Celeste, La Gata Hacendosa (Cuento)

Celeste, la gata hacendosa - ¡Hola! ¿Con quién hablo? – pregunta Luli cada vez que suena el teléfono. Entonces Celeste d

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Celeste, la gata hacendosa - ¡Hola! ¿Con quién hablo? – pregunta Luli cada vez que suena el teléfono. Entonces Celeste deja de jugar con su madeja de lana y se acomoda al lado de la niña. ¡Parece tan lindo hablar por teléfono! Y si suena el triin del timbre, Luli va a abrir con mucha cortesía. Y por supuesto, Celeste mira cuidadosamente cómo quita el pasador y luego hace girar el picaporte. ¡Parece tan lindo abrir la puerta! Los días de lluvia, Luli no juega en el jardín, sino que arregla los cajones: en uno, guarda los pañuelos, en otro, los guantes y en otro lo que empieza con “A”: candados, alfileres y globos (hay que ver que Luli no sabe escribir ni leer). Y mientras ella ordena, Celeste la observa suspirando. ¡Parece tan lindo ordenar cajones! Pero aquella mañana, Luli tomó su carterita y dijo: - Hasta luego, Celeste. Me voy a casa de Mariana. Celeste pensaba hacer su siesta de la mañana, cuando sonó el teléfono. La gatita adelantó sus garras y descolgó el auricular, tal cual hacía Luli. - ¿Hola, Luli? Habla Susana… ¿No podrías decirme cómo puedo estar más linda? – Miau – respondió Celeste. – ¡Ah! ¡Ya entiendo! ¡Debo lavarme la cara todos los días como los gatos! ¡Gracias, Luli! – Exclamó Susana. Celeste sonrió encantada. ¡Ahora sí que podría hacer su siesta del mediodía! Pero en eso se escuchó el triin del timbre. La gatita con sus garras corrió el pasador y movió el picaporte, igual como lo hacía Luli… - ¡Hola, Luli! Tengo un montón de paquetes y no puedo verte… pero acá te traigo a Horacio para que lo cuides. ¡Muchas gracias! – dijo Graciela. Y salió muy rápido, sosteniendo los envoltorios con la nariz. El niño se sentó en el suelo y Celeste le alcanzó el álbum de fotos. ¡Cómo se reía Horacio mirando los bigotes del abuelito! -

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Ahora sí que podré hacer mi siesta de la tarde – exclamó Celeste. Mas en eso oyó la voz de mamá: - ¡Luli…Luli..! por favor, ¿me traes mis guantes? Celeste fue al cajón donde Luli guardaba los guantes y mordiéndolos apenas, los colocó sobre la cama de mamá. Gracias, Luli – dijo la mamá, apurada por salir. Bueno…ahora me voy a dormir de una vez – maulló Celeste, fatigadísima. Y se acomodó muy satisfecha en el sillón y empezó, cr, cr, cr, a roncar.

Cuando regresó Luli, encontró tres regalos: uno de Susana, otro de Graciela y otro de mamá. ¡Había sido amable la querida Luli con ellas! – Pues yo creo que quien se merece un regalo es Celeste – exclamó la niña. Y le obsequió a la gatita un almohadón de terciopelo bordado con el lugar para la cola, ¡y el mapa de los zócalos de la casa con la entrada de la cueva de los ratoncitos! Fin