Cuentos cortos

Cuento: “Misterio en la biblioteca. Alguien estaba matando libros. Cada mañana aparecía un nuevo libro abierto en la bib

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Cuento: “Misterio en la biblioteca. Alguien estaba matando libros. Cada mañana aparecía un nuevo libro abierto en la biblioteca, con todas sus hojas completamente en blanco. Nadie sospechaba que el asesino era el malvado Zepo Rete, quien por la noche vaciaba los libros con un aspirador de letras. Luego las llevaba sigiloso hasta su guarida, donde con un increíble exprimidor de palabras elaboraba una especie de zumo mágico. Y es que Zepo Rete siempre había sido muy malo, pero también muy tonto, y cuando se enteró de que los libros hacían a las personas más listas, decidió exprimirlos para bebérselos, y así volverse listo. Pero los libros no se beben, ni se mastican, sino que necesitan ser leídos, y cuando Zepo Rete comenzó a beber sus zumos de libro, se llenó de historias y palabras que necesitaban ser leídas. Y las palabras, que sí son muy listas, descubrieron que solo podrían ser leídas si viajaban por el cuerpo hasta llegar a la piel de Zepo

Rete, que se convirtió en un inmenso tatuaje lleno de miles de letras. Probó con cientos de jabones y lejías antes de descubrir que la única forma de quitarse las letras era leyéndolas. Así que, aunque no quería leer ni una palabra, no le quedó otro remedio, y leyó su propia piel durante semanas y semanas para librarse de todos aquellos libros que había matado. Entonces, ¿así es como terminó el misterio del asesino de libros? ¡Nada de eso! Aún

hoy cada mañana sigue

apareciendo un nuevo libro vacío en la biblioteca, sin que nadie sepa cómo ni por qué. ¿Lo adivináis? Pues sí, sigue siendo Zepo Rete, que continúa

aspirando

sus

letras

y

bebiendo

su

zumo, pues ha descubierto que nada le gusta más que leer todos esos libros sobre su piel. Y, como es verdad que se ha vuelto mucho más listo, sigue exprimiendo libros cada noche sin que nadie le pille...

En busca del peor libro del mundo Huno odiaba los libros y el mundo. Estaba enojado porque alguna vez le obligaron a leer, y buscaba su venganza lleno de rabia. Por eso, cuando se enteró de que en una antigua biblioteca se ocultaban los peores libros del mundo, decidió no parar hasta encontrarla. Pensaba hacerse con el peor de todos, para obligar a leerlo a todos sus enemigos, y a todo el mundo. Viajó por todas partes revisando libros y mapas, visitando antiguas

ruinas, siguiendo pistas mágicas y enigmas

misteriosos.

Escapó

contrabandistas,

de

encontró

ladrones pergaminos

de

tumbas

y

perdidos, cruzó

islas y volcanes hasta que, finalmente, descubrió la antigua y abandonada biblioteca. Ninguno de los cientos de libros que encontró allí tenía título. Tendría que empezar a leerlos para elegir el peor, y Huno abrió el primero. Era un libro de aventuras. Como a Huno le gustaba todo lo que tuviera que ver con viajes y aventuras, leyó varias páginas seguidas. Para

cuando se dio cuenta de que aquel no podía ser el peor libro del mundo, estaba tan metido en la historia que ya no pudo dejar de leerlo. Al día siguiente Huno tomó otro libro que atrapó su imaginación aún más que el anterior, tal y como ocurrió también un día después. Y así, cada día, tomaba un libro con la esperanza de encontrar el peor libro del mundo, pero terminaba leyendo un apasionante libro de aventuras hasta bien entrada la noche. Pasó varios años leyendo, disfrutando tanto que llegó a olvidar por qué estaba allí, hasta que encontró, casi escondido, un libro distinto. Cuando lo abrió, leyó la única frase escrita en la primera hoja: “Este es el peor libro del mundo” ¡Por fin! ¡Lo había encontrando! Impaciente, pasó la página para empezar a leer. Pero la página estaba vacía, y también la siguiente, y todas las

demás

hojas

del

abandonadas, esperando

libro. tener

Al una

verlas

así,

historia

que

contar, Huno sintió una gran pena. En el fondo, tenía tantas ganas de seguir leyendo que comprendió que era verdad que solo un libro sin escribir podía ser el peor libro del mundo. Pensó entonces que había llegado su momento y, tomando la pluma,comenzó a escribir todas sus aventuras para llenar aquellas páginas en blanco. Escribió durante días y días, dando lugar a un libro increíble. Pero no le puso título y, cuando terminó, lo colocó entre los demás y fue a comprar un libro vacío. De vuelta en la biblioteca, escribió la primera hoja del libro vacío: “Este es el peor libro del mundo” y lo dejó como él lo había encontrado. Y salió de allí esperando que el próximo visitante de aquella mágica biblioteca contar.

tuviera

una

apasionante

historia

que

Las palabras viajeras La primera palabra que existió no sabía viajar. La pobre vivía sola, encerrada en una cabecita. Aparecieron más palabras, y tampoco sabían viajar. Hasta que un día conocieron una boca y le pidieron ayuda. La boca escogió a una y sopló con gran fuerza. Y aquel fue el primer viaje de una palabra, y la elegida fue “mamá”. Muchas otras palabras aprendieron a viajar así. Saltaban felices de las bocas a las orejas volando a través del aire. Pero pronto se dieron cuenta de que nunca llegaban muy lejos. Como mucho, con el mayor de los gritos y el viento a favor, algunos cientos de metros ¿Cómo iban a conocer así el mundo con lo grande que es? Pasaron años y años antes de que conocieran a unas chicas increíbles. Eran 27 amigas que se hacían llamar Letras, y se ofrecieron a vestir a cada palabra de forma distinta, para que al viajar se las reconociera fácilmente. Ellas no sabían volar por el aire, pero conocían al señor Lápiz, capaz de pintar cualquier cosa en cualquier sitio. Sin embargo, Lápiz nunca encontraba buenos lugares para que

las palabras viajaran, y a menudo escribía sobre rocas y árboles que nadie podía mover, dejando a las palabras allí atrapadas para siempre. Y entonces, cuando las palabras estaban a punto de rendirse

y

aceptar

que

nunca

podrían

viajar

lejos,

conocieron al señor Papel. Era ligero y se movía rápido, pero aguantaba firme mucho más que el aire. Era la forma perfecta de viajar. Y así en el papel el lápiz escribió letras, que formaron palabras, que pudieron viajar al otro lado del mundo sin perderse. Y lo que en un principio solo había en la cabeza de unas personas pudo llegar a muchas otras a las que ni siquiera conocían, inventando una maravillosa forma de hacer viajar las palabras que cambiaría el mundo para siempre: la lectura.

El inventor de monstruos Ramoncete no quería aprender a leer. Tantas letras juntas le parecía un aburrimiento enorme, y no terminaba de entender por qué todos los mayores y muchos otros niños, disfrutaban tanto con la lectura. Él miraba las letras y no veía nada interesante, a él que tanto le gustaban las historias de monstruos y bichos terribles. Un día paseaba por la tienda de disfraces de don Mostrocho. Le encantaba aquella tienda, porque don Mostrocho era capaz de inventar los monstruos más alucinantes, y cada año tenía muchos nuevos monstruos, ¡con lo difícil que era sólo inventar uno nuevo! Aquel día el dueño de la tienda leía, y a Ramoncete le llamó la atención: - ¿Por qué lee tanto? ¡si los libros no dicen nada interesante! - ¿Cómo que no? - respondió don Mostrocho. - Pues claro, no dicen nada de monstruos ni bichos- añadió el chaval.

- ¡No puedo creerlo! - exclamó sorprendido el tendero¿Aún no te he contado mi secreto? Entonces don Mostrocho tomó el libro que estaba leyendo y se lo enseñó a Ramoncete. - ¿Qué ves aquí? El niño comenzó a leer con cierta dificultad y desgana. - ¡No, no! , así no. Tienes que mirarlo todo. Si quieres puedes alejártelo un poco, o incluso darle la vuelta. ¿No ves algo diferente? Al momento Ramoncete lo vio: ¡las líneas y letras de aquella página formaban un gran dibujo que le recordaba a un dinosaurio!, y una enorme sonrisa se dibujó en su cara. Comenzó a pasar las hojas y descubrió muchas otras figuras en cada página, según se largaban y acortaban las líneas, al derecho, de lado y al revés, y sin dejar de imaginarse que podían ser monstruos, animales o fantasmas...

- Ahora ya sabes cómo invento tantos monstruos- dijo don Mostrocho guiñándole un ojo.- Lo único que tienes que hacer es leer la página, y luego mirarla para descubrir el monstruo que esconde. ¿Sabías que casi todas tienen algo especial? sólo hay que saber verlo. Ramoncete se despidió ilusionado con su nuevo descubrimiento, y desde aquel momento era raro no encontrarle con un libro en la mano, buscando las figuras que escondía, y sin siquiera darse cuenta de las miles de cosas nuevas que aprendía, cada día, a través de sus libros. Y



¿has

encontrado

algo

escondido

en

cuento?... y no olvides que puedes darle la vuelta

este

La palabra salvaje Érase una vez un reino que sufría el ataque continuo de ogros, brujas y dragones. Solo podían defenderse con la valentía de sus soldados, pues desde la muerte del gran mago, nadie había sido capaz de leer los hechizos del libro mágico. Estos eran muy poderosos, pero tan peligrosos, que un pequeño error en su pronunciación podría ser terrible. Por eso el mago antes de morir protegió el libro con la más difícil de las palabras salvajes, que son aquellas que nunca antes han sido bien leídas. Esperaba así encontrar un digno sucesor, alguien capaz de utilizar la magia sin hacer daño. Por eso desde pequeños los niños de aquel reino podían elegir entre prepararse para ser soldados o magos. Pero mientras el entrenamiento de los soldados estaba lleno de ejercicio y aventuras desde el primer día, el de los magos obligaba a estudiar y leer durante mucho tiempo antes de enfrentarse al gran libro y su palabra salvaje. Y de los pocos que terminaron su preparación,

ninguno consiguió leer y comprender correctamente aquella misteriosa palabra. Marko era uno de los niños que debería elegir aquel año. Como la mayoría, solo pensaba en ser soldado. Pero justo el día anterior a su decisión, el reino sufrió un terrible

ataque

y

pudo

ver

cómo

el

enemigo

derrotaba con facilidad incluso a los soldados más fuertes y valientes. A pesar de que cada vez había más y mejores soldados, nunca habían estado tan cerca de perder la guerra. Hacía falta un gran cambio, y Marco comenzó por él mismo: se prepararía para ser mago. El primero en intentarlo en años. Tal y como esperaba, el comienzo fue difícil. Aprender letras que no significaban nada. Luego juntarlas sin ver ningún resultado. Después crear las primeras palabras, tan fáciles de decir que las sabría hasta un bebé, pero mucho más

difíciles

de

leer. Hasta

que

finalmente, cuando

comenzaba a desanimarse, empezó a comprender frases y palabras, y pudo leer sus primeros libros, y consiguió el acceso a la gran biblioteca.

Allí encontró muchos libros que ya no eran cosa de bebés. Hablaban de cosas más bonitas y sorprendentes, de las que nada sabían los niños de su edad que se preparaban para las batallas. Y hablaban también de batallas, de las que Marko leyó tanto que se convirtió en un experto. En aquellos libros aprendía tantas cosas, que no paraba de leerlos uno tras otro. Y Marko, siendo apenas un niño, empezó a darse cuenta de que sus libros le estaban convirtiendo en uno de los mayores sabios del reino. Pronto comprendió que nadie había sustituido al gran mago porque estaban tan ocupados aprendiendo a luchar que

apenas

dedicaban

tiempo

para

aprender

a

leer

correctamente. Y pensó que había llegado el momento de enfrentarse a la palabra salvaje. Hacía años que nadie lo intentaba y todos acudieron emocionados a la gran plaza. Marko abrió el libro y por fin vio la palabra:“Hiktrikostakuntijagoni“. Marko reconoció la palabra inmediatamente y sonrió de oreja a oreja ¡Qué fácil! ¡Y qué listo había sido el mago! Aquella palabra no significaba nada por sí misma. Solo era

el título de uno de los libros más raros y escondidos que había en la biblioteca, uno que le había encantado a Marko. Un libro lleno de palabras raras que explicaba las mejores técnicas de lucha contra ogros, brujas y dragones, con sus puntos débiles y todo lo necesario para derrotarlos fácilmente. Marko corrió a buscarlo a la biblioteca y descubrió un mensaje oculto en su última página: “Yo, el Gran Mago, te nombro a ti, seas quien seas, mi sucesor. Y comparto contigo el mayor de mis secretos: nunca fui mago. Todo el poder que tuve vino de lo que aprendí en estos libros, como lo has hecho tú. Este libro solo completa ese poder ayudándote a parecer mágico, pues los brutos soldados no seguirían a un simple sabio, pero sí a un poderoso mago.” Marko aquellas

comprendió palabras

entonces

para

raras. No

eran

qué más

servían

todas

que

falsos

hechizos, un simple truco para conseguir un líder sabio. Y así fue como Marko, el mago que nunca fue mago, llegó a dirigir a los soldados del reino hacia la

victoria, y a vivir mil y una aventuras gracias a la sabiduría que descubrió en los olvidados libros de una biblioteca.