ancianos y diáconos

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“Tiene en sus manos un tratado excelente sobre temas importantes relacionados con la eclesiología. Este libro es claro, conciso y bíblico. Será un recurso valioso en años venideros, a medida que tratamos de pensar teológica y prácticamente en la iglesia”. —DANIEL L. AKIN Presidente del Seminario Teológico Bautista del Sureste “Muy accesible y de fácil lectura… Merkle basa sus conclusiones exclusivamente en las Escrituras y está dispuesto a hacer cambios, cuando sea necesario y bíblico, en la manera en que se han hecho las cosas”. —JIM NEWHEISER Pastor de la Iglesia Bíblica Gracia, en Escondido, California. Director del Instituto para Consejería Bíblica y Discipulado “Esta obra es lúcida, bíblica y bien argumentada. Los eruditos, pastores y lectores interesados se beneficiarán de su lectura, que es claramente relevante para la organización de nuestras iglesias”. —THOMAS R. SCHREINER Profesor de Interpretación del Nuevo Testamento en la cátedra James Buchanan Harrison del Seminario Teológico Bautista del Sur “A menudo, se da una lamentable dicotomía entre la teología y la práctica en la iglesia local. Esta dicotomía está ausente de la Biblia y, afortunadamente, no existe en Preguntas y respuestas sobre ancianos y diáconos. Este libro debería ser de lectura obligada para todos los que aspiran a desempeñar un liderazgo bíblicamente definido y motivado, de acuerdo con el evangelio”. —DANIEL MONTGOMERY Pastor de la Iglesia Sojourn Community, Louisville, Kentucky “A Merkle se le nota claramente que domina el tema y la literatura importante. Escribe con claridad y es fácil de entender. Es un placer leer un libro que combina la erudición y la facilidad de lectura como 3

lo encontramos en Preguntas y respuestas sobre ancianos y diáconos. El formato es popular y útil para el estudio de preguntas importantes sobre el liderazgo de la iglesia en el Nuevo Testamento. Incluso, aquellos que en ocasiones no estén de acuerdo con sus conclusiones, podrán apreciar la claridad del razonamiento y encontrarán útil y concisa la presentación de los pros y contras de los temas. En resumen, Merkle ha escrito una obra bien escrita y organizada sobre un tema de gran importancia y muy debatido en la iglesia. Los pastores, estudiantes y líderes laicos de la iglesia la encontrarán muy útil”. —ROBERT H. STEIN Profesor principal de Interpretación del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Bautista del Sur

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La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de calidad—con integridad y excelencia—, desde una perspectiva bíblica y confiable, que animen a las personas a conocer y servir a Jesucristo.

A los ancianos de Grace Bible Church de North County, ya que fueron los primeros en enseñarme lo que significa ser un anciano.

Título del original: 40 Questions About Elders and Deacons © 2008 por Benjamin L. Merkle y publicado por Kregel Publications, una división de Kregel, Inc., P.O. Box 2607, Grand Rapids, MI 49501. Traducido con permiso. Edición en castellano: Preguntas y respuestas sobre ancianos y diáconos © 2012 por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin el permiso escrito previo de los editores, con la excepción de citas breves o reseñas. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia. EDITORIAL PORTAVOZ P.O. Box 2607 Grand Rapids, Michigan 49501 USA Visítenos en: www.portavoz.com

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ISBN 978-0-8254-1373-5 (rústica) ISBN 978-0-8254-0350-7 (Kindle) ISBN 978-0-8254-8516-9 (epub) 1 2 3 4 5 / 16 15 14 13 12 Impreso en los Estados Unidos de América Printed in the United States of America

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Contenido Prólogo Introducción Abreviaturas Primera parte: Oficios* en general 1. ¿Por qué es importante tener una forma bíblica para el gobierno de la iglesia? 2. ¿Cuáles son las diferentes formas de gobierno para la iglesia? 3. El Concilio de Jerusalén en Hechos 15, ¿respalda la forma de gobierno episcopal o presbiteriana? 4. ¿Qué evidencia hay en el Nuevo Testamento que respalde el congregacionalismo? 5. ¿Se aplican en la actualidad los oficios de apóstol, profeta, evangelista y sacerdote? 6. ¿Cuántos oficios existen en la iglesia de hoy? Segunda parte: El oficio de anciano A. Preguntas relacionadas con las cuestiones de contexto 7. ¿Cuál es el contexto de los términos “anciano” y “obispo”? 8. ¿Cuál es el origen del anciano u obispo cristiano? 9. ¿Representan los términos “anciano” y “obispo” los mismos oficios? 10. ¿Hace 1 Timoteo 5:17 una distinción entre dos tipos de ancianos? 11. ¿Cuál es la función de un anciano? 12. ¿Cuánta autoridad deberían tener los ancianos? 13. ¿Fueron Timoteo y Tito pastores o ancianos? B. Preguntas relacionadas con los requisitos 14. ¿Cuáles son los requisitos de situación y de familia para un anciano? 8

15. ¿Cuáles son los requisitos morales para un anciano? 16. ¿Qué significa que un anciano sea “marido de una sola mujer”? 17. ¿Debe un anciano estar casado y tener hijos creyentes? 18. ¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres pueden ser ancianos? 19. ¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser ancianos? (Primera parte) 20. ¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser ancianos? (Segunda parte) C. Preguntas relacionadas con la pluralidad de ancianos 21. ¿Debe tener cada iglesia pluralidad de ancianos? 22. ¿Cuántos ancianos debería tener una congregación? 23. ¿Cuál es la relación entre los miembros del personal y los ancianos? 24. ¿Debe haber igualdad (paridad) entre los ancianos? 25. ¿Cómo deberían tomar las decisiones los ancianos? 26. ¿Cuáles son las ventajas de tener una pluralidad de ancianos? 27. ¿Por qué tan pocas iglesias tienen pluralidad de ancianos? 28. ¿Cómo hace una iglesia la transición hacia la pluralidad de ancianos? D. Preguntas relacionadas con la elección, ordenación, remuneración y cese de la actividad de los ancianos 29. ¿Cómo deben elegirse los ancianos? 30. ¿Deben los ancianos servir por turnos o de por vida? 31. ¿Deben ser ordenados los ancianos? 32. ¿Deben ser remunerados los ancianos? 33. ¿Qué debe hacerse si un anciano cae en pecado? Tercera parte: El oficio de diácono 34. ¿Cuál es el contexto para el diácono del Nuevo Testamento? 35. ¿Cuáles son los requisitos para el diácono? 36. ¿Cuál es la función del diácono? 9

37. ¿Cuál es la relación entre el oficio de diácono y el oficio de anciano? 38. ¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres pueden ser diaconisas? 39. ¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser diaconisas? 40. ¿Es importante usar los títulos de “anciano” y “diácono”? Bibliografía * Nota del editor. A lo largo de este libro, se ha traducido la palabra “office” que aparece en el original inglés por oficio. El sentido de esta palabra es el de “cargo”, “responsabilidad”, “ministerio” o “función”. Si bien su uso con este significado es más frecuente en el mundo anglosajón, también se emplea en nuestro idioma en los círculos teológicos.

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Prólogo

Es un gran privilegio y gozo que los cristianos puedan reunirse juntos como el cuerpo de Cristo y adorar a nuestro Dios. Con mucha frecuencia, olvidamos que es un gran don el adorar juntos. Dietrich Bonhoeffer bien dijo: “Es por la gracia de Dios que se le permita a una congregación reunirse visiblemente en este mundo para proclamar la Palabra de Dios y participar de los sacramentos. No todos los cristianos tienen esa bendición. Los prisioneros, los enfermos, los solitarios dispersos y los que proclaman el evangelio en tierras paganas están solos”.1 Luego continúa: Es cierto, por supuesto, que lo que es un don inefable de Dios para el individuo solitario es fácilmente menospreciado y pisoteado por los que disfrutan de ese don a diario. Se olvidan con facilidad que la comunión de los hermanos cristianos es un don de gracia, un don del reino de Dios, que cualquier día nos podemos ver privados de él, que el tiempo que aún nos separa de la absoluta soledad puede ser breve. Por tanto, que aquel que hasta ahora ha tenido el privilegio de vivir una vida cristiana común con otros cristianos alabe la gracia de Dios desde el fondo de su corazón. Dejémosle que dé gracias a Dios de rodillas y declare: Es la gracia, nada más que gracia, lo que nos permite vivir en comunidad con hermanos cristianos.2 Como cristianos, olvidamos fácilmente que es un privilegio indescriptible ser parte de la comunidad de los santos, de la iglesia de Cristo Jesús. Jesucristo es la cabeza de la iglesia y nosotros obtenemos nuestras instrucciones de Él. La iglesia no es una institución o idea humana. La organización de la iglesia no es una cuestión de sabiduría o preferencia humana. La iglesia no es una empresa donde 11

los directivos más brillantes aportan ideas sobre cómo debe organizarse, Demasiadas personas conciben la iglesia como un organismo humano en el que nosotros implementamos, de forma innovadora, su estructura. Dios no nos ha dejado a nuestra suerte. Él nos ha dado en su Palabra, inspirada y autoritativa, instrucciones sobre la naturaleza y diseño de la iglesia. Tratar de deshacerse de lo que Dios dice sobre la iglesia y suplantarlo con nuestras propias ideas no es más que una asombrosa arrogancia. Como miembros de la iglesia no impartimos nuestra propia sabiduría a los demás, sino la que hemos aprendido de nuestro Señor Jesucristo. El problema es que muchos creyentes carecen de entendimiento. Nunca han estudiado o han sido enseñados sobre lo que las Escrituras dicen acerca de la organización de la iglesia. Recuerdo una vez que asistí a la reunión de un Comité de Búsqueda de Pastor de una iglesia donde me entrevistaron como pastor. Al parecer, ellos estaban inquietos y preocupados por la información de que yo creía que la iglesia debía tener ancianos, porque esa fue una de las primeras preguntas. Ellos, sencillamente, no sabían que la palabra “anciano” es el término más común para líderes en el Nuevo Testamento. Muy pocos cristianos saben que la palabra “pastor” (Ef. 4:11) aparece solo una vez en el Nuevo Testamento. No afirmo aquí que debemos usar la palabra “ancianos” y abandonar el título de “pastor”. Lo que quiero decir es que muchos cristianos evangélicos, que declaran su devoción a las Escrituras, son, con frecuencia, muy ignorantes de lo que las Escrituras en realidad enseñan. Generalmente, todos nosotros exaltamos las tradiciones humanas por encima de la Palabra de Dios. Este libro de Ben Merkle llena muy bien un vacío que tenemos en la literatura sobre el liderazgo en la iglesia. El formato de preguntas y respuestas lo hace accesible para el pastor o estudiantes de las Escrituras ocupados que, quizá, solamente disponen de tiempo para pequeños bocados de lectura. No obstante, este libro no es superficial. Merkle ha estudiado a fondo las Escrituras y ha investigado seriamente el tema. Incluso, si usted no está de acuerdo con él, encontrará que la discusión es justa, y que él presenta la evidencia sobre ambos lados de los temas. El libro no solo está bien fundamentado bíblicamente, sino que también está lleno de consejos 12

prácticos, al responder a las preguntas que los pastores y otros miembros suelen hacer más a menudo en relación con los líderes de la iglesia. Este libro es una joya, porque es bíblicamente profundo y contiene mucha sabiduría y sentido común. Pido al Señor que lo utilice para que nosotros, la iglesia de Jesús Cristo, le glorifiquemos. THOMAS R. SCHREINER Profesor de Interpretación del Nuevo Testamento en la cátedra James Buchanan Harrison del Seminario Teológico Bautista del Sur

1. Dietrich Bonhoeffer, Life Together, trad. John W. Doberstein (San Francisco: HarperSan Francisco, 1954), 18. 2. Ibíd., 20.

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Introducción

En

los últimos años, la importancia de tener un gobierno eclesiástico, basado en la Biblia, se ha convertido en un tema central en muchas congregaciones. Los pastores estudian el Nuevo Testamento y se dan cuenta de que sus iglesias no reflejan lo que ellos encuentran en las Escrituras. Del mismo modo, los miembros de cada iglesia leen sus Biblias y se preguntan por qué las iglesias no tienen ancianos y por qué los diáconos son los que dirigen la iglesia, en lugar de servirla. En mi opinión, esta toma de conciencia es, a la vez, una buena y mala señal. Es una buena señal porque es saludable cuando el pueblo de Dios desea ser fiel y comprometerse con su Palabra. La Biblia debe ser nuestra norma de fe y práctica. Pero es también una mala señal porque revela que nos hemos alejado del modelo de Dios para la iglesia, y demuestra que esta ha perdido confianza en la suficiencia de las Escrituras. En su lugar, hemos modelado nuestras iglesias de acuerdo con el modelo de éxito empresarial. En consecuencia, en la actualidad, necesitamos regresar urgentemente a un modelo bíblico de gobierno. No me dediqué a pensar en serio en el tema del gobierno de la iglesia o, más específicamente, sobre los ancianos, hasta que comencé el seminario. Sin embargo, no fue el seminario el que me llevó a pensar en ese tema. Más bien fue la iglesia local a la que me uní hasta completar mis estudios. Esta iglesia no tenía un pastor, sino seis, ya que ellos prefieren ser llamados “ancianos”. Durante tres años y medio los vi funcionar y aprendí de ellos. A pesar de que yo no era un anciano de la iglesia, como estudiante del seminario, me permitieron asistir a algunas de las reuniones de ancianos. Debido a que su concepto de liderazgo de la iglesia parecía tan diferente al de otras congregaciones, comencé a estudiar el tema en profundidad para ver qué es lo que las Escrituras enseñan. Esa experiencia me inculcó la pasión y el deseo de ver el regreso de la iglesia de Dios a un modelo bíblico de liderazgo. Mi interés por el gobierno de la iglesia se reavivó después, 14

cuando escribí mi tesis doctoral titulada “El anciano u obispo: Un oficio en la iglesia naciente”. En esa disertación examiné la relación entre dos términos griegos presbuteros (“presbíteros o ancianos”) y episkopos (“obispo“) y llegué a la conclusión que los dos términos se utilizan para hablar del mismo cargo en la iglesia. A pesar de que esa conclusión es comúnmente aceptada entre los cristianos evangélicos, no se aplica sistemáticamente en el contexto de la iglesia local. Después de escribir y publicar mi tesis, me sentí retado a escribir un libro más general y completo sobre los ancianos. Ya se han escrito muchos buenos libros sobre el tema del liderazgo bíblico y los oficios de anciano y diácono. No obstante, hay dos razones principales por las que este libro es único. La primera es su formato de preguntas y respuestas. Dediqué bastante tiempo a pensar en el enfoque que daría a la escritura de este libro. Después de enseñar las Epístolas Pastorales como un curso de seminario y de dar conferencias sobre liderazgo bíblico en iglesias locales, me di cuenta de que los estudiantes y los miembros de las iglesias me hacían preguntas importantes que necesitaban ser consideradas. Esto era cierto, ya fuera que enseñara en los Estados Unidos o en el Sureste Asiático. Otros libros sobre el liderazgo bíblico proporcionaban una exégesis excelente sobre los pasajes relevantes de las Escrituras pero rara vez sintetizaban sus resultados. A menudo, los lectores tienen que recorrer rápidamente el libro entero para encontrar respuestas específicas a preguntas que ellos tienen. En este libro, mi enfoque consiste en plantear una pregunta y proporcionar una respuesta concisa, pero, no obstante, completa. Al hacer y responder preguntas esenciales, trato directamente los problemas que con frecuencia aparecen solamente aludidos o abordados de manera superficial en otros tratados. De esa manera, el formato es más fácil de usar, y las cuestiones fundamentales, que a menudo se pasan por alto son respondidas directamente. Una segunda razón por la que este libro es único es que trata cada pregunta, fundamentalmente, desde una perspectiva bíblica. Mientras que casi todos los autores sobre este tema apelan a la Biblia en defensa de una posición, los demás suelen escribir, básicamente, desde una perspectiva histórica y práctica. Sin embargo, mi área de especialización son los estudios bíblicos, no la 15

teología histórica o práctica. Por tanto, mi intención es responder a las preguntas planteadas, basándome en una sólida interpretación de las Escrituras. Aunque podemos aprender de la historia y sería muy poco sabio ignorar las aportaciones de aquellos que nos han precedido, este libro no proporciona el trasfondo histórico para los temas. No trato de trazar la historia de una denominación en particular o citar credos en defensa de mis posiciones. Del mismo modo, este libro no está escrito desde una perspectiva práctica. Ya hay muchos buenos libros escritos por pastores que “han estado allí y hecho eso” y han escrito a partir de sus experiencias personales. Aunque estos libros ofrecen buenos consejos prácticos, existe el peligro de defender un determinado estilo de gobierno de la iglesia, simplemente porque “funcionó para mí”. Mi enfoque no consiste en responder a las preguntas, sobre todo, desde la perspectiva de lo que es práctico, sino de lo que es bíblico. Debo señalar, sin embargo, que contar con un liderazgo bíblico es muy práctico porque el camino de Dios es siempre el mejor. La cuestión es si confiamos en Dios lo suficiente como para seguir lo que encontramos en su Palabra. El esquema básico del libro es sencillo. Planteo cuarenta preguntas clave y ofrezco una respuesta bíblica para cada una. Las cuarenta preguntas se dividen en tres partes. La primera parte, “Los oficios en general”, ofrece una visión general de muchos de los temas centrales relacionados con el gobierno de la iglesia. Esta sección analiza las diferentes formas de gobierno y defiende el congregacionalismo en particular. También se identifican los oficios de anciano y diácono como los dos oficios de la iglesia que son aplicables para la iglesia de hoy. La segunda parte, “El oficio de anciano”, aparece dividida en cuatro secciones, debido a la cantidad de material del Nuevo Testamento y el interés actual en este oficio. La primera sección proporciona la información básica relacionada con los términos de “anciano” y “obispo” y también analiza la función y la autoridad de los ancianos. La segunda sección explica los requisitos específicos necesarios para los ancianos. Los requisitos de que un anciano debe ser “marido de una sola mujer” y tener “hijos creyentes” se estudia en mayor detalle. Por último, esta sección ofrece una discusión en 16

profundidad sobre la cuestión de si las mujeres deben servir como ancianos. La tercera sección cubre temas relacionados con la pluralidad de ancianos. Se analizan las bases bíblicas para tener varios ancianos en una congregación, el número de ancianos, la relación entre ellos, las ventajas de tener una pluralidad de ancianos, y cómo una iglesia puede hacer la transición a un modelo plural de ancianos. En la cuarta sección se explica la elección, ordenación, remuneración y cesación de los ancianos. La tercera parte aborda el oficio de diácono. En ella, se examinan los antecedentes, requisitos y el papel del ministerio diaconal. También se describe la relación adecuada entre diáconos y ancianos. En esta sección también se analiza la cuestión de si se debería permitir a las mujeres ocupar el cargo de diácono. Por último, se considera la necesidad de utilizar los títulos de “anciano” y “diácono”.

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Abreviaturas AThR BDAG BJS BNTC BSac DHH

ECC EDT ExpTim GTJ HDR ICC JBL JETS JSNTSup JTS LBLA

NAC NIBCNT NICNT NIGTC NVI

Anglican Theological Review Frederick W. Danker, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 3rd ed. Chicago: University of Chicago Press, 2000. Brown Judaic Studies Black’s New Testament Commentaries Bibliotheca sacra Dios Habla Hoy Eerdmans Critical Commentary W. A. Elwell (ed.), Evangelical Dictionary of Theology Expository Times Grace Theological Journal Harvard Dissertations in Religion International Critical Commentary Journal of Biblical Literature Journal of the Evangelical Theological Society Journal for the Study of the New Testament: Supplement Series Journal of Theological Studies La Biblia de las Américas New American Commentary New International Biblical Commentary on the New Testament New International Commentary on the New Testament New International Greek Testament Commentary Nueva Versión Internacional 18

NTV

NTS PDT RVA RVC RVR-1960

ResQ SBT SecCent TDNT TJ TNTC WBC ZNW

Nueva Traducción Viviente New Testament Studies Palabra de Dios para Todos Reina-Valera Antigua Reina Valera Contemporánea Reina-Valera Revisión de 1960 Restoration Quarterly Studies in Biblical Theology Second Century Gerhard Kittel, ed. Theological Dictionary of the New Testament. Trans. Geoffrey W. Bromiley. 10 vols. Grand Rapids: Eerdmans, 1964. Trinity Journal Tyndale New Testament Commentaries Word Biblical Commentary Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft

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PRIMERA PARTE

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Oficios en general

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PREGUNTA 1

¿Por qué es importante tener una forma bíblica para el gobierno de la iglesia?

La estructura organizativa de una iglesia es un tema importante. No es, sin embargo, lo más importante. Hay otras muchas cuestiones que tienen prioridad sobre este aspecto. La deidad de Cristo, la justificación solamente por la fe, la inspiración, la infalibilidad y la suficiencia de las Escrituras; así como también, la expiación sustitutiva de Cristo, son solamente algunos ejemplos de cuestiones que son más cruciales para la fe cristiana. Por otra parte, aunque algunos aspectos del gobierno de la iglesia están claramente establecidos en las Escrituras (por ejemplo, los ancianos son los responsables de la enseñanza y los diáconos no), otros aspectos son menos claros (por ejemplo, cómo deben elegirse los líderes de la iglesia). Como resultado, en algunos puntos hay que permitir cierta flexibilidad, al tiempo que se reconoce que nuestras preferencias personales no deben ponerse a la par con las Escrituras. Es necesario, por tanto, que nos acerquemos al tema del gobierno de la iglesia con humildad y con un espíritu enseñable. Pero por el hecho de que un tema no debe ser el más importante no significa que carezca de importancia. Como veremos, la forma de gobierno de la iglesia que practica una congregación local es sumamente relevante para la vida y la salud de la iglesia. Como cuerpo y esposa de Cristo, la iglesia debe procurar ser pura y sin mancha. Si ignoramos o abandonamos ciertos patrones y principios bíblicos, entonces la iglesia cosechará consecuencias negativas. Por tanto, es beneficioso para la iglesia seguir la sabiduría de Dios, como la encontramos en las Escrituras. 22

El gobierno de la iglesia no es importante porque las estructuras externas sean importantes, sino porque las estructuras externas afectan directamente quién puede ser un líder en la iglesia, lo que cada líder hace, y ante quién debe rendir cuentas. Por eso, cuando hablamos de la organización y gobierno de la iglesia, en realidad nos referimos a las funciones, derechos y títulos de aquellos que dirigen el cuerpo de Cristo. El siguiente análisis representa algunas de las razones que demuestran que el gobierno de la iglesia es importante.

Determina quién puede ser un líder Una de las razones por las que la forma bíblica de gobierno de la iglesia es tan importante es porque el gobierno influye, directamente, sobre quién está capacitado para dirigir o gobernar la iglesia. Según el estilo de gobierno de la iglesia, los posibles líderes pueden o no someterse a los requisitos bíblicos mencionados en 1 Timoteo 3 y Tito 1. Si una iglesia hace hincapié en los logros profesionales del candidato, más que en su carácter personal y vida familiar, eso puede llevar a que la iglesia de Jesucristo sea dirigida por alguien que no está bíblicamente cualificado. En otros casos, una determinada iglesia puede agregar requisitos a los que se enumeran en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en algunas iglesias, una persona no será considerada para el liderazgo, a menos que tenga un nivel mínimo de educación (por lo general un Master en Teología). Otras cuestiones relevantes tienen que ver con si el candidato debe tener una determinada edad o género, o si un líder puede ser soltero, divorciado o vuelto a casar. De modo que el gobierno de la iglesia y la doctrina relacionada determinan, a menudo, quién puede ser un líder. El proceso de elección de un líder será también diferente, según la estructura organizativa de la iglesia. En algunas congregaciones, los líderes se eligen por mayoría de votos de la congregación. En otras iglesias, el líder que preside o el conjunto de líderes son responsables de tomar la decisión final de añadir nuevo personal al equipo ministerial. Sin embargo, en otros modelos es el obispo, que está por encima de la congregación, quien designa al líder de esa iglesia. Por tanto, la estructura de gobierno de una 23

iglesia se refiere no solo a los requisitos necesarios para ser un líder, sino también al método particular de elección de un líder.

Influye sobre lo que hace un líder La estructura organizativa de la iglesia también influirá sobre la función en particular de un líder. Este aspecto es importante porque los deberes de un líder de la iglesia tienen, a menudo, consecuencias eternas. Los líderes, en especial los pastores o ancianos, no solo son responsables del funcionamiento de una organización, sino también de desempeñar las tareas cruciales de pastorear, enseñar y capacitar a la congregación. Además, los líderes son ejemplos para el resto del rebaño. Los líderes de la iglesia son pastores Tener una forma bíblica de gobierno de la iglesia es importante porque a los líderes se les encomienda la tarea de pastorear la congregación. El autor de Hebreos exhorta a sus lectores a obedecer a sus pastores y sujetarse a ellos “porque ellos velan por vuestras almas” (He. 13:17). ¿Qué descripción de tareas podría ser más importante y, al mismo tiempo, más aterradora? A los líderes de la iglesia (a los ancianos, en particular) se les da la tarea de asegurarse de que aquellos a su cuidado mantengan una relación sana con Dios. Su llamamiento no es la de dirigir una organización ni ayudar a las personas a maximizar sus posibilidades en el mundo. Por el contrario, su llamamiento consiste en ponerse al lado de sus hermanos y hermanas y guiarlos hacia el Príncipe de los pastores. Sin embargo, los pastores no solo deben guiar, sino también proteger. En Hechos 20, Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso que después de su partida, entrarían entre ellos lobos rapaces que no perdonarían al rebaño (v. 29). En la iglesia se necesitan líderes piadosos para pastorear el rebaño y protegerlo de los falsos maestros que tratan de llevar a las ovejas por el mal camino. Los líderes de iglesia son maestros El gobierno bíblico de la iglesia es crucial porque a los líderes 24

se les encomienda la tarea de enseñar la Palabra de Dios a la congregación. La Biblia es nuestra norma para la vida y la piedad (2 P. 1:3). Por tanto, es esencial que los que enseñan la Palabra estén debidamente capacitados y formados para interpretar rectamente la palabra de verdad (2 Ti. 2:15). La verdad está siempre bajo ataque. Los falsos maestros y las falsas enseñanzas están siempre activos dentro y fuera de la iglesia. Pablo advirtió a Timoteo que ciertos falsos maestros tenían el efecto devastador de “[trastornar] la fe de algunos” (2 Ti. 2:18), lo que significa que algunos habían abandonado realmente la fe apostólica, y abrazado otro evangelio. Fue por esa misma razón que Pablo envió a Timoteo a Éfeso. El apóstol temía que los falsos maestros pudieran poner en peligro a la congregación, desviándola del evangelio puro. Pero Pablo no solo envió a Timoteo a Éfeso y dejó a Tito en Creta, también escribió cartas a esos compañeros de ministerio (y a las iglesias que servían) con el fin de proteger la verdad del evangelio. De la misma forma, a los líderes de la iglesia se les ha confiado la responsabilidad de “contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). Necesitamos a los ancianos de la iglesia no solo “para exhortar con sana enseñanza”, sino también para “convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9). Los líderes de la iglesia son capacitadores Pablo afirmó que Cristo dio dones a la iglesia, entre los cuales se encuentran los apóstoles, profetas, evangelistas, maestros y pastores (Ef. 4:11). Él constituyó a estos líderes “a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12, NVI). Los líderes espirituales son necesarios para preparar a la congregación, a fin de llevar a cabo la tarea del ministerio y ayudar a la congregación a madurar en su fe. Sin esos líderes, las congregaciones se hacen como niños que son “llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef. 4:14). Dios ha diseñado el cuerpo de Cristo para que sea dirigido por aquellos que están dotados para ayudar a la congregación a que sea estable y madura. Por tanto, las tareas 25

específicas, dadas a los líderes de la iglesia, son cruciales para que el cuerpo de Cristo alcance la madurez. Los líderes de iglesia son ejemplos Debido a que los líderes de la iglesia son ejemplos para la congregación y para los que viven en su comunidad, tienen una gran responsabilidad. Su testimonio puede ayudar o perjudicar la causa de Cristo y su evangelio. Pedro exhorta a los ancianos a ser “ejemplos de la grey” (1 P. 5:3). El autor de Hebreos alienta a sus lectores a imitar la fe de sus líderes (He. 13:7). El tipo de gobierno de la iglesia que una congregación local adopta determina, a menudo, quiénes son sus líderes y qué hacen. Puesto que los líderes están llamados a ser ejemplos para la grey, y a los miembros de la grey se les anima a seguir el ejemplo de sus líderes, es vital emplear un modelo bíblico. Pablo indica que los ancianos, u obispos, no solamente deben gobernar bien su propia casa, sino que “también es necesario que tengan buen testimonio de los de afuera” (1 Ti. 3:7). Si la forma de gobierno de la iglesia permite que algunas personas no calificadas se conviertan en líderes, su ejemplo negativo no solo afectará a aquellos en la iglesia, sino posiblemente llevará también a quienes viven fuera de ella a menospreciar el evangelio.

Determina ante quién el líder debe rendir cuentas La estructura organizativa de la iglesia es también importante porque determina ante quién son responsables los líderes de la iglesia. En algunos sistemas, el pastor principal tiene la autoridad más alta dentro de la congregación y no tiene que rendir cuentas a nadie. Solo el voto congregacional tiene más autoridad o poder. En otros modelos, el pastor principal es responsable ante los diáconos, los cuales son, en realidad, responsables de la administración de la iglesia. El pastor hace únicamente lo que los diáconos le dicen que haga. Otras estructuras no tienen un único líder, sino una serie de líderes que reciben la misma autoridad. En este caso, el pastor o ministro no es responsable ante la congregación, sino ante otros líderes elegidos que forman el concilio de la iglesia. Por último, en otras estructuras, el líder no rinde cuentas a la congregación, a los 26

diáconos, ni a los demás miembros del Consejo, sino al que le nombró para ese puesto. En este modelo, el líder debe rendir cuentas a alguien que no forma parte de la congregación local. Por tanto, las diversas formas de gobierno de la iglesia determinan ante quién son responsables los líderes.

En resumen La iglesia como cuerpo de Cristo se compone de creyentes que han sido redimidos por la sangre preciosa de Cristo. Es por esta razón que a aquellos que son llamados a liderar la iglesia bajo la dirección de Dios se les da una tarea tan importante. Puesto que la estructura externa de una congregación se relaciona directamente con quién dirige la iglesia, qué hace el líder, y ante quién debe rendir cuentas, el gobierno de la iglesia se convierte en una cuestión sumamente vital para la vida y salud de una iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Está usted de acuerdo en que es importante tener una forma bíblica de gobierno para la iglesia? 2. ¿Cuál cree usted que es la razón más importante, presentada en este capítulo, para una forma bíblica de gobierno para la iglesia? ¿Por qué? 3. ¿Qué problemas pueden producirse si una iglesia no tiene una forma bíblica de gobierno para la iglesia? 4. ¿Cree usted que su iglesia tiene una forma bíblica de gobierno? ¿Por qué sí, o por qué no? 5. ¿Qué podría hacerse para mejorar la estructura de liderazgo de su iglesia?

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PREGUNTA 2

¿Cuáles son las diferentes formas de gobierno para la iglesia?

Hay cuatro métodos principales o estilos de gobierno para la iglesia. Aunque cada enfoque es complejo y tiene muchas variaciones, el siguiente resumen presenta una visión simplificada, comenzando por los métodos más estructurados.

Episcopal Esta forma de gobierno es jerárquica, autocrática y la ponen en práctica los episcopales, anglicanos, metodistas, las iglesias ortodoxas, los católicos romanos y algunos luteranos. El término “episcopal” viene de la palabra griega episkopos, que significa “obispo” o “sobreveedor, supervisor”. A pesar de que las diversas denominaciones que siguen el modelo episcopal no están de acuerdo en detalles importantes, todos ellos comparten el concepto central de que la autoridad reside en el oficio de obispo. El obispo es distinto y superior a los ministros a nivel de iglesia local. Por tanto, el obispo es el responsable de ordenar y nombrar a los líderes (conocidos como ministros, pastores o sacerdotes) de las congregaciones locales y es, generalmente, responsable de varias iglesias locales (lo que es conocido como una “diócesis”), en vez de limitarse a una congregación local. El gobierno episcopal se basa en la creencia de que Cristo, como cabeza de la iglesia, ha confiado el liderazgo de la misma a los obispos, que son los sucesores de los apóstoles. Los metodistas tienen la forma más simple de episcopado, pues solo tienen un nivel de obispos. Otras denominaciones, como las 28

iglesias anglicanas y episcopales, tienen también arzobispos con autoridad sobre muchos, o todos, los obispos. Los católicos romanos son los que cuentan con el sistema episcopal más desarrollado, pues no solamente tienen arzobispos, sino también un papa (que es el obispo de Roma y está por encima de los arzobispos). El Papa es el que tiene la autoridad absoluta y final sobre la iglesia. La apelación de la autoridad episcopal se basa en la sucesión apostólica, según la cual, la función de los apóstoles fue transmitida a los obispos que ellos ordenaron mediante la imposición de manos. En consecuencia, este tipo de organización es jerárquica, ya que tiene varios niveles de autoridad. Los diferentes niveles de liderazgo son elegidos desde arriba y no desde abajo. Es decir, la congregación no vota ni elige a su líder; sino que alguien, en una posición más elevada (el obispo), nombra al líder de la congregación. Por tanto, la autoridad no descansa en la congregación, ni siquiera en el liderazgo congregacional (el ministro, sacerdote o pastor), sino en los obispos.

Presbiteriana Esta forma de gobierno para la iglesia es jerárquica y representativa y la practican los presbiterianos y otras denominaciones reformadas. El término “presbiteriano” viene de la palabra griega presbuteros que significa “anciano”. Aunque este estilo de organización es jerárquica, ya que tiene varios niveles de autoridad sobre la iglesia local (a menudo, utilizado como un tribunal de apelación: Presbiterio, Sínodo y la Asamblea General), la congregación local (bajo la dirección de los ancianos [presbíteros]) elige a los que la dirigirán. En cada congregación hay un solo nivel de liderazgo local, el anciano. No obstante, un anciano no gobierna en solitario. Por el contrario, la iglesia es dirigida por un grupo de ancianos (generalmente conocido como el “presbiterio” o “consistorio” [Reformada]). De modo que los ancianos, que son elegidos o designados, tienen la autoridad en la iglesia local como representantes de la congregación. De acuerdo con el presbiterianismo, hay dos tipos o clases de ancianos: los que enseñan (presbíteros docentes) y los que gobiernan (presbíteros regentes). El anciano que enseña es, generalmente, el ministro a sueldo que ha estudiado en un seminario 29

teológico, ha sido ordenado y examinado a fondo por el presbiterio (los ancianos miembros de varias iglesias locales). Este anciano lleva a cabo la mayor parte, si no toda, de la predicación y la enseñanza. Está también a cargo de oficiar en otras tareas sagradas, como la administración de los sacramentos del bautismo y la santa comunión. Los ancianos que regentan son esencialmente “laicos”, los cuales no están ordenados ni necesitan formación teológica en un seminario. Ellos proporcionan liderazgo en la iglesia, al establecer las políticas a seguir y en la supervisión de los distintos ministerios. Esta doble distinción se basa en 1 Timoteo 5:17: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”.

Congregacional Esta forma de gobierno para la iglesia es local y democrática, y la practican la mayoría de los bautistas, congregacionalistas, iglesias independientes o de la Biblia; así como también, la mayoría de los luteranos. Como lo indica su nombre, la autoridad final no está en manos de los obispos (episcopalianismo) o de los ancianos (presbiterianismo), sino, más bien, en la asamblea local de creyentes. Esta autoridad es ejercida, por lo general, en la forma de voto de la mayoría de la congregación. Este estilo democrático de gobierno se basa en la doctrina del sacerdocio universal de los creyentes. Así, pues, aunque la iglesia está generalmente dirigida por un pastor (a menudo con los diáconos en una función de apoyo), la máxima autoridad recae en los miembros individuales de la congregación reunidos en asamblea. Por naturaleza, las iglesias congregacionales no tienen una estructura jerárquica, sino que son autónomas y, literalmente, “se gobiernan a sí mismas”. Por tanto, cada congregación local, bajo la autoridad de Cristo y de su Palabra, se administra a sí misma y es independiente de otras congregaciones. No existe autoridad eclesiástica fuera de la iglesia local. Con frecuencia, este tipo de iglesias forman asociaciones con iglesias de la misma denominación, con el fin de cooperar en diversos ministerios como la evangelización, misiones y otros, aunque esas asociaciones son voluntarias. 30

Puesto que las iglesias congregacionales ejercen la autonomía de la iglesia local, se puede encontrar una amplia variedad de estructuras de gobierno. Tal vez la más común, sin embargo, sea el modelo de un solo anciano (generalmente, llamado “pastor” o “pastor principal”), el cual es elegido por la congregación para ser el líder espiritual de esa iglesia. Él es el responsable de establecer la visión de la iglesia y llevar a cabo la mayor parte de la predicación y la enseñanza. Este pastor puede tener un equipo pastoral y es a menudo ayudado por los diáconos. Otras iglesias pueden sostener que una pluralidad de ancianos es el modelo bíblico y, por tanto, insisten en que no debe señalarse a una persona como el pastor (o pastor principal). Más bien, cada uno de los ancianos recibe la misma autoridad. A diferencia del presbiterianismo, estos ancianos no tienen ninguna autoridad fuera de su iglesia local, y no se hace distinción entre ancianos que enseñan y los que gobiernan. Es decir, todos los ancianos deberían enseñar y gobernar.

Sin gobierno organizado Esta forma de gobierno es la que practican algunas congregaciones de Hermanos y Cuáqueros. Ellos reducen al mínimo la necesidad de una estructura formal para el gobierno, pues hacen hincapié en la dirección del Espíritu Santo que influye en los creyentes y los guía de una manera directa (y no tanto a través de una organización). De acuerdo con esta posición, las estructuras externas impuestas suelen derivar en el formalismo que apaga el Espíritu. Si bien ellos ponen gran énfasis en el sacerdocio universal de los creyentes, suele haber todavía ancianos que ayudan a guiar la congregación. Sin embargo, la predicación y la enseñanza no están limitadas a los ancianos, sino que hay libertad para que el Espíritu Santo impulse a otros a compartir la Palabra de Dios.

En resumen ¿Cuál de las tradiciones ya mencionadas, si alguna, es la correcta? Esta pregunta no es tan fácil de responder como puede parecer, debido a la limitada información que tenemos en el Nuevo Testamento relacionada con la estructura organizativa de la iglesia. 31

Por ejemplo, en las epístolas pastorales (especialmente 1 Timoteo y Tito), se nos dice más acerca de lo que un líder de la iglesia debe ser que de lo que un líder de la iglesia debe hacer. Además, gran parte de la información que tenemos es descriptiva en naturaleza, más que didáctica. En otras palabras, no se encuentra en las secciones de enseñanza, sino que la hallamos en los relatos que describen lo que ocurrió. Por tanto, hay que tomar decisiones de interpretación en cuanto a si lo que se dice es normativo para nosotros en la actualidad. Por ejemplo, leemos en el libro de Hechos que los apóstoles echaron suertes para determinar quién reemplazaría a Judas como el duodécimo apóstol (Hch. 1:26). Este pasaje es descriptivo, ya que describe lo que sucedió en ese momento histórico. Pero nosotros debemos decidir si este pasaje nos enseña cómo debemos nosotros elegir a nuestros líderes. La mayoría de los eruditos bíblicos están de acuerdo en que el método utilizado por los apóstoles para escoger a Matías no es la forma en que nosotros debemos hacerlo hoy. Algunos mantienen que todas las formas de gobierno para la iglesia son permisibles ya que la Biblia no fomenta una visión única y coherente, sino que presenta una progresión y desarrollo de diversas tradiciones.1 Si bien hay algo de verdad en esa declaración, también debemos tratar de alinear nuestras iglesias lo más cerca como sea posible al modelo, o modelos, que encontramos en el Nuevo Testamento.2 Pedro nos informa que “todas las cosas que pertenecen a la vida y piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 P. 1:3), lo que incluye el gobierno de la iglesia. Del mismo modo, Pablo dice: “Esto te escribo… para que… sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:14-15; véase también 2 Ti. 3:15-17). No se nos deja en la oscuridad acerca de cómo organizar la iglesia local. Es esencial que cualquier forma de gobierno de la iglesia reconozca que Jesús Cristo es la cabeza de la iglesia. Pablo dice en Colosenses que Jesús “es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Col. 1:18). Hay solo un líder verdadero de la iglesia: Jesucristo. Él es el “Príncipe de los pastores” (1 P. 5:4) y todos los otros pastores son sus siervos. Es decir, pastorean la grey de Dios bajo la autoridad 32

y dirección de Jesús y de su Palabra. La autoridad de cualquier líder de la iglesia siempre es una autoridad derivada. Jesús administra su iglesia por medio de la Palabra y el Espíritu, y todos los líderes humanos están sujetos a las mismas.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del modelo episcopal de gobierno para la iglesia? 2. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del modelo presbiteriano de gobierno para la iglesia? 3. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del modelo congregacional de gobierno para la iglesia? 4. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del modelo sin gobierno formalmente organizado para la iglesia? 5. ¿Cree usted que es aceptable el uso de cualquiera de estas formas de gobierno para la iglesia? ¿Por qué sí, o por qué no? 1. Así lo define Peter Toon, “Episcopalianism,” en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, ed. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 2–41. 2. No estoy de acuerdo con la opinión de Peter Toon sobre la tradición de la iglesia. Aunque él afirma que no está claro en el Nuevo Testamento qué modelo es el más bíblico, sostiene que el modelo episcopal es el preferido, ya que fue el que la iglesia adoptó entre el siglo II y el V. Él comenta: “El episcope de la iglesia en los primeros tiempos quedó establecido en la forma de mono-episcopado (más que en la forma de episcopado presbiteriano) y es un hecho que no puede dejarse de lado. Como mínimo tenemos que decir que fue permitido, si no indicado, por el Espíritu Santo”. Continúa: “Es difícil creer que el Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habría permitido a la iglesia en sus primeros años de crecimiento y expansión en Europa, África y Asia que cometiera un error tan serio en términos de la administración y gobierno de su iglesia” (“Episcopalianism”, 26). Esta posición es peligrosa porque Dios permite, a menudo, a su pueblo tomar decisiones que son contrarias a su voluntad. Por ejemplo, Dios le permitió a la nación de Israel elegir a Saúl como rey, a pesar de que no era el ideal de Dios para la nación (1 S. 8). Samuel Waldron ofrece una fuerte crítica de la posición de Toon, cuando afirma que Toon “no puede insistir en que la normativa del gobierno de la iglesia era tan poco importante para Dios que ni siquiera se molestó en mostrarlo en la Biblia, y luego insistir en que es tan importante para Dios que es inconcebible que Él hubiera permitido que la iglesia naciente se equivocara sobre el tema” (“A Plural-Elder Congregationalist’s Response” en Engle y Cowan, Who Runs the Church?, 61).

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PREGUNTA 3

El Concilio de Jerusalén en Hechos 15, ¿respalda la forma de gobierno episcopal o presbiteriana?

Tanto el modelo episcopal como el presbiteriano para el gobierno de la iglesia aceptan cierta forma de jerarquía eclesiástica, a diferencia del modelo congregacional, que mantiene que cada iglesia local debe ser autónoma y gobernarse a sí misma. De modo que lo que esta pregunta plantea es si Hechos 15 proporciona un ejemplo bíblico de estructura jerárquica. Los que afirman que la tradición de la iglesia es tan autoritativa como el testimonio bíblico, alegan que no se necesita ese ejemplo. Pero para los que declaran que únicamente la Biblia es la guía autoritativa para la iglesia, esta pregunta es muy relevante. La razón por la que esta pregunta menciona específicamente Hechos y la asamblea conocida como el “Concilio de Jerusalén” es porque esa reunión es el ejemplo más común (y a veces el único) que se da en apoyo de la jerarquía denominacional.1 Otro texto que a veces se cita es Mateo 18:15-20, pero debido a que ese pasaje enseña claramente que el paso último en la disciplina de iglesia es “dilo a la iglesia” (lo que no se refiere a la iglesia como representada por los ancianos), vamos a concentrar toda nuestra reflexión en este pasaje de Hechos. En Hechos 15, Lucas nos deja constancia de que la iglesia en Antioquía enfrentaba un serio problema, porque algunos hombres habían llegado de Judea y enseñaban que los creyentes debían circuncidarse conforme a la costumbre de Moisés, a fin de ser salvos (v. 1). Esta crisis obligó a la iglesia en Antioquía a apelar a la iglesia en Jerusalén para que convocara una reunión de concilio, con 34

el propósito de tratar este asunto de forma autoritativa. Según los defensores de un sistema jerárquico, varias iglesias enviaron representantes a Jerusalén. Por ejemplo, leemos que “se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén” como representantes de la iglesia en Antioquía (v. 2). El concilio debatió sobre este asunto en gran detalle (vv. 6-7) y escuchó el testimonio de Pedro (vv. 7-11), así como el de Bernabé y Pablo (v. 12). Después de estos sucesos, Santiago (quien supuestamente presidía la iglesia de Jerusalén y, por tanto, también el Concilio) decretó de forma autoritativa que los gentiles que se convierten a Dios no necesitan ser circuncidados para ser salvos (v. 19). Pero su decreto no se detuvo ahí. Santiago también determinó que se escribiera una carta y se enviara a las iglesias en Antioquía, Siria y Cilicia, la cual declaraba que los gentiles deberían “[abstenerse] de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (v. 20). El Concilio comisionó entonces a Pablo y Bernabé, junto con Judas y Silas, para que llevaran la carta con su mensaje autoritativo a las varias iglesias en las mencionadas regiones (vv. 22-23). Cuando ellos llegaron a Antioquía, leyeron la carta a la iglesia, esta la aceptó, y se regocijó con la decisión adoptada por el Concilio (vv. 30-31). Basándose en la descripción ya mencionada de esa reunión, muchos sostienen que cada iglesia no es un órgano independiente, sino parte de una estructura eclesiástica más grande y ante la cual es responsable. Como resultado, las iglesias locales están obligadas a aceptar las decisiones de sus respectivos concilios denominacionales. Hay, sin embargo, al menos tres problemas con esa interpretación de Hechos 15. El Concilio de Jerusalén no es un buen modelo de gobierno episcopal o presbiteriano porque (1) no fue representativo, (2) se trataba de circunstancias únicas y (3), incluía decisiones no vinculantes.

El Concilio de Jerusalén no fue representativo No hay ninguna indicación de que cada iglesia enviara un representante o una delegación representativa a Jerusalén.2 En realidad, leemos que solo una iglesia envió delegados a Jerusalén, la iglesia en Antioquía. Es una interpretación errónea de Hechos 15 afirmar que todas las iglesias enviaron representantes de una manera 35

similar a las reuniones de asambleas o convenciones eclesiásticas que se producen en nuestros días. Algunos dicen que las iglesias en Fenicia y Samaria enviaron también representantes, porque Lucas menciona que Pablo y Bernabé pasaron por esos lugares en su camino hacia Jerusalén. Pero esa posición busca pruebas que no pueden respaldarse. Lucas solamente informa de que ellos pasaron por esos lugares “contando la conversión de los gentiles” (Hch. 15:3). No se menciona en absoluto que las iglesias en Fenicia y Samaria enviaron representantes junto con Pablo y Bernabé a Jerusalén. Después de escribir la carta con el decreto, había que enviarlo no solo a la iglesia en Antioquía, sino también a las de Siria y Cilicia. Una vez más, en ninguna parte leemos que las iglesias de esas regiones participaran en el procedimiento. Suponer que las iglesias en Siria y Cilicia enviaron representantes a Jerusalén es dar por sentado lo que queda por probar. Además, la decisión de la iglesia en Antioquía de enviar a Pablo y Bernabé a Jerusalén fue completamente voluntaria en naturaleza. No fueron convocados por la iglesia en Jerusalén. Más bien, fue la iglesia en Antioquía la que inició la reunión.

El Concilio de Jerusalén presentó circunstancias únicas Una segunda objeción al argumento de que Hechos 15 apoya una estructura eclesiástica jerárquica se basa en la singularidad del evento. En primer lugar, el tema de discusión no podía haber sido más importante. Aunque la expresión externa del debate involucró la circuncisión, la cuestión más profunda y crucial era si los gentiles tenían que hacerse judíos antes de ser aceptados en el pueblo de Dios. Las implicaciones de esta cuestión eran, por tanto, mucho más amplias que la circuncisión. No solamente el requerimiento de la circuncisión habría dificultado mucho la obra de evangelización de Pablo y Bernabé entre los gentiles, sino que también habría dividido de forma irreconciliable a la iglesia gentil de la iglesia judía. Pero, aún más importante, si la iglesia en Jerusalén hubiera aceptado la posición de los judaizantes, habría significado que la iglesia madre de la fe cristiana había aceptado un evangelio falso (Gá. 1:6-7). 36

Otro elemento único era la presencia de los apóstoles. Este no fue un encuentro común y corriente de los líderes de la iglesia. En esta primera etapa de la vida de la iglesia, los apóstoles todavía ayudaban a la iglesia a encontrar su camino bajo la guía directa del Espíritu Santo. En Hechos 15 la frase “los apóstoles y los ancianos” aparece cinco veces en referencia a la reunión del concilio. Es evidente que los apóstoles desempeñaban un papel principal porque siempre aparecen mencionados antes que los ancianos. Por tanto, debido a la presencia de los apóstoles, hay elementos de la reunión del Concilio que no son repetibles (como la autoridad que los apóstoles le dieron al decreto).3 Además, este encuentro no puede compararse con la reunión anual que planifica una denominación. Más bien, fue una sesión de emergencia necesaria para responder a la importante cuestión de si los gentiles tenían que obedecer la ley de Moisés (especialmente, la circuncisión) para ser aceptados en el pueblo de Dios (es decir, ser salvos). ¿Por qué fue celebrada la reunión en Jerusalén? Trataron esta crisis en Jerusalén, no tanto porque la iglesia en Jerusalén fuera el centro del poder eclesiástico, sino porque fue allí donde se originó el problema. Leemos en Hechos 15:1 que “algunos que venían de Judea” (es decir, Jerusalén y el área que la rodeaba) enseñaban que los cristianos gentiles necesitan ser circuncidados. ¿Dónde estaban estos “judaizantes” que enseñaban esa doctrina? Según Hechos 15:2, fue en Antioquía donde Pablo y Bernabé discutieron y debatieron con ellos. Por tanto, la reunión del concilio en Jerusalén fue impulsada por la iglesia en Antioquía, que envió a Pablo, Bernabé y otros para hablar sobre ese asunto con los apóstoles y ancianos en Jerusalén. Entonces, en esencia, esto no fue una reunión de representantes de varias iglesias, sino una iglesia que pedía a otra iglesia asesoramiento y clarificaciones. Después de todo, la iglesia en Jerusalén parecía ser la fuente del problema que la iglesia en Antioquía trataba de resolver (Hch. 15:1, 24; cp. Gá. 2:12).

El Concilio de Jerusalén incluía decisiones no vinculantes 37

Un tercer problema, al interpretar Hechos 15 como un modelo de jerarquía eclesiástica, radica en que la decisión tomada por el Concilio (y presentada por Santiago) de que los gentiles evitaran ciertos alimentos se entiende mejor, no como un decreto vinculante dado por una autoridad eclesiástica, sino como una petición de sensibilidad a favor de los creyentes judíos.4 La decisión de que los gentiles no necesitaban ser circuncidados no era un asunto abierto para ser debatido (Hch. 15:19). Esa cuestión había que contestarla con claridad, porque se trataba de la salvación de las personas. Sin embargo, ¿fueron dadas las cuatro prohibiciones como leyes vinculantes para las iglesias en Antioquía, Siria y Cilicia? Si es así, ¿son esos “decretos” vinculantes para los cristianos de hoy? La dificultad de responder a esas preguntas tiene que ver con la naturaleza de la segunda prohibición: abstenerse de la inmoralidad sexual. Por supuesto, esa prohibición es vinculante. Lo sabemos porque otros textos del Nuevo Testamento enseñan claramente que la inmoralidad sexual es un pecado (Ro. 13:13; 1 Co. 6:9, 13, 18; 10:8; 1 Ts. 4:3). Los otras tres prohibiciones, sin embargo, deben ser vistas como una petición a favor de la sensibilidad de los escrúpulos religiosos de los judíos, porque está claro que los cristianos no están obligados por las leyes sobre ciertos alimentos (Hch. 10:15; 11:9; Ro. 14:14; 1 Co. 6:12-13; Col. 2:16-17).5 Esta tesis se apoya en el contexto de las prohibiciones en Hechos 15. El versículo 21 nos da la razón por la que Santiago incluyó las prohibiciones: “Porque [gar] Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo”. Notemos que la razón dada no es que la santa Palabra de Dios requiera obediencia a las leyes dietéticas del Antiguo Testamento. Por el contrario, la razón dada es que hay judíos (incluidos los judíos cristianos) en ciudades por todo el mundo que todavía se sentían obligados a poner en práctica la ley de Moisés. Después de todo, los dos elementos del estilo de vida de los gentiles que eran tan ofensivos para los judíos eran su inmoralidad sexual y su dieta. Lo que Santiago y el Concilio querían decir es que los gentiles no necesitaban ser circuncidados para ser salvos, pero que sería muy útil para las relaciones entre judíos y gentiles si los gentiles vivían una vida moral en el aspecto sexual y 38

si eran sensibles en cuanto a las leyes judías de alimentación. “Los cuatro requisitos sugeridos por Santiago eran, básicamente, todos requisitos rituales destinados a facilitar las relaciones entre cristianos judíos y gentiles”.6 F. F. Bruce lo resume con precisión: “Por tanto, sin poner en peligro la libertad de los gentiles cristianos, Santiago dio su opinión considerada de que se debía pedir a los gentiles que respetaran los escrúpulos de sus hermanos judíos, al evitar la carne que tenía asociaciones idólatras o la sangre que no había sido debidamente drenada, y vivir en conformidad con el elevado código judío de relaciones entre los sexos, en vez de mantenerse contentos con las normas paganas más bajas a las que habían estado acostumbrados”.7 También es engañoso ver a Santiago como el obispo (en el sentido moderno del término) de la iglesia, o iglesias, en Jerusalén.8 Él fue uno de los ancianos de la congregación y, como tal, un líder de la iglesia en Jerusalén. Probablemente, también fuera considerado como un apóstol (Hch. 15:13-21; 1 Co. 15:7-9; Gá 1:19; 2:9; Stg. 1:1). Pero fíjese que Santiago no dicta un decreto basándose en su propia autoridad, sino que actuó en conformidad con los ancianos y el resto de la congregación.

En resumen Si bien se cita a menudo como el fundamento para una forma jerárquica de gobierno para la iglesia, el llamado “Concilio de Jerusalén” en Hechos 15 no proporciona una base convincente para la formación de una estructura jerárquica entre las congregaciones locales. A diferencia de algunas reuniones de las denominaciones de hoy, no vemos aquí los representantes enviados desde todas las iglesias. Al parecer, la única iglesia que envió delegados fue la iglesia en Antioquía. Además, el Concilio mencionado en Hechos 15 se formó debido a circunstancias únicas. Este evento no fue una reunión ordinaria y prevista de las iglesias, sino una reunión de emergencia necesaria para hacer frente a una crisis histórica concreta. También fue único porque los apóstoles participaron en la reunión. Por último, la decisión tomada por el Concilio de que los gentiles necesitaban evitar ciertos alimentos se entiende mejor, no como un decreto vinculante establecido por una autoridad 39

eclesiástica, sino como una petición a favor de solidaridad con el pueblo judío.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles fueron las circunstancias que hicieron necesario el Concilio de Jerusalén (Hch. 15)? 2. ¿Quiénes asistieron a esa reunión? 3. ¿Por qué se celebró la reunión en Jerusalén? 4. ¿Cree usted que la decisión del Concilio, que leemos en Hechos 15:20, es vinculante para todos los cristianos hoy (cp. 15:21)? 5. ¿Es apropiado utilizar esta reunión como una justificación para la creación de una jerarquía denominacional? 1. Según Peter Toon, “Episcopalianism,” en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, eds. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 28; Robert L. Reymond, “The Presbyterian-Led Church: Presbyterian Church Government”, en Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity, eds. Chad Owen Brand y R. Stanton Norman (Nashville: Broadman and Holman, 2004), 96; L. Roy Taylor, “Presbyterianism,” en Engle y Cowan, Who Runs the Church? 45, 80. Taylor escribe: “Sin duda alguna, el mencionado pasaje de Hechos 15 provee el principal ejemplo en el Nuevo Testamento de un gobierno eclesiástico representativo al estilo presbiteriano” (ibíd., 80). 2. Taylor argumenta: “‘Toda la iglesia’ incluía no solo la iglesia de Jerusalén sino también ancianos de otras iglesias” (“Presbyterianism”, 167). Esta declaración, sin embargo, no tiene fundamento en el contexto de Hechos 15. En ninguna parte se menciona que los ancianos de otras congregaciones participaran en el Concilio. Más tarde, Taylor admite: “Es cierto que no hay razón para creer que los ancianos de las iglesias de Chipre y Asia Menor, que Pablo y Bernabé había establecido durante su primer viaje misionero, participaran en el Concilio de Jerusalén” (ibíd., 235). 3. Al escribir desde una perspectiva reformada (presbiteriana), Berkhof admite que el “Concilio de Hechos 15 estaba compuesto de apóstoles y ancianos y, por tanto, no constituye un ejemplo apropiado y modelo de un sínodo clásico en el sentido moderno de la palabra” (Louis Berkhof, Systematic Theology [Grand Rapids: Eerdmans, 1941], 591). Berkhof ya había escrito en otra ocasión: “Las Escrituras no contienen un mandato explícito en el sentido de que las iglesias locales de un distrito deban formar una unión orgánica. Tampoco nos proporcionan un ejemplo de esa unión. En realidad, nos presentan a las iglesias locales como entidades individuales sin ningún tipo de vínculo externo de unión” (ibíd., 590). 4. Robert Stein comenta: “El asunto que se debatía, según Lucas, es… las relaciones sociales entre cristianos judíos y gentiles. El decreto no agrega exigencias para los gentiles que buscan la salvación, sino que esas fueron las directrices dadas por el

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5. 6.

7. 8.

Espíritu (Hch. 15:28) que buscaban promover sensibilidad de parte de los cristianos gentiles con respecto a asuntos que eran especialmente ofensivos para los judíos” (“Jerusalem”, en Dictionary of Paul and His Letters, eds. Gerald F. Hawthorne, Ralph P. Martin, y Daniel G. Reid [Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993], 471). Reymond declara: “Santiago solamente pedía que los gentiles fueran instruidos, no para el propósito de la salvación, sino para que hubiera paz y armonía entre ellos y sus hermanos cristianos judíos, que se abstuvieran ‘de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de la sangre’ (15:13–21), lo que podría ser interpretado como diciendo, en efecto, que los gentiles ya no debían contentarse con las normas de la vida pagana a la que estaban acostumbrados, pero que lo más probable es que la intención fuera que los cristianos gentiles evitaran, de hecho, prácticas de comidas en presencia de cristianos judíos que pudieran ofenderlos” (“Presbyterian-Led Church”, 101). John B. Polhill indica: “Las costumbres sexuales gentiles eran relajadas en comparación con las normas judías, y esa era una de las áreas en las que los judíos mismos se diferenciaban radicalmente de los gentiles” (Acts, NAC [Nashville: Broadman and Holman, 1992], 26:331). También es posible que la prohibición de abstenerse de inmoralidad sexual estuviera relacionada con las leyes rituales (véase Polhill, Acts, 331). Ibíd. Polhill presenta correctamente la pregunta ante el Concilio: “Si los gentiles no estaban obligados a respetar las leyes rituales judías, ¿cómo podrían los judíos cristianos, que mantienen estricta observancia de la Torá, tener comunión con ellos sin correr el riesgo de quedar ritualmente contaminados?” (ibíd., 330). F. F. Bruce, Commentary on the Book of Acts (Grand Rapids: Eerdmans, 1980), 311. D. A. Carson dice: “La posición de Santiago en Hechos 15 es peculiar, pero se fuerza un poco la evidencia cuando se concluye que Santiago presidió las deliberaciones” (“Church, authority in the”, in EDT, ed. Walter E. Elwell [Grand Rapids: Baker, 1984], 229).

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PREGUNTA 4

¿Qué evidencia hay en el Nuevo Testamento que respalde el congregacionalismo?

Por “congregacionalismo” nos referimos a la idea de que una asamblea local de creyentes debería gobernarse a sí misma (bajo el señorío de Cristo) y que, por tanto, la iglesia no es jerárquica por naturaleza. Esta pregunta tiene relación con la autoridad de la iglesia local. Por ejemplo, ¿debería cada congregación ser capaz de actuar independientemente de limitaciones denominacionales, o debería estar sujeta a las decisiones tomadas por la estructura jerárquica de una denominación? Una iglesia local, ¿tiene el derecho de poder designar a su propio pastor, determinar su propio presupuesto y comprar una propiedad independientemente de cualquier autoridad externa? ¿O está más cerca del modelo bíblico el limitar la libertad de cada congregación y someterse a una autoridad superior en una estructura denominacional? En las siguientes reflexiones presentamos razones por las que el congregacionalismo es el que más se acerca al modelo de gobierno en el Nuevo Testamento.

Las congregaciones eligen a sus líderes El Nuevo Testamento nos proporciona una base convincente, aunque tal vez no concluyente, para afirmar el congregacionalismo o la autonomía de la iglesia local. La primera evidencia la encontramos en el relato de la elección del sucesor de Judas como el duodécimo apóstol. Los apóstoles, junto con otros “hermanos” (alrededor de 120 personas), estaban reunidos en Jerusalén 42

esperando la venida del Espíritu. Pedro se puso de pie y, aludiendo a David y citando del libro de los Salmos, declaró que era oportuno que buscaran a alguien que tomara el lugar de Judas. Después de que Pedro mencionara los requisitos necesarios, leemos que “señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías” (Hch. 1:23). Cabe destacar que Pedro, considerado por algunos el principal apóstol y el primer “papa”, no decidió quién reemplazaría a Judas. Más bien, “ellos” (es decir, la asamblea de 120) propusieron dos candidatos (v. 23) y habiendo orado (v. 24) dejaron que Dios eligiera, al echar suertes. Todos los presentes tomaron parte en la decisión del sucesor de Judas, y no solo los once apóstoles ni el apóstol Pedro él solo. Encontramos un segundo ejemplo en Hechos 6 con la elección de los siete hermanos que servirían en un tipo de función diaconal en la iglesia. Debido a que las viudas de los judíos de habla griega eran desatendidas, se presentó una queja que llegó a oídos de los doce apóstoles (v. 1). Nada más enterarse de lo que pasaba “los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (vv. 2-3). Una vez más, los doce no fueron quienes eligieron a los siete hombres, sino que llevaron la necesidad para consideración de toda la congregación (“a la multitud de los discípulos”) y dejaron que ellos eligieran a los hermanos que creían reunían mejor los requisitos necesarios. En este caso particular, la congregación eligió a los siete hombres, pero los apóstoles les “encargaron la tarea” y les “impusieron las manos” (vv. 3 y 6). Este patrón de funcionamiento es importante, puesto que después leemos en Hechos 14:23 que Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos” en las iglesias en el sur de Galacia (Antioquía, Iconio, Listra y Derbe). Se supone que, en ocasiones, Pablo y Bernabé eligieron a los líderes de la congregación y luego los nombraron para sus puestos de liderazgo. Sin embargo, en base al patrón que encontramos en Hechos 6, es también posible que las congregaciones respectivas eligieran a hombres, entre su grupo, y luego Pablo y Bernabé los “constituyeron” públicamente como 43

ancianos.1 Así, pues, el patrón en la iglesia naciente fue que la congregación (o un grupo más numeroso que los apóstoles) elegía a los líderes, y luego los apóstoles los reconocían oficialmente y les imponían las manos en público para que empezaran a desempeñar sus funciones de liderazgo. También encontramos este importante papel de la congregación en el envío de Pablo y Bernabé como misioneros. En Hechos 13, el Espíritu Santo mandó a la iglesia en Antioquía que apartaran a Bernabé y a Saulo (Pablo) para la obra misionera. El versículo 3 dice: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos sobre ellos y los despidieron”. En este contexto, no se nos dice específicamente quién recibió este mandado de Dios y quiénes impusieron sus manos sobre Bernabé y Saulo. Es posible que la palabra “ellos” se refiera únicamente a los mencionados en el versículo 1 (es decir, Bernabé, Simón, Lucio, Manaén y Saulo). Pero puesto que Bernabé y Saulo no serían los que se enviaran a sí mismos, solamente quedan a otras tres personas (Simón, Lucio, Manaén). Algunos sugieren que este pasaje indica que los líderes de las diferentes iglesias en Antioquía se habían “constituido en presbiterio local”.2 Esa interpretación no es convincente debido, al menos, por dos razones. La primera de ellas se basa en el versículo 1, que no solo hace referencia a las cinco personas indicadas anteriormente, sino que también menciona que eran parte de “la iglesia que estaba en Antioquía”. La segunda razón consiste en que el Espíritu Santo les habló cuando éstos estaban “ministrando al Señor, y ayunando” (v. 2). La referencia a adorar (ministrar al Señor) indica que este no era simplemente un puñado de hermanos, sino toda la congregación.3 Por tanto, es mejor interpretar el versículo 3 (“les impusieron las manos y los despidieron”) como refiriéndose a la totalidad de la congregación, no solamente a los otros tres profetas-maestros. Esta interpretación encuentra apoyo en la posterior relación de Pablo y Bernabé con la iglesia en Antioquía. En Hechos 14:27, por ejemplo, leemos que después de su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía para informar sobre sus actividades misioneras. El escritor, Lucas, indica que no informaron a los líderes de la iglesia solamente, sino que “[reunieron] a la iglesia” 44

para que todos pudieran escuchar y regocijarse en el trabajo que Dios había hecho a través de sus siervos.4 Del mismo modo, cuando surgió la necesidad de enviar a Pablo y Bernabé a Jerusalén para preguntar sobre el problema de los judaizantes, Lucas nos relata que fueron enviados “por la iglesia” (Hch. 15:3). La participación de toda la congregación también se encuentra más adelante en Hechos 15. Después de que Santiago manifestara su posición, rechazando la necesidad de que los gentiles se circuncidaran para ser salvos, “pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé” (v. 22, cursivas añadidas). Al parecer, la reunión del concilio no tuvo lugar a puerta cerrada, sino que contó con la presencia de “toda la iglesia”, que, junto con los apóstoles y ancianos, también afirmó la posición de Santiago. El modelo en Hechos muestra que toda la congregación, no únicamente los dirigentes, participó en las decisiones importantes y su consentimiento fue vital para la unidad y misión de toda la comunidad cristiana (véase también 2 Co. 8:19, donde las iglesias designaron a un delegado para que viajara con Pablo).

Las congregaciones ejercen la disciplina Obtenemos más evidencia sobre la autonomía de la iglesia local a partir del papel fundamental que se le da a la congregación en el proceso de la disciplina dentro de la iglesia. En Mateo 18, Jesús nos da los pasos apropiados para lidiar con un creyente que peca. El primer paso es acercarse a esa persona y hablarle en privado sobre lo sucedido (v. 15). Si se niega a escuchar, el segundo paso es “[tomar] aún contigo a uno o dos”, a fin de contar con otros testigos creíbles (v. 16). Si él todavía se niega a escuchar, el paso final es el de “dilo a la iglesia” (v. 17). Si se niega a escuchar a la iglesia, ha de ser tratado como un gentil o un recaudador de impuestos (es decir, como alguien no creyente). Mark Dever plantea correctamente esta cuestión cuando escribe: “Notemos a quién finalmente se apela en este tipo de situaciones. ¿Qué tribunal tiene la última palabra? No es un obispo, el Papa, o un presbiterio; tampoco es una asamblea, un sínodo, una convención, o una conferencia. No es ni siquiera un pastor o el consejo de ancianos, la 45

junta de diáconos o el comité de una iglesia. Es, sencillamente, la iglesia, es decir, la asamblea de los creyentes individuales que constituyen la iglesia”.5 Debido a que el paso final en el proceso de disciplina en la iglesia lo tiene la iglesia, eso indica que la congregación local tiene que hacer frente a sus propios problemas y no necesita un órgano eclesiástico superior que tome las decisiones. Como creyentes llenos del Espíritu Santo y formados de acuerdo con la sabiduría de Dios, son capaces de aplicar la Palabra de Dios y de cumplir la voluntad divina. Este mismo patrón lo encontramos también en los escritos del apóstol Pablo. En cuanto al hombre no arrepentido que estaba durmiendo con la esposa de su padre (es decir, su madrastra), Pablo reprende a los corintios por su tolerancia con ese pecado y dice: “Debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción” (1 Co. 5:2). El mandato de expulsar, o excomulgar, a este creyente profeso, el apóstol lo da a toda la congregación, y no solamente a los líderes de la iglesia. Este análisis se confirma en la introducción de la carta, donde Pablo se dirige a la iglesia como un todo (1 Co. 1:2: “a la iglesia de Dios que está en Corinto”). Además, Pablo menciona específicamente que la disciplina eclesiástica debe hacerse en el “nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu” (1 Co. 5:4), lo que indica que toda la congregación está presente. Encontramos aún más apoyo en 2 Corintios, donde Pablo menciona a un hermano que le causó mucho dolor y fue luego disciplinado “por muchos” (es decir, por la congregación, 2 Co. 2:6). No fue Pablo el que disciplinó a esta persona, ni siquiera los ancianos o el pastor. Por el contrario, fue reprendido por muchos, esto es, por la congregación como un todo.6

Las congregaciones reciben cartas apostólicas La costumbre de Pablo de dirigir sus cartas a congregaciones enteras es una prueba más de que las iglesias deben gobernarse a sí mismas. Como ya hemos visto en 1 Corintios, Pablo dirigió siempre sus cartas a iglesias, a toda la congregación, en vez de solamente a los líderes (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1; Gá. 1:2; Ef. 1:1; Fil. 1:1; Col. 1:2; 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1).7 Schreiner concluye con toda razón: 46

“Se dirige a la congregación como un todo porque, en última instancia, es la congregación quien determina la dirección de la iglesia”.8 Pablo escribió cuatro cartas a individuos (1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón), pero tres de estas, las epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), fueron escritas para su difusión pública, a pesar de estar dirigidas a individuos.9 Esta conclusión queda confirmada por la bendición final en dos de esas cartas, donde Pablo escribe: “La gracia sea con vosotros” (2 Ti. 4:22) y “La gracia sea con todos vosotros” (Tit. 3:15). En cada caso el apóstol no se dirige a Timoteo o Tito, sino a la congregación de Éfeso o Creta. Es también significativo que el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se dirija “a las siete iglesias que están en Asia” (Ap. 1:4).

Las congregaciones tienen gran cantidad de sacerdotes La doctrina del sacerdocio de todos los creyentes también contribuye a la idea de que la iglesia local debe tener un gobierno autónomo. De acuerdo con el Nuevo Testamento, todos los creyentes tienen acceso directo a Dios y, como sacerdotes, nos servirnos unos a otros (1 P. 2:5, 9; Ap. 1:6; 5:10; 20:6). Por tanto, la carga de la responsabilidad no recae únicamente sobre los líderes de la congregación, sino sobre ella como un todo. Por ejemplo, en 1 Corintios 11, Pablo reprende a toda la congregación por su abuso durante la Cena del Señor (11:17-34). Gálatas 1:8-9 coloca la responsabilidad de proteger la pureza del evangelio en manos de las congregaciones locales. En 1 Tesalonicenses, cada creyente está llamado a “examinadlo todo” (5:21; cp. 1 Jn. 4:1, que reta todos los creyentes a “probad los espíritus si son de Dios”). Según 1 Juan, cada creyente es ungido por el Espíritu Santo y es capaz de comprender toda la verdad (2:27). Además, se les exhorta a las congregaciones a amonestarse o instruirse unos a otros (Ro. 15:14, 1 Ts. 5:14). Por último, Judas anima a todos los creyentes a “[contender] ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (v. 3). Tenga en cuenta que la “fe” no fue entregado solamente a los líderes de la iglesia (pastores, ancianos, obispos o diáconos), sino a todos los “santos” (es decir, a todos los que son 47

llamados, santificados y guardados, v. 1).

Las congregaciones han de ser regidas por siervos Por último, la idea de un sistema eclesiástico jerárquico parece estar en contra de las declaraciones de Jesús sobre el liderazgo. En Lucas 22:25-27 leemos que Jesús dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. En este contexto, los discípulos discutían acerca de quién sería el mayor. Pensaban en términos de rango y posición. Jesús los reprende porque pensaban de acuerdo con la filosofía del mundo y no según los principios del reino. Ellos querían un título, pero Jesús les dice que los verdaderos líderes no son los que tienen más autoridad, sino los que sirven humildemente.

En resumen Con base en las consideraciones anteriores, el Nuevo Testamento parece estar a favor de un modelo de gobierno propio para la iglesia. En la iglesia naciente, muchas e importantes decisiones—tales como la elección de líderes (Hch. 1:23; 6:2-3), el envío de misioneros (Hch. 13:3; 14:26-27), la afirmación de posiciones teológicas (Hch. 15:22), la aplicación de disciplina en la iglesia (Mt. 18:17) y la excomunión de un miembro (1 Co. 5:2)— eran consideradas responsabilidades de la congregación local. Encontramos apoyo adicional en el hecho de que las cartas de Pablo a las iglesias fueron dirigidas a congregaciones enteras y no solamente a los titulares de cargos en la congregación. Por último, el sacerdocio de todos los creyentes y las enseñanzas de Jesús aportan también pruebas a favor del congregacionalismo. 48

El principio de la autonomía de la iglesia local no descarta, sin embargo, la cooperación de las iglesias locales en el ministerio para un propósito común. En efecto, la cooperación entre las congregaciones se encuentra en el Nuevo Testamento. Tal vez el ejemplo más claro sea el esfuerzo del apóstol Pablo por recaudar fondos entre las iglesias gentiles para las víctimas del hambre en la iglesia en Jerusalén (véase 2 Co. 8:1-15). Las iglesias independientes de hoy, a menudo, unen sus recursos con el fin de apoyar las misiones, capacitar a líderes y llevar a cabo proyectos comunitarios. Esa cooperación es importante, porque muestra la verdad de que cada congregación no es una entidad aislada, enfocada en sí misma, sino que es parte del cuerpo más grande de Cristo. Esa cooperación debe entenderse no solo como una estrategia práctica, sino como una necesidad teológica. Las iglesias necesitan demostrarse a sí mismas y al mundo que son parte de un organismo más grande (y no solo una organización). Es, sencillamente, un pobre testimonio para el mundo cuando las congregaciones locales no tienen comunión unas con otras. Sin embargo, esta cooperación debe ser voluntaria y la estructura organizativa necesaria para canalizar esos recursos no debe tener autoridad sobre los asuntos internos de la iglesia local.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo fundamentan los pasajes de Hechos 1:23; 6:3 y 13:3 el congregacionalismo? 2. ¿Cómo respaldan los pasajes de Mateo 18:15-17, 1 Corintios 5:2 y 2 Corintios 2:6 el congregacionalismo? 3. Las cartas de Pablo a las iglesias estaban dirigidas siempre a toda la congregación, en vez de solo a los líderes. Esta realidad, ¿apoya el congregacionalismo? 4. ¿Por qué dirigió Pablo algunas de sus cartas a individuos (como Timoteo y Tito)? 5. La doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, ¿respalda el congregacionalismo? ¿Por qué sí, o por qué no?

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1. Erickson apoya esta interpretación (Millard J. Erickson, Christian Theology, segunda ed. [Grand Rapids: Baker, 1998], 1092). John B. Polhill menciona que la nota de pie de página en la New International Version indica que “tal vez, la congregación eligió a sus líderes, y luego Pablo y Bernabé lo confirmaron con la imposición de manos” (Acts, NAC [Nashville: Broadman and Holman, 1992], 319n. 74). 2. Robert L. Reymond, “The Presbyterian-Led Church: Presbyterian Church Government”, en Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity, eds. Chad Owen Brand y R. Stanton Norman (Nashville: Broadman and Holman, 2004), 96. 3. Así lo afirma Polhill, Acts, 290. 4. Reymond interpreta el texto de acuerdo con su formación presbiteriana cuando dice: “Lo más probable es que los líderes de muchas de las iglesias, que funcionaban en casas, acudieran para escuchar juntos el informe de sus misioneros” (“PresbyterianLed Church”, 81). 5. Mark Dever, Nine Marks of a Healthy Church, edición ampliada (Wheaton, IL: Crossway, 2004), 221. 6. Paul Barnett dice: “Es posible que el uso que Pablo hace de la frase “hecha por muchos” implique una sesión de deliberación de la asamblea de Corinto, con algún mecanismo de votación” (The Second Epistle to the Corinthians, The International Commentary on the New Testament [Grand Rapids: Eerdmans, 1997], 125n. 18). David Garland escribe: “La preocupación de Pablo por el castigo al ofensor presenta la imagen de los miembros de la iglesia que actúan como jueces sobre la persona en cuestión y dictan sentencia” (2 Corinthians, NAC [Nashville: Broadman and Holman, 1999], 29:125). Charles Hodge declara que la disciplina dentro de la iglesia “queda claramente reconocida que pertenece a la iglesia. Queda también claro… que le pertenece a cada iglesia en particular o congregación. El poder estaba en manos de la iglesia en Corinto y no en las de algún líder que la presidiera. El obispo como pastor no fue reprendido por el abandono de la disciplina, sino la iglesia misma, en su cualidad de organización” (An Exposition of the First Epistle to the Corinthians [Grand Rapids: Eerdmans, 1956], 83). 7. Una desviación que Pablo hace de este modelo lo encontramos en Filipenses, donde no solamente se refiere a “todos los santos en Cristo Jesús”, sino también menciona a “los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). 8. Thomas R. Schreiner, Paul, Apostle of God’s Glory in Christ (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2001), 385. Y añade más adelante: “Si las cartas de Pablo se dirigen solamente a los líderes, se puede concluir que los líderes estaban para imponer su voluntad en las congregaciones” (ibíd.). 9. William D. Mounce escribe de Tito: “Si bien fue escrita en la forma de carta personal a un individuo, el contenido de la carta era para difusión general” (Pastoral Epistles, WBC [Nashville: Nelson, 2000], 46:392).

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PREGUNTA 5

¿Se aplican en la actualidad los oficios de apóstol, profeta, evangelista y sacerdote?

La respuesta a esa pregunta determinará, en gran medida, cómo creemos que debe organizarse una iglesia local. Debido a que varias denominaciones dan respuestas diferentes a esa pregunta, procederemos a examinar cada uno de esos oficios.

¿Existe el oficio de apóstol? Por lo general, cuando pensamos en los apóstoles, pensamos en los doce discípulos de Jesús que llegaron a ser conocidos como los doce “apóstoles”. En el Nuevo Testamento, sin embargo, el término griego para “apóstol” (apostolos) tiene un uso general técnico y otro no técnico. En su uso técnico, se refiere específicamente a aquellos que fueron elegidos y comisionados por Jesús. El uso no técnico se refiere, más en general, a un “mensajero” o a un “representante acreditado”. Por ejemplo, en el texto griego de Filipenses 2:25, Epafrodito es llamado apóstol (o mensajero), porque fue enviado por la iglesia en Filipos para ministrar a Pablo en nombre de ellos. Un segundo ejemplo del uso no técnico lo encontramos en el texto griego de 2 Corintios 8:23, donde aquellos que viajaban con Tito son también llamados “apóstoles (es decir, mensajeros) de las iglesias”. Sin embargo, cuando se considera si el oficio de apóstol se aplica en la actualidad, el tipo de apóstol en cuestión se refiere al significado técnico. De acuerdo con el Nuevo Testamento, había requisitos 51

específicos necesarios para que alguien pudiera ser considerado un apóstol en el sentido técnico. En primer lugar, era necesario haber sido testigo de la resurrección de Jesús. Cuando los apóstoles determinaron que Judas debía ser reemplazado, Pedro mencionó que el que fuera elegido debía ser “testigo de su [es decir, Jesús] resurrección” (Hch. 1:22; cp. Hch. 1:2-3; 4:33). Cuando Pablo se vio obligado por los corintios a hablar de su derecho (cosa que hizo a regañadientes), declaró: “¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?” (1 Co. 9:1; cp. 15:7-9). En segundo lugar, a fin de ser un apóstol, era necesario haber sido especialmente comisionado por el Señor. Jesús llamó a los doce discípulos a seguirlo y, más adelante, les encargó que fueran y predicaran el evangelio por todo el mundo. Pablo también fue llamado y comisionado por Cristo, pero no durante el ministerio terrenal de Jesús. En su camino a Damasco, persiguiendo a la iglesia, Pablo se encontró con el Cristo resucitado y ascendido, el cual le llamó de manera especial y le comisionó para ir a los gentiles (Hch. 9:5-6, 15-16; 26:15-18; cp. Gá. 1:1). Al reconocer que su apostolado era algo único, Pablo escribe: “Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció [esto es, Jesús] a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Co. 15:89). En la mayoría de sus cartas, Pablo deja claro que él no eligió ser un apóstol y, por eso, no se dio el título a sí mismo, sino que fue llamado y apartado por la voluntad de Dios.1 También es evidente que a algunos de los compañeros de ministerio de Pablo se les dio el título de “apóstol”. Por ejemplo, Bernabé es llamado apóstol en Hechos 14:14 (cp. Hch. 14:4). Aunque no se le llama directamente apóstol, es posible que Apolos estuviera incluido en la referencia de Pablo a “nosotros los apóstoles” en 1 Corintios 4:9 (cp. 1 Co. 4:6), y Silas puede estar incluido en la referencia de Pablo a los “apóstoles de Cristo”, en 1 Tesalonicenses 2:6 (cp. 1 Ts. 1:1). Se debate acerca de si Andrónico y Junias eran bien conocidos “entre los apóstoles” o “por los apóstoles” (Ro. 16:7). Esta última interpretación, que no los reconoce como apóstoles, es la preferida.2 También existe la posibilidad de que Santiago, el hermano de Jesús, fuera considerado 52

un apóstol (Hch. 15:13-21; 1 Co. 15:7-9; Gá. 1:19; 2:9; Stg. 1:1). ¿Hay todavía hoy apóstoles como los doce y Pablo? Teológica e históricamente, esta pregunta debe ser respondida negativamente. No hay personas hoy que hayan sido testigos de la resurrección física de Jesús y que hayan sido comisionados personalmente por Él para ser apóstoles. Sin embargo, algunos podrían responder: “¿No indica el Nuevo Testamento que el oficio de apóstol fuera dado a la iglesia?”. Hay dos textos importantes que se utilizan para apoyar la noción de que el oficio de apóstol es válido para hoy. En 1 Corintios 12:28, Pablo dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros”. El otro texto es Efesios 4:11, que dice: “Y él mismo [es decir, Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Basándose en estos dos versículos, muchos afirman que es incorrecto decir que no hay oficio de apóstol (o profeta), ya que Pablo enseña específicamente que los hay. Esa conclusión, sin embargo, no logra comprender el propósito del ministerio apostólico, y no tiene en cuenta la naturaleza progresiva del plan de Dios en la historia redentora. Por ejemplo, Pablo nos dice claramente que los apóstoles (y los profetas) fueron dados a la iglesia como un oficio fundacional. Él explica que la familia de Dios se “[edifica] sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Por definición, los fundamentos no son establecidos en repetidas ocasiones, sino que se utilizan para poner los cimientos iniciales y darle un apoyo seguro al edificio. Así, la obra fundacional de los apóstoles se encuentra en la primera predicación del evangelio y en la redacción de las Escrituras. Judas fue reemplazado por otro apóstol, porque la iglesia primitiva creía que había significado en la elección de Jesús de los doce apóstoles. Pero no hay ninguna indicación en el Nuevo Testamento de que cuando los doce comenzaron a morir (o fueron martirizados), fueran reemplazados por otros. Como ya dijimos antes, Pablo se sentía incómodo en llamarse a sí mismo un apóstol porque los apóstoles ya estaban establecidos. Por eso, él se refiere a sí mismo como “un abortivo” (1 Co. 15:8). También menciona que Jesús se apareció a él “el último de todos” (1 Co. 15:8), lo que sugiere que no hay que esperar 53

más apariciones. Parece claro, basado en las Escrituras, que el oficio de apóstol era un oficio fundacional y, por tanto, no destinado para la iglesia de hoy. Algunos afirman, sin embargo, que Dios ha restaurado el oficio de apóstol para la iglesia moderna (probablemente en algún momento de la década de 1990). Como resultado, en muchas iglesias (por lo general carismáticas) hay personas que se llaman a sí mismas “apóstoles”. Aunque, por lo general, no afirman tener la misma autoridad que los doce y Pablo, sí utilizan el término en el sentido técnico. Cuando los demás escuchan el término “apóstol”, ellos también tienden a asociar el término con el uso técnico del Nuevo Testamento. En mi opinión, el intento de restaurar el ministerio apostólico se basa en un malentendido y en el mal uso de las Escrituras. No hay ninguna indicación en las Escrituras de que Dios restauraría este oficio en el siglo XX. Otros, a menudo en los círculos misioneros, utilizan el término apóstol para referirse a uno que planta iglesias. Su razonamiento el siguiente: puesto que la tarea principal de Pablo como apóstol fue la de plantar iglesias (Ro. 15:20), alguien que hace el mismo trabajo puede, con razón, ser llamado apóstol. Sin embargo, hay una serie de problemas con ese uso. Primero, lo que hizo a Pablo un apóstol (en el sentido técnico) no fue que él se dedicara sobre todo a fundar iglesias, sino que fue llamado y comisionado por el Señor. No hay ninguna indicación clara de que los doce se dedicaran a fundar iglesias, pero eso no hizo que ninguno de ellos fuera menos apóstol que Pablo. Pablo participó, definitivamente, en plantar iglesias en muchos lugares del mundo antiguo y lo hizo no porque fuera un apóstol, sino porque era el apóstol para los gentiles. Segundo, aunque el uso no técnico de apóstol se puede referir a uno que es enviado, el que está siendo enviado no es necesariamente enviado como misionero o como un fundador de iglesias. Como ya se ha mencionado, Epafrodito fue enviado por la iglesia en Filipos para ayudar a Pablo mientras él estaba bajo arresto domiciliario en Roma (Fil. 2:25). En consecuencia, es un error utilizar el término apóstol para referirse a un fundador de iglesias o, incluso, a un misionero.3 Sin embargo, aunque este oficio siguiera funcionando en la actualidad, no se consideraría un oficio “de la iglesia”. Los 54

apóstoles no estaban obligados a una iglesia, sino que desempeñaron un papel que trasciende la congregación local. Es decir, su autoridad para enseñar y disciplinar no se limitaba a una congregación, sino que alcanzaba a todas las iglesias.4

¿Hay un oficio de profeta? En el Antiguo Testamento los profetas funcionaron, principalmente, como portavoces de Dios. Aunque a veces predijeron el futuro, la mayor parte de sus palabras proféticas involucraba llamamientos al pueblo de Israel para que se arrepintiera de todo corazón y se volviera Dios (y solo a Dios) para su salvación. Durante el período intertestamentario, hubo silencio por parte de Dios, y no hubo profetas para comunicar el mensaje de Dios. Sin embargo, se rompió el silencio cuando Juan el Bautista llamó al pueblo de Israel a arrepentirse y a ser bautizado. Los profetas son rara vez mencionados en la vida de la iglesia primitiva. La mayoría de las referencias se encuentran en el libro de los Hechos. Por ejemplo, Hechos 11 menciona que profetas de Jerusalén llegaron a la iglesia en Antioquía. Uno de estos profetas, llamado Agabo, se levantó y “daba a entender por medio del Espíritu, que vendría una gran hambruna en toda la tierra habitada” (11:28). Más adelante en Hechos, se mencionan los nombres de algunos de los “profetas y maestros” que ministraban en la iglesia en Antioquía: “Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (13:1). Además, se menciona que, después de poner por escrito la decisión del Concilio de Jerusalén, fue llevada a Antioquía, Siria y Cilicia por Pablo y Bernabé, junto con dos profetas, Judas y Silas (15:22-23). Lucas nos dice que en Antioquía, “Judas y Silas, como ellos eran también profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (15:32). Por último, en Hechos 21, nos encontramos de nuevo con el profeta Agabo. Mientras Pablo estaba en Cesarea, Agabo descendió de Judea y profetizó lo que sucedería con Pablo. Después de tomar el cinto de Pablo y de atarse con él sus propias manos y pies, dijo: “Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los 55

gentiles” (21:11). También sabemos que en la iglesia en Corinto había profetas. Mientras instruía a la iglesia sobre el orden correcto en el servicio de adoración, Pablo dice: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14:29). Según Pablo, queda claro que Dios dio profetas a la iglesia. Una vez más, en 1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros”. En Efesios 4:11, escribe: “Y él mimo [Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. Una cosa es, sin embargo, afirmar que en la iglesia primitiva había profetas y otra cosa es mantener que el oficio de profeta sigue funcionando hoy en día (el don de profecía es otra cuestión). Como se señaló anteriormente, la función primordial del profeta era la de proclamar la Palabra de Dios a su pueblo. Antes de que el Nuevo Testamento se completara, esta tarea era esencial para la vida de la iglesia primitiva. Sin embargo, después de que el Nuevo Testamento fue escrito, disminuyó la necesidad de tal revelación inmediata de Dios (cp. He. 1:1-2). Esta posición se confirma en Efesios 2:20, que indica que la iglesia fue edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Cabe destacar también que Pablo menciona el oficio de profeta solamente en sus primeros escritos (es decir, 1 Corintios y Efesios), mientras que en sus escritos posteriores ya no se menciona, lo que posiblemente indica que el oficio ya estaba desapareciendo en los días de Pablo.

¿Hay un oficio de evangelista? El término “evangelista” se deriva del verbo griego euangelizō que significa “anunciar buenas noticias” y aparece sólo tres veces en el Nuevo Testamento. La primera referencia es a Felipe, que era uno de los siete elegidos en Hechos 6. Más tarde, fue conocido como “Felipe el evangelista”, cuando Pablo visitó Cesarea y se hospedó con él (Hch. 21:8). La segunda referencia se encuentra en Efesios 4:11, donde la palabra “evangelistas” aparece después de los apóstoles y profetas. Por último, Pablo anima a Timoteo a “[hacer] obra de evangelista” (2 Ti. 4:5). Aunque no se sabe mucho acerca de ellos, los evangelistas acompañaron a menudo a los apóstoles o 56

fueron enviados en misiones especiales. Como su propio nombre indica, su principal tarea era dar a conocer el evangelio a los demás. Puesto que este oficio no se conoce como un oficio fundacional (como “apóstoles” y “profetas” en Ef. 2:20), y dado que este oficio no estaba relacionado con la entrega de una revelación especial, muchos suponen que este oficio sigue válido en la actualidad.5 Sin embargo, este oficio no es un oficio de la iglesia en el sentido de que los que sirven en esa tarea ministran fuera de la iglesia (no dentro de ella) para evangelizar a las almas perdidas.6 O bien podría decirse, como argumenta Knight, que el evangelista debe considerarse como una expresión especializada del oficio de anciano.7 La función del evangelista puede distinguirse del oficio del pastor-maestro (Ef. 4:11), pero ser un evangelista es también una característica de aquellos que, como Timoteo, están llamados a predicar la Palabra (2 Ti. 4:1-5).

¿Hay un oficio de sacerdote? En el Antiguo Testamento, los sacerdotes eran los responsables del cuidado del templo y de ofrecer los sacrificios. Los sacerdotes servían como mediadores entre Dios y el pueblo. Puesto que las personas eran pecadoras y Dios era santo, alguien tenía que ofrecer sacrificios para que se cumpliera la justicia de Dios y su ira fuera aplacada. También sabemos que los sacerdotes debían pertenecer a la tribu de Leví y el sumo sacerdote tenía que provenir del linaje de Sadoc (Ez. 43:19; 44:15; 48:11). Por tanto, el sacerdocio se limitaba a un grupo selecto de israelitas, cuyo deber era fomentar la paz entre Dios y su pueblo. En el Nuevo Testamento, sin embargo, hay un cambio notable. Según Pedro, todos en el pueblo de Dios son piedras vivas que conforman una casa espiritual y, como tales, constituyen “un sacerdocio santo” que es capaz de “ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5). Algunos versículos más adelante, Pedro añade que los cristianos son un “real sacerdocio” (v. 9). Por otro lado, Juan afirma que Jesús “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Ap. 1:6; cp. Ap. 5:10; 20:6). Estos versículos nos enseñan que todos los creyentes son sacerdotes para Dios, y tienen acceso directo a Dios por medio de la 57

fe en Jesucristo (He. 10:19-20). Hay “un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5). Gracias al sacrificio de Jesucristo, ya no necesitamos acudir a otra persona para que ofrezca sacrificios en nuestro favor. Jesucristo fue el sacrificio perfecto que pagó el castigo por nuestros pecados. Como resultado, todos los creyentes son sacerdotes de Dios con acceso directo al Padre a través de la obra del Hijo. En consecuencia, sería engañoso y confuso llamar “sacerdote” a un obrero en la iglesia.8 En ningún lugar del Nuevo Testamento se le da ese título a un líder cristiano. En el contexto de la iglesia primitiva, la única persona que recibe ese título es Jesús, a quien a menudo se le llama nuestro Sumo Sacerdote en el libro de Hebreos. Por tanto, ya que todos los creyentes están clasificados como sacerdotes de Dios y porque ningún líder de la iglesia fue jamás llamado sacerdote, es inapropiado darle ese título a un líder de la iglesia.

En resumen Aunque existe cierto debate sobre los oficios de apóstol y de profeta, la mayoría de los estudiosos coinciden en que estos oficios eran oficios fundacionales y ya no son necesarios. Si bien es cierto que los dones “apostólicos” o “proféticos” podrían todavía funcionar, los oficios correspondientes terminaron en el primer siglo. El oficio de evangelista es aceptado por muchas iglesias y, por lo general, se relaciona con la proclamación del evangelio a los no creyentes. Como tal, no se considera un oficio de la iglesia, pues los que llevan a cabo este ministerio lo hacen fuera de la misma. Por último, es inapropiado utilizar el título de “sacerdote” como una designación para una posición dentro de la iglesia, ya que todos los santos son sacerdotes. Además, ese título nunca fue utilizado para los líderes cristianos en el Nuevo Testamento y es mejor reservarlo para Jesús, que es nuestro “Sumo Sacerdote”.

Preguntas para la reflexión

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1. ¿Cuáles son algunas de las razones que ha oído para sostener que todavía existen apóstoles (en el sentido técnico) hoy en día? ¿Son esas razones legítimas? 2. ¿Supone Efesios 2:20 que el oficio (técnico) de apóstol no es válido para hoy? 3. ¿Hay alguna evidencia bíblica de que Dios restauraría los oficios de apóstol y profeta en el siglo XX? 4. ¿Qué nos enseñan Hechos 21:8; Efesios 4:11 y 2 Timoteo 4:5 acerca del oficio de evangelista? 5. ¿Por qué no es apropiado que se le llame sacerdote a un líder cristiano? 1. Ro. 1:1; 1 Co. 1:1; 15:7-9; 2 Co. 1:1; Gá. 1:1, 12, 15-16; Ef. 1:1; Col. 1:1; 1 Ti. 1:1; 2:7; 2 Ti. 1:1, 11. 2. Véase Daniel B. Wallace y Michael H. Burer, “Was Junia Really an Apostle?” NTS 47 (2001): 76-91 (el mismo artículo aparece en el Journal for Biblical Manhood and Womanhood, 6.2 [2001]: 4-11). 3. Wayne Grudem comenta: “Aunque algunos pueden utilizar la palabra apóstol para referirse a los que plantan iglesias de forma eficaz, o a evangelistas, parece inadecuado e inútil hacerlo, porque, simplemente, confunde a la gente que lee el Nuevo Testamento y ven la alta autoridad que se atribuye allí al oficio de ‘apóstol’”. Y continúa: “Si alguien en los tiempos modernos quiere tomar para sí mismo el título de ‘apóstol’, inmediatamente levanta la sospecha de que puede estar motivado por el orgullo y el deseo inapropiado de ensalzarse a sí mismo, junto con la ambición desmedida y el deseo de tener mucha más autoridad en la iglesia que cualquier persona debería tener” (Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 911). 4. Por ejemplo, véanse 1 Co. 5:9-13; 7:25-28; 2 Co. 2:1-11; Gá. 5:2-3; Fil. 3:1-21; 4:2. D. A. Carson escribe: “Su autoridad [es decir, los apóstoles] se extendía más allá de la congregación local, incluso, de las congregaciones en las que ellos habían sido un elemento clave para su fundación” (“Church, Authority in the”, EDT, ed. Walter E. Elwell [Grand Rapids: Baker, 1984], 228). 5. Algunos teólogos, como Juan Calvino y Louis Berkhof, argumentan que el oficio de evangelista fue extraordinario y, por tanto, temporal. 6. F. F. Bruce, The Epistles to the Colossians, to Philemon, and to the Ephesians, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1984), 347. Bruce señala que es probable que los evangelistas siguieran con el aspecto de la predicación del evangelio del ministerio apostólico, a fin de que la iglesia continuara creciendo en las sucesivas generaciones después de que los apóstoles ya no estuvieran vivos. 7. George W. Knight, “Two Offices (Elders/Bishops and Deacons) and Two Orders of Elders (Preaching/Teaching Elders and Ruling Elders): A New Testament Study”, Presbyterion 11 (1985): 9. Knight aporta una posible razón de por qué el término “evangelista” fue separado del de pastores y maestros en Ef. 4:11. Escribe: “Puesto que la actividad del evangelista, con todo lo importante que es para la obra de la iglesia y de los ancianos, no es, intrínsecamente, una parte de la tarea del anciano, en referencia a su función como pastor del rebaño como lo son los ministerios de

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pastorear y enseñar… Los evangelistas están para ganar a las ovejas perdidas, no para cuidar de las ya salvas. De manera que el apóstol ha puesto ese aspecto concreto de los ancianos que enseñan, el evangelista, en una categoría separada y reconoce que algunos tienen dones especiales para esa tarea” (ibíd., 11). 8. Paige Patterson comenta: “En los términos más simples, si cada creyente es un sacerdote, queda negada la necesidad de un sacerdocio oficial” (“Single-Elder Congregationalism” en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, eds. Paul E. Engle y Steven B. Cowan [Grand Rapids: Zondervan, 2004], 141). Paul F. M. Zahl, anglicano, admite que es desafortunado el uso del término “sacerdote” para los ministros ordenados. Señala que el término empezó a ser casi universal cuando quedó incorporado en la versión de 1979 del Libro de Oración Común. Sigue comentando: “Es una importación incorrecta de una expresión del antiguo pacto e introducida, sin razón, en el vocabulario de la iglesia cristiana. Se violenta la identidad de los ministros cristianos como seguidores del único Sumo Sacerdote” (“The Bishop-Led Church: The Episcopal or Anglican Polity Affirmed, Weighed, and Defended” en Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity, eds. Chad Owen Brand y R. Stanton Norman [Nashville: Broadman and Holman, 2004], 227-228).

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PREGUNTA 6

¿Cuántos oficios existen en la iglesia de hoy?

Esta pregunta es difícil de responder debido a la naturaleza diversa de la información que proporciona el Nuevo Testamento. Por ejemplo, a veces se mencionan a los líderes, pero no se les da ningún título. Este fenómeno parece especialmente cierto durante el primer período de la iglesia, lo que posiblemente indica que al principio los oficios formales no estaban desarrollados completamente. En Gálatas 6:6, Pablo dice: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye”. En otras palabras, los que reciben instrucción tienen la responsabilidad de proporcionar sustento físico para sus maestros. Este versículo sugiere que había una clase de instructores o catequizadores que enseñaban la Palabra, de forma tan dedicada, que necesitaban recibir apoyo financiero por su trabajo. Pero no se nos dice si esas personas desempeñaban un oficio en particular. En 1 Tesalonicenses 5:12-13, Pablo exhorta a la congregación: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. Aquí, Pablo hace una distinción entre los “hermanos” y los que deben ser “reconocidos” por el trabajo de enseñanza que hacen en la congregación. No se usa ningún título oficial, pero está claro que algunos desempeñaban posiciones de liderazgo en la iglesia. Asimismo, el autor de Hebreos hace una distinción entre los líderes y los que deben obedecerlos: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan 61

con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (He. 13:17; cp. 13:7). Si un líder tiene que dar cuenta, tiene que saber no solamente que él es un líder (lo que implica una posición oficial reconocida por la iglesia), sino también a quién es responsable de liderar (lo que implica una distinción entre los líderes y los seguidores). Aunque no sabemos qué oficio en particular podían llevar a cabo esos líderes, sí sabemos que el autor tenía en mente a un grupo distintivo de individuos.

Hay dos oficios en la Iglesia: Ancianos/obispos y diáconos Para cuando se escribieron las epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), al parecer, ya había dos oficios establecidos en la iglesia: obispos (o ancianos) y diáconos. De hecho, los obispos y diáconos aparecen mencionados también en la carta anterior de Pablo a los Filipenses. En sus saludos iniciales, él se dirige a “todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). En 1 Timoteo 3, Pablo nos da los requisitos para ambos oficios. En el versículo 1, escribe: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea”. Y luego, en los versículos siguientes, leemos los requisitos que deben tener los que desean esa posición. Después, en el versículo 8 se refiere a las calificaciones de los diáconos: “Los diáconos asimismo deben…”. No obstante, la carta de Pablo a Tito solamente habla sobre obispos, sin mencionar a los diáconos (Tit. 1:5-9). Esta omisión, posiblemente, indica que la iglesia en Creta estaba menos desarrollada que la de Éfeso. También hay que señalar que el término “obispo” (episkopos) se refiere al mismo oficio que el mantenido por la persona que recibía el título de “anciano” (presbuteros, p. ej., Hch. 14:23, 1 Ti. 5:17). Estos dos términos se usaban para hablar del mismo cargo (véase pregunta 9). La evidencia para esta conclusión la encontramos en el uso intercambiable de los dos términos (Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5, 7; 1 P. 5:1-2). La función principal de los ancianos u obispos era la de gobernar; así como también, predicar o enseñar (Hch. 20:28; 1 Ti. 3:2, 4-5; 5:17; Tit. 1:9; 1 P. 5:2-3), 62

mientras que los diáconos tenían que ver con otros ministerios (como la beneficencia), lo que permitió a los ancianos u obispos centrarse en su vocación primaria.

¿Existe el oficio de pastor? Si bien este término se utiliza comúnmente en nuestro contexto de iglesia actual, el sustantivo “pastor” aparece una sola vez en el Nuevo Testamento en referencia a un líder de la iglesia (aunque el verbo “pastorear” y el sustantivo “rebaño” se encuentran ocasionalmente).1 En Efesios 4:11, leemos: “Él mismo [Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”. “Pastor” aparece aquí emparejado con “maestro” y, juntos, denotan un orden del ministerio. En otras palabras, la construcción griega favorece la interpretación de esta frase como un oficio: el pastor/maestro. No se refiere a dos oficios: uno de pastor y otro aparte de maestro.2 ¿Cuál es, entonces, la relación entre el oficio de pastor y el de anciano? ¿Representa el término “pastor” un oficio separado y distinto al de anciano u obispo? Hay, al menos, dos razones para tomar estos términos como representando el mismo oficio. En primer lugar, a los ancianos u obispos, así como a los pastores, se les reconocían las tareas de pastorear y enseñar. En Hechos 20:17 leemos que al estar Pablo en Mileto, “hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (cursivas añadidas). Después de que estos ancianos llegaron, Pablo les instruyó sobre “apacentar [pastorear] la iglesia del Señor” (Hch. 20:28). Encontramos un pasaje similar en 1 Pedro 5:1-3. En el primer versículo, Pedro exhorta a los “ancianos” de las iglesias. Luego, en el versículo 2, les encomienda: “apacentad la grey de Dios que está entre vosotros”. De acuerdo con estos textos, el llamado principal de un anciano es pastorear el pueblo de Dios. A ambos, ancianos/obispos y pastores, se les encomienda también la tarea de enseñar. En Efesios 4:11, el término “pastor” lo encontramos vinculado con el de “maestro”, lo que indica que el método principal de un pastor para apacentar su rebaño es mediante la enseñanza de la Palabra de Dios. Esta tarea es, también, la tarea primaria del anciano/obispo. En 1 Timoteo 3:2, un requisito distintivo del anciano es que debe ser “apto para enseñar”. Más 63

tarde, Pablo dice a Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). De manera similar, Pablo instruye a Tito que un anciano/obispo debe retener con firmeza la Palabra fiel que le han enseñado, “para que también puedan exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9). Por eso, debido a que los pastores y los ancianos/obispos tienen la misma función (esto es, pastorear y enseñar), los dos términos deben ser vistos como una referencia al mismo oficio. En segundo lugar, como hemos mencionado antes, el término griego para “pastor” se encuentra una sola vez en el Nuevo Testamento como una designación para un líder de la iglesia. Si este oficio es independiente del de anciano/obispo, ¿cuáles son los requisitos necesarios para aquellos que lo desempeñan? Pablo nos da los requerimientos para el anciano/obispo, pero nunca para el pastor. Puede ser que la razón de esta omisión se deba a que al dar los requisitos para el anciano/obispo, también lo hace para el “pastor”. Waldron resume bien la información: “La conclusión inevitable es que no hay justificación para una distinción entre el oficio de pastor y el de anciano en el Nuevo Testamento”.3

¿Existe la posición de pastor principal? Esta cuestión se plantea, sobre todo, porque la idea de tener un “pastor principal” es tan común hoy en día, que muchos suponen que tiene una base bíblica. El pastor principal, es por lo general, un “clérigo” profesional que tiene más autoridad que los demás miembros del equipo ministerial; lleva a cabo la mayor parte de la predicación y es la fuerza impulsora detrás de la dirección de la iglesia. Pero si el término “pastor” se refiere al mismo oficio que el del anciano, no se justifica en absoluto hacer una distinción entre un anciano, un pastor o un pastor principal. Es decir, es inútil y engañoso hablar de un ministro que es, a la vez, un pastor y anciano. Mediante la creación de una clase “profesional” de ancianos (es decir, pastores principales), se crea una distinción que no es saludable ni bíblica. En ninguna parte de la Biblia se les da a los ancianos que trabajan “a tiempo completo” para la iglesia un título diferente del que se da a los ancianos que también tienen un trabajo 64

“secular”. Tal distinción crea una dicotomía malsana entre los ancianos que ministran a tiempo completo o tiempo parcial, así como entre el clero y los laicos. Al hablar de “pastor principal” hemos creado, en esencia, un tercer oficio, similar a lo que se llevó a cabo en el segundo siglo con el desarrollo del obispo monárquico. L. Roy Taylor, un presbiteriano, critica con razón a las iglesias que “se originan con el gobierno congregacional de la iglesia”, pero “desarrollan de hecho un gobierno episcopal mediante el cual, el pastor es el que toma las decisiones en asuntos importantes”. Y añade: “Mientras que algunos pueden considerar esto como algo nuevo, es en realidad una réplica del antiguo mono-episcopado del siglo II”.4 Desde una perspectiva del Nuevo Testamento, un oficio separado de pastor principal es un concepto extraño. Las primeras iglesias no fueron regidas por una persona, sino fueron dirigidas por un grupo de líderes. Por ejemplo, cada vez que se usa el término “anciano” en el Nuevo Testamento, aparece en forma plural (“ancianos”), excepto cuando se utiliza de forma genérica (1 Ti. 5:19), o se refiere a un anciano específico (p. ej., como Pedro [1 P. 5:1] o Juan [2 Jn. 1; 3 Jn. 1]). No hay ningún caso de alguien que alguna vez fuera llamado “el pastor” de una iglesia local, y mucho menos “el pastor principal”. En realidad, sí existe una referencia a alguien al que se le llama “el pastor principal”. En 1 Pedro 5:4, Jesús es llamado “Príncipe de los pastores” (es decir, Pastor Principal). ¿No sería tal vez mejor reservar este título para Jesús, puesto que todos los demás pastores son “sus ayudantes”?

En resumen Desde el principio, la iglesia primitiva reconocía a sus líderes. Pese a que no siempre sabemos los títulos específicos que se les dio, es obvio que algunos fueron distinguidos como líderes en la iglesia y, como tales, eran dignos de respeto y honor. Para cuando las epístolas pastorales fueron escritas, habían ya surgido claramente dos oficios: anciano/obispo y diácono (cp. Flm. 1:1; 1 Ti. 3:1-13). “Pastor” se refiere al mismo oficio que el anciano/obispo, ya que el deber del pastor es el mismo que el del anciano/obispo: pastorear y enseñar. Por último, un oficio separado (o designación) de “pastor 65

principal” no tiene base en las Escrituras ya que el título se utiliza únicamente para Jesús (1 P. 5:4). No es necesariamente incorrecto utilizar ese título, pero podría llevar a algunos a dar a un hombre más poder de lo que es bíblico, creando así, otro oficio.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuántos oficios tiene su iglesia? 2. ¿Son esos oficios los que se enseñan en el Nuevo Testamento? 3. ¿Qué evidencia bíblica hay para fundamentar la enseñanza de que “pastor” se refiere al mismo oficio que anciano/obispo? 4. ¿Existe algún ejemplo en la Biblia de alguien que es llamado un “pastor principal”? 5. ¿Cuáles son los posibles peligros de tener oficios extrabíblicos? 1. El verbo “pastorear-apacentar” (poimainō) aparece en Mt. 2:6; Jn. 21:16; Hch. 20:28; 1 P. 5:2; Jud. 12; Ap. 2:27; 7:17; 12:5; 19:15. El nombre “rebaño” (poimēn) lo encontramos en Mt. 26:31 y Jn. 10:16. En Lc. 12:32; Hch. 20:28-29; y 1 P. 5:2-3 se usa (poimnion) que es diminutivo. 2. En griego, hay solo un artículo gobernando los dos nombres, lo cual indica un grupo de personas (tous de poimenas kai didaskalous, “los pastores y maestros”). Aunque la regla Granville Sharp no se aplica aquí porque tratamos con nombres plurales, es mejor tomarlo como una designación doble que se refiere a un grupo (el pastormaestro). 3. Samuel E. Waldron, “Plural-Elder Congregationalism”, en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, eds. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 216. 4. L. Roy Taylor, “Presbyteriansim”, en Who Runs the Church?, 74.

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SEGUNDA PARTE

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El oficio de anciano Sección A Preguntas relacionadas con las cuestiones de contexto

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PREGUNTA 7

¿Cuál es el contexto de los términos “anciano” y “obispo” ? *

Ancianos en el Antiguo Testamento En el Antiguo Testamento, el término para “anciano” (zaqēn) se refiere a (1) alguien que ha entrado en la vejez o (2) un líder de la comunidad que realiza varias funciones. De las más de 180 veces que aparece ese término en el Antiguo Testamento, las dos terceras partes se refieren a un líder respetado de la comunidad, mientras que solamente un tercio se utiliza como una referencia a la edad. La institución de los ancianos, como un grupo distintivo entre los líderes, no está descrito en ninguna parte en el Antiguo Testamento; simplemente, se da por supuesto. Debido a que “los ancianos” gobernaban como un cuerpo colectivo, el término aparece, casi siempre, en plural. Aquellos que eran conocidos como “los ancianos” no fueron nombrados para esa posición por una autoridad superior, pero los miembros de la comunidad les atribuían esa autoridad porque los consideraban dignos de respeto y honor. De modo que un hombre se convertía en anciano por su autoridad moral, que era adquirida por herencia, experiencia, conocimiento o riqueza. Los ancianos de Israel tenían funciones variadas. Primero, eran un órgano representativo. Generalmente, los ancianos representaban a las personas en actividades religiosas o políticas (Éx. 3:18; 12:21; 1 S. 8:4; 2 S. 5:3). Segundo, formaban un órgano de gobierno. A menudo, sobre todo después del exilio, los ancianos, junto con el gobernador, eran el cuerpo gobernante de la comunidad de Jerusalén (Esd. 5:5; 6:7, 14). Antes de esta etapa, los ancianos fueron a veces 69

parte del consejo real que asesoraba al rey (2 S. 17:4, 15). Tercero, los ancianos eran un órgano judicial. Según Deuteronomio, los ancianos de la ciudad tomaban a menudo decisiones relativas a la sanción de los infractores (19:12, 21:3, 22:15). En suma, los “ancianos actuaban como representantes y líderes nacionales, políticos y religiosos”.1 En Números 11, Dios ordenó a Moisés que reuniera a setenta de los ancianos de Israel, a quienes el Señor designaría para que ayudaran a Moisés a gobernar al pueblo. Debido a que la carga era demasiado grande para que Moisés la llevara solo, estos ancianos fueron designados para ayudarle a dirigir al pueblo. Por eso, en una etapa temprana en la historia de Israel, los ancianos comenzaron a tomar un carácter oficial. Posteriormente, Números 11 se convirtió en el modelo para el Sanedrín y fue utilizado, más tarde, para justificar la ordenación rabínica. Los traductores de la Septuaginta se inclinaron a favor del término presbuteros para traducir el hebreo zaqēn, lo que hace que, como tal, aparezca 127 veces.2 Debido a que zaqēn se refiere a menudo a los líderes con algún tipo de carácter oficial y no es simplemente una denominación de honor, parece que un término más oficial (además de presbuteros, que en general era usado como una designación de edad en la sociedad greco-romana) se podría haber esperado en la Septuaginta.3 Deissmann sugiere que los traductores de la Septuaginta fueron influenciados por el uso oficial de presbuteros en Egipto, donde fue traducida la Septuaginta. Él escribe: “Los traductores de Alejandría se apropiaron de una expresión técnica que estaba vigente en el país”.4 Por tanto, para los cristianos familiarizados con el Antiguo Testamento griego, el uso de presbuteros, como una designación para un líder oficial de la comunidad, no les pareció nada extraño. De hecho, la Septuaginta fue la Biblia preferida no solo para la mayoría de los escritores del Nuevo Testamento, sino también para sus lectores. Puesto que la Septuaginta tuvo profunda influencia en el pensamiento y el vocabulario de los primeros cristianos, parece razonable suponer que el uso de presbuteros, en el Nuevo Testamento, refleja los matices de la Septuaginta más que los del uso común greco-romano.

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Ancianos en el Nuevo Testamento El término griego presbuteros (“anciano”), y sus derivados, aparecen 66 veces en el Nuevo Testamento. Puede referirse a una persona mayor (hombre o mujer, p. ej., Jn. 8:9; Hch. 2:17; 1 Ti. 5:12) o puede utilizarse en el sentido comparativo de uno que es más viejo que otro (Lc. 15:25). Más comúnmente, presbuteros se refiere a los funcionarios, tanto en el judaísmo (los miembros del Sanedrín o sinagoga), como en la iglesia. En unos pocos lugares presbuteros tiene el significado de “antepasados” (Mt. 15:2; Mr. 7:3, 5; He. 11:2). Semejante al uso en el Antiguo Testamento, nos encontramos con varias designaciones relacionadas con los ancianos: los ancianos del pueblo (Mt. 21:23; 26:3, 47; 27:1; Lc. 22:66; Hch. 4:8), los ancianos de los judíos (Lc. 7:3; Hch. 25:15) y los ancianos de la iglesia (Hch. 20:17; Stg. 5:14). Había ancianos en las iglesias en Jerusalén (Hch. 11:30; 15:2, 4, 6, 22-23; 16:4; 21:18), Galacia (Hch. 14:23), Éfeso (Hch. 20:17; 1 Ti. 5:17, 19), Creta (Tit. 1:5), Asia Menor (1 P. 5:1), y otras asambleas de judíos cristianos (Stg. 5:14). La mayoría de los usos de presbuteros en los Evangelios aparecen asociados con los principales sacerdotes y/o los escribas que se oponían al ministerio de Jesús. Los usos en Hechos, en referencia a los líderes, son mixtos. Las cuatro primeras veces y las cuatro últimas se refieren a aquellos asociados con los líderes judíos que se oponen a la iglesia (Hch. 4:5, 8, 23; 6:12; 22:5; 23:14; 24:1; 25:15). Los diez casos del medio se refieren a los ancianos de la iglesia primitiva (Hch. 11:30; 14:23; 15:2, 4, 6, 22-23; 16:4; 20:17; 21:18). La primera vez que se usa “ancianos”, en referencia a un grupo cristiano, se encuentra en Hechos 11:30, donde la iglesia en Antioquía envía a Bernabé y Pablo a los ancianos de Jerusalén, con dinero para ayudar en el alivio de la hambruna. Es interesante notar que el término aparece en este nuevo contexto sin que Lucas dé ninguna explicación. Ocho de las diez referencias a los ancianos cristianos en Hechos se refieren a los ancianos de Jerusalén, y en seis de las referencias se les menciona en relación con los apóstoles. Las dos veces que los encontramos en Hechos y que no se refieren a los ancianos de Jerusalén, son 14:23 y 20:17. En Hechos 14:23 se 71

nos dice que Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia” en las ciudades de Antioquía, Iconio, Listra y Derbe. Hechos 20:17 se encuentra en el contexto del discurso de despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso. El resto de las referencias del Nuevo Testamento a los “ancianos” se producen en 1 Timoteo 5:17, 19; Tito 1:5; Hebreos 11:2 (es decir, “antepasados”); Santiago 5:14; 1 Pedro 5:1, 5; 2 Juan 1; 3 Juan 1, y doce veces en el libro de Apocalipsis (4:4, 10; 5:5, 6, 8, 11, 14; 7:11, 13; 11:16; 14:3; 19:4).

Obispos en el Antiguo Testamento En la Septuaginta, el término episkopos (“obispo”, “supervisor”) aparece quince veces, dos de las cuales, se refieren a Dios (Job 20:29; Sabiduría 1:6). En referencia a los hombres, episkopos puede referirse a una variedad de oficios y oficiales. En Números 31:14 y 2 Reyes 11:15, los líderes militares son llamados “oficiales, capitanes o comandantes del ejército”, según la versión de la Biblia que leamos, y en Jueces 9:28 se dice que Abimelec había nombrado a Zebul su “oficial” (LBLA). Del mismo modo, en 1 Macabeos 1:51, Antíoco nombra “inspectores” (“sobreveedores”) como gobernadores de Israel. Nehemías se refiere a los “supervisores” de Benjamín (Neh. 11:9, 14. NTV). Por último, Isaías 60:17 empareja “administradores” con “recaudadores” (RVA). Alrededor de la mitad de las referencias en la Septuaginta aparecen asociadas con varias formas de actividades religiosas. En Números 4:16, el sacerdote Eleazar fue episkopos (estaba a cargo) del tabernáculo y de todos los utensilios en ella. Aunque no es correcto equiparar el uso de episkopos con el de sacerdote, es interesante notar que se utiliza el término en un contexto religioso. En 2 Reyes 11:18 leemos: “El sacerdote designó sobreveedores (oficiales) sobre la casa del Señor” (mi traducción). En 2 Reyes 12:11 y 2 Crónicas 34:12, 17 leemos que el dinero recaudado para reparar el templo fue dado a los “que tenían a su cargo la casa de Jehová” y que actuaron como sobreveedores o supervisores, al pagar a los carpinteros y otros trabajadores. Y Nehemías 11:22 llama a Uzi el “jefe” de los levitas. En las fuentes greco-romanas, al menos las del período clásico, episkopos puede referirse a los dioses (fuerzas personificadas) que 72

velan por las personas u objetos que están bajo su protección.5 Si se refiere a personas, este término puede aludir a la atención y cuidado protector de alguien sobre algo o alguien, pero también puede ser usado como un título para indicar varios oficios. El uso más común, sin embargo, se aplica a los oficiales locales o encargados de sociedades o asociaciones.

Obispos en el Nuevo Testamento “Aunque la palabra [episkopos] contaba ya con un contexto rico, y disfrutaría de un desarrollo cada vez más amplio en el ambiente cristiano, aparece solamente cinco veces en el Nuevo Testamento”.6 En Hechos 20:28, Pablo dice a los ancianos de Éfeso que el Espíritu Santo los ha hecho “obispos” y su función consiste en apacentar la iglesia de Dios. El énfasis, aquí, se encuentra en su función y no el oficio. Es decir, como ancianos su deber era supervisar y guiar el rebaño. Sin embargo, cabe señalar que los dos términos (“anciano” y “obispo”) son usados como sinónimos y, por tanto, intercambiables. En su saludo inicial a la iglesia en Filipos, Pablo se dirige a todos los santos, entre ellos los “obispos” y “diáconos” (Fil. 1:1). El uso del plural indica que hubo más de un obispo en Filipos. Parece también probable que esa referencia signifique algo más que una simple designación funcional y que sea el título. En 1 Timoteo 3:2-7 y Tito 1:7-9, leemos acerca de los requisitos requeridos para el que ocupa el cargo de “obispo”. Por último, 1 Pedro 2:25 se refiere a Cristo como “el Pastor y Obispo de vuestras almas”. El término relacionado, episkopē, aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento. Dos veces se refiere a la visita de Dios en el juicio (Lc. 19:44, 1 P. 2:12), y dos veces se refiere a funcionarios (Hch. 1:20; 1 Ti. 3:1). En Hechos 1:20, cuando los apóstoles decidieron reemplazar a Judas, Pedro justifica esta acción al citar el Salmo 109:8, que dice: “Que otro se haga cargo de su oficio [episkopē]” (NVI). Además, en 1 Timoteo 3:1, Pablo dice: “Si alguno anhela obispado [ser supervisor], buena obra desea”. Por último, la forma verbal, episkopeō (“supervisar”), la encontramos solo en dos ocasiones (He. 12:15; 1 P. 5:2), mientras que el verbo afín episkeptomai aparece once veces y se suele traducir por “visitar”.7 73

En resumen En el Antiguo Testamento, el término “anciano” puede referirse a una persona mayor o a un líder de alto nivel en la comunidad. Cerca de dos tercios de las referencias se utilizan para esta última categoría, que, como grupo colectivo, suele funcionar como un órgano representativo, de gobierno o judicial. Los traductores de la Septuaginta se inclinaron a favor del término presbuteros para traducir la palabra hebrea zaqēn. En el Nuevo Testamento, el término “ancianos” aparece en contextos tanto judíos como cristianos. El término para “obispo” (episkopos) lo encontramos con menos frecuencia que el término para “anciano”, tanto en la Septuaginta como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento se utiliza para representar una variedad de diferentes posiciones de liderazgo. De las cinco referencias del Nuevo Testamento, cuatro se refieren a un oficio o cargo cristiano, y la quinta es una designación de Cristo.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles son los dos significados principales de la palabra “anciano” en el Antiguo Testamento? 2. ¿Cuáles eran las funciones de los ancianos en el Antiguo Testamento? 3. ¿Cómo se utiliza, principalmente, el término “anciano” en el Nuevo Testamento? 4. ¿Cómo se utiliza el término “obispo” en el Antiguo Testamento? 5. ¿Cuáles son las similitudes y diferencias en el uso de la palabra “obispo” en el Antiguo y el Nuevo Testamentos?

El material para esta pregunta ha sido simplificado y adaptado de un trabajo mío anterior, The Elder and Overseer: One Office in the Early Church (New York: Peter Lang, 2003), 23-44, 56-62. * Nota del editor: En las versiones de la Biblia en castellano, el término griego

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episkopos (“supervisor”) aparece traducido como “obispo” (RVR-1960, RVA, NVI, RVC, LBLA) y como “anciano” (NTV). David Mappes, “The ‘Elder’ in the Old and New Testaments”, BSac 154 (1997): 82. Zaqēn también aparece traducido veinticinco veces como presbutēs, veintiséis veces como gerousia (sobre todo en Deuteronomio), y tres veces cada una como geron y anēr. En cada caso, donde zaqēn se traduce como gerousia, el primero aparece siempre en plural y el último en singular. Eso sugiere que los ancianos eran vistos como un conjunto corporativo con una posición oficial. G. Adolf Deissmann señala: “Generalmente, encontramos [presbuteros] en lugares donde los traductores parecen haber tomado el [zaqēn] del original en el sentido de una posición oficial” (Bible Studies: Contributions Chiefly from Papyri and Inscriptions to the History of the Language, the Literature, and the Religion of Hellenistic Judaism and Primitive Christianity, traducción de Alexander Grieve [Edinburgh: T and T Clark, 1901; reimpresión, Peabody, MA: Hendrickson, 1988], 154). Ibíd., 155. Más adelante, él comenta: “[presbuteros] era, hasta bien entrada la época imperial, el término técnico en Egipto para designar al que desempeñaba un oficio en las comunidades civiles, un uso que tuvo gran influencia en la LXX” (ibíd., 233). Para un estudio excelente del uso de episkopos, véase Livingstone Porter, “The Word in Pre-Christian Usage”, AThR 21 (1939): 103-112. H. W. Beyer, “ ”, en TDNT, 2:615. Mt. 25:36, 43; Lc. 1:68, 78; 7:16; Hch. 6:3; 7:23; 15:14, 36; He. 2:6; Stg. 1:27.

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PREGUNTA 8

¿Cuál es el origen del anciano u obispo cristiano? Origen del anciano cristiano ¿Tomó prestado conscientemente la iglesia primitiva el título de “anciano” de un modelo ya existente de ancianos? En otras palabras, ¿por qué se habla de algunos líderes de la iglesia primitiva como “ancianos”? Hoy en día, muchos eruditos dan por supuesto que el origen del anciano en el Nuevo Testamento tiene una correlación directa con el anciano de la sinagoga. Puesto que la mayor parte de los primeros cristianos eran judíos que adoraban anteriormente en la sinagoga, habría sido natural para ellos adoptar la forma de gobierno que se usaba en la sinagoga y con lo que ya estaban familiarizados. Aunque hay algo de verdad en ese razonamiento, no hay pruebas suficientes para afirmar que el oficio de anciano fue tomado directamente de la sinagoga. En realidad, se han propuesto, al menos, cuatro posibles fuentes de los ancianos cristianos: (1) el Antiguo Testamento; (2) el sanedrín; (3) la sinagoga; y (4) la cultura. En los párrafos siguientes, presentaremos razones a favor de que el oficio de anciano en el Nuevo Testamento, excepto por el título y la autoridad que conlleva, es único y no está basado en ningún modelo anterior. El anciano cristiano tuvo su origen en el Antiguo Testamento Esta posición sostiene que los primeros cristianos llamaban a sus líderes “ancianos”, debido a la prominencia de esa palabra en el Antiguo Testamento. Hay que reconocer que el uso que se hace en 76

el Antiguo Testamento (en su versión griega conocida como la Septuaginta) de la palabra presbuteros (“anciano”) tuvo cierta influencia sobre por qué la iglesia primitiva se refirió a sus líderes o ministros como ancianos. Hasta cierto punto, pues, el término presbuteros se tomó prestado del Antiguo Testamento en griego. Una clara similitud consiste en que ambos Testamentos siempre utilizan el término en plural cuando se refieren a los que desempeñaban esas funciones. Si bien el uso que se hace en el Antiguo Testamento de la palabra tuvo claramente cierta influencia en la iglesia primitiva, sería un error afirmar que la iglesia del Nuevo Testamento copió para sus líderes el modelo de estos antiguos predecesores. Aunque sus funciones a veces se superponen, no hay un paralelismo entre ellos. Harvey concluye, con razón, que no existía una “institución en los tiempos del Antiguo Testamento que pudiera ser considerada como el precursor… del presbiterio cristiano”.1 El anciano cristiano se originó en el sanedrín Otra opinión es que la iglesia primitiva tomó prestado el término del sanedrín. Aunque los ancianos del Antiguo Testamento, a menudo, representaban al pueblo, no se organizaron formalmente como un tribunal como lo hizo el sanedrín tiempo después. No fue sino hasta la época persa que algo parecido al sanedrín comenzara a tomar forma.2 Según el Nuevo Testamento, en el sanedrín había tres clases de miembros. El sumo sacerdote era el líder del sanedrín; los escribas eran abogados profesionales y los ancianos consistían de otros miembros, sacerdotes y laicos, que no pertenecían a ninguno de los dos primeros grupos. El sanedrín tenía un total de setenta y un miembros. Es obvio que el “anciano” del sanedrín no sirvió como prototipo para la iglesia cristiana, pues, como institución, la función del sanedrín era principalmente judicial: actuaba como un tribunal y sus miembros eran principalmente jueces. Debido a las diferencias en la composición y la función, casi nadie afirma que los ancianos de la iglesia primitiva eran iguales a los del sanedrín. Una vez más, Harvey concluye con razón: “Habría grandes dificultades en considerar al sanedrín, en su conjunto, como el prototipo del 77

presbiterio cristiano”.3 El anciano cristiano se originó en la sinagoga Una tercer opción, y ampliamente difundida, es que la iglesia del Nuevo Testamento adoptó la estructura de la sinagoga y con ella llegó el oficio de anciano. J. B. Lightfoot fue de los primeros defensores de la idea de que el modelo de ancianos cristianos fue intencionalmente tomado de los ancianos de la sinagoga. Mientras que el diaconado se desarrolló en la iglesia con un oficio totalmente nuevo creado por los apóstoles, el presbiterio vino de la sinagoga.4 Él declara: “Al tener tan a mano la sinagoga [las congregaciones cristianas en Palestina] adoptaron naturalmente, si no necesariamente, el gobierno normal de una sinagoga, mientras que un grupo de ancianos o presbíteros sería elegido para dirigir el culto religioso y, también, en parte, para velar por el bienestar temporal de la sociedad”.5 Burtchaell también comenta: “Es imposible entender la adoración de los primeros cristianos a menos que lo veamos como una continuidad de la adoración judía. Así que mucho de lo que podríamos considerar como claramente una creación cristiana y distintiva fue, en realidad, un resultado de sus antecedentes judíos”.6 Por tanto, sostiene Lightfoot: “El nombre y oficio de los ‘presbíteros’ son esencialmente judíos”.7 Hay, sin embargo, diferencias notables entre la iglesia y la sinagoga con respecto a los términos que se utilizan. Por ejemplo, el Nuevo Testamento no ofrece paralelismos con los otros oficios que estaban relacionados con la sinagoga. No hay paralelismos con los “ancianos principales” (Lc. 8:41) (gerousiarchēs), los sacerdotes levitas, los “notables” (archontes), y otros oficiales menores. Al parecer, el título de “ancianos” fue el único que la iglesia primitiva usó en su estructura de los que también se utilizaba en la sinagoga. Hay también otras diferencias terminológicas. Los escritores del Nuevo Testamento utilizaron “iglesia” (ekklēsia) en lugar de “sinagoga” (synagōgē); “diácono” (diakonos) en vez de “asistente” (hypēretēs); “obispo” (episkopos) en lugar de “principal de la sinagoga” (archisynagōgos). No hay duda de que la función de los ancianos de la sinagoga y 78

los ancianos cristianos se superponen. David Mappes señala que las similitudes incluyen “la responsabilidad de los ancianos por el bienestar de las personas; la autoridad de los ancianos dentro de la comunidad; las cualidades morales requeridas de los ancianos y la responsabilidad de comunicar y enseñar las Escrituras”.8 Las diferencias, sin embargo, no deben pasar indadvertidas. Por ejemplo, Emil Schürer ha argumentado convincentemente que los ancianos no dirigían las reuniones de la sinagoga.9 El “principal de la sinagoga” (archisynagōgos) era el líder de la sinagoga que tenía la responsabilidad de los detalles de la reunión. Él mismo no dirigía la adoración, pero era el responsable de encontrar a alguien de la congregación para leer las Escrituras y orar; así como también, para invitar a personas idóneas a predicar.10 En términos generales, su objetivo era asegurarse de que no ocurría nada impropio en la reunión (cp. Lc. 13:14). Otro oficial de la sinagoga, el “asistente” (hypēretēs), era el encargado de sacar y guardar las Sagradas Escrituras, de tocar la trompeta para anunciar el comienzo y el final del sábado, de castigar con azotes a los condenados, e incluso enseñar a los niños a leer. Eso no quiere decir, sin embargo, que los ancianos no tuvieran ninguna influencia en la sinagoga. En la sociedad judía no había una separación entre lo civil y lo religioso. Así como los ancianos tenían una gran influencia sobre los asuntos civiles, ellos también ejercían autoridad sobre la vida religiosa de la comunidad, de la que la sinagoga era una parte principal.11 De manera que los ancianos estaban al cargo de los asuntos de la congregación en general. Es decir, como líderes de la comunidad eran también líderes de la sinagoga. Por tanto, debido a que los ancianos de la sinagoga “no tenían ninguna responsabilidad por la adoración en la sinagoga (que correspondía a los [archisynagōgos]), ni para la custodia de la sana doctrina o la exposición de las Escrituras… ellos representan en el mejor de los casos un modelo impreciso para los presbíteros cristianos”.12 El anciano cristiano tuvo su origen en la cultura Esta posición sostiene que los ancianos cristianos son idénticos 79

a los ancianos de los judíos porque, en ambos contextos, el título se utiliza como una designación no oficial, que se refiere únicamente a aquel que era honrado o respetado en la comunidad. Se argumenta que debido a que “anciano” no es el título de un oficio (en el Antiguo Testamento, el sanedrín, o la sinagoga), sino una designación de honor, el uso del término no es más que una designación cultural para alguien que es respetado en la comunidad. R. A. Campbell, un defensor de esta posición, señala que la sociedad israelita era tribal y patriarcal. En consecuencia, en cada nivel de la sociedad (tribus, clanes y familias extensas), se les daba el liderazgo a los hombres mayores. El cabeza de familia representaba a su familia en los consejos de la aldea local. Estos líderes eran descritos colectivamente como “los ancianos”. Cuando se referían a un anciano individual, probablemente, le llamaban “jefe” o “príncipe” pero no “anciano”. Como resultado, Campbell afirma que “los ancianos” es un término colectivo para el liderazgo de la tribu, o de la clase dominante en la monarquía y así en adelante, pero que nunca fue el título de un oficio al cual una persona podía ser nombrada”.13 A pesar de que la herencia jugaba un papel importante para convertirse en un anciano, también era importante el carácter o autoridad moral de uno. Campbell afirma que el hogar, y no la sinagoga, es la clave para entender el desarrollo de las primeras iglesias. Las iglesias en casas del Nuevo Testamento no son solo edificios, sino son “familias extendidas con patrones propios ya formados de autoridad integrada”.14 Por tanto, el cabeza de familia donde la iglesia se reunía, también se convirtió en cabeza de la iglesia. A pesar de que esta posición reconoce, con razón, debilidades en otros puntos de vista, también es insostenible. Como hemos demostrado, el término presbuteros es usado a menudo como el título de una posición oficial y, por tanto, va más allá de una simple designación de honor. En resumen Es difícil determinar la relación precisa entre los ancianos cristianos y los ancianos del Antiguo Testamento, del sanedrín y de la sinagoga. Desde el principio, debemos reconocer las similitudes y 80

las diferencias. Sin embargo, en cada caso, las diferencias son suficientemente importantes como para rechazar cualquier correlación directa.15 Debemos rechazar la idea de que la iglesia primitiva adoptó el oficio de anciano de la sinagoga, ya que parece que estos ancianos no eran oficiales formales en la sinagoga, pero eran oficiales en la comunidad. También es relevante que los líderes de las comunidades del Antiguo Testamento fueron llamados presbuteroi (“ancianos”) en la Septuaginta. Parece más probable que la iglesia basó su modelo de liderazgo en el Antiguo Testamento, que fue aceptado de todo corazón, en lugar de la sinagoga, que es tentativamente rechazado.16 Además, no es suficiente con afirmar que el término “anciano” jamás fue un título de un cargo público, sino, simplemente, una persona de honor en la comunidad. Parece, por tanto, que el oficio cristiano de anciano no fue tomado directamente de ninguno de sus predecesores. La iglesia del Nuevo Testamento tomó prestado el título y el carácter oficial que venía con ese título, pero definió por sí misma los deberes específicos de aquellos que llevaban a cabo las funciones del título.

Origen del obispo cristiano Al igual que con el anciano (presbuteros), es difícil identificar el origen exacto del obispo o supervisor cristiano (episkopos). Los tres puntos de vista más comunes es que este oficio se originó a partir (1) del Antiguo Testamento, (2) de las sociedades griegas, o (3) del mebaqqēr judío. El obispo cristiano tuvo su origen en el Antiguo Testamento Aunque episkopos se usa en la Septuaginta para referirse a una variedad de posiciones oficiales—desde un oficial del ejército a un administrador de culto—muchos de los primeros cristianos apelaron al Antiguo Testamento como base para el obispo/supervisor cristiano. Por ejemplo, Clemente e Ireneo apelaron a Isaías 60:17b (“Daré a tus gobernantes paz y a tus supervisores [episkopoi] justicia”, traducción del autor) para justificar el oficio de “obispo/supervisor”, un uso que indica que la iglesia sintió, muy pronto, la necesidad de basar su estructura organizativa en el 81

Antiguo Testamento.17 L. Porter explica: “Esta validación del Antiguo Testamento puede parecer especialmente necesaria para el título de [episkopos] puesto que se aplicaba, en su uso contemporáneo y también en un uso más antiguo, a los dioses del panteón griego, a los míticos semidioses y a varias otras criaturas sobrenaturales imaginarias”.18 El obispo cristiano tuvo su origen en las sociedades griegas Otros han insistido en que el episkopos de las sociedades o asociaciones griegas proporcionó el origen para los primeros líderes cristianos. Se han observado elementos comunes entre las asociaciones privadas y las iglesias cristianas. Ellis, por ejemplo, comenta que las asociaciones privadas “celebraban reuniones periódicas, por lo general con ceremonias religiosas, elegían a sus líderes y a veces un patrón (protector-defensor) y solían ejercer una cierta disciplina sobre sus miembros… proporcionaban a sus miembros banquetes y otras actividades festivas y ocio y, al final, un entierro honorable”.19 No obstante, mientras que Ellis afirma una correlación entre las asociaciones y las congregaciones cristianas como entidades sociales, admite que los terminos específicos (p. ej., episkopos y presbuteros) “se utilizaban de manera muy amplia en una serie de contextos similares y no tienen una relación necesaria o especial con las asociaciones, donde, de hecho, aparecen con poca frecuencia y, por lo general, con una connotación diferente a la que tienen en contextos cristianos”.20 Beyer también señala: “Ninguno de los oficios indicados por [episkopos] en el mundo de habla griega tiene mucho en común con el oficio cristiano del obispo como para permitir afirmar la posibilidad de una conexión histórica”.21 Del mismo modo, Harvey escribe: “Parece que estamos obligados a admitir que no podemos encontrar modelos convincentes para los obispos cristianos… en las organizaciones helenísticas”.22 El obispo cristiano tuvo su origen en el mebaqqēr judío Sin embargo otros sostienen que el “obispo/supervisor” cristiano se inspiró en el mebaqqēr (es decir, el líder espiritual) de la 82

comunidad de Qumrán. Bill Humble, por ejemplo, identifica los siguientes paralelismos entre la mebaqqēr judío y el episkopos cristiano:23 (1) ambos eran supervisores, de acuerdo con la raíz del significado de cada título; (2) ambos eran oficiales que enseñaban; (3) ambos mostraron una preocupación paternal por el grupo, (4) ambos cargos fueron descritos mediante la analogía del pastor; (5) ambos recibían y administraban fondos para la obra de beneficencia; y (6) ambos escuchaban los alegatos sobre ofensas cometidas; así como también, aplicaban disciplina.24 Por estas razones, Jeremías declara: “El título mebaqqēr corresponde literalmente con el griego [episkopos], y… las posiciones y la función del mebaqqēr son idénticas a las de un obispo en el Didaskalia sirio”.25 B. E. Thiering también afirma: “No parece que haya ahora una mejor razón para suponer que la primera iglesia cristiana adoptara el oficio de obispo de las comunidades de laicos esenios”.26 No hay, sin embargo, suficiente evidencia para afirmar que la iglesia primitiva usó la estructura organizativa de las comunidades de Qumrán. A pesar de las grandes similitudes, se dan también algunas diferencias notables. En primer lugar, mientras que solamente había un mebaqqēr en cada comunidad, en las iglesias cristianas había, al parecer, una pluralidad de episkopoi (Fil. 1:1; Hch. 20:28). En segundo lugar, los mebaqqēr en Qumrán permanecían solteros, mientras que los episkopoi se casaban y tenían familias. En tercer lugar, en Qumrán el mebaqqēr controlaba las propiedades y posesiones, pero fueron los apóstoles y los siete diáconos los que manejaban esos fondos, y no el episkopoi. Por último, si el mebaqqēr fue el modelo para el episkopos cristiano, uno esperaría encontrar ese término asociado, principalmente, con las congregaciones cristianas judías en lugar de las congregaciones gentiles, como es el caso. Beyer concluye con razón que incluso cuando los primeros cristianos estaban familiarizados con un mebaqqēr tipo Qumrán, “La comunidad [cristiana], basada en la gran comisión de ir y predicar el Evangelio y vivir de acuerdo con ese mensaje en el seno de todas las sociedades, fue algo nuevo y distintivo, por lo que para el cumplimiento de su misión tuvieron que ser creados nuevos oficios, o desarrollarlos a partir de su propio 83

conocimiento y experiencia”.27 Aunque Reicke admite que hay algunas analogías entre el mebaqqēr y el episkopos cristiano, también afirma que hay poca “razón para suponer que la iglesia tomó su oficio episcopal de los esenios y de su mebaqqēr”.28 En resumen Al igual que con el oficio de anciano, al considerar el origen del obispo cristiano lo mejor es afirmar que es un oficio nuevo casi en su totalidad. La escasez de pruebas no nos permite establecer una clara correlación.29

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué evidencia hay de que la iglesia primitiva tomase prestado el concepto de ancianos del Antiguo Testamento? ¿Del sanedrín? ¿De la sinagoga? ¿De la cultura? 2. ¿Cuál de las anteriores posibilidades cree usted que ofrece el paralelismo más cercano? 3. ¿Está de acuerdo en que la iglesia primitiva tomó prestado el término en sí, más que la función, de sus predecesores? 4. ¿Qué evidencia hay de que la iglesia primitiva tomara prestado el concepto de obispos del Antiguo Testamento? ¿De la sociedad griega? ¿Del mebaqqēr judío? 5. ¿Cuál de las posibilidades, mencionadas en la pregunta 4, cree usted que ofrece el paralelismo más cercano?

El material para esta pregunta ha sido simplificado y adaptado de un trabajo mío anterior, The Elder and Overseer: One Office in the Early Church (New York: Peter Lang, 2003), 44-56, 62-65. 1. A. E. Harvey, “Elders”, JTS 25 (1974): 320. 2. Emil Schürer, The History of the Jewish People in the Age of Jesus Christ [175 B.C.– A.D. 135], ed. Geza Vermes, Fergus Millar, y Matthew Black, ed. rev. (Edinburgh: T and T Clark, 1979), 2:200-202; y Joachim Jeremias, Jerusalem in the Time of Jesus, trad. F. H. Cave y C. H. Cave, 3a ed. (London: SCM, 1969), 223. 3. Harvey, “Elders”, 323. Él continua: “La palabra ‘ancianos’, cuando se aplicaba al sanedrín, era el nombre técnico para una clase específica de laicos aristocráticos, o

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era una palabra más general, con fuertes connotaciones farisaicas, que se utilizaba para referirse a los escribas, tanto dentro como fuera del sanedrín. En ningún caso hay una analogía clara con los presbíteros cristianos” (ibíd., 323-324). J. B. Lightfoot, St. Paul’s Epistle to the Philippians (London: Macmillan, 1881), 187195. Él escribe: “No hay ninguna razón para relacionar el diaconado con cualquier prototipo existente en la comunidad judía. La narración [en Hechos 6] no ofrece ningún indicio de que sea una continuación de la orden de los levitas o una adaptación de un oficio en la sinagoga… Por lo tanto, es una suposición sin base, aunque muy común, pensar que el diaconado cristiano fue copiado de la organización de la sinagoga” (ibíd., 89–90). Ibíd., 192. Al principio, Lightfoot escribe: “No era extraño, pues, que, cuando la sinagoga cristiana ocupó su lugar al lado de la judía, se adoptó una organización similar con las modificaciones que las circunstancias requerían, y por tanto, el nombre familiar en la antigua dispensación, se mantuvo bajo la nueva” (ibíd., 96). James T. Burtchaell, From Synagogue to Church: Public Services and Offices in the Earliest Christian Communities (Cambridge: Cambridge University Press, 1992), 190. El autor ofrece numerosos ejemplos de superposición entre los dos: “La combinación de palabra y gesto en sacramento, el día sagrado semanal, el calendario de fiestas, el ritmo diario de oración, la lectura de las Escrituras seguida de la exposición, la comida sagrada, ritual de iniciación a través del bautismo, unción, la imposición de manos: esto y muchas otras cosas se derivan de la tradición judía… El ayuno, la profecía carismática, las prácticas funerarias, las normas e investigación éticas, la veneración de las tumbas de los santos, la catequesis… la centralidad de Jerusalén, el celibato dedicado, [e] impedimentos para contraer matrimonio” (ibíd., 190-191). Más tarde, añade: “La sinagoga y la ekklesia se reunían, normalmente, en sesiones plenarias para orar, leer, exponer y debatir sobre las Escrituras, para compartir las comidas rituales, para deliberar la política comunitaria, para imponer disciplina, elegir e instalar oficiales. Ambas mantenían un fondo de asistencia social para apoyar a las viudas, a los huérfanos y a los indigentes entre sus miembros. Ambas aceptaban la obligación de proporcionar refugio y hospitalidad a los miembros de comunidades hermanas en sus viajes. Ambas hacían arreglos para el entierro de sus muertos, y para el mantenimiento de los cementerios” (ibíd., 339). Lightfoot, Philippians, 96. Entre los que están de acuerdo con Lightfoot, se halla Hans von Campenhausen, el cual escribe: “Durante mucho tiempo, los ancianos habían estado a la cabeza de cada congregación judía, especialmente en Palestina, y parece muy natural que surgiera la idea de organizarse a sí mismos de una manera similar. El sistema de los ancianos es, por tanto, probablemente de origen judeo-cristiano” (Ecclesiastical Authority and Spiritual Power in the Church of the First Three Centuries, trad. J. A. Baker [Stanford: Stanford University Press, 1969], 77). Véase también A. M. Farrar, “The Apostolic Ministry in the New Testament” en The Apostolic Ministry: Essays on the History and Doctrine of Episcopacy, ed. Kenneth E. Kirk (London: Hodder and Stoughton, 1957), 142; G. Bornkamm, “pre, sbuj”, en TDNT, 6:663; y David Mappes, “The ‘Elder’ in the Old and New Testaments”, BSac 154 (1997): 90n. 58. Mappes, “‘Elder’ in the Old and New Testaments”, 91-92. Mappes, sin embargo, observa diferencias entre los dos. Él escribe: “Las diferencias entre los ancianos de la sinagoga y los ancianos de la iglesia son las siguientes: el énfasis en el papel de enseñanza de los ancianos de la iglesia, la lista de importantes requisitos morales para ancianos, la falta de analogía en el Nuevo Testamento para los [archisynagōgos]; así como también, la falta de poder político o civil” (ibíd., 92).

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9. Schürer, History of the Jewish People, 2:427-54. Él señala que una de las funciones de los ancianos en la sinagoga involucraba acciones disciplinarias (esto es, la declaración de excomunión o de exclusión de la congregación). 10. Cp. Hechos 13:15: “Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad”. Véase también Bernadette J. Brooten, Women Leaders in the Ancient Synagogue: Inscriptional Evidence and Background Issues, BJS 36 (Chico, CA: Scholars Press, 1982), 28–29. 11. Schürer dice: “No faltan pruebas positivas en el sentido de que la comunidad civil, como tal, también dirigía los asuntos de la sinagoga… La separación de las comunidades políticas y religiosas habría sido bastante artificial. Habría sido totalmente contraria a la naturaleza del judaísmo posterior al exilio, que reconocía la comunidad política únicamente en la forma de lo religioso… Parece probable, por tanto, que las congregaciones de las sinagogas existieran independientemente y trabajaran con la comunidad política solo en las ciudades con una población mixta. En los distritos puramente judíos, los ancianos de la localidad también eran los ancianos de la sinagoga” (History of the Jewish People, 2:428-429). Continúa: “El poder de los ancianos de la congregación, en materia religiosa, debe entenderse como análogo a su autoridad en los asuntos públicos. Así como la administración de la ciudad y la jurisdicción estaban completamente en sus manos, cabe pensar que también tenían la dirección de los asuntos religiosos” (ibíd., 2:431). Harvey escribe: “De ello se desprende que los ‘ancianos’, aunque no formaban parte de la actividad litúrgica de la sinagoga, poseían, sin embargo, la importante función de formar un consejo administrativo y judicial relacionado con la vida entera de la comunidad” (“Elders,” 324-325). R. Alastair Campbell comenta de modo parecido: “Los ancianos dirigían las sinagogas, pero no lo hacían como ancianos de la sinagoga. Lideraban las sinagogas porque ya lo hacían en la comunidad… Las sinagogas existían no como congregaciones independientes, sino como expresiones de la vida de la comunidad a la que pertenecían” (The Elders: Seniority Within Earliest Christianity, Studies of the New Testament and Its World [Edinburgh: T and T Clark, 1994], 54). 12. Harvey, “Elders”, 325-326; Thomas M. Lindsay comenta: “La organización de la sinagoga tiene algunas cosas en común con las primeras comunidades cristianas, y probablemente fueron incorporadas al cristianismo, pero las diferencias son tan grandes que es imposible decir que una organización procede de la otra” (The Church and the Ministry in the Early Centuries [London: Hodder and Stoughton, 1902], 131). Más adelante escribe: “Siempre hay que recordar que los ‘ancianos’ cristianos tenían funciones totalmente diferentes de las de los judíos, que la vitalidad de las nacientes comunidades cristianas llevó a que crearan por sí mismas la organización que resultaba más adecuada y que, en ese caso, lo único que tomaron prestado fue el nombre” (ibíd., 153). 13. Campbell, Elders, 26. 14. Ibíd., 118. 15. Véase David W. Miller, “The Uniqueness of New Testament Church Eldership”, GTJ 6 (1985): 315-327, el cual sostiene que los ancianos del Nuevo Testamento son, a propósito, distintos de la sociedad helenística y de las organizaciones judías. 16. Campbell escribe: “¿Cuán probable es que los que salieron de las sinagogas para unirse a la iglesia y los gentiles que nunca habían pertenecido a ella habrían querido reproducir sus estructuras cuando ellos rechazaron con decisión toda su base de membresía e iniciación?” (Elders, 119). Tomo el uso de synagōgē en Santiago 2:2, como una referencia a las reuniones cristianas (así también James B. Adamson, The

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17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.

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25. 26.

27. 28. 29.

Epistle of James, NICNT [Grand Rapids: Eerdmans, 1976], 105; y Douglas J. Moo, The Letter of James, TNTC [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1985], 16:89). 1 Clemente 42:4–5; Ireneo Contra los herejes 4.26.5. Livingstone Porter, “La palabra en su uso precristiano”, AThR 21 (1939): 104. E. Earle Ellis, Pauline Theology: Ministry and Society (Grand Rapids: Eerdmans, 1989), 126. Ibíd., 136. H. W. Beyer, “ ”, in TDNT, 2:618. Harvey, “Elders”, 318. Más adelante afirma: “Los cristianos no tomaron estos títulos [episkopos y diakonos] de instituciones paganas existentes, sino que los crearon por ellos mismos” (ibíd., 319). Cabe señalar que el mismo Humble declara que un paralelismo verbal entre el hebreo mebaqqēr y el griego episkopos “no quiere decir que la iglesia ‘tomara’ prestada su organización de la comunidad del Mar Muerto” (Bill J. Humble, “The Mebaqqēr in the Dead Sea Scrolls”, ResQ 7 [1963]:37). Humble, “The Mebaqqēr,” 37-38. Véase también B. E. Thiering, “Mebaqqēr and Episkopos in Light of the Temple Scroll”, JBL 100 (1981): 69-74; Campbell, Elders, 155-159; Jerome D. Quinn y William C. Wacker, The First and Second Letters to Timothy, ECC (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), 267-271. Jeremias, Jerusalem in the Time of Jesus, 261. Thiering, “Mebaqqēr and Episkopos,” 74. Campbell también cree que el episkopos cristiano “se originó informalmente en el primer período judío del cristianismo [esto es, del mebaqqēr], y no que fue adoptado por las iglesias paulinas en alguna forma de dependencia de las asociaciones y sociedad griegas” (Elders, 158). Beyer, “ ” 2:619. Bo Reicke, “The Constitution of the Primitive Church in Light of Jewish Documents”, en The Scrolls and the New Testament, ed. Krister Stenhahl (New York: Harper, 1957), 154. Hans Lietzmann dice con razón: “No podemos afirmar, con seguridad, cómo surgieron estos títulos [‘obispo’ y ‘diácono’], pero lo que sí parece cierto es que no fueron adaptados a partir de los usos judíos. Ni tampoco obtenemos mayor luz a partir de las analogías que se han aducido de esferas mundanas o de las organizaciones religiosas del mundo pagano” (The Beginnings of the Christian Church, trad. Bertram Lee Woolf [London: Lutterworth, 1949], 145). Véase también Harvey, “Elders”, 318.

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PREGUNTA 9

¿Representan los términos “anciano” y “obispo” los mismos oficios?

La razón de esta pregunta es la relación entre los términos griegos presbuteros (“anciano”) y episkopos (“obispo o supervisor”).1 Muchos estudiosos del siglo XIX dieron por supuesto que los dos términos eran sinónimos. J. B. Lightfoot, por ejemplo, afirma confiadamente: “Es un hecho ahora, generalmente reconocido por los teólogos de todos los matices de opinión, que en el lenguaje del Nuevo Testamento el mismo oficial de la iglesia es llamado indistintamente ‘obispo’ (episkopos) y ‘anciano’ o ‘presbítero’ (presbuteros)”.2 Esta posición también fue común entre los primeros padres de la iglesia. Al principio del siglo V, Jerónimo, comentó: “Efectivamente, para los antiguos estos nombres eran sinónimos, uno que alude al oficio y el otro, a la edad del clero”.3 En tiempos más recientes, sin embargo, el punto de vista de la mayoría ha cambiado. Muchos han cuestionado el consenso anterior y ofrecen otras interpretaciones.

Los desafíos a la visión tradicional ¿Cuáles son las razones que han causado que la visión tradicional sea impugnada? Hay, al menos, siete razones. Primera, en las Epístolas Pastorales, “obispo” se encuentra siempre en singular, mientras que la frase “los ancianos” aparece en todas las ocasiones en plural (excepto en 1 Ti. 5:19). El uso del singular de “obispo” en 1 Timoteo 3:2 es especialmente visible en oposición al plural de “diáconos” utilizado en 1 Timoteo 3:8. Segunda, en 1 Timoteo 3:2 y Tito 1:7, “el obispo” (ton episkopon) contiene el 88

artículo definido (es decir, “el”), lo que indique, tal vez, la posición más alta de un supervisor por encima de los ancianos.4 Tercera, la enseñanza es la responsabilidad de todos los obispos (1 Ti. 3:2; Tit. 1:9), pero, al parecer, solamente algunos de los ancianos tienen esa responsabilidad (1 Ti. 5:17). Cuarta, cuando se mencionan al obispo y los diáconos, no se mencionan los ancianos; y donde se mencionan a los ancianos, no se mencionan al obispo y los diáconos. Este uso demuestra que los términos no eran realmente intercambiables puesto que no se utilizaban en los mismos contextos. Quinta, uno no esperaría dos términos distintos para referirse al mismo oficio. Sexta, el desarrollo del obispo monárquico en el siglo II sugiere una forma incipiente que ya se podía encontrar en el Nuevo Testamento (especialmente en las Epístolas Pastorales). Aunque pocos argumentarían que el obispo en las Epístolas Pastorales puede equipararse con el obispo monárquico, muchos lo identifican como el comienzo del desarrollo de tal sistema. Séptima, puesto que las Epístolas Pastorales están dirigidas a individuos y no a las iglesias, algunos sostienen que Timoteo y Tito ya representan a los prototipos de los obispos monárquicos. Basándose en estas (y otras) razones, los eruditos han propuesto una serie de puntos de vista alternativos sobre la relación entre “anciano” y “obispo”. Existen, por lo menos, cuatro posiciones recientes que han contado con algún apoyo. 1. “Anciano” nunca es el título de un oficio, sino solamente una designación de edad u honor. Aunque los obispos eran habitualmente elegidos de entre los ancianos, los ancianos, como tales, eran simplemente respetados como los miembros de más edad de la comunidad.5 2. Los obispos son un tipo especial de anciano. Es decir, son ancianos que también realizan las tareas especiales de la predicación y la enseñanza (1 Ti. 5:17). Mientras que el “anciano” es el título de alguien que ejerce una función, aquellos que tenían este oficio estaban limitados en sus funciones. Por tanto, esta posición sostiene que los obispos son un subgrupo de ancianos especializados que tienen las 89

responsabilidades añadidas de la predicación y la enseñanza. Hay todavía una pluralidad de obispos en cada iglesia, lo que descarta la idea del obispo monárquico.6 3. El obispo está por encima de los demás, pero todavía se identifica con los ancianos. Cada iglesia tenía un obispo que era el presidente de los ancianos. No obstante, el obispo continúa identificado con el consejo de los ancianos, y es elegido de entre ellos para presidirlos a ellos y a la iglesia.7 4. El obispo es superior a los ancianos, pero no se identifica con ellos. El obispo es el obispo monárquico, con autoridad única y suprema.8

Evidencias de la visión tradicional Todas las posiciones arriba mencionadas niegan que los términos que se traducen como “anciano” y “obispo” sean sinónimos implícitos en el Nuevo Testamento. Este punto de vista es, sin embargo, el que mejor explica toda la información del Nuevo Testamento.9 Aunque la opinión de que los términos se refieren al mismo oficio la sostienen un buen número de eruditos, pastores y maestros, a menudo ésta se da más por supuesta que por demostrada. ¿Qué evidencia existe que sugiera que los términos representan el mismo oficio? “Anciano” y “obispo” se utilizan indistintamente La primera razón para ver al anciano y al obispo como el mismo oficio consiste en que los términos se utilizan indistintamente. Hay tres textos que demuestran claramente ese uso (Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5, 7; 1 P. 5:1-2). Al regresar de su tercer viaje misionero, el barco de Pablo hizo escala en Mileto durante unos días. Al saber que quizá no regresaría a la región de nuevo, Pablo decidió ponerse en contacto con los líderes de la iglesia en Éfeso. Lucas nos dice que Pablo: “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos (presbuterous) de la iglesia” (Hch. 20:17). Después de que los ancianos llegaran, Pablo les da una especie de “discurso de despedida”. Él les exhorta: “Por tanto, 90

mirad por vosotros, y por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos (episkopous), para apacentar la iglesia de Dios” (v. 28). Vemos, pues, que en el versículo 17, Pablo convoca a los “ancianos”, pero en el versículo 28 leemos que el Espíritu Santo les hizo “obispos”. Este uso demuestra que el escritor bíblico no hace distinción entre ambos términos. Tal vez el pasaje más convincente, que demuestre que los términos de anciano y obispo son intercambiables, es Tito 1:5-7. En el versículo 5, Pablo escribe a Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses los ancianos (presbuterous) en cada ciudad, así como te mandé”. Sin embargo, cuando Pablo le da los requisitos en el versículo 7, él sustituye al “anciano” con “obispo”. Escribe: “Porque es necesario que el obispo (episkopon) sea irreprensible, como administrador de Dios…”. Algunos mantienen que la distinción entre ambos términos debe hacerse porque “ancianos” es un sustantivo plural y “obispo” es un sustantivo singular. Se pueden dar varias respuestas para explicar ese cambio. En primer lugar, la palabra “porque” (gar) relaciona el versículo 7 con los versículos anteriores, lo que indica que habla del mismo oficio. Los ancianos deben ser irreprensibles porque, como obispos de Dios, son administradores. La segunda razón indica que es más natural mencionar los requisitos en singular ya que cada anciano u obispo individual debe cumplir con los requisitos. En este caso, la forma singular es un singular genérico. La tercera razón consiste en que el cambio al singular, en realidad, se lleva a cabo en el versículo 6 con el uso de “el que fuere”. Cuarta, no es raro que Pablo alterne entre sustantivos singulares y plurales genéricos (cp. 1 Ti. 2:8 con 2:12; 2:9 con 2:11; 2:15; 5:1 con 5:3-4; 5:17 con 5:19). En quinto lugar, debido a que las iglesias en Creta eran iglesias relativamente jóvenes, no es probable que estas iglesias utilizaran el concepto desarrollado de una eclesiología en dos etapas, donde un obispo único ostentaba una posición clara por encima de los ancianos. Encontramos un uso similar en 1 Pedro 5:1-2, donde Pedro escribe: “Exhorto a los ancianos (presbuterous) entre vosotros, como un anciano también con ellos… pastorear el rebaño de Dios que está entre vosotros, sirviendo como obispos/supervisores 91

(episkopountes)” (mi traducción). Aunque este ejemplo no es tan definitivo, ya que se utiliza la forma verbal (“sirviendo como obispos/supervisores”) (y no el sustantivo “obispos/supervisores”), todavía enfatiza en que el deber o la función de los ancianos consistía en supervisar la congregación. Sería extraño si los ancianos no eran los mismos que los que fueron llamados “obispos”, ya que ambos realizarían las mismas tareas. A los ancianos nunca se les dan requisitos separados Una segunda razón que apoya la opinión de que los términos se refieren al mismo oficio es que Pablo nunca menciona los requisitos para los ancianos. Si anciano y obispo son dos oficios separados, entonces parece razonable esperar que Pablo dé los requisitos necesarios para cada oficio. En 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:7-9, Pablo menciona los requisitos para cualquier persona que “anhele el obispado” (1 Ti. 3:1). Pero en ambos casos, 1 Timoteo (5:17-25) y Tito (1:5), también se menciona a los ancianos. Si los oficios son distintos, entonces ¿cuáles son los requisitos para una persona llegue a ser un anciano? Esta omisión es especialmente reveladora porque en 1 Timoteo 5:22-25, Pablo advierte a Timoteo de que no nombre precipitadamente a alguien para el oficio de anciano, puesto que esa posición debe ocuparse, solamente, por individuos calificados (cp. 1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6). Si el oficio de anciano es distinto del oficio de obispo, entonces podríamos esperar que los requisitos hubieran quedado claramente establecidos para un cargo tan importante. ¿Qué pautas seguiría Timoteo para determinar la disposición moral y espiritual de una persona así? ¿Deja el apóstol el asunto en manos de Timoteo para que haga lo que mejor le plazca? No, Pablo ya ha dado a Timoteo las instrucciones necesarias para el que anhele ser un obispo (o anciano) en la iglesia. A pesar de que estos argumentos basados en el silencio no son concluyentes, uno se pregunta si Pablo habría ignorado los requisitos dada la importancia que él atribuye al oficio. Ancianos y obispos tienen la misma función 92

Una tercera razón para equiparar los dos términos consiste en que ancianos y obispos tienen la misma función de gobernar/dirigir y enseñar. Por ejemplo, 1 Timoteo 3:4-5 dice que un obispo debe “gobernar o administrar (proistēmi) su propia casa antes de que él esté en condiciones de “cuidar” de la iglesia (cp. Ro. 12:08; 1 Ts. 5:12). Del mismo modo, 1 Timoteo 5:17 habla de los ancianos que “gobiernan” (proistēmi) bien, lo que indica que todos los ancianos tienen participación en el gobierno o en guiar a la iglesia. En Hechos 20:28, Pablo exhorta a los ancianos de Éfeso a “supervisar” y “pastorear” la iglesia de Dios. Así, pues, ancianos y obispos reciben la tarea de gobernar o dirigir a la iglesia. De igual manera, ambos tienen también la obligación de enseñar a la congregación. En 1 Timoteo 3:2, cada obispo debe ser “apto para enseñar”, a fin de ser calificado, y en Tito 1:9, un obispo debe ser capaz de “exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. Del mismo modo, los ancianos que gobiernan bien deben ser considerados dignos de doble honor, “mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Probablemente, sea mejor interpretar este texto con la idea de que todos los ancianos enseñan, pero que algunos de ellos lo hacen de una forma más dedicada que otros.10 Puesto que a los ancianos y obispos se les dan las mismas tareas de gobernar o dirigir y enseñar, se debe entender que representan el mismo oficio. Los oficios de “anciano” y “obispo” nunca se mencionan separadamente Una última razón para equiparar al anciano y al obispo es que en ninguna parte del Nuevo Testamento se mencionan juntos los tres oficios (anciano, obispo y diácono). Eso sugiere que el sistema eclesiástico de tres niveles, que más tarde se desarrolló en muchas iglesias, es ajeno al Nuevo Testamento. No fue hasta el siglo II—en las epístolas de Ignacio—que vemos una distinción entre el obispo (es decir, el obispo monárquico) y los ancianos (es decir, el presbiterio). Como tal, Ignacio nos ofrece el primer ejemplo de un sistema de tres niveles con un obispo, un presbiterio y los diáconos. Él exhorta a sus lectores: “Estad dispuestos a hacerlo todo con 93

armonía cristiana, el obispo que preside en el lugar de Dios y los presbíteros en el lugar del consejo de los apóstoles y los diáconos, que son los más queridos para mí, que se les ha confiado el servicio de Jesucristo” (A los Magnesios 6:1).11 Para Ignacio, el obispo es claramente distinto del consejo de ancianos y el único jefe de la ciudad-iglesia. Este desarrollo posterior, sin embargo, no se encuentra en otros escritos de la época postapostólica. Por ejemplo, 1 Clemente (44:4-5) y la Didajé, probablemente escritos a finales del primer siglo, usan los términos de ancianos y obispos de forma intercambiable.12

En resumen Si ambos términos representan el mismo oficio, entonces ¿por qué era necesario emplear los dos? Este hecho podría explicarse por el uso general de los términos: “anciano” es más una descripción del carácter, mientras que “obispo” es más una descripción de función.13 Parece que, original-mente, varias congregaciones prefirieron un término sobre el otro. Las congregaciones judías, aparentemente, favorecieron el término presbuteros, mientras que las congregaciones gentiles, el término episkopos. Con el tiempo, sin embargo, estos dos términos comenzaron a utilizarse en las mismas congregaciones y podían utilizarse indistintamente, ya que se referían a los líderes de la congregación. Es probable que siguieran usándolos debido a las connotaciones importantes que conllevaban. El término presbuteros transmite la idea de un líder sabio y maduro que era honrado y respetado por los de la comunidad. El término episkopos se refería, en mayor medida, al trabajo de la persona que tenía la obligación de “supervisar” y de proteger a aquellos bajo su cuidado.

Preguntas para la reflexión 1. El punto de vista tradicional afirma que los términos griegos para “anciano” y “obispo” representan el mismo oficio. ¿Cuáles son algunas razones que han llevado a cuestionar ese 94

punto de vista? 2. ¿Encuentra usted convincente alguna de esas razones? 3. Examine Hechos 20:17-28; Tito 1:5-7 y 1 Pedro 5:1-2. ¿Cómo demuestran estos versículos que el “anciano” y el “obispo” se refieren al mismo oficio? 4. ¿Cuáles son las funciones principales de ancianos u obispos, y cómo demuestran esas funciones que los dos términos se refieren al mismo oficio? 5. Si ambos términos representan el mismo oficio, ¿por qué entonces se usan los dos en el Nuevo Testamento?

1. 2.

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4.

5.

El material para esta pregunta ha sido simplificado y adaptado de un trabajo mío anterior, The Elder and Overseer: One Office in the Early Church (New York: Peter Lang, 2003), 1-21, 142-57. Se encuentra también en Benjamin L. Merkle, “Hierarchy in the Church? Instruction from the Pastoral Epistles Concerning Elders and Overseers”, The Southern Baptist Journal of Theology, 7.3 (2003): 32-43; y el Journal for Baptist Theology and Ministry, 2.1 (2004): 45-62. Algunas de las traducciones modernas de la Biblia en castellano (NTV y DHH) evitan traducir el griego episkopos como “obispo” debido a las connotaciones que más tarde adquirió esa palabra. J. B. Lightfoot, St. Paul’s Epistle to the Philippians (London: Macmillan, 1881), 95. Asimismo, Edwin Hatch escribe: “Las admisiones por parte de los escritores medievales y modernos de casi todas las escuelas de opinión teológica han eliminado prácticamente esto de la lista de cuestiones en disputa” (The Organization of the Early Christian Churches, The 1880 Bampton Lectures [New York: Lenox Hill, 1881; reimpresión de 1972], 39n. 31). Jerónimo, Letter 69.3, en The Principle Works of St. Jerome, W. H. Fremantle con la ayuda de G. Lewis y W. G. Martley, Nicene and Post-Nicene Fathers, 2a serie (Grand Rapids: Eerdmans, 1952), 6:143. Lightfoot indica además: “Pero, aunque más completo que otros escritores, [Jerónimo] no es más explícito. De sus predecesores, el ambrosiano Hilario había discernido la misma verdad. De sus contemporáneos y sucesores, Juan Crisóstomo, Pelagio, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto, todos lo reconocen. Así, en cada uno de los comentarios existentes sobre las epístolas que contienen los pasajes cruciales, ya sea griego o latín, antes del final del siglo V, se afirma esta identidad” (Philippians, 99). Por ejemplo, Hans von Campenhausen declara: “En las epístolas pastorales siempre se habla del ‘obispo’ en singular. La explicación más simple de este hecho es que el episcopado monárquico es para ese tiempo el sistema imperante, y que el obispo ya se ha convertido en cabeza del presbiterio” (Ecclesiastical Authority and Spiritual Power in the Church of the First Three Centuries, trad. J. A. Baker [Stanford: Stanford University Press, 1969], 107). Entre los que sostienen este punto de vista están Joachim Jeremias y R. A. Campbell. Véase Joachim Jeremias, “IIPEΣBYTEPION außerchristlich bezeugt”, ZNW 48 (1957): 127-132; y R. Alastair Campbell, The Elders: Seniority Within Earliest Christianity, Studies of the New Testament and Its World, (Edinburgh: T and T

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Clark, 1994). 6. Los que sostienen este punto de vista son J. N. D. Kelly y Gordon Fee. Véase J. N. D. Kelly, A Commentary on the Pastoral Epistles, BNTC (London: Adam and Charles Black, 1963), 230; y Gordon Fee,1 and 2 Timothy, Titus, NIBCNT (Peabody, MA: Hendrickson, 1984), 174. 7. Los que sostienen este punto de vista son Walter Lock, C. K. Barrett, and Luke T. Johnson. Véase Walter Lock, A Critical and Exegetical Commentary on the Pastoral Epistles, ICC (Edinburgh: T and T Clark, 1924), xx; C. K. Barrett, Pastoral Epistles in the New English Bible (Oxford: Clarendon, 1963), 32; y Luke T. Johnson, Letters to Paul’s Delegates: 1 Timothy, 2 Timothy, Titus (Valley Forge, PA: Trinity Press International, 1996), 145-146. 8. Los que sostienen este punto de vista son: Ernst Käsemann, Hans von Campenhausen, y A. T. Hanson. Véase Ernst Käsemann, “Ministry and Community in the New Testament” en Essays on New Testament Themes, SBT 41, trad. W. J. Montague (Philadelphia: Fortress, 1964), 87; Campenhausen, Ecclesiastical Authority, 107; y A. T. Hanson, The Pastoral Epistles, New Century Bible Commentary (Grand Rapids: Eerdmans; London: Marshall, Morgan and Scott, 1982), 31-34. 9. Entre los que apoyan este punto de vista están: Lightfoot, Philippians, 95-99; Herman Ridderbos, Paul: An Outline of His Theology, trad. John R. de Witt (Grand Rapids: Eerdmans, 1975), 457; Ellis,Pauline Theology, 103; D. A. Carson y Douglas J. Moo, An Introduction to the New Testament, 2aed. (Grand Rapids: Zondervan, 1992), 564; George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992), 175-177; David Mappes, “The New Testament Elder, Overseer, and Pastor”, BSac 154 (1997): 164-169; y William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:161-163. 10. David Mappes afirma correctamente: “Mientras que ancianos-supervisores-pastores deben tener capacidad para enseñar (1 Ti. 3:2); y también exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen (Tit. 1:9), es posible que no tengan el don de enseñar ni de exhortar (Ro. 12:7)” (Mappes, “New Testament Elder,” 174). 11. Esta cita de Ignacio la menciona J. B. Lightfoot, J. R. Harmer, y Michael W. Holmes, eds., The Apostolic Fathers: Greek Text and English Translations of Their Writings, 2a ed. (Grand Rapids: Baker, 1992). Véanse también las cartas de Ignacio: A los Efesios 2:2; 4:1; A los Magnesios 2:1; 13:1; A los Tralianos 2:2–3; 7:2; A los de Filadelfia 4:1; 7:1; A los habitantes de Esmirna 8:1; 12:2; y A Policarpo 6:1. 12. Eric G. Jay también sostiene que “para [Clemente] la palabra [episkopos] era claramente un sinónimo de [presbuteros]. Él no da ninguna pista en la carta de una reivindicación para una posición más alta… Su carta no nos da ninguna razón para suponer que en Roma o en Corinto, en la última década del primer siglo, que los presbíteros como un cuerpo no ejerció [episkopē] la supervisión de los asuntos de las iglesias en general, con la responsabilidad de la disciplina, la enseñanza y la administración de los sacramentos. El mono-episcopado… no fue establecido allí en la víspera del siglo II (“From Presbyter-Bishops to Bishops and Presbyters”, SecCent 1 [1981]: 136; véase también Barbara Ellen Bowe, A Church in Crisis: Ecclesiology and Paraenesis in Clement of Rome, HDR 23 [Minneapolis: Fortress, 1988], 149). Jay también afirma que el mono-episcopado no aparece en la Didajé, Policarpo y Hermas (“Presbyter-Bishops” 128, 142-143). 13. Philip Schaff afirma que “los términos PRESBÍTERO (o anciano) y OBISPO (o supervisor, superintendente) se refieren en el Nuevo Testamento al mismo oficio, con estas diferencias… que uno habla de la dignidad y el otro del deber” (History of the Christian Church, vol. 1, Apostolic Christianity, 3a ed. rev. [Peabody, MA:

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Hendrickson, 1996; publicado originalmente en 1858], 491-492). C. K. Barrett dice: “Es cierto que en términos generales una designación describe a los ministros desde una perspectiva sociológica y la otra, desde una perspectiva teológica” (A Critical and Exegetical Commentary on the Acts, ICC [Edinburgh: T and T Clark, 1998], 2:975).

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PREGUNTA 10

¿Hace 1 Timoteo 5:17 una distinción entre dos tipos de ancianos?

El modelo presbiteriano para el gobierno de la iglesia reconoce, formalmente, solo dos oficios en la iglesia: anciano y diácono. No obstante, hace una distinción entre los “ancianos docentes” y “ancianos gobernantes”. Así, dentro de un oficio hay dos órdenes. Por ejemplo, el Book of Book of Church Order of the Presbyterian [Libro de Orden de la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos] declara: “Dentro de la clase de ancianos hay dos órdenes de ancianos: los que enseñan y los que gobiernan. Los ancianos tienen conjuntamente el gobierno y la supervisión espiritual de la iglesia, lo que incluye la enseñanza. Solamente los ancianos que están especialmente dotados, llamados y capacitados por Dios para predicar pueden servir como ancianos docentes”.1 El apoyo para esta función doble se basa en 1 Timoteo 5:17, que dice: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”. Taylor explica: “Todos los ancianos gobiernan, pero algunos ancianos tienen también una responsabilidad especial en la predicación y la enseñanza. Por esta razón, en algunos círculos presbiterianos, los ancianos laicos son llamados ‘ancianos gobernantes’ y a los pastores se les conoce como ‘ancianos que enseñan’”.2 Los que apoyan el presbiterianismo tienen razón en sostener que hay solamente dos oficios en la iglesia para hoy. Ellos rechazan, con razón, la idea de que únicamente los ancianos, que tienen la responsabilidad adicional de la predicación y la enseñanza fueron designados con el título de “obispo”. Como hemos demostrado en la 98

pregunta anterior, los títulos de “anciano” y “obispo” describen a personas que tienen el mismo oficio. ¿Pero está el presbiterianismo justificado en la creación de dos tipos distintos de ancianos? ¿No han creado, de hecho, otro oficio con la mencionada distinción? Vamos a considerar primero las diferencias que el presbiterianismo hace entre los dos tipos de ancianos.

Ancianos que enseñan en comparación con ancianos que gobiernan En 1 Timoteo 5:17, Pablo distingue a algunos ancianos que, debido a su trabajo diligente, son dignos de doble honor. Está claro que Pablo hace algún tipo de distinción entre dos tipos de ancianos, aquellos que gobiernan bien (mediante su predicación y enseñanza) y los que gobiernan. Sin embargo, esta pequeña separación se ha convertido en un gran abismo de acuerdo con las distinciones que algunos hacen. Por ejemplo, en la mayoría de las iglesias con un estilo de gobierno presbiteriano, el anciano que enseña debe (1) tener formación de seminario, (2) ser examinado a fondo por el presbiterio, y (3) estar ordenado. Únicamente él está autorizado para administrar las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor. También puede realizar bodas y funerales y se encarga de la tarea de predicar y enseñar. No es un miembro de la iglesia en la que ministra, pero es un miembro del presbiterio. Como ministro, no se le da un plazo designado o período limitado para su ministerio en la iglesia. Le suelen pagar por su servicio y a menudo se viste de forma distintiva. ¿Y qué sucede con el anciano gobernante? No se le exige formación teológica en seminario ni es examinado por el presbiterio; como tampoco es ordenado para el cargo. Él no puede bautizar o realizar la Cena del Señor. No le permiten oficiar en bodas o funerales, y no suele enseñar o predicar. Es miembro de la iglesia donde sirve, pero su servicio está generalmente definido o limitado por períodos. Normalmente no recibe paga y no usa ropa distintiva.

El significado de 1 Timoteo 5:17 99

¿Es esta la distinción que Pablo tenía en mente? Parece muy poco probable. ¿Qué tipo de distinción es la que hace Pablo? No podemos estar absolutamente seguros, debido a la falta de información que se nos da en este texto, pero hay tres interpretaciones que se pueden ofrecer que no hacen ninguna distinción formal entre los “ancianos que enseñan” y “ancianos que gobiernan”. Es posible que Pablo hiciera una distinción relacionada con (1) tiempo, (2) talento o (3) tipo de enseñanza. En primer lugar, es posible que Pablo hiciera una distinción entre aquellos que se encontraran, en aquel momento, dedicando mucho tiempo a la predicación y la enseñanza, y los que no lo hacían. Tal vez algunos estuvieran demasiado ocupados con sus profesiones “seculares” o con sus familias y, en consecuencia, no podían estar tan comprometidos con el ministerio del evangelio como otros. Según Pablo, todos los obispos o ancianos deben ser “apto[s] para enseñar” (1 Ti. 3:2), pero tal vez solo algunos tuvieran tiempo suficiente para impartir mucha o alguna enseñanza. Mounce explica: “Al tiempo que afirma que todos los ancianos son capaces de enseñar, Pablo pudo haber basado la división entre aquellos que estaban enseñando en ese momento y los que no. Tal vez… [algunos] obispos tuvieran que variar la cantidad de tiempo dedicado específicamente a la enseñanza debido a otras responsabilidades, y esta advertencia estaba dirigida a aquellos involucrados activamente en la enseñanza”.3 En segundo lugar, es posible tomar el pasaje de 1 Timoteo 5:17 como una distinción entre talento y dones. Mientras que todos los ancianos tienen que ser “apto[s] para enseñar”, al parecer, algunos eran más talentosos en la enseñanza y la predicación que otros. Entre los que ejercen el mismo oficio, es probable que algunos fueran más aptos que otros en áreas particulares. En consecuencia, a menudo fueron llamados a dirigir la iglesia mediante el ejercicio de sus dones de enseñanza. “La división podría basarse entre aquellos que eran capaces de enseñar y los que estaban especialmente dotados para enseñar, y al dividir a los ancianos sobre la base de la capacidad y el talento y suponer que los más dotados hicieron más de la instrucción corporativa”.4 Mappes comenta: “Si bien todos los ancianos-supervisores-pastores tienen que ser capaces de enseñar 100

(1 Ti. 3:2) y exhortar con sana doctrina y convencer a los que contradicen (Tit. 1:9), puede que no todos tuvieran los dones espirituales de enseñanza y exhortación (Ro. 12:7-8)”.5 Una tercera opción, aunque menos probable, es que la distinción que se hace en 1 Timoteo 5:17 implique, sobre todo, el tipo de predicación o de enseñanza que se lleva a cabo. Es decir, aquellos que enseñan a la iglesia corporativamente son objeto de especial respeto y apoyo financiero. Mientras que algunos ancianos enseñan en privado o en “grupo pequeño”, a otros se le da la tarea más crucial de instruir a toda la iglesia durante el culto de adoración. Por tanto, la frase “los ancianos que gobiernan bien” “podría aplicarse a maestros con talento que se encontraban en otras posiciones de liderazgo (al tiempo que enseñaban individualmente, tanto a los opositores como a los demás miembros de la iglesia), y ‘trabajan diligentemente en la predicación y la enseñanza’ podría aplicarse a los que enseñaban, en aquel momento, a la iglesia como un todo”.6 También es posible traducir la palabra griega malista (“mayormente”) como “a saber” o “esto es”.7 En ese caso, Pablo no hace una distinción entre aquellos que gobiernan bien y los que, además de gobernar bien, también predican y enseñan. Por el contrario, aquellos que gobiernan bien son, precisamente, los que enseñan y predican (es decir, Pablo afirma que los ancianos gobiernan bien mediante su enseñanza y predicación). Esta interpretación parece ajustarse al énfasis que Pablo hace sobre la importancia de la enseñanza, y resulta difícil imaginar una triple división de los ancianos (es decir, los que gobiernan, los que gobiernan bien, y los que gobiernan bien y también predican y enseñan). Sin embargo, hasta con esta interpretación, se puede hacer una distinción entre dos tipos de ancianos. Si gobernar bien se define como “trabajar diligentemente en predicar y enseñar”, entonces, una distinción aún se puede hacer entre los que gobiernan bien (es decir, predican y enseñan) y los que no gobiernan bien (es decir, no predican ni enseñan). Por ejemplo, Knight afirma que es probable que Pablo “se refiera a un subgrupo de ‘supervisores’ que se compone de aquellos que están especialmente dotados por Dios para 101

enseñar, a diferencia de otros, los cuales deben “ser aptos para enseñar”.8 Pero también es posible que Pablo esté hablando en general de todos los ancianos y no tiene la intención de distinguir a un subgrupo. Independientemente de cómo se interpreta este versículo difícil, de ninguna manera exige que veamos dos oficios involucrados. Como mucho, el texto indica una distinción de función dentro de un oficio en particular. Además, la distinción que hace Pablo no debe ser exagerada, al punto de que, en esencia, se origine un nuevo oficio.

En resumen La distinción que se hace a veces entre ancianos que gobiernan y ancianos que enseñan no puede justificarse debidamente con las Escrituras. Aunque Pablo distingue a algunos de los ancianos en la iglesia en Éfeso, crear un oficio separado o incluso hacer una distinción formal entre dos grupos de ancianos es ir demasiado lejos. En 1 Timoteo 5:17, Pablo reconoce, simplemente, que algunos ancianos, debido a que tenían más tiempo, talento o formación, merecían ser reconocidos o compensados por su trabajo en la iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Por qué el modelo para el gobierno de la Iglesia presbiteriana hace una distinción entre ancianos que enseñan y ancianos que gobiernan? 2. ¿Cuáles son algunas de las tareas que el anciano docente puede realizar? 3. ¿Cuáles son algunos de los deberes que el anciano gobernante puede realizar? 4. ¿Cree usted que 1 Timoteo 5:17 enseña que hay dos tipos diferentes de ancianos? 5. Si 1 Timoteo 5:17 no enseña dos tipos distintos de ancianos, entonces, ¿qué tipo de distinción podría haber hecho Pablo?

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1. Presbyterian Church in the U.S. General Assembly, Book of Church Order of the Presbyterian Church in the United States, ed. rev. (Richmond: Board of Christian Education, 1963). 2. L. Roy Taylor, “Presbyterianism” en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, ed. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 81. 3. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:308. Samuel E. Waldron también indica: “El contraste no es entre no enseñar y enseñar. Es entre algo de enseñanza y un grado mayor de enseñanza” (“Plural-Elder Congregationalism” en Who Runs the Church? 216). Esta es la posición de J. N. D. Kelly, A Commentary on the Pastoral Epistles, BNTC (London: Adam and Charles Black, 1963), 124-125; y Jerome D. Quinn y William C. Wacker, los cuales escriben: “Lo que se dice aquí es que algunos (y son relativamente pocos, uno supondría, debido a la duplicación del honorario) han dedicado obviamente todo su tiempo a este servicio y lo han hecho bien” (The First and Second Letters to Timothy, ECC [Grand Rapids: Eerdmans, 2000], 459-460). 4. Mounce, Pastoral Epistles, 308. Esta es la posición de C. K. Barrett, Pastoral Epistles in the New English Bible (Oxford: Clarendon, 1963), 79; y George W. Knight, que escribe: “Aunque no todos los ancianos son capaces de enseñar (1 Ti. 3:2) y de instruir al pueblo de Dios y comunicarse con los que se oponen a la enseñanza bíblica (Tit. 1:9ss), el pasaje de 1 Ti. 5:17, reconoce que entre los ancianos, todos los cuales son aptos para enseñar, están aquellos que están dotados por Dios con capacidad para enseñar la Palabra y son llamados por Él para dedicar sus vidas a ese llamamiento u ocupación y merecen, por tanto, ser remunerados por su servicio en ese llamamiento u ocupación” (“Two Offices [Elders/Bishops and Deacons] and Two Orders of Elders [Preaching/Teaching Elders and Ruling Elders]: A New Testament Study”, Presbyterion 11 [1985]: 6). 5. David Mappes, “The New Testament Elder, Overseer, and Pastor”, BSac 154 (1997): 174. 6. Mounce, Pastoral Epistles, 308. 7. Véase T. C. Skeat, el cual argumenta convincentemente que malista a menudo se traduce mejor como “a saber” (“‘Especially the Parchments’: A Note on 2 Timothy IV. 13”, JTS 30 [1979]: 173-177). 8. George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992), 233.

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PREGUNTA 11

¿Cuál es la función de un anciano?

En la Iglesia contemporánea, los ancianos, o pastores, están más ocupados que nunca. Con tantos programas, comités y actividades, es a menudo difícil encontrar tiempo para satisfacer las necesidades de la congregación. Algunos ven al pastor como el director general, mientras que otros lo ven como un empleado. Sin embargo, otros consideran al pastor como su terapeuta personal, que tiene las respuestas a todos sus problemas. Con tantas responsabilidades que compiten por el tiempo de un pastor, ¿qué debe tener prioridad? Dicho de otro modo, ¿cuál es la tarea o papel principal de un anciano? Existen, al menos, cuatro funciones principales de un anciano que no deben ignorarse. El anciano está llamado a ser (1) un líder, (2) un pastor, (3) un maestro y (4) un capacitador.

El anciano como líder Primero de todo, un anciano está llamado a dirigir la iglesia. No es solamente un líder en la iglesia, sino que está llamado, con los otros ancianos, a dirigir la iglesia. Pablo escribe que un anciano debe “[gobernar] bien su casa” y luego agrega la razón, si “no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti. 3:4-5). Pablo compara el papel del esposo con el papel del anciano. Si un anciano no puede manejar (gobernar, dirigir y cuidar) su propia familia, entonces ¿cómo podemos esperar que asuma las responsabilidades adicionales y los retos de dirigir la iglesia? Más tarde, Pablo escribe: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor” (1 Ti. 5:17). Es evidente, pues, que una de las principales funciones de un anciano es dirigir la iglesia (cp. Ro. 12:8). 104

De forma similar, el autor de Hebreos instruye a la congregación: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (He. 13:17; cp. 1 Ts. 5:12). Los líderes, probablemente los ancianos, tienen por tanto una cierta autoridad. La autoridad en la iglesia no se divide por igual entre los miembros. Y, no obstante, en ninguna parte de las Escrituras se dice que los líderes obliguen a la congregación a someterse a ellos. Esto es así porque el liderazgo de la iglesia debe ser el liderazgo humilde, que lo hace mediante el ejemplo. Un pastor no debería pedir a los miembros que hagan algo que él mismo no está dispuesto a hacer. Pedro anima a los ancianos a guiar al pueblo de una manera que no sea dominante: “sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:3). El autor de Hebreos escribe: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (He. 13:7). El liderazgo bíblico se basa en la humildad, es un liderazgo de servicio. Jesús dio el ejemplo perfecto de humildad cuando lavó los pies a sus discípulos (Jn. 13:1-20). Luego, les explicó el simbolismo de ese acto a sus discípulos: “¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:12-15). ¿Qué hace que un líder parezca humilde? En primer lugar, un líder humilde no exige respeto. Él se da cuenta de que su posición en la iglesia es un don de Dios y que la iglesia misma es la iglesia de Dios. Un líder humilde es también enseñable. Él admite que no tiene todas las respuestas, pero está dispuesto a escuchar y aprender de los demás. Además, está dispuesto a trabajar con otros, porque conoce la importancia de trabajar en equipo y de rendir cuentas. Un líder humilde es también un servidor. Cuando Jacobo y Juan le preguntaron a Jesús si podían sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en el cielo, Él dijo a sus discípulos: “Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, 105

será siervo de todos” (Mr. 10:42-44). Por último, y lo más importante, un líder humilde hace todo para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).

El anciano como pastor Como ya hemos demostrado, el título de “pastor” (véase Ef. 4:11) es simplemente otro término utilizado para describir a un anciano u obispo (véase pregunta 6), y “pastor” siempre tiene el sentido de cuidar de la grey. Debido a que se nombra al pueblo de Dios en el sentido figurado de “ovejas”, los que se ocupan de sus necesidades y ejercen el liderazgo sobre ellos son llamados, figuradamente, “pastores”. Pedro exhorta a los ancianos a “apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” (1 P. 5:2). Por tanto, los ancianos conducen al pueblo de Dios como lo hace un pastor con un rebaño de ovejas. Esta es una analogía significativa. Los líderes de la iglesia no conducen a las ovejas como los vaqueros montados a caballo. Más bien, son pastores amorosos que lideran y protegen a las ovejas. Por otra parte, la tarea primordial del pastor no es dirigir una organización, sino cuidar de las almas de las personas. Un pastor no es, primariamente, un motivador, administrador o facilitador de programas, sino alguien que cuida almas. En el Antiguo Testamento, el Señor reprendió a los líderes de Israel por no ser buenos pastores. La acusación fundamental contra esos dirigentes fue que ellos velaban por sus propios intereses e ignoraban las necesidades de las ovejas. Leemos en Ezequiel: “Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia” (Ez. 34:2-4). Jesús es, por supuesto, el pastor perfecto. Él es el Buen Pastor que “da su vida por las ovejas” (Jn. 10:11; cp. Jn. 15:13). Él es el que siempre alimenta a sus ovejas; quien las fortalece, las cura, venda sus heridas y trae de vuelta a las que se extravían. Pedro, por 106

tanto, describe a Jesús como “el Pastor y Obispo de nuestras almas” (1 P. 2:25). Él es el “Príncipe de los pastores” (1 P. 5:4) porque es el ejemplo perfecto para aquellos que son sus pastores ayudantes. El pastor debe estar dispuesto a proteger a las ovejas. Pablo advierte a los ancianos de Éfeso en su discurso de despedida: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hch. 20:28-29). Un buen pastor prestará cuidadosa atención a las ovejas y las protegerá de los lobos que buscan dañarlas espiritualmente. Sin embargo, las ovejas a menudo sufren heridas y necesitan ayuda. Por ello, es importante que los ancianos atiendan las necesidades de las personas en la congregación. Tienen que visitar, no solamente a aquellos que están espiritualmente enfermos o débiles, sino también a los que están físicamente enfermos. Santiago plantea la pregunta: “¿Está alguno enfermo entre vosotros?” Su respuesta a esta necesidad es: “Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (Stg. 5:14). Isaías nos da una imagen de un buen pastor, al explicarnos cómo el Señor Dios pastorea a su pueblo: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Is. 40:11). Al dar las calificaciones necesarias para un anciano, Pablo dice que debe ser capaz de gobernar bien su casa o, de lo contrario, no será capaz de “cuidar” de la iglesia de Dios (1 Ti. 3:4-5). La palabra griega traducida como “cuidar” (epimeleomai) la encontramos solamente dos veces más en el Nuevo Testamento, y ambas en la parábola del buen samaritano. Allí leemos que el buen samaritano se compadeció de un judío herido, le limpió sus heridas y se las vendó. Luego, montó al herido en su cabalgadura y “lo llevó al mesón y cuidó de él” (Lc. 10:34). El samaritano tenía que partir y le pidió al mesonero: “Cuídamele” (Lc. 10:35). Este es el tipo de atención que los pastores de la iglesia de Dios están llamados a mostrar en sus vidas y en sus ministerios. Pastorear conlleva una gran responsabilidad ante Dios. Las 107

ovejas son puestas bajo el cuidado del pastor. Las ovejas tienen la responsabilidad de seguir al pastor, pero el pastor tiene que ser diligente en su cuidado y vigilancia de las ovejas. El autor de Hebreos exhorta a sus lectores: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (He. 13:17). Por tanto, la razón por la que los miembros de la congregación deben seguir el liderazgo de los ancianos es porque ellos tienen la tarea de velar por sus almas, una responsabilidad sobre la cual, tendrán que rendir cuentas.

El anciano como maestro Es evidente en el Nuevo Testamento que un anciano es, ante todo, un maestro. El llamamiento de los ancianos a dirigir la iglesia por medio de su enseñanza es lo que los distingue de los diáconos. Una de las cualidades únicas de un anciano es que debe ser “apto para enseñar” (1 Ti. 3:2). Dos capítulos después, Pablo menciona que los que gobiernan bien son dignos de doble honor, es decir, aquellos que trabajan sobre todo en “predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). En Tito, Pablo describe esta función con más detalle. Él explica que un anciano debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9). Pablo indica que el objetivo de la enseñanza no es solo alentar a los creyentes, dándoles instrucción bíblica, sino también refutar con firmeza a los que se oponen a la verdad del evangelio. El papel de la enseñanza aparece también inseparablemente relacionado con la función del pastor cuando Pablo declara que Dios ha dotado a la iglesia con “pastores y maestros” o pastores-maestros (Ef. 4:11). Existen otros textos que asocian el papel de los líderes de la iglesia con la enseñanza. Aunque los ancianos u obispos no son mencionados específicamente en los siguientes ejemplos, es probable que aquellos llevando a cabo la enseñanza fueran, de hecho, los ancianos. Pablo recuerda a la iglesia en Galacia que “el que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gá. 6:6). Dos cosas debemos observar a partir de este versículo. En primer lugar, lo que se enseñaba era la Palabra. Este énfasis en la Palabra de Dios fue evidente desde el principio de 108

la iglesia. Leemos que los primeros creyentes en Jerusalén “se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles” (Hch. 2:42, NVI). En segundo lugar, algunos estaban tan dedicados a la tarea de la enseñanza que necesitaban apoyo financiero. Aunque no se les llamaba ancianos, esas personas realizaban la función de ancianos entre los miembros de la congregación. En 1 Tesalonicenses 5:12, Pablo ruega a los creyentes a que “[reconozcan] a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan”. Estos dirigentes, que deben ser respetados, son descritos como los que “trabajan” “presiden” y “amonestan” a los cristianos en Tesalónica. Lo más probable es que aquellos que tenían este tipo de liderazgo para dirigir y enseñar (es decir, amonestar) a la congregación fueran los ancianos. Del mismo modo, en Hebreos 13:7, los líderes son definidos como “los que… hablaron la palabra de Dios” a la Iglesia. Es muy probable que este texto se refierese al ministerio de enseñanza de los ancianos. Pablo también hace hincapié en la importancia del ministerio de la enseñanza, al escribir a su colaborador Timoteo. A pesar de que es incorrecto ver a Timoteo como el “pastor” de la iglesia en Éfeso, porque él tenía más autoridad como delegado apostólico de Pablo (véase pregunta 13), es evidente que su papel se superpuso con el de los ancianos. Pablo recuerda a su discípulo Timoteo: “Ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Ti. 4:13). La lectura y posterior exposición de la Biblia era el corazón y centro del culto de adoración. Que Timoteo descuidara esta tarea sería un fracaso colosal de su parte. En 2 Timoteo, la última carta escrita por Pablo que tenemos en la Biblia, el apóstol se da cuenta de que su muerte es inminente, por lo que siente la urgencia de animar una vez más a Timoteo, su hijo en la fe. Con gran solemnidad y seriedad, Pablo escribe: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Ti. 4:1-2). La importancia de la enseñanza sólida del evangelio en la iglesia es vital para la existencia de la misma. La Palabra debe ser predicada, y la tarea esencial de los ancianos es predicarla. 109

El anciano como capacitador El papel del anciano como maestro es importante, no solamente para la salud de la iglesia en el presente, sino también para el crecimiento de la misma en el futuro. Como resultado de ello, no es suficiente que los ancianos sean simplemente maestros, sino que también deben capacitar, con determinación, a la siguiente generación de ancianos para ministrar junto a ellos o para plantar nuevas iglesias en la comunidad. Con demasiada frecuencia he sido testigo de pastores que predican y enseñan año tras año, pero, cuando todo está dicho y hecho, no se han dedicado a entrenar y capacitar a nadie para que ocupe su lugar. Es una señal poco saludable en una iglesia si no hay nadie en la congregación que pueda levantarse y ministrar desde el púlpito cada vez que el pastor se tiene que ausentar. Ser buenos ancianos bíblicos incluye capacitar a otros para realizar la tarea de predicar y enseñar. Una vez más, las palabras de Pablo a Timoteo son instructivas. Él le dice a Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). Como fiel compañero de trabajo de Pablo, a Timoteo se le encomendó la tarea de transmitir el evangelio puro, como Pablo lo predicaba. Él había sido capacitado por Pablo y ahora iba a ser él mismo un capacitador. Se le pedía que confiara lo que él había aprendido a “hombres fieles”, probablemente otra manera de describir a los ancianos de la iglesia. Pero esta tarea de capacitar no se limita a los ancianos. También ellos se convierten en capacitadores a fin de “que sean idóneos para enseñar también a otros”. La tarea de formar nuevos líderes de la iglesia no pertenece principalmente a institutos bíblicos o seminarios. Es tarea de los ancianos identificar a esos hombres jóvenes (o no tan jóvenes) que serán fieles para llevar adelante el mensaje del evangelio. Por desgracia, los pastores están demasiado ocupados o demasiado inseguros para ser mentores y discipular a otros hombres dotados en la iglesia. De modo que esta tarea de los ancianos es, quizá, la más descuidada y, por tanto, una en la que debe hacerse hincapié en la iglesia local.

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En resumen El oficio de anciano es muy importante por el papel que desempeñan los ancianos. Su tarea principal no solo consiste en dirigir la iglesia, sino cuidar también la vida espiritual de la congregación. Como líderes, pastores, maestros y capacitadores, los ancianos tienen la inmensa responsabilidad y privilegio de ayudar a los hijos de Dios a ser más santos y más semejantes a Cristo.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles son algunas formas incorrectas de ver a un anciano o pastor? 2. ¿Cuáles son algunas maneras prácticas en las que los ancianos pueden llevar a cabo su papel como líderes, pastores, maestros y capacitadores? 3. ¿Cuál cree usted que es la tarea más importante de un anciano? ¿Por qué? 4. ¿Cuáles son algunas maneras de mejorar su ministerio como anciano? 5. ¿Qué hace su congregación para desarrollar nuevos líderes?

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PREGUNTA 12

¿Cuánta autoridad deberían tener los ancianos?

El Nuevo Testamento no nos dice con precisión cuánta autoridad deberían tener los ancianos de la congregación local. Debemos examinar textos relevantes del Nuevo Testamento e intentar sintetizar los principios que se enseñan en cada uno de ellos. Como resultado, debemos tener cuidado con las conclusiones que son demasiado rígidas o dogmáticas. Los principios que se obtienen, basados en las Escrituras, deben ser seguidos, pero la aplicación de esos principios puede hacerse de diferentes maneras.

Los ancianos tienen autoridad En primer lugar, debemos señalar que la Biblia es clara cuando afirma que los ancianos tienen autoridad. Pablo escribe a la congregación de Tesalónica lo siguiente: “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor, y os amonestan” (1 Ts. 5:12). Este texto demuestra que, en la primera etapa de la iglesia, había algunos que fueron reconocidos como líderes y, como tales, debían ser respetados por su importante labor en la iglesia. Pablo hace una distinción entre los “hermanos” y los que deben ser respetados. Al parecer, no todos los creyentes iban a ser honrados y respetados de la misma manera. Algunos, debido a sus dones y función en la comunidad, debían ser considerados dignos de un reconocimiento especial. Este texto es similar a 1 Timoteo 5:17, donde Pablo declara: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”. Así como los ancianos tienen 112

autoridad en sus hogares, también tienen autoridad en la iglesia (1 Ti. 3:4-5). Otro texto que demuestra la autoridad de los ancianos se encuentra al final del libro de Hebreos. El autor exhorta a la congregación: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (He. 13:17). Aunque aquí no se menciona a los ancianos, es seguro suponer que los “líderes”, que poseían este tipo de autoridad, eran efectivamente ancianos.1 La palabra traducida “obedeced” (peithō) también puede significar “ser persuadido”. La palabra normal para “obedecer” o “someterse” es hypotassō, que es una palabra fuerte. Aunque el verbo peithō exige obediencia, es “la obediencia que se gana a través de una conversación persuasiva”.2 El segundo mandato, “sujetaos” (hypeikō), se encuentra sólo aquí en el Nuevo Testamento y significa “someterse a la autoridad de uno”. Del mismo modo, Pablo anima a los creyentes de Corinto a que se sujeten (hypotassō) a la familia de Estéfanas, así como a todos los que ayudan en el trabajo (1 Co. 16:15-16; cp. 1 P. 5:5). Sin embargo, los que dirigen la iglesia deben ser líderes siervos. Schreiner señala: “Pablo no dice que los líderes han de obligar a la congregación a someterse. Él insta a la congregación a someterse al liderazgo de forma voluntaria y con gusto. La congregación toma la decisión voluntaria de seguir el liderazgo. Pablo no da instrucciones para que los líderes obliguen a la congregación a someterse”.3 Las mismas funciones o deberes de los ancianos indican que su oficio conlleva un cierto grado de autoridad. Como maestros, se les encarga la tarea de proclamar con autoridad la Palabra de Dios. Ellos no ofrecen sugerencias simplemente ni expresan sus propias opiniones, sino que declaran: “Así dice el Señor”. En consecuencia, la congregación tiene el deber de obedecer, no porque sean las palabras del predicador, sino las palabras de Dios, puesto que el predicador transmite correcta y fielmente el mensaje del evangelio. Como pastores, los ancianos reciben la tarea de dirigir al pueblo de Dios (Hch. 20:28; Ef. 4:11; 1 P. 5:2). Si algunos lideran como pastores, se supone que otros siguen su liderazgo. Por supuesto, con la autoridad que se le da al pastor también se añade la responsabilidad. Él debe guiar, cuidar y proteger a los que forman 113

su rebaño. Incluso se le llama a que vaya a buscar a las ovejas que se extravían y las lleve de vuelta al redil. Los ancianos son responsables ante Dios por su tarea como pastores (He. 13:17). De la misma manera, las ovejas son responsables ante Dios por obedecer y seguir a los pastores para que ellos puedan cumplir sus responsabilidades con gozo (He. 13:17). Como representantes, los ancianos hablan y actúan en nombre de toda la congregación. Cuando Bernabé y Pablo llevaron dinero para aliviar el hambre en nombre de la iglesia en Antioquía, fueron recibidos por los ancianos de la iglesia en Jerusalén (Hch. 11:30). Más tarde, cuando Pablo estaba de camino a Jerusalén procedente de Grecia, hizo una escala breve en Mileto. Desde allí llamó a los ancianos de la iglesia en Éfeso para que fueran a verle y él pudiera animarlos (Hch. 20:17). A pesar de que su preocupación era por toda la iglesia, llamó a los ancianos ya que ellos servían como líderes y representantes. La autoridad de los ancianos viene de Dios y no de la congregación. Aunque la congregación afirma el llamamiento y autoridad de los ancianos, su autoridad tiene un origen divino. Pablo les dice a los ancianos de Éfeso que el Espíritu Santo les hizo obispos (Hch. 20:28). Fueron llamados y recibieron autoridad de Dios y no del hombre. No obstante, es probable que la congregación en Éfeso los aceptara y apoyara y luego Pablo los confirmó públicamente en su oficio. En su carta a los Efesios, Pablo afirma que Cristo ha dado dones a la iglesia, incluyendo pastores-maestros (Ef. 4:11). Por tanto, el oficio de anciano “no deriva su existencia, o autoridad, de la congregación. La autoridad del anciano viene de Cristo, y el papel de la congregación es el de reconocer los dones y el llamamiento de Dios”.4

Los ancianos tienen una autoridad limitada Hay que señalar, sin embargo, que la autoridad de los ancianos no es absoluta. Ellos derivan su autoridad de la Palabra de Dios y, cuando se alejan de la Palabra, abandonan su autoridad dada por Dios. Como apóstol de Jesucristo, Pablo tenía una autoridad casi incomparable. Sin embargo, Lucas nos dice que los de Berea fueron más nobles que otros porque no solo recibieron la Palabra con toda 114

solicitud, sino que examinaban las Escrituras diariamente para ver si Pablo hablaba la verdad (Hch. 17:11). El mismo Pablo afirma que incluso si él o un ángel predicara un evangelio que no es el verdadero evangelio, “sea anatema” (Gá. 1:8). La autoridad que los ancianos poseen no se basa tanto en su oficio, sino en el ministerio que realizan. Es decir, a los ancianos no hay que obedecerlos simplemente porque son ancianos. Por el contrario, hay que obedecerlos porque tienen la responsabilidad de pastorear y enseñar a la congregación. Ellos pastorean porque la Palabra pide a los ancianos que así lo hagan. Ellos enseñan porque la Palabra llama a los ancianos a que enseñen. Pero cuando su pastorado y su enseñanza se alejan de las Escrituras, su autoridad como pastores y maestros ya no es vinculante para la congregación. Además, la autoridad de los ancianos no se extendía más allá de la iglesia local. No hay evidencia en el Nuevo Testamento de que los ancianos ejercieran su autoridad fuera de su congregación, como lo hicieron los apóstoles. Como pastores, ellos cuidaban de sus ovejas, pero una vez que se aventuraban fuera de su comunidad a otra congregación, ellos carecían de autoridad. Por otra parte, el gobierno bíblico de la iglesia no es una aristocracia ni una oligarquía. Como señalamos anteriormente, a menudo, la congregación local en su conjunto tomaba parte en los procedimientos de la iglesia. Ellos estuvieron involucrados en la elección de nuevos líderes (Hch. 6:2-3), en el envío de misioneros (Hch. 13:3), la afirmación de importantes decisiones teológicas (Hch. 15:22) y de disciplinar a miembros de la iglesia que eran impenitentes (1 Co. 5:2; 2 Co. 2:6). En el Nuevo Testamento, parece existir un equilibrio entre la autoridad de los ancianos y la autoridad de la congregación en su conjunto. Hacer caso omiso de un lado u otro, crearía un desequilibrio malsano y peligroso.

¿Quién tiene la última palabra: los ancianos o la congregación? Hemos analizado que los ancianos y la congregación, en su conjunto, poseen un cierto grado de autoridad en la iglesia. Pero, ¿quién tiene la última palabra? Esta pregunta da por sentado que 115

Jesucristo (y su Palabra) es quien tiene la máxima autoridad en la iglesia. Todo debe ser hecho bajo su autoridad, porque “él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Col. 1:18). Pero, al mismo tiempo que reconocemos el señorío de Jesús, ¿quién toma las decisiones finales en la iglesia? Una vez más, la respuesta no aparece dada explícitamente en la Biblia. Históricamente, sin embargo, los congregacionalistas han dado la autoridad final a la mayoría de votos de la congregación. Hay una fuerte evidencia en el Nuevo Testamento para esa conclusión. Según Jesús, el último paso en la corrección de un hermano pecador es “decirlo a la iglesia” (Mt. 18:17). Pablo anima a la congregación de Corinto a perdonar a quien le causó tantos problemas, por la “represión hecha por muchos” (2 Co. 2:6). Al indicar a “muchos”, es lógico pensar en una mayoría y que hay también una “minoría” que se oponía a la sanción impuesta. La conclusión que se hace, a menudo, es que hubo algún tipo de voto para determinar la voluntad de la mayoría. Aunque tal vez sea un extremo la práctica del voto dentro de la congregación basada en este versículo, parece claro que toda la iglesia participó en la toma de la decisión. Por tanto, las decisiones importantes en la iglesia no deberían ser tomadas solo por los ancianos, sino que deberían ser llevadas ante toda la congregación. Puesto que la iglesia es un cuerpo (y no solo la cabeza o los pies), todos allí son importantes y se debería permitir que sean parte de las decisiones más importantes. Al decir esto, dos cosas han de subrayarse. La primera de ellas es que los ancianos son los líderes en la iglesia y, por tanto, se les debe dar libertad para dirigir. No hay que llevar todas las decisiones ante la congregación.5 Las decisiones importantes, tales como nombrar un nuevo anciano o diácono, el presupuesto, o un cambio en la constitución o los estatutos, son asuntos de la congregación. Pero la mayoría de las otras áreas de preocupación deberían dejarse en manos de los ancianos y diáconos. No suele ser beneficioso para una iglesia hacer votar a todos los miembros para decidir de qué color debería ser la alfombra. La segunda cosa a tener en cuenta es, si la iglesia utiliza el método democrático de votación, entonces se debe practicar la disciplina eclesiástica y mantener un registro actualizado de los 116

miembros. Si no se practica la disciplina, entonces los que ya no son miembros se les permite votar. Los que viven en rebelión abierta y sin arrepentimiento en contra de Dios deben ser eliminados de la membresía (1 Co. 5:2). Sería imprudente dar a esas personas el privilegio de votar. Además, los que no asisten a la iglesia de manera regular (por razones distintas a la de salud) también deben ser borrados de la membresía. Si no son parte activa de la comunidad de la iglesia, no deben decidir los asuntos importantes. Si a estos no se les borra de la lista de membresía, la iglesia se encontrará con personas que no han asistido a un culto de adoración por muchos años, pero que asisten a las reuniones y votan sobre temas importantes y polémicos. La votación, sin embargo, no es la única manera de satisfacer el equilibrio necesario entre la autoridad congregacional y la autoridad de los ancianos. Es posible, aunque menos común, que los ancianos dirijan por consenso. O, para decirlo de otra manera, que la congregación sigue adelante, bajo el liderazgo de los ancianos, como un cuerpo unificado. Cuando algunas cuestiones necesitan una resolución, la iglesia avanza sobre ese asunto una vez que la congregación, como un todo, esté de acuerdo. Los votos no se cuentan, sino, más bien, se discuten las objeciones. Tal vez esto sea lo que Paige Patterson tenía en mente cuando escribió: “Los ministerios en la iglesia deben derivarse de la acción de la iglesia como un todo buscando el rostro de Dios y la dirección del Espíritu Santo y expresándolo por medio de algún proceso, que por falta de un mejor término puede ser llamado una votación. Aún mejor es la idea de que la congregación llegue, por cualquier medio, a un consenso espiritual”.6

En resumen Hemos intentado equilibrar la doble idea de que los ancianos tienen autoridad y que, además, la congregación en su conjunto tiene la autoridad final en cuestiones importantes. Los ancianos deben rendir cuentas, no solo al Señor Jesucristo, sino también a los otros ancianos y a toda la congregación. Schreiner comenta: “Hacer excesivo hincapié en los líderes llevaría a oscurecer la igualdad de todos los creyentes en Cristo. Pablo mantiene un delicado equilibrio 117

entre la función del liderazgo y la contribución de cada miembro de la congregación. Los líderes fueron importantes en las iglesias paulinas, pero no operaron de tal forma que las contribuciones de los miembros individuales quedaran anuladas; dirigieron, principalmente, mediante el ejemplo y la persuasión, no por la fuerza”.7 Para que un sistema como ese funcione, se requiere creyentes en Cristo que estén llenos del Espíritu Santo y exhiban un espíritu de humildad en sus relaciones unos con otros.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué nos enseñan 1 Tesalonicenses 5:12 y Hebreos 13:17 sobre la autoridad de los ancianos? 2. ¿Cómo se demuestra la autoridad de los ancianos por sus funciones de enseñanza, pastorado y representación de la congregación? 3. ¿De dónde viene la autoridad de los ancianos, y por qué es importante? 4. ¿En qué sentido es limitada la autoridad de los ancianos? 5. ¿Qué tipo de decisiones deben tomarse por los ancianos, y qué cosas debe decidir la congregación? ¿Cree usted que la votación es la mejor manera para que una iglesia tome decisiones? 1. Wayne Grudem sostiene esta posición: “Puesto que el Nuevo Testamento no contiene ninguna indicación de otros oficiales con esa clase de autoridad, es razonable concluir que la congregación debe someterse y obedecer a los ancianos” (Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 915). 2. William L. Lane, Hebrews 9–13, WBC (Dallas: Word, 1991), 47b:554. 3. Thomas R. Schreiner, Paul: Apostle of God’s Glory in Christ (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2001), 386. 4. James R. White, “The Congregation-Led Church: Response by James R. White” en Perspectives on Church Government: Five Views of Church Polity, eds. Chad Owen Brand y R. Stanton Norman (Nashville: Broadman and Holman, 2004), 205. 5. Phil A. Newton comenta: “No hay evidencia de que la iglesia primitiva votara en cada asunto. Más bien, el consejo de ancianos manejó de forma competente y eficaz los asuntos diarios” (Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership [Grand Rapids: Kregel, 2005], 58). 6. Paige Patterson, “Single-Elder Congregationalism”, en Who Runs the Church? 4

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Views on Church Government, eds. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 140. 7. Schreiner, Paul, 385. Samuel E. Waldron dice con razón: “La palabra de Dios tiende a poner juntas cosas que nosotros, en nuestra sabiduría humana, tenemos la inclinación de considerar contradictorias. Así, a pesar de la democracia aparentemente autosuficiente sugerida por los hechos citados en relación con el principio democrático, la Palabra de Dios dice que la iglesia debe tener una clase de oficiales gobernantes” (Who Runs the Church? 218). Luego añade: “Se requiere el consentimiento de la iglesia y de los ancianos (y, por tanto, la unidad de la iglesia) para cada acción en la que la iglesia, como un todo, tiene voz” (ibíd., 221).

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PREGUNTA 13

¿Fueron Timoteo y Tito pastores o ancianos?

Esta pregunta no se refiere a si Timoteo y Tito realizaron tareas pastorales o propias de ancianos en sus respectivos ministerios en Éfeso y Creta. No hay duda de que llevaron a cabo muchos de los mismos deberes y responsabilidades que se esperaban de los pastores o ancianos. Por ejemplo, los ancianos son responsables de la enseñanza y la predicación de la Palabra de Dios (Ef. 4:11, 1 Ts. 5:12; 1 Ti. 3:2; 5:17; Tit. 1:9), y esa responsabilidad también la desempeñaron Timoteo y Tito (1 Ti. 1:3; 4:11; 6:2; 2 Ti. 2:2; Tit. 2:1, 7, 15; 3:1). Pero sería erróneo suponer que la autoridad de Timoteo y Tito era la misma autoridad que tienen los pastores en la actualidad. La razón de esta distinción es que Timoteo y Tito no eran solamente pastores, sino que tenían la autoridad adicional de ser delegados apostólicos de Pablo. Mounce explica correctamente la singularidad de su posición: “Timoteo y Tito están fuera de la estructura de la iglesia. No son obispos o ancianos, y no son miembros de la iglesia local. Son los delegados apostólicos itinerantes enviados con la autoridad de Pablo para lidiar con problemas locales, tal como lo hacen en Hechos. A Timoteo y Tito nunca se les dice que basen su autoridad en su posición institucional en la iglesia local, en cambio dependen de la autoridad de Pablo y del evangelio”.1

Su posición fue temporal Hay, por lo menos, tres razones que nos llevan a hacer una distinción entre el papel de Timoteo y Tito, y el del anciano u 120

obispo. En primer lugar, Timoteo y Tito ocuparon posiciones temporales. Timoteo era uno de los compañeros misioneros de Pablo más fieles y de confianza. Se unió a Pablo en su segundo viaje misionero y se convirtió en un compañero casi constante del apóstol. Muy temprano en su relación, Pablo encontró que podía confiar en Timoteo para la tarea de terminar lo que él mismo no podía. Por ejemplo, Pablo dejó a Timoteo en Berea cuando el apóstol mismo se vio obligado a salir de la ciudad (Hch. 17:14). Más tarde, Timoteo se convirtió en el emisario de Pablo a Tesalónica para ayudar a fortalecer la fe de la iglesia (1 Ts. 3:2-3). Luego, Pablo envió a Timoteo, junto con Erasto, a Macedonia, mientras que Pablo se quedó en Asia (Hch. 19:22). Pablo también escogió a Timoteo para viajar a Corinto, a fin de que pudiera recordar a los corintios el proceder de Pablo en Cristo (1 Co. 4:17). Durante su primer encarcelamiento en Roma, Pablo hizo planes para enviar a Timoteo a Filipos, aunque no hay indicios claros en las Escrituras de que viajara allí en este momento (Fil. 2:19). Por último, en 1 Timoteo leemos que Pablo instó a Timoteo a permanecer en Éfeso, a fin de combatir las falsas enseñanzas que se habían infiltrado en aquella iglesia (1 Ti. 1:3-4). Timoteo fue enviado como delegado apostólico de Pablo para proteger a la iglesia de las falsas enseñanzas y para impartir las directrices adecuadas sobre quién debería dirigir la iglesia y cómo debía funcionar. Su tarea era temporal. Una vez que la iglesia estuviera lo suficientemente fuerte como para funcionar sin él, volvería a Pablo y continuaría su ministerio de viajes con el apóstol. Al final de 2 Timoteo, Pablo instruye a su amado amigo: “Procura venir pronto a verme” (4:9). La tarea de Timoteo en Éfeso era específica, y una vez que la completara, se trasladaría a otro ministerio bajo el liderazgo y autoridad de Pablo. Lo mismo es cierto también para Tito, uno de los colaboradores de más confianza de Pablo. Nació de padres griegos y se convirtió en uno de los primeros compañeros de viaje de Pablo (Gá. 2:1, 3). Aunque no se le menciona en el libro de Hechos, acompañó a Pablo y Bernabé a la iglesia en Jerusalén durante el llamado “Concilio de Jerusalén” (Hch. 15). Tito se convirtió en instrumento clave para ayudar a Pablo a enfrentar los problemas en 121

la iglesia en Corinto. Después de su primera carta canónica a los Corintios, Pablo hizo una visita de emergencia a Corinto, pero no fue bien recibido. Como resultado, escribió una carta severa a los corintios y envió a Tito para entregarla (2 Co. 12:18). Al parecer, Tito regresó a Pablo con buenas noticias, y más tarde, cuando Pablo escribió 2 Corintios, volvió a enviar a su “compañero y colaborador” como el mensajero (2 Co. 8:23). Varios años más tarde, después de ser liberado de su primer encarcelamiento en Roma, Pablo hizo una visita a la isla de Creta. Por alguna razón desconocida, sin embargo, fue obligado a salir prematuramente de Creta. Puesto que Tito acompañaba a Pablo en esa ocasión, el apóstol dejó a Tito en Creta con el fin de cumplir el ministerio que el mismo Pablo no podía hacer. El trabajo de Tito, sin embargo, no terminó en Creta. Cuando acabó allí la tarea encomendada, o al menos cuando las cosas estuvieran estables, Pablo quería que Tito se reuniera con él en Nicópolis (Tit. 3:12). Por último, según 2 Timoteo 4:10, Tito fue a Dalmacia. Al igual que con Timoteo, el ministerio de Tito en las iglesias en Creta fue temporal. Como delegado apostólico de Pablo, él se quedó atrás para establecer las iglesias. Una vez que estaban suficientemente establecidas, Tito marchó a cumplir con otro ministerio bajo el liderazgo de Pablo.

Su posición fue autoritativa Una segunda razón por la que Timoteo y Tito no deben considerarse simplemente pastores o ancianos es que su tarea era nombrar ancianos en las iglesias. La autoridad para nombrar a los ancianos es superior a la autoridad que cualquier anciano posee. En Hechos, Pablo y Bernabé constituyeron ancianos en muchas iglesias en Asia Menor. Como apóstol, Pablo tenía la autoridad para nombrar públicamente a estos líderes para un oficio reconocido. Timoteo y Tito también fueron capaces de nombrar ancianos, no porque ellos mismos fueran ancianos, sino porque tenían una autoridad superior como delegados apostólicos de Pablo. Por ejemplo, Pablo advierte a Timoteo: “No impongas con ligereza las manos a ninguno” (1 Ti. 5:22). Como alguien con autoridad, Timoteo debía evitar la imposición de manos (es decir, el nombramiento para el cargo de anciano) a cualquier persona que no 122

estuviera verdaderamente cualificada. Al ser demasiado rápido en el nombramiento de un anciano que no era apto para el cargo, Timoteo participaba en los pecados de otros. Pablo, pues, advierte a su colaborador que use su especial autoridad con gran cuidado. Pablo encargó también a Tito la tarea de nombrar ancianos en Creta. El apóstol escribe: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieseis ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tit. 1:5). Según Hechos 14:23, Pablo tenía la costumbre de designar ancianos en las iglesias que él estableció. La salida rápida e inesperada de Pablo de Creta le obligó a ceder a Tito esa importante responsabilidad. Tito no era un anciano, sino que nombraba a los ancianos. Su autoridad sobre las iglesias fue temporal porque no existían ancianos. Una vez que los ancianos fueron designados y la iglesia estaba firmemente establecida, Tito quedaba en libertad para dejar la dirección de la iglesia en manos de los ancianos. Por tanto, es incorrecto ver a Timoteo y Tito como “pastores principales” que tenían la autoridad para contratar y despedir. Pablo les asignó la tarea temporal de ayudar a las iglesias con dificultades a formar líderes, a fin de que, al llegar el momento en que ya no fueran necesarios, ellos pudieran continuar con su ministerio en otros lugares.

Su posición fue única La tercera razón por la que Timoteo y Tito no deben considerarse como ancianos es que una posición de liderazgo individual, con la autoridad que ellos tuvieron, no la encontramos en el Nuevo Testamento. Es evidente que ellos poseían una autoridad que es superior a la de los ancianos. Normalmente, un grupo de ancianos dirigían en equipo a cada iglesia. Pero en el caso de las iglesias en Éfeso y Creta, Timoteo y Tito estaban por encima de la congregación, llevaban con ellos la comisión y la autoridad del apóstol Pablo. Es posible que la autoridad única de Timoteo y Tito no fuera fácilmente aceptada y escuchada por los demás, especialmente los que promovían falsas enseñanzas. Así que las cartas de Pablo a sus delegados servían como una recomendación concreta y de validación de su ministerio. En las dos cartas a Timoteo y la carta 123

única a Tito, Pablo identifica a sus colaboradores por nombre como los destinatarios de las cartas (1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2; Tit. 1:4). Y, no obstante, Pablo también escribe esas tres cartas a las congregaciones a las que Timoteo y Tito estaban ayudando. Este hecho se ve claramente en la conclusión de cada carta en la que Pablo saluda, no solamente a sus delegados, sino también a las congregaciones enteras (1 Ti. 6:21; 2 Ti. 4:22, Tit. 3:15). Al dirigir estas cartas a Timoteo y Tito, Pablo no solo instruyó a sus compañeros de ministerio y la congregación como un todo, sino también dio validación y autoridad a Timoteo y Tito para llevar a cabo el ejercicio de su ministerio. Todo el que no estuviera de acuerdo con Timoteo y Tito habría sido visto como contrario al ministerio de Pablo.

En resumen Basándonos en las razones antes consideradas, lo mejor es ver a Timoteo y Tito no principalmente como pastores o ancianos, sino como delegados apostólicos de Pablo. Como delegados bajo la autoridad de Pablo, fueron enviados a sus respectivos lugares de ministerio para ayudar a establecer las iglesias en el evangelio; como también para protegerlas de los falsos evangelios. Tenían una tarea específica que llevar a cabo y cuando la terminaban se trasladaban para cumplir con otro ministerio. Puesto que fueron enviados por Pablo y funcionaron como una extensión del ministerio de Pablo, llevaban consigo una autoridad que superaba la de un anciano u obispo. No eran ancianos, pero se les dio la tarea única de nombrar a los ancianos, a fin de que la iglesia fuera sana y fuerte, y pudiera funcionar sin ellos. Así, pues, aunque muchas de las órdenes dadas a Timoteo y Tito son aplicables para los pastores, es un error equiparar los ministerios de Timoteo y Tito con el del anciano o pastor de la actualidad.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué tipo de posición tuvieron Timoteo y Tito en sus 124

respectivas iglesias? 2. ¿Cómo es la autoridad de su posición diferente a la de un pastor o anciano? 3. ¿Cómo sabemos que las posiciones de Timoteo y Tito fueron temporales? 4. ¿Qué hizo que su posición fuera única? 5. Si Timoteo y Tito no deben considerarse pastores o ancianos, ¿qué peligros podemos encontrar cuando tratamos de equiparar su autoridad con la autoridad de un pastor moderno? 1. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:lxxxviii. Para leer a otros autores que sostienen que Timoteo y Tito no desempeñaron ningún oficio en la iglesia, sino que fueron enviados por Pablo como delegados apostólicos con autoridad temporal, véanse George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992), 29; J. N. D. Kelly, A Commentary on the Pastoral Epistles, BNTC (London: Adam and Charles Black, 1963), 13-14; y Donald Guthrie, The Pastoral Epistles, TNTC, ed, rev. (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1990), 14:38-39.

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Sección B Preguntas relacionadas con los requisitos

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PREGUNTA 14

¿Cuáles son los requisitos de situación y de familia para un anciano?

Al

leer los requisitos para un anciano u obispo, llama inmediatamente la atención su relativa simplicidad. De hecho, lo que se le pide a un anciano constituye las características básicas que se esperan de todo cristiano. Las únicas excepciones son que un anciano no debe ser un recién convertido y debe ser capaz de enseñar. Los requisitos se centran más en lo que la persona es, que en lo que la persona hace. El cuadro de la página siguiente es una comparación de los requisitos que se encuentran en 1 Timoteo 3 con los de Tito 1. Los requisitos en Tito 1 están dispuestos para que coincidan con el orden dado en 1 Timoteo 3. Los requisitos que solamente están en una lista aparecen en cursiva. En su mayor parte, los requisitos dados parecen estar en un orden aleatorio. La única excepción es que las dos listas comienzan con el imperativo de que sea “intachable” y “esposo de una sola mujer” (1 Ti. 3:2; Tit. 1:6).1 Vamos a examinar las cualificaciones bajo las divisiones de requisitos de situación y requisitos de familia. En la pregunta siguiente analizaremos los requisitos morales de un anciano.

Requisitos de situación Estos requisitos se refieren a la situación personal. No son realmente requisitos morales ni espirituales, sino que, más bien, revelan el deseo y la capacidad de servir. También tienen que ver con el momento de su conversión y cómo los que no son cristianos consideran la autenticidad de la conversión. 127

El deseo de servir (1 Tim. 3:1) Aunque no es formalmente un requisito, Pablo menciona que es una buena cosa (“noble función”, NVI) que alguien aspire al cargo de obispo. “Noble” traduce la palabra griega kalos, que significa “bueno”, “excelente” o “que vale la pena”. Aunque cabe la posibilidad de que alguien pueda desear ese oficio por motivos impuros, como la codicia o el orgullo, Pablo quiere dejar bien claro que aquellos que son elegidos para servir deben desear el servicio. 128

A menudo, las iglesias nombran personas para servir y luego tienen que obligarlas para que acepten, a regañadientes, esa posición. Esas personas pueden servir fielmente, pero rara vez experimentan de verdad el gozo y la satisfacción de su servicio. Es mejor elegir personas que estén deseosas de servir. De hecho, lo mejor es elegir a aquellos que ya están gozosos de servir en alguna capacidad, aunque es posible que no tengan ningún cargo formal en la iglesia. Aquellos que desean servir a Dios como ancianos desean una buena cosa. Pero, solo desearlo jamás es suficiente. Esa voluntad debe ir acompañada de carácter moral y de capacidad espiritual. Capaz de enseñar (1 Ti. 3:2; Tit. 1:9) Este es el único requisito que se relaciona directamente con los deberes de un anciano en la congregación (aunque 1 Ti. 3:4-5 habla del gobierno y del cuidado de la iglesia). Los ancianos deben ser capaces de comunicar la Palabra de Dios de una forma precisa y comprensible. En Tito, Pablo amplía lo que escribió en 1 Timoteo. Añade que un obispo debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9, rvr-60). Un anciano no solamente debe ser “apto para enseñar”, sino que también debe enseñar la sana doctrina y corregir a los que están en error. No puede limitarse a un conocimiento superficial de la Biblia, sino que debe estar inmerso en las enseñanzas de las Escrituras para que pueda exhortar con sana doctrina y corregir a aquellos que la contradicen. Si todos los ancianos deben ser “apto[s] para enseñar”, ¿significa eso que todos los ancianos deben enseñar o predicar en público? Tal interpretación es, probablemente, más restrictiva que lo que Pablo tiene en mente. De cierto, todos los ancianos deben participar en algún tipo de enseñanza. Parecería extraño que Pablo pidiera que todos los ancianos fueran idóneos para enseñar, si algunos de ellos no forman parte de ningún ministerio de enseñanza. Todos los ancianos deben ser capaces de enseñar y deberían utilizar activamente sus habilidades o dones de enseñanza en la iglesia. Sin embargo, el tipo de enseñanza no debería limitarse a la predicación 129

de los domingos o en otras ocasiones, cuando la congregación entera se reúne. Es posible que algunos ancianos no estén dotados en la enseñanza o en la predicación a grupos grandes, pero pueden tener un don maravilloso para enseñar o discipular en grupos pequeños. Grudem dice correctamente: “Pablo nunca dice que todos los ancianos deben ser capaces de enseñar públicamente o predicar sermones a la congregación, y sería razonable pensar que alguien ‘apto para enseñar’ podría ser alguien que es capaz de explicar la Palabra de Dios en privado. Por eso, tal vez no todos los ancianos sean llamados a hacer enseñanza pública, pues quizá no todos tienen dones para la enseñanza de esa forma específica. Lo que está claro aquí es que Pablo quiere garantizar que los ancianos tienen una comprensión madura y sólida de las Escrituras y que pueden explicarla a los demás”.2 No debe ser un recién convertido (1 Ti. 3:6) En 1 Timoteo, Pablo afirma que un anciano no debe ser un recién convertido. Luego explica el porqué de este requisito: “No sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo” (1 Ti. 3:6). Cuando un neófito recibe una tarea importante de liderazgo y es respetado sin la madurez profunda que viene con el tiempo, es posible que se llene de orgullo y termine por arruinar su ministerio y por difamar el nombre de Dios. Un recién convertido no comprende correctamente sus propias debilidades y las tentaciones que podrían atraparlo. Como resultado, es más vulnerable a la soberbia, lo cual le llevaría a su destrucción (Pr. 16:18). Se necesita, por tanto, tiempo para dejar que el nuevo creyente madure en su fe y se gane el respeto de los demás, a través del servicio fiel en tareas menores. La dificultad está en que Pablo no especifica lo que constituye un “recién convertido”. ¿Se estaba refiriendo a seis meses, un año, o diez años? Quizá la respuesta a esta pregunta depende de la congregación o las circunstancias históricas en cuestión. En algunas iglesias, no sería prudente dejar que una persona que ha sido cristiana por solo cinco años se convierta en un anciano. En otras, sin embargo, puede ser imprudente esperar tanto tiempo. 130

Esta conclusión está apoyada por las circunstancias históricas que rodearon las iglesias en Éfeso y Creta. La iglesia en Éfeso era una iglesia bastante bien arraigada cuando Pablo escribió 1 Timoteo. En aquel momento, la congregación estaba organizada desde hacía alrededor de quince años y ya contaba con líderes con experiencia. En ese caso, Pablo podía escribir que los ancianos no debían ser recién convertidos, porque en esa iglesia ya habría otros que eran más maduros en su fe y podían manejar las demandas y responsabilidades asignadas a tales funciones. La carta de Pablo a Tito, sin embargo, no contiene la restricción relativa a los nuevos convertidos. ¿Se olvidó Pablo simplemente de agregar este requisito, o fue ignorado a propósito? Es posible pensar que Pablo hiciera caso omiso de la restricción sobre los nuevos convertidos, porque la situación en Creta era diferente que la de Éfeso. La iglesia en Creta era mucho más joven, por lo que casi todos los candidatos potenciales para ancianos eran “recién convertidos”. En este caso, si los nuevos creyentes no fueron nombrados como ancianos, no habría ancianos. En consecuencia, parece que este requisito no es absoluto, sino que depende un poco del contexto y de la situación de la congregación en cuestión. Que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia (1 Ti. 3:7) “Los que no pertenecen a la iglesia”, o no creyentes, a menudo parecen ser mejores jueces de carácter que los de la iglesia. Vecinos, compañeros de trabajo o familiares pueden, en realidad, pasar mucho más tiempo con la persona que los miembros de la iglesia. Un anciano debe mantener una buena reputación ante un mundo de incrédulos que le observan. Si la congregación permite que una persona, que tiene mala reputación ante los que no son cristianos, se convierta en un anciano, los no cristianos se reirán y se mofarán de la iglesia por su hipocresía. Un hombre que es infiel a su familia, deshonesto en sus negocios, o grosero con sus vecinos será una vergüenza para sí mismo y para la iglesia. Pablo advierte que aquellos que tienen una mal testimonio o mala reputación con los de afuera pueden “caer en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:7). 131

El mundo está a la espera de señalar con el dedo y criticar y desacreditar a la iglesia. En consecuencia, el diablo utilizará la mala fama de aquella persona para atraparla más en el pecado. Por tanto, un anciano debe tener una buena reputación ante los que no son cristianos.

Requisitos de familia La segunda área de los requisitos está relacionada con la vida familiar del candidato. Debe ser fiel a su esposa y gobernar bien a sus hijos antes de poder ser considerado apto para dirigir la iglesia de Dios. Esposo de una sola mujer (1 Ti. 3:2; Tit. 1:6) Este requisito aparece a la cabeza de ambas listas, inmediatamente después de la cualificación general de ser “intachable”. Esta posición sugiere la importancia de la fidelidad conyugal y sexual, y también pone de relieve que eso pudo haber sido un problema en las iglesias en Éfeso y Creta. La mejor interpretación de esta difícil frase consiste en entenderla como una referencia a la fidelidad de un marido hacia su esposa (véase pregunta 16). Debe ser un “hombre de una sola mujer”. Es decir, no debe haber otra mujer en su vida con la que se relaciona emocional o físicamente. Es importante que los hombres pongan un cerco de protección alrededor de sus vidas para que no se metan en una situación en la que queden conectados emocional o físicamente con otra mujer. Como regla general, lo mejor es que un hombre nunca esté solo con una mujer que no sea su esposa. Por desgracia, muchos hombres se han descalificado a sí mismos para el ministerio debido a malas decisiones en cuanto a los vínculos con otras mujeres. La Biblia está llena de advertencias acerca de la infidelidad sexual, pero estas advertencias pasan a menudo inadvertidas. Debe gobernar bien su casa (1 Ti. 3:4–5; Tit. 1:6) El segundo requisito de familia se relaciona con el papel del hombre como padre. Pablo escribe: “Debe gobernar bien su casa y 132

hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto” (1 Ti. 3:4, NVI). Un anciano debe tener hijos respetuosos y obedientes. No debe ser un hombre autoritario y de mano dura con sus hijos, sino tratarlos con toda dignidad. Un padre cristiano no trata de aplastar el espíritu de sus hijos obligándolos a la obediencia con dura disciplina. En lugar de ello, se relaciona con ellos con dignidad y procura nutrir sus corazones. Pablo escribe: “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Luego, Pablo explica por qué este requisito es importante: “porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1 Ti. 3:5, NVI). El apóstol establece un paralelismo importante entre la familia y la congregación. Si un hombre no es capaz de liderar a su familia de manera que sus hijos sean, en general, respetuosos y obedientes, entonces no está en condiciones de dirigir a la iglesia, la familia de Dios. El liderazgo de su familia es una prueba tangible de que es apto, o no, para el gobierno de la casa de Dios. Además, al descuidar a su familia, incluso por el bien del “ministerio”, un hombre puede llegar a quedar descalificado del servicio como anciano. La vida familiar debe tener prioridad sobre el ministerio: Dios primero, familia segundo, ministerio tercero. En la carta de Pablo a Tito, él dice que los hijos de un anciano deben ser “creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia” (Tit. 1:6, NVI). La palabra traducida como “creyentes” es mejor traducirla como “fieles” (véase pregunta 17). Esta interpretación se confirma por el hecho de que 1 Timoteo 3 no menciona la necesidad de que los hijos de los ancianos sean creyentes. Además, la siguiente frase en Tito 1 aclara lo que Pablo quería decir con “fieles”, cuando afirma que no deben estar expuestos a la acusación de libertinaje ni de desobediencia. Por tanto, los hijos de un hombre convertido son un reflejo de la dedicación y del compromiso que él tiene de formarlos en los caminos del Señor.

¿Se requiere una edad mínima para ser anciano? Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento especifican la edad 133

mínima para un anciano. En la cultura judía, un hombre se convertía en un anciano sobre la base de su autoridad moral derivada de su edad, herencia, experiencia, conocimiento o riqueza. No era una posición oficial que le era dada por alguien superior en autoridad, sino que era un título de honor y respeto que recibía de la gente de su comunidad. Por supuesto, su edad era un factor importante para que un hombre fuera digno de ser contado entre los “ancianos”. En su significado básico, “anciano” se refiere a alguien que ha entrado en la vejez. Sería erróneo, sin embargo, concluir que todos los ancianos eran considerados, técnicamente, como en edad avanzada (por lo general considerada en los sesenta años). En la iglesia primitiva, a quienes recibieron ciertas posiciones de liderazgo, también se les conocía como “ancianos”. Puesto que el término presbuteros (“anciano”) es a menudo traducido como “hombre mayor” (1 Ti. 5:1; Tit. 2:2), muchos creen que solamente los viejos pueden servir como ancianos. Sin embargo, un anciano de la iglesia cristiana no tiene que ser una persona de edad avanzada. Se nos dice que un anciano no debe ser un nuevo converso (1 Ti. 3:6), pero en ninguna parte Pablo especifica que un anciano debe tener una cierta edad. Por el contrario, cuando Pablo cita los requisitos para que una viuda reciba ayuda financiera de la iglesia, indica que ella debe tener sesenta años de edad (1 Ti. 5:9). Cuando Pablo escribió 1 y 2 Timoteo, Timoteo tenía, probablemente, unos treinta y cinco años de edad. Él tenía, aproximadamente, veinte años cuando se unió al equipo misionero de Pablo durante su segundo viaje misionero que tuvo lugar unos quince años antes de que el apóstol le escribiera las cartas que llevan su nombre. Sabemos que Timoteo era considerado todavía joven cuando Pablo le escribió, porque él dice: “Ninguno tenga en poco tu juventud” (1 Ti. 4:12). Más tarde, Pablo aconseja a Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). Si Timoteo, que desempeñó el cargo de delegado apostólico de Pablo con la autoridad para nombrar a ancianos, era todavía considerado “joven”, entonces no sería prudente limitar el oficio de anciano a aquellos que eran considerados “viejos”. Las cuestiones clave son: (1) ¿Es la persona espiritualmente madura y reúne las condiciones especificadas? y (2) ¿Respetará la congregación su liderazgo? En 134

algunas congregaciones más jóvenes, un hombre de treinta años de edad podría ser muy respetado, mientras que en una congregación más antigua, un hombre de cuarenta años de edad podría ser considerado muy joven. La edad, por sí sola, no garantiza la espiritualidad. Los elegidos deben ser maduros, sabios y respetados por aquellos a los que servirá.

En resumen Los requisitos de situación de un anciano son el deseo de servir, la capacidad de enseñar, la antigüedad como creyente y el ser respetado por los de fuera de la congregación. Los requisitos de familia incluyen el ser fiel a su esposa y gobernar bien su hogar. Aunque no existe un requisito de edad oficial de un anciano, no debe ser un recién convertido, debe ser espiritualmente maduro y respetado por la congregación.

Preguntas para la reflexión 1. A medida que lee los requisitos para los ancianos u obispos en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9, ¿qué requisitos encuentra más sorprendentes? ¿Cuáles son los más difíciles? 2. ¿Por qué es importante que un anciano tenga el deseo de servir (1 Ti. 3:1)? 3. ¿Qué significa que un anciano deba ser “apto para enseñar” (1 Ti. 3:2; cp. Tit. 1:9)? 4. ¿Por qué es importante que un anciano no sea un recién convertido? (1 Ti. 3:6)? 5. ¿Cuál cree que debería ser la edad mínima para un anciano en su iglesia? 1. Los adjetivos que se traducen como “intachable o irreprensible” son ligeramente diferentes en el griego, pero son prácticamente sinónimos. 2. Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 915-916n. 19.

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PREGUNTA 15

¿Cuáles son los requisitos morales para un anciano?

En la pregunta anterior hablamos de los requisitos de situación y de familia para un anciano. Ahora, examinaremos los requisitos morales para un posible candidato a anciano. Consideraremos, en primer lugar, las características positivas que un anciano debe imitar, y luego las características negativas que debe evitar.

Características positivas Ser intachable (1 Ti. 3:2; Tit. 1:6) El requisito general o global de un anciano es que debe ser “intachable o irreprensible”. Ese requisito no es un llamamiento a la perfección, sino a la sinceridad. Ser intachable significa estar libre de cualquier defecto de carácter o de conducta. Su relación con su esposa e hijos es encomiable y, moralmente, no tiene debilidades manifiestas. Los que no pertenecen a la congregación no pueden señalarlo con el dedo y desacreditar su profesión de ser un fiel seguidor de Cristo. Moderado (1 Ti. 3:2) La palabra traducida como “moderado” también se traduce como “sobrio” y se utiliza, a menudo, en relación con la sobriedad de alcohol (vino). Sin embargo, en el contexto de 1 Timoteo 3 es mejor entenderlo como una referencia a la sobriedad mental, es decir, una mente que puede pensar clara y espiritualmente sobre 136

temas importantes. Consiste en la capacidad de tener dominio propio, un juicio equilibrado y la capacidad de tomar decisiones racionalmente serenas. Los ancianos deben ser mental y emocionalmente estables como para tomar decisiones importantes en medio de problemas y presiones que enfrentarán en su ministerio. Sensato (1 Ti. 3:2; Tit. 1:8) Al igual que en el requisito anterior, “sensato” se refiere a la necesidad del ejercicio disciplinado de buen juicio. Eso habla de ser prudente, de tener juicio sano y discreto. Esa discreción la necesitan, a menudo, los ancianos porque es muy común que deban tomar decisiones difíciles frente a problemas y desacuerdos. Respetable (1 Ti. 3:2) Un anciano debe también tener un carácter que es respetable. No es suficiente obtener el respeto que va con su oficio. Si otros van a seguirle y emularle, debe demostrar que su vida vale la pena seguirla. Su carácter, por tanto, debe estar bien equilibrado y ser virtuoso a fin de que lo respeten. Hospitalario (1 Ti. 3:2; Tit. 1:8) La vida de un anciano debe estar abierta para que otros puedan formar parte de ella. Ser hospitalario significa dedicar tiempo, no solo a su familia, sino también a otros. El tema de la hospitalidad es una virtud bíblica importante (cp. Job 31:32; Ro. 12:13; He. 13:21; 1 P. 4:9). Para que un anciano pueda conocer a la gente e invertir en sus vidas, tiene que dedicar tiempo cultivando las relaciones con ellos. Si quiere ser un pastor eficaz del rebaño de Dios, su casa debe estar abierta para poder ministrar a las ovejas más tiempo que únicamente el domingo por la mañana. Amable (1 Ti. 3:3) 137

La palabra que se traduce como “amable” también puede significar “bondadoso” o “tolerante”. En Filipenses 4:5, Pablo escribe: “Vuestra gentileza sea conocida por todos”. Una persona amable no es arrogante, sino paciente con otros sobre todo cuando le han herido o dañado. Él no toma represalias cuando es agraviado, sino devuelve amor por mal. Amigo del bien (Tit. 1:8) Esta característica está íntimamente relacionada con la hospitalidad. Se trata de ayudar de buena gana a los demás y buscar el bien de todos. Justo (Tit. 1:8) La palabra griega dikaios significa “justo” o “recto”. Vivir con justicia o rectitud significa vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. En 1 Juan 3:7 leemos: “El que hace justicia es justo, como él es justo”. Los ancianos deben cumplir con las normas de justicia que Dios revela en su Palabra. Un anciano que es justo tomará decisiones que son correctas, justas y buenas para la iglesia. Job es descrito como un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Santo (Tit. 1:8) Traducido a veces como “devoto”, esta característica implica estar totalmente dedicado a Dios y a su Palabra. Supone consagrarse a Dios para obedecer su voluntad. Una persona santa se dedica a glorificar el nombre de Dios, sin importar lo que otros puedan pensar. Disciplinado (Tit. 1:8) Al igual que el requisito de “sensato”, esta característica implica la autodisciplina en todos los aspectos de la vida, lo que incluye los deseos físicos. Una persona indisciplinada cede 138

fácilmente a la tentación, pero el que es disciplinado lucha contra la lujuria, la ira, la pereza y otros rasgos impíos. Pastorear al pueblo de Dios es un trabajo duro y se necesita disciplina para cumplir con este ministerio de manera fiel y eficaz.

Características negativas No dado al vino (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7) Un hombre queda descalificado para el cargo de anciano si es un borracho (adicto al vino o a los licores). Una persona de estas características no tiene dominio de sí mismo y es indisciplinado. El abuso del alcohol es un problema en la mayoría de las culturas y, a menudo, da como resultado vidas, matrimonios y ministerios arruinados. Nótese, sin embargo, que Pablo no dice que sea malo beber alcohol. Por el contrario, se refiere aquí al exceso en el consumo de alcohol y a beberlo con demasiada frecuencia. En rigor a la verdad, más tarde le dice a Timoteo que tome un poco de vino para sus problemas de estómago (1 Ti. 5:23). Aunque muchas iglesias requieren no solamente de sus líderes, sino también de todos sus miembros, que se abstengan por completo del alcohol, este requisito no se encuentra en ninguna parte en las Escrituras.1 El verdadero problema se encuentra en el abuso de cualquier sustancia que pueda avergonzar a la persona y ocasionar críticas hacia la iglesia. No violento (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7) Un hombre que es violento, o “belicoso o amigo de riñas”, como también se puede traducir, es aquel que se irrita con facilidad y tiene mal carácter. Tal persona está, a menudo, dispuesta a pelear en vez de hablar con calma en una situación difícil. Un hombre violento no solo utiliza el abuso verbal, sino que también está listo para la agresión física hacia los que le enojan. Por el contrario, un anciano debe tener dominio propio y ser paciente, dispuesto a poner la otra mejilla cuando le hacen daño. Él debe ser capaz de lidiar, de forma calmada y racional, con discusiones acaloradas y situaciones tensas que aparecen con frecuencia en la iglesia. 139

No pendenciero (1 Ti. 3:3) Un hombre que no es pendenciero es amable y apacible. La gente discute constantemente, incluso dentro de la iglesia. Hay disputas sobre la doctrina, sobre el color de la alfombra en el santuario y sobre si la iglesia debería cantar himnos o coros. Un anciano, sin embargo, debe ser capaz de hacer frente a estas tensiones y no añadir más tensión. Debe ser un pacificador y encontrar la manera de lograr la reconciliación. Si él mismo es pendenciero, no será capaz de dirigir con eficacia, y puede incluso dividir a la congregación. Como escribe Pablo más tarde: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen” (2 Ti. 2:24-25). Pablo también recuerda a Tito que anime a la congregación para “que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (Tit. 3:2). Ni amigo del dinero (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7) El amor al dinero es un problema serio dentro de la iglesia. Lo fue en tiempos de Pablo, y lo es ahora también. Pablo escribe: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Ti. 6:9). Los resultados de amar el dinero pueden terminar en la destrucción del alma. Ese no es un pecado pequeño. Pablo continúa: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti. 6:10). La Biblia está llena de advertencias hacia los ricos. Jesús, en persona, afirmó: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mr. 10:25). Por tanto, no es difícil entender por qué Pablo incluye este requisito en las cartas a Timoteo y Tito. Si una persona es amante del dinero, es difícil para él ser también amante de Dios. Si nuestras pasiones están divididas, nos 140

volvemos ineficaces y nos distraemos de la tarea. Sin embargo, el dinero, en sí mismo, no es el problema. Es el amor al dinero. Ya sea que nos consideren ricos y tengamos abundancia de dinero o que seamos pobres, la cuestión es dónde se encuentran nuestros deseos. No suelen caer en la tentación los que son ricos, sino aquellos que desean serlo. La redacción de Pablo para este requisito en Tito es diferente a la de 1 Timoteo. Afirma que un anciano no debe ser “codicioso” (Tit. 1:7). La persona codiciosa nunca está conforme con la provisión de Dios, sino que busca, constantemente, maneras de adquirir más dinero, a menudo de formas inmorales y nada éticas. En 2 Corintios, Pablo advierte acerca de algunos que trafican con la Palabra de Dios por dinero (2 Co. 2:17; cp. Tit. 1:11). Del mismo modo, Pedro afirma que los ancianos deben pastorear el rebaño de Dios “no por ganancia deshonesta” (1 P. 5:2). Los ancianos deberían ser libres del amor y del poder controlador del dinero. Un pastor no debería tener acceso sin supervisión a los fondos de una iglesia. Los ancianos deben rendir cuentas tanto a los demás ancianos como a la congregación en su conjunto. ¿Cuántas veces han caído los líderes debido a prácticas poco éticas en relación con las finanzas de la iglesia? Por el contrario, debemos prestar atención a la Palabra de Dios, que dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé ni te dejaré” (He. 13:5). No arrogante (Tit. 1:7) Una persona arrogante es una persona obstinada que insiste constantemente en que las cosas se hagan a su manera. Es lo opuesto a ser amable y apacible (1 Ti. 3:3). Es un desconsiderado de las opiniones y sentimientos de otras personas, e intenta conseguir lo que quiere sin importarle el costo para los demás. Esa persona no está cualificada para ser un buen anciano, porque los ancianos deben trabajar juntos en equipo, buscando lo mejor para los demás y no para sí mismos. Un pastor debe ser amable con las ovejas y no tratar de dominarlas imponiéndoles su voluntad.

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No iracundo (Tit. 1:7) David nos dice que Dios es “misericordioso y clemente… lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal. 103:8). Los que dirigen la iglesia son el reflejo de las características del Padre celestial y deben ser lentos para la ira. Un hombre colérico, sin embargo, no solo se irrita, sino que también es incapaz de controlar su ira. Arremete rápidamente contra los demás, en lugar de mostrar la paciencia y el autocontrol de Cristo. Aunque no en todo momento la ira es pecaminosa (Pablo nos dice: “Airaos, pero no pequéis”, Ef. 4:26; cp. Sal. 4:4), Santiago nos recuerda que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Stg. 1:20). Por otra parte: “El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso muchas veces peca” (Pr. 29:22). Un anciano debe ser capaz de hacer frente, con paciencia, a situaciones difíciles y cargadas de emociones que surgen en la vida personal y en el contexto de la iglesia.

¿Debe un anciano tener formación teológica de seminario? En ninguna parte de las Escrituras se dice que un anciano deba tener estudios teológicos de seminario. Como se señaló anteriormente, el enfoque de los requisitos es moral y no mental o de conocimiento. Por supuesto, la formación en seminarios no existía cuando Pablo escribió sus cartas a Timoteo y Tito. Muchas denominaciones, sin embargo, exigen a los ancianos que enseñan que tengan estudios teológicos formales. Como alguien que ha enseñado en seminarios cerca de diez años, creo sin duda alguna que, a menudo, es útil y beneficioso para una persona poder asistir a un seminario, pero requerir un título de seminario significa que estamos agregando requisitos que no están en las Escrituras. Por otra parte, las iglesias suelen considerar que un título de seminario prueba que el candidato a anciano tiene buenas calificaciones morales. Este punto de vista es muy peligroso. Tener un título de seminario no hace a una persona moralmente idónea para ser anciano. Las iglesias deben estar más interesadas en la vida moral de un posible anciano, que en averiguar en qué institución teológica estudió esa persona. 142

En resumen Los requisitos para ser un anciano son las características básicas que se esperan de todos los creyentes. Los ancianos bíblicamente cualificados no son personas extremadamente espirituales, sino que son maduros en su fe y llevan una vida coherente y humilde. No se contentan con parecer espirituales los domingos y los miércoles, sino que su espiritualidad impregna toda su vida. Un anciano tiene una relación sana y pura con su esposa, además de ser un líder piadoso en su casa. Su carácter no tiene defectos evidentes y su piedad es, incluso, reconocida por los que no son cristianos. Él no es perfecto, pero su vida se caracteriza por la integridad.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Por qué cree usted que Pablo comienza cada lista con el requisito de que un anciano debe ser “intachable” (1 Ti. 3:2; Tit. 1:6, NVI)? 2. ¿Por qué es importante que un anciano sea hospitalario (1 Ti. 3:2; Tit. 1:8)? 3. ¿Cree usted que el requisito de que un anciano no debe ser un borracho le impide por completo de beber un poco de vino? 4. ¿Por qué es importante que un anciano no sea pendenciero ni amante del dinero (1 Ti. 3:3; Tit. 1:7)? 5. ¿Cree usted que un anciano debe tener estudios de un seminario teológico? ¿Por qué sí, o por qué no? 1. John Piper advierte sobre el peligro de añadir requerimientos a las Escrituras: “Cuando se impone una restricción que el Nuevo Testamento nunca impone, este… requerimiento, en principio, nos hace partícipes de un legalismo que tiene sus raíces en la incredulidad. Es señal de un poder, un gozo, y una rectitud de corazón desvanecidos que una vez fueron creados por el poder de Cristo, pero que no pueden conservarse mediante leyes” (Brothers, We are NOT Professionals: A Plea to Pastors for Radical Ministry Nashville: Broadman and Holman, 2002], 158).

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PREGUNTA 16

¿Qué significa que un anciano sea “marido de una sola mujer”?

Puesto que ha habido mucho debate y confusión sobre el requisito de que un anciano debe ser “marido de una sola mujer”, debemos analizar este asunto con más detalle. En 1 Timoteo 3:2 y Tito 1:6, Pablo escribe que un anciano debe ser “esposo de una mujer”, o más literalmente, “de una sola mujer”. Hay cuatro interpretaciones principales de esta frase: (1) el anciano debe estar casado; (2) el anciano no debe ser polígamo; (3) el anciano debe tener una sola mujer en toda su vida; (4) el anciano debe ser fiel a su esposa.

El anciano debe estar casado Esta interpretación sostiene que todos los ancianos deben estar casados. Después de todo, se argumenta, Pablo dice que un anciano debe ser “marido de una mujer”. Si un hombre no está casado, no es marido de ninguna mujer y, por tanto, no cumple con ese requisito. Además, existe el temor de que si este requisito no se mantiene, entonces otras cualidades pueden ser descuidadas o ignoradas también. Pero esta interpretación debe rechazarse por las siguientes razones. En primer lugar, la frase se centra, no en que un hombre esté casado, sino en que sea fiel a su “una” esposa. El griego dice literalmente, “una sola mujer” (mias gunaikos andra), con el énfasis puesto en la primera palabra, “una” (mias). En segundo lugar, Pablo enseña claramente que la soltería tiene muchas ventajas sobre el matrimonio. En 1 Corintios, Pablo anima incluso a la soltería, pues explica que los que no están casados tienen la oportunidad de 144

centrar toda su atención en el servicio al Señor (7:32-35). En tercer lugar, Pablo pudo haber expresado que el anciano debe ser un hombre que tiene una esposa (lo cual es diferente a decir que debe ser un hombre “de una sola mujer”). En cuarto lugar, este requisito eliminaría a Pablo, Timoteo, y al mismo Señor Jesús, de cumplir los requisitos para servir como anciano. Por último, a fin de ser coherentes, habría que requerir que los hombres tuvieran más de un hijo, ya que Pablo indica que un posible anciano debe también gobernar bien a sus “hijos” (en plural). Más bien, esta frase debe entenderse como un mero reflejo de la situación común de la época en la que la mayoría se casaba. Se trata, simplemente de la norma de que los hombres se casan y no había necesidad de destacar la excepción de esta situación.

El anciano no debe ser polígamo Este punto de vista sostiene que un anciano no puede estar casado con más de una mujer al mismo tiempo. En muchas culturas, no solamente es lícito, sino que es también una señal de bendición tener más de una esposa. Según la Biblia, sin embargo, los cristianos han de ser monógamos. Los peligros de la poligamia pueden verse en la vida de Salomón. Aunque Dios le concedió sabiduría más que a ninguna otra persona, Salomón fue muy imprudente al casarse con mujeres extranjeras que le llevaron a conocer otros dioses. Como resultado, Salomón se desvió y su reino fue dividido más tarde. Aunque hay que evitar la poligamia, probablemente no fuera eso lo que Pablo tenía en mente cuando especifica que un anciano debe ser “marido de una sola mujer”. Sabemos esto porque Pablo usa una frase similar en 1 Timoteo 5:9, donde da los requisitos para las viudas que pueden recibir apoyo financiero de la iglesia. Pablo indica que una viuda debe haber sido “esposa de un solo marido” (literalmente, “mujer de un solo hombre”). Es poco probable que Pablo quiera expresar la prohibición de que una viuda haya estado casada con más de un hombre al mismo tiempo. Porque, aunque la poligamia (tener más de una esposa) era algo común en la cultura greco-romana y la cultura judía, la poliandria (tener más de un marido) fue fuertemente rechazado por los judíos y los romanos. 145

Además, “aunque la poligamia existía entre los judíos, no hay pruebas de que fuera practicada por los cristianos y, por tanto, lo más probable es que aquí no hay ninguna indicación de ‘poligamia cristiana’”.1 Puesto que la poligamia era poco común, si es que existió entre los cristianos, no parece probable que se destacara en las tres listas (1 Ti. 3:2, 12; Tit. 1:6) y que se pusiera a la cabeza de las listas que hablan de los ancianos. En consecuencia, es poco probable que la frase “marido de una sola mujer” tuviera por objeto mencionar la poligamia.

El anciano debe tener una sola mujer en toda su vida Otra posible interpretación consiste en que a los hombres que cumplen los requisitos para servir como ancianos no se les permite volver a casarse, bajo ninguna circunstancia. Si su esposa muere o se divorcia de él, el anciano debe permanecer soltero. Si se vuelve a casar, él ya no está cualificado para ser un anciano, porque ya no es “marido de una sola mujer”. Esta interpretación tiene varios puntos fuertes. En primer lugar, toma la frase “marido de una sola mujer” en serio y ofrece una interpretación plausible. Segundo, este fue el punto de vista de la iglesia primitiva, que valoraba el celibato después del divorcio o la muerte del cónyuge. Tercero, el apóstol Pablo, al tiempo que permitió volver a casarse en algunos casos, favoreció la soltería y el celibato (1 Co. 7:8-9, 39-40). Por tanto, es posible que Pablo hiciera hincapié en la necesidad de que los divorciados, o los hombres cuyas esposas hubieran muerto, permanecieran solteros con el fin de ser aptos como ancianos. A otros se les puede permitir volver a casarse, pero la alta vocación de ser un anciano le obliga a permanecer soltero y célibe. Hay, sin embargo, varias razones para rechazar este punto de vista. En primer lugar, es dudoso que Pablo requiera de los ancianos sujetarse a un nivel superior de moralidad de lo que requiere de todos los creyentes. Todos los requisitos morales y espirituales de los ancianos son los que se espera de todos los creyentes. En segundo lugar, Pablo parece indicar que el matrimonio es a veces una opción viable. Él declara: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen el don de continencia, cásense” (1 Co. 7:8-9, cursivas añadidas). Más 146

adelante escribe: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Co. 7:39). Estos versículos permiten volver a casarse si un cónyuge ha muerto. Pablo también utiliza el principio de la libertad de un cónyuge (después de que el otro cónyuge ha muerto) para ilustrar la libertad de los creyentes de la ley (Ro. 7:1-3). En tercer lugar, no es correcto tratar el divorcio y las segundas nupcias como el pecado imperdonable. Si un asesino puede ser perdonado y luego servir como un líder espiritual (como el apóstol Pablo que fue culpable de asesinato [Hch. 9:1; 22:4; 26:10]), entonces parecería bastante arbitrario que una persona que vuelve a casarse no pueda servir en ese oficio. Por supuesto, si las Escrituras indican que si un hombre se vuelve a casar no puede servir como anciano, tenemos que obedecer. Sin embargo, es poco probable que esa fuera la intención de Pablo. En cuarto lugar, en 1 Timoteo 5:14, Pablo dice que es mejor que las viudas jóvenes se casen antes que comportarse ociosamente. Anteriormente, Pablo indicó que si una viuda va a ser oficialmente inscrita para recibir asistencia financiera, debe ser la “esposa de un solo marido” (1 Ti. 5:9). Parece poco probable que al animar a las viudas más jóvenes a que vuelvan a casarse, Pablo, en efecto, las descalifique para que ya no puedan recibir ayuda de la iglesia si enviudan nuevamente. La razón por la que quedarían descalificadas es porque, según algunos, se volvieron a casar y ya no serían “esposa de un solo marido”.2 Sin embargo, debemos suponer que las que volvieron a casarse y más tarde quedaron otra vez viudas, todavía se las consideraba “mujer de un solo hombre” y aún calificarían para ser inscrito para recibir la ayuda financiera de la iglesia. Como resultado, lo más probable es que la frase “la esposa de un solo marido” no signifique que una mujer tenga un único marido toda su vida, sino que ella era fiel a su esposo mientras él estaba vivo. Asimismo, “marido de una sola mujer” no debe interpretarse en el sentido de que un anciano no puede volver a casarse, sino que debe ser fiel a su esposa. La cuestión más difícil es si un hombre, que se ha divorciado y luego vuelve a casarse, está todavía cualificado para servir como anciano. En la cultura judía, romana y griega, era relativamente fácil 147

para un hombre divorciarse de su esposa. ¿Tiene Pablo la intención de prohibir que sirvan como ancianos (o diáconos) esos hombres que se divorcian de sus esposas y vuelven a casarse? En 1 Corintios 7, Pablo aborda el tema de una persona no creyente que abandona a su cónyuge creyente. Afirma que “si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre” (1 Co. 7:15). La pregunta es si este versículo da permiso al creyente para volver a casarse, si el que no es creyente decide poner fin al matrimonio. Cuando Pablo trata la situación de ambos cónyuges creyentes, afirma: “Que la mujer no se separe de su marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido, y que el marido no abandone a su mujer” (1 Co. 7:10-11). ¿Se aplican, también, los comentarios de Pablo acerca de la situación de un incrédulo que se divorcia de su cónyuge? Aunque es difícil tomar una decisión dogmática, parece mejor tratar las dos situaciones de manera distinta. Pablo podría haber declarado que el creyente que se divorcia de un incrédulo tampoco debe casarse nuevamente. En cambio, dice algo diferente. Él escribe: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso” (v. 15). Esta frase parece indicar que el cónyuge creyente es libre de casarse de nuevo.

El anciano debe ser fiel a su esposa La interpretación final y la preferida de este autor, es que un anciano debe ser fiel a su esposa en una relación monógama. Esta opinión incluye también la prohibición de la poligamia, la promiscuidad y la homosexualidad. Un posible anciano debe ser “marido de una sola mujer”, lo cual significa que debe honrar, amar y dedicarse a su esposa y solo a ella. Esta visión permite la posibilidad de que un anciano vuelva a casarse después de la muerte de su esposa o después de un divorcio, aunque la frase en cuestión no aborda directamente la situación. El énfasis de los requisitos dados en 1 Timoteo y Tito está en la situación presente del carácter moral y espiritual de un hombre. La verdadera cuestión no es tanto su pasado, sino la persona que él es ahora por la gracia de Dios. Si un hombre es actualmente fiel a su esposa y ha demostrado que es irreprochable en esa relación, entonces es posible para él llegar a ser 148

un anciano. Sin embargo, la situación de un hombre divorciado debe tratarse con seriedad. Si él era la parte “inocente” en el divorcio y no fue infiel, todavía va a ser necesario un tiempo para que dé evidencias positivas en su nuevo matrimonio. Lo mismo se aplica si se divorció antes de hacerse cristiano (independientemente de si fue infiel en la relación o no). Pero si alguien que profesa ser cristiano fue infiel a su esposa y más tarde se divorció, entonces se tiene que ejercer gran precaución. El pecado de infidelidad y de divorcio, al igual que todos los pecados, pueden ser perdonados, y la persona puede renovarse por completo en su vida. De modo que, después de muchos años en su nuevo matrimonio, puede ser posible, aunque tal vez no aconsejable, que un hombre divorciado llegue a ser un anciano.

En resumen El requisito de que un anciano (o diácono) debe ser “marido de una sola mujer” ha sido interpretado de diferentes maneras. Algunos lo interpretan en el sentido de que un anciano debe estar casado, mientras que otros insisten en que es una prohibición contra la poligamia. Otros sostienen que la frase implica que un anciano no puede volver a casarse bajo ninguna circunstancia. Es mejor, sin embargo, ver este requerimiento en cuanto a la fidelidad de un marido para con su esposa.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cree usted que Pablo hace hincapié en la importancia de este requisito al ponerlo a la cabeza de cada lista? 2. ¿Cree usted que Pablo enseña que todos los ancianos deben estar casados? ¿Por qué sí, o por qué no? 3. ¿De qué forma 1 Timoteo 5:9 arroja luz sobre el significado de “marido de una sola mujer”? 4. ¿Cuáles son algunos de los puntos fuertes de la opinión que enseña que un anciano no puede volver a casarse? ¿Cuáles son algunos de sus puntos débiles? 149

5. ¿Qué significa para un esposo ser fiel a su esposa? 1. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:171. 2. Mounce escribe: “Parece dudoso que Pablo fomentara el matrimonio de las ‘viudas jóvenes’ si eso significaba que luego no podrían volver a ser incluidas en la lista si enviudaban de nuevo. Para esas viudas, se podía suponer que volverse a casar no era incoherente con ser ‘esposa de un solo hombre’, y de ahí la frase en 1 Ti. 5:9 no estaría requiriendo un solo matrimonio” (Pastoral Epistles, 173; véase también George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992], 158).

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PREGUNTA 17

¿Debe un anciano estar casado y tener hijos creyentes? ¿Debe un anciano estar casado, y con hijos? Hay muchos cristianos, en la actualidad, que están convencidos de que un hombre no puede ser anciano a menos que esté casado. La razón por la que muchos sostienen esta opinión es obvia: eso es lo que dice la Biblia, o al menos lo que parece decir. Pablo escribe que un obispo (anciano o pastor) debe ser “marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2; cp. Tit. 1:6).1 Si Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, dice que un anciano debe ser marido de una sola mujer, entonces el caso está resuelto. Los otros requisitos, según se argumenta, no son negociables. Un anciano debe ser irreprensible, sobrio, dueño de sí, respetable, hospitalario y capaz de enseñar (1 Ti. 3:2). De la misma manera, si un hombre no está casado, entonces él no es el “marido de una mujer” y, por tanto, no cumple con este requisito. Como resultado, no está cualificado para servir como un anciano. La interpretación anterior es incorrecta por varias razones (véase también pregunta 16): (1) el enfoque en el texto griego no está en que un hombre sea casado, sino en que sea fiel a su esposa; (2) Pablo enseña claramente que la soltería tiene muchas ventajas sobre estar casado (1 Co. 7:32-35); (3) Pablo pudo haber escrito que un anciano debe ser un hombre que tiene una esposa (que es diferente a decir que debe ser un “hombre de una sola mujer”; (4) este requisito habría eliminado a Pablo, Timoteo, y al mismo Señor Jesús, de ser cualificados para servir como ancianos; (5) era normal que los hombres se casaran, y no había necesidad de destacar la 151

excepción. Otra razón por la cual no es correcto tomar la frase “marido de una sola mujer” en el sentido de que un anciano debe estar casado es que esa interpretación nos obliga a leer los otros requerimientos muy rígidamente. Si insistimos en que todos los ancianos sean casados, entonces, para ser consecuentes, tendríamos que exigirles que tengan más de un hijo. Después de todo, Pablo indica que un posible anciano debe “[gobernar] bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción” (1 Ti. 3:4). Pablo no dice que debe mantener a su hijo (singular) en sujeción, sino que debe mantener a sus hijos (en plural) en sujeción. La intención, por supuesto, no es que un hombre deba tener más de un hijo, sino que si tiene un hijo o muchos hijos, que sepa manejarlos bien y que le obedezcan. George Knight comenta acertadamente: “Es muy dudoso que Pablo quisiera que estas palabras y las palabras sobre los “hijos” (en plural, vv. 4, 12) se entendieran como la orden de que solamente un hombre casado y con, al menos, dos hijos podría ser un anciano en la congregación. Es probable que lo escribiera en términos de la situación común, es decir, de estar casado y tener hijos, y luego habló de lo que debería ser el caso cuando esa situación tan común existe en la vida de un ministro”.2 Una vez más, si llevamos las palabras de Pablo más allá de su intención original, se podría argumentar que un posible anciano no solo debe tener, como mínimo, dos hijos, sino también que sus hijos vivan todavía en la casa con él. La razón de Pablo para mencionar a los hijos es porque la vida familiar de un hombre y su relación con sus hijos son el campo de pruebas de su capacidad para dirigir la congregación. Pablo dice: “pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Ti. 3:5). Así, podríamos (erróneamente) inferir que si los hijos de un hombre son mayores y ya no viven con él en casa, este requisito no puede cumplirse. La intención, sin embargo, no es que sus hijos deban vivir en casa, sino que si sus hijos todavía viven en su casa, él debería gobernar bien, y ellos deben ser respetuosos y obedientes. Del mismo modo, la intención de Pablo, al decir que un hombre debe ser “marido de una sola mujer”, no se refiere a que un hombre deba casarse, sino que si él está casado, debe ser fiel a su esposa. 152

Por tanto, esta frase debe entenderse como un mero reflejo de la situación común de la época en la que la mayoría de la gente se casaba.

¿Deben ser creyentes los hijos de un anciano? En los requisitos para los ancianos que se dan en Tito 1, Pablo dice que los hijos de un anciano deben ser “creyentes (pista) que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Tit. 1:6). ¿Indica este texto que para que un hombre pueda estar cualificado como anciano, todos sus hijos deben ser creyentes profesantes? Esta interpretación se ve favorecida por algunos comentaristas y apoyada por muchas traducciones de la Biblia (RVR-60, NVI, DHH, LBLA, NTV). Sin embargo, unas pocas versiones en español traducen ese versículo en el sentido de que los hijos de un hombre deben ser “fieles” (RVA, PDT). Hay, al menos, cuatro razones por las que esa traducción debe ser la preferida. En primer lugar, la interpretación de que los hijos de un anciano deben ser “fieles” y no necesariamente “creyentes” refleja un posible uso del término griego pistos. Sin embargo, si el significado es “fiel” no se nos habla del contenido de esa fidelidad. ¿Son los hijos fieles a Dios, a sus familias, a su iglesia o en cuanto a sus responsabilidades? A pesar de esa omisión podría argumentarse en contra de la interpretación de “fieles”, el contexto no deja a la pregunta con ambigüedad total. En la siguiente frase, Pablo dice que los hijos de un anciano no deben estar “acusados de disolución [mala conducta] ni de rebeldía”. Esa frase califica el tipo de fidelidad que Pablo tiene en mente. El apóstol se refiere a la conducta del hijo (“fiel”), no al estado del hijo (“creyente”). Además, es posible que la palabra pistos tenga el significado de “digno de confianza”, “confiable”, o “de fiar”.3 Por ejemplo, en 2 Timoteo 2:2, Pablo instruye a Timoteo a confiar el mensaje del evangelio a “hombres fieles”. Aquí, la idea no es tanto que los hombres sean creyentes, ya que esta situación se da por supuesto. Por el contrario, Timoteo debe transmitir el verdadero evangelio a hombres que han demostrado su obediencia y que son dignos de confianza en su conducta. Por tanto, el contenido de la fidelidad de un hijo implica, sobre todo, una vida moral y de obediencia a sus 153

padres. En segundo lugar, la comparación con 1 Timoteo 3:4 favorece el significado de “fieles” en lugar de “creyentes”. Pablo escribe a Timoteo que un anciano “gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad”. Tenga en cuenta que Pablo no dice aquí que los hijos de un anciano deben ser creyentes. Simplemente, indica que un posible anciano debe procurar que sus hijos le obedezcan y respeten. Una vez más, la atención no se centra en el estado de los hijos, sino en su comportamiento. No es necesario que los hijos sean cristianos, sino que deben ser obedientes y respetuosos. Parece poco probable que Pablo requiera que los hijos de los ancianos en Creta sean creyentes, pero exija menos para Éfeso, donde solamente pide que sean fieles y obedientes. Esta aparente distinción parece aún más improbable a la luz del hecho de que Éfeso era la congregación más arraigada. Las iglesias de Creta eran todavía muy jóvenes en comparación con la iglesia más madura en Éfeso. ¿Impondría Pablo requisitos más restrictivos en la iglesia menos madura? En otras situaciones, encontramos todo lo contrario. Cuando escribe a la iglesia en Éfeso (1 Ti. 3:6), Pablo dice que un anciano no debe ser un recién convertido, pero no menciona ese requisito a las iglesias en Creta. Es mejor ver los requisitos en Tito 1:6 como prácticamente paralelos a los que se encuentran en 1 Timoteo 3:4, que pide que los hijos de un anciano deben ser fieles y obedientes. En tercer lugar, la opinión de que todos los hijos de un anciano deben ser cristianos profesantes plantea una serie de preguntas difíciles. ¿Qué sucede si un hijo no tiene edad suficiente para entender el evangelio y hacer una profesión creíble de fe? ¿Está ese padre temporalmente inhabilitado para servir como anciano? ¿Tiene que esperar hasta que su hijo profese la fe en Cristo? ¿O deberían ser considerados cristianos todos los hijos de padres creyentes, excepto aquellos que renuncien a la fe? ¿Qué pasa si un anciano tiene siete hijos creyentes, pero su octavo hijo abandona la fe? Esta visión es, posiblemente, mucho más complicada de lo que Pablo tenía en mente. Lo más probable es que Pablo quiera decir que los hijos de los ancianos deben ser fieles, pero no se requiere que profesen ser cristianos. 154

En cuarto lugar, parece poco probable que Pablo requiera algo que un padre no puede controlar. Este argumento no se basa en absoluto en el contexto inmediato de la exigencia en Tito 1:6, pero es un argumento teológico y práctico importante. La Biblia enseña que la salvación es del Señor y que los que creen en Jesús son los que han sido predestinados, llamados y justificados (Ro. 8:30). Incluso si un padre cría a sus hijos “en la disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4), no hay garantía de que sus hijos se conviertan en cristianos. Algunos pueden citar Proverbios 22:6, que dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Es, sin embargo, una hermenéutica pobre interpretar los proverbios como promesas de Dios. Por el contrario, los proverbios tienen el propósito de proporcionarnos sabiduría para la vida. Cada proverbio debe entenderse, no como una promesa, sino como un principio general. Es decir, en términos generales, cuando los niños son educados correctamente, no se apartarán de la formación recibida, sino que seguirán siendo fieles a lo que se les ha enseñado. Pero esto no quiere decir que ese sea siempre el caso. Ha habido muchos buenos padres que han criado a sus hijos con fidelidad en la disciplina y amonestación del Señor, pero luego han visto a los hijos rechazar su enseñanza e ir por su propio camino. En consecuencia, parece poco probable que Pablo imponga un requisito sobre los candidatos a ancianos que está simplemente más allá de su control. Alexander Strauch señala acertadamente: “Los que interpretan este requisito, en el sentido de que un anciano debe tener hijos creyentes cristianos, ponen una carga imposible sobre el padre. Incluso los mejores padres cristianos no pueden garantizar que sus hijos se conviertan en cristianos. La salvación es un acto sobrenatural de Dios. Dios es quien, en última instancia, trae la salvación (Jn. 1:12, 13), y no los buenos padres (aunque son, ciertamente, usados por Dios)”.4

En resumen Los requisitos que indican que un anciano debe ser “marido de una sola mujer” y tener hijos que sean “obedientes” no deben interpretarse en el sentido de que todos los ancianos deban estar casados o, además de estar casado, tener hijos también. En su lugar, 155

estos requisitos se limitan a reflejar la situación común durante el primer siglo, cuando la mayoría de los hombres se casaban y tenían hijos. Por tanto, es innecesario insistir en que un anciano sea casado y que tenga hijos. Además, si bien los hijos de un anciano deben ser obedientes y disciplinados, los requisitos bíblicos no incluyen que sus hijos deben ser creyentes. La palabra griega que, a veces, se traduce por “creyentes” en Tito 1:6, también puede significar “fieles” y ese último significado queda confirmado por el texto paralelo en 1 Timoteo 3:4. Exigir que los hijos de un anciano sean creyentes plantea también muchas preguntas difíciles e impone una demanda sobre un padre que él no puede controlar.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cree usted que Pablo enseñe que todos los ancianos deben estar casados? ¿Por qué sí, o por qué no? 2. Si los ancianos no están obligados a tener hijos, entonces ¿por qué lo menciona Pablo en su lista? 3. ¿Puede un hombre ser nombrado como anciano si sus hijos no son cristianos? 4. ¿Cómo ayuda 1 Timoteo 3:4 a aclarar la pregunta anterior? 5. ¿Cree usted que los padres cristianos que educan bien a sus hijos tienen garantizado que sus hijos sean creyentes (cp. Pr. 22:6)? 1. Se puede hacer el mismo argumento para los diáconos, ya que Pablo también declara: “Los diáconos sean maridos de una sola mujer” (1 Ti. 3:12). 2. George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992), 157. William D. Mounce está de acuerdo: “Aquí no se está requiriendo que un obispo tenga hijos, sino que si tiene hijos, ellos deben ser fieles” (Pastoral Epistles, WBC [Nashville: Nelson, 2000], 46:388). 3. BDAG, 820-21; TDNT 6:175, 204. Pablo suele enfatizar la cualidad de la “fidelidad” en sus colaboradores. Él se refiere a Timoteo (1 Co. 4:17), Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7), Epafras (Col. 1:7), y Onésimo (Col. 4:9) como ministros “fieles”. Cp. también Mt. 24:45; 25:21, 23; 1 Co. 4:2; He. 3:5; 1 P. 5:12. 4. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership,3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 229.

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PREGUNTA 18

¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres pueden ser ancianos?

La cuestión de si una mujer puede ocupar el cargo de anciano es motivo de acalorados debates. A menudo, los defensores a ambos lados del debate, no solamente critican los argumentos que presentan aquellos con puntos de vista opuestos, sino que también cuestionan su compromiso con las Escrituras. Debemos darnos cuenta de que hay cristianos sinceros que creen en la Biblia en ambos lados del debate. Lo que de verdad importa, sin embargo, es que escuchemos con sinceridad las Escrituras y procuremos dejar a un lado nuestros prejuicios. Lo que sigue representa algunos de los argumentos utilizados por aquellos que afirman que las mujeres pueden (y deben) ser ancianos/pastores. Aunque no puedo aseverar este punto de vista, voy a tratar de representar de forma justa los argumentos. Esos argumentos serán respondidos mediante el punto de vista opuesto en las siguientes dos preguntas.

El testimonio de Gálatas 3:28 Uno de los argumentos más fuertes (y quizás el más repetido) a favor de permitir a las mujeres ocupar el cargo de anciano se encuentra en Gálatas 3:28, donde Pablo declara: “Ya no hay ni judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (cursivas añadidas). Este versículo afirma la igualdad de hombres y mujeres ante los ojos de Dios. En consecuencia, si Dios no nos ve de manera diferente, sería un error que nosotros hiciéramos todavía distinciones basadas en el género. Según este versículo, todas las diferencias de género 157

pertenecen al antiguo orden. En Cristo, sin embargo, la intención original de Dios de tener hombres y mujeres que gobiernan como iguales ha sido restaurada. Esta igualdad es también confirmada en Efesios 5:21, que enseña la mutua sumisión: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Por tanto, insistir todavía en las distinciones de género es ignorar la plenitud de la restauración de Dios que se nos da en Jesucristo. En consecuencia, Gálatas 3:28 debe ser la lente a través de la cual se leen todos los demás textos sobre la función de las mujeres.1

Las mujeres poseen todos los dones espirituales Puesto que las mujeres poseen todos los dones espirituales, sería un error prohibir a algunas servir como ancianos y negar, de esa manera, el uso de los dones dados por Dios. Por ejemplo, sabemos que en el Nuevo Testamento algunas mujeres tenían el don de profecía. En 1 Corintios 11, Pablo sostiene que las mujeres deben cubrirse la cabeza mientras oran o profetizan. Él escribe: “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza” (1 Co. 11:5). Pablo hace la suposición de que algunas mujeres oraban y profetizaban en la iglesia. Simplemente, escribe para recordarles que se cubran la cabeza antes de hacerlo. Además, Hechos 21:9 menciona que Felipe, el evangelista, tenía cuatro hijas solteras “que profetizaban”. Este patrón parece encajar con la profecía de Joel 2 que Pedro citó el día de Pentecostés: “Y en los postreros tiempos, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Hch. 2:17). Hay muchos otros ejemplos en el Nuevo Testamento de mujeres que se encuentran en posiciones de liderazgo. Lucas nos dice que Priscila y Aquila “le tomaron aparte [a Apolos] y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hch. 18:26). Pablo llama a las mujeres “mis colaboradores en Cristo Jesús” (Ro. 16:3; Fil. 4:2-3), quienes “trabajan en el Señor” (Ro. 16:12). Además, muchos han defendido con firmeza que las mujeres funcionaron como diáconos en las iglesias del Nuevo Testamento. En Romanos 16:1, Pablo recomienda a la iglesia la hermana Febe, “la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea”. En la enumeración de las cualidades de los diáconos, Pablo señala que “las mujeres 158

[diaconisas] asimismo sean…” (1 Ti. 3:11). Aunque el término “diaconisas” no está en el original griego, otras consideraciones gramaticales indican que se sobreentiende (véase pregunta 38). Por último, es probable que hubiera, incluso, mujeres apóstoles. Al final de Romanos, Pablo menciona a Junias (claramente un nombre femenino), que era muy estimada “entre los apóstoles” (Ro. 16:7). Si las mujeres tenían el don de profecía, se encontraban entre los compañeros de trabajo de Pablo, y eran diaconisas, e incluso apóstoles, parece razonable concluir que las mujeres fueron también ancianos en la iglesia primitiva.

La situación histórica de 1 Timoteo 2:11-12 Aquellos que niegan que las mujeres pueden ser ancianos suelen apelar a 1 Timoteo 2:11-12 como el texto clave para su posición. Allí Pablo escribe: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. Aunque, a primera vista, Pablo parece prohibir que las mujeres enseñen y tengan autoridad sobre los hombres en la congregación, los partidarios de la igualdad afirman que antes de aplicar a ciegas este versículo, debemos entender la situación histórica de aquel momento. Es decir, debemos tratar de entender por qué Pablo hizo tal prohibición. La razón favorecida por la mayoría de los partidarios de la igualdad consiste en que, durante la época del Nuevo Testamento, las mujeres carecían de una educación adecuada. En consecuencia, en 1 Timoteo 2:12, Pablo no hace otra cosa que prohibir la enseñanza a las mujeres sin educación o las mujeres que estaban a favor de falsas doctrinas (debido a su falta de educación). Por tanto, la prohibición de Pablo no se aplica a la actualidad, dado que las mujeres, en general, ya no se encuentran entre los “incultos” de la sociedad. Esta interpretación explica por qué Pablo usa a Eva como una analogía en el siguiente contexto: “Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:14). Keener afirma esta posición y sostiene que Eva fue engañada porque “ella no estaba presente cuando Dios dio el mandamiento y, por tanto, dependía de Adán para la enseñanza. En otras palabras, carecía de una educación adecuada, como las mujeres en la iglesia 159

en Éfeso”.2 Asimismo, Grenz comenta: “Tal vez, Pablo sugiera que la creación más tarde de Eva nos da una pista de por qué ella fue engañada. Ella no estuvo presente en el huerto cuando Dios dio a Adán el mandato; por tanto, Eva sirve como una analogía para las mujeres de Éfeso que carecían de educación”.3 En consecuencia, puesto que las mujeres carecían de suficiente educación, muchas habían aceptado falsas doctrinas y extendían la herejía mediante su enseñanza. Así, pues, Pablo está dando una respuesta general a ese problema y separa a las mujeres de la enseñanza por completo. La suposición consiste en que, una vez que las mujeres estén bien formadas y no enseñen falsa doctrina, entonces se les permitirá enseñar en la iglesia. Se puede construir un argumento similar en cuanto a la segunda prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2:12. Además de prohibir a las mujeres que enseñen, también les prohíbe “ejercer dominio sobre el hombre”. Muchos estudiosos sostienen que la palabra traducida como “ejercer autoridad” (NVI) está mejor traducida como “dominar”. En este caso, Pablo no prohíbe a las mujeres el ejercicio de cualquier autoridad en posiciones de liderazgo, sino que se limita a declarar que no es apropiado para una mujer dominar a los hombres de una manera impía, en un intento de apropiarse de más autoridad de la que es debida.

Coherencia en el uso de los argumentos de Pablo tomados del momento de la creación A menudo, aquellos que prohíben a las mujeres ser ancianos citan los argumentos de Pablo que toma de la creación en 1 Timoteo 2:13-14 como la principal defensa de su posición. Sostienen que la prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2:11-12 no puede limitarse culturalmente, ya que Pablo no argumenta a partir de la cultura, sino del momento de la creación. Se comienza a partir del orden de la creación (“Porque Adán fue formado primero, después Eva”) y del orden de rendición de cuentas en la creación (“Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada”). Basado en el razonamiento de Pablo, se concluye que las mujeres no pueden “enseñar o tener autoridad sobre los hombres” en el contexto de la 160

iglesia local. Pero, ¿puede el método anterior de interpretación aplicarse también a 1 Corintios 11:8-9, donde Pablo utiliza argumentos similares sobre la creación para reforzar su posición? En 1 Corintios 11, Pablo demuestra que las mujeres deben tener sus cabezas cubiertas mientras oran o profetizan. Para probar lo que dice, él argumenta, a partir de la creación, que la mujer fue creada del hombre (“porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón”) y para el hombre (“y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del hombre”). Entonces, la pregunta que debe plantearse es si es coherente rechazar la apelación de Pablo de que las mujeres cubran la cabeza y, al mismo tiempo, afirmar su mandamiento de que no enseñen ni tengan autoridad sobre los hombres, ya que en ambos contextos Pablo utiliza prácticamente el mismo razonamiento. Esta aparente contradicción la plantea Keener, cuando escribe: “A pesar de que muchas iglesias utilizan argumentos [del orden de la creación] para exigir la subordinación de las mujeres en todas las culturas, muy pocos aceptan los argumentos de Pablo [en 1 Co. 11:8-9] como válidos para cubrir las cabezas de las mujeres en todas las culturas”.4 Y continúa: El mismo argumento que Pablo usa en un pasaje para prohibir que las mujeres enseñen lo utiliza nuevamente en otro pasaje para argumentar que las mujeres casadas… deben cubrir sus cabezas en el templo. En un pasaje, Pablo no quiere que las mujeres de una congregación determinada enseñen; en el otro pasaje, él quiere que las mujeres de una congregación determinada cubran sus cabezas. Tomamos el argumento como transculturalmente aplicable en un caso, pero no así en el otro. Esto, en efecto, parece muy extraño.5 Keener, sin embargo, no es el único en señalar esta aparente contradicción. En ese mismo sentido Groothuis comenta: “Si la justificación de Pablo del orden de la creación aquí [en 1 Ti. 2:12] hace que la prohibición a las mujeres de enseñar con autoridad sea 161

universal y transcultural, entonces ¿por qué la misma justificación de Pablo para que la mujer cubra la cabeza (1 Co. 11:6-9) no resulta en un requerimiento universal y transcultural para las mujeres en la iglesia?”.6 Por tanto, puesto que las mujeres ya no tienen que cubrirse la cabeza mientras oran, tampoco tienen que atenerse a la prohibición de Pablo de no enseñar o ejercer autoridad sobre los hombres.

El significado de 1 Corintios 14:33-35 En 1 Corintios 14, Pablo escribe: “Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que deben estar sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (vv. 33-35). Este pasaje se usa, a menudo, como evidencia para apoyar la afirmación de que las mujeres no pueden servir como ancianos. Si los ancianos enseñan en la congregación, y si las mujeres deben permanecer en silencio cuando la congregación se reúne, entonces se infiere, naturalmente, que las mujeres no pueden ser ancianos. Tal interpretación, sin embargo, es demasiado simplista. En muchas ocasiones, se observa que Pablo, en efecto, permite que una mujer hable en el templo. Solamente unos pocos capítulos antes, él instruyó a las mujeres que se cubran la cabeza, mientras oran o profetizan (1 Co. 11:5). Es un error, por tanto, interpretar las palabras de Pablo aparte de su contexto más amplio, tanto histórico como literario. Si el contexto literario demuestra que Pablo permitió que las mujeres hablaran, al menos, mientras oran o profetizan, entonces el contexto histórico también nos ayuda a comprender la verdadera intención de la prohibición de Pablo. Tal vez, como muchos partidarios de la igualdad afirman, las mujeres perturbaban, en aquel momento, el culto de adoración. Dado que las mujeres se encontraban en un lado de la congregación, mientras que sus maridos estaban en el otro, similar al arreglo en la sinagoga, estas mujeres sin educación interrumpían el culto porque preguntaban a sus maridos—que estaban sentados a cierta distancia—cuestiones sobre el sermón. O, tal vez, preguntaban a otros hombres que no 162

eran sus maridos. O tal vez simplemente “parloteaban” en voz alta o, incluso, promovían falsas enseñanzas. Independientemente de qué posición es la correcta, la clave es que las mujeres no permitían que el culto de adoración continuara sin interrupción. Como resultado, Pablo exhorta a la congregación a ser ordenada ya que Dios es un Dios de paz y no de confusión. Él, entonces, les dice a las mujeres que permanezcan en silencio y aprendan de sus maridos en casa (en lugar de hacer preguntas que interrumpían el culto de adoración). Así que, mediante sus acciones, las mujeres avergonzaban a la congregación. Otra posible interpretación, aunque un enfoque mucho menos popular, consiste en decir que Pablo no escribió esas palabras en el texto. Gordon Fee, por ejemplo, afirma que las palabras no podrían haber sido escritas por Pablo, sino que debieron de haber sido añadidas posteriormente por un escriba. Fee escribe: “A pesar de que estos dos versículos [1 Co. 14:34-35] se encuentran en todos los manuscritos conocidos… los dos criterios de crítica textual y de probabilidad de transcripción intrínseca se combinan para poner en gran duda su autenticidad”.7 Fee concluye después: “En su conjunto, por tanto, el caso en contra de estos versículos es tan fuerte, y encontrar una solución viable a su significado tan difícil, que parece mejor verlos como una interpolación [es decir, una adición posterior de los escribas]”.8

En resumen En Cristo no hay varón ni mujer (Gá. 3:28). Todos los versículos relacionados con el papel de la mujer deben ser interpretados a la luz de esta verdad. El Nuevo Testamento nos da evidencia de que esta igualdad radical ya se abría paso en la iglesia primitiva. Las mujeres tenían el don de la profecía, se encontraban entre los compañeros de ministerio de Pablo, fueron diaconisas e, incluso, apóstoles. Cuando se dan las prohibiciones que limitan el papel de la mujer en la iglesia, debemos tener en cuenta el contexto histórico en el que se dieron esas prohibiciones. En el contexto de las iglesias en Éfeso y Corinto, mujeres sin educación enseñaban doctrinas falsas y causaban trastornos. Las prohibiciones de Pablo no deben ser entendidas como verdades universales, sino como 163

declaraciones culturalmente condicionadas. En un contexto diferente, como el de hoy, las mujeres tienen buena formación y, por tanto, las prohibiciones de Pablo ya no se aplican. Así, pues, se debe permitir a las mujeres servir como ancianos que enseñan y tienen autoridad sobre los hombres.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué enseña Gálatas 3:28 sobre la posibilidad de que las mujeres sirvan como ancianos? 2. ¿Cuáles son algunas de las formas en que la mujer actuó en tareas de liderazgo en el Nuevo Testamento? 3. ¿Cómo afecta la situación histórica en Éfeso su comprensión de 1 Timoteo 2:11-12? 4. ¿Cree usted que los argumentos de Pablo tomados del momento de la creación en 1 Corintios 11:8-9 nos ayudan a entender mejor sus argumentos similares en 1 Timoteo 2:1314? 5. ¿Por qué Pablo instruye a las mujeres a no hablar en la iglesia en 1 Corintios 14:33-35, pero les permite orar o profetizar en 1 Corintios 11:5? 1. El papel clave de Gá. 3:28 para el punto de vista de igualdad lo podemos ver en Alvera Michelsen, “Egalitarian View: There Is Neither Male nor Female in Christ”, en Women in Ministry: Four Views, ed. Bonnidell Clouse y Robert G. Clouse (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1989), 204-205; Ronald Allen y Beverly Allen, Liberated Traditionalism: Men and Women in Balance (Portland, OR: Multnomah, 1985), 134; Mary Hayter, The New Eve in Christ (Grand Rapids: Eerdmans, 1987), 134; y Paul K. Jewett, Man as Male and Female: A Study in Sexual Relationships from a Theological Point of View (Grand Rapids: Eerdmans, 1975), 142. 2. Craig S. Keener, Paul, Women, and Wives: Marriage and Women’s Ministry in the Letters of Paul (Peabody, MA: Hendrickson, 1992), 116. 3. Stanley J. Grenz con Denise Muir Kjesbo, Women in the Church: A Biblical Theology of Women in Ministry (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1995), 138. 4. Keener, Paul, Women, and Wives, 19. 5. Ibíd. 6. Rebecca Merrill Groothuis, Good News for Women: A Biblical Picture of Gender Equality (Grand Rapids: Baker, 1997), 219. 7. Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1987), 699. 8. Ibíd., 705.

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PREGUNTA 19

¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser ancianos? (Primera parte)

En respuesta a la pregunta anterior, vamos a responder ahora punto por punto las razones que afirman que las mujeres pueden tener el oficio de anciano. Esta respuesta se divide en dos partes. La primera cubrirá las tres primeras razones, y la segunda abarcará las dos últimas; luego haremos un resumen.

El testimonio de Gálatas 3:28 Aunque Gálatas 3:28 habla de la igualdad entre hombres y mujeres ante Dios, eso no quiere decir que esa igualdad disuelva, ahora, todas las diferencias de funciones entre hombres y mujeres. El contexto de Gálatas 3:28 revela que Pablo está explicando que en Cristo todas las personas tienen igualdad de acceso a las promesas de Abraham y a la salvación que esas promesas traen. Sea judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois” (Gá. 3:29). Pablo no sugiere que se hayan eliminado para siempre todas las distinciones de función. Por el contrario, lo que dice es que todos los cristianos, independientemente de raza, condición social o sexo, tienen acceso directo a Dios como hijos e hijas. El hecho de convertirse en un heredero con Cristo de las promesas de Abraham se basa, únicamente, en la fe. Es necesario subrayar que la cuestión que nos ocupa no consiste en la igualdad de la persona. Hombres y mujeres son 165

igualmente amados y valorados por Dios. Ambos están creados a imagen de Dios (Gn. 1:27), y comparten la comisión de ser fecundos y tener dominio sobre la Tierra (Gn. 1:28). Hombres y mujeres son iguales en la redención y en su posición ante Dios. No obstante, eso no significa que la igualdad, en cuanto a la persona, también signifique igualdad en el papel a desempeñar. Esta verdad se ilustra mejor con el ejemplo del Dios trino. Dios es una trinidad. El Padre es Dios. El Hijo es Dios. El Espíritu es Dios. Todos son igualmente Dios. Pero todos los miembros de la Trinidad no tienen el mismo papel o función. Leemos en 1 Corintios 11:3 que “Dios es la cabeza de Cristo”. En su relación, el Hijo se somete voluntariamente a la voluntad del Padre. Como resultado, Dios Padre es la cabeza de Cristo. Más adelante leemos: “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas [a Cristo], entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas [al Padre]” (1 Co. 15:28). El hecho de que el Hijo se someta al Padre no lo hace menos que el Padre, pero enfatiza la relación jerárquica que existe en la Deidad. A pesar de su igualdad en sustancia con el Padre, Cristo mismo se somete al Padre y obedece su voluntad. No obstante, eso no significa que el Padre sea más importante o superior que el Hijo. Ambos son igualmente Dios. De la misma manera, los hombres y mujeres tienen diferentes papeles, pero son iguales ante Dios. Solo porque una mujer se someta a su marido no quiere decir que ella sea inferior a él, del mismo modo que Cristo no es inferior al Padre, aunque Él mismo se somete al Padre.

Las mujeres poseen todos los dones espirituales Las mujeres están maravillosamente dotadas por Dios. Nadie niega ese hecho. La pregunta es si la intención de Dios para las mujeres es que sirvan como ancianos y maestros en la iglesia. Sabemos que algunas mujeres tenían el don de la profecía en la iglesia primitiva (Hch. 21:9; 1 Co. 11:5), pero en 1 Timoteo 2:12, Pablo escribe: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre”. Si las mujeres profetizaban en la congregación—algo que Pablo no prohíbe—se argumenta, pues, que su declaración en 1 Timoteo 2:12 no puede considerarse absoluta. Este tipo de razonamiento, sin embargo, no es 166

convincente, porque supone que la profecía y la enseñanza eran la misma cosa. Wayne Grudem ha demostrado, convincentemente, que la profecía fue una expresión espontánea y, por tanto, distinta de la enseñanza o predicación.1 Towner dice acertadamente: “Hay que señalar que la enseñanza, la actividad prohibida aquí [en 1 Ti. 2:12], y la profecía, una actividad en la que (a juzgar por 1 Co. 11:4) Pablo permitió a las mujeres tomar parte, probablemente no fueran equivalentes”.2 El ejemplo de Priscila, que enseñaba a Apolos como prueba de que las mujeres pueden enseñar a los hombres, también se basa en un razonamiento defectuoso. En primer lugar, el texto no dice que Priscila enseñó a Apolos ella sola, sino que su esposo, Aquila, también estaba con ella (Hch. 18:26). En segundo lugar, la analogía falla porque esta enseñanza no se llevó a cabo en el contexto de un culto de adoración congregacional. La prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2 se da en el contexto de varios pasajes relacionados con la conducta y el procedimiento cuando la asamblea de los creyentes se reúne para adorar juntos.3 Basándose en el contexto, la prohibición de Pablo a las mujeres de enseñar y tener autoridad sobre los hombres se aplica, principalmente, en el contexto del culto de adoración congregacional. Además, los ejemplos de mujeres como compañeras y colaboradoras de Pablo no prueban que ellas puedan ser pastores, porque nadie niega que las mujeres participaran en el ministerio, solamente si tenían la función de pastores o ancianos. Es también discutible si Romanos 16:1 y 1 Timoteo 3:11 se refieren, en realidad, al oficio de diácono (véase pregunta 39). Pero incluso si lo hacen, eso solamente prueba que las mujeres pueden ser diaconisas, no ancianos. También es discutible que Junias fuera un apóstol, el texto puede significar que ella era “muy estimada entre los apóstoles” o “muy estimada por los apóstoles” (Ro. 16:7). La interpretación posterior, que no reconoce a Junias como apóstol, ha sido recientemente defendida por Daniel Wallace y Michael Burer.4 Después de examinar cuidadosamente, en particular, la frase griega (episēmoi + la preposición en) en el griego bíblico, el griego patrístico, papiros, inscripciones, y los textos clásicos y helenísticos, ellos concluyen, de manera convincente, que Pablo usó la forma normal de comunicar el significado exclusivo (es decir, “por los 167

apóstoles”).5

La situación histórica de 1 Timoteo 2:11-12 Al parecer, algunas mujeres causaban conmoción en la iglesia en Éfeso por su elaborada vestimenta y por su deseo de enseñar. Por eso, Pablo escribe a Timoteo y exhorta a las mujeres a vestir con modestia y les prohíbe enseñar y tener autoridad sobre los hombres. En 1 Timoteo 2:13, Pablo nos da la primera razón por la que no permite que la mujer enseñe o tenga autoridad sobre los hombres en el contexto de la iglesia local. Él declara: “Porque Adán fue formado primero, después Eva”. En este texto, Pablo usa el argumento del orden de la creación en el relato de Génesis (especialmente, Gn. 2:7, 22). ¿Por qué utiliza Pablo el texto de Génesis para presentar su caso? El hecho de que Adán fuera creado antes que Eva significa que él es el que tiene autoridad en la relación. En su segunda razón para prohibir a las mujeres que enseñen o tengan autoridad sobre los hombres, Pablo hace una alusión a Eva, la cual fue engañada por la serpiente en el huerto (Gn. 3:6, 13): “y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:14). Los que defienden la igualdad afirman a menudo que el engaño de Eva fue causado por falta de conocimiento (y, por tanto, la falta de “educación”). ¿Pero encaja esa interpretación de 1 Timoteo 2:13-14 con el relato del Génesis? ¿Es realmente la falta de educación entre las mujeres de Éfeso el problema que está en el fundamento de la prohibición de Pablo? Hay, al menos, siete razones por las que debe rechazarse ese punto de vista. En primer lugar, la dependencia de Eva de Adán para la enseñanza no es lo mismo que afirmar que tenía la enseñanza inadecuada. Si Adán le transmitió a su esposa el mandamiento de Dios, ¿no estaba entonces Eva tan informada como Adán? Basándonos en el relato en Génesis, sabemos que Eva había sido instruida por Adán. La serpiente tentó a Eva, diciendo: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3:1). Eva responde con las palabras que Adán le había enseñado: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni 168

le tocaréis, para que no muráis” (Gn. 3:2-3). Está claro que Eva recibió la instrucción de Dios por medio de Adán y, por tanto, estaba tan “enseñada” como él. La cuestión no fue la falta de conocimiento, sino la falta de fe en las promesas de Dios. Por tanto, el engaño de Eva no se basó en su conocimiento pobre o falta de educación, sino en su voluntad de dejar que las palabras de la serpiente tuvieran más influencia sobre sus decisiones que la Palabra de Dios. En consecuencia, la explicación para el engaño de Eva no puede basarse en que Eva sabía o no sabía.6Así, pues, el engaño no está en el hecho de que Eva no tuviera suficiente conocimiento, sino en que a pesar de que sabía, se dejó engañar para, de todos modos, comer. En segundo lugar, si lo que Pablo dice es que Eva pecó con menos conocimiento que Adán, entonces Adán es culpable de un pecado mayor, que no es lo que Pablo está tratando de decir.7 Pablo explica por qué las mujeres en Éfeso no debían enseñar a los hombres. Si el apóstol intenta demostrar que las mujeres no deben enseñar a los hombres, entonces ¿cómo ayuda a su argumento el demostrar que Adán cometió un pecado más grande? Eso parece demostrar lo contrario. En tercer lugar, no hay ninguna prueba en 1 o 2 Timoteo de que las mujeres enseñaban, en realidad, doctrina falsa, porque Pablo jamás identifica a una mujer como un falso maestro. Cita solamente a Himeneo (1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17-18), Alejandro (1 Ti. 1:20) y Fileto (2 Ti. 2:17-18). Aunque menciona que las mujeres fueron desviadas por los falsos maestros (1 Ti. 5:13; 2 Ti. 3:6-7), nunca las menciona como maestras. Por tanto, la posición de que las mujeres estaban enseñando falsa doctrina es altamente especulativa. Por otra parte, en ningún lugar del relato en Génesis se sugiere que Eva le enseñó a Adán. No es convincente argumentar que así como Eva le enseñó a Adán a comer del fruto, trayendo así el pecado a la humanidad, así también las mujeres sin educación en Éfeso enseñaban a los hombres una falsa doctrina, e introducían el pecado en la iglesia. El centro de atención, tanto en Génesis como con Pablo, no se encuentra en que Eva engañó a Adán, sino en que ella fue engañada. En cuarto lugar, si lo que Pablo quería decir es que no se les 169

permitía enseñar a las mujeres porque carecen de educación, ¿por qué no decirlo con esas palabras? Pablo, simplemente, podría haber escrito: “Porque no permito a la mujer enseñar o tener autoridad sobre los hombres, sino que aprenda en silencio, porque las mujeres sin educación tienen más probabilidades de ser engañadas y de enseñar doctrinas falsas”. En cambio, Pablo basa su razonamiento en el orden de la creación. Keener escribe: “Es de suponer que Pablo quiere que [las mujeres] aprendan para que ellas puedan enseñar”.8 Si Pablo quería decir lo que Keener sugiere, entonces comunicó muy mal sus intenciones. En quinto lugar, tenía que haber algunas mujeres “educadas” en Éfeso en el tiempo que Pablo escribió 1 Timoteo. Sabemos por Hechos 18:26 que Priscila mostraba tener buena educación, y es muy probable que ella se encontrara en Éfeso en ese momento, ya que Pablo menciona que estaba allí cuando escribe 2 Timoteo (2 Ti. 4:19). Steve Baugh ha demostrado de forma convincente que es erróneo afirmar que las mujeres fueron consideradas como “sin educación” ya que, normalmente, no alcanzaban niveles altos de educación formal. Basado en su extensa investigación, Baugh indica: “Pocas personas en la antigüedad avanzaban en su educación formal más allá de los niveles de la escuela primaria en la actualidad, lo que incluye a hombres como Sócrates, Sófocles y Herodoto”.9 Además, muchas de las mujeres más ricas participaban de clases privadas. Una razón para esto radica en que mujeres de clase alta necesitaban con frecuencia saber leer y escribir con el fin de administrar sus muchos bienes. A juzgar por la descripción de la manera en que algunas mujeres se vestían con elaborados peinados, oro, perlas y ropa costosas (1 Ti. 2:9; cp. 1 Ti. 6:17-18), y que al menos algunas de las mujeres en la congregación en Éfeso fueron considerados de la clase alta, lo más probable es que algunas de ellas fueran consideradas “cultas”. ¿Quería Pablo hacer una declaración tan radical, la cual eliminaba a todas las mujeres de la enseñanza si algunas estaban realmente bien calificadas?10 Por otra parte, en su discusión sobre cubrirse la cabeza en 1 Corintios 11, Pablo no se limita a ceder y aplacar los dictados de la cultura. Él no afirma que las mujeres no puedan orar y profetizar en absoluto, sino que deben hacerlo de una manera que se mantenga la distinción 170

cultural entre hombres y mujeres. Pero ¿por qué no usa Pablo esta línea de razonamiento en 1 Timoteo 2? ¿Por qué no decirles a las mujeres que pueden enseñar y tener autoridad solamente si lo hacen sin enseñar doctrina falsa? ¿Por qué parece limitar por completo la función pública de las mujeres en 1 Timoteo 2, pero se niega a hacerlo en 1 Corintios 11? Pablo permitirá que la cultura dicte ciertos elementos en su enseñanza cuando son superficiales, como el uso de velos para la cabeza. Él se da cuenta de que algunas cosas no son tan importantes como otras y hará los arreglos necesarios cuando sea posible. Pero, ¿es probable que Pablo prohibiera que las mujeres enseñen o tengan autoridad, simplemente, porque la cultura dice que las mujeres no deben hacer esas cosas, o porque algunas mujeres carecían de educación o enseñaban doctrina falsa? Pablo restringe las libertades o añade ciertos requisitos cuando son “irrelevantes”, pero no parece ser su estilo el hecho de dar un mandamiento de tanto alcance con el fin de acomodar o lidiar con un problema o abuso. En sexto lugar, si la prohibición de Pablo tiene la intención de dirigirse solamente a las mujeres que carecían de educación o enseñaban doctrina falsa, ¿qué pasa con los hombres que entran en esa misma categoría? ¿Hemos de suponer que se les permite enseñar la herejía ya que no son mencionados? Keener concluye que el principio de Pablo “es que aquellos que no entienden las Escrituras y no son capaces de enseñar con precisión no se les debe permitir enseñar a otros”.11 Si la preocupación real de Pablo es que no se enseñe doctrina falsa, entonces ¿por qué el apóstol limita su aplicación a las mujeres? Después de todo, fueron los hombres los culpables de enseñar falsa doctrina (cp. 1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17-18). En séptimo lugar, el argumento de Pablo se basa directamente en la creación. En otras palabras, la apelación de Pablo a la creación de Adán antes que Eva muestra los diferentes papeles que Dios había establecido sobre la base de la creación. El orden de la creación se convierte en la razón por la que Pablo prohíbe a las mujeres enseñar a los hombres. Por tanto, el relato en Génesis da las razones de por qué una mujer no debe enseñar ni tener autoridad sobre el hombre. Se basa en la creación y, por tanto, trasciende las culturas. Algunos insisten, sin embargo, que el contexto favorece la 171

interpretación de que la prohibición para que las mujeres no enseñen ni tengan autoridad sobre el hombre está determinada por la cultura de la época. Por ejemplo, Groothuis afirma: “No es coherente considerar el código de vestimenta en 1 Timoteo 2:9 como relativo a la cultura y, por tanto, temporal, pero las restricciones para el ministerio de la mujer en 2:12 como universal y permanente”.12 Este argumento no tiene en cuenta el contexto de la enseñanza de Pablo, ya que él, claramente, nos da el principio que subyace en su prohibición, cuando dice: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa” (1 Ti. 2:9). Antes de dar las prohibiciones relativas a la cultura, primero da el principio universal detrás de ellos: las mujeres deben vestir con modestia y discreción. Por tanto, a pesar de que las prohibiciones del uso de trenzas, de oro, de perlas y de ropa costosa están relacionadas con la cultura, el principio dicho antes no lo es. Pablo no dice que arreglarse el cabello, usar joyas o llevar vestidos caros está mal. Más bien, él afirma que la modestia y la discreción se deben mantener al tener en cuenta cómo se presenta la persona en público. Es erróneo, entonces, afirmar que el código de vestimenta en 1 Timoteo 2 es cultural, sin reconocer que Pablo nos da un principio transcultural. Además, hay otros ejemplos donde encontramos temas culturales mezclados con los principios transculturales. Apelar simplemente al contexto para analizar un problema cultural, y luego afirmar que el contexto general trata esos problemas no es buena exégesis. Por último, no es probable que la palabra authentein en 1 Timoteo 2:12 signifique “dominar” o “usurpar autoridad”. Baldwin ha demostrado que la frase se traduce mejor de manera positiva, es decir, “ejercer autoridad”.13 Por consiguiente, no puede decirse simplemente que Pablo prohíba que las mujeres dominen a los hombres de una manera impía; antes bien, él les prohíbe el ejercicio de cualquier autoridad en posiciones de liderazgo en la iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuál es la razón teológica de Pablo para afirmar que “no hay ni hombre ni mujer” en Cristo Jesús (Gá. 3:28)? 172

2. ¿Cómo nos ayuda la Trinidad a comprender la distinción entre el papel de la persona y su valor? 3. ¿Cree usted que las mujeres poseen todos los dones espirituales? Si es así, ¿es necesario que todos los oficios en la iglesia estén abiertos a ellas, para que puedan ejercer plenamente esos dones? 4. Si la situación histórica de Éfeso es la razón detrás de las prohibiciones de Pablo en 1 Timoteo 2:11-12, ¿por qué basa Pablo su argumento en la creación (1 Ti. 2:13)? 5. ¿Cómo respondería usted a la idea de que Pablo prohíbe a las mujeres que enseñen y tengan autoridad sobre los hombres porque las mujeres de Éfeso no habían sido debidamente educadas o porque abusaban de su autoridad al tratar de dominar a los hombres?

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2. 3.

4. 5.

Parte del material para esta pregunta está adaptado de un trabajo mío anterior: “Paul’s Arguments from Creation in 1 Corinthians 11:8-9 and 1 Timothy 2:13-14: An Apparent Inconsistency Answered”, JETS 49.3 (2006): 527-548. Véase Wayne Grudem, The Gift of Prophecy in 1 Corinthians (Lanham, MD: University Press of America, 1982);ídem, The Gift of Prophecy in the New Testament and Today, ed. rev. (Wheaton: Crossway, 2000); ídem, “Prophecy—Yes, but Teaching—No: Paul’s Consistent Advocacy of Women’s Participation Without Governing Authority” [JETS 30 (1987): 1-23; contra Anthony C. Thiselton, el cual mantiene que la profecía “no debería estar restringida a la expresión de algunas supuestamente ‘espontáneas’ expresiones verbales”, sino “indica la proclamación pública de la verdad del evangelio y aplicada pastoral y contextualmente a los oyentes” (The First Epistle to the Corinthians, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 2000], 826). Philip H. Towner, The Goal of Our Instruction: The Structure of Theology and Ethics in the Pastoral Epistles, JSNTSup 34 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1989), 215. Así también lo afirma George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1992), 128; Thomas R. Schreiner, “An Interpretation of 1 Timothy 2:9-15: A Dialogue with Scholarship,” en Women in the Church: A Fresh Analysis of 1 Timothy 2:9–15, ed. Andreas Köstenberger, Thomas R. Schreiner, y H. Scott Baldwin (Grand Rapids: Baker, 1995), 113; contra J. M. Holmes, Text in a Whirlwind: A Critique of Four Exegetical Devices at 1 Timothy 2.9–15, JSNTSup 196 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000), 96-97. Véase Daniel B. Wallace y Michael H. Burer, “Was Junia Really an Apostle?”, NTS 47 (2001): 76-91. El punto de vista exclusivo ha sido previamente sostenido por John Murray, The Epistle to the Romans, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1968), 2:229-230; Charles Hodge, A Commentary on Romans, Geneva Series of Commentaries (1835; Carlisle, PA: Banner of Truth Trust, 1989), 449; y R. C. H. Lenski, The Interpretation of St.

173

Paul’s Epistle to the Romans (Minneapolis: Augsburg, 1961), 906-907. 6. Wayne Grudem señala: “Una educación deficiente no puede ser el significado porque la prohibición era muy simple. ¿Cuántos años de educación necesita una persona a fin de entender el significado de ‘mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás’?” (Evangelical Feminism and Biblical Truth: An Analysis of More than One Hundred Disputed Questions [Sisters, OR: Multnomah, 2004], 295). 7. No negamos que Adán, como cabeza representativa de toda la humanidad, fuera culpable de un pecado mayor, (cp. Ro. 5:15-21), sino, simplemente, afirmamos que Pablo no argumenta en este pasaje que Adán no fuera culpable, sino que él contaba con más información que Eva. 8. Craig S. Keener, Paul, Women, and Wives: Marriage and Women’s Ministry in the Letters of Paul (Peabody, MA: Hendrickson, 1992), 112. Rebecca Merrill Groothuis también declara: “En otras palabras, la intención de la ilustración es que, a fin de evitar el engaño y el serio error, aquellos que carecen de instrucción en la Palabra de Dios (como Eva y las mujeres efesias) deben ceder ante la experiencia de aquellos que están mejor instruidos (como Adán y los líderes masculinos de la iglesia en Éfeso). Por tanto, la intención de Pablo, al referirse a Adán y Eva, no quiere decir que las mujeres, en general, deban someterse a la autoridad espiritual de los hombres, sino que las mujeres—y, en principio, los hombres también—que no tienen entendimiento espiritual adecuado deben ceder ante aquellos que sí lo tienen y aprender de ellos” (Good News for Women: A Biblical Picture of Gender Equality [Grand Rapids: Baker, 1997], 222). 9. S. M. Baugh, “A Foreign World: Ephesus in the First Century,” en Women in the Church, 46. 10. Schreiner dice: “Una prohibición que afecta solo a las mujeres parece ser razonable solamente si todas las mujeres en Éfeso eran engañadas por la falsa doctrina” (“An Interpretation of 1 Timothy 2:9-15”, 112). Grudem añade: “Incluso si algunas mujeres estaban enseñando falsa doctrina en Éfeso, ¿por qué habría de llevar eso a Pablo a prohibir a todas las mujeres que enseñen? No sería justo ni coherente hacerlo” (Evangelical Feminism, 287). Además, cuando Pablo da los requisitos para los maestros varones en 1 Timoteo 3, él ni siquiera menciona la necesidad de una formación adecuada. 11. Keener, Paul, Women, and Wives, 120. 12. Groothuis, Good News for Women, 214. 13. Véase H. Scott Baldwin, “A Difficult Word: en 1 Timothy 2:12”, en Women in the Church, 65-80.

174

PREGUNTA 20

¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser ancianos? (Segunda parte) Coherencia en el uso de los argumentos que Pablo hace de la creación El texto principal que prohíbe a las mujeres servir como ancianos es 1 Timoteo 2:12, donde Pablo afirma que las mujeres no deben enseñar ni tener autoridad sobre los hombres. Se argumenta que este versículo no puede limitarse en su aplicación al contexto de la iglesia en Éfeso, porque Pablo basa su afirmación no en la cultura, sino en la creación (1 Ti. 2:13-14). Pero, como vimos anteriormente (pregunta 18), algunos señalan una (aparente) contradicción porque en 1 Corintios 11:5 Pablo enseña que las mujeres deben cubrir su cabeza mientras oran o profetizan, una enseñanza que se basa también en la creación (1 Co. 11:8-9). A pesar de que ambas declaraciones de Pablo se basan en la creación, las mismas personas, que insisten en aceptar 1 Timoteo 2:12 en el contexto de la iglesia moderna, se apresuran a descartar 1 Corintios 11:5. Los siguientes comentarios son una respuesta a esta aparente contradicción. A partir de la evidencia que encontramos en 1 Corintios, parece que los corintios basaban su cristianismo en una visión errónea de la espiritualidad, causada por la aceptación excesiva de una escatología extrema.1 Esta enseñanza afirma que el reino de Dios ha llegado en toda su plenitud y, por tanto, rechaza la idea de que el reino “todavía no” ha llegado plenamente. Como resultado, la 175

verdadera cuestión en juego en 1 Corintios 11 consiste en algo más que cubrirse la cabeza. El tema más importante es el deseo de los corintios de eliminar las diferencias de género y de funciones dadas en la creación.2 Debido a su énfasis en la escatología extrema, algunas mujeres querían minimizar o eliminar la distinción entre los géneros y ser, ahora, como los ángeles (Mt. 22:30). De este modo, buscaban hacer valer su nueva libertad, al hacer caso omiso de una costumbre cultural común (es decir, que la mujer se cubriera la cabeza durante la adoración), algo que la sociedad consideraría vergonzoso.3 La posición de los corintios se había visto fortalecida por la mala aplicación de la enseñanza de Pablo de que hombres y mujeres son iguales en Cristo (cp. Gá. 3:28). Por tanto, la principal preocupación de Pablo no consiste en que la mujer se cubriera la cabeza, ya que eso no era más que una manifestación cultural exterior de una verdad inmutable: que Dios creó a hombres y mujeres diferentes, y esa distinción no se elimina cuando nos convertimos en cristianos. En defensa de la necesidad actual de distinciones de género y de función y, por tanto, de cubrirse la cabeza, Pablo ofrece tres argumentos. Argumenta a partir de la creación (1 Co. 11:7b-9), de la naturaleza (vv. 14-15) y de la práctica (v. 16). El argumento más importante, y el que más nos interesa, es su argumento basado en la creación. En 1 Corintios 11:7-9, Pablo escribe: “Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”. Primero, Pablo nos da la razón por la que un hombre no debe cubrirse la cabeza: él es imagen y gloria de Dios (v. 7). Al tratar de explicar esta afirmación, Pablo alude en el versículo 8 al relato de la creación en Génesis 2:21-23, donde se registra que Eva fue creada después que Adán. En 1 Corintios 11:9, Pablo nos da una prueba más de que la mujer es la gloria del hombre, al aludir al pasaje de Génesis 2:18. Este texto indica claramente que Eva fue creada para ser ayuda idónea de Adán. Es absolutamente crucial para comprender el uso de los argumentos de Pablo desde la creación, en 1 Corintios 11:8-9, 176

observar que él no usa directamente estos versículos para defender el caso de que es necesario que las mujeres se cubran la cabeza cuando oran o profetizan. En otras palabras, Pablo no dice: “Una mujer debe tener la cabeza cubierta cuando ora o profetiza. El hombre no viene de la mujer, sino la mujer del hombre y el hombre no fue creado para la mujer sino la mujer para el hombre”. Al contrario, Pablo usa el relato de la creación en Génesis para afirmar su anterior declaración de que “la mujer es la gloria del hombre”. Incluso en el versículo 7, cuando Pablo explica por qué un hombre no debe cubrirse la cabeza (“pues él es imagen y gloria de Dios”), el enfoque no es tanto que cubrirse la cabeza sea, en sí, malo, sino la vergüenza que ocasiona. Por tanto, es engañoso e inexacto decir que Pablo usa un argumento de la creación para afirmar la necesidad de las mujeres de cubrirse la cabeza. En cambio, Pablo usa el relato de la creación para demostrar las diferencias entre hombres y mujeres que Dios estableció desde el principio, y violar esas distinciones ocasiona vergüenza, en lugar de gloria. Al cubrir la cabeza, el hombre trae vergüenza para Cristo (pues el hombre es imagen y gloria de Dios), y la mujer, al no cubrir la cabeza, avergüenza al hombre (ya que la mujer es gloria del hombre). La posición de que la preocupación principal de Pablo en este pasaje es el género y las distinciones de función se apoya en una serie de pistas encontradas en el contexto de este pasaje. En primer lugar, el hecho de que Pablo presente sus argumentos como lo hace, tiene poco sentido si cubrir la cabeza es la principal preocupación de Pablo. En el versículo 3, Pablo comienza diciendo: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Parece obvio que aquí hay algo más importante que está en juego, debido a que el apóstol explica la relación funcional entre hombre y Cristo, mujer y hombre, y Cristo y Dios. En su relación, el hombre tiene autoridad sobre la mujer, así como Cristo tiene autoridad sobre el hombre y Dios Padre tiene autoridad sobre Cristo. Con base en la comprensión de que “cabeza” se refiere a “autoridad sobre”, parece probable que el problema de fondo consista no solo en las distinciones de género, sino también en distinciones de función.4 Funcionalmente, la esposa está bajo la autoridad de su marido y, por 177

tanto, tiene que demostrar su sumisión al llevar la cabeza cubierta. En segundo lugar, la comparación de Pablo entre una mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta y una mujer con un corte masculino de pelo también significa que el problema principal que está en juego es el género y distinciones de función, y no solo el uso de un trozo de tela sobre la cabeza. En 1 Corintios 11:6, Pablo explica: “Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra”. Así como es malo que una mujer borre las distinciones de género mediante el uso del peinado masculino, también está mal que una mujer difumine las distinciones al no cubrir su cabeza mientras ora o profetiza. Pablo insiste en esta analogía, al afirmar que si una mujer quiere deshonrarse a sí misma y a su marido, al llevar el peinado de un hombre, entonces podría hacer la tarea completa y afeitarse la cabeza. En tercer lugar, el argumento de Pablo de la naturaleza en los versículos 14 y 15 también sugiere que el género y los papeles distintivos diseñados por Dios en la creación están a la vista. En estos versículos leemos: “La naturaleza misma, ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, para la mujer, dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello”. Al hablar de la “naturaleza”, Pablo no se está refiriendo a “convenciones sociales” o culturales, sino al designio de Dios en la creación (cp. Ro. 1:26-27). Dios creó a la mujer para tener el pelo más largo que el hombre, y, por tanto, la naturaleza nos enseña que no es apropiado para un hombre tener el pelo largo y, así, asemejarse a una mujer. Entonces, el argumento de la naturaleza, utilizado por Pablo, no demuestra directamente que las mujeres deban cubrirse la cabeza, sino que las diferencias entre hombres y mujeres forman parte del diseño de Dios en la creación. Dado que las diferencias entre hombres y mujeres forman parte del plan de Dios es, sin embargo, imperativo que las mujeres de Corinto se cubran la cabeza. En cuarto lugar, en el versículo 16 Pablo declara: “Nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”. De acuerdo con Pablo, el uso del velo para cubrirse la cabeza no se limitaba a la iglesia en Corinto, sino que era una costumbre en todas las iglesias 178

en el mundo greco-romano. Esa costumbre universalmente aceptada sugiere la presencia de un principio fundamental que rige la necesidad de tal práctica. Por último, es importante tener en cuenta el carácter pasivo de un velo para cubrirse la cabeza. Por su propia función, cubrirse la cabeza era un signo o símbolo que apuntaba a una realidad mayor.5 En el versículo 10 Pablo llama a cubrirse la cabeza un “símbolo de autoridad”. Eso no tenía ningún significado en sí mismo, sino que era una expresión concreta de una verdad intangible. Por tanto, lo que le interesa a Pablo no es cubrirse la cabeza en sí. Más bien, le importa el significado que transmite el acto de cubrirse la cabeza. El argumento de Pablo es, pues, que las mujeres deben cubrirse la cabeza cuando oran o profetizan a causa de un problema subyacente más importante: Dios creó diferentes a hombres y mujeres, y no debemos tratar de eliminar esas distinciones.6 Como se ha demostrado, los argumentos de Pablo desde la creación en 1 Corintios 11:8-9 no se dan directamente para mandar que las mujeres usen velo para cubrirse la cabeza. Por el contrario, sus argumentos, a partir de la creación, se dan para probar, o mejor explicar, cómo el hombre es imagen y gloria de Dios y cómo la mujer es la gloria del hombre. Es decir, Pablo utiliza el argumento de la creación para demostrar que las diferencias de género y de funciones entre hombres y mujeres están basadas en el diseño de Dios en la creación. Por tanto, las mujeres cristianas no están obligadas a cubrirse la cabeza en la actualidad cuando oran, porque el símbolo de una mujer con la cabeza cubierta es diferente hoy de lo que era durante la época de Pablo. En consecuencia, el argumento de Pablo de la creación está relacionado, solo de manera indirecta, con la necesidad de cubrirse la cabeza. Sin embargo, la verdad transcultural que apuntala la amonestación de Pablo es válida para nosotros en la actualidad. Las mujeres han sido creadas diferentes de los hombres, y esa distinción debe mantenerse en la iglesia y en la familia. Por el contrario, los argumentos de Pablo desde la creación en 1 Timoteo 2:13-14 siguen directamente a la prohibición de que las mujeres no enseñen o tengan autoridad sobre los hombres. En consecuencia, es mejor considerar los versículos 13 y 14 como la base para esa prohibición y, por tanto, es transcultural. 179

Por tanto, el mandato de que las mujeres no enseñen ni tengan autoridad sobre los hombres debe ser reconocido en la iglesia actual.

El significado de 1 Corintios 14:33-35 Aquellos que dicen que las mujeres pueden y deben ser ancianos tienen razón al señalar que la declaración de Pablo en 1 Corintios 14:33-35 no puede ser absoluta. Como ya se indicó, Pablo enseña claramente que las mujeres podían orar y profetizar durante el culto de adoración (1 Co. 11:5). Sin embargo, la posición de que la prohibición de Pablo se dio porque las mujeres alteraban, de alguna manera, el culto en el templo sigue siendo poco convincente. Por el contrario, existe un argumento contundente para la posición de que la prohibición de Pablo se relaciona con el contexto inmediato de juzgar el contenido de las profecías dadas durante el servicio. En los versículos anteriores, Pablo dice que mientras las profecías se dan “los demás juzguen” lo que se dice (1 Co. 14:29). Más adelante agrega: “Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (1 Co. 14:32). Es en este contexto—mientras se juzgan las profecías—las mujeres deben permanecer en silencio. Este principio es coherente con lo que Pablo dice en 1 Timoteo 2:11-12, porque juzgar a los profetas se consideraba ejercer autoridad sobre los hombres. El principio de que las mujeres no pueden juzgar el contenido de las profecías dadas, sino que debe permanecer en silencio, no se basa en la cultura. Pablo afirma que el principio es transcultural y es la práctica de “todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14:33). El principio no es tanto el silencio, sino la sumisión (1 Co. 14:34). Además, Pablo apela a las Escrituras (la “Ley”) para defender la práctica (1 Co. 14:34). Al basar su argumentación en las Escrituras, el razonamiento de Pablo parece ir en contra de la idea de que aquello no es más que una orden temporal en función de una circunstancia local. Más bien, él dice lo que significa para las mujeres ser sumisas en el contexto del culto de adoración.

En resumen 180

En las últimas dos preguntas hemos ofrecido una respuesta a la opinión que afirma que se debe permitir a las mujeres ser ancianos. Además de las respuestas dadas anteriormente, se pueden dar otras razones en apoyo de los hombres como los indicados para ser ancianos. Primero, Jesús mismo era un hombre. Este hecho no fue simplemente una elección al azar, sino una necesidad teológica. Jesús era el “último Adán” o el “segundo hombre” que, como Adán, actuó como representante en nombre de otros (Ro. 5:12-21; 1 Co. 15:45, 47). Como Rey de Israel, Él tenía que ser hijo primogénito del linaje de David, y como Señor del universo, su liderazgo requiere que Él sea hombre (Gn. 2:20-23, 1 Co. 11:3). Segundo, cuando Jesús escogió a doce líderes, o “apóstoles”, para que lo acompañaran, Él eligió, a propósito, a doce hombres. Algunos críticos afirman que Jesús no hacía otra cosa que ser complaciente con la cultura de su tiempo, ya que habría sido culturalmente inapropiado que él eligiera mujeres. Pero esta suposición no puede defenderse porque Jesús actuó, a menudo, en formas que fueron contraculturales. Si la obra de redención de Jesús suprime todas las distinciones de género, entonces habría sido apropiado para Él elegir a algunas mujeres como apóstoles para significar este resultado previsto. Incluso, si hubiera elegido una sola mujer para ser apóstol, Jesús podía haber demostrado al mundo que algún día eliminaría todas las distinciones de género. En su lugar, después de pasar la noche en oración con su Padre celestial (Lc. 6:12), Jesús llamó a doce hombres para dirigir la iglesia después de su resurrección y ascensión. Más tarde, cuando los apóstoles necesitaron reemplazar a Judas como el duodécimo apóstol, los dos únicos que fueron considerados para el puesto eran hombres (Hch. 1:23). La iglesia primitiva también siguió el ejemplo de Jesús en el nombramiento de siete hombres para establecer un organismo oficial de siervos que podrían ayudar a los apóstoles en el cuidado de las viudas de la congregación (Hch. 6:1-6). Tercero, a lo largo de todo el Nuevo Testamento, está claramente establecido el liderazgo masculino en la familia. Pablo, por ejemplo, afirma repetidamente el liderazgo masculino en la relación matrimonial.

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Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo (Ef. 5:22-24). Del mismo modo, afirma: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Col. 3:18). Más tarde, Pablo exhorta a las mujeres mayores a que “enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de la casa, buenas, sujetas a sus maridos” (Tit. 2:4-5). Pedro también afirma el liderazgo masculino. Él escribe: Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas… Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza (1 P. 3:1, 3-6). Todo el Nuevo Testamento presenta una voz unida para enseñar el liderazgo masculino en el matrimonio y la familia. Este principio también se extendió a la familia de la iglesia en general. De hecho, Pablo llama a la iglesia “la casa de Dios” (1 Ti. 3:15). En la enumeración de las cualidades de un anciano, Pablo, simplemente, da por sentado que la posición es solamente para hombres. Indica que un anciano debe ser “marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2; Tit. 1:6) y “debe gobernar bien su propia casa” (1 Ti. 3:4). No hay ningún indicio en el contexto de que las mujeres 182

cumplan los requisitos para servir como ancianos. Por estas razones, es mejor que el cargo de anciano en la iglesia se limite a los hombres.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo afectó la escatología de los corintios su punto de vista sobre hombres y mujeres? 2. ¿Qué evidencia existe para apoyar la idea de que las distinciones de género y de función son los temas subyacentes en la discusión de Pablo acerca de cubrirse la cabeza en 1 Corintios 11:2-16? 3. ¿Cuál cree usted que es la mejor explicación de por qué Pablo prohíbe a las mujeres hablar en 1 Corintios 14:33-35? 4. ¿Cuál es el principio fundamental de esta prohibición (cp. 1 Co. 14:33)? 5. ¿Cree usted que el hecho de que los discípulos de Jesús eran hombres y que la Biblia enseña el liderazgo masculino en la familia apoyan el liderazgo masculino en la iglesia?

Parte del material para esta pregunta está adaptado de un trabajo mío anterior: “Paul’s Arguments from Creation in 1 Corinthians 11:8-9 and 1 Timothy 2:13-14: An Apparent Inconsistency Answered”, JETS 49.3 (2006): 527-548. 1. Véase Anthony C. Thiselton, “Realized Eschatology at Corinth”, NTS 24 (1978): 510526; Philip H. Towner, The Goal of Our Instruction: The Structure of Theology and Ethics in the Pastoral Epistles, JSNTSup 34 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1989), 33-36; Fee, First Epistle to the Corinthians, 498; ídem, “Praying and Prophesying in the Assemblies: 1 Corinthians 11:2-16”, en Discovering Biblical Equality: Complementarity Without Hierarchy, eds. Ronald W. Pierce, Rebecca Merrill Groothuis, y Gordon D. Fee (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004), 158-159; y Jason David BeDuhn, “Because of the Angels’: Unveiling Paul’s Anthropology in 1 Corinthians 11”, JBL 118 (1999): 317-318. 2. Thomas R. Schreiner resume: “El principio fundamental es que los sexos, aunque iguales, son diferentes”. Luego continua: “Ahora, en el primer siglo, no usar un velo para cubrirse significaba enviar una señal a la congregación de que la mujer rechazaba la autoridad del liderazgo masculino. Pablo estaba preocupado por este tema solamente por el mensaje que enviaba a la gente en esa cultura” (“Head Coverings, Prophecies, and the Trinity: 1 Corinthians 11:2–16” [Cubrirse la cabeza, profecías y la Trinidad: 1 Corintios 11:2-16] en Recovering Biblical Manhood and Womanhood: A Response to Evangelical Feminism [Recuperemos la masculinidad y

183

3. 4.

5. 6.

femineidad bíblicas: Una respuesta al feminismo evangélico], editado por John Piper y Wayne Grudem [Wheaton, IL: Crossway, 1991], 138). Para un estudio sobre la mujer y el acto de cubrirse la cabeza, véase Craig S. Keener, Paul, Women, and Wives: Marriage and Women’s Ministry in the Letters of Paul, (Peabody, MA: Hendrickson, 1992), 22-31. Para el argumento de que el término “cabeza” debe entenderse como “autoridad sobre”, véase Wayne A. Grudem, “Does Kephalē Mean ‘Source’ or ‘Authority Over’ in Greek Literature? A Survey of 2,336 Examples”, TJ 6 (1985): 38-59; ídem, “Appendix 1: The Meaning of Kephalē (‘Head’): A Response to Recent Studies”, en Recovering Biblical Manhood and Womanhood, 425-468; ídem, “The Meaning of Kephalē, (‘Head’): An Evaluation of New Evidence, Real and Alleged”, JETS 44 (2001): 25-65 (también en ídem, Evangelical Feminism and Biblical Truth: An Analysis of More than One Hundred Disputed Questions [Sisters, OR: Multnomah, 2004], 552–599). Grudem comenta correctamente: “Todos los intérpretes están de acuerdo en que cubrirse la cabeza era un símbolo de otra cosa, y que Pablo estaba preocupado con ese tema, debido a lo que el símbolo significaba” (Evangelical Feminism, 333). Schreiner resume: “Por tanto, podemos concluir que Pablo quiere que las mujeres se cubran la cabeza mientras oran o profetizan porque hacer lo contrario sería confundir los sexos y dar la vergonzosa impresión de que las mujeres se comportan como hombres”. Luego agrega que “cubrir la cabeza refleja el plan de relaciones pensado para el hombre y la mujer” (“Head Coverings,” 131).

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Sección C Preguntas relacionadas con la pluralidad de ancianos

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PREGUNTA 21

¿Debe tener cada iglesia pluralidad de ancianos?

El concepto de un liderazgo compartido es un tema común en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el liderazgo fue compartido por los ancianos de Israel. En el Nuevo Testamento, Jesús eligió a doce apóstoles para dirigir la iglesia. Además, la iglesia primitiva nombró a siete hombres para ayudar a los apóstoles en el cuidado de las viudas de la iglesia (Hch. 6:1-6). Este modelo de pluralidad continuó con el establecimiento de los ancianos cristianos.

Evidencia de la pluralidad en Hechos La primera mención sobre los ancianos cristianos aparece en Hechos 11:30, donde leemos que la iglesia en Antioquía envió a Bernabé y Pablo a los ancianos en Jerusalén con una ofrenda para ayudar en la lucha contra el hambre. Más adelante, en Hechos 15, se hace referencia a los ancianos junto con los apóstoles en el contexto del Concilio de Jerusalén. A semejanza de los apóstoles, los ancianos formaban un cuerpo de liderazgo colectivo. En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé predicaron el evangelio en Asia Menor, especialmente, en las ciudades de Antioquía, Iconio, Listra y Derbe. En su viaje de regreso, Lucas nos dice que “constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23). En este versículo, se nos dice específicamente que se nombró una pluralidad de ancianos. Aunque la iglesia había sido recientemente establecida, Pablo y Bernabé creían que era importante que cada congregación contara con más de un líder espiritual. A pesar de que Lucas menciona solo en Hechos 14:23 que Bernabé y Pablo 186

nombran a “ancianos”, es probable que este fuera el procedimiento habitual del apóstol. Ramsay comenta: “Es evidente, por tanto, que Pablo constituyó ancianos en todas partes en cada nueva congregación; y en nuestra hipótesis en cuanto a la expresión precisa y metódica del historiador [es decir, Lucas], tenemos la obligación de inferir que este primer caso debe considerarse como representativo de la forma de proceder en todos los casos posteriores. Cuando Pablo encomendó a Tito [Tit. 1:5] nombrar ancianos en cada ciudad de Creta, él, sin duda, pensaba en el mismo método que él practicó aquí”.1 Del mismo modo, Lightfoot escribe: “En este primer viaje misionero se describe a los apóstoles Pablo y Bernabé designando presbíteros en cada iglesia. Esa misma regla se aplicó, sin duda, en todas las comunidades cristianas fundadas más tarde, pero se menciona aquí y solo aquí, porque el modo de proceder en esta ocasión sería suficiente para indicar el modelo de trabajo misionero de los apóstoles en otros lugares, en circunstancias similares”.2 Al final de su tercer viaje misionero, Pablo “hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hch. 20:17). Juntos, Pablo exhortó a estos ancianos a “apacentar la iglesia de Dios” (Hch. 20:28). Muchos concluyen que puesto que se menciona a la iglesia en Éfeso en singular (es decir, no a las iglesias en Éfeso), solo había una comunidad de creyentes en Éfeso, que era gobernada por una pluralidad de líderes. Strauch, por ejemplo, comenta: “La lectura natural del pasaje, entonces, indica que hay una iglesia en Éfeso y un cuerpo de ancianos para supervisarla”.3 Algunos, sin embargo, han argumentado que la iglesia en Éfeso pudo haber tenido un círculo de iglesias similares a Roma o Corinto. Por ejemplo, Carson declara: “Una pluralidad de ancianos, aunque no fuera un mandato, parece haber sido común y, tal vez, la norma”, y luego añade: Por otro lado, se utiliza solo “iglesia” (ekklēsia en singular) para la congregación de todos los creyentes en una ciudad, nunca “iglesias”; leemos acerca de las iglesias en Galacia, pero se habla de la iglesia en Antioquía, Jerusalén o Éfeso. Así, es posible, aunque no seguro, que un anciano solamente ejerciera autoridad en relación con 187

un grupo en una casa, el cual, en algunos casos, formaba parte de la iglesia en toda la ciudad, por lo que el anciano individual sería, sin embargo, uno de los muchos ancianos de la “iglesia” en toda la ciudad tomada en conjunto.4 A pesar de que la situación que describe Carson fue, sin duda, posible, el Nuevo Testamento no indica nunca que una sola congregación fuera gobernada por un anciano, por lo que no parece prudente basar nuestras prácticas en tales especulaciones.

La evidencia de pluralidad en el resto del Nuevo Testamento El texto de Lucas encaja bien con el testimonio de Pablo de que cada iglesia era dirigida por una pluralidad de ancianos. Pablo escribe al joven Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Cuando Pablo escribe a la iglesia en Filipos, él, en particular, saluda a los “obispos y diáconos” (Fil. 1:1). Aunque el término para ancianos no se utiliza en este contexto, ya hemos demostrado que los términos griegos para ancianos y obispos se refieren al mismo grupo de personas (véase pregunta 9). Más tarde, Pablo encarga a Tito que “[estableciese] ancianos en cada ciudad” (Tit. 1:5). Al final de su ministerio, Pablo todavía creía en la necesidad de establecer un cuerpo de ancianos en la iglesia local. La práctica de tener una pluralidad de ancianos también se encuentra de forma coherente en los escritos no paulinos del Nuevo Testamento. Santiago, el hermano del Señor, plantea la pregunta: “¿Está alguno enfermo entre vosotros?” Su respuesta es: “Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (Stg. 5:14). Una vez más, hay que señalar que la persona enferma tiene que llamar a los “ancianos” (plural) de la “iglesia” (singular). Por último, el apóstol Pedro exhorta a los “ancianos” entre los creyentes esparcidos en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 P. 5:1). En casi todas las referencias en el Nuevo Testamento, el 188

término “ancianos” se encuentra en plural. Sin embargo, hay algunas excepciones. En 1 Timoteo 5:19, Pablo dice: “Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos”. En este versículo se usa la forma singular, no porque la iglesia en Éfeso tuviera solo un anciano, sino porque el contexto se refiere a acusaciones presentadas en contra de un anciano individual. El versículo 17 menciona claramente que existía una pluralidad de ancianos en la iglesia en Éfeso. Los otros dos casos de la forma singular se producen en las dos últimas epístolas de Juan, donde Juan se describe a sí mismo como “el anciano” (2 Jn. 1; 3 Jn. 1). En este caso, hay que usar el singular debido a que el título se utiliza como una designación personal (cp. 1 P. 5:1, donde Pedro se define como “yo anciano también con ellos”). También existen otros términos que se utilizan para describir la pluralidad de los líderes de la iglesia. Pablo exhorta a los corintios a que se “sujeten” a la familia de Estéfanas “y a todos los que ayudan y trabajan” (1 Co. 16:15-16). En su primera carta a la iglesia en Tesalónica, Pablo ruega a los creyentes a que “[reconozcan] a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan” (1 Ts. 5:12). Aunque no se menciona a los “ancianos”, queda claro que aquellos a los que Pablo se refiere eran los líderes espirituales de la congregación que realizaban funciones de anciano. Por último, el autor de Hebreos también indica que la iglesia, a la que él escribe, estaba dirigida por una pluralidad de pastores. En Hebreos 13:7, el autor dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la Palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”. Luego, exhorta a la congregación, y escribe: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” (He. 13:17). Al terminar su carta, añade: “Saludad a todos vuestros pastores, y a todos los santos” (He. 13:24). En cada caso, el autor se refiere a una pluralidad de líderes.

En resumen La evidencia del Nuevo Testamento indica que cada iglesia tenía una pluralidad de ancianos. No existe ningún ejemplo en el Nuevo Testamento de un anciano o pastor que dirigiera una 189

congregación como el líder único o principal. Había una pluralidad de ancianos en las iglesias en Jerusalén (Hch. 11:30), Antioquía de Pisidia, Listra, Iconio y Derbe (Hch. 14:23), Éfeso (Hch. 20:17; 1 Ti. 5:17); Filipos (Fil. 1:1), las ciudades de Creta (Tit. 1:5), las iglesias de la dispersión a las que escribió Santiago (Stg. 5:14), las iglesias de las provincias romanas de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 P. 5:1), y, posiblemente, la iglesia (o iglesias) a la que fue dirigida el libro de Hebreos (He. 13:7, 17, 24). Basándose en esta evidencia, Grudem escribe: “En primer lugar, en ningún pasaje leemos que una iglesia, no importa cuán pequeña fuera, tuviera solo un anciano. El modelo constante del Nuevo Testamento consiste en una pluralidad de ancianos en ‘cada iglesia’ (Hch. 14:23) ‘y en cada ciudad’ (Tit. 1:5). En segundo lugar, no observamos una diversidad de formas de gobierno en la iglesia del Nuevo Testamento, sino un patrón unificado y coherente, en el que se observa que, en cada iglesia, había ancianos que la gobernaban y la cuidaban (Hch. 20:28; He. 13:17; 1 P. 5:2-3)”.5 Strauch también afirma: “En el nivel de la iglesia local, el Nuevo Testamento claramente da testimonio de un modelo persistente sobre el hecho de compartir el liderazgo pastoral. Por tanto, el liderazgo, mediante una pluralidad de ancianos, es una práctica bíblica sólida”.6 Marshall también comenta: “La imagen que surge de los pasajes relevantes (Fil. 1:1; Hch. 20:17, 28; 14:23; 16:4) sugiere una pluralidad de líderes en una iglesia”.7 Sin embargo, es a menudo difícil aplicar esta enseñanza bíblica en nuestro contexto actual. Muchos argumentan que, incluso, si se puede demostrar que las iglesias del Nuevo Testamento tenían una pluralidad de ancianos, eso no significa necesariamente que las iglesias de hoy deban seguir ese paradigma. Algo que se describe en la Biblia es diferente a algo que se prescribe. Lo primero explica lo que sucedió en la historia, lo segundo nos exhorta a hacer algo. No obstante, una vez que salimos del modelo bíblico de ancianos, dejamos el fundamento seguro del precedente apostólico y comenzamos a vagar por el desierto del pragmatismo.

Preguntas para la reflexión 190

1. ¿Qué versículos del Nuevo Testamento demuestran que en las primeras iglesias había una pluralidad de ancianos? 2. ¿Cómo explicamos los pocos versículos que hablan de un “anciano” en singular (véanse 1 Ti. 5:19; 1 P. 5:1, 2 Jn. 1; 3 Jn. 1)? 3. En Hechos 14:23 leemos que Pablo nombró ancianos en las iglesias de Asia Menor (es decir, Antioquía, Iconio, Listra y Derbe). A pesar de que no leemos que Pablo nombrara ancianos en otras iglesias, ¿qué evidencia existe en Hechos de que en otras iglesias había ancianos? 4. Si cada congregación en la iglesia del primer siglo tenía una pluralidad de ancianos, ¿cree usted que nuestras iglesias deben hacer lo mismo? 5. ¿Por qué cree usted que es útil tener una pluralidad de ancianos? 1. William M. Ramsay, St. Paul the Traveller and the Roman Citizen, 2a ed. (New York: G. P. Putnam’s Sons; London: Hodder and Stoughton, 1896), 121. 2. J. B. Lightfoot, St. Paul’s Epistle to the Philippians (London: Macmillan, 1881), 193. 3. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 143. 4. D. A. Carson, “Church, Authority in the”, EDT, ed. Walter E. Elwell (Grand Rapids: Baker, 1984), 229. 5. Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine, (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 913. 6. Strauch, Biblical Eldership, 37. 7. I. Howard Marshall, A Critical and Exegetical Commentary on the Pastoral Epistles, en colaboración con Philip H. Towner, ICC (Edinburgh: T and T Clark, 1999), 153.

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PREGUNTA 22

¿Cuántos ancianos debería tener una congregación?

La Biblia no especifica un número determinado de ancianos que debería dirigir cada congregación local. En la pregunta anterior, argumentamos que una pluralidad—al menos dos ancianos—fue el patrón de las primeras congregaciones. Para continuar con nuestro análisis sobre la pluralidad, solamente contamos con la sabiduría divina y el sentido común. Antes de presentar varios métodos para determinar el número de ancianos de una congregación, conviene hacer unas observaciones preliminares. Primero, es importante que cada anciano tenga un gran deseo de servir en ese oficio. Pablo nos informa que es algo muy noble aspirar al cargo de anciano (1 Ti. 3:1). Del mismo modo, Pedro nos dice que los ancianos deben apacentar el rebaño de Dios no por fuerza, sino voluntariamente (1 P. 5:2). Nadie debería servir como anciano por sentimientos de culpa, porque fue propuesto, o porque recibió el mayor número de votos. Para ser eficaz, un anciano debe amar y disfrutar del duro trabajo de apacentar el rebaño. Segundo, debemos recordar que el oficio de anciano es un llamamiento. Pablo les dice a los ancianos de la iglesia en Éfeso: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hch. 20:28, cursivas añadidas). Pablo pudo haber sido el que nombró e instaló a esos hombres en el cargo, pero, en última instancia, fue Dios quien los llamó a servir en su iglesia. Del mismo modo, se lee en la carta de Pablo a la iglesia en Éfeso, que el Cristo ascendido “constituyó a unos… pastores y maestros” (Ef. 4:11). Los pastores, o ancianos, son un don de Cristo a su iglesia. Por tanto, 192

desde una perspectiva, una iglesia debe nombrar a tantos ancianos como Dios le da a una congregación local. Tercero, ser un anciano no tiene por qué ser una tarea a tiempo completo o, incluso, una posición remunerada. Un anciano puede tener un trabajo “secular” y seguir siendo eficaz en el cuidado de las personas en la congregación. Lo que se requiere es diligencia, fidelidad y el llamado de Dios. Cuarto, todos los candidatos deben cumplir con los requisitos antes de poder servir como anciano. Cuántos ancianos tener no es tan importante como quiénes son los ancianos. Hay tres métodos principales para determinar el número de ancianos que una iglesia debe tener.

Sistema de número fijo En un sistema de número fijo, se determina un número específico de ancianos. Por ejemplo, una iglesia que tiene quinientos miembros puede decidir que será dirigida por diez (y solo diez) ancianos. La ventaja de este sistema es que la iglesia puede establecer un número ideal de ancianos, de modo que la junta pueda funcionar de manera eficaz. Este sistema se utiliza a menudo en las iglesias grandes. Cuando una iglesia crece, si el número de ancianos crece con ella, la junta de ancianos puede llegar a ser numerosa y quedar abrumada por su tamaño. Por tanto, en un esfuerzo por ser más eficaces, las iglesias adoptan un número determinado de ancianos que es más manejable y unificado. Hay inconvenientes notables de este sistema. Una desventaja es que, a menudo, se cierra la puerta a hombres piadosos y bien calificados para servir. Si el número de ancianos es fijo, y si los ancianos cumplen largos periodos de servicio, pueden pasar años hasta que alguien más en la iglesia pueda ser anciano. Otra desventaja radica en que este sistema no tiene en cuenta la falta de hombres cualificados para servir. Si hay una vacante en el consejo de ancianos, la iglesia se siente obligada a llenar esa vacante. Si la constitución requiere que sean diez ancianos, esas posiciones deben ocuparse, tanto si alguien está capacitado para hacerlo como si no. Por último, si el número de ancianos es fijo y luego la iglesia experimenta un crecimiento, la carga de trabajo para los ancianos puede llegar a ser abrumadora. Con el tiempo, los ancianos se 193

convierten en administradores que, simplemente, toman las decisiones importantes de la iglesia. Ellos estarán tan ocupados que no les queda tiempo para cumplir con su tarea primaria de apacentar las almas de la congregación. En su lugar, se distancian de la congregación, se ven, simplemente, como quienes toman las decisiones. En consecuencia, si este es el modelo elegido, debe haber una cierta flexibilidad, a fin de que el número puede aumentar (o disminuir) si es necesario.

Sistema proporcional Con este sistema, la iglesia determina un número aproximado de ancianos en proporción a la cantidad de miembros. Por ejemplo, una iglesia puede decidir que se necesita un anciano por cada cincuenta miembros. A diferencia del sistema de número fijo, el número de ancianos requerido puede aumentar o disminuir si el número de miembros aumenta o disminuye. Una desventaja de este sistema es que si la iglesia crece, el número de ancianos puede llegar a ser bastante grande. Algunas iglesias que utilizan este sistema tienen juntas de ancianos con cincuenta o más ancianos. La ventaja, por supuesto, es que los ancianos no tienen tantas posibilidades de verse sobrecargados de trabajo, ya que hay pastores suficientes para atender a las ovejas. Phil Newton proporciona unos consejos útiles: “Cualquiera que sea el número o la proporción que se establezca, debe hacerse hincapié en la calidad por encima de la cantidad. Es mejor empezar con un pequeño grupo de ancianos bien cualificados que llenar una cuota de hombres no cualificados”.1

Sistema abierto Algunas iglesias optan por un enfoque más abierto y no especifican el número de ancianos que deben tener o una cierta proporción. Si se percibe la necesidad de más ancianos, la iglesia orará para que Dios les proporcione los hombres dotados y cualificados. Una ventaja de este enfoque es que se centra más en dejar que Dios proporcione a las personas adecuadas en lugar de tratar de llenar una vacante. Muchas iglesias se sienten incómodas con este sistema, ya que no es suficientemente exacto. No 194

proporciona un número fijo de ancianos ni una cierta proporción de ancianos con respecto al número de miembros de la iglesia.

En resumen La Biblia no especifica el número de ancianos en cada congregación local. Aparte de la enseñanza de una pluralidad, la Biblia guarda silencio sobre este tema. Por tanto, es importante que cada iglesia local busque la sabiduría de Dios con respecto a qué método es mejor para ellos. Cada sistema tiene ventajas claras y también posibles dificultades. La clave está en que cada persona designada para ser un anciano tenga las cualificaciones adecuadas.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo enseñan Hechos 20:28 y Efesios 4:11 que ser anciano es un llamado de Dios? 2. ¿Cuáles son las ventajas de tener un número fijo de ancianos? ¿Cuáles son las desventajas? 3. ¿Cuáles son las ventajas de utilizar el sistema proporcional para determinar el número de ancianos? ¿Cuáles son las desventajas? 4. ¿Cuáles son las ventajas de utilizar el sistema abierto de ancianos? ¿Cuáles son las desventajas? 5. ¿Qué sistema piensa usted que es mejor para su iglesia? 1. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 134.

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PREGUNTA 23

¿Cuál es la relación entre los miembros del personal y los ancianos?

La estructura organizativa de muchas iglesias hoy no se parece prácticamente en nada al modelo que se encuentra entre las iglesias del Nuevo Testamento. Debido a la profesionalización del ministerio, el surgimiento del pragmatismo y el creciente tamaño de las congregaciones, el modelo bíblico ha sido dejado a un lado por algo más moderno o eficaz. Como resultado, un sinnúmero de iglesias han adoptado el modelo de negocio empresarial y, así, han marginado el modelo bíblico. Esas iglesias han adoptado una estructura “dirigida por un equipo” en lugar de una estructura dirigida por ancianos. En muchas iglesias los diáconos (o un consejo de algún otro nombre) funcionan como el consejo de administración. Ellos son los encargados de contratar y despedir al pastor, que rinde cuentas ante ese consejo. El pastor principal funciona como el director gerente. Él es el presidente de la iglesia y el responsable de dar a la congregación visión y éxito. Los miembros del equipo ministerial funcionan como vicepresidentes de los distintos ministerios (evangelismo, música, jóvenes, niños, misiones, etc.). La congregación actúa como los accionistas que, como un órgano, votan para elegir a los miembros del consejo de la iglesia. El resultado de esta estructura (u otras estructuras que no son bíblicas) es que las iglesias luchan por entender y aplicar el concepto de una pluralidad de ancianos. Pueden surgir preguntas como: “¿Quiénes son los ancianos? ¿Es cada miembro del personal un anciano de forma automática? ¿Es también el pastor considerado 196

un anciano?”. En las siguientes reflexiones trataremos de dar respuestas bíblicas a esas preguntas.

No todos los miembros del personal son ancianos A veces, las iglesias clasifican a todos los miembros del personal como ancianos, ya que sirven a la iglesia en un oficio a tiempo completo. Pero, simplemente porque alguien haya sido contratado por la iglesia para llevar a cabo una función de liderazgo, no significa que esa persona deba ser contada entre los ancianos. Cada miembro del personal debe cumplir con los requisitos que figuran en el Nuevo Testamento antes de que pueda servir como anciano (1 Ti. 3:1-7). Así, por ejemplo, si un miembro del personal no es “apto para enseñar”, está descalificado para ser un anciano. Del mismo modo, los miembros del equipo ministerial, que no participan en la tarea de pastorear a la congregación—una tarea principal de un pastor—tampoco deben ser contados entre los ancianos. Además, un miembro del personal puede ser demasiado joven o demasiado inexperto como para serle confiadas las responsabilidades de los ancianos. Si alguien no es respetado por la congregación, entonces sería contraproducente que se le coloque en el oficio de anciano. Tampoco es aconsejable utilizar términos tales como “pastor de jóvenes” para alguien que no es un anciano. Una vez más, el uso de esas expresiones confunde la enseñanza bíblica, porque “anciano” y “pastor” se refieren al mismo oficio. Por tanto, es engañoso llamar “pastor de jóvenes” a alguien que no es un anciano. También lo sería para términos como “pastor de niños”, “pastor de solteros” o “pastor de los estudiantes universitarios”.

No todos los ancianos son parte del personal También hay que señalar que si bien no todos los miembros del personal deben ser ancianos, no todos los ancianos deben ser miembros del personal. Es decir, no es saludable limitar a quienes pueden servir como ancianos a solamente los que son empleados de la iglesia. Esta distinción no bíblica divide a la congregación entre el clero profesional que realiza el ministerio y los laicos que apoyan el ministerio. Por el contrario, es mejor dejar el oficio de anciano 197

abierto a cualquier persona que esté cualificada para servir, tanto si forma parte del personal como si no. Por tanto, “excluir del oficio de anciano a los que no son miembros del personal debilita el grupo de liderazgo y les priva de algunos de los siervos cristianos más capaces de la iglesia”.1 Excluir a los que no son miembros del personal del oficio de anciano también puede conducir a la inestabilidad en el liderazgo cuando un miembro del personal acepta un puesto en otra iglesia. Cada vez que un pastor se va, la iglesia queda sujeta a una crisis difícil, ya que la iglesia se queda sin liderazgo. Por tanto, es saludable para una iglesia tener más ancianos que no pertenezcan al personal que ancianos que sí pertenezcan. Esto ayuda a la iglesia a protegerse de la dependencia excesiva del personal remunerado. Lo ideal sería tener un mínimo de tres ancianos: un anciano del personal y dos ancianos que no sean del personal. Por otra parte, la junta de ancianos, probablemente, no debería ser tan grande que sean necesarios comités independientes para estudiar los asuntos o tomar decisiones importantes (p. ej., un comité ejecutivo). El hecho de no subdividir a los ancianos simplifica la estructura de autoridad, y ayuda a evitar divisiones innecesarias.

Algunos miembros del personal deben ser ancianos En otras congregaciones, prácticamente ningún miembro del personal se encuentra entre los ancianos. En algunos casos, el pastor principal es el único miembro del personal que tiene el cargo de anciano. Este modelo tampoco es ideal ya que también tiende a crear una distinción no bíblica entre el personal remunerado y líderes no remunerados, además de crear un tercer oficio en la iglesia. Además de pastores y diáconos, se añade el tercer oficio de anciano. Sin embargo, como ya hemos demostrado, “pastor” y “anciano” se refieren al mismo oficio (véase pregunta 6).

No distinguir entre ancianos miembros del personal y ancianos que no lo son A menudo, tener una iglesia dirigida por un equipo ministerial lleva a la alienación de la congregación de sus pastores y personal. 198

Los líderes a tiempo completo, remunerados por la iglesia son profesionales contratados que, por lo general, proceden de otras iglesias. La congregación considera que el personal contratado tiene la responsabilidad de llevar a cabo la obra del ministerio. Para superar esta separación y alienación, algunas iglesias han tratado de instituir un sistema de “laicos-ancianos”. A estos ancianos laicos se les da ciertas responsabilidades en la iglesia, pero aún están separados y son distintos del equipo pastoral. Este sistema representa un intento, por parte del equipo pastoral, de brindar un liderazgo en la iglesia que no deja a la congregación con la sensación de aislamiento del personal profesional. Sin embargo, este sistema en particular tiene unos cuantos problemas. Primero, aún se mantiene una distinción entre los líderes profesionales y los no profesionales. El personal profesional todavía dirige la iglesia y toma la mayoría de las decisiones importantes. Segundo, se introduce una distinción entre “pastores” y “ancianos”, distinción que ya demostramos anteriormente que no es bíblica (véanse preguntas 6 y 9). Por tanto, hacer una distinción entre los pastores, que la iglesia paga y que la dirigen a diario, y los ancianos, que no son miembros del personal y que no reciben paga, es crear un oficio que no se encuentra en la Biblia. No es malo, por supuesto, tener obreros remunerados y no remunerados en la iglesia. Lo que no es aconsejable, sin embargo, es dar a los ancianos no remunerados menos autoridad en la iglesia, mediante la creación de un oficio distinto. Los títulos de “anciano laico” o “pastor laico” confunden la enseñanza bíblica y es mejor no usarlos.

En resumen No es prudente ni conveniente incluir a todos los miembros del personal entre los ancianos. Todo aspirante a anciano debe cumplir con los requisitos dados en las Escrituras. Tampoco es aconsejable limitar los ancianos a los que son miembros del personal. En lugar de ello, lo mejor es tener un equilibrio entre ancianos remunerados y no remunerados (o miembros del personal y no miembros del personal), permitiendo incluso que haya más ancianos que no pertenecen al personal y menos que son miembros del personal. Este equilibrio asegura que la iglesia cultiva a los más cualificados 199

para servir y ofrece la estabilidad necesaria en el liderazgo. También es mejor no hacer ninguna distinción entre los ancianos, tanto si forman parte del personal que sirve a la iglesia a tiempo completo, o si son ancianos que no forman parte del personal pagado y que sirven a la iglesia solo en su tiempo libre.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuál es la relación entre el pastor (o pastores) y el personal en su iglesia? 2. ¿Por qué es mejor no incluir a todos los miembros del personal entre los ancianos? 3. ¿Cuáles son algunas de las razones por las que una iglesia puede no desear que todos los ancianos formen parte del personal remunerado? 4. ¿Cuáles son los peligros de tener dos tipos de ancianos (es decir, “los ancianos del personal” y “lo ancianos laicos”)? 5. ¿Qué cambios podría hacer su iglesia en esta área para seguir mejor el modelo bíblico? 1. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 147.

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PREGUNTA 24

¿Debe haber igualdad (paridad) entre los ancianos?

Si se acepta la pluralidad de ancianos como el modelo bíblico adecuado para hoy y ya se cuenta con un método para determinar el número de ancianos, otra pregunta que hay que responder tiene que ver con la autoridad que existe entre los ancianos. ¿Deben tener todos los ancianos la misma autoridad en la iglesia? ¿O debe uno (o más) de ellos tener una autoridad especial que pese más que la que tienen los otros? Algunos sostienen que el pastor principal debería tener más autoridad porque él es el líder de la iglesia. Por lo general, él suele tener más formación teológica y pastoral, y dirige a la congregación a tiempo completo. Se argumenta, por tanto, que al “pastor principal” se le debería conceder una autoridad especial que está por encima del resto de los ancianos.

Todos los ancianos tienen la misma autoridad Esta distinción, sin embargo, crea una vez más una posición separada y daña la unidad de los ancianos. Hay una serie de razones por las que todos los ancianos deben tener la misma autoridad en la iglesia. En primer lugar, todos los ancianos deben cumplir con los mismos requisitos, entre los cuales no se mencionan títulos académicos, y no se debe distinguir entre ancianos docentes y ancianos gobernantes (véase pregunta 10). En segundo lugar, todos los ancianos comparten la misma responsabilidad: en especial, la de enseñar y pastorear. Aunque algunos pueden dedicar más tiempo a esas tareas importantes, todos los ancianos participarán en ellas hasta cierto punto. Además, no debe hacerse una distinción entre 201

ancianos que sirven solo a tiempo parcial y otros que sirven a tiempo completo, o entre ancianos que son remunerados y ancianos que sirven sin recibir salario. En tercer lugar, el hecho de dar más autoridad a un anciano crea implícitamente una posición separada y distintiva. Si el “pastor” (el obrero remunerado que trabaja a tiempo completo) recibe más autoridad que los “ancianos” (líderes no pagados), el resultado es que se ha hecho una distinción no bíblica. Strauch está en lo cierto cuando dice: “Llamar a un anciano ‘pastor’ y al resto ‘ancianos’… es actuar sin precedentes bíblicos”. Y continúa: “Eso sería, al menos en la práctica, crear una posición superior sobre los ancianos, como sucedió en el siglo II cuando se produjo la división entre el “obispo” y los “ancianos”.1 En consecuencia, a todos los ancianos se les debe dar el mismo respeto y honra y deben ser iguales en valor, poder y rango.

¿Qué significa la frase “el primero entre iguales”? Nos equivocaríamos, sin embargo, si afirmáramos que todos los ancianos son iguales en talentos o habilidad de liderazgo. Una vez más, Strauch comenta acertadamente: “Aunque los ancianos actúan conjuntamente como un consejo y tienen igual autoridad y responsabilidad para el liderazgo de la iglesia, no todos son iguales en sus dones, en conocimiento bíblico, capacidad de liderazgo, experiencia o dedicación”.2 Se habla a menudo de esa distinción como el “primero entre iguales” (primus inter pares). Jesús mismo practicó este concepto. De los doce discípulos, Pedro, Jacobo y Juan fueron elegidos para recibir una atención especial de su Maestro. Y de los tres, Pedro, a menudo, fue elegido y conferido un liderazgo especial. Debido a sus dones y vocación era el más prominente entre los apóstoles. Sin embargo, Pedro fue un apóstol igual que el resto de los doce. Nunca se le dio un título especial. No llevaba ropa diferente ni recibió un salario más alto. Los demás no estaban subordinados a él ni funcionaban como sus asistentes o siervos. Él tenía el mismo rango y autoridad que el resto de los apóstoles. Al mismo tiempo, sin embargo, él era un líder natural y, como tal, se convirtió en el “primero entre iguales”. Este concepto queda también ilustrado en la relación de Felipe y Esteban con los siete diáconos y en la relación entre Pablo y Bernabé (Hch. 6:8; 8:5-8, 202

26-40; 13:13; 14:12). Este concepto del “primero entre iguales” también se expresa en la forma en que las congregaciones honran a sus ancianos. Pablo escribe: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Por eso, un honor especial y respeto (y paga) se da a aquellos que demuestran ser fieles y eficaces en su ministerio, especialmente en las áreas de comunicación de la santa Palabra de Dios. Sabemos por los requisitos que figuran en 1 Timoteo 3 que todos los ancianos deben ser “apto[s] para enseñar” (v. 2). Puede ser que algunos, sin embargo, estén especialmente dotados para la predicación o la enseñanza. Debido a su formación y talento, se les puede pedir que prediquen con más frecuencia que los demás. No necesitan un título especial delante de su nombre si están empleados por la iglesia y si han dedicado su vida a “tiempo completo” al ministerio. Después de todo, ellos son simplemente ancianos. Por tanto, el principio de “primero entre iguales” permite que los ancianos tengan diferentes funciones sobre la base de sus talentos sin crear un oficio separado o distinto para aquel que tiene más dones que el resto de los ancianos.

¿Cuáles son los beneficios del “primero entre iguales”? Los beneficios de este principio son evidentes. En primer lugar, permite que aquellos que están especialmente llamados y dotados dediquen más tiempo al ministerio pastoral. Los ancianos que tienen otro empleo a tiempo completo son, por supuesto, muy importantes para el ministerio, y Dios los puede usar grandemente. El mismo Pablo parece que conocía bien el oficio de hacer tiendas, y trabajó a menudo en esa tarea para apoyar su ministerio. Pero en la sociedad actual, a un anciano que tiene un trabajo a tiempo completo le queda generalmente poco tiempo o energía para dedicarlo a la iglesia. A veces, es más beneficioso para la vida y el crecimiento de la iglesia que esta contrate al anciano. Como resultado, es capaz de dedicar toda su energía al estudio y proclamación de la Palabra de Dios, a pastorear a los miembros, a la 203

consejería, o a otras tareas importantes. Un segundo beneficio consiste en que aquellos que son excepcionalmente talentosos como líderes o maestros tienen a alguien a quien rendir cuentas. No se les da una posición más alta como obreros a tiempo completo, sino que, simplemente, se les da una mayor responsabilidad. Se les permite ejercer sus dones al máximo, pero no se les da autoridad sin igual en la iglesia. En consecuencia, esta estructura ofrece la mejor forma de rendir cuentas para aquellos con más talento en el liderazgo y enseñanza, mientras que, al mismo tiempo, se les permite aprovechar al máximo sus dones en la iglesia.

¿Cuáles son los retos del “primero entre iguales”? El principio del “primero entre iguales” debe ser ejercido con sumo cuidado. Es importante que el “primero” entre los ancianos entienda bien su papel. Si él trata de sacar provecho de su protagonismo de una forma que le hace superior a los demás, los ancianos no funcionarán bíblica ni correctamente. Puesto que es el anciano más visible, debido a sus responsabilidades de enseñanza y predicación, podrá ejercer una influencia sobre la congregación de maneras que los demás no pueden. Pero, como advierte Waldron: “El hecho de que uno de los ancianos ejerza mayor influencia no le da derecho a una posición que los demás no poseen. Reclamar esa posición es usurpar su autoridad”.3 Por tanto, tiene que procurar consciente y deliberadamente edificar y elevar a los otros ancianos para que puedan ser tan respetados como él por la congregación. Puesto que él es uno de los ancianos, es responsable ante los otros ancianos y debe estar dispuesto a someterse a ellos. Los ancianos que son ancianos “no profesionales” también enfrentan retos. Con demasiada frecuencia, estos ancianos descuidan sus obligaciones y entregan el cuidado de la iglesia a uno o dos ancianos que están en la nómina de la iglesia. Tienen que aprender a verse a sí mismos como pastores de pleno derecho que son responsables del bienestar de los miembros de la congregación. Simplemente porque algunos ancianos no estén dedicados a “tiempo completo” no significa que tengan menos autoridad que los que están pagados por la iglesia. Ser anciano también requerirá grandes 204

sacrificios a favor de la congregación. La tarea de apacentar implica mucho tiempo y energía y es, a menudo, una carga (cp. 2 Co. 11:28, donde Pablo habla de la preocupación diaria que él tenía por las iglesias que plantó). Además, estos ancianos deben estar dispuestos a mantener al “primero entre iguales” responsable por su tarea y conducta. Eso significa que los ancianos no deben tener miedo a confrontar a la persona y pedir cuentas.

En resumen La Biblia nos enseña que existe una gran diversidad entre los ancianos, la cual no es una diversidad de tareas, sino de dones, de sostenimiento financiero, liderazgo e influencia. La Biblia enseña con claridad que Dios da soberanamente dones a su pueblo y que Él los reparte de manera diferente (Ro. 12:3-8; 1 Co. 12:4-31; Ef. 4:11; 1 P. 4:10-11). Debemos aprender a celebrar nuestras diferencias y aprovechar al máximo nuestros dones para la gloria de Dios, sin crear un nuevo oficio o estilo de liderazgo que no exista para nada en el Nuevo Testamento.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuál es la evidencia bíblica para apoyar la enseñanza de que todos los ancianos deben tener el mismo grado de autoridad? 2. ¿Cómo describiría usted el concepto de “primero entre iguales”? 3. ¿Puede practicarse el concepto de “primero entre iguales” si todos los ancianos no tienen la misma la autoridad? 4. ¿Cuáles son los beneficios de “primero entre iguales”? ¿Cuáles son los retos? 5. ¿Cómo cree que este concepto podría funcionar de manera práctica en su iglesia? 1. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 47-48. 2. Ibíd., 45. 3. Samuel E. Waldron, “Plural-Elder Congregationalism”, en Who Runs the Church? 4

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Views on Church Government, ed. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan: 2004), 175. Más adelante, él ofrece dos requisitos útiles relacionados con el principio de “primero entre iguales”: “Primero, la autoridad oficial debe permanecer con los ancianos en su conjunto. Para decirlo de otra manera, ninguno debe reclamar un oficio o autoridad que no tengan todos. Segundo, la situación en la que un anciano tiene tal influencia no debe ser vista como necesaria o normativa”.

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PREGUNTA 25

¿Cómo deberían tomar las decisiones los ancianos?

La

toma de decisiones es, a menudo, una tarea difícil. Sin embargo, tomar una decisión de grupo puede ser, a veces, casi imposible. Por esa razón, muchas personas afirman que una iglesia dirigida por un consejo de ancianos, en el cual todos poseen la misma autoridad, está condenada al fracaso. Sin el liderazgo de un anciano dominante, que puede tomar las decisiones difíciles, el consejo se sentirá frustrado y tendrá dificultades para seguir adelante. Tal razonamiento, sin embargo, ignora la sabiduría y el consejo de las Escrituras. Por ejemplo, leemos en Proverbios: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo, mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (11:14; cp. 15:22; 24:6). Por otra parte, el testimonio del Nuevo Testamento es que las iglesias fueron dirigidas por una pluralidad de líderes que recibieron la misma autoridad. Es peligroso darle a un solo hombre la autoridad para tomar las decisiones en la congregación. La Biblia advierte en contra de aquellos que desean ser los primeros y que tienen más alto concepto de sí mismos de lo que deberían (Ro. 12:3; 3 Jn. 9). Las decisiones deben adoptarse por los ancianos como un cuerpo unificado. Cuando hay un conflicto o desacuerdo (y los habrá), las siguientes consideraciones ayudará al consejo a seguir adelante de una manera que honra a Dios y es provechosa para la iglesia de Jesucristo.

Orar sin cesar Si la oración es importante para la vida de todo cristiano, 207

entonces es igualmente importante que los líderes de la iglesia se dediquen a orar. En la oración buscamos el consejo y la dirección del Señor. En la oración le pedimos a Dios sabiduría para poner en práctica su Palabra y le pedimos gracia para amar a nuestros hermanos y hermanas. En la oración le pedimos a Dios paciencia para tratar a las ovejas errantes y le pedimos humildad para no tener más alto concepto de nosotros mismos de lo que deberíamos. La oración debe estar en el centro de la vida de un anciano. El consejo de ancianos debe buscar la guía de Dios para la iglesia. Los ancianos deben tratar de unir sus corazones con el propósito común de pastorear al pueblo de Dios.

Dejar a un lado las disputas y discusiones Aunque hay lugar para el debate sincero y justificado, los conflictos directos y los argumentos deben evitarse. Una vez más, leemos en Proverbios: “El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas; deja, pues, la contienda, antes que se enrede” (17:14). Aquellos que se involucran en peleas se asemejan a los “insensatos” (Pr. 20:3). Cuando Pablo nos da la lista de requisitos necesarios para ser un anciano, menciona específicamente que no debe ser contencioso (1 Ti. 3:3). Es imperativo, por tanto, que los elegidos para ser ancianos no sean hombres que buscan disputas y discusiones.

Apaciguar la ira Para poder resolver los desacuerdos entre los ancianos, estos deben ser capaces de controlar su ira y su lengua. Pablo escribe que los ancianos deben ser “prudentes”, “no pendencieros” sino “amables, apacibles” (1 Ti. 3:2-3). Puesto que los ancianos tienen la responsabilidad de pastorear al pueblo de Dios y deben tomar decisiones difíciles en ese proceso, ellos deben aprender a controlar sus emociones y sus palabras. Según Proverbios: “La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor” (15:1). La forma en que los ancianos se relacionan y hablan entre sí es una prueba de su carácter. Un hombre de Dios es capaz de controlar su lengua y calmar la ira, en lugar de agitar más los 208

ánimos. Santiago nos invita a ser “tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Stg. 1:19-20). Del mismo modo, Pablo nos instruye: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación” (Ef. 4:29). Cuando los ancianos no están de acuerdo entre ellos, deben aprender a estar en desacuerdo de una manera que sea pacífica y que no amenace su relación unos con otros.

Poner en práctica la consideración mutua y la humildad Cada anciano debe valorar el consejo y asesoramiento de sus compañeros ancianos. Esta práctica requiere madurez y humildad. Aunque cada anciano tendrá, sin duda, su propia opinión o preferencia, cada uno debe aprender a escuchar la opinión y las aportaciones de los demás. Las Escrituras nos dicen que “la sabiduría está con los que oyen consejos” (Pr. 13:10, NVI). Aunque a menudo nos es más fácil dar nuestro consejo que escuchar el de otros, es necesario y prudente que los ancianos se contengan a veces de hablar (Pr. 10:19; 17:28). Es peligroso elegir como anciano a una persona que no muestra humildad o que no valora las opiniones de los demás.

Proceder a evaluar bíblicamente cada asunto Puesto que la Biblia es nuestra base y norma para la vida y la piedad, todas las decisiones relacionadas con la vida de la iglesia deben evaluarse bíblicamente. Las emociones y las preferencias, generalmente, nublan nuestro pensamiento y nos llevan a basar nuestras decisiones en algo distinto de lo que se revela en la Biblia. Al abordar un problema, podríamos responder: “Nunca antes lo hemos hecho así” o “Pero su padre fue mi maestro de escuela dominical” o “La familia González podría dejar de ofrendar”. Si bien los ancianos deben ser sensibles a los sentimientos y preocupaciones de la congregación, en última instancia son sus convicciones basadas en las Escrituras las que deben guiar sus decisiones. Si todos los ancianos están firmemente convencidos de 209

que las Escrituras son la Palabra infalible y suficiente de Dios, eso ayudará a unificar a los ancianos cuando tengan que tomar decisiones importantes y difíciles.

Promover el consenso El voto es, a menudo, la forma más rápida de dividir a una junta de ancianos y, por tanto, debe ser tomado como una medida de último recurso. Es mejor que se esfuercen por formar un consenso. Si al principio no hay una voz unánime entre los ancianos, entonces es posible que se necesite más tiempo (y oración) para unificar el consejo. Los cristianos son alentados a vivir en paz, armonía y unidad con los otros (Ro. 15:5; Ef. 4:3, 13; Col. 3:14). Si uno (o más) de los ancianos no está de acuerdo, entonces es necesario que los ancianos conozcan las objeciones y traten de responder al asunto. Puede ser una cuestión de aclarar un tema o acomodar la inquietud del anciano en desacuerdo. La mayoría de las decisiones tomadas por los ancianos deben ser unánimes para que todos los miembros de la junta apoyen plenamente la decisión tomada.

Estar dispuestos a someterse Ciertos asuntos, sin embargo, son complejos, y aplicar las Escrituras a esos asuntos puede ser un gran desafío. El resultado es que, en ocasiones, una decisión unánime no es posible. Basándose en principios y convicciones, uno o más ancianos pueden no estar de acuerdo con la mayoría. Si parece que seguir discutiendo será estéril y que el asunto no va a resolverse en un corto plazo, puede ser apropiado para el anciano disidente someterse a la sabiduría de la mayoría. Él no está personalmente de acuerdo en que la decisión de la mayoría sea la mejor, pero para mantener la paz y la unidad, está dispuesto a someterse a sus compañeros de consejo. Hacer esto requiere humildad y confianza. La persona necesita humildad, porque está dispuesto a admitir que su opinión o solución tal vez no sea la mejor. Necesita confianza, porque él estará, en cierto sentido, haciendo suya la decisión tomada por los demás ancianos. Al aceptar la decisión de la mayoría, afirma que él ya no cuestionará la decisión y que apoyará a los ancianos en su ejecución. 210

Elaborar y aplicar un procedimiento para el caso de un callejón sin salida En raras ocasiones, es posible que una junta de ancianos no sea capaz de llegar a un acuerdo y que algunos de ellos no estén dispuestos a ceder ante los demás. Sus convicciones son fuertes y creen que el asunto es tan crucial, que sería simplemente un error aceptar lo que dicen los demás. En el caso de un callejón sin salida, es útil para los ancianos contar con una norma para la toma de decisiones. En esta última etapa, una votación puede ser necesaria.

En resumen Los ancianos han de tomar constantemente decisiones difíciles. Les ofrecemos los siguientes consejos para ayudarles a resolver los desacuerdos. 1. Orar sin cesar. Los ancianos deben orar juntos, regularmente, a medida que buscan la guía del Señor. 2. Dejar a un lado las disputas y discusiones. Los ancianos tienen que aprender a dialogar sobre los asuntos, sin discutir ni pelear. 3. Apaciguar la ira. Los ancianos deben ser capaces de controlar sus emociones y palabras. 4. Poner en práctica la consideración mutua y la humildad. Los ancianos no deben valorar sus propias opiniones por encima de las de sus compañeros ancianos, sino que deben estar dispuestos a escuchar y a valorar las aportaciones de los demás. 5. Proceder a evaluar bíblicamente cada asunto. La Biblia debe ser la norma por la cual se toman las decisiones. 6. Promover el consenso. Es mejor que los ancianos tomen decisiones por unanimidad, para que todos ellos puedan dar su completo apoyo. 7. Estar dispuestos a someterse. En la mayoría de los casos en 211

que un anciano no está de acuerdo con la mayoría, él debe estar dispuesto a someterse a la opinión de sus compañeros ancianos y darles su apoyo. 8. Elaborar y poner en práctica un procedimiento para el caso de un callejón sin salida. Como último recurso, los ancianos deben tener un plan para resolver un problema cuando uno o más ancianos no están dispuestos a someterse.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo toma su iglesia normalmente las decisiones? 2. ¿Cree usted que una sola persona debe tener la autoridad para tomar las decisiones importantes? 3. ¿Qué elementos de este capítulo cree usted que son los más importantes? ¿Por qué? 4. ¿Por qué podría no ser una buena idea que la votación sea el método principal para la toma de decisiones en el consejo de ancianos? 5. ¿Cree usted que someterse a las decisiones de la mayoría es un acto de humildad o de cobardía?

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PREGUNTA 26

¿Cuáles son las ventajas de tener una pluralidad de ancianos?

Si tener una pluralidad de ancianos es el plan de Dios, se obtendrán muchos beneficios siguiendo la sabiduría divina. Aunque tener una pluralidad de ancianos no garantiza que el liderazgo de la iglesia no enfrente problemas o conflictos, sí provee, al menos, varios medios de protección contra algunos problemas y dificultades que enfrentan a menudo las iglesias con un solo pastor. Hay al menos cuatro ventajas de tener una pluralidad de ancianos en cada congregación local

Rendición de cuentas Rendir cuentas bíblicamente es necesario por dos razones. En primer lugar, ayuda a proteger a un pastor del error. Los pastores poseen generalmente una gran autoridad en sus iglesias y, a veces, demasiada autoridad con muy poca responsabilidad. Dicha autoridad puede llevar a una persona a creer que es más importante que otros, lo que puede derivar en orgullo. Otros pueden comportarse en formas poco sensibles o bíblicas, pero son ciegos a sus propias faltas. Cada persona tiene puntos débiles y fallos o deficiencias que pueden distorsionar su juicio. Si un pastor no tiene la obligación de rendir cuentas, esas tendencias quedan sin freno.1 Cuando una iglesia tiene un solo pastor, o un pastor principal con un poder sin igual, por lo general no hay una procedimiento integrado en el sistema que permita la rendición de cuentas, salvo que la congregación o los diáconos despidan al pastor, lo cual sucede con demasiada frecuencia. 213

Un modelo plural de ancianos ayuda a proporcionar la necesaria rendición de cuentas que falta en la mayoría de las iglesias, a fin de que un hombre no llegue a dominar la congregación. Phil Newton destaca: “Una pluralidad de ancianos sirve para evitar que un hombre caiga en la tentación de dominar a una congregación”.2 De modo similar, Strauch escribe: “La única esperanza para romper con el terrible abuso de autoridad pastoral que afecta a muchas iglesias es que haya verdadera rendición de cuentas entre líderes iguales”.3 Debe haber otros que sean iguales en jerarquía y autoridad, para que puedan hacer frente a un anciano como ellos, y pedirle cuentas a esa persona si no es razonable o si vive en pecado, de la misma forma que Pablo corrigió públicamente a Pedro (un compañero apóstol), cuando este se negó a comer con los gentiles (Gá. 2:11-14). Un pastor necesita el recordatorio constante de que él no está por encima de la ley, sino que está sujeto a los otros ancianos. Cada pastor es propenso al pecado y debe tener su vida humana y espiritual bajo control constantemente. Pablo advierte a los ancianos de Éfeso: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hch. 20:28). Más tarde exhorta a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina” (1 Ti. 4:16). Pero el pastor no solo tiene que vigilar su propia vida; también necesita la ayuda de los demás. En segundo lugar, rendir cuentas bíblicamente es necesario para ayudar a fomentar la madurez y la vida espiritual entre los ancianos. A medida que los ancianos sirven y dirigen juntos, se verán retados a menudo por las vidas ejemplares de otros. Ellos se “[estimularán] al amor y a las buenas obras” (He. 10:24). Los ancianos más maduros pueden ayudar a capacitar a los más jóvenes para ser pastores eficaces. Como dice el proverbio: “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre” (Pr. 27:17, NVI).

Equilibrio La pluralidad de ancianos también proporciona equilibrio a la iglesia. Ninguna persona tiene todos los dones o el tiempo necesario para proveer todo lo que necesita una congregación. Como resultado, la mayoría de los pastores no son capaces de cumplir 214

adecuadamente con las responsabilidades que enfrentan. Algunos pueden estar dotados para un área en particular, pero pueden ser ineficaces en otras. Algunos pastores están especialmente dotados para predicar y enseñar. Otros tienen más capacidad para administrar, aconsejar o discipular. Al tener un equipo de ancianos, las deficiencias de uno se equilibran con los dones de otros que complementan sus debilidades. Por tanto, esto ofrece una variedad de dones y perspectivas que a menudo están ausentes cuando un pastor ministra solo. Una pluralidad de ancianos también permite a cada anciano centrarse en su vocación y dones específicos en lugar de gastar enormes cantidades de tiempo y energía en áreas del ministerio en las que no está especialmente dotado. Cuando los ancianos funcionan como un equipo, se complementan entre sí, lo cual permite que cada anciano dedique la mayor parte de su tiempo al ministerio en el que está más dotado.

Repartir la carga Un tercer beneficio de tener pluralidad de ancianos es que la carga del ministerio se reparte entre varios. El cuidado de la iglesia es, a menudo, demasiado para que un solo hombre la pueda manejar, lo que puede llevar a la frustración y al agotamiento. Acerca de su experiencia, Strauch comenta: “Si las largas horas, las pesadas responsabilidades y los problemas de pastorear una congregación no son suficientes para agobiar a un ministro, entonces tratar con los pecados de la gente y escuchar quejas interminables y amargos conflictos lo pueden aplastar”.4 ¿Es de extrañar, pues, que tantos pastores duren tan poco tiempo en una iglesia? Muchos pastores viven el ministerio bajo el peso increíble de pastorear al pueblo de Dios ellos solos. A menudo, no hay nadie que vaya al lado del pastor y le aliente cuando está cansado de hacer el bien. Desde su sabiduría, Salomón escribió: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ec. 4:9-12). Es difícil para una 215

congregación madurar y formarse para el trabajo del ministerio a través de la labor de un solo pastor. Si un hombre trata de hacer todo el trabajo él mismo, comenzará a descuidar otras áreas importantes de su vida, tales como su propia espiritualidad o su propia familia. Una iglesia es más capaz de manejar los casos de disciplina cuando hay una pluralidad de ancianos. Un pastor solitario tenderá a alejarse de la confrontación, o tal vez sea visto por otros como demasiado severo con la disciplina. Por lo general, es demasiada responsabilidad para un único pastor manejar con cuidado una situación tan difícil. Pero con la sabiduría que viene de un grupo de hombres piadosos, se tratará la situación, seguramente, de una forma que honrará más a Dios. Durante este tiempo difícil, los ancianos pueden animarse unos a otros a hacer lo correcto en lugar de conformarse simplemente con lo que es conveniente. Las críticas que puedan formularse contra un solo pastor no caen tan de forma tan dura contra un grupo de ancianos que pueden llevar la carga juntos.

Mejor imagen de la iglesia Una última ventaja de tener una pluralidad de ancianos es que representa mejor la naturaleza del ministerio y de la iglesia. Cuando un solo pastor dirige la iglesia, este hecho transmite la idea de que solamente unos pocos pueden servir a Dios con tal capacidad. El abismo entre los “clérigos” y “laicos” se ensancha y, finalmente, es imposible cruzarlo. Sin embargo, la pluralidad de ancianos demuestra que la obra del ministerio no fue diseñada solo para unos pocos elegidos. Cuando los miembros comunes se ven a sí mismos como calificados y dotados para servir como ancianos, se abre una enorme puerta de oportunidades para los demás. Comienzan a pensar: “Quizá, algún día yo también pueda llegar a ser un anciano”. Esto les anima a vivir vidas santas para poder también servir ellos algún día como ancianos. De esta manera, la pluralidad de ancianos quita la atención del personal pagado y la pone en la persona común, pues se alientan unos a otros a pensar en servir con una capacidad mayor de dedicación. Waldron señala que la pluralidad de ancianos “permite el desarrollo de líderes jóvenes 216

dentro de la congregación, al eliminar el sentido de que solamente hay espacio para un líder y un ministerio en la iglesia”.5 Únicamente Cristo es la cabeza de la iglesia (Col. 1:18). Él es el Príncipe de los pastores, y aquellos a quienes Cristo llama para dirigir la iglesia no son más que sus siervos. Ellos pastorean la congregación bajo la autoridad y dirección de la Palabra y el Espíritu. Sin embargo, cuando cada iglesia local tiene un único pastor o pastor principal, es posible que esa distinción sea borrosa. A menudo, escuchamos comentarios como: “Yo asisto a la iglesia del pastor Juan”. Lo que quieren decir con esa afirmación es que asisten a la iglesia donde el pastor Juan es el pastor principal. En cierto sentido, es simplemente una forma abreviada de indicar a qué iglesia asisten. Y, no obstante, ese lenguaje puede conducir a una visión errónea del ministerio pastoral. La iglesia no pertenece a ningún pastor, por lo que en realidad no es su iglesia. La pluralidad de ancianos, sin embargo, tiende a mantener el enfoque en Cristo como cabeza de la iglesia. Una vez más, Waldron comenta acertadamente: “Una iglesia dirigido por una pluralidad de ancianos tendrá en su propio sistema de liderazgo un recordatorio constante de que la cabeza de la iglesia no es el pastor o el obispo, sino el Señor Jesucristo”.6

En resumen Seguir el plan de Dios para la iglesia es siempre lo mejor. En las iglesias del Nuevo Testamento siempre existía la pluralidad de ancianos y son muchas las ventajas que una iglesia experimenta cuando se mantiene ese modelo. Una de las ventajas es la responsabilidad bíblica mediante la cual los ancianos rinden cuentas unos a otros. Esto ayuda a proteger al anciano más prominente de recibir demasiada autoridad, y también ayuda a fomentar la vida espiritual entre los ancianos. Otra ventaja es el equilibrio que se proporciona cuando un único pastor no es responsable de dirigir la iglesia. En cambio, un equipo de hombres ofrece una variedad de dones y perspectivas que, a menudo, están ausentes cuando un solo hombre dirige la iglesia. Una tercera ventaja es que se reparten las cargas. Dirigir la iglesia es demasiado para que lo maneje una sola persona. Al tener una pluralidad de ancianos, la pesada tarea de 217

apacentar al pueblo de Dios se puede llevar a cabo con mayor éxito. Por último, cuando una iglesia tiene varios ancianos, se asemeja más a la iglesia del Nuevo Testamento, ya que minimiza la distinción entre clérigos y laicos, y subraya que la obra del ministerio no es de unos pocos elegidos. También ayuda a mantener la atención centrada en Jesucristo como cabeza de la iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo puede la pluralidad de ancianos ayudar a proteger a un pastor/anciano del error? 2. ¿Cómo puede la pluralidad de ancianos ayudar a proporcionar un equilibrio en la iglesia? 3. ¿Cree que es saludable que un solo hombre cargue con todo el peso de pastorear una iglesia? 4. ¿Por qué tener una pluralidad de ancianos presenta una mejor imagen de la iglesia? 5. ¿Cuán importantes son las ventajas de tener una pluralidad de ancianos? 1. Wayne Grudem dice: “Un problema práctico y común con el sistema de un ‘solo anciano’ es que o bien hay una excesiva concentración de poder en una persona, o tiene sobre sus hombros una excesiva carga de trabajo. En cualquier caso, la tentación a pecar es muy grande y una disminución en tener que rendir cuentas hace que ceder a la tentación sea aún más probable” (Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 931). Más adelante, añade que un punto fuerte del sistema de pluralidad de ancianos “está en el hecho de que el pastor no tiene autoridad propia sobre la congregación, sino que esa autoridad pertenece colectivamente a todo el grupo de ancianos (a lo que se llama el consejo de ancianos)” (ibíd., 933). 2. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 60. 3. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 43. 4. Ibíd., 42. 5. Samuel E. Waldron, “Single-Elder Congregationalism”, en Who Runs the Church? 4 Views on Church Government, ed. Paul E. Engle y Steven B. Cowan (Grand Rapids: Zondervan: 2004), 176. 6. Ibíd.

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PREGUNTA 27

¿Por qué tan pocas iglesias tienen pluralidad de ancianos?

Con todos los beneficios de la pluralidad de ancianos mencionados en la pregunta anterior, se podría pensar que la mayoría de las iglesias adoptan esa enseñanza. Lamentablemente, no es así. Esto no quiere decir que no haya iglesias que acepten y practiquen la pluralidad de ancianos. Numerosas iglesias y denominaciones han aplicado con diligencia las enseñanzas de las Escrituras a su sistema de gobierno. Además, existen cientos de líderes de iglesia que intentan restaurar una forma más bíblica de ancianos en sus iglesias. Al leer lo que el Nuevo Testamento tiene que decir sobre la organización y el liderazgo de la iglesia, se preguntan: “¿Por qué mi iglesia no es de esa manera?”. Ellos leen que Pablo nombró ancianos en las iglesias, y que se mencionan ancianos en sus epístolas, y preguntan: “¿Por qué mi iglesia no tiene ancianos?”. Pero la realidad es que tener una pluralidad de ancianos es un concepto extraño en la mayoría de las iglesias evangélicas. ¿Por qué sucede esto? Permítame ofrecer tres razones de por qué tan pocas iglesias tienen una pluralidad de ancianos.

Falta de hombres cualificados Con el fin de estar cualificado para ser un anciano, un hombre debe cumplir ciertos requisitos (1 Ti. 3:1-7; Tit. 1:6-9, 1 P. 5:2-3). Aunque la mayoría de estos requisitos son lo que se espera de todos los cristianos, muy pocos hombres realmente los cumplen. Por supuesto, esos requerimientos se pueden aplicar también tan rigurosamente que casi nadie los cumple. Pero la comunión sincera 219

con Dios, no la perfección, es el requisito. Sin embargo, aun cuando los requerimientos son aplicados equitativamente, parece que son muy pocos los que quedan para servir. Parece que el deseo de servir como anciano ha desaparecido en la iglesia. Los hombres están tan preocupados con el avance de sus carreras que la iglesia es prácticamente ignorada, y con ello la espiritualidad necesaria para servir como anciano. Pablo dice que es algo muy noble que un hombre aspire al cargo de anciano (1 Ti. 3:1). La pereza espiritual y el celo por el éxito profesional humano han sofocado el deseo de los que tienen más posibilidades. Para muchos es más fácil contratar a alguien del exterior para que se dedique a hacer la tarea de la iglesia. Nos hemos convertido en una sociedad orientada a los servicios. Cuando necesitamos que se haga algo, simplemente contratamos a alguien para que lo haga. Por desgracia, esa mentalidad se ha filtrado en la iglesia. La tarea de pastorear se ha vuelto una actividad tan profesionalizada que muchas congregaciones ni siquiera consideran la contratación de una persona como su pastor si no tiene el título de “Dr.” delante de su nombre. Strauch comenta acertadamente: “La gente es egoísta y perezosa por naturaleza, sobre todo cuando se trata de los asuntos espirituales, y muchos están muy dispuestos a pagar a otros para que hagan su trabajo”.1 Como resultado, muchas iglesias que comenzaron con la esperanza de tener una pluralidad de ancianos, simplemente se dieron por vencidas y optaron por el modelo más convencional (aunque menos bíblico) de tener un pastor y una junta de diáconos.

Falta de conocimiento bíblico Es una realidad que en las iglesias de hoy el cristiano promedio nunca ha recibido enseñanza sobre la doctrina de una pluralidad de ancianos. La mayoría de los pastores no se molestan con temas tan “irrelevantes” como el gobierno de la iglesia, por lo que nunca enseñan a su congregación lo que la Biblia dice acerca de ese tema. Sin embargo, el gobierno bíblico correcto está lejos de ser irrelevante. Muchas iglesias han llegado a ser tan pragmáticas que emplean simplemente cualquier modelo de liderazgo que parece tener éxito en el mercado. Afirman que la Biblia no nos da un 220

modelo de liderazgo específico, sino que permite una mayor flexibilidad para que cada iglesia “haga lo que es correcto en su propia opinión”. En consecuencia, la doctrina bíblica de ancianos ha caído sobre terreno rocoso y es devorada por las aves antes de poder entrar en el corazón de la iglesia y dar fruto. “Estoy convencido”, opina Strauch, “que la razón subyacente por la que muchos cristianos temen la pluralidad de ancianos es que no entienden muy bien este concepto del Nuevo Testamento ni sus grandes beneficios para la iglesia local”.2

Temor al cambio El miedo es un factor de motivación en la vida de muchas personas, y el temor al cambio es generalmente lo que detiene a una iglesia en la adopción y aplicación de una pluralidad de ancianos. Los pastores temen que la congregación rechace sus ideas. Temen que la iglesia se divida si tratan de cambiar la constitución o los estatutos en lo que respecta al gobierno. Además, tienen miedo de que sus esfuerzos fallen y que la iglesia pueda quedar peor que antes. Temen tener que hacer el duro trabajo de enseñar a la congregación acerca de los ancianos. Otros pastores temen que podrían perder parte de su poder y autoridad en la iglesia. Newton está de acuerdo en esto: “En la raíz de mucha oposición a una pluralidad de ancianos están los pastores que temen perder parte de su autoridad en la iglesia”.3 Los miembros de la congregación también tienen miedo. Temen que las cosas podrían no ser tan cómodas como lo son ahora. Temen que los ancianos se apropien de la autoridad que corresponde a la congregación. Temen que podrían perder su derecho al voto en las reuniones de negocios. Temen que la iglesia podría adoptar una forma de gobierno de una denominación distinta a la suya. Temen que se les podría pedir que dirijan, o bien que dejen de dirigir la congregación. Pero a menudo, lo que la gente más teme es simplemente el cambio. Incluso pueden reconocer que tal doctrina se encuentra en la Biblia, pero no están convencidos de que vale la pena la molestia de ajustar la realidad práctica de la iglesia a las Escrituras. Los pastores, con frecuencia, hablan de la necesidad de cambiar el 221

gobierno de la iglesia, pero nunca dan ningún paso para que sea una realidad. El miedo se ha convertido en un poderoso elemento de disuasión para la recuperación del modelo bíblico para los ancianos. La Biblia, sin embargo, nos dice que “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Jn. 4:18).

En resumen Durante muchos años, las iglesias han buscado en el mundo empresarial los modelos exitosos de liderazgo. Para que la iglesia tenga éxito, dicen, el pastor necesita funcionar como un directorgerente. Es necesario que sea un líder fuerte y visionario. Debe hablar sobre las necesidades de la gente y, al mismo tiempo, decirles lo que quieren oír. Las congregaciones que han copiado y seguido este modelo se suelen parecer más a una empresa que a una iglesia. El resultado final es que, con frecuencia, muchos están insatisfechos y desnutridos espiritualmente. Como consecuencia, existe un creciente deseo de que las iglesias se organicen de acuerdo a la sabiduría de Dios en vez de la del hombre. “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Co. 1:25). A medida que las iglesias crezcan en su compromiso con Dios y su Palabra, se interesarán y se preocuparán más por la estructura de liderazgo de sus iglesias. Los hombres tendrán el deseo de vivir vidas santas para la gloria de Dios, y estarán cualificados para servir en su iglesia. Los pastores se sentirán tocados por el Espíritu y comenzarán a enseñar a la congregación sobre el plan bíblico para la iglesia. Y el miedo desaparecerá, a medida que la verdad de la Palabra de Dios anima a los ancianos y a sus congregaciones a vivir y ministrar de acuerdo con el plan de Dios para la iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Conoce usted alguna iglesia que practique la pluralidad de ancianos? 2. ¿Cree usted que los requisitos para el liderazgo en su iglesia 222

son demasiado exigentes o muy flexibles (de acuerdo con 1 Ti. 3:2-7 y Tit. 1:6-9)? 3. ¿Le han enseñado alguna vez acerca de la pluralidad de ancianos en alguna de las iglesias en las que ha sido miembro o a la que ha asistido? 4. ¿Cuán fuerte es el miedo al cambio (incluso a cambiar para ajustarse a la Biblia) en su iglesia? 5. ¿Cuáles son algunas otras razones que podrían impedir que una iglesia adoptase la pluralidad de ancianos? 1. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 49. 2. Ibíd., 38. 3. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 59.

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PREGUNTA 28

¿Cómo hace una iglesia la transición hacia la pluralidad de ancianos?

La transición nunca es fácil. Se necesita convicción, paciencia y tiempo. Muchos pastores desean ver a sus iglesias pasar de un modelo de un solo anciano a un modelo de pluralidad de ancianos pero, sencillamente, no saben por dónde empezar. A continuación se presentan seis elementos esenciales para liderar una iglesia en la transición hacia la pluralidad de ancianos.

Rogar al Señor La oración es el primer elemento necesario para la transición. ¡Ay de todo aquel que trate de aplicar el cambio en la iglesia sin antes pedir la dirección y bendición del Señor! Debemos darnos cuenta de que dependemos del poder y la sabiduría de Dios para llevar a cabo cualquier cosa, especialmente el cambio dentro de la congregación. Es crucial que bañemos en oración cada parte del proceso de transición. A veces, sobre todo durante la elección de ancianos, es necesario llamar a toda la congregación a buscar la guía de Dios en oración.

Crear confianza Antes de que un pastor pueda aplicar el cambio con éxito, se debe ganar la confianza de la congregación. Es posible que necesite varios años de servicio fiel hasta que la congregación confíe en él lo suficiente para que pueda continuar con la transición hacia la pluralidad de ancianos. La gente necesita saber que el pastor les ama más de lo que ama la doctrina de la pluralidad de ancianos. 224

Necesitan creer en él cuando les dice que la pluralidad de ancianos le ayudará a servirlos mejor. Tienen que estar convencidos de que no busca sus propios intereses, sino que desea obe decer con humildad la Palabra de Dios. Si la congregación no ve y siente esas cosas en primer lugar, entonces el trabajo del pastor será en vano. La meta de un pastor es pastorear el rebaño mediante el cuidado de sus almas, en lugar de lograr que la iglesia esté en perfecta sintonía con su propia doctrina. Los miembros de la iglesia tienen que creer que los motivos del pastor son genuinos y que su deseo consiste en que la congregación sea conformada a la imagen de Cristo. Los pastores con exceso de celo, recién salidos del seminario, a menudo creen que pueden (y deben) intentar instalar de inmediato un sistema de gobierno dirigido por ancianos. Sus esfuerzos, sin embargo, se encuentran a menudo con resistencia. En su frustración, concluyen que los miembros de la iglesia no son espirituales y son desobedientes a la voluntad de Dios. No obstante, con frecuencia, la resistencia de una congregación no es el resultado de su renuencia a obedecer a Dios, sino una reacción a la falta de sensibilidad de un pastor. Un pastor tiene que establecer una base de confianza antes de que se pueda esperar una transición exitosa.

Evaluar la estructura de liderazgo Es útil para un pastor dedicar tiempo a la evaluación de la estructura actual del liderazgo de la iglesia. Debe tener en cuenta tanto el título que dan a cada posición como las funciones realizadas. Antes de que una congregación pueda hacer la transición, debe identificar bien el sistema que actualmente utiliza. También podría ayudar comparar el sistema actual de liderazgo con lo que se encuentra en la constitución de la iglesia, los estatutos u otros documentos de gobierno de la iglesia. ¿Cumple esta iglesia con su propia constitución? ¿Encaja una pluralidad de ancianos en la constitución o confesión de fe? Con el tiempo, tendrán que hacerse algunos cambios en los documentos que rigen la iglesia. Dicho cambio debe ser abordado con extrema precaución, ya que esos documentos se consideran a menudo como algo sagrado.

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Educar a la congregación El siguiente paso es convencer a la congregación de que una pluralidad de ancianos es bíblica. Un pastor debe evaluar las opiniones de la congregación y el conocimiento de la Biblia. En lugar de enseñar de inmediato lo que dicen las Escrituras sobre el liderazgo, puede que sea necesario comenzar con la inspiración, la autoridad y la suficiencia de las Escrituras. Si los miembros de iglesia no están convencidos de que la Palabra de Dios es inspirada, autoritativa y suficiente para todos los aspectos de la vida, no se van a convencer de que sea necesario para su iglesia adaptarse a las enseñanzas de las Escrituras. Luego, el pastor deberá predicar sobre el plan de Dios para la iglesia. Lo mejor es hacerlo a través de la predicación expositiva. En lugar de saltar de un texto a otro a lo largo del sermón, es conveniente dar una explicación detallada y la aplicación de un pasaje bíblico en su contexto. “La exposición”, comenta Newton, “es la mejor formar de desarrollar los contextos que rodean el pasaje y ayudar a la congregación a comprender cómo la estructura de la iglesia primitiva se desarrolló en el crisol de la vida”.1 Deben elegirse los líderes principales que estudiarán la enseñanza con más detalle. Es importante que los líderes de la iglesia estén plenamente convencidos de que el modelo de pluralidad de ancianos es coherente con la enseñanza bíblica con respecto a los líderes de la iglesia. Estos líderes deben ser capacitados en grupos pequeños, donde cada paso puede ser cuidadosamente estudiado. Antes de presentar literatura secundaria (es decir, libros sobre ancianos), es mejor dejar que ellos vean por sí mismos lo que las Escrituras enseñan. El pastor debe también permitir tiempo para que la congregación aporte ideas y preguntas. Los miembros de la iglesia deben ser parte importante del proceso de transición.

Hacer hincapié en los requisitos Sin hombres de Dios cualificados que lideren la iglesia, toda la conversación sobre ancianos bíblicos es inútil. Algunas iglesias, en su afán por el cambio, ignoran o minimizan los requisitos bíblicos 226

establecidos en las Escrituras. “Si la iglesia hace la transición al liderazgo de ancianos, pero a continuación instala ancianos que carecen de los requisitos bíblicos, se pueden dar, incluso, mayores problemas”.2 Es importante que toda la iglesia sea consciente de estos requisitos, para que puedan saber qué esperar de los ancianos y, de esta manera, mantener a los ancianos responsables. Conocer bien los requisitos puede ayudar a evitar que hombres no cualificados aspiren al oficio de ancianos. Así, pues, es mucho mejor hacer más hincapié en el carácter de los ancianos que en su función. Las funciones pueden variar dependiendo de la iglesia, pero el carácter de un anciano debe ser coherente, independientemente de su función. “La meta de una iglesia no debe ser establecer una pluralidad de ancianos a cualquier precio, sino elevar el nivel de calidad del liderazgo espiritual a cualquier precio”.3

Implementar lentamente el plan La aplicación lenta es crucial para que la transición sea suave y tenga lugar (relativamente) sin dolor. En una ocasión, escuché una ilustración de un pastor que estaba convencido de que el piano en su iglesia debía estar en el lado derecho del santuario en lugar del izquierdo. Al haber estudiado música y al saber cómo dirigir la adoración, estaba seguro de que el piano debía moverse. Después de considerar lo que convenía hacer, al pastor se le ocurrió un plan. Al siguiente sábado por la noche, llegó al templo y trasladó el piano a su lugar correcto. “Eso fue fácil”, pensó para sí mismo. Después del culto de la mañana del domingo, uno de los diáconos le entregó al pastor un sobre. La nota en el interior informaba al pastor que la junta de diáconos había decidido despedirlo. Varios años más tarde, el mismo pastor se encontraba en la zona y decidió visitar a su antigua iglesia. Cuando entró en el edificio, se sorprendió al ver que el piano estaba en el lado derecho del santuario. Después del culto tomó del brazo al actual pastor y le informó que él había tratado de mover el piano, pero fue despedido como consecuencia de ello. Así que le preguntó: “¿Cómo se mueve el piano sin ser despedido?”. El nuevo pastor sonrió y respondió: “Una pulgada a la vez”. La enseñanza de esta ilustración radica en que el cambio lleva 227

tiempo. Newton, por ejemplo, sugiere que la transición completa hacia la pluralidad de ancianos debería durar entre dieciocho meses y tres años. Se necesita tiempo para establecer la confianza y educar a la congregación. Se necesita tiempo para estar seguro de que los candidatos cumplen con los requisitos bíblicos que leemos en 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5. Pese a que la transición no suele ser fácil, a menudo es necesaria para que nuestras iglesias reflejen el diseño de Dios.

En resumen La transición a una pluralidad de ancianos es, con frecuencia, un proceso largo y difícil. Por eso es importante que la congregación y, sobre todo, el liderazgo vigente utilicen los siguientes principios con gran esmero. 1. Rogar al Señor. Deben buscar la dirección y sabiduría del Señor. 2. Crear confianza. El pastor o el equipo de liderazgo deben, en primer lugar, ganarse la confianza de la congregación, y solamente entonces tratar de comenzar la transición a la pluralidad de ancianos. 3. Evaluar la estructura de liderazgo. La estructura actual de liderazgo de la iglesia debe ser evaluada. 4. Educar a la congregación. Los miembros de la iglesia deben estar convencidos de que una pluralidad de ancianos es bíblica. 5. Hacer hincapié en los requisitos. Es más importante hacer mayor hincapié en el carácter de los ancianos que en su función. 6. Implementar el plan lentamente. La implementación debe llevarse a cabo lentamente para asegurar una transición sin problemas.

Preguntas para la reflexión 228

1. ¿Qué necesita su iglesia para hacer la transición hacia la pluralidad de ancianos? 2. ¿Cómo puede un pastor lograr que su congregación confíe en él? 3. ¿Qué debe hacerse si la iglesia no sigue su propia constitución o estatutos? 4. ¿De qué manera práctica podría educar un pastor a la congregación sobre la pluralidad de ancianos? 5. ¿Cuánto tiempo cree usted que le llevaría a su iglesia hacer una transición a una pluralidad de ancianos? Estoy en deuda con el libro de Phil A. Newton Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005) por muchas de las ideas para responder a esta pregunta. 1. Newton, Elders in Congregational Life, 132. 2. Ibíd., 133. 3. Ibíd., 56.

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Sección D Preguntas relacionadas con la elección, ordenación, remuneración y cese de la actividad de los ancianos

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PREGUNTA 29

¿Cómo deben elegirse los ancianos?

La elección de ancianos es un asunto importante, pero difícil. Es importante porque los ancianos tienen autoridad y responsabilidad en la iglesia y, por tanto, es necesario elegir solo hombres capacitados y cualificados. Es difícil porque nunca se nos dice exactamente cómo elegirlos. Como resultado, hay una gran variedad de puntos de vista y prácticas sobre este asunto. En el estudio siguiente examinaremos los puntos fuertes y débiles de los diferentes métodos para la elección de ancianos. Pero primero haremos algunos comentarios a modo de introducción.

Introducción Debemos recordar que nadie debe ser elegido para anciano a menos que esté cualificado, y la única manera de saberlo consiste en examinarle. Tanto si estamos convencidos de que los ancianos existentes deben elegir a nuevos ancianos como si pensamos que es responsabilidad de la congregación, en algún momento durante el proceso de elección, los ancianos potenciales deben ser examinados. Si no hay examen, entonces nos burlamos del proceso. Aquellos que no están cualificados, no deberían ser nombrados como ancianos. La prueba de su aptitud para el cargo se indica explícitamente en los requisitos exigidos para los diáconos. Pablo recuerda a Timoteo y a la congregación en Éfeso que los posibles candidatos “sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles” (1 Ti. 3:10). Si la prueba es necesaria para los posibles diáconos, también lo es, sin duda, para los ancianos. De hecho, más tarde Pablo advierte a Timoteo: “Los pecados de algunos hombres [en este contexto, posibles ancianos] se hacen 231

patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubre después” (1 Ti. 5:24). Por eso, el tiempo y la prueba son necesarios para revelar el verdadero carácter de una persona. Las iglesias deben evitar también tener dos normas separadas para los que son pastores “profesionales” y los que son solo pastores “laicos”. La Biblia no hace tales distinciones y nosotros tampoco deberíamos hacerlas. Como señala Strauch: “Todos los ancianos pastores deben cumplir con los mismos requisitos, ser oficialmente examinados y públicamente instalados en el ministerio”.1 Los elegidos deben tener también el deseo de servir (1 Ti. 3:1). El deseo de ser anciano para servir a Dios no es algo que puede contenerse. Esa persona busca la manera de servir en la iglesia sin importar si se le da un título o no. Cuando los ancianos ven el deseo de servir de ese hombre demostrado en su compromiso con los demás y con la Palabra de Dios, deben darle la oportunidad de identificar sus dones y usarlos. Los ancianos deben ayudarle a formar y cultivar sus habilidades para que un día esté capacitado para convertirse en anciano. Por tanto, antes de que un hombre sea nombrado anciano habrá servido en la iglesia de alguna manera, con lo cual habrá demostrado su liderazgo.

Elección por una autoridad superior En algunas iglesias, la elección de un oficial de la iglesia la lleva a cabo alguien fuera y por encima de la congregación local. Por ejemplo, en las iglesias católico-romanas, anglicanas, episcopales y en algunas iglesias metodistas, la congregación no elige a un líder en particular, sino que el líder es nombrado por un obispo (o algún otro oficial de la iglesia). Pero como vimos anteriormente (véase pregunta 4), hay muchos ejemplos en el Nuevo Testamento en las que una congregación local de creyentes eligió a sus líderes o, al menos, confirmó el nombramiento de los oficiales o delegados de la iglesia (Hch. 1:15, 23-24; 6:2-3; 13:3; 14:27; 15:3, 22; 2 Co. 8:19).

Elección por la congregación La elección de los ancianos debe hacerse con mucho cuidado y 232

mediante la oración. Pablo advierte a Timoteo de que no nombre a nadie para el cargo de anciano con precipitación, porque él se haría responsable por su pecado (1 Ti. 5:22). Muchas personas, a favor de un gobierno congregacional para la iglesia, afirman decididamente el derecho de la congregación (no solamente los ancianos) de elegir a los candidatos para ancianos. Hay evidencia bíblica en apoyo de este método de elección de los líderes. En Hechos 6, siete hombres son escogidos para ayudar a servir a la iglesia. Los apóstoles dicen a la congregación en Jerusalén: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hch. 6:3). Más evidencia la encontramos en el papel clave de la congregación en la aplicación de la disciplina (Mt. 18:15-17; 1 Co. 5:2; 2 Co. 2:6). Por tanto, se argumenta, las decisiones importantes en la iglesia, tales como la elección de líderes, deben ser tomadas por toda la congregación. No parece haber ninguna objeción bíblica a que la congregación elija sus líderes. Esto no significa, sin embargo, que las congregaciones deben votar en ese proceso. De hecho, si no se utiliza adecuadamente, la votación puede ser bastante peligrosa para una iglesia. He vivido y sabido de casos donde las iglesias eligieron ancianos en reuniones de negocios. Una persona se pone en pie y propone un candidato, otro miembro secunda la moción y el nombre de la persona se agrega a una lista. Cuando todas las nominaciones están hechas, los miembros de la congregación votan por su candidato principal. Luego, la persona que preside anuncia los ganadores, y los nuevos ancianos quedan instalados en el oficio de anciano. Este método es peligroso y no es bíblico.2 Los candidatos no son examinados para saber si cumplen los requisitos, y todo el proceso puede convertirse en un mero concurso de popularidad. Si las congregaciones han de participar en el proceso de elección, ese proceso debe llevarse a cabo de una manera que asegure que los candidatos potenciales están moral y espiritualmente cualificados.

Elección por los ancianos existentes Otros sostienen que es mejor que los ancianos existentes elijan a los nuevos ancianos. Puesto que los ancianos son los líderes 233

espirituales de la iglesia y conocen a los miembros de la congregación mejor que la mayoría, ellos son los más capacitados para elegir quién debe ser un anciano. En 1 Timoteo 5:17, Pablo indica que los ancianos “gobiernan” la iglesia (“Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor”). El término “gobernar” (proistēmi) significa “liderar”, “administrar” o “dirigir” (cp. Ro. 12:8; 1 Ts. 5:12; 1 Ti. 3:4-5, 12, donde se utiliza la misma palabra). Por tanto, los ancianos deben “dirigir” la iglesia en la toma de decisiones importantes. Tal vez sea imprudente que los ancianos permanezcan en silencio durante la elección de los futuros líderes de la iglesia.

En resumen Lo mejor no es elegir un método en lugar de otro, sino permitir que los ancianos tengan un papel de liderazgo en el proceso, y al mismo tiempo permitir que la congregación tenga voz en el asunto. Es decir, tanto la congregación como los ancianos deben participar en el proceso de elección. La congregación debe tomar parte porque el futuro anciano servirá a la congregación. Por eso, la congregación debe tener voz en el examen y aprobación de los candidatos. Los ancianos deben hacerlo también, porque son los líderes espirituales de la iglesia. Hacer caso omiso de sus ideas y opiniones es imprudente. Ya sea que la congregación vote o no, el asunto principal es que los ancianos reciban la aportación de los miembros. Strauch comenta: “Los ancianos bíblicos quieren una congregación informada e involucrada. Los ancianos bíblicos desean escuchar, consultar y buscar la sabiduría de sus hermanos en la fe”.3 Es muy posible que algunas personas en la congregación tengan un mayor conocimiento y más relación personal con un posible anciano y puede, por lo tanto, aportar información útil para evaluar los requisitos bíblicos. Sin embargo, deben ser principalmente los ancianos los que investiguen posibles problemas, y examinen a los candidatos a fondo. La congregación debe tener también la oportunidad de preguntar a los candidatos potenciales acerca de asuntos esenciales, tales como sus creencias doctrinales, espiritualidad personal, dones, vida familiar y su compromiso de servir a la iglesia. Mounce lo resume acertadamente: “Es probable 234

que en el proceso de selección hubiera participado toda la iglesia, con responsabilidad especial recayendo sobre los líderes, ya que ellos eran los responsables de la supervisión general de la iglesia y de corregir los errores (Tit. 1:9)”.4 En una iglesia a la que asistí, los ancianos eran los principales responsables de identificar y elegir a los posibles candidatos a ancianos. Una vez que los ancianos habían determinado qué persona cumplía los requisitos, se presentaba el candidato ante la iglesia con su recomendación. Los ancianos entonces daban un mes de tiempo a la congregación para que expresara sus preocupaciones. Si ellos señalaban un asunto para la atención de los ancianos que podía descalificar al candidato, los ancianos investigaban la situación. Una vez tratados adecuadamente todos los temas, los ancianos nombraban al candidato como anciano. En el modelo antes mencionado, los ancianos dirigían el proceso, pero también buscaban activamente la participación de la congregación.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cómo se eligen los ancianos u otros líderes en su iglesia? 2. ¿Cree usted que se podría mejorar el proceso de elección? 3. ¿Quién cree usted que debe elegir a los líderes? 4. ¿De qué manera el proceso de votación por la congregación puede ser peligroso para una iglesia? 5. ¿Puede usted imaginar un sistema en el que tanto los ancianos ya existentes como la congregación participen en la elección de los posibles líderes futuros? 1. Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 277. 2. Wayne Grudem dice: “Cuando hablo de una votación congregacional no sugiero la idea de una elección competitiva, como se ve en la política secular. Puede incluir simplemente el requisito de que la congregación vote para ratificar a los candidatos que han sido propuestos por un grupo maduro dentro de la iglesia (como los ancianos actuales) o, por el contrario, puede tratarse de una elección por toda la iglesia, u otro tipo de proceso. Las Escrituras guardan silencio en relación con el proceso real, por tanto, Dios ha decidido dejar el asunto a la sabiduría de cada congregación en su propio entorno” (Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine

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[Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 922n. 32. 3. Strauch, Biblical Eldership [Ancianos bíblicos], 283. 4. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:201.

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PREGUNTA 30

¿Deben los ancianos servir por turnos o de por vida?

Es evidente por el testimonio del Nuevo Testamento que cada iglesia se regía por una pluralidad de ancianos y que cada anciano debía reunir ciertos requisitos. Lo que no está claro es el tiempo que un anciano tiene que servir. Puesto que la Biblia no dice nada al respecto, debemos usar la sabiduría de Dios y aplicar siempre los principios bíblicos que estén estrechamente relacionados con ese tema. Las dos posiciones sobre este tema consisten en que los ancianos deben servir por un tiempo determinado, por un lado, y que los ancianos deben servir de por vida, por el otro.

¿Deben los ancianos servir por turnos? Muchas iglesias sostienen que el mejor enfoque para el modelo de ancianos es que sirvan por turnos. La duración de los turnos varía desde uno a varios años. Algunas iglesias tienen períodos de descanso obligatorios después de cada turno o del plazo designado de años, mientras que otras iglesias incorporan la idea del límite en los turnos. En este modelo, los nuevos ancianos comienzan a servir un “turno”, mientras que algunos de los ancianos actuales finalizan su servicio. Hay varias ventajas de utilizar este modelo. Permite que más hombres sirvan como ancianos Las iglesias suelen tener un número de líderes potenciales a los que nunca se les pide que sirvan en la iglesia. Al contar con ancianos que sirven durante turnos establecidos, la iglesia se ve 237

obligada a buscar nuevos líderes que tomen su lugar. Como resultado, este proceso ayuda a ampliar la base de liderazgo en la iglesia. También proporciona una mayor diversidad entre los ancianos. Si los mismos hombres son siempre los ancianos de la iglesia, entonces es posible que se cierren a las necesidades y opiniones de los demás. Cuando se permite que los ancianos se turnen, los nuevos puntos de vista y opiniones pueden estimular a los ancianos ya existentes para un servicio más eficaz. Evita la sobrecarga de trabajo a los ancianos Si se eligen los ancianos de entre el personal remunerado y los que no son miembros del personal (los que tienen carreras en otras profesiones), el hecho de tener turnos proporciona a los ancianos, que no son del personal, tiempo libre para recuperarse de sus agitadas agendas de trabajo. Las demandas del trabajo, la familia y la iglesia pueden ser, a veces, abrumadoras. Muchos hombres están capacitados y dispuestos a servir como ancianos, pero simplemente no pueden dedicar el tiempo que se requiere para servir. O tal vez puedan comprometerse por un tiempo, pero no quieren o no pueden comprometerse a servir como ancianos “de por vida”. Tal compromiso podría frenar a muchos hombres capaces del servicio valioso que pueden ofrecer a la iglesia. Puesto que los ancianos del personal sirven a la iglesia a jornada completa, podrían permanecer como ancianos sin límite de turnos. Sin embargo, tener los turnos evita cargar con exceso de trabajo a los ancianos que tienen otras profesiones. Proporciona un método de eliminación de ancianos malos o ineficaces Otro beneficio de los turnos es que proporciona un método de eliminación de los hombres que no deben ser ancianos. Pablo advirtió a Timoteo: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes de que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después” (1 Ti. 5:24). Inevitablemente, un hombre que no está cualificado, por un motivo u otro, puede ser elegido para servir 238

como anciano. Al principio, todo está bien. Más tarde, sin embargo, es obvio que esa persona no debería haber sido elegida para servir. Si ese anciano está llamado a servir de por vida, podría ser muy difícil sacarlo del consejo de ancianos. Pero si los ancianos sirven solamente por un plazo determinado y son liberados de su cargo, el anciano puede ser fácilmente reemplazado por alguien en mejores condiciones para servir a la iglesia.

¿Deben los ancianos servir de por vida? En realidad, la mejor manera de formular la pregunta es: “¿Deberían servir los ancianos por turnos indefinidos?”. Servir como anciano no es como ser miembro del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, cuyos miembros sirven de por vida. Los requisitos morales y espirituales de los ancianos son mucho más exigentes que los que se piden para los que trabajan en el tribunal más alto del país. Por lo tanto, no deberíamos hablar de servir “de por vida”, como si no se pudiera hacer nada para eliminar a un anciano que no sirve un turno establecido. Por el contrario, en este modelo los ancianos sirven durante un turno indefinido. El turno se puede terminar si el anciano queda descalificado porque ya no cumple con los requisitos bíblicos o si deja el puesto voluntariamente por razones personales o familiares. Hay varias ventajas de tener ancianos que sirven turnos indefinidos. Elimina la distinción entre ancianos remunerados y no remunerados Ya argumentamos anteriormente que “pastor”, “anciano” y “obispo” se refieren al mismo oficio (véanse preguntas 6 y 9). Además, también demostramos que la Biblia no enseña que haya dos tipos de ancianos: los ancianos que enseñan y los ancianos que gobiernan (véase pregunta 10). Si este análisis de la información bíblica es correcto, entonces no sirve de nada volver a introducir distinciones en los ancianos cuando se trata de tiempo de servicio. Si los ancianos remunerados, o miembros del personal, sirven por períodos indefinidos, pero los ancianos no pagados son obligados a servir por turnos establecidos, una vez más, esa distinción abre una 239

brecha entre el llamado “clero” y los llamados “laicos”. También es inútil hacer una distinción entre el “pastor” y los “ancianos” o afirmar que alguien es el pastor y también un anciano. Si el “pastor” y “anciano” se refieren al mismo oficio, hacer esa distinción— aunque pueda ser más fácil para la congregación entenderlo inicialmente—es contraproducente y, de hecho, introduce un tercer oficio en la estructura del liderazgo. Al permitir que todos los ancianos sirvan durante turnos indefinidos, se elimina la distinción artificial entre los ancianos remunerados y no remunerados. Asimismo, transmite a la congregación que aquellos hombres que sirven como ancianos, aunque no forman parte del personal de la iglesia ni son compensados por su trabajo, son dignos del mismo respeto y honor que aquellos que trabajan a tiempo completo para la iglesia. Se mantiene la continuidad entre los ancianos Cuando los nuevos ancianos van y vienen, como lo hacen con el modelo que utiliza turnos, este hecho causa a menudo una interrupción en el trabajo de los ancianos. Se invierte mucho tiempo en conseguir que los nuevos ancianos estén bien informados sobre decisiones del pasado y asuntos relacionados con el oficio de pastorear a la congregación. Además, es posible que los nuevos ancianos no tengan la misma filosofía o experiencia que los otros ancianos. Como resultado, el ministerio de los ancianos no progresa debido a la orientación de los nuevos ancianos, y hay una pérdida de continuidad y eficacia. Sin embargo, al servir durante turnos indefinidos, se evita perder tiempo en constante revisión de decisiones anteriores y en informar a los nuevos ancianos sobre los detalles del ministerio. Además, si los ancianos sirven por turnos, este proceso, inevitablemente, eliminará a los ancianos sabios y maduros que entienden bien las necesidades de la iglesia. Algunos ancianos son eficaces en su servicio y tienen también el deseo y la capacidad de permanecer como ancianos. Si sirven bajo el modelo de turnos, sin tener en cuenta su vocación y eficacia, se ven obligados a tener una rotación en el consejo a fin de que alguien más pueda servir. Como 240

se mencionó antes, la desventaja del modelo de turnos indefinidos es que es difícil cesar a un anciano ineficaz o descalificado. En consecuencia, las iglesias que utilizan este modelo deben tener una forma mediante la cual los otros ancianos o la congregación misma pueden hacer que un anciano cese sus actividades. Se requieren los requisitos bíblicos Ambos modelos de ancianos, por supuesto, deben tener los mismos requisitos para los ancianos. Pero si una iglesia está dispuesta a dar a los ancianos turnos indefinidos de servicio, es más probable que la congregación tome los requisitos más seriamente. Si el oficio comienza a ser visto como algo insignificante, porque “es solo un turno de un año”, entonces también parece probable que los requisitos para desempeñar ese puesto serán vistos como algo insignificante. Además, ese modelo de turnos da por supuesto que habrá suficientes líderes cualificados y capacitados para servir como ancianos. Cuando los nuevos ancianos entran y los antiguos salen, la iglesia tiene que encontrar constantemente hombres que estén verdaderamente cualificados para ocupar las posiciones vacantes. Phil Newton ofrece ayuda práctica: “No sería aconsejable… establecer un sistema de rotación de ancianos, al menos, que el tamaño y la madurez de la membresía de la iglesia asegure un número adecuado de ancianos para mantener la pluralidad”.1 Y continúa: “Cubrir los puestos con hombres no cualificados puede debilitar la eficacia de todo el consejo de ancianos, sobre todo si no se cumplen las normas bíblicas, simplemente por tener que llenar un cupo”.2 Con el modelo de turnos indefinidos, los requisitos se toman más en serio porque los candidatos servirán mucho más tiempo que los que se limitan a servir durante un número establecido de años.

En resumen Ya que la Biblia no especifica la duración que deben servir los ancianos, se necesita sabiduría para aplicar los principios bíblicos en este asunto. Tener turnos establecidos permite a muchos hombres servir, evita sobrecargar de trabajo a los ancianos, y ofrece un método para liberarse de los ancianos ineficaces o no cualificados. 241

Tener turnos no especificados, o por tiempo indefinido, elimina la distinción bíblica entre los ancianos profesionales y los laicos, retiene a los ancianos que son eficaces en su servicio, y anima a la congregación a exigir que se cumplan las normas bíblicas.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuál cree usted que es la mayor ventaja de establecer turnos para los ancianos? 2. ¿Cuál es la mayor desventaja? 3. ¿Cuál cree que es la mayor ventaja de que los ancianos sirvan turnos por tiempo indefinido? 4. ¿Cuál es la mayor desventaja? 5. ¿Qué sistema prefiere usted más? ¿Por qué? 1. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 151. 2. Ibíd., 152.

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PREGUNTA 31

¿Deben ser ordenados los ancianos?

En la mayoría de las denominaciones o iglesias, las personas con cargos oficiales en la iglesia son reconocidos públicamente cuando se les instala en el puesto. El interrogante que se nos presenta es ¿cuál es el significado e importancia de este acto y cuándo debe llevarse a cabo?

La importancia de la ordenación A fin de considerar la importancia de reconocer públicamente al titular de un cargo, tenemos que examinar los diferentes términos utilizados en el Nuevo Testamento para describir ese proceso. Leemos en Hechos 14:23 que Pablo y Bernabé “nombraron ancianos” (NVI) en cada iglesia de varias ciudades de Asia Menor. El término griego traducido como “nombrar” es cheirotoneō, una palabra compuesta de “mano” (cheir) y “extender” (teinō). En el griego clásico, la palabra originalmente significaba “escoger” o “elegir” levantando la mano. Con el tiempo, sin embargo, el elemento “mano” se convirtió en una metáfora muerta.1 Así, en el griego bíblico,cheirotoneō significaba nombrar a alguien para un cargo o designar a alguien para una determinada tarea. El verbo vuelve a aparecer en el Nuevo Testamento solo en 2 Corintios 8:19 donde “un hermano conocido fue designado por las iglesias” para acompañar a Pablo en su viaje. Está claro en ese caso que cheirotoneō significa designar o nombrar a uno para una posición.2 Sin embargo, en la patrística griega vino a significar “ordenar con la imposición de manos”. Debido a este uso posterior, algunos intérpretes leen ese sentido en el Nuevo Testamento y sostienen que Pablo y Bernabé ordenaron a hombres para el oficio de anciano 243

mediante la imposición de manos, lo que indica conferir una autoridad especial o poder eclesiástico. A pesar de que la imposición de manos se asocia a menudo con el nombramiento de ancianos, el autor expresa ese significado mediante el uso de un término diferente. Por ejemplo, cuando Lucas quiere hablar de la imposición de manos, él utiliza el verbo epitithēmi además del sustantivo “mano” (cheir) (Hch. 6:6; 8:17, 19; 9:12, 17; 13:3; 19:6; 28:8; cp. 1 Ti. 5:22). Otros afirman que la palabra cheirotoneō significa votar en el contexto de Hechos 14:23. Aunque ese es un posible significado del verbo, no es probable basado en el contexto. Pablo y Bernabé nombraron a los ancianos de la iglesia; no votaron por ellos. El otro verbo utilizado para transmitir la idea de “nombrar” se encuentra en Tito 1:5, donde Pablo exhorta a Tito a que “establezca [kathistēmi] ancianos en cada ciudad”. En el griego clásico y bíblico, kathistēmi se utiliza con el sentido de designar a alguien para un cargo. Por ejemplo, Jesús le preguntó a alguien: “¿Quién me nombró a mí juez o árbitro entre ustedes?” (Lc. 12:14 NVI, cursivas añadidas). También leemos que el faraón mostró su favor con José y “lo nombró gobernador del país y del palacio real” (Hch. 7:10 NVI, cursivas añadidas). La imposición de manos se asocia, a menudo, con el nombramiento o la comisión de una persona para un cargo o una tarea específicos. Los siete que fueron elegidos para servir a la iglesia con el fin de aliviar las responsabilidades de los apóstoles, los “presentaron ante los apóstoles, quienes, oraron, les pusieron las manos” (Hch. 6:6). En la iglesia en Antioquía, el Señor escogió a Pablo y Bernabé para llevar a cabo una tarea especial: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hch. 13:3). En otro contexto, Pablo exhorta a Timoteo a que no descuide el don que le fue dado “mediante profecía, con la imposición de manos del presbiterio” (1 Ti. 4:14).3 Debe tenerse en cuenta que aquí todo el cuerpo de los ancianos, no solamente un anciano u obispo, impusieron sus manos y nombraron a Timoteo para el ministerio. Por último, Pablo advierte a Timoteo: “No impongas con ligereza las manos a ninguno” (1 Ti. 5:22). Aunque Pablo no especifica si se trata de la instalación pública de 244

alguien para el oficio de anciano, el contexto se refiere exclusivamente a los ancianos.4 La oración y el ayuno se asocian también con la elección y nombramiento de líderes. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Jesús, que oró toda la noche antes de elegir a sus doce discípulos, los apóstoles (Lc. 6:12-13). Después de que la iglesia eligió a los siete, se lee que los apóstoles “oraron, les pusieron las manos” (Hch. 6:6). Del mismo modo, cuando Pablo y Bernabé fueron designados como misioneros, la iglesia ayunó y oró, y luego los enviaron (Hch. 13:3). El Nuevo Testamento nunca utiliza la palabra ordenar (en el sentido moderno, técnico) en relación con un líder cristiano que es instalado en un oficio.5 Por tanto, suele ser engañoso utilizar el término ordenar en nuestro contexto moderno si se tiene en cuenta el concepto bíblico de nombrar públicamente a alguien o de instalarlo para un oficio. Hoy en día, la palabra ordenar lleva consigo la idea de que se transfiere gracia especial a través del acto de imposición de manos. A diferencia de la tradición episcopal, que afirma que la autoridad del oficio pasa del obispo a la persona designada por la imposición de manos, la autoridad del oficio viene de Dios, que llama a los hombres y les da dones para dirigir a su iglesia (Hch. 20:28; 1 Co. 12:28; Ef. 4:11). El Nuevo Testamento no enseña que los elegidos para dirigir la iglesia son “ordenados” a un oficio sagrado, sacerdotal, o que solamente los llamados clérigos “ordenados” tienen derecho a predicar, bautizar, llevar a cabo la Cena del Señor, o pronunciar una bendición. Es el deber de la iglesia reconocer a aquellos a quienes Dios ha escogido para esa importante tarea. Grudem comenta: “Si uno está convencido de que la iglesia local debe elegir a los ancianos, entonces sería conveniente que la iglesia que elige a un anciano—no un obispo externo—sea el grupo que confiera el reconocimiento exterior de la elección, mediante la instalación de la persona en esa posición u ordenando al pastor”.6 Strauch advierte en contra de entender el nombramiento de ancianos a la luz del sacerdocio del Antiguo Testamento. Los ancianos y diáconos no son designados para un oficio 245

sacerdotal especial o una orden clerical santa. En cambio, lo que hacen es aceptar posiciones de liderazgo o de servicio en el pueblo de Dios. Debemos tener cuidado en no sacralizar esas posiciones más de lo que los escritores de la Biblia lo hacen. El Nuevo Testamento nunca envuelve la instalación de los ancianos en un misterio o un ritual sagrado. No hay ningún rito sagrado que se lleve a cabo o ceremonia especial para observar. Nombrar ancianos no es un sacramento santo. Este acto no confiere ninguna gracia especial o capacitación, ni tampoco llega uno a ser sacerdote, clérigo, o un hombre santo en el momento de la instalación.7

El tiempo de la ordenación Es común que las personas reciban el título de “pastor” sin haber sido ordenados. Pero si el análisis anterior es correcto, para ser justamente un “pastor” (o diácono), uno debe ser “ordenado” en el sentido de ser públicamente reconocido en ese oficio. La idea de separar el título del acto público de nombramiento y ordenación no se encuentra en la Biblia. Los ancianos no son nombrados para el cargo después de que se convierten en ancianos, sino que al convertirse en ancianos, son nombrados para ese oficio. Por tanto, ser nombrado para el cargo de anciano implica que un hombre ha cumplido con los requisitos bíblicos, ha sido llamado por Dios, ha sido aprobado por la congregación, y, por consiguiente, ha sido reconocido públicamente como alguien que ostenta el cargo. Eso no implica necesariamente que él trabaje a tiempo completo para la iglesia o que haya asistido al seminario. Más bien, significa que Dios ha llamado y dotado a una persona para dirigir con humildad a la iglesia. Así, pues, tampoco tiene precedente bíblico llamar a algunos líderes de la iglesia “pastores” antes de la ordenación y luego “reverendo” o “ministro” después de la ordenación.

En resumen Los ancianos deben ser “ordenados”, si por ordenación 246

entendemos simplemente el reconocimiento público de una persona para desempeñar un cargo o ministerio. Tal vez sería más apropiado y bíblico, sin embargo, hablar de su “nombramiento” o “comisión”. El nombramiento para un ministerio iba, generalmente, acompañado de oración y ayuno y de imposición de manos. Estos actos públicos llaman la atención a la seriedad e importancia del nombramiento. Además, los ancianos deben ser reconocidos tan pronto como empiezan a ejercer su oficio.

Preguntas para la reflexión 1. Antes de leer esta sección sobre la ordenación, ¿cuál era su comprensión del significado de la palabra? 2. ¿Ha cambiado ahora su comprensión? 3. ¿Cuál es el significado de la imposición de manos en relación con la ordenación? 4. ¿Cuándo es el momento adecuado para la ordenación? 5. ¿Cuál es el peligro potencial de usar una terminología no bíblica (p. ej., “reverendo”) en asociación con la ordenación? 1. Es por tanto improbable que el verbo signifique “ha sido nombrado por votación popular”. Véase J. M. Ross, “The Appointment of Presbyters in Acts xiv. 23”, ExpTim 63 (1951): 288-289; y Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 137-139. 2. Para un uso similar, véase, Filón, De Specialibus Legibus 1.14.78. 3. Más tarde, Pablo indica que el don le fue dado a Timoteo mediante la imposición de manos (2 Ti. 1:6), lo que probablemente indica que Pablo fue parte del concilio de ancianos mencionado en 1 Ti. 4:14. 4. La imposición de manos también aparece en relación con el recibimiento del Espíritu Santo (Hch. 8:17, 19; 19:6) y los que recibían sanidad (Hch. 9:12, 17; 28:8). 5. R. Banks, por ejemplo, escribe: “La ordenación, como nosotros la conocemos, no aparece en las cartas paulinas” (“Church Order and Government,” in Dictionary of Paul and His Letters, ed. Gerald F. Hawthorne, Ralph P. Martin, y Daniel G. Reid [Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993], 135). 6. Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 925. 7. Strauch, Biblical Eldership [Liderazgo bíblico de ancianos], 285.

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PREGUNTA 32

¿Deben ser remunerados los ancianos?

Hoy

en día, se hacen muchas preguntas en relación con la remuneración de ancianos. ¿Deberían de verdad recibir remuneración? Si se paga a uno, ¿es obligatorio pagar a todos? ¿Cuánto corresponde darles? Al tratar de responder estas preguntas, examinaremos primero la base bíblica para la remuneración de los ancianos, y luego veremos por qué no es necesario que todos ellos sean remunerados.

El derecho de los ancianos a ser remunerados Además de ser un misionero que viajó por muchos lugares plantando iglesias, Pablo tenía también su trabajo “secular”. Lucas nos cuenta que cuando Pablo llegó a Corinto durante su segundo viaje misionero, se quedó con Aquila y Priscila porque eran del mismo oficio que él (es decir, ambos fabricaban tiendas, Hch. 18:3). Como regla general, Pablo no recibía dinero de las personas a las que ministraba. En 1 Corintios 9:1-18, Pablo usa el ejemplo de que no aceptó dinero de los corintios para ilustrar la forma en que renunció voluntariamente a sus derechos. Su objetivo final era demostrar a los corintios que ellos también deberían renunciar a sus derechos, y no comer ciertos alimentos para no ofender a un hermano más débil (cap. 8). Por eso, en 1 Corintios 9, Pablo ofrece varias razones por las que él tiene derecho a recibir una compensación económica por su trabajo entre los corintios. Lo que quería decir, sin embargo, es que a pesar de que tenía derecho a percibir esa remuneración, se negó a recibirla para que el evangelio no se viera afectado. En apoyo de su derecho a una compensación, Pablo no solamente ofrece argumentos tomados de la cultura (1 Co. 248

9:7), sino que también refuerza su posición con una cita del Antiguo Testamento. Él afirma: ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto (1 Co. 9:8-10). En este texto, Pablo cita Deuteronomio 25:4: “No pondrás bozal al buey que trilla”. La trilla es el proceso de separar el grano de la paja. Pequeñas cantidades de espigas podían ser trilladas mediante el uso de un palo o vara, pero se utilizaban bueyes para cantidades más grandes. Debido al clima seco de Palestina, se utilizaban eras al aire libre. Esos lugares para trillar consistía en una gran superficie plana, por lo general de roca, en la cima de una colina, de modo que estuviera expuesta al viento. Los bueyes eran guiados en esa pieza circular del suelo sobre las espigas sueltas para que el grano maduro se soltara de las espigas por el pisoteo de los cascos de los animales. Otro método consistía en enganchar a los bueyes a una trilladora en la que el conductor se montaba, guiando los bueyes en círculos. La trilladora consistía de dos tablas pesadas, curvadas hacia arriba en la parte delantera, con piezas afiladas de piedra o de hierro unido a la parte inferior, que servían para aflojar los granos. Si el viento soplaba, el grano trillado era lanzado al aire para que la paja más ligera se la llevara el viento dejando caer al suelo solo el grano.1 Los bueyes que hacían este trabajo no llevaban bozal, sino que tenían libertad para comer el grano por debajo de ellos. La enseñanza obvia de este versículo es que sería cruel negarles a los que realizan el trabajo que coman del fruto de su tarea. Pablo utiliza el argumento común rabínico de menor a mayor (qal wahomer o a fortiori). En otras palabras, si a los animales que hacen el trabajo no se les puede negar la recompensa por su trabajo, ¿cuánto más derecho tienen los hombres a recibir el pago por su labor? Pablo 249

aplica simplemente este principio a sí mismo y a su ministerio entre los corintios. Del mismo modo que es un error ponerle bozal al buey mientras esté trillando (es decir, trabajando), lo es también no apoyar financieramente a las personas que trabajan, con el fin de avanzar el reino de Dios. Más tarde, apoya este principio apelando a las palabras del Señor: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Co. 9:14). Pablo creía que no solamente tenía derecho él de recibir una compensación económica por su labor, sino también los ancianos podían reclamarlo. En 1 Timoteo, escribe: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Hay tres interpretaciones principales en cuanto al significado de “doble honor”: (1) dos veces el respeto (respeto por la edad y respeto por su oficio, o respeto como anciano y respeto adicional por gobernar bien), (2) paga doble (el doble de lo que reciben los ancianos que no gobiernan bien, o el doble de lo que reciben las viudas en la lista de la iglesia), (3) honor y honorarios (“doble” honor, en el sentido de respeto y de remuneración). Aunque el sentido normal de la palabra traducida como “honor” (timē) se refiere al respeto o valor dado a alguien, la tercera interpretación es la que se prefiere por el contexto del versículo. En 1 Timoteo 5:3, Pablo manda a la iglesia: “Honra [timaō] a la viudas que en verdad lo son”, lo que claramente se refiere a la ayuda financiera (cp. vv. 4, 8, 16). Por otra parte, la cita de Pablo en 1 Timoteo 5:18 de Deuteronomio 25:4 y un dicho de Jesús confirman que el apoyo financiero puede verse claramente. Al igual que en 1 Corintios 9, Pablo cita un texto del Antiguo Testamento para validar el principio de que los que hacen el trabajo tienen derecho a obtener beneficios de su tarea. En este caso, los ancianos que dedican su tiempo al liderazgo y a la enseñanza de la iglesia deben no solo ser respetados por sus funciones, sino también recibir compensación financiera. La segunda prueba bíblica de que los ancianos dignos tienen derecho a recibir salario es de un dicho de Jesús que aparece en Lucas 10:7 (Mateo 10:10 tiene una ligera variación en el que dice “alimento” en lugar de “salario”). En el contexto de Lucas 10, Jesús envía a los setenta discípulos. Él les manda ir a varias ciudades con 250

el fin de predicar el reino de Dios. No tienen que llevar bolsas de dinero, sino quedarse en las casas de aquellos que se encuentran. En el versículo 7, Lucas registra el mandato de Jesús a los setenta: “Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den, porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa”. El relato de Mateo se produce en el contexto de Jesús enviando a los doce discípulos. Jesús les dice: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento” (Mt. 10:9-10). Algunos han pensado que esta palabra de Jesús se deriva de ciertas leyes del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Deuteronomio 24:14-15 dice: “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado”. Del mismo modo, en Levítico 19:13 leemos: “No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana”. Pablo utiliza el dicho de Jesús de una manera similar a como lo hace el Señor en Mateo y Lucas. Las palabras de Jesús fueron pronunciadas en el contexto de predicadores itinerantes, los cuales eran sostenidos por los demás, debido al trabajo que estaban realizando. Del mismo modo, Pablo aplica el dicho para argumentar que algunos ancianos deben recibir salario por las tareas que ellos llevan a cabo en la iglesia de Dios. Por tanto, la exhortación de Pablo a Timoteo y la iglesia en Éfeso de que paguen a los ancianos dignos, se basa en el mandato de Cristo mismo. Este principio se encuentra en otras partes de las cartas de Pablo. En Gálatas 6:6, leemos: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que le instruye”. En este versículo, Pablo hace una distinción entre aquellos que instruyen y los que reciben la instrucción. Este versículo sugiere que había una clase de instructores o catequizadores que enseñaban la Palabra a tal punto que tenían que ser sostenidos económicamente.2 Cabe señalar, sin embargo, que ese tipo de enseñanza se encontraba en una etapa incipiente, ya que Pablo exhorta al “que es enseñado” a que 251

comparta con el maestro en lugar de pedir a la congregación que recompense al que enseña. Pablo manda a los cristianos de Galacia que se aseguren de sostener económicamente a sus maestros. Obviamente, Pablo reconoció a estos maestros no solo como capacitados para enseñar “la palabra” (esto es, el mensaje cristiano), sino que también tenían derecho a ser remunerados por sus labores.

El derecho de los ancianos a no ser remunerados En la sección anterior establecimos la verdad bíblica de que los ancianos que dedican la mayor parte de su tiempo a la enseñanza y al pastoreado de la congregación merecen una paga. Esto no significa, sin embargo, que todos (o alguno) de los ancianos deban ser remunerados por su trabajo, o que solo aquellos que trabajan a tiempo completo para la iglesia puedan ser llamados “ancianos”. Como apóstol y misionero, Pablo ciertamente tenía derecho a ser sostenido por las iglesias que él estableció y en las que trabajaba. Pero por amor del evangelio, eligió no reclamar este derecho. Al igual que Pablo, hay muchos ancianos que se sostienen a sí mismos, en el sentido de que perciben un salario fuera de la iglesia. Pasan la mayor parte de su tiempo libre ayudando a pastorear la congregación, pero no reciben paga por sus labores. Algunas iglesias tienen dificultades para sostener económicamente a uno o más ancianos. Al tener ancianos que no reciben compensación económica por su trabajo, la iglesia puede incluir a más hombres como ancianos sin la carga adicional de tener que darles un salario. Esta situación permite a los ancianos servir a la congregación con más eficacia.

En resumen La Biblia enseña claramente que aquellos que trabajan para la iglesia merecen ser remunerados (Mt. 10:10; Lc. 10:7; 1 Co. 9:8-10; Gá. 6:6; 1 Ti. 5:17). Esto no quiere decir que todos los ancianos tengan derecho a exigir salario de la iglesia, sino que los que proporcionan la mayor parte de su tiempo y energía a la tarea de pastorear y enseñar a la congregación deben ser recompensados por su trabajo. Al mismo tiempo, los ancianos que no trabajan “a tiempo 252

completo” para la iglesia o que no forman parte del “personal pagado” no deben ser vistos con menos autoridad que los que están empleados oficialmente por la iglesia. Los ancianos no remunerados prestan apoyo a los otros ancianos, ayudando a pastorear la congregación sin aumentar la carga de la iglesia al requerir sostenimiento financiero.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué versículos utilizaría usted para demostrar que los ancianos tienen derecho a recibir salario? 2. ¿Por qué cita Pablo Deuteronomio 25:4 para demostrar que los líderes deben ser remunerados por el trabajo que realizan (véase 1 Co. 9:9; 1 Ti. 5:18)? 3. Cuando Pablo dice en 1 Timoteo 5:17 que los ancianos que gobiernan bien son dignos de doble honor, ¿qué quiere decir con la frase “doble honor”? 4. ¿Qué quiere decir Jesús con “el obrero es digno de su salario” (Lc. 10:7)? 5. ¿Por qué es importante entender que no todos los ancianos deben recibir un salario o trabajar a “tiempo completo” para la iglesia? 1. Henry Gehman, ed., The New Westminster Dictionary of the Bible (Philadelphia: Westminster Press, 1970), 944-945. 2. Ernest Burton comenta: “El hecho de que se les pida a aquellos que reciben la instrucción que contribuyan a sostener a los maestros muestra, con toda probabilidad, que esa enseñanza no se llevaba a cabo como una tarea voluntaria o relativamente ligera, sino que en la preparación y en la ejecución de la misma el maestro dedicaba todo su tiempo, o si no, lo suficiente para que fuera necesario compensarle por la pérdida de ingresos que significaba. En resumen, este versículo se refiere a una cierta clase de maestros pagados” (A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Galatians, ICC [Edinburgh: T and T Clark, 1921], 335). H. W. Beyer sostiene que este versículo “establece el derecho del maestro a recibir apoyo, y con ello confirma la validez y la necesidad de un ministerio de enseñanza profesional en la congregación” (“ ”, en TDNT, 3:639).

253

PREGUNTA 33

¿Qué debe hacerse si un anciano cae en pecado?

La

razón principal para plantear esta pregunta es porque las Escrituras hablan directamente acerca de esa situación. En 1 Timoteo 5:19-25, Pablo da instrucciones autoritativas respecto a lo que debe hacerse si un anciano cae en pecado, y hace hincapié en la importancia de asegurarse de que aquellos que son nombrados como ancianos estén verdaderamente cualificados.

La forma correcta de disciplinar a los ancianos Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad (1 Ti. 5:19-21). Pablo le dice claramente a Timoteo lo que debe hacerse si un anciano está acusado de un pecado en particular. Lo primero que menciona es que no debe aceptarse una acusación contra un anciano sin contar al menos con el testimonio de dos o tres testigos. Este principio se basa en una ley del Antiguo Testamento: “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación” (Dt. 19:15). Este principio también se encuentra en el contexto de la enseñanza de Jesús sobre la disciplina: “Por tanto, si tu hermano 254

peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mt. 18:15-16). El propósito de tener dos o tres testigos es el de fundamentar la acusación con las pruebas adecuadas. Estos testigos adicionales vieron personalmente que se cometió el pecado o están presentes para verificar la acusación de otros. Pablo continúa diciendo que a los (ancianos) que pecan hay que reprenderlos en presencia de todos (1 Ti. 5:20). Este versículo plantea una serie de cuestiones de difícil interpretación. La primera se refiere a si Pablo está aún dando instrucciones sobre los ancianos que pecan. Algunos sugieren que, en el versículo 20, Pablo cambia de hablar de un anciano que cae en pecado a referirse a los miembros de la congregación. La evidencia de este punto de vista se encuentra en el hecho de que Pablo usa el singular “anciano” en el versículo 19 pero luego cambia al plural (“los que persisten en el pecado”) en el versículo 20. En consecuencia, aquellos que apoyan este punto de vista sostienen que la “imposición de manos” en el versículo 22 se refiere a un acto de restauración después de la disciplina y el arrepentimiento. Sin embargo, no es probable que esta posición sea la correcta. El contexto antes del versículo 20 habla claramente a los ancianos. Además, la imposición de manos en el versículo 22 se refiere seguramente al nombramiento público de un anciano para su cargo. La imposición de manos nunca se usa en el Nuevo Testamento como un acto simbólico de restauración, pero es comúnmente usado para designar a una persona o comisionar a alguien (1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6; véase también la pregunta 31). Es mejor, entonces, interpretar la frase “los que persisten en pecar” en referencia a los ancianos. Pablo pide a Timoteo que “reprenda” a estos ancianos. Al principio, Pablo advirtió a Timoteo que no “reprendiera” a un “hombre mayor” (1 Ti. 5:1). La palabra traducida como “hombre mayor” (presbuteros) es la misma palabra traducida como “anciano” en 1 Timoteo 5:17. Sin embargo, hay dos indicadores claros de que Pablo no se contradice. Primero, el término griego presbuteros puede significar “hombre mayor” o “anciano” (es decir, el que ejerce un cargo); se decide cuál de ellos es por el contexto. 255

En 1 Timoteo 5:1, está claro que no se habla del oficio de anciano, porque los versículos siguientes se refieren específicamente a las categorías de edad (“los más jóvenes”, “las ancianas” “las jovencitas”). Segundo, los verbos que se traducen como “reprender” en los versículos 1 y 20 son, en realidad, dos palabras griegas diferentes. En el versículo 1, Pablo usa epiplēssō, que es una palabra más fuerte que elenchō en 5:20. La idea en el último texto no es reprender y regañar, sino desaprobar y corregir a aquellos que viven en pecado. “A los que persisten en pecar” (tous hamartanontas, participio presente activo) hay que reprenderlos “delante de todos”. Debido a que el participio está en tiempo presente, muchos comentaristas y versiones de la Biblia hacen hincapié en el carácter permanente y progresivo de la acción. Se trata de que “los que continúan o persisten en el pecado” deben ser reprendidos públicamente. Si el participio se interpreta en que hace hincapié en el aspecto progresivo, se plantea la pregunta acerca de los ancianos que pecan una sola vez o que se arrepienten de sus pecados. ¿No tienen que ser reprendidos en público? ¿Quiere decir Pablo que los que tienen que ser reprendidos delante de todos son solamente los ancianos que hacen caso omiso a las advertencias privadas, y persisten en el pecado? La interpretación más probable es que debe reprenderse a todos los ancianos que son encontrados culpables de pecado.1 También se debate si el anciano que peca debe ser reprendido delante de todos los demás ancianos o, más ampliamente, en frente de toda la congregación. Algunos sostienen que si limitamos los que pecan a los ancianos solos, entonces “todos” también debe limitarse a todos los ancianos. Pero también es posible leer el versículo de la siguiente manera: “Aquellos (los ancianos) cuyo pecado se reprende en presencia de todos (la congregación), a fin de que el resto (de los ancianos) también tema”. Esta interpretación se ajusta a la enseñanza de Jesús sobre la disciplina dentro de la congregación, donde el paso final es “dilo a la iglesia” (Mt. 18:17). La reprensión pública es necesaria debido a la gravedad de la falta cometida. Además, un pecado público tiene consecuencias públicas y, por tanto, necesita una reprensión pública. Es probable que Pablo tenga un caso concreto en mente, o varios, al escribir a 256

Timoteo.2 Además, si nos basamos en el contenido de la carta, el pecado más probable que está implícito es la falsa enseñanza. Este tipo de pecado público (abrazar y enseñar doctrinas falsas) requiere naturalmente una reprimenda pública a fin de que los miembros de la iglesia en Éfeso entiendan por qué alguien que fue anciano ya no está en el liderazgo. Otra razón de una reprimenda pública es “para que los demás también teman” (1 Ti. 5:20). “Los demás” se refiere probablemente al resto de los ancianos, no a toda la congregación. Al reprender públicamente a un anciano que peca, la iglesia administra disciplina y, al mismo tiempo, este acto hace que los otros ancianos (y por ende los miembros de la iglesia) teman el mismo castigo. Los otros ancianos temerán la vergüenza de tal humillación pública. Por tanto, la disciplina sirve como un elemento de disuasión para el pecado en la iglesia. Si el pecado público queda impune, sobre todo entre los ancianos, muchos en la iglesia podrían empezar a pensar que el pecado no es tan grave y entregarse al pecado en sus propias vidas. Por último, en el versículo 21, Pablo exhorta a Timoteo solemnemente para que supervise todo el proceso, sin tener prejuicios o mostrar parcialidad. Le da a Timoteo este encargo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos”. Él no debe decidir en su mente antes de escuchar los hechos, sino ser justo y equitativo en el trato con los ancianos que pecan.

La importancia de nombrar ancianos cualificados No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro. Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades. Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas (1 Ti. 5:22-25). En esta sección continúa la enseñanza de Pablo sobre los 257

ancianos. El tema principal consiste en que los ancianos no deben ser nombrados con demasiada rapidez. Como se mencionó anteriormente, la “imposición de manos” se refiere al nombramiento o la comisión de una persona. Por tanto, se le advierte a Timoteo que no se apresure a nombrar a alguien para ser anciano.3 Elegir a los ancianos en la manera correcta la primera vez libra a la iglesia de muchos problemas en el futuro. Así como los diáconos deben ser “sometidos a prueba” (1 Ti. 3:10), los ancianos también deben ser examinados para ver si realmente son lo que aparentan ser. La tarea de Timoteo, como delegado apostólico de Pablo, llevaba consigo una gran responsabilidad, ya que tenía que supervisar los asuntos de la iglesia. Si él nombra a la persona equivocada para un oficio, Timoteo, en cierto sentido, está tomando parte en los pecados de otros (1 Ti. 5:22). Al nombrar a alguien de forma prematura para un oficio, él tolera los pecados que la persona cometa. Este texto hace hincapié, otra vez, en la importancia de que el anciano cumpla los requisitos bíblicos. Un anciano debe ser una persona con carácter probado. Sin embargo, el verdadero carácter de una persona no siempre es inmediatamente visible. Puede que algunos parezcan cualificados, pero, en realidad, no lo están. Pablo recuerda a Timoteo que a pesar de que los pecados de algunos hombres son evidentes desde el principio, “mas a otros se les descubren después” (1 Ti. 5:24). Los pecados de algunas personas no son evidentes y, por tanto, es aconsejable no nombrarles ancianos hasta que hayan demostrado su carácter. Tal vez otros no parezcan cualificados, pero sí lo están (1 Ti. 5:25). Existe el peligro de negarse a nombrar anciano a alguien basado en una impresión inicial. Con el tiempo, sus buenas obras demuestran su valía. En ese caso, Timoteo no debe temer nombrarlo como anciano. Por tanto, Timoteo no debe rechazar a nadie con demasiada prisa.

En resumen Debido a que los ancianos tienen una función pública, están más expuestos a la acusación de pecado. Por tanto, Pablo instruye a Timoteo y a la congregación en Éfeso, de acuerdo con el Antiguo Testamento y las enseñanzas de Jesús, que se necesitan testimonios 258

suficientes antes de considerar los cargos. Además, Pablo le recuerda a Timoteo que no nombre ancianos con demasiada precipitación a fin de evitar estas acusaciones en el futuro.

Preguntas para la reflexión 1. Cuando hay que disciplinar a un anciano, ¿cómo podría ayudar tener una pluralidad de ancianos? 2. ¿Por qué es importante tener al menos dos o tres testigos antes de aceptar una acusación contra un anciano? ¿Puede haber situaciones en que los testigos no sean necesarios? 3. ¿Cuál es el papel de la congregación en la disciplina de los ancianos? 4. ¿Qué se debe hacer con un anciano que continúa en pecado? 5. ¿Qué medidas se pueden tomar para asegurarse de que aquellos nombrados como ancianos estén verdaderamente cualificados? 1. Lo afirma también Alexander Strauch, Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. (Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995), 218. 2. Gordon Fee dice que la “la urgencia de esta apelación es lo que nos lleva a pensar que estas no son simples instrucciones generales para lidiar con ancianos, sino que reflejan la situación histórica específica” (1 and 2 Timothy, Titus, NIBCNT [Peabody, MA: Hendrickson, 1984], 131). 3. Es difícil saber si el mandato de Pablo de no imponer las manos sobre alguien con demasiada rapidez debe ser entendido retrospectiva o prospectivamente. Si habla retrospectivamente, está diciendo que los problemas actuales de la iglesia son en gran parte debido a la ordenación de ancianos que no habían mostrado aún un carácter probado. Si Pablo habla de forma prospectiva, tiene en mente nombrar nuevos ancianos después de que algunos sean cesados en sus cargos.

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TERCERA PARTE

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El oficio de diácono

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PREGUNTA 34

¿Cuál es el contexto para el diácono del Nuevo Testamento?

La palabra “diácono” es la traducción del término griego diakonos, que normalmente significa “siervo” o “mensajero”. Solamente el contexto puede determinar si el término se utiliza en su uso ordinario o como la designación técnica para un líder de la iglesia. El término griego se utiliza veintinueve veces en el Nuevo Testamento, pero solamente tres o cuatro de las ocasiones se refieren a alguien que desempeña una tarea (Ro. 16:1 [?]; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:8, 12). Si bien hay algunos paralelismos entre el anciano judío y el anciano cristiano, no parece haber análogo en la sociedad judía o griega para el papel de diácono (aunque el término se utilizaba a menudo en el mundo griego para describir distintas ocupaciones).

Hechos 6 como modelo para los diáconos No se sabe con certeza cuál es el origen del diácono, pero muchos eruditos creen que los siete escogidos en Hechos 6 proporcionan el prototipo del diácono del Nuevo Testamento. La razón por la que muchos no se atreven a llamar a los siete, los primeros “diáconos”, se debe a que el nombre diakonos no aparece en el texto. Solo aparece el verbo relacionado diakoneō (“servir”) en Hechos 6:2. Otra disimilitud radica en que el texto menciona a los apóstoles, pero no a los ancianos. Por tanto, es difícil establecer una correlación directa. No obstante, Hechos 6 nos proporciona un modelo o paradigma que parece haberse seguido en la iglesia primitiva. Es necesario, pues, investigar este pasaje con más detalle. 262

En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos (Hch. 6:1-6). El problema (Hechos 6:1-2) La necesidad de elegir a los siete surge del crecimiento de la iglesia. Al crecer la iglesia, surgieron más necesidades espirituales y físicas entre los nuevos convertidos. Las viudas, por ejemplo, dependían generalmente de otros para sus necesidades diarias. Un problema que surgió en la iglesia primitiva era que las viudas judías de habla griega eran descuidadas. Cuando a los doce apóstoles les llegó la noticia del problema, ellos sabían que había que hacer algo; entendieron la importancia de satisfacer las necesidades físicas de las personas. Se dieron cuenta de que permitir que ese problema continuara podría causar división dentro la iglesia. Pero había otro problema. A pesar de que los apóstoles se dieron cuenta de la gravedad de la situación que tenían en sus manos, también entendieron que, si se distraían con el servicio a las mesas, se desviarían de su vocación primaria que consistía en la predicación de la Palabra de Dios. Los apóstoles no indicaban que sería demasiado humillante para ellos servir a las viudas. Jesús les había enseñado que ser líder en su reino era muy diferente de ser un 263

líder en el mundo (Mt. 20:25-27), y les lavó los pies para demostrar un liderazgo de servicio (Jn. 13:1-18). Por el contrario, ellos querían permanecer fieles a la vocación y los dones que habían recibido de Dios. Para ellos, dejar la predicación de la Palabra para servir a las mesas habría sido un error. En su lugar, propusieron una mejor solución al problema. La solución (Hechos 6:3-6) Los apóstoles decidieron convocar a todos los discípulos y presentar una solución al problema. Los discípulos tenían que elegir a siete hombres para llevar a cabo la tarea de supervisar la distribución diaria de alimentos. Sin embargo, los miembros de la congregación no debían elegir a cualquiera que estuviera dispuesto a servir, sino a hombres de buena reputación y llenos del Espíritu. Con el nombramiento de estos hombres para ayudar en la distribución diaria de alimentos, los apóstoles mostraron que tomaban en serio esa necesidad, pero no iban a distraerse de su vocación primaria. Con los siete designados para hacerse cargo del problema, los apóstoles pudieron dedicarse “a la oración y al ministerio de la palabra” (v. 4). Los líderes espirituales principales de la congregación eran los apóstoles. Ellos habían sido elegidos para el “ministerio de la palabra”. Al crecer la iglesia, el número de problemas creció con ella. Como resultado, otros factores comenzaron a distraerlos de su vocación. Los siete fueron necesarios para que los apóstoles pudieran continuar con su trabajo. Este es un paradigma similar a lo que vemos con los oficios de anciano y diácono. Como los apóstoles, la tarea principal de los ancianos consiste en la predicación de la Palabra de Dios (Ef. 4:11; 1 Ti. 3:2, Tit. 1:9). Al igual que los siete, se necesitan diáconos para servir a la congregación atendiendo las necesidades que puedan surgir. Así, pues, aunque el término diakonos no aparece en Hechos 6, este pasaje proporciona un modelo útil de cómo siervos piadosos pueden ayudar a los que son llamados a predicar la Palabra de Dios.1

Las referencias a “diáconos” en el Nuevo 264

Testamento Romanos 16:1 Sorprende que el término griego diakonos aparezca solo tres o cuatro veces para hablar de alguien que sirve en la iglesia. En Romanos 16:1, a Febe se la llama diakonos “de la iglesia de Cencrea”. Se debate si Pablo usa el término diakonos aquí como un término general para “siervo” o como un término más técnico para designar a un “diácono” (es decir, un oficial de la iglesia). La mayoría de versiones de la Biblia en español usan el término “diaconisa” (RVR-1960, LBLA, DHH, NTV, NVI, RVC) solo la versión PDT dice “nuestra hermana Febe, quien es ayudante de la iglesia de Cencrea”. En el Nuevo Testamento, el término se aplica a los gobiernos (Ro. 13:4), a Cristo (Ro. 15:8; Gá. 2:17), y a los cristianos que ejercen algún tipo de liderazgo. Además de referirse a Febe y a él mismo como un diakonos,2 Pablo también aplica el término a Apolos (1 Co. 3:5), Tíquico (Ef. 6:21, Col. 4:7), Epafras (Col. 1:7) y Timoteo (1 Ti. 4:6). En base a estos datos, es posible que Pablo se refiera a Febe como una diakonos porque, como Apolos, Tíquico, Epafras y Timoteo, tenía algunas responsabilidades de liderazgo entre el pueblo de Dios. Sin embargo, es difícil estar seguros de que Pablo usara el término como una referencia técnica en relación a alguien que desempeña un cargo (véanse preguntas 38 y 39). Filipenses 1:1 En su saludo inicial en la carta a los Filipenses, Pablo usa el término diakonos para referirse claramente a un oficio de la iglesia. Se dirige a “todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). Este es el único lugar donde Pablo saluda a oficiales de la iglesia en el comienzo de una carta, y tal vez sea la indicación más clara de una distinción entre miembros y líderes de la iglesia en los primeros escritos de Pablo. Algunos, sin embargo, se oponen a la idea de que Pablo se refiera a cualquier oficio organizado de la iglesia. Por el contrario, sostienen que los términos se refieren a la función y no al oficio, ya que no se usa el artículo definido en el griego. Afirman que el apóstol no se refiere a 265

los oficiales, sino a aquellos que se han comprometido a velar por los demás y a servirles. Por tanto, se argumenta que los términos son utilizados funcionalmente para designar a aquellos que ministran a los santos. Hay, sin embargo, un problema con este análisis. Si Pablo solamente saluda a todos los que sirven libre y espontáneamente, ¿por qué es necesario para él saludar a las personas por separado? ¿Se dirige Pablo, simplemente, a los que a veces funcionan como obispos o realizan actos de servicio o, por el contrario, tiene un grupo determinado de personas en mente? Hawthorne observa acertadamente: “Pablo menciona a los [obispos y diáconos] de tal manera que los distingue de la congregación. Esto implica que los consideraba personas con algún tipo de posición oficial”.3 No es nada convincente sostener que Pablo nombre a cualquiera que sirva como obispo o siervo, sin referirse a un grupo definido de personas.4 La ausencia de los artículos definidos no prueba que estos grupos sean de carácter indefinido ya que el contexto sugiere lo contrario. Aparte del saludo introductorio en Filipenses 1:1, no tendríamos ninguna indicación de líderes y de un ministerio organizado en la iglesia en Filipos. Sin embargo, la presencia de esos líderes no cambia el estilo de los escritos de Pablo de dirigirse a toda la congregación. Pablo vincula a los obispos y diáconos con todos los santos, ya que ellos no deben ser tratados como creyentes de un nivel superior. No obstante, por razones desconocidas, a ellos se les distingue dentro del saludo. A. T. Robertson comenta acertadamente: “Pablo no pasa por alto a los líderes de los santos o de la iglesia, a pesar de que ocupan un lugar secundario en su mente. Los oficiales son importantes, pero no primordiales. El santo como individuo es lo principal. Los oficiales de la iglesia surgen de los santos… Pablo no establece una línea de separación entre el clero y los laicos. Más bien, hace hincapié en el vínculo de unión con el uso de ‘con’”.5 1 Timoteo 3:8, 12 El término diakonos en referencia a un oficio de la iglesia aparece solo dos veces más en 1 Timoteo 3, donde Pablo enumera 266

los requisitos para los “diáconos”. Llama la atención que Pablo no explique las funciones de ese oficio, lo que sugiere que la iglesia en Éfeso ya tenía experiencia con los diáconos. Pablo se limita a enumerar los requisitos y da por supuesto que la iglesia utilizará a estos oficiales de la forma adecuada. El hecho de que los diáconos no necesitan ser “aptos para enseñar” es un elemento que los diferencia de los ancianos (cp. 1 Ti. 3:2; 5:17). Puesto que Pablo no menciona ninguna de las tareas que los diáconos deben realizar, lo más probable es que la iglesia primitiva comprendiera que los siete escogidos en Hechos 6 eran un modelo para su propio ministerio. Es decir, como diáconos, eran responsables de atender las necesidades físicas de la congregación y de hacer lo que fuera necesario para que los ancianos pudieran centrarse en su trabajo de enseñanza y de pastorear a la congregación.

En resumen El oficio de diácono cristiano no tiene análogo en los líderes que se encuentran en la sociedad judía o griega. Los siete hombres escogidos en Hechos 6, aunque no se les llaman específicamente diáconos, constituyen el paralelo más cercano a ese oficio cristiano. Tal como los siete tenían que atender las necesidades físicas de las viudas judías de habla griega, se necesitan diáconos para cuidar de las necesidades físicas de la iglesia. Al hacerse cargo de tales asuntos, los diáconos permiten a los ancianos centrar sus esfuerzos en atender las necesidades espirituales de la congregación.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cree usted que Hechos 6:1-6 proporciona el prototipo para el diácono del Nuevo Testamento? ¿Por qué sí, o por qué no? 2. ¿Qué problema enfrentaba la iglesia primitiva según Hechos 6:1-6? 3. ¿Cuál fue su solución para ese problema? 4. ¿Fue una actitud arrogante que los apóstoles se negaran a servir a las mesas y, en su lugar, buscaran que otros hicieran esta 267

tarea menor? 5. ¿Por qué cree usted que el oficio de diácono no se menciona tanto en el Nuevo Testamento como el oficio de anciano? 1. Wayne Grudem comenta: “Parece apropiado pensar que estos siete hombres son ‘diáconos’ aun cuando tal vez el nombre diacono no hubiera empezado todavía a aplicarse cuando comenzaron ellos sus responsabilidades” (Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine, [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 919). 2. 1 Co. 3:5; 2 Co. 3:6; 6:4; Gá. 2:17; Ef. 3:7; Col. 1:23, 25. 3. Gerald F. Hawthorne, Philippians, WBC (Waco, TX: Word, 1983), 43:7. E. Best afirma esta posición incluso con palabras más fuertes: “Digo ‘oficiales’ porque en cualquier caso no podía haber sido usado de ninguna otra manera que para hablar de un oficio. La palabra era ampliamente usada para referirse a oficiales en diferentes tipos de sociedades y organizaciones incluyendo grupos religiosos, aunque menos usada para oficiales civiles; un griego del siglo I no podía haberla usado en un sentido puramente funcional sin sugerir que la persona que ejercía supervisión tenía una posición oficial” (“Bishops and Deacons: Philippians 1,1”, en Studia Evangelica, Texte und Untersuchungen 102, ed. F. L. Cross [Berlin: Akademie-Verlag, 1968], 4:371). 4. Alexander Strauch comenta: “La interpretación… que asigna un sentido simplemente funcional al uso que hace Pablo en este caso de obispos y diáconos es confusa y casi sin sentido” (Biblical Eldership: An Urgent Call to Restore Biblical Church Leadership, 3a ed. rev. y amp. [Littleton, CO: Lewis and Roth, 1995], 176). Peter T. O’Brien se expresa también en ese sentido: “Pablo tiene en mente a miembros concretos de la congregación que se les describe específicamente y son conocidos por esos dos títulos; de lo contrario, decirlo no tiene sentido… Que Pablo se refiera a dos grupos definidos en el saludo de su carta sugiere que ellos tienen una autoridad especial y evidente” (The Epistle to the Philippians, NIGTC [Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle, U.K.: Paternoster, 1991], 48). Bengt Holmberg comenta que “es evidente en todos estos textos [Ro. 16:1-21; 1 Co. 16:16; Fil. 1:1; 1 Ts. 5:12] que el apóstol piense en personas específicas o grupos que él conoce y sus lectores también y que han llevado a cabo tareas específicas, lo cual justifica mencionarlos” (Paul and Power: The Structure of Authority in the Primitive Church as Reflected in the Pauline Epistles [Philadelphia: Fortress, 1980], 99). 5. A. T. Robertson, Paul’s Joy in Christ: Studies in Philippians (New York: Revell, 1917), 42-43. Hawthorne también declara: “Pablo no se dirigió a estos ‘oficiales’ por encima de la congregación. Por el contrario, como acostumbraba en sus cartas, se dirige a la congregación, y solo después a los obispos y diáconos en conjunción con la congregación” (Philippians 7-8). De forma similar, Gordon D. Fee escribe: “Cuando ellos [esto es, los obispos y diáconos] son señalados, como aquí, los líderes no están por ‘encima’ de la iglesia, sino que se habla de ellos ‘junto con’ la iglesia, como una parte distinguida del todo, pero como una parte del todo, no por encima o fuera de la iglesia” (Paul’s Letter to the Philippians, NICNT [Grand Rapids: Eerdmans, 1995], 67).

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PREGUNTA 35

¿Cuáles son los requisitos para el diácono?

El único pasaje de las Escrituras que habla de los requisitos para los diáconos es 1 Timoteo 3:8-13. Pablo enumera los requisitos para los ancianos en 1 Timoteo 3 y Tito 1, pero no menciona a los diáconos en su carta a Tito. Las semejanzas en los requisitos para los diáconos y para los ancianos u obispos llaman la atención en 1 Timoteo 3. Al igual que un anciano, un diácono no debe ser dado al vino (cp. 1 Ti. 3:3, “no un borracho”), no codicioso de ganancias deshonestas (cp. 1 Ti. 3:3, “no amigo del dinero”), irreprensible (cp. 1 Ti. 3:2 “intachable”), marido de una sola mujer y que gobierne bien su casa. Además, el enfoque de los requisitos se encuentra en el carácter moral de la persona que ocupará el cargo. “El ministerio de un líder de la iglesia y el de un siervo de la congregación requieren el mismo tipo de persona: un cristiano maduro cuyo comportamiento es irreprochable”.1 La principal diferencia entre un anciano y un diácono radica en los dones y el llamamiento, no en el carácter. En 1 Timoteo 3, Pablo presenta una lista oficial, aunque no exhaustiva, de los requisitos para los diáconos. En consecuencia, si un requisito moral se encuentra en la lista de los ancianos, pero no en la de los diáconos, sigue siendo válido para los diáconos. Lo mismo ocurre con los requisitos que figuran para los diáconos, pero no para los ancianos. Por ejemplo, aunque no esté en la lista para los ancianos, no se le permite a un anciano tener doblez y faltar a su palabra (1 Ti. 3:8). Pablo ya ha dicho que los ancianos deben ser “irreprensibles”, lo que incluye esa prohibición. Las diferencias en 269

los requisitos presentan los rasgos que son particularmente adecuados para que la persona cumpla bien su función, o son especialmente necesarios, teniendo en cuenta las dificultades específicas del lugar al que Pablo escribe (en este caso, Éfeso). Lo más probable es que Pablo describa rasgos que son los opuestos a los de los falsos maestros en Éfeso. Por tanto, los rasgos que describe tienen que ver en su mayoría con características personales, no con deberes. Puesto que muchos de los requisitos para los diáconos son los mismos que para los ancianos, centraremos nuestra atención en aquellos que son únicos para los diáconos.

Honorables (1 Ti. 3:8, NVI) El primer requisito que Pablo menciona para los diáconos es que deben ser honorables. La palabra griega traducida como “honorables” (semnos) aparece solamente cuatro veces en el Nuevo Testamento (Fil. 4:8; 1 Ti. 3:8, 11; Tit. 2:2). El término se refiere normalmente a algo que es respetable, estimado o digno, y está estrechamente relacionado con “respetable” (kosmios), que se da como un requisito para los ancianos (1 Ti. 3:2). En Filipenses 4:8 (NVI), Pablo exhorta a los creyentes a meditar en todas las cosas que son verdaderas, respetables, justas, puras, amables, dignas de admiración, excelentes. En Tito 2:2, Pablo manda a los ancianos que sean “respetables” (NVI). Los otros dos casos se encuentran en 1 Timoteo 3, uno como un requerimiento para el diácono (v. 8) y el otro para su esposa (v. 11). Por tanto, un diácono y su esposa deben ser personas honorables, respetadas por quienes los conocen. La tarea de un diácono está orientada al servicio; no obstante, eso no significa que el liderazgo de un diácono carezca de importancia. Este tipo de trabajo es a menudo crucial para la vida de la iglesia, y requiere de alguien que sea respetado.

Sinceros (1 Ti. 3:8, NVI) El segundo requisito consiste en que el diácono debe ser un hombre sin doblez. La palabra griega (dilogos) significa literalmente “algo dicho dos veces”, y aparece solo aquí en el Nuevo Testamento. Las personas con doblez dicen una cosa a unos, 270

pero algo distinto a los demás, o dicen algo pero quieren decir una cosa distinta. Tienen dos caras y no son sinceras. No se puede confiar en lo que dicen y, por tanto, carecen de credibilidad. “Los diáconos, por tanto, deben ser el tipo de persona que tiene mucho cuidado con su lengua, no diciendo lo que no deben, y siendo fieles a la verdad en su hablar”.2 Deben ser personas que dicen la verdad en amor. No deben ser astutos ni maliciosos con sus palabras, intentando manipular situaciones para su bien personal.

Sanos en la fe y en la vida (1 Ti. 3:9) Pablo indica también que un diácono debe “[guardar] el misterio de la fe con limpia conciencia”. La referencia a “el misterio de la fe” es otra forma de hablar de Pablo sobre el evangelio (cp. 1 Ti. 3:16). En consecuencia, esta declaración se refiere a las creencias doctrinales de un diácono. A diferencia de aquellos que han sufrido un naufragio en relación con la fe (1 Ti. 1:19) y cuya conciencia está cauterizada (1 Ti. 4:2), los diáconos deben mantenerse firmes en el evangelio verdadero sin titubear. No obstante, este requisito no consiste solamente en las creencias, sino que también se deben sostener estas creencias “con limpia conciencia”. Es decir, el comportamiento de un diácono debe ser consecuente con sus creencias. Si no es así, su conciencia hablará contra él y le condenará. Por tanto, este requisito no solo habla de la doctrina de un diácono, sino también de su comportamiento. “No es suficiente con tener un buen conocimiento sobre la profesión teológica de la iglesia, sino que el conocimiento debe ir acompañado con el comportamiento adecuado, en este caso, una conciencia limpia de toda mancha de pecado”.3 De manera similar, Pablo instruye a los hombres mayores a ser “sanos en la fe” (Tit. 2:2). Las enseñanzas falsas se mostraban agresivas y desenfrenadas en Éfeso y estaban causando estragos en la iglesia. Pablo, por tanto, hace hincapié en la necesidad de que los diáconos sean sanos en la fe. Uno podría pensar que este requisito no fuera necesario porque los diáconos no son responsables de la enseñanza en la iglesia. Sin embargo, como oficiales y líderes de la iglesia, influyen en la vida y en las creencias de otros. Por otra parte, simplemente porque los diáconos no estén obligados a enseñar, no significa que no puedan 271

hacerlo.

Probados (1 Ti. 3:10) Otro requisito que no se menciona específicamente en la lista de los ancianos es la necesidad de que los diáconos sean probados antes de que puedan servir a la iglesia en una posición oficial. Pablo escribe: “Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles” (1 Ti. 3:10). El apóstol afirma que los que demuestren ser “irreprensibles” están cualificados para servir como diáconos. La palabra traducida como “irreprensible” es un término general para referirse al carácter general de la vida de una persona (cp. Tit. 1:6, donde se utiliza la misma palabra) y es similar a la palabra que se usa para el requisito de los ancianos en 1 Timoteo 3:2 (“irreprensible”). Aunque Pablo no especifica qué tipo de prueba se llevará a cabo, como mínimo, los antecedentes personales del candidato, su reputación y su posición teológica deben ser examinadas. Pero no solamente deben ser probados los aspectos morales, espirituales y doctrinales, la congregación también debe considerar el servicio actual de la persona en la iglesia. Una persona con un corazón de diácono busca oportunidades para servir. Cuando se le dan a una persona más responsabilidades en la iglesia, su capacidad para servir de una manera responsable y su habilidad para relacionarse con los demás deben ser examinadas. Permitir que alguien, que no ha sido probado, sirva como diácono puede llevar posteriormente a muchos problemas. Al igual que con los ancianos, se necesita tiempo para evaluar al candidato, porque los pecados de algunos no son evidentes de inmediato (1 Ti. 3:6; 5:24). Por eso, un nombramiento apresurado para esa posición es imprudente y contrario a la intención de los requisitos. Sin embargo, no se da un período específico de tiempo y la iglesia local debe decidirlo.

Una esposa honorable (1 Ti. 3:11) Se discute si este versículo se refiere a la esposa de un diácono o una diaconisa (véanse preguntas 38 y 39). A fin de aclarar esta cuestión, daremos por supuesto que el versículo habla sobre los 272

requisitos de la esposa del diácono. Según Pablo, las esposas de los diáconos deben ser “honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”. Primero, al igual que su marido, la mujer debe ser honorable o respetable. Segundo, no debe ser calumniadora o una persona que esparce rumores. Más tarde, Pablo aconseja a las viudas jóvenes a que se casen para que no aprendan a ser ociosas, “andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran” (1 Ti. 5:13; cp. 2 Ti. 3:3; Tit. 2:3). La esposa de un diácono debe ser también sobria, o sensata. La misma palabra se usa para los ancianos en 1 Timoteo 3:2. Por tanto, la esposa del diácono debe ser capaz de ejercer buen juicio y no debe participar en cosas que puedan obstaculizar ese juicio. Por último, debe ser “[fiel] en todas las cosas” (cp. 1 Ti. 5:10). Este requisito es de carácter general y funciona de modo similar a la exigencia de que los ancianos sean “irreprensibles” (1 Ti. 3:2, Tit. 1:6) o que los diáconos sean “irreprochables” (1 Ti. 3:10). La esposa de un diácono debe ser una persona de confianza. El carácter de la esposa de un diácono es importante para el éxito del ministerio del esposo. Ella debe ser una persona comprometida, con dominio propio y fiel como su marido. Sin embargo, Pablo no dice que las esposas deban ser sometidas a prueba primero, ya que no son ellas, sino sus maridos, los que son nombrados para el cargo.

En resumen El carácter de un candidato a diácono y el de su esposa deben ser examinados antes de que él sea nombrado para ese oficio. No se debe minimizar el alto nivel requerido para los diáconos simplemente porque no enseñan ni dirigen normalmente a la iglesia. Como oficiales de la iglesia, la representan de alguna manera y realizan a veces tareas importantes y delicadas.

Preguntas para la reflexión 1. ¿En qué difieren los requisitos de un diácono de los de un 273

anciano u obispo? 2. ¿Cree usted que los requisitos en 1 Timoteo 3:8-13 son exhaustivos? ¿Por qué sí, o por qué no? 3. ¿Cómo puede determinarse si un candidato para el cargo de diácono guarda el misterio de la fe con limpia conciencia (1 Ti. 3:9)? 4. Si el oficio de diácono no es más que un oficio de servicio (y no un oficio que conlleva autoridad), ¿por qué dice Pablo que los diáconos deben ser, en primer lugar, probados? 5. ¿Por qué es importante que un diácono tenga una esposa honorable? 1. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:195. 2. Ibíd., 199. 3. Ibíd., 200.

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PREGUNTA 36

¿Cuál es la función del diácono?

Si bien se ignora a menudo el oficio de anciano en la iglesia de hoy, el de diácono es con frecuencia mal entendido. En muchas iglesias, el consejo de diáconos proporciona el liderazgo espiritual en la iglesia en colaboración con el pastor. Ellos participan de la toma de decisiones importantes y, a menudo, tienen participación en las tareas de enseñar y de pastorear. Sin embargo, según la información que encontramos en el Nuevo Testamento, la función del diácono es, ante todo, una tarea de apoyo y servicio. Los diáconos son necesarios en la iglesia para dar apoyo logístico y material para que los ancianos puedan concentrar sus esfuerzos en la Palabra de Dios y en la oración.

Diferencias con los ancianos El Nuevo Testamento no proporciona demasiada información sobre la función de los diáconos. Los requisitos establecidos en 1 Timoteo 3:8-13 se centran en el carácter del diácono y en su vida familiar. Hay, sin embargo, algunos datos sobre la función de los diáconos cuando sus requerimientos se comparan con los de los ancianos. Aunque muchos de los requisitos son los mismos o muy similares, existen algunas diferencias notables. Tal vez la diferencia más notable entre los ancianos y diáconos sea que los diáconos no necesitan ser “apto[s] para enseñar” (1 Ti. 3:2). Los diáconos están llamados a “guardar” la fe con limpia conciencia, pero no están llamado a “enseñar” esa fe (1 Ti. 3:9). Eso sugiere que los diáconos no tienen una función docente oficial. D. A. Carson señala acertadamente: “Los diáconos eran responsables de servir a la iglesia en una variedad de funciones auxiliares, pero 275

no disfrutaban de una reconocida autoridad para enseñar en la iglesia similar a la de los ancianos”.1 De nuevo, eso no quiere decir que los diáconos no puedan enseñar en cualquier capacidad, sino que, simplemente, no están llamados a enseñar o predicar como un asunto de responsabilidad relacionado con su cargo como diácono. Al igual que los ancianos, los diáconos deben gobernar bien su casa y sus hijos (1 Ti. 3:4, 12). Pero cuando se refiere a los diáconos, Pablo no compara el gobernar su propia casa con el cuidar de la iglesia de Dios (1 Ti. 3:5). La razón de esta omisión se debe, probablemente, al hecho de que los diáconos no han recibido una posición de gobierno y liderazgo, una función que pertenece a los ancianos. Otras diferencias nos proporcionan menos información. Algunos sostienen que la omisión de que los diáconos sean amables, apacibles y no pendencieros (1 Ti. 3:3) puede indicar que los ancianos se enfrentaban a menudo a situaciones que requerían estas características. Knight, por ejemplo, sugiere que esta omisión “puede reflejar el hecho de que el diácono no está en la posición de quien tiene que dar supervisión y dirección, así como disciplinar, en situaciones a veces difíciles que hacen imperativos esos requisitos”.2 Aunque Pablo indica que la persona debe ser probada antes de que pueda desempeñar el cargo de diácono (1 Ti. 3:10), no incluye el requisito de no ser un recién convertido. Sin embargo, el apóstol señala que si un anciano es un recién convertido, puede envanecerse y llenarse de orgullo (1 Ti. 3:6). Una de las implicaciones de esta distinción podría ser que los que ejercen el oficio de anciano son más susceptibles al orgullo porque tienen liderazgo sobre la iglesia. Por el contrario, no es tan probable que un diácono, alguien que desempeña un papel de servidor, caiga en ese mismo pecado. El hecho de que Pablo incluya el carácter de la esposa de un diácono también puede revelar una diferencia importante (1 Ti. 3:11). Puesto que la tarea de un diácono está centrada en el servicio y no en la dirección, la esposa podría participar fácilmente. La esposa de un anciano estaría más limitada, ya que Pablo prohíbe a las mujeres “enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre” (1 Ti. 2:12). Por último, el título de “obispo” (1 Ti. 3:2) implica una supervisión general del bienestar espiritual de la congregación, 276

mientras que el de “diácono” se refiere a alguien que ejerce un ministerio orientado al servicio.

Deberes de los diáconos Hemos hablado de algunas de las diferencias entre los ancianos y los diáconos, pero aún tenemos que especificar las obligaciones precisas de los diáconos. Ya hemos indicado que los diáconos no son responsables de enseñar o dirigir a la congregación. No son los líderes espirituales de la iglesia. En cambio, los diáconos dirigen las funciones orientadas al servicio. La Biblia, sin embargo, no indica claramente cuáles son las funciones de los diáconos. Pero, en base a las pautas establecidas en Hechos 6 con los apóstoles y los siete, parece mejor ver a los diáconos como siervos que hacen todo lo que sea necesario para permitir a los ancianos cumplir con su llamamiento de Dios de pastorear y enseñar a la iglesia.3 Así como los apóstoles delegaron responsabilidades administrativas a los siete, los ancianos pueden delegar responsabilidades a los diáconos, a fin de que los ancianos puedan concentrar sus esfuerzos en otras tareas. Newton concluye acertadamente: “En su papel de siervos, los diáconos se hacen cargo de los asuntos terrenales y temporales de la vida de la iglesia para que los ancianos queden liberados para concentrarse en los asuntos espirituales. Los diáconos aportan mucha sabiduría y energía necesaria para atender las amplias necesidades físicas de la iglesia, utilizando a menudo esa provisión como oportunidad para ministrar también a las necesidades espirituales de los demás”.4 Como resultado, cada iglesia local es libre de definir las tareas de los diáconos basadas en sus necesidades particulares. En vista de los requisitos en 1 Timoteo 3, encontramos algunas pistas sobre la función de los diáconos. Grudem ofrece algunas posibilidades: Los diáconos parecen haber tenido alguna responsabilidad en el cuidado de las finanzas de la iglesia, ya que tenían que ser hombres que no eran “codiciosos de ganancias deshonestas” (v. 8). Tal vez tuvieran algunas de las responsabilidades administrativas en otras actividades de 277

la iglesia también, porque se esperaba que gobernaran bien sus casas e hijos (v. 12). También es posible que ministraran para suplir las necesidades físicas de aquellos en la congregación o la comunidad que necesitaban ayuda [Hechos 6]… Por otra parte, si el versículo 11 habla de sus esposas (como yo creo que lo hace), entonces también es probable que participaran en algunas visitas casa por casa y aconsejaran, ya que las esposas debían ser “no calumniadoras”.5 Debemos notar, sin embargo, que algunos de los requisitos se podrían haber dado para hacer frente a las características de los falsos maestros y no para los deberes de los diáconos. Mounce sostiene que los requisitos mencionados sugieren que un diácono tenía un contacto importante con la gente: debía ser sin doblez, debía tener una mujer honorable, ser fiel en el matrimonio, y practicar una buena gestión familiar.6 Aunque tal conclusión es posible, no se le puede dar demasiado crédito. ¿Cuáles son algunos de los deberes de los cuales los diáconos pueden ser responsables en la actualidad? Básicamente, podrían ser responsables de cualquier tarea no relacionada con la enseñanza y el gobierno. A continuación se muestra una lista de posibles tareas. • Instalaciones. Los diáconos podrían ser responsables de la administración y el mantenimiento básico de las propiedades de la congregación. Eso incluye asegurarse de que el lugar esté preparado para el culto de adoración, como también podría incluir la limpieza, el sistema de sonido, etc. • Beneficencia. A semejanza de lo que tuvo lugar en Hechos 6 con la distribución diaria de alimentos a las viudas, los diáconos deberían participar en la administración de los fondos para los necesitados. • Finanzas. Algunos creen que los asuntos de finanzas deben ser manejados por los ancianos, ya que el dinero llevado por Pablo y Bernabé para aliviar el hambre fue entregado a los ancianos (Hch. 11:30). Pero, mientras que los ancianos 278

pueden supervisar la actividad financiera de la iglesia, es mejor dejar a los diáconos manejar los asuntos diarios. Eso podría incluir recoger y contar las ofrendas, mantener la contabilidad, ayudar a establecer el presupuesto de la iglesia, etc. • Ujieres. Los diáconos podrían ser responsables de la distribución de boletines, acomodar a la congregación en el templo, la preparación de los elementos de la comunión, etc. • Logística. Los diáconos deben estar disponibles para ayudar en una variedad de maneras para que los ancianos puedan concentrarse en la enseñanza y el pastorado de la iglesia. Al final de este capítulo incluimos un diagrama que ofrece un panorama de los diferentes ministerios de ancianos y diáconos.

En resumen La función del diácono es diferente de la de un anciano. Mientras que los ancianos se encargan de las tareas de enseñar y pastorear la congregación, los diáconos tienen una función más orientada al servicio. Es decir, se les da la tarea de ocuparse de asuntos más relacionados con los problemas físicos o temporales de la iglesia. Por ejemplo, podrían tener responsabilidad en áreas tales como las instalaciones, la beneficencia, las finanzas y otros asuntos relacionados con la logística práctica del funcionamiento de una iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles son las funciones de los diáconos en su iglesia? 2. En una frase, ¿cómo describiría la función principal de los diáconos desde una perspectiva bíblica? 3. ¿Cuáles son las principales diferencias entre los ancianos y los diáconos? 4. ¿Hay algún dato, dado en los requisitos para los diáconos, que 279

podría arrojar luz sobre sus funciones? 5. ¿Cuáles son algunas de las necesidades en su iglesia que los diáconos podrían satisfacer?

1. D. A. Carson, “Church, Authority in the”, EDT, ed. Walter E. Elwell [Grand Rapids: Baker, 1984], 229. Wayne Grudem dice también: “Es significativo que en ninguna parte del Nuevo Testamento aparezcan los diáconos con autoridad sobre la congregación como hacen los ancianos, tampoco se requiere que los diáconos sean capaces de enseñar las Escrituras o la sana doctrina” (Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine, [Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994], 920). 2. George W. Knight, The Pastoral Epistles, NIGTC (Grand Rapids: Eerdmans; Carlisle,

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U.K.: Paternoster, 1992), 167. 3. El papel de los siete no debe compararse demasiado con el de los diáconos puesto que Esteban también obraba milagros (Hch. 6:8) y fue un predicador (6:8-10) y Felipe era un evangelista (Hch. 21:8). 4. Phil A. Newton, Elders in Congregational Life: Rediscovering the Biblical Model for Church Leadership (Grand Rapids: Kregel, 2005), 41. 5. Grudem, Systematic Theology, 919. 6. William D. Mounce, Pastoral Epistles, WBC (Nashville: Nelson, 2000), 46:195.

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PREGUNTA 37

¿Cuál es la relación entre el oficio de diácono y el oficio de anciano?

La relación entre el oficio de anciano y el de diácono se da por supuesto a menudo, pero rara vez se especifica. En este capítulo analizaremos la información en el Nuevo Testamento, e intentaremos responder la pregunta de si los diáconos tienen un cargo menor que los ancianos y, de ser así, cómo se relacionan los dos oficios entre sí.

Una posición menor Hay una serie de factores en las Escrituras que indican que el oficio de diácono es, en cierto sentido, un cargo menor que el de anciano. En primer lugar, la función de los diáconos es de proporcionar apoyo a los ancianos para que éstos puedan continuar su trabajo sin distraerse por otros asuntos. Así como los apóstoles nombraron siete hombres para cuidar de las necesidades físicas de la congregación en la distribución diaria de alimentos (Hch. 6:1-6), del mismo modo, se necesitan diáconos para que los ancianos atiendan las necesidades espirituales de la congregación. El título de “diácono” también sugiere que tienen una función secundaria como aquel que viene al lado y ayuda a otros. Los diáconos no participan en las tareas importantes de la enseñanza (cp. 1 Ti. 3:2; 5:17, Tit. 1:9) y de pastorear a la congregación (cp. Hch. 20:28; Ef. 4:11; 1 P. 5:1-2). Esas tareas están reservadas principalmente para los ancianos. Por el contrario, los diáconos prestan asistencia y apoyo para que la obra de la iglesia continúe con eficacia y sin problemas. En segundo lugar, el oficio de diácono se menciona después 282

que el de anciano u obispo. Hay dos ejemplos de esto en el Nuevo Testamento. En Filipenses 1:1, Pablo no solamente saluda a toda la congregación (como era su costumbre), sino que también saluda a los “obispos y diáconos”. Más tarde, cuando el apóstol enumera los requisitos necesarios para los obispos y diáconos en 1 Timoteo 3, lo que se requiere para los obispos se menciona en primer lugar. Aunque esa manera de hacerlo no indica necesariamente un orden de prioridad, puede enfatizar al menos la importancia de los que enseñan y dirigen la iglesia. En tercer lugar, las referencias al oficio de diácono son mucho menos frecuentes que las referencias al de anciano. Aunque el uso general del término griego diakonos ocurre con bastante frecuencia, el uso más específico del término como una referencia a un cargo en la iglesia aparece solamente tres o cuatro veces en el Nuevo Testamento (Ro. 16:1 [?]; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:8, 12). Por otro lado, los términos presbuteros (“anciano”) y episkopos (“obispo”) como referencias a oficiales de la iglesia los encontramos más de veinte veces.1 De nuevo, estos números no son concluyentes por sí mismos, pero sí apoyan la idea de que los diáconos desempeñan un cargo menor. En cuarto lugar, los ancianos fueron nombrados en nuevas iglesias antes de que lo fueran los diáconos. La iglesia naciente en Jerusalén tenía ancianos antes de que hubiera diáconos, eso si suponemos que los siete nombrados en Hechos 6 no pueden ser técnicamente considerados como “diáconos”. Durante el primer viaje misionero de Pablo, él y Bernabé constituyeron ancianos en las iglesias en Asia Menor (Hch. 14:23). Sin embargo, Lucas no indica en ninguna parte que los diáconos fueran nombrados. Si bien esa omisión no prueba que los diáconos no existieran en las iglesias en ese momento, el hecho de que no se mencionan indica que en la mente de Lucas no fueron tan importantes para el progreso del evangelio. Más tarde, Pablo manda a Tito que nombre ancianos en cada ciudad en la isla de Creta (Tit. 1:5), pero no dice nada acerca de los diáconos. Si los diáconos fueron tan importantes para la vida de la iglesia, parece que también habría incluido instrucciones para nombrar diáconos e incluir los requisitos necesarios como lo hizo en 1 Timoteo. 283

Un oficio distinto Hay un cierto peligro en la descripción del oficio de diácono como un cargo menor que el de anciano. Las ideas falsas acerca de los dos oficios son comunes, por lo que es importante aclarar lo que no pretendíamos decir en nuestras consideraciones previas. Por ejemplo, no hay ninguna indicación en las Escrituras de que el oficio de diácono sea un oficio menor en el sentido de que se debe ser diácono antes de poder servir como anciano. Estos oficios se caracterizan por su función en la iglesia y por los dones de la persona. Los requisitos que se dan son similares, aunque distintos para los ancianos y los diáconos. Pablo no indica en sus requisitos para los ancianos que se tenía que ser diácono primero. En realidad, su comentario de que un anciano no debe ser un recién convertido (1 Ti. 3:6) tendría poco sentido si espera que una persona sea un diácono antes de que pudiera pasar a la posición de un anciano. Además, es probable que muchas iglesias no tuvieran diáconos al principio de su existencia. La distinción entre ancianos y diáconos no es una distinción de rango, sino de función. A diferencia de los ancianos, los diáconos no enseñan ni pastorean a la congregación (1 Ti. 3:2, 5). Si una persona es un maestro talentoso y cumple con los requisitos indicados en 1 Timoteo 3:1-7, él debe desear el oficio de anciano. Por otro lado, si alguien no tiene el don de la enseñanza, pero disfruta sirviendo en otras áreas, él podría considerar convertirse en diácono. Convertirse en diácono no es un trampolín para llegar a ser anciano. Los dos oficios son distintos, puesto que requieren una serie de dones diferentes. Los diáconos son también distintos de los ancianos en el sentido de que no son simplemente los asistentes personales de los ancianos. Los diáconos no son llamados a servir a los ancianos. Por el contrario, están llamados a servir a la congregación. Los siete en Hechos 6 no fueron buscados para servir a los apóstoles. Fueron seleccionados y designados para ayudar a resolver una necesidad crucial en la vida de la congregación. A pesar de que es necesario que los ancianos trabajen en estrecha colaboración con los diáconos, los diáconos no están allí simplemente para responder a la llamada de los ancianos, sino que deben tener libertad para servir a la congregación. Por otra parte, no es conveniente que los diáconos 284

sean elegidos únicamente por los ancianos. La congregación, en su conjunto, debe participar en el proceso. Una vez más, la razón es que los diáconos no existen para servir a los ancianos, sino que son llamados a servir a toda la congregación.

Un oficio importante Decir que el oficio de diácono es, en cierto sentido, un cargo menor que el de anciano no significa en absoluto minimizar su importancia en la vida y el bienestar de la congregación. El nombramiento de los siete hombres en Hechos 6 protegió a la iglesia de un posible desastre. Puesto que las viudas de habla griega eran desatendidas, algunos judíos de habla griega podían haber sido tentados a formar sus propias congregaciones. El resultado habría sido devastador para la unidad de la iglesia. Por tanto, lo que comenzó como un problema menor podría haberse convertido en uno grande si no se controlaba. La iglesia podría haber experimentado su primera división, y eso habría sofocado su progreso para proclamar el mensaje del evangelio a todas las naciones. Sin embargo, los apóstoles con prudencia nombraron a los siete para resolver el problema. De manera similar, se necesitan a los diáconos en la congregación porque cuidan de la vida “física” de la iglesia. Los diáconos tampoco son menos importantes que los ancianos en el sentido de que sean menos cristianos o menos importantes ante los ojos de Dios. Todos los dones son de Dios y Él los da de acuerdo a su voluntad (1 Co. 12:11). Pablo usa la analogía de un cuerpo para ilustrar la enseñanza de que todos los miembros que componen un cuerpo son necesarios. El pie, la mano, el ojo y el oído—a pesar de que tienen diferentes funciones—son parte integral del cuerpo y no pueden ignorarse. En realidad, Pablo dice que aquellos que reciben menos honor a causa de sus dones y su uso en la iglesia no deben ser descuidados. Él afirma: Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, 285

se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros (1 Co. 12:22-25). Todos los miembros son necesarios, y esto es especialmente cierto en cuanto a la importante labor de los diáconos.

En resumen Las Escrituras parecen indicar que el oficio de diácono es un oficio secundario comparado con el de los ancianos. Esta distinción se debe principalmente a las funciones de dirigir y enseñar propias de los ancianos. Los diáconos, por otro lado, son principalmente los servidores que se ocupan de los detalles de la iglesia, lo que permite a los ancianos hacer su trabajo de una forma más eficaz y completa. El papel de los diáconos es, sin embargo, vital para la vida y salud de la iglesia. A pesar de que los diáconos trabajan estrechamente con los ancianos, no están allí para servir a los ancianos, sino para servir a la iglesia. Además, una persona no tiene por qué ser diácono antes de que esté cualificado para convertirse en anciano.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué evidencias existen en el Nuevo Testamento para apoyar la idea de que el oficio de diácono es, en cierto sentido, un cargo menor que el oficio de anciano? 2. ¿Por qué es un error pensar que alguien debe ser diácono antes de que pueda servir como anciano? 3. ¿Cuál es la relación adecuada entre diáconos y ancianos? 4. ¿Por qué es tan importante el oficio de diácono en la vida de la iglesia? 5. ¿Celebra su iglesia el trabajo de los diáconos? ¿Qué podría hacerse para mostrarles agradecimiento por la gran tarea que 286

realizan? 1. Anciano: Hch. 11:30; 14:23; 15:2, 4, 6, 22-23; 16:4; 20:17; 21:18; 1 Ti. 5:17, 19; Tit. 1:5; Stg. 5:14; 1 P. 5:1, 5; 2 Jn 1; 3 Jn. 1. Obispo: Hch. 20:28; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:7.

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PREGUNTA 38

¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres pueden ser diaconisas?

La cuestión acerca de si las mujeres pueden ser diaconisas debe considerarse de una manera independiente de la cuestión de ser ancianos. Mientras que muchos cristianos creen que la Biblia prohíbe a las mujeres desempeñar el oficio de anciano, algunos de esos mismos cristianos están convencidos de que las mujeres pueden ser diaconisas. En las páginas siguientes, consideraremos los argumentos más comunes a favor de permitir que las mujeres sean diaconisas. En particular, presentaremos los argumentos relacionados con los tres textos fundamentales: 1 Timoteo 3:11; 1 Timoteo 2:12 y Romanos 16:1-2.

1 Timoteo 3:11 En 1 Timoteo 3:8-13, Pablo enumera los requisitos necesarios para que un hombre pueda ser diácono. En el versículo 11, sin embargo, presenta los requisitos necesarios para “las mujeres”. Según la RVR-60, Pablo dice: “Las mujeres asimismo sean honestas…”. La NVI, en cambio, dice: “Así mismo las esposas de los diáconos deben…”. La pregunta es si Pablo está hablando de los requisitos para la esposa de un diácono o para una diaconisa. Los siguientes argumentos sugieren que Pablo tiene en mente esto último: 1. El término griego gunaikas (de la palabra gunē) puede referirse a “mujeres” o, más concretamente, a “esposas”, la distinción solamente puede determinarse por el contexto. Si 288

Pablo se refería a las esposas de los diáconos, él podría haber indicado su intención añadiendo la palabra “sus” (“sus mujeres asimismo sean…”). Debido a que el griego no contiene la palabra “sus” (a pesar de que sí está incluida en muchas traducciones actuales), lo mejor es traducir el texto original simplemente como “las mujeres”. En este caso, Pablo presenta otro oficio y no se refiere, meramente, a las esposas de los diáconos. 2. Pablo comienza el versículo 11 de una manera similar al versículo 8, que introduce un nuevo oficio. En los versículos 1-7, Pablo identifica los requisitos necesarios para cualquiera que aspire al oficio de obispo. Cuando Pablo comienza la siguiente sección, que presenta el oficio de diácono, dice: “Los diáconos asimismo…” (v. 8). Lo que se quiere destacar es que el versículo 11 comienza de la misma manera, lo que sugiere que va a empezar a hablar del otro oficio (diaconisa). El flujo de la escritura de Pablo se hace entonces evidente: “el obispo sea… [v. 2]… los diáconos asimismo deben ser [v. 8]… las mujeres [diaconisas] asimismo sean… [v. 11]”. Los versículos 12 y 13, que se refieren de nuevo a los requisitos para los diáconos varones, incluyen información adicional que Pablo añade en el último momento, con lo cual rompe un poco la unidad. 3. Otra razón que sugiere que Pablo no habla de las esposas de los diáconos, sino más bien acerca de diaconisas, es que los requisitos de los obispos no incluyen ninguna referencia a sus esposas. No parece probable que Pablo esté agregando un requisito especial para la esposa de un diácono, cuando el oficio más importante del obispo no tiene tal requerimiento. Por tanto, no parece probable que Pablo tuviera requisitos más estrictos para los diáconos que para los ancianos.

1 Timoteo 2:12 Muchos cristianos se oponen a que las mujeres sean diaconisas, ya que, de acuerdo con 1 Timoteo 2:12, Pablo prohíbe a la mujer 289

“enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre”. Y como todos los oficios en la iglesia, incluido el de diácono, poseen una autoridad inherente, a las mujeres no se les permite ocupar tales cargos. Hay dos respuestas principales a este dilema que todavía permitiría a las mujeres ser diaconisas. La primera de ellas consiste en que, tal vez, la prohibición de Pablo esté limitada debido a razones culturales. Es decir, Pablo prohíbe a las mujeres que enseñen y tengan autoridad sobre los hombres porque las mujeres de Éfeso eran incultas o enseñaban doctrinas falsas (o ambos casos). Por tanto, en el caso de mujeres que tienen una buena educación y no enseñan doctrina falsa, la prohibición de Pablo no se aplica. Una segunda respuesta es que el ministerio de los diáconos es por naturaleza un ministerio de servicio que no requiere que la mujer enseñe, ni ejerza autoridad sobre los hombres y, por tanto, no viola la prohibición de Pablo. A diferencia de los ancianos, el diácono no necesita ser “apto para enseñar” (1 Ti. 3:2), porque su ministerio no participa en la enseñanza. Además, se podría argumentar que el oficio de diácono no es un oficio de autoridad debido a que la naturaleza de su ministerio está orientada al servicio. Los diáconos no son llamados a dirigir la iglesia, sino a servirla. Por tanto, no se violan las dos prohibiciones dadas por Pablo en 1 Timoteo 2:12 al permitir que las mujeres sean diaconisas.

Romanos 16:1-2 En este texto, Pablo recomienda Febe a la iglesia de Roma y la llama diaconisa “de la iglesia en Cencrea”. Hay al menos tres razones que apoyan la traducción de diakonos aquí como “diaconisa”, que se refiere a alguien que ejerce una posición y no meramente a alguien que es un “siervo”. 1. Pablo usa la forma masculina diakonos para referirse a una mujer. Por tanto, se puede decir que Pablo no usa el término para referirse generalmente a alguien que es un siervo, sino que tiene en mente un oficio específico. La forma masculina de diakonos, utilizada para hacer referencia a una mujer, sugiere que el término se convirtió en norma para referirse a 290

un oficio. 2. Cuando lo que se tienen en mente es el significado genérico de diakonos (es decir, “siervo”), por lo general el texto dice: “siervo del Señor” o algo similar. Este es el único lugar donde Pablo habla de alguien que es un diakonos de una iglesia local. A Tíquico se le llama un “fiel ministro [o servidor] en el Señor” (Ef. 6:21), de Epafras se dice que era un “ministro [siervo] de Cristo” (Col. 1:7) y a Timoteo se le llama un “buen ministro de Jesucristo” (1 Ti. 4:6). Puesto que solo de Febe se dice específicamente que era una sierva en una congregación local (la iglesia en Cencrea), lo más probable, es que ella fuera una “diaconisa” en su iglesia. 3. Febe es enviada a realizar una tarea oficial en nombre del apóstol Pablo y de su congregación. Pablo la recomienda a la iglesia en Roma e insta a los cristianos de ese lugar a que la ayuden, ya que ella va a llevar a cabo una tarea importante. Les pide: “que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Ro. 16:2). Se argumenta que una tarea oficial así requiere un líder elegido y reconocido.1

En resumen La conclusión que sacamos de la información anterior es que las mujeres pueden ser diaconisas en la iglesia. En 1 Timoteo 3:11, Pablo nos da los requisitos para las diaconisas y en Romanos 16:1 menciona especialmente el nombre de Febe, una hermana en el Señor, “diaconisa de la iglesia en Cencrea”. Además, permitir a las mujeres ser diaconisas no viola la prohibición de Pablo en 1 Timoteo 2:12 puesto que el diácono no tiene como tarea “enseñar ni ejercer autoridad” en la iglesia.

Preguntas para la reflexión 291

1. ¿Está usted convencido de que 1 Timoteo 3:11 se refiere a diaconisas y no simplemente a las esposas de los diáconos? 2. ¿Qué argumentos individuales le parecen más convincentes? 3. ¿Está usted de acuerdo con quienes sostienen que el oficio de diácono no es un oficio de autoridad y, por tanto, no viola 1 Timoteo 2:12? 4. ¿Cuáles son las razones para afirmar que Febe era diaconisa en su iglesia? 5. ¿Por qué cree usted que muchas iglesias que no permiten a las mujeres ser ancianos, sí les permiten ser diaconisas? 1. Muchos estudiosos opinan que Febe era en realidad la portadora de la carta a los Romanos, como por ejemplo, C. E. B Cranfield, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans, ICC (Edinburgh: T and T Clark, 1979), 3:780; John Murray, The Epistle to the Romans, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1968), 226; Douglas J. Moo, The Epistle to the Romans, NICNT (Grand Rapids: Eerdmans, 1996), 913; Peter Stuhlmacher, Paul’s Letter to the Romans, trad. Scott J. Hafemann (Louisville: Westminster/John Knox, 1994), 246; y F. F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans, ed. rev., TNTC (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1985), 6:252.

292

PREGUNTA 39

¿Cuáles son las razones para afirmar que las mujeres no pueden ser diaconisas?

Hablemos ahora de las razones a favor de no permitir que las mujeres sean diaconisas. Hay que reconocer, sin embargo, que si bien muchos de los siguientes argumentos sugieren que las mujeres no eran diaconisas en el Nuevo Testamento, esas conclusiones deben ser solamente tentativas debido a la escasez de información. Al igual que con la anterior pregunta, vamos a examinar los argumentos relacionados con 1 Timoteo 3:11; 1 Timoteo 2:12; y Romanos 16:1-2.

1 Timoteo 3:11 Aunque el texto griego es ambiguo en relación a si Pablo se refiere a las esposas de los diáconos o a mujeres que son diaconisas, las siguientes razones favorecen la primera lectura. 1. En el contexto inmediato, el término griego gunē se traduce como “esposa”. Por ejemplo, en el versículo 2, Pablo dice que el obispo debe ser “marido de una sola mujer [gunē]” y en el versículo 12, escribe de manera similar diciendo que los diáconos deben cada uno “ser marido de una sola mujer [gunē]”. Por tanto, puesto que el uso de gunē en el contexto anterior (v. 2) y en el siguiente versículo (v. 12) tiene el significado de “esposa”, es coherente con el contexto traducir gunē como “esposa” en el versículo 11. 2. En el contexto, el artículo posesivo “sus” no es necesario para entender con claridad que el pasaje se refiere a las 293

esposas de los diáconos. Es obvio que al hablarse de “mujeres” en el versículo 11, es únicamente para referirse a las esposas de los posibles candidatos para el cargo de diácono. Por otro lado, si Pablo pasa a hablar de los requisitos para un oficio separado de diaconisa, se esperaría una clara indicación, como “las mujeres que sirven como diaconisas”. Además, en el versículo 12, Pablo cambia de nuevo para hablar acerca de los diáconos sin dar ninguna indicación de que alguna vez dejara el tema. Por tanto, si el texto se refiere a mujeres diaconisas, eso sería interrumpir el flujo natural del texto al no haber una clara transición para retomar el tema de los diáconos varones en el versículo 12. 3. Si Pablo se refiere a las diaconisas en el versículo 11, podemos esperar alguna referencia a su estado civil y fidelidad. En todas las listas de requisitos (para ancianos u obispos, diáconos, y viudas sostenidas por la iglesia), Pablo incluye tal referencia. En 1 Timoteo 3:2 y Tito 1:6, un anciano u obispo debe ser “marido de una sola mujer”, en 1 Timoteo 3:12 el diácono debe ser “marido de sola una mujer” y, en 1 Timoteo 5:9, una viuda que recibe apoyo de la iglesia debe haber sido “esposa de un solo marido”. En el versículo 11, sin embargo, Pablo no hace mención del estado civil de la mujer o de su fidelidad. 4. El argumento de que la palabra “asimismo” en el versículo 11 se emplea para hablar de un nuevo oficio no es convincente sobre la base de otras aplicaciones del mismo término en 1 Timoteo. Por ejemplo, en el capítulo 2 Pablo declara: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (v. 8). En el versículo siguiente, añade: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos” (v. 9). Pablo une sus mandatos a hombres y mujeres con un “asimismo” pero sus comentarios son muy diferentes. Él afirma que los hombres deben orar… Asimismo, las mujeres deben vestirse adecuadamente. Él no dice: “Los hombres 294

han de orar…Asimismo, las mujeres también deben orar”. Por tanto, sostener que la palabra “asimismo” en 3:11 se emplee para hablar de un nuevo oficio, es interpretar la palabra de forma muy limitada. Por el contrario, Pablo dice que, así como los diáconos tienen que ser dignos, del mismo modo, sus esposas también deben serlo. 5. Sería extraño que Pablo diera los requisitos para los diáconos en los versículos 8-10, y, más tarde, se interrumpa para introducir el nuevo oficio de la diaconisa en el versículo 11, y luego regresar a los requisitos para los diáconos en los versículos 12-13. Sin embargo, si el versículo 11 se refiere a la esposa de un diácono, el versículo 11 encaja perfectamente en el flujo de ese tramo del discurso. Los versículos 11 y 12 forman la segunda mitad de los requisitos de un diácono. Los versículos 8-10 hablan de las cualidades personales y morales de un diácono, mientras que los versículos 11-12 se refieren a su familia y hogar. Es decir, su esposa debe ser digna, él debe ser fiel a su esposa y gobernar bien su casa e hijos. Por tanto, los versículos 11 y 12 forman un tema común de la familia del diácono. Tratan el mismo tema y, naturalmente, deben ir juntos.1 6. También es poco probable que los versículos 12 y 13 sean una idea tardía, que se enumera después de los requisitos para diaconisas. ¿Por qué se iba a olvidar Pablo de mencionar que un diácono debe ser marido de una sola mujer o de que administre bien su casa? Estos requisitos son muy importantes para ese oficio y son los que Pablo acaba de mencionar en relación con los requerimientos para los obispos. Por tanto, no es convincente la idea de que Pablo se olvidó simplemente de mencionar algunos requisitos y luego volvió a ellos después de presentar los requisitos de las diaconisas. 7. Si Pablo tenía la intención de establecer un oficio adicional (el de diaconisa), es más probable que él lo hubiera hecho de forma explícita, en lugar de hacerlo casualmente. El hecho de que Pablo proporcione una sola frase con solo cuatro 295

requisitos parece poco probable. Él enumera quince requisitos para los obispos y nueve (o diez) para los diáconos, mientras que menciona cuatro para las diaconisas. Una lista así de corta sería de extrañar, sobre todo, porque sabemos que las mujeres eran engañadas por los falsos maestros (1 Ti. 5:13; 2 Ti. 3:6-7). 8. Si bien es cierto que nada se dice respecto a la esposa de un anciano, no podemos usar demasiado ese argumento del silencio. Lo que hay que recordar es que las listas de requisitos en 1 Timoteo 3 no son listas formales, sino que son para un fin determinado en el sentido de que están dirigidas para contrarrestar los problemas específicos prevalecientes en la iglesia en Éfeso. Es muy posible que, por razones que no conocemos, Pablo considerara que era necesario e importante que la esposa de un diácono cumpliera con ciertas normas. Además, es probable que las esposas de los diáconos participaran en el ministerio de servicio de sus maridos de una manera que las esposas de los ancianos no lo hacían. Dado que los diáconos no estaban involucrados en un ministerio de enseñar y dirigir (lo que estaba prohibido para las mujeres, 1 Ti. 2:12), sino en un ministerio de servicio, las esposas podrían fácilmente participar en él. Los siete escogidos en Hechos 6 eran todos hombres. Lo interesante es que su ministerio incluía ministrar a las viudas. Parece razonable suponer que las esposas de los siete podrían haber participado en ese ministerio, mientras que las esposas de los apóstoles no habrían ayudado a sus maridos en la predicación de la Palabra.

1 Timoteo 2:12 En 1 Timoteo 2:12, Pablo prohíbe a la mujer “enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre”. Como hemos visto, muchos argumentan que debido a que el oficio de diácono no es un oficio en el que se enseña o se ejerce autoridad, a la mujer se le permitía servir como diaconisa. Tal argumento, sin embargo, es poco 296

convincente por las siguientes razones: 1. Si bien es cierto que a los diáconos no se les da un ministerio de enseñanza, es un error suponer que los diáconos no ejercen ninguna autoridad en su ministerio. Los diáconos son siervos, pero también son líderes en la congregación y, como líderes, tienen autoridad. A los siete escogidos en Hechos 6 se les dio la supervisión de la distribución diaria de alimentos, una responsabilidad que, sin duda, involucraba el ejercicio de autoridad sobre otros. Los diáconos ejercen autoridad en el ámbito físico y logístico, lo que no sería apropiado para las mujeres. 2. Parece ser que, por definición, un oficio supone un cierto grado de autoridad. Si no se ejerce alguna forma de autoridad, entonces ese oficio es, en cierto sentido, irrelevante. Otras características relacionadas con el concepto de oficio también indican que incluye la autoridad. Las personas nombradas para el cargo de diácono son, por lo general, designadas para esa posición ante la congregación, y se les da el título de “diácono”, que los distingue y separa para ese oficio. Si no son más que siervos, que por razón de su cargo no tienen autoridad sobre otros, ¿por qué entonces es necesario diferenciarlos y darles un título distinto? 3. Si los diáconos no ejercen autoridad, entonces ¿por qué es necesario que cumplan con tantos requisitos? Si los siete escogidos en Hechos 6 no tenían autoridad, ¿por qué era necesario que tuvieran una buena reputación y fueran llenos del Espíritu Santo y de sabiduría? Si los diáconos no tienen autoridad, ¿por qué es necesario que no sean codiciosos de ganancias deshonestas, que manejen bien sus hogares y que sean, en primer lugar, probados? 4. Incluso si el hecho de tener diaconisas no viola 1 Timoteo 2:12, no se infiere de ello que las mujeres puedan o deban ser diaconisas. En ninguna parte de las Escrituras existe un claro ejemplo de mujeres diaconisas, excepto, quizás, en Romanos 16:1. Cuando la iglesia primitiva tuvo un 297

problema relacionado específicamente con las mujeres, unos hombres fueron asignados para lidiar con el problema. Puesto que no hay indicios de que las mujeres fueran nombradas para cualquier cargo en la iglesia del Nuevo Testamento, sería sabio que la iglesia de hoy siguiera el modelo diseñado por Dios para el liderazgo.

Romanos 16:1-2 En Romanos 16:1, Pablo recomienda Febe a la iglesia en Roma y le llama un diakonos “de la iglesia en Cencrea”. Si bien es posible que el uso que Pablo hace de diakonos es en el sentido más técnico de un oficio de iglesia, la evidencia para esa conclusión es débil. 1. Si bien es cierto que la forma masculina de diakonos se utiliza para describir a Febe, esto puede deberse a que la forma femenina no existía en ese momento. Por tanto, el uso de la forma masculina no tiene ningún significado real aquí. Por otro lado, si Pablo hubiera querido dejar bien claro que Febe ocupaba el cargo de diácono, pudo haber creado una palabra griega para referirse a una diaconisa. En otras partes de sus escritos, Pablo crea a veces sus propias palabras cuando era necesario para transmitir sus intenciones. 2. Que a Febe se le describa como un diakonos “en la iglesia de Cencrea” no prueba que se utiliza el término como una designación para un cargo. Dado que fue enviada en una misión oficial de Pablo (la mayoría de los estudiosos suponen que Febe era la portadora de la carta a la iglesia en Roma), podría ser que Pablo necesitaba describir la iglesia desde la cual fue enviada. Así, pues, el término se utiliza en un sentido más específico, no como denominación de un oficio de la iglesia, sino como una designación de alguien que es enviado en una misión oficial en nombre de Paul.2

En resumen Aunque las razones para no permitir a las mujeres ser 298

diaconisas no son tan fuertes como las de no permitir a las mujeres ser ancianos, hay pruebas suficientes de que no era el plan de Dios para la iglesia. Es poco probable que en 1 Timoteo 3:11 Pablo dé los requisitos para el cargo de una diaconisa. Más bien, está identificando los rasgos necesarios para la esposa de un diácono. Permitir que las mujeres sean diaconisas también viola 1 Timoteo 2:12, donde se prohíbe a las mujeres ejercer autoridad sobre los hombres. La mejor evidencia de que en la iglesia primitiva había diaconisas se encuentra en Romanos 16:1-2 con el ejemplo de Febe. Este texto, sin embargo, no es concluyente, y basar un oficio en un versículo o un pasaje nunca es una buena práctica. Por tanto, lo mejor es no permitir que las mujeres desempeñen el cargo de diácono.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Cuáles son las razones para afirmar que 1 Timoteo 3:11 no se refiere a las diaconisas? 2. ¿Qué argumentos individuales le resultan más convincentes? 3. ¿Cuáles son algunas razones para creer que el oficio de diácono es un oficio que ejerce autoridad? 4. ¿Está usted convencido de que Febe era una diaconisa? ¿Por qué sí, o por qué no? 5. ¿Cree usted que las mujeres deben ser diaconisas? 1. Véase Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine (Leicester: InterVarsity Press; Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 919n. 25, para argumentos similares. 2. John Murray indica: “Si Febe ministró a los santos… entonces ella sería una sierva de la iglesia, y no hay necesidad ni garantía para suponer que ocupaba o ejercía una posición eclesiástica comparable a la del diaconado” (The Epistle to the Romans, NICNT [Grand Rapids: Eerdmans, 1968], 2:226).

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PREGUNTA 40

¿Es importante usar los títulos de “anciano” y “diácono”?

Muchas iglesias cuentan con dirigentes que, en esencia, funcionan como los ancianos y diáconos que hemos descrito en este libro, pero a esos líderes no les llaman “ancianos” ni “diáconos”. Por tanto, la cuestión que debemos enfrentar es si es esencial que cada congregación emplee esta terminología o si otros términos funcionarán también correctamente. En esta sección, intentaré demostrar que, aunque la terminología utilizada no es tan importante como la función real de los líderes de la iglesia, hay buenas razones para emplear la terminología bíblica.

Los títulos no son esenciales Si bien los títulos se utilizan a menudo para los líderes de la iglesia, Jesús nos advierte contra el deseo de buscarlos para nosotros. En contraste con los escribas y fariseos, Jesús nos enseña: “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo” (Mt. 23:8-10). Existe el peligro real de que los hombres busquen el liderazgo en la iglesia, simplemente por el título o el reconocimiento que el título trae consigo. Jesús advierte en contra de esa motivación diciendo: “El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23:11-12). El liderazgo en la iglesia no tiene que ver con la 300

adquisición de títulos, sino que consiste en convertirse en un siervo. El título particular que se usa para describir a un líder de la iglesia no es el tema central. La cuestión más importante es la función que la persona cumple. Como hemos visto, el apóstol Pablo utiliza a veces títulos para describir a los líderes de una iglesia en particular. Cabe señalar, sin embargo, que Pablo está más interesado en el servicio que en cualquier oficio.1 El que enseña la Palabra es quien recibe algún tipo de compensación (Gá. 6:6). Los que trabajan, dirigen y exhortan son los que deben ser respetados por causa de su trabajo (1 Ts. 5:12). La iglesia ha de sujetarse a los que se dedican al ministerio (1 Co. 16:15-16). De Epafras se dice que es un siervo fiel que ha trabajado intensamente para el evangelio (Col. 1:7; 4:12). A Arquipo se le exhorta a cumplir con su ministerio (Col. 4:17). Aunque a veces Pablo habla más concretamente del oficio (Ef. 4:11; Fil 1:1, 1 Ti. 3:1-2, 8, 12; 5:17, Tit. 1:5, 7), su principal preocupación es el avance del evangelio. En un sentido, pues, los títulos no son esenciales para el ministerio cristiano. Pablo enfatiza la importancia de la función de un líder más que el título en particular que el líder reciba.

Los títulos son importantes Sin embargo, simplemente porque los títulos no sean esenciales para el ministerio cristiano, no significa que no tengan ninguna importancia ni relevancia. Algunas iglesias evitan a propósito la terminología bíblica ya que se percibe como posible originadora de divisiones. Algunas personas en la iglesia prefieren un título, mientras que otros prefieren otro. A fin de mantenerse alejado de cualquier controversia, procuran evitar todos los títulos bíblicos. Otras iglesias solamente utilizan títulos que han pasado de una generación a otra, sin meditar en si esos títulos son correctos. Por tanto, la tradición de la iglesia o denominación tiene prioridad sobre el uso bíblico de los términos. Hay, al menos, tres razones por las que creo que es beneficioso para las iglesias usar fielmente los títulos mencionados en las Escrituras. Antes de entrar en las diversas razones de por qué deben utilizarse ciertos títulos, es necesario, en primer lugar, explicar que el título mismo, sin la función que le corresponde, es 301

contraproducente. Por ejemplo, el oficio de diácono lo encontramos constantemente en muchas iglesias, aunque el deber de los diáconos varía mucho. En muchas congregaciones, los diáconos funcionan como los ancianos, pues participan en la dirección y la tarea de pastorear a la iglesia. En otras circunstancias, los diáconos, en realidad, no sirven, sino que son simplemente elegidos para tomar decisiones importantes. En algunas denominaciones, un diácono es una posición ministerial de entrada que sirve como el primer paso en la carrera eclesiástica. El oficio de anciano es más complejo debido al número de términos que pueden ser utilizados. ¿Qué título es preferible: anciano, obispo, supervisor o pastor? Aquí hay que permitir cierta flexibilidad porque la Biblia no emplea un término de forma constante. Mientras que el título de “anciano” es más común que el de “obispo”, ambos se refieren al mismo cargo en la iglesia y, por tanto, pueden ser utilizados. Si se utiliza el título de “pastor”, se debe hacer de forma coherente. Es decir, no se debe dar a algunos ancianos el título adicional de “pastor” solo porque trabajan a tiempo completo para la iglesia o porque son miembros del personal pagado. Si a un anciano se le llama también pastor, entonces es apropiado que todos los ancianos sean llamados pastores. El título de “obispo” tiene el mismo significado esencial que “supervisor”, pero las iglesias evangélicas lo suelen evitar debido a las connotaciones que el término tomó después del tiempo del Nuevo Testamento. La primera razón para utilizar los términos bíblicos para los líderes de la iglesia radica en que las bases de nuestra autoridad se encuentran en la Biblia y no en la sabiduría humana. Cuando se usan títulos que no se encuentran en las Escrituras, la congregación puede empezar a dudar de la base de autoridad de los líderes de la iglesia. Sin embargo, cuando se demuestra que según el modelo de iglesias en el Nuevo Testamento, los ancianos son responsables de pastorear y enseñar a la iglesia, eso da autoridad y credibilidad a su oficio. Hoy en día, muchas iglesias modelan su estructura organizativa imitando el modelo de empresas exitosas. La iglesia, sin embargo, no debe funcionar como una empresa, y es peligroso organizarla sobre la base de lo que funciona bien en la sociedad. 302

Dios ha provisto a la iglesia con una estructura básica que se debe seguir de cerca. Desviarse de esa estructura es, en cierto sentido, como decir que nuestro camino es mejor que el camino de Dios. Mediante el uso de la terminología bíblica, así como la realización de las funciones bíblicas, los líderes comunican a la congregación que la Biblia es la autoridad final para toda fe y práctica. Una segunda razón a favor de utilizar los títulos para los líderes dados en las Escrituras es que permite a la congregación saber qué esperar de los líderes. Si se usan otros términos, la congregación o bien debe adivinar cuáles son las responsabilidades de los líderes, o debe leer la descripción de tareas de los puestos individuales (a la que posiblemente no tenga acceso). Sin embargo, si se utilizan los términos y funciones bíblicos, la congregación sabrá de inmediato que los diáconos no están a cargo de la predicación y la enseñanza o de la toma de decisiones en la iglesia. Son, más bien, responsables de las tareas orientadas al servicio. Por último, es conveniente emplear la terminología bíblica para los líderes de la iglesia porque ayuda a que los líderes se sujeten a los requisitos bíblicos. Si a los líderes que gobiernan y enseñan en la iglesia se les llama simplemente “miembros del concilio”, o se les da otro título que no se encuentra en las Escrituras, entonces es difícil que los líderes se sujeten a las normas bíblicas. Cuando a uno de ellos se le cuestiona si cumple o no con los requisitos que corresponden a ancianos o diáconos, él puede responder simplemente: “No me pueden exigir esos requerimientos porque yo no soy un anciano o diácono. Yo solo soy un miembro del concilio”. Para aplicar los requisitos coherentemente a los líderes de la iglesia, lo mejor es que tengan los títulos ya dados para esas funciones. Si los títulos apropiados no se utilizan, la congregación se confunde, y se ofrece una vía de escape para los líderes no cualificados. Utilizar los títulos que se encuentran en las Escrituras evita tales confusiones. De hecho, cuando los miembros de la iglesia leen la Biblia y los requisitos que figuran en ella, eso les ayuda a comenzar a examinar sus propios corazones para ver cómo se encuentran en relación con dicha norma. Si aspiran a ocupar un cargo en particular, sabrán exactamente qué se espera de ellos, según los requisitos dados en las Escrituras. 303

En resumen Los títulos no son esenciales para el ministerio cristiano, pero son importantes. Su uso demuestra que la autoridad de la iglesia no se basa en la sabiduría humana, sino en Dios. También permiten a la congregación saber qué esperar de sus líderes. Por último, los títulos vinculan un oficio con un conjunto particular de requisitos que deben cumplirse antes de que alguien pueda llevar apropiadamente el título.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Por qué nos advierte Jesús contra ambicionar títulos? 2. ¿Está usted de acuerdo en que los títulos no son tan importantes como la función que cumple la persona que ostenta el título? 3. El hecho de utilizar los títulos bíblicos para los oficios de la iglesia, ¿de qué manera demuestra que nuestra autoridad se basa en la Biblia y no en la sabiduría humana? 4. El hecho de utilizar los títulos bíblicos, ¿de qué manera ayuda a la congregación a saber qué esperar de su liderazgo? 5. El hecho de utilizar los títulos bíblicos, ¿de qué manera ayuda a los líderes a cumplir los requisitos bíblicos? 1. Bengt Holmberg dice: “La impresión general que sacamos al leer las cartas de Pablo es que los oficios locales no parecen ser tan importantes… incluso si parece que el apóstol los aprecia” (Paul and Power: The Structure of Authority in the Primitive Church as Reflected in the Pauline Epistles [Philadelphia: Fortress, 1980], 112). Algunas razones para este fenómeno son (1) La propia autoridad de Pablo era todavía preeminente; (2) la presencia de profetas y maestros limitaba la necesidad de otros líderes; (3) las iglesias jóvenes no estaban en posición de gobernarse a sí mismas y (4) Pablo, normalmente, dirige sus cartas a toda la congregación, no solo a los líderes.

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“La Biblia es el libro más grandioso de todos; estudiarla es la más noble de todas las ocupaciones; entenderla, la más elevada de todas las metas”. —Dr. Charles C. Ryrie

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Quebrantamiento. Comunión. Actitud de siervo. Obediencia. Estos rasgos constituyen el marco de un Liderazgo perdurable. Al examinar cada rasgo, Loritts socava muchas ideas muy comunes sobre el liderazgo que no son bíblicas. Según Loritts, Dios no busca a líderes como el mundo lo hace. Él busca discípulos, e irónicamente, a la medida que estos discípulos le siguen, se convertirán en líderes. ISBN: 978-0-8254-1378-0

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