Defensa de La Poesía Shelley

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I\IIIII I IIIl\\ ll\\ ll\\l\I III Ill\ \Ill . . . 356619 · ·_· BIBLIOTECA CENTRAL

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DEFENSA DE LA POESIA

PERCY BYSSHE SHELLEY

DEFENSA DE LA POESIA Con una nota de ENRIQUE DIEZ,..CANEDO

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EDICIONES SIGLO VEINTE BUENOS AIRES

Tltuln del original ingles DEFENCE OF POETRY

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Traducci6n de LEONARDO WILLIAMS

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Queda hecho el dep6sito que previene Ia ley 11.723

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EDICIONES SIGLO VEINTE - Maza 177 - Buenos Aires

Impreso en Argentina -

Printed in Argentine

I. Maravillase Robert Browning ante el simple mortal que vio a Shelley, sencilla~ mente porque le toc6 ser contemporimeo su~ yo y se le encontr6 un dia y habl6 con el. Para Browning, en toda Ia vida del pobre hombre no hubo acontecimiento mayor. Aquel ser, en cambio, no supo estimar su fortuna; sigui6 viviendo como si tal cosa; le preocuparon mas los menudos hechos de su vida, los que la humanidad ha de ignorar siempre. Cuantos am6, cuantos le hicieron padecer, cuantos estorbaron su prosperidad o le sirvieron de escalon para alzarse, sien~ dolo todo para el. nada eran para Ia con~ ciencia del mundo, en Ia que esta clavada inmortalmente la imagen, ya borrada casi por complete en su ima'ginaci6n, de aquel mancebo mas delicado que imponente en su gallardia, sonrosado como una doncella, ti~ mido quiza por su mala reputaci6n, que un dia le tendi6 cortes~nte Ia mane. El hom~

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bre sencillo que conoci6 a Shelley tenia, co~ mo tantos otros, un alma apacible de pro-curador de Judea; mas apacible atin, pues jamas hubo de mandar que se vertiera san-gre de malhechores por la salud de Ia Republica. · La aventura hade ser harto frecuente para el que anda entre libros. La voz que uno determinado articula puede llegar a el indistinta, por cansancio suyo fisico , por fal-ta de atenci6n, por defecto de simpatia o de gusto. Asi lleg6 a tantos Ia voz de Shelley. En una egregia historia de la literatura in-glesa -la de Tairie, por ejemplo-, la voz de cualquier poetilla del siglo XVIII se per-cibe mas claramente. En un honrado manual ingles -quiza el de Gosse,_ considerase a Shelley como una negaci6n de todas las tradiciones nacionales, como un outlaw casi, todo lo atrevido y simpatico que se quiera, pero desterrado de las buenas compafiias. T ambien a estos los podria transverberar Browning con su ap6strofe: And did you once see Shelley plain, and did he stop and speak to you? No, no han visto a Shelley; no se par6 el a hablarles. Los que de_veras le han visto,

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los que han sido emocionados al oir su pa ... labra, guardan Ia memoria de aquella voz ·angelica en una perpetua resonancia; ~os que han visto brillar Ia luz de aquellos OJOS tienen ya para siempre los suyos deslum-brados. IL Nos esforzamos a menudo, tras Ia lec..tura de una poesia, en considerarla como un retrato del poeta. N unca lo conseguimos tan espontaneamente como despues de leer a Shelley. Cada verso nos da un matiz de aquella alma tan rica; ninguno acaba de darnosla por entero. Es como Ia fuente que mana: el mismo caudal, la misma mtisica y cues~a aquel inagotable frescor. El. agua aha jo y el manantial no dettene m entur?m el hilo cantarin del comienzo. Es el lattdo del coraz6n delpaisaje. Hay en derredor al..tivos robles, fuertes pinos; pero todos pa..recen ordenados para rendirle acatamiento. Hasta cuando Ia tempestad los empufia y arranca de ellos un tugido o un lamento, Ia fuente sigue inalterable. La fuente es acaso la imagen mas exacta de esta poesia: es pur a, clara, libre, viv~fi,.. cante. Presa en cafierias de plomo, torc1da en ·surtidores altos, derramada sobre mar,.. moles, el agtia es bella. ( Asi la poesia de

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ministerio de cristal. llena de intima gozo junto a la roca nativa, y de ella allabio sin ministeriio de cristal. llena de intima gozo el sentido. Filtrada por 1os poros de Ia tie~ rra, enriquecida de jugos minerales, sabe a tierra y a roca sin perder limpidez ni pureza .. Tambien la poesia de Shell-ey, pura como un elemento, ha filtrado de las culturas an~ tiguas y de los anhelos del alma nueva una rica sustancia. Le vemos libertar a Prometeo, mas que como un Titan en lucha victo~ riosa con otros Titanes, como a un espiritu eterE:o que ·sin violencia·, con un misterioso ademan, rompiera las ligaduras. Le oimos hablar de amor sin que las pasiones envue} ... van el fuego en humo: es una llama limpia que responde desde la Tierra a un astra ce ... lestial. Completo e incomplete a la vez, se retrata en cada poesia: en la Sensitiva ob~ servamos mejor su recogimiento pudoroso. yen Ia Oda al Viento del Oeste, su anhelo de liberaci6n; en Ia Alondra, su embriaguez de arr.nonia, y en la N ube, su matizada y cambiante gracia. Son retratos parciales, exactos todos, diversos y complementarios. como en la persona la tez y el color de ojos y cabellos, la estatura y el ademan.

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III. Shelley es el poeta natural; hay momentos en que parece Ia naturaleza misma. Sus predecesores inmediatos, los lakistas, se nos muestran en la actitud moral; sus contemporimeos y emulos,- como aquel ad ... miradisimo Byron, que nada respet6, salvo las conveniencias de que abominaba y a Shelley. que nadie osaba parangonarle, adoptan la actitud dramatica; Shelley es el inventor, esto es, el que encuentra la acti ... tud lirica. Como Pindaro, suscita en derre~ dor de sus pugiles y atletas todas las rna~ ravillas terrestres y todos los prestigios de ·la mitologia, transfigurandolos en resplandecientes deidades ajenas a la fatiga de la empresa, limpias de la sangre, del polvo, del sudor y de la lucha. Shelley desmaterializa sus · visiones, haciendolas · todas de alma. La propia l\1ary Shelley, su compaiiera de los dias mejores , encontraba en cierto poemas de Percy no human interest, condenaba sus versos por £altos de historia.'

( ... you condemn these verses I have · · [writen . Because they tell no s.tory, false or [true?)

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Comparense, en· .efecto, los personajes que suefian en los poemas de Shelley con los que se desesperan y cantan en los de Byron. Aun la terrible tragedia de Los Cen; ci, la mas real, en su rediviva alma isabeli~ na, de cuantas acciones imagin6 Shelley. nos impresiona mas que en · SJJS tremendos trances en aquel grandiose declinar del sol en ocaso, risuefio despues de una jornada canicular; en aquel melanc6lico despedirse del mtindo con una tierna acci6n cotidiana que no ha de volver a repetirse: Here, Mother, tie My girdle for me, and bind up this hair In any simple knot; ay, that does well. And yours I see is coming down. How often . Have we done this for one another; now · We shall not do it any more. La poesia de Shelley alcanza siempre esa suma virtud de la pacificaci6n. He aqui un resolverse de la tragedia en majestuosa cal~ rna semejante a la que inspira las estelas del Ceramico. Pero de pronto, enla mas eterea disertaci6n amorosa, el grito de Safe, interrumpiendo el suave razonar plat6nico. anuncia e1 desinayo supremo, el ultimo de10

liquio, en que rompe toda la violencia del sentir:

I pant, I snik, I tremble, I expire! IV. Se empefia Francis Thompson, otro familiar de esa estirpe angelica de donde naci6 Shelley, en Hamar a este nifio. Bar~ quitos de papel, como los que de chico gus~ taba lanzar al torrehte para verlos navegar un poco y zozobrar muy presto, no por futil . capricho infantil, sino por empefio investigador propio de Ia ninez y persistente, con nueva aplicaci6n, en la edad madura, hogan encantados, segun Thompson, por d raudal de la poesia de Shelley. Nino que no .lleg6 a hombre porque no tuvo mocedad; poeta en quien el llanto y amargura, como en el · nifio, acaban en sonrisa y consuelo, Shelley tiene del nino la ·eterna credulidad forjadora de imagenes. ·El nifio, en alcoba oscura, imagina monstruos y quimeras, se encoge Ilene de terror entre las sabanas de la cunita; pero una luz le hace olvidarlo todo. Shelley es tan nifio como todo poeta de verdad. Sus imaginaciones no se desvanecen cuando arde la lam para: es entonces cuando cobran vida y empiezan a exis;.. tir; no solo para ei poeta, sino para todos.

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·-Y Ia tragedia de sus barquitos no es otra que Ia comun tragedia del destino. Sin em~ bargo, uno de ellos no naufraga nunca: lle-:va a bordo la creencia e!1 el triunfo del E8~ piritu y lo vemos arribar, en todos sus poe~ mas, a puerto, ponderado y majestuoso co~ moun gale6n real. V. La vida de Shelley, tal como nos la cuenta, . ultimo hasta ahora, construyendo una novela sobre Ia verdad misma de los documentos·, · Andre Maurois en · su Ariel. no es ciertamente Ia vida de un nifio, ni si~ quiera porque nos le haga ver rodeado de mujeres, mas mujeres que musas, aunque una de elias, Mary Shelley, sea acaso el mejor trasunto humano de las Musas pro~ tectoras, la musa de carne y hueso, la mejor musa segun Ruben Dario. Era Shelley el nefelibata, el que anda por las nubes, es decir, segun el concepto po~ pular, en lo que toea a la vida practica. Hombre complete, daba al espiritu todo lo que este reclama y tenia a la letra en las habitaciones de la servidumbre. Nadie co~ mo el ha pasado por encima de las conve·· niencias, y pas6 sin desafiarlas porque no las conocia. Su misma condescendencia con ciertas leyes lo aceritua. No acepta el rna-

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trimonio, y antes que cerrarse en irreduc~ tible negativa, lo convierte en formula sin verdadera sustantividad y se casa; y ape~ nas muerta Harriet Westbrook, v.uelve a ca~ sarse con Mary Godwin. Quiere para el amor lamas aerea libertad. Nola confunde con la licencia de los sentidos. Mas la pro~ pia Mary, Mary la "gentle and good and mild", entendimiento hecho mujer, mujer que nunca minti6 y podia saber el precio de la sinceridad, no dejaba de inquietarse cuando veia harto espiritualmente extasia.. do al poeta con la clasica hermosura desdi~ chada de Emilia Viviani; con la calida voz, que se columpiaba en cadencia sobre una fragil musica de guitarra, de Jane Williams, o con la oscura tez y los foscos cabellos de Clara. Ariel. invisible, derrama en todos los corazones el gusto de vivir y orea las almas con su soplo; Ariel, encarnado en la dulce figura del mas inmaterial de los poeta~on~ creta en demasia el encanto. T odos estan vueltos hacia el; pero su fuerza noes tanta que los haga mirarse entre si libres de rece~ lo. No le querian como else imaginaba ser: no como el suelo propiedad de uno solo, si~ no, como el aire que todos respiran, goce