Cuentos, Mitos y Leyendas de Tati

Mitos, Cuentos y Leyendas de la Selva Trabajo presentado por: - GIRANO MORI, Tatiana Kaori - MORALES MOZOMBITE, Carl

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Mitos, Cuentos y Leyendas de la Selva

Trabajo presentado por: -

GIRANO MORI, Tatiana Kaori

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MORALES MOZOMBITE, Carlos Martín

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LOZANO SANCHEZ, Indira Greis

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PANDURO ORTIZ, Ray

Mitos, cuentos y leyendas de la selva

PRESENTACIÓN Hablar de la selva, es hablar de ensueño, de un mundo maravilloso, inquietante y enigmático, por los misterios de sus entrañas, manifestadas en sus maravillosos cuentos, mitos y leyendas que recopilamos y ponemos en sus manos para el deleite y disfrute; es también prodigiosa, por sus riquezas naturales: su flora exuberante y majestuosa y su fauna, variada y pintoresca. Es gracias a nuestros antepasados que logramos tener conocimiento de estas fantásticas historias, eran transmitidas de generación en generación; quién no recuerda las fabulosas historias que son contadas aun por nuestros abuelitos, padres, tíos en fin, algún integrante de la familia. Ponemos entonces a su alcance profesor este trabajo hecho con mucha dedicación.

Los autores

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Dedicatoria: Con mucho cariño y respeto a nuestros padres.

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EL YACUMAMA Allá por los años idos, las viejas consejeras lugareñas infundían de un temor supersticioso a nuestros espíritus infantiles asegurándonos de la existencia del “yacumama” cuya traducción del quechua es “madre del agua”. Según los narradores, el yacumama era un monstruo horrible con forma de serpiente gigantesca dotada de una gran cabeza y boca igualmente enorme, lo que le facilitaba satisfacer su extremada voracidad, engulléndose íntegramente sus presas aún así se tratase de un hombre. Dicen que la madriguera de esta fiera estaba en las aguas de “Azungue grande”, que en tiempos aquellos era un lago de apreciable profundidad, cuyo desagüe se hacía por un angosto caño. Cierta vez se les ocurrió a los moradores de este lugar pescar en estas tranquilas aguas. Efectivamente, en un día claro y de sol quemante, salieron todos rumbo a la pesca. Después de los consiguientes preparativos y una vez que largas hileras de balsas se deslizaban por la superficie del lago, con sus respectivos y expertos bogas, se dio inicio a la pesca echando el barbasco, en medio de una algarabía y entusiasmo general; pasó un instante y los peces daban muestras de sentir los efectos del veneno. Cuentan que en ese preciso momento se levantó con violencia inaudita una ola gigante acompañada de un viento huracanado que hizo zozobrar muchas embarcaciones, se 4

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oscureció el cielo, los truenos rugían, los relámpagos ininterrumpidamente zigzagueaban con su luz azulina y la tempestad vino luego. Todos estos fenómenos sucedidos sembraron el espanto y la confusión entre la multitud allí congregada y bajo una recia lluvia nunca vista, las gentes huían despavoridas; pues se decía que el “yacumama” se había despertado enojado, porque envenenaron sus aguas. Así en medio de impresionante angustia terminó este intento de pesca.

Cuentan las tradiciones que al día siguiente, los moradores de estos sitios, vieron bajar al “yacumama” hacia el río Mayo con ruido semejante al producido por el huracán, asegurándose que se fue a habitar en la poza de “Mono Huacana”, la que según se dice, lleva este nombre porque los monos lloraron de miedo ante la visión de aquel monstruo. Cuéntese también que desde aquel día el encañado de desagüe de “Azungue”, disminuyó sus aguas en tal forma que no quedó sino una pequeña laguna y gran parte de lo que antes era lago, es ahora verde pradera. 5

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EL CAZADOR Y EL CHULLACHAQUI Aquel día don Antonio Vásquez se levantó temprano, limpió su escopeta y con una talega en su espalda atravesó el río Mayo, hasta su chacra en Huascayacu, en busca de caza. Recordó haber visto que en la quebrada que desembocaba en el Mayo se bañaban los sajinos y hacia allá se dirigió por la trocha que había hecho. A una hora de camino, oyó que graznaba el paujil y con cuidado avanzó hacia donde salía el graznido, pero a medida que avanzaba, éste iba alejándose sin que don Antonio pudiera dar con la ubicación del ave; temiendo separarse mucho de la trocha, quiso suspender la persecución, pero en ese momento se le presentó una huangana y antes de que pudiera disparar con el arma, se perdió. Seducido por el tamaño de la caza, la buscó en todo lugar cercano y de repente la bestia volvió a presentarse y haciendo sonar los colmillos fue a ocultarse más lejos. Desde ese momento, el cazador se olvidó de todo por el ansia de perseguir al animal y en ese empeño no se dio cuenta de que el día ya tocaba su fin. Don Antonio seguía avanzando con la esperanza de sorprender a la huangana, hasta que ya muy tarde llegó a un hormigal y vio las pisadas del chullachaqui (la derecha, pie de humano y la izquierda, pata de tigre); comprendiendo entonces que había sido burlado por ese diablo de los bosques y que el paujil y la huangana no habían sido más que formas de que se había valido para engañarle. 6

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LA LEYENDA DEL AYAYMAMAN Nos cuenta la leyenda que eran dos pajarillos que así cantaban “Ayay maman huishchuhuarca” que quiere decir: “nuestra madre ha muerto y nos abandonaron”. Fueron dos niños, una niña y un niño que se quedaron huérfanos de madre, entonces el padre se unió a otra mujer, poniéndoles una madrastra que no les quería. Transcurrió el tiempo y la mala mujer empezó a aborrecerlos despiadadamente y para deshacerse de estas criaturas, propuso a su marido llevarlos a la espesura de la selva y abandonarlos, simulando un paseo campestre y con su respectivo fiambre (comida fría), pero el niño había escuchado la conversación, entonces tomó sus precauciones, desgranó maíz y lo acumuló en sus bolsillos. Llegado el día del paseo campestre, se encaminaron rumbo a la selva y en la medida que se adentraban por el bosque, el niño seguía dejando los granos de maíz a su paso y cuando ya se encontraban lejos, la madrastra les abrió el fiambre y los invitó a comer, indicándoles que ya regresaban, que van a dar un pequeño paseo por la montaña juntamente con el papá. Se hizo la tarde y los malvados no regresaron, pero como el niño había trazado un camino con los granos de maíz, al día siguiente emprendieron su regreso llegando a la casa para sorpresa y cólera de la madrastra. 7

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En vista de haber fallado sus planes, esta mala mujer emprendió otra más cruel, llevándolos a un lugar mucho más lejos y desconocido, abandonándolos en la selva. Los niños lloraron de hambre y frío, al escuchar esto, los pajarillos los llevaron algunos frutos que hay en la selva, y los sajinos, sachavacas y huanganas le prodigaron su compañía y durmieron con ellos brindándoles abrigo. Y así pasaron un cierto tiempo y de pronto ambos niños se dieron cuenta que empezaban a echar plumas por todo el cuerpo, los brazos a convertirse en alas y rápidamente se transformaron en flamantes aves. Emprendieron vuelo rumbo a su casa y en una flamante noche de luna llegaron a posarse en el techo y a cantar tristemente: ¡AYAYMAMAN! Los misteriosos pajarillos, cantan así, lamentando su destino en las noches oscuras y en las noches de luna, tristemente en nuestra selva.

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EL CURUMAMAN En los hormigueros de las oscadomas: curuhuinsis y siquizapas, vive una víbora en cuyo cuerpo se hallan prendidas estas hormigas y por eso la llaman “curumaman”, madre de las hormigas. Ha llovido mucho, dos días y dos noches seguidas. El agua ha llenado las celdas del hormiguero y el curumaman fastidiado ha salido. Fermín, muchacho de 14 años, ha ido al bosque con su padre don Carlos, en busca de leña. Encontró al curumaman; cogió una varilla para matarlo; don Carlos, hombre de campo, lleno de supersticiones, dijo a Fermín: “No lo mates, hijo”. “Al curumaman no se le mata, porque a quien lo hace le da dolor de cintura toda la vida”. El curumaman es una víbora boba, se mueve apenas, no hace daño a nadie, le llamaban también víbora de dos cabezas, porque su cuerpo es cilíndrico y no parece tener cola. En Moyobamba hay la creencia de que cuando el curumaman muerde a una persona no se suelta por ningún motivo de su víctima a menos que lo hagan gotear cera caliente en la boca.

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LA RUNA MULA La runa mula, es la mujer casada que tiene relaciones sentimentales con el cura. Ésta en las noches de los martes y los viernes toma la forma de una blanca y hermosa mula, la misma que es montada por un pequeño jinete con látigo en la mano. Cuando éste llegaba a la casa de la mujer, ella se revolcaba por el suelo y al instante quedaba convertida en mula. El diablillo jinete montaba y luego de darle con furia con la rienda sobre las ancas, salía a todo galope por las calles botando chispas de candela tanto del anca como del piso. Cuenta la tradición que para saber qué mujer era la que convivía con el cura, se tenía que disponer de una hebra larga de soga de caballo, la que se atravesaba en la calle por donde iba a pasar la runa mula y al tomar contacto con la rienda, la mula tomaba su forma natural de mujer. Relatan que en el distrito de Habana había un cura muy famoso por sus aventuras con mujeres casadas, incluso llegó a procrear hijos en una de ellas. Cuando la runa mula salía por las calles, la gente decía: ¡Está pasando la Águeda montada por el padre Villacorta! Cuando amanecía iban a ver a doña Águeda y la encontraban desganada, rendida, sin ánimo de trabajar, pues aducen a los fuertes latigazos que le propinó su jinete la noche anterior. 10

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EL SACHARUNA El cazador que se interna por primera vez en la selva, suele ser sorprendido por unos extraños ruidos como los que se producen al golpear un cajón viejo; son los golpes dados por el sacharuna (creencia de un ser fantástico consustanciado con los bosques y con poderes sobrenaturales, que se burla o asusta a quienes entran a la selva, especialmente a los cazadores y taladores de madera. Significa “gente del monte” en la aleta de un árbol, para conocer el ánimo del cazador. Si éste no se asusta ante esos ruidos, el sacharuna trata de atemorizarlo y confundirlo con otras manifestaciones, hace que se presenten por ejemplo a la vista del cazador manadas de monos o de jabalíes, con el fin de que éste con el incentivo de la caza, los persiga por el interior de la selva, se desoriente y pierda la ruta. Si el cazador sale sin novedad de estas pruebas y otras más, el sacharuna hace caer una terrible tempestad con vientos, rayos y truenos, hasta obligarlo a regresar a su casa, sin cazar un solo animal, pues por más que dispare contra uno de éstos, no acierta alcanzarle. Es que el sacharuna le ha “shingureado” (influenciado en su voluntad para que no pueda realizar lo que se propone). El cazador llega a su casa enfermo con fiebre alta y fuertes dolores de todo el cuerpo. Pasada esta enfermedad, el cazador queda apto para ir a cazar en la selva y el sacharuna ya no le molesta. 11

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EL CONJURO DEL YACURUNA Era martes en la noche clara y despejada, en una casa de campo en el poblado de Ampato, ubicado a orillas del gigante río Huallaga. En sus orillas se levantaron muchas aldeas como los florecientes poblados de Ampato, Richoja y Villaprado. En una chacra de Ampato, se encontraban reunidos un grupo de pobladores para tomar el Ayahuasca, bajo la tutela de Juan Pérez Lozano, curandero famoso. Era de noche, en esa oportunidad, formando parte del grupo estaba Jorge Cahuasa, campesino de la zona; acompañaba a su mujer para se tratada de un embarazo anormal, adquirido según ellos, por el contacto del arco iris o arco blanco, cuando ella trabajaba en un día lluvioso en las aguas del río Huallaga. Juan Pérez Lozano, decía que podía curarla, por eso habían respondido a la cita para la toma del AYAHUASCA un martes por la noche. Después de las recomendaciones y tomando las precauciones debidas, empezó a encarar el recipiente que contenía el remedio. Eran las nueve de la noche, los convocados se sentaron con las piernas cruzadas. Se apagaron las luces y en completo silencio las personas se acomodaron en torno a Juan, como si se tratara del maestro de la escuela. Juan llamó uno por uno a las personas participantes de la sesión en esa noche, luego empezó a cantar su MARIRI, acompañado de versos y cánticos propios del ritual; de rato en rato, tomaba sorbos de ayahuasca y fumaba un mapacho que lo encendía en la oscuridad, echando humo que inundaba el ambiente con un olor fuerte a tabaco negro; de rato en rato, interrumpía su mariri e invocaba a sus bancos y a sus runas para que lo 12

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ayudaran a curar los males de las personas participantes en la sesión. Recogiendo el recipiente del ayahuasca hervido en un pocillo de huingo pequeñito, repartía las porciones invitando a todos. La sesión continuó y en el silencio de la noche se podía escuchar con nitidez el canto del mariri, que penetraba en el alma de cada uno, dejando una reacción frágil, para caer, por fin, en el dominio absoluto del ayahuasca. Los presentes alucinando, presenciaban extasiados, paisajes maravillosos jamás vistos, personajes idos de la realidad, animales que provocan miedo, valor y osadía, pero siempre con la compañía mariri, canto que les recordaba el lugar donde estaban. Luego llegó el turno de Eloísa, mujer de Jorge. Don Juan Pérez Lozano, comenzó con el conjuro, invocando al yacuruna, acompañado del mariri, con palabras y nombres extraños para los asistentes. De rato en rato, daban soplidos atestos de tabaco. Como a los cinco minutos de iniciado el conjuro, en el silencio de la noche se escuchaban pasos procedentes del riachuelo dirigiéndose hacia el ritual; se escuchaban con nitidez el chasquido de ropa mojada y pasos, con el resplandor de las estrellas se dejaba notar la presencia de un ente con piel oscura, sus ojos parecían dos

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carbones encendidos . El ente llegó donde estaba el grupo y saludo al brujo: dime Juan ¿Qué tenemos que hacer hoy? -Disculpa taita – le dijo Juan-Te llame para que me puedas ayudar a curar a Eloisa El Yacuruna, contesto positivamente: recoge agua de la quebrada de Juanjuicillo al amanecer. Vas a utilizar una tinaja y un pate nuevo. Calentando una bola de sal, la sumerges en el agua fresca hasta que se disuelva totalmente. Una vez fría que tome tres sorbos y con el resto que la bañen sobre una batea limpia. Que se cambie de ropa y guarde cama todo el día, su comida será tres plátanos asados, que no sean gordo, y un pocillo de agua. Esto se repetirá durante siete días y quedara completamente sana. Dicho esto, el Yacuruna, se puso de pie y se despidió de Juan Pérez Lozano, dirigiéndose nuevamente con dirección al riachuelo, terminando sus pasos en un fuerte chapuzón. La sesión duro hasta las tres de la mañana. Con respecto a Eloisa, al cabo de ocho días retorno a su casa flaquita y palidosa, tambaleando, pero totalmente sana. El falso embarazo que provoco el embrujo del arco blanco desapareció.

EL MALIGNO Cuentan que, en la Provincia de Mariscal Cáceres, en las noches oscuras, vagan por los aires, espíritus o almas de las personas recientemente muertas. Se dice que cuando una persona muere, el espíritu debe recoger sus pasos por todos los lugares donde anduvo cuando estuvo vivo, antes de ir al cielo; a este espíritu se le conoce como “Difunto”. Sin embargo, si la persona fue mala, su espíritu queda vagando, errante por la 14

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tierra; pena por todos los lugares, porque no puede entrar al cielo: a este espíritu se le conoce como “Maligno”. Pero el “Maligno” tiene una última oportunidad, si quiere entrar al cielo: tiene que atrapar un alma buena o a un “Difunto” y depositar en último, todos sus pecados, para quedar libre y entrar al cielo. Es por ello que por las noches se escucha que el maligno persigue al difunto, silbando furiosamente quien vuela por los aires tratando de escapar.

Cuentan que don Sixto, en una oportunidad estaba regresando de su chapana aproximadamente a la una de la mañana. Estaba tranquilo, cuando de pronto escuchó el silbido del temible maligno: “fiiiiiiiiiiiiiin, fiiiiiiiiiiiiiiiiin”. Su cuerpo se 15

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estremeció de susto y aceleró su caminata. No pasaron ni diez minutos cuando volvió a escuchar el silbido: “fiiiiiiiiin, fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin”. Pero esta vez más cerca; estaba como a veinte metros de el. El maligno no venia muy alto, entonces don Sixto se escondió tras un tronco de lupuna. Cada vez más cerca, seguía silbando y persiguiendo al difunto. El desesperado difunto todavía iba bajo, casi caminando; seguramente había muerto recientemente (conforme va pasando los días de su muerte va subiendo al cielo). El pobre difunto lanzaba silbidos lastimeros. De pronto, don Sixto, escuchó que el difunto lanzaba gritos gangosos: “ayauuuuuuuu. Ayauuuuu. Auxiliooooo”. Miró con detenimiento y vio que, como dos perros en el piso, se revolcaban violentamente. Don Sixto, se armó de valor y dando pena al pobre difunto, quien pedía auxilio, sacó su correa y corrió hacia donde estaban. Sacando fuerzas de flaquezas, dio de correazos al maligno. El maligno, asustado, y seguramente con mucho dolor, lanzando un fuerte silbido, desapareció en la oscuridad de la noche; el difunto se levantó, se limpió de la tierra, y un tanto avergonzado, se fue por el bosque. Ese día, don Sixto, llegó a su casa como a las tres de la mañana. Se acostó y se quedó dormido. En su sueño, se le apareció el difunto, quien le agradeció por todo lo que había hecho: “gracias a ti no estoy en el infierno” –le dijo. Al cabo de un rato se le apareció el maligno para advertirle, que se cuidara y que agradezca que su correa fue de color negro, puesto que a ese color los espíritus malignos suelen temer. Al día siguiente, don Sixto, contó a su familia todo lo que había sucedido. Todos se sintieron muy orgullosos de él. También se enteraron que hacía dos días había fallecido su vecino. Los dos eran de Cuñumbuza. 16

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PUENTE SANTA MARTA Comentan en Huayabamba, en el puente Santa Marta, pena el espíritu de un hombre. Pues cuentan que, cuando se construyó, un alcohólico, indigente, fue enterrado en el cemento de una de sus bases. Los trabajadores, que hasta hoy viven, aducen que el crimen fue cometido por orden de los contratistas, para que el espíritu de dicho mendigo sea quien guarde el puente, de los malos espíritus. En octubre, mes de El Señor de los Milagros, don Miguel, viajaba con destino al distrito de Campanilla. El era chofer y tenía que traer de vuelta a Juanjuí, a cinco turistas búlgaros. En aquel recorrido sucedió algo terrorífico y espantoso. Al cruzar el puente de Santa Marta, cerca de la una de la mañana, se escuchó sonidos raros y voces parecidos a los aullidos de perros. Don Miguel algo asustado, decidió acelerar más el vehículo que debió marchar, raudamente frenó en seco. Entonces, con el vehículo parado, el hombre petrificado, comenzó a escuchar más voces, esta vez con más claridad y más cerca, al punto de sentirse rodeado. Sin escatimar esfuerzos se armó de valor y salió del carro pretendiendo avanzar, pero el miedo no lo dejó avanzar, pero el miedo no lo dejó caminar. Gritó fuerte, mas sus esfuerzos eran inútiles ya que nadie lo escuchaba. En la desesperación creyó ver a una señora vestida de negro, con el rostro cubierto por un pañuelo blanco. Don Miguel se 17

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emocionó y pensó que sería su salvación, mas en ese momento la mujer se convirtió en ánima espantoso que impresionó al chofer, desmayándolo. En ese momento apareció un camión que iluminó todo el puente, el ánima desapareció, asustada también. El chofer del camión auxilió a don Miguel, luego de encontrarlo en el suelo, empapado en sus espumas, llevándolo al hospital de Juanjuí donde se recuperó. En el hospital, en su proceso de convalecencia, don Miguel, soñó al chofer que lo salvó del ánima malvado, deambulando por el puente Santa Marta, avizorando si algún otro estaba en peligro. Cuando despertó, recordó al indigente alcohólico que fue enterrado en las bases del mencionado puente… a quien agradeció en una silenciosa oración.

MARUSHA, LA CURANDERA Se trata de un niño de tres años que no caminaba y que apenas hablaba. Al parecer padecía de un fuerte raquitismo: el niño no comía, estaba tan etequito, que su piel parecía pegarse en el hueso; lloraba continuamente y sufría de una terrible diarrea. Ya nada podían hacer para sanarlo, tampoco podían diagnosticar su mal. El padre pasaba malhumorado continuamente por causa del niño, que día a día iba acabándose y muriendo en vida. La pobre madre lloraba 18

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tanto y no podía hacer nada, al ver a su “wawa” en ese estado. El padre no quería saber de brujos ni curanderos, estaba perdiendo la paciencia con el infeliz niño y abiertamente pedía a Dios que mejor lo recogiera para que dejara de sufrir. Viendo esta dolorosa situación, un día, la abuelita, se compadeció y pidió a los padres que le permitieran que ésta la llevara a su casa, para que, en persona, se dedicara a su nieto. Así lo hicieron entonces. La abuela, con más experiencia y con más creencia en sus costumbres místicas, no esperó un día más y fue directo donde su comadre que curaba por medio de los espíritus. Comadre Marusha – le dijo- quiero que en la próxima sesión del viernes, veas a mi nieto, él está muy mal. Después de escuchar toda la vía crucis que el niño estaba pasando, la curandera o “Banquito”, como se les conoce en la selva a las personas que hacen de médium en estas sesiones espirituales, aceptó la proposición de la vieja abuela, invitándola para una siguiente sesión. Llegada la noche de la sesión, la abuelita acudió puntualmente llevando al niñito. Había varios pacientes sentados en el suelo haciendo un círculo. A la hora de comenzar el trabajo se apagaron los mecheros, dejando uno encendido al extremo de la habitación. La sala quedó en penumbra. Al centro del círculo, el “banquito”, se acostó boca arriba sobre una estera, concentrándose, después de relajarse brevemente. A un extremo, alguien movía las shacapas lentamente, acompasado, produciendo un sonido adormecedor y característico, en estos rituales. 19

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Al cabo de un rato, el rostro del “banquito”, cambió de expresión y se transformó. En ese momento se escuchó un rumor de voces, como una multitud que estuviera flotando en el espacio de la sala. Un ruido seco, seguida por una voz grave, se escuchó, utilizando el cuerpo del “banquito”: “buenas noches queridos hermanos” –fueron sus primeras palabras. Todos se sobresaltaron porque los agarró de sorpresa, “comencemos el trabajo” –dijo- “usted abuelita ¿qué es lo que desea?. La viejita explicó con detalle lo que padecía el niño, mientras el espíritu curandero lo escuchaba quedadamente. “Esta bien abuelita…vamos a curar al niño con tres sorbos (brebaje), que usted va a recibir en seis botellas. Las dos primeras serán para la diarrea, las dos siguientes para que tenga apetito y las otras dos restantes serán para que camine. Ahora quédese hasta el final, para recibir las dos primeras botellas. En la próxima sesión, venga a decirme cómo sigue el niño y se llevará las dos botellas siguientes. Vendrá a una tercera sesión y se llevará las dos últimas botellas. Así, habremos terminado el tratamiento y el niño no volverá a enfermarse hasta que llegue el día de su muerte. Dicho y hecho. Con las dos primeras botellas, el niño, quedó curado de la diarrea; las dos siguientes, le despertaron el apetito, que era capaz de comerse a la abuelita, cuando ésta no le daba a tiempo sus alimentos; con las últimas botellas, el niño, volvió a caminar. Todo ocurrió en menos de que cante un gallo, tal como lo predijo el espíritu del curandero.

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EL DIABLILLO DE MAMERTO Mamerto era un mosho eteco y manquisho de 25 años de edad y agricultor. Constantemente iba a su chacra llevando su fillullo machete a cultivar la hierba. Pero nuca había sentido que alguna vez se vaciarían sus músculos. Un día por la mañana, llegó a su platanal con la decisión de retornar de inmediato a su casa, en el distrito de Rumisapa; allí se quedaron su bolansho huinsho, un huambrillo medio buchisapo y patacala, y su mujer; a esperar los plátanos que conduciría para hacer posible en forma competa el almuerzo. Sin embargo, su larga demora hizo que se discriminara de la mesa del mediodía.

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- ¿Qué te pasó? – Le dijo su esposa tishuma a la hora de su arribo. - ¿Por qué retornas a esta hora sabiendo que ibas a traer lo que urgentemente necesitábamos? – Hemos comido maduro muro-muro y frejol mela-mela en lugar de inguiri. - Mira –replicó mamerto- arreglando su pantalón bolsacho, corté dos racimos de plátano y en el momento que me senté para cargarlos, me sentí un huayrauma, vi de mi cuerpo que salía yo. - ¿Cómo? –interrumpió la mujer- ¿De ti salías tú? - Si, te explico: vi que un hombre exactamente a mí, salía de mí y se ponía a caminar delante de mí, pero, en ese instante yo me quedaba desmayado, vano totalmente sin fuerzas… prácticamente sin músculos, como un poliomelítico y no podía levantarme. - ¡Dios mío! ¿Qué más? - Pues, a cierta distancia allacito, acacito nomás se paró y estuvo arado mucho tiempo, luego dio media vuelta y volvió a entrar en mí, entonces fue cuando recobrando mis fuerzas, pude levantarme con mi carga. ¡Sino no estuviera aquí! - ¡Santo Dios! –en ti hay un diablillo, alao ¿Y le puedes controlar? - ¡No! - ¡Ay, Dios mío! ¿y si sale ahorita y ya no vuelve a entrar? Te quedarías inválido para siempre.

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ÍNDICE

Presentación

Pág. 2

dedicatoria

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Yacumama

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El cazador y el chullachaqui

6

La leyenda de ayaymaman

7

El curumaman

8

La runa mula

10

El sacharuna

11

El conjuro del yacuruna

12

El maligno

14

Puente Santa Martha

17

Marusha, la curandera

18

El diablillo Mamerto

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