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CAPITULO I. UNA INSPECCIÓN DE RUTINA Madrid, 23 de Mayo del 2010. Un par de dedos pulgares cubiertos con guantes de lá

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CAPITULO I. UNA INSPECCIÓN DE RUTINA

Madrid, 23 de Mayo del 2010.

Un par de dedos pulgares cubiertos con guantes de látex presionaban las manchas azul grisáceas situadas en los muslos desnudos del cadáver. -Presenta una incisión vertical de casi catorce pulgadas de longitud en la parte frontal del abdomen, después de una revisión exhaustiva por el interior del cuerpo se confirma que le fueron extirpados el riñón, los ganglios linfáticos y la glándula suprarrenal del costado izquierdo. Posteriormente fue suturado con grapas. -La causa de muerte fue un paro cardiaco a consecuencia de la enorme cantidad de Remifentalino encontrado en el torrente sanguíneo, cerca de quince miligramos– Resonó una voz femenina. -Hora de muerte aproximada: Entre las 20:00 y 22:00 horas del 22 de Mayo del 2010- Concluyó una vez que mirara el reloj de contorno negro que adornaba una de las paredes del laboratorio, cuyas manecillas indicaban las 11:07 horas. Acto seguido, pulso el botón “stop” de la pequeña grabadora que sostenía en la mano y se deshizo de los guantes. Escuchó el inconfundible rechinido que hace la puerta cuando se abre y casi de inmediato distinguió la figura de Gonzalo Montoya, el hombre de aliño impecable que vestía un traje y corbata en negro combinado con camisa blanca, se podía distinguir perfectamente el cuello que había sido cuidadosamente planchado y sus zapatos en color negro meticulosamente boleados. Tenía fijación por los diseños de marcas costosas, y esta vez todo el conjunto era responsabilidad de Emporio Armani. Era guapo, vanidoso y capaz, con tan solo 32 años había alcanzado el rango de inspector jefe, dentro de la Comisaría de San Antonio, ubicado en el organigrama solamente por debajo del comisario. La mujer que vestía una bata blanca salpicada con pequeñas gotas de sangre le analizó durante un par de segundos sin decir palabra, notó que estaba de muy buen humor, era un chico exitoso pero sobre todo noble de corazón, y cuando sonreía de esa forma tan dulce no podía significar otra cosa, seguro que había algún avance positivo dentro del caso. -Hemos logrado identificarle…- Le informó a la inspectora Castro. – Juan Manuel Ochoa – Dijo finalmente extendiéndole una carpeta en color manila. Silvia Castro era la encargada del área de investigación científicas dentro del cuerpo policial de San Antonio. Su cabellos rojos y ondulados, una piel tan blanca como la nieve, sus ojos negros paradójicamente llenos de luz, la forma tan peculiar que tenía para expresar sus ideas, entre muchas cosas más, hacían que dejara con la boca abierta a cuanto individuo se acercaba. -No se desangró Gonzalo…- Negó con la cabeza mientras tomaba el expediente entre sus manos.Le practicaron una nefrectomía radical, pero fue un corte limpio y posteriormente suturado. -¿Entonces fue el pulmón? – Preguntó bajo la hipótesis de que al extirpar el riñón sin cuidado le hubieran roto una costilla y está hubiera perforado al pulmón. Nuevamente la forense negó con la cabeza, otra chica que para su corta edad llevaba demasiados

títulos a cuestas. Al igual que Montoya, tenía 32 años, ambos eran unas ratas de biblioteca, intentaban sublimar con el trabajo compulsivo, su desastrosa vida personal, sus fracasos amorosos; Eran adictos en rehabilitación, él al Whisky y ella a los ansiolíticos, específicamente a la benzodiacepina. Seguramente era por eso que mantenían una conexión inexplicable, entre ellos no hacían falta las palabras, bastaba mirarse a los ojos y el uno descifraba lo que pensaba el otro. Se escuchaban, se comprendían y se apoyaban mutuamente. Silvia había estado junto a él todo el tiempo, abrazándolo y reconfortándolo cuando diecinueve meses atrás, su prometida perdió la vida en un operativo. –Pero debes sonreír porque vivió plenamente, porque lo último que vieron sus ojos fueron los tuyos, llenos de amor, además… Se fue haciendo lo que más disfrutaba…¡Salvar vidas! . Y me consta que lo hizo sin arrepentimientos, sin dejar nada pendiente porque sus días los dedicó a ser feliz contigo – Era lo que ella siempre le repetía a Gonzalo cada que amenazaba con tener una recaída. -Le narcotizaron y le inyectaron casi el triple de lo que una persona de su peso puede soportar sin sufrir una sobredosis, ¡Fue un paro cardiaco! – Le informó tranquilamente una vez que devolvió sus pensamientos al tema que les interesaba en ese momento. -¡Un aprendiz de carrito! Como diría tu padre - Rió al mencionar al comisario de San Antonio que se había convertido en un personaje mítico entre todo el cuerpo policial de Madrid, era perfectamente conocido por su intransigencia y mal carácter, pero en el fondo era un hombre justo, integro, honesto y que haría cualquier cosa por proteger de los suyos. Silvia negó con la cabeza. -A este hombre lo abrieron en canal, un sólo corte, exacto y perfecto…-Hizo una pausa mientras era observada por su superior y entrañable amigo, no conseguía descifrar si estaba maravillada o únicamente sorprendida ante la obra de aquel criminal-… Esto solamente pudo haber sido hecho por un cirujano, así que de novatos nada, la sobredosis se la propinaron deliberadamente para no correr el riesgo de que pudiera hablar. - Expuso su teoría con toda la seguridad que ella misma sentía, porque su intuición le indicaba que estaba en lo correcto. -Pero ¿Qué me estás contando pelirroja? ¿Le hacen una abertura de 30 centímetros y se la sellan cuando de todas formas pensaban matarlo? - La cuestionó algo enfadado. Su actitud ante las palabras de Silvia eran de completo escepticismo. - ¡Demasiadas molestias! ¿No te lo parece?A pesar del sarcasmo empleado en sus cuestionamientos, la forense conservó la calma, ella se sabía dominadora del tema y tenía la certeza de poseer una explicación que sustentara su hipótesis con bases solidas. -Vamos a ver Gonzalo, si tú fueras un experto en el manejo de bisturí …Y suturar heridas se te hubiera convertido en algo tan cotidiano como elegir qué corbata usaras con el traje que traes puesto, dime sinceramente ¿Qué preferirías?, ¿Suturar ó dejar abierta una zanja de 14 pulgadas de la que se derramarán varios litros de sangre, restos de vísceras y un coctel de fluidos corporales?, incluyendo heces fecales, las que por cierto ibas a tener que limpiar para dejar el sitio reluciente, porque está claro que para hacer una cirugía de tal magnitud pues requieren de un espacio fijo y discreto, en donde cuenten con instrumental quirúrgico y suficiente espacio, algo así como una casa.-¿Siempre tienes que ser tan explícita? - Preguntó con gesto de repulsión ante la postal de sí mismo deshaciéndose del escenario del crimen que acababa de ser descrito. - ¡Eres una hortera

coño! -¡Venga! - Intentó contener la carcajada y la sustituyó por una bella sonrisa- Que con esos datos podemos comenzar a construir el perfil de personalidad, aunque no creo que estemos tras la pista de un solo sujeto. -Ni yo…- Finalmente parecía que comenzaban a ponerse de acuerdo- …Estoy convencido que se trata de una pequeña red de crimen organizado-Y para que cualquier organización pueda existir como tal es necesario que cada uno de sus componentes desempeñe una función específica conforme a sus aptitudes y que al mismo tiempo se complementen con las del resto de los implicados-Traducido al castellano… - Sonrió complacido de poder contar con un elemento tan capaz como ella dentro de su equipo-…Cada uno tiene un perfil psicológico distinto. -¡Exacto! - Se alegraba que a pesar de que en un principio regularmente discrepaban con respecto a sus opiniones, al final siempre terminaban convergiendo. -Pues ya ves lo que dicen los psicoanalistas de la relación existente entre la sublimación y la elección de profesión, en este caso el médico debe ser un puto carnicero de mierda - Se aventuró a colaborar en la construcción del perfil, complacido de poder aportar ideas. Silvia abrió los ojos como un par de platos, no podía evitar que le hubiese quedado ligeramente el saco. -¿Insinúas que soy una puta carnicera de mierda? - Le acomodó dos buenos golpes en la cabeza con el fólder que aún sostenía entre sus manos. Ahora era Gonzalo quien contuvo una sonora carcajada, tomó una nota mental de lo hermosa que se veía la pelirroja cuando se enojaba. - Bueno, ¡Estás un poquito perturbada!, pero nada más…Seguía disfrutando del momento. La inspectora Castro volvió a negar con la cabeza, deseaba seguirlo despeinando con los documentos que aún sostenía, aunque ahora estaban arrugados. Descubrió que la mejor forma para hacerlo enfadar era demostrar con argumentos válidos que sus conjeturas eran incoherentes. -En primer lugar es poco probable que alguno de los integrantes del grupo posea una personalidad psicopática, te recuerdo que los psicópatas matan por mero placer, más no lo hacen por dinero…Le aclaro con firmeza-…Y está claro que está organización debe ser altamente lucrativa. Además no hay desmembramiento, ni escisión de cabeza, ni rastros de antropofagia ni actividad sexual post-mortem. En mi opinión el médico solamente podría padecer un trastorno delirante de tipo somático y eso explicaría que haya cerrado el cuerpo minuciosamente, de esta forma elimina de su cabeza la idea de que miles de gusanos se le introducirán por el cuerpo hasta comérselo todo por dentro...Antes de continuar echó un vistazo a la cara de Gonzalo, su expresión era una joya y ella lo estaba disfrutando, así que se sintió tremendamente incentivada para continuar regodeándose con toda su sapiencia. -…Aunque en realidad yo descartaría esta opción porque una persona que padece de este tipo de paranoia no va emplear como instrumento de trabajo un cadáver. En todo caso creo que el médico es un TOC de manual. - Concluyó orgullosa de tenerlo todo tan claro. Desde hace un par de minutos ya se había metido por completo en su rol de científica calificada -Ya! - Respondió sin mucho ánimo mientras se rascaba la nuca- …¿Algún diagnóstico para el resto

de los integrantes? Una vez más retomó el sarcasmo y la actitud de niño berrinchudo solamente le daba más cuerda a la pelirroja que no dejaba de sonreír con un atisbo de malicia en la mirada, su frente se arrugaba y dejaba que unas cuantas gotas de sangre que habían burlado la protección de la mascarilla brillaran con intensidad. Mientras que ella realmente disfrutaba de su momento, tenía a Montoya sobre las cuerdas, quien ya la conocía perfecto, una vez que la forense se apoderaba de Silvia Castro, era muy difícil hacerla volver al mundo de los simples mortales. -En realidad sí…partiendo de la premisa que todo grupo debe tener un líder, pues ahí lo tienes… La cabeza de la banda reúne todos los requisitos para ser considerado un Sociópata:…-Comenzó a enumerar con los dedos de su mano derecha-…Habilidad para la manipulación, adicto a la adrenalina, afición por el dinero y las actividades ilícitas, no hay sentimientos de culpa ni temor al castigoGonzalo finalmente asintió satisfecho, debía reconocer que quizás Silvia nunca iba obtener una puntuación de 9.3 sobre 10 empuñando un arma desde la línea de los 20 metros en la sala de tiro, pero joder con la pelirroja que era toda una enciclopedia de la criminología. -Me alegra que no seas solamente una cara bonita-Claro que no, también soy la hija del Comisario - Bromeó. Gonzalo tomó una toalla y dio unos cuantos pasos hasta pararse frente al grifo de agua. -Tienes razón…- Asintió el joven Inspector jefe mientras se acercaba a la forense con la toalla humedecida. -Me alegra que sepas reconocer que no las hojeado un DSM-V en tu puta vida - Se burló ligeramente al tiempo que unas manos masculinas limpiaban su frente. -Me refería a lo que dijiste sobre tener un sitio fijo, un centro de operaciones. -Probablemente alguna vieja bodega…No lo sé. - Se encogió de hombros mientras disfrutaba de la frescura del agua que mojaba su rostro. -Esta mañana llamaron dos personas para reportar movimiento poco usual en una casa abandonada. Parece que desde hace dos días han estado entrando y saliendo personas desconocidas y estacionando camionetas con cristales entintados…Ella lo miró atenta y permaneció en silencio parta darle la señal de que continuara. -…La casa está ubicada a unas cuatro cuadras del callejón donde encontramos muerto a Ochoa. Sus ojos se iluminaron ante la posibilidad de resolver el caso mucho antes de que lo que imaginaba-…Creo que tenemos el hilo grueso que necesitábamos para comenzar a tirar, ¿No te lo parece?Silvia movió la cabeza en confirmación de que estaba de acuerdo. -Debemos notificar a mi padre para preparar el operativo, con suerte hoy mismo duermen adentro de una celda-

Se notaba ilusionada cuando Gonzalo retomó el timón del caso. -Tenemos que actuar despacio, ¡Vamos que ni siquiera estamos seguros de que esto tenga relación con el caso!. Es un pálpito nada más. Vamos tú y yo, echamos un vistazo y si notamos algo raro llamamos para pedir refuerzos.Silvia no estaba tan convencida de ir solos a ese lugar, no le daba buena espina. Pero Gonzalo era su superior y por mucho que bromearan juntos y se tuvieran confianza, pues el trabajo era trabajo y había que tomarlo con seriedad, así que no tenía más remedio que acatar sus órdenes. Se dirigió hacia los vestuarios para darse un baño y cambiarse de ropa. Sustituyó los jeans vaqueros y la blusa semi-transparente de tirantes en color blanco, que en realidad eran opacados por la bata. Quince minutos más tarde se encontró con Montoya en el estacionamiento, vistiendo un pantalón de pana café que delineaba sus curvas a la perfección y una camisa ajustada en color beige desatada de los dos primeros botones, una chaqueta de piel también en café que hacía juego perfecto con su atuendo y unas botas de gamuza que llegaban un poco debajo de la rodilla. Era extraño en estas épocas del año, pero el día había amanecido nublado y a diferencia del infernal calor que se encubaba dentro del laboratorio, el clima allí afuera era realmente frío. -Vaya pelirroja…- Gonzalo la miró con la boca abierta desde el volante del coche patrulla-…Pero si tú cada día te acercas más a la protagonista de todas mis fantasías-¡Coño Montoya!…- Se escuchó la enérgica voz del Comisario-…¡Deje de babear!Silvia sonrió divertida, nuevamente su blanco de burla era Gonzalo. Se acercó al hombre de 62 años, que era bajito y escaso de cabello, para abrazarlo y darle dos besos en la mejilla. -No le culpo al chaval este…- Le susurró su padre -…La verdad es que estás preciosa-Don Lorenzo…- Saludó el Inspector jefe tímidamente con la mano -…Íbamos de salida para revisar que todo marche bien en una casa ubicada en la avenida…Don Lorenzo no le permitió terminar con su explicación y le interrumpió. -¿Se puede saber desde cuando se organizan operativos en esta Comisaría sin que yo esté enterado? - Preguntó furioso, no era broma cuando se hacía referencia a su mal carácter. -¡Papá!…- Silvia le paró en seco con tono enérgico para posteriormente darle una palmadita en el hombro e intentar dosificar el mal humor del Comisario -…No es ningún operativo, es una Inspección de rutinaNuevamente besó su mejilla, de sobra sabía que ese era el mejor antídoto contra el "genio de los mil demonios" de su padre. Aunque a decir verdad, ni ella misma estaba del todo convencida de sus palabras, por alguna razón no se sentía tranquila de saber que iban ellos dos solos a meterse en la boca del lobo. -Sólo verificaremos que todo esté en orden - …Intervino Gonzalo - Echamos un vistazo y si notamos algo fuera de lugar inmediatamente le notificamos y esperaremos sus instrucciones - Se animó a decir notando en la mirada del Comisario que ya se encontraba un poco más accesible. -Bien…- Tomó de la mano a Silvia y la condujo hasta el lugar del copiloto del coche patrulla donde

ya la esperaba Montoya.-…Con mucho cuidado mi amorLa despidió con cariño y besó su frente. Acto seguido le abrió la puerta del vehículo y se dirigió hacia su hombre de confianza, su mano derecha, al que consideraba como un hijo. -Cuídemela porque en ese carro lleva lo más valioso que tengo - Dijo tiernamente dirigiéndole una mirada llena de amor a su hija. Gonzalo asintió. -No se preocupe Don Lorenzo que yo se la devuelvo sana y salva -

12:24 del medio día.

La neblina casi empañaba los cristales del Seat Ibiza que conducía Gonzalo. El clima estaba alocado, alcanzar los cuatro grados en pleno inicio del verano era improbable, pero cada que ojeaban el termómetro digital en el tablero se percataban que la temperatura seguía bajando. Esto no era norma, como tampoco lo era que Silvia tuviera presentimientos. Estaba muy ansiosa, tenía una desagradable sensación en el estómago que ni siquiera le permitía escuchar lo que su compañero le decía. -¿Y si nos estamos enfrentando a un asesino en serie que busca despistarnos con lo del tráfico de órganos? - Preguntaba Montoya para hacer algo de conversación. Absorta en sus pensamientos, no se percató que Gonzalo esperaba una respuesta suya. -¡Vamos pelirroja que no has abierto la boca en todo el camino!, Ni siquiera para reñirme por lo que acabo de decir, ¡Que no has escuchado ni una sola palabra de lo que te he dicho! Al fin lo miró y se liberó de esa burbuja en la que se había sumergido. -Perdona Gonzalo que no sé que me pasa-Dijo apenada Llevaban cerca de 40 minutos de camino cuando por fin el GPS les indicó que estaban muy cerca de su destino. -Al fin - Suspiró Gonzalo -La reja negra - Informó Silvia una vez que verificó el número de la casa en un papel. Se mantuvieron a unos 20 metros de distancia, el plan era quedarse ahí durante un par de horas y observar cada movimiento. Si alguien entraba o salía habrían de tomarle fotografías, si algún vehículo aparcaba fuera de la casa habría que anotar la matricula, si

observaban algo extraño que les proporcionara las pistas para sospechar de ese sitio como el posible escenario de un crimen, entonces debían coger el móvil y avisar a Comisaría para que les enviaran refuerzos. Pero el tiempo transcurrió sin novedad alguna. Gonzalo miró su reloj y se dio cuenta que llevaban allí más de dos horas y aún no tenían nada, ningún hilo de donde jalar. -¡Joderr! ¡Hace un puto frío que te cagas y no hay un sólo movimiento coño! - El chico de tez morena, sonrisa radiante y finas facciones comenzaba a desesperarse. La verdad es que Silvia no ponía mucho de su parte, estaba demasiado callada y no se esmeraba en lo absoluto por amenizar el momento. -Mejor vámonos ya y que un coche patrulla monte vigilancia toda la nocheEra evidente que no quería estar ahí. Sus ojos prácticamente suplicaban, era un desasosiego inexplicable. Desde que se despidió de su padre en Comisaría algo dentro de ella comenzó a advertirle no debía ir, debía convencer a Gonzalo para que se quedasen pero no se atrevió a contradecir las ordenes de un superior. La idea más racional que iluminó su mente fue que ella no estaba acostumbrada a desempeñar las funciones de un típico policía de campo, ella disfrutaba analizando pruebas y buscando minuciosamente evidencias en su laboratorio, eso de empuñar un arma, caminar sigilosamente e irrumpir en una propiedad ajena para capturar a los malos no era la razón por la que se había hecho policía. No le interesaba, mucho menos le apasionaba. De hecho le asustaba. -No podemos perder esta oportunidad, si queremos conseguir algo…Lo que sea, pues es ahora. - La miró muy decidido - ¡Venga! Toma tu reglamentaria que vamos a entrar a esa casa-¿Pero tu estás loco? ¡Que ahí dentro puede estar lleno de tipos armados! Esta vez la parte racional y la emotiva estaban jugando en el mismo bando. La cabeza de Silvia le indicaba que entrar era una locura, era arriesgarse demasiado y sin necesidad; Sus impulsos le dictaban lo mismo, si hubiese obedecido a ellos ahora estaría montada en un taxi de regreso a casa, pero su sentido del deber y el compromiso que sentía hacia su profesión, le impidieron hacer caso a su intuición y someterse al dictamen de Montoya. -Pero si tú misma has comprobado que de esa casa no ha salido nadie, ¡Ni una puta cabeza asomando por la ventana!…-Sacó el arma y se cercioró que estuviera debidamente cargada…**Por si acaso** - Pensaba en silencio. ¡Es una puta orden coño! - Habían sido las últimas palabras que Silvia escuchó antes de bajar del vehículo. Caminaron a pasos muy lentos hacia aquella construcción de paredes blancas y conforme se acercaban pudieron apreciar que detrás de aquella reja negra existía un lindo jardín, podían distinguirse rosas de al menos tres colores distintos. Eso no encajaba.

Las denuncias anónimas presentadas en comisaría por la mañana describían una casa abandonada, ó eso dijeron que les parecía, ya que según ellos el último dueño se había mudado al menos dos años atrás. Las piernas de Silvia comenzaron a temblar, sentía el sudor frío recorrer las palmas de sus manos y palpaba constantemente su cintura para poder sentir el arma que llevaba oculta debajo de la chaqueta. Notó como la velocidad de sus pasos disminuía y su zancada se hacía cada vez más pequeña conforme se acercaban al lugar. -He disparado siete veces en mi vida…-Confesó la forense notablemente compungida-…He encajado cuatro balas en un brazo y tres han salido desviadas. No estoy preparada para enfrentarme a un grupo de Sicarios - Terminó la frase con una expresión llena de temor en su mirada. -La casa está vacía- Afirmó en tono enérgico- Así que entramos, buscamos las evidencias que necesitamos y si acaso hubiese alguien ahí dentro, entonces sacas tu reglamentaria, le miras a los ojos y le apuntas en la puta cabeza, ¿Entendido? - Le lanzó una mirada inquisitiva. Silvia asintió. La reja no tenía candado ni llave así que se introdujeron al jardín sin mayores problemas, pero cuidando que sus pasos fueran moderados, sin portar de forma visible las armas y las placas. La intención era pasar desapercibidos por los vecinos ya que no llevaban una orden de cateo expedida por el juez, y estaban incurriendo en un delito, eso era allanamiento de propiedad privada y les podían suspender o abrir un expediente por ello. Al encontrarse frente a la puerta que permitía accesar al interior de la casa habitación, Gonzalo sacó una ganzúa para forzar la cerradura. Un minuto más tarde se encontraban dentro. Ambos se miraron a los ojos un poco sorprendidos. El interior de la vivienda tenía mobiliario aparentemente nuevo y de buen gusto, el piso era de madera, las paredes blancas impolutas carecían de grietas y humedad, parecía todo, menos un sitio deshabitado. Tampoco había indicios de que ahí se llevaran a cabo intervenciones quirúrgicas de forma clandestina. Sin embargo su instinto policial les llevó a seguir indagando, Subieron las escaleras y descubrieron dos recamaras igualmente amuebladas, buscaron en los baños por anestésicos locales, narcolépticos o algún instrumento punzo-cortante. No había nada. Pasaron cerca de veinte minutos inspeccionando la segunda planta, los armarios, botes de basura, debajo de las camas. Nada, ni una mancha de sangre, ni un trozo de algodón, ni ropa. Se percataron de que contaban con todos los servicios: agua, gas y luz. Solamente faltaba línea telefónica y comida dentro del refrigerador. -Pues a mi me parece que alguien compró la casa y los movimientos extraños que reportaron los vecinos se debe a que estuvieron acondicionando el lugar- Concluyó Silvia, ya mucho más relajada y casi segura que no había de que preocuparse. Su compañero le dio la razón y decidieron retirarse antes de que aparecieran los nuevos

dueños y les metieran en problemas por montar un mini-operativo extra oficial. Descendieron por las escaleras pensando en que ya pasaban de las 3 y no habían probado bocado. El estómago de ambos ya les pasaba factura por ingerir únicamente un café por la mañana antes de irse rumbo al trabajo. -Mira que hacerme entrar aquí muerta de miedo - Bromeaba visiblemente más relajada, se giró hacia su superior para darle un pellizco en la mejilla -Tendrás que llevarme a "Los Cachis" por unos pinchosDe pronto observó la mirada atónita de Gonzalo, pero no tuvo tiempo siquiera para preguntar o voltear y descubrirlo por ella misma. Una voz se le anticipó. -Si dan un paso más les reviento la cabezaLes amenazó un hombre alto de aproximadamente 1.80, parecía más o menos de su edad, de piel blanca, cabellos obscuros y algo despeinados, barba descuidada y una mirada felina del color de la miel. Con todo y el pánico que le recorría el cuerpo al tener una M16/A4 a escasos 15 centímetros de su cabeza, no pudo evitar notar que el hombre era bien parecido. Por supuesto que todos los planes que tenían de desenfundar su reglamentaria y hacer valer su condición de agentes de la Policía Nacional, se vinieron abajo en cuanto un segundo hombre comenzó a cachearlos y los desarmó de inmediato. Lo último que Silvia pudo recordar antes de caer inconsciente en el piso y rodar un par de escalones, fue el impacto del fusil de asalto contra su cabeza.

CAPITULO II. LO SIENTO...ESTO NO ESTABA DENTRO DE LOS PLANES

15:47 Horas.

Un vehículo todo terreno aparcó en la entrada de una reja negra. A decir verdad, por esa zona no circulaban automóviles tan ostentosos y evidentemente que la Touareg V10 del año contrastaba con aquel barrio de clase media baja. Sin embargo, si se toma en cuenta que al volante de dicha unidad se encontraba la cabeza de un grupo del crimen organizado, entonces el tipo de camioneta en color blanco resultaba de lo más discreta. La persona que piloteaba finalmente bajó. Era una silueta femenina y espigada, unos 180 centímetros de estatura, su cabello

obscuro con algunos destellos castaños que se dejaban apreciar a contraluz estaba sujetado por una coleta. Su piel trigueña hacía juego perfecto con sus ojos marrón verdosos, aunque justo en ese momento los llevara ocultos tras unas gafas de sol Prada con forma de gota que le cubrían medio rostro. A pesar de vestir con un estilo casual, pants y sudadera de la selección de fútbol inglesa en color rojo con rayas blancas, resaltaba sus curvas a la perfección. Pero aún con las zapatillas deportivas y la ausencia de maquillaje resultaba imposible que pasara desapercibida. La puerta que un par de horas antes había sido atravesada sin mayor problema por dos agentes de la Comisaría de San Antonio, ahora era custodiada por dos guardias, que al ver llegar a su jefa saludaron de forma respetuosa con un movimiento de cabeza y la abrieron para darle libre acceso al interior de la casa. Ella se paseó ante esos dos pares de ojos que la devoraban, haciendo gala de su altivez y prepotencia. Hubiera sido demasiado pedir que les devolviera el saludo, una sonrisa o siquiera un gracias, pero les dirigió unas cuantas palabras. -Si alguien pone un pie a menos de diez metros de esta puerta le pegan un tiro, no me interesa si es policía, sacerdote o si trae un bebé en brazos - Les lanzó una mirada fulminante - ¿Entendido?Una vez dentro se encontró con dos caras familiares. Ambos estaban pegados a un ordenador portátil. -Ya les tenemos Pepa- Informó el hombre atractivo de mirada felina que había dejado inconsciente a los dos agentes al ver llegar a la autora intelectual de la organización. -Silvia Castro - Susurró Pepa en un tono diferente, especial, como si de pronto, al mirar el rostro de la forense en la pantalla de la macbook pro, algo se hubiese movido en su interior bajando sus defensas. Al ver que no dijo nada más, el individuo continuó exponiendo los resultados de su investigación ráfaga. -Inspectora del cuerpo policial de San Antonio, 32 años, forense, soltera, sin hijos y es la hija del Comisario…Y por el otro lado tenemos a Gonzalo Montoya… Pepa estaba segura de que Lucas seguía hablando, pero ella no escuchaba ni una palabra de lo que él decía. Su mente se había detenido ahí, sus ojos clavados al monitor, en ese rostro, en esos ojos, en ese cabello rojo. -¿Dónde está? - Preguntó la morena en singular, era claro que solamente le interesaba recibir información de una de las personas que tenían recluidas en la casa. -Les amordazamos en una de las recámaras - Respondió Lucas con tranquilidad. De pronto la mujer se dio cuenta que se estaba interesando demasiado en una persona que no solamente era una desconocida, sino que por la naturaleza de las circunstancias también estaba condenada a muerte. Así que se esforzó por sacarse ese rostro de la cabeza y focalizar su atención en lo que verdaderamente les incumbía.

-¿Cómo es que dos agentes de barrio dieron con nosotros? - Preguntó un tanto confundida. -No dieron con nosotros… - Respondió una voz femenina, entrando al fin en escena una vez que había husmeado en la base de datos de la Comisaría. - Estuve viendo el registro de las denuncias y esta mañana recibieron dos llamadas anónimas de los vecinos que reportaban movimientos extraños en la casa. -Mala suerte - Masculló para sí misma, pensando claramente en la pelirroja, su único pecado había sido estar en el sitio equivocado a la hora equivocada. -Aún están inconscientes - Aclaró Sara, la joven que recientemente se había incorporado en la conversación- Pero antes de que decidas lo que harás con ellos creo que sería importante cerciorarnos que en verdad no tengan ningún antecedente nuestro -No hay nada que decidir - Dijo Pepa con pesar- Subiré a echar un vistazo, probablemente haya despertado ya - En ese momento se percató que seguía hablando en singular y que su inexplicable interés hacia una "simple agente de barrio" como ella misma la había llamado, comenzaba a hacerse evidente para los demás. -Pepa…- Le llamó Lucas mientras la veía avanzar un par de escalones - El ordenador no le hace suficiente justicia - Sonrió como el niño travieso que sabe perfectamente que acaba de hacer una pequeña travesura - La verdad es que es mucho mas bonita si la miras en personaSi las miradas pudieran asesinar, seguro que Lucas sería hombre muerto, desangrado y mutilado. Pero Pepa no dijo nada y se limitó a seguir con su recorrido hacia la habitación.

15:41 Horas. Escasos minutos antes

Silvia abrió los ojos pero no podía ver nada, entonces se percató de que los tenía vendados. Pero no era eso lo que le preocupaba, sino un intenso dolor a la altura del pómulo derecho que llegaba hasta la ceja. Intuyó que el golpe que la había dejado inconsciente le habría hecho una abertura y el pañuelo que le habían colocado para obstruirle la visión le estaba punzando sobre la herida. ¡Era un maldito suplicio!. Pero estaba segura de que lo peor estaba apenas por venir. Escuchó una silla moverse de forma insistente, entonces supo que Gonzalo había despertado. -Gonzalo…-Susurró con temor. Estaba convencida de que en esa habitación sólo se encontraban ellos dos pero tenía miedo de que les escuchasen hablar. -¡Silvia! - Exclamó con preocupación pero con volumen audible -¿Estás bien? - Le preguntó angustiado. La pelirroja asintió, pero era obvio que él tampoco podía mirarle, así que optó por hacer

uso de la voz. -Sí, sólo me duele un poco el golpe - Mintió. La verdad es que el dolor era casi insoportable. -Lo siento Silvia…- Se escuchaba bastante apenado - …Tenías razón -En nuestra Comisaría la razón es solamente un punto de vista - Sonrió al recordar esas mismas palabras de la boca de su padre, las había utilizado para reconfortarla aquella vez en que casi pierde la placa por ocultar información para proteger a Paco, el marido de su hermana. -Pero es que todo es mi culpa, jamás debimos entrar solos… - En ese momento recordaba la mirada suplicante de la pelirroja pidiendo que se marcharan, las palabras de Don Lorenzo ordenando que cuidara de su hija- Tú me lo pediste, tu padre también lo hizo y yo en lo único que pensaba era en que podíamos resolver solos este caso, sin tener al CNI y a los de Asuntos Internos con las narices metidas en la comisaría, restregárselos en la puta cara…Silvia lo interrumpió, más que nada deseaba tranquilizarlo. -¡Hey!, ¡Que todos la cagamos alguna vez!, ¡Yo la he cagado mil veces! Nuevos recuerdos llegaron a su mente, cuando abrió el cadáver de una mujer sin autorización del juez y nuevamente puso en riesgo su placa; Y bueno su vida personal no era ninguna excepción, cuando terminó su última relación amorosa se hizo adicta a los ansiolíticos y dejó su trabajo en el hospital "12 de Octubre". Ingresó a la academia de policía no porque quisiera serlo, sino para contradecir a su padre, para demostrarle que ella era capaz de tomar sus propias decisiones. Y eso no era todo, faltaba rememorar la más grande de todas sus estupideces, "Su obra de arte" y es que después de dejar a Márquez plantado en el altar porque descubriese que no la llenaba como ella deseaba, tan sólo una hora antes de la ceremonia, naturalmente el chico se ofendió y decidió cortar de tajo su relación. A los pocos meses Silvia decidió que quería darse una nueva oportunidad de ser feliz en pareja y le buscó para propiciar una reconciliación, pero gran sorpresa se llevó cuando él le rechazó y le informó que ya salía con otra persona. Su ego herido la llevó a sufrir una especie de crisis de ansiedad y fue cuando se las ingenio para introducir un cadáver al maletero del vehículo de la en aquel entonces pareja de Márquez. Aunque nunca consiguieron probarle nada. -¡Vamos a salir de esta Montoya, te lo juro! - Esto último lo dijo con falsos ánimos, ya que en realidad estaba muerta de miedo, no tenía idea de la clase de manos en las que estaba su vida, pero mucho temía que volver a mirar un amanecer desde el ventanal de su apartamento a estas alturas era como esperar un milagro. Pero si acaso existe una emoción aún más terrible que el miedo, esa sin duda es la culpa y bajo ninguna circunstancia quería que su mejor amigo experimentara esos horrorosos sentimientos, y mucho menos de forma simultánea. Al menos, por su parte, ella se encargaría de borrarle la culpa. En ese instante la puerta se abrió. Ambos tuvieron un sobresalto en su frecuencia

cardiaca. Decidieron permanecer en silencio, era una de las cosas que les enseñaban en la academia. "Si el delincuente espera algo de ti, te lo hará saber" y esperar a que "Los otros" dieran el primer paso.

15:52 Horas.

Pepa se encontraba dentro. Sus ojos se clavaron en Silvia ignorando por completo la presencia del otro hombre que también se encontraba amordazado a una silla. Esa mujer , ¡Esto no podía estarle pasando! ¡No debía! Pero es que esa piel tan blanca, parecía tan suave, tan frágil…Y en ese instante decidió que no quería que nadie le pusiera las manos encima. Era algo demasiado extraño, inexplicable, una sensación de choques eléctricos le recorría el cuerpo. Eso le asustaba y mucho. No podía seguir mirando esa boca un segundo más o iba cometer una locura. Y cuando ella piensa en locuras pues lo hace a lo grande, no conoce nada de medias tintas, así que seguirla mirando estaba descartado o su negocio se rodaba por la barranca. Permaneció en silencio y se dispuso a abandonar la habitación. -Necesitamos hablar… - Se dejó escuchar una voz masculina - …Queremos negociarPepa se volvió incrédula. ¿Qué podría ofrecerle a ella el inspector de una Comisaría de barrio?. Se asustó al pensar en "El que". ELLA. Silvia Castro, una noche con ella, una mirada patosa enviada por sus ojos que aún no conocía, un "Hola preciosa" saliendo de su boca, una caricia. Sí. La verdad es que después de todo podían ofrecerle mucho. Decidió que tendría una conversación a solas con ese hombre. Bajó las escaleras y en segundos ya estaba de nuevo frente a Sara y Lucas, quienes la esperaban con gestos de interrogación. -Ya despertaron - Les informó intentando parecer la más casual del mundo. -¿Y quien se va encargar de ellos? - Preguntó Lucas, de alguna manera se temía la respuesta, ya que cuando se trataba de apretar un gatillo, él siempre era el elegido. -Yo- Respondió Pepa con absoluta seguridad.-Pero necesito hablar con ellos. Sara tiene razón, necesitamos saber que tanta información tienen de nosotros, pero habrá que interrogarles por separadoLucas pareció comprender. "Pepa estaba volada con la rehén y buscaría a como diera lugar

quedarse a solas con ella" y ¡Claro! No podía culparla, la verdad es que Silvia era preciosa. -Pues yo interrogaré a la chica - Dijo dispuesto a molestar a Pepa, tanto tiempo detrás del ordenador le había despertado su vena maldosa. -Claro que no. Ella está asustada y si te ve llegar después de haberla golpeado y con esa cara de bestia que tú tienes - Rió ante la palabra que acaba de pronunciar, pero es que ¡Vamos! Lucas era como un animal salvaje, no entendía razones, no le temblaba la mano al sujetar una mágnum, no titubeaba al volar cabezas, al mentir, al narcotizar, al seducir…¡Era una Bestia! Una bestia que estaba profunda y perdidamente enamorado de Sara. -Pues que la interrogue Sara…-Dijo el chico aparentando seriedad en su intento por picar a su jefa-…Que tú no tienes modosSara se incorporó en aquella escena tan divertida. Era la eterna dinámica, Lucas se aburría y entonces su pasatiempo predilecto era atormentar a Pepa con cualquier pretexto, con la más absurda de las bromas, pero es que no le podía culpar, Pepa era demasiado irritable, de cualquier cosa se exaltaba. Y Siempre amenazando con descargar su mágnum en la cabeza de Lucas. -¡Lucas, Ya déjala que se está sonrojando - Se unió a la misión de hacerla enfadar. Pero Pepa que sabía perfecto lo que pretendían no cayo en provocaciones. Llamó a uno de los hombres que montaban guardia en la reja y le pidió que trasladara a Gonzalo a otra habitación. Aún conservaba aquella idea de conversar con él a solas, quizás él pudiera convencer a la pelirroja de que "fuese amable con ella". Esta no sería la primera vez que pasara la noche con una rehén y para después acabar con su vida al amanecer. Pero algo sucede en su interior y antes de enfilarse a conversar con Montoya decide hacer una escala técnica en la habitación donde ahora Silvia se encontraba sola. Entró y la miró de nuevo. Estaba allí en la misma silla, maniatada de pies y manos, y entonces de nuevo esa sensación tan parecida a descargas eléctricas por todo el cuerpo, pero eran tan placenteras que no las reprimía. Se llevó la mano al estómago. Dio unos pasos para acercarse a ella y entonces una nueva sensación llegó a su cuerpo, esta vez acompañada de un pensamiento. "Yo te voy a cuidar y no dejaré que nadie te toque. Si es necesario te voy a proteger de mí misma". En ese momento decidió que nadie moriría. Pero ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Dejar escapar a un policía? Tenía que haber perdido la razón. Pero esas descargas de adrenalina en todo su cuerpo no le permitían pensar. Imaginó lo maravilloso que sería llegar a casa con la ilusión de que esa chica la esperara para cenar y entonces se llenó de ternura. Pero ¿Qué coños era la ternura? ¿Cómo saber que es ternura lo que siente si jamás ha

conocido tal sentimiento?. Entonces nota la respiración acelerada de la pelirroja. No está dormida, sólo finge porque tiene miedo. Lo sabía porque las palpitaciones del corazón de la forense la traicionaban, sus latidos estaban muy acelerados, veía como inflaba y luego desinflaba sus pulmones una y otra vez, haciendo que su pecho se elevara. Y el saber que ejercía tal poder sobre la inspectora le provocaba cierta dosis de excitación adicional a la que ya de por sí sentía. Se debatía entre dos deseos casi irrefrenables: Conocer el sonido de su voz y mirarla fijamente a los ojos. Pero se temía que esta última no iba poder ser posible, mucho menos si pensaba dejarla salir de ahí con vida, no podía destaparle los ojos y descubrir su rostro ante ella. -Inspectora Castro…- Finalmente rompió el silencio con voz firme - …Es momento de que conversemos Silvia se quedó paralizada. Concretamente el miedo la paralizaba. ¡Dios! ¿En qué carajos estaba metida?. No podía pensar, ella que siempre se jactaba de su capacidad de análisis, en ese momento estaba congelada. Ni siquiera era capaz de articular palabra, estaba perfectamente consciente de lo que esa gente quería saber. ¿Qué tanto sabemos de ellos?. Es probable que en cuanto hable la matasen sin contemplaciones, así que preferible esperar. Aunque ni siquiera tenía idea de qué esperar. Permaneció en silencio. -Silvia …-Nuevamente Pepa tomaba la palabra, esta vez dejó asomar una sonrisa de medio lado-…No tengas miedo que no acostumbro a comerme a mis víctimasEl tono jocoso de Pepa enfureció a la pelirroja que dejó escapar las palabras sin pensar. -¡No tiene ni puta gracia!- Se rebeló levantando un poco la voz. Por un momento Pepa sonrió de nuevo. La chica tiene carácter - Pensó entusiasmada, pero después hizo una nota mental de que no le gustaba el tonito que había empleado la pelirroja para dirigirse a ella. No pudo evitar comenzar un pequeño discurso en su interior. Esta bien, reconozco que por un momento me debilitó esa carita de inocente que vi en el monitor, pero no puedo mandar todo esto a tomar por culo simplemente porque me quiero tirar a la rehén. Así que ¡Basta de pensar idioteces! Que no solamente está en juego mi pellejo, debo pensar también en Lucas , Sara, Decker. - Es una pena que no tengas sentido del humor - Dijo cambiando el tono jocoso por uno mucho más frío. -Pues las cuerdas y esta venda no ayudan mucho - Nuevamente la doctora Castro dejó escapar las palabras, por alguna extraña razón que aún desconocía, la voz de Pepa le incitaba a romper el silencio. Pepa bajó la guardia. No pudo evitar sonreír de nuevo ante la mueca de Silvia, acababa de percatarse de que la forense arrugaba la nariz de una forma muy chistosa cuando se enojaba.

Antes de pronunciar palabra de nuevo se detuvo a analizar la voz tan dulce de esa mujer que se encontraba atada a menos de un metro de ella. Sería tan fácil…acercarse, acariciarla, comerse esa boca que le apeteció desde que vio su fotografía en el ordenador portátil de Lucas. Pero consiguió alejar esos pensamientos y regresar a lo que verdaderamente debía interesarle. -Bien…- Intentando parecer seria - …Entonces hagamos un trato, Si tú me dices lo que necesito saber, te desato las manos-Yo no hago tratos con delincuentes – La paró en seco. La morena nuevamente se descubrió enfadada por la actitud de Silvia. **Vamos a ver si de verdad tienes tantas agallas** . -Pensó impulsivamente -Debes tener un par de cojones muy bien puestos para hablarme de esa forma…- Pepa comenzó a dar pequeños pasos que la acercaban a la rehén. El tono de voz denotaba enfado. Un falso enfado para camuflar la impotencia que sentía. Con cualquier otra persona ya habría empleado métodos mucho más efectivo que el dialogo para obtener la información requerida. Pero con Silvia algo le ocurría, no se atrevía si quiera a amenazarla. -Estoy muerta de miedo… – Confesó Silvia sin poder más. No tenía la fortaleza para enfrentarse a una asesina. Su voz entre cortada dejaba suponer que debajo del pañuelo que cubría sus ojos habría lágrimas. < VOZ EN OFF -Dicen que la Dacrifilia es un desorden Psicosexual, definido por los manuales de Psiquiatría como el deseo sexual que se desencadena al presenciar el llanto de otra persona. Pero mi fetichismo con las lágrimas de Silvia es diferente, nunca me había sucedido. No considero que estas ganas casi incontenibles de desnudarla ahora mismo y pasarle mis manos por todo su cuerpo para sentir su calor entre mis palmas, mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras siento como tiembla entre mis brazos pueda catalogarse como un acto de perversión. Mi intención no es infringirle dolor físico ni terror Psicológico para recrearme con su sufrimiento hasta tener un orgasmo. Más bien creo que comienzo a comprender lo que significa la ternura. La ternura es mirarla allí tan asustada, tan indefensa, sabiendo de sobra que necesita un abrazo y que me muero porque sean mis brazos los que la liberen de esa angustia, que sean mis labios los que pronuncien las palabras correctas para hacerla sentir segura. La ternura es saber que si me atrevo a desaparecer los escasos centímetros que me separan de ella, todo se vendrá abajo, perderé por completo el poder que ejerzo sobre ella y entonces pensará que soy débil, que me ha seducido y seguramente lo utilizará para salir de aquí con vida sin haberme contado lo que saben de nuestra organización. Pero cuando ese sentimiento hasta entonces desconocido para mi se apodera de ti, mezclado con una peligrosa ola de pasión que corre por el torrente sanguíneo, no existen razonamientos lógicos que impidan lanzarse al abismo sin red, sin paracaídas, sin amortiguadores
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23 DE DICIEMBRE, 22:09 HORAS.

La cama estaba sin hacer, en realidad llevaba días así. La habitación en penumbras y una mujer tendida entre las sábanas revueltas. Había cogido un tremendo resfriado, aunque más que un poderoso virus, lo que parecía tener era el sistema inmune deprimido. En otras palabras, sus defensas estaban demasiado bajas por la falta de motivación y el clima no era de gran ayuda.

Debían haber alcanzado los cero grados desde hacía rato. La garganta comenzaba a fastidiar y sentía cosquillas en la nariz, que solamente se calmaban tras una serie de dos ó tres estornudos.

Sobre la mesa de noche, una taza de chocolate vacía. Silvia sabía bien lo que necesitaba: Una buena dosis de calorías y otra tanta de serotonina.

La pijama de franela compuesta por dos piezas era insuficiente para protegerla de la baja temperatura, por lo que una bufanda en color verde seco cubría su cuello.

Sus fosas nasales se encontraban húmedas, así que jaló un pañuelo desechable para limpiarse.

-Mierda- Se quejó, la zona cutánea en cuestión se encontraba irritada y a pesar de que el Kleenex era bastante suave, la sensación que producía al sonarse la nariz era de dolor.

Se abrazaba al enorme oso blanco que dormía a su lado todas las noches desde que Pepa se había marchado.

Encendió su ipod y se colocó los audífonos, inmediatamente comenzó a sonar la canción “Destroyed” de Within Temptation. Había perdido la cuenta de la inumerable cantidad de veces que había sonado dicha pista en las últimas horas.

¿El por qué? ¡Fácil!. La letra era su historia de desamor con Pepa.

“I did my best to please you” - Di lo mejor de mí para complacerte “But my best was never good enough” - Pero lo mejor de mí jamás fue suficiente “Somehow you’re only able to see all I’m not” - De alguna manera tu eres la única capaz de ver todo lo que no soy.

Ó quizás no se tratase de su historia. Es sólo que cuando te duele el pecho por amor, llegas a pensar que todas las canciones tristes fueron escritas especialmente para ti.

¿De verdad estar separadas era lo que se merecían? ¿Era ese el precio a pagar por sentir tanto amor? ¿Acaso no existía posibilidad alguna de romper esa cadena de interminable agonía?

Y entonces el llamado a la puerta.

¿Quién demonios podría tocar el timbre a esas horas?

De no ser porque sentía que le reventaban los oídos habría tenido la música al máximo volumen y ni siquiera se hubiera percatado de que tenía visita.

Su pensamiento inmediato fue no abrir, finalmente tenía las luces apagadas y el ruido brillaba por su ausencia.

Pero la ilusión de que fuera ella...Hizo que saltara de la cama como un resorte.

Aventó el dispositivo marca Apple entre los cojines y se colocó las pantuflas.

El timbre sonó de nuevo.

Tenía un palpito...Uno bueno.

Tenía que ser ella.

Se apresuró en atravesar el salón y llegar al portal.

Ni siquiera se atrevió a mirar por el ojal para conservar esa esa esperanza irracional hasta el último segundo.

Abrió...

Y la miró.

Era Pepa con sus vaqueros y el abrigo cruzado de lana color rojo y botones negros que tanto le gustaba.

Le hacía lucir tan elegante...

-Perdón por molestar a éstas horas...- Se atrevió a hablar la violinista con manifiesta timidez.

-Ninguna molestia- Negó intentando permanecer flemática, pero una sonrisilla le traicionó. Pero por favor, pasa...-

La traficante obedeció y rápido se acomodo en su sitio favorito del apartamento: El confortable sofá de dos plazas. Miró a la pelirroja de arriba-abajo que se había sentado en el sillón individual quedando justamente frente a ella, aunque separadas por la mesa de centro. ¡Su cabello era un desastre! No había rastros de maquillaje en su rostro. La pijama en color rosa con púrpura y pantuflas azules estaban en completa disonancia con la bufanda. Unas ojeras terribles adornaban el contorno de sus ojos...¡Pero aún así...Silvia le parecía la mujer más hermosa del planeta!

-¿Te sientes bien?- Fue lo único que a Pepa se le ocurrió preguntar.

Silvia asintió -He pillado un leve resfriado, pero creo que sobreviviré- Respondió afable. -Tengo chocolate caliente en la tetera...¿Apeteces un poco?- Quizás no es la manera más original de intentarle decir al amor de tu vida que no eres capaz de vivir sin ella, pero su mente había quedado en blanco.

-No...- Se sonrojó -...No te quitaré mucho tiempo, es sólo que quería ver si tú...- No tenía la más remota idea de cómo comenzar -...Pudieras echarle un vistazo a la herida de mi brazo-

-¿Te ha estado molestando?- Se angustió la Forense. De inmediato ideas catastróficas llegaron a su mente. Podría tener el brazo infectado. De otra manera, su ex-mujer no estaría pisando su casa.

Pepa dudó. -Sí...Bueno sólo un poco - Dijo al fin.

-Ne...Necesito- Tartamudeó -...Que te quites el abrigo- Le pidió sin que sonara como una orden. Más bien como un médico inseguro recién egresado que no se siente capaz de hacer bien su trabajo.

La morena se puso de pie para quitárselo y lo colocó en el perchero junto a la puerta.

Silvia se puso aún más nerviosa al notar que debajo de la cazadora portaba una camisa negra de manga larga. No había forma posible de revisar la herida si no se deshacía de dicha prenda. -También la...- Titubeó - ...La camisa, por favor- Dijo con voz tenue.

La traficante no tardó en percatarse de la situación. Silvia estaba inquieta porque debía verla semi-desnuda.

La idea le gustó. -¿No te vas a acercar?- Preguntó con cierta malicia, tomando por completo control de la situación. -Sí...Claro- Se levantó de su sitio intentando parecer profesional. Como si el hecho de mirar a la mujer que amaba en sujetador no tuviera la menor importancia.

Se sentó junto a ella y removió la gasa con extremo cuidado.

Intentaba orientar sus cinco sentidos en la herida.

-¿Cómo está?- Preguntó a sabiendas de que no encontraría nada por qué alarmarse.

-Mucho mejor de lo que esperaba...- Decía analizando minuciosamente el corte -Está un poco inflamada, por eso te ha estado molestando, pero ya cicatrizó, no hay rastros de infección-

-Supongo influyó que consumí un cóctel de antibióticos como para un caballo y además me vacié media botella de vodka sobre el rasguño-

Sonrió. -Típico de ti, eres una salvaje...- Movió la cabeza a manera de desaprobación -Te aseguró que te sacaste la bala con un cuchillo de cocina-

-Naturalmente- Respondió con suficiencia.

-De todas formas, te voy a mandar un anti-inflamatorio y mientras sigas sintiendo dolor, será mejor que no utilices mangas apretadas- Se levantó a buscar su cuadernillo de recetas, con mucho cuidado, intentaba no mirar a Pepa semi-desnuda.

Se apoyó en la mesa de cristal cortado situada frente al sofá y con caligrafía temblorosa anotó Voltarén comprimido de 75 miligramos cada 6 horas.

-Listo- Depositó la prescripción médica sobre la mano extendida de Pepa. -Ya puedes vestirteLe indicó aún bastante nerviosa.

-Silvia...- Al fin habló con seriedad -Hay momentos en la vida de toda persona razonable en la que se presenta la necesidad de admitir que se ha cometido un terrible error...-La miró con pesar -...Mi momento llegó hace unos cuantos días y me di cuenta que todo éste tiempo, desde que te conocí, había estado completamente segura de que yo sería capaz de protegerte de cualquier contingencia...Pero con la muerte de Decker me di cuenta de que no puedo, de que no soy un ser superior como yo pensaba, por eso, al darme cuenta de que estaba equivocada tomé la decisión de dejarte...-

-Pepa, escúchame- Intentaba hacerle cambiar de opinión.

-Por favor, déjame terminar- Le suplicó. La pelirroja asintió y dejó que continuara -Entonces reparé en el hecho de que yo no soy un ser sensato, mucho menos razonable...Y con todos los riesgos que implique estar contigo...Necesitaba un pretexto para venir a tu casa y decírtelo...Decirte que no me importa que nuestro futuro sea incierto...¿Tú me quieres?- Le acarició la mejilla con ternura.

Ella asintió -Mucho más de lo que me gustaría, de hecho- Su cuerpo temblaba discretamente al volver a sentir ese contacto tan cálido sobre su cara.

-No he venido aquí a que revisaras mi brazo- Confesó -De hecho tampoco a pedirte una última oportunidad, porque eso suena a ultimátum y a condiciones. Si tú aceptas regresar conmigo, será con la conciencia de que no tendremos una relación perfecta, de que habrá discusiones, incluso peleas, quizás hayan muchas lágrimas de por medio, pero te prometo que no te va a faltar amor, y que voy a respetarte siempre-

-¿Dónde firmo?- Preguntó radiante, casi impaciente por abrazarla, por volver a sentir esos labios.

-Los pactos entre tú y yo siembre han ido sellados con un beso de amor- Le respondió con todas las ganas que tenía de hacerla feliz.

-Yo solamente quiero estar contigo, el cómo no me importa, pero...Antes de besarte quiero que me aceptes en tu equipo- Se atrevió a pedir.

-¿En mi equipo?- Parecía no entender

-Quiero ocupar el lugar de Decker- Se encogió de hombros.

-Es preciso que sepas algo...No habrá más dinero de por medio porque Sara y yo hemos decidido jugar a ser Robin Hood-

-Esto supera todos mis sueños, Pepa-

Ahora sería un cuarteto de locos luchando por hacer el bien, intentando parchar las carencias del Sistema Judicial Español.

Sonaba estupendo. Así que sellaron el trato. Juntaron sus labios. Pepa no volvió a vestirse en toda la noche. La cama de Silvia continuó sin hacer hasta la tarde del día siguiente y el resfriado pareció desaparecer entre las sábanas esa misma noche. “LA REACCIÓN QUE PROVOCA LA COLISIÓN ENTRE DOS MUNDOS ARRUINADOS, ES

CAPAZ DE CONVERTIR EL POLVO EN CIMIENTOS, de DARLE VIDA A LOS ESCOMBROS, CON TAL PODER...QUE LAS CENIZAS SE REVIERTEN A su ESTADO NATURAL...PORQUE DOS ALMAS DESGARRADAS PUEDEN SANARSE MUTUAMENTE.”

(Patricia Brewster)

Epílogo

-La cuestión aquí...- Tomó una pequeña bocanada de aire, su semblante era de cierta preocupación - Es que no quiero que tus "Negocios"- Encomilló ésta última palabra con los dedos -Pongan en riesgo la integridad de mi hija-

-Eso no sucederá, señor- Le aseguró Pepa con el vaso de Whisky semi-lleno en mano

-Me temo que tus enemigos le alcancen algún día-

-Yo no tengo enemigos, Don Lorenzo-

-¿Y el secuestro de hace unos meses?-

Pepa sonrió con suficiencia. -Me extraña que a éstas alturas aún no sepa que tal secuestro fue obra mía-

-Es usted una perra, Miranda-

-Lo sé, pero debía cerciorarme de que usted mandaría al carajo esa maldita investigación-

-Pero NO a costa de mi hija, - Se exaltó - ¿En dónde quedó tanto amor que dice profesarle?-

-Mis hombres no tocaron ni uno sólo de sus cabellos rojos-

-Silvia podrá amarla mucho, ciegamente si quiere jactarse usted de ello, pero jamás viviría bajo el mismo techo de una delincuente-

-Mi mujer está demasiado ocupada explorando sus cadáveres como para percatarse que encabezo una red de crimen organizado-

-Más le vale- Le lanzó una mirada fulminante- Porque aunque yo ya sea un viejo, le juro que pagará una gota de su sangre liicántropa por cada lágrima que le haga derramar a mi hija-

Pepa suspiró con resignación. -Lo que usted diga, suegro- Pensaba en lo bizarra que resultaba la situación, por una parte tener que jurarle a su mujer que su padre quedaría a salvo en todo aquello y ahora, casi de manera simultánea, debía prometerle a su suegro que Silvia quedaría limpia de toda aquella vorágine de crímenes - Ahora la lista - Le tendió la mano.

-Pura escoria humana- Le dijo entregándole una memoria USB - Al igual que a usted...No se les ha podido comprobar nada-

-¿Acaba de llamarme "Escoria humana"?- Rió - Pues le recuerdo que ésta Escoria humana se ha convertido en la razón para vivir de...-

Pero un exasperado Lorenzo Castro le interrumpió abruptamente -No necesito que me lo restriegue cada cinco minutos-

-Reconozca que Silvia tiene buen gusto- Alardeaba en una muestra de su ya acostumbrado Narcisismo - Y usted también, porque yo sé...- Sonrió -...Que en el fondo le agrado-

La sonrisa fue correspondida por el viejo en forma genuina. -¡Ande Miranda y vaya a agradar a su puta madre en bicicleta!-

-Con todo gusto, suegrito- Le guiñó un ojo. - Por cierto, me dispensará usted pero es probable que llegue un poco tarde a cenar ésta noche, ya sabe...- Le mostró la memoria USB que él mismo acababa de darle un par de instantes atrás. -Debo adelantar un poco de mis labores-

-Procure que sus obligaciones no le quiten demasiado tiempo, no quiero a mi hija histérica porque su mujer no aparece, además, en mi casa la cena se sirve temprano-

Pepa asintió y abandonó la oficina.

Aprovechó para pasearse por los pasillos que conducían al CSI, solamente para dedicarle una mirada a su pelirroja que se encontraba hasta el gorro de trabajo.

-Casi me voy de largo- Susurró en el oído de la pelirroja -Pero siempre que rondo por éste

laboratorio es inevitable pasarme y rozar tus labios-

Silvia sonrió. Dejó lo que estaba haciendo y apagó la sierra eléctrica circular.

-Siempre me pillas con la autopsia craneal- sonrió apenada - Tengo la bata toda salpicada de sangre-

-Soporto cualquier cosa con tal de recibir un beso tuyo- Atrajo el cuerpo de la Forense hasta el suyo, hasta quedar a unos cuantos centímetros de su boca.

-¿Eres consciente de que tu camisa blanca carísima está quedando completamente arruinada?- Preguntó Silvia con los ojos cerrados, pues podía sentir el cálido aliento de la mujer que amaba por toda su cara.

-Mi holgado sueldo en ésta Comisaría cosmopolita me permite comprarme veinte iguales si lo deseo- Susurraba sin llegar a contactar con los labios de su mujer, pero el corazón de Silvia ya latía a mil por hora.

La pelirroja se separó un poco al recordar que Pepa había tenido una junta con su padre. ¿Qué quería?- Preguntó algo nerviosa.

-Mmm, nada importante - De pronto recordó que en algún sitio había leído que la verdad la puede decir cualquier idiota, pero que para mentir hace falta imaginación -Un reporte detallado de mis actividades durante el mes, ya sabes, no vaya a ser que no esté desquitando su miserable sueldo- Se fingía indignada.

¿Sería eso suficiente imaginación?

-No te enfades- Le hizo ojitos -Sabes que en el fondo él te quiere-

-Lo sé- Sonrió -Por eso acepté trabajar aquí-

-¿Alguna vez te he dicho cuánto amo que trabajes en Comisaría?-

-A ver...- Se quedó pensando un poco - Me lo dices por las mañanas cuando despiertas desnuda enredada con mi cuerpo, mmmm también me lo dices por las tardes en nuestra hora de comida y creo que también por las noches mientras hacemos el amor-

-Ah, ¿Sí?- Preguntó una Silvia bastante seductora.

-Oh, sí, pero déjame decirte que aún me resulta insuficiente-

La pelirroja rió ante las ocurrencias de su novia. -Bueno, anda y déjame seguir con esto- Miró de reojo el cerebro que debía extraer para posteriormente sumergirlo en formol. -No olvides que tenemos cena con mi padre por la noche-

-Tengo unos asuntillos que arreglar con Lucas...Ya sabes, gajes del oficio-

-Procura llegar antes de que se sirva la cena, no quiero que pase como en la cena navideña en casa de Paco y Marina, que llegamos casi a la media noche-

- Vale, me voy, pero antes dame un beso-

Silvia complació la petición y le dio un pico.

Pepa tomó con su dedo índice una gota de la sangre del cadáver que se encontraba salpicada en la frente de la pelirroja.

La paladeó. -Mmm...- Susurró con gesto de notable desagrado -Me queda claro que éste individuo no era de sangre azul-

-¡Vete ya, cerdo!-

Entonces, Pepa cumplió la orden y se encaminó rumbo a la salida.

Silvia reparó en el cadáver que tenía tendido en la plancha. Seguro que habría montón de personas llorando por él allá afuera, pensando en cuánto lo extrañarían y en lo difícil que resultaría acostumbrarse a su ausencia.

-Pepa...- Alcanzó a decir antes de que cerrara la puerta

La traficante se giró - Dime...

-¿Crees que exista alguna cosa más después de la muerte?- Preguntó con un deje de preocupación.

Negó en medio de una sonrisa divertida - Aunque en el remoto caso de que eso existiera...Me temo que no iríamos al reino de los cielos-

-¿Y qué importa...?- Se encogió de hombros -Si lo preguntaba es porque a mí me encantaría arder contigo en el infierno-