Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

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El presente texto intenta mostrar, centrándose en el concepto de explicación, (a importancia que tiene la filosofía para la ciencia natural. Vertebrado en un estilo dialéctico y con un len­ guaje accesible a lectores no-filósofos, desbro­ za un camino inédito por el que explorar los grandes temas de la filosofía de la ciencia. Co­ mienza por distinguir entre ciencia y pseudociencia, como modo de comprender los míni­ mos que requiere una explicación para ser considerada científica, y qué es lo que hace que una explicación científica sea m ejoro más adecuada que otra. A continuación, se da un repaso a la visión aristotélica y cartesiana; las críticas de Hume a la causalidad y la induc­ ción, y las réplicas kantiana y racionalista; la tradición positivista; la obra de Hempel, Scriven y, a través de ésta, la de Wittgenstein. Además, temas tales como la realidad de los uníversales, libertad humana y determinismo, relación entre religión y ciencia, o la relación de la explicación científica con otras formas de explicación, como la que se da en la historia o en la ética, son también algunos de los asuntos tratados en este libro.

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il lipo de causa que constituye el objeto más apropiado de la investigación i lentífica. Sin embargo, uno de los procesos más sorprendentes que se han (Ir»arrollado en la filosofía de la ciencia durante las pasadas centurias ha

“ Krnsi M ayr, «C a u s e an d E ffe c t in B io lo g y », Science 134 (1 9 6 1 ): 1503-1504. U n a útil i'H|)OKÍci6n d e la te le o lo g ía y el m ec a n ic is m o p u e d e lee rse en Ian B a rb o u r, Issues in Science m ui H tligion (N u e v a York: H a rp e r & R ow , 1971), p. 337. I.» teo ría cuántica, p o r e je m p lo , n o se lim ita en estos m o m en to s a la insistencia en 7), o 77|rer Dialogues Between Hylas and l'hihiHim, 17 1Ü (IndlunApolis: Hnblis-Mrrrill, 1ÜB4).

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LA EXPLICACIÓN

Dentro de esta forma de ver las cosas, ya no hay que pretender que nuestras percepciones representan la realidad o las produce una realidad que existe detrás de ellas. En vez de ello, las percepciones, junto con la mente que las tiene, son la realidad. La fuerza del fenomenalismo consiste en que interpreta el mundo como cognoscible por el hecho de que tengamos acceso directo a nuestras percepciones. Ya no hay una realidad respecto a la que meramente esperamos que esté representada por nues­ tras percepciones, pero a la que no podemos observar directamente. ¿Cómo es realmente la silla en la que estamos sentados? Bien, es marrón, quizá, dura, hecha de madera. Ah, pero esas son sólo las percepciones que tenemos de ella. Con una luz distinta dejaría de ser marrón. Para una hormiga será sin duda menos lisa de lo que nos parece a nosotros. Así, al margen de cómo nos parezca que es, ¿cómo es? Berkeley propone que esta serie de preguntas, que parece razonable, no lo es. Carece de sentido. La silla es un conjunto de sensaciones, a la que ponemos una denominación por conveniencia y economía, y eso es todo lo que es. Existir significa percibir o ser percibido. A quienes objetan que de esta manera no hemos localizado la causa de las percepciones, Mach les contestaría que el concepto de causa es una mera abstracción humana que se extrae de las secuencias de nuestra percepción. Lo único que pasa es que el diagrama incorrecto que trazamos antes nos induce a forjar la creencia de que seguir buscando las causas que hay detrás de nuestras percepciones tiene sentido o vale la pena.

El relativismo, amenaza para el fenomenalismo La doctrina fenomenalista, según la cual nuestras percepciones son la realidad, trata de desterrar la distinción que hemos hecho entre cuestiones ontológicas y cuestiones epistemológicas. Las preguntas sobre «qué pode­ mos saber» y «qué es lo real» tienen la misma respuesta: nuestras percep­ ciones. Si esa visión no encierra ningún error grave, proporciona, para el positivista, una sólida alternativa al escepticismo. Pero, desgraciadamente, hay un obstáculo importante del que tratar antes de que el fenomenalismo pueda servir de gran cosa para el positivista. Recordemos que Mach y otros positivistas temen las intrusiones de la especulación metafísica en la inda­ gación científica. ¿Por qué? Una razón principal es que los positivistas creen que las discusiones metafísicas no pueden decidirse mediante públi­ co debate. Todos parecemos tener nuestras propias opiniones metafísicas, y no existe método para llegar al acuerdo con todos Ion demás. Ksto

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN

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i Su ú n ic o p u n to d é b il en p o te n c ia es q u e las prem isas d e las q u e se p a rte sean falsas. Illtii ■In flic c ió n n o e x ig e q u e lus prem isas sean verd a d era s, sin o s ó lo q u e la co n clu sió n se n#n ilc l.ii prem isas (si éstas so n verd a d era s, ta m b ié n lo es la c o n c lu s ió n ). ‘ liiillb lé ri te Ir lla m a m o d e lo h lp o té tic o -d e d u c tiv o , c u a n d o se q u ie re h a c e r h in ca p ié iii

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