conforma con su pareja, sino la presencia de un otro que evitará la presencia de sentimientos de vacío, de soledad, la preocupación por las emociones y deseos de sí mismo.

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De acuerdo a lo planteado por Castelló es una patología que debe su carácter crónico a la personalidad de los sujetos. Caracterizada por patrones estables y poco flexibles de pensamiento, conductas y emociones, es decir, que el dependiente emocional lo es también cuando no tiene pareja. Aunque como plantea el autor, esto no es lo más habitual porque su patología lo lleva a que busque pareja continuamente cuando no la tiene y a que reemplace rápidamente una pareja por otra.

Faur (2007) expresa que, de todos los puntos que influyen en la toma de decisión de no terminar con una relación de abuso hay uno que es el más importante, el miedo, y miedo a la soledad por sobre todas las cosas. Es la constante, el factor que influye tanto en las relaciones que se establecen como en el desarrollo de las mismas. La dependencia es tan fuerte que a pesar de los malos tratos, no conciben la vida sin su pareja. En una relación de abuso, la mujer generalmente, corta todos sus lazos con el mundo exterior, pierde su grupo de referencia y pertenencia, y el grado de alienación hacia sus parientes puede hacer que ya no tenga diálogo o confianza con ellos. Es así que, de todos modos, la soledad es una realidad a la que se deberá enfrentar. Resulta llamativo entonces como el dependiente busca tener pareja constantemente para no sentirse solo, pero estas mismas relaciones, al mismo tiempo, lo van dejando solo de alguna manera. En tanto se aísla de su familia, de sus amigos y vínculos significativos.

1.4 Codependencia El término de codependencia, surge alrededor de los años setenta. En un principio era equivalente al concepto de coalcohólico. Con él se buscaba definir a “aquellas personas cuya vida se había vuelto inmanejable como resultado de la relación cercana y el compromiso con la vida de un alcohólico” (Beattie, 1991, en Faur P, 2007, p. 98).

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Con el paso de los años, el término de codependencia se fue extendiendo a todas aquellas personas vinculadas con otro sujeto que padeciera cualquier otra dependencia química y no sólo al alcohol. El término se amplió aún más, en el momento en que el foco de atención dejó de ser el adicto para centrarse en el vínculo de las personas que conformaban esta relación. Una de las personas padece o no alguna enfermedad y la otra se sobre involucra en un intento de salvarla y cuidarla. El término hace referencia a la actitud “obsesiva” y de control sobre otra persona y la relación, que se dará como consecuencia de una gran inseguridad, pobre autoconcepto y una baja autoestima del dependiente (Faur, 2007).

La codependencia puede ser definida como una enfermedad, cuya característica principal es la falta de identidad propia. El codependiente pierde la conexión con lo que siente, necesita y desea. Pueden alcanzar un estado de alexitimia, donde la persona, pierde toda capacidad para registrar y expresar sus propios sentimientos. No están en contacto consigo mismo, sin embargo, si saben muy bien qué es lo que necesita o quiere la persona con la que se relaciona. Si se manifiesta de manera agradable aunque no lo sienta, es porque busca aceptación, de su pareja o de otros. Tiene la creencia de que su valor como persona depende de la opinión de los demás (Faur, 2007).

Faur nos habla de la creación de un yo falso o falso self, ya que la persona no es consciente de quién es y está tan desconectada de sus propios sentimientos, que asume la responsabilidad por las acciones de los demás. Invierte una enorme cantidad de energías en mantener una imagen o un estatus para impresionar porque su autoestima es muy baja, ya

que

depende

del

valor

que

los

demás

le

otorgan

(Faur,

2007).

Según Faur (2007), la codependencia se origina en familias disfuncionales y convierte a los miembros de éstas en personas hipervigilantes. Son mujeres generalmente que han

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crecido en ambientes llenos de estrés debido a la violencia, a la adicción al alcohol o a las drogas, las enfermedades emocionales de sus miembros, etc.; la persona codependiente enfoca su atención hacia su entorno para defenderse de algún peligro real o imaginario. Ante estas experiencias tempranas y crónicas la persona pierde el contacto con sus reacciones internas, ya que todo el tiempo su atención está puesta fuera de sí misma.

Sirvent y Moral (2009) definen la codependencia como: “…particular relación de dependencia que establece un sujeto normal respecto a otro frágil o menoscabado (frecuentemente alcohólico). La codependencia es un estilo de relación donde la pareja del adicto (alcohólico o adicto a otras sustancias psicoactivas) sostiene percepciones y conductas que reflejan su tolerancia al abuso de alcohol del paciente y un modo de vida que gira alrededor de él, convirtiéndose en su cuidador mediante un comportamiento proteccionista e hiper responsable” (p. 154).

Plantean, asimismo, la presencia de ciertos elementos sustanciales en los codependientes como el ejercer un rol de protector o cuidador de la pareja adicta y consecuente descuido de sí mismo, mostrando “auto negligencia”, límites del yo desdibujados y notoria focalización y atención en el otro, (Sirvent y Moral 2009). Además estos autores plantean que: “…un codependiente se nutre emocionalmente del conflicto que alimenta, aun cuando lo pretende sofocar… resolver las situaciones conflictivas con un afán rescatador, una abnegación inquebrantable, una resignación que le enorgullece o una victimización que refuerza su rol de mártir, merma significativamente su autonomía, incrementa la autonegligencia, difumina otras parcelas de su identidad psicosocial, va minando la intimidad con una sobredosis de compromiso e instaura una suerte de ceguera patológica mediante la que todo se disculpa y justifica-, teñida en ocasiones de desconfianza acerca del éxito del proceso terapéutico del sujeto del que se depende (Moral y Sirvent, 2007, p. 4).

Por su parte, Castelló (2000), plantea que aunque no se puede definir claramente un patrón de personalidad codependiente, sí existen ciertas características que nos permiten identificar a estos sujetos. Se obsesionan y preocupan más que la propia persona que 21

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padece el trastorno, presentan una gran necesidad de control de su comportamiento, presentan una gran comorbilidad con trastornos del eje I, se descuidan, tienen baja autoconfianza y autoestima y se involucran en relaciones de pareja dañinas y abusivas.

Además, plantea la incuestionable similitud con los sujetos que padecen dependencia emocional, por ejemplo en lo que refiere a la baja autoestima, subordinación, el desarrollo de relaciones interpersonales destructivas, miedo al abandono, entre otros. Asimismo, analizando el concepto en profundidad, plantea la existencia de ciertas discrepancias. La primera es de perspectiva, y es que la codependencia está condicionada por otra persona, generalmente un alcohólico o un toxicómano. Mientras que los dependientes emocionales no están vinculados necesariamente con personas que sufran enfermedades o condiciones estresantes crónicas, e incluso pueden estar solos (Castelló, 2000).

La segunda diferencia es de contenido. Es decir, si bien no se puede configurar un patrón homogéneo de personalidad de los codependientes, sí es frecuente en ellos la autoanulación para entregarse y cuidar a la persona con problemas. Una persona dependiente emocional seguramente realice los mismos actos y manifestaciones de amor (aparentemente) hacia el otro, pero con una diferencia sustancial de fondo: el dependiente emocional actúa de esa forma para garantizar la continuidad de la relación y no por la entrega y preocupación por el otro que caracteriza a los codependientes.

Castelló, (2000) afirma:

“Podríamos calificar a los codependientes como abnegados, siendo sus motivos altruistas, aún con una desatención patológica hacia sus propias necesidades; estando el dependiente emocional en el caso opuesto, centrado únicamente en sus gigantescas demandas

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emocionales. Cuidar y entregarse sería un fin para el codependiente, y sólo un medio para el dependiente emocional”. (p. 8)

Pérez y Delgado (2002) en su investigación, desarrollan una lista descriptiva de las principales características que maneja la literatura en relación a las características de las personas codependientes. Entre ellas encontramos: 1. Locus de control externo 2. Inadecuado manejo de sus sentimientos: siente que merece sufrir porque se percibe como culpable y merecedor de la agresión y castigo del adicto. Iguala el amar con el padecer, sufrir y sacrificar, y busca constantemente proteger y disculpar al adicto 3. Baja autoestima: teme el rechazo y el abandono y su autoconcepto depende de lo que el adicto y los demás piensen de él 4. Necesidad de controlar a las personas y eventos de su alrededor. Así, elimina o disminuye la angustia o la culpa que se produciría si la acción de controlar no se efectuara continuamente. 5. Dificultad de fijar límites en las relaciones con personas significativas, ya sean padres, hijos, hermanos, amigos y principalmente la pareja. Siente que defrauda al otro si le impone límites a su conducta, pero por sobre todas las cosas, si pusiera límites ganaría el rechazo o enfrentaría alguna discusión tan evitadas por el codependiente 6. Estrés, enfermedades psicosomáticas, trastornos del humor y depresión. Tomando en cuenta lo expuesto en el capítulo, será importante mencionar las principales diferencias y similitudes que encontramos en los conceptos antes estudiados. Por un lado, hemos podido observar, que ya sea en el caso de la patología por dependencia emocional o en la codependencia, la persona manifestará claros patrones de conducta y de pensamiento que nos hacen pensar en estas enfermedades como en una adicción. Esto es porque, los sujetos presentan diversas formas de comportamiento, estilos de pensamiento y estado afectivo tales como la abstinencia (manifestaciones conductuales, psicológicos y cognitivos frente a la separación real o imaginada de su pareja), la tolerancia (va creciendo

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a medida que aumentan las situaciones de maltrato y dolor emocional), el control (sobre su pareja y la relación) y la obsesión (pensamientos sobre la relación, la pareja, etc.). Además, podemos observar ciertas características que hacen parecidas a éstas patologías. Por ejemplo, la necesidad casi extrema de disponer de la presencia del otro a pesar de lo frustrante que pueda ser la relación; la necesidad de la aprobación de los demás; elementos de ansiedad, depresión, o la de estos cuadros claramente definidos; asimétrico intercambio de afecto, vacío emocional; carencias afectivas en la infancia o apegos ansiosos junto a posibilidades de haber sufrido maltrato emocional y/o físico; fantaseo e ilusión excesiva al comienzo de la relación junto a una idealización excesiva de sus parejas; adopción de posiciones subordinadas en las relaciones, asociado a “autoanulación personal”, “auto negligencia”, empobrecida autoestima y autoconcepto negativo y locus de control externo. En relación a los aspectos que diferencian estas enfermedades, hay uno de ellos que considero importante mencionar ya que es el factor de mayor relevancia a la hora de establecer un diagnóstico diferencial. Éste podría ser llamado la motivación del codependiente por un lado, y la del dependiente emocional por el otro, por la cual necesitan de manera excesiva estar junto a una pareja. En el codependiente, esta motivación lo transforma en alguien abnegado, con una total entrega y disposición hacia el otro, presentando una clara desatención hacia sus propias necesidades y deseos, mientras que para el dependiente emocional, su motivación sería opuesta, estaría centrado únicamente en sus enormes demandas y necesidades emocionales que presenta a consecuencia de las grandes carencias afectivas y que dan cuenta de sus sentimientos de vacío continuo.

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1.5. Género y dependencia emocional Considero importante detenernos en este aspecto y en el rol que cumple la mujer cuando hablamos de dependencia emocional. Ya que esta patología podría entenderse como una patología de género, ya que encontraremos mayor prevalencia en la mujer que en el hombre en el padecimiento de la misma. Debemos primero hacer una breve diferenciación entre el concepto de sexo y de género. Sabemos que el sexo no es algo que se construye, sino que nacemos predeterminados biológicamente a pertenecer al sexo masculino o femenino, con todo lo que esto implica. Por otro lado, sabemos también que el concepto de género es una construcción sociocultural y como tal estará inundada de mensajes, deberes, obligaciones, conductas, creencias y emociones que darán una particularidad a cada rol de género y que será transmitido por nuestros padres, abuelos y educadores, y medios de comunicación. (Mariscal et alt. 2009). En la investigación realizada por Blanco, Sirvent y cols. en 2010 estudian diferentes perfiles psicopatológicos y su vinculación con el género. En la misma, los autores, no solo prueban que la mujer presenta mayor vulnerabilidad a presentar depresión mayor, trastornos de estados ansiosos y dependencia emocional, sino que además se plantean la hipótesis de encontrar diferencias significativas entre la variable cualitativa mujer – varón y las variables cuantitativas, grado de dependencia afectiva, codependencia y bidependencia. Los resultados obtenidos fueron que sí existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en relación a la variable dependencia emocional. En otras palabras, podríamos decir, que hay más mujeres dependientes emocionalmente. Además, comprobaron diferencias significativas en las mujeres y la variable codependencia Y diferencias significativas en las mujeres y la variable bidependencia.

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Plantean una mirada crítica a la hora de hablar de género y adicción. Sostendrán que el fenómeno adictivo no tiene género, es decir, lo presentan como una patología que a priori no se la podría vincular con el hombre o la mujer y de la cual no se puede perder de vista la relación multicausal y multifactorial que determina a este trastorno. Asimismo, afirmarán: “tanto las adicciones influyen en el género y sus representaciones, como éste contribuye a conformar, singularizándolos, usos y prácticas, discursos, estilos, poderes y saberes, patrones de comportamiento, secuelas, desórdenes psicosociológicos, etc. diferenciadores. Los procesos adictivos no actúan sobre el vacío, sino sobre identidades” (Blanco, Sirvent y cols. 2007, p. 8)

Cabe agregar que estas identidades se irán conformando desde los primeros años de vida del sujeto por múltiples factores que lo influirán como persona. Recibirá diferentes mensajes de cómo debe ser, de lo que se espera de él/ella, de cuál debe ser su forma de comportarse, de creer y sentir de acuerdo a lo que se espera sociocultural e históricamente del hombre y la mujer. (Delval, 2002)

En consecuencia, proponen una reevaluación de la vinculación entre codependencia y relaciones de género adaptada a las pautas vigentes que definen el rol masculino y femenino. Los autores sostienen tras los resultados de su investigación, que las diferencias entre los géneros halladas en el trastorno de codependencia podrían ser atribuibles en parte al propio entrenamiento de la mujer como cuidadora, con cualidades como, protección, capacidad de amar sin reservas, abnegación, complacencia, amante incondicional, etc. Aspectos que forman parte de un constructo, asumido colectivamente y que será transmitido de una a otra generación (Blanco, Sirvent, 2007). Asimismo, obtuvieron que en sujetos, hombres y mujeres, con trastorno de codependencia, tras el estudio de las diferencias intergénero en el macrofactor triada codependiente, 26

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(compuestos por los factores sintomáticos: orientación rescatadora, sobrecontrol y focalización en el otro) no habría diferencias significativas (Blanco, Sirvent y cols, 2007).

Llegando a esta etapa del trabajo, me surgen algunos cuestionamientos que espero poder ir respondiendo o aclarando a lo largo del mismo. Por ejemplo, ¿cuál es la razón causal de esta patología?; ¿qué factores externos al sujeto e internos a éste la mantienen?; ¿hasta dónde una persona es capaz de tolerar tales montos de sufrimiento a costa de mantener el vínculo?; ¿cuál es el límite de sufrimiento que puede tolerar un dependiente afectivo?; ¿el sufrimiento y padecimiento emocional y psicológico que vive la persona con una patología afectivodependiente, tiene algún beneficio para el mismo?; ¿qué es lo que obtiene a cambio de mantenerse junto a una pareja abusiva?; ¿qué estrategias de intervención existen para trabajar con personas con esta patología?; ¿qué tipo de terapia es la indicada para tratar este trastorno? Estas interrogantes y otras que puedan ir surgiendo intentaremos responder en los siguientes capítulos.

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CAPITULO 2

2.1. Características psicológicas de los dependientes emocionales Para el desarrollo de este capítulo me basaré en el Psicólogo español Jorge Castelló, quien ha trabajado y estudiado de forma profunda la patología de la dependencia emocional.

Pero antes, de acuerdo a Moral y Sirvent (2009), en la investigación donde se realiza un análisis descriptivo de los indicadores de Dependencia emocional, recogidos en el Inventario de Dependencia Interpersonal (I.D.I.) de Hirschfeld et al. (ver en anexo 1) en población general y muestra clínica de dependientes afectivos, encuentran que, ha de valorarse la necesidad de aprobación del otro, característica del dependiente afectivo que se ilustra en indicadores tales como los alusivos a la búsqueda de reconocimiento social. Además, otro indicador básico es el relativo a las necesidades y carencias afectivas. Concluyen que, el dependiente afectivo respondería a demandas afectivas frustradas a la hora de vincularse con el otro, con el cual establecerá relaciones interpersonales de apego patológico. Asimismo, tras la comparación de medias entre la población clínica de dependientes afectivos y la población general los investigadores encontraron resultados que confirman la existencia de diferencias significativas en todos los indicadores presentes en el cuestionario, salvo en cuatro de ellos (ítems 12, 33, 35 y 40). Finalmente, constatan la existencia de diferencias significativas entre la subpoblación clínica de Dependientes afectivos quienes manifiestan puntuaciones medias más bajas en los indicadores de Dependencia emocional y falta de confianza social en uno mismo en relación al resto de subpoblaciones, así como la muestra de Bidependientes respecto a la

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población general y Codependientes, indicativo de mayor patología, (Moral y Sirvent, 2009).

Como he expuesto anteriormente, y retomando la definición planteada por Castelló (2005) la dependencia afectiva se define como “necesidad extrema” ya que podemos ver que existe una gran carencia en la persona dependiente que se alejará de lo que podríamos considerar como “normalidad”, ya que al hablar de necesidad, Castelló nos da cuenta de que hay algo a lo que el dependiente no puede evitar estar aferrado, y este algo, será justamente su pareja. Y el término “extrema” por su parte, dará cuenta de la intensidad de esta necesidad. Jorge Castelló (2005) elabora en forma gráfica un continuo y plantea que la diferencia entre el amor normal y la dependencia es específicamente cuantitativa, y que es la distancia que hay entre el querer y el necesitar lo que determina la patología (ver anexo 1).

Este patrón rígido de pensar, sentir y actuar, está determinado y en la mayoría de los casos es mantenido por un conjunto de creencias sobre la visión de sí mismo, de los otros y de la relación con otros. Éstas pueden ser creencias sobrevaloradas frente a la amistad, la intimidad y la interdependencia. Asimismo, creencias sobre las emociones generadas por las relaciones de pareja, por la soledad y la separación. La concepción que el sujeto tiene sobre cómo debe funcionar y ser una pareja, todo lo que uno debe dar por el otro y lo que espera de él (Cid Mireles, 2009).

A continuación, desarrollaré brevemente, las características que poseen las personas que padecen dependencia emocional, clasificadas en tres ámbitos diferentes de la vida del sujeto tal como las presenta Castelló (2000, 2005) en su bibliografía. Por un lado, estudiaremos el área de las relaciones de pareja, por el otro el área de las relaciones con el

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entorno interpersonal y por último el área de la autoestima, el estado de ánimo y comorbilidad.

2.2. Relaciones de pareja

Castelló plantea, que el aspecto crónico de la patología, no se basa en la continuidad de una relación o en el patrón de la elección de objetos de pareja que realiza el dependiente, sino, que lo que hace crónica a esta patología, es la personalidad de estos sujetos, ya que el dependiente emocional mantiene un patrón de pensamientos, emociones y conductas relacionales a pesar de no estar en pareja.

El siguiente desarrollo explica el tipo de relaciones de pareja que establece el dependiente emocional:

- Necesidad excesiva del otro y deseos de acceso constante hacia él.

- Necesidad de relaciones exclusivas.

- Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa.

- Gran idealización al comienzo de una relación o por una posible relación.

- Adopción de posiciones subordinadas o asimétricas en las relaciones.

- Historia de relaciones de pareja desequilibrada.

-Miedo a la ruptura.

- Asunción del sistema de creencias de su pareja.

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2.3. Relaciones con el entorno interpersonal

- Necesidad de relaciones exclusivas.

- Necesitan excesivamente la aprobación de los demás

- Déficit de habilidades sociales.

Moral, Sirvent y Blanco (2011), definen la asertividad como una habilidad psicosocial, la cual formará parte y constituirá la inteligencia emocional intrapersonal. A través de esta inteligencia, expresaremos de forma correcta o no, nuestras emociones, opiniones, sentimientos e intereses en nuestra interrelación con los demás. “Y es que nuestra forma de interactuar con los demás y de (re)conocernos como mecanismo de vinculación a los otros y de aceptación personal y autogestión emocional representa la base de la inteligencia emocional” (Moral, Sirvent y Blanco, 2011, p. 4). Además, plantean que entre los múltiples mecanismos de afrontamiento de los conflictos interpersonales, en las personas con dependencias sentimentales se podría resaltar la huida. Mecanismo que plantean como característico del patrón y estilo pasivo de comportamiento manifestado a través de la sumisión, como mecanismo evasivo que provoca en el sujeto dependiente malestar y frustración y el estilo manipulativo mediante el cual se ubicará en la posición de victima (rol que mantendrá en el tiempo). Mecanismo mediante el cual generará sentimientos de culpabilidad en los otros, (Moral, Sirvent y Blanco, 2011). En la investigación de los mismos autores, Adicciones y déficits en asertividad (2011), cuyo objetivo era analizar la relación entre adicción y asertividad y explorar los perfiles diferenciales en función de un doble criterio: el relativo al tipo de dependencia (tanto química como afectiva) y por género, se encontró:

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En primer lugar el análisis de los valores de las medias, tomando el criterio del tipo de adicción reagrupada en tres categorías de interés (Alcoholismo, Poliadicción y Dependencia Emocional), encontraron que las puntuaciones medias son menores (indicativas de mayor déficit) en la submuestra de dependientes emocionales, en los factores: Defensa de los derechos e intereses personales y Comunicación de sentimientos personales. En cambio la submuestra de pacientes con poliadicción en tratamiento presentó una mayor asertividad en los indicadores de Manifestación pública de opiniones personales y Espontaneidad en relación a las submuestras de alcohólicos y dependientes emocionales. En cuanto al segundo objetivo de investigación planteado por los investigadores, confirmaron que existen diferencias intergénero entre las subpoblaciones descritas en todos los factores explorados, a excepción de los de Espontaneidad y Confrontación, donde las diferencias no han resultado significativas. Es decir, las mujeres adictas en tratamiento presentan una mayor evitación de enfrentamientos personales, mientras que los varones hacen manifestaciones personales más directas, con defensa de derechos e intereses personales y se muestran más receptivos a comunicar abiertamente sus sentimientos personales en relación a las mujeres drogodependientes y dependientes emocionales que presentan perfiles de asertividad con menor autoafirmación personal (Moral, Sirvent y Banco, 2011).

2.4. Autoestima, estado de ánimo y comorbilidad La autoestima es la relación entre la percepción de sí mismo y el ideal de sí mismo. Es una experiencia subjetiva, que implica creerse significativo y digno de amor y afecto. Además es la evaluación de la información de nuestro autoconcepto, es decir de lo que cada uno piensa acerca de lo que es (Mc Kay y Fanning, 1991).

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La persona tendrá percepción de autoeficacia cuando se da cuenta de que logra éxito repetido en diferentes circunstancias, esto aumentará la confianza y la creencia de competencia personal, así como las evaluaciones positivas de autoeficacia, (Golberg, 2007). Teniendo en cuenta lo antes expuesto, el niño desde pequeño, a partir de sus experiencias y de los primeros vínculos, y principalmente con las figuras de apego, se irá formando una idea acerca de sí mismo y de su capacidad, que representará en gran medida lo que los demás piensan de él. Entonces, la valoración de la imagen que el niño va conformando sobre sí mismo, dependerá en gran medida del cumplimiento o no de las expectativas que sus padres (en un primer momento) tengan sobre él. Si el niño percibe que se ajusta a las mismas entonces comenzará a percibirse como capaz y eficaz y por lo tanto merecedor de afecto y cariño de sus padres (Golberg, 2007).

Veremos que en el caso de las dependientes emocionales, la autoestima se encuentra disminuida ya que no han logrado ajustarse a expectativas de sus figuras significativas, o las mismas han sido desmedidas e inaccesibles para un niño, o nunca recibieron reconocimiento ni valoración por sus logros, etc.

Por lo tanto, las principales características son:

- Autoestima muy pobre: “Estos sujetos no se quieren porque durante su vida no han sido queridos ni valorados por sus personas significativas, sin dejar por este motivo de estar vinculados a ellas.” (Castelló, 2000, p. 15).

- Miedo e intolerancia a la soledad.

- Estado de ánimo negativo o en menos.

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- Las comorbilidades más frecuentes se producen con trastornos depresivos y con ansiedad.

Frente a las características descriptas en este capítulo, queda claro que la baja autoestima es un factor de mucha relevancia a la hora de establecer las relaciones interpersonales y que además las puede determinar.

Sin duda esto llevará a que la persona padezca patologías del estado de ánimo, de ansiedad y por dependencia que en última instancia son a las que debemos enfocarnos al menos en un primer momento, ya que es esperable que si consultan a un profesional en busca de ayuda sea por esto. Esto nos permitiría en un segundo momento enfocarnos en sus carencias afectivas más profundas, claro que teniendo en cuenta siempre la receptividad y el nivel de insight que logre la persona.

2.5. Elección del objeto de amor El dependiente generalmente ha permanecido a lo largo de su vida en un estado donde abunda la carencia afectiva, donde hay gran desesperación por amor y afecto, donde hay una continua vivencia de vacío e inseguridad, y la relación de pareja será la mejor solución. Lo único que importará es estar en una relación que permitirá extinguir el miedo presente en el dependiente emocional (Faur, 2007). Sin embargo, como plantea Castelló (2005), la persona generalmente sabe distinguir que lo que le sucede con su pareja no es lo mismo que le ocurre a otras personas, es decir, se da cuenta que está completamente obsesionada por su pareja, que todo el tiempo necesita saber que está haciendo, en dónde se encuentra, a qué hora va a volver, etc.; y que por sobre todas las cosas, su entrega y sometimiento muchas veces es excesivo.

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En este contexto emocional, el dolor que genera la relación es insignificante en relación al vacío que podría sentir por no estar junto a ella.

Castelló (2005) considera el término objeto adecuado para hacer referencia a la pareja del dependiente ya que éste será el depositario de las necesidades psicológicas del dependiente emocional. “Utilizan a sus objetos para compensar su necesidad afectiva del otro y su negación patológica de sí mismos” (p. 84).

2.6. Características del objeto - Las parejas que eligen, presentan cualidades que los convierten en personas fácilmente idealizables. Como consecuencia de las grandes carencias afectivas que presentan los dependientes emocionales, no son muy selectivos a la hora de elegir una pareja, debido fundamentalmente a una carencia a la hora de utilizar la razón y la capacidad crítica en la elección.

- Son narcisistas y explotadores. Encajan perfecto en los modelos que han aprendido a valorar los dependientes. Son sujetos abusivos y déspotas que sólo se quieren a sí mismos y que son totalmente incapaces de brindar amor, lo que confirma y mantiene la baja autoestima del dependiente, su pobre autoconcepto y refuerza también su falta de asertividad a la hora de expresar y reconocer sus emociones, necesidades, deseos y pensamientos.

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CAPITULO 3

3.1. Causas de la dependencia emocional Continuando en la línea teórica planteada por Jorge Castelló (2005), abordaremos los factores causales de la dependencia emocional desde una perspectiva integracionista. Se tomarán en cuenta los factores ambientales (familiares y socioculturales), genéticos y psicológicos que interactuaron en el sujeto dependiente desde los primeros años de vida, a partir de los cuales se fue estructurando un tipo de personalidad con las características expresadas anteriormente. Debemos tener en cuenta, que la personalidad del sujeto se conforma por las múltiples interacciones que tuvo con su contexto, los aprendizajes y pautas de interacción y comunicación presentes y pasadas en su entorno familiar y ambiental: también incide la herencia genética, el temperamento del sujeto, y una serie de factores (acciones y reacciones) propios del sujeto y que lo constituyen como persona.

Según Allport, (Allport, 1937 en Bermudez, Pérez y Sanjuán, 2003), "la personalidad es la organización dinámica dentro del individuo, de aquellos sistemas psicofísicos que determinan sus ajustes únicos al ambiente" La personalidad no se limita a un solo rasgo, sino que incluirá la totalidad de características de la persona, las relaciones interpersonales, los aspectos cognitivos, psicodinámicas y biológicas. Además, cada uno de ellos interactuará e influirá en los otros, y todos ellos de forma conjunta mantienen la integridad de la estructura (Cordero, 2009).

Castelló (2005) nos presenta cuatro factores que se encuentran en continua interacción y que serán los determinantes de la patología. El primero son las carencias afectivas

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tempranas, que en el caso de un niño/a hace alusión al vínculo con su familia, la madre o cuidador principal. El segundo es el mantenimiento de la relación y la focalización excesiva en fuentes externas de autoestima. Castelló plantea que este factor tiene que ver con la elaboración intrapsíquica del primero. El tercer factor hace referencia a los aspectos genéticos y biológicos del sujeto. Y el cuarto enmarca al sujeto dentro de un contexto sociocultural.

3.1.1. Carencias afectivas tempranas

Para abordar las carencias afectivas que ha sufrido el dependiente, Castelló (2005) toma el concepto de esquema. Lo utiliza para dar cuenta del recíproco intercambio que debe haber entre el sujeto y el ambiente desde el momento de su nacimiento. Éste, implicará un doble movimiento ya que, por un lado, el sujeto deberá acomodarse a las experiencias y a su vez tendrá que ir asimilando nuevas fundamentándose en las primeras.

En los dependientes emocionales, estas primeras experiencias afectivas configuradoras de la personalidad, de los esquemas de sí mismo y de las pautas de interacción con los demás y principalmente con los otros significativos, han sido frustrantes, insatisfactorias, frías, faltas de afecto y de demostraciones de amor, generando disfunciones en dichos esquemas y pautas (Castelló, 2000, 2005). Este autor plantea que estos sujetos no han tenido padres o cuidadores que los hayan querido lo suficiente y demostrado su afecto, que hayan compartido momentos significativos de su historia, que los hayan elogiado por sus triunfos y ayudado a superar sus fracasos. Junto con esto, en muchos de los casos hubo situaciones de negligencia, de abusos, de maltratos y abandonos. Lo cual, en muchos casos, hace más grave la patología del sujeto en la edad adulta. Además, es frecuente observar que las

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personas que han debido hacerse cargo de estos niños presenten trastornos del estado de ánimo o algún otro tipo de psicopatología.

Paralelamente, a la vez que van teniendo sus primeras experiencias con el ambiente, han ido conformando esquemas cognitivos y emocionales, como la baja autoestima, el autodesprecio y autorechazo, la minusvaloración de sí mismo, el no premiarse frente al logro, la idealización de los objetos y la búsqueda de las necesidades insatisfechas en dichos objetos, la sumisión como estrategia para evitar el abandono, la idea de amor como apego obsesivo y admiración en lugar de un intercambio recíproco de afecto, etc. (Castelló,

2000).

Por otro lado, también conformarán los esquemas sobre las personas significativas y sobre las pautas de interacción con los demás. Desde pequeño ha internalizado, que las personas significativas en su vida son superiores, poderosos, merecedores de afecto y admiración y que no debe esperar de ellos más que humillaciones, malos tratos y desamor. Es más, posiblemente el dependiente se encuentre más cómodo al relacionarse con personas con estas características que con aquellas que le brinden afecto y reconocimiento, ya que han aprendido que ellos no valen. Asimismo, han interiorizado que no pueden ser queridos (Castelló, 2005).

Es importante mencionar el concepto de apego a la hora de entender el tipo de vínculo que conforman los dependientes. Ya que el tipo de apego que la persona haya tenido se nos presenta como un fuerte predictor de las futuras relaciones que establecerá el sujeto (Bowlby, 1990).

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Para Bowlby (1989) la conducta de apego será la que permite al sujeto mantenerse próximo a otra persona que generalmente será considerada más fuerte y que proveerá de protección al niño.

Además, plantea que: “… saber que la figura de apego es accesible y sensible, le da a la persona un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alienta a valorar y continuar la relación. Si bien la conducta de apego es muy obvia en la primera infancia, puede observarse a lo largo del ciclo de la vida…la función biológica que se le atribuye es la de protección” (Bowlby, 1989, p. 41).

Según Oliva Delgado (2004) el apego hace referencia a una serie de conductas, cuya activación e intensidad, va a depender de diversos factores contextuales e individuales.

Además, planteará que la conducta de apego puede desarrollarse y dirigirse hacia una figura (madre o cuidador principal) que no representa solo una fuente de satisfacción de las necesidades fisiológicas del niño, como lo es la alimentación o el calor, sino que le brinda afecto y protección. En otras palabras, que el niño desarrollará apego hacia una figura que se presente disponible, accesible, sensible, afectuosa y le brinde amor y cariño, más allá de proporcionarle alimento, y satisfacer otras necesidades. (Bowlby, 1990). De acuerdo a los aportes de múltiples estudios que presenta Bowlby (1990), el niño tendrá un tipo de apego ansioso cuando las relaciones previas con el objeto apegado hayan sido conflictivas e insatisfactorias.

Junto al concepto de conducta de apego, Bowlby desarrolla un término que hace referencia a la provisión de una base segura por parte de la/s figuras de apego. La base segura es entendida como la seguridad y la certeza que tiene el niño o adolescente de que los padres

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le garantizarán su bienestar físico y emocional, además de que será bien recibido en su retorno de su contacto con el mundo exterior, y la garantía de que será tranquilizado y cuidado en caso de tener temores o miedos que lo aflijan. De acuerdo a los estudios del autor, el rol que debe cumplir el/los padres en tanto proveedores de una base segura, es la garantía de ser accesibles, de presentarse disponibles y de estar preparados para responder y ayudar al niño cuando así lo necesite. El rol del cuidador será activo cuando la demanda del niño o adolescente sea valorada como tal (como necesaria), por lo tanto, la mayor parte de las veces, la función de base consiste en aguardar y dar respuestas que garanticen y aseguren al niño a ir ganando la autonomía que necesitan para salir al mundo, (Bowlby, 1989). Según investigaciones del mismo autor, los niños y jóvenes emocionalmente estables, serán aquellos que tienen y han tenido padres que, si bien fomentaban la autonomía e independencia de sus hijos, también les demostraban su accesibilidad, disponibilidad, sensibilidad y cariño cuando recurrían a ellos (Bowlby, 1989).

Se podría decir entonces, y basándonos en lo anteriormente expuesto, que los dependientes afectivos no han tenido padres que hayan cumplido su rol de brindar una “base segura”, ni han generado un apego seguro con los mismos, lo que ha producido como consecuencia, grandes carencias en su autonomía y en el desarrollo de su estabilidad emocional.

En relación a esto, Bowlby (citado en Castelló, 2000) considera que una “base segura” manifestada a través de la sensibilidad (entendida como la capacidad de la madre de descifrar las señales del bebé) y la accesibilidad (placer por estar con el bebé y empatía con el mismo) en los primeros años del desarrollo de un niño, otorgada por las figuras adultas, generalmente la madre, es condición básica para la autoestima y autoconfianza en el niño, que como vimos, garantizarán la autonomía y un sano desarrollo emocional.

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3.1.2. Mantenimiento de la vinculación y focalización excesiva en fuentes de autoestima externas

Tal como mencioné anteriormente, los niños, futuros dependientes, continuarán su búsqueda de afecto y cariño. Sin embargo, ellos no sabrán realmente qué significa ser amado, que se le brinde atención y que se lo valore por lo que comenzarán a equiparar a estos conceptos, con conceptos que refieren a comportamientos de adhesión, de sumisión, de entrega e idealización de aquellas personas que ven como inaccesibles y lejanas (Castelló, 2005).

La autoestima de un individuo, además de conformarse mediante fuentes internas e individuales, reconociendo nuestros propios logros, sintiéndonos merecedores de afecto, sintiendo y diciéndonos lo que valemos, se configurará en el intercambio con el otro. Es así que en la interacción del dependiente con sus objetos valorados, incorporará principalmente elementos negativos y no podrá incorporar los suficientes elementos positivos que le permitan desarrollar una autoestima saludable. Como resultado, el dependiente no solo no contará con una fuente interna de autoestima saludable, sino que solamente utilizará la fuente externa y además sin éxito. Esto se manifestará en la necesidad de agradar a los otros y en la necesidad excesiva del otro al que idealiza (Castelló, 2005).

3.1.3 Factores causales de tipo biológico El género será uno de los factores de tipo genéticos que será parte importante del sujeto en cuanto a su vulnerabilidad para el desarrollo o no de esta patología. Asimismo, el temperamento y la dotación genética que tenga cada individuo jugarán un rol importante. Claramente, habrá personas con mayor predisposición y vulnerabilidad que otras a padecer

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dicha patología y además dependerá del grado de susceptibilidad de cada uno a las carencias afectivas tempranas para desarrollar este trastorno. Por otro lado, los factores biológicos que favorecen el desarrollo de patologías del estado de ánimo o del espectro ansioso son muy importantes tenerlos en cuenta a la hora de trabajar con dependientes emocionales, ya que estos trastornos presentan una alta comorbilidad con el trastorno de dependencia emocional. Se ha observado una asociación importante entre tristeza, ansiedad, inestabilidad en el humor y autoestima baja. Y sabemos que este último es un aspecto fundamental a la hora de vincularse afectivamente con los demás. Por lo tanto, la baja autoestima junto a estados depresivo-ansiosos son grandes promovedores de la dependencia emocional (Castelló, 2005). La presencia de antecedentes familiares con trastornos del humor o del estado de ánimo, junto a diversas patologías adictivas, también favorecen la vulnerabilidad de los sujetos a presentar dichos trastornos, no colaborando en evitar patologías que pueden asociarse a ellas como la dependencia emocional.

3.1.4 Factores socioculturales La cultura será fundamental a la hora de asignar diferentes roles a cada uno de los géneros. Particularmente en la cultura occidental, a la mujer se le otorga un rol más comprensivo, empático, cariñoso y de cuidado y al varón un rol más individualista, agresivo y competitivo. Estos mensajes serán reforzados o no en las familias de cada uno de los niños, en las escuelas, entre sus compañeritos y a través de los diferentes medios de comunicación, etc. Lo mismo pasará en relación a los mensajes que socioculturalmente recibimos sobre las relaciones de pareja. Sobre cómo debe ser una buena pareja, qué implica estar en pareja para una mujer, por un lado, y para el hombre, por otro, cómo debe

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ser el rol de cada uno de sus integrantes, qué se debe esperar de la mujer para que sea “buena” o “mala” esposa y lo mismo con el hombre.

3.2. Factores mantenedores e importancia de la personalidad De acuerdo al planteo que desarrolla Castelló (2005) podríamos ver a la dependencia emocional equiparada a un trastorno de personalidad. Para hacer esta propuesta, Castelló afirma que, por un lado, la presencia de los rasgos dependientes pueden verse en estos sujetos ya desde su adolescencia o adultez temprana, aunque, muchas veces, ya desde la niñez se podrían visualizar ciertos comportamientos que serán la base de futuras conductas de interacción patológica. Asimismo, estas conductas estarían suficientemente arraigadas en la personalidad del sujeto y el tratar de modificarlas implicaría un verdadero cambio en su carácter. Por el otro lado, tomando los criterios transversales y longitudinales en los que se basa el DSM IV para la determinación de la presencia de un trastorno de personalidad, podemos ver que en la generalidad de los casos, las personas que padecen dependencia emocional se encuentran tanto en la situación actual en presencia de esta patología (transversal) como a lo largo de su historia vital (longitudinal), lo cual nos indicará que estamos frente a una serie de rasgos de personalidad que conforman el carácter permanente de estos sujetos (Castelló, 2005). Desde esta perspectiva, podríamos afirmar entonces, que estaríamos ante una patología donde la persona presenta rasgos de personalidad estables, permanentes y poco flexibles. Tomando en cuenta lo antes mencionado, el autor toma los criterios del manual DSM IV y evalúa punto por punto cada uno de los mismos. Como resultado, obtiene que la dependencia emocional se presenta como un “patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las

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expectativas de la cultura del sujeto” (Castelló, 2005, p. 163). El patrón se refiere a la continua baja autoestima, su intolerancia a la soledad, su continua necesidad del otro, etc. Además, este patrón se presenta en dos o más áreas de la vida del sujeto, como la cognitiva, afectiva, interpersonal y control de impulsos. Asimismo, será persistente en el tiempo e inflexible, se dará en diferentes tipos de situaciones, ya sea con sus amigos, familiares, compañeros, pareja, etc. Provoca a la persona un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral, personal, o en áreas valoradas por el individuo. El inicio se remonta a su adolescencia o adultez temprana. No se atribuye esta patología a otro trastorno mental y tampoco es debido al consumo de sustancias ni a una enfermedad médica (Castelló, 2005).

Teniendo en cuenta lo antes expuesto podríamos decir entonces, que uno de los factores principales que mantiene la patología es que ésta se encuentra arraigada en la personalidad del sujeto, son rasgos y patrones de conducta, de emociones, de pensamientos que conforman el carácter de la persona y, por lo tanto, son estables y difíciles de modificar.

Hemos indagado en bibliografía científica sobre el estudio de las variables: trastorno de personalidad y dependencia emocional, sin embargo no hemos obtenido éxito en nuestra búsqueda, por lo que decidimos exponer a continuación algunas investigaciones que constatan la vinculación entre trastornos de la personalidad y trastornos que refieren a la adicción a drogas.

En la investigación realizada por Rojas, Espinoza y Nodas (2002) cuyo objetivo fue analizar, conocer y describir los patrones de personalidad de una muestra de consumidores de diversas sustancias psicoactivas, de ambos sexos, a través del Inventario Clínico Multiaxial de Millon y una ficha técnica, se encontró: 44

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Un alto número de escalas con indicadores significativos de trastornos de personalidad, observando el puntaje más alto en la escala

Agresivo-Sádico. También se vieron

indicadores elevados en las escalas Antisocial, Pasivo-Agresivo y Narcisista. Asimismo, en la escala Borderline, los autores encuentran indicadores moderados. En relación a la variable género incluida por los investigadores en el estudio, se encontraron datos similares. Vieron un perfil muy similar en lo que se refiere a patrones clínicos. Tanto el grupo de hombres como de mujeres mostraron puntajes significativos en las escalas Agresivo-Sádico, Antisocial y Pasivo-Agresivo; si bien en estas mismas escalas se encuentran indicadores moderados en el grupo de mujeres. Sólo se evidenciaron diferencias muy notorias en el grupo de hombres, donde mostraron puntuaciones significativas en las escalas Borderline y Paranoide, (Rojas, Espinoza y Nodas, 2002). Se observó una diferencia significativa en la escalas de Sinceridad, Dependencia de Alcohol y Dependencia de Drogas en las cuales el grupo de hombres difirió significativamente de la muestra de mujeres, las cuales no mostraron niveles significativos en las mismas. Los autores consideran que esto podría deberse a la actitud de encubrir el consumo e información en relación al uso de drogas, ya que en la mujer consumidora es más difícil aceptar su condición de adicta, en razón a las actitudes sociales, culturales y familiares (Rojas, 1999, en Rojas, Espinoza y Nodas, 2002). Por último, los investigadores encontraron patrones similares de personalidad en relación al tipo de droga problema. Observaron indicadores significativos en las escalas narcisista, antisocial, agresivo-sádico, pasivo agresivo y borderline en consumidores de marihuana, pasta base de cocaína, alcohol y cocaína. En los usuarios de pasta base de cocaína se encontraron puntuaciones significativamente más altas en las escalas Esquizoide, Evitativo y Dependiente.

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Los autores Bricolo, Bertani y Serpelloni (2002) en su investigación sobre Prevalencia de trastornos de personalidad en una muestra de 115 clientes con trastornos por uso de drogas, estudiaron la prevalencia de trastornos de personalidad en una población con trastornos por uso de drogas aplicando el SCID-II. Encontraron que los trastornos de personalidad más frecuentes eran: el Borderline con un porcentaje cercano al 76,8%, seguido del Antisocial 69,6%, Paranoide 52,7%, Narcisista 42%, Obsesivo Compulsivo 40,2%, Evitante 34,8%, Esquizoide 34,8%, Dependiente 25,9%, Esquizotípico 25,9% y, finalmente, el trastorno que se presentaba con una frecuencia menor era el Histriónico 9,8%. Asimismo, evidenciaron la presencia de trastornos de Personalidad Negativista (47,3 %) y de trastornos depresivos (45,5%). Los autores plantean que en términos generales, la investigación confirma el dato de que los trastornos de personalidad son uno de los cuadros de comorbilidad psiquiátrica que tienen mayor presencia en la población de sujetos dependientes. También se confirma el dato de que el grupo B, y concretamente los trastornos borderline y antisociales son los que presentan porcentajes más altos. En relación al grupo A, el trastorno de paranoia es el de mayor prevalencia, siendo el tercero en términos generales. En el grupo C los porcentajes son similares a los del grupo A (Bricolo, Bertani y Serpelloni, 2002).

Por último, en la investigación realizada por Da Silva, Pérez, Costa, Scafarelli y Del Arca (2008) se estudió la comorbilidad entre consumo de drogas legales e ilegales y el tipo de Trastorno de Personalidad en una muestra de 320 adultos. Los autores analizaron, frecuencias y porcentajes en variables cualitativas y cuantitativas. Las cualitativas fueron el sexo, estado civil, ocupación, droga de consumo y trastorno de personalidad, y las variables cuantitativas, edad de inicio y de consulta.

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Encontraron un predominio del sexo masculino, habiendo 1 mujer cada 3 hombres que consultaron; predominaron los solteros y la edad promedio de consulta era de 42 años. Por otro lado, las personas que consultaron con Trastorno de personalidad, el 50% fue por consumo de alcohol y 32% y 35% por consumo de marihuana y cocaína respectivamente. En relación al consumo de alcohol los autores no encuentran una diferencia significativa en relación a la variable género, mientras que sí predominó la consulta de hombres por el consumo de marihuana y la consulta por consumo de sedantes en la mujer. En relación a la presencia de Trastornos de personalidad, predominan los del grupo B, encontrando que ambos géneros comparten el trastorno disocial y límite. Diferenciándose los hombres por presentar además, trastornos narcisistas, inespecífico y mixto y las mujeres el trastorno histriónico y dependiente, (Da Silva, et al, 2008).

Junto al factor determinante que es la personalidad del sujeto en la mantención de la patología, aparecen otros factores, los cuales son los mayores contribuyentes al desarrollo de la misma. Éstos permanecerán en el tiempo, por tanto, su cronicidad supondrá un efecto continuo que mantiene la patología. En relación a sus carencias afectivas, ya sabemos que la persona no ha tenido unos padres o un cuidador lo suficientemente disponible y afectuoso que le satisfaciera sus necesidades y cumpliera con las demandas de afecto del niño. Estas se mantienen en el tiempo, por lo menos en los primeros años de vida del niño, y como hemos visto, cuando éste crece tenderá a elegir objetos con similares características a la de estos cuidadores. Son figuras conocidas por ellos, con las que mantendrán las mismas o similares pautas de relacionamiento, para ellos será conocido. Este tipo de elección junto a sus experiencias tempranas con sus figuras significativas no harán más que mantener y cronificar la patología.

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En cuanto al mantenimiento de la vinculación afectiva, es importante mencionar que el estilo vincular suele mantenerse, conservándose de forma más o menos estable a lo largo de la vida del sujeto, a esto se le agrega que las circunstancias tampoco han de cambiarse, por lo que es más que evidente que el estilo de interacción que mantendrá el sujeto será el mismo (Castelló, 2005). Los factores biológicos también son muy difíciles que se modifiquen o que cambien, si puede suceder que haya cierto cambio a nivel de neurotrasmisores, que generalmente se dará por algún cambio en las circunstancias de vida de la persona. Esto puede suceder al inicio de una relación como también al final. En relación a los factores socioculturales, generalmente es difícil que cambien, sin embargo, cuando una persona se traslada a otro país, puede comenzar a recibir la influencia social y cultural del mismo y seguramente será diferente a la de su país de origen. De todos modos, si la persona emigra ya siendo un adulto es muy difícil que se desarraigue de los mensajes sociales y culturales de su país (Castelló, 2005). De esta manera, todo indicaría que existen escasas posibilidades de cambio, y que el mismo puede resultar muy dificultoso.

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CAPÍTULO 4

4.1. Evaluación de los sujetos con Dependencia Emocional 4.1.1 Evaluación Clínica - Entrevista La entrevista será el medio que utilizaremos (además de los cuestionarios) para recoger información sobre la patología del paciente. La información que debemos recoger debe procurar ir elaborando el análisis funcional que debemos completar para poder conocer la historia del trastorno, generar nuestras hipótesis del caso, conocer tipos de pensamiento que presenta la persona, conductas que manifiesta, reacciones fisiológicas y aspectos vinculados a las emociones. Además la misma, será de vital importancia para realizar la exploración psicopatológica y realizar un diagnóstico diferencial del caso.

4.1.2. Evaluación Conductual – Cuestionarios y autorregistros La evaluación conductual es importante para identificar las conductas objeto de estudio. Las mismas serán tanto motoras, fisiológicas y cognitivas tal como mencionamos más arriba. Los instrumentos que se utilizarán además de los datos recogidos en la entrevista clínica, serán los cuestionarios y autorregistros. Estos últimos serán importantes para conocer acerca de la frecuencia, duración e intensidad de las conductas objeto de estudio.

Algunos de los cuestionarios que utilizaremos en el estudio de la Dependencia emocional serán: -Inventario Multiaxial de Millon (II) MCMI-II (test de personalidad). Escalas Síndromes Clínicos.

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-Cuestionario de dependencia emocional CDE (Lemos & Londoño, 2006). Es un cuestionario de autorreporte que evalúa dependencia emocional, basado en los componentes del perfil cognitivo.

-Escala ER (Emotional Reliance) del Inventario de Dependencia Interpersonal (Interpersonal Dependency Inventory - IDI), creado por Hirschfeld, Klerman, Gough, Barrett, Korchin y Chodoff (1977), que mide dependencia emocional e instrumental.

-Test de Perfil Relacional (Relational Profile Test – RPT), construido por Bornstein y Languirand en el 2002, el mismo mide: Sobredependencia destructiva, Desapego disfuncional y Dependencia saludable.

4.1.3. Análisis funcional En el análisis funcional pondremos toda la información que recogimos en la entrevista clínica y en los cuestionarios. Este análisis nos va a permitir plantearnos una hipótesis diagnóstica del caso e hipótesis explicativa del trastorno y/o trastornos asociados.

Los aspectos que debemos incluir en el mismo serán: -Los estímulos, los cuales se vinculan a la historia del paciente, su biografía y antecedentes que se vinculen con la problemática actual. Evaluación de su historia de relaciones previas de pareja, evaluar si presentan un patrón común.

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-En relación a aspectos vinculados a su perfil de personalidad, factores de predisposición como altos niveles de ansiedad, historia de aprendizajes, hábitos tóxicos, factores de predisposición, etc. -En el aspecto conductual del dependiente emocional tomaremos en cuenta conductas que contribuyen a desarrollar y mantener un factor de dependencia en la pareja. Las mismas incluyen respuestas motoras como tiempo invertido en la pareja, en actividades vinculadas a la misma, hábito y rituales que realiza con o sin la pareja, entre otros. Las respuestas cognitivas incluirán distorsiones cognitivas, ideas irracionales, pensamientos mágicos vinculados a su pareja, a sí misma y a la relación. Cogniciones que tiene sobre sí mismo, lo que piensa sobre sí misma, como se describe. Y las respuestas fisiológicas incluirán emociones, sensaciones, sintomatología ansiosa, depresiva, entre otros. -En cuanto a los aspectos consecuentes de este análisis incluiremos: obtención o no de reforzadores de su familia, ambiente, amigos o su pareja, deterioro de otras relaciones interpersonales, utilización de la mentira, manipulación, episodios depresivos y/o ansiosos, autorrefuerzo, autocastigo, etc.

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CAPITULO 5

5. Intervención Cognitivo – Conductual en la Dependencia Emocional 5. 1. Psicoeducación Consideramos de suma importancia generar una instancia donde poder brindar información al paciente sobre su patología. Asimismo responderemos a preguntas e incógnitas que puedan surgir en él y tratamos de ayudarlo a entender el porqué de su trastorno mediante la utilización de información científica actual. A través de su análisis funcional podremos ayudarnos a responder a sus preguntas utilizando ejemplos de su mismo caso.

5. 2. Reestructuración cognitiva Mediante las técnicas de reestructuración cognitiva pretenderemos modificar aquellas ideas irracionales y distorsiones cognitivas que el paciente presente en relación a si mismo, a los demás, a las relaciones de pareja y vínculos interpersonales. Para poder trabajar con estas ideas o pensamientos disfuncionales debemos en primer lugar identificarlos, mostrar las conexiones entre los mismos y sus estados afectivos y su conducta. Enseñarle a observar y detectar sus propios pensamientos para que logre cuestionarlos y luego sustituirlos por otros más adaptativos, racionales y positivos.

Para llevar a cabo este proceso, se utilizarán técnicas como el Cuestionamiento Socrático, para evaluar la evidencia en contra y a favor de este pensamiento. Se pensarán soluciones y pensamientos alternativos a las interpretaciones que el paciente haga de las situaciones. Y se evaluará junto a él el efecto que trae pensar de la forma en que lo hace.

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Además de cuestionarse sobre la utilidad del pensamiento haremos que el dependiente piense sobre las ventajas y desventajas de seguir pensando de ese modo.

Otra estrategia que utilizaremos serán los Experimentos Conductuales, a través de ellos el paciente probará sus creencias.

La técnica de Visión Panorámica también puede ser una buena herramienta para dar alternativas al sujeto en una determinada situación, dando lugar a nuevas interpretaciones y por lo tanto a nuevas creencias.

Utilizar otras personas como punto de referencia, también puede ser una estrategia muy útil. Pensar si la otra persona está equivocada o pensar en otra persona que parezca tener la misma creencia muchas veces facilita ver la distorsión.

Actuar “como si” implicaría que la paciente actuara como si creyera 100% la nueva creencia.

5. 3. Habilidades Sociales y asertividad Caballo (1986) define las habilidades sociales, como un conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal. Las mismas le permitirán expresar sus sentimientos, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando, además, esas conductas en los demás. Asimismo, esta forma de manifestarse y expresarse, resolverá los problemas inmediatos, y minimizará la probabilidad de futuros problemas. Plantea además, que el concepto de conducta socialmente habilidosa, debe incluir la especificación de tres componentes, una dimensión conductual (tipo de

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habilidad); una dimensión personal (variables cognitivas); y una dimensión situacional (contexto ambiental). Por otro lado, Moral, Sirvent y Blanco (2011), definen la asertividad como una habilidad psicosocial, la cual formará parte y constituirá la inteligencia emocional intrapersonal. A través de esta inteligencia, expresaremos de forma correcta o no, nuestras emociones, opiniones, sentimientos e intereses en nuestra interrelación con los demás. “Y es que nuestra forma de interactuar con los demás y de (re)conocernos como mecanismo de vinculación a los otros y de aceptación personal y autogestión emocional representa la base de la inteligencia emocional” (Moral, Sirvent y Blanco, 2011, p. 4). Además, plantean que entre los múltiples mecanismos de afrontamiento de los conflictos interpersonales, en las personas con dependencias sentimentales se podría resaltar la huida. Mecanismo que plantean como característico del patrón y estilo pasivo de comportamiento manifestado a través de la sumisión, como mecanismo evasivo que provoca en el sujeto dependiente malestar y frustración y el estilo manipulativo mediante el cual se ubicará en la posición de victima (rol que mantendrá en el tiempo). Mecanismo mediante el cual generará sentimientos de culpabilidad en los otros, (Moral, Sirvent y Blanco, 2011).

Tomando en cuenta las definiciones antes expuestas, evaluaremos como conducta socialmente habilidosa o competente aquella que se ajuste al sexo, edad, medio social y cultural, creencias de la persona que nos consulta y en función de esto realizaremos un programa de entrenamiento en estas habilidades.

5.4. Autoestima La autoestima es la relación entre la percepción de sí mismo y el ideal de sí mismo. Es una experiencia subjetiva, que implica creerse significativo y digno de amor y afecto. Además

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es la evaluación de la información de nuestro autoconcepto, es decir de lo que cada uno piensa acerca de lo que es (Mc Kay y Fanning, 1991).

Para trabajar en el fortalecimiento de la autoestima del dependiente emocional se trabajarán técnicas que permitan al paciente revisar y desarrollar su autoconocimiento, autoconcepto, autoaceptación y autorespeto para lograr una sana autoestima, mediante reforzamiento positivo de las cogniciones, emociones y conductas positivas trabajadas mediante la reestructuración cognitiva y el reforzamiento de un plan de actividades agradables diseñado en el proceso o algunas de las que ya realizaba y eran placenteras para la paciente.

5.5. Prevención de recaídas Para poder trabajar en la prevención de recaídas debemos enfocarnos en el trabajo de mantener y a generalizar las estrategias de intervención utilizadas en el tratamiento de la Dependencia Emocional. La función que cumplirán las técnicas de prevención es el cambio de estilo de vida de la paciente, o sea, se buscarán conductas y actividades alternativas que ocupen el tiempo que antes se dedicaba a su pareja y su vínculo patológico. Asimismo, procuraremos que la paciente amplíe el círculo de amistades y vínculos sanos, así como Se capacitará al paciente a identificar factores estresores y situaciones de riesgo, con la finalidad de que este sea capaz de anticiparlas, evaluarlas y generar respuestas alternativas y adaptativas. Haremos hincapié en el entrenamiento en resolución de problemas, entrenamiento en asertividad; programa de actividades; psicoeducación y refuerzo familiar y social.

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CONCLUSIONES

Luego del estudio de la Dependencia emocional, entendimos que los patrones de conducta, de pensamientos y emociones de los dependientes emocionales se expresan de una forma similar a la que se manifiesta en sujetos con patologías vinculadas a las adicciones. Pudimos visualizar esta patología desde el marco teórico y conceptual de las adicciones, concibiendo la presencia de ciertos fenómenos comunes en ambas como lo son la tolerancia, el síndrome de abstinencia, la necesidad de control, la obsesión, etc. Además, estudiamos las similitudes y diferencias con los codependientes; y aprendimos que los dependientes emocionales, presentan una gran carencia afectiva como consecuencia de experiencias en su temprana infancia que los impulsa a estar junto a un objeto de su elección, del cual luego no se podrá desprender. Éste calmará -al menos temporalmente- el dolor y sufrimiento que el dependiente siente, dolor por el vacío, desprecio y desamor que siente hacia sí mismo. Luego analizamos cuales son las características de las personas dependientes emocionales y las de su objeto de dependencia. Pudimos ver que son personas que presentan una autoestima muy baja, que tienden a adoptar un rol de sumisión en la relación, a demandar exclusividad en sus vínculos, a necesitar el contacto y control continuo de su pareja, la idealizan, principalmente en los primeros estadios de la relación y temen por sobre todas las cosas a la ruptura y al abandono. Luego nos enfocamos en el estudio de por qué una persona padece esta enfermedad, cuales son los factores externos e internos que pueden hacer que se desencadene dicha patología, cómo interaccionan entre ellos y cuáles son los factores que la mantienen. Por último, nos centramos en el abordaje de la patología y en estrategias terapéuticas desde la perspectiva cognitiva conductual, la cual nos da múltiples herramientas y recursos

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para trabajar en una patología que de acuerdo a lo que plantea Castelló, podría ser una patología que involucra patrones estables de personalidad lo cual hace más dificultoso su abordaje y tratamiento. Las personas que padecen que presentan esta patología, pueden estar sufriendo o haber sufrido durante muchos años Dependencia emocional, pero una vez que logran tomar contacto con su patología porque sus mecanismos defensivos como la negación y autoengaño comienzan a declinar, o porque el dolor emocional que sienten ya es demasiado intolerante o porque alguna patología del estado del ánimo o trastorno de ansiedad se intensifican, pueden emprender el camino hacia la recuperación. Claro que habrá altos y bajos, avances y retrocesos, pero es importante resaltar que es posible el cambio. Dentro de un espacio terapéutico que promueva el crecimiento personal, la independencia de la paciente, la reconstrucción y fortalecimiento de su identidad y su autoestima, la valoración de sí misma como persona, el conocimiento de sus necesidades, de sus deseos, de sus pensamientos y de sus emociones, así como también el conjunto de conductas, creencias y emociones desadaptativas, se podrán generar estos cambios.

Se trata de que las personas dependientes conozcan su intimidad emocional, de que logren conectarse con los propios registros físicos y emocionales y que adquieran la capacidad de traducirlos y ponerlos en palabras. Ya que han naturalizado el dolor, el malestar, y la incomodidad, y con el paso del tiempo han aumentado su umbral de dolor físico y psíquico de manera considerable. Este proceso implica como mencioné anteriormente conocer los propios deseos, como parte fundamental de la reconstrucción de la identidad. Identidad que estaba construida a partir del objeto del cual se dependía.

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El primer desafío entonces, será detenerse frente a estos registros para ver que le están diciendo (Faur, 2007). Esto traerá de la mano, la necesidad de discriminar cuales son las verdaderas responsabilidades en una relación y donde detenerse para que el otro se haga cargo de lo que le corresponde. Cuando una persona empieza a cuidar de sí misma, el límite se impone como algo natural (Faur, 2007).

El dependiente deberá soltar el control y alejarse de la obsesión. La recuperación se enfoca hacia el cambio inverso al control, es decir, a no forzar nada, afrontar la realidad aún aunque no guste y esto cause un gran dolor. Esto le permitirá al dependiente comenzar a pensar en términos de responsabilidad, a hacerse cargo de su propia vida y salirse del lugar de victima/culpable. Es decir, por un lado, “correrse” de su rol de víctima (experimenta que lo que recibe siempre es insuficiente y no logra saciarla) pero también de culpable, en el sentido de dejar de culpabilizarse por el fracaso de su relación y por no complacer a su pareja, y por otro lado, sentir que puede lograr tener cierto control sobre su propia vida y no es su pareja el que lo tiene, lo cual ayudará al proceso (Faur, 2007). Implicará además poder trabajar con las pautas de interacción de la persona, con sus creencias y estilos de pensamiento, los cuales vimos se encuentran sumamente afectados, y será muy importante abordarlos ya que éstos están instaurados en la idiosincrasia del sujeto, o sea, han sido aprendidos y adquiridos desde sus primeros años de vida. Por su pobre flexibilidad y rigidez, es que en el trabajo terapéutico apuntaremos a trabajarlas, ayudando a que la persona las cuestione y logre visualizar las consecuencias de continuar con las mismas y las ventajas de poder hacer el cambio.

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Para finalizar, considero importante mencionar que a través de la realización de este trabajo he logrado despejar múltiples interrogantes anteriormente planteadas, sin embargo, quedan muchas por responder. Algunas de ellas, se vinculan a las propuestas terapéuticas para el tratamiento de esta patología, y nos preguntamos: ¿será más favorecedor para la persona un abordaje grupal o uno individual?; ¿debemos pensar que ambos tipos de abordaje son convenientes?; ¿es necesario que la familia se involucre en el mismo? Además, podría ser importante profundizar en el estudio de las dependencias afectivas genuinas (en cada una de ellas) e indagar cuales son los aspectos en común y cuáles sus diferencias.

Por último, considero que sería un gran desafío personal, poder realizar una investigación con población uruguaya para poder obtener datos empíricos sobre la dependencia emocional en nuestra población o una parte de la misma. Este es un objetivo personal que espero poder cumplir.

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