1. Rebel Heir - Vi Keeland & Penelope Ward.pdf

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CRÉDITOS MODERADORA

Mona TRADUCTORAS

Clau

Jailemat

JandraNda

Kath

Nayari

Yiany

Rosaluce

cjuli2516zc

Nayelii

CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL Clau DISEÑO Cecilia

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ÍNDICE

Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14

Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Próximo Libro Biología del autor

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SINOPSIS

C

ómo comenzar un gran verano en los Hamptons: Consigue un magnífico alquiler en la playa. Listo. Consigue un trabajo en un lugar de moda para veraneantes. Listo.

Cómo arruinar un gran verano en los Hamptons: Enamórate del tipo con una chaqueta de cuero oscura, aspecto descuidado sobre su rostro y una mirada intensa que no encaja con el resto de la multitud que luce elegante. Un tipo al que no puedes tener cuando te vas al final de la temporada. Listo. Listo. Listo. Debo añadir, especialmente cuando el chico sexy y dios tatuado es tu jefe. Especialmente cuando no solo es dueño de tu lugar de trabajo, sino heredero de la mitad de la ciudad. Especialmente cuando es malo contigo. O eso pensé. Hasta que una noche me pidió que subiera a su automóvil para poder llevarme a casa porque no quería que caminara en la oscuridad. Así fue como todo comenzó con Rush. Y luego, poco a poco, algunas de las paredes de este inflexible hombre comenzaron a caer. Nunca esperé que nosotros dos, aparentemente opuestos desde fuera, estuviéramos tan cercanos. Se suponía que no debía enamorarme del heredero rebelde, especialmente cuando dejó en claro que no quería cruzar la línea conmigo. A medida que la temperatura se enfriaba, las noches se volvían más calientes. Mi verano se volvió mucho más interesante y complicado. Todas las cosas buenas deben tener un fin, ¿verdad? Excepto que nuestro final fue uno que no vi venir. Rebel Heir es el primer libro del Dúo Rush Series. El segundo libro, Rebel Heart, se lanzará seis semanas después, el 22 de mayo de 2018.

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CAPÍTULO 1

—N

unca he tenido sexo en la playa, mucho menos preparado uno.

—Hay otros dos cantineros. Pueden ayudarte a hacer lo que sea que no sepas hacer. Por favooooooor. A mi hermana se le acaba de romper la fuente y quiero conducir de regreso a Nueva Jersey esta noche para evitar el tráfico de la mañana. Te debo una. —Escuché a Riley haciendo un puchero por el teléfono. —Pero iba a escribir esta noche. —No viniste a la playa hoy porque ibas a escribir todo el día. ¿Cuántas palabras has escrito hasta ahora? Bajé la mirada a mi computadora portátil. Siete. He escrito siete malditas palabras hoy. —Más que ayer. —Tristemente, esa era la verdad—. Pero estoy en racha. —Por favorcito. Es una emergencia, o no te lo pediría. Resoplé. —Bien. Riley chilló. —¡Gracias! ¡Ah! Y usa algo de corte bajo para que presumas ese gran estante que tienes. A nadie le importará que no sepas preparar una bebida con esas en primera plana. —Adiós, Riley. Me miré en el espejo. Mi cabello oscuro estaba en un moño desordenado amontonado en mi cabeza. No traía maquillaje y me había cambiado los lentes de contacto por gafas que escondían mis cansados ojos azules. Suspiré. Al menos me había duchado hoy. Mi compañera de cuarto, Riley, era cantinera en uno de los bares de moda en Hampton a orillas de la playa. Era el tipo de lugar en el que los mocosos, ricos y yuppies lucían polos con pequeños caballos bordados y mocasines sin calcetines. Las mujeres eran todas delgadas y exhibían una piel excesivamente bronceada. Después del último encuentro que tuve con un chico allí, definitivamente no estaba buscando llamar la atención. Me puse máscara de pestañas, dejé que mi cabello cayera del moño y no me molesté en volver a ponerme los lentes de contacto. Lo suficientemente bien.

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El estacionamiento de The Heights estaba lleno. El lugar tenía un bar en la azotea. De allí el nombre. La gente estaba fumando al frente, y la música del interior sonaba tan fuerte que las ventanas vibraban. Recordaba de la única vez que había venido que había tres bares... uno en la azotea, uno adentro, y uno afuera en la terraza que daba a la playa. También había un restaurante adyacente que parecía ser popular antes de que la multitud del bar se hiciera cargo. No estaba segura de dónde le correspondía trabajar a mi compañera esta noche. Un hombre gigante abrió la puerta mientras me acercaba, así que primero fui a revisar adentro. Riley me vio de inmediato. Gritando, agitó dos manos en el aire desde detrás de la barra, luego las ahuecó alrededor de su boca. —Ven aquí atrás. Te daré una visita rápida. —Caminé hasta el final de la larga barra y levanté la tabla con bisagras para acceder. —Esta es Carly. —Señaló a una pelirroja con coletas y una media camiseta. La mujer saludó—. Ella trabaja en el bar exterior con Michael. Solo apareció para robarnos algunos de nuestros vasos porque no tenía suficientes en su propio bar. Carly se encogió de hombros antes de levantar una caja y gritar sobre la música. —Siempre llego tarde. Riley señaló a una chica rubia y más baja que hacía que el escaso atuendo de Carly se viera como el de una dama. Por un segundo, me arrepentí de no haberme cambiado a algo un poco mejor o al menos arreglarme un poco. —Y esa es Tia. Ella trabaja la mitad izquierda del bar interior. Yo trabajo en la derecha. Tia saludó. Riley tamborileó con sus uñas en la parte superior de una fila de grifos. —Bueno. Así que tenemos Bud, Stella, Corona, Heineken, Amstel y Lighthouse Ale, que es una cerveza local. Promueve la cerveza local si te dicen que elijas tú. —Lo tengo. —Asentí. Se volvió hacia los estantes con espejos detrás de nosotros. —Todo está en el estante superior. Las cosas más populares: Vodka, Jack Daniels, ron, bola de fuego, tequila, están almacenadas en el lado izquierdo y derecho de la barra para que no nos choquemos todo el tiempo. —Señaló debajo de la barra—. Vasos, jarabes, fregaderos y refrigeradores de cerveza embotellada se encuentran aquí. En la parte superior del

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refrigerador rojo, hay un libro laminado que te da los ingredientes para cualquier cóctel que no sepas cómo hacer. —Refrigerador rojo. Lo tengo. Se tocó el labio con el dedo. —¿Qué más? Oh. Si alguien te da algún problema, solo silba, y Roble se encargará de eso. —¿Roble? Hizo un gesto hacia la puerta de entrada manejada por el hombre enorme al que había pasado al entrar. —El gorila. No sé su verdadero nombre. Todo el mundo lo llama Roble. Supongo que es porque es tan grande como un árbol. Él es el portero y gerente suplente cuando el dueño no está cerca. —Riley sacó su bolso de debajo de la barra y se puso la correa en el hombro—. El cual, afortunadamente para ti y para mí, no debería estar esta noche. Se asustaría si supiera que dejé a alguien sin experiencia detrás de la barra. Mis ojos se agrandaron. —¿No debería estar esta noche? ¿Qué pasa si aparece? —Relájate. El idiota rico estaba en la ciudad por una reunión de la junta hoy. No va a aparecer. Riley besó mi mejilla y salió corriendo detrás de la puerta. Gritó por encima de su hombro: —Gracias por hacer esto. Te debo una. Mis primeros clientes pidieron cerveza. Aparte de un poco de espuma extra porque aún no dominaba el arte de verter, nadie parecía ser el más sabio, al menos hasta que se acercó un grupo de cuatro mujeres. —Quiero un Cosmo. —Yo una Paloma. —Para mí una Mula de Moscú. ¿Una qué? —Tomaré una Corona, por favor. Al menos la que tiene buenos modales no tendría una bebida arruinada. Vertí la Corona, agité un Cosmo, pues, dado que resultaba ser mi favorito, en realidad sabía cómo hacerlo, y luego comencé a hojear el libro de mezclas de bebidas que estaba encima del refrigerador rojo. Solo que... no tenía una receta para una Mula de Moscú o una Paloma. Me dirigí a Tia. —Oye... ¿qué lleva una Mula de Moscú? —¿En serio? Nunca me han pedido que haga uno, pero creo que son dos onzas de vodka, cuatro onzas de cerveza de jengibre y jugo de lima.

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—Gracias. ¿Y qué hay en una Paloma? —¿A quién diablos estás sirviendo? —Se rió—. Dos onzas de tequila, siete de soda de pomelo y jugo de lima. Los mezcladores de bebidas extrañas como cerveza de jengibre y soda de pomelo están en el fondo del refrigerador. Tendrás que cavar. —Lo tengo. Gracias. En mi camino de regreso al otro extremo de la barra, me detuve para llenar una cerveza y darle el cambio a alguien. La música era tan ruidosa y molesta, que me sentía un poco abrumada, así que cuando tomé unos vasos y empecé a preparar las bebidas para las damas, no estaba segura de recordarlas correctamente. ¿Era cerveza de jengibre, cerveza, vodka y limón? Miré hacia el otro extremo de la barra. Tia tenía una coctelera en una mano y con la otra estaba sirviendo una cerveza. La barra también comenzaba a llenarse. —¿Te olvidaste de nuestras bebidas? —La amante de la Mula tenía mala actitud. —Viene inmediatamente. —Y no me culpes si sabe a mierda. Inicié mi mejor imitación de los estúpidos cócteles y los serví ambos en vasos elegantes. Todo sabía mejor en un vaso elegante de todos modos. Después de llamarlas, pasé al siguiente cliente. —Tomaré un alud de lodo —dijo el tipo con el polo rosa pastel. —Umm. De acuerdo. —Miré a Tia. Ella todavía estaba ocupada. No podía interrumpirla por cada cliente—. Eso es con Kahlua, ¿verdad? El chico me miró de reojo. ¿Qué pasaba con todos en este lugar? —Tal vez deberías conseguir un trabajo en la heladería de la cuadra si no sabes cómo hacer un alud de lodo. —Tal vez deberías beber cerveza en lugar de una bebida para mujeres, —respondí. —Es para mi novia. No es que sea de tu incumbencia. —Oh. Caminé hacia el libro de recetas. ¿Por qué estas cosas no están en orden alfabético? Alud de Lodo estaba de penúltimo. Vodka, Bailey's Crema Irlandesa, Kahlua, Leche, todo en partes iguales. Otros dos clientes pidieron sus bebidas mientras yo mezclaba el cóctel. Necesitaba aprender a no mirar a los ojos hasta que estuviera lista para tomar el siguiente pedido. Debido a las interrupciones, inadvertidamente puse Baileys dos veces y olvidé la leche. Mientras entregaba la bebida al hombre del alud de lodo, el cuarteto de mujeres regresó a la barra. Se abrieron paso hacia el frente y golpearon dos vasos sobre la barra. El líquido de las bebidas salpicó todo.

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—Estos no están bien. No sé lo que pusiste en ellos, pero saben horrible. —Bueno. Dame un minuto y los rehago para ustedes. La mujer al frente de la brigada perra puso los ojos en blanco. Llevé el billete de veinte dólares del tipo del alud de lodo a la caja registradora y volví con sus cinco dólares de cambio. Quince dólares. Vaya timo. —Aquí tienes. El tipo tenía un bigote de leche mientras bajaba lo que acababa de inventar. —Este tampoco está bien. ¿Sabes qué diablos estás haciendo allí? —¡No! —grité en defensa—. Estoy ayudando a una amiga. No tienes que ser tan grosero. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo. Me tomé mi tiempo rehaciendo los tres tragos y los presumidos clientes probaron esta vez antes de irse. Sentí que alguien me miraba desde el final de la barra larga, pero tuve que seguir adelante. No fue hasta que terminé de ocuparme de dos clientes más que pude echar un rápido vistazo a los ojos que había sentido siguiéndome. Hice una doble toma. Este chico era precioso. Hermoso a morir, pero también se destacaba como un pit bull en un mar de poodles. Chaqueta de motociclista de cuero negro, piel bañada por el sol, rostro desordenado, cabello rubio sucio que sobresalía de forma desordenada luciendo como si acabara de tener sexo. Muy buen sexo. Mis ojos se encontraron con los suyos de color verde oscuro, y su intensa mirada me puso nerviosa. —Enseguida estoy contigo. Asintió una vez. Cuando terminé con el tipo que tenía al lado, volví mi atención al rebelde en medio de un mar de polos pasteles. —¿Qué puedo traerte? —¿Qué sabes hacer? —Dios, la voz coincidía con su rostro. Sexy, profunda e intensa. Aparentemente, había estado sentado allí por un tiempo y descubrió que no era una camarera estrella. —Cerveza. —Sonreí—. Sé cómo hacer cerveza. Vislumbré un movimiento de labios, creí. —¿El dueño notó cuando te contrató que solo sabías una receta de bebida?

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—En realidad, él no me contrató exactamente. Estoy reemplazando a una amiga, y sinceramente no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Creo que incluso podría haberle dado al último tipo el cambio equivocado. El tipo estaba callado. Parecía estar estudiándome, y me hizo sentir incómoda. No conocía muchos rudos verdaderos, pero este tipo era claramente un rudo. —Entonces... ¿qué puedo obtener para ti? En lugar de responder, se levantó y se quitó la chaqueta de cuero. Tragué saliva al ver los músculos que sobresalían de la camiseta blanca lisa que llevaba. Tatuajes cubrían sus brazos, enroscándose como hiedra para cubrir cada centímetro de piel. Tuve el loco impulso de examinarlos de cerca; preguntarle qué significaba cada uno de ellos. —¿Cuál es tu nombre? —No me había quitado los ojos de encima, pero realmente no sentía que estuviera mirándome coquetamente. Era confuso e intrigante al mismo tiempo. —Gia. —Gia —repitió después de mí—. Dime, Gia, ¿qué pensaría el propietario si supiera que estás detrás de ese bar dando un cambio equivocado y molestando a sus clientes? Este tipo podría haber sido sexy como el infierno, pero su repentino cambio de tono hizo sonar campanas de advertencia. Sin embargo, no me alejé ni llamé a Roble. Me quedé allí respondiendo como una idiota. Una idiota que vomitaba la verdad cuando se ponía nerviosa. —Creo que el dueño probablemente estaría enojado. No lo vería como si estuviera haciendo una buena acción para un amigo que tuvo que irse de emergencia. —¿Y eso por qué? —Bueno... escuché que es un idiota. Arqueó una ceja. —Sí. Lo conozco y es un idiota. A pesar de que había estado de acuerdo conmigo, no parecía que estuviera de mi lado para nada. Necesitaba liberarme de esta extraña conversación. —Entonces... ¿te gustaría mi especialidad... una cerveza? —Por supuesto. —¿De qué tipo? Sacudió su cabeza lentamente. —Escoge tú.

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Aliviada por escaparme unos minutos, caminé hacia el grifo, tomé una jarra de cerveza de la caja bajo el mostrador y comencé a llenarla con la cerveza local tal como Riley me había dicho. Todavía sintiendo esos ojos sobre mí, miré por encima del hombro a mi cliente rebelde y lo encontré mirando. Ni siquiera tuvo la cortesía de fingir que no me miraba cuando lo atrapé. —Eso serán seis dólares, —dije colocando sobre la barra la jarra llena. —Ocho. —¿Perdón? —La cerveza, son ocho dólares, no seis. —Parecía un poco molesto. —Oh. ¿Me estás corrigiendo para pagar más? El gorila/gerente/árbol caminó hasta la barra y se paró al lado de mi cliente. —La entrega de licor llegó tarde y faltaron cuatro botellas. El recibo está bajo el cajón de efectivo, jefe. Tardé un minuto en procesar lo que acababa de escuchar. Mis ojos se agrandaron. —¿Dijiste... jefe? El rudo me miró. —Así es, Gia. Soy el idiota dueño de este lugar. —Su boca se curvó en una sonrisa que no era nada feliz—. Ahora vete de mi barra y dile a tu amiga que está despedida. ¡Mierda! Él era el jefe. Pensé que este tipo era una especie de vagabundo que pasaba por la ciudad en su motocicleta, no el propietario de todo el establecimiento. Todos me miraban mientras yo me las arreglaba para encontrar las palabras correctas. —No puedes hacer eso. No puedes despedirla. No culpes a Riley porque yo no pueda preparar bebidas para salvar mi vida. No es su culpa. Ella estaba tratando de hacer algo bueno al dejarme en su lugar debido a su emergencia familiar. Podría haberte dejado colgando. No la castigues por mi incompetencia. Cuando el gorila se acercó de nuevo, el idiota extendió su mano sin interrumpir su mirada, que estaba firmemente dirigida hacia mí. —No ahora, Freddie. —Lo siento jefe. Tengo que decirte que Elaina acaba de llamar. No volverá a trabajar en absoluto. Decidió irse a la ciudad con su novio. Ambos

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consiguieron audiciones para una obra. Dijo que realmente lo siente pero que renuncia. El idiota se pasó las manos por el cabello con frustración y apretó los dientes. —¿Qué diablos? —Parecía que iba a explotar. Dejó escapar un profundo suspiro y luego cerró los ojos para calmarse. Cuando los abrió, solo me miró. Era tan intimidante, pero no dejaría que me viera sudar. Necesitaba mantenerme firme y defender lo que sabía en mi corazón que era lo correcto. Le di unos segundos para que procesara las noticias que lo habían enojado aún más y luego le supliqué: —Por favor. Debes reconsiderar. No me iré hasta que me asegures que Riley no ha perdido su trabajo por esto. No es justo. Me miró una vez más. —No sirves ni mierda como cantinera... pero ¿puedes mantenerte de pie, verte bonita, sentar a la gente y llevar la bandeja ocasional de comida, si es necesario? —¿De qué estás hablando? —La anfitriona nocturna acaba de renunciar. No voy a poder conseguir a alguien a tiempo para el apogeo del viernes por la noche, que está a punto de comenzar en cualquier momento. Si me ayudas, dejaré que tu amiga, Riley, conserve su trabajo. ¿Quería contratarme? —¡Acabas de intentar echarme! ¿Ahora quieres que trabaje aquí? —Sí, bueno, estoy en un aprieto que no anticipé, y tuve unos minutos para digerir tu excusa. Parece que tenías buenas intenciones al ayudar a tu amiga, aunque fue un movimiento tonto de su parte pedirte que hicieras eso. —Entonces, ¿y si no acepto el trabajo? —Riley es despedida por poner detrás de mi bar a alguien que no debería haber estado allí. La decisión es tuya. Tardé un momento considerando realmente su propuesta. ¿O era una extorsión? La verdad es que necesitaba el dinero extra. Había gastado el anticipo de diez mil dólares que recibí del editor del libro que estaba escribiendo para rentar la propiedad compartida de verano en la que vivía. Conseguir un trabajo adicional que proporcionara un ingreso complementario era algo que había estado considerando de todos modos. Esto realmente podría funcionar a mi favor. —¿Esta oferta de trabajo es solo por esta noche o hasta que encuentres a alguien permanente?

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—No lo sé. No he llegado tan lejos. ¿Estás dentro o no? —Lo tomaré... pero quiero el puesto de forma permanente. Y no es porque esté cediendo a tu soborno. Es porque realmente me gustaría un trabajo para complementar mis ingresos. Estoy escribiendo un libro y ya gasté la mayor parte del anticipo, así que... Entrecerró los ojos. —¿Estás escribiendo un libro? Espero que no sea Cómo ser Bartender para Tontos. —Muy gracioso. No. Es un romance ambientado en una casa de verano. Estoy alquilando una casa compartida localmente con fines de investigación y viviendo actualmente más allá de mis posibilidades. El trabajo en realidad será muy útil si puedo escribir durante el día y trabajar de noche. —Un romance en una casa de verano. Suena tonto como la mierda. —Sacó un cigarrillo y lo encendió, soplando un poco del humo hacia mi rostro. Tosí. —¿Disculpa? ¿Por qué te parece tonto? —No sé mucho sobre novelas románticas, pero eso suena a cliché como mierda. Gracias, señor Idiota, por señalar lo obvio. Cliché. Como. Mierda. Cómo hacerlo original es precisamente mi problema. Comenzó bien. Los primeros tres capítulos fueron lo suficientemente buenos como para conseguirme el contrato editorial. Ahora no me salía nada. De ahí las siete enormes palabras que había escrito hoy. Sacudió algunas de las cenizas en el suelo. —Por cierto, empiezas en quince minutos, Shakespeare. —Mi apellido es Mirabelli... Gia Mirabelli... para tus trámites. Sopló más humo y asintió. —Rush1. —Pensé que dijiste que tenía quince minutos. Relaja la raja. No necesito darme prisa. Miró hacia el cielo como para preguntarle a los dioses cómo podía ser tan estúpida. —Rush es mi nombre, genio, y cuida tu boca. Soy tu jefe, ¿recuerdas?

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Rush: Se traduce como correr, darse prisa, ajetreo, avalancha, carrera.

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No sé de dónde vino mi impertinencia, pero la sentí de lleno de repente. Enderezando la postura, la desaté sobre él. —En este momento, parece que me necesitas más de lo que yo te necesito. Si bien este trabajo va a ser útil para mí, puedo tomarlo o dejarlo. Por lo tanto, digo que acordemos respetarnos mutuamente. Si me faltas el respeto, te diré que relajes la raja. —Me incliné—. También te diré que te vayas a la mierda. Me preparé, esperando ser regañada por eso. En cambio, una amplia sonrisa se extendió por su rostro como un gato de Cheshire. Puso su mano sobre mi brazo y me alejó de la barra, que ahora estaba sin nadie que la atendiera. Me susurró al oído: —Guarda ese lenguaje sólo para mis oídos y vigílate frente a los clientes, por favor. Esa elección de palabras fue extraña. ¿Me estaba animando a maldecir delante de él? Escalofríos corrieron por mi espina dorsal. El olor a humo de cigarrillo y colonia invadió mis sentidos. Estar tan cerca de él hizo que mi cuerpo reaccionara involuntariamente, a pesar de que había renunciado a los hombres después de que mi rollito de una noche salió mal hace un par de semanas. Pero mi reacción al señor Rudo fue un recordatorio de que no podías elegir a quién te sentías físicamente atraído. A veces, es la última persona por la que deberías sentirte atraída. Aclarándome la garganta, pregunté: —¿Cómo me pagan? —Ve a refrescarte. Haz tu trabajo y me aseguraré de que te cuiden. —¿Hay algún entrenamiento formal? Apagó el cigarrillo y soltó la última bocanada de humo. —No. —¿No? —No. No es tan difícil. —Señaló la estación de la anfitriona—. ¿Ves esa mesa de pie allí? Te quedas ahí, saludas a la gente, y los guías a una mesa si optan por no dirigirse a uno de los bares. Si alguno de los miembros del personal tiene un problema o inconveniente con un cliente, pueden acudir a ti ya que tienes menos que hacer que todos los demás. Solo improvisa. No requiere habilidad, lo cual es algo bueno después de tu fallido período como cantinera. La gente aprende haciendo de todos modos. Soy un gran defensor de arrojar gente al fuego, no de perder el tiempo tratando de explicar las cosas... bueno, aparte de tener que alejarte del bar hoy cuando me estás haciendo perder clientes. —Parece un ambiente de trabajo saludable.

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Guiñó un ojo. —No olvides sonreír, Shakespeare.

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CAPÍTULO 2

Y

o realmente no tenía un papel en The Heights. Como dueño del lugar, no necesitaba estar aquí demasiado tiempo. Para eso estaban el gerente y los empleados. Pero puedo decir que era un poco obsesivo del control. Además, por encima de todos los negocios que poseo, me inclinaba por la atmósfera mandona de este lugar. Era donde me sentía más vigorizado. Así que lo había convertido en mi cuartel general. Sin embargo, esta noche, parecía que preferiría The Heights mucho más que de costumbre, y eso me estaba sacando de quicio. Cada vez que me encontraba mirando hacia mi nueva empleada, Gia, me daría un manotazo mental. Pero era difícil no mirarla. Con largo y salvaje cabello oscuro, una sonrisa contagiosa, y más tenacidad de la que podía contener en ese cuerpo pequeño, resaltó desde el primer momento en que fijé mis ojos en ella. Y usaba gafas, lo que por alguna razón encontraba tremendamente atractivo. Yo no era de vivir bajo un montón de reglas. La mayor parte del tiempo, hacía lo que quería sin importarme las consecuencias. Fumar era un ejemplo de ello. Sabía que era terrible para mí, pero lo hacía de todos modos, a pesar de que seguía diciéndome que algún día lo dejaría. Dios sabe que tenía los medios para hacer lo que quisiera en la vida. Era un poco loco poder decir eso a los veintinueve. El mundo estaba en la palma de mi mano, y como resultado, era fácil dejarse llevar y estropearlo todo. Pero había jurado no desperdiciar la oportunidad que mi abuelo me había dejado hace algunos años cuando partió y me dejó la mitad de su fortuna, lo cual incluía unas cuantas propiedades aquí en los Hamptons. A pesar de que no vivía bajo las reglas, trataba de no joderla majestuosamente. Una gran regla que sí tenía era no cagar donde como. O, mejor dicho, no follar donde trabajo. Cruzar la línea con un empleado era un límite duro para mí. No me había follado a nadie con quien trabajara. Y quería mantenerlo de esa manera. En consecuencia, el momento en que contraté a Gia Mirabelli fue el momento en que Gia Mirabelli quedó fuera de los límites. No mezclar negocios con placer normalmente no era un gran problema para mí. Pero cuando este pequeño petardo me cantó las cuarenta más temprano, podría jurar que mi polla se endureció en el segundo en que la palabra mierda salió por su boca. Nadie me hablaba de esa manera, lo cual era precisamente la razón por la que me gustó cuando ella lo hizo. Sin mencionar que mierda es una palabra que suena mucho mejor cuando viene de la boca de una mujer hermosa.

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El rumor en The Heigts era que la gente parecía pensar que yo era intimidante, particularmente para aquellos que trabajan para mí. Salvo Freddie, alias “Roble” quien, afrontémoslo, no tenía que temerle a nadie por su tamaño, la gente casi me tenía miedo. Pero Gia no. Gia no tenía más mierda que darme, y eso justamente era lo más refrescante que había experimentado en todo el año. Tal vez en toda la vida. Durante un rato lento de la noche, le pedí que escribiera toda su información personal para fines de nómina y, ¿quién lo sabría? resulta que vive en una de mis propiedades que fue rentada como propiedad compartida por el verano. Dado que tenía una empresa de administración manejando a los inquilinos, no tenía forma fácil de saber que yo era el propietario. Hice una nota mental para comunicarle esa noticia cuando fuera la oportunidad. La conexión no me sorprendió. Poseía una buena parte de bienes inmuebles en esta parte de los Hamptons. Mi padre y mi hermano se quedaban en la ciudad en su mayor parte, administrando el negocio familiar allí. Los Hamptons, sin embargo, eran principalmente mi territorio, al menos desde el punto de vista de las operaciones. Mientras que era un bar informal en la playa durante el día, en la noche The Heights se convertía en un club y restaurante con música en vivo en la azotea. Y este viernes por la noche, estaba repleto tanto dentro como en el exterior. Una vez más, encontré mis ojos firmemente plantados en Gia. Ella era muy buena en el trabajo que le había asignado. Había menospreciado el papel de anfitriona antes, pero no era tan fácil como lo había imaginado. Saludaba a todos los clientes con una sonrisa brillante y entusiasta, como si fueran los primeros en entrar por la puerta. También tomó la iniciativa de caminar alrededor de las mesas y comprobar a los clientes durante los momentos en que no había nadie en la fila. Afortunadamente, parecía ajena al hecho de que yo la estaba mirando. Para cuando todos se retiraron, ya era pasada la medianoche. Estaba empezando a llover, y el océano cercano se estaba poniendo agitado. Estaba afuera fumando un cigarrillo cuando Gia entró directamente en mi nube de humo. —No me di cuenta de que todavía estabas aquí —dijo. El humo se elevó de mi boca cuando dije: —Siento decepcionarte. —No lo hiciste. Yo solo... pensé que te habrías ido hace mucho rato. —Buen trabajo esta noche. —Vaya. —Sonrió ampliamente—. ¿Eso es un cumplido? —Lo llamo como lo veo. También te diría si apestaras. Si bien no podrías salvar tu vida siendo cantinera... fuiste una anfitriona increíble.

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—De las mejores. —Guiñó un ojo—. Bueno, tengo algo de experiencia. Solía tener un trabajo de anfitriona en la ciudad. —Definitivamente puedes decir que no fue tu primer rodeo. —Mi mirada instintivamente cayó sobre sus pechos abultados, que se tensaron contra el sujetador negro que podía ver a través de su camiseta blanca. Levanté mi mirada. Nuestros ojos se encontraron, y de repente parecía ansiosa por irse. —Bueno... que tengas una buena noche. Estaré aquí mañana a tiempo. —Cuando comenzó a pasar por delante de la gran cantidad de autos, me di cuenta de que no tenía vehículo; se marchaba caminando. ¿Vestida así? ¿Por la noche? Salté en mi Mustang y conduje a su lado, bajando mi ventana. —¿No es tarde para que vayas sola? —Está bien. No me importa caminar. —Está oscuro, y no hay muchas farolas en el camino a tu casa. —¿Cómo sabes dónde vivo? Está bien. Ella no sabía que era el dueño de su maldita casa. —Me diste tu dirección antes, ¿recuerdas? Conozco esta ciudad como la palma de mi mano. —Ya veo. —Continuó caminando mientras yo conducía lentamente a su lado. —Te llevaré a casa. —Estoy bien. —No está bien. Eres una empleada. Trabajaste hasta tarde bajo mi turno. Si algo te pasa de camino a casa a causa de eso, me sentiría parcialmente responsable. Y no quiero eso en mi conciencia. Dejó de caminar y colocó sus manos en sus caderas. —Bueno, no tengo auto de momento. Así que pienso caminar a casa la mayoría de las noches. Si no puedes llevarme cada noche, ¿por qué molestarse? No pensaba perder más tiempo tratando de ser razonable con ella. —Métete al maldito auto —ordené. No discutió mientras abría la puerta y me miraba. —Gracias. El golpe de su aroma y la forma en que me hacía sentir me ponía nervioso. No podía entender por qué estaba teniendo este tipo de reacción ante una mujer que acababa de conocer. Parecía familiar, aunque sabía que nunca antes habíamos cruzado caminos.

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Había follado con muchas mujeres, hasta el punto en que pensé que era inmune a sentirme así. Pero había algo diferente acerca de Gia que no podía entender. Esto era peligroso. Necesitaba otro cigarrillo. Saqué uno y lo encendí. —¿Crees que podrías no fumar aquí? —dijo. —No. No puedo no fumar. Insistir en fumar cuando me había dicho que no lo hiciera, definitivamente era un movimiento de cretino. Debería haber sido más considerado... pero con ella en este auto, realmente lo necesitaba. Abrí la ventana e hice un esfuerzo consciente por expulsar el humo afuera y lejos de ella. —¿Por cuánto tiempo has tenido The Heights? —Mi familia lo construyó hace una década. He estado a cargo de esto durante unos cuantos años. —Es un establecimiento realmente bueno. Solo había estado allí una vez y tuve una mala experiencia. No había vuelto hasta hoy. Mi cabeza se movió a un lado. —¿Qué clase de mala experiencia? —Oh... no fue el bar en sí ni nada. —¿Qué fue, entonces? —Conocí a un tipo allí y fue... bueno, no terminó bien. Supongo que asocié The Heights con esa experiencia. Ni siquiera quería venir hoy cuando Riley me suplicó. La idea de que alguien a quien conoció en mi negocio le hiciera daño hizo que me hirviera la sangre. Reduje la velocidad del auto y la miré. —¿Te lastimó? —No. —¿Que paso entonces? Su descarada respuesta me sorprendió. —Dejé que durmiera conmigo y luego me dio el número equivocado. No muchas cosas me dejaban sin palabras. Pero oírla decir eso definitivamente me dejó sin palabras. No tenía sentido para mí que alguien pudiera conseguir meter a esta chica en la cama y luego darle un número equivocado. Su honestidad me sorprendió. ¿Cuántas mujeres lo admitirían ante su jefe? Di todo lo que quieras sobre Gia, pero ella era real. Tal vez eso es lo

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que me atraía hacia ella. Porque tanto en mi vida era superficial y falso. Esta chica parecía que no tenía nada que esconder. Se cubrió el rostro. —Dios, ¿por qué te dije eso? Vomito la verdad algunas veces. —Bueno, mi madre solía decir: “no te disculpes por tus verdades, solo por tus mentiras”. —La miré—. Probablemente estaba casado. Recibimos muchos de esos tipos de ciudad en el bar, creen que pueden venir a echar un polvo en los Hamptons y luego regresar con sus esposas en Manhattan como si nunca hubiera pasado nada. —Sabes... creo que tienes razón. Definitivamente no era quien dijo ser. No pude controlar el impulso de regañarla. —Necesitas tener cuidado. No deberías ir a casa con hombres que conoces en los bares. —No soy una zorra. No había dormido con nadie en meses antes de eso. Estaba sola, cachonda, y pensé ¿por qué no? Este tipo... parecía realmente bien plantado, bien vestido, articulado. No es que me prometiera matrimonio, pero pasamos toda la noche hablando antes de llevarlo a mi casa. Incluso hizo planes conmigo para el siguiente fin de semana. No pensé que me daría el número de teléfono equivocado. Él era encantador... me logró engañar. Si pudiera retroceder el tiempo, lo haría absolutamente. Llegué a su casa, mi casa, a una casa de playa de cinco dormitorios, que se extendía en espiral y que ahora servía como casa de fiesta para un grupo de habitantes de la ciudad que buscaban escapar de Manhattan durante el verano. Cuando apagué el auto, ella no se movió. —Ojalá no te hubiera contado todo eso. No quiero que me juzgues o pienses que volvería a hacer algo así con un cliente. ¿Quién demonios soy yo para juzgar? He follado más veces que mi parte justa. —Créeme, juzgarte por algo así sería como el burro hablando de orejas. Todos cometemos errores, —dije simplemente, encendiendo otro cigarrillo. Solté el humo por la ventana—. Solo quiero que tengas cuidado en The Heights. Es un mercado de encuentros. —Oh, estoy muy consciente de eso. Me coquetearon toda la noche esta noche también. Me chupé la mandíbula. Lo sé. Estuve mirando y varias veces tuve que evitar ser arrestado por asalto en mi propio bar. —De todos modos... —dijo— ¿Cómo sabías que esta era mi casa exacta? Ni siquiera usaste navegación. —Te lo dije. Conozco esta área al derecho y al revés.

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Guardó silencio y luego dijo: —¿Puedo hacerte una pregunta? —Depende de la pregunta. —¿Cómo llegaste a ser dueño de The Heights? Quiero decir, eres joven y... —Vaciló. —¿Qué? —No estoy segura de cómo explicarlo, pero no te pareces a lo que hubiera imaginado. —No luzco como si fuera a aparecer en la reunión de la cámara de comercio local pronto. Se rindió. —Básicamente… ¿Realmente quería entrar en esto? Joder. —En respuesta a tu pregunta, no hice nada para ganarme The Heights o cualquier otra cosa que posea, salvo nacer como el hijo bastardo de un hombre muy rico con el que ni siquiera puedo soportar estar en la misma habitación. No hay nada de impresionante en eso, obtener riqueza sin habérsela ganado. —¿Estás en malos términos con tu padre? —Si se hubiese salido con la suya, ni siquiera estaría en su vida, y mucho menos compartiría su riqueza. Cuando mi abuelo descubrió mi existencia, que luego confirmó con una prueba de ADN, todo cambió. Mi abuelo era un hombre honorable. Decidió que yo era digno de todas las mismas cosas que mi hermano, el hijo legítimo, obtuvo. Por lo tanto, caí en una gran cantidad de riqueza para la que realmente no estaba preparado o esperando. Pero eso no sucedió hasta que tuve veintitantos años. —Vaya. Entonces, ¿no creciste siendo rico? —No. Crecí en una casa humilde en Long Island, viví con mi madre y mi abuela y observé a mi madre luchar para criarme sola. Apenas tenía un bote para mear. Por lo tanto, no tomo nada de esto por sentado. Mis ojos permanecieron pegados a sus piernas mientras las cruzaba. Me pregunté cómo se sentirían envueltas en mi espalda. Una imagen de su coño desnudo debajo de mí mientras me movía sobre ella provocó que absorbiera la nicotina con más fuerza. —Si eres como uno de nosotros, entonces... ¿por qué todos te tienen tanto miedo, Rush? —¿Qué te hace pensar que la gente me tiene miedo? Sabía que había algo de verdad en eso, pero quería ver lo que diría.

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—Bueno, todo el mundo parece caminar sobre cáscaras de huevo a tu alrededor. Eso fue algo que noté esta noche. —Es porque saben que no trago ninguna mierda. Me han visto despedir gente por tontear o confraternizar con clientes en el trabajo. Saben que no juego. Deberías tomar una lección de ellos. —¿Y qué pasa con el ceño permanente? Cuando te serví antes en el bar, parecía que estabas realmente dispuesto a matar a alguien. —Lo estaba... estaba dispuesto a matarte. Estaba enojado con la chica alejando a mis clientes. —Sí, bueno, todo funcionó al final... ¿no? —El veredicto está todavía pendiente. Sonrió de una manera que me mostró que sabía que le estaba tomando el pelo. Ella sentía que estaba a salvo conmigo, que no había forma de que fuera a despedirla, aunque quemara The Heights. Esa era la verdad. El tomar conciencia de eso fue realmente jodido. —¿Por qué no tienes un auto, Gia? —Lo tengo. —Señaló una joroba de metal estacionada en el camino de entrada—. Está fuera de servicio en este momento con una llanta desinflada y en extrema necesidad de frenos nuevos. —¿Fuera de servicio? Parece que se está desintegrando. —No me lo recuerdes. —De repente abrió la puerta a mitad de camino—. Bueno... gracias por el paseo. Una sensación de decepción se estaba gestando en mi pecho. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que no quería que se fuera. También fue cuando me di cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que me había abierto un poco con alguien. Era inquietante cuánto me gustaba estar cerca de esta chica. Se giró antes de irse, todavía a mitad de camino en el auto. —Tengo la impresión de que disfrutaste cuando hablé de más antes… Joder, sí, lo hice. —¿Qué te hace decir eso? —Solo un sentimiento. —Se inclinó—, Vete a la mierda2 por el viaje, Rush. Que tengas una buena jodida noche. Ahí estaba de nuevo. Había dicho tacos, dos veces, y eso fue directamente a mi polla, que ahora temblaba. Casi se había acercado a su puerta cuando se dio la vuelta y gritó: 2 En el original, en lugar de decir “thank you” (gracias) le dice “fuck you” (jódete, vete a la mierda),

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—Y para que conste, ya no me intimidas más. —¿Eso por qué? —grité por la ventana. —Porque cualquiera que tenga un angelito colgando del espejo de su auto no puede ser tan malo. —Se rió antes de correr hacia la entrada. Una vez que estuvo fuera de la vista, dejé que la sonrisa con la que había estado luchando se extendiera por mi rostro mientras inclinaba mi cabeza hacia atrás sobre el apoya cabezas. El ángel que colgaba de mi espejo retrovisor solía pertenecer a mi abuela antes de morir. Ella solía tenerlo colgando en su Buick como protección hasta que se volvió demasiado vieja para conducir. Mi abuela era la persona más amable que había conocido y me tenía en mayor estima de lo que nunca había merecido. Ante sus ojos, yo no podría hacer nada malo. El ángel era un recordatorio para tratar de estar a la altura de eso, a pesar de que en realidad mi personalidad me comparaba más con el diablo.

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CAPÍTULO 3

L

a noche siguiente, mientras Gia estaba en el trabajo, manejé hasta su casa y pasé tres horas arreglando su pedazo de mierda Máxima. Me llevó tres viajes a la tienda de autopartes, pero finalmente pude arreglar su auto. Ella había dicho que necesitaba frenos y un neumático nuevo. No mencionó que había desgastado los frenos durante tanto tiempo que también necesitaba rotores y pinzas nuevas. Resultó ser una tarea más grande de lo que había planeado originalmente, pero sabía que, si no tenía un auto, terminaría llevándola a su casa la mayoría de las noches, y eso habría sido peligroso. De esta forma podría asegurarme de que pudiera llegar a casa sana y salva, y mi polla podría estar segura en mis pantalones. Después de arreglar su auto, realicé algunos recados vencidos y planeé trabajar en los libros del restaurante en casa por unas horas. Pero a las once, me puse inquieto y no pude seguir sentado, así que me dirigí a The Heights. Gia necesitaba un aventón a casa de todos modos. En días de semana, la cocina cerraba a las once. Para entonces, los deberes de la anfitriona estaban prácticamente terminados, incluso si las meseras tenían mesas que atender. Encontré a Gia sentada en el bar hablando con su amiga Riley que estaba del otro lado. Era la primera vez que veía a Riley desde que casi le despedí, pero terminé contratando a su amiga. Sus ojos se agrandaron cuando me acerqué. Gia no debió haberse dado cuenta, dado que no se dio vuelta. Me acerqué furtivamente, apoyando mis antebrazos en la barra. —¿Alguien está jodidamente trabajando aquí? Riley saltó y comenzó a secar un vaso que parecía que ya estaba seco. Definitivamente parecía nerviosa. —Simplemente está tranquilo. Estuvimos ocupados la mayor parte de la noche. Gia, por otro lado, ni se inmutó ante mi repentina aparición. —Crees que sale el sol solo sale para oírte cantar, ¿verdad? Tuve que llevarme la mano a la boca y fingir toser para cubrir mi sonrisa. —No te estoy pagando para que te quedes tonteando por ahí. Se giró y me miró sin retroceder.

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—Es correcto. No lo haces. Porque mi turno terminó. Firmé mi salida con el gran árbol hace diez minutos. Me detuve en el bar para pedir un trago antes de dirigirme a casa. —Señaló con los ojos el billete de veinte sobre la barra frente a ella—. Eso me hace un cliente en este momento. Y, personalmente, no me gusta la forma en que me tratan como un cliente que paga. Y allí va mi polla otra vez. ¿Qué carajo estaba mal conmigo que me gustaba cuando esta chica se ponía altanera? Una lenta sonrisa se extendió por mi rostro. —Siempre puedes ir al bar al final de la cuadra si no te gusta la manera en que te tratan aquí. La cabeza de la pobre Riley se balanceaba entre nosotros tan rápido, y comenzó a verse un poco pálida. Sus ojos se habían vuelto tan grandes como platillos. Está bien. Tenme miedo. Enséñale a tu pequeña amiga a hacer lo mismo. Mientras Gia y yo nos mirábamos el uno al otro, Riley tartamudeó una excusa para alejarse. —Ummm... yo, yo... alguien necesita ayuda allí. —Señaló hacia el otro extremo de la barra—. Te veré en un rato, Gia. —Genial, —Gia frunció el ceño—. Ahora asustaste a la bartender y ni siquiera puedo tomar un trago. Murmuré algunas maldiciones mientras caminaba detrás de la barra y tomaba un vaso alto de debajo del mostrador. Agregando hielo, vertí algo de granadina sobre él y llené el resto del vaso con 7-Up antes de arrojar unas cerezas de marrasquino en la parte superior. Cuando terminé, lo deslicé por la barra hacia Gia. —Aquí tienes. Tu bebida. Un Shirley Temple. —Quería algo más fuerte —dijo. Yo también quiero darte algo más duro3. Gia esbozó una sonrisa diabólica y luego colocó una cereza delante de su boca antes de chuparla. Ver esos labios carnosos cerrarse alrededor de esa pequeña cereza, sus mejillas ahuecadas mientras chupaba, fue un juego previo más efectivo que la pornografía. Fue bueno que me hubiera movido detrás de la barra para ocultar el creciente oleaje en mis pantalones. Maldita sea. Estoy cachondo como mierda. Necesitaba echar un polvo. Ese era el problema. No tenía nada que ver con la Señorita Chupa Cerezas. Alejando mis ojos para evitar verla terminar la cereza, mi mirada inocentemente aterrizó en su estante. Aunque 3

“hard”

Juego de palabras, en inglés Hard se traduce “duro” y ella dice que quiere un trago

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mis pensamientos eran cualquier cosa menos inocentes. Por un pequeño detalle, ella tenía buenas tetas. Completas, redondas, más que un bocado. Tuve el impulso más fuerte de correr por la barra y perseguirla, de verlas rebotar arriba y abajo, averiguar si eran reales. Me reí a carcajadas ante lo que habría pensado mi equipo viendo cómo caía esa mierda. Claramente, estaba perdiendo la cabeza. —¿De qué te estás riendo? —Gia entrecerró los ojos. —Nada. Nada en absoluto. —Me restregué el rostro con las manos y sacudí la cabeza un par de veces para soltarme. Luego hice una nota mental para enviar un mensaje de texto a una de mis conexiones después de ver que Gia llegara a casa sana y salva. Cada verano, había algunas dispuestas a pasar un buen rato sin ataduras. Basadas en mi apariencia, las mujeres hacían suposiciones. Follar a quien pensaban que era, las hacía sentir que estaban mandando a la mierda a sus ricos papás. Necesitaba mantenerme fiel a esas mujeres y mantener mi mente fuera de la grieta cuando se trataba de mi nueva empleada. —¿Cómo estuvo la clientela esta noche? ¿Alguien te hizo pasar un mal rato? —Nada que no pudiera manejar. —¿Qué tal la escritura? ¿Lograste terminar algo hoy, Shakespeare? Gia sacó un pequeño cuaderno de su bolso que colgaba del respaldar de la silla. Pasó unas cuantas páginas. —¿Qué te parece el nombre Cedric para el héroe masculino? Levanté una ceja —¿Es un corpulento comediante negro? —No. —Entonces es un nombre estúpido. Sacó un bolígrafo del bolsillo de su cuaderno y dibujó una barra diagonal sobre una palabra que asumí era Cedric. —¿Qué tal Elec? —¿Qué demonios es un Elec? ¿Un electricista o algo? Otra barra diagonal. —¿Caine? —¿Mató a su hermano Abel en la historia? Diagonal. —Marley. —¿Canta reggae? Diagonal.

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—¿Simon? —¿Un tipo medio nerd con gafas al que golpean mucho? Gia suspiró. Deslicé el cuaderno de sus manos y comencé a leer el resto de la lista en voz alta. —Arlin. Aster. Benson. ¿Tile? —Bajé el libro y arqueé una ceja—. ¿En serio? ¿Tile? Se inclinó sobre el mostrador y tomó el libro de mis manos. —Dame eso si te vas a burlar de mí. Si crees que es tan sencillo, entonces dime algunos nombres buenos para un héroe que es único y fuerte. —Está bien. Déjame pensar. —Me rasqué la barbilla como si realmente lo estuviera pensando. Gia parecía que realmente estaba esperando a escuchar con qué saldría. Pobre niña inocente. Chasqueé mis dedos—. Tengo el nombre perfecto. —¿Qué? —lucía legítimamente emocionada. —Rush. Llama a tu personaje Rush. Me lanzó el libro a través de la barra. —Eres un idiota. Me reí mientras lo atrapaba. —Eso no es nuevo para ti, cariño. ¿Cómo demonios empezaste este libro sin ni siquiera conocer el nombre de tu personaje, de todos modos? —Al principio tiene un apodo. Pero también necesita un nombre real. —Sus hombros se encogieron—. Ni siquiera puedo escoger los nombres de los personajes en este libro. ¿Cómo se supone que lo escriba completo en los próximos dos meses? —¿Sabes qué creo? —Me da miedo preguntar. —Creo que te estás estresando. Mi mamá es pintora. Nunca lo ha hecho realmente para vivir, a pesar de que es realmente buena. Es camarera por las noches para pagar sus cuentas, pero pintar siempre ha sido su pasión. Cuando era niño, solía pintar todo el día con una sonrisa en su rostro. Luego comenzó a vender sus obras por dinero extra en los mercados de pulgas y cosas así. Llegó al punto en que tenía que producir cierta cantidad de obras para exhibirlas en una fecha determinada, y se estresó a tal punto que no pudo pintar. ¿Sabes qué hizo? —¿Qué? —Descansó un par de días de la pintura y salimos a hacer cosas divertidas. Como ir a películas de funciones tempranas, pagar por la primera película y quedarnos todo el día colándonos en las otras películas. O íbamos

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al mini golf, ella guardaba dos pequeños palos y algunas bolas en el maletero de su auto y así no teníamos que pagar para rentarlos. —Awww. Tu mamá suena genial. —Lo es. Pero ese no es el punto. El punto es que necesitas sacar tu nariz de tu maldito libro por un par de días para aclarar tu mente. —Tal vez tengas razón. —Siempre tengo razón. Gia rodó los ojos. —¿Al menos puedo conseguir un trago antes de ir a casa? ¿Un trago de verdad? Levanté mi barbilla. —¿Qué quieres, dolor en mi trasero? Juntó sus manos dando palmaditas y saltó arriba y abajo en su asiento. Oh, sí. Son malditamente reales. —Quiero un Cosmo. —Bien. —Me estiré por la copa de Martini—. Una bebida para coños en camino. Arrugó la nariz. —¿Tenías que decir eso? —¿Qué? —Esa palabra. Me incliné sobre la barra, acercando mi rostro al suyo, luego bajé la voz. —¿No te gusta la palabra coño? Se cubrió la boca. —No. No me gusta esa palabra. Casi tanto como no me gusta la otra palabra. Sonreí. —¿Cuca? ¿Tampoco te gusta cuca? Las esquinas de su boca se elevaron detrás de su mano, a pesar de que trató de lucir ofendida. —Si, esa. Tampoco digas esa palabra. —Está bien. —Preparé un poco de cosmo y lo serví en un vaso elegante que había cubierto con azúcar. Deslizándolo la mitad del camino sobre la barra hacia su lado, esperé a que lo sujetara y envolví mi mano firmemente alrededor del mango—. No tan rápido. Esta bebida tiene un costo.

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—Oh, lo siento. —Deslizó el billete de veinte a mi lado de la barra. Negué con la cabeza. —Nop. Tu dinero no es bueno aquí. Tengo una regla. No le cobro a los empleados por sus tragos después de un turno, o por comida mientras están trabajando. Me miró muy confundida. —Pero dijiste que tenía costo. Sonreí. —Lo tiene. Tienes que decir coño. —¿Qué? ¡No! —Dilo o no hay bebida. —Estás loco. —Oye. Estás escribiendo un libro de romance, ¿no es así? —Sí. ¿Y? —Bueno, ¿qué vas a escribir cuando comiencen a hacerlo… nena, abre esas piernas, voy a comerme tu vagina? Porque tengo noticias para ti, Shakespeare, solo hay una manera de informarle a una mujer que quieres una probada, y es abre las piernas, voy a comerme tu coño. La boca de Gia cayó abierta. Lo tomé como si eso significaba que quería escuchar un poco más. —En realidad. En algunos casos, dependiendo del humor, si ha habido un poco de juego previo antes de una follada ruda, probablemente usarías voy a comerte la cuca. —Eres un cerdo. Me encogí de hombros. —No soy yo quien trabaja escribiendo respecto a personas follando, cariño. —Solo dame mi trago. Sonreí y me llevé el Cosmo a los labios. Esa mierda sabía horrible, pero mentí. Descaradamente. —Mmm. Delicioso. —Dámelo. Me encantaría dártelo. Ahuequé mi oreja con mi mano. —¿Qué fue eso? ¿Dijiste coño? —Probé de nuevo. Ella quería estar enojada, hizo su mejor esfuerzo por lucir molesta, pero el brillo en sus ojos la delató.

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—¡Deja de tomarte mi trago! —Dilo. —Idiota. —¿Así es como le hablas a tu jefe? —Tomé otro sorbo. El jodido vaso ya estaba por la mitad incluso con mis tragos de bebé. ¿Cuánto es que cobraba de más por estas cosas de cuatro sorbitos?, ¿quince dólares? —¿Esa es la manera en que le hablas a tus empleados? ¿Con ese lenguaje? Probablemente podría demandarte por acoso sexual. —¿Sabes qué pienso respecto a la gente que pelea en los tribunales por algo que podrían haber resuelto fácilmente como dos adultos? —¿Qué? Me incliné. —Creo que son maricas. Nos miramos por unos segundos, luego los dos estallamos en carcajadas. Nos morimos de risa, hasta que Riley regresó a nuestro extremo de la barra. Sonrió. —¿Qué es tan divertido? Gia roncó de risa. —¡Rush es un marica! Saqué otro vaso del estante y lo llené hasta el borde con lágrimas cayendo por mi rostro. —Aquí tienes, Shakespeare. Te lo ganaste.

Gia no me hizo rogarle por llevarla a casa. Posiblemente porque dudaba que pudiese haber llegado caminando. Después de apenas dos pequeños Cosmos, estaba bastante malditamente borracha. Me di cuenta de lo borracha que estaba cuando me pidió que me detuviera en la tienda en el camino a casa. —Oye... mariiiicaaaaa... —hipo—... ¿puedes parar en 7-Eleven? La miré y me reí. —Claro, mi pequeño coño, estaría feliz de hacerlo. Los dos nos echamos a reír mientras ella jugaba con el pequeño ángel que colgaba de mi espejo mientras conducíamos. —¿De dónde sacaste esto? —preguntó.

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—Mi abuela. Cuando murió, mi madre me dijo que podía tomar todo lo que quisiera de ella. Joyas o lo que fuera. —Levanté la barbilla hacia el ángel—. Eso fue lo que tomé. Lo tenía colgando en su auto. Ella era la mujer más dulce del mundo. Pero si te le atravesabas mientras conducía, soltaba una cadena de maldiciones que podrían hacer sonrojar a un camionero. Luego, cuando se calmara, se besaría dos dedos y tocaría el ángel. —Me encogí de hombros—. Simplemente me recuerda a ella. —Así que sacaste tu inclinación por el lenguaje grosero de tu abuela, ¿eh? Me reí. —Nunca había pensado en eso. Pero tal vez. —Eh —dijo, como si acabara de darse cuenta de algo. Eché un vistazo hacia ella y volví a la carretera. —¿Qué? —Eres un hombre. —Me alegro de que lo hayas notado. —Sonreí—. Probablemente mi falta de coño me delató. —Quise decir que eres un hombre, y hablas muy bien de tu madre y recuerdas a tu abuela con tanto cariño. Y, sin embargo, no te llevas bien con tu padre. —Y… —Es lo opuesto para mí. No tengo modelos de roles maternos. Mi madre me abandonó cuando tenía dos años. Ni siquiera la recuerdo realmente. Nunca conocí a mi abuela de su lado. Mi padre me crió solo, y su madre vive en Italia, así que solo la vi unas cuantas veces cuando me visitaba. Y no hablo italiano tan bien, y ella no habla inglés. —¿Tu madre los abandonó cuando tenías dos? —Entré en el estacionamiento de 7-Eleven y estacioné. —Sí. Encontré una carta que le escribió a mi padre diciendo que le faltaba el gen materno y que no estaba hecha para ser madre. Empacó un bolso y se fue. Nunca he vuelto a saber de ella. —Mierda. Eso es peor que el cretino de mi padre. Suspiró. —Padres. —Al abrir la puerta del auto, preguntó—: ¿Quieres algo? Solo tardaré dos minutos. —No. Estoy bien. Gracias. Unos minutos más tarde regresó al automóvil. Tenía curiosidad por la razón por la que nos habíamos detenido, pero pensé que podrían ser tampones o algo, así que no pregunté. Aunque mi curiosidad quedó

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satisfecha cuando abrió la bolsa de papel marrón y sacó una enorme bolsa de pescados de gominola. Atacó la cosa como si estuviera muriendo de hambre. —¿Para eso fue que nos detuvimos? ¿Dulces? —¿A qué más vas al 7-Eleven a medianoche? —dijo. —Umm. Vas por tampones, condones o cerveza. Para eso vas a media noche al 7-Eleven. Empujó la bolsa hacia mí. —¿Pescado? —No, gracias. No como dulces. —¿Qué? —Lo dijo como si acabara de admitir que había matado a alguien. —No me gustan los dulces. Ni siquiera sé cómo bebes esa basura de Cosmo. Sabe como a azúcar puro para mí. Arrancó la cabeza de un pez con los dientes. —Eso es lo que lo hace tan delicioso. Me encogí de hombros, mirándola a los dientes. Apuesto a que se sentirían increíblemente impresionantes hundiéndose en mi piel. Aclarándome la garganta, desvié mis ojos hacia la vía y salí del estacionamiento. —A cada uno lo suyo. Simplemente no es lo mío. Sacó otro pez de la bolsa y me lo agitó mientras hablaba con la boca llena. —¿Qué es lo tuyo? —¿Lo mío? —Sí. Todos tienen un vicio. Yo como dulces cuando estoy feliz o triste. ¿Qué haces tú? —No estoy seguro de tener un vicio para cuando esté feliz o triste, pero fumo más cuando estoy enojado. —También me gustaba follar duro cuando sentía rabia, que solía ser cuando me obligaban a estar en cualquier parte cerca de mi padre. Pero decidí dejarlo fuera, considerando que Gia era mi empleada. —Realmente deberías dejarlo. Es tan malo para tu salud. —Como el dulce para ti. ¿Vas a renunciar a eso? —Tal vez... tal vez deberíamos hacer una pequeña apuesta para ver quién puede renunciar a su vicio por más tiempo. Me detuve frente a su casa, mi casa, y coloqué la velocidad de estacionamiento, pero dejé el motor encendido.

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—Oh sí. ¿Para qué sería la apuesta? ¿Qué gano? Gia golpeteó sus labios con el dedo. —Hmmm. No lo sé. Déjame pensarlo un poco. Apoyé un brazo sobre el volante. —Adelante. Abrió la puerta del auto, pero se giró antes de salir. —Gracias por el paseo a casa. Esas dos bebidas fueron directo a mi cabeza, y no estoy segura de que venir caminando habría sido una buena idea. Pero no te preocupes, espero tener mi auto de nuevo en el ruedo pronto, así que no tendrás que traerme. —Sacudió la cabeza—. No estoy diciendo que vaya a venir manejando después de haber bebido. Jamás tomo y conduzco. En realidad, no tomo mucho. Pero sabes a lo que me refiero. ¿Verdad? ¿Lo sabes? Siendo dueño de un bar, la mayoría de los balbuceos de borracho me enojaban como la mierda, pero en el caso de Gia, por alguna razón lo encontraba malditamente adorable. —Si, Gia. Sé a qué te refieres. —Bien entonces. Quién sea. Gracias de nuevo. Comenzó a salir del auto y luego recordé que no le había dicho que había reparado su auto. —Espera. Yo… um… —No se había sentido incómodo cuando lo arreglé. De hecho, fue justo lo contrario. Como si se supusiera que debiera arreglarlo. Sin embargo, ahora que estaba por decirle lo que había hecho, me di cuenta que lo que era incómodo era mi sensación de que debía reparar su maldito auto. Gia inclinó la cabeza esperando a que terminara. Una ligera brisa pasó a través de la puerta abierta del auto, y una hebra de cabello sopló hacia su nariz. Sin pensarlo, estiré mi mano para retirarlo de su rostro. ¿Sus labios estaban tan jodidamente llenos hace cinco minutos? Mientras los miraba separarse, su lengua se asomó para trazar la longitud de su labio inferior. La elevación y caída de su pecho parecía expandirse mientras el interior de mi auto se hacía más pequeño a nuestro alrededor. Joder Tomó cada gramo de mi fuerza de voluntad, pero salí de cualquiera que fuera el hechizo en el que me había hecho caer. —Tengo que irme. Gia parpadeó un par de veces.

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—Oh, está bien. —Comenzó a salir del auto de nuevo, y comencé a sentir que no podía respirar. Pero antes de que cerrara la puerta, se inclinó y me mostró sus hoyuelos—. Sabes, puedes pretender todo lo que quieras, pero sé que querías besarme hace un momento. No deberías ser tan marica y simplemente hacerlo. —Luego, cerró la puerta y gritó—: Buenas noches, jefe.

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CAPÍTULO 4

L

os dos días siguientes no tuve que trabajar en el restaurante. Ayer había pasado todo el día intentando escribir. Literalmente me senté ante mi laptop por doce horas, y no produje nada. Había escrito unos cientos de palabras, las había releído, odiado cada una de ellas y luego las había borrado. Lavar, enjuagar, repetir. Para el final del día, había añadido un total de diecinueve palabras. Básicamente había descrito el cielo. Ni siquiera estaba segura de cómo demonios se llamaban mis personajes todavía. Así que, en el segundo día libre, decidí tomar el consejo de Rush y pasar el día entero intentando aclarar mi mente. Pasé la mañana y las primeras horas de la tarde en nuestro hermoso patio, recostada alrededor de la piscina, trabajando en mi bronceado. Después de que tuve suficiente sol, decidí ir a un cine que proyectaba películas extranjeras a unos cuantos pueblos de distancia. Pensé que sería bueno cambiar de rutina pasando el día leyendo subtítulos y escuchando algo en francés. Pero no tenía transporte. Toqué la puerta de la habitación de Riley. —Pasa. Parecía como si se estuviera arreglando para ir a trabajar. —¿Trabajas en el restaurante hoy? —Si, voy a cubrir el turno de Michael. ¿Por qué? ¿Qué hay? —¿Crees que pudieras prestarme tu auto? Te dejaré en el trabajo y luego te recogeré cuando termines tu turno. Se encogió de hombros. —Seguro. ¿Vas a algún sitio bueno? —Iré al cine por mi cuenta. Riley negó. —¿Cuántas veces te han invitado a salir durante la última semana trabajando en The Heights? No necesitas ir al cine sola. —Todos los tipos que entran a ese lugar son unos idiotas. Me miró en el reflejo de su espejo mientras se sujetaba el cabello en una cola de caballo.

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—No puedes dejar que un huevo malo te arruine todo el verano. — Había confiado en Riley en cuanto a mi noche con Harlan, el chico bonito con el que dormí y que me dejó un número equivocado. Si era honesta conmigo misma, posiblemente había dejado que el mal sabor de Harlan manchara mis pensamientos respecto a los hombres como él. Pero la población masculina entera allí en los Hamptons parecía ser clones del muñeco Ken. Todos lucían similares, hablaban similar, incluso había notado que todos olían similar. Bueno, a excepción de uno. Rush olía como a madera y humo de cigarrillo la mitad del tiempo. Mis pensamientos comenzaron a divagar al extraño intercambio en el auto hacía dos noches. Fue como si Riley leyera mi mente. Terminando con su cabello, se giró para mirarme de frente. —¿Qué estaba pasando entre tú y Rush la otra noche? En un minuto iba a despedirnos a ambas, y al siguiente los dos estaban riéndose histéricamente y diciéndose tacos. —Nada. Solo es divertido molestarlo. Sus cejas saltaron. —¿Rush? ¿Divertido? Ta vez pasaste demasiado tiempo en la piscina y el golpe de calor te está haciendo delirar. Me reí. —Tiene un exterior duro, sí, pero creo que una vez que llegas a conocerlo, hay un chico decente allí debajo. Me gusta su sarcasmo y su duro ingenio. Riley sonrió. —Yo no lo creo. Creo que cuando pasas el duro exterior, hay más cretino debajo. Como una cebolla, cada capa que pelas te lleva a más cebolla. Vale destacar que creo que folla como un campeón. Toda esa ira reprimida… ese cuerpo duro. Puede que sea un idiota, pero está ridículamente guapo. Bueno, podríamos estar de acuerdo en eso, al menos. —¿A qué hora necesitas salir al trabajo? Me gustaría tomar una ducha rápida si tengo tiempo. Miró su teléfono. —Trabajo de cinco a media noche. Así que tienes veinte minutos para ponerte bonita para tu gran noche de cine sola.

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Después de haber visto dos películas, una en francés y otra en italiano, en realidad me sentí revitalizada. La primera película había sido sobre una mujer que fingía ser su hermana, después de que esta muriera. La película en sí era un poco floja, pero despertó algo creativo en mí. De hecho, me había sentado en el cine media hora después de que la película terminó y escrito un montón de notas en mi teléfono. Todas eran ideas para mi libro. En el camino a The Heights para recoger a Riley al final de su turno, no pude detener las tuercas girando en mi cabeza. Mi libro comenzaba a jugar con mi imaginación como una película. Por primera vez, vi rostros para mis personajes, sentí sus movimientos, y escuché sus diálogos en mi cabeza. Era como si una puerta que había estado bloqueada se abriera mágicamente, y finalmente podía ver dentro. Estaba emocionada de compartir mis buenas noticias con Rush, dado que había sido quien me sugirió dar un paso lejos de mi trabajo por un día. Solo que, cuando me acerqué al bar, la emoción se desvaneció cuando vi a Rush sentado en la barra con una mujer. Ella lanzó su cabeza perfectamente peinada hacia atrás y rió ante algo que él dijo. Un inesperado nudo se formó en mi garganta. Quería darme la vuelta, volver al auto y enviarle un mensaje de texto a Riley para avisarle que la estaba esperando afuera. Pero antes de que pudiera hacerlo, Riley gritó mi nombre y me hizo señas. La cabeza de Rush giró y sus ojos aterrizaron directamente en mí. No podía retirarme con gracia ahora. Ni siquiera estaba segura de qué demonios estaba pasando conmigo, por qué me estaba sintiendo como me sentía. Forcé una sonrisa practicada y me dirigí al bar. —Dame solo cinco minutos —gritó Riley desde la caja registradora—. Necesito llevar mi gaveta a la parte de atrás para contarla y luego podemos irnos. Rush sacudió la cabeza y murmuró mientras Riley se alejaba. —Ella anuncia que va para la parte de atrás con una gaveta llena de efectivo. Ya vuelvo. Déjame decirle a Roble que mantenga un ojo en la oficina para que esté segura. —Se levantó y miró entre la chica sentada junto a él y yo—. Shakespeare, ella es Lauren. Lauren, Shakespeare. Trabaja aquí cuando no está en casa retrasando la labor de escribir la próxima gran novela porno americana. Rush desapareció y la incomodidad se instaló, al menos para mí. Le sonreí a mujer, y al mirarla más de cerca me arrepentí por completo de mi elección de ropa cómoda y de apilar mi cabello sobre mi cabeza. Porque Lauren era hermosa. Su espeso cabello rubio tenía esa apariencia playera y ondulada por la que probablemente pagó una fortuna en un salón de belleza, y llevaba un vestido de verano azul sin tirantes que acentuaba su piel bronceada que, a diferencia de la mía, no tenía líneas de bronceado. Ella parecía estar estudiándome.

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—Entonces... ¿trabajas aquí? —Sí. —¿Y eres escritora? —Sí. —Rush mencionó que había contratado a una nueva anfitriona. De hecho, te mencionó varias veces durante la hora que estuvimos sentados aquí. La mujer me sonrió. Pero no en la típica forma de mujer celosa que quiere sacarte los ojos con sus garras. Por supuesto, eso me hizo suponer que Rush había pasado la última hora divirtiéndola con historias sobre mí que me hacían parecer una idiota. —No creas nada de lo que dice sobre mí. Realmente no soy una mala empleada. Sonrió un poco más e inclinó la cabeza. —No tenía nada más que cosas buenas que decir sobre ti. Eso es... diferente en Rush. —Umm. Bueno. Gracias. ¿Supongo? Rush volvió. Me miró. —Tu amiga es una cabeza hueca. No solo anunció que estaba llevando la gaveta de dinero a la oficina. Cuando fui para ver cómo estaba, tenía la puerta abierta y estaba de espaldas. Despediría su culo si no pensara que tendría que escucharte siendo una perra por un mes. Mis manos fueron a mis caderas. —No soy perra contigo. La mujer se puso de pie y envolvió su mano alrededor del bíceps de Rush. —Debería irme. No quiero que mi esposo sepa que estuve aquí. Rush asintió. —Vamos, te acompaño afuera. —Me miró—. Estaré de vuelta en un rato. Todavía tenía la boca abierta cuando regresó al bar unos minutos después. No era mi lugar, pero no pude evitarlo. —Sabes, estoy realmente decepcionada de ti. Echó la cabeza hacia atrás con la audacia de parecer sorprendido. —¿De mí? ¿Qué demonios hice? —Después de la forma en que tu padre trató a tu madre. ¿Cómo pudiste? —¿De qué mierda estás hablando?

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—Lauren. ¡Está casada! Puedes tener a cualquier mujer que quieras. —Agité mi mano arriba y abajo frente a él—. Eres hermoso, tienes esa cosa estúpida de chico malo atractivo que las mujeres adoran, y para colmo, tienes dinero, pero no actúas así. ¿Por qué demonios necesitas salir con una mujer casada? Una sonrisa astuta se extendió por su rostro. —Crees que soy atractivo. —¿Eso es lo que sacaste de lo que acabo de decir? Rush se inclinó para estar a mi altura, su nariz prácticamente tocando la mía. —Lauren definitivamente es una mujer casada. Pero es la esposa de mi medio hermano, no mi jodida cita. —No... espera... ¿qué dijiste? Frunció el ceño. —Es la esposa de mi hermano. —¿Pero por qué estaría aquí? Creí que tu hermano y tú no se llevaban bien. —No lo hacemos. Por eso se detuvo. Intenta convencerme para que vaya a una ridícula fiesta por su trigésimo cumpleaños que hará para él. No me agrada mi hermano, pero su esposa es una buena mujer. Aunque no tengo idea de por qué está casada con ese imbécil. —Oh. —Sí. Oh. —Rush me imitó Tengo que admitir que el alivio que sentí al darme cuenta de que Rush no estaba en una cita con ella, fue un poco desconcertante. Pensé que estaba a punto de criticarme por hacer suposiciones y llegar a la conclusión equivocada, pero en cambio sonrió de nuevo. —Entonces. Crees que soy atractivo... —Olvida que alguna vez dije eso. —Lo siento. Demasiado tarde. —Ofreció una sonrisa astuta y señaló a su cabeza—. Incrustado aquí ahora. —Estupendo. Rush se inclinó hacia la barra, equilibrando su cuerpo sobre sus fuertes y tatuados antebrazos. —¿Qué te trae por aquí en una noche en la que no trabajas? ¿Me extrañas tanto? Estaba tan cerca que pude oler su delicioso aroma a madera y ahumado. Literalmente me debilitó.

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—Siento reventar tu burbuja, pero vine a devolver el auto de Riley. Lo tomé prestado por el día. Pero en realidad, sí quería agradecerte. —¿Por qué? —Bueno, tomé tu consejo y fui a ver un par de películas para aclarar mi mente, como dijiste que tu madre solía hacer. Sin duda conseguí que los jugos creativos fluyeran. —Bueno, siempre me alegra hacer que tus jugos fluyan. Pude sentir que mi rostro se calentaba. —Jugos creativos. Guiñó un ojo. —Correcto. Riley dobló la esquina, ansiosa por irse. —¿Lista para irnos? Rush respondió por mí. —Gia se quedará a tomar algo. La llevaré a casa. Me volví hacia él. —Eres tan mandón. ¿Quién dice que quiero quedarme a tomar un trago? —Sin embargo, le entregué las llaves a Riley—. Adelántate sin mí. Ella miró escéptica entre Rush y yo. —Estááá biiieeen. Como digas. Nos vemos. Una vez que estuvimos solos, dije: —¿Cuál es el truco, Rush? ¿Qué tengo que decir para ganar mi bebida gratis esta noche? Tomó un vaso de daiquiri de debajo del mostrador y lo estrelló contra la barra de madera. —La palabra de la noche es polla. Negué con la cabeza. —Original. Rush sirvió y mezcló un brebaje y luego me ofreció una bebida roja que nunca antes había visto. Incluso había agregado una cereza y un pequeño paraguas morado. —¿Qué es? Lo deslizó más cerca de mí. —Es un beso francés. —¿Qué lleva?

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—Vodka, licor de frambuesa, Gran Marnier y una pizca de crema batida. Tomé un sorbo. Era realmente bueno. —Mmm. Muchas gracias por esta poción. —¡Ah! —Se rió—. Eso fue débil, pero me preparé para eso. —Todavía cuenta. Sus ojos siguieron cada uno de mis movimientos mientras yo chupaba la cereza marrasquino. Algo me dijo que ese acto era parte de porqué amaba servirme bebidas. Y considerando que me gustaba enloquecer a Rush, me aseguré de hacerlo en cámara lenta. Rush tragó saliva. —Entonces, ¿disfrutaste la película? —Películas, en plural. Vi dos. En realidad, eran películas extranjeras, una francesa y una italiana. —Deberías haberme avisado. Habría ido contigo. Jugando con mi popote, dije: —No te visualicé como la clase de tipo que disfruta de películas extranjeras. —T'as de beaux yeux, tu sais? Oh Dios mío. ¿Acaba de hablar francés? Ya era demasiado sexy como era, y luego viene y habla el lenguaje del amor por encima de todo lo demás. —Bueno, bueno... ¿quién lo sabría? ¿Hablas francés? —Mi madre es originaria de Canadá. Se mudó a Long Island cuando era adolescente. Me hablaba en francés cuando era niño, y aprendí mucho. —¿Qué acabas de decirme? Sonrió burlonamente. —No voy a decirte. —Bueno, ahora lamento no haberte invitado al cine. Ni siquiera necesitarías los subtítulos. De todos modos, pensé que estabas trabajando. Limpió la mesa. —Te estás olvidando de que soy el jefe. Puedo tomar todo el tiempo que quiera. —Me habría gustado la compañía, pero si te hubiera invitado al cine, eso podría haber sido un poco osado, ¿no crees? No hubiera querido que lo tomaras por el camino equivocado. Rush hizo una pausa y luego dijo:

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—No hubiera sido una cita. No salgo con mis empleados. Entonces, no tienes que preocuparte porque piense eso. —Me miró por unos segundos antes de volver a limpiar la mesa. Bueno, está bien entonces. Gracias por aclararlo. Rompí los varios segundos de silencio. —Entonces, ¿por qué te interesa siquiera ir al cine conmigo? —Porque como que me gusta tu compañía. —¿Como que te gusta? —Cuando no me estás haciendo molestar la otra mitad del tiempo, sí. Me reí. —No sales con tus empleados. Solo les pides y los tientas a que te hablen sucio. Negó con la cabeza y mostró una sonrisa traviesa. —No… sólo a ti. Eres la única a quien quiero escuchar hablar sucio. —Suerte la mía. Te das cuenta de que tu comportamiento es extraño. —Nunca proclamé ser normal. No conoces ni la mitad, Shakespeare. —Golpeó la toalla de mano contra la barra y la colocó sobre su hombro—. De todos modos, a ti también te gusta pasar el rato conmigo. Admítelo. Podrías haberte ido a casa con Riley. Elegiste quedarte. —En realidad, si mi memoria no me falla, tomaste esa decisión por mí. Antes de que él pudiera responder, una morena alta se acercó. Cuando los ojos de Rush aterrizaron sobre ella, pareció tensarse. Ella saludó y se dirigió directamente hacia él. Vestida con un ajustado sobretodo de cuero sobre un corto vestido blanco, era definitivamente atractiva. Estaba empezando a sentir lo mismo que sentí cuando vi a Lauren por primera vez. Aquí vamos de nuevo. —Rush... todavía estás aquí, —dijo—. Tenía la esperanza de atraparte. Su mandíbula se tensó. —Rachel... Ella me miró y luego volvió a mirarlo. —Solo estaba pasando por aquí, así que pensé que podría entrar y ver si todavía estabas, a ver si quieres pasar el rato esta noche. Se rascó la barbilla y vaciló. —Tengo cosas que hacer esta noche. Rachel me miró. —¿Quién es ella?

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—Una de mis empleadas. Ofrecí mi nombre. —Gia. Sin responderme, ella señaló con su cabeza hacia la puerta. —¿Podemos hablar por un minuto? Rush parecía enojado, pero la siguió hasta una esquina donde todavía podía escuchar lo que estaban diciendo. —Extraño follarte, Rush. ¿Cómo es que no has devuelto mis llamadas? Mi corazón escondidas.

se

desmayó

mientras

continuaba

escuchando

a

—Baja la voz —la regañó. Rush luego la condujo hacia la entrada donde se demoraron por unos minutos. Ya no podía oírlos, pero podía ver que ella le pasaba los dedos por el cabello. Aunque parecía molesto, me molestaba verla tocándolo. No tenía derecho a sentirme de esa manera. Sacúdetelo, Gia. Después de que ella finalmente se fuera, regresó a donde yo estaba sentada en el bar. No reconoció lo que acababa de pasar, en vista de que continuó limpiando la barra cuando ya no quedaba nada que limpiar. —Entonces, ¿quién es Rachel? —Nadie —dijo rápidamente. —Tengo oídos, sabes. —¿Y qué es exactamente lo que escuchaste con esos oídos, Minnie Mouse? —Que echa de menos follarte. ¿Es ella una de tus prostitutas? Dejó de limpiar y azotó la toalla hacia mí. —Bueno, ahora... un poco de respeto. Creo que el término correcto es concubina. Chasqueé mis dedos. —Oh, lo siento. No quise menospreciarlo. Se encogió de hombros. —Honestamente... ella no es nadie importante... solo alguien con quien solía perder el tiempo. —¿Solías? —Cuando conozco a alguien, soy muy claro con el hecho de que no quiero una relación. No hago ninguna promesa. A veces las mujeres esperan

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que las cosas continúen cuando nunca se suponía que debían continuar. A veces, sin importar cuán claras sean tus intenciones, todavía no escuchan. —¿Supongo que eso significa que terminaste con ella? —No hay razón para continuar. —Pero echa de menos follarte —me burlé. —Ese es su problema. —Bueno, si realmente eres sincero con las mujeres, entonces respeto eso. Hubiera preferido que Harlan, el chico que conocí aquí, si es que ese en verdad es su nombre, me dijera que lo único que le interesaba era tener sexo y correr. Rush levantó su ceja. —¿Lo hubieras follado si hubiera admitido eso? —Probablemente no, pero hubiera preferido la brutal honestidad por encima de lo que me hizo. —Pudo sentir que no eres el tipo de chica que busca una aventura de una noche. Sabía que la única forma de hacer que te acostaras con él era engañarte para que creyeras que era el comienzo de algo más. —¿Cómo sabes eso sobre mí... que no soy del tipo de una sola noche? —Bueno, para empezar, me dijiste que estabas herida por lo que sucedió. Si fueras diferente, no habrías dado una mierda, ni siquiera habrías pensado en contarme al respecto si acababas de conocerme. E incluso si no hubieras dicho nada, aún podría leerlo. Puedo mirar a una mujer a los ojos y saber si pasan muchas cosas en su cabeza o si las cosas salen vacías. No me preguntes cómo sé... simplemente lo hago. —Y vas por las vacías... —Lo vacío es seguro. Reflexioné sobre por qué Rush estaba tan decidido a distanciarse de las relaciones. —¿Te preocupa que las mujeres solo estén interesadas en tu dinero... tratando de ir tras de ti si las cosas van mal? ¿Es por eso que eres así? —No. Eso no es realmente algo que me preocupe. —No te preocupa porque nunca dejas que las cosas lleguen a cierto punto con nadie. —Algo así. —Tomó mi vaso vacío y lo levantó en el aire—. ¿Quieres otro? —¿Tengo que decir polla de nuevo? —Lo acabas de hacer. Me reí.

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—No más besos franceses para mí. No falsos de todos modos. —Le guiñé un ojo—. Honestamente, tengo que escribir esta noche, mientras que las ideas de hoy están frescas en mi cabeza. Me desmayaré si tengo más alcohol. Mis personajes tienen mucho que decir y hacer. Se rió entre dientes. —Bueno, al menos alguien conseguirá un polvo esta noche.

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CAPÍTULO 5

R

oble se coló a mi lado durante el apogeo de la noche. Era tan grande que su cuerpo arrojaba sombras cada vez que estaba cerca. —¿Estás bien, jefe?

Mirando su enorme marco, dije: —Sí. ¿Por qué? —Bueno, pareces preocupado últimamente. ¿Algo que quieras contarme? —No particularmente. ¿Por qué me preguntas eso? —¿No sabes por qué? —No, no lo sé. Se rió para sí mismo y dijo: —Estoy bastante seguro de que sientes algo por Gia. Mierda. ¿Era tan obvio? —¿Estás loco? Sabes que no salgo con empleados. —Miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie escuchara nuestra conversación— . ¿Qué te hace decir eso de todos modos? —Oh, no sé. ¿Que desde que comenzó a trabajar aquí, nunca sales de The Heights? También la miras como un halcón cuando crees que nadie está mirando. Pero siempre te estoy vigilando, así que lo noto. —Bueno, puedes dejar de vigilarme. Tu trabajo es vigilar The Heights, no a mí. —Mi trabajo es observar todo. Parte de mi trabajo es protegerte. —Bueno, no necesito protección. —Parece una buena chica, muy dulce con todos. Los clientes la aman. Creo… —Guárdatelo, Roble. Nada va a pasar allí. —Por lo que puedo ver, ya está pasando… Mirándolo, le dije: —Estás cruzando la línea. ¿Olvidas que podría despedir tu culo? Su profunda risa llenó mis oídos.

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—Nah. No lo harás. Sé demasiada mierda. —Eso y que eres gigantesco. Estaría jodido. De todos modos, tienes suerte de que me agrades. Su risa se calmó. —Vamos, Rush. No puedes engañarme. Sientes algo por Gia. No hay nada de malo en eso, hombre. —Hay mucho de malo en eso. Primero, es mi empleada. Nada sucederá solo por esa razón, pero más que eso... es peligrosa. Roble entornó los ojos. —¿Peligrosa? ¿Esa pequeña cosa? ¿Cómo te imaginas eso? ¿Cómo iba a explicarlo? —¿Alguna vez has mirado a alguien y enseguida supiste que, si la dejabas, podría poner tu vida patas arriba... arruinándote por completo? Asintiendo comprensivamente, dijo: —Oh, sí. Me ha pasado. —¿Qué hiciste? —Me rendí y me casé con ella. Oírlo decir eso me asustó mucho. —Bueno, eso no está pasando con Gia, ni con nadie. —Entonces, ¿qué? ¿Vas a seguir protegiéndola y nunca le contarás cómo te sientes? —Así es. Mis sentimientos son irrelevantes. No puedo salir con una empleada, y si eso no fuera un problema, no es como si pudiera estar con alguien que espera algo de mí de todos modos. —En algún momento, te arrepentirás de ser tan cerrado. El chico malo no va a ser tan atractivo cuando tenga mi edad y esté solo. Dejé escapar un profundo suspiro. Mis ojos estaban puestos en Gia cuando dije: —Ella escribe novelas románticas, Roble. Jodidos cuentos de hadas. Eso significa que, en el fondo, quiere un cuento de hadas para ella misma. Y no soy un cuento de hadas. Soy una historia de terror. Soy el hijo bastardo jodido de un cretino, y es muy probable que la manzana no caiga lejos del árbol. Nunca he estado interesado en una relación, y eso no va a cambiar solo porque estoy temporalmente obsesionado con su culo y con cualquier otra parte de su cuerpo. Siguió mirándome como si no me creyera. Continué.

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—No sé lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo? Es como si quisiera... protegerla o algo así. Es raro. Me dio unas palmaditas en la espalda. —Mientras lo reconozcas, jefe.

Mi auto estaba al ralentí mientras esperaba que ella saliera de The Heights. Era una especie de cosa no expresada que llevaría a Gia a casa después de su turno. Todavía no había descubierto cómo decirle que había arreglado su auto. Esta noche, simplemente comenzó a caminar justo a mi lado a pesar de que sabía muy bien que me había visto. Mientras conducía a su lado, bromeó. —Realmente tenemos que dejar de reunirnos así. —Entra. Gia siguió caminando. —Estoy pensando que me gustaría caminar esta noche. —No es seguro. Comenzó a saltar, su salvaje cabello negro soplaba en el viento de la noche. —Creo que me arriesgaré. Por la expresión de su rostro, pude ver que estaba jugando conmigo. —Mete tu culo en el auto, Gia. Se rió, luego abrió la puerta del auto y se sentó en el asiento del pasajero. Encendí un cigarrillo y soplé el humo por la ventana. —Mierda obstinada —gruñí, poniendo el auto en marcha y alejándome demasiado rápido. Este era un excelente ejemplo de eliminar mi tensión sexual en mi Mustang. Había estado recibiendo una paliza últimamente. Aspirando otra bocanada, la miré. —¿Lograste escribir algo anoche? —Sí, más de lo habitual, pero no tanto como esperaba. Quería terminar el cuarto capítulo, y no llegué allí. —¿Qué pasa si no puedes producir este libro a tiempo? —Que estaré jodida. Tendría que devolver el anticipo de diez mil dólares, que ya he gastado, y podría terminar incumpliendo el contrato. —¿Cómo te metiste en este lío?

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—Bueno, para mucha gente, llegar a un acuerdo con una gran editorial de cinco estrellas es un sueño, duramente un desastre. En mi caso, gané un concurso basado en la presentación de los primeros tres capítulos del libro, que siguen siendo los únicos capítulos completos. Una vez que gané, fue como si mi creatividad se hubiera apagado. Apesta. —¿Qué hiciste antes de ser escritora? Se rió. —¿Estás listo para esto? —Oh-oh. Basado en su advertencia, las ideas flotaron en mi mente. ¿Estripper? Ciertamente tenía cuerpo para eso. Como si leyera mi mente, dijo: —No es tan malo o loco. —¿Qué era? —Bueno, ¿sabes cuando escoges una tarjeta de felicitación? ¿El pequeño refrán cursi dentro? Esa era yo. Los escribí. —¿En serio? —Sí. Trabajé para una compañía de tarjetas durante algunos años, escribiendo sentimientos. —De hecho, creo que es genial. —¿Sabes qué apestaba realmente? Tener que escribir tarjetas del Día de la Madre. Eso realmente me hizo explotar. Dado que la madre de Gia la había abandonado cuando era pequeña, me dolió oírla decirlo. —Bueno, estoy seguro de que te lo sacudiste, aunque fuera difícil. —Sí. Lo intenté. —¿Por qué dejaste ese trabajo? —Bueno, obtuve el contrato del libro y decidí escribir a tiempo completo. Claramente, no podía permitirme hacer eso. Estuve luchando hasta que un hombre mandón y tatuado me dijo que me viera bonita y me dio un trabajo. —Encantado de ayudar. Cuando colocó sus tonificadas piernas en el tablero de mi auto, casi me desvío de la carretera. Gia se agarró a mi brazo por una fracción de segundo después de prácticamente caerse en su asiento. —Entonces —dijo—. ¿Qué hiciste antes de convertirte en un heredero rebelde de una gran fortuna?

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—Yo era del tipo de todos los oficios. Trabajé en automóviles... serví mesas. Fui tatuador por un tiempo y… —¿De verdad? ¿Puedes tatuarme algo? Estaba pensando en poner uno en la parte inferior de mi espalda con esto diciendo… —No. Eso no estará sucediendo. Entornó los ojos. —¿Por qué no…? —Gia. Déjalo. Cuando pudo ver que hablaba en serio, se encogió de hombros. —Está bien... como quieras, gruñón. El viaje fue silencioso hasta que preguntó: —Anda, termina de contarme lo que solías hacer. Artista del tatuaje... ¿qué más? —No importaba lo que estaba haciendo. Siempre trabajé duro, aún lo hago... es solo que ganar dinero real ahora es mucho más fácil. Pero como dije antes, no doy por sentado nada de eso. —Lo sé. —Hizo una pausa—. ¿Cómo descubriste inicialmente lo de tu padre? Dejé escapar un largo suspiro. ¿Qué me estaba haciendo esta chica? Me estaba haciendo abrir, y no me gustaba para nada. Finalmente cedí y respondí su pregunta. —Mi madre me ocultó su identidad durante años. A pesar de su dinero, ella no quería tener nada que ver con él por la forma en que la trataba. Pero llegó a un punto en el que sintió que debía saber quién era mi padre. Y creo que una parte de ella sentía que me merecía un pedazo del pastel, incluso si eso la enfermaba. El dinero no podría haberme importado menos. De hecho, algunos días, desearía que no existiera, así no tendría que lidiar con ellos. El dinero... las empresas... son las únicas cosas que nos conectan. —¿Cómo se conocieron tus padres? —Mi padre estaba viviendo una doble vida. Estaba casado cuando comenzó a salir con mi madre, la recogió en el restaurante donde estaba de camarera. Él venía a Long Island para verla, pero nunca la había llevado a la ciudad por miedo a que los vieran. Una vez que descubrió la verdad, ese fue el final. Pero en ese momento, ya era demasiado tarde. Estaba embarazada de mí y, finalmente, descubrió quién era el rico mentiroso con el que se había involucrado. —¿Mencionaste antes que tu abuelo fue quien realmente se encargó de que obtuvieras una herencia?

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—Sí. Mi abuelo controlaba todo en ese momento. Mi madre fue a verlo sin que yo lo supiera y le contó sobre mí. Estaba en mi adolescencia en ese momento. Ella no pidió nada, solo quería que supiera de mi existencia. Supongo que entendió lo perdedor que era su propio hijo. Después de la prueba de ADN, el abuelo hizo reescribir su testamento para que obtuviera una parte igual de todo cuando cumpliera veinticuatro. Como puedes imaginar, papá Querido y mi hermano mayor estaban encantados con eso. —Tu abuelo suena como un buen hombre. Respiré hondo cuando recuerdos de él pasaron por mi mente. —Lo era. Falleció hace un par de años. Por más que algunos días desearía no haber sabido de mi historia, siempre estaré agradecido con él y por el breve tiempo que pude conocerlo. Antes de morir, siempre hizo un esfuerzo por visitarme para asegurarse de que estuviera bien. Cuando llegué a la casa, nos demoramos un poco hasta que ella se volvió hacia mí. —¿Quieres entrar? Sí. —No. —¿Por qué no? —Sabes por qué. —Pensé que me habías dejado en claro que nada podría pasar entre nosotros. —Exactamente. —Entonces... ¿cuál es el daño al entrar si sabemos dónde están las cosas? Además, estaremos lejos de estar solos. Eso era verdad. Ella vivía con mucha gente en una casa compartida. Eso me hizo sentir mejor, y también me dejó sin una verdadera excusa para no aceptar su oferta. Solo unos minutos, me dije. Exhalé antes de apagar el auto y salir. Era una finca hermosa, si lo dijera yo mismo, justo en el agua y desparramada. Todo dentro era nuevo, de arriba a abajo. Dos chicas y un chico estaban pasando el rato en la sala viendo la televisión cuando entramos. Varias cajas de pizza, botellas de cerveza y servilletas enrolladas estaban esparcidas. Gia me presentó. —Rush, ellos son Caroline, Simone y Allan... tres de mis compañeros de casa. —Me miró—. Él es Rush. Su propietario. Me reí por dentro.

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—Hola —dije, evaluando al tipo. Estaba bastante seguro de haberlo visto en la ciudad antes besuqueándose con otro tipo. Al menos, él era un hombre del que no tenía que preocuparme. Nunca entendí cómo la gente podía lidiar con la situación de compartir una casa. No me gustaría vivir con tantos extraños en mi culo todo el tiempo. Pero sabía que, para muchos, ese arreglo era la única oportunidad en el infierno que tenían de vivir en los Hamptons durante el verano. Odiaba que comenzara a sentirme un poco hastiado por ese tipo de cosas, olvidando lo que era mearse en la pobreza. Gia señaló con su cabeza para que la siguiera. En secreto, esperaba que planeara quedarse en la sala de estar principal. —¿A dónde vamos? —A mi cuarto… Las campanas de advertencia en mi cabeza sonaron oficialmente. Dirigirme a la habitación de Gia era una mala idea. Sin mencionar que caminar justo detrás de ella me dio una vista de su culo en esos ajustados pantalones negros que llevaba puestos. Mi polla se puso rígida. La única razón por la que estuve de acuerdo fue para demostrar un punto, que no tenía miedo de estar a solas con ella. —Bienvenido a mi humilde habitación. —Ella saltó sobre la cama—. Tuve suerte, terminé consiguiendo mi propia habitación cuando la mayoría de los demás tienen que compartir. Miré a mi alrededor a la decoración en su mayoría color lavanda. —Es agradable. Continuó rebotando mientras me miraba. Sus malditas tetas rebotaban junto con ella. —Te ves tenso, Rush. Jugueteando con mi reloj, dije: —Es tarde. Gia inclinó la cabeza. —¿Has pensado en nuestra apuesta? —¿Apuesta? —Sabes... renuncio a los dulces y dejas de fumar. Es cierto. —Claro, sí. Sus ojos se agrandaron cuando se inclinó hacia adelante. —¿Y? —¿Por qué nos estamos molestando con esta apuesta otra vez?

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—Estamos tratando de salvar tu vida y salvarme de la diabetes. —Oh. Capto. Entonces, ¿cómo funciona? —pregunté. —Dejas de fumar en seco, y dejo de comer dulces. Entonces tenemos que presentar sanciones si no somos capaces de mantenernos en el programa. En ese momento se me encendió el bombillo. Estuve posponiendo decirle que había arreglado su auto porque no quería que cuestionara mis intenciones. Esta era la oportunidad perfecta para que lo descubriera indirectamente. —¿Qué te parece que, si pierdo, repare tu auto? Sus ojos se iluminaron. —Oh Dios mío. ¡Sería increíble! ¿Es triste que espere a que te resbales y te caigas del vagón? —Sonrió. —¿Qué obtengo por mantener mi parte del trato? —pregunté. —¿Qué es algo que quieras? Tus labios apretados alrededor de mi polla. —¡Lo sé! —dijo—. Si pierdo, nombraré Rush al personaje masculino principal en mi libro. Eché la cabeza hacia atrás riendo a carcajadas. No importaba lo que planeaba darme porque planeaba perder intencionalmente. —Tenemos un trato, entonces. —Genial. Se hace efectivo inmediatamente —dijo. Sus ojos me siguieron mientras comenzaba a pasear por su habitación. Su armario estaba abierto. Pasé los dedos por los trajes colgantes y noté un par de ojos que me miraban desde lo alto de la estantería. Entonces, otro par de ojos. Y otro. En fila se alineaban un conjunto de las muñecas más feas que había visto en mi vida. Su cabello estaba desordenado, y algunas se veían deformadas. —¿Qué diablos estás pasando aquí? Ella no podía dejar de reír. —Esa es mi colección de muñecas feas. —Feas es un eufemismo. ¡Son horribles! Como si le dieran a Chucky una competencia seria. ¿Las coleccionas? —Síp. No me preguntes cómo comencé... porque la respuesta es más jodida que las muñecas en sí. —Está bien, bueno, ahora sabes que tengo que preguntar. ¿Cómo comenzaste a coleccionarlas?

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Suspiró, preparándose para contarme una historia. —Antes de que mi madre nos abandonara a mi padre y a mí... me dejó un regalo de despedida. Era una pequeña muñeca. No era una muñeca fea ni nada... era genérica: pelo rubio, vestido rosa. Su nombre era Lulú. De todos modos... cuando crecí lo suficiente como para darme cuenta de que ella nunca volvería... la quemé... literalmente la llevé al patio trasero cuando mi padre estaba quemando leña y la arrojé al fuego. —Mierda. —Sí. Bueno, inmediatamente tuve dudas. Después de todo, este era el único recuerdo que tenía de mi madre. Entonces, terminé sacándola unos segundos después. Estaba toda carbonizada y medio quemada, pero aún algo reconocible. Me gustó más su imperfección. Reflejaba cómo me sentía. Cuando mi padre descubrió lo que había hecho, estaba tratando de hacer que me sintiera mejor al respecto. Al día siguiente, cuando llegó a casa del trabajo, trajo a casa la muñeca más fea que hayas visto en tu vida, diciendo que Lulú necesitaba una amiga. Ese fue el momento en que me di cuenta de que tenía el mejor padre del mundo. Y ese fue el momento en que me enamoré de las muñecas feas. Inmediatamente vi a la muñeca a la que ella llamaba Lulú y la levanté. —Este es la quemada, ¿no? —Síp. Y después de ese día, comencé a coleccionar muñecas de aspecto extraño. Van conmigo a todas partes. Como si ya no estuviera clavado por esta chica, tenía que venir y decirme que había arrojado una muñeca al fuego. Algo sobre esa historia retorcida acababa de calentar mi negro corazón. —Es una historia jodida... pero algo increíble al mismo tiempo. —Esa es la historia de mi vida, Rush. —Se acercó a mí hasta que estuvo peligrosamente cerca. Joder, quería besarla. En cambio, caminé hacia la puerta y dije: —T'as de beaux yeux, tu sais. —Hablando francés de nuevo, ¿verdad? —sonrió. —Querías saber lo que significaba. Significa, tienes hermosos ojos, sabes. Gia se sonrojó, y fue jodidamente adorable. —Gracias. Esa fue mi señal para irme. —Mejor me voy. Te veo mañana.

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No discutió conmigo mientras salía por la puerta, atravesaba la sala de estar, y aceleraba en mi Mustang. Esa noche, visiones de muñecas feas bailaron en mi cabeza. Y a pesar de que planeaba perder la apuesta intencionalmente, no toqué otro cigarrillo.

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CAPÍTULO 6

N

o iré a The Heights. Caminé de un lado a otro, solo en mi sala de estar. No iré a The Heights. Más caminata.

No estaba muy seguro de qué adicción me había impedido dormir esta noche. Habían pasado casi veinticuatro horas desde que había fumado un cigarrillo y media hora más desde que había visto a Gia. Una de las dos cosas me hacía sentir como si estuviera colgando en el borde. Tenían que ser los cigarrillos. Ni siquiera estaba seguro de por qué diablos no había fumado hoy, cuando mi plan había sido perder la estúpida apuesta. Por alguna razón, quería ver si podía parar si quería. La idea de preferir ir a The Heights antes que fumar realmente me molestó. Dejándome caer en mi sofá, agarré mi teléfono celular. Lo que necesitaba no era un maldito cigarro o a Gia, necesitaba tener sexo. Me desplacé a través de mis contactos para ver si algún nombre despertaba interés. Amy. Pelirroja. Con curvas de ataque. Le gustaba estar en The Heights y tratar de distraerme. Lo último que necesitaba era otra distracción en el trabajo. Blair. Le gustaban las mierdas extrañas y pervertidas. No es que me importara, pero ese tipo de cosas necesitan un cierto estado de ánimo que no sentía hoy. Chelsea. La vi por la ciudad la semana pasada tomada de la mano con un tipo de aspecto estirado. No tenía muchas reglas en la vida, excepto que no toco lo que le pertenece a otra persona. Borrar. Darryl. Me envió un mensaje de texto en el Memorial Day y me dijo que no saldría hasta agosto de este año. No podría aguantar tanto tiempo. Everly. Joder. Everly. Si alguien podría ayudarme a olvidarme de las cosas, era esa mujer. La mejor mamada que alguna vez tuve en mi vida. Estuvimos juntos un par de veces el verano pasado, y ella me envió un mensaje hace unas semanas para decirme que había vuelto a la ciudad. La mejor parte de estar con Everly era que me hacía sentir usado. Me decía exactamente lo que quería y cómo lo quería, y cuando terminábamos, se levantaba, se vestía y me acariciaba la mejilla antes de decirme gracias. Nos vemos.

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Perfecto. Justo lo que necesitaba. Mi dedo se movió sobre su nombre mientras debatía respecto a llamarla. Después de unos minutos, arrojé mi teléfono al sofá. ¿Qué diablos está mal conmigo? Estaba actuando como si Everly fuera un medicamento de mal sabor que tenía que tomar para aliviar la gripe. Cuando de hecho, no había nada malo conmigo. Deja de actuar como un marica. Antes que pudiera pensarlo demasiado, levanté mi teléfono otra vez y mandé un mensaje corto. ¿Por qué no dejarlo al destino? Quién sabe, tal vez conoció a alguien y ya no estaría dispuesta para un ligue casual. Rush: Hola Tuve que reírme de mí mismo después de presionar enviar. Gran línea de apertura. Te tomó diez minutos de debate para salir con esa mierda. Genial, Rush. Muy genial. Menos de un minuto después, mi teléfono sonó con una respuesta. Everly: Tu casa o la mía. Mierda. Mi cabeza cayó hacia atrás contra el sofá. Supongo que el destino también piensa que tengo que echar un polvo. Al menos mantendría mi boca lejos de Gia y la mente lejos de un cigarrillo. Espera. No. Debería ser mi boca lejos del cigarrillo y me mente de Gia. O tal vez no. Pasé dos manos por mi pelo, luego respiré hondo y exhalé fuerte antes de decir al diablo. Rush: La tuya. Everly era básicamente la versión femenina de mí. El viejo yo de todos modos. Directa, al grano, y trataba el sexo como un intercambio mutuo de placer entre dos cuerpos. Las emociones no eran parte de eso. Los puntos saltaron alrededor mientras ella respondía. Everly: Llega en una hora… o empiezo sin ti. Me restregué las manos sobre el rostro y decidí que no pasaría más tiempo sintiéndome culpable. No había razón para sentirse culpable. Gia era

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una empleada, y tal vez una amiga en un sentido amplio de la palabra. No le debía celibato solo porque me gustara mirar su culo y llevarla a casa. Al diablo con eso. A pesar que sabía que no estaba haciendo nada malo, no pude evitar la extraña sensación de enojo que tenía. Esa sensación continuó mientras me preparaba algo para comer y comencé a prepararme para ir al departamento de Everly. Normalmente, me gustaba poner música mientras me duchaba, pero esta noche estaba tan mal que no me había acordado de encender las melodías. Por eso pude escuchar mi teléfono sonando desde la otra habitación. La primera vez, lo ignoré. La segunda vez, salté de la ducha y envolví una toalla alrededor de mi cintura mientras maldecía. —¿Qué? —espeté al teléfono. El agua goteaba por todo el piso de mi cabello empapado. —Jefe. Es Roble. —Lo que sea que sea, encárgate. No estoy trabajando esta noche. Voy a salir. —Pero es Gia, Rush. Jesucristo. ¿Podríamos todos fingir que ella no existía esta noche para que yo pueda ir a echar un polvo en paz? —Solo trata con lo que sea. —Jefe… —¡Encárgate! Estaba a punto de colgar cuando habló de nuevo. —Se lastimó, jefe. Se metió en medio de una pelea que estalló en el bar. Pensé que querría saberlo. Sentí como si mi corazón comenzara a rebotar contra mi caja torácica. —¿Dónde está? ¿Está bien? —Estará bien. Está sentada en la oficina. Pero recibió un buen golpe en el ojo. Probablemente va a tener un ojo morado. —Voy para allá.

Incluso Roble parecía nervioso cuando vio mi rostro. Vapor podría haber estado saliendo de mis oídos con lo caliente que estaba mi

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temperamento. Caminé directamente a la oficina, ignorando a cualquiera que intentara hablar conmigo. Gia saltó de la silla cuando abrí la puerta. Algo cayó al suelo cuando su mano voló hacia su pecho. —¡Casi me matas del susto, Rush! Me acerqué y le levanté la barbilla. Su ojo izquierdo estaba hinchado y ya comenzaba a ponerse púrpura por debajo. —¿Qué mierda pasó? ¿Estás herida en otro lado? Negó. —No. Estoy bien. Solo mi ojo. No es gran cosa. Roble me hizo sentarme aquí y ponerle hielo. Pero estoy bien. Puedo volver al trabajo. Al darme cuenta de lo que había caído cuando entré y la sobresalté, me arrodillé y agarré la bolsa de hielo. —¿Estás segura que nada más te duele? —Segura. —¿Cómo diablos sucedió esto? A pesar que había visto por mí mismo que estaba bien, mi corazón todavía latía a un ritmo asesino. El sonido de la sangre corriendo en mis tímpanos hacía difícil escuchar. —Estaba arriba… —comenzó a decir Gia. —No tú —la interrumpí y me volví hacia la puerta abierta—. ¡Roble! —grité. Debe haber estado parado cerca de la puerta esperando. —Sí, jefe. Cerré los ojos y respiré profundamente, tratando de mantener la calma. Pero la única imagen que vi cuando los cerré fue un puñetazo acercándose al dulce rostro de Gia. Alguien iba a pagar por esto. Y en este momento, era el hombre que empleaba para asegurarme que este tipo de basura no sucediera en mi bar. —¿Cómo diablos sucedió esto? —bramé. El hombre gigante me echó un vistazo al rostro y dio un paso atrás. Un movimiento inteligente. —No vi cuando pasó. Estaba abajo, y sucedió en la azotea, cerca del bar. Dos tipos se pusieron a pelear porque uno le compró una bebida a la chica del otro. Gia había subido a llevar una botella de Patrón porque se estaban quedando cortos de este. Trató de romper la pelea, se interpuso entre los dos tipos. No escuché nada después de la primera oración.

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—¿No lo viste suceder? ¿No es para eso que te pago? ¿Para vigilar este lugar? Roble bajó la cabeza. —Lo siento. Es mi culpa. Debería haber estado allí. Gia intervino. —Esto no es su culpa. —Cállate, Gia. Déjame manejar esto. Me concentré en Roble, pero noté de reojo que los ojos de Gia se abrían como platos. Golpeó la bolsa de hielo sobre el escritorio para liberar ambas manos y llevarlas a sus caderas. —¿Callarme? ¿Me acabas de decir que me calle? —Gia… —Gia nada. No puedes simplemente venir aquí y empezar a gritarle a Roble y decirme que me calle. Bajé mi cabeza para que nuestros rostros estuvieran nivelados. Estaba a punto de gritar, recordarle que es mi bar y mis empleados, así que tenía todo el derecho de venir aquí a donde quisiera y decirle a quien fuera lo que se me diera la gana. Pero luego volví a ver su ojo. Un dolor en mi pecho me recordó que necesitaba tranquilizarme. Me volví hacia Roble. —Sal. Cierra la puerta detrás de ti. No necesitó que se lo dijeran dos veces. Una vez que solo estábamos Gia y yo en la pequeña oficina, tomé algunas respiraciones profundas y me concentré en lo que era importante. Ahuecando sus mejillas, le pregunté: —¿Estás segura que estás bien? Su rostro se suavizó junto con su tono. —Estoy bien. De verdad. Suavemente pasé el pulgar a lo largo de la parte inferior de su ojo que había empezado a hincharse. Hizo una mueca. —¿Te caíste? —No. Solo me tambaleé. Intenté agarrar un brazo de uno de los tipos para evitar que golpeara al otro, y un codo me golpeó en el ojo. —Movimiento de novato. —Examiné su ojo más cerca—. Nunca agarras el brazo del hombre en una pelea. —¿Qué debería haber hecho? La miré a los ojos.

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—Tú no deberías haber hecho nada. Roble debería haber puesto al tipo en una llave de estrangulamiento o interponerse entre los dos. —Pero Roble no estaba allí. Negué. Me encargaría de eso más tarde. Pero ahora mismo, necesitaba asegurarme que esto era solo un ojo morado. —¿Ves doble? —No. —Sigue mi dedo. —Moví mi índice hacia adelante y hacia atrás para probar el movimiento de sus ojos. —¿Dolor de cabeza? —No. —¿Sangraste antes de que llegara aquí? ¿Por la nariz o algo así? —No. Dejé escapar un profundo suspiro. —Creo que estarás bien. Tendrás un buen ojo morado por la mañana. Pero el hielo evitará que se hinche. —Tomé el paquete de hielo del escritorio—. Déjatelo puesto. Vamos, te llevaré a casa. Mientras Gia iba a agarrar su bolso, hablé con Roble y descubrí que los dos idiotas que se habían metido en la pelea se habían ido con los ojos negros cortesía de mi seguridad. Eso fue lo menos que pudo hacer. Tan pronto como Gia y yo salimos, encendí un cigarrillo. El humo espeso cubrió el ardor en mi garganta como un ungüento. —Oye. ¡Estás fumando! La miré. —Por supuesto que lo hago. Es tu culpa. —¿Mi culpa? ¿Cómo es mi culpa? —Casi me matas del susto. Hazme un favor. A partir de ahora, si ves una pelea en marcha, camina en la otra dirección. Sonrió de oreja a oreja. —¿Por qué diablos estás sonriendo? —Te importo. Es dulce que te asustaras. Refunfuñé y lancé el cigarrillo a medio fumar al suelo. Cuando bajé la mirada para pisarlo, mis ojos se quedaron en el escote de Gia. Tenía una blusa transparente, y sus pezones sobresalían a través de la tela. Tuve el impulso más fuerte de morderlos, sacar toda mi ira reprimida y mi frustración chupando esas cosas hasta que estuvieran doloridas como el infierno. Mis ojos se levantaron para encontrarse con los de ella. —No soy dulce. Créeme.

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Inesperadamente, Gia se acercó y me abrazó. Sus tetas y esos duros pezones se apretaron contra mi pecho. Se sentía malditamente bien. La sangre aun corriendo por mis oídos, se dirigió hacia el sur. Me besó en la mejilla antes de retroceder. —¿Y eso por qué fue? —Por un montón de cosas. Por ser un tierno debajo ese duro exterior que llevas puesto. Por venir a asegurarte que estaba bien. Porque vas a arreglar mi auto ya que perdiste la apuesta. Y… por parar en 7-Eleven en el camino a casa para poder recoger algunos dulces de la victoria. Negué y me reí entre dientes. —Vamos, Rocky.

Gia se dejó caer en su cama. —¿Te acuestas a mi lado por un rato? —Esa no es una buena idea. Hizo un puchero. —Pero mi ojo realmente duele. Mi labio se curvó. —Eres una mentirosa y estás tratando de apelar a mi simpatía. No me convence lo que me cuentas. Sonrió al ser desafiada. —¿No vas a cobrar lo que estoy pagando? Negué. —No pica lo que estás rascando. —¿No bateas lo que te estoy lanzando? Le entregué el hielo que había traído conmigo. —Vuelve a poner esto por quince minutos. Y, no, no bailo lo que tocas. Su sonrisa era jodidamente adorable. Caminé hacia el feo armario de muñecas y arranqué la original del estante. El lado izquierdo de su cara estaba carbonizado donde había estado su ojo. El mismo lado que el floreciente ojo negro de Gia. La dejé junto a ella en la cama. —Ahora parecen gemelas. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. También había hecho lo mismo de camino a la casa de Gia. No fue hasta esta segunda vez que me di cuenta que probablemente era Everly. Fui yo quien la llamó y luego la dejé plantada.

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Gia apuntó sus ojos al bolsillo de mi pantalón. —¿No vas a responder eso? —No. No ahora. Me evaluó por un minuto, y luego inclinó su cabeza. —¿Es una mujer? —No miré, entonces ¿cómo podría saberlo? Entrecerró los ojos. —Es una mujer, ¿no? ¿Una llamada tardía para un polvo rápido? Miré hacia abajo a mis pies. —Tenía planes para esta noche, sí. —Oh. Ya veo… —El dolor en su voz me mató—. Entonces probablemente deberías ir. No quisiera alejarte de un buen momento. Mi cabeza, la que estaba unida a mis hombros, gritaba, capta la indirecta… ¡corre! Pero por alguna razón que solo Dios sabe, lo que me encontré diciendo fue todo lo contrario. —Muévete. Su rostro se iluminó y arrojó la fea muñeca al suelo cuando se inclinó y se puso de lado. Mis cejas se levantaron. —¿Esa es la manera de tratar a tu preciada muñeca? Dio unas palmaditas en la cama junto a ella. —No es que pueda hacer que se vea peor. Sabiendo que era una mala idea, pero haciéndolo de todos modos, me acosté en la cama junto a ella. Miré hacia el techo, tenso. Gia parecía mucho más cómoda que yo. Se acercó y apoyó su cabeza sobre mi pecho. —Puedo escuchar los latidos de tu corazón. Parece que va tan rápido. Eso es porque así es. Me sentía como el lobo feroz tirado en la cama de Caperucita Roja, y realmente quería comerla. La miré justo cuando sus grandes ojos me miraban. Que grandes ojos tienes. De la clase que enloquecen a los lobos. Sonrió inocentemente y se acurrucó más cerca. Sus pechos firmes se apretaron contra mi costado. Que grandes tetas tienes. Seguramente atraen a alguien malo.

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Bostezó. —Estoy tan cansada de repente. Sin pensarlo, me incliné y le acaricié el cabello. Se sentía tan natural y correcto. —Tu adrenalina se está agotando. Aumentó cuando te metiste a esa pelea e incluso por un tiempo después. Suspiró. —Sí. Lamento hacer eso. Simplemente lo hice y no pensé. También lo siento por arruinar tus planes de la noche. —Está bien. No eran importantes. Unos minutos más tarde, escuché que su respiración cambiaba, y pensé que se había quedado dormida. Hasta que escuché su voz adormilada. —¿Rush? —¿Sí? —Realmente no siento haber arruinado tus planes de la noche. Sonreí. —Tampoco lamento que se hayan arruinado, Shakespeare. Ahora duerme un poco.

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CAPÍTULO 7

M

e desperté en una cama vacía. Confundida, no estaba del todo segura de haber imaginado toda la noche anterior. Me había quedado dormida usando el pecho de Rush como almohada, ¿no?

Levanté mi cabeza, palpitaba mientras me dirigía al baño. Después de orinar rápidamente, me lavé las manos y cometí el error de mirarme en el espejo. Hice una mueca al ver mi reflejo. Mi ojo había tomado un precioso tono negro violáceo, y el párpado superior se había hinchado tanto que me cubría la mitad del ojo. Toqué un bulto rosado cerca de mi pómulo. —Ay. Mierda. Afortunadamente, no tenía que trabajar hoy, así que decidí volver a la cama. Unos minutos después de haber cerrado los ojos, comencé a dormirme de nuevo cuando escuché un ruido. Al levantar la vista, encontré a Rush al lado de mi cama, rebuscando dentro de una bolsa. —¿Qué estás haciendo? —Lo siento. No quise despertarte tan temprano. Había planeado ir a la tienda antes de irme a casa. Pero los dos nos quedamos dormidos anoche. Me levanté sobre un codo. —¿Qué es todo eso? —Fui a la farmacia para buscar algunos suministros. —¿Suministros? —Para tu moretón. —Levantó una botella de Motrin y una botella de vitamina C antes de colocar ambos en la mesita de noche al lado de mi cama—. Motrin por el dolor de cabeza que probablemente tengas esta mañana. Vitamina C para fortalecer los vasos sanguíneos y acelerar la curación de un ojo morado. —Metiendo la mano en la bolsa sacó un recipiente de plástico de… ¿son esas piñas?—. Las piñas tienen enzimas que reducen la inflamación y aceleran la curación —dijo. —¿De verdad? —Sí. —Sacó el último objeto de la bolsa de plástico. Parecía un pedazo de tela de felpa azul con algo de relleno dentro—. Compresas calientes el día dos y tres. Esto se calienta en el microondas hasta que esté tibio. No caliente.

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—Está bien. —Me reí—. ¿Cómo sabes tanto sobre esto? —Me metí en mi parte de peleas mientras crecía. —Oh. Se inclinó y besó mi frente. —Tengo que irme. Estás libre del trabajo hoy, ¿verdad? —Sí. —Bueno. Descansa un poco. Tengo que ir a la ciudad. —¿Para qué? —Alguna reunión estúpida de la junta para una empresa de la que soy parte. Mi abuelo me dejó una gran cantidad de acciones con derecho a voto. Podría votar en ausencia, o no votar en absoluto, pero molesta a mi querido padre y hermano cuando asisto. Por lo tanto, mi tarea es aparecer en todas y cada una. Me reí. —Me gustaría ver eso. —Tómatelo con calma hoy. —Rush golpeó la punta de mi nariz con su índice y se dio vuelta para irse. Se había quedado toda la noche, pero todavía no quería que se fuera. —¡Espera! —Tiré las mantas hacia atrás—. Tu junta directiva es en Manhattan, ¿verdad? —Sí. —¿En qué parte? —La oficina de mi padre está en Madison Avenue. —Oh, eso es gracioso. Ahí es donde está mi agente literario. ¿Vas a tomar el tren o a conducir? —Conducir. Es un dolor en el trasero, pero la reunión no es hasta la una, así que esperaré hasta después que pase la hora pico de la mañana. —¿Puedo ir contigo? Sus cejas se fruncieron. —¿A la ciudad? ¿Quieres venir a la reunión de la junta? —No. Mi papá trabaja allí. No lo he visto en mucho tiempo, así que sería divertido sorprenderlo y llevarlo a almorzar. Rush se encogió de hombros. —Por supuesto. Siempre y cuando no toques mi radio o te quejes sobre mi forma de fumar. Salté de la cama, olvidándome por completo de mi dolor de cabeza y mi dolor de ojo.

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—¿A qué hora debería estar lista? —Diez. Voy a hacer algunos recados antes de ir a casa y ducharme. Pasaré y te recogeré antes de saltar a la carretera. —¡Bueno!

—¿Trajiste algo para cambiarte? —Miré por encima de mi hombro hacia el asiento trasero del auto de Rush. No había una bolsa de ropa ni ningún traje colgando. —¿No te gusta lo que llevo? Si fuera sincera, me encantaba lo que tenía. Vaqueros rasgados, botas negras de estilo militar, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero. Era como si James Dean volviera a la vida, solo que más sexy y tatuado. —Me gusta el estilo. Pero no es exactamente apropiado para una reunión de la junta, ¿verdad? Una sonrisa traviesa se extendió por el rostro de Rush. —No. De ningún modo. —¿Te dirá tu padre algo? ¿Hará una escena por la forma en que estás vestido? —Lo respetaría más si lo hiciera. Solo me ha juzgado por quien cree que soy. Nunca se molestó en conocerme. —Bueno, entonces, se lo pierde. Porque, por mi parte, sé que debajo de ese exterior rebelde hay un hombre que no deja que su nueva empleada camine a su casa, incluso si arruinó la mitad de las bebidas que había hecho para sus clientes y lo enojó. —Gracias. Pero creo que ves lo mejor en las personas. Y debido a eso, a veces te pierdes parte de la ecuación. —¿De qué estás hablando? —Crees que te llevé a casa porque soy una buena persona. No estoy tan seguro que ese sea el caso. Si soy sincero, creo que tu apariencia probablemente tuvo algo que ver con que fuera un tipo decente y te ofreciera un aventón. —No lo creo por un minuto. Creo que le ofrecerías a cualquier empleado un aventón. Simplemente no quieres que la gente sepa eso sobre ti. Además, apenas te diste cuenta de cómo me veía la noche que nos conocimos y me llevaste a casa. Rush encendió un cigarrillo y aspiró una larga bocanada de humo. Soplando por la ventana, se volvió hacia mí.

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—Camiseta blanca con cuello en V con cordones, sujetador negro debajo. Jeans vaqueros con una rasgadura en una rodilla. La izquierda, para ser específico. Cabello suelto y ondulado. Gafas. Mi boca se abrió. Él acababa de describir perfectamente lo que usé la noche que nos conocimos, hasta el sujetador que ni siquiera me di cuenta era visible debajo de mi camisa. Rush me miró y captó la sorpresa en mi rostro. —Por cierto, los lentes eran sexys como la mierda. Deberías ponértelos con más frecuencia. Me reí. —Creo que tienes muy buena memoria y tus motivos fueron más altruistas de lo que quieres que crea. Dio una la calada a su cigarrillo. —Como quieras. Pero te estoy mostrando un lobo y, sin embargo, todavía quieres verme como la oveja. El celular de Rush sonó. Echando un vistazo al nombre parpadeante, dijo que era un distribuidor de licor que había estado tratando de contactar y que tenía que atenderlo. Por supuesto, rompió las reglas de tránsito y habló sosteniendo el teléfono junto a su oreja en lugar de usar el manos libres. Miré por la ventana mientras discutía con alguien acerca de cuántas cajas de vodka se entregaron. Acabábamos de salir a la autopista de Long Island y teníamos otras dos horas de tiempo de viaje frente a nosotros. Cuando le pregunté a Rush esta mañana si podía irme con él a la ciudad, era sobre todo una estratagema para pasar más tiempo con él. Pero ahora que estaba cada vez más cerca de sorprender a mi padre para almorzar, estaba realmente emocionada. Habían pasado al menos dos meses desde que lo había visto. Hablamos por teléfono cada pocos días, pero normalmente no pasábamos tanto sin pasar tiempo juntos. Cuando Rush colgó, todavía estaba pensando en mi padre. Dije: —Cuando era niño, mi papá y yo solíamos hacer un viaje por carretera cada verano. Arrojó su celular a la consola. —Oh, ¿sí? ¿A dónde iban? Me encogí de hombros. —A ningún lado lujoso. No teníamos mucho dinero, pero papá siempre se aseguraba que tuviéramos unas vacaciones. A veces era a Pensilvania, a veces a Maine. Algunas veces incluso fuimos a Florida. Solíamos jugar todo el viaje. Ni siquiera estoy segura si eran juegos reales, o si papá los inventaba.

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—¿Qué? Como el juego de matrículas donde tienes que encontrar todos los estados. —No. Siempre fueron juegos en los que teníamos que inventar historias y demás. Mi favorito era, afortunadamente, por desgracia. Rush me miró y volvió a la carretera. —Nunca lo oí. —Una persona diría algo afortunado que comience con Afortunadamente y luego la siguiente persona tenía que inventar algo desafortunado sobre la situación anterior. Si tartamudeas con la historia desafortunada que dé continuación a la historia afortunada, tenías un strike. Tres strikes y la otra persona gana. —No lo entiendo. —Así… —Me toqué el labio con el dedo y miré por la ventana mientras conducíamos hasta que pensé en algo—. Afortunadamente, Rush iba a la ciudad hoy, y pude conseguir un aventón. Ahora tienes que inventar la siguiente parte, relacionada con la mía, y tu oración tiene que comenzar con por desgracia. Adelante. Inténtalo. Diré el mío otra vez. Afortunadamente, Rush iba a la ciudad hoy, y pude conseguir un aventón. Rush sonrió mientras continuaba mirando al camino. —Por desgracia, Gia recordó este estúpido juego de mierda y arruinó el viaje a la ciudad. —¡Eso es! Así es como va. Excepto que eres un idiota. Rush se rió entre dientes. —Empezaré de nuevo ahora que ya lo entendiste. —Sonreí—. Afortunadamente, Rush se perdió su cita anoche, lo que significa que se salvó de un caso horrible de clamidia. Negó. —Por desgracia, ahora tenía las bolas azules y necesitará tomar prestada la bolsa de hielo que utilizó Gia después de su pelea en el bar anoche. Continué. —Afortunadamente, Rush tiene una mano derecha fuerte y puede encargarse de ese problema, más fácil que aliviar una ETS. —Por desgracia, la polla de Rush sabe la diferencia entre masturbarse y estar dentro de una mujer. Me reí. —¡Eres muy bueno en esto! De una manera retorcida. —Ah, ¿sí? Solo espera. En el camino a casa comenzaré todas las historias. Y no tengo nada mejor que hacer que sentarme en mi junta

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directiva todo el día y pensar en una mierda distorsionada para que tengas que responder más tarde. ¿Por qué estaba esperando esto? Mientras seguíamos conduciendo, me di cuenta que había pasado todo este tiempo con Rush y ni siquiera sabía su apellido. Me volví hacia él. —Oye… nunca pregunté, ¿cuál es tu apellido? Su mandíbula se tensó. —Esa es una especie de pregunta muy al azar… —Sí, bueno, me di cuenta que es un poco raro que no lo sepa. Dejó escapar un fuerte suspiro. —No necesitas saber mi apellido. —Dormiste en mi cama anoche. Creo que lo mínimo que podrías hacer es decirme tu apellido. Además, no es que no pueda simplemente preguntarle a alguien en el trabajo cuál es. —En realidad, el único que lo sabe es Roble. Y se le han dado instrucciones estrictas de no dárselo a nadie, eso te incluye a ti, Gia Mirabelli. —Oh Dios mío. Eso es tan misterioso. —Me reí—. ¿Por qué? —Porque la gente no necesita meterse en mis jodidos asuntos. —¡Es tu apellido! Eso no es información privada. —Lo es para mí. Me incliné un poco. Mi voz era baja y sexy. —Vamos. Dime. —No —espetó. —¿Por qué? Silencio. Más silencio. Ni siquiera estaba respondiéndome más. Me estaba dando cada vez más curiosidad. Ideé un plan que esperaba que funcionara. Cuando comencé a saludar con la mano al conductor de un gran camión junto a nosotros, gritó: —¿Qué diablos estás haciendo? —Si no me dices tu nombre, voy a mostrarle las tetas a ese conductor. El conductor tocó la bocina y sonrió. Realmente no iba a seguir adelante con eso, pero Rush no tenía forma de saberlo.

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Su Mustang se desvió un poco. —No harías eso… Mis ojos se agrandaron. —Oh ¿sí? Mírame. Una vena en su cuello explotó cuando comencé a levantar mi camisa. O me iba a decir su apellido o iba a chocar el automóvil. Justo cuando la tela estaba casi en su totalidad alzada, Rush lo soltó. —¡Mi nombre es Heathcliff Rushmore! —Exhaló un suspiro y refunfuñó—. Joder. ¿Heathcliff Rushmore? ¿Heathcliff? ¿Rushmore? Cubrí mi boca. —Oh mi… eso es interesante. Parecía tan enojado consigo mismo. —¿Estás feliz ahora? Sonreí. —Sí, en realidad, lo estoy. —Me repetí a mí misma—. Heathcliff Rushmore… Heath… Heath Rushmore… hmm. —Me pusieron el nombre de mi abuelo. Chasqueé mi dedo. —Entonces, es por eso que usas Rush… Fingió sorpresa. —Vaya… eres realmente inteligente. —Cállate. —Me reí y dije—: Gracias por decírmelo. Me enseñó una sonrisa vacilante. —No me diste mucha opción, mocosa.

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CAPÍTULO 8

—H

eathcliff. Es bueno verte, hijo. —Mi padre me dio una palmadita en la espalda, interrumpiendo la conversación que estaba teniendo con Gerald Horvath, el abogado de mi abuelo y siempre el único rostro amistoso en la habitación hacia mí. —Edward. —Asentí. Mi padre y mi hermano odiaban mi existencia, pero las apariencias eran importantes para ellos. El desdén se escondía bajo una sonrisa enmascarada cuando había alguien cerca. Especialmente cuando cualquiera tenía poder de voto, como Gerald. El abogado del abuelo acababa de darme los detalles sucios del propósito de la reunión de hoy. Los Vanderhaus eran dueños de inmuebles comerciales en todo Manhattan, y la votación de hoy consistía en aprobar una gran venta de propiedades sin revelar ciertas cosas al comprador. La junta estaba en desacuerdo. Mi hermano, Elliott y mi padre tenían el cuarenta y nueve por ciento del poder de voto de la compañía y siempre eran un frente unido. Tenía el veinticinco por ciento, algo que estoy seguro el abuelo había decidido estratégicamente. Individualmente, mi hermano y mi padre tenían cada uno veinticuatro y medio por ciento, por lo que mi voto sobrepasaba el de ellos. Pero unidos, podrían abrirse paso a través de muchos votos, ya que solo necesitaban ganar un uno por ciento para tener una mayoría. Aparentemente, la votación de hoy era David vs. Goliat, y aún no habían podido asegurar el compromiso de nadie para votar con ellos. —A tu hermano y a mí nos encantaría ponernos al día, si pudiera alejarte de Gerald por unos minutos. Gerald sabía que no nos llevábamos muy bien, pero se retiró gentilmente como siempre. —Por supuesto. No hay problema. Veo un queso danés llamándome allí antes que empecemos de todos modos. Una vez que Gerald estuvo fuera del alcance del oído, la máscara de mi amoroso padre se deslizó justo cuando Elliott se unió a nosotros. —¿Cuánto costará que votes con nosotros? Mi padre siempre había supuesto que a mi madre y a mí solo nos interesaba el dinero. Para él era incomprensible que alguien sin nada pusiera su moral y respeto por sí mismo antes que el dinero rápido. Bebí un poco de agua embotellada.

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—Déjame ver si lo entiendo. Compraste un hogar de ancianos que la comunidad necesitaba mucho. —Señalé a mi hermano—. Supongo que tú fuiste quien negoció la compra prometiéndole al vendedor que tenías toda la intención de mantener abierta la instalación, pero de alguna manera esa promesa no llegó al contrato. Luego demoliste el lugar, junto con algunas otras casas que compraste a su alrededor. Todo para hacer espacio para un centro comercial de ocho pisos que pudieras llenar con un montón de lujosas tiendas de cadena. Mi hermano me miró de arriba abajo. Debió haberse chupado un limón que dejó su rostro así antes que se acercara a nuestra encantadora conversación. —Te diré qué… —dijo—… cambias tu voto a nuestro favor, y me aseguraré de alquilar espacio a una cadena de trajes decente, de precio moderado, y vemos que obtengas un veinticinco por ciento de descuento. Sonreí y continué, sin molestarme en intercambiar indirectas personales con mi arrogante medio hermano. —No había terminado con mi historia. Luego descubres que el suelo debajo del edificio que acabas de derribar está contaminado con plomo y una lista completa de otras toxinas. Que te costará más de un millón de dólares limpiarlo, sin mencionar retrasos en la construcción y lidiar con el DEP. Ahora que el centro comercial está fuera de discusión, deseas vender la propiedad a otra compañía de residencias para ancianos que esté interesada en construir una nueva instalación en el sitio, y no tienes planes de revelarle al comprador lo que encontraste. —No seas ingenuo —regañó mi padre—. Este es el mundo de los negocios en el que estamos. No es un salón de tatuajes donde decides no marcar la piel del culo de una chica borracha porque no está en el estado de ánimo adecuado para tener esa rosa que siempre quiso tatuarse en su nalga izquierda. Es caveat emptor4, a cargo del comprador; no tenemos la obligación legal de advertir a un comprador. —No hay obligación legal. ¿Qué hay de la ética? —Estás siendo ridículo. ¿Sabes cuánto dinero perderemos todos si nos vemos obligados a conservar esta tierra y llevar a cabo esta limpieza? —Fue un error de la empresa comprar la tierra sin probar el suelo. Es la compañía la que debe pagar por ello. Por lo que escuché, el hogar de ancianos que les vendió la propiedad hizo un estudio ambiental antes de construir el lugar hace sesenta años. No tendrían manera de saber qué se filtró en el suelo de las estaciones de gasolina circundantes en los últimos años. Y si hubieras mantenido la propiedad como un hogar de ancianos, como le dijiste a la comunidad que tenías planeado, tampoco habría aparecido el horrible problema. 4

Frase en latín, significa “cuidado por parte del comprador”.

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Mi hermano se abrochó la chaqueta y miró a nuestro padre. —Te dije que era una pérdida de tiempo tratar de hacerle entender el negocio. Puedes sacar al chico tatuado del barrio, pero nunca le quitarás el barrio al chico. —Se volvió hacia mí—. Con este tipo de pérdida, y la forma en que estoy seguro diriges los otros negocios que el abuelo te dejó en el suelo, volverás a tatuar criminales en muy poco tiempo. Le guiñé un ojo a mi hermano. —No a los borrachos. Recuerda, soy el hermano honrado que cree en no tatuar rosas en sus culos. Afortunadamente para mí, el secretario convocó la reunión de la junta directiva. Durante las siguientes dos horas, todos nos sentamos a escuchar a mi padre y hermano decir tonterías a todo el mundo. Tenía que concedérselos. Plantearon una historia tan buena que, por un minuto, casi creí que votar con ellos para respaldar la venta sin revelar la contaminación de la propiedad era lo mejor para la comunidad. Salimos por un descanso antes de la votación formal, y salí a fumar un cigarrillo. Curiosamente, era más fácil respirar con un humo espeso y lleno de nicotina llenando mis pulmones, que en dentro de esa lujosa sala de juntas. En el camino de regreso a la reunión, encontré a mi hermano en una sala tranquila con una mujer. Casi no me di cuenta que era él, ya que su rostro entero estaba enterrado en el cuello de la mujer, una mujer que no era su esposa. Que pedazo de mierda. Entró en la reunión en el último minuto charlando con un miembro de la junta y luciendo su habitual sonrisa presumida. Había visto la integrante de la junta varias veces. Recordé que era la heredera de una fortuna que su marido había dejado y tenía un acento británico: Maribel algo era su nombre. Ambos tomaron sus asientos, diagonalmente uno frente al otro, y la reunión se reanudó. Como no había visto bien a la mujer desde el pasillo, realmente esperaba que no fuera ella, y que él no se estuviera follando a una integrante de la junta. —Bien, terminemos con esto —dijo mi padre—. Esto es un voto público. El secretario aquí tiene el poder de votación de todos en su computadora portátil, por lo que todo lo que tenemos que hacer es escuchar un sí o un no sobre la venta. Él contará los resultados cuando hayamos terminado. El secretario procedió a llamar por los nombres y la gente votó. —No. —No. —No. —No.

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Después que el cuarto miembro votó no, miré a mi hermano. No se veía en absoluto preocupado. Cuando fue mi turno, mi padre me lanzó una mirada de disgusto por votar a conciencia. Cada miembro votó no, hasta que obtuvimos el voto restante, además de mi padre y mi hermano, la mujer que entró con mi hermano. Ella lo miró antes de emitir su voto. Mierda. Sus ojos se cerraron y, al mirarla de cerca, sus labios hinchados confirmaron que era la mujer del pasillo. —¿Maribel Stewart? ¿Tu voto? —Sí. Mierda. Todo lo que necesitaban era una persona para votar con ellos. Me quedé en mi asiento hasta que todos menos mi hermano y mi padre salieron de la habitación. El rostro de mi hermano era tan mojigato, tuve el impulso de reorganizarlo por él. —No sé cómo duermes por la noche —le dije. —Tengo una cama de diez mil dólares para un rey. —Sonrió Elliot. Me paré. —Prefiero dormir en el piso y tener la conciencia tranquila. Se arregló la corbata y me miró. —Perfecto, el piso es donde perteneces.

Todo listo después del encuentro con mi familia disfuncional, le envié un mensaje de texto a Gia para ver dónde estaba. Rush: ¿Dónde estás? Respondió unos segundos después. Gia: en el Stardust Diner de Ellen en Broadway. Almorzando. Tienen la mejor tostada francesa. Rush: Voy para allá.

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Como había estacionado mi automóvil en un garaje por el día, me subí a un taxi para ir al restaurante. La reunión con mi padre y Elliot aún corría por mi mente, y necesitaba tranquilizarme. Necesitaba ver a Gia. Sabía que me haría sentir mejor, aunque era frustrante admitir eso para mí. Teniendo que contener el impulso de fumar en el taxi, bajé la ventana y dejé que el aire fresco golpeara mi rostro. Pensé en Gia engatusándome para que le dijera mi apellido. Esa pequeña bruja conocía mi debilidad. Sabía que mis celos no conocían límites, y sabía exactamente cómo manipular eso. Ese era un talento peligroso. Pero maldita sea, funcionó. No pude evitar reírme solo. Me atrapó. Bien jugado, Gia. Bien jugado. El taxista me estaba mirando por el espejo retrovisor. —¿Algo gracioso? —preguntó con acento jamaiquino. Atrapado. —No. Solo pienso en una mujer que me vuelve un poco loco. Asintiendo en comprensión, dijo: —Sí, hombre. ¿No lo hacen todas? Me dejó, y entré en el restaurante, que tenía un estilo retro con mesas rojas de vinilo y luces de neón. Una de las meseras, vestida con una falda acampada de los años cincuenta, estaba parada en la parte superior de una de las mesas cantando. Probablemente era una aspirante a actriz de Broadway. No me sorprendió ni un poco que Gia hubiera elegido este lugar. Era excéntrico, como ella. Lo que me sorprendió fue encontrarla sentada frente a un oficial de policía de Nueva York. Antes que pudiera llegar a la conclusión que se estaba metiendo en problemas por hacer algo estúpido, noté que parecía estar sonriendo y riendo. ¿Un policía? ¿Qué demonios? Mis puños se tensaron. Una descarga de adrenalina me golpeó hasta que me acerqué y me di cuenta quién era solo por el parecido. Ella había dicho que estaba planeando ver a su padre. Mierda. Su padre. Ahora me sentía como un idiota. Con todo lo que sucedió en Vanderhaus, me distraje y me olvidé por completo que se vería con él.

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Definitivamente no habría venido si hubiera recordado que estaba con su padre. Era demasiado tarde para dar marcha atrás. Ella me vio. Igual que él. ¡Podrías haberme dicho, Gia! Ella sonreía de oreja a oreja y me indicó que me acercara a su mesa. Gia parecía completamente cómoda con esta situación, que era lo contrario de cómo me sentía ahora. —¡Hola! —dijo. Colocando mis manos en los bolsillos de mis jeans, asentí una vez. —Hola. —Este debe ser Rush —dijo su padre. ¿Le había contado sobre mí? —Sí papá. Este es Rush. —Se volvió hacia mí—. Rush, este es mi padre, Tony Mirabelli. Parecía que su padre estaba en buena forma para alguien a quien había puesto a principios de los cincuenta. Ambos tenían los mismos ojos azules que contrastaban su cabello oscuro y su piel aceitunada. Saqué una mano de mi bolsillo y la extendí. —Un placer conocerlo, señor. Su apretón de manos fue firme mientras sus ojos se posaban en los tatuajes en mi brazo. Movió su cabeza hacia la mesa. —Siéntate. Únete a nosotros. Miré a Gia. —Estoy pensando que tal vez debería volver cuando hayas terminado con tu papá. No quiero interrumpir. Tengo algunos recados que podría hacer. Tony respondió por ella. —Tonterías. Toma asiento. —Su tono no era exactamente casual. Era más exigente, como toma asiento, hijo de puta. Ya no sentía que pudiera salir de esta situación, así que cedí y me planté junto a Gia. Había un enorme plato de tostadas francesas a medio comer delante de ella. El plato de su padre estaba limpio. Vino una mesera y colocó un menú frente a mí. —¿Puedo traerte algo? No había comido en todo el día, pero no tenía ganas de ponerme demasiado cómodo aquí, así que dije: —Solo café. Negro.

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Mis ojos se posaron en los suyos. Tony me estaba mirando fijamente. Por alguna razón, el tema de Los Sopranos comenzó a sonar en mi cabeza. Probablemente el nombre Tony lo activó. La secuencia de apertura en la que Tony Soprano está conduciendo por el puente hacia Jersey pasó por mi mente. Era exactamente donde quería estar: Conduciendo por un puente hasta Jersey y no mirar a este hombre a la cara en este momento. No había muchas cosas que me pusieran nervioso. Pero sentarse frente a un hombre que te mira como si supiera que quieres abrir las piernas de su hija y comértela, es definitivamente una de ellas. Especialmente, cuando el tipo está cargando una pistola. Cruzó las manos e inclinó la cabeza hacia un lado. Su expresión de repente se volvió seria. De hecho, parecía enojado. —Mi hija me dice que le pegaste un puñetazo en el ojo. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Un largo momento de silencio pasó mientras me quedaba allí sin palabras. ¿Ella qué? ¿Qué jodida mierda? Entonces… Gia resopló. Tony la miró, y ambos estallaron en carcajadas. ¿Están haciéndome una broma? —Solo estoy bromeando, hijo. —Se secó los ojos—. Era una broma. Ambos eran imbéciles. Mi pulso finalmente se calmó. No puedo creer que caí con eso. —Él sabe la verdad sobre lo que sucedió —dijo ella. Lo miré sin expresión a la cara. —Si hubiera estado allí para vigilar las cosas, no habría tenido ese ojo morado. Lamento que se haya lastimado. Él simplemente asintió. —Estábamos hablando de ti antes que entraras —dijo Gia. —Debe haber sido la razón por la que mis oídos estaban ardiendo. Tony se volvió hacia mí. —Escuché que le diste un trabajo a Gia y que te aseguras que llegue a casa a salvo por la noche. Nunca me encantó la idea que se mudara sola y tan lejos de mí cuando no tengo más remedio que estar aquí para trabajar. Pero ya conoces a Gia. Ella tiene una mente propia, no se puede detener. Por lo tanto, realmente agradezco cualquier ayuda que pueda obtener para cuidarla. Me sentí como un fraude. Mis pensamientos con respecto a Gia estaban lejos de ser “seguros”.

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Sin embargo, me llevé el crédito. —No hay problema. Es un gusto. Se quitó un trozo de comida de su uniforme azul marino. —Eduqué a mi hija para ser inteligente e independiente. Pero no hay mucho que pueda hacer para protegerse. Me preocupo por ella, particularmente porque puede ser exaltada como su papá. Puede estar ocupándose de sus asuntos un minuto y metiéndose en una pelea en un bar el siguiente. —Bueno, definitivamente puedo estar de acuerdo con usted en eso. — Me reí entre dientes—. Gia es definitivamente… animada. Gia me guiñó un ojo. Parecía estar disfrutando de esta interacción, mientras que yo estaba mirando el reloj, preparándome para irme. La camarera puso un vaso de agua y una humeante taza de café frente a mí. Tomé un sorbo del líquido caliente. Tony solo me estaba mirando y luego me tomó por sorpresa cuando dijo: —Entonces… dicho eso… con toda seriedad, ¿cuáles son exactamente tus intenciones cuando se trata de mi hija? Casi escupí mi café. Pasó un largo momento de silencio antes que una vez más se volvieran a mirar y estallaran en carcajadas. Estos dos eran cómplices, un par de bromistas. Tony se rió y señaló: —Me encantó la expresión de tu rostro. —No te preocupes —dijo Gia mientras colocaba su mano en mi antebrazo—. Él sabe que no estás interesado en mí y que eres inofensivo, a pesar de lo peligroso que te veas. —Apoyando su hombro contra el mío, dijo—: ¿Verdad, Rush? ¿No tiene nada de qué preocuparse? —Batió sus pestañas hacia mí. Tragué. —Así es. Para comerte mejor, querida, Dijo el gran lobo malo. Se dirigió a su padre. —Rush dice que, porque es mi jefe, no podemos salir. Tomó un sorbo de agua y luego dijo: —Bueno, eso es inteligente, supongo. Nunca duele mantener las cosas profesionales.

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Miré a Gia. —Estoy completamente de acuerdo. —Aunque, probablemente estés engañándote —dijo Tony—. Veo la forma en que miras a mi hija, y no estoy seguro que me guste, para ser honesto. Mis ojos se entrecerraron. Mierda. Debió sentir la preocupación en mi rostro cuando dijo: —Hombre, eres muy crédulo. Estaba jodiendo conmigo otra vez. Gia y su papá se estaban riendo de mí una vez más. Son como dos gotas de agua. —¿Quieres saber la verdad, hijo? Dejé escapar un largo suspiro. —Por supuesto… —Hice mi mejor esfuerzo para dar ejemplo en lo que respecta a mi hija, mostrarle cómo es un hombre bueno, decente y trabajador. Confío en su juicio. Entonces, si Gia siente que alguien es digno de su tiempo y confianza, entonces eso es suficiente para mí, ya sea un amigo o más. Con quién se asocia… bueno, no es mi decisión hacer más. Asentí una vez. —Bien… —Además, hice una verificación de antecedentes sobre ti hace un momento tan pronto como me habló de ti. Salió limpio. —Sonrió—. Heathcliff Rushmore. Un nombre interesante. Muchas malditas gracias, Gia. Apretando los dientes, dije: —Es un nombre familiar. —Hablando de familia… tu padre es Edward Vanderhaus… Escucharlo mencionar ese nombre hizo que mi piel se erizara. —Estoy muy consciente de eso, sí. Es mi padre biológico, pero no me crió. —Estuve de patrulla una vez para un evento privado en la ciudad que Vanderhaus realizó. Es medio imbécil. Sin ofender. —Para nada. Y créame, soy muy consciente de eso. —Suspiré—. ¿Qué hizo? —No fue tanto lo que hizo… solo la forma en que le habló a la gente, ¿sabes? Solo es una observación.

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—Síp. Sé exactamente a que se refiere. —Gia me estaba contando todo sobre tu herencia. No tienes que entrar en eso. Una historia muy interesante, por decir lo menos. Me volví hacia ella. —¿Has hablado de algo más que de mí, Gia? Se encogió de hombros. —Lo siento. Pero le cuento todo a mi papá. —Me doy cuenta. —Ofrecí una leve sonrisa para que en realidad no pensara que estaba enojado con ella. No podría haber importado menos lo que su padre sabía. No tenía nada que ocultar. La mesera vino a rellenar mi café y también el de Tony. Se tragó un poco y luego dijo: —Parece que has hecho lo mejor que has podido con todo lo que te han dado, hijo, lo bueno y lo malo. —En el fondo, todavía soy un tipo de cuello azul de Long Island. Vi lo duro que luchó mi madre. Nunca esperé que me fueran entregadas las cosas. Todavía trabajo duro y no doy nada por hecho. —Bueno, este pobre chico de Queens encuentra eso admirable. Gia interrumpió. —Él también está arreglando mi auto, papá. —¿Sabes de autos? —Sí. Solía trabajar en un taller de reparación de automóviles. Tony parecía impresionado. —En serio… —También solía ser un artista del tatuaje —dijo Gia—. Le pedí si podía tatuarme, pero se niega. —Parece que sabe que puedes ser un poco impulsiva. Bien hecho, Rush. Casi deseé que el padre de Gia fuera más un idiota. Me daría otra buena razón para mantenerme alejado de ella. La había criado solo y parecía haber hecho un gran trabajo. Odiaba decirlo, pero Tony era jodidamente genial, el tipo de hombre que deseaba tener como padre. Miró hacia su reloj. —Bueno, por mucho que me gustaría quedarme contigo, cariño, el trabajo me llama. Tengo que volver al recinto. Gia hizo un puchero.

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—Está bien, papá. Me alegra que nos hayamos visto. —Se levantó y le dio un abrazo. Él extendió su mano. —Rush… fue un placer. No te metas en problemas. —Me miró y, por alguna razón, pareció serio. No te metas en problemas. Traducción: No te metas con Gia.

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CAPÍTULO 9

R

ush me había preguntado si tenía prisa por regresar a los Hamptons. Como era mi noche libre, le dije que no había ninguna razón por la que tuviera que regresar en un tiempo determinado.

Después que nos fuimos de Ellen, dijo que quería algo de comer, lo cual era extraño porque habíamos pasado la última hora en un restaurante. Aparentemente, no era que no hubiera querido comer en el restaurante, sino que tenía el corazón puesto en los perritos calientes de Gray's Papaya. Salimos de Gray's con una bolsa llena de salchichas. Rush caminó y comió al mismo tiempo. —Cada vez que vengo a la ciudad, solo tengo que comer uno —dijo, mordiendo el perrito caliente, que estaba cargado de chile y queso. —¿Uno? ¡Has pedido diez! —No son todos para mí —dijo Rush con la boca llena. —¿Para quién son? —Algunos amigos. Los conocerás en un momento. Hmm. ¿Iba a conocer a sus amigos? Levantó su perrito caliente. —¿Quieres probar? —Estoy llena, gracias. El sol descendía sobre la ciudad. Era una noche maravillosa. Unos quince minutos más tarde, nos detuvimos en un callejón, e inmediatamente descubrí quiénes eran sus amigos. Rush había llevado la bolsa de perritos calientes a unos pocos hombres sin hogar que estaban reunidos en el callejón con sus pertenencias metidas en bolsas negras de basura. —Hola, chicos. Uno de ellos pareció reconocerlo. —Hola, Rush, hombre. ¿Qué tal? —¿Cómo van? —preguntó Rush, entregándole toda la bolsa. —Nada… ya sabes… lo de siempre. —Pensé que tendrían hambre.

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—Muertos del hambre. Gracias —dijo el hombre—. ¿Quién es tu linda amiga? —Esta es Gia. Saludé. —Hola. Rush luego buscó en su billetera y le dio al chico un billete de cien dólares. —Prométeme, no lo gastarás en alcohol. —Claro. Lo prometo. Rush se llevó los dos dedos a los ojos y luego al hombre. —Te estoy vigilando, Tommy. Cuídate, ¿sí? Mientras nos alejábamos, susurré: —Eso fue muy amable de tu parte. Esperó hasta que ya no estuvimos al alcance del oído de los hombres para decir: —Hace mucho tiempo, decidí que una buena forma de eliminar la negatividad que siento hacia la codicia de mi familia es contrarrestarla con algo caritativo. Me digo a mí mismo cada vez que vengo a la ciudad para una reunión de negocios obligatoria, que ayudaré a alguien de alguna manera antes de irme. Me hace sentir bien. —Eso es realmente encomiable. —Nah. Tengo los medios. Ni siquiera siento una mella. Solo sería encomiable si fuera un sacrificio. No es como si le diera a alguien todo lo que poseo. —No estoy de acuerdo. Lo que cuenta es la intención, no importa cuánto dinero tengas. Eres un buen tipo, Rush. Y le darías a alguien todo si lo necesitaran. Solo te conozco desde hace un tiempo, pero no tengo dudas al respecto. Sus orejas parecieron ponerse rojas. Estaba aprendiendo que Rush no se sentía cómodo recibiendo cumplidos. Se detuvo por un momento. —¿A dónde quieres ir antes que volvamos? Comenzando a sentirme cansada, dije: —Creo que me gustaría ir a casa. Tengo que escribir esta noche. Empezamos a caminar de nuevo cuando preguntó: —¿Cómo va todo? ¿El libro? Suspiré.

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—En realidad no hay nada... viniendo. Su boca se crispó y pareció tenso. —¿Qué pasa? —pregunté. —Dijiste viniendo. Perdí mi hilo de pensamiento por un segundo. —Olvidé que tenía que tener cuidado con mis palabras a tu alrededor. —Le guiñé un ojo. —En serio, sin embargo —dijo—. ¿Por qué crees que te cuesta tanto enfocarte? —Simplemente no puedo dejar de dudar de mí misma. Pienso cada palabra y borro lo que escribí la mitad del tiempo. Es horrible. Rush se rascó la barbilla. —¿Por qué no tratas de escribir como si nadie fuera a leerlo? Solo manda todo al diablo… y deja de pensar demasiado. Apuesto a que si lees de nuevo lo que escribiste después, descubrirás que ni siquiera es tan malo. Tener algo escrito en papel es mejor que nada en absoluto. Medité su consejo. —Entonces, pretender que nadie lo verá nunca… —Sí. Si te encuentras deteniéndote demasiado a pensar… solo sigue… sigue adelante. Preocúpate más tarde. Escribe lo primero que se le ocurra y confía en tu instinto. Probablemente seas mucho peor juzgándote a ti misma que los demás. —Me empujó con el hombro—. De todos modos, ¿a quién le importa lo que piense la gente? Escribe lo que te guste… Apuesto a que resultará que eso es lo que les gustará a los demás también. Asintiendo, consideré su consejo. —Trataré de adoptar ese enfoque. —Sus palabras se repitieron en mi mente y me impulsó a decir—: Pero eso es bastante irónico viniendo de ti, ¿no crees? —¿Qué parte es irónica? —“¿A quién le importa lo que piense la gente?”. ¿Esto viene del tipo que se rehúsa a salir con una empleada por temor a lo que pensarán todos? Aminoró el paso, luciendo un poco enojado conmigo por mencionar esto. —No se trata de lo que la gente piensa, sino del principio del asunto. Como propietario de un negocio, no sales con una persona que empleas. No es ético. También es una buena opción para una demanda y ese es un dolor de cabeza que seguro que no necesito. —¿Pero está bien que duermas en mi cama? Ese comentario pareció enojarlo aún más. —No, eso no está bien. Eso fue un error.

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La pregunta que había estado en la punta de mi lengua se deslizó de alguna manera contra mi mejor juicio. —¿Qué pasa si tengo otro trabajo? ¿Eso cambiaría las cosas? Parecía estar luchando con la forma de responder a eso. Me preparé porque sabía que la respuesta a esa pregunta era un cambio de juego. Demostraría sus verdaderos sentimientos de una vez por todas. Rush buscó en su bolsillo un cigarrillo antes de encenderlo. Parecía que estaba haciendo un esfuerzo consciente por no fumar hasta que lo conduje hasta allí. Sus ojos casi parecían dolidos cuando dijo: —Me gusta pasar el rato contigo. Pero no soy adecuado para ti, Gia. —¿Entonces lo del jefe es solo una excusa? Realmente no es la razón por la que no vas a salir conmigo. —No es el único problema, no. El problema soy yo… no eres tú. Puse los ojos en blanco. —No eres tú. Soy yo. ¡Qué línea tan original! Debería poner eso en mi apestoso libro.

87 Mi pequeño interrogatorio debe haber enojado a Rush más de lo que imaginé, porque estuvo callado el resto del camino hasta el estacionamiento. Una vez que llegamos al automóvil y salimos a la carretera, el tratamiento silencioso continuó mientras procedía a fumar todo el tiempo. Estaba enojada conmigo misma por sacar el tema de nuestra relación. Había dejado claras sus intenciones, y tenía que aceptar eso. Pero todavía estaba el hecho que no estaba segura si creía completamente que no quería nada más conmigo. Estaba claramente atraído por mí y me protegía. ¿Estaba asustado? ¿O simplemente no estaba interesado? No importaba. Tan pronto como sacó el viejo “no eres tú, soy yo”, había terminado. Ya no podía soportar el silencio, así que fui la primera en hablar. —Dijiste que íbamos a jugar afortunadamente, por desgracia en el camino de regreso. —Sí, bueno, no estoy de humor en este momento. Ignorándolo, le dije: —Está bien… voy a comenzar. Afortunadamente, uno de nosotros no permanece enojado por mucho tiempo y sabe cómo romper el hielo. Me miró de reojo y me sorprendió cuando comenzó a jugar.

—Por desgracia, Gia decidió romper el hielo recordándome este estúpido juego. —Negó y arrojó humo por la ventana. —Afortunadamente, Gia no es sensible, de lo contrario, llamar estúpido a su juego la hubiera molestado. —Por desgracia, creo que Gia es sensible y toma ciertas cosas de forma personal cuando realmente no debería. —Afortunadamente, Gia no necesita que se lo digan dos veces, así que ya no tienes que preocuparte porque pregunte sobre el estado de nuestra relación. Encendió otro cigarrillo antes de decir: —Por desgracia, creo que eso es lo mejor. —Afortunadamente, ahora entiendo que, de hecho, somos solo amigos. Su expresión se puso seria. Pasaron unos segundos antes que respondiera. —Por desgracia, tengo que disculparme por mis acciones que te han llevado a creer lo contrario. —Afortunadamente, para ti, te perdono. —Por desgracia, esto significa que ya no puedo dormir en tu cama. Admiré su disculpa, pero eso no me impidió querer molestarlo. —Afortunadamente, ahora que has dejado en claro tus sentimientos, esto me libera para aceptar la cita que he estado posponiendo con Rhys, el cantinero de la azotea.

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CAPÍTULO 10

—L

leva los barriles hasta el bar de la azotea —espeté a la sombra de un hombre pasando por mi oficina. La sala estaba a oscuras, pero sabía exactamente quién era. El imbécil había estado en mi radar desde que Gia dejó caer la bomba en el auto mientras íbamos camino a casa desde la ciudad. —¿Yo? —Rhys dio un paso atrás a la entrada de la oficina. No me molesté en levantar la cabeza del papeleo en el que estaba enterrado. —¿Con quién diablos más estaría hablando? ¿Hay otra persona en las cercanías? —Todavía no levanté la vista. —Mmm. Roble generalmente los lleva arriba. Esas cosas pesan ochenta kilos. Por supuesto, sabía exactamente lo que pesaban, y estaba bastante seguro que las cosas pesaban más que su delgado culo. Levanté la vista, mis ojos inyectados en sangre estaban llenos de desprecio. —¿Estás diciendo que eres incapaz de realizar tu trabajo? —Eh no. No. Yo… los llevaré. —Continuó parado allí, mirando. —¿Estás esperando algo? —mascullé—. Ponte a trabajar. —Mmm. Por supuesto. Claro. Sí, jefe. —A pesar de que dijo eso, cuando me vio levantarme y dirigirme hacia la puerta, el marica se quedó congelado en su lugar. Por un instante, cuando sus ojos se agrandaron, y pensé que podría cagar sus pantalones, casi me sentí mal por él. Casi. Aunque esa noción se desvaneció antes que cerrara la puerta en el rostro del hijo de puta. Durante los últimos tres días, había logrado evitar a Gia. Había estado planeando una renovación de una de las propiedades de alquiler que poseía aquí, y los permisos finalmente llegaron desde la ciudad. Mientras el equipo de demolición que contraté arrancó la cocina y la terraza trasera, pasé la mayoría de los días reuniéndome con subcontratistas para obtener presupuestos para la remodelación. Aunque podía pagar el costo adicional de contratar un GC para hacer ese tipo de mierda, me gustaba administrar mis propios proyectos de construcción. Y Dios sabe, podría usar la jodida distracción de pasar todo el tiempo vigilando a Gia en este lugar. Mi teléfono celular sonó, y la primera sonrisa genuina que tuve en días apareció en mi rostro. Me senté en mi silla mientras respondía. —Bueno, pero si es la cumpleañera. ¿Dormías? Te llamé hace dos horas.

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—En realidad estaba consiguiendo provisiones —dijo mi madre—. El teléfono sonó mientras conducía, y no sé cómo conectarlo con el dispositivo de manos libres. Tendrás que hacer eso por mí este fin de semana. —De acuerdo. —Compré un nuevo conjunto de acrílicos y algunos lienzos adicionales. Espero que el atardecer sea tan hermoso como lo fue el año pasado. —El clima se supone que es bueno. ¿Cuándo saldrás? —Esta tarde, si no te importa. Sé que generalmente salgo el viernes, pero tengo que volver temprano para ayudar en la parrillada de verano que tienen en la iglesia. —Por supuesto. Lo que quieras. Eres bienvenida en cualquier momento. Ya lo sabes. Ven cuando quieras, e intentaré llegar a casa temprano desde el restaurante. Traeré a casa una linda cena de cumpleaños conmigo. —De hecho… estaba pensando en ir al restaurante a la puesta de sol esta noche para pintar, si eso no interrumpe tu tiempo ocupado ni nada. No ocuparé mucho espacio, solo una silla en la esquina del bar de la azotea. Ni siquiera necesito llevar mi caballete. —Trae todo lo que quieras. Cerraré el jodido lugar si tener a otras personas te distrae. —Heathcliff… tu vocabulario. Fui transportado de vuelta a tener diez otra vez. —Lo siento. Intentaré cuidar lo que digo. ¿Pero puedes no usar el Heathcliff en mi lugar de trabajo? Nadie sabe que mi nombre es algo más que solo Rush. Soy como Madonna… solo que con un gran pe… no importa, solo llámame Rush en el trabajo, por favor, mamá. —Muy bien, cariño. Te veré en unas horas.

Eran casi las cinco cuando salí de mi oficina. Odiaba sentarme detrás de un escritorio todo el día, principal razón por la cual tardé toda la tarde en ponerme al día con todos los trámites que había estado evitando. El personal de la cocina había llegado y estaban preparándose para el comienzo de la hora de la cena cuando entré. —Necesito algo que no está en el menú de esta noche, probablemente para las siete en punto. —Claro, Rush. ¿Qué necesitas? —preguntó Fred, el chef. Había sido mi primer empleado cuando asumí el cargo hace cinco años.

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—Salmón Oscar. Justo como solías prepararlo en McCormick y Schmick's. Me apuntó con un par de tenacillas y sonrió. —Lo tienes. Lo que sea que te apetezca. —En realidad no es para mí. Pero lo aprecio. Probablemente pida una hamburguesa para comer más tarde. —¿Cita sexy? —Es el cumpleaños de mi madre. Vendrá dentro de un rato. Fred guiñó un ojo. —Lo haré mejor de lo que lo hacía cuando trabajé en McCormick y Schmick, entonces. Pensé en subir para separar un área pequeña para que mi madre pintara antes que llegara. Los jueves estaba lleno, pero por lo general después de la hora de la cena. Para entonces, la puesta de sol ya se habría ido, y no era una persona trasnochadora de todos modos. Subí las escaleras de dos en dos con una silla acolchada del interior en mi mano, llegué a la azotea y me congelé. Todavía no habíamos abierto, pero mi personal estaba ocupado preparando mesas y abasteciendo el bar al aire libre. Todos se apresuraban a prepararse, a excepción de mi cantinero. Rhys. En lugar de trabajar, tenía los antebrazos apoyados en la barra mientras coqueteaba con una mujer. Y no con cualquier mujer. El imbécil sonriente estaba allí coqueteando con mi chica. La furia bombeó por las venas mientras me quedaba mirando. Rhys dijo algo que no pude oír, y Gia echó la cabeza hacia atrás riéndose. Mierda. Era tan hermosa cuando sonreía. Como si sintiera que la estaba mirando, la cabeza de Gia se volvió y nuestros ojos se encontraron. Enderezó su columna y alzó su barbilla, casi desafiándome a hacer algo sobre lo que acababa de ver. Ni siquiera trabaja esta noche. ¿Qué demonios está haciendo aquí? Me costó toda la fuerza de voluntad que tenía en mí no caminar hacia allá y golpear en el rostro al pequeño imbécil con el que estaba hablando. Pero de alguna manera logré controlarme. Tomando una respiración profunda, la ignoré. En cambio, fui a encargarme de lo mío. Llevé una mesa a la esquina que tenía las mejores vistas de la puesta de sol, puse un letrero de reservado sobre ella y luego puse una silla cómoda para que mi mamá tuviera un lugar donde pintar. Cuando terminé, le grité al cantinero que ahora era el enemigo número uno. —Esto está reservado para esta noche. Si alguien se sienta aquí o toma esa silla, estás despedido.

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No esperé una respuesta. De vuelta a la planta baja, usé mi ira, gritándole a mi personal que movieran sus culos. Me miraron como si fuera una bomba de tiempo, aunque con la cantidad de ira que sentía en mi pecho, no estaba muy seguro que estuvieran equivocados. Necesitando calmarme, caminé hacia la barra, me serví un trago de whisky y lo bebí antes de fumar un cigarrillo. El humo calmó el fuego en mi garganta cuando debería haber avivado la llama. La olí antes de escuchar su voz. Perdido en mi cabeza, ni siquiera había notado que Gia abría o cerraba la puerta detrás de mí. —Oye. Ahí estás. ¿Está todo bien? —Bien —espeté e inhalé de nuevo profundamente hasta que la punta de la brasa de mi cigarrillo adquirió un tono naranja brillante. —No estaba distrayendo a Rhys del trabajo, si eso es lo que te molestaba. Llevé algunas botellas de ron, sabiendo que hay una bebida especial en el menú con ron esta noche. Respondí en un tono más amargo de lo que había pensado. —¿Por qué estás aquí? —Estoy trabajando esta noche. ¿Supongo que Carla no te lo dijo? Cambiamos esta noche por el sábado por la noche, porque ella tenía algo que hacer. Mi rostro estaba en blanco. —No. Ella no me lo dijo. ¿Por qué demonios alguien me diría algo por aquí? Solo soy el dueño del maldito lugar. —Estás de mal humor. ¿Quieres hablar de ello? —No, Gia. No quiero hablar de ello. Solo quiero que todo mi personal haga sus cosas y se mantenga alejado de las mías. ¿Es tan jodidamente difícil de hacer? Parpadeó un par de veces, su rostro parecía como si la hubiera abofeteado físicamente. —No. Eso no es tan difícil de hacer, jefe. Perdóneme si me excedí al importarme una mierda, porque parecía estar molesto. —Se giró para irse y se detuvo al abrir la puerta—. No volverá a suceder.

Mi madre apareció a las seis en punto. Estaba hablando con un DJ que se detuvo para hablar sobre la próxima fiesta del 4 de julio para la que lo había contratado, cuando la vi por el rabillo del ojo. Sonrió al verme, y fue

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la primera vez que sentí que mis hombros se aflojaban lo suficiente como para respirar cómodamente hoy. —Hola, ma. —Le di un gran abrazo. Mi madre era una pequeña cosita. A ella le gustaba burlarse que casi la había matado dando a luz a mi trasero de cuatro kilos. Mi tamaño era lo único que claramente había recibido de mi padre que no odiaba. —Felices cincuenta y dos cumpleaños. Sonrió. —Shhh. Tengo treinta y ocho este año. Honestamente, nadie parpadearía dos veces si ella dijera que tenía treinta y ocho años. Melody Rushmore se mantenía en gran forma con yoga diario y algún tipo de meditación trascendental que siempre intentaban que probara. Mirándola, la gente nunca sabría que tuvo una vida difícil. La menor de cuatro hijos criada en las zonas rurales de Canadá por un padre abusivo y madre alcohólica, se mudó a la ciudad de Nueva York a los dieciocho años. Conoció al imbécil de mi padre a los veintidós y cayó en sus mentiras. Dieciocho meses después, cuando estaba embarazada de dos meses, sus verdaderos colores salieron a la luz cuando le exigió que abortara. Antes de eso, no tenía idea que estaba casado. Definitivamente no sabía que su esposa acababa de dar a luz a un hijo propio seis meses antes. Dado que mi querido padre no iba a aceptar sus responsabilidades sin una prueba de paternidad, mamá tuvo que dejar el trabajo de sus sueños en la galería de arte y encontrar un trabajo que proporcionara un seguro. Había renunciado a mucho por mí, incluso antes que naciera. —¿Tu caballete está en el auto? —Sí. Pero no necesito usarlo. Puedo poner un lienzo en mi regazo. —No seas ridícula. Déjame que te traiga algo de beber, y luego iré a buscar tus cosas al auto. Llevé a mamá al bar, mis ojos se enfocaron en el comedor contiguo, donde un idiota con un traje barato echaba un vistazo al trasero de Gia mientras ella lo llevaba a una mesa. El jodido universo está listo para poner a prueba mi paciencia esta noche. Distraído, le serví a mamá una copa de vino que casi se desbordó. —Dame tus llaves. Vuelvo enseguida. Traje Barato todavía estaba acosando a Gia con sus ojos. En mi camino hacia el auto de mamá, caminé hacia la mesa en la que todavía no había sentado su trasero. —¿Todo bien aquí? —Mi rostro no demostraba que me importara una mierda si lo estaba.

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Gia frunció el ceño. —Bien. ¿Necesitas algo? Observé a Traje Barato. —Solo que tu cliente tome asiento y puedas volver al trabajo. Gia frunció el ceño en su nombre. —Gracias. Si necesitamos ayuda, se lo haremos saber. Me fui corriendo al auto. En la puerta, Roble me lanzó una sonrisa cómplice que decía que acababa de ver la interacción que tuve con mi empleada. Lo apunté con un dedo. —No digas una puta palabra. —Entonces abrí con fuerza la puerta del restaurante. La grava bajo mis pies crujió como si estuviera tan furiosa como yo mientras avanzaba por el estacionamiento para encontrar el auto de mamá. Agarrando sus pinturas, lienzos, caballetes y pinceles, le di un portazo al Kia y me apoyé en el auto con los ojos cerrados. El sonido de pasos aplastando la grava interrumpió mi intento de calmarme. Gia se dirigía directamente hacia mí otra vez y parecía tan enojada como yo. Miré hacia el cielo y gruñí: —No de nuevo. Sus pequeñas manos volaron a sus caderas. —Esto es una mierda. —¿Salirte del restaurante cuando deberías estar trabajando? No podría estar más de acuerdo. Me miró de reojo. —Sabes de qué estoy hablando. Me alejé del auto y di un paso adelante. —No estoy de humor para tu mierda de psicoanálisis, Gia. Vuelve adentro y ponte a trabajar. —Pensé que eras diferente a todos los otros idiotas de Hampton. Pero la verdad es que solo usas diferentes armaduras en el exterior. En el interior eres el mismo bastardo narcisista y egocéntrico que todos ellos. —¿Soy egocéntrico? Porque quiero que hagas tu trabajo y no les muestres las tetas a mi personal y clientes. Si había pensado que estaba enojada antes, su rostro se contorsionó a un nuevo nivel de enojo. Sus labios se torcieron en una mueca, su frente se frunció, y el color en su rostro se volvió de un encantador tono carmesí. En ese momento, se hizo evidente que estaba perdiendo la cabeza, porque aunque me había enfadado y quería arremeter contra el mundo desde que

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vi por primera vez a ese cantinero flacucho pasando por mi oficina el día de hoy, de repente la furia de Gia cambió mi humor. Apuesto a que follar enojado con ella sería genial. Se paró frente a mí prácticamente botando espuma por la boca, y todo lo que vi fue a mí, empuñando su cabello, tirando con fuerza mientras la penetraba por detrás, golpeando su culo una y otra vez. Mierda. —Eres un ególatra. No me quieres, pero tampoco quieres que le preste a nadie más ninguna atención. La miré, sus palabras se volvieron borrosas a medida que se aclaraban más visiones: Muñecas atadas a mi cabecera mientras se retorcía debajo de mi lengua. Le chuparía el coño hasta que estuviera al límite, a punto de caer, y luego levantaría sus piernas en el aire y sobre mis hombros. Extendiendo la humedad de su clítoris a su abertura, me gustaría lubricar su apretado culo virgen. Y luego, follarla hasta que estuviera implorando. Bla, bla, bla. Al menos eso es lo que escuché. La voz de Gia hablaba sin parar, pero no pude entender una maldita palabra ni que lo intentara. —¿Me estás escuchando? —espetó. Ni una jodida palabra. Pero date la vuelta, inclínate sobre el capó del auto de mamá, y escucharé cada grito que te pueda sacar. Dios, realmente esperaba que su culo nunca hubiera sido tocado. ¿Me golpearía si preguntara ahora mismo? ¿Me importaría si lo hace? —¿Qué diablos te pasa? —continuó mirándome como si tuviera dos cabezas. Una oscura sonrisa tiró de las comisuras de mi boca. —¿Puedo hacerte una pregunta personal? —¿Qué? —Su paciencia se agotó. Mis ojos se posaron en el pesado tirón de su pecho, sus pezones sobresalían furiosamente. Dios, era jodidamente sexy cuando estaba enojada. Preguntar el estado de su culo definitivamente aumentaría eso… Di un paso hacia adelante y me incliné para que nuestros rostros estuvieran alineados. Se mantuvo firme y tragó con fuerza. —¿Alguien ha entrado por tu puerta trasera? Su enojado rostro se transformó en confusión. —¿Qué? Salí por la puerta principal. ¿No me acabas de ver salir? —Estaba hablando de tu culo, Gia. Le tomó un minuto descubrir qué diablos quería decir. Pero supe en el momento en que lo hizo. Una tormenta barrió el mar azul en calma de sus ojos, en aguas oscuras y agitadas. Dio un paso atrás, y pensé que se estaba

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volviendo para irse. Es decir, hasta que me di cuenta que solo se estaba preparando para golpearme directamente en la cara.

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CAPÍTULO 11

T

enía pelotas. Gigantes. Del tipo en las que no fallaría si mi pie intentara una patada rápida. Lo cual definitivamente no había descartado.

Les conseguí una mesa a una pareja mayor y observé desde la distancia cómo el cabrón coqueteaba con una mujer en el bar. Había estado parado allí desde que entró con mis huellas digitales grabadas en su rostro. Obviamente, el dolor de mi corazón era mayor del que mi mano le hizo, ya que estaba riéndose y coqueteando, divirtiéndose mientras yo seguía resentida. La mujer se levantó, y la mano de Rush fue a su espalda. Había familiaridad en la manera en que se tocaban e interactuaban. Ella era probablemente una de sus folladas de verano. Él la guío hacia las escaleras que conducían a la azotea mientras yo miraba boquiabierta desde la distancia. Definitivamente ella era mayor que él. Supongo que a finales de los treinta o incluso a principios de los cuarenta. A diferencia de la otra mujer que había visto merodeando por el bar, babeando sobre él, esta no estaba vestida como una puta. Vestía vaqueros, rodados hacia arriba en los tobillos, y una holgada camiseta de gran tamaño que le llegaba casi hasta las rodillas. Un par de chanclas con una gran margarita en cada una, puestas en los pies, en lugar de los tacones de aguja habituales que a sus folladas casuales les gustaba llevar. ¿Me estás jodiendo? Tuvo la audacia de hablarme como lo hizo afuera, ¿y ahora simplemente pasaba casualmente a un enganche de mayo-diciembre en mis propias narices? No. Simplemente no. Pasando entre los clientes, me dirigí a las escaleras. Corriendo hasta la azotea, podía sentir mi pulso acelerándose. Me detuve al ver que Rush sacaba una silla para su amiga antes de sentarse frente a ella. Parecían muy cómodos juntos, y él estaba, me atrevo a decir, sonriendo como un tonto. Me hervía la sangre. La miré atentamente mientras él se acercaba al bar y le pedía una copa de vino, llevándolo a la mesa.

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Mi respiración era irregular mientras continuaba de pie en la entrada observándolos desde lejos, hasta que lo perdí. Irrumpiendo en la mesa, resoplé: —¿Me estás tomando el pelo? Rush se levantó de repente y extendió sus manos en un aparente intento de detener mi arrebato. —Gia... est… —¡No! —Me negué a dar marcha atrás—. Lo siento. No voy a callarme. —¡Gia! —gritó más fuerte. El bar estaba abarrotado, y nadie parecía estar prestando atención a esta confrontación aparte de la cita de Rush, cuyos ojos estaban fijos en mí. Ignorando su súplica, me enfrenté a él. —¿Qué tipo de juego estás jugando? ¿Un segundo estás afuera preguntándome si alguna vez me han follado por el culo y en el siguiente, estás agasajando a una mujer? ¿Qué pasa contigo? Su cita se encogió. Rush apretó los dientes. —¡Detente! —No, yo no… Él me levantó de mis pies. Antes de darme cuenta, me sacaban literalmente del área del bar. Pataleando, grité: —¿Qué crees que estás haciendo? No me contestó mientras continuaba hacia el pasillo junto al hueco de la escalera y me bajaba antes de apoyarme contra la pared. Sus ojos estaban clavados en los míos, pero no dijo nada mientras los clientes pasaron junto a nosotros para entrar al área de la azotea. Todavía rezumando celos por cada poro, jadeé. —¿Quién es esa mujer? Él me miró por varios segundos antes de finalmente escupir: —No es una mujer. ¡Esa es mi madre! Una oleada de sangre corrió de repente por mis venas. No. Esto no podía estar pasando.

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—Tu... —Me aclaré la garganta—. Estás mintiendo. No es... ella es... yo solo... oh... oh, no... no. —Me agarré la cabeza con ambas manos—. ¿No acabo de decir eso... frente a tu madre? —Sí. —Asintió—. Sí, jodidamente lo hiciste. Entré en pánico. —Oh Dios. Rush, lo siento mucho. No lo sabía. Rush parecía que estaba a punto de estallar. —Vuelve al trabajo —exigió—. Y mantente alejada de la azotea. —Rush... —supliqué. Furioso, comenzó a alejarse, dejándome en el pasillo. Se dio la vuelta, y cuando vio que no me había movido, gritó más fuerte: —¡Ve!

No sabía cuánto tiempo había estado mirando al vacío antes de que Roble me interrumpiera. —¿Estás bien, Gia? Te ves pálida. Era casi la hora del cierre. Rush no había bajado ni una sola vez desde que hice el ridículo5 (sin juego de palabras), frente a su madre. A pesar de que había querido irme a casa, de alguna manera, logré ir tirando durante lo que quedaba de mi turno. Girándome hacia a él, sentí ganas de llorar. —Lo arruiné, Roble... verdaderamente a lo grande. Roble acercó una silla al lado de donde yo estaba parada. —¿Quieres contarme qué pasó? —De verdad que no quiero decirlo. —Déjame adivinar. ¿Esto tiene algo que ver con el jefe? Poniendo los ojos en blanco, dije: —¿Cómo lo supiste? —Conjetura salvaje. —Suspiró—. ¿Ni siquiera sé lo que pasó, pero sospecho que se trata de Rush perdiendo los estribos por algo? —Oh, él se puso hecho una furia, seguro.

En inglés original: since I’d made an ass of myself, que literalmente seria; desde que hice un culo de mí misma, de ahí la referencia al juego de palabras. 5

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Roble parecía casi entretenido por mi dilema. Comenzó a contarme una historia. —Entonces... mi hija, Jazzy... ella está en quinto grado, ¿de acuerdo? Me llamaron a la escuela el otro día porque hay un chico que la ha estado molestando... burlándose de ella, tirándole del cabello... cosas así. —¿Sí? —La madre del niño apareció en esa reunión, también. ¿Sabes lo que me dijo? Me dijo que lo único de lo que habla este chico en casa es de Jazzy. Parece que está colado por ella, pero tiene una forma divertida de mostrarlo. Me burlé. —¿Qué estas insinuando, Roble? Levantó las cejas. —Creo que aquí, puedes sacar tus propias conclusiones. Sintiéndome sonrojar, dije: —Bueno, esta noche no tuvo nada que ver con los sentimientos o la falta de sentimientos de Rush por mí. Esta noche fue cien por ciento culpa mía. —Soltando una bocanada de aire, decidí contarle lo que pasó—. Di por sentado hace un rato que la madre de Rush era su cita. Lo enfrenté con ira en el piso de arriba, y dije algo realmente malo delante de ella. No lo puedo arreglar, y estoy bastante segura de que ahora quiere matarme. —Ay. Entiendo. Vaya. Bueno... primero que nada, sospecho que el jefe quiere hacer muchas cosas cuando se trata de ti, Gia, pero el asesinato no es una de ellas. —Se rió—. De todos modos, ¿qué tan malo podría ser realmente? ¿Qué dijiste que fue tan horrible? Negué. —Ni siquiera puedo repetirlo. Irónicamente, estuve parafraseando algo que me dijo en privado. Quiero vomitar. —Bueno, retrocedamos por un segundo. La buena noticia es... que Melody tiene muy bien los pies en la tierra. Probablemente se rió. No me parece una mojigata. Estoy seguro de que Rush ya le explicó la situación. —¿Qué situación? ¿Qué tiene una loca trabajando para él y que grita cosas sexualmente explícitas en el medio de un bar lleno de gente...? ¿Frente a su madre? —¿Sexualmente explícitas? Rayos. Apesta ser tú. —Sí. Rayos. Apesta. —Estoy bromeando. —Se rió. Suspirando, dije: —En serio, ni siquiera sé qué le diría si estuviera delante de mí.

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Sus ojos señalaron detrás de mis hombros. —Bueno... ahora es tu oportunidad de averiguarlo. ¿Qué? Me volví lentamente para encontrar a la madre de Rush allí de pie. Mi corazón se detuvo. —Oh... hola, señora... señorita Rushmore. —Por favor llámame Melody, Gia. Sabía mi nombre. Por otra parte, Rush lo había gritado en un intento fallido de impedirme que hiciera el ridículo. Dios, era realmente bonita. Su media melena de un castaño claro tenía mechas californianas más rubias en los extremos. Sus ojos azules brillaban. Como que me recordaba a una joven Goldie Hawn. Y era baja, como yo. Era extraño pensar que esta pequeña mujer pujó a un hombre grande como Rush fuera de ella. —Hola. —Sonreí torpemente. Roble parecía entretenido. —Es bueno verla, señorita Melody. Se ve hermosa esta noche, como siempre. Ella levantó la mano. —Hola, Roble. Se levantó como si se estuviera preparando para irse. Eso no era bueno, porque él era el único amortiguador que tenía. Por favor no te vayas. Roble se escabulló, dejándome sola con la madre de Rush. Fue la primera en hablar después de un breve momento de silencio. —Mi hijo me prohibió venir a presentarme, pero desafortunadamente para él, no es mi jefe. Su sonrisa definitivamente me tranquilizó. —Estoy muy contenta de que haya venido a buscarme. No tenía las agallas para hacer lo mismo porque me siento fatal, como realmente mortificada por lo que le dije arriba enfrente de usted. Eso fue muy irrespetuoso y no es el lenguaje que suelo emplear. No tenía idea de que era su madre. Honestamente... se ve demasiado joven. Supuse que era su cita y estaba... celosa. —Bueno, la adulación te llevará a donde quieras. —Sonrió—. Entiendo que estuvieras molesta. No pasa nada. Todos hemos dicho y hecho cosas en el calor del momento. Sonrió de nuevo y le devolví la sonrisa.

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—De todos modos, no sé cómo expresar lo mucho que lamento mis palabras. Lo siento por hacer una escena. —Agradezco tu disculpa, pero de verás, no pasa nada. Miré alrededor. —¿Dónde está Rush? —Se vio atrapado en algún negocio... algo acerca de una entrega de licor que supuestamente tenía que haber sido hecha antes de mañana, pero nunca apareció. Aproveché... vine y te encontré. Espero que no te importe. —No, en absoluto. —¿Estoy interrumpiendo tu trabajo? —preguntó. —No, mi turno acaba de terminar, en realidad. Es la hora del cierre. —Mi hijo me explicó todo, de que no sabías quién era yo y que en realidad él provocó tu arrebato más temprano. Supongo que debería disculparme por su comportamiento contigo. Me sorprendió que Rush asumiera parte de la culpa y que hubiera sido tan abierto con su madre. Aun así, fui yo quien hizo la escena ahí afuera. Tomé la decisión de usar ese lenguaje frente a ella. No había forma de que dejara que todo esto recayera sobre él. —Asumo toda la responsabilidad por lo que dije. No es propio de mí utilizar semejante lenguaje tan libremente, especialmente en un lugar público, y menos en mi trabajo. A veces, las cosas se calientan entre él y yo. Su hijo... bueno... me está volviendo un poco loca. Melody asintió con comprensión. —No puedo decir que te envidio por eso. No es fácil de manejar, mi Heathcliff. —Cerró los ojos brevemente y se cubrió la boca muerta de risa— . Quiero decir, Rush. Lo siento. Un viejo hábito. Me mataría si supiera que dejé que se me escapara. —Está bien... sé que Heathcliff es su verdadero nombre. Parecía sorprendida. —¿Él te lo dijo? —Se lo saqué, sí. —Bien por ti. Después de unos segundos de silencio incómodo, dije: —Entonces... no tengo suerte, ¿eh? Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —¿A qué te refieres? —¿En el departamento de romance? ¿Su hijo es una causa perdida?

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—No dije eso. Cuando digo que no es fácil... solo quiero decir que no es fácil de leer. No siempre es fácil lograr que se abra. Mi hijo tiene un gran corazón. Pero eso es algo de él, que la gente no logra averiguar fácilmente. Es complicado, y simplemente toma un tiempo pelar sus capas. —Definitivamente ya me voy dando cuenta. —Rush ha aprendido muchas lecciones difíciles. Ha sido herido por personas que supuestamente debían amarlo. A pesar de que actúa como si eso no le importara, definitivamente tuvo un efecto en la forma en que vive su vida, constantemente en guardia. Fruncí el ceño. —Lo sé todo sobre su padre, sí. Ella estaba examinando mi rostro. —Él te tiene cariño. Mi corazón se aceleró. —¿Dijo eso? —No, no con esas palabras. Pero parecía muy preocupado de que pensara mal de ti. No es propio de él, hablar conmigo de las mujeres con las que es amigable. Su vida personal es algo que siempre guarda para sí mismo. Pero me contó un poco de ti, durante la cena... me dijo que eres escritora. —¿Lo hizo? —Sí. Eso me recordó... —Por cierto... —dije—. Quiero agradecerle, en realidad. Rush una vez me contó que cuando se queda atascada en su proceso artístico, a veces va a ver una película para salir del bloqueo. De hecho, lo intenté una vez y funcionó. Después de eso, tuve uno de los mejores días de escritura que he tenido en mucho tiempo. —Oh, eso es maravilloso. Sí, esa sin duda es una de mis estrategias. Me alegra que funcionara para ti también. —¿Viene a menudo a visitarlo aquí en The Heights? No la he visto por aquí antes... obviamente. —Conduzco hasta aquí una vez cada mes o dos. —Melody era delicada y de voz suave, para nada como su hijo—. Esta noche quería capturar sobre el lienzo la puesta de sol sobre el océano. —¿Pintó aquí esta noche? —Sí. Rush montó mi caballete arriba en la azotea más temprano. —Eso es genial. ¿Puedo ver lo que hizo? Parecía encantada de que le hubiera preguntado.

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—Por supuesto. Miré a mi alrededor buscando nerviosamente a Rush mientras la seguía hasta la azotea. Me llevó hasta un lienzo que estaba apoyado contra la pared en la esquina. Lo sostuvo en alto para mostrármelo. —No es exactamente perfecto, pero estoy satisfecha de cómo ha quedado. Con mezclas de naranja, púrpura y amarillo, ella había capturado maravillosamente los deslumbrantes colores de la puesta de sol sobre la playa. Las pinceladas retrataban con precisión las nubes en el cielo. No podía comprender cómo había hecho que el océano fuera tan realista con una combinación de tonos verdes, azules y blancos. De alguna manera parecía que el agua se movía a través del lienzo, llegando a la orilla. Mi parte favorita de toda la pintura era una única concha, elaboradamente detallada con líneas marrones y blancas dibujadas a lo largo. Estaba colocada sobre la arena que había meticulosamente pintado en tonos beige. A pesar de que la concha era pequeña, parecía ser el tema central al que todo lo demás servía de telón de fondo. —Es tan hermoso. Estoy realmente impresionada de que tenga la capacidad de sentarse y casualmente pintar algo tan increíble en un impulso. ¿Cuánto tiempo le tomó? Ella colocó la pintura en el suelo, apoyándola contra la pata de la mesa. —Alrededor de hora y media. Pero sabes, no siempre es tan fácil para mí. Tal vez tú también pasas por esto con la escritura, pero algunos días simplemente estás dentro, ¿verdad? Puedes sentir la creatividad que mana de tus venas, y solo tienes que soltar todo y aprovechar mientras está allí. Es por eso por lo que necesitaba venir a la playa esta noche. —Sus ojos se llenaron de pasión mientras hablaba de su arte. Esta mujer es increíble. —Entiendo lo que dice, Melody —dije—. Solía sentirme así con frecuencia cuando tuve la idea de escribir este libro. Los tres primeros capítulos simplemente brotaron de mí, de manera natural. Y luego, una vez que empecé a presióname después de conseguir el contrato con la editorial, nada ha estado sucediendo. —¿Rush dijo que escribes género romántico? Una vez más, me sorprendió que él hubiera entrado en tantos detalles con ella. —Sí. Contemporáneo. Bueno, si alguna vez consigo funcionar de nuevo, sí.

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—No hay nada como la presión para obstaculizar la creatividad. Te entiendo. Algunas de mis piezas han sido encargadas en el pasado. Definitivamente hay una diferencia entre crear algo por voluntad propia versus obligación. —Exactamente. —Encontrarás tu camino, tu inspiración, Gia. Pasará. ¿Puedo quedarme con ella? —Gracias. Eso espero. Nos quedamos allí mirándonos momentáneamente. Si no lo supiera, pensaría que a ella también le caía bien. No estaba lista para dejarla ir. Melody Rushmore me fascinó. Las palabras simplemente salieron de mí. —Me encantaría ver más de sus pinturas en algún momento. — Esperaba no estar siendo demasiado directa ya que anticipé su respuesta. —Bien, eres bienvenida a mi casa cuando quieras. Tengo un estudio lleno de arte. —¿Honestamente? Eso de verdad me encantaría. Rush apareció detrás de mí. —¿Y ahora qué es esto? Apestaba a humo. Mi pulso se aceleró. No pude evaluar su reacción al verme pasar el rato con su madre. Pero me lo tomé con calma. —Me vas a llevar a ver el estudio de tu madre. Quiero ver sus pinturas, todas ellas. Levantó las cejas como para cuestionar eso. —¿En serio? Crucé mis brazos. —Síp. —Si hubiera sabido que ustedes dos estaban hablando, hubiera apurado mi trasero —dijo. Su madre le estaba sonriendo. —Gia y yo tenemos mucho en común. —Sí, ambos dolores están en mi culo —bromeó, guiñándole el ojo a Melody. Ella debe haber estado acostumbrada a su sarcasmo porque no reaccionó a esa declaración. Me sentí aliviada de que ya no se veía muy enfadado. —¿Volverá a casa esta noche? —le pregunté a ella.

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—No, me quedaré un par de noches. —Vamos a su lugar favorito para desayunar panqueques cada año, cuando sale para su fin de semana de cumpleaños —dijo Rush. Me volví hacia ella. —¿Mañana es su cumpleaños? —Es hoy, en realidad. —Oh Dios mío. ¡Feliz cumpleaños! —Gracias. Rush hizo que el chef hiciera una cena especial para mí. Salmón Oscar6. Estaba muy rico. Me conmovió lo protector y dulce que él estaba siendo con su madre. Adoraba este lado de Rush. Si tan solo no fuera un cabrón insensible la otra mitad del tiempo. Metió la mano en el bolsillo y le tendió una llave a su madre. —Ten. Toma esto y entra. Ella le preguntó: —¿Volverás a casa esta noche? Aparentemente, ella conocía a su hijo lo suficiente como para saber que existía la posibilidad de que no volviera a casa. Probablemente pensó que se quedaría en el apartamento de alguna zorra. —Sí. Solo voy a terminar algunas cosas. Te veré en casa. Puedes dejar aquí tu material de arte. Cargaré todo en mi auto y lo llevaré a casa. —Gracias. Suena bien. Estoy deseando tomar un baño caliente. —Se giró y me dio un abrazo—. Gia... fue un absoluto placer conocerte. Dime cuándo quieres venir a visitarme. Pondré la tetera y despejaré mi agenda. Abrazándola, dije: —Eso suena maravilloso, Melody. Gracias. Planeo hacerlo. Fue genial conocerla. Ella empezó a alejarse, luego se detuvo. —De hecho, ¿te gustaría conservar la pintura que hice esta noche? Tengo tantas. No puedo quedarme con todas. —Oh Dios mío. Me encantaría. ¿Está segura? —Totalmente. Me encantaría que la tuvieras. —Caminó hacia donde estaba y me la entregó. —Muchas gracias, Melody. En serio, esto realmente me hizo la noche. Voy a colgarla en mi habitación. Salmon salteado, con espárragos y salsa bearnesa o holandesa y una selección de marisco, por lo general, cangrejos. 6

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La miré mientras se dirigía hacia las escaleras y desaparecía. Era después del cierre, y Rush y yo estábamos ahora solos en la azotea. Sostenía la pintura en mis manos, mirándola. —Tu madre es increíble. —Lo es. Puse la pintura sobre una mesa y luego miré a Rush por varios segundos. —¿Qué? —preguntó—. Me estás mirando raro. —No es nada. —Déjame adivinar... te estás preguntando cómo con mi corazón negro y mi temperamento puedo ser tan diferente del alma amable y gentil, llena de zen que es mi madre. —No dije eso. —Me reí. —Lo estabas pensando. —No. No estaba pensando eso exactamente, porque realmente creo que eres amable también. Ahora sé de dónde lo sacas, ese lado tuyo. Me has mostrado bondad. Simplemente tienes una forma de arruinarlo a veces. — Hice una pausa—. Quiero que sepas que me disculpé con tu madre por mi comportamiento de antes. Y ahora, me disculpo contigo. —No pasa nada. Ya sabes... solo la traumatizaste porque ahora cree que su precioso hijo es un violador anal. Estallé en carcajadas. —Oh Dios mío. ¿Un violador anal? —Sí, ahora tendrá pesadillas. —Me guiñó un ojo. —Estás loco. Ambos nos estábamos riendo. Al menos, ya no me odiaba. Cuando se calmaron las risas, dijo: —Siento haber perdido el control afuera más temprano. Lo miré de reojo. —No, no lo sientes. —Tienes razón. Probablemente te repita esa mierda otra vez. —Lo supuse. —Me hiciste enloquecer hablando con ese mariquita de cantinero. Perdí un poco la cabeza. —Bueno, si no quieres estar conmigo, tienes que acostumbrarte a ver cosas así.

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—No significa que deba gustarme, especialmente cuando me lo restriegan en la nariz en mi lugar de trabajo. No queriendo meterme con él ahora mismo, exhalé un suspiro. —¿Podemos olvidarnos que esta noche entera pasó? Bueno, ¿excepto por la parte en la que conocí a tu genial madre? Él me sorprendió cuando dijo: —Sí. Podemos hacer eso. —Rush se dirigió a la barra—. ¿Quieres un último trago? —Iré conduciendo a casa. Esta noche tengo el auto de Riley, así que no debería beber. Me ignoró, agarrando un vaso de todos modos. —Te limitaré a uno, y lo haré liviano. —¿Qué impuesto debo pagar esta noche? ¿Qué improperio tengo que decir para ganarme la bebida gratis? —Nena... mencionaste follar el culo frente a mi madre, yo diría que estás absuelta por un tiempo. Un escalofrío me recorrió la espalda, y no supe si fue por la vergüenza o por el hecho de que me había llamado nena. Me tapé boca —Oh Dios mío. ¿Realmente esta noche sucedió? —Me temo que sí. Miré en silencio mientras preparaba un cóctel de frutas antes de deslizar un pequeño paraguas dentro y deslizar el vaso hacia mí. Tomando un sorbo, pensé un poco más acerca de cómo acepté a Melody de inmediato. —La vida es graciosa. Arqueó una ceja. —¿Graciosa? —Sí. Estaba pensando en cómo hemos experimentado situaciones de vida similares pero opuestas. Tengo un gran papá y no tengo madre. Y tú tienes una mamá increíble y no tienes padre. Bueno, tienes uno... pero sabes a lo que me refiero. Se apoyó en la barra y cerró los ojos brevemente. —Sí, desafortunadamente, lo sé... sé a qué te refieres. —De todos modos, es algo que tenemos en común. Cuando estaba hablando con tu madre esta noche, me sentí extrañamente envidiosa de ti, pensando que daría cualquier cosa por tener una madre como ella.

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Entonces, tuve que recordarme a mí misma que también te estás perdiendo algo. Rush estaba limpiando la barra, pero se detuvo y solo me miró. Continué: —De todos modos, ni siquiera sé por qué te estoy diciendo esto ahora. Es solo… —Pensé lo mismo cuando conocí a tu padre. Me sorprendió escucharlo admitir eso. —¿De verdad? —Sí. Recuerdo haber pensado que no me importaría tener un tipo genial como ese como padre. Así que, no estás loca. Es natural sentir envidia. A veces, no te das cuenta de lo que te estás perdiendo hasta que lo ves justo enfrente de ti. —Sí. Exactamente. —Había expresado sentimientos—. Eres un alma compleja, Rush.

exactamente

mis

Realmente hubiera querido poder quedarme aquí toda la noche con él. Me encontré enamorándome con fuerza otra vez cuando se suponía que estaba trabajando para superarlo, de repente me obligué a levantarme. —Mejor me voy. Rush dio la vuelta por detrás de la barra y se detuvo justo frente a mí. —Ten cuidado en la vía. Estaba incómodamente cerca, y su aroma, la mezcla de cigarrillos y de su distintiva colonia, me debilitaba. Me recordó la noche que pasó en mi cama. Se suponía que debía irme, pero no me había movido. Mis pezones hormigueaban, y tuve la repentina necesidad de responder a su pregunta de antes. —Nunca he tenido a nadie que entrara por mi puerta trasera, pero estaría dispuesta a hacerlo con la persona adecuada. Muy dispuesta. Antes de que pudiera capturar su reacción, pasé por su lado y me dirigí hacia las escaleras.

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CAPÍTULO 12

M

e acosté duro. Me desperté duro. Estaba completamente jodido.

No había manera de convencer a mi polla de acostarse después de que esas palabras salieron de la boca de Gia la noche anterior. Muy dispuesta. Al. Diablo. Conmigo. Necesitaba controlarme antes de ir a desayunar con mi madre. Después de otra sesión de masturbarme en una larga ducha fría, finalmente bajé las escaleras. Normalmente, ni siquiera me gustaba masturbarme. Prefería con mucho estar dentro de una verdadera mujer, pero masturbarme pensando en sexo anal con Gia... bueno, eso era lo mejor que iba a conseguir aparte de la cosa real. Mamá me estaba esperando en la cocina cuando finalmente aparecí. —Buenos días, dormilón. —Buenos días, ma —le dije, sirviéndome un poco del café que ella había preparado. —No estaba segura si ibas a bajar. —Sí, me quedé dormido. Deberíamos ir a comer. Estoy hambriento. Muerto de hambre por el culo de Gia. —En realidad, quería esperar a que bajaras, pero no puedo ir a desayunar. Tengo que volver a casa. Me olvidé por completo de que mi nuevo sofá será entregado esta tarde. —Oh. Bueno, eso apesta. —¿Por qué no llamas a Gia? Invítala a desayunar. Ella realmente me gusta. —Mamá… —Siéntate, Heathcliff. Mierda. Mi madre sentándome y llamándome por mi nombre nunca era una buena señal. La última vez que me hizo sentarme para un pequeño uno a uno fue cuando tenía diecisiete años y me contó que nuestro perro murió.

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Saqué la silla y planté mi trasero de todos modos. —Sabes que rara vez meto mi nariz en tus asuntos privados. así.

Y después del desenfreno anal de anoche, pensé que seguiría siendo —Lo sé…

—Nunca hablas de mujeres. De hecho, las únicas veces que incluso puse mis ojos sobre alguna de las mujeres que… conociste... fue cuando las vi saliendo por la ventana de tu habitación de madrugada cuando eras adolescente. Abrí los ojos como platos. —¿Sabías de eso? Se rió. —Por supuesto. Y del agua con la que llenaste mis botellas de licor para reemplazar el alcohol que robaste. Y el primer tatuaje que te hiciste a los dieciséis años, pero no me mostraste hasta los dieciocho. Y todas las veces que sacaste mi auto del camino de entrada y lo tomaste prestado por la noche cuando te quité tus privilegios por llegar tarde a casa. Por cierto, aprecio que llenaras el tanque cada vez que lo robaste. Negué con la cabeza. —¿Cómo es que nunca dijiste nada sobre toda esa mierda? —Porque todo eso forma parte de madurar, cariño. Te vigilé desde lejos para asegurarme de que no te excedías ni te metías en demasiados problemas. Pero necesitaba dejarte vivir un poco y experimentar mientras estabas bajo mi techo. Si no hubieras empezado a levantar el infierno hasta que te mudaras, no hubiera habido nadie para vigilarte. Es como esos niños que beben por primera vez cuando van a la universidad. Son los que salen más lastimados en comparación con los niños que ya experimentaron y aprendieron de sus errores en casa. —Bueno... no estoy seguro de qué decir. Lo siento, supongo. Por traer chicas a casa y estar podrido. Mi madre sonrió. —Eso no es necesario. La razón por la que te lo he mencionado ahora no es para hacerte sentir mal ni para que te disculpes. Es para mostrarte que, aunque creas que me estás ocultando cosas, no siempre eres tan bueno como crees. —No te estoy siguiendo, ma. Ella se acercó y me dio unas palmaditas en la mano. —Tienes sentimientos por Gia. Y ella los tiene por ti. Fuertes. Pasé una mano por mi cabello.

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—Ella no es una ocasional fol... —Me callé justo a tiempo—. Ella no es alguien con quien te diviertes y te alejas sin lastimarla, ma. —Entonces, ¿por qué tienes que alejarte y lastimarla? Abrí la boca para darle una respuesta y me di cuenta de que honestamente no tenía una para dar. Mi madre me ofreció una sonrisa triste. —Cariño, a veces el riesgo de que pasen cosas malas nos impide experimentar todas las cosas buenas que la vida tiene para ofrecer. Mi madre no era el tipo de persona que repartía consejos a la ligera. Las mejores partes de mí eran las cosas que aprendí viendo cómo actuaba. Así que contemplé lo que había dicho unos minutos. Quería estar con Gia... y no de la manera normal en la que quería estar con las mujeres, lo que generalmente terminaba con una comida y unas pocas horas en la cama. Quería sentarme y hablar con ella. Quería llevarla a casa de mi madre para ver cómo se iluminaban sus ojos cuando viera las pinturas por primera vez. Por supuesto, también estaba obsesionado con estar dentro de ella y no simplemente hacer que se viniera, ni tampoco acabar yo mismo. Quería llenar cada orificio de esa maldita mujer. Hace unos días, había soñado con follar esa descarada boca suya. Aparentemente ayer fue el día del culo. Entonces, ¿por qué no nos estaba dando una oportunidad de estar juntos? Solo había una respuesta, y no me gustaba en absoluto. Estoy jodidamente asustado. Al llegar a esa conclusión, levanté la mirada hacia mi madre que había estado sentada allí, tranquilamente, simplemente bebiendo su té y esperándome. Sus ojos buscaron en mi rostro antes de volver a hablar. —Cuando tienes miedo de enamorarte de alguien, generalmente es porque ya has empezado a enamorarte, cariño. Y yo que pensaba todos estos años que era muy hábil, escondiendo todo de mi madre. Negué con la cabeza otra vez. —¿Siempre has sido tan filósofa y no me di cuenta? Ella se rió. —Algunos de los más grandes filósofos del amor fallaron en el amor ellos mismos, ¿sabes? Me rompió el corazón escuchar a mi madre decir eso. Sabía que mi padre la había jodido, pero en realidad nunca cuestioné por qué no tenía novio la mayor parte de mi niñez. Esto ya era una charla extraña... qué diablos... —¿Cómo es que nunca tuviste una cita cuando estaba creciendo? Ella suspiró.

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—En realidad, realmente amaba a tu padre. Él no era la persona que es hoy cuando estaba conmigo en ese entonces. Al menos no parecía mostrarme ese lado de él. O yo no quería verlo. Pero me sorprendió cuando descubrí que estaba casado, y en ese momento reveló sus verdaderos colores. Me llevó mucho tiempo sanar, y estaba ocupada criando a mi hermoso hijo... trabajando... pintando. Usé la excusa de estar ocupada para justificar el no dejar entrar a nadie. Probablemente no quieres escuchar esto... pero no me quedé célibe todos esos años cuando estabas creciendo, aunque nunca conociste a nadie. —Tienes razón. Definitivamente no quiero escuchar eso. Sonrió. —Mi perspectiva sobre las relaciones no era mucho mejor que la tuya hoy en día. De hecho, por eso es tan claro para mí lo que está pasando contigo. Es como mirarme en el espejo de mi vida años atrás de muchas maneras. —Y aquí estás, dándome consejos. Aunque no lo tomes tú misma. Se levantó y puso su taza en el fregadero antes de volver a sentarse. —En realidad, he seguido mi propio consejo. He estado saliendo con alguien. Mis cejas se dispararon. Esto se estaba poniendo jodidamente raro. —¿Ah sí? —Se llama Jeff. Es conservador de arte en una galería. Hemos estado viéndonos durante casi un año. —¿Un año? ¿Por qué nunca lo menciónate? ¿O lo trajiste contigo de visita? —No lo sé. Supongo que al principio supuse que sería una de mis típicas relaciones. No esperaba que floreciera tan bellamente. Vaya. Simplemente vaya. —Simplemente te estás abriendo y hablando de todo hoy, ¿no? Mamá se rió y se levantó. La miré detenidamente por primera vez en mucho tiempo. Se veía muy feliz. —Tengo que irme para la entrega de mi sofá. Si no estoy allí, me cobrarán nuevos gastos de envío. ¿Por qué tú y Gia no vienen la próxima semana un día y almorzamos? Le mostraré mi trabajo, luego podremos ir a la galería de Jeff y ver la exposición que tiene en presentación y cenar. Creo que es hora de que lo conozcas. Caminó hacia mí, y me puse de pie y la rodeé con un gran abrazo. Sentí un dolor en el pecho cuando el pensamiento de que Gia no tenía madre para hacer esto me vino a la mente. Me hizo querer compartir la mía con ella.

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—Cargaré tu auto por ti. Viendo a mamá alejarse en el auto, agité mi mano una última vez cuando la sorprendí mirándome por el espejo retrovisor. Me quedé parado en el camino de entrada por unos minutos solo pensando. Hasta que me golpeó. ¿Había pautado una cita doble con mi madre y una mujer con la que no estaba saliendo?

Fingí reparar un auto... eso era algo nuevo. Mientras ignoraba la sugerencia de mi madre de llevar a Gia a desayunar, decidí utilizar el día para fingir que arreglaba el auto de Gia, el auto que ya había arreglado y del que nunca le hablé. El auto que había reparado y después perdí una apuesta para tener una razón de hacer las reparaciones que ya había hecho. Todo lo que tenía que ver con esta mujer terminaba siendo un poco loco por una razón u otra. Pero aquí estaba yo, con un Nissan levantado en el aire mientras me tendía debajo escuchando música y fingiendo hacer mierda. Había llamado a su puerta y conseguí las llaves de Gia, fingiendo que eran necesarias para arreglar los frenos y el neumático. Afortunadamente, la mezcla de mierda seria de la que hablé con mi madre esta mañana y el hecho de hacerme una paja, pareció evitar que me avergonzara a mí mismo cuando abrió la puerta con los ojos atontados, llevando unos pantalones cortos y una camiseta sin sujetador. Le dije que venía a pagar lo que apostamos y que necesitaba comenzar para poder ir al sitio de construcción de una de mis propiedades. Pero la verdad es que el equipo no estaba trabajando el sábado. Solo quería evitar que me invitara a quedarme o algo. Mi cabeza todavía estaba dando vuelta por la conversación que mantuve con mi madre, y no estaba en el estado de ánimo adecuado para pasar tiempo con Gia. Una media hora después de empezar mi falsa reparación, sentí un golpe en mi pierna, así que salí de debajo del automóvil. Jódeme. Ni siquiera pude tratar de ocultar mi mirada lasciva. Gia estaba de pie al lado del auto en un bikini amarillo y sosteniendo lo que parecían dos vasos de té helado. Sus grandes tetas estaban paradas como la mierda y la pequeña parte superior del bikini apenas cubría las areolas. —¿Qué diablos estás usando? —gruñí finalmente. Ella miró hacia abajo.

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—Un traje de baño. Está siendo un día precioso aquí afuera, así que voy a tumbarme en la piscina durante una hora o dos antes de empezar a escribir. —Eso no es un traje de baño, esos son restos de un traje de baño que alguien destrozó. Ladeó la cabeza. —¿Estás diciendo que no te gusta? —¿Te pones eso en público? —Usualmente no. Solo lo uso en el patio porque es muy revelador. Pero es perfecto para broncearse. —Bien. —Tomé el té de su mano sin pedir permiso y me lo bebí de un trago. Hoy hacía calor, pero de repente estaba empezando a sudar—. Gracias por el té. Deberías volver al patio antes de que te citen por exhibición indecente. Me rodó los ojos. —Eres un idiota. —Sí. Lo sé. Ya lo dejaste claro. Para mí... y mi madre. Hizo un puchero. —¿Vas a hacerme sentir mal por eso para siempre? Sonreí. —Probablemente. polla.

Gia me sacó la lengua. Dios, quiero ver esa cosa lamer la cabeza de mi

Me senté en el camino de entrada, preparándome para recostarme y terminar mi pretendida reparación. —No asomes esa cosa, a menos que planees usarla, niña. —Estaré junto a la piscina si me necesitas. Me arrastré de vuelta debajo del auto. —Bien. Por supuesto, eso no fue el final. Era con Gia con quien estaba lidiando. —Rush. Me arrastré hacia afuera. —¿Qué? Una pequeña sonrisa pecaminosa se extendió por su rostro. —Simplemente no quería que te perdieras mi regreso a la casa. Considerando tu obsesión con mi trasero últimamente.

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Antes de que pudiera responder, se dio vuelta para alejarse, mostrando la parte trasera de su traje de baño. O más bien, la falta de una parte trasera de su traje de baño. Gia llevaba la parte inferior del bikini de hilo dental que revelaba dos globos perfectamente redondos, y esos bebés se estaban burlando de mí mientras se abrían paso hacia la casa. —Jesús D Cristo7 —gruñí para mí mismo. Nunca pensé en lo que el D significaba antes, pero en ese momento, con la forma en la que él estaba poniendo a prueba mi paciencia, estaba bastante seguro de que quería decir despiadado.

—Todo listo. —Encontré a Gia en el patio tomando el sol. Por supuesto, tenía que estar acostada sobre su estómago para poder ver más de cerca su trasero. Era jodidamente fenomenal. Como un regordete corazón al revés, desde donde me encontraba. Me había pasado la última hora fingiendo que estaba arreglando su auto e imaginándome que me estaba cabalgando en posición de vaquera al revés, esas nalgas meneándose como jodida gelatina mientras me montaba duro. Tuve que obligarme a mirar su rostro y aclararme la garganta para continuar—. Aquí están tus llaves. Tus rotores de freno también estaban destrozados. En el futuro, no manejes con los frenos mal. Simplemente convierte un pequeño problema en uno grande. Ella protegió sus ojos del sol y giró su cuello para mirarme, todavía sin ponerse boca arriba. —Oh. De acuerdo. Gracias. ¿Puedo prepararte algo de almorzar? Es lo menos que puedo hacer para recompensarte las horas trabando en mi automóvil. ¿Ese culo está en el menú? —No. tengo que irme. Se levantó de su posición boca abajo y se puso de rodillas en una pose de yoga, tomando su dulce tiempo antes de voltearse. —¿Estás seguro? —Se mordió el labio inferior—. Deberías tener hambre. ¿Está jodiendo conmigo? Tenía apetito, de acuerdo. —Tengo que irme. Sonaba como un disco rayado, sin embargo, aquí estaba parado todavía. Mi cabeza quería salir corriendo de ese patio, pero mis traidores 7 El origen y lo que representa la H en Jesús H. Cristo (Jesucristo), una palabra común en Estados Unidos es desconocido y tiene varias teorías al respecto. Aquí Rush emplea la palabra heartless que significa cruel, despiadado, sin corazón…etc.

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pies no se movían. Ni siquiera cuando se puso de pie, se dio la vuelta y prácticamente frotó su trasero contra mí mientras alzaba una loción bronceadora. —¿Podrías pasarme un poco de protector solar por la espalda antes de irte? No quisiera quemarme. No. —Claro. —Gracias. Tomé el protector solar y exprimí un poco de loción blanca y cremosa en la palma de mi mano. Tragando saliva, comencé a pasarla por su espalda. Sus hombros eran cálidos y suaves con la más pequeña capa de pelusilla. Me recordó a un melocotón. Mi boca salivaba ante la idea de morderla. —¿Podrías bajar un poco? Mi respiración se hizo trabajosa y mi polla se hinchó mientras bajaba mis manos y las pasaba por el centro de su espalda. Estaba incursionando en territorio peligroso. —Más abajo —dijo. Sabía por su voz entrecortada que no era el único que estaba excitado. Bajé justo por encima de la parte baja de su traje de baño y le pasé loción. Cuando terminé, giró la cabeza para que pudiera ver un lado de su rostro y cerró los ojos para susurrar: —Más abajo. Jódeme. No pude detenerme. Cogí el cremoso bloqueador solar y apreté suficiente en mi mano para cubrir el cuerpo completo de una persona grande y luego comencé a pasarlo por sus nalgas. Tenía el más singular lunar en forma de corazón en su lado izquierdo que era perfectamente simétrico. Pasé las yemas de mis dedos sobre eso. Cuando arrastré un charco de loción arriba de la raya de su culo, y lentamente lo froté trazando la tela de su traje de baño entre las mejillas, dejó escapar un gemido. Más. Haz más sonidos así. Todo en lo que podía pensar era en la manera en que quería doblarla y follarla desde atrás. Quería marcar cada centímetro de la piel perfecta de sus hombros con los dientes, mientras me adentraba tan dentro de ella que nunca volvería a salir. Mi corazón se salió de control cuando retrocedió y presionó su cuerpo contra el mío. Pero... no lo quería de esta manera. Ella no era la clase de chica que te follabas en el patio antes de dar un buen espectáculo a los vecinos.

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—Gia... —Me tembló la voz mientras trataba de detener lo que estaba a dos segundos de suceder. Afortunadamente, la voz de una mujer atravesó la neblina de lujuria que la mía no podía traspasar. Solo que no era la de Gia. Girando mi cabeza en una niebla, me di cuenta de que era su compañera de cuarto, Riley, quien trabajaba para mí. Joder. —Uh. Lo siento. No me di cuenta de que alguien estaba contigo —gritó. Por instinto, salté hacia atrás. Riley desapareció en la casa, y en los segundos que le tomó a Gia darse la vuelta, salí yo solo de mi trance. —Perdón por eso —dijo ella—. ¿Estás listo para frotar el resto? —Tengo que irme. —Era la tercera vez que lo decía, pero esta vez lo decía en serio. Prácticamente tropecé con la botella de protector solar a mis pies tratando de salir corriendo de allí. Gia gritó: —Rush. Espera. Pero no me detuve hasta que estuve dentro de mi auto. No tenía idea de por qué estaba huyendo como un cobarde, pero sentía que estaba haciéndole un favor a Gia.

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CAPÍTULO 13

O

tro día perdido. Sin escritura. Sin trazar. Nada logrado.

Y tenía una quemadura en mi culo por las horas que había pasado tumbada boca abajo esperando que Rush entrara al patio. Nunca había usado un traje de baño estilo hilo dental en mi vida. Por eso mis mejillas virginales se sentían como si estuvieran en llamas. Cuando Rush se presentó esta mañana, me había colado en la habitación de Riley y tomado uno de sus diminutos trajes de baño. Todavía no podía creer que hubiera tenido el descaro de usar esa prenda, apenas cubría mis pechos y me dejaba al descubierto todo el trasero. Pero ni siquiera arrojarme a él prácticamente desnuda funcionó. Me hizo sentir deprimida y más que un poco enojada. Riley lo notó y vino a sentarse conmigo en el sofá. —Escupe tus agallas, cuatro ojos. Cambié de posición sentada por millonésima vez hoy, apoyándome más en mi cadera izquierda que en la quemadura, y me puse las gafas en la cabeza. —No tengo idea de cómo te pones ese traje de baño. Mi culo fue frito hasta quedar crujiente. —Oh no, no lo hagas. Ya no evitarás esta conversación culpando tu rostro deprimido por un culo quemado. —¿Qué quieres decir? Ella me lanzó una mirada que decía no más mierda. —¿Qué está pasando contigo y el jefe? Lo vi afuera contigo esta mañana, frotando loción en tu trasero. Parecía que estaba a punto de lanzarte una crema diferente. —Vino a arreglar mi auto. Prácticamente me arrojé sobre él. De nuevo. Pero nada pasó. —Honestamente, no tengo idea de lo que ves en él. Bueno, aparte de lo obvio, que está jodidamente guapo. Pero es un idiota. Negué con la cabeza. —No lo es realmente. No una vez que lo conoces. Creo que es su manera de mantener a la gente a distancia. Definitivamente no deja entrar a la gente fácilmente.

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—¿Pero te dejó entrar? —Pienso que sí. Tenemos una conexión. Sé que se siente atraído por mí. Y definitivamente me siento atraída por él. Pero es más que eso. Aunque nada de eso me sirve de nada porque no permitirá que nada suceda físicamente, no importa cuánto lo intente. No lo entiendo. Riley señaló con un dedo. —Te acabas de contestar tú misma. —¿De qué estás hablando? —Dijiste que ustedes dos tienen una conexión que es más que física. —¿Y? —Ese es el problema. —No te estoy siguiendo. —Un tipo como Rush es un chico de amalas y déjalas. He trabajado en The Heights durante tres años. Él tiene un cierto tipo con el que sale. Puse los ojos en blanco. —Sí. Perris. He visto a algunas pasar por allí. —Hay una razón por la que solo se involucra con cierto tipo de mujer. —¿Cuál? Riley se rió. —No lo sé. Pero probablemente lo hagas si te acercas como dijiste. — Se encogió de hombros—. Tal vez una ex lo quemó. —No creo que haya tenido ninguna relación a largo plazo. —Está bien. —Se tocó el labio con el dedo—. No es a una relación por lo que alguien suele temer, es a una mala relación. Y eso generalmente viene de algo en su vida, como una ex. Pero tal vez es algo diferente. Su padre. Y cómo su padre trató a su madre. Eso podría haberle dado una perspectiva negativa con seguridad. Pero no quería hablar sobre los asuntos privados de Rush con Riley, aunque la consideraba una buena amiga. —No estoy segura. Pero si ese es el caso, y evita las relaciones debido a algo en su vida, ¿cómo podría superarlo? Riley arrojó una almohada que había estado sosteniendo sobre su regazo. —No lo haces, tonta. Le das lo que él cree que quiere, y permites que la relación ocurra naturalmente. Dile que solo quieres un compañero para follar durante el verano. Haz que su mente se tranquilice y no tenga que preocuparse por la parte de la relación. Empiecen a follarse, y si están

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destinados a estar juntos, el resto simplemente se pondrá en su sitio, y ni siquiera se dará cuenta hasta que sea demasiado tarde. —No sé... parece que alguien podría lastimarse... —Sí. Tú. Si después de que el tiempo de folla-amigos acabe, el termina contigo, por supuesto que vas a estar herida. Pero, ¿qué tienes ahora? Una extraña amistad y celibato. Mira, cuando te vayas después de que termine el verano, estarás aplastada si no quiere estar en contacto, ¿no? Entonces, ¿por qué no pasar un buen verano, si vas a estar de mal humor en septiembre de todas maneras? Supongo que tenía un punto... solo había un problema. —Pero Rush no me ve de esa manera. —Entonces haz que te vea de esa manera. —¿Cómo? —¿Cuánto tiempo hasta que tengas que trabajar? Miré mi teléfono. —Alrededor de una hora y media. Riley se levantó. —Vamos, no es mucho tiempo para convertir tu buen culo en una puta.

Me sentí como si las mujeres rosadas acabaran de convertirme en la sexy Sandy de Grease8. Al salir de mi automóvil, miré mi atuendo por última vez y respiré profundamente. Camisa roja, escotada, falda corta y tacones en los que dudaba que pudiera durar una hora, y mucho menos trabajar toda la noche. Riley había agregado una tonelada de cuerpo a mi cabello naturalmente ondulado y me había maquillado con todas las cosas de contorno que veo que la gente hace en YouTube, pero que nunca me molesté en probar. Eché un vistazo a mi reflejo en la ventana mientras caminaba hacia la puerta. Me veía bien. Sexy, de una manera medio zorra. Definitivamente más parecida a las mujeres con las que Rush salía. Roble silbó y abrió la puerta. —Te ves bien, Gia.

8 Grease: Película musical de 1978 ambientada en los años 50 dirigida por Randal Kleiser y protagonizada por John Travolta y Olivia Newton-John

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Me sonrojé, pero su comentario realmente ayudó a mi nivel de confianza un poco. —Gracias. Adentro, miré a mi alrededor, y una ráfaga de alivio me inundó al no encontrar ningún signo del jefe. Vestirse para el rol era solo la mitad del plan. Necesitaba realmente reunir el valor para acercarme a Rush y ofrecerle... bueno, mi cuerpo. Me metí en mi preparación habitual antes de la cena, repasando las reservas, revisando en la cocina cuáles eran los especiales para conocerlos cuando la gente llamara y preguntara —siempre llamaban con anticipación y preguntaban—, trayendo del bar botellas extra de cualquiera que fuera el licor que estaba en la bebida especial de la noche y ayudé a los meseros a preparar las mesas. Estuve allí alrededor de una hora, sin señales de Rush. Me tranquilizó sentirme a gusto, pensando que tal vez no aparecería esta noche, y no tendría la oportunidad de hacerle mi propuesta. Por eso, cuando abrí la puerta de la oficina administrativa para poner uno de los teléfonos inalámbricos en el cargador, no esperaba que hubiera nadie dentro. Salté al ver a Rush. Su escritorio estaba inusualmente despejado, y él estaba sentado mirando al vacío. —¡Rush! Lo siento. No pensé que estuvieras aquí ya. Sus ojos hicieron una lenta barrida por mi cuerpo y un ascenso aún más lento. Se engancharon en mi abundante escote en exhibición durante largos segundos antes de que su mirada se encontrara con la mía. —¿Vestida de gala por alguna razón? Mierda. Acababa de darme la oportunidad perfecta para abrir la puerta. Tragué saliva e intenté no retorcerme. —Sí. Los ojos de Rush se estrecharon. —¿Cita? —Tal vez. Su mirada era intensa. —¿Quién es el tipo con suerte? Mi pulso comenzó a acelerarse. Estaba a punto de suceder. No te asustes, Gia. No seas una mierda de pollo toda tu vida. Rush se levantó de su escritorio y caminó alrededor. Para empezar, la oficina no era muy grande, pero tenerlo a centímetros de distancia mientras

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decía lo que quería decir, hacía que pareciera que las paredes se estaban cerrando sobre mí. Él cruzó sus brazos y su mandíbula se tensó. —¿Para quién te pusiste esa ropa cachonda, Gia? Bajé la vista a mis pies, respiré profundamente, y luego encontré su mirada de frente. —Para ti. Me puse este atuendo para ti. Rush dio un paso más cerca. Su rostro era duro, sin revelar nada. —Te gusta usar cosas pequeñas para mí, ¿no? Asentí. —¿Te gusta molestarme? Mis palmas comenzaron a sudar. —No. Bueno, sí. Pero no quiero molestarte más. Inclinó la cabeza. —¿Ya terminaste de molestarme? —Sí. —¿Pero llevas ese atuendo de todos modos? —Sí. —¿Entonces no entiendes la definición de molestar? Escúpelo, Gia. ¡Escúpelo! Di un último suspiro profundo. Iba a hiperventilar o superar esto. —Molestas a alguien cuando lo provocas sin intención de seguir adelante —Lo miré a los ojos—. Me gustaría seguir adelante. Creo que tú y yo... deberíamos tener sexo. —Ahora que había sacado el corcho de la botella, las palabras comenzaron a fluir fuera de mí—. Sé que no te van las relaciones. Obviamente estamos atraídos el uno por el otro. A veces nos llevamos bien... aunque a veces luchamos también. Pero es verano y... ya sabes... ambos tenemos necesidades. Entonces, ¿por qué no simplemente ser folla-amigos? —Me encogí después de esa última parte que dije, pensando que sonaba como una puta. O Riley. Bueno... Riley se acostaba con muchos por ahí. Pero ese no era el punto. Ahora no podía parar de divagar en mi cabeza, mucho menos el divagar de mi boca. Estupendo. Simplemente genial. Rush arqueó una ceja. —¿Folla amigos? Pellizqué mis labios pintados de rojo y asentí. —¿Entonces solo quieres follarme? ¿Nada más?

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Asentí. —Ya veo. —Me miró—. Déjame aclarar esto... para que no haya dudas. ¿No quieres salir conmigo? —No. —¿Pero quieres follarme? —Sí. —Entonces, ¿podría decir... ir a tu casa después del trabajo en cualquier momento que quiera y quizás devorarte? Tragué. —Sí. —Y tal vez a veces me darías una mamada. —Por supuesto. —¿Y podría irme después de que terminara el sexo? ¿No es necesario acurrucarse o esas sutilezas? —Es correcto. Su maldito rostro estaba tan estoico; no tenía idea de qué estaba pasando en esa cabeza suya. Después de otra mirada intensa de un minuto de duración en la que casi me derrumbé, caminó detrás de su escritorio y tomó asiento. —¿Cuánto tiempo tengo? —¿Perdón? —Para decidir y darle mi respuesta a tu propuesta. —Oh. —No había pensado tan lejos. Pero no podría torturarme a mí misma para siempre. Me enderecé—. Hasta el final de la noche. Rush tomó un bolígrafo y sacó un trozo de papel de una ordenada pila en la esquina de su escritorio. Comenzó a leer, refunfuñó sin levantar la vista. —Vuelve al maldito trabajo, Gia.

El resto de esa noche fue tenso, por decir lo menos. Me gustaba ver a Rush mirándome mientras trabajaba. Él no estaba coqueteando ni nada. De hecho, parecía más enojado a medida que avanzaba la noche. Era imposible saber lo que estaba pensando.

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Incapaz de concentrarme, cometía errores a diestra y siniestra, olvidándome de llevar los menús a la mesa o llevar a las personas a las secciones correctas, todo esto, por supuesto, bajo la atenta mirada de Rush. La comprensión de lo que había hecho empezaba a golpearme. ¿Por qué me había vestido así? El hombre me había impulsado oficialmente a actuar como una loca. Me había puesto en ridículo frente a él, arrojándome a él. Esa nunca había sido la manera de lograr que un hombre te quiera. Eso era lo opuesto a lo que alguien debería hacer. Me había puesto glamorosa, me había hecho parecer una zorra, aunque, en el fondo, sabía que su atracción hacia mí nunca fue el problema; era que no quería estar conmigo. Punto. Le gustaba jugar conmigo, coquetear conmigo, ir más allá de los límites. Pero en realidad no quería apretar el gatillo. Si lo hubiera hecho, ya habría sucedido. Había confundido su necesidad masculina alfa de protegerme con un interés serio. Estaba absolutamente equivocada. El hombre tenía problemas, y yo había terminado siendo uno de ellos. En un momento, cuando faltaba una hora para el cierre, Rush pasó junto a mí y me dijo: —Ven a mi oficina después de tu turno. —Se alejó antes de que pudiera responder, dejando a su paso el aroma almizclado a cigarrillos y colonia tras su estela. Estupendo. Esto era. Este iba a ser el momento en el que me daba todas las razones por las que no quería buscar nada conmigo. Sabía que yo no era el tipo de solo sexo. Habíamos hablado de ese mismo hecho, por el amor de Dios. No había forma de engañarlo. Además, ¿por qué se molestaría con alguien que estaba emocionalmente necesitada cuando tenía hermosas mujeres cayendo a sus pies todo el tiempo, unas que realmente solo querían lo mismo que él? Solo sexo, no amor. Eres una tonta, Gia. Después de que mi turno terminó, seguí posponiendo ir a su oficina. Desapareció del área principal, así que supuse que podría haber estado esperándome allí. Tal vez lo dejaría y simplemente me iría a casa. Después de todo, tenía un automóvil en funcionamiento estacionado justo ahora, gracias a él. No había ninguna razón por la que tuviera que soportar la agonía de escuchar su rechazo. Seguí deteniéndome hasta que finalmente se dirigió al área de la anfitriona, luciendo más enojado que nunca. —Cerramos hace media hora. Pensé que te había dicho que te encontraras conmigo en mi oficina. Te he estado esperando allí.

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Organizando algunos menús y ya sin mirarlo a los ojos, le dije: —Sí, bueno, no tengo que saltar solo porque me lo pidas. —Gia... —gruñó. Cuando levanté la vista, sus ojos se clavaron en los míos—. Pon tu culo en mi oficina. Rush se alejó, y cedí, siguiéndolo con mi corazón latiendo con fuerza. Después de cerrar la puerta detrás de mí, crucé los brazos. —Bien, ¿qué? Rush se sentó y levantó los pies sobre el escritorio. Comenzó a tocar un bolígrafo repetidamente antes de decir: —He estado pensando en lo que propusiste antes, y no creo que sea una buena idea. Yo… —¡Para! —grité. Lo estaba perdiendo—. ¡Solo para! No necesito escuchar esto, ¿sí? Ya sé lo que vas a decir, que no crees que realmente quise decir lo que dije sobre ser amigos con beneficios. Nunca me verás como una folla amiga. Bla, bla, bla. Por favor, perdóname. No necesito pasar por la explicación. Su silla rodante chocó contra la pared trasera cuando de repente se levantó. Después de marchar hacia donde estaba parada, se detuvo a unos treinta centímetros de mí. —¿Me dejarás terminar? Me alejé de él hacia la puerta. —No. No quiero hablar de ello. Actué como una tonta, arrojándome a ti, y nunca debería haber sucedido. Tienes razón. No soy el tipo de chica para ti. Tengo dignidad y respeto propio, y quiero más, mucho más que ser tu juguete. No me importa lo atractivo que seas con toda esa mierda misteriosa de chico malo que tienes. Al final, eres un hombre que no quiere nada de lo mismo que yo en la vida. —¿Puedo simplemente…? —No —lo interrumpí—. Me voy a ir. Justo cuando me volteé, sentí su mano agarrar mi muñeca. Él me dio la vuelta antes de apoyarme contra la puerta. Podía sentir su aliento mientras hablaba cerca de mi rostro. —Eres tan jodidamente terca. Debería inclinarte y darte una paliza tan fuerte por no dejarme hablar siquiera. Mis pezones se erigieron con ese pensamiento. Tragué. —Mira... esto es lo que haces. Tú… —Ca-lla-te

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Antes de que pudiera resarcirlo por mandarme a callar, sus labios estaban sobre los míos, tragándose todos mis comentarios sagaces no dichos. Mis piernas casi colapsaron por el poder de su beso. Las manos de Rush estaban enterradas en mi cabello mientras empujaba su lengua dentro de mi boca. Me encontré desesperadamente con el ritmo de sus embestidas. Sabía tan malditamente bien, como a cigarrillos y un sabor propio. Gemí en su boca, incapaz de ocultar mi desesperación por más. Mis manos ahora estaban cavando en su cabello, presionando sus labios más profundamente en los míos. No podía tener suficiente de su sabor embriagador. Su barba quemó un poco contra mi mentón cuando inclinó su cuerpo más dentro del mío y continuó invadiendo mi boca. Corrió sus manos desde mi cabello, por mi espalda, hasta que aterrizaron en mi culo. Lo apretó con fuerza antes de empujar sin complejos su polla rígida contra mi abdomen. Sus bajos gruñidos de placer fueron todo lo que imaginé que serían. Me sentí cada vez más débil mientras él devoraba mis labios. Mis bragas estaban ahora empapadas, y sabía que estaría perdida si intentaba tomarme allí mismo. Rush chupó mi labio inferior con fuerza antes de arrancarse de repente. Parecía dolorido mientras jadeaba. —Necesitamos hablar.

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CAPÍTULO 14

G

ia lucía como si hubiese orinado en sus Cheerios después de que detuve el beso.

Alejarse de eso fue una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. Pero necesitábamos tener esta discusión. Sin mencionar que no iba a follarla en mi oficina. Se dirigía peligrosamente cerca de ese escenario. Unos segundos más de ese beso, y no estaba seguro si hubiera podido parar. Ella estaba jadeando por aire. —¿Qué necesitas decir? Mi polla todavía estaba dura como una roca cuando dije: —Si hubieras dejado de hablar durante dos segundos antes, te darías cuenta de que estabas equivocada acerca de lo que creías que iba a decirte esta noche. Respiré profundamente. Continué: —No quiero simplemente follar... —corregí mi lenguaje, porque lo que tenía que decir era importante—. No quiero solo... dormir contigo. ―Dejando escapar un suspiro, empujé el resto de las palabras—. Creo que deberíamos... ver a dónde van las cosas. Su mandíbula cayó. —¿A qué estás llegando? —Antes, cuando entraste en mi oficina toda arreglada, pareciendo una maldita Betty Boop, estaba pensando en eso, tratando de descubrir mis sentimientos. Pero no había nada que descubrir, excepto que he estado en negación. No puedo prometerte nada, Gia. No puedo prometer que no voy a joder esto de verdad. Pero... quiero intentarlo. Sus ojos se abrieron con genuina sorpresa. —¿Quieres algo más que una simple follada casual conmigo? Asentí. —Sí. —Me deslicé, envolví mis manos alrededor de sus mejillas y froté un poco del lápiz labial restante de su boca—. Y no necesitas toda esa mierda en tu rostro. Eres tan jodidamente hermosa sin eso. La próxima vez que te pongas eso, voy a sacarlo todo de ti a besos.

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—¿Es un desafío? —Un rubor se deslizó por su rostro—. ¿Entonces, que hacemos ahora? ¿A dónde vamos desde aquí? El concepto de citas era tan extraño para mí. No podía recordar la última vez que había llevado a una mujer a una cita formal. Cuanto más lento tomara las cosas con Gia, menos posibilidades tenía de arruinar las cosas. Eso significaba evitar estar a solas con ella por un tiempo. —Estás libre mañana por la noche, ¿verdad? —le pregunté. —Sí. —Iré por ti. Sonrió. —¿Me llevarás a una cita? Mi corazón comenzó a palpitar ante la idea. —Mira... realmente no sé lo que estoy haciendo cuando se trata de citas. No he estado en una cita real en mucho tiempo. Pero sí, te recogeré. Para salir. —Recogerme. Llevarme. Eso suena como una cita para mí —bromeó. Puse los ojos en blanco, luego sonreí en concesión. —Está bien, maldita sea. Es una cita.

¿Qué pasa conmigo esta noche? Indeciso como el infierno, me quité la tercera camisa que me puse en cinco minutos y la tiré en la esquina de mi habitación. Pensarías que nunca antes había salido con una mujer. Yo tampoco estaba acostumbrado a disfrazarme, finalmente me puse una camisa con cuello de carbón y jeans oscuros. La realidad era que la camisa correcta no iba a protegerme de mi propio comportamiento autodestructivo esta noche. Sabía muy bien que no tenía control sobre mi reacción física hacia Gia. Sí, quería conocerla aún mejor. Sí, quería pasar el rato con ella. Pero quería follarla más que mi próximo aliento, y me preocupaba que en el momento en que comenzáramos a tocarnos otra vez esta noche, esa necesidad los venciera a todos. Iba a perderlo. Solo lo sabía. Hice una reserva para nosotros en un elegante restaurante de mariscos a una media hora de distancia. Pensé que cuanto más lejos el restaurante, mejor. Eso era más tiempo en el auto donde no podía meterme en problemas la primera noche de "citas". El sol empezaba a ponerse cuando llegué a la casa de la playa.

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Después de tocar el timbre, me sequé el sudor de la frente mientras esperaba que respondiera. El hecho de que todavía no supiera que yo era el dueño de su maldito lugar me hizo reírme. Gia abrió, luciendo lo suficientemente bien como para comérmela allí mismo, y eso solo confirmó lo jodido que estaba. Llevaba un vestido amarillo escotado que era largo y fluido. A pesar de que era sexy, no parecía tan cachonda. Llevaba el cabello recogido en ondas. Tenía una diadema brillante sobre su cabeza y sobre su frente. Me recordó algo que Cleopatra hubiera usado. Gia era naturalmente exótica y hermosa, así que me alegré de que me hubiera escuchado y hubiera reducido el maquillaje al mínimo. Ella no lo necesitaba. —Te ves bien. —Sonreí. —Y tú también —dijo. Sin saber qué diablos hacer con ellas, metí las manos en los bolsillos. Me hice consciente de todos mis movimientos. Fue como si de repente olvidara cómo actuar a su alrededor. Ahora que sabíamos dónde estaban las cosas y tenía rienda suelta para tocarla, estaba asustado como la mierda de moverme demasiado rápido y hacer algo que la lastimara. Cuando volvimos a mi Mustang, preguntó: —¿A dónde vamos? —¿Alguna vez has oído hablar de Oceanside Manor? —Sí. Ese lugar es realmente elegante. —Trata de comportarte, entonces. —Le guiñé un ojo, abriendo la puerta del lado del pasajero—. No interfieras en ninguna pelea esta noche. Cuando se sentó en el asiento, respiró hondo. —Extrañé estar en tu auto. Maldita sea, yo también lo extrañé. Cruzó las piernas y reveló que el vestido que llevaba tenía una abertura enorme que me permitía ver su pierna bronceada y tonificada hasta la parte superior del muslo. Maldición. Maldición. Maldición. Tanto tiempo extra en el auto manteniéndome fuera de problemas. Buscando en mi bolsillo un cigarrillo, me di cuenta de que se me habían olvidado. No había forma de que pudiera sobrevivir a un paseo de treinta minutos con "piernas" por aquí sin fumar. En el camino, me detuve bruscamente en un 7-Eleven antes de tener que tomar la autopista. —¿Qué estás haciendo? —Tengo que buscar cigarrillos. Dejé mi paquete en casa.

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Salí corriendo del auto rápidamente así que no tuve que escuchar su sermón de culpa por el hecho de que todavía estaba fumando. Esta noche no era la noche para renunciar. —Un paquete de Marlboro —le dije al cajero. Cuando me lo dio, busqué en mi bolsillo mi billetera y descubrí que no estaba allí. Palpando mi ropa, pronto descubrí que había dejado mi billetera en casa. ¡Mierda! Había estado tan preocupado con mi vestuario como un tonto que me olvidé de lo más importante. Apoyado contra el mostrador, dejé escapar un largo suspiro y volví a deslizar los cigarrillos hacia el hombre. —Lo siento amigo. Olvidé mi billetera. Gia debe haber sentido la mirada enojada en mi rostro cuando volví al auto. —¿Qué pasa? Poniendo el motor en marcha, suspiré. —Tenemos que regresar. Deje mi billetera en casa. Nos detendremos en mi casa, y correré y la buscaré. Puso su mano sobre mi muslo, y me hizo revolver la polla. —No seas tonto. Puedo pagar la cena. No había una maldita manera de que dejara que Gia hiciera eso, incluso si le devolvía el dinero. No podía imaginar nada más humillante que verla abrir su billetera esta noche y pagar la cuenta. —Nah. Regresaré. Todo el viaje a mi casa, me estuve preparando para su reacción cuando llegáramos a mi camino de entrada. Ella nunca había visto dónde vivía. Cuando finalmente nos acercamos —según lo predicho—, sus ojos se salieron de su cabeza cuando captó un montón de mis excavaciones. —Oh Dios mío. ¿Esta es tu casa? Es asombrosa. Aunque no malgastaba el dinero como mi padre y mi hermano, con las riquezas que había heredado, la única cosa que me había concedido era un maldito buen lugar de residencia. Dos niveles, todas las ventanas de vidrio en el exterior, y con vista al océano, definitivamente era una linda propiedad. No se puede negar. Estaba en una pequeña área privada en la playa, aislada, como a mí me gustaba. Estaba a punto de salir corriendo, cuando Gia me preguntó:

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—¿Te importa si voy contigo? Me encantaría ver el interior. No debería haberme sorprendido que quisiera ver la casa. Técnicamente, debería haber sido un caballero e invitarla a entrar. Simplemente no confiaba en estar a solas con ella. Pero, ¿qué se suponía que debía hacer ahora, hacerla quedarse en el auto después de que me pidiera verla? —Sí. Por supuesto. Una vez dentro, Gia miró a su alrededor, empapándose con mi estilo moderno pero minimalista. La mayoría de mis muebles eran negros o grises. Las paredes del espacio principal eran blancas y estaban cubiertas por las pinturas de mi madre. Le pedí específicamente que pintara diferentes variaciones de la luna sobre el océano por la noche. Gia estaba absorbiendo todo. —Rush... este lugar. Es… —Gracias. No tardó en darse cuenta de la obra de arte. Ella caminó directamente hacia el retrato de la luna más llena. —¿Tu madre hizo esto? Me dirigí detrás de ella. —Sí. —Son increíbles —dijo deslizando suavemente el dedo sobre el lienzo—. ¿Tienes una obsesión con la luna? —Podrías decir que me gusta la luna, sí. Ella siempre está ahí para mí y tiene un lado oscuro, como yo, supongo. Le pedí a mi madre que pintara diferentes interpretaciones de la luna sobre el agua por la noche. Podía decir que las ruedas giraban en la cabeza de Gia, como si estuviera tratando de descubrir el significado detrás de por qué amaba la luna, tal vez tratando de encontrar alguna correlación entre eso y mi anhelo de confiabilidad o amor o alguna mierda. —Bueno, definitivamente creo que la luna te queda más atractiva que el sol. Arqueé una ceja. —¿Porque soy un lunático? Ella rió. —Bueno, sí, pero también el ambiente oscuro y misterioso. Gia simplemente vagaba por la casa, ajena a mi deseo de irnos. —¿Te importa si reviso el segundo nivel?

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No iba a poder salir de esto, pero una parte de mí estaba empezando a querer mostrarle más mientras me acostumbraba a tenerla dentro de mi casa. En lugar de responder, señalé con la cabeza y la guié para que me siguiera por las escaleras. Ella se deslizó a través de mi habitación y abrió las puertas que conducían a la cubierta superior. Lo último del sol descendía sobre el ventoso océano. Gia se quedó allí empapándose con el aire de la noche y el paisaje. Se veía exquisita con su cabello revoloteando mientras miraba el agua. Ambos permanecimos en silencio durante un buen rato, escuchando a las gaviotas antes de que finalmente hablara. —Si viviera aquí, estoy bastante segura de que nunca me iría. Una imagen de Gia con grilletes, atada a mi cama, incapaz de irse, brilló en mi cerebro. No puedes detener tus pensamientos, ¿verdad? Cuando se volvió hacia mí, por alguna razón, tuve ganas de decir: —Eres muy bonita. ¿Lo sabes? ¿De dónde vino eso? —Apuesto a que le dices eso a todas las chicas que traes a este balcón. Raramente traía mujeres a casa si podía evitarlo. Por lo general, iría a su casa. En las raras ocasiones en que no pude evitarlo, nunca las llevé a mi habitación privada, que conducía a este balcón. Usaría el dormitorio de invitados del primer piso para "entretenimiento". —Eres la primera chica que alguna vez entró aquí. Su ceño se frunció. —¿En serio? —Sí. Soy un chico privado. Nunca traje a una mujer aquí antes. Este... el piso de arriba... es como mi santuario. —¿Por qué me dejas subir aquí, entonces? —Joder si lo sé. Supongo... confío en ti... o algo así. Su ceja se levantó. —¿O algo así? —Algo que ni siquiera entiendo. Pierdo la cabeza a tu alrededor. Desde el momento en que te conocí, me diste algo que no he podido contener. —Entonces, no... lo contengas. Me acerqué más a ella, colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.

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—Es como si quisiera protegerte y corromperte al mismo tiempo. Está jodido. —No está jodido. Es dulce. —No pensarías que es dulce si supieras lo que estaba pasando en mi cabeza en este momento. —Creo que tengo una vaga idea. Queriendo besarla con tantas ganas, retrocedí, mirando mi teléfono en su lugar. —Deberíamos irnos... —¿Hiciste una reserva para cenar? —Sí. Nos las perdimos. Parecía vacilante al decir: —¿Te importa si pasamos el rato aquí en lugar de ir allí? No estoy de humor para ir a un restaurante. Siento que gasto la mitad de mi vida en uno. Me encantaría solo sentarme en esta terraza con una copa de vino. ¿Tal vez conseguir algo para llevar? Eso sonaba exactamente a lo que me gustaría hacer si no tuviera tanto miedo de estar a solas con ella. Cuando no respondí, ella dijo: —Está bien si prefieres no hacerlo. —No. Está bien —dije—. Podemos quedarnos aquí. Mi noche acaba de ser mucho más desafiante.

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CAPÍTULO 15

R

ush había pedido comida italiana de un restaurante llamado Margarita's que estaba por su camino.

Tomamos un poco de vino con nuestra berenjena a la parmesana y camarones rebosados. Parecía mucho más relajado de lo que había estado antes. Había un patio increíble instalado en la cubierta superior. Estábamos tumbados en dos tumbonas exteriores separadas. Él estaba bebiendo su vino y fumando mientras su cabello volaba en todas direcciones en la brisa nocturna. Ahora estaba oscuro, haciendo que el centelleo de la ceniza de su cigarrillo fuera más prominente. Se había mantenido a medio metro de mí toda la noche. Pero no pude evitar desear que se acercara mientras el recuerdo de nuestro beso de ayer consumía mis pensamientos. Nunca me habían besado con tanta fuerza, tan apasionadamente. Solo podía imaginarme cómo sería él en la cama. Durante la cena, habíamos hablado de muchas cosas, incluida nuestra infancia y un poco sobre sus diversos negocios. Habíamos logrado cubrir toda la gama, bueno, excepto el tema de qué exactamente estaba pasando entre nosotros. Ahora, simplemente estábamos mirando el océano otra vez. —Me siento tan tranquila aquí. Es tan plácido —dije. —Nunca he compartido esta vista con nadie. —Todavía no puedo creer eso. Apagó su cigarrillo antes de extender su mano hacia mí. —Me gusta tenerte aquí. Mucho. Lo apreté, notando una expresión de preocupación en su rostro. —Parece que eso te incomoda un poco. ¿Qué hay de malo en eso? Estuvo en silencio por mucho tiempo antes de decir: —No soportes ninguna mierda de mi parte, Gia, ¿de acuerdo? —¿Qué se supone que significa eso? —Si me ves empezando a joderlo, ponme en mi lugar. Estaba claro que Rush tenía algunos temores profundamente arraigados sobre lastimarme. Tal vez se debía a que su padre abandonó a su madre.

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—Sabes, podría lastimarte tanto como tú podrías lastimarme a mí. Recuerda, soy la hija de una mujer que abandonó a su esposo e hija. También podría tener mala sangre en mí. Pero no voy a preocuparme por eso. Y no te tengo miedo, Rush. —Deberías tenerlo. —¿Por qué? —Porque quiero hacerte cosas realmente malas ahora mismo. Lo que realmente debería hacer es llevarte a casa. —No quiero irme. Sus ojos eran penetrantes. —¿Qué quieres, Gia? Sintiéndome audaz, me levanté de mi asiento, me arrastré hasta su tumbona y comencé a montarme a horcajadas sobre él. —Esto —dije antes de devorar sus labios y besarlo con cada onza de mi alma—. Te quiero a ti, Rush —susurré sobre sus labios. La velocidad del beso se aceleró cuando de repente me levantó de la silla, llevándome a través de las puertas a su cama. Él me bajó, revoloteando sobre mí. —Quiero ir despacio, pero realmente necesito probar tu coño, Gia. Sus palabras hicieron latir los músculos entre mis piernas. Rush levantó lentamente la falda de mi vestido, enterrando su cabeza entre mis piernas. Suavemente besó la piel entre mis muslos. Me retorcí, incapaz de controlar la reacción de mi cuerpo ante la sensación. —Relájate —dijo. Cuando su lengua golpeó mi clítoris, juré que vi las estrellas. Dejando salir un chillido ante el contacto, incliné mi cabeza en éxtasis. Mis piernas estaban ahora temblando. Él me acercó más con un solo movimiento, mientras enterraba su boca en mí, golpeando su lengua sobre mi clítoris y usando toda su boca para complacerme. Mis ojos se cerraron cuando sentí sus dedos deslizarse dentro de mí. Me estaba follando con los dedos mientras continuaba devorando mi carne. No esperaba llegar tan rápido. Mis músculos comenzaron a contraerse sobre su boca. Duré casi un minuto, incapaz de recordar la última vez que un hombre había usado su boca para complacerme. Grité en el clímax mientras tiraba del pelo de Rush.

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Me había dejado completamente flácida y sin palabras. Saliendo por aire, Rush se lamió los labios y gimió: —No puedo esperar para follarte, Gia. Su erección se estiraba a través de sus jeans. Sabía que necesitaba ser liberado, y no podía esperar para dárselo. Agarrando la hebilla de su cinturón, intenté desabrochar sus pantalones cuando colocó su mano sobre la mía para detenerme. —No puedo ir allí esta noche. Te destrozaré. —De repente saltó fuera de la cama—. Vuelvo enseguida. Desapareció por un largo tiempo, y cuando regresó, solo podía suponer que había ido a masturbarse, porque parecía tranquilo. —Hazte a un lado —dijo mientras me envolvía en sus brazos. Él me había dado el mejor orgasmo de mi vida, y ahora me estaba abrazando. No podía decir que se puso mejor que eso. —Extrañé esto —dije—. Dormir a tu lado. —¿Solo lo tuviste una vez y lo extrañaste? —dijo contra mi espalda. —Todas las noches desde entonces. Rush besó mi espalda suavemente. —Yo también, Gia. El sentimiento más cálido me invadió. Me sentí increíblemente segura en sus brazos, más segura de lo que probablemente haya sido en toda mi vida. Él trazó sus dedos arriba y abajo de mi brazo mientras yacía detrás de mí, acurrucado. Relajada y contenta en el momento, cerré los ojos para disfrutar de la neblina post-orgásmica que me cubría. Nuestros pechos moviéndose al unísono, su frente a mi espalda, deben haberme mecido para dormir. Porque lo siguiente que supe fue que el calor del sol golpeando mi rostro me despertó y encontré una cama vacía.

Me apoyé contra la puerta de la cocina. Ahora eso era una vista de la mañana a la que podría acostumbrarme. Rush parado frente al horno, sin camisa, con el cabello mojado, cocinando algo que olía delicioso mientras se balanceaba con la música. Me pareció extraño que la música fuera country. Lo hubiera tomado más por heavy metal o algo así.

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—¿Vas a pararte ahí y mirarme fijamente, o venir a darme un beso de buenos días? —Rush habló sin darse la vuelta. —¿Cómo supiste que incluso estaba parada aquí? Golpeó con sus nudillos la campana de acero inoxidable sobre el horno. —Reflejo. Bonito atuendo, por cierto. Me había quedado dormida en mi vestido, y cuando vi la camiseta que Rush usó ayer en el piso junto a la cama esta mañana, decidí ponérmela después de lavarme en su baño. Me acerqué a él y envolví mis brazos alrededor de su cintura. —Buenos días. Estiró su cuello hacia atrás y se encontró con mi cabeza inclinada para un beso. —¿Dormiste bien? —En realidad, realmente bien. Ni siquiera recuerdo haberme quedado dormida. Tu cama debe ser realmente cómoda. Él se rió entre dientes. —Sí. Fue la cama, no mi boca en tu coño lo que te dejó exhausta. —Eres tan grosero. Él sirvió los huevos de la sartén, justo cuando una tostada saltó de la tostadora. —Lo olvidé, tengo que sobornarte con un trago para conseguir que digas palabras sucias. —guiñó—. Ve a sentarte. Te prepararé un poco de café y decidiré lo que quiero escuchar para que puedas tomar cafeína. Nos sentamos juntos a desayunar, y no pude evitar comerme con los ojos el cuerpo de Rush. Tenía una complexión delgada, pero fuerte y musculosa. Sus pectorales eran esculpidos, los abdominales eran cincelados en un paquete de seis —o tal vez eran ocho—, definitivamente quería contar los picos y valles con mi lengua en algún momento, y sus brazos estaban tensos y abultados cada vez que traía su taza de café a sus labios. Ni siquiera voy a comenzar con esa delgada línea de cabello que iba desde su ombligo hasta sus pantalones de chándal. —¿Qué está pasando en esa cabeza chiflada tuya esta mañana? — Rush me había estado mirando fijamente. —Solo estoy revisando la mercancía. Arqueó una ceja. —¿Qué? Pudiste verme antes de decidir invitarme a una cita. Yo no llegué a verte. Sus cejas bajaron.

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—¿Cuándo conseguí verte desnuda? —En el bikini amarillo. Sonrió socarronamente. —Eso no era exactamente desnuda. Aunque vi algo de areola y todo tu trasero. Así que estuvo bastante cerca. No sé de qué iba Rush, pero él me hizo audaz. Le lancé una sonrisa diabólica. —Bueno, no me gustaría ser injusta. —Rápidamente levanté la camiseta que tenía sobre mi cabeza y la arrojé al suelo. Había dejado mi sujetador con mi vestido en el dormitorio, así que todo lo que llevaba era una tanga de encaje negro. El tenedor de Rush hico un ruido sordo contra el plato. —Joder. —Tragó saliva—. No estás haciendo esto fácil. Incliné mi cabeza tímidamente. —¿Estás diciendo que te lo pongo duro? Sus ojos se enfocaron en mis pechos. De hecho, los vi oscurecerse a un tono más profundo de verde. —Tienes unas tetas preciosas. —Gracias. —Tomé un sorbo de mi café, tratando de actuar de manera casual. —Me gustaría follarlas. Me atraganté a medio sorbo y derramé un poco de café en mi plato. Yo había empezado esto, pero Rush ciertamente se había hecho cargo. Mi boca se secó de repente, y fue mi turno de tragar. —Te gustaría… —Follarlas. —Umm. Bueno. Sus ojos parpadearon hacia mi cuello, y lo señaló. —Me encanta tu clavícula. Es tan delicada y bonita. La piel alrededor de ella es tan perfecta y suave. —Gracias. —Me voy a venir allí. —¿Perdón? —Por todo tu cuello. Después de follar esas preciosas tetas. Me retorcí en mi silla. —¿Y cuándo va a suceder esto?

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Sus ojos se alzaron y se cerraron con los míos. Brillaban de maldad. —Cuando quiera. Tal vez debería haberme molestado que el tipo con el que había apenas empezado a salir me acabara de decir en el desayuno que planeaba tener sexo con mis senos y terminar por todo mi cuello cuando quiera, pero demonios... estaba dispuesta. Salté cuando Rush abruptamente empujó su silla hacia atrás de la mesa. Caminó hacia donde yo estaba sentada y se inclinó para besar mis labios. —Vuelve a ponerte la camiseta. Estoy tratando ser bueno. —La recogió del suelo y me la tendió. Hice un puchero. —Follada de tetas requiere al menos otra cita o dos. —Se giró y comenzó a caminar fuera de la cocina. —¿A dónde vas? No terminaste tu desayuno. —Usa tu imaginación, Gia. Yo ciertamente usaré la mía.

140 Rush me llevó a casa. Aunque todavía no estaba lista para dejarlo, realmente necesitaba escribir todo el día antes de trabajar esta noche. Se detuvo al frente en lugar de estacionarse. —Estás esta noche, ¿verdad? Asentí. —Seis en punto. —¿Qué tal si hacemos algo mañana? —Estoy trabajando desde el almuerzo a partir de las once. —Conozco al jefe. Estoy seguro de que te dará el día libre. Sonreí. —¡Bueno! ¿Qué quieres hacer? —Estaba pensando en ir a ver a mi madre. Ella quiere que conozca a un imbécil que está viendo, y de todos modos querías ver su arte. Mis cejas se juntaron. —¿Ella está saliendo con un imbécil? ¿Cómo sabes si no lo has conocido? Rush dijo inexpresivo. —Está saliendo con mi madre.

Me reí. —¿Y automáticamente es un imbécil solo porque está saliendo con tu madre? —Empieza como un imbécil y tiene que ganarse mi cambio de opinión. Me incliné y rocé mis labios con los suyos. —Tienes suerte de que la parte protectora de ti sea adorable, porque algunas personas realmente podrían pensar que tú eres el que es el imbécil. —Ve a escribir, Shakespeare. Froté mi nariz hacia adelante y hacia atrás contra la suya. —Tal vez voy a escribir una escena en la que el héroe va abajo sobre la heroína, ya que tengo un recuerdo tan agradable para tomar prestado. Rush gimió. —Sal de mi auto antes de que tenga que tomar otra ducha. Me reí entre dientes y abrí la puerta del auto. —Hasta más tarde, jefe.

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CAPÍTULO 16

D

ebí de haberme masturbado una segunda vez esta mañana.

Considerando que era la primera vez en mi vida en la que estaba oficialmente saliendo con alguien, creerías que no tendría que tomar las cosas con mis malditas manos. Quién hubiera pensado que salir significaría masturbarse muchas veces al día. Miré a Gia sentada en el asiento de al lado. Llevaba un mono azul marino de seda con los hombros cortados. Hacías que sus piernas parecieran kilómetros de suave piel. También quería correrme en ellas. Pasé las manos a través de mi cabello. ¿Qué mierda está mal conmigo cuando se trata de esa chica? Ella es dulce y pura, y quiero escucharla hablar sucio y ensuciarla. Anoche intente jodidamente demasiado, mantener las cosas profesionales en el restaurante. Pero cuando se inclinó para levantar los menús que se cayeron del almacén frente a mi oficina, no pude evitarlo. Cerré la puerta y chupé esos hermosos senos hasta que logré que dijera que no podía esperar a sentir mi polla deslizándose entre ellas. Y ahora, incluso de camino a casa de mi madre, apenas y podía contenerme. Gia se quitó las sandalias y colocó sus pies descalzos sobre el tablero. —Así que, ¿la casa donde vive tu madre es el mismo lugar donde creciste? —Exactamente. Ella ha estado ahí por treinta y cinco años. —Eso significa que, ¿voy a ver donde dormiste de adolescente? —Síp. —Apuesto a que fuiste un problema de adolescente. Llevando chicas a tu cuarto y demás. —Arrugó la nariz—. Pensándolo mejor… creo que no quiero entrar a esa habitación. —Vamos. Podemos pretender volver a tener catorce, y voy a tocarte, mientras succiono tu rostro y presiono mi tubería contra tu cadera. Se rió. —¿Catorce? ¿Fue cuando comenzaste a tocar a las chicas? Por su reacción, pensé que lo mejor no era decirle que más bien fue como a los doce. —Cerca de esa edad. —Eso es joven. —¿Cuántos años tenías cuando te tocaron por primera vez?

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—Dieciocho. Mis ojos se apartaron de la carretera hacia ella, para ver si bromeaba. No lo hacía. —Dieciocho es un poco grande para llegar a primera base, ¿no lo crees? Se encogió de hombros. —Supongo. —Los chicos debieron de haberte perseguido mientras crecías. Así que adivino que no fue por falta de oportunidades. —No. Me invitaban a citas muy seguido. Es solo… La volví a mirar. —¿Solo que qué? —No lo sé. En retrospectiva, creo que no quería decepcionar a mi papá. Mi madre había sido irresponsable al tenerme e irse. Él había dado tanto al criarme. No quería decepcionarlo. Todas las chicas, y la mayor parte de las mujeres con las que he estado de adulto, tienen lo opuesto como meta. Quieren enfurecer a sus padres. Siempre me alejé de las hijas de papi, diciéndome que eran unas santas. Pero de pronto, me pregunté si me había alejado de ellas porque no creía poder cumplir los estándares que tenían. Gia definitivamente tenía altos estándares y eso me aterraba. —Vi la manera en que tu padre te miraba, la manera en la que interactúan, no creo que sea posible que lo decepciones. Sonrió. —Como sea, de regreso a nuestra conversación. Nunca me tocó un chico en su habitación. Pero dejé que Robbie Kravit colocara su mano bajo mi suéter en la parte de atrás del cine cuando íbamos en último año. —¿Está mal que tenga le necesidad de golpear a Robbie? Soltó una risa. —Bueno, ahora ya sabes cómo me sentí el mes pasado… mujeres deteniéndose en el restaurante para proponerte algo mientras usaban faldas cortas de cuero. No había pensado en ello. —Yo no las invité. Miró por la ventana por un momento en silencio y luego dijo: —¿Puedo preguntarte algo? —Cuando una mujer pregunta si puede preguntar algo, usualmente es algo que preferiría no responder.

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Se rió. —¿Estuviste con alguien desde que nos conocimos? —No. —Casi lo hice cuando ella se metió en aquella pelea. Pero honestamente, me había obligado a ir por otra mujer solo para poder dejar de pensar en Gia, y dudo que lo hubiera hecho de haber ido—. Quería estar con alguien porque pensé que eso me detendría de estar obsesionado contigo, pero nunca lo hice. Ella asintió y no dijo nada. Lo me que puso paranoico. ¿Acaso tiene algo que confesarme? —¿Estuviste con alguien más? —No. Solo estuve con otra persona en el último año. Y te dije que eso fue un error. Me sentí sola y caí en la trampa del chico lindo porque extrañaba sentir una conexión con un hombre. Pero me di cuenta después de dejarme con el número equivocado, que el sexo no satisface la conexión que extrañaba. Moví la cabeza. —Ahora quiero golpear al hombre que te engañó. Por una gran cantidad de razones. La primera porque estuvo dentro de ti y yo no. Gia colocó su mano sobre mi muslo, y casi me salí del carril. —Podemos arreglarlo, sabes —dijo—. No soy yo quien está llevando las cosas lentas. Acabamos de pasar un Holiday Inn en la salida anterior. Gruñí. —Mujer, vas a matarme.

—¡Hola! —Mi madre abrió la puerta y abrazo a Gia antes de saludarme—. Me alegra tanto que pudieran venir. De inmediato comenzaron a darse cumplidos. —Amo tu collar —¡El azul es tu color! —¿Te cambiaste el cabello? Puse los ojos en blanco. —¿Qué demonios soy yo? ¿Hígado picado? Mi madre sacó el labio. —Aww. ¿Mi pequeño se siente ignorado? Ven aquí. Dale a mamá un abrazo.

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Bueno, ahora se siente forzado. Pero no me importó porque mi madre es la mejor. La abracé fuertemente, y se sintió jodidamente bien. Cuando se apartó, nos miró a Gia y a mí, con el rostro más emocionado que le haya visto. Aplaudió unas pocas veces sin ser capaz de contener la emoción. —Entren, entren. La casa en la que crecí era pequeña, una típica casa de clase media como muchos otros vecindarios en Long Island. Pero mi madre la tenía llena de colores brillantes y cuadros, así que por alguna razón siempre se sintió más grande que la de mis amigos. Lo mejor que pudo salir de la herencia de mi abuelo, fue que pude pagar la casa por ella. —Vaya. Me encanta el lugar. —Gia miró sorprendida. —Soy una decoradora frustrada. Cambio los muebles y cambio los colores todo el tiempo. Cuando Heathcliff era pequeño, salía para la escuela teniendo paredes bronceadas y sillones rojos, y cuando regresaba a casa conseguía paredes verdes y a mí con una pistola de clavos retapizando los sillones. Gia me sonrió. —Heathcliff. Eso suena gracioso, aunque sea su nombre. —Algunos en mi familia le dicen Heat. Pero nunca se sintió correcto para mí. —¿No le llamarón así por alguien? Mamá asintió. —Mi padre. Él fue un buen hombre. Pero Heathcliff nunca pudo conocerlo. Murió cuando estaba embarazada. —Lo lamento. —Gracias. En realidad, él me recuerda mucho a mi papá. Chico rudo, un poco brusco en la superficie, pero leal y protector. Gia sonrió. —Definitivamente he notado su lado protector. —Apuesto que sí. Vamos déjenme mostrarles mi estudio, antes de que Jeff llegue para llevarnos a su galería. —Adelántense —dije—. Las veré ahí en unos minutos. Voy a fumar algo. Las dos mujeres giraron y fruncieron el ceño al mismo tiempo. —Desearía que lo dejaras, hijo —dijo mamá. —Yo también —agregó Gia. Las miré a ambas y gruñí.

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—Justo lo que necesitaba. Las dos molestando.

Jeff no era nada de lo que imaginaba. Parecía más un abuelo que alguien que debería de estar saliendo con mi madre. Aunque, supongo, que técnicamente, mi madre era lo suficientemente mayor para ser abuela. Solo que nunca la vi así, porque actuaba y se veía tan joven. Jeff tenía cabello gris, piel bronceada con arrugas profundas, y traía puestos mocasines. Nunca había conocido a alguien con quien saliera, y mucho menos lo había visto pasar el tiempo con alguien, aun así, esperaba que él se viera más como un roquero, en lugar de alguien que se sienta en una jodida mecedora. —Estás terriblemente silencioso. —Gia caminó junto a mí mientras pretendía estudiar una pintura en la galería de Jeff. Para mi parecían un montón de manchas de tinta, pero el precio indicaba siete mil. Señalé la mancha. —¿Pagarías siete mil por esto? Ella rió. —No tengo siete mil en el banco. Pero si los tuviera, no los desperdiciaría en eso. —¿En que los gastarías? —Septiembre. —¿Septiembre? Suspiró. —Si. La casa que rentamos vale veinte mil al mes en los meses de verano, pero baja a la mitad en septiembre. Me acabo de dar cuenta que solo me quedan seis semanas ahí. —Nuestros ojos se encontraron—. No estoy lista para que termine. Sí. Ella no se iría si yo me encargaba de ello. Cubrí mi parte con los ingresos por renta de primavera y verano. Pero era muy pronto para pedirle que se quedara y decirle que yo pagaría la renta. Me golpeó el hombro. —Así que… ¿Qué te parece el novio de tú mamá? —Creo que es jodidamente viejo. Soltó una risa. —Melody dijo que solo es cuatro años mayor que ella.

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—Se ve cuarenta años mayor. —¿A quién le importa? Parece un buen hombre, y se ven felices juntos. Miré al otro lado de la galería. Jeff y mi madre estaban frente a una pintura y él le estaba diciendo algo mientras señalaba el arte. Su cabeza se movió hacia atrás de una risa, y mi corazón se apretó. —SÍ, se ven felices. —Sabes… —dijo Gia—… las personas pueden mirarnos y pensar que hacemos una extraña pareja también. Tú estás todo tatuado y tienes esa aura oscura y peligrosa a tu alrededor. Parezco una simple Jane a tu lado. Mis ojos se movieron de arriba abajo. —Definitivamente, no eres una simple Jane. Quizás una sexy bibliotecaria con la que los chicos tienen fantasías con inclinarla sobre los libreros, pero no una simple Jane, cariño. Se inclinó hacia mí. —No me importaría si me inclinaras sobre los libreros. De hecho, creo que eso sería interesante. Mi polla se movió. Abajo, chica. —Oh, ¿sí? ¿Qué te parece el baño de una galería de arte mientras mi madre y su novio están en la habitación contigua? Nada dice mejor “conoce a la novia de tu hijo”, como escucharla gemir mientras tu hijo le clava su polla. Gia clavó su codo en mis costillas. —Grosero. —Te encanta. Apuesto a que tus bragas están mojadas. Me sorprendió inclinándose y besando mi mejilla antes de susurrarme al oído: —En realidad están mojadas. Pero no por escuchar que quieres clavarme algo. Están empapadas por escucharte referirte a mí como tu novia sin dudarlo. Eso es algo que me enciende totalmente. La tomé de la cintura y acerqué su sonrojada persona hacia mí. —¿En serio? Asintió con una sonrisa de oreja a oreja. —Vamos, novia. Terminemos con esto y cenemos con mi mamá y el abuelo, para que pueda regresarte a casa y llegar a segunda base después de nuestra segunda cita. Arqueó las cejas. —¿Segunda base? ¿Qué demonios es segunda base si crees que hacerme oral es primera?

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—¿Cómo va el libro, Gia? —preguntó mamá durante la cena. —Ya se está moviendo mejor. Cada día las palabras llegan un poco más rápido, y los personajes están tomando más personalidad. —Eso es genial. A veces encuentro difícil comenzar a pintar, pero una vez que inicio, Entro en la zona y termino bastante rápido. —Espero que ese sea mi caso. Tengo una fecha límite. Mamá me señaló. —Mi hijo, por otra parte, puede comenzar una pintura más rápido que nadie. Aunque nunca las termina. La cabeza de Gia giró hacia mí. —¿Tú pintas? Me encogí de hombros. —Solía hacerlo. Pero no he pintado nada en años. Descubrí que era mejor para terminar una pieza en la piel de alguien que en el lienzo. —No sé cómo nunca uní los puntos. Tú mamá es una artista y tú solías hacer tatuajes. Por supuesto que tienes que ser un pintor talentoso. ¿Tienes algo de tus viejas pinturas? —En el closet, en algún lugar. —Me encantaría verlas. Mamá nos miró. —Umm. El arte de Rush es diferente al mío. —¿Qué tanto? Miré a mamá. —Yo no hago paisajes. —Bueno. Ahora me has puesto más curiosa. —Jeff también pinta —dijo mamá. —Ya no tanto —agregó Jeff—. Compré la galería hace quince años como mi retiro de la pintura. Pero de vez en cuando, todavía me llega la inspiración y me siento frente a un lienzo. Aunque ando un poco oxidado. —Jeff está siendo modesto —dijo mamá emocionada. Algo que solo la había visto hacer cuando hablaba de mí—. Es un pintor increíble. Una de sus pinturas estaba hoy en la galería. —¿Cuál? —pregunté.

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—Se llamaba Mancha de Tinta. Mis ojos saltaron a Gia y ambos levantamos nuestras bebidas para ocultar nuestras sonrisas. Después de la cena y el café, que fue mucho menos doloroso de compartir con el hombre que salía con mi madre de lo que pensé, nos dirigimos al estacionamiento. Mamá y Gia pasaron unos momentos hablando y mamá prometió que iría a pasar un fin de semana largo antes que terminara el verano. Jeff me miró fijamente a los ojos y me llamó con la mano. —Tú madre es una mujer especial. Tú opinión es lo más importante para ella. Me gustaría conocerte mejor. Quizás podría ir a jugar golf algún fin de semana. —Seguro. Aunque no soy tan bueno en el golf. Básicamente golpeo la pelota lo más lejos que pueda. Jeff sonrió. —Bien. También soy terrible en ello. ¿Dejamos escapar la ira por una hora, y el que llegue más lejos paga las cervezas después? —Ahora estás hablando. —Quizás el abuelo no era tan malo después de todo. El regreso a casa se sintió eterno porque no podía esperar para tocar a Gia. Todavía creía que no deberíamos sellar el trato, pero no había forma de que durmiéramos sin al menos jugar un poco. Salí de la autopista y hacia nuestro vecindario. —¿Necesitas algo de tu casa? Sus labios formaron una adorable sonrisa. —Eso es un poco presuntuoso de tu parte, ¿no? ¿Estás asumiendo que voy a ir a tu casa y me quedaré a pasar la noche? —Puedes a apostar tu trasero a que sí. He sido el perfecto caballero toda la noche. Esa mierda se queda en la puerta cuando lleguemos a mi casa. Voy a hacer cosas sucias en tu cuerpo, y vas a amarlo. Tragó. —Jesús, Rush. —Prefiero ser llamado Dios, como en oh Dios, oh Dios. —Eres un idiota. —Cierto. Pero necesitas algo de tu casa, porque tengo que girar a la izquierda en el semáforo si tienes que ir. —No. Estoy bien. La miré de reojo.

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—¿Nada de pastillas o algo? —¿Pastillas? —Ella estaba confundida a lo que me refería, pero luego entendió—. ¡Oh! No. No tomo ya la píldora. Deje de tomarla hace un año dado que no... ya sabes, estaba siendo activa. Pero supongo que debería de regresar a ellas. Otra razón para esperar. Lo último que necesitaba era joder la vida de una chica al embarazarla. Y estaba bastante seguro de que cuando finalmente entrara en ella, descargaría tanto que llenaría un condón y a ella. —Si no te molesta tomarlas, sería más seguro de esa manera. —No, no me importa. Además, entonces podemos… —¿Follar por detrás? Se sonrojó. —Iba a decir hacer el amor sin que nos detuviera un condón. Pero sí. Mi polla se movió a la idea de entrar sin protección. Pisé el acelerador para terminar de llegar a casa y prácticamente nos apresuré a la puerta. Dejando las llaves en la mesita, dije: —Ponte cómoda. Tengo que tomar una ducha rápida. Ella tomó mi mano antes de que pudiera correr. —¿Quieres compañía? Gruñí… —Me estás matando.

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CAPÍTULO 17

M

is nervios comenzaron a tomar lo mejor de mí cuando escuché el agua de la regadera dejar de caer. Me había desvestido, frotado aceite en mis senos y colocándome en la orilla de la cama mientras esperaba por Rush. Esta sería mi primera experiencia con un hombre deslizándose por mi escote, y no estaba segura de qué posición funcionaria mejor. Algo me decía que Rush sabía exactamente cómo le gustaría, puesto que parecía que ya había fantaseado con eso. Él salió del baño con una toalla alrededor de su cintura y mirando hacia abajo mientras se secaba el cabello. Se congeló cuando subió la vista y me miró. El calor en sus ojos eliminó todos los nervios que sentía. Rush tenía la forma de hacerme sentir hermosa y deseada sin decir ni una sola palabra. Moví las manos y tomé mis senos juntándolos. —Tomé prestado algo del aceite que encontré en tu mesa de noche. Él me miró por un largo tiempo. Me dio la sensación de que se estaba frenando. Mis ojos bajaron al bulto que estaba creciendo en la toalla. Definitivamente no estaba funcionando. Inconscientemente, me lamí los labios, y cunado levanté la mirada, él me estaba observando. Casi dejé de respirar cuando su manó llegó al nudo de la toalla y la dejó caer. Jesús. Era largo. Era grueso. Y estaba gloriosamente duro. El aire en la habitación crujió mientras nos quedamos mirándonos. Su voz fue brusca. —Ve al centro de la cama. Recuéstate. Una vez acomodada, él caminó a la orilla de la cama y miró hacia abajo mientras tomaba su polla. —Me corrí con tanta fuerza tan solo imaginándome esto. Todo mi cuerpo estaba en llamas. Estaba más excitada con solo pensar en lo que iba a experimentar, en comparación a todas las veces que

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tuve relaciones. Rush levantó una rodilla para subir a la cama y luego sobre mí. Junte mis senos como ofrenda. Mirándonos fijamente, bajó sus caderas y guió su polla hacia mis senos. Sus ojos se cerraron mientras se balanceaba por un momento. Luego, comenzó a bombear rápido y furioso. Presioné lo más fuerte que pude mientras deslizaba su grueso tamaño dentro y fuera, una y otra vez. —Joder. Joder. Tus tetas se sienten tan bien. Voy a correrme sobre ellas. La sedosa piel en tu cuello… tu hermosa clavícula. Quiero pintar todo tu cuerpo con mi semen… marcarte como mía. Tragué. Jesús Cristo. Amaba la manera en que parecía ser tan posesivo conmigo, como si no pudiera evitarlo y quisiera dominar mi cuerpo de manera casi salvaje. Abrió los ojos y miró había abajo. —Mierda… tan hermosa. Tan, tan, perfecta. Observar su orgasmo haciéndose presente fue una de las cosas más hermosas que hubiera visto. La tensión en su rostro, mientras los músculos en sus abdominales se volvían rígidos. Con un gruñido de mi nombre que fue tan sexy que llevó a mi cuerpo al límite, se dejó llevar, exactamente como dijo que quería, por sobre todo mi cuello.

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La protección de Rush se extendió incluso después del sexo. Me limpió con una toalla caliente, y luego regresó el favor bajando sobre mí de nuevo. Aunque a diferencia de la última vez, no me desmayé del cansancio después de que terminara. Mientras Rush se había quedado dormido, yo permanecí despierta. Mis pensamientos pasaron de obsesionarme con que me rompiera el corazón, a fantasear en cómo sería el sexo con él. Lo último me llevó a pensar en nuestra última conversación y a mi ciclo menstrual, cuando podría comenzar a tomar la pastilla. ¿No debería de tener mi periodo cerca? ¿Eso me lo arruinaría, si quisiera tener sexo conmigo esta semana? Fue en ese momento a mitad de la noche, recostada en la cama de Rush, que me di cuenta de que no podía recordar la última vez de mi ciclo. El mes pasado fue tan confuso, pero todavía asumía que tuve mi periodo. Y ahora tengo un retraso. ¿Pero qué tan retrasada? El pánico se apoderó de mí. No debió de haber sido más de un mes… ¿Verdad?

De pronto, comencé de verdad a entrar en pánico. Normalmente marcaba el primer día de mi ciclo en el calendario del celular. Necesitaba saber. Necesitaba revisar mi teléfono justo en ese momento para ver la última fecha que marqué. Rush seguía dormido mientras apartaba su brazo y me separaba de su lado, dirigiéndome a mi bolsa en el suelo. Sacando mi teléfono, fui directamente al calendario. Me deslicé por el calendario para revisar el ultimo día que marqué mi periodo. Llegando al mes pasado y dándome cuenta que no había nota, comencé a sentir mi corazón latiendo aceleradamente. No fue hasta que mi dedo se detuvo en la fecha de la última nota que realmente comencé a entrar en pánico. La última vez que tuve mi periodo fue hace más de dos meses. No hubiera estado tan preocupada si no fuera por el hecho de que tuve sexo con un hombre antes de esa fecha, mi aventura de una noche de The Heights.

A la mañana siguiente, intenté mantener la calma por el tiempo que aún me quedaba con Rush. No tenía sentido entrar en pánico o saltar a conclusiones sin tener una respuesta concreta. Rush me dejó en casa y supuestamente me dejó sola para que escribiera. Pero no ocurría nada de escritura. Debí de haberme quedado viendo la pared de mi habitación por horas. Mis ojos deambularon hacia la pintura de la puesta de sol que la mamá de Rush me dio. Era una imagen que alguna vez me había dado tanta alegría, pero ahora me hacía sentir tristeza, un recordatorio de todas las cosas de las que me perdería, una vida entera de posibilidades que nunca sucederían. Vería a Rush esta noche y no sabía cómo iba a enfrentarlo a menos que estuviera segura. Aun así, no podía obligarme a ir a la tienda y comprar una prueba de embarazo. ¿Cómo me había puesto en una situación donde esto fuera remotamente posible? Había hecho todo lo posible, durante toda mi vida, por tomas buenas decisiones. Esa noche con Harlan fue una de las pocas veces que realmente lo había jodido. Quiero decir, ni siquiera sabía su apellido o si su nombre era verdaderamente Harlan. No podría contactarlo aunque quisiera. Me estaba sintiendo vulnerable y miserable sobre mi carrera cuando lo conocí y él me había dado una distracción, encantando mis pantalones, literalmente. Pero fue un enorme error. El pensar que un

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error podría significar el fin de una vida de responsabilidades era impensable. Apenas podía cuidar de mí; no estaba lista para ser madre soltera. Rompería el corazón de mi papá. Y ese escenario seguramente sería mi fin con Rush. Él tenía dudas de involucrarse en una relación de por sí, mucho menos si involucraba a la chica teniendo el hijo de otro hombre, uno que había desaparecido. Colocando mi cabeza entre mis manos, pensé en la noche anterior, lo increíble que se sintió estar con Rush. Me estaba enamorando de él. Sabía que físicamente se lo estaba tomando lento conmigo. Y eso hacía mi necesidad por él mayor. Lo deseaba tanto, de todas las formas posibles. Ahora, quizás nunca tendría ni una parte de pastel. A menos que el resultado fuera negativo, quizás nunca sabría lo que era estar realmente con Rush. Necesitaba saber. Realmente tenía miedo de tener un ataque al corazón si resultaba positivo. Insegura de poder soportar hacer la prueba sola, me pregunté si podía confiar en Riley para este secreto. Si resultaba estar en su habitación le diría. Si no, eso sería mi señal para mantenerlo en secreto. Riley estaba sentada frente al tocador, rizando su cabello frente al espejo, cuando la interrumpí. Ella de inmediato pudo darse cuenta de que algo no estaba bien por la mirada en mi rostro al estar en su puerta. Bajó la rizadora. —¿Pasó algo? Mi tono fue firme. —Riley, tienes que prometerme que no le dirás a nadie. —¿Qué de…? ¿Rush hizo algo? —No, no. Rush es… increíble. Esto no tiene nada que ver con él. — Sentándome en su cama, fui directo al grano—. ¿Recuerdas el sexo por una noche que tuve con ese chico The Heights? —¿El que te dio el numero incorrecto? Sí. —Bueno, tengo miedo de que me dejara con más que solo un número equivocado. Abrió los ojos sorprendida. —¿Tienes una enfermedad? Negué con la cabeza.

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—No. Al menos, espero que no. —Entonces, ¿Qué? —Tuve un periodo irregular el mes pasado, y ahora tengo retraso. Se cubrió la boca. —Dios mío. Mi voz estaba temblando. —Tengo miedo, Riley. Mucho miedo. —¿Rush sabe? —Por supuesto que no. No puedo ni imaginarme cómo reaccionaría. Esto lo cegaría. Nos hemos acercado, al punto donde creo que yo… —No podía decir las palabras, aunque las sintiera en mi corazón. Ella leyó mi mente. —Te estás enamorando de él. Sí. Lágrimas resbalaron de mi rostro mientras asentía en silencio. No pude contener la calma. —Ven aquí. —Riley se movió a la cama y me abrazó. —Tengo que averiguarlo, pero tengo miedo. Ella respiró profundamente y lo soltó lentamente. —Está bien, te diré qué. Tú te quedas aquí. Intenta no entrar en pánico. Voy a ir a la tienda por una prueba. Irónicamente, tengo que comprar condones para mi cita de esta noche. Sollocé. —Está bien. —Va a ser realmente interesante cuando el cajero pase los condones y una prueba de embarazo. —Sonrió.

—Mirar a la caja no va a hacer que la situación desaparezca. Solo existe un modo de saberlo —dijo. —Lo sé. Obligándome a salir de la cama, me aventuré al baño y entumecidamente abrí la caja, siguiendo las direcciones y orinando en el palito.

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Con mi corazón acelerado, salí de regreso a la habitación, donde Riley estaba esperando y exhalando. Me senté y ella se unió. Riley frotó mi espalda. —Solo respira Gia. —Cinco minutos. —Suspiré. Mi teléfono sonó, casi dándome un infarto porque mis nervios estaban así de sensibles. Cuando lo tomé, me di cuenta de que era un mensaje de Rush. Rush: ¿Recuerdas la ducha que querías tomar conmigo anoche pero no te dejé? Sí, creo que podría suceder esta noche. No puedo dejar de pensar en tocar esos deliciosos senos, pero no sin antes deslizarme entre ellos. ¿Está bien? Ese mensaje normalmente me hubiera emocionado respecto a esta noche. En su lugar, un inimaginable dolor me llenó. Ya sentía como si lo hubiera perdido de algún modo. Era difícil imaginarme no tener a Rush cerca. Él consumía cada parte de mi vida desde que lo conocí. Supongo que debo de responder. Gia: Ya te extraño. Él no tenía idea que eso tenía un significado más profundo. Ya extrañaba lo que potencialmente podría perder en cuestión de minutos. Ya había pasado el tiempo para mirar la prueba. El resultado estaría ahí. Solo que no podía obligarme a regresar al baño. —¿Quieres que revise? —preguntó Riley. Tragando nerviosamente me froté las palmas en los muslos. —Sí. Por favor. Riley cruzó el pasillo y entró al baño. Se sintieron como los treinta segundos más largos de mi vida. Cuando regresó, su rostro estaba sonrojado. Se veía tensa y triste. No tuvo que decir nada. Lo sabía. Mi teléfono sonó. Rush: Me has jodido, Gia. Estoy loco por ti.

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Sus palabras fueron como un cuchillo al corazón que no pudo llegar en peor momento. Sintiéndome entumecida, cerré los ojos, y Riley me abrazó de lado. Inclinando mi cabeza sobre su hombro, sabía que tenía que decirle. Pero necesitaba una noche más. Una noche más en la que solo fuéramos Rush y yo. Una noche más antes de que inevitablemente lo perdiera.

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CAPÍTULO 18

G

ia insistió en que nos quedáramos en casa esta noche. Dijo que no se estaba sintiendo bien y que quería pasar el rato conmigo en mi casa.

No iba a discutir con eso. Después de un largo día haciendo rondas en diferentes propiedades y estar con un contratista, no existía nada que quisiera más que relajarme con mi chica. Whao. Mi chica. Mierda. ¿Acaso pensé eso? Lo hice Gia era mi chica. ¿Qué me estaba sucediendo que en realidad estaba amando estar amarrado? Como sea. El hecho es nunca quise quedar con alguien hasta que ella apareció y me mostró que había una primera vez para todo. Bueno, mierda. No podía recordar la última vez que tuve una novia. Probablemente fue en la secundaria, pero incluso entonces, mis relaciones eran cortas. Solía pensar que no lo quería. Pero ahora, me doy cuenta de que era que la persona correcta no había aparecido. Gia había insistido en conducir a mi casa. Eso estaba bien para mí porque me daba a tiempo extra para prepararnos algo de comer. Cocinar no era mi fuerte, pero era endemoniadamente bueno en la parrilla. Podía marinar algunos vegetales y carne, ponerlos en pinchos y colocarlas en la parrilla. Cociné pilaf en la arrocera y coloqué pan de ajo en el horno. Más temprano, me detuve en la tienda de licores para comprar el Moscato favorito de Gia. Eso elevaba mi estatus de hombre domado por un punto. Cuando ella tocó la puerta, bajé mi cerveza y fui a abrirle. Sus hombros estaban elevándose y bajando mientras estaba en la puerta. Se veía ansiosa. Estaba usando un vestido rojo sin tirantes, y su piel sonrojada parecía competir con el color del vestido. Gia levantó la mano. —Hola.

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La jalé para abrazarla, y eso se convirtió en levantarla mientras colocaba sus piernas alrededor de mí. La besé tan fuerte, succionando todo el labial transparente de sus labios. Cuando la bajé, no pude evitar notar lo bien que se veían sus senos. Se ven enormes, como si quisieran salir del vestido. —Te extrañé hoy —dije. Marica. Domado. —También te extrañé. Cuando finalmente aparté la mirada de su pecho y miré su rostro, me di cuenta de que parecía como si sus ojos estuvieran llorosos. Fruncí el ceño. —Estás… ¿llorando? Sorbió su nariz. —No sé qué me sucede. Me puse sentimental de repente. Lo lamento. Eso sucede a veces. Es al azar. Estoy bien. —Se frotó los ojos—. Realmente feliz. Lo prometo. No sabía qué tomar de eso. Solo sabía que tenía que saborear sus labios de nuevo. Acariciando su mejilla, lleve su boca a la mía. Gia respiró profundamente. —Algo huele increíblemente deliciosos. —Nos asé algo en la parrilla. Pensé que era hora de que probaras mi carne. —Guiñé. Cuando no respondió con una risa; en realidad, cuando no respondió para nada, supe que algo la angustiaba. No era propio de Gia no responder. Colocando mi mano alrededor de su cintura y acercándola a mí, dije: —¿Segura que estás bien? —Sí. —Sonrió. Terminamos cenando en el patio. Ambos devoramos la carne con hongos, pimientos, cebolla y calabaza. Gia dijo que no quería vino, lo que era extraño. Así que intenté que tomara algo más. Ni siquiera hacer que dijera una palabra sucia a cambio de un Cosmo funcionó. Observamos al sol ocultarse mientras yo bebía mi vino y ella agua. Pasando la tarde en el patio como si ya fuera costumbre. Después de cenar, Gia se sentó entre mis piernas mientras observábamos el oscuro océano. Su cabello era soplado por la brisa cuando de repente dijo: —Quiero aprender todo sobre ti, Rush. No quiero perderme nada de lo que se tenga que aprender.

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—Tenemos mucho tiempo para hacer eso, ¿no es así? Ella volteó por un momento y dijo: —Nadie sabe cuánto tiempo nos queda. La abracé. —Está bien, señorita morbosa. ¿Qué quieres saber? Te lo voy a decir. Todo. Dispara. —¿Cuál es tu color favorito? —Negro. —No me sorprende. Te queda. —Soltó una risita—. Um… ¿dónde te ves en diez años? —Eso es un gran salto… —Lo sé. Solo pregunto lo primero que se me viene a la cabeza. Pensé en su pregunta, y luego dije: —Gia, honestamente no lo sé. Sé que la típica respuesta que la mayoría dice es… casado con hijos y un perro o mierda así. Pero no soy como la mayoría. Así nunca fue como vi mi vida. Pero últimamente me he dado cuenta de que lo que pensaba que quería y lo que realmente quiero puede ser diferente. No tengo en claro lo que quiero en diez años o como será mañana. —Hablé contra su cuello—. Espero que estés conmigo. Ella giró y respondió con un silencioso beso. Luego dijo: —¿Con cuántas mujeres has estado? Debí de haber visto esto venir en algún momento. —¿Por qué quieres saber eso? —Curiosidad morbosa, supongo. Suspiré. —Honestamente, no lo sé. Nunca conté. —Quería darle algo, así que calculé—. Si tuviera que adivinar. Quizás cincuenta. —Wow, está bien. —¿Wow? —arremedé—. Dime en qué estás pensando. —Honestamente no sabía qué esperar. Pensé que podría ser incluso más que eso. No sabía si quería saber la respuesta, pero aun así pregunté: —¿Con cuántos hombres has dormido? —Cinco —respondió sin dudarlo. De repente, quise matar a cinco hombres que no conocía.

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—Eso no está mal —dije. —Es lo que es, ¿cierto? —Sí —dije, todavía un poco celoso, lo que era jodido. Gia dudó antes de preguntar: —¿Alguna vez has estado enamorado? Definitivamente me estaba golpeando con las preguntas grandes hoy. Solo existió una relación en mi vida que se acercó a eso. Desde que parecía nos estábamos abriendo esta noche, decidí contarle la historia. —Lo más cerca que estuve fue de una chica llamada Beth. Ella fue mi mejor amiga mientras crecíamos. Su padre fue lo más cercano que tuve a un papá. Su nombre es Pat. Él era genial y solía ir a pedirle consejos sobre… ya sabes, cosas de chicos. Como sea, vivían a unas casas de nosotros. —¿Cómo era ella? —Tenía cabello castaño, no tan oscuro como el tuyo. Era bonita. En realidad, a veces usaba lentes como los tuyos. Éramos cercanos. Pero nunca la vi de forma sexual… hasta que tuvimos diecisiete. Ella tragó. —Luego, ¿qué sucedió? —Desearía saber cuándo fue que cambio. Supongo que fueron las hormonas adolescentes haciendo lo suyo. Nunca pensé que algo así fuera a suceder con ella. Nunca quise ir ahí. Como sea, una noche… sucedió… terminamos teniendo sexo, y eso tensó nuestra amistad. Gia suspiró. —Wow. —No había manera de que estuviera listo para algo serio. Ella quería más, después de eso, y yo simplemente no pude comprometerme a nada así de joven. Pero realmente me preocupaba por ella. Y siempre me arrepentí de lastimarla. Éramos niños. Y ella era prácticamente familia. Las cosas no volvieron a ser las mismas después de eso. —¿Dónde está ahora? —Después de graduarnos de la secundaria, su padre consiguió un trabajo en Arizona. Cuando sus padres y hermano se mudaron de ahí, ella los siguió a pesar de ser lo suficientemente mayor para quedarse aquí y vivir sola, si realmente lo quisiera. Creo que, si le hubiera suplicado que se quedara, lo hubiera hecho. Pero como dije, no estaba listo para eso. Así que ella se mudó. —¿Sigues hablando con ella? —Seguimos en contacto. Ahora, ella está casada y tiene un hijo. Así que, todo sucedió de la manera en que debió de ser.

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—Apuesto a que todavía fantasea contigo. —Sonrió. La acerqué por completo a mí. —¿Oh, sí? ¿Qué te hace pensar eso? —Porque no podría imaginarme tener sexo contigo y tener que regresar a ser amigos. —No tengo interés en solo ser tu amigo, nunca más. Porque mis intenciones son completamente impuras y no creo cambiarlo. —Me reí. Ella pasó sus dedos a través de mi cabello, luego preparó otra pregunta, una que me tomó por sorpresa. —¿Crees en Dios? —Si. Lo hago. Bueno, al menos, creo que existe algo poderoso viéndonos. Pero lo único de lo que estoy seguro es que no debemos de saber todo. Quien diga entender cómo funciona exactamente este complejo Universo, es un jodido mentiroso. O ellos creen lo que quieren creer. Nosotros solo tenemos que hacer lo mejor que podamos con el conocimiento que tenemos y tener un poco de fe. Se nos dan señales todos los días, que nos dicen si vamos por el camino correcto. Personas y oportunidades se colocan frente a nosotros. ¿Conoces esa sensación que obtienes cuando algo se siente realmente bien en tu vida? ¿Como si las estrellas se alinearan? ¿Esa confianza que sientes que el universo te envió exactamente lo que necesitabas, aunque no hubieras notado que lo necesitabas? —Si. —Bueno, para mí, eso es Dios. Permaneció en silencio, asimilando mi respuesta. Por alguna razón, desde que nos estábamos abriendo, tuve la necesidad de compartir algo con ella. Algo que solo había compartido con mi madre. La moví para que se levantara. —¿Puedo mostrarte algo? —Síp. Con nuestras manos entrelazadas, la lleve a la otra habitación en la parte de atrás de mi casa. Era ahí donde guardaba mis pinturas con el equipo de tatuar que nunca vendí. Todavía diseñaba, mayormente de palabra, amigos que querían nuevos tatuajes. Ella caminó alrededor, admirando las pinturas en la pared. —Yo hice estos. —Estos… ¿son tuyos? Asentí. No era que me avergonzara de lo que había creado, pero estas no eran la clase de imágenes que colgarías a mitad de tu sala. Desde que era un

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adolescente, tuve una obsesión con pintar hermosas mujeres… pero no cualquier mujer, sexy, sensuales, mujeres con alas. No sé si podrías considerarlas ángeles de fantasía o hadas. Pero todas tenían algo en común, largo cabello, sexy, cuerpos voluptuosos, ojos penetrantes y alas. Algunas estaban desnudas. Otras vestidas. Podía ver totalmente cómo la mujer promedio encontraría esas imágenes raras, pero sospechaba que Gia no lo haría. Sabía que ella era de mente abierta y encontraría el valor artístico en estas. —Ni siquiera sé por qué te las estoy mostrando —dije—. Parecías interesada en el arte de mi madre. Obviamente, estas son muy diferentes a… los atardeceres. —Si, lo son. Son absolutamente impresionantes… te dejan sin aliento. —Se detuvo frente a una de las más oscuras imágenes, una chica de aspecto demoniaco con alas negras y cuernos—. ¿Qué te hizo decidir comenzar a hacerlas? Encogiéndome de hombres dije: —Desearía saberlo. Solo las encuentro hermosas y misteriosas. En realidad, no he creado en un año, creo. Estas son bastante viejas. Y vas a notar, que cada una está sin terminar, por muy poco. Es como si me quedara colgado por hacerla perfecta, y luego comenzara otra por frustración. Ella sonrió. —Casi me siento celosa de ellas. Así de hermosas son. ¿Eso es raro? —Bueno, tomaré eso como un cumplido. Me reí. —No se comparan contigo. Ellas son fantasía. Todo eso que las hace hermosas… la fuerza que parecen llevar… todo eso vuelve a la vida cuando estoy contigo. Gia parecía luchar de nuevo contra las lágrimas. ¿Fue algo que dije? Ella caminó hacia donde tenía mi material para tatuar. —Dios mío. ¿Aquí es donde tatúas a las personas? —Renté un lugar cuando lo hacía para vivir. Pero me traje todo conmigo. Así que tengo un pequeño lugar aquí. En la esquina de la habitación, tenía una mesa con otro equipo; una máquina de presión, agujas, y varios contenedores sellados para mantener las cosas estériles. —¿Puedo preguntarte algo? —dijo. —Dispara. —¿Harías algo para mí? —Se acercó y me tomó del cuello. Inclinándome saboreé sus labios y luego dije:

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—Estoy seguro de que lo haría. A menos que quieras follar a alguien más mientras los veo. Eso es un límite. No comparto. —Bueno, entonces, esta propuesta va a parecer nada en comparación. —¿Qué es? —¿Dibujarías algo pequeño en mi cuerpo esta noche? Quiero que tú elijas el lugar y qué va a ser. No un tatuaje permanente o algo así, solo tu trabajo en mi cuerpo. Quiero algo creado por ti, solo para mí. Suspiré. Ella sabía cómo me sentía respecto a tatuarla, que me rehusaba a hacerlo. Ya me lo había pedido antes, y dije que no. No era que no quisiera poner mi marca en ella. Solo que no quería que se arrepintiera de arruinar su perfecto cuerpo si no estaba completamente segura de ello. Así que, esto parecía inofensivo. —¿Realmente quieres que dibuje en tu piel? —Ralamente quiero. Sí… por favor. La urgencia en su propuesta era extraña, pero al mismo tiempo, la idea de marcarla, aunque fuera temporal, con algo de mi elección, me emocionaba. —Eres un dolor en el culo —me burlé. Su rostro se iluminó cuando se dio cuenta que me estaba dando por vencido. —Gracias —gritó. —Recuéstate en la mesa, pero antes quítate la ropa. Quítate todo. Ello hizo lo que pedí y se dirigió a la mesa que tenía lista. Estaba completamente desnuda. —¿Cómo me quieres? —Existen muchas formas en las que podría responder a eso. —Mi polla se endureció mientras decía—: Recuéstate sobre tu estómago primero. Gia hizo lo que dije, y de pronto, estaba mirando hacia su hermoso trasero. Necesitaba hacerla retorcerse primero. Llevando mi dedo a la boca, lo lamí antes de deslizarlo entre sus piernas y a su coño. Ella se estremeció al contacto, agregué mi dedo índice y empujé más en ella. Con mi pulgar firme en su trasero, moví mis dos dedos dentro y fuera de su hoyo mientras se retorcía en mi mano. Estaba tan tentado a remplazar mis dedos con mi polla. Pero antes de que pudiera considerarlo, sus manos se aferraron a la mesa mientras movía su trasero en sincronía con mis dedos. Luego, pude sentir la pulsación alrededor de mi mano cuando se vino. Era una hermosa visión mientras jadeaba con su cabeza sobre la mesa.

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Mientras se calmaba después de su orgasmo, froté mis callosas manos sobre la suave piel de su trasero. —¿Estás lista? Sin aliento, giró sobre su espalda, sus hermosos senos saltando. —Espero no les des orgasmos a todos tus clientes antes de trabajar con ellos. —Solo a ti, nena. —Me incliné para tomar su pezón entre mi boca. Estaba jodidamente duro, pero le prometí algo de tinta—. Vuelve a voltearte sobre tu estómago. Sabía exactamente qué diseño quería en ella y comencé a dibujar en su espalda baja, justo arriba de la parte media de su trasero. Había pasado algún tiempo, pero no me sentía para nada oxidado. Usé una pluma violeta, justo el color que hubiera elegido de haber sido tinta permanente. Me tomó cerca de diez minutos. —¿Lista para verla? —Dios mío. Sí. Ayudé a que Gia bajara de la mesa, y ella llevó su hermoso, desnudo cuerpo al espejo en la pared. Giró la cabeza para ver lo que le había dibujado. Sus ojos se centraron en el pequeño par de alas que le hice. —Me diste alas. —Su boca formó una hermosa sonrisa—. Ahora, soy una de tus chicas. La jalé hacia mí. —No. Eres la chica. No tengo que imaginarme a nadie más.

De algún modo, logré mantener el control mientras durmió esa noche en mi cama. Jugamos un poco, pero no follamos. Sabía sin duda alguna que no podría esperar más. Si ella estaba dispuesta, la próxima noche que pasáramos juntos, iba a tenerla. Necesitaba estar dentro de ella. El carro de Gia no pudo arrancar cuando intentó dejar mi casa a la mañana siguiente. No podía creerlo; ese pedazo de mierda había muerto de nuevo, justo después de haberlo arreglado. Así que, con gusto la llevé a casa en mi Mustang. Cuando llegamos, necesitaba orinar, así que use el pequeño baño en el pasillo, justo afuera de su habitación.

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Mientras sacudía mi polla en el inodoro, miré hacia el bote de basura y noté un empaque de prueba de embarazo. Hmmm. Había dos pruebas en la basura también. Siendo el jodido chismoso que soy, las levanté y noté dos líneas rosadas en cada uno. Alguien en esta casa estaba embarazada. ¿Pero quién? Este bañó era compartido por tres habitaciones. Gia y Riley tenían sus propias habitaciones, y la otra habitación en el pasillo era compartida por dos hombres. La prueba debía de pertenecer a Riley. Síp. Tenía que ser. Bueno, no podía ser de Gia. Porque ella no había follado a nadie. Mi corazón se estaba acelerando. ¿Cierto? Debía de ser. Ella no había follado con nadie. Excepto por ese chico de The Heights. Pero había usado protección, ¿verdad? Mientras los segundos pasaban, entré más en pánico. —¿Todo bien ahí? —Escuché a Gia preguntar. —Sí —grité a la puerta. Mi mente regreso a anoche. Pensando más en su extraño comportamiento. Todas las preguntas, implicando que no había tiempo. Las lágrimas. Los senos. Mierda. Sus senos, que parecían haber crecido desde la última vez que los vi. No podía ser. No. No. No. La prueba estaba en mis temblorosas manos mientras flexionaba mis dedos, dejándolas caer a la basura. Cuando abrí la puerta, Gia estaba de pie pareciendo haber visto a un fantasma. Ella estaba temblando… entrando en pánico.

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Ella había descubierto su error, que había dejado la prueba en la basura. Adrenalina salió disparada de mis venas, a la vez que las palabras salieron de mi boca. —¿Estás embarazada?

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CAPÍTULO 19

P

ensé que mi corazón se había destrozado cuando miré los resultados de la prueba de embarazo. Pero no fue así. Se había roto, pero continuaba latiendo. Lo supe en el momento en que miré a los ojos de Rush, porque ese fue el momento en que esas grietas cedieron y mi corazón se rompió en un millón de pequeños pedazos. Ni siquiera pude responderle. Me quedé allí de pie y dejé que las lágrimas corrieran por mi rostro. El dolor en los ojos de Rush coincidía con el dolor insoportable dentro de mi pecho. —¡Mierda! —gritó—. ¡Mierda! —Tiró puñados de su cabello con ambas manos—. Mierda. Mierda. Mieeeeerda. Riley abrió la puerta de su dormitorio y corrió hacia el pasillo con aspecto de haberla despertado. —¿Qué está pasando? ¿Está todo bien? Nos echó un vistazo y supo lo que acababa de pasar. Articulando un lo siento, se giró y volvió a su habitación, cerrando la puerta silenciosamente tras de ella. Mis ojos se encontraron con los de Rush. —Dilo, Gia. —Su voz era el tipo de calma que sucedía en el ojo de la tormenta. Sabes que hay un gran remolino creciendo y creciendo que golpeará aún más fuerte muy pronto, y solo puedes prepararte para ello. —Lo siento —susurré—. No sé cómo sucedió. —¿No sabes cómo sucedió? Mis lágrimas habían sido tácitas, pero estalló la burbuja. Los sollozos sacudieron mis hombros y debilitaron mis piernas mientras bajaba al suelo. —Mierda —rechinó Rush—. Mierda. Mierda. Mierda. Mieeeerda. A través de mi visión borrosa, lo vi moverse, y durante unos horribles segundos, pensé que se estaba yendo, pensé que iba a pasar junto a mí, sentada en el suelo y salir por la puerta de entrada. Pero de repente, estaba en el aire y en los brazos de Rush. Me recogió y me llevó a mi habitación. Pateando la puerta detrás de él, caminó hacia la cama y suavemente me bajó. —Usamos protección. Juro que lo hicimos Y fue solo una vez. Solo he tenido relaciones sexuales con una persona en más de un año, una vez, y esto sucede. Rush se sentó a mi lado y siguió asintiendo.

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—Lamento no haberte dicho. Solo me enteré ayer y... simplemente no podía decirlo en voz alta todavía. Largos minutos pasaron, y él continuó sentado y asintiendo. —Di algo, por favor —susurré mientras me secaba las lágrimas. Ni siquiera podía mirarme. —Dijiste que ni siquiera sabes el número del chico. Miré hacia abajo y negué. —¿Qué clase de pedazo de mierda ni siquiera le da a una mujer la información de contacto correcta? —Del tipo que no quiere involucrarse en tu vida después de una noche. Rush respiró hondo y lo dejó salir. Entonces finalmente se volvió hacia mí. —Jesucristo. ¿Has pensado en lo que vas a hacer? —No he podido pensar en nada, Rush. Honestamente, he estado tan preocupada por lo que pensarías; realmente no se ha asentado aún. Sé que no puedo tener un aborto, sin embargo. Si mi mamá hubiera... Rush se acercó y tomó mi mano. —Lo sé. Lo entiendo. Nos sentamos en silencio nuevamente. Eventualmente, dije: —No estoy lista para ser madre. Vivo en un aparta-estudio en Queens, y tengo un compromiso de un libro con una editorial con un pequeño adelanto, que probablemente tendrá que demandarme para recuperarlo cuando no entregue un manuscrito a tiempo. No sé nada sobre bebés, o ser madre, para el caso. Ni siquiera tuve un ejemplo materno mientras crecía. Pero lo que más me aterroriza es... —Me volví para mirarlo y me miró a los ojos——. ¿Qué significa todo esto para nosotros? —Gia... —Rush pasó su mano por su cabello por lo que pareció la décima vez—. No tengo ninguna respuesta. No tenía derecho a estar enojada con su respuesta evasiva. Me metí en esta situación, y no era lo suficientemente ingenua como para pensar que esto no cambiaba todo. Pero eso no significaba que no me aplastaría sentirlo alejarse. El teléfono de Rush sonó, y lo sacó de su bolsillo. —Mierda. La compañía de licores está en The Heights con mi entrega. Se supone que debo estar allí ahora para aceptarla. —Ve. —Forcé una sonrisa—. No se puede manejar un bar sin licor, y desafortunadamente mi situación no ira a ninguna parte pronto. Se levantó.

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—Sí. Bien. Yo... te veré más tarde. —Rush caminó unos pasos hacia la puerta de mi habitación y luego volvió a donde todavía estaba sentada en la cama—. Descansa un poco. —Besó la parte superior de mi cabeza. De alguna manera logré mantener las lágrimas hasta que salió, y escuché su auto arrancar al frente. Entonces lo deje salir todo. Lloré y lloré, hasta que finalmente lloré hasta dormirme.

—¿Qué hay, Gia? —Roble levantó su barbilla cuando entré temprano al trabajo para mi turno. No había tenido noticias de Rush en todo el día y esperaba que estuviera aquí, así tal vez podríamos hablar de nuevo. La sorpresa inicial probablemente ya se había transformado en algo diferente, y me pregunté qué sentiría. Su Mustang no había estado en el estacionamiento cuando Riley me dejó, pero mi auto sí. Debe haber conseguido encenderlo de alguna manera. Fui a la oficina y llamé. Después de esperar unos minutos, respiré hondo y abrí la puerta. Vacío. Mi pulso se aceleró mientras vagaba por el piso principal del restaurante buscándolo. Cada vez que pensaba que podría estar detrás de una puerta, en la cocina, en la sala de suministros, en la parte de atrás, contuve la respiración cuando eché un vistazo. Cada vez que no estaba allí, me sentí decepcionada y aliviada al mismo tiempo. En mi camino arriba, sonó el teléfono. Me olvidé de agarrarlo de la oficina donde normalmente se ubicaba el cargador en el escritorio de Rush durante la noche. Pero el sonido provenía del comedor. Alguien lo había dejado en la estación de la anfitriona junto con las llaves de mi auto. Respondí el teléfono y tomé una reserva para las siete en punto. También estaba allí un taburete que no solía estar en la estación de anfitriona, aunque no era uno de los del bar. Era de cuero, y acolchado con un bonito espaldar alto. Después de la llamada, me quedé sentada durante unos minutos más y practiqué algunas respiraciones profundas antes de dirigirme a las escaleras. El único lugar donde Rush podría estar era en el bar de la azotea. Pero cuando subí al piso de arriba, no había nadie, excepto Roble. Estaba detrás del bar cambiando un barril de cerveza. Me acerqué. —¿Roble? ¿Sabes dónde está Rush? —No lo he visto desde que dejó tu silla y tu auto. ¿Mi silla? —¿No está aquí?

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—No. —Terminó de empujar el barril en su estrecho espacio y se limpió las manos con una toalla—. Imaginé que lo sabías. Dejó las llaves de tu auto y la silla que compró. Dijo que se estaba tomando la noche libre. Mi estómago se apretó. —Oh. Bueno. Gracias. Bajé deprisa la escalera y fui a sacar mi teléfono de mi bolso. No lo había comprobado desde que salí de la casa. Tal vez Rush me había enviado un mensaje de texto para decirme que no estaría aquí esta noche. Por supuesto, en el fondo sabía, por la sensación de vacío en la boca del estómago que no habría texto. Pero eso no me impidió verificar. Una abrumadora tristeza me invadió cuando confirmé que no había enviado un mensaje de texto. Traté de decirme que eso no significaba nada. Rush solo necesitaba algo de tiempo para dejar que todo se asimilara. ¿Quién no? Todavía no lo había asimilado verdaderamente tampoco. Cuando Roble bajó las escaleras, me obligué a estar ocupada. El trabajo al menos sería una distracción. Hice mi rutina de preapertura habitual, aunque configuré mi teléfono celular para que vibrara cuando llegaran nuevos textos y luego me lo metí en el bolsillo mientras preparaba todo para pasar la noche. Aunque nunca vibró, lo revisé incesantemente de todos modos. Roble se detuvo junto a la estación de la anfitriona mientras deslizaba el papel con las especialidades del día impresas en las solapas de plástico del menú. —Cinco minutos para abrir, G. —Bueno. Gracias. —Cuando comenzó a alejarse, un pensamiento se me ocurrió—. ¿Roble? Regresó. —¿Uhmmm? —¿Dónde se supone que debe ir esta silla en la que estoy sentada? Dijiste que Rush la dejó. ¿Pertenece a la oficina? —No. Dijo algo sobre que las anfitrionas necesitaban un lugar para descansar sus pies. —Me guiñó un ojo—. Pero estoy bastante seguro que solo hay una anfitriona que le importa a Rush. A pesar de la tristeza que sentí por el hecho de que Rush no había hecho ningún contacto hoy y que hubiera tomado la noche libre, lo que sospechaba fue para evitarme, me aferré al hecho de que se había tomado el tiempo para salir y comprar una silla para que pudiera tener un lugar para descansar si lo necesitara. Sin mencionar que también había arreglado mi auto para asegurarse que no me fuera caminando a casa. Era una locura incluso pensarlo, pero Rush sería un gran padre con toda su protección.

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El restaurante se mantuvo ocupado durante las siguientes horas, así que al menos no pude obsesionarme demasiado con mi situación. Las sonrisas forzadas y la charla amistosa eran básicamente la mayor parte de mi trabajo. Pero a las diez en punto cuando las cosas se ralentizaron, y casi había matado la batería de mi teléfono buscando constantemente un mensaje que nunca llegó, no tuve más sonrisas falsas para dar. Roble lo notó y se detuvo. —¿Estás bien, G? —Sí. Solo un poco cansada. —No era una mentira. Estaba agotada, tanto emocional como físicamente. Roble levantó una sola ceja. —Mmm-hmm. El jefe también parecía un poco cansado cuando se detuvo. —¿Él... dijo algo? —Si no lo has notado, Rush es un pensador, no muy hablador. Ese comentario consiguió mi primera sonrisa genuina de la noche. Roble miró por encima del hombro hacia el comedor. —Parece que solo te queda una mesa. ¿Todos terminaron? —Sí. Solo bebiendo su café. La camarera les dejó la cuenta, pero no se apresuran a pagarla para que pueda cargar su tarjeta de crédito. Asintió hacia la puerta. —Vete a casa. Yo cargaré la tarjeta. Descansa un poco. Mientras estás en eso, llama al hombre y dile que lo perdonas por cualquier mierda estúpida que hiciera mal. Ojalá fuera así de fácil. —¿Estás seguro que no te importa? —Vete a casa. El jefe me patearía el trasero si supiera que no te envié a casa cuando tenías que irte. —Gracias, Roble.

Conduje a casa en una niebla. Fue estúpido de mi parte, y en el futuro, probablemente no debería arriesgarme así si no me siento lo suficientemente alerta como para conducir. Ya no era solo en mí que necesitaba pensar. Cuando llegué a mi casa, apagué el motor y me relajé en el asiento del conductor. Por primera vez, puse mi mano en mi estómago. Se sentía surrealista reconocer que había una persona creciendo dentro de mí.

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—Oye. Soy... bueno, supongo que soy tu madre. —Froté un círculo suave justo debajo de mi ombligo—. Siento que debería haberme presentado ya. Pero, descubrí que existías ayer. —Dios. ¿Realmente ha sido solo un día? Tomé una respiración profunda. —Solo quería que supieras que solo porque no fuiste planificado, no significa que alguna vez te haga sentir que no eres deseado. Mi papá solía decir, “La vida es el diez por ciento de lo que te sucede y el noventa por ciento lo que haces con ello”. Y tú y yo, vamos a hacer lo mejor posible. Como lo hicimos mi padre y yo. Terminando con mi pequeña y extraña presentación, desconecté mi teléfono del cargador del auto, arrojé las llaves a mi bolso y salí del automóvil. Mientras caminaba hacia la puerta principal, no pude evitar volver a revisar mis mensajes de texto. Después de todo, el viaje de quince minutos a casa fue probablemente el tramo más largo que había pasado sin verificar en todo el día. Pero... no había nada allí. De nuevo. Mirando hacia abajo mientras me revolcaba en autocompasión, casi llegué a la puerta cuando una voz me asustó. —Gia. Salté, y mi mano se disparó a mi pecho. Rush estaba parado en la oscuridad frente a mi puerta. —Santo cielo. ¿Cuánto tiempo has estado parado allí? —Un tiempo —dijo—. Estaba aquí esperando cuando llegaste. Parecía que necesitabas tomar un minuto en el auto, así que no quise salir. —Sí... yo... —Miré por encima de mi hombro detrás de mí. ¿Había estado tan inconsciente de mi entorno que ni siquiera había visto su auto cuando me detuve? Pero todavía no lo veía—. ¿Dónde está tu auto? —Caminé aquí. —Eso tiene que ser al menos unos cuantos kilómetros. Rush se encogió de hombros. —Estaba bebiendo antes, y necesitaba un tiempo para pensar de todos modos. La caminata me hizo bien. Nuestras miradas se encontraron. —Oh. —¿Tienes ganas de hablar? —Por supuesto. —Fui a dar un paso adelante para abrir la puerta de entrada, y Rush me detuvo. —¿Te importaría si nos sentáramos en el patio? ¿Tal vez las tumbonas, para hablar?

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—Por supuesto. ¿Puedo traerte una bebida o algo así? Rush negó con la cabeza. —No, gracias. Estoy bien. Se hizo a un lado y extendió su mano para que yo caminara primero. Mientras nos dirigíamos a la puerta que conducía al patio trasero, me pregunté por qué no quería entrar. ¿No quería estar a solas conmigo en mi habitación? ¿Pensaba que habría gritos y que quería privacidad? ¿Podría estar pensando demasiado, y solo quería disfrutar el buen clima de esta noche? En el patio, Rush juntó dos sillones y se sentó en el borde de uno frente a mí. Tomé su iniciativa y me senté frente a él. Las luces de seguridad exteriores se habían iluminado cuando pasamos por allí, así que lo miré por primera vez a la luz. Rush se veía horrible. Como si hubiera tenido una mala racha y alguien atropellara a su perro mientras miraba. Su cabello definitivamente resistió la continuación del tira y afloja de esta mañana. Apoyó los codos sobre las rodillas y bajó la cabeza. —¿Cómo te sientes? —Físicamente, estoy bien. Cansada. Pero bien. —Vas a necesitar más descanso. Evita estar de pie cuando puedas. Sonreí. —Bueno, puedo hacer eso en el trabajo ahora. Gracias. Asintió. —Pensé mucho hoy. —Bueno… —Pensé en las cosas que dijiste que te preocupaban: No estar lista. Vivir en un aparta-estudio. No tener un trabajo estable y no saber cómo ser madre. Vaya. Realmente había escuchado. —No quise descargar todos mis problemas sobre ti. Solo estaba divagando porque tengo miedo. —Bueno, necesitas reducir el estrés ahora. preocupándose por cosas. Entonces quiero ayudar.

No

aumentarlo

Mis esperanzas aumentaron. —¿Qué quieres decir? —Primero, el aparta-estudio en Queens. Hay algo que no te he mencionado sobre tu alquiler de verano. —¿Qué?

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—Soy el dueño. —¿Compraste la casa? —No hoy. Quiero decir que soy el dueño que te alquiló, bueno, mi corporación lo es. Esta casa y otras dos aquí fueron parte de la herencia de mi abuelo. En realidad, era dueño de muchas, y las dividió entre mi hermano, mi padre y yo, como lo hizo con muchos de sus otros negocios. —¿Por qué no dijiste nada? Rush se rió entre dientes. —No tengo ni puta idea. Al principio pensé que era divertido, una extraña coincidencia, y luego simplemente me olvidé que no sabías. —Eso es tan raro. Hay miles de casas aquí, y ¿eres dueño de la que estoy alquilando durante el verano? ¿Y por casualidad conseguí un trabajo en tu bar? —Mi madre diría que hay alguien allí arriba… —levantó el pulgar hacia el cielo—... que quería que nos conociéramos. Sonreí. —Tendría que decir que estoy de acuerdo con ella. —De todas formas. No se alquila después del Día del Trabajo. Normalmente, solo obtengo un par de alquileres rezagados por unos pocos fines de semana aquí y allá en temporada baja, no mucho hasta el próximo verano. Si calculé correctamente, tu fecha de vencimiento será el final del invierno. Quédate aquí. Usa la casa durante el invierno sin pagar alquiler. Puedes renunciar a tu apartamento en Queens y ahorrar algo de dinero hasta el próximo verano. Caramba. Totalmente no era lo que esperaba, pero también era mucho más de lo que podía aceptar. —Rush... eso es muy generoso de tu parte, pero... Levantó su mano para detenerme. —Déjame terminar. Esto resuelve muchas de tus preocupaciones, no solo el aparta-estudio. Deseas escribir: El libro que estás escribiendo está ambientado en los Hamptons. Dijiste que estarías feliz si pudieras convertirlo en una serie. Bueno, escribirás mejor esa serie quedándote aquí. Y, casi pierdo a todo mi personal después del Día del Trabajo. El restaurante cierra en octubre, pero mantengo el bar abierto durante todo el año. Cambia a un grupo de lugareños que no beben toda la estúpida mierda que beben los mocosos del verano. Así que te enseñaré cómo hacer algunas bebidas, y puedes mantenerte como mi barman para que tengas un trabajo estable. —Rush... no sé qué decir... Su mano subió de nuevo. —No he terminado todavía.

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Sonreí, mis esperanzas crecían por minuto. —Bueno. —Lo último de lo que te preocupa es no estar lista para ser madre. Realmente no puedo ayudarte allí. Pero tengo la persona perfecta que puede: Mi madre me crió sola. Estoy seguro de que le encantaría salir y pasar tiempo contigo y enseñarte mierda de mamá. —Mierda de mamá… —Lo que sea que necesites aprender para hacerte sentir mejor. Esta mañana le había arrojado una bomba a este hombre, y en lugar de enfurecerse y correr hacia las colinas, había pasado el día tratando de resolver todos mis problemas por mí. Y tenía la mayor parte de eso resuelto. Fue increíblemente generoso y atento. Pero se había perdido la parte más importante de lo que dije esta mañana. O tal vez no... —Rush. Esa es la oferta más amable y generosa que alguien haya intentado alguna vez darme. Y realmente lo aprecio más de lo que nunca sabrás. Pero... —No estaba segura de cómo decir lo que realmente quería después de que me acabara de dar tanto. —¿Qué? —Dije todas esas cosas. Y no quiero que pienses que no aprecio todo lo que estás ofreciendo y cuánto pensaste sobre las cosas hoy. Pero el hecho de que te haya contado todo eso antes no era para que pudieras resolver mis problemas. El punto era que, cuando terminé de contarte lo asustada que estoy de todas esas cosas... —Respiré profundamente y miré fijamente a Rush antes de llegar a la parte más importante—. Te dije que tenía miedo de todas esas cosas y sin embargo lo que más me aterroriza es... qué sucederá entre nosotros ahora. Los ojos de Rush me dijeron la respuesta antes de encontrar las palabras. Parecía angustiado y triste, mezclado con un toque de lo que pensé que podría ser culpa. Con una respiración profunda, extendió la mano y me apretó la rodilla. —Lo siento, Gia. Realmente. Solo... no estoy listo para una familia. Ni siquiera estaba seguro si veía una relación seria en mi vida antes de conocerte. Es por eso que seguí tratando de retrasarnos. Eres una mujer increíble, y quiero ayudarte como pueda. Pero la mierda se volvió real, y ahora no eres solo tú a quien voy a joder eventualmente... solo... no estoy listo para esto. Sentí como si un peso de cincuenta kilos se hubiera asentado en mi pecho. Hizo difícil respirar. —Entiendo. Apretó mi rodilla otra vez para llamar mi atención. Rush parecía tan triste como yo.

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—Quédate en la casa. Trabaja el invierno en The Heights. Déjame ayudarte de esa manera, al menos. El sabor de la sal en mi garganta me dijo que no iba a ser capaz de contener las lágrimas por más tiempo. Rush se sentía bastante mal. Estaba tratando de hacer lo correcto tanto como podía. Esta no era su carga para llevar. Me paré. —Es mucho en qué pensar. Pero realmente aprecio tu oferta. —Gia... —Se levantó. Fue una tortura no poder alcanzarlo y tocarlo en el momento. —Tengo que entrar. La naturaleza llama. Parecía abatido, pero asintió. Mantuve mi cabeza en alto mientras me apresuraba hacia la puerta, esperando, solo esperando, poder disfrazar mi fuga como valentía y hacerlo un poco más fácil para Rush.

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CAPÍTULO 20

L

as náuseas matutinas aparentemente no siempre pasaban por la mañana.

Esta noche el especial era salmón frito y espárragos asados con ajo y parmesano. Siempre me había encantado el olor de la cocina en The Heights, hasta que entré dos noches después de mi conversación con Rush. Tuve que correr literalmente al baño donde procedí a perder lo poco que había comido durante el día. Mi cabeza colgaba sobre el inodoro mientras me secaba. No quedaba nada, pero aparentemente mi estómago no entendía el mensaje. La puerta del baño crujió y luego se cerró. —¿Estás bien? —La voz de Rush era baja. Me amordacé cuando abrí la boca para responder. —¿Qué puedo hacer? —Por la cercanía de su voz, supe que estaba parado justo al otro lado de la puerta del cubículo. —¿Podrías quizás conseguirme algo para beber? ¿Alguna Coca-Cola sin cafeína? —Por supuesto. Vuelvo enseguida. La puerta se abrió y se cerró, y unos minutos más tarde, Rush estaba de vuelta en el baño de mujeres. —¿Quieres que lo deslice debajo de la puerta? ¿O vas a salir? Levanté la mano y abrí el cerrojo que mantenía la puerta cerrada pero no me levanté del suelo. Rush la abrió suavemente. Se arrodilló junto a mí con un vaso de refresco. —Aquí tienes. Tomé algunos sorbos vacilantes y sacudí la cabeza. —Gracias. Lo siento. No lo vi venir. Simplemente entré en la cocina, y creo que el olor fue muy fuerte. —Después de haber salido ayer, el primer contacto que tenía con este hombre tuvo que ser en un baño. Más pruebas de que él debería correr hacia otro lado. Rush se sentó en el piso junto a mí. —No te disculpes. Si los hombres tuvieran que pasar por la mierda que pasan las mujeres, la raza humana se habría extinguido hace mucho tiempo. Sonreí.

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Él apartó un cabello de mi rostro. —¿Estás bien? —Sí. Sin embargo, espero que eso no suceda con demasiada frecuencia. La compañía de limpieza estuvo aquí todo el día. La idea de tener la cabeza en la taza del inodoro después de que la gente usa los puestos toda la noche es suficiente para hacer que quiera vomitar nuevamente. Rush sonrió. —Espera un segundo. Se levantó y desapareció. Dos minutos más tarde estaba de vuelta con un trozo de papel y cinta adhesiva. Arrancó dos pedazos del rollo y pegó el papel en la puerta del cubículo en el que todavía estaba sentada. —Ahí. Ahora es solo tu cubículo. Levanté la vista y leí lo que había escrito en el papel pegado a la puerta. FUERA DE SERVICIO. Me reí. —No se puede poner en un cubículo fuera de servicio solo en caso de que necesite enfermarme. —Jodidamente puedo. Es mi lugar. Hay otros dos puestos. Si a cualquiera no le gusta, pueden venir a hablar conmigo y les diré que hay un océano completo atrás. Que vaya a mear en eso. —Extendió su mano con una pequeña herramienta de plata que parecía una llave Allen. —¿Qué es eso? —le pregunté. —Es para abrir la puerta cuando el pestillo está cerrado, por lo que no tienes que arrastrarte debajo para usar tu puesto limpio. Simplemente deslízala por la rendija de la puerta y gira. Abre el pestillo. Te sorprendería saber cuántos tontos vienen a cenar con sus padres y piensan que es divertido ir a un puesto, cerrarlo y luego gatear por debajo. Él continuaba matándome con su amabilidad. Solo me hizo quererlo más cuando ya no podía tenerlo. —Bueno, gracias. Realmente aprecio esto. —De nada. —Se demoró un momento en silencio antes de decir—: De todos modos... yo, uh, espero que no te importe, le conté a mi madre sobre el embarazo. Ella quiere que sepas que puedes llamarla en cualquier momento si necesitas hablar. Te enviaré un mensaje de texto con su información. Vaya. No estaba segura de cómo me sentía acerca de que Melody lo supiera, pero algo me decía que iba a necesitar tomarla en cuenta.

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—Eso es muy amable de tu parte. Gracias.

Unas noches más tarde, estaba sola en mi habitación teniendo lo que parecía un ataque de pánico. Fui al médico más temprano ese día, y me dijo que realmente estaba embarazada. Me programó mi primer ultrasonido en la próxima cita. Las noticias formales no fueron una sorpresa, pero aún era desagradable escuchar su confirmación más allá de la sombra de una duda. La conmoción de mi embarazo estaba empezando a desaparecer, y la realidad se estaba asentando. Todo estaba empezando a golpearme de inmediato. El hecho de que iba a ser madre. El hecho de que ni siquiera se lo había contado a mi papá todavía. Perdiendo a Rush. Eso era lo más difícil de aceptar. Bueno, tal vez hubiera sido más fácil si lo hubiera perdido totalmente. Todavía estaba allí, asegurándose de que estuviera cómoda y segura en el trabajo, ofreciendo todo lo que necesitaba cuando lo único que realmente necesitaba era su maldito corazón. Su presencia hacía las cosas aún más difíciles, porque anhelaba más, por lo que teníamos, por él. No quería nada más que él me abrazase por la noche. Me sentía tan segura en sus brazos. Y ahora, justo cuando más lo necesitaba, no podía tenerlo de esa manera, y no era justo para mí esperarlo. Entonces, mientras miraba la hermosa pintura del atardecer de Melody, que ahora representaba toda la esperanza que se había agotado de mi vida, me di cuenta de que realmente necesitaba hablar con alguien. Sintiéndome desesperada, busqué la información de contacto de la madre de Rush que me había enviado por mensaje de texto y tomé la decisión impulsiva de llamarla. Después de que respondió, dije: —¿Melody? —¿Gia? Sabía que era yo. Rush debe haberle dicho que esperara mi llamada. —Hola. Yo... eh... Rush me dijo que estaría bien si te llamara. —Por supuesto. Él me contó sobre tu noticia. Te daría mis felicitaciones, pero recuerdo cómo se sintió eso cuando la gente solía decírmelo al principio. No te sientes preparada para eso porque todavía albergas muchas dudas sobre tus habilidades. —Suspiró por el teléfono—. Todo estará bien, Gia. Sé que puede no parecer así en este momento.

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Sus palabras calmantes me hicieron aún más emocional. ¿Es esto como tener una madre con quien hablar? No perdí el tiempo yendo al grano. —¿Estaría bien si fuera a verte... a hablar en persona? —Por supuesto. ¿Estás segura de que tienes ganas de conducir hasta aquí? Porque podría ir hasta allá. —En realidad, me gustaría ir a verte. Creo que necesito salir de la ciudad por un tiempo.

Cuando le dije a Rush que estaba planeando ir a ver a su madre, se negó a dejarme conducir mi auto, temiendo que no llegaría hasta allí. Me alquiló una cómoda Honda CRV, a pesar de mi insistencia en que no se preocupara por mí. Pero una vez en la autopista, me sentí agradecida de no tener que andar con los nudillos blancos por el camino. En el camino a la casa de Melody, tomé un té descafeinado de Starbucks y puse un audiolibro sobre un australiano y una maldita cabra. El clima era perfecto para un viaje largo, y terminó siendo muy relajante, justo lo que necesitaba para aclarar mi mente antes de verla. Melody estaba haciendo jardinería afuera cuando llegué a la entrada de su casa. Se sacudió la suciedad de la bata y se acercó al auto. Bajé la ventana. —Llegaste en buen tiempo. —Sonrió. —Sí. El tráfico estaba ligero. Entramos. Fue reconfortante estar de vuelta en su casa, rodeada de todos los colores y pinturas brillantes. Melody tenía un estilo muy bohemio, y había un ambiente zen en todo el lugar. Nos sentamos en su cocina donde había puesto un plato de frutas y queso junto con una gran jarra de limonada. Apreté mis manos y apoyé los codos sobre la mesa. —Gracias por encontrarte conmigo. Sé lo extraño que debe ser... estar hablando con la ex novia de tu hijo que está embarazada de otra persona. Ella negó como para decirme que mis preocupaciones eran infundadas. —Es un placer, Gia. Definitivamente me sorprendió cuando Rush me lo contó y un poco decepcionada, para ser sincera. —―Rápidamente colocó su mano sobre la mía para aclararme—. No por ti... solo en el hecho de que sabía lo que eso podría significar para ti y mi hijo.

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Sí. Realmente esperaba que no me juzgara por la forma en que me había metido en esta situación -por un acostón de una noche. Al menos con el padre de Rush, ella había tenido una relación real, al menos desde su punto de vista. —No sé cuánto te contó Rush... —dije. —Me contó todo. No tienes que explicarme nada sobre cómo sucedió. Estoy al tanto de eso. No te estreses por explicar algo. —Llevó su mano a través de la mesa de nuevo, colocándola en mi brazo—. ¿Cómo estás? Soltando un suspiro tembloroso, dije: —No demasiado bien. Me siento culpable por sentirme tan triste, porque esa no es forma de traer un niño a este mundo. Y me temo que toda mi energía negativa de alguna manera afectará al bebé. Pero es realmente difícil ser feliz cuando sientes que tu mundo se ha puesto patas arriba. Ella se veía triste por mí. —Lo siento mucho. Pero te aseguro que es temporal. Las cosas siempre mejoran, no necesariamente son fáciles, pero mejoran. —¿Puedes contarme un poco acerca de cómo fue tu experiencia cuando descubriste que estabas embarazada de Rush? Melody cerró los ojos momentáneamente y dijo: —Bueno, ya sabes, mi situación no era muy diferente a la tuya. Su padre no estaba en la foto. Creo que lo que me ayudó al principio fueron algunas cosas. Aprender a tomar las cosas un día a la vez y comprender que no tienes que hacer más que eso... es realmente la clave. Es todo tan abrumador, que incluso pensarlo puede ser suficiente para volverte loca. Hay tantas cosas que sientes que debes hacer para prepararte, pero realmente lo único que debes hacer ahora es respirar y cuidarte. No hay ninguna razón por la que no puedas aprovechar cada momento que llegue. No tienes que lidiar con todo de una vez, y ciertamente no tienes que tener todas las respuestas. Sus palabras me dieron un poco de consuelo. —Siempre es más fácil decirlo que hacerlo, pero intentaré recordarlo. Hizo un gesto hacia la fuente de frutas. —Por favor, toma algo de comer. —Melody sirvió un poco de limonada en un vaso y lo deslizó delante de mí—. La otra cosa es entender que está bien no saber lo que estás haciendo, seguir tus instintos. Hay una primera vez para todo, y mucho de ensayo y error. Cosas como cambiar pañales, alimentar al bebé... todo parecerá una segunda naturaleza una vez que te hayas acostumbrado. Pero no hay una forma real de aprender cómo cuidar a un bebé aparte de hacerlo realmente. Y nuevamente, nadie espera que seas perfecto fuera de la puerta.

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—Bien. Porque estoy bastante segura de que seré un desastre. Ella se rió mientras se ponía una uva en la boca. —Te sorprenderás de ti misma. Hubo un momento de silencio donde solo me miró desde el otro lado de la mesa. No sé por qué me sentí obligada a decir: —No tengo madre, ya sabes. Melody tenía los ojos llenos de simpatía. —Lo sé. —No podía recordar si te lo dije. —Me quedé mirando, contemplando mi falta de modelo materno—. ¿Cómo se supone que seré buena madre cuando ni siquiera tengo una? —Porque es innato —dijo sin vacilar—. Eres una persona cariñosa y afectuosa que hará todo lo que esté a tu alcance para cuidar a tu bebé. Probablemente ella nunca tuvo un hueso maternal en su cuerpo. Tú no eres tu madre. Realmente esperaba que ella tuviera razón. Mientras procesaba sus palabras, las lágrimas corrían por mis mejillas. Melody movió su silla a mi lado de la mesa y me abrazó. Nos quedamos así por un tiempo hasta que me dio una servilleta para limpiarme los ojos, y luego dijo: —Todo estará bien. Es difícil saber eso ahora. Pero confía en mí, lo hará. —Se levantó y comenzó a caminar hacia su habitación—. Vuelvo enseguida. Quiero mostrarte algo. Unos minutos más tarde, regresó con un álbum de fotos. Lo colocó sobre la mesa. —Estoy bastante segura de que Rush me mataría si supiera que te estaba mostrando esto, pero eso está muy mal. Había tantas fotos de una joven Melody con Rush de bebé, que era sorprendentemente rubio de niño. Él todavía tenía la misma sonrisa traviesa y ojos expresivos. Melody parecía tan joven, y su cabello era realmente largo. Cuando se encontró con un conjunto de fotos que parecían tomadas profesionalmente, sonrió de oreja a oreja. —Recuerdo este día. —Se cubrió la boca mientras señalaba una toma particular de Rush bebé sentado en su regazo—. Oh Dios mío. Llevé a Rush al estudio de retratos de Sears. Justo antes de esto, había vomitado sobre su nuevo atuendo. Estaba llorando porque el centro comercial estaba bastante lejos de mí, y no quería tener que volver, así que el fotógrafo me regaló un atuendo que un cliente anterior dejó atrás. ¿Ves cómo su mono es un poco grande?

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—Mira esa sonrisa babosa y desdentada —dije efusivamente. —Sé que estaba tan estresada justo antes de esto, pero una vez que el fotógrafo nos instaló, Rush estaba preparando para las cámaras. Me fui sintiendo con tanta suerte, en un estado de ánimo totalmente diferente en comparación con la forma en que había entrado. —Miró al espacio por un momento antes de mirarme—. Así es la maternidad. Es una serie de altibajos. Pero todo vale la pena, Gia. Confía en mí en eso. Seguí mirando la imagen de la gran sonrisa de Rush de bebé. Reflejaba la bondad natural incorporada en mi chico duro. Mi chico duro ¿No había recibido la nota de que ya no era mío? —¿Qué pasa, Gia? Melody debe haber notado la repentina expresión de tristeza en mi rostro. Malditas hormonas de embarazo. La comprensión de esto me golpeó como una tonelada de ladrillos. —Me estaba enamorando de tu hijo antes de que esto sucediera. Rush dejó en claro que no está listo para todo esto. No lo culpo. Solo apesta, ¿sabes? Porque él y yo... realmente teníamos algo. Pero entiendo por qué no puede estar conmigo. Lo hago. —Lo siento mucho. Si tuviera un botón mágico, desearía poder corregir esto para los dos. Ojalá mi hijo también se sintiera diferente. Pero si hay algo que aprendí sobre él, es que no puedo decirle qué hacer o cómo sentirse. Pero te estaré apoyando, y tal vez tenga un cambio de opinión al respecto. Me pregunté si realmente lo decía en serio, o si en el fondo no quería que su hijo estuviera con alguien que venía con un bebé cuando probablemente podría tener a alguien que quisiera. Nunca sabría si me estaba diciendo la verdad o si simplemente quería hacerme sentir mejor. De todos modos, no había manera de que tuviera mis esperanzas. Había mucho en juego ahora para preocuparme por mi corazón roto. En su lugar, necesitaba enfocarme en el pequeño corazón que latía dentro de mí.

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CAPÍTULO 21

S

e había convertido en mi nuevo ritual nocturno. Pararme fuera de The Heights por varios minutos durante las horas pico. Me quedaba afuera fumando mientras miraba las cosas desde lejos a través de las ventanas.

Cuando llegaba el anochecer, las luces dentro del restaurante me daban la vista perfecta del stand de la anfitriona. El reflejo en las ventanas significaba que no podía verme mirándola. Estar dentro durante largos períodos de tiempo era demasiado para mí últimamente. Además, necesitaba fumar aún más, como si de algún modo fuera a quitarme esta sensación que ni siquiera podía describir dentro de mi pecho. Fumaba cigarrillo tras cigarrillo, alternando entre asentir con la cabeza a los clientes que entraban y mirar por la ventana para asegurarme que Gia estaba bien, que no estaba demasiado tiempo de pie. Todo había cambiado. Y sin embargo, nada había cambiado. Todavía sentía todo lo que siempre tuve por ella; la única diferencia era que no podía seguir actuando de esa manera. Eso jodidamente me mató. Me mató admitirle que no estaba hecho para lo que necesitaba. Me mató ver la tristeza en sus ojos cuando lo hice. Pero no iba a arriesgarme a defraudar a un niño. Ahí es donde trazo la línea. Con el tiempo, encontraría su camino; lo haría. Solo necesitaba ayudarla a ponerse en pie. Entonces, la alentaría a regresar a la ciudad una vez que supiera que iba a estar bien, que iban a estar bien. Mientras tanto, la quería aquí donde pudiera vigilarla. El humo salía de mi nariz mientras alterné entre mirar el agua y mirar a Gia a través de la ventana. Acababa de apagar la colilla con el pie y sacado el último cuando levanté la vista y encontré a dos hombres detenidos alrededor de la estación de la anfitriona. Una alarma estalló en mi cabeza. Un tipo se inclinaba sobre ella y era demasiado agresivo para mi gusto, mientras que el otro parecía borracho, riendo como un tonto. Unos minutos más tarde, estaban prácticamente en su culo, bloqueando mi visión de ella.

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Eso es todo. Terminé de mirar. Entrando en asalto, cargué hacia donde estaban parados. —¿Puedo ayudarles con algo? —No, estábamos disfrutando de la compañía de tu hermosa anfitriona aquí. —Bueno, no está aquí para su disfrute. Está haciendo su trabajo. Denle un maldito espacio. Gia intervino: —Rush... realmente está bien. Ignoré la súplica de Gia, jurando no irme hasta que estuvieran fuera vista. Ambos hombres se negaron a moverse de sus lugares. Di dos pasos más cerca de ellos, apretando mis puños. —¿No oyeron lo que acabo de decir? —Amigo, te escuché. Simplemente no te hago caso. Entonces su amigo cometió el error de levantarse frente a mi rostro con su aliento infundido de cerveza. —¿Quién diablos eres tú para decirle qué hacer? Enloquecí por completo, agarrando al hombre por el cuello y arrastrándolo con todas mis fuerzas por la puerta hacia la calle. El otro tipo nos siguió afuera. —Soy dueño de este lugar, hijo de puta, y puedo hacer lo que quiera —escupí en su rostro antes de liberarlo de mi agarre mortal. Roble, que había estado en la azotea cuando todo esto se vino abajo, salió corriendo. —Mantén alejados a estos tipos —escupí antes de pasar junto a él sin dar más explicaciones. Todos los ojos estaban puestos en mí cuando volví adentro. No es la decisión más profesional de mi carrera. Pero eso era lo último que me preocupaba en este momento. Gia pareció alarmada cuando regresó de sentar a algunos clientes. —¿No crees que fue un poco exagerado? —No —espeté—. Ahora vuelve al trabajo. Pasé el resto de la noche solo en mi oficina rumiando. Si bien no me arrepentía de arrojar fuera a esos idiotas, era la imagen más grande de lo que representaba lo que me estaba devorando.

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Si iba a mantenerme alejado de Gia, tenía que dejar de estar tan emocionalmente involucrado con ella, tan malditamente posesivo. Era un hábito difícil de romper. Era justo antes de cerrar. De repente salté de mi asiento y caminé por el restaurante sin mirar a Gia ni a Roble. Me aventuré directamente al estacionamiento, entré en mi automóvil, encendí un cigarrillo y agarré mi teléfono. Me desplacé hacia su nombre. ¿Realmente estaba haciendo esto? Lo necesitaba. Escribí un texto. Rush: ¿Estás cerca para follar? Apenas unos segundos pasaron antes de que llegara una respuesta. Everly: ¿Qué te hace pensar que todavía te estoy hablando después de la mierda que sacaste la última vez, dejándome plantada? Rush: ¿Eso es un no? Everly: Desearía poder decirte que no. Rush: Voy camino a tu casa. Everly: Estaré aquí. Debo haber conducido a ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora durante todo el trayecto hasta su casa. No fue de emoción por verla. Sabía que era porque una parte de mí quería terminar con esto, solo para demostrar que podía pasar de Gia. Porque tenía que hacerlo. Everly abrió la puerta vestida solo con pantalones cortos de mezclilla al estilo Daisy Duke y un sujetador. Pasé junto a ella sin siquiera un saludo, yendo directamente hacia su refrigerador donde me serví una de las cervezas que sabía que tenía almacenadas allí. —Bueno, hola a ti también. —Se rió, inclinándose sobre el mostrador, sus tetas en completa exhibición. Después de beber la mitad de la botella, caminé hacia donde estaba parada. Everly envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. —Estoy realmente contenta de que hayas llamado. Ha pasado mucho tiempo. El viejo Rush la habría estado golpeando contra la pared a estas alturas. Solo me quedé allí mirándola con mi cuerpo rígido, inseguro de si realmente podría seguir adelante con esto. Sentí como si estuviera engañando a Gia y, honestamente, podía decir que era la primera vez en mi vida que me importaba algo así.

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Dio un paso atrás. —Estás sudando balas. ¿Qué está pasando contigo esta noche? Mis ojos se perdieron por su cuerpo. No había duda que Everly era sexy como el infierno. No debería haber estado pensando demasiado esto. Pero ni siquiera estaba duro porque estaba tan malditamente estresado. —Creo que sé exactamente lo que necesitas —dijo, cayendo de rodillas. Comenzó a abrir mis jeans mientras se lamía los labios y se preparaba para chuparme. Me quedé helado. Tomando mi polla en su mano, se inclinó para tomarme en su boca cuando tiré de la parte posterior de su cabello justo antes que sus labios pudieran hacer contacto con mi piel. —Joder —gemí cuando la dejé ir y me subí los pantalones. Se levantó y me miró. —¿Qué coño está pasando contigo, Rush? En serio. Fuiste tú quien me escribió. ¿A qué tipo de juego estás jugando? Sabía que entre esta noche y la última vez que la planté, si salía por esa puerta, podría decirle adiós a cualquier esperanza de sexo sin sentido con Everly en el futuro. Ese hecho no significaba mierda para mí... así que me fui. Simplemente no podría seguir adelante con eso. Esto no era una necesidad de sexo. Esta era una prueba. Y había fallado. Parando en la entrada, finalmente me disculpé. —Lo siento. —Lárgate. Y ni siquiera pienses en llamarme o escribirme otra vez. — Golpeó la puerta en mi cara. Sus palabras no me sorprendieron cuando volví a salir y subí a mi auto. No arranqué de inmediato, solo me quedé mirando la calle desolada. Mi comportamiento esta noche me dejó alucinado. A diferencia del viaje a casa de Everly, estaba conduciendo a una velocidad más lenta que la media. Eso era probablemente porque una parte de mí sabía que no iba a casa. Después de aparcar, debo haberme sentado en mi automóvil durante más de treinta minutos para decidir si tocaba el timbre o no. ¿Qué diablos estás haciendo, Rush? ¿Por qué estás aquí?

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Mi teléfono sonó. Gia: ¿Hay alguna razón por la que estás estacionado afuera de mi casa? Rush: ¿Vigilando? Gia: No te creo. Rush: ¿Entrega de pizza? Gia: Mi pizza debe estar muy fría entonces. Rush: No sé lo que estoy haciendo aquí. Gia: ¿Quieres entrar? Rush: Sí. Gia: Pero no lo harás... Rush: No creo que deba. Gia: Está bien. A pesar de mis palabras, momentos después, estaba en la puerta tocando. Gia abrió, vistiendo un camisón blanco y delgado que mostraba sus enormes pezones. Tuve que levantar la vista porque todo lo que quería hacer era levantar el material y chuparlos. La casa estaba en silencio mientras miraba alrededor. —¿Dónde están tus compañeros de cuarto? —Todos están fuera o trabajando. Eso rara vez sucede. Estoy disfrutando de la paz y la tranquilidad. Esto no era bueno, realmente necesitaba irme. Me sorprendió cuando dijo: —¿Tomarías un helado conmigo? —Helado… —Sí. —Sonrió, y simplemente me derretí al verla. Parecía lo suficientemente inocente. —Depende del sabor —bromeé. —Chunky Monkey... ¿algo parecido a como me veré en unos meses? Esa idea debería haberme apagado, tal vez, pero tuvo el efecto opuesto. Me encantaban sus nuevas curvas y la idea de más. Mi afinidad por su cuerpo solo hizo que mi situación fuera mucho más difícil. —Es mi sabor favorito —dije. Nos sentamos en la sala de estar, tranquilamente comiendo del contenedor de Ben & Jerry's.

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Finalmente dijo: —Todo el mundo estaba hablando de tu estallido más temprano, de cómo arrojaste a esos dos tipos y luego de cómo dejaste The Heights sin decirle nada a nadie. Mi boca estaba llena de helado. —Bueno, déjalos hablar, no me importa, todavía estoy de acuerdo con lo que hice. Esos cretinos no tenían lugar rondando a tu alrededor así. —¿A dónde fuiste cuando te fuiste? Cuando dejé de comer y no dije nada, sacó su propia conclusión. Tal vez mi culpa era obvia. Una expresión de preocupación brilló en su rostro. —¿Fuiste a ver a una mujer? —Cuando no respondí, se volvió más insistente—. Respóndeme. Todavía no quería admitir mi estupidez esta noche. Continuó presionando. —¿Tuviste sexo con alguien esta noche? —No. —Salió más fuerte de lo que esperaba. —Entonces, ¿dónde estabas? No quería mentirle. —Intenté conectar con alguien. Quería olvidar, olvidar lo que sucedió en The Heights, olvidarte. No había pretendido ser tan directo. Pero quería la verdad. Eso era todo. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Me mató saber que la estaba perturbando. ¿Por qué le dije la verdad? —Pero no pude, Gia. —¿Por qué no? Podrías. No es como si me debieras algo. Deberías estar fuera teniendo una follada épica en este momento. Tomaste tu decisión con respecto a mí. —No es justo. —¡Es la verdad! —Solo porque no pueda estar contigo, no significa que no quiera estar contigo. Y eso no significa que esté listo para seguir adelante, tanto como quisiera. Mantenerme alejado de ti es lo más duro que he tenido que hacer. Ambos estuvimos en silencio por mucho tiempo, solo mirándonos intensamente a los ojos. —Te extraño —susurró.

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También te extraño. No pude resistirme a traerla a mí. Enterró su rostro en mi pecho. Mi corazón latía fuera de control. Era demasiado: la suavidad de su piel, el reconocimiento de su aroma. La necesidad de retomar exactamente donde nos habíamos quedado. Mi polla endurecida. No pude levantarla para Everly, pero puse a esta preciosa mujer embarazada en mis brazos, y mi cuerpo se despertó por completo. Deseé que el que estuviera encinta me apagara, pero nunca había estado más excitado en mi vida. Entrar en la casa fue un error. La solté, colocando mi cuchara sobre la mesa de café y poniéndome de pie. —Tengo que irme. Mientras salía por la puerta, su voz me detuvo. —Tengo mi primer ultrasonido mañana. Me quedé helado. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Escucharla decir eso realmente dio en el blanco, había un ser humano real dentro de ella. Continuó. —Estoy realmente asustada. Como ¿qué pasa si encuentran algo mal...? o ¿no hay latido del corazón...? o ¿si me asusto cuando lo vea? Sé que esto va a sonar loco, Rush. Además de Riley, que está fuera del estado esta semana, eres el mejor amigo que tengo aquí. Ni siquiera he reunido el valor para decirle a mi padre todavía. De todos modos... ¿crees que podrías venir conmigo? ¿Qué? Di algo. —No lo sé, Gia. —¿Por favor? ¿Cómo podría decir que no? Tenía miedo, y aparte de todas las partes complicadas de esta situación, me preocupaba profundamente por esta chica. Si necesitaba que la tomara de la mano, tenía que aguantar y hacerlo. Dejé escapar un largo suspiro y asentí. —Está bien.

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CAPÍTULO 22

—M

e estás poniendo aún más nerviosa. —Gia apoyó su mano en mi rodilla, deteniendo el movimiento incesante hacia arriba y hacia abajo de mi pierna. Ni siquiera me había dado cuenta que lo estaba

haciendo.

—Lo siento. Sentados uno junto al otro en la sala de espera del consultorio médico, esperé con impaciencia a que la llamaran. Había sido un desastre desde el momento en que entramos al maldito estacionamiento. Valiente apoyo que era. Había venido porque estaba nerviosa, pero aquí ella tenía que calmarme. No tenía idea de por qué me sentía tan ansioso, pero hace diez minutos, cuando sonó el teléfono de la recepcionista, literalmente salté de mi silla. Tuve que taparlo fingiendo que necesitaba usar el baño. ¿Qué mierda está mal conmigo? —Estaba pensando en mi antiguo trabajo anoche —dijo Gia—. Todas las tarjetas de felicitación que escribía. —Oh ¿sí? Apuesto a que no conseguiste tu propio baño en ese trabajo. Rio. —No, definitivamente no lo hice. Pero no estaba comparando mi trabajo anterior con mi trabajo para ti. No hay comparación con cuánto más disfruto pasar tiempo contigo en The Heights... es decir, trabajando en The Heights. Pero estaba pensando en las tarjetas que solía escribir, que estaban destinadas a felicitar a las personas por sus embarazos. En ese momento, pensé que eran divertidas. Aunque, en este momento, mientras estoy sentada en la oficina de un obstetra, estoy pensando que tal vez algunas de ellas fueron demasiado lejos, casi hasta el punto de ser insensibles sin siquiera darme cuenta. —¿Como por ejemplo? —Bueno, una en particular, recuerdo que escribí algo así: Por fuera decía, ¿Cómo encajas una sandía en un agujero de rosquilla? Y luego, en el interior, decía: Estás a punto de descubrirlo. Me reí. —Eso es gracioso. —Lo dice el hombre que no tiene que empujar una sandía a través de su rosquilla.

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La recepcionista llamó el nombre de Gia, y me miró. El miedo era repentinamente palpable en sus ojos. Tomé su mano y la apreté. —Va a estar bien. El bebé va a estar saludable y hermoso al igual que su madre. —¿Él? —¿Él qué? —Dijiste que él será como su madre. ¿Entonces crees que voy a tener un niño? No me había dado cuenta que le había dado sexo al bebé. —Vamos. Deja de retrasarlo. —Me levanté y le di un pequeño tirón a su mano—. Y no creo que vayas a tener un niño, sé lo que estás teniendo. Gia se puso de pie. —¿Lo haces? Le guiñé un ojo. —Por supuesto. Una jodida sandía gigante.

193 —Es un poco temprano para poder decir el sexo del bebé. Pero, antes de comenzar, ¿quieres saber si puedo ver claramente el género? —La técnica de ultrasonido sacó los guantes de una caja en el mostrador y los colocó en sus manos. —Uhmm. —Gia me miró por una respuesta—. No lo sé. No creí que pudiera decir esto tan pronto, así que realmente no lo he pensado. ¿Qué piensas, Rush? Sonreí. —Depende de ti. Ya sé lo que es. La técnica de ultrasonido obviamente no sabía que quise decir que estaba embarazada de una sandía. Apagó las luces de la habitación y acercó un taburete al lado de Gia. —Entonces papá ya piensa que sabe de qué se trata, ¿eh? Supongo que eso significa que piensa que es un niño. La mayoría de los padres lo hacen. Gia se puso nerviosa. —No es... piensa que es un... Intenté ayudarla. —No soy el... eh... no creo...

La técnica debe haber estado acostumbrada a dos personas con la lengua trabada en esta habitación. —Les diré esto. No les diré qué es si puedo verlo, pero lo anotaré en su historia para que puedan llamar a la oficina en cualquier momento si deciden averiguarlo. Gia dejó escapar una fuerte ráfaga de aire. —Bueno. Sí. Eso es genial. —Voy a desatar tu bata y subirla para acceder a tu barriga, y es posible que tengamos que bajar un poco los pantalones. —Está bien. Gia me apretó la mano cuando la técnica la preparó. Podría ser una mierda enferma, pero mi polla se crispó al ver la suave piel en su estómago. Al parecer, no se daba cuenta que estábamos en una cita médica y no en un espectáculo. La técnica bajó las mallas de Gia justo por encima de su hueso púbico, y mis ojos permanecieron pegados a su piel bronceada. Mierda. Quiero mancillar a una madre. La técnica levantó un tubo de algo. —Esto podría estar un poco frío. —Luego procedió a arrojar un poco de mierda de gel por todo el vientre de Gia. Déjame encargarme de eso. Mi lubricante será agradable y cálido. Negué con la cabeza para deshacerme de la idea. No ayudó ni un poco. La técnica colocó un monitor sobre ruedas al lado de la mesa de exploración y lo colocó de modo que pudiéramos ver los tres. Me quedé en el lado opuesto, al lado de la cabeza de Gia, así que teníamos la misma vista. En el momento en que tocó con la varita el vientre de Gia, un fuerte sonido salió de la máquina. La técnica miró la pantalla y ajustó una perilla. —Su bebé tiene un fuerte latido cardiaco. Gia y yo miramos la pantalla. —Les daré un recorrido rápido por la anatomía del bebé para que puedan disfrutarlo mientras tomo las medidas y las imágenes que necesito. —La técnica señaló lo que parecía una cadena de perlas—. Esta es la espina dorsal de tu bebé. —Inclinó la varita un poco hacia la izquierda con una mano y señaló la pantalla con la otra. La imagen era granulada y en blanco y negro, pero pude ver lo que mostraba a continuación incluso sin que lo dijera—. Cabeza. —Delineó lo que claramente era una calavera y luego trazó el perfil del bebé—. Nariz. Labios. —Santa mierda. De hecho, pude ver un contorno del rostro de un bebé. Aunque parecía más un nadador alienígena que un bebé desde donde estaba. Pero allí estaba, una persona dentro de Gia, una persona con su propio latido y perfil. La técnica sonrió y movió la

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varita mientras miraba la pantalla—. Tienes uno activo. Está girando mucho. —Justo cuando dijo eso, algo muy claro salió a la luz. —¿Eso es una mano? —dijo Gia. —Seguro que lo es. —Vaya. —Si optas por un ultrasonido en 3D más adelante en tu embarazo, las imágenes son muy claras. Pero en realidad estás teniendo un espectáculo bastante bueno hoy teniendo en cuenta que solo tienes catorce semanas. Hipnotizado por la pantalla, me había olvidado por completo del estómago de Gia, y me di cuenta que en realidad estaba emocionado por el embarazo por primera vez. No podía esperar para conocer al pequeño hombre. De acuerdo, entonces quizás pensaba que era un niño. Continué mirando con asombro. Vi los dedos moverse, los dedos de los pies, los labios, un cuello largo y eso era... Mi emoción debe haber obtenido lo mejor de mí. Señalé lo que pensé que era un pene. —¿Es ese su...? La técnico se rió. —No. Eso en realidad es un pie entero. Gia había vuelto la cabeza y me estaba mirando en lugar de la pantalla. Su rostro resplandecía y se veía tan hermosa. Sin pensarlo, me incliné y le di un beso en la frente. —Bueno. Así que tal vez creo que es un chico. La técnica terminó de escanear la barriga de Gia y luego imprimió algunas imágenes. —Primeras fotos del refrigerador, mamá —dijo entregándoselas a Gia—. Se supone que no debo dar ningún resultado ni nada, pero todo se ve genial. ¿Por qué no te vistes y pediré al grupo de asistentes médicos que salga y responda todas las preguntas que puedas tener hoy?, ya que no deberías ver al médico en esta visita —Le entregó un montón de toallas de papel a Gia—. Para limpiar el gel. —Bueno. Gracias. La técnica nos dejó solos en la habitación, y Gia se limpió algunas lágrimas, y luego comenzó a limpiarse el vientre. Tomé las toallas de papel de su mano y limpié el desastre. Parecía perfectamente natural de hacer, pero después de hacerlo, noté que Gia me estaba mirando divertida. —Podría haber hecho eso.

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Tiré las toallas de papel en la basura, y cuando volví, Gia se sentaba en la mesa de examen. Su bata que había sido desatada y subida, se abrió. Llevaba un sujetador de encaje negro, y sus tetas prácticamente se derramaban fuera de las copas. Gia siguió la dirección de donde mis ojos se habían pegado y miró hacia abajo. —He ganado casi tres kilos hasta ahora, y todo parece haber ido a mis tetas. Tragué. —El embarazo definitivamente te sienta bien. Puso su mano sobre su vientre. —No estoy deseando engordar. Aparentemente sus pechos hinchados me hicieron delirar. Porque la idea de una Gia con curvas con una panza grande, redonda y llena y un poco de comba en sus tetas turgentes en realidad me hizo ponerme duro en el consultorio del médico. —Vas a ser jodidamente sexy embarazada. Pensó que estaba tratando de hacerla sentir mejor. De pie de la mesa de examen, señaló la silla detrás de mí. —Tendrás que seguir mintiéndome mientras empiezo a caminar como pato. ¿Puedes darme mi camisa? A pesar de que su bata estaba abierta, Gia me dio la espalda para vestirse. Normalmente no era modesta con su cuerpo, así que me hizo pensar que realmente pensaba que no era atractiva. Llamaron a la puerta antes que pudiera aclarárselo. La asistente médica entró y nos tendió su mano. —Soy Jessica Abbot. Te veré de vez en cuando durante el transcurso de tu embarazo. Por lo general, después de un ultrasonido o llamada con resultados de laboratorio. Acabo de echar un vistazo rápido a tu ecografía y todo está midiendo acorde a la fecha que originalmente habíamos anticipado. Tu bebé se ve feliz y saludable. ¿Hay alguna pregunta que me tengas sobre el ultrasonido u otra cosa? Gia negó con la cabeza. —No lo creo, no. —Está bien. Bueno, puedes continuar con tus actividades regulares no relacionadas con el embarazo. Trabajo, sueño, sexo, todo como de costumbre. Gia me miró y luego a la asistente médica. —¿Es normal que el embarazo... afecte tu libido?

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—Sí. Muy normal. Muchas mujeres experimentan una disminución en su deseo sexual durante el embarazo. A menudo en el primer trimestre y luego regresa con una venganza hacia el final. —Oh. Miré a Gia. Su rostro se estaba poniendo rosado. Estaba avergonzada de preguntar algo... tal vez porque estaba de pie a su lado. Señalé hacia la puerta. —¿Quieres que les dé dos minutos para hablar? Gia negó antes de tomar una respiración profunda, luego se volvió hacia la asistente médica y dijo: —Creo que tengo el problema opuesto. La asistente sonrió. —Oh. Lo siento. Leí mal lo que estabas preguntando. Sí, definitivamente es normal tener un deseo sexual elevado. La experiencia de cada mujer es individual para ese embarazo en particular, y algunas tendrán un aumento del apetito sexual que fluctúa, mientras que otras pueden no tener ningún deseo durante el embarazo completo. Pero eres joven y saludable, así que no hay razón para no divertirte si el impulso es más fuerte de lo normal. Mierda. Gia le acaba de decir a esta mujer que estaba cachonda. Todo. El. Tiempo. —Entonces... ¿cualquier tipo de sexo está bien entonces? ¿No voy a lastimar al bebé? ¿A qué demonios estaba llegando? —Mientras no te estés desafiando físicamente demasiado, sí. Tu pareja no lastimará al bebé, si ese es tu miedo. —Me miró y luego volvió a mirar a Gia—. En realidad, es una preocupación común en las parejas. Así que me alegra que estés preguntando si ha estado pesando en tu mente. Gia se mordió el labio inferior. Su rostro rosado se puso rojo brillante ahora. —¿Qué pasa con el sexo... sin pareja? —Hizo un gesto entre los dos— . No estamos... y quería preguntarle a mi médico en la última cita, pero es un hombre y es mayor... y me gustaría usar un... Mientras estaba completamente perdido en lo que estaba insinuando Gia, aparentemente el código secreto que estaba diciendo tenía sentido para la asistente médica. —Oh. Lo siento. Si, absolutamente. Puede usar con seguridad un vibrador o cualquier otro juguete que use regularmente. No es un problema en absoluto. —La mujer buscó en su bolsillo y sacó una tarjeta de visita—. Entiendo totalmente por qué hacer esa pregunta al doctor Daniels podría

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haber sido difícil. Es un doctor maravilloso, pero lo entiendo. Por favor... llámame cuando quieras discutir algo. Las dos charlaron durante unos minutos más, pero no escuché ni una jodida palabra. Mi cerebro estaba totalmente atascado en el hecho de que Gia estaba cachonda y estaba a punto de encargarse de ello con su vibrador.

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CAPÍTULO 23

—¿E

stá todo bien? —Rush no había dicho una sola palabra desde que salió de la oficina del doctor, y estábamos a mitad de camino de mi casa. —Bien.

—¿Te asustó ir conmigo? Lo siento si fue demasiado pedir. —No. Aprecio que me lo pidieras. Ver sus nudillos ponerse blancos por el agarre mortal que tenía en el volante y escuchar sus respuestas cortantes no me hizo sentir que apreciaba ir. Miré las imágenes de ultrasonido y traté de convencerme de que estaba paranoica y de que no pasaba nada. Pero sentí como si hubiera cometido un gran error al confiar en Rush. Era mucho pedir a alguien, y realmente necesitaba aprender a sostenerme sobre mis propios pies. Durante las últimas semanas, había estado sopesando los pros y los contras de la oferta de Rush de ayudarme, de permanecer en su casa hasta después de que naciera el bebé. Hoy me hizo darme cuenta de que no era una buena idea. Él tenía un gran corazón, y yo creía que su oferta era sincera, pero era injusto cargarle a alguien con mis problemas. Necesitaba liberarlo. Por mucho que la idea me destripara, sabía que era lo correcto. Como tener una cubierta sobre la herida que duele al tocarlo, una vez que había decidido que era hora de arrancar la tirita, pensé que sería mejor hacerlo de una sola vez. Así que cuando llegamos a la casa, respiré profundamente y me volví para enfrentar a Rush. —He estado pensando mucho últimamente. Y aunque tu oferta fue extremadamente generosa, no me quedaré aquí después de que nuestro tiempo compartido de verano haya terminado. Rush había estado mirando por la ventana en línea recta incluso después de haberse detenido en la acera. Finalmente se volvió hacia mí. —¿Qué? ¿Por qué? —Necesito hacer esto yo sola, Rush. Si estoy aquí contigo, voy a seguir apoyándome en ti, y eso no es justo para ninguno de nosotros. Él miró hacia atrás y adelante entre mis ojos. —Quiero que te apoyes en mí. Toqué su brazo.

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—Sé que sí. Porque eres un buen hombre, Rush. Pero solo hará que sea más difícil alejarse en algún momento. Y evitaré que continúes. Mira lo que pasó la otra noche cuando trataste de estar con otra mujer. Eres el hombre más leal que he conocido. Ahora me doy cuenta de que no vas a seguir adelante conmigo, aunque quieras. Y, sinceramente, tampoco lo haré yo. —Sentí lágrimas en mis ojos—. Así que creo que es hora. A veces tienes que dejar ir las cosas que en realidad nunca tuviste. La cabeza de Rush colgaba con los ojos cerrados, así que aproveché la oportunidad para salir del auto antes de que me viera derrumbarme. —Gracias por llevarme hoy, Rush. Llegué a la puerta reteniendo mis emociones, pero al momento que traté de poner la llave en la cerradura, las lágrimas no derramadas habían empañado mi visión, y dejé caer mis llaves en el suelo. Me incliné, pero una mano grande las recogió antes de que yo pudiera. La voz de Rush estaba detrás de mí cuando me puse de pie, pero no pude darme la vuelta. —Soy un idiota —dijo con una voz baja y tensa. Hizo que mis lágrimas cayeran más rápido. Miré directamente hacia la puerta. —No. No lo eres. Yo soy la idiota. —Dijiste que soy el hombre más leal que has conocido. Ese es mi mayor miedo. Que no pueda estar a la altura de eso. Esa parte de mí es como mi padre. Tú me ves de la manera que quieres verme. No como un hombre que se folló a una docena de mujeres diferentes cada verano y nunca se preguntó si podría lastimarlas después de salir por la puerta a la mañana siguiente. Me volví y encontré lágrimas en los ojos de Rush, también. Alzando la mano, limpié una mejilla con el pulgar y luego la otra. —Eran adultas consintientes. No les prometiste nada ni las forzaste. La lealtad es prometer la verdad a ti mismo y a los demás. Siempre fuiste sincero en lo que querías de ellas. Pero lo que me has dado es también tu verdad, y es porque eres tan leal que tengo que ser yo quien se vaya. —Puse mi mano sobre su corazón—. Prometiste estar ahí para mí aquí. Y si me quedo, lo estarás. Porque tu lealtad es inquebrantable. Esa es la razón por la que tengo que irme, porque es tu lealtad lo que no te permitirá ser la persona que se vaya. Rush miró hacia abajo y tomó unas respiraciones profundas. Sabía que mostrarme lo vulnerable que era, no era fácil, así que no presioné. Cuando volvió a mirar hacia arriba, me miró directamente a los ojos. —Siempre lo has tenido realmente. —¿Tu lealtad? Negó.

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—Dijiste, a veces tienes que dejar ir las cosas que en realidad nunca tuviste. Has tenido mi amor desde el primer día. Me has tenido desde el primer día. Simplemente era demasiado gallina como para admitirlo. Mi corazón comenzó a latir más rápido. Traté de detenerlo, temerosa de permitirme abrigar esperanzas por miedo a que dijera algo diferente a lo que yo quería pensar que quería decir. Pero dentro de mi pecho tronaba como un tren fuera de control. Rush ahuecó ambas de mis mejillas. —Gia Mirabelli, estoy tan jodidamente enamorado de ti, que no puedo pensar bien. No hay manera en el infierno de que te deje ir. No de esta casa. No de The Heights. No de mi vida. Me asusta como la mierda, pero me di cuenta hoy al ver a ese niño en la pantalla, que no solo estoy enamorado de ti. Estoy enamorado de ese pequeño alien que tienes creciendo dentro de ti. Lo quiero todo. Quiero las jodidas muñecas en mis armarios. Quiero retener tu cabello cuando vomites tus sesos. Quiero comer Chunky Monkey contigo directamente de la caja mientras yacemos en la cama desnudos a las dos de la mañana. Y definitivamente, definitivamente, quiero ser el que te cuide cuando tienes un apetito sexual elevado. Las lágrimas corrían por mi rostro. De todas las cosas que había acabado de prometer, por alguna estúpida razón, me quedé atrapada en el helado. Tal vez sea porque en el fondo ya sabía que quería retener mi cabello y cuidarme, pero pensé que podría estar loco por pensar que me iba a querer a medida que pasaran los meses. —Voy a estar grande y gorda de todo ese Chunky Monkey. Se acercó un paso y pasó la mano por la curva de mi cadera. —Adelante. Te he estado imaginando con unos veinte kilos más y redonda mientras me masturbaba en los últimos días. Creo que podría mantenerte así después del embarazo. Me reí, pero tan loco como sonaba, sabía que me estaba diciendo la verdad. —Creo que estás un poco loco. Su hermoso rostro se volvió serio otra vez. —Lo siento, te he estado alejando y haciéndote sentir mal. Pero ya terminé de ser un marica. Te quiero a pesar de todos mis propios miedos que no tienen nada que ver contigo, y a pesar de que probablemente te mereces a alguien mejor que yo. Por favor perdóname, y dime que te quedarás y estarás conmigo. Realmente estar conmigo esta vez. No tuve que pensar en la pregunta. Aunque probablemente debería haberle advertido que mi respuesta iba a ser algo más que vocal. Salté a los brazos de Rush, haciendo que retrocediera unos pasos y casi se cayera mientras se tambaleaba en el porche delantero.

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—¡Sí! ¡Sí! —Le planté un beso en los dientes cuando abrió la boca para reír. Negando con la cabeza, dijo: —¿Podemos mover esto dentro ahora? Estoy pensando que es hora de que sellemos el trato sobre esta relación.

—¿Qué demonios te pasa? —Me miré en el espejo del baño. Le había dicho a Rush que se pusiera cómodo mientras me encerraba en el baño para controlar mis nervios. Había estado con este hombre. Él ya había visto mi cuerpo desnudo e ido abajo en mí. Y no hace ni diez minutos que había profesado su amor por mí y el hijo por nacer de otro hombre. Sin embargo, estaba literalmente temblando. Me lavé los dientes, me enjuagué la boca y miré mi reflejo unos minutos más—. Dijo que te ama. ¿Qué estás esperando ahora? Un suave golpe llamó a la puerta. —¿Todo está bien allí? —Sí. Saldré enseguida. Diez minutos más tarde, cuando todavía estaba adentro tratando de que mis piernas dejaran el baño, hubo otro golpe en la puerta. —¿Gia? Parecía que estaba justo al otro lado de la puerta. Me acerqué y apoyé mi cabeza contra ella desde este lado. —Sí. —Yo también estoy nervioso. Si ayuda en algo. Mis hombros se aflojaron. —¿Lo estás? —Síp. Asustas la mierda viviente fuera de mí. Sonreí, pero aun así no abrí la puerta. —¿Por qué estamos tan asustados el uno del otro en este momento, Rush? —Porque cuando finalmente aceptas que encontraste al indicado, es aterrador que puedas perderlo y entonces nunca habrá otro. Creo que mi corazón realmente se hinchó un poco en mi pecho. —Oh Dios mío. Esa es la cosa más romántica que alguna vez escuché decir a alguien.

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—Ah, ¿sí? —dijo—. Bueno, ven aquí y déjame hacerte cosas románticas, hermosa. Tomando una respiración profunda, desbloqueé la puerta y la abrí. Su sonrisa hizo que mis rodillas se debilitaran mientras extendía su mano hacia mí. Poniendo mi mano en su estima monumental, como si fuera mi corazón, estaba rindiéndome. Rush había sido tan dulce, tan abierto, pero ninguna de esas cosas me hizo relajarme como cuando repentinamente tiró de mi mano y haló de mí contra él con fuerza. La poca rudeza en los bordes se sentía como mi Rush de nuevo. Mi Rush. Presionándome contra él, puso ambas de mis manos detrás de mi espalda y las encerró allí en una de las suyas. Su otra mano se apoderó de la parte posterior de mi cuello, y su boca se selló sobre la mía. Grité entre nuestros labios cuando Rush me tomó en sus brazos y me llevó a la cama. De alguna manera, logramos no romper el beso mientras él me bajaba y se subía encima de mí. Todos los nervios que había sentido hace unos minutos fueron expulsados por el deseo carnal que sentía por este hombre. El beso que había comenzado cálido y tierno, rápidamente se calentó a caliente y salvaje. Rush usó una rodilla para empujar mis piernas abiertas y luego bajó sus caderas. La sensación de su dura polla presionando contra mi centro me hizo gemir. No podía esperar a que él estuviera dentro de mí. Sintiendo mi necesidad, Rush rompió el beso y retrocedió. Mi cabeza estaba literalmente mareada. Él nunca rompió nuestra mirada mientras se quitaba la camiseta y luego deslizaba la mía sobre mi cabeza. Su lengua recorrió su labio inferior mientras miraba mi sujetador. Cuando su mirada volvió a encontrarse con la mía, tragó saliva antes de hablar. —¿Necesitas suave, bebé? Negué con la cabeza. Una sonrisa malvada se extendió por su rostro. —Mierda, gracias. Rush arrojó el resto de nuestra ropa tan rápido que se sintió como si una de sus manos me desnudara y la otra arrancara sus pantalones. Acomodándose de nuevo encima de mí, frotó su polla desnuda arriba y abajo entre mis piernas, y luego presionó fuertemente contra mi clítoris. Pensé que podría venirme solo por la fricción. El brillo en sus ojos me dijo que sabía exactamente lo que me estaba haciendo. Pero dos podrían jugar su juego. Extendí mis piernas lo más que pude y deslicé mi mano entre nosotros para agarrarlo. Al darme cuenta de que mi mano no podía envolverse por completo en su circunferencia, me alegré mucho de que este hombre me excitara tanto, porque estaba lista para todo de él. Nuestros ojos estaban bloqueados mientras empujaba adentro. Él sacudió sus caderas, facilitando su dura, gruesa, longitud dentro y fuera un

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par de veces. Jadeé cuando él se lanzó y se hundió profundamente dentro de mí. Rush se quedó quieto, y sentí que su cuerpo comenzaba a temblar. —Joder, Gia. Joder. Aquí es donde he querido estar desde el día que te conocí. Muy dentro de ti, justo como estás dentro de mí. Tomó mi boca en el beso más hermoso mientras se deslizaba dentro y fuera y luego volvió a mirarme. El verde de sus ojos se oscureció a casi gris mientras sus embestidas se volvían más y más poderosas. Antes tuve sexo, pero nunca supe hasta ese momento que nunca me hicieron el amor. Nuestros cuerpos se volvieron uno, pero fue nuestro corazón y nuestras almas conectadas lo que hizo que el acto fuera mucho más que físico. Todo lo demás en el mundo dejó de existir excepto nosotros. Rush apretó la mandíbula y gruñó: —Quiero llenar este dulce coño una y otra vez, cada maldito día. Eso fue todo. Cualquier última pizca de control que tenía fue completamente aniquilada al escuchar la desesperación en su voz. Las olas comenzaron a elevarse. Todo mi cuerpo tarareó de necesidad. Lágrimas de gozo atestaron mis ojos. Rush se inclinó y levantó uno de mis muslos en el aire, lo que le permitió adentrarse aún más en mi cuerpo. Gemí cuando mi orgasmo me atravesó, y Rush respondió follándome más y más duro. Rugió cuando se sacudió por última vez y se plantó lo más profundo que pudo antes de venirse dentro de mí. Después, me besó suavemente mientras continuaba entrando y saliendo, diciéndome lo hermosa que era y lo mucho que me amaba. Me di cuenta de que no se lo había dicho de vuelta. Aunque estaba segura de que él lo sabía, ya era el momento. —¿Rush? —susurré. —¿Hmmm? —Arrastró un camino de tiernos besos desde mi oreja hasta mi cuello y luego hacia arriba y sobre mi barbilla antes de que nuestros labios se encontraran. —Yo también te amo. Su sonrisa se dividió de oreja a oreja. —Bueno, eso es bueno. Porque yo también te amo. Pero no Tee-OhOh, también. —Él bajó de mi cuerpo y plantó un beso en mi vientre—. Porque te amo, Tee-W-Oh, dos.

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CAPÍTULO 24

M

e encantaba explorarla cuando caía dormida.

Mientras giraba mi dedo índice alrededor de su pezón, juré que su areola lucía más grande y oscura que ayer. Su cuerpo estaba cambiando cada día, como una flor lentamente floreciendo. Y joder… me encantaba demasiado. Amaba a Gia demasiado. Hacer este tipo de compromiso a alguien era tan aterrador como jodido, pero no lo habría tenido de otra manera. Aceptar mis sentimientos fue lo mejor que había hecho. Se sentía tan bien no tener que luchar más con ellos. El miedo se había ido. La diferencia era que estaba dejándolo estar ahí, diciéndole que se fuera a la mierda mientras vivía mi vida y amaba a esta chica. Mientras estaba más asustado de lo que nunca había estado en mi vida, nunca había sido más feliz, tampoco. Y eso superó todo lo demás. Deslicé mi mano lentamente hacia abajo por su abdomen antes de deslizar mis dedos dentro de ella. Estaba húmeda. El apetito sexual de Gia era voraz, incluso en su sueño. Su cuerpo se movió y entonces alcanzó por mí. ―Oye… ¿estás tratando de conseguir algo? Lentamente saqué mis dedos de ella. ―Lo estoy. ¿Estás dando? Ella subió sobre mí, besándome duro en los labios. ―Pensé que podrías estar cansado de mí después de todas las veces que lo hicimos anoche. ―Joder no. ―Apreté su trasero―. ¿Sabías que hay algo llamado pregofilia? ―Oh mi Dios… ¿qué? ―Es un fetichismo. Busqué en Google no poder conseguir suficiente de una mujer embarazada y eso salió. Creo que podría ser un pregófilo. Ella se rió. ―Pensé que solo lo dijiste al principio, pero estoy comenzando a creerlo. Tomé su mano y la coloqué en mi polla rígida. ―Cree esto.

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Gia se sentó a horcajadas sobre mí antes de deslizar mi polla en su húmedo coño. La sensación de hundirme en su caliente coño no tenía comparación. Era verdaderamente como pensé que se sentiría el paraíso. Ella comenzó a moler sus caderas sobre mí. Amaba el sexo con ella en cualquier posición, pero cuando me montaba, siempre se sentía como que estaba incluso más profundo en ella. Amaba ser capaz de mirar sus tetas rebotar y poner mis manos sobre diferentes partes de su cuerpo, explorando su rostro, sus caderas, su trasero. Casi me hacía sentir culpable ser capaz de sentarme mientras ella hacía todo el trabajo, excepto por el hecho de que ella en verdad parecía amar estar arriba, parecía que amaba estar en control. ¿Sabes qué más jodidamente amaba? Ser capaz de follarla sin un condón. Antes de ella, nunca tomé las oportunidades con nadie, siempre cubierto. Follarla al desnudo se sentía casi demasiado bueno, y tenía constantemente que tratar de detenerme de explotar prematuramente mi carga. Afortunadamente, Gia era tan caliente que nunca le tomaba mucho tiempo venirse. Esta vez no fue la excepción. Cuando se vino derrumbándose sobre mí, palpitando sobre mi polla, exploté dentro de ella hasta que no quedó nada. Gia colapsó en mi pecho. —¿Cómo he tenido tanta suerte? Acaricié su cabello por un rato antes de que dijera. —Yo soy el afortunado. Nos acostamos ahí en silencio. No sé qué me hizo decir: —Lo siento por ese bastardo en de The Heights, quien quiera que sea, porque no sabe lo que está perdiéndose. —Solté un suspiro—. Que se joda eso. No lo siento por él. Me alegra que se fuera. Ella puso su cabeza sobre mí y estuvo en silencio por un rato antes de que dijera: —Desearía que este bebé fuera tuyo. Daría todo por eso. Sus palabras apretaron mi pecho. Por supuesto, deseaba que fuera el caso. Pero insistir en ello de cualquier manera era inútil. Nunca podríamos cambiar el hecho de que no era mío. —Desearía eso, también, por razones egoístas, pero sabes… él nunca sentirá que no tiene padre. Siempre estaré ahí para él, y para ti. Al final, no hace una diferencia quien fue el donador de esperma. —La sostuve más fuerte—. Las cosas son como debían ser. No conoces personas por accidente en la vida. Ese tío estaba destinado a irse, y tú estabas destinada a conocerme. Está todo escrito en las estrellas. Ella levantó su cabeza para encontrar mis ojos.

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—No sabía que eras tan filosófico. —¿Has conocido a mi madre? Ella se rió. —Cierto. Cuando su sonrisa se desvaneció, pregunté: —¿Qué pasa? Ella frotó su estómago. —Muy pronto, no podremos ocultar esto. ¿Cómo se lo explico a la gente del trabajo? —No tienes que explicarles una mierda. No le debes una explicación a nadie. —Pero quiero hacerlo antes de que comiencen a hablar. Siento que solo tengo que ponerlo todo en juego y ser yo quien controle cuando se enteran antes de que comiencen a susurrar sobre mi tamaño. No quería que esto la estresara y me juré a mí mismo que me ocuparía de las cosas. —No te preocupes por nada de eso. Lo manejaré.

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Al día siguiente en The Heights, convoqué a una reunión obligatoria justo después del cierre. Quería que todos estuvieran ahí así no tendría que explicarme dos veces. Si los empleados no estaban en turno, todavía se les llamaba y se les pagaba la hora. Específicamente lo hice durante la noche libre de Gia, así no tendría que tratar con ello. Todos se reunieron a mi alrededor. Había elegido el área del bar de abajo como el sitio para nuestra reunión informal. Las personas estaban definitivamente confundidas, creo que podrían haber pensado que estaba cerrando The Heights, porque era raro de mí convocar una reunión. Cuando parecía que todos estaban ahí, aclaré mi garganta para llamar su atención. —Voy a hacer esto breve. Sé que todos están cansados, y es tarde, así que no los estoy reteniendo un segundo más de lo que debo. —Respiré profundo—. Saben que normalmente no hablo sobre mi vida personal, porque generalmente no tiene nada que ver con el negocio, pero porque Gia es una empleada aquí, no quiero tenerla preocupándose sobre la gente hablando a sus espaldas. —Inhalé antes de escupirlo—. Ella y yo estamos juntos. Es mi novia. —Hice una pausa—. La amo. Y también estamos teniendo un bebé. Si tienen algunas preguntas o preocupaciones sobre esa

noticia, pueden verme. Pero no quiero que nadie la haga sentir incómoda por esto o la trate diferente… al menos que haga su trabajo más fácil. Asentí una vez. —No tengo nada más que decir. Que tengan una buena noche. Me alejé, dejando atrás los rumores y susurros de mi personal. Nadie tuvo una oportunidad de felicitarme o incluso responder. Eso estaba bien para mí. Largos pasos me siguieron. Sabía exactamente quién era antes de que su profunda voz viniera de detrás de mí. ―Guau. Guau. Guau. ¿Crees que vas a hacer un anuncio así y no tener que tratar conmigo? Tienes otra cosa viniendo. Cuando Roble me siguió en mi oficina, no pude evitar la sonrisa en mi rostro porque sabía que iba a tener un día de campo con esto. Me giré para enfrentarlo y suspiré. —Siento que no te dije primero. Fui a encontrarte antes, pero estabas ocupado rompiendo esa lucha y entonces la noche solo voló. —¿Esto es real? —Sonrió. —Sí. Es real. Roble me atrapó fuera de guardia cuando se acercó y me dio un enorme abrazo de oso. —No podría estar más feliz por ti, hombre. ¿De cuánto tiempo está? Arremetí mi cerebro por una respuesta que esperaba tuviera sentido. —Un par de meses. Un par de meses… —Han estado juntos por un tiempo, entonces. Me has engañado. Eso explica un montón tu loco comportamiento, sin embargo. —Hemos estado manteniéndolo al mínimo hasta que descubriéramos las cosas. Colocó su mano en mi hombro. —La paternidad es un regalo. Me alegra que conseguirás experimentarlo. Estaba preocupado de que no lo harías por terco. —No era algo que alguna vez pensé querer, Roble. Pero supongo que cuando encuentras a la persona correcta, eso cambia todo. —Malditamente cierto. —Solo siguió negando y sonriendo—. Supe desde el primer día que tú y Gia terminarían juntos. Me alegra que finalmente tú también lo viste. Esa noche en mi camino a casa, fui a encender un cigarrillo. Por primera vez, en verdad me detuve a pensar en el hecho de que necesitaba dejarlo por el bebé. No podía fumar alrededor de él y no podía fumar

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alrededor de Gia, tampoco. Arrojando la colilla sin encender por la ventana, decidí intentarlo de verdad esta vez. Luego, recogí mi teléfono y marqué a Gia. Cuando respondió, simplemente dije: —¿Conoces esa situación en el trabajo de la que estabas preocupada? Me ocupé de eso.

Unas noches después, Gia y yo nos dirigíamos a comer cuando dije: —¿Te importaría si nos detenemos en mi casa muy rápido? —No, en absoluto. Sabes que me encanta tu casa. No le había pedido que se mudara conmigo. Estábamos juntos cada noche, a veces en mi casa, a veces en la suya. Pero no quería presionar las cosas. Sin embargo, quería que supiera que estaba completamente dentro, así que pasé una buena parte de la semana preparando una pequeña sorpresa para ella. Cuando entramos a mi casa, la dirigí hacia la habitación extra. —Quería mostrarte algo. Ella lucía sospechosa cuando sonrió. —Está bien… —Cuando abrí la puerta, jadeó—. ¡No puede ser! —Pasé la semana cambiando la habitación de huéspedes en un cuarto de niños. ¿Te gusta? Ella consiguió una carga del espacio recién decorado. Mi madre había pintado un mural en la pared de la luna y las estrellas. Había montado una cuna y toda la habitación estaba decorada en tonos azules y grises para hacer juego con la pared. Una mesa para cambiar puesta en la esquina. Estaba completamente llena de suministros. La habitación estaba lista para mudarse. Ella caminó alrededor, empapándose de todo. —Me… me encanta. ¿Lo diseñaste todo tú mismo? —Podría haber tenido un poco de ayuda de mi madre. Ella pintó esa pared, en realidad. Ha estado aquí toda la semana, y ni siquiera supiste. Pero elegí la ropa de cama y otras cosas. Imaginé que sería bastante neutral de género con el gris mezclado con… solo en caso de que él resulte ser una chica. Ella estaba bastante sin habla.

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—No sé qué decir. Esto es lo más increíble que alguien ha hecho por mí. Besándola en la frente, dije: —No quiero que pienses que estoy presionándote a mudarte. Esto no es sobre eso. Esta habitación es para el bebé ya sea que vivas aparte o conmigo. Es tu elección. Pero imaginé que iba a necesitar un lugar para dormir cuando esté aquí. No hay nada que quiera más que Gia se mude a mi casa. Pero es muy independiente, y no quería presionarla. Había suficientes cambios sucediendo. Al mismo tiempo, quería que supiera que mi casa era su casa. Gia caminó hacia la esquina de la habitación y agarró un oso de peluche que estaba en la mecedora. Ella lo abrazó y me sorprendió cuando comenzó a llorar. Limpió sus ojos. —¿Es raro que solo no siento que merezco todo esto? —¿Por qué no? —Hace solo unas semanas, sentí que mi vida estaba terminada, como que iba a tener que comenzar de cero y volver a encontrar mi camino. Entonces, me dijiste que me amabas y aceptarías a mi bebé y a mí. Y simplemente… volvió mi mundo al derecho otra vez. Aceptar a mi hijo como tuyo es algo grande. Siento como que estás dándome demasiado, sacrificando demasiado, y todo lo que tengo para darte es mi amor. Envolviendo mis manos alrededor de su rostro, miré en sus ojos. —Eso es todo lo que necesito. Es algo que solo unas pocas personas en verdad me han dado en esta vida. Subestimas lo mucho que en verdad significa para mí. —La llevé a la mecedora y la tiré en mi regazo—. Nunca sabes cuando las cosas cambiarán en la vida, Gia, o lo que pasará. Pero sé que, si algo inimaginable pasara, harías cualquier cosa por mí. Y cuando se trata de ti o este bebé… sí, es un asunto enorme… pero sacrificio no es la palabra correcta… es un honor.

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CAPÍTULO 25

E

ra el tercer vestido negro que me había probado en diez minutos. Lo tiré sobre mi cabeza y lo lancé al suelo. Nada me quedaba ya, pero estaba determinada a exprimirme en algo que poseía. Y tenía que ser negro.

El sudor estaba impregnado en mi frente cuando Rush caminó justo en el medio de mi crisis de vestuario. ―¿Qué está pasando aquí? ―Debería haber comprado un nuevo atuendo para esta noche. No me queda nada de mis viejas cosas. Estoy en ese punto raro donde en realidad no parezco embarazada, solo luzco gorda y no entro en nada de mi ropa. Lucir bien esta noche era imprescindible porque iba a conocer a la familia de Rush. Por supuesto, él no se llevaba bien con ellos, pero eso no significaba que no quisiera lucir bien. Me sorprendió cuando Rush me había pedido que lo acompañara a la fiesta de cumpleaños de su hermano en la ciudad. Mientras que estaba curiosa por conocer a las manzanas malas ―su padre y hermano― me ponía en verdad nerviosa. Pero me dijo que le había prometido a su cuñada ―la que conocí en The Heights―, que al menos aparecería. Rush tenía una camisa con cuello extra colgando en el armario de una de las últimas veces que salimos a un restaurante de lujo. La tomó y dijo: —Ríete conmigo. Prueba esta camisa. —¿Me estás tomando el pelo? —No. Necesita plancharse, pero póntela por un minuto. Tengo una idea. Envolviéndome en la larga camisa negra, me reí mientras la abotonaba. Era en realidad lo suficientemente larga para usarla como un vestido, pero demasiado holgada. Rush agarró un grueso cinturón rojo que estaba colgado en mi armario y lo colocó alrededor de mi cintura. Empujó algo del material sobre el cinturón, luego enrolló mis mangas a la mitad y ajustó el cuello. Me paré ahí sin habla mientras él iba a mi caja de joyería y agarraba un collar de perlas que había pertenecido a la madre de mi padre. Levantó mi cabello y lo abrochó alrededor de mi cuello. Entonces me llevó hacia el espejo que estaba pegado en la pared.

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Rush colocó sus manos en mis hombros desde detrás. —¿Qué piensas? El conjunto en verdad lucía muy bien. No podía creer que hubiera logrado esto, que esta camisa en verdad podía pasar por un vestido y lucir elegante en eso. —Me encanta. Es perfecto. Y no me hace sentir gorda en absoluto. Nunca te habría tomado por un fashionista. —No lo soy. Solo soy bueno para pensar durante mis tiempos de crisis. —Señaló a mis zapatos que estaban alineados en el suelo del armario—. Esos tacones rojos que me encantan también irán perfectos con esto. Dando vuelta, envolví mis brazos alrededor de su cuello. —Eres como mi héroe esta noche, ¿sabías eso? Te debo una grande más tarde. —Estoy seguro de que me encantará quitarlo incluso más de lo que me encantó ponerlo.

Rush estaba acariciando sus dedos a lo largo del volante durante el paseo en auto a la ciudad. Definitivamente lucía tenso, y era entendible. Coloqué mi mano en su rodilla. —¿Estás seguro que quieres hacer esto? No tenemos que ir. Podemos solo salir a comer a otro lugar. —Le dije a la esposa de mi hermano que aparecería. Ella ha estado rogándome por semanas. Es delirante, porque piensa que de algún modo mi relación con él puede ser reparada. Solo estoy haciendo esto por ella. Siempre ha sido amable conmigo. Pero honestamente, una parte de mí quiere presentarse solo para poner un freno a su cumpleaños porque es un idiota. Entonces, ahí está. —No tenemos que quedarnos mucho si te va a molestar estar alrededor de ellos. —Estaré bien. Soy un chico grande. Trato con ellos todo el tiempo en reuniones de negocios. Un par de horas en una fiesta no va a matarme. El hecho de que ya no estaba fumando no se me pasó por alto. —Quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti por no fumar ahora, porque sé que en verdad quieres hacerlo. Normalmente estarías fumando uno tras otro en una situación así. —Sí. Ni siquiera vamos a mencionar los cigarrillos, ¿está bien? Me encogí.

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—Lo siento. Me miró. —¿Tienes conduciendo?

otras

ideas

para

aliviar

el

estrés

mientras

estoy

—Bajaría en ti justo ahora, sabes. No me tientes. —Nah. No te dejaría quitarte el cinturón, no con mi preciosa carga. Sin embargo, podría dejarte llevarme al baño en la casa de mi hermano. —Lo que sea que te haga sentir mejor. Arqueó una ceja. —Harías lo que fuera ¿eh? —Bastante. —Esa es una de las cosas que amo de ti, hermosa. Una vez en Manhattan, estacionamos cerca de la casa del hermano de Rush entonces caminamos unas cuantas cuadras al lujoso edificio. Un portero verificó nuestros nombres en una lista y nos llevó a un elevador privado que conducía hasta la suite del ático. Tan pronto como las puertas se abrieron una ola de calor me golpeó mientras entramos en la abarrotada habitación. Los meseros pasaban alrededor bandejas de entremeses y champán. Las luces de la ciudad iluminaban el espacio a través de ventanas de techo al suelo. Alguien estaba tocando un gran piano en un extremo de la sala de estar. Muchas personas estaban hablando entre sí, y eso hizo que todo sonara amortiguado. En verdad deseé que pudiera tener una bebida. Conocer gente nueva siempre me ponía un poco nerviosa, pero especialmente en este caso, dada la tensión entre Rush, su padre y hermano. Rush fue a buscarme un vaso de agua. Regresó con uno y una flauta de champán para él. La hermosa mujer rubia que recordaba de The Heights caminó hacia nosotros con una gran sonrisa en su rostro. ―¡Rush! Estoy tan contenta de que llegaras. Ella estaba usando un largo vestido negro que parecía demasiado formal para una fiesta de cumpleaños, incluso una tan elegante como esta. —Es bueno verte, Lauren —dijo él. Ella se giró hacia mí. —Gia, ¿cierto? Gusto en verte otra vez. —Destelló sus dientes blancos como perlas antes de darme una rápida mirada. Me pregunté si había descubierto que estaba usando la camisa de Rush.

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Lauren lucía como si acabara de conseguir un bronceado. Lucía brillante, como si tuviera motas de brillo sobre su piel impecable. Sus cabellos dorados estaban en un torcido. —También es un gusto verte otra vez. —Sonreí. —Por favor, tomen algunos aperitivos y bebidas. Tenemos el restaurante favorito de Elliot, La Grenouille, sirviendo la cena más tarde, así que guarda un poco de espacio. Alguien vino y la llevó a otra conversación. Girando hacia Rush, pregunté: —¿Dónde está tu hermano? Él bebió lo último de su champán y examinó la habitación. —No lo veo todavía. —¿Crees que va a ser un idiota contigo? —No. Será falso y amable alrededor de los demás. Será amable alrededor de ti, también, porque coquetea con cualquier mujer que no sea su esposa. Principalmente es un idiota conmigo cuando nadie está mirando. —Rush besó mi frente—. ¿Quieres que te agarre algo de cerdo envuelto o lo que sea que estén sirviendo? —Nah. Estoy bien. Sintiéndome un poco mareada, en realidad. No tengo hambre. Rush agarró una vieira envuelta en tocino de una de las bandejas y la metió en su boca. Miré alrededor. —Bien, puedes solo oler el dinero, ¿verdad? —Y la mierda, también. —Rush miró hacia la esquina de la habitación—. Hablando de mierda, ahí está Ricky Ricón… mi hermano. Cuando mis ojos se posaron en la esquina que Rush estaba señalando, mi corazón se sintió como si se detuviera por un momento. Había tres hombres atrapados en una conversación. Entre más miraba a uno de los chicos, más seguro se volvía que lo conocía. Estaba usando una corbata de moño. Con cada segundo que pasaba mirando su rostro, me puse más y más mareada. Entrecerré los ojos, tratando de ver claramente, de asegurarme. Oh Dios. Mi garganta se sentía como si estuviera cerrándose. Estaba bastante segura que era… Harlan. Harlan quien nunca se suponía que viera otra vez.

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Harlan quien me dio el número equivocado después de una aventura de una noche. Harlan el que me había dejado embarazada. Recuerdos de esa noche pasaron por mi cerebro como una película en rebobinado. Seguí mirando su rostro. Los mismos ojos. La misma mandíbula cuadrada. La misma forma en que separaba su cabello hacia un lado. Los mismos dientes blancos perfectos. La misma sonrisa encantadora. Esa risa. Era él. ¡Oh mi Dios! ¡Es él! Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y se sentía como si la habitación estaba girando. Me las arreglé para sacar las palabras. —¿Cuál… cuál de esos chicos es tu hermano? Rush chupó su mondadientes, entonces señaló hacia él. —El de la corbata de moño.

El fin… Por ahora… La historia de Rush y Gia continúa en Rebel Heart.

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Rebel Heart - (Rush Series Duet #2)

De las exitosas autoras del New York Times Penélope Ward y Vi Keeland, llega el segundo libro en un nuevo sexy dueto. Un verano completo en una casa de playa se volvió mucho más interesante cuando conocí a mi nuevo jefe. Más interesante... y complicado.

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ACERCA DE LAS AUTORAS

Vi Keeland, autora best seller en más de 50 listas internacionales. Sus ventas superan el millón de ejemplares y su obra ha sido traducida a 12 idiomas. Vive en Nueva York con su esposo y sus tres hijos.

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Penelope Ward, creció en Boston con sus cinco hermanos mayores y trabajó durante veinte años como presentadora de noticias de televisión. Penélope vive para leer libros de género adulto, tomar café, salir con sus amigos y familia los fines de semana. Ella es la orgullosa madre de una hermosa niña con autismo (la inspiración para el personaje de Callie en Géminis) y un niño, ambos son la luz de su vida. Vive en Rhode Island con su marido y sus hijos.

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