Arequipa, Ciudad en Decadencia

Arequipa, ciudad en decadencia. decadencia. Por: Por: Francisco Málaga 1.1.- Definición de decadencia: La decadencia es

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Arequipa, ciudad en decadencia. decadencia. Por: Por: Francisco Málaga

1.1.- Definición de decadencia: La decadencia es la declinación, menoscabo, principio de debilidad o de ruina. Sin embargo, el concepto de decadencia es mejor desarrollado en la palabra decaer, que tiene la siguiente primera acepción: a.- Dicho de una persona o de una cosa: Ir a menos, perder alguna parte de las condiciones o propiedades que constituían su fuerza, bondad, importancia o valor. Luis Racionero Grau nos indica que la decadencia en literatura expresa los métodos literarios de una sociedad que ha tocado sus límites de expansión y madurez, un estado de la sociedad que produce un número demasiado elevado de individuos no adecuados al trabajo normal. El organismo social entra en decadencia cuando la vida individual se exagera por influencia de riqueza o herencia. Concepto de fácil comprensión si se ha leído la novela El retrato de Dorian

Gray, donde la sociedad y los personajes descritos la ejemplifican. Finalmente, Carlo Cipolla propone a decadencia como una pérdida de preeminencia. 2.2.- Evaluación preliminar de la decadencia de Arequipa: Arequipa: Creemos que hoy Arequipa encaja en las definiciones de decadencia señaladas. Sin embargo, un cuerpo social no entra en decadencia de forma absoluta, este presenta muchos componentes; para ver si tenemos razón en afirmar la decadencia de la ciudad haremos un breve ejercicio preliminar, para ello haremos una evaluación sobre algunos parámetros que nos pueden ayudar a determinar si hemos perdido condiciones o propiedades que constituyen fuerza, bondad, importancia o valor. Si hablamos sobre las virtudes clásicas: prudencia, sabiduría, templanza y justicia,

creo que

presentamos decadencia en las 4; si nos evaluamos en relación a valores que deben tener los mejores (personas o una cosa): razón, verdad y justicia pues también presentamos una decadencia total; si hacemos la calificación bajo el parámetro del estado de: la ciencia (verdad, razón e inteligencia), las artes (belleza y sensibilidad) y la religión (de lo bueno y de la voluntad) pues estaríamos en decadencia en 3 de 3; sin embargo, bajo el enfoque contemporáneo -no sé si

mejor- de desarrollo sostenible que presenta tres variables: social, ambiental y económico, pues calificamos un poco mejor, creo que el económico no esta en decadencia, más bien en desarrollo o cuanto menos crecimiento. Como pregunta abierta, ¿aparte de dinero, qué valioso estamos creando desde hace unos 20 años? Poco o nada, coincidiremos. Entiendo que la evaluación recién realizada puede no estar fundamentada de forma certera, sin embargo sirve para llamar la atención acerca de la postura de que Arequipa se encuentra en decadencia; la sustentación a seguir.

3.- El por qué de la decadencia: Julien Benda en Belphegor, dice que es simplemente un efecto del tiempo: una sociedad tras cuatro o cinco siglos de existencia deviene alejandrina; un conjunto de personas privilegiadas en las cuales la vida ociosa y refinada ha sembrado el deseo de emoción y sensación. A ello se une el bajón cultural causado por la llegada de personas de otra clase, parvenus del comercio, la industria y las finanzas. Las caídas de gusto de las sociedades, según Benda, no vienen solo de que la clase alta transforma sus valores, sino de un personal nuevo (de gentes incultas) que llena los huecos de esa clase y aportan sus valores propios. Todo un mundo de burgueses parvenus que entran en la «buena sociedad» y traen su estética. Nuestros privilegiados y refinados hoy, son los residentes urbanos y agrícolas de siglos atrás, los urbanos se refinaron entre la década de los cincuenta y ochentas, y los segundos a partir de los años 80´s del siglo XX, creo que pocos negarán el refinamiento ocioso de los primeros y el proceso casi completo de refinamiento de los segundos, lo que se manifiesta en el actual deslumbramiento por lo material de ambos grupos, en las ansias de migrar como a de lugar de los primeros –no por ideales precisamente- y del rápido alejamiento por la vida y costumbres del campo de los segundos. Sin duda han cambiado ambos sus valores, porque quemar a Judas en Yanahuara o ir a una pelea de toros no son más que fiestas puntuales para la gran mayoría de sus asistentes, y claro, las excepciones no hacen la regla. Nuestros burgueses parvenus son los migrantes de zonas –más- altas, que como para encajar perfectamente en el modelo de Benda se dedican al comercio y, aunque son de clases muy diversas, son todos bastante diferentes a los viejos residentes. Estos como predice el autor, han llenado espacios en la sociedad y han aportado sus valores y estética, sobre ambas materias existen cientos de hechos y escritos, pero pondremos como ejemplo cualquier pasacalle que se lleve a cabo en Arequipa, como el denominado Corso de la Amistad del 15 de Agosto y, como no, su concepto de estética arquitectónica.

4.- Profundizando el motivo de la decadencia: Toynbee señala que cuando las minorías creativas dejan de serlo, se convierten en minorías dominantes a las que se imita por obligación y no por devoción, establecen un Estado universal o imperio, contra el cual comienza a rebelarse un proletariado interno que genera una iglesia nueva y un proletariado externo que provoca una invasión bárbara. El imperio cae ante el embate de ambos y se descompone, durante varios siglos, en un mosaico de Estados en equilibrio lábil, de los que surgirá, a la larga, una nueva civilización. La novedad que nos deja Toynbee no es el sector popular interno que en Arequipa está constituido por nuestros antiguos residentes urbanos y agrícolas –él le llama proletariado interno- cuya nueva iglesia es el materialismo y el arribismo; o el sector popular externo – él le llama proletariado externo- que en nuestro caso son los inmigrantes, ambos fueron descritos y adaptados a nuestra realidad en el titulo anterior, pero lo interesante es lo que nos refiere a cerca de la responsabilidad de las minorías dominantes en el proceso de decadencia de sus respectivas sociedades, no somos la excepción. En los siguientes dos títulos (4.1 y 4.2) desarrollaremos la responsabilidad de las minorías creativas de la ciudad en la rebelión de los sectores populares interno y externo de la sociedad Arequipeña. El punto 4.4 tocará, adaptando las ideas de Benda y Racionero, la funesta reciente formación del hombre – masa local.

4.1.- La rebelión de los intelectuales: Benda publicó un ensayo titulado La traición de los intelectuales. Definió a los intelectuales como esa clase de personas cuya actividad no persigue fines prácticos, que obtiene su recompensa en el ejercicio del arte, la ciencia o la especulación metafísica, es decir, en la posesión de un bien inmaterial; los valores del intelectual son la justicia, la verdad y la razón. El mundo contemporáneo tiene necesidad de los intelectuales porque ocupan el lugar antaño mantenido por las iglesias en la condenación de abusos y la proclamación de códigos de valores. La función de los intelectuales es mantener los valores universales; su traición es el rechazo de esos valores y el sometimiento de lo espiritual a lo temporal. La justicia, la verdad, la razón son valores universales porque son estáticos, desinteresados e ideales, según Benda, consustanciales a la conciencia humana. Racionero adiciona, que las causas de la traición, no han variado demasiado: la principal es el relativismo. Isaiah Berlin ilustra la diferencia entre pluralismo —que respeta diferencias— y relativismo, para el cual todo vale.

En el caso Arequipeño, la figura icónica del intelectual era masivamente respetada: Mostajo, Bustamante Y Rivero o Mario Polar –entre muchos tantos-, son ejemplos del sometimiento de lo temporal a lo espiritual; comparando la biografía de estos con las de nuestros actuales intelectuales –casi inexistentes-, líderes sociales y autoridades salta a la vista el cambio, el principal rasgo de este cambio es el legado material con que terminan sus respectivas labores los contemporáneos,

labores que ya no podemos llamar de servicio. Creemos que los primeros

pusieron sus mentes y fortunas al servicio de un ideal –aunque fuera errado- a diferencia de los contemporáneos que someten lo espiritual a lo material. Hoy los intelectuales -de las diversas materias- están a la búsqueda bien de riqueza, de cargos, de beneficios o fama, algunos buscan más de una de las anteriores a la vez, lo que no tendría nada de malo, sino fuera porque los mueve el egoísmo. Colocar nombres que ejemplifique la comparación entre ambos es un sin sentido, pero podemos ensayar Vera o Cáceres. Hoy todo vale, por ejemplo: Acusar a los demás de corruptos cuando el mismo se ha enriquecido a costa del dinero público. La excepción sería Cáceres Velásquez al declarar en un diario y, en plena campaña política por la alcaldía de Arequipa, que “él si robo en su anterior gestión, pero lo necesario nomás”. Sobre esto último hasta hoy me encuentro confundido, porque no sé si esto fue algo sincero –por ende posiblemente bueno- o simplemente cara dura. De todas formas nos reconfirma lo expuesto.

4.2 - La traición de las las élites: Christopher Lasch en La rebelión de las élites denuncia la traición de las élites. Esta es una tesis reciente, producto del reaganismo, es decir, de la fe excesiva en los mecanismos del mercado y la iniciativa individual para ordenar correctamente la sociedad: según Lasch, los que pueden, o sea, las élites, se desentienden de su responsabilidad social para dedicarse a lo suyo. Ahora el peligro parece provenir de los que están en la cima de la jerarquía social. Las élites, es decir, quienes controlan los flujos internacionales de dinero e información, presiden las fundaciones filantrópicas e instituciones de enseñanza superior, han perdido fe en los valores, o lo que queda de ellos. Racionero señala que la nobleza se define por sus obligaciones, no por sus derechos; que ahora las élites se han vuelto indiferentes y adoptan los hábitos mentales que Ortega atribuía a las masas: egoísmo, narcisismo, dejación, avidez. Las elites han despersonalizado sus obligaciones, pasándolas a las agencias estatales, mientras que ellas se aíslan de la sociedad merced al dinero que les sirve de muro protector y establecen sus lazos con una cultura internacional de negocios y ocios, porque el dinero ha perdido su conexión con la nacionalidad. En nuestro caso específico, organizaciones como la cámara de comercio, los empresarios de forma individual, las familias antiguamente comprometidas con el desarrollo de la ciudad y las universidades encajan en este supuesto que no necesita de mayor explicación para ser

confirmado. Quizá el único esfuerzo por alcanzar una especie de Plan Local de Desarrollo lo tenga la Universidad San Pablo y, es muy probable que este noble interés se deba a que esta institución tiene entre sus ideales el perpetuar valores perennes – católicos específicamente-, mal que bien el CARA (Congreso Anual de la Región Arequipa) que organiza cada año esta universidad, constituye una tabla en medio del océano, donde sus decenas de patrocinadores son solo eso, y como hoy apoyan ese evento, mañana promoverían un concierto de Chayanne si consideran que fomentaría el comercio en la localidad o les haría prestigiosos. Hoy no hay obligaciones, solo derechos, seguramente bien ganados. ¿Qué nos queda cuando la nobleza es concebida solo como un grupo de personas con sangre azul y/o privilegiados? Una frase puede sintetizar lo serio de la traición de las elites: “Los que pueden no quieren” Y es grave para la ciudad y hasta la región, porque entonces: ¿Quién lo hará? 4.4 – El hombre masa Si hoy la división entre residentes urbanos y agrícolas esta desapareciendo y, el migrante – reciente- viene desde décadas atrás integrándose a la sociedad, entonces podríamos decir que han formado un solo cuerpo hoy por hoy, por más que puedan negarlo, ya que conviven en una sociedad cada vez más urbana y de enfoque unilateral: el económico, que como sabemos poco sabe de tradiciones, ideas, idiomas, raza, origen o religión, y más bien determina a las persona por su consumo. Es así que actualmente se encuentra en formación, y diríamos con 7 meses de gestación, la nueva clase media arequipeña, la que representa los nuevos valores dominantes. Racionero nos indica que esta nueva “elite” –el hombre masa- se define por su alto nivel de ingresos, su poca ideología y su estilo de vida. Incluso su feminismo, reflejado en la aceptación de dos profesionales en la familia, se debe más a consideraciones prácticas que a convicciones políticas. El hombre-masa tiene dos rasgos: a) libre expansión de sus deseos vitales y b) radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia; es la psicología del niño mimado. Hoy, nuestra nueva clase media –que se viene ganando a pulso ser llamada hombre-masa-, vive un pragmatismo que los lleva a ser por lo que consumen, por ello se encuentran entrampados en

una carrera de ratas, cuya partida es llamada pobreza o miedo a caer en esta -acá radica la diferencia entre este sector con las élites, las que no parten de esta situación y les resultaría casi imposible caer en ella y con los intelectuales, a los que en teoría no debería importar nacer o caer en esta situación- y su meta es el éxito, sinónimo de riqueza. A este sector social hoy se le denomina C o clase media no consolidada –hay muchos nombres para este sector según el estudio o enfoque-, en ella no importa el origen geográfico, cultural, valores o costumbres pero el

consumo. Este grupo, el más amplio de la ciudad, constituye como todo vendedor sabe, el más consumista, alienado y maleable, el que pudiendo optar por crecer intelectual y espiritualmente optan racionalmente solo por lo material –porque estudiar derecho o medicina para ser llamados doctores y aumentar sus ingresos no tiene nada de intelectual y menos espiritual-; es un sector eminentemente aspiracional en lo económico – social, por lo que no es casual que sea el sector de mayor posesión de tarjetas de crédito y endeudamiento en relación a sus ingresos. Este espectro social tiende a ensancharse por las marejadas de personas que desde los estratos económicos más bajos –que no siempre culturales- desean llegar a el, además del cuantioso arribo de sujetos de las élites e intelectuales que desde algunas décadas le abrazan como un paraíso para satisfacer objetivos hedonistas y renunciar a sus obligaciones. Hubo un tiempo no muy lejano en que la clase media –y mayoritaria- de la ciudad contenía no pocos valores trascendentes, inmateriales y un sentimiento de deber para con sus conciudadanos –la sociedad-, era el núcleo de, según algunos autores, la sociedad más integrada del Perú –Basadre la denominó caudillo colectivo-, esta clase otorgaba identidad y cierta homogeneidad social que hizo posible una alta armonía social interna –que no externa, para los caudillos estatales de turno- en comparación a la de nuestras ciudades vecinas. Hoy, superficial y acomplejada es quizá el principal rasgo de nuestra decadencia. Es curioso que los autores citados mencionen que los principales rasgos de esta clase sean: a) la libre expansión de sus deseos vitales y b) su radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia. Este último rasgo nos daría la razón por la que no protegemos la campiña, el recurso hídrico y la cobertura forestal en nuestro valle, porque como sabemos, Arequipa es un oasis en buena parte creado por los antiguos para facilitar nuestra existencia. La misma razón puede explicar la sistemática degradación y demolición del centro histórico durante las últimas décadas de decadencia, y es que quienes descienden de los antiguos residentes, tanto como los que no, presentan la misma poca consideración por el patrimonio monumental, que les albergó a ambos siglos y décadas atrás, respectivamente. La psicología del niño mimado efectivamente. Sobre la libre expansión de sus deseos vitales, poco se puede precisar acerca de lo que somos testigos, “los hechos públicos no requiere ser probados” dice nuestro Código Civil. Todo indica que los nuevos políticos de la ciudad provienen de este sector, ya que la inmensa mayoría de ellos entran a esos cargos no para asumir su responsabilidad, sino para obtener sus beneficios. Si personas provenientes de este sector son quienes –ante la corrida de los intelectuales y las elites- están desde décadas atrás asumiendo el futuro de la ciudad, dados los resultados –especialmente en cuanto a gestión urbana- podemos decir: “que ahora, los que quieren no pueden”. Y creemos natural que no puedan.

5.- la decadencia decadencia es natural, lo anterior no volverá y expectativas de Arequipa para el futuro Julien Benda dice que la decadencia es simplemente un efecto del tiempo: una sociedad tras cuatro o cinco siglos de existencia deviene alejandrina. Según Spengler, las culturas pasan un ciclo vital inevitable. El espíritu de una cultura es intransferible, no puede pasar a otra. Según él la etapa creativa se llama cultura y le sigue una etapa reflexiva y confortable llamada civilización, por lo que el futuro solo encierra decadencia. Las culturas son organismos vivos. «Una cultura muere cuando su alma ha realizado la suma total de sus posibilidades en forma de pueblos, lenguas, doctrinas religiosas, artes, estados, ciencias.» todas nacen, florecen y decaen. Arequipa fue fundada en el siglo XVI lo que le da una antigüedad de casi 500 años, consideramos que su etapa creativa se dio entre el siglo XVI y el XVIII, su estado confortable debió haber ocurrido a finales del siglo XVIII e inicios del XX; sin duda su decadencia esta transcurriendo de las últimas décadas del XX y cloncluirá en algún punto del siglo XXI. Cómo sociedad, nuestro pináculo debió ocurrir desde inicios de la república hasta mediados del siglo XX; épocas en se ganó el apelativo de ciudad caudillo y dio luz a sus mejores hijos –en las artes, las ciencias y la religión- los que tuvieron la voluntad suficiente para defender ideales -por la razón o por la fuerza-, de ello hoy quedan rezagos: decadencia. Bien dice Benda que el espíritu es intransferible y de acá para adelante nos aguardan tiempos de identidad turbulenta, que pueden durar siglos, tal como demoró la formación de la que hoy decae, pero luego de ese proceso se instaurará una nueva sociedad, otra, diferente, si; aunque lo más probable es que algunas señas de las pasadas conserve. Probable es que estemos en un proceso de cambio semejante –aunque menos abrupto- al de la fundación de la ciudad; cuando viajeros –también inmigrantes- llegaron a un valle estrecho pero fértil y, encontraron indios –nativos en su acepción más amplia- a los que dominaron y con los que -criticas a parte- lograron convivir, para luego de algunos siglos formar una nueva sociedad –con sus respectivos nuevos valores, principios e ideales-. Los orientales sostienen que la historia es cíclica, por ello decimos que es probable que desde hace unas décadas y en las venideras se cerrará un circulo y otro comenzará. Algunos teóricos, tomando una vía media entre el futuro lineal de occidente y el circular de oriente y los antiguos, consideran a la historia como espiral, entonces más que cerrarse un ciclo, se estaría comienza una nueva vuelta en este valle interandino. Lo innegable es que la ciudad y su historia continua, pero otro proceso también. Exagerando la figura y con el afán de seguir los didácticos ejemplos de Benda se me viene a la cabeza la ciudad de Alejandria: primero pagana, luego cristiana y finalmente musulmana; una misma ciudad, diferentes sociedades. ¿Conserva hoy Alejandría algo de lo que fue en sus tiempos paganos o solo el nombre? Esa es una buena pregunta.

6.6.- Adicionado: El El arequipeño tradicional como decadente No hay decadencia sin decadentes, el decadente es una persona atrapada entre dos tendencias opuestas y aparentemente incompatibles, y la incompatibilidad de ambas tendencias produce las notas de desilusión, frustración y apatía características del decadente. Llegados a este punto de sutileza evanescente, refinamiento enrarecido, artificiosidad recargada y ahogo proustiano, donde se perdió el optimismo futurista. ¿Acaso el arequipeño tradicional promedio cuando se le habla en confianza no expresa precisamente desilusión, frustración o apatía por el devenir de la ciudad? ¿Acaso no se repite en las reuniones que en la ciudad no hay arequipeños? Y decenas de expresiones semejantes o hasta más crudas y definitivamente más pesimistas. La mayoría de los antiguos habitantes de la ciudad son entonces decadentes. Esas tendencias aparentemente incompatibles son: lo que fue y lo que es. Algunos tradicionales intentan comprender y tener apertura a lo novedoso, sin embargo, pocos deben ser los que no sienten confusión y falta de pertenencia ante la aun nueva realidad. No es fácil sentirse cómodo cuando se es uno de los decadentes puntos morados en un fondo cada vez más amarillo –recuerden que Cipolla dijo que decadencia es la falta de preeminencia- excepto, claro, cuando se es “progresista”, pero sabemos que esta no es una peculiaridad de la sociedad arequipeña tradicional –algún autor calificó la personalidad del Arequipeño semejante a la de un montañés, y humildemente podemos adicionar que Arequipa no es precisamente Sao Paulo-. El surgimiento de esta tendencia “progre” que se caracteriza por no solo la aceptación, pero alegría por el cambio sobreviniente, es más bien otra comprobación del cambio de valores, principios e ideales en esta sociedad, que repito, no solo no volverá a ser la misma, sino otra. 7.7.- Breve conclusión “Hoy los que pueden no quieren y los que quieren no pueden”, podemos quizá, así definir la causa y el efecto de la decadencia. Y la frase la tomo de uno de los autores antes citados, no recuerdo bien cual. Precisamente sobre los autores debo reconocer que el presente es una simple adaptación a lo local de lo que estos –y de seguro otros- han expuesto para intentar explicar procesos de decadencia en unidades sociales mucho más amplias, como son las civilizaciones. Esencialmente, las ideas vertidas aquí devienen de lo escrito por Luis Racionero en su libro El

progreso decadente. Espero que el presente texto –que creo que convendría llamarlo ensayoayude en aclarar que es decadencia, dé algunas razones valederas para sostener que la atravesamos y en el mejor de los casos enuncie sus causas. Sobre la solución a la decadencia, habría que definir si es un problema para comenzar y si es reversible para continuar.