Analisis de Un Mito Griego

UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA FACULTAD DE PSICOLOGÍA "Patologías de la Vida Erótica" Cátedra de Psicopatología “Anál

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA FACULTAD DE PSICOLOGÍA

"Patologías de la Vida Erótica"

Cátedra de Psicopatología “Análisis Análisis del mito griego de Dafne y Apolo”

APOLO Y DAFNE: Cornelio del Vos (1584 (1584-1651)

Horacio Marcelo Avaca E E-mail: [email protected]

Patologías de la vida erótica: Análisis del mito griego de Dafne y Apolo.

Introducción: Es sabido como el Psicoanálisis se ha nutrido de la mitología griega para la conceptualización de algunos de los fenómenos encontrados en la clínica. Estamos al corriente que los griegos no pecaban de ingenuos, y que en el trasfondo los mitos funcionaban como operadores de sentido, sirviendo para analizar la subjetividad humana. Por eso lejos del pensamiento mágico, la cultura griega es la verdadera cuna de lo racional, utilizando al mito para decir lo indecible, podemos ver cuanta pedagogía sobre las pasiones humanas se esconde tras esos relatos. Sin ir más lejos, el mito de Edipo rey hizo a Freud descubrir el núcleo de las neurosis.

Afne, una ninfa hija de la diosa de la tierra Gea, fue una doncella atractiva que

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muchos procuraron, pero que eligió ser solitaria y liberarse de los lazos conyugales.Constituyó el modelo de aquella virgen que atrae y a la vez repele a

los hombres, la que hace desear con su cautivante belleza, una muchacha que muchos pretendieron y como luego se verá, nunca pudo asumir una posición femenina. Quizá constituya el prototipo del mito griego de la histérica, aquella que Lacan comienza a conceptualizar de manera temprana distinguiéndola de la feminidad. Dentro de su enseñanza en su Seminario 3 afronta a la histeria en relación a la pregunta que aborda sobre lo femenino, sostiene que “volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes (…) aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo” (Lacan, 1955-56, p. 254). En el otro extremo de la historia nos encontramos con Apolo, hijo de Zeus y Dios del sol. Apolo estaba engreído por su triunfo sobre la serpiente pitón, tanto así que llegó a desprestigiar a Eros, diciendo que sus flechas eran infalibles, a lo que el Dios le respondió que las suyas lastimaban más ya que trataban del amor. Es entonces cuando fue atravesado por una flecha de oro de Eros, desde ese momento quedó profundamente enamorado de Dafne. No obstante, Dafne también fue penetrada por Eros, pero la flecha fue de plomo,induciéndolaa una frialdad indiferente ante el cortejo de Apolo. Dafne se encontraba una vez en el bosque cantando hermosas melodías y a pesar de su andrajoso vestir y su desordenado cabello, allí Apolo creyó ver en ella a la mujer de sus sueños, su complemento que respondiese por la falta fálica del sujeto, sin embargo esto no sucedió y Dafne rehusó a identificarse como objeto de goce de Apolo. Apenas ella dio cuenta de la presencia del Dios, como todo sujeto histérico se sustrajo, huyendo, escamoteándose como diría Lacan. Apolo no dudó en perseguirla y ungido de deseo logró dar con Dafne, sin embargo en ese preciso momento ella pidió ayuda a su amado padre, el rio Peneo, quien una vez le prometió no insistir en pedirle descendencia, ya que ella entre sollozos le exclamó que nunca se casaría con ningún hombre, nunca se reduciría a ser el partenaire que satisficiera, que hiciese todo tipo de concesiones. Aquí vemos la diferencia entre la histeria y la feminidad ya que el ser femenino hará cualquier concesión con tal de satisfacer a su amante, es decir constituirse en su objeto a.

Apolo, preso de la ansiedad trató de seducir a la joven virgen, se vanaglorió de sus proezas, diciéndole que no era un simple campesino, que era un Dios, que mató a una enorme serpiente con su flecha, en fin hazañas, siempre fálicas, ya que el goce fálico porta la misma estructura discontinua que los fenómenos del sujeto. En el momento en que este trató de abrazarla, ella le pidió a su padre divino que hiciese desaparecer su cuerpo, puesto que es lo único que deseaba su perseguidor. Pronto su cuerpo se transformó, su cabello se convirtió en hojas, sus manos en ramas y sus pies en raíces. Dafne consume la falta, goza por última vez, pero no un goce carnal, sino un gozar de la falta, se constituye para siempre en la insatisfacción de Apolo, metaforizada por la sustracción de su cuerpo. Recordemos lo que dice Lacan en el “El reverso del psicoanálisis” (Lacan, 1969-70, V-VI) donde caracteriza al deseo insatisfecho propio de la posición histérica como un modo de goce: el “goce de la privación”, que se diferenciará radicalmente del goce femenino. Un apenado Apolo sacó una rama del laurel en que se convirtió su amada Dafne, y lo colocó sobre su cabeza. Ella se convirtió en un objeto precioso que Apolo lleva consigo y de esta manera sustenta para siempre el deseo y el amor. Plus de ser y no de goce. Dafne finalmente huyó para siempre dejando incompleto a Apolo. Dafne, convertida en laurel, aún hoy sigue indagándose qué es ser mujer y sigue sin responder a esa pregunta, colocada sobre una medialuna de plomo, escarchada, suplicando y evadiendo al mismo tiempo. Virgen. Paradójicamente Dafne quien nunca pudo asumir una posición femenina, porque siempre estuvo colocada en la posición histérica, es decir del lado hombre, ella como planta de laurel simboliza la gloria, la victoria tras la guerra, la sangre que ha sido derramada, la menstruación femenina…en fin, el lado mujer. Como corolario de esta historia podemos decir que Apolo hubo de domar su deseo luego de ser impedido de goce al perder el cuerpo de Dafne a cambio de la planta de laurel, por ende debió conformarse con inhibir la meta de su pulsión sexual, desplazando el fin de la misma, desviación en la cual su acción fantaseadora habrá incrustado elementos representativos alejados del prototipo corporal, en una pura sublimación.

A propósito de esto, Lacan menciona en su seminario VII “La ética del Psicoanálisis” que esa meta diferente se corresponde con la Cosa, que al encontrarse esencialmente velada nos vemos obligados a cercarla, a contornearla, para así poder concebirla, equiparando la sublimación con la actividad del alfarero, que al formar una vasija este hace surgir de sus bordes un vacío interior. Entonces diremos que la sublimación re-produce así la falta de la que desciende. Dafne eternizó la referencia de Deseo de la histérica, de dejar insatisfecho al mismo, teniendo Apolo que utilizar sus ramas como arcos, sus laureles como corona como una forma de tapar ese agujero imposible de llenar.

Conclusión: Dijimos al principio que el mito funciona para analizar las pasiones humanas. De manera inequívoca pudimos ver en Dafne a la histérica, que Lacan en su seminario 20 posiciona del lado del hombre, y por tanto la deja fuera de la sexuación u hommosexuada (con dos “m” para señalar su referencia al hombre), no acepta posicionarse como objeto a dentro del fantasma de Apolo, $@ (La), ella procura un saber sobre el goce y a su vez mediante este saber se sustrae del lugar de ser objeto causa para un hombre. La estructura del deseo, como deseo del gran Otro, surge en la histeria de manera muy luminosa. La histérica se apropia del deseo del Otro identificándose con él, se identifica con su falta, en tanto que castrado, en no satisfecho. Dafne nunca dio su amor a Apolo, nunca cedió ser “una” mujer para este. Sabemos por el contrario que las mujeres, aman el amor, ya que a diferencia de aquel goce fálico, ellas no se hacen reconocer por sus logros más que en la medida en que se aseguran de no ser un sujeto cualquiera, tomando prestado el “uno” al Otro.

Referencias:

Colette Soler, Lo que Lacan dijo de las mujeres, Paidós.

Lacan, J. (1955-56): El seminario, libro 3: Las psicosis, Paidós, Barcelona, 1984.

Lacan, J. (1969-70): El seminario, libro 17: El reverso del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1992

Lacan, J., Seminario VII: La ética del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Bs. As. , Argentina, 1990.

Lacan, J. (1972-73): El seminario, libro 20: Aun, Paidós, Barcelona, 1981.