Crisis económica de 1929 a 1932: El crack de 1929 tuvo claros precedentes en Europa y también en EEUU. En 1927 se

Crisis económica de 1929 a 1932 El 24 de octubre de 1929 se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva York, qu

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Crisis económica de 1929 a 1932 El 24 de octubre de 1929 se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del mundo. Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de pagos internacionales. La Gran Depresión, también conocida como crisis del 29, fue una crisis económica mundial que se prolongó durante la década de 1930, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Su duración depende de los países que se analicen, pero en la mayoría comenzó alrededor de 1929 y se extendió hasta finales de la década de los años treinta o principios de los cuarenta. Fue la depresión más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a mayor número de países en el siglo XX. En el siglo XXI ha sido utilizada como paradigma de hasta qué punto se puede producir un grave deterioro de la economía a escala mundial. La llamada Gran Depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de octubre de 1929 (conocido como crac del 29 o Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo. La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron la renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios. El comercio internacional descendió entre un 50 y un 66 por ciento. El desempleo en Estados Unidos aumentó al 25 por ciento, y en algunos países alcanzó el 33 por ciento.1 Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria de la construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas, que alcanzó aproximadamente un 60 por ciento. Ante la caída de lademanda, las zonas dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de empleo, fueron las más perjudicadas. Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus efectos negativos en muchas zonas duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La elección de Franklin Delano Roosevelt como presidente y el establecimiento del New Deal en 1932 marcó el inicio del final de la Gran Depresión en Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior, a principios de la década de 1930, y el aumento de las dificultades económicas, propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolf Hitler al poder. El crack de 1929 tuvo claros precedentes en Europa y también en EEUU. En 1927 se produjo la caída del mercado de valores de Alemania, en 1928 esto se repite en Gran Bretaña, y en febrero de 1929 en Francia. El carácter espectacular del hundimiento de la Bolsa de Nueva York no debe eclipsar, sin embargo, otro tipo de manifestaciones que dan cuenta de la difícil situación por la que atravesaba el capitalismo.

En diciembre de 1928, la poderosa industria del acero de Renania- Westfalia había hecho suspensión de pagos y provocó una fuerte recesión en toda Alemania. Los signos que precedieron al colapso en EEUU fueron contradictorios. Por una parte, el mercado de valores conoció una actividad febril, con fuertes beneficios y un incremento sostenido de los precios de las acciones. Por otra parte, de Europa, y de la misma economía estadounidense, provenían signos inequívocos: la caída de la construcción (debido en gran medida al menor ritmo de inmigración); la debilidad del índice de producción industrial daba también señales claras de una inminente recesión. La deflación, la caída de la producción, la acumulación de stocks, el desempleo masivo, la contracción del comercio mundial y la ruptura del sistema de pagos internacionales marcaron la coyuntura en la mayoría de países capitalistas avanzados. El paro superó los 12 millones en EEUU, siete millones en Alemania y tres millones en Gran Bretaña. La producción industrial cayó entre 1929 y 1932 un 38 por ciento a escala mundial, y un 50 por ciento en EEUU. Galbraith («El crac del 29», 1955) distingue entre el crac propiamente y lo que él llama la «Gran Crisis», período este último que se prolonga hasta 1939. Las explicaciones de las causas de la crisis son variadas y complejas, si bien coinciden en la conjunción de diversos factores económicos y sociales, y que, a su vez, se influenciaron recíprocamente. Las consecuencias que produjo el tratamiento de la crisis fueron absolutamente trascendentales, hasta el punto que los historiadores más prestigiosos la responsabilizan directamente de la II Guerra Mundial. Las medidas económicas adoptadas en la mayoría de países produjeron un fraccionamiento de la economía mundial y un fuerte impulso de la autarquía. Se constituyeron bloques monetarios liderados por EEUU, Francia y Gran Bretaña. La fragmentación del comercio mundial afectó de desigual forma a los grandes países. Mientras que Francia y Gran Bretaña pudieron reorientar su comercio hacia sus respectivos imperios coloniales -EEUU lo hizo hacia América Latina-, Alemania, Italia y Japón, por su parte, se volcaron en programas de rearme de gran alcance, en un contexto de tensiones crecientes en el sistema internacional. Esta crisis marcó asimismo el fin de la ilusión acerca de la capacidad del capitalismo para autorregularse, dando paso, bajo distintas modalidades, a la intervención masiva y directa del Estado en los procesos de reproducción económicos. 1. Causas de la Gran Depresión Han sido muchas las posturas tomadas por los especialistas en la elaboración de hipótesis que conduzcan a establecer las causas de la gran depresión de los años treinta. La teoría económica marxista ha hecho hincapié en el análisis de las grandes crisis del capitalismo achacándolas a la descoordinación entre producción y consumo. La sobreproducción ha estado siempre en el punto de mira de los historiadores de este período, como Nogaro, como clave explicativa de la crisis del 29. Para Nere, en cambio, la sobreproducción es un mito ideologizado y no explica todas las posibilidades causales.

Trataré de elaborar en este epígrafe una síntesis de los factores que causaron la crisis de los años treinta. Estos factores son: La sobreproducción, el desorden monetario y la desigual y relativa recuperación económica. 1.1 La Sobreproducción La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo en los Estados Unidos, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las economías europeas. Las causas de la sobreproducción son:  Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5 por 100 de la población recibía la tercera parte de la renta nacional.  Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a mantener unos precios pactados de antemano.  Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más lentamente que los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los campesinos ( importante clientela de la industria.  La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de algunos países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el desenfreno productivo de los Estados Unidos. El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes invendidos y la consiguiente baja de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929. 1.2 El desorden monetario Los momentos de expansión exigen una sensibilidad monetaria y el funcionamiento de un sistema monetario que organice los intercambios desde un centro financiero mediante una divisa hegemónica. Pues la relativa expansión de los años veinte se caracterizó por el marasmo monetario, la pérdida del patrón oro y la excesiva dependencia financiera de los Estados Unidos, convertidos en los principales acreedores y con Wall Street como el centro financiero más importante del mundo. La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad. En la conferencia de Génova (1922) se revisa el sistema del patrón oro clásico, y se establece el empleo de divisas claves (el dólar y la libra), junto con el oro, para respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales.

1.3 La Desigual y Relativa Recuperación Económica A partir de 1924 se produce una tendencia al alza en le economía mundial, favorecida por la coyuntura política. Pero de hecho, puede afirmarse que únicamente los Estados Unidos tuvieron una clara recuperación, sustentada en la expansión del consumo de masas de dos sectores nuevos: los electrodomésticos y el automóvil. El resto de países capitalistas, experimentó tan solo una relativa recuperación. Al mismo tiempo aparecen, signos de desequilibrios económicos: por un lado, hay un estancamiento de sectores industriales tradicionales, como el ferrocarril, la siderurgia, el algodón y el carbón. Por otro, la agricultura sufrió una crisis que se traducía en la acumulación de stocks (debido al aumento de la producción mundial al recuperarse la agricultura en los países destrozados por la guerra) y el descenso de los precios. Finalmente, hay que hablar de una disminución del comercio a causa de las medidas proteccionistas norteamericanas y europeas a partir de 1922. 2. Los años difíciles de la Posguerra (1919-1924) En la inmediata posguerra el sistema capitalista tenía que redefinirse de acuerdo con las nuevas circunstancias: La hegemonía norteamericana y la revolución socialista en Rusia. Hasta entonces los países ricos (Francia, Inglaterra y Alemania) importaban más que exportaban aunque compensaban el déficit de la balanza comercial con los intereses de los créditos dados a los países menos ricos, productores de materias primas. La situación permitía un equilibrio económico, ya que los no industrializados podían vender a los industrializados las materias primas y, con ello, pagar sus deudas y obtener divisas para comprar los productos manufacturados y de consumo que necesitaban. Tras la guerra, los Estados Unidos se negaron a desarrollar la misma política económica y cerraron sus fronteras a los productos europeos, impidiendo de esa forma a los países deudores obtener dólares con que pagar sus deudas. El equilibrio se rompe. El oro fluye hacia Norteamérica y los capitales americanos se invierten en Europa, pero sin que ello permita una recuperación de la economía europea. Se creía que, al igual que antes de la guerra, los países fuertes tenían que tener una moneda estable y todas las naciones se afanaban por conseguirlo volviendo al patrón oro. Sin embargo, las nuevas circunstancias lo hacían difícil. En 1920 se registra una primera crisis, que hace aparecer el paro en países que habían perdido una gran cantidad de hombres en la guerra. Las causas son complejas y se han apuntado, entre otras, las barreras aduaneras surgidas en Europa con la aparición

de nuevos países, que entorpecían el comercio; la carga que para Alemania suponían las reparaciones de guerra, que repercutían en el equilibrio económico europeo, y el desorden monetario que había favorecido la especulación. Pero, sobre todo, está el hundimiento del comercio internacional, que se produce cuando algunos países dejan de comprar al agotárseles las reservas y, otros, al no necesitar comprar ya más por tener sus necesidades satisfechas. Además el Tesoro norteamericano anunció que no concedería más préstamos ni anularía las deudas de guerra, en una política claramente deflacionaria. Las soluciones adoptadas para salir de la crisis fueron dispares: Unos países siguieron con medidas inflacionistas, como Alemania y Francia, cuyas economías, aún débiles, no les permitían tomar otras soluciones y dejaron que la inflación aumentara. Otros, en cambio, como es el caso de Estados Unidos e Inglaterra decidieron controlar la situación con medidas deflacionarias, que se tradujeron en un descenso de la producción y en un aumento del número de parados. Al cabo de algo más de un año la economía se restableció, pero sin volver a alcanzar el nivel de 1913. 2.1 La Prosperidad Parcial (1924-1929) En 1924 la crisis se da por superada y se entra en una fase de euforia económica. Algunos países vuelven a la paridad oro, como Inglaterra, en 1926. Otros, como Francia, estabilizan su moneda, consiguiendo con eso, al menos, crear un clima de confianza en el país. Los índices de producción alcanzan los niveles de 1913. En Alemania se asiste a una cierta recuperación económica, acompañada de una revisión de las reparaciones de guerra. La coyuntura económica favorable repercute en las relaciones internacionales, y la armonía entre los países (Locarno, pacto Briand-Kellog) repercute, a su vez, en la marcha de la economía. Nadie parecía encontrar preocupante que los precios agrarios hubieran entrado en una depresión de la que ya no saldrían hasta 1929. Al mismo tiempo los dólares americanos invaden Europa en busca de todo el que necesite crédito. Junto con sus capitales, Norteamérica exporta también su estilo de vida. Pero desde la perspectiva actual es posible ver una serie de sombras sobre ese panorama en apariencia brillante. En primer lugar, la recuperación no afectó de la misma forma a todos los países.

3. El Crac de Wall Street 3.1 Las Causas del Crack de 1929. La Especulación La principal causa del crac de la Bolsa de Nueva York fue la especulación. Los años veinte fueron buenos para los Estados Unidos, como dice Galbraith, los más ricos se enriquecieron mucho más deprisa que los pobres dejaron de serlo. Además los norteamericanos desplegaron un asombroso afán de enriquecerse rápidamente y con un mínimo esfuerzo. El ánimo especulativo fue creciendo día a día, y en el caso de Florida, donde hombres del norte se lanzaron a comprar terrenos que aumentaban de valor sin motivos aparentes, es una prueba de ello. La especulación llegó a la Bolsa gracias a las normas de Wall Street y por el alza que durante la década de los veinte se produjo en las acciones ordinarias. Los negocios eran rápidos y beneficiosos. Había muchos pequeños ahorradores que decidieron invertir, e hicieron de ello su forma de vida. Los agentes de bolsa prestaban a sus clientes tomando como garantía los propios títulos comprados, y, a su vez, pedían prestado a los bancos para comprar esos títulos, pues con las ganancias de la bolsa se podía pagar los créditos y sus intereses. Una situación de esta índole no podía continuar indefinidamente, ya que dependía exclusivamente del alza de la bolsa, y ésta era ficticia, fruto exclusivo de la especulación y del mantenimiento de la creencia de que la economía de los Estados Unidos era inquebrantable. La especulación, sin relación con la actividad económica real, llevó la bolsa a la quiebra. ¿Cómo y por qué se mantuvo esta situación especulativa? Las razones son varias: · La inflación monetaria, que dio como resultado una política de dinero barato y facilidad de créditos. · La estructura bancaria, que estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya supervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa. Prestaban casi siempre a corto plazo con un interés del 12 por 100, cuando ellos obtenían créditos de la “Federal Reserve” al 5 por 100. El negocio era bueno, pero los bancos dependían mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores. Además no existía control estatal ninguno sobre los bancos. · La existencia de compañías de “cartera”, que poseían abundantes acciones y estaban interesadas en la subida de las cotizaciones. · La psicología de las masas, convencidas de que el sistema era infalible, alentadas, por capitalistas sin escrúpulos y políticos que no sabían o no querían acabar con ese estado de cosas.

3.2 El Crack de la Bolsa de Nueva York La economía entra en 1929 en un período de serios problemas y, en un momento determinado, con las circunstancias especulativas descritas anteriormente en marcha, esos trastornos se muestran violentamente en Wall Street. En los días finales de septiembre y principios de octubre de 1929 las cotizaciones fueron buenas y malas, pero aún se hacían buenos negocios. A partir del 19 de octubre la situación empezó a ponerse difícil, pero el jueves 24 no estalló el pánico en la Bolsa de Nueva York: ese día se pusieron a la venta 12.894.650 acciones y la demanda fue casi nula; el descenso de las cotizaciones osciló entre 12 y 15 enteros. Un grupo de banqueros y hombres de negocios intentaron frenar la caída comprando acciones; gracias a ello el viernes y el sábado parecía que se iba a detener la baja, pero el lunes 28 comenzó el desastre, el índice del Times bajó 49 enteros y fue el más desastroso de la história de Wall Street: se ofrecieron a la venta 33 millones de títulos y los índices bajaron de nuevo. 4. Los Años de Depresión. Su extensión Geográfica La bancarrota dio al traste con la capacidad adquisitiva de los consumidores, con las inversiones en los negocios y con la solvencia de los bancos y de las empresas. Después de la Gran Bancarrota, vino la Gran Depresión; primero la eutanasia de los ricos, y después, la de los pobres. En 1933 casi la cuarta parte de todos los trabajadores norteamericanos estaban sin empleo. La producción PNB (producto nacional bruto) había bajado un tercio. Quebraron unos nueve mil bancos. En junio de 1930, las cosas iban de mal en peor. 4.1 La Depresión en los Estados Unidos El modelo económico de los Estados Unidos, basado en la especulación, se viene abajo al estallar la crisis de Wall Street. La crisis del 29 genera en cadena una serie de quiebras que configuran la llamada gran depresión, que tocaría fondo allá por el año 1933, y que, en síntesis, son las siguientes:  Quiebra bancaria. Ya hemos visto la dependencia de los bancos respecto a la Bolsa en relación con los préstamos a los agentes. Esto hace que el crac del 29 produzca el hundimiento y debilitamiento del sistema bancario. Entre 1929 y 1932 quebraron 5096 bancos. Este derrumbamiento restringió los créditos.  Quiebra de empresas comerciales e industriales. Consecuencia de la restricción de créditos fue la quiebra de más de treinta mil empresas, lo que trajo consigo el descenso de las tasas de inversión y la disminución correspondiente de la renta nacional.

 Aumento considerable del paro, cuyo porcentaje más alto se alcanzó en 1932. Esto determinó la disminución del consumo y el consiguiente aumento de los stocks. Los productores y vendedores no aumentaron sus existencias.  Reducción de los precios. La acumulación de stocks provocó un descenso apreciable de los precios, más en el sector agrícola que el industrial. Con el fin de frenar esta caída se reduce voluntariamente la producción. 4.2. La Extensión de la Crisis El peso de la economía de los Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la crisis se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar capitales, lo que motivó quiebras bancarias en Alemania y Austria y tensiones en la economía británica. La caída de precios norteamericanos obligó a los países europeos a rebajar los suyos para hacerlos competitivos y dar salida a sus stocks. Pero el descenso del poder de compra de los Estados Unidos y su posterior proteccionismo cerraron aún más el mercado mundial.  En Europa, y en general en el mundo, la crisis fue similar a la americana: desplome de las cotizaciones de Bolsa, descenso de los precios, sobretodo los agrícolas, caída de los créditos y de las inversiones, hundimiento de la producción industrial y aumento del paro.  En Alemania, el crecimiento de los años veinte se debía a los préstamos exteriores de los Estados Unidos. La crisis del 29 hizo que los capitales se fueran retirando de Alemania, lo que produjo la reducción de la inversión y, por consiguiente, de la producción industrial en cerca de 58 por 100. El paro afectó a más de 6 millones de trabajadores y la agricultura quedó al borde del colapso. Ante esta situación el gobierno excluyó la devaluación por temor a una nueva inflación y escogió la deflación.  En Francia la crisis afectó a partir de 1931, año en que las exportaciones descendieron a la cuarta parte. El desempleo no llegó a alcanzar las altas cotas de Inglaterra y Alemania, gracias a la marcha de muchos emigrantes que habían llegado en los años anteriores y a la reducción del número de horas de trabajo. El descenso de los precios permitió a los trabajadores industriales mantener el poder adquisitivo, aunque sus salarios bajasen, pero las rentas de los que vivían de la agricultura se vieron drásticamente reducidas. El gobierno optó por aplicar una política deflacionaria.  Después de 1929 Inglaterra sufrió el impacto de la crisis mundial, y las exportaciones, que ya estaban estancadas, se vieron más afectadas debido a la contracción de la demanda en el mundo entero. Pero a pesar de este estancamiento económico, que mantuvo e incluso aumentó el paro, Inglaterra no vio alterarse demasiado la situación política y social.  En España la crisis paralizó las obras públicas emprendidas por la dictadura de Primo de Rivera, provocando una disminución de la producción y, posteriormente, el cambio político, con la llegada de la República acentuó la crisis a causa de la fuga de capitales.  En las economías dependientes, esto es, en las áreas coloniales con dependencia directa de las metrópolis y en los países políticamente independientes pero de gran dependencia neocolonial, la crisis de los años treinta tuvo una gran

repercusión. Los intercambios coloniales (materias primas por productos manufacturados) se hunden al disminuir el consumo en las grandes potencias, y surge el problema de la sobreproducción. Las políticas proteccionistas y la repatriación de capitales contribuyen a ensombrecer más el panorama en esas zonas. Iberoamérica, por su gran dependencia de la economía de Estados Unidos es la que sufre con mayor fuerza la repercusión de la crisis. El deterioro de la situación económica llevó la inestabilidad política a Cuba, Brasil, Uruguay, Chile y Ecuador. 5. Consecuencias de la Crisis 5.1 Consecuencias Sociales a) El paro. Constituye la primera y más terrible consecuencia de la gran depresión. En 1932 había en el mundo 40 millones de desempleados. En los Estados Unidos, el paro total y el paro parcial: el primero va acompañado de mendicidad, enfermedad y hacinamiento en la Ciudades de lata (llamadas Hoovervilles irónicamente en Estados Unidos) y en los arrabales de las grandes ciudades; el paro parcial, aunque menos dramático también afectó a la vida diaria. En los Estados Unidos se calcula que el 63 por 100 de los trabajadores industriales estaban contratados a tiempo parcial, con lo que los salarios, ya de por sí bajos, se convertían en salarios de hambre. La juventud sufrió con mayor dureza aún esta situación, pues la búsqueda de un primer empleo sé hacia totalmente inútil y los centros docentes no podían soportar la prolongación de la escolaridad. b) Descenso demográfico. Se produce por la disminución de la nupcialidad, la natalidad y las migraciones, unida al aumento de la mortalidad infantil y senil. Los distintos regímenes políticos establecieron distintas medidas demográficas para afrontar la crisis; las democracias liberales tendieron a restringir la natalidad para paliar los efectos sociales de la crisis (paro), mientras que los regímenes totalitarios, sobre todo el alemán, fomentaron el crecimiento de la población por razones ideológicas. En cuanto a las migraciones, los Estados Unidos se negaron a la entrada de emigrantes. En este aspecto la crisis también contribuyó a cambiar el statu quo imperante en el mundo. c) Desigualdad en la estructura social. La crisis acentuó las desigualdades sociales, pues aunque se produjeron importantes quiebras en sus negocios, los patrimonios personales de los ricos no mermaron mucho, mientras que la depresión afectó de lleno a las clases medias y bajas. La burguesía media y pequeña (rentistas, profesionales liberales, medianos y pequeños comerciantes) sufrieron de manera muy especial los embates de la crisis, empobreciéndose y proletarizándose. Muchos buscaron la solución en los fascismos. Pero sobre quien más recayó el peso de la crisis fue sobre el proletariado, que incluso llegó a subdividirse en estratos diferentes según fuera industrial, rural, parado, semiparado o con trabajo fijo.

5.2 Consecuencias en las Teorías Económicas La doctrina del liberalismo económico salió malparada de la crisis, pues ésta supuso la necesidad de la intervención del Estado en la economía, Idea opuesta al liberalismo. La fórmula de intervención estatal fue propuesta por John Maynard Keynes en su “Teoría general de la ocupación. El interés y el dinero”. Las medidas keynesianas establecían la corrección del sistema capitalista mediante la intervención del Estado para incrementar el consumo y la inversión; además propugnaban la ayuda a empresas expansivas, el fomento de obras públicas por el Estado y el proteccionismo. Las teorías de Keynes no alcanzaron plena vigencia hasta después de la Segunda Guerra Mundial. El intervensionismo se puso en práctica mediante la aplicación de diferentes métodos, tales como: medidas monetarias, acción sobre los salarios y los precios, proteccionismo, fomento de la política de austeridad, autarquía, desarrollo del sector público,... según los casos y los distintos países. 5.3 Consecuencias Políticas Puede decirse que a partir de 1930 se plantea una crisis de los partidos socialdemócratas, que tuvieron que transformar sus principios y preparar los planteamientos ideológicos que surgirían tras la Segunda Guerra Mundial. El triunfo del comunismo en Rusia y la creación de la III Internacional habían desplazado al socialismo a posiciones más moderadas; en la crisis estos partidos socialistas tuvieron que colaborar con el capitalismo y renunciar a algunas de sus conquistas sociales. De esta forma, la separación entre socialismo y comunismo se hace más manifiesta. Pero la consecuencia política más importante de la crisis va a ser, sin duda, el auge que alcanzaron los movimientos fascistas y la ascensión de otro partido de este talante al poder: el Nacional-Socialista en Alemania. 6. Las Soluciones a la Crisis Hubo una primera respuesta a la casi común a todos los países: la política deflacionista, que establece restricciones al crédito y a las importaciones. Esta política tenía como objetivo preservar el equilibrio de los intercambios exteriores y defender la moneda. Se ponen en marcha medidas proteccionistas: control de cambios y fijación de contingentes de importación. Todas estas restricciones estaban condenadas al fracaso, pues eran difícilmente soportables en el ámbito social. La llegada de nuevos equipos al poder, que se dieron cuenta de la necesidad de cambiar de rumbo, propicia la devaluación de las monedas (con excepción de Alemania), así como el relanzamiento de la producción y el consumo gracias al crédito del Estado.

El carácter opuesto de estas dos medidas (deflación y devaluación) provocó la larga duración de la crisis. La falta de solidaridad entre las naciones perpetuó aún más el marasmo. La conferencia de Londres de 1933 demostró que cada una de las naciones iba a intentar solucionar sus problemas sin contar con la participación de las demás: la frase exportar la crisis es la más explícita en este aspecto. Es conveniente analizar dos modelos básicos de superación de la crisis: el New Deal en los Estados Unidos y la autarquía en Alemania. 6.1 El Modelo Norteamericano. El New Deal Tras el fracaso de la administración Hoover (1929-1933) para salir de la crisis, los demócratas ganan las elecciones presidenciales en la persona de Franklin D. Roosevelt, que implanta una política innovadora para reactivar el consumo y la inversión y, para erradicar los males que había padecido la economía norteamericana; se trataba del llamado New Deal. En realidad hubo dos New Deal: el primero se refiere, a medidas económicas, mediante leyes elaboradas en la primavera de 1933; el segundo, a medidas sociales, a partir de 1935. Estas son algunas de ellas:  En el campo de las finanzas. Se intentó enderezar la situación monetaria y crediticia, para ello:  Se prohíbe el atesoramiento y las exportaciones de oro.  Se devalúa el dólar con el fin de hacer subir los precios en le interior y favorecer las exportaciones.  Se toman una serie de medidas para proteger los depósitos bancarios (creación de un seguro sobre los depósitos bancarios) y evitar la concesión de créditos destinados a la especulación en la bolsa.  En el sector agrícola, a la política de almacenamiento iniciada por Hoover, Roosevelt añade la de limitación de cosechas. Mediante la Agricultural Adjustement Act se indemniza a los campesinos que reduzcan las superficies cultivadas. Con ello se persigue la disminución de excedentes, aunque no se logra del todo. c) En el terreno industrial, se crea la National Industrial Recovery Act (NIRA). Con ella se pretendía organizar la intervención estatal en el ámbito industrial y establecer las reglas de juego de las empresas privadas con el fin de evitar los desmanes de la total libertad de mercado. Se crea la TVA (Tennessee Valley Authority), empresa estatal encargada de construir presas, es decir, todo un programa de obras públicas en manos estatales.

La NIRA impedía la libre competencia con el establecimiento de los “códigos” (convenios colectivos), que garantizaban unos beneficios mínimos a los empresarios y un salario justo a los trabajadores, reconociendo la libertad sindical y del sistema de contratación colectiva. Además la NIRA favorecía la creación de monopolios, por lo que, al ser declarada inconstitucional en 1935, Roosevelt aprovechó para eliminarla y volver a la política anti-trust.  Las medidas sociales del segundo New Deal iban encaminadas a la protección social del ciudadano; en especial de los desempleados y los ancianos. Se fijaba la jornada laboral máxima en 40 horas semanales y se abolía el trabajo de los niños. Por la National Labor Realtions Act se apoyaba a los sindicatos, revitalizándose centrales obreras como la American Federation of Labor (AFL). En general, la burguesía americana rechazó el New Deal. En cambio, las masas obreras la apoyaban, lo que impidió que se constituyese en los Estados Unidos un partido comunista. Podemos, finalmente, afirmar que si bien la política económica de Roosvelt no mejoró sensiblemente la situación de crisis, sí, al menos, contribuyó a hacerla menos mala.

Otros aspectos que conllevaron a la crisis de 1929 Los años que cubre el presente capítulo estuvieron marcados por dos grandes crisis internacionales: la gran depresión de 1929, que se prolongó durante buena parte de la década del treinta, y la segunda guerra mundial. Ambos eventos tuvieron un efecto duradero no sólo sobre las instituciones económicas y políticas de los países desarrollados, sino también sobre las economías latinoamericanas. En estos años, que coinciden en el terreno político con la República Liberal, la economía colombiana experimentó una transformación profunda. En particular, la crisis aceleró el surgimiento del intervencionismo estatal, de la industria manufacturera y de nuevas fuerzas sociales. El impacto de la crisis de 1929 sobre la economía colombiana debe juzgarse no sólo en términos del colapso de los indicadores externos sino, ante todo, en función de los cambios que había experimentado durante las primeras décadas del siglo XX. En efecto, según vimos en el capítulo anterior, en las décadas que antecedieron a la crisis se había consolidado un desarrollo exportador exitoso con base en la economía cafetera del occidente colombiano. Los esfuerzos de industrialización, que comenzaron en forma tímida a fines del siglo pasado se habían consolidado lentamente gracias a la ampliación del mercado interno generado por la bonanza exportadora. La expansión de la red ferroviaria y la más incipiente red de carreteras habían logrado además una integración importante del mercado, rompiendo las viejas trabas geográficas a las comunicaciones en Colombia. Una parte nada despreciable de tal esfuerzo integrador había sido realizada por el Estado en los años veinte, gracias a la expansión de los recaudos de aduanas, a los ingresos recibidos como indemnización por la independencia de Panamá y al acceso al mercado internacional de capitales en escalas que el país no conocía. Las instituciones económicas habían sido transformadas en 1923 a raíz de las reformas de la Misión Kemmerer, que en forma definitiva introdujo al país una organización bancaria y fiscal moderna. Por último, aunque no menos importante, el proceso de modernización había incidido profundamente sobre la estructura social del país, expresándose por medio de combativos movimientos sindicales y agrarios. Las bases estaban sentadas para una transformación profunda de la estructura económica y social del país. La crisis internacional simplemente aceleraría procesos que ya estaban en marcha. LOS REFLEJOS DIRECTOS DE LA CRISIS 1. El colapso del café y la crisis de la deuda externa Los primeros años de la gran depresión estuvieron dominados en Colombia por el colapso del mercado del café y por la brusca interrupción de los flujos de capital. Las cotizaciones del grano habían alcanzado su monto más elevado en 1925 y 1926, pero habían permanecido en niveles relativamente altos durante los dos años siguientes. Aunque los precios empezaron a disminuir desde los primeros meses de 1929, el Estado de São Paulo en Brasil logró amortiguar inicialmente la caída mediante una activa intervención en el mercado. En octubre de 1929, sin embargo, el colapso de la

bolsa de valores de Nueva York y la política de ajuste que adoptó el gobierno brasileño dejaron al Estado de São Paulo sin recursos financieros para mantener la intervención. Los precios del café se desplomaron. Cuatro años más tarde, en 1933, el precio del Café Manizales en Nueva York había llegado a US 10.5 ¢/lb., apenas una fracción de su nivel de bonanza (28.5 ¢ en 1926). La crisis internacional, que se desencadenó de manera abierta a partir de octubre de 1929, arrastró también los precios de los productos industriales, que constituían el grueso de las compras externas del país. No obstante el colapso del café y de otras materias primas fue más pronunciado, generando una baja del 23% en los términos de intercambio de Colombia entre 1925-9 y 1930-4 (véase el cuadro 6.1). Aunque las cantidades exportadas de petróleo y banano también retrocedieron, el dinamismo del café y del oro compensaron con creces la caída de ambos productos. Según se aprecia en el cuadro 6.1, las exportaciones reales de Colombia (o quantum de exportaciones) aumentaron incluso en los años más agudos de la crisis. No obstante, el impacto del deterioro de los términos de intercambio terminó prevaleciendo, provocando una merma del 8% en el poder de compra de las exportaciones entre los años de bonanza y la primera mitad de la década del treinta. Esta caída, sin embargo, fue moderada y ciertamente insuficiente para desencadenar una crisis de grandes proporciones. El colapso del sector externo colombiano en los años treinta estuvo ligado así a los desarrollos del mercado internacional de capitales. Según vimos en el capítulo anterior, entre 1926 y 1928 el país había acudido en gran escala al mercado de capitales para financiar una expansión sin precedentes de las obras públicas. El mecanismo fundamental fue la emisión de bonos de los gobiernos nacional, departamentales y municipales y de otras entidades públicas, como el Banco Agrícola Hipotecario, que se vendían en la bolsa de valores de Nueva York. En el segundo semestre de 1928, varios factores se conjugaron para interrumpir bruscamente estos flujos de divisas. Desde julio de dicho año las autoridades monetarias norteamericanas comenzaron a adoptar medidas restrictivas para tratar de frenar la especulación en la bolsa de valores. Fuera de ello, la actitud firme del gobierno de Abadía Méndez ante los intereses petroleros norteamericanos y las crecientes dudas en el exterior sobre la situación fiscal del país llevaron al Departamento de Comercio de Estados Unidos a hacer circular entre los banqueros norteamericanos en septiembre de 1928 un documento en el cual se manifestaban por primera vez recelos sobre la capacidad del gobierno de pagar la deuda que estaba contrayendo. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929 interrumpió definitivamente esta fuente de recursos. Los esfuerzos de los gobiernos de Abadía Méndez y Olaya Herrera por conseguir recursos alternativos por conducto de la banca privada resultaron relativamente infructuosos. Este último, desde su elección como presidente de la República, en 1930, emprendió una campaña entre los círculos financieros norteamericanos para conseguir préstamos de corto plazo apoyándose, en parte, en su política de apertura a las inversiones petroleras norteamericanas. Aun así, el nuevo presidente sólo pudo obtener créditos por $17 millones durante el primer año de su mandato, una cantidad insuficiente si se tiene en cuenta que el pago de la deuda externa acumulada durante los años de bonanza ya sumaba $19 millones anuales.

La conjunción de menores ingresos de capitales y mayores pagos por concepto de la deuda adquirida en los años veinte fue desastrosa. Según se aprecia en el cuadro 6.1, el país pasó de recibir ingresos netos por US$39 millones anuales de 1925-1929 a pagar US$19 millones al año en 1930-1934. La primera suma equivalía al 42% de las exportaciones extraordinarias de los años veinte; la segunda consumía, por el contrario, el 29% de los ya mermados ingresos de exportación de la primera mitad de la década del treinta. Como la disminución del poder de compra de las exportaciones entre ambos períodos fue modesta, según hemos visto, la violenta caída de las importaciones reales (del 49% según el cuadro 6.1 y del 68% si se compara el último año de bonanza, 1928, con el más agudo de la crisis, 1932) debe atribuirse ante todo al estrangulamiento generado por el brusco viraje del mercado internacional de capitales. Dada la magnitud del drenaje de divisas, no es sorprendente que Colombia, como la mayoría de los países latinoamericanos, haya declarado la moratoria sobre el servicio de la deuda externa a comienzos de los años treinta, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Olaya Herrera por mantenerse dentro de las reglas de juego de la banca internacional. Los primeros pasos hacia la moratoria se dieron a raíz de la implantación del control de cambios en septiembre de 1931. En efecto, en octubre de 1931 se decidió que los pagos de la deuda externa de los departamentos, municipios y bancos debían ser autorizados por la Oficina de Control de Cambios; si los giros correspondientes no eran aprobados, las entidades respectivas debían depositar de todas maneras el pago correspondiente, en pesos, en el Banco de la República. En diciembre de 1931, el gobierno nacional llegó a un acuerdo con la mayoría de los tenedores de la deuda externa colombiana, por medio del cual se suspendían temporalmente las amortizaciones de todas las deudas y se permitía pagar los intereses de aquellas que no estaban garantizadas por la nación con vales a tres años e intereses del 6%. La combinación de estas medidas equivalía a obligar a las entidades subnacionales y a los bancos a pagar al Banco de la República una deuda sobre la cual se había decretado una suspensión de pagos. No es extraño, por ello, que los departamentos y municipios hayan decidido en marzo y abril de 1932 suspender las consignaciones en el Banco de la República. El gobierno nacional consideró entonces que no podía cumplir el acuerdo con los acreedores extranjeros y el 23 de mayo comunicó en la prensa norteamericana que sólo seguiría pagando los intereses de la deuda nacional y la del Banco Agrícola Hipotecario, que estaba garantizada por la nación. De esta manera, desde 1932 se dejó de pagar suma alguna por el 43% de la deuda externa de largo plazo del país, lo cual representaba un ahorro de $9 millones al año; la suspensión de la amortización de las deudas garantizadas por la nación significaba un ahorro adicional de $2 millones. A pesar de una oposición generalizada, los intereses de la deuda nacional se cancelaron puntualmente hasta principios de 1933, cuando la guerra con el Perú llevó al gobierno nacional a suspenderlos en su totalidad. Los pagos de los intereses de 1933 y 1934 se siguieron haciendo con vales y solamente en 1935 se interrumpió por entero el servicio de la deuda de largo plazo, aunque se continuó pagando la de corto plazo y los vales emitidos durante los dos años anteriores. A partir de entonces el país comenzó, además, a presionar a los acreedores extranjeros para

que llegaran a un arreglo global, que tuviera en cuenta la capacidad de pagos del país. La política del buen vecino de Roosevelt y su franca animadversión a los intereses financieros norteamericanos fueron decisivos, sin duda, en la declaración de la moratoria definitiva y en la búsqueda de un arreglo ventajoso para el país. El arreglo sobre la deuda nacional concluyó al inicio de la segunda guerra mundial; se convino en reducir los intereses originales del 6 al 3%, capitalizar solamente la mitad de aquellos que no habían sido pagados desde 1935 y establecer un fondo para amortizar anualmente parte de la deuda externa, mediante el sistema de compras en el mercado abierto. El arreglo fue posible gracias a la mediación del gobierno norteamericano ante el comité de tenedores de bonos colombianos, en un contexto en el cual el primero buscaba el alinderamiento de nuestro país en el conflicto bélico. No menos importante fue el interés del gobierno colombiano en normalizar su situación de deuda externa para acudir a los créditos otorgados por el recién creado Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos. 2. La agudización de la crisis cafetera y la Segunda Guerra Mundial A partir de 1933, la moratoria sobre la deuda externa posibilitó una recuperación de las importaciones reales y facilitó el proceso de reactivación de la economía. En 1935-1939 las importaciones reales subieron 59% en relación con la primera mitad de la década del treinta, aunque permanecieron por debajo de los niveles de bonanza de los años veinte. La inversión directa dirigida al sector petrolero y la recuperación del crédito comercial permitieron, además, algunas entradas de capital. El poder de compra de las exportaciones aumentó muy poco, por el contrario, y contribuyó apenas en forma marginal a la recuperación del sector externo. Este último resultado no puede atribuirse al escaso dinamismo de los sectores de exportación. Por el contrario, la producción de café y oro mostraron hasta fines de los años treinta un gran empuje. En el primer caso, el país no sólo consolidó su posición en el mercado norteamericano sino que logró grandes avances en el alemán, gracias a un acuerdo de compensación del comercio con dicho país que se firmó a mediados de la década. Las cantidades exportadas de café se incrementaron así en un 62% entre 1925-9 y 1935-9. El dinamismo del sector aurífero fue aún más impresionante, del 158% entre estos dos lustros. A pesar del escaso crecimiento de los otros dos productos de exportación del país, el petróleo y el banano, las exportaciones reales crecieron en un 56%, un crecimiento sin duda apreciable en medio de la peor crisis internacional de la historia. El problema esencial residía en la creciente debilidad de los precios del grano. En efecto, según se aprecia en el cuadro 6.1, los términos de intercambio del país siguieron disminuyendo a lo largo de la década del treinta y en 1935-1939 se habían reducido a dos terceras partes de su nivel de bonanza. En el caso del café, los términos de intercambio se habían reducido a la mitad y, en el año más crítico de nuestro período de estudio, en 1940, a sólo un 37% de su nivel de 1925-1929.

La dificultad más importante era el enorme peso de la sobreproducción de café del Brasil, que alcanzaba una tercera parte de la cosecha anual de dicho país a comienzos de los años treinta. Aunque a partir de 1931 empezó a destruir los excedentes, quemándolos o lanzándolos al mar, y a erradicar parte de las siembras, los excesos de producción del Brasil fueron un factor depresivo del mercado a lo largo de la década. La debilidad del mercado se reflejó en cortas recuperaciones seguidas de crisis cada vez peores. El repunte de los precios en 1934 se vio sucedido por una nueva reducción de las cotizaciones en 1935. En 1936 y 1937 se presentó una nueva recuperación, gracias en parte al pacto colombo-brasileño suscrito a fines de 1936, que establecía que ambos países intervendrían para mantener unos precios mínimos de café. Sin embargo, con la ruptura del pacto en noviembre de 1937 se desencadenó una nueva crisis. Finalmente, la corta recuperación de 1939 fue seguida de la peor crisis cafetera de la época, en 1940, generada por la virtual desaparición de la demanda europea a raíz de la ruptura de las hostilidades en el viejo continente. En agosto de 1940, las cotizaciones del café colombiano habían llegado a uno de los peores niveles de la historia (US7.5 c/lb.). La magnitud de la crisis cafetera, a más de evidentes móviles políticos, llevaron a Estados Unidos a propiciar el Acuerdo Interamericano de Café, que se firmó en noviembre de 1940. El pacto estableció un sistema de cuotas para los países exportadores, garantizado por la participación del principal país consumidor como parte integral del convenio. En el caso colombiano, la cuota asignada (3.150.000 sacos) representaba un 80% de las exportaciones promedio del país en los cinco años anteriores y cerca del 20% de la cuota total asignada dentro del Acuerdo para el primer año cafetero (octubre de 1940 a septiembre de 1941). Los precios internacionales del grano comenzaron a recobrarse en octubre de 1940, y ya a mediados del año siguiente habían llegado a US15.9 ¢/lb., para el café colombiano, más del doble del nivel alcanzado durante los meses críticos de agosto y septiembre de 1940. Las sucesivas ampliaciones de las cuotas finalmente estabilizaron los precios en junio de 1941. Para evitar que la entrada de Estados Unidos a la guerra mundial, el 7 de diciembre de 1941, produjera una nueva ola alcista, el 11 de diciembre el gobierno norteamericano fijó unos precios máximos tentativos para las compras de Café. El 29 de diciembre se establecieron los precios definitivos, que en el caso del café Manizales fueron de US15.9 ¢/lb., un nivel similar al de mediados del año. Este precio se mantuvo invariable hasta después de terminado el conflicto bélico. La campaña submarina alemana en la Costa Atlántica de Estados Unidos y el Caribe generó severos problemas en el transporte marítimo desde comienzos de 1942, que afectaron especialmente a las exportaciones brasileñas. Aunque el problema disminuyó un tanto a finales del mismo año, sólo desapareció a mediados de 1943. Gracias a su mejor acceso al mercado norteamericano, Colombia y los países centroamericanos se beneficiaron de los acontecimientos, ya que los subembarques brasileños obligaron a decretar varios aumentos de las cuotas. En compensación, la Corporación de Crédito Comercial de Estados Unidos compró aquellas partes de las cuotas brasileñas de los años cafeteros 1941/2 y 1942/3 que no pudieron transportarse. Los años siguientes fueron menos agitados. El problema de abastecimiento desapareció gradualmente y, gracias al dinamismo de la economía norteamericana, el consumo de dicho país

absorbió una proporción creciente de la producción mundial. Como la cosecha brasileña había seguido descendiendo, el equilibrio en el mercado mundial del grano había sido restablecido por fin en los últimos años del conflicto bélico. Pese al alza en los precios del café en 1941, los términos de intercambio del país permanecieron relativamente deprimidos durante los años de la guerra. Aun si se excluye el año 1940, la relación de precios de intercambio permaneció por debajo, no sólo de los niveles de la bonanza de los años veinte sino de los de primera mitad de la década del treinta. Sin embargo, como la recuperación de los precios del café coincidió con incrementos adicionales en las cantidades exportadas, el poder de compra de las ventas externas del país superó por primera vez los niveles de los años veinte. En cualquier caso, es difícil afirmar que los años de la segunda guerra mundial se hayan caracterizado por los cuantiosos ingresos de divisas. Más bien, el problema esencial fue la dificultad para importar, debido al racionamiento impuesto por Estados Unidos a muchos productos durante los años críticos de la conflagración bélica, a la utilización para fines militares de la flota mercante de dicho país y a la campaña submarina alemana de 1942-1943. En efecto, a pesar de los mayores ingresos generados por las exportaciones, las importaciones reales se redujeron en un 16% entre 1935-1939 y 1940-1944. Los años 1942 y 1943 fueron particularmente críticos y obligaron al gobierno colombiano a racionar algunos bienes importados, en especial hierro y llantas. Además, la dificultad para importar se reflejó en una considerable acumulación de reservas internacionales durante estos años. Las reservas del Banco de la República pasaron de US$22.5 millones en 1941 a US$176.8 millones en 1945. Al adquirir estas divisas, el Banco emitía una cantidad correspondiente en pesos colombianos, generando así una ampliación considerable de los medios de pago. Esta expansión monetaria generó grandes retos a la política económica, según veremos más adelante.

EL SURGIMIENTO DEL INTERVENCIONISMO MODERNO La intervención del Estado en la economía no nació súbitamente en los años treinta. Sin embargo, antes de la crisis mundial las esferas de acción del gobierno estaban circunscritas a unos pocos frentes y, ante todo, no existía la concepción del Estado como el gran regulador de la actividad económica. Desde épocas coloniales una de las principales esferas de acción del Estado en la economía había sido el desarrollo de las comunicaciones. Los gobiernos participaban directamente como inversionistas u otorgaban monopolios y subsidios al sector privado para desarrollar caminos y ferrocarriles o para introducir la navegación a vapor. También desde tiempos coloniales, el Estado controló la asignación de tierras baldías, la explotación de las minas, y la producción y distribución de ciertos bienes que eran considerados como importantes arbitrios rentísticos (la sal, el aguardiente y el tabaco). La imposición de aranceles a las importaciones constituyó la principal fuente de recursos fiscales de los gobiernos republicanos hasta los años veinte, permitiendo diferentes ensayos de protección a la industria y a la agricultura nacional. Algunos gobiernos otorgaron, además, subsidios o monopolios para el fomento de ciertas industrias o cultivos comerciales. El desarrollo de los servicios públicos modernos

(telégrafo, electricidad, acueductos, etc.) aportó nuevos elementos para la intervención del gobierno desde fines del siglo XIX, que actuaba como regulador de estos servicios o como inversionista directo. La regulación monetaria fue también una función estatal desde épocas coloniales, aunque se restringió por mucho tiempo a definir el contenido metálico de la moneda y a fugaces experimentos con la circulación de billetes de tesorería. Los gobiernos de la Regeneración adoptaron, sin embargo, un régimen de papel moneda de curso forzoso, según vimos en el Capítulo IV de esta historia. El experimento terminó en la única inflación galopante de la historia colombiana durante la guerra de los Mil Días, que dejó un profundo sello conservador en las costumbres monetarias del país y una norma constitucional de 1910, que prohibía dicho régimen monetario. Finalmente, con la creación del Banco de la República, en 1923, se estableció un sistema bancario moderno, firmemente anclado en los principios del patrón oro. Simultáneamente se expidió la ley bancaria que todavía rige en el país. La promoción y regulación de esta actividad, obviamente, tenían raíces en el siglo XIX, cuando el gobierno utilizó en ciertos momentos el privilegio de depósito de los caudales públicos como mecanismo para facilitar la fundación de ciertas entidades financieras.

Los años treinta fueron, sin embargo, inmensamente prolijos en nuevas formas de intervención, al tiempo que se desarrollaba toda una nueva concepción del Estado como regulador de la vida económica y social. Las nuevas formas y concepciones no surgieron como producto de la aplicación de teorías económicas abstractas, algunas de las cuales (el keynesianismo y la escuela cepalina) eran desconocidas en el momento en que se adoptaron muchas de las políticas que más tarde se les atribuyeron. Aunque ciertas escuelas jurídicas y políticas, y desarrollos anteriores o simultáneos en otros países influyeron sin duda, en algunas decisiones, ello sólo fue posible porque las circunstancias objetivas permitieron estas acciones y promovieron, además, la coalición de fuerzas políticas necesarias para implantarlas. Más aún, a pesar de algunos cambios de contenido, muy acentuados en el caso de la política social, la nueva concepción del Estado intervencionista perduró por mucho tiempo, en medio de enormes cambios políticos y sociales, señalando así el peso de las nuevas realidades en las cuales se apoyaba. De hecho, sólo en la década del setenta vino a plantearse seriamente la necesidad de revertir procesos de consolidación estatal que habían ganado fuerza por cerca de medio siglo. Aunque son considerables los mecanismos de regulación1, en esta parte del capítulo los dividiremos en dos grandes grupos. Al primero lo denominaremos instrumentos de regulación macroeconómica. Bajo este título incluiremos el desarrollo de las políticas monetaria, crediticia, fiscal, cambiaria, comercial e industrial. También incluiremos aquí las entidades paraestatales creadas para operar en dichos frentes. El segundo grupo está compuesto por los instrumentos de regulación de la actividad cafetera. Esa forma de intervención difiere de la primera por la importancia que adquirió en su manejo un gremio privado, la Federación Nacional de Cafeteros. Esta parte del capítulo concluye con unas cortas referencias a la consolidación de la nueva concepción del Estado en

las normas constitucionales. En la parte siguiente se analizan los mecanismos de intervención en el sector agrario y en las relaciones obrero-patronales. 1. El surgimiento de los instrumentos de regulación macroeconómica Durante los 17 años que cubre este capítulo se desarrolló gran parte de los instrumentos de manejo macroeconómico con los cuales cuenta hasta hoy el Estado colombiano. Tales instrumentos surgieron, en gran medida, como respuesta a una coyuntura cambiante, y por ello resulta conveniente encuadrarlos dentro de las fases por las cuales pasó la economía durante estos años. Es también interesante resaltar cómo se moldearon en este proceso algunas peculiaridades del intervencionismo estatal colombiano, en especial la conjunción de una activa intervención en el sector externo y el mercado crediticio, combinada con un gran conservatismo en el manejo monetario y fiscal. a) Los años de la ortodoxia (1929-1931) La creación del Banco de la República en 1923 representó en Colombia el final de un período de estabilización monetaria que había comenzado en los años posteriores a la guerra de los Mil Días. El rígido patrón oro adoptado, la escasa capacidad del banco para conceder créditos al gobierno y el control que se le otorgó en su junta directiva al sector privado constituían manifestaciones claras del deseo de no repetir los experimentos monetarios del pasado. No debe sorprendernos, por ello, que ante el primer avatar experimentado por la economía se haya hecho un esfuerzo casi irreal por conservar una disciplina monetaria que amplios sectores dirigentes consideraban como una conquista definitiva del país. La dramática caída de las reservas internacionales que se produjo a partir de 1929 dio lugar así a una severa contracción monetaria y fiscal. Al adquirir las reservas del Banco de la República para los pagos al exterior, el público se veía obligado a utilizar parte de sus medios de pagos domésticos. La capacidad del Banco para conceder créditos al gobierno o a los bancos particulares y contrarrestar así la contracción monetaria era muy limitada dentro de las reglas del patrón oro, ya que se creía que cualquier emisión se utilizaría para adquirir más divisas del Banco de la República, agravando así la crisis externa. Los medios de pago se redujeron así en un 49% entre fines de 1928 y fines de 1931. La contracción fiscal fue también severa. El gobierno tuvo que enfrentar simultáneamente la interrupción de los flujos de capital, la reducción de los impuestos a las importaciones y los mayores pagos por la deuda externa adquirida durante los años de bonanza. El resultado de ello fue catastrófico: los gastos del gobierno nacional, excluyendo los pagos de la deuda, disminuyeron entre un 60 y un 70% entre 1928 y 1932. La reducción de gastos se reflejó en una paralización total de las obras públicas, en disminuciones de personal y en reducciones de salarios de los trabajadores del Estado. El resultado de la contracción monetaria y fiscal fue una recesión severa, con caídas del Producto Interno Bruto tanto en 1930 como 1931 (véase el gráfico 6.1). Como la producción agrícola representaba la mitad de la actividad económica en aquella época y no experimentó una caída absoluta durante estos años, la producción agregada no se redujo sustancialmente. No obstante, los sectores más sensibles al ciclo económico (la construcción, el transporte y algunas ramas industriales) experimentaron bajones hasta

del 50% en la producción y los precios agrícolas disminuyeron a la mitad de su nivel de bonanza. Las únicas medidas importantes para contrarrestar la crisis se concentraron en el frente arancelario. Desde el comienzo de la crisis hubo una presión muy fuerte para proteger la agricultura, lo que se tradujo en la derogatoria de la Ley de Emergencia de 1927, aprobada por el Congreso en enero de 1931. En mayo se adoptó además una importante reforma arancelaria. Aunque algunos autores le han asignado a ésta un papel crítico en la historia de la protección en Colombia, ella hacía parte de una serie de reformas proteccionistas, según hemos visto en los capítulos anteriores. Además, sus efectos se erosionaron rápidamente, porque la inflación que se inició en 1933 redujo el valor real de unos aranceles que todavía se estipularon en términos específicos (centavos por kilogramo de mercancía). Además, en 1935 Colombia firmó un tratado comercial con Estados Unidos para evitar que este país estableciera impuestos a las importaciones de café. El tratado no sólo concedió ventajas arancelarias a dicho país sino que congeló un número considerable de tarifas. b) La política de reactivación (1931-1934) Desde 1930, algunos sectores empezaron a exigir una política anticíclica más activa, que incluyera un incremento sustancial de los créditos del Banco de la República al gobierno. La Administración Olaya Herrera resistió por un tiempo las presiones, por considerarlas perniciosas para la estabilidad del patrón oro. La suspensión de la convertibilidad de la libra esterlina el 4 de septiembre de 1931 generó, sin embargo, un pánico financiero que obligó al gobierno a alterar radicalmente su política. Autorizado por el Congreso para actuar con base en una situación de emergencia, Olaya estableció el control de cambios el 24 de septiembre. El temor a que las emisiones se tradujeran en menores reservas internacionales desapareció una vez que el gobierno entró a controlar directamente las operaciones de divisas. Los créditos del Banco de la República al gobierno se ampliaron rápidamente mediante el expediente de adelantar los ingresos del monopolio de la sal, cuya administración quedó así en manos del emisor. La reactivación fiscal se mantuvo hasta 1934 como reflejo de la guerra con el Perú, que forzó al gobierno a aumentar los gastos militares. La política de crédito privado también se hizo muy activa. En 1931 y 1932 se crearon tres entidades: la Caja Agraria, el Banco Central Hipotecario, BCH, y la Corporación Colombiana de Crédito. La primera fue constituida para fomentar el crédito agrícola, en tanto que las dos últimas se instituyeron para ayudar a sanear la cartera de los bancos privados. El gobierno estableció además topes para las tasas de interés, extendió los términos de todos los préstamos y permitió a los deudores pagar la mitad de sus obligaciones con cédulas hipotecarias y bonos gubernamentales depreciados, reduciendo en un 20% aproximadamente el valor real de todas las deudas. Finalmente, a mediados de 1933 se recortaron por decreto todas las deudas hipotecarias en un 40%. La medida, solicitada insistentemente por los cafeteros, condujo obviamente a la liquidación de todos los bancos hipotecarios privados, cuya cartera fue comprada por el Banco Agrícola Hipotecario.

En el frente externo, el gobierno adoptó nuevas disposiciones proteccionistas a fines de 1931 que reforzaban el arancel de mayo de dicho año, pero trató de defender por algún tiempo la tasa de cambio, considerándola como una señal de “estabilidad monetaria” o, como lo expresaron las autoridades económicas de la época, como un indicio de que el país se mantenía dentro de un “patrón oro controlado”. No obstante, la presión de la Federación Nacional de Cafeteros y la realidad cambiaria impusieron lentamente un cambio de política. En marzo de 1932 se les concedió a los cafeteros una prima del 10% financiada por el gobierno. Un año después se devaluó en forma temporal y discriminatoria (de $1.05 a $1.13 para los exportadores y a $1.16 para los importadores), básicamente para forzar a los importadores a pagar la bonificación que recibían los cafeteros. Sólo en septiembre de 1933, ante la presión de estos últimos y un retraso de siete semanas en las solicitudes pendientes en la oficina de control de cambios, se devaluó inicialmente el peso en 10 centavos y se estableció finalmente un régimen de certificados de cambio que se negociaban libremente. Para fines del año, la tasa de cambio se había situado en $1.57 y se estabilizaría finalmente a comienzos de 1935 en torno a $1.75. Como se aprecia en el cuadro 6.2, la política económica logró reactivar la economía y mantener ritmos de crecimiento satisfactorios entre 1932 y 1934. Sin embargo, la conjunción de la reactivación cafetera con la devaluación disparó en 1934 la inflación hasta niveles cercanos al 40%. Este era un ritmo alcista que el país no conocía desde los años del papel moneda (la inflación de los años veinte había sido mucho más moderada, del 10% anual entre 1923 y 1926, los años más críticos). El temor a volver a las épocas de la inflación acelerada hizo que el país retornara a un manejo conservador de la moneda y de las finanzas públicas en 1935, aunque manteniendo los mecanismos de intervención creados durante los años de la crisis (el control de cambios en particular).

La crisis económica de 1929 Causas y desarrollo. Desde 1925 la economía americana había crecido de una forma continua, los beneficios de la bolsa eran enormes. Después de varios años de crecimiento espectacular sobreviene bruscamente una crisis en la bolsa de Nueva York, las acciones de las empresas caen en picado pues todo el mundo quiere vender para recuperar algo de lo que tenía invertido. La causa de todo esto es el crecimiento artificial de la bolsa que no se ajusta a la realidad económica y hace de la especulación una norma. Ese desajuste entre el estado real de la economía y el de la bolsa hace que ésta explote en 1929 reduciendo a la nada el valor de la acciones y produciéndose la quiebra de las empresas al no disponer de capitales, esto genera paro, inflación... De Estados Unidos la crisis pasa a Europa donde había invertido mucho capital norteamericano y que ante la crisis se retira de Europa, ésta, y sobre todo Alemania y Austria principalmente, al quedar descapitalizadas, son arrastradas a la crisis. Las causas de la crisis. Sobre las causas de la crisis se han escrito ríos de tinta, las interpretaciones son muchas e incluso hoy no todos los estudiosos del tema están de acuerdo sobre las causas. Unos hablan de superproducción ante un mercado que no demanda más productos. Otros de subconsumo, es decir, que el desarrollo económico de la etapa anterior ha beneficiado a las clases altas, pero la inmensa mayoría de la población se ha empobrecido y así se ha reducido su capacidad adquisitiva. Algunos autores también han visto en la crisis algo consustancial con el carácter cíclico del sistema capitalista en el que se alternan etapas de crecimiento y crisis periódicas. Nosotros hemos distinguido dos causas determinantes que se combinan con factores secundarios para agrandar más la profundidad de la crisis. 1. El crecimiento artificial de la bolsa. La mayoría de los autores se fijan en el comportamiento de la bolsa de Wall Street (bolsa de Nueva York) para explicar el fenómeno. La caída brusca de la bolsa es un eslabón más en la cadena y la importancia La bolsa de Nueva Cork antes de la crisis. Económica de Estados Unidos (primer productor mundial, primer mercado mundial) hace que en la caída arrastre a muchos países y la crisis tenga unas dimensiones mundiales. Veamos lo que pasó. Desde 1925 la economía norteamericana había ido creciendo de una manera importante, se supera aquí la crisis de la posguerra, es la etapa de la “prosperity” y de los locos años veinte en los que reina el optimismo.

Uno de los mejores negocios era invertir en bolsa ya que las ganancias estaban garantizadas. Invertir en bolsa hace que muchas empresas se descapitalicen, pero en contrapartida obtendrán créditos muy fáciles para su financiación. Los créditos que los bancos prestan crecen de una manera espectacular ya que se dan con mucha facilidad y así mucha gente solicita créditos para invertir en la bolsa(los bancos buscan más la especulación que la inversión), incluso los corredores de bolsa prestaban dinero a los inversores tomando como garantía los valores comprados, algo que en condiciones normales no es aconsejable. La bolsa fue creciendo así de una manera espectacular debido a la especulación de los inversores sin tener correspondencia con el desarrollo real de la economía, ese desajuste entre la bolsa y la economía tenía que estallar por algún lado. En el año 1928 se dieron los primeros síntomas de que la tendencia alcista de la bolsa podía cambiar: contracción de la industria de la construcción, quiebra de algunas empresas, retirada de algunos capitales invertidos en Europa cuando el gobierno de los EE.UU quiso limitar el crédito... en general no se hizo caso de estos primeros avisos. El jueves 24 de Octubre de 1929 se produce el desplome de la bolsa, es el inicio de la crisis. 2. La superproducción y el subconsumo. En la industria se había producido un incremento importante de la producción tras la recuperación de la crisis de 1921 y el desarrollo había sido constante hasta 1927, generándose abundancia de productos industriales. En la agricultura el aumento de la Wall Street el Jueves Negro. Evolución de precios, salarios y desempleo en EEUU entre 1929 y 1933. Tema 13. La crisis económica de 1929: causas y desarrollo. 3 producción era importante, varios años de buenas cosechas habían generado superproducción, ésta se veía subrayada por la incorporación de otros países a la producción de forma masiva: Argentina, Canadá, Europa ya recuperada con lo cual a escala mundial hay superproducción de productos agrícolas y no hay mercados suficientes para absorber los excedentes. A este fenómeno de superproducción habría que sumarle, según Neré, el fenómeno del subconsumo, el crecimiento de la producción no genera un reparto de las rentas o de los niveles de vida. En el campo concretamente la situación era crítica ya que al existir abundancia de productos agrarios los precios son bajísimos y el campesino se ve arruinado al no obtener beneficios. Como podemos deducir de lo expuesto, la superproducción genera una bajada espectacular de los precios de los productos agrícolas e industriales al no poder ser absorbidos por el mercado, esta caída generara cierres de empresas, ruina de granjeros... cuando le sumemos los efectos de la caída de la bolsa, el panorama será terrible.

II. El desarrollo de la crisis. 1. La crisis en Estados Unidos. La crisis de la bolsa será determinante. Desde septiembre de 1929 la tendencia alcista de la bolsa se estanca o inicia un descenso después de varios años de crecimiento ininterrumpido. Este descenso de la bolsa está determinado en parte por la bajada del precio del cobre y el acero. Son los primeros indicios de que algo iba mal, tras este aviso algunos venden, pero los especuladores siguen comprando. En la última semana de octubre se produce la explosión, el desplome de la bolsa. Desde el 21 se acumulaban las órdenes de venta, viendo que la cosa iba mal muchos quieren vender sus acciones para recuperar su dinero, como había más órdenes de venta que compradores el precio de las acciones baja. Esta tendencia a la baja se ve frenada por la compra de muchas acciones por la Banca Morgan. El 24 de octubre de 1929, llamado el jueves negro, se produce un desplome Evolución de las cotizaciones en la bolsa de N. York. Ahorradores intentando retirar su dinero de un banco espectacular de la bolsa, 13 millones de acciones salen al mercado y no encuentran comprador, ese desajuste entre la oferta y la demanda hace que el valor de las acciones caiga en picado. El 29 de octubre son ya 16 millones, el pánico es tremendo, todo el mundo quiere vender para recuperar algo del capital. Empieza una crisis que durará varios años. En la primavera de 1930 la Banca Morgan saca al mercado las acciones que había acumulado, de nuevo el pánico es tremendo y se produce la ruina de millares de accionistas modestos. Para hacernos una idea de lo que está pasando diremos que el valor de las acciones de la Chrysler pasa de 135 a 5, y en la Steel de 250 a 22. La bolsa se ha desinflado. Las repercusiones de la crisis bursátil abarcan todos los aspectos de la economía. Los bancos necesitan dinero en efectivo y venden sus acciones, a la vez, la gente que tiene sus ahorros en los bancos se agolpa en masa para retirarlos, el banco lo tiene invertido en inversiones a medio y largo plazo y no dispone de ese capital, se producen así suspensiones de pago y quiebra de bancos. En 1929 cerraron 642 bancos, en 1930 lo hicieron 1.345, y en 1931 2298. En el panorama empresarial la situación es también angustiada, los créditos que antes obtenían de manera fácil ahora son imposibles, ante la falta de capital se produce el cierre de muchas empresas y el paro aumenta de manera espectacular. El gobierno de los Estados Unidos tardó en actuar y las primeras medidas no fueron efectivas, el presidente Hoover no se cansaba de decir que era algo pasajero y que la prosperidad estaba a la vuelta de la esquina.

2.

La expansión de la crisis al resto del mundo.

a) La crisis a escala mundial. Estados Unidos es el primer productor mundial y también el principal mercado, tiene invertidos capitales por todo el mundo, principalmente en Europa, América Central y América del Sur, y al producirse la crisis los va a retirar. Para Niveau las dimensiones mundiales de la economía estadounidense y la exportación de sus capitales son factores estructurales, permanentes. Al retirar los capitales estos países se ven privados de financiación, se sumieron también en la crisis y dejaron de comprar productos americanos, Ante la crisis un particular vende su coche en EE.UU. El ascenso de Hitler fue una consecuencia directa de la expansión de la crisis en Alemania se produce así un primer paso en la perturbación de los intercambios comerciales. b) La crisis en Europa. De todos los países europeos los más afectados van a ser Alemania y Austria. Eran los que más dependían del capital estadounidense. En 1930 el Reichstag alemán rechaza los ajustes presupuestarios que solicita el Gobierno, el Gobierno como respuesta disuelve el Reichstag y se convocan nuevas elecciones que suponen el ascenso de Hitler y el Partido Nazi que capitalizan el descontento popular. En mayo de 1931 el Kredit Anstall, principal entidad financiera austríaca con el 70% del capital privado del país, suspende pagos, la situación es dramática. El presidente Hoover declaró una moratoria de un año en los pagos de las deudas entre los países, no sirvió de nada ya que no evitó el cierre de los bancos. Francia es el país menos afectado por la depresión. Esto es debido a que está menos industrializado y tiene una agricultura diversificada, los países que dependen de un solo producto se tambalean si cae el valor de ese producto. De todas formas Francia tuvo algunas dificultades que se tradujeron en la quiebra de algunos bancos. Gran Bretaña tiene varias ventajas para afrontar la crisis. En primer lugar hay oro en sus dominios y esto respalda su moneda. En segundo lugar, dadas las dimensiones mundiales de su imperio, puede comerciar y obtener productos sin que le afecte la crisis del comercio. Además, la bajada de los precios de los productos alimenticios le benefició, es lo que importa generalmente. De todas formas tuvo que hacer ajustes y el panorama no era esplendoroso. Entre esos ajustes están el abandono del patrón-oro y la devaluación de la libra, además, tras siglos de librecambismo, volvió al proteccionismo.

c) La crisis del comercio internacional y los intentos de solución. En 1933 las grandes potencias se reunieron en Londres para intentar solucionar la reducción del comercio internacional ante la adopción del proteccionismo por casi todos los países. Esta reunión acabó en un fracaso, se perdió el principio de solidaridad entre los países y a partir de ahora cada uno iría de por libre.