Atrapado Sin Salida

Atrapado sin salida La historia comienza cuando un hombre, llamado Randall Mc Murphy es mandado a un centro psiquiátrico

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Atrapado sin salida La historia comienza cuando un hombre, llamado Randall Mc Murphy es mandado a un centro psiquiátrico un hombre que debería de estar en la cárcel, pero demostró que teníaproblemas mentales y es mandado ahí para ser analizado. El cree que podrá salir de ahí cuando el quiera, y se empieza a comportar de una muy mala manera, faltando al respeto a las enfermeras y demás.Después se va dando cuenta que muchos de sus compañeros están ahí por su propia voluntad, por tener problemas de autoestima y también se da cuenta que solo las enfermeras y el doctor tienen el poder dedejarlo ir o de que se quede. Mc Murphy empieza actuar de manera indisciplinaría; un día se robo el camión de viajes y se llevo a los internos a pescar. Y empieza a realizar actividades que son tanagradables para la enfermera en mando. Es mandado a la sala de electrochoques, y la primera es bien librada de ellos. Después intenta escapar y hace un escándalo, con internos, al ser descubiertosuno de ellos se suicida, después Mc Murphy es mandado de nuevo a los electrochoques y de esta no se salvo, quedo completamente mal de la cabeza; un amigo suyo “el jefe” prefiere darle una vida mejor,así que lo ahoga. Y el termina lo que Mc Murphy comenzó, se escapo del psiquiátrico. A nivel psicológico, lo mas revelante , es que según los internos tenían terapias, que en realidad no lesbeneficiaban en nada, solo los ponía peor, las terapias causaban tanta controversia entre unos y otros, que la situación era cada vez mas tensa. Todos los tratamientos aplicados, para mejorar la saludmental del paciente, a mi punto de vista, solo los empeoraba. Yo creo que en vez de darles electrochoques como un medio de tratamiento era mas como un castigo ante sus malos comportamientos. No habíamucha ayuda para que los pacientes mejoraran, simplemente todos seguían igual o peor. La manera de actuar de Mc Murphy tal vez no era la mejor, pero si ayudo a que los internos se alegraran un poco y

Atrapado sin salida

La historia que nos narra esta película es una historia que a mi entender es atemporal, ya que si bien nos hace vislumbrar una época en particular, ella trasciende los años 70; entrar a la dimensión de esta película es ver una analogía contra el sistema, contra una sociedad que oprime, en este caso representada por un genial Jack Nicholson como McMurphy, personaje principal de esta adaptación de la obra de Ken Kesey, enfrentado a la enfermera Ratched, símbolo de autoridad interpretada de forma magistral por Louise Fletcher. El orden y las restricciones que operan en el hospital nos recuerdan las líneas de muchas sociedades. La individualidad de cada “enfermo” se vuelve conjunta y representa a aquella que busca por momentos adaptarse y sentirse parte de la sociedad y que por otros momentos se resiste y solo pide tolerancia. A través de los pasillos de un hospital psiquiátrico esta película cuestiona el sistema psiquiátrico norteamericano en tiempos donde los derechos humanos eran invisibles ante el avance tecnológico de los nuevos aparatos neurológicos. Randall McMurphy cometió ciertos delitos por los que fue enviado a prisión. Una vez dentro, y a través de un comportamiento fuera de lo normal, consigue a cambio que lo envíen por un tiempo a un manicomio. McMurphy sospechaba que un encierro en un loquero sería más leve que el que podría sufrir en la cárcel. Sin embargo, no hay peor prisión que aquella que limita la capacidad de soñar. Su contagioso sentido anárquico pone en peligro la rutina del lugar y les da a los pacientes una bocanada de libertad. Se transforma en una especie de antihéroe que integra a los enfermos mentales y logra que el grupo comparta una causa, más allá de que cada uno parezca perdido bailando en su propio mundo. La película tiene bastante que ver con la psiquiatría o más bien con el movimiento que surgió en Inglaterra, en manos del Dr. Cooper, llamado: la anti psiquiatría, la cual quiere romper con el statu quo de los enfermos mentales y, así mismo, con las atrocidades que suceden en los hospitales. Podemos definir la anti psiquiatría como un movimiento que se cuestiona las prácticas psiquiátricas tradicionales y la noción de enfermedad mental que se apoya desde mediados del siglo XIX. La anti psiquiatría es subversiva con respecto al represivo orden social burgués. Quienes se encuentran en este movimiento consideran que la enfermedad mental tiene una génesis fundamentalmente social y que la psiquiatría tradicional ha sido la culpable, a través de su doctrina y de sus actuaciones prácticas, de la perpetuación de un estado de represión ante el paciente psíquico. Una pieza clave en el desarrollo de este movimiento es la publicación en 1961 de Historia de la locura en la época clásica, de M. Foucault. Historia de la locura es una fuerte y desmitificadora obra contra la psicología y psiquiatría hegemónicas, pero su crítica transciende esta esfera: es un ataque a la racionalidad occidental. Todas las autoridades de la sociedad, comenzaron a predicar desde finales de siglo 19 entorno a nuevos dioses: trabajo, ahorro, disciplina, puntualidad, orden, y salud e higiene del cuerpo. A la vez fueron diabolizados el ocio, el lujo, el juego, la suciedad y la casi ingobernable sexualidad. El trabajo era el único medio de enriquecerse, todo se mide por la fuerza del mismo, había que honrarlo y era considerado la ley de la humanidad en aquella época. En una de las primeras escenas, se nos muestra la llegada de McMurphy al hospital en el que en primer lugar tiene una reunión con el Director del lugar. Allí comienzan a dialogar acerca de los motivos por los que McMurphy fue llevado al hospital. Entre lo

mencionado, vale destacar que uno de los indicadores que podría ser síntoma de su locura es que se lo acusa de vago, esto se corresponde con parte del discurso civilizado de la época que consideraba que no había cosa más miserable que un hombre holgazán. Otros de los motivos por los cuales McMpurphy iba a ser diagnosticado era porque se peleaba, dicho de otra forma: irrumpía contra el orden. En esta misma charla con el Director, mientras que conversaban acerca de la relación que McMurphy había entablado con una menor, en un tono de broma, el protagonista le pregunta “¿hay que ser piedra para no ser loco?”, lo curioso es que considero que esta frase, que en cuanto la escuché me hizo esbozar una sonrisa, es la clave de toda la película y de la lógica burguesa. Esta última impulsó la necesidad de una redefinición jurídica del loco para poder justificar su internamiento en un régimen que había proclamado la Declaración de los Derechos del Hombre. Y el discurso médico-psiquiátrico constituye esta justificación, que consiste en decir que se recluye a los locos no como una forma de impedir sus desórdenes y mantener la paz social sino por su propio bien, esto es, como una medida terapéutica indispensable. La medicina aparece en la película como la solucionadora de los problemas bajo un tratamiento de la enfermedad con mucha cientificidad y estructuración, en vez de permitir que los pacientes hagan lo que les hace feliz. De hecho en un momento dado de la película, cuando un personaje se encuentra muy inquieto una enfermera le dice:”se trata sólo de medicina, te va a hacer bien”, esta afirmación evidentemente responde a una realidad en la que prima la lógica positivista como forma de entender al mundo, aquello que postula el discurso medicinal se adopta como las normas válidas ya que es la episteme, la opinión hegemónica existente. Pero McMurphy no estaba loco y los doctores eran conscientes de ello pero no hacían nada al respecto. Por el contrario, cada vez que desobedecía las reglas le aplicaban técnicas médicas en contra de su voluntad. La subjetivación es el proceso por el que, mediante los discursos institucionalizados, se determina lo que debe ser el sujeto, a qué condiciones está sometido, qué estatuto debe tener, qué posición debe ocupar en el complejo de relaciones de poder para llegar a ser sujeto legítimo de algún conocimiento. Es el proceso por el que se determinan las formas aceptadas de entenderse a uno mismo y al mundo, las formas legítimas de conciencia. En la episteme de esta época se cataloga de enfermo a aquello que al sistema le sirve para preservar el orden. A la vez que se construye la subjetivación del individuo también se califica la anormalidad y se trata de que ella sea visible, ya que si uno sabe que es lo que no debe ser, está más cerca de saber qué es lo que debe ser. Esta visibilidad también va a ser discursiva, el criminal es objeto de debate y será la ciencia la que establecerá un rol fundamental en la construcción del yo normal y el otro anormal: se va a comenzar a medicalizar lo funcional y lo disfuncional. La medicina va a ser aliada del poder, buscando cuestiones fisiológicas para justificar cuestiones sociales, convirtiendo de esa forma al cuerpo como una cuestión que no es inocente. Es así que se entiende al criminal como algo patológico, como que está loco, enfermo y que hay que ayudarlo; como éste se sale de la norma se prefiere creer que está loco antes que aceptar que hay gente que escapa de la norma. Si bien la primera imagen que se nos muestra del hospital es hombres de tez negra limpiando, lo cual es una típica construcción social que dictamina que aquellos que son distintos son inferiores, a lo largo de la película vamos a dar cuenta que serán ellos junto con medicas y enfermeras mujeres los cuales van a ejercer autoridad en los pacientes. Considero que este hecho no es menor, lamentablemente las mujeres y las personas de piel oscura han sido colocados socialmente en términos de desprivilegio… y el hecho de

que sean ellos quienes ejercen poder sobre los “enfermos” connota el grado de importancia social tan pequeño que se les da a aquellos que están encerrados en aquel hospital. Según la cultura griega, el ámbito privado es aquel en que los individuos viven juntos llevados por sus necesidades y exigencias. Consideraban que los hombres debían controlar las necesidades vitales en el ámbito privado para luego poder adquirir la libertad en el espacio público. Por tanto, “ser pobre o estar enfermo significaba verse sometido a la necesidad física” (Arendt, La condición humana, p.44), lo que justificaría este recluimiento que sufren estos “enfermos” en el hospital. Respetando todos los clichés del modelo panóptico de control del que nos habla Foucault, la institución donde se encuentran internados mantiene la rigidez de las normas con precisión. El hospital en su funcionamiento puede resultar similar a una cárcel, el hecho de que haya rejas significa que hay una clara limitación de la libertad. Se busca mantenerlos adentro ya que el interior es un lugar de protección y seguridad, mientras que el afuera podría ser un lugar de amenaza. La enfermera Ratched representa a la médica y a la psicóloga a la vez, posee una mente cristiana y puritana y no permite excesos en su pabellón. Propone como método de redención la terapia de grupo; “el examen de conciencia y la confesión se presentan como las dos condiciones capitales de la salvación” (Aries, Philippe y Duby, Georges. Historia de la vida privada. “Sociedad burguesa: aspectos concretos de la vida privada”. p.205), pero si prestamos atención en este mecanismo, habiendo estudiado las críticas que Foucault lanza hacia el psicoanálisis podemos deducir que al exteriorizar sus sentimientos uno los estructura a través del lenguaje por lo tanto es una forma de controlarlos; más aún cuando la terapia es en grupo, estás ante la mirada de TODOS, te están monitoreando y ante esa presión uno culmina por auto disciplinarse. No es solo el control que el otro ejerce sobre uno sino el control que uno ejerce sobre sí mismo por reflejo de las voces ajenas. En la terapia ellos se confiesan pero al enunciarlo lo visualizan y se castigan a sí mismos. Arendt entiende que no todo puede ser visto u oído por todos: hacerse público; hay cosas que no deben ser domesticas por el discurso ya que al ser propias del instinto deben quedar en el ámbito privado de cada uno. En la primera oportunidad que la película nos muestra a los personajes haciendo terapia en grupo vemos la resistencia que ellos ponen en hablar, algunos incluso se esfuerzan por hacerlo pero culminan por desistir. El único que sí lo hace es Harding, el paciente que a lo largo de la película se nos muestra como más estructurado, en busca de responder a los parámetros que impone la sociedad, y el menos querido por sus compañeros. Al expresarse lo hace con un discurso muy rebuscado, discursivisado, repleto de palabras complejas que parecen embellecer su discurso pero lo único que generan es el rechazo de sus compañeros que no logran captar lo que éste quiere decir. El empleo de palabras sofisticadas por parte de éste puede deberse ya sea a: mostrar superioridad ante sus compañeros o, por el contrario o a consecuencia, a no querer asumir que al igual que ellos él tampoco quiere hablar y esconde detrás de las bellas palabras lo que realmente siente porque una parte de sí mismo no está tan segura de querer hacerlo. En la terapia la enfermera Ratched propone hablar desde el corazón, estimula a los pacientes a que racionalicen todo aquello que sienten, sin comprender, como bien dice la banda argentina La Renga en su canción: El final es donde partí, “el corazón tiene

razones que la propia razón nunca entenderá”; quizás no tiene sentido controlar lo irracional a través del discurso porque la propia persona prefiere permanecer con ello en su interior. De hecho un “enfermo” resulta mucho más coherente que la propia doctora cuando al ver que uno de sus compañeros se encontraba muy incomodo ante las preguntas que ella le lanzaba le pregunta “¿por qué hay que forzarlo a hablar?”. Pero ésta no es la única vez en que un “enfermo” parece reaccionar de forma más cuerda que la propia doctora; es memorable el momento en que uno de los pacientes reacciona ante la doctora y le cuestiona: “¿es de enfermo querer estar solo?”… por supuesto que no, el problema consiste en que la privacidad carece de visibilidad, por tanto al estar solo uno se podría librar del control. Como se puede apreciar en la película, el hospital no da cabida a la individualidad, todos los espacios allí son compartidos y de veras dudo mucho que ello sea algo inocente. Con respecto a esto, podemos deducir que tampoco los pacientes tienen la oportunidad de experimentar el placer solitario. Tanto Echeverría como Roman Gubern dan cuenta que cada vez resulta más irreal pensar al espacio privado y al público en términos oposicionales ya que discursos tales como el tecnológico son territorios públicos que comienzan a inmiscuirse en la esfera privada. Por tanto, el hospital es un espacio con grandes referencias públicas y privadas a la vez, ya que a la vez que desde ese espacio se los mantiene aislados de la sociedad, también son privados de su intimidad que es uno de los atributos por excelencia del espacio privado. Henry Bergson considera que en el siglo 19 se la espacialización o geografización del tiempo: el reloj se relaciona con la visibilidad y nos disciplina ya que al ocupar un espacio y poder ser mirado nos volvemos objeto de él. A lo largo de la película se puede apreciar la estructuración horaria que hay dentro del hospital. La vida allí es una rutina con horarios que deben ser respetados a rajatablas, esto lo podemos apreciar desde un principio cuando marcan la hora de tomar la medicina. Aún así será en las reuniones de terapia cuando la obsesión por el horario va a quedar más traslucida; la enfermera Ratched va a hacer especial hincapié en ello: cuando McMurphy propone hacer un cambio en los horarios para poder ver un partido deportivo en la televisión, la enfermera Ratched se muestra muy resistente porque ello desordenaría los horarios ya establecidos. Así es que los pacientes impulsados por McMurphy comienzan a revelarse con argumentos validos que la enfermera hubiera preferido no escuchar: un poco de cambio no le hace mal a nadie. Finalmente la enfermera Ratched accederá a la posibilidad de cambio, pero no de otra forma que a través de una votación “democrática”. Finalmente, tras diversas trabas que la enfermera intenta ponerle a McMurphy, éste logra conseguir los votos necesarios, pero aún así la enfermera Ratched se excusará de permitirlo al argumentar que lo consiguió fuera del horario de la reunión (la reunión había terminado hacía segundos). El hecho de que la enfermera se muestre tan insistente en no permitir que los pacientes miren la televisión responde claramente al rol que Echeverría halla en medios tecnológicos, tales como la televisión: “se está produciendo una revolución doméstica (…) ello da lugar a que los hogares se conviertan en ámbitos de representación de la actividad pública, por una parte, pero también en focos de acción social” (Echeverría, Cosmopolitas Domésticos, p.62). Este hospital era el hogar de sus pacientes a los que básicamente se los tenía recluidos allí sin tener la menor conexión con el exterior para tenerlos absolutamente controlados, abcentos de cualquier tipo de libertad, ya que como manifiesta Hannah Arendt, basándose en la sociedad griega, es el espacio público en donde el individuo puede ser libre y encontrar la eudaimonia (felicidad) ya que allí, entre otras cosas, uno no está bajo el mando ni

manda a nadie… contrariamente a lo que ocurría en el hospital. La televisión por tanto es un vinculo con el afuera que es reprimido. Ya que no los dejan hacer lo que quieren ellos van a hacerlo a través de su imaginación; así será que McMurphy reproducirá un relato de un partido televisivo imaginario que les da una cuota de alegría a todos. ¿Se puede juzgar esto como anormal? Quizás son aquellos que no creen en los sueños los que no son realistas. McMurphy al tener una experiencia cercana con los “enfermos”, compartir con ellos, adentrarse a su mundo y ver qué es lo que reciben desde las autoridades del hospital, comprende que no se trata de enfermos ni de locos, simplemente de personas… ya que de cerca nadie es normal y desde lejos (como era el tratamiento que se les proporcionaba: frío y desarraigado) no se ve. Es así que en un momento dado de una terapia en grupo el protagonista le dice a sus compañeros: “¡No están más locos que cualquier imbécil que camina por la calle!” La salida que McMurphy improvisa a los barcos nos hace constatar que ese era realmente el primer día libre que habían tenido sus compañeros. Hasta entonces, sus días libres respondían a la lógica de disciplinamiento: se planificaban, se estructuraban en horarios y los limitaban como personas. McMurphy aparece en esta escena como aquel que le da una dosis de emoción, aventura y credibilidad en sus capacidades a aquellos que siempre eran tratados como incapaces. “El jefe”, un verdadero indígena nativo –cliché de la sociedad norteamericana-, se hace pasar por mudo, hace décadas que no emite palabra alguna y aparece como un personaje que se encuentra de cierta forma aislado del resto de los compañeros. Considero que el jefe tomó una decisión muy sabia. Para Foucault el discurso existe para establecer control en la sociedad, en la medida en que uno empieza a hablar de cosas, las convierte en objeto de debate que es controlable. Quizás para resistir al control es conveniente resistir a la visibilidad por lo asociados que están estos conceptos. Cuando algo aparece visible la cultura lo captura por lo que hay poder en el anonimato, si uno se visibiliza su identidad pasa a ser un objeto más del mundo capitalista. Nosotros tendemos a creer que al hablar de nuestros problemas estamos evolucionando pero en realidad el hablar tanto culmina por reprimirnos. La enfermedad y la suciedad se incluyeron en la esfera del “mal”. La sensibilidad “civilizada” se horrorizó ante la suciedad corporal y endiosó a la higiene y a la salud. La “higiene” fue mostrada por la ideologizada Medicina como la condición previa de la salud. La higiene física aparece en esta época como una metáfora de la higiene social: el que es sucio corporalmente, lo es también moralmente. Con limpieza del cuerpo me refiero tanto a los rituales de limpieza personal, como también a la limpieza del cuerpo a través de la actividad física y la relación con el placer sanitario. Una de las primeras imágenes que McMurphy ve cuando entra en contacto con sus compañeros del hospital es a los mismos imitando a la dura enfermera hacer gimnasia y disciplinar su respiración. El hospital se presenta a lo largo de toda la película como un lugar pulcro, absolutamente limpio, prolijo, blanco. Sin embargo este orden queda desvanecido cuando McMurphy invita a sus dos amigas que vienen acompañadas de bebidas alcohólicas. Las amigas de McMurphy no representan el modelo de mujer proclamado por la burguesía ya que no eran recatadas ni obedientes, por el contrario representaban lo que ellos asocian con las prostitutas: solo cuerpo. En pocos segundos, los

“prisioneros” al poder liberarse y excederse, convirtieron el lugar en un caos. Al otro día cuando la enfermera Ratched aparece y da cuenta de lo que ocurrió la noche anterior, simultáneamente las cámaras nos muestran su gorra de enfermera en el suelo pisoteado y sucio, símbolo que explica que fue lo que sucedió la noche anterior: se revelaron a la ley, a la autoridad, al disciplinamiento, al orden, a lo moderado. Por más de que las leyes que operan en el hospital son exitosas porque aparecen naturalizadas, debemos dar cuenta que ellas son absolutamente construidas y forzadas, la demostración de ello queda constatada en la imagen del hombre de seguridad que estaba supuestamente controlando el orden del hospital la noche en que McMurphy lo torno en un boliche. Allí vemos como no se puede ser juez y parte, este hombre no se pudo mantener al margen de sus tentaciones (ni sexuales, ni con la bebida), y por ello tiro todo el orden por la borda. McMurphy parece muy sorprendido al enterarse que la mayoría de sus compañeros están allí encerrados por propia voluntad. Pero si lo analizamos lentamente y pensamos en la presentación que nos hace la película de los personajes ello no resulta tan descabellado. Tomemos el caso del personaje de Billy Bibbit, todo indicaría que este joven muchacho optó por estar en el hospital para no ser visible ante su madre y de esa forma evitar su control. Tras haber desobedecido la norma y, en aquella noche de descontrol, tener sexo con aquella mujer que le resultaba tan atractiva, Billy se sentía muy feliz. Sin embargo, abruptamente esa satisfacción desapareció, la amenaza antipedagógica que le hizo la enfermera Ratched acerca de contarle el episodio a su mama va producir en Billy una vuelta a la norma. Pero la conciencia es aquello que duele cuando todas las otras partes de tu cuerpo se sienten muy bien; Billy no soportó esa carga, si lo que había vivido con esa mujer aquella noche era un sueño, no quería que nadie lo volviera a despertar, así que optó por el suicidio. El centro no hace más que omitir su función: ayudarlos a progresar. En las instituciones psiquiátricas clásicas como lo es esta, el sujeto internado es concebido siempre como “objeto” y no como “sujeto activo”. El grado de racionalidad de la enfermera Ratched es tan extremo que llega a la irracionalidad misma. Parece increíble que tras el suicidio de Billy y el clima emocionalmente tenso que había en el hospital lo único que se dignara a decir fue: “que los hombres estén limpios y listos para la jornada; lo mejor que podemos hacer es seguir con la rutina normal”. Me pregunto qué se entiende por normal en este punto, qué se entiende por locura. La película nos permite cuestionarnos realmente qué es lo normal y qué es lo anormal a tal punto que cuando el Jefe mata a McMurphy, lo cual descontextualizadamente podría resultar terrorífico, nos da la sensación de que le está haciendo un favor, le agradecemos internamente por liberarlo de ese mundo. “One flew over the cuckoo’s nest” es el verdadero título de esta gran película de Milos Forman que significa algo así como “Alguien voló sobre el nido del cuco”, frase que solo comprenderemos al ver el final de esta película. Cuando el Jefe se escapa lo hace arrancando el bebedero del suelo, lo cual parecía prácticamente imposible; el salir de ese lugar en donde parecía atrapado sin salida queda simbolizado con ese suceso. Cuando lo hace, empieza a correr fuertemente un volcán de agua el cual representa claramente la libertad, finalmente podría escapar de ese encierro, finalmente podría vivir con sus propias reglas. Con todo ese ímpetu el Jefe atravesó esa ventana hacia el exterior que en realidad era una vuelta hacia si mismo.

Más que mostrar la locura mental de las personas, ésta película nos permite percibir la normalidad de ellas… considero que nadie es muy diferente a otro, ninguno está enfermo, simplemente no responden modelo de cordura creado por la cultura hegemónica de la época. Evelyn Einhorn Referencias: Arendt, Hannah. (1998). La condición humana. Editorial: Paidós. Barcelona, BS.AS, México. Aries, Philippe y Duby, Georges. (1990). Historia de la vida privada. “Sociedad burguesa: aspectos concretos de la vida privada”. Editorial: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. BS. AS. Echeverría, Javier. (1995). Cosmopolitas Domésticos. Editorial: Anagrama. Forman, Milos. (1975). Atrapado sin salida. Foucault, Michel. (1961). Historia de la locura en la época clásica. Gubern, Román. (1987). El simio informatizado. “Claustrofilia versus agorafilia en la sociedad postindstrial”. Editorial: Fundesco, Madrid. Atrapado

1.

sin salida

Por: Leidy Lorena Sánchez S Signos y síntomas identificados en la película.

R.P. McMurphy, es un hombre, adulto, de apariencia normal, con vestuario informal y adecuado para la época en la que se desarrolla la película (1963), y que a pesar de estar en un hospital psiquiátrico, utiliza la mayor parte del tiempo su ropa; tiene una buena apariencia personal y se observa aseado, a diferencia de los demás pacientes, que se tornan descuidados y enfermos. En el trascurso de la película, su aspecto personal se va deteriorando, descuidando su apariencia general y observándose cada vez más cansado y enfermo. Se encuentra alerta y es capaz de responder adecuadamente a los estímulos del ambiente (inclusive después de los electrochoques) pudiendo crear sus planes de fuga con todos los recursos que capta de su medio. No obstante y por obvias razones, su alerta se pierde luego de la lobotomía, ya que no responde al llamado ni a los movimientos, y queda en duda si respondería a estímulos dolorosos. Establece un adecuado contacto visual con las demás personas, pero tiende a perderlo en las entrevistas, quizá por desinterés; luego de la lobotomía, pierde dicho contacto, al perder la conexión con el medio externo. La actitud de McMurphy frente a sus compañeros es de amistad, aunque a veces tiende al egoísmo; con respecto a la enfermera, la actitud es básicamente de odio y agresividad. En cuanto a su conducta motora, se puede decir que es adecuada y no presenta movimientos involuntarios; coordina adecuadamente sus movimientos y tiene una actitud postural normal. Luego de la lobotomía, debido a la pérdida de la

función ejecutiva, no realiza movimientos voluntarios, aunque su aparato motor esté conservado ya que camina con los enfermeros. R.P. al llegar al hospital se encuentra ubicado en persona, tiempo y espacio; y en cuanto a su afecto, se observa eutímico, aunque su estado en muchas ocasiones es eufórico, expresando éste afecto a través de su gestos y movimientos corporales más enérgicos y por medio de expresiones verbales; en dichos momentos pareciera vivir una fiesta interior, queriendo celebrarlo todo e intentando contagiar a los demás con su alegría, aunque ésta empieza a declinar con el paso de los días, al darse cuenta de que la situación en la que se encuentra no es un juego, sino una realidad, que además busca aplacar su euforia; por tal motivo, al final de la película se observa con hipotimia, desesperanza y preocupación. Además, suele tornarse irritable, especialmente cuando los demás no hacen las cosas como él desea y tiende también a involucrarse en peleas. Vale resaltar, que dentro de los motivos que lo hicieron encarcelar y posteriormente hospitalizar, está su historia repetitiva de agresividad, que se precipita de manera exagerada frente a ciertos actos de la enfermera. Su atención es adecuada (euprosexia), de modo tal que es capaz de establecer una apropiada conexión con el medio ambiente y puede elegir del mismo los estímulos relevantes, de hecho, tiene una gran capacidad para seleccionar los elementos que más le interesan, como ocurre cuando desea escapar. Cabe resaltar que durante las entrevistas con el señor que lleva su caso y durante las terapias, se muestra algo desconcentrado, cambiando el tema de conversación y evitando el contacto visual con los interlocutores, pero más que tratarse de disprosexia considero que es desinterés en los temas desarrollados, a lo que se le suma su tendencia a aburrirse con facilidad. Con respecto a éste último punto, McMurphy busca constantemente algo en que distraerse, se aburre en la monotonía y necesita actividades enérgicas para sentirse bien (ver fútbol, ir a pescar, hacer fiestas, etc.) y en ocasiones no le importan las consecuencias, sólo complacer sus deseos. R.P. tiene un pensamiento con contenido adecuado y en cuanto a su curso, se puede decir que maneja un lenguaje fluido, claro y coherente, aunque en ocasiones tiende a la irrelevancia (especialmente al dialogar con las figuras de autoridad), pero se debe más a su egocentrismo, su desinterés y deseos de “disgustar” a ciertas personas que a un trastorno verdadero del lenguaje, ya que si se le presiona, puede comunicarse adecuadamente, tal como lo hace con sus compañeros. En cuanto a la sensopercepción, R.P. no presenta ninguna alteración evidente y con respecto a su memoria, tanto anterógrada como retrógrada están conservadas. Por otro lado, se puede decir que es una persona inteligente, lo cual se deduce de su comportamiento e ideas, ya que planeaba sus huidas de manera adecuada, emplea de manera estratégica su lenguaje para obtener lo que desea y es capaz de interpretar refranes, entre otros.

Su introspección parece ser poca, pues si bien reconoce lo que ha hecho (pelear, violar, etc.) no lo asume como un problema y justifica sus actos con bromas; así mismo, aunque no hace mención explícita de ello, su prospección se encuentra afectada, pues planea su futuro basado en sus pensamientos actuales de libertad y poco cumplimiento de las normas, y pareciera que al salir del hospital llevará el mismo estilo de vida que hasta ahora ha llevado. Es importante mencionar que R.P. es un personaje que le gusta llamar la atención, ser quien dirige las actividades que realiza con sus compañero y manipular a los demás para obtener beneficios, además pareciera que no le importara los asuntos de los otros; sin embargo, ésta actitud va cambiando a medida que crea un lazo afectivo con ellos, tornándose más comprensivo, tolerante y preocupándose por el bienestar de sus ahora amigos (a pesar de querer lograrlo de manera irresponsable). Igualmente, se le hace difícil cumplir reglas, seguir las normas y respetar la moral, y aunque conoce las consecuencias de sus actos pareciera que no le importaran y que prevaleciera ante todo su libertad y felicidad. Además, tiende al engaño para conseguir algunos de sus objetivos (conseguir un yate, no tomar la medicina, etc.). Así pues, en ocasiones puede actuar siguiendo las normas, como ocurrió cuando quiso ver el partido en la televisión y pudo solicitarlo de manera adecuada; sin embargo, la tendencia es a que éstas situaciones se le salgan de las manos y termine infringiendo alguna norma, que para la época y en el contexto en el cual se desarrolla, tienden a ser exageradas. 1. Síndromes clínicos identificados a partir de los signos y síntomas. Teniendo en cuenta los signos y síntomas de McMurphy, se puede concluir que él presenta un trastorno antisocial de la personalidad, ya que entre otras cosas, se le hace difícil adaptarse a las normas sociales, evidenciado en continuos arrestos por agresividad y por una violación; recurre frecuentemente al engaño; no cumple con su trabajo en la cárcel; es impulsivo y en la mayoría de ocasiones es incapaz de medir las consecuencias de sus actos y asumirlas; además de otros aspectos anteriormente expuestos. No obstante, es necesario verificar la historia de trastorno disocial de la personalidad, condición necesaria para diagnosticar este trastorno. Así pues, R.P cumple con criterios para el diagnóstico de trastorno antisocial de la personalidad, pero vale la pena resaltar que éste se caracteriza también por falta de remordimiento y sobre todo de empatía, que si bien es algo que McMurphy presenta al inicio de la película, tiende a cambiar durante el desarrollo de la misma, ya que siente afecto por sus compañeros y se ve afectado por sus problemas, se preocupa por ellos y cuando Billy va a ser juzgado expresa remordimiento por lo hecho y manifiesta tristeza y rabia luego de que aquel muere. 1. Diagnóstico diferencial. El diagnóstico diferencial del trastorno antisocial se debe realizar básicamente con los otros trastornos de la personalidad del grupo B. Así pues, en el

trastorno narcisista de la personalidad encontramos también poca empatía, poca sinceridad y manipulación, aunque éste trastorno no incluye la agresividad, la impulsividad y las conductas delictivas del trastorno antisocial. Con el trastorno histriónico de la personalidad comparten la impulsividad, la imprudencia, la necesidad de buscar sensaciones nuevas y la manipulación, aunque las personas que presentan éste trastorno no tiene conductas antisociales y son manipuladores para llamar la atención, mientras que el antisocial lo hace para obtener beneficios materiales, lograr poder, etc; además, estos últimos no muestra autodramatización, teatralidad, exagerada expresión emocional ni son tan sugestionables como los primeros. Y con respecto al trastorno límite de la personalidad, comparte la impulsividad potencialmente dañina, la ira inapropiada y la manipulación, pero las personas con trastorno antisocial no son tan lábiles emocionalemente, no presentan intentos frenéticos para evitar el abandono y tienen una autoimagen menos inestable. Elabore un texto corto que recoja sus reflexiones acerca de la película y su relación con los hallazgos psicopatológicos antes descritos. Analizar el caso de McMurphy me ha parecido algo emocionante pero a la vez complicado, ya que ha sido difícil encasillarlo en un síndrome específico, pues si olvidamos sus antecedentes personales (que son claves) y empezamos a observarlo desde su ingreso al hospital, me atrevería a pensar que es un hombre dentro de los límites de lo normal, que no es conformista y que lucha contra un sistema que dirige la vida de los pacientes de manera injusticia y arbitraria; pues me pregunto ¿una persona normal, viviendo en tales condiciones y asumiendo con impotencia y sumisión lo que aquel sistema le dicta, pudiera conservarse cuerdo, pacífico y no terminaría reaccionando como él lo hizo ante la violación de su dignidad y la de sus amigos?; considero entonces, que si bien tiene trastornos de base, las condiciones del hospital precipitan conductas que distan de lo humanamente aceptable. Por otro lado, considero que la película es un llamado a la reflexión, ya que nos muestra ese lado humano del “paciente psiquiátrico” que si bien tiene problemas, sigue siendo una persona, sigue soñando, sigue viviendo; pues muchas veces en el ejercicio de la medicina olvidamos esto y nos limitamos a tratar enfermedades sin importar el bienestar de las personas y lo que para ellos es la felicidad. Además, nos invita a recordar que más allá del desarrollo de la ciencia, es importante considerar la ética y el respeto por la dignidad humana, y a reconocer el punto a partir del cual dejamos de servir a las personas para servir a la ciencia, como ha ocurrido en la historia de la Medicina, especialmente cuando se habla de procedimientos como la lobotomía. 1.

En la película Atrapado sin salida [One Flew Over the Cuckoo’s Nest, Milos Forman, 1975], R. P. McMurphy ha cometido estupro y por ello se ve ante la opción de ser encarcelado o fingir demencia para ser recluido en un hospital psiquiátrico; ésta es parte de la trama en la que Jack Nicholson da vida a ese personaje que termina siendo tratado como un verdadero deteriorado mental sin estarlo realmente.

La película transcurre dentro de un hospital psiquiátrico. Pero se tiene la idea de que lo mismo pasa afuera: una vez que sabes que alguien es esquizofrénico lo tratas como tal. Por eso dicen que las etiquetas psiquiátricas son estigmatizantes, ya que nos sesgan para comportarnos ante los enfermos mentales de manera que los dañamos. Pero ¿es cierto? El experimento de Rosenhan

Todo comenzó en 1973 cuando David Rosenhan publicó uno de los más famosos artículos de la historia de la psicología, “On Being Sane in Insane Places”. En ese texto se describe cómo ocho colaboradores, incluyendo al mismo Rosenhan, todos ellos sanos, fingieron demencia para ser internados en doce hospitales psiquiátricos (exhibieron ansiedad y alucinaciones auditivas); once de ellos fueron etiquetados como esquizofrénicos y uno como maniaco depresivo. Una vez admitidos dejaron de fingir sus síntomas y actuaron normalmente para ver si los médicos del hospital podían detectar que no estaban locos. De las cosas que más sorpresa causaron es que, en promedio, se les retuvo por deicinueve días hasta que se aprobó su salida, poniendo en su expediente que su enfermedad estaba en remisión. Los falsos pacientes observaron abuso y negligencia hacia los otros internos por parte de los cuidadores del hospital y lo atribuyeron a la etiqueta psiquiátrica; de ahí nació la idea de que los diagnósticos psiquiátricos son malos. Quienes creen en eso hoy

En la actualidad hay multitud de fuentes de información que declaran que las etiquetas diagnósticas son perjudiciales. Tenemos, por ejemplo, el sitio de internet llamado “No More Psychiatric Labels” que nos dice cinco cosas: los diagnósticos psiquiátricos no son válidos, incrementan el estigma, no ayudan a las decisiones médicas, ha empeorado el pronóstico de las enfermedades mentales y se imponen las creencias occidentales acerca de las enfermedades mentales a otras culturas. El estudio de Rosenhan es aún hoy uno de los más citados y utilizados dentro de la psicología. Es parte de varios libros de texto, como el de Ronald Comer, Psicología anormal [2007], al que se le cita como uno de los más grandes experimentos de la psicología del siglo XX [Slater, 2004], y en una serie de audioseries conducidas por Daniel Robinson [1997] se afirma que el estudio de Rosenhan demostró que una vez que a uno le ponen una etiqueta se le va a quedar para siempre.

Las críticas

Un experimento de este tipo es muy llamativo y fue objeto de atención especial por los medios masivos de comunicación (pueden ver en YouTube varias entrevistas que se le hicieron a Rosenhan), pero también llamó la atención de los académicos. En general se le criticó que utilizó una metodología defectuosa, ignoró datos relevantes y llegó a conclusiones apresuradas. Quien más críticas le hizo fue Robert L. Spitzer, en ese entonces integrante del Departamento de Higiene Mental de Nueva York, uno de los creadores del DSM (el manual para poner etiquetas psiquiátricas) y de los más influyentes psicólogos del siglo XX. Sus críticas fueron devastadoras: cuando los psiquiatras dieron de alta a los pseudopacientes dijeron que estaban en remisión, lo cual significa que no presentaban más los síntomas por los cuales entraron al hospital [Spitzer, 1975]. Además, Spitzer le pidió a Rosenhal que le diera acceso a sus datos para verificar sus conclusiones, pero éste jamás se los dio. Desde entonces otros investigadores le han pedido que les proporcione copias de sus grabaciones de los hospitales y, de nuevo, nunca se las ha entregado.

Argumentaba que si alguien se toma un cuarto de litro de sangre y va a un servicio de emergencias de un hospital vomitando sangre, se espera que quienes lo atienden se comporten como si tuviera una úlcera gástrica, pero eso no quiere decir que no sepan detectar un sangrado por úlcera. Además, Spitzer le pidió a Rosenhal que le diera acceso a sus datos para verificar sus conclusiones, pero éste jamás se los dio. Desde entonces otros investigadores le han pedido que les proporcione copias de sus grabaciones de los hospitales y, de nuevo, nunca se las ha entregado. Puesto que la investigación de Rosenhal había levantado tanto polvo sobre este problema y jamás dejó que se hiciera una revisión independiente, se creyó oportuno realizar investigaciones, pero que ahora sí controladas y abiertas al escrutinio de los científicos. En una de ellas se utilizó un reporte escrito de un paciente que podía tener la etiqueta psiquiátrica (desorden bipolar) o bien una descripción conductual (periodos alternados de depresión y grandiosidad), ambos, o ninguno. Variando las etiquetas y las descripciones conductuales los investigadores pudieron determinar cómo estos factores influyen en los juicios que las personas tienen acerca de la enfermedad mental. Su conclusión es que el rechazo que se hacía de los trastornados mentales se debe más a su conducta aberrante que a la etiqueta que se les ha aplicado [Lehman y cols., 1976]. Esta conclusión ha sido corroborada en estudios posteriores [Ruscio, 2004]. Más aún, diversas investigaciones han encontrado que las etiquetas, en vez de estorbar, pueden ayudar. A unos niños se les etiquetó con déficit de atención y sus escritos fueron

calificados más positivamente que los niños normales [Cornez-Ruiz y Hendricks, 1993]; a niños catalogados como deficientes mentales los calificaron más favorablemente [Seitz y Geske, 1976], o bien hizo que los maestros adoptaran una posición más favorable hacia niños diagnosticados con desórdenes del lenguaje [Wood y ValdezMenchaca, 1996]. Por último, podríamos argumentar que los diagnósticos son confidenciales, por lo tanto, si nadie sabe del diagnóstico no puedes ser estigmatizado, a menos que no te importe el diagnóstico y se lo cuentes a todo el mundo, por ello tampoco la etiqueta te va a causar problemas. La película Atrapado sin salida termina con un final un tanto deprimente porque al protagonista le practican una lobotomía como una manera de controlarlo. La película me gusta, pero desde el primer momento en que la vi no dejé de sentirme que estaban exagerando. A final de cuentas, todos tenemos un poco de poeta y loco. ®