Barrow El Cristianismo y El Imperio Romano.

Barrow: El cristianismo y el imperio romano. Los romanos eran extraordinariamente tolerantes respecto a las religiones

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Barrow: El cristianismo y el imperio romano.

Los romanos eran extraordinariamente tolerantes respecto a las religiones extranjeras. Roma trató pacientemente de resolver el problema de los judíos, y les otorgó todo género de concesiones. Lo único que Roma exigía era que los judíos pagaran el tributo y vivieran en su territorio en paz con sus vecionos y con los extranjeros. Pero la tolerancia chocó con el nacionalismo y el fanastimo. La mayoría de los judíos creían que su nación estaba destinada a dominar el mundo. Jehová era dueño y señor de todo. En cuanto a los judíos desparramados por el Imperio, en Roma y en los centros de comercio, el caso era distinto. Las facciones rivales a veces causaban disturbios pero en general vivian pacíficamente. Durante unos treinte años el cristianismo disfrutó también de esta libertad, no porque la libertad se hubiera concedido de una manera conscientem sino porque el gobierno ni el pueblo distinguían entre el cristianismo y el judaísmo. Al principiom los adeptos continuaron observando la ley judía en jerusalem, pero pronto la iglesia aumentó de 500 a 3000 miembros y luego a 5000, muchos judíos que visitaban en pascua jerusalem se convertián al cristianismo. Por entonces, el gobierno de Roma no distinguía entre el judaísmo y el cristianismo, el pueblo no tardó en hacerlo, comprendió que había surgido algo mas insolente y algo mas peligroso que el judaísmo. El cristianismo mereció que se le prestara vigilancia oficial, ya que no satisfacia las condiciones en que Roma concedió a la tolerencia. El cristianismo se prestaba a una falsa interpretación, a su vez los cristianos incitaban la persecución. El cristianismo se negaba, el Estado persistíam el uno sin comprender al otro, pues ambos partían de puntos opuestos. Para el romano la unidad del Imperio era de importancia vital, y el homenaje a Roma y Augusto representaba y expresaba este ideal. El acto de rendir homenaje a la divinidad de Roma y Augusto, era un acto de fe religiosa, incompatible con la fe cristiana. En consecuencia, el resultado fue la incomprensión, ninguno de los dos alcanzaba a comprender el punto de vista del otro. Había cristianos que creían que todo acto diario que contribuyese al bienestar del Estado contribuía a mantener la idolatría. La pretensión del cristiano al universalismo parecía aspirar a un Estado dentro del Estado, cuya propaganda se hacia en secreto. En los siglos III y IV, la relación entre la iglesia y el Estado sufrió cambios que estaban ligados a los vuelcos de circunstancias que ambos habían experimentado. La persecusión ahora se hacía por edicto general del Emperador y no por el ejercicio local de la iniciativa judicial. La iglesia había aumentado en número, poder y prestigio. El cristianismo estaba dispuesto a enfrentarse con sus enemigos en cualquier terreno que escogiesen. A su vez el cristianismo seguía fiel a su primitiva intolerancia, no queria aceptar un

lugar entre las religiones contemporraneas, las demandas que hacía a sus adictos eran absolutas. Pero en los siglos III y IV lo que más le importaba al Estado era la unidad. Fue bajo Dioclesiano cuando el conflicto se definió mas claramente. En su esfuerzo para unir el Imperio, le preocuparon las influencias que tendián al separatismo. Hacia el año 303 d.c bajo la presión de Galerio, su asociado en el gobierno, había llegado a la conclusión de que en efecto existia otro Estado dentro del Estado. Ningún cristiano podría disfrutar de ciudadanía romana ni por tanto, desempeñar puestos en los servicios imperial, ningún esclavo cristiano podía ser libre. Asi en interés de la unidad del imperio se disolvería y dispersaría al cristianiso. Y los edictos no contribuyeron a la unidad del Imperio, pero causaron la desunión de la Iglesia. Constantino fue emperador romano que se había identificado con el cristianismo, la iglesia cristiana y el credo cristiano que estaba convencido de que tenía que cumplir una misión ineludible, encomendaba por el Dios cristiano a él, su siervo, que dedicaba paciencia y energía a la causa de la unidad dentro de la Iglesia como condición esencial de la unidad y prosperidad del Estado romano. Al principio, el cristianismo se predico entre las clases mas bajas de la sociedad, que habitaban cerca de las vías principales de comunicación. Hacia fines del reinado de Constantino, el cristianismo había penetrado todos los lugares del imperio aun alcanzado las clases mas altas. El llamado Edicto de Milan promulgado en el año 313 d.c el que planteó el problema desde un punto de vista nuevo: el de la neutralidad religiosa del Estado. El edicto resume automaticamente las instrucciones enviadas por el emperador Constantino a sus funcionarios: “No debe negarse a ningún hombre el permiso para adherirse a los ritos cristianos o de cualquier otra religión que le atraiga...” Se restituira a la iglesia toda su propiedad, aun a costa del erario imperial. Y al mismo tiempo el emperador Constantino se declaró cristiano y sin perseguir al paganismo inclinó la balanza de la neutralidad en favor del cristianismo. El último paso lo dió Teodosio en el año 378 d. c. al abandonar la neutralidad y proscribir el paganismo. Los dioses fueron declarados inexistentes por medio de la ley, el Estado empleo en favor del cristianismo el mismo instrumento que en el siglo anterior había sido empleado con el.