Capitalismo del desastre: Ideas fundamentales

Capitalismo del desastre Haciendo una fortuna de la catástrofe (Disaster Capitalism: Making a Killing Out of Catastroph

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Capitalismo del desastre

Haciendo una fortuna de la catástrofe (Disaster Capitalism: Making a Killing Out of Catastrophe) Antony Loewenstein Verso Books © 2015 384 páginas [@] getab.li/27146 Libro:

 

 

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9

8 Aplicabilidad 9 Innovación 9 Estilo

Ideas fundamentales • El capitalismo del desastre describe las políticas duras de privatización, desregulación y remoción de los programas sociales que ofrecen una red de seguridad.

• La privatización se ha convertido en una misión dominante de los sectores público y privado de Estados Unidos.

• El capitalismo del desastre surgió en Afganistán, después de la invasión del 2001.

Enfoque

• Los operadores privados se presentan a sí mismos como una alternativa astuta del libre

Liderazgo y Gestión

• Las compañías del sector privado en Irak y Afganistán recibieron una gran parte de los

Estrategia Ventas y Marketing Finanzas Recursos Humanos TI, Producción y Logística Desarrollo Profesional PYME Economía y Política Industrias Negocio Global Conceptos y Tendencias

mercado ante las torpes burocracias gubernamentales.

US$4 billones que Estados Unidos gastó en la guerra contra el terrorismo.

• Los terremotos de Haití en el 2010 sentaron las condiciones para un frenesí del capitalismo del desastre.

• Haití recibió cerca de US$13 mil 500 millones en ayuda humanitaria, pero las condiciones en el lugar siguen siendo pésimas.

• En Estados Unidos, los operadores de prisiones privadas ejemplifican la inefectividad del capitalismo del desastre.

• El grupo GEO y CCA se encuentran entre las compañías que lucran con el incremento de la población en las prisiones y de la severidad de las sentencias.

• Las prisiones con fines de lucro son parte de Fortress America, la industria que se alimenta del miedo.

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Relevancia

getabstract ¿Qué aprenderá? En este resumen usted aprenderá:r1) Cómo funciona el capitalismo del desastre; 2) Cómo afecta a las personas en todo el mundo y 3) Cómo el capitalismo del desastre fomenta la corrupción. getabstract Reseña Antony Loewenstein, documentalista y columnista de The Guardian, reporta sobre las personas que lucran con el desastre en forma de guardias de seguridad privada en Afganistán, administradores de prisiones con fines de lucro en Estados Unidos y proveedores de ayuda humanitaria en Haití. Loewenstein describe estos y otros ejemplos de oportunistas que ganan dinero en las catástrofes como manifestaciones de una “economía de Mad Max” que enriquece a unos cuantos afortunados. Los líderes mundiales –y en especial de Estados Unidos– se creen el argumento falso de que el sector privado sabe más y de que las compañías con fines de lucro son mejores que los gobiernos para limpiar después de los desastres naturales, hacer la guerra, mantener prisioneros y crear empleos. La verdad, argumenta Loewenstein, es que los capitalistas del desastre no tienen éxito en esas labores. Maltratan a quienes están bajo su cuidado y cobran de más a sus clientes gubernamentales. Loewenstein, quien se describe como activista, no pretende objetividad y, sin embargo, señala algunos puntos válidos e ilumina los temas de preocupación para lectores de todos los credos políticos. Siempre neutral políticamente, getAbstract recomienda este reporte a inversionistas y diseñadores de políticas que busquen un punto de vista externo sobre la economía del crimen y la calamidad. getabstract getabstract

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Resumen

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getabstract “El objetivo de este libro es impactar, provocar y revelar un mundo que se ha desarrollado a escondidas, pero también insistir en que hay alternativas posibles”. getabstract

getabstract “Yo, personalmente, con mis propias manos, he construido una escuela completa con menos de lo que cuesta una de las casas, y más rápido” ( − Pierre Justinvil, alcalde sustituto, Cabo Haitiano). getabstract

Capitalismo depredador En décadas recientes ha surgido una “economía de Mad Max” que se caracteriza por la concentración creciente de la riqueza y el saqueo a los pobres y los débiles, motivada por el lucro. Los más ricos del mundo, el 1% de la población, poseen casi la mitad de los bienes del planeta. La privatización es una misión dominante de los sectores público y privado. Los defensores dicen que el sector privado puede operar caminos, escuelas, prisiones y bibliotecas de manera más efectiva y eficiente que el gobierno. A los medios de comunicación que son propiedad de las corporaciones no les gusta generar preguntas. La mayoría de los periodistas opta por funcionar sin hacer ruido dentro del sistema. En el 2007, la periodista canadiense Naomi Klein acuñó la frase “capitalismo del desastre” para describir las políticas duras de privatización, desregulación y remoción de los programas sociales que ofrecen una red de seguridad. Los esfuerzos por ampliar estas políticas se intensifican después de una desgracia, como los ataques del 11 de septiembre del 2001. Ese ataque le permitió a la administración del entonces presidente George W. Bush cambiar una porción importante del poder hacia el sector privado. Este cambio les otorga a los proveedores privados ganancias enormes. La guerra contra el terrorismo de Estados Unidos costó cerca de US$4 billones; las compañías del sector privado que trabajaban en Irak y Afganistán cobraron grandes porciones de esa suma. Por su parte, la ONU contrata firmas mercenarias poco confiables como DynCorp y G4S. El levantamiento de ISIS en el 2014 significó el siguiente vale de despensa para los capitalistas del desastre. El cambio hacia la privatización El capitalismo del desastre actual surgió en Afganistán después de la invasión estadounidense en el 2001. Las compañías militares privadas ofrecían seguridad a los

Capitalismo del desastre                                                                                                                                                             getAbstract © 2016

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getabstract “El número de prisiones privadas en el país se ha incrementado a un factor de 20 desde la década de 1990 y la población de reclusos es 31 veces mayor de lo que era entonces”. getabstract

getabstract “Grandes secciones de la capital de Haití, Puerto Príncipe, siguieron en ruinas después del terremoto masivo que la destrozó el 12 de enero del 2010”. getabstract

getabstract “La economía de las drogas en Afganistán estaba prosperando, y la situación empeoró después de que la mayoría de las tropas occidentales se fueron en el 2014”. getabstract

getabstract “Es rentable dejar que el mundo se vaya al infierno” ( − Jergen Randers, Los límites del crecimiento). getabstract

periodistas, a los representantes de ONG y a los empleados de la ONU. Los mercenarios del sector privado que trabajaban para estas compañías podían cobrar hasta US$1.000 al día. En los primeros días de la ocupación estadounidense, los soldados de las compañías privadas se armaron y operaron con muy poca regulación. El gobierno afgano prohibió las compañías mercenarias extranjeras y las sustituyó con compañías administradas por afganos. Justo antes de los ataques del 11 de septiembre, el secretario de defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, declaró la guerra al derroche del sector público. Recomendó subcontratar la logística y la recolección de basura en el sector privado. Hillary Clinton y John Kerry, diplomáticos estadounidenses, estuvieron de acuerdo con la propuesta de Rumsfeld. El cambio hacia la privatización cambió la manera en que Estados Unidos hacía y pagaba la guerra. DynCorp Considere la compañía de seguridad estadounidense DynCorp. Luego de operar en Haití, Somalia y Kosovo, DynCorp vio como la demanda por sus servicios se disparó después del 11 de septiembre. DynCorp ganó US$1.000 millones en contratos para ayudar a reforzar las fuerzas de seguridad afganas, aunque recibió acusaciones repetidas de cobros excesivos y otras prácticas de negocios sospechosas. El 96% de sus US$3 mil millones en ingresos venía del gobierno estadounidense. Los soldados privados son apenas un eslabón de la guerra privatizada. La primera administración Bush contrató a la firma de relaciones públicas Hill +Knowlton para justificar la acción militar en Kuwait. En la segunda administración Bush, personal de la compañía entró a trabajar al gobierno y ayudó a promover la guerra contra el terrorismo. Rumsfeld insistía en que el sector privado era más eficiente, pero la privatización de la guerra arrojó resultados nada espectaculares. Después de años de mantener la presencia militar en Afganistán, Estados Unidos dejó tras de sí una nación con un tráfico de drogas desbordante. Los militares tienden a evitar el contacto con los locales y a vivir en una burbuja reforzada por la milicia. Cuando la prosperidad falsa se va a la bancarrota Afganistán no fue el único país posterior al 11 de septiembre donde imperó el capitalismo del desastre. También fue el caso del vecino Pakistán, donde un gobierno civil impotente casi no ejercía control. El resultado fue un acuerdo perverso. La economía pakistaní dependía de la inversión extranjera de compañías como Motorola, BP y Chevron. Sin embargo, las compañías no pueden operar en Pakistán sin la seguridad proporcionada por cerca de 300 mil contratistas privados. Este acuerdo es una bonanza para compañías de seguridad privada como G4S. La economía artificial de Afganistán –que depende del apoyo internacional– se desmoronaría si los occidentales se retiraran. Afganistán recibió US$15 mil 700 millones en ayuda extranjera en el 2010. El Fondo Monetario Internacional concluyó que la economía de Afganistán se enfrentó a un déficit de US$7 mil 700 millones cuando las tropas occidentales se retiraron. El comienzo de la fiebre del oro Un terremoto devastador sacudió Haití en enero del 2010 y dejó a millones de haitianos sin hogar. Los conteos oficiales de muertes se elevaron hasta 316 mil. Dos años después, Puerto Príncipe no se había recuperado. Los edificios seguían parcialmente destruidos, la basura cubría las calles y el drenaje se filtraba por las tuberías rotas. Pero desde el principio, entre el sufrimiento y la miseria, los capitalistas del desastre olfatearon la oportunidad. El embajador de Estados Unidos en Haití envió un cable con tristeza: “Comienza la fiebre del oro”. Las compañías estadounidenses firmaron contratos de construcción y otros tratos para

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getabstract “Los políticos temen ser vistos como ‘suaves ante el crimen’, un temor alimentado por la prensa amarillista que celebra las sentencias severas”. getabstract

getabstract “Muy pocos reporteros exigen transparencia o desafían al capitalismo, en vez de eso prefieren operar cómodamente desde su interior”. getabstract

getabstract “La indiferencia y la crueldad, amplificadas a través de los medios de comunicación corporativos… permiten que las compañías en Estados Unidos y en el mundo se comporten de mala manera con los pobres”. getabstract

getabstract “Ante la erosión de la democracia, los cánones políticos y de los medios de comunicación apenas ofrecen un débil gemido”. getabstract

aliviar el desastre con valor de muchos millones de dólares en los meses que siguieron al terremoto. Haití, que fuera una colonia de esclavos que se rebeló contra sus opresores, desde hace mucho ha sido pobre, gobernado miserablemente y víctima de ladrones. Su sistema de salud pública es tan primitivo que solo el 40% de las escuelas tiene baños. Cerca de 700 mil haitianos enfermaron de cólera en los meses posteriores al terremoto. Es comprensible que Haití recibiera con gusto la inversión extranjera que llegó hasta sus arcas, aunque una gran parte fue inefectiva. Estados Unidos proporcionó cientos de millones de dólares para un parque industrial en la parte norte del país. El proyecto inmobiliario ya estaba en construcción antes del terremoto, una catástrofe que puso la atención del mundo en los esfuerzos de Haití por desarrollarse económicamente. Sin embargo, los trabajadores en el parque ganaban el sueldo mínimo de la compañía de ropa One World. Aunque el sueldo mínimo de Haití era de US$5 al día, los trabajadores del parque industrial Caracol ganaban solo US$4 al día, y los contratistas desviaban la mitad de los fondos para transporte y comida. Los sueldos tan bajos resultaban un gran negocio para las multinacionales que revendían las prendas de ropa que se originaban en Haití. Un columnista del Wall Street Journal defendía los salarios bajos argumentando que las compañías extranjeras deberían poder pagar a los trabajadores haitianos tan poco como ellas quisieran. Realidad macabra Después del terremoto del 2010, llegaron cerca de US$13 mil 500 millones en ayuda humanitaria. Tan solo esa suma podía haber dado a cada haitiano mil dólares. En vez de eso, mucho del dinero se fue a los contratistas privados. La economía disfuncional de Haití y el sistema político dependen de la ayuda extranjera. Los problemas crónicos de Haití lo hicieron un blanco atractivo para los capitalistas del desastre. Por ejemplo, Haití importaba el 75% de su arroz, aun así, habría sido más barato y más sustentable que los campesinos locales lo proveyeran. La macabra realidad del capitalismo del desastre es que exagerar las dimensiones de un desastre reditúa. Por ejemplo, el número oficial de muertos después del terremoto del 2010 en Haití fue de más de 300 mil. Sin embargo, el antropólogo Timothy Schwartz analizó los datos y determinó que el verdadero conteo de cuerpos no fue mayor a 80 mil. Inflar el número de muertos desató la ayuda internacional. Otra afirmación que según Schwartz carece de verdad dice que casi 400 mil niños haitianos vivían en estado de esclavitud. Nueva Guinea Papúa Nueva Guinea también padece pobreza y violencia endémicas. El país obtuvo su independencia de Australia en 1975, pero su economía y su sociedad lucharon; más de dos tercios de las mujeres pueden esperar ser violadas o atacadas sexualmente. Hubo un momento en el que una sola mina contribuía con el 20% del presupuesto nacional del país. La actividad económica vino a costa de la devastación ecológica. Los capitalistas del desastre operan en Papúa Nueva Guinea con carta blanca. Sus recursos minerales hicieron al país un destino atractivo para el gigante de la minería Rio Tinto, cuyas minas de oro y cobre crearon un legado de contaminación y sueldos bajos. Las compañías mineras y el gobierno se enfrentaron al descontento laboral con brutalidad y respondieron ante una huelga con “que se mueran de hambre los bastardos”. Prisiones con fines de lucro Dos grandes empresas, el grupo GEO y Corrections Corporation of America (CCA), son contratistas de prisiones. Atienden la demanda de encarcelamiento de Estados Unidos, el país con la mayor proporción de su población en prisión en el mundo. Como operadoras

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de prisiones privadas, las corporaciones se benefician al tener en sus mesas directivas funcionarios que trabajaron para el gobierno. Durante décadas los políticos promulgaron leyes que imponían sentencias cada vez más draconianas, lo que propició una explosión en la población. getabstract “La venta de bienes valiosos y la subcontratación de servicios estatales vitales ocurre porque la resistencia pública es mínima”. getabstract

getabstract “Haití era un blanco fácil para los capitalistas del desastre porque sus habitantes ya estaban atrapados en una lucha diaria por la supervivencia”. getabstract

getabstract “El reto para Haití era reclamar su soberanía, e iba a ser una tarea larga y dolorosa”. getabstract

Los que defienden las prisiones privadas argumentan que las compañías con fines de lucro le ofrecen a quienes pagan impuestos un mejor trato que las prisiones del sector público. Sin embargo, los operadores privados seleccionan a sus prisioneros. Encierran internos que sean más sanos y menos caros de encarcelar. Los operadores de prisiones privadas se presentan como una alternativa astuta de libre mercado ante las burocracias torpes. Aun así, CCA y el grupo GEO dependen completamente de los contratos gubernamentales. Estas dos empresas contribuyen con millones de dólares a las campañas de los políticos estadounidenses. Estuvieron involucrados con el American Legislative Exchange Council, un grupo creado para para darle al sector privado una sacudida favorable en tratos de privatización. El grupo GEO y CCA advierten a los inversionistas que sus balances sufrirían con leyes sobre drogas más relajadas, lineamientos de sentencias más suaves o una menor detención de inmigrantes ilegales. Operar centros federales de detención para retener inmigrantes indocumentados para su deportación es un negocio creciente para las compañías de prisiones privadas. Fortress America A medida que las prisiones estadounidenses se vuelven cada vez más orientadas al lucro, una industria artesanal de conferencias y vendedores aparece, en apariencia para reforzar los intereses del complejo Fortress America. En el congreso de la American Correctional Association del 2014 en Salt Lake City, los organizadores enfatizaron la siempre presente amenaza de ataques terroristas. En la feria comercial del evento, una compañía ofrecía instalar a domicilio equipos de recolección de evidencias para la seguridad del hogar por US$1.000. Otra compañía vendía cigarrillos electrónicos de plástico. Ahora que el tabaco es ilegal en la mayoría de las prisiones, los cigarrillos electrónicos permiten que los reclusos obtengan su nicotina mientras el sector privado obtiene ganancias y las prisiones su parte de ellas. Un alcaide de Kentucky dijo que el producto generaba US$7 mil al mes en ingresos. CCA administra el centro de detención de inmigrantes Stewart en Georgia, que ofrece una idea de cómo funciona el sistema. Cuando el autor Antony Loewenstein visitó el centro, este albergaba a mil 766 inmigrantes. La mayoría venía de El Salvador, Honduras, México y Guatemala. CCA le pagaba a los reclusos salarios de esclavo, US$2 al día por cortar pelo o US$4 al día por trabajos de cocina. Los operadores de prisiones privadas contratan a los reclusos para las grandes compañías con sueldos miserables. Los prisioneros pagan precios muy elevados por servicios como las llamadas telefónicas: US$15 por 13 minutos de tiempo telefónico. Aramark y otras corporaciones importantes acapararon el mercado de alimentar a los reclusos. Las quejas sobre la comida son comunes. En 2014, algunos internos hicieron una huelga de hambre, pues decían que encontraron gusanos en su comida. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos insistió en que usaba un tipo de germinado de soya que parecían gusanos.

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Sobre el autor

getabstract Antony Loewenstein periodista independiente y documentalista, escribe una columna para The Guardian y ha escrito tres libros, incluyendo Lucro de perdición (Profits of Doom). Capitalismo del desastre                                                                                                                                                             getAbstract © 2016

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