Arte Bizantino

Arte Bizantino El arte bizantino es una expresión artística que se configura a partir del siglo VI, fuertemente enraizad

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Arte Bizantino El arte bizantino es una expresión artística que se configura a partir del siglo VI, fuertemente enraizada en el mundo helenístico, como continuadora del arte paleocristiano oriental. En sus primeros momentos, Bizancio se consideró como el continuador natural, en los países del Mediterráneo oriental, del Imperio romano, siendo transmisor de formas artísticas que influyen poderosamente en la cultura occidental medieval. Los períodos del arte bizantino se ajustan, como es natural, a las grandes fases de su historia política.

Historia del Imperio Bizantino

El Imperio Bizantino premedieval El Imperio Romano se dividió en el año 395 tras la muerte del emperador Teodosio, que legó a cada uno de sus dos hijos una de las partes: a Acadio, la parte oriental, con capital en Constantinopla, y a Honorio, la parte occidental, con capital en Rávena. Esta división no fue arbitraria. La economía, sociedad, lengua, que en la zona oriental era predominantemente griega. La cultura e incluso los ritos litúrgicos se diferenciaban mucho en las dos áreas del antiguo imperio. Con la caída en el 476 del Imperio Romano de Occidente, este territorio occidental se dividió en centros independientes de poder, los llamados reinos

germánicos, y en consecuencia el Imperio de Oriente se convirtió en el único sucesor legítimo del Imperio Romano y principal potencia del Mediterráneo, tanto en el plano político como militar, económico y cultural. Al Imperio de Oriente se le va a denominar Imperio Bizantino porque Constantinopla era una antigua colonia griega fundada en el Bósforo en el siglo VII llamada Bizancio. Constantino creó sobre esta colonia una nueva ciudad a la que dio su nombre, convirtiéndola en el centro político y militar de la zona oriental del Imperio. Cuando éste se dividió, Constantinopla se convirtió en la capital del Imperio de Oriente, que por extensión de la palabra Bizancio fue denominado Imperio Bizantino. Los propios soberanos germánicos del Mediterráneo occidental mantenían la convicción de que el emperador de Oriente era la autoridad suprema del poder legítimo y, por ello, los distintos reyes germánicos mantenían su lealtad a Oriente y se manifestaban vasallos del emperador.

El Imperio Bizantino, por su parte, seguía siendo el centro del mundo conocido, pero a pesar de haber superado la avalancha de las invasiones bárbaras sin sufrir grandes daños, puesto que las desviaron hacia occidente, era un imperio bastante desintegrado por la herejía monofisita. Dicha herejía aseguraba que Cristo sólo tenía naturaleza divina. Este conflicto teológico estaba provocando grandes divisiones en el Imperio. Esta desintegración del Imperio finalizó en el año 518 cuando Justino I accedió al trono imperial y especialmente con su sucesor, Justiniano, que accede al trono en el 527, momento en el que comienza la época de esplendor político y cultural del Imperio Bizantino. En este momento los territorios del antiguo Imperio Romano estaban divididos en: Imperio Romano de Oriente, presidido por Justiniano Reino de los Visigodos Reino de los Francos Reino de los Ostrogodos

El Imperio Bizantino y su expansión a partir del siglo VI

Reino de los Vándalos. Justiniano, motivado por la idea de renovar el antiguo Imperio Romano, emprende la conquista del Mediterráneo occidental. Como novedad, Justiniano concibe el Imperio Romano como un imperio Cristiano, de ahí su obsesión por librar a sus súbditos del poder de los cismáticos arrianos, que conlleva poner fin a la soberanía de los germanos. En el ideal de Justiniano se ven unidos fe y política. De este modo, conquista Italia a los ostrogodos, África a los vándalos y una parte de Hispania, la Bética, a los visigodos. Justiniano era un hombre de excelente formación de procedencia latina más que griega. Era un gobernante obsesionado por conseguir un poder ilimitado. Él a sí mismo se considera representante de Dios en la tierra, y asume en consecuencia tanto el poder político como el religioso. Teóricamente, él admite que existen dos instituciones de poder paralelas, el político y el religioso, que no deben interferirse, pero este deseo de poder le convierte en la práctica en un "rex-sacerdos", un rey sacerdote, un césarpapa, creando un sistema político-religioso llamado "cesaropapismo". Aun siendo un hombre muy amable, aparece en público con un ceremonial tan grandioso y tan inaccesible que le convierte ante sus súbditos en el símbolo más evidente del poder absoluto. Se casó con Teodora, una actriz de teatro y prostituta de gran inteligencia, tanto que se convirtió junto a Justiniano en el gran poder del Imperio Bizantino.

El Imperio Bizantino en época medieval A partir de la segunda mitad del siglo IX el imperio bizantino alcanza su máxima expansión desde Justiniano. Habían perdido, por supuesto, el Mediterráneo occidental pero se habían asentado y logrado el dominio sobre los Balcanes, hecho retroceder a los musulmanes hasta Palestina y reconquistado Creta y Chipre. Llegan a dominar incluso la Italia del sur, aunque los árabes tuvieron el dominio de Sicilia desde el 827. Bizancio se convierte, por tanto, de nuevo en una civilización cristiana que irradia por el sur de Italia, por la zona de Venecia a través de las relaciones comerciales, por la corte de los emperadores germanos a través de alianzas matrimoniales, por los Balcanes, Rusia (gracias a la actividad misionera de Cirilo y de Metodio en los países eslavos). Se trata de una cultura asentada fundamentalmente en bases de la antigüedad aunque profundamente cristianizadas. Al igual que en el periodo de Justiniano, tanto la cultura como el arte siguen siendo signos externos del poder imperial. La Iglesia, por su parte, se encuentra en vías de separación de Roma. A mediados del siglo IX, Focio, patriarca de Constantinopla, establece ya la independencia de su sede respecto a Roma, aunque el cisma definitivo llegó en el 1054 cuando Miguel Cerulario, también patriarca de Constantinopla, se negó a reconocer la autoridad de los legados del papa León IX y funda la iglesia ortodoxa griega. Esta fue la culminación de las diferencias religiosas, políticas y culturales que existían entre

Roma y el Imperio de Oriente, aunque ésta escisión no se refleje en el arte.

Historia del Arte Bizantino El arte bizantino constituye uno de los episodios más grandiosos del arte universal. Se fundamenta en el arte griego y paleocristiano, con grandes influencias orientales (persa y musulmana). Para los templos, se usa con preferencia la planta centralizada o de cruz griega con grandes cúpulas sobre pechinas. Aunque los materiales constructivos no son especialmente ricos, sí lo es su decoración a base de mosaicos y pinturas murales, donde la representación de la figura humana, solemne y hierática, genera una gran sensación de espiritualidad que heredará posteriormente el arte románico. El arte bizantino se va a dividir en tres grandes etapas: Arte protobizantino: 527 - 726, año en el que aparece la querella iconoclasta. La época dorada de este arte coincide con la época de Justiniano. La querella iconoclasta se prolongó entre los años 726 - 843 y enfrentó a los iconoclastas contra los iconódulos y fue tan violenta que produjo una crisis artística acentuadísima, especialmente en el arte figurativo. Primera Edad de Oro Bizantina: 913 - 1204, momento en que los

cruzados destruyen Constantinopla. Segunda Edad de Oro Bizantina: 1261 1453, cuando los turcos toman Constantinopla. El cesaropapismo va a durar durante todo este periodo y este arte va a ser fundamentalmente áulico, al servicio del poder político, y cuando represente al emperador, hecho muy frecuente, será un arte que aparentemente parece irreal, pero que es el reflejo de esa ostentación majestuosa y solemne que rodeaba a los emperadores y les convertía en símbolos del poder político y religioso.

Arquitectura La arquitectura bizantina mantuvo varios elementos de la arquitectura romana y de la paleocristiana oriental, como los materiales (ladrillo y piedra para revestimientos exteriores e interiores de mosaico), arquerías de medio punto, columna clásica como soporte, etc. Pero también aportaron nuevos rasgos entre los que destaca la nueva concepción dinámica de los elementos y un novedoso sentido espacial y, sobre todo, su aportación más importante, el empleo sistemático de la cubierta abovedada, especialmente la cúpula sobre pechinas, es decir, triángulos esféricos en los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada a la circular de la cúpula. Estas bóvedas semiesféricas se construían mediante hiladas concéntricas de ladrillo, a modo de coronas de radio decreciente reforzadas exteriormente con mortero, y eran

concebidas como una imagen simbólica del cosmos divino. Otra aportación de gran transcendencia fue la decoración de capiteles, de los que hubo varios tipos; así, el de tipo teodosiano proviene de la herencia romana, y fue empleado durante el siglo IV como evolución del corintio y tallado a trépano, semejando a avisperos; otra variedad fue el capitel cúbico de caras planas decorado con relieves a dos planos. En uno y otro caso era obligada la colocación sobre ellos de un cimacio o pieza troncopiramidal decorada con diversos motivos y símbolos cristianos. En la tipología de los templos, según la planta, abundan los de planta centralizada, sin duda concordante con la importancia que se concede a la cúpula, pero no son inferiores en número las iglesias de planta basilical y las cruciformes con los tramos iguales (planta de cruz griega). En casi todos los casos es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posea un atrio o nártex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.

construcciones de iglesias en las regiones de Palestina y Siria en época del emperador Constantino II estaban efectuadas según dos modelos diferentes de planta del edificio: la planta basilical o axial, como por ejemplo sucede en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, y la planta circular o central, como es el caso de la hoy perdida gran iglesia octogonal que existía en Antioquía.

Planta de la iglesia de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla.

Evolución estructural

Planta de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, del siglo IV.

En los primeros tiempos del

primer período de la arquitectura bizantina, las

Planta de la iglesia de San Vital de Rávena.

Aspecto exterior de San Vital en Rávena

Se debe suponer que las iglesias con una planta central debían disponer casi siempre de una cubierta abovedada, puesto que la existencia de una cúpula central era su auténtica razón de ser. El espacio central quedaba rodeado por un muro de gran grosor, en el que aparecían profundos huecos por su cara

La más famosa de las iglesias pertenecientes a este tipo era posiblemente la iglesia de los Santos Apóstoles, que se hallaba también ubicada en la ciudad de Constantinopla. Los soportes para las bóvedas fueron posteriormente aplicados también a las iglesias construidas con una planta basilical, como es el caso por ejemplo en la iglesia de Santa Irene, también situada en Constantinopla, del siglo VI, en la que la larga nave de la iglesia que conforma su cuerpo queda cubierta por dos cúpulas adyacentes entre sí. En la iglesia de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla y en la iglesia de San Vital en Rávena, iglesias con planta central, el

Santa Sofía

nuevo mediante el añadido de tres ábsides menores al lado este y de otros dos al lado oeste. Esta área ininterrumpida de casi 80 metros de largo por más de 30 metros de ancho quedaba internamente cubierta por un sistema de cubrición mediante cúpula. Por otra parte, sobre las cubiertas de los absidiolos se elevan dos grandes semicúpulas que cubren a su vez los hemiciclos, tras las cuales emerge a su vez la gran cúpula que s encuentra sobre el cuadrado central. Esta última se sostiene en sus lados norte y sur mediante cubiertas a dos planos que otorgan a todo el conjunto un aspecto externo cuadrado.

Iglesias de cruz griega inscrita en un cuadrado

Iglesia de los Santos Apóstoles o Apostoleión

interior, como sucede en la iglesia de San Jorge de Salónica (siglo V), o bien por un deambulatorio con bóveda de cañón, como es el caso en el Mausoleo de Santa Constanza en Roma (siglo IV). Las profundas aperturas existentes en el espacio central conformarían de ese modo los brazos de una cruz, contribuyendo así al sustentamiento de la bóveda central del edificio, como sucede por ejemplo en el caso del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena, datado en el siglo V.

espacio que queda bajo la cúpula queda ampliado con la adición de los ábsides al octágono. Finalmente, en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, datada en el siglo VI, se ideó una combinación que representa muy bien un proyecto arquitectónico interesante y novedoso: el espacio central de forma cuadrada de 30 metros de lado quedó aumentado hasta los 60 metros con la adición de dos hemiciclos en los lados este y oeste; dichos hemiciclos quedan posteriormente ampliados de

En la iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, del siglo VI, sobre una planta cruciforme se hallaban dispuestas cinco cúpulas, siendo la central de las mismas la emplazada a mayor altura. Ninguna otra iglesia construida tras el siglo VI podrá competir en grandiosidad con esta obra de Justiniano I, y las plantas de las iglesias tenderán a asimilarse a un tipo único. Un área central cubierta por la cúpula quedaba inscrita en un cuadrado de un tamaño sensiblemente mayor: el espacio en cada uno de los laterales identificaba

claramente una nave y un transepto. A veces el espacio central era cuadrado, aunque en ocasiones era octagonal, o al menos eran ocho las pilastras que sostenían la cúpula en vez de tan sólo cuatro, con nave y transepto de un tamaño proporcionalmente menor. Si dibujamos un cuadrado y dividimos cada uno de sus lados en tres partes, siendo la parte central mayor, y partiendo de los puntos obtenidos dividimos el área de nuevo nos haremos una idea de un proyecto arquitectónico típico de esta etapa. A partir de los puntos de las divisiones del lado este se desarrollaban tres ábsides, mientras que en la fachada oeste se abría un estrecho pórtico de entrada, el nártex. Frente a éste quedaba un espacio cuadrado, el atrio: en ocasiones existe una fuente central bajo un baldaquino sostenido por columnas. Justo bajo el centro de la cúpula se hallaba el púlpito, desde el que se proclamaban las Escrituras, hallándose bajo el púlpito el coro de los cantores. En el lado este del cuadrado central se hallaba el iconostasio, para separar el bema, donde se ubicaba el altar, del cuerpo de la iglesia. El bema era la zona de la iglesia que estaba

reservada para el clero y los ministros, similar al presbiterio. El altar se hallaba protegido por un baldaquino o ciborio apoyado sobre pilastras. Unas filas de asientos enmarcaban la circunferencia del ábside, con el trono del patriarca en el punto central al este formando el synthronon (trono colectivo). Los dos sectores menores y los absidiolos al lado del bema eran los Pastoforia (prothesis y diaconi con). El púlpito y el bema eran adyacentes al solea, un paso apoyado en los muros.

Influencias de otros estilos Las continuadas influencias de origen oriental quedan de manifiesto en diversos aspectos, como por ejemplo en la decoración exterior de los muros de las iglesias edificadas alrededor del siglo XII, en las que los ladrillos grabados quedan dispuestos de un modo ornamental claramente inspirado en la escritura cúfica. Ello estaba asociado a la disposición externa de los ladrillos y de piedras según una amplia variedad de diseños; este uso decorativo es probablemente de origen

oriental, puerto que decoraciones similares podemos encontrarlas en diversos edificios en Persia, en la llamada arquitectura medo-persa. Las cúpulas y las bóvedas se hallaban recubiertas externamente con plomo o con tejas de tipo romano (planas). Los quicios de puertas y ventanas eran de mármol. Las superficies interiores de los edificios se hallaban completamente decoradas en sus partes situadas a mayor altura con mosaicos o frescos y en la parte inferior con revestimientos de losas de mármol, de orígenes y coloraciones variados, dispuestas de modo que las diversas coloraciones formasen una serie de amplios paneles. Los mármoles de mayor calidad eran cortados de modo que las dos superficies obtenidas formasen un diseño simétrico similar al de la piel de los animales.

La influencia armenia

Iglesia de la isla de Akdamar, en el lago Van, en la Anatolia oriental. Iglesia de Santa Sofía en Constantinopla

Las enconadas luchas por el control de Armenia entre árabes y bizantinos ocasionaron la huida de Armenia de muchos príncipes, nobles y soldados, siendo su destino la mayoría de las veces el Imperio bizantino. Las migraciones, acompañadas de artistas y de diversos otros tipos de personas, habrían influenciado la arquitectura bizantina. La influencia a la inversa parece poco probable, debido a que Armenia, intolerante respecto de Bizancio por cuestiones de fe religiosa, expulsó del país a todos sus disidentes el año 719. Habida cuenta de las circunstancias, parece difícil pensar en una admiración respecto de la arquitectura bizantina por parte de los armenios. En los siglos VIII y IX no se daban en Armenia las condiciones necesarias para un florecimiento cultural y artístico. No obstante, las fortalezas en las que muchos príncipes armenios se habían visto obligados a refugiarse dieron a los arquitectos la posibilidad de adquirir conocimientos para la construcción de iglesias y conventos dedicados a la memoria de los antepasados, donde debían celebrarse las misas por el alma de los difuntos. Un monumento descubierto en Ani (Turquía) durante unas excavaciones arqueológicas en 1910 había sido probablemente construido durante esas épocas oscuras. Una parte de la bonita iglesia

Iglesia de Mistra en el Peloponeso

Basílica de San Marcos en Venecia

de Otzoun es del 718, y una parte de la de Banak pertenece al siguiente siglo. Posteriormente, los árabes volvieron a aliarse con los armenios y, hacia principios del siglo X, el arquitecto Manuel construyó la famosa iglesia de la isla de Akdamar, la obra más destacada de este período, en el lago Van. Durante los siglos IX y X se construyeron otras diversas iglesias, como la iglesia y el convento de Narek, la iglesia del Salvador en Taron, y diversas iglesias en numerosas ubicaciones de la región todas ellas de interés por la presencia y riqueza de sus decoraciones.

Influencia de la Arquitectura Bizantina La propia vinculación del arte bizantino con el Imperio bizantino y con el ceremonial y el boato imperial, añadido a la legitimación que otorgaba la fe ortodoxa facilitaron la expansión del arte bizantino en las zonas geográficas vinculadas a la Ortodoxia, especialmente en los territorios de las actuales Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Tras haberse consolidado la ortodoxia y el arte bizantino en las tierras rusas (por ejemplo, en Kiev se copiaron barrios enteros de Constantinopla), la caída de Constantinopla en 1453, con la emigración que

trajo aparejada el proceso, hizo que emergiese el Imperio ruso como heredero natural de Bizancio, asumiendo como parte inherente a dicha herencia los elementos básicos del arte bizantino.

Ejemplos importantes Iglesia de los Santos Sergio y Baco (Constantinopla) Santa Sofía de Constantinopla Iglesia de Santa Irene de Constantinopla Iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla Iglesia de San Vital de Rávena San Apolinar in Classe San Apolino Nuovo. Mosaicos Monasterio de Hossius Lucas Basílica de San Marcos de Venecia Iglesia de la Asunción Rusia Iglesia de Mistra en el Peloponeso

otros cortesanos en pie y que data el año 393 de la era cristiana.

tipos de artes existentes en el mundo.

Escultura Pintura La plástica escultórica bizantina supuso la culminación del arte paleocristiano, manteniendo sus técnicas y su estética de progresivo alejamiento de las cualidades clásicas: la mayor

Cátedra del Obispo Maximiliano en Rávena

Escena del Díptico Barberini con el Emperador Constantino

rigidez, la repetición de modelos estereotipados, la preferencia del bajorrelieve a las obras de bulto redondo. Con el estilo bizantino en arquitectura se formó a su vez el de escultura quedando definido a partir del siglo VI. Anteriormente a dicho siglo dominaba el estilo romano decadente, aun en la misma Constantinopla según lo evidencian las dos estatuas del Buen Pastor y los relieves del gran zócalo en que se apoya el obelisco egipcio colocado por Teodosio el Grande en una plaza de la capital a finales del siglo IV, llamado por él, obelisco de Teodosio. No obstante, en otros monumentos de la época se iniciaba ya el gusto bizantino, como lo demuestra el clípeo votivo de plata o Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras sedentes del emperador con sus dos hijos y

Tras la sistemática destrucción del período iconoclasta hay una vuelta al culto de las imágenes, pero para no caer en la idolatría y por influjo de las nuevas corrientes islámicas desaparece la figura humana. Quedan pocos ejemplos en (marfil) que proporcionan pequeñas piezas, son los caracteres más destacados de la estatuaria bizantina exenta. Las obras más destacadas son las labores ornamentales de los capiteles con motivos vegetales y animales afrontados como son los de San Vital de Rávena o los sarcófagos de la misma ciudad en los que se representan los temas del Buen Pastor. Pero las obras capitales de la escultura bizantina son las pequeñas obras, dípticos y cajas, talladas en marfil, destacándose el díptico Barberini, Museo del Louvre, del siglo V, o la célebre Cátedra del obispo Maximiano, en Rávena, tallada hacia el año 533 sobre placas de marfil con minucioso trabajo. El arte bizantino fue más importante que otros

Una de las pinturas bizantinas más admiradas, la Virgen y el Niño (fines del siglo XIII, National Gallery of Art, Washington). Se dice que en esta obra se refleja la influencia italiana manifiesta en el mundo bizantino durante esta época.

El gusto por la riqueza y la suntuosidad ornamental del arte bizantino, eminentemente áulico, exigía el revestimiento de los muros de sus templos con mosaicos, no sólo para ocultar la pobreza de los materiales usados, sino también como un medio para expresar la religiosidad y el carácter semidivino del poder imperial (cesaropapismo). De la Primera Edad de Oro descollan el conjunto más importante es el de Rávena, que enlaza con los mosaicos paleocristianos del siglo V: en las iglesias de San Apolinar

Nuevo y San Apolinar in Clase se cubre sus muros superiores con mosaicos que representan, en la primera un

expresivas en su simbolismo, con evidente desprecio del natural y las leyes espaciales; son alargadas y con un

Mosaico de Justiniano en San Vital

cortejo procesional, encabezado por los Reyes Magos, hacia la Theotokos o Madre de Dios, en la segunda, en el ábside, se muestra una visión celeste en la que San Apolinar (de Rávena) conduce un rebaño. La obra maestra de del arte musivario, es sin duda alguna, el conjunto de mosaicos de San Vital de Rávena, compuestos hacia el año 547, y en los que se representan varios temas bíblicos y en los laterales del ábside los grupos de Justiniano I y de su esposa Teodora con sus respectivos séquitos. Terminada la lucha iconoclasta, a mediados del siglo IX es cuando verdaderamente se configura la estética bizantina y su iconografía. Surgirá una nueva Edad de Oro, la segunda, que supondrá el apogeo de las artes figurativas, irradiando su influjo al arte islámico, por entonces en formación, y al naciente arte románico europeo. Las figuras acusan una cierta rigidez y monotonía, pero muy

aspecto de cierta deshumanización. Los nuevos tipos iconográficos se adaptan simbólicamente, según un programa prefijado (''Hermeneia''), a las diferentes partes del templo: el Pantocrátor (Cristo en Majestad bendiciendo) en la cúpula, el Tetramorfos (cuatro evangelistas) en las pechinas, la Virgen en el ábside, los santos y temas evangélicos en los muros de las naves. Los modelos más repetidos son las figuras de Cristo con barba partida y edad madura (modelo siríaco) y de la Virgen que se presenta bajo diversas advocaciones (Kyriotissa otrono del Señor en la que sostiene sobre sus piernas al Niño, como si fuera un trono;Hodighitria, de pie con el Niño sobre el brazo izquierdo mientras que con el derecho señala a Jesús como el camino de salvación - es el modelo desarrollado en el gótico -; la Theotokos, o Madre de Dios, ofrece al Niño una fruta o una flor; la Blachernitissa o Platytera co n una aureola en el vientre en el que parece el Niño

indicando la maternidad de la Virgen). Otros temas muy repetidos son la Déesis o grupo formado por Cristo con la Virgen y San Juan Bautista, como intercesores, y los dedicados a los doce fiestas litúrgicas del año entre las que se destaca la Anastasis o Bajada de Cristo al Infierno, el Tránsito de la Virgen, la Visión de Manré, es decir, la aparición de los tres ángeles a Abraham, simbolizando la Trinidad. Durante la Tercera Edad de Oro el mosaico continuó en uso hasta el siglo XIII, en esta época se enriquece la iconografía de los ciclos "marianos", de los santos y evangélicos, a la vez, que por influjos italianos, se aprecia una mayor libertad compositiva y una evidente manierismo en las estilizaciones. Destruidos los mosaicos de Constantinopla quedan como únicas referencias los de San Marcos de Venecia, con abundante empleo del dorado que ejercerán un marcada influencia en las obras góticas de Cimabue, Duccio y otros pintores italianos. La pintura sustituye al mosaico en esta Tercera Era, contando con el precedente de los interesantes conjuntos de iglesias rupestres de Capadocia, en Asia Menor. Son importantes los talleres rusos de Novgorod y Moscú, donde trabaja Teófanes el griego, fresquista y pintor sobre tabla en el siglo XIV, y en la centuria siguiente se destaca como obra maestra la Virgen de Vladímir (Moscú) y el monje Andrés Rubliov especialmente a través de su icono de la Trinidad, este icono del siglo XV es considerado como el

más importante icono bizantino de la escuela rusa, representa a la Trinidad a través de la escena bíblica llamada visión de Manré, es decir tres ángeles que se aparecen al patriarca Abraham. Se caracteriza por el aire melancólico, de intensa espiritualidad, en la que el ángel del centro, con túnica roja, se cree que representa a Cristo con un árbol al fondo; el de la izquierda representa a Dios Padre y el de la derecha al Espíritu Santo. La perspectiva es típica del tipo bizantino, es decir, inversa, abriéndose las líneas conforme se alejan de los ojos del espectador. Algo más tardía son las escuelas veneciana y cretense donde sobresalió Andrea Riccio de Candia, a quien se atribuye la creación del famosísimo icono de la Virgen del Perpetuo Socorro. La pintura de iconos ha seguido manteniéndose durante toda la Edad Moderna, tomando como referencia estética los caracteres de la pintura bizantina clásica, que se impone a las influencias italianas. Las colecciones de iconos más completas se encuentran en la galería Tretiakov de Moscú, en el museo Puskin de Leningrado, en la catedral de Sofía (Bulgaria) y en el museo de iconos "La Casa Grande" de Torrejón de Ardoz (Madrid). En la catedral de Cuenca se encuentra el díptico de los déspotas de Epiro correspondiente a la escuela yugoslava. Paralelamente se desarrolla la realización de miniaturas para los códices purpúreos, llamados así por el uso de fondos de púrpura. De la primera época es el Génesis de Viena, del siglo V, los evangeliarios de Rábula y de

Rossano, ambos del siglo siguiente. En las etapas siguientes descollaron los salterios, con abundantes representaciones en toda la página o en los márgenes llenas de sentido narrativo. Se destacan el Menologio de Basilio II (Biblioteca Vaticana) y el tratado de Cinegética de Oppiano (París). En las artes suntuarias sobresalieron gracias al ambiente cortesano bizantino. Las labores textiles se inspiraron en los modelos sasánidas (motivos encerrados en círculos); en la orfebrería sobresale el uso de los esmaltes sobre metales preciosos, siguiendo la técnica del tabicado o alveolado de origen germánico, en el que los colores se separan por filamentos de oro. La obra maestra de la orfebrería es la Pala de Oro, San Marcos de Venecia o el icono esmaltado de San Miguel del mismo templo. Sobresalen también los llamados Cristo Pantocrátor, que son figuras de Jesús rodeado de un aura de luz blanca (que simboliza la pureza), y se encuentra con las piernas cruzadas. En una de las manos tiene el dedo índice levantado y en la otra mano las Sagradas Escrituras. Se sitúa en el interior de una almentra (es decir, de un dibujo ovoidal) y está rodeado de los cuatro evangelistas u ocepas, uno en cada esquina. Esta imagen denota temor, mando e incluso miedo. Podemos destacar el Pantocrátor del Museo de Santa Sofía de Constantinopla.

Trinidad de Rublev

Pantocrátor en Santa Sofía