ATENEA - Radames Guzman (PDF)

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PROLOGO Es muy grato prologar este trabajo del Dr. Radamés Guzmán “Tras las Huella de Atenea”, pues, lo considero una excelente orientación para todo ciudadano consciente de la importancia de la investigación para el hombre y la sociedad.

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Un resumido compendio y valiosísimo aporte para los estudiosos del tema, pero sobre todo, una invitación a participar activamente, para los profesores y estudiantes que corren en pos de un sueño. La gran fuerza de este libro, proviene del hecho de haber sido escrito a partir de la experiencia práctica del autor, haciendo uso del soslayo inquebrantable del pensador, de su capacidad, del nivel de su exigencia y de la vanguardia recíproca de su pensamiento, condujeron a Radamés a pasearse de lo metafórico al reflejo de la realidad, que no es más, que la inquietud del pensamiento creativo que garantiza el tratamiento cabal de la materia y la construcción de su propio episteme. Para analizar la estructura de la metáfora “Tras la Huella de Atenea”, y desentrañar a un tiempo su verdadero sentido, habrá que atenerse a su orden mismo, en las cuatro partes que claramente lo constituyen. El Dr. Radamés Guzmán, que admira la forma épica, quiso asegurar la

pervivencia de su pensamiento a través del Mito de atenea, la diosa de la sabiduría; dotándolo de una singular fuerza expresiva acorde con el lenguaje usado por los griegos, dándole un matiz muy personal, que ahora en el pensador contemporáneo se hace vehículo para un pensamiento irreverente sobre la investigación y el cómo construir el conocimiento, es decir, cómo hacer ciencia. Ciertamente, ha sido bien contradictorio la situación que ha vivido la investigación en los últimos 10 años. Radamés plantea y enfrenta este desafió con una complejidad que trasciende lo pedagógico. Señala con pulcritud científica los obstáculos de tipo filosófico y enfoques presentes en el devenir de la construcción y producción del conocimiento, la iniquidad de las posturas positivistas y post-positivistas. También es cierto que la Modernidad y la PostModernidad trajeron consigo un desesperado afán de problematizar todo cuanto se observa, con matices reflexivos, de complejidad, de incertidumbre, en cuanto al modo de conocer y de hacer ciencia. La investigación la han sentado obligatoriamente en el banquillo a declarar. Por la sencilla razón, que los debates entre los positivistas y post-positivistas, modernos y post-modernos no se presentan con un estatuto de confrontación entre escuelas del pensamiento filosófico, sino un interrogatorio en el que se han tomado voluntariamente declaración, incluso a los convencimientos que por tanto tiempo han pertenecido a

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nuestra área cognoscitiva como elemento para entender la realidad. El tema de la investigación siempre ha sido importante, independientemente de las contradicciones y de la baja prioridad que le han dado aquellas instituciones a quien más le corresponde su promoción y desarrollo. Pero además hoy, hay un clamor de luz y de fe en nosotros mismos, por urgir caminos hacia una episteme antropológica que rinda culto a la naturaleza humana. 4

Amigo Radamés, excelente profesional, gracias por compartir esta maravillosa producción, y queAtenea ilumine el sendero de las posibilidades, de la trascendentalidad del hombre por conocerse a sí mismo y a su entorno, y darle respuesta a la incertidumbre en que vive, el devenir es su mejor aliado. Dra, Yanett Polanco B. Universidad de Carabobo

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A todos aquellos que corren en pos de un sueño...

Contenido

INTRODUCCIÓN8 EN UN PRINCIPIO...

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TRAS LAS SOMBRAS... La Modernidad El Positivismo MÁS ALLÁ... EN EL DEVENIR.

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La Postmodernidad 41 Características de la Postmodernidad 42 Exégesis58 BIBLIOGRAFÍA60

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INTRODUCCIÓN

El siglo XXI clama por una Epistemología profundamente antropológica, basada en enfoques sistémicos de comprometida integralidad. Ese es un dictado que proviene de las propias características que ha venido adquiriendo el desarrollo de las ciencias y del conocimiento. Se trata de saltos del saber en casi todos los campos del quehacer científico. Esos saltos además, registran severos impactos en todo el andamiaje social de sus entornos directos e indirectos, locales y globales. Se trata entonces de que ahora como nunca antes, el avance del conocimiento registra connotaciones éticas, económicas, jurídicas, políticas y por supuesto, ideológicas.

Y no es que estemos politizando o ideologizando campos del saber en nada vinculados a la política o la ideología. Es que el avance del conocimiento ahora registra matices de importancia trascendental para toda la concepción de la vida, del hombre, de lo humano, de la convivencia social. (Renau, 2000). En este escenario es conveniente aclarar que los paradigmas dentro de los cuales evoluciona el hombre, le ofrecen seguridad, pero en ocasiones están en contradicción con su propia naturaleza. Al colocar las decisiones personales en fuerzas superiores, el hombre se vuelve un ser manejable, se desdibuja dentro de la masa social pero en ese anonimato se siente seguro. Esto ha permitido construir y consolidar la sociedad que hoy conocemos. El marco ideológico que regula el devenir social e individual del ser humano y condiciona su conducta, permite la constitución y consolidación de la institución social. Siendo el hombre actor, creador y artífice de la institución social, ha caído en su propia trampa. El sistema se ha encargado de mantener su dinámica y coherencia, situándolo por debajo de su propia creación. Si bien históricamente el hombre buscó explicaciones a sus inquietudes, en mitos y mistificaciones de la realidad, esta dinámica lo envolvió de una manera tal, que muy a pesar del desarrollo tecnológico alcanzado, el hombre se ha convertido en el vehículo para preservar lo tradicional.

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A pesar de esta relación entre la sociedad y el individuo, el intelecto humano promedio se diversifica e incrementa continuamente en complejidad y riqueza; surgen así, una epistemia centrada en el objeto, en la realidad. Para perpetuarse, la sociedad mantiene paradigmas filosóficos transmitidos de generación en generación, independientemente de las formas que tomen las teorías explicativas de la realidad. El punto de vista epistemológico que impera desde las primeras agrupaciones sociales, 10

prevalece prácticamente inalterable. Las concepciones míticas y místicas que han venido explicando el mundo real y el rol humano, anteponen intencionalmente conceptos que se han comportado más como ideologías dominadoras, que como interpretación de la estructura del pensamiento, comúnmente se conocen como filosofía. La relación entre el hombre y su realidad es un hecho material y concreto. Se origina para solventar sus necesidades básicas de sobrevivencia y está condicionada por el desarrollo alcanzado en los medios cognoscitivos y técnicos para un determinado momento histórico. Por otra parte está afectada por las características ecológicas y culturales en las que está inmerso. Las concepciones del hombre sobre sí mismo y de sus relaciones con el mundo, constituyen también hechos reales y objetivos, aún cuando los mismos le sean intangibles e inconscientes. Podemos entenderla como una relación epistémica, de tal manera

que va más allá del mero estudio de los elementos de mediación teórica. No obstante, lo anteriormente expuesto conlleva a una reflexión importante:¿Acaso esta situación ha cambiado?. ¿Hoy en día es diferente? Sin duda alguna, la institución social y su base ideológica se perpetúan a través de poderosos intereses al llevar adelante la aplicación del mecanismo de socialización, que sumen al individuo y al colectivo, en una relación tácita de perpetuación de la forma tradicional de estructurar el pensar. Las interpretaciones de la realidad han operado dentro de límites determinados, ofreciendo seguridad al hombre, siendo ésta la sobrevivencia del enfoque epistemológico. El halo de seguridad causado por los paradigmas explicativos, dificulta la aceptación de nuevas formas de construcción del pensamiento, dificultándose la aceptación de puntos de vista y concepciones novedosas. Al perpetuar el mecanismo tradicional fundamentado en la institucionalidad social, el hombre ha perdido su horizonte. El hombre es actor y es fin de sus propias acciones, parafraseando a Protágoras de Abdera (485-410 a.c.) “el hombre es la medida de todas las cosas”. Independientemente de los juicios de valor que podamos hacer del mecanismo de subordinación del hombre, éste ha servido de base para la consolidación de la sociedad actual. Ella misma ha permitido que el hombre evolucione dentro de los límites de seguridad que impone

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su supervivencia, hasta alcanzar un alto nivel de conciencia de su realidad y de sí mismo. Ahora, es menester tomar conciencia de que la sociedad no podrá cambiar mientras sus paradigmas e integrantes no acepten su cuota de responsabilidad individual y colectiva. El contenido de este libro está dirigido a lectores interesados en los aspectos epistemológicos y paradigmáticos vinculados a la racionalidad científica. Es de hacer notar, que la intención tanto en la narratividad como en el 12

abordaje del tema es modesta. Se intenta explicar, en forma sencilla, aspectos vinculados a los conceptos de episteme y paradigma, tomando como eje de análisis la modernidad y la postmodernidad. La temática es presentada a partir de una metáfora con el mito griego de la diosa de la sabiduría: Palas Atenea. El discurso está articulado en dos planos: uno conceptual, de donde se tomó aportes valiosos de la producción de Miguel Martinez, Iván Hurtado, Josefina Toro, Antoni Colom y otros importantes investigadores de nuestro tiempo; el otro plano es de Reflexiones en las que se busca dejar fluir el pensamiento en pos del rescate de las posibilidades lúdicas, libertarias y creativas del saber científico.

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EN UN PRINCIPIO...

El saber constituye una de las teorías más preciadas del hombre. La necesidad de verdad, de ciencia, de conocimientos seguros y válidos han llevado a cada generación a buscar una matriz coherente, un modo de ver y operar que satisfaga intelectualmente tal requerimiento. De allí que detrás de todo método, proceso investigativo, teoría y ciencia se encuentra una forma de pensar, una forma de ver la vida. Por ello la frase de Geertz: “el hombre es un animal suspendido en una red de significados que el mismo se ha tejido”. (p.5). De otra manera, todo conocimiento científico tiene significado a la luz de un trasfondo epistémico.

La palabra episteme proviene de las siguientes raíces: epi (prefijo griego, quiere decir “sobre”) y steme (derivado de la raíz sánscrita stha, significa roca, piedra). La episteme por lo tanto, es el modo de vida, el trasfondo vivencial y existencial, que origina y rige el modo general de conocer de un grupo humano o civilización en un período históricamente determinado. Por lo tanto, ese modo de pensar, de asignar significados a las cosas es prelógico, preconceptual, generalmente inconsciente, que constituye a decir de Martínez (2000) “la vida misma” o sencillamente una COSMOVISIÓN. De modo que epistemología es el estudio de un saber firme, sólido, seguro,” sobre roca “. Todo modo de conocer, en el ámbito de una determinada sociedad, es producido por una matriz epistémica. Por lo tanto, el método estará inserto en un paradigma, pero este a su vez se ubica dentro de una estructura cognitiva, marco general filosófico, cosmovisión o episteme. Los procesos de conocer en el devenir del hombre, manifiestan una extraordinaria riqueza de pensamientos o modos de percibir y asignar significados a las cosas. Tales pensamientos responden siempre al “mundo-de-vida” del grupo humano en cuyo seno se piensa. El mundo de vida es la praxis total, integradora de una comunidad en unas coordenadas historico-geogràficamente determinados. En una época en la que el hombre se encontraba aún en el estadio inicial de su civilización, el recurso al mito

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era la única forma de dar respuesta a las preguntas que le atormentaban para interpretar fenómenos naturales y para preservar lo que él mismo había visto, vivido e imaginado y que pensaba que no debía ser olvidado. El mito griego- a menudo con muchas variantes- debe su inmortalidad al hecho de que se cultivara por multitud de poetas épicos, líricos y dramáticos que quisieron hacerlo portador de los ideales del mundo griego. En el mito se hallan plasmados muchos elementos característicos del 16

espíritu griego, como la tendencia a la competición, la afirmación de la vida, el culto a la belleza y el interés de los griegos por el hombre como tal, que condujo a la creación de una imagen ideal del mismo que proponía normas de vida de validez general. La mitología de la antigua Grecia con su multitud de pintorescas deidades pasó a la cultura occidental como fuente de inspiración artística y literaria. La religión constituyó para los griegos un lazo de unión y el mundo de los dioses alcanzó casi categoría de real a través de la obra de Homero y Hesíodo. La religión griega fue el resultado de la mezcla de las creencias de los primitivos habitantes y de los inmigrantes (dorios, jonios, eolios, etc.) Los dioses eran inmortales y poseían poderes sobrehumanos; adoptaban a menudo apariencia humana, sobre todo en las batallas y en los asuntos amorosos de la literatura clásica. La religión era un

asunto de Estado, las ciudades griegas construían templos y organizaban ceremonias religiosas. Un lugar de culto popular fue Delfos, donde el oráculo desvelaba la profecía del divino Apolo. En honor de Zeus se celebraron los juegos olímpicos; a Dionisio, dios del vino, se dedicaban grandes festividades en Atenas; a Deméter, diosa de la agricultura, se le rendía culto en Eleusis por medio de autos sacramentales de gran trascendencia en el mundo antiguo. Uno de esos espectaculares mitos griegos lo constituye el de Atenea. En la mitología griega, Atenea era la diosa de la inteligencia, la misma que los romanos llamaban Minerva. El mito cuenta que surgió de la cabeza de Zeus en estado adulto, vestida con una reluciente armadura, protegiendo su cabeza con un yelmo de oro y sosteniendo en sus manos un escudo y una lanza. Se la conocía también con el nombre de Palas Atenea. Igualaba en sabiduría a Zeus y sobrepujaba a los demás dioses. Se le atribuía la invención de las ciencias, del arte y de la agricultura, habiendo dado a los griegos el olivo y el arado. Presidía la autoridad de los estados y de las leyes. La historia de Atenea comenzó con la apasionada relación entre Metis, que representa la prudencia, y Zeus, el señor del Olimpo, a quien los romanos llamaron Júpiter. Metis quedó embarazada, pero no era tan sencillo el proceso del parto, ya que el oráculo señalaba que -en esta ocasión- Metis pariría una hembra, pero que a su siguiente embarazo se

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iba a engendrar el varón que destronaría a Zeus. Este, recordando lo que su padre Cronos había pasado por destruirle a él y cómo él mismo había cumplido la profecía, no lo dudó y se comió a la embarazada, con el feto de Atenea y todo. Pero en la curiosa digestión olímpica, el feto siguió su proceso y, al cabo del tiempo reglamentario, Zeus sintió los dolores del parto y, no sabiendo a que se debía tal penar, se tiró al lago Tritón, para aplacar en sus aguas el extraño síntoma. De nada le valió el chapuzón, ahora era la cabeza la que dolía, como si miles de puñales aprisionados intentaran salir al exterior, como nunca se podría imaginar un dios. La situación fue desesperante. Al verlo en tan penosa circunstancia se le acercaron sus colegas y Hermes diagnosticó certeramente la causa de la jaqueca: era un embarazo craneal. Atraído por sus gritos, Hefestos el dios artífice de los metales y dueño de la fragua, le aplicó un formidable golpe de hacha en pleno cráneo. De la herida abierta surgió, en una espectacular arribada al mundo mágico de los antiguos, Atenea, lanzando un grito de triunfo, armada de pies a cabeza y bramando como un soldado embravecido ante las filas enemigas, más que como se supone debería gritar un nacido de varón y hembra. Desde el primer instanteAtenea caracterizó una divinidad de inteligencia rápida y espíritu fuerte, cuya cualidad era evitar el ejercicio de la fuerza y apoyarse en la razón. Representaba la lucha racional y justa, cuyo objetivo era

defender ideales elevados, divulgar la cultura, establecer la paz y asegurar el orden. Atenea dio su nombre a la más brillante polis de la Grecia clásica, que celebraba cada cuatro años y por cuatro días la fiesta Panatenea en su homenaje. Fue reconocida como la diosa de las artes, sabiduría y fertilidad. Según Homero, fue también la protectora de los carpinteros. Distintas historias la muestran como una diosa de gran belleza, decidida, astuta y preocupada del progreso material de los hombres. Sus brillantes ojos capaces de ver allí donde la oscuridad confundía a otros, hicieron que se la comparara con la sabia lechuza. En la poesía trágica aparece presidiendo un gran tribunal que pone fin a la persecución de Orestes, imponiendo un modelo para resolver los conflictos humanos consistente en renunciar a la venganza y aceptar la aplicación de la justicia. Según la tradición, bajo el reinado de Cécrops, ella y Poseidón contendían por la posesión de Atenas. Los dioses prometieron que correspondería al que hiciese el don más útil a los hombres. Poseidón, de un golpe de su tridente hizo surgir un caballo, y Atenea, un olivo, que los dioses decretaron como más útil a los hombres. En la guerra de Zeus contra los gigantes, defendió a su padre luchando a su lado, y sepultó a uno de aquellos, Encelade, bajo la isla de Sicilia. El hombre griego durante muchos siglos vivió aferrado

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a las creencias que se plasmaban en el mito y que, para él, como para tantos otros pueblos del mundo antiguo, hacían del caos vivencial y material un cosmos, en el que cada estructura, acto, creencia o forma de asumir el mundo encontraba su anclaje en el ámbito heredado e incomprobable e indemostrable del mito. Es opinión unánime entre los estudiosos de la filosofía y mitología griegas que el nacimiento de la filosofía coincide con la actividad intelectual provocada por la problematización del mito, en el sentido de que surge cuando se pone en tela de juicio ese relato tradicional heredado, intemporal, protagonizado por seres por encima de lo ordinario, aceptado como acto de fe y no de razón, que se evidencia en sí y por sí y no precisa demostración, y que pretende dar una explicación global o parcial del cosmos y de las coordenadas en que vive inmerso el hombre, operando a la vez en el universo humano por su valor paradigmático. Allá en la Jonia y en la Magna Grecia, zonas fecundas en poetas, y posteriormente en Atenas, hombres osados y curiosos, profundamente innovadores, con frecuencia aislados socialmente, que con el tiempo se convertirán en herederos de los poetas en el terreno de la educación, se muestran renuentes a aceptar la sabiduría socialmente admitida, transmitida por el poeta-sabio, y allá donde el mito exige fe, ellos exigen demostración y, en consecuencia, aceptación por la razón, allá donde el cosmos aparece

como producto de agentes personales por encima de lo ordinario, de existencia presunta pero no comprobable, ellos lo sustituyen por “principios”, “elementos” o causas naturales, cuya interrelación hace comprensible nuestro cosmos, allá donde el mito, por su valor paradigmático, explica lo actual y cotidiano, estos hombres realizan la inversión, de forma que los acontecimientos primitivos, las fuerzas que produjeron el cosmos, se conciben a imagen de los hechos que se observan actualmente y tienen una explicación análoga. No es lo original lo que ilumina y transfigura lo cotidiano; es lo cotidiano lo que hace inteligible lo original, ofreciendo modelos para comprender cómo se formó y ordenó el mundo. Es la inversión del mundo mítico. Por tanto, podemos decir con Ramnoux que la filosofía nace de la actividad intelectual provocada por la problematización del mito y consiste, inicialmente, en el intento de ofrecer una explicación basada en la razón, plasmado en un relato explicativo que puede ofrecer demostración mediante argumentos lógicos. Sin embargo no nos llamemos a engaño. El “milagro” griego nunca pudo abandonar el mito. Desde la Jonia del siglo VI a.C. a la Atenas del siglo V p.C. el mito está presente en todas y en cada una de las escuelas filosóficas, de forma que podemos decir con Kirk que “hasta cierto punto, la historia de la cultura griega es la historia de sus actitudes

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ante el mito” o, con palabras de Jaeger, que “debemos considerar la historia de la filosofía griega como el proceso de progresiva racionalización de la concepción religiosa del mundo implícita en los mitos”. Pero hemos de advertir que en esta primera fase de la filosofía griega, en ocasiones, más que ofrecer una explicación no vislumbrada por el mito, nos encontraremos a veces con un re-decir lo anterior, lo mítico, con otro lenguaje, cambiando los agentes personales sagrados por 22

principios, causas o elementos cotidianos, constatables y operantes en el mundo de los sentidos. Encontraremos, en ocasiones, que se trata de un re-decir racional, físico y ontológico, de las cosmologías y teogonías míticas, lo cual indudablemente es no pequeña diferencia. De ello se dio cuenta, decenios atrás, Francis McDonald Cornford, contra la posición defendida por Burnet, quien veía un abismo entre el pensar lógico y el pensar mítico, mientras que Cornford abogaba por el anclaje mítico de la primera filosofía griega, por la trabazón de mito y filosofía en sus inicios, noción que los estudios posteriores han venido a corroborar. “La musa filosófica, decía, no es una Atenea sin madre: si el intelecto individual es su padre, su antepasado más antiguo y augusto es la religión”. Por tanto, si la función paradigmática del mito es de orientación descendente, esto es, el mundo superior explica el mundo inferior, ya con los primeros filósofos

la orientación será ascendente, es decir, a semejanza de las fuerzas que operan y son perceptibles en este mundo cotidiano como microcosmos es explicable lo originario y primordial como macrocosmos. No hay lugar ya, aparentemente, para todo ese aparato divino cosmogónico y teogónico, ni para las antropomorfizaciones, combates, amores y uniones sexuales explicativos del cosmos. Los poetas antiguos, ejes de la paideía aún en esta época, son puestos en tela de juicio. El mito exige una fe ingenua que el filósofo no está dispuesto a concederle. No olvidemos que precisamente el pueblo jonio, primer motor de la nueva mentalidad, es un pueblo profundamente individualista, fomentador del “yo”, sea el “yo” de la lírica o el de la ciencia. Este “yo”, inmerso en una colectividad que le transmite e impone inconscientemente al receptor su cosmovisión, llega un momento en que, situándose como centro y eje, dirige una mirada a su alrededor, aplica su visión mítica a lo existente y ésta no le satisface. El presente, las realidades existentes, lo que entra dentro del campo de la experiencia humana, cobra una nueva dimensión, que el mito no puede satisfacer. Habrá determinados momentos históricos donde lo antiguo y lo nuevo choquen brutalmente y el pensador pague, de uno u otro modo (exilio, muerte, quema de sus libros), su libertad de pensamiento y palabra. De nuevo en este punto merece traer a colación a Ortega, quien escribía que “al sentirse a sí mismo el hombre, se

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encuentra solo frente al cosmos, sin tradición social y mitológica que lo enlace con él. Este hombre colonial de Mileto, de Halicarnaso, tiene que enfrentarse por sí mismo con el Universo, es decir, tiene que explicárselo por su propia cuenta, sin recurso al mito recibido, al hábito de las fórmulas tradicionales. Ahora bien: eso es la razón – pensar por cuenta propia, no a cargo de los antepasados, recostando la mente en el prestigio irracional de la tradición. Y, en efecto, en las colonias nace, junto y a la par que la libertad política y del individuo, la ciencia. Este es el punto glorioso que nos une para siempre a Grecia – que nos une en amor y en pelea.” “Si decimos que Grecia la descubre (la ciencia), queremos sugerir, ante todo, un hecho negativo: que en el hombre de Jonia comienza a funcionar el pensamiento, según un régimen distinto del que habían usado Egipto, la India, China, Creta, los hititas, etruscos, etc. Según este viejo uso, pensar consistía en reproducir fórmulas tradicionales, inmemoriales; responder al problema con la figura de un mito. No hay duda de que esto es pensamiento: pensar mitológicamente es una entre las innumerables direcciones en que el aparato mental puede lanzarse. A esta nota negativa, la idea de ciencia añade otra positiva: racionalidad. Y ésta es la que nos fuerza a comunión con Grecia. Pero si se afina un poco, se advierte que racionalidad implica sólo el uso de la demostración, de la prueba. Como antes el pensamiento fabrica o reproduce mitos, ahora elabora pruebas, razones.

El mito prendía en la mente por el prestigio emotivo de la antigüedad (inmemorialidad) y por la gracia de su dramatismo antropomórfico. La prueba, en cambio, gana a la mente por su evidencia, es decir, que gana y regana a cada hombre normal en cada instante.” Se ha hablado de “milagro” griego, aunque, más acertadamente pensamos, hay que hablar de evolución progresiva, gradual y lenta y nunca completa, a partir del lenguaje y cognición religiosa, situándose la transición entre pensamiento mítico y pensamiento racional. En el mito encontramos componentes temáticos que con posterioridad retomará la filosofía con afán racionalizador y lenguaje profano: preocupación por los orígenes del cosmos, del hombre en sí y en sociedad, de su ética, etc. Hay interdependencia entre ambos, no sólo en los orígenes sino a lo largo de toda la filosofía griega. Filósofo y poeta, tanto sedentarios como viajeros, comparten la esfera de la sabiduría, el filósofo “sabio” es continuador del poeta “sabio”. Era inevitable entrar en conflicto con la religión y mitología tradicional. Es la servidumbre de la inteligencia, siendo el único antídoto la fe, y ellos no estaban dispuestos a prescindir del lógos. No podían sino desdeñar, desde la literalidad, tal tipo de relatos, aptos para mentes dormidas. Ellos no estaban dispuestos a que tales historias cegaran su capacidad racional de enfrentarse al mundo. No les

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satisfacía lo expresado míticamente por las autoridades consideradas sagradas, sino que las sometieron a crítica y ésta fue dura, llegando algunos, como Heráclito, a proponer expulsar a algunas presuntas autoridades incluso a bastonazos de los agones.

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TRAS LAS SOMBRAS...

Tras la sombra de Atenea, ha estado teñida una parte importante de la teorización sobre inteligencia. Al retomar el mito griego hay que destacar, en primer lugar, que Atenea nace de la cabeza de un hombre, un lugar asociado a la razón y no a los afectos. En la mitología romana se refuerza este hecho ya que Minerva tiene la misma raíz que la palabra mens, que significa mente. En seguida, esta figura que emerge con vestidos de mujer y armas de hombre, no tiene niñez ni juventud. Surge en estado adulto, sin recuerdos ni historia personal. Por último, esta diosa eficiente y lógica, que prefiere apoyarse en la razón, pero que no desprecia la fuerza, se niega a la experiencia de la vida afectiva, manteniéndose alejada de la inmensidad y el

riesgo del encuentro íntimo, y permaneciendo inmaculada. Así pues, se nos presenta una inteligencia que aparece como una capacidad orientada en la dirección del cálculo, de la satisfacción eficiente de necesidades, del ajuste de recursos y medios destinados a fines determinados, pero completamente divorciada de la vida afectiva, de las necesidades del cuerpo y de la interacción. No parece casualidad que Atenea sea la inventora de las riendas. Seguramente esto lleva a Nietzche a decir que nuestro mundo moderno sólo reconoce como ideal al hombre teórico, equipado con las más altas fuerzas cognitivas. Con el transcurrir de los siglos la humanidad retoma un modo de conocer centrado en la razón. Se erige la episteme del discurso racional y los juicios analíticos. Comienza a configurarse una sabiduría racional que opera sólo con evidencias, con una marcada tendencia a la desacralización y desmitificación de la naturaleza. Es la reencarnación de una nueva Palas Atenea, que resurge en el orden civilizatorio moderno, obedeciendo a una racionalidad formal donde todo se fundamenta en la observación y la comprobación de lo real y donde la ciencia no se lleva bien con el psiquismo, aborreciendo la ambigüedad, la movilidad y la incertidumbre. La nueva Palas Atenea desconoce y desprecia toda manifestación de lo humano que no sea mesurable, predecible y formalizable. La episteme moderna no está interesada en correr ningún

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riesgo metafísico, “ su verdad es la adecuación del intelecto al intelecto”.

La Modernidad

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Según Parsons (1978), la sociedad moderna adquirió forma durante el siglo XVII, en el rincón noroccidental del sistema europeo de sociedades: Gran Bretaña-Holanda y Francia. Weber (1974) y Foncoult (1976) sostienen la tesis de que la modernidad comenzó a configurarse con la Revolución Industrial a partir del siglo XVIII. Con la modernidad se instaura una máxima fundamental, todos los seres de la naturaleza y los mismos actos del hombre están dispuestos en un orden racional. La Diosa razón, la diosa de la sabiduría griega vuelve invadiendo todos los órdenes: lo social, cultural, económico, político, científico e intelectual. Pero Atenea regresa no con el escudo y la lanza sino con el formalismo y la contrastación empírica como sus nuevas armas. La visión modernista impone preeminencia de lo económico en la sociedad y se instaura la ética del hombre disciplinado, trabajador, obediente, exitoso y conquistador del mundo. Así el imperio de la Diosa Razón, la episteme de la modernidad, configura un orden civilizatorio caracterizado por:

1. Configuración Piramidal de sus Organizaciones Emulando la organización militar, las instituciones en la modernidad adoptan las jerarquías y la verticalidad en sus líneas de mando. Las personas por su parte están para cumplir con sus funciones (tareas) obedeciendo a un superior inmediato. 2. Las Coordenadas Masa-Espacio-Tiempo parámetros de validez

como

Newton y Descartes postularon un modelo (el mecanicista Newtoniano-Cartesiano) que describe al mundo como regido por las mismas leyes. En este modelo es aceptable separar el sujeto del objeto. El espacio es absoluto, tridimensional y siempre en estado de reposo. El tiempo es también absoluto, autóctono e independiente del mundo material. 3. Ética de la Obediencia Una de las principales virtudes del hombre es el obedecer. Obedecer a un inmediato superior, cumplir con el deber y realizar eficientemente sus funciones serán las satisfacciones que tendrá el recurso humano dentro de las organizaciones.

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4. Discurso Cuantitativo: La ciencia estará orientada a producir un conocimiento objetivo, copia fiel de la realidad que el sujeto capta. Para ello, el investigador ha de emplear el método científico basado en la cuantificación. 5. Unidad Cultural e Ideológica

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Se maneja la idea de que tanto lo social como lo natural se rigen por leyes universales y de que ambas dimensiones pueden abordarse o conocerse con la aplicación de un método único: el método Científico o Hipotético-Deductivo. En sus constantes luchas por demostrar y mantener un estatus hegemónico, Atenea o la Diosa Razón se hace acompañar de nuevos guerreros, los Paradigmas, donde POSITIVISMO se perfila como el más fuerte y perturbador. Este guerrero viene a consolidar el modo de pensar imperante, sometiendo a la ciencia a sus reglas e imperativos. La concepción de Moreno (1993) de Paradigmas, nos lleva a asumir a éstos como las distintas formas en la que se despliegan la episteme. Por lo tanto, los paradigmas muestran la diversidad de las formas de conocer de una época. Es importante destacar que la noción de paradigma es elaborada teóricamente por Kuhn quién lo concibe

como una estructura coherente, constituida por una red de conceptos de creencias metodológicas y teóricas que constituyen los parámetros de verdad que orientan la actividad científica. Por otra parte, es de hacer notar que los paradigmas actúan como filtros que solo admiten como científico aquello que sí corresponde con sus parámetros de verdad, con su racionalidad. Así pues, abordemos a continuación un perfil del guerrero más dominante que tiene Atenea en la modernidad.

El Positivismo El positivismo aparece en la historia a fines del siglo XIX, en el proceso de consolidación del capitalismo y en el seno de la sociedad burguesa occidental. Se inspira en las ciencias naturales y estas en la física newtoniana a partir de los conocimientos de Galileo. Refiere Hurtado y Toro (2000) que tiene dos fuentes primarias: por un lado la concepción newtoniana del espacio totalmente mecanicista y que fue aplicada por los empiristas Ingleses a animales y humanos y, por el otro, la idea de Descartes de la existencia de un “ dualismo absoluto” entre la mente y la materia, lo cual posibilitó la concepción de un mundo material, externo al sujeto observador, que puede ser captado por éste en forma objetiva. Al respecto Martínez (1994) refiere que el positivismo tiene como idea central que fuera de nosotros existe una realidad totalmente hecha, acabada y plenamente

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externa y objetiva, y que nuestro aparato cognoscitivo es como un espejo que la refleja dentro de si, o como una cámara fotográfica que capta imágenes de esa realidad exterior. En función de tales premisas, la ciencia se ocupa de hechos observables, científicamente cognoscibles. El término positivismo tiene su origen en Augusto Comte (1798-1857). Su doctrina partió de la necesidad de oponerse a las doctrinas consideradas negativas, que no aceptaban el planteamiento de que las “cosas sociales” ocurrían de 34

una cierta forma y por lo tanto, no era posible concebir que las mismas tuvieran un desarrollo distinto, es decir, que cambiaran bajo determinadas condiciones. Había que admitir, sin discusión, que la sociedad está regida por leyes invariables, que nada tienen que ver con la voluntad y la acción de los seres humanos. Entre las premisas más importantes del positivismo Comtiano se encuentran: 1. Que la sociedad puede ser asimilada (epistemológicamente) a la naturaleza. 2. La sociedad está regida por leyes naturales. 3. El método de las ciencias sociales puede y debe ser idéntico al de las ciencias de la naturaleza. 4. Los procedimientos de investigación de las ciencias sociales pueden ser los mismos de las naturales. 5. Que la observación de los fenómenos sociales debe

ser igualmente neutra y objetiva. Refiere Delgado (2001) que con Emilio Durkheim (18581917) se establece la primera regla del método sociológico, donde se asevera qué:”Los hecho sociales se pueden considerar como cosas”. Ante esta norma el positivismo no reconoce: El carácter histórico de los fenómenos sociales; su transformación por la acción de los hombres; la identidad parcial entre el sujeto y el objeto del conocimiento, ni las implicaciones político-ideológicas de la teoría social. La racionalidad positivista propugna la neutralidad valorativa en la investigación, lo cual acarrea una simple reproducción de la realidad, sin profundización alguna, ni interpretación y menos proyección político-ideológica de la teoría social. El objeto de investigación, por lo tanto, se restringe a un contexto fraccionado y divorciado de la totalidad de la cual se inscribe, lo cual a su vez reduce el proceso investigativo a un acto instrumental: el empleo de estrategias de recolección de datos y la elaboración de instrumentos para procesarlos y verificarlos. Entre las características del paradigma positivista, figuran: 1. Racionalidad fundamentada en el cientificismo y el racionalismo como posturas epistemológicas. 2. Utilización de la neutralidad valorativa como criterio de objetividad, por lo que el conocimiento

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está fundamentado en los hechos y se le presta poca atención a la subjetividad de los individuos. 3. La objetividad como la única forma de alcanzar un conocimiento. 4. Dualidad sujeto-objeto con relación de independencia entre sujeto y objeto, ya que el investigador tiene una perspectiva “desde afuera”; definiendo de ante mano el objeto de investigación y procediendo a su construcción en forma teórica. 36

5. La teoría como elemento fundamental porque constituye el marco que proporciona el sistema conceptual que se aplicará a la observación, clasificación y sistematización de los datos de la realidad. 6. Comprensión explicativa y predictiva de la realidad bajo una concepción estática y reduccionista. Asume que la realidad es estable y se puede fragmentar en variables. 7. Concepción lineal, finalista de la investigación. Se parte de un principio y se termina en un fin. Se utiliza una estrategia deductiva y se establecen relaciones causales entre los fenómenos buscando comprobar o verificar la teoría preestablecida. 8. Empleo de un método único: hipotético- deductivo con su racionalidad analítica. Se basa en muestras grandes y representativas de sujetos.

9. Las palabras claves que dan sentido y orientación son: confiabilidad, objetividad, validez, hipótesis, variables, generalización y predicción. 10. Las reglas del pensar positivista en general son: la objetividad del conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia sensible como fuente de saber y su posibilidad de verificación, la lógica formal como procedimiento correcto en el conocer. El positivismo constituyo el paradigma clásico de la modernidad y tuvo una marcada influencia en la formación de todas las ciencias de occidente. La hegemonía de la razón pareció liberar al hombre del sobresalto y la incertidumbre originados en el derrumbe del mundo medieval. Un mundo sellado por la fe en un destino asegurado por los designios de una “autoridad suprema”, que juzgaba lo humano y limitaba su trascendencia a tres puntos finales: cielo, infierno y purgatorio. Tal vez la hegemonía de la diosa razón halla sido pura ilusión. Solo Augusto Comte se atrevió a llevarla a un máximo estado de omnipotencia. El positivismo redujo la cualidad de la duda, la vació de contenido pensante, la limitó solo a “punto de partida”, para confirmar lo que de antemano se sabía evidente. La degradó a condición de absurdo, para que por contraposición, confirmara la condición científica de “lo que se quería demostrar”.

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La racionalidad inmersa en el positivismo debió abstractificar para ocultar su parcialidad, debe universalizar para ocultar una lógica del poder que responde a la estructura de la mercancía . El positivismo se desarrolló en una sociedad definida por la manipulación de objetos y la mercantilización progresiva de las relaciones humanas. La razón metódica es la conciencia revertida de ese ser social. Una conciencia que nace de una necesidad que fundamenta las bases de una ciencia. Esta ciencia no puede ser otra cosa que instrumental precisa para construir el edificio de un empirismo intencionalmente antiteórico, que naturalmente condena a la Filosofía a la sola reflexión especulativa metaontológica.

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MÁS ALLÁ... EN EL DEVENIR.

Con el devenir histórico-social van surgiendo nuevas realidades y se dibujan nuevas formas de pensamiento que permiten interpretar y explicar tales realidades. A finales del siglo XX la humanidad percibe una crisis del fundamento axiológico de todo occidente: es la crisis de la modernidad y su concepción del mundo. Somos testigos de un proceso que se derrumba, sin dar oportunidad para poder comprender lo que está pasando. El gran guerrero de Atenea, el positivismo, alcanzó sus límites de utilidad y se agotó. Su inconsistencia interna, epistemológica, constituyó la terrible enfermedad que terminó por aniquilarlo. Ello contribuyó a la pérdida de fuerza de la gran diosa, quien

con todo su alarde de intelectualidad se muestra incapaz de dar explicaciones adecuadas e intelectualmente satisfactorias de la realidad que nos circunda y de los fenómenos que percibimos. Desde entonces se perfila un nuevo tipo de pensamiento producto de innumerables cambios (los nuevos acontecimientos políticos, el desarrollo de nuevas tecnologías y la preeminencia de los medios de comunicación, entre otros). Comienza a configurarse un nuevo orden civilizatorio. Se erige, por tanto, un nuevo símbolo, KAIROS. En la mitología griega, Kairos representa la ocasión, el momento favorable. A decir de Mora García (1997) Kairos sería en este sentido el símbolo de quienes intentamos repensar en/desde la postmodernidad un espacio posible para las alternativas y no para celebrar muertes. Según Martínez (1997) lo postmoderno vendría a significar “ el modo que vendrá después de hoy”. Por consiguiente lo postmoderno está relacionado con lo nuevo, lo irreverente, la rebelión contra reglas preestablecidas y abarca dimensiones cognitivas, éticas, estéticas y políticas.

La Postmodernidad La postmodernidad es una condición cultural característica de un espacio epistemológico distinto al que define la modernidad como paradigma. Es una estrategia

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desconstructivista de la razón ilustrada y de su proyecto cultural: La modernidad. Postmodernidad constituye un ritmo caracterizado por la participación en la experiencia constatadora de que vivimos un nuevo estado de cosas científico y cultural,” una nueva forma de estar en el mundo” (Derrida y Lyotard). Pero también es rechazo y advertencia del fracaso del proyecto de la modernidad; es una crítica a la razón moderna con su escondida “ voluntad de poder” y 42

su tendencia a objetivar y reificar toda realidad. Postmodernidad es asumir que la experiencia vital humana de fines del siglo XX coexiste con dicotomías tales como: globalidad/particularidad, subjetividad/ intersubjetividad, fin de la historia/genealogía de la historia, irracionalidad/racionalidad en la contingencia y la diversidad, ética universal/ética particular. La aproximación postmoderna rechaza la ontologización, la mitificación de lo referente y privilegia la contingencia, la intersubjetividad, el consenso pluralista como categorías explicativas.

Características de la Postmodernidad Hurtado, I. y Toro, J.(2000), señalan como características más resaltantes de la episteme postmoderna las siguientes:

1. Organizaciones aplanadas: las organizaciones pierden su estructura piramidal y su líneas de mando vertical para convertirse en sistemas de comunicación o redes de información en donde las tareas adquieren dimensión de procesos. 2. Nuevas coordenadas: el aplanamiento de las organizaciones trae consigo cambios en las concepciones de las coordenadas masa-tiempo y espacio surgiendo una nueva coordenada la temporo-espacial en la cual se da el movimiento sin desplazamiento, por otra parte el tiempo pasa a constituirse a la cuarta dimensión a raíz de los descubrimientos de la física relativista. 3. Ética comunicativa o dialógica: al desaparecer de las líneas de mando verticales el sujeto de las organizaciones no se desarrolla en la obediencia sino en la comunicación. 4. Racionalidad dialógica: lo verdadero es lo simbólico. El discurso de lo real es cualitativo y subjetivo se deja a un lado la noción de objetividad y se asume que el conocimiento es histórico y transitorio por lo cual no interesa formular leyes universales. 5. Sujeto deliberante: El sujeto es partícipe, directo en todo su mundo de relaciones. Ahora los factores claves son : el contexto, la participación y la comunicación. 6. Crisis antropológica: Colom y Mélich (1994) sostienen qué en la postmodernidad surge un individuo que “se

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observa a sí mismo y busca la realización individual” . Se perfila una nueva concepción del sujeto y se hace necesario un pensamiento complejo que permita pensar en las ambivalencias, las incertidumbres y el caos en las realidades humanas.

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7. Discurso metafísico, cualitativo y subjetivo: los cambios que se vienen dando en la física y en la química nos remiten, no a un mundo estable y regido por leyes universales, sino a uno de inestabilidad dinámica o caos, de probabilidades y de irreversibilidad del tiempo (Prigogine, 1994). Nuestra época se caracteriza, más que ninguna otra por una diversificación creciente de conocimientos, técnicas de modalidades de pensamiento. Sin embargo, vivimos en un mundo único en el que cada ámbito de actividad implica a los demás. En este escenario es esencial la convicción de que todo saber conlleva a una construcción. Tanto en ciencias físicas y naturales como en las humanas no es admisible la idea de la realidad como algo dado. Al respecto, es oportuno resumir el núcleo central de las tesis de Prigogine: 1. La investigación debe definir su objeto, en su máxima complejidad posible. De no hacerlo se cae en el habitual vicio positivista de la fragmentación, del reductivismo, con lo cual el poder explicativo y el poder activo de la

ciencia no solo se reduce sino que se anula. 2. Se anula en tanto ninguna parte del complejo objeto de investigación es en sí misma expresiva del todo, y naturalmente el estudio parcelario no es significativo, dado que se ignora el estudio de su articulación con los otros componentes parciales, ligados entre sí por relaciones de armonía u oposición, que dan el verdadero sentido de cada fragmento en su relación con la totalidad. 3. Pero el enunciado de la complejidad no se agota en la discusión del discurso científico formal o fáctico (social o no social). La complejidad del objeto se corresponde, con la no estabilidad del concepto (para decirlo en el lenguaje de Fayerabend). Esta nueva relación, tan alejada de la rigidez formalista de la racionalidad positivista, es dialéctica, en la medida que se destruyen los límites fijos entre el sujeto y el objeto del conocimiento, y el objeto de investigación pasa a ser una relación en movimiento. 4. Prigogine reconoce que en la resolución del problema epistemológico de la ciencia contemporánea, tiene un papel determinante, el aporte de la ciencia social, en la medida que su avance, en la investigación y la redefinición de los modos de vida de la sociedad, señala un camino que debe recorrer todo otro tipo de conocimiento y naturalmente, el científico natural no social para suponer el estancamiento, producto de la hegemonía positivista.

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Se considera el planteamiento de Prigogine de fundamental importancia, no solo por que invierte la antigua relación descalificadora de la ciencia de la sociedad, sino por que termina por enterrar un dualismo, que más allá de la seguridad necesaria del recurso metódico, definía la sustantividad científica de una ciencia a partir de la descalificación de la otra. El momento actual está impregnado por la lógica del disfrute, de lo inmediato, de lo íntimo, del narcisismo, del 46

hedonismo. La trascendencia quedó para la colección de los grandes museos, donde muchedumbres asisten, pagando el sentido del espectáculo, construido en otros tiempos. Los grandes paradigmas, las estructuras, lo social, se han hecho añicos ante los nuevos descubrimientos. Desde principios del siglo XX muchos físicos relativistas comenzaban a asumir una nueva concepción de la relación del movimiento y del tiempo en donde este último pasa a formar parte del ser y a tornarse en una cuarta dimensión. Así mismo se asume la imposibilidad de la verificación exacta y de la separación entre sujeto y objeto. Surge así el paradigma postpositivista o emergente, calificado por algunos como un movimiento de desconstrucción. En todo caso surge un nuevo modo de entender el mundo, una visión reemplazante de la tradicional moderna en donde el proceso del conocimiento se fundamenta en la comunicación, imponiendo de esta manera nuevos

métodos de investigación basados en la comunicación. El paradigma postpositivista alejado de las coordenadas de la física clásica nos presenta como parámetro de verdad a la intersubjetividad lo que da paso a una nueva gnoseología que subraya la relación entre sujeto y objeto como un diálogo entre iguales. Refiere Martínez (2002) que al desarrollo del paradigma postpositivista en el siglo XX contribuye fundamentalmente la obra de los físicos durante las primeras tres décadas, la filosofía de la ciencia de Wittgenstein y la biología de Von Bertalanffy en las décadas de 1930 y 1940 y las obras de autores como Toulmin, Hanson, Kuhn, Feyerabend, Lakatos, Polanyi y Popper, entre otros, publicadas, en su gran mayoría en las décadas de 1950 y 1960. De igual forma, contribuyeron otros autores con la creación de la psicología de la Gestalt, el estructuralismo francés, el enfoque sistémico, y la teoría crítica de la escuela de Frankfurt. La orientación postpositivista implica un rescate del sujeto y de su importancia. En consecuencia el proceso de observación no es puro e inmaculado, puesto que involucra una inserción de lo observado en un marco referencialfondo, constituido por los intereses, valores, actitudes y creencias de quien observa. De allí la famosa frase de Geersz (1973) : “el hombre es un animal suspendido en una red de significados que el mismo ha tejido”. Por otra parte, la inestabilidad, la incertidumbre y la indefinición

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son los retos explicativos a los que se debe enfrentar el conocimiento en la sociedad actual. Morín (1980) afirma que el saber científico no debe propiciar seguridades sino incertidumbres. Hoy conocer es reconocer la complejidad de las cosas por lo que, cuanto mayor es el conocimiento de la complejidad, más alto es el nivel de desorden y de incertidumbre. El paradigma postpositivista, en su discurso debe conjugar complejidad y desorden, es decir, debe huir de las explicaciones simples (la paranoia analítica de la modernidad) y del orden portador de certezas propias de las ciencias del siglo XIX, que aún en nuestros días sigue siendo arquetipos para muchos. Hoy la evolución no se desarrolla basándose en cambios lineales sino en saltos y bucles, de tal manera que no se puede poseer una visión estable del mundo, procesual, fruto de creencias científicas, tales como “las mismas causas producen los mismos efectos”; en la actualidad, los efectos modifican las causas, simplemente porque los procesos se dan en redes; no se sabe donde se inicia y donde concluye un fenómeno porque estos se dan al unísono en sistemas de redes, en un reticulado inextricable y de una complejidad tal que, efectivamente el discurso decimonónico de la ciencia no puede dar sentido del mismo. Ante realidades complejas y de fenómenos interconectados sería un contrasentido continuar con la narratividad analítica que promulga el orden, la linealidad

de los fenómenos. Debemos introducir nuevas formas de pensar la realidad, nuevos métodos y herramientas para comunicar qué es realmente lo que percibimos. Entre las características del postpositivismo se encuentran: 1. Subjetividad: el conocimiento involucra la interpretación del objeto entendido como otro sujeto participante. Ya no está centrado en la reproducción y explicación de un objeto pasivo, tal lo como lo pregonó el positivismo. Ahora interesa lo que el investigador siente y piensa sobre la realidad. 2. Flexibilidad: el propio proceso de investigación es que guía los pasos a seguir y los procedimientos pertinentes, por consiguiente no se sostendrá la utilización de un método único sino que, el investigador tendrá la libertad de usar una variedad de métodos en función de la complejidad de la realidad que estudie. 3. Particularidad: el paradigma postpositivista asume que, el acto de conocer debe partir de situaciones específicas por lo tanto, es fundamentalmente inductivo, le interesan casos particulares, fenómenos que afectan tanto a pequeños como a grandes grupos los cuales son considerados como totalidades y estudiados a profundidad, sin pretensiones de generalizar resultados ni formular leyes universales. 4. Énfasis en la razón dialógica: el conocimiento se fundamenta ahora en la comunicación, en el diálogo. La realidad es tal como es vivida y expresada por los sujetos interactuantes, no será necesario convertir la

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información obtenida de ellos en datos numéricos porque las palabras tienen tanta fuerza como los números. (Córdova, en Hurtado y Toro).

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5. Holístico: el conocer no se deriva de formulas analíticas sino de propuestas holísticas, integradoras, totalizantes. La verdad es de naturaleza cualitativa, en un mundo signado por la complejidad en donde los fenómenos se interconectan creando redes comunicacionales. A continuación se presentan cuadros que recogen una síntesis de los aspectos caracterizadores de las epistemes y paradigmas estudiados.

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La ciencia tiene pues hoy, la necesidad de realizar discursos acerca de lo complejo y de las relaciones que se dan entre elementos, y no de centrarse tanto en el arcaísmo lineal del saber. Dirá Morín (1982) que a lo desconocido se llega por caminos a su vez desconocidos, ya que por caminos sabidos, solo llegaremos a lugares conocidos, dando lugar a procesos reproductivos. La epistemología actual, refiere Martinez (2001) ha ido logrando una serie de metas que pueden formar, a estas alturas, un conjunto de postulados irrenunciables, como los siguientes: toda observación es relativa al punto de vista del observador (Einstein); toda observación se hace desde una teoría (Hanson); toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg); no existen hechos, sólo interpretaciones (Nietzsche); estamos condenados al significado (Merleau-Ponty); ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios para definir su propia semántica (Tarski); ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base (Descartes); ningún sistema matemático puede probar los axiomas en que se basa (Gödel); la pregunta ¿Qué es la ciencia? No tiene una respuesta científica (Morin). Estas ideas matrices constituyen las bases conceptuales para un paradigma emergente, un paradigma de la complejidad.

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Exégesis

Más allá de las sombras de Atenea, está la luz de las posibilidades con su inmenso poder creador. Kairos señala el camino hacia una íntima y trascendental fe en nosotros mismos. No podemos dejar que nuestras prácticas investigativas vivan inmersas todavía en el pasado, sometiendo importantes iniciativas a una “camisa de fuerza”. Nos cuesta liberarnos a nosotros mismos del hábito crónico de pensar que somos meros fragmentos inconexos. En el devenir, debemos asumir que hemos de repensarnos constantemente y en los actuales momentos implica cuestionar y cambiar nuestra vieja forma de razonar, la cual considera al mundo como un objeto exterior que ha de ser analizado, diseccionado y controlado. Debemos

deconstruir nuestros paradigmas y ello tiene que empezar por darnos cuenta de que el observador siempre es parte de lo que observa y con abandonar esa obsesión por el control y la predicción y sustituirla por una sensibilidad hacia el cambio y lo emergente. Cuando empezamos a vernos como posibles actores en el escenario del mundo, podemos superar la inercia y los intereses mezquinos... y una nueva luz, tras las sombras de Atenea, empieza a brillar a través de las ranuras en la fortaleza de nuestro corazón.

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