Castillo, Jose Maria El Seguimiento de Jesus

JOSÉ MARÍA CASTILLO EL SEGUIMIENTO DE JESÚS OCTAVA EDICIÓN EDICIONES SÍGUEME SALAMANCA 2005 A Emilio, María de los

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JOSÉ MARÍA CASTILLO

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

OCTAVA EDICIÓN

EDICIONES SÍGUEME SALAMANCA 2005

A Emilio, María de los Angeles y Venancio, mis hermanos, mis grandes amigos, compañeros de paciencia, de esperanza y de alegría.

Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín © Ediciones Sígueme S.A.u., 1986 CI García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca I España Tlf.: (34) 923 218 203 - Fax: (34) 923 270 563

e-mail: [email protected] www.sigueme.es ISBN: 84-301-1006-2 Depósito legal: S. 1446-2005 Impreso en España I Unión Europea Imprime: Gráficas Varona S.A. Polígono El Montalvo, Salamanca 2005

CONTENIDO Introducción.................................................. 1.

CONTRA EL INMOVILISMO...............................................................

15

El sentido fundamental del seguimiento Cercanía y movimiento Contra el inmovilismo............................................................

15 19 21

1. 2. 3.

2.

3:

¡t

SOBRE LA INVOLUCION y OTROS MALES

29

1. Apertura al futuro.................................................................. 2. El Dios de los nómadas 3. Seguir a Dios.......................................................................... 4. Involución, pesimismo y desesperanza...................................

29 31 35 38

EL DESTINO DE JESÚS

49

l. 2. 3. 4. 5. 6.

49 51 54 56 60 67

¿Imitación o seguimiento?........... Jesús no fue un rabino La llamada de Jesús............................................................... Por el bien del hombre hasta la muerte................................. El destino de Jesús Seguimiento y espiritualidad

LA EXPERIENCIA ESENCIAL...................

1. 2. 3. 4. 5. 6.

5.

9

Cuando la religión divide....................................................... La alienación de la fe............................................................. La clave del seguimiento El encuentro personal Los peligros de la religión...................................................... Conclusión..............................................................................

MíSTICAS y COMPROMISO...

1. 2.

¿Una mística sin compromiso?.............................................. U na conducta que lleva a la muerte

71 71 73 79 82 86 90 91 91 95

3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 6.

7.

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9.

10.

El seguimiento y la cruz Seguimiento y debilidad...... Cuando el seguimiento se hace imposible Seguimiento hasta la muerte Por servir al pueblo................................................................ Para llevarte adonde no quieres............................................. Mística y compromiso............................................................

109 113 116 120 122 123 125

LA VICTORIA SOBRE EL MIEDO

129

1. 2. 3.

129 133 143

La tempestad calmada No tengáis miedo Los disfraces del miedo..........................................................

SEGUIMIENTO y LIBERACIÓN

149

1. 2. 3. 4. 5.

149 154 158 163 168

«Yo soy la luz» «Yo las conozco» La liberación La teología de la liberación El cristiano como rebelde.......................................................

¿QUIÉN LE SIGUE?

173

1. 2. 3. 4. 5. 6.

El modelo oficial de la religión Los que le siguen.................................................................... Los que no le siguen ¿Por qué unos sí y otros no?................................. El evangelio como problema para la Iglesia.......................... ¿Quién le sigue?

173 177 182 185 188 195

UN MENSAJE DE ALEGRÍA...............................................................

197

1. 2. 3.

197 201 208

El talante sombrío de la religión............................................ Un mensaje de alegria............................................................ Seguimiento y comunidad

Los CRISTIANOS y LA UTOPÍA

213

1. 2. 3. 4. 5. 6.

213 218 221 224 227 229

El proyecto de Jesús............................................................... El concepto de utopía Naturaleza de la utopia.......................................................... Función de la utopía. Seguimiento y utopía El talante utópico...................................................................

Conclusión..............................................................................

233

Bibliografía

237

Siglas y abreviaturas

238

INTROPJJCCION

Este libro pretende mostrar y demostrar que el centro, el eje y la clave de la espiritualidad cristiana es el seguimiento de Jesús. Pero aquí ya tropezamos con un obstáculo importante: la espiritualidad es un asunto que resulta extraño para un buen número de individuos; para otros, es una cuestión insignificante, en el sentido más literal de la palabra; y para algunos, hablar de espiritualidad es lo mismo que hablar de un problema, de algo que no está claro, porque plantea serias dificultades. En efecto, sin temor a exagerar, se puede decir que, en el interior del cristianismo, hay grandes sectores de población que no se interesan, ni mucho ni poco, por esto de la espiritualidad. Si no se preocupan ni por ir a misa, ¿cómo se van a interesar por una cuestión más sutil y más complicada, como es el caso de la espiritualidad? Luego están los que van a misa, y hasta seguramente intentan ser buenos católicos, pero no se sienten afectados por el asunto de la espiritualidad. Estas personas generalmente piensan que la espiritualidad no les concierne y más bien creen que eso es cosa de sacerdotes, religiosos, religiosas y similares. Todo esto quiere decir que la espiritualidad no es un asunto popular, no es una cuestión que entra en las preocupaciones «normales» de la gente «normal». Si a un cristiano de a pie se le pregunta, ¿cómo va tu espiritualidad?, lo más seguro es que se sentirá desconcertado por semejante pregunta y no sabrá qué responder. Hasta ese punto la espiritualidad es una cosa ajena y extraña a los intereses y preocupaciones del común de los mortales. Y aquí debo hacer una advertencia: cuando digo que la espiritualidad es una cosa ajena al común de la gente, no me refiero sólo a que esa palabra no es usual; me refiero, sobre todo, al contenido de la palabra, es decir, al hecho de dedicarse asiduamente a cultivar las cosas del espíritu: la vida interior y sus múltiples ejercicios, la práctica de las virtudes, el deseo por buscar la perfección del espíritu, etc., etc. La verdad es que son muy pocas las personas, si exceptuamos la «gente de iglesia», que entienden de eso y se dedican a todo eso. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta, que suelen dar los entendidos en «cosas del espíritu», es que la gente cultiva poco la espiritualidadporque

el egoísmo humano, lafalta defe y las seducciones del mundo impiden, a la mayor parte de las personas, el dedicarse, con seriedad y constancia, a la dura tarea de la propia perfección y santidad. Es decir, según esta explicación, la culpa de que haya tanto desinterés y apatía por la espiritualidad, se debe a la gente, que es egoísta, ramplona y mundana. Yo creo que, efectivamente, en esta explicación hay algo de verdad. Porque nadie va a poner en duda que en este mundo hay mucha gente egoísta y ramplona. Como nadie va a poner tampoco en duda que son muchas las personas que tienen unafe defectuosa, si es que tienen algo defe. Todo esto es evidente, por supuesto. Sin embargo, a mí me parece que el problema, que aquí se plantea, es más complicado de lo que parece a primera vista. O dicho de otra manera, yo creo que la cosa no es tan simple como se empeñan en presentarla los «espirituales». ¿Por qué? Para decirlo pronto y en pocas palabras: a mí me parece que la espiritualidad goza de tan poca audiencia entre los cristianos, no sólo ni principalmente porque los cristianos son malos, egoístas, etc., sino, sobre todo, porque la misma espiritualidad se ha complicado de tal manera que, a la hora de la verdad, resulta una cosa poco apetecible e incluso, desde algunos puntos de vista, bastante detestable. Me explico: los autores espirituales han dicho tradicionalmente que el objeto y elfin de la espiritualidad es conseguir la perfección de la vida espirituafl. Por otra parte, esta perfección de la vida espiritual se entiende como la perfección del sujeto o, más exactamente, de la persona 2. Por consiguiente, según esta manera de entender las cosas, el fin de la espiritualidad es conducir al individuo hasta su propia perfección. Ahora bien, este modo de entender la espiritualidad resulta inevitablemente problemático y hace de la misma espiritualidad una cosa poco apetecible. ¿Por qué? Muy sencíllo: una espiritualidad, entendida en esos términos, conduce, de una manera o de otra, al individualismo, al espiritualismo y a la privatización. Yes claro, todo eso no es aceptable para mucha gente. Más aún, todo eso deforma y desfigura la auténtica espiritualidad cristiana. Explico brevemente lo que esto significa. Ante todo, es evidente que si el fin de la espiritualidad es conducir al individuo hasta su propia perfección, de ahí resulta que ese tipo de espiritualidad fomenta, sin darse cuenta, un profundo individualismo. Este individualismo significa dos cosas: por una parte, eso equivale, en última instancia, afomentar un sutil y refinado egoísmo (lo que interesa es la perfección del propio individuo); por otra parte, en esta manera de entender la espiritualidad, 1. CL J. de Guibert, Theologia spiritualis aseetica et mystiea, Roma 1952, 37-45; A. Benigar, Theologia spiritualis, Roma 1964, 263-273; L. Mendizába1, Annotationes in Theologiam Spiritualem. Roma 1962, 67-112. Estos tratados recogen la doctrina tradicional y ofrecen abundante bibliografia sobre el tema. 2. Cf. L. Mendizábal, o. e., 113-153; J. de Guibert, o. e., 43-44.

lo comunitario queda desplazado del centro de esa misma espiritualidad, porque el centro es el individuo, no la comunidad. Es verdad que la espiritualidad tradicional ha insistido siempre en la importancia de la caridad 3. Pero la caridad se entendía como virtud que pe/jecciona al propio sujeto 4. De manera que el individuo sigue siendo siempre el centro en esa manera de entender la vida cristiana. Ahora bien, una vida cristiana en la que el individuo es siempre el centro y que fomenta, sin pretenderlo, el egoísmo y el individualismo, no puede resultar aceptable para el común de la gente y menos aún para aquellas personas que tienen al menos cierta sensibilidad evangélica. Sobre todo, si tenemos en cuenta que la espiritualidad tradicional exigía y exige, a sus adeptos, sacrificios muy serios, renuncias constantes y apartarse de todo lo que sea mundano (comodidades, gustos, diversiones.. .). Pero es claro, abrazar tantas y tales contrariedades, para desembocar, sin darse cuenta, en formas refinadas de egoísmo y en un marcado individualismo, es cosa que la gente instintivamente rechaza. Seguramente, muchas personas no se formulan las cosas tal como aquí lo estamos haciendo, ni llegan a hacerse todo este raciocinio. Pero, sin duda alguna, en elfondo de su ser, intuyen algo que no va en ese modo de entender y vivir la vida espiritual. Las personas normales son capaces de abrazar grandes renuncias solamente cuando eso se hace por algo que valga la pena. Pero es evidente que casi nadie quiere emprender una vida sacrificada y dura, para terminar, sin pretenderlo y sin darse cuenta, en el egoísmo y en la privatización. Por otra parte, sabemos que la espiritualidad tradicional establece una distinción muy clara entre el espíritu y la materia, el alma y el cuerpo, lo sobrenatural y lo natural. Y establece estas distinciones de tal manera que el interés y el acento se pone en el espíritu, en el alma yen lo sobrenatural, hasta el punto de que la materia, el cuerpo y lo natural son considerados cosas peligrosas, de las que hay que apartarse, en la medida de lo posible. De ahí el empeño por mortificar el cuerpo, por someter y domesticar todo lo que sean apetitos o instintos naturales, por elevarse sobre lo puramente material. Esta orientación de la espiritualidad es lo que antes he calificado como espiritualismo. Pero, si pensamos las cosas detenidamente, enseguida nos damos cuenta de que ese espiritualismo presenta dos dificultades muy serias: por una parte, eso niega la unidad indestructible de la persona, y por cierto, de la persona cristiana, que es, a un mismo tiempo, espíritu y materia, naturaleza y gracia; por otra parte, esa manera de entender las cosas no tiene un 3. El elemento formal, en la búsqueda de la perfección, es la caridad. Así, santo Tomás, Summa Theol., 2." 2, q. 184, a. 1-4; Opuse. De per(eetione vitae spiritualis, 1-6; 1314; A. Benigar, o. e., 274-293. 4. CL A. Benigar, o. e., 126-127; J. de Guibert, o. e., 65-67.

origen cristiano, sino que proviene de filosofías ajenas al cristianismo, concretamente del platonismo 5, del gnosticismo 6 y de otras formas de pensamiento orientaf7. Las consecuencias, que se han seguido de este espiritualismo, han sido funestas para la espiritualidad cristiana y, más en concreto, para la vida de los creyentes y de la Iglesia. Las personas, que se han dejado influir por esa mentalidad, se veían obligadas a negar algo que es substancial en ellas mismas y que, en definitiva, es un don de Dios: el cuerpo, los instintos naturales, los bienes de la creación. Por otra parte, todo esto ha dado como resultado un talante «espiritualista», que se interesaba mucho por las cosas del cielo y poco por las de la tierra, hasta desembocar en una orientación general de la Iglesia que fomenta más la religión que la justicia, que pone el grito en el cielo si se profana un palacio episcopal, pero no protesta igualmente cuando se allana la vivienda de los pobres. No hay que ser un lince, para darse cuenta de las desagradables consecuencias que todo esto ha acarreado: la resignación, el «opio del pueblo», el desprestigio de la vida cristiana y de la Iglesia, el malestar profundo de muchos creyentes y el alejamiento de la fe de tantas gentes, que no podían comulgar con tales ruedas de molino. y por último, la privatización. Con esto quiero decir que la espiritualidad tradicional ha sido y es un asunto