Analisis de La Obra Literaria

ANALISIS DE LA OBRA LITERARIA - FABLA SALVAJE DATOS DEL AUTOR César Abraham Vallejo Mendoza nació el 16 de marzo de 1892

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ANALISIS DE LA OBRA LITERARIA - FABLA SALVAJE DATOS DEL AUTOR César Abraham Vallejo Mendoza nació el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco en la provincia de la Libertad. En 1900 inicia sus estudios primarios en el colegio municipal “Santiago de Chucho”. En 1909 retorna sus pueblo natal. En 1912 viaja a lima se inscribe en la facultad de Ciencias en la Universidad de “san Marcos” con la intención de titularse como médico. En 1915 fallece su hermano Miguel quien será el primer poeta de América. En 1916 conoce a Rosa Soila Cuadro Mirtho, de quién se enamora profundamente en 1920 Vallejo es acusado injustamente, permanecerá en prisión por más de tres meses y medio. En 1921 Vallejo gana el primer premio literario con el cuento “Mas allá de la vida y de la muerte”. En 1924 muere su padre. En 1927 escribe su poema “El lomo de las sagradas escrituras” . En 1930 Vallejo es expulsado de Francia. En 1932 retorna a París. En 1938 César Vallejo Muere en París un viernes santo. BIOGRAFIA DEL AUTOR PRODUCCION LITERARIA “Paco Yunque” “A mi hermano Miguel” “los Heraldos Negros” “mas allá de la vida y la muerte” “Fabla Salvaje” “Hacia el reino de los Sciris” “Lomo de las sagradas escrituras” “El Tunsgteno” “Colacho hermanos” “Piedra negra sobre una piedra blanca” “Los pasos lejanos” ARGUMENTO FABLA SALVAJE Todo empezó una mañana cuando Balta Espinar se levantó de su lecho se dirigió al espejo y vio que pasaba alguien por detrás de él; el volteó y el espejo se cayó y se rompió en varios pedazos. Llegó su esposa Adelaida y le contó lo sucedido atemorizado a la hora de la cena cantaban las gallinas como si algo iba a pasar y Balta con voz tímida dijo que ahora si iba a pasar algo y se sería de ellos . En la mañana siguiente Balta Espinar se levantó y fue a trabajar, después de mucho trabajo se cansó y había un charco, se agachó y en el acto vio que la misma sombra pasaba por detrás. En el principio pensó que era una broma pero después de haber percibido en muchas oportunidades, decidió en pensar que Adelaida le engañaba con otra persona hasta que llegó un día en que Balta ya no le hablaba a su esposa y además le golpeaba porque pensaba que sí efectivamente Adelaida la sacaba la vuelta. Un día Balta espinar estaba sentado al borde de un abismo cuando en ese preciso momento pasó la sombra por detrás de él volteó y cayó al abismo en ese preciso momento nació su hijo. TEMA PRINCIPAL - La superstición y la predisposición del ser por creencias tontas. SUB TEMAS: - Los celos por la superstición. - El maltrato moral provocado de manera personal. - La inexistencia de la sombra. - El nacimiento de su hijo. PERSONAJE PRINCIPAL - Balta Espinar.- Esposo de Adelaida. PERSONAJES SECUNDARIOS - Adelaida.- esposa de Balta, de quien se piensa que es una mujer que le engaña a su esposo. - Paco Fariña, el niño con rasgos de valentía. MENSAJE: En esta narrativa se observa como el hombre se predispone a través de la superstición al extremo de quitarse la vida, llamándonos a cambios en nuestra forma de pensar ya que nosotros mismo somos los forjadores de nuestro destino. ESPACIO: MACROCOSMO: La comunidad donde vive la pareja. MICROCOSMO: Territorio peruana. LENGUAJE: CONNOTATICO Es la convivencia con el mundo de la superstición imaginándose el hombre lo peor frente a un espejo roto. DENOTATIVO: FABLA SALVAJE: determinación del autor a una de sus producciones literarias.

CONCLUSIONES. Es uno de los cuentos más importantes de César Vallejo, donde nos hace ver la convivencia del hombre con la superstición, sin interesarle que primero está su forma de vida creada por él mismo. Llegamos a una conclusión clara y precisa, manifestada de la siguiente manera: - El hombre nunca debe ser guiado por imaginaciones, debe ser en todo momento realista y optimista practicando sólo lo que piensa que le saldrá bien y nunca mal.

ANÁLISIS LITERARIO "EL VUELO DE LOS CONDORES"

ANÁLISIS LITERARIO DE “EL VUELO DE LOS CONDORES” I.- DATOS DE LA OBRA a.- TÍTULO DE LA OBRA: “El vuelo de los cóndores” b.- AUTOR: Abraham Valdelomar c.- ESCUELA LITERARIA AL QUE PERTENECE EL AUTOR: El postmodernismo d.- ÉPOCA: Contemporánea e.- GÉNERO LITERARIO: Narrativo f.- ESPECIE LITERARIO: Cuento g.- LOCALIZACIÓN: “El vuelo de los cóndores” es un cuento suelto que no pertenece a ningún libro de cuentos. h.- FORMA DE EXPRESIÓN: El cuento “El vuelo de los cóndores” está escrito en prosa. II.- DATOS DEL AUTOR a.-Biografía: Abraham Valdelomar Pinto Nació en Ica el 27 de abril de 1888. Sus padres fueron: don Anfiloquio Valdelomar Fajardo y doña María Carolina de la Asunción Pinto Bardales. Por razones familiares se fue a radicar a Pisco, viviendo en San Andrés de los Pescadores, allí pasó su niñez. Estudió la primaria en un colegio fiscal de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de Chincha. Fue el sexto de los hermanos. En 1900, viajó a Lima y se matriculó en el histórico Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe para seguir sus estudios de secundaria y en ese centro de estudios empezó a desarrollar el periodismo escolar dirigiendo con Manuel Bedoya la revista “La Idea Guadalupana”. En 1904, terminó la secundaria y en 1905 ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y al año siguiente abandonó los estudios universitarios por razones económicos y se puso a como dibujante de revistas. En 1906, ingresó a la Escuela de Ingenieros (Universidad Nacional de Ingeniería) y 1910 se retiró de ese centro universitario. En 1913 apoyó su candidatura a la presidencia de la República a Guillermo Billinghurst y cuando éste ganó las Elecciones

Presidenciales, Valdelomar fue designado Director del diario oficial “El Peruano”. El 12 de mayo de 1913 fue enviado a Italia y como Secretario de Segunda Clase de la Legación del Perú en Italia. En 1914, fue derrocado el presidente Billinghurst por el coronel Oscar R. Benavides y renunció a su cargo diplomático. Valdelomar regresó al Perú para dedicarse completamente a la creación literaria y se alejó de la política. En 1915, trabajó como secretario del Primer del Consejo de Ministros del gobierno de José Pardo. Posteriormente trabajó en el diario “La Prensa” con el seudónimo “”El Conde de Lemos” y 1916 apareció la revista “Colónida”. Esta revista fue fundada por Abraham Valdelomar y por un grupo de jóvenes escritores de aquella época: José Carlos Mariátegui, Enrique A. Carrillo (Cabotín), Federico Y Ernesto More, César Atahualpa Rodríguez y entre otros. La revista “Colónida”, que solo publicó cuatro números, dio nacimiento a un movimiento de renovación literaria que iba en contra de todo academismo y todo rezago colonialista. En 1918, realizó una gran gira cultural por el norte: Huaura, Trujillo, La Libertad, Chiclayo, Cajamarca, Guadalupe, Zaña, Chepén, Motupe, Pimentel, Piura, Sullana y otros lugares. En 1919, hizo una gira por el sur: Ica, Moquegua, Arequipa, Pisco, Chincha, Cusco, Juliaca, Puno, Ilo.El 1 de noviembre de 1919, falleció en Ayacucho. b.-Producción literaria: Lírico: -“Tristitia” -“El hermano ausente en la cena pascual” -“Ofertorio” -“La danza de las horas” -“Confiteor” Narrativa a.-Cuentos: -“El Caballero Carmelo” -“El vuelo de los cóndores” -“Hebaristo el sauce que se murió de amor” -“El Hipocampo de oro” -“Los ojos de Judas” -“El alma de la quena” -“El beso de Evans” -“Los Hijos del Sol” -“Cuentos Chinos” -“Cuentos Yanquis” b.- Novelas: -“La cuidad de los Tísicos” -“La ciudad muerta” -Yerba Santa

c.- Teatro: -“La Verdolaga” (drama pastoril) -“La Mariscala” d.-Ensayos: -“Belmonte trágico” -“Los amores de Pizarro” -“La psicología del gallinazo”

III.- ANÁLISIS DE LA OBRA LITERARIA 1.- ANÁLISIS LITERARIO DEL CONTENIDO O FONDO A.- LOS PERSONAJES a.- Personajes principales: Los personajes principales juegan papeles importantes dentro de la obra y son los siguientes: -El narrador, viene a ser el niño Abraham Valdelomar de nueve años que narra sus vivencias de su niñez en el puerto de Pisco. -Miss Orquídea, hermosa niña trapecista de un circo que había venido a Pisco. b.-Personajes secundarios: Los personajes secundarios que participan en la obra, son: -El padre, jefe de la familia Valdelomar. Él se caracteriza por ser muy trabajador, riguroso con sus hijos, pero los ama mucho. Un día, después del almuerzo, regala a sus hijos las entradas para el circo. -La madre, mujer de corazón grande que lucha todos los días para dar seguridad y amor a sus hijos. Ella perdona a su hijo Abraham por llegar tarde del colegio. -Jesús, hermana menor de Abraham que tiene seis años. Ella es muy buena confidente de Abraham y se preocupa mucho de su hermanito. Jesús le llevó a escondidas un pan, un plátano y unas galletas porque Abraham no quiso ir a la mesa por estar avergonzado. También le regaló dos centavos y un trompo. -Anfiloquio,, el hermano mayor de Abraham -Mister Kendall, el gran barrista, el hombre de goma. Era de contextura atlética y gallardo. Él tenía unos bigotes negros, espesos y retorcidos. -Mister Glandys, el experto domador, con su oso bailarín. -Miss Blutner, bella artista que iba con su caballo blanco, -Confitito, el

payaso

del

circo

y

rey

de

los

payasos

del

Pacífico. c.- Los personajes ocasionales:

-Alfredito, hijo de don Enrique, su vecino. -La criada de la familia de Abraham -Los pobladores del puerto de Pisco -Los ayudantes y trabajadores del circo B.- ESCENARIOS Los escenarios o espacios donde se desarrollan las acciones que realizan los personajes son:

-El hogar de la familia de Abraham - El muelle de Pisco - La playa -El circo. C.- ACCIONES Las acciones más importantes del cuento “El vuelo de los cóndores” son: -El niño Abraham llega tarde a casa, después de la salida de la escuela a las cuatro para ir al muelle a ver a los artistas del circo que recién habían llegado al pueblo desde muy lejos. -Después del almuerzo, el padre da a su esposa las entradas para el circo para que ella los entregue a sus hijos. -El padre y sus hijos van al circo para ver la actuación de los artistas. -La presentación artística de Miss Orquídea y la caída de ésta del trapecio. -La amistad que se da entre el niño Abraham y Miss Orquídea. -La despedida de Miss Orquídea del niño Abraham. . D.- EL TIEMPO El escritor utilizó el tiempo pasado para escribir la obra “El vuelo de los cóndores”: -“Todos se habían acostado ya. Apareció mi madre, se sentó a mi lado y me dijo que había hecho muy mal. Me riñó blandamente y entonces tuve claro concepto de mi falta. Me acordé de que mi madre no había comido por mí; me dijo que no se lo diría a papá, para que no se molestase conmigo. Que yo le hacía sufrir, que yo no la quería…”

-“Soñé con

el circo. Claramente aparecieron en mi sueño todos los personajes. Vi desfilar a todos los animales. El payaso, el oso, el mono, el caballo, y en medio de ellos, la niña rubia, delgada, de ojos negros, quemiraba sonriente. ¡Qué buena debía de ser esa criatura tan callada y delgaducha! Todos los artistas se agrupaban, bailaba el oso, pirueteaba el payaso, giraba en la barra el hombre fuerte, en su caballo blanco daba vueltas al circo una bella mujer, y todo se iba borrando en mi sueño, quedando sólo la imagen de la desconocida niña con su triste y dulce mirada”. E.- EL TEMA El tema central o principal del cuento “El vuelo de los cóndores” es el gran entusiasmo que sienten el niño Alfredo y los pobladores de Pisco por ver la función artística del circo. F.- ESTRUCTURA DE LA OBRA: La estructura del cuento contiene siete capítulos cortos. La narración lineal del cuento “El vuelo de los cóndores” contiene: Inicio – presentación – clímax – desenlace. *Inicio: La llegada del circo al puerto de Pisco y la tardanza del niño Abraham a casa, después de su salida del colegio.

*Presentación: El escritor presenta de los artistas del circo. El padre lleva a sus hijos al circo para ver la actuación de los artistas. *Clímax: Miss Orquídea realiza ante un público enmudecido y nervioso el número peligroso “El vuelo de los cóndores” con éxito. Al intentar nuevamente la prueba Miss Orquídea, el clima del circo se hizo demasiado tenso. *Desenlace: Miss Orquídea cae del trapecio quedando herida y después se despide Miss Orquídea del niño Abraham en forma definitiva. G.- EL ARGUMENTO: Un circo itinerante llega al puerto de Pisco, creando una gran algarabía en los niños. El protagonista, el niño Abraham, cuando sale de la escuela, se dirige inmediatamente al muelle para ver a los artistas del circo, con los cuales se queda muy impresionado: el barrista Mister Kendall, el gran domador Mister Glandys, la bella Miss Blutner, el payasito Confitito, y la niñita trapecista Miss Orquídea. El día de la función circense, el niño Abraham asiste alegremente junto con su padre y sus hermanos. Los primeros fueron espectaculares y aclamados por los asistentes; pero al llegar el número central, “El vuelo de los cóndores”, cuya estrella principal era nada menos que Miss Orquídea, despierta tal entusiasmo que el público asistente obliga a repetir el peligroso número y ocurre un accidente. La pequeña malabarista cae del trapecio, salvándose de una muerte segura gracias a la red de protección. Miss Orquídea queda imposibilitada de continuar actuando en la temporada del circo. Días después, el niño Abraham descubre a la niña trapecista en una terraza. El niño y ella se miran, se sonríen y así, diariamente, va naciendo un lindo sentimiento entre ambos. Llega el día inesperado de la partida, el circo debe retirarse del pueblo de Pisco y con él: la bella Miss Orquídea. Finalmente, se produce la conmovedora despedida entre la bella niña trapecista y el niño Abraham. 2.- ANÁLISIS LITERARIO DE LA EXPRESIÓN O FORMA A.- EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR

En el cuento “El Caballero Carmelo”, el escritor Abraham Valdelomar trabajó con un narrador personaje, -“Me acordé del circo. Entusiasmado pensé en aquel admirable circo que había llegado, olvidé un poco mi preocupación, empecé a contarle las maravillas que había visto”. -“Me quedé mirándola largo rato. La niña levantó hacia mí los ojos y me miró dulcemente. ¡Cuán enferma debería estar! Seguí a la Escuela y por la tarde volví a pasar por la casa. Allí estaba la enfermita, sola. La mirécariñosamente desde la orilla; esta vez la enferma sonrió, sonrió. ¡Ah, quién pudiera ir a su lado a consolarla! Volví al otro día, y al otro, y así durante ocho días. Éramos como amigos. Yo me acercaba a la baranda de la terraza, pero no hablábamos. Siempre nos sonreíamos mudos y yoestaba mucho tiempo a su lado”.

B.- LOS RECURSOS LITERARIOS

El escritor Abraham Valdelomar hace un buen uso mesurado de los recursos literarios para darle una vigorosa expresividad a su obra “El vuelo de los cóndores”. En la obra de narrativa breve podemos encontrar muchas figuras literarias: a.- Símil o comparación: -“Su cuerpecito se retorcía como un aro” b.-Reduplicación: -“¡Tercera! ¡Bravo, bravo! -“¡El convite! ¡El convite!” -“¡Abraham, Abraham! –gritaba mi hermanita-. ¡Los volatineros!” -“¿Qué es? ¿Qué es?...” c.-Enumeración: -“El afamado barrista Kendall, el hombre de goma; el célebre domador Mister Glandys; la bellísima amazona Miss Blutner con su caballo blanco, el caballo matemático; el graciosísimo payaso “Confitito”, rey de los payasos del Pacífico, y su mono; y el extraordinario y emocionante espectáculo “El Vuelo de los Cóndores”, ejecutado por la pequeñísima artista Miss Orquídea”. -“Y señalaban a un hombre hosco, de patillas, con gorrita, polaina, un latiguillo en la mano y cierto desenfado en el andar”. -“Soñé con el circo. Claramente aparecieron en mi sueño todos los personajes. Vi desfilar a todos los animales. El payaso, el oso, el mono, el caballo, y en medio de ellos, la niña rubia, delgada, de ojos negros, que miraba sonriente” d.-Epíteto: -“ Todos los artistas se agrupaban, bailaba el oso, pirueteaba el payaso, giraba en la barra el hombre fuerte, en su caballo blanco daba vueltas al circo una bella mujer, y todo se iba borrando en mi sueño, quedando sólo la imagen de la desconocida niña con su triste y dulce mirada”. -“Ese es el barrista- decían unos, señalando a un hombre de medianaestatura, cara angulosa y grave, que discutía con los empleados de la aduana. e.-Exclamativa: -“¡Cuántos volatineros hay! – le decía -, un barrista con unos brazos muy fuertes; un domador muy feo, debe ser muy valiente porque estaba muy serio. ¡Y el oso! ¡En su jaula de barrotes, husmeando entre las rendijas! ¡Y el payaso! Y unos hombres, un montón de volatineros, el caballo blanco, el mono con su saquito rojo, atado a una cadena. ¡Ah, es un circo espléndido!” C.- ESTILO El estilo que emplea el escritor Valdelomar para escribir el cuento se caracteriza por su sencillez y no está revestido de adornos retóricos. El estilo con que está escrito la obra facilita una lectura rápida y así como también su comprensión.

IV- APRECIACIÓN CRÍTICA

“El vuelo de los cóndores” es uno de sus mejores cuentos de Valdelomar. La obra contiene siete capítulos cortos que está enmarcado dentro de la narración lineal clásica. Los personajes del cuento están bien diseñados y todos ellos cumplen su papel que les corresponden. Miss Orquídea, la niña trapecista y los demás artistas del circo atrapan a todos los niños del pueblo de Pisco porque el autor les da vida a cada uno de ellos con su pluma magistral. El escritor utiliza el tiempo pasado porque recuerda su época de niño y también maneja el lenguaje con mucha solvencia. Algo más usa los recursos literarios con suma mesura para no complicar la comunicación entre él y los niños, sus lectores.

V.- VALORES DE LA OBRA a.- Valor literario: El cuento “El vuelo de los cóndores”, a pesar de su sencillez no deja de ser un texto literario. El escritor nos brinda una obra bella escrita especialmente para los niños quienes gozan cuando los leen. b.- Valor lingüístico: El escritor Valdelomar maneja con suma habilidad el lenguaje y en el texto literario encontramos giros del habla de la región de la tierra del autor. c.- Valor humano: En el cuento “El vuelo de los cóndores” el autor nos narra la postura humana del protagonista, Abraham, ante las desgracia de Miss Orquídea. Él sufre mucho ante la caída del trapecio de la hermosa niña y también la despedida de Miss Orquídea. El cuento tiene mucho valor humano.

MÁS ALLÁ DE LA VIDA Y LA MUERTE DATOS DEL CUENTO:  Nombre del cuento: “Más allá de la vida y de la muerte”.  Autor: César Abraham Vallejo Mendoza.  Tipo de cuento: Tradicionalista.  Lugar donde se llevan a cabo los hechos: Santiago de Chuco.  Personajes: o César: personaje principal, quién narra los hechos. o Ángel: hermano de César. o La madre de César. RESUMEN: César regresa a su pueblo natal, Santiago de Chuco, luego de varios años. Tras el camino a este lugar recuerda muchos acontecimientos vividos con su familia, en especial con su madre que falleció años atrás. Recordar que su madre estaba muerta, hacía que llore sin consuelo, porque sabía que cuando llegué a Santiago sólo la hallaría muerta, sepultada bajo las mostazas maduras y rumorosas de un pobre cementerio.

Al llegar a Santiago encuentra a su hermano Ángel en la puerta de su casa, quién junto con él recuerda muchos momentos. Pero antes de que asomara la aurora del día siguiente, decide marcharse. En el camino e regreso, descansa en un poyo, de repente cuando se levanta, una señora le dice que tiene en el rostro manchas de sangre. Este suceso lo atormenta y le origina preguntas durante el resto del camino hacia la hacienda. quien él sería el muerto («Yo mismo te vi en el ataúd»)… Superada su sorpresa, él solo atina a reírse con todas sus fuerzas.

REFLEXIÓN: Esta obra nos refleja lo que un hijo siente y hace al enterarse de la muerte de su madre en una provincia lejana. Un sentimiento de culpabilidad por parte este, que no pudo ver a su madre en los últimos momentos de su vida en la tierra, y qué solo con nostalgia recuerda todos los momentos vividos con ella. La muerte de una madre es algo muy triste para un ser humano, pues la madre es la única persona en la que se puede confiar, es ese ser el cual te da todo su cariño y su apoyo en todos los momentos de la vida. Y su desaparición terrenal de está es algo insuperable. Volver a ver a la madre, que ya se ha ido al cielo, nos causa miedo e incredibilidad. Pero, en lo profundo saber que estamos junto con ella, una vez más, nos alegra tanto porque es tan grande el amor que nos dio, que tratar de olvidarlo sería imposible.

MÁS ALLÁ DE LA VIDA Y LA MUERTE CÉSAR VALLEJO

Jarales estadizo de julio; viento amarrado a cada peciolo manco del mundo grano que en él gravita. Lujuria muerta sobre lomas onfalóideas de la sierra estival. Espera. No ha de ser. Otra vez cantemos. ¡Oh qué dulce sueño! Por allí mi caballo avanzaba. A los once años de ausencia, acercábame por fin ese día a Santiago, mi aldea natal. El pobre irracional avanzaba, y yo, desde lo más entero de mi ser hasta mis dedos trabajados, pasando quizá por las mismas riendas asidas, por las orejas atentas de cuadrúpedo y volviendo por el golpeteo de los cascos que fingían danzar en el mismo sitio, en misterioso escarceo tanteador de la ruta y lo desconocido, lloraba por mi madre que muerta dos años antes, ya no habría de aguardar ahora el retorno del hijo descarriado y andariego. La comarca toda, el tiempo bueno, el color de cosechas de la tarde de limón, y también alguna masada que por aquí reconocía mi alma, todo comenzaba a agitarme en nostálgicos éxtasis filiales, y casi podían ajárseme los labios para hozar el pezón eviterno, siempre lácteo de la madre; sí, siempre lácteo, hasta más allá de la muerte. Con ella había pasado seguramente por allí de niño. Sí. En efecto. Pero no. No fue conmigo que ella viajó por esos campos. Yo era entonces muy pequeño. Fue con mi padre, ¡cuántos años haría de ello! Ufff… También fue en julio, cerca de la fiesta de Santiago. Padre y madre iban en sus cabalgaduras; él adelante. El camino real. De repente mi padre que acababa de esquivar un choque con repentino maguey de un meandro: —Señora… ¡Cuidado!… Y mi pobre madre ya no tuvo tiempo, y fue lanzada ¡ay del arzón de las piedras del sendero. Tornáronla en camilla al pueblo. Yo lloraba mucho por mi madre, y no me decían qué le había pasado. Sanó. La noche del alba de la fiesta, ella estaba ya alegre y reía. No estaba ya en cama, y todo era muy bonito. Yo tampoco lloraba ya por mi madre. Pero ahora lloraba más recordándola así, enferma, postrada, cuando me quería más y me hacía más cariño y también me daba más bizcochos de bajo de sus almohadones y del cajón del velador. Ahora lloraba más, acercándome a Santiago, donde ya sólo la hallaría muerta, sepulta bajo las mostazas maduras y rumorosas de un pobre cementerio.

Mi madre había fallecido hacía dos años a la sazón. La primera noticia de su muerte recibíla en Lima, donde supe también que papá y mis hermanos habían emprendido viaje a una hacienda lejana de propiedad de un tío nuestro, a efecto de atenuar en lo posible el dolor por tan horrible pérdida. El fundo se hallaba en remontísima región de la montaña, al otro lado del río Marañón. De Santiago pasaría yo hacia allá, devorando inacabables senderos de escarpadas punas y de selvas ardientes y desconocidas. Mi animal resopló de pronto. Cabillo molido vino en abundancia sobre ligero vientecillo, cegándome casi. Una parva de cebada. Y después perspectivóse Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados retintos al sol ya horizontal. Y todavía, hacia el lado de oriente, sobre la linde de un promontorio amarillo brasil, se veía el panteón retallado a esa hora por la sexta tintura postmeridiana; ; y yo ya no podía más, y atroz congoja arrecióme sin consuelo. A la aldea llegué con la noche. Doblé la última esquina, y, al entrar a la calle en que estaba mi casa, alcancé a ver a una persona sentada a solas en el poyo de la puerta. Estaba sola. Muy sola. Tanto, que, ahogando el duelo místico de mi alma, me dio miedo. También sería por la paz casi inerte con que, engomada por la media fuerza de la penumbra, adosábase su silueta al encalado paramento del muro. Particular revuelo de nervios secó mis lagrimales. Avancé. Saltó del poyo mi hermano mayor, Angel, y recibióme desvalido entre sus brazos. Pocos días hacía que había venido de la hacienda por causa de negocios. Aquella noche, luego de una mesa frugal, hicimos vela hasta el alba. Visité las habitaciones, corredores y cuadras de la casa; y Angel, aún cuando hacía visibles esfuerzos para desviar este afán mío por recorrer el amado y viejo caserón, parecía también gustar de semejante suplicio de quien va por los dominios alucinantes del pasado más mero de la vida. Por sus pocos días de tránsito en Santiago, Angel habitaba ahora solo en casa, donde, según él, todo yacía tal como quedara a la muerte de mamá. Referíame también como fueron los días de salud que precedieron a la mortal dolencia, y cómo su agonía. ¡Cuantas veces entonces el abrazo fraterno y escarbó nuestras entrañas y removió nuevas gotas de ternura congelada y de lloro! —¡Ah, esta despensa, donde le pedían pan a mamá, lloriqueando de engaños!— Y abrí una pequeña puerta de sencillos paneles desvencijados.

Como en todas las rústicas construcciones de la sierra peruana, en las que a cada puerta únese casi siempre un poyo, cabe el umbral de la que acababa yo de franquear, hallábase recostado uno, el mismo inmemorial de mi niñez, sin duda, rellenado y enlucido incontables veces. Abierta la humilde portezuela, en él nos sentamos, y allí también pusimos la linterna ojitriste que portábamos. La lumbre de ésta fue a golpear de lleno el rostro de Angel, que extenuábase de momento en momento, conforme transcurría la noche y reverdecíamos más la herida, hasta parecerme a veces casi transparente. Al advertirle así en tal instante, le acaricié y cubrí de ósculos sus barbadas y severas mejillas que volvieron a empaparse de lágrimas. Una centella, de esas que vienen de lejos, ya sin trueno, en época de verano en la sierra, le vació las entrañas a la noche. Volví restregándome los párpados a Angel. Y ni él ni la linterna, ni el poyo, ni nada 4estaba allí. Tampoco oí ya nada. Sentíme como en una tumba… Después volvñía ver a mi hermano, la linterna, el poyo. Pero creí notarle ahora a Angel el semblanrte como refrescado, apacible y quizás me equivocaba —diríase restablecido de su aflicción y flaqueza anteriores. Tal vez, repito, esto era un error de visión de mi parte, ya que tal cambio no se puede ni siquiera concebir. —Me parece verla todavía —continué sollozando— no sabiendo la pobrecita qué hacer para la dádiva y arguyéndome: —¡Ya te cogí, mentiroso; quieres decir que lloras cuando estás riendo a escondidas! ¡Y me besaba a mí más que a todos ustedes, como yo era el último también! Al término de la velada de dolor, Angel parecióme de nuevo muy quebrantado, y, como antes de la centella, asombrosamente descarnado. Sin duda, pues, había yo sufrido una desviación de la vista, motivada por el golpetazo de luz del meteoro, al encontrar antes en su fisonomía un alivio y una lozanía que, naturalmente, no podía haber ocurrido. Aún no asomaba la aurora del día siguiente, cuando monté y partí para la hacienda, despidiéndome de Angel que quedaba todavía unos días más, por los asuntos que habían motivado su arribo a Santiago. Finada la primera jornada del camino, acontecióme algo inaudito. En la posada hallábame reclinado en un poyo descansando, y he aquí

que una anciana del bohío, de pronto mirándome asustada, preguntóme lastimera: —¿Qué le ha pasado, señor, en la cara? ¡Parece que la tiene usted ensangrentada, Dios mío!… Salté del asiento. Y al espejo advertíme en efecto el rostro encharcado de pequeñas manchas de sangre reseca. Tuve un fuerte escalofrío, y quise correr de mí mismo. ¿Sangre? ¿De dónde? Yo había juntado el rostro al de Angel que lloraba… Pero… No. No ¿De dónde era esa sangre? Comprenderáse el terror y la alarma que anudaron en mi pecho mil presentimientos. Nada es comparable con aquella sacudida de mi corazón. No habrán palabras tampoco para expresarla ahora ni nunca. Y hoy mismo, en el cuarto solitario donde escribo está la sangre añeja aquella y mi cara en ella untada y la vieja del tambo y la jornada y mi hermano que llora y a quien no besó mi madre muerta y… … Al trazar las líneas anteriores he huido disparado a mi balcón, jadeante y sudando frío. Tal es de espantoso y apabullante el recuerdo de esa escarlata misteriosa… ¡Oh noche de pesadilla en esa inolvidable choza, en que la imagen de mi madre muerta alternó, entre forcejeos de extraños hilos, sin punta, que se rompían luego de sólo ser vistos, con la de Angel, que lloraba rubíes vivos, por siempre jamás! Seguí ruta. Y por fin, tras una semana de trote por la cordillera y por tierras calientes de montañas, luego de atravesar el Marañón, una mañana entré en parajes de la hacienda. El nublado espacio reverberaba a saltos con lontanos truenos y solanas fugaces. Desmonté junto al bramadero del portón de la casa que da al camino. Algunos perros ladraron en la calma apacible y triste de la fuliginosa montaña. ¡Después de cuanto tiempo tornaba yo ahora a esa mansión solitaria, enclavada en las quiebras más profundas de las selvas! Una voz que llamaba y contenía desde adentro a los mastines, entre el alerta gárrulo de las aves domésticas alborotadas pareció ser olfateada extrañamentepor el fatigado y tembloroso solípedo que estornudó repetidas veces, enristró casi horizontalmente las orejas hacia delante, y, encabritándose, probó a quitarme los frenos dela mano en son de escape. La enorme portada estaba cerrada. Diríase que toquéla de manera casi maquinal. Luego aquella misma voz siguió vibrando muros adentro, y llegó un instante en que, al desplegarse,

con medroso restallido, las gigantescas hojas del portón, ese timbre bucal vino a pararse en mis propios veintiséis años totales y me dejó de punta a la Eternidad. Las puertas hiciéronse a ambos lados. ¡Meditad brevemente sobre suceso increíble, rompedor de las leyes de la vida y de la muerte, superador de toda posibilidad; palabra de esperanza y de fe entre el absurdo y el infinito, innegable desconexión de lugar y de tiempo; nebulosa que hace llorar de inarmónicas armonías incognosibles! ¡Mi madre apareció a recibirme! —Hijo mío —exclamó estupefacta—. ¿Tú vivo? ¿Has resucitado? ¿Qué es lo que veo, Señor de los Cielos? ¡Mi madre! ¡Mi madre en alma y cuerpo. Viva! Y con tanta vida, que hoy pienso que sentí ante su presencia entonces, asomar por las ventanillas de mi nariz, de súbito, , dos desolados granizos de decrepitud que luego fueron a caer y pesar en mi corazón hasta curvarme senilmente, como si, a fuerza de un fantástico trueque de destino, acabase mi madre de nacer y yo viniese , en cambio desde tiempos tan viejos, que me daban una emoción paternal respecto de ella. Sí. Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no muerta. ¿Era posible? No. No era posible. De ninguna manera. No era mi madre esa señora. No podía serlo. Y luego ¿qué había dicho al verme? ¿Me creía, pues, muerto? —¡Hijo de mi alma! —rompió a llorar mi madre y corrió a estrecharme contra su seno, con ese frenesí y ese llanto de dicha con que siempre me amparó en todas mis llegadas y mis despedidas. Yo habíame puesto como piedra. La vi echarme sus brazos adorados al cuello, besarme ávidamente y como queriendo devorarme y sollozar sus mimos y sus caricias que ya nunca volverán a llover en mis entrañas. Tomóme luego bruscamente el impasible rostro a dos manos, miróme así, cara a cara, acabándome de preguntas. Yo, después de algunos segundos, me puse también a llorar, pero sin cambiar de expresión ni de actitud: mis lágrimas parecían agua pura que vertían dos pupilas de estatua. Por fin enfoqué todas las dispersadas luces de mi espíritu. Retiréme algunos pasos atrás. E hice entonces comparecer ¡oh, Dios mío! a esa maternidad a la que no quería rtecibir mi corazón y la desconocía y le

tenía miedo; las hice comparecer ante no sé qué cuando sacratísimo, desconocido para mí hasta ese momento, y di un grito mudo y de dos filos en toda su presencia, con el mismo compás del martillo que se acerca y aleja del yunque, con que lanza el hijo su primer quejido, al ser arrancado del vientre de la madre, y con el que parece indicarle que ahí va vivo por el mundo y darle al mismo tiempo, una guía y una señal para reconocerse entrambos por los siglos de los siglos. Y gemí fuera de mí mismo: —¡Nunca! ¡Nunca! Mi madre murió hace tiempo. No puede ser… Ella incorporóse espantada ante mis palabras y como dudando de si yo era yo. Volvió a estrecharme entre sus brazos, y ambos seguimos llorando llanto que jamás lloró ni llorará ser vivo alguno. —Sí— le repetía. — Mi madre murió ya. Mi hermano Angel también lo sabe. Y aquí las manchas de sangre que advirtiera en mi rostro, pasaron por mi mente como signos de otro mundo. —¡Pero hijo de mi corazón! —susurraba casi sin fuerza ella. — ¿Tú eres mi hijo muerto y al que yo misma vi en su ataúd? Sí. ¡Eres tú mismo! ¡Creo en Dios! ¡Ven a mis brazos! Pero ¿qué?… ¿No ves que soy tu madre? ¡Mírame! ¡Mírame! ¡Pálpame, hijo mío! ¿Acaso no lo crees? Contempléla otra vez. Palpé su adorable cabecita encanecida. Y nada. Yo no creía nada. —Sí, te veo —le respondí— te palpo. Pero no creo. No puede suceder tanto imposible. ¡Y me reí con todas mis fuerzas!