Corrientes Filosoficas Del Humanismo

CORRIENTES FILOSOFICAS DEL HUMANISMO La Edad Antigua comprende desde la invención de la escritura por los sumerios aprox

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CORRIENTES FILOSOFICAS DEL HUMANISMO La Edad Antigua comprende desde la invención de la escritura por los sumerios aproximadamente en el 3, 500 a.C., hasta la caída del Imperio Romano de occidente, en el siglo V d.C. Muchas altas culturas se desarrollaron en esa época, sin embargo, el pensamiento humanista destaca en Grecia, en el pensamiento de los filósofos atenienses. EL HUMANISMO: UN IDEAL QUE LE CAMBIÓ EL CURSO A LA HISTORIA

Con el Renacimiento (s. XIV Y XVI) nació un nuevo pensamiento llamado el "Humanismo" cuyo principio era el antropocentrismo, este principio nace para en contraposición al geocentrismo medieval. Para entender mejor el término de humanismo filosófico, debemos primero darle significado a este concepto. El término humanismo se relaciona con las concepciones filosóficas que colocan al ser humano como centro de su interés. El humanismo viene a significar la valoración del ser humano, la propia condición humana. Se refiere a una amplia gama de filosofías y perspectivas éticas que ponen énfasis en el valor y las acciones de los seres humanos, individual y colectivamente, y que prefieren el pensamiento individual y la evidencia (racionalismo, empirismo) sobre las doctrinas establecidas o la fe religiosa. El término humanismo puede ser ambiguamente diverso y ha habido una confusión de los usos de dicho término ya que son muchos los movimientos intelectuales que se han identificado con este concepto a lo largo de la Historia. La psicología humanista es más que un movimiento, e incluso más aún el reflejo de una actitud sobre el ser humano y el conocimiento.

En lo que atañe a los conceptos filosóficos humanistas, ya en el siglo XII se produce un primer “renacimiento”, por decirlo de alguna manera, de la concepción grecorromana del ser humano. Esta concepción del hombre cristaliza en el concepto de humanitas, que recoge el ideal helénico de la paideia

(educación) y cuyo paso al mundo medieval se realiza a través de la Patrística cristiana, es decir, la fase en la historia de la teología cristiana que abarca desde el fin del cristianismo primitivo hasta alrededor del siglo XIII y que se ocupa mayoritariamente de la defensa del cristianismo frente a las religiones paganas y posteriores herejías. En ella, la humanitas como ideal de la cultura humana complementa a la Teología. Así pues, la teoría de la razón y de la fe, de la Filosofía y la Teología, llegan a una alta cima con Santo Tomás de Aquino y su valoración del pensamiento antiguo ya que se establecen las bases de una brillante y certera concepción humanística del mundo.

Generalmente hablando, se podría decir que el humanismo renacentistas forja las bases del hombre moderno. Este humanismo renacentista insiste en la dignidad y en los valores del hombre educado libremente, por eso lega una concepción educativa de notable influencia, las humanidades.

En lo que a nosotros nos concierne, el Humanismo produjo ciertos cambios notorios en la concepción filosófica del ser humano. Por una parte, y como ya hemos remarcado, la razón humana adquiere valor supremo. Por tanto, digamos que esta una concepción aboga por la búsqueda de una espiritualidad más humana, más interior (lo que relacionamos estrechamente con el erasmismo), más libre y directa, en detrimento de una espiritualidad mas externa y material, imperante hasta la aparición de este movimiento filosófico, cultural e intelectual. Siguiendo con la pretensión de centralizar y ensalzar al ser humano y a su condición, observamos un notable optimismo frente al pesimismo y milenarismo característico en la Edad Media. Es decir, existe fe en el hombre ya que la idea legítima de alcanzar fama (se vuelve a apreciar como virtud de tradición clásica) y gloria en el mundo terrenal incita a realizar grandes hazañas. Podríamos decir que la fe se desplaza de Dios al hombre. También observamos ciertos rasgos de la filosofía de Platón en lo que concierne al concepto de idealización y estilización platónico de la realidad. Digamos que se tiende a “exagerar” y a cargar de optimismo a la realidad, es decir, se pinta mejor de lo que es, se la ennoblece (lo relacionamos con el término nobilitare.

Para ampliar conceptos, queda indicado un enlace donde se explica ampliamente la idea de Humanismo según la filosofía:

http://www.filosofia.mx/index.php/forolibre/archivos/el_humanismo_segun_la_fil osofia

Aquí tenemos un vídeo en el cual se explica de forma audiovisual el concepto de humanismo filosófico y su origen.

Protagonistas de la filosofía humanista en el siglo XV

Guillermo de Ockam niega la posibilidad de un conocimiento racional de la revelación. Para él, se puede llegar al conocimiento a través de la observación y de la experimentación cosas que nada tienen que ver con la verdad revelada. Surge así pues el nominalismo, el cual da nombre a las cosas y a los animales sin que tengan nada que ver con su esencia. Durante el siglo XV la dialéctica se convierte en un formalismo técnico y silogístico que se difunde desde las universidades.

La doctrina de la doble verdad; científica y religiosa que se enseña en el siglo XV en las universidades de Padua y Bolonia se basa en una vertiente del aristotelismo averroísta la cual separa la filosofía y la fe. Como ejemplo tenemos a Nifo Pomponazzi que en (1516) en el Tractatus de inmortalitate animae, sostiene que la inmortalidad del alma no es demostrable, y que ésta, muy posiblemente se extingue con el cuerpo. En 1520 intenta probar la contradicción que existe entre el libre arbitrio y la omnipotencia divina con De fato libero et praedestinatione. Durante la Edad Media se conoce a Platón poco y mal. Apenas si hay unas pocas traducciones latinas. Se conoce a través de algunas escuelas místicas y espirituales de Pseudo- Dionisio y San Agustín. El redescubrimiento de éste ahora se hará a través de textos originales. Leonardo Bruni traduce los Diálogos al latín. A esta corriente se unen otros textos neoplatónicos o escritos herméticos del siglo II de Hermes Timegisto. Será Marsilio Ficino quien traduzca las obras completas de Platón y Plotinio. Ficino intenta conciliar espiritualmente a Platón con Aristóteles. Ficino neoplatónicamente reivindica la identidad de lo bello y de lo bueno y la unidad de todo amor como deseo del bien. Pico della Mirandola sigue la línea platónica de la cabalística y de la magia de su maestro Ficino. De espíritu inquieto acaba dedicado a la erudición y a la piedad religiosa, siendo seguidor de Savonarola. Las dos grandes corrientes del Humanismo se ven reflejadas en el fresco de Rafael de Urbino, el cual sitúa en su pintura a Platón y a Aristóteles en el centro de la Escuela de Atenas (1505-1511), donde Platón señala con el dedo hacia el cielo y Aristóteles con la palma de la mano señala la tierra como centro y glorificación de la recuperada filosofía antigua. (Floristán, 2013).

El existencialismo es un humanismo

El filósofo Jean Paul Sartre Quisiera defender aquí el existencialismo de una serie de reproches que se le han formulado. En primer lugar, se le ha reprochado el invitar a las gentes a permanecer en un quietismo de desesperación, porque si todas las soluciones están cerradas, habría que considerar que la acción en este mundo es totalmente imposible y desembocar finalmente en una filosofía contemplativa, lo que además, dado que la contemplación es un lujo, nos conduce a una filosofía burguesa. Estos son sobre todo los reproches de los comunistas.

Se nos ha reprochado, por otra parte, que subrayamos la ignominia humana, que mostramos en todas las cosas lo sórdido, lo turbio, lo viscoso, y que desatendemos cierto número de bellezas risueñas, el lado luminoso de la naturaleza humana; por ejemplo, según Mlle. Mercier, crítica católica, que hemos olvidado la sonrisa del niño. Los unos y los otros nos reprochaban que hemos faltado a la solidaridad humana, que consideramos que el hombre está aislado, en gran parte, además, porque partimos —dicen los comunistas— de la subjetividad pura, por lo tanto del “yo pienso” cartesiano, y por lo tanto del momento en que el hombre se capta en su soledad, lo que nos haría incapaces, en consecuencia, de volver a la solidaridad con los hombres que están fuera del yo, y que no puedo captar en el cogito. Y del lado cristiano, se nos reprocha que negamos la realidad y la seriedad de las empresas humanas, puesto que si suprimimos los mandamientos de Dios y los valores inscritos en la eternidad, no queda más que la estricta gratuidad, pudiendo cada uno hacer lo que quiere y siendo incapaz, desde su punto de vista, de condenar los puntos de vista y los actos de los demás.

A estos diferentes reproches trato de responder hoy; por eso he titulado esta pequeña exposición: El existencialismo es un humanismo. Muchos podrán extrañarse de que se hable aquí de humanismo. Trataremos de ver en qué sentido lo entendemos. En todo caso, lo que podemos decir desde el principio es que entendemos por existencialismo una doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implica un medio y una subjetividad humana. El reproche esencial que nos hacen, como se sabe, es que ponemos el acento en el lado malo de la vida humana. Una señora de la que me acaban de hablar, cuando por nerviosidad deja escapar una palabra vulgar, dice excusándose: creo que me estoy poniendo existencialista. En consecuencia, se asimila fealdad a existencialismo; por eso se declara que somos naturalistas; y si lo somos, resulta extraño que asustemos, que

escandalicemos mucho más de lo que el naturalismo propiamente dicho asusta e indigna hoy día. Hay quien se traga perfectamente una novela de Zola como La tierra, y no puede leer sin asco una novela existencialista; hay quien utiliza la sabiduría de los pueblos —que es bien triste— y nos encuentra más tristes todavía. No obstante, ¿hay algo más desengañado que decir “la caridad bien entendida empieza por casa”, o bien “al villano con la vara del avellano”? Conocemos los lugares comunes que se pueden utilizar en este punto y que muestran siempre la misma cosa: no hay que luchar contra los poderes establecidos, no hay que luchar contra la fuerza, no hay que pretender salir de la propia condición, toda acción que no se inserta en una tradición es romanticismo, toda tentativa que no se apoya en una experiencia probada está condenada al fracaso; y la experiencia muestra que los hombres van siempre hacia lo bajo, que se necesitan cuerpos sólidos para mantenerlos: si no, tenemos la anarquía. Sin embargo, son las gentes que repiten estos tristes proverbios, las gentes que dicen: “qué humano” cada vez que se les muestra un acto más o menos repugnante, las gentes que se alimentan de canciones realistas, son ésas las gentes que reprochan al existencialismo ser demasiado sombrío, y a tal punto que me pregunto si el cargo que le hacen es, no de pesimismo, sino más bien de optimismo. En el fondo, lo que asusta en la doctrina que voy a tratar de exponer ¿no es el hecho de que deja una posibilidad de elección al hombre? Para saberlo, es necesario que volvamos a examinar la cuestión en un plano estrictamente filosófico. ¿A qué se llama existencialismo?

La mayoría de los que utilizan esta palabra se sentirían muy incómodos para justificarla, porque hoy día que se ha vuelto una moda, no hay dificultad en declarar que un músico o que un pintor es existencialista. Un articulista de Clartés firma El existencialista; y en el fondo, la palabra ha tomado hoy tal amplitud y tal extensión que ya no significa absolutamente nada. Parece que, a falta de una doctrina de vanguardia análoga al superrealismo, la gente ávida de escándalo y de movimiento se dirige a esta filosofía, que, por otra parte, no les puede aportar nada en este dominio; en realidad, es la doctrina menos escandalosa, la más austera; está destinada estrictamente a los técnicos y filósofos. Sin embargo, se puede definir fácilmente. Lo que complica las cosas es que hay dos especies de existencialistas: los primeros, que son cristianos, entre los cuales yo colocaría a Jaspers y a Gabriel Marcel, de confesión católica; y, por otra parte, los existencialistas ateos, entre los cuales hay que colocar a Heidegger, y también a los existencialistas franceses y a mí mismo. Lo que tienen en común es simplemente que consideran que la existencia precede a la esencia, o, si se prefiere, que hay que partir de la subjetividad.

Martin Heidegger

Estamos muy lejos de pensar la esencia del actuar de modo suficientemente decisivo. Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producir. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es. Ahora bien, lo que ante todo «es» es el ser. El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser. Este ofrecer consiste en que en el pensar el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian. El pensar no se convierte en acción porque salga de él un efecto o porque pueda ser utilizado. El pensar sólo actúa en la medida en que piensa. Este actuar es, seguramente, el más simple, pero también el más elevado, porque atañe a la relación del ser con el hombre. Pero todo obrar reside en el ser y se orienta a lo ente. Por contra, el pensar se deja reclamar por el ser para decir la verdad del ser. El pensar lleva a cabo ese dejar. Pensar es: l'engagement par l'Étre pour l'Étre. No sé si lingüísticamente es posible decir esas dos cosas («par» y «pour») en una sola, concretamente de la manera siguiente: penser, c'est l'engagement de l'Étre. Aquí, la forma del genitivo, «de l'...» pretende expresar que el genitivo es al mismo tiempo subjetivo y objetivo. Efectivamente, «sujeto» y «objeto» son títulos inadecuados de la metafísica, la cual se adueñó desde tiempos muy tempranos de la interpretación del lenguaje bajo la forma de la «lógica» y la «gramática» occidentales. Lo que se esconde en tal suceso es algo que hoy sólo podemos adivinar. Liberar al lenguaje de la gramática para ganar un orden esencial más originario es algo reservado al pensar y poetizar. El pensar no es sólo l’engagement dans l'action para y mediante lo ente, en el sentido de lo real de la situación presente. El pensar es l'engagement mediante y para la verdad del ser. Su historia nunca es ya pasado,

sino que está siempre por venir. La historia del ser sostiene y determina toda condition et situation humaine. Para que aprendamos a experimentar puramente la citada esencia del pensar, lo que equivale a llevarla a cabo, nos tenemos que liberar de la interpretación técnica del pensar. Los inicios de esa interpretación se remontan a Platón y Aristóteles. En ellos, el pensar mismo vale como una hnx¡t, esto es, como el procedimiento de la reflexión al servicio del hacer y fabricar. Pero aquí, la reflexión ya está vista desde la perspectiva de la wiz•p y la wishÛop. Por eso, tomado en sí mismo, el pensar no es «práctico». La caracterización del pensar como aÛrvey y la determinación del conocer como procedimiento «teórico» suceden ya dentro de la interpretación «técnica» del pensar. Es un intento de reacción que trata de salvar todavía cierta autonomía del pensar respecto al actuar y el hacer. Desde entonces, la «filosofía» se encuentra en la permanente necesidad de justificar su existencia frente a las «ciencias». Y cree que la mejor manera de lograrlo es elevarse a sí misma al rango de ciencia. Pero este esfuerzo equivale al abandono de la esencia del pensar. La filosofía se siente atenazada por el temor a perder su prestigio y valor si no es una ciencia. En efecto, esto se considera una deficiencia y supone el carácter no científico del asunto. En la interpretación técnica del pensar se abandona el ser como elemento del pensar. Desde la Sofística y Platón es la «lógica» la que empieza a sancionar dicha interpretación. Se juzga al pensar conforme a un criterio inadecuado. Este juicio es comparable al procedimiento que intenta valorar la esencia y facultades de los peces en función de su capacidad para vivir en la tierra seca. Hace mucho tiempo, demasiado, que el pensar se encuentra en dique seco. Así las cosas, ¿se puede llamar «irracionalismo» al esfuerzo por reconducir al pensar a su elemento?

Las preguntas de su carta, probablemente, se aclararían mucho mejor en una conversación cara a cara. Frecuentemente, al ponerlo por escrito, el pensar pierde su dinamismo y, sobre todo, es muy difícil que mantenga la característica pluridimensionalidad de su ámbito. A diferencia de lo que ocurre en las ciencias, el rigor del pensar no consiste sólo en la exactitud artificial -es decir, teóricotécnica- de los conceptos. Consiste en que el decir permanece puro en el elemento de la verdad del ser y deja que reine lo simple de sus múltiples dimensiones. Pero, por otro lado, lo escrito nos aporta el saludable imperativo de una redacción lingüística meditada y cuidada. Hoy sólo quiero rescatar una de sus preguntas. Tal vez al tratar de aclararla se arroje también algo de luz sobre el resto.

Usted pregunta: ¿comment redonner un sens au mot «Humanisme»? Esta pregunta nace de la intención de seguir manteniendo la palabra «humanismo». Pero yo me pregunto si es necesario. ¿O acaso no es evidente el daño que provocan todos esos títulos? Es verdad que ya hace tiempo que se desconfía de los «ismos». Pero el mercado de la opinión pública reclama siempre otros nuevos y por lo visto siempre se está dispuesto a cubrir esa demanda. También nombres

como «lógica», «ética», «física» surgen por primera vez en escena tan pronto como el pensar originario toca a su fin. En su época más grande, los griegos pensaron sin necesidad de todos esos títulos. Ni siquiera llamaron «filosofía» al pensar. Ese pensar se termina cuando sale fuera de su elemento. El elemento es aquello desde donde el pensar es capaz de ser un pensar. El elemento es lo que permite y capacita de verdad: la capacidad. Ésta hace suyo el pensar y lo lleva a su esencia. El pensar, dicho sin más, es el pensar del ser. El genitivo dice dos cosas. El pensar es del ser, en la medida en que, como acontecimiento propio del ser, pertenece al ser. El pensar es al mismo tiempo pensar del ser, en la medida en que, al pertenecer al ser, está a la escucha del ser. Como aquello que pertenece al ser, estando a su escucha, el pensar es aquello que es según su procedencia esencial. Que el pensar es significa que el ser se ha adueñado destinalmente de su esencia. Adueñarse de una «cosa» o de una «persona» en su esencia quiere decir amarla, quererla. Pensado de modo más originario, este querer significa regalar la esencia. Semejante querer es la auténtica esencia del ser capaz, que no sólo logra esto o aquello, sino que logra que algo «se presente» mostrando su origen, es decir, hace que algo sea. La capacidad del querer es propiamente aquello «en virtud» de lo cual algo puede llegar a ser. Esta capacidad es lo auténticamente «posible», aquello cuya esencia reside en el querer. A partir de dicho querer, el ser es capaz del pensar. Aquél hace posible éste. El ser, como aquello que quiere y que hace capaz, es lo posible. En cuanto elemento, el ser es la «fuerza callada» de esa capacidad que quiere, es decir, de lo posible. Claro que, sometidas al dominio de la «lógica» y la «metafísica», nuestras palabras «posible» y «posibilidad» sólo están pensadas por diferencia con la palabra «realidad», esto es, desde una determinada interpretación del ser -la metafísica- como actus y potentia, una diferenciación que se identifica con la de existentia y essentia. Cuando hablo de la «callada fuerza de lo posible» no me refiero a lo possibile de una possibilitas sólo representada, ni a la potentia como essentia de un actus de la existentia, sino al ser mismo, que, queriendo, está capacitado sobre el pensar, y por lo tanto sobre la esencia del ser humano, lo que significa sobre su relación con el ser. Aquí, ser capaz de algo significa preservarlo en su esencia, mantenerlo en su elemento.