Concilio Vaticano II

¿Qué es el Concilio Vaticano II? El Concilio Vaticano II es un concilio ecuménico convocado y presidido por el Papa Juan

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¿Qué es el Concilio Vaticano II? El Concilio Vaticano II es un concilio ecuménico convocado y presidido por el Papa Juan XXIII y posteriormente por el Papa Pablo VI a la muerte de su predecesor. Celebrado desde 1962 hasta 1965 es con toda propiedad el concilio mas grande en cuanto a participación (asistieron unos 2.540 padres conciliares, mientras que en Calcedonia 200 y en Trento 950) y en cuanto a catolicidad pues es la primera vez que participan obispos en modo sustancial no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). El Concilio constó de cuatro sesiones las cuales tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos. Introducción al Concilio Vaticano II ¿Es solo un Concilio pastoral? Los detractores del Vaticano II suelen alegar que como el Concilio Vaticano II es un concilio pastoral no es infalible, por tanto sus textos pueden tener errores y deben ser revisados. Para ellos el concilio es un acto del Magisterio auténtico pero no infalible. Ante todo hay que comenzar a aclarar que todo Concilio Ecuménico es infalible tal como afirma el teólogo Marín Solá: «Está revelado que “todo Concilio ecuménico es infalible”, o lo que es lo mismo, está revelado que “todo Concilio es infalible si es ecuménico”.» (La Evolución Homogénea del Dogma Católica, Marín Sola, ed. BAC, Madrid 1963, p. 435). Curiosa a este respecto es la posición del presbitero Basilio Méramo quien en base a esto opta por rechazar como ecuménico al Concilio Vaticano II. Sin embargo es oportuno matizar que efectivamente el Concilio Vaticano II al no pretender definir ninguna doctrina es, en cuanto al contenido, Magisterio ordinario. Que puede ser infalible, cuando enseña una doctrina como definitiva, pero no toda la enseñanza del Concilio Vaticano II pretende ser definitiva. Pero un católico no está obligado solamente a aceptar la enseñanza infalible, sino también a aceptar el Magisterio auténtico de la Iglesia, aun en el caso de que no sea infalible. La Tradición es un proceso vivo donde La Iglesia es la mejor intérprete de sí misma y un Concilio es una interpretación-actualización de la Tradición. Así, no tuvo el Concilio Vaticano II que definir ninguna doctrina para interpretar-actualizar la Tradición bajo el contexto actual, que es precisamente lo que aclara el Papa en su carta a los obispos de la curia romana, sosteniendo que no hubo ruptura entre el Vaticano II y la Tradición de la Iglesia. Los pontífices también han reafirmado en más de una ocasión la autoridad e importancia del Concilio Vaticano II. Lo hizo Juan Pablo II en su discurso al congreso, celebrado en el Vaticano en marzo en el año 2000, lo mismo que Benedicto XVI cuando reafirmó la actualidad del concilio, ambos padres conciliares del mismo.

A este respecto se recomienda también leer: Mensaje del Cardenal Angelo Sodano enviado en nombre del Santo Padre al presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa El Concilio, Eje del Magisterio de Benedicto XVI, según el Cardenal Bertone Juan Pablo II vivió y acogió Concilio Vaticano II, afirma Benedicto XVI. Benedicto XVI defiende el concilio Vaticano II y condena el negacionismo antisemita

El cardenal Ratzinger, a diez años de la clausura del Concilio, en 1975 dijo:“Hay que dejar bien claro, ante todo, que el Vaticano II se apoya en la misma autoridad que el Vaticano I y que el concilio Tridentino: es decir, el Papa y el colegio de los obispos en comunión con él. En cuanto a los contenidos, es preciso recordar que el Vaticano II se sitúa en rigurosa continuidad con los dos concilios anteriores y recoge literalmente su doctrina en puntos decisivos” Informe sobre la fe, capítulo 2, por Cardenal Joseph Ratzinger Informe sobre la fe, Card. Joseph Ratzinger

Tomando en cuenta esto, todo aquel católico, o "católico" que persista en rechazar la enseñanza de este Concilio Ecuménico estará pretendiendo ser más “papista que el Papa”, o para ser más preciso,“mas papista que varios Papas y 2.540 padres conciliares”. ¿Se opone el Concilio Vaticano II a la enseñanza de la Tradición en los Concilios Ecuménicos anteriores?

Muchos han tratado de ver el Concilio como una ruptura con el pasado y la Tradición de la Iglesia, y por tanto hacen parecer que su oposición esta cimentada en los concilios anteriores en contra del Vaticano II, pero esta posición es también un error. Así como su santidad el Papa Benedicto XVI veía una continuidad entre el concilio Vaticano II y los concilios anteriores, también deduce de esto dos consecuencias: “Primera: es imposible para un católico tomar posiciones a favor del Vaticano II y en contra de Trento o del Vaticano I. Quien acepta el Vaticano II, en la expresión clara de su letra y en la clara intencionalidad de su espíritu, afirma al mismo tiempo la ininterrumpida tradición de la Iglesia, en particular los dos concilios precedentes. Valga esto para el así llamado “progresismo” , al menos en sus formas extremas. Segunda: del mismo modo, es imposible decidirse a favor de Trento y del Vaticano I y en contra

del Vaticano II. Quien niega el Vaticano II, niega la autoridad que sostiene a los otros dos concilios y los arranca así de su fundamento. Valga esto para el así llamado “tradicionalismo” , también éste en sus formas extremas. Ante el Vaticano II, toda opción partidista destruye un todo, la historia misma de la Iglesia, que sólo puede existir como unidad indivisible” (Informe sobre la fe, capítulo 2, por Cardenal Joseph Ratzinger) Monseñor Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para la pastoral de los migrantes, en su libro “Il Concilio Vaticano II: contrappunto alla sua storia” (“El Concilio Vaticano II: contrapunto a su historia”) hace un análisis crítico de la historiografía del Concilio Vaticano II, donde se rechaza la visión malentendida del concilio como un evento que rompió la continuidad de la tradición eclesial, sino que por el contrario “conjuga lo nuevo y lo antiguo, tradición y apertura a la novedad, conservando la continuidad de la fe y encarnándola como es debido en la contemporaneidad” . Para más información leer: Vaticano II: ¿Revolución o síntesis entre tradición y novedad? Polémica respecto a la libertad de conciencia y religiosa de la Dignitatis Humanae Una de las cuestiones que más resistencia ha generado a la hora de que sectores ultratradicionalistas acepten el concilio, es la aparente ruptura de continuidad entre la Tradición de la Iglesia y el Concilio y el Magisterio posterior de los Papas. Para ellos, hay oposición entre la Dignitatis Humanae y documentos como la Quanta Cura y la Syllabu

¿Han sido negativos los frutos del Concilio? Ya en la introducción comentaba como esta es una de las objeciones de los detractores del concilio, al que echan la culpa del éxodo masivo de católicos de la Iglesia y casi todos los males que sufre en la actualidad. “Las iglesias están vacías”, “hemos perdido miles de vocaciones” . Un ejemplo bastante descriptivo de este tipo de críticas lo he tomado de un foro católico: “Después del Concilio Vaticano II, quitaron los púlpitos de las iglesias, muchos sacerdotes tiraron la sotana, se aliaron con el comunismo (teología marxista de la liberación), el racionalismo, el humanismo, el modernismo, con lo que se mundanizaron en testimonio, se protestantizaron en liturgia, y acomodaron la sana doctrina de Cristo a filosofías y doctrinas de hombres. Con lo que surgió una Iglesia de guitarristas, bailarines, conferenciantes, charlatanes, "catequistas" (que no saben lo que enseñan ni entienden lo que dicen), encuentros, comidas....circo, humo y ruido” Este tipo de razonamientos es simplista. Bastante complejo es el problema de la deserción de católicos de la Iglesia, para asumir que la situación hubiera sido mejor sin el concilio. A este

respecto explica el padre Antonio Rivero (Profesor de oratoria y teología en el Seminario Maria Mater Ecclesiae de sao Paulo) en su libro "Breve historia de la Iglesia":

El Vaticano II produjo más frutos positivos que negativos... ¿Quién lo duda? Pero hubo otras consecuencias muy positivas, además de las que ya comentamos anteriormente. ¿Cuáles son? El concilio abrió ampliamente los caminos del ecumenismo, aunque todavía hay mucho por hacer. El concilio también impulsó la inculturación del evangelio, es decir, la tarea de llevar el mensaje de Cristo a las diversas culturas, con respeto y amor. En su encíclica «Evangelii Nuntiandi» Pablo VI dice lo siguiente: «Hay que hacer a la Iglesia del siglo XX todavía más apta para anunciar el evangelio a la humanidad del siglo XX...Es una alegría evangelizar, aun cuando sea preciso sembrar en medio de lágrimas». En esta nueva evangelización, la iglesia de occidente está preocupada por los problemas de la secularización, de la búsqueda de un sistema de valores, de una reforma moral. La iglesia de América Latina se siente interpelada por la miseria, la explotación económica y la revolución social. A todas partes urge el mensaje liberador y salvador de Cristo. Gracias al concilio, Dios hizo surgir los movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Así ha crecido la importancia del papel del apostolado de los seglares, si bien en la historia del cristianismo éste no es un fenómeno nuevo, porque es suficiente leer los Hechos de los Apóstoles para darse cuenta de que los cristianos laicos, a pesar de las persecuciones, ya en aquellos tiempos proclamaban a Cristo por doquier, contribuyendo a la difusión de la fe en las ciudades y en los lugares que visitaban. E iban de casa en casa, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad. A lo largo de la historia de la iglesia, los seglares han desempeñado diversos ministerios, como bautizar, llevar la eucaristía a los enfermos y a los prisioneros, participar en la preparación de los penitentes al sacramento de la reconciliación, y también desarrollaban un papel activo en la celebración de los matrimonios. El problema del laicado fue uno de los temas fundamentales estudiados por el Concilio Vaticano II. El papa Juan Pablo II dedicó una exhortación apostólica llamada «Christifideles laici», del 30 de diciembre de 1988, sobre la misión de los laicos en la iglesia y en el mundo. Este documento pontificio ha sido definido como el «vademécum de la iglesia» en el campo de la vocación y de la misión de los laicos ante el Tercer Milenio.

Y dicho documento dedica también atención a los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, que son un fenómeno típico del posconcilio. ¿Qué pide la iglesia a todos estos movimientos? Una vez que la iglesia ha aprobado los estatutos de dichos movimientos, es necesario que estos movimientos, permaneciendo fieles a su propio carisma, estén en comunión con los obispos diocesanos y cooperen con ese carisma en la pastoral diocesana. Estos movimientos presentan ante el mundo la pluriformidad de los carismas, pero dicha pluriformidad debe estar orientada a la unidad en el Espíritu. La experiencia de la unidad en la pluralidad, vivida y testimoniada por los movimientos puede y debe constituir un punto de referencia para ese camino de comunión eclesial, superando cualquier sombra de particularismo. Todos los movimientos, siguiendo cada uno el propio carisma inspirado por el Espíritu Santo a sus respectivos fundadores, deben responder a la llamada de este mismo Espíritu para la renovación de la iglesia. Casi llegan ya al centenar los movimientos aprobados por la Santa Sede. Entre los más conocidos se encuentran: Focolares, Camino neocatecumenal, Comunidad del Arca, Obra de Schönstatt, Comunión y Liberación, Renovación Carismática cristiana, Cursillos de Cristiandad, Cooperadores Salesianos, Regnum Christi, Talleres de Oración y Vida, Movimiento Nazareth, Sígueme, Movimiento Teresiano del Apostolado, Comunidad de Sant´Egidio, Milicia de la Inmaculada, Legión de María, Katholische Integrierte Gemainde, Foi et Lumière, Movimiento de Vida cristiana, etc... Otras consecuencias positivas del Concilio Vaticano II Enunciemos otras consecuencias positivas: 

La renovación del gobierno central de la iglesia,



La internacionalización del colegio cardenalicio y de la curia romana.



El Santo Oficio o Inquisición desaparece y nace la Congregación para la Doctrina de la fe.



Se incrementa el ejercicio de la colegialidad por medio de las conferencias episcopales y del sínodo de obispos.



Los laicos ocupan puestos de responsabilidad en la Iglesia y cooperan en su misión evangelizadora.

El Cardenal Ratzinger (hoy el Papa Benedicto XVI) sale al paso de estas objeciones , tal como explica Informe sobre la fe:

“«Descubramos el verdadero Vaticano II» No son, pues, ni el Vaticano II ni sus documentos (huelga casi mencionarlo) los que constituyen problema. En todo caso, a juicio de muchos —y Joseph Ratzinger se encuentra entre estos desde hace tiempo—, el problema estriba en muchas de las interpretaciones que se han dado de aquellos documentos, interpretaciones que habrían conducido a ciertos frutos de la época posconciliar.” … Seguía diciendo Ratzinger hace diez años: «Hay que afirmar sin ambages que una reforma real de la Iglesia presupone un decidido abandono de aquellos caminos equivocados que han conducido a consecuencias indiscutiblemente negativas». En cierta ocasión escribió: «El cardenal Julius Döpfner decía que la Iglesia del posconcilio es un gran astillero. Pero un espíritu crítico añadía a esto que es un gran astillero donde se ha perdido de vista el proyecto y donde cada uno continúa trabajando a su antojo. El resultado es evidente». Pero no deja de repetir con la misma claridad que «en sus expresiones oficiales, en sus documentos auténticos, el Vaticano II no puede considerarse responsable de una evolución que —muy al contrario— contradice radicalmente tanto la letra como el espíritu de los Padres conciliares». Dice: «Estoy convencido de que los males que hemos experimentado en estos veinte años no se deben al Concilio «verdadero», sino al hecho de haberse desatado en el interior de la Iglesia ocultas fuerzas agresivas, centrífugas, irresponsables o simplemente ingenuas, de un optimismo fácil, de un énfasis en la modernidad, que ha confundido el progreso técnico actual con un progreso auténtico e integral. Y, en el exterior, al choque con una revolución cultural: la afirmación en Occidente del estamento medio-superior, de la nueva «burguesía del terciario», con su ideología radicalmente liberal de sello individualista, racionalista y hedonista». La consigna, la exhortación de Ratzinger a todos los católicos que quieran seguir siendo tales, no es ciertamente un «volver atrás», sino un «volver a los textos auténticos del auténtico Vaticano II». Para él, insiste «defender hoy la verdadera Tradición de la Iglesia significa defender el Concilio. Es también culpa nuestra si de vez en cuando hemos dado ocasión (tanto a la «derecha» como a la «izquierda») de pensar que el Vaticano II representa una «ruptura», un abandono de la Tradición. Muy al contrario, existe una continuidad que no permite ni retornos al pasado ni huidas hacia delante, ni nostalgias anacrónicas ni impaciencias injustificadas. Debemos permanecer fieles al hoy de la Iglesia; no al ayer o al mañana: y este hoy de la Iglesia son los documentos auténticos del Vaticano II. Sin reservas que los cercenen. Y sin arbitrariedades que los

desfiguren». "Lo repito: el católico que con lucidez y, por lo tanto, con sufrimiento, ve los problemas producidos en su Iglesia por las deformaciones del Vaticano II, debe encontrar en este mismo Vaticano II la posibilidad de un nuevo comienzo. El Concilio es suyo" Informe sobre la Fe, capítulo 2, Joseph Ratzinger

Hoy, más que nunca, en vez de estar buscando culpar a un Concilio Ecuménico asistido por el Espíritu Santo de todos los males de la Iglesia, deberíamos en sintonía con el Papa y reconocer que"Estamos en deuda con el Concilio Vaticano II" La aprobación de la reforma litúrgica La intención del Concilio en materia litúrgica: «procurar la reforma y el fomento de la liturgia», objetivo que fue logrado con la Sacrosanctum Concilium, promulgada al final de la segunda sesión de trabajo, el día 4 de diciembre de 1963 y con un consenso impresionante: 2,158 votos a favor y solamente 4 en contra, (casi unánimemente). A pesar de esto no falta quien todavía se deshace en críticas y ataques a una reforma aprobada en pleno por un concilio ecuménico. Algunos se quejan de los profundos cambios en materia litúrgica, olvidando que la «La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades de las distintas razas y pueblos. Examina con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se armonice con su verdadero y auténtico espíritu» (n.37). La liturgia es un organismo vivo. El Papa Juan XXIII decía a este respecto «La liturgia no debe ser un precioso objeto de museo sino la oración viva de la Iglesia». Monseñor Bugnini explica también «que la liturgia alimenta la vida de la Iglesia; ella misma debe ser vital; no puede estancarse y esclerotizarse». En mi opinión, uno de los más grandes avances a este respecto es la introducción de las lenguas vulgares en la liturgia. A este respecto el Papa Pablo IV repetía con San Agustín «Es preferible que nos critiquen los doctos, a que la liturgia continúe siendo ininteligible para el pueblo», cosa que muy cierta. Otros ven en la reforma un ataque que intenta suprimir otros ritos, cuando esa nunca fue la intención del Concilio, que por el contrario sentencia “ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios. Desea, además, que, si fuere necesario, sean íntegramente revisados con prudencia, de acuerdo con la

sana tradición, y reciban nuevo vigor, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de hoy.” (n. 4). Otros pretenden, no conformes con que el Papa ha permitido para todo aquel que lo pida la liturgia de la forma extraordinaria, se elimine e invalide la forma ordinaria, lo cual es en mi opinió

El 11 de octubre de 2012 se cumplen 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, un acontecimiento que, según José Morales, “divide en un antes y un después la historia de la Iglesia, al menos desde los tiempos de la Ilustración” (pág.25).

En Breve historia del Concilio Vaticano II, José Morales, sacerdote y profesor de Teología en la Universidad de Navarra, proporciona las claves para conocer, profundizar y comprender el alcance de este hecho: habla de los grandes protagonistas, los temas del Concilio y cómo fueron sucediéndose sus cuatro sesiones.

El Concilio de dos Papas

En todo el libro se refleja una alta y justa valoración de la figura y actuación de Pablo VI, el Papa que, siendo aún cardenal Montini, no mostró demasiada emoción con el anuncio del Concilio, pero que, tras ser elegido como sucesor de Pedro, declaró que su mayor tarea y preocupación sería dicho Concilio.

El autor no olvida, claro está, la importancia de Juan XXIII, como convocante del Vaticano II, y afirma que “fue sin duda una decisión sapiencial, que contenía mayor densidad y trascendencia de lo que en aquel momento podía diseñar Juan XXIII en su mente y en su gran corazón” (pág.23).

Si las intuiciones del Papa Juan fueron excelentes, la manera de llevarlas a cabo del Papa Pablo fueron cruciales. No sólo se encargaba de moderar sino que siempre se preocupó de que los

textos conciliares fueron aprobados por una gran mayoría de la Asamblea, y también prestó atención a que las minorías votaran positivamente dichos textos. Gracias a su actitud conciliadora y dialogante las 4 Constituciones, los 9 Decretos y las 3 Declaraciones del Concilio fueron aprobados con una mayoría de votos de mucho más del 90% de los Padres Conciliares. José Morales afirma a este respecto que “el Concilio fue en su desarrollo y en sus frutos, una obra de arte de Pablo VI” (pág.108).

Fue el primer Papa que viajó a Tierra Santa, después de San Pedro, y cambió la tiara por la mitra.

Sobre su actitud dialogante, su amigo Jean Guitton, filósofo y escritor francés, afirmaba: “El diálogo era para Pablo VI un método de conocimiento, un medio de investigación y reflexión, y un proceso de asimilación de la verdad del otro. Era un diálogo con el mundo, con la Curia Romana y el Episcopado, con los fieles cristianos, los protestantes y los no-creyentes” (págs.17 y 18).

Temas para un Concilio

Algunos de los grandes temas tratados en los cuatro años del Concilio Vaticano II fueron: la Liturgia, la libertad religiosa, los medios de comunicación social, el papel de la Iglesia y su relación con el mundo actual, el ecumenismo, la misión de los laicos, la colegialidad episcopal y la Revelación.

La idea que Juan XXIII tenía de fondo al convocar el Concilio era realizar una apertura al mundo, lo que se llamó el aggiornamento, una “puesta al día”. Desgraciadamente, este término sufrió algunas malinterpretaciones de quienes lo entendieron como que la Iglesia debía cambiar su doctrina o algunas partes de su mensaje para adaptarla a los nuevos tiempos. Pero ésta no era la idea del Concilio, que podría decirse que fue un Concilio de reforma. José Morales afirma que “la Iglesia nunca cesa de reformarse a sí misma a través de los siglos (…). En ese impulso permanente de conversión y purificación, para asemejarse lo más posible a la imagen que Dios tiene de ella como Esposa de Jesucristo, radica su perennidad” (pág.42).

Era una reforma en la Iglesia, pero no de la Iglesia. Y se trataba de una reforma principalmente interior, y de manera secundaria, institucional. Por eso el autor del libro afirma que la Constitución Lumen Gentium, que era una profunda reflexión sobre la propia Iglesia, fue el documento más importante del Concilio, y uno de sus pilares, junto a la Gaudium et Spes, que trataba sobre la Iglesia en su relación con el mundo actual.

Los otros protagonistas del Concilio

Aunque los protagonistas centrales del Concilio fueran Juan XXIII y sobre todo, Pablo VI (quien llevó todo el peso de su desarrollo), fueron muchas las personas involucradas y con actuaciones más o menos importantes en este acontecimiento.

Los Padres Conciliares invitados fueron 2856, entre los que se contaban Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos, Abades y Religiosos, de 79 países diferentes de todos los continentes, de los cuales no todos pudieron asistir, por distintos motivos.

Entre los Padres Conciliares más influyentes, el autor destaca a Agustín Bea (que defendió ampliamente el ecumenismo), Ottaviani, Döpfner y Suenens (que insistía en la responsabilidad apostólica de los laicos). Los dos últimos mencionados fueron moderadores del Concilio, junto con Agagianian y Lercaro.

Uno de los personajes más decisivos en el desarrollo del Vaticano II fue -a juicio de José Moralesmonseñor Felici, secretario del Concilio. De él afirma: “Dotado de gran elocuencia latina y buen humor, Felici poseía hondo sentido romano de las instituciones de la Iglesia y de su esencial continuidad. Le distinguía un pronunciado instinto de lealtad y obediencia al Sumo Pontífice, así como una viva conciencia de servicio a sus deseos y directrices” (pág.60).

Las cuatro sesiones del Concilio

La primera sesión, inaugurada el 11 de octubre de 1962 debatió sobre la Liturgia, los medios de comunicación y también se empezó a tratar el tema de la Iglesia y el mundo actual, pero no se aprobó ningún texto.

El discurso de apertura de la segunda sesión, en el otoño siguiente, fue el primer discurso de Pablo VI al Concilio y en él esbozó lo que pensaba que eran “las tres tareas más importantes de la Iglesia en aquellos momentos: tomar conciencia de sí misma, renovarse, y entrar en diálogo con el mundo” (pág.101). Tras este período aparecieron los primeros textos conciliares aprobados: el Decreto sobre los Medios de Comunicación Social y la ConstituciónSacrosanctum Concilium, sobre la Liturgia.

La tercera sesión fue, en palabras de José Morales, “la más decisiva y fecunda del concilio, por la altura de las discusiones, la responsabilidad eclesial de los Padres, y la viveza y libertad de los debates” (pág.123). No fue un período fácil, sobre todo la última semana, en noviembre de 1964, en la que se debatía el tema del ecumenismo, la libertad religiosa y la concesión a la Virgen María del título de Madre de la Iglesia.

Finalmente se promulgaron la Lumen Gentium, el Decreto de las Iglesias Orientales y el Decreto sobre el Ecumenismo.

El asunto sobre la libertad religiosa fue aprobado en la cuarta sesión, y en el discurso de clausura del Concilio, Pablo VI mencionó especialmente la importancia de la Declaración Dignitatis Humanae (la declaración que versaba sobre este tema) a la que calificaba como “uno de los textos mayores” del Vaticano II (cfr.pág.166).

En este período también se aprobó la Constitución Gaudium et Spes, texto que llevaba debatiéndose desde la primera sesión y que ocasionó varias discusiones sobre todo en las cuestiones sobre la guerra y la regulación de los nacimientos.

Otra Constitución aprobada fue la Dei Verbum, sobre la Divina Revelación, que también había sido debatida en las cuatro sesiones del Concilio.

La ceremonia de clausura del Concilio Vaticano II tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965. En ella, el Papa entregó a Felici el Breve papal, que clausuraba el Concilio formalmente, este documento afirmaba: “El Concilio Vaticano II, (…) debe contarse indudablemente entre los más grandiosos eventos de la historia de la iglesia. (…) Decidimos además que todo lo que ha sido establecido en el Concilio debe ser religiosamente observado por todos los fieles, para gloria de Dios y dignidad de la Iglesia y para tranquilidad y la paz de los hombres” (págs.172-173).

Juan XXIII (1958-1963) Ganó la simpatía de propios y extraños, convertida con el paso del tiempo en conmovido afecto hacia él, hombre conocido por su mansedumbre y caridad, y de continuo buen humor. Dotado de un espíritu intuitivo genial, comprendió la necesidad de que la Iglesia estuviera presente en el siglo XX. Se pensó que sería un papa de transición; pero realmente dejó la huella de una nueva forma de ser de la iglesia, y marcó el giro total en la orientación de la Iglesia hacia el tercer milenio. Las primeras semanas de su pontificado salió del Vaticano, visitó hospitales, cárceles y orfanatos. Visitó el santuario de Asís en el primer viaje en tren que hacía un Papa. Se le llamó el papa bueno. Estos gestos, todos ellos pastorales y no políticos, indicaron que comenzaba una nueva orientación en la vida de la iglesia. El Papa circulaba libremente por los pasillos de su palacio y por los jardines, parándose para hablar con todos; visitaba a cardenales enfermos o a prelados moribundos, pero también a sacerdotes amigos suyos; cuando dirigía discursos a grupos, a veces prefería improvisar con mucha naturalidad dejándose llevar de confidencias personales y recuerdos de su juventud, que conmovían y edificaban profundamente a su auditorio. Durante las fiestas de Navidad de 1958 visitó en Roma a los niños internados en el hospital Bambino Gesú y a los presos de la cárcel Regina Coeli. Estas visitas enternecieron a la opinión pública mundial, porque eran gestos que nunca había hecho un papa con anterioridad, pero fueron también muy eficaces para recordar a obispos y sacerdotes el primado de la caridad en la acción social y pastoral. El 25 de enero de 1959 anunció al mundo la convocación del Concilio Vaticano II que fue el XXI ecuménico. También en este mismo año anunció el sínodo diocesano de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. • Dos de sus encíclicas fueron trascendentales: Mater et Magistra (1961), acerca de los problemas sociales (propiedad, países subdesarrollados); Pacem in Terris (1963), dirigida a todos los hombres de buena voluntad, favoreciendo la paz entre las naciones, fundada en la verdad, justicia, caridad y libertad.

• El 11 de octubre de 1962 Juan XXIII inició el concilio Vaticano II, ante la expectación mundial. A la ceremonia asistieron representantes de 79 naciones. Más de 2.500 obispos, llegados de los cinco continentes, empezaron las deliberaciones (1ª sesión) que finalizaron el 8 de diciembre para dejar paso a la intersesión. La segunda sesión fue convocada para el 29 de septiembre de 1963. No pudo asistir a ella Juan XXIII, pues falleció el 3 de junio. La humanidad sufrió la pérdida del Papa al que amaba.

Biografia pastoral de Papa XXlll

• Acción a favor de la paz: este empeño por la paz encontraría pocos días después una confirmación cuando, a causa de la grave crisis de Cuba, el mundo estuvo al borde de una nueva guerra mundial, que pudo evitarse gracias a la eficaz mediación entre las dos superpotencias (Estados Unidos y Unión Soviética) promovida personalmente por el papa Juan XXIII. Eran los días 20-26 de octubre de 1962. Este hecho fue el origen de su encíclica “Pacem in terris” del 11 de abril de 1963. La paz es el anhelo profundo de los seres humanos de todos los tiempos; y sólo puede ser establecida y consolidada si se respeta el orden establecido por Dios. • Tuvo una marcada predilección por los trabajadores de todas las clases. Por eso, al cumplirse los 70 años de la “Rerum Novarum”, publicó otra encíclica, “Mater et Magistra”, del mes de mayo de l961, donde afirma que la encíclica de León XIII debe considerarse como verdadera suma de la doctrina católica en el campo económico y social.

6. Pablo VI (1963-1978) El 21 de junio de 1963 Juan Bautista Montini fue elegido sucesor de Juan XXIII. Y quiso llamarse Pablo VI. Gravísima carga recayó sobre sus hombros porque grande era la crisis por la que estaba pasando la Iglesia. Decidió que el Concilio Vaticano II continuara. Bajo su pontificado tuvieron lugar las sesiones segunda (29 de septiembre a 4 de diciembre de 1963), la tercera (14 de septiembre a 21 de noviembre de 1964) y la cuarta sesión (28 de octubre de 1965 a 8 de diciembre). • El concilio escribió cuatro constituciones: La iglesia, la divina revelación, la liturgia, la iglesia en el mundo contemporáneo. Los decretos trataron sobre los medios de comunicación, las iglesias orientales católicas, el ecumenismo, el cargo pastoral de los obispos, la renovación y adaptación de la vida religiosa, la formación de los sacerdotes, la educación cristiana, el apostolado de los seglares, la acción misionera de la Iglesia, el ministerio y vida de los sacerdotes. Las declaraciones se refirieron a las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas y la libertad religiosa. • Pablo VI escribió las siguientes encíclicas: Ecclesiam Suam (1964) sobre la toma de conciencia de

la iglesia de su misión y el diálogo con el mundo; Mysterium fidei (1965), acerca de la doctrina eucarística, que era criticada por algunos; Sacerdotalis coelibatus (1967), para reafirmar el celibato, igualmente atacado por determinados sectores; Humanae vitae (1968), en torno a la regulación de la natalidad; Octogesima adveniens (1971), para explicitar la doctrina social de la iglesia; Evangelii nuntiandi (1975), en que abordó el tema de la evangelización y de la inculturación.