C. S. Lewis - El Regreso del Peregrino.pdf

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LAs

cRóNt?ff'fr,

I{ARNIA

m.m.ffiffiwffi EREGRINO

ELR

P[aneta

Íruorcn LrnRo 1. Lo's DATos

t. Las reglas

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito

2. La

Isla 3. Las montañas del Este 4. Led por Raquel 5. Ikabod 6. Quem quaeritis in sepulchro? Non est hic

de1 edítor. Todos los derechos resewados

Título original: The Pilgrim's Regress @ C.S. Lewis Pte.

Ltd. 1933

Publicado por Planeta bajo licencia de The C.S. Lewis ComPanY Ltd. @ por la traducción, Eva Rodrígue zHalffter, 2008 @ Editorial Planeta, S. A., 2008 Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (Espaía)

1

esta edición

Composición: Víctor Igual, S. L.

I'r I

ISBN 1 3: 978-84-08-08411-2 ISIJN 10: 84-08-08411-9

u/

rsrtN t3'

S.

A. f,l

L)TB-gbB-42-1974-9

lSllN l0r 958-42-1974 X l't"itttt'r'it rt'ittrpresión (Colombia): septiembre de 2008 Itrtl¡rcsiritl y titrcuadernación: Quebecor World Bogotá S

31

34 36

LBno 2. Enlocró¡¡

ISBN 0006280552 edición original La editorial quiere agradecer especialmente la colaboración de Alejandro Carantoña en

litlitotial Planeta Colombiana (l,rllc 73 No. 7 -60, Bogotá

t7 22 26

¡¡\ A

lmpr('so ('tl (irlombia - Printed in Colombia

E"

I

t. Dixit insipiens

4t

.

2. La colina 3. Un poco hacia el 4. Camino fácil

sur

5. Lea por Raquel 6. Ikabod

Non est hic li. Grandes promesas 7.

47 50 53 55 58

ó0

6t

LrnRo

3.

Lreno ó. Hecm EL NoRTE srcurENDo

EN LA PRoFUNDA oscuRIDAD DE Zutcalsrnnnn

1. Escrópolis.. 2. Viento del Sur 3. Libertad de ideas 4. El hombre tras la Pistola 5. Arrestado

ó. Envenenar las fuentes

T.Aceptarloshechos... 8. La enfermedad del loro 9. El asesino gigante Lreno

1.

ó8

2. Tres hombres pálidos 3. Neoangular 4. Humanista

74 77 79 82 84 87

1.

93

1. Yla reja,reia es . . 2. Arquetipo y EctiPo 3. Esse is percipi

94 97 101

4. Escapada

Alimentos del norte 6. El Extremo Norte 7. Paraíso de necios . . .

Lrsno 5. Er cn¡u ceÑÓN

142 148 152

2. 3. 4. 5.

1,54

t07 .

3. La autosuficiencia de Vertud 4. f)on Sensato 5. Charla de sobremesa . . ó. Forz.ado.... 7. l,a lorpeza de Vertud

111

15ó

....i

163

7. Htcra EL suR srcurENDo

EL CAñóN

Vertud está enfermo John es guía Otravez en el camino principal Hacia el sur Té en el jardín

.

167

17t

6. Encasade Sabiduria . ..... 7. A través del Cañón alaluz de la luna 8. Este lado alaluz del sol 9. Sabiduría-Exotérica

Sabiduría-Esotérica il. Punto en boca t2. Más SabidurÍa 10.

1. El Gran Cañón 2. La historia de Madre Kirk

1,39

5.

LrBno

4. DB vuELrA AL cAMINo

cañóN

Primeros pasos hacia el norte

ó5

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173 175 177

t82 184 18ó

191 198

202 204

115 118

LIsno 8. Aconnereoo

1.26

t29 133

L l)os clases de monista

.lolrn guiaba t. .lolrrr pierde el pulso 't, .lolur cncuentra su voz .).

2tt 217

220 222

224 226 229 233 240 247

5. Alimento costoso 6. AtraPado 7. El ermitaño 8. Las palabras de Historia 9. Una realidad irrefutable

10. ArquetiPo

Y

EctiPo

Agua fresca, para garganta sedienta, tal es buena,nueva O"

rt"fi:"Tff;

Lreno 1. A

9'

A rn¡vÉs DEL CeÑÓN

interior través del Cañón alaluz

) Estelado alahtzdelrelámpago " ' ' ' ' 3. Este lado en la oscuridad 4. Securus te Prollce

del Cañón 6. Nella sua voluntade REGRESo

Lo mismo, aunqlue diferente 2, El hombre sintético 1.

4,

Limbo El agujero negro

5.

Superbia

ó. 7.

Ignorantia . ' . Lujuria El dragón del norte La dragona del sur ' El arroYo

3.

8,

9. 10,

Nota a Ia tercera edición Naüas de taducción ' '

257

259 263 266

5. A través

Lrnno 10. Er

253 255

271.

274 276 279

282 287

291 296 301 '

en inglés

303 309 323

F.rru.arril rniliar

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Lteno I

LOS DATOS Esto busca toda alma y por ello realizatodos sus actos, teniendo el presentimiento de que ello es; pero qué es no puede discernir suficientemente, y no conoce el camino, y en relación a esto no tiene certezas constantes como tiene para otras cosas. ¡

PrATór'{

Cuyas almas, si bien en recuerdos borrosos, buscan pese a ello volver a su bien, pero, como hombres ebrios, no conocen el camino al hggar. BoBcro

Alguna cosa busca, y qué sea ello no sabe claramente, pero incita un deseo asaz intenso, de modo que todos los deleites y praceres por ello abandonados dejan lugar a la búsqueda de este tan sólo presentido deseo. Hooxnn

1. LAS REGLAS El conocimiento de Ia ley vulnerada precede a toda otra experiencia religiosa. John recibe su primera instrucción religiosa. ¿Hablaban realmente en selio los instructores?

Soñé con un niño nacido en la tierra de Puritania y su nombre era Joún. Y soñé que cuando John pudo andar, salió al jardín de sus padres una bonita mañana y corrió hasta el camino. Y al otno lado del camino había un bosque profundo, peno no denso, lleno de prímulas y de blando.musgo verde. Cuando John vio todo esto pensó que nunca había visto nada tan hermoso, y estaba a punto de echarse de rodillas y arrancar las prímulas a puñados cuando su madre

salió apresuradamente por la puerta del jardín y también ella cruzó el camino ,y atrapó a John y le dio un sonoro cachete y le dijo que no volviera jamás a eÍrtÍar en el bosque. Y John se echó a lloraq, pero no hizo preguntas, porque aún no tenía edad para hacer pr,eguntas. Después pasó un año €ntero. Y entonces, otra bonita mañana, John tenía un pequeflo tirachinas y salió al jardín y vio un pájaro posado en Un$ rama. Y John preparó el tirachinas y se disponía a haE€r blanco en el pájaro cuando la cocinera salió corriendo ü Jardfn y atrapó a John y le dio un sonoro cachete y le dijo no volviera jamás a matar ningrln pájaro del jardfn.

t?

qué?

-¿Por -Porque "t la cocinera. -¿Por

qué?

John' -Preguntó g,r;aTan se enfadaría mucho -respondió John'

-dijo pedido' el Señor de la Tierra así se lo ha

-_iorq* John' es el Señor? -insistió -¿Quien j, propietario del territorio -dijo

la cocinera'

"l qué? John' -inquirió y se lo contó a -¿Por Y cuando pr.g,"'ió esto' la cocinera fue

se sentó con él y le habló del su madre. Y la madre de John

pero John no entendió Señor de Ia Tierra toda la tarde, para entender' Después nada, porque no tenía aún edad oscura' fríay lluviosa hipasó un año entero, y una mañana Era la ropa más fea cieron a John vestirse con ropa nueva' y a John eso le importaba un l""lt*at le habían puesto' y le tiraba por üú¿", pero también L apretába en el cuello mucho' y le piá"lt:t'¿. los brazos, lo cual le importaba y su madre fueron con caba todo el cuerpo' Y su padre uno de una mano (lo él hasta el camino,lte"a"¿áto cada innecesario)' y cual, además de incómodo' era totalmente El guardián vii. ;j*." que le lievaban a ver al guardián' a un lado de la carretevía en una casona oscura de piedra entraion y hablaron primero con el ra. El padre y h;;; en el vestíbulo en guardián, y dejaron a John solo sentado los pies al suelo' Había una silla tan alta;;e no le llegaban cómoda.tras sillas uni.niá' q"" podiía haberse sentado guardián se enfadaría nr('tltc, pero su padrei" ai¡" q-ue el y era muy nlrrllto si no se quedaba absolutamente quieto por lo que permalrrr,'rr, r; v .lohn erirpezó a sentir miedo' los pies colgando,. con picor en ¡er lr'r *.rr lrr silla itu "on hasta nublársele *n*ln el-r rtt'r.p, ¡',,rr lu ropa, y lás ojos fijos padres volvieron' le tietrr llr,tr¡rttt:s tlc mucho tiempo sus muy serios' Y diFH*t á=ElrFr lr ¡ rl+' lt,tlrt't'cstado en el médico'

lr

jeron que también John tenía que entrar para ver al guardián. Y cuando John entró, üo a un anciano de cara redonda y enrojecida que era muy amable y bromeaba mucho, de tal modo que John se sobrepuso casi completamente de su miedo y mantuvieron una estupenda conversación sobre cañas de pescar y bicicletas. Pero en el momento mismo en que la conversación era más amena, el guardián se levantó y carraspeó. Después cogió una máscara de la pared que tenía una larga barba blanca y repentinamente se la colocó sobre la cara, con lo que su aspecto se volvió horrendo.

Y diio: te voy a hablar sobre el Señor de la Tierra. Es ger.eroso por su parte permitirnos vivir en ella... muy, muy generoso. Siguió repitiendo omuy generoso> con una extrafravoz de sonsonete durante tanto tiempo que John se habría reído, pero estaba ya empezando a asustarse otravez. El guardián tomó entonces de un gancho una tarjeta cubierta de letra muy pequeña, y dijo: aquí la lista de todas las cosas que el Señor de -He la Tierra dice que no puedes hacer. Será mejor que la mires. Así pues, John cogió Ia tarjeta, pero la mitad de las reglas parecían prohibir cosas de las que no tenía noticia, y la otra mitad prohibía cosas que hacía todos los días y no podía imaginar dejar de hacer. El núrmero de reglas era tan enorme que creyó no poderiamás aprenderlas todas. el guardián- que no hayas desobedeci-Espero -dijo do ya ninguna de las reglers. EI corazón de Jc¡hn cmpezó a latir con fuerza y sus ojos se abrieron más y más, y estaba a punto de desfallecer cuando el guardián se quitó la máscara y miró a John con su verdadelo rostro y dijo:

-Ahora dueño de toda la región, y es muy, muy

lq

mejor que mientas, muchacho, es mejor. Es más al punto volvió a ponerse la máscara. -Y y John tragó saliva dijo sin tardanza:

-Es todos. fácilpara

no, señor.

-No, así el guardián a través de la másca-dijo -Mejor desobedecer cualquiera de ellas porque te ocurre si se ra-,

pastel y le llevó junto a su padre y su madre. Pero cuando ya se iban, se inclinó y susurró a John en el oído: fuera tú,, yo no me preocuparía mucho del asunto -Si simultáneamente, ponía latarjeta de las reglas -mientras, en la mano de John diciéndole que podía quedársela para su propio uso.

y el Señor de la Tierra llega a enterarse, ¿sabes lo que te haría?

señor

John, y los ojos del guardián

-contestó -No, brillar pavorosamente por los agujeros de la parecieron máscara. cogería y te encerraría para siempre jamás en un -Te agujero negro lleno de serpientes y escorpiones grandes como langostas; para siempre jamás. Y además de eso, es un hombre tan generoso, tan, tan generoso, que estoy seguro de que no querrás contrariarle nunca. John-. Pero, por favo4 señor... señor -No,bien? -dijo el guardián. -¿Y favo4-respondió señor, vamos a suponer que desobedeciera -Por una, una pequeñita, sin quere4, ya sabe. ¿No habúa modo cle evitar a las serpientes y las langostas? el guardián. -dijo -Ah Y entonces se sentó y habló largo y tendido, pero John rrr¡ t'ntendió una sola sílaba. Al cabo, todo terminó con la r¡lrst'r'v¿rción de que el Señor de la Tierra era extraordinari;nn('nlc generoso y bueno con sus arrendatarios, y sin rlrrrl;r lollttraría a la mayoría de ellos hasta matarlos al

)t ¡rttlcxto. el guardián-. Porque después de Y lirrrt' r'lzón -dijo lnr l¡ r, r',¡ :iu li('r'r'¿I, y es gran amabilidad por su parte dejarIruq lltlr irr¡rri; rr gcrnte como nosotros, sabes. l'lllrrtrr,'", t'l ¡r,rrardián se quitó la máscara y volvió a r lr¡rt l¡rt rl¡' ur,rrtt'tir 1¡t'ata y razonable con John, y le dio un

nrr'nr

Jil

lt

que nunca terminaba de leerlas y siempre encontraba alguna nueva. Algunas eran muy parecidas a las reglas del anverso, pero la mayoría eran exactamente lo contrario. Así, aunque en el anverso decía que había que autoexaminarse constantemente para saber cuántas reglas habías in_ cumplido, el reverso de la tarjeta comenzaba asÍ:

2. LA ISLA John es más serio que los instructores, y descubre la otra ley en sus miembros. Despierta aI Dulce Deseo; y casi de inmediato mezcla con él sus propias fantasías'

Después volvieron a pasar los días y las semanas, y soñé quelohn no tenía apenas un momento de pazni de día ni á" ,ro"h" pensando en las reglas y en el agujero negro lle-

no de serpientes. Al principio se esforzó mucho para

cumplirlas todas, pero cuando llegaba la hora de acostarse descubría siempre que había desobedecido muchas más de las que había obedecido: e imaginar las horribles torturas a las que le sometería el Señor de la Tierra bueno y generoso le producía tal pesadumbre que al día siguientc se comportaba de manera del todo insensata e incumplla todaslas que podía; porque curiosamente aquello sosergaba su espíritu por el momento. Pero después, a los po(:os días, volvía el miedo y esta vez era peor que antes p6l.crl horrendo número de reglas que había roto durante cso licnrpo. Pero lo que más le desconcertaba por entonccs cr'¿t irn descubrimiento que había hecho cuando las ¡cglars llcvlban dos o tres noches colgadas en su habitacién: ,r s¿rtrcr, que por el otro lado de latarieta, en el reverso, habf¿r un¿r scrie de reglas muy diferentes. Eran tantas, ).,

Regla

I

Olvídate de todo el asunto en el momento mismo de meterfe en la cama. O, también, mientras que en el anverso decía que siempre tenÍas que preguntar a tus mayores cuál era la regla para una u otra cosa, si tenías la más mínima duda, el re_ verso decíá: Regla 2 A menos que te hayan visto hacerlo, no digas nada o te arrepentirás.

Y así sucesivamente. Y entonces soñé que John salió rrrr:r mañana y quiso jugar en el camino y olvidar sus tri_ lrrl¿rciones; pero las reglas no cesaban de volverle a la calrcz.¿r de modo que apenas pudo hacer nada. No obstante lr r t'u¿rl siguió alejándose cadavez unos metros más hasta rln(' r'cpentinamente levantó la mirada y vio que estaba Irur l(.ios de su casa que se encontraba en una parte del calnnrr) (llle nunca había visto. Entonces oyó el sonido de ttn irlslrumento musical que surgía, al pareceq a su espalrl:r, rrrrr.y dulce y muy breve, como si fuera la vibración de llrl.t sOl¿r cnerda o una sola nota de una campana, y a conllrrrr¡rt'ir'rn Llna voz llena y claracuyo sonido era tan agudo v lrur t'xll'año que pensó que venía de muy, muy lejos, más

2i

lejos que las estrellas. La voz dijo: oVen., Entonces John

vio que había un muro de piedra junto al camino en aquella parte; pero tenía (algo que nunca habíavisto en el muro de un jardín) una ventana. Ésta no tenía cristal ni reja, era simplemente un vano cuadrado en la pared. Y al otro lado vio un bosque verde lleno de prímulas, y recordó súbitamente haber entrado en otro bosque para arrancar prÍmulas de pequeño, hacía mucho, mucho tiempo; tanto que en el momento de rememorarlo, el recuerdo parecía aún inalcanzable. Mientras se esforzaba para aprehenderlo, desde más allá del bosque le llegó una emoción y una punzada tan penetrante que al instante olvidó la casa de su padre, y a su madre, y el miedo al Señor de Ia Tierra, y el peso de las reglas. Todo lo que amueblaba su mente desapareció. Un momento después se encontró sollozando, y el sol se había puesto; y 1o que le había ocurrido no lo recordaba bien, ni tampoco si había sucedido en este bosque o en el otro bosque cuando era niño. Y le pareció que la neblina que pendía al fondo del bosque se había abierto un instante y a través de la hendidura había visto un mar en calma, y en el mar una isla clonde la suave espuma se derramaba sin oleaje sobre sus b¿rhías y entre la espesura miraban las pálidas oréades de ¡rr,cho estrecho, sabios como dioses, sin conciencia de sí ('()nr() las bestias, y entre el follaje, sentados en sillas verclcs, lr¿rbía altos magos con barba hasta los pies. Pero inc'lrrso rnientras imaginaba estas cosas sabía, con una par1t' rlc srr cabeza, que no eran como las cosas que él había vislrr; no, lo que le había sucedido no era en modo alguno r'l irclo rltr vcr. Pero era demasiado joven para atender a irc¡ut'llir elistinción, y estaba demasiado vacío, ahora que l¿r rrrrrocion rlcsatadahabía pasado, para no atrapar con ¿rv¿u'icin lo t¡rrt' t¡rrcdaba de ella. No sentía por el momento 24

ganas de entrar en el bosque, y finalmente se marchó a casa, embargado por una triste excitación, repitiéndose una y mil veces: "Ahora sé lo que quiero.n La primera vez que lo dijo tenía conciencia de que no era enteramente cierto, pero antes de irse a la cama ya Io creía.

2t

3. LAS MONTAÑAS DEL ESTE John conoce la Muerte y lo que sus mayores pretenden creer sobre elln. Un funeral incómodo, carente tanto de fortaleza pagana como de,esperanza cristiana. Todos, a excepción de John, se animan en el camino a. ca"sa.

John tenía un viejo tío de no muy buena fama que era arrendatario de una finca pequeña y pobre junto a la de su padre. Un día, cuando John entró del jardín, se encontró con un gran alboroto dentro de la casa. Su tío estaba allí sentado con las mejillas de color ceniza. Su madre lloraba. Su padre estaba muy quieto con expresión solemne. y allí, en medio de todos ellos, estaba el guardián con la máscara. John se aproximó sigilosamente a su madre y le preguntó qué pasaba. pobre tío George le han notificado que tiene que -Al irsc -contestó. qué? John.

-¿Por -inquirió .'-[{a vencido su

n

contrato. El Señor de la Tierra le ha rl r lrl¿¡ckr aviso de finalización. ¿'l)cro no sabías por cuánto tiempo la tenía arren_

cl¡rrl¡¡

?

Nl), lx), no sabíamos nada de nada. Creíamos que aún tcnfu rlur'¿rt'ir'¡r dc años y años. Estoy segura de que el señor 26

de la Tierra nunca nos dio el menor indicio de que iba a echarlo así, de buenas a primeras. pero él no tiene que avisar a nadie -Ah, -intermmpió el guardián-. Saben que siempre retiene el derecho de expulsar a cualquiera cuando le plazca. Es muy generoso por su parte simplemente permitir que nos quedemos. que sí, claro la madre. -Claro -dijo el padre. hay ni que decirlo -No me quejo el-dijo tío peorge-. Pero me parece -No cruelmente duro. -dijo ningún modo el guardián-. No tie-De nes más que ir al castillo-respondió y llamar a la puerta y ver al Señor en persona. Sabes que te está echando de aquí sólo para instalarte mucho más cómodamente en otro sitio. ¿Verdad? El tio George asintió con la cabeza.No parecía poder salirle la voz del cuerpo. Repentinamente el padre miró su reloj. Después levantó Ios ojos hacia el Guardián y dijo: bien? -¿Y el Guardián. -Sí -dijo Entonces mandaron a John a su habitación y le dijeron rlu(! se vistiera con la ropa fea e incómoda; y cuando bajó olnr vez, con picor en todo el cuerpo y tirándole la sisa, le rlit'n¡n una pequeña máscara para que se la pusiera y sus lxrtlrcs a su vez se pusieron también máscaras. Después ¡rrrrsó en mi sueño que querían ponerle máscara también al lln ()t:orge, pero que éste temblaba de tal modo que se le r alir. l)or tanto, tuvieron que vcr su cara tal cclmo era; y su I nl¿r s(' volvió tan horrible que toclos nriraron hacia otro lnrl,' y pr:etendieron no verla, Con mucha dificultad pusiel¡rtlrl lfo George de pie y clesprrós toclos salieron al camino. F.l e,rl sc cstaba poniendo al linal deil camino, porque éste t.ut r l¡r lr¿rc:ia el este y hacia el oestc. Volvieron la espalda al 27

deslumbrante cielo occidental y por delante John vio la noche cayendo sobre las montañas orientales. EI terreno descendía hacia el este hasta un arroyo, y a este lado del arroyo todo estaba verde y cultivado; al otro lado del anroyo ascendía un gran páramo negro, y más allá estaban los riscos y las simas de las montañas menores, y muy alto, por encima de éstas, otras montañas mayores; y en la cima de todo el páramo había una montañ,atan grande y tan negra que John sintió miedo de ella. Le dijeron que el Señor de Ia Tierra tenía allí su castillo. John siguió caminando como pudo hacia el este, mucho tiempo, siempre descendiendo, hasta que llegaron al arroyo. Avanzaban tan lentamente que a su espalda la puesta de sol dejó de verse. Ante ellos todo se volvía más oscuro a cada instante, y desde la oscuridad empezó a soplar el viento frío del este, que bajaba directamente de las cumbres montañosas. Cuando habían descansado un poco, el tío George paseó la mirada por todos una o dos veces y dijo

Así pues, siguió hasta el lugar que conocía y,entró_ en el bosque pasando por Ia ven_ t¿rna' caminó entre ros árboles a" uoiuá abajo yá" rr'ruao It.'1.o, mirando por aquí y por allá; pero no encontró mar ni cncontró orilla, y ni siquiera el iinal del bosque en nin_ g.rrir clirección. Hacia ..r.diodiu ten¡a tanto .uto. qr" ,. st'nlri y sc abanicó. últimamente, a menudo, cuando se le la rsla, se n"Liusentido triste y deses_ i]:j::,,,::l,l;: pero lo que ¡rt'l'ltttz:ttlo; ahora sentía se par^ecía más a la ra_ lri¿r. ,.'ti'ng() (luc hacerla míarr,r" d".i. sin cesaq, y después:

"Algo tengo que hacer mío." Entonces se Ie ocurrió que al menos tenía el bosque, que antaño le había deleitado, y al que no había prestado la menor atención en toda Ia mañana. "Muy bien, pensó John, voy a disfrutar del bosque: lo voy a disfrutar.o Apretó los dientes y arrugó la frente y permaneció sentado y quieto hasta que empezó a caerle sudor en su esfuerzo por disfrutar del bosque. Había hierba y había árbole5. "¿Pero qué puedo hacer con eso?r, preguntó John. Después pensó que acaso podría recuperar su emoción anterior se dijo, ¿qué otra cosa le había -porque, dado la Isla aparte de emoción?- a base de imaginar, Cerró los ojos y apretó los dientes otravez y compuso un cuadro clc la Isla en su cabeza, pero no podía mantenerse atento a t'se cuadro porque continuamente quería vigilar alguna otra parte de su mente para comprobar si estaba comenzlndo la emoción. Pero ninguna emoción comenzó; y justo t'rtando empezaba a abrir los ojos oyó una voz que le hal¡lirba. Estaba muy cerca de él y era muy dulce, y en nada ¡,rrlccida a la antiguavoz del bosque. Cuando se volvió para rrrillrr vio algo totalmente inesperado, aunque no le sor¡rrt'rrclió. Allí, en la hierba iunto a él,había una muchacha rl,' ¡ricl morena, risueña, aproximadamente de su edad, y r',,1;rlxr clesnuda.

lira

mí a quien querías la chica morena-. Yo -dijo ',r '\' rr r('i()r que tu absurda Isla. \' .lolln se levantó y la tomó en slls brazos, con gran prennr;r, y lilrnicó con ella en el bosc¡ue. a

:::lde

32

ll

5. IKABOD La vana ilusión no es perdurable; pero deia un hábito pecaminoso tras elln.

verdad? --dijo la chica morena-. Entonces vete. -¿De Pero tienes que llevarte a tu familia contigo. Y diciendo esto puso ambas manos junto a su boca y gritó. Al instante, de detrás de cada árbol salió una muchacha morena, cada una exactamente igual a ella; y el pequeño bosque se llenó de ellas. son? -¿Quiénes hijas -Nuestras -dijo ella-. ¿No sabías que eras padre? ¿Creíste que era yerrna, tonto? Y bien, niñas -añadió, volviéndose hacia la multitud-, id con vuestro padre. Súbitamente John sintió mucho miedo y saltó al camino a través del muro. Luego corrió hasta su casa tan depris¿l como pudo.

Después de aquello, John iba constantemente al bosque. No siempre gozaba de la muchacha con el cuerpo, aunque a menudo terminaba así; a veces le hablaba sobre é1, contándole mentiras acerca de su valor y su ingenio. Todo lo que él contaba ella lo recordaba, con el fin de que otros días pudiera ella relatárselo a é1. En ocasiones, incluso, recorría con ella el bosque en busca del mar y de la Isla, pero no era frecuente. Entre tanto, el año avanzabay las hojas empezaron a caer de los árboles del bosque y el cielo estaba gris más a menudo; hasta ese momento de mi sueño John dormfa en el bosque, y se despertó en el bosque. El sol estaba bajo y un viento borrascoso arrancaba las hojas de las ramas. La muchacha seguía allÍ y verla a su lado fue odioso para John; y vio que ella lo sabía, y cuanto más lo sabía tanto más le miraba, sonriendo. Jqhn miró a su alrededoryüo qure el bosque, después de todo, era muy pequeño: una pobre faja de árboles entre el camino y un campo que conocía bien. Nada de lo que tenía a la vista le agradaba. John-. Lo que yo quiero volveré aquí -dijo -Nunca quien buscaba, sabes. no istá aquf. No era a ti a 34

35

6. QAEM QUAERITIS IN SEPALCHRO? NON EST HIC El pecado y la ley atonnentan a John, agravánd.ose ambr¡s mutuamente. El Dulce Deseo vuelve y John d.ecide

convertirlo en obieto de su vida.

Desde aquel día hasta que se fue de su casa, John fue infeliz. Para empeza4 descendió sobre él todo el peso d" la, ..glu, que habÍa incumplido;porque mientras iba a diario ar bosque casi se había olvidado der Señor de la Tierra , y uho*u, de pronto, sabía que tendría que pagar por todo. En segundo Itgut habíapasado tanto tiempo d-esde su última visión de la Isla que incluso había olviáado cómo desearla, y casi cómo emprender su búsqueda. Al principio temía .rjrr", u la ventana del muro, por temor a encontrarse con la mu_ chacha de piel morena; pero pronto descubrió que la fami_ li¿r clc ésta estaba tan constantemente a su rado que el lugar r'¡'¿r i.diferente. cuando quiera que se sentaba a descansar clc irlgrrna caminata, antes o después, aparecíauna mucha_ cllil¿r rnorena a su lado. Cuando por la noche se u.ornodu_ l'r .irlrrl, ¿r sus padres, una chica^*o."rru, sólo visible para ('1, t.rrtr'¿rlr¿r silenciosamente y se sentaba a sus pi"r; y ,*,r_ nls v(.('('s su madre fijaba en él sus ojos y hasta l" p."gun_ tab. c¡rri'r'r'¿¡ lr que estaba mirando. pero sobre todo le ator-

mentaban cuando le sobrevenía un ataque de terror por causa del Señor de la Tierra y el agujero rr.g.o. Era siempre igual. se despertaba una mañanalreno de Li.do y cogía la tarjeta y la leía parre del anverso_ y decidíá que hoy iba a empezar a-la cumplir las reglas de verdad. y áurante aquel día lo hacía, pero el esfueizo era insoportable. Solía consolarse diciendo: será más fácil a medida que persevere. Mañana será más fácil. pero mañana era siempre más difícil, y el tercer día erael peor. y el teScer día cuándo se iba a la cama, muerlo de cansancio y con el alma en carne viva, sin falta encontraba una chica morena esperándole allí; y en noches como ésas, no tenía fuerzas para rechazar sus

halagos. Pero cuando John se dio cuenta de que ningún lugar era rnás, o menos, obsesivo que los demás, volvió fur-tivamente a la ventana del muro. No tenía muchas esperanzas. Fue ¿rllí más bien como-el hombre que visita una tumba. Era ya ¡rleno invierno y el bosquecilo estaba desnudo y oscuro,los rirboles goteaban y el arroyo vio entonces que era ¡roco más que un canalón_-que se había llenado de ho¡as nruertas y de barro. Támbién el muro se había roto en el ¡rr rnto por el que él lo había cruzado. pero, no obstante, John lx'r'maneció allí largo tiempo muchos atardeceres de invit'r-ro, mirando. y le pareció que su aflicción había tocado lonclo. []na noche que volvía entristecido a su casa empezó .. a lL Recordó aquel primer día en que había oído la '¡r'ur. músi, ;r v lrabía visto la Isla; y su anhelo, que ahora no era yu po. I'r lsl¿r misma sino por el momento en que tan dulcemente la lr,rlrírr anhelado, empezó a crecer como una ola cálida, v ¡nás deliciosa, hasta que creyó no poder resistirlo más, 'rir:; l*'r(, sll deleite siguicl en aumento hasta que por encim¿r rl' r'l lt: llegó, inconfunclibremente, el breve sonido de l¿r

3ó T7

música, como el vibrar de una cuerda o un solo tañido de campana. En aquel preciso momento, un carmaje pasó junto a é1. Se volüó y miró hacia el coche, a tiempá d"'n", una cabeza que al punto se apartó de la ventanillá; y creyó haber oído una voz decir: ,,ven., y mucho más aná der carnraje, entre los montes del horizonte occidental, creyó ver un mar centelleante y el perfil bo*oso de una isla, apenas más que una nube. No era nada comparado con Io que ha_ bía visto la primera vez; y estaba rnucho mas le¡osfero John había tomado una determinación. Aquella rroch" peró a que sus padres estuüeran dormidos y ".entonces, reu_ niendo unas pocas cosas necesarias, sahá sigilosaáente por la puerta trasera y miró de {rente ar oestJ para ir en busca de la Isla.

Lmno 2

EMOCIÓN No te fabricarás escultura ni imagen alguna de lo que existe en los cielos por arriba.

.

É,xodo

El alma del hombre, por ello, deseando saber qué clase de cosas son éstas, dirige su mirada hacia objetos afines a ella misma, de las que ninguna le satisface. Y es entonces cuando el alrna dice: nNada hay que parezca al Señor y a las cosas de las que yo hablaba; así pues ¿cómo es?" Ésta es la pregunta, oh hijo de Dionisos, que es causa de todos los males; o más bien la tribulación por donde vaga el alma. PreróN* Siguiendo falsas imágenes del bien que no cumplen enteramente su promesa. D¿¡¡rp Se

formó ella valientemente el propósito

de hacer otra igual a la dama de antaño,

otra Florimel en forma y apariencia tan viva y tan semejante que a muchos confundió. SpnNspn

* 38

tlav c¡uien piensa que esta atribución

es errónea.

I. DIXIT /NSIPIENS ¡

.Iohn empiez& a pensar por sl mísma y enctrcntra eI racionalismo decimonónico, que exptica toda relígión mediante una serie de métodas. "Evolución" y "re:l.igión comparadar, y todas las conieturas que se haeen pasar por ocienciar. a

Aún seguía yo soñando en rni cama, y vi a John caminar pesadamente por el camino del oeste en medio de la oscuridad inclemente de una noche helada. Tanto tiempo caminó que llegó la aurora. Y al cabo John vio una pequeña posada junto al camino y a una mujer con una escoba que con la puerta abierta barrla el polvo hacia el exterior. Entonces John entró y pidió el desayuno, y mientras éste se hacía se sentó en una silla dura junto al fuego recién encendido y se quedó dormido. Cuando despertó, el sol brillaba a través de la ventana y tenía ante sí el desayuno. Otro viajero estaba ya comiendo; era un hoinbre robusto y pelirrojo, con barba lncipiente también roja en la cara y la doble papada, muy apretada ésta por los botones de la camisa. Cuando ambos hubieron terminado, el viajero se levantó, carraspeó y permaneció en pie de espaldas al fuego. Después carraspeó otra vez y dijo: úna buena mañana, joven. -Hace John. señor

-Sf,q4!

-respondió

te diriges al oeste, joven?

-¿Quizá creo que

sí.

-Creo... posible que no me conozcas? -¿Es forastero aquí.

-Soylo tomo

el desconocido-. Mi nombre -dijo y creo que es bastante generalmente conociclo. Estaré encantado de prestarte mi ayuda y protección mientras nuestros caminos transcurran juntos. John le dio muchas gracias por esto y cuando salieron clc la posada había un lindo cabriolé esperándoles, con un caballito rollizo en el tiro: y tenía los ojos tan brillantes .y su arnés estaba tan pulido que era difícil saber cuál de cllos destellaba más intensamente alaluz del sol mañanenr. Ambos subieron al carruaje y don Ilustración restalló c:l látigo para poner al caballito en marcha, y salieron alegrcnrcnte por el camino como si nada hubiera en el muncl en sentidos di_ ferenres quizá busque los mismos libros, 1", ;.il;oo..u_ zones diferentes, y la mitad de ros rectores d" wiili#M;: rris no tiene idea de cómo es ra otra mitad. Es totalmente diferente que te guste shelley porque en él se encuentra una

mitología, que porque prometa una revolución. por ejemplo, a mí siempre me ha encantado el segundo tipo de romanticismo y he detestado los tipos cuartá f q,rirrro, a primero me gustaba muy poco y er ie.cero;;i";il;és de hac_erme mayo4 como gusto adquirido. Pgro a lo que yo me refería^co.romanticismo cuando escribí El regreso del peregrino *ycomo todavía quiero que se entienda en er títuro de este lib.o- no era exactamente ninguna de estas siete cosas. A lo que me refería era a una especial experiencia recurrente que dominó mi infancia y mi adolescencia y que precipitadamente llamé porque la naturaleza.inanim ad,ayra literatura fantástica figuraban entre aquello que la Sigo creyendo que esta experiencia es común, ",ut.ub.. comúnmente malinterpretada y de inmensa importancia: pero ahora sé que en otros espíri_ tus surge en virtud de otros estímuros y se enreda con otras irrelevancias, y que no es tan fácil colocurtu .., plano de nuestra conciencia "i;;j_".incomo yo antes creía. Ahora tentaré describirla lo bastant" pu.. qr" fu, ,ig,ri"rrt., Or*i_ nas sean inteligibles. La experiencia es de un intenso anhelo, y se diferencia de otros anhelos en dos urp".tor. En p.i_..luga¡, aunque el sentido de deseo es agudt y hasta doloroso, el deseo mismo se siente de algún modo como deleite. olr", ¿;;o" ," sienten como placeres sólo si ," su satisfacción en 312

"rf"ru

un futuro cercano: el hambre sólo es placentera si sabemos (o creemos) que vamos a comer pronto. pero este deseo, aun si no hay esperanza de satisfacción posible, continúa siendo precioso, y hasta es preferido a cualquier otro del yun_do, por aquellos que lo han sentido alg.r.r. vez. Esta hambre es mejor que cualquier saciedad; pobreza, mej-or que cualquier otra rique za. y "rá así sucede que si el deseo falta un tiempo prolongado, puede ser en sí mismo objeto de deseo y convertirse en uná forma nueva del deseo original,_aunque la persona acaso no recono zca elhecho de inmediato y, por ello, llore su perdida juventud del alma en el momento mismo en que está rejuveneciéndose. Esto pare_ ce complicado, pero es sencillo cuando se üve. ,,Ah, corno entonces!>, exclamamos; sin advertir que ¡sentir mientras decimos estas palabras el sentimiento mismo cuya pérdida lamentamos está surgiendo nuevamente con toda su anti_ gua carga agridulce. Porque este Dulce Deseo borra nuestra habitual distinción entre querer y tenef. Tenerlo es, por de_ finición, desearlo; y descubrimos que desearlo es tenerlo. En segundo luga4 un peculiar misterio rodea el obieto de este Deseo. La persona inexperta (y hay quienes po. d"r_ cuido son inexpertos toda su vida) supone, cuando lo siente, que sabe qué es lo que desea. Así, si ro siente un niño mientras mira hacia un monte lejano, al momento piensa: "si pudiera estar allín; si lo siente cuando recue.di algún hecho del pasado, piensa: .,Si pudiera volver a aquellos días'u Si lo siente (algo despuésj mientras lee un cuento o poema (mares sobre azarosos e ilusorias tie_ "romántico, rras de hadaso, cree estar deseando que esos lugares existan realmente y que él pueda alcanzarlos. Si lo Jente (aún más tarde) en un contexto de sugerencias eróticas, cree de_ sear a la amada perfecta. si se recala en la literatura que (corno Maeterlinck o el primer yeats) trata sobre los espíri313

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tus y similares con ciertas muestras de creencia seria, quizá crea que desea en verdad magia y ocultismo. Cuando brota de sus estudios de historia o de ciencia acaso lo confunda con el ansia intelectual de conocimiento. Pero todas estas impresiones son falsas. Elúnico mérito que reclamo para este libro es que lo ha escrito alguien que ha demostrado la falsedad de todas ellas. No hay asomo de vanidad en esta afirmación: sé que son falsas no por inteligencia sino por experiencia, una experiencia que no se habría cruzado en mi camino si en mi juventud hubiera sido más prudente, más virtuoso y menos egocéntrico de lo que fui. Porque yo mismo me he dejado engañar por cada una de estas falsas respuestas una tras otra, y las he contemplado con seriedad suficiente para descubrir el engaño. Haber abrazado a tantas falsas Florimell no es como para jactarse: son los tontos, dicen, los que aprenden por experiencia. Pero dado que al menos aprenden, permitan a un tonto aportar su experiencia al venero común para que hombres más sabios saquen algún provecho de ella. Cada uno de estos supuestos ob'jetos del Deseo es insuficiente frente a é1. Un fácil experimento demostrará que si llegas hasta el monte lejano o bien no obtendrás nada, u obtendrás simplemente una repetición del mismo deseo que te llevó hasta allí. Un estudio algo más difícil, pero aún posible, de tus propios recuerdos demostrará que regresando al pasado no pudiste encontra4 como posesión, el éxtasis que alguna súbita reminiscencia del pasado te induce ahora a desear. Esos momentos recordados eran o muy corrientes en aquel tiempo (y debemos todo su encanto al recuerdo) o momentos de deseo en sí mismos. Lo mismo cabe decir de las cosas descritas por los poetas y los narradores de lo maravilloso. En el instante en que procuramos pensar seriamente cómo sería si aquéllas fueran, en efecto, 314

I 't. l¡ ii ii

li ¡;

reales, descubrimos este hecho. Cuando sir Arthur Conan Doyle dijo haber fotografiado a una hada,lo cierto es que yo no me lo creí: pero el hecho en sí de tal afirmación la aproximación del hada incluso a esa temblorosa distancia de la realidad- me reveló de inmediato que si la afirmación se hubiera cumplido habría helado, en lugar de satisface4 el deseo que la literatura de hadas había suscitado hasta el momento. Una vez reconocidos como reales el hada, el bosque encantado, el sátiro, el fauno,la ninfa del agua y la fuente de la inmortalidaci entre todo el interés -ydescubrimiento científico, social y práctico que tal crearía- el Dulce Deseo habría desaparecido, se habría trasladado a otro espacio, como el canto del cuco o el final del arco iris, y nos llamaría desde el otro lado de un monte aún más lejano. Todavía peor nos iría con la Magia en su sentido más oscuro (como se ha practicado y sigue practicándose aún). ¿Y si en efecto hubiéramos seguido esa dirección, hubiéramos pedido algo y nos hubiera sido concedido? iQué sentiríamos? Terro4 orgullo, culpa, una emoción excitante... ¿pero qué tendría todo ello que ver con nuestro Dulce Deseo? No es en la misa negra ni en la sesión espiritista donde crece la flor azul.'En cuanto a la respuesta sexual, la considero la Florimel más obviamente falsa de todas. En cualquier plano que se considere, no es 1o que buscamos. La Lujuria puede satisfacerse. Otra personalidad puede llegar a ser para nosotros . Acepto esta descripción. Y estoy de acuerdo en que aquel que tiene religión no debe de. rramarla. Pero ¿se sigue de ello que quien la encuentra ya derramada deba apartar la mirada? ¿Y si hubiera un hombre para quien las brillantes gotas del suelo fueran el comienzo de una vía que, debidamente seguida, le llevara finalmente a beber de la copa misma? ¿Y si ninguna otra vía, hablando en términos humanos, fuera posible? Bajo esta perspectiva, mi disputa de diez años tanto con los contrarrománticos, por un lado, como contra los subrománticos, por el otro (apóstoles del instinto y hasta de la incoherencia), adquiere, así lo espero, cierto interés perrnanente. De esta doble disputa surgió la imagen dominante de mi alegorfa: las peñas yermas, dolientes, de su , las ciéna317

gas fétidas de su (, y entre ellos el camino por el que el género humano puede transitar a salvo. Las cosas que he simbolizado con el norte y el sur, que son para mí males equivalentes y opuestos, cada uno de

ellos continuamente reforzado y posibilitado por su crítica del otro, entran en nuestra experiencia enluchos niveles diferentes. En la agriculturahay que terner tanto el suelo ba"ldío como el suelo que es irresistiblernente fértil. En el reino animal, el crustáceo y la medusa representan dos formas bajas de solución al problema de la Jxistencia. cuando comemos, el paladar repele tanto lo excesivamente amargo como lo excesivamente dulce. En el áfte, tenemos por un lado puristas y doctrinarios, que (como Scaliger) prefieren perder cien maravillas a admitir un solo defecto, y que no pueden considerar que sea bueno nada si espontáneamente gusta a los no cultivados, y por otro lado tenemos a los artistas acúticos y perezosos que están dispuestos a estropear toda la obra antes que negarse cualquier abuso de sentimiento, o humo¡, o sensacionalismo. cada cual puede encontrar entre sus propios conocidos a los ti_ pos del norte y a los del sur: lanarizprominente, los labios apretados, la piel pálida,la sequedad y taciturnidad del uno, la boca abierta, la risa y las lágrimas fáciles, ra locuacidad y (por así decirlo) la general crasitud del otro. Los del norte son hombres de sistemas rígidos, ya sean escépticos o dogmáticos, aristócratas, estoicos, fariseos, rigoris_

tas, miembros disciplinados de algún ..partidoo fu.rt"mente organizado. Los del sur son, por carácte4 menos

definibles: almas sin músculo cuyas puertas están siempre abiertas, día y noche, casi a cualquier visitante, pero siempre con la más cálida acogida para aquellos que, sea mé_ nade o mistagogo, ofrezcant alguna clase de intoxicación. El sabor delicioso de lo prohibido y lo desconocido les em318

puja con fatar atracción: el emborronamiento de todas las fronteras, la relajación de toda,e.ist..r.ia, sueños, opio, os_ curidad, muerte y el regreso al útero materno. Todo sentimiento se justifica por eI simple hecho de sentirl-o: para el norteño, todo sentimiento es, por tu ,,,ir*u,- aor'p""froro. Una selectiüdad arrogante y ápr"r,rrrda informad'a por al_ gún argumento a priori le aisla ¿e todas ,Jú;;;ri. rrida. También en teología hay un norte y un sur. EI uno grita: uExpulsad al hijo de la siervan, yBl orro, .ño upu*'".*.r 1" mecha humeante.l EI u1o la distanciu-..r?r.'gru.iu y naturaleza convtrtiéndola"*ug..u pr'r.u oposición, y al vilipen_ "r, diar los niveles más altos ¿" u ái,r.u riza (ra uiíeÁiir'upro"paratio evangerica inherente a ciertas experiencias inmediatamente subcristianas) dificulta

el .;i""-;-!**.,

," punto de entrar. El otro difumina :n:uelti?n la distinción deltodo, halaga la bondad.i*pt" irrrtándola a considerarse caridad' y er vago optimismo o'panteísmo a consid"rars" f., y hace el camino fatalmente fa.ii. imperceptible para er apóstata incipiente. Estos dos extremos flo coinciden ni con el catolicismo romano (al norte) ni con.f pr.i"rir",ir_ mo (al sur)' Barth bien podría haber sido situado entre mis hombres pálidos, y Erasmo acaso se encontrara cómodo con don a

Latitudinario.

Yo creo que nuestra época es predominantemente der norte __son dos grandes potenciu, ,.rror¡"¡as, las que están despedazándose en eI ñon mientras escribo_. pero el asunto es complicado, porque el sistema rígido y despiada_ do de los nazis tiene eLmentos ,,sureños' y cenagosos en su centro; y cuando nuestro tiempo es en algún ,"rriido o*,,_ reño>, lo es en exceso. D. H. Lawrence y los surrealistas quizá hayan llegado al punto más extremo del sur que,iamás haya alcanzado IaLumanidad. v eso es ro que carrÍu esperar. Los males opuestos,lejos de equilibrars*, uOüu,,,,

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mutuamente. para una alegoría puede alentar ese particular modo de malentender la alegoría que, como crítico literario, he denunciado en otros puntos. Puede inducir a la gente a suponer que la alegoría es un disfraz, un modo de decir oscuramente lo que podría haberse dicho con mayor claridad. Pero en realidad toda buena alegoría existe no para ocultar sino para revelar; para hacer el mundo interior más palpable dotándolo de una (imaginada) encarnadura concreta. Los epígrafes sólo están ahí porque mi alegoría no ha funcionado; en parte por mi culpa (ahora me avergüenzo intensamente de la absurda filigrana alegórica 320

de las páginas 157-159, y en parte porque los lectores moder"

nos no están familiarizados con este método. Pero ncl deja de ser cierto que allí donde los símbolos son mejores, la clave está menos indicada. Porque cuando una alegoría es excelente, se aproxima al mito, que ha de ser aprehendido con la imaginación, no con el intelecto. Si, como aún tengo esperanza de que ocurra, mi norte y mi sur y mi don Sensato tienen un toque de vida mítica, no hay nexplicacióno posible que pueda igualar su significado. Es la clase de cosas que no se aprenden mediante definición: más bien hay que llegar a conocerlas como se conoce un olor o un sabon la natmósferao de una familia o un pueblecito rural, o la personalidad de un individuo. Es preciso hacer otras tres advertencias. 1. El mapa que incluye se aquí ha desconcertado a algunos lectores porque, como dicen, "indica toda una serie de lugares que no se mencionan en el texto". Pero eso es lo propio de todos los mapas ylibros de viaje. Larutade John setrazacon una línea de puntos: quienes no estén interesados en los lugares por los que no transcurre esta ruta no necesitan prestarles atención. Son intentos caprichosos de llenar la mitad norte y la mitad sur del mundo con los fenómenos espirituales apropiados. La mayoría de los nombres son autoexplicativos. Wanhope signihca