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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández

EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO Edición Digital

Luis Guillermo Hernández Publicación Póstuma

EDICIÓN PARA INTERNET Este libro fue editado para Internet por la empresa SQUIDWARE, C.A. con la Autorización de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia y la Academia de Historia del Estado Zulia. 12-10-2010.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández

HOMENAJE DE LA SOCIEDAD BOLIVARIANA DEL ESTADO ZULIA EN EL CUATRICENTENARIO DE LA MUERTE DEL CACIQUE NIGALE MARACAIBO 1607-2007

Publicación Póstuma de su Autor Por la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia y de la Academia de Historia del Estado Zulia.

MARACAIBO-2007 4

EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández

AGRADECIMIENTOS-DEDICATORIAS A la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia, de la cual somos miembros desde hace 26 años y la cual ha auspiciado esta obra en honor al Cacique Nigale, epónimo de su ciudad cultural popular; y a la Academia de Historia del Estado Zulia, con quienes hemos compartido 29 años de cofradía, muchas veces con enfrentamientos verbales fuertes, por las distintas concepciones historiográficas que manejamos y los cuales, desde luego, no han disminuido la relación personal y de compañerismo. A Jesús Molina Balzán, docente de extensa trayectoria y presidente actual de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia, quien ha efectuado múltiples esfuerzos para lograr ver en letras de imprenta esta investigación. A Ilya Izaguirre, actor, director y autor de teatro, quien nos proporcionaría información

sobre sus montajes sobre la figura del Cacique Nigale, en un

interesante proyecto, el “Teatro del Agua”, auspiciado por CORPOZULIA, en la isla de San Carlos, dentro de los talleres del Grupo de Teatro “Mampara”. A Yldefonso Finol, Alciro (Amado) Pereira Parra y a Pablo Nigal Palmar Paz, autores de trabajos sobre el Cacique Nigale. Deseamos reforzar este agradecimiento a Yldefonso Finol, por quien conocí la figura heroica de Nigale, inspiradora de esta investigación; y así mismo, a Alciro (Amado) Pereira Parra, real cronista de las islas, quien suministraría informes sobre Nigale y el municipio insular, permitiendo la reproducción de un dibujo elaborado para su obra Nigale, el Moisés de los Añú, en imprenta. Espero que lean este estudio, con la gran pasión que los caracteriza, aunque discrepen de algunos de los planteamientos que emitimos como historiadores.

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A Rolín Emiro Iguarán, Valdo Cardone Borges, Aníbal Rodríguez Silva y Jesús Ángel Semprún Parra, grandes amigos del campo de la cultura, desde los ya lejanos tiempos de la Asociación Cultural “Rómulo Gallegos”. A Enrique Arenas, sempiterno amigo, quien siempre ha salvado las semejanzas por encima de las diferencias y de quien tanto he aprendido en el campo de las letras. A Roberto Simancas, poeta, amigo, colaborador siempre, o simplemente, compañero de una noche de bohemia, con las populares cervecitas y la conversación interminable sobre cualquier tema que se presente en esa tertulia y que nos cause inquietud. A los pintores Johnny Espina y Daniel Paz, al escultor Benito Almarza y al dibujante Amado Nervo Pereira Alvarado, artistas visuales creadores de la figura de Nigale. A todos los habitantes de la Isla de Zapara, ilustre cuna del Cacique Nigale, sobre todo a los educadores Francisco Antonio Rodríguez López (Piñita) y Yibisay Rodríguez, su hija y al pescador Leonardis Vílchez, cordiales informantes en Zapara.

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CONTENIDO DEL LIBRO AGRADECIMIENTOS-DEDICATORIAS...................................................................5 PRÓLOGO.................................................................................................................9 NOTA PREVIA......................................................................................................... 11 CAPÍTULO PRIMERO.............................................................................................22 POBLACIÓN ÍNDIGENA PREHISPÁNICA............................................................................................... 22 EN LA CUENCA DEL LAGO DE MARACAIBO........................................................................................22

CAPÍTULO SEGUNDO........................................................................................... 43 UN SIGLO DE HISTORIA Y DE RESISTENCIA INDÍGENA..................................................................43 EN LA CUENCA LACUSTRE (1499-1598)...................................................................................................43

CAPÍTULO TERCERO.......................................................................................... 118 ABUSOS CONTRA LOS INDIGENAS Y SU..............................................................................................118 TRAGEDIA DURANTE LA COLONIA......................................................................................................118

CAPÍTULO CUARTO............................................................................................ 128 EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO......................................................................................................128

CAPÍTULO QUINTO..............................................................................................157 LA CUENCA DEL LAGO DE MARACAIBO ..........................................................................................157 DESPUÉS DE LA MUERTE DE NIGALE..................................................................................................157

CAPÍTULO SEXTO............................................................................................... 165 A CUATRO SIGLOS DE LA MUERTE...................................................................................................... 165 DEL CACIQUE NIGALE..............................................................................................................................165

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CRONOLOGÍA DEL CACIQUE NIGALE..............................................................180 Durante su trayectoria vital...........................................................................................................................180 Nacimiento a la gloria inmortal.....................................................................................................................182

FUENTES SOBRE NIGALE Y SU TIEMPO......................................................... 216 Fuentes Documentales....................................................................................................................................216 Fuentes Bibliográficas....................................................................................................................................218 Fuentes Hemerográficas.................................................................................................................................220

APÉNDICES..........................................................................................................221 APÉNDICE I:......................................................................................................... 222 COMO PROBLEMA JURÍDICO Y MORAL”...........................................................................................222 POR ARTURO USLAR PIETRI...................................................................................................................222

APÉNDICE II:........................................................................................................ 235 OTRAS FUENTES UTILIZADAS..........................................................................259 BIOGRAFÍA Y VIDA CULTURAL DEL AUTOR....................................................276 Publicaciones...................................................................................................................................................277

ACERCA DEL AUTOR..........................................................................................278

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PRÓLOGO En la obra “El Cacique Nigale y su Tiempo”, el autor ha pretendido crear un instrumento que permita una mejor comprensión de los hechos que ocurrieron durante la época del Encuentro de las dos Etnias y de la conquista despiadada del imperio español en las regiones ribereñas del Lago de Maracaibo. En la obra se encontrará un valioso contenido distribuido en seis capítulos, los cuales plasman el conocimiento básico de los pobladores indígenas, el recorrido panorámico de carácter histórico por los cien años transcurridos desde el encuentro de las dos culturas, la europea y la americana indígena, la inmensa tragedia de la época colonial, el despojo y los malos tratos a manos de los invasores, los aspectos biográficos del valiente Cacique Nigale, en el violento tiempo que le tocó vivir, algunas nociones sobre aculturación de los actuales añú o paraujanos, como descendientes de las etnias, zapara, toas, sinamaicas y aliles. Las enseñanzas propuestas en cada uno de los capítulos pretenden hacer que el lector oriente, tanto en la escuela, en la casa, como en la calle, partiendo de los principios esenciales expresados por el autor. Siendo el presente trabajo de investigación estructurado siguiendo estrictamente los hechos históricos ocurridos en su época y buscando que el lector pueda llegar a tener claras las ideas y hechos importantes del quehacer del Cacique Nigale. El Cacique Nigale, en especial sobre su valentía y arrojo frente al invasor. Ese gran Cacique era reconocido por los principales aborígenes que veían en él, al dirigente unificador de las etnias, al guerrero batallador y al mártir libertador de su pueblo, por lo tanto debemos humanizar la figura del Cacique Nigale, para ponerlo a convivir con el quehacer nacional. Esta obra producto de una dilatada experiencia literaria y de investigación, refleja no sólo una profunda sensibilidad social–histórica por parte del autor, sino también un concepto profundo de educación, al representarla como un proceso de ayuda al educador, al niño y al

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adolescente. Es una gran satisfacción para mí escribir estas líneas y felicitar al Dr. Luis Guillermo Hernández, por su brillante carrera como escritor e investigador y por ofrecernos este oportuno texto, a cuatro siglos de la muerte del Cacique Nigale.

Esp. Jesús Enrique Molina Balzán Presidente de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia

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NOTA PREVIA En este estudio histórico regional del Zulia, con aproximaciones biográficas a la figura del Cacique Nigale, se ha intentado acercarse lo más posible, a través de la investigación, al violento tiempo que le tocaría vivir a Nigale, a su etnia indígena zapara y a otros grupos aborígenes, pobladores de la cuenca del Lago de Maracaibo, a su gran resistencia ante la penetración europea de su espacio vital y al terrible etnocidio efectuado por muchos de esos invasores, quienes les robaron el oro, les arrebataron su libertad y los esclavizaron, y casi acabaron con la existencia de aquellas etnias aborígenes de la región lacustre, no solo con unas armas superiores a las suyas, sino también a través del engaño, de la traición y de la alevosía, además de irles arrancando lentamente, su auténtica identidad de pueblo, representada básicamente en la lengua propia que los identificaba y en otros aspectos de su cultura autóctona. Para lograr el propósito básico de esta investigación, de base científica y de finalidad didáctica, dirigida a los niños y jóvenes en especial y a la comunidad venezolana en general, se usará un lenguaje sencillo, en forma de narración y comprensible para cualquier nivel socio-cultural del lector, a pesar de lo crudo de la temática planteada, para lo cual se ha dividido en varios capítulos. El primer capítulo se dedicaría a un leve conocimiento de los pobladores indígenas prehispánicos en la región lacustre, provenientes de las grandes familias: aruacos,

caribes

y

chibchas,

destacando,

en

una

forma

somera,

las

características étnicas que los identificaba y sus costumbres socio-culturales fundamentales, para luego emparentarlos con sus descendientes, las cuatro etnias actuales que pueblan el Estado Zulia y una parte de Colombia. En el segundo capítulo, se haría un recorrido panorámico de carácter histórico, por los cien años transcurridos, desde el llamado Descubrimiento o Encuentro de dos culturas, la europea y la americana, efectuado en el Lago de Maracaibo, entonces una auténtica alberca cristalina, el 24 de agosto de 1499 y aquel año de 1598, con

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la aparición pública de Nigale como cacique de la etnia zapara, para más tarde, unificar y encabezar la gran resistencia aborigen de la cuenca lacustre. Ese primer encuentro doble de las culturas, de los europeos con los indígenas americanos, muy pronto se iba a convertir en triple, al añadirles el componente negro, con el vergonzante comercio de naturales del continente africano, para convertirlos en esclavos, en las nuevas tierras americanas. Al ir incursionando en el tiempo del recorrido histórico, se intentará seguir la extensa ruta de la justa resistencia indígena, desde el momento inicial del Encuentro hasta llegar al atroz etnocidio, efectuado por muchos de aquellos conquistadores europeos, durante la llamada conquista, colonización y poblamiento, en este caso, de la cuenca del Lago de Maracaibo, ubicada en la denominada Tierra Firme, crímenes perpetuados a pesar de las concepciones morales y de las numerosas protecciones jurídicas de los monarcas hispanos, del propio papado y sobre todo, de la abnegada labor de los misioneros. Para el abordamiento de un tema tan polémico, debería intentarse su estudio con una especial sensatez, a pesar de lo difícil, sin dejarse dominar por el apasionamiento ideológico, emocional o sentimental, sino tratando de entender la mentalidad, tan diferente a la actual, de aquellos hombres europeos del siglo XVI, quienes venían de la oscuridad de la época medieval y estaban en el camino, de apenas despertar al deslumbrador Renacimiento. Como es muy conocido, esa resistencia indígena sería consustancial con la llegada del europeo a las tierras americanas y con intervalos, existiría no sólo en el siglo XVI, estudiada en este trabajo, sino que se prolongaría durante las dos centurias siguientes de la dominación española, es decir los siglos XVII y XVIII, y aun más acá, ya constituida la nación venezolana, a los siglos XIX y primera mitad del XX. En la época estudiada del siglo XVI, el primero de la llegada del europeo invasor, la resistencia indígena se centralizaría en varias zonas de la cuenca del Lago de Maracaibo, la del norte encabezada por los onotos y alcojolados, nombres genéricos que se les daban a los zaparas, aliles, toas, sinamaicas y arubaes, al parecer, todos de origen aruaco; la zona que

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podríamos considerar intermedia, de parautes, misoas, moporos y tomoporos; y la del sur, básicamente por los quiriquires durante el siglo XVI y parte del XVII, aunque existían otras etnias, como los bubures, buredes, pemenos, guanaos, macoas, carates y chaques, la mayoría de ellas llamadas coronados o motilones por los cronistas, sembrando una confusión de varios siglos, entre la auténtica diferenciación de los indios caribes y de los de origen chibcha, lo cual gracias a los estudios modernos de lingüística, pudo hacerse al fin, en la primera mitad del siglo XX, conociéndose entonces, que los chibcha eran los indígenas barí y los caribes eran los yukpa. En esa resistencia indígena, en la época estudiada, muy poco aparecerían los wayúu y los cocinas, de origen arauco y muy pronto retirados hacia las pampas guajiras donde sí plantearían su resistencia en muchas ocasiones, así como los caquetíos, vecinos de las regiones falconianas, aruacos también de origen y exterminados, casi en su totalidad, por los gobernantes de los comerciantes welser. El tercer capítulo, en forma sintética, trataría sobre la inmensa tragedia de los indígenas en la época colonial, el despojo y los maltratos sufridos a manos de los llamados conquistadores y los sistemas de explotación utilizados por ellos, tales como

repartimientos y

encomiendas, así como el papel jugado por las misiones. El cuarto capítulo y central de la obra, abarcaría los aspectos biográficos, muy pocos conocidos del valiente Cacique Nigale, en el violento tiempo que le tocaría vivir, iniciado desde su isla natal Zapara, para pronto conocer la guerra invasora y la servidumbre desde muy niño, recuperar la libertad ansiada y lograr obtener el despertar de sus dotes de líder y su especial carisma, que le permitirían efectuar la unidad de esa resistencia indígena de las diferentes etnias en toda la región de la llamada Laguna de Maracaibo, así como el engaño y la traición utilizada para poderlo apresar y por último, su alevosa muerte, en la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, al ser ahorcado, muy posiblemente hacia el 24-26 de junio de 1607, después del exterminio de su nación zapara y de las otras existentes en las márgenes de esa región lacustre, como eran los aliles, toas, sinamaicas, parautes

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y misoas, entre otras, en un gran genocidio, por sólo aspirar a poder disfrutar de la libertad plena, en el espacio que siempre habían habitado, hasta la llegada del invasor europeo. En esos años de intensa lucha y de resistencia aborigen, la existencia de líder de Nigale se iba a imbricar totalmente con la de su pueblo, como un verdadero caudillo de la auténtica libertad humana, motivado por un ideal colectivo. El quinto capítulo, serviría para exponer algunas nociones sobre la aculturación de los actuales añú o paraujanos, como descendientes de las etnias zapara, toas, sinamaicas y aliles, entre otras, después de la alevosa muerte de Nigale y sobre todo de la resistencia aborigen permanente en el sur de la Laguna, de los quiriquires y de los llamados motilones, en una forma muy resumida, lo cual sería ampliado en un futuro estudio, sobre los siglos XVII y XVIII del poderío colonial español, en la actual región zuliana. Queremos dejar constancia, desde ahora, que el propósito inicial del autor, es ir redactando en varios libros de investigación, La Provincia de Maracaibo en la Época Colonial, desde luego con las necesarias imbricaciones nacionales y neogranadinas, ya que esa temática sido muy poca y mal tratada de conjunto, en los estudios regionales. Desde luego, serán obras similares a ésta, de carácter divulgativa, donde la sencillez didáctica no elimine a la investigación científica, pero sin tecnicismos y al alcance de todos, en especial de los niños, jóvenes, estudiantes, docentes y comunidades en general. Con ese fin, estamos redactando, una amplia cronología de los acontecimientos fundamentales sucedidos en esa época, así como tratando de localizar todas las fuentes necesarias, las cuales nos puedan ayudar sobre manera, en esa titánica misión de investigación histórica regional. El sexto capítulo, a cuatro siglos de aquellos trágicos días, correspondería a los reconocimientos actuales, a la siempre presente memoria de Nigale, el gran dirigente indígena, y a su valeroso pueblo, sacrificados en la eterna lucha por la libertad y en la constante búsqueda de la independencia de las potencias extranjeras e invasoras del sagrado suelo de sus antepasados. Desde luego que,

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entre esos permanentes y justicieros recuerdos a su memoria, estaría la construcción del monumental Puente Nigale, sobre el Lago de Maracaibo, el cual en estos momentos se está iniciando; la exaltación al Panteón del Zulia de la memoria de Nigale, ya que no se pueden localizar sus restos mortales; el logro del mayor conocimiento y difusión del nombre del Cacique Nigale, sobre todo a través de la realización de montajes teatrales, música, artes visuales, publicación de obras históricas y otras actividades culturales en general, para evocar en una forma digna y constructiva, con amplios fines didácticos para la niñez, juventud y comunidades, estos cuatro siglos de su alevosa muerte; por último y no menos importante, por su intensa valor social, sería el rescate de Zapara, su isla natal, cuyos habitantes viven en condiciones muy deplorables e indignas de los descendientes del gran Cacique Nigale. La importancia del conocimiento de estos crudos planteamientos, del verdadero proceso de la formación de la nacionalidad, deberá mirarse sin miedo y sin odio hacia ese pasado colonial, que queramos o no, nos pertenece como historia de un pueblo, como herederos de un ayer, que nos podría servir para explicar y entender mejor el presente y para luchar en la búsqueda de la construcción de un futuro distinto y superado para la región y el país. No se puede ignorar que las fuentes históricas conservadas, fueron escritas por los “vencedores” y que no existen versiones indígenas, por ser éstos pueblos ágrafos, sin escritura, sin embargo, entre líneas, puede leerse, a veces, la verdad histórica de aquel terrible momento, ya que en todos los tiempos hubo simpatizantes de la justicia contra el maltrato de los indígenas y muchos de los documentos conservados así lo comprueban, sobre todo, aquellas polémicas desatadas por los frailes religiosos, las reales cédulas y los llamados juicios de residencia de los gobernantes, con muchos testigos honestos de aquellos dinámicos momentos históricos, además de las imborrables huellas dejadas por la etnografía y por la antropología. Esta primera investigación se centralizará en algunas fuentes documentales, revisadas y analizadas en el Archivo General de Indias, por el respetado Hermano Nectario

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María, uno de los investigadores de la época colonial venezolana que siempre actuaría conscientemente, conservando la suficiente objetividad, hasta donde le fue posible, a través de la revisión analítica de la auténtica documentación conservada. No se descarta totalmente la versión suministrada por Fray Pedro Simón, Cronista de Indias, quien sería casi contemporáneo de los sucesos narrados y

aludiría a éste y a otros temas históricos, usando cierta fantasía

descriptiva, lo cual lo acercaría más a la literatura que a la historia, por aquello de lo real maravilloso del territorio y de los habitantes americanos. Esa curiosa imagen así construida, ha sido repetida, hasta la saciedad, por los cronistas y otros escritores posteriores, al narrar esos sucesos de la resistencia aborigen. Se leyeron todas las fuentes conocidas sobre el tema y desde luego, casi se descartaron los escritos de algunos cronistas, al referirse a la vida de Nigale y a su época, ya que no aportan casi nada y suelen ser, simples repeticiones o bien, exaltaciones con tintes poéticos o ideológicos, que velan casi totalmente la verdad y están muy lejos de la auténtica versión histórica del acontecer de un proceso, para ser dignas de ser conocidas por los actuales venezolanos, quienes verdaderamente piensan, analizan y no aceptan ya, las abundantes mentiras que han escrito los numerosos seudo-historiadores, quienes han ido tergiversando, con frecuencia, los auténticos sucesos históricos que el país ha sufrido y vivido, en su extenso transcurrir histórico. Así, a través del fenómeno social y humano de la resistencia indígena y de la figura ilustre de Nigale, como su unificador, se estaría reconstruyendo aquella historia del siglo XVI en la cuenca del Lago de Maracaibo, con acercamientos someros a la historia de la Provincia de Venezuela y de otras zonas del continente americano y sobre todo de aquellas poblaciones venezolanas y neogranadinas, las cuales irían formando la llamada región histórica del Lago de Maracaibo y su circuito agroexportador, como la ha denominado, con gran acierto, el historiador marabino Germán Cardozo Galué. Esa región histórica, de importancia capital para la historia de la economía, la vida socio-cultural y las comunicaciones, puede

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lograr entreverse, en una forma remota, en el comercio de los pueblos aborígenes prehispánicos y desde luego, en los caminos seguidos en la época colonial, desde 1499 hasta el momento de la independencia y más tarde, del surgimiento de la nación venezolana, tras un largo proceso de formación, solidificado en el siglo XIX y comienzos del XX. Se ha construido una Cronología del Cacique Nigale, para sintetizar los datos de su trayectoria vital y también, de su reconocimiento histórico post-mortem, a través de los estudios, crónicas y artículos que se han escrito sobre él y sobre sus acciones de caudillo aborigen zapara, quien con su extensa resistencia a lo largo del tiempo, se equipararía con el gran cacique Guaicaipuro y con la etnia de los indios caracas, en la historia de la resistencia indígena nacional. Así mismo, se han elaborado las Fuentes Documentales, Bibliográficas y Hemerográficas sobre Nigale y su tiempo, para facilitar su estudio a los que deseen investigar más profundamente ese tema u otro, relacionado con su importante época histórica, cuando estaban naciendo los más remotos orígenes de la historia escrita de la región de Maracaibo y del país. Del mismo modo, se han incluido, las Otras Fuentes Utilizadas en esta investigación, en los distintos capítulos del estudio, desde luego que se tratado de efectuar una selección de las principales, muy difícil porque se ha escrito mucho sobre el siglo XVI en la cuenca del Lago de Maracaibo, aunque no todo es de gran importancia y trascendencia. Se han añadido dos Apéndices, que se han creído muy

necesarios. El primero

reproduciría un extenso y reconocido ensayo del doctor Arturo Uslar Pietri, donde con su gran lucidez intelectual, ha planteado el problema de La conquista de América como problema jurídico y moral, temática discutida desde hace más de quinientos años y la cual siempre seguirá planteando polémicas interminables, porque se deben conocer los diversos planteamientos que se han efectuado, no para excitar los odios entre los nacionales americanos y españoles, sino para tratar de razonarlos y de ser posibles entenderlos, con la dinámica histórica de los tiempos. Con la inclusión de este valioso trabajo ensayístico del más importante

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escritor venezolano del siglo XX, solamente se desea abrir la eterna discusión sobre algo que no debió haber sucedido nunca, pero que lamentablemente se realizó, como todos los grandes crímenes de la humanidad contra el derecho de gentes, que durante siglos se han consumado contra la libertad, a través de las conquistas violentas de los pueblos, de las muertes injustificadas y de la esclavitud de sus legítimos habitantes, guerras justas, según algunos, tratadas de justificar desde siempre, como lo podemos apreciar desde la época remota de la Grecia clásica, por los escritos del gran filósofo Aristóteles. En el segundo apéndice, bajo el título: Diccionario biográfico e histórico, se intentaría conocer algunas de las figuras estudiadas, en pequeñas entradas biográficas, como inicio de la elaboración de un amplio y necesario Diccionario Biográfico del Zulia. Una Iconografía, por último, concluiría este volumen, reproduciendo algunas ilustraciones históricas y sirviendo a la vez de cronista, escrito y gráfico, sobre los reconocimientos actuales a Nigale y a su etnia zapara, a cuatro siglos de su muerte y en especial, señalando el estado deplorable de la Isla de Zapara, para intentar estimular su rescate, como digna cuna del Cacique Nigale. Este trabajo, se inscribe en la nueva concepción y valorización de la historia, en este caso regional del Zulia, rescatándola como maestra de la vida, según la concepción clásica, para que las actuales y futuras generaciones de zulianos y de venezolanos, conozcan los momentos estelares de sus emblemáticas figuras, en este caso, de los valientes dirigentes indígenas, que dieron su vida en la pionera lucha contra el invasor europeo y cuya sangre derramada, estuvo clamando durante esos tres siglos de dominación, por la aparición de una figura providencial, extraordinaria y predestinada, que continuase y dirigiese esa lucha, hasta lograr la expulsión del suelo nativo, de aquellos invasores, que un 24 de agosto de 1499, habían llegado al Lago de Maracaibo, para iniciar esas tres centurias de dominio hispano, férreas cadenas que rompería la espada victoriosa del Libertador Simón Bolívar y el insigne valor de los héroes, quienes lo acompañaron en la gesta de la independencia sudamericana.

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La figura carismática del valiente Cacique Nigale, actualmente empezando a ser reconocida como uno de los más importantes jefes indígenas de la región zuliana y por ende, del país, ha sido muy desafortunada y ha corrido con muy mala suerte, ya que la llamada historia tradicional casi lo ha ignorado, lo ha condenado al más injusto olvido, lo cual es peor que la muerte física. Sin embargo, esa misma versión de la historia, ha exaltado a muchos otros caciques indígenas del resto del país y sobre todo, del centro de la nación. Es imposible conocer la causa de esa ignorancia, quizás sea el centralismo imperante desde siempre, en la necesaria divulgación de la llamada historia nacional. La solución que debemos aportar los zulianos a esos centralistas acérrimos, no puede ser revanchista contra ellos, sino sencilla, creadora y patriótica, al elaborar obras sobre la identidad regional y sobre la auténtica memoria del pueblo zuliano a través del tiempo. Así, se iría dando a conocer la historia real y verdadera, duélale a quien le doliese, de una de las regiones más importantes del país, tanto histórica como económicamente, donde nacería el nombre de la Patria, Venezuela, el 24 de agosto de 1499, en el Golfo de Venezuela y donde terminaría su guerra de independencia, con la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, además de su inmensa riqueza petrolera aportada al fisco nacional y la gran producción agrícola y pecuaria, sobre todo de carnes, leche, plátanos y tantos otros productos que han podido alimentado al país durante siglos. Las fuentes del conocimiento histórico y su divulgación popular a través de todos los medios de difusión, tienen la gran obligación, en este caso, de dar a conocer al verdadero Cacique Nigale, a su real figura histórica, al hombre valiente y aguerrido, al dirigente unificador de las etnias, al guerrero batallador y al mártir de la libertad de su pueblo. Ese sería el camino correcto del rescate de la figura heroica de Nigale, a cuatrocientos años de su muerte, ya que en estos nuevos tiempos del tercer milenio, de cambios muy fundamentales en las mentalidades, debemos humanizar a la figura de Nigale para ponerlo a convivir con las comunidades y a conversar con su pueblo, en una comprensible y amena charla

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sobre su personalidad y su época, tan desconocidas para todos. Sin mitificarlo, ni quererlo convertir en una fría estatua de mármol, ni tampoco en un personaje novelesco, digno de la exaltada fantasía de un creador literario, ni hacerlo emerger como un ser casi divino, endiosado, el cual podría conmover los sentimientos de un pueblo tan regionalista como el zuliano, pero nunca sería el auténtico jefe indígena, aquel que luchó y dio la vida por un ideal colectivo y libertario para su pueblo, el cual ha conservado su nombre ilustre, en la memoria colectiva de la tradición. Ese sería el Nigale que desea rescatar la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia, para hacerlo epónimo de una ciudad cultural popular, ubicada probablemente en territorio del municipio Mara o en otra zona vecina, quizás en el propio terruño natal de Nigale, la isla de Zapara. En el año 2006, al anunciarse, la construcción del segundo puente sobre el Lago de Maracaibo, inicialmente concebido con el nombre de “Puente Padilla”, por razones de auténtica justicia histórica y gracias a una acertada decisión del Gobierno Nacional, presidido por el Comandante Hugo Chávez Frías, se iba a conocer que el ilustre nombre del cacique zapara, sería inmortalizado en una obra de ingeniería moderna, el monumental Puente Nigale, el cual cruzará el espacio lacustre, como ayer lo hiciera su epónimo Nigale en una canoa, con la finalidad de unificar a toda la cuenca del Lago de Maracaibo, por cuyo territorio lucharía y moriría el jefe zapara. A la vez, comunicaría al estado petrolero por excelencia, con el resto del país y aún, con otros países del continente americano, como lo soñaron el Libertador Simón Bolívar, el Mariscal Antonio José de Sucre y el General Rafael Urdaneta, éste último máximo paladín marabino de la independencia, cuyo ilustre nombre ha ostentado el actual Puente sobre el Lago de Maracaibo desde 1962, al cual vendría a unirse esta moderna estructura de comunicación en honor al Cacique Nigale, héroe civil y figura trascendente de la resistencia indígena venezolana, cuyo nombre es honra y prez de la zulianidad y desde luego, máximo orgullo de la nacionalidad venezolana y de los descendientes indígenas de todo el continente americano, quienes sufrieron por

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más de tres siglos, el yugo de las cadenas del poderío español, manteniendo su constante lucha por la ansiada libertad.

Luis Guillermo Hernández Miembro de Número de la Academia de Historia del Estado Zulia

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CAPÍTULO PRIMERO POBLACIÓN ÍNDIGENA PREHISPÁNICA EN LA CUENCA DEL LAGO DE MARACAIBO Pueblos milenarios Las huellas primigenias del hombre americano han sido buscadas con gran interés, casi desde el mismo momento del llamado Encuentro de dos Culturas, anteriormente denominado por la historia europeizante como Descubrimiento de América. Diversas teorías se han elaborado sobre su origen, a veces contrapuestas, aceptándose en general que ese ser humano debió venir muy posiblemente de Asia, quizás por lo que era entonces el istmo de Behring, para ir bajando y poblar todo el territorio americano, en un proceso lento y continuo de miles de años, probablemente entre 25.000 o más años. A Venezuela debieron llegar apenas hace 8.000 a 15.000 años, por tres vías principales: el Este, el Sur y las Antillas, ocupando el territorio en oleadas sucesivas, poseyendo diferentes lenguas y creencias religiosas, además de distintos niveles culturales. Algunos eran meros recolectores y cazadores; otros apenas elementalmente pescadores; varios comenzaban ya a tener una agricultura en diversos grados de evolución; y un último grupo eran los navegantes, guerreros y agresivos, como los caribes. La historia escrita de la hoy región zuliana comienza con ese Encuentro de Dos Culturas, efectuado en el Lago de Maracaibo, como se irá narrando en esta investigación, ya que los habitantes prehispánicos eran ágrafos, es decir que no utilizaban la escritura. De ellos, como huellas históricas, han quedado solamente: la tradición transmitida oralmente, casi siempre a través del relato mítico; los restos arqueológicos, que están permitiendo deducir gran parte de esa historia ignorada; la lingüística de esas etnias, cuyo detallado estudio ha logrado conocer más científicamente el origen de los aborígenes y de sus grandes naciones, en

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este caso, de la cuenca del Lago de Maracaibo; y desde luego, los testimonios escritos de los cronistas europeos, los cuales sin haber logrado sustituir a la memoria colectiva de los pueblos, fueron asumidos de manera preponderante por los estados nacionales del siglo XIX, excluyendo así, una vez más, a los grupos locales de la posibilidad de saber su historia fuera de la mediación de los sacerdotes de turno, como bien lo ha expresado Emanuele Amodio, quien ha considerado, que hay que re-descubrirse también en el ámbito de la historia y no solamente saberse en el mundo del mito. Hasta hace pocos años y la mayoría de los libros de textos todavía lo recogen así, sembrando una gran confusión en el estudiantado y en el público en general, por lo cual no debía permitirse su circulación, se ha sostenido la existencia de dos grandes troncos familiares indígenas en la región del Lago de Maracaibo: los aruacos y los caribes, sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX, el estudioso de las lenguas indo-americanas, el etnólogo francés Paúl Rivet y el misionero Cesáreo de Armellada, ya habían podido comprobar la presencia de otra tercera familia de indígenas prehispánicos, los chibchas, confundida durante cerca de cuatro siglos y medio, con los caribes, bajo la denominación común de motilones, por la forma común de cortarse el pelo como los frailes. Esa comprobación fue publicada por sus autores, con el título: Les indiens motilons, en Journal de la Societé des Americanistes de París en el año 1950, lograda a través del estudio comparativo de un vocabulario motilón (barí), recogido por el misionero capuchino Francisco de Catarroja en 1738, titulado Vocabulario de algunas vozes de la lengua de los indios motilones, que avitan en los montes de las provincias de Santa Marta y Maracaybo, con su explicación en nuestro idioma castellano, manuscrito que había pertenecido al escritor Arístides Rojas y que actualmente reposa en la Academia Nacional de la Historia de Caracas, con un catecismo en lengua yukpa, escrito entre 1755 y 1777, por algún misionero capuchino cuya identidad se ignora y recogido por otro misionero de la Misión de Maracaybo, fray Francisco Javier de Alfaro en 1788, a la vez que recopilaba y traducía un

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vocabulario de la lengua motilona (barí), titulados en forma respectiva: Catecismo en lengua india para instrucción de los indios coyamos, sabriles, chaques y aratomos, el primero y Voces castellanas de la lista número 2, traducidas en lengua motilona, el segundo, localizados sus manuscritos en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Más tarde, en 1960, el antropólogo de origen alemán Johannes Wilbert propondría la denominación de barí, para los descendientes de la familia chibcha, la cual desde entonces se ha utilizado. La región del Lago de Maracaibo sería poblada en oleadas sucesivas de grupos humanos, siendo los más antiguos, los cazadores-recolectores, entre 6.000 y 10.000 años A.C., quienes serían seguidos más tarde, por los grupos sedentarios, quizás 4.000 años A.C. Su distribución social y poblacional, en la cuenca lacustre, debió partir de las mínimas condiciones geográficas, sobre todo climáticas, de cada zona del lago, para lograr la supervivencia humana. Así, Emanuele Amodio, de la Universidad Central de Venezuela, ha propuesto el estudio de esos pobladores prehispánicos, dividiendo la cuenca lacustre en cinco sub-sistemas étnicos, lo cual pareciese muy adecuado para su estudio, desde el punto de vista histórico y geográfico. El primer sub-sistema étnico estaría constituido por los pobladores del Golfo, de la Barra y de sitios circunvecinos, como los grupos indígenas: aliles, toas, zaparas, sinamaicas y arubaes, ya citados en las primeras narraciones coloniales, como onotos y alcojolados. El segundo sub-sistema étnico se iba a corresponder con la Guajira, es decir, con los grupos indígenas wayúu y cocinas. El tercer sub-sistema étnico estaría constituido por Perijá y la costa occidental del lago, con los grupos indígenas buredes, chaques, guanaos (coanaos), macoas y mapes, generalmente conocidos como motilones o coronados. El cuarto sistema étnico correspondería al sur del lago y a su costa oriental, también denominados coronados, con los grupos indígenas pemenos, bubures, quiriquires y parautes. El quinto sistema étnico correspondería a la costa oriental del lago, en su centro y parte norte, el cual comprendería el grupo indígena de los caquetíos.

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A través de la trayectoria histórica, sobre todo de los cronistas españoles, con su carga ideológica y religiosa, esos nombres fueron cambiando, por distintas causales, en las cuales influiría frecuentemente la situación geográfica de los grupos indígenas, la mayoría de las veces sin dar preferencia a su origen étnico, por lo cual sería necesario y perentorio, ir recuperando los testimonios antropológicos y arqueológicos para poder enfrentarlos a los historiográficos, en la búsqueda del mejor y real conocimiento científico. Las primeras descripciones indígenas de los pueblos palafíticos de la cuenca lacustre, serían ofrecidas por Américo Vespucio, a raíz del 24 de agosto de 1499, momento del Encuentro de las Dos Culturas en el Lago de Maracaibo, al referirse a los pueblos palafíticos de la barra de Maracaibo, en su primera carta de 1500. Sería el cronista de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, al narrar la primera entrada a la cuenca lacustre de Ambrosio Alfínger en 1529, en su obra Historia General y Natural de las Indias, publicada en 1535, quien se referiría a los indios onotos, de la zona del actual río Limón, por la costumbre de pintarse con ese producto vegetal rojizo, proveniente de las semillas de la planta bijao u onoto. Varias de esas parcialidades indígenas que habitaban las regiones lacustres y su comarca, sobre todo las que vivían en tierra, serían citadas por Esteban Martín en 1534, en su Declaración de una lengua, al describir la segunda entrada de Ambrosio Alfínger y su recorrido por la cuenca del lago durante casi dos años, la cual le costaría la vida. Más tarde, el gobernador Juan Pérez de Tolosa, en su relación de 1546, ya exponía el comercio de los indios onotos del norte con los bubures del sur de la laguna, intercambiando el pescado por el maíz, en un trueque habitual. Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, en su importante relación de 1579, sin citar nombres de grupos indígenas, aludirían a su gran exterminio por los welser; se referirían a los indios que vivían en las viviendas palafíticas sobre el agua, quienes utilizaban cuatro lenguas diferentes como forma de expresión, aunque en parte se entendían unos con otros; y también comentarían que, los indios que vivían en tierra, en una comarca de veinte leguas,

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utilizaban siete lenguas diferentes de expresión y no se entendían unos con otros, a no ser con intérpretes. No podía faltar el cronista en verso, Juan de Castellanos, quien en su Elegías de varones ilustres de Indias, había cantado: Caquetíos, guanaos y coyones, / aratomos, cocinas y timotos, / girahara de bravas condiciones, / los cuicas, guahiguas, los itotos, / todas extendidísimas naciones, / y otras algunas más, que Dios mediante, / habremos de decir más adelante /. Gracias a los estudios antropológicos, arqueológicos e historiográficos, a continuación se tratará de describir, en muy forma breve, la gran familia o nación de procedencia de las diversas parcialidades indígenas de la cuenca del Lago, para detenernos en su correspondencia con las cuatro etnias que han sobrevivido en la actualidad: añú, wayúu, yukpa y barí, las dos primeras de origen aruaco, la tercera caribe y la última chibcha.

Aruacos

1.- Aruacos

Los indígenas que vivían en la cuenca lacustre y cuyo origen pertenecía a la nación aruaca, arwaca, arawah, arahuaca o arawaka, como variadamente ha sido denominada esa gran familia indígena, habían desplazado a los pueblos primigenios que habitaban la zona y que tenían un nivel socio-cultural muy primitivo, de los cuales no conocemos absolutamente nada, porque emigraron a

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otras regiones de América o fueron asimilados por los aruacos invasores, perdiendo su identidad racial y lingüística. Los aruacos eran uno de los grupos étnicos más importantes del sur del continente americano y de las islas antillanas y sus descendientes serían los primeros indígenas con quienes hicieron contacto los españoles, en aquel Encuentro de Dos Culturas, en el Lago de Maracaibo, el 24 de agosto de 1499. Varias de las etnias correspondientes a los aruacos estaban establecidas en pueblos de agua, con sus palafitos como viviendas y dedicados a la pesca, en el Golfo de Venezuela, en las islas de la Barra y en la periferia del Lago. Se hicieron presentes en el actual territorio venezolano, aproximadamente 1.500 años antes de la llegada de los europeos, es decir hacia el inicio de la era cristiana. Tenían estatura mediana, cara redonda, pelo liso y cuerpo bastante musculoso. Actualmente son conocidos como los añú o paraujanos, significado de “gente de la costa del mar”, sin embargo a la llegada del europeo y durante gran parte del período colonial fueron denominados con muy diversos nombres. Así, en las primeras citas de pueblos indígenas, en el tiempo de la primera entrada de Ambrosio Alfínger a la región lacustre en 1529, aparecerían los onotos, en la región del actual río Limón, denominación genérica surgida de su costumbre de pintarse con ese polvo vegetal. Más tarde, se les citaría como alcojolados, por usar una pintura o tintura derivada del alcohol, para teñirse la cara y sobre todo, desde los ojos hasta las orejas, de color negro, que algún cronista quiso atribuirle a un trofeo de guerra.

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2.- Islas de la Barra en la época colonial

Sin embargo, muy pronto, esos grupos indígenas de los aruacos, empezaron a ser nombrados por las crónicas e informes, con denominaciones que parecen, en general, provenir de las zonas geográficas donde vivían. Así, los zaparas y toas, habitantes de esas dos islas de la barra; los sinamaicas, de la laguna del mismo nombre; los aliles, que fueron confundidos con los anteriores, porque vivían en la misma corriente fluvial, actualmente el río Limón, pero más profundamente; los arubaes, habitantes de la vecina isla de Aruba y de zonas del golfo; los caquetíos, mejor conocidos, por ser una poderosa etnia desde los tiempos de Juan de Ampíes y habitar la región falconiana y las zonas vecinas de la región oriental de la cuenca lacustre, casi exterminados en los gobiernos de los welser y cuyos sobrevivientes emigraron a otras regiones, para evitar el genocidio total. Se ha sugerido, sobre todo por el estudioso Alfredo Jahn, que esas etnias coloniales del golfo y de las islas de la barra, serían un único grupo étnico, con una lengua común, que debía ser el añú o paraujano actual, desde luego con algunas diferencias dialectales, que le permitieron a las lenguas, intérpretes de la época,

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poderse entender con ellos, como lo ya señalaban los alcaldes Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga en 1579 y también, aliarse muy estratégicamente en 1606-1607, para la gran resistencia indígena, bajo el mando unificado del Cacique Nigale. La actual familia añú o paraujana es sobreviviente de los aruacos de la época colonial en el norte de la Laguna, cuyo elemento más característico ha sido la vivienda o palafito, construida sobre el agua, utilizando la madera de mangle y siendo sostenido por estacas incrustadas en el lago, con techos y paredes de enea, que se comunican entre sí por pasarelas de madera como puentes, siendo a su vez interconectadas por canoas. Su alimentación estaba centralizada en el pescado, por ser habitualmente pescadores, acompañado por plátanos y por algunas otras legumbres. Trabajaban el mangle y la enea, con ésta última construyendo cestos, esteras, sombreros y otras creaciones de artesanía en general. En la actualidad, han perdido gran parte de su identidad cultural de nación prehispánica y sobre todo, el idioma, perteneciente al grupo lingüístico aruaco o arawah, no sólo por vergüenza étnica, sino también por el intenso mestizase con los criollos y con los guajiros, habiéndose adaptado a sus costumbres, por lo cual solamente se han censado 17.500 personas como añú, que viven básicamente en los pueblos de la Laguna de Sinamaica, como El Barro, Boca de Caño y Sinamaica; o en el propio Lago de Maracaibo, en el Barrio Nazaret de San Rafael de El Moján y en Santa Rosa de Agua, de Maracaibo. Entre ellos es muy frecuente el cultivo de la poesía popular, que expresan en las décimas, donde han transmitido sus inquietudes y sus problemas diarios de carácter vital. Además, existía en la región del lago otros grupos indígenas aruacos de gran importancia, diferenciados de los antes nombrados, era la familia wayúu o guajira, con lenguas semejantes, que parecen provenir de un tronco común y originario, que habían sufrido separaciones milenarias, además de no ser pescadores, vivir en tierra, dedicarse a ser cazadores-recolectores, teniendo una

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agricultura incipiente y ser criadores de animales europeos introducidos en sus predios. Estaban establecidos en la península de la Guajira, resistente al extranjero invasor y cuyo nombre significaría “nosotros mismos”, con un sub-grupo llamado cocinas, a quienes se les ha atribuido haber sido marginales de los wayúu, por ejercerse como pescadores y haber sido citado en varias ocasiones, como ladrones y vivientes del pillaje. Los wayúu o guajiros, sobrevivientes de la época colonial,

son el grupo indígena más numeroso del país, actualmente

viviendo en la península de la Guajira, en la zona nor-occidental de Venezuela y nor-oriental de Colombia, además de su dispersión en algunas ciudades del país, principalmente en Maracaibo, calculándose su población en 175.000 habitantes, quienes mantuvieron su identidad racial, por su constante resistencia aborigen y así, lograron evitar la asimilación por los criollos, mientras pasaban de nómadas a pastores y ganaderos. Socialmente están constituidos por clanes matrilineales, asociados a un animal del cual creen descender, como los Urianas del tigre; los Pushainas del báquiro; los Epinayúes del venado; los Epieyúes del buitre; los Ipuana del halcón; los Arpushianas del zamuro; los Jusayúes de la culebra cascabel; los Sapuanas del alcarabán; los Jayayiús del perro y los Hualiyús de la perdiz, entre otros. Su vivienda o bohío está construida con varillas de Yotojoro, corazón seco del cardón, con dormitorio, enramada y cocina, además de los corrales para las ovejas y cabras. En cuanto al vestido, el hombre ya casi no usa el guayuco sino la ropa occidental, sin embargo las mujeres lucen sus mantas, de origen español, asimiladas muy pronto durante la conquista, de diversos colores, acompañadas de collares y brazaletes, con sandalias de borla de lana o algodón y con pinturas en el rostro, para poder protegerse del sol. Al llegar a la adolescencia, la joven wayúu debe sufrir un encierro denominado blanqueo, para prepararse para la vida social y matrimonial, es decir para ser una majayura, que puede ya casarse. Entre sus bailes típicos existen: la Yonna y el Baile de la Cabrita, generalmente acompañados de fiestas, con chirrinche o licor. Para efectuarse el matrimonio, el novio deberá cancelar una dote, en ganado, collares o dinero. Los

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wayúu tienen su propia ley guajira, donde se debe pagar cualquier daño o derramamiento de sangre, y de no cumplirse, puede llegarse a la violencia y hasta la guerra entre los clanes. Otras muchas costumbres y ceremonias confluyen en la vida del wayúu, imposibles de señalar en esta breve alusión, sin embargo no puede dejarse de señalar sus ceremonias fúnebres, con su velorio y entierro, en tres ocasiones a través del tiempo, ya que según sus creencias, los muertos van a Jepira, la tierra de los indios muertos, situada en la península de la Guajira colombiana, donde se transforman en Yoluja o espíritus de los muertos, que pueden comunicarse con los vivos, sobre todo a través de los sueños, además de poderse transformar en juyá, lluvia o en wanulu, espíritu portador de enfermedades y muertes, para poder regresar a la tierra. Por último, no podemos dejar de señalar la gran importancia de su idioma, el wayuunaiki, el cual actualmente ha dejado de ser una lengua ágrafa, para convertirse en un idioma que puede escribirse, gracias a la creación de gramáticas y diccionarios, sobre todo por Miguel Ángel Jusayú, recopilándose cuentos, leyendas y mitos, además de escribirse otros tipos de obras de su investigación y aún creación, como novelas y poesía.

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Caribes

3.- Dibujo de Mujer Caribe Charles E. Taylor (1888)

Constituyeron la última invasión aborigen a la región lacustre, antes de la llegada del europeo, alrededor de 1.000 años antes de ellos y en oleadas sucesivas, penetraron al territorio lacustre desde el mar, bien desde el Caribe o desde el Atlántico, a donde llegaron siguiendo la vía de los grandes ríos, porque eran grandes navegantes, además de feroces y rápidos guerreros, quienes con su grito de guerra, muy altivo y pedante: Ana karine rote, amucon paparoro itoto manto (Solo los caribes son hombres, todos los demás son sus esclavos), cayeron sobre el resto de los aborígenes primitivos que habían sobrevivido y así mismo sobre los aruacos, en terribles guasábaras, llegando a dominar el lago en su casi totalidad, ya que los aruacos que les ofrecieron mayor resistencia fueron los wayúu y fueron desplazados a la inhóspita península de la Guajira, por la presión guerrera de los belicosos caribes, sobreviviendo también parcialmente algunas etnias como los zaparas, toas, sinamaicas y aliles, en el norte de la laguna. En esos diez siglos desde la llegada de los caribes hasta la venida de los europeos, se extinguieron familias aborígenes en la cuenca lacustre y también se daría el fenómeno de la

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transculturización, originándose etnias de ascendencia caribe, sobre todo en el sur del lago, en sus áreas occidentales y sur-orientales. Es decir, que tras el dominio

de los aruacos durante varios siglos, se iba a

producir un reasentamiento y serían desplazados de sus tierras por los caribes y quizás la resistencia que opusieron y que les permitiría conservar una porción de ellas, sería el apoyo de los caquetíos, poderosa etnia aruaca establecida en el norte del actual estado Falcón, sin embargo, las mejores tierras, las llanuras cubiertas de bosques, las sabanas regadas por ríos, los caminos fluviales y el pie del monte andino, las perdieron y quedaron en manos de los caribes, amos y señores del lago básicamente en su totalidad. Esos habitantes prehispánicos no conocían las herramientas de hierro ni de bronce, para poder aprovechar los troncos de las selvas y su agricultura era muy primitiva, sembrando después de haber quemado fragmentos de terreno, por lo cual dieron la espalda a la tierra y se vincularon al agua lacustre o fluvial, que les daba pescado, sal e independencia, además de protegerlos de las bestias y mosquitos, por lo cual construyeron sus viviendas sobre el lago, los conocidos palafitos. Desde luego, se dedicaron a comercializar el pescado, que obtenían en gran cantidad por el uso del barbasco y lo intercambiaban por sal, a veces por maíz y yuca, y más tardíamente por el cacao. En esa visión comercial iban a participar en grado sumo, los indígenas de la cordillera, de un grado de cultura superior, sobre todo los timotes, que venían por los ríos y traían maíz, algodón, cacao y hasta miel, naciendo así, el comercio lacustre y fluvial con la cordillera, a lo cual cooperaban los indígenas del norte de la laguna, que proveían de sal. Más tarde, el trueque comercial iría evolucionando y se intercambiarían utensilios de cerámica, tejidos de algodón, tabaco y adornos de oro, entre otros objetos, sin embargo sólo los aborígenes andinos tenían una organización planificada, lo cual no lograrían los indígenas lacustres, quienes además, no poseían conciencia de la necesidad de la unión y vivían dispersos en grupúsculos, sin ninguna visión de la geografía y de la economía, presente en los llamados conquistadores, que a pesar

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de venir de una nación que se estaba constituyendo apenas, después de la reconquista armada contra los árabes y de la lejanía de la familia, poseían cierto espíritu de disciplina, un mando único real y la unidad de acción, religión e idioma. Traían caballos y carretas, sabían de geografía, historia, política y comercio, tenían herramientas de hierro, además de experiencia en administración y gobierno, por lo cual muy pronto, usando la fuerza de esa superioridad de conocimiento, a pesar de la inferioridad numérica, iban a poder imponerse en la lucha de justiciera resistencia de los aborígenes y sus caciques, como ha sucedido no sólo en la conquista colonial americana sino constantemente en toda la historia de la humanidad, por que el hombre desde el génesis de su trayectoria vital, siempre ha querido apoderarse de lo ajeno, a través de la fuerza bruta. Los aborígenes descendientes de la gran familia caribe, muy calumniados históricamente, por haber sido considerados como antropófagos, lo cual al parecer, según opiniones de algunos estudiosos como Julio César Salas, entre otros, no es cierto totalmente, ya que si fueron caníbales en algunas ocasiones, no lo hicieron para procurarse el sustento diario, sino en sus ceremonias religiosas y sobre todo, en las celebraciones guerreras, como otros muchos pueblos del mundo, para absorber las energías de los potentes enemigos, sin embargo si eran muy crueles con sus enemigos, esclavizando a las mujeres y a los niños y sacrificando a los varones vencidos. De elevada estatura, delgados, de tez clara y pelo liso, el cual se dejaban crecer hacia atrás, con sus costumbres guerreras, eran

considerados

inteligentes,

valientes,

audaces

y

poseían

ciertos

conocimientos marinos. Trashumantes al principio, de recolectores evolucionaron a cultivadores, convirtiéndose en pueblos agrícolas donde las condiciones del terreno se los permitían, cultivando el algodón, que les permitiría efectuar cierta industrial textil. Entre los numerosos grupos indígenas de origen caribe, genéricamente conocidos como coronados o motilones, por traer el pelo rapado como los frailes, se han citado varios de ellos como habitantes de la costa occidental del lago y de las

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sabanas altas de la Sierra de Perijá, tales como: buredes, coanoas o guanaos, macuaes, chaques, aratomos y coyamos, entre otros, que son los antecesores de los actuales yukpa de Perijá, además de los sabriles, actualmente denominados japrerias o yankshit, que han sido considerados un grupo indígena de ascendencia yukpa, separado del tronco materno durante mucho tiempo, de ahí sus diferencias dialectales. También eran caribes, los bubures, pobladores de la tierra de Xuruara y Puruara, grandes caminantes, de allí su denominación proveniente de la palabra “pie”, quienes eran agricultores, cosechando el maíz, yuca y otros productos, que comerciaban con los grupos indígenas del norte de la laguna; los pemenos, sus vecinos, quienes residían entre la región de Xuruara y el río Escalante, siendo comerciantes de la sal, que negociaban con los güerigüeris, con los aborígenes de Perijá y del piedemonte andino; los quiriquires, kirikiries o güerigüeris, de la costa occidental del lago, cuyo nombre caribe significaba “los hombres”, fueron intensos adalides

de

la

resistencia

indígena durante

muchas décadas,

grandes

comerciantes, sobre todo de la sal, con los grupos aruacos de la barra, con los caquetíos, los bubures, los jirajaras y los achaguas; y por último, los parautes, residentes de la región de Moporo, donde se descargaban los frutos de Carora y de El Tocuyo, en tiempo de la colonia. De todas esas etnias caribes, solo sobrevivieron los yukpa y los japrerias

o

yankshit, éstos últimos señalados como un subgrupo yukpa, separado del tronco materno por muy largo tiempo. La familia yukpa o yucpa es una etnia de filiación lingüística caribe, que habita parte de la Sierra de Perijá en Venezuela y Colombia, país donde han sido denominados yukko y en nuestro medio, han sido llamados chaques, motilones mansos, y por otros nombres. A la llegada de los europeos ocupaban las tierras bajas del occidente de Maracaibo, de donde tuvieron que replegarse hacia la Sierra de Perijá, donde viven 3.500 individuos, organizados en ocho subgrupos,

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con ciertas diferencias lingüísticas. La base de su economía es el conuco, donde siembran maíz, ocumo, malanga, yuca, caraotas, quinchonchos, ñame y auyama, además del café, barbasco, algodón. Así mismo, se dedican a la pesca, la caza, la recolección y la ganadería. Sometidos a un proceso de aculturación progresiva, sobre todo en las partes bajas de la Sierra, vecinas de los misioneros y los criollos, donde se han abandonados las ollas de barro por las de metal y aun de plástico, además de otros cambios de la sociedad global. La poligamia ha sido sustituida por el matrimonio monogámico y la formación de la familia responsable. El cacique o jefe llamado iuatpu era escogido de común acuerdo y por características carismáticas, lo cual casi se ha sustituido por la influencia política, contra lo cual se está en un proceso de lucha constante. La vivienda, en general, sigue siendo el tradicional mene, de techo de palma entretejida, de hasta diez metros de largo y sin paredes, sin embargo los misioneros y el gobierno ha intentado implantar la vivienda rural. A pesar del proceso de cristianización misionera, en las aldeas alejadas siguen vivas las tradiciones de diversas divinidades míticas, como parte de su identidad cultural de pueblo indígena, como por ejemplo su creencia en un dios supremo e invisible que llaman Osenma, todo lo cual está en peligro de desaparición. El educador Antonio Pérez Esclarín, en un texto muy poético pero doloroso en su contenido, ha pintado la existencia de esos aborígenes caribes: Cuando nace un yukpa, el padre lo baila en la noche, cargándolo en la espalda, cuidando que la luna siempre lo ilumine. Además, si es varón, tuano (el jefe) tuesta y pulveriza algunas avispas bien bravas, y con el polvo negro junta al recién nacido en la frente y debajo del labio inferior para que, cuando sea adulto, sea ágil y valiente para defender a su pueblo, como la avispa kassa. Días más tarde, cuando el cordón umbilical del recién nacido está bien seco, se arroja a una hoguera y luego se pasa al niño sobre las llamas de ésta. Sobre el barro americano, los dedos fríos de la luna, y el ardor de la avispa y de la llama, meciendo los primeros vagidos del niño yukpa. Después será la vida, como un pequeño río de soledades y fríos,

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anhelando las caricias del sol, la tibieza de las pipas, los latigazos ardientes de la chicha que planta en el espíritu relámpagos de entusiasmo y de valor. Entonces, se golpean sus cráneos con sus duros arcos de macanilla, y el calor de la sangre en el rostro es un doloroso bautismo guerrero. Y así, hasta que el puño de la muerte aplaste el último pedazo de vida, y otra vez los labios ardientes del fuego sequen el cadáver embojotado y amarrado sobre las ramas de un árbol. Durante todo un mes permanecerá el cadáver en su sepulcro aéreo y, cuando está suficientemente seco, un grupo de yukpa, ajenos a la familia, van a buscarlo. Cuando regresan con el cadáver a hombros, se desparrama por el rancherío un río de fiesta, cantos, bailes y chicha. El cadáver es bailado a hombros por los presentes una y otra vez, hasta que por fin, ebrios de chicha y de cansancio, lo depositan sin más ceremonias en una cueva, que hace de cementerio. Cuando muere un yukpa, su espíritu se va a “Chiriguanaya”, un monte muy alto y seco, el lugar donde viven los muertos. Hay tres caminos para llegar allí: el del gusano, el del sapo y el de las piedras. Los que agarran los dos primeros se pierden, y en su desolado extravío llaman a los vivos, en la voz del trueno. Algunas de esas tradiciones orales y narraciones míticas han sido publicadas por Javier Armato y por Raimundo Medina con algunos maestros de las comunidades yukpa de la Sierra de Perijá, entre otros. Los yankshit o japrerias, según la tradición oral de ese pueblo aborigen, está considerada como una parcialidad de la etnia yukpa, que antiguamente se denominaba arékajetonchá, muy belicosa y que se dedicaba al pillaje, por lo cual fue execrada de la etnia y debió retirarse a sitios muy inaccesibles, evolucionando en sus costumbres originales y quedando reducida a 121 personas, según censo realizado por José Lira Barboza, en marzo de 1992. Habitan en un área situada sobre el río Lajas, unos cinco kilómetros aguas arriba de la confluencia de éste con el río Palmar, en jurisdicción del municipio Rosario de Perijá. Su economía es, básicamente, de subsistencia, cultivando en su conuco: plátanos, maíz, yuca, caraotas, auyama y frijoles; además poseen algunas cabezas de ganado, para obtener leche, queso y otros derivados lácteos;

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y así mismo, viven de la caza y de la pesca. Utilizan la vivienda tradicional yukpa, el mene, construida con troncos de árboles, no poseen paredes y el techo es de hojas de palmas a dos aguas. Al parecer no practican ritos religiosos, sin embargo atribuyen cualidades mágicas a ciertas partes de los animales, que utilizan en sus collares. No existe ningún jefe con cualidades de mando, sin embargo se observa un cierto respeto constante entre los miembros del grupo. Chibchas

4.- Familia Chibcha

A la llegada de los europeos a la Tierra Firme, esta familia aborigen de unos 80.000 habitantes, residía en la región occidental, ocupando parte de los Estados Zulia, Táchira, Trujillo y Mérida actuales, donde efectuaron una intensa resistencia indígena contra los llamados conquistadores durante décadas, por lo cual se le llamaría motilones bravos, para tratar de diferenciarlos de los designados motilones mansos, hoy conocidos como yukpa, que correspondían a la familia caribe, por la costumbre común de usar el pelo cortado o rapado, en forma de casquete alrededor de la cabeza, lo cual originaría un extenso proceso de confusión durante cuatro siglos y medio, aclarándose al final el problema, por el estudio de la lingüística de ambos grupos indígenas, ya a mediados del siglo XX, como se ha informado anteriormente. Así mismo, durante el período colonial, se localizaban en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Santander, en la altiplanicie del Nuevo Reino de

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Granada, la actual Colombia, presentando una notable cultura, la cual sería destruida

totalmente en pocas semanas, por tres ejércitos conquistadores en

1539, que iban tras la búsqueda del oro de El Dorado: el de Gonzalo Jiménez de Quesada, desde Santa Marta; el de Nicolás Federmán, desde la Provincia de Venezuela; y el de Sebastián de Belalcázar, desde el Ecuador. En la región lacustre, adscritos al proceso de resistencia indígena, iban a incursionar hasta Mérida, La Grita, San Cristóbal, San Faustino, Salazar de las Palmas, Cúcuta y Pamplona, entre otras poblaciones de las provincias de Maracaibo y Santa Marta, sembrando la zozobra entre sus pobladores, hasta que en 1772, el tesorero interino de Maracaibo José Sebastián Guillén lograría la pacificación, gracias a la labor del intérprete Sebastián Joseph, un barí apresado de niño, cinco años antes, quien había aprendido castellano y serviría de guía. Sometidos los indígenas a las misiones, en 1813 por la guerra de independencia volverían a la selva, al disolverse esas misiones. A partir de la explotación petrolera y del acoso de hacendados y ganaderos, debieron volver a la resistencia para defender las tierras de sus antepasados, hasta que en 1960, los capuchinos establecieron el primer contacto pacífico con esos aborígenes, quienes ante el avance de sus adversarios blancos, se habían ido replegándose hacia la Sierra de Perijá, sobre la frontera montañosa que separa a Venezuela de Colombia, en torno a la Sierra de Motilones, donde habitan actualmente, muy reducidos en su número, aproximadamente 2.200 personas constituyen sus comunidades. Al principio fueron conocidos con el nombre de dobokubí y definitivamente como barí, una auto-denominación que significa hombre, persona. Practican la tala y la quema, para hacer conucos, donde siembran la yuca dulce, los cambures y los plátanos, usando la caza y la pesca como actividades complementarias, sin embargo, aquellos que viven en comunidades organizadas al estilo occidental, se dedican a la ganadería y a la cría de aves y de cerdos. Su vivienda primitiva, el soaikai, el bohío o casa comunal de planta elíptica, con largos hasta de 30 metros, 10 a 11 de ancho y alturas de 12 a 15 metros, ha sido casi sustituida por la casa

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unifamiliar occidentalizada, de madera y techo de palma, y hasta de zinc y bloques. Han sufrido, desde los años 60 del siglo XX, un proceso de aculturación, sin embargo han mantenido una matriz imborrable de su identidad, de solidaridad comunitaria y de un fuerte vínculo con la naturaleza, sobre todo con las plantas y los animales, que conocen ampliamente y así lo demuestran durante la pesca y la caza, así como el uso medicinal de esos productos naturales. Según sus creencias, Kokebadau, dueño de los peces, los enseñó a pescar, y Ourondón, la técnica de la caza. Fabrican esteras y cestas de variados tamaños y actualmente no realizan objetos de alfarería, aunque antes hacían ollas de barro de fondo puntiagudo. Su lengua materna, ha permitido la publicación de relatos, mitos y cuentos de sus tradiciones orales, en ediciones bilingües, por los escritores barí, Nubia C. Korombara Iskamaibio y Javier Iván Añandón Achinkai. Su constitución física es fuerte, por su alimentación rica en proteínas y vitaminas, su tórax potente y amplio, con piernas musculosas, por lo cual pueden ser atletas destacados. Rostro anguloso, pómulos salientes, ojos achinados, nariz achatada, cabellos fuertes, negros y espesos, además de una espontánea responsabilidad, respetando las personas y la propiedad ajena. Entre sus ceremonias culturales destacan: el canto de la flecha y el canto de la ducdura. Según su mitología, no existe un ser supremo y creador del mundo, sin embargo conciben el caos como antecesor de la existencia actual y así la tierra (itta), plana, sin luz, despoblada de animales y solamente ocupada por vegetales, ya existía, hasta que Sabaseba, personaje que viene del sitio donde cae el sol, ordenaría el caos y le daría estructura al mundo, al mismo tiempo que descubriría a los barí dentro de una piña (ñangadun) y les daría nombre, mientras emergerían de las piñas otros personajes, como los ichigbarí y los taibabioyi, espíritus de la selva los primeros y del agua los segundos. El resto de los seres, tanto los humanos como los animales tienen un origen común en el relato de una anciana (Sibabio), que mató a su nieto en un acto antropofágico, entonces los padres del muchacho sacrificado, en revancha, quemaron a la vieja y esparcieron sus cenizas, junto con

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la de la leña empleada en la calcinación, en todas direcciones. De estas cenizas surgiría el resto de los grupos étnicos conocidos por los barí, así como los numerosos animales que pueblan su mundo. El gran enemigo de los barí es Dadiddú, el diablo, corruptor de la ética y de la armonía del grupo, instalado en la selva, tras los árboles, para engañar a los desprevenidos barí. El educador Antonio Pérez Esclarín ha aclarado: Contra lo que se pudiera pensar, los barí nunca rindieron ninguna clase de culto –ni antes ni ahora- a Sabaseba. Simplemente, es para ellos el prototipo del buen barí y tratan de identificarse con él y asimilar su estilo de vida. El mismo Sabaseba se situó en un plano de igualdad; vivía entre los barí (en su mismo bohío), hablaba su idioma, comía su comida, vestía como ellos. Incluso se unió a una mujer barí, pero al ser rechazado por el padre de la muchacha, se ausentó para siempre, condenando el egoísmo de un barí, tan contrario a la ética por él propugnada. Será la advertencia para el grupo: viviendo en comunidad están dentro de los planes de Sabaseba. Toda actitud egoísta va contra el espíritu esencial de la cosmogénesis barí. Del mismo modo, ha resumido las creencias del barí para después de la muerte: Cuando muere un barí, lo dejan en la selva colgado de un chinchorro. Vienen los zamuros, se lo comen, y lo llevan al lugar de los Basumchimba (donde viven los muertos). Una vez allí, si han sido buenos los barí, recuperarán su mejor aspecto terrestre, tendrán una muchacha joven como esposa y un conuco fértil donde trabajarán sin cansarse. Pero, sobre todo, se reunirán con todos sus antepasados muertos, realizando con ellos la comunidad ideal. De este modo, vida y muerte quieren ser para el barí una búsqueda y una celebración de la vida comunitaria.

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Conclusión Podemos concluir este capítulo inicial, cuya finalidad es estimular el mejor conocimiento de las etnias indígenas de la cuenca lacustre, en la actualidad y sus antecedentes históricos, señalando que tras las invasiones de los grupos indígenas a la cuenca lacustre, en las oleadas sucesivas de un común origen lingüístico, ya superadas las épocas de las feroces guerras, parece ser que los integrantes de esas tres grandes familias indígenas, habían logrado, al fin, construir un largo tiempo de relativa paz y habitaban en absoluta libertad, la cuenca lacustre, respetando, en sentido general, la zona de influencia de cada una, viviendo con cierto contacto entre sí, sobre todo por la unificación que les proporcionaba el lago como la vía de comunicación, para poder intercambiar comercialmente alimentos y otros elementos de sus culturas, pero tratando de mantener cierta identidad étnica, que era propia y característica de cada grupo indígena. Esa relativa paz y esa ilimitada libertad, iba a ser quebrada por la llegada de visitantes extranjeros, en el año final del siglo XV de la era cristiana, quienes vinieron para quedarse, asumiendo ansias de conquista y dominación de los territorios de las etnias indígenas que habían habitado desde hacía siglos, la región de la cuenca del Lago de Maracaibo y donde estaban los restos de sus ancestros.

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CAPÍTULO SEGUNDO UN SIGLO DE HISTORIA Y DE RESISTENCIA INDÍGENA EN LA CUENCA LACUSTRE (1499-1598)

Antecedentes

Los españoles que iban a llegar al hoy continente americano a finales del siglo XV, venían imbuidos de una idea religiosa profunda, por la herencia de lucha contra los infieles, con un gran propósito de unidad y de predominio de la fe católica como la misión fundamental del hombre. Traían una herencia greco-latina y una herencia cristiana, que se movía entre la oscuridad de la Edad Media y el inicio de la modernidad del Renacimiento, en aquel momento del devenir histórico, cuando iban a localizar un mundo desconocido para ellos, ya que nunca habían visto un indio y nunca habían estado en contacto con una naturaleza tan extraordinaria, de modo que para ellos, sería un encuentro total y nuevo, el cual abriría perspectivas extraordinarias de ajuste, de choque, de encontronazo violento, para iniciar un nuevo proceso histórico en el occidente del mundo conocido hasta entonces y crear así, su propia época. Es verdad que algunos europeos, como los normandos, habían experimentado efímeras aventuras allende los mares de Occidente y así, los vikingos habían pisado el suelo americano, pero sus expediciones no añadieron nada al caudal de los conocimientos geográficos de la época. Otros audaces viajeros habían encaminado sus pasos hacia el lejano y misterioso Oriente, como el misionero franciscano Juan de Plano Cazpini y el francés Guillermo de Rubruquis, que habían ido a Mongolia y sobre todo, los venecianos Nicolás Mateo y Marco Polo, quienes en pleno siglo XIII, habían realizado viajes a Catay (China) y permanecido

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por cerca de veinte años en el Celeste Imperio, donde oirían de Cipango (Japón) y de las 12.700 islas diseminadas en el Océano Índico, viajes extraordinariamente fascinantes, divulgados por el naciente invento de la imprenta, perfeccionada por el impresor alemán Juan G. Gutemberg a partir de 1439, para crear en las mentes de los jóvenes de la época, un mundo nuevo y atrayente, que debería conocerse. Así mismo, algo más cercano, como el encuentro con las islas Canarias, Azores y Madera, la exploración de las costas africanas hasta llegar al Cabo de Buena Esperanza, doblado en 1487 por el portugués Bartolomé Días, que abría el ansiado camino marítimo a la India y a Catay, sin embargo, todavía era una ruta demasiado prolongada en el tiempo. No faltaría el componente económico, ya que los árabes se reservaban las rutas del comercio con Oriente, con ese lejano continente asiático muy poco conocido de los europeos, aumentando el precio de los productos exóticos y limitando la independencia económica de los europeos, quienes deseaban tener su propia vía marítima hacia la India, para obtener fabulosas ganancias con el comercio de las especias. Desde luego, que también existía un gran componente de curiosidad científica, para superar las antiguas teorías sobre la tierra, algunas de ellas elaboradas en los tiempos lejanos de Alejandro Magno, para adaptarlas o superarlas, con el moderno Renacimiento. Por otra parte, algunos recientes descubrimientos, iban a proporcionar mayor seguridad al navegante, lanzado en medio de las olas, así la brújula le indicaba su rumbo y la pólvora sería el arma mortífera, con que las tripulaciones pudieron someter y subyugar a los pueblos de las tierras que encontrarían. El despertar del espíritu aventurero, la audacia y el desprecio de la muerte, además de cierta tendencia de carácter místico, pedían ser satisfechos, ya que el hechizo de lo remoto fascinaba las mentes y los espíritus de aquellos hombres, embrujando sus imaginaciones y convirtiéndolos en buscadores de tesoros y amantes de odiseas, sueños que cada hombre encierra en sí mismo bajo tranquilas apariencias. No faltaban quienes se sintieron llamados a llevar el

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Evangelio a los pueblos “salvajes” de las regiones que se iban encontrando y explorando. Gran parte de los expedicionarios se movieron por la codicia del oro, la brutal sensualidad o bien, el instinto criminal. Aventureros, piratas, vagabundos, delincuentes y utopistas largaban sus velas, arrostraban la soledad de los trópicos y escalaban inaccesibles cumbres; ellos, mucho más que los estadistas o los científicos, fueron quienes cargaron con el peso de aquellas grandes exploraciones, consideradas “descubrimientos” en su tiempo y su historia es un tejido de acciones tan maravillosas como terribles. Los españoles pobres, demasiado altivos para dedicarse a las labores del campo, cual lo hacían los moriscos; o al comercio, la industria o la banca, cual los judíos; y ardiente su sangre todavía al recuerdo de la lucha contra los infieles, cedieron fácilmente al espejismo de las riquezas que le aguardaban allende los mares desconocidos.

Preámbulo Colombino

Era la década final del siglo XV en la España milenaria y mestiza, época del reinado de Isabel de Castilla y de Fernando de Aragón, de la Casa de Trastamara, denominados los Reyes Católicos, quienes habían iniciado la unificación y ampliación de los territorios españoles, consolidados desde el 2 de enero de 1492 cuando había terminado el poderío de los árabes en la Península Ibérica, con la reconquista de Granada, después de 780 años de dominio musulmán, además de la expulsión de los judíos de España. Mientras tanto, un español, Rodrigo Borgia, con el nombre de Alejandro VI, ocupaba el trono de San Pedro en Roma como papa y se iban a localizar nuevas tierras allende los mares. Por las capitulaciones de Santa Fe, del 17 de abril de 1492, la Corona de Castilla iba a autorizar al navegante genovés Cristóbal Colón, para organizar una expedición hacia las tierras orientales que se creían del Gran Khan. Por ellas, Cristóbal Colón y sus descendientes, eran nombrados: Virrey, Almirante y

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Gobernador de las tierras localizadas, con derecho al diezmo de las rentas y productos de ellas. Asociado con los hermanos Pinzón y con la ayuda del piloto Juan de la Cosa, Colón partiría del puerto de Palos de Moguer, el día 3 de agosto de 1492, con tres embarcaciones, la Pinta, la Niña y la Santa María, sufriendo grandes percances, hasta que, a las dos de la madrugada del viernes 12 de octubre de 1492, el marinero Juan Rodríguez Bermejo conocido como Rodrigo de Triana avistaría tierra, y así llegaría a la isla de Guanahaní, la cual denominaría San Salvador, visitó otras tres islas del archipiélago de Las Bahamas durante tres meses, dándoles nuevas denominaciones, como Santa María de la Concepción, la Fernardina y la Isabela; así mismo, encontró a otras mayores, Colba o Cuba, denominándola Juana y Haití, bautizada como La Española, donde conocería al cacique Guanacagari y construiría el “Fuerte de Navidad”, dejando 39 hombres al mando del capitán Diego de Arana. Emprendería el retorno el 4 de enero de 1493, para llegar a España en marzo del mismo año, después de siete meses de ausencia, enviando Colón su famosa Carta (Islas Canarias, 15 de febrero-14 de marzo de 1493) a los Reyes Católicos, muy pronto traducida a múltiples idioma, notificándoles todos los detalles y experiencias de su viaje, describiéndoles las Indias Occidentales y a sus habitantes, los indios, a los cuales había descubierto, según su propia concepción.

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5.- Juan de la Cosa

Al mismo tiempo que, el papa Alejandro VI, español de Valencia, con sus dos bulas Inter coetera, del 3 y 4 de mayo de 1493, exhortaba a los Reyes Católicos a continuar en la propagación de la fe y concedería a España todo lo que descubriese al occidente y al mediodía, y a Portugal todo lo que descubriese al oriente y mediodía, a partir de una línea de polo a polo, que pasase 100 leguas más allá de las islas Azores, concediendo a la Corona de España todas y cada una de las gracias, privilegios, exenciones, facultades, libertades, inmunidades, letras e indultos concedidos anteriormente al rey de Portugal sobre la India Oriental. El rey Juan II de Portugal no aceptaría la línea de demarcación ni la nueva bula Dudum siquidem del papa, emitida el 26 de septiembre de 1493 y tras largas conversaciones entre ambos reinos, debería trazarse una nueva línea de demarcación, desviada a 370 leguas a partir de Cabo Verde, acuerdo logrado a través del “Tratado de Tordesillas”, firmado el 17de junio de 1494, cuando ya se había efectuado el segundo viaje colombino.

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6.- Mapa de Juan de la Cosa

Esa segunda expedición había salido de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, con 17 naves y 1.500 hombres, entre ellos: Juan de la Cosa, Alonso de Ojeda, fray Bartolomé de las Casas, fray Bartolomé Boyl como representante del Papa, Pedro Margarit, Juan Ponce de León y Diego Álvarez Chanca. Cristóbal Colón iba a arribar a numerosas islas caribeñas, denominándolas como: Deseada, Dominica, Mariagalante, Santa María de Guadalupe, Santa María de Montserrat, Santa María la Redonda, Santa María la Antigua, San Martín, Santa Cruz, Santa Úrsula y el archipiélago de las Once mil vírgenes y localizaría a la más grande de todas, Borinquen, llamada entonces San Juan Bautista y actualmente, Puerto Rico. El 3 de noviembre, al llegar a La Española, donde había dejado un fuerte, Colón se encontraría con la muerte de todos sus hombres, cometida por el cacique Canoabó, por lo cual se dirigiría hacia el norte y fundaría la primera ciudad en esa isla, llamándola La Isabela, el 6 de enero de 1494, dándole sus primeras autoridades municipales, presididas por su hermano Diego. Enviaría como explorador de la región del Cibao, en búsqueda de oro, al temerario Alonso de Ojeda, quien apresaría a Canoabó y localizaría las primeras muestras de oro que se enviarían a España. También, exploraría a Juana (Cuba), la cual creía tierra firme y localizaría la isla de Jamaica, a la cual denominaría Santiago y al

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archipiélago que llamaría Jardín de la Reina, además de fundarse otra ciudad, Nueva Isabela, en 1496, hoy Santo Domingo, retornando Colón a España en el mes de junio de 1496 y por diversas causas permanecería dos años en la Corte, mientras por Real Cédula se establecían los repartimientos en La Española.

7.- Segundo Mapa de Juan de la Cosa

Solamente a partir del día 30 de mayo de 1498, zarparía de Sanlúcar de Barrameda, en una flotilla de seis naves la tercera expedición colombina, la cual pasaría por la isla de Madera y las Canarias, para abastecerse y enviaría tres naves a La Española. Rumbo al sur, avistaría la Tierra Firme, el 31 de julio de ese año, cuando el marino Alonso Pérez vería una isla con tres montes juntos, a la cual Colón denominaría Trinidad. Al día siguiente, pasaría por el Cabo La Playa, Punta Galea y Punta Arenal, para llegar al delta de un gran río, el caudaloso Orinoco, recorrería los estrechos de Boca de Serpiente y Boca de Dragón y el amplio golfo de Paria, donde bajarían a tierra varios de los navegantes, Pedro Torreros, Andrés del Corral, Hernando Pacheco y Juan Quintero, tomando posesión de la tierra a nombre de los Reyes de España, por enfermedad de Colón. Estaban por primera vez en el territorio continental sudamericano, sin saberlo, y

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más tarde, avistarían las islas de Margarita, Coche y Cubagua, es decir las costas de la actual Venezuela, llamándola Tierra o Isla de Gracia, por el desconocimiento de saber que era ya el continente y creyendo estar en el paraíso terrenal bíblico y el 15 de agosto seguirían su ruta hacia La Española. Sin embargo el historiador y académico español Juan Manzano Manzano ha tratado de demostrar que ese recorrido se había realizado después de su segundo viaje, en 1494, partiendo desde La Española, acompañado de su hermano Diego, Juan de la Cosa y Pedro Alonso Niño, explorando y visitando las costas actuales de Cumaná y Paria, hasta la desembocadura del río Orinoco, lo cual Cristóbal Colón mantendría en secreto, quizás por haberse apropiado de una cantidad grande de perlas en Margarita y la costa de Cumaná, sin informar a la Corona. Esta afirmación de Manzano, pudiese explicar la detención de Colón después de su tercer viaje y las expediciones parianas, realizadas posteriormente por algunos de sus acompañantes. Concluido ese tercer viaje, el marino genovés iba a retornar preso a España en 1500 y solamente en 1502, Colón volvería a organizar un cuarto viaje, que lo llevaría a recorrer las costas centroamericanas, fundando la localidad de Belén, en la costa de la actual Panamá, la cual debería abandonarse por la hostilidad indígena y se retiraría a Jamaica, para regresar definitivamente a España, el 7 de noviembre de 1504, cuando estaba muriendo su protectora, Isabel la Católica, dejando como heredera a su hija Juana I y como regente a su viudo, Fernando el Católico. Así finalizaría la brillante experiencia como navegante de Cristóbal Colón, quien moriría sin saber que había encontrado para la historia de occidente, un Nuevo Mundo, el continente de la esperanza, buscando un camino hacia las especies asiáticas de las Indias Orientales, al cual ni siquiera se le daría su nombre, sino que le sería usurpado por un compatriota suyo, el florentino Américo Vespucio, a quien le quiso rendir un homenaje el geógrafo alemán Martín Waldseemüller en

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1507, por creer erróneamente que ese navegante italiano había localizado aquellas tierras allende los mares, mientras Cristóbal Colón había muerto casi olvidado, en la ciudad de Valladolid, España, el 21 de mayo de 1506. Ese Nuevo Mundo, como se le conocería, con sus tierras encontradas, las Indias Occidentales, a las cuales los europeos iban a considerar descubiertas, estaba habitado por hombres y mujeres de las más disímiles costumbres socio-culturales, que hablaban diversas lenguas y adoraban a distintos dioses, a los cuales se denominaría indios, por creer que habían llegado al mundo oriental de las especias. Después del tercer viaje colombino, se iban a suceder otros viajes de exploración del territorio sudamericano, efectuados por navegantes hispanos, los cuales se han considerados como viajes menores o expediciones parianas, de los cuales interesa para esta investigación, el de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa en 1499 y el de Alonso de Ojeda, Juan de Vergara y García de Ocampo en 1502, los cuales se estudiarán con cierta amplitud y se citarán brevemente los otros. Así, en junio de 1499, el piloto marino Pedro Alonso Niño, quien había participado en el tercer viaje de Colón, se iba a asociar con Luis y Cristóbal Guerra, para efectuar la explotación de perlas, recorriendo con su única carabela, las costas de Guayana, Paria, Margarita y Cumaná, hasta Maracapana, recogiendo oro y 96 libras de perlas de gran tamaño y excelente calidad, además de localizar las salinas de Araya. El marino Vicente Yáñez Pinzón, quien había sido capitán de la Niña en el primer viaje de Colón, organizaría su propia expedición, entre noviembre y diciembre del año 1499, pero desviado por una tempestad, localizaría el cabo de San Agustín en la costa oriental del Brasil, al cual llamaría Santa María de la Consolación, recorriendo luego, gran parte del litoral brasileño hasta localizar las bocas del río Marañón o Amazonas, denominándolo Santa María del Mar Dulce, llegándose hasta la desembocadura del Orinoco, para luego pasar por la península de Paría y

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debido a la hostilidad indígena, seguir a la isla de La Española, con un gran cargamento de esclavos, maderas tintóreas, topacios, animales raros y algo de especias. Años más tarde, iba a reconocer las costas de la isla de Borinquen o de Puerto Rico y la actual región de Honduras hasta la parte oriental de la península de Yucatán. Casi la misma ruta de Vicente Yáñez Pinzón la seguiría Diego de Lepe, desde finales del año 1499, quien localizaría también el cabo de San Agustín, para seguir hacia las costas del sur de Brasil y más tarde, regresar de nuevo a España. Entre los meses finales de 1500 y el año 1501, un notario de Sevilla, Rodrigo de Bastidas, acompañado del piloto Juan de la Cosa, recorrería y exploraría las costas de la actual Colombia, desde el Cabo de La Vela hasta Puerto de Retrete o de Escribano donde años más tarde se fundaría el poblado de Nombre de Dios, la provincia de Santa Marta, las bocas del río Magdalena, la punta Caribana, el puerto de Cartagena y el golfo de Darién, que entonces llamaban de Urabá. Años más tarde, Rodrigo de Bastidas fundaría la ciudad de Santa Marta, en el Nuevo Reino de Granada y sería su Gobernador, cargo en el sufriría un atentado mortal, además de ser el progenitor del primer obispo de Coro, en la Tierra Firme.

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Alonso de Ojeda en el Lago de San Bartolomé

8.- Alonso de Ojeda

Alonso de Ojeda, temerario joven de Cuenca, nacido hacia 1472, quien había venido al Nuevo Mundo en el segundo viaje de Colón, más tarde, disgustado con él, se había retirado a

vivir en La Española, hasta que decidiría regresar a

España, para curarse unas fiebres, lo cual coincidiría con las noticias recibidas de Cristóbal Colón de haber encontrados nuevas tierras, ricas en perlas, que correspondían a la actual costa venezolana, con cartas y planos detallados, enviadas por el Almirante, lo cual pudo Ojeda conocer por su amistad personal con el arcediano de Sevilla Juan Rodríguez de Fonseca y con la ayuda de personas

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acaudaladas de esa ciudad, se daría a constituir su propia expedición hacia Tierra Firme, con una carabela y 57 hombres de tripulación, zarpando desde el puerto de Santa María (Cádiz), el 18 de mayo de 1499, como capitán de la expedición, acompañado por el maestre y piloto mayor, el vizcaíno Juan de la Cosa, además de Américo Vespucio, como mercader y experto en cosmografía. Tocaría en el cabo Higuer, de la costa africana, para contratar otra carabela y tras pasar por las islas Canarias, siguió una ruta parecida a la de Cristóbal Colón en su tercer viaje, pero más hacia el suroeste. Avistó las costas sudamericanas, al sur de las bocas del Amazonas, remontó toda la costa, pasó por el Esequibo, que llamaría Río Dulce y por el Orinoco, la isla de Trinidad, Boca de Serpiente, el Golfo de Paria y Boca de Drago, la costa sur de las islas de Margarita, Coche, Cubagua, Los Frailes y posiblemente La Tortuga, por las salinas de Araya y las riberas de la actual Cumaná, siguió por Maracapana y el cabo Codera, al que llamó Cabo Ileos, más adelante siguió por Monte Tajado o Costa Pareja, las costas actuales de La Guaira y Caracas. En un puerto poblado por indígenas, sostuvieron un combate, siendo flechados 21 de sus marineros, uno de ellos mortalmente, por lo cual lo denominó Puerto Flechado, quizás el actual Chichiriviche o San Juan de los Cayos. Entonces, visualizó a Curazao y Bonaire, a las cuales dió el nombre de islas de los Gigantes, por creer haber visto seres descomunales, dobló un cabo al cual llamaron San Román, el 9 de agosto de 1499, por ser el día de ese santo y así, Ojeda y sus hombres entraron en un amplísimo golfo, el actual Golfo de Venezuela, el cual los aborígenes llamaban Coquibacoa. Allí se iba a dar el verdadero nacimiento de la hoy nación venezolana a la cultura mundial, el cual no sería con el tercer viaje colombino, donde Cristóbal Colón, el Almirante del Mar Océano, había arribado el 3 de agosto de 1498, denominándola Tierra de Gracia, por creer estar en el paraíso terrenal bíblico. Sería en ese Golfo de Coquibacoa, como lo denominaban los aborígenes, actualmente Golfo de

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Venezuela, localizado el 24 de agosto de 1499, por esa expedición de Alonso de Ojeda, acompañado por el piloto mayor y cartógrafo Juan de la Cosa y por el navegante florentino Amérigo Vespucci, conocido en castellano como Américo Vespucio. Ojeda y sus hombres se quedaron maravillados de aquel paisaje tan hermoso y de un caserío de indios, formado por un grupo de chozas, levantadas sobre estacas clavadas dentro del agua, los palafitos, los cuales se comunicaban unos con otros, por puentes removibles y por canoas. Vespucio escribiría en su primera carta de 1500, la única digna de crédito: hallamos una gran población, que tenía sus casas sobre agua como Venecia; quisimos verlas y los naturales se oponían a la entrada. Más huyeron al probar el filo de nuestros aceros, y encontramos las casas llenas de algodón finísimo. Tenían también mucho brasil y tomamos de ambas cosas. Se acababa de efectuar el Encuentro de los dos Mundos, europeo y americano, en esa extensión marítima venezolana, poblada por los palafitos de los indígenas americanos y donde iba a nacer auténticamente el nombre de la Patria. Así como los europeos se admiraron del paradisíaco paisaje americano, igual espíritu de sorpresa experimentaron los naturales habitantes de aquellas viviendas palafíticas,

escondiéndose

dentro

de

sus

casas,

por

creer que

seres

sobrenaturales habían llegado, de una raza y lengua diferentes, con distintas costumbres y con grandes recursos, pero a la larga se acercaron y tocaron todo, intercambiaron obsequios con los recién llegados y demostraron ser cordiales y amigables, hasta que unas ancianas empezaron a proferir altas voces desde las orillas y entonces, los nativos lanzaron sus flechas contra los expedicionarios y entonces, Alonso de Ojeda y sus hombres arremetieron contra los aborígenes, echando a pique sus embarcaciones, con el resultado de veinte indígenas muertos y un número considerable de heridos, además de atrapar a varios prisioneros, con un saldo de solo cinco heridos de los visitantes. Se habían ensangrentado las aguas y las arenas de aquellos parajes, con aquel primer encuentro violento entre indígenas y españoles. Iba a empezar una extensa etapa histórica de intercambio

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cultural y humano, la mayor parte de las veces violento y en algunos casos pacífico, entre los naturales de las tierras americanas y los usurpadores llegados en planes de exploración, conquista y dominio de las nuevas tierras, en nombre de un rey lejano y de unos principios religiosos, donde se predicaba el amor entre los hombres. Si descartamos la peregrina teoría de Américo Vespucio, al citar que ese bello paisaje del golfo, le recordaría a Venecia y de allí la denominación dada a la tierra encontrada, de Venezziola

o Pequeña Venecia, de donde iba a surgir

posteriormente el nombre de Venezuela, para ser dado a todo el país. Repetimos, si prescindimos de aquella expresión del italiano, quien tanto manejaría la historia a su capricho, repetida mil veces por los historiadores tradicionales y tomamos el camino del análisis histórico, consultamos el Mapa Mundi de Juan de la Cosa, dibujado en gran parte durante ese viaje de 1499 y terminado en 1500 en el puerto de Santa María, donde aparecería, por primera vez, el nombre Venecuela (sic) aplicado a ese poblado indígena del golfo, casi a la entrada de la barra, según algunos estudiosos, quizás en las extremidades de las islas de Toas o de Zapara, consideraríamos como una denominación auténticamente del habla indígena a esa palabra con la cual denominaban el poblado aborigen. Sin embargo, existe otro documento de gran valía científica, la Suma de Geographía que trata de todas partes y provincias del mundo, en especial de las Indias de Martín Fernández de Enciso, primer libro impreso que habla del Nuevo Mundo, editado en Sevilla en 1519 por el alemán Jacobo Cromberger, obra honrada con un privilegio real otorgado en Zaragoza el 5 de septiembre de 1518, que nos permitiría concluir que ese pueblo palafítico ubicado en el golfo, se denominaba Veneciuela y sería el verdadero y único origen del nombre real de la Patria y no, las expresiones de Américo Vespucio. Martín Fernández de Enciso escribiría: Del cabo de San Román al cabo Coquibacoa hay tres isleos en triángulo, entre estos dos cabos se hace un golfo de mar de figura cuadrada, y al cabo de Coquibacoa entra desde este golfo otro golfo pequeño en la tierra 4 leguas. Y al cabo del a

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cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima de ella está un lugar o casas de indios que se llama Veneciuela. Está en X grados. Entre este golfo de Veneciuela y el cabo de Coquibacoa haze una vuelta el agua dentro de la tierra a la parte del oeste. Y en esta vuelta está Coquibacoa. Algunos cronistas, hasta la actualidad, han señalado que la expedición de Alonso de Ojeda sólo incursionaría en el golfo, no entrando en el lago, lo cual sería imposible, ya que Alonso de Ojeda y los 56 hombres que le quedaban a su expedición de navegantes, inmediatamente entraron en la inmensa laguna de aguas cristalinas, con sus orillas sembradas de manglares y cocoteros, y le darían el nombre de Lago de San Bartolomé, por ser ese día, 24 de agosto de 1499, la conmemoración del apóstol de Cristo. Los recién llegados dieron la vuelta al lago durante varios días que permanecieron en él, ya que Juan de la Cosa lo podría dibujar en su totalidad, con un gran río en su parte meridional, quizás el Catatumbo, siendo el primer mapa de América y de Venezuela, concluido en el puerto de Santa María en 1500 y desconocido por muchos años hasta que el Barón de Humboldt lo localizaría en la biblioteca del Barón de Walckemaer en 1832 y actualmente se encuentra en el Museo de la Marina de Madrid, tras haber sido adquirido por la Corona Española en la subasta de la biblioteca del coleccionista holandés, en 1853.. A pesar de la gran veneración mariana de Ojeda, a quien se ha denominado El Caballero de la Virgen, no consta en forma documental, la presencia de algún sacerdote en esa primera expedición, sin embargo el cronista Antonio Herrera ha citado la de dos frailes franciscanos y además, de las orillas de la laguna, algunas bellas mujeres aborígenes se fueron con los viajeros europeos, lo cual según algunos autores, no fue una ida voluntaria sino que fueron raptadas, algunas fueron

bautizadas y se casaron con los españoles.

Allí, iba a nacer

auténticamente, el mestizaje hispanoamericano, al casarse Alonso de Ojeda con una hermosa indígena, a la cual bautizaría y con la cual iba a procrear tres hijos, los primeros mestizos de toda la América. Esa hermosa exponente de la etnia

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indígena, bautizada como Isabel, en honor a la Reina Católica y a la primera novia de Ojeda, sería la prueba fehaciente de la fidelidad amorosa de las aborígenes, ya que iría a Europa con Ojeda, luciría su exótica hermosura en la Corte con una mantilla española señoreando su bello rostro, le serviría de intérprete en sus otros viajes, le salvaría la vida en varias ocasiones y moriría al pie de su tumba, en Santo Domingo, presa de la melancolía por la ausencia del ser amado, con el cual había convivido por 17 años. Alonso de Ojeda observaría la fertilidad de la tierra, la fuerte musculatura y gallardía de los indígenas y la belleza de sus mujeres, como se lo expresaría años más tarde a Fernández de Enciso, ya que el color cobrizo de la piel, a veces casi tendiendo a blanco, la falta de vellos en el cuerpo, la elegancia de sus líneas y formas, los cabellos lacios y negros, el brillo de los ojos y la perfección de la dentadura, resaltaban ya esa hermosura natural, de la mujer venezolana. En sus notas de instrucción del segundo viaje, en 1502, Alonso de Ojeda nombraría varias veces al Lago de San Bartolomé y así mismo, al Puerto de San Bartolomé, lo cual hace pensar que ya existía para ese momento, la población indígena de Maracaibo, con su amplio puerto, donde Ojeda con su gente se refugiaría durante su periplo en 1499 y en su segundo viaje de 1502, quizás por ser el lugar de residencia o de nacimiento de su amada Isabel. El cronista y poeta Juan de Castellanos, entonaría sus versos primigenios al golfo, al lago, a la bahía y a los habitantes encontrados por aquellos europeos: / Por parte la rodean altas breñas / y por parte también campo patente /. Tiene dos islas, y éstas son pequeñas, / habitadas de aves solamente: / la una tiene selva y altas peñas / donde suele venir indiana gente, / a se holgar las tardes y mañanas, / y a caza de conejos y de iguanas /. / De hoja de laurel es la hechura /. Ambas bandas así proporcionadas / va desaguando hacia Cinosura / donde mezcla sus aguas con saladas: / dentro

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tienen los indios su cultura / de casas fuertemente fabricadas / sobre las barbacoas, con estantes / hincados en las aguas circunstantes /. / Los naturales della son desnudos, / todas sus proporciones muy bien hechas, / alentados, fornidos y membrudos, / prontísimos al arco y a las flechas; / algunos son flojísimos y rudos / cerca de sus labranzas y cosechas; / hay gente limpia, de graciosa traza, / y dados a la pesca y a la caza /. Al salir del Lago de San Bartolomé, los expedicionarios pasaron frente al poblado Veneciuela, en el Golfo, el cual denominaron con ese mismo nombre indígena y que algunos han citado como Golfo de Venecia y siguieron su ruta hasta encontrar el Cabo de La Vela, en la península de la Guajira, al que llamaron isla de Coquibacoa y recorrieron las actuales costas colombianas, hasta llegar frente a la Sierra Nevada de Santa Marta, las cuales denominaron Montes de Santa Eufemia, por ser el 3 de septiembre el día de esa santa, pero averías en las embarcaciones, los obligaron a regresar a La Española, tras haber realizado la más importante expedición a las costas venezolanas, que habían recorrido totalmente desde el Esequibo hasta la Guajira y aún parte de las costas colombianas. Ojeda sería sometido a pesquisas por haber ido a las tierras localizadas por Cristóbal Colón en 1498, documentación del Archivo General de Indias, que ha permitido fijar todo el itinerario de su expedición y otros datos de interés, además de demostrar las numerosas falsedades de Américo Vespucio. Los expedicionarios regresaron a Cádiz, el 10 de junio de 1500, donde Juan de la Cosa iba a terminar de elaborar su importantísimo Mapa Mundi, el cual

desgraciadamente no se

publicaría en su época, ya que probaba que todas las costas localizadas entre el río Esequibo y la actual población de Santa Marta, eran un continente, entrevisto ya por las expediciones de Vicente Yánez Pinzón y Alonso de Ojeda. Tras su regreso a España, Alonso de Ojeda no sería castigado, a pesar de las quejas de Cristóbal Colón y se le iba a autorizar para realizar un segundo viaje, por real cédula del 28 de julio de 1500, confirmadas esas capitulaciones por otra

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real cédula del 8 de marzo de 1501; y el 10 de junio de 1501, tras un año de espera, Alonso de Ojeda iba a lograr una capitulación con los Reyes Católicos, con el fin de ir a las tierras localizadas, ahora con el pomposo nombramiento de Gobernador de la isla de Coquibacoa y su tierra y jurisdicción, y sólo se le limitaría el regreso a la tierra del rescate de las perlas, es decir “de parte de Paria, desde el paraje de los Frailes hasta el Farallón, y de toda aquella tierra que se llama Curiana”. Tendría 300 mil maravedíes de renta y se le otorgaban, además, seis leguas de tierra en la isla La Española, de cuyos frutos podía abastecerse. Esa sería la primera Gobernación creada en el actual territorio venezolano, por ese tratado de capitulación, la cual abarcaba desde el Cabo de Chichiriviche hasta el Cabo de La Vela, con la finalidad de poblar y gobernar en esas costas de Tierra Firme. En ese segundo viaje, en el mes de enero de 1502, con cuatro embarcaciones llamadas “Santa María de la Antigua”, “Santa María de la Granada”, “La Magdalena” y “Santa Ana” y acompañado con Juan de Vergara y García de Ocampo como socios, partiría desde Cádiz para su gobernación, tocaría en Gran Canaria, Gomera y Cabo Verde, recorriendo luego el mismo trayecto de su primer viaje, desde Paria, Araya, Margarita, Codera y Valfermoso, donde se abastecería la flotilla en una aldea indígena, para continuar a Puerto Flechado, la Isla de los Gigantes (Curazao) y al Golfo de Venecia o de Coquibacoa, hasta llegar a los términos de su gobernación, donde en el mes de mayo fundaría Santa Cruz, la primera población y fortaleza ubicada en Tierra Firme, en la península de la Guajira, muy

posiblemente en la bahía de Castilletes, junto a la laguna de

Cocinetas y no, en Bahía Honda como han supuesto algunos cronistas. Esa primera fundación tenía finalidad de de irradiación colonizadora, pero tendría una existencia

demasiado

efímera, de

cuatro

meses de

duración,

ya

que

desaparecería en septiembre de ese mismo año de 1502, por los pleitos entre los socios de la expedición.

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Alonso de Ojeda sería apresado por sus socios y llevado a La Española, para ser entregado al comendador Gallego, comenzando así, un juicio que perdería Ojeda, tras cuatro meses de prisión, por sentencia del licenciado Maldonado, alcalde mayor de la isla, quien lo condenaría a la pérdida de sus bienes, pero apelando a los Reyes Católicos, éstos lo absolvieron, en Segovia, el día 8 de noviembre de 1503, según la documentación del pleito localizados en los Archivos de Simancas. Alonso de Ojeda muy pronto tuvo nuevas licencias para navegar y al parecer hizo un viaje con Pedro de la Cueva en 1504, el cual probablemente fracasaría, ya que no se conoce casi nada al respecto, mientras volvería a vivir en La Española, de los productos de la hacienda que le habían otorgado los monarcas. Su último viaje sería con el piloto Juan de la Cosa, gracias a las capitulaciones firmadas con la Reina Juana I, el 9 de junio de 1508, donde se concedía a Ojeda la Gobernación y Capitanía General de Urabá y a Juan de la Cosa, el nombramiento de Teniente de Gobernador y Alcalde Mayor de la misma gobernación. Juan de la Cosa conseguiría una nave, dos bergantines y 200 hombres y en noviembre de 1509 salieron hacia Urabá, esperando que se les uniese más tarde Martín Fernández de Enciso, quien había fletado por su cuenta una nave, y había sido nombrado Alguacil Mayor de esa nueva Gobernación. Casi al mismo tiempo, Diego Nicuesa había logrado la Gobernación del Darién y así, se iban a plantear problemas de límites con la de Ojeda, decidiéndose que Alonso de Ojeda dominaría desde Nueva Andalucía hasta el Cabo de La Vela y la mitad del Golfo de Urabá y de allí en adelante, sería la gobernación de Nicuesa, con el nombre de Castilla de Oro, fijando como demarcación el Río Grande del Darién. Ojeda y Juan de la Cosa llegaron frente a Cartagena, atacaron a los indios belicosos en tierra y se internaron hasta el pueblo de Turbaco, el cual hallaron desierto, pero los indios estaban al acecho y acabaron con la expedición, pereciendo Juan de la Cosa, el 28 de febrero de 1610, acribillado por numerosas flechas envenenadas y salvándose Alonso de Ojeda y uno más de los

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expedicionarios, al esconderse en unos manglares, donde los localizaría la india Isabel, después de una intensa y angustiosa búsqueda. Después de la muerte del piloto vizcaíno, que vengaron Ojeda y Nicuesa que había llegado a renovar la provisión de agua, Alonso de Ojeda navegaría más adelante, hasta cerca del Golfo de Urabá, localizado por Juan de la Cosa y Rodrigo de Bastidas en 1501. En un montecillo cercano, levantaría el Fuerte de San Sebastián, donde dejaría encargado a Francisco Pizarro, el futuro conquistador del Perú, para ir a buscar a Martín Fernández de Enciso, quien se había retrasado con las provisiones. Pizarro, viendo que Ojeda no regresaba, abandonó el fuerte y se refugió en Cartagena, donde lo localizaría Fernández de Enciso, en cuya expedición venía Vasco Núñez de Balboa, huyendo de sus acreedores y quien localizaría más tarde, el Mar del Sur u Océano Pacífico. Unido Pizarro con Fernández de Enciso, después de pasar por San Sebastián se fueron para el Darién, donde Fernández de Enciso fundaría Santa María la Antigua, pero habiéndose amotinado Balboa, apresaría a Enciso y lo enviaría a España, iniciándose así, un extenso pleito judicial de largos años, mientras Fernández de Enciso se dedicaría a organizar sus apuntes y a escribir su interesante obra geográfica, ya citada anteriormente, tan importante para aclarar definitivamente la procedencia del nombre de Venezuela. Mientras tanto, Alonso de Ojeda no había regresado a San Sebastián, porque había sido apresado por el bandolero Bernardino Talavera, arribando a las costas de Cuba, donde se perdieron en una extensa ciénega. Ojeda, muy religioso, haría la promesa de dejar en el primer poblado que consiguiesen, la Virgen que siempre llevaba consigo y al arribar a Cueyba, poblado de indios de la provincia de Camagüey, la entregaría al cacique, quien le rendiría tributo con su gente y, desde entonces se convertiría en la patrona del pueblo cubano, como Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, hermosa pintura que le había sido regalada a Ojeda, por el arcediano sevillano Juan Rodríguez de Fonseca, su amigo y protector.

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De Cueyba pidieron auxilio a Jamaica y de allí, Ojeda pasaría a La Española, mientras Talavera y los suyos eran ajusticiados por sus múltiples delitos. En esa isla dominicana, Ojeda no conseguiría a Martín Fernández de Enciso, para poder llevar auxilio a San Sebastián y

al fin, se quedaría en su hogar, pobre y

necesitado, donde se dedicaría a escribir sus memorias, mientras su esposa e hijos lo contemplaban admirados y las cronistas han comentado que tomaría el hábito de San Francisco, muriendo hacia el año 1516 y dejando señalado en su testamento, que por haber sido muy soberbio y orgulloso, debía ser enterrado en el suelo, en la puerta de la iglesia de San Francisco, para ser pisado por todo el que entrase, con un sencillo epitafio: “Aquí yace Alonso de Ojeda, el desgraciado”. Es tradición que, algunos días después, el guardián del convento vio a una mujer acostada sobre la loza sepulcral de Ojeda y al acercarse pudo apreciar que era la india Isabel que acababa de morir, víctima del inmenso dolor por la muerte de su amado, siendo enterrada junto a su esposo. La “Junta del Tricentenario del Descubrimiento del Lago de Maracaibo”, creada por el Ejecutivo del Estado Zulia, haría numerosas gestiones para traer sus restos mortales a Maracaibo, pero el Gobierno de la República Dominicana negaría la autorización y sólo permitiría traer tierra de su tumba, la cual más tarde sería colocada en su población epónima, Ciudad Ojeda. A finales del siglo XX, en un movimiento insurreccional en ese país dominicano, los restos de Alonso Ojeda y su esposa, la india Isabel, padres del mestizaje americano, desaparecieron para la historia, al ser violada la tumba y eliminados los restos mortales.

Iniciando el Siglo XVI

Mientras tanto, a la muerte de la reina Isabel la Católica (1504) y más tarde, del rey Fernando el Católico (1516), su nieto Carlos, hijo de la princesa Juana llamada La Loca, de la casa de Austria o de los Habsburgo, sería proclamado como rey de España, en 1517, con el nombre de Carlos I y dos años más tarde, a la muerte de

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su abuelo paterno, Maximiliano de Austria en 1519, sería elegido como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con el nombre de Emperador Carlos V de Alemania. En esos años, a partir de 1510-1512, sería el tiempo del primer asentamiento en un pequeño islote de la actual Venezuela, naciendo una ranchería llamada Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, alrededor de la riqueza de la explotación de las perlas, situada frente a la isla de Margarita y a las costas de la actual Cumaná, vecina también de las salinas de la península de Araya, donde se iniciaría para Tierra Firme, la posibilidad de esclavizar a los indios y poderlos vender como esclavos, para las Antillas ya pobladas y aún para Europa. Aquel asentamiento sería la primera muestra de la mezcla de culturas, ya que españoles, indios y negros, éstos últimos arrebatados de su natal África, convivían en la explotación de la riqueza perlera, pero dos de esos componentes étnicos, estaban en condiciones infrahumanas y esclavizantes. Así daría comienzo, por el territorio oriental, la colonización de la actual Venezuela, con sus asientos de misioneros y la instalación de sus establecimientos, para tratar de buscar la pacificación pacífica indígena, pero los inmensos atropellos de los conquistadores harían que muy pronto nacería la resistencia aborigen, a pesar de la aparición del apóstol de las Indias, Fray Bartolomé de Las Casas, quien para 1520 intentaría el primer ensayo de cambiar el sistema de colonización, creando aldeas

en torno a

labradores e indígenas asociados y defendiendo con un ardor apasionado, los derechos humanos de los indígenas. Ya para el 18 de marzo de 1525 nacería la Provincia o Gobernación de Margarita, con Marcelo de Villalobos y sus descendientes, la primera creada en el actual territorio venezolano (después de la de Ojeda), mientras tanto, para ese mismo año de 1525, Rodrigo de Bastidas fundaría y sería Gobernador de Santa Marta, la primera ciudad del Nuevo Reino de Granada, pero un intento de asesinato en 1527, lo llevaría a irse a recuperar de sus heridas en la isla de La Española, muriendo accidentalmente en Cuba y

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siendo nombrado entonces García de Lerma como el nuevo gobernante, el 20 de diciembre de 1527. En el territorio de la actual Venezuela, después del intento de colonización por el oriente en torno a Cubagua y a las tentativas de colonización de la actual Cumaná y de los llanos orientales, el foco de penetración y de colonización se iba a trasladar hacia el occidente, el cual sería más tardío, más vasto y de consecuencias mayores para la historia, iniciándose en la región de Coro.

Juan de Ampíes y Santa Ana de Coro

9.- Juan de Ampíes y Santa Ana de Coro

Juan de Ampíes, factor de la Corona en Santo Domingo, había capitulado con el rey, la ocupación de las islas de Curazao, Aruba y Bonaire, vecinas de las costas venezolanas y pedía se le extendiera su amparo a los indígenas de las costas del continente, para efectuar una adecuada labor de pacificación no violenta. En 1526, el Consejo de Indias, le enviaría la capitulación sobre la conquista y población de las tres islas antillanas, pero sin mencionar los aborígenes de la costa, por lo cual

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el factor Ampíes insistiría en una nueva petición en el mismo año, llegada al Consejo cuando el rey Carlos I estaba a punto de firmar las capitulaciones con los welser, lo cual iba a generar fuertes protestas de Ampíes. Según narración del cronista José de Oviedo y Baños, en una versión aceptada por la mayoría de la historiografía venezolana, ese factor Juan de Ampíes, el 26 de julio de 1527 realizaría el establecimiento de una ranchería en la Tierra Firme, a la cual se denominaría Santa Ana de Coro, en territorio de los indios caquetíos, sin proceder a nombrar las autoridades en ese asentamiento, sin

embargo, las

detalladas investigaciones del Hermano Nectario María en el Archivo de Indias no han permitido localizar pruebas documentales de ninguna fundación de un poblado, que de haberse producido sería por el hijo del factor, Juan de Ampíes Ávila, confundido con su padre por denominarse igual y casi ignorado por los historiadores debido a su muerte prematura, pero comprobada su existencia por las investigaciones del historiador Demetrio Ramos, quien además ha concluido que, el poblado fundado sería de tipo mixto, es decir mezcla de indígenas y españoles, por lo cual no tuvo que tener las autoridades normalmente instituidas. Ya para noviembre de 1528, Juan de Ampíes, como factor de la Isla Española y poblador de las islas de los Gigantes (Curazao, Aruba y Bonaire), viajaría desde Santo Domingo a Curazao y de allí a las actuales costas de Coro, siendo recibido por su amigo el cacique caquetío Manaure, en el poblado indígena de Todariquiba y el 23

de noviembre de ese mismo año, debajo de un frondoso cují, se

escucharía la primera misa, la cual celebraría el padre mercedario fray Antonio Marino, venido con Juan de Ampíes, se efectuarían los bautizos de los primeros indígenas, encabezados por Manaure, quien iba a tomar el nombre cristiano de don Martín, para iniciarse de esta forma, la conquista pacífica y la evangelización de ese territorio. La madera de aquel cují serviría para confeccionar la venerada Cruz de San Clemente, que se conserva en un templete de Coro, por ser el 23 de noviembre el día de ese santo cristiano. El Hermano Nectario María, en sus investigaciones sobre la fundación de Coro, solamente ha podido comprobar que

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al llegar el alemán Ambrosio Alfínger, en representación de los welser, al territorio de Coro de su nueva gobernación, en febrero de 1529, hizo edificar y trazar los planos del poblado, nombraría los regidores y organizaría el primer cabildo, es decir que le daría juridicidad a Coro, si ya estaba fundada como ranchería mixta, haciendo una verdadera fundación de pueblo de españoles, además de construir una casa-depósito y una iglesia muy rudimentaria, donde celebrarían el sacrificio de la misa, los sacerdotes Juan Rodríguez de Robledo y Jaime Varón, venidos con Alfínger. Es decir que, la ciudad de Coro sería una prueba de una doble fundación, la de pueblo mixto por Juan de Ampíes hijo y el cacique Manaure, el 26 de julio de 1527, llamándola Santa Ana de Coro y la de pueblo de españoles, por el alemán Ambrosio Alfínger, nombrándoles sus autoridades y dándole juridicidad. La Academia Nacional de la Historia, con el apoyo de un acuerdo del Congreso de la República, ha reconocido la primera fecha como la auténtica fundación de Santa Ana de Coro, en el año 1977, con motivo de cumplirse los 450 años de la fundación de esa ciudad pionera de la Tierra Firme.

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Los Welser en la gobernación de Venezuela

10.- Territorio cedido a los Welser

Por real cédula del 27 de marzo de 1528, el monarca Carlos I de España crearía la Provincia o Gobernación de Venezuela, la cual se extendería desde el Cabo de La Vela hasta Maracapana, dependiendo de la Real Audiencia de Santo Domingo. Es decir que, a pesar de su denominación, no correspondía al territorio que actualmente llamamos Venezuela, sino que era la parte occidental del país, lo que estaba más allá de lo que se había ido concediendo hasta Maracapana, en las anteriores concesiones que la Corona había hecho a los

exploradores y

conquistadores. Esa nueva Provincia sería cedida a la poderosa firma comercial y bancaria alemana de Augsburgo, los Welser o Belzares, con la obligación de “descubrir, conquistar, poblar y gobernar” esas tierras, quizás por los cuantiosos créditos dados por los banqueros al nuevo emperador, para su campaña electoral alemana, comprometiéndose los germanos a pagar sus impuestos en oro como diezmos, respetar las propiedades, la persona y la dignidad de los indígenas, atraerlos a la fe cristiana y compenetrarse con las lenguas indígenas, a través de

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religiosos defensores de los derechos de los aborígenes, sin embargo, gran parte de esos compromisos firmados en una capitulación, serían olvidados por la concepción codiciosa y mercantilista de aquellos banqueros alemanes, quienes se preocuparon más de la búsqueda de El Dorado, fascinante mito fabuloso de la riqueza infinita, con la ciudad de Manoa como su asiento, que de cumplir con su obligación de poblar la provincia, sin embargo, esos viajes fantasiosos, agotadores y que los iban a arruinar y a la mayoría llevar a la muerte, permitirían la exploración de extensas regiones del territorio, donde más tarde se fundarían ciudades. Cuatro serían los gobernadores welser de la Provincia de Venezuela: Ambrosio Alfínger (1528-1533), Hans Seissenhofer, denominado Juan Alemán, de muy efímero desempeño (1530), Jorge de Espira o de Hohermut (1534-1535 y 15381540) y Enrique Rembold (1543), éste último factor de los welser y gobernador interino, además de Nicolás de Federmán, quien estuvo encargado del gobierno, como Teniente de Gobernador, por las ausencias de Ambrosio Alfínger (1530) y de Jorge Espira (1535), además de Felipe Von Hutten, quien se desempeñaría como Capitán General de la Provincia (1540-1546). De ellos nos interesa en especial, la figura de Ambrosio Alfínger, fundador de Maracaibo y explorador sanguinario de la cuenca del Lago de Maracaibo, el cual se estudiará en esta investigación y de los demás se hará una breve exposición. El primer Gobernador y Capitán General designado por los banqueros welser sería Ambrosio Alfínger, natural de Ulm (Alemania), nacido entre 1500 y 1505, quien trabajaba desde el año 1525 con los welser como factor de la Casa de Contratación de Sevilla y más tarde, desde 1526, dirigiendo la factoría de los welser en Santo Domingo. Al ser nombrado gobernador, partiría desde España en octubre de 1528, con la nave capitana El nombre de Dios, otra nao y un bergantín, llegando a Santo Domingo en enero de 1529, comprando caballos y otros animales, además de ultimar todos los preparativos, para el 18 de febrero partir hacia su gobernación, con 264 soldados, la mayoría andaluces, y un grupo de

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mujeres y niños. Al parecer, según pruebas documentales, arribaría por el Golfo de Venezuela, donde se perdería el bergantín con todos sus pasajeros, llegando a Coro, según algunos estudiosos, el 24 de febrero de ese mismo año, ciudad continental que iba a ser la capital de esa primera Gobernación de la Provincia de Venezuela, tomando posesión cuatro días después, el 28 de febrero, como gobernante de la provincia. Los primeros meses los dedicaría a dejar organizado el poblado jurídicamente, como ya se ha señalado, nombrándose a Juan Cuaresma de Melo, Gonzalo de los Ríos, Martín de Arteaga y Virgilio García, como regidores del nuevo Cabildo; Sancho Briceño y Esteban Matheos, alcaldes ordinarios y Luis de Sarmiento como alcalde mayor, de la nueva población. Al mismo tiempo, apresaría a Juan de Ampíes, lo obligaría firmar un compromiso de irse del territorio de Venezuela y no mantener comunicación, ni siquiera comercial, con los indígenas de la gobernación y al final lo embarcaría hacia Santo Domingo, donde Ampíes iniciaría un largo litigio, que continuaría hasta la muerte de ese factor, el 8 de febrero de 1533, tres meses antes que Ambrosio Alfínger. La primera construcción importante, sería una casa-depósito, llamada la Casa-Común, donde se proveían todos los habitantes a cambio de una deuda con la caja de la factoría de los welser, muchas veces fuera del alcance de los pagos arancelarios reales, a pesar de haber tres Oficiales Reales para vigilar los intereses de la Corona: Pedro de San Martín, Antonio de Naveros y Alonso Vázquez de Acuña; además, se organizaría un fundo pecuario y agrícola, regado por una acequia, con agua traída desde el río Coro. Cinco meses después de su llegada, el gobernador Ambrosio Alfínger, nombrando al español Luis Sarmiento como su Teniente de Gobernador en Coro, para que pudiese dirigir la ciudad, se iba a ausentar en la búsqueda del deseado oro, para lo cual recorrería las nuevas tierras de la cuenca del Lago de Maracaibo.

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Ambrosio Alfínger y Maracaibo

11.- Ambrosio Alfínger

Ambrosio Alfínger, partiendo desde Coro por la vía terrestre, saldría hacia la hermosa Laguna, vista por primera vez por Alonso de Ojeda y sus hombres hacía tres décadas, iniciando su aventura desde los primeros días de agosto de 1529, con 180 hombres de los que había traído, enviando a las mujeres y a los niños, así como a los caballos, venidos por primera vez al continente, por vía marítima. Algunos historiadores, basándose en datos aportados por los testigos durante su juicio de residencia, se han permitido asegurar que no iría directamente desde la población de Coro hacia el Lago, por el camino de la costa, ya que tenía conocimientos previos sobre las riquezas del sur de la cuenca lacustre y por ello, según esa versión, atravesaría las montañas de Jideharas, del sur de Coro, llegando a las tierras de los pemenos, en la orilla meridional de la laguna y luego seguiría camino hacia la región agrícola de Xuruara, vecina entre los actuales estados Zulia y Trujillo, habitada por indios con un nivel cultural más avanzado, entre ellos los timotes-cuicas. Según esa versión histórica, bastante aceptable,

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más tarde, subiría y llegaría al sitio de la laguna donde se había citado con los barcos y la designaría como Lago de Nuestra Señora, por ser ese día la festividad de la Natividad de la Virgen María. Era la misma extensión lacustre que había extasiado a Alonso de Hojeda y a sus hombres, el 24 de agosto de 1499 y que habían llamado Lago de San Bartolomé, no privando a la larga ninguno de las dos denominaciones religiosas, sino adoptándose el nombre indígena de la población vecina que iba a fundar Ambrosio Alfínger, es decir, sería el actual Lago de Maracaibo. En los barcos enviados por la barra y quizás con otras pequeñas embarcaciones fabricadas, lo atravesaría desde su costa oriental a la occidental, por un lugar de embarque, que sería denominado desde entonces, como El Pasaje y más tarde como Puerto de Coro, lo cual sería el inicio de un extenso proceso poblacional en ese lugar, que iba a originar la conocida villa de Los Puertos de Altagracia, muy posteriormente, ya en la segunda parte de la centuria. Habían pasado treinta años hasta la llegada de esos nuevos europeos a la inmensa laguna de aguas transparentes y casi dulce, sembrada en sus orillas de hermosos y majestuosos cocoteros. Ambrosio Alfínger se asentaría en un lugar vecino de una ranchería indígena llamada Maracaibo, denominada así por un cacique muy poderoso de la zona, quien vivía en una isla. Ese asentamiento, poblado español o de cristianos, que si fue no fue fundado de derecho, fue habitado de hecho, ya que así nacería la futura gran ciudad del occidente de la Tierra Firme, como una humilde y simple ranchería, fundada por el gobernador alemán Ambrosio Alfínger, el día 8 de septiembre de 1529, dentro de los límites de la Gobernación o Provincia de Venezuela y Cabo de la Vela. Esa Maracaibo carecía de regidores y alcaldes ordinarios, es decir de cabildo, por lo cual no se podía considerar una ciudad en el sentido jurídico del término, pero si poseía teniente de gobernador, alcalde mayor, escribano, alguacil mayor y tenientes de tesoreros, es decir contador y factor, por lo cual debía considerarse como una auténtica villa, que desde su misma fundación fungiría casi como centro de la provincia, ya que Alfínger la usaría como

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asiento de sus hombres y punto de partida de sus entradas o expediciones al resto de la cuenca lacustre y aún más allá de sus límites, aventurándose hasta el actual territorio de la república de Colombia. Con aquella expedición había llegado a la región del lago marabino, la espada del conquistador y la cruz de la evangelización, esta última representada por el capellán Juan Rodríguez de Robledo, un presbítero hispánico, quien sería testigo de la fundación de la villa y de la muerte de su fundador, además de ser el primer sacerdote que iba a tener Maracaibo hasta los años de 1533-1534, cuando marcharía a Coro, designado como chantre y más tarde como provisor y vicario general de la diócesis creada en esa población pionera, mientras en Maracaibo quedaba su compañero Mosén Jaime Varón, también llegado con la expedición de Alfínger, así como fray Fernando Matos y sus compañeros misioneros, para dedicarse todos a la fabricación de una rústica choza de techo de paja y de palma para poder celebrar el misterio de la eucaristía, en aquel asentamiento europeo en el continente americano, para más tarde proponerse edificar una iglesia más firme y digna del Santísimo. Así se habían iniciado, desde aquel 8 de septiembre de 1529, 478 años de presencia activa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en la hoy región zuliana. Juan de Castellanos entonaría sus versos en honor al primer asentamiento europeo en el Lago de Maracaibo: / En un pueblo de indios que allí estaba /, hicieron los cristianos el asiento /, aqueste Maracaibo se llamaba /, de quien el lago tuvo nombramiento /, allí no se cogía ni sembraba /, mas era de rescates el sustento /, y celebraban ferias y mercado / a trueco de la sal y del pescado /. / Hizo micer Ambrosio de solares, / según orden, común y repartimiento, / nivelando las calles y lugares / para mejor trazar aquel asiento; / nombraron de personas singulares / oficiales, justicia y regimiento: / Fernando de Beteta fue teniente, / que conocí do moro de presente /.

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Ambrosio Alfínger, dejando a Hernando o Fernando de Beteta como Teniente de Gobernador en Maracaibo, iniciaría su primera entrada al territorio virgen de la cuenca del Lago de Maracaibo, cuyo itinerario no consta en su “información de servicios” de 1530 y los cronistas no han suministrado suficientes detalles sobre ella, pero el mismo Alfínger señalaba que el lago tenía doscientas leguas de redondez, poco más o menos, con grandes pueblos y naciones y otras cosas nunca sabidas ni pensadas; que había recorrido a caballo cuatrocientas leguas, hasta el pie de las altas serranías, durante diez meses y se había enfrentado a los indígenas: caquetíos, enotos, quiriquires, cocinas, atanares, bubures y cuyones. Según algunos estudiosos, incursionaría también en la región de los indios cocinas y habría recorrido parte de la península guajira. En cualquier pueblo de indios que localizaba, averiguaba el oro que poseían y lo conseguía del modo que pudiese, logrando obtener siete mil pesos de chafalonía, es decir de objetos de oro, sobre todo con forma de águilas, que al parecer se usaba como moneda, sobre todo en los indígenas del pie de la cordillera. La parte sudeste del lago y la región de los bubures se llamaría Provincia de Xuruara, donde Alfínger estaría más tiempo y que sería desde entonces, el centro de provisiones de los vecinos de Maracaibo, llamándosele el granero de Maracaibo. Sin embargo, los indígenas, por una mala traducción posiblemente, le informaron que el lago comunicaba por el sur, con otra laguna más grande, que ellos no sabían donde desembocaba (quizás se referían al estuario del río Catatumbo), pero el teutón Alfínger y sus hombres creyeron que comunicaba con las mares del sur y que era la ruta hacia el Lejano Oriente. El gobernador perdería más de setenta y cinco hombres, por la falta de comida y de agua potable, además de las guazábaras frecuentes con los indígenas, habiendo enfermado con fiebres durante siete meses continuos, sin suspender nunca sus andanzas, a pesar de que a veces tenían que subirlo al caballo, por su gran debilidad. Al fin, regresaría a Maracaibo, en junio de 1530, agotado por la progresiva enfermedad, dejando la mayoría de sus hombres en la ranchería y él retornando a Coro, con muy pocos

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soldados, ya que había perdido gran parte de sus hombres, sin embargo traía un amplio botín de 7.000 pesos en oro, declarados para el quinto real, porque se sospechaba que portaba más. Debido a la falta de noticias de Alfínger durante más de diez meses, desde Sevilla llegaría a Coro, el 18 de abril de 1530, Hans Seissenhofer, denominado Juan Alemán por algunos cronistas, nombrado como segundo Gobernador de la Provincia de Venezuela, quien aceptado por el Cabildo, destituiría al hispano Luis Sarmiento y nombraría al alemán Nicolás de Federmán como su Teniente de Gobernador, que hacía muy poco había llegado a Coro. Quince días más tarde, retornaría Ambrosio Alfínger al poblado de Coro, el 3 de mayo de 1530, reasumiendo su cargo de gobernador, a pesar de aun encontrarse muy enfermo y serle recomendado por el médico Hernán Pérez de la Muela, viajar a Santo Domingo para curarse de las “calenturas tercianas, dobles, y con modorra” que padecía, “porque la enfermedad era grave y los aparejos no los había en esta tierra”. José Rafael Fortique, historiador médico, afirmaría: No cabe duda de que se trató de un cuadro de malaria, con clínica grave, lo que padeció Ambrosio Alfínger. Designaría a Luis González de Leiva como su Teniente de Gobernador en Maracaibo, ordenándole tratar de fundar la ciudad de Ulma y apresar indígenas para ser vendidos en Santo Domingo, a la vez, que confirmaría a Nicolás de Federmán como Teniente de Gobernador, Capitán General y Alcalde Mayor de Coro, para gobernar en su ausencia y así, el 1º de agosto de 1530 viajaría a Santo Domingo, en compañía de su médico, llevando nueve mil quinientos ochenta y seis pesos y seis tomines en oro, provenientes de Coro y Maracaibo.

En la isla antillana, tras una largo proceso de curación, sería

restablecido en su salud y confirmado como Gobernador y Capitán General, y entonces, regresaría de Santo Domingo, tras cinco meses de ausencia, según algunos en la Navidad de 1530 y según otros cronistas el 27 de enero de 1531, y al llegar a Coro, conseguiría en el gobierno a un encargado por Nicolás de Federmán, el cual había salido de la población el 13 de septiembre de 1530,

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dirigiendo una expedición hacia el sur, sin haberle solicitado permiso para ello, por lo cual lo destituiría y nombraría a Bartolomé Santillana como Teniente de Gobernador y Alcalde Mayor de Coro, a quien ordenaría aprehender y someter a juicio a Nicolás de Federmán, lo cual sería cumplido a su llegada y se le condenaría a cuatro años de destierro de la Provincia de Venezuela. Decidiría partir de nuevo hacia Maracaibo, el 9 de junio de 1531, en búsqueda de oro y de la ansiada comunicación con el sur, llegando a la ciudad lacustre y enseguida, en un bergantín y dos barcos armados, iría a explorar el río Macomyti, conocido actualmente como Socuy o Limón, para tratar de fundar un pueblo cerca del río, la ciudad de Ulma, en recuerdo de su pueblo natal, sin embargo tras cuatro días de búsqueda de un lugar adecuado, las numerosas ciénegas se lo impidieron, lugar donde vivían los indios onotos y entonces, se regresaría a Maracaibo, nombrando a Francisco Venegas como su Teniente de Gobernador de la población, en sustitución de Luis González de Leiva, por las constantes quejas sobre su comportamiento, confirmando a Juan de Carvajal como escribano público y a Hernando Castrillo como alguacil mayor. Casi coincidiendo con la salida de Alfínger hacia Maracaibo, por bula del Papa Clemente VII, del 21 de junio de 1531, el primer documento de la historia eclesiástica venezolana, durante el reinado de Carlos I de España y V de Alemania, se erigiría, en Santa Ana de Coro, designada ciudad pontificia, la Diócesis de Coro o de Venezuela, que tendría la Iglesia Catedral en honor a Santa Ana, la primera en Tierra Firme, en el continente americano, ya que las anteriores habían sido creadas en territorio insular caribeño, sobre todo Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico y Cuba, la cual sería dependiente del Arzobispado de Sevilla hasta 1546, cuando sería creada la Arquidiócesis de Santo Domingo, de la cual pasaría a ser diócesis sufragánea. Esa primera diócesis venezolana sería trasladada a la capital de la provincia, Santiago de León de Caracas, a partir de 1638, en cumplimiento de real cédula del 20 de junio de 1637 y la debida impetración al Romano Pontífice, habiendo tenido once obispos en su trayectoria

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vital, cuya actividad apostólica se incluirá en el Apéndice II. Por la real cédula del monarca español Carlos I, basada en el patronato concedido a los Reyes Católicos por Julio II, por la bula del 28 de julio de 1508 y confirmado por bula del Papa Clemente VII, se iba a nombrar al dominicano Rodrigo de Bastidas, como el primer prelado de aquella diócesis de la ciudad de Coro. Mientras tanto, en ese año de 1531, se efectuaría la primera expedición por el río Orinoco, comandada por uno de los conquistadores de México, Diego de Ordaz, la cual se remontaría hasta más allá de la confluencia del Meta y los raudales de Aitures y Maipures, sin localizar oro ni centros de civilización indígena, desestimándose, para aquellos momentos, ese inmenso río como una vía de penetración y colonización del territorio actualmente venezolano. El 1º de septiembre de 1531, Ambrosio Alfínger partiría de Maracaibo, con ciento treinta soldados de infantería y cuarenta hombres de a caballo, en una extensa y final entrada, cuya ruta conocemos ampliamente por la narración manuscrita efectuada por su maestre de campo Esteban Martín, a la vez traductor o lengua de la expedición. Las tropas caminaron hacia el oeste, llegaron al pie de la serranía de Perijá, que llamaron de los bubures, a quince leguas de Maracaibo, con pueblos pequeños de tres o cuatro bohíos, para atravesar esa parte montañosa y bajar a un valle poblado de conucos, del actual río César, donde vivían los indios buredes y coanados, continuando hacia el Valle de Upar, contactando con los indios bugures y buredes, donde hallaron huellas de expedicionarios de Santa Marta, quienes habían maltratado a los indígenas y donde recogieron cierta cantidad de oro, por métodos ilícitos. Se encontraron con los indios xiriguanas y con el pueblo de Macoco, ya que estaban iniciando la región de los indios pacabueyes, que se extendía desde las últimas estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta y las de la Sierra de Perijá y el río Magdalena o Xirirí,

que las cruzaba, habitada por aborígenes

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comerciantes de sal, pescado y maíz, por lo cual poseían bastante oro, que Alfínger hizo que se le entregasen por las buenas o por las malas, recogiendo veinte mil castellanos en ocho días, mientras estaban asentados en el pueblo de Pauxoto. El gobernador teutón decidiría enviar ese oro a Coro, que eran veinticuatro mil castellanos, con Iñigo de Vasconia al frente de una escolta de veinticuatro hombres, donde estaba Francisco de San Martín, en calidad de veedor, partiendo el 6 de enero de 1532 para regresar en tres meses con refuerzos de gentes y armas, sin embargo no tomaron el camino de venida por querer acortar el trayecto y se extraviaron, pasaron hambres atroces por no encontrar nada más que palmitos amargosos y entonces, decidieron enterrar el oro, para después volver por él, pero fueron pereciendo poco a poco, entre ataques de los indígenas y la falta de alimentación, viéndose obligados a comer carne de perro y por último, hasta humana de los indios, pero entre tupidos manglares y ciénegas, siguieron perdidos totalmente, teniendo Vasconia una gran llaga en la pierna que le impedía caminar y debía solo arrastrarse y San Martín estaba casi ciego, por hinchazón de la cara, mientras uno por uno iban muriendo todos los soldados, salvándose solamente Francisco Martín, a través del río y socorrido por un indígena, logrando mejorar su salud, para irse con los quiriquires y más tarde, lo compraron los indios pemones de un pueblo aborigen llamado Maracaibo de los Bubures, donde viviría una odisea muy extraordinaria durante un año, ya que se casaría con la hija del cacique, viviría desnudo como un aborigen y aprendería el arte de curar, convirtiéndose en un mohan, personaje importante y respetado del poblado, hasta que lo iban a localizar sus compañeros, mucho tiempo después. Mientras tanto, Alfínger había continuado por los pueblos de los pacabueyes y de los cindahuas, llegando a Tamara, población de más de mil bohíos, donde obtuvo de nuevo oro por procedimientos criminales y se detuvo por dos meses y medio, visitando poblados vecinos y oyendo hablar de Coyandín y Cimití, pueblos fantasiosos donde abundaba el oro. Al ver que Vasconia no regresaba, enviaría

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una segunda comisión a Maracaibo y a Coro, dirigida por Esteban Martín, con veinte hombres, para traer refuerzos, medicinas y otros objetos, y así, fundar un pueblo en esa tierra tan hermosa y rica. Partiendo el 24 de junio de 1532, Esteban Martín, por su astucia con los naturales y su buen sentido de conocimiento de la región, llegaría a Maracaibo y desde allí, enviaría a buscar refuerzos a Coro, ciudad que aportaría cincuenta hombres y dos caballos, además de los treinta que reunirían en Maracaibo, con un séquito de indios cargadores, para poder auxiliar a Alfínger, así como gran cantidad de víveres. Sin embargo, Alfínger no fundaría la población anunciada, sino que seguiría con sus andanzas tras el oro, cruzando el Magdalena o Yuma y pasando por muchos pueblos indígenas de distintas lenguas y costumbre, alcanzando el sur de las futuras fundaciones de Pamplona y Bogotá, muriendo los hombres del intenso frío y de falta de alimentos, por lo cual se comieron hasta los caballos y los perros. Buscando el camino hacia Maracaibo, se acercaron al valle llamado de Chinácota, de la región de Pamplona, donde el gobernador Alfínger moriría, tras un feroz combate con los indígenas de la zona, por la herida de una flecha envenenada que le había atravesado el cuello. Así, el 31 de mayo de 1533 rendiría su tributo a la tierra, en plena juventud, tras confesarse con el padre Juan Rodríguez de Robledo, aquel alemán sanguinario, gobernador y capitán general welser, fundador de Maracaibo y esclavista, víctima de su gran codicia por el oro, tras haber incursionado en la cuenca del Lago de Maracaibo y en las regiones vecinas de la actual Colombia, efectuando las primeras exploraciones de la naturaleza y de las etnias indígenas de aquellas virginales regiones. Desde entonces, aquel lugar que era denominado por los indios Chinácota, se conocería como Valle de Micer Ambrosio, muy cercano al sitio donde Pedro de Ursúa fundaría la ciudad de Pamplona. Rendidos los honores a los restos mortales del Gobernador de los Welser y enterrados con el respeto a su alta jerarquía, los expedicionarios eligieron a Pedro de San Martín, factor y veedor del rey, como Capitán General y Justicia Mayor de la tropa, quien en medio de grandes dificultades, los conduciría a Maracaibo por el

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río Pamplonita, la región de Cúcuta y el río Zulia, penetrando en los pueblos de los indios pemones,

donde localizaron a Francisco Martín, el sobreviviente de la

comisión de Iñigo de Vasconia, en el poblado Maracaibo de los Pemones, donde vivía, siguieron a Xuruara y Moporo, donde encontraron un barco de la ciudad de Maracaibo recogiendo víveres y por fin, se acercaron a la ciudad del lago, para más tarde, llegar a Coro, el 2 de noviembre del año 1533, a los dos años, cuatro meses y veintisiete días de su salida de la capital de la Provincia de Venezuela.

La Provincia de Venezuela después de Alfínger Desde ese momento del conocimiento de la muerte de Ambrosio Alfínger en el año 1533, hasta la llegada de Juan Pérez de Tolosa como el Gobernador de la Provincia de Venezuela en 1546, se iban a suceder múltiples gobernantes en el máximo cargo provincial y en general, con escaso provecho para el territorio y sus gentes, como se podrá visualizar en breve recuento. En primer lugar, al saberse en Coro la muerte del gobernador de los belzares, hicieron explosión todas las quejas contra el régimen de los alemanes y hubo una verdadera revuelta contra los welser, dirigida por los Oficiales Reales, el factor Alonso Vázquez de Acuña y el contador Antonio de Naveros, por lo cual procedieron los vecinos a destituir y apresar a Bartolomé de Santillana, el encargado de la gobernación y en medio de la anarquía, los alcaldes Francisco Gallegos y Pedro San Martín se encargaron del gobierno hasta la designación de un gobernador encargado y enviaron a dos procuradores a la Corte para explicar la pésima situación de la provincia, por el mal gobierno alemán. Era ya una auténtica “revolución” de los corianos, amparada en el régimen municipal, como bien la ha considerado el historiador Demetrio Ramos. El obispo Rodrigo de Bastidas sería, a la vez, designado gobernador interino, llegando el día 11 de julio de 1534 y ejerciendo el cargo hasta enero de 1535, cuando viajaría por motivos familiares a Santo Domingo, dejando al tesorero Antonio Vásquez de Acuña, su Teniente de Gobernador, encargado del gobierno provincial.

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Muy pronto llegaría a Coro, procedente de Sevilla, con su nombramiento, el tercer Gobernador welser de la Provincia de Venezuela, Jorge Hohermuth Von Speyer, mejor conocido como Jorge de Espira o

Spira, el 6 de febrero de 1535,

designando a Nicolás de Federmán, el cual había regresado a la provincia, como su Teniente de Gobernador, el día 11 de mayo de ese mismo año y poco después, se ausentaría por tres años, hasta mayo de 1538, en una larga entrada hacia los llanos, dejando encargado a Federmán y a Francisco Venegas como Alcalde Mayor de Coro y a la vez, Teniente de Gobernador de Federmán. Sería entonces, cuando la pequeña ranchería de Maracaibo, fundada por el alemán Ambrosio Alfínger sería despoblada por Nicolás de Federmán, hacia octubre de 1535, por orden de Jorge Spira. Gran parte de sus pocos habitantes se unirían a la expedición hacia el Cabo de La Vela y los enfermos, mujeres y niños se iban a trasladar a Coro. Debían transcurrir casi 34 años para volver a poblarse oficialmente las costas de la región del Lago de Maracaibo, época cuando iban surgiendo nuevas poblaciones en la Gobernación, la mayoría muy importantes para el desarrollo de Venezuela. Sin embargo, no puede eludirse afirmar la posible existencia de Maracaibo, después de esa despoblación de Federmán, ya que se tienen algunos documentos religiosos, que expresan la permanencia posterior de una misión de adoctrinamiento para los indígenas de los poblados vecinos y así mismo, de la construcción de la ermita de Cristo de Aranza, además de haberse localizado un plano de la ciudad, correspondiente a 1562, todo lo cual debe merecer un estudio muy detenido, en la búsqueda de esa real posibilidad de la desaparición total o no, de la primitiva Maracaibo de Alfínger, desde luego muy difícil de comprobar a la distancia, al faltar, hasta ahora, pruebas documentales valederas. Nicolás de Federmán, nacido en Ulm (Alemania) entre 1505 y 1510, sería un empleado de los welser desde su juventud, como factor de la compañía en Sevilla y a finales de 1529 sería enviado a Coro, donde casi al llegar sería nombrado Teniente de Gobernador de Hans Seissenhofer y luego de Ambrosio Alfínger, en

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1530, durante su viaje a Santo Domingo, cuando sin autorización iniciaría una expedición hacia el sur, cuyo itinerario sería relatado por Antonio Naveros, miembro de esa entrada y posteriormente en su obra Historia Indiana, escrita en Europa después de haber sido castigado con el destierro por el gobierno de Alfínger y publicada en alemán en 1557, con traducciones al francés y castellano. No podemos detenernos en su itinerario, ya que esa expedición hacia el actual estado Lara, no forma parte esencial de la temática de este estudio histórico, el cual puede leerse en las dos fuentes citadas. Sin embargo, Federmán volvería a la provincia de Venezuela con Jorge Espira, como su Teniente de Gobernador, siendo enviado al Cabo de La Vela para fundar un poblado y de paso, despoblar a Maracaibo, como ya se señalaría, enviando en esa misión a Antonio de Chaves. Al llegar Federmán, al territorio guajiro de los wayúu y cocinas, iba a fundar Nuestra Señora de las Nieves, hacia el 5 de agosto de 1536, repoblada como Santa María de los Remedios en 1538, por los pescadores de la isla de Cubagua, como génesis de Río de Hacha. Federmán, después de intentar explotar sus ricos ostrales de perlas, por falta de buzos indígenas, abandonaría la empresa y regresaría a Coro. Sin embargo, en 1537 emprendería una gran expedición por el territorio que iban a ocupar las futuras fundaciones de Carora, El Tocuyo y Barquisimeto, cruzaría el río Apure y la cordillera andina, llegando a la fundación de Santa Fe de Bogotá, el 27 de abril de 1539, lo cual generaría un juicio en Europa, posteriormente agravado, por lo cual sería detenido y moriría el 21 o el 22 febrero de 1542, en la ciudad de Valladolid, en España.

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12.- Nicolás de Federmán

Jorge Hohermuth Von Speyer, conocido como Jorge Espira o Spira, sería el tercer gobernador welser de la Provincia de Venezuela, como ya se ha señalado, habiendo nacido en la población alemana de Espira y desde muy joven sería factor de los welser en la propia Alemania, en Francia y en Sevilla. Tras su nombramiento, llegaría a Coro el 6 de febrero de 1535 y designaría a Nicolás de Federmán como su Teniente de Gobernador, ordenándole despoblar a Maracaibo y fundar una población en Cabo de La Vela, para muy pronto partir en una expedición hacia los llanos en busca de El Dorado. Esa entrada sería narrada por el joven Felipe Von Hutten, en su “Diario”, una extensa carta a su padre Bernardo Von Hutten, fechada el 20 de octubre de 1538, al regresar con la expedición, publicado en alemán en 1550, con una autoría falsa y de nuevo, por el editor Johann Georg Meusel en 1785, con otras de sus correspondencias, con el título de Nuevas Noticias en el Historisch-litterarisches Magazin, con traducción al castellano, por la Academia Nacional de la Historia en 1963 y por la Universidad Católica Cecilio Acosta en 2005, a donde remitimos al lector interesado, por no ser temática especial de esta investigación.

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Mientras tanto, la Real Audiencia de Santo Domingo, desde julio de 1537 había nombrado a Antonio Navarro como Alcalde Mayor y Juez de Residencia de los Welser, quien iba a ejercer, a la vez, el cargo de gobernador, por la muerte repentina de Francisco Venegas, en 1537, dejado por Jorge Espira en Coro como encargado y quien muy grave, había nombrado a Pedro de Cuevas como su Teniente de Gobernador, sin tener poderes para ello. Navarro iniciaría el juicio de residencia a Alfínger, Federmán y Espira, suspendiendo a éste último de sus funciones, al llegar de su expedición, sin embargo al año siguiente el juez sería suspendido a su vez, por orden real, mientras Espira asumiría de nuevo, su cargo de jefe supremo de la provincia, nombrando a Juan de Villegas como su Teniente de Gobernador, mientras se dedicaba a preparar una nueva expedición, momento en cual moriría en Coro, el 11 de junio de 1540. Mientras tanto, en el Nuevo Reino de Granada, por entonces se habían fundado dos importantes centros poblados, que tendrían relación con la cuenca del Lago de Maracaibo: Santa Fe de Bogotá, su futura capital, en 1539, por Gonzalo Jiménez de Quesada y la ciudad de Tunja, también en ese año de 1539 Muerto Espira, asumiría Juan de Villegas como gobernador interino, hasta la llegada del obispo Rodrigo de Bastidas, quien ocuparía por segunda vez la Gobernación de la Provincia de Venezuela, en un corto gobierno, durante el cual se ha dicho que, enviaría a Pedro de Limpias a traer indios desde Maracaibo en 1541, para venderlos como esclavos, lo cual parece difícil de comprobar, ya que no existe ninguna prueba documental de la época, además, por ser el obispo, “Protector de los Indios”, por nombramiento real y por su propia conducta en varias ocasiones en pública defensa de los aborígenes, sobre todo de los caquetíos, contra el comportamiento de las autoridades, sin embargo, las etnias indígenas de la cuenca lacustre seguían soportando las entradas esclavistas desde Coro o desde otras zonas circunvecinas, para someterlos, apresarlos y venderlos como esclavos en Santo Domingo.

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El alemán Felipe Von Hutten sería nombrado por el obispo Bastidas como Capitán General de la Provincia de Venezuela, cargo refrendado por el rey. Había nacido en el castillo de Birkenfeld, entre Bamberg y Meiningen, el 18 de octubre de 1505 y desde adolescente había sido paje del conde Heinrich III Von Nassau-BredaVianden y acompañante de la Corte Real e Imperial de Carlos I de España y Carlos V de Alemania, hasta que en 1534 ingresaría en la compañía de los Welser. Vendría a la Provincia de Venezuela, participaría en la expedición de Espira (1535-1538), la cual narraría, como ya se ha citado y tras la muerte de éste, aspiraba a ser gobernador welser, pero la Real Audiencia de Santo Domingo nombraría al obispo Bastidas, designando a Hutten como capitán general. Éste, para el año 1541 organizaría su propia expedición en busca de El Dorado, regresando a finales de 1544, sin grandes logros, para enfrentarse al gobernador encargado Juan de Carvajal por el poder, pero tras haber llegado a un convenio, Carvajal lo apresaría junto con Bartolomé Welser y otros oficiales y los ejecutaría en El Tocuyo en 1546. Mientras tanto, al marcharse el obispo Bastidas, a su nueva sede de San Juan de Puerto Rico, nombraría a Diego de Buiza como Teniente de Gobernador, a principios del año 1542, quien sería el Gobernador interino, confirmado por la Real Audiencia, sin embargo, muy pronto se ausentaría de la provincia y así, Enrique Rembold, factor dominicano de los welser, sería nombrado Alcalde Mayor y Gobernador interino por la Real Audiencia, muriendo a principios de 1544 por una intensa melancolía y entonces, Bernardino Manso y Juan de Bonilla, alcaldes ordinarios de Coro, gobernarían por orden de la Real Audiencia, hasta que Juan de Frías, Fiscal de la Real Audiencia, sería nombrado como Juez de Residencia y gobernador interino de la Provincia de Venezuela. Este juez, por su intenso trabajo, iba a designar a Juan de Carvajal, relator de la Audiencia, como su Teniente de Gobernador en Coro Mientras ocurría la gira de Juan de Frías por el oriente, Juan de Carvajal sería Gobernador interino, designando a Juan de Villegas como su Teniente de

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Gobernador y tras diagnosticar las condiciones paupérrimas de Coro, a punto de ser despoblado, el 7 de febrero de 1545 fundaría la población de Nuestra Señora de la Concepción de Tocuyo, considerándola extraoficialmente como la nueva capital administrativa de la provincia. Así, estaba naciendo una nueva época en la conquista y poblamiento de Venezuela, ya que a partir de este momento histórico, se iba a cambiar la forma de abordaje del territorio, se iban a eliminar las constantes entradas o expediciones, como lo habían efectuado los welser, para dedicarse al poblamiento de ciudades, a la agricultura, ganadería y al estímulo de las industrias, buscándose el progreso social y económico de los pobladores. El 9 de junio de 1546 llegaría Juan Pérez Tolosa como Gobernador y Capitán General de la Provincia, nombrado por el rey desde el 12 de septiembre de 1545, quien apresaría, haría juzgar y condenaría a muerte a Juan de Carvajal, quien como Gobernador interino había asesinado al Capitán General Felipe Von Hutten, a Bartolomé Welser y a sus oficiales Diego Romero y Gregorio Plasencia, además de confirmar a Juan de Villegas como Teniente de Gobernador, después que había sido juzgado y declarado inocente de posible complicidad con Carvajal. Este gobierno sería uno de los mejores de la época colonial, por el gran interés de Pérez Tolosa, demostrado en varios signos de progreso, sobre todo en El Tocuyo, casi asumida como capital de la provincia, por los daños ocasionados por los alemanes y sus continuadores, pero ya se estaba terminando el gobierno directo de los Belzares en Venezuela y al mismo tiempo se estaba iniciando el proceso de la revocatoria de la concesión real dada por Carlos I a los welser, lo cual iba a quedar decidido firmemente, por el Consejo de Indias, en fallo del día 13 de abril de 1556, ya en el extenso reinado del monarca Felipe II. Por lo tanto, antes de seguir adelante con la evolución histórica en la comarca del Lago de Maracaibo, sería importante abordar, reflexionar y tratar de juzgar a la distancia de cinco siglos, las actuaciones de los tres gobernadores de los welser, sobre todo en sus comportamientos con los naturales de la provincia y para ello,

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deben conocerse sus juicios de residencia, a pesar de que algunos historiadores germanófilos, los han tildado de exagerados y falsos, resultados de cierta aversión de los cronistas y de los pobladores hispanos, hacia los alemanes, ya que en ese momento su rey Carlos I era a la vez, el Emperador Carlos V de Alemania y los germanos copaban muchos cargos fundamentales del reino hispano.

Juicios de Residencia a los Gobernadores Belzares Los tres gobernadores welser fueron sometidos, como todos los gobernadores coloniales, a juicio de residencia, con la finalidad de poder comprobar su labor al frente de la máxima jefatura provincial, para así reconocer o castigar sus funciones, en una forma popular, por medio de testigos jurados de su gobierno. En el caso específico de este estudio, nos interesa en especial, apreciar su trato con los indígenas y hasta su concepción sobre los aborígenes, por la especial interpretación de la raza aria con respecto a las demás, sobre todo de Nicolás de Federmán que lo dejaría escrito en su libro Historia Indiana. Al parecer, según la mayoría de los estudiosos de la historia, aquella época de los gobernantes welser fue el peor período de esa relación con los aborígenes y quizás sería la causa fundamental de la constante resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo. En el gobierno del primer gobernador de los welser, Ambrosio Alfínger, según algunos estudiosos se continuaría con la despoblación de las costas, que ya se estaban haciendo desde la llegada de los europeos a las islas caribeñas, para que los indios sirviesen de mano de obra para esas islas, capturándolos, esclavizándolos y separándolos de su hábitat habitual, por lo cual los naturales preferían huir a las zonas montañosas, despoblando sus pueblos costeros, como hicieron muchos de los caquetíos, de las regiones corianas. Por los acontecimientos sucedidos en Coro, después de la muerte de Alfínger, el obispo Rodrigo de Bastidas, como gobernador interino desde el 11 de julio de

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1534, nombraría como su teniente para causas criminales a Cristóbal de Sanabria y ordenaría al alcalde Esteban Mateos anunciar un juicio contra Alfínger y sus tenientes Federmán, Santillana y Gallegos, sin embargo, en tres meses de promoción, no se presentaron quejas algunas, aunque al regresar a Santo Domingo se llevaría detenido a Santillana y a Gallegos. Por ello y las actuaciones de Federmán y Espira, la Real Audiencia enviaría a Coro al juez de residencia Antonio Navarro, quien iniciaría la residencia en mayo de 1538, al llegar Espira de su expedición. Se hicieron muy graves acusaciones contra Ambrosio Alfínger y su gobierno, después de cinco años de su muerte. Los imputados fueron: Ambrosio Alfínger como gobernador; los tenientes: Hernando de Beteta, Luis Sarmiento, Luis González de Leyva, Nicolás Federmán, Bartolomé de Santillana, Gónez de Anaya, Francisco Venegas y Pedro de San Martín; el alcalde Esteban Mateos; los alguaciles Hernando de Castilla, Francisco de Santa Cruz, Pedro de Aranjuez, Juan de Mesa, Francisco Gallegos y Miguel de Barrrientos; el maestro de campo Juan Dávila; los capitanes Diego de Barahona, Luis de Monserrate, Luis de Villeda y Juan de Saldaña; los escribanos Juan de Navarro, Juan de Carvajal, Álvaro de Castillo, Francisco Dávila y Alonso de la Llana. Las declaraciones de los testigos se tomaron en presencia del obispo Rodrigo de Bastidas, que había regresado, sobre aspectos como: trato dado a los españoles y a los indios, abusos de autoridad, vida inmoral del caudillo y la falta de observación de prácticas religiosas. Como se puede apreciar, fueron los oficiales de los welser, muchos de ellos españoles, quienes se dedicaron a maltratar y hasta esclavizar a los indios, aspecto que en especial nos interesa para esta investigación. Vamos a seguir a Juan Friede y al Hermano Nectario María, con el fin de lograr escarbar en búsqueda de la verdad entre ambos expositores, para que en una forma resumida enfoquemos esta amplísima temática.

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A pesar de ser muchos los enjuiciados, como se ha visto, interesa en especial: Ambrosio Alfínger, Nicolás Federmán y Jorge Espira, por escudarse los demás en haber sido ordenados, además de Luis González de Leyva y Francisco Venegas, de los cuales nos ocuparemos, citando a otros. Para la primera entrada a la cuenca del Lago, Ambrosio Alfínger ordenaría a Esteban Martín ranchear los pueblos de Paraguaná y así llevar indios caquetíos como cargadores de la expedición y lo mismo sería para la segunda expedición o de

los pacabueyes, nombrándose al cadenero Mateo Sánchez, quien los iba

encadenando y si desfallecían, por no perder tiempo en abrir la argolla del cuello, le cortaba la cabeza, como puede apreciar en una ilustración reproducida. En los pueblos de Tamara e Ipari, de los pacabueyes, se hicieron corrales y se encerraban los indios, para que sus compañeros pagaran rescate y si no, los dejaban morir de hambre. Al cacique llamado El Gordo, que mantuvo el ejército durante los diez meses de estancia en el pueblo, al irse le exigieron más maíz y por no tenerlo, le dieron tormento. Es decir, que se acusaba a Alfínger de haber despoblado más de trescientos pueblos de Xuruara y Maracaibo, quemando algunos de ellos .y herrando los indios por esclavos. También fueron acusados de maltrato a los indígenas, con cargos probados: Hernando de Castillo, por haber quemado varios pueblos indígenas en Xuruara. Luis González de Leyva, Teniente de Alfínger en Maracaibo, quien llegaba la misión de fundar la ciudad de Ulma y reducir a esclavitud a los indios de la cuenca lacustre para enviarlos a Micer Sebastián Renz, jefe de la factoría de los welser en Santo Domingo, para lo cual lograría esclavizar a doscientos veintidós indígenas de la región de Xuruara, de los pueblos de Parepy y Cumari, de indios caquetíos y bubures. Apresados con engaños, los marcaría con una “V” en la barba con hierro candente, que significaba Venezuela, y trataría de justificar su innoble proceder, ante el escribano Juan de Carvajal, con un documento donde decía que eran indios rebeldes a la Corona y que debían ser esclavos perpetuos, indios y indias, pequeños y grandes, las veintidós indias paridas, con sus criaturas

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de leche, las cuales criaturas no se contaban como piezas naturales y por último, no quiso pagar el quinto real por cada esclavo. Se cerraría el proceso judicial y el 24 de julio, el juez pronunciaría el fallo, sin haber acudido Jorge Espira, como Gobernador ni Melchor Grubel, como factor de los welser. No se les condenaría por el maltrato a los indígenas, esclavizándolos, sino sólo por haber vendido indios, sin el pago del quinto real para la Corona. Francisco Venegas, alcalde de Maracaibo durante casi cuatro años, sería el causante del despoblamiento de los pueblos indígenas de los onotos, de la región de Xuruara, desde Moporo hasta la residencia de los bubures y los pemones, por lo cual empezaría a fallar el suministro alimenticio a Maracaibo, después de la leva de lotes de esclavos que había efectuado Luis González de Leyva. En la época de Venegas, raptaron a las doncellas de Pueblo Viejo del cacique Cabromare, de indios caquetíos y onotos, por sus capitanes Juan de Aguilar, Hernando Beteta, Almarcha, Hernando de Castrillo, Diego Martínez y Juan de Ávila. Al volver los hispanos al pueblo, los indígenas se vengaron, los atacaron y asesinaron, sobre todo a su jefe Juan de Ávila. Los Oficiales Reales informaron que hizo muchos agravios e injusticias, siendo remiso y negligente en la ejecución de la justicia y el reverendo padre Juan Rodríguez Robledo, declararía que había visto muchos pueblos comarcanos a Maracaibo despoblados y alzados los indios de ellos, por el mal tratamiento y prisión de Venegas y sus capitanes, por lo cual era muy difícil hacerse con lo indispensable para su manutención, sin embargo por su fidelidad a los welser, Espira lo nombraría Teniente de Gobernador en Coro y Alcalde mayor de la misma ciudad.. Nicolás de Federmán, efectuaría atropellos inauditos contra los indígenas, al usarlos como esclavos cargadores para sus expediciones, después de haber sido nombrado Teniente de Gobernador de Espira, despoblando lugares totalmente, como lo hacía saber el obispo Bastidas, en comunicación a la Real Audiencia de Santo Domingo, usando a Pedro de Limpias en los robos y asaltos a los indios, y

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más tarde a Antonio de Chaves, en la despoblación de Maracaibo y el viaje al Cabo de La Vela. Encadenando a una gran cantidad de indios de carga, iniciaría sus expediciones, dejando despoblados más de veinte pueblos de las comarcas cercanas a Coro, ya que se llevó más de setecientos indios amarrados, entre ellos los principales caciques caquetios, logrando el obispo Bastidas la libertad de los caciques. Utilizaba el mismo sistema de argolla que apretaba la garganta, habiendo traído una argolla alemana de su viaje a Europa. De gran interés son las ideas de Federmán sobre los indios en su libro Historia Indiana, sin tratarlos como salvajes o bárbaros, expresaba que los indios están ocupando tierras de la corona de España, y que pueden ser amigos o enemigos según las condiciones. Estaban dotados de menor inteligencia, valor y astucia y hasta ingenuos, porque creían que encerrarse por dentro en un bohío estaban seguros. Por eso, esa inferioridad les permitió a los cristianos dominarlos con un puñado de hombres blancos a la gran cantidad de indios, además de que no sabían pelear cada uno por si y sentían pavor a los caballos. Los pueblos indígenas que había atravesado, solían ser enemigos unos de otros, y un conquistador no debía imponer ningún tributo a una tribu conquistada, aunque como signo directo de vasallaje al rey su imposición era obligada, es decir, que en este libro se justifica el código del derecho del conquistador. Jorge de Espira, quien utilizaría un nievo modo de esclavitud de los indios comarcanos a la ciudad de Coro, no haciéndolo directamente los gobernantes sino haciéndolos esclavizar por indios amigos y luego vendérselos a ellos, herrándolos y pagando el quinto real, como hacía constar el acta de capitulación de Carlos I de España con los belzares, convirtiéndose así, la esclavitud en una pretendida fase legal, a pesar de haberse manifestado los caquetios como amigos de los españoles y la voz de protesta del obispo Rodrigo de Bastidas como protector de los indios. Mientras tanto en España se dictaban las Leyes Nuevas, terminando con la esclavitud de los indios en la provincia de Venezuela, sin embargo casi toda

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la población aborigen de la comarca coriana había sido exterminada. En general Espira fue respetuoso de la raza aborigen. En medio del desorden moral y social de Ambrosio Alfínger y de Nicolás Federmán y de sus oficiales mayores: Luis González de Leiva, Pedro de Limpias, Francisco Venegas, Juan de Ávila y Hernando Castrillo, se levantaron las voces de justicia y protesta del sacerdote Juan Rodrigo de Robledo, como representante de la iglesia y de los oficiales reales Alonso Vázquez de Acuña, Pedro de San Martín y Antonio Naveros, la legitima voz de la autoridad real, quienes acusaron ante el Rey y el Consejo de Indias, de las incorrecciones de los gobernadores y oficiales belzares en Venezuela, quienes habían violado todas las ordenanzas entonces vigentes sobre legislación indígena. Así, en una breve relación hemos tratado el problema del maltrato indígena en el gobierno de los welser y cualquier persona interesada puede consultar fuentes especializadas referidas en la bibliografía.

Fundaciones de nuevas ciudades

Después de la muerte del Gobernador Juan Pérez Tolosa, en diciembre de 1548, gobernaría a la Provincia de Venezuela, Juan de Villegas como su Teniente de Gobernador, en una forma provisional, hasta el 14 de diciembre de 1551, cuando por Real Cédula se designaría a Alonso Arias de Villasinda, quien tomaría posesión en 1553 y fallecería en febrero de 1557, período en el cual el Consejo de Indias decidiría la revocatoria de la concesión real dada a los welser, terminando definitivamente su intervención en el gobierno de la Provincia de Venezuela, según la gran mayoría de los historiadores, de funestas consecuencias para la Provincia de Venezuela, ya que no poblaron el territorio ocupado y despoblaron los asentamientos indígenas al esclavizaron, sin embargo exploraron una gran parte

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del interior de Venezuela y aún del Nuevo Reino de Granada, dando a conocer rutas, que serían de gran provecho en los años venideros. Posteriormente, ejercerían ese cargo, los alcaldes de cada ciudad (1557-1558), Gutierre de la Peña Langayo (1558-1559), Pablo Collado (1559-1561), Alonso Bernáldez de Quirós (1561-1562) y Alonso Pérez de Manzanedo (1562-1563), así como los alcaldes de cada ciudad (1563-1564) y por segunda vez, Alonso Bernáldez de Quirós (1564-1566), hasta la llegada de Pedro Ponce de León en mayo de 1566. En esos años estaba comenzando la época de las fundaciones de nuevas ciudades venezolanas, como se ha señalado, varias de las cuales iban a tener relaciones muy estrechas con la cuenca del Lago de Maracaibo, sobre todo con su circuito agro-exportador. En primer lugar, como ya hemos señalado, Juan de Carvajal había fundado Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de El Tocuyo, el 7 de diciembre de 1545, población que se iba a convertir en el gran centro de exploración del resto de Venezuela, de donde saldría hacia la región andina el capitán extremeño Diego García de Paredes para fundar a Trujillo, entre marzo y abril de 1558. Sobre todo, hacia las rutas del centro del país y así, Juan de Villegas lo hiciese con el caserío portuario de Nuestra Señora de la Concepción del Puerto de Borburata, tomando posesión del sitio el 24 de febrero de 1548 y haciendo efectiva la fundación por ordenanza del 19 de noviembre de 1549 y el mismo Juan de Villegas fundaría a Nueva Segovia de Barquisimeto, el 17 de mayo de 1552, mientras Alonso Díaz Moreno poblaría a Nueva Valencia del Rey el 25 de marzo de 1555. Estaba surgiendo la figura mestiza de Francisco Fajardo, conquistador y fundador de varias poblaciones en la zona nor-central de Venezuela: la villa de El Rosario, en el sitio del Panecillo (1557), el hato de San Francisco (1560), en el valle del Guaire, donde descubriría una mina de oro, en las tierras de los indios teques y la villa de El Collado (1560), en el Puerto de Caraballeda, para morir ahorcado, en la zona de Cumaná, en 1564, a manos de sus propios compañeros.

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Recordemos que para ese momento, en el Nuevo Reino de Granada, Pedro de Ursúa y Ortún Velásquez, en 1548, viniendo desde Tunja, habían fundado a Pamplona y una década después, gobernando Ortún Velásquez en esa ciudad de Pamplona, su alcalde ordinario Juan Rodríguez Suárez lo haría con Mérida, el 9 de octubre de 1558 en el sitio de Lagunillas, a orillas de la Laguna de Urao, sin embargo, a principios de 1559, Juan Maldonado y Ordóñez, saliendo desde Bogotá, en el mes de marzo apresaría a Juan Rodríguez Suárez por haber fundado sin poderes para ello y trasladaría la nueva población de Mérida a la mesa que ocupa actualmente frente a la Sierra Nevada, con el nombre de Santiago de los Caballeros. El mismo Juan Maldonado y Ordóñez, dos años más tarde, en 1561, fundaría la villa de San Cristóbal. Mientras tanto, en ese año de 1561 se haría presente en territorio de la isla de Margarita, Lope de Aguirre conocido como el Tirano, quien emprendería una odisea de terror y bárbara impiedad por parte del territorio, pasando hacia Borburata, Valencia y Barquisimeto, donde sería apresado por las tropas de Diego García de Paredes y ajusticiado por sus propios marañones, el 27 de octubre de 1561, tras matar a su joven hija Elvira y enviar su famosa carta de rebeldía al rey Felipe II.

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Alonso Pacheco y Nueva Ciudad Rodrigo

13.- Alonso Pacheco

El 8 de mayo de 1566, viniendo desde España, llegaría y tomaría posesión ante el Cabildo de Coro, el nuevo Gobernador Pedro Ponce de León, quien gobernaría entre 1566 y 1569. Una de sus primeras medidas sería confirmar a Diego de Losada como máximo dirigente de la guerra contra los indios caracas y sus aliados, quien viniendo desde El Tocuyo, fundaría la ciudad de Santiago de León de Caracas, probablemente el 25 de julio de 1567, la cual se convertiría muy pronto en el centro vital y futura capital de la provincia de Venezuela, mientras surgiría a siete leguas de distancia, Nuestra Señora de Caraballeda, el 8 de septiembre de 1568. La lucha contra la bravía resistencia indígena había sido muy prolongada en ese valle de Caracas, habitada por aborígenes caribes y dirigidos por varios caciques heroicos, como Guaicaipuro, Tamanaco, Naiguatá, Tiuna, Chacao y otros, sobre todo el primero, unificador de los caracas, teques, araguas, maracayes, chaimas y mariches, derrotando a Juan Rodríguez Suárez, Luis de

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Narváez y Francisco Fajardo, pero fracasando frente a Diego de Losada. Con inferioridad de armas y numérica, aquellos indígenas resistieron a las armas de fuego, a los caballos y a los perros, en su lucha desesperada por su territorio, con un heroísmo asombroso, como sería la inmolación de Guaicaipuro, incendiado en su propio bohío, rodeado por las fuerzas españolas y combatiendo hasta el final glorioso del martirio en 1568. Otra de las primeras decisiones del nuevo Gobernador Ponce de León, sería nombrar al capitán Alonso Pacheco como Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de la ciudad de Trujillo, quien iba a aprovechar la ocasión y le sugeriría, intentar, de nuevo, la conquista y poblamiento de la región del Lago de Maracaibo y la posibilidad de encontrar una vía fluvial, más corta y rápida, hacia el Nuevo Reino de Granada, por lo cual sería comisionado para efectuar esa difícil tarea. Alonso Pacheco, por sus amplias relaciones, conseguiría el apoyo de Francisco Camacho, Pedro Maldonado, Andrés Saucedo, Francisco Severinos de Carrión, Miguel de Trexo, Juan de Morón y Alonso Blázquez, entre otros importantes personajes de la región andina y organizaría su expedición, con 50 pobladores de esa zona, fabricando un bergantín de velas, una lancha grande y varias piraguas, en el río Motatán, para evitar el choque prematuro con los indígenas, aunque eso le ocasionaría grandes problemas para llevar las naves hasta el Lago, lo cual tuvieron que hacer por tierra. Al fin, a fines de marzo o comienzos de abril de 1569, salieron a las orillas lacustres, pero entonces les fallaron las provisiones, siendo auxiliado muy generosamente, por el cacique Ariana de los indígenas itotos.

Pacheco, después de algunos enfrentamientos armados con los indígenas del norte de la Laguna, hacia los meses de junio-julio de 1569, iba a fundar la población de Nueva Ciudad Rodrigo, dotándola de un Cabildo, con dos alcaldes (Juan de Morón y Francisco Camacho), tres regidores (Simón de Alfaro, Diego de

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Robles y Pedro Maldonado) y un escribano (Alonso Blázquez). Esa fecha aproximada, distinta a la citada por los cronistas, es comprobable por una carta de ese Cabildo, encontrada en Santo Domingo y fechada el 4 de agosto de 1569, donde se le pedía al nuevo Gobernador interino, Francisco Hernández de Chaves (1569-1570), la ratificación de Alonso Pacheco en su cargo, lo cual se realizaría para que se dedicaba no sólo al progreso del poblado, sino a buscar la ansiada ruta hacia el sur.

Más tarde, Pacheco repartiría las encomiendas de indios entre los pobladores, lo cual iba a generar dificultades con algunas tribus aborígenes, sobre todo con los pobladores de la Mesa Cupari, empezando las guazábaras frecuentes y lográndose asentar temporalmente la región, por la acción combativa de Miguel de Trexo. Mientras tanto, Pacheco se dedicaba a la búsqueda de la vía fluvial que comunicase al lago con el Nuevo Reino de Granada, a través del río Pamplona, implorando ayuda a la Real Audiencia de Santo Domingo, en correspondencia del 6 de septiembre de 1570, lo cual sería transmitido al rey, quien emitiría una Real Cédula, el 16 de diciembre de 1571, recomendando a la Real Audiencia prestarle toda la ayuda necesaria a tan importante empresa. Mientras tanto, en el oriente del territorio había surgido una nueva Provincia, Nueva Andalucía o Cumaná, con la designación de Diego Fernández de Serpa como su primer Gobernador, quien era el reconstructor de la Nueva Córdoba, a la cual le daría el nombre de Cumaná, en noviembre de 1569. En el occidente, los esclavos negros que se habían enviado desde Río de Hacha, se habían rebelado y huido hacia los montes, y sus perseguidores, 23 españoles al mando del capitán Cristóbal de Rivas, habían sido liquidados por los indios onotos, a

mediados de 1573. Al mismo tiempo, se estaba intensificando la

resistencia indígena contra el invasor, la cual había logrado el despoblamiento de la Maracaibo de Ambrosio Alfínger en 1535, por no obtener suministros

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alimenticios de los aborígenes, cansados de las mil tropelías que constantemente les propinaban, ya que “allí no se cogía ni sembraba /, más era de rescates el sustento /, y celebraban ferias y mercados /, a trueco de la sal y del pescado”, como había cantado Juan de Castellanos, al fundar Alfínger su ranchería, al lado de un poblado indígena. 70 años habían transcurrido en la cuenca del Lago de Maracaibo, desde el arribo de la expedición de Alonso de Hojeda y de Juan de la Cosa, el 24 de agosto de 1499, momento histórico cuando se efectuaría el Encuentro de las dos culturas. Tres décadas después, hacía 40 años, se había realizado la llegada de las tropas del codicioso Ambrosio Alfínger, trayendo la espada del conquistador y la cruz de la evangelización, sin embargo los pueblos indígenas, los señores de la Laguna, desde tiempo inmemorial, habían sufrido el más terrible etnocidio. Por mucho tiempo no se les había considerado como seres humanos, se les había robado, maltratado, esclavizado y hasta asesinado, en nombre de la codicia de los conquistadores y del llamado progreso de la región, su hábitat natural. Tras más de 30 años de ausencia oficial de las riberas lacustres, los españoles comandados ahora por Alonso Pacheco, seguían cometiendo los miles de atropellos contra los aborígenes, sobre todo después de haberse otorgado a las familias indígenas vecinas, en en el odioso sistema de encomiendas, lo cual no era más que una forma sutil y disfrazada de esclavitud aborigen. Todos esos sucesos iban creando un intenso y progresivo desaliento en Alonso Pacheco, aislado en Ciudad Rodrigo, sin lograr descubrir la vía fluvial hacia Nueva Granada,

con

escasos

30

habitantes

en

la

población,

hambrientos

y

desesperados, sin esperar ninguna asistencia del lejano Gobernador Diego de Mazariegos, quien gobernaría desde 1570 hasta 1576. Los meses finales de 1573, fueron decisivos para el poblado lacustre, “porque los indios le mataron más de cuarenta hombres... y los españoles que quedaron ser pocos y estaban a mucho riesgo”, como escribiría el gobernador Mazariegos al rey. Alonso Pacheco no encontraría otra solución que olvidarse de sus sueños, una ciudad cada vez más

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poderosa, en la Laguna de Maracaibo, con su estratégica situación geográfica y comunicada rápidamente, por vía fluvial, con el Nuevo Reino de Granada. Así, en los últimos días del mes de noviembre o primeros de diciembre de 1573, tras escasos cinco años de existencia, Ciudad Rodrigo desaparecería de la historia, al ser despoblada por su mismo fundador, quien volvería a Trujillo con su gente, como lo informaría el Gobernador Diego de Mazariegos al rey, en carta del 20 de diciembre de 1573, desde El Tocuyo. Había terminado el segundo intento europeo por poblar la cuenca del Lago de Maracaibo, ya que la resistencia indígena lo impedía, como una justiciera respuesta al maltrato que le proporcionaban los usurpadores llamados conquistadores, que oscilaba entre la explotación, la esclavitud y la muerte. Sobre esa Ciudad Rodrigo, Juan de Castellanos había cantado: / Un Pacheco, que fue varón notable /, fundó ciudad de gente castellana /, en parte bien dispuesta y agradable /, y al dicho Maracaibo muy cercana /, mas esta población no fue durable /, aunque siempre duró la buena gana /, pero como halló gran resistencia /, convino del lugar hacer absencia.

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Pedro Maldonado y Nueva Zamora

14.- Pedro Maldonado

Después de la despoblación de Ciudad Rodrigo por su propio fundador Alonso Pacheco, a finales de 1573, el Gobernador Diego de Mazariegos, decidiría encomendar al capitán Pedro Maldonado, uno de los principales colaboradores de Alonso Pacheco, como regidor de la desaparecida población, para que se encargase de reinstalar la ciudad lacustre. Maldonado trataría de buscar los mismos pobladores de la antigua ciudad, tanto en Trujillo, como en Mérida y Carora, prometiéndoles entregarles sus encomiendas a los 35 que localizaría, con la gran ayuda del capitán Rodrigo de Argüelles, proveniente del Portillo de Carora. Así, para 1574, iba a resurgir la población lacustre, ahora con el nombre de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, la cual a diferencia de sus antecesoras, iba a perdurar en el tiempo, pero conservando su nombre primitivo indígena de Maracaibo, como la había designado Ambrosio Alfínger en 1529, al fundarla.

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Juan de Castellanos, volvería a hacer oír sus versos: / El cual gobernador mediante ruego /, hizo volver a Pedro Maldonado /, que con valor insigne pobló luego /, el pueblo por Pacheco despoblado /, por nombre se le dio Nueva Zamora /, con el cual permanece hasta agora /. Mientras tanto, en Segovia, el 13 de julio de 1573, el rey Felipe II había dictado las Ordenanzas de Descubrimiento, Nueva Población y Pacificación, pero esas disposiciones legales diversas que trataban de adaptarse a los tiempos modernos del renacimiento europeo, no se conocieron todavía en Venezuela para el momento de la fundación de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo. El capitán Pedro Maldonado mantendría buenas relaciones, al principio, con los indígenas, aunque más tarde empezaron las dificultades y las guazábaras frecuentes, por muy probablemente por problemas del maltrato a los aborígenes, con la consiguiente resistencia indígena. Mientras tanto, se

continuaba con el

proyecto de descubrir el paso fluvial para el Nuevo Reino de Granada, a través de los ríos Zulia y Pamplona. El 12 de diciembre de 1575 sería nombrado nuevo gobernador Juan de Pimentel, quien gobernaría entre el 8 de mayo de 1576 y el 21 de noviembre de 1583, cuando entregaría el gobierno a Luis de Rojas y sería el primer gobernador que dejaría la capital Coro y residiría en Caracas, erigiéndola de hecho en capital de la provincia y en 1577, Pimentel recorrería los territorios de su gobernación y al llegar a la Nueva Zamora, relevaría de su cargo de Teniente de Gobernador al capitán Pedro de Maldonado, por haber sentenciado a muerte a un soldado lusitano “por cosa bien liviana”, quien sería sucedido como Teniente de Gobernador, por el capitán Juan Guillén de Saavedra, destacado miembro del Cabildo, quien ocuparía ese cargo desde 1577 y por un largo tiempo, mientras seguiría con la búsqueda de la vía fluvial más rápida y segura hacia el Nuevo Reino de Granada y mientras tanto, Pedro Maldonado volvería a Mérida, donde moriría muy pronto, sin ver el progreso de la ciudad, en cuya refundación había intervenido en dos ocasiones, una de ellas como máximo dirigente.

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Juan de Castellanos, con sus versos, recordaría el viaje del gobernador Pimentel: / Los pueblos visitó por su presencia, / venciendo de rigor cualquier embargo, / tomando de jueces residencia: / A Maldonado priva de su cargo / por pronunciar una cruel sentencia, / y ejecutalla muy a paso largo / en Tejada, soldado lusitano / a quien mató por caso bien liviano. / Este, privado como delincuente / de la manera que se representa, / el don Joan Pimentel, como prudente, / por conocer daría buena cuenta, / a Joan Guillén nombró por su teniente, / que hasta hoy aquel pueblo sustenta, / no sin copia de muertos y heridos, / por ser los naturales atrevidos. / Mientras tanto, Juan de Salamanca había fundado San Juan Bautista del Portillo de Carora, el 19 de junio de 1572; el capitán Francisco de Cáceres lo había efectuado con la ciudad del Espíritu Santo de La Grita entre abril y mayo de 1576, creándose así, la Gobernación del Espíritu Santo y al año siguiente, el 30 de junio de 1577, su lugarteniente Juan Andrés Varela fundaría Altamira de Cáceres, génesis de la ciudad de Barinas, ciudades venezolanas que iban a tener una interrelación comercial con la cuenca del Lago de Maracaibo.

Permanencia de la Nueva Zamora Por Real Cédula del 25 de mayo de 1577, se dispondría realizar una encuesta en todas las provincias de las Indias, para describir la correspondiente capital y su jurisdicción, orden transmitida por el Gobernador Juan de Pimentel a las autoridades de la nueva ciudad. Entonces, el Cabildo de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo nombraría a los alcaldes ordinarios Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, el día 15 de junio de 1579, para que confeccionaran la valiosa Relación, acompañada de la traza de la laguna y del plano de la ciudad. Cumplieron los diligentes alcaldes, la misión encomendada y así, surgiría la Descripción de la ciudad de Nueva Zamora y términos de la Laguna de Maracaibo, que finalizaron el 11 de julio de 1579, donde se ha apreciado el conocimiento tan amplio que se tenía de la cuenca del Lago de Maracaibo y de toda su comarca,

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por la gran exactitud y abundancia de detalles, de aguda observación, de sobrio y ágil estilo de redacción, convirtiéndose en el primero y más valioso documento histórico, propiamente dicho, que describiría la ciudad de Maracaibo, su Lago y zonas circunvecinas, concebido con una amplia visión comercial del futuro circuito agro exportador de la región lacustre. Brevemente abordaremos ese documento por su gran importancia histórica. En él se describieron las diversas fundaciones de la ciudad y se señalaba su carácter árido, incapaz de producir siembras y cosechas agrícolas, lo cual originaba la dependencia de las zonas indígenas, quienes suministraban los alimentos de los habitantes del poblado, que por otro lado era de clima muy sano. Se indicaban las diversas etnias de indígenas y la terrible esclavitud a la cual los habían sometido los Belzares, por su espíritu codicioso, lo cual había generado la gran resistencia de los aborígenes y las guerras consiguientes. Se describían los agrupamientos indígenas en tierra y los que vivían en palafitos, con sus propias lenguas, cuatro lenguas en agua y siete en tierra, en aproximadamente veinte leguas. Se señalaban las distancias a la isla de Santo Domingo, y a las ciudades de Trujillo, Coro, Cabo de La Vela, Mérida, Pamplona, San Cristóbal y Espíritu Santo de La Grita. Se citaban las tres cordilleras principales: la de Mérida, la de los Jirajaras y la de los Aratomos, así como los principales ríos y lagunas: Socuy, Laguna de Sinamaica, del Espíritu Santo, de Nuestra Señora de La Candelaria, entre otros. Muy importante era el señalamiento de cuatro fuentes de mene, a flor de tierra, como augurio de la futura riqueza petrolera de la región. Se citaban las maderas, como el mangle, la vera, el guayacán, el dividivi, el palo brasil y el cedro; algunas frutas, como los uveros, caymitos, aceitunas, suspiros y otros racimos, las berenjenas, coles, rábanos, pepinos, melones. Así mismo, se hacía notar la gran riqueza en venados, puercos de monte, vacunos, ovejas, cabras, perdices, palomas, tórtolas, papagayos, garzas, gavilanes, con la utilización y curtido de las pieles de los animales, que hacía pensar en tenerías, como lo ha señalado Marco Aurelio Vila. El necesario uso de la sal, para poder conservar los alimentos,

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proveniente de varias salinas, entre ellas: Salina Rica y Salina de los Zaparas. La construcción de las primeras casas y los materiales utilizados, sin haber, por el momento, ninguna fortaleza. Por ser un poblado nuevo, existía una única iglesia, dependiente del obispado de Venezuela en Coro. Se mencionaban las bahías y los puertos, además de Maracaibo, los que comunicaban con Trujillo (Las Barbacoas), Mérida (el futuro Gibraltar), Pamplona y Coro (El Pasaje, futuro Los Puertos de Altagracia); así mismo, las islas de la Barra: Toas, Maracaibo (San Carlos), Pájaros y Zapara, entre otras. Se citaban los tipos de comidas, harina, bizcochos, maíz, pan fresco, ajos, cordobanes, badanas y otros, así como los intercambios con las diversas etnias indígenas y con los pueblos andinos. Desde luego, sería muy importante la traza que elaboraron de la Laguna en un mapa muy actualizado, y así mismo, de la ciudad de Nueva Zamora, únicamente a tres años de su re-fundación, en un plano o croquis, incluido el último en la Iconografía de este estudio, ya que el primero no se ha localizado su original. Los años habían transcurridos y los negros esclavos escapados en 1573, con otros que se le unieron, habían constituido un pueblo tipo palenque, fortificado, en tierra de los aratomos, esclavizando indios a su servicio y teniendo hasta servicios religiosos, hasta que el gobernador Juan de Pimentel enviaría tropas contra ellos, al mando del capitán Juan Esteban, uno de los fundadores de Mérida y suegro de Rodrigo de Argüelles, quien los derrotaría en principio, pero más tarde, reorganizados los negros cimarrones, se necesitaría de la ayuda del capitán Francisco de Cáceres, gobernador de las ciudades del Espíritu Santo de La Grita y Cáceres, que en esa ocasión realizaba una expedición con su gente por Coro y Maracaibo. Así, a finales de 1581, se acabaría con los negros cimarrones y se sometería, provisionalmente, la extensa resistencia de los indígenas zaparas y aliles. Pasarían varios años en la Laguna de Maracaibo, mientras Luis de Rojas había ejercido la Gobernación de la Provincia de Venezuela, nombrado desde el 23 de junio de 1580 y encargado desde 1583 hasta mediados de 1589. Al fin, después

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de más de dos meses de grandes dificultades, el día 8 de febrero de 1589, Gaspar de Párraga, con la ayuda de Rodrigo de Argüelles, lograría descubrir y navegar el río de La Candelaria, que es el de Pamplona, como el paso fluvial más rápido desde el Lago de Maracaibo hacia el Nuevo Reino de Granada, lo cual quedaría reseñado en una Relación, escrita por el propio descubridor y la cual se conserva en el Archivo General de Indias. Mientras tanto, en la población de la Nueva Zamora se recibía la noticia, de haber sido otorgadas las Constituciones de la Cofradía de la Santa Veracruz y Santo Cristo, la más antigua que funcionaba en la Iglesia Parroquial de esa ciudad, por autorización de Fray Juan Manzanillo, obispo de Venezuela, desde el seis de octubre de 1589. Durante ese mismo año de 1589, el poeta andaluz Juan de Castellanos editaría en Madrid, su extensísima crónica en verso, ciento cincuenta mil versos, la cual titularía Elegías de Varones Ilustres de Indias, cuya redacción había iniciado desde el año 1570, convirtiéndose en la obra rimada más extensa de la lengua castellana y en el primer poeta que cantaría al Lago de Maracaibo y a gran parte de su historia durante el siglo XVI. En abril de 1590, el procurador general de Caracas, Simón de Bolívar, fundador de ese apellido en Venezuela y quinto abuelo paterno del Libertador Simón Bolívar, sería enviado a la Corte de Felipe II, en tiempos del Gobernador Diego de Osorio, portando un largo petitorio del Cabildo capitalino y tras dos años de arduas gestiones, lograría la autorización para la fundación de un seminario, génesis de la futura Universidad de Caracas, concesión de un escudo de armas para la ciudad de Santiago de León de Caracas, autorización para comprar 3.000 esclavos en África y poder vender algunos en otras partes de América y suspensión de la orden de quitar el servicio personal de los indígenas. Mientras tanto, desde el año 1591 surgiría una nueva provincia en el hoy territorio venezolano, al integrarse Trinidad con Guayana, formando la Gobernación de Trinidad-Guayana, con la

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capital en Santo Tomé de Guayana primero y más tarde, en San José de Oruña, siendo su primer Gobernador Antonio de Berrío. El Gobernador Diego de Osorio, quien gobernaría entre 1589 y 1597, viendo que la ciudad de Nueva Zamora de Maracaibo, la villa de Río de Hacha y los placeres de perlas del Cabo de la Vela estaban indefensos ante los indígenas y que la capital Caracas estaba muy lejos para cualquier ayuda, propondría un proyecto de Gobernación de la Guajira, independiente de la Provincia de Venezuela, con plenas atribuciones de defensa y de fundación de ciudades, ubicada en el amplio territorio guajiro, lo cual emitiría desde julio de 1593 y, al parecer, no sería tomado en consideración. Así mismo, como una solución inmediata, quiso construir una población intermedia para defender esas tres poblaciones y para ello comisionaría al capitán Juan Guillén de Saavedra, quien había sido Teniente de Gobernador en Nueva Zamora,

quien iba a perecer en el intento, hacia principios del año 1593,

cercado por los indios aratomos, macuiras, cocinas y guajiros, además de algunos aborígenes aliles, quienes consumaron la matanza. En esos combates estuvieron dos frailes franciscanos, quizás de los primeros en llegar al territorio de la Nueva Zamora, para más tarde, con el nuevo siglo, fundar un convento dedicado al Seráfico San Francisco. Esas etnias indígenas, en extendida resistencia desde hacía cerca de veinte años, en la travesía entre Maracaibo y Río de Hacha, habían liquidado al gobernador Gerónimo de Lerma y a los capitanes Olea y Simón de Alfaro, entre otros. El rey se preocuparía de esa situación anormal y ordenaría a los gobernadores de Río de Hacha y Maracaibo, reunirse para lograr la conquista y pacificación de los indios de guerra que estaban entre ambas gobernaciones y que impedían su comunicación, sin embargo, el gobernador de la primera ciudad, Manso de Contreras, escribiría al rey y le informaría que de esas etnias, los cocinas y guajiros, habían sido muy pronto reducidos, estableciendo buenas relaciones con los vecinos de Río de Hacha y que el gobernador de Venezuela debería pacificar a los aliles, zaparas y eneales, pero los indígenas cansados de tanta explotación,

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destrucción y esclavitud por parte de los europeos, se fueron uniendo en justiciera resistencia contra los intrusos, tanto las etnias del norte como del sur de la laguna. El rey Felipe II, ante las constantes quejas de los misioneros, denunciando los excesos de los encomenderos, dispondría que se castigasen con mayor rigor los españoles que injuriasen, u ofendieran, o maltratasen a los indios, que sí los mismos delitos se cometiesen contra españoles. Como ha expresado Gustavo Ocando Yamarte, “esa disposición era una más de las muchas bien intencionadas, pero inútiles”, que llegaría demasiado tarde en cuanto a los indios de la cuenca del Lago de Maracaibo se refería, ya que los finales del siglo XVI presagiaban fuertes luchas y grandes destrucciones, con una tirantez sangrienta entre indios y conquistadores. En 1595, el Gobernador Diego de Osorio, de visita en Trujillo, sabría del ataque de los piratas ingleses a Cumaná, Caracas y

Coro, comandados por Amyas

Preston, enviando entonces ayuda a la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, por ser la próxima meta de esos bucaneros. Las tropas, dirigidas por el capitán Francisco Gómez, se concentraron en el llamado Puerto de Coro o El Pasaje, actualmente Los Puertos de Altagracia, pero los filibusteros, al enterarse del recibimiento que les esperaba, desistieron de atacar a la ciudad lacustre y regresaron a la isla de Trinidad, para reunirse con la escuadra de Walter Raleigh. Mientras tanto, en esos años de la década de 1580 y comienzos de la de 1590, se habían fundado otras poblaciones en el actual territorio venezolano, como San Sebastián de los Reyes, en 1584, por Sebastián Díaz de Alfaro, La Guaira en 1589, por Diego Osorio y también, hacia diciembre de 1591, había sido fundada Nuestra Señora de Pedraza, por Antonio de Monsalve, Teniente de Gobernador en Altamira de Cáceres, población barinesa cuyo nombre sería cambiado a Ciudad Bolivia, ya a mediados del siglo XIX. Sin embargo, para el interés particular de este estudio, iba a fundarse una población muy importante para el comercio, en la misma cuenca del Lago de Maracaibo.

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Gibraltar en el sur de la Laguna

15.- Santo Cristo de Gibraltar

Por el incremento del comercio a través del llamado Puerto de Mérida o Puerto de Carvajal, que al parecer había surgido desde 1559, el 17 de septiembre de 1591, el Cabildo de Mérida daría comisión al capitán Gonzalo de Piña Ludueña para que fundase una villa en la ribera del lago, lo cual sería aprobado por el Presidente del Nuevo Reino de Granada doctor Antonio González, el 5 de diciembre del mismo año. A principios del año siguiente, hacia febrero del año 1592, el capitán Gonzalo de Piña Ludueña poblaría la villa de San Antonio de Gibraltar, en la costa sureste del Lago de Maracaibo, como consta en Real Cédula del 12 de septiembre de 1592. El Cabildo, Justicia y Regimiento de Mérida, por acta especial, nombraría al capitán Gonzalo de Avendaño para que gobernase la nueva villa. Uno de sus personajes importantes sería el capitán Rodrigo de Argüelles, quien había sido nombrado, Corregidor y Justicia Mayor de San Antonio de Gibraltar, después de haber sido alcalde y capitán de la ciudad de la Nueva Zamora de la Laguna de

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Maracaibo y era el poderoso encomendero de Guabia de indios quiriquires, a los cuales parecía tratar muy cruelmente, conjuntamente con su esposa. Esa nueva población iba a adquirir una gran importancia agrícola, con el cultivo del cacao, el café, la caña de azúcar y el tabaco, para lo cual se llevarían a sus prósperas tierras, numerosos esclavos negros africanos. Así mismo, lograría un gran desarrollo comercial, convirtiéndose en un puerto rival de Maracaibo, por su amplia y rápida comunicación con los pueblos andinos y neogranadinos. Sin embargo, iba a ser destruida en tres ocasiones por los ataques de los indios quiriquires y más tarde, sufriría los ataques de los piratas caribeños, ya en el siglo XVII, que posteriormente la llevarían a la ruina total como ciudad populosa y sumamente rica. Mientras tanto, iban a poblarse, las ciudades de: Espíritu Santo de Guanare, en 1593, por Juan Fernández de León y La Victoria, en 1595, por Francisco Loreto. Era el momento cuando el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, el fundador de Gibraltar, desde el mes de abril de 1597 se iba a desempeñar como Gobernador de la Provincia de Venezuela, hasta su muerte ocurrida el 28 de marzo de 1600, dejando escrita una interesante Descripción de la Laguna de Maracaibo, redactada hacia 1597 y conservada en el Archivo General de Indias. Como gobernante provincial, le tocaría enfrentar las fuertes acciones de resistencia de los indios zaparas, comandados por Nigale y Tolemigaste, como sus caciques, a partir de 1598, cuando estaba culminando en la metrópoli española, el largo reinado de Felipe II, el monarca hispano que se jactó en decir que “en sus dominios no se ponía el sol”, porque sus posesiones abarcaban los más distintos lugares del planeta. Así, en 1598, tras una centuria de historia y resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, desde aquel Encuentro de Dos Culturas en el Lago de Maracaibo en 1499, hasta la aparición en la historia escrita del nombre ilustre del Cacique Nigale, iba a dar comienzo un breve pero intenso período de la gran

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resistencia aborigen en esta cuenca lacustre, ya por vez primera se lograría la unificación de las agrupaciones indígenas, la cual marcaría indeleblemente una década de su historia colonial, con el nuevo tiempo del Cacique Nigale y de los aguerridos indios zaparas, como los caudillos valientes y decididos al frente de todas esas etnias aborígenes, habitantes milenarios de la comarca del Lago de Maracaibo, cuyo hábitat había sido ocupado por extranjeros usurpadores que habían venido de las lejanas tierras europeas, para abusar de los naturales y convertir sus vidas en una auténtica tragedia de maltratos y explotación. 16.- Cacique Nigale

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CAPÍTULO TERCERO ABUSOS CONTRA LOS INDIGENAS Y SU TRAGEDIA DURANTE LA COLONIA

Actualmente, el concepto de “Resistencia Indígena”, ha sustituido la anticuada e ilógica celebración del “Día de la Raza”, el 12 de octubre de cada año, como conmemoración del llamado Descubrimiento de América, por Cristóbal Colón y sus hombres, ya que era el inicio del genocidio y de la gran tragedia vital del indígena americano. Así, después de cinco largos siglos, el término “Encuentro de Dos Culturas” ha ido silenciando el de “Descubrimiento”, porque las palabras cuando nombran, a la vez están denotando un significado específico. Desde luego, es una verdad innegable que el actual continente americano era desconocido para los europeos y para el mundo occidental entonces conocido, y por lo tanto, cuando las culturas europeas y americanas se encontraron, se descubrieron mutuamente, pero ese no era el significado real que se le daba a la palabra descubrimiento, sino que daba a entender que el fenómeno ocurrido había sido de los europeos hacia los americanos, ellos eran los que se habían maravillado, los que habían visto un mundo exótico, sumamente extraordinario y explotable, mientras que aquellos aborígenes americanos habían sido los personajes pasivos de un drama no deseado. Por eso, en la segunda mitad del siglo XX, constructivamente, se iba a elaborar un concepto de la intelectualidad americana, expresada en la adecuada frase

el

regreso

de

las

carabelas,

cuando

simbólicamente

las

letras

hispanoamericanas se impusieron en Europa, por medio del llamado boom literario y fueron por varios años, la auténtica representación de la lengua castellana. En los primeros tiempos, los hispanos invasores del siglo XV y XVI dudaban si los indígenas americanos eran criaturas humanas, si poseían un alma racional, por

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eso no tenían ningún escrúpulo en despojarlos de sus riquezas materiales, bien utilizando el trueque o el despojo, o bien, vendiendo sus cuerpos en la más odiosa esclavitud,

aun

sacrificarlos

y

hasta

matarlos,

porque

anteponían

el

enriquecimiento personal a la conversión cristiana de aquellos infieles, muchos de los cuales, los caribes, fueron calumniados de caníbales, para poderles aplicar la cédula real del 29 de agosto de 1503, emitida por la reina Isabel la Católica, donde los condenaba a la “captura, venta y provecho de ellos”, por su antropofagia y por haberse opuesto a los requerimientos pacíficos de los conquistadores. Eran los tiempos de las capitulaciones, cuando la Corona cedía parte de sus facultades políticas y jurisdiccionales sobre los territorios que localizasen, a cambio de una participación en los beneficios económicos de la empresa y así, aquellos expedicionarios imponían su ley mercantilista e inhumana, para obtener mayores riquezas. La esclavitud empezaría desde el primer momento y por el mismo Cristóbal Colón, quien enviaría gran cantidad de indígenas a la Península Ibérica, sobre todo a Andalucía para su venta, lo cual sería seguido por Vicente Yáñez Pinzón, Cristóbal Guerra y Juan de la Cosa, hasta que Cubagua, con su explotación de las perlas, se convertiría en el centro del comercio de esclavos continental, impidiendo el proyecto de colonización pacífica de Bartolomé de Las Casas, en el territorio oriental. En el occidente, sería durante el gobierno de los welser, a pesar de las leyes hispanas y de algunas reales cédulas que trataban de evitar la trata de los indígenas para su esclavitud, cuando las autoridades alemanas iban a causar un despoblamiento en la Provincia de Venezuela, por esa venta de numerosos indios esclavos, sobre todo caquetíos y de las riberas lacustres, hacia las islas antillanas, fundamentalmente. Desde luego que eso no era nada nuevo, porque desde la más remota antigüedad, se había manejado el derecho de esclavizar al enemigo vencido o rebelde a la invasión de sus tierras, sin embargo era muy contrario a la llamada evangelización cristiana de los naturales pobladores americanos, ya que ésta no era una reconquista contra

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infieles, como lo habían sido los combates con los árabes y los judíos, en la Europa medieval.

17.- Esclavitud Indígena

Más tarde, a pesar de las valientes campañas de los frailes Bartolomé de Las Casas y Antonio de Montesinos y de la emisión de las Leyes de Burgos de 1512, surgiría el Requerimiento, cuya lectura los indígenas no entendían ni podrían nunca comprender,

y que iba a permitir seguir con una esclavitud que los

llamados conquistadores justificaban en las rebeliones y los sacrilegios aborígenes, pero nuevas reales cédulas de la Corona, como aquella de Carlos I en 1528, prohibiendo definitivamente la esclavitud indígena y la posterior creación de la figura del Protector de indios, seguían luchando contra la eterna contradicción entre las posiciones que trataban de ser justicieras del Rey y las ambiciosas y materialistas de los conquistadores, hasta que la concepción humana del indio sería aceptada por las decisiones papales de Paulo III (1537), en la Bula Sublimis Deus, donde se declaraba que los indios no debían ser tratados como brutos creados para vuestro servicio, sino como verdaderos hombres, capaces de entender la fe católica. Tales indios y todos los que más tarde se descubran por

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los cristianos, no pueden ser privados de su libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la fe de Jesucristo y no serán esclavos. Esa era la doctrina de la Iglesia, la cual también iba a entrar en conflicto con la realidad indiana, ya que la prohibición de la esclavitud conllevaría a seguir buscando otros sistemas de explotación de los indígenas. Entonces, se les iba a considerar como seres indefensos e incapaces de decidir sus propias vidas y por ello, necesitaban de un tutelaje hispano, a través del sistema de los “repartimientos” y las “encomiendas”, que según algunos estudiosos sólo fueron fases sucesivas, unificadas, de la misma explotación indígena por el encomendero, las cuales tenían cierto origen medieval. Por otro lado, tenemos las “misiones”, intentos bienintencionados de lograr la conquista pacífica y evangelizadora a través de los frailes misioneros, que no siempre cumplirían su auténtica misión cristiana. Constantino Maradei, citando a José de Oviedo y Baños, diría que el fraile español, no sólo tuvo que combatir a una naturaleza hostil a toda penetración y a un contingente humano apegado a mitos y supersticiones ancestrales; sino que su lucha se hizo titánica al enfrentarse a su mismo hermano en lengua y religión, el conquistador español, quien no sólo no respetó los derechos humanos de los indios, sino que les quitó el pedazo de tierra que Dios había puesto a su alcance, y todo por una sed de un oro imaginario, El Dorado. Para llegar a concluir, muy justicieramente, que serían los misioneros los únicos defensores de los aborígenes contra la ambición del conquistador y sólo ellos proclamarán los principios de la justicia evangélica y del amor cristiano en la tupida y larga lobreguez de la colonización hispano-americana. Esos tres aspectos de la tragedia indígena durante la época colonial, se van a tratar, con el fin fundamental de incitar a las polémicas sobre su uso y abuso, para buscar generar una matriz de opinión que debería prevalecer en el proceso educativo de la historia colonial, como principio ético y moral de nuestro tiempo,

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después de tantos siglos de enseñanza parcializada sobre el tratamiento a los aborígenes.

Los repartimientos Sistema surgido desde el primer momento de la exploración y poblamiento, ya que Cristóbal Colón, al iniciar la población de las islas antillanas, efectuaría el repartimiento de los indios a sus lugartenientes, asignándolos al principio para alguna tarea específica y por algún período, sin embargo ese fin original se iba a desvirtuar, al utilizar a los indios para toda clase de trabajo, en una gran explotación inhumana, como siervos medievales, en las casas, tareas agrícolas y explotaciones mineras. Más tarde, el repartimiento se mezclaría con el concepto de encomienda, por eso Guillermo Morón ha apuntado que son términos sinónimos. Otros autores han señalado que los repartimientos eran de tierras y que las encomiendas eran de indios, pero ambos sistemas se imbricaron, empezando los abusos contra los aborígenes, convertidos en la práctica, en esclavos.

Las encomiendas Este sistema nacería por primera vez en la Provincia de Venezuela, al fundarse la población de El Tocuyo, cuando se haría un repartimiento, entre los vecinos, de las agrupaciones de familias aborígenes, con su organización caciquesca y sus tierras, sin sacarlos de sus localidades, asignándolas por una vida y la de su sucesor, con el fin de lograr poblar el territorio y además, someter a la población indígena a la vida civil organizada, porque el encomendero debía obligar al trabajo a los aborígenes, explotándolos para su mantenimiento personal, a través del tributo y de la encomienda de servicios personales. Era entonces, una institución de orden económico, ya que involucraba la posesión de las tierras y el trabajo de los indios, como lo ha aclarado Guillermo Morón. Sin embargo, la reglamentación posterior efectuada por decreto real, hizo a las encomiendas un sistema teóricamente más humano. Según las Leyes de Burgos,

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los encomenderos debían proteger a los indios, pagarles su trabajo con un jornal justo y procurar obligatoriamente su evangelización, es decir su conversión al cristianismo.

Las misiones Las poblaciones organizadas podían ser pueblos de blancos o de españoles, fundados por los conquistadores y colonizadores, donde el componente indígena era escaso y secundario, dedicado al trabajo; pueblos de misiones, fundados por frailes misioneros; pueblos de repartimiento o encomiendas, originados por esos sistema de explotación indígena; pueblos de doctrina, que habían nacido en un parroquia eclesiástica, la cual antes había sido una misión. Desde luego, existían los pueblos de indios, formados por grupos indígenas de la misma o diferentes tribus; en algunos casos, se han considerado los pueblos mixtos, muy pocos, como la primitiva fundación de Santa Ana de Coro, por Juan Ampíes hijo y el cacique Manaure. Las misiones se iniciaron fundamentalmente en el oriente, con los frailes dominicos y franciscanos, para tratar de proteger a los indígenas de la explotación de los conquistadores y esclavistas, enseñándoles prácticas agrícolas y de cría, hábitos de vida y costumbres, y desde luego, evangelizándolos en la religión cristiana y españolizándolos en cuanto al aprendizaje del idioma castellano. Desde luego que, al ir surgiendo las encomiendas, sus intereses mercantilistas iban a chocar con la labor de los misioneros originarios, a los cuales se iban sumando los capuchinos y otras órdenes religiosas. Al evolucionar los pueblos de misiones pasaban a pueblos de doctrina, generalmente en veinte años, pasando a la jurisdicción eclesiástica de los sacerdotes seculares y por parte del gobierno civil, tenían un corregidor, que muchas veces comenzaba el proceso de explotación de los indígenas, obligándolos a trabajos forzosos, por lo cual muchos regresaban a las misiones o abandonaban los poblados.

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El sistema de misiones se estableció muy tardíamente en la región del Lago de Maracaibo, ya a finales del siglo XVII y durante gran parte del XVIII, originando unos cuantos poblados en las zonas del sur del lago y regiones perijaneras, por lo tanto no correspondientes al siglo XVI estudiado en este trabajo. Entre 1571 y 1573, el gobernador Diego de Mazariegos había solicitado la formación de Pueblos de Misiones en la Provincia de Venezuela con jesuitas para la vez educar a los hijos de los conquistadores y fundar pueblos para que recibiesen los indios rebeldes, pero esta solicitud no fue acogida, aunque por real cédula del 4 de agosto de 1574 se ordenó juntar a los indios en pueblos. Solamente el 27 de agosto de 1694, llegarían los misioneros capuchinos de la Provincia de Valencia (España) para ejercer su apostolado en la Provincia de Maracaibo, pero a partir de 1752 fueron cambiados por los capuchinos de la Provincia de Navarra y Cantabria, mientras aquellos pasaban a la Gobernación de San Marta y Río de la Hacha. Los primeros, intentaron por tres veces fundar la villa La Asunción de Nuestra Señora, destruidos sus cimientos por los indios rebeldes de la región de Perijá y al fin pudieron, al final de su labor, constituir cuatro pueblos: San Miguel de Sabana Nueva, Nuestra Señora de Belén de Piche, San Francisco de Asís de Apón y San Fidel de Macoa, llamadas la tercera San Francisco de Tintinies y la última San Fidel de Tinacoa. Al llegar los capuchinos de Navarra y Cantabria fundaron La Purísima Concepción de Apontiníes y más tarde de San Fidel de Apón, persistiendo este último poblado y Nuestra Señora del Belén de Piche, hasta 1805, mientras los demás desaparecían, aunque se ha hablado de una doctrina de franciscanos en 1622, para evangelizar a los indios del valle de los macuaes, en la zona de Perijá. Así mismo, se han citado los pueblos de Punta de Piedras, al noreste del Lago de Maracaibo, Santa Bárbara del Zulia, San Francisco de la Arenosa, La Purísima Concepción de Basave, Santa Cruz del Zulia, San Miguel de Buena Vista, La Victoria, San José de las Palmas y El Raizudo. El sistema de explotación indígena, con la trata, la esclavitud y la encomienda, además del maltrato permanente que podía llegar hasta la servidumbre y la

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muerte, había ido generando, a través del tiempo, una violencia física hacia el indígena, provocada por la codicia insaciable de los llamados conquistadores, por la posesión de las riquezas y de la mano de obra, es decir, se estaba efectuando el gran despojo del territorio y de los habitantes americanos, lo cual desencadenaría una guerra continua y desigual, entre los dos protagonistas del llamado encuentro, originándose el proceso de la resistencia indígena. Era la respuesta lógica a esa violencia de los invasores extranjeros y así, aquellos aborígenes tendrían el justo derecho de asumir su defensa, de buscar su liberación, la libertad entonces perdida y de la cual siempre habían disfrutado, y para poder lograrlo, intentaron destruir aquel sistema preestablecido por los europeos, de una forma inmoral y sin ética, a pesar del cuerpo de legislación española sobre las Indias, como las Leyes de Burgos de 1512, donde muy tempranamente se había declarado la libertad de los indios, condenando y aboliendo la esclavitud, hasta las Leyes Nuevas de 1542, donde se ratificaba la libertad de los indios, los cuales no podían ser esclavizados, prohibiéndose, además, el trabajo obligatorio y regulándose, al máximo, las encomiendas. Todavía en 1681 se publicaría la Recopilación de las Leyes de Indias, con 6.377 leyes, donde se planteaban problemas candentes aun en la actualidad, como el problema de justificar jurídica y moralmente un hecho de conquista, hasta ese momento nunca planteado como problema de conciencia de un gobierno o bien, el problema de las relaciones entre civilizaciones y razas distintas, es decir, si era lícito esclavizar hombres por considerarlos de raza inferior. A ese respecto, el escritor español Bullón expresaría: Al principio se encontraron canonistas y romanistas en una situación un poco trágica. Ellos querían aplicar al mundo americano sus cánones y sus pandectas, pero al fin, demostrada la vanidad del intento, fue preciso echar por la borda constituciones pontificias y constituciones imperiales para elaborar un nuevo derecho, más amplio que el romano y que el canónico. Un derecho internacional mundial, humano, en el que cupiesen holgadamente americanos y europeos, fieles e infieles, gentes blancas y gentes

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de color, la humanidad entera en una palabra, para la cual sale el sol todos los días, con igual amor, sin distinguir entre lenguas ni religiones, pueblos y razas. Para lograr superar esas situaciones e intentar llegarse a una posición auténticamente cristiana y humana, influyeron mucho los abnegados misioneros, aunque ese derecho de gentes todavía se sigue ignorando y pisoteando en muchos países del tercer milenio. Actualmente, cuando los derechos de los indígenas, en este caso venezolanos y zulianos, igual que los de todos los ciudadanos venezolanos, están siendo preservados en un moderno y progresista texto constitucional, debería ser el momento de volver la vista al pasado, no con la simple curiosidad como la mujer de Lot, sino para reescribir la auténtica historia colonial, difundirla entre las nuevas y venideras generaciones y rescatar, como un auténtico patrimonio nacional, los nombres gloriosos de nuestros líderes indígenas, los primeros que dieron su vida por sus ideales de libertad para el actual territorio nacional de Venezuela, cuyo nombre surgiría de una población indígena asentada en palafitos, en el Golfo de Venezuela. Por ello, el nombre glorioso del Cacique Nigale, debería ser bandera de liberación, ejemplo de valentía, modelo de ciudadanía y potente faro, que ilumine y sirva de guía a la niñez y juventud, en este dinámico tercer milenio, todavía en sus inicios, pleno de misterio y de esperanza, para la construcción de una sociedad más justa y solidaria, no sólo en el país, sino también en todo el territorio americano y con proyección mundial, bajo los postulados de la doctrina integracionista de Simón Bolívar.

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CAPÍTULO CUARTO EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO

La isla natal En la entrada del Lago de Maracaibo ha estado situada desde un extenso tiempo, una hermosa y pequeña isla, formada por la sedimentación, a la cual se denominaría Zapara, cuyo nombre curioso, según el científico Adolfo Ernst, parece provenir del guaraní, significando lo que atraviesa el mar, por su especial situación geográfica en la barra que une y a la vez separa el Golfo de Venezuela del Lago de Maracaibo. Constante vigilante de la cuenca lacustre, su suelo era bajo y cubierto de mangle, con médanos de arena desprovistos de vegetación en el centro y parte occidental de la isla, separada de la tierra firme por un caño, midiendo cinco leguas y media de largo por una de ancho, mientras distaba 3.500 varas de la Isla de San Carlos, la principal del conjunto insular, llamada en el momento de la llegada de los españoles, Isla Maracaibo, según algunos estudiosos, porque allí habitaba el principal cacique indígena de la región. Su impávida belleza natural y su testimonio fiel de combates y de batallas sanguinarias, que iban a tener como escenario sus límpidas orillas, inspirarían a muchos de los poetas del lago y así, Udón Pérez le cantaría en Las islas del Coquibacoa:

Isla de Zapara, tú eres un copo de áridas arenas, donde el viento suena con música rara,

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no como en el cántaro dulce de las quenas, más como en el hueco vibrante y sonoro de inmensa tapara. Tú eres también triste, porque has visto muchas trágicas escenas, reñidas acciones, sanguinarias luchas. Hay en tus riberas indios todavía que al tender la noche tu crespón de luto por sobre las palmas de la ranchería, evocar parecen al son del botuto tu alma toda llena de melancolía.

Tú viste al salvaje de piel bronceada, de cabeza bruna, la frente ceñida con gayo plumaje, ligero de ropas –tal vez sin ningunalos brazos y el pecho con rojo tatuaje, ceñidas la aljaba y el hacha de piedra… rugir de coraje lanzando sus flechas, con varia fortuna luchar en tu playa, luchar en tu duna; dejar su pillaje, dejar tus riberas en noches de luna y al son de bocinas y roncos tambores, en guerra y pillaje cruzar el Caribe de férvido olaje,

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o al fondo alongarse distante y sombrío de la ancha Laguna.

Tú viste al hispano guerrero y marino- llegar en su flota de un mundo lejano; y, al brazo el escudo, la espada en la mano, el casco en la frente y al pecho la cota, vencer el coraje, mellar la bravura del pueblo aborigen que en dunas y playas le opuso, rugiendo de heroica locura, su pecho desnudo, sus hachas de silex y sus azagayas.

18.- Isla de Zapara vista desde el lago

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El mismo bardo Udón Pérez, al crear La leyenda del Lago, su hermoso poema indiano sobre el origen lacustre y sobre los amores de Tamare y Maruma, pintaría admirablemente, la creación de la barra que, une y separa al mismo tiempo, al Golfo de Venezuela y al Lago de Maracaibo y así mismo, el nacimiento de la Isla de Zapara:

El Gran Zapara, henchido de rabia, dio a los aires colérico rugido, que estremeció a los lejos del monte la garganta; batió la dura tierra con formidable planta, y, cual si herida fuese por rudo cataclismo, la selva, bajo el golpe, se convirtió en abismo. Los caudalosos ríos, desde las cordilleras vecinas, descendieron con ímpetu de fieras, y, a modo de un diluvio terrífico y disforme, vaciaron sus torrentes en el abismo enorme. Entonces el Cacique con sus robustas manos la tierra abrió hacia el Norte: sus odios inhumanos llenar la cuenca ansiaban… y, como en fuga loca, el mar entró al abismo por la entreabierta boca. Así, ya satisfecho del vengativo estrago, entre el Caribe undoso y el apacible Lago después que de su tribu cedió el gobierno a Mara-

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en arenosa isla se convirtió el Zapara.

19.- Campos anegados de Zapara con médanos al fondo

El poeta marense José Joaquín Bravo Ríos, también evocaría su idílica belleza, en los catorce versos de un soneto:

Zapara la insular, copa de arena sobre líquido cielo colocada, pétalo de corola nacarada, o mejilla de mítica sirena. La pureza y la gracia nazarena tiene, y el alma siempre enamorada con éxtasis de sol, siéntese amada igual que de Boanerge Magdalena. Su pedestal de gloria procelaria

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adornan los cantares de Maruma, sin comprender la vida libertaria que en derredor provócale la espuma; más hoy es una virgen solitaria abrigada con sábanas de bruma.

20.- Torreón de Zapara

En una de esas islas pertenecientes al archipiélago localizado en la entrada del Lago de Maracaibo, muy probablemente, en Toas o en Zapara, nacería el nombre de la Patria, Venezuela, a la llegada de Alonso de Ojeda y de sus hombres, el día 24 de agosto de 1499.

Nacimiento y niñez Zapara, esa pequeña isla de la barra lacustre, iba a tener el gran honor de ser la cuna de Nigale, valeroso aborigen de la etnia zapara, de la gran familia arahuaca, a mediados del siglo XVI, probablemente hacia el año 1564 o 1565. Algunos cronistas y estudiosos han manejado como fechas probables de su nacimiento, los años 1551 y 1577, lo cual sería imposible para haber sido paje de Alonso Pacheco en la Nueva Ciudad Rodrigo, población fundada en junio-julio de 1569 y

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despoblada en noviembre-diciembre de 1573, ya que los pajes personales en esclavitud solían ser niños, ya que al hacerse adolescentes, eran considerados aptos para el trabajo general de un esclavo indígena.

21.- Nigale, dibujado por Amado Nervo Pereira

Su predestinada venida al mundo sería arrullada por las sonoras olas del lago y por la fuerte brisa del golfo, entre el mangle y la enea, de su palafitica vivienda, enclavada en el Golfo de Venezuela. Nigale, desde su precoz niñez, iba a nadar espontáneamente, como uno de los peces de aquel estuario de aguas cristalinas, escuchaba a los ancianos del consejo de la tribu, para deleitarse con sus hermosos relatos orales e inmemoriales y así, aprender de sus recuerdos bélicos de la época de la llegada de los indios caribes, los cuales a pesar de su gran espíritu belicoso, no habían podido vencer el intenso coraje y la valentía de los zaparas, en la legítima defensa de su territorio. Así mismo, había logrado dominar el arte de la pesca, fuente fundamental alimenticia de su pueblo y del mismo modo, era diestro en la navegación lacustre, por medio de las rápidas canoas, mientras había aprendido el uso del arco, de la flecha y de la pesada macana, muy prematuramente, ya que el poderoso

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extranjero, venido de otros lares, se había convertido en el invasor del sacro espacio de sus antepasados y era el potencial enemigo de su etnia. Nigale, con la inquietud infantil, se convertiría en ojo avizor de su nación. Ya sabía de la llegada de los españoles al territorio de la antigua Maracaibo, comandados por el capitán Alonso Pacheco, venido desde la ciudad de Trujillo, con sus 50 hombres armados y sus barcos dispuestos, para fundar una nueva población en las riberas del Lago: Nueva Ciudad Rodrigo. Empezaban de nuevo, como en los tiempos funestos de Ambrosio Alfínger, cuyos atroces relatos había escuchado a los ancianos de la tribu, las terribles refriegas y las cruentas guazábaras, para así, lograr evitar la muerte, la servidumbre o la esclavitud de los pueblos indígenas de las riberas del Lago de Maracaibo, sobre todo de sus congéneres los zaparas.

El pequeño prisionero Inquieto y combativo desde su tierna niñez, Nigale sería apresado en una de las primeras guazábaras contra los hispanos de Alonso Pacheco, siendo llevado a la nueva ciudad. Por su corta edad, quizás seis años, sería destinado a la servidumbre del jefe español, como su paje. Allí, aprendería la lengua de los extranjeros, expresándose en perfecto castellano, a la vez que servía de informante a los ancianos de su tribu, de los movimientos de los españoles. Así sabría del proyecto de incursionar a través de los ríos del sur de la laguna, para encontrar una vía más rápida y segura hacia el Nuevo Reino de Granada y del mismo modo, conocería como las familias de la población, ante el legítimo acoso indígena, habían elegido como Patrono de la ciudad, a San Sebastián, el guerrero y mártir cristiano de la época romana, flechado y sacrificado por haber seguido las enseñanzas de Jesús el Nazareno. Así mismo, se había informado sobre la rebelión de los esclavos negros, los cuales venían desde Río de Hacha hacia Maracaibo, quienes habían huido hacia los montes vecinos, convirtiéndose en negros cimarrones, mientras sus perseguidores, 23 españoles al mando de Cristóbal de Rivas, habían sido

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liquidados por los indios onotos, a mediados del año 1573. Al mismo tiempo, se estaba intensificando la resistencia indígena contra el intruso, la cual había logrado el despoblamiento de la Maracaibo de Ambrosio Alfínger en 1535, por no obtener suministros alimenticios de los aborígenes, cansados de las mil tropelías que constantemente les propinaban. Tras más de 30 años de ausencia de las riberas lacustres, los españoles comandados por Alonso Pacheco, seguían cometiendo los miles de atropellos contra los aborígenes, sobre todo después de haberse otorgado a las familias indígenas vecinas, en odiosas encomiendas, lo cual no era más que una forma sutil y disfrazada de cierta esclavitud. El pequeño Nigale reflexionaba e intentaba comprender el gran dilema de su pueblo: someterse y ser esclavo del amo español o luchar constantemente por la libertad, aún a costa de entregar la vida. Esa disyuntiva iría sembrándose en su alma y le produciría una tristeza permanente, al tratar de encontrar la adecuada solución a tan trágica situación. A pesar de su mentalidad infantil, Nigale, iba apreciando el intenso y progresivo desaliento de Alonso Pacheco, aislado en Ciudad Rodrigo, sin descubrir el río que les comunicase con el Nuevo Reino de Granada, con escasos hombres, 30 habitantes en la población, hambrientos y desesperados, sin esperar ninguna asistencia del lejano Gobernador Diego de Mazariegos.

La ansiada libertad Los meses finales de 1573, fueron decisivos para el poblado hispánico de la laguna. Así, en los últimos días de noviembre o los primeros de diciembre de 1573, tras escasos cinco años de existencia, Ciudad Rodrigo iba a desaparecer de la historia, al ser despoblada por su mismo fundador, Alonso Pacheco, quien desilusionado, iba a regresar a Trujillo con su gente, como lo informaría el gobernador Diego de Mazariegos al rey, en correspondencia fechada el 20 de diciembre de 1573, en la población de El Tocuyo, mientras el pequeño Nigale había logrado así, la ansiada libertad, para retornar a su etnia indígena zapara.

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La formación del caudillo Desde ese momento del anhelado regreso a su pueblo, no se localizan datos biográficos sobre Nigale en las crónicas de la época. Como la redacción de los estudios históricos permiten la suposición lógica y analítica, se ha deducido que Nigale, un pequeño indígena zapara más, para ese momento histórico, pero ya predestinado para intentar ser el libertador de su pueblo, debería pasar por una prolongada etapa de formación, adquiriendo todos los conocimientos posibles para lograr el liderazgo necesario para esa difícil misión de caudillaje. Por su perfecto dominio del idioma castellano, aprendido en su etapa infantil, sería muy deducible que dedicase algún tiempo, a ejercer el oficio de práctico en la barra, como lo hacían algunos indígenas zaparas, por su conocimiento de la zona, tan peligrosa para los barcos que intentaban cruzarla. Allí, con el desarrollo físico e intelectual, lograría conocer mejor al extranjero, indagar en sus costumbres y objetivar las diferencias observadas, entre sus mentalidades y las de los integrantes de las etnias indígenas lacustres, sobre todo, de sus compañeros, los zaparas. Su carácter pensativo, con cierta melancolía y tristeza, lo llevaría a irse desarrollando como navegante solitario, cruzando con su canoa, el espacio de su laguna, para reflexionar sobre el futuro de su pueblo y a la vez, contactando las diversas etnias que se localizaban en todo el perímetro lacustre, para irlas comprendiendo en sus semejanzas, por encima de sus diferencias, porque pensaba que sólo en la unidad de todas ellas, en un compacto ejército de aborígenes, podría lograr la ansiada libertad, aquella de la que habían gozado sus antepasados, antes de la llegada del invasor extranjero. Así, por su constante arrojo y valentía comprobada como guerrero y por su propósito firme de unidad de las etnias, llegaría a ser elegido como cacique de los zaparas y a ser respetado en la cuenca del Lago de Maracaibo, después de haber

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transcurrido 25 años, cuando su nombre reaparecería en las crónicas, ya como cacique zapara y encabezando la resistencia indígena, en 1598.

Nigale y la resistencia de los zaparas

Las tribus del norte de la Laguna, especialmente los zaparas, toas y aliles, habían continuado su resistencia, que venía desde la llegada de los extranjeros a invadir su hábitat, resistencia que se acentuaría, sobre todo, a partir de 1598, contra la ciudad de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, dirigidos por los caciques Nigale y Tolenigaste. La etnia había reaccionado violentamente ante el cruel castigo de un indígena zapara, atacando una fragata en la barra de Maracaibo, la cual quemaron y se apoderaron de todas las mercancías que transportaba, a la vez que liquidaban a sus navegantes y viajeros. Este sería el primero de una serie de ataques contra los barcos que cruzaban la barra, causando una grave crisis económica en los diversos puertos de la Laguna, ya que toda navegación, sobre todo la externa, estaba paralizada. El Gobernador de la Provincia de Venezuela, el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, quien ejercería el máximo poder entre 1597 y 1600, se encontraba en Trujillo y muy pronto enviaría al capitán Andrés de Velasco para auxiliar a la Nueva Zamora de Maracaibo, con el nombramiento de Teniente de Gobernador de aquella ciudad. Se lograría aplacar el alzamiento en 1599, en medio de grandes dificultades, aquietándose los zaparas durante un tiempo y entrando en relaciones comerciales con el capitán Velasco y la ciudad lacustre, para cooperar en el suministro alimenticio de los pobladores y en el intercambio comercial de la ciudad, mientras

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que en la metrópoli española se había iniciado el reinado del monarca Felipe III, el cual abarcaría un amplio período, entre los años de 1598 y 1621.

La resistencia de los quiriquires

Los indómitos indígenas del sur, los quiriquires, desde 1580 habían iniciado su proceso de resistencia constante contra los invasores extranjeros, quienes se desplazaban por la cuenca del Lago de Maracaibo. Esa resistencia aborigen, intermitentemente, se iba a prolongar hasta 1640, es decir cerca de sesenta años. Así, en 1599, el capitán Domingo de Lizona, comerciante de la región, quien se desplazaba por el río Catatumbo en dos embarcaciones, con una pequeña escolta de soldados, sería atacado por los indios quiriquires, quienes mataron a los escoltas y mal hirieron al comerciante, además de apoderarse de más de 20.000 pesos de mercaderías. Muy pronto, Lizona, con el apoyo del Teniente de Gobernador Andrés de Velasco, organizaría su propia expedición guerrera para castigarlos. Siendo Gobernador interino de la Provincia, el capitán Alonso Arias Vaca desde 1600 hasta 1602, los indios quiriquires que habitaban en los caños y ciénagas de los ríos Zulia y Catatumbo, se aliaron con los aliles y eneales y atacaron a la población de San Antonio de Gibraltar. El Hermano Nectario María ha relatado aquel asalto: A favor de la oscuridad de la noche, en la madrugada del 22 de agosto del año de 1600, cuando en Gibraltar todos estaban aún durmiendo tranquilamente, en sus casas, sin sospechar nadie el peligro en ciernes, los quiriquires, que durante la noche, en sus canoas y en número considerable, se habían acercado sigilosamente, sin ser vistos, a la

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población, irrumpieron repentinamente en la ciudad, asaltando casa por casa y pegándoles fuego. Tampoco la iglesia fue respetada: pasto de las llamas, no quedó nada de ella, salvo el Santo Cristo, que habían flechado los indios y cuya imagen el fuego respetó. Los vecinos sorprendidos, no pudieron resistir a unos asaltantes muy superiores en número, pero la casi totalidad logró escaparse. Los indios se ensañaron de un modo especial contra la casa de su encomendero, el Teniente de Gobernador Rodrigo de Argüelles y lograron cautivar a su mujer, doña Juana de Ulloa, y a sus tres hijas: Leonor, Paula e Inés, la primera casada y las otras dos doncellas; Inés, la menor, era aún una niña de corta edad. Crueles se mostraron con la madre, doña Juana de Ulloa: suspendiéronla de un árbol con las riendas de un freno y la acribillaron con una lluvia de flechas, y fueron tantos los flechazos recibidos en su cuerpo desnudo, que la dejaron como un erizo. Las flechas eran tan largas que, cuando después cortaron los españoles las riendas con que estaba colgada, al caer se quedó en pie, pues éstas apuntalaban el cadáver a la redonda. Llevaron las tres hijas, y tres indios de los principales se casaron con ellas a usanza de su tribu, llevándose cada uno la suya a su bohío. Si bien con Inés, la pequeña, por no tener aún edad, no se contrajo matrimonio con ella, sino más tarde. Esas tres hijas de Argüelles serían recuperadas años después, como se podrá apreciar en este estudio, convirtiéndose en un tema histórico-literario por Arístides Rojas. Por orden de la Real Audiencia de Bogotá, el capitán Diego Prieto Dávila, Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad de Mérida, reedificaría rápidamente a la población de San Antonio de Gibraltar y pacificaría, por aquellos momentos, la resistencia indígena de los quiriquires, como consta en una Real Cédula de diciembre de 1600.

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Alrededor de ese año, la familia de Francisco Ortiz e Inés del Basto, se harían presentes en la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, quienes poseían un inmenso fundo a orillas del lago, donde desplegarían una amplia labor en pro de la población, ya que construyeron a sus expensas, una ermita y un hospital anexo, donando tierras y ganado para su mantenimiento, además de donar, según algunas versiones aceptadas, los terrenos donde se ampliaría la modesta Iglesia Matriz de la ciudad, mientras el marido se desempeñaba como Alguacil Mayor de la Nueva Zamora.

La unidad de la resistencia indígena

Después de la muerte del capitán Gonzalo de Piña Ludueña, el 21 de junio de 1600, la Real Audiencia de Santo Domingo designaría a Alonso Arias de Vaca, Capitán General y Gobernador interino de la Provincia de Venezuela, cargo que desempeñaría hasta el 28 de julio de 1602. Serían sus sucesores: Alonso Suárez del Castillo (1602-1603) y Francisco Mejía de Godoy (1603-1606), hasta que viniendo con la flota desde Cartagena, el 7 de febrero de 1606 llegaría a Maracaibo, el capitán Sancho de Alquiza, tomando posesión de su cargo de Gobernador y Capitán General de Venezuela, que iba a desempeñar entre 1606 y 1611, ante el Cabildo de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, como lo certificaría el escribano Gaspar Luis de Escovar. El nuevo Gobernador daría estrictas órdenes a su Teniente de Gobernador en Maracaibo, el capitán Andrés de Velasco y a los capitanes Alonso Martín Romero, de Coro, y Juan de Chaves, de Trujillo, para mantener el orden en la cuenca de la Laguna de Maracaibo y proteger a la ciudad de los ataques de la resistencia aborigen, logrando apaciguar temporalmente a los zaparas y a los aliles, como

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explicaría al rey en carta del 20 de abril de ese mismo año, donde comentaba que esas etnias acudían a sus encomenderos y ayudaban en el castigo de los indios caquetíos. Luego, seguiría camino hacia Caracas, la sede de su gobernación, en cuyo Cabildo, el 21 de julio del mismo año 1606, presentaría traslado de la toma de la posesión de su cargo en Maracaibo. En los primeros meses de 1606, durante esa estancia del gobernador Alquiza en la Nueva Zamora de la Laguna, su Teniente de Gobernador Andrés de Velasco, emprendería una campaña contra los quiriquires, quienes seguían con sus correrías de resistencia, después de la gran destrucción y quema de San Antonio de Gibraltar, en agosto de 1600, cuando habían secuestrado a las tres hijas y a una nieta del entonces Corregidor y Justicia Mayor de San Antonio de Gibraltar, Rodrigo de Argüelles. En esa nueva jornada, iba un hermano de las tres cautivas, con la esperanza de poderlas localizar y rescatar. Utilizando buenos guías, se acercaron hasta uno de los pueblos de los indios quiriquires, sin embargo, de forma involuntaria, a uno de los soldados se le dispararía la escopeta. El Hermano Nectario María nos ha relatado, con su prosa lacónica y muy cercana a la verdad histórica, aquella campaña contra los quiriquires: Quiso la casualidad que la cautiva Leonor Argüelles, con el indio que la tenía por mujer, fueran de un conuco a sus ranchos y, como se hallaban próximos, oyeron el disparo, pero por la espesura del monte no se veía nada. Conociendo por el tiro ser españoles los que acercaban, el indio apuraba a Leonor que aligerase el paso para llegar presto a la ranchería que estaba cerca. La cautiva, entendiendo que se le acercaba la hora de la libertad, no sólo no quiso andar, sino que, soltando una carga que llevaba y una hija de cuatro años que había tenido del indio, con varonil entereza embistió contra éste y echó mano al arco y flechas que llevaba, con intento de detenerlo, y, dando voces, gritaba que acudieran presto los españoles. Aterrado el indio al ver que ya les iban a dar alcance los españoles, dejando a la mujer y en sus manos el arco y las flechas, corrió a dar aviso al pueblo de lo que pasaba, y presto todos huyeron,

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abandonando sus casas. Sentóse Leonor con la hija, esperando la llegada de los soldados, que a poco la encontraron, sorprendidos y le dieron manta para cubrirse, pues los indios al cautivarlas las habían obligado al sólo uso del guayuco. Ella les explicó todo lo sucedido, y alegráronse todos, en especial su hermano, por su redención. Llegaron luego al pueblo, que hallaron desierto, pues todos habían huido precipitadamente. Regresaron los expedicionarios para Maracaibo, sin haber podido dar con los indios, pero contentos con el rescate que de Leonor habían alcanzado. Recibióla nuevamente su marido por legítima esposa y crió a la hija, pues “como hombre cristiano, discreto y bien advertido, sabía que lo sucedido con ella por la violencia y la fuerza no quita la virtud, antes la aumenta”. Al marcharse el gobernador Sancho de Alquiza de la Nueva Zamora, en los meses siguientes de 1606, ocurriría la gran sublevación de todas las tribus indígenas de la Laguna de Maracaibo contra la ciudad, unificadas en una activa acción de resistencia, por primera vez, con un propósito común: acabar con los españoles invasores de la cuenca del Lago de Maracaibo, sobre todo de las poblaciones de Nueva Zamora y de San Antonio de Gibraltar, además de los puertos de la comarca. Allí estaban los Zaparas, Aliles, Auzales, Arubaes y Toas, del norte de la Laguna y los caños del río Socuy, unidos con los Quiriquires del sur de la cuenca, que vivían en los caños del río Catatumbo y mantenían comercio frecuente, al hacer trueque de maíz, yuca y otros productos agrícolas del sur, por sal y pescado, de la zona norte. Con sus numerosas canoas, más de ciento cincuenta, los aborígenes impidieron el suministro de alimentos a Maracaibo y atacaron los sitios de donde se abastecía la ciudad lacustre. Así, iban a lograr el apoyo de los indios Parautes, de la costa oriental del Lago, que ocupaban la actual zona costera entre Tamare y Bachaquero, así como extendiéndose tierra adentro, hacia Mene Grande, tomando su denominación del

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río del sur de Lagunillas. Su cacique Malagüelo, al ser bautizado había recibido el nombre cristiano de Juan Pérez, quien tenía como una especie de subalterno al cacique de los Misoas, Camiseto o Camisetano, quien había asistido a la quema de Gibraltar por los quiriquires. Ambos apoyaron la unión de la resistencia indígena y dieron muerte al reverendo padre Valenzuela, “clérigo sacerdote que les estaba dando doctrina, a tres españoles y a otras personas (indios y negros), por todo diez y siete”, según declaración de fray Alonso de Sepúlveda, Guardián del Convento Seráfico de Maracaibo. Así mismo, quemaron las barbacoas y los almacenes donde se recogían la harina y otras mercaderías que se comerciaban por medio de las fragatas que surcaban el lago, aportando más de cincuenta embarcaciones y hombres de guerra. Según la tradición oral, el cacique Malagüelo era un guerrero y navegante, además de ser el curandero de la tribu, quien vaticinaba sobre el futuro de su etnia y una vez, viendo en Mene Grande, las fuentes de mene a ras de la tierra, predijo: Cuando haya dejado de correr el mene sobre esta tierra, se habrá terminado nuestra raza en la laguna. Según algunos cronistas, el incendio de Lagunillas de Agua hizo desaparecer al pueblo indígena que la fundara, los parautes, quienes habían establecido la industria del petate. Más tarde, los aborígenes unificados se iban a apoderar de todos las embarcaciones pequeñas que estaban en la bahía de la ciudad, pasando amenazadores ante sus temerosos habitantes. Se dirigieron, entonces, hacia Tomocoro (Tomoporo) y a Moporo, pueblos de indios amigos de los españoles, que les suministraban maíz, ñame, yuca y otros productos agrícolas para el sustento de la Nueva Zamora, quemaron la primera población y destrozaron la estancia de Sebastián de Esplugas, dueño de numerosos rebaños de cabras, los cuales destruyeron, matando un negro y otras personas, según la declaración jurada del padre Luis de Vergara, cura y vicario de Maracaibo, que consta en documento del Archivo General de Indias: La hacienda de Sebastián de Esplugas, sita en dicho término fue atacada y allí murieron varias personas, mientras que el

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pueblo de Moporo también fue saqueado y robado, razón por la que los vecinos que consiguieron salvar la vida tuvieron que huir tierra adentro, de donde se les siguió mucho daño de enfermedades y muertes, por no estar acostumbrados a vivir en tierra, sino en el agua. Regresaron de esos pueblos de aguas, para navegar, de nuevo, frente al puerto de Maracaibo y algunas veces entrar por la noche en el poblado, para ultimar a algunos españoles, lo cual obligaría al Cabildo a colocar un pequeño muro de tapias en doble línea, con un servicio de centinelas constantes, sin embargo, la actitud del Teniente de Gobernador capitán Andrés de Velasco, era de completa nulidad ante los constantes ataques de los aborígenes. El Cabildo de la Nueva Zamora, en septiembre de 1606, decidiría pedir ayuda al Gobernador de la Provincia, capitán Sancho de Alquiza, residenciado en la lejana Caracas, enviando a su Procurador Simón Fernández Carrasquero para que le informase del peligro que corrían las poblaciones de la Laguna y éste, cumpliendo con gran diligencia y peligro, la misión encomendada, le entregaría un pliego de peticiones, el 4 de octubre de ese año, informándole la grave situación de la Nueva Zamora, a punto de despoblarse y donde solicitaba: ayuda de la real caja, socorro de piraguas y de indios bogaderos para su conducción; y por último, el nombramiento de un pacificador con experiencia, que actuase con rapidez, debido a la tibieza del Teniente de Gobernador capitán Andrés de Velasco. El 19 de octubre de 1606, el Gobernador, después de escribir al rey el 10 de octubre, entregaría la desconsoladora respuesta, donde señalaba que ya había destinado a Maracaibo cuatrocientos ducados de los mil quinientos que el rey le había suministrado para toda la provincia; además, que los encomenderos de la Nueva Zamora debían hacerse cargo de su defensa total, como lo había conversado con su Teniente de Gobernador Andrés de Velasco y con los capitanes Alonso Martín Romero, de Coro y Juan de Chávez, de Trujillo. Además, indicaba que los encomenderos que no atrajesen y redujesen a los indios que tenían en

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encomienda, en cuatro meses, perderían para siempre su encomienda. Por esos motivos, él no podía hacer nada más por la cuenca lacustre, excepto ofrecer al capitán Juan Pacheco Maldonado el cargo de Teniente de Gobernador de la Nueva Zamora, para que lograse la pacificación, sometimiento y rendición de los indios, en sustitución de Andrés de Velasco, quien no había cumplido con esas obligaciones. Simón Fernández Carrasquero, disgustado por la poca ayuda brindada por el gobernador, se dirigiría directamente hacia Trujillo, para llevar la propuesta al capitán Juan Pacheco Maldonado, animándolo para que aceptase el cargo en recuerdo de su padre Alonso Pacheco, quien había sido el fundador de Ciudad Rodrigo de Maracaibo en 1569. Juan Pacheco Maldonado, inmediatamente aceptaría la propuesta, mientras Simón Fernández Carrasquero, partía para Maracaibo y el 23 de enero de 1607 entregaría la respuesta del gobernador al Cabildo de la ciudad, cuyos integrantes decidieron aceptar aquel documento como el mandamiento de un superior, pero sin darle cumplimiento por la actitud del gobernante que era en perjuicio general, por la amenaza de quitarles sus encomiendas, ya que ellos habían sostenido la guerra continua contra los indios, casi desde la fundación de la población de la Nueva Zamora, hacía ya 32 años, no sólo con sus caudales adquiridos en tiempo de paz, sino que además, en esos combates habían sucumbido gran parte de los vecinos de la ciudad. Por lo tanto, enviarían al rey una información precisa, con interrogatorio y declaraciones de testigos, amplio expediente que debía realizar el alcalde Pablo de Collazos. Mientras tanto, el capitán Sancho de Alquiza, enviaría a Juan Pacheco Maldonado, el nombramiento de Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, el 2 de enero de 1607, el cual lo recibiría a comienzos de marzo, iniciando los preparativos para la campaña con el nombramiento del trujillano Martín Fernández, el día 13 de marzo, como su Sargento Mayor, en

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calidad de sustituto interino para que gobernase a la Nueva Zamora de Maracaibo, mientras él se hacía presente, con la orden de ir habilitando todo lo indispensable para la campaña contra los aborígenes y sobre todo, construyendo las canoas necesarias para aquella guerra. Juan Pacheco Maldonado, ayudado por su gran prestigio de militar criollo y personaje destacado de Trujillo y por la confianza que inspiraba en la juventud del poblado andino, podría lograr, en muy corto plazo, efectuar los difíciles preparativos para aquella empresa guerrera, equipando y armando a cincuenta hombres, prácticamente todo el poblado, entre ellos a Martín Fernández de Quiñones, a los hermanos Juan Álvarez Daboín y Paulo de Brito, ambos hijos del capitán Tomás Daboín y de mujer Juana de Escoto y sobre todo, al capitán Juan García Montero, su sobrino político y segundo jefe de la expedición, quien se desempeñaría como maestre de campo durante los años de la campaña, como lo confirmaría Andrés Sanz, en el documento de probanza, localizado en el Archivo General de Indias: hallándose personalmente en todas las salidas, entradas, ataques y campañas que con los indios se tuvieron entonces.

Juan Pacheco Maldonado en el Lago

Ya en pleno plan de campaña, Juan Pacheco Maldonado y sus hombres se dirigieron al puerto de Las Barbacoas, que era el de Moporo, embarcando la tropa y pertrechos, en navíos de vela y en todas las canoas que pudieron conseguir, para navegar en las aguas lacustres. Iniciaron su campaña militar contra los indios Parautes y Misoas, quienes el año anterior habían sacrificado a su cura doctrinario, el padre Valenzuela y a otras personas más, para luego refugiarse en las montañas vecinas de Lagunillas, donde fueron rodeados, sometidos, desalojados y apresados, con sus caciques

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Juan Pérez Matagüelo y Camiseto al frente, quienes fueron trasladados a la ciudad de Nueva Zamora de Maracaibo y ajusticiados, como caudillos de la resistencia de aquellas etnias aborígenes. Continuando con su intensa campaña guerrera, Juan Pacheco Maldonado y sus hombres, se dirigieron al norte de la Laguna, para localizar a los aguerridos indios zaparas, bajo la dirección de los valientes caciques Nigale y Tolenigaste. El Hermano Nectario María ha narrado aquel encuentro de Juan Pacheco Maldonado con los indios zaparas y sus líderes, según la propia información del gobernador Sancho de Alquiza en sus cartas al rey y las declaraciones de varios testigos en la probanza de Juan García Montero, fuentes documentales conservadas en el Archivo General de Indias, por creerlas más ajustadas a la verdad histórica. Por compartir, en términos generales, esa apreciación histórico-documental de los hechos, se ha reproducido en forma total y textual: Pacheco dispuso luego salir directamente contra los zaparas y, valiéndose de un ardid bien tramado, logró dominarlos totalmente, apoderándose de los principales y dando muerte a un gran número de ellos. Fingiéndose amigo, desembarcó desarmado a la vista de los propios indios, mientras en el lado opuesto, resguardada por la selva, sin que nadie se diese cuenta, saltaba a tierra la otra parte de la expedición, bien provista de armas para todos. Creyeron los fieros zaparas que con dejar bajar a tierra a estos hombres sin armas, harían luego de ellos lo que se les antojara; pero, unidos rápidamente, cayeron todos sobre los indios, y tanto los caciques Nigale y Tolenigaste, como la mayoría de su gente, fueron apresados o muertos. Algunos lograron escaparse y se retiraron con las mujeres y niños al pueblo y laguna de Oriboro, a la cual decían también Matícora, “por ser un sitio fuerte”; pero el capitán Juan García Montero los estrechó allí, de tal modo que fueron todos reducidos a prisión. El mismo Juan Pacheco Maldonado, en una declaración, dice: “Juan García Montero… se halló en la prisión de los indios zaparas que se hizo en la Barra de la Laguna y en la que se hizo en el pueblo y laguna de Oriboro, donde se

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prendieron los demás indios zaparas que restaban, yendo el susodicho (Juan García Montero) por caudillo”. Los zaparas fueron literalmente aniquilados y del exterminio solo se salvaron unos pocos que lograron huir a lugares remotos. Hasta aquí, la escalofriante narración del Hermano Nectario María, basada en las fuentes documentales localizadas en el Archivo General de Indias, realizada con el laconismo histórico que le imponían la escasez de fuentes. Sin embargo, se ha querido reproducir un extenso fragmento de la carta del gobernador Sancho de Alquiza al rey, de fecha 15 de julio de 1607, donde le informaba sobre los sucesos de aquella terrible jornada de genocidio de una nación indígena: Y permitiendo Dios que daño de 14 años que no pudieron reparar tanto gobernadores tuviese fin, habiendo yo dado orden que se despachasen las fragatas con harinas para Cartagena y que a ello saliesen a la boca de la barra, donde estos zaparas están poblados, algunos soldados e indios amigos, la di secreta al capitán Juan Pacheco Maldonado para que debajo de amistad, saltase a tierra con parte de ellos sin armas y otros por otro lado con ellas, como hizo víspera de San Juan pasado, con tan buen suceso que solo cinco de esta nación de zaparas se escaparon y los demás murieron y se cogieron a las manos y entre ellos los principales, de quien se hizo justicia en la Laguna y alguna familia se repartió entre los soldados más menesterosos y que sin otro premio han servido. Doy este aviso a vuestra Majestad, con reputación de uno de los más importantes que podré dar en esta tierra en mi tiempo, porque en los pasados y en éste, se ha vivido en aquel distrito, con mil inquietudes y cada día muertes de los que salían al castigo, además de la toma de navíos que estos indios han hecho con esclavos y otras, haciendas que tenían más valor de 80 mil ducados. Como se puede apreciar en esta correspondencia del gobernador al rey, la vil jornada traicionera contra los zaparas y la detención de Nigale se había sucedido la víspera de San Juan, es decir el 23 de junio de 1607. También, en la probanza de Juan García Montero, se reiteraba que ese capitán, por orden de Juan Pacheco Maldonado: fue a la Laguna de Matícora, adonde se

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habían retirado algunos indios zaparas que escaparon y huyeron. En la Laguna de Matícora se habían retirado los demás indios e indias (zaparas) que se habían quedado y coxídolos todos. El Cronista de Indias, Fray Pedro Simón, en la primera parte de sus Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, obra publicada en Cuenca entre 1626 y 1627, a solo 19 años de los sucesos narrados y quizás por haber podido conversar con algunos testigos del aniquilamiento de los zaparas y de sus caciques, escribiría una extensa descripción, donde parecen mezclarse la realidad y la fantasía, muy propia de ese cronista, con cierta dramatización de los hechos, pero sin poderles eliminar lo abominable de la traicionera acción del capitán Juan Pacheco Maldonado, contra el valeroso cacique Nigale. Por ser una fuente fundamental de aquellos acontecimientos, la única conocida y reproducida hasta la localización de los documentos de aquella época, ya señalados, y a pesar de su extensión, se va a incluir esa crónica de Fray Pedro Simón, escrita con un lenguaje imaginativo y muy dramatizable, que parece más cercano a la ficción creativa y teatral de un literato que a la objetividad histórica que debería tener un auténtico cronista: El capitán Pacheco, en Maracaibo alzó velas y se dirigió hacia la Barra, ya cerca, le salió al encuentro una canoa, con dos indios y llegados a que los pudieran oír los de los barcos, preguntó uno con voz bien atrevida que quienes eran y a donde iban, a quien el capitán respondió: Que quien era el que lo preguntaba, y el indio: Yo soy Nigale. Este era el principal de aquellos indios zaparas, no sé si por ser cacique o a quien obedecían, como al más valiente, como suelen algunas de estas naciones. El capitán le dijo: Llégate acá, que me alegro mucho de encontrarte, porque yo soy Juan Pacheco, y sabes que tengo obligación de quererte bien; esto dijo porque el Nigale había sido paje de su padre, el capitán Alonso Pacheco, en aquel pueblo, cuando lo fundó como dejamos dicho. El Nigale respondió en lengua castellana, en que era bien ladino: Pues si me quieres bien, ¿por qué me vienes a hacer guerra a mí y a mi gente, con esos soldados?; respondióle el capitán: Yo no

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pretendo hacerte guerra ni mal alguno, pues sólo los traigo por el miedo que tengo a ti y a tu gente, que no habéis de dejar cargar estos barcos de sal, que es a lo que vengo; pues ya podrás echar de ver la falta que tenemos de ella en Trujillo, después que tu gente os alzaste, y si tú con ella me los quisieres cargar, te lo pagaré muy bien, y sin pasar adelante tomaré la vuelta del puerto. Esto decía el capitán Pacheco, porque la salina que abastece toda aquella tierra, estaba en la de estos indios. No había acabado esta razón el capitán, cuando ya tenía el Nigale fabricada la traición y modo que había de tener para matarlos a todos, en que tampoco se descuidó Pacheco, pues a lo mismo fue tirando en esto que le dijo. Aceptó luego el indio (para asegurar más lo de presto fabricó) diciendo lo haría con gana, porque le quería bien, por ser hijo de su amo, y a todos los de Trujillo, porque nunca les habían hecho mal. Concertáronse, y que al otro día viniese el indio a la salina, que está como una legua de la barra, y trajese su gente, porque él iba con la suya y los barcos a hacer noche en ella. Aceptó esto Nigale, con condición que no había de sacar armas el capitán ni sus soldados; el Pacheco le dijo fuese así; pero que tampoco él ni su gente las habían de traer. Despidióse con esto el indio muy contento, sin querer recibir nada de lo que le quería dar luego el capitán, haciendo cuenta que allí se le tenía seguro, y lo demás que traían en los barcos, para el día siguiente, que llevaba por sin duda el haberlos a las manos. Lo que le quedó del día, y toda aquella noche gastó Nigale en avisar a su gente y asegurarlos de la presa cierta que tendrían presto guardando la traza que les daba en el embestirles, con que todos, codiciosos de lo mismo, al quebrar del alba, ya estaban junto con todas sus mujeres y chusma, dentro de un estero escondido a la banda del este en tierra firme, como dos tiros de mosquete de la isla. De aquí salieron los indios en sus canoas, que eran hasta veinte y cinco, y en otras quedaban sus mujeres con las armas y orden, que en viendo la seña que se

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les debía de hacer, viniesen todas (que sabían bogar y nadar tan bien como ellos), con achaque de que les traían de almorzar. Llegaron a la isla todos muy alegres, con sus levantados penachos de varias plumas, el Nigale el primero, donde halló al capitán Pacheco desembarcando con su gente, a los que les había dicho que de secreto llevase cada uno un cuchillo gífero, metido sin se viese, entre la manga y el brazo, para lo que se ofreciese, porque aún no tenía dada traza del modo que habían de tener para acabar con los indios, por no saber la ocasión que se podía ofrecer, aunque todos habían de estar alerta, para no dejar perder alguna. Alborotáronse los dos capitanes, y con palabra de amistad se la dieron y las manos, que de allí adelante habían de ser grandes amigos, y para señal de esto mando a sacar el capitán Pacheco una petaca de bizcocho con que almorzasen todos, y viniendo liada con unos látigos de cuero yertos y secos, cuando la fueron a abrir no podían, y diciendo el capitán que cortasen el cuero, respondió el saldado que andaba por abrirla muy enojado… ¿hémoslo de cortar con los dientes, si vuesa merced manda que ni aun un cuchillo saquemos? No se alegró Nigale poco de esto, pareciéndole tenía más segura su presa. Al fin, con un hueso de un pescado que se toparon allí, que era a modo de sierra, cortaron el cuero y sacaron el bizcocho, de que tomaron a su gusto todos los indios, fuera de Nigale y otro más valiente que los demás, que parece que por más graves se retiraron un poco; a los cuales dijo el Pacheco, tomemos nosotros también un bocado para beber una vez de vino, que luego sacarán para que haga muy bien de almorzar. Llegó en esto el capitán a la petaca para tomar bizcocho, y los dos indios con él, pero al tiempo que se bajaron los asió fuertemente a ambos de los cabellos con ambas manos y diciendo “¡Santiago!”, cada dos soldados que estaban arrimados a un indio, entreteniéndolo y chocarreándose con ellos, se abrazaron al que les cubo animosamente, y sacando sus cuchillos con la brevedad que pedía el caso, les abrían las barrigas por estar todos desnudos, y en un punto los tenían destripados casi a todos; si bien hubo indio que con las tripas por el suelo, con la

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furia y ansias de la muerte, metió a sus dos soldados forcejando en el agua, y si otros no los socorrieron, que estaban ya desocupados por tener muertos o amarrados a los que les cupieron por suerte, los ahogara en ella. El capitán Pacheco estaba forcejeando con sus dos valientísimos indios, donde hizo buena prueba de serlo también él, y de su valiente ánimo tanto como lo es su cuerpo, que es de la mayor estatura y bien proporcionada que tiene aquella tierra, y de poco más de treinta años que tenía a la sazón; al fin acudiéndole con socorro y algunas heridas que dieron a los dos indios otros soldados, sin habérsele podido entre tanto escapar de sus manos los dos, los amarraron como hicieron algunos soldados a otros, que por todos quedaron presos once, algunos muy mal heridos y otros no tanto, y los catorce muertos sin que soldado ninguno peligrase.

La muerte de Nigale

Fray Pedro Simón concluía aquella dramática narración sobre el cacique Nigale, expresando que: Metieron los presos con seguras guardas y prisiones y luego en la cárcel de Maracaibo donde estuvieron hasta otro día, tan triste y melancólico el capitán Nigale que por muchas que le dieron para a hablar desde que lo prendieron, no le pudieron sacar una palabra; y aquella noche, estando preso, se arrancó pelo a pelo unas barbitas y bigotes que tenia y se los fue comiendo uno a uno. Luego otro día los ahorcaron a todos. Frases hirientes y hasta mordaces, indignas de un cronista histórico, quien además era fraile religioso, quizás influenciado por el oscurantismo medieval, el cual

imperaba, todavía, en muchas mentes españolas. Toda aquella taimada

celada de Juan Pacheco Maldonado contra el cacique zapara y el exterminio de su pueblo, no solamente había sido cobarde, sino indigna de un militar de amplia trayectoria, quien preferiría aprovecharse de la credulidad de Nigale y engañarlo

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vilmente, antes que combatirlo cara a cara, en batalla limpia y honesta, donde tendría la gran ventaja de las armas superiores. Aunque no se conoce exactamente la fecha del ahorcamiento del Cacique Nigale, en la vecindad de la Plaza Mayor de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en el lugar destinado para esos actos, zona que ocupa actualmente el Teatro Baralt, por la carta del gobernador al monarca español, se ha sabido aquel día de su apresamiento, el 23 de junio de 1607 y considerando que los indígenas eran expuestos al escarnio público antes de ser ajusticiados, muy probablemente, el combativo Nigale habría sido sacrificado el 25 o 26 de junio de 1507, dos o tres días después de su engañosa detención, con el denigrante ahorcamiento, como auténtico mártir de la libertad y constante combatiente contra el dominio del extranjero, crimen precedido del aniquilamiento de un pueblo entero, de una nación indígena de probada valentía, los indios zaparas, en un atroz y total genocidio, cometido vilmente por los representantes del imperio español de aquella época, en los inicios del siglo XVII, logrando así, el dominio de la parte norte de la Laguna de Maracaibo.

La derrota de los aliles y sus aliados

Continuaba el Hermano Nectario María, con la escalofriante narración histórica: Los indios Aliles, Auzales y Toas, que habían formado cuerpo con los Zaparas, al considerar lo sucedido con sus aliados, estaban temerosos, en espera de acontecimientos que podían presentarse en sus lagunas. Los Aliles, que habían sido los principales colaboradores en el alzamiento de los Zaparas, también fueron atacados en sus lagunas. Juan Pacheco Maldonado les arrebató unas cien canoas, quemó su pueblo, taló sus labranzas y perdieron, además, unos setenta

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hombres, entre muertos y prisioneros. Tanto a los unos como a los otros no les quedó otro recurso que el de someterse, ofrecer la paz y entregar los cinco zaparas que habían escapado, para volver a restablecer relaciones con Maracaibo, a la cual surtían antes de pescado. El ejemplo terrible de los zaparas y aliles convenció a todos de que la mano fuerte de los conquistadores acababa siempre con la resistencia y sublevación de sus enemigos. Mientras esos dramáticos e inhumanos sucesos transcurrían en la cuenca de la Laguna, en el hato de los Ortiz del Basto, en la Nueva Zamora de Maracaibo, la esposa, Inés del Basto, había solicitado permiso para construir la Ermita de Santa Ana, bajo la advocación de la madre de la Virgen María, la cual medía veinte varas de largo, con paredes de barro y techos de enea, primer templo construido en la ciudad, después de la primitiva iglesia de la fundación del poblado. No contentos con ello, los esposos Ortiz del Basto, llevados de su espíritu altruista y cristiano, el día 1º de diciembre de 1607, solicitarían autorización para construir un hospital, (también bajo la advocación de Santa Ana), en el solar de la ermita, a donde se recojan pobres y enfermos y con ello servir a Nuestro Señor. El obispo de Venezuela y Caracas, Fray Antonio de Alcega, tras cumplirse con todos los requisitos de documentos de escritura y dotación, concedería la licencia para fundar el hospital, en el mes de julio de 1608. Surgiría así, el hoy hospital más antiguo de Venezuela, con 400 años de trayectoria, próximos a cumplirse, en pro de la salud de los pobladores de Maracaibo y su comarca. Al mismo tiempo, por auto firmado por Juan de Borja, Presidente del Nuevo Reino de Granada, del 1º de mayo de 1607, las ciudades de Mérida y San Cristóbal que estaban incorporadas al Corregimiento de Tunja, habían pasado a constituir el Corregimiento de Mérida del Espíritu Santo de La Grita, que incluiría a las jurisdicciones de Mérida, Espíritu Santo de La Grita, San Cristóbal, Barinas, Pedraza y San Antonio de Gibraltar, tan ligadas a la cuenca lacustre por su comercio y por una Real Cédula, del 13 de abril de 1608, se confirmaría la

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creación de aquel corregimiento, regido desde la ciudad de Mérida y dependiente de la Audiencia de Bogotá, al mismo tiempo que se nombraba al primer Corregidor titular, el capitán Juan de Aguilar y Carrascosa, quien iba a gobernar desde el 8 de enero de 1609 hasta el año de 1613. Como se puede apreciar, la población de San Antonio de Gibraltar se incorporaba a ese nuevo “Corregimiento de Mérida del Espíritu Santo de La Grita”, regido desde Mérida y como dependencia de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, en el Nuevo Reino de Granada, mientras que la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo seguía dependiendo de la “Provincia de Venezuela”, regida desde Caracas y dependiente de la Audiencia de Santo Domingo, lo cual iba a generar constante pugnas por problemas de límites geográficos y de competencias comerciales entre las dos ciudades de la cuenca del Lago de Maracaibo, pugnas originadas desde la fundación de la primera, originándose un pleito en la Audiencia de Santo Domingo, que se haría secular. Por ello, un hombre tan moderado como el capitán Gonzalo de Piña Ludueña, fundador de San Antonio de Gibraltar en el año 1592 y Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela entre 1597 y 1600, había propuesto en 1597, en su “Descripción de la Laguna de Maracaybo”, la creación de una provincia nueva, que abarcase la región del lago, para así unificar las dos ciudades lacustres bajo la misma jurisdicción, lo cual traería facilidades comerciales y de defensa de la cuenca del Lago de Maracaibo. El tiempo le iba a dar la razón a Piña Ludueña, ya que esa realidad ya entrevista en su relación, tendría una desafortunada realización, durante varias décadas del siglo XVII, cuando los piratas del Caribe, tomarían por asalto a Gibraltar y a Maracaibo, con grandes saqueos y despojos, como buenas presas para su codicia, a lo cual aunaron su ferocidad y espíritu sanguinario. Y todo por no tener un buen sistema de defensa de la cuenca lacustre.

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CAPÍTULO QUINTO LA CUENCA DEL LAGO DE MARACAIBO DESPUÉS DE LA MUERTE DE NIGALE

La aculturación de los añú

Sacrificado el Cacique Nigale, exterminada la nación zapara y sometidos de una forma brutal e inhumana los aliles, la resistencia indígena del norte de la Laguna prácticamente desaparecería y las tribus pequeñas se tuvieron que plegar a los europeos de la cuenca lacustre, regresando a las encomiendas y continuando su comercio con los poblados de origen español o indígena de la región lacustre, mientras paulatinamente se iban mezclando con hispanos y negros, constituyente el mestizaje que actualmente los caracteriza en general, ya que muy pocos aborígenes mantuvieron su identidad de pueblo indígena. Así, esos escasos descendientes de los valerosos aruacos de los poblados palafíticos, se dedicarían a sus actividades de subsistencia, como bien lo ha señalado Pablo Nigal Palmar Paz, lográndose reestablecer en las riberas nor-occidentales del Lago de Maracaibo, en su ancestral Laguna de Sinamaica y en las orillas del actual río Limón, en donde iban a desarrollar su hábitat, sus costumbres y sus actividades características de navegantes, pescadores, mangleros, cazadores y artesanos. Se les iba a conocer entonces, como indios paraujanos o añú, víctimas de un gran proceso de auto aniquilación cultural, perdiendo su originaria estructura social y religiosa y sobre todo su lenguaje, signo de identidad de nación aborigen, en el cual se había originado el nombre ilustre de la patria. De ellos se ha efectuado un breve recuento en el capítulo inicial de esta investigación, donde referimos al lector interesado.

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La resistencia de los quiriquires

Sin embargo, en el sur quedaban los combatientes indios quiriquires, como la manifestación constante de la rebeldía aborigen quienes, durante las dos siguientes centurias y sobre todo en el siglo XVII, mantendrían el foco perenne y constante de la resistencia indígena, aunque más tarde fueron sustituidos en esa eterna lucha, por sus congéneres los motilones, de filiación chibcha, extendidos entre los territorios de Venezuela y del Nuevo Reino de Granada. Esos aborígenes quiriquires, dueños de canoas y piraguas en un número considerable, ocupaban las desembocaduras de los ríos Catatumbo y Zulia, de otros ríos, caños y de las orillas lacustres, como señores de aquellos parajes, donde según la versión hispana, estorbaban las relaciones con el Nuevo Reino de Granada y sobre todo con Pamplona. Rebeldes desde siempre a la penetración invasora, habían atacado la escolta del mercader y capitán Domingo de Lizona, en el año 1599, matándolos y adueñándose de más de veinte mil pesos de mercadería de Castilla e hiriendo gravemente al comerciante, quien haría una expedición para vengarse, sin lograr mayores resultados. Habían asaltado, destruido e incendiado a la población de San Antonio de Gibraltar en el mes de agosto de 1600 y en dos ocasiones más, ya a comienzos del siglo XVII, ciudad lacustre del sur que sería reconstruida por sus pobladores, por su vital importancia comercial. También habían experimentado aquella expedición de Andrés de Velasco, Teniente de Gobernador de Maracaibo, en 1606, cuando se había rescatado a la cautiva Leonor de Argüelles. Ahora les tocaría enfrentarse a las tropas de Juan Pacheco Maldonado, quien terminada la campaña contra los indígenas del norte de la Laguna, a finales de agosto de 1607, regresaría muy enfermo a Trujillo, para convalecer de las fiebres

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que lo aquejaban, por la insalubridad de los pantanos de la barra y los caños adyacentes, la falta de agua potable, la alimentación deficiente y el extremado calor húmedo de la región. Debido a su deficiente estado de salud, no podría ir personalmente a combatir contra los indios quiriquires y tendría que confiar la expedición a su capitán Juan García Montero, en calidad de Sargento, para lo cual lo designaría el 28 de mayo de 1608, quien además era su sobrino político y había sido su maestre de campo en las campañas de represión indígena anteriores. El mismo Juan Pacheco Maldonado expresaría: Por haber caído enfermo este testigo, acometió el dicho Juan García Montero la jornada, enviándole con toda la gente de ella, como hombre de satisfacción y experiencia, el cual entró por el dicho río y fue tan importante su ida, que prendió muchos indios quiriquires y sacó dos mujeres, la hija y la otra nieta del capitán Rodrigo de Argüelles… y les tomó mas de 60 canoas. Gracias a la probanza de servicios del capitán Juan García Montero y de los testigos que en ella participaron, Andrés Sanz, Paulo de Brito, Juan Pacheco Maldonado y el mismo Juan García Montero, se conoce aquella campaña fluvial, donde se internaría por el río Zulia y con buen ardid y orden dio en los dichos indios quiriquires e hizo presa en ellos, en tierras anegadizas y tierra muy trabajosa, llena de pantanos, calurosas, con muchos mosquitos y por ende, enfermizas. Juan Pacheco Maldonado agregaría que: peleó con ellos, les tomó cantidad de canoas y cogió gente, en especial a Doña Paula y a una sobrina suya, hija y nieta del capitán Rodrigo de Argüelles; les tomó más de setenta canoas, que son los bajeles de que se sirven y en que salían a hacer muchos daños a la laguna de Maracaibo y puertos. Se refería Juan Pacheco Maldonado a Paula de Argüelles y a Inés de Argüelles, ésta última hija de Leonor, cautivas de los indios quiriquires desde el asalto a San Antonio de Gibraltar en el año 1600. Es decir, que con cincuenta prisioneros y setenta y siete canoas apresadas, además de destruirles sus sembradíos, los quiriquires habían sufrido un golpe terrible, pero los que aún quedaban, retirados en sus caños y ciénegas, no fueron

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sometidos del todo y por eso más tarde habría que hacer nuevas entradas en su búsqueda, así como de los rebeldes ataques de resistencia de los motilones, pues al parecer de algunos estudiosos, los quiriquires no eran sino una parcialidad de estos últimos, de origen chibcha, aunque se ha sostenido que los quiriquires eran caribes. Esa campaña militar sería muy difícil, por las tierras anegadizas, llenas de pantanos, calurosas, con muchos mosquitos y por lo tanto, enfermizas para las tropas españolas. En el mismo año de 1608, el capitán Pedro Venegas, Corregidor y Justicia Mayor de Mérida, en junio, se trasladaría a San Antonio de Gibraltar para reedificarla de nuevo, por comisión de Juan de Borja, Presidente del Nuevo Reino de Granada. Fueron recurrentes los ataques quiriquires a la zona sur de la laguna. Así, en 1617 se volvieron a sublevar, cuando Fernando de Arrieta era Corregidor de la ciudad de Mérida y su partido, quien comisionaría al capitán Juan Pérez Cerrada para acabar con esa resistencia aborigen, el cual con una expedición de guerra, sometería y castigaría a esos indígenas, quienes asediaban a la ciudad de Gibraltar, logrando apresar a unos ochocientos, ejecutar a muchos y reducir a pueblo a los otros. Entre los apresados por este capitán figuraba Inés de Argüelles, la última hija de Rodrigo de Argüelles hasta entonces no rescatada y su marido el cacique indio, de quien había tenido tres hijos, ahorcándose al indio, a pesar de las súplicas de Inés, quien había convivido con él diecisiete años, casi desde su niñez. Entonces. se enviaría, con otro hijo de Argüelles, a la rescatada y a sus tres hijos, pero por el camino, el tío cruelmente mataría a los sobrinos, pues no quería que se dijese que su hermana había tenido hijos de un indio, pero pronto tendría el castigo a su horrible crimen, al morir de mal de rabia en la ciudad, mientras su hermana lloraba desconsoladamente a sus pequeños, al lado de los otros dos hermanos que le quedaban en la población lacustre.

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La constante resistencia de los indígenas, hasta entonces denominados quiriquires, a lo largo del río Zulia y de las costas lacustres marabinas durante los veinte años primeros del siglo XVII, impidiendo el comercio entre las ciudades vecinas, con la consiguiente zozobra, muertes y robos, haría que el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe, Capitán General Juan de Borjas, pensase en realizar una Capitulación con el capitán Juan Pacheco Maldonado, para someter y pacificar a los aborígenes, lo cual se llevaría a efecto en el año 1620. Tras el viaje a la Corte Española del militar trujillano, se crearía la Provincia de Mérida y La Grita, por Real Cédula del 3 de noviembre de 1622, que incluiría a las jurisdicciones de Mérida, Espíritu Santo de La Grita, San Cristóbal, Barinas, Pedraza y San Antonio de Gibraltar, las cuales habían constituido hasta entonces, el Corregimiento de Mérida y La Grita, desde el 10 de diciembre de 1607, sin embargo no empezaría a funcionar como la nueva Gobernación hasta el año 1625, con el capitán Juan Pacheco Maldonado como su primer Gobernador. Al conferirle su nuevo nombramiento, el rey expresaría: “Por cuanto he sido informado que en el Nuevo Reino de Granada hay una nación de indios que llaman motilones, gente feroz y cruel, la cual ha veinte años que cometiendo muchas muertes y robos impiden la navegación del río Zulia, muy importante al comercio de muchas ciudades de aquella jurisdicción y de las demás de su costa, que así ellos como los presidios se sustentan de los frutos que se llevan de unas partes a otras y que deseando el Presidente y Oidores de mi Audiencia Real de la ciudad de Santa Fe del dicho Reino y particularmente don Juan de Borjas, mi Gobernador y Presidente de la dicha mi Audiencia poner remedio en estos daños castigando y reprimiendo la osadía y atrevimiento de estos indios, hizo asiento y capitulación con vos, el capitán Juan Pacheco Maldonado…”, para luego señalar: “Por la presente os encargo a vos, Juan Pacheco Maldonado, la pacificación de dichos indios motilones y navegación del río Zulia, para que la hagáis en conformidad de lo que en esta razón trató y capituló con vos el dicho mi Presidente, en el término de los seis años que para ello os señalo…”.

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Por lo tanto, el motivo del Presidente de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, al capitular con el capitán Juan Pacheco Maldonado y crear la nueva provincia, era sobre todo, la aceptación de someter a los indios motilones, del mismo modo que la ratificación de la Corona obedecería a la misma razón.

La resistencia de los motilones

Según el Hermano Nectario María, la primera vez que se mencionaría en un documento oficial colonial, el término motilones, sería en esa Real Cédula del 3 de noviembre de 1622, al crearse la nueva Provincia y nombrarse su primer gobernador. Desde entonces, paulatinamente, esa designación indígena casi sustituiría a la anterior de pemenos y quiriquires, en los distintos procesos de resistencia aborigen de la cuenca del Lago de Maracaibo, sobre todo ya en el siglo XVIII. Juan Pacheco Maldonado prepararía su expedición de forma sorpresiva, con lanchas y canoas, remando río arriba, para caer de improviso sobre los pueblos de indios, los cercaría y apresaría a todos, sin que pudieran ofrecer resistencia. Trataría a los indios con consideración y respeto, pero para que no volvieran al proceso de resistencia, decidiría sacarlos de sus parajes y llevárselos para otros lugares, sobre todo a Trujillo y Barinas, donde distantes de su natural ambiente, no volviesen a cometer muertes y robos, como gente indómita y guerrera que eran, pudiendo rendir gran utilidad en el beneficio del tabaco que allí se labraba, además de que celosos sacerdotes los adoctrinasen, cuidando de su conversión y educación. Ese proyecto se frustraría, porque el Presidente de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá los otorgaría en encomienda y por lo tanto, quedarían en el mismo lugar,

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para poder volver a sublevarse, ejerciendo su resistencia aborigen, en cualquier momento. Desde luego, que retornaron a ella, destruyendo productos comerciales, como el tabaco, el cacao y otras mercaderías de España, y así mismo, saliéndose de sus tierras y asaltando, robando y matando a pobladores de La Grita, San Cristóbal, Salazar de las Palmas y hasta Pamplona. Por esas causas, en 1637, los capitanes Cristóbal Gutiérrez, desde el Reino de Nueva Granada y Antón Suárez, desde Venezuela, los atacaron, sin grandes resultados, a pesar de apresar a algunos de ellos. El capitán Martín de Oria, Teniente de Gobernador de Maracaibo, en el año 1638, lograría someterlos y reducirlos pacíficamente a poblado, además de enviar a dieciocho de los principales jefes a la isla La Española, como esclavos, por la responsabilidad de los daños ocasionados a la región. A partir de este último proceso de resistencia indígena de los quiriquires en 1638, no volvería a localizarse el término quiriquires en la documentación referente a la zona sur del lago, en los ríos Catatumbo, Escalante y Chama, señalándose desde entonces, como motilones bravos, de las mismas zonas geográficas, además de decirse que eran caribes, sin embargo, a partir de 1950, Fray Cesáreo de Armellada y el indigenista francés Paul Rivet, lograron aclarar que eran de origen chibcha, basándose en dos vocabularios redactados por misioneros del siglo XVIII, siendo denominados posteriormente como barí, para así poderlos diferenciar de los yukpa, también señalados como motilones mansos, en una confusión de varios siglos. Durante el resto del siglo XVII y gran parte del XVIII, la resistencia de los motilones sería constante, no sólo en el sur del lago sino también en la zona perijanera, a donde se desplazarían, siendo pacificados y reducidos a partir de 1772, por las expediciones de Sebastián José Guillén y la posterior labor abnegada de los misioneros capuchinos, al constituir numerosos pueblos de indígenas, en los ambientes de existencia de los aborígenes, sin embargo parte de

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ese inmenso trabajo misional se iba a perder durante el proceso de la guerra de independencia y los motilones, ahora en la sierra de Perijá, volverían a la resistencia guerrera, hasta que en 1960 se haría el primer contacto con sectores capuchinos y estudiosos de su cultura, ya reconocidos con el nombre de barí. Sin embargo, esas etapas de la resistencia indígena motilona y también la wayúu, serán tratadas con amplitud, en un segundo y tercer volumen de esta investigación histórica. Mientras tanto, recordemos que por una real cédula del 31 de diciembre de 1676 se iba a agregar Maracaibo a la Provincia de Mérida y La Grita y por ende al Nuevo Reino de Granada, separándolo de la Provincia de Venezuela, donde había nacido como ciudad y contribuido a la adopción del nombre de la provincia y posteriormente, de la nación, para entonces, tomar la denominación de Provincia de Mérida, La Grita y Ciudad de Maracaibo, prevaleciendo con el paso de los años la última designación, Provincia de Maracaibo, la cual sería atacada y saqueada por piratas de diversas nacionalidades, por lo cual sería fortificada con castillos protectores a la entrada de su barra, pero a su pesar se iría convirtiendo en el centro nodal del comercio de su importante región histórica, con su consecuente circuito agroexportador. Así pasarían otros cien años, hasta que por real cédula del 8 de septiembre de 1777, se lograría la unidad de todas las provincias de la actual Venezuela, al constituirse la Capitanía General de Venezuela. Sin embargo, esa unificación había llegado demasiado tardíamente, ya sólo 33 años separaban esa fecha clave en el período colonial español, del inicio del proceso independentista de la actual nación venezolana, para así, lograr romper con aquel extenso período de la dominación española y poder lograr la plena independencia como país soberano. Habían sido más de tres siglos de ese yugo dominador, desde 1498, cuando Cristóbal Colón avistaría las costas de la Tierra de Gracia, o bien, desde el 24 de agosto de 1499, cuando Alonso de Ojeda llegaría al Golfo de Coquibacoa y al Lago de San Bartolomé o de Maracaibo, pila bautismal del nombre de Venezuela.

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CAPÍTULO SEXTO A CUATRO SIGLOS DE LA MUERTE DEL CACIQUE NIGALE

Han transcurrido cuatro siglos desde aquellos trágicos días, de aquel genocidio a los indios zaparas y del alevoso crimen cometido contra el Cacique Nigale y así mismo, contra otros valerosos líderes indígenas de la cuenca del Lago de Maracaibo, por haber defendido hasta con su vida, la libertad plena de seguir en posesión del hábitat natural de sus antepasados. Por ello, la memoria colectiva del pueblo venezolano, instituciones, artistas y su gobierno, han planificado una serie de justicieros homenajes a su ausencia siempre presente, de héroe civil de la resistencia indígena en la llamada época colonial, al último representante de la dignidad del pueblo aborigen zapara, valioso antecedente de los añú contemporáneos. En breves anotaciones se hará referencia a esos actos de reconocimiento, tanto públicos como privados, ya efectuados o en vías de realización, para que trasciendan a la historia cotidiana de la isla de Zapara, el estado Zulia y la nación venezolana, lo cual se complementará en el apartado de la Cronología del Cacique Nigale.

El Puente Nigale: monumento a su memoria

Desde finales del año 2006, cuando se anunciaría la construcción definitiva del segundo Puente sobre el Lago de Maracaibo, ansiosamente esperado durante

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varias décadas, al descartarse el nombre de Puente Almirante Padilla, las fibras más íntimas de los zulianos se iban a estremecer al escuchar el nombre de Nigale, aunque para muchos era casi desconocido, sin embargo el intenso regionalismo zuliano afloraba, ya que era el de un valeroso cacique del pasado colonial regional, del cual se ignoraba casi todo. A los pocos días, muchos ya conocían que había sido el líder de los indios zaparas, guardianes de la barra del Lago de Maracaibo, guerrero valiente, atrevido y osado, bien querido de su pueblo y un mártir del proceso de la resistencia indígena contra el poderío del dominio español, quien sería un digno epónimo de esa segunda vía sobre el Lago de Maracaibo, ya que así como había logrado unificar las distintas etnias lacustres, a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, ahora va a unir con una monumental estructura de ingeniería moderna, las dos riberas del Lago de Maracaibo, en el tercer milenio. El General Carlos Martínez Mendoza, presidente de la Corporación de Desarrollo de la Región Zuliana (CORPOZULIA), ha explicado que esta estructura servirá para la integración comercial, turística y sobre todo humana del occidente del país. Se busca beneficiar a través de un aporte social que proviene del presupuesto de la obra, a todos los municipios circundantes, creando viviendas, plantas de tratamiento del agua, vialidad, entre otros. El colosal puente así planificado, tendría un extremo en la costa occidental, específicamente en el norte de Santa Cruz de Mara, acompañado de 18 kilómetros de vialidad que llegarían desde ese puente hasta el sector El Marite, mientras que en la costa oriental, la moderna infraestructura llegaría a las costas de Punta de Palma, en el municipio Miranda, del cual partirían 28 kilómetros de vialidad que llegarían hasta la vía Falcón-Zulia. El presidente de CORPOZULIA destacaría que la construcción de este nuevo puente sobre el Lago de Maracaibo, posee una extensión mixta entre vialidad y vía férrea de 10.8 kilómetros, con tres islas artificiales que servirán de soporte

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para el trayecto del puente y el túnel submarino que se extenderá por 5.2 kilómetros, el primero en ser ejecutado en Venezuela. El Gobierno Nacional ha destinado un aporte de 1.650 millones de dólares y generará en la fase de construcción más de 5 mil empleos, entre directos e indirectos. Para ello se han coordinado los estudios geofísicos, batimétricos, geotécnicos, topográficos y de impacto ambiental, con los organismos competentes. Hugo León, coordinador del proyecto, explicaría que el puente ferroviario y el puente vial con dos canales de circulación por cada vía, serán construidos por medio de elementos prefabricados, que serán elaborados en una rampa ubicada en el municipio Miranda del cual saldrán al agua, todas las estructuras prefabricadas que formarán parte de la obra. Uno de los atractivos más vistosos del nuevo puente sobre el lago y que más curiosidad despierta es el tramo sumergible, toda una innovación en materia de infraestructuras viales en el país. Otro elemento a destacar corresponde al elemento turístico de la obra, presente en tres islas artificiales que ofrecerán al público: una plaza central, un peaje, una torre mirador, un núcleo de baños, un instituto de investigaciones que tendrá a su vez un acuario, un museo dedicado a estudiar al hombre y su ambiente, y un parador para el comercio artesanal. La dinámica en la construcción del puente, a través de diseños tradicionales sobre el pilotaje, tal cual observamos en el puente Rafael Urdaneta, se unen a diseños totalmente innovadores que se sumergirán por debajo del canal de navegación, con tecnologías subacuáticas que han sido un éxito rotundo en Dinamarca, Brasil, Suecia y que comunican gran parte de las islas japonesas en la actualidad. Se prevé el nacimiento de un nuevo eje comercial que incorpora a la región zuliana, con las zonas andinas, la zona centro-costera y la hermana república de Colombia. En el momento que esté culminada la obra, se tendrá una correspondencia con la producción agrícola procesada y sin procesar que se

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obtendrá de los sectores que circundan al Sistema de Riego Diluvio-El Palmar, del cual se espera se obtengan cosechas que superen los 500 millones de kilos. El ingeniero Luis Soto Luzardo, asesor del proyecto, informaría que la empresa responsable de este coloso de la ingeniería moderna, será la organización internacional Odebrecht, corporación dedicada al desarrollo de ingeniería y construcción con más de sesenta años de experiencia y con actividades en más de cincuenta países, en todos los continentes. La empresa de Norberto Odebrecht llegaría a Venezuela en el año 1992, con el proyecto de promover y construir el “Centro Lago Mall”, y después de vencer el obstáculo del cierre del Banco Maracaibo, lo podría hacer realidad, con una inversión de 18 millones de dólares, obteniendo el Premio Anual Construcción Zulia, en 1998, otorgado por la Cámara Venezolana de la Construcción. De nuevo esa importante empresa constructora se ha planteado un atrevido reto, al ser escogida para materializar este importante proyecto, porque responde a una alianza estratégica con la nación brasileña que nos beneficia con tecnologías que ya son palpables en todo el mundo y que ya tienen un referente en Venezuela, con el segundo Puente sobre el río Orinoco. Con la colocación de la piedra inicial de este magno proyecto, también se ha colocado la primera línea férrea del Tren del Zulia, para enlazarlo con el resto del país, aspirándose a concluir el Puente Nigale para el año 2010, con motivo del inicio de los actos patrióticos de los bicentenarios del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811. Así, el espíritu de Nigale, ícono de la resistencia indígena vivirá inmortalizado en una de las obras más importantes para el desarrollo de la región occidental: El Puente Nigale.

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Exaltación simbólica al Panteón del Zulia

En nombre de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia, de las Universidades del país, de la Academia de Historia del Estado Zulia, del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia, de todas las instituciones históricas y de los cronistas e historiadores de la región zuliana, de las etnias indígenas del país, en especial de los añú o paraujanos y sobre todo, de las comunidades zulianas y venezolanas en general, se está solicitando a la Junta de Honores, el traslado simbólico de la memoria perenne del Cacique Nigale, en este año cuatricentenario de su alevosa muerte, al Panteón del Zulia, como se hizo a nivel nacional con el valiente espíritu del Cacique Guaicaipuro, al trasladarlo al Panteón Nacional. El “Panteón del Zulia” es el lugar sagrado donde reposan los restos de los próceres de la independencia y de ciudadanos eminentes que hayan nacido o residido en el Zulia y se hayan distinguido por sus servicios en pro del desarrollo de la región o el país. Muy justicieramente merece ese honor el máximo héroe civil de la resistencia indígena zuliana contra el imperio español: el Cacique Nigale, con el cual la hoy región zuliana ha mantenido una gran deuda histórica durante cuatro siglos, que es el momento de ir cancelando en gran parte.

Mejor conocimiento y difusión del nombre de Nigale

El ilustre nombre del Cacique Nigale y su resistencia ante el proceso de dominación hispana durante las últimas décadas del siglo XVI y comienzos del

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XVII, se ha mantenido en la sombra, casi desconocido hasta por los sectores estudiosos de la historia nacional y regional, como podrá objetivarse en la Cronología del Cacique Nigale, efectuada especialmente para este trabajo de investigación y sería a partir de la exhaustiva obra Los orígenes de Maracaibo del Hermano Nectario María, por cierto digna de una reedición masiva en números de ejemplares, para ser leída por los jóvenes del tercer milenio; repetimos, a partir de esa publicación del INCE, el nombre de Nigale empezaría a conocerse en ciertos sectores culturales, sobre todo en las décadas finales del siglo XX. A ello, iba a contribuir el tesón de un joven economista y político Yldefonso Finol, quien sin ser historiador sino ensayista, con la rebeldía de la palabra angustiada, escarbaría con violencia, uniendo realidad y fantasía, en la historia de Nigale y de la resistencia indígena de su pueblo, hoy conocido como añú. Sin compartir muchos de sus planteamientos, desde aquí queremos muy justicieramente reconocer, el estímulo espiritual que nos aportó, para tratar de ahondar en una temática tan difícil, pero necesaria de conocer, desde luego no para sentar verdades a cuatro siglos de aquellos sucesos, sino para estimular polémicas, sobre visiones históricas que arrastramos durante generaciones y que ya debería ser el momento de tratar de escudriñar, de profundizar y de aplicarle el rechazo ético y moral, con la óptica del tercer milenio, pero sin olvidar que fueron actuaciones de hombres de los siglos XVI y XVII, con otra visión diferente del mundo. Este podría ser el momento, en los cuatro siglos de aquellos luctuosos días, cuando se está conmemorando el cuatricentenario de su sacrificio por la libertad, con una serie de reconocimientos, expuestos en el apartado de la Cronología del Cacique Nigale. Las nuevas y venideras generaciones de venezolanos deben conocer el nombre ilustre del Cacique Nigale y de su etnia zapara, eternos rebeldes contra el dominio del imperio español, en los inicios de la conquista y de la explotación de los pueblos indígenas americanos.

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El rescate de su isla natal Zapara

La isla de Zapara, terruño natal del Cacique Nigale y hábitat de su etnia, los indios zaparas, después de sus cinco centurias de historia escrita y de los siglos anteriores de tradición oral de sus gentes aborígenes, se encuentra en este tercer milenio, en un estado deplorable y de condiciones infrahumanas de sus pobladores, muchos de ellos de ascendencia añú o paraujana, dignos émulos de los indios zaparas del ayer histórico, del momento del Encuentro de Dos Culturas en el Golfo de Venezuela y Lago de Maracaibo, el 24 de agosto de 1499, cuando nacería el nombre de la Patria, Venezuela, en aquellos parajes paradisíacos insulares y ampliamente poblados de palafitos, como se ha narrado. Esa isla de Zapara, denominada así en lengua indígena, cuyo nombre significa lo que atraviesa el mar, según el científico Adolfo Ernst, por su especial situación geográfica en la barra del Golfo de Venezuela, junto a la entrada del Lago de Maracaibo, se ha formado durante la era cuaternaria por la gran sedimentación de las arenas que arrastra el Golfo de Venezuela. Su suelo es bajo y cubierto de mangle, con médanos de arena desprovistos de vegetación hacia el centro y la parte occidental de la isla, midiendo cinco leguas y media de largo, por una de ancho y estando separada de la tierra firme por el caño Oribor y por 3.500 varas de la isla de San Carlos, la principal de ese archipiélago insular lacustre. Ese territorio es denominado actualmente como Municipio Autónomo Insular “José Prudencio Padilla”, creado en mayo de 1989 por la Asamblea Legislativo del Estado Zulia, territorios que habían pertenecido al Municipio Mara y al antiguo Distrito Mara, desde julio de 1890, cuando el Ejecutivo Nacional presidido por Raimundo Andueza Palacios, por un decreto había decidido que pasasen a la

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jurisdicción zuliana, ya que anteriormente eran parte de los Territorios Federales Nacionales. El actual municipio está conformado por un pequeño archipiélago lacustre formado por cinco islas: Toas, San Carlos, Zapara, Pescadores y Pájaros, además de ocho islotes: Pedro Colina, San Bernardo, Maraca, Bajo el Frío, Los Bajos, Los Gusanos, Juan Zenón y Camargo. De ellos, sólo están habitadas: Toas, San Carlos, Zapara, San Bernardo y Maraca, habiendo desaparecido los islotes Bajo Seco, Mangle y Barbosa, por fenómenos generados por las fuertes corrientes de la zona. Están ubicados en la intersección del Golfo de Venezuela y del Lago de Maracaibo, con una superficie total de 139 kilómetros cuadrados. Políticamente, la capital del municipio es el poblado de El Toro y se divide en dos parroquias: Isla de Toas, con sede en El Toro y Monagas, con su sede en San Carlos. A esa segunda parroquia, pertenece la isla de Zapara, con el Caño Cañonera, de poca profundidad y anchura, que separa al municipio insular Almirante Padilla del municipio Miranda.

22.- Plaza Nigale en Isla de Toas

La isla sería testigo de más de un siglo de resistencia aborigen, logrando, por fin, servir de polo de unificación de los distintos grupos indígenas de la cuenca del Lago de Maracaibo, bajo el liderazgo del valeroso cacique Nigale y en sus playas se daría el exterminio y genocidio de la etnia zapara en 1607, la cual era acaudillada por el valeroso cacique Nigale, como se narra in extenso, en este estudio histórico.

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Posteriormente, se iniciaría la época de los piratas, quienes atacaron y saquearon a la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo y a San Antonio de Gibraltar, durante gran parte del siglo XVII, pasando frente a la isla de Zapara y muchas veces, abordando sus orillas y peleando contra sus defensores. Se han citado, entre los más importantes de esos bucaneros: al holandés Heyndrick Gerritsz, conocido en castellano como Enrique Gerardo y apodado “El olandés” (1641), al inglés William Jackson (1642), al francés Juan Daniel Nau El Olonés (1665), acompañado por Miguel El Vascongado, al francés Maristegui (1666), al galés Henry Morgan (1669), acompañado con Pedro El Picardo y al francés Francisco Grammont (1678). Por esa razón, en 1644-1645, se construyeron unos gaviones y trincheras de tierra con seis cañones cada una, en la parte occidental de la isla Zapara, porque el canal de mayor profundidad rozaba la punta de esa isla, para intentar defenderse de esos bucaneros. Más tarde, en la isla se construirían varias fortalezas para la defensa de la barra contra los filibusteros o piratas. El Castillo de Santa Rosa de Zaparas o Fortificación de la Barra de Zaparas, construido según los planos del ingeniero Francisco Ficardo de 1681 y el cual sería financiado por el obispo de Venezuela, fray Antonio González de Acuña, concluido el 18 de enero de 1684 y destruido por el mar, totalmente para el 1º de mayo de 1701, cuya ubicación exacta no se ha podido determinar. El Fuerte Provisional de Zapara, construido entre los meses de junio y septiembre de 1701 y deteriorado totalmente por la arena para 1712. El Castillo de Nuestra Señora del Carmen y Santa Rosa de Zaparas o Fuerte de Zaparas, construido desde mediados del año 1712 y terminado el 26 de julio de 1714, amenazado siempre por el mar, por lo cual sería restaurado, según planes del brigadier Agustín Crame de 1778, labor efectuada entre 1780 y 1783, bajo la dirección y según planos del ingeniero Casimiro Isava, sin embargo para 1793, el ingeniero Francisco Jacot, informaba de las ruinas del almacén y sus bóvedas y llegaba a vaticinar su ruina definitiva, lo cual sucedería a la larga.

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De esas fortificaciones en la isla de Zapara y otras que han citado, sin pruebas documentales, sólo se ha conservado el llamado Torreón de Zapara o Vigía, que según Graziano Gasparini, se caracteriza por una alta torre cilíndrica que sirvió de vigía, inscrita en un pequeño recinto amurallado de planta cuadrangular, lo cual ya había sido informado desde septiembre de 1765, por Alonso del Río, Gobernador de la Provincia de Maracaibo, quien no se explicaba por que han querido llamar castillo a lo que sólo es una torre fuerte, cuadrada, cuyas dobles paredes de mampostería –llamémosla cortinas- solo tienen 17 varas y media de largo, 4 de alto hasta el cordón y, en sus cuatro esquinas, sendos garitones cuyo círculo exterior tiene 7 varas y media, sobre los cuales no puede ponerse otra cosa que unos pedreros, para concluir en desfavorable opinión: Si V.E. quita de este dicho cuadro el espesor de las paredes principales, vendrá en conocimiento del interior que quedará para que haya en él, un Cuerpo de Guardia, Prisión, Cuarto para tener los víveres, otros para un Oficial, la Capilla y Plaza de Armas en que está una violenta escalera para subir a donde se presenta la Artillería, todo bien reducido. Actualmente, ese Torreón de la época colonial está prácticamente en ruinas, sobre todo después de la última restauración, ejecutada por personas que no conocían las técnicas adecuadas para ello. Esas fortalezas de Zapara, se unirían al primitivo Castillo de la Barra Grande en la isla San Carlos, destruido totalmente por los piratas y más tarde, edificado en su mismo sitio el Castillo de San Carlos de Madureyra, la Torre del Santo Cristo de Barbosa, en el islote de ese nombre y la Batería o Reducto de Paisana, también en la isla de San Carlos, para la defensa de la barra, sin embargo, en la actualidad, solamente se conserva, después de varias restauraciones, el Castillo de San Carlos, declarado como Monumento Histórico Nacional desde el día 26 de octubre de 1965, ya que la Torre del Santo Cristo de Barbosa desapareció debajo de las aguas marinas, con todo el islote donde se asentaba y de la Batería de Paisana, sólo se han localizado fragmentos, en una zona de muy difícil acceso.

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La isla de Zapara, sirvió de prisión política en algunas ocasiones, al inicio del proceso de la independencia; igualmente, por su frente, pasaron las naves para librar la Batalla Naval del Lago de Maracaibo en 1823, triunfo obtenido por los patriotas dirigidos por Manuel Manrique y José Prudencio Padilla, quienes lograron la capitulación del poderío español y por eso, las fortificaciones fueron entregadas al gobierno de la Gran Colombia; en 1848, también sería testigo de la revolución contra los Monagas; en 1866, del intento de asalto del caudillo zuliano Venancio Pulgar; y en 1903, sufrió el asedio del bloqueo, por los barcos de Inglaterra, Alemania e Italia, contra el gobierno de Cipriano Castro; mientras vería ingresar y pocas egresar, a los numerosos presos políticos de las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, a su vecino, el Castillo de San Carlos y hasta la mitad del siglo XX vería como ese Castillo de San Carlos era un importante establecimiento militar. Para el año 1952 se realizaría la canalización de la Barra del Lago de Maracaibo, por el Instituto Nacional de Canalizaciones, dragándose así, los sedimentados acumulados en el canal, a todo lo largo y ancho de su extensión, lo cual permitiría el comercio de Maracaibo con otras naciones, penetrando los buques de gran calado y sobre todo, los petroleros. Al año siguiente, dos empresas extranjeras realizaron dos túneles en la isla de Toas, para extraer piedras de gran tamaño y construir en la parte norte de Zapara, un muro o malecón de 3250 metros de largo, 7.20 metros de ancho y sobre el nivel del mar, una anchura de tres metros, para defender el dragado y evitar así, la penetración de las arenas de las corrientes que vienen desde el estado Falcón hacia la barra, el cual actualmente se encuentra en un estado de casi total abandonado. La isla de Zapara actualmente tiene 760 habitantes, la gran mayoría niños, 360, o adolescentes, cuya economía depende de la producción pesquera y de la actividad turística, por sus buenas y limpias playas, así como sus médanos y sus bellos sitios naturales, sobre todo el hermoso Golfo de Venezuela, con sus tortugas marinas en peligro de extinción y donde puede practicarse la pesca

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submarina, de gran interés para los visitantes. Sin embargo el turismo está casi impedido por el deficiente transporte lacustre, con un pequeño puerto de cabotaje que posee un puente de madera; la falta de agua potable, por no existir acueducto, surtida por tres gabarras, cada veinte días; la planta eléctrica, del ejecutivo del estado y con suministros de la alcaldía, que se enciende a las 5-6 de la tarde hasta las 7 de la mañana del día siguiente; falta absoluta de cloacas; y el mal servicio de teléfonos, entre otras fallas en los servicios públicos, además de no haber otro transporte local, que los asnos que pueblan la isla. Sin embargo, los fines de semana se elaboran y venden comidas típicas muy apetecibles, sobre todo con delicias marinas y licores, en especial cerveza. Su población, en general, es mestiza, de la simbiosis triétnica de los blancos, indígenas y afrodescendientes, sin embargo se observan paraujanos o añú de rasgos bastante puros y ciertos descendientes catires de los extranjeros que hicieron la canalización de la barra, en la década del 50. La educación se suministra en una Escuela, antes Unitaria 610, y desde el año pasado, tras extensas peticiones, denominada Escuela Cacique Nigale, con seis maestros que dictan los niveles pre-escolar y primario, es decir hasta sexto grado, con 183 niños inscritos por 68 representantes, 56 de ellos analfabetas, habiendo desaparecido el policía escolar, además de que los planes de educación para adultos y la Misión Robinson tampoco han dado resultados. El local de la escuela, dependiente de la Secretaría Regional de Educación, de la Gobernación del Estado Zulia, está muy deteriorado, es de sólo tres aulas y desde el año 2000 se están construyendo otras tres, casi ya terminadas, sin biblioteca ni oficinas para los maestros, con una pequeña cancha deportiva anexa para que los niños practiquen las disciplinas deportivas de fútbol y baloncesto. Ha estado bajo la dirección del destacado docente Francisco Antonio Rodríguez López (Piñita), de una extensa trayectoria desde hace 24 años. Al terminar el sexto grado, los niños deben viajar, todos los días, a las islas de San Carlos o de Toas, para poder estudiar bachillerato, en un transporte suministrado por la alcaldía. Existe

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actualmente un comedor escolar PAE (Proyecto de Alimentación Escolar), además de un fogón comunitario para los niños, embarazadas y ancianos, en el cual se alimentan aproximadamente de 100 a 150 personas diarias, lo cual demuestra el estado de pobreza extrema de sus 760 habitantes; no posee servicio médico, ya que en el ambulatorio en construcción, solamente existe una enfermera, viniendo de vez en cuando los médicos de la Misión Barrio Adentro, además de existir una lancha-ambulancia, siempre dispuesta para trasladar los casos graves a una de las otras dos islas citadas. Se encuentra el local de una estación policial que no funciona por falta de los funcionarios y no existe una plaza en el sentido exacto, ya que construyó a medias y nunca se le colocó ningún busto, ni siquiera del Padre de la Patria. En cuanto a los servicios religiosos, se encuentran la capilla de Santa Lucía, santa de gran culto en todo el territorio insular y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, la Patrona de los Pescadores, cuya fiesta patronal se celebra el 16 de julio de cada año.

CRONOLOGÍA DEL CACIQUE NIGALE Durante su trayectoria vital

1564-1565 Fecha aproximada del nacimiento de Nigale, la más probable según el desarrollo de su vida, en la isla Zapara, situada en las inmediaciones de la Barra del Lago de Maracaibo y asiento de la etnia zapara. Es muy difícil de concebir la fecha de 1551 citada por Alciro Pereira y menos la de 1577, dada por algunos de los escasos estudiosos de la resistencia indígena y del cacique Nigale, porque entonces no cabe la posibilidad de haber sido paje del capitán Alonso Pacheco, fundador de Nueva Ciudad Rodrigo, población que existiría entre junio-julio de 1569 y noviembre-diciembre de 1573, ya que ese oficio lo desempeñaban niños esclavizados, entre los seis y nueve años de edad y nunca en período adolescente o juvenil.

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1569 Refundación de una ciudad en las riberas lacustres, entre los meses de junio y julio, con el nombre de Nueva Ciudad Rodrigo, por el capitán español Alonso Pacheco, proveniente de Trujillo.

1571 Fecha aproximada del apresamiento del pequeño Nigale, con una posible edad de 6 a 7 años, en una de las guazábaras entre las tropas de Alonso Pacheco y los indios zaparas, convirtiéndole en un paje al servicio del jefe español, época de su vida indiana cuando iba a lograr aprender el idioma castellano casi a la perfección.

1573

Despoblamiento de Nueva Ciudad Rodrigo, por su propio fundador, Alonso Pacheco, a finales de noviembre o comienzos

de diciembre, lo cual significaría la libertad del

pequeño Nigale.

1574-1598 En esos 25 años no se conocen datos biográficos sobre Nigale, suponiéndose que pasaría por una extensa etapa de formación, adquiriendo aquellos conocimientos necesarios y demostrando su arrojo y valentía, para lograr ser cacique de la nación indígena zapara y el respeto de todos los aborígenes de la cuenca del Lago de Maracaibo.

1598

Nigale reaparecería en las crónicas históricas, como uno de los caciques zaparas de la época, conjuntamente con Tolenigaste, quienes dirigían la resistencia indígena, en la parte norte del Lago de Maracaibo. Así, se ha citado el ataque a una fragata que traficaba por la barra de Maracaibo, apoderándose del barco, matando a su tripulación y pasajeros,

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además de apoderarse del aceite, vino, telas y demás mercancías que transportaba. Así, iban a iniciar sus ataques a las embarcaciones que circulaban por esa zona del lago, impidiendo el movimiento comercial de la región lacustre. El gobernador Gonzalo Piña de Ludueña nombraría entonces, al capitán Andrés de Velasco como Teniente de Gobernador de la Nueva Zamora, quien con veinticinco soldados armados, lograría pacificar la región lacustre, al obtener que los zaparas y sus aliados los aliles, regresaran a sus encomiendas y se aquietaran por un tiempo prolongado.

1600 Ataque masivo de los indios quiriquires a San Antonio de Gibraltar, con asalto e incendio a todas las viviendas, hasta destruir el poblado, además de atacar a la iglesia, flechar al Santo Cristo y prenderle fuego, sin lograr nada más que chamuscarlo, por lo cual desde entonces se le ha denominado como Cristo Negro, custodiado en la hoy Iglesia Catedral de Maracaibo. Sacrificaron a la esposa del Teniente de Gobernador de Gibraltar, capitán Rodrigo de Argüelles, matándola a flechazos por ser su encomendera que los maltrataba y raptando a sus hijas, Leonor, Paula e Inés, además de una niña, Inés, hija de Leonor, las cuales serían rescatadas en distintas entradas contra los aborígenes, en los siguientes 17 años.

1606 Se intensificaría la resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, al unirse todas las etnias del norte y del sur en un bloque unido de lucha común contra el invasor español, gracias a los esfuerzos del cacique Nigale, de los zaparas, proceso de resistencia que se prolongaría por más de año y medio, concluido por la acción guerrera del capitán Juan Pacheco Maldonado, en el año 1607, el apresamiento de Nigale y el genocidio de los zaparas, aliles y otras etnias de la cuenca del Lago de Maracaibo.

1607 En el mes de junio de ese año, el día 23, el Cacique Nigale, en una vil celada, que le tendería el capitán trujillano Juan Pacheco Maldonado, sería apresado y más tarde, ahorcado en la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en el actual sitio donde se construiría el Teatro Baralt, como mártir de la resistencia indígena, ingresando a la

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inmortalidad de los grandes héroes patrios, mientras se exterminaban a casi todas las etnias indígenas del norte de la laguna.

Nacimiento a la gloria inmortal

1626-1627

El Cronista de Indias, Fray Pedro Simón, publicaría la “Primera Parte” de sus Noticias Historiales de la Conquista de Tierra Firme en las Indias Occidentales, donde dedicaría un amplio espacio a los acontecimientos históricos sobre la resistencia indígena del Cacique Nigale, texto reproducido textualmente en este estudio histórico, al exponer la unidad de la resistencia indígena lograda en la cuenca del Lago de Maracaibo, el genocidio de las etnias zaparas y aliles, así como la muerte alevosa del caudillo de los indios zapara, donde referimos al lector interesado.

1909 El educador Fernando Criollo, en su obra Elementos de Geografía del Zulia para uso de las escuelas, al tratar del apresamiento de Nigale, ha expresado: fue entonces, cuando, a una voz convenida, llevóse a efecto uno de esos hechos espeluznantes, villanamente premeditado, que ni aun las mas imperiosas necesidades de la conquista puede jamás justificar; los españoles, en número de dos para cada uno de los naturales, atacaron a éstos súbita y alevosamente, haciendo en ellos horrorosa carnicería. El resultado de esta “hazaña”, indigna del legendario valor del soldado castellano, fue la muerte de catorce de los indios y la prisión de Nigale con once de sus parciales. Maniatado Nigale y sus compañeros de infortunio, fueron con todas las mujeres, resto de la tribu, conducidos a Maracaibo, donde Pacheco Maldonado los hizo ahorcar, completando con este nuevo criminal acto de barbarie el exterminio de esta valiente nación. Nigale, el último cacique de los zaparas, conservó hasta el postrer instante de su vida el carácter indomable y la altivez irreductible de su raza.

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1923 Vicente Dávila en su obra Investigaciones Históricas, después de casi 300 años de olvido, volvería a preocuparse por la figura histórica de Nigale, redactando su crónica Nigale, donde condenaba la acción infamante del capitán Juan Pacheco Maldonado, nada heroica ni nada hidalga, y se atrevería a expresar: Nigale y sus gandules pagaron con sus vidas la defensa de su libertad, que muchas veces, casi siempre, es delito para el vencido lo que es título de gloria para el vencedor. El valiente zapara, una vez en prisión, sabedor de la muerte que le esperaba, se envolvió en su mudez estoica, que si fue suprema virtud de los filósofos antiguos que así se apellidaron y halo de santidad en la cabeza de los mártires cristianos, era siempre patrimonio de los aborígenes de este indiano continente. Ni una queja lanzó en su infortunio el desgraciado Nigale que cayó, no como cuadraba a su valor, a brazo partido en la rudeza de la guazábara o con el fuerte oleaje de su lago en abordaje de las naves españolas, sino en triste celada. A tiempo de morir, en infamante horca, exclamó: “Mejor morir que perder la libertad”. Tales fueron las únicas y últimas palabras del zapara.

1937

Al publicarse la primera edición de las Obras Completas de Marcial Hernández, importante escritor zuliano muerto en 1921, en su tercer tomo titulado Violante, correspondiente a sus poemas, aparecería el romance El zapara, donde el poeta zuliano pintaría al Cacique Nigale, imaginativamente, después del exterminio de su pueblo y de la afrenta engañosa de Juan Pacheco Maldonado, suicidándose por su honor de guerrero, amante de la plena libertad. A pesar de su extensión, ese poema se reproducirá por su belleza literaria, sin importar esa licencia histórica, válida artísticamente, sobre la muerte del gran zapara, que de todos modos debe aclararse para evitar posibles confusiones, sobre todo en los niños y jóvenes, en el mejor conocimiento del líder de los indios zaparas:

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Lago adentro, en el profundo canal undoso que riega de la ardiente Maracaibo la verdecida ribera; de pies en una canoa que finge parda ballena; con la izquierda en la cintura, y en la palanca la diestra; dando al soplo de la brisa las enredadas guedejas, un indio, grande y robusto, la muerte del sol contempla. A los postrimeros rayos que vibra el astro en la sierra, se cubren de manchas de oro las copas de las palmeras. Gala del cenit las nubes, que fueron vellón de ovejas, cual pieles de camaleones, pasan a color de fresa. Como la gota de tinta que enturbia el agua, discreta y lentamente la noche va enlutando cielo y tierra.

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y en los ojos del indiano por instantes se condensa, más que la nocturna sombra, la sombra de la tristeza.

Ese indiano es un cacique, señor de la alcurnia fiera de los destruidos zaparas: es Nigale. Una pelea lo derribó de su trono, le humilló la audaz cabeza y le transformó en espinas las plumas de la diadema. Vencido por Maldonado, rumia cautivo la afrenta, y al son de las auras dice a la noche su querella: “Hubo un tiempo en que el zapara, libre dueño de su isleta, miró deslizar la vida como el agua en las arenas. Nuestros padres en sus bongos iban cantando a la pesca, y Yarfá se los colmaba

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sin trabajos y sin penas. Lanzábanse, cual zamuros, las piraguas a la guerra, y de los arcos partían cual golondrinas las flechas… ¡Qué gusto era ver entonces en una tarde serena, desde la mecida hamaca, la nube sobre la cresta de la colina, la espuma sobre la onda revuelta, y en el cogollo del mangle los negros buitres alerta!... Vinieron los españoles y nos robaron la tierra, pues siempre Yarfá dio el triunfo a los que tienen más fuerzas. Nada son nuestras canoas ante sus casas que vuelan, ni ante sus tubos de rayo nuestros lanzones de vera. Por uno que mata el indio, nos mata el blanco cincuenta, y a los que tal vez perdona

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les remacha la cadena… Yo, Nigale, yo, cacique, ¿habré de sacar sin tregua los peces de la laguna para la boca extranjera? ¡Libre he sido y libre soy con mi orgullo y mi grandeza! ¡Ya no me importa la vida cuando la patria está muerta!”.

Tomó Nigale del fondo de la canoa una cuerda; ató un cabo a su garganta y el otro a una grande piedra; con las dos manos robustas, como si de paja fuera, levantó la grave mole a la altura de las cejas, y soltó… Cual verde cráter que de súbito revienta, se abrió el agua, alzando chispas y oleajes de marea… La canoa entre mil tumbos escapó al sentirse suelta;

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y en el fúnebre teatro de la espantosa tragedia, no se oyeron más rumores que la blanda cantilena de las olas y la brisa musitando en las tinieblas.

1943 Juan Besson, en el primer tomo de su Historia del Estado Zulia, relataría el suceso histórico de la resistencia de los indios zaparas y de su valeroso Cacique Nigale, siguiendo la versión de Fray Pedro Simón, sin embargo al final de la narración añadiría, con laconismo acusador: Al día siguiente Pacheco consumó su iniquidad ahorcándolos a todos, regresando a Trujillo, donde fue muy festejado por la hazaña y debidamente premiado.

1953 David Belloso Rossell escribiría su crónica Nigale, la cual incluiría en su libro Llanura de tierra y agua, señalando que: Nigale, con su pequeño grupo de guerreros de mentalidad y armas primitivas, al rebelarse contra el mal trato que le dan los extraños que invaden su tierra y defender hasta la muerte que es suyo, deja en los albores de la conquista, el ejemplo de un carácter indomable y patriótico, que paga con la horca. Más de esa horca se proyectan rayos de luz que, alumbran con resplandor de gloria el episodio de su vida y la de su tribu, en los albores de nuestra historia patria.

1970 El cronista Fernando Guerrero Matheus, en su obra En la Ciudad y el Tiempo, escribiría una crónica titulada Los Señores de la Cuenca Lacustre, donde estudiaría al Indio Mara y al Cacique Nigale. Al hablar de la muerte del primero, elogiaría la resistencia indígena posterior, al expresar: Los indios continuaron luchando y hostigando a los españoles con todas las armas a su alcance y en todos los terrenos, defendiendo la heredad, las querencias, sus costumbres, sus viejos, familiares y queridos dioses; la comarca del lago,

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iluminada y generosa, la ancha, tendida devoción telúrica, con el más fiero fervor por la tierra natal. Del heroico Cacique Nigale, destacaría sus virtudes guerreras y humanas: audaz y arrogante, intrépido y astuto, valiente y bienquerido, temido y acatado en toda la extensión de la vasta cuenca y población lacustre.

1972 Manuel Vicente Magallanes en su obra Luchas e insurrecciones en la Venezuela colonial, al detenerse en los diversos movimientos de resistencia aborigen y abordar la sublevación de los zaparas, comenzaría por señalar aquel primer intento de querer sacudir el yugo de la obediencia en que vivían sujetos, durante el gobierno de Jorge Espira en 1538, hasta concluir su breve exposición diciendo: pero todavía en 1607, el cacique Nigal, valeroso caudillo de los zaparas, mantiénese en pie de guerra, en alto las banderas de la rebelión, sin ánimo de acatamiento a los conquistadores. Con su prisión, acaecida poco después, consumóse la reducción de aquellos indios, los contumaces y belicosos zaparas, luego de una cruenta batida que los dejó casi exterminados. En ese breve texto, conocido, Manuel Vicente Magallanes cometería el lapso de denominar Nigal al cacique, lo cual conllevaría el uso inadecuado de su nombre en una décima popular de Pedro Palmar y aún en la denominación del joven cronista histórico Pablo Nigal Palmar Paz, nieto del decimista.

1977 El Hermano Nectario María, en la segunda edición de su importante investigación Los orígenes de Maracaibo, al estudiar las dificultades y vicisitudes de la naciente ciudad, ha efectuado una descripción de los sucesos históricos acaecidos en la época de la resistencia indígena y de la muerte del Cacique Nigale, la más ajustada a la verdad histórica, evitando los errores, exageraciones y deficiencias, de Fray Pedro Simón, imaginativo autor y carente de fuentes documentales para la época. Por esa razón, hemos adoptado, en general, esa versión analítica del Hermano Nectario María, saludada con beneplácito por Yldefonso Finol, constante crítico del proceso colonial. Esa versión del afamado educador e investigador histórico H.N.M. se ha reproducido en este estudio, donde remitimos al lector interesado.

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Ese mismo año de 1977, el escritor trujillano Ramón Urdaneta, en su estudio históricobiográfico titulado: Vida y Pasión del Capitán Juan Pacheco Maldonado, al conmemorarse el cuatricentenario del natalicio de su biografiado, a su vez señalaría: el heroísmo de los caciques Nigale, Tolenigaste, Juan Pérez Malagüelo y Camiseto, dignos representantes de nuestro pretérito, que aun están a la espera de la justicia y reivindicación, y así mismo, evocaría la tenaz, empeñosa y decisiva batalla que dieron los indígenas de aquel entonces, en la defensa de sus terruños, destruyendo así el mito de la pasividad y la entrega frente a la conquista y dominación españolas.

1983 Ismael Silva Montañés incluiría la entrada Nigale en su obra Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano, donde concluiría diciendo: Premiaron el Rey y su Consejo de Indias, la sucia felonía del capitán Pacheco, con el gobierno de los Muzos y Colimas en el Nuevo Reino de Granada. Fray Pedro Simón califica la conducta de Nigale de “traición”; la de Pacheco de “ardid de guerra”; así se escribe la historia.

1984 Antonio Pérez Esclarín, al escribir su trabajo divulgativo titulado Los últimos paraujanos, escribiría una pequeña crónica sobre Nigale, donde seguiría la descripción de Fray Pedro Simón, para terminar expresando: Así, mediante esta vil traición, fueron derrotados los bravos zaparas, uno de los grupos más guerreros del Lago de Maracaibo, antecesores de los actuales paraujanos.

1988 La Fundación Polar, al publicar la primera edición del Diccionario de Historia de Venezuela, incorporaría la entrada Nigale, de carácter muy breve, basada en la versión de Fray Pedro Simón y con varios errores, entre ellos la fecha probable del nacimiento del cacique zapara, la cual se fijó en el año 1577, cuando ya había sido despoblada la Nueva Ciudad Rodrigo.

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1991 El decimista Pedro Palmar, en su obra Constancia de un pescador, editada ese año, se refiere varias veces al cacique Nigale, denominándolo Nigal o Nigales, puede ser para lograr la rima. Así, en su texto Mara cantaría:

¡Oh Mara de la jungla selvática española!, de otrora fuiste cuna de Mohana y Nigal, de caciques relámpagos como rayos de luna a la caza de barcos que venían del mar. ¡Eran noches de entonces como espumas del alba, como flores de abrojos titilando posar! ¡Como estrellas gloriosas en favor de la Patria, con las ganas salvajes de defender su Lar! ¡Eras Mara de entonces esa jungla salvaje! ¡Cuna de los Caciques de Mohana y Nigal! ¡Paraujanos en flores

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de pintados tatuajes, defendiendo con sangre su terruño natal!

En A Guillermo Ferrer, cronista de la ciudad de Maracaibo, lo haría así:

Doctor Ferrer: Es norma de mi pueblo y de mi gente, haber nacido de origen descendientes a los que tuvo Maracaibo ayer A Nigales, doctor Ferrer: A ese caribe fiero, que prefirió morir como guerrero, que entregarse a los cínicos del Rey.

A ésos, doctor Ferrer pertenecemos, los humildes comarcanos de este pueblo, que sólo obedecemos… a los impulsos propios de nuestra forma indígena de ser, y por lo tanto, a nobles no tememos, su rechazo de ingrato proceder.

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En Isla de Toas, le dedicaría un fragmento:

¡Brazo del bravo y fiero Cacique legendario, llamado en la conquista Nigales el mejor! De todos cuanto en ella su Patria defendieron de la aberrante infamia del Imperio Español.

En ese mismo año de 1991, Alciro (Amado) Pereira Parra, el primer alcalde del Municipio Insular José Prudencio Padilla, al celebrarse el segundo aniversario del municipio, crearía la Orden “Cacique Nigale”, para honrar la memoria del héroe de la resistencia indígena durante el período colonial y reconocer los méritos de aquellos ciudadanos que han dado su aporte significativo al progreso y bienestar del municipio. Esa condecoración ha sido otorgada: al sacerdote Francisco Hilarión Sánchez Carracedo, al cantante y compositor Víctor Alvarado, a los médicos Adalberto Lugo Rivas, Félix Benigno Molero Beltrán y Heberto Díaz Molero, al doctor en derecho Antonio Fuenmayor Andrade, al juez Héctor Peñaranda, al artista Hely Espina, al economista Ernesto Pardi y al ganadero y político Carmelo Contreras, entre otras personalidades meritorias.

1992 El profesor Antonio Gómez Espinoza, al editar en 1992, su versión definitiva de su Historia Fundamental del Zulia, en su primer tomo, iba a narrar los sucesos de la destrucción de los indios zaparas, siguiendo al cronista Fray Pedro Simón, sin embargo, concluyendo con sus propias expresiones: y con ello, desaparecieron de la boca del lago los aguerridos

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zaparas y toas y se extinguió el pueblo Veneciuela, origen del gentilicio nuestro. Nigale y sus compañeros se constituyeron desde entonces en ejemplo vivo de carácter indomable y de entrega total en beneficio de los intereses y libertad de su pueblo. Desde el lugar de su ahorcamiento, en la Plaza Mayor de Maracaibo, seguirán estos hombres siendo ejemplo vivo de amor a su patria, por el sacrificio y desinterés con que entregaron sus vidas en las primeras jornadas de la historia regional.

En ese mismo año de 1992, el médico e historiador Orlando Arrieta, en su obra Datos para la historia del Zulia, describiría la resistencia del Cacique Nigale, siguiendo la versión de Fray Pedro Simón y, finalizaba expresando: Juan Pacheco y sus soldados, en los dos barcos, regresaron a Moporo y desde allí a Trujillo, donde fueron recibidos con grandes aplausos en premio de tan horrible hazaña. De esta manera, murió a fines del mes de agosto de 1607, Nigale, el gran cacique de los zaparas y el último gran caudillo de los indios de nuestro lago.

1993 José Rafael Silva Cedeño dictaría su conferencia San Sebastián y el Cacique Nigale, guerreros y mártires, donde evocaría el recuerdo de nuestro mártir cacique Nigale, víctima de una celada en su refugio de la isla Zapara, sin armas, dispuestos a ayudar al capitán Juan Pacheco Maldonado, hijo del conquistador y fundador de la Nueva Ciudad Rodrigo, quien bajo engaño contrató los servicios del cacique Nigale y a un grupo de sus indios para la recolección de sal. Se había convenido presentarse sin armas. Para darles confianza, se presentaron los soldados de Pacheco aparentemente desarmados, llevando escondido el puñal en las mangas de sus camisas. Cuando mas confiados se encontraban los indios y su cacique, fueron atacados a puñaladas con un gran saldo de muertes y heridos. Los heridos, entre ellos el cacique Nigale fueron llevados como trofeo a Maracaibo. El dirigente y activista de la Sociedad Bolivariana concluía su conferencia con expresivas frases: El monumento a su recuerdo ha sido la roca de Zapara, donde el espíritu de Nigale es faro que guía al pacífico navegante que atraviesa la Barra, con las manos tendidas y los brazos abiertos, con gestos efusivos a la cordialidad zuliana, pero a

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la vez altivo vigilante, dispuesto a enfrentar y detener con heroísmo, que es norma de su estirpe, al atrevido invasor que trate de destruir la libertad de su pueblo.

1995

Al celebrarse el sexto aniversario de la creación del municipio insular “Almirante Padilla”, el Orador de Orden sería el doctor Antonio Fuenmayor Andrade, con su discurso sobre el cacique Nigale, al ser condecorado con la Orden “Cacique Nigale”, otorgada por la Alcaldía de ese municipio, concluyendo su alocución con unas palabras estimulantes: Nigale no fue derrotado, murió sí, pero si en su vida terrenal fue venerado y respetado, más lo es ahora, su tumba está en todos los corazones de los isleños y sobre ella se ha edificado un altar; hoy hay muchos Nigales que quieren defender lo suyo, hoy cuando este pueblo está despertando de su letargo, encontramos la fe viva y la esperanza encaminada, para finalizar con un llamado a las actuales y venideras generaciones de isleños: A los nuevos Nigale, les toca inmolarse por su pueblo. Esa actividad cultural sería difundida por el líder wayúu y antropólogo Nemesio Montiel Fernández, en su acostumbrada crónica periodística Casachiki, del diario Panorama.

1997 Al cumplirse 390 años de la muerte del Cacique Nigale, Yldefonso Finol publicaría su crónica literaria Nigale, en el diario Panorama, plena de ficción y de realidad, de rabia, dolor y vergüenza por el exterminio de la etnia zapara, antecesora de los añú y por su traicionado Cacique Nigale, ahorcado por los invasores españoles. De aquel movimiento de resistencia indígena, Yidefonso Finol nos recordaría: La sublevación de los zaparas que llevaba treinta y seis años en vigencia y que se proyectaría hasta entrado el siglo XVII, tuvo como su último y más querido líder al cacique Nigale. Convertido en tal por su gallardía y el conocimiento exacto que tenía de las intenciones del invasor, Nigale logró unificar en un solo ejército a todos los grupos familiares y clanes de las riberas del Coquibacoa, teniendo su base de operaciones en Zapara, su cuna natal, desde donde dominaba con estratégica visión, la entrada al lago. Hubo de venir el hijo del esclavista Alonso Pacheco, el capitán Juan Pacheco Maldonado, quien prácticamente compartió su infancia con el entonces “indiecito esclavo”, a tenderle la celada traicionera que lo sacaría

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de en medio. Y Nigale cayó en la trampa. Lamentablemente. Lo hicieron preso y luego de exhibirlo como trofeo a la traición, lo ahorcaron.

23.- El Cacique Nigale del pintor Daniel Paz

1998

En el mes de marzo, saldría de la imprenta Como la raíz del mangle, libro de Yldefonso Finol, donde incluiría un poema en honor al cacique Nigale:

Nigale es tu palabra mágica patriecita la palabra secuestrada de tus manos maíz tierno pesca fresca proteína segura de tu pueblo Nigale la poesía clavada en el alma como la raíz del mangle en la humedad del agua caravana de buchones

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tras cardumen de esperanza bandadas de canoas a la libertad Nigale es nuestra fortaleza bebamos sus lágrimas de guerrero encerrado cuando desmayen las ganas de luchar no habrá traición posible por el ejemplo de su infernal martirio cantemos a Nigale una palabra desconocida y distante que algún día nos salvará de tanta porquería.

1999

Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra, incluyeron una entrada, Nigale, en el segundo tomo de su obra enciclopédica Diccionario General del Zulia, narrando brevemente la odisea guerrera de Nigale y de su etnia.

2001

En el mes de agosto, vería la luz pública Memorias del Zulia de Pedro Alciro Barboza de la Torre, especie de índice cronológica de la región zuliana, donde se incluye el proceso de la rebelión final de Nigale y de su tribu, con su genocidio y muerte total, en el año 1605, desde luego un lapso histórico del autor por su edad avanzada, sin embargo ha terminando señalando: Está bien el Monumento levantado al Cacique Mara; pero ¿Quién le levantará un monumento al Cacique Nigale, el mártir jefe de los indios zaparas?

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Circularía en Maracaibo, el primer número del periódico El Correo de Nigale, el día 12 de octubre de 2001, siendo su director-presidente Yldefonso Finol y su director-editorial Antonio Boza, donde Yldefonso Finol publicaría, de nuevo, su crónica Nigale, publicada inicialmente en el diario Panorama en el año 1997.

2002

Yldefonso Finol publicaría, a través del Fondo Editorial Nigale, su obra: El Cacique Nigale y la ocupación europea de Maracaibo, estudiando el proceso de la resistencia indígena, texto acompañado por las ilustraciones del artista visual Daniel Paz, donde confunde a propósito el mito y la historia, la ficción y la realidad. Los datos históricos se camuflan dentro de la visión. Ensayo que en parte tiende a lo novelesco, en un lenguaje diáfano y emocionado, según la acertada apreciación del joven ensayista José Javier León, autor de la nota de contraportada, quien iba a concluir, expresando: La resistencia continúa, y el ejemplo de Nigale reclama su sitio en el manipulado imaginario de los héroes nacionales.

Alciro (Amado) Pereira Parra, al publicar su obra Historia viva del municipio Almirante Padilla, le dedicaría un espacio a la Vida y muerte de Nigale, donde ha sostenido como fecha de su nacimiento el año de 1551, lo cual parece difícil de aceptar, aunque el autor se ha basado en una frase del capitán Alonso Pacheco, emitida en 1571, sin citar la fuente documental de esa afirmación. Así mismo, reproduciría su décima Al Cacique Nigale, escrita durante los años anteriores: I ¡Ah!, que triste suena el viento que alegres son tus auroras, vuelan tus aves canoras en torno a tu firmamento.

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Zapara eres un portento en bellezas naturales, de históricos pedestales médanos y mar inmenso eres la luz, el incienso y cuna de los nigales.

II

En los años mil quinientos Zapara inicia su historia, el cual le llenó de gloria un feliz advenimiento al nacer allí un portento en medio de dunadales, de caños y matorrales nace un niño fuerte y sano donde el pueblo paraujano le da el nombre de Nigale. III El niño se hizo valiente y lleno de gallardía era el cacique, era el guía de todo los de su gente,

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no le temía a la muerte era audaz, era veloz, astuto, inquieto y atroz de los toas y zapara también de los indios mara él era una sola voz.

IV

En esta tierra que baña la mar murmurosamente se libraron cruentamente peleas con gente extraña tan solo por una engaña de gente de ira enojo, los nativos con arrojo defienden su libertad pero es tanta la crueldad que el lago tiñó de rojo.

V Esta batalla se dio en el mil seiscientos siete donde Nigale el grumete

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esta tierra defendió así fue como entregó su vida y tierra el guerrero que hoy es el sol, el lucero del gentilicio zuliano el del pueblo paraujano en su razón y sendero. VI Hoy tu pueblo reunido te ha querido recordar levantando un pedestal en lo que fuese tu nido sacándote del olvido brindándote los honores que viles historiadores niegan que fuiste el guiador, el camino, el redentor de nuestros libertadores.

2006 La décima Al Cacique Nigale de Alciro (Amado) Pereira, sería reproducida en fragmentos, en la isla de Zapara, en murales gigantes ubicados en las paredes del tanque de agua, por el artista plástico Johnny Espina, activador de la Misión Cultura, en marzo de ese año, quien pintaría al Cacique Nigale, en una actitud muy digna, mientras ilustraría el feroz combate de los indios zaparas contra los soldados españoles de Juan Pacheco Maldonado, pinturas que por su valor perecedero y buscando su conservación histórica a través del libro, se han incluido varias de ellas, entre las ilustraciones de este estudio. Del

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mismo modo, el poema El Gran Cacique Nigale, original de Julio Parra y también reproducido en los murales de Johnny Espina, se incluirá a continuación:

Este poema me sale para decirle a la gente, que nuestra sangre es descendiente de los indios ancestrales, del Gran Cacique Nigale que en esta tierra luchara, contra el español peleara para defender su tierra, toda esta historia se encierra en la Isla de Zapara; este indio dio la cara donde a su tribu perdió y él prisionero quedó, perdió lo que un día soñara y el español se adueñara de estas tierras naturales, y al Gran Cacique Nigale se lo llevan de Zapara, y en Maracaibo expirara en manos de criminales.

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24.- Mural de Johnny Espina en Zapara con el Cacique Nigale y el poema El Gran Cacique Nigale de Julio Parra

El centro educativo de la isla de Zapara, después de años de peticiones, sería denominado Escuela Nigale, donde los niños de la tierra natal del cacique zapara, estudian de primero a sexto grado, además de tener una sección de preescolar, en tres aulas, que se están ampliando a seis, desde hace varios años de construcción.

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25.- Ampliación de la Escuela Cacique Nigale

El Grupo de Teatro “Mampara”, fundado en Maracaibo en 1984 por Jazmina Jiménez, instrumentaría el Taller “Teatro del Agua” en el Municipio Insular Almirante Padilla, en dos de sus islas: San Carlos y Toas, adaptado a las necesidades sociales, históricas y ecológicas de esas islas, para ofrecer al habitante y al turista entretenimiento a través del hecho artístico, en sus espacios naturales y haciendo uso de los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire. Montaron la obra Nigale, con el apoyo del Instituto de las Artes Escénicas y Musicales (IAEM), con Adaluz López en el papel central de Nigale; los indios interpretados por: Vanesa Osorio, Idalia Osorio, Jirvania Fuenmayor, Yulainy Alvarado, Yonerquín Morán, Joana García, Keiber López, Víctor Morán, Hidalgo Osorio y Mostaza Jhadad; los españoles actuados por: Jexson Fuenmayor, Jesús Valbuena, Kimberlín Morán, Amberli Morán y Erika Valbuena. Asistente de Producción: Luz Marina López. Fotografía: Ernesto Acosta. Vestuario: Maritza González. Facilitador y Concepto de Escena: Ilya Izaguirre. Coordinación General: Jazmina Jiménez. Productora: Jenny Lind Izaguirre. Producción General: Grupo de Teatro Mampara.

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26.- Teatro del Agua en la obra: Nigale 2006

A finales de ese año, el Gobierno Nacional decidiría que el segundo puente sobre el Lago de Maracaibo llevaría el nombre de Puente Nigale, obra monumental de la ingeniería moderna, con una extensión mixta de vialidad y vía férrea de 10.8 kilómetros, con tres islas artificiales, con fines turísticos, que servirán de soporte para el trayecto del puente y del túnel submarino, que se extenderá por 5.2 kilómetros, como el primero en ser ejecutado en Venezuela. Se invertirán 1.650 millones de dólares en la obra y generará en la fase de construcción, más de cinco mil empleos, entre directos e indirectos, para concluirse en cinco años. Se colocaría la primera piedra de ese reconocimiento perenne a la memoria del máximo líder de la resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, quien bien merece compartir con el cacique Guaicaipuro, el mérito de haber unido numerosas etnias aborígenes en pro de la liberación del yugo español, en el hoy territorio venezolano, manteniendo esa lucha patriótica por cerca de una década.

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27.- Solución vial asociada al Puente Nigale

Vista aérea del Puente Nigale

Así mismo, la Sociedad Bolivariana del Zulia, presidida por el educador Jesús Molina Balzán, con el apoyo nacional de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, ha planificado una ciudad cultural popular, con el nombre de Ciudad Nigale, quizás en territorio marense o en la isla de Zapara, cuna del valeroso cacique.

2007

Al iniciarse el año cuatricentenario del genocidio de los zaparas y de otras etnias indígenas de la cuenca lacustre, así como de la cobarde celada tendida al Cacique Nigale para apresarlo y posteriormente, sacrificarlo en la horca, en la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, se han efectuado diversas actividades históricas y culturales en la búsqueda de la preservación de su nombre ilustre de prócer y mártir aborigen sacrificado por el poderío del imperio español de la época.

En el mes de julio, el historiador marense Pablo Nigal Palmar Paz, quien es de ascendencia añú y en su segundo nombre honra al cacique de los zaparas, publicaría su folleto titulado Nigale y la resistencia aborigen en la Cuenca del Lago de Maracaibo entre los años 1598-1607, con portada del artista plástico Daniel Paz, donde se iba a sintetizar brevemente la trágica historia de esa etnia indígena y de su máximo líder, exterminados en una celada del capitán trujillano Juan Pacheco Maldonado, por su prolongada

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resistencia indígena, conjuntamente con otros caciques de los grupos aborígenes de la misma cuenca lacustre.

28.- Otras escenas del genocidio de la etnia zapara

En la isla de Toas se inauguraría un busto del Cacique Nigale, en la zona de Punta Arenales, esculpido por Benito Almarza, artista nativo de la isla, el cual reproducimos en las ilustraciones de este estudio. El busto se realizaría por la iniciativa de las concejales indígenas de los municipios Mara y Almirante Padilla, Flor María Luzardo y María Castillo, a la vez que la Misión Cultura realizaba un justiciero homenaje a la memoria de Nigale.

29.- Busto de Nigale, esculpido por Benito Almarza

El 4 de agosto, en la isla de San Carlos, del municipio Almirante Padilla, se presentaría la obra escénica Nigale, con el Taller “Teatro del Agua”, con texto y dirección de Ilya

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Izaguirre, como resultado de los talleres del Grupo de Teatro “Mampara” en ese territorio insular, con el patrocinio de CORPOZULIA y con la participación de quince personas, entre niños y jóvenes, todos de la localidad, en un escenario natural, a orillas de la playa, en funciones de tarde y de noche, está ultima con el uso de antorchas. Sería protagonizada por Yoendry Delgado, en el papel de Nigale; los indios representados por: Yenifer Parra, Mari-Carmen Goncalve, Maikel González, Naylú Delgado, Mabe Torres, Malin Torres, Ney Delgado; los españoles interpretados por: Gheniver Chirinos, Nairobis Morán, José Delgado y Yoalis Chapín. Asistente de Producción y Escena: Gheniver Chirinos. Colaboradores de Escena: León Morán, Zaida Parra y Bebzaida Vásquez. Fotografía: Ernesto Acosta. Vestuario: Maritza González. Facilitador y Propuesta de Escena: Ilya Izaguirre. Coordinación General: Yazmina Jiménez. Productora: Jenny Lind Izaguirre. Producción General: Grupo de Teatro Mampara. Por su interés cultural, incluimos el Teatro del Agua, entre las ilustraciones de esta investigación, ya es el segundo año que se ha realizado esta escenificación en honor al valeroso Nigale, inmolado en 1607, tras una cruenta batalla desigual entre los indígenas zaparas y los soldados españoles de Juan Pacheco Maldonado.

30.- Teatro del Agua en la obra: Nigale 2007

Yazmina Jiménez, fundadora de esa conocida agrupación teatral marabina, ha escrito un texto de presentación para el montaje escénico de su hijo Ilya Izaguirre, titulado: El Cacique Nigale: Canto de libertad del “Teatro del Agua”, el cual se ha reproducido,

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aclarando que, como expresión artística muestra la libertad de las concepciones de su autora y no contiene, necesariamente, un evidente valor histórico: “La pequeña lancha ha partido desde el muelle del Moján hacia la hermosa isla de San Carlos, que se encuentra situada al norte del Lago de Maracaibo y que al igual que las islas de Toas, Zapara y otras más pequeñas, como Maraca, forman parte del archipiélago zuliano. Se han embarcado cuarenta personas entre isleños y turistas, incluyendo a Ilya Izaguirre, uno de nuestros trovadores, que lleva con él, su concha de tortuga, su energía, su creatividad, su creencia y la del Grupo de Teatro Mampara que solo la tenacidad hace posible nuestra misión y visión como agrupación cultural, de lo que debe ser la creación teatral y su importancia como hecho transformador de los espacios del alma. A medida que la embarcación navega, el lago parece engordar y observa su tupida vegetación, sus manglares enmoñados en el agua susurrante, el canto de los pájaros, movimientos de serpientes y hasta el rugir de los cunaguaros; un poco a la derecha se divisa la isla de Toas, con sus canteras y algunas pequeñas canoas artesanales de pescadores. “Volando bajo, una bandada de cuervos rinde culto al Lago”. El aire mañanero se confunde con el calor del sol, que ha empezado a arder sobre la cara de los viajantes y el agua que chispea con el navegar de la lancha, produce un diluvio de imágenes, en la memoria ancestral de Ilya “El viento le arrebata el sombrero wayúu y se lo coloca al Lago” A partir de este instante, durante los veinticinco minutos de viaje, Ilya “enciende la leña sobre el lugar de los sueños”. Ahora, todo lo que evoque será el pretexto para la creación de la dramaturgia del Teatro del Agua, innovación ética y estética en el país. En su ensoñación divisa a Maarak, cacique guerrero, fundador de poblados añú y que durante treinta años, durante la conquista, vio desaparecer miles de sus coterráneos en guerra y esclavitud. Maarak cubierto de vasijas de barro, una atarraya y otros enseres, yace inerte, colocado en una canoa arrastrada por un séquito de tortugas. Demasiados años en una contienda por sus tierras y su cultura, los maltratos y las heridas han hecho sucumbir al guerrero. Maarak desaparece en el horizonte, acompañado de toninas y manatíes. De nada sirvió obsequiar, con ternura, conchas de tortuga al conquistador, que para los añú eran muy importantes, porque representaban al lago, al que imaginaban como un gran cascarón cóncavo volteado hacia arriba.

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La lancha llega al muelle de la isla de San Carlos. A Ilya lo están esperando ansiosos los niños; uno de ellos corre a comunicar que el maestro ha llegado y se reúnen en la orilla de la playa. Quieren saber que es el teatro. - ¿Es televisión?, ¿cine? - No, contesta Ilya. Es una relación directa con el público, es una verdad física y creativa, donde cada acción que realizamos, es observada y cada palabra que decimos, debe producir un impacto en el espectador; debemos encantarlo, para que el público vuelva. Con su capacidad de comunicación, les va hablando de sus cuerpos y la importancia como un todo; poco a poco, se nutre de la palabra que va fluyendo de ellos, para incorporarla a la escritura colectiva. Les habla de Nigale, aquel niño sumido en la esclavitud, bajo la tiranía de Alonso Pacheco, y como desde su infancia aprendió a hablar el idioma de los alijunas; de cómo Nigale fue escuchando y analizando a los conquistadores, lo que le permitió informar a sus mayores, acerca de las nuevas trampas, para que los añú se defendieran. En una de las tantas batallas, Nigale logró escapar e inició la defensa de las castas indígenas y adquirió el rango de cacique. “El conquistador ladino esconde su mirada cruel”. Nigale enfrentado constantemente a sus enemigos, trata de retomar la tierra de sus ancestros, la de él, la de todos. Añora el tiempo de Yanama (el trabajo colectivo), de Akumüja miichi (construcción de las nuevas casas para parejas), de Atpajja (recolección recosechas) y del Ajalajaawa (cacería en grupo). No pudo ser; la traición llegó y Nigale fue ahorcado en la Plaza Mayor de esta ciudad, que llamaron los españoles Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, pero que se llama Maraaiwo (lugar de serpientes). Todo está listo para la representación; estamos con Ilya en esta odisea: Jenny Lind Izaguirre, Fernando Acosta, Maritza González, Ernesto Acosta y yo, Yazmina Jiménez. El espectáculo se inicia a orillas del Lago de Coquibacoa. Nigale ha regresado y será escuchado en ese lugar de recreación. Todas las miradas se dirigen a un colectivo de jóvenes que cuentan la historia, que ha estado oculta durante siglos, pero ahora Nigale habla a través de sus cuerpos y la palabra. Para que podamos construir los tiempos del Yanama”.

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El 28 de agosto, CORPOZULIA daría el veredicto de su concurso musical “El Zulia y sus Recursos”, en su décima primera edición, en los géneros de danza, contradanza, décima, bambuco y vals, para estimular la producción musical de los creadores zulianos. El jurado constituido por: Rafael Rincón González,

Víctor Alvarado, Alfonso Márquez, Pablo

Palmar, José Ernesto Vásquez, Miguel Ordóñez y Luisa Urribarrí, premiaría, varios temas musicales sobre la figura heroica del Cacique Nigale, entre otros, que muy pronto deberán difundirse ampliamente por sus autores.

A través de una investigación histórico-biográfica de varios meses de duración, con el auspicio de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia, el historiador de la zulianidad doctor Luis Guillermo Hernández, iba a realizar este estudio titulado El Cacique Nigale y su tiempo. Resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, en homenaje a los cuatro siglos de la muerte del valiente Cacique Nigale y del genocidio de su etnia zapara, en junio de 1607. Alciro (Amado) Pereira Parra, cronista de las islas y exalcalde del municipio insular Almirante Padilla, ha terminado la redacción de su trabajo Nigale, el Moisés de los Añú, con 85 páginas de texto, ilustrado por su hijo Amado Nervo Pereira Alvarado y prologado por el periodista José Finol Linares, el cual será editado por CARBOZULIA, durante este año cuatricentenario. Se está intentando la exaltación simbólica de la figura del cacique Nigale, al Panteón del Zulia, templo de los inmortales del Zulia y así mismo, estimular el mejor conocimiento y la difusión del nombre del cacique Nigale, sobre todo a través de los medios de comunicación y de charlas a los diversos sectores de la población. Del mismo modo, el rescate de la isla natal de Nigale, Zapara, logrando algunas mejoras en sus servicios y dotaciones públicas, para intentar obtener pobladores.

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un mejor standard de vida para sus

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31.- Genocidio de los zaparas

Así, se han unido la música, la historia y al teatro, en este homenaje tan sentido y que ha movido las fibras de la zulianidad, pero el cuatricentenario de aquellos terribles sucesos no puede ni debe quedarse en esas evocaciones, justicieras y sensibles, que el polvo del tiempo se encargará de sepultar. Por ello, sin pecar de utópicos, sino tratando de entender que el hombre no ha sido ni será nunca un solitario insensible, sino el integrante de una comunidad, la parcela de un pueblo, se ha creído necesario aclarar que una condecoración, un puente monumental, una ciudad cultural popular, unos libros, una escuela, una representación teatral, la sensible música y aún la exaltación al templo de los inmortales, el Panteón del Zulia, son homenajes dignos de Nigale y de su pueblo. Sin embargo lo más importante es la gente, la comunidad que busca y espera la felicidad, aunque sea relativa y por eso, insistimos que el mejor homenaje a Nigale y a su pueblo zapara, estén donde estén, según las creencias de cada uno, sería el rescate físico de su isla natal, Zapara, donde sus descendientes viven en condiciones indignas de uno de los países más ricos del mundo, que posee petróleo, gas y otros productos minerales, vegetales y animales, sobre todo el primero, material energético mundial de primera necesidad y valoración, con el cual el pequeño Nigale ya jugaba, denominándolo mene, cuando ayudaba a sus mayores a encalar sus embarcaciones, para recorrer, entonces, en plena y absoluta libertad su comarca natal.

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Ese sería el reconocimiento más sentido, a su memoria persistente durante cuatro siglos, a su calidad de gran líder de la resistencia indígena contra el poderío del imperio español en los inicios del siglo XVII. Esperemos que así lo entiendan los gobiernos nacionales, regionales y municipales.

FUENTES SOBRE NIGALE Y SU TIEMPO Para fines de su fácil consulta, se han catalogado en: documentales, bibliográficas y hemerográficas, sin aspirar a ser exhaustivos, en esta primera aproximación a una trascendente figura aborigen, casi ignorado en la historia nacional y aún regional y a su tiempo, de intensificación de un proceso social e histórico de especial trascendencia, como fue la resistencia indígena durante la época colonial del dominio español, la cual para algunos estudiosos de la historia, es un preámbulo a los movimientos independentistas contra la hegemonía española.

Fuentes Documentales •

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“Petición que Simón Fernández Carrasquero, a nombre del Cabildo de Nueva Zamora de Maracaibo, presenta al Gobernador, don Sancho de Alquiza, el 4 de octubre de 1606”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 463-465.



“Contestación que el Capitán General y Gobernador de la Provincia, don Sancho de Alquiza, entregó a Simón Fernández Carrasquero, para el Cabildo de la Nueva Zamora de Maracaibo”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 465-466.



“Contestación del Cabildo de la Nueva Zamora de Maracaibo, a la comunicación del Gobernador Sancho de Alquiza, traída por Simón Fernández Carrasquero”. Archivo

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. p. 466-467.



“Presentación del mandamiento del Gobernador, en el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Nueva Zamora Laguna de Maracaibo, folio 2 del documento intitulado: “Sancho de Alquiza, Gobernador y Capitán General de esta Gobernación de Venezuela, por su Majestad”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208.



“Nombramiento de Sargento Mayor que el Capitán y Teniente de Gobernador Juan Pacheco Maldonado otorga a Martín Fernández, para que en su nombre y representación, gobierne la Nueva Zamora de Maracaibo, mientras dure su ausencia, motivada por los preparativos que realiza para abrir campaña contra los indios rebeldes. 13 de marzo de 1607”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 468-469.



“Información del estado en que estaba la ciudad de la Nueva Zamora de Maracaibo, al tiempo que el Capitán Juan Pacheco Maldonado entró en ella. Año de 1607”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN. NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 472-477.



“Título de Sargento para Juan García Montero, para la jornada contra los quiriquires”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 479-480.



“Copias de seis capítulos de cartas de Sancho de Alquiza, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, escritas a su Majestad”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208. (Copia realizada por Juan López de Hernani). Reproducido EN: NECTARIO MARÍA, Hermano. Los orígenes de Maracaibo. Caracas: Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), 1977, p. 469-471.



“Información a favor de Pacheco Maldonado, promovida por Juan de Urraca. Octubre de 1609”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208.

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“Probanza de Juan García Montero”. Archivo General de Indias, Santo Domingo, 208.

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APÉNDICES A continuación se incluirán dos apéndices, por considerarlos de gran interés para la formación de las actuales y venideras generaciones. En el primero se plantea, desde la óptica del doctor Arturo Uslar Pietri, el eterno tema de La conquista de América, como problema jurídico y moral, como la base de generación de múltiples discusiones sobre esa polémica temática, siempre estudiada, analizada y discutida desde hace más de cinco siglos, porque esa debe ser una de las funciones fundamentales del conocimiento histórico, plantear polémicas sobre los errores del pasado, estudiándolos sin odios y lo más desapasionadamente posible, porque ya no se pueden remediar aquellos errores del pasado y solamente, juzgarlos y condenarlos moralmente, con el firme propósito de que la humanidad no los vuelva a cometer. Ojala que la inclusión de este lúcido ensayo, no lleve a injustos ataques contra su autor, tan vilipendiado por algunos ignorantes en este país, sino a plantear la discusión sobre la temática planteada, la conquista americana, injusta, violenta y sobre todo genocida, con el exterminio de muchos de los pueblos aborígenes y con la esclavitud de indígenas y africanos, por encima del derecho y la moral que debió imperar. El segundo apéndice titulado Diccionario biográfico e histórico, es el inicio de un amplio proyecto de investigación, sobre la redacción de un exhaustivo Diccionario biográfico e histórico del Zulia, que intentaría reunir, en breves entradas, los datos fundamentales de la vida y las realizaciones de los hombres y mujeres, que con su voluntad y esfuerzo, han contribuido, de las más diversas maneras, a construir y hacer grande y progresista a la región zuliana y por ende, a Venezuela. Ese era un viejo sueño de mi protector y amigo, el doctor Ángel Emiro Govea, médico altruista, político honesto y orador destacado, en cuya memoria siempre presente, se desea emprender esa titánica tarea, tan necesaria no solo como rescate de la memoria de un pueblo, sino como material didáctico para la educación y para el conocimiento de las presentes y futuras generaciones de

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zulianos y de venezolanos. Ojala, que alguna institución, pública o privada, preocupada por el rescate de nuestro auténtico patrimonio histórico, quisiera asumir el patrocinio de ese trascendente proyecto biográfico regional.

APÉNDICE I: “LA CONQUISTA DE AMÉRICA, COMO PROBLEMA JURÍDICO Y MORAL” POR ARTURO USLAR PIETRI

La conquista de América ha sido un de los más grandes procesos de transformación histórica, de conflictos culturales, de evolución social, de adaptación económica y de creación y de cambios de formas de relación entre los hombres, que haya experimentado la humanidad. Lejos se está de haber completado de modo satisfactorio, el estudio de todo que allí cambió y se creó y de sus inmensas consecuencias para el desarrollo de la civilización. Ha tenido, además, como toda experiencia humana, sus vastas repercusiones emocionales y sentimentales. De donde se han nutrido las que llamamos leyenda negra y leyenda dorada de la conquista. La leyenda negra, nutrida por la aversión a los españoles, que sentía la Europa del siglo XVI, por sus guerras de dominio y por su intransigencia religiosa, vino a fortalecerse en el siglo XVIII por la hostilidad de los enciclopedistas hacia el país de la Inquisición. Un libro de violenta falsificación histórica como el del Abate Raynal, vino a expresar ese punto de vista de apasionada negación de toda la obra de los españoles en América. Como reacción contra tan negro cuadro que no veía sino errores y crímenes en la colonización española, vino a forjarse, a su vez, una leyenda dorada, que pretendía justificar y ensalzar todo cuanto ocurrió en los tres siglos del imperio español de América. Ambas leyendas son, por descontado, falsas. Lo que pasó en América es bastante más complejo que una leyenda negra o que una leyenda dorada, es la complejidad del alma humana y de los hechos y es por eso que es importante conocerlo y estudiarlo. No podemos absolverlo y terminar la

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández preocupación, declarando que todo aquello fue un crimen, o declarando llanamente que todo aquello fue una época paradisíaca de perfección y de bondad. Hubo grandes conflictos y grandes contradicciones, y en ese yunque del conflicto y de la contradicción se forjó al alma hispanoamericana. Ese período formativo tiene ese interés para nosotros. En todo ese período hay un rasgo que es muy importante, la conquista es un hecho tan viejo como el hombre, el hombre casi desde que apareció sobre la faz de la tierra, trato de sojuzgar a los más débiles, servirse de ellos, apoderarse de lo que tenía de deseable el vecino. Puede decirse que la primera actividad del hombre fue apoderarse de lo ajeno, conquistar, dominar, señorear a los demás. Y casi nunca los que conquistaron y dominaron tuvieron preocupaciones que fueran de orden material con respecto al hecho mismo de la conquista. Si alguna vez se preocuparon de justificarla fue porque podía haber algún otro vecino poderoso que objetara el hecho de la conquista, es decir, una manera de impedir que otro más fuerte les arrebatara el fruto de su propia rapiña. Ese derecho de conquista fue una especie de crimen legalizado al través de toda la historia humana, como lo fue la esclavitud. Sin embargo, en la conquista española de América, lo que pudiéramos llamar el derecho de conquista, la justificación jurídica y moral de la conquista, fue una de las preocupaciones fundamentales de todo ese proceso. Jamás es la historia de humanidad un país conquistador ha pasado por más profundos y graves problemas de conciencia con respecto al hecho de la conquista. Y esto, no hay duda, honra a la Nación española. Nosotros frecuentemente caemos en un error común de apreciación histórica y es que tratamos de juzgar los hechos de los hombres de otros tiempos a la luz de nuestra actual mentalidad. Nos cuesta mucho trabajo despersonalizarnos, olvidarnos de quienes somos, de cómo pensamos, del mundo que nos rodea y ponernos un poco dentro de la piel de un hombre del siglo XVI o del siglo XIII. Sin embargo, si no hacemos ese esfuerzo de meternos dentro del pellejo de ese hombre de otro siglo, muy difícilmente podríamos llegar a explicarnos lo que aconteció en ese tiempo, y por eso, muchos observadores superficiales no entienden bien esos sucesos y tienen la tendencia a explicar, por ejemplo, como hipocresía cosas que hoy en día serían hipócritas dichas por un gobernante, pero que en el estado de espíritu y en la manera de pensar del siglo XVI eran profundamente sinceras. Los conflictos de conciencia que atormentaron a España en el proceso de conquista no eran hipocresía, eran problemas reales, y lo eran por esta razón fundamental: porque los que gobernaban a España, los Reyes y sus consejeros, eran espíritus profundamente religiosos y para

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández ellos no se trataba de infringir o de no infringir una Ley escrita sino de algo mucho más grave, como era salvarse o condenarse. Para un descreído este problema no se plantea, incluso podría pensar que era pura hipocresía el que aquella gente pretendiera ocuparse de ello, pero para un Fernando Católico, para sus Canonistas y sus Teólogos que discutían estos temas, era la cosa más importante que podía ocurrirles porque si resultaba que la conquista de América no estaba justificada de un modo claro, y si no podían dar cuenta satisfactoria ante Dios de ese hecho, estaban perdiendo lo más importante que había para ellos que era la salvación de su alma. No debemos perder de vista este aspecto para juzgar cómo y por qué actuaron esos hombres. El propósito, y casi lo que podríamos llamar la manía de justificación jurídica, de hallar los títulos para estar en América aparece muy temprano. En 1493, al año siguiente del descubrimiento, ocurre la primera gestión de los Rayes de Castilla y Aragón ante El Vaticano para obtener una especie de autorización de conquista. Estas son las famosas Bulas de Dominación del Papa Alejandro VI, que fueron dos, aunque en realidad prácticamente es una misma corregida porque se hicieron unos cambios importantes sin alterar el propósito de la Bula original. Esta donación la solicitaron los reyes de la Santa Sede por varias razones. Por una razón política obvia: para poder tener especialmente frente al Rey de Portugal un titulo de esgrimir. Pero igualmente por un problema jurídico y moral. En lo que pudiéramos llamar el espíritu jurídico de la España de la época de la conquista lo que existía era la evolución del viejo Derecho Romano, con las innovaciones de origen germánico que ocurrieron durante la época de dominación visigótica, que vino a encontrar expresión en el Fuero Juzgo y más tarde en Las Siete Partidas. En Las Partidas se expresa que “el modo de adquirir la soberanía”, o el Poder Político sobre un pueblo esta limitado a varias maneras precisas y claras. La primera es por herencia, es decir, cuando el hijo sucede al padre como soberano. La segunda es por matrimonio, cuando una persona se casa con el Rey o la Reina de un país al cual va a tener acceso como Soberano. La tercera es por elección, es decir, cuando las gentes de un país se ponen de acuerdo para designar soberano a una persona, y la cuarta manara es por donación del Emperador. Aquí aparece la palabra, que vamos a encontrar en todo este largo Debate. Durante la Edad Media, uno de los grandes conflictos que sacuden a Europa es el de jurisdicción entre el Papado y el Poder Civil. El poder civil estaba encarnado por el Emperador, heredero titular pretenso del Imperio Romano, que era el Santo Imperio Germánico. El Emperador y el Papa vivieron en conflicto perpetuo, que llegó muchas veces a ser lucha armada por la afirmación de derechos contradictorios. El Emperador pretendía que el Papa no tenía poder en materia temporal, que todo lo que era temporal dependía del poder político civil. Y por el contrario los partidarios del Papado sostenían que el Papa tenía, poder temporal sobre toda la Tierra y que en la transmisión

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández de autoridad que Cristo hizo a San Pedro iba implícito el poder temporal. Que el Papa podía delegar ese poder temporal en los gobernantes seglares, pero simplemente como una especie de Delegación, en tanto que la manera de gobernar no entrar en conflicto con la creencia religiosa o con los dogmas o con las disposiciones de la Iglesia. Este conflicto muy grave, dividió a Europa profundamente. Los hombres más importantes de la Edad Media tomaron parte en pro o en contra, hubo los Güelfos y los Gibelinos que eran precisamente los partidos del Papado y los del Emperador, y nunca se llegó a una solución final aceptada. Lógicamente, todo este engendró una inmensa cantidad de literatura jurídica y teológica, interpretando y sosteniendo una tesis o la otra. Esta disputa ya era vieja cuando se descubre América y había en ellas quieres sostenían de que el Papa era señor temporal y no solamente espiritual, y por tanto estaba en su poder dar y arrebatar la soberanía a los príncipes. Es en este principio, que su expresión más conocida en un comentarista de Derecho Canónico llamado el Hóstiense, donde se inspiran todas las interpretaciones del derecho del Papa a la donación del territorio a los Reyes. Las Bulas Alejandrinas del año 1493 hacen donación de las nuevas tierras que se van a descubrir, que luego fueron corregidas por el famoso trazado del meridiano imaginario que el papa estableció, a partir del cual correspondía a los castellanos colonizar y antes del cual correspondía a los portugueses. En esa donación se daba a los Reyes de Castilla, la misión de cristianizar y evangelizar en las nuevas tierras y, por lo tanto, se les daba soberanía para que pudieran ejercer esa misión. Tal fue título y con esto parecía resuelto el problema. Sin embargo, no estaba resuelto, y tan no lo estaba que el debate surge de pronto muy rápidamente. En el primer territorio colonizado que fue Santo Domingo, lo que se llamaba entonces la Isla Española, tan temprano como el año 1510 llegaron unos frailes dominicos quienes se dieron cuenta que de allí se había operado un proceso de esclavización de indios. Se había establecido por la necesidad. Los hombres que venían de España no eran labradores, sino conquistadores, guerreros, gente que buscaba mejorar de vida y sacar provecho y, por lo tanto, echaban mano del indio para poderlo a trabajar y lo esclavizaban. Surgieron los repartimientos y las encomiendas y los dominicos se encontraron con que los tales no eran otra cosa que una manera de opresión y de esclavitud. El padre Montesinos, uno de estos dominicos, en 1510, predicó un sermón en la ciudad de Santo Domingo por el cual se negaba la comunión a los encomenderos y a los dueños de repartimientos por la manera inhumana y contraria a todo principio cristiano con que trataban a los indios. Surgió el escándalo, fue de inmensa magnitud, y llegó a la corte. Así quedaba planteado un conflicto que nunca llegó a

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández resolverse satisfactoriamente. El conflicto entre la necesidad militar y material de la conquista y la necesidad de justificar jurídica, teológica y cristianamente ante la conciencia, el hecho de la conquista. Sube el conflicto a la Corte y los Reyes, Don Fernando y Doña Isabel, lo consideran suficientemente grave para convocar una reunión de teólogos y canonistas, es decir, de la gente que más sabía en estas materias, para que se reunieran y se dijeran lo que había que hacer, para que fuera conforme a derecho y a los principios cristianos. Esa reunión, nacida de la protesta de los dominicos, va a durar largo tiempo y de ella va a salir el primer cuerpo de legislación sobre indias, las famosas Leyes de Burgos que se promulgan en 1512. las Leyes de Burgos, establecieron una serie de principios muy importantes y nuevos. En primer lugar declaraban la libertad de los indios, es decir, los indios no pueden ser esclavizados, son libres y hay que considerarlos como seres libres. Por lo tanto, consideraban y abolían la esclavitud. Establecían un régimen de trabajo en tierra americana. Dicho régimen establecía cosas como éstas: en primer lugar, los indios no podían trabajar más de cinco meses continuos al año y, al cabo de ellos debían disfrutar de cuarenta días de descanso, que llamaban ellos de holganza, antes de iniciar otro periodo de trabajo. Elevaron el jornal al doble, de medio peso de oro a un peso de oro anual y establecieron ciertas obligaciones que llamaríamos hoy prestaciones complementarias, que el encomendero tenía que cumplir con respecto al indio, entre las cuales la del suministro de la alimentación, y de la vivienda adecuada, erigir una iglesia y algunas más tales como, por ejemplo, el que las mujeres embarazadas no podían emplearse sino, exclusivamente, en servicio doméstico. Le quedaba prohibido al encomendero aplicar castigos. No podía aplicar directamente castigos al indio, sino que tenía que ocurrir a las autoridades judiciales normales, para que aplicaran los castigos a que hubiera lugar. Establecían también regulaciones sobre la forma de obtener y mantener la encomienda. Estas Leyes de Burgos son la matriz y la fuente de toda legislación que hubo de regir en tierra americana, que fue esencialmente ad-hoc para el mundo americano que ya se apartaba de la ley común europea. La Junta de Burgos, no fue tranquila y unánime, sino que engendró disputas y debates muy importantes. La primera cosa que surgió fue lógicamente el problema de los Justos Títulos. ¿Qué derecho tenía España de venir a América a ocupar las tierras de los indios, a establecer una autoridad propia y además a esclavizarlos? Ese debate, que fue de suma importancia, estuvo personificado sobre todo, por una gran figura de jurista español del Renacimiento, la de Juan López de Palacios Rubio. Juan López de Palacios Rubio fue el jurista principal de los Reyes Católicos, hombre de extensa erudición que escribió un Tratado muy importante, que ahora acaba de ser editado en México, que se llama “De las Islas del Mar Océano” y en él sigue la tesis

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández favorable al poder temporal del Papa, y , por lo tanto, opina que éste, como señor temporal, podía concederle a los Reyes Católicos la posesión de estas tierras de infieles, sujeta a ciertas condiciones y con el ostensible propósito de cristianizar a los habitantes. Las Leyes de Burgos son, en cierto modo, el resultado de ese debate. Junto con dichas Leyes surge otro problema. Se dice que para que se tenga derecho a ocupar la tierra de los infieles habría necesidad de que ellos se negaran a permitir la pacifica propagación del cristianismo. Y de aquí surge un hecho que tiene un aspecto quijotesco, porque presenta esa mezcla de ridículo y sublime que constituye la esencia de lo quijotesco. En vista de que había justificación para dominar a los indios y esclavizarlos para ocupar sus tierras, mientras no se opusieran a permitir la pacifica predicación, entonces a aquellos juristas se le ocurre un recurso que a nosotros nos hace sonreír. Se les ocurre el Requerimiento. El requerimiento es un documento escrito muy extenso, toda una argumentación en la cual, con un estilo notarial, solemne y hermoso, se explica quiénes son los Reyes Católicos, qué es la religión cristiana, qué poderes recibió el Papa y se les pide a los indios que le permitan que estas cosas se le prediquen entre ellos y que les sean explicadas a quienes las quieran conocer y que si ellos se niegan a permitir esto a los españoles, entonces los pondrán en el caso de tener que hacerlo por la fuerza a fin de que se pueda cumplir esta misión. La primera vez que ocurre esto es cuando la expedición en 1514 de Pedrarías Dávila. La de Pedrarías es la primera expedición que viene a la conquista de Tierra Firme provista del Requerimiento. Los conquistadores llegaban frente a los indios en la guerra y antes de poder disparar un arcabuz o mover un caballo o sacar una espada, el escribano, que venía junto al conquistador y junto al fraile, junta a la espada estaba la conciencia religiosa que era el fraile y también la conciencia jurídica que era el escribano, tenía que desplegar aquel papel y en un castellano que nadie sabía entender, entre los indios, leer completo el largo Requerimiento. Esto pinta cómo existía una preocupación sincera de parte de los españoles que los llevaba al grotesco y conmovedor caso de pretender explicarles a los indios en una lengua que no entendían una cantidad de complicados problemas teológicos y jurídicos y de historia de Europa, para poder justificar el hecho de ocurrir a la violencia. Estas actuaciones que empiezan a plantear el asunto de los Justos Títulos se complementan en 1537 con otra decisión de la Santa Sede. En 1537 el Papa Paulo III dicta la Bula Sublimis Deus y en ella, de un modo enfático, proclama que los indios no pueden ser esclavizados y que deben ser libres. Esta Bula declara que los indios no debían ser tratados “como brutos creados para vuestro servicio, sino como verdaderos hombres, capaces de entender la fe católica. Tales indios y todos los que más tarde se descubran por

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández cristianos, no pueden ser privados de su libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la fe de Jesucristo y no serán esclavos”. He aquí una doctrina que confirma la Iglesia por boca de su más alto Representante, que viene a ser el instrumento básico de toda la legislación de Indias y que va a entrar en conflicto con la realidad indiana. Aquellos hombres que tenían que leer el Requerimiento bajo la lluvia de flechas, debían sentir la contradicción profunda de la situación de un modo extraordinariamente dramático. Con las Leyes de Burgos no termina el problema. Van a surgir algunos grandes objetores del derecho de España a estar en las Indias. Uno de los más grandes es el dominico Fray Francisco Vitoria, profesor de Teología de Prima de la Universidad de Salamanca. El Padre Vitoria es una de las figuras más eminentes de un siglo tan rico en grandes hombres como es el siglo XVI. Hoy en día una gran parte de los historiadores del derecho Internacional lo consideran como uno de los Padres de esta disciplina jurídica. Y en efecto el Padre Vitoria se anticipó por toda una serie de conceptos a las que hoy son las ideas fundamentales del Derecho Internacional. Por ejemplo, la idea de la Comunidad de Naciones, por la que las naciones todas del mundo constituyen una comunidad y, por lo tanto, existen unas relaciones de derecho natural entre ellas. Esa decisión, que es en cierto modo el reconocimiento de derecho internacional natural la tiene el Padre Vitoria antes que ningún otro. Entre sus obras — escribió poco — están las llamadas Reelecciones. Las Reelecciones eran, como su nombre lo dice, una especie de guiones o temarios de conferencias que se daban en la Universidad fuera de curso, en ciertas épocas o momentos sobre temas que parecían de importancia especial. Y entre esta Reelecciones del Padre Vitoria hay la que se llama de indis. En ella trata el problema de los Justos Títulos, y comienza por rechazar los argumentos sobre cuales se fundaban las Bulas Alejandrinas. El Padre Vitoria dice que el Papa no es señor temporal de la Tierra y, por lo tanto, no puede conceder territorios a nadie. Además, afirmaba que el emperador tampoco es señor temporal de toda la Tierra y, por lo tanto, no puede arrebatar el imperio o la autoridad a quienes la ejercen conforme a derecho natural, aun que sean infieles, o gentes en estado de barbarie, a menos que sea para impedir que se cometan crímenes. Al refutar toda esta argumentación sobra la cual se fundaban los Justos Títulos y que era la de López Rubios, busca otros títulos y en la búsqueda de ellos es que se asoma la creación del derecho Internacional. Admite que hay un título por el cual los españoles pueden ir a las Indias y establecerse en ellas y ese es el de la comunidad de todas las naciones, es decir, hay una comunidad internacional y, por lo tanto, todo pueblo tiene derecho a entrar en contacto por los otros

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández pueblos, y ninguno tiene derecho a sustraerse de esa comunidad y negarse al trato pacífico con los demás. De esta manera si los españoles llegan pacíficamente a establecer un contacto de tipo espiritual y material con los indios y estos le resisten y recurren a la violencia, entonces hay razón para hacer la guerra y conquistar. Es asombrosa la modernidad de criterio a que llega el Padre Vitoria en el siglo XVI de concebir en primer lugar esa comunidad de derecho natural que liga y ata a todas las naciones y fundar sobre la violación de ese vínculo el único derecho valido para hacerle la guerra a un pueblo extraño, porque ese pueblo de cierta forma se sustrae a la comunidad, niega ese derecho básico de intercomunicación, y eso equivale a ponerse en la posición del que sale de la ley, del forajido, del que rompe la obligación común, el pacto natural, el vínculo heredado, que nos hace a nosotros hombres y a las agrupaciones de hombres naciones. Sin embargo la conquista proseguía, y tenía que proseguir porque era un proceso material ininterrumpido, y proseguía el conflicto jurídico y moral que no resolvieron ni las Leyes de Burgos ni el Requerimiento. En el año 1542, estado ya el trono Calos V, se dicta un nuevo cuerpo de leyes para las Indias, que son llamadas Leyes Nuevas promulgadas ese año a raíz de otras juntas de Teólogos y Canonistas reunidas en Valladolid y Barcelona. En estas reuniones aparece un nuevo personaje que es Fray Bartolomé de Las Casas. Ya había comenzado el Padre Las Casas a retomar toda aquella vieja prédica de Montesinos contra la encomienda, la esclavitud y el maltrato a los indios y a convertirse en el campeón y defensor de un justo trato. Había llevado el caso nuevamente ante la Corte Española habiendo logrado que se convocaran las juntas de teólogos y canonistas de las que salieron las Leyes Nuevas de 1542. Esas leyes constan de 40 capítulos. Los 20 primeros tratan de la organización del Consejo de Indias, de las Audiencias y de los Procesos, es decir la parte que pudiéramos llamar constitucional y procesal. Las Leyes tratan sobre la condición de los indios, las encomiendas y la conquista. Vuelven a ratificar el principio de libertad de los indios que no pueden ser esclavizados. Llega aún a más; a prohibir el trabajo obligatorio, no solamente no puede esclavizarse al indio sino que tampoco se le puede obligar a trabajar. Regulan las encomiendas y de hecho llegan a suprimirlas. Paso tan audaz que hubo que rectificarlo después. Carlos V suprime las encomiendas, estableciendo que las que estaban dadas se mantuvieran por la vida del encomendero pero que no se concediera ninguna nueva, por lo tanto, era una manera de extinguirlas con la vida de los que la estaban disfrutando.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández No se mantuvo esta restricción porque en vista del conflicto creado en América por las protestas de que estaban en las luchas de conquista y en el trabajo de la colonización, que le manifestaron al Emperador la necesidad de abandonar las Indias o de tener en cuenta las necesidades reales, el Emperador revisó algunos capítulos de las Leyes de 1542 y permitió que se concedieran nuevas encomiendas, pero que ningún caso podían exceder de dos vidas, es decir, de la vida de aquel a quien se le concedía más la de su inmediato heredero. En 1550, es decir muy poco tiempo después, va a ocurrir uno de los hechos mas importantes en este problema de conciencia. Tiene lugar el famoso debate de Valladolid, entre Fray Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Juan Ginés de Sepúlveda era un humanista de los más notables del Renacimiento Español, hombre que conocía a fondo la filosofía griega, que estaba al tanto de las revelaciones del mundo antiguo que venían haciendo los eruditos y artistas, que venían haciendo el Renacimiento, se va a enfrentar con la figura extraordinaria de Fray Bartolomé de Las Casas. Fray Bartolomé era un hombre culto, pero era la negación del humanista, había venido de América, había luchado en ella, había vivido con los indios, y había sufrido todas las terribles peripecias de la conquista y de la colonización y conocía, por haberlos visto, vivido y sufrido los problemas reales de la conquista. Estos hombres se enfrenta en torno a lo pudiera haber sido un debate académico. Aristóteles en su Política sostiene que hay una esclavitud natural. La civilización griega estaba fundada sobre la esclavitud, era la civilización de una pequeña oligarquía culta que reposaba sobre el trabajo esclavo de gentes que no tenían otra función en su vida que trabajar y producir, para que esa minoría pudiera filosofar y crear. Aristóteles justifica esto diciendo que hay una especie de división natural del trabajo y que ciertas razas o gentes que nacieron para el trabajo servil y por lo tanto justifica la esclavitud desde un punto de vista natural. Esta era la manera de pensar de un humanista muy culto, imbuido de filosofía griega en el siglo XVI. Y frente a él se levanta ese hombre hirsuto, violento, apasionado e irreductible que se llama Fray Bartolomé de Las Casas, a negar en primer lugar lo que pudiéramos llamar el fundamento del razonamiento aristotélico y luego, por todos los medios posibles a declarar que aquello era desde el punto de vista cristiano herético y no podía considerarse que había ningún ser humano que hubiera estado destinado por la Divinidad a ser esclavo. Ese debate que fue sumamente largo y que estuvo presidido por una especie de Jurado va a promover una nueva pasada en revista de todo ese problema de los Justos Títulos y el derecho de esclavizar los indios y de allí surge, por primera vez, otro aspecto muy moderno porque no solamente estaban estos hombres discutiendo lo que pudiéramos llamar el derecho, desde un punto estrictamente jurídico, de que los españoles vieran a conquistar la América, sino que

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández planteaban una cosa más grave, que hoy es de la más grande actualidad, como lo son las relaciones justas y comunicación entre civilizaciones de desarrollo diferente y entre razas distintas. El problema que sacude a Asia y África en nuestros días, no se lo planteaba nadie en el siglo XVI, sino a los teólogos y los canonistas españoles como un problema de vida o muerte, en relación con los indios, no por que los indios hubieran ido allí a pelear o porque hubieran conflicto entre grandes potencias que se reflejaba en una zona colonizable, sino porque para ellos era un cuestión de conciencia. Se plantea allí, si se puede admitir que ciertos hombres están destinados por Dios para ser esclavos y Fray Bartolomé lo niega, alegando razones de una altura extraordinaria que son las que vinieron a prevalecer en la Legislación de Indias pues dicha Legislación de un modo uniforme prohibió la esclavitud y el trabajo obligatorio de los indios. Allí, el Padre de Las Casas dijo una frase muy hermosa: “Todas las naciones son libres”. Cuando el decía naciones no lo decía en el sentido que la palabra tiene para nosotros, sino con acepción de gente, pueblos, grupos humanos. Lo que quería decir, es que todo grupo humano por mera condición recibida por el nacimiento, tenía derecho a la libertad. Por lo tanto, negaba de raíz y de plano la tesis aristotélica que le resultaba no solamente falsa sino herética, y contraria al espíritu cristiano y por lo tanto negaba la posibilidad de que ese pensamiento que podía ser un tema filosófico para el humanista Juan Ginés de Sepúlveda pudiera convertirse en una forma de justificación de la esclavitud del indio americano. Ese debate tuvo gran resonancia en su tiempo. Constituye como si dijéramos, la cumbre del gran proceso de conciencia que ocurre a todo lo largo de la conquista española en América. En 1549 el Consejo de Indias advirtió al Rey que “los riesgos que acarreaban las conquistas, tanto a los indios como a la conciencia real eran tan grandes, que ninguna otra expedición debía ser autorizada sin su expreso consentimiento y que era necesaria una reunión de teólogos y juristas, para discutir la forma de cómo se hiciesen estas conquistas justamente y con seguridad de conciencia”. Es decir, le aconsejan al rey detener todas las conquistas hasta que se reúnan nuevamente otra junta de teólogos y canonistas y encuentre de qué modo se puede seguir que satisfagan estos requerimientos, es decir que se hagan con justicia, conforme a derecho y con seguridad de conciencia. Al año siguiente, el 16 de abril, como resultado de esto, entre otras cosas, el rey ordena suspender todas las entradas al Nuevo Mundo hasta que una Junta decidiera sobre el método justo de dirigirlas y ordena que no se vuelva a hablar más nunca de conquista sino de pacificación. Es decir, llevaba el prurito de justificación hasta el extremo de borrar la palabra conquista de los documentos oficiales en pleno siglo XVI, en un siglo en el que muy poco le importaba a la gente lo de las

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández conquistas y le importó muy hasta ayer a las grandes potencias europeas y que en lugar de eso se hablase de pacificación y población. Este largo proceso jurídico culmina el siglo XVII en 1680, en se termina y al año siguiente se publica la famosa Recopilación de las Leyes de Indias. Esta recopilación comprende todo cuanto se ordenó y dispuso en sobre las Indias, que es los que pudiéramos llamar el derecho especial del territorio americano, desde las Leyes de Burgos hasta el momento de la recopilación. Esta vasta recopilación comprende 9 libros, 218 títulos y 6.377 leyes. Formalmente, se separan de lo que nosotros llamamos Leyes. Es decir, tienen más un tono formal de consejo, de admonición, de regla de conducta, que una redacción imperativa o coercitiva. También muestran un casuismo acentuado, muchas de ellas se ocupan de casos particulares y limitados,

lo cual hace que

proliferen y lleguen a esa abundancia extraordinaria. Es interesante observar como algunas de estas características podría aplicarse a nuestra legislación actual. En efecto, es innegable su tendencia a lo normativo, lo idealista, a los doctrinario y programático. La Ley venia a ser la ejecución de un propósito superior ideal. En toda nuestra legislación y especialmente en nuestras constituciones pervive este propósito ético, esa finalidad superior de tratar de consagrar ciertos ideales como normas o reglas superiores de conducta y como definiciones de doctrina o de filosofía política. Es decir, la Ley como pragmática moral. A estas alturas podemos advertir que la conquista de América no fue tan simplemente ni una leyenda negra ni una leyenda dorada, sino un largo proceso material y moral difícil, complejo, lleno de heroísmo individual y de grandes sacrificios humanos y presidido por un torturador y nunca terminado dilema de conciencia. En verdad no cesó la Corona Española desde el momento inicial de la conquista hasta la independencia de los pueblos americanos de preocuparse por el problema de los Justos Títulos; por el problema jurídico de justificar su situación en territorio americano y por hallar esa justificación no solamente desde el punto de vista del derecho sino del moral y religioso. Esto es lo que le da al proceso de la conquista española de América, un carácter ético, carácter que nos importa mucho a nosotros conocer, porque está en la raíz de muchas de las cosas que luego posteriormente han ocurrido en nuestra vida independiente. Nosotros venimos de allí, somos herederos de ese proceso y por eso considero que no sería tiempo perdido el que nuestros estudiantes de derecho, dedicaran a conocer, a penetrar un poco en esa selva de la Legislación de Indias, en todos esos antecedentes de tipo a veces inoperante, a veces inocuo, pero en todo caso de gran contenido moral y de gran significación como rumbo, como norma y como manera de concebir el Estado y los deberes del hombre para con la sociedad y para consigo mismo.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández Se encuentran en las Leyes de Indias, todas las preocupaciones que estas gentes tenían y su manera de entender los problemas locales americanos. Allí por ejemplo veremos que por disposición de esas Leyes, las calles de la Guaira son estrechas y las de Mucuchíes son anchas y es porque las Leyes establecían que en los lugares cálidos, las calles fueran estrechas, para que a todas horas del día hubiera sombra de alguna pared, para proteger a los viadantes y que en los lugares altos y fríos, las calles fueran anchas, para que en la mayor parte del día, hubiera sol en la calle y las gentes pudieran calentarse. Así como éstas, eran de minuciosas y varias, las prediciones, que iban desde el trabajo hasta la familia, desde las prerrogativas de clase hasta el urbanismo. El derecho de las Indias tiene además la novedad de plantear, por primera vez, ciertos problemas candentes en nuestro tiempo. Primero, el problema de justificar jurídica y moralmente un hecho de conquista, cosa que no había ocurrido hasta entonces, porque jamás fue para un gobierno europeo, un problema de conciencia una conquista. Y luego el problema de las relaciones entre civilizaciones y razas distintas, es decir, si era lícito esclavizar hombres, por considerarlos de raza inferior. Y a ambos contestaron por la negativa. De un modo uniforme y constante, se negó el derecho a esclavizar a los indios, aun cuando fueran cristianos. Esto hace decir a un escritor español, Bullón, autor de un libro sobre el doctor Palacios Rubio, esta frase que me parece que sintetiza muy bien, lo que esto signifique como antecedente y como fuente ética y histórica del proceso de los pueblos hispanoamericanos: Al principio se encontraron canonistas y romanistas, en una situación un poco trágica. Ellos querían aplicar al mundo americano sus cánones y sus pandectas, pero al fin demostrada la vanidad del intento, fue preciso echar por la borda, constituciones pontificas y constituciones imperiales, para elaborar un nuevo derecho, más amplio que el romano y el canónico. Un derecho internacional mundial, humano, en el que cupiesen holgadamente americanos y europeos, fieles e infieles, gentes blancas y gentes de color, la humanidad entera en una palabra, para la cual sale el sol todos los días, con igual amor, sin distinguir entre lenguas ni religiosa, pueblos y razas. Esta es la grandeza y la nobleza de todo ese proceso, con todas sus fallas y con todos sus defectos. Hay un conflicto de conciencia en toda la historia de la conquista de América. Un conflicto manifiesto. Entre el hecho y la necedad de justificar jurídica y moralmente el hecho, que se traduce legalmente en unas proclamaciones legales, que no siempre se cumplieron, pero que no por eso quedaron de tener valor de Leyes, por lo cual la Ley se convirtió en una especie de paradigma moral. La Ley constituía una manera de suma ideal, de aspiración colectiva, de alzadísimo fin,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández difícil de alcanzar, pero no por eso iba a ser modificado. No se comprometió en eso, jamás se llegó a alterar estas leyes, en el sentido de permitir la legalización del hecho, por lo cual se llegó a una situación de divorcio o de antinomia entre lo que pudiéramos llamar el derecho como expresión de ideales colectivos, de ideales morales y de ideales jurídicos y el hecho que estaba en pugna con el derecho, pero que sin embargo no lograba alcanzar el reconocimiento jurídico. Es decir, el derecho podía no impedir el hecho, pero no bajaba a justificarlo y el hecho continuaba teniendo sobre él, el peso de esa condenada táctica de lo que la Ley proclamaba que debía ser y sin embargo no era todavía. Esa antinomia, ese conflicto lo hemos heredado los hispanoamericanos. Con nuestras constituciones, desde la Independencia, no ha pasado otra cosa, sino ha continuado el problema de las Leyes de Indias. Es decir, nuestras constituciones han sido proclamas idealistas, normas de conducta elevada, proclamación de altos principios, a los no queremos renunciar y que hemos mantenido siempre como un paradigma, como una proclamación en la que está todo nuestro orgullo, toda nuestra dignidad y toda nuestra esperanza a pesar de que los hechos no correspondan a ella y estén en pugna con ella. De modo de que esa especie de personalidad dividida, esa suerte de esquizofrenia colectiva, por la cual los ideales sociales, las normas generales que rigen la sociedad pueden estar en pugna con la realidad social, pero sin embargo no se modifican ni se cambian y continúan acatadas como una proclamación de principio, que era el hecho fundamental de este gran conflicto de conciencia de la conquista hispanoamericana, sigue en gran parte siendo el hecho esencial de la vida colectiva de nuestras sociedades independientes. Es decir, los hispanoamericanos seguimos siendo gentes de conciencia atormentada, entre los principios que proclamamos, en los que creemos y que tienen su asiento invariable en nuestras constituciones, del más avanzado tipo liberal, humano y democrático y una realidad social que generalmente entra en pugna con ellas, pero sin embargo jamás ha logrado alcanzar el reconocimiento legal. La ley nunca ha hecho compromiso con esa realidad. Y por la Ley ha tendido a convertirse en un precepto moral, como lo fue durante la colonia. Hay aquí un estado de ánimo digno de investigar, como antecedente de nuestra actitud ante la Ley, de nuestra mentalidad jurídica y de nuestra concepción colectiva de la Ley. De la Ley no como mandato imperativo sino como ideal de conducta, como proclamación de principio, como norma a la cual tendremos aun cuando no estemos en capacidad de realizarla, prácticamente en la vida diaria. Esto nos viene de la vida colonial y nos muestra la importancia de mirar a ese pasado que, después de todo, nos pertenece,

del cual somos herederos, y que nos sirve para explicar y

entender mejor nuestro presente.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández

APÉNDICE II: DICCIONARIO BIOGRÁFICO E HISTÓRICO ÁGREDA, Pedro de. Tercer obispo de Coro, designado por cédula real del 16 de septiembre de 1558 y confirmado por bulas del papa Pío IV del 27 de junio de 1561, sin embargo ya había tomado posesión canónica desde noviembre de 1560, con célula de “ruego y encargo” y solo se consagraría en 1565, en la ciudad de Bogotá, por el arzobispo fray Juan de los Barrios. Nació en España hacia 1506, ingresando en la orden dominica y ejerciendo como docente de teología en Valladolid, hasta ser designado obispo de Coro. Ya en su sede apostólica, realizaría una intensa labor evangelizadora, visitaría pastoralmente varias poblaciones de su extensa diócesis, al irse a consagrar a Bogotá, en un largo viaje desde Coro, que incluiría la zona cercana a Carora o Portillo y las poblaciones de: Trujillo, El Tocuyo, Nueva Segovia de Barquisimeto, Nueva Valencia, Borburata y Caraballeda, entre otras, que iban surgiendo en la diócesis, además de ser el primer obispo que visitaría la nueva ciudad de Santiago de León de Caracas. Mientras tanto, Coro era una ciudad casi despoblada, después de los saqueos de los piratas franceses y escoceses al mando de Nicolás Valier, que convirtieron al poblado en una ciudad miserable, según las expresiones del propio obispo en cartas al rey, donde pedía ser trasladado a otra diócesis, pero a pesar de ello, organizaría el Primer Sínodo Diocesano de Venezuela en 1574, con asistencia de su escaso clero y religiosos, perdiéndose sus memorias para la historia, defendería y protegería a los indígenas de su diócesis, además de reivindicar su jurisdicción sobre las islas de Curazao, Aruba y Bonaire. Por la escasez del clero, fundaría un estudio de gramática en Trujillo, a manera de primer colegio seminario del país, donde se prepararían y ordenarían los primeros sacerdotes criollos del país y lograría el nombramiento de Francisco Gómez de Gamboa como deán y de Francisco López como chantre de la catedral de Coro. Cruzaría frecuente correspondencia con el rey, donde no sólo narraba las calamidades de la diócesis, sino describía sus poblaciones y los sacerdotes que servían en la diócesis. Moriría en Caracas, el 13 de mayo de 1579, quedando la diócesis gobernada por el Cabildo Eclesiástico hasta el nombramiento del nuevo pastor. Durante las dos décadas de su gobierno diocesano, aquella Maracaibo casi totalmente despoblada en octubre de 1535 por Nicolás de Federmán, por órdenes del gobernador Jorge de Espira, había sido refundada, ahora con la denominación de Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo, hacia junio-julio de 1569, por el Teniente de Gobernador de la ciudad de Trujillo Alonso Pacheco, sin embargo la gran belicosidad de los indígenas haría que se asumiese como el patrono de la población a San Sebastián, aquel mártir romano flechado, pero de todos modos, debería despoblarse la ciudad a finales del año 1573. Se ha señalado a 1569 como el momento de la autorización de la Real Audiencia de Santo

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández Domingo, para que Claudio Menai elaborase el altar de San José de la Matilla, en aquella nueva población lacustre. En 1574, el poblado, ahora con el nombre de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, sería repoblado por el capitán Pedro Maldonado, para empezar su definitivo desarrollo como potente ciudad caribeña, mientras por disposición de una real cédula de 1577 y nombramiento del Cabildo de la nueva población, Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga iban a elaborar la Descripción de la ciudad de Nueva Zamora, término y Laguna de Maracaibo, en 1579, donde se decía que “por ser esta ciudad nuevamente poblada no hay más que una iglesia”, posiblemente la construida inicialmente por el padre Jaime Varón y por esa razón, en el gobierno episcopal de monseñor Ágreda, se erigiría a Maracaibo en Vicaría Foránea, cuando ya la Iglesia Católica había efectuado el importante Concilio de Trento (1545-1563), que organizaría la vida eclesiástica del mundo católico.

AGUADO, Fray Pedro. Misionero franciscano, teólogo y matemático, quien ha sido considerado el primer historiador de Venezuela como Cronista de Indias. Nació en Valdemoro (España) el 16 de febrero de 1538 y murió en el Nuevo Reino de Granada después de 1589. Sería misionero franciscano en el Nuevo Reino de Granada, hasta llegar a ser provincial de la orden. Escribió unas noticias historiales sobre Santa Marta, el Nuevo Reino de Granada y Venezuela, destacando en especial, la detallada información sobre la gestión de los welser. ALCEGA, Antonio de. Octavo obispo de Coro, designado por real cédula del 25 de septiembre de 1604 y bula papal del 12 de diciembre de 1605. Nacido en Irún, población de la península ibérica, pasaría a la Nueva España (México), donde desempeñaría diversos cargos civiles, como alcalde mayor de Guadalajara, alférez real de los ejércitos, gobernador y capitán general de la Nueva Vizcaya, para más tarde ingresar en la orden franciscana y ser misionero en la sierra mexicana, hasta ser designado obispo de Coro. Consagrado en España, llegaría a Caracas a finales de 1606 y gobernaría su diócesis hasta el 13 de mayo de 1610, fecha de su fallecimiento, sobre todo en su constante preocupación por todo lo relacionado con los indígenas y sus lenguas, estimulando su aprendizaje por los curas doctrineros, con la finalidad de mejorar la evangelización cristiana, celebrando el Segundo Sínodo Diocesano de Venezuela, en Caracas, en octubre de 1609, fundando escuelas de gramática en Coro y en Caracas, creando doctrinas y agrupando las encomiendas, además de ordenar numerosos sacerdotes y conceder otras órdenes menores, así como efectuar una amplia visita pastoral de tres años de duración por su diócesis. Así, sería el primer obispo que se llegaría hasta Maracaibo a finales de 1607, mientras planteaba, en cartas del 8 de mayo y del 2 de junio de 1608, ante el rey y el Consejo de Indias la idea de la creación de dos obispados: uno con sede en Santiago de León de Caracas y otro con sede en Trujillo, debido a la

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández extensión de su diócesis, que consideraba tierras muy fragosas y ásperas, cortadas por ríos, montañas y quebradas. Autorizaría para Maracaibo, el 26 de julio de 1608, por petición de los esposos Ortiz-del Basto, de fecha 1 de diciembre de 1607, la edificación del Hospital de Santa Ana, al lado de la Ermita de Santa Ana, ya construida, con tapias y cubierta de palma, obras ambas efectuadas por el encomendero Francisco Hortiz y su esposa Inés del Basto, de las cuales el hospital ya está cumpliendo cuatro siglos, como el más antiguo de toda Venezuela. Durante su gobierno pastoral, Juan Pacheco Maldonado sería nombrado Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de la Nueva Zamora de Maracaibo, en 1607, para dirigir la campaña contra todas las tribus indígenas sublevadas en la extensión lacustre, al mando del valiente cacique Nigale, que impedían la navegación y la provisión de alimentos a Gibraltar y Maracaibo, cuando los padres Juan Pascual de Ribas y Luis de Vergara eran curas de la Iglesia Matriz o Parroquial de Maracaibo, donde el 4 de abril de 1610 se empezaría a llevar un libro de matrimonios, según referencias del obispo Mariano Martí en su visita pastoral, iglesia que se había reconstruido en esa década de 1600-1610, con unas mayores dimensiones y materiales más duraderos que aquel primitivo templo iniciado por el padre Jaime Varón. ALFÍNGER, Ambrosio. Primer Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, designado por los Welser después de la Capitulación del 27 de marzo de 1528, entre el rey Carlos I de España y los Belzares. Nacería en Ulm (Alemania) entre 1500 y 1505 y moriría en el valle de Chinácota del Nuevo Reino de Granada, el 31 de mayo de 1533. Desde muy joven entraría al servicio de la Casa Welser en Sevilla y en Santo Domingo, para iniciar su periodo de gobierno de la provincia de Venezuela, el 24 de febrero de 1529, dar juridicidad a la fundación mixta de Santa de Coro y partir hacia occidente, para llegar a la Laguna de Nuestra Señora el 8 de septiembre de 1529, fundar Maracaibo y recorrer los alrededores del Lago, esclavizar a los indígenas e iniciar su eterna búsqueda de un camino hacia el territorio del sur, en pos del oro, en expediciones sucesivas. Volvió a Coro y a Maracaibo, pero seguía en su incesante trajinar por todas las riberas del Lago, hasta que entre Pamplona y Cúcuta, en el llamado valle de Chinácota, sería cercado por los indios y herido en la garganta con flechas envenenadas, muriendo el 31 de mayo de 1533, en plena juventud y víctima de su gran codicia y de la inmensa crueldad de sus procedimientos, como se comprobó en su juicio de residencia, donde fueron acusados no sólo él, sino también sus colaboradores más cercanos, sobre todo por el maltrato y esclavitud de los indios. Para mayores detalles, consultar el segundo capítulo de este estudio, bajo el título Ambrosio Alfínger y Maracaibo. ALQUIZA, Sancho de. Marino de profesión, con experiencia guerrera en distintas regiones de Europa y América. Designado Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, el 20 de noviembre de 1604, gobernaría entre el 7 de febrero de 1606 y el primero de julio de 1611,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández periodo en el cual se efectuaría la gran resistencia de los indígenas de la Laguna de Maracaibo, combatida por su Teniente de Gobernador Juan Pacheco Maldonado, narrada en este estudio. Posteriormente, sería Juez de Residencia y Gobernador interino de las Provincias de Trinidad y Guayana (1612), además de Gobernador y Capitán General de la isla de Cuba (1616-1619), en cuya capital, La Habana, murió el 6 de junio. AMPÍES, Juan de. Nació en Aragón. Factor real de la isla La Española, las demás islas y Tierra Firme, según titulo del 19 de mayo de 1511, para velar por la soberanía real frente a las apetencias de los Colón y los deseos de absorción económica de los genoveses y flamencos. Inclinado a favor de los indígenas, logró que se declarase a las islas de Los Gigantes como de indios amigos a los que había que preservar, dedicándose a poblarlas con los indios caquetios, cuyo cacique era Manaure. En junio de 1527, Ampíes enviaría una nave, con los Cacique que lo habían venido a visitar y su hijo llamado Juan de Ampíes Ávila, para fundar un pueblo, creyendo el factor que su solicitud sobre Tierra Firme había sido aceptada en la Corte fundándose el 26 de julio de 1527 la población de Coro, como pueblo mixto y la Casa Fuerte. Su hijo regresó a La Española mientras su padre preparaba otra expedición más grande, con el fin de comercializar el palo brasil como tintorero, pero la muerte de Rodrigo de Bastidas y el alzamiento de Santa Marta impidió su salida hasta el año siguiente de 1528, cuando los Welser firmaban su capitulación. Por lo tanto, cuando Ambrosio Alfínger llegó como Gobernador, tuvo que entregarle la población y firmarle un compromiso que se alejaría para siempre de Tierra Firme. Mantuvo protesta constantes hasta el rey, pero sólo conservó autoridad sobre Curazao para sus descendientes, muriendo en Santo Domingo, el 8 de febrero de 1533. Mayores detalles en el segundo capítulo de este estudio, bajo el título Juan de Ampíes y Santa Ana de Coro. AMPÍES ÁVILA, Juan de. Hijo del factor real Juan de Ampíes y de su esposa Florencia Ávila, fundador de Santa Ana de Coro, el 26 de julio de 1527, conjuntamente con el cacique caquetío Manaure, como un pueblo mixto, por lo cual no procedió a nombrarle autoridades. Esa fundación sería por encargo de su padre y como el joven fundador moriría prematuramente, entre 1527 y 1528, por eso su nombre no se ha conservado en la historia venezolana y se ha confundido con su padre, por tener el mismo nombre. ARGUELLES, Rodrigo de. Alcalde de Maracaibo, Justicia Mayor y Teniente Gobernador de Gibraltar. Nació en León (España) en la primera mitad del siglo XVI y murió en Venezuela, ya en el siglo XVII. Prestó servicios al rey, durante más de cuarenta años en tierras americanas. Estuvo en La Florida y Santo Domingo, viniendo a Venezuela, para asistir a la conquista de los indios caroreños, ayudar en la repoblación de Carora y en la apertura del camino Carora-Coro. Fue capitán de guerra en las jornadas de Maracaibo, intervino en su repoblación en 1574 y más tarde,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández fue alcalde ordinario de Maracaibo. Conjuntamente con Gaspar de Párraga, elaboró la Descripción de la ciudad de Nueva Zamora y términos de la Laguna de Maracaibo, en 1579, el primero y más valioso documento histórico, propiamente dicho, en describir la ciudad de Maracaibo y su Lago, lo cual hicieron con exactitud y abundancia de detalles, de aguda observación, de sobrio y de ágil estilo. En 1589, en representación del cabildo, intervino en la autorización que se le otorgó a Simón de Bolívar, para pasar a Castilla y solicitar la solución de los problemas de las ciudades de la Gobernación de Venezuela, además de ese mismo año, participar en la localización de la comunicación fluvial entre el Lago de Maracaibo y el Nuevo Reino de Granada, a través del río de la Candelaria, localizada por Gaspar de Párraga. Fue nombrado Justicia Mayor y Teniente de Gobernador de San Antonio de Gibraltar, donde le tocó enfrentar el ataque de los indios quiriquires en 1600, quienes quemaron la población, sacrificaron a su esposa y raptaron a sus tres hijas, debido a su labor de férreo encomendero con los aborígenes. Volvería a la Nueva Zamora y para junio de 1608 era de nuevo, alcalde ordinario de la ciudad, pero se desconoce la fecha de su muerte, mientras sus hijas fueron rescatadas en distintos enfrentamientos con los indígenas, entre 1606, 1608 y 1617. ARIAS DE VILLASINDA, Alonso. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, designado por el rey el 14 de diciembre de 1551, para encargarse el 12 de junio de 1553 hasta febrero de 1557, cuando moriría en Coro. Iniciaría el Juicio de Residencia a Juan Pérez de Tolosa quien resultaría absuelto, pero no así su hermano Alonso Pérez de Tolosa, condenado a destierro e inhabilitación. Combatiría a los indios jiraharas y nirvas, fundando la villa de las Palmas, donde al año siguiente Diego de Paradas refundaría Nirva o Nirgua, trasladaría a Barquisimeto y daría los primeros pasos para lograr la fundación de Nueva Valencia. Su hijo Alonso Arias de Vaca, también sería Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela. ARIAS DE VACA, Alonso. Regidor de Coro y su Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, combatiendo al pirata Amyas Preston en 1595, quien saquearía y quemaría la población. Nombrado por la Audiencia de Santo Domingo, gobernaría entre 1600 y 1602, como Gobernador interino de la Provincia de Venezuela, como sustituto de Gonzalo de Piña Ludueña, mandaría a fundar las poblaciones de Villa de Nueva Londres, Nueva Soria de Cabeza de Vaca y San Juan de la Laguna de Uchire. Murió en Coro, alrededor de 1612. BALLESTEROS, Miguel Jerónimo de. Segundo obispo de Coro, designado por real cédula del 14 de febrero de 1546 y bula del Papa Paulo III del 22 de agosto de ese mismo año. Nacido en Sevilla, España, se ordenaría de sacerdote, pasaría al Nuevo Mundo y llegaría a ser deán de la catedral de Cartagena de Indias, hasta que sería designado como obispo de Coro. Arribaría a su sede durante el gobierno civil de Juan Pérez de Tolosa, sin llegar a consagrarse por la escasez

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández económica, por lo cual su labor apostólica no sería la deseada, ya que no podría confirmar ni otras funciones propias del obispo, debido además a la manifiesta pobreza de su diócesis, con unos cuarenta vecinos enfermos y muy pobres. Gobernaría su sede hasta 1553, fecha muy probable de su fallecimiento en Coro, por varios documentos conocidos, aunque Pedro de Aguado lo fijara en el año 1556. Estuvo siempre preocupado por la suerte de los indígenas, por haber sido nombrado también Protector de los indios y así escribiría una carta al rey español, el 20 de octubre de 1550, haciendo un diagnóstico de la diócesis y planteando las posibles soluciones. Organizaría el culto de su catedral, pediría clérigos para el servicio y ornamentos para el culto, se quejaría de la moral pública de las autoridades y de ciertas desviaciones de los indios en cuanto al concubinato, así como se quejaría de la esclavitud de los indígenas a pesar de sus luchas constantes, prohibiría el uso del tabaco, trataría de darles asistencia religiosa a los nuevos pueblos de El Tocuyo y Borburata, estimularía la creación de un ingenio de azúcar y una fortaleza en el puerto de Borburata, así como la búsqueda de minas de plata en Capatárida y defendería el derecho de los alcaldes ordinarios al voto y a estar presente en el cabildo como representantes del pueblo. Durante su gobierno, Juan Rodríguez de Robledo seguiría como chantre y provisor de la diócesis, mientras Jaime Varón iba a continuar en Maracaibo hasta su muerte en el año 1560, interesado en la construcción de aquella primera iglesia del poblado lacustre. BASTIDAS, Rodrigo de. Primer obispo de Coro, nacido en Triana, Sevilla, hacia 1498, como hijo del conquistador Rodrigo de Bastidas, fundador de Santa Marta y de Isabel Rodríguez de Romera. Muy joven fijaría su residencia en la isla La Española o Santo Domingo, por lo cual se le ha creído dominicano, donde abrazaría la carrera eclesiástica y pronto destacaría como deán y provisor general de la catedral de Santo Domingo, hasta el momento de ser nombrado como primer obispo de la diócesis de Coro, ya que el 21 de julio de 1531, el papa Clemente VII había creado la diócesis de Venezuela, con sede en Coro y nombraría a Rodrigo de Bastidas para ocuparla, siendo consagrado el 4 de junio de 1532, en Medina del Campo, para tomar posesión de su diócesis por medio del provisor Juan Rodríguez de Robledo, ya que no lo haría personalmente hasta el 30 de abril de 1534, cuando a la vez se iba a desempeñar como Gobernador interino de la Provincia de Venezuela, en dos oportunidades (1534-1535 y 1540-1542). Como pastor de la diócesis, intentaría servir de equilibrio en los constantes desmanes de los gobernantes welser, iniciaría la construcción de una modesta iglesia catedral de techo de paja y defendería ardorosamente a los indígenas caquetíos como Protector de los Indios de Venezuela, nombrado por una real cédula, título que heredarían sus sucesores en el obispado, sin embargo no realizaría una labor apostólica muy efectiva por la pobreza de la diócesis. Por sus ausencias de la sede, al viajar a Santo Domingo para resolver problemas económicos personales y visitar a su anciana madre, dejaría encargado de la diócesis a su provisor Juan Rodríguez de Robledo, nombrado como teniente de la protección

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández de los indios y escribiría con frecuencia al rey Carlos I, quejándose del repartimiento de los indios, de la llegada de los alemanes luteranos herejes, del escaso clero constituido por los sacerdotes Juan Rodríguez de Robledo y Juan Frutos de Tudela y de la nula cancelación de sus salarios. Dirigiría aquella diócesis hasta el 28 de enero de 1542, cuando viajaría a encargarse de la diócesis de Puerto Rico, a la cual había sido promovido por una real cédula del 16 de septiembre de 1540 y bula papal del 6 de junio de 1541, cargo que ocuparía hasta 1567, cuando renunciaría a esa sede y se trasladaría a la isla de Santo Domingo, donde moriría hacia 1570. Durante su gobierno diocesano en Coro, en el poblado de Maracaibo estuvo el padre Jaime Varón, preocupado por la construcción de la pionera iglesia de paredes de barro, con techo de enea. BERNÁLDEZ DE QUIRÓS, Alonso. Gobernador interino de la Provincia de Venezuela en dos ocasiones (1561-1562 y 1564-1566) y Juez de Residencia. Había sido Regidor y abogado de la Audiencia de Santo Domingo y sería nombrado juez de residencia del gobernador Pablo Collado, hallándolo culpable, por diversas causas de corrupción mercantil, abusos contra los indígenas y negligencia al perseguir y castigar a Lope de Aguirre, por lo cual lo condenaría a muerte, pero en la apelación, sólo lo condenaron a tres años de prisión. También sería juez de residencia del gobernador Alonso Pérez de Manzanedo, a quien consideraría excelente gobernante, pero la muerte inesperada de éste, le obligaría a volver a encargarse de la gobernación por segunda vez. Por permitir el comercio de los vecinos con los piratas John Hawkins y Jean de de Bontemps, en su juicio de residencia sería encontrado culpable. BRICEÑO, Sancho. Conquistador, fundador, alcalde, encomendero y primer procurador de Venezuela, nació en Arévalo del Rey en 1506 y murió en Trujillo en 1565. Vino al Nuevo Mundo con Ambrosio Alfínger en 1529, al cual acompañaría en sus correrías por la cuenca lacustre, además de formar parte de las expediciones de Jorge de Spira y de Felipe Von Hutten. Alcalde de Coro, estuvo en la localización del Lago de Valencia y de las minas de Buría, en la fundación de Borburata y de Barquisimeto, así como en la refundación de Trujillo. Procurador ante la Corte en 1560, elegido por los 7 cabildos existentes en la provincia de Venezuela, consiguiendo por real cédula del 8 de diciembre de 1560, que los alcaldes ordinarios podrían gobernar en cada ciudad y en su territorio aledaño, por ausencia o muerte del gobernador: además, obtuvo permiso para comerciar con España y explotar las minas, envío de religiosos y poder introducir 200 negros esclavos. CÁCERES, Francisco de. Nació en Aragón en 1542 y murió en Santiago de las Atalayas, Nuevo Reino de Granada, hacia 1588, luchando contra los indígenas y los esclavos negros en resistencia en los llanos. Conquistador, Gobernador y Capitán General de la Provincia del Espíritu Santo de La Grita, así como fundador de Altamira de Cáceres, en Barinas, por medio de Juan Andrés Varela.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández Colaboraría en noviembre-diciembre de1581, en el total sometimiento de los indios aliles y zaparas, situados en la entrada del lago y de los negros cimarrones que habían escapado de Río de Hacha en 1573 y estaban en la región de los aratomos. CAMISETO. Cacique indígena de la zona de Paraute y Misoa, quien participaría en el ataque a Gibraltar por los quiriquires y más tarde, apoyando la unificación de la resistencia indígena, por lo cual sería ajusticiado en la Nueva Zamora de Maracaibo en 1607. CARVAJAL, Juan de. Nació en Villafranca (León) hacia 1510 y murió en El Tocuyo el 17 de septiembre de 1546. Conquistador, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela. Fundador de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de El Tocuyo el 7 de diciembre de 1545, quien deseaba: asentar a la gente, fundar pueblos y reunir a los indios, es decir, colonizar, lo cual lo llevaría a un constante enfrentamiento con los Welser, realizando un acto horroroso, ya que decapitaría a Felipe Von Hutten, Bartolomé Welser, Diego Romero y Gregorio de Plascencia, por lo cual sería condenado a muerte por Juan Pérez de Tolosa y ahorcado en la ciudad que había fundado y donde había iniciado el nuevo sistema de las encomiendas. CASTELLANOS, Juan de. Nació en Alanís (España) en 1522 y murió en Tunja (Nuevo Reino de Granada), el 27 de noviembre de 1607. Soldado, sacerdote, cronista y poeta. Redactaría su crónica en verso Elegías de Varones Ilustres de Indias, donde se propuso referir “la variedad y muchedumbre de cosas acontecidas en las islas y costas del mar del norte”, es decir, en la cuenca del Caribe, de lo cual alcanzaría a escribir tan solo la parte correspondiente a Venezuela y Nueva Granada, faltándole los territorios de México y Panamá, como lo había planificado. COLLADO, Pablo. Gobernación y Capitán General de la Provincia de Venezuela, nombrado por real cédula del 13 de febrero de 1558, tomando posesión el 2 de agosto de 1559 hasta noviembre de 1561. Nombraría a Diego García de Paredes para pacificar a los cuicas y a Francisco Fajardo, para hacerlo con los caracas. Le tocaría enfrentarse a Lope de Aguirre, lo cual no asumiría con el valor suficiente, por lo cual sería condenado en su juicio de residencia por el juez Alonso Bernáldez, pero el Consejo le conmutaría la pena de muerte por tres años de prisión. COLON, Cristóbal. Almirante genovés al servicio de los Reyes Católicos, quien fue el primero en llegar al Nuevo Mundo el 12 de octubre de 1492 y también a la actual Venezuela en agosto de 1498. Nacido en Génova, Italia, hacia 1451, moriría en Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506. Marino desde muy joven, residiría por años en Lisboa, donde no sólo incursionaría en la navegación sino también iniciaría sus inquietudes científicas. Propondría al rey de Portugal Juan II, un viaje por el occidente hacia Asia, hacia 1483-1484, pero esa idea fue desechada por una junta de expertos, sometiéndola más adelante, entre 1486 y 1487, a los Reyes Católicos de España,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández quedando gratamente impresionados, pero la junta de cosmógrafos, también la rechazaría. Al terminar la guerra de la Reconquista, a principios de 1492, os Reyes Católicos se interesan en el proyecto y en abril de ese año, se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, para emprender su primer viaje hacia occidente y llegar al llamado “Nuevo Mundo”, aunque él creía haber llegado a las “Indias”. En el capítulo segundo de este estudio, bajo el título de Preámbulo Colombino se relatan brevemente los viajes de Colón y sus exploraciones, adonde remitimos al lector interesado. COSA, Juan de la. Nació en Santoña, España, en la segunda mitad del siglo XV y murió en Turbaco, Nuevo Reino de Granada, el 28 de febrero de 1510. Piloto mayor y cartógrafo, autor del primer Mapa mundi, donde aparecieron las costas de Venezuela. Acompañaría a Cristóbal Colón en sus dos viajes iniciales, en el primero como dueño de la carabela Santa María y en el segundo, como cartógrafo. Más tarde sería Piloto Mayor de la expedición de Alonso de Hojeda que recorrería el litoral de África, Canarias y Tierra Firme, llegando hasta el Lago de Maracaibo, el 24 de agosto de 1499, narrada en este estudio, en el capítulo segundo, bajo el título Alonso de Ojeda en el Lago de San Bartolomé. A su regreso a España, elaboraría una carta de marear o mapa mundi, en el puerto de Santa María en 1500, representando al continente americano y a los territorios que habían encontrado los navegantes españoles, donde aparecería por vez primera, el nombre de Venezuela. También participaría en las dos expediciones del navegante Rodrigo de Bastidas, siendo nombrado Alguacil Mayor de Urabá, con carácter hereditario, y en su último viaje con Alonso de Hojeda hacía las costas de la hoy Cartagena de Indias, fallecería en combate con los indígenas, en febrero de 1510. ESPIRA, Jorge de. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela (1535 y 1539), cuyo verdadero nombre era Jorge Hohermuth Von Speyer y conocido también como Jorge de Spira, nombrado desde el 28 de septiembre de 1534, organizaría una gran expedición con 600 hombres de todas las nacionalidades, llegando a Coro el 6 de febrero de 1535 y partiendo muy pronto hacia los llanos en busca de El Dorado, acompañado por Felipe Von Hutten, quien dejaría un diario de la expedición. Enviaría 100 hombres por la zona descubierta por Federmán y donde más tarde se fundaría Barquisimeto, y con el grueso de la tropa siguió el río Tocuyo y subió el valle de Yaracuy, recorriendo gran parte de los llanos sin encontrar El Dorado, por lo cual regresaría a Coro en 1538, con 1600 pesos de oro, siendo suspendido del cargo por Antonio Navarro, juez de residencia. Al año siguiente, volvería a ocupar el mando supremo de Venezuela, preparando una nueva expedición, pero teniendo que ir a Santo Domingo a quejarse de los vecinos de Cubagua, que habían ido al Cabo de La Vela a buscar ostrales, regresaría a Coro, donde moriría el 11 de junio de 1540.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández FEDERMÁN, Nicolás de. Nació en Ulm (Alemania), hacía 1505, y murió en Valladolid (España) el 22 de febrero de 1542. Expedicionario, fundador de pueblos y Gobernador de la Provincia de Venezuela, como servidor de la casa welser. Teniente de Gobernador de Hans Seissenhoffer y de Ambrosio Alfínger en 1530; exploraría el territorio entre Coro y Barquisimeto, siendo desterrado de Venezuela por Alfínger por cuatro años, por haber realizado la expedición sin su autorización, aprovechando su estancia en Europa para escribir su Historia Indiana donde relataría su primer viaje a América, la empresa colonizadora y detalles de la población indígena. De nuevo al servicio de los welser, sería Teniente de Gobernador de Jorge Spira, quien le ordenaría despoblar a Maracaibo en 1535 y fundar un pueblo en el Cabo de La Vela, con el nombre de Nuestra Señora de las Nieves, génesis de la población de Río de Hacha. Con una gran expedición atravesó las montañas, cruzó el río Apure y llegó hasta el valle del Magdalena, estando entre los fundadores de Santa Fe de Bogotá, el 27 de abril de 1539, con Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar, pero los tres se disputaron la fundación ante el Consejo de Indias y más tarde, acusado por los welser de corrupción administrativa, estando prisionero en Madrid, falleció, ante que el pleito concluyera. FERNÁNDEZ DE ENCISO, Martín. Nació en España en 1470 y murió hacía 1528. Hidrógrafo y explorador. Llegaría al Nuevo Mundo con la expedición de Rodrigo de Bastidas en 1501, y se residenciaría en Santo Domingo, donde reunió una fortuna, que le permitiría comprar una nave y participar en la expedición de Alonso de Hojeda, visitando tierra venezolana y siendo nombrado Alguacil Mayor de Castilla de Oro. Regresaría a España y en 1519 publicaría su obra Suma de Geographía…, donde describiría las costas de Venezuela y sería el primer libro donde se mencionaba el nombre de Venezuela, que luego los Belzares utilizaron como nombre de su Gobernación. FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDEZ, Gonzalo. Nacido en 1478 y muerto en 1557, sería un hombre de una vida muy dinámica, estando en Italia, Granada, Barcelona y por último gran parte de la América colonial. Sería Alcalde de la Fortaleza y Puerto de Santo Domingo, regidor de varios cabildos y Gobernador de Cartagena de Indias. Nombrado primer Cronista de Indias (1532), sería autor de la obra Historia General y Natural de las Indias, cuyos primeros veinte tomos se publicaron entre 1535-1537 en Sevilla y Salamanca, obra reeditada totalmente en 1851, por la Real Academia de la Historia, en Madrid. Además, escribió un libro de caballería, otro de mística y un poemario, con comentarios en prosa. FRÍAS, Juan de. Nació en Burgos hacia 1514. Fiscal de la Real Audiencia de Santo Domingo, Juez de Residencia en varias ocasiones y Gobernador de la Provincia de Venezuela, por la muerte de Enrique Remboldt, representante de los welser. Había llegado al Nuevo Mundo con Alfínger en

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández 1529, en calidad de criado. Pregonaría el segundo juicio a los gobernadores welser, desde su llegada a Coro desde Santo Domingo, pronunciando sentencia de incumplimiento de los banqueros alemanes a la capitulación firmada con el rey Carlos I en 1528, por lo cual la Corona no tenía compromiso con las mercedes otorgadas y además, debían cancelar, los gobernadores y sus oficiales, penas pecuniarias por los perjuicios causados a la Corona. Entregaría la gobernación a Juan Pérez de Tolosa en el año 1546 y resultaría considerado como buen juez, en su juicio de residencia, regresando a Santo Domingo. GARCÍA MONTERO, Juan. Capitán y segundo jefe de la expedición de Juan Pacheco Maldonado durante tres años, desde 1607 para combatir la resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, participando en la jornada de la barra y dirigiría el ataque contra los zaparas refugiados en la Laguna de Matícora, a los cuales apresaría. Más tarde, por enfermedad de Pacheco Maldonado, sería designado como Sargento Mayor por el mismo Pacheco Maldonado, para dirigir la campaña contra la resistencia de los quiriquires en 1608. Era sobrino político de Pacheco Maldonado, por haber casado con Olalla Pacheco, hija de su hermana María Pacheco casada con el capitán Juan Román. GONZÁLEZ DE LEIVA, Luis. Alcalde Mayor de Coro y Teniente de Gobernador en Maracaibo de Ambrosio Alfinger, quien lo enviaría desde esa ciudad tierra adentro en búsqueda de bastimentos y le ordenaría la fundación de la población de “Ulma”, propósito no logrado. En su juicio de residencia se obtendría información sobre su gran crueldad con los indígenas y aún, con sus propios compañeros. GUILLÉN DE SAAVEDRA, Juan. Conquistador del siglo XVI, quien participaría con Alonso Pacheco en la fundación de la Nueva Ciudad de Maracaibo en 1569 y con Pedro Maldonado en la de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo en 1574. Teniente de Gobernador de Maracaibo en 1577, nombrado por el Gobernador Juan de Pimentel, en sustitución de Pedro Maldonado, mandándole a explorar el río Pamplona, para localizar una vía fluvial para el Nuevo Reino de Granada, recorriendo por seis meses, los ríos Catatumbo y Zulia. En 1581, con Francisco de Cáceres y otros capitanes de la Nueva Zamora, hizo un amplio recorrido por el Lago, entrando por el río Zulia y llegando hasta isla de Toas, para combatir la resistencia indígena. En 1592, participaría con Gonzalo de Piña Ludueña, en la fundación de San Antonio de Gibraltar. Al año siguiente, 1593, moriría en combate con los aliles, en el intento de fundar una villa, por orden del gobernador Diego de Osorio, que facilitara la comunicación entre Maracaibo y Río de la Hacha, pero los indígenas atacaron el asiento, destruyéndolo completamente.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández HERNÁNDEZ DE CHÁVES, Francisco. Capitán General y Gobernador interino de la Provincia de Venezuela, en cuyo inicio de período de gobierno, se había fundado la Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo, por Alonso Pacheco. HOJEDA, Alonso de. Véase OJEDA, Alonso. HOJEDA, Isabel de. Véase OJEDA, Isabel de. HOHERMUTH VON SPEYER, Jorge. Véase ESPIRA, Jorge. LIMPIAS, Pedro de. Conquistador e intérprete de lenguas indígenas, traído a la Provincia de Venezuela por el obispo Rodrigo de Bastidas. Compañero de Nicolás de Federmán durante su expedición al Nuevo Reino de Granada y de Felipe Von Hutten en la de los Llanos. Según crónicas, se ha informado que el gobernador interino Rodrigo de Bastidas y a la vez, obispo de Coro, lo enviaría a la región de Maracaibo para capturar esclavos en 1541, de los cuales se llevaron más de quinientos y se vendieron, pero esa información es muy posterior y dudosa, sin fuentes documentales. Más tarde, con Juan de Carvajal, intervino en los asesinatos de Felipe Von Hutten y Bartolomé Welser, siendo apresado por ese delito, en 1547. MALDONADO, Pedro. Capitán español, fundador de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en 1574, comisionado por el gobernador Diego de Mazariegos, ya que había sido fundador y Regidor de la Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo desde junio-julio de 1569, con Alonso Pacheco. Teniente de Gobernador de Maracaibo (1574-1577), destituido por el nuevo gobernador Juan de Pimentel en 1577 y sustituido por Juan Guillén de Saavedra, pasando a vivir los últimos años de su vida en Mérida. MANAURE. Cacique del siglo XVI de los indios caquetios, residenciado en el pueblo de Todariquiba, a orillas del río Mitare, trasladándose a Coro desde su fundación, por lo cual, el antiguo poblado indígena se llamó Pueblo Viejo. Estableció una alianza con Juan de Ampíes desde 1522, para que éste los protegiera de los traficantes de esclavos y aventureros. En 1528, con la llegada de Ampíes (padre) a Coro, Manaure fue bautizado con el nombre de Martín, en honor al padre del Factor, Martín Martínez de Ampíes, político y humanista español. Con los Welser, trató de mantener buenas relaciones, pero Alfínger lo encarceló por reclamar unas canoas que se habían apropiado los alemanes y al ser liberado se fue retirando con su gente tierra adentro unos 300 kilómetros. MARTÍN, Esteban. Soldado y guía de Ambrosio Alfínger durante sus correrías por la cuenca del Lago de Maracaibo, sirviéndole de “lengua” (intérprete), por su conocimiento del caquetío, ya que había venido a Coro con Juan de Ampíes y al ser expulsado éste, se quedaría con Alfínger. Concurrió con Alfínger a la expedición de los pacabueyes, esclavizó a los indios y peleó en la

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández guazábara donde moriría Ambrosio Alfínger. Más tarde, fue maestre de campo de Jorge de Espira y un veterano guerrero durante años, que perdería la vida por las heridas infectadas que le habían producido los indígenas, en 1537. De facilidad para los idiomas, tuvo habilidad para entenderse con los aborígenes, quizás por sus capacidades que le permitieron escribir un relato sobre la expedición de Alfínger a la tierra de los pacabueyes, el cual sería llamado Declaración de una lengua, en 1534, recuperado por el Hermano Nectario María en su obra Los orígenes de Maracaibo. MARTÍN, Francisco. Soldado español de Ambrosio Alfínger, durante sus correrías por la región del Lago de Maracaibo. Sería uno de los 25 hombres enviados por Alfínger desde las tierras de los pacabueyes hasta Coro, en 1531, para conducir 25.000 pesos en oro, bajo el mando de Iñigo de Vasconia, pero se perdieron en la selva y todos perecieron menos Martín, quien cayó en manos de los indios. Se unió con una aborigen y aprendió hechicería, siendo respetado como asesor en medicina indígena y nombrado como una especie de alcalde mayor de ellos. Realizó la cura de un cacique, quien le otorgó su hija y se convirtió en un auténtico indígena. El alcalde mayor de Maracaibo lo localizó después de tres años y trató de buscar el oro enterrado, pero fue imposible dar con él. Por dos veces se regresó a la tribu, donde había dejado esposa e hijos, pero los españoles volvían a separarlos y por último, lo enviaron a Nueva Granada, donde vivió por mucho tiempo. Ambrosio Perera lo consideró entre los primitivos médicos de Venezuela, con ejercicio en el territorio de Maracaibo. Su extraordinaria experiencia ha causado sensación entre los cronistas históricos, quienes han narrado sus aventuras, además de la utilización de la historia de la expedición del oro, con sus tintes crudos de antropofagia por los hispanos, en los relatos de Caminos del Amanecer de Ramón Díaz Sánchez y en la película Jericó. MARTÍNEZ DE MANZANILLO, Juan Manuel. Cuarto obispo de Coro, designado por real cédula de Felipe II del 14 de octubre de 1580 y bula del Papa Gregorio XIII del 23 de mayo de 1583. Nacido en España hacia 1535, ingresaría en la orden de los dominicos, sería prior del convento de Santo Domingo, visitador de los conventos de su orden en La Española, provisor y visitador en la isla de Margarita, donde fundaría el convento del Santísimo Rosario, siendo ya el provincial de la orden y a la vez, desempeñando una labor de evangelización indígena en la costa de Cumaná. Al ser nombrado obispo de Coro, tomaría posesión por “ruego y encargo” de la diócesis en noviembre de 1580, para describir, con rasgos muy realistas, la ciudad de Coro, en una carta informe al rey del 30 de enero de 1582 y los nueve pueblos de españoles existentes y fundados después de Coro: El Tocuyo, Nueva Segovia de Barquisimeto, Trujillo o Cuicas, Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, Carora o Portillo, San Pedro de Nirgua, Nueva Valencia, Santiago de León de Caracas y Nuestra Señora de Caraballeda. Desde entonces, iba a redactar una carta informe al rey casi

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández todos los años. Comenzaría la reconstrucción de la Catedral de Caracas en 1583, porque había decidido residir en esa ciudad, pero esa iglesia sería destruida parcialmente por los piratas ingleses en 1595 y no sería concluida hasta comienzos del siglo XVII, pediría dignidades de canónigos para la catedral, provisión de curatos para la diócesis, iría a consagrarse en Santo Domingo en julio de 1584, desde su residencia en la ciudad de Caracas, denunciaría la esclavitud de los indios y los maltratos constantes a los mulatos y negros, mientras en su gobierno se iniciaría una polémica sobre agregar Cumaná, Nueva Córdova y Margarita a la diócesis de Caracas, separándolas de la diócesis de Puerto Rico, a la cual pertenecían, sin decidirse nada al respecto. Visitaría toda la diócesis en los años de 1588 y 1589 y objetivando sus necesidades, en el año siguiente, enviaría al dominico Jorge Dacosta como apoderado ante la Corte, quien conseguiría ayuda sobre todo para edificar las iglesias de la diócesis y otras mejoras. El obispo Juan Martínez de Manzanillo moriría en Caracas, el 1 de enero de 1592 y quedaría encargado en sede vacante el deán, provisor y vicario general Francisco López. Durante su obispado otorgaría, el 6 de octubre de 1589, las constituciones de los cofrades de la Santa Vera Cruz y Santo Cristo, que estaba fundada en la iglesia parroquial de Maracaibo y en ellas se acreditaba la erección de la Ermita de Santa Bárbara, en el sitio denominado El Calvario, como la segunda iglesia de Maracaibo, en una época en la cual estaba residenciado en la ciudad, el presbítero Juan Pascual de Rivas, quien sería cura, vicario y visitador. Recién fallecido el prelado, en ese mismo año de 1592 sería fundada la población de San Antonio de Gibraltar, en el sur del Lago de Maracaibo, por Gonzalo de Piña Ludueña, lugar conocido como embarcadero lacustre de Mérida desde 1562. En esa población, los agustinos ermitaños fundarían un convento, desarrollándose las devociones a Nuestra Señora de Alta Gracia y al Santo Cristo, mientras eran misioneros itinerantes por la extensa región lacustre, visitando algunos de los pueblos indígenas, como: Eneal, Chirurí, Paraute, Misoa, Moporo, Tomocoro, Bobures, San Pedro y Encontrados, entre otros, la mayoría de ellos levantados sobre palafitos enclavados en las aguas del lago. MATAGÜELO, Juan Pérez. Cacique de los indios de la zona de Paraute y Misoa, durante la gran resistencia indígena, ajusticiado en la Nueva Zamora de Maracaibo en 1607. MAZARIEGOS, Diego. Nacido en Granada, había intervenido al lado de Hernán Cortes en México, Guatemala y Honduras, además de ser Gobernador de Cuba. Gobernador y Capitán General de Venezuela, designado por el rey el 14 de octubre de 1569, para gobernar entre 1570 y 1576. Durante su gestión, se sucedería la despoblación de la Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo por Alonso Pacheco y se fundaría la Nueva Zamora de Maracaibo por Pedro Maldonado. Escribiría una Información sobre la población de la Laguna de Maracaibo y el descubrimiento del río Pamplona ,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández enviada al rey en junio de 1573, mostrándose contrario a la búsqueda de la ruta fluvial por ese río hacia el Nuevo Reino de Granada. NAVARRO, Antonio. Alcalde Mayor de Coro, Juez de Residencia de Ambrosio Alfínger, Nicolás de Federmán y Jorge Spira, así como sus respectivos oficiales, y Gobernador interino de la Provincia de Venezuela (1537-1538), por la ausencia de Jorge Espira de Coro y la muerte de Francisco Venegas. Desaprobado su nombramiento por el rey Carlos I, al parecer pereció en un naufragio al regresar a Santo Domingo, en 1538. NAVEROS, Antonio de. Oficial, Contador, Tesorero y Regidor de Coro, nacido en Coria (Extremadura) hacia 1495 y muerto en Cabo de la Vela hacia 1552. Coautor con Alfonso Vásquez de Acuña de Sucinto relato del primer viaje de Nicolás de Federmán en el interior del occidente de Venezuela (1530-1531), expedición donde acompañó a Federmán. Enviaría constantes informes al rey sobre los atropellos de los welser, con los cuales sostuvo frecuentes enfrentamientos y sus últimas funciones serían como contador en el Cabo de la Vela. OJEDA, Alonso de. Nació en Cuenca, España, hacía 1466 y murió en la isla La Española, hacía 1516. Navegante español, quien dirigió la primera expedición al Lago de Maracaibo en 1499 y fue uno de los iniciadores de la conquista. Noble venido a menos, paje y criado del duque de Medinacelli con el cual tuvo acceso a la Corte, peleando con gran valor y audacia en la Reconquista de Granada. Participó en el segundo viaje de Colon (1493) y exploró bajo sus órdenes la isla de Guadalupe. En La Española intentó hallar la región de Cibao, rica en oro, de donde salió la primera muestra envida a España. Capturó en forma ingeniosa al Cacique Caonabo y derrotó a su hermano. Rompió con Colón, regresó a España y en 1499 con la protección del Obispo Juan de Fonseca, organizó su primera expedición con Juan de la Cosa y Américo Vespucio, cuando recorrió toda la costa de Venezuela, hasta entrar en el golfo Coquibacoa y ver una población indígena palafitica que daría nombre al país. De este viaje, no sólo quedaron las perlas, el oro y los esclavos, sino también el mapa de Juan de la Cosa de 1500 y el nombramiento de Gobernador de Coquibacoa para Ojeda en 1501. En 1502 realizó su segundo viaje, similar al primero, pero fundando la rancharía de Santa Cruz, en la Guajira, que aunque duro pocos meses, debe considerarse la primera población en Tierra Firme. Después de varios incidentes con los gobernantes de La Española, organizó su tercer viaje en 1509 hacía las costas de Cartagena, fundando San Sebastián pero fracasando la expedición por problemas entre sus integrantes. Pasó los últimos años de su vida en extrema pobreza en La Española, donde se dice tomó el hábito religioso y murió en esa isla hacia 1516, siendo enterrado a la entrada de la iglesia de San Francisco. De la expedición al Lago de Maracaibo en 1499, surgió su matrimonio con una hija de un cacique a la cual bautizó y llamó Isabel en recuerdo a la Reina Católica, quien le sirvió de

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández interprete en sus otras expediciones, lo acompañó a Europa y a La Española, y le dio tres hijos, los primeros productos del mestizaje latinoamericano. Muriendo sobre tumba y siendo enterrada a su lado. OJEDA, Isabel de. Esposa indígena de Alonso de Ojeda, conocida en la historia como la India Isabel. Hija de un cacique de la región del Lago de Maracaibo, probablemente aruaca, quien se enamoraría con gran pasión de Alonso de Ojeda, se bautizaría y se casaría con él, quien le daría el nombre de Isabel, en recuerdo de la reina católica y de la primera novia de Ojeda. Lograría hablar muy bien el castellano, le serviría de intérprete a Ojeda en sus otros viajes y lo libró de la muerte en varias ocasiones, porque siempre lo acompañó en prueba de su gran fidelidad amorosa. Lució su belleza en la Corte española y al final de su vida, en la isla de Santo Domingo, Alonso y ella vivieron felices, con sus tres hijos mestizos, los cuales históricamente son el producto del cruce de las dos razas y de las dos culturas, europea y americana, originándose el mestizaje latinoamericano, que auténticamente nació en el Lago de Maracaibo y no, en el México de la conquista, con Hernán Cortés y La Malinche, como generalmente se ha dicho, sobre todo en México, por desconocer la historia romántica de Isabel y Alonso de Ojeda, que llegaría hasta la muerte por amor, ya que Isabel murió pocos días después de Alonso, sobre su tumba, en la cual lloraba todas las noches. Romántica historia de amor, llevada a la literatura y a la música, en novelas y operetas, que se fraguó en el Lago de Maracaibo, en el Encuentro de Dos Culturas, el 24 de agosto de 1499. OSORIO, Diego de. Militar español, veterano de las guerras de Flandes y servidor en las flotas de galeras de Italia, España y Santo Domingo. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, designado el 24 de diciembre de 1588, para gobernar entre 1589 y 1597, trayendo a Venezuela a Simón de Bolívar (El Viejo) y logrando que los procuradores de las principales ciudades, lo nombraran Procurador de la Provincia de Venezuela ante las Cortes. En su gobierno surgiría la población de La Guaira, procuraría la pacificación de los indios, vigilaría los abusos de los encomenderos e iniciaría las fortificaciones costeras contra los piratas. Posteriormente sería Presidente de la Real de Santo Domingo, donde moriría el 26 de octubre de 1600. OVIEDO Y BAÑOS, José de. Nació en Santa Fe de Bogotá en 1671 y murió en Caracas, el 22 de noviembre de 1738. Vivió en Lima y en Caracas, donde sería Alcalde en tres ocasiones (1699, 1710 y 1722) y Regidor perpetuo (1703), además de ser sustituto del Gobernador por su ausencia (1722). Capitán y Teniente General (1728) de las armas y las milicias de la Gobernación de Venezuela. Mayordomo de la archicofradía de Nuestra Señora del Rosario y síndico general de los conventos franciscanos de Venezuela. Como Cronista de Indias, escribió Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela, cuya primera parte sería publicada en Madrid en 1723,

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández donde abarcaba desde 1498 hasta 1600, no localizándose la segunda parte de la obra, quizás destruida por el propio autor o sus descendientes. Su obra es una joya histórica y literaria, de influencia barroca y culterana, apreciada por la crítica de la literatura castellana y una de las primeras obras maestras de la literatura nacional. PACHECO, Alonso. Nacido en Talavera de la Reina en 1527, murió en Trujillo después de 1576. Conquistador, Regidor perpetuo y alcalde de Trujillo, Teniente de Gobernador en Trujillo y Fundador de Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo, en junio-julio de 1569, por comisión del gobernador Pedro Ponce de León, pero la gran resistencia indígena, le obligaría a despoblar la ciudad fundada, en noviembre o diciembre de 1573 y abandonar su constante lucha por conseguir una vía fluvial, más rápida y segura, a través del río Pamplona, para el Nuevo Reino de Granada. Durante mucho tiempo se le consideró el auténtico fundador de Maracaibo, pero el Centro Histórico del Zulia decidiría, tras polémicas ponencias, que ese mérito correspondía a Ambrosio Alfínger, en la fecha del 8 de septiembre de 1529. PACHECO MALDONADO, Juan. Conquistador, militar y pacificador, nacido en Trujillo, como hijo primogénito de Alonso Pacheco Jiménez, el fundador de Ciudad Rodrigo de Maracaibo, y murió en la misma ciudad, aproximadamente hacia 1645. Desde muy joven se incorporaría al servicio de las armas, escalando posiciones de alférez mayor, capitán y sargento mayor y alcalde de Trujillo, hasta ser nombrado Teniente de Gobernador de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo (16061608), para acabar con la gran resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, encabezada por Nigale y otros caciques, narrada en esta obra. Más tarde, sería Gobernador y Capitán General de la Provincia de Musos y Colima (1613-1619), gestor de la creación (1622) y primer Gobernador de la Provincia de Mérida y La Grita (1625-1634) y Capitán combatiente contra el pirata William Jackson (1642-1643). PALOMINO, Pedro Mártir. Quinto obispo de Coro, designado por real cédula de Felipe II, fechada el 4 de abril de 1594 y por decisión pontificia de Clemente VIII. Nacido en Burgos, España, hacia el año 1530, iba a ingresar en la congregación de los dominicos en el convento de San Acisclo y Santa Victoria en la ciudad de Córdoba, sería estudiante y más tarde docente en el convento de San Pablo de Córdoba y tras pasar al Nuevo Mundo, sería misionero en la provincia de San Antonio de Nueva Granada, profesor en Santa Fe de Bogotá, doctrinero en algunas aldeas, prior de su orden en Tunja, tres veces prior en Santa Fe y superior provincial, además de ser maestro en sagrada teología desde el 10 de octubre de 1584. Al ser designado obispo, llegaría a Coro como pastor electo el 10 de octubre de 1595, sin poderse consagrar y fallecería en esa población, cuatro meses y doce días después, el 22 de febrero de 1596. El 24 de febrero, sería nombrado provisor sede vacante el primer sacerdote secular criollo Pedro Graterol, cura de Trujillo, quien asumiría el

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández gobierno episcopal, sin embargo al padre Pedro Graterol lo sucedería como vicario capitular en la sede vacante el presbítero Bartolomé Gómez, el 3 de enero de 1598. PÁRRAGA, Gaspar de. Alcalde ordinario de Maracaibo, redactor de la Descripción de la ciudad de Nueva Zamora, su término y Laguna de Maracaibo, con Rodrigo de Argüelles en 1579 y con el mismo Argüelles localizaría el paso fluvial hacia el Nuevo Reino de Granada, a través del río Pamplona, el 8 de febrero de 1589. PASCUAL DE RIBAS, Juan. Sacerdote de finales del siglo XVI, quien en 1607, al prestar declaraciones sobre el estado de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo a la llegada del capitán Juan Pacheco Maldonado, contestó estar residenciado en ella por más de 25 años y ser cura y vicario de la Santa Iglesia de la ciudad y visitador de esta ciudad y sus términos. PEÑA, Gutiérre de la. Regidor de Coro (1538, 1541 y 1542) y El Tocuyo (1546), Gobernador interino de la Isla de Margarita (1551), Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela (1558-1559), Comisionado del Gobernador Pablo Collado para la captura de Lope de Aguirre (1561) y Mariscal de Venezuela con escudo de nobleza (1563). PÉREZ DE MANZANEDO, Alonso. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela (1562-1563), Juez de Residencia de Alonso Bernáldez de Quirós, en su gobierno autorizaría la mudanza de Trujillo de Salamanca a Motatán. PÉREZ DE TOLOSA, Juan. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela (15451547) y juez de residencia, nombrado por Real Cédula del 12 de septiembre de 1545 por el rey Carlos I, llegando a Coro el 11 de junio de 1546 y pregonando el juicio de los Belzares, enviando al rey los interrogatorios hechos a los testigos, pero la sentencia del Consejo de Indias tardará 10 años en salir. Apresa, juzga y sentencia a Juan de Carvajal por la muerte de Felipe Von Hutten, el cual es ejecutado en la horca el 17 de septiembre de 1546. T También juzgo a Juan de Villegas, declarándolo inocente y nombrándolo su Teniente de Gobernador, mientras se residenció en El Tocuyo, distribuyó las primeras encomiendas en Venezuela, instaló los primeros telares de esa población, aprovechando el algodón que se daba en la región y la disposición de los indígenas a hilar y tejer, dando origen al lienzo Tocuyo, reconocido en Europa. La corona reconociendo su gran labor, le extendió el nombramiento de Gobernador por tiempo indefinido en 1547. Autor de Relación de las Tierras y Provincias de la Gobernación de Venezuela, la más antigua que se conoce. Viajó al Cabo de La Vela y a la ciudad de Nuestra Señora de los Remedios de Río Hacha, donde murió en diciembre de 1548. PIMENTEL, Juan de. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, designado por el rey el 12 de diciembre de 1575, gobernaría entre el 8 de mayo de 1576 y el 21 de noviembre de

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández 1583, cuando entregó el gobierno a Luis de Rojas. Sería el primer gobernador que residiría en Caracas, erigiéndola en capital de la provincia, dando protección a los indios y fiscalizaría el trato que les daban los encomenderos. Cumpliendo con real cédula, ordenaría hacer descripciones del territorio de la provincia y acompañarla de un plano de la ciudad respectiva; el de Caracas lo haría él mismo y el de Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, los alcaldes Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, reproducida en el segundo apéndice de este trabajo. PIÑA LUDUEÑA, Gonzalo de. Nació en España a mediados del siglo XVI y murió en Caracas, el 28 de marzo de 1600. Fundador de San Antonio de Gibraltar en 1592, por designación del Cabildo de Mérida. Designado por el rey el 18 de agosto 1596 como Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, gobernaría entre 1597 y el 28 de marzo de 1600, cuando murió de una apoplejía. Le tocaría enfrentar la resistencia de los zaparas en 1598, con el cacique Nigale al frente, para lo cual comisionaría al capitán Andrés de Velasco, como Teniente de Gobernador de Nueva Zamora de Maracaibo. PONCE DE LEÓN, Pedro. Nacido en Jerez de la Frontera, murió en Barquisimeto, el 23 de mayo de 1569. Militar de amplia trayectoria, Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, designado por el rey el 17 de mayo de 1564, gobernaría entre el 8 de mayo de 1566 y el 23 de mayo de 1569, fecha de su muerte. Tomaría juicio de residencia a su antecesor Alonso Bernáldez de Quirós, nombraría tenientes de gobernador para distintas poblaciones y ratificaría a Diego de Lozada como capitán de la conquista de los indios caracas. Durante su gobierno se fundaría Santiago de León de Caracas y se planificó la de Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo, fundada poco después de su muerte. El pirata francés Nicolás Vallier acabaría con Coro y Borburata, teniéndose que trasladar el gobernador y el obispo a Barquisimeto. RODRÍGUEZ DE ROBLEDO, Juan. Nació en España hacia 1498 y murió en Coro, el 26 de octubre de 1570. Uno de los sacerdotes más antiguos de la Provincia de Venezuela, ya que llegaría con Ambrosio Alfinger en 1529, lo acompañaría como capellán de las tropas a la cuenca lacustre, asistiría a la fundación de Maracaibo, participaría en la larga jornada en las tierras de los indios pacabueyes, asistiría a Ambrosio Alfínger espiritualmente en sus últimos momentos y sería el primer sacerdote de Maracaibo, atendiendo el servicio religioso de sus pobladores y tratando de lograr el respeto hacia los aborígenes. Por real cédula del 13 de noviembre de 1534, se le otorgaría una canongía en la Iglesia Catedral de Coro de la nueva diócesis de Venezuela, siendo sucedido en Maracaibo por el padre Mosén Jaime Varón, quien también había venido con Alfínger. En abril de 1535, el obispo Rodrigo de Bastidas lo designaría como provisor y vicario general de la diócesis de Coro, encargándose en las frecuentes ausencias del prelado de su sede, a la vez que se le nombraba “Sub-Protector de los Indios” y el 14 de enero de 1536 se le concedería la chantría. No

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández sería apreciado por el obispo Fray Jerónimo de Ballesteros, pero sí por su sucesor, monseñor Fray Pedro de Ágreda. Fray Gómez Parente ha dicho: “A pesar de sus fallas, incluso de orden moral, fue uno de los clérigos más destacados del primer momento de Venezuela”, aunque su nombre estaría maculado con el tráfico de indios esclavos, según algunos historiadores. ROJAS, Luis de. Gobernador Yucatán (México) y Santa Marta (Nuevo Reino de Granada). Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, designado por el rey el 23 de julio de 1580, para gobernar entre el 21 de noviembre de 1583 y mediados de 1589, como sucesor de Juan de Pimentel. Comisionó a Sebastián Díaz de Alfaro para fundar San Sebastián de los Reyes y así mantener una comunicación con la región oriental, además de enviar a Cristóbal Cobos para pacificar a los indios cumanagotos, fundando San Cristóbal de la Nueva Ecija de los Cumanagotos. Trató de hacer cumplir la Real Cédula de Felipe II, sobre la prohibición del servicio personal de los indios, conjuntamente con el obispo Martínez de Manzanillo, pero los encomenderos se lo impidieron. Su sucesor, Diego de Osorio, le seguiría juicio de residencia y Rojas permanecería en Caracas hasta su muerte en 1600. SALINAS, Domingo de. Sexto obispo de Coro, designado por real cédula del 24 de abril de 1598 y bula del Papa Clemente VIII del mismo año. Nacido en Medina del Campo, España, vestiría el hábito dominico, se ordenaría sacerdote y sería procurador general de la orden dominica, hasta ser designado obispo de Coro. Llegaría a Caracas el 21 de enero de 1599 y tomaría posesión de la sede en Coro, el 10 de marzo del mismo año, a través del teniente general de gobernador Alonso Arias Vaca. En cartas-informes al rey sería un constante denunciador de los abusos contra los indígenas y luchador empedernido contra la inmoralidad y la corrupción de la administración civil, judicial y religiosa, así como de los encomenderos, realizaría algunas

visitas a la diócesis,

falleciendo en El Tocuyo el día 21 de junio de 1600, con la posibilidad de haber sido envenenado por Manuel de Silva, sin haberse podido comprobar y entonces, el 4 de julio de ese año, el chantre de la catedral de Coro, Diego Fernández de Cárdenas, sería elegido provisor y vicario capitular en sede vacante. En ese mismo año de la muerte de monseñor Salinas, San Antonio de Gibraltar sería atacado y quemado por los indios quiriquires, eneales y aliles, el 22 de agosto de 1600, salvándose el Santo Cristo de la quema de la iglesia, aunque había sido flechado, por lo cual se trasladaría a la Iglesia Matriz de Maracaibo, donde se ha venerado desde entonces con gran fervor, con el nombre de Cristo Negro o Santa Reliquia de Maracaibo. Más tarde, Gibraltar sería reconstruido y quemado de nuevo en varias ocasiones, tanto por los indígenas como por los piratas, a lo largo del siglo XVII, sin embargo se iba a desarrollar, llegando a tener varias iglesias y un convento renombrado. En ese año de 1600 o quizás desde 1593, cuando participaron en la expedición de Juan Guillén de Saavedra para pacificar a los indígenas motilones, los frailes

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández franciscanos se encontraban en Maracaibo, donde iban a edificar una Capilla Terciaria como capilla anexa al Convento de San Francisco, obras terminadas hacia 1607, lo cual los convertirían en un centro espiritual, con una comunidad de seis religiosos, con cuatro celdas e iglesia de paja, pero serían asaltados y saqueados por los piratas que atacaron a Maracaibo en diversas ocasiones, sin embargo el centro sería reedificado, con materiales más sólidos y ampliado entre 1669 y 1730, como Templo de San Francisco de Asís, mejor conocido como El Convento, con una amplia residencia conventual para la congregación, que fungía a la vez de extensión educativa, donde se dictaban diversos cursos de gramática, filosofía y teología, que permitieron la formación no sólo de los religiosos, sino también de jóvenes marabinos de aquellas épocas, quienes realizaron allí sus primeros estudios, como el futuro General Rafael Urdaneta, a finales del siglo XVIII, antes de marchar a Bogotá. SAN MARTÍN, Pedro de. Nacido en Toledo en 1502, llegó a Coro con Alfínger en 1529, como factor y veedor de la Real Hacienda, acompañando al gobernador alemán en su segunda expedición a la cuenca del Lago de Maracaibo y al morir éste, sería elegido capitán general y justicia mayor pasando por Maracaibo y Coro, para arribar en noviembre de 1533. Elegido alcalde ordinario de Coro, gobernaría interinamente con Francisco Gallegos, destituyendo a Bartolomé de Santillana, apresándolo y siguiéndole juicio por su comportamiento como gobernante de los welser., gobernando hasta el 11 de julio de 1534 cuando llegó el obispo y gobernador interino Rodrigo de Bastidas. Fue regidor de Coro en 1535 y 1537, se enfrentó al gobernador Jorge de Espira y declaró en las investigaciones adelantadas contra los Welser. Fue ejecutado por Espira a causa de deudas que tenía con los Welser el 17 de julio de 1548. SANTILLANA, Bartolomé de. Conquistador de los Belzares, Teniente de Gobernador de la Provincia de Venezuela y Alcalde Mayor de Coro en 1531, victima de la rebelión del cabildo de Coro en 1533, a la muerte de Alfínger, por sus numerosos desmanes contra indios y españoles, siendo apresado y enviado a Santo Domingo, por el gobernador encargado Rodrigo de Bastidas. SARMIENTO, Luis. Alcalde Mayor de Coro (1529) y encargado de la gobernación de Venezuela (1529-1530) como Teniente de Gobernador, siendo destituido por Hans Seissenhoffer. Había llegado con Alfínger y como alcalde debió reducir a prisión a Juan de Ampíes. Fue apresado y encarcelado por deudas y por haber abandonado a su mujer, muriendo en la mayor pobreza el 18 de octubre de 1538. SEISSENHOFFER, Hans. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela (1530), por crecerse que había muerto Ambrosio Alfínger. Llamado Juan Alemán, trajo en su expedición 26 mineros alemanes para explotar los materiales preciosos, destituyó a Luis Sarmiento como

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández Teniente de Gobernador y gobernó por 15 días, ya que Ambrosio Alfínger regresó de la primera entrada a la cuenca del lago. SEPÚLVEDA, Alonso. Fraile predicador franciscano, Guardián del Convento del Seráfico “San Francisco” de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo y Definidor de la Provincia, en agosto de 1607, cuando rindió declaraciones sobre el estado de la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo a la llegada del capitán Juan Pacheco Maldonado, informando tener 47 años de edad y cinco o seis de residencia en la ciudad, lo cual ha permitido fijar mejor la fecha de la llegada de los franciscanos a Maracaibo. SIMÓN, Fray Pedro. Nació en San Lorenzo de la Parrilla, Cuenca, España, en 1574. Cronista de Indias, quien ingresó muy joven en la provincia franciscana de Cartagena, donde estudió y fue ordenado sacerdote. Llegó a Tierra Firme en 1604, dedicándose a la docencia en Santa Fe de Bogotá, como profesor de “Arte y Teología” (1605-1612) y más tarde, visitó los conventos de Venezuela (1612-1613), cuando aprovechó para recolectar datos históricos. Su obra fundamental es Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme, cuya primera parte se publicó

en

Cuenca en 1627 y las otras partes quedaron inéditas hasta que fueron editadas en Bogotá entre 1882 y 1892, con la reedición de la primera parte. Existe una edición, con el titulo de Noticias Historiales de Venezuela publicada por la Academia Nacional de la Historia en 1963, bajo la dirección de Demetrio Ramos Pérez, que contiene la primera parte y algunos capítulos de la tercera. Guardián del Convento de la Purificación, Calificador del Santo Oficio, Predicador y Provincial de Santa Fe (1623-1626), en cuyo cargo probablemente murió, en la ciudad de Bogotá. SPIRA, Jorge de. Véase: ESPIRA, Jorge de SUÁREZ DEL CASTILLO, Alonso. Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, designado el 11 de julio de 1601, quien gobernaría entre 1602 y 1603, época de resistencia de los indios quiriquires. Más tarde, ocuparían ese cargo, los alcaldes Rodrigo León y Tomás de Aguirre, nombrados por Real Cedula, y el gobernador interino Francisco Mejia de Godoy, nombrado por la Audiencia de Santo Domingo, quien gobernaría entre el 27 de octubre de 1603 y 7 de febrero de 1606, hasta la llegada de Sancho de Alquiza. TOLENIGASTE. Segundo cacique zapara, junto con Nigale, durante la gran resistencia aborigen, desde 1598 hasta 1607, cuando sería apresado por Juan Pacheco Maldonado en la isla de Zapara y ajusticiado en la Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en junio de 1607. VARÓN, Jaime. Uno de los primeros sacerdotes que hubo en la Provincia de Venezuela, ya que vino con Ambrosio Alfínger. El 15 de julio de 1534, el obispo Rodrigo de Bastidas informó al rey sobre la presencia de cuatro clérigos, entre ellos Jaime Varón, conocido también como Jaime

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández Varonchego, y pedía algún beneficio en la Iglesia Catedral de Coro o pagarles algún salario para que vivieran. Sería el segundo sacerdote que existió en el pueblo de Maracaibo, después de Juan Rodríguez Robledo, al cual estuvo muy vinculado hasta su muerte en 1560, construyendo su primera iglesia de palmas y enea. VASCONIA, Iñigo de. Militar español del siglo XVI, teniente general de dos bergantines y persona de confianza de Ambrosio Alfínger, quien fue uno de los primeros esclavistas, ya que redujo 171 indios a la esclavitud y envió un lote a Santo Domingo, pero una tempestad los desvió a Santa Marta. Participó en la expedición de los pacabueyes con Alfínger, quien le confió la conducción a Coro del oro arrebatado a los indígenas, calculado en 24.000 castellanos de oro, o sea, 110 kilos y 400 gramos de ese precioso metal. Ese viaje ha sido considerado uno de los episodios más dramáticos de la historia de la conquista, ya que murieron él y todos sus compañeros, excepto Francisco Martín, víctimas del hambre y de los acechos de los indígenas, quienes vengaron tantas tropelías, comentándose que llegaron a comer carne humana para sobrevivir. Ramón Díaz Sánchez, en sus narraciones “Tríptico del Amanecer”, en la obra Caminos del amanecer recrearía esa dramática experiencia, de una forma impactante y lo mismo, se hizo en la película Jericó. VÁSQUEZ DE ACUÑA, Alonso. Nació hacia 1488. Oficial, Tesorero y Juez en Coro, Teniente de Gobernador de la Provincia de Venezuela, nombrado por Rodrigo de Bastidas, quien se desempeñaría como gobernante, entre enero y febrero de 1535, por ausencia del primero y hasta la llegada de Jorge de Espira. VENEGAS, Francisco. También nombrado como Francisco Vanegas, nació en Granada en la segunda mitad del siglo XV y murió en la Provincia de Venezuela, en Coro, el 1 de enero de 1537. Alcalde, Justicia Mayor y Teniente de Gobernador en Maracaibo de Ambrosio Alfinger, cometería numerosas tropelías, injusticias y agravios contra los indígenas, esclavizándolos y aún contra los mismos pobladores de la ciudad, por lo cual sería condenado en su juicio de residencia, pero ya había muerto. También sería Teniente de Gobernador y Alcalde Mayor de Coro, con Jorge Espira, tocándole encargarse de la Gobernación en la ausencia de éste último. VELASCO, Andrés de. Teniente de Gobernador de Maracaibo, designado por el Gobernador Gonzalo de Piña Ludueña, para combatir la resistencia zapara, con el cacique Nigale al frente, desde 1598 hasta 1606, cuando fue sustituido por Juan Pacheco Maldonado. Lograría la pacificación indígena en 1599, pero más tarde habrían otros brotes de resistencia, sobre todo de los zaparas del norte de la Laguna, haciendo varias entradas contra los indios quiriquires del sur, sobre todo en 1606, recuperando una de las hijas de Rodrigo de Argüelles, raptada por los aborígenes desde 1600.

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández VERGARA, Luis de. Sacerdote español de finales del siglo XVI, del cual Ismael Silva Montañés dice que vino desde su tierra natal a la Provincia de Venezuela hacia 1587. Diez años más tarde, el 4 de octubre de 1597, solicitaba al Consejo de Indias, un beneficio curado en Caracas o Trujillo. Para 1607 rindió declaraciones acerca del estado de la Nueva Zamora de Maracaibo, en el momento de la llegada de Juan Pacheco Maldonado, cuando tenía como cincuenta años de edad y más de veinte en la

ciudad, siendo cura y vicario de ella. Ese mismo año, por motivos

desconocidos, el obispo de Coro fray Antonio de Alcega, decidió separarlo de la ciudad, pese al interés que el padre Vergara tenía en permanecer en la ciudad lacustre, llegando al extremo de presentar al obispo ciento veinte pesos de oro para satisfacer sus deseos, pero el prelado mantuvo su voluntad e hizo que se los devolvieran. VESPUCIO, Américo. Nació en Florencia en 1454 y murió en Sevilla, el 22 de febrero de 1512. Comerciante, científico y navegante, quien sería secretario del embajador de Florencia en Francia y comerciante al servicio de los Médicis. Contribuyó al flete del tercer viaje de Colón y participó en la expedición de Alonso de Ojeda en 1499, la cual se ha descrito en este estudio. A partir de entonces, se han manejado muchas hipótesis sobre su recorrido por las Antillas, el descubrimiento de La Florida, la primera expedición al Brasil y al Río de la Plata, porque dos de esos cuatro viajes parecen ser imaginarios y han originado grandes polémicas históricas, ya que la crítica histórica duda de la autenticidad de esas narraciones en forma de cartas, además de haber contradicciones en las distintas versiones publicadas. Sin embargo, no puede negarse su valía científica, ya que entendió que la Tierra Firme no era más que un orbe nuevo y así lo divulgó en sus escritos. Más tarde, sería piloto mayor de la Casa de Contratación de las Indias de Sevilla, desde 1508 y su nombre se le daría al continente americano, localizado y explorado por Cristóbal Colón. Existen muchas ediciones de sus famosas cartas.

32.- Américo Vespucio

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EL CACIQUE NIGALE Y SU TIEMPO UN SIGLO DE RESISTENCIA INDÍGENA Luis Guillermo Hernández VILLEGAS, Juan de. Nació en Segovia en 1509 y murió en Nueva Segovia de Buría (actual estado Yaracuy), el 11 de agosto de 1553. Conquistador, fundador de pueblos y encargado de la Gobernación de la Provincia de Venezuela en varias ocasiones. Llegaría a Tierra Firme con la primera expedición de Ambrosio Alfínger en 1529 y le acompañaría en sus correrías por la cuenca del Lago de Maracaibo; lo mismo haría con Jorge Espira, como escribano, quien más tarde, lo nombraría Alcalde Mayor y le sucedería interinamente, a su muerte. De nuevo, volvería a ser Alcalde Mayor con Juan de Carvajal y Teniente de Gobernador y Capitán General con Juan Pérez de Tolosa, fundando Nuestra Señora de la Concepción del Puerto de Borburata y Nueva Segovia de Barquisimeto.

33.- Mapa del municipio Insular Padilla

OTRAS FUENTES UTILIZADAS Son numerosas las fuentes utilizadas en los capítulos referentes al proceso histórico del siglo XVI y sobre todo, a la resistencia indígena en la cuenca del Lago de Maracaibo, casi todas de carácter general, que han servido y servirán para reconstruir la historia de la Provincia de Venezuela y fundamentalmente, de la Cuenca del Lago de Maracaibo, con las necesarias referencias, muy breves, a otras zonas de la actual Venezuela y del Reino de Nueva Granada, por las imbricaciones lógicas. Desde luego, esta sistematización de fuentes no es exhaustiva y se continuará elaborando para el trabajo definitivo sobre El período colonial en la Provincia de Maracaibo. Se han seleccionadas las siguientes fuentes: ACOSTA SAIGNES, Miguel. Historia de Venezuela: Época prehispánica. Caracas: Ediciones Edime, 1984.

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Biografía y vida cultural del Autor Luis Guillermo Hernández nació en Maracaibo, el 26 de marzo de 1938, y murió en la misma ciudad el 18 de octubre de 2009, hijo de Roberto Gollarza y Ana Hernández. Licenciado en medicina y cirugía (Universidad Central de Madrid, 1962), médico cirujano (LUZ, 1964), promotor cultural y escritor (investigador y ensayista). Investigador de la cultura zuliana, con una larga trayectoria y una importante obra, tan publicada como inédita. Se ha desempeñado como: miembro asesor literario de a Asociación Cultural Rómulo Gallegos (1977-1979), dirección del Acervo Histórico del estado Zulia (19781979), miembro activo (1979) y presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela, seccional Zulia (1986-1989), individuo de número de la Academia de Historia del estado Zulia (desde 1981), miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela (desde 1983), secretario general del III Encuentro de Escritores de Venezuela (1983), miembro fundador del Centro Zuliano de Historia de la Medicina (1948) y su bibliotecario (1994-1996), presidente de la Sub-comisión de Publicaciones y Exposiciones de la Comisión Presidencial para el Bicentenario del Natalicio del General Rafael Urdaneta (196-1989), presidente de la Fundación Centro de Investigadores Agustín Millares Carlo (1991-2005) y Coordinador Administrativo de la Fundación Andrés Mariño Palacio (2008-actualidad). Ganador de los premios: Marcial Hernández del Colegio de Médicos del Estado Zulia y de cuatro de sus menciones honoríficas, del premio Berthy Ríos (1980) de la Asociación de Escritores de Venezuela, seccional Zulia; del premio Andrés Bello como científico (1981) de la ASOVAC, del premio Centenario de la Instalación de la Universidad del Zulia (1991) del CONDES de LUZ, del premio Dr. Rafael Belloso Chacín "Vida y Obra del Ilustre Zuliano" de la URBE (1995), mención especial del premio Udón Pérez en Ensayo (1997) de la Asamblea Legislativa del estado Zulia y el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Lossada, mención Investigación (1997), los cuatro últimos conjuntamente con Jesús Ángel Parra.

Director de la página cultural "Valores del Zulia", en el diario La Columna, de la revista Cultura Segurista y Editor del Anuario de la Fundación Centro de Investigadores Agustín Millares Carlo. Miembro fundador de los talleres literarios del Centro Bellas Artes de Maracaibo, de la secretaria de Cultura del Estado y coordinador del taller Octavio Paz. Coordinador del los cursos "Valores Literarios del Zulia", "la literatura zuliana del siglo XX

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a través de los grupos culturales" y "escritoras del Zulia en la literatura venezolana". Articulista de varios periódicos y revistas en Venezuela, como Panorama, La Verdad, La Columna, Crítica, El Vespertino, El Nacional de Occidente, entre otros. Ha realizado prólogos, estudios preliminares o apéndices a obras de: Jesús Enrique Lossada, Ismael Urdaneta, Elías Sánchez Rubio, Iván Heras Villalobos, Julio Borges Rosales, José María Rivas, Manuel Antonio Marín hijo, César David Rincón, Miguel Ángel Campos, Hesnor Rivera, Mercedes Bermúdez de Belloso, Iván Darío Parra, María Calcaño, entre otros.

Publicaciones Es autor de los libros: Udón Pérez (1976), 4 zulianos ilustres (1977), El teatro de Rómulo Gallegos (1979), Escritores Pre-Baraltianos (1978), Taller Experimental de Teatro(1979), Simón González Peña (1979), Dr. Jesús Semprún (1979), Bibliografía de la poesía femenina zuliana(1980), Catálogo Biográfico sobre el Dr. Jesús María Semprum (1981), Don Rogelio Yllaramendí (1981), Don Jorge Schmidke (1981), Aportes a la Bibliografía de José Ramón Yepes (1981), José Ramón Yepes 1822-1881 (1981), Historia del bellismo zuliano (1981), Catálogo bibliográfico del cuento zuliano del siglo XX (1982), El grupo Ariel y la generación modernista zuliana (1982), El colonés: vocero del Sur del Lago de Maracaibo (1982), Rómulo Gallegos y el cine nacional (1984), La narrativa corta del Zulia (1987), Biógrafos de Urdaneta (1988), Bibliografía general del Teatro en el Zulia (1990), Ismael Urdaneta: poeta, legionario, aventurero y cronista (1994), Índice bibliográfico sobre el General Rafael Urdaneta (1995), Los poetas cantan a Urdaneta (1995), Rafael Belloso Chacín. Síntesis biográfica (1996), La literatura modernista en el Zulia a través de las agrupaciones literarias (1997), Vida y Obra del Dr. Rafael Belloso Chacín (1998), Jesús Enrique Lossada: cronología biográfica (1998), Diccionario General del Zulia (1999), Maestros del Zulia (2001), Síntesis Biográfica de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia (2004), El Cacique Nigale y su tiempo un siglo de resistencia indigena (2007).

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Acerca del Autor

Dr. Luis Guillermo Hernández

Luis Guillermo Hernández nació en Maracaibo, Estado Zulia, el 26 de marzo de 1938 y murió dentro de su residencia el 18 de octubre de 2009. Destacado académico, promotor e investigador de la literatura Zuliana y la zulianidad en general. Autor de Diccionario general del Zulia. Hernández estudió en el colegio de los hermanos Maristas, donde iniciaría su labor como precursor literario, abogando por la presencia de una biblioteca en la entidad educativa. Una campaña que se valió de rifas y tómbolas, fue la responsable de que llegaran los clásicos Ebro desde España. En 1956, viajó a Madrid para estudiar medicina en la Universidad Central de Madrid. Cuando regresó al país, hizo la reválida en la Universidad del Zulia, "cuando Antonio Borjas Romero era rector de LUZ", indicó. En Ciudad Ojeda ejerció su profesión y al mismo tiempo, empezaría la compilación y recuperación de la historia de la región zuliana.

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