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Samuel E. Waldron

Exposición de la Confesión Bautista de Fe de

1]1]~0

EP

Evangelical Presa

e E V ANGELICAL PRESS 1989 Título origíoaJ de la obra: A modern expositíon of the 1689 Baptist Confession of Faith Primera edición en español: 1997 © EVANGELICAL PRESS. 1997 para la versión española Traductor: Demeirío Cánov,is Moreno BA = Oíblia de las Américas NVI = Nueva Versión Internacional ISBN O 85234 396 S

lm¡,r.,.ión: IMPRESOR/\ SALA DIN. C. por A. República Douumeana Pnnted i11 Domuncan Rcpublic

t\v. Isabel Aguiur No. /3./, Zww lnd. Herrera. Tel.: (809)530-01()/, Fax: (8()':JJSJQ.0535, E·,nal{ · :,•[email protected](J Sau10 Domingo, Repúbltcn Dominicana,

A mi esposa Charlene, mís hijos y mi iglesia

Una palabra de reconocimiento

Una gran parte de la honra por cualquier valor que tenga este manuscrito debe darse a tres panes. Sin las grandes, luminosos y bíblicas ideas de los ancianos de la Iglesia Bautista Reformada de Grand Rapids y de mi muy estimado copastor, el Sr. Jim Hutstetler, esta obra probablemente nunca habr' a sido concebida. Tambisn estoy agradecic.lo por la laboriosa dedicación en la tarea de redacción de la secretario de nuestra iglesia, la Sra. Jane Borduin, y mi copastor, el Sr. David Merck, Sam Waldroo

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Indice

Prólogo a la edición españolu Introducción: La Ieguimidad y uso de las confesiones 1. De las Snnms Escrirurus 2. De Dios y de lu Sarna Trinidad 3. Del decreto de Dios 4. Dela creocién 5. De la divina providencia 6. De la Calda del hombre, del pecado y su ensugo 7. Del pacto de Dios 8. De Cristo el Mediador 9. Del libre albedrío l O. Del llamamiento eñcaz 11. De Ia justlficacién 12. De la adopción 13. De la sanllficación J 4. De la fe salvadora 15. Del arrepentimiento para vida y salvación 16. De las buenas obras 17. De la perseverancia de los santos l 8. De lu seguridad de la gracia y de la salvación 19. De la ley de Dios 20. Del evangelio y del alcance de su gracia 21. De la libertad cristiana y de la libertad de conciencia 22. De la adoración religiosa y del día de reposo

11 14 29 58

65 79 91

'17 110 128 143 152

159 169 178 188 200 211

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Exposición de la Confesión Bautista de Fe de /689

23. 24. 25. 26 27. 28. 29. 30. 31.

De los juramentos y votos lícitos De las autoridades civiles oer matrimonio De la Iglesia De la comunión de los santos Del bautismo y la Cena del Señor Del bautismo De la Cena del Señor Del estado del hombre después de Ju muerte y de la resurrección de los muertos 32. Del juicio final Apéndice A: Las fuentes de la Confesión Oautista de 161\9 Apéndice B: Visión de conjunto y desarrollo de la Confesión de Fe

l689 Preguntas para estudio Referencias

282

288

Prólogo a la. edición española.

302 309 335

341 348 363

378 417 427 de 436 438 4 72

Así dice e! SEÑOR: 'Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por los senderos antiguos cuál es el buen camino. y andad por él; y hallaréis descanso para vuestras almas. Pero dijeron: "No andarernos." -Jeremías 6: 16 (La Biblia de las Américas) Considero un gran privilegio el escribir este prólogo a la primera edición ca$tellana de A Modem Éxpositlon of rlie 1689 Baptis: Conf'-s.iion of Faitll del Pastor Sam Waldroo. Las escrituras registran el hecho de que hay ciclos de progreso espmrual y declive espiritual entre el pueblo de Dios. Estos ciclos se ven tanto en 111 comunidad del Antiguo Pacto como también en la comunidad del Nuevo Pacto. Los períodos de declive son siempre un llamado a la humillación, al arrepentimiento y a la oración por una intervención divina. Esln$ disciplinas espirituales tienen que ser seguidas por una intensa labor de reforma (véase el libro de Nchernías como un ejemplo vívido de este patrón). Los períodos de avivamiento, reforma y progreso de la causa de Dios en la Tierra son un llamado a la acción de gracias, la alabanza y la dedicación renovada a propagar y preservar estos nuevos progresos espirituales. 'Hay evidencias abundantes de que Dios está llevando a muchos en nuestros días a un redescubrimiento del rico entendimiento doctrinal y práctico de las Escrituras compartido por nuestros antepasados espirituales. Solamente tal clase de regreso a 'los senderos antiguos· habría producido tanto la demanda por el libro del Pastor Wakíron como un autor de la estatura del Pastor Waldron. Sin embargo. es motivo de intensa alabanza a Dios que este

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Exposicion de la Confe.riónBautista de Fe de 1689

regreso a los 'senderos antiguos' no sólo va ocurriendo en el mundo de habla Inglesa, sino que Dios está llevando ¡¡ muchos dentro del mundo hispano a apreciar 'los senderos antiguos' también. Nos ha sido de gozo el tener alguna participación en la nutrición y el desarrollo de una iglesia de habla hispana en nuestra área que está comprometida sin reservas con la Confesión de Fe de 1689 como su norma doctrinal. Esta asamblea concreta, la Iglesia Bautista RefotTMdadeNorth Bergen, New Jersey, bajo el liderazgo del Pastor Eugenio Piñero, ha sido a su vez usada grandemente por Dios en la labor de transmitir esta rica herencia doctrinal a otras congregaciones de habla hispana, tanto mediante la difusión de literatura como por el ministerio viviente de la Palabra de Dios. Ha.~ido motivodegozo para rnJ y para algunos de mis coaocianos el presenciar personalmente eongregucione.qen el mundo hispano en que las verdades incorporadas en la Confesión de Pe de 1689 son tiernamente amadas y fervorosamente propagadas por hombre& de Dios, hombres que manifiestan lai; vlrrudM y los dones requeridos paraaquellosquevcrdaderamentesonlosdonesdelCristoascendido a su Iglesia (véase Efesios 4:8-11 ). Ademas, estas verdades van foMT1ando las vidas de estas iglesias concretas en t6rminos de su adoración, prcdicaci6n, ev11Dgeli~mo y vida congrcgacional. Personalmente sé de una iglesia en la Repüblíca Oorninicanaen que aproximada.mente 150 personas se han reunido una veza la semana durante un alloeotcro para estudJar Ju Confe.•iónde Fe de J 689 como panc de los requisitos y la prepan,ctón para la admisión como miembro de la Iglesia. El I ibro del Pastor W aldron ~singularmente apto para tal uso en particular. Su presentación se presta naruralmcntc aJ estudio individual o por grupo. Su texto impreso de la Confesión de Fe, su claro bosquejo de las secciones pertinentes de la Confesión, y su sélída exposición bíblica e histórica del contenido de la Confesión proporcionan uno hcrrarnieota ya preparada para enseñar la Confesión en el contexto de un aula o predicarla como parte del ministerio regular de nuestro pl11pito. Quisiera instar vehementemente a cada lector a considerar cuidadosamente el contenido de la intrOducción del Dr. Roben Paul Martín, en que presenta algunas perspecr¡ vas vitales concerniellles al lugar de las confesiones de fe en la vida de la Iglesia, y en que responde a algunas de las objeciones más comunes al uso de una confesión de fe.

Pr6/ogo a la ediciñn española

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Los editores deben ser elogiados por su visión al emprender la tarea de preparar este libro para su uso en el mundo de habla hispana. Que la gran Cabeza de la Iglesia use e~te libro poderos:ameme para el progreso de su reino en esta generación y en las subsiguientes, en caso de que nuestro Señor demore su venida. ~on or~ción encomendamos este Libro a la bendición de Dios y el ennquecrrmento de su pueblo que, cuando lee la., Escriturasen el idioma español y lee libros que, como éste, exponen la enseñanza bfblica claramente, está oyendo a Dios hablarle: a cada uno en su propia lengua (Hcn. 2:8). Albert N. Martin Pa~tor de In Trinlty Baptlst Churcb Montv!Ue, New Jersey, EE.UU. Agosto de 1992

lntroducc:íón: LA legitimidad

Introducción

La Iegidmidad y uso de las

confesiones

El allo 1989 marca el 300 aniversario de la publicación de la Segunda Confesión de Londres (también conocida como In Confesión de la Asamblea o La Confesión Bau1ista de Fe de 1689. Si bien fuc escrite y publicada anénlmarnente en 1677, tras la ascensión deGuillcnno y María al trono de Inglaterra y la Ley de Tolerancia, los bautistas particulares de Inglarerra 11e reunieron en asamblea pública, firmaron la Cu11fcsión y la volvieron a publicar para la consideración del péblícocristiano. LaConfesión de Westminsterde 1647 fue utilizada como Ju esuuetura básica de In Segunda Confesión de Londres, si blen con modificaciones. Algunas de estas modííicaciones fueron obra de los que redactaron la confesión; otra,; se adoptaron a partir de la Declaración de Sahoya publicada por los independientes en 16S8 y de la Primera Confesión Bautlsta de Londres de 1644. El propósito de este método fue mostrar, siempre que ruera posible, la continuidad de la fe que exísua entre los bautistas particulares y sus otros hermanos rcfonnados en Gran Bretaña, en la actualidad, los bautistas reformados tienen en alta estima la Segunda Confesiéu de Londres y muchas de las iglesias contínüan considerándola como su declaracíon oficial de fe. Blencusiasrnoquc muchos sienten hacia las grandes confesiones reformadas, sin embargo, no es compartido por tocios. Por desgracia, vivimos en una era que no tiene en cuenta los credos o que cslá aun en contra de los mismos, y que está marcada por el relativismo existencial, el anti autoritarismo y el aislacionismo histórico. Muchos cristianos profesantes consideran los credos y las confesiones de fo como tradiciones humanas, preceptos de hombres, meras opiniones religiosas. Hablando acerca de su tiempo, Horatíus Bonar dijo: 'Cada nueva expresión de escepticismo, especialmente sobre temas

y uso de las confesiones

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religiosos, y por parte de hombres nominalmente "religiosos", es saludada como otro bramido de esa tormenta que ha de enviar todos los credos al fondo del mar; se observa el flujo de la marea no por la aparición de la verdad por encima de las aguas, sino por la inmersión del dogma. Nada se ohjcta a cualquier libro o doctrina o credo que deje a los hombres en libertad de adorar el dios que quieran; pero a cualquier cosa que determine su relación con Dios, que infiera su responsabtlidad por su fe, que implique que Dios ha anunciado autoritatívamenre lo que se ha de creer, se objeta con protestas en nombre de la libertad injuriada' (' ). Nos preguntamos qué diría Bonar hoy. Aquellos que de tienden a conciencia las grandes confesiones reformadas son considerados como anacrónicos, si no como enemigos de la fe y de la Iglesia. En algunos cfrculos somos censurados y evitados: y si intentamos convencer a otros de los beneficios de un cristianismo confesional y de los peligros del latitudínarisrno doctrinal, se nosesligmaliza como si estuviéramos infectados de 'credísmo' progresivo, el equivalente teológico y ecleslásticude la lepra, Bu semejanteclirna, es Importante que los que amamos las confesiones reformadas tengamos ideas claras acerca de la legitimidad de las confesiones y de sus muchos usos beneficiosos. A. La legltlmldad de IBS conreslones Lu Biblia dice que la Iglesia es 'columna y baluarte de la verdad'(! Ti. 3: 15). El térm.inor1ulos (columna) se refiere a una columna que sostiene un edificio: y hedraioma (baluarte) se refiere a la base o fundamento de una csuucrura. La 'verdad' a que se refiere el texto es la revelación que Dios hizo a los hombres. esto es, esa revelación especial que comenzó en el F.dén y que concluyó con el establecimiento del Nuevo Pacto, esa revelación que tiene como su centro focal 'el misterio de la piedad', el evangelio de Jesucristo (1 Ti. 3:16). Al llamar a la lglesia 'columna y baluarte de la verdad', la Biblia nos enseña que la revelación que Dios ha dado para la salvación de los hombres ha sido confiada a la Iglesia, esto es, a una institución quefue designaday planeada por Dios para conservar pura la verdad, para defenderla contra el error y contra los ataques de sus enemigos, y encomendarla, sin diluir ni adulterar, a las generaciones futuras. La Iglesia fue creada como una sociedad humana ordenada por Dios

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Exposicion de la Confesi'ónBautÍlla tk Fe d,, 1689

para el sostenimiento y la promoción de la verdad revelada en el mundo. Esto, desde luego, hace que la Iglesia sea indispensable, tan indispensable como In columna o fundamento de una casa. En el desempeño de su deber (tan LO hacia los que están dentro de la Iglesia como hacia los que están fuera) como 'columna y baluarte de la verdad', entre otras cosas, la Iglesia ha publicado confesiones de fe, una actividad que histéricamenre ha considerado como un medio legítimo para el cumplimiento de su deber. Pero siempre que la Iglesia ha publicado tales normas confesionales, se han levantado voces que han cuestíouado la legitimidad de haberlo hecho. Se han suscuado dos objeciones básicas. 1. Algunos arguyen contra la leglumidadde la.~confcsiones sobre la premisa de que las confesiones de fe minan la sola autoridad de la Biblia en asuntos de fe y pracríca. Se oye con frecuencia el clamor: 'Ningún crednsino ta Biblia.' En algunos casos. esta añrmaclén es digna de respeto, pues algunos parecen estar genuinamente motivados por el reconocí miento deque la Biblia ocupa un lu¡¡ar singular en la regulación de la fe y vida de la Iglesia. Sin embargo, es Ingenuo creer que la Iglesia cumple plenamente su deber corno columna y baluarte de la verdad proclamando que cree en la Biblia. La mayoría de los herejes están dispues100 a decir lo mismo. Un escruor proclama: 'Para alcanzar la verdad, uebemos desechar los prejuicios religiosos ... Debemos dejar que Dios hable por si mismo ... Apelamos a la Biblia para la verdad.' El problema de esta declaración, por supuesto, es que está tomada de Sea Dios veraz, publicado por los Testígos de Jehová('). En el mismo sentido, consideremos las observaciones de Sa.muel Miller sobre el Concilio de Nicea: 'Cuando el Concilio comenzó a examinar el tema [de la idea de Arrío sobre la divinidad de Cristo), resultó extremadamente difícil obtener de Arrío UJJa explicación satisfactoria de sus ideas. No sólo estaba tao dispuesto como el teólogo más ortodoxo allí presente a profesar que creía en la Biblia, sino que se declaraba dispuesto a adoptar, como suyo, todo el lenguaje de las Escrituras, en detalle, conccmieote a la persona y el carácter del bendito Redentor. Pero cuando los miembros del Concilio quisieron averiguaren qué sentido entendía ese lenguaje', evidenció una disposición a evadir y equivocar y, de hecho, du.rante bastante tiempo, dificultó los intentos de los más ingeniosos de los ortodoxos por especificar sus errores y sacarlos a laluz, Declaró que

Introducción: la legitimidad y

UJO

de las confesiones

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estaba completamente dispuesto a emplear el lenguaje popular en el tema de controversia; y quiso que se creyera que difería muy poco de

la generalidad de la Iglesia. Por consiguiente, los ortodoxos examinaron los distintos títulos de Cristo que expresan claramente la divinidad, tales como "Dios" - "el verdadero Dios", la "imagen misma de Dios", ere- cada uno de los cuales Arrío y sus seguidores suscribieron de buena gana: reclamando el derecho. sin embargo, de poner su propia construcción sobre los tirulos híblicos en cuestión. Tras emplear mucho tiempo e mgeniosidad en vano, procurando sacar a rastras a este habilidoso ladrón de. sus escondrijos, y para obtener de él una explicación de sus ideas, el Concilio se dio cuenta Je que sería lmpMihle cumplir su objetivo tanto en cuanto le permitieran atrincherarse 1.rns una mera profesión general de fe en la Biblia. Hicieron, pues, lo que el sentido común, al igual que la Palabra de Dios. había ensenado a hacer a la Iglesia en todos los tiempos anteriores, y lo único que puede cap,icitllJ'la para delectar al habilidoso defensor del error. Fxpresaron, en su propio lenguaje, lo que suponían ser la doctrina de 111 Escritura concerniente a la divini(lad del Salvador; en otras palabras.redactaron una Confesión de Fe sobre este tema, que invitaron a Arrío y a sus discípulos II s,¡scrlbir. Los herejes rehusaron hacerlo: y se les hizo reconocer prácticamente que n(t entendían las Escrituras como el resto del Conc iJio las entendla y. desde luego, que la acusación contra el los era

correcta' (').

Una confesión de nuestra lealtad a la Biblia no es suficíente. Las negaciones más radicales de la verdad bíblica coexisten frecucmementecon un profesado reconocim.ientodela autoridad y el testimonio de 111 Biblia. Cuando los hombres utilizan las palabras mismas de la Biblia para promover la herejía, cuando la Palabra de verdad es pervertida para servir al error, nada menos que una confesión de fe sirve públicamente para trazar las líneas divisorias entre la verdad y el error. Si les concediéramos a nuestras confesiones un lugar igual al de la Biblia en autoridad, socavaríamos la sola autoridad de la Biblia como reguladora de la fe y la práctica de la Iglesia. Este, sin embargo, no era el propósito de los que trazaron las normas reformadas. Ellos reconocieron el lugar único de la Biblia, reconocieron ser hombres falibles, y reflejaron estas perspectivas en la.~ confesiones mismas. Nótense las declaraciones de la Confesión Bautista de 1689: 'La Santa Escritura es la única regla suficiente, segura e infalible de todo

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Esposiciér: ,k la Confuión Bautista d. Fe de 1689

conocimiento, fe y obediencia salvadores' (1: 1 ). 'Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvacién del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en la Santa Escritura; a la cual nada, en ningün momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres' (1 :6). Las grandes confesiones reformadas no pretenden convertir en verdad algo que no fuera verdad anteriormeme: ni se proponen obligar a los hombres a que crean algo que no estén ya obligados a creer sobre la base de la autnridnd de la Escritura. Un credo ocont esién es simplemente una declaración de fo(cl'edo significa 'creo'); y como tal no disminuye más la autoridad de la Biblia que decir: 'Creo en Dios,' o 'creo en Cristo,' o 'creo la Biblia.' Losquedicen no confeserotrocredoque la Biblia.en realidad tienen un credo, aunque no esté escrito. El profesor Murray argUfo: 'En la aeeptacién de la Escritura como la ralabra de Dios y la regla lit: fe y vida, se halla la declaración confesional incipiente y bá.dca ... [puesto que excluye] todas las demás normas de fe y conducta, Pero ¿por qu6dcberfo mstringirsc la declaración eonfealonaí 1t I• doctrina de lo E11eritura?' ('). Si los ndhcrcntcs a las doctrinas y prácticas heréticas y sectarias '14111 c~cluidoR do In lista de miembros de una iglésia local, si tos oílcinlc.• y miembros deben sos1cncrcierta~ductrinas como verdad, c11tonce11 l¡1.1·11J11,·10 existe un credo comúnmente reconocido. Eo todru1 Ion ifllo.•íus, el credo ca tan real como si cada miembro tuviera un ejemplar impreso. Sin embargo. seg~o los principios no eonf eslooules, todos deberían ser recibidos ~in discrírnínacién, tanto en cu,11110 puedan decir: 'Creo la B1b1Jn.' La verdad es que los que más vigorosamente se oponen a las confesiones de fe utilizan sus credos no publicados en sus procedimientos eclesiásticos y son exactamente tan 'confesionales' como los confesionalistas a quienes arengan. Thomas y Alcxruider Campbell pensaron poder eliminar los males de lo que ellos dcoorninaba.n 'sectarismo· congregando una comunión cristiana sin un credo humanamente construido, sin ningún vloculo excepto la te en Jcsú$ como Salvador y una profesada determinación a obedecer su Palabra. Argüían que el problema de la Iglesia visible era que estaba dividida y que lUIS credos y confesiones eran la causa. Los frutos de sus esfuerzos, las así llamadas 'Iglesias de Cristo', están entre las congregaciones más sectarias y 'confesionales· que se hallan en cualquier lugar.

Introduccián: La legitimidad y uso de las confesiones

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A los que están preocupados porque las confesiones minen la autoridad de la Biblia. les decimos sin reservas que la base final de la fe y prácticacrístianas es la Biblia, no nuestras confesiones de fe. Pero esto no significa quesea i legftimo para los que están de acuerdo en sus juicios en cuanto a las doctrinas de la Biblia el expresar ese acuerdo de forma escrita y considerarse comprometidos a caminar seg,ín la misma regla de fe. Como A.A. Hodge observó: 'La verdadera cuestión no es, como se pretende a menudo, entre la Palabra de Dios y el credo del hombre, sino entre la fe probada y comprobada del cuerpo colectivo del pueblo de Dios, y el juicio particular y la sabiduría aislada [sin ayuda externa! del que repudia los credos' ('). 2. Otros arguyen comra la tegnimldad de IIL~ confesiones sobre la premisa de que las confesiones de fe son inconsccuemes con In libertad de conciencia delante de Dios. Dos clases de personas arguyen de esta manera. En primer lugar, algunos de los que dicen esto consideran toda autoridad, tanto bíblica como confc&ional, como perjudicilll en cuanto a la libertad de sus conciencias. Habiéndose rebelado contra la norma superior de la Biblia. no es un misterio que se irriten por c~t.ar bajo la autoridad inferior de una confesión; habiendo escupido el camello, no es asombroso que se libren del 1lll1squit11 con Ullltll facilidad. Tales personas consideran la 'libertad de pensamiento' y la "libertad de ínvesugacién' como su derecho de primogenitura. Sin embargo. en lugar de desear ser libres paraque sus conciencias sigan la Escritura (que es lo que añrrnan como su motivucién), realmente quieren ser libres de las restricciones de la Biblia ea cuanto a la formación y propagación de sus opiniones religiosas. Shedd llamaba a tales personas 'fanáticos latitudinarios', quienes en realidad odian la precisión. no aman la libenad, y que desean imponer a todos su funutismo latitudinario (•). MiUer observaba: 'Siempre que un grupo de personas comenzaba a deslizarse, con respecto a la ortodoxia, generaímeme intentaban romper, si no ocultar. su calda, despotricando contra los credos y las confesiones' ('). Al comienzo de sus protestas, tales personas generalmente profesan lealtad a las doctrinas de la confesión pero no al principio de las confesiones. El uempo generalmente pone en evidencia su hipocresía. 'Loshombrcsraramentescopooenaloscredoshastaque los credos se oponen a ellos' ('). Con respecto a tales personas, sólo

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Exposición dt la Confts/6n Bautlsta de Fe de /689

podemos decir que, tanto en cuanto sus conciencias no estén ligadas por la Palabra de Dios, una confesión de fe no les hará ningún daño, ¡excepto denunciarlos como hipócritas o herejes! En segundo lugar, para otros, la objeción basada en una apelación a la libertad de conciencia es meramente un corolario a la objeción anterior, es decir, IA preocupación por la autoridad de la Escritura. Estas personas parecen sinceramente estar procurando defender la premisa de que la conciencia ha de estar ligada únicamente por la autoridad de la Palabra de Dios. A los tales les decimos que la confesión recouoccque sotamente Dioses el Señordc la conciencia: 'Sólo Dios es el Señor de la conciencia, y la ha hecho lihre de los manda miemos y doctrinas de IM hombres quesean en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta. A~( que, creer wlefi doctrinas u obedecer tales mandamientos por cnusa de la conciencia es traicionar la verdadero libertad de conciencia, y el requerir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluu, es destruir In libertad de conciencia y también In razón' (21 :2). Los temores con respecto u tu libcrtnd de conciencia estarfen JU$tilicados si se requiriera suscribir una confesión sin que quien lo hiciera pudiera examinar los artículos de fe, o 3i se hiciera bajo la presión del cnstigo civil. Pero si alguien csu1 persuadido de que el contenido de In confesión es bíblico y lo suscribe voluntariurncnte, entonces unn confcsién de fe no hace injurfo a la conciencia. Un h11111brc tiene libertad en cualquier momento para renunciar a la conl'e.~ión de In Iglesia si no puede ya suscribida con una buena conclencia. Y tiene la libertad de unirse a una congregación donde pueda tener comunión con una buena conciencia. Millcr arguye correctamente que negar a un grupo de cristianos el derecho ü trazar una confesión de fe y el derecho a suscribirla seña negarles In verdadera llbertad de conciencia: 'Simíuda, nadie puede negar que un grupo de cristianos tengan derecho, en o país libre, a asociarse y andar juntos según Los principios que escojan acordar y que no sea inconsecuente con el orden público. Tienen derecho a aconíar y declararcémoentíenden las Escrituras; quéaruculosen las Escrituras concuerdan en considerar como fundamentales; y de qué maneraquíeren que se conduzcan su predlcacién y políl ica públicas, para la edifícación de sí mismos y de sus hijos. No tienen derecho, ciertamente, a decidir y a juzgar por otros, ni pueden obligar a nadie a unirse a ellos. Pero es, sin duda, su privilegio juzgar por sí mismos; acordar el plan de su propia asociación; determinar sobre qué

too

lturoduccion:Lo legitimidad y uso de las confesiones

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principios recihirán a otros miembros en so fraternidad; y establecer una serie de reglas que excluyan de su grupo a aquellos con quienes no pueden andar en armonía. La cuestión no es si hacen en todos los casos un uso sabio y bíblico de este derecho a seguir los dictados de lacoociencia, sino ~i poseen el derecho en absoluto, Son, ciertamente, responsables por el uso que hagan de la misma, y solemnemente responsables ante su Señor en el cielo; pero, sin duda, no pueden ni dehen ser obligados a responder anre el hombre. Es asunto de ellos. Sus semejantes no tienen nada que ver con ello, tanto en cuanto no cometan ningún deliro contra la paz pública. Decidir lo contrario sería ciertamemeun atropelle comracl derecho al juicio privado' ('). En principio, cualquier aberración doctrinal o morul puede lntroducirse en la lglcniu bajo pretexto de la libertad de conciencia. Andrew Fullerdeclaré: 'Hay una gran diversidad de sentimientos en el mundo con respecto a la moral idad al igual que con respecto a la doctrina: y, si es una imposición unliblblicn nccpr.ar cualesquiera arncutos, [también) debe serlo excluir a alguien por inmoralidad, o aun amonestarle por ello; pues sepodrfa alegar que él sólo piensa por sí mismo, y aclda en consececncia. Tampoco acaba ahí la cosa: ca.\i toda clase de inmoralidad ha sido defendida y puede diRfrazarse y. aM, bajo pretexto del derecho al juicio privado, In Iglesia de Dios se volverla como la madre de las rameras: "habitación de dernomos y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de roda ave inmunda y aborrecíbte.:" ('º). De manera similar, B.H. Carroll argUla: 'Una iglesia con poco credo es una iglesia con poca vida. Cuanta.\ má., doctrinas divinas pueda acordar una iglesia, tanto mayor será su poder y más amplia su utilidad. Cuan lo menos sean sus artículos de fe, tanto menos serán sus vínculos de unión y cohesión. El clamor moderno: "Menos credo y má$ libertad," es una degeneración de los vertebrados a las medusas, y significa menos unidad y menos moralidad, y significa más herejía. La verdad defrnlliva no da lugar a la herejía: solamente la denuncia y la corrige. Si se deja íucra el credo, el mundo cristiano se llenará de herejía insospechada y sin corregir, pero sin embargo, mortal' (11).

Sencillamente expresado, las objeciones a la legitimidad tic los credos discutidas en las páginas anteriores están infundadas. Las confesiones son un medio legítimo para que la Iglcsiucurnplasu rarea como 'columna y baluarte de la verdad'.

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Exposición de la Confesión Bautista de Fe de /689

B. Los usos de las ccnfeslcnes

1. Una confesión es w1 medio útil para la dectaractnn y defensa públicas de la verdad La Tglesia hado retener 'la forma de la$ sanas palabras' (2 Ti. 1: l3}, contender 'ardientemente por la fe que ha sido una ve». ciada a los santos' (Jud. 3), y estar firme 'en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio' (Fil. 1 :27). En el cumplimiento de esta tarea. una confesión es una útil herramienta para distinguir la verdad del error y para presentar sucintamente las doctrinas centrales de la Biblia de forma íntegra y en lns debidas proporciones. En primer lugar, una formulacilin confesional es parte de la tarea pública de enseñanza de la Iglesia. U na confesión de fe es una definición pública para los que están fuera de nuestras iglesias de IM cuestloncs centrales de nuestta fo, un testimonio al mundo e la fe que sostenemos a diferencia de los do más. En segundo lugar, unn confesión de fe es un ínseumento 1ltil en la instrucción p1lhlica de In congregación. Una confesión es un tratado breve de teología que puede utillZal'&e para dar a nuestra congregación una ampli11 exposición o la verdad, asl como una cerca contraet error. Facilita grandementela pmmocióndcl conocimiento cristiano y unu fe discriminadora(") entre el pueblo de Dios y otros que asisten al ministeno pübhco de nuestras iglesias. siendo asimismo una ayuda 6tíl para el pueblo de Dios en la instrucción de sus hijos. Además, una confesténde fe sirve como marco, dentro del cual nuestra congregación puede recibir con conoclmícnto lo prcdlcaclón de la Palabra, asl como para alertarla contra lo novedoso y lo erróneo. dondequiera que lo confronte. 2. Una corfesténsirve de normapública de comunlány dlscipliru: La Bfbliaconsidera la iglesia local nocomounauniénde aquellos que han acordado diferir, sino un cuerpo caracterizado por la paz. y la unidad. La Iglesia hade 'guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz' (Ef. 4:3). Sus miembros han de ser 'unánimes', es decir, de un corazón, alma, espíritu, mente y voz. (Ro. 15:5,6; 1 Co. 1: 1 O; Fil. 1:27; 2:2).' Una confesión ayuda a proteger la unidad de una iglesia y a preservar su paz. Sirve como base de comunión eclesiástica entre los que están tan casi de acuerdo como para poder andar y trabajar juntos en armonía, Congrega a los que sostienen una fe común y los une en una comunión.

Introduccion: La legitimidad y uso de las confesiones

23

Jesú5 dijo: ' ... toda... casa dividid:i contra sí misma, no permanecerá' (Mt. 12:25). ¡,Pueden los calvinistas, los arrninianos, los pclagianc:rs y los unitarios oras, trabajar, tener comunión y adorar juntos en paz y con provecho, mientras que cada uno sostiene y promueve sus propias nociones de la verdad'! ¿Quiéndlrigiráel culto o predicará? ¿Pueden tosquecrcenque Iesüs es Dios orar con los que consideran ese culto una idolatsi'á? iPueden los que profesan ser justificados por la feen Cristo solamente tenercomunión con los que creen lo contrarío? ¿Pueden sentarse juntos a la misma meso sacramental? ¿Pueden los que creen en la inspiración verbal y plenaria compartir el púlpiro con IM que niegan esa doctrina? La única manera en que los que difieren en asuntos esenciales pueden habitar juntos en armonio es imponer una moratoria a la verdad; do lo contrarío, convcrtíran ciertamente 'la casa de Dios en una triste 13al>cl' ("). Como notamos anteriormente, todas IM iglesias tienen un credo, ya sea escrito o entendido por sus miembros. Y muo hombre sabio, antes do unirse n una iglesia, dcsc11tá saber cuál es ese credo. Tieue derecho a saber loquecree la iglesia y la iglesia tiene derecho a saber lo que 61 cree. Ahora bieu, tener un credo no publicado como prueba de comunión es un desorden, por no decir una deshonesudad. Se deja que cada uno descubra el credo de la Iglesia por~, mismo. Y la iglesia misma no tiene una manera fácil de díscerntr si los que sollcltan la lista de miembros están en armonía con la feCn

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hombre se compone básicamente de tres elementos: cuerpo, alma y espírilu) es incompatible con la doctrina bíblica del estado intermedio porque da a entender que el alma es un tercer elemento distinto y (tUC requeriría un tercer lugar para su morada en el estado intermedio. 3. Manifiesta el peligro del concepto holístico o monác.lico del hombre. Este concepto se ha vuelto crecientemenie popular aun entre los evangélicos. Reconociendo la falsedad de la dicotomia griega entre el espíritu y la carne, ha enfanzado la imponancia del cuerpo y la unión Intima de los aspectos corporales y espirituales de la naturalc,.a humana. Ha negado, sin embargo, la constitución doble de la humanidad. Esto ha conducido naturalmente a una tendencia a negar el estado intermedio y la existencia separada del alma en ese estado. Por el contrario, la doctrina del estado intermedio que se ensena claramente en el Nuevo Testamento es la objeción concluyente contra el concepto boH~tico o monédieo. 4. Vindi.ca la legitimidad y la bondad de las funciones y deseos corporales, Resiste toda~ las 1endencias al asce1ismo enraizadas en la dicotomia griega del espíritu y la carne y el desprecio del cuerpo. 5. El concepto correcto de la constitución del hombre indica la acción coojunra(Gn. 3: 1-6; Ro. 10:9) y la interacción (Pr. 17:22; llS:14) del cuerpo y el alma. Eltiste una relación Intima y misteriosa y una influencia mutua entre el alma y el cuerpo.

6. La quinta conclusión buce pensar en la IICXIA: la necesidad de

un ministerio doble tanto a las necesidades espirituales como corporales de los hombres. Si queremos ministrar a las almas de los hombres. no podemos ignorar sus cuerpos. 7. Esto hace pensar además en la necesidad de un concepto equilibrado y realista de muchos problemas humanos que evitarán las respuestas simplistas qae atribuyen estos problemas exclusivamente ya sea a causas físicas o espirituales.

88

Exp0sición de la C,infe..riónBautista de Fe dé 1689

~· Finalmente, esto hace pensar en él carácter antinatural y Justamente desagradable de la muerte y de la existencia extracorpórea (véase el capítulo 31).

De UJ creacián

89

('). Un estudio de los datos blblicos sobre la imagen de Dios puede resumirse bajo los dos siguiemes epígrafes(').

El término 'imagen' significa réplica (Nm. 33:52; 1 S. 6:5, l l; E2.. 7:20). El término 'semejanza', al estar derivado de un verbo que siguifica comparar, designa algo que se parece a otra cosa (2 R. 16:10; 2 Cr. 4:3; Is. 13:14; Ez. 10:1). Bn ambas palabras se.da a entender la idea compleja de parecido visible. El concepto del hombre como la imagen, la réplica visible, de Dios es interesante, particulannentc a Ja luz de la frecuente condenación de ciertas otras imágenes y semejanzas de Dios en el Antiguo Testamento (Ex. 20:4-6; Dn. 3: 1-18). Una característica prnrnincntc y detestable de dichas imágenes era su carácter muerto y sin vida (Sal. 115:3-8). Esto nos indica la singularidad del hombre corno la imagen de Dios. Él es la réplica visible, animada o viva de Dios.

El concepto híl,lico de la Imagen de Olo,,

n. r A( ohservacl11ne.( teológica~ de la imagen de Dios

111. La identidad del hombre La Confesión se refiere en este capítulo al hecho de que el hombre está creado a imagen de Dios. Este hecho ha sido muy debatido en la historia de la Iglesia, y justamente así, pues es un concepto bíblico enormemente importante. Mereci:o.do que entre ellos se encontraban los autores de la Confesión de l689. La ocasión para tal conjetura es que el uso que hace la Declaración de Suboya de lu fruaet1logín del 'pacto de obras' en el primer párrafu de su vcrijión de este capítulo es completamente pasada por alto por los que confeccionaron la Confesión 13aucisca, aun cuando en otros puntos adoptaron la fraseclogfa de Snboya. Esta tendencia teológica parece confirmarse cuando los mismos términos que se utilizan en J9s pá1Tafos 7:2 y 19:1 de la Confesión de Wesuninster y la Declaración de Saboya no se adoptan en los lugares paralelos en la Confesién de 1689. El problema con esta conjetura es que tanto en el pálTafo 19:6 como en el 2: 1 la Confesión Bautista retiene la frase 'pacto de obras'. Una interprctacién de esca aparente ambivalencia en las mentes de los hombres que la redactaron sería concluir que los autores de In Confesión de 1689 tenían ciertos recelos acerca de la terrninologfn y, sin embargo. estaban de acuerdo con mucho de lo que popularmente significaba. Y o mismo me encuentro bastante en la misma posición y, por tanto, tal interpretación me acrae.. . Uno de mis estudiantes, sin embargo, ha dado una evidencia persuasiva de que tal interpretación está equivocada. El ha descubierto una evidencia considerable de que muchos de los más importantes signatarios de la Confesión Bautista aprobaban el uso del término 'el pacto de obras' ('). Consideraciones de redacción, arguye, condujeron a la desaparición de la frase en 6: l , 7 :2 y 19: l. En el capftulo 7, por ejemplo, el título en singular · El pacto de Dios' es extrañamente contradicho por la mención de dos pactos en las otras confesiones. Así, la Confesión Bautista menciona sólo un

lJe la Caida del hombre, del pecado y su castigo

101

pacto: el pacto de gracia. En 19: 1, parece estar en jueg? otra consideración de redacción .. La revisión que de (ª Confesión de Wesrminster hace la Declaración deSaboya es seguida muy de cerca pur la Confesión Bautista en su totalidad y esto es especialmente evidente en el capítulo 19. La lectura de la Saboya al conuenzo de 19:2 es áspera y un poco confusa. El tema del párrafo_! en la Sat>oya es el 'pacto de obras'. El párrafo 2, sin embargo. comienza más bien abruptamente con la,; palabras: 'Esta ley, así escrita en el corazón ... ' La impresión inintencionada que se da es que la ley esenia ~~ el co razón es el pacto de obras. Con obj~IO de s.11a~izar esta 1111~s1c1ón más bien abrupta y confusa. los bautistas eliminan la mención del pacto de obras en el párrafo l. y co,nien~n el párrafc 2 con las ¡,1,lnhras: 'La misma ley que primeramente t.ue c,scnt.a en ~I ~razón ,lcl hombre, continuó siendo una regla perfecta Lle justlcia. No huy. por tanto, ninguna razón pum creer que los autores d':' la Confesión sintieron ambivalencia alguna acerca del uso del término teológico 'el pacto de obras'. Comoquiera que nos sintamos acerca tlr. esto, lo que la Confesión no rechazó y lo que nosotros no debemos ni podernos rechazar es el si¡¡nifi~o cósnúc~ del contenido de Génesis 2 y 3 y los arreglos especiales entre Dios y Adán elll registrados. Estos arreglos los titula John Murray provcchosamenre: 'La ndminis1111clc\~ adámica' ('). Ex1ui1i~1are1~os aquí In meta, tos medios y el significado de la admlnistrucíén adámica. A.

Su meta

La meta de la administracic\n adámicu era conducir a Adán u una existencia superior a aquella en la que fue creado. A pdmera vista. tal pensamiento puede parecer extraño y aun perructoso. ¡,Qué podría ser mejor o superior que ser 'recto y perfe~to"1 Se podría hacer una pregunta más seria: '¿Se está calumniando la buena creación de Dios?' Tales preguntas requieren t¡,11: se ofrezca una prueba sustancial para la añrmaciéu anterior. Génesis 2: 17 es central para tal prueba, Algunos han leído ese texto y llegado_a la conclusión de que, si bien hay UD mandato y una amenaza aqui, no hay promesa de una existencia superior. Tal lectura de Génesis 2: l 7 es refutada por las siguientes consideraciones. 1. ¡,Con qué propósito Sé habrían hecho lo.s arr~glos especiales, si no hubiera habido una meta en mente? Si había una meta tal en

102

Exposición de la Confesión Bautista de Fe dé 1689

mente, parece impugnar el carácter di vino llegar a la conclusién de que la mera era meramente negativa. 2. La relación del árbol de la vida con el árbol de la prueba (Gn. 2:9; 3:3) nos permite inferir esta meta positiva. Esa meta habna sido ta vida eterna que el árbol de la vida podía conferir (Gn. 3:22). Algunos han pensado que Adán ya estaba comiendo del árbol de la vida antes de la Calda. V arias objeciones a Ull interpretación se presentan de inmediato. La relación del árbol de ta vida con el árbol del conocimiento del bien y del mal creada por estar colocados juntos en medio del huerco (Gn. 2:9; 3:3) hace aruinatural pensar que Adán y Eva estuvieran comiendo de él. Antes de sucumbir a la seducción dc laserpiente, Eva manifestó la mayor aversión aun a la proximidad ñsica al fruto del árbol (Gn. 3 :3). Además, en ese versículo cllH habló de un solo árbul en medio del huerco. Pinnlmerne, la idea de que Adán estuviera ya comlenrto del árbol de la vida fuerza un significado muy antlnaturalsobreGt!ncsis 3:22-24. Si tras la Ca(d11, Adán hubiera vivido para siempre si huhiOr el poder del Uspfri ru Snnto en conjunclén con la oración (Le. 10:21; ne. 9: 14; Mr. 1:35; t.c. 5: 16: 6: 12; 9: 18.28). Lademostrnción más notable del hecho de que Jesús poseía un alma humana es la referencia repetida al hecho ,IL' que, experimentó un proceso de desarrollo espiritual y moral (Le. 2:40.52; He. 5:8.9).

7 I as limitactones de 1111 hombre

Jc,ús cxpcdmcntó muchas Iimíiacioncs humanas que Dios no cxperlmenta ni puede expcrlmcnrar. Tuvo hambre (Mt. 4:2: Mr. 11: 12; Mt. 21: 18). pero Dios no tJene hambre (Sal. 50: 12). Tuvo sed (Jn. 4:7; 19:21\). aunque Dios nunca tiene sed. Se canso (Jn. 4:6), uunque Dios nunca secansa (Is. 40:28). Se durmió (Mt, 8:24). pero mos nunca duerme (Sal. 12 t ,4). Finalmente. Y. quizá lo más sorprendente, Jesús confesó que habla cosas que El no sabfu (Mr. l'.1:32). C. Su per,ionalídnd ~ingulllr l lay tres punto, que deben enfatizarse aquí. En primer lugar, Cristo es una persona. l:isto,e ve en el hecho de que para refenrse a HI se utilizan pronombres singulares. nunca plurales. Aun en pasajes en que se hace referencia a ambas »nturalczas, queda claro que sólo hay una persona (Ro, 1 :3,4; Gá. 4:4.5; Pil. 2:5-ll). En segundo lugar.esa persona es el Hijo eterno de Dius (Jn. 1 :14: Ció. 4:4; Jo. 5:18; He. 1:2,8; Jn. l0:29-37). En tercer lugar, la personalidad singular no da como resultado la confusión o mezcla de las dos naturalezas de Cristo para formar una naturaleza compuesta. La Confesión habla de 'dos naturalezas completas. perfectas y distintas ... sin conversión, composición o

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Exposícián de la Confesión Bauti,·u, de F, de 1689

confusión alguna'. Cualquier. mezcla de las dos naturalezas de Cristo daría como resultado una tercera naturaleza entre medias o la absorción de una u otra de las naturalezas de Cristo. Los pasajes citados antcnormenre sobre la plena deidad y verdadera humanidad de Cristo muestran que la encamación no dio como resultado bien la disminución de la deidad de Cristo o la absorción de su naturaleza humana. Él permaneció siendo al mismo tiempo 'Dio, sobre todas las cosas, bendito por los siglos' (Ro. 9:5), y el hombre que ignoraba el día y la hora de su regreso en gloria (Mr. 13:32). D. Su integridad

sin pecado

!Zn íux palabras 'con sus debilidades concomitantes. aunque sin pecado.' la Confesión enseña que la humanidad de Cristo estaba sujela a los efectos do la muhlición (Ro. 8:3; He. 5:8; 2: 10,J 8; Gá. 4:4) con In importante salvedad de que la humanidad de Cristo era y continuó siend() impecnble (Is. 53 :9; Le. 1 ::15; Jn. 8:46; 14:30; Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 4: 15; 7:26; 9: 14; l P. 1: l 9; 2:22; 1 Jn. 3:S). La doctrina de estos pasajes es que Cristo eeaabsclutnmente i rnpecable según la norma perfecta de la santa ley tic Dios. As(, 1an10 en pensamiento como en pnlabra, obra y naturaleza, Él permaneció sin ser manchndo por el pecado. Al intentar resolver el misterio de lu persona de Cristo, la sab1du1·fa humana ha inventado muchas enseñanzas falsas. El docetismo negaba que Cristo fuera reahneníc un hombre, El arria afamo negaba que Cristo fuera realmente Dios. El apollnarismo negaba que Cristo tuviera una alma humana, enseñando que el ~ e.rbo tomó e! lugar del alma humana. l'll nestorianlsmo negaba que Cristo fuera solo una persona, enseñando que. puesto que r,osefa dos naturalezas, debía constituir dos personas. B1 euuquíanlsmo, la herejía monofisita, negaba 4uc Cristo tuviera dos namralezas distintas, enseiiamlv que Él sólo tenía una naturaleza compuesta por una mezcla de deidad y humanidad.La verdad divina sobrepasa toda sabiduría humana semejante. Los intentos para explicar el misterio, para resolver la tensión. han dado siempre comoresultado la herejía. ~os credos de la Iglesia en los que tal hercj í;, ha sido rechazada son simplemente cercas construidas por la Iglesia para impedir la profanación de este santo misterio por parte. de la 1·111.ón humana. Una gran prueba del origen divino del cristianismo es que sus doctrinas trascienden la razón humana. Sio embargo, aunque tales

137

D« Cristo el Mediador

doctrinas trasciendan la razón humana. sólo esta doctrina de la persona de Cristo puede satisfacer la necesidad humana. Sólo uno que es tanto Dios como hombre puede ser sustituto de l?s h(>mb.res y en unas pocas horas en ta cruz satisfacer la ira de un Dios infinito.

tt. Cur Deus Homo:

la necesidad de In expiaci6n

Después que comenzara a asentarse el polvo de. las conirovc.rsias mencionadas anteriormente, la Iglesia podo hacer 1.a s1g111eme ¡1reguuL8 lógica. La maravillosa realíd~u es que 01\>S se hizo hombre. Tal realidad dcmandab» una explicación. Así, Anselmo en el siglo XI escribió el tratado que hizo época ¿Cur Deus Homot (¡ Por qué Dios se hizo homhrc'I) El propósito de An~etmo era 11;osuar que Dios se hizo hombre porque era necesario para el propósito de salvar a los pecadores. Rcsponde.re~os cuatro ¡iregu11tas básicM en cuanto a 111 necesidad de la exp!ac1ón. ¡J,ra nece.,¡uri11 la expiacims, pero era mudable Y podfacacr d< u1cM estado.' I F.c. 7:29 l. Gn. 3:6

l. CI bombrc, por su Cnlda en un estado de P"".•do, ha. perrllrln ccJ1dos. incapaces y opuestos ~ todo bien y enteramente l11d lnudos a todo mal.' La Incapacidad total significa que el hombre ,·N l11capa1. Je querer cualquier cosa espiritualmente buena. La rxpr~slc\n definitiva t.lecslll doctrina vieneeuel párrafo 3 del presente rnpltulo. Consiste en una afirmación: 'El hombre ... no puede po.r sus propius fuerzas convertirse a ~r mismo o prepararse para ello; 11. IA defensade la incapacidad toral IJ1 evidencia para esta verdad puede resumirse en cinco categorías. 1. La Escritura afirma que los hombres en su condición natural r,1án esclavizados, muertos y ciegos. La esclavitud. la muerte y la ¡ c1111et¡1 son tres imágenes de la incapacidad total (Ro. ó: 16,20; lo. K:H-.14; El'. z.r. 2 Co. 3:14; 4:3,4: Jn. 3:3). . 2. La Escritura afirma clara y explícitarneme que el hombre ha Jli'Hlido la 2apacic.lad ele agradar a Dios, hacer la vol unt_ad de Dios o ¡,¡·r~ihir y recibir las cusas de Dios (Ro. 7: 18; s:7; _1 co, 2: 14.; Mt. 1.17,18: 12:33-37; Le. 6:43-45; Jn. 6:44; Jer. 13:23; J~. 3:3,)}. J Nadie quiere jamás recibir u Cristo o ir a Dios si El no le trae (Ju ~:40; 6:37,39.40,44,45,óS; Hch. 7:5 l; Ro. 3: 10-12).

148

Exposicián de la ConfesiónBausista de Fe de /689

4. La voluntad del hombre nocs la fuente oel factor determinante en la aplicación de Jasalvación (Stg. 1: J 8; Ro. 9: 16-18; Jo. l: 12,13}. 5. El arrepentimiento y la fe. esos deberes cruciales impuestos al pecador en el Evangelio, son dones de Dios (Hch. 5:31; 1 l: 18; 2Ti. 2:25,26; Fil. l :29; Ef. 2:8.9). fil. Las negaciones de la incapacidad total A. Es lncensecuente con 10!< mandatos de la Biblia La premisa que subraya esta objeción es que si Dios manda a los hombres que se arrepientan. crean o vayan a Cristo, deben ser capaces de hacerlo. En otras palabras. la responsabilidad presupone la capacidad. Hay varias respuestas concluyentes que pueden darse a esta nc¡¡ación de la incapacidad total. 'l. Su premisa es contradicha por la clara enseñanza de la Escrimra. Dios manda n los hombres que crean, pero la Biblia enseña que no pueden (cf, Hch, l6:31 con Jn. 6:37,40,44,6S). Dios manda a los hombresque se arrepientan, pero la D ibliaenseña que no pueden (cf, Hch. 2:38 con 2 Ti. 2:25,26). Dios manda (t los hombres que se hagan un nuevo corazón, pero la Biblia ensena que no pueden (cf. ll.z. J.8:31 con ll:19). 2. Su premisa, si fuera correcta, irnplicaría la incapacidad humana total para cumplir todos los mandatos de Dios, esto es, para prestar una obediencia perfecta y perpetua a L\Wa la ley y la Palabra de Dios. Sabemos que esto nadie lo ha hecho ni In puede hacer (ver pfo. 6:5 de la Confesión). 3. Su premisa confunde dos cosas muy diferentes: la capacidad física y la capacidad moral o espiritual. La Confesión distingue la libertad natural (pfo. l} de la libertad moral (pfos. 3 y 4). El hombre no carece de voluntad, mente ucorazén. Nu carece de las emociones del amor, la confianza o la tristeza. El hecho de que los hombres no puedan creer no se debe a ninguna limitación inherente a la humanidad del hombre. Desde luego, sería erróneo mandar a un niño que sal tara un muro de quince metros. Eso sería injusto. cruel y u uro. El ni iio no tiene la capacidad metafísica para hacer lo que se Je manda. Ese no es el caso aquí. La incapacidad total no es una cuestión rnetañsica. E.~una cuestión moral. Es rnáscomopedirle a alguien que nos odia que nos haga un favor. Nos odia y, _por tanto, no puede.

Del libre albedrio

149

Aun en nuestra experiencia común, no siempre decimos que la responsabilidad implica capacidad. El ejemplo del conductor borracho muestra que la premisa es ridícula, Él no puede mantener su automóvil en el lado derecho de la calzada. No puede obedecer el código de circulación. ¿Podemos i1_naginamos que las a~toridadesle excusen sobre lu base de esto? Existe tal cosa como la incapacidad inexcusable. Los hombres no pueden arrepentirse. Pero esto es porque están demasiado borrachos con el vino embriagador de su rebelión contra Dios. 4. Su premisa malentiende las implicaciones de los mandaros y condiciones de la Biblia. Los mandatos de la ley no pueden ser cambiados. Las condiciones de la snlvación deben guardarse. Esre cumplimiento de los mandatos y condiciones de la Biblia es por gracia, pero eso DO quiere decir que no sea absoh1mmcn1e necesario ('). B. ~ laconsceuente 0011 la.1 realidades de lo vida humana Las doctrinas de la depravación total y la incapacidad total pueden, desde cierta perspectiva, parecer ser un concepto irreal e indebldarru:nu; severo de la humanidad calda. Puede preguniarse: • ¿No son algunos inconversos mejores que otros? ¿No hacen cosas justas los ínconvcrsos?' , . . La respuesta a tales preguntas es: '$( . En c1e110 sen u do, algunos de los nosalvcsson mejores que otros no salvos. Debemos distinguir, sin embargo. entre la justicia civil y la justicia espiritual, entre la gracia coman y la gracia salvadora En el sentido de la justicia civil, en la Biblia se atribuye el bien a hombres que no son salvos (2 R. 10:29,30; 12:2: Ro. 2:14). Esta distinción bosquejada anteriormente es necesaria, sin embargo, porque las Escrituras también enseñan claramente que los no regenerados no pueden agradar ni agradan a Dios (Ro. 3: l 0-12: 8:7,ll; He. ll :6: 2 Ts. 3 :2) ('). La depravación Y ta incapacidad totales no significan que los hombres sean tau malos como puedan llegar a ser. u que sean demonios. Si¡,'llifica que están tan malcomo pueden estar. incapaces por naturalcz~ de hacer o~da para salvarse a sí mismos o prepararsf. 1 :7 3 1 Co. 1 :30.3l: R. S: 17•19 . n 3·22 28· Jer 23:6· ' ' ' 4.• F'I1 • 1·9· ~ • ' lil '2:7.8: 2 co. S:19-21; r,1. 3:5.7; «e, · I tch. 13:38.39 ¡ 'be Cristo y descansa en 1::1 y en su justicia es el único 2. La fe que as re~, .• · : ., .·· , no está sola en fa persona i11,1nimcn10 de la ¡11s~1fie•c1.ón, ~tn e,:~ºpor todas tas demás virtudes justificada, sino que s1en1_pre va a~o~lp a ra salvadoras, y no es una lt', muerta sino que ob

po

r el

amor."

l. Ro. 1: 17: 3:27-31; Fil. 3:9; Gá. 3:5

2. Gá. 5:6; Stg. 2: 17,22.26

. muerte, sald6 to1almen1e la den da C';íonulmentc hasta que, a su debido tiempo, Cristo les es realmente n1>locodo por el Espíritu Santo." 1. J r. 1 :2.19,20; Gá. 3:8; Ro. 8:30 2. Ro. 4:25; Gá. ·1A; 1 Ti. 2:6 3. cor, 1:21,22: rn. 3:4·7: Gá. 2:16; E:í. 2:1-3

J. Detlnición de la naturaleza de h1 justificación

A. La esencia de la justificación: perdón y aceptación l. Negativamente: no es una transformación

moral 2. Positivamente: es una transacción legal B. La base de la justificación l. Negativamente: no de nosotros

161

De la justifictu::ú!n

2

JT. Medioo Instrumentates de la justificación A. La singularidad de In fe B. El ncompailamiento de la te

3

m. El designio regulador de la justilicaclñn

4

(V.

S

V. La equlllbrndo realidad de lo justlfie11cl6n

6

VI. Lo unifomúdad Inmutable de la

La ocnslón específica ele la justlncocl6n

Justificación

El texto de este capüulo de In Confesién es casi idéntico al de 111 Confesión de wesnnlnstcr. (Los únicos cambios son unas pocas y breves interpolaciones introducidus a partir de la Declaración ele Saboya, pero estos cambios secundarios no afectan su sustancia.) Este hecho recalca el completo acuerdo de sus autores con la doctrina de In justificación sostenida por Lutero y toda la Reforma protestante, Ell espacio sólo nos permite concentrar nuestra atención en cinco de las cuestiones má.~ importantes relacionadas con esta doctrina crucial. l. Su necesidad La doctrina-de la justificación nos lleva a la pregunta central de la religión. ¿Cómo puedo reconciliarme o ser justo ante Dios'! No apreciaremos la justificación hasta que apreciemos los problemas

que implica esa pregunta. ¿Es Dios majestuoso en santidad y

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Exposició• de la Confesi6n Bautista de Fe de 1689

justicia? ¿.E.~ t1_aqucl que no tiene por inocenre al culpable' ¿Son un~ realidad su intachable pureza, su resplandeciente santidad y su ardiente ira? Por otra parte, ¿somos nosotros pecadores viles y c~lpables? ¿Merecemos plenamente In paga del pecado, la muerte? S, hc11;os hecho y respondido con serir,Jad tales preguntas, entonces aprcc1a~ernos realmenre la pregunta: '¿Cómo podemos reconciliamos con Dios?' La Biblia nos confronta con esta pregunta de la manera más explícita (Sal. 130:3; 143:2; Ro. 3:19 20· Dt. 25: 1 ). Un juicio injusto es una abominación para Dios. !li e~cl Juez Y debe jui¡:M justamente. Siendo éste el caso. ¿cómo escaparemos de esta condenación eterna? (').

Su 11geme

11.

El autor o agente de nuesua [ustificacién es Dios el Padre (Ro. ~:2~.26: 8:33). Jnmás debemos pensar. por tanto, que debemos justiflcarnos a lo~ ojos de Dios medinnte nuestras disculpa,i por el pecado, excusas u obras. Sólo Dios puede justificar('). 111.

Su significado

A. Su uso famlUar y cotldlano Nos vemos forzados a examinar este punto por el catolicismo romano, que enseña que justilicar es hacer a alguien una buena persona, darle una naruraleza santa, [una disposición ética amante! Aun el uso co!uún de la pal~bra 'justificar' o 'justiflcacién · se opone con frecuencia a este significado, En el lenguaje común, cuando nos jusuflcamos. no nos estamos haciendo buenos. sino d_eclarándonos o pronunci{mdonos justos ('). Esce mismo significado se refleja en su utilización en las Escrituras con referencia a asuntes cotidianos (Dt. 25:1; Pr. 17:15; Le. 7:29; Ro. 8:33,34). lo que confirma esta forma de entender la palabra uulizándola como lo comrario de condenación. Condenar, desde luego. nos_ignific.i hacer a alguien inicuo, sinopronuncüttodcclarar que 1!S nucuo. Además, Romanos 3:33,34 se encuentra en un conre_x10 judidat. Nótes~ la frase: •¿Quién a_cu.~ará a los escogidos de Dios? La justificación no es un cambio en nosotros. Es un

Dt

{a justificación

163

veredicto acerca de nosotros. En el acto de la justificación. Dios actúa como un juez, no como un cirujano.

B. Su sígnificado singular y redentor Sí 'juslificar', sin embargo, significa declarar justo, la cuestión suscitada anteriormente se vuelve aún más emotiva: ¿cómo puede Dios justificar al injusto? (Dt. 25:l; Pr. 17:lS.) No obstante, la Biblia declara que Dios, ciertamente, justifica al impío (Ro. 3: 1924: 4:5). Sin embargo, no es injusto al hacerlo (Ro. 3:26). ¿Qué e~ lo que le capacita pam ser justo cuando justifica al injusto? Cuando Dios justifica a un pecador, no sólo declara a un hombre justo, sino que también le constituye justo de forma ~ue_ ~uedo justamente declararle justo (Ro. 5: 19). Elste es el s,gn1bcado singular y redentor de lo justificucién. Es necesario tener cuídado aquí, sin embargo, pues Pablo no quiere dec,ir que un hombre_ es hecho una buena persona con los términos hecho o constituido juste'. Quiere decir que Dios le ha puesto en lu categoría judicial de ser justo. l.a razén por que decimos esto es porque la justicia que Dios c~Lá contemplando cuando justifica no es la nuestra sino la de otro. Cuando Él justifica, no es por una justicio que hayamos acumulado por nuestra obediencia, sino por la obediencia de Cristo (Ro. 5: 17-19). Este punto nos lleva a la base o fundamento de la Justificación. IV.

Su bas«

Dios nos declara justos. Pero ¿:,obre la base de qué lo hace? ¿Cuál es la justicia que toma en consideración cuando dice que somos justos'? Algunos han entendido Romanos 4:3-5 ~omo que cns~ña que Dios contempla nuestra fe o nuestra. obediencia evangélica como la base de su veredicto de que somos ¡ustvs. La verdad es que tal interpretación es una traición radical a la doctrina bíblica de la justificación. A. Su prueba bíl>lica Las siguientes consideraciones vindican la verdad mencionada antes. En primer lugar, la fe deque está hablando Pablo en Romanos

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Ex¡,o$ición de la Confesión Bautista de Fe de 1689

4:5 no es la fe en sí misma, sino la fe que posee a Cristo. Hablamos de que un anillo vale una gran cantidad de dinero, si bien no es la banda lo que es tan valioso, sino el diamante mcrustado en el anillo. De la misma manera, Pablo hablade que lafe es contada por justicia porq~e es. la te la que posee a Cristo. En segundo lugar, nuestra obe~1encoa noes perlecta y, así, no cumple la norma perfecta de Dios en cuanto a la JUS!Jcta. Además, aun si fuera perfecta, no podría obtener el per~ón .de pe~ados que es parle de la justificación. En ter~ei: '.ugar, la justiñcacién noes por nuestras obras (Ro. 3:20; 4:2; 10.3,4, Gá. ~; 16; 3: lJ; 5:4; Fil. 3:9). En cuarto lugar, la justificación es por gracia. No es una recompensa por cualquier cosa que hag~~os (Ro. 3:24-28; 5: 15 2l). En quinto lugar, lajustificación es en Cristo (Hch. 13 :38,39; Ro. 8: I: 1 Co. 6: 1 1; Gá. 2: 17). 1:Js en u n.ión ~on. Cristo, n~ en nuestras acciones o méritos, en lo que somos J~Slalicados. En.. sexto lugar, es por la justicia de Dios (Ro. 1: 17: 3.21,22; 10:3; f