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Robert Blanché

LA EPISTEMOLOGiA

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LA EPISTEMOLOGíA

EN LENGUA CASTELLANA

N.o 91

LA EPISTEMOLOGÍA POR

RüBERT BLANCHÉ Profesor honorario en la Univer.üJad d. Toulouse

eíkes-tau,

8.

a. - ediciones

APARTADO 5347 • BARCELONA

VILASSAR DE MAR· BARCELONA - ESPAÑA

Traducci6n de A. Giralt Pont Primera edici6n en lengua castellana 1973 Título original de la obra: "L'ÉPISTÉMOLOGIE" par Robert Blanché Copyright © Presses Universitaires de France 1973

ISBN 84-281-0228-7 Depósito Legal: B·l.688-1973

© oikos-tau, s, a •• ediciones Derechos reservados para todos los países de habla castellana Printed in Spain - Impreso en España Industrias Gráficas García Montserrat, 12·14 - Vilassar de Mar (Barcelona-España)

PRIMERA PARTE

VISIÓN DE CONJUNTO

CAPÍTULO PRIMERO

LOS ORíGENES La palabra epistemología, que literalmente significa teorta de la ciencia, es de reciente creación. Si la palabra es nueva, lo que designa también lo será. Sin duda, cualquier filosofía incluye determinado concepto del conocimiento; por ejemplo, el Teaitetos de Platón ya expone, en sentido amplio, una teoría de la ciencia, tal como lo indica su subtítulo, 7T€P' €7TU:JT7]p:r¡S;. A partir del siglo xvm la palabra ciencia tomó un sentido más estricto y más preciso, el que entendemos cuando actualmente hablamos de la Academia de Ciencias, de la cultura científica, de las aplicaciones de la ciencia, etc. Los antiguos filósofos podían intentar determinar en qué condiciones un conocimiento de la naturaleza debía satisfacer para poseer las características de certeza íntima y de validez universal, las únicas que permitían que se la considerara propiamente como una ciencia. Pero el único medio para saber verdaderamente lo que sería esta ciencia, era ante

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todo hacerla. Aún en el siglo XVII y tras el decisivo impulso dado por Galileo, la nueva ciencia permanece insuficientemente desligada de la filosofía. Con Newton y Descartes la ciencia aparece bajo el nombre de Principios de la Filosofía. En Inglaterra, hasta fines del siglo XIX la expresión natural philosophy seguirá designando a la física. Inversamente, la palabra alemana ciencia (Wissenschaft) ha conservado siempre algo del sentido más amplio con el que antaño se confundía con la de filosofía". Por consiguiente, aunque ofrezcan más de una observación interesante para el epistemólogo, no pueden considerarse obras de epistemología el Novum Organum ni la Gran instauración de las ciencias de Bacon, el Discurso del método de Descartes, la Reforma del entendimiento de Spinoza ni la Búsqueda de la verdad de Malebranche. Ya se acerca más al sentido actual el libro IV del Ensayo sobre la inteligencia humana de Locke y en especial la respuesta que le da Leibniz en sus Nuevos Ensayos. En el siglo XVIII la obra que mejor predice lo que será la epistemología es, sin duda alguna, el Discurso preliminar a la Enciclopedia de D'Alembert. A comienzos del siguiente siglo se consideran precursores el segundo volumen de La filosofía del espíritu humano (1814) de Dugald Stewart, el Curso de filosofía positiva (a partir de 1826) de Augusto Comte y el Discurso preliminar al estudio de la filosofía natural (1830) de John Herschel. Pero hasta el segundo tercio del siglo XIX no apa1 Por ejemplo, la «ciencia» a la que apela la MetaJUlica futura que podrá pre .. • entarse como eieneia (Kant) o la Filosofía como ciencia rigurosa (Husserl), es evidentemente una ciencia distinta a la de 108 sabios. Por ello, cuando quieren precisar 8U sentido más restringido en que franceses e ingleses toman generalmente en la actualidad la palabra «ciencia», los autores alemanes se ven obligados a veces a buscar otro término. Así, G. Frey (Philosophie und Wisseruehaf', página 33, Stuttgart, 1970) distingue entre ""i•• enochafdiche y •• ien'i.'iache A ....agen.

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recen, y lo hacen de manera casi simultánea, las dos obras fundamentales con las que, aunque la palabra no existiera, podría comenzarse a hablar de lo que hoy llamamos epistemología: una de ellas se refiere a las ciencias formales, lógica y matemáticas, la Wissenschaftslehre (1837) de Berhard Bolzano, y la otra relativa a las ciencias de la naturaleza, la Filosofía de las ciencias inductivas (1840) de William Whewel12. La palabra Wissenschaftslehre, que Bolzano menciona al comienzo de su obra, merece ser examinada. Literalmente corresponde en alemán a lo que quiere decir en un castellano inspirado en el griego epistemología: teoría de la ciencia. Y sin embargo, ambos vocablos, el alemán y el castellano (o el inglés epistemology) no son exactamente seudónimos, habiendo conservado el primero de sus orígenes más antiguos un sentido más amplio que el que ha tomado el segundo, que se forjó para designar una disciplina más estricta. No siempre es muy distinto del de la palabra Erkenntnistheorie, que significa teoría del conocimiento en general y tiene, pues, un carácter mucho más filosófico. Incluso se ha extendido más, ya que hacia 1800 Fichte eligió esta palabra Wissenschaftslehre para designar la exposición -o mejor, las sucesivas exposiciones- de toda su filosofía. A pesar de que en la segunda mitad de su obra abarque un campo más amplio, Bolzano considera la palabra Wissenschaftslehre en un sentido más concreto, aquel en que Wissenschaft designa pro-o piamente el conocimiento científico, excluyendo cualquier otra forma de conocimiento. Con gran 2 Sobre la epistemología de estos autores, Berg, J., Bolla",,', LDgie, Abnqvist & WikseIl, Estocolmo, 1962; y Blanché, R., L. raIÍDna/¡'me de Whewell, Alean, París, 1935.

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minuciosidad y rigor, su estudio se centra en nociones fundamentales de la ló~ca, como las de analítica y derivación. Así anuncia el estilo y anticipa algunos de los problemas que se encontrarán en nuestra época en los trabajos de metalógica. Recordemos que actualmente, tras haberse formado para casos especiales las palabras metamatemática y metalógica, se llama metaciencia al estudio que va después de una ciencia y que trata de eUa, tomándola a su vez como objeto y preguntándose a un nivel superior sobre sus principios, fundamentos, estructuras, condiciones de validez, etcétera. La epistemología, que es una reflexión sobre la ciencia, con este título entra a formar parte de la metaciencia y sólo se distingue de esta por algunos matices: generalmente la metaciencia se preocupa por tener el estilo y el rigor de la ciencia y sólo la practican los sabios especializados; mientras que la epistemología, en relación con la ciencia, es un poco más amplia y todavía conserva, a pesar de sus esfuerzos para atenuarlo, un carácter filosófico más o menos marcado. Aunque engloben una teoría de las matemáticas que no tiene nada de original y en su momento ya se encontraba algo retrasada, las investigaciones de Whewell se centran esencialmente en las ciencias inductivas. Su propósito era renovar el Novum Organum teniendo en cuenta lo sucedido durante su intervalo. Bacon creía haber trazado el programa que las ciencias inductivas debían seguir: pero, sea cual fuere su genio, no podía prever cómo iban estas a formarse. Después de más de dos siglos de presenciar el desarrollo y la expansión de estas ciencias, era hora de sustituir el concepto a priori de la naturaleza de las ciencias inductivas por un concepto basado en el análisis de los procedimientos

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que estas ciencias inductivas emplearon. Whewell inaugura así el método histórico-crítico que, para la epistemología, será una de las vías de aproximación más fructuosas. Trata directamente el estudio histórico y el crítico, y sólo ante la amplitud del sujeto se decide a separarlos, publicando primero la Historia que servirá de base a lo que poco después será la Filosofía de las ciencias inductivas, y manteniendo siempre un estrecho contacto entre ambas, como indica el título completo de la se· gunda obra, Philosophy of the inductive sciences, founded upon their history. De la escala de las ciencias intenta deducir, para cada una de ellas, las «ideas fundamentales» sobre las que se basa y los procedimientos mediante los que se construye. Dos de las obras epistemológicas más significativas, que pronto van a aparecer, seguirán el camino abierto por Whewell 3 • En primer lugar la de Antoine Augustin Cournot, a quien no es exagerado considerar el mayor epistemólogo del siglo XIX. Tras su Essai sur les fondements de la connaissance humaine et sur les caracteres de la critique philo: sophique (1851), su Traité de l'enchaínement des idées fondamentales dans les sciences et dans l'histoire (1861), por su planificación e incluso por la expresión de «idea fundamental» que aparece en el título, evidencia la influencia de Whewell, aunque en él la alusión a la historia sea menos sistemática. Uno de sus méritos es haber colocado en primer plano y entre estas ideas fundamentales la idea de azar, durante mucho tiempo considerada opuesta a la 3 Junto a estas dos obras maestras hay que mencionar, al menos, los trabajos de Helmholtz, cuya re:8exi6n epistemol6gica se extiende por una amplia escala, y también, en el campo más restringido de la fisiología, la Introdue&wn a I'éhule tk 'a médeeine expérimerdale de Claude Bernard. Sobre Cournot, De la Harpe, J., De l'orMe el da hasard~ réali.me eritique tI'A. A. Coumot" Vrin, París, 1936; sobre Mach, Bouvier, R. La pensé. tI'Ernest Mcu::h, VQin d'Or, Ginebra, 1923.

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idea de ley y ajena a la ciencia; de ella da una definición que será célebre: la intersección de dos series causales independientes. De esta manera parece haber presentido la gran importancia que iban a adquirir en la ciencia contemporánea los datos estadísticos y las probabilidades. Indudablemente es menos directa la influencia de Whewell en Mach, que pertenece a la generación siguiente. No obstante, su obra Die Mechanik und ihrer Entwicklung (1883), duradera y ejemplar, es también de inspiración histórico-crítica, tal como lo indica explicitamente el título de su traducción francesa: La mécanique, étude historique et critique de son développement. En esta obra se encuentra una crítica exacta de los absolutos de Newton, critica que ha preparado, y en parte inspirado, la mecánica relativista de Einstein. No hay que olvidar tampoco que, por influencia de Mach, va a surgir con el Círculo de Viena una de las principales corrientes de la epistemología de este último medio siglo. Hacia 1900, momento en que se ponen seriamente en duda algunos de los principios de lo que pronto va a llamarse ciencia «clásica», se desarrolla el gran movimiento llamado de «crítica de las ciencias». Esta crítica, dirigida contra el dogmatismo cientificista y llevada a cabo por autores de formación científica, se centra esencialmente en la naturaleza de las leyes y teorías de la física. Recordemos tan sólo los nombres de H. Poincaré, P. Duhem, G. Milhaud y E. Le Roy en Francia, los de Mach y Ostwald en Alemania y los de C. S. Peirce y K. Pearson en los países anglófonos. En la misma época la «crisis de los fundamentos» abierta por las antinomias de los conjuntos obligaba también a los matemáticos a preguntarse por los principios de su ciencia; en este trabajo de elucidación iban

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a destacar G. Frege en Alemania y B. Russell en Gran Bretaña. Debido a esta unión entre lo científico y lo filosófico, unión vivamente exigida por el mismo estado de la ciencia y que la especialización científica debida al desarrollo de aquella había distanciado cada vez más, la epistemología estaba constituida como disciplina original, y de hecho fue este estado el que iba a consagrar su nacimiento.

CAPÍTULO

II

EL ÁMBITO Es difícil trazar las fronteras que separan la epistemología de sus disciplinas más próximas. Al igual que para cualquier prohlema de definición, nos encontramos con una dificultad de vocahulario y, por lo tanto, de lihre decisión, que determina no lo verdadero y lo falso, sino lo conveniente. Para emitir un juicio, hay que tener en cuenta el uso más extendido y el más razonahle. Cuando ambos criterios concuerden, se intentará establecer la definición, la delimitación del dominio más recomendahle. Pero la dificultad está también en que, sea cual fuere el sentido precisado de la palabra, las fronteras que así se hahrán trazado continuarán siendo imprecisas, puesto que los prohlemas de la epistemología se centran a veces en ámhitos que hahrán quedado fuera de dichas fronteras. Hay que tener en cuenta, por consiguiente, estas reservas al leer lo que viene a continuación.

1. - Epistemología y teoría del conocimiento En principio, la relación de la epistemología con la teoría del conocimiento es la existente entre la especie y el género, limitándose la epistemología a una sola forma de conocimiento: el conocimiento

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científico. No obstante, la diferencia desaparece cuando el género se ve reducido a una sola especie, como en los autores que conceden el nombre de conocimiento "tan sólo al conocimiento científico, considerando el resto como un juego verbal sin alcance cognoscitivo. Esta era la actitud de los neopositivistas vieneses y la del posterior empirismo lógico. Así, Carnap sólo reconoce como válida la teoría del conocimiento cuando esta se reduce a la epistemología, y más concretamente, al análisis lógico de la ciencia. En Francia, L. Rougier, que está de acuerdo en este punto con el empirismo lógico, es autor de una obra titulada Traité de la connaissance que, como él mismo dice, hubiera debido llamarse para ser más exacta Structure de la connaissance scientifique; tal como afirma en la conclusión sobre «La nouvelle théorie de la connaissance», cree que hay un único conocimiento: el científico. De ello puede deducirse que esta tesis es ya una tesis filosófica y no científica. Sin duda alguna, es la misma ciencia la que debe trazar sus propias fronteras, aceptar o rechazar este o aquel tipo de especulaciones. Hay «falsas ciencias» que hace ya tiempo resolvieron este problema; Descartes se jactaba de que «no le engañaban las promesas de un alquimista, las predicciones de un astrónomo, ni los embustes de un mago»-. Pero no obstante, ya el mismo Descartes hacía depender la ciencia de la metafísica, del mismo modo que el árbol se alimenta por la raíz. Actualmente es la ciencia quien debe decidir si otorgar o no un carácter científico a las investigaciones sobre la telepatía, o incluso simplemente a la fisiognomonía o la grafo1 DiM:UTOO del mélodo. Primera Parte.

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logía, y también a las disciplinas agrupadas bajo el nombre de «ciencias normativas». Por el contrario, no es un problema científico saber si hayo no posibilidades de conocimiento más allá de la ciencia. Esta cuestión deriva de una teoría general del conocimiento, uno de cuyos objetos es situar el conocimiento científico entre otras formas de conocimiento. ¿Existen, o no, procedimientos de conocimiento que sigan otros caminos que los de la ciencia? Algunos han aludido a facultades no intelectuales o parcialmente intelectuales como el corazón, que «tiene sus razones que la razón no conoce», o bien, la intuición entendida como un «instinto iluminado por la inteligencia»: ello justificaría la autenticidad de un conocimiento místico o metafísico. Otros proponen encaminar nuestras facultades hacia otra dirección, hacia «la intuición de las esencias», fundando así una ciencia fenomenológica más allá de la ciencia factual. A pesar de que se rechacen estas pretensiones, nos hemos encaminado, por ello mismo, hacia una determinada filosofía del conocimiento. Admitiendo la separación teórica entre la epistemología y la teoría del conocimiento, hay que reconocer que, efectivamente, la distinción no puede observarse siempre. En primer lugar debido puramente a razones de vocabulario; a falta de un sustantivo simple y adecuado que dé origen a un adjetivo y un adverbio", la expresión «teoría del conocimiento» puede reemplazarse fácilmente por unapalabra mucho más cómoda: «epistemología». Se ha intentado solucionar el inconveniente ideando la palabra «gnoseología», pero este neologismo 2 Esta dificultad no existe en alemán debido a la aptitud de esta lengua a formar 'palabras compuestas, como Erkenmnü'heo1'ie" con el adjetivo corres", pondiente.

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no ha arraigado en absoluto; en italiano se usa a veces, pero en francés e inglés es muy raro, siendo una palabra pedante y casi inexistente en alemán si no es bajo el término clásico Erkennmistheorie o Erkenntnislehre. Así pues, se opone fácilmente el punto de vista epistemológico al ontológico, el dualismo epistemológico del sujeto conocedor y del objeto conocido al dualismo ontológico de alma y cuerpo, etc. En la confusión entre ambos términos hay razones mucho más profundas que un simple motivo de vocabulario. Se comprende perfectamente por qué Piaget, por ejemplo, toma como sinónimos «epistemología» y «teoría del conocimiento». Tanto en la evolución de las sociedades como en el desarrollo del individuo, la ciencia y el espíritu científico van formándose progresivamente sin llegar nunca a un límite. En estas condiciones cualquier tipo de epistemología genética, tanto si se trata de la historia de las ciencias como de la psicología infantil, se amplía necesariamente en una teoría del conocimiento, ya que esta intenta recorrer todos los estadios de lo que actualmente se llama conocimiento científico; en otras palabras, considerar el conocimiento bajo determinadas formas que podemos considerar precientíficas y a las que no podemos negar un valor cognoscitivo, puesto que preparan los progresos ulteriores", a Añadamos que. efectivamente. la identificación pura y simple de la epistemología con la teoría del conocimiento, aunque actualmente no coincidan en la práctica, todavía está latente en muchos autores que la admiten sin discusión alguna como si se tratara de algo suyo. Así, el largo artículo que la Eneyclopedio 01 philo",phy (1967) dedica a la epistemología la define de la manera siguiente: «La epistemología, o teoria del conocimiento, es la rama de la filosot"1A que se ocupa de la naturaleza y capacidad del conocimiento, de sus suposiciones y fundamentos y del crédito que puede otorgársele»; le sigue una amplia exposición hist6rica que parte de la Antigüedad griega para llegar hasta los fil6sof08 ..de vocabulario sencillo», pasando por santo Tomás, Spinoza y Schopenhauer. En su edici6n de 1961. la Eooyelopedia 6ritannica definíe a la epistemologia casi con las mismas pelabres: cEs la rama de la filosofía que se ocupa de los problemas de la naturaleza, de los límites y validez del conocimiento y de la creencia». La

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Epistemología y filosofía de la ciencia

Todavía es mucho más difícil establecer la diferencia entre la epistemología y la filosofía de la ciencia, debido a la elasticidad de esta última expresión. Si se toma en un sentido amplio, la epistemología forma parte de uno de sus capítulos, o bien, es una de las formas de practicarla. Uno de los autores de Lectures sur la philosophie de la science distingue cuatro aspectos diferentes de filosofar sobre la ciencias¡ el estudio de sus relaciones con el sabio y con la sociedad, el esfuerzo para situar a la ciencia dentro de los valores humanos, las especulaciones que se hacen a partir de los resultados obtenidos de la ciencia para desembocar en lo que más exactamente se ha llamado la filosofía de la naturaleza, o sea, el análisis lógico del lenguaje científico. Después de ello, confiesa tomar la última acepción, la única que en efecto puede coincidir con lo que designa el nombre de epistemología. Algunos van mucho más lejos y salvan las diferencias entre ambas nociones. En efecto, desean desligar a la epistemología de todo prejuicio con la filosofía y evitan, por ello, el uso de esta última palabra. A ello se han inclinado naturalmente aquellos que sólo reconocen como única forma de conocimiento el conocimiento científico, excluyendo así toda filosofía incapaz de someterse a un análisis científico, y además con la condición de que este mismo análisis se realice a través de métodos científicos. Otras razones, independientes de una posición antifilosófica, han actuado en el mismo senEnt:ielopedfa ilalfa.... IUltituye la palabra epiBlemología por la de gno.oologfa. Al coutrario, La Ene,..lop",dia ..niver.aliB (1970), yendo al extremo opuesto. rechaza cualquier tipo de relaci6n eutre epistemología y 6losofla. 4 Feig1, H.; Brodbeck, M•• Rsading. in 'he philolOphy o/ .ciBnee, pAgI.3-7. Appletou Century Crofta, Nueva York, 1953.

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tido. En la época actual la epistemología se aleja cada vez más de los filósofos para pasar a manos de los sabios. Una de las características de la epistemología actual es, pues, la progresiva aceptación de sus problemas por los sabios especializados; no se debe a una moda pasajera, sino a que las recientes crisis que han sufrido las diversas ciencias y las revoluciones por las que han pasado han obligado a aquellos que las practicaban a preguntarse por sus propios fundamentos. No es un juego de palabras decir, como Brunschvicg, que los progresos de la ciencia no son siempre progresivos, ya que también pueden ser reflexivos; en este mismo aspecto G. Frey hace una distinción entre los progresos lineales y los circulares", Este progreso reflexivo o circular ilustra el desarrollo contemporáneo de las epistemologías que pueden calificarse de internas y regionales: internas ya que están elaboradas por sabios interesados; y regionales porque cada una Se construye de acuerdo con las necesidades de una determinada ciencia. Desde principios de siglo, los matemáticos y no los filósofos se han preocupado por eliminar las antinomias y resolver las crisis de los fundamentos; a través de las vías y medios del formalismo logístico se reconocen las limitaciones internas de los formalismos. Sin embargo, el problema de la relatividad de la longitud, duración y velocidad lo han tratado los sabios, y cuando Bergson quiso intervenir -sus primeros estudios se centraron, no obstante, en la mecánica- tuvo muy pronto que renunciar a ello. Poco después, llegó a ridiculizarse más de un filósofo al pretender intervenir en la querella del indeterminismo en la 6 Brunschvicg, L., L'",pirio,..e hamaine ella .a..... liU phy.~, págs. 433-34; Frey, G., Philo.ophie ami Wi ..enat:hafl, pág. 25.

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que se enfrentahan los físicos de la teoría de los cuantos. Por lo tanto, es cierto que la reflexión sobre la ciencia, reanimada actualmente por los impedimentos que surgían en el interior de la ciencia, tiende cada vez más a replegarse en una disciplina científica, al aludir por una parte, a un instrumento de precisión el lenguaje logístico, y, por otra, al intentar multiplicar sus relaciones con los hechos, sean estos de origen histórico o de origen psicogenético. Sin emhargo, aunque uno intente limitarse a lo que es propiamente reflexión sobre la ciencia, no puede desprenderse por completo de una determinada filosofía. Primeramente se constata que, en efecto, algunas de las grandes epistemologías de nuestro tiempo han permanecido estrechamente asociadas a una filosofía, tanto si la sugerían como si la confirmaban, determinándola: por ejemplo, Meyerson, Cassirer, Brunschvicg, Eddington, Bachelard y Gonseth. Junto, o mejor, sobre las epistemologías regionales, subsisten problemas de epistemología general que, seguramente, pueden ser tratados por el sahio, pero que sohrepasan su privilegiada competencia de especialista. En un momento de extrema división del trahajo científico, una epistemología interna puede ser al mismo tiempo general al recurrir a una relación interdisciplinaria en la que el filósofo no puede ser sustituido, o bien, en la que el sahio es sustituido por el filósofo. Por último, las. epistemologías internas y regionales difícilmente pueden dejar de tratar, tarde o temprano, problemas que podrían calificarse de paracientíficos por el hecho de que continúan siendo el motivo de separación de los sahios cuyos métodos no permiten su oposición; estos problemas también podrían

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llamarse filosóficos, puesto que forman parte de la tradición filosófica. Sin duda alguna, el retorno reflexivo sobre los principios y métodos de una ciencia no ocurre siempre en una filosofía. Así, la metamatemática de Hilbert o de G6del, que es un discurso sohre el lenguaje matemático, actúa de acuerdo con los métodos formales, los de la lógica matemática. Debido al indefinido desdoblamiento de la reflexión -pues cualquier metalenguaje puede tomarse a su vez como objeto de un metalenguaje superior-, y a medida que vayamos elevándonos en la jerarquía de los metalenguajes, irán reapareciendo progresivamente, en las discusiones entre sabios y bajo formas nuevas, viejos problemas filosóficos; los sabios se separarán, como pobres filósofos, en dos clanes que no llegarán a comprenderse en los dos sentidos de la palabra: ni ponerse de acuerdo en una solución ni comprenderse entre sí. Un ejemplo particularmente instructivo nos lo ofrecen precisamente las ciencias lógico-matemáticas: durante mucho tiempo se enfrentaron las certezas a las interminables controversias, tema de los filósofos. En un determinado nivel de reflexión y en lo que muy bien podría llamarse filosofía de su ciencia, reaparecen en los lógicos y matemáticos discusiones sin salida entre platónicos y nominalistas; discusiones que son tan diferentes por su contexto y argumento como por su viejo problema metafísico sobre el que se enfrentaron ya en la Edad Media los realistas y nominalistas. Por un lado tenemos a Bolzano, Frege, Hermite, el Russell del comienzo y el actual Church; y por otro, a Helmholtz, los vieneses, Quine y Goodman6 • • En su prefacio de Fondemenl. deo malómaliquu de Gonoetb (Blanchard. París, 1926). págs. VI·VII, J. Hadamard habla de 1011 cextraordinariOll retornos»

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Si se quiere distinguir a la epistemología de la ciencia, habrá que hacerlo por una diferencia de extensión, ya que la epistemología es una parte de la filosofía de la ciencia y, hoy más que nunca, por su espíritu y métodos; será también porque se extiende en una zona intermedia entre la ciencia y la filosofía, llegando al límite de ambas. IIJ. -

Epistemología y metodología

¿Hay que considerar a la epistemología y metodología como dos disciplinas distintas y simplemente conexas, o al contrario, incluir a la metodología dentro de la epistemología como uno de sus elementos? El Vocabulario de Lalande las considera por separado, En él se lee que la epistemología «no es propiamente el estudio de los métodos científicos, que es objeto de la metodología y forma parte de la lógica»; sino que la epistemología es «esencialmente el estudio crítico de los principios, hipótesis y resultados de las diversas ciencias». Así, la metodología surge de la lógica, de la que seria una «subdivisión». Actualmente esta división no es válida, debido especialmente a razones históricas accidentales y ya muy pasadas de moda. Hacia 1900 en la enseñanza universitaria francesa, se acostumbraba dar a la palabra lógica un sentido muy amplio", Se la dividía en dos partes: la lógica que había hecho sobre sí mismo, constatando, con estupor y a propósito del axioma sobre la elección de Zermelo, que «UIl& controversia muy parecida a una controversia metafísica nace entre los matemáticos», divididos en idealistas y empiristas (tal como le les llamaba entonces a 108 que actualmente se eenooen por el nombre de platónicos y nominalistas). 7 Quizá fuera un progreso en relación a la extensi6n francamente inaceptable que se habla dado a esta palabra. Hasta mediados del siglo XIX. la última elase de los estudios Becundarios, la denominada clase de filosofía, le la Damaba lógica. Por más aberrante que pueda parecernoa actualmente. no deberíamos sorprendemos si, al consultar UD manual esoolar de l.6giea de aquella época, viéramos que era pura metafisica.

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general, que hace abstracción de los objetos, materia del conocimiento, y cuya parte principal es la lógica formal; y la lógica especial o aplicada, que estudia los métodos propios de cada una de las diversas ciencias". La metodología se hallaba incluida dentro de la lógica, como una de sus partes. Tal extensión de la palabra lógica ya no concuerda con lo que hoy conocemos por dicha palabra. Aunque se asemeje a ella, la metodología no le pertenece en absoluto. Por ello, no hemos creído conveniente añadir aquí una rúbrica sobre epistemología y lógica. Descartando la idea de que la metodología forma parte de la lógica, ¿hay que yuxtaponerla a la epistemología? Es difícil hacer un estudio crítico de los principios de las diversas ciencias, de «su valor y objetividad», como dice Lalande, sin preguntarse al mismo tiempo sobre la naturaleza y valor de los procedimientos a través de los cuales se forman las ciencias y llegan a un conocimiento científico. Piaget destaca con razón que n. § 1, UDivenity of Chieago P....., 1938.

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sociología y se inscribe en el «contexto del descubrimiento»; a continuación, en el «contexto de la justificación» habría un trabajo de «reconstrucción racional» del proceso del descubrimiento; y por último, una tarea esencialmente crítica, ya comenzada en la reconstrucción racional, pero ahora completamente desligada de sus relaciones con los factores empíricos del descubrimiento. La tarea propia del epistemólogo sería la tercera; pero esta presupone la segunda y esta a su vez a la primera. Si lo hemos entendido, hay dos maneras, una descriptiva y otra crítica para tomar a la ciencia como objeto de estudio: sea que exista a título de orden psicológico, sociológico e histórico; sea que pretenda alcanzar una verdad impersonal e intemporal. Podemos considerar ajenas a la epistemología la historia de la ciencia y la psicología del descubrimiento científico, ya que pertenecen a las ciencias empíricas unidas al conocimiento de hechos que forman parte del marco espacio-temporal; mientras que el análisis lógico de la ciencia es de otra naturaleza. Para determinar esta primera opción hay que tomar inmediatamente una segunda: ¿se acusará la separación entre ambos órdenes de investigación?; ¿se admitirá que la epistemología, completamente distinta de la historia, psicología y sociología, debe servirse, más o menos ampliamente, de informaciones que se le puedan proporcionar? En el primer partido se han agmpado los epistemólogos unidos al empirismo lógico. Sus trabajos tienen por objeto lo que hoy llamamos ciencia, es decir, la ciencia presente, lo que anula cualquier alusión a su historia pasada; en esta ciencia se toma como objeto de análisis todo lo objetivo, o sea, su lenguaje, lo que descarta cual-

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quier intrusión de elementos mentales. Esta manera de entender a la epistemología ha sido experimentada; pero no por ello han sido cerradas las demás vías de acceso. ¿Acaso, limitar su análisis a la ciencia del siglo, rechazando la manera cómo esta se ha ido construyendo, no haría que gran parte de lo que le precede y le ha preparado, incluida la ciencia clásica, retornara a una prehistoria de la ciencia, o al menos, a una especie de Edad Media científica? Y, por otra parte, ¿no se corre el peligro de caer en un extremo nominalismo al considerar tan sólo el significante, como si este se bastara a sí mismo y no tendiera a un significado? Por ello, también se puede retroceder y, ya que la ciencia es una obra del hombre, asociar a su análisis los datos que las ciencias del hombre puedan darle. Hay que otorgarle, en consecuencia, otro concepto que se base en el análisis epistemológico de datos históricos o psicológicos. Los epistemólogos franceses prefieren, a menudo, el camino abierto por Whewell y Mach, sacando datos de la historia de las ciencias. Los autores que siguen a Hegel o a Marx tampoco se olvidan del desarrollo histórico ni de las influencias sociales. Por otra parte, la ciencia ya no es propiamente lo que se dice en los libros; está en el espíritu del que sabe leerlos, y, primero, en el de quien los ha escrito. La epistemología sólo debe hacer una historiola animoe, porque los pensamientos, al buscar la verdad, no se encadenan causalmente como hechos; no sabría desinteresarse totalmente de las estructuras mentales que favorecen o contrarían la aparición de las ideas científicas. R. Berthelot estudia la mentalidad «astrobiológica»; L. Rougier caracteriza las mentalidades «ontológica», «animista», «simbolista»; R. Lenoble explica cómo el «naci-

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miento del mecanismo», o sea, el espíritu científico moderno, ha exigido un esfuerzo muy difícil para desligarse del «naturalismo» del Henacimiento-tr estos trabajos, de orden histórico y psicológico, no están totalmente desligados del campo epistemológico. Si en la segunda parte de su carrera G. Bachelard realizó, paralelamente a sus trabajos de epistemología, investigaciones sobre la imaginación poética que le valieron el interés de un amplio público, no hay que olvidar tampoco que las ha anticipado en una obra sobre La formation de l'esprit seientifique, contribution a une psychanalyse de la connaissance objetive12 , en la que hace un análisis de orden psicológico con bases históricas. En esta obra precisamente ofrece una aproximación sobre una de las nociones de la epistemología: la de obstáculo epistemológico. Al igual que Piaget podemos pensar que, aunque sin establecer un estricto paralelismo entre ontogénesis y filogénesis, el estudio de las fases por las que el niño pasa a la llamada edad de razón --en la civilización occidental es el momento en que el niño adquiere las estructuras intelectuales que le permiten un pensamiento científico-, a veces puede provocar, por la experiencia, controversias epistemológicas sobre el origen de esta o aquella noción científica, por ejemplo la de número; o bien, la de este o aquel principio de causalidad. Todo ello se verá mucho más claro en el capítulo siguiente dedicado a las diversas nociones de la epistemología. 11 Berehelot, R., La pensée de l'Asie d l'as'robiologie, Payot, París, 1938 (publicado primero en la Revue -de métaphysique el de morale, 1932-37). Rougier, L., Le. pamlogismes da ra&ionalinne, Alean, París, 1920; Lenoble, R., MersenrJeoa la ~e du méeanume, Vrin, París, 1943. U Vrin, Parls, 1938.

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En cuanto al problema de las relaciones de la epistemología con las ciencias del hombre, la posición que nos parece más adecuada es la siguiente: por una parte, no hay que limitar la epistemología a un análisis científico, lo que sería provechoso, pero nos daría un concepto reducido y parcial; hay que tener un campo de investigaciones más amplio, siendo las principales investigaciones las que se centran en la construcción progresiva de la ciencia, nacimiento y desarrollo del espíritu científico, investigaciones por las que es indispensable recurrir a las ciencias del hombre. Por otra parte, no hay que clasificar a la epistemología entre las ciencias del hombre ni colocarla en el mismo plano que algunas de las ciencias en las que ella es objeto, incluso si en la práctica no es siempre clara la distinción entre el fin y los medios, entre el propósito del epistemólogo y las enseñanzas que, para lograr su finalidad, pide a la sociogénesis y a la psicogénesis. Los epistemólogos americanos aluden generalmente en sus análisis a las fuentes del lenguaje formalizado: mas, por ello, no se debe considerar a la epistemología como ciencia formal. Simétricamente, la frecuente alusión de los epistemólogos europeos a las fuentes de las ciencias humanas no parece razón suficiente para incluir a la epistemología en dichas ciencias. En cuanto a los motivos de comodidad administrativa que estas nociones pueden suponer, evidentemente no deben figurar aquí.

CAPÍTULO

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LAS APROXIMACIONES I. - Aproximación filosófica y aproximación científica Poco a poco la epistemología se ha ido desligando de la filosofía y, más exactamente, de la teoría del conocimiento cuando esta fue considerada, tras Locke y Kant, un prohlema previo a cualquier filosofía. El punto de partida de la filosofía kantiana es un interrogante sobre la posibilidad de la ciencia; pero, por ello, no debe considerarse epistemólogo a Kant. En primer lugar, porque su análisis de la ciencia es muy poco circunstanciado, parándose a veces en determinadas nociones fundamentales consideradas necesarias y definitivas. Y en segundo lugar, porque el prohlema de la posihilidad de la ciencia no se trata en sí mismo, sino como medio para resolver el auténtico problema: saber si se puede otorgar a la metafísica el mismo carácter científico que tienen la geometría de Euclides y la física de Newton. El título del libro en el que se expone popularmente La crítica de la razón pura y cuyos dos primeros tercios se preguntan cómo son posibles la matemática pura y la ciencia pura de la naturaleza es, en este aspecto, perfectamente explícito: Prolegómenos a cualquier metafísica futura

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que pueda presentarse como ciencia. Aunque lo parezca anunciar el título de las obras, no pueden relacionarse con la epistemología el Fondement de l'induction de J. Lachelier ni la Contingence des lois de la nature de E. Boutroux. En ellas el análisis de la ciencia se encamina hacia fines filosóficos que no sólo sobrepasan la filosofía de la ciencia, sino también la filosofia del conocimiento en general. Sin embargo, la epistemología actual no puede ignorar totalmente las enseñanzas de los antiguos filósofos, por la razón de que, a menudo, hoy se encuentran bajo formas nuevas y precisadas en el estado actual de nuestro conocimiento viejos problemas que ya antes se habían tratado. Las controversias contemporáneas sobre el fundamento de las matemáticas reactivan la querella de los universales y la denominación de «platonismo» actualmente se usa para designar una de las tesis presentes. Por otra parte, el empirismo lógico se ha aplicado ampliamente para atacar la síntesis a priori de Kant; mientras que Piaget renueva su interpretación y Quine intenta establecer la separación rota entre lo analítico y lo sintético. Por ello, ya no parece imposible, como algunos pretenden, distinguir propiamente una epistemología filosófica, desvalorizada, y una epistemología científica, la única auténtica. Evidentemente, en principio sería simplista establecer esta doble separación sobre el origen intelectual del epistemólogo. Algunos sabios se han convertido en filósofos, pasando sus nombres a la historia de la filosofía y no a la historia de la ciencia, como por ejemplo Cournot, Meyerson y Gonseth; otros, como Eddington y J eans, han trabajado en extrapolaciones metafísicas bastante temerarias. El movimiento inverso es muy poco frecuente; el

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filósofo actual ya no se arriesga a hacer epistemologia sin haber tenido antes una cultura científica, al menos en algún campo de la ciencia: J. Cavaillés en matemáticas; P. Février en física; y G. Canguilhem en biología. No hay que olvidar tampoco a los que ya desde un principio han adquirido esta doble cultura; asi lo vemos en el empirismo lógico, siendo este el caso del francés Bachelard. En general hay que admitir que existen, por una parte, otros sabios de los que Kant llama cíclopes porque les falta el punto de vista filosófico y, por otra, los filósofos que tienen cierto afán por lo científico, Independientemente de cualquier problema personal, deberíamos basarnos en la manera cómo los epistemólogos realizan sus trabajos para dividirlos así en dos grupos. La dificultad estriba en que la epistemologia, al igual que un espectro, se extiende continuamente entre las amplias teorías del conocimiento y las especulaciones metacientificas más especializadas. Si las primeras sobrepasan ampliamente a la epistemologia porque se desarrollan con una filosofía, las segundas, al contrario, se reducen de tal manera que permanecen en el terreno de la ciencia: el teorema de Godel y el de Von Neumann tienen un capital interés para la epistemologia, pero proceden más de un trabajo cientilico que de la misma epistemología. Entre ambos extremos los trabajos de epistemologia sirven de enlace en una cadena sin ruptura y sería arbitrario intentar determinar dónde comienzan y dónde acaban. Las dos grandes obras de L. Brunschvicg, Les étapes de la philosophie mathématÚJue y L'expérience humaine et la causalité physique, se han incluido unas veces en la epistemologia (Piaget) y otras han sido excluidas de ella (Rougier). Piden a la historia de las ciencias que precisen y confirmen

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una filosofía previamente concebida. Con E. Meyerson, con G. Bachelard, nos acercamos a una epistemología independiente: Meyerson desemboca en una teoría general del conocimiento, pero no parte de ella; en cuanto a Bachelard, su filosofía inicial se debilita y se pluraliza bajo el efecto de sus análisis. Sin embargo, el empirismo lógico no está dispuesto a admitir tales trabajos en el campo epistemológico debido a los lazos que mantienen, por su método y tesis, con la especulación filosófica. Pero, estos lazos ¿no pueden romperse nunca?; ¿el empirismo lógico está exento de cualquier filosofía? Y, por otra parte, ¿cuál es la gran teoría científica que no tiene implicaciones filosóficas? La teoría de la gravedad universal ha dividido durante medio siglo a cartesianos y newtonianos. En matemáticas las implicaciones filosóficas se manifiestan en las discusiones sobre el fundamento del análisis infinitesimal, discusiones que han existido durante todo el siglo XVIII para desembocar, en 1797, en la obra de Lazare Carnot cuyo título es ya significativo: Réflexions sur la métaphysique du cakul infinitésimal. En la física contemporánea, según se interprete el continuum espacio-temporal de la mecánica relativista como una espacialización del tiempo o como una dinámica del espacio, y según se interprete el indeterminismo de la mecánica cuántica como esencial o como la manifestación de un determinismo oculto, uno penetra, se quiera o no, en el campo filosófico. Más que distinguir entre una epistemología científica y una filosófica, quizás sería mejor distinguir, y aún a condición de preparar la transición, entre una aproximación científica y una aproximación filosófica de la epistemología, según que el estilo adoptado se parezca más al de los sabios o al de los

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filósofos. Todavía sería mejor distinguir entre lo que se llama epistemología interna y obligada y epistemología externa y facultativa. Entendemos por epistemología interna u obligada la que nace bajo los mismos pasos del sabio, la que es exigida por problemas que se plantean en el interior de la ciencia. En este punto el sabio, sin quererlo y casi sin saberlo, hace epistemología. La qutJ hemos calificado de externa o facultativa es ya más independiente; se practica deliberadamente tras una decisión arbitraria. Tiene un interés más especulativo, cultivada por sí misma como fin y no como medio. En este sentido podemos calificarla de más filosófica. II. -

El análisis directo o intemporal

Una segunda división en las maneras de estudiar la epistemología verifica la precedente. Puede centrarse el interés en la ciencia contemporánea, estudiando su estructura actual desde un punto de vista estático o sincrónico; o, al contrario, puede seguirse la formación y el desarrollo de la ciencia, considerándola desde un punto de vista diacrónico o evolutivo. Según términos de Piaget, pueden distinguirse: métodos de análisis directo y métodos genéticos. El análisis directo, que no tiene en cuenta la dimensión °t:emporal y trata a la ciencia tal como se presenta en la actualidad, es la aproximación que, a menudo, han preferido los sabios, lo que es natural, pero no necesario. En este aspecto un ejemplo ilustre es el de Henri Poincaré. Los diversos estudios recogidos en las cuatro célebres recopilaciones de Is Biblioteca de

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Filosofía Científica que tratan sobre las relaciones entre las matemáticas y la lógica, sobre la naturaleza del razonamiento matemático, sobre la relación entre el espacio geométrico y el de la representación, sobre el significado de las teorías físicas y la naturaleza de los principios y sobre el valor objetivo de la ciencia, se basan esencialmente sobre el estado actual de la ciencia, aunque a veces haya algunas alusiones al pasado. Un hecho digno de destacar y que explica que la obra epistemológica de H. Poincaré se haya desarrollado tan ampliamente es el de que sus análisis se hayan hecho, si puede decirse, al desnudo, en lengua vulgar, con un mínimo de vocabulario técnico científico. El hecho es tanto más importante por cuanto encontraba a su disposición un lenguaje muy preciso, elaborado cuidadosamente por Peano y Russell: el lenguaje de la lógica simbólica. Además, se sabe que, lejos de usarlo, ha adoptado una actitud francamente crítica a este respecto. Su oposición a la filosofía logística inicial, es decir, a la reducción de las matemáticas a la lógica, le ha llevado a rechazar al mismo tiempo, y confundiéndola en el mismo rechazo, la técnica logística; en otras palabras, ha rechazado el lenguaje simbólico de mayor precisión que la logística ofrecía para el análisis de la ciencia. Al contrario, debido a un uso sistemático de la logística se distingue una de las corrientes más importantes de la epistemología contemporánea: la que, partiendo de Viena, se ha extendido ampliamente por Estados Unidos bajo la influencia de los emigrantes de Europa central. Una de las características del empirismo lógico reside en la. unión, aparentemente paradójica, entre una filosofía empirista, surgida del fenomenismo de Mach que basaba en datos sensoriales todas las ciencias de la

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realidad, y la filosofía logística de Russell, en la interpretación que de ella daba Wittgenstein al ver en la lógica un simple lenguaje, una forma pura que tan sólo permite transformaciones tautológicas del discurso sin llevar por sí mismo ningún tipo de conocimiento. Al intentar traducir en simbolismo logístico, como lo hicieron los matemáticos, todos los enunciados científicos, se les dará una expresión precisa y además se separará, por desprovistas de sentido, todas las fórmulas verbales que no puedan someterse a tal expresión. Naturalmente, hay que completar con las ciencias de la realidad el vocabulario lógico-matemático que sólo aporta la estructura del discurso, es decir, una forma vacía, e introducir símbolos que expresen los conceptos propios de cada una de estas ciencias. Aunque este método de análisis formal sea un elemento característico del empirismo lógico, por ello, no hay que asociarle indisolublemente todas las tesis de esta teoría filosófica. El uso del simbolismo logístico no implica necesariamente que se acepte la vacuidad del lenguaje lógico-matemático ni la separación radical entre los enunciados analíticos y tautológicos y los enunciados sintéticos y empíricos, ni el rechazo, por falta de sentido, de los problemas metafísicos. Cuando menos, se debe al empirismo lógico el haber introducido el empleo sistemático, en epistemología, del lenguaje logístico, y mostrado por el ejemplo su utilidad.

III. - El análisis histórico-crítico Hasta este momento el estudio logístico se ha aplicado casi únicamente al análisis de la ciencia en su estado no actual. Para la ciencia, como para

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todos los demás temas humanos, el presente sólo puede entenderse gracias al pasado. La historia ofrece un buen medio de análisis, separando por fechas y circunstancias de aparición los diversos elementos que han contribuido a formar poco a poco las nociones y principios de nuestra ciencia. Por ejemplo, numerosos autores del sigl.,AXV¡¡¡: como D'Alembert, consideraban los principios de la mecánica; tal como los había enunciado Newton, como verdades necesarias que se imponían al espíritu por su propia evidencia, como los de geometría y aritmética. No obstante, surgían dudas y la Academia de Berlín planteó la cuestión de saber si eran de verdad necesaria o de verdad contingente; en otras palabras, si su origen era a priori o empírico. Recurrir a la historia demuestra lo superficial que es la alternativa y da a la pregunta una respuesta más matizada. Por una parte, tal como lo constata Whewell, «nadie puede dudar, ya que es un hecho histórico, que estas leyes se hayan obtenido a partir de la experiencia. No cabe conjetura alguna. Conocemos el momento, personas y circunstancias que están ligadas a cada etapa de estos descubrimientos. He dado cuenta de ello en mi Historias», Pero, esto no significa que, como lo afirma el empirismo, estos principios tengan por sí mismos un espíritu pasivo e indiferente ante lo que se les presenta. Proceden de una determinada manera de interrogar a la experiencia, de plantearle problemas y de interpretar sus respuestas; se produce este diálogo por determinadas exigencias que se manifiestan permanentemente y a las que se puede 1 Phiw.ophy of Ihe indtU:live ",,;ene.., 111, VIII, l. Esta constatación plantea problema a Whewe1l, que continúa considerando a estas proposiciones como evidencias racionales. Resuelve la paradoja con una audaz teoria del progreso de la evidencia y evolución de la razón.

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considerar, por ello, constitutivas de la razón: antes que nada, debido a la obstinada voluntad de encontrar de nuevo bajo los diversos cambios de los fenómenos una identidad, como concluía Meyerson, o al menos, una invariabilidad. Considerada así, la epistemología se distingue de la historia de las ciencias en que esta es, en sí misma, un medio y no un fin. Basada en la historia, su investigación es esencialmente crítica: su finalidad es distinguir, gracias a los datos que le proporciona el estudio de su pasado, los elementos que han contribuido a la formación de la ciencia y del ideal científico. Todavía en este punto es difícil establecer una clara separación entre ambas disciplinas. Por un lado acudir a la historia puede ser, para el epistemólogo, un hecho intermitente y ocasional. Por otro, la historia de las ciencias oscila también entre ambos límites. Objetivamente, se la puede concebir como una recopilación casi anecdótica de nombres propios y fechas: más que una verdadera historia, quizá se trate de una cronología que intenta ser inteligible. Esta historia, al ser una historia de ideas, no puede escribirse con el mismo estilo que el de una historia de acontecimientos, ya que los encadenamientos no son de la misma naturaleza en ambos casos. Lo que, por metáfora, se llama el movimiento de las ideas, no está regido, como el movimiento de los cuerpos, por una causalidad eficiente, sino orientada hacia esta finalidad que es la búsqueda de lo verdadero. Se trate de ideas científicas, morales, estéticas, etc., su historia sólo puede escribirse partiendo desde su interior, si cabe. Precisamente por ello, la recurrencia temporal, que para describirla de una manera comprensible proyecta sobre el pasado las luces del presente, puesto que obliga a escribir de nuevo la

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historia de cada generaclOn, es más importante para la historia de la ciencia que para la historia de los acontecimientos, tal como lo afirma Bachelardo La historia de las ciencias, además de puramente narrativa, es en algún grado filosófica. En efecto, a veces se duda si considerar a tal autor historiador o epistemólogo. El caso es relativamente sencillo cuando son más historiadores por algunas de sus obras en las que, no obstante, las consideraciones filosóficas no faltan, como Milhaud y Meyerson; y más epistemólogos por sus trabajos en los que frecuentemente aluden a la historia. Puede suceder también que ambos elementos se compenetren tanto que sólo el orden de exposición y el titulo de los trabajos permiten distinguir entre un epistemólogo historiador como Meyerson y un historiador epistemólogo como A. Koyré. ¿Podemos concluir, como algunos hacen, en que ambas disciplinas se funden finalmente en una y que, del mismo modo que «sólo hay una historia epistemológica de las ciencias, recíprocamente, hay tan sólo una epistemología histórica»2? Se comprende perfectamente que esta absorción de la epistemología en la historia de las ciencias, historia en la que el desarrollo temporal se entiende como movimiento dialéctico, esté de acuerdo con una determinada filosofía. De esta manera se intenta que la epistemología sea algo más científica. Ahora bien, si mientras es posible se confiere a una disciplina la objetividad científica, lo primero que debe procurarse es desligarla de los elementos filosóficos con los cuales quienes la cultivan todavía no se han puesto de acuerdo; de no ser así, se va a oponer un dogmatismo a otro. Cabe recordar de I Artlcu10 «Epistemología» en la Eneyelop,.,dio U,,¡venalio. vol. VI. pág. 372.

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nuevo lo que se ha dicho anteriormente sohre el tema de la penetración del empirismo lógico en la epistemología. Hay varios caminos de acceso a la epistemología y varios tipos de comprensión.

IV. - La epistemología genética Una de estas vías de acceso, parecida a la de la historia por tratar del estudio del conocimiento a través de su futuro, tomándola no como un estado sino como un proceso, es la ahierta por Piaget y en la que él y su equipo han trabajado. Se había preparado con numerosos trabajos que él, solo o en colahoración, había dedicado a la psicología del niño: la génesis de las estructuras lógicas elementales, la génesis de las ideas del número, la génesis de la causa, la génesis del azar... Efectivamente, la psicología del niño, que estudia a este en sí mismo, es el medio en vistas a una psicología genética que husca una explicación causal de los mecanismos intelectuales a través del análisis de su formación. Y la psicología genética es a su vez una de las disciplinas fundamentales que contribuyen al estahlecimiento de una epistemología genética; esta permite la «transición entre la psicología genética y la epistemología en general, que espera enriquecer con el estudio del desarrolloa". Por otra parte, la psicología genética se asemeja a la epistemología histórico-critica porque toma el desarrollo del conocimiento en el momento en que comienza la historia de la ciencia. En este punto la psicogénesis completa a la sociogénesis. a Piaget. Prefacio al Diclionnair. d'lpillémologi4 gbillique de A. M. Battro. PUF. París, 1965.

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Incluso en sus comienzos, la ciencia aludía a nociones elaboradas por un pensamiento ya constituido, y estas mismas nociones sólo pueden comprenderse gracias a una especie de embriología de la razón. Para instaurar y promover este tipo de investigaciones que le preocupaban desde el comienzo de su carrera, Piaget, tras publicar su Introduction. a l'épistémologie génétique, fundó en 1955 el Centro Internacional de Epistemología Genética, ligado a la Facultad de Ciencias de Ginebra. La organización de los estudios que en él se llevaron a cabo' estaba presidida por dos imperativos: el primero, asegurar una estrecha colaboración entre psicólogos especialistas del desarrollo genético y lógicos especialistas de la formalización, o sea, sabios de diversas disciplinas que se plantean problemas de epistemología; el segundo imperativo era reducir estos problemas a formulaciones que puedan tratarse por medios de la psicología experimental; y, por último, desembocar en soluciones confirmadas por la experiencia. Debido a esta alusión sistemática a la experiencia, entendida en el sentido riguroso de experiencia científica, esta epistemología genética se distingue de la simple intervención de consideraciones genéticas más o menos elaboradas que pueden encontrarse en los trabajos anteriores de algunos epistemólogos. Los sabios que reflexionan sobre su ciencia muchas veces aluden a estas consideraciones. Unas veces, se trata más bien de reconstrucciones racionales arbitrarias que desembocan en • Sus resultado. se publican en las PUF al ritmo de varios volúm_ annale. con el titulo general de Elude. d'epislém%gie généliqUfl y bajo la dineei6n de J. Piaget. El número de volúmenes aparecidos ba.ta abora se aproxima a la treintena.· El primer volumen contiene UD exhaustivo estudio de Piaget referente al programa y los métodos de la epistemologla genética.

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tesis filosóficas y no en resultados científicos; por ejemplo, Frege y RusselI hacen depender las nociones y principios aritméticos de nociones y principios puramente lógicos. Otras veces, acercándose ya al punto de vista de los psicólogos, se han dejado influir, como Poincaré, por sugerencias introspectivas, como si la introspección pudiera comunicar al sabio la formación de sus nociones fundamentales y principios básicos. Y otras veces, hay quien intenta fundar una epistemología realmente genética en una psicologia; como F. Enriques. Pero esta psicologia a la que se alude ha pasado de moda actualmente, estando todavía influida por la psicologia clásica. Contrariamente, el uso regular de procedimientos experimentales, como los practicados por Piaget en sus trabajos sobre la psicologia del niño, permite trasladar al terreno de la experiencia todos los problemas de epistemologia relacionados con la génesis. De esta manera, en los debates en que, a nivel teórico, se oponen las diversas teorías epistemológicas, se podrá contrastar y sustituir una epistemologia de carácter científico por una epistemologia todavía insuficientemente liberada de especulaciones de tipo filosófico. Por ejemplo, se podrá distinguir lo justo y lo erróneo de RusselI al hablar de la noción de número bajo sus dos aspectos cardinal y ordinal, de las nociones lógicas de clase y de relación transitiva asimétrica. También podrá verse lo excesivo que resulta la brutal separación establecida por el empirismo lógico, sobre todo en sus comienzos, entre el conocimiento empírico considerado como simple constatación sensorial, y el instrumento lógico-matemático, considerado como simple instrumento lingüístico. Otro elemento esencial de los trabajos del Centro

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de Ginebra es su carácter interdiseiplinario, En primer lugar, es muy natural, sobre todo en un momento en que los problemas de epistemología tienden a especializarse e integrarse en las diversas ciencias, que se pongan de acuerdo los sabios que se enfrentan con dichos problemas. El trabajo del psicólogo es trasladar estos problemas, al menos los que tratan de la génesis, a un nivel experimental y proporcionar así los medios para resolverlos de una manera científica; además de estos problemas, el psicólogo debe aprender de los sabios cuáles son y debe pedirles su control tal como los vayan trasponiendo. La colaboración de los lógicos no es menos indispensable debido a la estrecha dependencia de la génesis con la estructura. La génesis se hace por grados, cada uno de los cuales indica un estado pasajero de equilibrio caracterizado por una determinada estructura. Para fijar las etapas del desarrollo es preciso que cada una de ellas sea objeto de un análisis estructural, que sólo puede realizarse con precisión con el instrumento logístico. Pero colaboración no significa confusión de tareas: la psicología, ciencia de lo real, no debe intervenir en cuestiones de validez formal; y la lógica, ciencia formal, no debe intervenir en cuestiones reales. Si hasta ahora el Centro de Ginebra no ha aludido a ningún historiador de las ciencias, aunque la historia de las ciencias, como la psicología genética, trabaje de acuerdo con la dimensión diacrónica y sea una ciencia de hechos, no se debe sólo a que la investigación histórica no estudia la misma etapa de desarrollo, sino también a que se practica con métodos distintos de los de la psicología infantil, que han sido la base experimental en los trabajos de un Centro cuyo animador es precisamente un psicólogo infantil. Pero entre la psicogénesis y la

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sociogénesis hay un lazo estrecho, pues el estudio de la segunda es como una prolongación del de la primera. 'Tanto en un caso como en otro, el análisis genético debe someterse a un análisis estructural. Píaget" ilustra las relaciones que, en epistemología, deben establecerse entre la aproximación por análisis logístico, la aproximación por psicología genética y la aproximación histórico-crítica, comparándolas con las que en biología han resultado positivas entre la anatomía comparada, la embriología y la teoría de la evolución. Al estudiar la epistemología a través de la psicología genética, la escuela de Ginebra no excluye los demás métodos, a no ser que no satisfagan las exigencias científicas; colabora con estos métodos, mostrando cómo articulan con el suyo propio. Los valiosos resultados que ya ha obtenido la epistemología genética no impiden que se reconozca que, tal como lo indica el adjetivo que la especifica, su campo sólo coincide parcialmente con el de la epistemología general. En cierto sentido es más estrecho e incluso casi ajeno, ya que se le conoce en las etapas precedentes a su ascensión en la ciencia. De ahí la reacción, molesta para Piaget, del empirismo lógico: vuestros estudios, se le objeta, son interesantes, pero proceden de la psicología y no de la epistemología. Y, por esta misma razón, su campo es más amplio, puesto que abarca el conocimiento general, considerado este desde su punto de partida y no en el momento en que accede al nivel científico. No es por azar, como ya se a visto, que Piaget considera de entrada a la palabra epistemología como sinónimo de teoría del conocimiento. Una de las razones que, no obstante, ofrecen el • P.,.,1Io1ogie

e' ópüIémologie. plig. 34. Gcmdñer. PufI. 1970.

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gran interés de sus trabajos para la epistemología, entendida en su sentido estricto como análisis del conocimiento científico, es que sus trabajos eliminan determinadas ilusiones que ofrecía un estudio estrictamente limitado al análisis de dicho conocimiento. Los psicólogos nos han hablado del retraso de esta toma de conciencia y nos han dicho que es muy difícil reconocer las nociones más antiguas, siendo las últimas que se esclarecen. La ciencia se construye in medias res; sólo poco a poco y difícilmente vuelve de nuevo a sus principios, analizándolos. Si aceptáramos sin crítica alguna el orden de aparición histórico, podríamos engañamos. Esta crítica teórica se verá reforzada por los hechos al estar de acuerdo con la psicología genética. Por ejemplo, la geometría métrica ha precedido, por mucho tiempo, a la geometría proyectiva y a la topología, mientras que su orden psicogenético es inverso y concuerda con un orden racional de dependencia. La mecánica clásica subordina la noción de velocidad a las de espacio y tiempo, mientras que la mecánica de Einstein, cambiando la subordinación, establece el orden que se constata en el desarrollo mental del niño.

CAPÍTULO

IV

LOS PROBLEMAS Los problemas' de la epistemología se reparten en dos grandes grupos: los de carácter general, que abarcan la totalidad de las ciencias; y los propios de cada grupo de ciencias más o menos amplio o concernientes a una sola ciencia e incluso a una rama de una determinada ciencia. Por ejemplo, la historia de las ideas suscita, frente a la historia de los hechos militares y diplomáticos, problemas epistemológicos nuevos en cuanto a métodos, naturaleza de explicación, etc. Pero rechazan esta división aquellos que, en su preocupación por preservar a la epistemología de cualquier contacto filosófico, quieren limitarla a los únicos problemas de epistemología interna, problemas que cada sabio debe resolver en su especialidad y con sus propios medios. Para ellos la epistemología es tan sólo la agrupación de epistemologías regionales ligadas cada una de ellas a una determinada ciencia o, al menos, a un grupo restringido de ciencias. Pero no habría epistemología general, porque la Ciencia, en singuIar y mayúscula, sería una invención filosófica. Por más respetable que sea esta preocupación de rigor científico, se plantean problemas que conciernen, si no a la ciencia, al menos a las relaciones entre las diversas ciencias. La decisión de excluirlos de la epistemología y de considerarlos problemas de la filosofía de la ciencia sólo se justificaría si

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hubiera una clara frontera que separara ambos órdenes de trabajo y si, por otra parte, los sabios, como tales, se desinteresaran por completo de ellos. La misma pluralidad de las ciencias y su incesante proliferación, con sus encabalgamientos y enlaces, no pueden satisfacer el espíritu del sabio, quien no se contenta con una simple dispersión sin plantearse problemas de coordinación. Actualmente se ha transformado el viejo problema de la «clasificación» de las ciencias, denominación que por aquel entonces era bastante incorrecta. No se trata ya de construir un sistema rígido e inmutable en el que cada ciencia tendría su lugar propio y definido con sus diversos compartimentos y en donde incluso se indicaría, como en la clasificación de Ampére, los lugares todavía vacíos para las ciencias futuras. No es una clasificación análoga a la de las especies vivientes o al cuadro de los elementos químicos: las ciencias no se distinguen entre sí por discontinuidades evidentes y absolutas como los elementos químicos; sus transformaciones son infinitamente más rápidas que las de las especies vivientes. La clasificación que a mediados del siglo XVIII trazaba D'Alembert ya no es válida actualmente. Pero un cuadro siempre es necesario; se exige tan sólo que sea manejable y abierto, que refleje el estado presente de la ciencia y admita comunicaciones y reorganizaciones. Junto a este problema de coordinación de conjunto, se plantea todavía un problema general concerniente a las relaciones entre los dos grandes grupos en que se distribuyen las ciencias. Aunque no nos pongamos de acuerdo sobre su interpretación, en general se admite la división entre las ciencias formales, por una parte, lógica y matemáticas, y las ciencias de lo real, por otra. A partir

LOS PROBLEMAS

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del nacimiento de la matemática racional uno se pregunta por el acuerdo aparentemente milagroso entre sus explicaciones y las de la experiencia. Con el nacimiento de la física matemática en la época moderna, el problema se ha planteado de una manera más aguda y todavía más hoy en día debido a la aplicación en conjunto de las ciencias de la matemática, que no es sólo cuantitativa, sino también estructural, interesándose, como Descartes lo presentía, tanto por el orden como por la medida. Si este problema de aplicabilidad todavía conserva un aspecto filosófico, quedan al menos a nivel estrictamente científico muchos problemas que resultan de la aplicación efectiva. La importancia que en la actualidad va adquiriendo la teoría de los «modelos» puede proporcionarnos un vivo ejemplo: se trata de una epistemología general, aun siendo una epistemología interna. Pueden mencionarse otros ejemplos más tradicionales sobre problemas de epistemología general que permanecen a nivel subfilosófico, especialmente los concernientes al análisis de algunas nociones comunes a todas las ciencias o a la mayoría de ellas. El matemático, físico, naturalista y lexicógrafo se sirven también de definiciones: ¿basta distinguir, a partir de Aristóteles, entre las definiciones de cosas y las de número, o, como lo hace Liard, entre las definiciones geométricas y las empíricas? Para el matemático la probabilidad es objeto de cálculo; el físico sabe que sus métodos inductivos desembocan en probabilidades y considera a todas sus leyes como probabilidades; el historiador se pregunta sobre la probabilidad de los testimonios: ¿se trata siempre de una misma probabilidad en estas diversas ciencias, o si no, cómo se organizan entre sí estos diversos sentidos?

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Si las ciencias son diversas y diversas las cualidades de espíritu que cada una de ellas pide, algunas experiencias comunes caracterizan el espíritu científico en general: una es la exigencia de inteligibilidad que compara al sabio con el filósofo; otra, que lo relaciona con el ingeniero, es la exigencia de positividad, esto es, de posibilidad de un control intersubjetivo. Cuando se intenta acatarlos escrupulosamente, ambos imperativos no concuerdan siempre entre sí y la tensión resultante determina en el interior de cada ciencia un desacuerdo sobre el ideal científico. Se le reconocerá fácilmente bajo las diversas formas que adopta en cada ciencia. Quizá sea en las ciencias del mundo físico donde se manifiesta más claramente en las dos maneras de concebir las relaciones entre la parte teórica y la experimental; o, lo que es casi lo mismo, el significado de las teorías: ¿intentan profundizar nuestro conocimiento de los fenómenos buscando, detrás de las leyes, las causas explicativas, o bien, no son más que una sistematización de un conjunto de leyes? Persiste este conflicto a lo largo de la historia tras la distinción que, desde Platón hasta Copérnico, existió entre la astronomía física que intenta explicar los fenómenos por sus causas ocultas, y la astronomía formal que sólo se encamina a «salvarlas» hasta las discusiones actuales sobre la interpretación del indeterminismo cuántico, pasando por la rivalidad entre cartesianos y newtonianos a comienzos del siglo XVIII y luego en el siglo XIX entre mecanicismo y energetismo con sus repercusiones sobre la áspera querella entre los químicos partidarios de la representación atómica y los de la representación por eqnivalentes. Pero también ocurre algo semejante en otras ciencias. El parecido intelectual se manifiesta entre el intui-

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cionismo de Brouwer en matemáticas y el fenómeno positivista en física; en biología la oposición del mecanicismo frente al vitalismo; en psicología, la del behaviorismo frente a la reHexología en la psicología entendida como hermenéutica; en historia, la oposición de la historia de los acontecimientos con la historia explicativa o más bien comprehensiva, que proceden de una dualidad en el ideal científico. Pero hay algo más que un hecho de epistemología general y Meyerson se refirió a ello en su defensa contra el positivismo de lo que él llama realismo o causalismo. Por debajo de estos problemas y descendiendo un grado en la generalización hacia la especialización, se encuentran aquellos que se relacionan con uno u otro de los dos grandes grupos de las ciencias. Desde una época reciente, la lógica, bajo su nueva forma de lógica simbólica o logística, figura junto a las matemáticas y en estrecha unión con ellas: ello plantea bajo una nueva forma el problema de la relación entre ambas disciplinas. Actualmente, cuando se estudia la naturaleza del razonamiento matemático, ya no se intenta confrontarla con el silogismo. Con la nueva lógica el problema esencial es saber si la matemática se puede reducir a ella, lo que sería una manera de fundarla. De cualquier modo, cada problema de la epistemología matemática tiene su correspondiente en lógica y a la inversa. Quizá sería mejor decir que son comunes a ambas ciencias: por ejemplo, el problema del estatuto ontológico de sus nociones o del correspondiente objetivo de sus términos. Con facilidad podríamos plantearnos, en matemáticas, el problema de saber si los principios de la lógica expresan leyes del ser, normas del pensamiento o bien reglas para la manipulación de los símbolos; en otras

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palabras, si la lógica es una ciencia objetiva, normativa, o bien un arte del cálculo. Los problemas de epistemología comunes a las ciencias de lo real se plantean en física de una forma ejemplar; pues, al hablar de dichos problemas, casi siempre se piensa en ella y se toman sus ejemplos. Emest NageIt divide estos problemas en tres según afecten a la construcción de los conceptos, a la estructura de las explicaciones o a la validez de las conclusiones. Los problemas relativos al método experimental, y a la naturaleza y justificación de los procedimientos inductivos, ocupan evidentemente un lugar importante en dichos estudios. Uno se pregunta también sobre la función de las teorías, sobre la naturaleza de las leyes y sobre la de los hechos, junto con la posibilidad de construcción y acuerdo que admiten. Se plantea así el gran problema de la unidad de las ciencias de lo real: ¿pueden agruparse todas en un solo tipo fundamental, cuyo modelo más completo sería la física?; ¿o están irremediablemente separadas en dos o tres ramas? Sobre este último problema se relacionan, más o menos directamente, la mayoría de los problemas que se plantean en las ciencias de la vida y en las ciencias del hombre, que son relativamente más restringidas que las ciencias vistas hasta ahora. Efectivamente, aparecen conceptos fundamentales que son completamente ajenos a los de la física y aparentemente irreductibles a ella. No se habla sólo de leyes abstractas, sino también de seres; se tienen en cnenta los hechos y los valores. Indudablemente, puede analizarse un ser como una inter1 The .tructure o/ .cienee, problems in ,he logie o/ .cientifit: e:.t:planalion. Harcourt, Beaee & World, Nueva York y Bur1ingame, 1961.

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sección de leyes, pero eludimos asi su característica esencial: la individualidad. Se pueden considerar los valores como datos de hechos, pero estos hechos son de la misma naturaleza que la de los hechos que trata la ciencia del mundo fisico; abarcan nociones como las de tendencia, función, éxito y fracaso, normal y patológico... , nociones todas ellas que gravitan en torno a la noción de finalidad. La palabra atemoriza al biólogo, pero no puede rehusar a la idea y le quita todo aquello que podría relacionarle con la conciencia o con la intención: de las «causas finales» de Aristóteles a la «teleonomia» de J acques Monod, pasando por lo que Goblot llama la «conveniencia compleja»; el recorrido es largo. Todas estas nociones comportan un análisis epistemológico. El problema más grave es saber si estas nociones pueden finalmente, o hasta qué punto, interpretarse con el lenguaje de la fisica, o cuando menos ponerse de acuerdo con él. Con la aparición de la conciencia clara, de la actividad voluntaria, del lenguaje, de los utensilios, luego de las sociedades politicas, de la religión, del arte, de la ciencia, surgen nuevos conceptos o «ideas fundamentales» de las que todavia sólo se encuentra un esbozo en las ciencias de la vida. De ahi surgen nuevos problemas; por ejemplo, ¿en este nuevo campo hay que sustituir la «comprehensión» por la «expücación»?; ¿las finalidades pueden, y de qué manera, considerarse causas?; ¿en qué medida, o en qué forma, la aplicación del instrumento matemático es posible y deseable? En el interior de estas ciencias, que se agrupan bajo la denominación global de ciencias del hombre, se plantea la cuestión de su homogeneidad. Comunes por su objeto que es el hombre, no son muy disparatadas por sus estudios. La antropología, a pe-

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sar de su nombre, es un simple fragmento de ellas; la historia es científica, pero no es una ciencia en el sentido en que lo son la sociología y la psicología; las llamadas ciencias normativas son bastante diferentes de las otras para que a menudo puedan responder al título de ciencias; etc. También en estas disciplinas surgen problemas relativos a su jerarquía. Por varias razones y en determinados momentos, una de estas disciplinas e incluso una teoría surgida de una de ellas preside el conjunto o se atribuye una función rectora. En el siglo XIX, al que a veces se ha llamado el siglo de la historia, esta no sólo se desarrolla por sí misma, sino que parece reinar en todas las partes en donde se habla del hombre; así lo han reconocido, aunque cada uno a su modo, Cournot, Dilthey y también Marc Blochs, quien dice con humor: «El buen historiador se parece al ogro; allí donde huele carne humana sabe que está su caza». En nuestros días la lingüística, por el éxito de sus métodos de estudio, toma, frente a sus ciencias más cercanas, un valor ejemplar. Algunas teorías elaboradas en el interior de una de estas ciencias, como el materialismo dialéctico o el psicoanálisis, a veces sirven de principio general de explicación para todos los temas humanos. Esta insustanciosa e incompleta enumeración puede dar ya una idea sobre los problemas que la epistemología trata y sobre su variedad. Para enriquecerla hay que presentar algunos ejemplos, aunque sea someramente: será el objeto de nuestra segunda parte. Nuestros dos primeros ejemplos son de epistemología general; los tres siguientes de I Apologie poor I'''ioloiro o.. lo mélier d'''iolorien, pág. 4, Colin, Perú, 1949; oegún eete autor, más que el pasado, «el objelo de la "ieloria o. por naluralaa 01 hombre».

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epistemologías algo más especiales, ya que dos se relacionan con las ciencias formales y el otro con las ciencias de lo real. Sin duda, se desearía descender un poco más hacia la especialización y añadir un capítulo cuyos ejemplos hubiesen sido sacados uno de las ciencias de la vida y otro de las ciencias del hombre. Pero debíamos detenernos en algún punto en un libro de dimensiones limitadas. En el campo de las llamadas ciencias exactas, matemáticas y física, los trabajos de epistemología han sido los más desarrollados y tamhién los más alejados de los problemas filosóficos y de los problemas que son el objeto mismo de la ciencia: razón suplementaria para darles preferencia. En la elección de nuestros ejemplos hemos procurado que sean de dos tipos, que sólo se distinguen entre sí por una diferencia de grado. Se constatará que algunos de nuestros problemas expuestos, los de los dos últimos capítulos, aunque no sean totalmente nuevos, al menos han tomado una forma y extensión nuevas en la época actual, mientras que los demás están íntimamente ligados a una larga tradición. Pues intentamos mostrar que, si la epistemología contemporánea presenta un nuevo espíritu, no por ello está necesariamente desligada de su ascendencia filosófica.

SEGUNDA PARTE

ALGUNOS PROBLEMAS DE EPISTEMOLOGíA

CAPÍTULO

V

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l. - La unidad de la ciencia ¿Ciencia, o ciencias? Múltiple por la pluralidad de sus objetos y por la diversidad de sus métodos, la ciencia es una para el sujeto que la concibe. Según se la considere bajo uno u otro de estos aspectos, se hablará de su división o de su unidad. Al comienzo de los tiempos modernos, Descartes opone a la dispersión de las ciencias como asignaturas que se enseñan en las escuelas, la unidad del saber en el espíritu de quien las concibe. «Todas las ciencias no son más que la sabiduría humana que permanece siempre una y la misma, por más diferentes que sean los objetos a que se aplica, y que sólo recibe como cambios de estos objetos al luz de todo lo que ilumínan-.» El método es uni1

Regulre, 1, traducción de G. Le Roy.

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versal; la física engloba a la biología y todo lo que en psicología es común al hombre y a los animales, como los sentidos, la memoria, la imaginación y las pasiones. El auge de la ciencia en el siglo XVII hace que esta no pueda ser concebida en su totalidad por un espíritu en el que hubiera conservado su unidad. Leibniz es el último sabio universal. En el siglo XVIII la ciencia, entendida como conquista intelectual personal, es sustituida por la enciclopedia, cuya finalidad es «reunir los conocimientos extendidos en la superficie de la tierra», lo que «no puede ser hecho sólo por un hombrea", Auguste Comte habla de este estado reconociendo la división de la ciencia en seis ciencias fundamentales y presentando su irreductibilidad como esencial y definitiva y no accidental y provisoria. Todas las tentativas para relacionar una ciencia con la anterior y explicar así lo superior por medio de lo inferior son calificadas de «materialistas» y también, y con mayor motivo, los intentos de explicación universal de los fenómenos por medio de una ley única. En cada una de las ciencias fundamentales un tabique separa irremediablemente sus diversas ramas; por ejemplo, los cinco capítulos de la física cuya separación se basa en la heterogeneidad de los fenómenos; tabiques que, sin embargo, admiten cierta colaboración. Y, si hay diversidad debida a los objetos de estudio, hay unidad en cuanto al espíritu científico, o sea, al conjunto de cualidades requeridas para toda investigación científica; cualidades resumidas en lo que Comte llama espíritu positivo. A partir de Comte y con los acelerados progresos de la ciencia, cada una de las ciencias fundamen• Diderot, artleuIo cEncyclopédie» en L' Eru:yclopUie.

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tales se divide a su vez en disciplinas particulares, entre las que se distribuyen los sabios al especializarse en ellas", Pero, precisamente para remediar esta constante dispersión, se aspira a cierta unificación, y no, como lo creía Comte, a través de la institución de un cuerpo de especialistas de generalidades científicas, sino a través de la unificación interna de cada una de las grandes disciplinas: actualmente, el positivismo, al igual que en su concepción de las separaciones definitivas, se presenta, según términos de A. Lichnerowicz, como un estadio infantil de la ciencia. Bourbaki reagrupa «todas las ciencias particulares llamadas, comúnmente, matemáticas», como ya decía Descartes; luego, estas ciencias se han multiplicado, bajo la unidad matemática, en singular, diversificada tan sólo por un número muy pequeño de estructuras que rigen una organización sistemática. La física del siglo XIX reagrupaba sus diversos capítulos tradicionales, que surgieron debido a la heterogeneidad de las cualidades sensibles bajo la dualidad de la mecánica y electromagnetismo, de la física puntual y de la física de campo. La física del siglo xx reduce esta dualidad de los dominios a la complementariedad de dos puntos de vista: el corpuscular y el ondulatorio. Esta física, tras haber presenciado el desmoronamiento de la física clásica y el auge de la física relativista y de la cuántica en la que la física tradicional se presenta como una degeneración, intenta reunirlos dos extremos con la construcción de una teoría unitaria de campo. Por 3 «No hay hombres que, por ejemplo, conozcan toda 1& física de su tiempo, como era el caso de Langevin, Cotton y Debye, ni incluso hombres que conozcan una rama importante, digamos la tIsica nuclear, como Rutberford y .Jolíct, Si se concede el título de sabios a los hombres que tengan una, visi6n general de una determinada disciplina, debe reconocerse que ya no hay sabios y que sólo quedan científicos», Magat, M., en Le Monde, 12 mayo 1971.

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otra parte, se establecen relaciones entre las diversas ciencias de una manera todavía desconocida en la época de Comte, a medida que la creciente matematización de las ciencias se combina con los axiomas de la matemática. En este momento se reconoce la existencia, de una ciencia' a otra, de isomorfismos, o sea, de identidades de estructura bajo contenidos totalmente heterogéneos. Así están relacionadas como «modelos» de una única y misma teoría abstracta, teorías específicas aparentemente muy distanciadas entre sí. Finalmente, se desarrollan investigaciones interdisciplinarias que ya Comte había recomendado, pero que hasta hoy no se han realizado y no han adquirido un carácter muy distinto del que podía otorgarles el dogmatismo positivista. Ya no se intentan establecer conexiones, bastante excepcionales, entre ciencias próximas cuyo estatuto permanecería, no obstante, fijo para siempre como la constitución de la química-física o de la óptica fisiológica. Actualmente, las disciplinas mixtas se convertirían casi en reglas. Las ciencias se multiplican, se comunican entre sí, no se ponen fronteras; se unen las disciplinas más distanciadas y en apariencia las más disparatadas, como la cibernética en la que cooperan la lógica bivalente, la teoría de los circuitos eléctricos y la fisiología nerviosa. De este modo cada ciencia sale de su aislamiento y se obtiene la unidad por medio de lazos, cada vez más numerosos, entre todas las partes del saber. La ciencia actual admite las relaciones imprevistas; tolera la convivencia entre múltiples y diversas reagrupaciones; acepta la continua reorganización; y, por su debilidad, se opone a la rigidez positivista. Bajo las diversas aptitudes requeridas para ser matemático, biólogo o historiador, el espíritu científico tiene siempre las mismas

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características fundamentales, además de las exigencias comunes de verificabilidad y objetividad que definen -en el sentido propio de esta palabra, limitan- el conocimiento científico ante las demás formas de conocimiento. Si a nivel de práctica científica se admite el ideal de unificación, a nivel teórico el tema de la unidad de la ciencia ocupa un importante lugar en el empirismo lógico, en donde tiene un matiz filosófico más acentuado. De una manera aparentemente paradójica, concuerda con la tesis de la dualidad radical entre las ciencias formales, lógica y matemáticas juntas, y las ciencias de lo real, consideradas las primeras como un instrumento científico más que ciencias propiamente dichas, ya que no nos enseñan nada del mundo. El problema de la unidad de la ciencia sólo se plantea en las ciencias de lo real en donde la unificación se concibe no a nivel de sujeto, como en Descartes, ni a nivel de objeto, como en el materialismo tradicional, sino a nivel de lenguaje. No se quiere reconocer la irreducible especificidad de los conceptos fundamentales de las diversas ciencias y se exige que se reduzcan todos los términos que los expresan a términos del lenguaje físico. Al comienzo, Carnap presentó este «fisicalismo» de una manera muy directa que, a pesar de la transición del nivel ontológico al lingüístico, se parecía mucho al «materialismo» de Comte, en el sentido de reducción de lo superior a lo inferior: la biología sería mecanicista, la psicología behaviorista, etc. Pues relacionaba todos los términos científicos con los de la física por medio de definiciones, lo que permitiría excluirlos y traducir todas las proposiciones de la ciencia a proposiciones de la física. La imposibilidad actual de reducirlo todo

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a dichas proposiciones ha hecho que Carnap adoptara un tipo de unificación mucho más débil, para él provisorio, y admitiera, a falta de la definición de un concepto biológico, psicológico y sociológico, su «reducción» a un concepto físico por medio de una frase que determina el sentido del nuevo concepto, indicando las condiciones de la experiencia por la que sería puesto a prueba. El término así introducido no puede ser eliminado; este es el caso de las defiuiciones; y, en consecuencia, los enunciados en que dicho término figura no pueden convertirse en proposiciones en las que sólo habrían los términos anteriores. Así pues, del lenguaje físico hay que distinguir un lenguaje «fisicalista», ampliación del anterior por la introducción de nuevos signos adecuados gracias a la