COMENTARIO CRÍTICO RESUELTO-tener clase

COMENTARIO CRÍTICO RESUELTO: SOBRE EL TEXTO “TENER CLASE” DE MANUEL VICENT (PUBLICADO EN “EL PAÍS”, 07/03/2010) MANUEL

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COMENTARIO CRÍTICO RESUELTO: SOBRE EL TEXTO “TENER CLASE” DE MANUEL VICENT (PUBLICADO EN “EL PAÍS”, 07/03/2010)

MANUEL VICENT (EL PAIS, 07/03/2010)

Tener clase No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el interior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír, de permanecer siempre en un discreto segundo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante también existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en su propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.



1. ESQUEMA DE ORGANIZACIÓN DE CONTENIDOS Y ESTRUCTURA (1,5 PUNTOS SOBRE 6): [Se recuerda que este esquema no deberá hacerse en forma redactada, sino utilizando sintagmas nominales y delimitando cada uno de los apartados en el texto. Deberá recoger las principales ideas del texto, cómo se agrupan esas ideas formando bloques de contenido coherentes y cohesionados entre ellos y qué relación mantienen entre sí estos bloques de contenido. Se deberá evitar, como también es preceptivo para el resumen, copiar de modo literal enunciados del texto, salvo para delimitar las partes del contenido, en que sí es de recibo referirse a determinadas expresiones del texto entrecomillándolas.] Estamos ante un texto expositivo-argumentativo1 cuya estructura viene a ser en este caso la característica de este tipo de textos: presentación o introducción de la tesis, cuerpo argumentativo y conclusión. En relación con el tipo de estructura específica que se observa en el texto (inductiva, deductiva, circular o encuadrada, etc.) estamos ante una estructura circular o encuadrada2, ya que la tesis (en este caso podemos considerar como tesis que la elegancia o distinción “es un don enigmático”) aparece entrevista ya desde el comienzo del texto y reaparece al final del mismo en la conclusión. Del concepto de elegancia no se da una definición en el texto, aunque se indiquen posibles rasgos que la caractericen (muchos de ellos, rasgos negativos que nos permitan conocerla por exclusión, descartando determinadas posibilidades). Esta idea del carácter abierto y escurridizo del concepto y de la dificultad de definirlo, que percibimos en la tesis, vuelve a asomar al final en el último párrafo del texto, cuando dice el autor, refiriéndose a los individuos elegantes, “los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda”. En el caso del texto que nos ocupa, no coinciden la estructura externa (o división formal en párrafos) y la interna o de contenido (presentación, cuerpo argumentativo y conclusión), ya que a cada uno de los tres párrafos del texto no corresponde necesariamente uno de esos tres elementos de la estructura interna. Sólo coincidiría en el caso del último párrafo, en que podemos observar la presencia de la conclusión. La presentación de la tesis3 (1ª parte de la estructura) no se corresponde con el primer párrafo. Abarca desde “No depende” hasta “por evitarlo”. Digo que este primer apartado llega hasta ahí porque es a partir de ese punto cuando el autor va a desplegar todas esas precisiones que descartan la equiparación de la elegancia con toda una serie de prejuicios que todos tenemos en mente sobre dicho tema, como vamos a ver en la segunda parte. -

Puntualizaciones negativas sobre el concepto de elegancia (= tener clase): desde “no depende” hasta “en la vida”.

1

Aunque haya en el texto fragmentos que podamos considerar descriptivos eso no significa que pierda su carácter expositivo-argumentativo, ya que el modo de discurso que denominamos “descripción” es una modalidad de aquel otro modo de discurso que llamamos “exposición”. 2

Se advierte al alumno/a que aunque es una estructura frecuente o habitual en los textos de los artículos de opinión, no siempre va a aparecer necesariamente ese tipo de estructura, puede aparecer cualquier otra, por lo que debe estar sobre aviso para que no le pille desprevenido la existencia de cualquier otro tipo de estructura. 3

Para ver cuál es la tesis véase lo dicho más arriba a propósito de la estructura circular o de encuadre, pues allí se ha indicado que la tesis es que la elegancia o distinción “constituye un don enigmático”).

-

Enunciación de la tesis (“Tener clase es un don enigmático”) y nuevas determinaciones negativas sobre el concepto: desde “Tener clase” hasta “ni la edad”. Carácter atractivo de la elegancia: desde “Se trata de una secreta seducción” hasta “por evitarlo”.

El cuerpo argumentativo (2ª parte de la estructura) es la parte más extensa del texto y ocupa parte del primer párrafo y el segundo párrafo completo. En él podemos percibir la exposición de los rasgos que caracterizan a la elegancia o distinción a juicio del autor, rasgos que se enuncian en su mayoría como negativos y que ratifican que la elegancia no depende de aspectos como la inteligencia, la profesión, el dinero, la edad, la nacionalidad o la clase social. Se trata de una argumentación ejemplificativa, pues el autor nos va poniendo una serie de ejemplos, tanto positivos como negativos, que tienen una finalidad persuasiva de cara al receptor. Esta 2ª parte abarca desde “Este don” hasta “se nace”. -

Máxima fascinación ejercida por la elegancia: desde “Este don” hasta “el propio talento”. Primacía de la “belleza moral” sobre la apostura física en la noción de elegancia: desde “Aunque tener clase…” hasta “cada uno de sus actos”. Diseminación de los elegantes por el cuerpo social: Desde “La sociedad” hasta “seres privilegiados”. Postulación de ejemplos heterogéneos de personas elegantes y enunciación de una característica común: desde “Tanto si es…” hasta “más importancia”. Identificación de los elegantes por una ética (rasgos de comportamiento) y una estética propias: desde “Luego, en la distancia corta…” hasta “desde que se nace”.

El apartado final, donde se incardina la conclusión (“son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle”), es decir, la 3ª parte de la estructura, nos muestra, al hilo de un breve análisis de la situación actual de España, la contraposición entre la “avalancha de vulgaridad” y la elegancia digna (argumento de contraste), para acabar retomando la tesis inicial (“los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda”). •

Denuncia de la vulgaridad imperante en la sociedad española: desde “Este país nuestro” hasta “a toda la sociedad”. Elogio de una minoría digna de elegantes: desde “Pero en medio de la chabacanería” hasta “no perder la dignidad”. Reaparición de la tesis inicial: desde “Los encontrarás” hasta “en la izquierda”. Conclusión: desde “Con ese toque de distinción” hasta “sin ser totalmente humillado”.

TEMA (0,5 PUNTOS SOBRE 6): [El tema de un texto de estas características se enuncia mediante un sintagma nominal breve. La enunciación del tema se puede hacer de muy diversas maneras. Lo importante es centrarse en la idea más importante del texto y no en elementos secundarios. El tema debe ser claro y no una idea oscura y mal expresada.] Para este texto se pueden postular diversas formas de enunciar el tema; no habría por qué considerar que tenga que ser necesariamente una de ellas. A título de ejemplo podemos proponer las siguientes, algunas de las cuales han sido tomadas de los ejercicios de los propios alumnos: -

Defensa de la elegancia frente a la vulgaridad.

-

Defensa de la persona con clase frente a una sociedad chabacana. Elegancia versus ordinariez. La distinción como una realidad innata en ciertas personas. El estilo, cuestión de naturaleza. La elegancia como marca personal.



RESUMEN (1 PUNTO SOBRE 6): [El resumen deberá ser breve –la extensión del resumen dependerá de la extensión y complejidad del texto- y no en él no se debe copiar de modo literal el texto original. No deberá recoger aspectos secundarios, detalles innecesarios sino atenerse a lo esencial, recoger las ideas más importantes. En un buen resumen debe aparecer recogido de modo más o menos explícito el tema del texto, aunque no se enuncie formalmente de forma directa dicho tema.]



Propuesta de resumen para este texto (por supuesto que podría hacerse de muchas otras formas, aunque hemos considerado que ésta recoge de modo sintético todo lo que hay de más significativo en dicho texto):

“En este artículo de opinión de Manuel Vicent, el articulista intenta acotar los rasgos que caracterizan el sinuoso concepto de elegancia, descartando definirla por el estatus social, el nivel educativo, el éxito en la vida, el nivel intelectual, el económico o la edad. Para ello hace hincapié en el carácter atractivo de la elegancia y en la máxima fascinación ejercida por esta cualidad; asimismo destaca en ella la primacía de la belleza moral sobre la apostura física; tras reconocer que las personas que poseen este rasgo son más abundantes de lo que pueda pensarse, pasa a postular una hipotética serie de ejemplos heterogéneos de individuos que tendrían todos ellos un rasgo común como es el ejercer de modo excelente su profesión. Finalmente identifica a los elegantes por una ética y una estética propias, denuncia la vulgaridad imperante en la sociedad española, contraponiendo a esta lacra el elogio de una minoría digna que, a modo de conclusión, viene a redimirnos de la marea de chabacanería.” •

COMENTARIO CRITICO PROPIAMENTE DICHO (3 PUNTOS SOBRE 6): [El comentario crítico no debe limitarse en ningún caso a parafrasear el contenido del texto, es decir, a repetir lo que dice el autor con otras palabras, ni a copiar fragmentos literales del mismo cada dos por tres, como hacen algunos alumnos, no se sabe si con la tácita intención de rellenar papel. Se puede, eso sí, hacer referencia determinados pormenores o detalles del texto, siempre que venga a cuento y poniendo entre comillas aquello a lo que hacemos referencia y que hemos tomado del texto. Es verdad que en un comentario el alumno debe dar razón de los principales aspectos de dicho contenido aclarando los puntos más oscuros o menos evidentes (con lo que demostraría tener un conocimiento del contexto en que se sitúa el texto, lo que sería ciertamente uno de esos signos de madurez que se le piden), pero no debe hacerlo de tal modo que parezca limitarse a ello. Por tanto, además de lo anterior, debe también analizar si la argumentación que utiliza el autor del texto es válida, si está de acuerdo o no con dichos argumentos, matizando en caso de discrepancia con los argumentos utilizados por el autor por qué no se está de acuerdo, aunque fuere sólo parcialmente, con los mismos. Por otra parte, un buen comentario crítico debería aportar una propuesta o sugerencia de soluciones a los problemas planteados en el mismo. Y no debe faltar al final del mismo la opinión personal del alumno expuesta de modo razonado y no arbitraria o infundadamente. A la hora de aportar esa opinión personal podría también echar mano de otros aspectos que conozca por su formación cultural, por sus lecturas, por el conocimiento de la realidad o de la actualidad que le haya llegado a través de los medios, prensa, radio, televisión, internet,

que tengan que ver de modo directo o indirecto con el tema tratado, aunque procurando no desviarse excesivamente del mismo (es decir, hay que evitar irse “por los cerros de Úbeda”, como se dice coloquialmente). Y es que el comentario crítico, aunque no debe ser una ocasión para que se luzcan los pedantes, sí puede ser un contexto propicio a que el alumno demuestre su madurez cultural, la amplitud y variedad de sus lecturas, la posesión de criterios propios acerca de los problemas más importantes de la actualidad o de aquellos que afectan a la humanidad en su conjunto…] [Esta propuesta de resolución es ciertamente bastante más extensa que la que pondría un alumno en un examen, pero no hay que olvidar que el profesor lo ha hecho así para que los alumnos vean que hay muchos aspectos que comentar y que el comentario da mucho más de sí de lo que a primera vista pudiera parecer. Ciertamente al alumno no se le va a exigir tanto, pero es bueno que abra los ojos y vea que un texto tiene muchas facetas y ofrece muchas vías diferentes para abordar el comentario crítico, desde la explicación de determinadas expresiones o vocablos hasta el trasfondo simbólico o ideológico que puede vislumbrarse tras ciertas ideas o enunciados del texto.] •

Propuesta de resolución de la cuestión “Comentario crítico”: Estamos ante un artículo de opinión del periodista y escritor Manuel Vicent publicado en El País el 7 de marzo de 2010. Como veremos a lo largo del comentario, dicho texto, escrito en modo expositivo-argumentativo, mantiene plena vigencia a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación. Ya desde el título el autor pone su acento en el concepto o idea en torno al cual va a realizar su reflexión crítica. El mismo título del texto es una expresión coloquial que se puso de moda hace años en España y que como es de todos sabido significa “ser una persona elegante o distinguida”, es decir, alguien que sobresale por encima de la masa, del “vulgo errante, municipal y espeso” que dijera Rubén Darío en su célebre Soneto al Marqués de Bradomín4. Otro sinónimo de esa expresión es por ejemplo “tener estilo”. Todo el mundo pertenece a una clase social o tiene un determinado estilo personal, pero la frase hecha alude al hecho de diferenciarse de los otros por pertenecer a una minoría selecta, bien por el estatus social, el nivel cultural o algún otro rasgo similar. Dicho esto, podemos percibir que ya desde el comienzo del texto el autor rompe con los tópicos o estereotipos que sobre el concepto de elegancia o distinción casi todos tenemos en mente. Según la visión tradicional de dicho asunto, el elegante era alguien perteneciente a las clases altas de la sociedad, es decir, una persona caracterizada por poseer un alto nivel de renta, una exquisita o selecta educación, una amplia y elevada cultura, unos modales muy distinguidos y así sucesivamente… Más de uno pensará, inevitablemente, de modo despectivo y quizás hasta con un poco de rencor, que los elegantes eran “los ricos”, y no le faltará parte de razón, pues en épocas pasadas las personas con más ingresos podían recibir una mejor educación, lo que de algún modo incidía en el hecho de que luego esas personas pudieran pertenecer a reducidos y elitistas círculos de relaciones sociales que estaban limitados a muy pocas y privilegiadas personas. Manuel Vicent nos viene a decir todo lo contrario, pues ya desde la primera línea del texto afirma: [Tener clase] “no depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida”.

4

Sabemos que el Marqués de Bradomín es el célebre personaje de las Sonatas de Valle-Inclán, un donjuán feo, católico y sentimental trasunto del propio Valle-Inclán.

¿A qué mundo se está refiriendo Manuel Vicent? No desde luego al existente en la época del Renacimiento o del Barroco, ni al del siglo XVIII, sino a la época actual, en que ha habido una reducción de las diferencias entre clases sociales bastante significativa y como no se ha visto en otros periodos de la historia. De hecho actualmente se produce un fenómeno que llama la atención, como es que determinadas personas de clase media o incluso de clase baja puedan acceder a una educación superior gracias a las ayudas del Estado (becas) en concurrencia con otros aspecto, como por ejemplo el sacrificio de las familias que deciden enviar a sus hijos o hijas a un buen colegio o a una universidad prestigiosa. Esto quiere decir que las barreras entre clases sociales, por fortuna, actualmente no son tan rígidas e infranqueables y hay una mayor movilidad social entre clases. También excluye como elementos definitorios de lo que es la elegancia el nivel intelectual de la persona, el económico o la edad. Resulta sorprendente, desde luego, la aureola casi mística5 de que dota al concepto al calificarlo de “don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas” o al referirse a él como “secreta seducción”. Vamos a ver a lo largo de nuestro comentario que el autor del texto intenta en cierto modo la cuadratura del círculo, es decir, un imposible o una utopía, pues pretende, de un lado, argumentar que la elegancia hoy en día es algo que está al alcance de cualquiera, es decir, que se ha democratizado y no es patrimonio exclusivo de las clases selectas, pero por otro no para de referirse al fenómeno como si de una realidad taumatúrgica6 o teúrgica7 se tratara. Si es algo tan democrático, podemos preguntarnos: ¿por qué está sólo al alcance de unos pocos elegidos (“La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados”) a los que la naturaleza otorga dicho don, tal como parece decirnos el periodista al comienzo de su artículo? Vistos así, a bote pronto, parecen ser ciertamente endebles o inconsistentes los presupuestos sobre los que Vicent enuncia su tesis. Se trata de una cualidad innata que adquiere carácter cuasi fatídico (“sin que puedan hacer nada por evitarlo”) y enormemente fascinante. Hasta ahora Vicent ha dado palos de ciego, a diestro y siniestro, envolviendo la noción de elegancia, que arrastraba cierta mala prensa, de unas antipáticas connotaciones de enigma y de misterio. Se ha alejado de su pretensión inicial de “democratizar” la elegancia. Pero vamos a ver que muy pronto el articulista mueve sus fichas para posicionarse en la búsqueda de nuevos modos de conferir prestigio a un concepto como éste que en una cultura de masas (y por tanto, un tipo de cultura que adolece de cierta fobia por todo ideal de selección y de elitismo) parece estar desfasado o pertenecer a una rancia ideología retrógrada del Ancien Regime8. Ya que de entrada el concepto parece que echa un poco para atrás o resulta antipático, tiene cierto tufillo a aristocratismo de la era victoriana, parece decirse Manuel Vicent, confirámosle un matiz noble dándole una dimensión ética. En ningún momento el autor del artículo desmiente que la elegancia no vaya ligada a la buena prestancia o apostura física9, pero se permite el lujo de revestir este hecho, que excluiría de la posesión de esa cualidad a muchas personas que no se han visto favorecidas físicamente por la naturaleza (y 5

La palabra “mística” alude a lo que está envuelto en el misterio, es decir a lo que es misterioso o enigmático, o lo que es lo mismo, que no se lo conoce bien, siempre posee facetas inexploradas o zonas de sombra. 6

Taumatúrgica: relativa a los milagros o a la realización de milagros.

7

Teúrgica: relativa a la teúrgia, práctica mágico-religiosa que consiste en la invocación de poderes ultraterrenos, ángeles o dioses, a fin de comunicarse o unirse a ellos atrayendo beneficios y cooperación espiritual o bien para manipularlos por medios mágicos [información extraída de Wikipedia]. 8

Antiguo Régimen (en francés: Ancien régime) fue el término peyorativo con que los revolucionarios franceses designaban a la forma de estado anterior a 1789 (la monarquía absoluta de Luis XVI), y que se aplicó también al resto de las monarquías europeas, cuyo régimen era similar. El término opuesto a este fue el de Nuevo Régimen (en España, Régimen Liberal). [Información extraída de Wikipedia]

por tanto sería un dato “antidemocrático”), con nuevas vestimentas, en este caso con un aura de honestidad moral: “su atractivo principal se deriva de la belleza moral” afirma al final del primer párrafo. Es éste, dentro de todos los argumentos que extrae Vincent de su argumentario, el más contundente: el llamado argumento ético. En efecto, dicha belleza moral tiene como piedra angular la libertad humana. Si nos remontamos a la etimología de la palabra “elegancia” proviene de la misma raíz que el verbo “elegir”. Una persona elegante es una persona que sabe elegir bien. Y el tener una ética personal, un conjunto de principios morales, nos ayuda a elegir bien, a elegir el bien. Para neutralizar el pensamiento de que los elegantes son una minoría selecta Vicent lanza sus cargas de profundidad y nos da a entender que son muchos más de los que pensamos (“La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados”) del mismo modo que en el tercer y último párrafo del texto nos dirá después, o al menos nos sugerirá, que estos elegantes que tienen nobleza de espíritu pasan desapercibidos, a ellos no se les hacen tantas fiestas como a los patanes que protagonizan los programas-basura de las televisiones. Al comienzo del segundo párrafo y dentro todavía del cuerpo argumentativo el autor postula una serie de ejemplos heterogéneos de personas elegantes que hipotética o supuestamente podrían existir en nuestra sociedad. Digo que podrían existir porque no es seguro que los ejemplos que él pone existan de verdad, aunque sí podrían darse casos análogos o muy parecidos. El articulista mezcla de modo intencionado personas de distinta cualificación profesional, nivel académico o procedencia, y de distinto sexo (“un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés”), lo mismo personas que se supone que viven en países occidentales que inmigrantes que provienen del tercer mundo, ya sea personas con un oficio manual, ya se trate de seres humanos con un trabajo intelectual. Resulta muy llamativo que mediante este recurso Vicent apela a la imaginación del lector para que vea con los ojos de su espíritu estas figuras. Parecen estar ahí, a la vuelta de la esquina, todos podemos imaginarlas. Podemos toparnos con alguna de ellas cuando vayamos a comprar el pan o demos la vuelta a la esquina. Y no es pequeño mérito del articulista estimular nuestra fantasía para lograr convencernos de su postura. Para reforzar el argumento antes utilizado con otro argumento también de carácter ético nos viene a decir Vicent que todos ellos tienen en común que “son muy buenos en su oficio” (eficiencia) y “cumplen con su deber por ser su deber” (honestidad, casi basada en un imperativo categórico kantiano), “sin darles más importancia” (modestia o humildad). A ese elenco de virtudes éticas viene luego a sumarle, en esta operación de hacerle el lavado de cara al “monstruo”, otras virtudes que podríamos llamar “sociales”, que hacen referencia al saber estar (“modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminar, de estar sentados, de sonreír”) y de nuevo más alusiones a cualidades éticas (“permanecer siempre en un discreto segundo plano”: humildad y discreción) o casi religiosas o filantrópicas (“sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble”); como la elegancia no está reñida con las buenas maneras, todo lo contrario, se sustenta en ellas, también las menciona (“alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran10”). 9

“Aunque tener clase no desdeña la nobleza física…” dice al final del primer párrafo del texto, aunque quitándole hierro al tema dando a entender que esa nobleza física es un “regalo añadido”, o lo que es lo mismo, una especie de propina a lo que de verdad tiene valor, que sería esa “belleza moral”. 10

Lo de “como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran” es una mención de la naturalidad, es decir, una clara alusión a que la elegancia es como una segunda piel, no es algo forzado sino una cualidad que se lleva

Una y otra vez Vicent parece descartar que la elegancia se limite a llevar la ropa como una modelo de pasarela: “Y encima les sienta bien la ropa” (“Encima” porque lo de que siente bien la ropa para él no es lo principal, sino algo accesorio: le da más importancia a esa belleza moral de la que antes hemos hablado). Si hemos de ser sinceros, el atribuir un carácter innato a la elegancia es algo que le resta atractivo, ya que entonces nada podemos hacer por adquirir ese don. Y eso es lo que hace Vicent al afirmar al final del 2º párrafo: “con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace”. ¿Por qué desde que se nace? ¿Acaso es algo que se ha heredado? Y si se ha heredado, ya sea de la familia, del entorno, del tipo de cultura en la que nos desenvolvemos, entonces qué valor atribuir a algo que no nos hemos esforzado por obtener, que lo puede tener cualquiera por un simple capricho de la madre naturaleza. Y este es un aspecto que desacredita el precioso concepto que Vicent había intentado prestigiar. Le resta credibilidad a todo ese trasfondo ético con que había intentado persuadirnos. No lo desacredita del todo, pero atenúa la eficacia de los argumentos esgrimidos hasta ahora. De todos los componentes de este texto será el último apartado el lugar donde el articulista verterá su mayor carga crítica. Así, al comienzo del tercer párrafo hay una clara mención de la oleada de chabacanería que padecemos en la España de comienzos del siglo XXI para mayor gloria de unas cuantas televisiones y unos pocos programas basura que nos asolan y desmantelan nuestra moral colectiva. La degradación ética que conlleva el hecho de que nos veamos en trance de estar todo el día pegados a la pantalla de televisión a fin de enterarnos del último cotilleo de los famosos es puesta en solfa por el autor del artículo con expresiones peyorativas como “cualquier mono patán” o “sus cinco minutos de gloria”. Vicent no aporta soluciones a esta cuestión aquí planteada como de pasada al albur de sus reflexiones sobre el concepto de elegancia. Ni siquiera menciona la posibilidad de elevar el nivel cultural de los españoles o de cambiar la educación incrementando la transmisión de valores sólidos tanto en las familias como en las escuelas. Ni tampoco dice nada de crear una legislación que potencie una televisión con unos contenidos culturales sólidos o unas subvenciones del Estado a unos programas que tengan un alto voltaje ético y estético. Pone el dedo en la llaga pero no aporta ningún lenitivo. Se limita a denunciar un estado de cosas. Como contrapartida, también como broche de oro de toda la línea argumental seguida hasta el presente, el elogio de esas otras personas dotadas de elegancia moral que se resisten a los malos estilos del rebaño, personalidades dotadas de integridad y criterio propio, “que aspiran a no perder la dignidad”. Y como un respaldo a la tesis inicial, se repite ahora que “las encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda”. ¿No nos está dando a entender con ello que toda la sociedad española en su conjunto, sin que importe demasiado el estatus social o la ideología política a que pertenezca la persona, está ya harta de tanta manipulación a través de los “mass media”, de tanta mediocridad, de tantas trivialidades? Es una lástima que, a punto de rematar la faena, y habiendo cogido ya el toro por los cuernos, Vicent se refiera, por enésima vez, a aspectos meramente instrumentales de la noción de elegancia, de los que ha usado y en ocasiones abusado: “Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos”. Cabe pensar que es un error insistir tanto en la corporeidad como sede y asiento de la elegancia. Porque el cuerpo es, en otro orden de cosas, el soporte (y como tal un aspecto que ocupa un lugar secundario o subsidiario en la jerarquía de valores) del espíritu. De cualquier modo, y pese a esos descensos de nivel antes referidos (y algún otro que referiremos después) que casi podríamos calificar de “sanchopancescos”, nos conmueve la encima de forma natural y por eso dijo también en el primer párrafo que era un don “pegado a la piel”, que se llevaba puesto con tanta soltura como se lleva una camisa vieja.

continua apelación a la dignidad que se percibe a lo largo de todo el artículo (también aquí, cuando dice “te permiten vivir sin ser totalmente humillado”) y creemos que cualquier lector de buena voluntad así lo percibirá igualmente. Porque la dignidad es ese valor esencial que tenemos todos los hombres en común. Y defender la común dignidad es defender al Hombre (así, con mayúscula). Y defenderla apelando a la existencia de cualquier clase de pequeño resto de Israel11, en este caso a un núcleo minoritario de hombres distinguidos que no se dejan colonizar por la mentecatez generalizada, casi es heroísmo. Algunos reparos podemos oponer a la forma de dar cierre al texto. El verbo “purificar” es adecuado si pensamos que la chabacanería se compensa con la elegancia (no tendría que ser necesariamente así y, por desgracia, pudiera ocurrir que la elegancia se diluyera en la chabacanería, se viera absorbida o devorada por ella en el paisaje inmisericorde de la modernidad), pero la expresión “el caldo gordo de la calle” (para referirse a la chabacanería, claro está) es de una ordinariez tan cerrada, tan sumamente expresiva e insolente que viene a conectar a la perfección con aquello que mencionábamos al principio de “el vulgo espeso, municipal y errante” del poema de Rubén Darío. Y es un contrasentido que se termine un artículo que se sustenta sobre algo tan elevado (tan quijotesco en el sentido más noble del adjetivo) como es el recurso a la belleza moral como signo distintivo de la verdadera elegancia, con una expresión tan pedestre y tan poco elegante como la que antes hemos mencionado. Para acabar, también debemos hacer algunas objeciones a la idea de que la elegancia no se adquiere. Si bien es cierto que la “clase” de la persona no depende del estrato social al que ésta pertenece, difícilmente podrá tener clase alguien cuya familia no le haya transmitido unos valores. Imaginemos un pobre ser humano que desde su infancia se vea envuelto en ambientes de delincuencia y drogadicción. No habrá tenido, es claro, oportunidad de desarrollar ninguna “belleza moral” y por lo tanto estará al margen de los ambientes donde proliferan esos elegantes del corazón que tan bien nos caracteriza Vicent. A nuestro juicio el principal valor de la concepción del autor del texto radica en el hecho de que no limita la elegancia al saber estar, al aprendizaje de unos gestos o comportamientos externos, al aparato de una indumentaria que resulte cargada de prestigio y sea signo de estatus, sino que claramente se decanta por la honestidad y los valores internos de la persona (por ejemplo, la mención del trabajo bien hecho o del ayudar a los demás…) y eso le honra. © Juan Francisco Cañones Castelló

11

El “pequeño resto de Israel” es un concepto del Antiguo Testamento acuñado por los profetas (Isaías 10,20-22; Jeremías 23,3-4; Miqueas 2, 12-13. 5, 6-7; Sofonías 3, 8-13) que ya tenía sus antecedentes en la elección que Dios hace de Abraham, llamado a salir de Ur de los caldeos para formar una gran nación (Génesis 11) y luego con Lot y su familia en Génesis 19. El concepto, aún cuando una lectura apresurada de los textos nos haga pensar en “cantidad” (y de esta poca), se refiere mas a la calidad; es decir, a los que supieron mantenerse fieles a Yahvé Dios por encima de las veleidades de otros reinos, por encima de los dioses paganos, (los que tienen boca y no hablan, los que tienen narices y no huelen, los que tienen pies y no caminan, porque son hechura de hombres). [http://twittervenezuela.co/profiles/blogs/el-santo-padre-nos-esta]