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DEL CONOCIMIENTO COTIDIANO AL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO 1 Del conocimiento cotidiano al conocimiento científico Institu

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DEL CONOCIMIENTO COTIDIANO AL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

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Del conocimiento cotidiano al conocimiento científico Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona Facultad de Ciencias de la Educación Centro de Estudios Educacionales Dra. Beatriz Castellanos Simons Marzo/2000 Introducción: Desafíos del mundo contemporáneo a la investigación científica

La época moderna, cuyos orígenes se remontan a los albores de la revolución industrial, nació alentada por la esperanza de que el desarrollo del infinito potencial de la ciencia y la técnica convertiría en realidad la utopía de una sociedad de bienestar y felicidad para toda la humanidad.

Hoy nuestra civilización transita hacia la llamada era postmoderna. Mas, el discurso acerca de una sociedad tecnológica de la información, construida bajo el signo del computador, resulta extraño y asombrosamente ajeno para las personas que viven apartadas de la producción del conocimiento, producido y atesorado secularmente por las elites, y de los beneficios de la revolución científicotécnica.

Aunque las fuerzas del saber parecen romper las barreras de la imaginación, no por ello el ser humano es más libre y mejor, por cuanto las seculares disparidades sociales y económicas devienen sin dudas más acuciantes y críticas como consecuencia de las políticas globalizadoras neoliberales, según se destaca en el “Informe sobre Desarrollo Humano”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo:

“la quinta parte de la población del mundo en desarrollo está hambrienta al ir a dormir cada noche... la cuarta parte carece de acceso a necesidades básicas como el agua de beber no

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contaminada, y la tercera parte vive en estado de abyecta pobreza, tan al margen de la existencia humana que no hay palabras para describirlo.” 1

Es necesario valorar el impacto científico-tecnológico en el mundo actual, considerando su limitada capacidad para dar respuesta a los problemas que los seres humanos en distintas latitudes, y afrontar los grandes desafíos del siglo XXI, tal como se plantean en el Informe Delors2: el logro de un desarrollo humano sostenible y la construcción de una cultura de paz y democracia.

En efecto, durante los últimos 500 años de la historia humana, la ciencia, divinizada por los ideólogos de la modernidad, se ha visto con frecuencia divorciada de las necesidades de las personas y de las realidades de los diversos grupos, etnias, comunidades y regiones, convirtiéndose en un aparato potencialmente deshumanizador y enajenante, en un poder descontextualizado, erigido por encima de los intereses de los actores sociales y sujeto a las leyes feroces del mercado y la competencia.

Aún en la actualidad, muchos de los cuantiosos recursos que los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil invierten en la ciencia y la tecnología, no se traducen en auténticas mejorías para los sectores presuntamente beneficiarios. Como plantea el sociólogo brasileño Pedro Demo, “la investigación sobre pobreza crece al mismo ritmo de la propia pobreza, sin que sea posible correlacionar el mejoramiento del conocimiento con la reducción de la pobreza.” 3

En el mismo sentido se ha pronunciado José Rivero, de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe al hacer referencia a las investigaciones educativas, significando que “sus resultados no han sido eficaces para modificar la realidad educativa... para producir cambios en las prácticas pedagógicas o en las políticas educativas.” 4

1

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe sobre Desarrollo Humano. Fondo de Cultura Económica, México, 1994. P. 2. 2 Delors, J. La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión para la educación del siglo XXI. Editorial Santillana/UNESCO, 1996. 3 Demo. P. Investigación participativa. Discutiendo éxitos y ambiguedades. En: La Piragua. Revista Latinoamericana de Educación y Política, Santiago de Chile, No. 9, 1994. P. 112. 4 Rivero. J. Investigación educativa en América Latina: la agenda pendiente. En: La Piragua. Revista Latinoamericana de Educación y Política, Santiago de Chile, No. 9, 1994. P. 8-9.

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A la luz de esta compleja situación, emerge la necesidad de una oportuna e inteligente resignificación de las funciones sociales de la ciencia, abogando por una ciencia socialmente responsable, fundada en una ética humanista, capaz de responder a las demandas de la práctica y de promover los procesos de desarrollo humano. Tal resignificación podría focalizarse en la reflexión en torno a las siguientes problemáticas:

1. Relación Ciencia/Sociedad/Desarrollo Los fines y las funciones de la ciencia, como fenómeno social complejo, trascienden la construcción del conocimiento, dadas las implicaciones sociales de sus resultados. Estos deben convertirse en poderosos medios para el mejoramiento de la calidad de la existencia colectiva e individual, en los marcos de un desarrollo sostenible fundado en el reconocimiento del derecho a la vida, la educación, la salud, el protagonismo social, la realización y la felicidad de las personas. “El valor liberador de la ciencia reside, precisamente, - de acuerdo a la filósofa cubana Zaira Rodríguez- en que en la medida en que el conocimiento penetra en la vida se hacen más amplias y plenas la libertad y la creación humana, en tanto valores permanentes del hombre.” 5

2. Relación Ciencia/Cultura/Democracia El conocimiento y la estrategia para su producción forman parte orgánica del patrimonio cultural creado por el ser humano, pero su concentración en manos de determinados grupos y sectores los convierten en instrumentos de poder y hegemonía. Así, segregar a los actores sociales del acceso al saber científico y su método, conduce a formar individuos que, -al decir de Paulo Freire-, “están simplemente en el mundo y no con el mundo y con los otros... Hombres espectadores y no recreadores del mundo.”6 Por el contrario, democratizar el conocimiento, despojándolo del ropaje academicista y tecnocrático, resulta condición primordial para promover el desarrollo de una conciencia crítica que permita a las personas operar transformadoramente con la realidad, abrirse nuevos horizontes y afrontar los retos vitales, en la ruta siempre hacia adelante.

5

Rodríguez, Z. Ciencia y Valor. En: Filosofía y Ciencia. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985. P. 15. 6 Freire. P. Pedagogía del oprimido. Sucre, Bolivia, S/A. P. 64.

4

3. Relación Ciencia/Actividad Práctica La ciencia ha de abrirse a la vida: los auténticos problemas de la investigación científica tienen que ser descubiertos al aflorar del lenguaje mismo de la realidad, de las contradicciones de la praxis humana, y no de las atalayas donde se atrincheran con frecuencia las elites intelectuales, divorciadas de las necesidades concretas, de los sufrimientos, alegrías y esperanzas de los seres humanos. 4. Relación Ciencia/Valor No existe una ciencia verdaderamente neutral y exenta de valores: hacer ciencia es siempre un compromiso ético con la vida y para la vida. Por tanto, sus objetivos y su significación han de ser examinados también desde el prisma de las motivaciones éticas conducentes al descubrimiento del saber y a su aplicación en diferentes esferas de la actividad humana. Tenemos entonces que promover una renovada cultura científica desde concepciones que articulen los requerimientos teóricos y metodológicos con posturas más abiertas y un espíritu humanista, respetando la dignidad de cada persona total y su derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científico-técnico.

Convertir en realidad tales expectativas, requiere preparar con solidez a los diversos protagonistas cuya actividad profesional exige de la investigación permanente como factor vital para promover procesos de transformación desde las ciencias naturales y sociales.

En este contexto germinó la iniciativa de sistematizar algunos apuntes e ideas sobre la actividad investigativa, con el ánimo de contribuir modestamente a despertar la necesidad de buscar soluciones a los problemas de la práctica a través del camino del saber científico y de pertrecharnos con las poderosas armas que brinda una ciencia ética y socialmente responsable.

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Del conocimiento cotidiano al conocimiento científico ™ El ser humano, sujeto cognoscente El conocimiento es inherente de forma esencial a la existencia del ser humano. Desde el momento mismo de su nacimiento, y en la medida en que éste entra en contacto con el mundo circundante y las personas, comienza a construir y reconstruir permanentemente nuevos saberes y experiencias: deviene así un sujeto cognoscente activo, capaz de enriquecerse y completarse progresivamente como persona, y de abrir los horizontes para la transformación de la realidad y de sí mismo.

Todo saber dimana de la relación del ser humano con la realidad, originada en la actividad práctica; esa realidad objetiva que existe independientemente de la conciencia, abarca tanto la naturaleza en su infinita diversidad, como la vida social, con las ricas formas de expresión de la cultura y los intercambios entre las personas durante su actividad vital material y espiritual. Por tanto, el conocer es un hecho matizado por un doble carácter social e individual: “no se produce en un individuo aislado a modo de un átomo independiente -tal ser no existe en la realidad- sino en un hombre inserto en una trama socionatural.” 7

Así, el conocimiento es un ininterrumpido proceso, enmarcado siempre en espacios y tiempos históricos, que permite descubrir los hechos y fenómenos naturales y sociales, y conduce a la creación de un determinado cuadro del universo, único para cada individualidad singular. En efecto, las personas hacen suya la realidad de un modo muy especial y personalizado, según sus propias necesidades y potencialidades, y de acuerdo también a las circunstancias de su ambiente social, cultural y educativo, ya que son siempre y en todo momento, seres en situación, que conocen desde un contexto y una época, desde la historia y desde su propia historia.

La realidad socionatural, por su complejidad intrínseca, no se presenta linealmente, sino plena de contradicciones; no está dada para siempre, por cuanto resulta inacabada, dinámica y mutante. Pero al mismo tiempo, los hombres y mujeres - seres inconclusos -, escapan a todo predeterminismo mecanicista y recrean cada día sus propios universos.

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Ander-Egg, E. Técnicas de investigación social. Editorial El Cid, Buenos Aires, 1980. P. 18.

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Consiguientemente, la vida implica enfrentar problemas, conflictos, tareas y retos; la realidad nos problematiza e impulsa a buscar los conocimientos y destrezas requeridos para comprenderla y transformarla a partir de una acción reflexiva basada en determinadas opciones y elecciones.

Los desafíos cotidianos son inagotables. También lo son las estrategias y alternativas mediante las cuales cada persona única y cada grupo o comunidad logran dilucidar las interrogantes de la existencia y responder a sus demandas.

El niño que explora con curiosa admiración un objeto, lo desarma en partes y lo vuelve a recomponer, se encuentra inmerso de hecho, en un auténtico problema, de cuyo curso y efectos resultan nuevos saberes que se integran en las estructuras cognitivas existentes, y le permiten continuar operando con la realidad a niveles cada vez más complejos.

Del mismo modo, el campesino, a partir de la observación de ciertos signos e indicios en la naturaleza, es capaz de establecer vinculaciones entre éstos, asociando, por ejemplo, la dirección del viento y el olor de la tierra con la inminente lluvia. Tales conocimientos empíricos o aprendizajes implícitos conforman el bagaje con que cuenta para dar solución a los problemas prácticos, como la irrigación de los cultivos, el almacenamiento de agua para uso doméstico, entre otros.

Sin embargo, es oportuno reflexionar en torno a estas cuestiones, y preguntarse:

¿En qué medida las diversas formas espontáneas de captación del mundo permiten aprehender los fenómenos en su esencia interna y nexos causales, en sus ligazones con otros procesos, en su dinámica y desarrollo? ¿Hasta qué punto el cuadro real que se conforma constituye una representación no deformada e integral? ¿Es posible, a partir del conocimiento común, operar críticamente con la realidad, logrando la comprensión global y multilateral indispensable para la acción transformadora?

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™ Formas de conocer el mundo Según se ha puntualizado, la cognoscibilidad del mundo por el ser humano brota de su relación con una realidad concreta e histórica que tiene un carácter problematizador permanente, y lo conduce a la búsqueda y descubrimiento de aquello que necesita para dar solución a los imperativos vitales.

Luego, el saber tiene su punto de partida en la práctica, en la interacción con el universo sensible, pero trasciende la inmediatez, reconstruyendo el mundo a nivel del pensamiento, para retornar nuevamente a la praxis: tal es el complejo y dialéctico camino del conocimiento.

Los niños y las niñas son capaces de clasificar y categorizar los objetos que impactan su sensoriedad, en atención a ciertos rasgos externos comunes. Mas, poco a poco se abren nuevas posibilidades para operar con generalizaciones abstractas: pueden obviar en gran medida lo contingente y elaborar conceptos que abarcan lo común y esencial de determinada clase de fenómenos. Este proceso representa una potencialidad dada a los seres humanos, cuyo despliegue ocurre en situaciones propicias de educación, especialmente en el marco de la escuela.

Sin embargo, las conceptualizaciones que se construyen espontáneamente, al margen de un aprendizaje explícito científicamente conducido, pueden partir de supuestos erróneos o incompletos, ya que las vías empleadas para alcanzar el conocimiento, así como la intencionalidad y el grado de sistematicidad metódica del proceso, tienen un impacto directo en el resultado y la calidad de éste, o sea, en el tipo de representación más o menos exacta, profunda y global de la realidad.

Es posible que un niño pequeño, al observar los seres vivos, los agrupe intuitivamente, constatando que aquellos que tienen plumas, como las gallinas, lo mismo que los peces que viven en el mar y los ríos, se reproducen por huevos, mientras que los perros, gatos o vacas son vivíparos. Sin embargo, ¿en qué grupo ubicará a los mamíferos acuáticos, como la ballena y el delfín?

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Para dar respuesta a esta interrogante, es necesario examinar las significativas diferencias y similitudes que existen entre dos formas fundamentales de conocimiento: el cotidiano y el científico.

™ El camino del saber cotidiano Desde los más remotos tiempos y hasta el presente, el ser humano ha atesorado múltiples saberes emanados de sus experiencias cotidianas en el trabajo, el contacto sensorial directo con la naturaleza y la comunicación con las demás personas. Estos son adquiridos por lo general de modo espontáneo, en el quehacer diario; no son buscados con premeditación conciente ni mediante la utilización de procedimientos y medios cognitivos especiales que organicen la recolección e interpretación de la información.

Aquí, el individuo conoce la realidad inserto en ella, sin que exista una diferenciación entre el vivir mismo y el conocer, entre la actividad práctica de la cual emana sin intencionalidad el conocimiento, y una actividad cognoscitiva conciente y metódica. En consecuencia, el cuadro que se obtiene no sobrepasa lo concreto, las cualidades observables de los fenómenos y las generalizaciones de tipo empírico acerca de éstos; la elevación a lo abstracto, está marcada en cierta forma por la interferencia de tales factores contingentes, al no disponerse de herramientas lógicas eficientes para el procesamiento, categorización y depuración de la información.

Al mismo tiempo, estos saberes son conservados y transmitidos a otras personas de generación en generación, a través de costumbres, tradiciones, experiencias prácticas, consejos, creencias, rituales, supersticiones, entre otros, cuyo carácter suele ser impreciso, subjetivo y hasta contradictorio o falso.

A pesar de ello, el conocimiento común es componente inalienable del bagaje cultural de cada persona, pueblo y civilización, constituyendo con frecuencia el único saber disponible por gran parte de la humanidad para adaptarse a las condiciones de su entorno natural y social, resolviendo los problemas vitales.

Precisamente, es a partir de las necesidades de la vida práctica, que surge y se desarrolla la ciencia como fenómeno social, y sus antecedentes están en ese patrimonio común acumulado por

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nuestros primitivos antepasados acerca de la naturaleza, los animales y las plantas, la preparación del fuego, los alimentos, el vestido y la vivienda, la elaboración de instrumentos y medios para el trabajo, la caza, la pesca y el cultivo, entre muchos otros. Así, en el caso de las ciencias de la observación y descriptivas, constatamos, según señala el eminente historiador John D. Bernal, un desarrollo que se produce a partir de esa relación orgánica, activa y directa hombre-mundo:

“Al hacer y emplear útiles, el hombre transformaba la naturaleza de acuerdo con su deliberada voluntad. Ese fue el origen de la mecánica racional: las leyes del movimiento de la materia se expresaban en el manejo práctico de la trampa, el arco, el boomerang y las boleadoras. Aún sin conocer el funcionamiento de la naturaleza, al hombre primitivo le era posible aprovecharse de cualquier porción del mundo circundante en que se diera algún signo de regularidad”.8

Existe entonces un peculiar vínculo dialéctico de continuidad y ruptura entre el saber común y el científico. Este aparece genéticamente a partir de las premisas del conocimiento empíricoespontáneo, pero lo reconstruye y perfecciona sobre nuevas bases, otorgándole mayor objetividad y validez al proceso mismo y a su resultado.

Sin embargo, la evolución del pensamiento científico ha conducido a una progresiva desvalorización del saber popular, identificado con la ignorancia, legitimándose como única forma verdadera de conocimiento, el alcanzado por la vía de la investigación metódica, practicada por una élite intelectual que la monopoliza. En este sentido debe recordarse que la ciencia ha constituido a lo largo de la historia, un arma poderosa de manipulación y dominación: conocer es poder, y quienes producen el conocimiento lo han encerrado celosamente en monasterios, universidades, instituciones y academias, separándolo de los problemas de la vida cotidiana y enfrentándolo antagónicamente al conocimiento del hombre común, como señala al respecto el maestro Freire:

“La absolutización de la ignorancia, además de ser la manifestación de una conciencia ingenua acerca de la ignorancia y del saber, es un instrumento del que se sirve la conciencia dominadora para arrastrar a los llamados “incultos”, los “absolutamente ignorantes” que, “incapaces de

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Bernal, J. D. Historia social de la ciencia. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, Tomo I. P. 70.

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dirigirse”, necesitan de la “orientación”, de la “dirección”, de la “conducción” de los que se consideran a sí mismos “cultos y superiores”. 9

™ El camino del saber científico El problema crucial en torno a la controvertida dicotomización entre el saber común y el científico, radica en que el primero resulta potencialmente efectivo sólo dentro de determinados contextos y situaciones específicas, al ofrecer un reflejo parcial y fragmentado de la realidad que no permite operar críticamente con ésta y ampliar los alcances de la acción transformadora.

O sea, que el tipo de saber que el individuo elabora es determinante para su actividad en el mundo, y depende básicamente de la cualidad de los procesos de construcción del conocimiento implicados. Si adquiere experiencias y saberes dispersos, inacabados o unilaterales, y lo hace sin una intencionalidad conciente y determinados medios eficientes, si no es capaz de integrar lo que conoce en un marco orgánico, que relacione las diferentes partes aisladas y las articule a la vez con otros niveles de la realidad natural, social, económica, cultural o política, quedará entonces atrapado en un mundo que no sabe explicarse, prisionero de un presente siempre inmediato, sin proyección hacia un futuro certero.

Por ello, el conocimiento es una condición para la libertad de elección y de acción del ser humano. Es más libre, cuanto más conoce, porque sabe quién es, dónde está, hacia dónde va, cómo va y de qué forma alcanzará sus metas y anhelos:

“Un indio que sabe leer -escribió José Martí- puede ser Benito Juárez; un indio que no ha ido a la escuela, llevará perpetuamente en cuerpo raquítico un espíritu inútil y dormido.” 10

Luego, en la medida en que cada persona tiene la posibilidad de apropiarse del conocimiento científico, comienza el despertar de la perspectiva lejana acerca del propio lugar y papel en la trama socionatural; al no aceptar el orden imperante como inmutable, justificándolo por fuerzas sobrenaturales, se abren los senderos para el cambio, desde una conciencia crítica que la convierte, potencialmente, de objeto en sujeto de su vida y de la historia. 9

Freire, P. La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editora S.A. México, 1979. P. 101. Martí, J. Op. Cit. P. 184.

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Es necesario entonces reflexionar en torno a cómo conocemos desde la ciencia, pudiendo resultar interesante iniciar el examen de esta problemática a través de un ejemplo ilustrativo: El descubrimiento del virus del SIDA Desde la primavera de 1980, comenzó a reportarse en los Estados Unidos un número cada vez mayor de casos de homosexuales masculinos que presentaban neumonía producida por el protozoo Pneumocystis Carinii, así como un tipo de cáncer, el

Sarcoma de Kaposi, solo o asociado con la referida

neumonía y con otras infecciones oportunistas. Se iniciaba así la historia de uno de los más graves problemas de salud que han conmocionado a la humanidad: el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. El curso de las investigaciones desarrolladas a nivel mundial en torno al aislamiento del virus del SIDA, la puesta a punto de los tests de despistaje, la experimentación de alternativas terapéuticas y los ensayos de vacunas potencialmente efectivas, constituyen en su conjunto, un modelo ejemplar del camino del saber científico, de su estrategia de trabajo y de su compromiso con el bienestar humano. Los primeros estudios inmunológicos practicados a los enfermos portadores de la nueva y desconocida patología revelaron como denominador común, la presencia de una severa inmunodeficiencia, no constatándose ninguna de las causas detectadas hasta la fecha. Ante el problema relativo al agente causal y el mecanismo de transmisión de la enfermedad, se generaron múltiples suposiciones. Las conjeturas primarias, que la asociaban con la población homosexual - al punto que se le llamó “Gay Syndrome” - fueron desechadas en la medida en que aparecieron casos de transmisión heterosexual y por vía sanguínea. Del mismo modo se descartó la sospecha de que el virus podría haber sido fabricado artificialmente, ya que la pesquisa demostró casos de personas que habían sido infectadas a principios de los años setenta, cuando el desarrollo de la biotecnología no hubiese permitido tales manipulaciones genéticas.

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Los estudios clínicos rigurosos y la revisión de otros antecedentes y hallazgos condujeron a la hipótesis de la causa infecciosa, y se demostró, tras una intensiva experimentación de laboratorio, que el agente causal del SIDA es un retrovirus: en efecto, en mayo de 1983, el grupo del Instituto Pasteur de París, dirigido por Luc Montagnier, logró aislarlo, mientras que en 1984, Robert Gallo y su equipo del National Cancer Institute de los Estados Unidos, efectuaron también la identificación, confirmando los hallazgos franceses.

Según puede deducirse de las ideas esbozadas, la búsqueda del conocimiento tiene su génesis en las demandas de la práctica, tanto social en general, como de la actividad científica de forma específica. En ambos ámbitos surgen constantemente contradicciones entre lo que ya se conoce y lo desconocido, entre una situación presente, que resulta insatisfactoria, y un posible estado futuro que se desea alcanzar.

De este modo, infinitas son las contradicciones que pueden originar una investigación científica, sobre todo si se tiene en cuenta que la práctica, como origen de los problemas investigativos, abarca las múltiples esferas del quehacer humano; no puede ser entendida de modo vulgar y reduccionista, sino en su acepción científico-filosófica, como la actividad transformadora del ser humano a través de la cual éste actúa sobre la realidad, se adapta a ella y la transforma. Consecuentemente, muchos problemas investigativos dimanan de las necesidades de la producción social; otros surgen de la práctica educativa, cultural, política, científica, entre otras.

Mas, resulta obvio que el saber cotidiano también se origina en la práctica y se encamina igualmente a resolver los problemas de la vida cotidiana; la diferencia respecto al saber científico radica entonces en el hecho de que la investigación es una actividad intencional y metódica encaminada a la construcción del conocimiento con vistas a solucionar problemas cognitivos y prácticos para los cuales no existen respuestas válidas en el caudal de experiencias previamente acumuladas.

En la medida en que la situación problémica presente en una esfera es identificada y diagnosticada, se le examina desde un marco teórico referencial que permite establecer los conocimientos, datos y hallazgos anteriores, determinar la situación o comportamiento deseado y construir una base conceptual de partida para la formulación del problema científico y de

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determinadas suposiciones, tesis o ideas previas que juegan un significativo papel orientador en el proceso de producción del conocimiento.

Las ciencias, sobre todo las naturales, emplean con frecuencia estrategias experimentales, estructurando tales suposiciones, tesis o ideas previas alrededor de hipótesis científicas a partir de una lógica deductiva dirigida a comprobar los nexos y relaciones causales entre los hechos y fenómenos, según se observa en el ejemplo antes citado referente al descubrimiento del virus del SIDA. Las hipótesis son sometidas a prueba, y se recogen, a través de métodos, técnicas y procedimientos especiales, las evidencias necesarias que permitan corroborarlas o refutarlas y arribar a inferencias conclusivas. Estas se incorporan a su vez en los marcos de la teoría, con los consiguientes reajustes del modelo y su aplicación transformadora en la realidad. Precisamente, el mejoramiento de la calidad de la vida de la sociedad y las personas es la más significativa y humanista finalidad de la ciencia, la razón de ser de todo su potencial transformador. Como bien ha expresado al efecto Luc Montagnier: “la motivación está ahí, en la urgencia para que mañana esos mismos portadores que hoy conocemos puedan contar en pasado: Yo tuve el SIDA.” 11

El camino del saber científico descrito representa una generalización que posibilita la aproximación inicial a este complejo fenómeno, pero no constituye la única alternativa posible. Es oportuno insistir en el hecho de que la actividad científica, como proceso creativo de búsqueda y construcción del conocimiento, no se ciñe exclusivamente a una lógica hipotética, como tampoco a modelos algorítmicos de progresión lineal. Por el contrario, el quehacer científico, por su carácter eminentemente heurístico, permite avanzar con pasos singulares y frecuentemente irregulares, adecuados a cada esfera del conocimiento y a cada situación concreta, según los objetivos esperados y los resultados a alcanzar. De este modo, puede suceder que el propósito del científico no sea la verificación de una hipótesis previa ni la confirmación de relaciones causales –como en las citadas investigaciones sobre el SIDA-, sino que se encamine al descubrimiento de nuevos hechos y fenómenos que van develándose en el transcurso del enfrentamiento activo con el objeto del conocimiento, lo que sucede sobre todo en el ámbito de las ciencias sociales.

11

Lanoy, P. Entrevista a Luc Montagnier. Revista Muy Interesante. México, Año 12, 1995. P. 34.

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En este caso, la complejidad misma de la realidad social exige muchas veces apartarse de las vías estrictamente experimentales y buscar posibilidades diferentes, implementando estrategias descriptivas, explicativas, interpretativas o interventivas, entre otras. Sin embargo, los elementos comunes que otorgan cientificidad a estos caminos diversos, se encuentran, como se ha enfatizado, en que todos comparten el carácter intencional, sistemático y metódico del proceso de búsqueda.

De acuerdo con las cuestiones expuestas, resulta indudable que los conocimientos alcanzados mediante el proceso de investigación permiten trascender lo evidente y parcial - penetrando en mundos escondidos y no palpables directamente, como pueden ser el de los virus o el de las motivaciones humanas -, para ofrecer una visión más profunda, coherente, integral y genuina, en comparación con aquellos logrados espontáneamente por el ser humano en su actividad cognoscitiva cotidiana, según aparece sistematizado en el siguiente cuadro:

SABER COTIDIANO

SABER CIENTÍFICO

• El objeto del conocimiento no es

• Determinadas esferas de la realidad

diferenciado de forma conciente y con

son aisladas por el sujeto cognoscente

la

y se convierten intencionalmente en

intencionalidad

explícita

de

estudiarlo.

objeto

conciente

y

explícito

del

conocimiento. • El

conocimiento

espontáneamente,

es a

adquirido

partir

de

la

• La búsqueda del conocimiento ocurre de

forma

sistemática,

planificada,

interacción directa con los fenómenos

organizada y rigurosa; el método

sensibles de la realidad en la actividad

científico sirve como estrategia general

práctica, pero no se emplean métodos

de investigación, apoyándose en el

y medios especiales del conocimiento.

empleo de métodos, medios, técnicas y procedimientos especiales.

• El resultado es la adquisición de múltiples

experiencias

y

• Como resultado, se elaboran sistemas

saberes

teórico-conceptuales que ofrecen una

acerca de los aspectos externos de la

concepción global del mundo en sus

realidad inmediata, construyéndose un

nexos, determinaciones, regularidades

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cuadro parcial y fragmentado.

y leyes.

• No trasciende la descripción de lo

• De

la

descripción,

explicación

y

evidente y directo, limitándose en

predicción de la realidad, es posible

consecuencia las posibilidades de una

trascender hacia su transformación,

acción

amplio

por cuanto el cuadro integral del

alcances. Sólo pueden solucionarse los

mundo es condición para operar crítica

problemas prácticos de la cotidianidad,

y activamente en éste.

transformadora

de

dentro de determinados márgenes.

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