Como Una Novela

COMO UNA NOVELA (DANIEL PENAC) ¿Qué es un libro?... mmm… ¡qué difícil pregunta! ¿Un libro será cualquier montón de hojas

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COMO UNA NOVELA (DANIEL PENAC) ¿Qué es un libro?... mmm… ¡qué difícil pregunta! ¿Un libro será cualquier montón de hojas con portada y letras amontonadas? ¡Entonces un libro es simplemente un libro! Todos hemos visto uno alguna vez, podemos estar hablando de un diccionario, un directorio, un cuento, una enciclopedia, un libro de texto… ¡pero qué difícil es comenzar a leer uno hoy en día!... ¿leer? Más bien diría yo, a mantener alguno abierto por un momento, ¿a qué se deberá? ¿Quién es el culpable? ¿Será el siglo, el momento, los maestros… o nosotros como personas? Nosotros, quienes pasamos horas y horas frente a la televisión, No, ¡No somos víctimas de nuestra época! No existe caricatura japonesa que nos obligue a sentarnos frente a la entretenidísima caja con antenas y pasar más de la mitad de nuestro tiempo viendo no sé cuántas imágenes con colores. Antes, y hablo de muchísimo antes, la televisión unía a las familias, que agradables eran esas tardes donde desde abuelos hasta nietos disfrutaban por igual de una TV que se encontraba tal vez en una sala o en un Comedor y toda la familia la rodeaba. Hablo de esa época en donde todavía se disfrutaba de un buen libro, en donde los nietros aprendían el amor a la lectura solamente por ver a su padre o abuelo leyendo uno de principio a fin. En la época donde textos con pastas gruesas eran pequeños tesoros llenos de sabiduría, eran tan valiosos que se guardaban en el librero de caoba que por supuesto contagiaba el olor a la madera. No todos los miembros de la familia tenían acceso a esta fuente del saber, eran como lo más preciado, ¡eran inalcanzables! Estaban colocados cuidadosamente en lo más alto del librero, por la misma razón ¡su inaccesibilidad! Pero hoy, en este siglo… ¡las cosas no son así! los niños y adolescentes tienen acceso a montones y montones de libros, ¡pero no! Ellos tienen otros intereses, prefieren encerrarse en el autismo de computadoras, chat, mp3, música, televisión, cine… uufff… ¡demasiado solicitados para todo esto!… ¿pero para la lectura?... ¡No…! ¡Para eso no! Entonces la pregunta es: ¿de quién es culpa que

los niños no lean?, si no es culpa de la televisión o del consumo de la mercadotecnia entonces es culpa de la invasión electrónica. ¿Cuándo fue que se perdió la costumbre de leer un cuanto a los niños en la noche? Porque, que yo recuerde desde pequeños nos gustan los cuentos, y desde allí comienza el interés por leer, ya después con el tiempo no solamente los escuchamos en nuestras casas, sino también el la escuela y… ¿Por qué no? No solamente los escuchamos, sino también los leemos, entendemos y hasta escribimos. ¡Hasta aquí todo está bien!... Si de niños nos gustan los cuentos, ¿Por qué de grandes se nos hace tan difícil la lectura? ¡Todo comenzó por un mal hábito! Televisión como recompensa, lectura como tarea. ¡Castigar la televisión! Un viejísimo truco para que el estudiante se ponga de una buena vez a leer. Pero cuando somos jóvenes nos resulta fácil leer por leer, ¡hay quienes lo leen todo y sin fijarse en que!, leen revistas, anuncios publicitarios, señalamientos, carteles, claro que en esta etapa de vida, se lee sin entender, aun así, porque claro, “hay que estar enterado de lo que sucede hoy en día”. Pero…Hay que hacer énfasis en que no todos somos iguales, hay sus excepciones. Existen todo tipo de lectores jóvenes, hay quienes leen novelas, los que leen cuentos, los que leen libros útiles (ensayos, obras técnicas, biografías, libros de historia, etc.), Todos tenemos necesidad de leer. Pero… ¿para qué hay que leer? Para aprender, para sacar adelante nuestros estudios, para informarnos, para saber de dónde venimos, a donde vamos y quienes somos. También hay que Tomar en cuenta que un profesor no puede pararse frente a sus alumnos y decir ¡Hay que leer! De nada sirve repetirlo infinidad de veces, ¿entonces qué hay que hacer? En lugar de exigir la lectura, el profesor debe de compartir su propia dicha por leer. Por qué será que los alumnos siempre se mentalizan con el: -¡no puedo!, ¡hay demasiado vocabulario!, ¡no puedo concentrarme!, ¡no entiendo nada!, ¡es demasiado pesado para mí!, ¡no tengo memoria!, ¡no tengo ideas!, ¡me gustaría,

pero eso no es para mí!, así es como ellos, nuestros adolescentes se presentan ante la lectura. ¿Cómo es posible? ¡Se dejan caer antes de dar el primer paso! Ellos prefieren otras cosas. Y es que el tiempo ya está saturado, no sobra ni un solo minuto ¿a qué parte de la distribución del tiempo quitar esa hora de lectura diaria? ¿a los amigos?, ¿a la televisión?, ¿a la familia?, ¿a los deberes?... ¿de dónde sacamos tiempo para leer?... ¡qué problema!... nadie, escucha bien, ¡nadie va a venir a regalarnos una, dos o tres horas para poder leer! ¡Imposible! ¿Por qué para nuestros alumnos la palabra “libro” es tan difícil?, si le pedimos que describa un mueble, un objeto o un lugar sería muy fácil y rápida su respuesta, tal vez los describa con pocos adjetivos, pero aun así lo lograría. Pero qué tal si le decimos que describa las funciones de un libro, sería más complicado ¿no? Y esto es porque para él es un objeto misterioso, un cuerpo extraño algo que no frecuenta regularmente. Los libros no han sido escritos para que toda la juventud se desviva hablando de estos, si no para que si el corazón se los dice, los lean. ¡La lectura es simplemente un placer que la vida nos regala ¡Ha!... ¡Como en los exámenes!, ¿a quién no nos ha pasado? Quien no se ha limitado a leer y leer todas la veces que sea necesario hasta aprendernos lo que debemos, y al hacer eso hemos realizado el famoso “esfuerzo de comprensión”. ¡Ahora sí! Esta es la única manera de reconciliarnos con la lectura ¡con el deber! Con tener en la mente una meta, porque nuestro esfuerzo por comprender lo leído, se vuelve un placer al perder el temor a no entender. Y que tal cuando algún alumno toma un libro, lo toca, lo abre, lo hojea y finalmente con esfuerzo se dispone a leerlo. Primero… se sorprende por las páginas que lleva leído, y después… ¡por las que le faltan por leer!, ¡qué ironía! Si un libro termina en nuestras manos (aunque sea prestado) en esos momentos ¡es nuestro! De nadie más, como dicen los niños -¡es mío, es mi libro!, y

claro está que se vuelve más mío mientras mis ojos lo van consumiendo. Y si me ha gustado lo que he leído sentiré cierta dificultad en devolverlo. Si los profesores tomamos una novela, una obra o simplemente una lectura como “un problema de investigación” los estudiantes nunca descubrirán el placer de leer. Hay que explicarles, hay que decirles, hay que hacerles entender que nosotros como lectores nos permitimos todos los derechos, entonces… ¿Por qué no ellos pueden empezar a tener amor por la lectura adquiriendo estos mismos derechos? 1.- el derecho a no leer.- la lectura es un regalo, no debe ser obligada, si no se quiere leer un libro hoy, otro día será. 2.- el derecho a saltarnos las páginas.- no es necesario renunciar a la lectura, simplemente saltarnos si se le considera demasiado difícil o si el autor se extiende demasiado. 3.- el derecho a no terminar un libro.- si leemos un libro y no era lo esperábamos podemos no terminarlo pero con la mente abierta de que tal vez algún día lo volvamos a retomar. 4.- el derecho a releer.- si queremos verificar, si la lectura nos gustó o queremos volverla a recordar podemos leerla cuantas veces queramos, simplemente por el placer

de

la

repetición.

5.- el derecho a leer cualquier cosa.- obras, cuentos, novelas, etc. ¡Leer de todo!... pero con la atención que un libro requiere, a eso se le llama sabiduría. 6.- el derecho al bovarismo.- podemos imaginarnos lo que pasará. 7.- el derecho a leer en cualquier sitio.- la lectura es la lectura, el lugar no cambiara ni una sola frase del

texto.

8.- el derecho a hojear.- es la autorización para tomar cualquier libro, abrirlo y adentrarnos

en

él

porque

solo

disponemos

de

él

en

ese

momento.

9.- el derecho a leer en voz alta.- para muchas personas es más cómodo leer en silencio, pero para otras es una necesidad el ser escuchado, todo es válido. 10.- el derecho a callarnos.- no es necesario platicar lo que hemos leído, podemos guardárnoslo, no es ser egoísta, sino es darnos un pequeño placer a la intimidad de la lectura. Leer es una de las más efectivas actividades de aprendizaje y entretención, desarrolla la imaginación y permite aumentar las posibilidades de desenvolverse mejor en el mundo que nos rodea. Nosotros como docentes tenemos la tarea de leerles un cuento o una historia a nuestros alumnos, acercarlos al libro como objeto cotidiano, o… ¿Por qué no?... crear una biblioteca en el aula y, principalmente, ¡claro esta!, involucrarlos en la lectura mostrándoles detalles, palabras e ilustraciones para que ellos en un futuro puedan amar la literatura, ya que el saber disfrutar de la lectura, es un verdadero placer que nos regala la vida.

Daniel Penac en este libro trata la cuestión de la escuela y la educación desde el punto de vista de los malos estudiantes, haciendo referencia a su vivencia desde pequeño, ya que él era un mal alumno. En este libro el autor mezcla sus recuerdos autobiográficos, como sus reflexiones acerca de la pedagogía y las deficiencias de la escuela, sobre los sentimientos que tiene el mal estudiante, como se siente al ser excluido y el amor que tiene este a la enseñanza.

El autor en el libro se describe como un auténtico “zoquete”, este se siente mal porque no tiene el apoyo de nadie de su familia, solo su hermano es el que le intenta ayudar, pero el protagonista tiene tan asumido que no vale para nada, que incluso piensa que el perro es más inteligente que él mismo. Se siente un alumno torpe, y en la escuela un auténtico incomprendido, ya que todo lo que oye en la escuela, no presta atención por el simple hecho de que todo el mundo da por entendido de que por mucho que se intente, este alumno no conseguirá nada. Él mismo tiene asumido este rol, de tal forma que no presta atención en clase,

sufriendo los sarcasmos de los profesores, las burlas tanto por parte de los compañeros como en su casa por su familia. Teniendo un comportamiento negativo, ya que realmente no le gustaba nada, sintiéndose idiota, porque no entendía nada. Liberándose así de cualquier escuerzo, “Si soy tonto, no estoy obligado a nada, ni puedo aspirar a nada” esto es lo que se decía a sí mismo el alumno torpe. Daniel da a entender en su libro que ningún alumno es idiota o torpe, el problema es cómo sacarlo de esa situación, por falta de amor a sí mismo. Hasta que un día, había una excursión dura a la que no se apuntaba mucha gente porque no estaban preparados. Él se apuntó, pero sus padres se lo prohibieron, pero no se acobardo y se escapó no volviendo hasta el día siguiente. Se propuso la meta y la consiguió aunque con consecuencias físicas en sus pies (ampollas), sintiéndose orgulloso por primera vez. A la semana siguiente, el profesor que también fue uno de los pocos que logro realizar la excursión al completo, lo saco a la pizarra, pensando todos sus compañeros que se iban a burlar de él otra vez. Pero esta vez todo fue diferente, el profesor le puso formulas y el alumno las supo realizar por su poquitín de confianza que había adquirido. Gracias a un profesor de lengua que se dio cuenta de lo que le ocurría, este empezó a creer en el alumno, le cambio el examen de sintaxis por escribir una novela. Por primera vez alguien le sacaba de la condición de cretino que tenía asumido. Llegándole a cambiarlo por completo y este consiguió ser profesor y más Crítica o valoración. Este libro me ha parecido muy interesante, ya que antes de leérmelo no me había detenido a pensar en estos problemas, aunque yo he llegado a sufrir algo similar pero en menos profundidad y a un determinado momento sin darme cuenta, pero por suerte como lo que cuenta el libro, cuando nadie apostaba por mí, alguien apareció y me dio una segunda oportunidad diciéndome que si no lo intentaba nunca podría llegar a saber si realmente podría conseguirlo o no. Realmente me he dado cuenta de esto al verme reflejada un poco en el libro,

porque en el momento que me ocurrió esto yo no era consciente, simplemente pensé que esta profesora se compadecía de mí. Realmente al explica la experiencia desde cómo se siente un “zoquete” podemos ponernos en su lugar y saber cómo reaccionar, así como los profesores identificarlos a estos alumnos e intentar ayudarlos desde otra perspectiva. Conclusión. Realmente recomiendo este libro tanto para los que van a ser profesores o maestros, como para los que ya lo son. Porque hay muchas veces que no te paras a pensar realmente el porqué de las reacciones de ese niño, y puede ser que detrás de esto el alumno tenga un problema serio, o bien como el del autor, la falta de autoestima, o bien otros problemas que a simple vista no se ven y mediante la observación diaria se pueden llegar a comprender los fracasos escolares.

ELABORO: PROFR. IVAN GARCIA SANTOS ESPAÑOL: 501