Camilo Flamarionn Astronomia Popular

lammanoi, LA TIERRA y El CIELO t t j f u t t^í t r 1020028945 ASTRONOMIA POPULAR ASTRONOMIA POPULAR LA T I E R R

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lammanoi, LA TIERRA y El CIELO t t j f u t t^í t r

1020028945

ASTRONOMIA

POPULAR

ASTRONOMIA POPULAR LA T I E R R A Y EL C I E L O DESCRIPCION DE LOS GRANDES FENÓMENOS DEL CKIYERSO A L ALCANCE DE TODOS POE

FLAMMARION.

CAMILO OBRA

VERTIDA LIBREMENTE AL E S P A S O L , AMPLIFICADA Y ADICIONADA CO!T S O T A S POR

JOSÉ ILUSTRADA

COK

GENARO

PROFUSION

DE

MONTI.

INTERESANTES

GRABADOS-

P o r la dignidad d e su o b j e t o y por la p e r fección de s o s t e o r í a s , la Astrouomia e s el m a s bello monumento d e l e s p í r i t u h u m a n o . LAPLACE.

FONDO fVCAROO COVAfíBUBfAS

MADRID

IMPRENTA T LIBBEB1A DE G A S P A B , (ANTES GASPAR

Y

EDITORES.

ROIG.)

calle del Príncipe, 4.

88740

1 8 7 9 -

40630

$ £ > 4 F I

4-

5 3 S l i

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR El mundo marcha quien s e detenga será aplastado, y el mondo continuara marchando. BALMES.

S e h a cumplido con los requisitos q u e m a r e a la ley para los derechos de propiedad.

0 Ü M 0 ^f

OQRAOlfl

La ciencia antigua, educada aisladamente, sin nocion alguna de la física ni de las fuerzas vivas del Cosmos, desprovista de instrumentos v de buenos métodos de exámen, dió significación sobrenatural á todos los fenómenos del mundo estenor, v creó el politeísmo griego y romano, origen de esa séne inconcebible de preocupaciones y de absurdos que todavía no han desaparecido por completo, de la conciencia humana, no obstante los progresos de las ciencias y de la industria que han trasformado todas las cosas, y han contribuido á la abundancia, al mejoramiento y bienestar que hoy disfrutan los pueblos modernos. En los tiempos antiguos caminaban las ciencias por los tortuosos senderos del error y de las preocupaciones; en nuestros dias el carácter que ofrece el progreso es muy distinto. No hay secreto, no hay fenómeno que no se someta á la investigación; todos los adelantos son patrimonio del mundo; y la ilustración, regenerando á los pueblos, crea nuevos elementos de vida, y abre por todas partes inagotables veneros de riqueza social. El progreso se realiza, el progreso se cumple. La sociedad moderna, como la antigua Niobe, sufre hoy una de sus mas gigantescas trasformaciones.

Asi como en el terreno político, merced á una ley eterna d e la historia, todo se a p t a y se trasforma hasta el punto de que

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sino

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la transición nue

la libertad, 1 Je ' de la ™ 1 la de del mismo modo en el estudio Naturaleza todo se trasforma y adquiere nueva vida, hasta que llegue el día ¿quién sabe? en que el hombre se eleve al verdadero conocimiento del mundo, y pueda someter, por el libre ejercicio del pensamiento, a la unidad de un principio racional todas lasmaraviiias del Cosmos. Esta perfección de la ciencia en el porvenir la anuncian, hacen presentirla los adelantos de hoy. Haughton, aplicando á la biología los métodos de la geomet n a y de a mecánica teórica; Jellet examinando los fenómenos de la óptica física para llegar [á una teoría verdaderamente racional delaluz; Reynolds recomendando el estudio de k fistos,a como un,co capaz de proporcionar conocimientos positiI W UUIÍZaQd0 Ia f u e r z a se ™ trasforma m0Vim,eat0 d e las do n Í S c a r e a s ; Darwin estableciendo I Z ?S G f e W e S P u e d e Q r e d u c i r s « á sola de donn a c t l i ^ las demás; Berthelot con sus importantes combl 2 2 ? , í e m a C ° n l 0 S á d d 0 S ^ s u s l u d i o s sobre los cuerpos grasos; Brown buscando un principio fundamental de reIaCÍ Da ° «a por medio de una h ^ ! tesis, con la teoría general de la dinámica; Janssen, Lockver aStrÓD m0S Pr 1,and i 0 d e ,a eespectral s S a l lque uJT ° que °existen ° Pen ° r mlae dTierra - « * los cuerpos se ene,™ tran también en el Sol y en los planetas de « ^ r o sistema" á

* * * » estelares d e l ® t rmin a r b H ? * C O n s t l t ü C , o n í n t i ,6 34 , 9 35 ,2

»

»

E n t r e el principio del eclipse j el de la totalidad se obtuvieron fotografías á las boras siguientes: 4h

38 m 40 56 59 05 18 26

.

.. . . . . . .

. . . . . . .

55%6 42,6 4 7 ,6 58 , 2 5,7 17 , 7 8,2

E l principio de la totalidad f u e observado á las horas que se indican á continuación: Agacino Cabezas Pujazon Benito Peral Canales Carrillo

5b

.

33™

» » » » » »

. . . . . . .

55s,7 56,9 56,7 56,3 56,7' 56,7 57,8

Y el fin á las horas: Agacino Pujazon Carrillo Benito

5'1 .

35« » » »

50s,7 51 , 7 53 ,8 5 3 ,8

E n t r e el fin de la totalidad y del eclipse, se hicieron f o tografías á las

5h

. .

6

. .

42 m 53 2 10 23 26

. . . . . .

. . . . . .

lls,8 44 ,8 44,8 9,8 53 ,4 51 ,9

E n el momento de hacerse las dos últimas fotografías, estaba j a el Sol tan bajo, que su disco aparecía alargado á causa de la refracción. Durante la totalidad el cielo estuvo casi despejado por el Noroeste; j cubierto de n u b e s , resto de la turbonada , por el Suroeste j S u r . Al aproximarse el principio del eclipse total se levantaron algunos pequeños cumulus que pasaban rápidamente por delante del Sol. Como cinco ó seis s e g u n dos antes de cubrirse este completamente por la L u n a , empezó á distinguirse la coloracion rojiza por donde d e s pues se verificó el contacto, asi como la corona que era circular j uniforme j cu j o brillo f u e aumentando g r a d u a l mente. Tres segundos antes de desaparecer por completo el Sol, el pequeño huso de este astro que quedaba visible, principió á cortarse quedando en la forma de una série de puntos brillantes, estrechísimos por los cuernos, j algo m a j o r e s j redondeados por en medio, los cuales fueron los últimos que desaparecieron. E n este momento se vió la corona por la m a j o r í a de los observadores como una aureola completamente circular, de color blanco plateado mate, que formaba alrededor del cuerpo oscuro de la L u n a un anillo luminoso de tres ó cuatro minutos de ancho, c u j a intensidad se iba degradando poco á poco, hasta llegar mu j débil á u n a distancia algo m a j o r de un radio lunar. E s t a corona blanca en lugar de la roja observada en los demás eclipses, es u n a peculiaridad e s -

trafia y sorprendente que no ha podido menos de llamar la atención de nuestros compatriotas y de las demás comisiones que h a n estudiado el eclipse en los Estados-Unidos, y de la cual deducen los astrónomos consecuencias importantes sobre la física solar, según manifestaremos mas a d e lante. Cuatro ó cinco segundos despues, apareció la corona como si se alargase paulatinamente en el sentido del d i á m e tro l u n a r , correspondiente al punto en que se verificó el contacto, y á poco se observó como formando en esta dirección por ambos estremos del citado diámetro, "una especie de banda luminosa a n g u l a r , cuyo vértice parecia e s t e n derse , según algunos observadores, hasta á tres diámetros de nuestro satélite. Uno de ellos cree que la parte de la que hemos llamado banda terminaba en punta y que por la región opuesta formaba u n a especie de abanico. Además de esta banda luminosa se vió poco despues por el señor Pujazon tres radiaciones de luz algo mas intensa que el resto de la corona y casi unidas ; y uno de los o b servadores distinguió otra m a s , pero menos brillante que las anteriores, en la región opuesta. La intensidad de la luz coronal adquirió mas f u e r z a , á medida que aumentaba la oscuridad. E n la forma espresada y sin q u e se notase y a mas v a riación, persistió la corona hasta el fin del eclipse total. Momentos antes de reaparecer el Sol , la luz blanca de la corona tomó u n color violeta pálido; y por donde debia verificarse el "segundo contacto de los discos, se vió coloreada en rojo, coloracion que asi como la corona dejaron de verse poco despues de descubrirse el Sol. N i n g u n o de los observadores distinguió protuberancias, ni á la simple vista ni con anteojos.

Examinado el espectro de la corona por dos astrónomos, no se vió la línea característica de esta, y sí solamente las de la cromósfera en las inmediaciones del limbo solar. U n a plancha fotográfica que estuvo espuesta en el telescopio la mayor parte del tiempo de la totalidad, no produjo mas que u n a débil imágen de las partes de la corona mas inmediatas al limbo l u n a r ; y si bien se notaron e n ella h a s t a siete pequeñas protuberancias, no fueron bastante notables sin embargo para que los observadores pudieran formar un juicio exacto acerca de la naturaleza de la coron a . La altura del Sol e r a y a corta, y para obtener u n a imág e n perfecta de la corona, hubiera sido necesario tener la plancha mas tiempo expuesta en el telescopio ; y como el instrumento se movió algo, se produjeron dos distintas impresiones, la segunda de las cuales corresponde al i n s t a n t e del último contacto. La temperatura fue disminuyendo gradualmente , y a l gunos minutos antes de la totalidad se levantaron, como y a hemos dicho, ligeras nubecillas que desaparecieron hacia el medio del eclipse. La oscuridad no era completa, pero la luz que se estendia sobre todo el paisaje, s e g ú n nos h a referido u n amigo nuestro que observó el fenómeno en Cuba, «no se parecia ni á la del Sol, ni á la de la L u n a , n i á la del alba, ni á la del crepúsculo; era u n a luz vaga, indefinible, fantástica, que no hacia sombra y que solo permitía descubrir el trastorno de la Naturaleza». Los fenómenos generales de coloracion del m a r , cielo y objetos terrestres, fueron los mismos que se han observado en todos los eclipses totales, los cuales conocen y a nuestros l e c tores. Los señores Pujazon, Goñi, el P . Viñes y Peral hicieron algunos croquis del aspecto de la corona; y - d e las fotogra12

fías que obtuvieron de todas las fases del eclipse, h a tenido la amabilidad de remitirnos espontáneamente el señor P u -

Fig. 54,—Eclipse total.—Aspecto de la corona solar, observado en Mariel, por el señor tioñi.

jazon u n a coleccion completa, en la cual se distinguen las que representen dos distintos aspectos observados en la co-

roña por los señores Goñi y M a r b a n , y que pueden e x a minar nuestros lectores en las láminas 5 4 y 5 5 , copias exactas de dichas fotografías. Terminado el eclipse comenzó á descomponerse el tiempo. E l 30 por la m a ñ a n a reinaba un brisote achubascado que fue aumentando en intensidad hasta que se convirtió en u n pequeño b u r a c a n , pasando el centro del ciclón al S u r del lugar en donde se hicieron las observaciones, por euya razón hubo necesidad de desmontar los instrumentos. Pasado el mal tiempo se hicieron observaciones para determinar la posicion geográfica. La diferencia de longitud entre la casa del ingenio y la Machina de la Habana, d e t e r m i n a d a por el señor P u j a z o n , resultó ser de l m 4 7 s , 3 al Oeste, y la latitud del pilar del instrumento de azimut y altura 23° 0 ' 4 0 " , datos que todavía pueden tener a l g ú n pequeño error por no haberse revisado los cálculos en que se a p o y a n . E n la H a b a n a , observaron el eclipse en el Morro, los t e nientes de navio señores Montes de Oca, Caravaca, Rodriguez M a r b a n , Carlier y los alféreces de navio Martinez, España, Peñasco, E s t r a d a , Frexes, Suances y Rodriguez. El aspecto general de la corona y la marcha del eclipse, fueron casi iguales á los observados en Mariel. La corona presentó la misma forma de anillo con dos prolongaciones en el sentido del diámetro, perteneciente á los puntos en que se verificaron los contactos internos. E l ancho de este anillo lo graduaron los observadores en u n a décima parte del rádio l u n a r , ó sean dos minutos de arco, y debilitándose su luz desde ese límite creen que llegaría hasta cerca de dos radios lunares. E l fotógrafo de la H a b a n a , señor Oca, que se agregó á los observadores, obtuvo en una c á mara ordinaria varias fotografías; pero no habiendo d i s -

puesto sin d ú d a l a cámara convenientemente para el objeto, además de estar algunas, según el exámen que liemos h e cho , m u y movidas, aparecen rodeadas de una aureola , á causa de las reflexiones de la luz en la armadura del objetivo. E n Santiago de Cuba observaron el eclipse los capitanes d e fragata señores Ojeda y González Olivares y los oficiales Pavia, Paglieri, Lucio y Montes. E l señor Olivares hizo un dibujo del aspecto de la c o rona, que pareció como un simple anillo de rayos luminosos alrededor de la L u n a , los cuales se estendian unos cuatro minutos, y cuyo color variaba desde el violeta claro al amarillo verdoso. E l cielo estuvo cubierto en Cuba desde el principio del eclipse hasta las 5 horas 3 3 m i n u tos que empezó á despejarse por la región que ocupaba el S o l , y pudieron observarse el principio y fin de la totalidad: el Sol se puso eclipsado. A u n q u e se han hecho los cálculos necesarios para determinar con estas observaciones los errores tabulares posibles, todavía no se han rectificado estos trabajos por tenerlos entre manos en la actualidad el señor Pujazon para terminar la Memoria que sobre el eclipse está redactando, y e n la cual consignará las investigaciones y estudios hechos por nuestros ilustrados marinos, asi como las consecuencias lógicas que sobre la constitución física del Sol se deducen de las estrañas peculiaridades observadas en la corona en este eclipse, fenómenos que el señor Pujazon discutirá seguramente con los profundos conocimientos y el talento práctico q u e tanto le distinguen, por c u y a razón esperamos con impaciencia su Memoria, los que en E s p a ñ a nos interesamos por la cultura de la ciencia. Las observaciones practicadas por las comisiones estran-

jeras que han estudiado el eclipse en América, son t a m bién de un interés estraordinario, y arrojan bastante luz sobre muchas materias hasta ahora mal definidas por la ciencia. La intensidad luminosa de la corona, están conformes todos los astrónomos que la han observado, en q u e h a sido m u y inferior á la de 1869 y 1870, si bien se h a n columbrado algunas protuberancias; pero las líneas brillantes tradicionales y las r a y a s oscuras, no fueron tan visibles como de costumbre. E l profesor Brackett dice que el e s pectro de la corona d u r a n t e la totalidad era continuo, y que no vió rayas negras que lo cruzaran, ni observó anillos brillantes, a u n q u e puso m u c h o cuidado para verlos. E n la parte ultra-violeta del espectro no observó el D r . Young, nada digno de mencionarse; y con el espectróscopo de seis prismas de Grubb, tampoco pudo Mr. Smith ver absolutamente cosa a l g u n a . E l principal objeto de estos observadores era estudiar el espectro de la corona y la cromósfera solar, y a mas allá del color rojo, y a fuera del violeta, pues esperaban descubrir algunas líneas nuevas brillantes e n tales circunstancias, para lo cual estaban provistos de magníficos instrumentos; pero sus esperanzas no fueron satisfechas. Mr. Lockyer, que es un astrónomo de 'primer órden, también observó como Brackett, Draper y otros; el espectro continuo de la corona durante la totalidad, lo cual le hizo conocer el g r a n cambio que h a esperimentado la a t mósfera solar. La corona roja brillante de los eclipses anteriores, reemplazada en este por una corona blanca y mas pequeña, h a llamado la atención de todos los astrónomos. Este fenómeno, que nadie esperaba, ha permitido fijar nuestros cono-

cimientos respecto á la decadencia de la energía solar. Y en efecto, la ausencia de líneas en el espectro de la corona, prueban un descenso notable en la temperatura del Sol, j u n cambio tan marcado en este astro, b a de influir p o d e rosamente con el tiempo en la vida orgánica de nuestro planeta. Además, al reducirse el número de las protuberancias ó surtidores de hidrógeno incandescente en la cromósfera solar en los últimos cuatro años, se ba notado que el m a g netismo terrestre b a sido menos enérgico que en los años anteriores, pues á pesar de la inmensa distancia que existe entre el Sol j la Tierra, el número de las manchas j las formidables erupciones de llamas de aquel astro, corresponden con el estado eléctrico de nuestro globo: las auroras boreales son mas ó menos numerosas y brillantes, según la intensidad de aquellos fenómenos; la b r ú j u l a se e s t r e mece y pierde el norte, y la luz y el calor que del astro central recibimos, sufren también su influjo poderoso. Asi, pues, como el Sol es el primer motor de la N a t u raleza y cuanto vive y se desarrolla sobre la superficie de nuestro planeta depende de él, ésta cuestión es de s u m a trascendencia para el porvenir d e la h u m a n i d a d , y deben por ende ser 'cuidadosamente examinados los cambios que se esperimenten en la Tierra, por la estrecha relación que existe entre ellos y los fenómenos magnéticos del Sol. Mr. Morton, en vista de los raros é inesperados fenómenos observados en este eclipse, cree que los cambios de temperatura que indican en el Sol las peculiaridades f í s i cas notadas en la corona, han de influir mucho en las condiciones climatológicas terrestres; y añade que si tales cambios se acentúan indefinidamente, que no seria difícil ave-

riguar en qué términos en lo f u t u r o podrían producir en la Tierra variaciones considerables, como las que nos enseña la ciencia que ha esperimentado en las pasadas edades geológicas. E l D r . Young se ha abstenido de establecer relación a l g u n a entre los cambios solares y los climatológicos de n u e s tro planeta; pero está conforme con Mr. L o c k j e r y con los astronómos que han observado el eclipse, en que la corona h a sido mas vagorosa y las protuberancias y demás fenómenos de menos importancia que los observados en 1869 y en 1870; y asegura que el aspecto de la corona en esta ocasion acredita u n descenso apreciable en la t e m p e r a t u r a del astro del dia, cu j o estudio constituye un problema profundo é importante para la ciencia astronómica. Tales son, ligeramente bosquejados, el resultado de las investigaciones j las consecuencias que lógicamente se deducen de los fenómenos observados en el último eclipse total de Sol del 2 9 de julio de 1878, fenómenos que tanto h a n sorprendido á los astrónomos por lo inesperados, j q u e tan interesante j viva discusión suscitan e n estos m o m e n tos entre los sábios contemporáneos. Los éclipses, así como los meteoros j las apariciones de los cometas, h a n desempeñado u n papel m u j importante en la historia de la h u m a n i d a d . P a r a los antiguos, u n eclipse de Sol ó de L u n a , era considerado como u n verdadero trastorno de la Naturaleza. ¡Perder su luz la L u n a ó el Sol! Sin d u d a q u e esto presagiaba a l g u n a desgracia, a l g u n a g u e r r a , a l g u n a peste ó alg ú n diluvio. Otros creian que era el fin del mundo, ó q u e u n dragón horrible devoraba al Sol ó á la L u n a , creencia que la tradición conserva todavía en Persia j en algunas ciudades de la C h i n a , j cu j o peligro conjuran sus h a b í -

tantes produciendo un ruido infernal con toda clase de instrumentos, creyendo que de este modo suelta el monstruo su presa y h u y e despavorido. San Máximo de T u r i n refiere, q u e los cristianos de su tiempo admitían que se debia hacer ruido durante los eclipses, para impedir que los magos hicieran daño álos astros; y Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo del siglo X I I I , el D r . Angélico, la columna firmísima de la Iglesia, creia que los meteoros y las tempestades eran producidas por los espíritus malignos, y hasta admitía los sortilegios (1). (1) Dos clases desdichadas estorban los progresos de cada g e n e r a c i ó n c o n s u i g n o r a n c i a : los espíritus apocados y s e n t i m e n t a l e s , en q u i e n e s solo i n f l u y e el error y el f a n a t i s m o ; y los filósofos de l a s a p a r i e n c i a s , fátuos científicos, q u e creen absolutos los principios que poseen. Cuando se considera el s i n n ú m e r o de v í c t i m a s i n m o l a d a s p a r a q u e e n s u s e n t r a ñ a s palpitantes l e y e s e n los a u g u r e s el p o r v e n i r de los i n d i v i duos y de los pueblos, n o p u e d e m e n o s el p e n s a d o r de c o m p r e n d e r e l poder incontrastable del error q u e asi d o m i n a á la h u m a n i d a d e n t o d a s las edades de l a h i s t o r i a . F u n e s t a s por sus resultados son eslas preocupaciones p o p u l a r e s , p e r o n o lo son m e n o s l a s q u e r e g i s t r a la h i s t o r i a de las ciencias en sus a n a l e s . Aristóteles pesa u n odre v a c í o d e a i r e y despues lleno: n o tiene e n c u e n t a t o d a s l a s condiciones d e s u e s p e r i m e n t o , y deduce con la» s a n c i ó n de u n a falsa esperiencia, que el aire n o es p e s a d o ; pero este m i s m o esper i m e n t o , repetido m u c h o s siglos despues p o r Otto de G u e r i c k e con s u m á q u i n a n e u m á t i c a , p r u e b a l a g r a v e d a d d e l a i r e , y q u e cada litro p e s a 1 g r a m o 29 c e n t i g r a m o s . N e w t o n , el f u n d a d o r de la filosofía natural, este h o m b r e i n m o r t a l q u e con su teoría de l a gravitación sometió lo infinito á cálculo, d e m u e s t r a q u e n o es posible evitar los inconvenientes de los l e n t e s de Galileo; m a s los adelantos de l a óptica destruyen estos inconvenientes, y en n u e s t r o s d i a s se c o n s t r u y e n anteojos q u e r e v e l a n los g r a n d e s misterios q u e e n c i e r r a el cielo estrellado. N o hablemos de los errores científicos sostenidos en l a E d a d - m e d i a , c o m o el q u e a f i r m a b a q u e m a s allá d e l a s Islas Canarias h a b í a u n m a r d e b e t ú n encendido q u e i m p e d i a l a n a v e g a c i ó n , que siempre h a b r á u n te-

También la historia está llena de ejemplos del espanto causado por los eclipses, espanto que muchas veces ha d a do resultados funestos por la ignorancia y fanatismo de los hombres. E l general griego N i c i a s , sobrecogido de terror por un m e r a r i o Vasco de G a m a , q u e desafíe á ese m a r i m a g i n a r i o y doble e l c a b o de B u e n a - E s p e r a n z a . ¡Cuántas cosas calificadas de utopias por n u e s t r o s p a d r e s son r e a l i d a d a h o r a ! ¡Cuánto a b s u r d o et» otro tiempo es v e r d a d en el presente! H o y fijamos las i m á g e n e s de los objetos e n l a c á m a r a oscura; utilizam o s l a f u e r z a del v a p o r ; sometemos á n u e s t r a v o l u n t a d l a electricidad i m p a l p a b l e ; d o m i n a m o s el r a y o ; h a b l a m o s con A m é r i c a p o r m e d i o del t e l é g r a f o , como dos vecinos desde sus respectivas v e n t a n a s ; trasformam o s el m o v i m i e n t o en luz; creamos l a s sustancias q u í m i c a s p a r a l a s f u e r z a s físicas; r e g e n e r a m o s los huesos; impulsados por el h i d r ó g e n o c r u z a m o s l a atmósfera, como l a s a v e s , en l a b a r q u i l l a de u n f r á g i l glob o ; p o r e l t e l a r mecánico g o z a m o s de u n aseo q u e desconocieron n u e s t r o s padres, asco q u e tanto recomienda l a h i g i e n e ; cloroformizamos e l dolor; p r o l o n g a m o s l a existencia, y p r o y e c t a m o s en l a actualidad a b r i r paso á los m a r e s por los desiertos del S a h a r a y unir á E u r o p a y A f r i c a p o r medio de u n túnel q u e a t r a v i e s e el estrecho de G i b r a l t a r . . . E l progreso todo ío t r a s f o n n a y llena de v i d a . M u c h a s de las q u e h o y se j u z g a n como utopias, s e r á n r e a l i d a d a l e m p e z a r el siglo X X ; y lo q u e se m i r a con espanto h a r á l a s delicias de la generación que v i e n e . T é n g a s e m u y presente, q u e desde los primeros carácteres cuneiformes h a s t a l a invención d e l a i m p r e n t a , m e d i a n diez mil años, y desde esta á l a f u n d a c i ó n del periodismo m e d i a n diez dias; y que estos diez dias r e p r e s e n t a n el espacio comprendido entre las carabelas y las f r a g a t a s blind a d a s ; entre los absurdos de la astrología j u d i c i a r i a y el sistema d e Copérnico; entre los delirios de l a a l q u i m i a y de los estudios h e c h o s sobre l a composicionj q u í m i c a del a i r e por Lavoisier; e n t r e el c a r r o m a t o y l a g a l e r a y los caminos de h i e r r o de S t e p h e n s o n . La m a r c h a de la ciencia d e s t r u i r á del m i s m o modo los errores d e l pres e n t e , y entonces ¡cuántas de las q u e h o y se creen ciencias c i m e n t a d a s sobre base de g r a n i t o , p a s a r á n desechadas al p a n t e ó n de l a astrología y de la a l q u i m i a ! ¡Y cuántos de los que h o y p a s a n por doctores reposarán en la u r n a de los falsos t a u m a t u r g o s ! . . . (IV. del 7 . )

eclipse de L u n a , suspende su retirada de Sicilia; el e n e m i g o aprovecha esta ocasion, cae sobre el ejército de Nicias, y muere éste en la batalla quedando sus huestes destruidas. Los monarcas Agatocles y Dion, á causa de un fenómeno de este género, estuvieron á punto de perecer por el f a n a tismo de sus soldados; y el g r a n Alejandro, e n u n caso a n á logo, tuvo que valerse de toda su habilidad y fuerza de carácter para calmar el terror de sus soldados. Los hombres de espíritu elevado que en todas las épocas existen, a u n q u e en escaso número por desgracia, y algunos astrónomos de aquellos tiempos, sabían, como ahora sabemos todos, que u n eclipse no es u n fenómeno sobrenatural, sino m u y sencillo y previsto por el cálculo, pues y a se había notado que al cabo de 18 años y 11 dias, volvían á ocupar la Tierra y la L u n a la misma posicion respecto del Sol, y que los eclipses se repetían con arreglo á ese período de tiempo. Por este mismo método logramos h o y predecir los eclipses: basta para ello saber la fecha de los eclipses observados anteriormente, y añadir á la misma 18 años y 11 dias. A s í , p u e s , los astrónomos modernos que conocen p e r fectamente los movimientos de la Tierra y de la L u n a , pueden calcular con exactitud el momento en que nuestro satélite ha de atravesar la sombra terrestre, y cuando ha de pasar por delante del S o l ; y predecir años y siglos antes el d í a , la h o r a , el minuto y hasta el segundo en que se h a de verificar u n eclipse, los l u g a r e s en donde será visible, y todos los demás pormenores del fenómeno. Los eclipses totales de Sol y a hemos dicho que son m u y raros en u n lugar determinado del globo. E n Madrid, por ejemplo, el último eclipse total de Sol que se h a observado, ha sido el del 7 de julio de 1842. No se h a observa-

do despues otro eclipse total en Madrid, ni se observará en lo que resta de siglo. Este eclipse h a sido el mas célebre en los fastos de la Astronomía. Hasta esa época las protuberancias, el aspecto de la corona, los rayos brillantes que la atraviesan formando u n a gloria espléndida, subsistían sin esplicacion; pero sospechando los astrónomos, por la observación del eclipse de 1 8 4 2 , que aquellos fenómenos encerraban u n mundo de maravillas, á cual mas importantes para la ciencia, fijaron desde entonces su atención sobre la utilidad de estos acontecimientos celestes, y no h a n omitido despues medios n i trabajo para estudiarlos con el esmero y delicadeza que requieren . E n el Almanaque Náutico del Observatorio astronómico de Marina de S a n Fernando, Cádiz, y en el Anuario del Observatorio de Madrid, se anuncian cuantos eclipses de Sol y de L u n a se verifican todos los años. Los totales de Sol q u e acaecerán en lo que queda de siglo son n u e v e , cuyas fechas por su órden cronológico, son las siguientes: el 17 de m a y o de 1882, el 6 de m a y o de 1883, el 9 de setiembre d e 1885, el 2 9 de abril de 1886, el 19 de abril de 1887, el 22 de diciembre de 1889, el 16 de abril de 1893, e l 9 d e abril de 1896 y el 2 8 de mayo de 1900. De estos eclipses el de 1887 será visible en R u s i a : los demás serán observados en diversas regiones del globo, y el último en los Estados-Unidos.

CAPITULO X I I .

NUESTRO SISTEMA

SOLAR Ó

PLANETARIO.

NUESTRO

CAPITULO

XII.

SISTEMA

Ó

SOT.AR

PLANETARIO.

Conocidas las dimensiones de la Tierra, estension de su órbita, velocidad y efectos provenientes de sus movimientos; bosquejado el Sol y sus principales peculiaridades físicas y descritos los fenómenos que ofrece la L u n a , tracemos ahora el euadro grandioso del sistema planetario, de este grupo gigantesco de mundos, del cual forma parte nuestro globo, y en cuyo centro se encuentra el Sol como una hog u e r a inestinguible, brillante como u n a antorcha, radiando eternamente en todas direcciones el calor y la luz que es el secreto de la vida universal. De tres siglos á esta parte la Astronomía ha ensanchado estraordinariamente los dominios de nuestro sistema, a n tes limitados por la ignorancia y por la estrechez de m i r a s de los observadores. E n este período de tiempo el hombre, por el libre e j e r cicio del pensamiento, h a revelado muchos secretos de la Naturaleza, ha descubierto sus leyes, ha sometido á la esperimentacion y al análisis las fuerzas que actúan y sostienen á nuestro sistema planetario, y h a determinado, en fin, la estructura especial del mismo, el movimiento de queestá animado, y la inmensa estension que ocupa en lo i n finito,

Merced á estos adelantos, conocemos hoy la organización de nuestro sistema solar con t a n t a exactitud como conocemos la configuración geográfica de E s p a ñ a ; y con tanta precisión sabemos las distancias que median entre los astros que lo componen y el Sol, como las que separan á Madrid de las cuarenta y ocho provincias restantes de nuest r a patria. N e g a r estos resultados positivos obtenidos á fuerza de profundos estudios y de titánicos trabajos, hechos por hombres eminentes, seria lo mismo q u e n e g a r que la luz existe, pues a u n q u e la ignorancia rechaza todos los hechos sin conocerlos y sin estudiarlos, y considera absurdo y fantástico lo que está fuera de sus limitados alcances, el triunfo de la ciencia astronómica que' hemos consignado es u n a verdad que no admite réplica, como fundado que está en. la certeza infalible de los principios matemáticos y en r i gurosos métodos de investigación analítica. E l estudio de esta república celeste es de g r a n interés para nosotros, no solo porque á ella pertenecemos, sino por la relación que existe entre esta asociación de mundos, y el resto del Universo. Los planetas no se distinguen casi á la simple vista de, las estrellas, pues á semejanza de estas se muestran como puntos brillantes en la oscura profundidad del cielo. Y sin embargo, entre unos y otros median diferencias esenciales. Las estrellas se presentan siempre en u n mismo lugar del cielo, en una posicion invariable con respecto á nosotros, mientras que los planetas, á causa de su movimiento propio, m u d a n de sitio constantemente. H o y vemos uno cerca de u n a estrella conocida, y algunos dias despues e n otra región distinta, por cuya razón han recibido desde antiguo el nombre de planetas, voz g r i e g a que significa as-

¿ros errantes. Con la observación está de acuerdo la r e a l i dad, pues cuando se observan estos astros con telescopios, no se descubre en ellos un punto luminoso únicamente, sino un disco considerable tan g r a n d e como el de la L u n a llena, observada á la simple vista. Las estrellas por el contrario aparecen en el campo de los mas poderosos anteojos como pequeños puntos radiantes, tanto por su constitución física especial, cuanto por lo distantesque están déla Tierra.

Piz 36 —Planeta visto eon el telescopio ¿oyó volumen parece que se agranda, m i e n tras que las estrellas que le rodean no aumentan de tamaño.

Los planetas no son focos de luz como el Sol y las e s t r e llas: no brillan por sí mismos: son cuerpos opacos, oscuros por su naturaleza, y si alumbran es porque reflejan como la Tierra y la L u n a la luz que reciben del Sol. S u superficie es desigual y accidentada, y se notan en ellos otras muchas particularidades que observamos en nuestro globo. L a luz q u e emiten los planetas parece que parten de un punto pequeñísimo; pero observado este punto con un anteojo, le vemos considerablemente aumentado, y entonces toda la luz que recoge el instrumento nos la presenta diluida sobre una superficie mas ancha, y por lo tanto menos intensa.

Esto mismo sucede con la L u n a . La superficie de este astro, que á la simple vista es deslumbradora, examinada eon u n telescopio, se parece á u n a campiña alumbrada por el Sol en un dia de verano. E l mismo aspecto ofrecería la Tierra vista desde la L u n a : á mayor distancia, desde u n planeta cercano, se distinguiría como u n a estrella de r e s plandor tranquilo un poco verdoso, flotando en el espacio; y mas lejos a u n , y a no seria perceptible. La Tierra, pues, es también un astro del cielo, un p l a n e t a , y entre los planetas sus hermanos la c o n t a r e m o s . A u n q u e describiremos en los capítulos X I I I y X I V las circunstancias curiosas y sorprendentes de cada uno de ellos, interesa por de pronto que nos formemos una idea de esta magnífica aglomeración de globos que rue dan sin cesar por los cielos, formando el magestuoso cortejo del astro-re v. Estos globos están divididos en tres grupos distintos. El primero, próximo al Sol, está formado por cuatro planetas de pequeñas dimensiones comparados con los del tercer grupo. Estos planetas, según el orden de sus d i s t a n cias al Sol, son: Mercurio, VénUs, la Tierra y Marte. El segundo grupo, bien estraño por cierto, lo c o n s t i t u yen un torbellino, un enjambre de pequeños planetas que circulan alrededor del Sol entre el primero y tercer g r u po, y algunos son tan diminutos que muchas de nuestras provincias le esceden en dimensiones, pues los p r i n c i p a les de ellos miden menos de cien leguas de diámetro, y en otros este diámetro 110 pasa de a l g u n a s legu as (1). (1) A u n q u e hemos calificado á los cuerpecíllos que constituyen el seg u n d o g r u p o con los epítetos de torbellino y enjambre, n o se crea por eso q u e todos circulan alrededor del Sol formando u n g r u p o compacto ó « n a aglomeración alborotada como a c o n t e c e , según todas las probabilida-

El tercer grupo, mas distante del Sol, se halla también formado de cuatro planetas, pero m u y voluminosos si se comparan con los del grupo primero. Estos planetas en el orden de sus distancias al S o l , s o n : Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. P a r a hacernos cargo de sus tamaños respectivos baste decir que Urano, el mas pequeño de este d e s , con las estrellas f u g a c e s , de las cuales nos o c u p a r e m o s estensaincnle En el capítulo. X V I . Estos p e q u e ñ o s p l a n e t a s , á los q u e se les h a d a d o el n o m b r e de asteroides, se h a l l a n comprendidos entre las órbitas de Marte y J ú p i t e r , en u n a zona de 100.000.000 d e l e g u a s d e ancho, por termino m e d i o , y todos circulan libremente e n sus órbitas respectivas, mediando e n t r e u n o s y otros i n m e n s a s distancias. Képler f u e el primero q u e advirtió el g r a n i n t e r v a l o que existe entre Marte y J ú p i t e r , y p r e d i j o en sus investigaciones sobre las Armonios del mundo , que a l g ú n d i a se llenaría descubriendo u n p l a n e t a . La profecía del g r a n legislador de los cuerpos c e l e s t e s , se realizó e n e f e c t o ; pero no es uno solo, sino q u e pasan de 192 los q u e se h a n encontrado h a s t a principios del año actual de 1S79, en e s a r e g i ó n de n u e s t r o sistema. El p r i m e r dia del siglo corriente comenzó la série de estos descubrimientos, y desde entonces no pasa u n a ñ o sin q u e el telescopio revele la existencia de nuevos asteroides. Todos estos cuerpos son deformes y tienen p u n t a s a n g u l a r e s , lo q u e unido á la r a r a circunstancia de q u e la intersección de las órbitas y la linea de los nodos de los p r i m e r o s asteroides pasa por l a constelación de V i r g o y p o r la opuesta de l a B a l l e n a , hizo sospechar á Olbers que acaso f u e s e n trozos de a l g ú n planeta g r a n d e q u e u n a esplosion espantosa en su interior d i v i d i ó en p e d a z o s , los cuales se lanzaron al espacio ii v a r i a s distancias del S o l , animados de velocidades diferentes. Esta hipótesis f u e admitida por a l g u u o s astrónomos, pero los descubrimientos recientes y el g r a n n ú m e r o de asteroides q u e se c o n o c e n , h a n demostrado su inverosimilitud. Mas lógico seria p e n s a r , con arreglo á la teoría de L a p l a c e , q u e esos asteroides f o r m a r o n o r i g i n a l m e n t e un vasto anillo vaporoso e m a n a d o de la atmósfera del ecuador s o l a r , y que si n o se h a condensado y solidificado, f o r m a n d o u n p l a n e t a , es por el desa r r e g l o que la poderosa influencia p e r t u r b a t r i z de Júpiter h a ejercido «n d i c h o a n i l l o , impidiéndole su condensación r fraccionándole e n mil

grupo, escede en m a g n i t u d á los cuatro planetas reunidos del g r u p o primero. Estos diversos mundos constituyen la g r a n familia s o lar, y algunos de ellos están acompañados de satélites. L a Tierra posee uno que es la L u n a ; Marte tiene dos (1); Júpiter cuatro; Saturno ocho; Urano cuatro y N e p (1) De todos los planetas de nuestro sistema s o l a r , Marte es el que tiene m a s analogía con la Tierra. L a duración de sus dias y de sus n o c h e s , la intensidad de sus estaciones, la configuración geográfica y el régimen meteorológico de ese mundo, apenas difieren de los de la Tierra. Auxiliada la vista con poderosos telescopios, distingue en ese planeta sus nieves y sus montañas, sus continentes y sus mares, los cuales, revueltos ó tranquilos, según el estado de la atmósfera m a r c i a l , se h a b í a creido h a s t a h o y que no sufrían el movimiento periódico del flujo y reflujo porque M a r t e , completamente aislado en su ó r b i t a , no estaba acompañado por ningún satélite. Esta negación tan absoluta h a caido por tierra hace poco m a s d e un año. Para que el lazo de parentesco q u e une á entrambos mundos sea eompleto, para que la solidaridad que existe entre todos los astros y especialmente entre los q u e componen nuestro sistema solar reciba u n a n u e v a y satisfactoria confirmación, Marte no se encuentra solo en el espacio , el planeta consagrado injustamente por los antiguos al odioso y sangriento dios de la g u e r r a , se halla escoltado por dos lunas p e q u e ñ a s que giran á su alrededor con u n a rapidez vertiginosa. El 19 de agosto de 1S77, á las once de la n o c h e , un telegrama d e Mr. H e n r i , secretario del Instituto S m i t h s o n i e u , anunciaba á los Observatorios Astronómicos de América y de Europa, que Mr. Asaph Hall, de W a s h i n g t o n , h a b í a hecho t a n brillante descubrimiento. El asombro que produjo esta noticia en el mundo científico f u e indescriptible , tanto por la importancia y utilidad que u n hecho de esta índole reporta siempre á la Astronomía, cuanto por lo inesperado del acontecimiento, pues desde la invención de los anteojos h a b i a n sido infructuosas, hasta esas noches memorables, todas las tentativas hechas para descubrir satélites en Mercurio, en V é n u s y principalmente e n Marte. El satélite esterior fue visto por primera vez por Mr. Hall en el Observatorio de W a s h i n g t o n , en la noche del 11 de agosto de 1S77, y el interior en la del 17 del mismo m e s , con u n magnífico anteojo de diez

t u n o tiene uno por lo menos. E l nombre de estos satelites, las distancias que los separan de sus planetas respectivos, el nombre de los astronómos que los han descubierto, etc. están comprendidos en el Cuadro 2.° que se halla al final metros de longitud y de sesenta y seis centímetros de a b e r t u r a , construido per el famoso óptico anglo-americano Alvan Clark. La rapidez del movimiento de traslación de estas lunas alrededor de Marte , es estraordinaria. . La interior verifica su revolución completa en 7 horas 39 m.nutos 30 segundos de tiempo m a r c i a l , á mía distancia del centro próx.mamen e de 1.933 leguas, y la esterior en 30 horas y 18 minutos en u n a órbita distante del planeía m a s de 4.S33 leguas. Mr. Hall adopto los adecuados nombres de Foto, y Deimos (la Fuga y el Terror) para estos satel.tes, propuestos por Mr. Madan, nombres que corresponden a los que tenían ios caballos del carro de M a r t e , según refiere Homero en su inmortal " E ^ p r i m c r s a t é l i t e , F o b o s , que es el m a s p r ó x i m o , t i e n e , según las mediciones m a s e x a c t a s , 11.300 metros de diámetro;, y el m a s lejano, D e i m o s , 9.700. E l primero ofrece u n fenómeno rarísimo: durante un dia de Marte verifica m a s de tres revoluciones, y por la rapidez de su movimiento parece salir por el Oeste y ponerse por el Este. La existencia de estos satélites fue confirmada en aquellos .has por Mr. P i c k e r i n g en Massachussets, por Mr. Clark en Cambridgeport, y e n e l Observatorio de París por Mr. Henri con el g r a n a n t e o j o ecuatorial de veinticinco centímetros de diámetro. E n la sesión a l e b r a d a por la Academia de Ciencias de París el 10 de setiembre d e 1877 , dio Mr. t a j e int e r n a n t e s detalles sobre las circunstancias que h a n precedido al de cubrimiento de los satélites de Marte en el Observatorio de W aslnngton Las principales Academias y Observatorios, y l a p r e n s a cien , f i c a d e lodos los países, se h a n ocupado con interés y con i n s i s f c n c a sobre este asunto tan importante; y pocos amantes de la verdad y de la c e n c a h a n dejado de felicitar á Mr. Hall por su notable descubrimiento, que proporciona á la Astronomía el medio m a s eficaz de todos los empleados hasta aquí para determinar la verdadera masa y densidad de Marte y conocer por lo tanto con bastante exactitud la fuerza de la gravedad sobre su ' T o n ocasion del descubrimiento de u n o de los satélites de Saturno el astrónomo inglés Chambers profetizó, á últimos del siglo pasado, el des-

del capítulo XIV, y que hemos trazado expresamente para la traducción de este libro. Todos g i r a n alrededor del Sol; pero á ¿qué distancias se encuentran del centro del sistema? Mercurio, el mas c e r cano, reside á 15 millones de leguas del astro del dia; cubrimiento de los satélites de M a r t e ; pero lo q u e m a s nos a d m i r a v p r u e b a hasta q u é p u n t o l l e g a en ocasiones la fuerza d e l s e n t i m i e n t o intuitivo , es q u e S w i f t en los Viajes de Gulliver, y Voltaire en el f a m o s o v i a j e de Micromegas por los espacios, h a b l e n de los satélites de Marte como de l a cosa m a s n a t u r a l y conocida en s u tiempo, llegando S w i f t h a s t a el estremo de a s e g u r a r p o r medio de uno de los personajes de su obra, q u e el satélite interior de Marte dista tres diámetros de este p l a n e t a y el esterior cinco, y q u e el primero realiza s u revolución e n torno de Marte en diez horas y el segundo en veintiuna y media, lo cual discrepa bien poco de la v e r d a d . E s tal el enlace q u e existe entre todas l a s cosas, que el descubrimiento de Mr. Hall presta un testimonio irrecusable á esta v e r d a d , puesto q u e nos suministra un dalo poderoso para creer q u e Mercurio y V e n u s deben e s t a r dotados de satélites como los d e m á s p l a n e t a s . Y en e f e c t o , ocho planetas principales existen en nuestro sistema v , de e s t o s , seis están rodeados de s a t é l i t e s , ¿ p o r q u é razón Mercurio"y • V e n u s h a n de ser u n a escepcion de esta r e g l a y h a n de carecer de s e m e j a n t e beneficio? Acaso obedezca á u n a l e y de la Naturaleza, p a r a contribuir mejor á la a r m o n í a de las f u e r z a s p l a n e t a r i a s , q u e todos los p l a n e tas t e n g a n satélites. Y siendo esto a s i . ¿será estraño q u e el telescopio r e v e l e algún dia las l u n a s de Mercurio y de Venus-, especialmente la de e s t e ultimo p l a n e t a , c u a n d o observadores distinguidos como F o n t a n a , Oassini, Mayer y otros h a n creído columbrarlas e n v a r i a s ocasiones? Montaigne, d u r a n t e el tránsito de V é n u s de 1761, p a r e c e haberlo descubierto , según hemos visto en un Diccionario de Física publicado e n Francia en 17S9; y S c h e u t e n , que observó dicho p a s a j e , dice que V é n u s iba a c o m p a ñ a d o por un cuerpo n e g r o , p e q u e ñ o y circular q u e sig u i ó al planeta todo el tiempo que tardó en a t r a v e s a r el disco del Sol. Esta coincidencia es v e r d a d e r a m e n t e reparable. ¿Podrán atribuirse á u n a ilusión óptica las observaciones h e c h a s p o r tan distinguidos astrónomos? L a m a n c h a pequeña y r e d o n d a que s e g u í a á V é n u s en el pasaje de 1761, ¿ a que p u e d e atribuirse sino á la existencia del satélite de V é n u s ? Noso t r o s asi lo c r e e m o s . Sostener lo contrario estableciendo g r a t u i t a m e n t e

V é n u s , que viene despues, está á 2 7 millones de leguas; la Tierra á 37 millones, y Marte á 56 millones. E l enjambre de los pequeños planetas ocupa una inmensa región de 100 millones de leguas de ancho por término medio, en la cual se agitan estos corpúsculos planetarios, moviéndose cada uno alrededor del Sol en su órbita respectiva. Despues viene el grupo de los cuatro planetas mayores: J ú p i t e r , Saturno, U r a n o v N e p t u n o . El primero á 192 millones de leguas; el segundo á 355 millones; el tercero á 7 3 3 millones, y Neptuno, el último planeta del sistema, á 1.110 millones de leguas del Sol. Los unos y los o t r o s , g r a n d e s y p e q u e ñ o s , circulan en torno del Sol en períodos de tiempo mas ó menos largos, s e g ú n que están mas ó menos distantes de este astro. Los mas próximos describen órbitas mas pequeñas; los mas lejanos órbitas inmensas. Los primeros que tienen menos camino que andar y que obedecen á una fuerza mas enérgica, se mueven mas rápidamente, y los segundos que verifican l u s revoluciones á distancias mas considerables, marchan con mas lentitud. Además de estos planetas, de vez en cuando aparecen e n el cielo unos astros misteriosos que preocupan la a t e n ción d e los pueblos con su raro aspecto y con sus largas y pomposas colas: son los cometas que revisten formas caprichosas, y cuyas órbitas calculadas algunas por la ciencia, tienen por foco al Sol. Estos astros tan admirables completan el cuadro magestuoso de nuestro sistema solar. » distinciones a b s u r d a s entre los cuerpos planetarios es opuesto á la analog í a , á l a unidad de composicion q u e caracteriza á nuestro s i s t e m a , y á l a poderosa acción de las f u e r z a s físicas q u e t a n a d m i r a b l e m e n t e obrau e n la economía de todo el Universo.

planetario, sin embargo, como no será fácil á algunos de nuestros lectores hacerse cargo de los volúmenes y c o m prender bien las grandes distancias y las dilatadas órbitas de los planetas, vamos á representarnos el sistema entero en miniatura, valiéndonos de un símil vulgar y m u y sencillo. E n una estensa llanura coloquemos una esfera de u n metro de diámetro, que represente al Sol. P a r a significar ahora con exactitud las distancias y las magnitudes de los p l a n e t a s , pongamos primeramente á cuarenta y ocho metros de la g r a n esfera un cañamón q u e representará á Mercurio. U n a cereza colocada á ochenta y cuatro metros representará á Vénus, y otra á ciento veinte metros á la Tierra. ¡ Qué tamaño tan diminuto relativamente al de nuestro pobre globo! Un guisante á ciento noventa y dos metros marcará el sitio y la m a g n i t u d de Marte. Los planetas pequeños ó asteroides, pueden ser figurados por menudísimos granos de arena diseminados al azar en u n a pequeña zona. L u e g o , á mas de medio cuarto de legua u n a naranja grande representará al gran J ú p i t e r ; y u n a manzana de u n tamaño regular á Saturno, colocado á mas de u n cuarto de legua. A doble distancia, casi á media legua, u n albaricoq u e representará á Urano; y por último, á una legua próximamente, á N e p t u n o , u n melocoton.

Fig. 57.—Nuestro sistema solar.

A u n q u e esta figura dá á conocer el órden en q u e están distribuidos los cuerpos que constituyen nuestro sistema

Si además colocamos un grano de mostaza al lado de la cereza que figura la Tierra; dos junto al guisante, Marte; cuatro cerca de la n a r a n j a , J ú p i t e r ; ocho próximos á la m a n z a n a , Saturno; cuatro alrededor del albaricoque, U r a no; y uno solo inmediato al melocoton, N e p t u n o , habremos representado á los satélites. Si todo este conjunto comenzara á g i r a r en torno del globo central, y los cometas nos los representamos como

cohetes lanzados á través de estos cuerpos eu dirección al centro, este movimiento fantástico nos suministrará u n a idea en miniatura de nuestro sistema solar. Examinemos ahora los movimientos de los cuerpos p l a netarios alrededor del Sol y las fuerzas potentes que los producen. Hemos esplicado en otro capítulo cómo la Tierra, masa enorme, atrae á la materia, y cómo el peso de los cuerpos, es decir, la fuerza con que se dirigen hácia el centro de la Tierra es tanto mayor cuanto mayor es la masa de dichos cuerpos. Cae un objeto cualquiera porque le atrae la Tierra: arrojada á lo alto una piedra con todas nuestras fuerzas la atracción de la Tierra retardará poco á poco su a s c e n sión , la detendrá por fin y la obligará á retroceder abajo. N o es la Tierra el único globo que posee esta virtud atractiva: esta propiedad de los cuerpos es la manifestación de u n a fuerza misteriosa de la Naturaleza. Se atraen los astros entre sí como se atraen los átomos; mas como e n nuestro sistema el Sol es el m a y o r , claro es que los domina á todos atrayéndolos hácia sí con invencible fuerza, como lo ha demostrado Newton ("1). (1) Este g r a n h o m b r e es uno de los m a s famosos eu los anales científicos. Nació e n W o o l s t h o r p e , condado d e Lincoln ( l u g l a t e r r a ) , el 25 d e diciembre de 1642, e n el m i s m o año en q u e murió Galileo. Desde niño demostró un genio de p r i m e r orden y un a m o r inmenso á los e s t u d i o s , científicos. A l a e d a d de quince años ingresó en la Universidad de Cambridge, y en ella t u v o p o r maestro de matemáticas a l célebre B a r r o w . E n esta época, Isaac N e w t o n se familiarizó tanto con e l estudio de las c i e n cias exáctas, q u e á los veintidós años liizo dos g r a n d e s descubrimientos: el d e l binomio que lleva s u n o m b r e y el del cálculo infinitesimal, c u y a gloria quiso arrebatarle Leibnitz. Los descubrimientos hechos por este h o m b r e i l u s t r e , son á c u a l m a s importantes.

Mas si la Tierra y los demás planetas son atraidos por e l Sol, ¿cómo no se precipitan sobre el astro de fuego coLa descomposición de la luz s o l a r , la esplicacion de l a s principales l e y e s de l a óptica, la invención del telescopio q u e es d e s i g n a d o h o y con su n o m b r e , y u n a multitud de soluciones p a r t i c u l a r e s y teorías sobre física, astronomía y m a t e m á t i c a s , produjeron u n v e r d a d e r o a d e l a n t o ; p e r o e l descubrimiento q u e h a inmortalizado su n o m b r e h a s i d o el d e l a a t r a c c i o n ó gravitación u n i v e r s a l , l e y por l a cual esplicó el m o v i m i e n t o de los p l a n e t a s alrededor d e l S o l , el de la L u n a alrededor de la T i e r r a , el curso de los c o m e t a s , el fenómeno p u r a m e n t e astronómico del flujo periódico del m a r , y otros m u c h o s secretos de l a N a t u r a l e z a relacionados con estos. La obra e n que consignó esta gran t e o r í a , vió la luz e n 1687, y p r o d u j o á N e w t o n honores y r i q u e z a s : tiene por título Principios matemáticos de la filosofía natural. 1.a A c a d e m i a de Ciencias de l^aris le abrió sus p u e r t a s en 1703, y la Sociedad R e a l de L o n d r e s , de la q u e era u n o de sus m i e m b r o s desde 1672, l e eligió p a r a el c a r g o de P r e s i d e n t e , h o n o r q u e conservó d u r a n t e s u v i d a . El 20 de m a r z o de 1727, sucumbió d e la e n f e r m e d a d l l a m a d a m a l de p i e d r a . No se contentó s u nación con llenarle de h o n o r e s c u a n d o v i v í a , continuólo con admirable g r a n d e z a después de su m u e r t e . «Su c u e r p o , dice F o n t a n e l l , f u e espuesto sobre u n t ú m u l o en l a C á m a r a de J e r u s a l e n , sitio de donde se llevaban al sepulcro las personas de m a s alta d i g n i d a d , y a l g u n a s veces las testas coronadas. Fue llevado á la Abadía de W e s t m i n s t e r , siendo el féretro sostenido por M i l o r d , g r a n Chanciller, por los d u q u e s de Montrose y R o x b u r g , y por los condes de P e m b r o k e , de Sussex y de Maccelesfield. Estos seis P a r e s de I n g l a t e r r a , que h i c i e r o n la función s o l e m n e , hacen b a s t a n t e m e n t e j u z g a r c u á n t o n ú m e r o de personas de distinción a c o m p a ñ a r í a la p o m p a f ú n e b r e . El Obispo de Rochester h i z o el oficio, a c o m p a ñ a d o de toda l a clerecía de la I g l e s i a ; y el c u e r p o del g r a n filósofo f u e e n t e r r a d o cerca de l a e n t r a d a del c o r o . » « P o r poco, dice M r . Rollin, q u e c u a l q u i e r a se interese por e l bien p ú b l i c o , y desee el h o n o r de las l e t r a s , debe q u e d a r v i v a m e n t e p e n e t r a d o de esta especie de h o m e n a j e s o l e m n e , q u e la g r a n d e z a de todo un reino poderoso, rinde á la e i e n c í a y al m é r i t o . » El g r a n poeta Pope dedicó á l a m e m o r i a de N e w t o n unos versos q u e , traducidos, dicen de esta m a n e r a : — « L a Naturaleza y s u s l e y e s estaban escondidas e n el seno de l a noche : dijo Dios: Que Newton sea, y apareció la luz » (N. del T )

mo la piedra cae sobre la Tierra que la atrae? ¿Cómo g i r a n e n sus órbitas j no se confunden todos, abrasándose en la a r d i e n t e atmósfera solar? Asi sucedería, en efecto, si no bubiese u n a causa q u e lo impidiera. Hagamos un esperimento para convencernos. Atemos u n a piedra al estremo de u n bilo y hagámosla girar rápidamente como una honda. La piedra describirá

distancia, marchando oblicuamente en la dirección del p u n to del círculo donde se rompió la cuerda. Todo objeto que circula en el mismo sentido lucha por: h u i r del centro en torno del cual se agita, j á este esfuerzo se llama fuerza centrífuga. L a Tierra se mueve a l r e d e dor del Sol como la piedra alrededor de la mano, y p u g n a constantemente e n virtud de la fuerza centrífuga, para h u i r de aquel astro q u e la aprisiona; mas ¿por qué no lo c o n sigue? ¿Por qué no se escapa la piedra mientras tenemos la

Vig. 3S.—A R D circulo qne recorre la piedra: C, centro del circulo: A, punto eo que la piedra e s abandonada: A F, dirección que la piedra toma cuando se escapa.

un círculo cuj o centro es nuestra mano que sujeta el otro estremo de la cuerda. Al dar vueltas la piedra, sentimos que tira del bilo como haciendo esfuerzos por romperlo, ó escaparse, esfuerzos que a u m e n t a n á medida que la hacemos circular mas velozmente. Si el hilo se rompe ó le s o l tamos de pronto, la piedra se escapa con velocidad á g r a n

cuerda en la mano? Porque la fuerza de nuestra mano lo impide, del mismo modo que la atracción del Sol impide que la Tierra h u j a impulsada por la fuerza centrífuga. H a j que entenderlo bien. Si hubiera atracción solamente contra el Sol se precipitarla la Tierra; mas si la fuerza centrífuga imperase, la Tierra huiría del Sol á través dé los cielos.

Estas dos f u e r z a s , por decirlo a s í , se combaten : la centrífuga se opone á que la Tierra se aproxime al Sol: la atracción le impide alejarse del centro q u e la alumbra Y vivifica. Lanzada la Tierra en la inmensidad y sometida á la poderosa acción de estas dos fuerzas, emprende su c a mino oblicuamente, y se ve obligada á circular en el espacio, pero sin acerrarse y sin alejarse del Sol; y como la ley es general, lo mismo precisamente, acontece con los demás planetas. Por la misma causa los satélites se mueven en torno de los planetas. L a L u n a verifica asi sus revoluciones periódicas: por la fuerza centrífuga huiría de nosotros perdiéndose en el cielo; pero la Tierra la atrae, la retiene y la conserva en su órbita. Todos los planetas, todos los satélites prosiguen su m a r cha e n el cielo, e n el espacio vacío, sin desviarse j a m á s , sin perderse, como por senda trazada de antemano: el sistema solar entero, como u n solo astro, g i r a también, se mueve ordenada y uniformemente de occidente á oriente, subordinado á la poderosa influencia dé la atracción del Sol, de este astro prodigioso que al mismo tiempo que estiende la vida en torno suyo ejerciendo un poder constante en b e n e f i cio de los mundos y de los seres, nos arrastra hácia la constelación de Hércules con una velocidad de 160.000 leguas al dia.

CAPITULO XIII.

LOS P L A N E T A S

MENORES.

Estas dos f u e r z a s , por decirlo a s í , se combaten : la centrífuga se opone á que la Tierra se aproxime al Sol: la atracción le impide alejarse del centro q u e la alumbra Y vivifica. Lanzada la Tierra en la inmensidad y sometida á la poderosa acción de estas dos fuerzas, emprende su c a mino oblicuamente, y se ve obligada á circular en el espacio, pero sin acerrarse y sin alejarse del Sol; y como la ley es general, lo mismo precisamente, acontece con los demás planetas. Por la misma causa los satélites se mueven en torno de los planetas. L a L u n a verifica asi sus revoluciones periódicas: por la fuerza centrífuga huiría de nosotros perdiéndose en el cielo; pero la Tierra la atrae, la retiene y la conserva en su órbita. Todos los planetas, todos los satélites prosiguen su m a r cha e n el cielo, e n el espacio vacío, sin desviarse j a m á s , sin perderse, como por senda trazada de antemano: el sistema solar entero, como u n solo astro, g i r a también, se mueve ordenada y uniformemente de occidente á oriente, subordinado á la poderosa influencia dé la atracción del Sol, de este astro prodigioso que al mismo tiempo que estiende la vida en torno suyo ejerciendo un poder constante en b e n e f i cio de los mundos y de los seres, nos arrastra hácia la constelación de Hércules con una velocidad de 160.000 leguas al dia.

CAPITULO XIII.

LOS P L A N E T A S

MENORES.

CAPITULO X I I I . LOS

PLANETAS

MENORES.

Lo primero que llama la atención al estudiar los p l a n e tas, es la g r a n analogía que existe entre ellos, y m u y e s pecialmente entre los que componen el primer g r u p o . Mercurio, Vénus y Marte, a u n q u e difieren en sus v o l ú menes respectivos, son cuerpos vastísimos formados de materiales macizos, pesados y oscuros como los de la Tierra; cuerpos donde el telescopio descubre mares y grandes c o n tinentes , montanas y colinas y valles estensos. Todos giran alrededor del Sol y sobre sus ejes, tienen dias y n o ches de la misma duración casi que los nuestros, climas y estaciones, y están rodeados sobre todo de a g u a d í simas atmósferas, destinadas sin d u d a , como la nuestra, á sostener la vida de infinidad de séres en esos mundos, hermanos nuestros. La esploracion telescópica revela curiosas peculiaridades en estos astros; mas para notar mejor sus analogías y sus diferencias, debemos hacer la descripción de cada uno de ellos. El primer planeta que nos encontramos partiendo del centro del sistema, es Mercurio, el mas pequeño de todos, esceptuando los asteróides (1). (1) Muchos astrónomos creen que Mercurio n o es el p r i m e r planeta de nuestro sistema, y que entre el Sol y aquel astro existen uno ó varios

Este planeta es conocido desde la mas remota a n t i güedad. Los egipcios le daban el nombre de fiet j

lloro,

los

cuerpos celestes. El primero q u e concibió esta idea f u é el ilustre astrónom o francés M r . Leverrier, q u i e n l a j u z g a b a m u y r a z o n a b l e p a r a q u e l a ciencia pudiera esplicarse las perturbaciones q u e e s p e r i m e n t a Mercurio e n s u m o v i m i e n t o . Leverrier, teniendo e n c u e n t a sin d u d a q u e u n caso i d é n tico le permitió h a c e r el brillante descubrimiento de Neptuno en 1846, t r a b a j ó asiduamente los últimos años de su vida p a r a fijar l a posicion d e l astro hipotético, y h o n r a r s e asi con l a gloria de h a b e r sido el descubridor del primero y del último planeta de nuestro sistema. E l p l a n e t a podrá existir desde l u e g o , y h o y nos asiste m a s razón q u e n u n c a p a r a asegur a r l o , despues de los notables t r a b a j o s h e c h o s sobre este asunto p o r el p r o fesor W a l s o n y Mr. S w i f t d u r a n t e el eclipse total de Sol del 29 de j u l i o d e 1878; m a s á pesar de esto, f u e r z a es decirlo, t o d a v í a n o h a sido r e suelto este interesante problema de u n a m a n e r a t e r m i n a n t e y segura. La importancia que e n t r a ñ a esta cuestión científica, es i n n e g a b l e ; pero p o c a s h a b r á n esperimentado en su proceso vicisitudes m a s desgraciadas. A pesar d e los cálculos de Leverrier y del interés q u e se t o m a r o n en e l a s u n t o m u c h o s astrónomos, el p l a n e t a no a p a r e c í a en el campo de n i n g ú n a f o r t u n a d o telescopio; pero hé a q u í q u e el 26 de m a r z o de 1859 c o n m o v i ó a l m u n d o científico u n a gran noticia. E l p l a n e t a Mra-mercurial, el p l a n e t a teórico, habia sido c o l u m b r a d o desde Orgéres p o r el Dr. Lescarbault, c o m o un p u n t o pequeñísimo y n e g r o sobre el radiante disco del Sol. L a m a y o r p a r t e de los astrónomos dieron por descubierto el planeta de Lev e r r i e r , y le pusieron el n o m b r e de VULCANO. T a n f a u s t a n u e v a f u e , sin e m b a r g o , p u e s t a á poco en tela de juicio: sin duda el Dr. Lescarbault h a b i a sufrido u n a ilusión ó p t i c a , ó c o n f u n d i d o el p l a n e t a con u n a p e q u e ñ a m a n c h a del Sol; pues Mr. Liáis, que e n el mismo dia y á la m i s m a h o r a observaba el S o l en el Brasil, a s e g u r ó q u e n o h a b i a visto n a d a notable en el astro del dia, ni fenómeno a l g u n o q u e pudiera asimilarse a l disco de un p l a n e t a . E l b u e n deseo de algunos astrónomos h a h e c h o a n u n c i a r e n ocasiones posteriores el descubrimiento del p l a n e t a consagrado por Leverrier al dios d e l f u e g o ; y recientemente e l astrónomo a l e m a n W e b e r c r e y ó h a b e r l o visto el 4 de abril de 1876. E s m u y probable, sin e m b a r g o , como a n t e s h e m o s dicho, q u e uno ó m a s p l a n e t a s giren entre Mercurio y el Sol; p e r o l a p e q u e n e z de esos cuerpos y el estar constantemente envueltos en la i n -

indios el de Boudha j Rauhineya, los griegos el de Apolo, j otros le consagraron al dios del comercio y de los l a t e n s a l u z de aquel astro, son inconvenientes m u y poderosos para obtener resultados satisfactorios de esta clase de observaciones. L e v e r r i e r , n o obstante, estaba t a n persuadido de q u e l a existencia de "Vulcano e r a u n h e c h o positivo, q u e anunció á l a A c a d e m i a de Ciencias de P a r í s el probable tránsito de este p l a n e t a por el disco del Sol en los dias 21, 22 y 23 d e m a r z o de 1877, é invitó á los a s t r ó n o m o s á h a c e r l a s observaciones consiguientes sobre este astro desconocido. Todos los Observatorios de E u r o p a y de A m é r i c a defirieron á su d e , seo; todos, respetando l a invitación del g r a n g e ó m e t r a y a n i m a d o s por s u a m o r á la ciencia, esploraron en aquellos d i a s c u i d a d o s a m e n t e y con poderosos telescopios el disco del S o l , pero n o v i e r o n cosa a l g u n a q u e pudiese acreditar l a existencia del a s t r o hipotético. L a ocasion m a s favorable p a r a poder observar este planeta l a ofrecen indudablemente los eclipses totales de Sol; pero estos por desgracia no s e repiten con frecuencia, ni siempre son visibles en u n a m i s m a r e g i ó n del globo. L a s observaciones h e c h a s d u r a n t e el ú l t i m o eclipse total de Sol del 29 de j u l i o de 1878 en la A m é r i c a del Norte por M r . S w i f t y el profesor N e w comb p a r a descubrir un p l a n e t a i n t r a - m e r c u r i a l , h a n dado g r a n verosim i l i t u d á la hipótesis de Leverrier; pero l a g l o r i a de estas m i s m a s i n v e s tigaciones pertenece por completo al profesor W a l s o n , el c u a l , m e r c e d á su esquisita h a b i l i d a d como observador y a l m é t o d o especial e m p l e a d o p o r él en este caso, llegó á descubrir u n a estrella de c u a r t a m a g n i t u d n c o n s i g n a d a en el m a p a celeste, q u e brillaba con l u z rojiza cerca d e l Sol y p r e s e n t a b a u n disco sensible, a u n q u e la f u e r z a del a n t e o j o solo a u m e n . taba c u a r e n t a y cinco veces los objetos. «En vista de e s t o , dice W a t s o n en u n a c a r t a d i r i g i d a en a q u e l l o s d i a s á Mr. F i r e a u , m e creo a u t o r i z a d o á considerar q u e el astro que h e descubierto es el p l a n e t a V u l c a n o , c u y a existencia h a b i a p r e d i c h o Leverrier.» A pesar de esta creencia del ilustre astrónomo a m e r i c a n o , Mr. Monc h e z dice lo s i g u i e n t e : «Las observaciones e f e c t u a d a s en A m é r i c a d u r a n te el eclipse total de Sol del 29 de j u l i o ú l t i m o , p r e s t a n m a y o r g r a d o d e probabilidad á la. existencia de los p l a n e t a s i n t r a - m e r c u r i a l e s , y h a s t a s> se q u i e r e c e r t i d u m b r e ; pero p o r lo q u e toca al conocimiento de su órbita^ m u y poco ó n a d a se h a a d e l a n t a d o h a s t a a h o r a . El t r a b a j o definitivo q u e sobre esta m a t e r i a h a r á el profesor W a t s o n , disipará i n d u d a b l e m e n t e c u a n t a s d u d a s h a y a n podido s u s c i t a r sus p r i m e r a s comunicaciones.»

drones. Envuelto constantemente en la brillante luz del astro del d i a , no es perceptible desde la Tierra sino dos boras antes de la aurora y otras dos despues del c r e púsculo. E n volúmen es diez y ocho veces inferior á la Tier-

Fig. 60.—Tamaños comparados de Mercurio y de la Tierra.

r a , y en superficie siete veces m e n o r ; y sin embargo, t a n pequeño como es, se baila erizado de montañas mucbo mas altas que las terrestres. S u densidad es tres veces may o r que la nuestra, y la pesantez en su superficie es la mit a d menor. La distancia que lo separa del S o l , como y a digimos, es de 15.000.000 de l e g u a s , dos veces y media menor El asunto c o n t i n ú a e n este estado de incerlidumbre á causa de l a dific u l t a d q u e ofrece la observación de esos cuerpos planetarios, p u e s si e x i s t e n deben n a d a r , por decirlo a s í , e n la luminosa y a r d i e n t e atmósfer a solar; m a s como la ciencia n o se detiene j a m á s a n t e los obstáculos, se •esperan con ansiedad el tránsito de V u l c a n o p o r delante del disco del Sol a n u n c i a d o p a r a el otoño de 1882, y el eclipse total de Sol del 17 de m a y o