Ars Celebrandi

El «Ars Celebrandi» 1 Los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las ley

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El «Ars Celebrandi»

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Los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente (SC 11).

1. Arte y saber El Papa Francisco ha hablado de diversos “artes” que el cristiano debe aprender:

Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa (SC 19)

171. Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír.

En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria (SC 21b).

206. La economía, como la misma palabra indica, debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero. Francisco Evangelii Gaudium (2013)

Se habla de que la participación debe ser consciente, piadosa y activa. Consciente, es decir, que permita al fiel descubrir y vivir en la fe lo que acontece en las acciones litúrgicas. Piadosa: viviendo la liturgia en una actitud de comunicación con el Padre. Activa: que tomen parte de aquello que a cada fiel corresponde, que escuchen con devoción la Palabra y reciban sacramentalmente a Cristo. Para que todo esto se pueda llevar a cabo es necesario: Comprender el significado de todos y cada uno de los signos litúrgicos (SC 48), intervenir en cada una de las acciones y de los momentos en los cuales se desarrolla la acción litúrgica; concordar las acciones externas y las actitudes internas; sintonizar los propios sentimientos con los de Cristo; prolongar en la vida lo celebrado en el rito para hacer de la vida una ofrenda permanente y conectar la vida ordinaria con la liturgia para que todo las actividades llevadas a cabo preparen y potencien la participación. Un documento sobre la aplicación de las reformas litúrgicas indicaba:

En la Instrucción General del Misal Romano se habla de un arte: 102. Es propio del salmista proclamar el salmo u otro cántico bíblico que se encuentre entre las lecturas. Para cumplir rectamente con su ministerio, es necesario que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para la recta dicción y clara pronunciación (IGMR 2000).

En los procesos de educación se habla de: 1) Saber – Conocimientos: Elementos teóricos que ofrezcan el marco referencial para lo que pensamos y hacemos en la liturgia. 2) Saber hacer - Habilidades: Capacidades específicas para el desarrollo de los diversos ministerios litúrgicos. 3) Saber estar - actitudes: modo o estilo de enfrentar las tareas de la vida creyente y en especial de la vida litúrgica. 4) Saber ser - valores: razones superiores que sirven de fondo y ayudan a crecer como persona madura en la fe y en el servicio de la liturgia.

“La eficacia de las acciones litúrgicas no está en la búsqueda continua de novedades rituales, o de simplificaciones ulteriores, sino en la profundización de la palabra de Dios y del misterio celebrado [SABER], cuya presencia está asegurada por la observancia de los ritos de la Iglesia y no de los impuestos por el gusto personal de cada sacerdote [SABER HACER]. Téngase presente, además, que la imposición de

2 La participación en la liturgia En el documento Conciliar Sacrosanctum Concilium se dijo: 2

manera profundizada los libros litúrgicos, y también a poner fielmente en práctica sus prescripciones. Sólo el conocimiento de las leyes litúrgicas y el deseo de atenerse estrictamente a ellas impedirá ulteriores abusos e “innovaciones” arbitrarias que, si en el momento pueden quizás emocionar a los presentes, en realidad acaban pronto por cansar y defraudar. Salvadas las mejores intenciones de quien las comete, después de cuarenta años de “desobediencia litúrgica” no construye de hecho mejores comunidades cristianas, sino que al contrario pone en peligro la solidez de su fe y de su pertenencia a la unidad de la Iglesia católica. No se puede utilizar el carácter más “abierto” de las nuevas normas litúrgicas como pretexto para desnaturalizar el culto público de la Iglesia:

reconstrucciones personales de los ritos sagrados por parte del sacerdote ofende la dignidad de los fieles y abre el camino al individualismo y al personalismo [SABER ESTAR] en la celebración de acciones que directamente pertenecen a toda la Iglesia” [SABER SER]. Instrucción «Liturgicae instaurationes», Tercera Instrucción general, de 5 de septiembre de 1970, para aplicar debidamente la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, publicada por la Sagrada Congregación para el Culto divino.

3. El «Ars celebrandi» En 2010 celebramos el Año Sacerdotal, en ese entonces la OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE publicó un artículo llamado «Observancia de las normas litúrgicas y “ars celebrandi”»

“Las nuevas normas han simplificado en mucho las fórmulas, los gestos, los actos litúrgicos [...]. Pero tampoco en este campo se debe ir más allá de lo establecido: de hecho, haciendo así, se despojaría a la liturgia de los signos sagrados y de su belleza, que son necesarios, para que se realice verdaderamente en la comunidad cristiana el misterio de la salvación y se comprenda también bajo el velo de las realidades visibles, a través de una catequesis apropiada. La reforma litúrgica de hecho no es sinónimo de desacralización, ni quiere ser motivo para ese fenómeno que llaman la secularización del mundo. Es necesario por ello conservar en los ritos dignidad, seriedad, sacralidad” [11]. En las propositiones del Sínodo de la Nueva Evangelización (Octubre de 2012) se dijo:

3. El ars celebrandi He aquí los motivos por los cuales el Magisterio en las últimas cuatro décadas ha recordado varias veces a los sacerdotes en la importancia del ars celebrandi, el cual – si bien no consiste sólo en la perfecta ejecución de los ritos de acuerdo con los libros, sino también y sobre todo en el espíritu de fe y adoración con los que éstos se celebran – no se puede sin embargo realizar si se aleja de las normas fijadas para la celebración [9]. Así lo expresa por ejemplo el Santo Padre Benedicto XVI: “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio. El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo de celebrar lo que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los creyentes, los cuales están llamados a vivir la celebración como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (cf. 1 P 2,4-5.9).” [10].

49 Los seminarios deben tener la Nueva Evangelización como un objetivo, de modo que se convierta en el hilo conductor y unificador de los programas de formación humana, espiritual, intelectual y pastoral en el ars celebrandi, en la homilética y en la celebración del sacramento de la Reconciliación, que son todos elementos muy importantes de la Nueva Evangelización.

4. El «ars celebrandi» en la Sacramentum Caritatis

Recordando estos aspectos, no se debe caer en el error de olvidar los frutos positivos producidos por el movimiento de renovación litúrgica. El problema señalado, con todo, subsiste y es importante que la solución al mismo parta de los sacerdotes, los cuales deben empeñarse ante todo en conocer de

En 2007 el Papa Benedicto XVI escribió la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis al episcopado, al 3

Respeto de los libros litúrgicos y de la riqueza de los signos

clero, a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre la eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la iglesia.

40. Por consiguiente, al subrayar la importancia del ars celebrandi, se pone de relieve el valor de las normas litúrgicas.[121] El ars celebrandi ha de favorecer el sentido de lo sagrado y el uso de las formas exteriores que educan para ello, como, por ejemplo, la armonía del rito, los ornamentos litúrgicos, la decoración y el lugar sagrado. Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando las grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesiales se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia. Para una adecuada ars celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estructura propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento del carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable.

38. En los trabajos sinodales se ha insistido varias veces en la necesidad de superar cualquier posible separación entre el ars celebrandi, es decir, el arte de celebrar rectamente, y la participación plena, activa y fructuosa de todos los fieles. Efectivamente, el primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo. El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio.[114] El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo de celebrar lo que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los creyentes, los cuales están llamados a vivir la celebración como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (cf. 1 P 2,4-5.9).[115] El Obispo, liturgo por excelencia 39. Si bien es cierto que todo el Pueblo de Dios participa en la Liturgia eucarística, en el correcto ars celebrandi desempeñan un papel imprescindible los que han recibido el sacramento del Orden. Obispos, sacerdotes y diáconos, cada uno según su propio grado, han de considerar la celebración como su deber principal.[116] En primer lugar el Obispo diocesano: en efecto, él, como « primer dispensador de los misterios de Dios en la Iglesia particular a él confiada, es el guía, el promotor y custodio de toda la vida litúrgica ». [117] Todo esto es decisivo para la vida de la Iglesia particular, no sólo porque la comunión con el Obispo es la condición para que toda celebración en su territorio sea legítima, sino también porque él mismo es por excelencia el liturgo de su propia Iglesia.[118] A él corresponde salvaguardar la unidad concorde de las celebraciones en su diócesis. Por tanto, ha de ser un « compromiso del Obispo hacer que los presbíteros, diáconos y los fieles comprendan cada vez mejor el sentido auténtico de los ritos y los textos litúrgicos, y así se les guíe hacia una celebración de la Eucaristía activa y fructuosa ».[119] En particular, exhorto a cumplir todo lo necesario para que las celebraciones litúrgicas oficiadas por el Obispo en la iglesia Catedral respeten plenamente el ars celebrandi, de modo que puedan ser consideradas como modelo para todas las iglesias de su territorio.[120]

42. En el ars celebrandi desempeña un papel importante el canto litúrgico.[126] Con razón afirma san Agustín en un famoso sermón: « El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. El cantar es expresión de alegría y, si lo consideramos atentamente, expresión de amor ».[127] El Pueblo de Dios reunido para la celebración canta las alabanzas de Dios. La Iglesia, en su historia bimilenaria, ha compuesto y sigue componiendo música y cantos que son un patrimonio de fe y de amor que no se ha de perder. Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto. A este respecto, se ha de evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del 4

sentido de la liturgia. Como elemento litúrgico, el canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la celebración.[128] Por consiguiente, todo —el texto, la melodía, la ejecución— ha de corresponder al sentido del misterio celebrado, a las partes del rito y a los tiempos litúrgicos.[129] Finalmente, si bien se han de tener en cuenta las diversas tendencias y tradiciones muy loables, deseo, como han pedido los Padres sinodales, que se valore adecuadamente el canto gregoriano[130] como canto propio de la liturgia romana.[131]

verdaderamente el centro que recapitula toda la realidad (cf. Ef 1,10). Desde el principio, la comunidad cristiana ha leído los acontecimientos de la vida de Jesús, y en particular el misterio pascual, en relación con todo el itinerario veterotestamentario. b) Además, la catequesis mistagógica ha de introducir en el significado de los signos contenidos en los ritos. Este cometido es particularmente urgente en una época como la actual, tan imbuida por la tecnología, en la cual se corre el riesgo de perder la capacidad perceptiva de los signos y símbolos.

Estructura de la celebración eucarística

Más que informar, la catequesis mistagógica debe despertar y educar la sensibilidad de los fieles ante el lenguaje de los signos y gestos que, unidos a la palabra, constituyen el rito.

43. Después de haber recordado los elementos básicos del ars celebrandi puestos de relieve en los trabajos sinodales, quisiera llamar la atención de modo más concreto sobre algunas partes de la estructura de la celebración eucarística que requieren un cuidado especial en nuestro tiempo, para ser fieles a la intención profunda de la renovación litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II, en continuidad con toda la gran tradición eclesial.

c) Finalmente, la catequesis mistagógica ha de enseñar el significado de los ritos en relación con la vida cristiana en todas sus facetas, como el trabajo y los compromisos, el pensamiento y el afecto, la actividad y el descanso. Forma parte del itinerario mistagógico subrayar la relación entre los misterios celebrados en el rito y la responsabilidad misionera de los fieles. En este sentido, el resultado final de la mistagogía es tomar conciencia de que la propia vida se transforma progresivamente por los santos misterios que se celebran. Por otra parte, toda la educación cristiana tiene como objetivo formar al fiel como « hombre nuevo », con una fe adulta, que lo haga capaz de testimoniar en su propio ambiente la esperanza cristiana que lo anima.

64 En particular, por lo que se refiere a la relación entre el ars celebrandi y la actuosa participatio, se ha de afirmar ante todo que « la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada ».[187] En efecto, por su propia naturaleza, la liturgia tiene una eficacia propia para introducir a los fieles en el conocimiento del misterio celebrado. Precisamente por ello, el itinerario formativo del cristiano en la tradición más antigua de la Iglesia, aun sin descuidar la comprensión sistemática de los contenidos de la fe, tuvo siempre un carácter de experiencia, en el cual era determinante el encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos. En este sentido, el que introduce en los misterios es ante todo el testigo. Dicho encuentro ahonda en la catequesis y tiene su fuente y su culmen en la celebración de la Eucaristía. De esta estructura fundamental de la experiencia cristiana nace la exigencia de un itinerario mistagógico, en el cual se han de tener siempre presentes tres elementos:

5 Directorio para el Ministerio y Vida de los Presbíteros (2013) He aquí algunas indicaciones para sacerdotes que nos convendrían a todos

los

DVMP 67f El sacerdote, entonces, al poner todos sus talentos al servicio de la celebración eucarística para ayudar a que todos los fieles participen vivamente en ella, debe atenerse al rito establecido en los libros litúrgicos aprobados por la autoridad competente, sin añadir, quitar o cambiar nada[297]. Así su celebración es realmente celebración de la Iglesia y con la Iglesia: no hace “algo suyo”, sino que está con la Iglesia

a) Ante todo, la interpretación de los ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos, según la tradición viva de la Iglesia. Efectivamente, la celebración de la Eucaristía contiene en su infinita riqueza continuas referencias a la historia de la salvación. En Cristo crucificado y resucitado podemos celebrar 5

en diálogo con Dios. Esto favorece asimismo una adecuada participación activa de los fieles en la sagrada liturgia: «El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio.. (Cita SC 38).

importancia. Habría que prestar especial atención a aprender a celebrar bien la Santa Misa —como ya se ha observado, el ars celebrandi es una condición sine qua non de la actuosa participatio de los fieles— y a la adoración fuera de la Misa.

96. La formación práctica en el campo de la liturgia reviste asimismo especial

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