Anecdotario Jasidico

Jabad Lubavitch Anecdotario Jasídico Antológia de Cuentos y Aforismos Compilación 1994 Jabad Mexico 1 de enero de

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Jabad Lubavitch

Anecdotario Jasídico Antológia de Cuentos y Aforismos Compilación

1994

Jabad

Mexico

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Rabí Menajem Mendel de Rimanov notó que las hogazas de pan que se horneaban en su casa para los pobres eran más pequeñas que lo habitual. Cuando preguntó el motivo, le explicaron:

“Es que subió el precio de la harina en el mercado”. “El pan debe hacerse”, sentenció el Rebe, “según el hambre de los pobres, y no de acuerdo al precio de la harina”. A partir de entonces, las hogazas recuperaron su tamaño anterior.

Cierta vez se presentó una persona ante el maguid -Predicador- de Mezritch, y se lamentó de que pese a sus esfuerzos le resultaba muy difícil mantener la pureza de sus pensamientos. Todas sus propuestas eran en vano, los malos pensamientos seguían acuciándolo sin descanso, perturbándolo en su servicio a Di-s.

“Creo conveniente que vayas a ver a Rabí Zeev de Zhitomir. Él te ayudará en tu problema”. Cuando este hombre llegó a la hostería de Rabí Zeev ya había caído la noche y la casa estaba cerrada desde adentro. El hombre golpeó la puerta con fuerza, mas nadie le abrió. Esperó un poco y volvió a golpear, nuevamente sin respuesta. Era una noche de mucho frío y éste se hacía sentir. Angustiado, el judío gritó:

“¿Es que no tenéis compasión de un judío, como para hacerlo pasar?” Pero desde la casa no le llegó ninguna respuesta y recién de madrugada le abrieron. El judío se quedó con Rabí Zeev varios días, pero aquel no le preguntó en ningún momento a qué se debía su visita. ¿Para qué lo había enviado el maguid a ver a Rabí Zeev? Cuando decidió regresar a su casa, se acercó a Rabí Zeev y le dijo:

“Nuestro maestro, el maguid, me ha enviado a ti. Pero aún no veo para qué...”. “¿Quieres que te lo diga? Te envió a mí para que de mí aprendas que el hombre es el dueño de casa, y a quien él no quiere no permite entrar...”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Rabí Dovber, el maguid de Mezritch, dijo cierta vez:

“A veces, hace falta que el hombre remueva toda una pila de cenizas, para encontrar apenas una pequeña chispa”.

“Mi padre me dejó en herencia un negocio”, se lamentó un hombre ante el Rebe de Ostrovtza, “que le brindaba un sustento honorable y cómodo. Y yo, sin

embargo, no logro de éste siquiera para mis necesidades más elementales, pues los clientes son cada vez menos. ¡A veces pasan días enteros sin que nadie entre a comprar algo!” “¿Y qué haces tú en esos días?”, preguntó el Rebe. “Estoy ocioso, o leo el periódico”. “Si es así, todo está en orden. Tu padre, que en paz descanse, aprovechaba cada

instante libre para recitar un capítulo de los Salmos, estudiar un párrafo bíblico o poner los ojos en una página del Talmud. Esto fastidiaba al Satán, y por eso le enviaba clientes uno detrás del otro, para que perturbaran su estudio de Torá. En tu caso, sin embargo, que de todos modos desperdicias tu tiempo inútilmente, el Satán no ve necesidad alguna de molestarte con compradores...”.

Rabí Elimelej de Lizensk se cruzó con una caravana que viajaba a Varsovia.

“Por favor, os suplico, ocupaos de mi padre”. “¿Y quién es su padre, señor?” “De hecho, también el vuestro. Nuestro Padre Celestial...”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Contaba Rabí Simjá Búnem de Pshisja: “Está escrito: “pues con alegría saldréis” - cuando la persona está alegre, puede librarse de todo apuro. Cuando yo estuve en Danzig lo pude comprobar. Pasé junto al mar y vi un hombre que se estaba ahogando. Las olas lo arrastraban y por fin dejó caer sus brazos, resignado, entregándose al mar. Entonces le grité: “Manda mis saludos al Leviatán”. Sobre su rostro se dibujó una tenue sonrisa. Al instante se sobrepuso a su desamparo, comenzó a luchar nuevamente contra la corriente, y logró salvarse”.

Cierto Rabino opositor al movimiento jasídico sufrió la pérdida de su hija. La pena por la pérdida era tan intensa que no lograba hallar paz, por lo que decidió viajar a Kotzk. Cuando entró al estudio del Rebe de Kotzk, no dio a conocer el motivo de su visita. El Rebe, por su parte, le pidió que explicara un pasaje del Talmud. Cuando el Rabino lo hizo, le dijo el Rebe: “¡De ser así, se vuelven incomprensibles las palabras de Tosafot” El Rabino volvió a explicar. Una vez más el Rebe cuestionó la exposición desde otra fuente, y el Rabino volvió a disipar las dificultades propuestas. Así siguió respondiendo a todas las preguntas del Rebe, hasta que la cuestión quedó clarificada. “Pues entonces”, concluyó el Rebe de Kotzk, “si aquí todo está claro y justificado, con certeza también Di-s es recto y justo en Sus obras”. Halló consuelo el Rabino y se apegó al Rebe.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Decía Rabí Menajem Mendel de Kotzk: “Nuestros Sabios nos dicen, hablando de la gente, que “tal como sus rostros son distintos, así sus opiniones son distintas”. ¿Qué quisieron enseñar? Que tal como soportas el rostro diferente de tu semejante, así debes tolerar su opinión que difiere con la tuya”.

Preguntaron a Rabí Israel de Ruzhyn: “La persona tiene el deber de apartarse del mal y hacer el bien. ¿Cómo es eso posible, si el mal no quiere dejarlo en paz?” “Hay que hacer tanto bien, en tanta cantidad”, respondió el Rebe, “que el mal se ahogue en un mar de bien”.

Los jasidím vinieron a ver a Rabí Dovber de Lubavitch con una queja a flor de labios: “¡Reb Aizik -el famoso jasid de Homel- no se sienta a hacer farbrenguen (farbrenguen es un encuentro entre jasidím durante el cual estos analizan entre sí o con un mentor espiritual sus problemas en el servicio a Di-s) con nosotros!” “¿Cómo puedo hacer farbrenguen con los jasidím”, se justificó Reb Aizik, “cuando aún no he logrado corregirme yo mismo?” Le contestó el Rebe: “Créeme, Reb Aizik, que cuando yo veo que ya no podré corregirme a mí mismo, trato, al menos, de ayudar en su servicio espiritual al prójimo”.

Rabí Shmuel de Lubavitch se encontraba en Petersburgo por cuestiones comunitarias cuando vino a verlo uno de sus jasidím con una queja a flor de labios:

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Acá, en Petersburgo, resulta muy difícil conseguir carne que sea kosher en el mejor grado”. Le respondió el Rebe: “¿Quién dice que hay que comer carne? Nuestros Sabios dijeron que ‘El ignorante tiene prohibido -asur- comer carne’ (Talmud, Pesajím 49b). ¿Qué quiere decir asur? “Atado” -de la palabra asurím, “cautivos”-. El ignorante está como amarrado, no puede desprenderse, de la necesidad de comer carne. Pero en verdad, se puede existir sin carne”

Un hombre vino a Apta y expuso ante el Rebe, el “Ohev Israel”, todas sus penas. “Di-s te va a ayudar”, le respondió el Rebe. “Y hasta que Di-s me ayude, ¿qué hago?”, insistió el hombre. “Él ya te brindará Su asistencia hasta que te ayude...”.

El hombre recitaba del libro de Lamentaciones en la noche de Tishá BeAv (día en que se rememora con congoja la destrucción de los dos Santos Templos de Jerusalén), cuando se le acercó un ciego y le pidió que lo llevara a su casa. El hombre se negó a hacerlo, argumentando que aún no había concluido su recitado. Rabí Yejezkel de Kozmir, que había escuchado la conversación, se acercó al hombre y le dijo: “Recita tus lamentaciones, recítalas. No sólo por la destrucción del Templo debes lamentarte, sino también por el hecho de que no eres capaz de hacer un favor a tu semejante...”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

El Rebe Rashab -Rabí Shalom Dovber de Lubavitch- mantenía una disputa con otros grandes Rabinos de su generación respecto de la distribución del dinero que correspondía al Fondo de Beneficencia Rabí Meír Baal HaNés. Uno de esos grandes Rabinos, refiriéndose al Rebe Rashab, se expresó una vez despectivamente de la siguiente manera: “Quiera Di-s que él sea más fuerte en el temor a Di-s”. Cuando le contaron al Rebe Rashab lo que aquel había dicho, respondió: “Quiera Di-s que él sea más inteligente”. Tiempo después comentó la Rebetzn Rivká: “Parece que aquel “grande” es más grande que mi hijo (el Rebe Rashab). Pues su bendición se cumple, y mi hijo cada vez se eleva más, día a día, en su escala de temor a Di-s. Mientras que la bendición de mi hijo aún no ha rendido frutos...”.

Cuando Rabí Menajem Mendel de Strikov reprendió a cierto célebre avaro por su avaricia, éste le respondió: “Rebe, quédese tranquilo. No es por mi propio beneficio que mezquino mi dinero, sino en bien de otros, mis hijos”. A ello respondió el Rebe: “¿Por qué tienes que mezquinar por otros, cuando a fin de cuentas aquéllos mezquinarán luego también por ti? Mejor sería que derroches (para fines benéficos) en bien de otros, y así también tus hijos derrocharán luego de tu muerte por ti (en tu honor)...”

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Preguntaron a Rabí Yejezkel de Shíneve: “En las plegarias de la mañana decimos: Di-s, sálvanos de un hombre malo y de un amigo malo’. ¿Para qué hace falta una reiteración redundante? ¡Un hombre malo, está claro, es también un amigo dañino?” Respondió Rabí Yejezkel: “Es que hay gente que es negligente en la observancia de las mitzvot pero ayuda a otros y reparte su dinero con generosidad para fines benéficos. Este hombre, obviamente, es una buena persona, pero como amigo, es dañino. Por eso pedimos a Di-s que nos salve del hombre malo, así como del hombre bueno que es perjudicial como amigo...”.

Un jasid, que vestía ropas modernas en lugar de las tradicionales prendas jasídicas, vino a ver a Rabí David Moshé de Chernobil. Cuando Rabí David Moshé vio esto, le preguntó: “¿Qué te ha hecho cambiar de ropas?” “Rebe”, se justificó el jasid, “yo vivo entre gentiles que no quieren a los judíos, y me vi obligado a cambiar de ropas en aras de la paz”. “Y dime entonces”, le preguntó Rabí David Moshé, “ahora que te vistes igual que ellos, ¿han comenzado a quererte?”

Decía Rabí Itzjak Aizik de Komamo: “Todos los hombres necesitan una cierta medida de preocupaciones. Un barco sin carga es llevado por el viento de acá para allá e incluso puede llegar a darse vuelta, y jamás arribará a destino...”.

Decía Rabí Abraham Yehoshúa Heschel, el famoso Ohev Israel de Apta:

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1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“La persona debe ser, durante su vida, como una botella o un barril: aceptar con amor todo lo que su amo -Di-s- ponga en él, ya sea vino (alegría) o vinagre (aflicciones)”.

El autor del Taharat HaKodesh escribe: “De nuestro santo Rabí, el Rebe Elimelej de Lizensk, he aprendido que aquél que recorre las cuatro puntas de la ciudad para recolectar dinero para los pobres, recibe del Cielo perdón por todos los pecados por los cuales debería ser pasible de las cuatro penas capitales”.

Preguntaron a Rabí Itzjak Meír de Gur: “Está escrito: “la verdad, de la tierra crecerá”. ¿Qué debe hacer la persona para ver crecer la verdad?” “Debe plantar la mentira bien profundo, enterrarla muy adentro de la tierra, hasta que allí se pudra. Sobre ella ha de arar, y de su tumba crecerá la verdad”.

Escribió Rabí Yosef Itzjak de Lubavitch en una de sus cartas: “Séate agradable toda crítica y reproche, y séate abominable toda alabanza y reconocimiento. Porque lo primero te beneficiará en ímpetu y esfuerzo, en tanto que lo segundo sólo reporta errores y pereza...”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Rebe”, argüía cierto ricachón con Rabí Shmuel de Karov. “La Torá dice: ‘Dona el diezmo para que te enriquezcas’. Vemos de aquí, entonces, una prueba tajante de que la riqueza es buena...”. “También el estiércol es bueno”, retrucó el tzadik, “sólo que depende para quién...”.

Decía Rabí Simjá Búnem de Pshisja: “La persona siempre debe usar vestimentas que tengan dos bolsillos. En uno de estos bolsillos pondrá un trozo de papel que diga: ‘Por mí fue creado el mundo’ (Talmud, San- hedrín 38a). En el otro, pondrá un trozo de papel que diga: ‘Pero yo no soy más que polvo y cenizas’ (Génesis 18:27).

Rabí Abraham de Trisk, en cierta oportunidad, reprendió severamente a un hombre avaro que se negaba a dar Tzedaká a los pobres. “Estoy buscando al pobre que realmente merezca que yo le dé”, respondió aquel, “mas aún no lo he encontrado”. Le respondió sombrío el tzadik: “Parece que tampoco Di-s buscó al hombre adecuado, y te dio riquezas a ti, en tanto que tú sí buscas al pobre adecuado...”.

Rabí Menajem Mendel de Vitebsk era sumamente humilde. Solía firmar ‘el verdaderamente indigno’ y hablaba permanentemente de la grandeza de la humildad. Pero, al mismo tiempo, vestía las ropas más costosas. Le preguntaron cierta vez: “Si la modestia te es tan preciada, ¿por qué vistes ropas tan caras?”

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1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Respondió Rabí Menajem Mendel: “El lugar más seguro para esconder un tesoro, es el barro...”.

Cierto predicador llegó a Premishlán y vio cómo los jasidím venían en masa al Rebe, Rabí Meír, y acompañaban sus pedidos de bendición con un pidión -rescate por sus almas- monetario generoso. Dolorido, se quejó al Rebe. ‘También a mis discursos viene la gente en multitudes, pero darme... ¡no me dan casi nada! Y acá los jasidím dan con generosidad. ‘Te lo explicaré”, lo consoló el Rebe. “Un Rebe enseña a sus jasidím, y un predicador a sus oyentes. Como yo mismo detesto el dinero, también mis jasidím lo detestan. Por eso no son mezquinos con éste y lo ceden con generosidad. Tú, como adoras el dinero, también tus oyentes aman al suyo, por lo que se hace muy difícil sacárselo de las manos...”.

Dos personas decidieron formar una sociedad para explotar un negocio, y consideraron importante visitar a Rabí Meír de Premishlán y pedir su bendición para que la nueva sociedad les reporte éxitos. El Rebe los escuchó atentamente y luego preguntó: “¿Ya escribieron un convenio de principios para su sociedad?” “No”, respondieron los dos hombres. “Pues entonces”, sugirió el Rebe, “seré yo quien lo escriba para ustedes”. El Rebe temó un papel en sus manos, y con su pluma escribió “álef, bet, guímel, dalet-las cuatro primeras letras del alfabeto hebreo-, y lo entregó a los socios. “Aquí tienen el convenio de principios para su sociedad”. Los hombres se miraron entre sí, sin comprender qué era lo que había escrito el Rebe en el “documento”. Vio el Rebe su estupor y entonces les aclaró su intención:

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Estas cuatro letras encierran el secreto de su éxito. Las letras alef, bet, guímel, dalet son las iniciales de: Emuná (“honestidad”) - Berajá (“bendición”); Gaenevá (“robo”) - Dalut (“pobreza”). Si manejan ustedes su sociedad con honestidad (emuná), pues entonces la bendición (berajá) formará parte de todo lo que emprendan. Pero si, Di-s libre, el comportamiento de ustedes carecierá de sinceridad mutua, robándole (guenevá) uno al otro, sólo verán pobreza (dalut)...”.

Rabí Tzví Elimelej de Dinov solía decir: “¿Por qué no instituyeron nuestros Sabios que recitáramos una bendición antes de dar tzedaká, tal como la instituyeron antes de cumplir muchas otras mitzvot?” El preguntaba y él respondía. “Es que si para dar tzedaká se hubiera requerido una bendición previa, el pobre se hubiera muerto de hambre. Vendría un pobre a pedir tzedaká y la persona querría primero lavar sus manos antes de recitar la bendición, y quizás hasta ir a sumergirse en la mikvé para alcanzar un mayor grado de pureza antes de cumplir la mitzvá. Luego pronunciaría una plegaria encomendando su acción a Di-s (LeShém Ijud), y recién entonces la bendición propiamente dicha. Para entonces, el pobre ya estaría muerto”.

Cierto jasid se presentó ante el Rebe de Radzín con la siguiente queja: “Rebe, mi sustento es muy estrecho, los gastos son inmensos y el dinero no alcanza para nada”. “¿Y cómo estás de salud?”, preguntó el Rebe. “Gracias a Di-s estoy sano”. “¿Y tienes apetito?” “Claro que sí, gracias a Di-s”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Pues entonces”, determinó el Rebe, “no eres para nada pobre. Justamente ayer me comentó un judío rico que su mujer sufre de falta de apetito y ya ha gastado más de quinientos rublos en médicos y remedios para despertar en ella el apetito. De modo que ya puedes sacar la cuenta, ¿cuántos cientos de rublos vale tu apetito?”

El Tzemaj Tzedek, muy poco antes de su fallecimiento, tomó una moneda de medio rublo y llamó a su nieto Shmuel de cuatro años -éste sería luego el quinto Rebe de Jabad-, le dio la moneda y le dijo: “En nuestra Torá se habla de majatzit hashékel -un Medio Shékel-. En la palabra majatzit (‘medio’) la letra tzadik está en el medio. Las letras jet y iud (que forman la palabra jai - ‘vida’) están junto a ella, a ambos lados. Y más lejos, también de cada lado, están las letras mem y tav (que forman la palabra met- ‘muerto’). Esto nos enseña que cuando la persona está próxima al tzadik, al Rebe de la generación, está en la condición de ‘vivo’. Y si está lejos del tzadik, Di-s libre, es como si fuera lo opuesto a la vida...”.

El maguid de Mezritch -Rabí Dovber, sucesor del Baal Shem Tov-, vivía en medio de una terrible pobreza. Cierta vez vino a visitarlo un importante Rabino de Polonia que llevaba una vida de ostentosa riqueza. Como el maguid era muy pobre, antes de la comida tomó una jarra de madera para netilat iadáim -el lavado ritual de manos antes de comer pan-, que a aquel Rabino no le pareció muy adecuada. “¿Acaso no tienes un recipiente mejor para netilat iadáim?, preguntó el Rabino, a la par de que agregaba, “yo, en mi casa, tengo una jarra como esa, pero de plata”. “¿Y cómo has llegado a tener una jarra de plata?” “Viajo por el mundo y junto dinero, y así pude comprarla”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Pues no entiendo: ¿para qué tendría yo que viajar por el mundo y tener una jarra como esa en mi casa? Más vale que sea yo quien esté en mi casa, y la jarra, que se quede dónde está en el mundo”.

Decían en nombre del Baal Shem Tov: “No se debe cumplir mitzvot en aras del interés propio - con una sola excepción: el precepto de caridad. El pobre se complace...”.

Decía Rabí Yosef Itzjak de Lubavitch: “La oscuridad no puede ser expulsada con palos...”.

Rabí Menajem Mendel de Sakranovitch se topó cierta vez con un mendigo cubierto con harapos. Sintió compasión y quiso vestirlo con prendas nuevas. El pobre se negó y dijo: “Rebe, los harapos son mi recurso para lograr mi sustento. La gente me ve así y se apiada de mí”. “En lugar de romper la ropa para ganarse la misericordia de los mortales”, retrucó el Rebe, “mejor sería quebrantar el corazón y ganarse la misericordia de Di-s”.

Rabí Israel de Koznitz sostenía una moneda en su mano, que hacía girar de un lado a otro. Luego dijo: “Tú argumentas que eres importante, eres grande, lo dominas todo. Y que yo soy insignificante, despreciable, débil. Pues entonces, guárdate tu grandeza para ti y

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

déjame en paz. ¿Qué busca un “grande” como tú en lo de un ser indigno como yo?”

Vino un jasid a lo de Rabí David de Taina y le dijo: “Rebe, nuestros Sabios nos dicen que el honor escapa de aquel que lo persigue, en tanto que persigue a aquel que huye de él. Yo, de mi propia experiencia, sé que no importa cuánto escape de él, ¡el honor jamás me persigue!” “Es que el honor”, respondió Rabí David, “huye de aquel que simula estar escapando de él”. En otra ocasión, idéntica pregunta fue formulada a otro de los grandes del Jasidísmo, quien respondió: “Tu problema es que constantemente miras hacia atrás para ver si el honor está realmente persiguiéndote”.

Los santos hermanos Reb Elimelej -Rebe en Lizensk- y Reb Zushe -Rebe en Anípolillegaron a Ludmir, y todo el pueblo salió a recibirlos. Entre quienes les daban la bienvenida había un adinerado hombre que no dejaba de insistir en que los ilustres visitantes se debían hospedar en su casa. Los hermanos, en cambio, prefirieron hacerlo en lo de un hombre muy pobre que ya les había dado albergue en el pasado, cuando ellos se habían impuesto exilio voluntario y nadie conocía aún su calibre espiritual. Como el rico seguía insistiendo, le dijeron: “Nosotros tenemos de antaño nuestro hospedaje en Ludmir. Como no hemos cambiado desde entonces, ¿por qué cambiar de lugar? La única diferencia es que antes veníamos a pie y ahora lo hicimos en una carreta tirada por caballos. En ellos está la diferencia. Si quieres, moléstate y rinde honores a los caballos...”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

Dijo Rabí David de Radzitch: “Lo más grave de la pobreza es cuando el pobre imagina y cree con fe sincera que el día en que enriquezca ya no sabrá más de padecimientos.

¡Rebe!”, se quejó cierto rico a Rabí Yaakov de Radzimín. “Estoy cansado de dar tzedaká. ¡Doy y vuelvo a dar, y otra vez! ¡La cosa no tiene fin!” Sonrió Rabí Yaakov y dijo: “¿Y de comer no estás cansado? Comes, y vuelves a comer, y la cosa nunca se acaba...”. “Es que, ¿cómo puede vivir la persona sin comer?”, objetó el hombre. “¿Y cómo puede vivir sin tzedaká?”, retrucó Rabí Yaakov.

Decía Rabí Itzjak de Vurka: “El azúcar, que desaparece totalmente y se disuelve en el agua, endulza. También es así el judío; solamente cuando anula su propio Yo puede ayudar a su semejante...”.

Reb Hérshele de Rimanov provenía de un hogar donde reinaban las privaciones, no había asistido a escuelas en el exacto sentido de la palabra, y su altura espiritual era resultado de un esfuerzo personal. Antes de que Reb Hérshele y el gran Rebe de Ruzhyn unieran a sus hijos en matrimonio, remarcó el Rebe de Ruzhyn:

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Es costumbre que ante el matrimonio informemos a nuestros hijos qué herencia les legamos. Mi abuelo fue Rabí Abraham, “el Malaj” -ángel-. Su padre fue el célebre Maguid -Predicador- de Mezritch, heredero espiritual del Baal Shem Tov. Del lado materno, mi abuelo fue Rabí Najúm de Chernobil, uno de los más allegados discípulos del Baal Shem Tov. Nuestro linaje está repleto de Sabios eminentes y se remonta hasta el Rey David”. Reb Hérshele prestó atención con respeto, y luego agregó: “Yo quedé huérfano de muy pequeño. Ni siquiera recuerdo a mis padres. Logré sobrevivir gracias a la generosidad de quienes se preocuparon por que yo tuviera alimentos y ropa. A los nueve años, cuando los niños de mi edad asistían al jeider -la escuela tradicional judía- para estudiar Torá, yo era aprendiz junto a un sastre y de esa manera ganaba mi sustento. El sastre era un hombre bueno y honesto, y se esforzó por enseñarme la profesión de modo que pudiera mantenerme por medios propios. El me enseñó: “Cuando tienes una prenda vieja con agujeros y defectos, repárala de la mejor manera que te sea posible. Y cuanto te entregan una pieza de tela para coser una prenda nueva, pon el máximo esmero en no estropearla”. Esta es mi humilde herencia, que entrego a nuestros hijos. Reparad los defectos del pasado y sed cuidadosos de no estropear el futuro”.

Decía Rabí Israel Baal Shem Tov, el fundador del Movimiento Jasídico: “Recitar un capítulo de Tehilím -Salmos- con corazón quebrantado, esforzarse por hacer un favor a otro judío, material o espiritualmente, y amar al otro judío, son las llaves para todos los cerrojos de las Cámaras Celestiales de la misericordia, y las Cámaras de la curación, la salvación y el sustento”.

Rabí Levi Itzjak de Berdichev salió con una misión: reunir dinero para el rescate de prisioneros judíos retenidos por el gobierno. Caminó de pueblo en pueblo, pero ese día fue particularmente desafortunado.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“He desperdiciado mi tiempo”, pensó para sí. “Desperdicié tiempo que podría haber empleado para estudiar Torá o para orar, y nada tengo para justificarlo”. Poco después de murmurar para sí estas palabras, se encontró en una aldea en la que un judío había sido capturado robando. El hombre fue golpeado duramente y luego arrojado al calabozo. Rabí Leví Itzjak fue a visitarlo y le dijo: “¿Ves, hijo mío, qué desgracia has traído sobre ti? Estoy seguro que jamás repetirás tu crimen”. “¿Por qué no?”, replicó el hombre. “Si no tuve éxito hoy, podría tenerlo mañana”. “He aprendido una lección”, pensó para sí Rabí Leví Itzjak. “También yo continuaré. Si no tuve éxito hoy, podría tenerlo mañana”.

Un judío saturado de sufrimientos fue a ver a Rabí Israel de Ruzhyn y se quejó de que sus padecimientos lo apartaban del estudio de la Torá y de la plegaria. Puso el Rebe su mano sobre el hombro de aquél, y le dijo: “¿Y de dónde deduces, querido amigo, qué es más preciado a los ojos de Di-s, si tu estudio o tus sufrimientos?”

Decían en nombre del Maguid -Predicador- de Mezritch: “Tres cosas hay que aprender de los niños, para saber cómo servir a Di-s: 1) Cuando quieren algo y no lo logran, lloran; 2) jamás están ociosos, siempre están atareados con algo; y 3) siempre están contentos”.

Decía Rabí Itzjak Aizik de Komamo:

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Que el hombre no se preocupe por el mañana hasta tanto no haya enmendado el hoy”.

Preguntaron a Rabí Sháiele de Praga: “Está escrito ‘la caridad salva de la muerte’. Pero si los años del hombre ya han sido estipulados de antemano, ¿de qué le sirve la tzedaká?” Respondió Rabí Sháiele: “Es que la persona que da tzedaká más allá de sus posibilidades tiene un poderoso argumento para blandir al Cielo: ‘¡Di-s! Yo he dado dinero, más de la cuenta; también Tú, dame más años de la cuenta estipulada’

Una vez concluida la comida, escuchó Rabí Jaím de Tzanz cómo uno de los presentes alzaba su voz durante la Bendición de Gracias Después de las Comidas -el Birkat HaMazón- mientras recitaba: “Que el Misericordioso nos dé sustento con honra”. Murmuró el Rebe en ese momento: “A la persona que se ve insignificante a sus propios ojos, nada habrá de faltarle. Porque a la nada, nada le falta...”.

Rabí Menajem Mendel de Rimanov solía dar semanalmente dinero a su hijo para cubrir los gastos de la semana. Invariablemente le daba tres rublos menos de lo que necesitaba. Una vez le preguntó su hijo: “Papá, si ya estás dispuesto a mantenerme, ¿no podrías darme tres rublos más cada semana?”

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“No”, respondió su padre. “Pues si te diera lo suficiente como para cubrir todos tus gastos, estaría quitándote, Di-s libre, la necesidad de tener fe en Di-s”.

Cierto hombre simple e ignorante paseaba por la sinagoga de Rabí Meír de Premishlán contando a quienquiera lo escuchara la grandeza de su árbol genealógico. Su padre había sido tal gran Rabino, su abuelo había sido aquel Rebe, su bisabuelo... Lo llamó Rabí Meír y le dijo: “Te contaré una historia. Había una vez un terrateniente que tenía un fiel y habilidoso perro que lo cuidó durante años. Cuando el perro se puso viejo y ya no era de utilidad, el terrateniente decidió librarse de él y arrojarlo al bosque. Pero como muestra de gratitud, y para protegerlo de las fieras, lo vistió con pieles de león, oso y lobo. “Muy pronto se enteró el rey de la selva que por el bosque se paseaba una fiera extraña, parte león, parte lobo, parte oso. De inmediato la llamó a su presencia y le preguntó: “¿Quién eres?” “Mi bisabuelo era león”, respondió el perro jactancioso. “Bien. Pero tú, ¿quién eres?” “Mi abuelo era oso”. “Extraordinario. Pero tú, ¿quién eres?” “Mi padre era lobo”. “¡Respóndeme de una buena vez! ¿Tú, quién eres?” “Yo..., yo...”, respondió el can bajando los ojos de vergüenza, “yo no soy más que un perro...”.

Una mujer se presentó ante Rabí Meír de Premishlán. “Rebe, mi hija acaba de dar a luz un varón, y quisiéramos llamarlo con su nombre, Meír”.

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Cuentos cortos | Jabad Lubavitch

1 de enero de 1994

[ANECDOTARIO JASÍDICO]

“Sin duda que puedes hacerlo”, respondió Rabí Meír, “pero has de saber que también hay muchos ladrones que llevan el mismo nombre”.

Un joven discípulo lloraba amargamente ante Rabí Moshé de Kubrín, reconociendo con pesar haber caído en manos del orgullo. “¿Tienes dinero?”, le preguntó Rabí Moshé. “Sólo un poco”. “¿Sabes Torá?” “Algo”. “¿Tienes cultura?” “En pequeña medida”. “Pues no entiendo”, sentenció Rabí Moshé. “Una persona que no tiene Torá, ni sabiduría ni riqueza, ¿de dónde consigue orgullo?”

Cierto jasid se quejó ante Rabí Shneur Zalman de Liadí de que no sentía entusiasmo durante el estudio de la Torá y durante la plegaria. “Estudio y oro”, se lamentó el jasid, “pero sin entusiasmo”. “¿Cuál es la sorpresa”, retrucó el Rebe, “cuando se goza de cosas que están de más y se come pan blanco -un lujo en aquella época- durante los días de semana? Aquél cuya situación económica le permite comer pan blanco también en días de semana - debe contentarse con pan negro y que el resto lo reparta para tzedaká caridad-”.

Ese jueves por la mañana el Rebe de Berdichev, Rabí Leví Itzjak, caminaba lentamente en dirección a la Sinagoga para las plegarias de la mañana, enfrascado en sus pensamientos. Junto a él, también absorto en los suyos, pasó corriendo un

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judío, evidentemente preocupado. Rabí Leví Itzjak lo detuvo y le preguntó qué lo hacía correr tan presuroso, cuando en ese momento debía dirigirse a la Sinagoga para orar a Di-s. “Lo siento, Rebe, pero no podré ir. Es que estoy persiguiendo mi sustento...”. “¿Y quién te dice, preguntó-contestó el Rebe, “que tu sustento está delante de ti, que tienes que correr para lograrlo? ¿Quizás éste está detrás de ti, y al correr lo único que haces es alejarte de él?”

Se quejaron cierta vez los jasidím ante el Rebe Maharash-Rabí Shmuel de Lubavitchque su mashpía -mentor espiritual- es muy duro con ellos. Cuando éste entró a yejidut -audiencia privada con el Rebe-, le dijo Rabí Shmuel: “En la Torá está escrito: mehajel jermesh bakamá (lit. “desde la primera vez que apoyas la hoz sobre el grano en pie” - Deuteronomio 16:9). Esto -en términos del servicio a Di-s- quiere decir que hay que quebrar la kamá (lit. “en pie”), el orgullo y la sensación del Yo, por medio de jermesh (lit. “la hoz”), la mortificación del cuerpo y los ayunos. Pero también está escrito: vejermesh lo tanif al kamat reeja (lit. “y hoz no blandirás sobre el grano en pie de tu semejante” - Ibíd. 23:26). Las mortificaciones son para uno mismo, pero no cuando se trata del prójimo”.

Rabí Meír Shapiro de Lublín solía decir: “Fue un pobre quien me enseñó cómo juntar tzedaká. Un pobre vino a mi puerta y me pidió tzedaká. Le di medio zloty (una moneda polaca). Entonces me preguntó si podía darle más. Uno de los presentes dijo entonces al pobre: “Tu conducta me sorprende. Cuando te dan un groszy (un centavo de zloty), lo aceptas sin discutir, y ahora, cuando te dan medio zloty, ¿discutes y pides más?” Respondió el pobre:

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“Si me dan un groszy, no tiene sentido discutir, porque aun si me dieran más, ¿cuánto más me darán? ¡Otro groszy! Pero cuando me dan medio zloty, vale la pena discutir; puede ser que me agreguen otro medio zloty”. “Cada vez que pido de un hombre rico una donación y éste me da una buena suma de dinero, le cuento esta historia”.

Rabí Meír de Apta demandaba de sus jasidím que consagraran un tiempo fijo diariamente para sus propias necesidades del espíritu. Se justificó uno de sus discípulos, un hombre entregado a las cuestiones de la comunidad: “Las necesidades comunitarias son tantas que ya no tengo para mí mismo ni siquiera un instante disponible en el día”. “Quien no puede compadecerse de sí mismo”, lo amonestó el Rebe, “tampoco está capacitado para sentir piedad por los demás...”.

Un judío se quejó ante Rabí Menajem Mendel de Kotzk de su pobreza. “No te preocupes”, le aconsejó el Rabí. “Ora a Di-s de todo corazón y seguro que El Se apiadará de ti”. “Es que no sé cómo rezar”, argumentó el judío. “En ese caso sí que tienes de qué preocuparte...”.

Dice el versículo: “No robes al pobre, pues pobre es él”. Y Rabí Zeev de Sasov solía explicarlo así: “Si no quieres dar Tzedaká al menesteroso, pues no le des. Pero no le robes su pobreza poniendo por pretexto que él no merece caridad...!”

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Rabí Israel de Ruzhyn decía con frecuencia así: “Si una persona pierde las esperanzas de recuperar un objeto que ha perdido, y luego otra persona lo encuentra, la ley establece que el segundo se ha convertido en su legítimo dueño. De alguna manera, esa norma sirve de multa para la persona que ha perdido las esperanzas. Con ello se nos enseña que el judío nunca debe desesperar”.

Vino cierta vez un hombre a ver a Rabí Abraham de Porisov. Suspiraba y se lamentaba, era todo tristeza y pesar. “¡Rebe! Mi suerte es mala y amarga. No sé qué es la alegría. Duros sufrimientos son mi pócima diaria...”. Lo miró el Rebe fijamente, y le dijo: “¿Quién te dijo que es por los sufrimientos que tú estás triste? Quizás sea justamente al revés: es debido a tu tristeza que caen sobre ti las aflicciones. Ponte fuerte, hazte de un poco de alegría, y los sufrimientos se disiparán solos...”.

La nieta de Rabí Jaím de Tzanz pidió de su abuelo que le comprara zapatos nuevos, pues los viejos ya estaban rotos. “No tengo dinero”, se negó Reb Jaím. En ese mismo instante el Rebe notó que los zapatos de la hija de uno de sus asistentes estaban rotos, y le dio dinero para que se comprara nuevo. “¿Qué es esto?”, se quejó la nieta. “¿Acaso soy yo menos que ella?” “Es que a ti te honrarán de todos modos”, replicó Reb Jaím. “Eres la nieta del Rebe. Pero esta pobre desdichada realmente necesita zapatos nuevos...”.

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Contó el jasid Reb Hendel de Pleshtchenitz, lo que había oído de la Rebetzn Rivká, esposa de Rabí Shmuel de Lubavitch: “Cierta vez enfermó la hija -o la nuera- de Rabí Menajem Mendel de Lubavitch, el Rebe Tzemaj Tzedek. Cuando se lo contaron al Rebe, éste dijo: ‘Que lean para ella cuentos en los que se narran las alabanzas del Baal Shem Tov. Es un método maravilloso para curar la fiebre alta’

En Nevel -la célebre ciudad jasídica había un joven cuya conducta no se ajustaba a las normas de la Torá. El gran jasid Reb Guershón Ber, sin tomar en cuenta su deplorable conducta, le reprochaba solamente el que durmiera durante la clase de Tania -la obra filosófica base del Jasidísmo Jabad. Tiempo después este joven abandonó el judaísmo y se bautizó. Cuando posteriormente se topó con Reb Guershón Ber, le dijo: “¿Qué dices ahora de los reproches que me has hecho?” Reb Guershón Ber le contestó: “¿Tú crees que cuando tengas que presentarte ante el Tribunal Celestial te juzgarán sólo por tu apostasía? ¡Estás equivocado! Primero te juzgarán por renegar de tu religión. Una vez que hayas sido castigado por ello y dejes de ser apóstata para volver a ser judío, volverán a juzgarte por transgresiones tales como profanar el Shabat, comer jametz en Pesaj, comer en Yom Kipur... ¡y también por ellas te castigarán! Entonces dejarás de pertenecer al grupo de los pecadores y volverás a ser un judío virtuoso y temeroso de Di-s. Entonces nuevamente tendrás que soportar sufrimientos por no abstenerte de comer “matzá mojada” -una observancia de jasidím, quienes cuidan que en Pesaj la matzá no entre en contacto con agua-, hasta que finalmente terminarán juzgándote también por haber dormido durante la clase de Tania!” Reb Guershón Ber siguió hablándole con palabras que brotan del corazón, hasta que el joven sintió grandes remordimientos, se arrepintió de sus actos, huyó a otra ciudad, y allí regresó plenamente al seno de su pueblo.

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“Si mis discípulos habrán de aferrarse a lo espiritual”, dijo cierta vez el Alter Rebe -Rabí Shneur Zalman de Liadí-, “tendrán tanto lo espiritual como lo material”.

Decía Rabí Aharón HaGadol de Karlín: “La tristeza no es pecado, y la alegría no es mitzvá. Pero, ningún pecado puede arrastrar al hombre al lugar al que puede llevarlo la tristeza. Y ninguna mitzvá puede conducirlo al lugar al que puede llevarlo la alegría...”. También decía: “Tristeza quiere decir ‘me deben’, ‘me falta’, tanto material como espiritualmente. Resulta, entonces, que todo es por el propio beneficio. ¿Quién te dice que a ti deben y tú... nada debes?”

Rabí Moshé Leib de Sasov, cuando pasaba por momentos difíciles, solía decir: “Lo que pasó, ya pasó. En cuanto al futuro, aguardo la salvación de Di-s en cualquier momento. Así, mis penas durarán sólo un tiempo muy breve. ¿Hay acaso alguien que no pueda soportar apuros durante un fugaz instante?”

Un jasid estudiaba las leyes que hacen que un ave sea kosher o no, y llegó al caso de “Una aguja que fue hallada en el estómago” (Ioré Deá 48:11). Se preguntó el jasid: “La aguja, de por sí, no tiene nada de malo. También este estómago, de por sí, no tiene nada de malo. ¿Por qué, entonces, cuando ambos se encuentran juntos aparece una pregunta capaz de prohibir el consumo del ave?” Y contestó:

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“La ‘aguja’ simboliza a la persona crítica, aquella que exige y “pincha” con vehemencia. Lo hace consigo, y lo hace con los demás. Esta persona es kosher, pues si bien exige de un modo tajante de su prójimo, exige de la misma manera de sí mismo. A su vez, el “estómago” es la persona serena y afable, consigo y con los demás. También éste es kosher, pues aunque no exige de sí mismo como debería hacerlo, al menos puede decirse a su favor que tampoco de otros exige algo. Esta ley del Yoré Dea, remató el jasid, “trata de la persona que consigo misma es afable, pero de su semejante exige, es una aguja hallada en el estómago’, de un modo no kosher...”.

Cuando Rabí Yosef Itzjak, el sexto Rebe de Jabad, visitó los Estados Unidos por primera vez en el año 1929, prepararon en su honor una cena de melavé malká. En ella estaban presentes también dos acaudalados judíos y el Rebe regaló a cada uno de ellos una moneda de plata. A uno dijo que siempre llevara la moneda en su bolsillo, en tanto que al segundo dijo que la cosiera en el ruedo de su talit katán -la prenda con tzitzít que se viste permanentemente debajo de la ropa-. Los presentes se sorprendieron ante la actitud del Rebe, y más particularmente por la diferencia entre la instrucción dada a uno y a otro, un verdadero acertijo. Al final de la cena, el segundo hombre expresó su propia sorpresa: “Qué extraño que el Rebe me dijera que cosiera la moneda en mi talit katán, si yo no visto tzitzít...". Entonces comprendieron cuál fue la in-tención del santo Rebe... UNA BUENA PAREJA

Cuando Rabí Shneur Zalman de Liadí encomendó en manos de su hijo, el Míteler Rebe -Rabí Dovber de Lubavitch- la educa-ción jasídica de los jóvenes, su padre, el Alter Rebe, le dijo: “El primer paso en la educación jasídica consiste en ver que los jasidím dejen de ser ‘tontos’. Pues la necedad es un muro de hierro entre la persona y el jasiduf.

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Explicó el Rebe Shalom Dovber: La palabra ‘tonto’ (shoté) se interpreta de dos maneras: 1) Literalmente, 2) En el sen-tido de “desordenado”, como en la ley de hadas shoté, un rama de mirto cuyas hojas crecen desordenadas, en cuanto a su uso en Sucot. Ninguno de estos dos es buena pareja para el jasid”. YA NO ESTA OCULTO

Preguntaron a Rabí Pinjas de Koritz: “Cuando a la persona le va mal, le cuesta fortalecer su fe, le parece que realmente Di-s está ocultando de él Su rostro, ¿qué debe hacer para fortalecer su fe?” Respondió Rabí Pinjás: “Si sabe que se trata de un ocultamiento del Semblante Divino, ya no es más oculta- miento...”. ▲T



¿QUE ES UN JASID? (I)

Reb losef Iuzik Huruvitz preguntó a Rabí Shalom Dovber de Lubavitch: “Rebe, ¿qué es un jasid?” “Un jasid es un hombre que enciende faroles por las calles de la ciudad. Tiene preparada una antorcha con fuego, sabe que el fuego no le pertenece, y va de lugar en lugar encendiendo faroles”. “¿Qué pasa si el farol se encuentra en un desierto desolado?” “También hay que encender. Que se vea que éste es un desierto, y que el desierto se avergüence ante el farol”. “¿Y qué pasa cuando el farol está en el mar?” “Hay que quitarse las prendas, saltar al agua, y allí encender”. “¿Eso es un jasid?” Tras larga reflexión, el Rebe respondió: “Sí. Eso es un jasid”. “¡Rebe, no veo faroles!” “Porque no eres un encendedor de faro-les...”. “¿Y cómo se convierte uno en encendedor de faroles?”

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“Hay que apartarse del mal. Comenzar con uno mismo. Lavarse a sí mismo. Volver¬se más refinado y delicado. Entonces se vislumbra en el otro el farol. Si, líbrenos Di-s, uno mismo es burdo, sólo se ve lo tosco. Pero cuando se es delicado y refinado, en-tonces se ve en el otro la delicadeza”. ¿QUE ES UN JASID? (II) , ¿Qué es un jasid?”, preguntaron a Rabí Itzjak de Vurka. “Un jasid”, respondió el Rebe, “es aquel que sabe ayunar mientras come, aislarse mientras está entre la gente, y revolcarse en la nieve mientras yace en un lecho cálido y mullido...”.

Decía Rabí losefltzjak, el anterior Rebe de Lubavitch: "Hay que aprender a contar una historia jasídica; no 'embellecer' la historia con explicaciones y comentarios propios. Hay que aprender a entonar una melodía jasídica; cantarla tal cual es, sin las volteretas que agregan los cantores. Los cuentos jasídicos y las melodías jasídicas hicieron crecer, a Di-s gracias, generaciones tras generaciones de jasidím devotos en el servicio a Di-s".

AFILANDO CON LAGRIMAS Antes de que el Baal Shem Tov -Rabí Israel, el fundador del jasidismo- se diera a conocer al mundo como un tzadik hacedor de milagros, cumplía las funciones de shojet -matarife ritual-. Luego, cuando se dio a conocer, dejó su puesto y la comunidad tomó a otro shojet en su lugar. Por esa época, uno de los aldeanos envió por intermedio de su sirviente no-judío un ave para ser faenada, tal como solía hacer siempre, pero esta vez el sirviente regresó con el ave viva, tal cual se la llevara. “¿Por qué no has hecho que se degollara al ave?”, le preguntó su patrón. “No quiero dársela al nuevo shojet. Cuan-do Isrolik era el shojet, afilaba su cuchillo con sus propias lágrimas, mientras que este nuevo shojet lo hace tomando agua de un cubo. ¿Acaso puedo darle el ave a un shojet así?”

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APRENDER DE LA EXPERIENCIA

“Cuando era joven”, contaba Rabí Naftalí de Ropshitz, “me apresuraba para levantar-me mientras todavía era de noche, cuando las estrellas aún brillaban en el firmamento, para dedicarme a servir a Di-s. El IetzerHará -Instinto del Mal- se acercó a mi lecho y me dijo: ‘¿Para qué tanto apuro? Afuera hace frío, está oscuro. Duerme un poco más y disfruta de tu descanso...’. Entonces le res-pondí: Tú eres más viejo que yo, y ya te has levantado para hacer tu trabajo, antes que yo. ¿Y todavía pretendes sugerirme que siga durmiendo?’ ” ▼

▲▼

BESO AGRADECIDO Rabí Búnem de Pshisja se acercó a su Rebe, Rabí Iaacov Itzjak, conocido como el Iehudí HoKadosh (‘el judío santo’) en un profundo estado de depresión. “Búnem”, preguntó el Rebe. “¿Por qué estás deprimido?” “Alguien me humilló hoy”, respondió Rabí Búnem. “¿Quién tuvo la osadía de hacer semejante cosa?” Rabí Búnem guardó silencio. Sin embargo, Rabí Iaacov Itzjak fue insis-tente. “¿Quién fue, y qué es lo que tú hiciste?” “Me levanté”, replicó Rabí Búnem, “y le di un beso”. “¿En serio?”, dijo el Iehudí con sorpresa. “Sí. Hoy estudié todo el libro Shéuet Mu- sar, y éste me llenó de vergüenza. Me di cuenta que jamás en mi vida había servido a Di-s como es debido. Me sentí lleno de remordimientos y humillación. Por eso besé el santo libro antes de devolverlo al estante”. Y

▲T

CONFIANZA Í ■■«mMmss&mm. m Vino un hombre ante el Tzemqj Tzedek y se quejó de que sufría dudas en su fe en Di-s. “¿Tienes miedo al rey?”, le preguntó el Rebe.

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“¡Claro que sí!”, respondió el hombre. “¿Lo viste alguna vez?” “No, nunca lo vi”. “Pues entonces, ¿por qué le tienes mie-do?” “Mi hermano me contó que una vez lo vio”. “¿Y a mí me crees?” “Sí”. “Entonces...”. AT



CONSUELAME TU Cuando falleció la hija de Rabí Menajem Mendel de Rimanov, dijo éste: “Cuando falleció mi esposa, Di-s, quedó mi hija para consolarme. Y ahora, que falle-ció también mi hija, sólo me quedas Tú. Corresponde, entonces, que Tú me consue-les...”. ▲T



CORAZONES ENTEROS i» . *!QSkt1

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El gran Maguid -Predicador- de Mezritch envió a Rabí Menajem Mendel de Vitebsk a la Rusia Blanca para captar almas para el jasidismo. A sil regreso, le preguntó qué había logrado en su misión. Respondió Rabí Menajem Mendel: “Encontré allí corazones enteros y saco-nes de seda rasgados, e invertí las cosas. Ahora sus sacones están enteros pero sus corazones están quebrantados...”. ▼▲▼ DAR EL ULTIMO GOLPE “Así es la guerra contra el Instinto del Mal”, decía Rabí Mordejai de Léjovitch. “Uno da empellones y recibe bofetadas. Pero lo importante es que sea el hombre quien da el último golpe...”. ▼

▲▼

EL VERDADERO TOTAL Se cuenta de uno de los grandes jasidím del Alter Rebe, Rabí Biniamín Kletzker, un exitoso comerciante, que en cierta oportuni-dad realizó el cómputo anual de lo que

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con-tenían sus depósitos, y al trazar la línea de los totales, en lugar de éste escribió ein od milvadó, “no hay otro fuera de Di-s”. Cuando quienes estaban presentes expre-saron su sorpresa ante semejante cifra total, les respondió: “Si en medio del Shemoné Esré, la plegaria de mayor concentración y devoción, pueden apoderarse del hombre pensamientos acer¬ca de la gran feria que se realiza en Leipzig, ¿cuál es la sorpresa que en medio de la feria se apoderen de uno pensamientos acerca de la Unidad de Di-s?” Y

▲Y

EN EL LUGAR MAS BAJO Rabí Asher de Stolin decía así: “La gente cree que el lugar de Di-s es en el Cielo, en lo más alto de las alturas, pero está equivocada. Di-s está aquí abajo, en la tierra, en su punto más bajo. Incluso la persona más indigna puede alcanzar a Di-s, si se lo propo¬ne. Y cada segundo que se desperdicia en hacerlo, es una pena lamentable”.

ENTRE SOMBRAS El jozé de Lublín, Rabí Iaacov Itzjak, dijo una vez a un hombre muy simple: “Envidio tu devoción religiosa, que es mu-cho mayor que la mía. Yo soy un líder, lo quiera o no. Todos miran hacia mí. Si, Di-s libre, hago algo que está mal, todos dirán: ‘¡Miren, el jozé hizo tal cosa!’ Tú, en cambio, trabajas en medio de las sombras. Puedes actuar como se te antoje, y con todo eres temeroso de Di-s. De modo que está claro que tú eres en verdad una persona piado- sa... . Y

AY

LA GRAN PREGUNTA Rabí Moshé Leib de Sasov vivía en medio de gran pobreza. Cierto vecino suyo, que viajaba a diferentes ferias, se apiadó de él y le dijo: “Si vienes conmigo a la feria y cuidas mi mercadería, te pagaré el salario de una semana”. Rabí Moshé Leib aceptó la oferta. Apenas llegaron a la feria, Rabí Moshé Leib se fue a la sinagoga, rezó allí las oracio-nes de la mañana -shqjarit- durante largo rato,

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estudió luego Tora, y cuando por fin regresó a la feria era ya al final del día. Por supuesto, no se le pagó nada. Cuando regresó a su casa, sus niños se abalanzaron sobre él y le dijeron: “¡Papá! ¿Qué nos has traído de la feria?” Rabí Moshé Leib rompió en desconsolado llanto. “¿Por qué lloras?”, le preguntaron. “¡Ay de mí!”, suspiró Rabí Moshé Leib. “A mi regreso de la feria, que sólo duró un día, se me preguntó: ‘¿qué me has traído?’. Pues entonces, cuando yo regrese de esta ‘Gran Feria’ que es la vida, con cuánta más razón me preguntarán en el Cielo: ‘¿Qué has traído contigo?’ ” ▼

▲▼

LA INTENCION CORRECTA ,-.v.

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Uno de los grandes maestros del jasidis- mo salió en una oportunidad con sus discípulos para observar las acrobacias de un equilibrista que caminaba sobre una cuerda a gran altura. El Rebe meditaba con gran concentración en lo que estaba viendo, mos-trando un inusitado interés por el espectá-culo. Sus alumnos, en cambio, estaban perplejos al ver semejante interés por lo que aparentemente no era más que una inútil pérdida de tiempo. “Esta persona”, les aclaró el Rebe, “cami-na sobre una delgada cuerda a gran altura para ganarse la recompensa y los honores que le aguardan una vez que llegue a desti-no. En este momento, no obstante, mientras está suspendido entre el cielo y la tierra, no piensa, ni por un instante, en los premios y en la fama que le esperan. Todo su interés, en este momento, está consagrado a una única meta: llevar a buen término la tarea emprendida y llegar a destino sano y salvo”. ‘Todo nos enseña algo en el servicio a Di-s”, continuó el Rebe. ‘También el judío es un ser que recorre su mundo sobre una fina cuerda entre lo prohibido y lo permitido, lo ético y lo inmoral, la honestidad y la mentira, y Di-s le promete un cúmulo de recompen¬sas. No obstante, su deber es cumplir la tarea a la perfección. Preocuparse por llegar a destino sano y salvo. Para un logro limpio

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y perfecto de su objetivo, de él se exige un colosal esfuerzo de concentración en las ta-reas que le han sido encomendadas, las mitzvot, así como el olvido de la recompensa y fama que le esperan al final del camino”. ▲Y



LO QUE REALMENTE PRECISO iMJM, Rabí Iejíel Mijl de Zlotchov era extremada-mente pobre y sufría duras necesidades. No obstante, ni por un momento perdió la ale-gría. “¡Rebe!”, le preguntó uno de sus discípu-los. “¿Cómo pronuncias diariamente la ben-dición de ‘Bendito eres Tú, Di-s,... que me provee de todas mis necesidades’, si te faltan las más elementales necesidades del hom-bre?” “Seguro que lo que yo preciso”, respondió el Rebe, “es justamente la pobreza, y eso se me ha dado con creces...”.

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