DELEUZE. Nietzsche

A//er?scue LA VIDA El primer libro de Zaratusfra empieza con el relato de tres metamorfosis: «Cómo el espíritu se convi

Views 394 Downloads 4 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

A//er?scue LA VIDA

El primer libro de Zaratusfra empieza con el relato de tres metamorfosis: «Cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por último, en niño». El camello es la bestia de carga, que lleva el peso de los valores establecidos, la carga de la educación, de la moral y de la cultura. Corre al desierto con su carga y allí se transforma en león: el león rompe las estatuas, pisotea las cargas, realiza la crítica de todos los valores establecidos. Por último, corresponde al león el convertirse en niño, es decir, juego y nuevo comienzo, creador de nuevos valores y de nuevos principios de evaluación. Según Nietzsche, estas tres metamorfosis significan, entre otras cosas, momentos de su obra, y también estadios de su vida y de su salud. Sin duda, los cortes son relativos: el león está presente en el camello, el niño está en el león; y en el niño se da la salida trágica.

201

Friedrich Wilhelm Nietzsche nació, en 1844, en la casa parroquial de Rocken, en una región de Turingia anexionada a Prusia. Tanto por parte de la madre como del padre, la familia era de pastores luteranos. El padre, delicado y culto, también pastor, muere en 1849 ^(reblandecimiento cerebral, encefalitis o apoplejía)/Nietzsche es criado en Naumburg, en un medio femenino, con su henmana menor Elisabeth. Es el niño prodigio; se guardan sus disertaciones, sus ensayos de composición musical. Realiza sus estudios en Pforta, luego en Bonn y en Leipzig. Escoge la filología contra la teología. Pero ya le asedia la filosofía, con la imagen de Schopenhauer, pensador solitario, «pensador privado». Por sus trabajos filológicos (Teognis, Simónides, Diógenes Laercio) es nombrado en 1869 profesor de filología en Basilea. • Empieza la intimidad con Wagner, al que encontró en Leipzig, y vivía en Triebschen, cerca de Lucerna. Como dice Nietzsdie: entre los mejores días de mi vida. Wagner tiene cerca de sesenta años. Cósima apenas treinta. Cósima es hija de Liszt, por Wagner ha abandonado al músico Hans von Bülow. Sus amigos a veces la llaman Ariadna y sugieren las igualdades Bülow-Teseo, WagnerDioniso. Nietzsche encuentra aquí un esquema afectivo que ya es el suyo y que hace suyo cada vez más. Esos herírnosos días no dejan de tener perturbaciones: unas veces tiene la desagradable impresión de que Wagner se sirve de él y le toma su propia concepción de lo trágico; otras tiene la deliciosa impresión de que, con la ayuda de Cósima, llevará a Wagner hasta verdades" que éste no habría descubierto por sí solo. ;T>u profesorado le convierte en ciudadano suizo. Durante la guerra del 70 es enfermero de una ambulancia. Pierde entonces sus últimas «cargas»: un cierto nacionalismo, una cierta simpatía por Bismarck y Prusia. Ya no puede soportar la identificación entre cultura y Estado, ni creer que la 202

victoria de las armas sea una señal para la cultura. Ya aparece su desprecio a Alemania y su incapacidad para vivir con los alemanes. En Nietzsche, el abandono de las viejas creencias no manifiesta una crisis (lo que se convierte en crisis o ruptura es más bien la inspiración, la revelación de una Idea nueva). Sus problemas no son de abandono. No tenemos razón alguna para dudar de las declaraciones de Ecce Homo, cuando Nietzsche dice que, ya en materia religiosa y a pesar de la herencia, el ateísmo le era natural, instintivo. Pero Nietzsche se hunde en la soledad. En 1871 escribe El nacimiento de la tragedia, en la que el verdadero Nietzsche se manifiesta bajo las máscaras de Wagner y Schopenhauer: el libro es mal acogido por los filólogos. Nietzsche se siente como el Intempestivo y descubre la incompatibilidad existente entre el pensador privado y el pensador público. En la cuarta Consideración intempestiva, «Wagner en Bayreuth» (1875), las reservas sobre Wagner se vuelven explícitas. La inauguración de Bayreuth, la atmósfera de kermesse que encuentra en ella, los cortejos oficiales, los discursos, la presencia del viejo emperador, le defraudan. Sus amigos se'asombran ante lo que creen cambios de Nietzsche. Nietzsche se interesa cada vez más por las ciencias positivas, la física, la biología, la medicina. Incluso su salud ha desaparecido; vive entre dolores de cabeza y de estómago, perturbaciones oculares, dificultad de palabra. Renuncia a enseñar. «La enfermedad me liberó lentamente; me ahorró toda ruptura, toda gestión violenta y escabrosa... Me confirió el derecho a cambiar radicalmente mis costumbres.» Y como Wagner era una compensación para el Nietzsche-profesor, el wagnerismo cayó con el profesorado. Gracias a Overbeck, el más fiel e inteligente de sus amigos, obtiene de Basilea en 1878 una pen203

síón. Entonces empieza la vida viajera: sombra, inquilino de modestas habitaciones, en busca de un clima favorable, va recorriendo estaciones de invierno, en Suiza, en Italia, en el Midi francés. Ya solo, ya con algunos de sus amigos (Malwida von Maysenbug, vieja wagneriana; Peter Gast, su antiguo alumno, músico con el que cuenta para reemplazar a Wagner; Paul Ree, al que le acercan su afición a las ciencias naturales y a la disección de la moral). A veces vuelve a Naumfourg. En Sorrento se encuentra por última vez con Wagner, un Wagner que se había vuelto nacionalista y piadoso. En 1878-inaugura su gran crítica de los valores, la edad del León, con Humano,, demasiado humano. Sus amigos no le comprenden, Wagner le ataca. Sobre todo, cada vez está más enfermo. «¡No poder leer! ¡No poder escribir más que de vez en cuando! ¡No frecuentar a nadie! ¡No poder oír música!» En 1880 describe así su estado: «Un continuo sufrimiento, cada día durante horas una sensación parecida a la del mareo, una semiparálisis que apenas me deja hablar y, para entretenimiento, furiosos ataques (en el último vomité durante tres días y tres noches, tenía sed de muerte...). Si pudiese describiros lo incesante de todo eso, el continuo sufrimiento atenazante en la cabeza, en los ojos, y esta impresión general de parálisis, de la cabeza a los pies». ¿En qué sentido la enfermedad —o incluso la locura—• está presente en la obra de Nietzsche? Nietzsche nunca concibió la filosofía como si pudiese proceder del sufrimiento, del malestar o de la angustia —aunque el filósofo, el tipo del filósofo según Nietzsche, tenga un exceso de sufrimiento que afecta desde fuera a un cuerpo-objeto, un cerebro-objeto. En la enfermedad ve más bien un punto de vista sobre la salud, y en la salud,.un punto de vista sobre la enfermedad. «Observar como enfermo conceptos más sanos, valores más sanos, luego, a la inversa, desde lo alto de una vida rica, sobreabundante y segura de sí, hundir 204

la mirada en el trabajo secreto del instinto de decadencia, ésa es la práctica a la que me he entregado muy a menudo...» La enfermedad no es un móvil para el sujeto que piensa, pero tampoco es un objeto para el pensamiento: más bien constituye una intersubjetividad secreta en el seno de un mismo individuo. La enfermedad como evaluación de la salud, los momentos de salud como evaluación de la enfermedad: esa es la «inversión», el «desplazamiento de perspectivas», en el que Nietzsche ve lo esencial de su método y de su vocación para una transmutación de los valores.1 Ahora bien, a pesar de las apariencias, no existe reciprocidad entre los dos puntos de vista, las dos evaluaciones. De la salud a la enfermedad, de la enfermedad a la salud, esta movilidad misma es una salud superior, esta ligereza en el desplazamiento es la señal de la «gran salud». Por eso Nietzsche puede decir hasta el final (es decir, en 1888): soy lo contrario de un enfermo, en el fondo tengo buena salud. Se evitará recordar que todo acabó mal. Pues Nietzsche llegado a la demencia es el Nietzsche ~ue ha perdido esa movilidad, ese arte del desplazamiento, que ya no puede por su salud convertir a la enfermedad en un punto de vista sobre la salud. En Nietzsche todo es máscara. Su salud es una primera máscara para su genio; sus sufrimientos, una segunda máscara, a la vez para su genio y para su salud. Nietzsche no cree en la unidad de un Yo, y no lo siente: relaciones sutiles de poder y de evaluación entre diferentes «yo» que se ocultan, pero que también expresan fuerzas de otra naturaleza, fuerzas de la vida, fuerzas del pensamiento —ésa es la concepción de Nietzsche, su manera de vivir. Nietzsche vivió a Wagner, a Schopenhauer, e incluso a Paul Ree, como sus propias máscaras. Después de 1890 algunos de sus amigos (Qverbeck, Gast) llegan a pensar 1. Ecce Homo, Por qué soy tan sabio, 1.

205

que la demencia, para él, es una última máscara. Había escrito: «Y a veces la misma locura es la máscara que oculta un saber fatal y demasiado seguro». De hecho, no lo es, pero tan sólo porque indica el momento en que las máscaras, al dejar de comunicar y de desplazarse, se confunden en una rigidez mortal. Entre los más elevados mo* mentos de la filosofía de Nietzsche se cuentan las páginas en las que habla de la necesidad de enmascararse, de la virtud y de la positividad de las máscaras, de su instancia última. En las manos, orejas y ojos radicaba la belleza de Nietzsche (se felicita por sus orejas, considera las orejas pequeñas como un secreto laberíntico que conduce a Dioniso). Pero sobre esta primera máscara, otra, representada por el enorme bigote. «Dame, te lo ruego, dame... —¿Qué?— Otra máscara, una segunda máscara.» Después de Humano, demasiado humano (1878), Nietzsche prosiguió su empresa de crítica total: El viajero y su sombra (1879), Aurora (1880). Prepara La gaya ciencia. Pero algo nuevo surge, una exaltación, una superabundancia: como si Nietzsche hubiese sido proyectado hasta el punto en el que la evaluación cambia de sentido y se juzga a la enfermedad desde lo alto de Una extraña salud. Sus sufrimientos continúan, pero a menudo dominados por un «entusiasmo» que afecta al propio cuerpo. Nietzsche experimenta entonces sus estados más altos, ligados a una sensación de amenaza. En agosto de 1881, en SilsMaría, paseando a lo largo del lago de Silvaplana, tiene la turbadora revelación del Eterno retorno. Luego, la inspiración del Zaratustra. Entre J1883 y 1885 escribe los cuatro libros del 'Zaratustra, acumula notas para una dbra que debía ser su continuación. Lleva la crítica, a un nivel que no tenía anteriormente; la convierte en el arma de una «transmutación» de los valores, el No al ser206

vicio de una afirmación superior. (Más allá del Bien y ¿el Mal, 1886; La genealogía de la moral, 1887.) — Es la tercera metamorfosis, o del convertirse en niño. ^ No obstante, siente angustias y vivas contrariedades. En 1882 tiene la aventura con Lou von • Salomé. Esta, joven rusa que vivía con Paul Rée, pareció a Nietzsche una discípula ideal y digna de amor.. Según un esquema afectivo que ya había tenido ocasión de aplicar, Nietzsche la pide rápidamente en matrimonio, por mediación del amigo. Nietzsche persigue un sueño: siendo él mismo Dioniso, recibirá a Ariadna, con la aprobación de Teseo. Teseo es el «Hombre superior», una imagen del padre —lo que ya había sido Wagner para Nietzsche. Pero Nietzsche no se había atrevido a pretender claramente a CósimaAriadna. En Paul Rée y anteriormente en otros amigos, Nietzsche encuentra Téseos, padres más juveniles, menos impresionantes.2 Dioniso es superior al Hombre superior, como Nietzsche a Wagner. Con mayor razón, como Nietzsche a Paul Rée. Semejante fantasma, fatalmente, decididamente, fracasa.] Ariadna siempre prefiere a Teseo. Malwida von Meysenbug como carabina, Lou Salomé, Paul Rée y Nietzsche formaron un extraño cuarteto. Su vida común^ fue un conjunto de desavenencias^ reconciliaciones. Elisabeth, la hermana de Nietzsche, posesiva y celosa, hizo to-, doTIo poslbTe para lograr la ruptura. jOft-- logio,! ÑieízscKé no llegaba ni a separarse de su hermana; ni a atenuar la severidad con que la juzgaba («la< gente como mi hermana es, inevitablemente, ad- i versaría irreconciliable de mi manera de pensar v de mi filosofía, ello se basa en la naturaleza éter-; na de las cosas...», «no amo las almas como la i tuya, pobre hermana mía», «estoy profundamen-; te cansado de tus indecentes habladurías morali2. Ya en 1876 Nietzsche había pedido en matrimonio a una joven, por mediación de Hugo von Senger, su amigo —fue Senger quien se casó con ella más adelante.

207

zantes...»). Lou Salomé no amaba a Nietzsche desde el punto de vista del amor; más adeknte escribió sobre Nietzsche un libro extremadamente bello.3 Nietzsche se siente cada vez más solo. Se,entera_dg_ la muerte de ^WagPe^Jb-qtte-Je^reactiya la imagen de Aríadna-Cósima. En 1855 Elisabeth, y antisemita, nausao; rster marchará al Paraguay 'con Elisabeth para fundar una colonia de arios puros; Nieízsdhe no asiste a la boda y soporta mal a ese molesto cuñado. A otro racista escribe: «Quiere dejar de enviarme sus publicaciones, temió por mi paciencia». Las alternancias de euforia y de depresión se suceden, cada vez más apretadas. Tan pronto todo le parece excelente: su sastre, lo que come, la acogida de la gente, la fascinación que cree ejercer en las tiendas; como tan pronto le domina la desesperación: la ausencia de lectores, una impresión de muerte, de traición. Llega el gran año 1888: El crepúsculo de los ídolos, El caso Wagner, El Anticristo, Ecce Homo. Parece como si las facultades creadoras de Nietzsche se exacerbasen, tomasen el último impulso que precede al hundimiento. Incluso cambia el tono en estas obras de gran maestría: una nueva violencia, un nuevo humor, como lo cómico de lo Sobrehumano. A la vez, Nietzsche erige de sí una imagen mundial cósmica provocadora («un, día el r p n ^ r / n^ j f ^ a1gr> f^rmidabk sp a mi nombre», «sólo a partir de mí existe en la fíeT-Ta~-br~gT3n política»); pero también se concentra en el instante, se preocupa por un éxito inmediato. Desde finales de 1888, Nietzsche escribe extrañas cartas. A Strindberg: «He convocado en Roma una asamblea de príncipes, quiero hacer fusilar al joven Kaiser. ¡Hasta pronto! J>. Lou Andreas SALOMÉ, Fréderic Nietzsche, 1894, (trad. fr., Grasset).

208

Pues nos volveremos a ver. Una sola condición: Divorsons... Nietzsche-César». El 3 de enero de 1889 se produce la crisis en Turín. Todavía escribe cartas, firma Dioniso o el Crucificado, o ambos a la vez. A Cósima Wagner: «Ariadna, te amo. Dioniso». Overbeck acude a Turín, encuentra a Nietzsche extraviado, superexcitado. Le llevó mal que bien a Basilea, donde Nietzsche se deja internar sosegadamente. Se diagnostica «parálisis progresiva». Su madre lo lleva consigo a Jena. Los médicos de Jena suponen una infección sifilítica que se remonta a 1866. (¿Se trata de una declaración de Nietzsche? Joven, contaba a su amigo Deussen una curiosa aventura, en la que un piano le había salvado. Un texto del Zaratustra, «entre hijas del desierto», debe considerarse desde este punto de vista.) Tan pronto en calma, tan pronto en crisis, parece que ha olvidado todo lo referente a su obra, todavía compone música. Su madre se lo lleva a su casa; a finales de 1890 vuelve_Elisabeth_del Paraguay. La evolución deJjL enfermedad prosigue lentamente, hasta la apatía y la agonía. JVEere^eF'Weimar en 190Q-4 Sin absoluta certeza, el diagnóstico de parálisis general es probable. La cuestión es más bien: ¿los síntomas de 1875, de 1881, de 1888, forman un mismo cuadro clínico? ¿Es la misma enfermedad? Probablemente sí. Poco importa que se trate de una demencia más bien que de una psicosis. Hemos visto en qué sentido la enfermedad, incluso la locura, estaba presente en la obra de Nietzsche. La crisis de parálisis general señala el momento en que la enfermedad sale de la obra, la interrumpe, hace imposible su continuación. Las cartas finales de Nietzsche manifiestan ese 4. Sobre la enfermedad de Nietzsche, cf. el hermoso libro de E. F. PODACH, L'effondrement de Nietzsche (trad. fr., N.R.F.).

209

punto extremo; por eso todavía pertenecen a la obra, forman parte de ella. Mientras Nietzsche poseyó el arte de desplazar las perspectivas, de la salud a la enfermedad y viceversa, gozó, por enfermo que estuviese, de una «gran salud» que hacía posible la obra. Pero cuando le faltó ese arte, cuando las máscaras se confundieron en la de un payaso y un bufón, bajo la acción de un proceso orgánico u otro cualquiera, la propia enfermedad se confundió con el fin de la obra (Nietzsche había hablado de la locura como «solución cómica», como última bufonada). Elisabeth ayudó a su madre en el cuidado de Nietzsche. Dio piadosas interpretaciones de la enfermedad, profirió graves reproches a Overbeck, que respondió con gran dignidad. Elisabeth realizó algo de gran mérito: hacer todo lo posible para asegurar la difusión del pensamiento de su hermano, organizar el Nietzsche-Archiv en Weimar.5 Pero estos méritos se esfuman ante la suprema traición: intentó poner a Nietzsche al servició del nacional-socialismo. Ultimo rasgo de la fatalidad de Nietzsche: la parienta abusiva que figura en el cortejo de cada «pensador maldito».

5. En 1950 los manuscritos fueron trasladados al antiguo edificio del Goethe-Schiller Archiv, en Weimar.

210

LA FILOSOFÍA Nietzsche introduce en la filosofía dos medios de expresión, el aforismo y el poema. Estas formas mismas implican una nueva concepción de la filosofía, una nueva imagen del pensador y del pensamiento. Nietzsche sustituye el ideal del conocimiento, el descubrimiento de lo verdadero, por la interpretación y la evaluación. Una fija el «sentido», siempre parcial y fragmentario, de un fenómeno; la otra determina el «valor» jerárquico de los sentidos y totaliza los fragmentos, sin atenuar ni suprimir su pluralidad. Precisamente, el aforismo es a la vez el arte de interpretar y la cosa a interpretar, el poema es a la vez el arte de evaluar y la cosa a evaluar. El intérprete es el fisiólogo o el médico, el que considera los fenómenos como síntomas y habla mediante aforismos. El evaluador es el artista, el que considera y crea «perspectivas», el que habla mediante poemas. El filósofo del futuro es artista y médico —en una palabra, legislador. Esta imagen del filósofo es también la más vieja, la más antigua. Es la del pensador presocrático, «fisiólogo» y artista, intérprete y evaluador del mundo. ¿Cómo comprender esta intimidad del futuro y de lo original? El filósofo del futuro es al mismo tiempo el explorador de los viejos mundos, cimas y cavernas, y sólo crea a fuerza de recordar algo que fue esencialmente olvidado. Ese algo, según Nietzsche, es la unidad del pensamiento y de la vida. Unidad compleja: un paso en la vida, un paso en el pensamiento. Los modos de vida inspiran maneras de pensar, los modos de pensamiento crean maneras de vivir. La vida activa el pensamiento y el pensamiento a su vez afirma la vida, De esta unidad presocrática ni siquiera podemos hacernos idea alguna. No tenemos más que ejemplos en los que el pensamiento refrena y mutila la vida, la vuelve juiciosa, y en los que la vida se desquita enloqueciendo al

211

pensamiento y perdiéndose con él. No nos queda más elección que entre vidas mediocres o pensadores locos. Vidas demasiado sensatas para un pensador y pensamientos demasiado locos para un mortal: Kant y Hó'lderlin. Pero la bella unidad está por recobrar, de tal modo que la locura ya no lo sería —la unidad que convierte una anécdota de la vida en un aforismo del pensamiento y una evaluación del pensamiento en una nueva perspectiva de la vida. Este secreto de los presocráticos en cierta manera ya se perdió en su origen. Debemos pensar la filosofía como una fuerza. Ahora bien, la ley de las fuerzas radica en que no pueden aparecer sin cubrirse con la máscara de las fuerzas preexistentes. La vida, en primer lugar, debe remedar la materia. Fue preciso que la fuerza filosófica, en el momento que nacía en Grecia, se disfrazase para sobrevivir. Fue preciso que el filósofo tomase el aspecto de las fuerzas precedentes, que adquiriera la máscara del sacerdote. El joven filósofo griego tiene algo del viejo sacerdote oriental. Todavía en la actualidad nos equivocamos: Zoroastro y Heráclito, los hindúes y los eleatas, los egipcios y Empédocles, Pitágoras y los chinos —todas las confusiones posibles. Hablamos de la virtud del filósofo ideal, de su ascetismo, de su amor a la sabiduría. No sabemos adivinar la soledad y la sensualidad particulares, los fines muy poco sensatos de una existencia peligrosa que se ocultan bajo esa máscara. El secreto de la filosofía, ya que perdido desde su origen, está por descubrir en el futuro. Por consiguiente, la filosofía no podía desarrollarse fatalmente en la historia más que degenerando y volviéndose contra sí misma, dejándose atrapar en su máscara. En lugar de la unidad de una vida activa y un pensamiento afirmativo, vernos que el pensamiento se da como tarea juzgar la vida, oponerla a valores pretendidamente superiores, medirla con esos valores y limitarla, conde212

narla. Al mismo tiempo que el pensamiento se vuelve así negativo, vemos que la vida se deprecia, deja de ser activa, se reduce a sus formas más débiles, a formas enfermizas, las únicas compatibles con los valores llamados superiores. Triunfo de la «reacción» sobre la vida activa y de la negación sobre el pensamiento afirmativo. Las consecuencias son duras para la filosofía. Pues las dos virtudes del filósofo legislador eran la crítica de todos los valores, es decir, de los valores superiores a la vida y del principio del que dependen, y la creación de nuevos valores, valores de la vida que reclaman otro principio. Martillo y transmutación. Pero al mismo tiempo que la filosofía degenera, elfilósofo legislador cede su sitio al filósofo sumiso. ErT~tegaí~cíeT~ crÍTico"Tte~fes--valores establecidos, enjugar del creador de nuevos valores y~de nuevas evaluaciones, surge el coñlefvá"dor~de los valor es admitidos . El" filosofó deja ' de ser ñsiologb~ó medico para convertirse en metafísico; deja de ser poeta para convertirse en «profesor público». Se presenta sumiso a las exigencias de lo verdadero, de la razón; pero bajo esas exigencias de la razón a menudo reconocemos fuerzas que no son tan razonables, Estados, religiones, valores en curso. que el recuento de todas las razones que el hombre "je~c]a "para" obedecer.' El "filosofo Invocar "el amor a la verdad, pero esa verdad _ no daña & ná"3Ie~ («aparece como una criatura bonachona y amiga de las comodidades, que da sin cesar a todos" los poderes establecidos la seguridad de. no. causar á nadie la menor molestia, pues no es, después dé todo," "mas .que la """ciencia pura " » ).\l filosofó" valora la vida según su aptitud .para. s& portar pesos, para llevar, cargas. E_sas cargas, esos pesor, son precisamente los valores superiores. Ése"~es "el espíritu de pesadez que reúne en un 1. Cf. Consideraciones intempestivas, educador § 3.

Schopenhauer

213

mismo desierto al cargador y a la carga, la vida reactiva y depreciada, el pensamiento negativo y depreciador. Entonces ya no se da más que una ilusión de crítica y un fantasma de creación. Pues no hay nada más opuesto al creador que el portador. Crear es aligerar, es descargar la vida, inventar nuevas posibilidades de vida. El creador es legislador-bailarín. La degeneración de la filosofía aparece claramente con Sócrates. Si definimos la metafísica por la distinción entre dos mundos, por la oposición de 'i la esencia y la apariencia, de lo verdadero y lo ; falso, de lo inteligible y lo sensible, debemos I decir que Sócrates inventa la metafísica: convierI te la vida en algo que debe ser juzgado, medido, limitado, y el pensamiento en medida, límite, que s,ej£Jerce en nombre de los valo*e& superiores —lo Divinó, lo Verdadero, lo Bello, el Bien... Con Sócrates aparece el tipo de un filósofo voluntaria y sutilmente sumiso, sometido. Pero continuemos, saltemos siglos. ¿Quién puede creer que Kant ha restaurado la crítica o recobrado la idea de un filósofo legislador? Kant denuncia las falsas pretensiones del conocimiento, pero no pone en duda el ideal de conocer; denuncia la falsa moral, pero no pone en duda las pretensiones de la moralidad, ni la naturaleza ni el origen de sus valores. Nos reprocha el haber mezclado dominios, intereses; pero los dominios permanecen intactos, y los intereses de la razón, sagrados (el verdadero conocimiento, la verdadera moral, la verdadera re ligión). La dialéctica misma prolonga ese juego de manos. La dialéctica es ese arte que nos invita a recuperar propiedades alienadas. Todo retorna al Espíritu, como motor y producto de la dialéctica; o a la autoconciencia; o incluso al hambre como ser genérico. Pero si nuestras propiedades expresan en sí mismas una vida disminuida y un pensamiento mutilador, ¿de qué nos sirve recuperarlas, o de qué nos sirve convertirnos en su ver214

dadero sujeto? ¿Hemos suprimido la religión cuando se ha interiorizado al sacerdote, cuando la hemos colocado en el fiel, a la manera de la Reforma? ¿Se ha matado a Dios cuando hemos colocado al hombre en su lugar y hemos guardado lo esencial, es decir, el lugar? El único cambio ¡ es éste: en lugar de ser cargado desde fuera, el propio hombre toma los pesos para colocárselos sobre sus espaldas. El filósofo del futuro, el filósofo-médico, diagnosticará la continuación de un mismo mal bajo síntomas diferentes: los valores pueden cambiar, el hombre puede ponerse en el lugar de Dios, el progreso, la felicidad, la utilidad pueden reemplazar a lo verdadero, el bien o lo divino —lo esencial no cambia, es decir, las perspectivas o las valoraciones de las que dependen esos valores, viejos o nuevos. Siempre se nos invita a someternos, a cargarnos con un peso, a reconocer tan sólo las formas reactivas de la vida, las formas acusatorias del pensamiento. Cuando ya no queremos, cuando ya no podemos cargar los valores superiores, todavía se nos invita a asumir «lo Real tal como es» —pero ese Real tal como es, \precisamente, es lo que los valores superiores han hecho de la realidad\o el existencialismo en nuestros días ha guardado un gusto espantoso a cargar, a asumir, un gusto propiamente dialéctico que le separa de Nietzsche.) ?\e es e que no basta con matar a Dios para realizar la i transmutación de los valores. En la obra de Nietz- \, son Dios, por lo menos unas quince, todas ellas enor- i memente bellas.2 Pero precisamente, según una de las más bellas, el asesino de Dios es «el más feo de los hombres». Nietzsche quiere decir que el 2. A veces se cita el texto titulado «El insensato» (Gaya ciencia, III, 125) como la primera gran versión de la muerte de Dios. Nada de eso: El viajero y su sombra contiene un admirable relato de ella, titulado «Los prisioneros». Este texto tiene misteriosas resonancias con Kafka. 215

hombre todavía se afea cuando, no necesitando ya una instancia exterior, se prohibe a sí mismo Ib que se le prohibía y carga con situaciones que ya ni siquiera cree que provienen de fuera. Así, la historia de la filosofía, de los socráticos a los hegeliano'S, es la historia de las largas sumisiones del hombre y de las razones que se da para legitimarlas. Este movimiento de la degeneración no afecta solamente a la filosofía, pues expresa el devenir más general, la categoría más fundamental de la historia. No es un hecho en la historia, sino su principio mismo, del que se desprenden la mayoría de los acontecimientos que han determinado nuestro pensamiento y nuestra vida, síntomas de una descomposición. De tal modo que la verdadera filosofía, como filosofía del futuro, ya no es histórica como tampoco eterna: debe ser intempestiva, siempre intempestiva. w

Toda interpretación es determinación del sentido de un fenómeno. El sentido consiste, precisamente, en una relación de fuerzas, según la cual algunas accionan y otras reaccionan en un conjunto complejo y jerarquizado. Cualquiera que sea la complejidad de un fenómeno distinguimos claramente las fuerzas activas, primarias, de conquista y de subyugación, de las fuerzas reactivas, secundarias, de adaptación y de regulación. Esta distinción no es tan sólo cuantitativa, sino cualitativa y tipológica. Pues la esencia de la fuerza radica en relacionarse con otras fuerzas, y en esa relación recibe su esencia o cualidad. La relación de la fuerza con la fuerza se llama «voluntad». Por ello, ante todo, es preciso evitar cualquier contrasentido sobre el principio nietzscheano de la voluntad de poder. Este principio no significa (al menos no significa en primer lugar) que la voluntad quiera el poder o desee dominar. En tanto se interpreta la voluntad de poder en el sentido de «deseo de dominar» se la hace de216

pender forzosamente de los valores establecidos, los únicos aptos para determinar'