125793471 MOSQUERA Gerardo El Diseno Se Definio en Octubre

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EL DISEÑO SE DEFINIO EN OCTUBRE GERARDO MOSQUERA

FJ)ITORIAL ARTE Y LITERATURA CIUDAD DE LA HABANA, 1989

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Edid6n 1 ·Mm Crtn. C4tcú 1 Delia M. Sola 7 Mma Menlilb:t Cubierta 1 Robmo kttmlo

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Gerardo Mosqucra, 1989 Sobre la presente edición: Editorial Atte y Literatura, 1989

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.,. Este título ha sido procesrdo en el Combinado Poligráfico cAifredo López•, e impreso en el mes de noviembre de 1989, «Año 31 de la Revolución», Ciudad de La Habana. 08·07. Esta edición consta de 3 200 ejemplares.

EDITORIAL ARTE Y LITERATURA · · Obispo no. 461 Habma Vieja· Ciudad de La Habana, Cuba

PRESENTACIÚN

Gerardo Mosquera ba dado muestras excelentes de su comJición de critico de arte, rico de i11/omzación y certero apreciador de obras y corrierttes qr1e su¿e abordar con e11comiable independencia de criterio. Parte, eso si, de un concepto marxista /eni11ista de la realidad, que no es lo mismo que rlgido cartabón escolástico, .tino visió11 del mundo y comprensión profunda de stt npresión dialéctica en las diversas manifestaciones culturales. Entre éstaJ ninguna mtls actt!al y más dindmica que el diseño, que, en cuanto a ttucstrc; pals se refiere, resulta i11strrtmento e/iraz e i11dispensab!e en el esfueJ"zo común de la construcción socialista. Mosquera parte de la d~finición del Jimio en los dlas afiebrados de la RetJO!ución de Octubre, ·cutmdo, erttre contradicciones, fue sttrgiendo tma nueva oisi6n de la reaüJad. Como su propio autor nos advierte, su libro no es una historia, sino u11a «discusión viva, domle se aborda el pasado en el sentido literal del vel"bo: para sllqtlearlo e11 lución Jel presetlle». Y este presente es, ante todo, nr1estro presente cubano y reuo/ucionario, en el t¡lle el diseño adq11iere extraordinaria importancia y, como en los días del gran Octubre, «la frialdad lltecanicista» es stlperada por «la energía del Jise•io grdfico... hacia un esfuerzo social al /11ego Je la revolución». Con este libro, Mosquera 110 sólo nos in/orflla cómo y por t¡tlé «el J¡. seño se aefinió en Octubre», sitto que actualiza, de modo muy personal, las ardientes polémicas de entonces, cuyos ecos se extiendert hasta hoy, advirtilndonos que «el texto que sigue trata de ser marxista por sr1 metodologl4 y por su Íllle11ción, y su critica al movimiento tnodemo se i11scribe en una tendencia f.encralizada en 11uestros tilas, c1111ndo tiene lugar un calnfhio dialéctico en el arte y el diseño». Se trata, pues, tic un libro iff/ormatlo e l!nquietador, una excelente contribució11, e11 suma, al insoslayable problema del abordaie estético de nuestra propia edificación socialista.

]osl Antonio Portuondo 2J de enero Je 1987

las contradiccio11es que se dan e11 la definición o conrtituci6n del diseño: entre arte e industria, o e11tre bellcrJ~ y frmciólt, y a las que se enfrentan unilateral1nente en el pasado las concepciones romántica y utilitarista del arte. Contradicciones que tienm viejas raíces como lo atestigua el viejo Sócrates en u11 diálogo platónico, pero que sólo estallan cott fuerza a partir del ettorme desarrollo que las fuerzas productivas adquierett con la Revolución Industrial. Las contradicciones reales que el autor registra y que se ag11dizan sobre todo en nttestra época, tienen por base la estructura económico-social capitalista, y es precisamente en ese terreno histórico-conCI'elo en el que se ponen en ¡uego -en un nuevo iuego- los valores es· tlticos. Se trata, pues, de investigdr cuál es el nuevo destino de esos valores si es que no se han disuelto --como pretende cierta teoria y práctica- en la producción material. Mosquera enjuicia críticamente las primeras y falsas soluciom:s co1t las que se pretendió -ya desde la Revolución I~tdustrial- superar las contradicciones a11tes señaladas y qtte a modo de esquema pueden reducirse a dos: sacrificio de lo estltico a lo funcional, o estetización en un sentido tradidonal (embellecimiento) de la ittdttstria. Al descartarse tma y otrtt, la solución verdadera sólo podia vmir de la integración de los opuestos en una nueva síntesis que absorbiera lo estético y lo funcional. Era la solución que babria de culminar en el diseño. Ahora bien, co111o muestra a las clttras el libro al preselttamos colt todo detalle los avatares de la batalla que hubo de librarse para llevar a ella, la soluciótt 110 /rte nada fácil. Baste recordar a este respecto la tormenta que provocó, a fines del siglo pasado, el intento de conJugar los opuestos ya señalado/ en la construcción de la Torre Eiflel. Luego, aunque parezca sorprendente, la solución habrla de venir --como el libro muestra y demuestra convincentemente- m4s que de la industria, 14 tlcnica o la ingenierla, del propio arte. Mosquera subraya a este respecto el papel decisivo que desempeñó la vanguardia artistica y, en particular, el futurismo y el constructivismo rusos. Ella fue no sólo la vattJ!.Uardia en el arte sino avanzada en la formaci6n de la nueva se1zsibilidad estética que pertnitia ver una sintesis o unidad allí donde tradicionalmente sólo se reconoeílln las antinomias insuperables de arte e industria, funcionalidad y belleza, estética y vida cotidiana. En este terreno, el autor se mueve con paso firme guiado por una idea fecunda: la de que el 11tovi11tie1tto artistico moderno (y en especial lo que él llama la «cultura de la abstracción») conduce por obligaci6n al diseño. Entendido éste como producción de bienes que atiende en stl conjunto a requerimientos económicos, constructivos, funcionales y estéticos, el autor lo deslinda claramente del arte y la artesanla, a la oez que extiende el hilo común de la creatividad que los utze. El esclarecimiento de la naturaleza del diseño y el trtt:t.ado de sus formas especificas ( i11dustrial, gráfico, escénico, ambiental, etcétera.), a los que el autor cottsagra largas páginas, constituyen la parte medular del libro. Ahora bien, como en toda verdadera investif,ación obietiva que, e•t clifinitiva. es análisis de lo que hay de propio o específico ett el fen6111eno est11diaáo, o como viette a decir Lmin: análisis concreto de lo co11creto, Mosquera insiste una y otra vez e1,t hacer las distinciottes necesarias, pues sólo a través de elltts

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puede hacl'rse visihle lo específico y, por tanto, lo concreto. Por supuesl?, esto exige poucr lo concreto --la formación bistórica del disciio- ett .a realidad social correspo~tdieltte de la que lo ideológico es tm ccmponeute i·t· trlnseco. De ahi que el autor se detenga Clt el significado ideológico del cise!Io en la sociedad capitalista para llegar a la conclusión de que, dadas lzs condiciones C1t que ahi se produce, no hay ni puede haber ett él «tteutralidtd ideológica» alguna. Pero esto no exige -precisa el autor- compartir bs posiciones ultraizquierdistas que, al elevar su carga ideológica burg11esa al plano d~e lo absoluto, acaban no sólo con ella sbto con el diselio mismo. Cotcluye, pues, acertadamente el autor que si es erróneo pensar que el disef.o sea de por sí una altematit'a revo!uci01rariú, también lo e.1 negar Jt/J verdaderas posibilidades. Antes hemos subrayado el papel que Mosquero atribuye al movimie!tto artistico moderno en la definici6n del diset1o. Pero a ¡uicio suyo, lo d~­ cisivo Jentro de él -_y a ello dedica casi la mitad del libm- es el p1· pel que cumpli6 en ese proceso la vanguardia artística rusa. La luz qtre vierte sobre este punto se hace necesaria, ya que todavía boj sigue sieu¿o . habitual btciúr la historia dr! disciio con la Bauhaus .sin ¡n·cstar apcn.1s \ atenci6n a los pasos dados por el VJUTEMAS y con él a lo que aportaron en este terreno los artistas rusos. Baste mencionar con este motivo el libro El diseño industrial y su estética ( 1968) de un tratadista tan conocido como Gillo Dorfles quien, al hacer la teorla y la historia del diseño, se permite no referirse una sola vez a lo que se hizo -antes o al mismo tiempo que en la Bauhaus- ett !.1 Rusia revolucionaria. Difícil es a estas alturas tapar el sol con un dedo, ese sol que Mosquera 11os muestra en ;u libro en todo su esplendor. Y lo hace, pues de otro modo sería inexplicable «el diseño que se definió en Octubre», deteniéndose a fondo en las contradicciones a que tuvo que enfrentarse en una sitttación histórica dada: entre su utopismo estético y una descarnada realidad, entre sus posiciones avanzadas )' el conservadurismo estético de las masas, entre Sfl lenguaie nuevo y las exigencias de la comunicació11 social, etcétrra. Contradíccio111:s, en definitiva, entre el arte y la revolución. Sitz idealizar la va1zguardia artístic6, el autor desentraña sus intenciones y pm:e en la balanza sus logros y sus fracasos a la vez que describe las vicisitudes que arrostra en su nacimiento, apogeo y muerte. Claramente quedan marcadas en el libro las limitaciones de los objetivos utópicos de la vanguardia al chocar cott la cruda realidad de los primeros años de la revoluciórr. Sin embargo, tto por ello el autor cierra los ojos a sus logros. Por el contrario, los hace resaltar precisamente en el terreno que más podía interesar a la revolución: la calle, las masas y la comunicación social. Como arte en la calle, de agitt.ción y de masas podemos encGttlrarlo en el teatro, en las fiestas populares (especie Jc