Conecta Tu Cerebro AVilloldo

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Si este libro le ha lnteresado y desea que lo mantengamos Informado de nuestras publicacIOnes, escríbanos indicándonos cuáles son los temas dc su mieres (Astrologia, Auioavuda, Esotensmo, Qigong, NatUrismo, Espiritualidad, TeraPIas Energéticas, Psico]ogia practIca. Tradición...) v gustosamente lo complaceremos.

David Perlmutter y Alberto Vilioldo

Puede contactar con nosotros en comunleació[email protected]

Títuio onginal: POWJJ){ VI' YOUR BRAIN Traducido del inglés por Miguel Portillo Díez Revisión: José Manuel Moreno Cidóncha Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A. ©

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de la edición ongmai 2011, David Pcrimutter y Alberto Villoldo Editado originalmente por Hay Housc, lnc., USA en el ailo 2011 Para oir ia radio de Hay House, conectar con www.havhouscradio.com

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de la presente edición EDITORIAL SIRIO, S.A.

EDITORIAL SIRIO

CI Rosa de los Vientos, 64 Nirvana Libros S.A. de Poi. Ind. El Viso Cammo a Minas, 501 29006-Málaga Bodega n° 8, España CoL Lomas de Becerra

ED, SIRIO ARGENTINA

c.v. el Paracas 59 1275- CaPital Federal Buenos Aires (Argentma)

La Neurociencia de la

Iluminación

Del.: Alvaro übregem MéxlCO D.F., 01280 www.editorialsirio.com E-Mail: [email protected] LS.B.N.: 978-84-7808-804-1 Depósito Legal: MA-351-2012 Impreso en los talleres gráficos de RomanyaNalls Verdaguer i, 08786-Capellades (Barcelona) Printed in Spam

CualqUlerforma de I'epraducción, distribución, comUmcactón míb1ica o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autOrización de sus IlIuiares, salvo excepción prevtsta POI' la ley. Dirí;ase a CEDRO (Centro Españoi de Derechos Reprográficos. www.cedro.m:g)slnece.j·/ta {otocalJw'r o escaneal' Cilglinji-agmento de esta obra.

editonal liriO, s.a.

PRÓLOGO

• QUé tienen en común el chamanismo y la neuroclencla? Ambos son fundamentales para I~ salud y el bienestar personal, la excelencía mental, la conclencía espmtual, el creCimiento y la prosperidad, para mejorar las relaciones personales, para obtener una mejor calidad de vída y para aumentar la capacidad de actuar y contribuir a la sociedad, por nombrar solo algunos de sus múltiples beneficIOs. No obstante, rara vez hemos Visto usar estas dos palabras -«chamanismo» y «neurociencia»- en la misma frase. ¿Por qué? Porque viVimos en una época de reduccíonismo, en la que el campo espiritual y el cíentÍfico permanecen separados, diVididos y divorcíados entre sí. Sin embargo, no siempre fue de dta manera. Durante miles de años, los chamanes también fueron astrónomos,

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hechíceros y científicos; los buscadores espirituales eran exploradores, y los mvestlgadores se atrevían a asumir nuevos retos. Sus opiniones eran tomadas en consideración por emperadores, caCiques, zares, reyes y potentados. Y así contmuó siendo hasta el momento en el que Jos poderes estableCidos -los papas y los reyes que detentaban el poderoso status quoetiquetaron a los visionanos de herejes, y decretaron que religión y ciencia debían seguir cammos opuestos. Por fortuna, la relación entre espintu y matería, aunque estuvo arrínconada en un segundo plano, nunca acabó de desaparecer totalmente de la concienCia humana. Los Científicos siempre han sospechado que eXiste una conexión, conservada en algún paradigma elemental, entre el alma y el cerebro. Ese pensamiento comenzó a resurg¡r hace algunas décadas, expresado como la conexión mente-cuerpoespíritu. y ahora dos VIsionanos -un chamán y un clentíficoestán combinando sus expenencias y habilidades para estudiar, como una unidad, el inabarcable mundo espintual y científico. Conecta tu cerebro: 10 neuroCIenCIa de la iJumlnación es una colaboración entre los doctores DaVId Perlmutter, neurocientífico y neurólogo, y Alberto VilIoldo, antropólogo médico y chamán. A diferenCia de Ja mayoría de los Científicos que han mvestigado la meditación y las extraordinarias proezas de los YOguIS, ambos tienen experíencla díníca, y han ayudado a incontables pacientes a sanar sus emociones, reparar sus cerebros e Hummar sus mentes. Por ello, el mensaje de este libro es una combmación de espíntu etéreo y ciencia pura y dura. Y su contenido representa tanto una bendición espiritual como un beneficio fíSICO para el lector, así como para aquellos con quienes comparta esta hlstoría. ¿Por qué? Porque Conecta tu cerebro es 10

PRÓLOGO

una amalgama de verdades chamánicas y profundos hechos Científicos. ¿Se atreven DaVId Perlmutter y Alberto VilIoldo a utilizar las palabras «neurocienCia» y «chamamsmo» en la misma frase? i Sí! Desde luego que sÍ. De hecho, la neurociencia y el chamanismo comparten un único tejido, y son hilos que urden el mismo tapiz de la historia y la evolución humanas.

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David Perlmutter: exploraciones pasadas y presentes

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ientras seguíamos al chamán montaña arriba, por e! antiguo sendero empedrado creado por los incas hace seis siglos, el silendo era únicamente ínterrumpido por e! somdo de su flauta. Nuestro deshno era Ollantaytambo, cerca de! Machu Picchu, que no solo es uno de los yacimientos arqueológicos mejor conservados de Perú, sino también un centro de gran Importancia espintual. Mis compañeros parecían estar animados por su búsqueda espiritual, pero a mí me preocupaban más las intensas palpitaciones que sentía en la cabeza. La alteración que para mi cuerpo representaba víapr con rapidez desde Florida, que se 13

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halla al mvel del mar, hasta los Andes, a más de tres mil metros de altitud, hIZo que concentrase mi atención en el hecho inevitable de que estaba sufriendo falta de aliento y Visión borrosa. Por fortuna, mi esposa y mis dos hijos parecían menos afectados. Uno de los chamanes que Viajaban con nosotros percibió mi agotamiento y me ofreció un puñado de hOjas de coca para mascar. Decidí probarlo en lugar de echar mano de la acetazolarrllda que llevaba en la mochila para contrarrestar el mal de altura. No tardé en sentJr la boca entumecida y, en pocos segundos, ¡desaparecieron mís problemas! ¿Cómo sabía ese descendiente de los mcas que las hOjas de la planta Erythroxylum coca ayudaban a eliminar los síntomas del mal de altura? La respuesta más obvia es que era fruto de la sabiduría antIgua, pero esa conclusión me satisfizo solo parcialmente. Parecía improbable que algún desdichado antepasado suyo hubiera sido eleg¡do para mascar todas las plantas autóctonas y de esa forma comprobar sus usos medicmales. Mientras tanto, mi compañero estudiaba mi semblante, de forma muy parecida a como yo observo a mis paCientes. Al cruzar nuestras miradas, me di cuenta de que su conoCimiento de la hOJa de coca no procedía de lecciones aprendidas sino que estaba enraizado en un profundo entendimiento del alma y el espíntu -un concepto difícilmente compatible con mi formación médica OCCidental y que, sm embargo, me sentí mcJinado a aceptar. Mi viaje por los Andes acompañado de mi familia, fue una iniciativa de mi esposa después de que leyese vanos libros del doctor Alberto Villoldo. Precisamente eleg¡mos esa expedición porque la dirigía Alberto, y poco después de mi encuentro curativo tuve la oportumdad de hablar con él. Nuestra conversación fluyó de manera natural, sin presentaciones complicadas, y al cabo de poco tJempo nos vimos inmersos en una

charla acerca de la sostenibilidad de las culturas que aparentemente Viven apartadas de las coordenadas culturales dominantes. Más tarde, ese mismo día, tras regresar al hotel, le pregunté sobre la capacidad, supuestamente única, del chatnán, de acceder a mformación compleja a través de la mtulción. ~Esa ha sido mi misión durante los últimos tremta años -contestó Alberto, y me explicó que el cometido pnncipal de su vida era descubnr cómo unas personas tan humildes podían acumular tan vasto compendio de información-o No es un conocimiento que proceda de otros -continuó diClendoMana de la fuente de toda sabiduría, que es el Gran Espíritu. Los sabiOS pueden aprovechar ese conocimiento y, hasta cierto punto, todos contamos con el potencial de hacerlo, no solo los pueblos mdígenas. Después de todo, siempre ha habido personas en todas las épocas y culturas a las que se les ha considerado iluminadas. Regresé a mi consulta médica y me ocupé de pacientes con diversos y complicados trastornos cerebrales. En miS tratamientos siempre mtegraba elementos que hacían referenCia a hábitos de vida y regímenes nutricionales, Junto con enfoques farmacológiCOS convencIOnales. Esta metodología neurológ¡ca poco tradicIOnal me permitió obtener una comprensión profunda sobre temas de salud, a la vez que mantenía una actJtud mental abierta a nuevas ideas. Sin embargo, continué sintiéndome cuestionado por paCientes que sufrían dolencias que estaban mucho más allá del ámbito de la neurología, como el cáncer, la artritJs avanzada, la diabetes y otros trastornos igualmente complicados. Empecé a concentrarme en el pequeño pero cada vez más abundante número de personas capaces de recuperar la salud, a pesar de habérseles diagnosticado enfermedades mcurables.

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¿Qué ocurría con esos pacientes para que su situación cambiase? La respuesta se me reveló un Viernes por la tarde, tras

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la consulta con una mUjer que sufría de esclerosIs múltiple progresiva y crómca, un trastorno cerebral autoinmune e mcapacltador. Hacía años que le habíamos recetado a Beth nuestro tratamiento estándar a base de suplementos nutrlclonales, áddos grasos esendales e myecciones de nutrientes. Y aunque su deterioro se detuvo en cierta medida, a veces se veía obligada a utilizar un andador e mcluso una silla de ruedas. Pero esa tarde, mi eqUipo yyo nos quedamos de una pieza al verja cammar por el pasillo sin ayuda. -Te vamos a mclUlr en nuestra «lista de milagros» -le dije, hadendo referenCia al número cada vez mayor de nuestros padentes cuya mejoría no podía explicarla dencIa médica. En la sala de exploración, examinamos 10 que había cambiado en su vida y a qué atribuía ella su milagroso restableCimiento. -Llevo años estudiando chamanismo -contestó, escudriñándome el rostro en busca de alguna señal que denotase familiaridad con el término- Básicamente, he aprendido a aprovechar lo que yo denomino energia sanadora -continuó didendo Beth-. No solo me encuentro mucho mejOr en 10 concerniente a mi esclerosis múltiple, smo que me siento realmente en paz y positiva con mi Vlda. Llevo practicando técmcas de meditación desde hace años -explicó-, pero nunca conseguí tener éxito hasta hace tres meses.

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Además de las prácticas espirituales, en nuestra lista milagrosa de padentes había otras características que empezaron a manifestarse. Muchos adoptaron la costumbre de ayunar de vez en cuando. Casi todos practicaban algún eJercIcIo fíSICO. y un número abrumador de ellos tomaba alguna forma de ácido docosahexaenOlco (ADH). El uso de este suplemento de omega-3 fue, sin duda, resultado de mi entusiasmo personal por él: en realidad, más tarde descubrí que cuenta con un atributo espcClal que seguramente Jugó un papel mucho más Importante de lo que imagJnara previamente, a la hora de incrementar la eficada en los cambiOS de hábitos de vida de mis padentes. Durante los tres años siguientes, mis encuentros con Alberto fueron dando paso a una gran amistad, y ambos nos di" mas cuenta de que debíamos colaborar. Supimos con claridad que el acercamiento al Gran Espíritu o Energía DiVlna -esa fuerza natural a la que llamamos con tantos y distintos nombres- es posible para todos. En cierto sentido, todos somos chamanes, y los hallazgos más avanzados en biología celular están ratificando los cambIOS de hábitos de vida que, durante Siglos, han estado facilitando el camino haCia la ilummación a través de prácticas meditativas, no solo para unos pocos elegJdos, smo también para todos aquellos que se toman la molestia de aprender. Nuestra colaboración explora las Implicadones de todo csto, tanto para algunos indiVl.duos como para toda la humanidad.

Posteriormente a este caso, cOlnencé a darme cuenta de

que cada vez inscribíamos a más gente en la «lista de milagros». y me hice consciente de que, en su mayoría, los pacientes que lograban las recuperadones más profundas eran aquellos que se hallaban mmersos en algún tipo de práctica meditativa o esplritua1. Tanto si repetían afirmaCIOnes, meditaban o rezaban, casi todos eUos conectaban de algún modo con lo que los chamanes denommaron el Gran Espíntu. 16

Alberto Villoldo: viaje desde el laboratorio cerebral hasta la iluminación I

Con el tiempo, me acostumbré al hedor del formo1. Hediondas cubas de vemtldós litros contenían todo tipo de cerebros -de ovejas, de vacas, de humanos ...- pero era el úmco 17

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lugar en el laboratono del Departamento de Biología de la Umversidad Estatal de San FranCIsco en el que podía trabaJar a placer. Y así, en esas condiciones, rodeado de cientos de cerebros, fue como llevé a cabo mis mvestigadones acerca de cómo la mente sana o crea enfermedades pSlcosomáticas, y de cómo los chamanes pueden curar diversas dolenCias. Un día, dos años después de miClar mis mvestigaciones, advertí que había estado observando la mente desde una perspectiva errónea. Había intentado comprender una tradición espiritual de los mdígenas americanos observando cambios en el cerebro y en la química sanguínea. A la semana Siguiente, dimití de mi puesto en la umversidad y cerré cl laboratorio. Y antes de que el mes hubiese finalizado, había comprado un billete de Ida a la Amazoma peruana para estudiar a los chamanes en su entorno. Mi mejor amigo, un estudiante de medicina, me regaló un enorme cuchillo de caza, acompañado de una nota que decía: «Tal vez 10 necesites en el Alto Amazonas». Todo el mundo que me conocía, mcluyendo IllI propia familia, creyó que estaba loco al lanzar por la borda una prometedora carrera profesional en el mundo académico para seguir el sueño atolondrado de llegar a ser explorador y aventurero. Yo mismo tenía mis propias dudas y reservas, pero no las compartí con nadie. Era un chiCO de CIUdad que nunca había puesto un pie en la selva. Pero había algo de lo que sí estaba seguro: no iba a encontrar respuestas sobre la mente en un laboratorio. Me pasé los vemticmco años siguientes VIajando y estudíando con los sabios más renombrados de América. Du-

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chamanes, y estudié sus prácticas y metodologías sanadoras. No obstante, una parte de mí seguía sintiéndose como un extraño en aquel mundo. Un anciano indio con el que trabajé durante muchos años, un hombre que con el tiempo se convertiría en mI mentor, me explicó:

personas a las que la medicma occidental habría abandonado, y que, sin embargo, habían recuperado la salud a ti"avés de lo que solo puedo considerar como milagros o remisión espontánea. Con el tiempo me convertí en aprendiz de los

-Eso es porque tu Dios es un Dios descendente. DesCiende de los cielos en raras ocasiones para entrar en contacto con qUienes habitamos la Tierra, mientras que nuestra diVImdad es ascendente, se eleva de la Tierra como el maíz dorado y reside entre nosotros. Nuestra fuerza creativa se conoce como Pachamama, la Madre Divina. Los sabiOS con los que estudié trabajaban con la Madre Divina, una energía o inteligencia con la que podían intec raccionar a fin de sanar a sus pacientes. Creían que nosotros mIsmos somos esa energía divina encarnada en la materia, Similares a lazos de luz solar que se enroscan alrededor de los troncos de los árboles y que luego liberan su luz, cuando ponemos un tronco en la hoguera. Afirmaban ser capaces de ver emanacIOnes de esta energía rodeando el cuerpo de una persona en forma de matriz luminosa. Y aseguraban también que los puntos oscuros de la matriz mdicaban la presencia de enfermedad, aunque dicha enfermedad no se hubiese mamfestado todavía en el cuerpo físico. Al cabo de muchos años, también aprendí a sentIr este campo luminoso y a comprender el concepto de los chamanes de que todo ser VIVO está interconectado a través de haces de luz. Al pnnClplO, mi mente científica tuvo que aceptar este concepto explicándome a mí mismo que comemos animales que, a su vez, se alimentan de hierba que se nutre de la luz del sol. Recordé que la clorofila conVIerte la luz en hidratos de carbono, como el trigo y otros cereales, y que nosotros reconvertimos los hidratos de carbono en luz dentro de nuestras células para obtener combustible a través de un proceso

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rante esa. época fui testigo de sanaClones extraordinarias de

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denominado cIclo de Krebs. Con e! tIempo, mI cerebro lógIco relajó su dominio sobre mI conciencIa, y pude percibIr de manera más directa la onda luminosa de toda creación. ASImIsmo, con e! paso de! tiempo aprendí que los traumas dejan una marca casI mde!eble que un sanador puede percibIr en e! campo lumínico de sus pacIentes. Los curanderos creen que eso marca una experiencIa de salud o enfermedad durante toda la V1da, como una cruz con la que cargamos cada uno de nosotros. Un chamán puede ayudar a las personas a aligerar su carga, tal vez incluso a permitirles comprender las lecciones que necesItan asimilar a parTIr del trauma que experimentaron, pero dependerá de cada una de ellas elegír SI cargan su cruz con ligereza, si se libran de ella o SI se la hacen demasiado pesada y acaban aplastadas baJO su peso. Según los chamanes, la manera de limpIar esas marcas y despOjarse de la carga que define nuestra personalidad y salud es curando nuestras emociones dañinas a través de la medicina de la energía. Aprendí la práctíca de la medicma de la energía durante los años que compartí con los chamanes, y ahora la imparto a estudiantes de Estados Umdos y Europa. Nuestros alumnos aprenden a utilizar técnicas sanadoras eternas para ayudar a amigos, familiares y clientes. Como chamanes modernos, también sabemos que SI una persona qUIere curarse de una enfermedad y liberarse e iluminarse verdaderamente, es esencIal robustecer la fuerza vItal femenina mtenor. Eso reqUIere ayunar, rezar y meditar, combmándolo con el uso de hierbas y plantas curativas. Durante los años que pasé estudiando a los chamanes, aprendí acerca de su creencIa en la Madre Divina que todos tenemos e! potencial de descubnrla en la naturaleza. No se trata de la Imagen de un anCIano barbudo que yo tenía asodada con «Dios». Más bien consiste en una fuerza que anima

toda la creación, un mar de energía y conciencia en el que todos nadamos y del que todos formamos parte. Llegué a comprender que nuestras nociones occidentales acerca de lo diV1no tal vez sean una versión masculina de esta fuerza V1tal que msufla a todas las células de nuestro cuerpo, que anima a todos los seres VIVOS y que mcluso alimenta a las estrell¡¡s. Los chamanes me ayudaron a desarrollar una relación ongínal y plena con el poder de Pachamama. En 2006, durante una de mis primeras expediciones a los Andes, conocí a David PerlmuUer. Me llamó la atención mientras subíamos por los antiguos escalones de piedra mcas para llegar al templo de! Viento, cerca de la población de Ollantaytambo. Le faltaba e! aliento pero le ayudó mucho mascar hOjas de coca, que los habitantes de! lugar conSIderan medicmales. Recuperó el paso y el humor, y más tarde entablamos conversación de manera cómoda y fácil, como si nos conociésemos de sIempre. Había oído hablar de David y de su obra desde hacía años, y me encantó saber que también le interesaban las práCTIcas curaTIvas indígenas. Mientras charlábamos ese pnmer día, menCIOné lo importante que era restaurar la fuerza vital femenina para e! concepto chamámco, yvi que su rostro se iluminaba repentinamente. -Sí ~dijo-. Son las mltocondrias. AJ oírle decir eso, casI me CaIgo de la silla. Ahí se hallaba e! vinculo entre las anTIguas práCTIcas chamánic¡ls y la neurocienCIa moderna. Recordé que heredamos nuestras mltocondnas únícamente de nuestra madre. Ese era el prinCIpIO -en el mtenor de cada una de las células de todas las criaturas vivas- de la fuerza vital femenina de la que hablan los sabios. Me sentí muy emOCIOnado cuando habló acerca de la manera en que esas factorías de energía se venían abajo a causa del aluvión contmuado de estrés provemente de nuestras

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agítadas \lIdas y de las toxínas bioquímIcas como el mercurio, los pesticidas y la polución del agíla y el aire. DavId apuntó que las antigílas práctIcas chamámcas, la oración, el ayuno y la meditación, así como los suplementos alimenticios a base de hIerbas especIales, ayudan a restablecer la función mltocondríal. Cuanto más hablábamos, más obvio nos parecía que eXIstían muchos elementos de la curación antlBua y de las prácticas espinruales que podían describirse en térmmos neurológícos modernos. La fuerza vital femenma de Pachamama podía descubnrse en las mltocondnas; las huellas de los traumas en nuestro campo energético luminoso corresponden a redes neuronales cerebrales que producen emOCIOnes nocivas y definen nuestra personalidad. i Qué alegría! Ahí tenía el elemento perdido que se me había escapado en el Amazonas pero que había estado siempre cerca de mí durante mi época en ellaboratono, oculto entre los estantes repletos de cerebros conservados en compuestos químicos. El hecho es que, aunque tuve éxito a la hora de trasladar antigílos métodos curatIvos chamámcos a práctIcas científicas, y mis estudiantes y pacIentes de la Healing the Light Body School describieron extraordinanas transformaCIOnes vitales, a otros les resultó muy difícil liberarse de sus creendas y emociones destructivas. A mis estudiantes también les resultaba imposible llevar a cabo lo que yo había hecho durante esos veínticinco años en la Amazonia y en los Andes, es decir, ayunar durante muchos días en la selva alimentándome úmcamente con determmadas cortezas de árboles y bayas. David conocía ricos nutnentes cerebrales que podían consegílir lo mismo, tal vez incluso de manera más preCIsa y sobre todo más eficaz, que las ngílrosas dietas prescritas por los chamanes. Sabía cómo reparar las mitocondrias

y restaurar la fuerza VItal fememna. Sabía cómo preparar el cerebro para la ilummación. Por mI parte, yo había estudiado en profundidad las prácticas chamánicas y YÓgíllcas que podrían ser de ayuda a la hora de cambIar las funciones supenores de nuestro cerebro, sanándolo de traumas y llevándolo a expenmentar la alegría. ¿y si uníamos esas. metodologías para Impulsar a nuestros estudiantes y pacIentes a curar sus cerebros, restablecer la salud y liberarse de emociones destructivas como la cólera y el míedo?

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INTRODUCCiÓN

·Ilummación, ese estado tan difícil de alcanzar ha sido el centro de atención de algunas de las más grandes mentes de la hlstona. Miles de personas han dedicado sus vidas a ir en pos de ella. Vemos Imágenes de monjes sentados serenament