Autorretrato en El Estudio - Agamben

Giorgio Agamben Autorretrato en el estudio [ ' r~\ Traducción de Rodrigo Molina-Zavalía y María Teresa D'Meza Adrian

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Traducción de Rodrigo Molina-Zavalía y María Teresa D'Meza

Adriana Hidalgo editora

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Agamben, Giorgio Autorretrato en el estudio 1 Giorgio Agamben.- la ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2018 144 p.; 23 x 15 cm.- (biografías y testimonios) Traducción de: Rodrigo Molina-Zavalía; María Teresa D'Meza. ISBN 978-987-4159-36-6

AuTORRETRATo EN EL ESTUDio l. Memoria Autobiográfica. I. Molina-Zavalía, Rodrigo, trad. U. D'Meza, María Teresa, trad. Ill. Título. CDD 853

biografías y testimonios Título original: Autoritratto nello studio Traducción: Rodrigo Molina-Zavalía y María Teresa D'Meza Editor: Fabián Lebenglik Diseño: Gabriela Di Giuseppe Producción: Mariana Lerner 1a edición en Argentina 1a edición en España © 20 17 nottetempo srl ©Adriana Hidalgo editora S.A., 2018 www.adrianahidalgo.com La editorial agotó las posibilidades de búsqueda de los derechohabientes de las imágenes consignadas en el interior de este libro y está a disposición en caso de haber omisiones involuntarias. ISBN Argentina: 978-987-4159-36-6 ISBN España: 978-84-16287-37-6

Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723 Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. Todos los derechos reservados.

UMBRAL

Los autorretratos de los pintores -los de Pierre Bonnardy de Avigdor Arikha, mientras pintan en el estudio, tan ardientes e impiadosos; los de Tintoretto y Tiziano, pintados con las propias cenizas-; el Autorretrato cerca del Gólgota de Paul Gauguin en las Marquesas, no es propiamente viejo, pero está claro que ha visto derf!asiado, incluyendo el horror, y ya no quiere ver nada más; lo que los ojos han visto, ahora no puedes decirlo de otro modo más .que desviando tu mirada, sin indulgencias, en una especie de ebriedad, completamente desilusionada, abstraída. Cuando se escribe no es posible lograr algo similar, una niebla tan lúcida y extrema, una conmoción sobre uno mismo tan implacable. Las puertas del misterio permiten entrar, pero no permiten salir. Llega el momento en el cual sabemos que hemos atravesado ese umbral y poco a poco nos damos cuenta de que ya no podremos salir de él. No es que el misterio se condense, al contrario, simplemente sabemos que ya no veremos su afoera. Cuando una puerta ya no es una puerta. Como la perfección: sin lamento. Volverse tan lúcidos hasta enloquecer. Transformar los propios modismos en rezos y rezar todo el tiempo. Se dice que a los viejos sólo les queda una cuerda para tocar. Y es, tal vez, una cuerda desafinada, que produce lo que Stefono llamaba "la nota del lobo': Sin embargo, esa nota desafinada suena más larga y profonda que el instrumento intacto de la juventud

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Sentirse como en casa en no hallarse. Lo único seguro es que ya no sabemos dónde estamos de verdad. O mejor aún: sentimos que estamos en un punto, que somos ese punto, ese donde, pero ya no sabemos situarlo ni en el espacio ni en el tiempo. Todos los lugares que hemos habitado, todos los momentos que hemos vivido nos asedian, piden entrar -nosotros los observamos, los evocamos uno por uno- ¿desde dónde? Donde es en todos lados y en ningún lugar. Volverse íntimamente extranjeros para nosotros mismos, ya sin patria ni matria. Lo que tenemos -las costumbres, los hábitos, los recuerdos- es demasiado, ya no lo podemos tener. ¡Cuán cercano está ahora lo inalcanzable! Un cangrejo que entre sus pinzas sostiene en alto a una mariposa. "El cielo cruje porque no hay ni un centímetro en él que no esté ocupado por un ángel "Mientras que nos parece que todas nuestras facultades disminuyen y languidecen, la imaginación crece con desmesura, ocupa todo espacio posible. Ya no se trata de algo distinto de la realidad, antes bien la realidad se despedaza en imágenes, que la imaginación no hace más que recoger. Deseos tan completamente imaginados que ya no pueden ser satisfechos. Asombro de que la esperanza permanezca intacta, aunque se sabe con certeza que no será atendida, que sólo lo que no puede atenderse es real. Los temas de la vida ahora te parece que casi puedes escucharlos, como en una partitura musical. Los encuentros decisivos, las amistades, los amores son las frases y los motivos que se enuncian y responden en el secreto contrapunto de la existencia, que no tiene pentagramas. E incluso cuando parecen situados en un pasado remoto, los temas de la vida son necesariamente incompletos, como una melodía o una fuga interrumpida que espera ser continuada y retomada. Intentar escucharlos, en la oscuridad. Nada más. Es como cuando miras algo en el crepúsculo. No es tanto que la luz sea incierta, sino que sabes que no podrás terminar de ver, porque la 9

luz disminuye. Así se presentan ahora las cosas y las personas: fijadas para siempre en la imposibilidad de terminar de verlas. Sub quadam caducitatis specie [Sobre cierta especie de caducidad].

Y esto es lo ún}co eterno. Es el momento en que nos parece que no podemos ni queremos tener nada más. Que sólo queremos estar más ligeros, hacer lugar, pero incluso para esto ya es tarde. Tardus significa "lento': Pero hay una especial rapidez, de quien sabe que es de todos modos demasiado tarde. Praesto significa ''cercano, al alcance de la mano': ¿Entonces "tarde" es lo que nuestras manos en ningún caso podrán alcanzar?

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¡·~ Una forma de vida que se mantiene en relación con una práctica poética, cualquiera que sea, está siempre en el estudio, está siempre en su estudio. (Su, ¿pero de qué modo ese lugar, esa práctica le pertenecen? ¿No es verdad más bien lo contrario, que ella está a merced de su estudio?) \)~

En el desorden de las hojas y de los libros abiertos o amontonados uno sobre el otro, en las posiciones desordenadas de las lapiceras, de los colores y de las telas colgadas en la pared, el estudio conserva el testimonio de la creación, registra las huellas del laborioso proceso que conduce de la potencia al acto, de la mano que escribe a la hoja escrita, de la paleta a la tela. El estudio es la imagen de la potencia: de la potencia de escribir para el escritor, de la potencia de pintar o esculpir para el pintor o el escultor. Intentar la descripción del propio estudio significa entonces intentar la descripción de los modos y las formas de la propia potencia, una tarea, al menos a primera vista, imposible. ¿Cómo se tiene una potencia? No se puede tener una potencia, sólo se la puede habitar. ----

Habito es un frecuentativo de habeo [tener]: habitar es un modo especial del tener, un tener tan intenso como para no poseer nada más. A fuerza de tener algo, lo habitamos, nos volvemos suyos. Los objetos del estudio siguen siendo los mismos y en las fotografías que los retrotraen a años de distancia hacia lugares y ciudades distintas parecen invariados. El estudio es la forma de su habitar, ¿cómo podría cambiar? En el tarjetero de mimbre junto a la pared en el centro del escritorio, tanto en el estudio de Roma como en el de Venecia, se ve a la izquierda una invitación a la cena en ocasión de los setenta años de Jean Beaufret que en el anverso lleva la frase de Simone Weil: "Un 13

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homme qui a quelque chose de nouveau a dire ne peut étre d'abord écouté que de ceux qui l'aiment" [Un hombre que tiene algo novedoso que decir al principio sólo puede ser escuchado por quienes lo aman]. La invitación data del22 de mayo de 1977. Desde entonces ha permanecido sobre mi escritorio. ()

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Se conoce algo sólo si se lo ama o, como decía Elsa, 1 "sólo quien ama conoce". En indoeuropeo, la raíz que significa "conocer" es homónima de la que significa "nacer". Conocer significa nacer juntos, ser generado o regenerado por la cosa conocida. Y esto y no otra cosa significa amar. No obstante, precisamente un amor así es muy difícil de encontrar entre aquellos que creen conocer. Antes bien, con frecuencia sucede lo contrario: quien se dedica al estudio de un autor o de un objeto termina concibiendo por ellos un sentimiento de superioridad y casi una suerte de desprecio. Por este motivo es bueno quitarle al verbo "conocer" toda pretensión meramente cognitiva (cognitio [conocer] en latín es en origen un término jurídico, que designa el procedimiento de requisitoria de un juez). En lo que me atañe[pienso que no puede tomarse un libro que se ama entre las manos sin sentir un vuelco en el corazón, ni conocer de veras a una criatura o una cosa sin renacer en ella o con ella.

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La fotografía con Martín Heidegger a mi izquierda, en el estudio de Vicolo del Giglio en Roma, fue tomada en el campo de Vaucluse en uno de los paseos que se sucedían durante el primer seminario de Le Thor en 1966. Medio siglo más tarde, no consigo olvidar el paisaje de la Provenza inmerso bajo la luz de septiembre, las piedras claras de los bories,2la escarpada y amplia joroba del Monte Ventoux, las ruinas del castillo sadiano de Lacoste encaramado en las rocas. Y el firmamento nocturno tan febril y tachonado de estrellas que la gasa húmeda de la Vía Láctea parecía casi querer aliviarlo. Es acaso el primer lugar donde quise esconder el corazón, y allí, intacto e inmaduro como era, debe de haberse quedado, aunque ya no sabría decir dónde: si debajo de un macizo en Saumane, en una cabaña del Rebanqué o en el jardín del pequeño hotel en el que cada mañana Heidegger impartía su seminario.

2 La palabra francesa borie (derivada del occitano boria) tiene dos acepciones distintas. En la primera y más antigua significa "propiedad agrícola'', "explotación rural", "granja'' o "aparcería'', y todavía se emplea en una buena parte del sudoeste de Francia. En la segunda, más reciente y de origen turístico, denomina un tipo de cabaña de piedra seca del sudoeste (Bouches-du-Rhóne, Vaucluse). Aquí es empleada en esta última acepción [N. de los T.].

Elsa Morante [N. de los T.].

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¿Qué significó para mí el encuentro con Heidegger en Provenza? Sin duda no consigo separarlo del lugar en el cual sucedió; su rostro a la vez apacible y severo, esos ojos tan encendidos e intransigentes no los he visto en nadie más, salvo en sueños. Hay en la vida acontecimientos y encuentros hasta tal punto decisivos que es imposible que entren del todo en la realidad. Suceden, cierto, y marcan el camino, pero nunca terminan, por así decirlo, de suceder. Encuentros, en este sentido, continuos, como los teólogos decían que Dios jamás deja de crear el mundo, que hay una creación continua del mundo. No dejan de acompañarnos hasta el final. Fonnan parte de lo que permanece inacabado en una vida, que va más allá de ella. Y lo que va más allá de la vida es lo que de ella queda. Recuerdo, en la iglesia semiderruida de Thouzon, que visitamos en una de nuestras excursiones en Vaucluse, la paloma cátara esculpida dentro del arquitrabe de una ventana, de modo que nadie pudiese verla sin mirar en dirección opuesta a la habitual. ¿Qué ha sido de aquel pequeño grupo de personas que, en la fotografía de septiembre de 1966, caminan juntas hacia Thouzon? Cada una a su manera había intentado más o menos conscientemente hacer algo de su vida -esos dos a la derecha, de espaldas, son René Char y Heidegger, detrás, Dominique3 y yo- ¿qué ha sido de ellas, qué hay de nosotros? Dos fallecieron hace tiempo, las otras dos tienen, como suele decirse, una avanzada edad (¿avanzada hacia dónde?). Aquí no importa la obra sino la vida. Porque en ese atardecer soleado (las sombras son largas) estaban vivas y así lo sentían, cada una concentrada en sus pensamientos, es decir, en la porción de bien que había vislumbrado. ¿Qué ha sido de ese bien, en el cual el pensamiento y la vida todavía no estaban desunidos, en el cual la sensación del sol sobre la piel y la sombra de las palabras en la mente se mezclaban con tanta felicidad?

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Smara en sánscrito significa tanto~t_:!!~comoi~~g;~~i;j Se ama a alguien porque se lo recuerda y, viceversa, se recuerda-porque se ama. Amando se recuerda y recordando se ama y, al final, amamos el recuerdo -es decir, el amor mismo- y recordamos el amor, es decir, el recuerdo mismo. Por esto amar significa no llegar a olvidar, a sacarse de la mente un rostro, un gesto, una luz. Pero también significa que, en realidad, ya no podemos tener un recuerdo de ellos, que el amor está más allá del recuerdo, inmemorable, incesantemente presente.

Dominique Fourcade [N. de los T.]. 16

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José Bergamín, durante uno de nuestros encuentros madrileños, me presentó a Ramón Gaya, quien generosamente me prestó el estudio de Vico lo del Giglio_ en el cual escribí y viví a partir de 1978. El que mi segundo estudio fuese el estudio de un pintor -así como el primero en Piazza delle Coppelle había sido el de un escritor-, el que yo siempre hubiese dejado, tal como lo había encontrado, el atril con un cuadro sin comenzar, sin duda tiene que ver con mi amor por la pintura, como si nos pasáramos tácitamente una consigna. Aún recuerdo la naturalidad con la cual Ramón, quien había dejado su estudio hacía ya dos años para hacer un viaje a España que él creía que iba a ser breve, me dijo que podía usarlo a mi aire. Más adelante supe que durante la Guerra Civil lo había perdido todo, su casa, sus cuadros, a su mujer, muerta en un bombardeo fascista en la estación de Barcelona donde Ramón tenía la intención de encontrarse con ella, a su hija -milagrosamente arrancada por dos ingleses de los brazos de su madre-, a quien sólo pudo volver a ver quince años después.

A la derecha, sobre la pared del estudio de Vicolo del Giglio, cuelgan dos postales que me envió Heidegger, una con una fotografía de la Hütte [cabaña] en Todtnauberg, la otra con un paisaje del alto Danubio. "La imagen -así escribe, con su clara caligrafía, la n'lano del filósofo- muestra el valle desde el alto Danubio en las cercanías de mi patria. Holderlin lo atravesó en su viaje hacia Suiza." En el sobre leo

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casi con sorpresa la dirección de mi primer estudio, en Piazza delle Coppelle 48. Las dos postales están también en el estudio de Venecia, pero en otra pared. En vez de ellas, sobre el escritorio, están colgadas dos fotografías tomadas por Fran