ATENEA

La Odisea es el poema de la transición. Representa la insensatez y la necesidad de mesura; esto se ve representado a lo

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La Odisea es el poema de la transición. Representa la insensatez y la necesidad de mesura; esto se ve representado a lo largo del poema con Odiseo tratando de conseguir la mesura tras la guerra; es decir, la paz, recorriendo varios caminos, el Polytropos. La cultura griega es de mesura y equilibrio, y Atenea es la Diosa de la mesura, del escudo y de la protección de la ciudad. La Odisea es el canto de la paz, no porque sea pacífica, sino porque hay un tránsito hacia ese necesario estadio. El núcleo central de las herranzas de Odiseo es la insensatez de los hombres. Es un poema sobre la insensatez, que para los griegos era desmesura, falta de límites. La salvaje insensatez humana.

En la Odisea Atenea tiene un tipo de estrategia diferente al de La Ilíada; es una Atenea retórica, que sabe hablar para negociar. Es Atenea la diosa de la Polys, la diosa de la ciudad, y la lanza que sujeta es la lanza de la lengua, la lanza del lenguaje y del pensamiento. La estratagema aparece como la retórica. Es una diosa política. Atenea tiene el poder de hablarle a su padre y no lo hace por hacer una buena o una mala acción. “Los dioses no son buenos ni malos, son poderosos” – Richard Buxton. No podemos entender el por qué de sus actos. Su lengua es desmedida como el océano que se desborda, y por eso se atrevió a hablarle osadamente a Zeus. Atenea necesita que su padre haga algo porque es el único que puede hacerlo. Le ruega que permita que Odiseo regrese a su hogar, que ha estado retenido en la isla de la Ninfa Calipso porque enfureció a Posidón, quien ha estado obstaculizando su regreso. Espera a que su tío Posidón, con quien siempre ha estado enemistada, se ausente, y manipula a Zeus con sus palabras para que responsabilice a Posidón. El Zeus político declara que Posidón debe olvidar su odio hacia Odiseo y acuerda enviar al Dios mensajero Hermes a la isla Calipso para garantizar la liberación de Odiseo del cautiverio. Atenea es estratégica y sus ojos de lechuza no pierden de vista a su presa. Lo que le compete a Atenea es infundir valor a los héroes y funciona en diferentes escalas. Desde el público en el ágora, y desde lo privado en la polys; lo privado que afecta lo público. Ella es la que mueve a la acción en la vida de la Polys. Atenea siempre está pensando. Seria, augusta, con el seño fruncido. Se dice que cuando en un lugar hay exceso de la presencia de Atenea, hay mucho orden, y el exceso de orden se ve traducido a dictadura, que es un castigo. Los jóvenes pretendientes de la Reina Penélope, están destruyendo el palacio de Odiseo desde adentro, comiéndose sus huestes, abusando de la hospitalidad y corrompiendo totalmente el ritual de la cena. Además de ello, en Ítaca tampoco se ha realizado el Ágora, la asamblea de ciudadanos de la isla, que ocurre en los mercados y en la que se habla de todos los asuntos de importancia para esta comunidad; lo político, lo social, lo económico y lo cultural. En la vida de un ateniense, el Ágora tomaba el papel principal de su rol como ciudadano. En el poema se refleja la

importancia de la Asamblea. Un poema que inicia con una asamblea y con la iniciación de un muchacho en la asamblea, nos recuerda la importancia de la democracia para los antiguos griegos. Tenían un genuino sentido de democracia muy distinto al que manejamos hoy en día, donde solemos confundir democracia con gobierno representativo, gracias a los franceses. La asamblea es importante, el parlamento es importante. La participación del pueblo en los órdenes políticos de la sociedad, de la nación, son importantes. Ese es el estado de Ítaca. Podemos suponer que si no ha habido ágora en 20 años, desde que Odiseo se marchó a la guerra de Troya, y que esa casa está siendo invadida por príncipes de las islas cercanas y de la misma Ítaca, tampoco las cosas van bien en el nivel económico. Se están comiendo todas las huestes del Rey, están dilapidando con las riquezas de la isla y no están dejando nada, que tampoco es que sean muchas cosas, como dice Telémaco en el canto IV. Atenea llega a un lugar que se encuentra en tal estado de insensatez porque es la Diosa protectora de la Polys, es uno de sus atributos; este se ve representado por su escudo, como nos lo dice Roberto Calasso, quien ve su escudo como la representación de su virginidad y de su protección. Ella es el escudo, ella es la defensa tanto como la lanza. Ella está llegando a esta isla con la lanza primero pero siendo también un escudo, siendo estas contradicciones o imágenes complejas del poema homérico. Atenea quiere que se restituya el hilo constitucional de esta nación. Constitucional en el sentido de aquello que constituye una sociedad, el orden político, social, económico y que parte, en el caso de esta isla, del hogar. No es un hogar cualquiera, es el equivalente a un palacio presidencial. Este es uno de los motivos por los cuales ella tiene que bajar a Ítaca, pero no es el único. Hay un muchacho en Ítaca que no ha sido iniciado aún, y es que Atenea no es solo protectora de ciudades, sino también formadora o iniciadora. Ella es la encargada de iniciar a los jóvenes tanto varones como hembras, hacer de ellos hombres y mujeres; esa es la tarea de Atenea como iniciadora. No por otra razón, además de su carácter, Telémaco es el primero que la ve. Atenea aparece en Ítaca disfrazada y constituye una epifanía; una manifestación de la Deidad velada, es decir, con un velo encima, que la musa nos dice que es un disfraz. Ella ha llegado a Ítaca en el disfraz de Mentes. Para los mortales en la isla, esa no es Atenea, sino Mentes, Rey de los tafios, un hombre cuya sabiduría y participación en este diálogo con Telémaco, le recordará al joven a la Diosa Atenea. Así funcionan las epifanías divinas; la de Atenea, como otras que aparecerán en el poema, es antropomórfica, son seres humanos, que recuerdan a los Dioses o son los dioses en disfraz. Para los seres mortales, los dioses no se les están apareciendo, sino que más bien estos mortales recuerdan a los dioses. Pero más de las veces las epifanías también están vinculadas como otro tipo de manifestaciones. Por ejemplo, la epifanía de Zeus, las águilas. Zeus es real para los griegos porque truena y llueve; no es que representan a Zeus, sino que él es el rayo. Esas manifestaciones constatan la realidad de ese Dios y su aparición en el mundo.

La inteligencia, todo aquello que le va a decir Mentes, solo lo pudo haber dicho Atenea, y por esto, Telémaco sintió que esa era una diosa, que estuvo en presencia de una diosa. Esas son las epifanías y el carácter de una epifanía. Porque hay grandes momentos de elocuencia y de sabiduría son una epifanía de la diosa, que sentimos que Atenea estuvo allí. Su presencia nos acompañó. Ya sea en forma de un mortal, de alguien que habla con la elocuencia que solo puede ser de la Diosa de la estrategia, o porque una conversación se da. El estado de Telémaco al inicio del poema. Estado de un joven que no ha sido iniciado en los rituales socioculturales de su mundo. No es un héroe todavía pero ya tiene veinte años. Quien primero advirtió su presencia fue el joven Telémaco, el del rostro divino. Su epíteto es un epíteto común, que se usa para extender el verso y llega al yámbico en la medida. Y así encontramos muchísimos otros epítetos. Sabemos que no ha sido iniciado en los ritos socioculturales porque no tiene epíteto, no tiene un adjetivo único a él. Al final de su formación, cuando ya haya pasado por todos estos ritos, sí lo tendrá. “Sentado entre los pretendientes, en su pecho pensaba en si el padre, si el héroe volviese, y si los pretendientes allí dispersara en su casa y su real dignidad recobrase y reinara en su hacienda”. Está soñando despierto. Una imagen que raya casi en la melancolía. Un enorme aburrimiento. No sabe y no tiene nada que hacer en esa isla. Es la imagen del tedio; preguntándose cuándo llegará su padre, cuándo llegará el cambio a la isla y la restitución del orden, un orden que él desconoce por completo, porque desde que tenía un año, el padre estaba marchándose para la guerra. Él solo tiene la posibilidad de imaginar a Odiseo, no lo conoce. No tiene una figura paterna que lo inicie en estos rituales. Solo tiene un montón de invasores en la casa que no se preocupan ni un poco por él. Lo quieren así, como un inocuo adolescente eterno, no como un hombre; porque un hombre más en la casa no lo soportarían. Inicia el ritual del hospedaje. Se desarma, las armas no se empuñan en la casa. Demuestra que Mentes ha llegado. El orden del ritual de hospedaje es inviolable e implantado por Zeus. Primero sientas a tu invitado a la mesa, y luego debe decirte quién es y qué quiere. Esto demuestra la pedagogía de Homero. Telémaco es piadoso en carácter, y lo demuestra cuando lo invita a comer. Mentes susurra porque los pretendientes no permiten conversación alguna que mencione a Odiseo. Telémaco es prudente; lo aprendió de vivir tanto tiempo con los pretendientes y lo demuestra al susurrarle a Mentes. Los pretendientes son imposibles de diferenciar porque ninguno es singularizado. El rol de Atenea como iniciadora. Atenea es virgen y oculta su femineidad con su escudo, que es su defensa virginal, pero es madre. Su maternidad es un misterio; su hijo es el fundador de Atenas y su padre es Hefestos. Atenea es dulce con los varones, pero es muy dura y justa con las mujeres. Toma el rol de iniciadora y consejera con Telémaco. Esto no quiere decir que va a sustituir a su padre, aunque Telémaco no tenga figura paterna. Telémaco piensa que es irreemplazable y por eso no busca a

alguien que suplante a su padre. Atenea ocupa la imagen del mentor; no reemplaza al padre, solo señala una necesidad del joven. Telémaco considera muerto a su padre pero necesita saber de él. La adivinación no es un atributo de Atenea, porque las estrategias no se hacen a base de presunciones. Ella aguijonea al joven, diciéndole que Odiseo está vivo en algún lugar y que está esperando ser ayudado. Le dijo justo lo que quería escuchar para provocar en él la acción que quería. Antes de ello, le pide que le diga con toda franqueza si es hijo de Odiseo, a lo que Telémaco responde que su madre así lo afirma, pero que él no dice nada al respecto. Demostrando a manera de rechazo lo cansado que está de la ausencia de su padre. Tiene la necesidad de formar un lazo con su padre, igual que todo adolescente, pero no lo tiene. Telémaco está desesperado, anunciando los males de su isla y Atenea lo regaña por esto. Le prohíbe decir que su linaje está maldito, y solo le pide explicaciones sobre lo que está sucediendo en el palacio. No quiere que culpe a sus padres por lo que está sucediendo en la isla, porque Telémaco está hablando de un pasado que no conoció. Exige y quiere heredar una tierra de la que no conoce su pasado, y Atenea, con tono de cólera, se lo reprocha. La musa nos dice que con tono de cólera pronunció sus palabras, en una articulación en la que se ve la fuerza de estas. Atenea es consejera, utiliza el arte de la retórica. Ella no se mueve por imperativos; deposita la idea y deja que crezca en Telémaco. No lo va a obligar a hacer nada, solo dice lo que él necesita escuchar para que él mismo sepa lo que tiene que hacer. Ella le indica el camino, “Sígueme si te place y medita muy bien mis palabras”. Para que se arreglen las cosas en la isla, Telémaco tiene que salir de su hogar y convertirse en un héroe. Siendo Mentes, Atenea ejerció su papel de mentora. Al marcharse, Telémaco sintió que una deidad le había hablado; es una epifanía. Atenea es la diosa de la reflexión y nos permite vernos a nosotros mismos a través de ella; nos da la capacidad de reflexión, que es lo primero que necesita Telémaco para madurar y ser un hombre. Pensando en todo ello, Telémaco atónito estaba. Telémaco no va a ir a buscar a Odiseo; en ningún momento Atenea le dice que lo busque. Ella solo le aconseja buscar imágenes del padre. Impresiones del ausente, maneras de entender aquello que no tiene y que no conoce.