Comentarios de texto resueltos por el profesor

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Quique Castillo Aguilera Lengua Castellana y Literatura IES Ricardo Bernardo (Cantabria) 1



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ÍNDICE -“Instagram o morir de selfi” de Berna González Harbour [explicación en vídeo] ......................................................................................................................................... pág. 3 -“La casa de cristal” de Guillermo Altares [explicación en vídeo] .................... pág. 4 -“Veneno” de Manuel Vicent ............................................................................................ pág. 5 -“Leer con luz de luna” de Arturo Pérez-Reverte ................................................... pág. 8 -“Antes aquí no había nada” de Íñigo Domínguez .................................................. pág. 12 -“Palabrera” de Marta Sanz .............................................................................................. pág. 17 -“Letrinas de Internet” de Juan Manuel de Prada ................................................... pág. 22 -“Tremendos 16” de Luz Sánchez-Mellado ............................................................... pág. 26 -“Atontados” de Eduardo Álvarez ................................................................................. pág. 31 -“Salvamento” de Manuel Vicent ................................................................................... pág. 36 -“Contra la pared” de Lara Moreno .............................................................................. pág. 40 -“La ortografía es el termómetro” de Álex Grijelmo .............................................. pág. 44 IMPORTANTE: Los comentarios pueden estar resueltos total o parcialmente. El profesor podrá ofrecer, en algunos casos (actitud, intencionalidad, etc.) una respuesta más elaborada de la que se exigirá en la prueba. Esto se debe a que aspira a ofrecer un comentario más o menos amplio, que satisfaga las dudas de todo el alumnado que pueda enfrentarse, sin ayuda del profesor, a la lectura de este solucionario. Se recomienda que se intente desarrollar autónomamente el comentario de los textos antes de leer la solución propuesta. En caso de encontrar un error o de querer proponer una sugerencia, diríjase a [email protected].



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Instagram o morir de selfi Algunos cínicos lo llaman selección natural de las especies y es comprensible que se nos escape la risa al escucharlo, porque es cierto que a todas las razones de muerte que ya nos acechan cada día, desde el cáncer hasta el tráfico, el amianto, el radón, la anorexia, el tabaco, el aire contaminado o el famoso tiesto en la cabeza, se ha sumado una tan absurda que casi —Dios nos perdone— ni siquiera genera compasión: morir de selfi. Algunos estudios ya analizan el riesgo que lleva a despeñarse desde un rascacielos, un acantilado o un vulgar balcón playero por un simple selfi en Instagram. Los últimos en España fueron dos británicos que hace pocos días cayeron al vacío en el paseo marítimo de Orihuela, en Alicante. Que en paz descansen. Entre los 259 muertos analizados en un estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos ya hay conclusiones: los muertos tenían 22 años de media y el 72,5% eran hombres. El ahogamiento, la caída, el fuego o el atropello son los mayores accidentes, seguidos de electrocución o ataques de animal. El estudio recoge datos de 2011 a 2017. Hacerse fotos, por tanto, se ha convertido en una actividad de riesgo para los imprudentes, pero antes de llegar a esa conclusión hay otra mirada necesaria y es el narcisismo extremo que acompaña la exhibición cotidiana que mostramos. La fotografía nació y se expandió como una tecnología perfecta para retener momentos, para trascender, y aún nos fascinan los grandes retratos de gigantes del género como Laurent, que nos legó una imagen nueva de España gracias a su trabajo. Maravillosa es la secuencia de la película Turner, cuando el genio malhumorado acude a hacerse un primer retrato, receloso, y se pregunta qué valor tendrá a partir de ahora su pintura. Pero de la fotografía para retener, para captar, para convertir en arte el transcurso de la historia y de la vida, hemos pasado a la exhibición no de lo que somos, sino de lo que queremos parecer. Ya no posamos para vivir, para reflejar la vida y el disfrute, sino que parecemos vivir para posar, para simular, para vender una imagen filtrada de nuestra realidad. ¿Posamos para vivir o vivimos para posar? No lo sabemos, pero, al menos, procuremos que no sea para morir.

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Berna González Harbour: El País (22 de julio de 2019)

Estructura del texto, actitud e intencionalidad de la autora y tipo de texto de acuerdo con el ámbito de uso y el modo de elocución

https://youtu.be/B113Svh629Q



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La casa de cristal Uno de los mejores tebeos editados en España en los últimos años se titulaba La casa. Crónica de una conquista (Norma) y su autor es Daniel Torres, un veterano dibujante que había estado largo tiempo sin publicar. El cómic, de casi 600 páginas, está basado en un trabajo de documentación impresionante y repasa la historia de la vivienda desde el neolítico hasta el siglo XXI. Una de las cosas que quedan más claras en sus viñetas es que la privacidad ha resultado una conquista muy difícil, una lucha contra el espacio que, salvo para los muy ricos, se ha prolongado durante siglos y que todavía está pendiente en muchas sociedades. Virginia Woolf también contó aquella revolución en uno de sus libros más célebres, Una habitación propia. Todo esto, en el Occidente permanentemente conectado, se ha terminado. Lo más grave del final de la privacidad es que en algunos casos se ha producido de manera inconsciente, pero en muchos otros de manera totalmente consciente. Estamos regalando sin darnos cuenta algo que ha costado siglos conquistar. Las fotos realizadas con FaceApp circularon ampliamente por redes sociales: con una ingeniosa aplicación, gracias a la inteligencia artificial se mostraba cómo sería nuestro rostro en la vejez. Todo fue bien hasta que se descubrió que el usuario firmaba una especie de pacto mefistotélico con los autores del juguetito a los que tal vez no entregaba su alma, pero sí sus datos. Esa noticia se conoció poco antes de que fuese detenido en Bulgaria un informático de 20 años que había logrado los datos fiscales de todos los adultos del país que hubiesen declarado alguna vez a Hacienda. De todos. El hacker ni siquiera era una lumbrera: al parecer el robo masivo de información fue bastante sencillo. Todo ello ocurre mientras los cuatro gigantes de la era digital, Amazon, Apple, Google y Facebook, son investigados en el Congreso de EE UU entre otras cosas por las dudas sobre su tratamiento de los datos. Se trata de ejemplos de las últimas semanas. Nos dirigimos a una sociedad de paredes de vidrio en la que todo lo que hemos escrito, dicho, incluso a veces pensado (nuestros gustos de compra), todos los datos que hemos compartido con nuestros amigos o con nuestra Administración pueden ser publicados y, desde luego, son utilizados sistemáticamente con fines comerciales o políticos. Ya no existen habitaciones propias.

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Guillermo Altares: El País (31 de julio de 2019)

Esquema, tema, estructura del texto, actitud e intencionalidad de la autora y tipo de texto de acuerdo con el ámbito de uso y el modo de elocución

https://youtu.be/dz1e_guz2p0



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Veneno La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la 5 conciencia sin que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad 10 gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente 15 intoxicada acepta con normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que está envenenado. Manuel Vicent: El País (22 de febrero de 2015)

COMENTARIO DE “VENENO” DE MANUEL VICENT Resumen del texto El cerebro digiere la información mediática que recibe sin que esta repercuta negativamente sobre él, a diferencia de otros agentes externos que sí modifican y perjudican gravemente los órganos afectados. Si esto se extrapolara al terreno alimenticio, esta información equivaldría a productos poco saludables que sí serían rechazados de forma instintiva por el organismo por sus efectos perniciosos sobre él. ¿Por qué se aceptan, entonces, estas informaciones sin ser cuestionadas? La conciencia interioriza la información que los medios transmiten sin ponerla en tela de juicio, provocando su intoxicación. Esquema del texto 1. La no afectación del procesamiento de la información inútil sobre la estructura o el funcionamiento del cerebro. 2. El planteamiento sobre qué ocurriría si estas informaciones se transmutasen en productos alimenticios. 2.1. Convencimiento de que estas informaciones serían productos rechazables o en mal estado. 2.2. Dada esta comparación, cuestionamiento sobre su aceptación sin ser revisadas. 3. Aceptación de estas informaciones sin cobrar conciencia de su perjuicio.

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Tema y estructura del texto El tema del texto es la falta de espíritu crítico de la ciudadanía ante la manipulación moral e ideológica por parte de los medios de comunicación. / … el efecto nocivo que producen los medios de comunicación en la conciencia humana. / … la necesidad de arbitrar controles de calidad en las producciones mediáticas. El texto propuesto para su análisis puede estructurarse en tres partes: (a) En la primera, que se extiende desde el principio hasta la línea seis, el autor recoge ya de entrada la tesis: la idea de que la información transmitida por los medios de comunicación no consigue dañar la estructura del cerebro. Incide en esta idea ya en este apartado, además, comparándolo con el efecto pernicioso de la contaminación, que sí afecta. (b) Pero es, no obstante, en la segunda parte donde recae todo el peso argumental comparando esta vez el cerebro y la información con el estómago y la digestión. Se extiende, por tanto, desde el final de la línea seis hasta la doce. Para ello parte de una propuesta hipotética, una pregunta retórica indirecta (“qué sucedería si…”, l. 6), y, lógicamente, todo el léxico del apartado está relacionado con el aparato digestivo o la alimentación, constituyendo un campo asociativo: “almuerzo”, “estómago”, “alimento”, “disentería”, etc., relacionando la información rechazable con productos en mal estado o indeseables. (c) La última parte se extiende desde la línea doce hasta el final, desde la devolución al tema original tras una nueva pregunta retórica (“¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara?”, l. 13), y viene a ser una reafirmación de la tesis original en la que se recogen elementos de la argumentación precedente (se mencionan “la denominación de origen y el control de calidad”, l. 13 y s.). Sobre la tesis original añade algún elemento nuevo, como la idea de “intoxicación”, que, por un lado, conecta nuevamente con la argumentación del segundo apartado, y, por otro, justifica así el título del artículo. La repetición de la tesis en el primer y en el tercer apartado permite apreciar un desarrollo circular en la estructura de este texto. Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud que manifiesta Manuel Vicent en este artículo es absolutamente subjetiva, a pesar del mayoritario empleo de recursos como la modalidad oracional enunciativa, que le proporciona una apariencia de falsa objetividad. Esta subjetividad se aprecia en que emplea voces o sustantivos denostadores, con una fuerte carga connotativa negativa o peyorativa, como “basura mediática” (línea 1) o “mierda tóxica” (l. 2), expresiones que, además, representan ideas diferentes a lo que significan sus referentes gracias a un proceso de metaforización. Esta también se observa, por ejemplo, en expresiones como “una disentería fulminante [que] te mandaría corriendo al cuarto de baño” (l. 10 y s.). Otro recurso estilístico, del que el anterior también sería ejemplo, es la



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continua comparación o símil que establece entre la información tóxica y sus efectos y los productos del colmado y sus consecuencias. Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse incluso que su actitud llega a ser combativa o incendiaria, como cuando califica el ataque al cerebro de “rudo y persistente” (l. 6) o caracteriza nuestra conciencia como “largamente intoxicada” (l. 16 y s.), adjetivos aquellos –junto con otros como “idiota” (l. 10), por ejemplo– y adverbio este que, además, son valorativos y sirven también para justificar la subjetividad anteriormente mencionada. En cuanto a la intencionalidad, el autor de este texto pretende convencer o persuadir al lector de la “contaminación” moral a la que está sujeto al exponerse a la información indiscriminada de los medios de comunicación de masas, y para ello critica el tipo de información y la metodología con que estos la suministran, así como también, de forma indirecta, la incapacidad del ciudadano medio de ‘blindarse’ ante este ataque informativo. La persuasión anteriormente mencionada puede observarse indirectamente a partir del intento del autor de aglutinar al lector en el razonamiento, algo que sucede cuando emplea el plural en expresiones como “nos rodea” (l. 2) o “nuestra conciencia” (l. 16), o, también en este sentido, cuando emplea giros impersonales como el de “que uno se traga” (l. 1), “que uno respira” (l. 5) y “en lo que uno lee” (l. 17). Por supuesto, uno de sus objetivos también es ejemplificar cuanto expone a través de las continuas comparaciones con el estómago y los productos alimenticios que establece en el cuerpo argumental del texto. Se podría admitir, por último, que invita a la reflexión a través de las preguntas retóricas que, de forma indirecta (“hay que imaginar qué sucedería si…”, l. 6 y s.) o directa (“¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara?”, l. 14), se emplean en el texto.



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Leer con luz de luna Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los formatos clásicos y demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual, porque yo escribo lo que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y, por supuesto, los lectores que recurren al medio que estiman conveniente. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y no es esa la cuestión. Creo. El libro electrónico es práctico y divertido. Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se va de una a otra, «lo que no deja de ser una simpática gilipollez». Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico, escuchar música, ver imágenes y cosas así. Pero leer no tiene nada que ver con eso. Me refiero a leer de verdad, en comunión estrecha con algo que educa tu espíritu, que te hace mejor y consciente de ti mismo. Que aporta lucidez, multiplica vidas, consuela del dolor, la soledad y el desamparo, aclara la compleja y turbia condición humana. Leer así requiere tiempo, serenidad concentrada, ritual. Cuando estás en ello, ni siquiera las bombas son capaces de romper el vínculo mágico. Y si se funden los plomos, o como se diga ahora, el verdadero lector es capaz de seguir haciéndolo a la luz de una vela, de un encendedor, o a la luz de la luna llena reflejada en la arena de un desierto. Puestos a setas o a Rolex, aún hay más. He dicho que libro de papel y libro electrónico deberían ser complementarios; pero si me obligan a elegir, diré alto y claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil me la refafinfla. Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Y déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi treinta mil libros en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel o cartoné y hojear páginas de papel, pueden sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de qué es un libro.

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Arturo Pérez-Reverte: XL Semanal (15 de octubre de 2010), adaptación 30

COMENTARIO DE “LEER CON LUZ DE LUNA” DE ARTURO PÉREZ-REVERTE

Resumen del texto Lo habitual es enfrentar la lectura en papel con la lectura en formato electrónico, pero de esta oposición no se desprende una conclusión clara: ambos soportes son rentables para la lectura y, si cabe, incluso, el segundo comporta algunos elementos o ventajas que lo revisten de interés. No obstante, existen determinados aspectos, espirituales cabría decir, o intangibles, que hacen preferible la lectura en papel, por los que cabe terminar asumiendo que, al margen de la pregunta inicial, esta comporta un verdadero valor de lectura que hace que aquella resulte fútil o inapropiada. Tema y estructura del texto El tema del texto es la contraposición entre los dos formatos principales de lectura, el papel y la lectura electrónica, con el objeto de reivindicar las ventajas de la primera.



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En cuanto a su estructura, claramente puede advertirse una estructura de comparación o de contraste en la medida en que el autor utiliza el texto para contraponer, como hemos dicho, los dos formatos principales de lectura. Asimismo, también presenta una estructura inductiva en la medida en que la tesis (la preferencia por el soporte físico) se recoge al final del texto. En cualquier caso, el artículo puede dividirse o segmentarse en tres partes: (a) La primera parte comprende desde el principio hasta la línea 12. En ella, predomina la tipología textual expositiva, en tanto que el autor plantea el tema y se limita a oponer asépticamente los dos formatos, sin ofrecer aún apenas argumentos, admitiendo que ambos presentan ventajas que los hacen complementarios. (b) La segunda parte se extiende hasta la línea 18, concretamente hasta “hay más”. A pesar de todo lo dicho anteriormente, el autor cambia de tono, lo cual se puede observar en el aumento de la literariedad e, incluso, a través del conector de oposición con que arranca este apartado: “pero” (l. 12), que contrapone la nueva información con la del apartado anterior. En esta parte, además, comienza a argumentar las comodidades que la lectura en papel ofrece y empieza a decantarse por esta, después de ofrecer una definición con tintes literarios, como se acaba de apuntar, nada aséptica ya, de la lectura. (c) La tercera parte, por último, arranca desde el “he dicho” de la línea 18 hasta el final. A partir de este momento (nótese el arranque) la primera persona y la subjetividad se convierten en elementos predominantes, tanto así que los fenómenos más interesantes o relevantes para justificar la actitud del autor, a juicio del que comenta, están extraídos de esta parte. Asimismo, también presenta un conector de oposición “pero” un poco más adelante (l. 19) que contrasta, nuevamente, con lo recogido hasta ese momento. Aquí, de hecho, Pérez Reverte termina definitivamente decantándose por la lectura en papel y despreciando la lectura electrónica, a pesar de lo expuesto más arriba, con lo que, como se ha adelantado, se puede sostener que esta es la tesis que alcanza su autor. Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud del autor, por mucho que pretenda ser objetiva en un principio, como se observa en la aparición, por ejemplo, de rasgos de la función referencial, es absolutamente subjetiva, como se puede comprobar, rápidamente, en el empleo de verbos intelectivos (“opino”, l. 1; “creo”, l. 6; “reivindico”, l. 26), construidos, además, como todas las formas verbales del texto, en primera persona. Esta también está presente en el alto número de expresiones o marcadores de la propia opinión empleados por el autor: “me da igual” (l. 2), “diré alto y claro que no hay color” (l. 19 y s.), “me la refafinfla” (l. 20), “me niego a...” (l. 21), etc. Asimismo, la subjetividad queda patente a través de la también ingente cantidad de adjetivos valorativos empleados por Pérez-Reverte: “[trinchera] extraordinaria” (l. 29), por ejemplo, aunque quizá resulten más significativos aquellos asociados a exabruptos o palabras malsonantes, no menos subjetivas, claro, como “simpática [gilipollez]” (l. 10), o “puta [idea]” (l. 31), a partir de los cuales se puede achacar que, asimismo, la actitud del autor es



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soez e incluso despreciativa hacia el lector en formatos digitales. Este mismo desprecio se puede observar en el uso de la voz “chisme” (l. 30), cargada de connotaciones peyorativas. En este mismo sentido, en relación aún con los términos valorativos, también cabe destacar “verdadero [lector]” (l. 17), cargado de connotación, pues Pérez-Reverte da a entender que existe una categoría de lectores de verdad a la vez que una falsa. Por último, los recursos estilísticos también contribuyen a justificar la existencia de subjetividad en este texto: las metáforas como “vínculo mágico” (l. 16) para referirse al acto de leer o “trinchera extraordinaria” (l. 29) para aludir a su biblioteca; las hipérboles como “ni siquiera las bombas son capaces de romper el vínculo mágico” (l. 15 y s.) o “suficientes para resistir la última bala” (l. 28), o incluso la ironía que destila en casi todo el texto. También cabe señalar que, inexplicablemente, el autor presenta una actitud contradictoria al expresar dos opiniones contrarias en el artículo (al principio y al final). Sin lugar a dudas, la intencionalidad del autor es contraponer los dos formatos hábiles para la lectura (el soporte físico o en papel frente al digital), con el objeto de terminar privilegiando el primero sobre el segundo, tras lo cual llega incluso a denostar este último. Reivindica la lectura en soporte físico a través de su extensa descripción con tintes literarios en el segundo párrafo, de los argumentos definitivos en su favor que recoge en el tercer párrafo (anotaciones en el margen, subrayados, etc.) o afirmaciones como “me niego a convertir mi biblioteca en un cibercafé” (l. 21 y s.). La denostación del soporte digital se ha visto, por su parte, en la connotación de “chisme” o el ataque subrepticio en “verdadero lector”, explicados más arriba. En la actitud también se ha demostrado como llega a despreciar al usuario de lectores electrónicos empleando expresiones soeces como “no tiene ni puta idea” (l. 31) o un lenguaje políticamente incorrecto. Sin que queda la menor duda, la intención de Pérez-Reverte es la de causar controversia, generar polémica provocando al lector a través de todos estos recursos (atrayéndolo hacia su opinión o moviéndolo en su contra). Valoración personal El tema recogido en el texto está totalmente en vigencia o es de interés, y lo es para un público muy amplio, pues la oposición entre los dos soportes principales de lectura no es un aspecto ya exclusivo de una generación o de un sector de la sociedad: los precios cada vez más competitivos de los lectores electrónicos, así como la posibilidad de leer incluso en los dispositivos electrónicos móviles que la población mayoritariamente posee, lo posibilitan. No obstante, el planteamiento realizado por Pérez Reverte en este texto de este tema resulta inadecuado e, incluso, podría admitirse que es incoherente. La incoherencia se observa en el momento en que, en el primer párrafo, desestima que sea oportuno oponer los dos formatos, y llega incluso a señalar las ventajas del electrónico, pero termina por vindicar, especialmente en el último párrafo, y con contundencia, las del papel. No solo esto sino que, además, contradice muchas de las cosas que había admitido anteriormente, desacreditándolas, llegando a llamar “chisme de plástico” (l. 30) lo que antes era, sin más, “práctico” incluso (l 7). Por todo ello, parece que su argumentación carece de solvencia o no puede admitirse que se sostenga. También podría reprocharse la



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estructuración temática del artículo y su división en párrafos: ¿acaso el primer enunciado y los últimos (a partir de “he dicho”, l. 18) del segundo párrafo no tendrían más sentido en el primer y en el tercer párrafos, respectivamente? Por último, en relación con su lenguaje, con el objeto de generar polémica, como se ha admitido ya, llama la atención que el autor emplea un lenguaje soez, que a juicio del que comenta llega incluso a desacreditarlo, admitiendo, por ejemplo, que “[el lector de formato electrónico] no tiene ni puta idea (…) ni de qué es un libro” (l. 31). Buena parte de los argumentos empleados por Arturo Pérez Reverte son fútiles, románticos (en el sentido más decimonónico de la palabra, basta leer el título): aluden al tacto, al olor, a las experiencias sensoriales que se desprenden de la lectura en papel, y olvida que, de igual modo que su trabajo como escritor es “ocuparse del contenido”, el del lector es interpretar o decodificar lo que ese objeto contiene, al margen de su formato, al margen de esas otras experiencias auxiliares que podrían llegar, incluso, a distraerlo tanto o más que una puntual notificación informando de la recepción de un correo electrónico. Reconozco al menos que yo, cuando el papel se amarillea, se cuartea, cuando desprende olor a humedad, no experimento en absoluto las mismas sensaciones que Pérez Reverte describe exaltado. Además, personalmente no creo que el disfrute de la lectura tenga nada que ver con los placeres sensuales, sino que se trata de un ejercicio de carácter intelectual y de abstracción. Paralelamente, hasta que se extendió el uso del papel a causa de su abaratamiento, en los monasterios medievales el soporte habitual era el pergamino, elaborado a partir de la piel animal, y no creo que ahora proceda imaginárselos a los monjes poniendo el grito en el cielo, montando en cólera, aduciendo que el tacto del pergamino es más agradable, o que el olor que del pergamino emana evoca y favorece la lectura. La industria tecnológica evoluciona, y con ella también la industria del libro, y a veces es normal, y hasta aconsejable, temer el cambio; pero recordemos, no obstante, que la invención de la imprenta fue catalogada en su momento como un arma del diablo, algo parecido a lo que ocurre hoy con la televisión o con internet. Sí, de lo anterior se desprenderá que tengo y disfruto con mi lector electrónico, que no sustituye a la lectura tradicional: la complementa. En cualquier caso leo, interpreto, decodifico: extraigo el contenido, que es mi misión como lector.



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Antes aquí no había nada Un estudio de la Universidad de Huxley trabaja con la hipótesis de que la masificación turística y el desparrame urbanístico pueden contribuir a desarrollar las capacidades cognitivas, porque en muchos sitios se requiere una gran capacidad de abstracción para no ver la gente que hay o lo que han construido. Seguro que este verano habrán tenido que hacer esta gimnasia mental. Es difícil imaginar cómo es el mundo que no conocimos, hasta que estás en una playa, en un pueblecito, y un anciano, o alguien no tan mayor, dice esta frase: “Antes aquí no había nada”. En verano, cuando nos paramos a mirar y a pensar en el mundo, y no en nuestras cosas, suele haber algún momento en que nos ponemos apocalípticos, como en esta columna. Notas que algo va mal. Durante un tiempo pensé que si bien el mundo antiguo había desaparecido —mares llenos de peces, bosques rebosantes de animales—, se quedaría más o menos así. Nunca creí llegar a sentirme como uno de esos ancianos, ver un cambio a peor en mi generación. Una de las mayores impresiones de mi vida fue regresar el verano pasado a un glaciar de los Alpes que había visto hace 20 años. Era la mitad, como si lo hubieran borrado con efectos especiales. Esta primavera en Roma no hubo golondrinas. ¿Se les ocurre una señal de alarma más poética? Pues esperen que les cuente la siguiente: como no llegaron en mayo, por el frío insólito, en junio hubo una invasión de mariposas. Que en un año normal se habrían comido antes las golondrinas. Lo curioso es que en la ciudad oyes la frase contraria: “Antes aquí había de todo”. Una carnicería, una panadería… Ahora, el centro de una ciudad suele ser un lugar sin sentido. Por eso uno revaloriza las ciudades feas, sin turismo, con bares normales. Acabaremos viviendo todos en lugares anodinos mientras viajamos a los bonitos, que solo serán visitables, no habitables. En verano esa sensación se agudiza, las ciudades se vacían aún más de sus vecinos, solo hay turistas desubicados. Además, la tecnología acude en nuestra ayuda para abstraernos bien: cuando la gente está en los sitios ya es como si no estuviera. Una de las cosas más raras que este verano he visto hacer a alguien con el móvil es un tipo hablando por teléfono mientras cogía moras. ¡Cogiendo moras! ¿Puede haber algo de una disipación más pura, un placer menos maquinal, que coger moras? Yo creo mucho en esta combinación como solución de futuro: cuando lo que había ya no esté, tampoco estaremos allí para verlo, porque estaremos siempre con el móvil. O habrán sacado ya unas gafas de realidad virtual para ver el paisaje como era, como una visita en 3D a unas ruinas griegas. Y hasta veremos las ciudades con gente corriente haciendo la compra y niños jugando en la calle, como asegurarán los ancianos que eran.

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Íñigo Domínguez: El País (18 de agosto de 2019), adaptación 30

COMENTARIO DE “ANTES AQUÍ NO HABÍA NADA” ÍÑIGO DOMÍNGUEZ

Resumen del texto Se requiere una gran dosis de abstracción para conseguir ignorar a la gente o las construcciones inmobiliarias en aquellos espacios masificados por culpa del turismo y del urbanismo sin control. A partir del comentario de un anciano, “antes aquí no había nada”, cabía pensar que no se iba a experimentar un cambio a peor en nuestra generación, por lo que sorprende observar los efectos de los anteriores: como el derretimiento de un glaciar alpino o la desaparición de las golondrinas durante la primavera en Roma. A la inversa, en las ciudades se oye “antes aquí había de todo”, pues se ha producido un vaciamiento de sus habitantes, sustituidos por turistas. La tecnología, que colabora en esa abstracción, puede ser, ¡qué duda cabe!, la solución al problema, permitiendo digitalizar lo que desaparecerá irremediablemente.

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Tema y estructura del texto El tema del texto es la propuesta de una solución, con tintes irónicos, que pase por la aplicación de la tecnología, ante los efectos del turismo y el urbanismo exacerbados. En cuanto a su estructura, se observa claramente una estructura de enunciaciónresolución de un problema: aunque sea de forma sarcástica, en el último párrafo se ofrece una “solución de futuro” a la problemática o a los conflictos descritos en los párrafos anteriores; de hecho, así se la llama, directamente (l. 16). De acuerdo con este punto de partida, el texto se dividiría claramente en dos partes: (a) La primera parte abarca desde el principio hasta la línea 21 y en toda ella, como se ha apuntado, se aborda la enunciación de un problema. No obstante, en su seno también podemos distinguir otras dos partes o subapartados: (a.1) El primer subapartado, que comprende los dos primeros párrafos, se extiende hasta la línea 16, pues. Gira en torno a la idea de que “antes aquí no había nada” (l. 6), frase pronunciada por un anciano con el que el autor se compara (no creía que fuese a ser capaz de experimentar, al contrario que este, “un cambio a peor”, l. 11). A partir de aquí, recoge dos efectos con los que trata de ejemplificar este “cambio”: el derretimiento de los glaciares y la desaparición de las golondrinas en Roma. (a.2) En contraposición al anterior, este subapartado bascula en torno a la idea de que “antes aquí había de todo” (l. 17), con la que el autor parece establecer una dicotomía, y que sirve, pues, de transición. Coincide con el tercer párrafo del texto. El efecto sobre el que incide ahora Domínguez es la despoblación de algunos núcleos urbanos (es más, en este fragmento, la palabra “ciudad” se repite hasta en cuatro ocasiones: l. 17, 18, 19 y 21). (b) La segunda parte, como se ha apuntado al comienzo de esta cuestión, es el apartado en que el autor propone, sarcásticamente, una “solución de futuro” (l. 26) que pase por la abstracción a través de la tecnología (idea que ya aparecía apuntada, curiosamente, en la l. 3). Comprende el último párrafo, aunque, en propiedad, su enunciación aparece a partir del “yo creo” de la línea 25. Sin embargo, nos ha parecido acertada esta segmentación en el momento en que el párrafo arranca con el enunciado “además, la tecnología acude en nuestra ayuda para abstraernos bien” (l. 22), a partir del que se plantea el nuevo eje temático, y el campo asociativo de la tecnología está repartido por todo él: “tecnología” (l. 22), “móvil” (l. 24 y 27), “teléfono” (l. 24), “gafas de realidad virtual” (l. 27 y s.) y “3D” (l. 28). Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud del autor es mayoritariamente subjetiva. Íñigo Domínguez emplea, por ejemplo, la primera persona en los momentos varios en los que relata



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anécdotas personales: “pensé”, l. 9; “creí”, l. 10, o “creo”, l. 26, todos los cuales son, además, verbos intelectivos. En relación con los verbos, cabe destacar también un verbo emocional: “sentirme” (l. 10) o el uso del modo subjuntivo en “hubieran borrado” (l. 13) cuando el autor plantea una comparación hipotética. Asimismo, un enunciado de la cuarta línea arranca con un marcador de la propia opinión: “seguro que...”. El sufijo apreciativo (“pueblecito”, l. 5) y los adjetivos valorativos, abundantes en el texto, también son útiles para justificar su subjetividad: “difícil” (l. 5), “curioso” (l. 17), “[ciudades] feas” (l. 19), “[lugares] anodinos” (l. 20), “bonitos” (l. 20) o “[señal de alarma más] poética” (l. 14) y “[cosas más] raras” (l. 23), estos últimos, además, en sendas estructuras que expresan cuantificación. Esto último –la cuantificación– también se aprecia en las siguientes estructuras enfáticas o ponderativas: “abstraernos bien” (l. 22), gracias al concurso del adverbio valorativo, y en la construcción “y hasta veremos...” (l. 28 y s.). Las preguntas retóricas que aparecen en el texto también representan una marca de subjetividad (“¿se les ocurre...?”, l. 14, y “¿puede haber algo...?”, l. 25), así como el enunciado encerrado entre signos de admiración (“¡cogiendo moras!”, l. 24), en el que se observa un aumento del tono empleado hasta el momento y una repetición de la expresión anterior (“... por teléfono mientras cogía moras”, l. 24), de lo que se desprende que indudablemente tiene un valor enfático. Por último, no es posible pasar por alto las hipérboles, como “nos ponemos apocalípticos” (l. 8) o “como si lo hubieran borrado con efectos especiales” (l. 13), así como el notable sarcasmo al que recurre cuando plantea, en el último párrafo, la tecnológica “solución de futuro”, de lo que se puede colegir que el autor presenta, también, una actitud sarcástica. No obstante, es imposible pasar por alto que Íñigo Domínguez también se muestra objetivo en algunos momentos: cuando habla del “estudio de la Universidad de Huxley” (l. 1), por ejemplo, o al aportar el dato de la capital italiana a partir de “esta primavera en Roma no hubo...” (l. 13). En estos fragmentos predomina la función referencial del lenguaje (tercera persona gramatical, modo indicativo, enunciados enunciativos...), así como se constata, hasta en dos ocasiones, una estructura impersonal (“...no hubo golondrinas...”, l. 13 y s., y “...hubo una invasión de mariposas”, l. 15). La intención de Íñigo Domínguez es, claramente, denunciar el impacto que la acción del hombre ejerce, a través del turismo y uno de sus efectos, la pésima organización urbanística, sobre el medio natural, primero (en el primer y en el segundo párrafos), y sobre la habitabilidad de las ciudades (en el tercer párrafo). Para ello proporciona datos veraces –aquellos en los que se ha observado, en el apartado anterior, una actitud predominantemente objetiva– valiéndose de las marcas propias de la función referencial (también explicada entonces). Algunos de estos datos, por cierto, se basan en su propia experiencia personal, y entonces emplea marcas de la función expresiva del lenguaje (primera persona, cuantificación o ponderación, etc., como en “una de las mayores impresiones de mi vida fue regresar el verano pasado a un glaciar de los Alpes que había visto...”, l. 11 y s.). No obstante, la intención principal presente en el párrafo final de este artículo es la de provocar sonrojo sobre la miopía o la ceguera de la sociedad a propósito del tema propuesto, y para ello se vale del sarcasmo, con el que denuncia, fundamentalmente, nuestra facilidad para distraernos, “abstraernos bien”, gracias a los dispositivos móviles, que nos impiden cobrar verdadera conciencia de la magnitud del problema.



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Subsidiariamente, el autor también se propone, por último, hacer partícipe al lector en el desarrollo de su reflexión, como se observa en el empleo de marcas propias de la función apelativa (segunda persona en fórmulas de cortesía1, como “seguro que este verano habrán tenido...”, l. 4, y “pues esperen que les cuente...”, l. 14). Valoración personal El texto propuesto para su comentario es de una rabiosa actualidad, ya que los efectos ocasionados por el turismo desmedido y los excesos urbanísticos son patentes en muchos lugares, no solo dentro de las fronteras de nuestro país. La estructura del artículo es especialmente singular pues la enunciación de estos problemas va acompañada de una propuesta de solución que, sin lugar a dudas, provoca una fuerte impresión sobre el lector. Indudablemente, bajo ninguna circunstancia puede concebirse que su autor, Íñigo Domínguez, la está planteando seriamente. Lo que resulta también bastante curioso es que el autor, una vez efectuado el análisis de la situación, señale como una de las causas de la misma la tecnología, o –más exactamente– la inacción ciudadana como resultado de las distracciones que provoca la tecnología, aspecto con el que, por otra parte, no se puede estar en desacuerdo, aunque podría ser extensible a múltiples situaciones en vías de solucionarse. También en relación con la estructura, por último, resulta bastante acertado –y llega a hacer más estimulante la lectura– el establecimiento de una dicotomía u oposición a partir de dos enunciados antonímicos (“antes aquí no había nada”-“antes aquí había de todo”, en las líneas 6 y 17, respectivamente). ¿Qué duda cabe de que el turismo es una de las causas de los efectos señalados por Íñigo Domínguez? La depredación de los recursos naturales necesarios para sostener un sector económico en auge como este resulta cada vez mayor, sin olvidar que incluso, en ocasiones, empresarios despiadados yerguen monumentales edificios en primera línea de playa contraviniendo la ley de costas o en espacios medioambientales protegidos. Sin embargo, como bien hace el autor, conviene denunciar que sus efectos no se limitan a impactar sobre una emergente crisis climática, ya de por sí suficientemente crítica: sus efectos también se sienten en las ciudades, en las que la habitabilidad de sus vecinos resulta cada vez más crítica. La aparición de nichos de mercado cada vez más rentables, por ejemplo, en relación con los pisos turísticos, causados por especuladores sin escrúpulos, o que solo se preocupan “por la pela”, alentados o auspiciados por empresas digitales como Airbnb, así como el aumento indiscriminado de los precios del alquiler que provocan en ocasiones los fondos buitre que adquieren edificios enteros “a precio de saldo”, provoca lo que se conoce técnicamente como gentrificación, es decir, el abandono de los centros urbanos históricos o neurálgicos por parte de sus anteriores inquilinos, que se ven abocados a instalarse en barrios del extrarradio, en favor de nuevas formas de negocio con las que los anteriores pueden enriquecerse más. Esta y otras situaciones similares son las que han movido a muchos grupos ciudadanos a 1 Al tratarse de una fórmula de cortesía o de deferencia con “usted”, los verbos están construidos en tercera persona, pero siguen siendo marcas de segunda persona pues continúan aludiendo al receptor del acto comunicativo.

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rebelarse contra el turismo, como en Barcelona, donde han aparecido múltiples pintadas en que podía leerse “tourists, go home”. Sin embargo, ¿es deseable que se marchen realmente? No parece esta una postura muy inteligente cuando el turismo es uno de los sectores económicos que más dividendos ofrece, y que más puestos de trabajo directos e indirectos genera. Quizá resulte interesante por fin adoptar las fórmulas de las que la clase política lleva años hablando, consistentes en reducir el número de visitantes pero aumentar su calidad (en resumidas cuentas, menos personas, más dinero).



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Palabrera Deconstrucción no es una palabra pomposa, sino necesaria. Abogo por aumentar el número de entradas de nuestros lexicones y no avergonzarnos de usar términos como lexicones, saponificación o tergiversar, un verbo que se trasgiversa mucho. Con palabras se nombra la realidad y se comprende. Nos hace falta designar emociones, partes del cuerpo y árboles. Aprender palabras ensancha el campo visual, y ensanchar el campo visual enriquece el acervo léxico. Construimos realidad y pensamiento. Limpiamos la casa y a la vez emborronamos sus límites: esos son los peligros de nombres, verbos, metáforas y silogismos. Alpendre, escorrentía, epanadiplosis, flebitis, música... Reivindico la lexicografía, el Scrabble y la acción pública de empollar. Lo cierto es que la gente redicha es ignífuga y resistente: no se puede andar por la vida con una mochila —como dicen ahora— de 1.200 palabras. Por eso, quiero hablar del profesor Andreu Navarra, que ha publicado Devaluación continua, libro en el que aprendemos qué es el ciberproletariado. Me encanta. En el ámbito de las ciencias humanas, dar con la combinación de términos o con el compuesto o derivado iluminadores es fundamental: fin de la historia, sociedad líquida, literatura caníbal… Luego discutimos sobre la pertinencia ideológica de los constructos. Con su neologismo, Navarra alude a una generación que se está quedando sin léxico y, lo que resulta paradójico, sin datos: quizá por el exceso de estímulos, el descrédito de la memoria y por una falta de concentración que se vincula con nuevos soportes, nuevos modos de lectura, la hegemonía audiovisual, pero también con la desnutrición. Con la confusión entre el perfil pedagógico y el psicoterapéutico, y la necesidad de satisfacer instantáneamente el placer. La entrevista que le concedió a Berna González Harbour plantea una inquietud que comparto: la de que cultura y educación hayan dejado de ser ascensores sociales. Donde esté un buen culo, una lengua bífida o una metralleta, que se quite todo lo demás. Intento no ser apocalíptica, pero sentirme integrada atenta contra mi esencial optimismo transformador. La segunda palabrería es más confortable. La Caja de las Letras del Instituto Cervantes acoge una exposición sobre palabras perdidas. El futuro aparentemente se acelera y las academias hacen el pino puente para adaptarse a laptops y whatsapps, mientras otras palabras se arrumban, y en ese arrumbamiento, más allá de melancolías, hay una pérdida de realidad y sentido. María Sánchez lo cuenta en Tierra de mujeres colocando el foco sobre trabajadoras del medio rural, sus espacios, herramientas, cuidados. Los dueños de las palabras siempre han sido los otros —modelos de virtud humana y profesional—, y quizá en el rescate de ciertos vocablos descubramos lo poco que han importado las cosas de mujeres. La exposición de las palabras perdidas nace de la artista zaragozana Marta P. Campo, que recoge cuñadez, cocadriz (femenino de cocodrilo) o bajotraer (abatimiento, humillación). La muestra se cierra el 29 de septiembre. Yo, que me siento un poco bajotraída, saldré de mis dormisqueos y me amalaré el noema. Porque, además, de incorporar novedades anglas y jugar con las piezas del museo, quienes usamos el lenguaje —¿alguien se ha quedado fuera?— tenemos derecho a mostrar lo mucho que nos importa, inventariándolo, aprendiéndolo, acumulándolo e inventándonoslo, con mayor o menor fortuna, para hablar de sexo, iluminar lo no dicho, hacer política o, incluso, circensemente, circunvalar la verdad.

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Marta Sanz: El País (23 de septiembre de 2019)

COMENTARIO DE “PALABRERA” DE MARTA SANZ

Resumen del texto Resulta fundamental ampliar el vocabulario que se maneja, pues, enriqueciendo el lenguaje, que establece los límites de la realidad y del pensamiento, estos se amplían. Es indudable que no se puede ‘sobrevivir’ con un léxico básico. Por ello es necesario aludir a conceptos como el de ‘ciberproletariado’, acuñado por A. Navarra, que se refiere a una generación cuyo vocabulario se empobrece debido a múltiples factores. Asimismo, también resulta conveniente recoger iniciativas



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como la de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, que ha acogido una exposición sobre voces caídas en desuso, a partir de la cual parece interesante reflexionar que su desaparición conlleva aparejada una pérdida de esa ‘realidad’ y de nuestro pensamiento. Dicho lo cual, conviene cobrar conciencia de la importancia del léxico y la pertinencia de ampliarlo en cualquier contexto. Tema y estructura del texto El tema del texto es la recomendación por parte de la autora de ampliar el vocabulario individual para ampliar los límites del pensamiento y evitar su caída en desuso. La estructura del texto comprende tres partes: (a) En la primera parte, que abarca hasta la línea 10, exactamente hasta “1 200 palabras”, se recoge, directamente, la tesis del texto, que se podría sintetizar, aquí, en el enunciado “abogo por aumentar el número de entradas de nuestros lexicones” (l. 1 y s.) o “no se puede andar por la vida...” (l. 9 y s.). (b) En la segunda parte, que abarca hasta la línea 33 (exactamente hasta “se cierra el 29 de septiembre”), se aborda el cuerpo argumental a través del cual la autora pretende apoyar su tesis, esto es, la conveniencia de aumentar nuestro vocabulario. No obstante, en esta segunda parte podemos observar, a su vez, dos claros apartados apoyándonos en la distinta temática que se aborda en uno y otro: (b.1) El primer apartado menor dentro del cuerpo argumental se extiende desde “por eso quiero...” (l. 10) hasta el final del primer párrafo. En este fragmento la autora recurre a un argumento de autoridad, ya que alude al libro de Andreu Navarra y, más exactamente, a su concepto de “ciberproletariado” incluido en él. Con este argumento persigue, fundamentalmente, poner de manifiesto la depauperación del caudal léxico de las últimas generaciones. (b.2) El segundo apartado menor abarca hasta la línea 33, y arranca, significativamente, con “la segunda palabrería” (l. 24), a partir de lo que se presupone que la primera será la recogida en (b.1). Aquí, ahora, se utilizan como argumentos las referencias a la exposición de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes y el libro de Marta Campo, con los que la autora pretende denunciar la desaparición de voces por culpa de su caída en desuso. (c) La última parte, en que recupera la primera persona (“yo, que me siento...”, l. 33), se extiende ya hasta el final. En ella se vuelve a enunciar la tesis, que se podría sintetizar, aquí, por medio del enunciado “quienes usamos el lenguaje [...] tenemos derecho a mostrar lo mucho que nos importa, inventariándolo, aprendiéndolo...” (l. 35 y s.). Así, al constatar que la tesis se repite al principio y al final del artículo, podemos concluir que la tipología a la que este se adscribe es de tipo circular o de encuadre.



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Actitud e intencionalidad de la autora (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud de la autora en este texto es claramente subjetiva, como se puede ver, por ejemplo, en el constante uso de la primera persona gramatical: a veces en plural, como “construimos” (l. 5), “limpiamos” (l. 6), “emborronamos” (l. 6)..., pero los más significativos, en verdad, son los ejemplos en singular: “abogo” (l. 1), “reivindico” (l. 8) o “quiero” (l. 10), verbos volitivos todos ellos, a partir de los que se desprende que la actitud de Marta Sanz es también reivindicativa, o “me siento” (l. 33), un verbo emocional esta vez, al que hay que sumar también “sentirme” (l. 22). En esta misma línea, son especialmente significativas la expresión evidencial como “lo cierto es que...” (l. 8 y s.) y la marca de la propia opinión “me encanta” (l. 11 y s.), que también es un verbo emocional, o la ponderativa o enfática “lo mucho que nos importa” (l. 36). También proporcionan subjetividad los adjetivos valorativos que aparecen: “[gente] redicha”, “ignífuga”, “resistente” (todos en la l. 9), “fundamental” (l. 13), “paradójico” (l. 15), “buen [culo]” (l. 21) “confortable” (l. 24)... Cabe destacar, por último, para justificarla, la existencia de un enunciado con modalidad oracional dubitativa con “quizá” (“quizá en el rescate de ciertos vocablos descubramos...”, l. 30), adverbio este que aparece una vez más, por cierto, en la línea 16, y la manifestación de varios recursos estilísticos: hipérbole en “aprender palabras ensancha el campo visual” (l. 4 y s.) e ironía en “esos son los peligros de nombres...” (l. 6 y s.) o “donde esté un buen culo [...] que se quite todo lo demás” (l. 21 y s.), enunciado por el que se podría reprochar, asimismo, que la autora presenta una actitud relativamente soberbia. No obstante, existen algunos fragmentos en los que sobresale una actitud objetiva, en cambio (principalmente, cuando habla del libro de Andreu Navarra, especialmente en “con su neologismo, Navarra alude a...”, l. 14 y s., o en el segundo párrafo, cuando se refiere a la exposición de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes o al título de Marta Campo). Esto se puede ver, fundamentalmente, a través de marcas lingüísticas de la función referencial: predomina la tercera persona, el modo indicativo, la modalidad oracional enunciativa... Asimismo, aparecen datos, como en “la muestra se cierra el 29 de septiembre” (l. 33), enunciado en que se observa, además, una estructura pasivo-refleja, y aparecen también tecnicismos, tales como “neologismo” (l. 14), “ciberproletariado” (l. 11), “sociedad líquida” (l. 13), etc. En cuanto a la intencionalidad, es evidente que Marta Sanz reivindica –verbo este que llega a emplear la misma autora en la línea 8– la necesidad de ampliar la nómina de vocablos que conforma nuestro caudal léxico. “Necesaria”, verbigracia, es un adjetivo que emplea para caracterizar la palabra deconstrucción (l. 1), con la que arranca, a modo de ejemplo, el texto. En esta interpretación parece fundamental el enunciado “no se puede andar por la vida con una mochila [...] de 1 200 palabras” (l. 9 y s.), que recoge una idea de ‘imposibilidad’ (obsérvese como se niega una perífrasis verbal de posibilidad) aplicable a todos los individuos (es una estructura impersonal con “se”). También reivindica la necesidad de recuperar ese léxico al que alude en el segundo párrafo para evitar, como recoge, la “pérdida de realidad y sentido” (l. 27). Su reivindicación va acompañada de un acto acorde con la misma, pues emplea algunas de estas voces, aunque su significado queda



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disfrazado o difuso, especialmente en “saldré de mis dormisqueos...” (l. 33 y s.). No obstante, aclara el significado de varias de las expresiones caídas en desuso que menciona, haciendo para ello uso de la función metalingüística. Asimismo, también parece despreciar la incorporación de anglicismos mientras se produce la desaparición de voces como las recogidas (esto puede interpretarse a partir de la expresión coloquial “hacen el pino puente”, l. 25 y s., referida a las Academias de la Lengua, que alude a una acción imposible y que, por lo tanto, parece destilar cierta ironía. Por último, aunque resulte una obviedad, reconoce que el uso del lenguaje es compartido, tanto por el receptor como por parte de la emisora: en buena parte del artículo emplea la primera persona del plural, como cuando describe los procesos lingüísticos, o en “usamos el lenguaje” (l. 35), expresión claramente aglutinadora, tras la cual añade la pregunta retórica “¿alguien se ha quedado fuera?”, muy pertinente también por el contenido. Valoración personal El texto propuesto para su comentario, aparte de su actualidad e interés para todos los públicos, que resultan evidentes, destaca por el particular uso del lenguaje que su autora manifiesta en él. Dada la temática que aborda, este parece totalmente justificado, aunque, inevitablemente, en muchos momentos resulta relativamente incomprensible, especialmente en el enunciado “yo, que me siento un poco bajotraída, saldré de mis dormisqueos y me amalaré el noema” (l. 33 y s.), como ya se ha apuntado más arriba. Al analizar su léxico, resulta cuanto menos significativo que Marta Sanz recoge fenómenos de todo tipo: de neologismos (“ciberproletariado”, l. 11), de coloquialismos (“hacen el pino puente”, l. 25 y s.), de voces que se adscriben a un registro más formal (“lexicones”, l. 2), de tecnicismos (“epanadiplosis”, l. 7), de vulgarismos (“trasgiversa”, l. 3), de voces en desuso (“cocadriz”, l. 32), etc. En una primera lectura, esta diversidad genera confusión, resulta particularmente abrumadora, pero parece correlacionarse perfectamente con el tema del texto, con la reivindicación de su autora; es decir, el despliegue léxico demostrado por Marta Sanz está en clara consonancia con su deseo de evitar su depauperación, con su deseo de demostrar que existe un léxico amplísimo que posibilita aludir a los conceptos con mayor precisión y que puede acabar por desaparecer si no se emplea. Parece imposible no adoptar un tono relativamente apocalíptico, desesperanzado, como la autora: es inevitable constatar que el léxico de las últimas generaciones se está pauperizando de una forma incuestionable, totalmente palpable (“¿pauperi... qué?”, me responderán). No me encuentro en disposición de determinar cuál es la causa que lo provoca: tal vez sí se deba a ese exceso de estímulos que los adolescentes –y no tan adolescentes– encuentran en las aplicaciones de toda índole, con las que, desde Silicon Valley, se los induce al entretenimiento en esta sociedad del espectáculo y del escaparate: cuanto mayor sea su uso, mayor información obtienen de nosotros, mayor cantidad de datos con los que negociar, con los que vendernos, para que otros, unos terceros, consigan promocionarse con el éxito garantizado de quien conoce los gustos de su cliente; en cambio, leer un libro, abrir la prensa a diario para informarse, etc., son experiencias con las que no necesariamente se obtiene un disfrute



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inmediato, con las que el usuario que las emprende no ha de recibir ese ‘chute’ de dopamina circulando por su organismo, al contrario que con las anteriores. Sin embargo, ¿cabe por otro lado considerar que esta visión ‘apocalíptica’ quizá resulte excesivamente exagerada? Me refiero a una versión moderna del tópico literario de la ‘Edad de Oro’, por la que cualquier tiempo pasado fue mejor; al fin y al cabo, en boca de nuestros mayores solo es posible imaginar una involución: la EGB era mejor que la ESO, antes se era más respetuoso, etc. Lamentablemente, tampoco lo creo. Recuerdo a un profesor de Historia que tuve que nos señalaba –qué amable él, por otra parte– que la mayoría iba a acabar saliendo del instituto siendo analfabeta funcional; es decir, sabría leer y escribir, sí, pero tendría dificultades notables para interpretar un texto medio. Asimismo, basta examinar la ‘devaluación’ –¡qué coincidencia con el título de A. Navarra!– entre los libros de texto del antiguo BUP y COU y los actuales de Bachillerato. Nada que ver. Ahora bien, ¿cabe sobreponerse a esta situación? Por supuesto, aunque parezca que todo está orquestado para evitarlo: basta una simple elección, tomar un libro en lugar del dispositivo móvil cuando el aburrimiento nos acose. Y, por último, ¿esto será suficiente para evitar la depauperación del léxico, su caída en desuso? Observado en sincronía, es decir, en el momento actual, representará un cambio notable, claro; pero, en diacronía, en cambio, es decir, analizando el devenir del tiempo, será imposible impedir su completa actuación, la del tiempo quiero decir, pues la historia de la lengua nos ha demostrado que cualquier idioma experimenta una evolución, y en ello resulta inevitable la desaparición y adopción de nuevos vocablos.



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Letrinas de Internet

[…] Siempre me ha llamado la atención la ingente cantidad de pasiones putrescentes que se desaguan en Internet. Algunos amigos que mantienen blog me confiesan que con frecuencia se ven tentados a abandonarlo, ante la avalancha de comentarios ofensivos o desquiciados que un puñado de sórdidos trolls dejan a sus entradas. Yo mismo, cuando consulto las ediciones electrónicas de los periódicos, me quedo estupefacto ante la retahíla de obscenidades, improperios y calumnias que, en 5 mogollón informe y bilioso, se suceden a las noticias. Y me pregunto si los responsables de tales ediciones electrónicas serán conscientes del daño que tal acumulación de cochambre hace a la credibilidad y prestigio de sus respectivos medios; y, si lo son, por qué permiten su entrada y sedimentación. Algún director de un medio digital especialmente infestado por estos gargajos del odio me ha llegado a confesar –no sé si hipócritamente– que no hay manera de contener la avalancha de inmundicia... salvo que se impida la participación de los usuarios, que es tanto como renunciar a 10 las potencialidades de Internet. Y es que, en efecto, lo más llamativo y amedrentador del fenómeno es su pujanza, su incoercible pujanza. La pasión putrescente del odio, avivada por el anonimato, ha alcanzado en Internet un ímpetu de marea que todo lo anega... y no hay dique jurídico que trate de detenerla. Y 15 como, entretanto, se han empezado a disponer diques jurídicos contra otros fenómenos infinitamente menos lesivos que florecen en Internet, como la descarga de canciones y películas (que, en puridad, es un servicio de intercambio gratuito que los usuarios entablan sin ánimo de lucro), uno se pregunta si en el mantenimiento de Internet como desaguadero de odios no habrá alguien que salga beneficiado. En un número anterior de esta revista el profesor Santiago Niño Becerra anunciaba que, en un futuro próximo, los gobiernos legalizarían la venta de la marihuana, para «que la gente no sea 20 agresiva y esté tranquila y relajada»; esto es, para que no se revuelva contra los artífices de su miseria, en estos tiempos de vacas flacas y horizonte laboral cada vez más angosto. Y me pregunto si las letrinas de Internet donde se desagua el odio no estarán siendo la marihuana que aparta la agresividad de la gente de los artífices de su miseria, para dirigirla contra quienes la denunciamos. […] 25

Juan Manuel de Prada: XLSemanal (31 de enero de 2010)

COMENTARIO DE “LETRINAS DE INTERNET” DE JUAN MANUEL DE PRADA Resumen del texto Resulta bastante llamativo que la Red cada vez está más invadida de comentarios altamente agresivos por parte de los internautas. Cabe preguntarse por qué no se intenta poner freno a estos exabruptos, que están cobrando un cariz irrefrenable, mientras resulta sospechoso que se persigan otras acciones, más inofensivas, en cambio. Quizá se esté utilizando Internet para desviar el odio de sus usuarios, en estos tiempos de crisis, de los auténticos causantes de sus problemas. Esquema del texto 1. La red está inundada de odio. 1.1 Constatación personal de que los comentarios de muchos internautas están llenos de procacidades e improperios. 2. Si los responsables son conscientes del problema, ¿por qué no lo evitan? 3. Hipótesis de que pueda interesar desviar el odio de la ciudadanía de quienes están causando sus penurias. 3.1. Internet es como la marihuana pues relaja o despreocupa a la sociedad.

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Tema y estructura del texto El tema de este texto es los problemas asociados a la masiva presencia en Internet de comentarios de usuarios anónimos llenos de insultos, calumnias e injurias. / ... la sospecha de que la canalización del odio hacia Internet es una fórmula controlada por los poderes fácticos para evitar dirigirlo hacia ellos. Desde el punto de vista de su estructura, se puede dividir el artículo en dos partes o apartados: (a) En la primera parte, comprendida entre la línea 1 y la línea 19 (“uno se pregunta si...”), el autor introduce el tema (la existencia de comentarios perniciosos en la Red) evidenciando el hecho que critica y mostrando su asombro hacia él. Sin embargo, la principal razón por la que se establece una oposición entre este primer apartado y el siguiente es que, en él, De Prada recoge el cuerpo argumental. Se vale de testimonios de amigos que tienen blogs y de la opinión del director de algún medio digital (argumentos de autoridad), así como también de la contraposición con otras prácticas, como la descarga ilegal de canciones y películas (argumento de analogía o comparación), para conducirnos hacia la tesis, que se recoge seguidamente. (b) En la segunda parte, que abarca desde la línea 19 hasta el final del texto, como se acaba de decir, aparece la tesis: en ella se sugiere la posibilidad de que el Gobierno o los poderes fácticos no están tomando cartas en el asunto pues da a entender que tal vez nuestros dirigentes se aprovechan de que la gente se desahogue y descargue su ira en la Red en lugar de rebelarse contra las injusticias del sistema (para expresar esta idea, la sospecha de que la ciudadanía se evade así de la verdadera causa de sus males, repetida dos veces, en la línea 19 y s. –“uno se pregunta si...”– y, más contundentemente, en la línea 24 y s. –“y me pregunto si...”–, se vale nuevamente de un argumento de autoridad –la referencia al profesor Santiago Niño Becerra [l. 21]– y de uno de analogía o comparación –compara el desahogo en el ciberespacio con el consumo de marihuana [l. 22]–). De lo expuesto se desprende que, si entendemos que la tesis que sostiene el autor es que las letrinas de Internet son ahora mismo “el opio del pueblo” y que, por ello, su existencia beneficia a nuestros gobernantes, podríamos hablar de una estructura inductiva o sintetizante: el autor parte de hechos y ejemplos concretos, argumentando a partir de ellos y, también a través de la analogía, acaba por expresar la tesis al final del artículo. Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud de Juan Manuel de Prada es en todo momento subjetiva y crítica, tanto con los autores de dichos comentarios (a los que denomina de forma claramente connotada, claramente peyorativa, “puñado de sórdidos trolls”, en la línea 3 y s.), como con quienes no hacen nada por controlar este asunto (acusa a los responsables de las ediciones electrónicas de “daño”, l. 7, sustantivo este de carácter denostador que contribuye también a justificar la subjetividad). En este



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sentido, esta se manifiesta, claramente, en la repetición expresiva o enfática de “pujanza” (l. 14 y s.), en el uso continuado de la primera persona del singular (“me ha llamado la atención…”, l. 1, expresión con la que manifiesta, además, su propia opinión; “yo mismo [...] me quedo estupefacto…”, l. 4 y s., con un adjetivo valorativo; “y me pregunto…”, l. 6), y también en el léxico que emplea, que está cargado de connotaciones: por una parte, destaca el empleo de adjetivos valorativos con una fuerte carga crítica (“[pasiones] putrescentes”, l. 1, repetido también en singular en la línea 15; “[comentarios] ofensivos o desquiciados”, l. 3; “sórdidos [trolls]”, l. 4, etc.), y, por otro, el uso figurado del lenguaje que emplea para referirse al fenómeno que está criticando, en torno al cual el autor teje todo un entramado de metáforas que se despliegan a partir del título del artículo (“letrinas de Internet”): “acumulación de cochambre” (l. 7), “sedimentación” (l. 9), “infestado por estos gargajos del odio” (l. 9 y s.), “inmundicia” (l. 11), “desaguadero de odios” y, de la misma familia léxica, “se desagua el odio” (l. 20 y 25, respectivamente); otras referencias metafóricas, empleadas para dar a entender que esta realidad es un “tsunami imparable”, también contribuyen en esta dirección: por ejemplo, “marea que todo lo anega” (l. 16) o “dique jurídico” (expresión repetida en dos ocasiones, en las líneas 16 y 17). Gracias a este entramado de metáforas, podría admitirse que la actitud del autor también es relativamente mordaz u ofensiva, con el objeto de poner de relieve la crudeza, la insensibilidad, la falta de ética o de debate reflexivo que se puede observar en la Red. No obstante, parece pertinente señalar que algunos enunciados (el que se halla entre paréntesis, “que, en puridad, es un servicio...”, l. 18 y s., y “en un número anterior de esta revista el profesor...”, l. 21 y s.) presentan, en cambio, una actitud objetiva debido a la ausencia en ellos de los rasgos anteriormente mencionados. La intención del autor es criticar no solo a los individuos que se dedican a verter en las redes todo el odio y la podredumbre que cultivan en su interior, sino también a quienes permiten que esto se pueda realizar con total impunidad. No obstante, como se ha planteado también a propósito de la estructura cuando se ha señalado la tesis, parece que su principal pretensión no es otra que identificar al gobierno o a los poderes fácticos como posibles responsables o invitarnos a sospechar de si su permisividad no esconderá oscuras y maliciosas intenciones. Por supuesto, a su vez, el autor se cuestiona o se interroga algunas de las afirmaciones que sugiere, que no dejan de ser, pues, hipótesis personales. Esto se ve en la insistente repetición de enunciados con una modalidad oracional interrogativa indirecta (“me pregunto si...”, l. 6 y 24; “por qué permiten...”, l. 8, o “uno se pregunta si...”, l. 19 y s.). Asimismo, también manifiesta su desprecio hacia estas prácticas, como se aprecia en un alto número de los rasgos aducidos para justificar la subjetividad (los adjetivos valorativos críticos, el lenguaje connotativo de tipo peyorativo, etc.), así como un interés por vincular o identificar las aportaciones en la Red con excreciones, lo cual se puede justificar por medio del entramado de abundantes referencias metafóricas que el autor emplea en torno a la idea de las “letrinas de Internet”, y que se han descrito ya en el apartado anterior; en propiedad, el autor emplea múltiples recursos propios de la función poética que tienen como fin dotar de mayor expresividad y originalidad el artículo: aparte del lenguaje figurado y las metáforas ya comentados, destaca el uso de la anáfora o la repetición de las



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mismas palabras al comienzo de varios enunciados (“y me pregunto”, “uno se pregunta...”, “y me pregunto...”; coinciden, pues, con los enunciados interrogativos ya descritos), con la que el autor pone de relieve que existo “algo” en todo esto que no entiende completamente y quiere hacer partícipes de sus dudas a los lectores. Valoración personal Respuesta libre. Después de abordar la valoración crítica, habrás de redactar un texto expositivo-argumentativo en el que opinarás sobre cuestiones como las siguientes (recuerda establecer claramente tu tesis, la idea que defiendes, y varios argumentos con que la sostengas): ¿estás a favor de la libertad de expresión en Internet?, ¿crees que esta debería tener sus límites?, ¿no podrían esos límites considerarse censura?, ¿cómo piensas que se podría controlar este problema que plantea el autor?, ¿crees que se debería legislar en su contra?, ¿compartes la idea del autor de que el Gobierno se beneficia de que la gente descargue su odio en la red?, ¿se te ocurren otros ejemplos, aparte del de la marihuana, de actividades que adormecen a la ciudadanía o que la hacen desviar su atención de sus verdaderos problemas?, etc. Como siempre, en esta cuestión se valoran vuestra expresión, originalidad y madurez.



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Tremendos 16

A diario, ni te enteras. Bastante tienes con llegar viva a tu propia meta. Vuelves a casa para la cena después de haberla llamado mil veces sin respuesta y haber rezado para que todo esté en orden, por muy caótico que sea. Compruebas que está entera. Confirmas que parece o muy contenta o muy de morros, como suele. Verificas, sobre todo, que no está más triste de lo ordinario, alarma de alarmas, y das gracias a los dioses por haber superado la prueba hasta mañana. En cuanto pasas más 5 tiempo cerca te topas, sin embargo, con una extraña en casa. Tu propia hija adolescente. La que se hace un ovillo para que ni le hables ni la mires mientras tú le bramas que qué le pasa y ella te ladra que no le pasa nada, “mamá, chaval, pesada”. La que se te cuelga del cuello deshecha en llanto porque sus amigas han intimado de más en Snapchat y ella se ha sentido “lo puto peor, mamá, chico”. La que te confiesa que igual tiene ganas de llorar que de reír y que no se aguanta del pavo que tiene encima, “te lo juro, mamá, tío”. 10 Lo de toda la vida, pero distinto, porque su mundo y el nuestro ya no es el mismo. Me río yo de los expertos que nos sermonean sobre cómo supervisar a nuestros hijos. Nos contentamos con saber, presuntamente, con quién andan y con quien wasapean. No tenemos ni idea. No imaginamos la angustia de sentirse patito feo viendo continuamente cisnes en las redes. No sentimos el escrutinio del grupo al segundo en el móvil. No sufrimos —no recordamos— el vértigo de estar lleno de 15 inseguridades mientras los demás te restriegan sus soberbias. Triunfa ahora la serie 13 Reasons Why, en la que una adolescente cuenta los motivos de su suicidio en 13 capítulos. Este puente, mi pava y sus íntimos se los han bebido a morro en mi casa mientras una les contemplaba muerta de amor y de miedo. ¿Dulces? Tremendos 16. Quién los pillara. Y qué descanso haberlos ya pasado. Luz Sánchez-Mellado: El País (4 de mayo de 2017) 20

COMENTARIO DE “TREMENDOS 16” DE LUZ SÁNCHEZ-MELLADO Resumen del texto Al regresar a casa, te preocupas por comprobar que está bien tu hija adolescente, esa persona que manifiesta un comportamiento contradictorio, esquivo, solícito... La adolescencia de esta generación y la de la anterior no tienen ya nada en común, por lo que los individuos de esta última no consiguen comprender cabalmente a los de la primera. El éxito de la serie 13 Reasons Why, que está visionando la hija de la autora del artículo, conduce a esta a la preocupación. Ojalá volver a tener su edad, pero qué alivio no ser adolescente. Esquema del texto 1. Al regresar, compruebas que tu hija adolescente está bien. 1.1. Comportamiento contradictorio por su parte. 2. La adolescencia de esta generación y la de la anterior no son iguales. 2.1. Los adultos no pueden comprender completamente a sus hijos adolescentes. 3. Triunfa la serie 13 Reasons Why. 3.1. Temor ante el visionado por parte de su hija adolescente. 3.2. Deseo de rejuvenecer y alivio de haber dejado atrás la adolescencia. Tema y estructura del texto El tema del texto es la preocupada visión de una madre ante las vivencias de su hija adolescente.

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En relación con la estructura, podríamos considerar que es de tipo causaefecto, pues en la primera parte se describe una situación a partir de la cual se analiza el efecto que provoca (temor ante el visionado de la serie de Netflix por parte de su hija y el rechazo a volver a experimentar la etapa de la adolescencia). (a) La primera parte, que abarca desde la línea 1 hasta la línea 17, recoge –como se ha dicho ya– la causa (se analiza la adolescencia desde la experiencia personal de su hija), pero este apartado, a su vez, se podría dividir en otros apartados menores: (a.1) En el primero, que comprende hasta la línea 6 (“... con una extraña en casa”), la autora se dirige al hipotético lector con verbos en segunda persona (“tienes” y “vuelves”, l. 1; “compruebas” y “confirmas”, l. 3; “verificas”, l. 4; “pasas”, l. 5, y “te topas”, l. 6). (a.2) El segundo, que abarca desde “tu propia hija adolescente” (l. 6) hasta el final del primer párrafo, arranca con una frase o sintagma nominal (“tu hija propia hija adolescente”), objeto del texto que no se había explicitado hasta este momento en el texto, y a partir del cual se sucede una secuencia de carácter descriptivo (cuyos enunciados arrancan, todos ellos, con “la que...”). (a.3) En el tercero, que comprende desde la línea 12 a la 17 (“... te restriegan sus soberbias), la autora aborda un nuevo tema, que se opone al de (a.1) y (a.2), entre los que se observa una mayor continuidad: la disparidad entre su adolescencia y la de su hija, para lo cual, ahora, recurre a la primera persona gramatical y otras marcas de la función expresiva que se comentarán más tarde. (c) La última parte, como queda ya recogido, se extiende desde la línea 17 hasta el final y coincide con el efecto: a partir de un nuevo asunto, la serie 13 Reasons Why, que no se había tratado antes, la autora expresa la preocupación por los sinsabores que pueda estar experimentando su hija adolescente y su reconocimiento explícito de no querer volver a experimentar esta etapa. Actitud e intencionalidad de la autora (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) A pesar de que en el enunciado “triunfa ahora la serie...” (l. 17 y s.) podemos justificar la manifestación de una actitud objetiva (marcas de la función referencial: tercera persona, modalidad oracional enunciativa, indicativo, etc.), esta es completamente secundaria: en el texto predomina, con mucho, la subjetividad. Esto se puede observar en el notabilísimo número de coloquialismos con los que Luz Sánchez-Mellado trata de reproducir la jerga juvenil de su hija: por ejemplo, “no se aguanta del pavo” (l. 10), “mi pava” (l. 18) o “se los han bebido a morro” (l. 19), o, directamente, las citas o expresiones entrecomilladas que pone en boca de su hija; o, asimismo, también en el lenguaje connotativo empleado, muchas a partir de referencias metafóricas (“se hace un ovillo”, l. 6 y s.; “se te cuelga del cuello”, l. 8; “sermonean”, l. 13; “patito feo” o “cisnes”, l. 15, o “muerta de amor y de miedo”, l. 19 y s.). En el segundo



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párrafo aparecen otras marcas de la función expresiva del lenguaje: un adjetivo valorativo, como “tremendos” (repetido en el título y en la l. 20); una pregunta retórica (“¿dulces?”), con la que la autora comienza a manifestar su opinión, más claramente expresada a través de los dos enunciados exclamativos siguientes (“quién los pillara” y “qué descanso haberlos ya pasado”), que encierran una paradoja, de lo que se podría deducir que la actitud de la autora también es ambigua o contradictoria. En cuanto a la intencionalidad, a partir de la descripción de su propia hija adolescente, Luz Sánchez-Mellado parece querer evidenciar la distancia entre la adolescencia experimentada por dos generaciones distintas (“su mundo y el nuestro ya no es el mismo”, l. 12), pues esta etapa vital de su hija le genera una enorme preocupación (nótese este campo asociativo en voces como “angustia”, l. 15; “sufrimos”, l. 16; “inseguridades”, l. 17, o “miedo”, l. 20), y esta se acentúa ante el visionado de la nueva serie de Netflix. Asimismo, con el empleo de formas verbales de segunda persona (“tienes” y “vuelves”, l. 1; “compruebas” y “confirmas”, l. 3; “verificas”, l. 4; “pasas”, l. 5, y “te topas”, l. 6) puede querer involucrar al hipotético lector en el relato de una anécdota que, de este modo, cobre visos de universalidad, o con la que sea más fácil empatizar. Algo parecido puede pretender con la notable inclusión de voces coloquiales o de la jerga juvenil, con las que imita o reproduce la forma de comunicarse de su hija con el objeto de adornar el texto con giros lingüísticos propios de la etapa de la adolescencia. En el segundo párrafo, por su parte, predominan las marcas de la función expresiva, como queda recogido a propósito de la actitud, con lo que especialmente en este punto manifiesta su opinión a tenor de las vivencias de su hija adolescente, señalando la imposibilidad de comprender a los adolescentes de esta última generación o constatando la existencia de una brecha generacional (por ejemplo, a partir del enunciado de la línea 14, “no tenemos ni idea”, se suceden varias oraciones enunciativas negativas que permiten justificar esta última afirmación). Por último, la paradoja de la línea 20, explicada en la actitud, le permite expresar una contradicción habitual entre los individuos adultos: la de desear volver a experimentar o regresar a una edad más temprana, pero, al mismo tiempo, repudiar la adolescencia como tiempo convulso. Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes Desde el punto de vista del ámbito de uso, el texto objeto de análisis es claramente un texto periodístico, pero específicamente un tipo que pertenece al género subjetivo: un artículo de opinión. Desde el punto de vista textual o pragmático, se puede observar en que es un texto unidireccional, es decir, en él el emisor envía el mensaje al receptor (a través de un canal físico o digital en que emplea un código escrito), un receptor colectivo, por cierto, no individualizado, sin que este pueda asumir el papel de emisor, a su vez. Es evidente, asimismo, por toda la información paratextual que aparece en su transcripción: el nombre del emisor (Luz Sánchez-Mellado, una colaboradora del periódico), del canal o medio en que se ha publicado (El País), la fecha de publicación, etc. En este mismo sentido, el titular que aparece en su cabecera también es una marca



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habitual de los textos periodísticos. Destaca, no obstante, la subjetividad presente en él al tratarse de un texto del género periodístico de opinión (subjetividad observable en términos valorativos como el adjetivo “tremendos” del mismo título, en el empleo de enunciados exclamativos, como “quién los pillara”, etc.). Y, por último, como los artículos de opinión presentan un lenguaje próximo al de los textos literarios –algo similar ocurre con los textos publicitarios–, es posible hallar en él recursos estilísticos (destacan las metáforas “vértigo”, l. 16, “muerta de amor...” y “se han bebido a morro”, ambos en la l. 19; la hipérbole del mismo título y la paradoja de la última línea del artículo). Por su parte, desde el punto de vista del modo de elocución (o modo de discurso), al haber reconocido en él una estructura de causa-efecto, el texto propuesto es exclusivamente expositivo, algo que se puede observar, especialmente, en el segundo párrafo gracias a que prevalece la función referencial y la modalidad oracional enunciativa (demostrable en los enunciados “lo de toda la vida pero distinto, porque...”, l. 12, o “triunfa ahora la serie...”, l. 17 y s.). En estos mismos ejemplos es posible observar, asimismo, el uso de la tercera persona gramatical (aunque también emplea, en este mismo párrafo, la primera persona aglutinadora) y del modo indicativo, modo de la realidad y de la denotación, concretamente en el tiempo presente con valor atemporal. Sin embargo, a propósito del modo de elocución también es necesario indicar la aparición una serie de secuencias narrativo-descriptivas. (a) Las primeras, las narrativas, predominan en la primera parte del primer párrafo pero también en la segunda del segundo (“este puente mi pava...”, l. 18 y ss.). Es posible observarlo en que, para transmitir una sucesión de acciones, la autora emplea oraciones con verbos predicativos (“vuelves a casa para la cena después de..”, l. 2 y s.) y abundan, asimismo, las expresiones temporales (“después de haberla...”, l. 2; “en cuanto pasas...”, l. 5; “este puente”, l. 18; “mientras una...”, l. 19). (b) Las secuencias descriptivas, por su parte, aparecen exclusivamente en la segunda parte del primer párrafo, en las que predominan los elementos nominales sobre los verbales (se observan varias frases nominales: “tu propia hija adolescente”, l. 6 y las tres que, acto seguido, comienzan por el pronombre relativo “la que”). Por último, también contiene pequeñas secuencias dialógicas, cuando la autora reproduce en estilo directo, en el primer párrafo, las frases típicas de su hija, enunciados en los que aparecen elementos de la función apelativa, tales como los vocativos “mamá” (l. 8, 9 y 11) o la segunda persona gramatical (“te lo juro”, l. 11). Valoración personal Respuesta libre. Después de abordar la valoración crítica (en la que quizá convenga focalizarse sobre la recurrencia de formas lingüísticas pertenecientes a una jerga juvenil, la contradicción en que incurre la autora al final del texto a través de la paradoja, la curiosa descripción de su hija adolescente, la referencia a la serie de Netflix, etc.), habrás de redactar un texto expositivo-argumentativo en el que opinarás sobre cuestiones como las siguientes (recuerda establecer claramente tu tesis, la idea que defiendes, y varios argumentos con que la sostengas): ¿representa ciertamente la adolescencia una etapa de la vida “tremenda”? ¿Está la adolescencia cargada de estereotipos o están estos sufi-



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cientemente justificados? ¿Tienen los familiares de hijos adolescentes en verdad motivos para preocuparse? ¿Son responsables de estos los propios adolescentes o son circunstancias inherentes a esta etapa, de la que estos, por tanto, no tienen culpa? ¿Existe una sobreprotección por parte de los familiares con hijos adolescentes hacia estos? ¿Hay algo que puedan hacer ambas partes para evitar esta última situación?



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Atontados Poca repercusión ha tenido un estudio de Italia tan inquietante como quizá revelador para comprender lo que les pasa a nuestros vecinos transalpinos y también lo que nos ocurre por estos lares. Estamos atontados por culpa de algunas cadenas de televisión. Y por eso votamos lo que votamos. Tirando del hilo llegaríamos a que el desgobierno es cosa de Vasile. Bueno, no tanto, pero casi. Han concluido tres economistas italianos que Mediaset, el rentabilísimo emporio mediático que tantos identifican con la telebasura, tuvo una influencia enorme en la elección de Berlusconi como primer ministro italiano, así como en el más reciente éxito electoral de fuerzas populistas como las que hoy cogobiernan. El estudio es demoledor. Concluye que la gente que pasa horas y horas consumiendo los programas de este canal -sobre todo ancianos y jóvenes- presenta un impacto negativo en sus habilidades cognitivas y bajos niveles de compromiso civil. Y establece que, con la cabeza embotada de tanto ver programas de mamachichos y versiones similares a nuestro Mujeres, hombres y viceversa, tienen dificultades para procesar cuestiones sobre democracia con alguna mínima complejidad, por lo que en ellos calan muy bien los eslóganes y las simplezas de los dirigentes que han convertido la política en espectáculo. Rivera haría su agosto en Roma. Que sepamos, nadie está investigando aún los efectos que pueda tener en los españolitos la programación que vomitan algunas de nuestras cadenas. Pero no hay que ser linces para presuponer que algo tendrá que ver con el arraigo aquí del populismo de izquierda y derecha, o con el hecho de que hoy para liderar cualquier partido sea más importante contar con el tipín de Pedro Sánchez que una cabeza amueblada. Hoy tener el Estado en el cerebro como antes se le atribuía a gentes como Fraga o Rubalcaba seguro que penaliza en las urnas. Con todo, lo más preocupante es que, mientras se sitúan al frente de la agenda política cuestiones como la erradicación del sexismo o el machismo, la lucha contra la cosificación de la mujer, la promoción de la igualdad, etcétera, cada día millones de jóvenes consumen programas como el mencionado o el engendro recién estrenado por Jesús Vázquez que contribuyen a enquistar los peores estereotipos sociales en los cerebelos de la generación de la que saldrá el futuro inquilino de La Moncloa. Igual Carmen Calvo que este verano estará desocupada debiera leerse el informe italiano. O a lo peor es que nuestros políticos nos quieren cada vez más tontos. No es descartable.

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Eduardo Álvarez: El Mundo (3 de agosto de 2019)

COMENTARIO DE “ATONTADOS” DE EDUARDO ÁLVAREZ Resumen del texto Una investigación italiana concluye que la televisión idiotiza, y que esto repercute sobre lo que se vota; más concretamente, que los televidentes que siguen la programación del grupo Mediaset presentan un perfil ideológico pobre y se dejan seducir más fácilmente por la “política del espectáculo”. Resulta evidente que esto puede trasladarse a España, y justificaría el auge aquí de los movimientos populistas y de la escasa importancia que tiene el perfil intelectual de los líderes políticos. A pesar de esto, preocupa más que esta programación perpetúe estereotipos sociales injustos o que parezca que la clase política mantenga cierta connivencia con esta situación, pues prefieren una ciudadanía atontada. Tema y estructura del texto El tema del texto es la denuncia de que determinados contenidos de la ‘telebasura’ son contraproducentes para el correcto ejercicio individual de la democracia. En relación con la estructura, el texto es claramente inductivo pues la tesis que defiende el autor (que esta situación descrita en Italia es trasladable a España y



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que parece que interesa a los políticos) se encuentra en la parte final del mismo. Así, se puede segmentar en dos claros apartados: (a) En la primera parte, que comprende los dos primeros párrafos, se encuentra el cuerpo argumental. Se trata, concretamente, de un argumento de autoridad, pues se alude al estudio italiano, cuyas conclusiones se recogen, a través del cual se pretende establecer una analogía con la situación española. Como se demostrará en el apartado de la actitud, dado que se pretende presentar la tesis de la investigación de la forma más aséptica posible, en este apartado predomina la objetividad. (b) En la segunda parte, que comprende los dos últimos párrafos, se recoge la tesis que el autor defiende a partir del argumento de autoridad y de analogía anterior: como se ha apuntado ya, que la situación descrita es extrapolable a España y que interesa a la clase política. Además de predominar la subjetividad en este apartado, por su distinta temática se puede subdividir a su vez en dos subapartados menores: (b.1) En el primero, que coincide con el tercer párrafo, se incide en los efectos de la ‘telebasura’ sobre la gobernabilidad o el perfil de los líderes políticos. (b.2) El segundo, que coincide con el último párrafo, incide en un efecto peor, a juicio del autor: la perpetuación de los estereotipos, y se acaba concluyendo que esta situación parece interesar a la clase política. Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) El texto propuesto para su comentario presenta una actitud eminentemente subjetiva. Sin embargo, lo anterior no obsta para que puedan apreciarse notables elementos o marcas lingüísticas que le proporcionan objetividad, sobre todo en la primera parte del artículo (los dos primeros párrafos), en los que su autor recoge las conclusiones del estudio italiano (así, en este fragmento predomina el uso de la tercera persona gramatical, el modo indicativo, la modalidad oracional enunciativa, etc., como puede observarse en “concluye que la gente que...”, l. 9 y ss., o “tienen dificultades para procesar...”, l. 13 y ss.). Sin embargo, el elemento subjetivo –como queda ya recogido– es el preponderante, especialmente a partir del tercer párrafo. A partir de él, Álvarez emplea un lenguaje figurado cargado de connotaciones: “haría su agosto” (l. 15), que serviría de transición; “no hay que ser linces” (l. 17), o incluso “españolitos” (l. 16) o “tipín” (l. 19), sustantivos sufijados con un diminutivo que, no obstante, de acuerdo con el contexto, están cargados de tintes despectivos y de carga irónica (presente en otros enunciados: “hoy tener el Estado en el cerebro...”, l. 20 y s., o “no es descartable”, l. 28), de lo que se desprende que la actitud del autor es, también, despectiva. Asimismo, en esta parte también sobresale una referencia metafórica igualmente connotada (“vomitan”, l. 17), una expresión evidencial (“seguro que...”, l. 21), y un neologismo (“a lo peor”, l. 28), creado por analogía con “a lo mejor”, con el que el autor carga de expresividad la idea enunciada a continuación. Son, no obstante, los adjetivos valorativos los que proporcionan subjetividad al texto a lo largo de todo el artículo: “inquietante” (l. 1), intensificado por medio del adverbio “tan”; el superlativo “rentabilísimo” (l.



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6), “[influencia] enorme” (l. 7), “demoledor” (l. 9), o “preocupante”, inserta en una construcción de superlativo (l. 22), así como también el adverbio valorativo “quizá” (l. 1). La intencionalidad con la que Eduardo Álvarez ha redactado el texto es la de, a partir del estudio italiano, señalar que España vive una situación similar: determinados contenidos de la ‘telebasura’ empobrecen, embrutecen, consolidando en el poder a los populistas, algo que puede interesar a los políticos. En los primeros dos párrafos, como queda recogido, predominan las marcas de la función referencial porque el autor pretende recoger una síntesis de las conclusiones del estudio italiano de la forma más fidedigna posible. Sin embargo, como queda dicho también, a partir del tercer párrafo especialmente, predominan las marcas de la función expresiva del lenguaje, pues es en esta parte donde recoge su opinión, la suposición de que esta realidad es trasladable a España también y de que estar “atontados” puede estar al servicio de nuestros políticos: puede que les interese. Los enunciados en los que se ha observado anteriormente un tono irónico o despectivo (a los que puede sumarse “no hay que ser linces”, l. 17) permiten, asimismo, suponer que el autor manifiesta que la realidad que describe resulta evidente, o tan evidente que no requiere de demostración (entre estas expresiones, quizá destaque la de “tipín de Pedro Sánchez”, l. 19, que sirve tal vez para ridiculizar el perfil político actual, vacío, de escaparate –antes Álvarez se ha referido a la conversión de la política en espectáculo, l. 15–, frente al perfil de Estado, ejemplificado por Fraga y por Rubalcaba, l. 21). Por último, la estructura “lo más preocupante” (l. 22), ya analizada más arriba, precedida del conector discursivo concesivo “con todo”, sirve para que el autor manifieste que le desasosiega más el efecto sobre la ciudadanía que sobre los resultados electorales (descritos en el tercer párrafo). Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes Desde el punto de vista del ámbito de uso, el texto objeto de análisis es claramente un texto periodístico, pero específicamente un tipo que pertenece al género subjetivo: un artículo de opinión. Desde el punto de vista textual o pragmático, se puede observar en que es un texto unidireccional, es decir, ya que el emisor envía el mensaje al receptor (a través de un canal físico o digital en que emplea un código escrito), un receptor múltiple, por cierto, no individualizado, sin que este pueda asumir, a su vez, el papel de emisor. Es evidente que se trata de un artículo de opinión, asimismo, por toda la información paratextual que aparece en su transcripción: el nombre del emisor (Eduardo Álvarez, un colaborador del periódico), del canal o medio en que se ha publicado (El Mundo), la fecha de publicación, etc. En este mismo sentido, el titular que aparece en su cabecera –“Atontados”– también es un elemento habitual de los textos periodísticos. Destaca, también, la subjetividad presente en él al tratarse de un texto del género periodístico de opinión (subjetividad observable en adjetivos valorativos como “inquietante” en la l. 1 o “demoledor” en la l. 7, algunos con un cierto grado de cuantificación, bien por su significado, como “[influencia] enorme” en la l. 7 o el grado superlativo “rentabilísimo” en la l. 6; los sufijos apreciativos de “españolitos” en la l. 16 o “tipín” en la l. 19; la expresión



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evidencial “seguro que...” en la l. 21; el lenguaje connotativo que se desprende de los usos figurados que se van a comentar a continuación, etc.). Y, por último, como los artículos de opinión presentan un alto grado de literariedad, es decir, se aproximan notablemente al lenguaje de los textos literarios, es posible hallar en él recursos estilísticos, entre las que sobresalen las metáforas “vomitan” (l. 17) y otras más fraseísticas, asimiladas por el lenguaje estándar, como “haría su agosto” (l. 15) o “no hay que ser linces” (l. 17), aparte de secuencias en las que prevalece la ironía o el sarcasmo (como cuando alude al “tipín de Pedro Sánchez”, por ejemplo, en la l. 19). Por su parte, desde el punto de vista del modo de elocución (o modo de discurso), el texto propuesto es expositivo-argumentativo, ya que presenta una estructura claramente inductiva (el cuerpo argumental comprende los dos primeros párrafos mientras que la tesis –las consecuencias de ese consumo televisivo sobre la sociedad española– abarca los dos últimos), en la que el argumento empleado es, en primera instancia, de autoridad, pues parte de la información recogida en “un estudio de Italia” (l. 1). El contenido del cuerpo argumental implica que sea, además, un argumento de causa-efecto (se entiende que, como compartimos cadena de televisión y programación –causa–, los resultados del informe son extrapolables al caso de España –consecuencia–) con algún elemento de ejemplificación (la referencia a “mamachichos”, l. 12, y al programa “Mujeres, hombres y viceversa”, l. 13). La parte expositiva, por su parte, puede identificarse, principalmente, en el cuerpo argumental, en el momento en que en este se explica de forma divulgativa el contenido del estudio italiano. Es por ello que pueden hallarse múltiples marcas de la función referencial: en enunciados como “la gente que pasa horas y horas...”, l. 9 y ss., o “tienen dificultad para procesar cuestiones...”, l. 13 y ss., es posible identificar algunas, como el empleo de la tercera persona gramatical, el modo indicativo, que es el modo de la realidad y de la denotación, el presente con valor atemporal, etc. Otros rasgos menores que permiten llegar, asimismo, a esta conclusión son la aparición, junto con los adjetivos valorativos ya mencionados, de adjetivos de carácter especificativo (como, por ejemplo, “[éxito] electoral”, l. 8; “[compromiso] civil”, l. 11; “[estereotipos] sociales”, l. 26, etc.), a lo que habría que sumar el empleo de un cierto léxico especializado, más o menos técnico, denotativo (a veces con carácter abstracto): nos referimos a campos asociativos de la política (“populismo de izquierda y derecha”, l. 18; “el Estado”, l. 20, etc.) y de la televisión (“la telebasura”, l. 7; “la programación”, l. 16 y s., etc.). Valoración personal El texto propuesto para su análisis aborda un tema actual e interesante para todos los públicos, pues en mayor o menor medida toda la población es televidente o consume contenidos televisivos y, por lo tanto, debería sentirse preocupada por su ínfima calidad y por el aprovechamiento de esta situación por parte de la clase política para embrutecer. El argumento que emplea Álvarez para alcanzar su tesis (de autoridad y de analogía) resulta bastante convincente para el sostenimiento de la misma, dados –entre otros factores– la similitud entre el país italiano y el nuestro y la existencia en ambos de canales televisivos



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del grupo Mediaset. En el artículo, resulta especialmente significativo el empleo de un lenguaje claramente connotado (basta observar los ejemplos aducidos a propósito de la actitud) y el tono irónico o despectivo, como puede observarse en el particular uso del diminutivo de “españolitos” (l. 16) o “tipín” (l. 19). La ‘caja tonta’ ‘atonta’. ¡Qué novedad! Nada nuevo bajo el sol, nada que no supiéramos ya. Esta es una de las conclusiones que alcanza el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su ensayo Sobre la televisión: entre otras, este autor recoge la idea de que la calidad de las informaciones que vuelca este medio de comunicación de masas ha decrecido notablemente, entre otras razones, por el sometimiento a los índices de audiencia, es decir, se han democratizado los contenidos de la televisión... pero a la baja; como dijo Lope de Vega a propósito de su arte nacional, “como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto”. Esta situación, generalizada entre los distintos canales y que afecta también, lamentablemente, a los propios espacios informativos, de los que se espera un contenido más crítico y contrastado, alejado de las noticias de sucesos, las cuales poseen un impacto mayor sobre la sociedad y, por ende, sobre los índices de audiencia, resulta sin embargo notablemente más cruda en la parrilla de la programación de Mediaset: su programación adolece de una falta evidente de cultura, de rigor, de ética incluso, con escasas aunque honrosas excepciones; más bien, sus espacios ofrecen la versión más chusca y barriobajera de nuestra cultura popular, con sus reality shows y sus programas de variedades cuyos tertulianos mantienen un debate pobre en argumentos pero rico en gritos o improperios, lleno de lugares comunes. ¿Qué puede esperarse del nivel cultural o de la implicación política de una sociedad que ha ‘ascendido al poder’, que ha designado ‘princesa del pueblo’ a un personaje televisivo como Belén Esteban, cuya biografía se reduce a haber mantenido un affaire con un torero y que muestra un comportamiento irreverente en la pantalla? Como las paga el vulgo, se le habla en necio, en efecto. Mientras no se visibilice en televisión a sectores de la sociedad informados, a intelectuales (científicos, literatos, etc.); mientras no se emplee la ‘caja tonta’ como medio informativo de primer orden, democratizador, sino como instrumento administrador de estulticia ‘a cascoporro’, atontados, sí, y muy atontados, y a mucha honra.



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Salvamento En cualquier calle de cualquier ciudad de Europa se puede observar cada día con más frecuencia la imagen de ancianas amarillentas en silla de ruedas y de viejos jadeantes con muletas, que apenas pueden con su alma, acompañados y asistidos por jóvenes inmigrantes negros o hispanos. Son imágenes premonitorias de la Europa que heredarán nuestros descendientes si la convulsa biología planetaria no acude al rescate. En un futuro no tan lejano España va necesitar cinco millones de gente joven que venga a trabajar, a integrarse, a reproducirse y a pagar impuestos. Europa va a necesitar 50 millones de extranjeros jóvenes de cualquier color, que aporten savia nueva que la libre de su inexorable decrepitud. Ante la angustiosa visión de la continua llegada de pateras a nuestras costas hay que preguntarse quién salva a quién. El terrible espectáculo de los inmigrantes huidos del hambre y de la guerra, que son rescatados en el Mediterráneo, de hecho, supone una operación contraria de salvamento. Son ellos quienes vienen a salvarnos. Ahora estos náufragos limpian el cúmulo de basura que dejan nuestros adorables adolescentes después de los conciertos y los botellones, piden limosna en la puerta de los rebosantes supermercados, realizan los trabajos más duros que nadie quiere, contemplan con las manos en los bolsillos el paso de la historia por las esquinas. Cuando en el futuro los descendientes de estos esclavos sean tan señores como usted, a ellos deberá Europa agradecer el no haberse extinguido como una vieja caduca, egoísta y achacosa. Puede que algún patriota racista o xenófobo, a quien uno de estos inmigrantes tal vez le está limpiando hoy la mierda del retrete, crea que este pronóstico es el ridículo ensueño de un alma blanca. Pero por mucho que le duela lo cierto es que un día toda la humanidad será de color chocolate.

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Manuel Vicent: El País (21 de octubre de 2018)

COMENTARIO DE “SALVAMENTO” DE MANUEL VICENT Resumen del texto Próximamente Europa en general, y España en particular, van a requerir un notable incremento de la población a través de la inmigración que las ayude a superar la crisis demográfica que están experimentando. En ese sentido, si uno se plantea quiénes salvan a quién cuando se examina la situación de la inmigración a través del Mediterráneo, la respuesta es que son los inmigrantes los que contribuyen a nuestra salvación, pues, gracias a su implementación en la sociedad, el viejo continente compensará su tasa de crecimiento negativo. Tema y estructura del texto El tema del texto es la demostración o justificación de que los inmigrantes que llegan a Europa no constituyen un problema sino una solución a la crisis demográfica. En relación con la estructura, el texto es inductivo pues la tesis que defiende el autor (resumida en el enunciado “son ellos quienes vienen a salvarnos”, idea conectada con el título del artículo: “Salvamento”) se encuentra en la parte final del mismo. Así, se puede dividir claramente en dos apartados: (a) La primera parte, que abarca hasta la línea 11 (exactamente hasta “contraria de salvamento”), coincide con el cuerpo argumental. En él se recoge un argumento de causa-efecto, es decir, a partir de la idea de que Europa y España van a necesitar aumentar su población activa, se concluye, más tarde, que son ellos, por tanto, los que vienen a salvarnos (la tesis).



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(b) La segunda parte, pues, coincide con la tesis, que se comienza a enunciar a partir del enunciado “son ellos quienes vienen a salvarnos” (l. 11), como queda ya recogido.

Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) El texto propuesto para su comentario resulta claramente subjetivo. El fenómeno lingüístico que más sobresale para justificar esto es la ingente cantidad de adjetivos valorativos que aparecen: “inexorable [decrepitud]” y “angustiosa [visión]” (l. 8), “terrible [espectáculo]” (l. 9), “[trabajos] más duros” (l. 13 y s.)... También lo es “adorables [adolescentes]” (l. 12), que comporta, a su vez, un tinte irónico evidente (los adolescentes que ensucian tras conciertos y botellones no pueden ser, en opinión del autor, adorables), lo que permite justificar también la existencia de una actitud despectiva por parte de Vicent. También son adjetivos valorativos “caduca, egoísta y achacosa” (l. 16), con los que caracteriza a “una vieja”, expresión que hace referencia a Europa; de esta manera sigue incidiendo en la idea de la crisis demográfica. Por otra parte, también justifican la subjetividad una expresión evidencial como “lo cierto es” (l. 19) y la aparición de expresiones coloquiales a partir de referencias metafóricas más o menos lexicalizadas (“la mierda de retrete”, l. 18) y de otras en que predomina el lenguaje figurado (“apenas pueden con su alma”, l. 3; “savia nueva”, l. 7, e incluso “alma blanca”, en la que se aprecia un juego de palabras a partir de una sinestesia). No obstante, también existen enunciados objetivos, en los que predominan las marcas de la función referencial del lenguaje (tercera persona gramatical, modo indicativo, modalidad oracional enunciativa...): casualmente, estos coinciden con la formulación de la premisa (“en un futuro no tan lejano...”, l. 5 y s.) y de la tesis (“son ellos quienes vienen a salvarnos”, l. 11). En cuanto a la intencionalidad, el autor pretende ofrecer una novedosa lectura de la inmigración por la que esta no constituye un problema sino la solución a la crisis demográfica que están experimentando Europa, en general, y España, en particular. Además, desea expresar o manifestar que está aludiendo a una situación ubicua, universal, como se aprecia en la indeterminación del primer enunciado (“en cualquier calle de cualquier ciudad...”, l. 1; nótese la repetición enfática de “cualquier”). La ironía, descrita a propósito de la actitud, permite observar que, de alguna manera, desprecia el comportamiento de la sociedad europea u occidental, especialmente de sus jóvenes, despreocupados de las consecuencias de sus actos. La adjetivación utilizada (ya referida: “angustiosa”, “terrible”, etc.) sirve para expresar la opinión que le merece al autor esta situación; asimismo, la adjetivación que sirve para caracterizar a Europa (ya referida: “caduca”, “achacosa”...) o el sustantivo denostador “decrepitud” (l. 8), en consonancia ambos fenómenos dentro del campo asociativo de –podríamos decir– la “podredumbre” física, le ayuda a Vicent a evidenciar o remarcar la idea de crisis demográfica, de que el viejo continente está envejeciendo de forma inevitable. Por último, la pregunta retórica de la línea 9 (“hay que preguntarse...”) revela que se cuestiona sobre qué sector recae la responsabilidad de saber al otro, aunque claramente despeja esta



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incógnita cuando, a continuación, en la línea 11, enuncia que “son ellos quienes vienen a salvarnos” (esta expresión provoca extrañamiento, resulta chocante, paradójica, efecto con el que el autor aspira a asombrar por su contundencia al lector). Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes Desde el punto de vista del ámbito de uso, el texto objeto de análisis es claramente un texto periodístico, pero específicamente un tipo que pertenece al género subjetivo: un artículo de opinión. Desde el punto de vista textual o pragmático, se puede observar en que es un texto unidireccional, es decir, ya que el emisor envía el mensaje al receptor (a través de un canal físico o digital en que emplea un código escrito), un receptor múltiple, por cierto, no individualizado, sin que este pueda asumir el papel de emisor, a su vez. Es evidente que se trata de un artículo de opinión, asimismo, por toda la información paratextual que aparece en su transcripción: el nombre del emisor (Manuel Vicent, un colaborador del periódico), del canal o medio en que se ha publicado (El País), la fecha de publicación, etc. En este mismo sentido, el titular que aparece en su cabecera –“Salvamento”– también es un elemento habitual de los textos periodísticos. Destaca, también, la subjetividad presente en él al tratarse de un texto del género periodístico de opinión (subjetividad observable en términos valorativos como “angustiosa [visión]” (l. 8) o “adorables [adolescentes]”, cargado de ironía, l. 12; la expresión evidencial “lo cierto es que...”, l. 20; los coloquialismos, como “la mierda del retrete”, l. 18, etc.). Y, por último, como los artículos de opinión presentan un lenguaje próximo al de los textos literarios, es posible hallar en él recursos estilísticos (aparte de la ironía recién mencionada, destaca la metáfora “savia nueva”, l. 7; la personificación en la descripción de Europa, l. 16, o la sinestesia “alma blanca”, l. 18 y s.). Por su parte, desde el punto de vista del modo de elocución (o modo de discurso), el texto propuesto es expositivo-argumentativo, ya que presenta una estructura claramente inductiva (el cuerpo argumental se extiende hasta la l. 11 y la tesis, “son ellos quienes vienen a salvarnos”, a partir de entonces), en la que el argumento empleado es de causa-efecto (su premisa es, exactamente, “en un futuro no tan lejano España va a necesitar cinco millones de gente joven que venga a...”, l. 5 y s., del que la tesis se desprende como un claro efecto o consecuencia). A estos se pueden añadir otros rasgos lingüísticos que permiten justificar la susodicha tipología textual: la aparición de una pregunta retórica indirecta (“hay que preguntarse quién salva a quién”, l. 9) y de marcas de la función referencial, como, por ejemplo, el predominio de la tercera persona gramatical y el modo indicativo, modo de la realidad y de la denotación (observables ambas características en la premisa “en un futuro no tan lejano España va a necesitar...”, l. 5 y s., o en la formulación de la tesis “son ellos quienes vienen a salvarnos”, l. 11); además, abunda el presente con valor atemporal (identificable en los ejemplos proporcionados), así como se puede encontrar alguna estructura impersonal (“se puede observar”, l. 1). Por último, es posible detectar alguna mínima secuencia descriptiva. Concretamente dos: “la imagen de ancianas amarillentas...” (l. 2 y s.), en que se des-



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criben individuos, pues predominan elementos nominales, especialmente adjetivos, y “ahora estos náufragos limpian...”, en que se describen acciones, pues los verbos empleados carecen de dinamismo en este fragmento o, para ser más exacto, carecen de tiempo, no constituyen acciones diversas, enmarcadas, consecutivas, gracias a la aparición de expresiones temporales.



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Contra la pared El domingo por la noche vi un capítulo de Los Soprano. Junior Soprano, tío y mentor de Tony, está en un hotel con su amante, Bobbi Sanfillipo. En la cama, Bobbi, cariñosa y seductora, lo felicita por lo bien que practica el sexo oral. Lo festeja: es una suerte que ella tiene, algo insólito que él le regala. Junior está serio. Es un señor mayor y respetable; un mafioso de Nueva Jersey. Le advierte: no le gusta que ella hable de eso, es algo que absolutamente nadie tiene que saber. Por supuesto, ya es tarde. La mujer ha compartido su alegría con otras mujeres, y la delicada información llega a oídos de Tony, su bravo sobrino, que en aras de la compleja relación que tiene con su tío, acabará burlándose de él durante una sesión de golf. Por comer felpudos. La escena siguiente es dura e incómoda. Junior va a buscar a Bobbi a la oficina. Le grita, la insulta, la empuja contra la pared, la inmoviliza y, en vez de pegarle en la cara, de hecho, para no hacerlo, le refriega una tarta que había sobre la mesa, con fuerza, con rabia. La despide. Se va. Y ella llora, con el merengue y el bizcocho bajándole por el rostro: “Corrado, no me dejes, por favor, no me dejes”. Este capítulo se emitió por primera vez en 1999. El martes por la tarde vi un capítulo de Euphoria. Es la serie sobre adolescentes pero no solo para adolescentes que estrenó HBO este verano. Deberían verla todas las madres y los padres, a pesar del pánico, precisamente por él. Maddy es la novia de Nate, el macho alfa del instituto, alto y guapo. Durante una feria, Maddy va vestida de forma sexy, Nate intenta obligarla a que se cambie; no quiere que sus padres la vean así. Ella se rebela ante su familia, lo provoca, lo ridiculiza. Él va decidido tras ella y, en la oscuridad de un callejón, la coge del cuello y la embiste contra un camión. Ella lo perdona. Es 2019. Veinte años no es nada. La ficción televisiva, una sofisticada manera de retratar la burda realidad. Me pregunto entre cuántos hombres (la cifra exacta de los hombres de la Tierra) ya está bien visto practicar el sexo oral a las mujeres. Me pregunto también cuántos hombres siguen cogiendo a mujeres del cuello y aplastándolas contra la pared. La cifra exacta de los hombres de la Tierra. Las paredes son para los besos, y la distancia entre Junior Soprano y Nate Jacobs es un simple lunes de septiembre, cargado de secretos.

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Lara Moreno: El País (5 de septiembre de 2019)

COMENTARIO DE “CONTRA LA PARED” DE LARA MORENO Resumen del texto Recientemente se reprodujo un episodio de Los Soprano, el cual contenía una escena en la cual un personaje masculino le practicaba satisfactoriamente el sexo oral a su pareja, hecho por el que esta lo felicitó; sin embargo, el primero manifestó su deseo de que no hablase de su habilidad. Cuando fue sabedor de que ella ya lo había comunicado por ahí, la agredió. En un capítulo de Euphoria, por su parte, se apreció otra escena, en la que una pareja discute porque el chico quería que ella adoptara una forma de vestir menos provocativa. Como ella no accedió, y lo ridiculiza, también la agredió. El tiempo transcurrido entre la publicación de una escena y otra no supone nada, pues las series de televisión constituyen un espejo de nuestro tiempo. Tema y estructura del texto El tema del texto es la demostración, a partir de dos ejemplos tomados de sendas series, de que la consideración que se tiene sobre la mujer y la violencia que se ejerce sobre ella siguen inalterables. En relación con la estructura, el texto se puede dividir claramente en dos apartados:



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(a) El cuerpo argumental, que abarca los dos primeros párrafos del artículo, y con los que la autora pretende aportar un par de ejemplos de violencia de género a partir de sendas series televisivas. Se corresponden, pues, concretamente, con argumentos de ejemplificación. Por el distinto contenido que se aborda en uno y otro párrafo, es decir, por la distinta serie que se describe en cada uno de ellos, este primer apartado se podría dividir en otros dos subapartados, a su vez: (a.1) en que se describe la serie de Los Soprano y (a.2) en que se describe la serie de Euphoria. (b) La tesis, cuya formulación aparece recogida en el último párrafo del texto.

De la exposición anterior se desprende que el texto propuesto para su comentario presenta una estructura inductiva. Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) La actitud de Lara Moreno en el texto es claramente subjetiva, lo cual puede justificarse o demostrarse a partir de una gran cantidad de elementos lingüísticos observables en el artículo. Sobresalen, por ejemplo, los términos valorativos (fundamentalmente adjetivos), entre los que sobresalen “dura” e “incómoda” (l. 8 y s.), y “sofisticada [manera]” y “burda [realidad]” (l. 21 y s.). También resultan interesantes las connotaciones que aportan los usos metafóricos, especialmente el de “comer felpudos” (l. 8) y “macho alfa” (l. 16). También aportan subjetividad el enunciado exhortativo que comienza con una perífrasis verbal modal de obligación: “deberían verla...” (l. 15), o las dos preguntas retóricas indirectas del último párrafo (“me pregunto...”, l. 22 y ss.). Por último, aunque resulte secundario, también sirven para justificar esta actitud los verbos de percepción o sensoriales construidos en primera persona que emplea para iniciar los dos párrafos iniciales: “vi” (l. 1 y 14), que son útiles, asimismo, para justificar una actitud más bien personal, basada en la propia experiencia de la autora. No obstante, el predominio en el primer y en el segundo párrafos de marcas de la función referencial permiten justificar en este apartado la existencia, asimismo, de cierto grado de objetividad (en “este capítulo se emitió...”, l. 12, por ejemplo, se observa la modalidad oracional enunciativa, el modo indicativo, la tercera persona gramatical...). En cuanto a la intencionalidad, se podría admitir que esta es retratar, a partir del análisis de varias escenas de dos series televisivas distanciadas en el tiempo (para demostrar que “veinte años no es nada”, l. 21), como apenas se ha evolucionado en materia de género. Esto queda todavía más patente a partir de la hipérbole que puede leerse en el último enunciado del artículo: “la distancia entre [...] es un simple lunes de septiembre” (l. 25 y s.). Por su parte, en el primer apartado de la estructura sobresalen peculiaridades tales como las marcas lingüísticas propias de la función referencial, la existencia de secuencias de carácter narrativo-descriptivo y una perífrasis verbal modal de obligación (ya descrita a propósito de la actitud): se emplean las mencionadas secuencias, en las que predomina la función referencial, porque está en su intención no solo describir sino recoger o plasmar de la forma más objetiva posible las dos



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escenas de las series de televisión, que se convierten en conjunto, y en particular cada escena, en un ejemplo representativo de su tiempo; la perífrasis, por su parte, está empleada para emitir una invitación a los padres con el fin de que visionen una serie que, a priori, está dirigida a los adolescentes, para que la examinen o analicen con ellos. En el segundo apartado, el predominio de la función expresiva sirve, en cambio, para expresar su opinión a propósito del tema abordado, mientras que las preguntas retóricas son elementos con los que la autora se interroga el número de hombres (“cuántos”, l. 22 y 23) que imitan o desarrollan también estas prácticas, aunque parece clara su opinión al respecto a tenor de lo recogido en este último párrafo: muchos; nada ha cambiado. Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes Desde el punto de vista del ámbito de uso, el texto objeto de análisis es claramente un texto periodístico, pero específicamente un tipo que pertenece al género subjetivo: un artículo de opinión. Desde el punto de vista textual o pragmático, se puede observar en que es un texto unidireccional, es decir, en que el emisor envía el mensaje al receptor (a través de un canal físico o digital en que emplea un código escrito), un receptor múltiple, por cierto, no individualizado, sin que este pueda asumir el papel de emisor, a su vez. Es evidente, asimismo, por toda la información paratextual que aparece en su transcripción: el nombre del emisor (Lara Moreno, una colaboradora del periódico), del canal o medio en que se ha publicado (El País), la fecha de publicación, etc. En este mismo sentido, el titular que aparece en su cabecera también es una marca habitual de los textos periodísticos. Destaca, no obstante, la subjetividad presente en él al tratarse de un texto del género periodístico de opinión (subjetividad observable en términos valorativos como “dura”, l. 8; “incómoda”, l. 9; “sofisticada”, l. 21...; el empleo de formas verbales en primera persona gramatical, concretamente en verbos de percepción o sensoriales –“vi”, por dos veces, en las l. 1 y 14, etc.). Y, por último, como este tipo de textos presenta un lenguaje próximo al de los textos literarios, es posible hallar en él recursos estilísticos (destacan las metáforas “comer felpudos”, l. 8, y “macho alfa”, l. 16, o las anáforas de “me pregunto...”, expresión repetida por dos veces en las l. 22 y 23, que genera expresividad). Por su parte, desde el punto de vista del modo de elocución (o modo de discurso), el texto propuesto es expositivo-argumentativo, ya que presenta una estructura claramente inductiva (argumentos –dos primeros párrafos– más tesis o conclusión –último párrafo–), en la que los argumentos empleados son de ejemplificación (se apoya en el ejemplo de lo recogido en dos series televisivas, que describe, para concluir que apenas han cambiado las cosas). Es una argumentación muy personal, por lo que emplea la primera persona (sirven los ejemplos aducidos en el párrafo anterior), o preguntas retóricas (las iniciadas con “me pregunto...”, expresión ya recogida). Sin que resulte muy importante, la parte expositiva podría justificarse por medio del predominio de la función referencial y de la modalidad oracional enunciativa (cualquier enunciado del último párrafo valdría como ejemplo), así como la utilización del modo indicativo, pro-



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pio de la realidad, de la denotación, específicamente el presente con valor atemporal (“veinte años no es nada”, l. 21, por ejemplo). Sin embargo, en los dos primeros párrafos, en los argumentos de ejemplificación, aparece una serie de secuencias narrativo-descriptivas. (a) Es narrativo porque predominan las oraciones con verbos predicativos (construidas, además, en tercera persona): se aprecia, por ejemplo, en “le grita, la insulta, la empuja contra la pared...” (l. 9 y s.). Aunque en este mismo enunciado se observa que en el texto se abusa de la relación de las acciones por medio de la yuxtaposición, sin conectores, también existen expresiones de tiempo, como “el domingo por la noche” (l. 1) o “el martes” (l. 14). (b) Es descriptivo porque, en cambio, otros enunciados contienen oraciones atributivas, esto es, con verbos copulativos, en los que predominan, además, elementos nominales, especialmente una profusa adjetivación (rasgos observables en “la escena siguiente es dura...”, l. 8 y s., o “Maddy es la novia de Nate...”, l. 16). Por último, también contiene una pequeña secuencia dialógica, en el momento en que recoge la intervención de un personaje en estilo directo: “Conrado, no me dejes...” (l. 12), en que se observan algunas marcas de la función apelativa (es un enunciado exhortativo, con un vocativo, “Conrado”, y un verbo en segunda persona).



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La ortografía es el termómetro Quien tiene un problema de ortografía no sufre solamente ese problema. Los errores con la puntuación o las letras van siempre asociados a una deficiente expresión sintáctica y a un vocabulario pobre. La ortografía es el mercurio que sirve para señalar la fiebre. Se podrán abolir las haches y las tildes, como propuso García Márquez, pero no por romper el termómetro bajará la temperatura. Las personas acostumbradas a leer buenos libros y buenos periódicos no suelen cometer faltas cuando escriben, porque su memoria inconsciente ha ido almacenando las palabras exactas y ha deducido las relaciones gramaticales que mantienen entre sí. Y cuando las necesiten para expresar una idea, brotarán casi sin esfuerzo. Frente a eso, las faltas involuntarias afloran en quienes no quisieron o no pudieron recibir una enseñanza de calidad y no han enriquecido luego su pensamiento con las cuidadas lecturas que conducen siempre a cuidadas reflexiones. Hoy en día salimos a la plaza pública más con la palabra escrita que con la expresión oral. Redactamos mensajes de WhatsApp, de correo, escribimos en Twitter… Y paseamos por esa calle de multitudes vestidos solamente con nuestra ortografía y nuestra sintaxis. Así nos mostramos a los demás, que se formarán una opinión al respecto del mismo modo que se establece una impresión general ante quien lleva siempre lamparones en el traje. En definitiva, la ortografía es sobre todo un indicio. Se supone que quien escribe con corrección ha leído y ha incorporado a su pensamiento una estructura gramatical que le permite ordenar mejor las ideas y analizar con más competencia tanto lo que oye como lo que piensa. La buena ortografía ayuda además a relacionar unos vocablos con otros (y también a distinguir unos conceptos de otros). Por el contrario, cabe suponer que quien comete faltas de ortografía no dispone de esas herramientas; que tal vez disfrute así de menor capacidad para la argumentación y la seducción, y que probablemente sea, por todo ello, una persona más manipulable.

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Álex Grijelmo: El País (7 de noviembre de 2018)

Resumen del texto Experimentar errores de ortografía constituye un problema mayor, puesto que normalmente estos defectos lingüísticos suelen ir asociados con otras deficiencias más graves, como la dificultad a la hora de expresarse de manera solvente o de manejar un vocabulario aceptable. Estas deficiencias no son achacables a aquellas personas que leen con relativa frecuencia, sino a aquellas otras que no experimentaron una correcta instrucción. Y hoy nos exponemos por medio de la palabra escrita, ya que la utilizamos en muchos de los medios en que interactuamos; en consecuencia, esta representa un indicio: en las personas del primer tipo delatará que son capaces de comunicarse de forma competente mientras que, en las segundas, no es así, evidenciando, además, que resultan más vulnerables. Tema y estructura del texto El tema del texto es la identificación de los errores en la expresión escrita con un problema más acuciante: la imposibilidad de una comunicación competente o solvente y una mayor vulnerabilidad por parte de quien los experimenta. Por su parte, el texto presenta una estructura claramente circular o de encuadre, por lo que es posible determinar en él tres apartados: (a) Introduce en el primer párrafo la tesis, en que expone la idea que va a tratar de demostrar a continuación: una mala ortografía es el indicador de una competencia lingüística insuficiente por parte de aquellos indivi

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duos que la sufren. Para ello se vale, especialmente en este momento, de la metáfora que recoge en el mismo título: la ortografía es el “termómetro” (título y l. 4), el “mercurio” (l. 3), que evidencia un problema mayor (“la fiebre”, l. 3, o “la temperatura”, l. 4). (b) El segundo apartado, que abarca desde la línea 5 a la 17 (es decir, los cuatro siguientes párrafos), se corresponde con el cuerpo argumental, con el conjunto de premisas de que se vale el autor para alcanzar la tesis que repite al inicio y al final del texto. Por el distinto contenido que se aborda en uno y otro, esta parte se puede dividir, a su vez, en dos subapartados: (b.1) En el primero, que coincide con los dos primeros párrafos, se indica la incidencia que la lectura y la instrucción tienen sobre estas dificultades expresivas. Nuevamente se podría subdividir en dos: (i) personas que leen y que no tienen ese problema (l. 5-8) y (ii) personas que no leen y que han recibido una educación escasa (l. 9-11). (b.2) En el segundo, que se extiende, en este caso, desde la l. 12 a la 17, es decir, se corresponde con los dos últimos párrafos del apartado, se señala que, además, la ortografía es un indicio de la estructura de nuestro pensamiento que permite a los demás formarse una idea sobre nosotros, pues son múltiples las circunstancias o contextos en que, hoy, nos valemos de la palabra escrita para comunicarnos con nuestros semejantes. (c) Como queda expuesto, en los dos últimos párrafos se repite nuevamente la tesis, recogida ya en (a), que aquí se expone de forma más elaborada, compleja, y se añade una nueva idea (en la última línea): los individuos que experimentan estos problemas no solo tienen dificultades a la hora de expresarse sino que, además, pueden resultar más fácilmente manipulables. Como en (b), también aquí se podrían establecer subapartados a tenor del contenido: (c.1) En el primer párrafo recoge que quienes se expresan correctamente serán más capaces de estructurar correctamente sus excursos. (c.2) En el segundo, se alude, en cambio, a aquellas personas que cometen errores y, por tanto, carecen de otras herramientas lingüísticas.

Actitud e intencionalidad del autor (justificación a partir de elementos lingüísticos relevantes del texto) En un primer momento, y de forma general, se puede concluir que la actitud de Álex Grijelmo en este artículo de opinión es estética, literaria o retórica, en la medida en que existe en su texto una notable vocación estilística. Se observa esta en la alta cantidad de recursos literarios que emplea, que dotan al texto de un sobresaliente grado de literariedad. Ya se ha señalado, a propósito de la estructura, algunos juegos de palabras basados en usos metafóricos (la identificación de la ortografía con un termómetro; la identificación de otros problemas lingüísticos menos evidentes con la fiebre que delata el termómetro), pero existen otros: cuando habla de las palabras y de las faltas en los párrafos se-



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gundo y tercero, respectivamente, utiliza las voces “brotarán” (l. 8) y “afloran” (l. 9). En el párrafo cuarto, por su parte, se utilizan otras muchas expresiones en las que resulta admisible la misma explicación: “salimos a la plaza pública” (l. 12), “esa calle de multitudes” (l. 13 y s.), “vestidos” (l. 14)... Por supuesto, todas estas marcas permiten, asimismo, justificar la actitud subjetiva que el autor manifiesta en la redacción de su artículo. Esta última actitud también puede demostrarse a partir de otras marcas, tales como la aparición de términos valorativos (“buenos [libros]” y “buenos [periódicos]”, ambos en la l. 5; “cuidadas”, que se repite enfáticamente en las líneas 10 y 11; “mejor”, l. 19; “manipulable” y “probablemente”, l. 24, que es –este último– una expresión de duda, como “se supone que...”, l. 18, o “tal vez”, l. 23, tras algunas de las cuales aparecen formas de subjuntivo con valor afectivo, dubitativo: “disfrute”, l. 23, y “sea”, l. 24). Sin embargo, a pesar del concurso de las mismas, es posible determinar en este texto también una alta dosis de objetividad, constatable a partir de algunos enunciados (“la ortografía es sobre todo un indicio”, l. 17, o “la buena ortografía ayuda además a relacionar...”, l. 20 y s., entre otros posibles). En ellos es imposible identificar marcas de subjetividad pues predomina la función referencial (orden lógico, enunciados enunciativos, tercera persona, modo indicativo, etc.). En relación con la intencionalidad, se puede señalar que Grijelmo persigue determinar que existe una correlación entre las faltas de ortografía y ciertos problemas superiores de orden lingüístico y/o comunicativo (problemas a la hora de comunicarse, de expresar ideas complejas, de argumentar, pero también de comprender mensajes con una finalidad persuasiva, cuyo objetivo pueda ser engañar o estafar, algo que se desprende del uso del adjetivo valorativo en la definición de estos individuos con la que cierra el artículo: “una persona más manipulable”). Para lograr lo anterior establece una relación gráfica, asequible, fácilmente comprensible, especialmente en el primer párrafo, en que se vale de una relación metafórica con la que identifica la expresión escrita con el termómetro y los otros problemas con la fiebre. Por su-puesto, pretende exponer estas ideas de una forma relativamente objetiva, para lo que se sirve de las marcas de la función referencial, ya expuestas a propósito de la actitud; y, para que su exposición resulte más objetiva, establece incluso, de alguna manera, tipos universales al emplear expresiones más o menos generales como “las personas” (l. 5) o “persona” (l. 24); “quien tiene un problema de ortografía” (l. 1), “quienes no quisieron o no” (l. 9), “quien escribe” (l. 18), “quien comete” (l. 22), etc. Evidentemente, a tenor de todas las marcas de subjetividad que se han identificado a la hora de determinar la actitud, también se propone hacerlo manifestando o proporcionando su propio punto de vista, su opinión. Por último, la aparición de un notable número de marcas de la primera persona del plural en el cuarto párrafo (“salimos”, l. 12; “redactamos”, “escribimos”, “paseamos”, l. 13; “nos mostramos”, l. 14; por dos veces “nuestra” en esta misma línea) también permite suponer que está tratando de integrar al hipotético lector, pues son acciones que desarrollan tanto el emisor como los interlocutores a los que el artículo va dirigido.



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Tipo de texto y modo de discurso. Justificación con elementos lingüísticos relevantes Desde el punto de vista del ámbito de uso, el texto objeto de análisis es claramente un texto periodístico, pero específicamente un tipo que pertenece al género subjetivo: se trata de un artículo de opinión. Desde el punto de vista textual o pragmático, se puede observar que se trata de un texto unidireccional, es decir, el emisor envía el mensaje –el contenido del artículo– al receptor valiéndose de un canal físico o digital en el que se emplea exclusivamente un código escrito; el receptor, por su parte, que es múltiple, por cierto, no individualizado, no puede asumir el papel de emisor, es decir, no puede responder al autor porque no se ha establecido un diálogo. Es evidente que se trata de este tipo de texto, además, por toda la información paratextual que aparece en su transcripción (está transcrito en el momento en que no lo leemos directamente del periódico y esto fuerza la aparición de algunos elementos, los que aparecen en el pie del texto, que no existían en su publicación original): el nombre del emisor (Álex Grijelmo, un colaborador del periódico), del canal o medio en que se ha publicado (El País), la fecha de publicación, etc. En este mismo sentido, el titular que aparece en su cabecera también es una marca habitual de la estructura de los textos periodísticos. Destaca, no obstante, la subjetividad presente en él al tratarse de un texto del género periodístico de opinión (subjetividad observable en términos valorativos como “buenos [libros]” y “buenos [periódicos]”, ambos en la l. 5; “cuidadas”, que se repite enfáticamente en las líneas 10 y 11; “mejor”, l. 19; “probablemente”, l. 24, que es una expresión de duda, como “se supone que...”, l. 18, o “tal vez”, l. 23; manipulable, l. 24, etc.) Y, por último, como este tipo de textos presenta un lenguaje próximo al de los textos literarios, es posible hallar en él recursos estilísticos, es decir, se manifiesta en él un alto grado de literariedad (destacan las usos metafóricos del primer párrafos, por medio de los cuales identifica la ortografía con un termómetro o el mercurio, mientras que los problemas lingüísticos y/o comunicativos que evidencia, con la fiebre). Por su parte, desde el punto de vista del modo de elocución (o modo de discurso), el texto propuesto es claramente también expositivo-argumentativo, ya que presenta una estructura circular o de encuadre (tesis – cuerpo argumental – tesis), lo que permite colegir que contiene una conclusión (una mala ortografía es el indicador de una competencia lingüística insuficiente por parte de aquellos individuos que la sufren, repetida por dos veces), que el autor alcanza a partir de la exposición de un conjunto de argumentos; concretamente, dos: (a) la diferencia en hábitos de lectura, con los que se obtienen otras estrategias lingüísticas y/o comunicativas, es precisamente la que permite determinar la existencia de individuos que escriben bien y otros que no lo hacen correctamente (párrafos segundo y tercero), y (b) la ortografía es un indicio con el que damos a conocer cada vez con más frecuencia a otros nuestras capacidades o competencias, pues la exposición social a partir de la palabra escrita es cada vez más habitual en un mundo hiperconectado a partir de las tecnologías de la información y de la comunicación (párrafos cuarto y quinto). Ambos argumentos son de causa-efecto. Aparecen, asimismo, otras marcas lingüísticas que permiten justificar esta tipología textual: el predominio de formas gramaticales de tercera persona, que resulta especialmente notable en términos con valor ge-



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neralizador, universal (“las personas”, l. 5, o “persona”, l. 24; “quien tiene un problema de ortografía”, l. 1, “quienes no quisieron o no”, l. 9, “quien escribe”, l. 18, “quien comete”, l. 22, etc.), el modo indicativo como modo de la realidad y de la denotación (salvo “necesiten”, integrado en una estructura subordinada, l. 7, y “disfrute” y “sea”, introducidos a partir de expresiones dubitativas, en las líneas 23 y 24, todas las demás formas personales están conjugadas en este modo), construcciones pasivo-reflejas con las que se procura, conscientemente, ofrecer una visión impersonal, objetiva, eliminando u ocultando el agente (“se podrán abolir...”, l. 3; “se establece...”, l. 15; “se supone..., l. 18...), etc.



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