Camps Victoria - Historia de La Etica - 1

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1. Dp los griegos al H('nacimieuto
. Como sefiala Cassirer, Platan no trata de presentar un «mcjol'» -una cuestion ya discutida par oU'os antes, y rcplanteada con madura critica pOl' Aristoteles en su Politictl- sino en el aI'Le politico, como ell cualquie1' otro arte hU111ano. cste sugestivo dirilogo Pluton obscrva las dilicultades de 10 ideal, advierte ,sll imposibilidad y 10,s riesgos de tal apucsla, y, conLiando dcl despota ilustrado perfecto, propone un arreglo no mo, sino un cierto satisfactorio COl1lpromlso con nuestro Illundo ..Ln el virnje hacia 10 renl, se pcrfila el camino que va de la l\eptlb/icil a las Leyes. Muy instructivo es su eXllmcn dc los tres Lipas de gobierno co noddos pOl' los griegos: morl{lrqu 1> (EN., I, 7, 1098a 3-5). La posesion del 16.r~()s tiene, pues, dos aspectos. Por un Iado cacla individllalidad es parte de esa «tazon» 0 coherencia que como Ienguaje enhebra a cada ser. En este semiclo, somos parte de una intersubjetividad que nos domina y nos limita. Caela hombre naec y:1 alentaclo en esc h5W)s y cumple, en Sll individualidnd, los principios de un detefminado mensaje coleetivo. Esta «propiedacl» es, rcalmente, algo CXclllSivo del hombre. En esc l6gos, en 1a expresi6n de esa inmensa intersubjetlvidael, se dan las distintns versiones e interpretnciones del bien. Y en esc ~lmhito que, en todo momento, tmsciencle los intereses de eada individualidad se funda Sll enmizamiento como animal social, como ser necesariamente impeIido hacia ]a alteridad. Pero aqlll aparecen, tambi (EN., II, 6, 1106b 35-1107a 1). El que Ia aretli sea un habito, una moclificaeion del ser, quiel'e decir que su origen se encuentra en un proceso de asimilacion y apropiaeion. Incorporamos a la naturaleza «modos de obrar» que hemos adquirido en cl ejercicio de nuestras posibilidades. En el hecho de que el mundo se presente como posibilidad consiste el cankter «seIectivo» de Ia aretli. Pero elegir no supone que en todo momento tenga que llevarse a cabo un proceso, y que cada eleccion sea su propio origen. Los actos selectivos brotan de un habito, de una fadlidad para obrar, en la que se han integrado ya Ia experienda y Ia memoria. Pero esas elccciones no I1uyen del automatismo que Ia bexis, el h.'ibito de obrar, ha impreso en nuestras formas de comportHmiento. En tome a los momentos concretos en los que hay que elegir, el logos, el sentido de las elecciones y la inteligencia que determina su conveniencia constituyen tumbien momentos esendales en ese estadio de Ia praxh.

10.

LA «PRAXIS» DE LA «ARET.E»

La definicion insiste tambhSn en el polemico termino de mesotis. En este contexto aparece aun mas claro alga del significado que Aristoteles Ie otorga. La experienda de la bybris, del exceso, tal como la tradid6n literaria y los ejemplos de Ia historia manifiestan,

AHISTOTELES Y LA I~TICA DE LA «POLIS}>

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situan a la existencia human a en los limites proximos a su desaparicion. La tension que imprime eI heroe, el personllje tdgico, no puede sostenerse en una sodedad que se habfa ida forjando en el ejerddo del dia!ago. EI preys hcmtlS, la referenda antrcpocentrica (> (BE., II, 1, 1219b 1-3); pero no hay felicidad nl en un solo dla, ni para los ninos, ni para ningun determinado periodo de 1a vida. POl' eso es exacta Ia opinion de SolOn, que Aristoteles recuerda, tomandola de Herodoto (I, 32-33), de que no'se debe Hamar feliz a un hombre micntras vive. La felicidad es par consiguiente una totalidad, como es tambien una totaIidad la arete. Esa vida entera supone un ejercicio superior del logos. E1 sentido de los actos no puede medirse sino en funcion de un contexto totaL POl' consiguiente, aunque la vida pueda, en buena pnrte, transcunir par senderos monotonos, y aunque continuamente estemos amenazados por la «indiferencia» 0 trivializaci6n, la arete «construida» en el alma, In ettdaimon'ia que se extiende y completa en el tiempo, permiten establecer las bases esenciales para la estabilidad de la bondad.

ARISTOTELES Y LA ETICA DE LA «POLIS»

11.

EL

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«BIEN APARENTE»

Aretc y eudaimoJ11tt son, hasta cierto punto, las cstructuras que ofrecen, en Ia vida, un principio de solidez y continuidacI. Porquc el bien est de esta forma de insertar en 10 real una realidacl distinta que no tiene en Sl mismo, como Ia physis, 1a 1'a12 de su concreta entidad, consiste en esa 1'azon verdadera que cletermina Stl modo de produccion. La tazon verdadera 0 logos cdetbes quiere ded1' que la existencia de aquel10 creado poria techne entra a formal' parte de un esquema general que, en su afirmad6n, en su nuevo ser, desarrol1a una forma de senddo y de radonalidac1. En este primer nivel en e1 que comienzan a determinarse las virtudes c1ianoeticas se plantea e1 problema de en que consiste Stl cadcter de «virtud» y que clase de bien es aqucl sobre cl que esta dia!16esis se proyecUl. Arist6teles establece un paralelismo entre la orexis y la dilmoia. El sentido y e! «valor» del cleseo se descubren pOl' Stl rechazo 0 aproximadon a algo (dioxis kat pb)iJ!,e). La orexis se confirm a cuando persigue y consigue 10 que desea. Este proceso es un componente fundamental de la vida. El mundo exterior nos an-astra en aqllclIo que deseomos. Nuestra tendencia monifiesta indeterminacion y necesidad, y la tension que nos mueve es cxpresi6n de un cliu!ogo que compromete, can nosotros mismos, todo aqucllo que no somos nosotros. Esta escnciaI inestabilidad que el des co manifiesta clescubre, a su vez, el movimiento que imprime en b psyche cl C0I10cimiento y percepcion de 10 que nos rodea. Set es desear. Clda supuesto momento «onto16gico» de la reaHclad humana es expresi6n de la tcndencia que 10 constituye. POl' ello, la ontologia no puede serlo de un ente inmovil. Set es ser en el tiempo; discllrrir, transferirse. Y es en el decurso de 1a temporalidacl donde se clovan, can la orexis, todos aquel10s «ahoras» en los que el ser tienelc hacia otro y se completa en otro. En esta «tendenda» ha de datse una forma de bien. De 10 contrado no existirfa el eleseo, porque todo 10 que deseamos 10 integramos en un esquema de «bondael». El deseo, sin embargo, discurre, en el animal que tiene lr5g,os, parale!amente a esc logos. «POl' eso 1a eIecdon es 0 inteligencia deseosa (orektikos nous) 0 cleseo inteligente (orexis dicmoetike), y esta dase de principio es eI hombre» (EN., VI, 2, 1139b 4-5). La refiexion y todos los ptocesos clianoeticos, como tales procesos, no mueyen nacla; solo aque! que estu orientado fucra de S1 mismo y es «pnktico». La eli/moia 'pnktica' domina incltlso al cntcndimiento creador, «y In cosa hecha (poieton) no es telas absolutamentc hablando -ya que es fin relativo y cle algo-, sino la acci6n misma

ARISTOTELES Y LA EnCA DE LA «POLIS»

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(prakto11), porquc es el hacel' bien las cosas (eupraxia) 10 que cs tetas y ese te!os 0 fin es el objcto del deseo» (lJN., VI, 2, 1139a 35-1139b 4). En ese ser «compucsto» de deseo c inteligencia, se haee prcscnte Ia especifiddad de la existencia humana. Es difkil encontral' momentos en que, de alguna forma, no intervengan ambos compOl1entes. Arist()teles, con esta «composicio11», 11a co mplica do , hasta cierlo punta, la «teOt1a» plat6nica del bien, del conocimicl1to y de Ia pnrticipaci6n 0 imitaci6n; pero al est;lblecer esta «composicion», no hace sino sel' coheremc can In famosa definici6n del hombre como animal can ic5gos (Polltica, I, 2, 1253a 10). Efectivamente, Ia orexis tiene que vel' can la «animalidacl», constitutivo dei hombre, EI /r5gos, pOl' cierto, no especifica una Sllpllesta cualidad superior que «sublimasc» todos los principios de la animalidad. El logos esta mezdado con esc nivel «inferior», con csas aU'us manifestadones de ]a psycbe. Sin embargo, podda fomentarse, en cl hombre, esa tendenda que lleva a constituir 10 inte1ectual como un momemo supremo y sepul'ado. En este caso el entendimiento rigc y controla 10 inferior. Pero ambas partes complementan e1 sel' C0111puesto y tense que es cl hombre. Un ultimo estadio podrfa tambien constituirse, acentunncIo en In existencia humana el lado cognoscitivo de su realidad. Al nnalizar el comportnmiento y los «hechos» cIescubdmos, en elIos, esas posibilidacles 0 virtucles que, en principia, 110 arrastran, como arrastra e1 desco. Sin embargo, tambien hay una forma de compromiso con un bien, que fundona «de ot1'a manera». Aqui cs donde aparecen las llamadas virmdes dianoeticas. Son virtudes que determinan acciones, y son pwclives hacia una cierta forma de esc bien, «que como cl SCI' se dice de muchas maneras». El movimiento del alma estll determimldo por tres principios: sensacion, 'entenclimiento' (nolls), y 'desco' (orexis). Ya hemos visto que c1 deseo rige una parte esendal de esc 1110vlmiento. No asf In sensnci6n, que aunql1e mueve, no mueve «l1llmanamente» porquc no es principio de praxis, La [n'llxis requiere un cierto saber. Los animales tienen sensaci6n y se rigen pOl' ella; pew no licnen praxis: no componen 1110vimicntos 0 comportamientos en el espacio de hl ambigi.icdad y Ia c1ecci6n. En el otro extremo, elllolis puede a1cllnzar, en una posible liberacion de la 6rexis, 1a apetcncia tcorica hada cI bien. Esa tcorla, dcsprendida de 1.1 ~obrc ese pdncipio es 10 que cngcndra 1a volnntariec1ad. EI espaeio del saber se eiile 50b1"e esa voluntariedad que impulsl1 el movimiento. «El hombre es principia de lllovitniento, pues In prelxis es l11ovimiento» (EE., II, 6, 1222b 28-30). E1 saber v su eontrario, la igl1oranci~\, son el fundamento sabre el que se aha 1a pr{/xis. Pern sahel' e5, tambien \ un fen6meno complejo. De In misma manera que los actos tienen que ser posibles en el l11undo real, cl conocimiento dene que serlo tambien cn e1 mundo ideal. Sin embargo, no basta con defender In primacfa de la vida te6riea, que sefinb el espncio en el que situar los «actos de conocimiento». Tambien cstos se hallan condicionados pOl' determinaciones pareddas a aquellas que hlstran el dcsplazamiemo del hombre, creador del ethos, en el munclo de las cosns y de los ouos hombres, Precisamente aquf es donde sc haec posible un mayor graclo de vio-

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HISTORIA DE LA nTICA

lenda. La fuerza que se ejerce sobre e1 cuerpo, para impeclirle eI cumpJimiento de su voIuntariedac1, se ejcrce tambien y de manera mas suti! para impecllrIe su l'acionalidad. Cuando no se perdbe Ia clislJonibilidad de esc espacio en c1 que se cngendra In consciencia, se csfuma cl conocimiento y, par cons iguiente, Ia responsabiIidad. Aristote1es no desanolla. como es 16gico, una teotla de In alineaci6n; pero 1a insistencia en el problema de 1a ignOl'ancia presta una extraordinaria actualiclad a sus anri1is1s. «Gertos pensamientos y ciertas pasiones no dependen de noson'os, ni In praxis de aCllerdo con estos pcnsamicntos y razonamientos (dial1oia lcai lo[!,ism(Js), sino que, como dice FiIoJao, dertas razones (logoi) son m. Sus Ifmites no encienan esos «pl'incipios» mas fnertes y situados, al pa1'eeer, fuera de Ia «mismidad». Sin embargo, esos Zogoi estrin en nosot1'05 aUl1que no nos constituyan. Estrin en n050tl'05 porque clominan nuestra consciencia; pew no nos eonstituyen pal'que aIteran con Stl imperio 1a independenda de nuestra const1ttlcit1n. Somos, pues, independienres de algo cuya ultima rafz no pa1'cce estar en 11050t1'OS. Estrin sin estar, 0 mejor dicho, estan sin set. EI ptincipio onto16gico que define Ia sustancia humana (EE., II, 6, 1222b 16-17) engendra algo semejante a sf mismo; pero esas fuerzas no son producidas porIa naturnleza individual, pOl'que si 10 fueran no ejercerfan sobre ella dominio alguno, espccialmente en 10 que constituye 10 humano: Ia praxis (1222b 20). Esa que es bien pOl: cl mismo, qne es como nosotros, y gIl!; nos ncompana. Este sentimiento de solidaridad no impidc a Aristotclcs que, a prop6sito de la amistad politica, cstablezca los distintos pIanos en que 10 «etico» y 10 «legal» funcionan, y aillcla a hi posible corrupcion con que In convivencia en Ia polis Hmenaza a la vinculaci611 afectiva. La amistad polftica mira ai acuerdo y a la

COSH.

mientrns que

1a eticn consiJeru la intcnci(\n; par e110 es In:lS justa, es una justicia amistosa. La causa del conflicto estu en que la amistad eticn es }11,lS noble, pew la amistad util, m,ls necesaria. Los hombres

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empiezan como amigos cticos, sea amigos pOl' 1a virtud, pew cuanda SI.: lIega a chocar con algun interes privado, se ve que eran diferentes. Plies cs en In abundancin doncic In mayotfa jo que es bello y, POt eso, tambien la amistad mas bella (BE., VII,

10, 1243a 31-1243b 2). E1 principio del egolsmo destruye la amistad. cgorsmo aparcee cllando se haec cvidentc aql1cllu indigeneia y escascz que est;l en el otigel1 de In Ol'ganizacion social y que Platon habra descrito en ]a Repttblic(/. «Pues bien, la ciw:.lad nacc, en mi opinion, pOl: cLuse Ia circllnstancia de que ningul10 de l1osotros se basta a 51 mls1110, sino que neccsita de muchas cosas. ~O crees orra la raz611 poria que se fundan las ciudades?» (II, 369b). Efcctivamente, en esa ciudad de 1a escasez, las tensiones de 10 real acaban pOl' destrl1ir ctlalquicr ti110 de relaciones que no tcnga en cucnta esa limitacion y que no cstc

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lIlSTORIA DE LA 11nCA

ya preparada para comb,uirla. La mirada de Aristotelcs analiza, una vez mas, la situaci()11 J:eal en 1u que 1a philftl y ]a (Ir(:/e se enCtlentran. Los mejol'es momcntos en estft cartograHn de 1a ciudad ideal no Ie ofuscnn. Percibc, rnmbicll, que hajo Ia aspiracion hacia un bien que empLljase mas alia de las condiciones reflIes en que todD bien se pre5cnta, el peso de In sociedad mcnc5terosn c1eteriora todo pensamiento superior. La bellez de organizacion, una realidad ffsica que estableda los Hmites entre los que se haec ]a vida. Polis significa, tambien, un sistema de eomunicacion. Par encima de la eiudad real quc los hombres viven, hay ot1'a eiudad «ideal», una ciudad de tlalabras, can las que se tcjen los verdnde1'Os hilos de In convivcncin.

AIUSTOTELES Y LA ETICA DE LA «POLIS»

21.

EL

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ANIMAL QUE lIABLA

La comunicncion que se establcce entre los hombres lnarca va, a traves dcllenguaje, el «territorio» de la polis. POI'que mientrns s(llo fue In vida 10 que In naturale?a mandaba preservar, las neccsidades de la existencia pudieron rcmediarse en el silencio. El Cl1erpo er,) eI unico indicado1' de Jo necesario y c1 unico espacio concreto del vivir; pera In presencia de otms hombres origin6 un nuevo dominio. En Cl tiene Iugar ya un primer «indicio» hncia cl otro, una «senal de dolor y de placer». Dolor y placer son expresiones elcmcntalcs de la corporeidacl. EI «sonido», ht vo? del dolor, habb s610 :11 tiempo concreto del Cllerpo y de la carne, y se consume y apaga en Stl misma cxpresiGn. Pero hay otta «voz» que rompe cl estrecho circulo de un tiempo que, unicnmente, se hace presente entre los veriClle[OS de la corporeidad. la voz del logos. La rnzon par Ia cual cI hombre es, mas que Ia abeja 0 cualqllier otro animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos elecir, no hace nachl en vano, y cl hombre es eI unico animal que tiene pnlabra ({6f!.o.'l). La voz es signo de dolor v dc placer. Y pOl' eso Ia tienen tambien los clem.ls animales, pues su naturaleza lIega hasta tener sensaci6n de dolor y de placer y signlficarse1a unos a otros; pew la paJabra es para manifestar 10 conveniente y 10 dafioso, 10 justo y 10 injusto, y es exclusivo del hombre eI tener cl solo, eI senti do del bien y del mal, de 10 justo y de 10 injusto, etc., y la comunidad de estas cosas es 10 que constituyc In casa y Ia ciudael (Politica, I, 2, 1253a 11-17).

Los «valo1"es» a que Arist6teles se refiere en este famoso lexto, el bien y el mnl, 10 justo y 10 injusto, son, entre otros, los hilos que enhebran y constituyen 10 social. Estos valores se «clicen» en eIlr5f!,os. BahIar de e!los C5 vincular el comportamicnto pr:ktico a las supuesinS direcrrices marcadas pOl' un «cicIo ideal» que 10 ordena y sistemnti7.a. Pern cl hi en 0 In justicia, pOI" ejemplo. son constTllccioncs colectivas; formns de convivencia, orientaciones hacia 1:1 praxis. Decir es, pues, conslTuiI'; rcferir en In consciencin colcctiva los (I.selltidos» que puedcn constituirla como tal colectividad. Los valorcs que dan contenido al [{)!'.os son 111,ll1ifestaciones de pcrspectj\,~IS que. en ningun momento, pueclcn SCI" cxclllsivamentc individl1 mlls que «se Ida». Es precisamente en este tiempo ctlando, POl' In paula tina imposldon de In escritllta y de sus produetos, la palnbra cmpez6 a tmnsitar, con los gl'iiw!lI{//(J, del oklo a ]a vista, y a asegunlrse ya el saber en la «experiencial> intersubjetiva que sostenlan los eseritos. A Ia muerte de PIaton, en cl ana 347, abandono Atenas. No hay razones clams para esta mareha, y los investigadores, clesde Jaeger a Dliring 0 Chrotlst, han heeho diversas conjcturas. Invitado POl' Hermias, cl ti1'ano de Atarneo, cunado de Proxeno, su tutor, paso Arlstotcles tres nnos en los que, probablemcllte, conoeio a Pythia, hija adoptiva de Hermias con 1.. que despues se caso. En estos tres anos, pasados entre Atarneo y Assos, Aristoteles empezo a sentirse rodeaclo de amigos y disclpulos. Precisamenle en Assos eneont1'O a quiel1 iba a ser su m,ls lid disdpulo, Tcofrasto de Eresos. A Ia Jl1tlerte de Pythb, que segun llna tradicion era la madre de Nicomaco, se unil) Aristotcles a IIerpilis, al parecer una esclava natural de Estagim, y a Ia que tambicn sc atribuye 1a matcrnidad de Nicomaco. En el ana 345, se traslada Aristotelcs a Mltilene, donde C0111enzo una fccunda cobboracion intekctual con 'feofrasto. Dos ano::; despucs, a instancia de Filipo de Macedonia, Aristoteles marcha ,1 Miezll, donde se encargara de Ia educacion dd joven Alejandro. Aunqnc pronto empezarfa Ja leyenda de la influenda de las dos geniales personaJidades, no plleden confirmarse los datos que tal lcyenda ohen:. EI hecho de que los primeros historiadores dc Alejandro no mcncionen a su edueador, indica hasta quc PUllto Aristotc1es era aun desconocido. Nos quedan, sin embargo, dos testlmonios (DUring, 1966, 12) de Eratostenes y Plutarco, segun los cnales Aristotdes hahfa aconsejado a Alejandro «tratal' a los griegos como su ide y a los barbaros como su dueno, preocupandose de aqucllos como 51 fueran amigos y parientes, y de CSlOS como de crialuras a los que solo hay que p1'Opol'cionar cl alimento» (cf. tambien Aristotdes, Poliiia/, 1, 1, 1252b 5-9). Es probable que, en esta cpoca, entablasc amistad con Antfpater, que durante las conquistas de Alejandro quedarfl.l de

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HISTORIA DE LA ETICA

regente en Macedonia. Despues de la muerte de Filipa, en el ana 336, y de ia proc1amacion de Alejandro como rey, Arist6teles vuelve a Atenas y comienza su ensefianza en el Liceo. Esta larga y fructffera estancia 5610 se vera deliniti· vamente interrumpida en eI ano 323 cuando muete Alejandro. En una carta que nos transmite Ia Vita Marcian£l, dirigida a Antfpatcr (During, 1957, 105), se queja de que como extranjero y:l no podr:l encontrar paz en Atcnas. A fines de ese mismo ana marcha a la isla de Eubea, !l Caicis, donde su madre tenia una casa y clonde muere en octubre del 322 a Ia edad de sesenta y tres afios. Hay una larga poJemica sobre la cronologfa y In autenticidad de las Eticas. EI estudio completo mils reciente, en eI que se destaca In Etica Eudemia frente a la I1tictl Nicomaquea, como cl mils significativo e importante de los tres cseritos eticos, se debe a Anthony Kenny, Tbe aristoteli(l!) Etbics. A study oj tbe rel(/tiolls/;ip betweell the Eudemial1 {wd Nicomacbc(/n Elbics 0/ ilristotle, Clarendon Press, Oxford, 1978. Tamblen del mismo autor, Aristotle's Tbeory oj Ibe will, Duckworth, Londl'es, 1979. (CL, entre otras, la rescfia de J. M. Cooper en NailS, 15, 1, 1981, pp. 381·392.) 2. Pot supuesto que eI cOl1cepto de «sistema», tal como 10 utilizara des· pues 1a escoJastica nristotelica, apenas tiene que vel' can In forma en que se compusicron los escritos de Arist6teles y con 1a reIaci6n que, en Grecia, tuvo cl autor COil su obra. Veasc pOl' ejemp!o, de Mario Unterstciner, Problem/ lIi Filolog;a Filoso/ica, edici6n de 1. Sichirollo y M. Venturi Ferriolo, Instituto Editoriale Cisalpino-Goliardica, Milan, 1980. 3. La palabra «etieal>, en el sentido de una disciplina «fi1os6fica», no es de Arist6tcles. Un ejcmplo mils del esencial dinamismo y creatividad de su pens:lmiel1to. (Tampoco Ia Metrl/fsica, ni la Logica, son, pamd6jicamcnte, nom· orcs de su descubridor.) Tal vez Aristotcles consider6 tan unidos cl «planteamlento» polftico y cl etico que no se preocupo excesivamente en la scpm:aci6n y delimitacion de la «etica» ya que, cfectivamente, es una parte de la «poli· tiCll» (EN., I, 2, 1094a 24 y 5S.). En la primera Hnca de AIM. (1181a 24) meon· tmmos refcl'cncias a ell tois ethikois (Politica, II, 2, 1261a 31), bajo la forma de leg,ci!1 hyper elbik6!l. 4. Cf. E. Snell, Die Ellfdecklll1g des Geistes, Studien :eur Emstebtlflg des e1ll'opiiisc/;ell DenNens bei den GriechefJ, Claassen Verlag, Hamburgo, 1955, pp. 223 Y 55. 5. La que «debe ser» es un concepto fundamental de toda ctica. «Los griegos dccian hb dci pl'atteifJ -10 que debc hacers(,."--, quc se suele traducir como '£leber', pew can est:! traducd6n enlm un tono falso ... La instanda que asegura 10 que debe hacerse en cada caso es, para los griegos del siglo v y para Arist6teles, Ia polis, cl «espfritu de 1a comunidach>. En el Critotl de Plal6n estos staudards de 1a polis apal'ecen muy daramente ... Las expresiones has dei, /;opo/c dei, b6thell dei, etc. (como conviene, cuando convienc ... ), atraviesan toda b litem tum griega, 1'01' ejempio, S6fodes, Edipo Rey, 1184; Platon, Le)'cs, 636d 7 y 55. Cf. F. Dirlmcier, cd., AristotelC5, Niko!1lacbiscbe Etbik, WEG, Darmstadt, 1956, pp. 268·269. 6. E! sofista Andfan expl'csa, cn un texto mtly significutivo, ese caractc!r del hombre que necesita hacersc y desarrolbrse ell 1a existencia. Ese «hacer» es, como paidelll, Ia operaci6n esencial del ser humano. Sin ella, sin III educa-

ARIsn"n'ELES Y LA ETICA DE LA «()OLIS»

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cion, d hombre :miquiia !it! SCI', «10 pl'imcro en los hombres cs ia educacillil. Pues cuanda en cualquier cosa se crea un buen principia, sent perfecto 10 que resuite, Segun sca la simicnte que uno siembre en la tierra, nsf bay que esptrar quc sea lu costeba, Y cl1ando cn un Cl1el'po jovcn se s1, Crisipo, natural de Soli (Cilicia) y, como Zenon, medio griego, medio semita. A Crisipo (c. 280-c. 208) Ie sucedieron dos disdpulos, Zcnon de Tarso y Diogenes de Seleucia; estc ultimo representarb ala Stoa en In embnjadn de filosofos aRoma 056-155). Otro discipulo, Archedamos de Tarso, funelo una escuela en Babilo· nia. En la de Atenas, Antipatro de Tarso sucedi6 a Diogenes de Se-

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llISTORIA DE LA ETICA

lellcia basta aproximadamente 130, ana en qlle suele darse par uhimada la Stoa antigua. Par otra parte, a In muerte de Crisipo ya hnbia tenido lugar In escisi6n de «las ciencias» (radicadas desde enranees en Alejandria), una escision a la que precisamente se resistidan solo los esto1coS, fides a la antigua integracion de todo cl saber en la filosofia. 1 Aunque breve, este repaso historico puede valernos, antes de entrar en la exposicion de las ideas estoicas, para destacar algunas circunstancias que ayudan a comptender buena parte de Sll desarrollo y sentido. 1. La escuela se l11antiene en Atenas l11ientras esta deja de ser el centro politico elel muncIo gdego (y finalmente un centro politico de il11portHncia), y mientras «el munelo griego», en general, pusa a scI' Ullfl expresion sin sentido polftico. 2. Los fllndadores etnicamente solo son griegos a medias. Desde el origen, la escue1a exhibe un sello cultural bilingtie, impuesto pdmere pOl' clmestizaje natural greco-semita y luego pOl' 10 que dis tinguiria al estoicismo en su etapa final y m,ls dlll'aclera, a saber, el hecho milltar-aclministrativo del Imperio romano. 3. Ya en esta primera erapa es observable, m111que 10 sent 111,15 en siglos posteriores, que algunos de sus hombres mantienen reladon personal con el poder poIrtico: asi, 1a de Zenon can Antigono, y los casas de Perseo, que recibio de Antigono el manelo de Corinto/ Arist6n de Solos, a quien e1 mismo rey encargo que redactara una astronomfa popular, 0 el rey Cleomenes, mItor de una importante reforma social (reclistribucion de tierms), quien habfa sido disdpllio del estoko Es£ere.3

1.2.

1.2.1.

EL SISTEMA ESTOICO

La /tmdllcion de ill doctriucl

Sin menoscnbo de In importancia de Crisipo, podcmos ;1Creditar a Zenon 1a fund,lcion de In doctrina en Sll integriclad. Aclemas de establecer 1a escllela, el inicia 1a edificaci6n del sistema en toelos los ambitos a aCllpnr. Lo abana ya la simple constat(lcion de las enscfianzas recibiclas, a partir de las wales desanollarfa las pl'opias.'l £1 mismo les annelida Ia reflexion sobre e1 lenguaje, en 1a que tanta

1.0S ESTOlCOS

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parte debiu de rener In de ]1\ divcrsidad idiom,itiGI y Ja comprensi6n intercultural de quien tellla «cultura helcnica y cspiritu fcnicio» (Pohienz, 1948-1949). Seg(in Pohlcnz, el estoicismo lleg() a dcsplazar a b Academia y d Liceo en la hegemonltl de Itt filosofia griega durante siglos porlJue In explicacion del munclo (de cste mundo que vemos, en cI qllt~ vivimos) ha116 en el cOl1cepto zenoniano del l()gos virtualidades que no habra en el l6gos aristotdico, para no hablar del platunico }

La inspirnclon en Hcrac1ito P1"01101'cio116 a ZCl1 110 slempl'e cl'cibies (Dc Ben., II, 31, 1) y ~:> (Ep., 80, 1). Su mas estridente hetcl'Odoxia Cue despreciar b L6gica. Un silogismo, dicc, a naclie hacc hemc: «yo no rcbciono estas casas can Ia dialectic:): en favor de la verdad hay que obtar con mas sencillcz» (Ep., 82, 19). POl' no haberlo hecho critica a Zenon, y aun mas a Crisipo, «hombre gtande, pero gl'icgo», que dlena SlIS Iibros dc tales

LOS ESTQICOS

tonterias» (Dc 13ell" I, 4 Y III, 8).5) )' no se excuse b cIestcmplnnza con que las estimase nimias complejicIllClcs teoricas (asf las llama a veces), extranas a su «espfritu practlco de romano». Tambicn Ie enfacia que Posidonia atribuya a sabios los inventos que han promovido la civilizndon (Bp., 90, 7 Y 11) y ve en la Historia y In Geornetrfa «menudencias y niner/as» (Bp., 88): «no import a 10 que oellt'l'i6 n Ulises, sino como luwcgar bacia el bien» y «(de que me saber dividir un campo si no s6 rcpartirlo con 111i hermano?». Ese dcsprecio par la teo ria que no afeete direCICll11Cllte a b vida moral no revela espfritu pnictico (pl'agmatico), sino una obsesiv(l atencion a 10 «pdctico» en cl sentido gricgo (0 kantiano) del tcrmlno. En cuanto a la «Elsiea», cn Seneca cl mismo extrCl110 pdnll1do de Ia 1'a7.011 pnktica se combina con una falta de clogmatismo mayor y mucho mils opemnte que en Marco Aurelio. La recta concllleta no puecle remltal' del conoeimiento de In «verdaclera estructura» de 1a l'ealidad, porque esta no es una evidenda y aqllclla S1. Orm cosa es que In eonviecion moral busquc ClpO)'O en las ideas metafisicns. En COl1so/acion it Helvitl (y ou'os lugal'es) se enumel'an metaffsicas discordes: «quie11C}uicra que [LIese cl formadar del universa, sea el Dios oml1ipotente, sea una raz6n incorpol'ca, 0 cl espiritu divino difundido pOl' todo 10 grande y 10 pequeno con una igulll tensi6n, sea e1 clestino 0 In serie inmutnble de las causas cohe1'entes entre sf». La Ep., 14, que rcitera 1a duda entre cl hado, el gobierno de Dins, el imperio del aZar, concluye: sect IJerdild Cfwlq1licra de estas cosas 0 10 scan todas, debe!11os filosobr: ya 110S atcn los hados con su ley inexorablc, ya este todo displlesto en cl universo 1'01' 1a volul1tac! de Dios, ya sea el azar qUlen mueva los asuntos humanos, fa f iloso/ftl debe tlllxiliarnos. Ella nos cxhortara a obecleccr 11 Dios de bUCI1 grado, a 1a fortuna con firmcza; ella te ensefiara a scgl1ir aDios 0 a soportar el aZar. No btl)' tlecesiciad ele eJJtl'flr abOI'd en esa disjltltCl ... ahora vudvo a cxh~rtmtc :l que 110 dejes qtle mctlgiie a !alJgttidezclI el de tu animo.

ASI no es raro que Seneca, (di(//lO/as) y sirve para nombrar las cosas». 6. Zenon debi6 de sef cl primcro en usat cl termino. Entonces no sign ificaba 10 que hoy (16gka formal, cuya conceptuaci6n y desarrollo sedan la gran innovacion de Crisipo), sino una difusa filosoffa del lenguaje, una l'eflexion te6rica y una serie cle investigaciones que tendrian su origen en su cotejo clel griego can eI fenicio materna; y, junto con eso, el tema de la captaeion de Ia realiclad que hoy llamamos teoda del conocimiento. 7. La fonetica, la clarificacion de las formas de flexion nominal y verbal, la teoria de los tiempos. En esta distingufa, al modo semita, entre formas indicativas de Ia dmnci6n 0 de In perfeccion de la 3cc10n. 8. Cleantes 1a describi6 como Ia hudlu de lin sello en Ia cera. Crisipo objeto que de ese modo las sucesivas bon-arran las anteriorcs, y prcfiri6 hablar de una altel'llciou (beteroiosis) operacla en la mente. 9. E1 termino prolepseis, tomado de Epicuro, parece intl'Oducido en la Stoa pOl' Crisipo. Signilica 'anticipacion'. 10. La parte de Ia «Logica» corrcspondiente a 10 que hoy llamamos as! (en Crisipo, el estudio de 10 lekton, 10 significado pOl' ell(5gos, y de las aset'ciones susceptibles de verdad 0 falsedad) importa menos para 10 que ahora nos ocupa. Quien desee mayor informacion sobre el tema puede consul tar H. Mates, Stoic Logic, Berkeley Univ., Los Angeles, 1953; W. y M. Kneale, Development 0/ Logic, cap. 3.°, Oxford Clarendon Press, 1962, pp. 113-176; M. Mignucci, Ii signijic£ltio della [ogica stoica, Patron, Bolonia, 1965. 11. El detalle de la aplicaci6n de esas ideas bllsicas al conocimiento cientifico de Ia naturuleza, aparte de los inevitables excesos especulativos y 1a superficialidad y escasa elaboracion de los datos a disposicion de uquellos pensadores, puede omitirse en .un resumen de sus ideas etico-poHticas. Quien desee ampJiar eI conocimiento de Ia jl.sica esto1ca (en cl senticlo actual del termino) a III luz de criterios dentfl.i.cos 0 de historia de la ciencia, puede eonsultar con provecho Sambursky, 1970. Para nosotr05, aqu! cl mayor interes conesponde, con 10 ya dicho, al tratamiento de las dil.i.cultades con que tropez6 1a idea de la mciol1{llidad teleol6gica de Ia naturaleza. 12. «Podemos suponer que los monstruos son fracasos analogos de finalidad en 1a naturalezm> (Phys., 199, b2). 13. Para ello distingui6 entre causas determinantes 0 principales y causas condicionadas (contribuyentes, cooperadoras, tldjtlvtllJtes) (Crisipo, frag. 974). 14. Un episodio importante fue el descubrimiento de la exotica filosofia india encarnacla en los gimnoso/ist(ls ( del hecho historico de la muerte en In cruz de Jesus, qne se dcsarl'Ollara en Ia tradicion posterior del dogmn de 1H redenci6n; 68 la sacramentaIizacion correspondieme de la vida cristiana, con una reinterpretacion del rito in1ciatico del bautismo (Rom., 6, : «consepl11taclos con Cristo ... renacidos a una vida nueva»); los comp\ejos matices de 1a nocion centml de «justificacion» (dikalosis), que originarfan las controversias del siglo XVI. Tienen particular relevancia allt1'o\1010gico-moralla concepckin del «Cllerpo de Cristo» (1 Cor., 12; Hom., 12, 4-8): arrancando unl! comparnd6n cLlsica en :ill tiempo, Pnhlo llega a vcr la salvacii)11 «en Cristo» como una delta identificacion mfstica, en virmd de Ia Cllal eI Cristo personal fie prolonga en ]a comunidad creyenl"e.69 «Cuerpo», es dedI', In rcalidad personal Immana, no ticne en este conrexto ningllna connotacion peyotal'iva. Pero cl tema nntropohSgico fundamental implicado en la sotetiologiH paulina, con e1 que cs ohligado terminal' estos l', cf. A., 41), frente a Ia «an/in{I/Emil castrad6n de Dios para hacer de Cl un Dios meramente del bien» (A., 40). «El concepto cristiano de Dios -Dias como Dios de los enfermos, Dios como arana, Dios como espiritu- es uno de los conceptos de Dios m,ls COlTUptos a que se ha llegado en In tierra; tal vez represente induso el nive1 mas bajo en la evoluci6n descendente del tipo de los dioses. jDios, degenemdo a ser la contmdicd6n de Ia vida ... !» (A., 43). Nietzsche resume en dos tesis In gcnesis del cristianismo (A., 49). La primera enuncia que cs «In consecllencia I6gica» del «instinto judlo». Ya cstaba dicho en La genealog/a de La moral, pero aqui se anadcn precisiones interesantes. La segunda aporta una importante novedad; distingue a Jesus ( ... La misma mult/tud de denominadones muestra que se ha dado con un fiJon imprescindible para un cristianismo autcntico, pem no faci! de expJornr. 96. Aunque haya que poneI' !nuchos repams aI barroco metodo del !ibm de Fernando Bela, Lccttlre tJla/crirtlistc de fElhw,!;i!e de Mtlre, 1974 (ttnd. cast., Lcc/tlrn rtldtcri,rlist(1 del Evrltl,!',clio de Mdti'o.\". Verba Divino, Estella, 1975), resulta digna de pensarse su valoraci6n de In potcncialiclad radicalmcnte «subversivll» de Ia predicllci6n y pdctica jcsullna del amor; en contraposici6n a 10 ingentHlmente «rebclde» de In estrategia zelota, tendente a restamar b teocra· cia (pp. 397 y 55.). 97. Remito a 10 clicho en Ja nota 68. Una rcflexi6n cristianfl sobre esle aspecto de la crftica de Nietzsche. en R. Duval, «Dieu contre la souffrance. La critique nietzschcenne», en Tl1terets htlwains ct images de Dietl (Lmnierc cl oie, n. 128, Lyon, 1976), pp. 21-41. 98. El amot del 1l11stico qucrrfa ({C(JO Ia l que Ie descubren los filOsofos

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mSTORIA DE LA ETICA

nicos, cllando SU hente adversado se encuentra en In facci6n maniquea. Can el paso del tiempo acentua como fuente de inspiraeion ]a verdad revelacla, tomando par gUla la sabidurfa de san Pablo. Si en pllgna contra los maniqlleos eeha mana de los reCtil'SOS de la 1'az611 , siempre entiende que esta 110 es In sede ultima de ]a sabidurla. En la fijaci6n de sus limites insistir,i paniculnrmente en In controversia frente a los pelagianos. E1 proceso de reformulaci6n de SllS posiciones ai caso Ie l1eva a afirmarse en Ia philosophia christiallel. As! es como el hombre, que empieza viencIo el muncIo de In fe con mente plat6nica, acaba interprerando cl de la r pagano, SllS posiciones se impregnan pronto, y siempre de mas en mas, del «evangelismo» cristiano. La diferencia entre el buen {/tiil!lOIl, aptopiablc pOl' eI hombre y gUl11 de un vivir sectmd tim hominem, y ]a «bucna nueva», Ia gracia bonificante, don de Dios que sana Ia dcficiencia humann, marca ia c1istancia entre la cricn de los fi16sof05 y In agustiniana. Rohmer dice a cste respecto: Si en los tratados que dawn del perfodo pl'ecedellte al saCCl"docio san Agustin considera los problemas de Ia voluntad, Ia libertad y Ia rectitud moral desde un punto de vista que scda el de una moral natural, purece que, por el contl'ario, en los escritos posteriores tome el punto de vistn del te61ogo de la grad;! (Rohmer, 1939, p. 17).

Vamos aver ahora los pasos que eI hOlJlo lJiator ha de dar has/a eI encucntro con 1a fclicidacl. Entramos as! en el capitulo de In virwd, de Ia que ht felicidad es premio. A CllyO respeclo se tcndd en cuenta que: tl) Las virtudes and an e1 camilto hacia Ia vida feliz. h) EI camino hHda la felicidad vetcladcra es la Verdad-Cristo. c) Verdaderas virtucles senln las «cl'istiaoas».

LA EDAD MEDIA

.3.

VIDA

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VIRTUOSA

La vida moral la acttian las virtudcs.

ESH

actuaeIOn suponc tam-

bien el drama de la crcacion, Ia cal(b y 1