Colombia, Siglo Xx

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COLOMBIA, SIGLO XX * Por LUIS CARLOS RODRÍGUEZ ÁLVAREZ (Completar a partir de la traducción) El presente texto es una mirada panorámica a la vida musical y a la composición académica de Colombia en el siglo XX. Por razones de espacio y de involuntario olvido, muchos nombres, obras, instituciones y eventos no aparecen consignados aquí. Se trata de una breve reseña, que no busca agotar el tema ni convertirse en un estudio con pretensiones de análisis musicológico. A. LOS CREADORES 1. Notas nacionalistas Hasta 1940 el nacionalismo en Colombia fue la tendencia musical más conocida y difundida entre los compositores tradicionales y académicos. Seguir esta escuela estética obligó a muchos autores musicales colombianos a copiar literalmente, a adaptar o a recrear tonadas, esquemas de ritmo y sistemas armónicos que procedían del repertorio popular o del folclórico –sobre todo en la región montañosa andina- dentro de estructuras, instrumentos, formas y modelos de origen europeo. Este nacionalismo no tiene ya la ingenuidad, espontaneidad y desenvoltura del cultivado en el siglo XIX y exige a los compositores que siguen sus orientaciones, un verdadero redimensionamiento de la música vernácula, su estudio profundo y serio y la transcripción de sus patrones rítmicos, melodías y danzas, y la búsqueda de elementos y medios más universales para expresarla junto a sus propias ideas musicales originales. Entre los más connotados pioneros en el cultivo de esta expresión nacionalista se encuentran tres alumnos de la antigua Academia Nacional de Música, discípulos del maestro italiano Augusto Azzali (1863 - 1907), a fines del siglo XIX: A. Martínez Montoya, S. Cifuentes Rodríguez y P. Morales Pino. Andrés Martínez Montoya (Bogotá, 1869 - 1933), pianista, organista, director y pedagogo de grandes y nobles logros, autor de varios trabajos para orquesta: la sinfonía Isabel (1892), un Preludio (1893) y la bellísima Rapsodia Colombiana (c. 1925) -por la que recibió el Premio “Ezequiel Bernal”-, la pieza pianística Aires Colombianos (El Torbellino) Op. 18 (publicada en 1920 por Conti), y varias recopilaciones de piezas tradicionales colombianas a manera de arreglos para banda sinfónica. Santos Cifuentes Rodríguez (Bogotá, 1870 - Buenos Aires, 1932), contrabajista, maestro en composición, teórico y pedagogo, fue uno de los creadores más respetados en su tiempo, aunque tuvo que buscar en Argentina mejores ámbitos para desarrollar su carrera, entre cuyas obras se destacan la sinfonía Albores musicales Op. 36 (1893), el Scherzo sinfónico sobre aires tropicales Op. 41 (1893), un Concierto para violín y orquesta de cámara Op. 71 (1895), la Marcha Pontifical Op. 104 (c. 1903), un Concierto para piano y orquesta (1910), una Sonata para violín y piano (1914), y la célebre pieza Las Constelaciones Op. 133 (c. 1930), para narrador, coro mixto y piano -texto de J. M. Rivas Groot). Su vasto repertorio incluye zarzuelas y otras obras para la escena, canciones y abundante música sinfónica, camerística, pianística y coral, profana y religiosa. Pedro Morales Pino (Cartago, 1863 - Bogotá, 1926), con menos formación académica pero con mayor popularidad, fue gran intérprete de los instrumentos típicos de cuerdas, fundador y director de la muy famosa Lira Colombiana nombre que dió a la primera estudiantina, una especie de grupo de cámara especializado en la interpretación de aires tradicionales andinos, que viajó al exterior para divulgar la música típica colombiana-, inigualable pedagogo y autor de Una versión anterior de este texto fue publicada en castellano en la revista PLATEA, 33, de Medellín, en cuatro entregas durante 1997, y enviada para su inclusión, bajo el título Kolumbien, 20. Jahrhundert, en la MGG (Die Musik in Geschichte und Gegenwart - Allgemeine Enzyklopädie der Musik), de la editora Bärenreiter Metzler, con sede en Kassel, Alemania. *

2 muchísimas piezas de carácter y canciones tradicionales. Entre sus obras más conocidas sobresalen los pasillos Leonilde (c. 1884), Reflejos, El calavera, Chispazo (1900) y Joyeles, el vals Los lunares (c. 1884), la danza Onda fugaz (1912) y el bambuco Cuatro preguntas (1912). Fue autor, además de algunos interesantes trabajos para orquesta sinfónica: la bellísima Fantasía sobre dos temas nacionales colombianos, el intermezzo Brisas de los Andes y la Suite Patria, en tres movimientos. Figura aislada, por su formación autodidacta, por su intención estética y por su labor a nivel regional en Antioquia, fue la de Gonzalo Vidal (Popayán, 1863 - Bogotá, 1946). Creador, director, instrumentista destacado, educador y divulgador, en medio del sentir nacionalista que también cultivó, Vidal es tal vez el primer compositor colombiano que puede asimilarse a una expresión supranacionalista, tal vez neo-romántica, al hacer un riguroso examen de su original producción. En ella se destacan, para el piano, dos interesantes Sonatas (1918 y 1924), una Suite (c.1930), tres colecciones (1888, c.1895 y 1910) y casi un centenar de piezas, la zarzuela María -basada en la famosa novela de Jorge Isaacs-, tres Oberturas (1892) para orquesta y banda, dos Misas de Requiem (1895 y 1913) y un Stabat Mater (1896) para solistas, coro, órgano y orquesta, algunas piezas vocales, el bellísimo Himno Antioqueño (c. 1916) (texto de Epifanio Mejía), y abundante música camerística, religiosa y sinfónica. Pero, indiscutiblemente, la personalidad de más trascendencia en el ambiente musical colombiano en la primera mitad del siglo XX, fue Guillermo Uribe Holguín (Bogotá, 1880 - 1971). Tras una incipiente formación, tomada en la Academia Nacional de Música, viajó a Francia y se hizo discípulo de Vincent d'Indy en su Schola Cantorum. Al retornar a Colombia, fue nombrado Director del que él llamó Conservatorio Nacional de Música, y allí fue supremo guía y animador por un cuarto de siglo, desde 1910. Bajo su batuta, con elementos locales, nació también la Sociedad de Conciertos Sinfónicos de dicha institución, la misma que puede considerarse como la primera verdadera gran orquesta que tuvo el país, y con ella ofreció un amplio repertorio sinfónico clásico y romántico. Sus logros docentes y administrativos -en su gestión se pusieron las bases de lo que fue el desarrollo de la música culta en el país en este siglo-, sólo son superados por sus triunfos como compositor. Muy prolífico -su catálogo llega a más de 120 obras, escrito en todos los géneros-, Uribe Holguín se opuso abiertamente al estilo nacionalista, situación que le ganó no poca antipatía entre los demás compositores y el público general, que le tildaron de europeizante. Sin embargo, el evidente uso de temáticas propias del país, referentes culturales e históricos y la verdadera abstracción de elementos tradicionales andinos en varias de sus obras, la amalgama de ritmos y melodías interioranas con armonías postimpresionistas y orquestaciones diáfanas, y una escritura precisa y rigurosa, lo ponen a la cabeza de una tendencia nacionalista colombiana bien respetable y seria, comparable a la de Williams en la Argentina, Sas y Holzmann en Perú, Sojo y Plaza en Venezuela, García Caturla en Cuba, Chávez, Galindo y Revueltas en México, Santacruz y Allende en Chile y Villalobos en Brasil. Entre las más importantes obras de Guillermo Uribe Holguín caben mencionarse su inmensa colección pianística Trescientos trozos en el sentimiento popular colombiano, once Sinfonías, el Requiem Op. 17, la tragedia lírica Furatena Op. 76, las Tres danzas típicas Op. 21, el trozo orquestal Bajo su ventana Op. 40, la Suite Típica Op. 43 y los Tres ballets criollos Op. 78, los poemas sinfónicos Bochica Op. 73, Ceremonia indígena Op. 88 y Los conquistadores Op. 108, dos Conciertos para violín, dos para piano y sendos para viola, para cello y para clavecín, fuera de abundante música camerística, vocal y sinfónica. Otros destacados autores musicales colombianos que pueden considerarse nacionalistas, con rasgos propios y definidos de personalidad creadora, aunque separados por distintos niveles de formación académica musical y pertenecientes a dos generaciones divididas por el cambio de siglo son Calvo, Bermúdez Silva, Zamudio, Velasco, Quevedo Zornoza, Escobar Larrazábal, Rozo Contreras, Valencia, Mejía, Tobar, Velasco Llanos, Rangel, Uribe Bueno, Espinosa y Neuman. Luis A. Calvo (Gámbita, 1882 - Agua de Dios, 1945), considerado como uno de los más grandes talentos creadores colombianos, se frustró en la cima de carrera al enfermar de lepra. Compuso muchísmas obras en el estilo de las piezas de salón -cuatro Intermezzi, las danzas Malvaloca, Carmiña y Madeja de luna, antológicos pasillos y bambucos-, además de una opereta, música vocal, de cámara y la fantasía sinfónico-coral Escenas pintorescas de Colombia-. Jesús Bermúdez Silva (Bogotá, 1884 - 1969), luego de estudiar en la Academia Nacional de Música de su ciudad natal, viajó a Europa y se formó junto a Conrado del Campo en el Real Conservatorio de Madrid. Violinista, pedagogo, director e investigador, su obra posee un lenguaje de corte romántico, pletórico de elementos nacionalistas, en

3 especial su música orquestal; de su producción original pueden citarse los poemas sinfónicos Torbellino -basado en la novela La Vorágine de José Eustasio Rivera-, Cuento de hadas y Orgía campesina, la Suite de danzas típicas, la Sinfonía en do, un Concierto para piano y orquesta, la suite pianística Seis viejas estampas de Santafé de Bogotá, varias Canciones, abundante música de cámara y algunas partituras corales. Daniel Zamudio (Bogotá, 1885 - 1952), pianista, organista, director de orquesta, maestro de capilla, educador, teórico y estudioso del folclor nacional. Frutos de su producción original, en donde brilla una profunda formación humanística, son dos Zarzuelas, la conocida Marcha Triunfal, un ciclo de bellísmos Lieder, una obra para coro llamada Vesperal (Schumanniana), la interesante partitura pianística de gran factura nacionalista Impresiones en Zipaquirá, un Stabar Mater, varias misas y otras muestras de música religiosa, además de algunas obras camerísticas. Jerónimo Velasco (Cali, 1885 - Bogotá, 1963), fue notable animador de estudiantinas, orquestas y bandas. Entre su vasto catálogo de piezas instrumentales y vocales, escritas en ritmos tradicionales, destacan su rapsodia Navidad caucana, las danzas Salomé y En lontananza y el capricho sinfónico Romería sobre aires nacionales. Guillermo Quevedo Zornoza (Zipaquirá, 1886 - 1964), miembro de una familia de antigua tradición musical, fue director de banda, pedagogo, escritor y dirigente cívico en su terruño. Autor de la acuarela musical La promesa a la Virgen, algunos célebres Cuartetos de cuerdas, la pieza sinfónica El toche de la ferrería, varias zarzuelas, la conocida petenera Amapola y abundante música pianística, orquestal, camerística y vocal, tanto profana como religiosa. Gustavo Escobar Larrazábal (Bogotá, 1890 - 1968), pianista y pedagogo, director del Conservatorio Nacional, docente en Cali y Medellín y animador de su propia Academia para la enseñanza del instrumento. Fue autor de varias interesantes piezas para teclado, como Bambuco en rondó, Bambuco característico, Escenas populares y Escenas de pasillo. José Rozo Contreras (Bochalema, 1894 - Bogotá, 1976), destacado director de banda, educador y arreglista, se formó en Europa, primero en Roma, en el Real Conservatorio de Santa Cecilia, y luego en el Neues Wiener Konservatorium de Viena. Su suite orquestal Tierra Colombiana fue la primera obra de autor colombiano interpretada en Europa, en estreno el 14 de diciembre de 1930, por la Wiener Sinfonie-Orchester, bajo la dirección de Anton Konrath, en el Grosser Konzerthaus-Saal. Tras su retorno a Colombia, asumió la dirección de la Banda Sinfónica Nacional por más de cuarenta años, fuera de desempeñarse como profesor en el Conservatorio Nacional. Como compositor, otras interesantes obras suyas son la Obertura # 2 sobre temas nacionales, el Scherzo sobre un aire de bambuco, el juguete sinfónico Burlesca, varias bellísimas romanzas, piezas corales, los arreglos oficiales del Himno Nacional de Colombia e innumerables transcripciones para banda sinfónica de obras tradicionales colombianas. Antonio María Valencia (Cali, 1902 - 1952), pianista, educador y director, merece un sitio de honor en la historia musical colombiana de este siglo pues desarrolló una invaluable y trascendental labor en la región occidental del país. Formado como pianista concertista en la Schola Cantorum de París, de regreso a su país, dedicó todo su esfuerzo en la formación del Conservatorio de Cali que hoy lleva su nombre. Su obra original destaca por la feliz amalgama de elementos ancestrales, evocaciones terrígenas y reminiscencias nativas -timbres, melodías, ritmos- con técnicas de origen europeo -formas, procedimientos armónicos y contrapuntales-. En su producción brillan varias piezas vocales y corales, profanas y religiosas -terreno en el cual es la figura más importante de Colombia, y en donde se destaca su Misa de Requiem-, una importante producción camerística -donde es notable el trío Emociones caucanas, para violín, cello y piano-, una gran obra para teclado -Ritmos y cantos suramericanos, Bambuco “del tiempo del ruido”, Berceuse, Sonatina boyacense y la Chirimía y bambuco sotareño, que luego orquestó magistralmente-. Adolfo Mejía (Sincé, 1905 - Cartagena de Indias, 1973). Compositor, pedagogo musical, pianista y guitarrista, luego de comenzar estudios en Bogotá, viajó a París, donde fue discípulo de Nadia Boulanger y Charles Koechlin, formación interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, que lo obligó a volver a Colombia. La obra que lo lanzó a la fama es la Pequeña Suite (1938), bellísima página de rica y colorida orquestación, donde se presentan varios aires típicos de la regiones andina y caribeña -bambuco, torbellino y cumbia- y por la cual fue galardonado con el Premio “Ezequiel Bernal” ese año. Pero son también importantes sus poemas sinfónicos América (1946) e Íntima (1941), sus piezas

4 orquestales Preludio para La Tercera Salida de Don Quijote (1938), dos Homenajes, Acuarela (1941), Capricho español con arpa solista (1944), abundantes piezas para piano, música de cámara y obras vocales profanas y religiosas. Alejandro Tobar (Bogotá, 1907 - 1975), hábil intérprete de los arcos y las maderas, pianista, arreglista y director, fue a la vez músico popular y académico, formado en los Conservatorios de Bogotá y Bonn. Fue autor de varias canciones, la fantasías concertantes Atardecer en Patiasao (para clarinete) y Agua sagrada (para flauta), Kalamarí bella paráfrasis sinfónica sobre temas del compositor Lucho Bermúdez-, el Ballet guajiro, música de cámara y muchísimas piezas populares en ritmos caribeños. Santiago Velasco Llanos (Cali, 1915 - 1996), director y educador, tras iniciar estudios junto a Valencia en su ciudad, viajó a Chile donde fue discípulo en el Conservatorio Nacional de ese país. En su obra original sobresalen la bella acuarela Tío Guachupecito -basada en temas del folclor negro de la Costa Pacífica-, dos Sinfonías, Cinco Trozos Infantiles, la Danza Indígena, Ritmos Andinos de Colombia, abundante música camerística, piezas vocales e innumerables obras corales. Oriol Rangel (Pamplona, 1912 - Bogotá, 1977), pianista, organista, arreglista y director, legó a la posteridad muchísimas obras pianísticas tradicionales de gran valor, un Estudio de pasillo para piano, la Fantasía colombiana para violín, cello y piano y el Aire criollo para orquesta. Luis Uribe Bueno (Salazar de las Palmas, 1917 - Medellín, 2000), intérprete de instrumentos de cuerda, gran educador, arreglista y director, posee un vasto repertorio de canciones y piezas características en ritmos tradicionales de la zona andina, como El marco de tu ventana, Colombia, Pajobam, El cucarrón y El silletero, entre otras. Luis Carlos Espinosa (Tierradentro, 1917 - Popayán, 1990), pedagogo de grandes méritos, formado inicialmente en el Conservatorio de Cali y luego en los Estados Unidos y Francia. Su obra original está basada parcialmente en temas de la costa pacífica, como las piezas vocales y corales Canción de cuna para niños negros, Bajando San Juan abajo, Cantar chocoano, Ritmo mulato para bogas negros, y la región montañosa indígena, como Paisaje andino, para piano, y Añoranza indígena, para coro, además de música escénica, camerística y de intención pedagógica. Hans Federico Neuman (Barranquilla, 1917 - 1992), pianista, docente, hombre de radio y escritor, unió a su labor musical una ejemplar producción poética, destacándose como compositor de Lieder. También fue autor de música coral, obras camerísticas y una interesante Rapsodia concertante, para piano, sobre temas de la costa caribe colombiana. Otros nombres que pueden considerarse como figuras menores, también cultores del nacionalismo en terrenos más tradicionales, son Emilio Murillo (Bogotá, 1880 - 1942), Jorge Añez (Bogotá, 1892 - 1952), Carlos Vieco Ortiz (Medellín, 1900 - 1979), Francisco Cristancho Camargo (Iza, 1905 - Bogotá, 1977), Jorge Camargo Spolidore (Sogamoso, 1912 - Medellín, 1974), Jorge Olaya Muñoz (Tocaima, 1916 - Bogotá, 1995), León Cardona (Yolombó, 1927), Carlos Alberto Rozo Manrique (Fusagasugá, 1928) y Gentil Montaña (Ibagué, 1942) ), en la música popular de la región andina. Los compositores José María Peñaranda (Barranquilla, 1907), Pacho Galán (Soledad, 1909 - Barranquilla, 1988), Lucho Bermúdez (Carmen de Bolívar, 1913 - Bogotá, 1994), Cresencio Salcedo (Palomino, 1906 - Medellín, 1976), José Barros (El Banco, 1915), Antonio María Peñaloza (Plato, 1916), Esther Forero (Barranquilla, 1918), Luis Carlos Meyer (Barranquilla, 1920 - New York, 1998), Edmundo Arias (Tuluá, 1925 - Medellín, 1993), y Joe Arroyo (Cartagena de Indias, 1955) son los exponentes más importantes de la musica popular con influencia africana (cumbia, porro, merecumbé, mapalé, chandé) en la región de la Costa Caribe de Colombia. Los músicos Emiliano Zuleta-Baquero (La Jagua del Pilar, 1912), Alejo Durán (El Paso, 1919 Montería, 1989), Guillermo Buitrago (Ciénaga, 1920 - 1949), Leandro Díaz (Lagunita de la Sierra, c. 1920), and Rafael Escalona (Patillal, 1926), son los autores másimportantes de la expresión conocida como vallenato también música popular de la región Caribe. 2. Corrientes y contracorrientes en la creación musical colombiana del siglo XX

5 Luego de las miradas nacionalistas con tintes impresionistas, románticos y postrománticos que se dieron en las primeras décadas del siglo, la creación musical colombiana inicia una interesante etapa de modernidad, que encuentra representantes en muy diversas corrientes, estéticas, escuelas y estilos propios de la expresión musical de Occidente. Pero al tratar el tema de la música contemporánea de este país se debe hacer mención a cada uno de sus compositores e intentar ubicarlos en alguna de esas corrientes, de acuerdo a lo ofrecido por su particular creación. Así, hallaremos ejemplos de tradicionalistas y vanguardistas, moderados y experimentadores, cultores de los estilos de antaño y buscadores de nuevos lenguajes, figuras solitarias y gremios informales o intentos de agrupación formal. Todos, en un mismo país y quizás en un mismo tiempo, hacen la música colombiana de este final de siglo. Tres compositores antioqueños nacidos en la primera década del siglo lograron realizar una obra muy personal y meritoria, en muy diferentes circunstancias: Bravo Márquez, Posada Amador y Pineda Duque. José María Bravo Márquez (Medellín, 1902 - Apía, 1952), adalid del canto coral en el país, fue director del legendario Orfeón Antioqueño. Compuso varias obras corales profanas y religiosas, donde brillan la Misa a Nuestra Señora de la Candelaria y La vocata, una Sinfonía de los Andes para orquesta, piano y coros, y música para piano, como la Suite Lunar, en la cual rinde culto al romanticismo y al impresionismo. Carlos Posada Amador (Medellín, 1908 - Ciudad de México, 1993), educador formado en París en la Ècole Normale de Musique y en la Schola Cantorum, voluntariamente exiliado en México buscando una carrera musical más intensa, como creador encontró en las más disímiles tradiciones y culturas universales, las mejores fuentes para su labor. Destacan las Canciones medioevales y los Romances tradicionales mexicanos, ambas para coro, el Concierto barroco para clavecín y orquesta de cámara, las Rubayatas de Omar Khayam para barítono y orquesta y el poema sinfónico-ballet La Coronación del Zipa en Guatavita, basado en la leyenda americana de El Dorado. Roberto Pineda Duque (El Santuario, 1910 - Bogotá, 1977), maestro de capilla, organista, pedagogo y director, aunque su lenguaje procede de las escuelas más conservadoras y cultivó sabiamente técnicas neoclásicas, es el primer compositor colombiano que incursionó con fortuna en los terrenos del dodecafonismo. En su vasta obra destacan el Concertino para orquesta, el Preludio sinfónico, el Triple concierto para violín, cello, piano y orquesta, la Suite dodecafónica para violín y piano, además del oratorio sacro Cristo en el Seno de Abraham y la Misa solemne, para solistas vocales, coros y orquesta, el Canto místico para orquesta de cuerdas, la cantata profana Edipo rey -sobre el drama de Sófocles- para narrador, solistas vocales y orquesta, y El Zodíaco para tenor y cuarteto de cuerdas. Fabio González Zuleta (Bogotá, 1920), formado en el Conservatorio Nacional de Música, donde posteriormente fue directivo, es una de las más importantes figuras de la música en Colombia en este siglo, como educador, investigador y escritor. Su labor creativa es esencialmente ecléctica, ya que ha encontrado el ideal equilibrio entre las formas tradicionales clásicas con elementos expresivos definitivamente modernos y contemporáneos (polirritmia, politonalismo, atonalismo, serialismo y música electrónica). Sobresalen en su vastísimo catálogo musical, el Te Deum por la paz de Colombia para solistas, coro y orquesta, el Quinteto abstracto para vientos, el Concierto Seráfico para violín y orquesta, el poema sinfónico Estampa heroica, el ballet Manuela Beltrán, el Salmo 116 para coros y orquesta, el Bíptico para cuerdas, el Ensayo electrónico y nueve Sinfonías. Tres importantes pianistas colombianos, formados en los Estados Unidos, también han dedicado algunos de sus esfuerzos a la creación musical, usando escrituras que miran y recrean el pasado romántico y nacionalista: León, Buenaventura y Moncada. Jaime León (Cartagena de Indias, 1921), estudiante de la Juilliard School of Music de New York, ha brillado en la dirección escénica (ópera, ballet y comedia musical) y en la interpretación pianística. Como creador, son ejemplares sus Canciones, la Misa breve, las piezas Música para tres pianistas y Made in USA, y las Variaciones sinfónicas sobre un tema de Bizet. Oscar Buenaventura (Ibagué, 1923), formado en la Eastman School of Music, de la Universidad de Rochester en New York, y en el Berkshire Music Center de Tanglewood, ha impregnado su obra con matices folclóricos: un Concierto para dos pianos y orquesta, el poema sinfónico Un San Juan en El Guamo, el ballet Goranchacha, las

6 obras vocales Rosas de ensueño, para soprano y orquesta, varios Tríos Impresionistas a la memoria de Claude Debussy, y para piano las Suites Catedral y Oriental, las piezas Homenaje a Ravel, Danza e Interludio, Combeima, y las Danzas colombianas. Aura Moncada (Pamplona, 1925 - Bogotá, 1970 ? ), alumna del New England Conservatory of Music de Boston, tras hacer una brillante carrera como concertista internacional, guió los destinos de la Escuela de Música de Tunja. Dejó como compositora las obras pianísticas Estampas juveniles y Andante rubato. Un trío de autores musicales que buscaron en el extranjero su educación superior, ha incorporado a su obra, plena de lenguajes modernos y técnicas contemporáneas, algunos matices nacionalistas como noble recurso expresivo: Cardona, Figueroa y Escobar. Ramón Cardona García (Manzanares, 1922 - Calarcá, 1959), maestro de capilla y organista, fue alumno de la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad de La Plata (Argentina), y desarrolló una importante labor pedagógica en Manizales. Fue autor de la fantasía orquestal El trapiche (sobre la canción de Emilio Murillo), algunas versiones corales de obras tradicionales y de villancicos, varias Canciones y música camerística y religiosa. Luis Carlos Figueroa (Cali, 1923), pianista, director y pedagogo, fue alumno de la École Cesar Franck (École Supérieur de Musique), de la École Normale de Musique y del Conservatorio Nacional Superior de Música de París y de la Accademia Musicale Chigiana de Siena (Italia). A su gran obra como docente y directivo musical, integra una extensa producción en todos los géneros, destacándose el Preludio y Danza Colombiana para orquesta, la cantata El boga, boga, bogando para solista vocal, coro y orquesta, la Suite sinfónica, el oratorio María Magdalena y un Concierto para piano y orquesta. Luis Antonio Escobar (Villapinzón, 1925 - Miami, 1993), escritor, conferencista, divulgador por los medios masivos de comunicación, directivo y diplomático, estudió en el Peabody Conservatory of Music, en la Columbia University y con una beca Guggenheim, en los Estados Unidos, y junto a Boris Blacher, en Berlín. Posee una muy vasta producción original, que se recrea en los lenguajes musicales europeos -en cuanto a la forma- y en las temáticas y tradiciones folclóricas de la región andina colombiana -en cuanto al contenido-. Entre sus obras sobresalen el ballet sobre tema indígena Avirama, los preludios pianísticos Bambuquerías, las Cánticas Colombianas para coro y las Cantatas campesina s para coros y orquesta, las singulares óperas La princesa y la arveja (para público infantil) y Los hampones (para percusiones), tres Conciertos para piano y orquesta, varias Sinfonías y la pieza orquestal Danzas en el sentimiento andino, muy abundante música camerística, vocal, concertante y orquestal, fuera de varios libros y textos sobre la historia musical de Colombia. Dos figuras solitarias, dueñas de lenguajes muy personales, en continuas búsquedas de la realidad estética americana, son Mojica Mesa y Atehortúa. Raúl Mojica Mesa (Lagunita, 1928 - Bogotá, 1991), cantante, investigador y docente, fue alumno del Conservatorio Nacional de Música de Bogotá, antes de especializarse en el Hoechschulinstitut für Musik de Trössingen (Alemania). Artífice de una especie de nacionalismo renovador, que rechaza escuelas y tradiciones europeas y que explora en sus obras las primitivas expresiones musicales y las raíces culturales de comunidades negras, mestizas e indígenas de Colombia, es autor de la pieza incidental Atabí o La última profecía de los Chibchas, de las sinfonías sobre motivos llaneros Mastranto, sabana y cielo y Trenos de Chirajara, las piezas Cheimesquenema para quinteto de bronces y Reflexiones sonoras para maderas, las Transparencias chibchas y Un joropo para Gregorio para cuerdas, Benkos Bio-ho, serie episódica para clarinete y piano, dos ciclos de Canciones onomatopéyicas guajiras y Canciones sobre poemas de León de Greiff, entre otras. Blas Emilio Atehortúa (Medellín, 1933), investigador, arreglista, director, educador, gran divulgador y funcionario administrativo, formado en el Instituto de Bellas Artes de su ciudad natal, en el Conservatorio Nacional de Música y en el exterior -Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires e Instituto de Educación Internacional de New York, entre otros-, es uno de los creadores más conocidos fuera y dentro del país en los terrenos de la música más actual. Con una obra original como ninguna, de gran variedad y recursos, su producción ha evolucionado desde el neoclasicismo con referencias nacionalistas y americanistas, hasta el tardo-romanticismo y el eclecticismo, pasando por miradas a las

7 formas barroca, clásica, romántica, serial y electroacústica. Sobresalen la ópera infantil Un sueño de Liliana, las cantatas profanas Cantico della Creatura, Apu Inka Atawalpaman, Elegía a un Hombre de Paz y Un Requiem de los Niños, las partituras orquestales Tríptico, Obertura simétrica, Estudios sinfónicos, Diagramas, Canticum et Epicedium, Sh'ma Deuteronomio 6-4, Invenciones sinfónicas, Cinco Piezas a Béla Bartók, el poema sinfónico Simón Bolívar, la pieza Syrima 1 -sonidos electrónicos-, sendos homenajes a Bach, Vivaldi, Frescobaldi, Mozart y Haydn, varios trabajos concertantes para timbales, piano, violín, viola, percusiones, y muchísima música de cámara, vocal y para cine. Otros compositores menos revolucionarios, que han desarrollado otras áreas de la música, han permitido conocer desde su obra contemporánea interesantes visiones de la tradición occidental: Pérez González, Ramírez Sierra y Aragón. Rodolfo Pérez González (Medellín, 1929), formado también en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, con cursos de especialización en España y Estados Unidos, se ha desempeñado como docente, investigador, transcriptor, director de coros y animador de empresas musicales en Antioquia. Entre sus creaciones sobresalen la ópera El inspector, el Salmo Miserere, el ciclo vocal Tierra de promisión, música de cámara y una abundante producción coral bajo el nombre genérico de Canciones. Álvaro Ramírez Sierra (Cali, 1932 - 1991), alumno del Conservatorio de su ciudad natal, hizo estudios superiores en Boston (Estados Unidos), brilló como pedagogo y teórico. En su labor compositiva hay sugerencias claras de nacionalismo: las suites orquestales Caucanas y La cosecha, los poemas sinfónicos El Valle de Lili y El filtro embrujado, un Estudio sinfónico, el Concertino para piano, timbales y orquesta de cuerdas, la pieza camerística Cantos a mi tierra, además de varias obras vocales y religiosas. Alfredo Aragón (Cali, 1935), formado también en los Conservatorios de Cali y Bogotá, en los últimos años ha desarrollado una interesante carrera como esperantista y músico en Rio de Janeiro (Brasil). Es autor de Tres Canciones para flauta y orquesta, un Septimino, dos Cuartetos para cuerdas, Kajbal para piano, Variaciones y fuga para quinteto mixto, Díptico veredal para violín y piano, Kune para tenor y orquesta, Jubilea Meso para solistas vocales, coro y orquesta, Viaje al Astral para violín y orquesta y Homenaje. Un cuarteto de creadores integra una verdadera avanzada en la experimentación musical y en el uso de las más nuevas técnicas en la moderna música colombiana: Pinzón Urrea, Borda, Rendón y Zumaqué. Jesús Pinzón Urrea (Bucaramanga, 1928), director de orquesta y educador, exclusivamente formado en el país, sus vanguardistas composiciones evidencian una permanente búsqueda de sonoridades y nuevos efectos tímbricos y acusan fuentes de inspiración en las expresiones indígenas del sur y oriente del país y en las comunidades negroides y mestizas de otras regiones colombianas; así mismo, sin inhibiciones ha mezclado formas contemporáneas con estilos de reminiscencias clásica, barroca y romántica europeas y ha creado una novedosa forma de escritura musical gráfica -o línea sonóptica-. Es autor de una muy amplia producción: las partituras orquestales Estudio, Estructuras, Tripartita, Disertación Filarmónica, Movimiento y Variantes sinfónicas, el ballet Rito Cubeo, el coro Ñeé Iñati, las obras sinfónico-vocales Cantata por la paz, La revolución de los comuneros, Goé Payarí, Relato de Sergio Stepansky y Bico Anamo, varias Rítmicas para percusiones, sendos Conciertos para trompeta, para viola, para piano y para timbales, fuera de muchísimas obras camerísticas, corales y orquestales. Germán Borda Camacho (Bogotá, 1935), pedagogo, crítico musical y divulgador, se formó casi integralmente en Viena, junto a Alfred Uhl. Es autor de una vasta obra, personal, íntima y refinada, que suele ser vinculada impropiamente al expresionismo vienés de principios del siglo XX, pero que está basada en la estructura como eje central, escrita en un lenguaje deliberadamente no convencional: varias series de Microestructuras para instrumentos solistas, cuerdas y agrupaciones orquestales diversas, un Homenaje a Borges, Cuatro piezas sobre En busca del tiempo perdido de Proust, Introducción y Allegro Americano para percusiones, algunas partituras concertantes, media docena de Orquestales, dos óperas y abundante música camerística, vocal e incidental. Guillermo Rendón García (Manizales, 1935), director, educador, investigador y teórico, inició estudios musicales en su ciudad natal -fue discípulo de Ramón Cardona- y los siguió en Argentina, Brasil y Alemania. En su obra se

8 descubren modernas tendencias politonales, polirrítmicas y aleatorias, en muy diversas posibilidades, buscando combinaciones y efectos nuevos; su labor se ha extendido a las disciplinas humanísticas, literarias, antropológicas y de investigación científica. Algunas de sus obras son Cali sinfonía, Módulos, El templo blanco y Jardín de los Dioses para orquesta sinfónica, Cuarteto, Grabado de Annabella Geiger, Ii Ie (Paso de las sombras), Rijubicanto (Eclipse de luna), Earth (Planeta Tierra), Serkan Ikala, Pentamorfosis en marrón y argenta, Bipartita, Juegos florales y Ciclo del exilio para diversos grupos de cámara, Ritmos tonales y politonales para piano, las piezas vocales Remanso de la luz, Oráculos y Bucólicas, fuera de abundante música incidental, coral y otros géneros. Francisco Zumaqué (Cereté, 1945), director de orquesta, arreglista y pedagogo, tras comenzar su formación en Colombia (Cartagena de Indias, Medellín y Bogotá), se trasladó a París y allí fue uno de los últimos discípulos de Nadia Boulanger y tomó cursos con Pierre Schaeffer y Olivier Messiaen. En los últimos años ha trabajado en Alemania, experimentando con música electrónica en la Radio de Colonia. Su obra está inscrita dentro de un lenguaje nuevo, original y aleatorio, que mira con especial interés hacia su natal región caribeña y su música tradicional. Sus trabajos funden los hallazgos más modernos de la música contemporánea a las más íntimas expresiones populares de su terruño (Cumbiamba, Macumbia, Porro novo, Ciclus, Sinú, Fandango y Son de mi gente), y a las expresiones indígenas americanas (Zynuth, Cantos de Mescalito, Urutí, Onomá, Nubaco, Ipayumaca). Dueño de una gran versatilidad, suyos son también la ópera Simón, los ballets El Gran Lengua y Música para una cosmogonía, el Oratorio por la Paz, una Missa sacerdotalis, la pieza orquestal 1492 Génesis y numerosísimos arreglos para sinfónica de piezas populares de compositores costeños. Un interesantísimo trabajo de propuestas musicales en las más modernas técnicas -que aún no se conoce ni estudia con seriedad- fue iniciado en la década de los sesenta por tres compositores temprana y lamentablemente desaparecidos cuando aún se esperaba mucho de ellos: Nova, Estrada y Vanegas. Jacqueline Nova (Gante, Bélgica, 1935 - Bogotá, 1975), alumna del Conservatorio Nacional de Música de Bogotá, posteriormente fue discípula de Alberto Ginastera, Luigi Nono, Francisco Kroepfl, Gilberto Ami, Gerardo Gandini y Cristóbal Hallfter en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Torcuato di Tella, en Buenos Aires (Argentina). Poseedora de una muy sólida técnica, como pionera se interesó por las nuevas sonoridades y la música electrónica. Autora de 12 móviles para dos grupos de cámara, Asimetrías, Resonancias, Metamorfosis III, Oposición-fusión, Cantos de la creación de la tierra, Omaggio a Catullus, Hiroshima, además de varias piezas pianísticas, algunas Canciones y abundante música de cámara, para cine y para la escena. Lucas Estrada (La Unión, 1938 - New York, 1981), después de iniciar su formación en los Conservatorios de Cali y de Bogotá, estudió en los Estados Unidos e Italia, donde fue alumno privado de Carlos Suriñach y Julián Orbón (en New York), y Franco Donatoni y Luigi Dallapicolla (en la Accademia Musicale Chigiana de Siena). Es autor de una trilogía de óperas de cámara de contenido cristiano -La muerte no es un cuento de hadas, El gran viaje y Esteban-, una colección de Canciones, algunas Piezas para piano, abundante música incidental para teatro y cine -Bellas Artes y Cali, ciudad de América-, y varios experimentos con elementos electroacústicos a los que llamó Poemas. Marco Aurelio Vanegas (Bogotá, 1942 - Sibaté, 1984), también iniciado en el Conservatorio Nacional de Música y especializado en el Instituto Torcuato di Tella de la Argentina, fue uno de los primeros creadores colombianos que se internó con fortuna por los caminos del dodecafonismo y el atonalismo. Es autor del poema sinfónico Sereno Clasical Campesino y de Preludio, Interludio y Final para orquesta, Estampas (Montañas, Llanuras, Fuentes) para orquesta de cuerdas, Tres preludios breves para conjunto de cámara, un Cuarteto de cuerdas, un Concierto para piano, sendas Sonatas para violín y para viola con piano, Tres piezas para oboe y piano, además de abundante música vocal y camerística. Un último grupo de compositores colombianos, integrado por Torres Zuleta, Mesa, Yepes, Nasi y Barrera, todos nacidos en la década final de la primera mitad del siglo, ha presentado una obra desigual en logros estéticos, plena de búsquedas e inquietudes, expresando y sintiendo sus ideales estéticos en muy diversos lenguajes, tradicionales y modernos, desde el paisaje nativo hasta el texto y el poema, desde la reminiscencia clásica hasta la abstracción completa.

9 Luis Torres Zuleta (Bogotá, 1941), formado también en el área de la filosofía y las letras, su robusta obra se deja impresionar por estas disciplinas humanísticas. Se destacan Díptico para cuarteto de cuerdas, Tres cantos para soprano y orquesta, Variaciones para flauta y órgano, Motivos colombianos para piano a cuatro manos, Intervenciones para quinteto de vientos y piano, Impronta, La trova paralela, Tríptico y Movimiento sinfónico para orquesta y sendas partituras Concertantes para clarinete, para trompa y para cello. Sergio Mesa (Medellín, 1943), pianista y pedagogo, también dedicado a la psicología, en los últimos años ha presentado algunas obras de gran interés: Cinco trazos y Estratos y convergencias para orquesta, Premoniciones para quinteto de vientos, Sonata para clarinete y piano, Diferencias para trompeta, piano y percusión, Episodios para corno inglés y piano, la música incidental para Medea y varias Canciones. Gustavo Yepes (Yarumal, 1945), directivo musical, pedagogo, director, arreglista y pianista, en su obra se destacan el Requiem-trío para violín, piano y bajo cantante, Selecciones orquestales de la Ópera de Tres Centavos de Kurt Weill, Doce Canciones Corales sobre textos de León de Greiff, fuera de innumerables Versiones Corales de la música tradicional de los Andes colombianos. Mauricio Nasi (Bogotá, 1949), organista, pianista y arpista, su labor compositiva -en un lenguaje libre de vanguardiascubre varios géneros: algunas Sinfonías, varias Toccatas, Berceuses y Fantasías para diversas formaciones instrumentales, música religiosa, vocal y camerística. Euclides Barrera (San Gil, 1949), arreglista y docente, su corto catálogo está integrado por las piezas orquestales Tema y variaciones, El camino de la transfiguración y El cañón del Chicamocha, las páginas camerísticas Iridiscencia y Día de campo y algunos arreglos para grupos de cámara de obras pianísticas y sinfónicas de otros compositores académicos de Colombia. 3. Los Nuevos Los miembros de la generación de compositores nacida en la segunda mitad del siglo, cuya labor creativa se ha conocido sólo parcialmente en los últimos años dentro y fuera del país, por su presentación en festivales, concursos, homenajes, conciertos o hacerse acreedores a premios, dentro y fuera del país, merece por lo menos ser enumerada. Entre todos ellos, por diversas circunstancias, así, por ejemplo, su inclusión en los conciertos del Ciclo de Compositores Jóvenes Colombianos patrocinados por el Centro Colombo Americano de Santafé de Bogotá y en la serie discográfica Clásicos Colombianos siglo XX, es necesario comentar algunos nombres y obras. Guillermo Gaviria (Bogotá, 1951) y Andrés Posada Saldarriaga (Medellín, 1954), formados musicalmente en sus ciudades natales, culminaron sus estudios superiores en New York. A su regreso al país, han dedicado sus esfuerzos a la docencia y a la creación; son fundadores de la Asociación Colombiana de Compositores, y han representado al país en diversos eventos internacionales. Dueño de una breve producción, Gaviria es autor de En el segundo tono y Malagma para orquesta, Kaireneuma y Cumbamcú para ballet, MD 9986 y Gaisa -música electroacústica-, además de varias obras camerísticas. Posada Saldarriaga posee un vasto catálogo en muy variados géneros, del cual se destacan la Obertura para un concierto y Eventos móviles para orquesta, la Sonata Estival para grupo de cámara mixto, el Dúo rapsódico con aires de currulao para violín y piano, la Elegía Primera para coro mixto y piano, La Creación para contralto y grupo de cámara mixto, la Cantata al Miedo para coro mixto y guitarra, Signos para tenor y piano, y Catenaria para cinta magnetofónica. Eduardo Carrizosa (Bogotá, 1953) y Alberto Guzmán (Santa Rosa de Cabal, 1953), además de la composición y de la pedagogía, se han dedicado con notable éxito a la dirección de orquestas, bandas y masas corales. Mientras Carrizosa se destaca como director orquestal con gran preferencia hacia las creaciones colombianas -de las que es disciplinado investigador y continuo restaurador- y latinoamericanas contemporáneas, Guzmán es autor de un

10 catálogo aún en crecimiento, en el que sobresalen Aluna y Lúdico para banda sinfónica, Calicanto, Sueño Calima y Estudio para orquesta, el ballet Remedios, música camerística y algunos trabajos corales originales y en arreglos. *** Rodolfo Ledesma (Cali, 1954), Jaime Torres Donneys (Cali, 1955), dedicado simultáneamente a la creación literaria, es autor de América para gran orquesta, coro y declamador, Arsis por la vida para contralto y piano, Tonos sinfónicos, música incidental para teatro y varios arreglos para orquesta. Luis Pulido (Bogotá, 1958), comenzó sus estudios en la capital del país y los culminó en Italia. El primero continúa explorando nuevos lenguajes en la tradición y el segundo experimenta abiertamente con el serialismo y demás idiomas contemporáneos. Traslación, para sinfónica (1999) Jairo Restrepo (Valencia, Venezuela, 1953), Jorge Velosa (Cali, 1953), Gustavo Adolfo Lara (Bogotá, 1955), Héctor Hidalgo (Armenia, 1955), Mauricio Bejarano (Bogotá, 1955), Mauricio Bechara (Bogotá, 1957), Fabio Fuentes (Bogotá, 1957), Roberto García (Bogotá, 1958), Mauricio Lozano (Bogotá, 1958) y Andrés Sánchez Angarita (Bucaramanga, 1960), contrabajista y guitarrista, autor de la páginas sinfónicas Tierras olvidadas y Atardecer (1999) Luis Fernando Franco (Medellín, 1961), Gustavo Parra (Ipiales, 1963), docente, instrumentista y director, es autor de Sat-up y Abejas para orquesta sinfónica, la Cantata Simón Bolívar, y varias piezas camerísticas, corales y vocales. Guillermo Carbó Ronderos (Barranquilla, 1963), tras iniciar su formación en el Conservatorio Nacional de Bogotá, hizo estudios en Boston y París. Entre sus obras, destacan Fantasía, Trípode, Ensayo para orquesta y Cordales 11. Germán Toro (Bogotá, 1964), formado en Bogotá y Viena, suyas son las partituras Seis fragmentos para flauta sola, Drama em gente para quince instrumentistas y seis voces, Azogue para dos grupos orquestales, Light, Earth and Blue, Homenaje a Mark Rothko para orquesta de cuerdas, Fantasía para dos pianos y Cuarteto de arcos, entre otras. Juan Antonio Cuéllar (Bogotá, 1966), pianista y educador, ha sido reconocido por sus obras Ficción para orquesta, Fanfarria para quinteto de cobres, Psalmo Quarto para coro mixto y piano y Trío op. 8 para violín, viola y cello. Diego David Vega (Bogotá, 1968), pianista y pedagogo, suyas son la Sinfonía en un movimiento, la Misa de Pentecostés, la Sonata para piano y clarinete y la Suite para cuarteto de maderas; Juan Carlos Marulanda (Bogotá, 1970), ha sido galardonado por sus obras Cuatro abstracciones para cobres y Claves para sexteto de percusión.

11 Luis Guillermo Quijano (Medellín, 1970), violinista y director, ha sido premiado por sus obras Desposorios místicos y Cuatro piezas para cuarteto de cuerdas. Omaira Abadía Rey (Bogotá, ?), Ana Torres (esposa del guitarrista uruguayo Eduardo Fernández) (Bogotá, 1961) (1001 caras, para guitarra) Claudia Calderón (Palmira, 1959), Alba Lucía Potes (Cali, 1960 ?), Pilar Gardner (Bogotá, 1960), Amparo Ángel, Maria Claudia Tamayo (Bogotá, 1961), Catalina Peralta (Bogotá, 1963), Ivonne Caicedo (Cali, 1975 ?), Alba Fernanda Triana (Bogotá, 197 ?) y Ana María Romano (Bogotá, 1971) (Tres piezas alrededor del silencio y Juglares), todavía como una minoría, integran un grupo de mujeres compositoras, con diferentes tendencias estilísticas, que deja a un lado el papel convencionalmente asignado e intenta realizar un arte musical nuevo e importante, libre de discriminaciones y paternalismos. Por último, quizás olvidando varios nombres merece enumerarse el grupo de creadores musicales más jóvenes de Colombia -muchos de los cuales aún estudian composición, dentro y fuera del país-. Este numeroso grupo, que no permite una asociación estilística o una referencia geográfica o generacional específica, está integrado, entre otros, por Juan Reyes (Bogotá, 1962), Carlos Gómez (Bogotá, 1963), Miguel Angel López (Bogotá, 1964), Ricardo Arias (Bogotá, 1965), Roberto García Piedrahita ( - ), música electroacústica (Del Verbo) César Augusto Zambrano (Pasto, 1966), Mauricio Bejarano ( - ), electroacústicas (Jaguar, premiada en Francia en 1995) Jairo Serrano (Bogotá, 1968), Julio Reyes (Cúcuta, 1969), Ecos y resonancias (1994), Choi Jung (1996) Rodolfo Acosta Restrepo (Bogotá, 1970), Cuarteto de cuerdas No. 1 (1997), Wind (1998) para quinteto de vientos. Solamente la partitura general. Johann Hassler (Medellín, 1972). Karol Vásquez Castañeda (Cali, 1975 ?) Trance # 1 para flauta y violín Jazz HECTOR MARTIGNON Héctor Martignon nació en Bogotá. Su padre es uno de los libreros más reconocidos de la ciudad, pero a él no le llamaban la atención las obras de Shakespeare, sino las fugas de Bach. Por eso decidió estudiar piano clásico en la Hochschule für Music de Freiburgo en Alemania, realizó talleres con Karlheinz Stockhausen y Luigi Nomo y adelantó estudios de música contemporánea con Cornelius Schwer. Cuando aprendió todo lo que había que aprender, dejó todo lo aprendido a un lado y se dedicó a hacer su propia música. Sus primeros trabajos independientes estuvieron en el Jazz, alternando a veces con las figuras norteamericanas que visitaron Alemania. Luego incursionó en el Jazz Latino, pero terminó aburrido con los moldes tradicionales del género e incluso con su nombre. Latin Jazz no es una denominación de su preferencia. Martignon piensa, como Michael Camilo, que sería preferible llamarlo El Rítmo del Tercer Mundo, aquello que rescata la sonoridad caribeña con elementos modernos. Y precisamente buscando esa sonoridad se encontró con el saxofonista Raul Gutiérrez, quien lo llamó para que integrara el grupo Irazú. Martignon debía reemplazar al pianista colombiano Eddie Martínez, lo que consiguió con creces y asombrando al público. A finales de los ochentas, Irazú se había convertido junto a Conexión Latina, en el grupo musical caribeño más importante de Europa. Gracias a su mediación, su hermano César también integró la banda que tocaba Jazz y rítmos antillanos. En 1990, Hector trasladó su residencia a Estados Unidos, creando allí el conjunto Latin New York Band, lo que le permitió entrar de lleno al mundo de la Salsa. La habilidad que desplegaba en su piano hizo que a los pocos meses pudiera tocar en grabaciones y conciertos para cantantes como Celia Cruz, Ismael Quintana y Pete "El Conde"

12 Rodríguez, además de ser invitado como acompañante de los percusionistas Ray Mantilla, Daniel Ponce y Ray Barretto. Fue con Barretto precisamente que Martignon conoció a sus dos futuros socios, quienes estaban vinculados a la orquesta del llamado "Manos Duras". Uno era japonés, había estudiado en Berkeley y tocado en la Orquesta Sinfónica de Colombia bajo la dirección de Francisco Zumaqué. Se llama Satoshi Takeishi. El otro era colombiano y a diferencia de su colega, había pasado de la Salsa a la música clásica, tras un trabajo previo con Eddie Palmieri y Nestor Torres y uno actual en la Sinfónica de la Universidad de Yale. Se llama Jairo Moreno. 5. Compositores extranjeros Durante el siglo XX varios músicos foráneos han aportado con sus obras y su labor como educadores a no pocas generaciones de músicos colombianos: De Lima, Tena, De Zulategi, Biava, Simar, Roots, Rosa, Jachino y Gómez Vignes. Emirto de Lima (Curazao, Antillas Holandesas, 1890 - Barranquilla, 1972), compositor, pianista y musicógrafo, se interesó notablemente en los ritmos folclóricos de la costa caribeña y de la zona andina de Colombia, y los utilizó en su creación original, plena de romanticismo. Se conocen sus Evocaciones, Impromptus y muchas más piezas para piano, un ballet, una opereta, música de cámara, vocal y religiosa. José María Tena (Zaragoza, España, 1896 - Medellín, 1951), director de orquesta y especialista en obras escénicas, desde su llegada al país hacia 1930, bajo su batuta estuvieron varios conjuntos de emisoras, y como pionero tuvo la constante preocupación de estudiar e instrumentar para gran orquesta los aires tradicionales colombianos. Destacan en su abundante producción varias zarzuelas, las piezas orquestales Suite colombiana, Estampa criolla y Capricho colombiano, algunas obras vocales de gran mérito -entre ellas No me vuelvas a llorar, Cuando llegaste tú, Quiéreme y Romance de la niña negra- y casi un centenar de partituras breves escritas en los ritmos vernáculos como Buganvil, El Traviesco y Noches del Tolima-. Luis Miguel de Zulategi y Huarte (Pamplona, País vasco español, 1898 - Medellín, 1970), organista, pedagogo, crítico, transcriptor y musicólogo, poseedor de una muy sólida formación musical y humanística obtenida en su tierra natal, se radicó en Colombia desde 1924. Interesado por el folclor colombiano, estudió profundamente sus características formales, compuso varias obras originales sobre estos temas, rescató para la posteridad abundante música inédita de autores colombianos y realizó arreglos sinfónico-corales de piezas tradicionales bien conocidas. Entre sus trabajos sobresalen una Misa de Requiem (1956), una Sonata para violín y piano (1938), las partituras orquestales Fantasía colombiana (1941), Los de Cachipay (1949), Caribianas (1951), Ay mi neguita d'Uribia (1948) e Invitación al bambuco (19531), varias canciones, obras corales y piezas para piano. Pedro Biava (Roma, Italia, 1902 - Barranquilla, 1972), clarinetista, pedagogo, director y animador de empresas musicales en la costa caribeña de Colombia, dejó un abultado catálogo de obras camerísticas, vocales, corales y orquestales, en los géneros profano y religioso, en el cual muestra su gran vena lírica y su gran interés por la expresión nacionalista. Destacan la fantasía orquestal Motivos colombianos (1951), el oratorio Las siete palabras de Cristo (1934) y varias Canciones para voz y piano. León J. Simar (Lieja, Bélgica, 1909 - Cali, 1983), compositor, director y pedagogo, Prix de Rome en 1937, se residenció en Colombia desde 1949, desarrollando una importantísima labor en Cali. Suyas son valiosas obras de cámara (Suite para violín y piano), algunas partituras corales (Valle y Camino de Belén), la cantata dramática Requiem para Don Cualquiera (1963) y las piezas orquestales Los cuentos de la abuelita, Danzas sinfónicas (1951) y Sinfonía Breve. Olav Roots (Uderna, Estonia, 1910 - Bogotá, 1974), director, pedagogo y pianista, una de las más importantes figuras de la música colombiana en el siglo, por haber sido el animador de la Orquesta Sinfónica de Colombia en su “Época de Oro” -por cerca de un cuarto de siglo-, de la Sociedad Coral Bach y de otras instituciones, siendo los años más brillantes de la vida musical de Colombia en este siglo. Como compositor, dejó un pequeño catálogo integrado por

13 Variaciones y Passacaglia y una Sinfonía, la Secuencia del Solitario (Homenaje a León de Greiff) para solistas vocales, coros y orquesta, varias Canciones y Meditación y rondó para piano. Andrés Rosa (Avigliano, Italia, 1911), sacerdote salesiano, educador, director y organista, establecido en Colombia desde 1929, ha escrito numerosas obras teóricas y en parte de su producción musical se interesa por los aires típicos de su país adoptivo, como en el Capricho colombiano para quinteto de maderas y la Guabina de concierto; suyos son también dos oratorios, una cantata, doce operetas, abundante música religiosa y camerística, fuera de varias piezas concertantes. Carlo Jachino (San Remo, Italia, 1889 - Roma, 1971), pedagogo y funcionario administrativo, fue por algunos años director del Conservatorio Nacional de Música; uno de los primeros dodecafonistas de su país, produjo en Colombia varias obras importantes, como dos Conciertos para piano, un Concierto para violín, Piezas dodecafónicas, Preludio di Festa y Preludio y fuga para piano. Mario Gómez Vignes (Santiago, Chile, 1934), pedagogo y director, ha sido uno de los más destacados educadores musicales de Colombia en la segunda mitad del siglo. Como autor, posee una extensa producción en todos los géneros, en la que se destacan Sketch para orquesta de cámara, Concerto grosso, Metamorfosis sinfónica de un intervalo de segunda, Cuatro Microelegías, Danzas concertantes, Trenodia del cautiverio, Sinfonía, Cantata breve, varias obras concertantes e incidentales y otras interesantes páginas camerísticas, electrónicas, pianísticas, vocales y corales. B. LA VIDA MUSICAL La vida musical de Colombia en el siglo XX ha girado alrededor de los Conservatorios y Escuelas Superiores de Música, de los grupos orquestales, vocales, de cámara, de los solistas instrumentales y de los cantantes. A continuación, una mirada suscinta a todas estas instituciones y personas. 1. Conservatorios y Escuelas de Música La principal institución de educación musical superior en Colombia es el Conservatorio Nacional de Música descendiente de la antigua Academia Nacional de Música de Bogotá, fundada en 1882-, y que hoy se llama Departamento de Música de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Desde su fundación, esta entidad ha sido el sitio de donde han egresado casi todos los compositores e instrumentistas que han actuado en el país. Entre las Escuelas de Música de otras ciudades del país son dignas de mención el Conservatorio Antonio María Valencia de Cali; el Instituto de Bellas Artes de Medellín y el Conservatorio -hoy Escuela de Música de la Facultad de Artes- de la Universidad de Antioquia; el Conservatorio de Música del Tolima en Ibagué; el Conservatorio de Música de la Universidad del Atlántico en Barranquilla; el Instituto Musical de la Universidad de Cartagena; el Conservatorio de Música de la Universidad del Cauca de Popayán; la Escuela Superior de Música de Tunja; las Escuelas de Música de Pasto, de Bucaramanga y de Neiva; el Conservatorio de Cúcuta; el Conservatorio de Música de la Universidad de Caldas en Manizales y el Conservatorio de Música Pedro Morales Pino de Cartago (Valle). 2. Orquestas, grupos de cámara y coros Se hace un breve enumeración de los más importantes grupos orquestales, camerísticos y corales de Colombia en el siglo XX. La Orquesta Sinfónica de Colombia -descendiente directa de la Sociedad de Conciertos Sinfónicos del Conservatorio, fundada por Guillermo Uribe Holguín en 1910, y de la Orquesta Sinfónica Nacional, organizada en

14 1936- es la orquesta más importante del país; ha sido conducida por Uribe Holguín, Guillermo Espinosa Grau, Jaime León, Gerhard Rothstein, Olav Roots -en su más importante y brillante temporada, por casi 25 años-, Víctor Tevah, André Rieu, Luis Biava, Daniel Lipton, Bruce Morton Wright, Gerald Brown, Simón Blecht, Gustavo Yepes, Alejandro Posada y otros, y ha presentado en el país las más importantes obras del repertorio clásico universal, de compositores universales contemporáneos, latinoamericanos y de autores colombianos. La Orquesta Filarmónica de Bogotá, fundada en 1967, una de las más recias y bien organizadas instituciones musicales de Colombia, ha sido dirigida, entre otros, por Jesús Pinzón Urrea, Jaime Guillén, Jaime León, Carlos Villa, Agustín Cullel, Dmitar Manolov y Everet Lee. La Orquesta Sinfónica Juvenil de Colombia, conducida por el maestro Ernesto Díaz. Con sede en la capital del país, pero con actividades dentro y fuera del país, además de la práctica instrumental, ofrece cursos teóricos y de interpretación con importantes pedagogos. Fuera de las anteriores, en Santafé de Bogotá han surgido y brillado la Orquesta de Cuerdas de la Sociedad Colombiana de Música de Cámara -más tarde llamada Orquesta Colombiana de Arcos-, fundada y dirigida por los violinistas Frank Preuss y Jaime Guillén Martínez, la Orquesta Pro Arte y la Orquesta de la Fundación Filarmónica de Colombia -ambas, hechura del mismo Guillén Martínez-, la Orquesta Olav Roots animada por Manuel Cubides, y sendas orquestas de cámara fundadas y conducidas por los también violinistas Luis Biava, Mario Posada y Carlos Villa. Asímismo, se ha destacado la Orquesta de Cuerdas Colombianas Nogal, bajo la dirección de Luis Fernando León Rengifo. En Medellín han figurado la Orquesta de Cámara del Instituto de Bellas Artes, dirigida por Pietro Mascheroni, la Orquesta Sinfónica de Antioquia animada en diferentes períodos por Joseph Matza, Sergio Acevedo, Jaime León, Alberto Guzmán y Fritz Voegelin, entre otros; la Orquesta Filarmónica de Medellín, conducida por el médico Alberto Correa, y la Orquesta de Cámara de Antioquia, bajo la batuta del pianista antillano Harold Martina. En el Valle del Cauca se han destacado la Orquesta de Cuerdas de Cali, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes -dirigidas por Luis Carlos Figueroa- y la Orquesta Sinfónica del Valle, conducida durante varios años por Gustavo Yepes. En la costa caribeña, por mucho tiempo ha sido núcleo musical la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, dirigida por Pedro Biava y Hans Federico Neuman, y en los últimos años por Moisés Consuegra. En Tunja se ha destacado la Orquesta Sinfónica de Vientos bajo la batuta de Luis Fernando León Rengifo. Entre los grupos de cámara estables que se han organizado en Colombia en el siglo XX, se deben mencionar el Cuarteto de Cuerdas Bogotá -en dos ediciones con diferentes integrantes-, el Cuarteto Rothstein, el Cuarteto Arcos, el Cuarteto de Cobres Bogotá, el Quinteto de Vientos de la Orquesta Sinfónica de Colombia, el Quinteto de las Américas -también en dos grupos de integrantes-, el Trío Uribe Holguín, el Trío Pro Arte, el Grupo Contemporáneo de Bogotá y el Conjunto Colombiano de Música Contemporánea. Entre los grupos vocales y corales del país, los más importantes han sido la Sociedad Coral Varela, la Coral Femenina de la Academia Escobar Larrazábal, la Sociedad Coral Bach -indiscutiblemente el más grande y destacado en repertorio y logros-, el Coro Santafé de Bogotá, el Grupo Ballestrinque y el Coro de la Universidad de los Andes; los Coros del Conservatorio del Tolima en Ibagué; el Orfeón Antioqueño, la Coral Tomás Luis de Victoria, el Estudio Polifónico y la Coral de las Empresas Públicas en Medellín, la Coral El Ruíz en Manizales y la Coral Palestrina en Cali. 3. Solistas y cantantes De la gran cantidad de instrumentistas colombianos que ha dado el país en el siglo XX, se deben destacar el clavecinista de fama mundial Rafael Puyana, a quien ha sucedido generacionalmente Álvaro Huertas, Héctor Montoya y Sergio Posada; los pianistas Lucía Pérez, Tatiana Gontscharova, Harold Martina, Blanca Uribe, Teresita Gómez, Helvia Mendoza, Mireya Arboleda de Cruz, Elvira Restrepo de Durana, Mary Fernández de Bolduc, Rosalía Cruz de Buenaventura, Mercedes Cortés, Beatriz Acosta, Pilar e Inés Leiva, Pablo Arévalo, Karol Bermúdez, Cecilia Casas, Angela Rodríguez, Eduardo de Heredia, Andrés Linero, Ruth Marulanda, Enrique Arias Pérez, Aura Moncada, Jaime

15 León, Luis Carlos Figueroa, Martha Emiliani, Fanny Peñaranda, Maria Cristina Vásquez y Clara Correa; los organistas Simón Galindo y Rodrigo Valencia Moreno; los violinistas Luis O. Biava, Frank Preuss, Carlos Villa, Jaime Guillén, Eduardo Berrío, Mario Posada, Mauricio Cristancho, Ruth Lamprea, Isabel O'Byrne de Bieler, Domingo Tomás y Adrián Chamorro; el violista Ernesto Díaz; los violonchelistas Ernesto Díaz Mendoza y Luis Molina; los contrabajistas Hernando Segura y Pablo Arévalo; la arpista Marina Becerra; los flautistas Óscar Álvarez, Luis Becerra y Darío Montoya; los clarinetistas Roberto Mantilla y Jairo Peña; el saxofonista, clarinetista y flautista Gabriel Uribe García; los trompistas Efraim Zambrano y Luis Pérez, y el timbalista Antonio Becerra. Entre los más importantes cantantes de Colombia en el siglo, sobresalen Luis Macía, Luiscarlos García, Alba del Castillo, Evelio Pérez, Carmiña Gallo, Martha Senn, Sofía Salazar, Marina Tafur, Álvaro Guerrero, Luis Dueñas Perilla, Jorge López Palacio, Alejandro Ramírez, Francisco Vergara, Leonor Riaño de Hernández, Julia Ballesteros, Elvira Garcés, Silvia Moscowitz, Fabio Yepes, Emilia Arciniegas, Manuel Contreras, Alejandro Correa, Elsa Gutiérrez, Aureliano Hernández, Gerardo Arellano, Lía Montoya, Carlos Julio Ramírez, Ana Price, Orlando Rengifo y Zoraida Salazar. Por último, una mención de los más destacados musicógrafos, críticos, comentaristas, investigadores e historiadores de la música en el país: Daniel Zamudio, Harry C. Davidson, Otto de Greiff, Andrés Pardo Tovar, Jesús Bermúdez Silva, José Ignacio Perdomo Escobar, Luis Antonio Escobar, Egberto Bermúdez, Ellie Anne Duque, Susana de Friedmann, Hernando Caro Mendoza, Mario Gómez Vignes, Rafael Vega Bustamante, Manuel Drezner, José Ignacio Libreros, Jesús Pinzón Urrea, Manuel Zapata Olivella y Guillermo Abadía Morales, entre otros. BIBLIOGRAFÍA O. ALVIAR, Puertas para la música, entrevista a Guillermo Gaviria, Revista Gaceta de Colcultura, # 13, mayo-junio 1992 - I. ARETZ (Relatora), América Latina en su música, 5a. ed., Bogotá, Siglo XXI, 1985 - C. BARREIRO ORTÍZ, Notas para los cuadernillos de las audiciones del Ciclo de Compositores Colombianos y Norteamericanos, Santafé de Bogotá, Centro Colombo Americano, 1981-1996 - G. BÉHAGUE, La música en América Latina (Una Introducción), Caracas, Monte Ávila, 1983 - H. CARO MENDOZA, La música en Colombia en el siglo XX, en Nueva Historia de Colombia, vol. VI, Bogotá, Planeta, 1989 - O. DE GREIFF Y OTROS, Olav Roots, trayectoria artística, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1974 - E. A. DUQUE, La cultura musical en Colombia, siglos XIX y XX, en Gran Enciclopedia de Colombia, Temática, vol. 6 Arte, Santafé de Bogotá, Círculo de Lectores, 1993 - G. ESPINOSA GRAU Y OTROS, Compositores de América, Washington, Unión Panamericana, 1955-1973 - FONOTECA, Archivo Sonoro de Compositores Colombianos, Radiodifusora Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá - INSTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA, Compositores colombianos, Vida y Obra, Catálogo # 1, Santafé de Bogotá, Centro de Documentación Musical, 1992 - C. IRIARTE, B. YEPES CHAMORRO, L. C. RODRÍGUEZ Y OTROS, Voces escogidas sobre compositores colombianos, Diccionario Enciclopédico de la Música Española e Hispanoamericana, Madrid, Sociedad General de Autores de España, 1996 - O. MAYER-SERRA, Música y músicos de Latinoamérica, dos tomos, México, Atlante, 1947 - C. ORTEGA RICAURTE, Contribución a la bibliografía de la música en Colombia, en UN. Revista de la Direción de Divulgación Cultural, # 12, agosto 1973, pp. 83-255 - A. PARDO TOVAR, La cultura musical en Colombia, Historia Extensa de Colombia, vol. XX, tomo 6. Bogotá, Lerner, 1966 - J. I. PERDOMO ESCOBAR, Historia de la Música en Colombia. Bogotá, Plaza y Janés, 1980 - L. C. RODRÍGUEZ, Textos escogidos sobre compositores colombianos, Suplemento Dominical El Colombiano, Platea 33, Revista Universidad de Antioquia, 1989-1996 - J. ROZO CONTRERAS, Memorias de un músico de Bochalema, Cúcuta, Imprenta Departamental, 1960 - H. ZAPATA CUÉNCAR, Compositores colombianos, Medellín, Carpel, 1962.