Carl Rogers

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Carl Rogers: la persona plenamente funcional. Carl Rogers nació en 1902 en Oak Park, Illinois. Era de una familia con fuertes convicciones protestantes. Después de graduarse de la universidad, asistió al Union Theological Seminary, pero se cambió a Columbia para estudiar psicología clínica. Recibió su licenciatura y doctorado en psicología en 1928 y un doctorado en filosofía en 1931. Durante los primeros 10 años de su carrera profesional, Rogers trabajó en una clínica de asesoramiento para niños. Durante este periodo cayó bajo la influencia de varios psicoanalistas notables antifreudianos, como Theodore Reich y Otto Rank. En 1940 hizo un cambio radical en su vida al aceptar el cargo de profesor de psicología en la Universidad Estatal de Ohio. Formuló muchos de sus descubrimientos clínicos y los presentó en un libro que escribió en 1942, Counseling and Psychotherapy. En 1945, Rogers se cambió a la Universidad de Chicago, donde encabezó un centro de asesoramiento y enseñó psicología. De esta experiencia salieron muchos proyectos importantes de investigación. Desarrolló la técnica de grabar las sesiones de consulta y métodos elaborados para el estudio de las respuestas de sus clientes. En su libro de 1951, Client Centered Therapy: Its Current Practice, Implications and Theory, Rogers introdujo sus ideas sobre asesoramiento y también trató de formalizar una teoría de la personalidad. En 1957 se fue a la Universidad de Wisconsin, su alma mater, para desempeñar dos puestos: el de profesor de psicología y el de psiquiatría. En 1964 aceptó un puesto como miembro residente del Western Behavioral Sciences Institute en la Jolla, California.1 Rogers tuvo la convicción de que toda persona tiene poderosas fuerzas constructivas en su personalidad que necesitan se les permita operar. Las cosas que crecen no necesitan cultivarse sino únicamente que se les den las condiciones que les permitan crecer, ya que tienen una tendencia inherente al desarrollo y a la actualización. Rogers intenta detallar la naturaleza general del desarrollo saludable en su teoría de la personalidad. Dice que su teoría “retrata el punto final del desarrollo de la personalidad como una congruencia básica entre el campo fenomenal de la experiencia y la estructura conceptual del yo, situación que, si se logra, representaría la libertad de la tensión y la ansiedad internas, y la libertad de tensiones potenciales; esto representaría lo máximo en una adaptación orientada en forma realista; establecería un sistema individualizado de valores, con una considerable identidad con el sistema de valores de cualquier otro miembro igualmente bien adaptado de la raza humana”. Para Rogers, el campo fenomental de la experiencia es el reino total de las experiencias psicológicas. Es el campo psicológico total, del cual algunas partes están conscientes y otras inconscientes. La estructura conceptual del yo es el concepto de sí mismo, que puede o no puede corresponder al yo real. Define al inconsciente como experiencias psicológicas que no están simbolizadas o, en otras palabras, no están disponibles para el yo consciente. Cuando se puedan probar todas las experiencias psicológicas en forma consciente, la persona estará en un estado de congruencia. La persona tiene entonces una concepción del yo que corresponde a su yo real.

1 Murió el 4 de Febrero de 1987, San Diego, California, Estados Unidos.

Rogers amplía su concepción de congruencia para incluir la armonía entre la experiencia y el conocimiento y entre el conocimiento y la comunicación. Fuente: Dicaprio, N. (1989). La persona plenamente funcional de Rogers. En Velásquez, J.A. (trad.). Teorías de la personalidad. (2ª ed. p.p. 321-355). México: McGraw-Hill Interamericana.

Carl R. Rogers: El proceso de convertirse en persona Durante el período inicial de su formación, Rogers recibe las influencias de Dewey, de Freud e incluso de Watson, pero de las tres, la más patente es la de Dewey, con su énfasis en la naturaleza libre y activa del aprendizaje. Rogers, al desarrollar su concepción de la psicoterapia como un aprendizaje libre y activo de nuevas formas de adaptación, convertirá esta idea en la central de su pensamiento. A estas influencias hay que añadir las de Rank, Horney, Sullivan, Alexander, French, Lewin, los psicólogos de la Gestalt (Wertheimer, Kohler y Koffka), Fromm, y los autores de inspiración existencial (Binswanger, May, Maslow y otros). Aunque la obra rogersiana puede inscribirse en la dirección fenomenológico-existencial, no se ha de perder de vista que la Psicología y la psicoterapia de Rogers parten, en lo esencial, de la experiencia clínica concreta, aunque después puedan enriquecerse con las construcciones teóricas y la investigación experimental. Así pues, su metodología difiere de la que se practica habitualmente, esto es, desarrollar hipótesis y teorías que luego se verifican en la práctica. Rogers, por el contrario, parte de la práctica clínica y a partir de ella lleva a cabo una elaboración conceptual que culmina, siempre con un carácter provisional, en una teoría sobre la personalidad (Lerner, 1974). Su relevancia se sustenta en varias e importantes razones. En el terreno teórico, una de sus obras más famosas es El proceso de convertirse en persona. Se trata de una selección de trabajos escritos entre 1931 y 1961 que contienen sus ideas e investigaciones sobre el desarrollo de una personalidad libre y sólida. De hecho no dirige su libro a los profesionales sino al “lego inteligente” que trata de convertirse en una persona más segura y autónoma. En este libro expone su pensamiento acerca de la psicología y aborda la pregunta de cuáles son los objetivos de la vida. Su respuesta, en línea con la del filósofo Kierkegaard, es que la meta vital de alguien consiste en “ser la persona que realmente es”. Este proceso, difícil y sin final, en cierto modo asimilable a la autorrealización de Maslow, pasa por dejar de utilizar máscaras y refugiarse en las apariencias, por dejar de satisfacer expectativas impuestas y ajenas, por dejar de esforzarse para agradar a los otros en lugar de perseguir y hacer aquello que de verdad se quiere, y por comenzar a abrirse a la propia experiencia, a aceptarse y aceptar a los demás y a desarrollar autoconfianza. Otra de las razones de la relevancia de Rogers, para muchos quizá la principal, es haber creado una modalidad terapéutica original, de orientación no directiva, conocida como terapia centrada en la persona o centrada en el cliente. Rogers prefería esta última denominación para no sentar una relación desigual y autoritaria entre el terapeuta y quien demanda su ayuda (Rogers, 1951, 1959).

A diferencia del psicoanálisis y otras terapias directivas, su terapia se basa en las “fuerzas auto- curativas” de la persona. En su libro Psicoterapia centrada en el cliente Rogers expone ampliamente los fundamentos y aplicaciones de su característico enfoque no directivo, que iba a tener un gran impacto en el campo de la psicoterapia y en el más general de las relaciones humanas. Allí examina con detalle la dinámica del proceso terapéutico y presenta asimismo, como corolario, una teoría de la personalidad y la conducta expuesta a lo largo de diecinueve proposiciones, entre ellas las siguientes: 1. El organismo reacciona ante el campo tal como lo experimenta y lo percibe. Este campo perceptual es, para el individuo, la “realidad” (proposición 2). 2. El organismo tiene una tendencia o impulso básico a actualizar, mantener y desarrollar al organismo experienciante (proposición 4). 3. El mejor punto de vista para comprender la conducta es desde el propio marco de referencia del individuo (proposición 7). 4. La inadaptación psicológica se produce cuando el organismo rechaza de la conciencia expe- riencias sensoriales y viscerales significativas, que en consecuencia no son simbolizadas y organizadas en la totalidad de la estructura de su sí-mismo (proposición 14). 5. Cuando el individuo percibe y acepta en un sistema compatible e integrado todas sus expe- riencias sensoriales y viscerales, necesariamente comprende más a los demás y los acepta como personas diferenciadas (proposición 18). Posteriormente, en su libro Psicoterapia y relaciones humanas. Teoría y práctica de la terapia no directiva, escrito en colaboración con la psicoterapeuta belga Marian Kinget, precisa la naturaleza de su enfoque práctico y de su teoría de la personalidad, cuyos principios trascienden el marco estricto de la psicoterapia por ser aplicables a cualquier interacción interpersonal. El punto de partida del encuentro terapéutico es que el cliente se presenta a sí mismo en un estado de incongruencia entre el self y el organismo, es decir, de discrepancia entre la manera de percibirse a sí mismo y lo que realmente experimenta, la insatisfacción de sus necesidades orgánicas. Para que el proceso terapéutico evolucione debidamente, Rogers considera que hay una serie de condiciones necesarias y suficientes: 1. Que las dos personas, terapeuta y paciente, estén en contacto. 2. Que el paciente se encuentre en un estado de desacuerdo interno, de vulnerabilidad o de angustia. 3. Que el terapeuta se encuentre en un estado de acuerdo interno, al menos durante las entrevistas y en relación con el paciente. 4. Que el terapeuta sienta consideración positiva incondicional hacia el paciente.

5. Que el terapeuta experimente una comprensión empática del marco de referencia interno del paciente. 6. Que el paciente perciba mínimamente la disposición positiva y empática del terapeuta hacia él.

Fuente: Tortosa, F., Civera, C. (2006). Tercera Fuerza: La Psicología Humanista. En Cejudo, J.M. (Ed). Historia de la Psicología. (1era ed. Pp. 425-427). Madrid: McGrawHill.