2do. Tema La Familia Santuario de Vida

La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano le dedicó una especial atención a la situación de la familia en

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La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano le dedicó una especial atención a la situación de la familia en nuestro continente. Por eso se puso la preocupación por la familia en un lugar central del documento dominicano, destacándose que ella es el «santuario de la vida» y la frontera decisiva del empeño por la Nueva Evangelización a la que somos convocados de cara al Tercer Milenio de nuestra fe. La familia es un patrimonio humano. Si llegáramos a perderla, nos privaríamos de la célula vital de la sociedad, pues ella es formadora de las personas y comunidad fundamental sobre la que se apoya el conjunto de las relaciones sociales. Reconocemos el esfuerzo de tantas familias por conservar los principios y valores de su identidad natural y cristiana; valoramos la lucha de muchos esposos por vivir la fidelidad, la indisolubilidad y la santidad del matrimonio, así como la generosidad de los padres por acoger, proteger y educar a sus hijos. Sin embargo, constatamos con dolor que muchas familias se van desintegrando. Algunos ya no valoran el matrimonio como el camino para fundar una familia desde la base del amor de alianza fiel e indisoluble entre un hombre y una mujer. Es significativo en este sentido que hasta se llegue a querer ―legitimar‖ una parodia del matrimonio, como son las llamadas ―sociedades de convivencia‖. Los adolescentes y los jóvenes viven etapas hermosas de la vida; son tiempos de despertar a la libertad responsable, de ir madurando para el amor, para un proyecto de vida en común. Pero cuando se cede a la tentación de las relaciones prematrimoniales o se sufre la violencia injusta de la violación, se da con mucha frecuencia el hecho de la maternidad adolescente que, a menudo, termina en el aborto. Queremos ayudar a estas jóvenes madres solteras, ofrecerles comprensión, solidaridad y apoyo para que encuentren una solución humana y cristiana, ya sea aceptando generosamente conservar a su hijo o dándolo en adopción. También nos comprometemos a colaborar en la educación para una cultura del respeto mutuo y de la continencia hasta el matrimonio.

La primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible. Hay que volver a considerar la familia como el santuario de la vida. En efecto, es sagrada: es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida.

Un servicio múltiple a la vida Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corona y lleva a perfección la obra de sus manos; los llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana: ―Y bendíjolos Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla"―.(Gen 1,28) Así el cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre.(Cfr. Gen 5,1-3) La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos: ―El cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente su propia familia‖.(Gaudium et spes, 50.) El amor conyugal fecundo se expresa en un servicio a la vida que tiene muchas formas, de las cuales la generación y la educación son las más inmediatas, propias e insustituibles. En realidad, cada acto de verdadero amor al hombre testimonia y perfecciona la fecundidad espiritual de la familia, porque es obediencia al dinamismo interior y profundo del amor, como donación de sí mismo a los demás.

La Iglesia guía a los esposos en dificultad

En particular los esposos que viven la experiencia de la esterilidad física, deberán orientarse hacia esta perspectiva, rica para todos en valor y exigencias. Las familias cristianas, que en la fe reconocen a todos los hombres como hijos del Padre común de los cielos, irán generosamente al encuentro de los hijos de otras familias, sosteniéndoles y amándoles no como extraños, sino como miembros de la única familia de los hijos de Dios. Los padres cristianos podrán así ensanchar su amor más allá de los vínculos de la carne y de la sangre, a menudo necesitado incluso de lo más necesario. Las familias cristianas se abren con mayor disponibilidad a la adopción y acogida de aquellos hijos que están privados de sus padres o abandonados por éstos. Mientras esos niños, encontrando el calor afectivo de una familia, pueden experimentar la cariñosa y solícita paternidad de Dios, atestiguada por los padres cristianos, y así crecer con serenidad y confianza en la vida, la familia entera se enriquecerá con los valores espirituales de una fraternidad más amplia. Suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas en favor de la vida Ante el problema de una honesta regulación de la natalidad, la comunidad eclesial, en el tiempo presente, debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable. De este modo se ensancha enormemente el horizonte de las familias cristianas; un reto para su amor espiritualmente fecundo viene de estas y tantas otras urgencias de nuestro tiempo. Con las familias y por medio de ellas, el Señor Jesús sigue teniendo «compasión» de las multitudes.

Respetar la naturaleza y la finalidad del acto matrimonial

En este campo, mientras la Iglesia se alegra de los resultados alcanzados por las investigaciones científicas para un conocimiento más preciso de los ritmos de fertilidad femenina y alienta a una más decisiva y amplia extensión de tales estudios, no puede menos de apelar, con renovado vigor, a la responsabilidad de cuantos —médicos, expertos, consejeros matrimoniales, educadores, parejas— pueden ayudar efectivamente a los esposos a vivir su amor, respetando la estructura y finalidades del acto conyugal que lo expresa. Esto significa un compromiso más amplio, decisivo y sistemático en hacer conocer, estimar y aplicar los métodos naturales de regulación de la fertilidad.( cfr. Discurso a los Participantes en el Congreso Internacional de la Familia de Africa y de Europa, 1 s. (15 de enero de 1981): L'Osservatore Romano en lengua española, 1 de febrero de 1981.)

Un testimonio precioso puede y debe ser dado por aquellos esposos que, mediante el compromiso común de la continencia periódica, han llegado a una responsabilidad personal más madura ante el amor y la vida. Como escribía Pablo VI, ―a ellos ha confiado el Señor la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida humana‖.( Humanae vitae, 25) Estos actos, con los cuales los esposos se unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida humana, son, como ha recordado el Concilio, "honestos y dignos" y no cesan de ser legítimos si, por causas independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevén infecundos, porque continúan ordenados a expresar y consolidar su unión. De hecho, como atestigua la experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los actos conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y ritmos naturales de fecundidad que por sí mismos distancian los nacimientos. La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida. (Humanae vitae Nº 11) Fidelidad al plan de Dios La Iglesia es ciertamente consciente también de los múltiples y complejos problemas que hoy, en muchos países, afectan a los esposos en su cometido de

transmitir responsablemente la vida. Conoce también el grave problema del incremento demográfico como se plantea en diversas partes de mundo, con las implicaciones morales que comporta. Ella cree, sin embargo, que una consideración profunda de todos los aspectos de tales problemas ofrece una nueva y más fuerte confirmación de la importancia de la doctrina auténtica acerca de la regulación de la natalidad, propuesta de nuevo en el Concilio Vaticano II y en la encíclica Humanae vitae.

Por esto, la Iglesia siente el deber de dirigir una acuciante invitación a los teólogos a fin de que, uniendo sus fuerzas para colaborar con el magisterio jerárquico, se comprometan a iluminar cada vez mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones personalistas de esta doctrina. Así será posible, en el contexto de una exposición orgánica, hacer que la doctrina de la Iglesia en este importante capítulo sea verdaderamente accesible a todos los hombres de buena voluntad, facilitando su comprensión cada vez más luminosa y profunda; de este modo el plan divino podrá ser realizado cada vez más plenamente, para la salvación del hombre y gloria del Creador. Vías ilícitas para la regulación de los nacimientos

La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como enseñan los Obispos franceses, no procede «del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una unión de vida total».(Evangeli Gaudium 66). Doctrina de la Enciclica Humanae vitae de Pablo VI

En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, la Iglesia declara

que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos: 

La interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas

(Humanae vitae Nº 14). 

Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer (Humanae vitae Nº 14).



Queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación (Humanae vitae Nº 14).



Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán después y que por tanto compartirían la única e idéntica bondad moral. En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande (Humanae vitae Nº 14).

Hacia donde nos lleva la ideología del género. El Papa Benedicto XVI en un discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre del 2012 señalaba: ―Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un mal entendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres‖. Es el intento de que se vaya imponiendo la llamada ideología de género. El Papa agrega: ―Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza pre constituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la

persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. (La persona) de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre‖. Terminos que utilizan los defensores de la ideología de género A. Hegemonía o hegemónico: La ideología de género afirma que se han aceptado en el pasado ideas y conceptos aceptados universalmente como naturales –varón, mujer- pero que en realidad son sólo construcciones sociales, culturales ―para mantener la hegemonía el dominio masculino‖. Es decir, de hecho no hay hombres ni mujeres. B. De-construcción: Es la tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico. C. Patriarcado, Patriarcal: Para los ideólogos de género es la institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer. Pero al afirmar esto los ideólogos de género no intentan la promoción ni equiparación de la mujer con el hombre (como las feministas), sino que buscan la completa supresión de cualquier distinción entre la mujer y el hombre. D. Sexualmente polimorfo: La ideología de género parte de un principio inamovible: los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza. Dicen que eso es fruto sólo de un condicionamiento cultural de la sociedad. El deseo sexual –afirman- se puede dirigir a cualquiera.

No demuestran esto: es un simple a priori, un punto de partida que hay que aceptar y ya está. Los ideologos de género afirman que es así, y punto. E. Heterosexualidad obligatoria: Estos ideólogos afirman que "se fuerza" a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro. F. Preferencia u orientación sexual: Esta ideología afirma que existen diversas formas de sexualidad, que son equivalentes y son tan validas como la heterosexualidad. Por eso hablan de "preferencias". G. Homofobia: Es el temor a relaciones con personas del mismo sexo. Suele entenderse este concepto en otro sentido, como rechazo a los homozexuales, pero este es el sentido propio que tiene este término dentro de esta ideología. H. Lo natural: Lo natural es un concepto que, para esta ideología, hay que superar. No hay nada "natural", afirman. Shulamith Firestone decía: "Lo natural no es necesariamente un valor humano. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella". I. Rol Es un término tomado del ámbito teatral, que indica que una persona, vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo a un libreto escrito. El uso del término rol o de la frase roles desempeñados indica que hay algo artificial que se impone a la persona. Para la ideología de género la maternidad sólo es un rol. Una mujer, cuando tiene un hijo, representa el papel de madre; no se es una madre.

Algunas ideas de la Familiaris Consortio en favor de la vida 



La doctrina de la Iglesia se encuentra hoy en una situación social y cultural que la hace a la vez más difícil de comprender y más urgente e insustituible para promover el verdadero bien del hombre y de la mujer. (FC 30) Pero la Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel «Sí», de aquel «Amén» que es Cristo mismo. Al «no» que invade y aflige al mundo, contrapone este «Sí» viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida. (FC 30)





La Iglesia está llamada a manifestar nuevamente a todos, con un convencimiento más claro y firme, su voluntad de promover con todo medio y defender contra toda insidia la vida humana, en cualquier condición o fase de desarrollo en que se encuentre. (FC 30) Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado. (FC 30)

La función de transmitir la vida debe estar integrada en la misión global de toda la vida cristiana, la cual sin la cruz no puede llegar a la resurrección. En semejante contexto se comprende cómo no se puede quitar de la vida familiar el sacrificio, es más, se debe aceptar de corazón, a fin de que el amor conyugal se haga más profundo y sea fuente de gozo íntimo. Bibliografía: Enciclica Humanae vitae de Pablo VI Exhortación apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II LEXICÓN a cargo del Consejo Pontificio para la Familia (términos ambiguos y discutidos sobre familia,vida y cuestiones éticas. 2da. Edición. Edit.Palabra