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El dominio de los Borbones. La ascensión de los Borbones en España se debió a que los descendientes de la infanta española María Teresa, consorte de Luís XIV de Francia, eran los familiares vivos más cercanos de Carlos II de España, quien al no tener hijos, pidió en su testamento que un descendiente suyo fuera su sucesor en el trono español. Esta sucesión se realizó, pese a que la infanta María Teresa había renunciado, al casarse, a todos sus derechos sobre España. Así, dicho sucesor sería Felipe de Anjou, el segundo nieto del rey Luís XIV y María Teresa, quien ascendería al trono de España con el nombre de Felipe V. Sin embargo, el temor a que los Borbones extendieran su dominio sobre la herencia de los Habsburgo españoles movió a Gran Bretaña, las Provincias Unidas y al Sacro Imperio a impugnar el testamento y declarar la guerra. La llamada guerra de Sucesión española finalizó con el reconocimiento general de Felipe V, a cambio de la renuncia de éste a sus derechos al trono de Francia y de la pérdida de los territorios italianos y flamencos. Los Borbones españoles del siglo XVIII Felipe V (1700-1724 y 1724-1746), Luís I (1724), Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808) llevaron a cabo una política de profundas reformas en todos los campos con la intención de colocar a España en un lugar destacado entre las potencias europeas. Felipe V fue ayudado primero por consejeros franceses, relevados pronto por españoles pertenecientes a la primera generación de ilustrados. La política dinástica sostenida por Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, otorgó tronos en Italia a los hijos del matrimonio, dando origen a la rama Borbón-Sicilia. Los reinados de Fernando VI y Carlos III significaron la plenitud del reformismo. El desarrollo de la América española, cuyas posibilidades económicas aún estaban por explotar en su mayor parte, fue una de las tareas que recibieron más atención. El agotamiento de los hombres y los programas ilustrados reformistas y la implicación de España en los sucesos internacionales ocasionaron una profunda crisis del Estado y de la dinastía, que llegó a su punto álgido en el enfrentamiento entre el rey Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias y futuro Fernando VII. La conjura de El Escorial (1807) y el motín de Aranjuez (1808), promovidos por el círculo de don Fernando contra el favorito de los reyes, Manuel Godoy, provocaron el derrocamiento de Carlos IV y la proclamación de Fernando VII. Estas alarmantes muestras de la descomposición de la dinastía sucedían en una España ocupada por las tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento de los Borbones y la inserción de España en la órbita imperial. El desprestigio de la familia real alcanzó su cima en las abdicaciones de Bayona, por las que Carlos IV y Fernando VII entregaron a Bonaparte sus derechos a la Corona de España, quien a su vez los transfirió a su hermano José (1808). A excepción de Amadeo I (1870-1873) , todos los reyes y reinas de España de los siglos XIX y XX han pertenecido a la dinastía Borbónica: Fernando VII (1808-1833), Isabel II (1833-1868), Alfonso XII (1875-1885), Alfonso XIII (1886-1931) y el nieto de éste, Juan Carlos I, el actual soberano español, que en 1975 comenzó su reinado y fue uno de los artífices de la transición española a la democracia, posterior al régimen dictatorial del general Francisco Franco. Desarrollo de la burocracia. Antes de comenzar explicar la burocracia se debe aclarar la diferencia entre los grupos y las organizaciones. Los grupos se caracterizan por ser de menor tamaño que las organizaciones; los individuos de un grupo actúan entre sí de manera informal, cosa que no ocurre en las organizaciones; y en los grupos las metas frecuentemente no están establecidas expresamente

como ocurre en las organizaciones. Un ejemplo de grupo es un grupo de amigos y de organización es una empresa. Debido a estas diferencias podemos decir que una organización formal es una asociación de personas regidas por reglas de actuación precisas y expresamente diseñadas para conseguir unos objetivos específicos. Las organizaciones formales modernas se caracterizan por poseer una estructura racional y especializada de las distintas funciones y actividades y la orientación cara objetivos explícitos y precisos. Estas características son las que dio al término burocracia, el sociólogo Max Weber, a principios del siglo XX. Para él la racionalidad se expresa de tres formas diferentes, las cuales surgen precisamente a partir de los cambios religiosos aparecidos desde Lutero y Calvino, luego de la reforma. Una de las expresiones de la racionalidad es el capitalismo, otra la burocracia y la tercera, la ciencia moderna, las tres íntimamente ligadas entre sí en su génesis y en su devenir. De hecho, son también, para Weber, la explicación del progreso y del desarrollo social y económico de ciertos países como Inglaterra, Holanda y Alemania. Teoría de Máx. Weber sobre la burocracia. Ante la diversidad de clases de organizaciones formales, Max Weber buscó lo común en todas ellas y estas características las denominó con la palabra burocracia. Además, le resultaba un factor indispensable para la organización compleja de las actividades en una sociedad moderna, pues en las sociedades tradicionales está muy restringida: sólo es utilizada en algunos aspectos de la administración, como la recaudación de impuestos. Para este autor la burocracia es un ejemplo supremo de racionalidad en las relaciones sociales, de manera que burocracia y eficacia son para él casi sinónimas. Exclusión de los criollos. Se afirma con frecuencia que ser negro o tener rasgos indígenas hoy en día no implica necesariamente que se sufrirá de discriminación o exclusión de algún tipo; algunos negros o indígenas han logrado en base a su esfuerzo personal escalar las más altas posiciones en los negocios, la política, las ciencias, el arte, etc. Así tenemos, por ejemplo, que un indígena Warao llegó a ser miembro de la Academia Venezolana de la Lengua ; por supuesto, no podemos pasar por alto el hecho de que el actual primer mandatario de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, es un mestizo con rasgos negroides e indígenas. Pero el hecho de que haya casos excepcionales no debe conducir a conclusiones precipitadas; obsérvese que argumentar la inexistencia del racismo a través de casos más o menos aislados resultaría contradictorio. Posiblemente la exclusión hoy no está directamente ligada al color de la piel o a otras características fenotípicas, pero socialmente es motivo para dudar de la venezolanidad (entiéndase criollidad o modernidad cultural) de una persona. Esta es probablemente la razón por la que, aunque la piel blanca es minoritaria en Venezuela, la mayoría de los miembros de la élite social corresponden a ese sector; en la selección para contratar personal en una empresa, por ejemplo, habrá una tendencia a preferir a personas que se ajusten al fenotipo del hombre europeo; si un estudiante con rasgos indígenas aspira a ingresar a una universidad en Caracas se le exigirá una serie de condiciones que garanticen que ha adoptado la identidad cultural criolla; si se trata de un político negro, habrá que cerciorarse que no traiga en su propuesta los resentimientos del pasado... En suma, considerando que la mayoría de la población venezolana es descendiente de negros o de indígenas, la exclusión no se produce por motivos netamente raciales, sino por el hecho de no compartir los criterios civilizatorios de la élite social inspirados en cultura occidental moderna y en las sociedades de consumo; se configura así, una exclusión cultural de génesis racista que ha permeado en todos los sectores sociales; el mestizo niega la parte de sí mismo que no es socialmente aceptada y hasta el negro y el indígena intentan adoptar una identidad ajena. La exclusión, entonces, toma la forma de una negación de la propia personalidad, es también autoexclusión. Economías coloniales (periodo pretecnologico).

En sus inicios no fue particularmente fácil la vida económica en las colonias, donde no existía la moneda como medio de pago, entre aborígenes y conquistadores., usándose prioritariamente el sistema de trueque. Luego se usaron ciertos productos como monedas. La vara de lienzo, por ejemplo, en Santa Fe, equivalía a dos reales. Los precios no eran iguales en un lugar que en otro. La economía colonial fue, lógicamente, complementaria de la española, tendiente a satisfacer de aquellos productos que España no tenía, pero que a la vez pudieran soportar el largo viaje desde América. La economía se basaba en casi todo el territorio en el trabajo indígena estructurado en el sistema de encomiendas, y la mita, que originaron abusos. Esto no sucedió en Paraguay, donde los indios se sometieron en forma voluntaria y gratuita. Por lo tanto no fue necesario el sistema de encomiendas. La principal fuente de riqueza era la tierra y sobre ella, los conquistadores establecieron un sistema feudal. Primero, la propiedad de la tierra se obtuvo por donación de la Corona, y luego por compra., pero sólo podían convertirse en propietarios los conquistadores, los pobladores, los beneméritos de las Indias y sus descendientes. En Buenos Aires y en el litoral, se estableció una zona para el pastoreo de ganado fuera del radio urbano. En salta surgieron “marquesados” como el de Yavi, cuyas riquezas provenían de la “invernada de mulas”. Para ello se repartieron indios y tierras. La excepción fue Cuyo, donde no existió el latifundio, ni el pastoreo de ganado, repartiéndose, más indios que tierras. No cabe duda, que el producto más rentable eran los metales preciosos. Al principio, los conquistadores se apoderaron de ellos por trueque o saqueo. Luego los recolectaron naturalmente, donde lo encontraban, sobre todo en el cauce de los ríos, utilizando a los aborígenes para la tarea. A partir de 1560, nuevas técnicas permitieron organizar y mejorar la explotación minera de yacimientos, contando también para ello con la mano de obra de los pobladores originarios, mediante el sistema de la mita, copiado del sistema incaico, pero mucho más abusivo. Se les exigía que extrajeran entre 20 y 25 kg. De plata diarios, en jornadas agobiantes. Las minas de Potosí (Perú) se hallaban a más de 4000 metros de altura, por lo que resultaba de muy difícil acceso para la recepción de productos de intercambio. Se tardaba aproximadamente un año en llegar allí para entregar alimentos, productos manufacturados o bestias de carga, a cambio de plata. En América, los europeos hallaron especies novedosas para ellos: maíz, tabaco, cacao y papa, además de otros cultivos, como por ejemplo, tomate, maní, mandioca, pimiento y hierba mate. En cambio, el aporte indígena a la ganadería fue muy escaso. Los primeros equinos del Río de la Plata, fueron traídos por Pedro de Mendoza. El ganado ovino y vacuno provino del Alto Perú. En el Río de la Plata y en Paraguay se organizaron en el siglo XVII, las vaquerías, ante la abundancia de ganado. Se hacían rodeos de hacienda cimarrona, para obtener cueros, astas y grasas, descartándose la carne, que era aprovechada por los pumas y caranchos. Durante los siglos XVI y XVII se creó el sistema de flotas y galeones para custodiar el transporte de oro y plata que realizaban las embarcaciones españolas de los ataques de corsarios y bucaneros. Las teorías mercantilistas, vigentes en Europa, sobre todo, a partir del siglo XVII, sostenían que la riqueza de un país se basaba en la cantidad de oro que acumulara, para lo cual el estado debía regular directamente la economía. Por ese motivo, España, trató de que el oro americano abultara sus arcas. En este siglo comienzan a desaparecer los sistemas de encomiendas, robusteciéndose la actividad comercial. Los indios se asientan en las reducciones y comienzan a dedicarse a tareas menores. Mientras tanto, los conquistadores amplían sus riquezas, sobre todo en ganado, en las pampas.

Desde el puerto de Sevilla, dos veces al año, partían dos flotas, controladas por la Casa de Contratación: una a Veracruz y otra a Portobelo. Allí se desembarcaban las mercaderías, que eran conducidas por vía terrestre hacia las costas del Pacífico (por el istmo de Panamá). Desde allí se embarcaban hacia Perú .Los comerciantes intermediarios que llevarían los productos a Cuyo, Salta, el Alto Perú, Córdoba del Tucumán, e incluso al Río de la Plata, acudían al Perú para obtenerlos. Este era el comercio legal, monopolista, que había establecido España para sus dominios coloniales, donde sólo estaba permitido el comercio entre América y España. El sistema no fue aplicado en forma rígida, ya que al margen de dicho sistema de concedieron permisos comerciales, sobre todo al Río de la Plata Pero, junto a él, surgió otro intercambio, ilegal, con otros países europeos. Desde Guinea, llegaban esclavos al puerto porteño, además de géneros y ginebras holandesas que se dirigían a Potosí, desde donde, a su vez llegaban a Buenos Aires, los cargamentos de plata con destino a Europa. Para impedir el contrabando se creó una “Aduana Seca” en Córdoba, en 1622, que tenía como objetivo impedir la comunicación entre el Puerto de Buenos Aires y el norte colonial, que producía la entrada y salida de productos ilegales. Esa circunstancia hizo nacer una diferenciación. Entre Córdoba y Buenos Aires era fácil contrabandear, pero no en el norte, por lo cual esa zona comenzó a desarrollar su producción industrial. El territorio americano del norte, entonces, se autoabastecía. Los alimentos, ropas, movilidad y hasta artículos suntuarios, eran de propia fabricación. De España se importaba muy poco, ya que sus productos eran muy caros, aunque se llevaban demasiado, sobre todo, oro y plata. Esas industrias locales se desarrollaron por necesidad de satisfacer los requerimientos de la población, impedida de realizar contrabando. Tucumán poseía cereales, ganados y producción de mulas. Sus telares fabricaban tejidos de lana y algodón. En La Rioja se producía vino, en Córdoba harina, en Santiago, jabón. En esta dos últimas regiones también se fabricaban prendas de vestir y sombreros. En el siglo XVIII, la base de la economía colonial lo constituyó la ganadería, con la venta de cuero, cebo y grasa, dando nacimiento al grupo económicamente poderoso de los estancieros, por lo general funcionarios o militares. Las mayores haciendas se concentraron en México y en el área andina. En agricultura, se exportaba trigo, lino y cáñamo. Es en este siglo cuando nacieron nuevas teorías económicas, en reemplazo del mercantilismo: la fisiocracia, donde nuevamente la agricultura cobró importancia en el ámbito económico. Para estas ideas la riqueza de los estados se basaba en la tierra, y su explotación racional, con poca intervención del estado en el plano económico. Desde España, y para estar de acuerdo con las nuevas ideas, más liberales, el rey Carlos III, en 1765 autorizó a otros puertos españoles para comerciar con América (Barcelona, Alicante, Cartagena, Cádiz, La Coruña, Gijón, Santander y Málaga). Promulgó en 1778, el Reglamento para el comercio libre de España e Indias, donde se habilitó a trece puertos españoles y a veinticuatro americanos, entre ellos Buenos Aires, para comerciar con España. Algunos tejidos españoles fueron eximidos del pago de impuestos, mientras que otros productos abonaban el 3 %, contra un 7 % que debían pagar los productos extranjeros. Este Reglamento no eliminó el sistema de monopolio sino que habilitó más puertos para el intercambio comercial. Para recaudar los impuestos provenientes del nuevo puerto porteño se creó la Aduana de Buenos Aires. Para entender en los conflictos comerciales se fundó, en 1794, el Consulado. Tenía además funciones de fomento a la agricultura y la ganadería. Buenos Aires pronto se enriqueció, gracias a las ganancias aduaneras, y los pueblos del interior comenzaron un creciente período de retroceso económico. El estricto sistema comercial impuesto por España, originó una de las principales reacciones contra el dominio español, constituyéndose en la causa más elocuente de las revoluciones por la emancipación.

Venezuela país pretecnologico. La importancia del papel que deben desempeñar la ciencia y la tecnología es cada vez mayor. La evolución de las sociedades modernas requiere, de manera fundamental, la incorporación de los resultados obtenidos por la investigación científico-tecnológica. Es posible observar, en este sentido, como dentro del pensamiento económico contemporáneo hay una señalada tendencia que asimila el crecimiento a un proceso de constante transformación de las tecnologías disponibles y usadas en la actividad productiva. Igualmente, la importancia que las teorías tradicionales concedían a la acumulación del capital ha ido cediendo su lugar, poco a poco, al énfasis puesto en el cambio tecnológico. Diversos estudios llevados a efecto en distintos países industrializados permiten concluir que la influencia causal de la acumulación de capital y del aumento de la fuerza de trabajo en el crecimiento económico de esas naciones, no ha sido tan determinante como la influencia de las transformaciones experimentales a nivel de la productividad debido a la continua incorporación de innovaciones tecnológicas. La sociedad venezolana se desenvuelve ligada en determinado grado a la evolución de la ciencia y la tecnología, esto es, requiere de la incorporación de los resultados obtenidos por la investigación científico-tecnológica a fin de poder marchar dentro del tipo de desarrollo que tiene trazado. Nuestro problema de estudio es determinar cuál es el papel que juegan la ciencia y la tecnología nacionales en relación con otras actividades socio-económicas y a la sociedad global. Para llegar a ciertas conclusiones se parte de la idea de que la ciencia y la tecnología nacionales tienen una posición, una función y una significación, derivadas de la situación global del país. Es decir, se piensa que el tipo de relaciones que se establecen entre la actividad científica y otras actividades sociales impiden o limitan el desarrollo de la ciencia y su incorporación en la sociedad. Conformación y tipos de fuerzas militares. La Fuerza Armada Nacional de la República Bolivariana de Venezuela esta integrada por 157.000 a 189.000 hombres y mujeres repartidas,[] en 4 componentes de Tierra, Mar y Aire. Esto según, el Artículo 328 de la Constitución Nacional y el Artículo Nº 29 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, dichos componentes se complementan con la Milicia Nacional, la cual es un cuerpo especial organizado por el Estado Venezolano, integrado por la Reserva Militar y la Milicia Territorial destinada a complementar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la Defensa Integral de la Nación y garantizar su independencia y soberanía. Por tanto, los componentes de las Fuerzas Armadas Nacionales son: • Ejército. • Armada. • Aviación. • Guardia Nacional. Los principales roles cumplidos por las Fuerzas Armadas son la defensa de la soberanía del territorio nacional, espacio aéreo, insular, el combate al tráfico de drogas, búsqueda y rescate y protección civil en los casos de desastre. Todos los ciudadanos venezolanos varones tienen el deber legal de inscribirse en el registro militar al cumplir los 18 años de edad, que es la mayoría de edad en Venezuela, aunque la prestación del servicio actualmente es voluntaria. Fuerza Armada Nacional. La Armada venezolana, es concebida como una fuerza naval moderna, mediana, y con capacidad oceánica. La misión fundamental de la Armada es la de ejecutar, dirigir y controlar las operaciones navales, aeronavales, anfibias, fluviales, guardacostas y de apoyo a las actividades acuáticas a fin de garantizar el cumplimiento de los planes de empleo. Aviación Militar:

Venezuela cuenta en los actuales momentos con una de las fuerzas aéreas más modernas y capaces respecto a sus realidades, de Latinoamérica. Esta organizada como los demás componentes en base a grandes componentes, a saber: Comando de Operaciones Aéreas (integrados a este hay doce Grupos Aéreos, especie de regimientos constituidos por los aviones de transporte, cazas y helicópteros de la Aviación Militar), Comando de la Defensa Aérea, Comando de Infantería Aérea, Comando Logístico, y el Comando de Personal. Su objetivo principal es el de resguardar el espacio aéreo de Venezuela, en coordinación con los restantes componentes de la Fuerza Armada Nacional, y participar activamente en el desarrollo integral de la nación. Guardia Nacional: Según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la Guardia Nacional conducirá las operaciones exigidas para el mantenimiento del orden interno del país, cooperará en el desarrollo de las operaciones militares requeridas para asegurar la defensa de la Nación, ejercerá las actividades de policía administrativa y de investigación penal que le atribuyan las leyes, así como también participará activamente en el desarrollo nacional, en el territorio y demás espacios geográficos de la nación. Es un cuerpo militar con funciones policiales, eventuales (y no paramilitares, Con unos 36,000 efectivos, organizados en doce Comandos Regionales (tamaño brigada), que próximamente serán quince. Adicionalmente existe: el Comando de Vigilancia Costera, el Comando de Apoyo Aéreo, el Comando de las Escuelas de la Guardia Nacional y el Comando de Apoyo Logístico. Está planificado estructurar la Guardia Nacional en divisiones, bajo la figura de los Comandos Territoriales. Milicia Nacional: El Comando General de la Milicia Nacional, está conformado por dos estratos: la Reserva Nacional, constituida por todos los ciudadanos venezolanos que no estén en el servicio militar activo (cuadros temporales de los otros componentes), o que hayan cumplido con el servicio militar o que voluntariamente se incorporen a las unidades de la reserva; y la Guardia Territorial, constituida por todos los ciudadanos venezolanos que voluntariamente se organicen para cumplir funciones de resistencia local ante cualquier agresión externa. De momento el Comando General de la Milicia Nacional, está organizado en base a nueve (09) Agrupamientos de Reserva, con presencia en todo el territorio nacional, y una docena de Cuerpos Especiales de Resistencia (nucleados en torno a contingentes de trabajadores de empresas e instituciones nacionales). Se estima que pueden tener en los actuales momentos unos 400,000 hombres y 120.000 mujeres, aprox. en diversos estatus de adiestramiento, pero la meta fijada públicamente por sus autoridades, es la de llegar a 1, 100,000. La idea de progreso y la conformación del caudillismo en Venezuela. La historia venezolana del siglo XIX se observa jalonada por las sucesivas propuestas de organización estatal que se inician con el proceso independentista a partir de 1811. Todas ellas tuvieron como fundamento intelectual a la filosofía positivista que proclamaba la necesidad de lograr el progreso, objetivo este que se mostraba escurridizo al no estar presente el otro gran ingrediente positivista: el orden. La búsqueda de ese orden en todas las nuevas entidades hispanoamericanas fue el gran desafío que consumió incalculables esfuerzos para dilucidar la modalidad de ejercicio político que más convenía a las noveles repúblicas, si centralista o federalista. En el caso venezolano, la controversia entre los que apoyaban el modelo centralista versus los que sostenían la conveniencia del federalismo, llegó incluso a hacerse tan aguda como para ser causa de una cruenta guerra civil, la Guerra Federal.

En lo que, sin embargo, sí existió coincidencia entre los actores políticos de la época, fue en el apego al liberalismo como doctrina que guiaba la estructuración del Estado, quedando, de esta manera, insertos en la tendencia política en boga en el siglo XIX, el Estado Liberal de Derecho. De este tipo de Estado, el modelo más cercano fue aquel representado por el triunfante experimento norteamericano, que por el mismo hecho de su éxito, y por ser un novedoso montaje que representaba la autonomía de sus partes (federalismo), se ofrecía a los ojos de nuestros pensadores políticos como una luz enceguecedora que conducía voluntades hacia la búsqueda de objetivos organizativos semejantes a los norteamericanos. Desde su nacimiento independiente, Venezuela derivó entre esos dos polos. El federalismo consagrado en su primera Constitución, la efímera Constitución de 1811; el centralismo que se observa en las constituciones de 1819, 1821; la transacción entre ambos en el experimento centro federal de la Constitución de 1830, para llegar al desenlace a favor del federalismo en la Constitución de 1864. El Estado Federal venezolano, logrado de esta forma, al término de la Guerra Federal, no significó, sin embargo, la superación de la gran inestabilidad que se había enseñoreado en el país desde su independencia. La formalización de un proyecto de esa envergadura debió enfrentarse al dilema perverso entre civilización y barbarie que imponía cursos de acción que chocaban con el puro y escueto recurso a las normas que pudiera hacer efectiva la fórmula, y que condujeron a la manipulación de la idea federal ya que, "desde el punto de vista administrativo, fue ciertamente una ficción y una farsa que no impidió al Poder Nacional intervenir en la administración de los Estados" (Brewer Carías, 1985:100). La normatividad que constituía el corazón del Estado de Derecho, en Venezuela como en todos nuestros países hispanoamericanos, estuvo sometida en mayor o menor medida al imperio de la personalidad de los gobernantes. Esta influencia del personalismo político marcó a nuestra realidad política con un sello, que habitualmente ha sido descrito en términos peyorativos, reducido al mal definido caudillismo. Los autores que tradicionalmente han estudiado estos temas -tanto extranjeros como hispanoamericanos, sostienen versiones basadas en la filosofía liberal y en la democracia como forma de gobierno. Estas aproximaciones han sido expresadas en la opinión de que todo Estado debe ser resultado de la aplicación del modelo liberal y de la democracia como forma de gobierno. Por lo tanto, aquel Estado que no cubra esas expectativas recibe la calificación de atrasado, por contraposición a los modernos e innovadores, que eran el reflejo del adelanto de la civilidad. Nuestros estados latinoamericanos fueron, entonces, etiquetados de esa manera. Interpretaciones de este tipo han servido para oscurecer y hasta ocultar aspectos que sólo en épocas recientes han comenzado a ser rescatados. En esa recuperación han surgido elementos contradictorios que llenan de asombro a los investigadores, al encontrar indicios que asocian a algunas de nuestras repúblicas con modelos parecidos a los practicados en épocas del Imperio romano, en particular el Consulado, como el caso de Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay (1813-1840). Esta escueta referencia que en otro lugar pudiera ser profundizada, con otras dispersas por toda la América hispana, nos hace entender de pronto que, al tiempo que en Hispanoamérica se estaba intentando poner en práctica el esquema del Estado liberal burgués de Derecho, las características propias de nuestros pueblos y las ideas de los gobernantes condujeron hacia la implementación de modelos de organización que históricamente pertenecían al pasado, dándole consistencia a lo que Graciela Soriano define como discromía,4 concepto que supone la coexistencia en un mismo corte temporal, de usos, hábitos, instituciones, pertenecientes a distintos niveles de evolución. De esta forma, en el caso latinoamericano, nos es posible detectar fuertes indicios de diacronía, cuando notamos el imperio de la voluntad, que se expresaba en un acentuado culto a la figura del hombre fuerte, a la personalidad del gobernante, por encima del respeto a la institucionalidad. Todo ello nos conduce a sostener la opinión de que es posible detectar, en el caso hispanoamericano en general y venezolano en particular, una estrecha relación entre la realidad fáctica, técnica, institucional y la aparición de la manifestación personalista. Por ello somos del parecer de que todo intento por esclarecer las novedades estatales, y como en el caso que nos ocupa aquí, las ocurridas en Venezuela entre 1870 y 1877, debe tomar en consideración al gobernante de turno, que para el momento era el general Antonio Guzmán Blanco.

Antonio Guzmán Blanco es considerado como uno de los más relevantes ejemplos latinoamericanos del estilo personalista de gobierno que fue tan popular en el siglo XIX y que, como señalan algunos de los más prolijos autores de la época, era la razón principal que causaba el relajamiento de las instituciones, la anulación de la iniciativa popular y con ella del espíritu público; la inseguridad jurídica y la exclusividad decisoria, dejando en la inoperancia a las leyes y a los encargados de aplicarlas (Muñoz Tebar, 1887; Seijas, 1888), dándole vigencia a lo que se puede definir como una historia perversa que nunca ha respetado el principio de institucionalidad (Castro Leiva, 1999). La referencia a Guzmán Blanco es, además, de especial significación por sus características personales de educación y cultura, de donde cabe suponer que ellas impregnaran su actuación política en la conducción del Estado hacia la elevación de sus niveles culturales, organizacionales y políticos. Detalles que comprueban tal afirmación, se hacen evidentes en el estudio de los documentos en los que Guzmán Blanco vertió su inspiración, ambiciones y conocimientos, como lo constituyen, sin duda, los mensajes al Congreso de la República. A partir de la revisión de esa documentación afloran detalles que conducen a pensar en un Guzmán Blanco diacrónico, quien a pesar de manifestar en repetidas oportunidades su adhesión al positivismo y al liberalismo, propios de la época, actuaba y en ocasiones expresaba criterios por demás semejantes a aquellos propios de los monarcas absolutos e ilustrados de Europa durante los siglos XVII y XVIII (Rivas, 1997), las cuales nos hacen entender que Antonio Guzmán Blanco, en su ejercicio político fue un ejemplar de su época, seguidor de las doctrinas en boga en su momento, el liberalismo y el Estado de Derecho, y del positivismo popularizado desde la Universidad de Caracas, por el profesor alemán Adolfo Ernst, sin que significara que fueran éstas exclusivas en su ejercicio político. Catalogar a Guzmán Blanco de esta manera impone la necesidad de definir los aspectos fundamentales del llamado despotismo ilustrado o absolutismo tardío. El estallido de la guerra civil venezolana. Guerra civil venezolana, también conocida con el nombre de Guerra Larga, Revolución Federal o Guerra de los Cinco Años, utilizada esta última denominación por aquellos historiadores que sitúan el comienzo de la guerra con los primeros alzamientos ocurridos contra el recién instaurado gobierno de Julián Castro (mayo-julio 1858). Después de la Guerra de Independencia, es considerada como la contienda bélica más larga y sangrienta que haya asolado al territorio nacional, así como la prolongación de los problemas políticos y sociales presentes en nuestra gesta emancipadora, dejados sin resolver una vez lograda definitivamente la emancipación de España con la victorias de 1821 y 1823 y la separación de la Gran Colombia bolivariana en 1830. En términos generales, en la Guerra Federal se enfrentaron dos bandos políticos que venían luchando por el poder desde 1846: Conservadores y Liberales. Antecedentes: La Venezuela que surge en 1830 con la separación de la Gran Colombia, era una sociedad que buscaba mantener los privilegios de las élites dominantes durante el tiempo de la Colonia. En otras palabras, lo que se pretendía consolidar era un consenso político fundamentando en el establecimiento de un sistema oligárquico de gobierno, el cual incorporase a su seno tanto a los remanentes del mantuanaje criollo como a los nuevos grupos surgidos de la Guerra de Independencia, cuyos privilegios sociales se veían confirmados por las tierras que habían recibido como resultado del traspaso a nuevas manos del latifundio colonial. Por otra parte, a los intereses de la clase latifundista había que añadir los de una burguesía comercial que se había fortalecido por las oportunidades de abastecimiento que ofrecían 3 lustros de campañas militares. En síntesis, para 1830 el panorama político venezolano consistía en un campamento armado de ex combatientes de la Independencia, recompensados muchos de ellos con la adjudicación de tierras; pero que veían bloqueadas sus aspiraciones de conducir los destinos de la República, debido a la centralización del poder legitimada por la Constitución de 1830, bajo el poder de José

Antonio Páez y su base de poder: la burguesía comerciante caraqueña, núcleo dominante del Partido Conservador. Ante la obstrucción de su acceso al poder, los militares-hacendados comenzaron a dirigir entre 1830-1831 rebeliones en el oriente del país que buscaban restablecer sus privilegios, además de expresar un regionalismo político que tenía sus orígenes en la Colonia y que se había fortalecido durante los primeros años de la guerra emancipadora. En términos generales, los rebeldes abogaban por un gobierno federalista que protegiera sus dominios regionales. Por otra parte, este mismo argumento fue esgrimido posteriormente por los líderes de la Revolución de las Reformas de 1835-1836, al manifestar la intención de limitar bajo el manto del federalismo al poder central, así como otorgar a los hacendados unas mayores prerrogativas tanto políticas como económicas. En este sentido, la aprobación de la Ley de Libertad de Contratos del 10 de abril de 1834 significó por lo menos parcialmente cierto entendimiento de los sectores en disputa, debido a cierto grado de bonanza económica, sobretodo en las zonas de producción agrícola de los valles centrales. Paralelamente, en los llanos se vivía una situación distinta, ya que los hacendados se enfrentaban al incremento del abigeato y del bandolerismo, como manifestaciones de una profunda inconformidad social. Con la crisis económica que se experimenta a partir de 1842 en Venezuela, comienzan a evidenciarse las graves tensiones sociales latentes. La pauperización creciente de pequeños y medianos propietarios, desposeídos de su tierra por los efectos del encarecimiento del crédito y de las ejecuciones hipotecas y la marginalización de pequeños comerciantes, vinculados esencialmente a los circuitos de distribución interna de los productos agropecuarios, son las principales causas de los levantamientos de los años 1846 y 1847, cuya expresión política se refleja en la creciente radicalización de los planteamientos del Partido Liberal y de su vocero, el periódico El Venezolano. No obstante, los planteamientos del sector liberal no estaban orientados a modificar de manera profunda la estructura de la sociedad, ya que se enmarcaban dentro de los intereses de una clase propietaria: los hacendados. En tal sentido, durante la década de la consolidación en el poder de la «autocracia liberal» (1848-1858), después de los acontecimientos del 24 de enero y la derrota de José Antonio Páez (agosto 1849), se experimentan ciertas medidas favorables a la clase terrateniente: abolición de la esclavitud y otorgamientos de indemnizaciones a los antiguos propietarios de esclavos; modificación de la Ley de 1834 y de su suplantación por la Ley de Espera y Quita de 1841. Finalmente, ante el acaparamiento de tierras por parte de la dinastía monaguista, una fracción del Partido Liberal logra un entendimiento con un grupo de los conservadores bajo la consigna de Unión de los venezolanos y olvido de lo pasado que deriva en el derrocamiento de José Tadeo Monagas en marzo de 1858. Los comienzos de la Guerra: Con la Revolución de Marzo de 1858 en contra del gobierno de José Tadeo Monagas, se iniciaron la cadena de acontecimientos que derivarían en la Guerra Federal. Bajo la dirección de Julián Castro, el movimiento insurreccional prometía liberar a todos los trabajadores, sirvientes y campesinos de las deudas contraídas con sus patronos. Pero, una vez consolidado el nuevo gobierno, el predominio de elementos conservadores en su seno junto con ciertas medidas represivas, reavivaron la lucha. El 7 de junio de 1858, un decreto del presidente Castro ordena la expulsión de Venezuela de Juan Crisóstomo Falcón, Ezequiel Zamora, Wenceslao Casado, Antonio Leocadio Guzmán, José Gabriel Ochoa, Fabricio Conde y otros futuros jefes de la contienda armada, mientras en los valles de Aragua, en la sierra de Carabobo y en los llanos de Portuguesa se levantaban en armas, bandas de campesinos armados. Al tiempo que la insurrección se extendía, el gobierno daba muestras de incapacidad para suprimir tales estallidos, que cada vez eran más intensos. Muestra del grado de conflictividad social que se experimentaba la podemos apreciar en un las siguientes consignas: Mueran los blancos y Hagamos una nación para los indios. Como una manera de atenuar la difícil situación, los congresistas que asistieron a la Convención Constitucional de Valencia aprobaron la Constitución de 1858 (31.12.1858), la cual aparte de significar la conciliación entre conservadores y liberales, otorgaba ciertas concesiones políticas a los estratos más bajos de la sociedad (sufragio universal de varones, abolición de la esclavitud). No obstante, la Carta Magna se encontraba desfasada con relación al desarrollo de los acontecimientos en el país. Finalmente, en agosto de 1858, un intento de los liberales para derrocar a Julián Castro, conocido como La Galipanada, es debelado y fracasa; pero el domingo 20 de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría, seguido de 40

hombres, asalta con éxito el cuartel de Coro, se apodera de 900 fusiles y lanza el Grito de la Federación, cuya fecha pasará luego a formar parte del escudo nacional, al lado de la fecha del 19 de abril de 1810. La guerra había comenzado. Consideraciones Generales En términos generales, la Guerra Federal ha generado una suerte de mitología que no ha permitido evaluar de manera seria el impacto de dicha contienda en la sociedad venezolana de mediados del siglo XIX. En tal sentido, es necesario precisar algunos puntos claves para una mejor comprensión de un fenómeno de tal magnitud. En primer lugar, la Guerra Federal no involucró a todo el territorio venezolano. Los combates más importantes se desarrollaron en la zona de los llanos altos y bajos (el territorio de los actuales estados Barinas, Portuguesa, Cojedes, Apure y Guárico); aunque varios brotes se registraron en la zona central (estados Falcón, Lara, Yaracuy, Carabobo y Aragua), así como en el oriente (principalmente en el territorio de los estados Anzoátegui y Sucre), se trataba en estos casos de actividades de guerrilla que sólo lograron cobrar importancia en los últimos meses de la contienda. Regiones enteras del país, como los Andes, Guayana y el Zulia se mantuvieron prácticamente al margen de la lucha. En segundo lugar, los efectos de la guerra sobre la economía fueron diversos. Si bien es cierto que la ganadería quedó disminuida (resultado lógico de la concentración de los combates en las zonas de tradición pecuaria), hubo otros rubros de la producción que no se vieron afectados. El café, cultivado en los Andes, y el inicio del boom algodonero en Guayana, provocado por las incidencias de la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1860-1865), son claros ejemplos de esta circunstancia. Además de los aspectos señalados anteriormente, conviene analizar la Guerra Federal desde los puntos de vistas político, social y militar, para una mejor comprensión de tal fenómeno. Desde la perspectiva política, conviene señalar que durante el tiempo que duró la contienda armada, el debate político estuvo centrado en Caracas, en torno a la oposición entre los sectores liberales y conservadores. Roto el consenso inicial de la Revolución de Marzo de 1858, Julián Castro buscó la alianza de uno u otro bando con el fin de lograr su permanencia en el poder. Sin embargo, estas maniobras sólo lograron acelerar su caída (1.8.1859); el establecimiento de un efímero gobierno provisional federalista que duró menos de 24 horas y que, después del episodio de La Sampablera (2.8.1859), es reemplazado por un nuevo Gobierno de tendencia conservadora. No obstante, en el propio seno del Partido Conservador se enfrentan dos tendencias: las de los civilistas o legalistas, que apoyan a Manuel Felipe Tovar y Pedro Gual; y la de los dictatoriales, quienes promueven la figura de José Antonio Páez como única salida para reestablecer la paz. Esta pugna se decantará finalmente con el segundo regreso de Páez en marzo de 1861, el derrocamiento del presidente Pedro Gual (29.8.1861) y la proclamación de una dictadura encabezada por Páez pero dirigida, en realidad, por Pedro José Rojas. Asimismo, una vez en el poder los conservadores llevaron adelante conversaciones con los federalistas en la sabana de Carabobo (diciembre de 1861), que no lograron un resultado favorable, prolongándose la lucha hasta las negociaciones del Tratado de Coche, en abril de 1863. En el plano militar, la Guerra Federal fue esencialmente una guerra de guerrillas. Por otra parte, fue por lo menos en sus inicios, la primera contienda armada venezolana que utilizó la recién instalada red del telégrafo eléctrico como medio de información; aunque al poco tiempo, la destrucción de los cables y de las estaciones telegráficas paralizaría este servicio. En cuanto a la dirección de la contienda, sólo durante el primer (febrero 1859-febrero 1860), se puede hablar de una unidad de mando en el seno del Ejército federalista, destacando en este período y hasta la fecha de su muerte en San Carlos (10.1.1860), la figura de Ezequiel Zamora. Tres grandes batallas constituyen hitos de excepción en el desarrollo de los combates: la de Santa Inés (10.12.1859) en el que Zamora al mando de 3.400 hombres, derrotó a las fuerzas del gobierno que consistían de 2.300 hombres, con un saldo de 1.200 bajas entre ambos bandos aproximadamente; la de Coplé (17.2.1860) en que las fuerzas gubernamentales del general León Febres Cordero derrotan al Ejército federalista de 4.500 hombres, bajo el mando de Falcón, y la batalla de Buchivacoa (26-27.12.1862), en la que los generales federalistas Manuel Ezequiel Bruzual y José González, al mando de unos 3.000 hombres, derrotaron a los 2.500 soldados del general Facundo Camero. De estas tres batallas, fue en realidad la de Coplé la que decidió el curso general de la guerra, ya que a partir de la misma Falcón decidió disolver su ejército.

Quizás el componente social de la Guerra Federal sea el más complejo de analizar, debido a que pese a que con el «Grito de la Federación» se produjo la irrupción violenta en el escenario venezolano de las huestes llaneras; la dirección política de la insurrección, especialmente después de la muerte de Ezequiel Zamora, la desempeñaron los terratenientes, capas sociales de la burguesía urbana y caudillos militares ideológicamente aburguesados. En este sentido, el propio programa de Zamora era de naturaleza esencialmente intelectual, primordialmente política y más bien moderada que radical: exigía la abolición de la pena de muerte, la prohibición perpetua de la esclavitud y el sufragio universal combinado con el principio alternativo de gobierno. Es por esto motivo, que algunos historiadores señalan que más que una insurrección campesina, en el sentido europeo de la palabra, la Guerra Federal significó un renovado intento de fusión entre 2 realidades sociales y raciales, blancos contra razas mezcladas, de la Venezuela Agraria. En cuanto a sus consecuencias, se puede afirmar que la Guerra Federal no modificó las estructuras de una sociedad agraria tradicional. La solución conciliatoria adoptada con la firma del Tratado de Coche, en abril de 1863 consagró el triunfó nominal de la Federación, aunque en la práctica este principio político nunca pasó de ser una ficción. Una vez en el poder, Falcón distribuyó liberalmente los frutos de la victoria entre él mismo y sus compañeros más allegados. Se le atribuye en este sentido al general federalista José Loreto Arismendi la cínica o desencantada declaración luchamos cinco años para sustituir ladrones por ladrones, Tiranos por Tiranos. En síntesis, a pesar de los calificativos tales como: Crisol de la igualdad social, insurrección campesina guerra revolucionaria o guerra social que se han utilizado para resaltar su carácter igualitario de la Guerra de los Cinco Años, en términos generales, al final de ésta, el fundamento material de la sociedad oligárquica seguía intacto. Es debido a esta circunstancia, que muchos autores señalen que en el fondo la Guerra Federal, nunca pasó de ser un intercambio ideológico entre las élites políticas del país. Venezuela y la idea de depuración racial El colonialismo va a ser una fuente primordial para la constitución de las ideas sobre las diferencias raciales. La misma idea de la superioridad racial europea frente a la supuesta inferioridad y salvajismo de los nativos de América serán parte de los procesos históricos de construcción de imágenes culturales de conquistados y conquistadores (Said, 1993). Sin embargo, la mayor racionalización “científica” de la raza tiene su origen en el desarrollo de las ciencias naturales durante la Ilustración. Linneus (1707-1778), por ejemplo, desarrolla una taxonomía del mundo natural a través de un sistema en que incluye a las diferentes razas humanas como especies y subespecies, según características físicas y diferencias biológicas a las que se asociaban determinados atributos sociales y culturales. Se señala que el apogeo máximo del discurso científico sobre la raza se produce después de la abolición de la esclavitud (mediados del siglo XIX), como una manera de institucionalizar en las ciencias y teorías emergentes, la inferioridad de los negros (Wade, 1997). De esta manera, el fin de la esclavitud no garantizará la igualdad racial. La formación de los estados modernos muestra que en la conformación de naciones y nacionalismos operó un discurso sobre la raza con efectos excluyentes sobre las poblaciones nacionales. Prueba de ello es que la mayor parte de las manifestaciones de racismo se han dado dentro de las fronteras nacionales. El racismo como acción política (Anderson, 1983) justifica más los procesos de dominación internos que de dominación extranjera de tipo colonial. La situación de los pueblos indígenas y minorías étnicas y nacionales en América Latina y el Caribe refuerza, pues, la idea de la existencia de colonialismos internos. El peso del argumento racial ha pasado del discurso científico al imaginario social, sobre la base de variaciones fenotípicas con que cada sociedad construye significados en el contexto de sus experiencias históricas. Pero como señala Wade, la raza existe no como pura idea sino como una categoría social de gran tenacidad y poder (Wade, 1997).

La discriminación por motivos de raza o etnia implica una operación simultánea de separación y jerarquización: el otro racial o étnico es juzgado como diferente, y a la vez como inferior en jerarquía, cualidades, posibilidades y derechos. Esta negación del otro se expresa de distintas maneras entre sujetos y grupos sociales, sea mediante mecanismos simbólicos y acciones cotidianas, sea como políticas sistemáticas y oficiales de Estados o gobiernos, como en el caso de los regímenes que han aplicado métodos de apartheid.

Introducción

La idea del republicanismo y América Latina es algo demasiado centrado que nos marco de una forma drástica en el tiempo pasado es por esta razón que la invasión napoleónica, los principio de la revolución francesa, sector dominante, ilustración y guerra en América latina, bolívar y la integración de América latina y entre algunas otras definiciones que se tomaron encuenta en este trabajo son de grata importancia.

En por eso que la historia del mundo contemporáneo, la revolución francesa significó el tránsito de la sociedad estamental, heredera del feudalismo, a la sociedad capitalista, basada en una economía de mercado. La burguesía, consciente de su papel preponderante en la vida económica, desplazó del poder a la aristocracia y a la monarquía absoluta. Los revolucionarios franceses no sólo crearon un nuevo modelo de sociedad y estado, sino que difundieron un nuevo modo de pensar por la mayor parte del mundo.

Conclusión

Al llegar al final de este trabajo nos podemos dar de cuenta que es demasiado importante para nosotros como venezolano y como estudiantes de jurídico que necesitamos aprender y conocer todo lo acontecido en nuestro pasado para poder llevar todo a la realidad que estamos viviendo en la actualidad y lograr un aprendizaje adecuado es por eso que la invasión del Imperio ruso liderada por Napoleón en 1812 fue un punto de inflexión en el transcurso de las Guerras

Napoleónicas. La campaña redujo a las fuerzas de invasión francesas y aliadas a menos del dos por ciento de su capacidad inicial. El eslogan nació en el transcurso de la Revolución francesa, pero no llegó a adquirir carácter oficial por ser un lema entre muchos otros.

República Bolivariana de Venezuela Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria Misión Sucre - Aldea III Carúpano – Estado Sucre

Profesor (a): Domingo Lugo

Triunfadores: Hernández José G. C.I: 19.909.921. Ramírez Jhonny C.I: 17.218.666 Salazar Robert Sección 02

Mayo del 2011

Bibliografía

SALAZAR, Frank, "América Latina", Editorial Cosmos de Caracas, Colección Teoría Economica, Caracas, 1.990 GUZMAN, Luis. "Venezuela y su historia”. Editorial coral. URL: www.google.com.ve