Beautiful Mistake - Vi Keeland

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Val_17 & Ann Farrow

–queen-ariamaria.viana Anna Karol Rory AnnyR’ Beatrix Dannygonzal Gerald Gesi Auris

Jadasa Jeyly Carstairs Joselin♡ Julie Lvic15 Lolitha. Ma.Sol Mary Warner Madhatter

Miry NnancyC Snow Q Val_17 Valentine Rose Vane Black Ann Farrow Victoire

Anna Karol Rory AnnyR’ Beatrix Daliam Dannygonzal

Jadasa Laurita PI Lu Mawii Melina. Naaati

Val_17 Valentine Rose Vane Black Ann Farrow

Beatrix evanescita

Ivana Jadasa

Anna Karol

Sinopsis

Capítulo 22

Epígrafe

Capítulo 23

Capítulo 1

Capítulo 24

Capítulo 2

Capítulo 25

Capítulo 3

Capítulo 26

Capítulo 4

Capítulo 27

Capítulo 5

Capítulo 28

Capítulo 6

Capítulo 29

Capítulo 7

Capítulo 30

Capítulo 8

Capítulo 31

Capítulo 9

Capítulo 32

Capítulo 10

Capítulo 33

Capítulo 11

Capítulo 34

Capítulo 12

Capítulo 35

Capítulo 13

Capítulo 36

Capítulo 14

Capítulo 37

Capítulo 15

Capítulo 38

Capítulo 16

Capítulo 39

Capítulo 17

Capítulo 40

Capítulo 18

Capítulo 41

Capítulo 19

Epílogo

Capítulo 20

Sobre el autor

Capítulo 21

La primera vez que conocí a Caine West fue en un bar. Se dio cuenta de que lo miraba e interpretó erróneamente mi ceño fruncido mientras lo observaba. Cuando trató de hablar conmigo, le dije directamente lo que pensaba de su trasero mentiroso, infiel y egomaníaco. Ya ves, el magnífico idiota había comido y cenado con mi mejor amiga, convenciéndola de ir a su cama, sin mencionar que estaba casado. Se merecía todo lo que le dije y más por lo que hizo. Especialmente cuando esa sonrisa perezosa adornó su rostro perfecto en respuesta a mi alegato. Solo que resultó que, el hombre a quien acababa de regañar no era el tipo correcto. ¡Vaya! Mi error. Avergonzada, me fui sin disculparme. De todos modos, nunca volvería a ver al guapo extraño, ¿no? Eso es lo que pensé... hasta que entré a clases la mañana siguiente. Bueno, hola profesor West, soy su nueva asistente. Estaré trabajando debajo de ti... figurativamente hablando. Aunque la interpretación literal podría no ser tan mala, trabajar bajo el profesor West. Esto iba a ser interesante…

A veces, forjamos nuestro propio camino. A veces, el camino es creado para nosotros, y solo podemos seguirlo.

Traducido por –queen-ariCorregido por Val_17

Tenía que haber una conclusión científica para la relación entre ser genéticamente bendecido y actuar como un idiota. Volví a mirar a la razón de la embriaguez de mi amiga de pie fuera del baño de hombres. Por supuesto, la fila para el baño de mujeres era cinco veces más larga, porque solo a los hombres se les debería permitir hacer sus necesidades a su ritmo. Tipo Casado se hallaba allí, enviando mensajes de texto en su teléfono, probablemente mintiéndole a alguna otra mujer desprevenida. Estudié su dedo anular izquierdo en tanto sus dedos trabajaban furiosamente. Sin anillo. Sinvergüenza. Sabía que una brillante banda de metal, la cual simbolizaba el comprometerse eternamente con otra persona, tendía a hacer más difícil el demostrar que eres soltero y que estás en busca de la mujer de tus sueños. Ugh. Qué idiota. Amaba a Ava, pero creo que sospecharía de cualquier tipo de treinta años que dijera ese tipo de mierda en una primera cita. Mis ojos se levantaron de la mano del Tipo Casado a su cara, justo cuando levantó la mirada. Si tan solo los ojos pudieran disparar dagas de verdad. Fruncí el ceño ante el bastardo. No sabía por qué me sorprendió cuando me sonrió. Imbécil. Probablemente pensó que lo admiraba. Tomé mi propio teléfono de mi bolsillo para distraerme, baje la mirada para ponerme al día con los mensajes mientras esperaba. Solo que… no podía ver las malditas letras sin mis gafas. Apagué el teléfono y sentí una mirada

sobre mí en tanto esperaba pacientemente, pero fruncir el ceño utilizaba más músculos faciales que sonreír, y este idiota no valía la pena una arruga. Después de usar el baño de mujeres y casi quemarme las manos lavándolas, el lavabo de O’Leary solo tenía una temperatura: más caliente que el infierno, me encontraba lista para irme a casa. Mi turno acabó hace una hora, y Ava había estado sintiéndose miserable desde que el infiel entró, por lo que dudé que se opusiera a terminar la noche temprano. Una rica voz de barítono me detuvo al salir del baño de mujeres. —¿Te conozco de algún lado? Me di la vuelta para encontrar a Tipo Casado apoyado en la pared como si me hubiera estado esperando. Ignóralo, Rachel. No vale la pena tú tiempo. Lo miré a los ojos para asegurarme de que sabía que lo había oído, luego me di la vuelta y me dirigí por el largo pasillo hasta la barra. No captó la pista. Alcanzándome, empezó a decir algo cuando me detuve abruptamente. Me di vuelta para mirarlo. —Eres un total idiota. ¿Lo sabes? Tuvo el valor de parecer sorprendido. —¿Yo? ¿Supongo que sí nos conocemos? —Conozco a los de tu tipo. —¿Qué demonios significa eso? Puse los ojos en blanco. —Piensas que solo porque eres guapo puedes ir engañando a la gente, que te puedes zafar de todo con una sonrisa. Bueno, en realidad espero que el karma te muerda el trasero algún día, que tu linda esposa termine follándose a la mitad de Nueva York y te pegue una enfermedad de transmisión sexual que haga que tu gran polla se caiga. Levantó las manos. —Escucha, cariño, no sé quién crees que soy o lo que crees que mi gran polla ha hecho mal, pero estoy bastante seguro de que me estás confundiendo con alguien más. Mi rostro le dijo que guardara su mierda. —Estoy aquí con Ava. —Oh. Ava. Eso lo explica todo. Le gruñí, literalmente. —Grrrrrrr… Bueno, debería. El idiota me lanzó una sonrisa brillante. —Eres linda cuando gruñes así. Mis ojos casi salieron de mi cabeza. —¿De verdad estás coqueteándome? —Eso estaría mal, ¿no? Considerando… ya sabes… lo mío con Ava y todo eso. —Eres un grave problema. —Me giré para alejarme.

—Espera. —Agarró mi brazo, deteniéndome de nuevo—. ¿Puedo preguntarte una cosa? —¿Qué? —¿Quién es Ava? Irreal. Un tipo como él probablemente no recordaba los nombres de las mujeres a las que follaba. Quiero decir, habían pasado dos semanas enteras desde la última vez que durmieron juntos. —Regresa a casa con tu esposa, Owen. Dejé al casado Owen de pie en el pasillo y volví a la mesa donde Ava bebía tranquilamente para olvidar su dolor. —¿Quieres salir de aquí? Estoy un poco cansada, y tengo que levantarme temprano por la mañana. Pensé que no servía de nada hablar de mi pequeño encuentro con Owen. Simplemente empeoraría las cosas. Desafortunadamente, Ava empezó a enamorarse del imbécil. Durante el mes en que estuvieron saliendo, él la manipuló, alimentando su mierda sobre cómo veía su futuro con dos niños y un perro pug. Irónicamente, tenía razón. Su futuro implicaba dos niños y un perro pug. Porque sujetaba una correa mientras caminaba con sus dos hijas rubias cuando ella se lo encontró en el parque. Solo que olvidó mencionar que en esta versión de su futuro, su esposa también estaría sosteniendo a su hijo de un mes en tanto caminaban. Ava se tambaleó un poco al bajarse de un salto del taburete. —Debería subir a esta barra y decirle a cada mujer que se cuide de ese imbécil. Normalmente, estaría de acuerdo. Pero esta noche me sentía bastante segura de que subir a la barra terminaría en un viaje a la sala de emergencias. —No vale la pena el aliento. —Tomé el suéter de la parte de atrás del taburete y lo sostuve para que se lo pusiera. Suspiró y falló sin lograr colocar su brazo en el agujero las dos primeras veces. Detrás de la barra, Charlie, que nos escuchó la mayor parte de la noche, servía una cerveza. —Eso es todo. A partir de ahora quiero nombres. —Golpeó el vaso lleno contra la barra de madera, haciendo que la cerveza se derramara por todas partes—. Voy a echar a cualquier imbécil que salga con alguna de ustedes. —Charlie O’Leary era dueño del pub en Brooklyn donde Ava y yo trabajábamos. También era un policía retirado. Sonreí. —De acuerdo. Pero sabes que eso hace que quiera darte los nombres de los sospechosos de ser asesinos en serie, solo para ver la forma en que tus orejas se vuelven de ese adorable tono púrpura cuando estás enojado. —Me incliné sobre la barra y lo besé en la mejilla—. Buenas noches, Charlie-o.

Gruñó algo sobre estar agradecido de no tener hijas y me hizo señas para que me apresurara. —¿Podemos salir por la puerta trasera? —preguntó Ava—. No quiero encontrarme con él en la salida. —Claro. Por supuesto. Enganché mi brazo con el suyo para asegurarme que se mantuviera firme a medida que caminábamos. Después de unos pasos, levanté la mirada y vi a Tipo Casado de pie junto a la puerta trasera. —Ummm, Ava, deberíamos salir por delante. Él se encuentra en la puerta trasera ahora. Miró alrededor de la habitación. —No, está en la puerta principal hablando con Sal, la nueva camarera. Se hallaba más borracha de lo que pensé. Levanté mi mentón hacia la salida trasera, en línea recta hacia Owen. —Esa es la puerta trasera, Ava. —Lo sé. Owen está en la puerta principal. Fruncí el ceño. —¿Ese no es Owen? ¿Con la camisa azul de botones? Resopló. —Te dije que era el chico guapo con la camisa azul, no el dios griego que modela una. Giré la cabeza hacia el frente del bar. Solo había un tipo cerca de la puerta principal que no conocía, y que hablaba con Sal. —¿Owen está hablando con la nueva camarera en este momento? Volvió a mirar, luego suspiró y asintió. —Debería decirle a Sal que lo golpee. —Ava, ¿el tipo que está hablando con Sal ahora mismo, justo en este momento, es Owen? —Sí. —Su camisa es marrón, Ava. No azul. Se giró de nuevo hacia la puerta principal, entrecerró los ojos y se encogió de hombros. —Tal vez. No puedo ver tan bien. Mis lentes de contactos están manchados por el maquillaje y el llanto. Cuando dijo que su ex acababa de entrar en el bar y señaló en la dirección general de la puerta principal, solo había un tipo con camisa azul abotonada. Mierda. Regañé al tipo equivocado.

Ya que no podía hacer que Ava saliera por la puerta principal donde se hallaba el verdadero Owen, lo afronté. Por supuesto, No-Owen me miró con una sonrisa todo el camino a la puerta trasera. Asintió a mi amiga cuando pasamos. —Ten una buena noche, Ava. Adiós, atrevida. Tomé la salida del cobarde y mantuve la cabeza recta, sin hacer contacto visual con el tipo, hasta que salimos por la puerta. Ava no era tan fuerte. Su cabeza se giró en tanto mantenía los ojos fijos en No-Owen, incluso cuando entramos en el callejón. Podría estar borracha con lentes de contacto sucios, pero no era ciega. —Santa mierda. ¿Viste a ese tipo? ¿Y acaba de decir mi nombre? Eché un vistazo hacia atrás justo cuando la puerta del bar se cerraba. NoOwen saludó con una sonrisa maliciosa. —Estás escuchando cosas.

Dios, iba a llegar tarde. Como si las clases del lunes no fueran lo suficientemente malas después de trabajar un turno doble el domingo, tenía una mancha en mi blusa por derramar mi café cuando tuve que frenar por un anciano conduciendo un Cadillac enorme. Decidió que necesitaba ir a la izquierda… desde el carril derecho. Siempre era una pesadilla el primer día de clases. La gente vagaba alrededor del campus, de pie en medio del camino mientras daban a compañeros de clase direcciones a varios edificios. Toqué mi bocina a dos novatos haciendo precisamente eso. Me miraron como si yo fuera la que molestaba. Vamos. Muévanse, gente. Tras dar tres vueltas alrededor del estacionamiento, aparqué en un lugar reservado frente a Nordic Hall. Inclinándome, revisé la guantera, la mitad del contenido cayó al suelo al buscar lo que necesitaba. Lo tengo. Metí un viejo boleto bajo mi parabrisas, y me apresuré en dirección a la sala de conferencias 208. Realmente necesitaba hacer pis, pero iba a tener que

aguantar hasta después de la clase. Sabía tres cosas sobre el profesor West, aparte de que se encontraba en el departamento de composición musical. Uno: Se deshizo de su última asistente porque se negó a calificar exigentemente como él quería. Dos: Durante la última semana, cuando le decía a alguien que fui reasignada al profesor West, hicieron una mueca —poco alentadora— y me dijeron que él era un idiota que casi fue despedido hace unos años. Y, tres: Odiaba cuando los estudiantes llegaban tarde. Era de público conocimiento que cerraba la puerta cuando iniciaba la clase, de manera que quienes llegaban tarde no podrían interrumpir su conferencia. Ninguna de ellas me pareció bien. Pero, ¿qué opción tenía? Mi cargo como asistente del profesor Clarence finalizó cuando murió repentinamente hace tres semanas por causa de un aneurisma. Tuve la suerte de asegurar algo a estas alturas. Y sin el cargo de asistente de enseñanza, no había manera de que pudiera pagar la matrícula en el Conservatorio de Música. Ya trabajaba de mesera a tiempo completo en O’Leary solo para pagar mi alquiler y reducir parcialmente la matrícula. Unas gotas de sudor corrieron por mi escote cuando llegué al aula. La puerta se hallaba cerrada, de manera que me tomé un minuto en un intento de hacerme presentable; alisando mis oscuros y salvajes rizos lo mejor que pude, considerando la humedad. Era inútil tratar de arreglar la mancha que casi me cubría el pecho derecho, así que en cambio moví las manos y lo escondí con el portafolio de cuero que llevaba. Respirando hondo, alcancé la manija de la puerta. Bloqueada. Mierda. ¿Ahora qué? Revisé la hora en mi teléfono. Solo tenía ocho minutos de retraso, y era el primer día del semestre de otoño, aun así ya oía al profesor desarrollando la lección en el interior. ¿Qué hago? ¿Golpeo e interrumpo la clase, sabiendo que eso le molestaría? ¿O no me presento el primer día de mi nueva cargo? La tardanza era el menor de dos males. O eso creí. Golpeé ligeramente la puerta con mis nudillos un par de veces, esperaba que un estudiante de la parte trasera de la clase lo oyera, y podría pasar desapercibida. La voz en auge del profesor se silenció justo cuando la puerta se abría. Era una sala de conferencias con asientos al igual que en un estadio, de manera que entré en la fila superior, mientras que el profesor hablaba desde la parte inferior. Afortunadamente para mí, miraba hacia otro lado y escribía en la

pizarra cuando entré de puntillas. —Gracias —susurré, acomodándome en el asiento más cercano a la parte trasera y dejaba escapar un suspiro de alivio. Pero tal vez esa sensación de indulto fue prematura. El profesor siguió escribiendo mientras hablaba. —¿Quién llegó tarde? Ugh. Quería hundirme en mi asiento y fingir que no fui yo. Pero era la asistente del profesor, una asistente, no una estudiante. Necesitaba que me respetaran, ya que de vez en cuando estaría enseñando en esta clase. Carraspeé. —Fui yo, profesor. Tapó el marcador de pizarra y se dio la vuelta. Parpadeé unas cuantas veces. Mis ojos tenían que estar jugándome una mala pasada. Metiendo la mano en mi bolso, saqué mis gafas y me las puse —a pesar de que mi visión a distancia era perfectamente buena— como si por algún milagro ponerme mis gafas hiciera que el hombre de pie delante de la habitación no fuera quien era. Pero no era alguien más. No había duda de eso. Tenía un rostro que la gente no olvidaba. Uno condenadamente guapo. Era él. Santa mierda. Realmente era él. Arruinada. Estaba completamente arruinada. El profesor escaneó la sala de más de doscientos estudiantes, incapaz de averiguar de dónde venía la voz. Recé para que lo dejara pasar y diera una advertencia general sobre su intolerancia por el retraso. No hay tal suerte. Nunca tuve ninguna. —Levántate. Quien fuera que llegó tarde, por favor, póngase de pie. Oh, Dios. Sentí el peso del descuento de la matrícula de veinticinco mil dólares que tenía como asistente hundirse en mi estómago como plomo. Me fue difícil levantarme de la silla. Pero él esperaba. No había manera de evitarlo. Esto iba a ser un problema. Titubeantemente me puse de pie, conteniendo la respiración para que no me reconociera.

Quizás había bebido demasiado y ni siquiera recordaría nuestro breve intercambio en el bar anoche. —No toleraré el retraso de los estudiantes. Interrumpe mi clase. —Entiendo. La iluminación se reflejaba en su rostro como si fuera un actor en un escenario, lo que le dificultaba ver hasta las filas superiores del aula. Levantó una mano, protegiéndose los ojos. Ahora me elevaba veinte filas por encima de él, teníamos que estar a más de cuarenta y cinco metros de distancia, pero cuando nuestros ojos se encontraron, se sintió como si fuéramos las dos únicas personas en una habitación vacía. Lo supe en cuanto me reconoció. Lo vi reproducirse a cámara lenta. Una sonrisa perezosa se extendió por su hermoso rostro, aunque no parecía feliz. Diría que era más como la reminiscencia de un perro que acababa de arrojar a un gatito en una esquina y estaba a punto de divertirse con el pobre. Tragué. —No volverá a suceder. Soy Rachel Martin, profesor. Su asistente.

Traducido por Anna Karol Corregido por Val_17

El aula se encontraba completamente vacía. Ni siquiera tenía la certeza de si él sabía que seguía en mi asiento. Si lo hacía, era bueno ignorándome mientras empacaba su computadora portátil. —Contrariamente a los rumores que de seguro has oído, no muerdo. Me sobresalté cuando habló. Ahora que la sala de conferencias ya no se encontraba llena de estudiantes, la acústica del gran espacio hizo rebotar su profunda voz en todas las paredes. Me puse de pie e hice mi camino de la vergüenza hacia el frente del aula. No había duda de que le debía una disculpa, incluso si no fuera un profesor… uno que sería mi nuevo jefe durante al menos las próximas quince semanas. Quería patearme el culo por no disculparme anoche antes de dejar el bar. Ahora parecería que lo hacía solo por la situación en la que me encontraba. Lo cual era cierto, no me malinterpreten, pero no quería que pareciera de esa manera. Respiré profundamente. —Lamento mucho lo de anoche. Su rostro era ilegible. —Pensé que podría ser así, ya que estás aquí. —Obviamente pensé que eras otra persona. —Lo asumí. Pensaste que era el imbécil. El de la gran polla, ¿verdad? Cerré los ojos. Durante los últimos noventa minutos, repetí todo el intercambio de la noche anterior una y otra vez en mi cabeza. Pensé que recordaba todo lo que dije, pero aparentemente no. Cuando volví a abrir los ojos, el profesor West seguía observándome. Su mirada era bastante intensa. Comencé a balbucear—: Mi amiga Ava salió con este tipo, Owen, por un mes o algo así. Fue un imbécil desde el primer día, pero ella no se dio cuenta.

En realidad, se le acercó cuando salía del trabajo una noche y dijo: “¿Te importa si te llevo a casa? Mi madre siempre me dijo que persiguiera mis sueños”. Se enamoró de todo el acto desde el primer día. Luego, un sábado, que supuestamente se hallaba fuera de la ciudad por negocios; ella salió a hacer recados para su madre. Tomó un atajo por el parque de Madison Square en su camino de regreso de la tienda de comestibles y se encontró con él. Con su esposa e hijos. —¿Y al parecer pensaste que yo era él? Asentí. —Ella llegó durante mi turno y empezó a beber varios Long Island. Cuando Owen entró, señaló dónde se encontraba y dijo que era el que llevaba la camisa azul. —¿Y supongo que ambos llevábamos camisas azules? No pude evitar sonreír, pensando en Ava anoche. —En realidad no. Ava no es muy bebedora. Resultó que se hallaba más borracha de lo que pensé. La camisa de Owen era marrón, ni siquiera negra para poder ser confundida con una azul marino. Vi que su labio se contraía. —De todos modos, lo siento mucho. Apenas te di una oportunidad de hablar, y luego cuando me di cuenta de lo que sucedió, me sentí tan avergonzada que ni siquiera me detuve para disculparme. —Acepto tus disculpas por anoche. Aunque no debiste acercarte a un hombre en el pasillo para regañarlo tú sola, tus intenciones son admirables. Debí quedarme callada y agradecer que aceptara mi disculpa. Debí. — ¿Por qué no puedo acercarme a un hombre en el pasillo? Me miró fijamente. —Porque si mides no más de un metro cincuenta en un bar ruidoso, nadie te habría oído si él te hubiera arrastrado al baño de hombres y bloqueado la puerta. Crucé los brazos sobre mi pecho. —Puedo cuidarme sola. —No dije que no pudieras. Dije que no debías ponerte en esa situación. —Pero insinuaste que no podía al hacer esa declaración. Cerró su portafolio de cuero. —Señorita Martin, acabo de aceptar sus disculpas por llamarme un idiota anoche. ¿Quiere que lo reconsidere? Dios, de verdad era una idiota. Estar cerca de este hombre parecía convertirme en una psicópata. —No. Lo siento. He actuado como una tonta, y me gustaría empezar de nuevo, si es posible. Asintió. —Todo lo anterior a esta mañana está olvidado. —Gracias.

—Pero lo de esta mañana no. No aceptaré el retraso. No dejes que vuelva a suceder. Tragué. —No volverá a ocurrir. Levantó su gastada bolsa de cuero marrón sobre un hombro. —Mañana nos encontraremos aquí a las cinco. Revisaremos el plan de estudios y las clases que enseñarás, así como los criterios que tengo en cuenta al calificar. Eso era a mitad de mi turno, pero me las arreglaría. —Bien. —¿Has terminado por hoy? —Sí. En realidad tengo que ir al trabajo. Estoy cubriendo el turno de Ava porque no se siente muy bien después de anoche. Ambas trabajamos en O’Leary. —¿Eres mesera ahí? —Mesera, barman y de vez en cuando regaño a los clientes. Eso me ganó una gran sonrisa del profesor West. Dios, debería hacerlo más a menudo. No, olvídalo. Definitivamente no debería. —Te acompañaré a la salida. Caminamos por los pasillos y hacia el estacionamiento. Cuando llegamos a mi auto, me detuve. —Este es el mío. Entonces… ¿a las cinco en punto mañana? El profesor West miró mi viejo Subaru. —Estás estacionada en el lugar reservado para el decano. Tienes un boleto de estacionamiento. —Entrecerró los ojos—. En realidad, parece que tienes dos boletos de estacionamiento. ¿Tu inspección expiró o algo así? Mierda. —Umm, no. Tengo un boleto adicional en la guantera y lo pego en el parabrisas cuando me veo forzada a aparcar ilegalmente. Levantó las cejas. —Ingenioso. —Obviamente no siempre funciona. —Obviamente. —Necesitan más lugares para estacionar. Cuando llegas tarde, es imposible encontrar un lugar. Me observó. —Asumo que la tardanza es una ocurrencia frecuente para ti. —Desafortunadamente lo es. —Entonces debería aclarar algo que dije antes. —Oh, no, eso no es necesario. No llegaré tarde a tu clase.

Dio un paso más y se inclinó. —Me alegro de escuchar eso, señorita Martin. Sin embargo eso no es lo que necesita aclaración. Tragué. Dios, huele bien. —Antes te dije que no mordía a los estudiantes. —Sonrió, y sentí que lo travieso en eso derribaba algunos lugares interesantes—. Y es verdad. Pero no hago promesas acerca de no morder a las asistentes atrevidas.

Algunas chicas tenían papás que limpiaban sus escopetas cuando los chicos iban a recogerlas a casa. Yo tenía a Charlie. A pesar de que la ciudad de Nueva York prohibió el fumar en establecimientos públicos de comida hace por lo menos diez años, Charlie todavía lo encendía detrás de la barra. Cigarrillos Benson & Hedges sin filtro. ¿Quién iba a decírselo a un fornido ex-policía? —Entonces, ¿quién es este hombre con el que te vas a encontrar esta noche? —Sacó el bate que mantenía detrás del bar y lo colocó encima—. Voy a dejar esto aquí para cuando llegue. Me reí cuando levanté mi bandeja de bebidas. —Estoy bien, Charlie. Es un contador de treinta y dos años en Upper East Side. —No dejes que eso te ciegue. Las apariencias engañan. La sal se parece mucho al azúcar, cariño. Ni siquiera sabía por qué trataba de tener citas en este momento. Desde que las cosas terminaron con Davis hace ocho meses, me hallaba en un hiato de citas auto-impuesto. No tenía el tiempo o la energía para tener una relación. Sin mencionar que no poseía un gran historial con los hombres en general. Lo hacía para alegrar a Ava. El invierno pasado, ella y su novio durante siete años rompieron para su cumpleaños número veinticinco. Estuvieron juntos desde su último año de la secundaria. Después de meses de verla deprimida, finalmente le dije que se inscribiera en uno de esos sitios web de citas. También me inscribí a modo de solidaridad, aunque nunca tuve la intención de salir con nadie. Hice un magnífico trabajo con el sitio de citas… ahí fue donde conoció al casado Owen. Con amigas como yo para alegrarla, estaría medicada con antidepresivos muy pronto. Entregué las bebidas en mi mesa y tomé una orden de la mesa ocho, aunque mi turno había terminado. Básicamente me encontraba aquí para evitar el ir a cambiarme y prepararme para mi cita. El servicio a la mesa en O’Leary

terminaba en cualquier momento que quisiéramos después de las ocho, y el lema de Charlie era: “Hay un local de hamburguesas bajando la calle. No dejes que la puerta te golpee en el culo a la salida”, para cualquiera al que no le gustara. Tras cambiarme el uniforme, me lavé en el baño, puse un poco de rímel en mis pestañas, brillo en mis labios gruesos, y me miré en el espejo. Tenía suerte por tener la piel de porcelana natural de mi madre, por lo que nunca era necesario usar mucho maquillaje. Consideré resaltar mis ojos verdes con un delineador negro, pero luego cambié de opinión. Así está bien, pensé. Probablemente no era el esfuerzo que debería poner en una primera cita. Luego de nuestro intercambio inicial de correos electrónicos, Mason me pareció bastante agradable y seguí charlando con él durante las últimas semanas. Pasó todas las casillas del tipo de chico con quien me gustaría salir: Empleado remunerado: verificado. Educado: verificado. Más de treinta años, pero sin estar cerca de los cuarenta: verificado. No utilizaba frases como “de seguro” y “mi error” en nuestros intercambios por mensajes: verificado. Atractivo. Bien peinado. Verificado y comprobado. Debería estar más emocionada. Había pasado mucho tiempo desde Davis, tiempo para seguir adelante. Lo vi antes de que me notara. Fui al almacén para traerle a Charlie unas botellas de tequila, y vi a Mason mirando alrededor. Lucía como en sus fotos, así que eso era una ventaja. Quizás un poco más delgado de lo que esperaba, pero nada lo suficientemente dramático como para sorprenderme. Era de mediana estatura, complexión mediana y guapo, pero no exactamente del tipo que te hace sentir cosas en el estómago. Mason llevaba una camisa azul. Lo que me recordó al profesor West anoche. Curiosamente, eso me hizo sentir un poco de fuego en mi vientre. —No hago promesas acerca de no morder a las asistentes atrevidas. Negué con la cabeza para sacudir físicamente algo de sentido en mi cerebro y tomé una respiración profunda antes de dirigirme a conocer a Mason.

¿Conoces esa sensación que tienes cuando piensas que vas a probar una cosa y resulta ser otra? ¿Tal vez agua y soda? No es que no te guste ninguna de las dos, pero te preparabas para algo insípido y no carbonatado, y en vez de eso consigues burbujas… un montón de burbujas.

Mason era efervescencia cuando esperaba agua del grifo. Quizás eran las contables nociones preconcebidas de que sería un cierto tipo de persona. Pero era más confiado y audaz de lo que esperé. —Eres realmente preciosa. No es que pensara lo contrario por tu foto de perfil, pero solo tenía una imagen en la cabeza. Supongo que no esperaba que Megan Fox continuara del cuello hacia abajo. —Gracias… creo. —Aunque fue un cumplido, no me gustó la forma en que me miró. Salimos a cenar a un restaurante cercano y luego volvimos a O'Leary por una bebida. Sus ojos recorrían mi cuerpo mientras sorbía su cuarto Jack con Coca Cola (otra bandera roja). ¿Tres bebidas alcohólicas fuertes durante la cena en una primera cita? Cada trago lo hacía más audaz de una manera que me gustaba cada vez menos. —Dijiste que eras cien por ciento italiana, ¿verdad? —No. También tengo algo de ascendencia alemana. Se inclinó y puso una mano sobre mi rodilla. —¿Qué te parece un poco más de alemán esta noche? Ugh. Me hallaba a punto de decirle al idiota que estaría jugando consigo mismo esta noche, cuando Charlie interrumpió. Con el bate. Lo puso en la barra entre nosotros, haciendo que Mason saltara hacia atrás. —¿Todo bien aquí? Mi chica no se ve muy feliz. No quería causar una escena. Simplemente quería que mi horrible cita terminara. —¿Es tu padre? —preguntó Mason. Lo ignoré y me dirigí a Charlie. —Todo está bien. De todos modos, esta noche ya se terminó. Mason lo malinterpretó. Tras beber el resto de su bebida, se puso de pie. —¿Mi casa o la tuya? —Tú vas a la tuya. Yo a la mía. Me alcanzó y retrocedí. —Vuelve a casa, Mason. Antes de que tengas que irte con el bate de Charlie metido en el culo. Al darse cuenta de que no conseguiría nada esta noche, pagó la cuenta y se marchó. Le sonreí a Charlie luego de que se fuera. —¿Doblaste el precio del Jack con Coca-Cola? —Cargo adicional por idiota. Me reí. Como no quería irme justo después de Mason, me senté en el bar con Charlie por un tiempo.

—Tener citas es una mierda —susurré—. No es de extrañar que no lo haga con tanta frecuencia. —Me alegra que las citas de antes no fueran como las de hoy en día. Nunca habría conocido a mi Audrey. La esposa de Charlie falleció hace por lo menos una década, por un ataque al corazón a los cincuenta años. —De todos modos ¿cómo la conociste? —A la antigua, en el supermercado. —Eso es dulce. ¿Chocaron sus carritos de compras como en las películas? —Algo así. Audrey se encontraba en el pasillo de frutas y verduras escogiendo algunas berenjenas, y puso sus cosas en el carrito equivocado. Iba a mitad del pasillo antes de darse cuenta. Cuando volvió a buscar su carro, notó que el que tomó tenía una lista de comestibles. —¿Tomó el tuyo? —Síp. Devolvió la lista y dijo: Tomé el carro equivocado. No quisiera que olvidaras algunos de los artículos importantes en tu lista. —¿Qué había en tu lista? Charlie se encogió de hombros. —Decía “queso y otras mierdas”. Fruncí el ceño. —¿Literalmente? ¿Decía queso y otras mierdas? ¿No había una lista para toda la otra mierda? —Solo me importaba recordar el queso. Me gusta una rebanada de queso cheddar por la noche antes de ir a la cama. La otra mierda cubría el resto y no era tan importante. —Miró a la nada—. De todos modos, Audrey me sonrió, y mi corazón hizo este extraño salto doble que nunca había hecho antes. Pensé que iba a tener un ataque al corazón. Tuve que sentarme justo al lado de las berenjenas para recuperar el aliento. Resultó que no fue solo queso y otras mierdas lo que conseguí ese día en el supermercado. —Tal vez debería intentar lo del supermercado. No creo que las citas en línea sean para mí. —Nunca lo intenté, pero parece tonto. Haces esta lista mental de lo que buscas en una pareja y luego tratas de encontrar personas que puedan encajar. Pero la realidad es que no importa cuántas casillas estén marcadas. Cuando conozcas a la persona adecuada, tu corazón te lo hará saber. —Guiñó un ojo—. Y otras partes de tu cuerpo.

Traducido por Ma.Sol Corregido por Anna Karol

No iba tarde. Estaba en serio llegando malditamente tarde. También necesitaba una ducha, un mecánico, una botella de vino, y lo más probable, un nuevo empleo, no necesariamente en ese orden. Y para tener una idea, salí apresurada media hora más temprano a solo cuatro bloques de la universidad. Con suficiente tiempo para encontrar un lugar de estacionamiento y todavía caminar quince minutos antes de lo que se suponía, para encontrarme con él, demostrarle al Profesor Puntualidad que podía llegar a tiempo. Pero entonces… una explosión. Un fuerte boom seguido por un largo whoosh. Traté de ignorarlo y seguí conduciendo, pero eventualmente el repetido golpeteo y el tirón de mi automóvil hacia la derecha hicieron que me detuviera. Apestaba. Pero tenía tiempo, y mi ex compañero de cuarto, ex lo que sea que fue por un corto periodo de tiempo, Davis, me había enseñado como cambiar un neumático. Todo iba bien… al principio. Me saqué la chaqueta, levanté el automóvil como una profesional, y procedí a trabajar. Todo iba bien hasta que jalé la última tuerca. La maldita cosa se encontraba atascada. Realmente atascada. A tal punto que se hallaba en la posición de las tres en punto, tenía la llave de auxilio sobre ella y usé mi pie para tratar de ejercer presión, pero seguía sin ceder. Entonces tuve la brillante idea de que tal vez debería poner todo mi peso sobre ella. Así que salté sobre el largo mango de la llave de auxilio, esperando a que la repentina fuerza hiciera palanca sobre la maldita tuerca y la soltara. Pero en cambio, la llave se resbaló y de alguna manera se disparó hacia atrás para golpearme justo en la espinilla. Ahora iba con veinte minutos de retraso, mi pierna me mataba, y cojeaba en dirección a la universidad bajo un calor de treinta y tres grados… oliendo a grasa de neumático. Mi única esperanza era que tal vez al profesor West también se le hubiera pinchado un neumático y fuera tarde. Era esperar mucho,

pero tenía que aferrarme a algo con el fin de evitar tener un colapso total mientras corría por los pasillos. Al llegar a la sala de conferencias, me asomé antes de abrir la puerta. Por supuesto, el profesor West se encontraba sentado en su escritorio. Respiré profundamente y entré para enfrentar la ira. —Antes de que diga cualquier cosa, venía con media hora de anticipación. Lo juro. Él había estado escribiendo en el planificador, y cuando levantó su cabeza, vi que llevaba anteojos por primera vez. Maldita sea. Hacen que luzca aún más sexy. ¿Era loca por pensar que incluso su ceño fruncido era atractivo? —¿Y qué pasó hoy, señorita Martin? ¿Se distrajo en alguna parte entre aparcar ilegalmente hace media hora y encontrar mi aula? ¿Se detuvo para jugar en la tierra, quizá? —¿Qué? Me miró de arriba abajo. —Tienes tierra sobre toda tu cara y ropa. Mi mano se levantó a mi cara, donde comencé a frotarme la mejilla. — Oh. No es tierra. Es grasa. —Eso lo hace mucho mejor. —Se me pinchó un neumático al venir. —No tenía idea donde estaba la suciedad en mi cara, pero me sentía nerviosa y froté por todos los lugares al azar a medida que hablaba—: La tuerca se encontraba atascada, y no logré sacarla. Intenté… —Señorita Martin —interrumpió—. Pare de hacer eso. —Pero es verdad. Realmente traté de llegar temprano. Armé todo este tiempo extra y luego boom, un neumático pinchado. Esta vez no fue mi culpa. —No me refería a tu elaborada historia. Deja de frotarte la cara. Mira tus manos. Examiné mis palmas. Mierda. Estaban llenas de grasa. —¿Lo puse por toda mi cara? Sacó un par de servilletas de su escritorio, se puso de pie y caminó hacia mí. —Tu rostro está cubierto de grasa. ¿Por qué no vas al baño y te lavas? Asentí. Volteándome, di unos cuantos pasos hacia la puerta y entonces pensé en algo. —¿Estarás aquí cuando vuelva? El profesor West sonrió. —Sí, Rachel. Estaré aquí esperando. Parece que es lo nuestro.

Luego de restregar la grasa de mis manos y rostro, consideré lavar la gran mancha de mi camisa, pero sería inútil. Hasta ahora había estado con mi nuevo jefe solo tres veces. La primera vez lo ataqué; la segunda, interrumpí su clase usando una camisa manchada con café, y la tercera lo hice esperar casi media hora y entré cubierta de grasa, luciendo como un desastre. Solo seguía mejorando y mejorando. Cuando regresé al aula, el profesor West ya empacaba. —Lo lamento. ¿Tienes clases ahora? —No. Pero pronto empezará a oscurecer, así que es mejor que nos pongamos en marcha. ¿Oscurecer? —Umm…de acuerdo. ¿Podemos reprogramar? ¿Quizás mañana pueda venir antes de clases, y podemos repasar rápidamente lo que quiere que haga? —No. Lo haremos esta noche. —Colocó su mano en mi pequeña espalda, guiándome para que comenzara a subir la escalera de la sala con él—. No tienes que trabajar en tu otro empleo, ¿verdad? —No. Me tomé la noche libre. —No hay otras clases aquí esta noche, así que podemos regresar luego de que hayamos terminado. —¿Luego de que terminemos? —Con tu automóvil. Conseguiré tu repuesto y te seguiré hacia la tienda de neumáticos. Entonces podemos regresar y revisar lo que necesitamos discutir. —¿Vas a cambiar mi neumático? —No voy a dejarte tirada, Rachel. —No tienes que hacerlo, profesor West. —Por supuesto que sí. Y llámame Caine.

Caine tenía algunos músculos para igualar ese perfecto rostro. Llevaba puesta una camisa de vestir blanca, pero se la quitó antes de comenzar a cambiar mi neumático. Usando solamente una fina camiseta blanca, trabajó la llave auxiliar en tanto yo me obsesionaba con la manera en que sus músculos sobresalían cada vez que flexionaba. Fue capaz de quitar la apretada tuerca,

aunque tomó un poco de esfuerzo. Tenía los bíceps más increíbles, esculpidos y bronceados, con una vena que sobresalía desde la mitad y corría todo el camino hasta sus antebrazos. Si hubiera tal cosa como un brazo pornográfico, yo veía mi propio canal. Se sentía mal mirar, pero Dios, disfrutaba la vista. En un momento, después de que quitó el neumático y lo levantó para ponerlo dentro de mi maletero, su camiseta se alzó exponiendo dos profundas líneas que formaban una V en la parte inferior de sus cincelados abdominales. Tuve el más fuerte impulso de acercarme y tocar su abdomen, pasar mis dedos por la fina línea de vello que descendía de su ombligo y desaparecía dentro de la banda negra de su ropa interior, la cual se encontraba ligeramente expuesta. Colocó el neumático desinflado en mi maletero y fue a trabajar instalando el auxilio. —Realmente deberías tener un repuesto del tamaño completo —dijo ajustando el nuevo neumático—. Estos pequeños neumáticos de emergencia no son seguros. Arruinan el equilibrio del vehículo, y si tienes un accidente conduciendo con éstos, es muy probable que vuelques. De vez en cuando me miraba, y casi me atrapaba chequeándolo. Realmente necesitaba distraerme, así que entré al auto y agarré mi teléfono para buscar la tienda de neumáticos más cercana. El sol ya se ponía al momento en que cargó el gato de vuelta dentro del maletero y lo cerró de un golpe. A pesar de que ya no hacía tanto calor, todavía se encontraba muy húmedo. Caine lucía sudoroso, y su camiseta definitivamente parecía arruinada. —Creo que te debo una camiseta —dije, observando la grasa por todas partes. Bajó la mirada. —También podría hacer un buen uso de ella. —Caine se limpió las dos manos grasientas sobre su pecho, trazando rayas en el blanco restante de su camiseta. Entonces procedió a tirar de la sucia camiseta sobre su cabeza. Consiguiendo la vista completa de su increíble cuerpo, creo que mi mandíbula casi alcanzó el suelo. No tenía idea si notó mi mirada, porque era incapaz de apartar mis ojos del deleite para la vista. Usó la camiseta para secar el sudor de su rostro y luego limpió un poco más sus manos. Comencé a sudar, a pesar de que no había ejercido ni un gramo de energía física. —¿Sabes dónde está la tienda más cercana? —Umm… está solamente a tres cuadras desde aquí. —Dame un minuto para ponerme de vuelta mi camisa y te seguiré. Qué lástima. —De acuerdo. Gracias.

Me senté dentro de mi auto por un minuto, agradecida por la oportunidad de ordenar mis pensamientos antes de que tuviera que conducir. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuve sexo? ¿Ocho meses? Dios, probablemente debería haberlo hecho con Mason anoche solo para satisfacer mi libido. Un pequeño espectáculo de abdominales y músculos, y mis bragas se mojaron. Me sentía como una cachonda de diecisiete años. Para el momento en que dejamos el auto en Neumáticos Express, eran casi las siete treinta, y me dijeron que tendría que recogerlo por la mañana. Caine se quedó a mi lado todo el tiempo e incluso se encargó de que consiguiera un neumático que era más económico cuando el vendedor trató de venderme uno que costaba más de lo que ganaba en propinas en una semana en O’Leary. —Me siento como un disco rayado —dije una vez que nos instalamos en el auto de Caine—. Estoy disculpándome o agradeciéndote. —No hay problema. ¿Todavía tienes ánimos para repasar el programa de clases y trabajar en el plan de estudios para el semestre? —Miró su reloj—. Se está haciendo tarde. Puedo dejarte en tu casa si estás cansada. —Soy un ave nocturna. Las mañanas son mi problema. Asintió. —Está bien, entonces. Justo antes de que encendiera el motor del auto, mi estómago dejó salir el gruñido más horrible. Era un ruido fuerte, retumbante, que resonaba a través del silencioso vehículo. No tenía sentido pretender que no sucedió. Caine sonrió. —¿Qué tal si trabajamos en nuestra planificación comiendo algo? Claramente me encontraba famélica. Había planeado comer algo antes de dejar el trabajo, pero entonces estuve muy ocupada, y no quería detenerme en algún sitio y tener la posibilidad de llegar tarde. Hoy hice grandes planes. —Me encantaría. Encendió el motor. —¿Para qué estás de humor? —Soy fácil de complacer. Lo que quieras está bien conmigo. —¿Qué tal una hamburguesa? ¿Comes carne? Afortunadamente era bastante oscuro para ocultar mi rubor. —Umm… sí. Como carne. —Y aparentemente eso es exactamente para lo que mi cuerpo y mente estaban de humor.

Traducido por Jadasa Corregido por Val_17

—Para que conste, no coqueteaba contigo la primera vez que te vi. Me pareciste conocida. —Caine sorbió su cerveza. Me pareció extraño el hecho de que pidiera una cerveza. Lo imaginaba bebiendo algo más elegante, como vino caro o whiskey añejado, tal vez. Verlo relajado con una cerveza en la mano me hizo ver al profesor estirado bajo una luz completamente diferente. O quizás eran sus abdominales los que se ajustaban a mi idea. —Probablemente nos hemos visto alrededor en el campus —dije. Aunque me hallaba bastante segura de no haberlo visto antes. Recordaría a un hombre que se veía como él. —Quizás. —¿Vas a menudo a O’Leary? —pregunté. —La otra noche fue la primera vez que estuve allí. Me detuve de camino a casa de un amigo que acaba de mudarse a pocas cuadras de allí. —Bueno, básicamente, estoy en O’Leary, en el campus, o en casa durmiendo o estudiando. En estos días no tengo mucho tiempo para nada más. —Le señalé con un palito de mozzarella y sonreí—. Y eso no obedece a modificaciones. Según la revista People, este va a ser un año de mucho trabajo y poca diversión. —¿Ah, sí? ¿La revista People? Suena como una fuente creíble para establecer tus expectativas para el futuro. —Creo que sí. Respondí cinco preguntas para obtener esa profecía, por lo que es bastante confiable. Si me equivocaba en una respuesta, podría estar condenada a un año de aventura o a algún reconfortante auto-descubrimiento.

Caine se rió entre dientes. —Bueno, intenta hacer algo de tiempo para la diversión. Ya conoces el viejo dicho: Mucho trabajo y poca diversión pueden hacer que la vida sea aburrida. —Estoy bien con lo aburrido. Me he retirado de lo emocionante. —¿Te retiraste de lo emocionante? ¿Cuántos años tienes? ¿Veintidós, veintitrés? —Veinticinco. —Me encogí de hombros—. Tuve mi cuota de aventuras durante mi adolescencia, la cual se salió de control. Estoy jugando a ponerme al día con mi vida adulta. Es bueno estar ocupada. Ser adulto es bueno. Caine se rascó la barbilla. —Se salió de control, ¿eh? ¿Cómo qué? —De ninguna manera, profesor. Ya te he causado bastante mala impresión para que dure un buen rato. Guardaré algunas de esas historias para después de mostrarte lo inteligente y talentosa que soy. Él sonrió. Era la primera sonrisa real que dejaba pasar su guardia. Recostándose en su asiento, puso un brazo casualmente en el respaldo de la cabina. —De acuerdo. Entonces cuéntame sobre ti y la música. Podría escuchar un poco acerca de tu inteligencia y talento, lo cual me ayudará a planificar las lecciones que deberás enseñar. —¿Qué te gustaría saber? —¿Por qué música? —¿Quieres decir, por qué escogí música como carrera? —No. Obviamente la elegiste como carrera porque te gusta. Pero, ¿por qué amas la música? —Esa es una pregunta muy amplia y difícil de expresar en pocas frases. —Inténtalo. No hay respuesta correcta o incorrecta. —Está bien. —Pensé durante un largo momento—. Porque la música expresa todas las cosas que la gente no puede decir, pero que le son imposibles de callar. No respondió de inmediato. —¿Cantas o tocas un instrumento? — preguntó después de asimilarlo. Sonreí. Siendo una estudiante de música para la licenciatura, sabía que mi respuesta siempre confundía a la gente. —Ninguno. Puedo retener una melodía, pero no canto excepcionalmente bien, y no hay un instrumento en particular en el que me destaque, como la mayoría de los graduados en música. Básicamente, el ochenta y cinco por ciento de todos los graduados en música cantaban, tocaban la guitarra o el piano. El quince por ciento restantes eran bateristas o saxofonistas.

—No puedo decir que escuche eso a menudo. —Lo sé. Aprendí a tocar algunos instrumentos decentemente durante mi trabajo de posgrado, pero no quiero ser músico o estrella de rock. Mi maestría será en terapia musical. La camarera se acercó y entregó los platos con hamburguesas gigantes. Esperé que eso captara su atención, pero Caine debía estar ocupado analizando los trozos de información que ya compartí. —Supongo que algún tipo música te ayudó a expresar eso que no podía ser dicho durante los años descontrolados. —¿Soy tan transparente, o eres bueno leyendo a la gente? Sus ojos estudiaron los míos. —Ninguno. Digamos que puedo relacionar bien. Asentí. —¿Qué hay de ti? ¿Querías ser una estrella del rock? —Algo así. Sonreí antes de meter la hamburguesa en mi boca. —Vaya. Gracias por compartir. Eres un libro abierto. Caine se rió. —¿Siempre eres tan sabelotodo? —¿Siempre eres tan vago y desconfiado cuando te hacen una pregunta directa? Me miró fijamente mientras masticaba y tragaba. —De acuerdo. Quería ser una estrella de rock cuando era más joven. ¿Esa es una respuesta clara para ti? Sonreí. —¿Cantas o tocas un instrumento? —Tocaba la batería. —¿Tocas o tocabas? —Haces muchas preguntas. —¿Eso te molesta? Se rió entre dientes. —Y ahí va otra. Come tu hamburguesa, señorita Martin. Luego de eso, comimos en relativo silencio. Pero era un tipo de silencio cómodo. Caine limpió su plato, y todavía me hallaba comiendo mis papas fritas cuando sonó su celular. Mirando el nombre en la pantalla, se excusó, diciendo que necesitaba atender la llamada, y se levantó de la mesa para hablar en privado. No nos encontrábamos en una cita ni nada, pero hizo que me preguntara si era casado y no quería que su esposa supiera que se encontraba con alguien. El infiel Owen seguía fresco en mi memoria.

Cuando regresó, Caine se disculpó. —Lo siento por eso. —No hay problema. —Sin embargo, por alguna razón completamente injustificada, me sentía molesta—. Ya terminé de comer. Podemos comenzar. No quiero abusar de tu tiempo. Una vez que la camarera limpió la mesa, Caine sacó una carpeta de su maletín y comenzamos a repasar el programa. Planificamos algunas lecciones para mis primeras clases y hablamos sobre reunirnos después de la siguiente clase para terminar de revisar el resto de la planificación que necesitábamos hacer. Me encargaría de tres de sus cinco clases y enseñaría una por mi propia cuenta. Caine me preguntó mi horario de trabajo y programó las sesiones de tutoría que tendría en base a mi horario en O’Leary, lo cual fue considerado. Cuando terminamos, pidió un café. —Entonces, ¿qué rumores has oído sobre mí? —preguntó, apoyándose contra la cabina. —¿De verdad quieres saberlo? —Estoy seguro de haber oído la mayoría de ellos. Pero pongámoslos sobre la mesa y te diré si son verdaderos o no. —Está bien. Bueno, para comenzar escuché que eres muy riguroso con la puntualidad. Supongo que realmente no necesito preguntar si es verdad. —Supongo que no. —Sonrió—. ¿Algo más? —Despediste a tu última asistente porque no era exigente al calificar. Asintió. —Eso también es cierto. Aunque te falta parte de la historia. Ella no calificaba bien a su novio. A menos que estuviera calificando las cosas que él quería hacerle… porque esas se encontraban muy bien pensadas. Lo supe porque eso es lo que descubrí que escribía en sus exámenes. Ninguna respuesta sobre música, y aun así conseguía buenas calificaciones. —Oh. —¿Algo más? No tengo idea de por qué, pero decidí adornar el último rumor para satisfacer mi propia curiosidad. —Estás casado, y casi te despiden por acostarte con tus estudiantes. La expresión de su rostro me dijo que toqué un punto sensible. Su mandíbula se tensó y sus labios se aplanaron hasta formar una línea. —No estoy casado, y dejé de acostarme con mis estudiantes después del primer año. Arrugué la nariz. —Entonces, ¿solías acostarte con tus estudiantes? —Era joven y estúpido. Durante el primer año que enseñé, pasaba casi todo mi tiempo en el campus. Era el único lugar donde conocía gente.

—¿Alguna vez escuchaste de match.com? —Por supuesto, sabelotodo. Pero las personas rara vez son de la forma en que lo hacen parecer por internet. Resoplé. —No me digas. Caine arqueó una ceja. —Suena como si lo supieras por experiencia. —De hecho, fue anoche. —Y… —Y él solo tenía una cosa en mente. —¿Sexo? Asentí. —Los hombres pueden ser unos imbéciles. Sin ofender. Ese maldito labio se curvó de nuevo. —No me ofendo. A menos que, por supuesto, me llames imbécil, claro que no sería la primera vez. —¿Pasas semanas hablando con una mujer, diciéndole que estás buscando una relación y luego te presentas en la primera cita sin querer nada más que sexo? La mirada de Caine se movió entre mis ojos. —No estoy buscando una relación. Pero las mantengo al tanto de eso para evitar cualquier expectativa. Aunque puedo decirte que incluso dejándolo claro desde el primer momento, las mujeres no siempre escuchan lo que les digo. Escuchan lo que quieren oír. — Hizo una pausa—. Supongo que podría decir que las mujeres también pueden ser imbéciles. Sin ofender. Me reí. —No me ofendo. Sus ojos recorrieron mi rostro. —¿Puedo ofrecerte un consejo? —Por supuesto. —Eres hermosa. Cualquier hombre que te diga que no se le cruza por la mente tener sexo contigo en el momento en que te conoce, está mintiendo. Pero un hombre que no puede notar que eso no es lo que buscas, no está prestando atención. De todos modos, las posibilidades se traducen en una falta de atención, y no vale la pena tú tiempo. Tenía toda la razón, y tendría tiempo para analizar su teoría más tarde, pero en ese momento, me pregunté una cosa… ¿él está pensando en tener sexo conmigo ahora mismo?

Traducido por Ann Farrow & Auris Corregido por Anna Karol

Percepción oral. De acuerdo, así que tal vez la clase era Percepción Auditiva. Lo que sea. Mi mente definitivamente estaba distraída mientras me sentaba en la parte trasera del aula, observando al profesor West enseñar cómo las diferentes personas, filósofos, compositores, profesionales de la medicina y adolescentes conceptualizan el acto de escuchar. Recordé tomar el curso en mi primer año de pregrado. No sabía con certeza sí había madurado y podía apreciar más una conferencia como ésta a los veinticinco que apenas a los veintiuno. Por lo menos ahora el profesor particular que enseñaba era capaz de cautivar mi atención. En tanto escuchaba, el chico a mi lado, que utilizaba una boina, dibujaba desnudos. Esbozó una página de cuerpos sin rostro que en realidad eran bastante sorprendentes, incluso si eran medio indecentes y gráficos. Se encogió de hombros cuando me sorprendió mirando, sonrió y susurró—: Tengo que hacer algo en tanto este idiota engreído habla y habla. Caine no era un profesor que se sentara en su escritorio para dar una conferencia. Se paseaba por la habitación e interactuaba con los estudiantes. — La escucha puede dividirse en categorías: informativa, apreciativa, crítica, de relación, perspicaz, discriminativa. El método y el momento pueden afectar lo que escuchamos. Díganme, ¿dónde escuchan música, a través de qué medio y quién fue el último músico que escucharon? Un manojo de manos se levantó. Una mujer en el frente respondió—: En el tren, desde mi iPhone, y Adele. Un estudiante respondió—: Trabajo en el Madison Square Garden, por lo que disfruto de mucha música en vivo en el trabajo. La última sesión fue la prueba de sonido de Maroon 5.

El aula tenía dos conjuntos de escaleras, uno a cada lado de la ancha fila del medio de asientos. Yo me encontraba sentada en la parte superior, en un asiento del pasillo junto a la escalera de la izquierda. Caine caminó unas gradas a la vez, tomando respuestas de diferentes estudiantes a medida que avanzaba. Unas cuantas filas delante de mí, un tipo con una larga barba dijo—: En el camión. Trabajo para UPS1 y escucho a través de un cable auxiliar. Anoche fue un viejo álbum de Slayer. Una mujer en el lado opuesto de las escaleras dijo—: En el trabajo. En la oficina del médico donde trabajo como recepcionista. Y es la misma música instrumental una y otra vez. —Parece que la mayoría de la gente escucha su música cuando viaja o se encuentra en el trabajo. ¿Alguien lo hace mientras hace algo más? —Caine subió unas cuantas escaleras más y se detuvo dos debajo de donde me encontraba sentada. Me dio la excusa perfecta para mirarlo, sin aparentar abiertamente que lo comprobaba. Hablaba con otro estudiante cercano mientras me lo comía con los ojos. Hoy llevaba un chaleco de traje oscuro abotonado sobre una camisa de vestir blanca y con relieve, sin corbata. Yo no era exactamente fan de la moda, pero reconocía ropa costosa cuando la veía, y Caine se distinguía más por sus camisas de vestir que yo por la mayoría de mis trajes completos. Tenía una elegancia rica en él, a pesar de que emparejó la camisa y el chaleco con un par de pantalones vaqueros y tenis negros. Su piel era naturalmente bronceada, por lo que me hallaba razonablemente segura de que, era de ascendencia europea, tal vez griego o italiano. No podía descifrar cuál, pero cualquiera que fuera produjo un maravilloso hombre cincelado. Su nariz era recta y masculina, y desde una vista de perfil era tan malditamente cercano a lo perfecto como nada que haya visto alguna vez. De lado, sus pestañas oscuras eran magníficas. Cualquier mujer pagaría una pequeña fortuna por la exuberancia que enmarcaba esos ojos color chocolate. Su línea de la mandíbula se hallaba salpicada de rastrojo nuevo, y me encontré preguntándome cómo se sentiría contra mi piel. Estaba perdida en ese pensamiento cuando me di cuenta de que ahora me miraba directamente. Entrecerró los ojos y vi un indicio de diversión en ellos, aunque no sonrió. Cuando dio otro paso, intenté aparentar indiferencia, como si no hubiera estado adorando a sus antepasados, y miré hacia adelante, solo para darme cuenta de que ahora me hallaba perfectamente alineada para mirar su entrepierna. Intenté encontrar otro lugar en el cual posar mi mirada, pero... ¿era eso... era algo en su bolsillo... o...? Por el contorno, sabía con certeza que no era algo. O en realidad era algo... algo impresionante. 1

United Parcel Service, Inc. es una de las grandes empresas de paquetería del mundo.

Caine se inclinó para darle la palabra a una mujer del otro lado de la escalera, y sus vaqueros se ciñeron más, confirmando exactamente lo que miraba. Supuse que el hombre magnífico también tenía una polla grande. Giré la cabeza, necesitando apartar la mirada de su gruesa protuberancia, y el artista de boina me dio una sonrisa coqueta. Le devolví la sonrisa... justo antes de que Caine lo llamara. El artista con boina fue el primer estudiante al que el profesor llamó y que voluntariamente no levantó la mano. Quizás captó lo que el tipo hacía y decidió traerlo de vuelta al redil de la clase. —¿Qué hay de usted? —La voz de Caine era cortante—. ¿Cuál fue la última canción que escuchó, y a través de qué medio? El tipo sonrió. —Pharrell, desde los altavoces Bose en mi dormitorio mientras me masturbaba. La clase se rió. —Gracias, Señor.… Caine extendió la mano para invitar al hombre a llenar el espacio en blanco, y lo hizo. —Ludwig. Caine asintió y se volvió para volver al frente de la clase. —Todos los ejemplos de hoy son escucha apreciativa. Antes de la próxima clase, quiero que cada uno de ustedes descargue “Trumpets” de Jason Derulo. Escúchenlo usando cualquier método de la última vez que escucharon música de forma apreciativa, con el auricular encendido, cuando viajan en el tren, en el camión, trabajando en la entrega de paquetes o, en el caso de Ludwig, escuchando en sus parlantes Bose en casa mientras se masturban. La clase estalló en risas. —Cuando terminen, quiero que respondan las preguntas de esta página. —Comenzó a repartir los papeles para que los estudiantes de la primera fila los pasaran—. Esto no es una prueba de ningún tipo, por lo que sus respuestas deben ser honestas. No lean las preguntas hasta que hayan escuchado la canción una vez. De lo contrario, su cerebro estará buscando las respuestas a medida que escuchan en lugar de escuchar apreciativamente de verdad. En nuestra próxima clase, vamos a comparar los resultados que obtengan con los que elaborarán en tanto realizan otros tipos de escucha. Unos minutos más tarde, finalizó la clase de hora y media y los estudiantes se agruparon en la puerta. Esperé hasta que la habitación se vació y bajé las escaleras al frente para hablar con Caine. —A tiempo y sin manchas en tu ropa —dijo, empacando su computadora portátil sin levantar la mirada—. Impresionante.

—Siempre he considerado que la cuarta impresión es la más importante, ¿sabes? —Sonreí. Caine cerró su bolso. En tanto yo pensaba que nuestra conversación era juguetona, aparentemente equivoqué. Su tono era severo, y su mirada tenía una expresión que coincidía—: No deberías confraternizar con los estudiantes. —¿Confraternizar? —Como lo quieras llamar. —No entiendo. Siseó—: Follar. No deberías follar a los estudiantes. ¿Está claro, Rachel? —Bueno, sí, está claro lo que querías decir ahora. Pero no estoy segura de qué te daría la impresión de que follaría a un estudiante. No duermo con chicos universitarios. —¿Lo sabe el señor Ludwig? Tenía la sensación de que eso no era todo. —No tienes que preocuparte de que le dé a alguien un grado preferencial como tu última asistente. Lo prometo. Caine sostuvo mi mirada durante unos segundos, posiblemente evaluando mi sinceridad, luego me dio un breve asentimiento. —Entonces, ¿qué princesa eres? Fruncí las cejas. Entonces me di cuenta de que debió haber captado el cuestionario que hacía en la revista In Style en la parte posterior del aula antes de que comenzara la clase. ¿Qué princesa de Disney eres? La arrojé encima de mi bolsa de libros en el suelo una vez que comenzó la clase. —Jasmine de Aladdin. —Sonreí. —¿Acertaron? —Me gusta pensar que sí. Jasmine es lógica y escéptica. —Sabes que esas cosas son un montón de mierda, ¿verdad? —Dios, espero que sí. El mes pasado completé uno en Men’s Health llamado ¿Cuán saludables son sus testículos?, y no me pareció muy bueno. El labio de Caine se curvó. —Sabelotodo. ¿Estás lista para terminar de estudiar el programa? —Tengo aproximadamente una hora antes de tener que ir a trabajar. Levantó la bolsa del escritorio. —¿Todo bien al recoger tu auto? —En realidad… no. —¿Qué pasó?

—Cuando quitaron el neumático, encontraron que las rótulas ya no sirven, cualesquiera que fueran. Hoy las están reemplazando. —¿Necesitas un aventón para ir a trabajar? —Puedo tomar el autobús. Hay uno que me deja a dos cuadras de O'Leary. —Iba a sugerir ir por un bocado a medida que terminamos la planificación. Tengo una reunión del departamento esta noche y necesito comer antes de eso. ¿Por qué no comemos algo en O'Leary? De manera que ya estarás en el trabajo cuando sea el momento de comenzar tu turno. —Eso sería genial. Yo invito. —Sonreí—. Ya que nuestra comida será gratis y todo.

—¿Luce como que alguien fue al supermercado? —Charlie miró por encima de mi hombro a Caine detrás de mí. —Mmm no. Este es el profesor Caine West. Soy su asistente en el conservatorio de música. Caine, este es Charlie. Es dueño de O'Leary. Caine extendió la mano. —Encantado de conocerte, Charlie. Charlie la estrechó. —¿Tienes antecedentes, profesor? —¿Antecedentes? —Sí. No me gusta que mi chica salga con problemáticos. Intervine—: Charlie, es mi profesor. No creo que sea necesario un interrogatorio. Charlie me lanzó una mirada. —Bueno. Pero estaré vigilándote. Caine no parecía molesto en lo más mínimo por la amenaza de Charlie. En todo caso, lucía divertido. —Es bueno saberlo. Finalmente, liberando su apretón de manos, Charlie se aligeró un poco. —¿Qué puedo traerte, profesor? —Tomaré cualquier cerveza de barril que tengas. Estuve aquí la otra noche. Un amigo mío se mudó a la vuelta de la esquina y dijo que haces las mejores alitas. Pero la cocina ya había cerrado por la noche y no pude probarlas. ¿Qué tal una orden?

Charlie era de la vieja escuela. Dos cosas lo hacían apreciar a un hombre: un firme apretón de manos y elogiar las alitas de su esposa. Su rostro se iluminó con orgullo. —Esas alitas tienen la receta secreta de mi Audrey. Dos órdenes salen enseguida. Por cierto, si alguna vez estás aquí después de que la cocina cierre, solo dile a alguien que eres amigo de Charlie. Mi equipo es muy amable. —Sí, lo son. Rachel fue muy acogedora cuando nos conocimos. —Me miró con un brillo maligno en los ojos—. Debería haberle pedido que me preparara una porción. Estoy seguro que se habría sentido feliz. Sin entenderlo, Charlie le sirvió a Caine una cerveza y a mí una Coca-Cola dietética, y luego se dirigió a la cocina para preparar nuestras alitas él mismo. Era el momento entre la tarde donde la multitud del día ya se había ido a casa, pero la de la noche no empezaba a llegar aún, así que solo había un par de clientes habituales sentados en el bar, la mayoría policías retirados. —Lindo. Muy lindo, profesor. —También lo creo. Con Caine nos fuimos a sentarnos a una tranquila mesa en la esquina donde había espacio para acomodarnos y trabajar mientras comíamos. Ya que yo iba a impartir la siguiente lección, él habló sobre lo que quería que los estudiantes aprendieran de la tarea que dejó hoy. —El armario cerrado en la esquina del aula tiene doscientos pares de auriculares Bose con aislamiento de ruido. Enséñales acerca de cómo la escucha apreciativa puede convertirse en escucha crítica simplemente cambiando el modo de entrega. Pídeles que escuchen la canción que asigné de nuevo en el mismo lugar, en el tren o en el trabajo, solo aislando el ruido de fondo. Luego pídeles que respondan las mismas preguntas que les di hoy. Al menos la mitad de la clase notará cosas que no notaron la primera vez. Las trompetas están sintetizadas. —¿Lo están? —Es una buena lección sobre la comprensión del método de entrega y conduce perfectamente a las próximas lecciones sobre la música sintetizada. —Guau. Bien. —Fruncí el ceño—. Entonces, ¿dejas que los estudiantes se lleven a casa doscientos pares de auriculares Bose? El profesor no hizo eso cuando tomé la clase hace unos años. La universidad ciertamente ha mejorado los malditos auriculares que solían dar en la clase de grabación de música. —Son míos. No de la universidad. Hice los cálculos. Eso era por lo menos cinco mil dólares por clase. —¿Y si no los recuperas? —Nunca ha sido un problema.

Sonreí. —Porque todos los estudiantes te temen. —A diferencia de la inteligente asistente —murmuró. Charlie tenía las manos llenas con bandejas de alitas, por lo que usó su trasero para abrir la puerta que daba a la cocina. Me alejé de la cabina para agarrarlas. —Deberías haberme silbado como siempre. No deberías llevar bandejas con lo mal que está tu espalda. —No quería interrumpir tu cita. —No es una cita. Miró a Caine y se encogió de hombros. —Lo parece para mí. —No lo es —dije sin rodeos—. Estamos trabajando en el programa de lecciones para la clase. —Lo que tú digas. —Se calló y caminó de nuevo al bar. Coloqué las bandejas en nuestra mesa y noté que el vaso de cerveza de Caine se hallaba vacío. —¿Quieres otra? —Si me acompañas. —No bebo. Su ceño se frunció, pero luego entendimiento cruzó su rostro, y me di cuenta de lo que pensó. —No soy alcohólica, si eso es lo que piensas. —De acuerdo. No quería profundizar, pero él esperaba que hablara de nuevo. —Crecí alrededor del alcoholismo. En un punto, me encontré bebiendo un poco demasiado cuando mi vida giraba sin control. No me metí a rehabilitación ni nada de eso, no soy una amiga formal de Bill2 con un tarjeta de membresía de por vida ni una moneda de sobriedad, pero trato de limitar las bebidas a celebraciones y ocasiones especiales. La razón porque normalmente no profundizaba en eso era porque la gente me miraba con simpatía en los ojos cuando decía tal declaración. Oh, tuvo una mala infancia. Curiosamente, no fue eso lo que encontré en el rostro de Caine. Parecía sentir admiración por lo que acababa de decir, y no sabía con certeza qué hacer con eso. Me hizo sentir incomoda. Bill W. Fue quien fundó los Alcohólicos Anónimos, lo que quiere decir Rachel es que ella no es parte de ellos. Y una moneda de sobriedad es algo que se le da a los AA una vez que han terminado su tratamiento de doce pasos y simboliza el tiempo que llevan sobrios y sirve de motivación para seguirlo. 2

—Entonces... te traeré otra cerveza, y tomaré una sin alcohol para acompañarte. Sonrió cálidamente. —Suena bien. Cuando volví a la mesa, redirigí la conversación al trabajo. —Estaba pensando, cuando sea hora de recoger los auriculares Bose de la clase, no voy a tomar el par del señor Ludwig. Necesitaran ser desinfectados primero. Se llevó la cerveza a los labios. —Te dibujaba hoy, ¿sabes? —¿Me dibujaba? Esbozaba mujeres sin cabeza con cuerpos geniales. Bebió su cerveza. —¿Y tú punto es? —No me dibujaba. Caine entrecerró los ojos, y tuve la sensación que sopesaba si debía o no decir lo que pensaba. Al parecer, decidió hacerlo. —Tienes dos pecas en el lado izquierdo del cuello. Mi mano voló a mi cuello. Tenía toda la razón, pero mi cabello las cubría. —¿De qué hablas? —Tienes tendencia a empujar tu cabello hacia un lado, el derecho. Las noté el otro día cuando estábamos en mi auto. —De acuerdo… Caine me miró a los ojos. —Los bocetos que tu amigo hacía. Tenían cuellos, pero no cabezas. —Sí. Los noté. No era exactamente apropiado dibujar durante la clase. Pero es un muy buen artista. —Sí, presta atención a los detalles. Todas las mujeres tenían algo en común. Mis ojos se agrandaron. —No. Asintió. —Dos pecas en el lado izquierdo del cuello. Te dibujaba. —Pero nunca me ha visto desnuda. —Tiene imaginación. —Los ojos de Caine bajaron para echar un vistazo a mi escote. Brillaron con maldad cuando regresaron a los míos—. Una bastante buena, diría yo. Eso causó un revoloteo en mi vientre que rápidamente viajó hacia el sur. Oh, Dios. Traté de minimizarlo con una broma—: Y es por eso que no salgo con chicos de fraternidad. No hace falta decir que no recogeré los auriculares del tonto ese, ni me sentaré a su lado.

—Bien pensado. —Sonrió Caine—. Quédate con los hombres. Tenía razón. Aunque empecé a cuestionar si quedarme con los hombres significaba quedarme pegada a uno en particular.

Traducido por Gerald Corregido por Valentine Rose

Era ese momento del mes. No el momento temido, sino ese que de hecho esperaba. Los mensajes mensuales de Davis llegaban puntales como un reloj. Bajé la mirada a mi teléfono. Davis: ¿Próximo miércoles a las 7pm? Te extraño. El primer miércoles de cada mes, mis tres antiguos compañeros de departamento y yo nos reuníamos para cenar. Davis había sido uno de ellos durante los últimos dos años de universidad. Tuvimos algo durante un periodo corto, pero el momento no era el adecuado para él. Respondí. Rachel: No puedo esperar. Justo cuando apreté enviar, Ava entró. Trabajaba los turnos de la tarde atendiendo mesas, lo cual significaba que yo atendía la barra y Charlie se iba a casa. —Hola, Rach. —Hola. Davis acaba de escribirme. Va a estar en la cena la próxima semana. Ava contoneó sus cejas. —Ya era hora. No ha ido a las últimas tres. Tal vez puedas emborracharlo y por fin terminar con la sequía. —Cállate. Ava era la única persona que sabía sobre Davis y yo. Le arrojé el paño que había estado utilizando para limpiar la barra. —Nunca debí contártelo.

—¿Decirme? —dijo, luego procedió a acariciar su torso con sus manos mientras gemía—. Oh, Davis. Oh, Davis. Me reí. —Dios, no te soporto. En tanto Ava iba a cambiarse para su turno, pensé en mi antiguo compañero de apartamento. Davis no era el típico estudiante de universidad, de ninguna forma. Era sureño, lleno de modales educados del tipo sí, señora y no, señora, y había pasado ocho años en la milicia antes de venir a Brooklyn a estudiar administración de empresas. Cuando recién se mudó, también atravesaba un divorcio, habiéndose casado con su novia de la preparatoria a los dieciocho por romanticismo antes de partir a su primera misión a Irak. Como Davis contaba la historia, su matrimonio parecía haber funcionado por un largo tiempo. Ocasionalmente la visitaba y le enviaba a casa sus cheques. Todo se fue al carajo cuando dejó la milicia y su esposa se dio cuenta de que era difícil tener sexo por ahí sin ser atrapada cuando su marido no se encontraba al otro lado del mundo. Durante los dos años que vivimos juntos, Davis se convirtió en uno de mis mejores amigos, hasta la noche que celebramos su graduación. Ambos habíamos bebido demasiado. Una cosa llevó a la otra y antes que la noche se terminara… Oh, Davis. Aunque, siendo honesta, nunca pensé en él de esa forma, al siguiente día me encontraba como: Vaya. Buen chico. Atractivo. Bien dotado en la cama. De repente lo vi con nuevos ojos. Duró poco más de un mes. Al tiempo que me hice a la idea de tener algo en pareja, al parecer Davis no. Terminó las cosas, objetando que era demasiado pronto después de su divorcio para estar en una nueva relación, en especial con alguien por quien ya se preocupaba profundamente. Lo entendí… bueno, más o menos. Poco tiempo después, cuando nuestro contrato de renta venció, quedamos con amigos… con promesas de darnos tiempo y tal vez explorar las cosas en el futuro. Entre sus años en la milicia y estar casado, se había ganado su libertad. Aunque mi falta de citas desde entonces podría tener algo que ver con esperar que su promesa de explorar las cosa en el futuro pudiera cumplirse, tras ocho meses, al fin comenzaba a comprender la indirecta. Mi teléfono sonó con otro mensaje. Davis: ¿Qué? ¿No me dirás que también me extrañas? Sonriendo, mis dedos merodearon por encima de las teclas en lo que intentaba decidir qué escribir. Ava salió del baño de mujeres en su polo de

mesera y una cola de caballo. Amarró un mandil alrededor de su cintura a medida que decía—: Casi lo olvido. Nunca vas a creer lo que vi hoy. —¿Qué? —Vamos, adivina. —Está bien. Porno. Viste porno. —Nop —sonrió. —¿Finalmente terminaste tu maratón de The Walking Dead? —Nop. —Voy a necesitar una ayudita aquí. No me estás dando ninguna pista. —Está bien. —Golpeteó sus uñas en la barra pensando profundamente, luego sonrió de oreja a oreja—. Rima con prest. Me reí. —Creo que te has vuelto loca. Una pareja que se sentó hacia un momento en la mesa dos señaló, indicando que estaban listos para ordenar. Levanté la barbilla hacia mi loca amiga y señalé con mi teléfono celular. —Rima con recompensados. Repetí en voz alta lo que acababa de decir algunas veces. —Recompensados, recompensados, recompensados… —luego sus ojos se iluminaron—. ¡Mesa dos! Tomé una libreta y bolígrafo de la caja debajo de la barra y las deslicé hacia ella. —Ve a tomar la orden, loca. Todavía miraba el mensaje de Davis, intentado decidir mi respuesta, cuando entendí su adivinanza. Descifrándola, de pronto perdí interés en el teléfono y lo guardé debajo de la barra, donde lo guardaba mientras trabajaba. Ava tomó la orden de la mesa dos y la dejó en la cocina antes de regresar a donde me hallaba sirviendo una cerveza. —Prest… ¿Profesor West? —pregunté. —¡Muy bien! Aunque su nombre no era Caine West en lo que veía. Era Able Arsen. —¿De qué estás hablando? —Estuve en una reunión de asistentes hoy, y conocí a un chico que solía ser el asistente del doctor Anderson.

—¿El jefe del departamento de música? —Ese mismo. Por cierto, el nombre del asistente es Norman, un nombre realmente malo para un chico de veintitantos, pero es lindo. Me invitó a tomar algo con él y otros asistentes este viernes, así que irás conmigo. —Está bien… —Me gustaba ver que Ava encontró algo que la animara tras la forma en que estuvo sintiéndose por Owen. Aunque todavía no veía la conexión en cómo este chico se relacionaba con Caine o quién demonios era Able Arsen—. Pero ¿qué tiene que ver con el profesor West? —El doctor Anderson le dijo que el profesor West solía estar en una banda. También tenía un contrato con una conocida firma musical. —Sacó su teléfono y empezó a buscar. Llegando a lo que buscaba, presionó algunas teclas y giró el teléfono hacia mí—. Te presento a Able Arsen. El video era borroso y la calidad del sonido era horrible, con seguridad filmando por un teléfono de primera generación. Todo lo que podía distinguir era a cuatro chicos tocando en el escenario a la distancia. —Sigue mirando —dijo Ava. Por fin, hacia el final del video, la persona filmando acercó la toma hacia el baterista, quien también cantaba. Tenía la cabeza gacha mientras golpeaba los tambores, rebotando su cabeza al ritmo. Había algo tan sexy en la forma tan asertiva en que sujetaba las baquetas y el modo que sus músculos se flexionaban con cada golpe sobre el tambor; cuánta estamina sería necesaria para moverse así durante horas hasta el final. El pequeño revoloteo en mi vientre lo confirmó, incluso antes que el músico levantara la mirada. Pero cuando ese rostro volteó a la cámara, mi respiración se entrecortó. El profesor West había sido tan atractivo de adolescente como ahora. Solo que, en ese entonces, tenía toda la actitud de chico malo y músico. Ahora bien, si no lo conociera y tuviera que adivinar, habría pensado que era un músico de jazz o incluso algún tipo de música clásica. Aun así, el sexy chico malo había crecido para ser un hombre atractivamente maduro. Cuando la canción terminó, Caine levantó su cabeza y le dedicó a la multitud una sonrisa torcida. Su cabello a la altura del hombro se hallaba húmedo por el ejercicio y lanzó una baqueta al aire, atrapándola con la otra. Entonces utilizó su mano libre para llevarla atrás de la cabeza y quitarse su sudorosa camiseta. Las chicas enloquecieron ante su paquete de ocho abdominales. Locura del estilo estrella de rock/Beatles. Vaya. Esa sonrisa.

Ese cuerpo. Simplemente guau. Aparentemente había muchas capas en Caine West y apenas había hurgado en la superficie.

Para el momento en que llegué a casa esa noche, eran más de las dos de la mañana. Mis pies me mataban y todo lo que quería hacer era hundirme en la bañera y dormir un poco. Para variar, no tenía que estar en la universidad o en el trabajo hasta la tarde. La bañera se encontraba caliente y dejé que el agua del grifo cayera sobre mis pies mientras me recostaba para relajarme. Aunque mi cerebro tenía otras ideas diferentes para relajarse. En el minuto que cerré mis ojos, una visión del joven Caine West en el escenario se infiltró en mis pensamientos. Me envié los videos y los había visto más veces de las que quisiera admitir entre servir los tragos de esta noche. Rindiéndome, me estiré para alcanzar el teléfono y me permití una reproducción más. Al fin en privado, en lugar de ser atrapada por una sonriente Ava en tanto intentaba observar mi teléfono con discreción, busqué en el borroso rostro los gestos de Caine. Hubo algunos pocos que reconocí: la forma en que su labio se fruncía y sacudía su cabeza cuando las mujeres empezaban a gritar su nombre cuando tocaba su solo. El modo en que caminaba alrededor del escenario como si fuera el dueño. Hoy, su escenario era un salón de clases, pero la confianza con la que se pavoneaba era la misma. Aun así, fueron sus brazos los que verdaderamente me atraparon. Cada vez que golpeaba el tambor, la vena que corría desde su bíceps hasta su antebrazo se hinchaba. Nunca pensé que una vena pudiera ser tan sexy. Tras terminar de ver, la bañera estaba casi llena así que utilicé mis dedos para cerrar el agua. Sabía que no sería capaz de relajarme lo suficiente para quedarme dormida esta noche si no satisfacía mi curiosidad, así que busqué en Google el antiguo nombre de artista de Caine. Able Arsen. Me sorprendí cuando miles de resultados aparecieron. Revisándolos como poseída, encontré imagen tras imagen de Caine. No era el integrante principal de la banda, pero, al parecer, los medios lo adoraban y ¿quién podía culparlos? Noté a la misma chica en algunas de las fotografías. Tenía largo cabello oscuro y era delgada, casi demasiado. Lo ahuecado de sus mejillas la

hacía hermosa, altos pómulos destacaban casi en demasía. En la mayoría de las fotografías, portaba gafas de sol y parecía rehuir a la atención de la cámara. Había varias fotografías de ella con la banda, algunas con el brazo de Caine a su alrededor casi de forma protectora. Sin duda, era más joven que él, diecisiete o dieciocho años, cuando mucho, y no podía decir si era su novio o quizás su hermana menor. Cuando acomodé las fotografías y los artículos por fecha, con las más viejas primero, me di cuenta de que las imágenes parecían haberse detenido abruptamente nueve años atrás. Tres o cuatro páginas después en los resultados de la búsqueda, había un artículo sobre la muerte del cantante líder, Liam Marshal. Able Arsen desapareció después de eso. ¿Qué te sucedió, Able Arsen? Mejor aún, ¿cómo terminaste siendo el profesor Caine West?

Hace quince años Traducido por Val_17 Corregido por Valentine Rose

—Bendígame, Padre, porque he pecado. —Levantando la mirada hacia la cruz en el pequeño cuarto débilmente iluminado, inhalé, succionando profundamente hasta que la punta roja del porro ardía hacia el final del papel enrollado, calentando mi pulgar y dedo índice. —No puedes pedir perdón por la mierda cuando estás pecando de nuevo. Se supone que debes arrepentirte, imbécil. —Muestra un poco de respeto con tu lenguaje. Estamos en una iglesia, por el amor de Dios. Liam se rió desde el otro lado de la cabina oscura. —Sí, claro. Acabas de fumarte un porro en un confesionario, y dices que mi lenguaje es irrespetuoso. Tenía razón. Y como mi cerebro medio frito se tornaba a un modo agradablemente maduro, recogí el diminuto resto de mi porro del suelo y lo metí en mi bolsillo mientras seguía cálido. —Me voy de aquí —dijo Liam. —Se supone que debemos trabajar hasta el mediodía. —Que se joda esa mierda. Dile al Padre Frank que fui a casa a masturbarme si me busca. —La ventana de madera deslizante por la que hablábamos, la que separaba los dos lados del confesionario y cubría la pantalla de confidencialidad, se cerró de golpe. Le siguió la puerta cuando Liam se marchó.

Todavía quedaba media hora hasta que pudiera firmar mi salida con el Padre Frank, así que me acomodé, apoyando mi espalda contra la tela roja acolchada, con la esperanza de tomar una pequeña siesta. La silla era bastante cómoda en el lado del sacerdote, debía ser porque se quedaban atrapados escuchando las tonterías de otras personas durante horas todos los sábados por la tarde. No tenía idea de cómo estos tipos pasaban todas sus vidas en este lugar. Solo estar aquí durante los últimos sábados había sido suficiente para enloquecerme. Hace tres semanas, mi madre nos atrapó a mí y a Liam escapándonos de clases una vez más. Era nuestro último año, normalmente mi mamá era bastante genial, y los padres esperaban un poco de rebeldía. Eso no fue lo que hizo que Grace West sintiera temor de Dios. Ni siquiera encontrarme medio desnudo y completamente erecto con Emily Willis de rodillas lista para darme una mamada en el patio fue lo que asustó a mamá. Nop. Lo que provocó que me inscribiera involuntariamente para un mes de limpieza en St. Killian los sábados por la mañana fue mi música. Mis padres odiaban que no tuviera la intención de ir a la universidad o de formar parte de la respetable empresa familiar de inversión que llevaba el apellido West. Así que, fui condenado a servicio comunitario por querer tocar la batería y cantar. Después de la larga conversación del Padre Frank con mi madre, él también aprovechó cada oportunidad para recordarnos, a Liam y a mí, que tocar música no era la manera en que un hombre se ganaba la vida. Gracias a Dios solo me quedaba una semana más aquí. Acababa de empezar a perder el conocimiento con los ojos cerrados cuando la puerta del confesionario se abrió. Supuse que era Liam otra vez. —¿Volviste a pecar tan pronto, perdedor? —dije. Pero me hallaba malditamente seguro de que no fue Liam quien respondió. La voz era diminuta y temblaba de nervios cuando habló—: Bendígame, Padre, porque he pecado. Mierda. Una niña se encontraba al otro lado y pensaba que yo era un sacerdote. Por el sonido de su voz, me imaginé que no podría tener más de diez u once años. ¿Qué demonios podría tener que confesar? Probablemente debí abrir la puerta y salir antes de que comenzara a contarme sus secretos más oscuros. No, probablemente no. Sin duda debí salir. Sin embargo… tal vez fue la buena hierba. Quizás fue el sonido de su voz temblorosa lo que me causó curiosidad. Tal vez solo estaba jodido de la cabeza. Pero en vez de abrir la puerta literalmente, abrí una simbólica en su lugar. Una que no tenía idea de que cambiaría mi vida para siempre mientras abría mi boca.

—Adelante —le dije—. Cuéntame tus pecados.

Traducido por Valentine Rose Corregido por Beatrix

Caine entró a clase a mitad de la misma. De un momento a otro, pude entender la razón del porque encontraba distractor la demora. Los últimos veinte minutos estuve distraída a causa del hombre sentando donde me senté la clase pasada. Junto a él, el señor Ludwing, el artista de desnudos que usa gorros lucía igual de nervioso que yo. Aunque su nerviosismo probablemente se debía al hecho que el profesor le quitó de forma silenciosa el cuaderno donde dibujaba, y ahora yacía cerrado en el bolso de Caine. Intenté no ver donde se encontraban, pero podía sentir los ojos de Caine siguiéndome. ¿Cómo es posible que tuviera doscientos pares de ojos enfocados en mí, y solo podía sentir dos? Aclaré mi garganta. —Dado que tenemos unos minutos antes de que termine la clase, voy a entregarles los audífonos de los que hablamos antes. —Me dirigí al armario de suministros en la esquina del salón y saqué una caja. Entregándosela a la primera fila, le pedí al estudiante en la esquina que tomase uno y la pasara mientras entregaba una caja llena a cada fila. Caine se puso de pie y, en silencio, tomó unas para ayudarme a distribuirlas a las filas de atrás del aula antes de volver a tomar asiento. En lo que hacía esto, le recordé a la clase del ejercicio que dio profesor West en la primera clase, y luego les di un ejercicio propio—. Junto al ejercicio del que ya hablamos, me gustaría que hicieran un segundo trabajo. Todos tenemos canciones que nos recuerdan los buenos tiempos de la pre adolescencia. Elijan una que los lleve al recuerdo más intenso. Esta noche, cuando estén solos en casa, quiero que cierren las cortinas, apaguen todas las luces y estén en una habitación lo más oscura posible. Luego que se recuesten en algún lado, preferiblemente en su cama, y escuchen la canción que contiene

esos recuerdos usando los audífonos. Escúchenla dos veces. Eso es todo. Simple y bonito. Usaremos lo que escuchen en nuestra próxima clase. Luego de que el aula se vaciara, Caine se acercó al frente. —Buen trabajo. —Gracias. No creí que vinieras. Como que me desconcentre cuando llegaste tarde. —Sonreí con suficiencia—. No me gusta que lleguen tarde. Encuentro que interrumpe la clase. Caine enarcó una ceja. —Lo tendré en mente. Guardé mi ordenador en el bolso. —El señor Ludwig no parecía muy feliz de verte. —El señor Ludwig tiene suerte de seguir asistiendo a mi clase siquiera. Caine me ayudó a recoger los audífonos restantes de cada fila, y luego los guardamos en una caja, y las vacías dentro de cada una. —Entonces, ¿cuál es tu canción? —preguntó. Fruncí el ceño. —¿Hmm? —El trabajo que diste. ¿Cuál es la canción que te recuerda a tu infancia? —Lo primero que vino a mi mente fue “Devil in a Bottle” de Lynyrd Skynyrd, pero era mucha honestidad para mi gusto. —No sé. Tal vez algo de Maroon 5. —Dado que no sabía mentir muy bien, evité su mirada. Pero cuando alcé la vista, lo encontré mirándome con los ojos entrecerrados—. ¿Qué? —pregunté. —Eres una mentirosa. —¿De qué hablas? —intenté hacerme la tonta. Por desgracia, sentí como me ruborizaba bajo su mirada. —Hay una canción que pensaste al instante. Y no era una maldita canción de Maroon 5. —Rascó su barbilla—. Apuesto a que es más de una, también. En lugar de seguir mintiendo, decidí revertir los papeles. —¿Cuál es tu canción, profesor Sabelotodo? Sostuvo mi mirada. —“Going, Going, Gone”. —¿Bob Dylan? —El mismo. Hmm… sin parar mucho a pensar, no supe qué decir, pero sabía que era una canción sincera e intensa. Sin lugar a duda, iba a escuchar la canción esta noche con los audífonos prestados.

No había mejor forma que pulir mis habilidades críticas auditivas que intentar descifrar el misterio que era Caine West. Ya que compartió, sentí la imperiosidad de darle algo. —“Hurt”. Asintió. —¿La original de Johnny Cash o la de Nine Inch Nails? Sonreí. —Johnny. Siempre. Era el favorito de mi mamá. Había una tensión entre nosotros en lo que nos mirábamos. La sentía siempre que estábamos juntos. Cada vez era un poco diferente que la última, pero la tensión siempre se encontraba ahí; un chasquido en el aire. Hoy no se trataba de una tensión de tipo sexual, sino una de entendimiento y aceptación mutua. Ambos teníamos títulos depresivos en nuestras vidas que eran narradas por canciones. Lo que me recordó… —Escuché otro rumor de ti. —Ah, ¿sí? —Bueno, en realidad, era un rumor, pero ahora sé que es verdad. De manera que no sé si sigue siendo un rumor. —Te enteraste de que son ciertos los rumores que dicen que soy un arrogante imbécil, ¿eh? —bromeó Caine—. Ese no es difícil de notarlo. —La verdad, este se trataba más de que eras una etiquetada oculta estrella de rock. Supe que cometí un error al instante que las palabras salieron de mi boca. El rostro que Caine, que era cálido y juguetón, se transformó en uno frío y serio. Crucé un límite y me entrometí donde no debía. Él se encontraba más que enojado. —Mantente fuera de mi vida privada, Rachel. Abrí la boca para disculparme, pero me interrumpió—: Deberías irte a tu otro trabajo. Puede que pronto sea el único que tengas. —Dicho eso, tomó su bolso de cuero y subió las escaleras y salió del aula antes que siquiera pudiera cerrar mi gran boca, la cual estuvo boquiabierta. Enfatizó su salida con un portazo que dejó las paredes temblando a su paso.

—¿Estás segura de que está todo bien? Era la tercera vez que Charlie preguntaba. La primera fue cuando se me cayó una bandeja llena de tragos. Dos de los vasos se quebraron, y me sentía tan

aturdida limpiando que me corté el dedo. La segunda vez fue cuando me hallaba tan distraída que derramé cerveza al servirla desde el grifo. Ahora él se preparaba para irse, y su rostro tenía huellas de preocupación. —Estoy bien, Charlie. Es que estoy un poco cansada —mentí—. Madrugué trabajando en mi tesis, y tengo un dolor de cabeza. Pero estoy bien. Lamento lo de hace un rato. —No me importa una mierda los vasos, solo que estés bien. —Me miró a los ojos—. ¿Estás segura? Puedo quedarme, así puedes irte. Sonreí. —Va todo bien. Pero gracias. Los miércoles por la noche eran los más lentos de la semana, de todas formas. Solo éramos Al y yo esta noche, un viejo policía retirado amigo de Charlie que trabajaba en el bar un par de noches a la semana. Me alegraba que Ava no estuviera de turno, pues así no me molestaría por mi humor. Toda la noche, mis emociones iban y venían entre sentirme mal por husmear en la vida de Caine y sentirme enfadada de que haya actuado como un imbécil cuando mencioné su pasado. Había unos cuantos clientes en el pequeño comedor abierto que colinda con el bar, lo que me daba mucho tiempo para analizar demasiado lo que ocurrió entre Caine y yo esta tarde. Notoriamente, me aventuré en un territorio donde no era bienvenida, pero no sentí que haya traspasado nuestra seudo relación jefe-empleada. Vivía entrometiéndose en mi vida personal, por lo que tener una relación media personal no era una zona prohibida para él. Se sintió más como que toqué un tema sensible que sobrepasarme de la raya. Dijo “mantente fuera de mi vida privada”, no obstante, por razones que no tenían sentido, tenía la certeza que quiso decir: mantente fuera de esta área de mi vida privada. Pero eso no era lo que me molestaba. No me malinterpreten, me sentía mal por haberlo enfadado. Hubiese sentido lo mismo por fisgonear en la vida de cualquiera en un área donde no deseaban atención. Lo que me confundía era el grado de molestia que tenía. Me atraía Caine físicamente, de eso no había duda; ¿quién no lo estaría? Pero que actuara tan cortante y descontento me hizo darme cuenta de que era algo más que físico. Tenía un flechazo por mi maldito profesor. Desde el primer día después de clases, me sentí atraída en otro nivel. Justo antes de las nueve, salí del baño de mujeres y le eché un vistazo a la pareja restante que permanecía en su mesa, bebiendo café. Por mi visión periférica, noté a alguien que acababa de sentarse en una de las mesas de bar y me dirigí para asegurarme que supiera que la cocina ya cerró por el día. Me sorprendió encontrar a Caine sentado solo en la mesa. —¿Profesor? ¿Qué hace aquí?

Sus ojos respondieron por él. La perturbación merodeaba en el fondo. — ¿Puedes sentarte por unos minutos? —Emm… claro. Tan solo iré a dejar la cuenta y a avisarle a Al que cancelarán con él cuando estén listos. Caine asintió. —Gracias. Cuando volví, ya había una Coca dietética a mi lado de la mesa y una cerveza en la suya. Desatando el delantal, tomé asiento y esperé a que hablara. —Quiero disculparme por lo de esta tarde —dijo. —Debería ser quien debería disculparse. No debí haber husmeado en tu vida privada. —Es verdad —sonrió—, pero el modo en que reaccioné no fue el correcto. Sacudí la cabeza. —Si hay alguien que sabe que hay cosas del pasado de la gente que no quiere sacar a la luz, esa soy yo. Caine asintió. Pasó un dedo alrededor de la cima de su botella de cerveza. —Escuché algo de Johnny Cash esta noche. —¿De verdad? Sostuvo mi mirada. —Creo que ambos tenemos parte en nuestras vidas que preferimos no agitar por miedo a despertarlas. Aquello describió a la perfección lo que sentía por mi pasado. En la mayoría, había seguido con mi vida y no pensaba en eso todos los días. Pero siempre estaba conmigo, y me esforzaba por mantenerlo enclaustrado. —Sí. Lo lamento. La verdad no lo pensé. Estoy segura que existe una razón por la que no mencionas tu historia en clases. Caine bebió de su cerveza, observándome por sobre el borde. Cuando la dejó encima, preguntó—: ¿Cómo te enteraste? No quería meter a nadie en problemas. —Un amigo de un amigo. Asintió. Pensé que era mejor sincerarse. Suspiré profundamente antes de confesar. —Y puede que te haya buscado en Google. Bueno, no a ti. Al otro hijo de Adán. Caine sacudió la cabeza, pero había una triste sonrisa en su rostro. —Necesitaba cortarme el pelo. —Era la moda. Me gustó. Tenías el estilo del sexy chico malo.

—Tendré eso en cuenta la próxima vez que vaya a la barbería. —¿Puedo preguntar solo una cosa? —¿Ayudará a que no se hable más del tema? Sonreí. —Así es. —¿Cuál es tu pregunta? —El último artículo que leí decía que habían firmado un contrato. Pero no pude encontrar el álbum. ¿Qué pasó? Caine se quedó callado un tiempo. Frotaba con su pulgar la etiqueta de la botella de cerveza cuando habló—: El estilo de vida era duro. Salir de fiesta, quedarse despierto toda la noche, durmiendo la mitad del día. Causó que perdiera la noción de la realidad y mis prioridades. —Levantó la mirada—. Luego de firmar con el sello discográfico, no cumplimos los plazos, solo unas pocas veces. Seguían retrasando el álbum. Y luego perdí a alguien cercano. —Lo lamento. Asintió. —Me tomé un tiempo. Mis padres me presionaban para que volviera a la universidad. Necesitaba enfocarme en algo. Querían que estudiara finanzas y trabajara en el negocio familiar. Acordamos un título en música porque no podía imaginar que no fuera gran parte de mi vida. Más tarde, me di cuenta de que era bueno enseñando composición musical, así que seguí hasta que terminé mi doctorado. —Levantó la botella y la inclinó hacia mí antes de dirigirla a sus labios—. Y aquí estoy. —Y aquí estás —sonreí—. Gracias por compartirlo conmigo. El momento fue interrumpido cuando Al gritó desde el bar—: Está todo cerrado, Rachel. Giré y saludé. —Gracias, Al. —¿Ya terminó tu noche? —preguntó Caine. —Síp. ¿Quieres que te traiga otra cerveza? —No, gracias. Ya debería irme. Sentí decepción, incluso tras un largo día de enseñar y trabajar un turno completo a pie. Luego de despedirme de Al, Caine me acompañó a mi auto. Me abrió la puerta y se apoyó en el techo. —Por cierto, hoy el profesor Clarence fue el tema de conversación en la reunión de facultad. Nunca habíamos hablado del tema, y no sabía con certeza si sabía que fui la profesora ayudante de él el año pasado.

—Era tan buena persona. Trabajé con él el año pasado. —Eso escuché. Tu nombre fue mencionado, de hecho, junto con el de otro estudiante. Ambos lo tenían como tutor de la facultad para sus tesis. Asentí. —Me ayudó a elegir el tema. Era uno cercano a él. —¿Todavía no encuentras a un profesor para reemplazarlo como tutor? —No. Aún no. Tengo que encargarme de eso. —Yo podría ayudarte, si deseas. Las sorpresas seguían llegando esta noche. —¿En serio? —Piénsalo. —De acuerdo. Gracias. Caine cerró la puerta y esperó a que encendiera el motor. Mientras me alejaba, me despedí con la mano y pensé: Tengo un nuevo tutor.

Hace quince años… Traducido por Julie Corregido por Ann Farrow

¿Qué mierda estoy pensando? Me senté esperando en el tranquilo confesionario, ni siquiera me emborrache esta semana. Era casi la una, y Liam desapareció hacía tiempo, como debía haberlo hecho. Habíamos terminado nuestro último día de voluntariado hace una hora y aun así... aquí me hallaba, esperando a una niña que tenía suficientes problemas en casa y seguro que no necesitaba que el que yo fingiera ser un sacerdote se añada a sus problemas. Pero no pude no aparecerme. No tenía ni idea de por qué le dije a la niña que volviera esta semana. En realidad, eso es una mierda. La razón se cruzó una y otra vez en mi mente cada noche antes de irme a la cama. No pude sacar su vocecita de mi cabeza. A veces él se duerme en el sofá con un cigarrillo en la mano, y pienso en no apagarlo y dejar que la casa se incendie. Esa fue su confesión. Ni siquiera me encontraba seguro si pensar en dejar que alguien se lastimara era un pecado. Pero no iba a dejar que esta pobre niña se sintiera culpable de querer que alguien, que sospechaba no era un buen tipo, saliera lastimado. Al diablo esa mierda. También necesitaba saber qué hacía el imbécil para que una niña inocente tuviera ese tipo de pensamientos. Debería haber estado pensando en ponis y unicornios, no en su casa prendiéndose fuego. Mi mente pensó automáticamente lo peor. Estaba a punto de darme por vencido, y

encender un cigarrillo de camino a casa para despejar mi mente de la mierda que se le cruzaba, cuando la puerta se abrió con un crujido en el otro lado. —Bendígame, Padre, porque he pecado —susurró. —¿No hablamos de esto la semana pasada? No pecas por tener malos pensamientos. Tendrías que actuar al respecto para que sea un pecado. —Por supuesto, eso no era necesariamente cierto, la Iglesia Católica tenía algunas reglas necias, pero era lo único que podía hacer para quitarle el peso de los hombros. —Bien. Sabía desde la semana pasada que compartir la inquietaba. Necesitaría ganar su confianza si ella iba a contarme lo que sucedía en casa. Así que empecé a hablar de lo primero que se me ocurrió—: ¿Cómo estuvo la escuela esta semana? ¿Te agrada tu profesor? —Estuvo bien. No me importa mucho mi maestro, pero Tommy, que se sienta a mi lado, es grosero. Siempre tiene la mano en los pantalones. De alguna manera, logré no reírme. ¿No lo hacemos todos? —Debes alejarte de él. Parece ser un problema. —Siempre me sonríe. —Sí. Él no es bueno. ¿En qué grado estás? —Cuarto. Lo supuse. Tenía que tener unos diez años. —¿Le hablaste a tu madre sobre él? Se quedó callada un largo rato antes de responder. —Mi madre murió el año pasado. Mierda. Había tenido miedo de que no hubiera ninguna mujer en su vida, por alguna razón. —Lamento mucho oír eso. —Hice una pausa y añadí—: Ella está en el cielo. Es un lugar lindo. —¿El dolor se detiene cuando mueres? —¿Tu madre se encontraba enferma? Vi el contorno de su cabeza a través de la abertura de rejilla cuadrada y supe que asintió. —Ya no sufre dolor. —¿Yoda está allí también? Fruncí el ceño. —¿El chiquito verde de Star Wars?

Se rió. El sonido era mejor que la música. —No. Yoda era mi perro. Tenía orejas que sobresalían de su cabeza extraña. También murió. —Oh. Sí, Yoda se encuentra en el cielo con tu mamá. Están pasando tiempo juntos. —Eso es bueno. —¿Son solo tu papá y tú ahora? —Él no es mi papá. —Contestó esa pregunta muy rápido. Demasiado rápido. —¿Con quién vives? —Con mi padrastro. No le agradó mucho, la mayor parte del tiempo. Pero a veces le gusta mi hermana. —¿Tienes una hermana? ¿Son solo las dos? —Sí. —¿Tu hermana es mayor? —Tiene quince años. Tuve una sensación corrosiva en la boca de mi estómago. —¿Cómo sabes que no le agradas mucho? ¿Y qué te hace pensar que le gusta tu hermana a veces? Estuvo callada. —Debería irme. Benny va a regresar pronto del trabajo. Se enoja fácilmente. —¿Benny? ¿Es tu padrastro? —Sí. Quería saber más, pero definitivamente no quería ser la causa de que se metiera en problemas. —Vuelve la semana que viene. ¿Bueno? —Bueno.

Traducido por Miry Corregido por Beatrix

El viernes por la tarde, me tomé más tiempo del habitual para estar lista. Siempre me gustó ir a clases. Me daba cosas en las qué enfocarme cuando me sentía inestable. Pero en estos días, definitivamente no eran mis estudios por los que me emocionaba. La puerta de la oficina de Caine se hallaba abierta cuando entré sin ser anunciada. Hicimos contacto visual, y él usó la mano que no sostenía el celular en su oreja para señalar una silla frente a él delante de su escritorio. Escuché un lado de su conversación mientras miraba alrededor de su oficina. —Sí. Estaré ahí. Escuchó, luego rodó los ojos. —Preferiría que no hicieras eso. Había una mujer al otro lado del teléfono. Podía escuchar el tono de su voz incluso si no podía distinguir las palabras. Traté de actuar como si no prestara atención, revisando el arte en sus paredes y los libros en su estantería, pero definitivamente escuchaba. —Ellen Werman y yo no seremos pareja, no importa en qué mesa la sientes. Pausa. —Porque tengo pene, y a Ellen no le importan ellos, madre. Pausa. —Bueno. Tengo que irme ahora. Alguien acaba de entrar en mi oficina. Te veré pronto. Después de colgar, Caine dejó escapar un profundo suspiro y lanzó su teléfono sobre el escritorio.

—¿Es sólo tu pene el que a Ellen no le gusta, o los penes en general? Sonrió. —Ellen ha estado fuera desde octavo grado. Mi madre es la única persona en el planeta que aún no lo entiende. Es hija del socio de negocios de mi padre. Somos buenos amigos, pero mi madre tenía el corazón puesto en que nosotros nos casaríamos los últimos treinta y tres años. Me llamó cuatro veces para hablar sobre la repartición de asientos de algún evento de caridad que mis padres organizan cada año, y que no es hasta dentro de dos meses. Debí decirle que no podía esperar a sentarme junto a Ellen y dejarlo así. —Su teléfono empezó a zumbar de nuevo, y él deslizó el dedo en él para ignorar—. ¿Tienes una sesión de ayuda extra esta tarde? Creí que era los jueves. —Lo es. Solo quería venir y decirte que si la oferta sigue en pie, realmente apreciaría si asumieras el control como mi tutor de tesis. Caine se recostó en su silla. —Ya era hora. Empezaba a pensar que me rechazarías. Más como que no quería parecer desesperada. —Bueno —bromeé—. Tenía que considerar mis otras ofertas. —¿Es así? Supongo que debería considerarme afortunado entonces. Sonreí. —Supongo que sí. —¿Por qué no me envías por correo electrónico lo que has hecho hasta ahora. Le echaré un vistazo, y podemos sentarnos y repasarlo un día de la próxima semana. —Está bien. —Saqué mi iPhone de mi bolso—. ¿Cuál es tu correo electrónico? Desliza hacia mí su teléfono sobre el escritorio. —Ingresa tu número. Te enviaré mi información de contacto para que la guardes. Después de que intercambiamos información, miré la hora en mi teléfono. —Será mejor que corra. Caine me miró con sospecha. —¿Cita? —No. Tendrán una reunión de asistentes esta noche, y le dije a Ava que iría con ella. Asintió. —Que te diviertas. Cuídate.

A la mañana siguiente, acababa de salir de la ducha cuando mi teléfono zumbó, indicando que llegó un nuevo mensaje de texto. Terminé de secarme el cabello con las toallas y agarré las gafas. Me sorprendió descubrir que era de Caine. Era el primer texto que intercambiábamos, y mi cuerpo se agitó al leerlo. Caine: ¿Sigues visitando a Umberto los domingos? A pesar de que le envié mi tesis en progreso anoche antes de salir, no esperaba que lo leyera tan pronto. Me emocionó y me puso nerviosa al mismo tiempo. Me enorgullecía de mi trabajo con Umberto, pero mi borrador contenía muchos pensamientos y notas personales. Tener a Caine leyéndolos me hacía sentir vulnerable. Rachel: Sí, todos los domingos. Caine: Me gustaría unirme a ti, ver el estudio en el que has trabajado de primera mano. Mi pulso se aceleró. Contrólate, Rachel. Es el profesor West trabajando en una tesis con un estudiante graduado, no un hombre sexy que te pide una cita. Ni siquiera le pareció apropiado que yo fraternizara con estudiantes de pregrado. Sin embargo, cualquier contacto con él me hacía sentir como adolescente emocionada cuyo teléfono finalmente sonó después de horas de espera para que el chico lindo llamara. Dios, soy patética. Rachel: Eso sería genial. Eres bienvenido en cualquier momento. Los puntos saltaron mientras esperaba su respuesta. Caine: ¿Qué tal mañana? Rachel: Claro. Normalmente trato de llegar a las diez, así no interrumpo sus actividades diarias. Caine: Tratas de llegar a diez... ¿ese es el código para algo entre las diez y el mediodía? Tal vez. Sonreí hacia mi teléfono. Rachel: Por suerte para mí, Umberto no es muy apegado a la puntualidad. Caine: Te recogeré a las nueve y media. Rachel: ¿En mi apartamento? Caine: A menos que sea un problema. Si prefieres llevar dos autos, puedo encontrarte ahí. Rachel: No. Un auto está genial. Me gustaría eso.

Le di mi dirección a Caine, luego me vestí y preparé para trabajar. Aunque el día parecía durar por siempre, la sonrisa que llevaba no dejó mi rostro.

No estaba segura del protocolo apropiado para cuando tu jefe te recogía en casa. ¿Salir a las nueve y media o esperar a que toque el timbre e invitarlo a pasar? La respuesta se decidió por mí a las nueve veinte cuando mi timbre sonó, y yo no me encontraba lista aún. Apreté el intercomunicador. —¿Caine? —Sí. —Tercer piso. Te dejaré entrar. Presioné el botón para abrir la puerta principal de mi edificio y abrí la puerta de mi apartamento. Cuando Caine salió del ascensor, respiré hondo para ocultar mi reacción ante su apariencia. Vestía más casualmente de lo que lo había visto, pero incluso con un sencillo y ajustado polo azul marino y pantalones, aun se las arreglaba para lucir realmente sexy. Comprendí que no era la ropa que llevaba, sino la forma en que las llevaba, lo que parecía funcionar para mí. Tenía una confianza tranquila y una elegancia casual que me parecía sumamente atractiva. El rastrojo que tendía a llevar a media tarde se hallaba bien afeitado, y aunque me gustaba mucho el rastrojo, su piel bronceada y las fuertes líneas de su mandíbula eran igual de ardientes. Miró mi cabello mojado. —Puedo ver que estás lista a tiempo, como de costumbre. —Llegas temprano. Comprobando su reloj, arqueó una ceja. —Son las nueve veinticuatro. ¿Estarás lista en seis minutos? Abrí la puerta y me aparté, rodando los ojos. —Solo entra. Caine sonrió y entró. Por supuesto, el hombre siempre olía increíble, también. No sabía con certeza si era loción para después de afeitarse o colonia, pero tenía un olor masculino que era distinto y amaderado. Esto despertó un deseo que no sentía en mucho tiempo, y por un segundo, consideré meter mi nariz en una lata de granos de café para detener el asalto a mi cuerpo. Eso habría sido interesante de explicar.

Mi apartamento no era muy grande, pero se hallaba limpio y decorado de manera shabby chic que me encantaba. Caine miró a su alrededor, asimilando los locos patrones de todo el lugar. Cada silla en mi pequeña mesa de la cocina era diferente. Dos de las paredes del salón se encontraban pintadas de rojo oscuro y forradas de arte o fotos enmarcadas en negro mate, mientras que las otras paredes permanecían desnudas y escuetas. Después de un minuto, asintió. —¿Qué? —Esto te va. —Su tono no indicaba si eso era bueno o malo. —¿Qué significa eso? —No lo sé. Se siente que deberías vivir aquí. —¿Porque es un poco loco? Sus labios se crisparon. —Tal vez. Mis manos fueron a mis caderas. —¿Cómo exactamente luce tu apartamento? Aún examinando todo lo que lo rodeaba, pareció pensar en mi pregunta. —Luce como que cualquiera podría vivir en el lugar. Mucho blanco, negro y acero inoxidable. He vivido en mi casa durante cinco años y nunca comprendí que no dice nada sobre mí hasta que entré aquí. Hmm. No tengo idea de qué hacer con eso. —Voy a tomarlo como un cumplido. Caine sonrió. —Debieras. Quise decirlo de esa manera. Estaba a punto de vestirme cuando sonó el timbre, y olvidé completamente lo que llevaba puesto hasta que la mirada de Caine me lo recordó. No me miraba lascivamente ni nada, pero observé cómo su mirada recorría mi cuerpo y sentía exactamente dónde se quedaba. La delgada camiseta que llevaba dejaba poco a la imaginación, y mis pezones se endurecieron cuando él salió del ascensor. Al observarlo comprobándome, pude sentirlos saludando a través de la tela. —Muy bien... iré a... uh... terminar de alistarme. Hay café preparado en la cocina, si quieres. Desaparecí en mi habitación. El conjunto que planeaba usar parecía que repentinamente no era lo suficientemente bueno para que Caine West pudiera apreciarlo, y terminé cambiándolo tres veces antes de empezar a secarme el cabello y a maquillarme. Cuando finalmente estuve lista, eran cerca de las diez.

Pensé que encontraría a Caine golpeando su pie, pero en cambio todavía se hallaba intrigado por mi apartamento. Lo encontré estudiando los cuadros enmarcados en la pared. —Lo siento mucho. Perdí la noción del tiempo. —Está bien. Me serví dos tazas de café. —Oh, bien. Mientras metía mis archivos de tesis y notas en un viejo bolso de cuero, noté que Caine se detuvo frente a una foto en blanco y negro enmarcada. —¿Ella es tu madre? La miraba tan a menudo que conocía todos los matices de la foto, incluso sin mirar. Se encontraba sentada en un columpio en el patio de la casa en la que crecí, una margarita blanca colocada detrás de su oreja. Mostraba una sonrisa tan amplia, a veces la usaba para alegrar mi día. —Sí. —Es hermosa. —Gracias. Lo era. Se volvió hacia mí y estudió mi rostro. —Luces igual que ella. —Cáncer —exclamé. No tenía idea de lo que me poseyó para decirlo. Hasta el día de hoy, no creo haber hablado de ella con nadie más que con mi hermana. He sido amiga de Ava desde que empezamos la escuela de pregrado hace cinco años, fue mi compañera de cuarto por años, y no tiene idea de qué murió mi madre. No era un secreto; me limité a mantener un montón de cosas embotelladas. Miré la foto. —Ovárico Caine puso su mano en mi espalda y la frotó suavemente. —Lo siento. —Gracias. —Me aclaré la garganta y señalé una imagen diferente—. Ellos son mi tía Rose y el tío Nate, la hermana de mi madre y su esposo. Nos criaron a mi hermana y a mí después... bueno, nos criaron como suyos después de que mamá murió. Mi padre no estuvo presente desde que era niña. —A pesar de que abrí la botella voluntariamente, quería volver a cerrarla—. ¿Estás listo? Sirven el almuerzo a las doce y media, y no me gusta interrumpir la rutina de Umberto. —Solo estoy esperándote. Como siempre. —¿Necesitas estar de vuelta a alguna hora en específico? A veces tomo un descanso y escribo mis notas mientras almuerza y hace una actividad o dos. Luego vuelvo y termino.

—No. Soy tuyo durante todo el día. Me gustó el sonido de eso.

Traducido por AnnyR’ Corregido por Beatrix

Caine conduce un auto mecánico, un pequeño Porsche viejo que fue meticulosamente mantenido. No sé nada de autos, pero sospechaba que era un clásico y tenía más valor que uno nuevo. Parecía ir con él, costoso pero sexy y subestimado. Nunca estuve tan feliz de estar atascada en el tráfico. Caine tenía que cambiar constantemente de velocidades, y algo sobre la forma en que su larga mano tomaba la palanca funcionaba para mí. Sin mencionar su antebrazo… y esa maldita vena. Que Dios me ayude. Seguía encontrando atractiva una vena. Caine se dio cuenta que lo miraba. —¿Sabes cómo manejar un auto mecánico? —No. Lo intenté una vez y me lastimé la nariz. Frunció el ceño. —¿Lastimaste tu nariz? —Seguía calándose, y el auto se sacudió. En la quinta o sexta vez, solté el embrague y empecé a moverme, y luego los malditos neumáticos chirriaron bruscamente, y me lancé hacia delante y choqué contra el volante. Pensé que me había roto la nariz. Caine rió entre dientes. —Pienso que podrías estar un poco demasiado tensa para manejar una palanca de cambios. —¿Yo? Estás más tenso que yo. Me miró de reojo. —¿Has olvidado cómo nos conocimos? —Eso fue diferente. Pensé que lastimaste a mi amiga. —Entonces, en lugar de determinar si era la persona que pensabas que era, saltaste a mi garganta. Tú estás tensa.

Mi primera reacción fue discutir el punto con él, lo cual me di cuenta que solo probaría su conclusión mucho más. —Quizá tengas un poco de razón. —Solo un poco. —Sabes, así es como me interesé en la terapia musical. Creciendo aprendí a usar la música para relajarme. —¿Tenias música cuando intentaste manejar la palanca de cambios? Pensé en ello. —¿Sabes qué? No lo tenía. Me sentía nerviosa y no quería distraerme, así que apagué la radio. —Quizá debiste haberla dejado encendida. —Hmmm… nunca pensé en eso. Tal vez deberías dejarme conducir el tuyo y ver si funciona. Caine rió. —Me gusta mucho mi embrague. El viaje a lo de Umberto en Nueva Jersey era normalmente de unos cuarenta y cinco minutos los domingos por la mañana, pero hoy tardamos más, como una hora y media. El puente GW estaba cerrado, excepto por un carril, y nos arrastrábamos para cruzar. Una vez que el tráfico se abrió en el otro lado, empezamos a hablar de mi investigación. —Háblame de Umberto. —Bien, has leído lo básico en mi resumen, estoy segura. Tiene setenta y tres años, en la última etapa o la etapa seis de la enfermedad de Alzheimer, ha pasado toda su vida viviendo en la casa en la que creció, incluso tenía su práctica médica en casa. Era un médico general que todavía atendía a domicilio hasta hace diez años. Ha estado casado con Lydia durante cincuenta y un años, y ella lo visita todos los días. Tienen un hijo que vive en la costa oeste y viene a verlos unas pocas veces al año. La mayoría de los días Umberto ya no recuerda a Lydia. Pasó por un período de dos años de depresión y encontró algo de felicidad con una paciente, Carol. A veces Umberto y Carol se sientan y se toman de las manos mientras Lydia lo visita. Nunca he visto el tipo de amor que su esposa tiene por él. El hombre con el que pasó toda su vida piensa que está enamorado de otra mujer, y está feliz por él. Es la cosa más desinteresada que he experimentado. Quiere que él sea realmente feliz, incluso si encuentra esa felicidad con alguien más. —Guau. —Sí. Es algo hermoso en una trágica enfermedad. —¿Y la música a la que está respondiendo, es en italiano? —Sí. Cuando empecé a visitar el centro, trabajé con un grupo más grande, tratando de encontrar algunos candidatos para estudiarlos individualmente. Umberto no tenía mucho interés, a pesar de que su esposa

tenía el control de sus decisiones médicas y había firmado consintiendo que participara en el estudio. Entrevisté a las familias para aprender algo de música de las historias de los pacientes individuales, y cada semana tocábamos música y hacíamos ejercicios para ver si podía obtener una respuesta. Umberto nunca reaccionó a nada de una manera u otra. Parecía disfrutar de la música, pero ni su canción de boda ni nada de otros momentos memorables de su vida despertaron ningún tipo de interés especial. —¿Y qué te hizo probar la música italiana? —En realidad, fue un capricho. En una ocasión, oí a Umberto responder a algo que la enfermera le pedía en italiano. Ni siquiera sabía que lo hablaba con fluidez. Al parecer, lo hablaba de vez en cuando. Así que la siguiente semana, cuando vine, pensé en intentarlo con una ópera. La gente tiende a responder a la música en un espectáculo, así que pensé, ¿por qué no poner uno? —¿Y Umberto respondió? Agarré mi pecho. —Comenzó a sollozar. Fue desgarrador. Pero fue la primera reacción que recibí de él con música, negativa o positiva. Ese día fue lo más lúcido que había estado en años. Comenzó a contar viejas historias sobre su madre que su esposa ni siquiera recordaba. No supe con certeza sí se relacionó con la ópera misma o la música trajo consigo un recuerdo. —¿Qué planeas para hoy? Alternaba semanas entre música inglesa e italiana. Esta era en realidad una semana inglesa, pero decidí cambiar las cosas un poco. Quizás una pequeña parte de mí quería mostrarse para el profesor sexy. —Le Nozze di Figaro. —Ah, Mozart. —¿Eres un fanático de la ópera? —pregunté. —Soy un aficionado a la música. No importa de qué clase. En realidad vi Boda de Figaro en la escuela de graduación, Composición Dos. La clase entera fue como parte del curso. —Nunca he estado en una ópera. —Nos acercamos al giro a Regency Village, la comunidad de vida asistida donde vivía Umberto, así que señalé hacia adelante—. La siguiente a tu izquierda. No puedes verlo hasta que casi pasas. Pasa desapercibido porque está escondido detrás de esos árboles. Después de que nos detuvimos en el estacionamiento, empecé a ponerme un poco nerviosa. Trabajé en mi tesis durante más de un año. ¿Qué pasa si Caine encontró que mi investigación fracasó o no creía que era la música la que trajo los

recuerdos de Umberto al primer plano? Mientras él siempre disfrutaba escuchando, no todas las sesiones traían la misma reacción. Caine apagó el motor y se volvió para mirarme de frente con un brazo colocado en el volante. —He leído tu investigación. Tus argumentos son fuertes. Lo vas a hacer bien. No mencionó en voz alta mis nervios. Debió haber leído la confusión en mi rostro. Sus ojos señalaron mi muñeca. —Juegas con tu reloj cuando estás nerviosa. Había estado inquieta con mi reloj. De inmediato me detuve. —¿Cuándo más jugué con mi reloj que lo notaste? —El primer día de clase después de que se desocupó y tenías que bajar las escaleras para hablar conmigo. —Nos miramos en los ojos—. Antes en tu apartamento, cuando noté que no llevabas sujetador. Avergonzada, miré alrededor para evitar su mirada. Para mi sorpresa, cuando mis ojos volvieron a los suyos, se concentró en mis labios. Lo que me hizo saltar de un hábito nervioso a otro. Me mordí el labio inferior en tanto las mariposas dormidas en mi vientre se despertaban con un aleteo. Caine se aclaró la garganta, pero su voz seguía siendo grave. —No tienes nada de qué preocuparte. Ahora vamos, estoy deseando verte patear traseros.

Umberto se hallaba con sus damas, Lydia y Carol. Sonreía y se reía mientras caminábamos hacia su mesa en el salón de visitantes. Susurré quién era quién a Caine cuando nos acercamos. —Su esposa está al otro lado y su novia está a su lado. Caine susurró—: Umberto es algo escandaloso. Le di un codazo en los abdominales para silenciarlo. —Hola, Umberto. —Hola. Cada semana era como empezar de nuevo. Una cosa que aprendí es que Umberto era bueno fingiendo que sabía quiénes eran las personas.

—¿Ha ido Max? —preguntó. —Umm. Sí. —Le susurré a Caine—: Max era su perro, un labrador negro. Por alguna razón, a menudo le pregunta a la gente si Max fue al baño. Piensa que caminábamos con él o algo así. Me volví hacia las damas. —Hola, Lydia. Hola Carol. Lydia se levantó y me besó en la mejilla. Nos convertimos en buenas amigas durante el último año. Me encontraba a punto de presentar a Caine cuando Carol se hizo cargo de ello. —¿Quién es el tipo guapo? ¿Eres un nuevo médico aquí? Me reí. —Este es Caine West, Carol. Es profesor de música en el Brooklyn College, donde soy estudiante graduada. Caine lanzó una deslumbrante sonrisa mientras extendía la mano. —Es un placer conocerte, Carol. Nos unimos a los tres mientras charlaban sobre la película que se exhibió anoche. El Alzheimer de Carol era menos avanzado que el de Umberto, por lo que tendía a recordar más. Puso su mano en el brazo de Umberto. —La caza del Octubre Rojo. ¿Recuerdas, cariño? Tenía a Sean Connery en el reparto. —Oh, sí. Sí. Sabía con certeza que Umberto no recordaba nada de la película. A lo largo de nuestra conversación, Caine se hallaba en su mayoría tranquilo, solo observando. Atrapé sus ojos moviéndose de un lado a otro entre el rostro de Lydia y donde la mano de Carol tocó a Umberto unas cuantas veces. Me acostumbré al trío inusual, pero definitivamente era algo interesante de ver la primera vez. Una mujer que no quería arrancar los ojos de otra cuando la atrapaba tocando al hombre al que amaba, uno a quien pasó cincuenta y un años siendo fiel. Caine estaba definitivamente esperando una reacción. Pero lo único que vería de Lidia era el contentamiento. Se puso de acuerdo con lo que le permitía a su marido sentir cierta felicidad. Eventualmente, la enfermera vino a recoger a Carol para una actividad. Lydia insistió en que nunca empezaríamos la terapia en tanto Carol estuviera presente. No quería que su esposo tuviera un recuerdo que le hiciera regresar al presente y molestara a Carol. Había un lugar especial en el cielo reservado para Lydia. Luego de que Umberto abrazó a Carol para despedirse, se sentó de nuevo con nosotros, pero parecía agitado.

Lydia extendió su mano a través de la mesa y cubrió la mano de su marido. —Umberto, Rachel va a ponerte algo de música. ¿Recuerdas que Rachel lo hace a veces? —Oh, sí. Sí. Esa era la manera de Umberto de decir: No tengo ni idea, pero no te estoy diciendo eso. La apretó. —Rachel te pondrá unos auriculares. ¿Está bien? —Sí. Claro. Coloqué unos auriculares inalámbricos sobre los oídos de Umberto en tanto Lydia excavaba en su bolso y sacaba una pequeña caja de auriculares que había empezado a cargar. No era necesario que ella escuchara, pero le gustaba mantenerse en sintonía con su marido. Dándose cuenta por primera vez de que no trajo un conjunto extra de auriculares inalámbricos, ofrecí compartir los míos con Caine. No era necesariamente una dificultad tener que moverme hacia arriba directamente al lado de él para que pudiéramos escuchar a través de un auricular. Comencé a reproducir la música, y Umberto inmediatamente cerró los ojos. En cuestión de segundos, la tensión grabada en su rostro pareció desaparecer. Miré a Caine, quien observaba a Umberto, y asintió y sonrió. En algún momento de la canción, Umberto extendió su mano y tomó la de su esposa. Fue un gesto tan pequeño, pero esos diminutos momentos de reconocimiento hacían un mundo de diferencia para una familia que lidiaba con el Alzheimer avanzado. Reproducimos dos canciones, y luego quité el auricular de la cabeza de Umberto. —¿Cómo te sientes hoy, Umberto? —Bien. Bien —No me hallaba segura de sí se sentía diferente de antes, pero desapareció la agitación de hace diez minutos. Lydia trató de construir sobre el efecto de la música. —¿Umberto? ¿Recuerdas cuando Francesca solía tocar esta canción? —Claro. —Asintió. Luego apretó los cinco dedos en la lengua de la abuela italiana y dijo—: Bloria parole non pascon I gatti. Lydia se echó a reír. Me miró. —Significa: Las palabras finas no alimentan a los gatos. Mi suegra, Francesca, solía decirlo todo el tiempo. Nunca comprendí lo que significaba. Nos quedamos unas horas, incluso durante el almuerzo y luego continuamos. Pero esa fue la magnitud de la breve explosión de recuerdos de Umberto ese día. Una segunda ronda de música por la tarde no trajo recuerdos

específicos, pero esperaba que la música tuviera algo que ver con las sonrisas que todos tenían. Lydia miró su reloj. —Umberto, es casi la hora de la misa. ¿Quieres que te bañen antes del servicio? —De acuerdo. Se volvió hacia Caine y a mí. —¿Les gustaría acompañarnos? A pesar de que definitivamente no era una persona de misa del domingo, me había unido a ellos en algunas ocasiones para observar las reacciones de Umberto a la música. —Creo que nos vamos a ir —le dije—. Se está haciendo tarde. Mientras decíamos adiós, Umberto miró a Caine. —¿Vas a sacar a Max ahora? Caine lo siguió. —Sí. Yo me encargaré de Max. Después de que la enfermera llevó a Umberto a su habitación para prepararse, Lydia nos acompañó hasta el vestíbulo. —De alguna manera no me ofenderé porque mi marido se haya enamorado de otra mujer y no se acuerde de mí, pero cada vez que recuerda a Max, no puedo dejar de estar insultada. — Se rió, pero parecía sólo medio bromeando—. Así que, espero que nuestra Rachel haya sacado una A hoy. La terapia musical realmente parece estar funcionando. Sonreí. —No es así. El profesor West no me da una nota. Supervisa la investigación que estoy haciendo y la redacción de mi artículo. —Oh. Está bien, Bueno, espero que te haya impresionado. Caine me miró con calor en los ojos. —Lo estoy. Mucho. Lydia me dio un abrazo. —¿Nos vemos la próxima semana? —Estaré aquí. —¿Te veré de nuevo, profesor? —Si Rachel me quiere. Umm. ¿Estamos hablando literal o figurativamente aquí? De vuelta en el auto en el camino a casa, pude decir que algo estaba en la mente de Caine. Estaba más tranquilo que de costumbre. —¿Querías ir a la misa? Ni siquiera pensé en preguntarte antes de rechazarlo, y he monopolizado todo tu domingo. Caine me miró y volvió al camino. —No he ido a la iglesia en quince años. No volvería a entrar si me pagaras.

Hace quince años Traducido por Ma.Sol Corregido por Laurita PI

¿Qué diablos está haciendo? Me escondí detrás de una amplia columna de mármol para ver. Llegaba más tarde que de costumbre porque Liam nos martirizó en la práctica de la banda, y todos perdimos la noción del tiempo tratando de aprender una nueva canción que escribió la noche anterior mientras se embriagaba. La mitad de lo que rayó en una bolsa de papel marrón se encontraba manchado e ilegible. Pero la otra mitad era jodidamente buena. Así que ejecutamos y repetimos un riff, tratando de conseguir que el imbécil recordara las palabras que escribió. Generalmente, me presentaba a las doce y media y me instalaba en el confesionario a esperar. Mi pequeña amiga, usualmente, deambulaba en algún momento antes de la una. Pero hoy llegué tarde y ella temprano. Al menos pensé que llegó temprano. Nunca la vi con la suficiente claridad para tener la certeza de que era ella. Por lo que sabía, podría pasar por cualquier otra niña que había entrado a la iglesia un sábado por la tarde. Para comenzar, el viejo confesionario de madera era oscuro, y la rejilla que nos separaba dificultaba aún más el distinguir cualquier otro detalle que no fuera su cola de caballo. Sabía que tenía el cabello oscuro y era pequeña; justo como la niña que en este momento fisgoneaba dentro del lado del sacerdote en el confesionario. Observé con curiosidad desde la distancia en tanto miraba a su alrededor y luego abría la puerta. Entró por medio segundo y luego volvió al lado parroquiano; el lado del pecador.

Pasaron cinco minutos y ella no había abierto la puerta, así que cuanto la costa se encontró despejada, recorrí el trayecto y me dejé caer en mi labor de sacerdote. La cabina se veía como normalmente lo hacía, excepto por dos monedas en el suelo. Imaginé que tal vez trataba de echar un vistazo al sacerdote. —Bendíceme, Padre, porque he pecado. Para este momento, tenían que haber sido al menos seis semanas que habíamos estado haciendo esto, pero cada vez que decía esas palabras, sentía un dolor en mi pecho. Llevaba demasiado equipaje para ser una niña. Últimamente, ni siquiera hablábamos de los pecados que pensaba que cometía. Solo aparecía y sacábamos la mierda durante media hora o algo así. Tenía la sensación de que era el único adulto en quien confiaba. Lo cual era bastante jodido e irónico teniendo en cuenta que ni siquiera era en verdad un adulto todavía, y yo le había estado mintiendo desde el primer minuto en que entró a la cabina. —¿Cómo estuvo tu semana? —Me metí en problemas en la escuela. Sonríe discretamente. —¿Oh sí? ¿Qué hiciste? —También fue un pecado. —Cuéntame sobre eso. —Bueno, ¿recuerda al chico del que le hablé que se sienta a mi lado? ¿Tommy? —¿El que siempre tiene las manos en sus pantalones? —Él. Me hizo decir una mala palabra y me castigaron. Ambos hemos sido castigados. —¿Cómo te hizo decir una mala palabra? —Revisábamos unas formas en clase para una prueba de condición. La maestra dibujó un diamante en la pizarra y preguntó qué forma tenía. Aprendimos rombos unos años antes, pero cuando ella me llamó para responder, se me olvidó la palabra. La maestra me dio una pista para intentar y ayudarme. Dijo que empezaba con R. Me emocioné porque creí que la recordaba, y grité la palabra R incorrecta. —¿Qué gritaste? —Grité recto. Tuve que sofocar mi risa. —¿Sabes qué significa? —Ahora lo sé. Tommy me lo explicó gritando que yo era un A-no. — Hizo una pausa—. Él dijo la palabra entera, también.

Intenté proporcionar alguna orientación sacerdotal. —Tu error fue honesto. Suena más como que Tommy es el que pecó usando la mala palabra intencionalmente. No tú. —Bueno… también la usé. —¿Oh? —En el recreo, algunos niños todavía se burlaban de mí, llamándome amante del ano. De manera que le dije a los niños que aprendí la palabra recto de Tommy… porque cuando él tiene las manos en los pantalones a veces se pega el pulgar en su recto durante la clase. Solo que no usé la palabra recto cuando lo dije. Lo que quería decir era: Así se hace chica, pero en lugar de eso me aferré a mi modo sacerdotal. —Dirás tres Ave María por usar la mala palabra. Pero, entre nosotros, suena como que Tommy es un idiota y se lo merecía. Mi pequeño cordero rio. —¿Algo más? La semana pasada no había mencionado cómo iban las cosas en casa, y me sentía ansioso por saber cómo iban las cosas. Lo único que había podido sacarle, a parte de su propia admisión de que tenía malos pensamientos sobre su padrastro, era que él bebía demasiado y gritaba. —¿Cómo están las cosas en casa? —pregunté—. ¿Ha ocurrido algo que te haga tener malos pensamientos? —Usé los auriculares que me dio. —Dos semanas atrás, me dijo que se asustó cuando su padrastro gritó por la noche. A veces ella tenía problemas para dormir. Le sugerí que se pusiera los auriculares y escuchara su canción favorita para ahogar el sonido. Pero no tenía auriculares. De manera que la semana pasada puse mi conjunto extra en la cabina antes que llegara y le dije que se los llevara a casa. Le expliqué cómo cerrar los ojos y que cantar en voz baja junto con la música le ayudaría a dormir. —¿Ayudó? —Sí. Me quedé dormida luego de la cuarta vez. Probablemente deliraba, pero sentí como si estuviera ayudando a esta niña en una manera jodida. —Eso es bueno. —Le dije a mi hermana que lo intentara, pero me dijo que no podía. —¿No tiene auriculares? No respondió durante unos minutos. Comencé a aprender que su silencio a menudo expresaba más que su voz.

—Tiene auriculares. Se los regalaron en Navidad, un año antes de que nuestra madre muriera. Estaban en su calcetín. Ese sentimiento de pavor me golpeó en el estómago. —Entonces, ¿por qué tu hermana piensa que no puede usarlos? ¿No le gusta la música? —Ella tiene que escuchar a Benny. —¿Qué significa eso? —A veces, cuando está bebido y enojado, entra en su habitación por la noche.

Traducido por Lvic15 Corregido por Mawii

—¿Tienes hambre? Discutí la pregunta en mi mente durante los últimos cinco minutos. A pesar de que pasé todo el día con Caine, no me sentía lista para que terminase. Pero quería que mi sugerencia para ir a cenar pareciese informal. Él me había pedido que tomara algo antes, pero por alguna razón, cuando era yo quien preguntaba, sentía como si le estuviera pidiendo una cita. Caine me miró y luego miro de vuelta a la carretera. Se hallaba en silencio, y me dio la sensación de que debatía la conveniencia de nuestra situación antes de contestar. Me sorprendió cuando dijo—: Me muero de hambre. ¿Qué tenías en mente? —Soy fácil. Hay un restaurante griego a pocas manzanas de mi casa que está bueno. O está la comida china de la calle Grand. O podríamos ir a O'Leary y entonces pagaría yo esta vez. —Sonreí en la última parte. —¿Qué hay de griego y pago yo esta vez? —Suena bien. Gira a la izquierda en la calle Elwyn. Está arriba a la derecha si podemos encontrar aparcamiento, Greek Delight. Dentro del restaurante, la camarera nos sentó en una cabina tranquila en la parte de atrás y nos trajo humus y patatas de pita para picar en tanto mirábamos el menú. Sabía lo que quería, pero Caine sacó sus gafas del bolsillo para leer el menú. Esas realmente le quedaban bien, aunque no podía evitarlo. —¿Qué edad tienes que necesitas gafas para leer? Levantó la mirada por encima del borde de sus estudiosas gafas de Burberry. —Tú llevas gafas. ¿Por qué mi necesidad de gafas significa que soy viejo?

—Tengo astigmatismo. Las he necesitado para leer desde que comencé a utilizar un sujetador de deporte. Los ojos de Caine bajaron a mi escote antes de volver al menú. Refunfuñó algo que no entendí. Cuando le seguí mirando, se quitó las gafas y me miró. — ¿Qué? —No has respondido a mi pregunta. ¿Cuántos años tienes? —Lo suficientemente viejo como para ser tu profesor. Metí un pedazo de pita en el humus y me lo metí en la boca. —¿Y qué? ¿Unos sesenta entonces? —Tengo treinta y dos, listilla. ¿Contenta? Sonreí. —Sí, en realidad. Caine se volvió a poner sus gafas y volvió al menú. Me incliné. —No pareces tener más de treinta y uno. Negó y siguió leyendo, pero vi la comisura de sus labios contraerse. ¿Por qué me encantaban esos labios contrayéndose? Se sentía como una pequeña recompensa de algún tipo. En serio necesitaba que examinasen mi cabeza cuando se trataba de este hombre. Después de que parecía haberse decidido, se recostó en la cabina. —Estás haciendo un gran trabajo con tu investigación. —Gracias. —Es una maldita e interesante dinámica la que sucede allí. Recordé lo incómoda que me sentí estando sentada con el trío por primera vez. —Lo sé. Fue extraño al principio, pero me he acostumbrado a ello ahora. Lydia es una persona bastante sorprendente, ¿verdad? —Lo es. No estoy seguro de que pudiera hacer lo que hace ella. —¿Qué quieres decir? —Ver a mi esposa sentada allí con otro hombre y sonreír. —El verdadero amor es desinteresado. Quiere lo mejor para él, aunque eso ya no la incluya a ella. La camarera nos trajo las bebidas y nos tomó el pedido. Caine pidió una cerveza griega; y yo, mi habitual refresco dietético. Tuve que mirar hacia otro lado cuando sus labios se envolvieron alrededor de la botella. Me sentía muy atraída por él como para ocultarlo bien. —Suenas como una experta en la materia. ¿Supongo que has estado enamorada de esa manera? —preguntó.

—No de un hombre. Las cejas de Caine se elevaron, y me di cuenta de cómo sonó, lo que él debió pensar. —Quiero decir... me sentí de esa manera sobre mi madre. No es que sea lesbiana ni nada. Me gustan los hombres. No es que tenga nada en contra de las lesbianas. Prefiero... ya sabes... a los hombres cuando se trata de sexo. No es que tenga mucha vida sexual en este momento. —Definitivamente me encontraba balbuceando. Caine se rio entre dientes. —Eres jodidamente adorable cuando te avergüenzas. Bebí mi bebida fría para ocupar mi boca y esperando evitar que mi piel se tornara notablemente rosa. —De todos modos, cuando mi madre se encontraba muy enferma, quería que se muriese para que no siguiera sufriendo. Me quedaría sin madre, pero no me importaba. Solo quería que estuviera en paz. Eso es lo que Lydia y Umberto me recuerdan. —Puse mi vaso sobre la mesa—. ¿Qué hay de ti? ¿Has estado alguna vez enamorado de esa manera? Caine negó. —No estoy seguro de que ser capaz de ser desinteresado. He pasado la mayor parte de mi vida más bien siendo egoísta que desinteresado. —¿Ninguna novia? —Muchas. Ninguna con la que no fuera un bastardo egoísta. Lo miré fijamente. —Eso cambiará cuando encuentres a la mujer adecuada. Llevó la botella de cerveza a sus labios. —Tal vez. O quizás simplemente mi destino es una vida follando egoístamente. Podría pensar en cosas peores. No podía ver a Caine como egoísta, cambió mi neumático después de que le dije que se fuera e interrumpí su clase. Y no podía imaginar que no fuese atento en la cama. Era tan observador que a menudo era molesto, sin mencionar lo intenso que podía ser. Luego eso de ser músico... las manos expertas y el buen ritmo. No. No había manera de que Caine West fuera egoísta en la cama. De eso me hallaba segura. Entrecerró sus ojos. —¿Qué está pasando en esa cabeza tuya? —¿A qué te refieres? —Te quedaste callada después de que dije que había cosas peores en la vida que follar egoístamente. Y allí estaba la cosa observadora de nuevo. Prestaba atención a las mujeres. Los hombres que prestaban atención eran buenos en la cama. —Pensaba en lo que dijiste. No me pareces egoísta.

—No estamos en ese tipo de relación. —Tal vez. —Me encogí de hombros—. Pero pareces demasiado atento como para ser egoísta de esa manera. Una mirada de entendimiento cruzó el hermoso rostro de Caine, como si acabara de darse cuenta de lo que pensé. Se inclinó con una sonrisa maliciosa que hizo que mi corazón palpitara. —No quise decir que soy egoísta en la cama. —Sus ojos se posaron en mi cuello y lentamente se elevaron hasta centrarse en mi boca, que se separó ante su mirada—. Las necesidades de una mujer siempre vienen antes de las mías. Y disfruto cada minuto de cuidar de esas necesidades. —Sus ojos volvieron a los míos, y se inclinó aún más cerca—. Ella se viene antes que yo... varias veces. Tragué. Todo mi cuerpo reaccionó, y Caine lo sabía. Se echó hacia atrás con una sonrisa arrogante y un brillo en sus ojos. Cuando finalmente traté de hablar, mi voz ronca salió rara. —Entonces, ¿sobre qué eres egoísta? —Las cosas que vienen después de que salimos de la cama. La parte de relación. —Oh. —No todo el mundo tiene la capacidad de ser Lydia. —No estoy segura de estar de acuerdo. Creo que todos tenemos la capacidad de ser Lydia. Es una opción el no encontrar a tu Umberto. Y por lo general hay una razón para esa elección. El músculo en la mandíbula de Caine se marcó, pero se quedó en silencio. Afortunadamente, nuestra comida llegó poco después de eso. Caine pidió un falafel, y yo pedí un gyro. Hundimos los cubiertos y dimos toda nuestra atención a comer, por el momento. En muy poco tiempo, mi comida se convirtió en un gran lío. La pita se rompió, y la mitad de mi gyro se caía. No me di cuenta, pero la salsa tzatziki blanca goteaba por el dorso de mi mano. —Tienes un poco de salsa... —Señaló Caine. Todavía con el gyro, giré mi muñeca para mirar. La salsa se derramó por mi mano, más allá de mi muñeca, y caía continuamente por mi brazo, a punto de caer sobre mi camiseta. Si bajaba el gyro así de desastroso como estaba, no había manera de que fuera capaz de levantarlo de nuevo sin que se rompiera. Así que, lamí una línea por mi brazo sobre mi muñeca hasta a mi dedo, limpiando el lío de una larga lamida. No muy de chica, pero era mejor que dejar que cayera sobre mi bonita blusa.

Al levantar la miraba, Caine me fulminaba con la mirada. —Cristo. ¿Estás tratando de hacer que me despidan? —¿Qué? Sus ojos se movieron hacia atrás y adelante entre los míos. —Realmente no tienes ni una maldita idea, ¿verdad? —No entiendo. Caine miró hacia su comida, negando. —Solo termina de comer. Debemos irnos. El viaje de regreso a mi apartamento fue incómodo. Ninguno de los dos dijo una palabra. Honestamente, no tenía ni idea de qué decir. Me di cuenta de que los comentarios de Caine tenían que significar que se excitó por mi inadvertido espectáculo de lamida, pero también era un recordatorio de que tenía que dejar de fantasear sobre algo que nunca iba a suceder. Cuando llegamos a mi edificio de apartamentos, Caine aparcó en doble fila y apagó el motor. —Te acompaño arriba. —No tienes que hacer eso. Estoy bien. —No te voy a dejar en la acera. —Abrió la puerta, acabando efectivamente con la discusión. —Entonces, está bien —murmuré para mí misma. La incomodidad continuó en tanto subimos en el ascensor hasta mi apartamento. Busqué las llaves delante de mi puerta. —Gracias de nuevo por llevarme y acompañarme. —Por supuesto. Lo haría por cualquier estudiante. Otro recordatorio. Uno que duele. Giré la perilla de la puerta y la abrí. —¿Te gustaría entrar? ¿Podría hacer un poco de café o algo? —Realmente no estaba proponiéndole que entrase para proverbial último trago de la noche. Me pareció que era lo más educado que decir. Caine guardó silencio durante un momento muy largo. —Creo que es mejor que no volvamos a pasar tiempo juntos fuera de clase. Tu investigación es sólida, y creo que planificamos bien el horario del semestre. Si necesitas hablar de tu tesis, la secretaria del departamento tiene acceso a mi calendario y puede establecer una cita. Tal vez nos comportamos demasiado amigablemente, pero... —¿He hecho algo que te haya molestado? —No. —Hizo un gesto hacia el interior de mi apartamento con su barbilla—. Cierra detrás de ti.

Me di una ducha rápida, me puse una vieja camiseta de un concierto para dormir, y me metí en la cama sintiéndome confundida y triste. Mis sentimientos por Caine se intensificaron a pesar de que sabía que era estúpido enamorarse de un hombre que no tenía ningún interés en una relación, incluso si no hubiera sido mi profesor. Traté de conciliar el sueño, pero no sirvió de nada. Sacando mi teléfono del cargador, pensé que podría escribir mis notas sobre hoy en un correo electrónico para agregar a mi investigación posterior. Pero cuando encendí mi móvil, se abrió el último mensaje de Davis. Me olvidé por completo de responder a su comentario de que no le envié un mensaje diciéndole que también lo extrañaba. A pesar de que el tiempo acabó para nosotros, Davis nunca me dio señales mixtas. No jugó a caliente y frío. Estaba a la altura de sus sentimientos y era honesto conmigo. Suspiré y le envíe un mensaje de vuelta. Rachel: Yo también te extraño.

Traducido por Jadasa Corregido por Vane Black

Caine me evitó exitosamente durante cuatro días. Hasta hoy. No habría manera de que evitara verme a menos que faltará a la reunión de cierre de la facultad que se realizaba una vez por semestre y cuya asistencia era obligatoria, así como para los profesores. Me encontraba sentada, sola, en la parte trasera de la gran sala de conferencias con un asiento desocupado junto a mí, no es que estuviera guardándolo para nadie en particular. Caine aún no había aparecido. Cada vez que alguien entraba, mis ojos se dirigían hacia la puerta. El jefe del departamento de música ocupó su lugar en la parte delantera de la sala, preparándose para comenzar, cuando Caine finalmente apareció. Deteniéndose en la puerta, sus ojos revisaron la habitación, posándose sobre mí antes de mirar rápidamente a cualquier otro lugar. No podría haberse sentado más lejos de mí. Me sorprendió que su cabello no se incendiara durante la reunión de cuarenta y cinco minutos por la manera en que mi mirada quemaba su nuca. Después de que terminó, me quedé en mi asiento para ver si se iba sin una sola palabra. Caine se levantó y me miró de reojo, pero rápidamente se unió a una mujer quien se acercó para saludarlo con una gran sonrisa. Llevaba un traje rosa brillante que gritaba por atención, pero aparte de eso, en realidad era bastante bonita, aunque odiaba admitirlo. La vi por los pasillos y sabía que era una profesora adjunta, aunque desconocía su nombre. La profesora rosado también era opuesta a mí: tenía un cabello anormalmente rubio, tipo Marilyn Monroe, solo unos pocos centímetros más baja que Caine, y su traje, incluso de un color de mal gusto, era definitivamente

de diseñador. Era muy cariñosa con el profesor West, y había una familiaridad evidente en la manera en que apoyaba sus manos sobre sus brazos mientras hablaban. Tras la segunda o tercera vez, lanzó su cabello hacia atrás y se rio, terminé de mirar. Me puse de pie, dirigiéndome a la puerta, pero me quedé atrapada detrás de dos profesores que hablaban a medida que caminaban y lo hacían tan lentamente como la mierda. Caine y la profesora rosado se hallaban a unas pocas personas delante de mí en fila para salir de la sala, y se esforzó en no mirar en mi dirección. Cuando su mano fue a la parte baja de su espalda para guiarla por la puerta, me di cuenta de que era un completo idiota. Obviamente, el poderoso profesor no tenía un problema con la fraternización, a menos que fuera conmigo. Qué se joda. No podía creer lo mentiroso de mierda que era. Tan pronto como salí de la sala de conferencias, escapé por el pasillo. Mis piernas no podían sacarme del campus lo suficientemente rápido. Me molestó pensar que era posible que Caine estuviera interesado en mí, pero se contenía porque era su asistente. Incluso más, me molestó que fingiera que ese era el caso. No imaginé las señales que dio la otra noche en la cena. Casi salí del edificio cuando me detuve abruptamente, haciendo que un estudiante chocara contra mí. —¿Qué demonios? —dijo bruscamente. —Lo siento. Comencé a caminar de nuevo. Debería salir de este edificio, pero me conocía... ciertas cosas me carcomían. Si no me quitaba esto del pecho, iba a sentirme miserable todo el día. Necesitaba darle a Caine un pedazo de mi mente. A la mierda. Dándome la vuelta, choqué contra el mismo estudiante otra vez. —¿Es en serio? —dijo. —Por Dios. Sobrevivirás. ¡No camines tan cerca de la gente! Me dirigí a la oficina de Caine. Podría perder mi trabajo por decírselo, pero al menos sería capaz de dormir esta noche. Entonces, ¿y si demostraba su punto de que me encontraba herida? La puerta de la oficina de Caine se hallaba abierta. Hice una pausa para calmar mi mente por un momento, luego alcancé el picaporte. A la mierda el tocar. Pero me impidió entrar la voz de una mujer. Su risa golpeó mi piel, provocando un fuego que ardió hasta mis mejillas. No escuché antes la voz de la profesora rosado, pero de alguna manera sabía con certeza que era ella. —¿Recuerdas ese pequeño lugar italiano? —dijo la mujer—. ¿El que tiene la chimenea en la parte trasera?

—Giordano. —Sí, ese es el único. Deberíamos ir allí de nuevo algún día. La carta de postres se veía sensacional. —Hizo una pausa—. Aunque no pedimos postre esa noche, ¿verdad? Ya oí suficiente. No me quedé para escuchar la respuesta de Caine. No pude. Tan enojada como me sentía cuando fui hasta su oficina, oírlo con otra mujer convirtió eso en dolor y vergüenza, algo que prefería no permitir que alguien más vea. Entonces, me prescribí mi propia terapia y en lugar de irrumpir en su oficina, me puse los auriculares y me dirigí a casa.

No tenía ningún deseo de ir a la cena mensual de esta noche con mis amigos. Prefería quedarme en casa y revolcarme en autocompasión. Pero cuando intenté cancelar, Ava me hizo sentir culpable. De manera que me obligué a mí misma a prepararme. Mierda. Si no me sentía bien, también podía verme bien. Además, secar mi cabello era extrañamente terapéutico para mí. Me parecía que el cepillado constante y repetitivo era muy calmante. Sobra decir, mi cabello espeso y naturalmente rizado era totalmente liso para el momento en que terminé, necesité calmarme mucho. Dado que me tomé el tiempo para hacer que mis bucles se vean bien, me esmeré en maquillarme e incluso ponerme un traje lindo y sandalias de tacón alto. Cuando llegué a O'Leary la expresión de Davis me dijo que, al menos, apreciaba el esfuerzo extra. Esta noche éramos solo Ava, él y yo; ya que nuestra otra compañera de habitación se hallaba con su nuevo novio en un crucero. Una vez que nos sentamos los tres, me alegré de ir. Realmente disfruté de mi tiempo con estos chicos. Nos reímos cuando llegamos, sobre todo con las historias locas que Ava contó. Pero luego de media hora de llegar, Sal, el nuevo camarero, se acercó y dijo que se sentía enfermo y que necesitaba irse. Preguntó si uno de nosotros podría llamar a Charlie para que viniera y se hiciera cargo de su turno. Como solo quedaban unas pocas horas hasta que la cocina se cerrara, de todos modos, con Ava nos ofrecimos voluntariamente para reemplazarlo. Además, su cutis era un poco verdoso, y me encontraba bastante segura de que no aguantaría hasta que Charlie viniera desde Queens. —Te ves muy linda para trabajar esta noche —dijo Ava, señalando mis pies—. Y no son zapatos de camarera. Tengo esto. No quedan muchas mesas, de manera que ambos conversen, y me uniré a ustedes entre tanto atiendo.

Aunque con Davis terminamos las cosas de una buena manera, realmente no habíamos estado solos desde lo que sea que terminamos y se mudó. Dado que me vestí elegantemente y que la incomodidad se insertó tan pronto como Ava se fue, se sentía como una especie de primera cita. —De manera que... —dijo Davis—. Esto se siente extraño. Me reí. —Lo sé. ¿Por qué? No debería. Solo somos nosotros. Hemos salido un millón de veces. Davis me dio una mirada avergonzada. —Porque esta noche te ves muy sexy. —¿Estás diciendo que cuando vivíamos juntos y me levantaba de la cama todas las mañanas no me veía muy sexy? —Lo dije bromeando, pero la respuesta de Davis fue seria. —En realidad, creo que te ves hermosa todo el tiempo. Me sonrojé. —Tal encanto sureño. Davis y Ava pidieron una botella de vino, y él la levantó para rellenar su copa, luego sostuvo la botella sobre la mía que se encontraba vacía. —¿Tomas una conmigo? Dudé, pensando en la última vez que tomamos una copa juntos, terminé en la habitación de Davis. Con una sutil sonrisa que me dijo que pensó en exactamente lo mismo, llenó mi copa... hasta el borde y dijo—: Solo una.

El vino sin duda nos ayudó. Ahora que la botella se hallaba vacía, desapareció la tensión entre Davis y yo. Nos atiborramos de pasta y vino y nos quedamos atrapados en los últimos meses. Se sentía como si las cosas volvieran a la normalidad. —¿Cómo están Umberto y Lydia? —preguntó. Era lo suyo recordar sus nombres solo porque eran importantes para mí. Siempre fue muy considerado y atento. —Lo están haciendo muy bien. Siguen siendo el trío feliz. —¿Y tú tesis?

—Bien. Caine parecía feliz con mi progreso. Aunque quién sabe. — Terminé mi copa de vino—. Podría odiarlo mañana. —¿Caine? —Mi nuevo tutor de tesis. Davis asintió. —Es una especie de gran idiota —agregué. No es como si hubiera preguntado. —¿Cuándo terminas? —En otro par de meses y habré terminado mi tesis y graduado. —Entonces ¿qué? —Todavía no estoy segura. Mi asignatura secundaria era la educación básica, de manera que pensé en solicitar un puesto en algunos distritos escolares locales que tienen programas de terapia musical para niños autistas. Davis sonrió. —Eso va contigo. Definitivamente podría verte haciendo eso. Tomé un sorbo de vino. Ahora me hallaba en la segunda copa y ya sentía un zumbido. —¿Qué hay de ti? ¿Eres feliz aquí en Nueva York? ¿Crees que te quedarás para siempre? —Quizás. No sabía con certeza si lo imaginé, pero podría haber jurado que sus ojos cayeron a mis labios. —¿Qué hay de ti? ¿Eres feliz? ¿Sales con alguien? Mi buen humor cayó en picada. No veía a nadie, pero eso no significaba que fuera feliz al respecto. Me las arreglé para olvidar a Caine por la suma total de una hora esta noche. Suspiré. —No. Estoy sola. ¿Tú? Davis debe haber tomado mi caída de espíritu como una declaración general sobre mi soltería. —No estoy viendo a nadie. Pero me gustaría. Sí. A mí también. Bebí más vino. —¿Oh, sí? Cuéntame sobre la afortunada. Davis sonrió. —Es pequeña, algo extravagante, hermosa e inteligente. Apoyé la cabeza en mis manos. —Suena perfecta. ¿Tiene un hermano para mí?

En vez de contestar, Davis se extendió a través de la mesa y tomó mi mano en la suya. —Realmente te he extrañado. —Yo también. —¿Cena conmigo este fin de semana? Solo tú y yo. ¿Eh? Viendo la confusión en mi rostro, Davis continuó—: El año pasado no me hallaba listo para salir. No quería saltar en algo contigo cuando no sabía lo que quería. Ahora estoy mejor. El vino debe de haberme afectado totalmente. En verdad no me di cuenta de que me pedía a mí que saliera con él. Esperé esto por casi un año, pero ahora me sentía insegura. Afortunadamente, Ava vino a mi rescate. Se metió en la cabina junto a mí, empujando juguetonamente mi cadera con la suya, y se hizo cargo de la conversación. Me sentí agradecida por la prórroga. Tras otra hora sentados y hablando, decidimos mudarnos a las mesas del pub en la zona del bar ya que el comedor se encontraba vacío. Davis miró su reloj. —Tengo que estar en el aeropuerto a las cinco de la mañana para trabajar, de manera que tengo que irme rápidamente. Los tres hicimos planes para la cena del mes siguiente, y se despidió de Ava con un abrazo antes de volverse hacia mí. Solo que no me soltó después de mi abrazo. En cambio, tomó mis manos entre las suyas. —Piénsalo. ¿De acuerdo? No tenía ni idea de qué decir, por lo que simplemente asentí y sonreí. Luego se fue. En el momento en que salió por la puerta, Ava giró hacia mí. —¿Qué infiernos fue todo eso? —Quiere llevarme a una cita. —¿Y cómo te sientes al respecto? —No tengo idea. Ahora mismo, me siento muy confundida. —¿Sabes qué hará las cosas más claras? —Sonrió. —¿Qué? —Vamos a emborracharnos apestosamente.

Traducido por Madhatter Corregido por Valentine Rose

—Tiene el culo más asombroso. Bueno, eso es lo que tenía intención de decir, pero lo que realmente salió de mi boca fue—: Tiene un tulo muy sombroso. Por suerte, Ava se unió en mi borrachera, por lo que mi balbuceo sonó perfectamente normal para ella. —¿De quién estamos hablando? ¿De Davis o del profesor? Suspiré. —Del profesor. Davis es agradable, pero nunca tuve el impulso de morderlo. Ava arqueó una ceja. —¿Quieres morder el culo del profesor pomposo? —Sí. ¿Es extraño? Sonrió con suficiencia y llevó su trago a los labios. —De ningún modo. Bueno, la parte de morder no es extraña. A mí me gusta morder un poco durante el sexo, pero morderle el trasero cuando no estás durmiendo con él podría ser un poco extraño. En especial si lo haces mientras está dando clases. —Él es muy frustrante. Tan exasperante. —Entonces ¿tal vez deberías darle otra oportunidad a Davis? Me bebí el contenido restante de mi tercer trago y sostuve el vaso vacío, colgando entre mi pulgar e índice. —Es hora de volver a llenarlo, camarera.

Ava se echó a reír. —Terminé hace una hora... pero conseguiré tu recarga porque no estoy segura de que puedas llegar a acercarte al bar. —Se levantó y me quitó el vaso—. Sin embargo, este es el último. En lo que Ava se encontraba detrás del bar, saqué mi teléfono del bolso. No tenía idea de por qué, pero quería revisar la cuenta de Facebook de Davis. Recordé que publicó unas cuantas fotos con la misma mujer hace unos meses, y me preguntaba si había salido con ella desde que las cosas terminaron con nosotros. Cuando mi teléfono se iluminó, me sorprendió encontrar que había pasado por alto dos mensajes de Caine. Caine: ¿Podrías cubrir mi clase de la tarde mañana a las tres? Pocos minutos después, llegó otro mensaje. Caine: Perdón por el aviso de último minuto. Surgió algo importante. Qué idiota. Por supuesto, no era en verdad un idiota. Simplemente no estaba interesado en mí de la misma manera que yo, y no quería darme esperanzas, así que eso lo convertía en idiota en mi cabeza emocional y borracha. Debí haber apagado el teléfono e ignorado, haberle contestado a mi jefe cuando me encontrara en el estado de ánimo correcto, pero el alcohol tenía otras ideas. Le respondí. Rachel: Claro. Haré tu trabajo para que tú y la profesora Rosada puedan volver a tu oficina y hacer lo que sea que hagan... de nuevo. Vi los puntos empezando a saltar, luego pararon, y luego empezar de nuevo. Caine: ¿De qué estás hablando? Puse los ojos en blanco. Rachel: Tu culo no es tan asombroso de todos modos. En ese momento, el mensaje de texto tuvo sentido por completo. Caine respondió de inmediato. Caine: ¿Disculpa? Resoplé. De forma ruidosa. Qué idiota. Y luego, mis mensajes de texto fueron cuesta abajo. Rachel: Apuesto a que ella no llega tarde. Sostenía mi teléfono, pero había estado esperando un mensaje, así que me sobresalté y se me cayó de las manos, aterrizando en la mesa cuando la

maldita cosa comenzó a sonar. El nombre de Caine parpadeaba, y eso me enojó aún más. Respondí. —¿Qué? —¿Rachel? —Esa soy yo, tu humilde asistente. Algo se me ocurrió, y pensé que era un juego de palabras bastante inteligente. De hecho, me sentí muy orgullosa por haber inventado algo tan ingenioso. —Soy tu humilde asistente, con grandes atributos, pero eres demasiado engreído para notarlo. —¿Has estado bebiendo? —¿Y tú? —No, Rachel, no he estado bebiendo. —Bueno, no sabes lo que estás perdiendo. Porque después de la primera, todo lo que ha estado mezclado en tu cerebro se vuelve muy claro. Ava regresó con nuestras bebidas para encontrarme en el teléfono. —¿Con quién estás hablando? Me esforcé más o menos en cubrir el receptor. —Con el profesor Trasero Tenso. Los ojos de Ava se abrieron de par en par y luego los cerró brevemente. Cuando los volvió a abrir, me arrebató el teléfono de la mano. —Hola, Profesor Trasero... mmm... Profesor West. Soy la amiga de Rachel, Ava. Hizo una pausa para escuchar. —Sí. Ella está bien. Yo me ocuparé de ella. Otra pausa. —Sí, estoy segura. Estamos en O'Leary, y la llevaré a casa en un taxi y me aseguraré de que llegue a salvo. Tras finalizar la llamada, guardó el teléfono en su bolso. —Voy a quedarme con esto para que no hagas nada más estúpido. —¿Qué? Todo lo que hice fue contestar el teléfono. No es culpa mía que sea un gran idiota. —Por favor, dime que no lo llamaste así. —No me acuerdo.

Ava me dejó divagar por otros cuarenta minutos mientras bebía mi trago. O bien me acostumbré al licor de sabor asqueroso, o el último Tanqueray con tónica sabía más a tónica que a Tanqueray. Como todavía era capaz de hablar, suponía que era lo último. Ava había destilado mi trago. —Entonces, ¿qué vas a hacer con Davis? —No lo sé. Es un gran tipo. De verdad que sí. Los ojos de Ava de agrandaron. —¿Qué? No luzcas tan sorprendida. Es un buen tipo. Y Dios sabe que no he tenido sexo en muchísimo tiempo. —Oh, no. Profesor West. —Bueno, obviamente prefiero tener sexo con él. Pero quizás de eso se trata. Tal vez estoy muy frustrada sexualmente, y mi atracción por Caine es solo física. —No, Rachel. El Profesor West. —Señaló al otro lado del bar—. Ha venido por ti. Por desgracia, me encontraba perdida en mi pequeño cerebro marinado con alcohol y no prestaba atención. Ni siquiera me di cuenta de que señalaba algo... o alguien. De hecho, pensé que todavía estábamos teniendo la misma conversación. —Será mejor que venga por mí. Puede haber pasado casi un año, pero creo que todavía sé cómo usar mi vagina. —Hice una pausa—. ¿Crees que mi vagina ha vuelto a ser virgen por no tener sexo durante tanto tiempo? Llevé la bebida a mis labios y cerré los ojos en tanto echaba la cabeza hacia atrás para terminarla. Cuando los abrí, pensé que estaba soñando. De hecho, me encontraba segura de ello. Parpadeé unas cuantas veces para salirme del engaño. Caine hizo ese estúpido gesto sensual con su labio en lo que se detenía en nuestra mesa. —Sigo aquí.

Ava era una traidora. Caine le preguntó si podía tener unos minutos a solas conmigo, y yo le dije que no al mismo tiempo que Ava contestaba que sí.

Me lanzó una mirada de advertencia antes de apartarse rápidamente de nuestra mesa para hacer espacio para Caine. —¿Qué estás haciendo aquí? —Fruncí el ceño. —Asegurándome de que soy el único hombre con quien hablas de irte mientras estás en estado de embriaguez. Crucé mis brazos sobre mi pecho. —Davis me desea. El músculo de la mandíbula de Caine se tensó. —Eso es bueno. ¿Quién es Davis? —Mi ex. Bueno… algo así. Cenamos esta noche. Quiere que volvamos. —¿Así que de eso se trata? —Bueno, no se trata de ti —mentí. —¿De verdad? —Se sentó con una sonrisa arrogante—. Porque en el teléfono pareciera como si fuera sobre mí. Bueno, sobre el profesor Trasero Tenso, de todos modos. Al menos había algo bueno sobre el alcohol: evitaba que me ruborizara cuando debería haber estado avergonzada. De hecho, me impedía incluso darme cuenta de que debía avergonzarme. —¿Y qué? Tienes un trasero tenso. Eso no te hace ser el principio ni el final. Yo también tengo un buen culo. Solo que eres demasiado idiota como para notarlo. Caine se frotó el labio con el pulgar. —¿Eso es lo que piensas? —¿Que eres un idiota? Sí. Se inclinó hacia delante. —Me refiero a que crees que no he notado tu lindo culo. Su voz se volvió ronca, y sentí el sonido gutural de ella en mi entrepierna. Tragué saliva y me moví en el asiento, mirándolo fijamente. Cuando me quedé callada, lo tomó como un permiso para seguir hablando. —Tienes una pequeña cinturita. Cuando usas vaqueros, hay un espacio en la parte de atrás. Cuando te inclinas, puedo ver tu tanga. Te gusta combinarlo con tu camisa. El miércoles usabas una camisa azul y llevabas un tanga celeste. El día en que diste clases y entregabas los auriculares, te inclinaste muy bien para distribuirlos en cada fila. Por eso me levanté para ayudarte con las cajas. No creíste que era caballeroso, ¿verdad? Ese día tenías puesta una blusa blanca fina y un tanga blanco de encaje. Me gustó mucho el encaje blanco. Quedé boquiabierta.

Caine se acercó un poco más. —Así que te equivocas si crees que no he notado tu lindo culo. Por dos razones: en primer lugar, no es un trasero lindo. Es un jodido culo espectacular. Y segundo, lo he notado. Cada maldito día desde que saliste del cuarto de baño del bar. De hecho, te lo vi moviéndolo de un lado a otro hasta que te perdí de vista… pese a que acababas de mandarme al carajo. —No tenía ni idea. —Claramente. —¿Por qué no dijiste algo? —¿Qué debería haber dicho, Rachel? Eres mi asistente, y yo el tutor de tu tesis. Además, incluso si ese no fuera el caso, en realidad me gustas. No eres una follada casual que dejaría de llamar cuando terminara contigo. Eso fue duro. No quería pensar en Caine de esa manera. Pero luego recordé la reunión de la facultad. —¿Como con la profesora Rosado? Frunció el ceño. —¿Te refieres a Ginger Ashby? ¿La profesora Ashby que llevaba un traje rosado el día de hoy? ¿Qué hay con ella? —Ustedes parecían cómodos. Caine apartó la mirada. —No estamos teniendo sexo, si eso es lo que me estás preguntando. Si no dormían juntos, sabía que tenían historia. Podía notarlo por la forma en que lo tocó, la forma en la que ella levantó la mirada y revoloteó sus falsas pestañas. —¿Pero has dormido con ella? —Fue hace mucho tiempo. No cometo el mismo error dos veces. No sabía con certeza si se refería específicamente a la profesora o a lo de dormir con alguien en el trabajo, en general, pero igual no importaba. Ava volvió a la mesa para revisar que me encontrara bien. —¿Todo bien, Rach? Mi sonrisa era triste. —Todo está bien. Colocó mi teléfono sobre la mesa. —Estaba sonando. —Miró a Caine—. Lo guardé en mi bolso para que no se arrepintiera de algo que te haya dicho. Supongo que funcionó. —Caine sonrió, y Ava volvió su atención a mí—. Estaré en el bar si me necesitas.

Al momento que Ava se alejó, mi teléfono comenzó a sonar. El nombre de Davis brilló en la pantalla. Caine lo notó y me miró. —¿Tienes que atender eso? Dejó de sonar, pero cuando revisé el teléfono, vi que Davis también me había enviado mensajes. Quería asegurarse de que llegara a casa a salvo. —Le enviaré un mensaje para hacerle saber que estoy bien. Sentí los ojos de Caine en mí mientras escribía. Cuando terminé, dijo—: ¿Quieres hablar de ello? Quería ver si podía hacerle perder los estribos al profesor compuesto. —Solíamos tener sexo. Luego dejamos de hacerlo. Ahora quiere empezar de nuevo. Oh, y también quiere llevarme a cenar. La tensión en la mandíbula de Caine era evidente. —¿Y cómo te sientes al respecto? —No lo sé. Estoy confundida, supongo. —¿Acerca de qué? —Es un gran tipo. Cuando terminamos, me molestó al principio. Pero luego lo superé. Al menos creo que lo hice. De todos modos, no me sentaba y suspiraba por él. Siento que lo habría hecho si fuera el tipo correcto. ¿Sabes? Caine me miró a los ojos. —Creo que sería difícil superar a la persona correcta, sí. —Pero tal vez todavía no lo he superado. No he... ya sabes... desde que rompimos. —¿Tenido sexo? —Sí. Los ojos de Caine brillaron. —¿Entonces tu vagina es virgen de nuevo? Incluso en mi estado de ebriedad, no podía creer que estuviera teniendo esta conversación. —¿Escuchaste eso? Asintió con una sonrisa maliciosa. —¿Cuánto hace que te separaste? —Cerca de nueve meses. —¿Así que no has tenido sexo en casi nueve meses? Suspiré. —Tal vez debería buscar a alguien en un bar y hacerlo. Así será más fácil decidir si es Davis lo que extraño o simplemente el sexo.

Las pupilas de los ojos de Caine se dilataron hasta el punto en que había más negro que el iris marrón. —Esa no es una buena idea. —¿Por qué? ¿Nunca has flirteado con alguien y lo has llevado a casa solo para satisfacer tus necesidades? —No he dicho eso. —Bueno, entonces ¿por qué está bien que tú lo hagas, pero yo no? —Porque yo no lo hago para tratar de resolver un problema. —Su voz se volvió severa—. Follar a alguien no te ayudará a decidir si quieres estar con otro hombre. Confía en mí, Rachel. —Suena como si estuvieras hablando por experiencia. Caine apartó la mirada. —Iré a buscar una cerveza. ¿Quieres un refresco? —Tomaré otro Tanqueray con tónica. —Creo que has bebido suficiente. Resoplé. —Bien. Tomaré una Coca-Cola dietética. Nos sentamos y hablamos por otra hora luego de que Caine regresara con nuestras bebidas. Ya no me encontraba tan ebria, pero todavía me sentía más audaz de lo habitual. —¿Puedo preguntarte algo? —¿Te detendrás si digo que no? Sonreí. —Probablemente no. —Si no fueras mi profesor... y yo no estuviera buscando a mi Umberto... —dije, pero el resto de la frase ni siquiera necesitaba ser dicha. Caine llevó la cerveza que había estado bebiendo a sus labios y me miró por encima mientras la terminaba. Dejó la botella vacía sobre la mesa y se aclaró la garganta antes de inclinarse. Luego curvó un dedo, haciendo señas para que me acercara. Me incliné y nuestras narices no quedaron más que a unos pocos centímetros. —Si no fuera tu profesor y tú no fueras una buena chica, tu coño que ha vuelto a ser virgen estaría jodidamente adolorido en este momento.

Traducido por Auris Corregido por Ann Farrow

No me sentía ni la mitad de mal cuando mi alarma sonó. Mis ojos se abrieron y me preparé para un punzante dolor de cabeza y nauseas, esperando una resaca. En lugar de eso, me hallaba cansada, pero los típicos efectos secundarios no parecieron afectarme. Después de beber todo un vaso con agua sin parar a tomar un respiro, decidí volver a la cama por otros quince minutos. Caine insistió en llevarme a casa. A medio camino, se detuvo y corrió a una conveniente tienda de veinticuatro horas, saliendo con una bolsa de papel marrón que me entregó antes de dejarme en la puerta de mi departamento. —Consume todo el contenido. No funciona a menos que lo termines todo —dijo. La bolsa tenía dos botellas de agua, un plátano y un solo paquete de ibuprofeno. Ya que se dio el problema de conseguir todo eso, seguí sus instrucciones. Desconectando mi iPhone del cargador en la mesita de noche, tecleé mi contraseña y decidir mandarle un mensaje. Sin resaca. Gracias. Eres un hacedor de milagros. ¿Dónde estabas cuando tenía dieciocho? Caine respondió inmediatamente. De nada. Me alegra que te sientas mejor hoy. Me sentía mejor. El brusco rechazo que Caine me dio la semana pasada realmente me molestó. Verlo, ayudó. No me malinterpreten, me hallaba más confundida que nunca, especialmente con lo que Davis me soltó anoche, pero ya no fuera de balance, al menos.

Te debo una. Por todo. Por aparecer para asegurarte que me encontraba bien, por hablar conmigo de Davis, por llevarme a casa y darme tu receta secreta para una mañana libre de resaca. En realidad, tal vez te debo dos jajaja Dejémoslo en una, y estaremos iguales. Pero ¿puedo cobrarme esa hoy, si te sientes en condiciones? Olvidé que me pidió que cubriera su clase esta tarde. Hoy iba a trabajar en el turno de día, pero a Charlie no le importaría si me iba un poco temprano. El final de la tarde siempre era un poco muerto, de todas maneras. Puedo cubrir tu clase, lo siento, olvidé que así empezó mi locura borracha anoche. Gracias. Las cosas entre Caine y yo cambiaron anoche. Nuestra atracción salió a la luz ahora, así que imaginé que ser atrevida estaba bien. No voy a cubrirte para que eches un polvo en la tarde, ¿no? Visualicé los labios de Caine torciéndose a medida que sacudía la cabeza. Tengo una cita con dos lindas chicas. Pero una tiene dos y medio y la otra cuatro, y suelen llorar cuando me ven. ¿? Las hijas de mi hermana. Tiene una biopsia esta tarde y necesita que cuide a sus pequeños monstruos. Oh, lo siento. Solo bromeaba. Espero que todo esté bien. Cubriré tu clase, no hay problema. Gracias.

Después que la clase terminó, me senté en la silla de Caine por un rato, esperando que los estudiantes salieran. Sentarme en su sitio al frente del salón de alguna manera me hizo sentir más cerca de él. Ya que pensaba en el profesor sexy, decidí mandarle un mensaje para ver cómo le iba de niñera. Pensar en Caine peleando con dos niñitas me hizo sonreír. Me preguntaba si cambió pañales, suponía que tuvo que hacerlo, ya que cuidaba a dos niñas menores de cuatro. La clase salió bien. Creo que les gusto más que tú.

Eso es bueno. Puedes quedarte mi trabajo cuando mi hermana me mate. Eso no sonaba a que las cosas iban bien. ¿Qué pasó? Olvidé que Lizzy tiene alergia a las nueces. Estamos en la sala de emergencias.

Me sorprendió bastante que Caine aceptara mi oferta de darle una mano en el hospital, hasta que llegué. Mentí y dije que era familiar para entrar en el área de tratamiento trasera, lo divisé en una pequeña área de examinación con la cortina abierta al otro lado de la estación de enfermeras, lucía atípicamente asustado. Tenía, la que asumía era la niña de dos años colgando de una cadera mientras lloraba a todo pulmón. La otra niña estaba tendida en una camilla, soplando un guante de látex como si fuese un globo. Al acercarme, vi mejor a la niña. ¿Qué día? ¿Qué diablos usaba? Parecía una camiseta al revés y un extraño tipo de pañal. —Hola —dije. Caine se hallaba definitivamente aliviado de verme. —Hola. Gracias por venir. —¿Todo está bien? —Lizzy va a estar bien. Solo es sarpullido, afortunadamente. Le dieron un poco de Benadryl, y el doctor quiere mantenerla en observación por un rato. Le sonreí a la niña de su cadera, quien paró con sus gritos para verme. — Hola. Tú debes ser Lizzy. Asumí que la niña mayor acostada en la cama era la paciente, pero la sobrina que Caine sostenía tenía una erupción en el rostro y el cuello. La dulce niña asintió mientras su labio inferior temblaba. Tenía una alocada cabeza llena de rizos rojos. Alargué la mano y toqué uno. —Me encantan tus rizos. Me recuerdan a Mérida. ¿Sabes quién es Mérida? Asintió. —Apuesto a que eres valiente como la princesa de Disney. Aparté de su rostro un largo rizo pegado a su mejilla mojada. Las pulseras de mi muñeca sonaron y llamaron su atención.

—¿Te gustan éstas? Asintió de nuevo. —Soy Rachel, una amiga de tu tío Caine. ¿Quieres usar una? Los ojos de él se iluminaron, y ella asintió de nuevo, solo que más rápido esta vez. Me saqué dos pulseras de la muñeca y se las entregué. Sonrió y me dejó ponérselas. Fue ahí cuando vi mejor lo que la pobre niña usaba. —Mmm… ¿Caine? ¿Por qué su pañal está pegado con cinta de embalar? —No podía hacer que la maldita cosa se quedara pegada. Contuve la risa lo mejor que pude. La excelente imagen de perfección se hallaba tan fuera de su elemento y agotado. Extendiendo los brazos, le sonreí cálidamente a Lizzy. —¿Puedo cargarte? Tal vez puedo arreglar tu pañal y ponerte bien la camiseta. El ceño de Caine se frunció en tanto miraba a su sobrina. Era obviamente nuevo para él que su camiseta estuviera puesta incorrectamente. Lizzy estuvo aprensiva, pero eventualmente se inclinó hacia mí, la tomé de los brazos de su tío. —¿Tienes una pañalera? —No. Salí volando por la puerta tan rápido que ni siquiera pensé en pañales. —Miró las piernas desnudas de su sobrina—. Ni pantalones, aparentemente. Sonreí. —Está bien. Estoy segura que la enfermera puede darnos uno. La otra niñita se sentó en la camilla y me miraba. Caine hizo la presentación. —Esta es Alley. No ayuda manteniendo pegado el pañal, tampoco. Lizzy y yo visitamos la estación de la enfermera, y una de las ayudantes fue lo suficientemente agradable para ir a la unidad pediátrica y traernos unos pañales y un pequeño paquete de toallitas. También nos trajo unos pantalones de pijama tamaño niño. Después de arreglar a Lizzy en el baño, volví a Caine y Alley. —Todo arreglado. —Lizzy ahora sonreía—. Y creo que su sarpullido ya ha comenzado a desvanecerse. Caine examinó a su sobrina. —Tienes razón. —Se pasó los dedos por el cabello—. Gracias a Cristo. Lo último que mi hermana necesitaba hoy era llegar a casa y encontrar a una de sus niñas en el hospital. Tuvo cáncer de tiroides a los veinte y le quitaron la tiroides. La semana pasada encontró un nudo linfático

inflamado bajo su brazo. El doctor no cree que sea nada, pero ella enloqueció de todas maneras. Le están haciendo una biopsia como precaución. —Guau. Lamento oír eso. Espero que todo salga bien. Caine asintió. —Gracias. Un doctor se detuvo para revisar a Lizzy, quien seguía en mis brazos. Tiró de la cortina a lo largo del riel en el techo y convirtió el espacio abierto en una sala de tratamiento privada. —¿Cómo está la princesita? Caine respondió. —Parece que el sarpullido empieza a desvanecerse un poco. —Vamos a echar un vistazo. —Examinó el rostro, vientre, piernas y brazos de Lizzy—. El Benadryl empieza a hacer efecto. Déjame solo examinarla una vez más, tal vez en media hora, y luego los podemos enviar a casa. Va a quedarse dormida por la medicina bastante rápido. —Antes de salir del área acortinada, añadió—: O no. Algunas veces el Benadryl puede tener el efecto opuesto en niños. Menos de una hora más después, nos dieron de alta con un puñado de papeles. Caminé con Caine hasta su auto y le ayudé a asegurar a las chicas en sus asientos. —Mi hermana insistió en que tomara estas cosas en caso de que tuviera que ir a alguna parte por una emergencia. Le dije que estaba loca, no pensaba conducir a ningún lado, pero las metió en mi auto de todas maneras. —Suena como si tu hermana hubiese tomado la decisión correcta. Caine gruñó. —También se sentirá superior a mí hasta que tengamos ochenta años. Luego de que las niñas estuvieran aseguradas, Alley me preguntó si podía volver a casa de su tío Caine para jugar con ella. Comencé a decir que no podía cuando Caine interrumpió. —Puedo hacer macarrones con queso si tienes hambre. ¿Seguro que no puedo persuadirte? Podríamos tener otro incidente de pañales, y casi me quedo sin cinta. Tal vez necesite recurrir al pegamento. Sonreí. Me sentía tentada, pero cuando el rostro de Caine se puso serio, me miró a los ojos y dijo—: ¿Por favor? —No había forma que pudiera decir que no. —Te seguiré. Su rostro se iluminó y mi maldito corazón empezó a acelerarse en respuesta.

Cálmate. No te está invitando a una cena romántica. Solo quiere tu ayuda con sus sobrinas. Poner pañales, no sacarte la ropa. Todo el camino a casa de Caine, traté de razonar con mi corazón. Bajarlo del punto de emoción al que su invitación lo llevó. Pero no había raciocinio con él. Mi cabeza sabía la verdad, pero aun así a mi corazón realmente no parecía importarle una mierda.

Traducido por Lolitha. Corregido por Mawii

Un gigantesco labrador negro corrió a toda velocidad para saludarme y casi me hizo caer. Me arrodillé para saludarlo. —Hola, chico grande. Eres tan lindo. ¿Cuál es tu nombre? Caine respondió—: Ese es Murphy. —Intentó una voz severa—. Abajo, muchacho. —El perro lo ignoró por completo y trató de hundirse en mi cuerpo. Rasqué detrás de las orejas de Murphy mientras se volvía loco y me olía. —Él te hace caso. —Es tu culpa. Nunca me va a escuchar con tu olor. —¿Cómo huelo? —No estaba muy segura de cómo tomar eso. —El sentido del olfato de un perro es mil veces mejor que el de un humano. —¿Y a qué, exactamente, huelo? Caine se acercó a donde el perro todavía me atormentaba y le dio a su cuello un tirón firme. —Vamos, Murphy. Dale un descanso, amigo. Finalmente, el perro retrocedió lo suficiente como para que me pudiera poner de pie. Caine se inclinó e inhaló exageradamente mi cuello con los ojos cerrados. —Verano. Siempre hueles como el verano. —Luego se echó atrás y me guiñó un ojo—. Mi estación favorita. Y ahí se fue mi maldito pulso. La charla que me di en el auto en el camino se fue por la ventana. Caine rio, probablemente por la expresión de mi cara. —Vamos. Le daré a Murphy un regalo para distraerlo de lo bien que hueles.

Seguí a Caine y rápidamente olvidé todo lo demás una vez que eché un vistazo a su lugar. No era lo que esperaba. El departamento de Caine era increíble. Había supuesto que sería agradable, pero no tan agradable. En el minuto en que entramos, las niñas corrieron por el pasillo para conseguir un video que querían ver; y miré alrededor con asombro. Su sala de estar era más grande que todo mi apartamento. Sin mencionar que tenía un vestíbulo. ¿Un vestíbulo en Manhattan? Solo esa entrada tenía que valer quinientos dólares al mes. Caine notó mi expresión. —Mi bisabuelo comenzó una compañía de inversión. Cada generación de la familia West incrementó la fortuna que él hizo agregando otro cero. Excepto yo. Pero heredé veinticinco por ciento de la compañía de mi abuelo. Paga dividendos ligeramente mejores que el salario de un maestro. —Uhh... ¿ligeramente? Yo diría que mucho más. Tienes una vista del maldito parque. —Caminé hacia la pared de cristal—. Este lugar es increíble. Cuando me volví, Caine se hallaba de pie en la cocina, que estaba abierta a la sala de estar, y me miraba fijamente. —Gracias por venir hoy —dijo. —Te debía una, ¿recuerdas? —Habrías venido si me debías una o yo te debía diez. —¿Qué te hace decir eso? —Porque es el tipo de persona que eres. Las chicas regresaron corriendo a la sala de estar con una mochila. Saltaron de arriba abajo. —¿Podemos jugar a tomar el té? —nos preguntaron. —Supongo que está teniendo el efecto opuesto al de Benadryl —gruñó Caine. —Por supuesto. Me encanta el té —dije. Alley desabrochó la mochila, la levantó por el fondo y dejó todo el contenido en el sofá de Caine. Parecía que tenía bastantes tazas de té de cerámica y platillos para un grupo de veinte. Las chicas empezaron a poner la mesa de café, y me dirigí a la cocina de acero inoxidable de Caine. —¿Tienes té de hierbas? —Creo que sí. Era divertido verlo sentarse en el suelo y sorber té de una taza pequeña. Viendo la forma en que las chicas interactuaban con él, podía decir que pasaba una buena cantidad de tiempo con ellas, incluso si era inepto en cambiar un pañal.

—¿Creo que esta no es tu primera vez jugando a tomar el té? —Me veo obligado a jugar dos veces al mes cuando voy a cenar con mi hermana. —¿Las chicas viven aquí en la ciudad? —No. Viven en Chappaqua. Ahí es donde crecí. Mi hermana se quedó allí para estar cerca de mi madre. —Yo también vivía en Westchester. Pleasantville. —¿Fuiste a la escuela secundaria de Pleasantville? —Umm no. Me mudé a la ciudad mucho antes de llegar a la escuela secundaria. Durante nuestras dos tazas de té, me encantó ver a Caine saltar a las órdenes de una niña de cuatro años. —Levanta tu dedo meñique cuando sostengas tu taza de té, tío Caine. Estás sorbiendo. La cuchara va en el platillo, no en la mesa. Finalmente, parecía que las chicas se habían calmado un poco. Lizzy estaba bostezando. —¿Estás cansada, Lizzy? —preguntó Caine. Ella bostezó de nuevo en respuesta. Se incorporó y levantó a la soñolienta niña en sus brazos. —Venga. ¿Qué tal si te acuestas y te pongo la televisión? —¿Puedo dormir en tu cama? —Por supuesto. Vamos —Lizzy se inclinó de los brazos de Caine, extendiéndose hacia mí—. ¿Puedes venir a dormirme también, Rachel? Miré a Caine y se encogió de hombros. —Claro, hagamos una fiesta. Por supuesto que era sarcástico, pero las chicas no lo entendieron y se hallaban emocionadas de todos modos. Los cuatro caminamos por el pasillo a su dormitorio. Un rubor inesperado se elevó en mis mejillas al entrar en la habitación. La cama de Caine era enorme, sin duda de tamaño king. El marco de cuatro postes, tallado en caoba hizo que parezca aún más grande. Era también extremadamente alta. La sensación masculinidad parecía encajar con él. Podía imaginarlo fácilmente dormido desnudo en ella. Boca abajo. Con ese culo tenso que quería morder tanto, asomándose bajo las sábanas. Ni siquiera me di cuenta de que me detuve en el umbral de la habitación, perdida en mis pensamientos mientras miraba la cama, hasta que Caine habló. —Puedes entrar. No muerdo.

Morder. Eso lo hizo. Eso es todo lo que tomó para que el rubor calentara mi cara a lo que estoy segura era una hermosa sombra de carmesí. Caine me echó una mirada y una sonrisa maliciosa apareció en su hermoso rostro. Apartó a Lizzy, ayudó a Alley a subir a la cama y caminó de regreso a la puerta, donde todavía me encontraba de pie, girando mi reloj de un lado a otro en mi muñeca. Su aliento caliente me hizo cosquillas en el cuello al susurrar—: Sé lo que estás pensando. Todo mi cuerpo hormigueó por solo su aliento tocando mi piel. Solo podía imaginar lo que pasaría si sus manos estaban sobre mí. Oh, Dios. Ahora estoy pensando en él, en esa cama, con sus manos sobre mí. Tragué y respiré hondo, solo para encontrar el olor de Caine todavía persistente mientras caminaba hacia la cama. ¿Por qué no podía al menos oler mal? Jugó con la televisión en su dormitorio, conectando cables a un DVR. —¿Creo que no ves películas en la cama muy a menudo? —Prácticamente la única vez que se enciende esta cosa es cuando estas dos están aquí. La conversación sobre la televisión y las niñas era buena, comenzaba a calmarme. —No puedo dormir sin ver la televisión por un tiempo —dije—. ¿Supongo que eres una de esas personas que se duerme al segundo que su cabeza toca la almohada? Caine terminó de conectar los cables y la pantalla se iluminó con la vista previa de alguna película de Disney. De nuevo, regresó a mi lado. —No he dicho eso. Hay otras cosas que hacer antes de dormir por la noche que preferir ver la televisión. Debí parecer un ciervo asustado por los faros, porque Caine rio entre dientes. —Relájate, solo estoy bromeando. Parecías incómoda, así que pensé que te ayudaría y empeoraría las cosas. —Voy a limpiar el desorden del té —les dije a las chicas desde la puerta y salí de la habitación. Cinco minutos más tarde, Caine regresó a la sala de estar. Acababa de terminar de lavar el conjunto de té y estaba secando los pequeños platos antes de meterlos en la mochila de las chicas. —Son niñas muy dulces —dije. —Por suerte se parecen a su tío y no a su madre. Me reí. —Sí claro. Caine tomó el plato de mi mano. —Qué, ¿no crees que soy dulce?

—Definitivamente, no es una palabra que usaría para describirte. —¿Oh, sí? —Secó un pequeño platito y me lo dio para empacar—. ¿Y qué palabra usarías? —No lo sé. ¿Enigmático, tal vez? Caine lo pensó por un momento. —No estoy seguro de que pueda discutir con eso. Tras terminar de empacar el juego de té, escuchamos el zumbido de un teléfono. —¿Es mío o tuyo? —pregunté. —El mío está en mi bolsillo. Debe ser tuyo. Caminé hasta el sofá y busqué mi celular en mi bolso, pero dejó de hacer ruido antes de llegar a él. Leyendo el nombre de Davis en la pantalla, suspiré audiblemente. —¿Todo bien? —Sí. Caine esperó más. —Era Davis. Me envió un mensaje de texto antes y olvidé responderle. Asintió. —¿Has tomado una decisión al respecto? —No. —¿Quieres mi ayuda? Fruncí el ceño. —¿Me vas a ayudar a decidir si debo darle otra oportunidad a mi ex? —Por supuesto. ¿Por qué no? Háblame de él. —¿Qué quieres saber? —¿Qué hace él? ¿Cuántos años tiene? ¿Ha estado casado alguna vez? Lo básico. —Bueno, tiene veintinueve años, está divorciado y es gerente regional de ventas de una compañía de equipos de medicina nuclear. Caine murmuró—: Suena como un idiota. No debes darle otra oportunidad. —¿Qué? ¿Por qué? Levantó tres dedos en una mano y comenzó a marcarlos mientras decía—: Tres razones: una, tiene veintinueve años y está divorciado. Algo está mal allí. Mal historial. Dos, vendedor. Ya hay una bandera roja. Vende mierda para ganarse la vida. Es solo cuestión de tiempo antes de que te venda una línea

de mierda, también. Y tres, se llama Davis. —Se encogió de hombros—. Es un nombre estúpido. Lo miré incrédula. Sintiendo la necesidad de defender mis elecciones anteriores, le recordé lo irónico que era su valoración. —Uno, tienes treinta y dos años y no tienes relaciones serias. Eso directamente dice más que cometer un error cuando eres joven y casarte con tu novia de la escuela secundaria. Dos, eres un músico. Todo el mundo sabe que los músicos son mujeriegos. Me atrevería a decir que la relación de bribón es el doble de un músico que de un vendedor. Y tres, ¿has leído la Biblia? Caín no era exactamente el buen hijo. Caine asintió. —Exactamente. Así que conozco el tipo. Debes alejarte de él. Al parecer no entendía bien su punto. —Creo que estás un poco loco. No conoces el tipo de Davis solo por su edad y su ocupación. Es un gran tipo. Trabaja duro, quiere tener una familia algún día, llama a su madre todos los domingos. Incluso tiene un lado romántico... me llevó a un picnic en el parque una vez. Caine se burló. —Eso no es romántico. Parece un cobarde. Mis manos fueron a mis caderas. —¿De qué estás hablando? Por supuesto que es romántico. ¿Cuál es tu idea de romance, si eres tan experto? Caine caminó desde la cocina hasta el sofá donde yo estaba de pie. Entró en mi espacio personal y me negué a moverme. Cuando se inclinó, poniéndose a la altura de mis ojos, nuestras narices prácticamente se tocaban. —No soy romántico —dijo—. Prefiero follar como animales a picnics en el parque. Dios, ¿por qué estaba siendo tan idiota? Y lo que es más importante, ¿por qué me gusta tanto? Sentí piel de gallina por todo el cuerpo y que me atravesaba un escalofrío, causando un hormigueo entre mis piernas. Sin mencionar que mis pezones se habían vuelto tan hinchados que iba a tener que dar un paso atrás en un minuto si no me daba algo de espacio. Y mientras me excitaba, también me hizo enojar. Rodé con el último. —Quizás por eso sigues soltero. Caine entrecerró los ojos. —Si todo acerca de este tipo es tan maravilloso, ¿por qué tardas tanto en responder a su pregunta? Tenía razón. Debería haber sido una obviedad. Pero si era honesta conmigo misma, la razón no tenía nada que ver con lo maravilloso que era o no Davis. Lo único que me impedía darle al hombre otra oportunidad es que no era Caine.

Me sentí derrotada. —Tienes razón. No hay ninguna razón para no cenar con él mañana por la noche. Quién sabe, tal vez la chispa se encenderá de nuevo. Nunca lo sabré hasta que lo intente. Caine se retiró con una máscara rígida y en blanco. No importaba que tuviéramos química como nunca experimenté o más en común que la mayoría de las parejas felizmente casadas. Yo no le interesaba. Cuanto más lo conocía, más me daba cuenta de que el asunto de profesor-asistente era solo una excusa. Caine West no era un hombre que dejara que nada se interpusiera si realmente quería algo. Con un poco de distancia entre nosotros, mis pensamientos eran más claros. —Debería irme. Permaneció en silencio en tanto metía mi celular en el bolsillo lateral de mi bolso y sacaba mis llaves antes de ponerlo sobre mi hombro. No se movió cuando pasé por delante de él, pero luego me agarró del codo para detenerme. —Soy la última persona que debe dar consejos sobre relaciones. Pero si no está allí, no puedes forzarlo. No es diferente de cuando está ahí e intentas hacer que no lo sea. Una vez más, quería leer algo más en su comentario de lo que había querido decir. Necesitaba dejar de hacer eso. —Gracias, Caine. Asintió, triste y resignado a permanecer así. —Gracias por cubrir mi clase hoy y venir a mi rescate esta noche. —Por supuesto. Eso parece ser lo nuestro. Nos rescatamos mutuamente.

Hace quince años Traducido por Jadasa Corregido por Laurita PI

Una pequeña cosita como ella no debería andar sola en bicicleta. Esta semana esperé fuera de la iglesia, en el pequeño banquillo escondido frente a la estatua de María, muy probablemente así la gente podría rezar en paz, sin acechar a niñas de diez años. Si alguien descubre la mierda loca que hacía los sábados, posiblemente pensaran que era un maldito violador de niños. Mi pequeña amiga guardó su bicicleta al otro lado de la iglesia y miró a su alrededor para ver si alguien miraba, antes de correr dentro. Me agaché, pero no sabía con certeza si me vio o no. Ni siquiera sabía qué diablos buscaba, pero al menos sabía cómo llegó aquí y que vino sola. Esperé unos minutos antes de entrar, pensando que la dejaría acomodarse en su lado de la cabina. Pero cuando me metí en la iglesia, la encontré arrodillada en un banco cerca del confesionario. Tenía la cabeza inclinada entre sus manos. Debe de haber sentido que alguien la observaba, porque al cabo de un minuto levantó la cabeza y miró a su alrededor. Afortunadamente, miró hacia otro lado antes de en mi dirección, dándome la oportunidad de esconder la cabeza detrás de la columna. ¿Qué mierda estoy haciendo? Me escondía de una niña, la cual estaba casi seguro de que vivía en algún tipo de casa abusiva y fingía ser un sacerdote para poder… ¿rescatarla? Encontrando que no había moros en la costa, la niña se levantó del banco y fue al confesionario. Al igual que la semana pasada, abrió el lado del

sacerdote en vez del de los feligreses. Aunque esta vez, no entró. Mi vista parcialmente bloqueada por la puerta que sostenía abierta, no podía distinguir exactamente qué hacía. Pero por la manera en que su cuerpo se doblaba en la cintura, su brazo subía y luego bajaba, pensé que podría haber arrojado algo dentro. Luego abrió la otra puerta y desapareció dentro. ¿Qué diablos hacía? Sintiéndome intrigado, me dirigí directamente al confesionario; solo para encontrar lo mismo que cada una de las últimas seis semanas que me senté en el interior. Estaba la silla de terciopelo rojo, el improvisado banco de madera con su banco de cuero desgastado, una cruz de oro en la pared... y eso era todo. Entonces noté una moneda pequeña directamente detrás de la pata delantera de la silla. Casi no lo vi. Inclinándome, la recogí. Ella habló antes de que pudiera sentarme. —Bendíceme, Padre, porque he pecado. Giré la moneda de cobre una y otra vez entre mi pulgar e índice en tanto comenzábamos. —Cuéntame tus pecados.

Esta semana su estado de ánimo era melancólico. No tenía historias divertidas que contar sobre Tommy, y aunque había estado en el otro lado durante veinte minutos, no había dicho nada en absoluto. —¿Cómo estuvo la escuela esta semana? —No fui durante tres días. —¿Por qué no? ¿Estuviste enferma? —No. —Entonces, ¿por qué no fuiste a la escuela? —¿Es pecado no asistir a clases? —Realmente no. Pero deberías ir. La educación es realmente importante. —Al parecer hoy canalizaba a mi madre en vez de a un sacerdote—. Y puedes meterte en problemas por no ir. ¿Sabes lo que es ausentismo escolar? —No. —Es cuando te ausentas de la escuela ilegalmente. —Entonces ¿algo puede ser ilegal, pero no un pecado?

¿A qué iba? —Bueno, violar la ley establecida por el estado de Nueva York es diferente a transgredir la ley de Dios. ¿Por qué no fuiste a clases? —Porque esperaba a mi hermana. —¿Dónde la esperabas? —No lo sé. Escapó la semana pasada. Pero antes de irse, me dijo que regresaría y me buscaría una vez que encontrara un nuevo lugar para vivir. —Entonces ¿no fuiste a clases? —Por la mañana fingí irme y luego regresé a la casa después de que Benny se fue. No quería que no me encontrara si regresaba por mí mientras me encontraba en la escuela. —¿Sabes por qué tu hermana huyó? Permaneció en silencio por un largo tiempo. Luego por fin dijo—: Creo que se fue por culpa de Benny. Eso sonó como el maldito eufemismo del año. —¿Benny fue a buscar a tu hermana? —No. Grita mucho sobre ella después de que llega a casa del trabajo. Pero luego se queda dormido en el sofá que huele a él. —Necesitas ir a la escuela. Hablar con un maestro. Contarle lo que está pasando en casa. —No. No deseo meter a mi hermana en problemas. —No lo harás. —No lo sé… Comenzaba a pensar que era hora de ir a la policía. ¿Pero qué diría yo? Hola. Soy un sacerdote falso, ¿y necesitan buscar a un tipo llamado Benny y una niña delgada que monta una bicicleta azul? —¿Cuál es tu nombre? De nuevo permaneció en silencio. —Tengo que irme. —¡Espera! —Durante todo el tiempo que estuvimos hablando hice girar la moneda y de repente me detuve—. ¿Dejaste alguna moneda en el suelo? Su voz era baja y casi melódica. —Encuentra una moneda, recógela y todo el día tendrás buena suerte. —Entonces la puerta se abrió con un chirrido y la cerró detrás de ella. Sin importar la mierda con la cual lidiaba esta niña en su vida, dejaba caer monedas en el piso para que el sacerdote encontrara y tuviera buena suerte. Increíble.

Traducido por Val_17 Corregido por Ann Farrow

Acepté cenar con Davis a pesar del sentimiento sombrío que me acompañaba hace algunos días. No lo hice por mí misma, sino más bien por alguien más. Porque me aseguré de que ese alguien supiera que tenía planes para esta noche. Alisé mi cabello naturalmente rizado, me puse un pequeño y sexy vestido de verano, y sandalias de tacón alto con correas que se ataban a las piernas. El atuendo hacía que mis piernas parecieran largas y la falda extra corta. Perfecto. El esfuerzo adicional que puse en prepararme valió completamente la pena. Caine tuvo problemas para quitarme los ojos de encima durante toda la clase. Elegí sentarme en la primera fila hoy, un asiento del extremo, así podría estirar las piernas casualmente. Por la forma en que sus ojos se calentaron, pude sentir su caricia en mi piel. Pero para el final de la clase, me di cuenta que me sentía excitada y molesta por un hombre antes de mi cita con otro. Era irrespetuoso para Davis, incluso si él no tenía idea. De manera que, cuando la clase terminó, decidí no quedarme a charlar con Caine como lo hacía normalmente. No había ninguna regla de que la asistente tuviera que quedarse después de clases a no ser que tuviera una sesión de tutoría. Alcancé a dar tres pasos hacia la salida cuando la voz de Caine me detuvo. —Señorita Martin, ¿puede quedarse un minuto, por favor? No podía ignorarlo. Respirando hondo, me di la vuelta y me dirigí hacia el frente de la sala de conferencias. Unos cuantos estudiantes se demoraron en entregar los papeles que se les entregó en la última clase. Esperé obedientemente a un lado. Caine habló brevemente con cada estudiante y luego comenzó a guardar los papeles en su bolso, ignorándome mientras lo hacía. Eventualmente, me impacienté. —¿Querías hablar conmigo?

Levantó la mirada y vio al último de los estudiantes mientras salía de la sala. Una vez que la puerta estuvo cerrada, finalmente me reconoció. —¿Qué estás haciendo? Actué inocente, fingiendo que no sabía de qué hablaba. —Estoy esperando que me digas de qué quieres hablar conmigo. ¿No es obvio? Caine frunció el ceño. —Sabes a lo que me refiero, Rachel. —Creo que no. Su respuesta no fue verbal. En cambio, sus ojos fueron a mis pies y recorrieron mi cuerpo. Fue una mirada lenta, intensa y sensual, la cual hizo que quisiera estremecerme. Pero no lo hice. De alguna manera me las arreglé para mantenerme erguida e incluso eché los hombros hacia atrás para que mis pechos se vieran más prominentes. Cuando sus ojos finalmente encontraron los míos, le devolví la mirada, sin ceder ni un centímetro. Me sentía malditamente orgullosa de mí misma. —No puedes venir a clase vestida de ese modo. Bajé la mirada. —¿Qué tiene de malo lo que estoy usando? —Es una distracción para los estudiantes. Arqueé una ceja. —¿Para los estudiantes? Cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Hay eco aquí adentro? Puse las manos en las caderas en pleno modo “No me jodas”. —No hay nada malo con lo que estoy usando. Es un vestido y sandalias. Ni siquiera estoy mostrando escote. Los ojos de Caine bajaron a mi pecho. Podría no estar mostrando escote, pero el vestido era fino, y sentí que mis pezones sobresalían. —Puedo ver el contorno de tus pezones. —Hace frío aquí. —Mi reacción inicial fue querer cubrirme, pero… a la mierda. Saqué un poco más de pecho—. ¿Sabes qué? Tus pantalones eran tan ceñidos hace unas semanas que pude ver tu contorno. ¿Por qué eso está bien, pero ver mi contorno no lo está? Sus ojos subieron a los míos. Su voz era ronca. —¿Mirabas el contorno de mi polla? —Se encontraba justo en frente de mi cara. No pude evitarlo. Avanzó un paso, con las fosas nasales dilatas. —¿Te gustó lo que viste, señorita Martin?

No tenía idea de dónde provenía, pero quería seguir ondeando una capa roja frente al toro furioso. En vez de responder, pasé la lengua por mi labio superior. Lentamente. Sus ojos siguieron el movimiento. Por la manera en que su pecho subía y bajaba, pensé que podría explotar. Me hacía sentir audaz y empoderada. ¿No quieres estar conmigo? Bien. Pero mira lo que te estás perdiendo, profesor West. —No pidas algo que no quieres, Rachel. Te lo advierto. —Dio un paso más cerca, invadiendo mi espacio personal. Sus pupilas se dilataron, y se veía enojado como el infierno, pero había algo acechando justo bajo su mirada oscura: deseo. Ladeé la cabeza con timidez y me incliné. —¿Quién dijo que no quiero? He visto el contorno. Su mandíbula se tensó mientras esperaba con el corazón acelerado dentro de mi pecho. Contuve la respiración cuando me alcanzó, la sangre rugiendo dentro de mis oídos tan fuerte que ni siquiera pude oír mi propio jadeo cuando agarró mi cadera con su mano. Me preparé para ello… esperando la sarta de maldiciones frustradas que juraba que vendrían, esperando que su boca se estrellara contra la mía. Pero en cambio, no fue la voz de Caine la que oí. —¿Profesor West? Curiosamente, oí la puerta abriéndose en la parte superior de la sala de conferencias, mi cerebro simplemente no lo registró hasta unos segundos más tarde, cuando la realidad me golpeó en la cabeza. Caine retrocedió. Se dirigió a su escritorio y carraspeó. —Ginger… profesora Ashby. ¿Puedo ayudarte con algo? Ella miró entre nosotros. —Esperaba poder hablar contigo en privado… sobre un estudiante. Pero, ¿he llegado en un mal momento? —Señaló la puerta que ahora se hallaba detrás de ella—. Puedo volver más tarde. —No. Está bien. —Me miró con severidad—. Con la señorita Martin ya hemos terminado. Por un momento, me quedé en un estado de conmoción por el rápido cambio de los acontecimientos. Pero eso no tardó en transformarse en ira. Lo miré con disgusto y hablé entre dientes para que la profesora Rosada no fuera capaz de escucharme. —¿Hablas en serio?

Levantó su bolso. El deseo que mostraba tan abiertamente hace solo dos minutos rápidamente lo ocultó. Habló en voz baja—: Hemos terminado aquí, Rachel. El bastardo me rechazó. Bueno, vete a la mierda, Caine West. Subí las escaleras con Caine a una distancia segura detrás de mí mientras nos dirigíamos hacia la profesora Rosada, solo que hoy llevaba un traje celeste. Al parecer a Ginger le gustaba el color. Mi suposición era que le gustaba sobresalir en el mar de mujeres que vestían de negro en Nueva York. Al llegar a la cima de las escaleras, ella me sonrió. —Me encantan tus sandalias. Pero debe ser difícil caminar por el campus con esos tacones. Le ofrecí una amplia sonrisa falsa a cambio. —Gracias. Pero solo tuve una clase hoy. Me los puse para mi cita. —Me giré hacia Caine, y extendí mis labios, dándole la oportunidad de comprobar mis dientes—. Nos vemos el viernes, profesor West. No quiero que Davis siga esperando. No le di la satisfacción de una segunda mirada antes de salir por la puerta.

Traducido por Gesi & Vane Black Corregido por Mawii

Mi humor definitivamente se arruinó. Jódete, Caine West, voy a tener un buen tiempo con Davis incluso si físicamente duele. Necesité de unos minutos en el auto para calmarme antes de entrar al restaurante. Mirando hacia el letrero, me di cuenta de que Davis eligió un lugar donde habíamos estado juntos durante nuestro corto periodo como una pareja. Roberto tenía una comida increíble y era romántico, con una sensación del tipo antaño. Me pregunté si eligió este lugar con esos recuerdos a propósito. Dentro, miré alrededor y lo vi sentado en una mesa en la esquina trasera. Era exactamente dónde nos sentamos la última vez que estuvimos aquí. Si había alguna duda de que Davis intentaba reavivar lo que una vez experimentamos, la mesa que escogió confirmaba sus intenciones. En realidad, era un poco dulce de su parte pensar tanto en donde cenamos. Ese era Davis, dulce y considerado. Era el polo opuesto del amargo y desconsiderado Caine. No tenía idea de porque incluso comparaba a los dos hombres. No se sentía justo para Davis, incluso si él ganaba en casi cualquier categoría que podría escribir en un papel y analizar. El problema era, Caine me hacía sentir algo que no podía ser categorizado, algo que ni siquiera podía describir. Y por alguna razón no podía entender muy bien, esa estúpida sensación superaba toda la grandiosidad de Davis. Pero esta tarde fue una verdadera revelación. Prácticamente me arrojé a un hombre que me atraía físicamente, pero odiaba como era. Nada bueno podía salir de seducir a un hombre que no tenía interés en nada más que en sexo y que inmediatamente se arrepentiría por ceder. Suspiré y juré disfrutar mi velada y concentrarme en el hombre sentado frente a mí.

Mientras me acercaba a la mesa, la sonrisa de Davis trajo de regreso todos los buenos momentos que compartimos a lo largo de los años. Se puso de pie cuando me acerque y me empujo en un abrazo gigante. Se sentía tan bien. Sus brazos se envolvieron apretadamente alrededor de mi cintura al enterrar su rostro en mi cabello e inhalar profundamente. —Te extrañé —dijo—. Siempre hueles tan bien. No me di cuenta de cuánto extrañé ser sostenida. Sí, extrañaba la gratificación sexual de estar con un hombre…, pero ser sostenida y sentirse querida se sentía bastante increíble. Profundamente, sabía que me sentía necesitada tras el rechazo de Caine, pero lo enterré y me permití disfrutar de Davis sosteniéndome. Se tomó un largo tiempo antes de liberarme, y cuando lo hizo, dio un paso hacia atrás, sosteniendo mis manos para poder mirarme. —Guau. Te ves increíble, Rach. —Gracias. Nos sentamos, y Davis solo siguió mirando fijamente. Una risita nerviosa se escapó. —Me estás mirando como si tuviera dos cabezas. Sus ojos tenían tanta ternura mientras sonreía. —Solo pensaba… ¿recuerdas esa foto que nos tomamos en mi graduación? ¿En la que yo tenía la toga y tú usabas mi gorra torcida con una sonrisa tonta? —Eso creo. —Bueno, la imprimí, y la tengo en mi tocador, y… —Se calló. —¿Qué? —Nada. No quiero asustarte antes de que lleguen los aperitivos. Me reí. —No seas tonto. ¿Qué ibas a decir? Davis me miro a los ojos. —Iba a decir que a veces me despierto y la miro, pero no es nada comparado a verte en persona —Su mirada se posa sobre mis labios—. Extraño tu sonrisa tonta. Eso es todo. Había tanto calor en su mirada. Parecía ser contagioso porque sentí que mis entrañas se volvían un poco blandas. ¿Por qué pensé que esta noche era una mala idea? En ese momento, no podía pensar en una sola razón. La camarera interrumpió para tomar nuestra orden de bebidas. Davis ordenó su usual Tanqueray y tónica, y me miró. —¿Coca-Cola dietética? Me estaba sintiendo rebelde esa noche. —Tendré Tanqueray y tónica, también.

Una vez que la camarera desapareció, Davis arqueó una ceja. Él conocía mi postura sobre la bebida. También tenía que recordar esa noche cuando bebimos mucho juntos, terminamos en la cama. —¿Esta noche es una ocasión especial? —Creo que lo es. No nos hemos visto en un tiempo. —Ha pasado demasiado. Para el momento en que terminé la mitad de mi bebida, mis hombros y los músculos en mi cuello se hallaban mucho más relajados. Caímos en la antigua comodidad de Davis y Rachel. Le conté cómo iban mis clases, y preguntó cómo se encontraba mi hermana. Nunca me gustó hablar demasiado de mí misma, dirigí la conversación de regreso hacia él. —Entonces, ¿Qué hay de nuevo contigo? ¿Cómo está tu trabajo? —Bien. Obtuve un pequeño asenso, un cargo más grande. —Guau. Felicitaciones. Sabía que lo harías genial. ¿Conseguiste una gran y lujosa oficina de esquina ahora? —Nah, paso tres partes de mi tiempo en la ruta. Pero me dieron una comisión para un mejor auto, de manera que conseguí un nuevo y divertido vehículo del cual disfrutar en tanto conduzco toda esa distancia. —¿Qué conseguiste? —El Audi A4. Tiene cambios manuales. Agrega diversión en los largos recorridos con colinas. Mi cerebro estaba siendo injusto. Inmediatamente evocó el recuerdo de Caine conduciendo su pequeño auto, la forma en que sus manos agarraban la palanca de cambio. Una cosa tan extraña me excitaba y fastidiaba, incluso tan extraño que me removí en mi asiento al recordarlo. Bebí mi bebida. —Tendrás que llevarme a dar un paseo en algún momento. —Eso me gustaría. Incluso puedes dar una vuelta, si quieres. —Gracias. —Me burlé—: Caine no me dejó conducir su auto. Pensó que arruinaría su precioso embrague. —¿Caine? —El profesor West. El tutor de mi tesis. Davis pareció pensarlo por algunos segundos y asintió. —Eso es. Lo mencionaste la otra noche en O’Leary. ¿Sigues trabajando seis días a la semana allí?

—En realidad, no en las últimas semanas. Entre enseñar, las sesiones extras de ayuda a los estudiantes, las reuniones de la facultad y los proyectos de lesiones de escritura, tuve que reducirlo un poco. Durante la cena, hablamos como viejos amigos que no se ven hace mucho tiempo. Davis era una buena compañía, y nuestra familiaridad me dio la sensación de comodidad, Davis siempre me ha dado la sensación de comodidad. Cuando por un momento nos quedamos en silencio, pude ver que algo daba vueltas en su mente. Parecía como si estuviera debatiendo si decir o no algo. —Escúpelo —dije. Se ríe. —Tú siempre puedes decir cuando hay algo en mi mente. —¿Qué está sucediendo? ¿Está todo bien? Dejó de comer y soltó su tenedor. —¿Dijiste que no estabas viendo a nadie? —No, no lo estoy. —¿Hay una razón para eso? —Otra aparte de que apenas tengo tiempo para respirar y de que la mayoría de los hombres en O’Leary son policías de sesenta años retirados, no. Realmente no. —¿Has salido con alguien desde que… tú sabes… estuvimos juntos? —¿Cuenta un tipo que era un idiota total y Charlie casi lo golpea con un bate de béisbol? Nos reímos, pero Davis se mantiene serio. —Salí con una mujer por un tiempo, Stacey. Teníamos mucho en común y nos llevábamos muy bien. Sentí una punzada de celos. —¿Aún están juntos? —No. Rompimos. —¿Qué sucedió? Davis alejó la mirada por unos segundos, luego regreso a encontrarse con la mía. —Ella no era tú. Abrí la boca para responder tres veces, pero cada vez la cerré, dándome cuenta de que no sabía con certeza qué decir. Davis captó mi expresión desconcertada y pareció divertido. —No tienes nada que decir. De hecho, no lo hagas. Solo déjame terminar, ¿si eso está bien? —Está bien —Me las arreglé para decir dos palabras, solo dos, pero contaban.

—En primer lugar, no era así como planeé hablarte sobre esto. Mi plan era cenar esta noche, atraerte para que recordaras cuan magnificas eran las cosas entre nosotros y luego salir contigo algunas veces más antes de que lo pusiera todo por allí. —Diría que te has salido del guion. —Sí… perdón por eso. Me puse un poco celoso y apreté el acelerador. —Celoso. ¿Sobre qué? —Nada. Fue estúpido. —Dime. —Mencionaste a ese profesor unas cuantas veces la otra noche durante la cena, y luego cuando hablaste sobre estar en su auto hace poco tiempo, te visualicé… mi mente solo comenzó a correr un poco. Pensé que tal vez estabas viéndolo o algo. Me burlé en respuesta. —Definitivamente no. —Aunque el tono enfático en mi voz hizo que incluso yo no lo creyera. La obstinada negación es a menudo la confesión más fuerte. Pero Davis no pareció notarlo. —De cualquier forma, mi plan era, después de que recordaras cuan lo bien que lo pasábamos juntos, te diría que nunca deje de pensar en ti —Hace una pausa, mirándome con una expresión tímida y vulnerable—. He intentado seguir adelante, pero cada persona con la que comienzo a salir, no importa cuán genial sea, tiene un defecto que no parezco dejar pasar. No son tú. Guau. Solo. Guau. Fui atrapada tan desprevenida por su seriedad. También me sentí un poco confundida. —No entiendo, sin embargo. Cuando dejamos de vernos, dijiste que no te hallabas listo para una relación. Completamente comprendí eso por todo lo que acababas de pasar. Necesitabas tiempo y espacio. Aun así, comenzaste a salir con alguien no mucho después de eso. Entonces, ¿no necesitabas tiempo? ¿Solo necesitabas tiempo sin mí? Davis pasó sus dedos sobre su corto cabello. Era un poco más largo que un corte militar, pero aún pulcro y recortado cerca de su cabeza. Una vez más pensé en Caine. Él frecuentemente arrastraba sus dedos a través de su cabello grueso y revoltoso cuando yo había hecho todo lo posible para frustrarlo. —Tienes un poco de razón. Necesitaba tiempo sin ti, porque no sabía cómo hacerlo lento. Podía ver un futuro contigo, y eso me asustaba hasta la mierda porque acababa de salir de una relación a la que en un momento había visto como mi futuro. Cuando salí con Stacey durante esos pocos meses, no podía ver las cosas a largo término, no veía un futuro, así que me sentía cómodo con ella.

—Entonces te quedaste con una mujer por unos meses porque no podías ver un futuro con ella. ¿Pero te alejaste de una después de solo unas semanas porque podías ver un futuro? La risa de Davis era burlona. —Bastante estúpido. Lo sé. En realidad, no lo era. Sonaba como un mecanismo protector. Si sabes que no podrás detenerte de comer toda la torta, no la compras en la tienda. —No es estúpido. Lo entiendo. Nuestro tiempo no era adecuado. Cuando Davis y yo dejamos de vernos, me hallaba molesta, aunque la parte lógica de mí entendía que tenía razón. Pero siempre creí que fue honesto conmigo, que necesitaba su libertad. Pensé que, si estaba destinado a ser, lo sería, y algún día encontraríamos nuestro camino de regreso el uno al otro. Y aquí nos encontrábamos. Ese día llegó. No tenía ninguna relación de la que hablar, por lo que debería ser fácil de regresar donde lo dejamos. Solamente… No se sentía fácil. ¿Pero el amor siempre lo era? Mira a Umberto y Lydia... —Di algo. Mis pensamientos se hallaban tan revueltos dentro de mi cabeza, que no me di cuenta de que permanecí en silencio durante unos minutos. —No tengo ni idea de qué decir. —Bueno, entonces podría acabar y poner todas mis cartas sobre la mesa. —¿Acabar? Se rio entre dientes. —No te preocupes. No hay mucho más. —Davis tomó mi mano—. Cometí algunos grandes errores en mi vida, pero el mayor fue alejarme de ti. Sé que esto puede parecer que está saliendo de la nada, pero te prometo que no lo es. No pasó un solo día sin tenerte en mis pensamientos. Por fin me di cuenta de la verdad. Todo lo que dijo fue exactamente lo que quería oír... hace casi nueve meses. Solo que ahora no sabía con certeza que Davis hubiera sido alguna vez la persona adecuada para mí. Si lo era, ¿por qué no me sentí muy devastada cuando terminó? ¿Por qué fui capaz de superarlo? Mi mente seguía regresando a Lydia y Umberto. Ella ni siquiera lo dejaría ahora, cuando él no recuerda quién es y piensa que está enamorado de otra mujer.

Pero quizás no consumir mis días con pensamientos de Davis era mi mecanismo de defensa. Tal vez enterré mis sentimientos para no herirme, quién sabe. Me sentía abrumada y confundida. —No sé qué decir. —Lo mencionaste —bromeó con una sonrisa infantil—. ¿Qué tal si dices que al menos lo pensarás? No digas que no. Todavía no, por lo menos. Tómate un tiempo. —Bien. —¿Está bien? —Sus ojos se abrieron—. Quieres decir que lo pensarás. —Sí. Pero realmente no puedo pensar en orden en este momento. Entre la bebida y todo lo que acabas de decir, no estoy en el estado de ánimo adecuado para responder de todos modos. —Eso es mejor que un no. Lo acepto. De alguna manera nos las arreglamos para volver a la conversación regular y disfrutar del resto de nuestra... ¿cita? ¿Estábamos en una? La llamaría así la profesora Rosado, pero solo en un intento de irritar a Caine. En realidad ¿qué hacíamos Davis y yo? Realmente no pensé en esto como una cita cita, simplemente me reuní con él para cenar. Aunque sin duda se sintió como una cita para el final de la noche. Cuando terminó la cena, me alegré de haber manejado para encontrarlo en el restaurante en lugar de dejar que me recoja como lo sugirió. Nos salvó del momento incómodo en el que me sentiría grosera por no invitarlo, pero desconfiada de lo que podría parecer si lo invitaba. Sin embargo, a pesar de que eso evitó ese momento incómodo, no evitó el que se produjo cuando me acompañó hasta mi auto. Davis tomó mis dos manos. —¿Puedo llamarte dentro de unos días? Tal vez podamos hacer un plan para encontrarnos para un café o algo así. Sonreí. —Por supuesto. Me gustaría eso. Se inclinó lentamente, casi como si quisiera darme la oportunidad de moverme antes de entrar en mi espacio, y rozó sus labios suavemente contra los míos. —Buenas noches, Rach. En una nebulosa de las últimas dos horas, entré en mi automóvil, y Davis cerró la puerta. Esperó a que encendiera el motor antes de caminar hacia el suyo. Necesitaba unos minutos antes de conducir, así que busqué mi teléfono en mi cartera y revisé las llamadas perdidas y mensajes de texto en tanto mi motor se calentaba. Lo primero que surgió fue un texto de Caine. Debe haber llegado durante la cena. Caine: No hagas algo estúpido para vengarte de mí.

¡Qué sinvergüenza! El hombre pensaba seriamente que el mundo giraba alrededor suyo. La nebulosa en la que estuve de repente desapareció, y mi ira de antes se hallaba de vuelta, clara como el día. Escribí en un frenesí. Rachel: Vete a la mierda. No todo es sobre ti. Los puntos comenzaron inmediatamente a saltar. Caine: Esto lo es. Un centenar de respuestas mordaces recorrieron mi cabeza. Pero luego me di cuenta de que Davis esperaba a que me vaya antes de salir del aparcamiento del restaurante. Dios, soy una idiota. Lanzando mi teléfono en mi bolso, forcé una sonrisa e hice un gesto despidiéndome de Davis antes de ponerme en movimiento. El restaurante se encontraba a unos veinte minutos de mi apartamento. Pero a esta hora las calles estaban libres, por lo que llegaría en cinco minutos, entonces tuve que empujar con fuerza mis frenos y estrechamente evitar estrellarme contra la parte trasera de un Honda que se detuvo en una señal de alto. Estaba tan enfadada, tan distraída, que no vi el gran y brillante letrero rojo ni las dos toneladas de acero que cedían el paso por ley. Entre mis emociones derrotándome y la adrenalina que inició después de un casi accidente, mi corazón palpitaba como loco en mi pecho. Tuve que desviarme hacia la cuneta por miedo a tener un accidente. Por supuesto, ya que me detuve al lado de la carretera, saqué mi teléfono de mi bolso. Movimiento tonto. Debería haber respirado profundamente, calmado y conducido a casa a una velocidad normal. En cambio, cuando revisé mi teléfono, encontré una llamada pérdida y un texto de Caine. No había correo de voz, pero el texto decía—: Necesitamos hablar. Me hallaba furiosa. No solo pensaba que todo era por él, sino que pensaba que podía emitir órdenes. Necesitamos hablar. ¿Sabes qué? Tenía razón. Necesitábamos hablar. Pero sería yo quien hablaría y lo haría en mis términos. Mis neumáticos chirriaron cuando me alejé del bordillo y di un giro en “U” para dirigirme hacia Manhattan. Aquella charla que quería sería en este momento.

Traducido por Ann Farrow Corregido por Rory

Si has buscado inestable en el diccionario, estoy bastante segura de que mi imagen estaría allí. En el lapso de cinco o seis horas, estuve excitada durante una acalorada discusión en la que presioné a Caine para que me tocara, enojada y desanimada cuando me apartó como si no hubiera estado allí conmigo, y luego confundida, pero halagada cuando Davis me dijo que quería que volviéramos. Luego, en el minuto que la cena terminó y Caine empezó a mandarme mensajes de nuevo, volví de nuevo a enfurecerme. Ahora eran casi las once de la noche y me encontraba estacionada a dos edificios del apartamento de Caine. De repente, desapareció todo el enfadado nerviosismo que sentí al venir hasta aquí, y me debatía por qué vine. Hablando de emocionalmente inestable. ¿Por qué estaba aquí? Para regañar a Caine, decirle lo que pienso acerca de su desdeñoso comportamiento voluble. Claro, quería decírselo. Pero sabía que eso no era lo que realmente quería. Sentada en el auto, todavía excitada, saqué mi teléfono y pasé a releer los mensajes de texto de Caine. No hagas algo estúpido para vengarte de mí. Él no se equivocaba. Mis elecciones de hoy: vestirme horas antes de la cena para ir a clase, aparecer en algo sexy, incluso decidir ir a cenar con Davis a solas en primer lugar, todas tenían que ver con Caine... y la mayoría de ellas eran estúpidas. Dejé escapar un exagerado suspiro. Esta visita era una mala idea. Golpeé mi frente contra el volante unas cuantas veces, ridículamente. metió un poco de sentido común en mi cerebro. Toda esta inestabilidad emocional cobró su precio al mismo tiempo, y me sentía cansada. Realmente agotada. Observando una

última vez al edificio de Caine, encendí el motor del auto y me dirigí a Brooklyn.

Encontrar un lugar, en mi vecindario, en el cual estacionar después de las ocho era casi imposible. Me sentía demasiado exhausta para buscar y decidí dirigirme directamente al caro estacionamiento a cinco cuadras en lugar de enojarme dando vueltas por una hora. Por hoy, me había enfurecido suficiente. En el momento en que llegué a mi cuadra, maldecía mis tacones altos, junto al departamento de mantenimiento de la ciudad por las mierdosas aceras rotas en las que tenía que caminar. Casi tropecé tres veces. Al llegar finalmente a mi edificio, hice una mueca en cada paso de la escalera. Gruñí cuando abrí la puerta exterior del vestíbulo, encontrándola desbloqueada una vez más. Cualquiera podía vagar dentro. Salté cuando entré y encontré a un hombre parado allí. Instintivamente, empecé a gritar. Caine se veía tan asustado como yo. Levantó las manos. —Rachel, solo soy yo. Sujeté mi pecho. —¿Qué demonios estás haciendo? ¿Tratando de asustarme hasta matarme? —Lo siento. No quise asustarte. Pero la puerta se encontraba abierta, así que me permití entrar. Me hallaba a punto de irme ya que no contestaste el timbre. Mi corazón se aceleró en mi pecho. Este día fue una absoluta pesadilla. —¿Qué estás haciendo aquí? —Vine a hablar contigo. Mi pánico se transformó fácilmente en ira. —Está bien. Necesitamos hablar. Me lo dijiste en un mensaje antes. —Estiré la verdad—. Mientras decía buenas noches a mi cita. La mandíbula de Caine se tensó. —Me alegro de que al menos vinieras a casa. Quería herirlo de la manera en que me hizo daño. —Sí. Prefiero una follada rápida y luego volver a casa y dormir en mi propia cama.

Habló entre dientes—: Vamos a subir y hablar, Rachel. No quiero tener esta conversación en el vestíbulo de tu edificio. —¿Qué conversación? Lo entiendo, Caine. No estás interesado. Bueno, tu pene puede estarlo, pero tú no. Me fulminó con la mirada. —Cinco minutos. ¿Podemos ir arriba y hablar como adultos? Lo fulminé también con mi mirada. —Bien. El aire chisporroteó en el pequeño ascensor a medida que subimos hasta el tercer piso. Percibí los ojos de Caine sobre mí, pero me negué a mirar hacia otro lado que no fuera adelante. Cuando el ascensor sonó avisando que llegó al nivel tres, era un recordatorio de una campana para iniciar el siguiente round de boxeo. Noveno round, viniendo. Mi apartamento era pequeño, pero de pronto se sentía como una caja de zapatos. Dejé caer mi bolso en la cocina y me hallaba a punto de aliviar mis pies palpitantes de los tormentosos tacones altos cuando lo pensé mejor. Necesitaba ser más alta, tan cerca como podría de los ojos de Caine. La tensión se incrementaba en cada segundo mientras ninguno pronunciaba una palabra. Finalmente, fue Caine quien se quebró bajo la presión. —No quería que cometieras un error del que te arrepentirías por la forma en que dejamos las cosas. Pero como llegué demasiado tarde, tal vez debería irme. —¡Eres un idiota! —grité. Caine me fulminó con la mirada. Tenía la mandíbula tan apretada, que pensé que era posible que se le rompiera un diente. Verlo enojado me hizo sentir más fuerte, me alimentó. Yo era como un adicto a las drogas, y cada estallido de su ira era mi dosis. Quería más. —El mundo no gira alrededor de ti. Hay muchas razones para dormir con Davis que no tienen nada que ver con que seas un idiota. Veamos... —Conté con los dedos—. Uno, es honesto consigo mismo. No inventó excusas para evitar la verdad. Dos, admite cuando se equivoca. Como esta noche cuando me dijo cuánto me extraña y quiere que volvamos a intentarlo. Las fosas nasales de Caine se ensancharon, así que pensé que ayudaría a la explosión. —Tres, es bueno en la cama. Atento y generoso. Ya sabes, ahora que lo pienso, probablemente haya una relación entre ser honesto contigo mismo y tus sentimientos y ser una buena follada.

Caine se quedó quieto, aunque capté su puño cerrándose y abriéndose a su lado en tanto mantenía el control. El hombre era tan frustrante e irrompible. Enfurecida, fui hacia la cocina a buscar algo de beber. Cuando no se apartó de mi camino, pasé bruscamente a su lado intencionalmente. —Muévete, idiota. Me quedé sin aliento cuando agarró mi codo por detrás y me dio vuelta. —¿Crees que la honestidad y ser una buena follada van de la mano? Aquí está algo que cementará tu derecho a llamarme un idiota. Estás parada aquí diciéndome cómo follaste a otro hombre, y todo lo que puedo pensar es cuánto me odiarías mañana si te mostrase lo que era ser realmente follada. No follada amablemente. Empujada contra la pared y follada mientras succiono tu piel lo suficientemente fuerte como para dejar marcas, para que la próxima vez que te quites la ropa para vengarte de mí, el pendejo sepa que he estado allí. Caine usó su agarre en mi codo para empujarme contra su pecho. Nos encontrábamos cara a cara. Mi voz tembló cuando hablé. —No dormí con Davis para vengarme de ti. —¿Entonces por qué lo follaste, Rachel? Este era un momento para decir la verdad. Manteniendo los ojos en los suyos, me tragué el orgullo y susurré—: No dormí con él. Solo dije eso para enojarte. Sus ojos se oscurecieron hasta casi volverse negros. Nos miramos durante mucho tiempo, dejando que todo se hundiera, y luego me soltó. Al principio, pensé que me rechazaba de nuevo. Entonces vi su mano en la hebilla del cinturón. —Voltéate. Inclínate y pon las manos contra la pared. Lo miré sin comprender, también un poco pérdida de palabras para hacer un sonido. Levantó su barbilla hacia la pared a pocos metros detrás de mí. —La pared. —Su hebilla se desabrochó, tiró de su cinturón y emitió un agudo sonido mientras lo atravesaba por todos los broches en un movimiento suave—. Agárrate fuerte. Se sentía como si estuviera teniendo una experiencia fuera del cuerpo cuando me di la vuelta y caminé a la pared. Podía verme doblando y estirando los dedos como si estuviera flotando en alguna parte arriba, viendo que todo se desarrollaba en cámara lenta. Sentí el calor del cuerpo de Caine detrás de mí antes de que hablara.

—Este pequeño vestido... —La tela apenas me cubría el culo en esta posición, pero levantó la falda hasta por encima de mi cintura doblada, exponiendo completamente mi trasero—. ¿Querías provocarme con este puto vestido, verdad? No creía que en realidad esperaba una respuesta, tampoco tenía la seguridad de ser capaz de hacerlo. Pero me equivoqué. —¿No es cierto? Dilo. Dime que querías provocarme. Asentí. —Sí. Me lo puse para ti. Su mano conectó con mi culo con un fuerte golpe. Me azotó. Fuerte. —Eso es por ser mala cuando trataba de ser tan bueno. Oh Dios. Sentí una oleada de humedad entre mis piernas y jadeé. Se inclinó, cubriendo mi cuerpo con el suyo, y empujó mi cabello a un lado para besar la parte posterior del cuello. Podía sentir su excitación contra mi culo, incluso a través de los vaqueros que todavía llevaba puesto. Su aliento caliente me hizo estremecer el cuerpo. —Te gustó eso, ¿no? Lo recordaré. Entonces de repente se enderezó, y el aire frío golpeó mi cuerpo. Sus dedos se deslizaron debajo de mi tanga, y la arrastró por mis piernas hasta que se arrodilló con ella a mis pies. —Ábrete más. Bajó y subió con la boca directamente entre mis piernas. Gemí y esperé que mis rodillas no cedieran cuando enterró su cara entera en mi coño. No fue gentil. Era desesperado y rudo. Chupó fuerte mi clítoris y lamió mi excitación como si fuera su última comida y se moría de hambre. Sentí mi orgasmo construirse más rápido de lo que había sucedido antes, y pensé que podría no ser capaz de mantener mi equilibrio. —Tan jodidamente dulce... —gimió Caine—. Tan jodidamente mojada para mí. —Empujó dos dedos adentro, y mis ojos rodaron a la parte posterior de mi cabeza. Gemí—: Caine. Empujó dentro y fuera. —Tan jodidamente apretada. —Caine. —Mis gritos se volvieron desesperados—. Dios, Caine. Contestó poniéndose de pie y apoyándose sobre mí otra vez. La mano que no se hallaba dentro de mí tiró de mi cara a un lado, y su boca se aplastó contra la mía. Sus dedos nunca se detuvieron, su lengua se unió al mismo ritmo. Todo fue tan rápido, demasiado. Su erección empujó contra el punto caliente que su mano dejó en mi culo, sus dedos se movieron dentro de mí, su boca, su lengua, su olor, todo. Mi orgasmo me golpeó violentamente, una serie

de gemidos tragados por Caine en tanto él continuaba hasta que apenas podía respirar. Ambos jadeamos salvajemente, él todavía se inclinaba sobre mí. Cada respiración hacía cosquillas a la piel de gallina que se formó bajo el brillo del sudor en mi piel. —¿Estás bien? —preguntó. Le respondí con una sonrisa torpe. —Oh, Dios mío, sí. Mejor que nunca. Se rió entre dientes. —¿Quieres terminar contra la pared o en tu cama? —¿Terminar? Creí que ya lo hice. —No, Peleona. —Se levantó y me recogió en sus brazos—. Estás empezando. Si esa era la verdad, me sentía un poco asustada, porque lo que ya pasó me pateó totalmente el culo. Debe haber leído mi mente. Caine besó mis labios mientras me acunaba en sus brazos. —Cama. Le daremos a tus piernas un descanso. Me gustó esa elección. Inclinando la cabeza contra su pecho se lo hice saber. —Definitivamente puedo utilizar un descanso. —Dije que tus piernas descansaban, no el resto de ti.

Traducido por Gerald Corregido por Naaati

Me recargué sobre mis codos, disfrutando del espectáculo. Caine me atrapó observando y sonrió. —Sabes, me podrías ayudar un poco y desvestirte a medida que me desvisto. —Pero disfruto más mirándote. Sacudió su cabeza y continuó desabotonando su camisa. Sus vaqueros estaban abiertos y los bajó un poco sobre su estrecha cintura. Mis ojos se apegaron a su camino feliz en tanto continuaba y lanzaba su camisa al suelo. —Deberías enseñar sin camisa. —Estoy seguro que a la administración les gustaría algo así. —Les gustaría el incremento en la matrícula de todas las mujeres que se transferirían de universidades con profesores viejos y feos. —¿En serio? —El labio de Caine se frunció y su otra mano fue a la cremallera de sus pantalones. Los bajó y se los quitó. Mis ojos bajaron a su ropa interior, o más bien al grueso bulto a toda vista. Sabía que me observaba, pero no podía apartar mis ojos. Disfrutaba del espectáculo, por lo que Caine debió de haber decidido realmente darme uno. Su mano se envolvió alrededor de su gruesa excitación y acarició de arriba abajo a través de su ropa interior. —Si voy a enseñar sin camisa, podría también quitarme los pantalones. —Apretó y cuando levanté la mirada, nuestros ojos se encontraron. Tragué. —Creo que solo sin camisa estaría mejor.

—Ah sí. ¿Por qué? Lamí mis labios. —Porque eso es mío. Su torcida sonrisa decía que le gustaba ese comentario. Enganchó dos dedos a cada lado de su bóxer y se inclinó para quitarse su ropa interior. Su gruesa polla se bambolea contra su estómago. —Jesucristo. —Pensé que solo lo había pensado, pero aparentemente lo dije en voz alta. Abrió un condón con sus dientes y una mano, no había notado que lo sostenía y envolvió su longitud antes de levantar una rodilla para subirse a la cama. —No te preocupes. Iremos lento. Ese coño revirginizado estará adolorido mañana, pero solo por las múltiples sesiones, no porque te tome demasiado rápido. Ahora, vamos a sacarte de ese vestido. Caine tomó el borde de mi vestido y lo pasó por encima de mi cabeza. Con mi ropa interior removida, me quedo solo con mi sostén y zapatos. Estirándose, abrió el broche con una mano. Mañana probablemente me obsesionaría por el hecho de que tenía más experiencia que yo quitando un sostén, pero justo ahora simplemente agradecía que no desperdiciara el tiempo vacilando. Se apartó para admirarme. —Eres hermosa. —Acunó uno de mis pechos, acariciando mi pezón con su pulgar calloso—. Estos pechos. Me han estado volviendo loco por semanas. No te puedo decir cuántas veces perdí el hilo de la lección que daba, por mirarte y los veía elevándose a través de tu camiseta. Su boca primero atacó mi pecho, mientras su lengua se dirigió a mi pezón. Me miró a medida que lamía y mordisqueaba, mantuvimos la mirada para medir las diferentes reacciones. La intensa atención de Caine finalmente me hacía retorcerme por muchas y muy disfrutables razones. El aire frío golpeó mis endurecidos pezones a medida que su boca subía por mi cuello. Succionó la sensible piel debajo de mi oreja en tanto mis manos exploraban su cuerpo. Cuando mordió el lóbulo de mi oreja al mismo tiempo que pellizcaba mi terriblemente endurecido pezón, hundí mis uñas en su espalda. Caine gruñó. —Iremos a ello más tarde. Una vez que te ablandes, exploraremos cuán brusco te gusta. Apuesto que te gustará que te estire el cabello mientras estás en cuatro con tu trasero enrojecido y mi polla entrando a tu pequeño y dulce coño.

—La mano de Caine bajó y pasó dos dedos por encima de mi resbaladizo centro antes de meterlos—. Empapada. Te gusta la idea de eso, ¿cierto? No pude contestar, Caine curvó sus dedos en mi interior y frotó un punto que sabía que me podía enviar al límite. Dado que ya no era capaz de responder verbalmente, me estiré entre ambos y envolví mi mano alrededor de su longitud, dándole un buen y fuerte apretón. Tras algunos bombeos, Caine se movió para quedar completamente encima de mí y tomó mi boca. Su lengua se movió contra mis labios, instruyéndome para que la abriera, luego se deslizó dentro para encontrar la mía. Me encontraba completamente perdida en el beso, sintiéndolo en todas partes de mi cuerpo. Sentía un hambre que nunca experimenté. No tenía restricción. Le quería dar todo lo que estaba dispuesto a tomar y más. Caine se levantó un poco, lo suficiente para poder bajar la mirada, hacia donde nuestros cuerpos todavía se tocaban. Nuestros ojos permanecieron fijos mientras frotaba su longitud de arriba abajo contra mi entrada, cubriéndose con mi humedad. Entonces comenzó a penetrarme. Solo unos centímetros al principio, antes de salirse casi por completo y luego repetirlo lentamente. Cada empuje fue un poco más profundo, estrechándome un poco más cada vez. Cuando finalmente apretó mis caderas y se hundió, llenándome por completo, mis ojos se cerraron. Se sentía tan bien estar completamente abrumada por este hombre. Había estado peleando contra ello desde el día que nos conocimos y ceder fue un enorme alivio emocional. —Abre tus ojos, Rachel. —Caine removió un mechón de mi cabello y susurró—: No pensé que podrías ser más hermosa al mirarte. Pero tu rostro cuando estoy dentro de ti, no tengo palabras. Se estiró, acunó una mano detrás de mí muslo, instándome a doblar mi pierna por mi rodilla y permitirle hundirse incluso más profundo dentro de mí. —Caine… —Mi cuerpo empezó a temblar. —Lo sé. Se tomó su tiempo, pero la intensidad solo siguió construyéndose. Cada embiste fue más profundo mientras comenzamos a movernos al unísono, meciéndonos de ida y vuelta. Lo sentía dentro de mí de tantas maneras. Gemí a través de mi orgasmo, luchando por mantener mis ojos abiertos, queriendo compartir lo bien me hacía sentir. Cuando me empecé a relajar, Caine aceleró, entrando en mí más rápido y más fuerte como si estuviera buscando mi liberación junto con la suya. Amé la forma en que decía mi nombre una y otra vez a medida que llegaba a su clímax. Fue más terapéutico de lo que cualquier música lo hubiera sido alguna vez.

Nos aferramos el uno al otro en tanto Caine continuaba moviéndose dentro y fuera durante un largo tiempo después, flojas y tranquilas caricias mientras recuperábamos nuestro aliento y compartíamos fáciles sonrisas. Aunque finalmente tuvo que detenerse para lidiar con el condón, se levantó de la cama para ir al baño, una fría brisa recorrió mi piel humedecida. Esperaba que no fuera una señal de que una vez que el calor se acabara, las cosas con Caine se enfriarían de nuevo.

Traducido por Vane Black & NnancyC Corregido por Ann Farrow

Caine me sorprendió volviendo a la cama con una cálida toalla facial y limpiándome suavemente. Ningún hombre fue tan tierno en el cuidado posterior conmigo. La manera en que llevó la tela a mi piel sensible fue tan íntima y considerada, hizo que mis hombros, que se tensaron cuando él se levantó, se relajaran de nuevo. —¿Bien? —Su voz era baja y suave. —Sí. Gracias. Desapareció de nuevo en el cuarto de baño, y oí el fregadero funcionar por algunos minutos. Entonces volvió a salir. Permaneció en silencio mientras recogía su ropa, se ponía los calzoncillos y luego los vaqueros. Tal vez me relajé un poco demasiado, prematuramente. —¿Qué estás haciendo? —Traté de no sonar demasiado mordaz, pero no pude. Bajó la mirada, subiéndose la cremallera, y se detuvo para mirarme. — Vestirme. —Puedo ver eso. Pero ¿hay alguna razón por la que estés corriendo tan rápido? Frunció el ceño. Me di cuenta de que ni siquiera pensaba en lo que hacía. Estaba en piloto automático. —Esto es lo que haces cada vez después de que... estás con una mujer, ¿no? Su mandíbula se tensó. —Ya es tarde. —Lo que sea. Vete.

Aparté la mirada, sin querer dejarle ver la decepción que sabía que era imposible de ocultar en mi rostro. El susurro de ropa me molestaba más y más a cada segundo. Hace cinco minutos fue tan dulce y tierno, y ahora se encontraba de vuelta al Profesor Imbécil. No pude evitarlo. Yo era, después de todo, una luchadora. —Eres realmente un idiota, ¿sabes? Se congeló, abrochándose la camisa. —Creo que me lo has dicho antes, así que sí, soy consciente de que soy realmente un idiota. Lo que me sorprende, sin embargo, es que no pareces estar tan consciente de ello como yo, pero eres quien gusta recordarme mi estatus de idiota. El hombre podría enfadarme tanto. Era como un interruptor encendido dentro de mí y me convertía en una perra sicópata que no reconocía. —¿Vas a dejar dinero en efectivo en la mesita? Sus ojos brillaron. Se quedó en silencio mientras me miraba. Me preparé, esperando la respuesta que vi venir. —No creo que seas una puta, Rachel. De hecho, creo que eres todo lo contrario: una chica agradable. Ese es el problema. —¿De qué estás hablando? Finalmente me miró directamente a los ojos para responder. —Cuando las cosas terminen, o mejor aún, cuando joda las cosas, te voy a lastimar. —No sabes eso. Se burló. —Sí, lo sé Rachel. En el fondo, una parte de mí sabía que tenía razón. Pero no podía dejar que lo viera. —Eres tan egoísta que ya decidiste que vas a romper mi corazón. ¿Alguna vez te detienes a pensar que tal vez sea yo quien romperá tu corazón algún día? Quizás solo te uso por tu cuerpo. Enarcó las cejas. Me encontraba completamente llena de mierda, por supuesto, pero no necesitaba saber eso. Todo lo que necesitaba hacer era quedarse. No me sentía lista para que me dejara. No esta noche... todavía no. Cuando sus ojos cayeron sobre mis pechos, recordé que lo único que Caine no podía negar era su atracción por mí. Así que, tendría que enfocarme en eso hasta que pudiera resolver el resto. Alzando los brazos, tomé mis pechos y les di un buen apretón. Una lujuria desenfrenada resplandeció en los ojos de Caine, y el aire en la habitación cambió. Si el sexo era la forma en que podría conseguir eso ahora, que así sea. Moviendo una mano por mi cuerpo tan seductoramente como pude, cerré los ojos y alcancé entre mis piernas. Cuando los abrí y vi la forma en que

Caine me miraba, supe que gané esta ronda, aunque solo fuera una pequeña batalla en lo que supuse iba a ser una larga guerra. —¿Es un problema? —pregunté—. ¿Si te uso por tu cuerpo? Respondió desabrochando la camisa que acababa de colocarse. —De ningún modo. Mientras hacía el trabajo rápido de quitarse su ropa, me arrodillé en la cama. Se encontraba completamente excitado de nuevo, aunque se corrió hace menos de quince minutos. De hecho, parecía aún más grande ahora. Si no hubiera estado tan excitada, podría haber estado un poco asustada de esa cosa. Caine me observaba, así que fui a por él, le di acciones que acompañaran mis palabras atrevidas. Volviéndome hacia la cabecera de la cama, me puse en cuatro patas y miré hacia atrás por encima de mi hombro hacia él. Mi voz era ronca. —¿Creo que dijiste algo sobre mi cabello y que me querías a cuatro patas?

Eran las dos de la mañana cuando terminamos las rondas dos y tres. ¿O eran tres y cuatro, ya que técnicamente la primera ronda comenzó en la sala antes? De cualquier manera, aprendí algo sobre Caine esta noche, su pelea para mantenerme fuera se debilitaba cuando se hallaba físicamente agotado. Teniendo en cuenta que el método para agotarlo físicamente era bastante espectacular, diría que el descubrimiento fue placentero. Mi cabeza acarició su pecho desnudo mientras él acariciaba mi cabello en la oscuridad. Cuando habló, su voz era baja. —¿Cómo te hiciste esa cicatriz en la espalda? —Me caí de un árbol cuando era una niña y me llevé algunas ramas conmigo en el camino hacia abajo. —Conté la misma historia durante tanto tiempo cada vez que alguien notaba mi cicatriz dentada de cinco centímetros, que casi sentía como si fuera cierto. —Auch. —No fue tan malo. Se curó rápido. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes cicatrices? —No visibles —dijo Caine—. Aunque las cicatrices invisibles son las más difíciles de curar.

Comprendía ese sentimiento más de lo que él sabía. Le di un suave beso en el pecho, justo encima de su corazón. Después de eso, permanecimos en silencio por un tiempo, y me pregunté si pensaba en sus cicatrices. —¿Te molesta si me quedo esta noche? —Caine rompió nuestro silencio—. Creo que succionaste mi fuerza. Literalmente en esa última ronda. Sonreí. ¿Cuándo fue la última vez que me reí? —Por supuesto que no. Quiero que te quedes. Me apretó el hombro en respuesta. Transcurrieron unos minutos y pensé que se quedó dormido, así que susurré—: ¿Estás durmiendo? —No. —¿Puedo preguntarte algo, entonces? No lo miré, pero sabía que sonreía cuando habló. —¿Te detendría si dijera que no? —¿No extrañas esto? —¿Qué? —Esto... acurrucarte con un cuerpo cálido y la compañía. Estuvo callado por un momento. —Esa no es una pregunta fácil de responder, Rachel. —¿Cómo? ¿No es solo sí o no? —Muy pocas cosas en la vida son así de simples. —Creo que haces las cosas más difíciles de lo que necesitan ser. Suspiró. —Pasé un año en suspensión académica por ceder a querer un cuerpo cálido. Eres mi asistente y soy el tutor de tu tesis. Nunca tuve una relación que no terminara mal. No hay un simple sí o no. Me dolió recordar que no era la primera zambullida que Caine tomó en la piscina académica. Permaneció en silencio, y debió de sentir que me sentía necesitada. Besó la cima de mi cabeza. —Nunca he pasado la noche con alguien de la universidad. —Hizo una pausa—. Y antes de que saltes a conclusiones incorrectas, nunca estoy demasiado cansado para levantarme y volver a casa. Incluso ahora. Lo tomé como una victoria, por pequeña que fuera. —De acuerdo... ¿Cuándo fue la última vez que...?

Caine interrumpió, acurrucándome más cerca en sus brazos. —Y este cálido cuerpo se siente muy bien. Ahora duerme un poco. Puedes interrogarme más mientras me haces el desayuno por la mañana. Unos minutos después, la respiración de Caine se suavizó cuando se quedó dormido. Besé su pecho y cerré los ojos para seguirlo a la tierra de los sueños. Sonreí y pensé para mí, no puedo esperar para el desayuno.

Mis ojos parpadearon hasta abrirse, y de inmediato me estiré hacia el otro lado de la cama. En lugar de encontrar a Caine, encontré solo una sábana fría. Mi estómago se hundió. Estirándome para alcanzar mi teléfono de la mesita de noche, entrecerré los ojos a la hora y me sorprendió descubrir que dormí hasta casi las once y media. La última vez que dormí tan tarde… bueno, no podía recordar la última vez que dormí tan tarde. Era de esperarse que Caine se fuera. Bostezando, me arrastré al baño para lavar y cepillar mis dientes. Todavía seguía completamente desnuda, y cuando miré el espejo y vi mi cabello salvaje y las marcas rojas claras en mi cuello de las chupadas incesantes de Caine, no pude contener la sonrisa. Dios, tenía recuerdos. Y no solo marcados en mi cerebro, me dolían músculos que no me había dado cuenta que tenía, y entre mis piernas estaba hinchada y dolorida. Sin embargo, me sentí mejor que en un largo tiempo. En realidad, me gustaba la forma loca que lucía, y no me molesté en arreglarlo, sintiendo alguna clase de extraña conexión a Caine a través de mi apariencia desarreglada. Agarrando lo primero que alcancé en mi cajón lleno con ropa, me deslicé en una camiseta retro de los Rolling Stones y salí a la cocina para un poco de muy necesitado café. Me detuve al encontrar a Caine en mi estufa. Me daba la espalda, y no parecía haberme escuchado, entonces me quedé en la puerta observándolo, medio asombrada por lo que veía y media sorprendida en descubrir que siquiera seguía aquí. Caine estaba… ¿bailando? Bueno, no técnicamente bailando, supongo. Pero definitivamente balanceándose al ritmo de algo mientras daba vuelta los panqueques en una sartén y revolvía la salsa en la otra. Mmm. Y la comida olía bastante bien, también. Continué observando silenciosamente, completamente divertida al ver a Caine tan relajado.

—¿Quieres algo de café en tanto te quedas ahí? —preguntó sin darse la vuelta. Salté y entonces sonreí. —No pensé que supieras que estaba aquí. —Lo sé. —Fue al armario, sacó una taza, y me sirvió café. Parecía que Caine y mi cocina se pusieron al corriente en tanto yo dormía—. ¿Tomas con crema y azúcar? —Un Equal y leche con crema. Caine terminó de hacer mi café, y por alguna razón, me quedé en la puerta de la cocina. Me trajo la taza y besó la punta de mi nariz antes de entregármela. —Buenos días, dormilona. —¿Cuánto tiempo has estado levantado? —Casi una hora. —No sabía que seguías aquí. ¿Por qué no me despertaste? Caine regresó a la estufa. —Imaginé que te hallabas cansada después de anoche. Sonreí y llevé el café hasta mis labios. —Lo estoy. Siento como si me hubieran dado una paliza. Colocando los panqueques y un poco de salsa en platos, acomodó el desayuno en la mesa. —Siéntate. —Eres muy mandón, ¿sabes? Al límite de lo maleducado. No soy un perro. Siéntate. Párate. Caminó a donde yo continuaba apoyada contra la puerta y puso una mano en cada lado de mi cabeza contra la pared. —No pareció importarte anoche. —Eso es diferente. —No, no lo es. Dejó caer su cabeza, riendo. —¿Qué tal si desayunamos sin una pelea? —Bien. Me sentaré. Pero solo porque huele realmente bien y no porque me lo ordenaste. Sacudió la cabeza. —Lo que sea que se necesite, Peleona. Tan pronto como el tenedor tocó mi boca, me di cuenta que me moría de hambre. Devoré un panqueque entero en un par de mordiscos. —¿Con hambre? —Caine arqueó una ceja. —Cállate. ¿Qué hiciste mientras dormía?

—Escuché música en mi teléfono, revisé las fotos en tus paredes un rato más. Lo señalé con el tenedor. —¿Fisgoneaste? No creí que fueras un fisgón. —No revisé tus cajones. Miré las fotos colgadas en la pared. No creo que sea lo mismo que fisgonear. —Fisgón. —Sonreí como una idiota. Comimos en silencio por un rato. Sonreí demasiado, y Caine parecía estar intentando ocultar que se sentía un poco aterrorizado por mi entusiasmo por el desayuno. Pero era mucho más de lo que esperé de él después de cómo las cosas comenzaron anoche. Mientras enjuagaba los platos, mi teléfono celular sonó. Se hallaba conectado al cargador en la encimera, y Caine y yo captamos el nombre destellando al mismo tiempo. Davis. Los ojos de Caine se movieron a los míos. Ignorándolo, volví a terminar los platos. —¿No vas a contestar? —Hablaré con él después. En tanto limpiaba la mesa, Caine regresó a la sala de estar con otra taza de café. Me le uní cuando terminé. Permanecía parado en frente de una foto que había sido tomada hace casi un año. Era de mis tres compañeros de cuarto y yo la semana antes de que todos nos mudáramos y fuéramos en caminos separados. Nuestro sofá era de un metro ochenta de largo, hecho de dos almohadones de noventa centímetros, pero los cuatro estábamos sentados apretados en uno. Había un montón de sonrisas en esa foto. —¿Quién es este contigo y Ava? —Esa es Beth y Davis. Beth es la que tiene el escote. —Imaginé eso. Caine sorbió su café. Después de un momento, se volvió y me enfrentó. —¿Por qué no dormiste con él? —Solo cenamos. Él quería hablar. —¿Pero quiere dormir contigo? —Quiere intentarlo de nuevo, sí. Sorbió otra vez, estudiándome sobre el borde de la taza. —¿Y qué quieres tú?

A ti, a ti idiota. Te quiero. Sabía que era asustadizo sobre lo que sucedió anoche, así que lo traté con cuidado, intentando restarle importancia al tema. — No me importaría algo más de lo que tuve anoche. Deslizó su mano bajo el dobladillo de mi camiseta y descubrió que no tenía nada abajo. Agarró mi culo y apretó. —¿No has tenido nada puesto aquí abajo desde que te levantaste? —Nop. Tomó el café que sostenía de mis manos y caminó a la cocina, dejando nuestras tazas en la mesa. Regresando, se inclinó y me levantó sobre su hombro, estilo bombero. Chillé, pero amé cada minuto. Especialmente lo que vino después… Era la mitad de la tarde antes de que Caine mencionara irse. Yo tenía que trabajar en O’Leary a las cinco, y acabábamos de ducharnos juntos. Se vistió mientras yo me encontraba en el baño haciendo mi rutina habitual. Todavía usando solo una toalla, me incliné en el espejo del baño para frotar hidratante en mi piel. Caine vino por detrás y me miró en silencio. Intercambiamos sonrisas y miradas, pero mayormente, ninguno de nosotros dijo nada. Simplemente me observó terminar con el hidratante facial, froté uno diferente en mis piernas y brazos, entonces cepillé mi cabello mojado. Al final, habló—: ¿Alguna vez escuchaste una canción por primera vez y no sabes las palabras, pero la música es realmente familiar? —Claro. ¿Como “All Summer Long” de Kid Rock donde usa partes de “Sweet Home Alabama” y “Werewolves of London”? —No. Una canción completamente original que escuchas por primera vez, pero ¿sabes la música de todos modos? Me giré para mirarlo. —Supongo. Quiero decir, todas las canciones tienen cosas en común entre ellas. Un riff, un acorde, un lick, un registro común o timbre. Nuestro cerebro parece relacionar todas esas pequeñas cosas para que escuchemos algo y tengamos esa sensación familiar, aun sí no podemos descubrir de dónde vino. ¿Por qué? —Eres esa canción. No sé ninguna de las palabras, pero el ritmo es tan malditamente familiar. Entendía a qué se refería. También sentí una conexión desde la primera vez que nos conocimos. No quería asustarlo, pero lo que sea que había entre nosotros siempre se sintió más grande que yo… más grande que nosotros. Bromeando, envolví los brazos alrededor de su cuello. —Bueno, mi cuerpo probablemente te recuerda a alguna supermodelo. Estoy pensando en esa con la que el jugador de futbol está casado.

Caine sonrió. —¿Hablas de Tom Brady? —Ese mismo. ¿Mi cuerpo? El vivo retrato de su esposa. Y mi corazón, probablemente un poco Madre Teresa. —¿Es así? —Mmm-hmmm. Se agachó y colocó un beso suave en mis labios. —Eso debe ser. Tengo que irme, Madre Teresa, y tú tienes que llegar al trabajo. Te veré mañana en clase. Seré el que esté en el frente del salón, ignorándote y tratando de no mirar tu escote. —De acuerdo. —Me puse de puntillas y lo besé esta vez—. Y yo seré la que sabrás que no tiene las bragas puestas.

Hace quince años Traducido por Snow Q Corregido por AnnyR’

No vino la semana pasada. Debería haberme hecho feliz que después de ocho semanas de escabullirme a la iglesia, finalmente hubiera recuperado mi sábado. Pero no fue así. Me puso ansioso y la maldita semana pasó demasiado lento. Levanté la mirada hacia la cruz en la parte superior de la iglesia y gruñí internamente antes de entrar. Lo siento por la maldición, tipo de allá arriba. La iglesia se encontraba vacía como siempre, y tenía que aprenderme una canción, así que fui a mi asiento habitual para quitarme un peso de encima en lugar de acechar el exterior. Liam tuvo uno de sus largos periodos donde escribía canciones ebrio de nuevo. Pero después del último fiasco en el que solo podía recordar la mitad de una canción increíble, todos pusimos dinero y le compramos un grabador digital portátil. La cosa era más pequeña que un teléfono y podía grabar veinticuatro horas de música con solo presionar un botón. Funcionaba genialmente. Cuando llegó con resaca a la práctica esta mañana después de su típica noche de viernes de beber y escribir canciones, no podía recordar una mierda. Pero todo lo que tuvimos que hacer fue descargar los archivos. Estábamos agradecidos de que Liam hubiera recordado encender la maldita cosa. Solo que, desafortunadamente para nosotros —y para él— no recordó apagarlo durante toda la noche. Definitivamente íbamos a encontrar la forma de encajar alguno de sus gruñidos de la masturbación a media noche en alguna canción en el futuro.

Me senté en el oscuro confesionario por casi media hora con los audífonos puestos. Así aunque no apareciera, al menos me habría aprendido la letra que escribió Liam. Cuando terminé me hundí en el asiento rojo aterciopelado, cerré los ojos y puse música de Bob Dylan. El sonido de “Blowin’ in the Wind” bloqueó todo lo demás a mi alrededor, incluyendo el sonido de la puerta abriéndose al otro lado. No sabía con certeza cuánto tiempo estuve ahí cuando finalmente abrí los ojos y la noté. Quitando un auricular de mi oído, cambié a modo sacerdote y dejé que mi yo de dieciséis años surgiera. —Hola. No pensé que fueras a venir. La música resonaba del auricular colgando. —¿Qué estás escuchando? —preguntó. No podía decirle que estuve escuchando a Bob Dylan. Eso no sonaba muy de sacerdote. —Algunos salmos. —Parece Bob Dylan. Sonreí. La pequeña conocía a Bob Dylan. Con razón me agradaba tanto Bajé mi tono de voz. —Shhh. No tenemos que contarles nuestro pequeño secreto a los otros sacerdotes. No podía verla, pero sabía que sonreía. —De acuerdo. —Hablando de secretos, ¿qué tienes para mí hoy? ¿Has sido un buen corderito? —Mi hermana regresó ayer a casa. —¿A buscarte? —No. Se metió en problemas y la policía la llevó a casa. Bien. La policía necesitaba estar en esa casa. —¿Que sucedió? —Se estaba quedando en la cabaña para cazar del padre de su amigo en el norte. Bebió todo su licor una noche y comenzó a deambular para encontrar una tienda y se perdió. La policía la trajo a casa después de que vomitara toda la parte de atrás de su auto. —¿Hablaron con tus padres? —Hablaron con Benny. Lo escuché a través de la puerta de mi habitación. Le mintió a la policía, les dijo que mi hermana bebe todo el tiempo y que se escapa con chicos. Que tiene tiempo haciéndolo. Mierda. —¿No hicieron más preguntas? —No muchas. Eran dos, y uno conocía a Benny del taller. —¿El taller? —Donde Benny trabaja.

—¿Benny arregla autos? ¿Es mecánico? —Sí. —¿Cómo está tu hermana ahora? —Está triste. —¿Por qué no viniste la semana pasada? —No podía dejar a mi hermana sola. Benny se enojó mucho con ella después de que la policía la llevó a casa. Estuvo bebiendo y gritando por varios días. —¿Le hizo daño? —Creo que sí. Esto ya no era un juego. —Tienes que decirme. ¿Le hizo daño o no? Estuvo en silencio por un largo tiempo. Decidí que si se marchaba, o la seguía a casa, o los dos, finalmente íbamos a vernos cara a cara. El hecho que hubiera violado la confianza de esta pobre pequeña ni siquiera importaba. Podía odiarme y alejarse de la iglesia por todo lo que me importaba, tan pronto como estuviera a salvo. La presioné con un tono severo. —Háblame. ¿Le hizo o no le hizo daño a tu hermana? —Ella no me dice. Pero una vez vi que él salió de su habitación en la mañana, y mi hermana me dijo que tenía que pasarle seguro a mi puerta en la noche, que le había prometido que no me molestaría si ella se portaba bien con él de ahora en adelante. Mierda. Mierda. ¡MIERDA! —Tenemos que ir a la policía. Yo iré contigo. —Tengo que irme a casa. —Pude ver a través del entramado que se había puesto de pie. —¡Espera! —grité. Se detuvo. —¿Por qué viniste hoy si no querías mi ayuda? —Porque me siento a salvo aquí contigo. —¿Confías en mí? —Sí. —Entonces necesito que hagas algo por mí. —Está bien. —Busca a tu hermana y tráela aquí. —No puedo. Benny va a estar en casa pronto.

—Entonces mañana. Es domingo. ¿Qué hacen los domingos? —Benny generalmente va a trabajar en la mañana. Mi hermana y yo escuchamos música. No tenemos permitido escuchar cuando está en casa. —Cuando se vaya a trabajar, ven aquí. Quiero hablar contigo y con tu hermana. Juntas. Permaneció en silencio por un momento. Cuando finalmente habló, su voz no sonaba muy convencida. —De acuerdo. —¿Vas a venir? ¿Y traerás a tu hermana? —Lo intentaré. Esperé hasta que escuché la puerta del confesionario y luego la de la iglesia abrir y cerrarse. Probablemente le tomaría un par de minutos quitarle el seguro a la bicicleta, y sabía de qué dirección venía. Lo último que quería era asustarla cuando la siguiera a casa. Pero si no aparecía mañana, tenía que saber a dónde iba.

Traducido por amaria.viana Corregido por Valentine Rose

El sexo alucinante tiene sus consecuencias. Ni siquiera era las nueve, iba casi por la mitad de mi turno y arrastraba mi trasero. Incluso ese pensamiento, me hizo sonreír. Estoy arrastrando mi trasero. El trasero que tuvo Caine en sus manos toda la noche… y esta mañana. Ava me atrapó recordando. —Ay, por dios, tuviste sexo con Davis. —¿De qué estás hablando? Colocó la bandeja en el bar cerca de un chico al azar, quien estuvo de repente muy interesado en nuestra conversación. —Puedo verlo en tu rostro. Normalmente estás… —hizo un gesto a su rostro en lo que la arrugaba como si sintiera dolor—… como muy tensa. Ahora no. —Le dio con el dorso de la mano una palmada al chico que bebía su cerveza y le preguntó qué opinaba—. ¿Estoy en lo cierto? Sin duda tuvo sexo. El chico examinó mi cara con detenimiento. —Por favor, ignórala. —Caminé hacia el otro extremo del bar donde no había clientes. Ava me siguió y tomó asiento en un taburete vacío. Volviendo a trabajar, limpié el mostrador, intentando ignorarla, pero seguía observándome con una sonrisa tonta. Soltando un suspiro, me detuve. —¿Qué? —¿En serio no me vas a contar nada? —No es lo que piensas. —Así que algo sí pasó con Davis. ¡Escúpelo! —Davis y yo fuimos a cenar anoche.

—Sabía que algo pasó. Tienes esa mirada en tu rostro como si estuvieras enamorada o lujuriosa. Espero que se tratara de lo último lo que me provocaba mariposas en el estómago cada vez que pensaba en Caine West, porque estaba segura de que la primera no era una buena idea. Ava entendió que mi mirada y mi cara tonta significaban lo último. —El sexo te sienta. Por suerte, una pareja entró y quería tomar asiento, lo que dio alivio temporal al cuestionamiento intenso de Ava. Incluso aunque fuera una bocona, sé que nunca contaría ninguno de mis secretos; eso no era lo que me impedía contarle la verdad. Tan tonto como sonaba, quería guardarme lo que pasó entre Caine y yo. No me encontraba lista para analizar de más lo que ocurría. Escogí seguir en mi ignorante y privada felicidad lo más que pudiera. Aunque no fuera por mucho. Cerca de las nueve en punto, sacudía un Cosmo en un mezclador plateado, completamente enfocada cuando la voz de Ava me sorprendió. Habló de la forma cantarina que la mayoría de las niñas hacen cuando se quitan sus sostenes de entrenamiento. —Holaaa —canturreó—, me pregunto qué te trae por aquí esta noche. Levanté la mirada para encontrar a Davis al final del bar, quitándose la chaqueta. La culpa me golpeó de lleno. Demonios. ¿Por qué no le respondí sus mensajes esta tarde? Me saludó con la mano, y le señalé que me esperara unos minutos. No había nada que me retuviera de ir allá, así que tenía que crear algunas razones. Llené la cerveza de un cliente y hablé con él lo más que pude, luego le ofrecí cancelar la cuenta a un chico que ni siquiera estaba listo para irse. Esa fue toda la extensión de mis clientes, quedé casi sin opciones cuando vi a Ava atravesar al bar. Esperaba que tuviera una orden de tragos. —Tómate un descanso. Yo te cubro —me guiñó el ojo—. Y no tengo razones para ir a la bodega, por si de pronto quieres algo de privacidad. La culpa avivó mi pánico. Cuando miré al final del bar, Davis sonrió, sin enterarse que tenía sudorosa las axilas y que tenía nauseas. —De hecho, ¿podrías ayudarme con algo en la cocina? Ava frunció el ceño. —Claro. —Nos vemos en un minuto. Déjame preguntarle a Davis qué va a beber. —Bueno, pero estás actuando raro. —Solo ve.

—Bien. Respiré profundamente y caminé hacia él, y forzando una sonrisa, dije—: Hola. Qué sorpresa, no sabía que venías. —Una buena sorpresa, espero. Ehhh. —Por supuesto, pero necesito hacerme cargo de algo atrás. ¿Qué te traigo para tomar? ¿Lo de siempre? —Eso estaría bien. Gracias. De algún modo, logré mezclar el gin & tonic de Davis sin problemas, y servirlo con una sonrisa. —Vuelvo dentro de poco. Ava esperaba en la cocina. —¿Qué está pasando? Parecías en las nubes hace diez minutos, y ahora estás miserable desde que Davis llegó. Asumo que no lo esperabas. Me paseé de ida y vuelta. —No, no lo esperaba. —¿Qué es lo qué te molesta? ¿No la pasaste bien anoche? —No, sí lo pasé bien. —De acuerdoo… Froté mi frente. —Davis y yo fuimos a cenar. Nos divertimos, pero me sentía confundida, así que di por terminaba la noche y me fui temprano a casa. —¿Eso es todo? Pero puedo jurar que temprano vi un destello de rostro post-coito. —Lo hiciste. —¿Qué me estoy perdiendo? Paré mi caminar y miré a mi amiga. —Dormí con Caine, luego de cenar anoche. —¿Qué? ¿Caine… el profesor West? Asentí. —Estoy confundida. ¿No tenías una cena con Davis? —Así es, y luego me fui a casa. Ayer más temprano, tuve una discusión con Caine… algo así. Cuando llegué a casa de mi cita con Davis, Caine me estaba esperando. Quería hablar, tuvimos otra pelea y… Ava sonrío. —El sexo cuando estás enfadado es lo mejor. “Fóllame como si me odiaras”. —¿Qué le voy a decir a Davis ahora?

—No tiene que saber que pasó algo; simplemente fuiste a casa y a la cama luego de cenar, ¿cierto? —Supongo. —Pues finge que nada pasó. Obviamente ella nunca tuvo sexo con Caine. Pretender que nada pasó es como que solo comas una patata frita del contenedor lleno. —Soy una terrible mentirosa. —Entonces no mientas. Si intenta hablar sobre algo entre ustedes, tan solo dile que estás en el trabajo y que preferías no hablar de eso aquí. Aplaza la conversación hasta que estés lista e incluso siendo así, si solo quieres ser amiga de Davis, no necesitas contarle nada más. Inhalé profundamente. —Tienes razón, estoy actuando como una tonta. Me siento culpable, y ese es el tema. —No tienes por qué sentirte culpable. Eres una mujer adulta que está soltera. ¿Hiciste acaso algún compromiso con Davis durante la cena? —No, le dije que necesitaba pensar las cosas. —Entonces —puso sus manos sobre mis hombros para calmarme—, no hay problema. No hiciste nada malo. Tómate un minuto o dos, y luego regresa allí, actúa como una mujer que no ha hecho nada malo. —Bueno. —¿Estás bien? —Eso creo. Ava volvió al bar mientras me tomaba un minuto más para recomponerme. Tenía toda la razón. No había hecho nada de lo que debería sentirme culpable, y Davis no tenía idea que ocurrió anoche. Puedo hacer esto. Mantener a Caine fuera de mi mente un rato más no iba a ser tan difícil. Respiré profundo y abrí la puerta, sintiéndome más calmada. Hasta que… Miré hacia donde estaba Davis sentado y vi un hombre sentado a su lado. Ese hombre era Caine.

Ava me vio congelada en la puerta y se acercó. Tenía los ojos abiertos como platos. —¿Sabías que uno de ellos iba a venir? —Nop. Supongo que decidieron sorprenderme. Mierda. ¿Qué demonios voy a hacer? —Está bien, pensemos esto. No has hecho nada malo. Aunque claramente vas a actuar como un bicho raro cuando vayas allí. —Claramente. —¿Sabe Davis quién es Caine? Sacudí la cabeza. —No, no creo. —¿Y Caine? —Sabe quién es Davis por la foto que hay en la pared en mi apartamento. Asumo que va a reconocerlo, si no lo ha hecho hasta ahora. —Bien. Tengo un plan. —Gracias a dios. —Tienes que ir allá y actuar como si nada malo pasara. —¿Ese es tu plan? ¿Qué clase de plan es ese? —El único que tienes. Ve a la barra y saluda, yo voy a estar cerca por si necesito intervenir. Llevé la mirada donde los hombres se hallaban sentados al mismo instante en que Caine me miro a mí. Su cara era difícil de leer. Sentí náuseas. Quería ir al estante, agarrar una botella de lo que sea, tomarla a tragos y retirarme por la puerta trasera. Ava sonrió con suficiencia, sabiendo en lo que pensaba. —Podemos tomar algo cuando se acabe, solo rasga la tirita y ve allá. Puede que no sea tan malo. Me entregó un papel con una orden de un trago. —La mesa tres quiere algún trago dulce. Te mantendrá ocupada por unos cuantos minutos, de todos modos. Maldiciendo por lo bajo, tomé el papel. —Mantente cerca. Ava sonrió. —Lo haré. Estoy impaciente por ver el espectáculo. Meneé mi dedo hacia ella. —Todo es todo es tu culpa, sabes. —¿Mi culpa?

—Si distinguieras el azul del marrón, no hubiera regañado al chico equivocado esa noche. Caine y yo probablemente no hubiésemos tenido un comienzo inestable y las cosas se mantendrían solo en lo profesional. Ava enganchó su brazo al mío. —Entonces, de nada. Vamos. Atrás de la barra, me ocupé haciendo la orden del trago que Ava me dio, al otro extremo de donde Davis y Caine se encontraban. Evité lo más que pude mirar hacia ese lugar, pero finalmente la curiosidad me ganó y los encontré mirándome mezclar la bebida. Saludé con nerviosismo y sacudí la bebida en el mezclador por mucho tiempo. Luego limpié el mostrador y les pregunté a los otros dos clientes que quedaban si les podía dar algo más. Con nada más que hacer y cuatro ojos puestos en mí, no tenía otra opción que encarar lo inevitable. Inhalé profundamente otra vez y me dirigí al otro extremo del bar. Como ya había saludado a Davis, miré a Caine primero. —Hola. No sabía que ibas a pasar. Vio de soslayo a Davis y luego me miró fijamente. —Sí, al parecer debí haber llamado antes para hacer una reservación. Mierda. Davis, ajeno a la identidad de Caine y el significado de su comentario, rio. —Sí, este es un bar de un anciano. Está vacío en la noche. Solo vengo por la hermosa camarera. El músculo en la mandíbula de Caine se flexionó. Apunté al vaso vacío de Davis. —¿Quieres otro? —Seguro. —Apuntó a Caine—. También invitaré a mi amigo uno. Caine me miró fijo. —No, gracias. Ahora que lo pienso, daré por terminada la noche. —Se levantó bruscamente y las patas del taburete chillaron contra el piso cuando la empujo de su camino—. Que llegues bien a casa, Rachel. Y justo así, Caine se fue. —¿Qué le pasa a ese tipo? ¿En un cliente habitual? Tomé el vaso de Davis. —Viene de vez en cuando. Déjame rellenarte el vaso. Ava me encontró al otro lado del bar. —¿Qué demonios pasó?

—Nada. Caine se fue. —¿Por algo que Davis dijo? —No. Solo se fue. —¿Así que te dejó para que pasaras la noche con el chico que sabe que tuviste una relación en el pasado y que quiere intentarlo de nuevo? Sé que no intentaba ser hiriente, pero tenía razón y la verdad duele. Eso fue lo que a la final ocurrió. Caine se retiró. No iba a dar pelea. No le interesaba nada más que lo que tuvimos: sexo. Cualquier otra cosa que construí en mi cabeza fue solo una ilusión.

Traducido por AnnyR’ Corregido por Jadasa

No tenía derecho a estar enojada. Aunque no tener derecho a sentirme de una cierta manera y controlar realmente cómo me sentía, eran dos cosas diferentes. Al día siguiente intenté disimular mi amargura después de la clase. Como de costumbre, esperé a que la habitación se vaciara antes de bajar a hablar con Caine. Tenía una sesión de ayuda extra antes de clase, y le gustaba mantener la hoja de registro para ver quién hacía un esfuerzo. Se la entregué. —Llegaste tarde. —No, no lo hice. Llegué aquí a tiempo. —Me refería a la sesión de ayuda extra. La sesión ni siquiera se llevó a cabo en un edificio en el que Caine enseñara. Y apenas llegué tarde. —Llegué literalmente dos minutos tarde. ¿Y me estás vigilando? Me miró fijamente. —No me gusta la tardanza. Tal vez deberías planear comenzar las sesiones más tarde si tienes que trabajar tarde o lo que sea. Fue él lo que sea lo que me dejó ver más allá de la máscara inexpresiva que usaba. Entrecerré los ojos. —¿Me buscabas esta mañana por una razón o simplemente me vigilabas? —Solo llega a tiempo, Rachel. —Responde mi pregunta.

Caine se alejó de mí en tanto guardaba sus cosas, pero se detuvo para mirarme Sus ojos eran oscuros. —Aquí no. Puedo decir que esta conversación no va a ser una que debería tener en mi salón de clases. —Bien. Entonces, ¿dónde te gustaría tenerla? Levantó su bolso del escritorio. —Prefiero no tenerla en absoluto. Crucé mis brazos sobre mi pecho y levanté mi voz. —Entonces ¿terminaste conmigo? ¿Es eso lo que estás tratando de decirme? Porque prefiero que me lo digas directamente. Si hemos terminado de joder, puedes decirlo. Teníamos una mini mirada fija, y sabía que presionaba al máximo su tolerancia. Me importaba una mierda. —A las siete en punto —dijo—. Pasaré por tu casa después de mi última clase. —Trabajo hasta las ocho de la noche. Iré a tu casa después. No tenía ni idea de qué me llevó a decir eso. ¿Por qué querría conducir desde Manhattan de vuelta a Brooklyn molesta en medio de la noche? Pero mis emociones se sentían tan incontrolables, habría aprovechado cualquier cosa para tener alguna apariencia de control. —Bien. Pero te recogeré. No quiero que manejes de noche cansada. Sorprendentemente, el resto del día pasó volando. O 'Leary se hallaba lleno, y trabajar con Charlie en vez de con Ava significaba que no tenía que hablar de mi vida todo el día. Un poco antes de las siete, estaba en la parte trasera del comedor contiguo hablando con una pareja que eran clientes habituales cuando mi atención se desvió. Vi a Caine entrar. Mi corazón empezó a latir aceleradamente. Me engañaba al tratar de fingir que no iba a estar herida cuando me recordó que lo que teníamos era puramente sexual. Toda la lógica del mundo no podía impedir que mi corazón se enamorara. Tras comprobar mis mesas y hacerles saber a los últimos clientes rezagados que necesitaban instalarse en el bar, fui hacia Caine. Charlie se encontraba cerca. —Charlie, recuerdas a Caine, ¿verdad? Charlie extendió su mano. —El profesor. West, ¿verdad? Caine se estremeció. —Así es. —¿Tiene un segundo nombre? Caine frunció el ceño, pero respondió de todos modos—: Sí. Maxwell, el nombre de mi padre. ¿Por qué?

Charlie me miró. —Por nada. Solo me gusta saber con quién mi chica está pasando el tiempo. Puse los ojos en blanco. —Ignora a Charlie. Fue policía durante veinte años. Todo el mundo es sospechoso hasta que se demuestre su inocencia. Voy a cambiarme. Regresaré enseguida. El viaje a casa de Caine fue silencioso y torpe. Teniendo en cuenta que me afectaba en lugares que no quería, la forma en que manejaba cambiando de mano, pasé la mayor parte del tiempo mirando por la ventana. Cuando llegamos al edificio de Caine, se acercó para abrir mi puerta, pero ya me encontraba a medio camino. Frunció el ceño y tomó mi codo para ayudarme a estabilizarme mientras salía del diminuto y bajo automóvil. El silencio prosiguió en el ascensor hasta su apartamento. No fue hasta que estuvimos adentro, que cualquiera de nosotros habló. —¿Quieres que te traiga algo de beber? —Tomaré agua. —Me arrodillé para saludar a Murphy, quien parecía sentir la tensión entre nosotros y, en realidad, escuchó cuando Caine le regañó. —Abajo, chico. Caine me trajo una botella de agua y un vaso de vino tinto. De nuevo, miraba por la ventana. Había tenido todo el día para pensar en lo que iba a decir, pero desde que llegó el momento desaparecieron toda mi furia y frustración reprimida. Me sentía triste, derrotada y cansada. Suspiré y seguí mirando fijamente las luces de la ciudad. —No invité a Davis a venir a O 'Leary. No teníamos planes ni nada. —Lo sé. Mis ojos se movieron hacia el reflejo de Caine. Se puso detrás de mí. — ¿Cómo lo sabes? —Porque no harías eso. No eres el tipo de mujer que salta de la cama con un hombre por la mañana y sale con otro. Me volví para mirarlo. No se acercó ni me dio ningún espacio. — Entonces, ¿por qué te fuiste, si lo sabias? Me miró directamente a los ojos. —Porque estás mejor con él que conmigo. Tensé mis hombros. —No tienes derecho a decidir eso. No puedes solo pasarme a otra persona cuando termines. —Eso no es lo que estoy diciendo, Rachel. —¿Sabes qué? Que te jodan. —Rachel…

Su tono era una advertencia. Pero era yo quien debería haber estado advirtiéndole. Porque de repente, me sentía enfurecida. Mi frustración se transformó en ira. Me enojó profundamente que estuviera allí tan tranquilo. No era justo que no estuviera molesto. Necesitaba que lo lastimaran tanto como a mí. —¡No me digas Rachel! Tienes razón. Estoy mejor con Davis. Al menos es honesto conmigo sobre cómo se siente. Y también era bastante bueno en la cama. La mandíbula de Caine se tensó. —¿Ya terminaste? —No, no he terminado. Acabo de empezar. Creo que también voy a follar al chico de la gorra. Tal vez pueda dibujar mejor algunos desnudos después de ver la cosa real de cerca y en persona. Su voz sonaba tensa. —¿Ahora has terminado? Porque si jodidamente te callas por un minuto, me gustaría decir algo. Mis ojos se abrieron ampliamente. —¿Acabas de decirme que jodidamente me calle? Caine bajó su cabeza de manera que pudiéramos mirarnos a los ojos. Habló con los dientes apretados—: No quiero oírte hablar acerca de ti follando a otros hombres. Así que, sí, jodidamente cállate por un minuto. —No lo haré. Puedo… Caine me interrumpió con un gruñido y luego… aplastó su boca contra la mía. Mi jadeo de conmoción fue tragado por su beso. Sus manos se acercaron para acariciar mis mejillas, y gruñó de nuevo al inclinar mi cabeza hacia donde él quería, profundizando el beso. Mi reacción instintiva fue luchar, alejarme de su agarre y correr en la dirección opuesta. Pero ese pensamiento desapareció al segundo en que su lengua se clavó en el interior y encontró la mía. En vez de eso, le devolví el beso con toda la ira reprimida en mi interior. Mis brazos se envolvieron alrededor de su cuello, y tiré de su cabello en tanto me aferraba a él. Caine agarró mis muslos, levantándome del suelo a medida que me apoyaba contra la fría ventana de cristal. Guió mis piernas alrededor de su cintura y gimió cuando se presionó entre ellas. El sonido hizo que todo lo demás desapareciera. No había gritos. No podía decirme que estaba mejor con otro hombre. Solo éramos yo y él… y este beso. Este beso. Nuestro.

No podíamos acercarnos lo suficiente. Nuestros miembros se enredaron, su cuerpo duro manteniendo el mío en su lugar. Teníamos hambre el uno por el otro. No quedaba lucha en mí. Mi cabeza giraba, y no pude formar un pensamiento coherente cuando nuestro salvaje beso finalmente terminó. Caine jadeaba, con voz ronca dijo—: ¿Puedes callarte un momento ahora? Me las arreglé para asentir. —Bien. —Su agarre en mí se tensó, pero retrocedió lo suficiente para mirarme a los ojos—. Dije que estabas mejor con él. Pero no me dejaste terminar. Contuve la respiración, esperando a escuchar el resto. Caine apartó la vista, pensativo. —Me fui anoche, pensando que era lo correcto. Nunca he tenido una relación de más de unos meses, y arruino todo lo bueno que me rodea. —Pero tú no… Caine me cubrió los labios con dos dedos, silenciándome. Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Abriéndolos, se rió entre dientes. —Dios, realmente nunca te callas. —Entonces apoyó su frente contra la mía—. Déjame terminar. Asentí. —Puede que te sientas mejor con él que conmigo, pero soy un bastardo egoísta. Y lo soy lo suficientemente como para no marcharme cuando debo y para pedirte que estés conmigo hasta que lo jodas tan mal que corras al otro lado. Mirándolo a los ojos, me di cuenta de que creía cada palabra que decía. Por alguna razón, pensó que no era digno de una oportunidad, que las cosas inevitablemente terminarían mal. Un mal presentimiento en la boca de mi estómago me advirtió que me iba a hacer daño, pero lo ignoré. —¿Me dirás por qué crees que vas a joder las cosas? —Es solo historia, Rachel. —Entonces aprenderemos de ella. Pero no puedo hacer eso si no sé qué hay que evitar. Caine miró de un lado para el otro. —¿Le dirás a ese idiota que no te interesa? Arqueé las cejas. —¿Idiota? —Tu compañero de cuarto, Davis.

No me molesté en decirle que ya planeaba decirle a Davis que no me interesaba. Dejé que pensara que era su victoria. —Sí. —Bien. Hablaremos más tarde. Por supuesto, inmediatamente empecé a protestar. —¿Luego? ¿Por qué no pode…? Caine me silenció con un beso. De nuevo. Más tarde funciona.

Escuchaba los latidos de Caine en tanto mi cabeza descansaba sobre su pecho. —En la escuela secundaria, tuve una novia durante unos meses. La engañé. Su voz era baja, y tuve que alejarme de su pecho para poder oír. Girando la cabeza, apoyé mi mentón sobre mis manos. La habitación se hallaba oscura, aunque mis ojos se ajustaron lo suficiente como para verlo a medida que hablaba. Ambos estábamos desnudos, y me sentía muy satisfecha. —Eras joven. —Con su hermana de veintidós años. —¿Cuántos años tenías? —Diecisiete. —Bueno, todavía suena como que eras joven. Ella era mayor y debería haber sabido mejor. —Durante mi primer año en la universidad conocí a Abby. Habíamos estado saliendo por cerca de cinco meses cuando decidí tomar un semestre de ocio y viajar con mi banda. Estábamos abriendo para una banda que no era mucho más grande que nosotros, pero pensamos que íbamos a ser estrellas de rock. Esa fue mi primera experiencia con fanáticas. Supongo que técnicamente, no la engañé. Luego de siete semanas en la carretera, la llamé y le dije que deberíamos ver a otras personas. Ella pensó que me sentía solo, por lo que unas noches más tarde, voló a Seattle para sorprenderme y ver nuestra presentación. Vio un buen espectáculo, pero detrás del escenario y me involucraba a mí y a dos mujeres. Arrugué la nariz. —¿Tuviste un trío?

—Ni siquiera sabía que Abby se encontraba allí. Al parecer, cuando entró, una de las chicas la invitó a que se uniera a nosotros, pero me hallaba demasiado ocupado para notarlo. —Eso fue muy grosero. —Abby se enojó, bebió demasiado y al parecer cayó caminando por un tramo de escaleras de hormigón en su hotel. Se torció su tobillo y se rompió la nariz en el camino hacia abajo. Pasó la noche en la sala de emergencias, y sus padres tuvieron que volar para verla a la mañana siguiente. Ni siquiera supe que estuvo en la ciudad hasta la semana siguiente. —Eso es horrible. Aunque no estoy segura de que haya sido culpa tuya. Parece que trataste de hacer lo correcto rompiendo con ella. —Incluso si trato de hacer lo correcto, termino jodiendo las malditas cosas. —Estoy segura de que eso no es cierto. Permaneció en silencio por un largo tiempo. Cuando habló de nuevo, su voz sonó adolorida. —Mi mejor amigo Liam y yo empezamos nuestra banda cuando teníamos doce años. Era un compositor increíble. El único problema fue que hizo drogado su mejor trabajo. —He leído que Dylan escribió la mayor parte de su mejor trabajo gracias a la heroína. —Sí. Sexo, drogas y rock and roll. No es solo un lema para vender camisetas. El año en que las cosas comenzaron a despegar para nuestra banda, comenzó la afición de Liam a las drogas. Al principio bebía unas cuantas bebidas energéticas para permanecer despierto, y tocar o escribir canciones… eventualmente se convirtieron en píldoras porque es más fácil tomar una, y realizábamos conciertos cerca de los campus universitarios, y los estudiantes toman esa mierda como si fueran chocolates M&M. Pero las píldoras te mantienen despierto durante veinticuatro horas y necesitas descansar, entonces tomas otra para que te ayude a bajar. —¿Estás hablando de Liam o de ti? —Incursioné un poco, pero nada como Liam. En ese momento, no lo veía tan claramente como ahora. Supongo que pensé que era la norma. Por un tiempo, con los otros muchachos ni siquiera sabíamos lo mal que estaban las cosas. Entonces una noche, tratamos de despertarlo para un concierto, y no pudimos hacerlo. Cuando el hospital le bombeó el estómago, había tantas drogas allí, y no solo píldoras, era un milagro que hubiera sobrevivido. No tenía ni idea de que las pastillas evolucionaron a cocaína y metanfetaminas. —Oh, Dios. Lo siento.

—Liam fue a rehabilitación la primera vez, y regresamos a las bebidas energéticas después de eso. Pero nunca duraba mucho tiempo. Volvía a estar fuera de control, y entraba a rehabilitación. Durante su última temporada en rehabilitación nos ofrecieron un contrato de grabación. Debería haber sabido que era demasiado para él. Parte de nuestro acuerdo era que teníamos que hacer cinco canciones nuevas. Eso es mucha presión sobre alguien que acaba de salir de rehabilitación. Yo ya sabía que uno de sus miembros de la banda murió de sobredosis. No quería que tuviera que decirlo. —Leí sobre tu amigo cuando te busqué en Google, luego de conocernos. Lo siento mucho. Caine permaneció en silencio durante mucho tiempo. Cerró los ojos, y cuando se abrieron, pude verlos brillar, incluso en la oscuridad. Acaricié su mejilla. —No puedes controlar a alguien que tiene una adicción. —No. Pero no tenía que contribuir a estresarlo. No debimos haber aceptado el contrato y poner eso sobre Liam. —¿Liam se sintió feliz con el contrato? —Todos lo estuvimos. Teníamos veintiún años y un acuerdo discográfico con una gran discográfica. —Lo que sucedió no fue culpa tuya. Los adictos buscan razones para justificar lo que están haciendo. Si no fuera eso, habría sido otra cosa. Caine suspiró. —No tengo un buen historial, Rachel. Incluso cuando intento hacer lo correcto, lo jodo de alguna manera. No te he contado ni siquiera la mitad de las malas decisiones que he tomado. Sobre la novia de Liam, quien era demasiado joven para estar en la carretera con una banda, pero de todos modos permití que sucediera. Acerca de cuándo tenía dieciséis años y conocí a esta chica… Había escuchado suficiente. Justo como él hizo antes, lo silencié presionando dos dedos en sus labios. —Jodidamente cierra la boca, Caine. Sonrió a través de su tristeza. —Querías que te hablara. Subí por su cuerpo y me acerqué a sus caderas. Había estado sosteniendo la sábana a mí alrededor y la dejé caer a mis lados. —Gracias por compartir conmigo. Agarró mi cintura y me sorprendió levantándome sobre mis rodillas. Acercándose, agarró su polla y la sostuvo, colocándola en mi abertura. — Todavía no he terminado de compartir.

Traducido por Julie Corregido por Ann Farrow

Anoche, las cosas entre Caine y yo cambiaron. La lucha que había estado siempre presente en su actitud hacia mí parecía haberse terminado. El amanecer de un nuevo día trajo una versión más ligera, incluso feliz, de Caine. Después de echarlo de la ducha para que otras partes aparte de mis pechos y entrepiernas pudieran limpiarse, tomé unos minutos para reflexionar sobre todo lo que pasó. La corriente pulsante de agua masajeó mi cuello mientras cerraba los ojos. Caine se había abierto ante mí. Cargaba un montón de culpa y peso sobre sus hombros, gran parte, aparentemente inmerecido. Sin embargo, no compartí mucho de mí pasado con él. No sabía si alguna vez estaría dispuesta a hablar de algo de eso. Después de que salí de la ducha, hurgué en el armario de Caine para hallar una camiseta. Su vestidor era más grande que mi cocina. Agarrando una camiseta vieja y desgastada de la universidad de Brooklyn, me la puse y pasé mis dedos por mi cabello mojado. Encontré a Caine sentado en la mesa del comedor con un montón de papeles y el portátil abierto. Llevaba esas gafas que tanto me encantaba y, levantó la mirada para mirarme caminar por el pasillo. —¿Qué? —Mi camiseta. Te queda mejor. Cuando llegué a la mesa, inmediatamente metió una mano debajo y me agarró el culo. Moví mi dedo hacia él. —No, no, no, profesor. Parece que tienes trabajo que hacer. —Mi asistente debería estar evaluando estos trabajos.

—No me lo pediste. Lo habría hecho. Me estiró hacia su regazo y enterró la cara en mi cabello. —¿Por qué no los calificas ahora? Te tocaré mientras lees el ensayo sobre el arte del ritmo. —Eres tan grosero. Me miró. —¿Qué es grosero? ¿Que te toque? Te gustan mis dedos dentro de ti. Y mi lengua. Y mi pene. Me gustaría tener más partes para poner allí. Nunca saldría. Le empujé el pecho y me eché a reír. —Tengo hambre. Tienes que alimentarme. —¿Qué? Eso es lo que intentaba hacer. Calentarte para alimentarte. —¿Qué tal si nos preparas algo de comer y termino de calificar? —De acuerdo. Odio calificar los trabajos. Acabé de corregir las pruebas en tanto Caine nos preparaba algo de desayuno. Panqueques con salchichas. —Esto es muy rico. Pero es lo mismo que hiciste en mi casa. —Le señalé con el tenedor—. ¿Solo sabes cocinar panqueques? —No, sabelotodo. Sé cocinar muchas cosas diferentes. Simplemente no lo hago a menudo porque es más fácil comprar algo de camino a casa. —No soy muy buena con las comidas, pero puedo hacer de todo en la pastelería. —¿Oh sí? —Rose, mi tía que nos crió, era chef de repostería. Cuando nos mudamos, le gustaba cocinar conmigo y con mi hermana todo el tiempo. Caine parecía contemplativo. —¿Tus tíos tuvieron hijos propios? —No. Rose no podía tener hijos. En realidad, fueron padres adoptivos durante mucho tiempo. Después de que nos adoptaron a mi hermana y a mí, dejaron de acoger niños. Tenían las manos llenas conmigo y con Riley. —Mencionaste que tuviste algunos años salvajes. Me hubiera gustado ver eso. —No, no te habría gustado. Hice pasar por un infierno a la pobre Rose. Las adolescentes ya son bastante malas sin una excusa para crear problemas. No fui un ángel, pero mi hermana fue francamente terrible. Terminar el desayuno me dio la excusa perfecta para levantarme y tratar de cambiar el tema. No era una buena mentirosa, y era solo cuestión de tiempo que Caine surgiera con una pregunta que no me encontraba lista para contestar.

Me llevé nuestros platos al lavabo y decidí lavar a mano en vez de cargar el lavavajillas. Caine se acercó a mí y me besó en el hombro. —¿Tienes que trabajar mañana por la noche? —No. Hoy trabajo por la noche y mañana, temprano. —Quiero llevarte a un sitio mañana por la noche. —¿Dónde? —Es una sorpresa. Sonreí. —Bueno. —Prepárate. Terminando el último plato, cerré el agua y me volví hacia él. — ¿Cuánto? —Tanto como quieras. No podía recordar la última vez que algo se sintió tan bien. Caine notó mi sonrisa torpe. —¿Qué? —Esto se siente... bien. Sus ojos buscaron los míos. —Así es. Por mucho que luchara contra ello, y vaya contra todas las reglas en el trabajo, nada se ha sentido tan bien desde hace mucho tiempo. Quizás no podría sacarte de mi cabeza porque se supone que estás allí. Pasamos las siguientes horas perezosamente, acurrucados en el sofá viendo viejas repeticiones de La Ley y Orden. Odié que se terminara el día, pero finalmente tuve que pedirle a Caine que me llevara a casa para poder prepararme para el trabajo. Nos vestimos juntos en su habitación. Hice la cama mientras él se cambiaba en unos vaqueros y un suéter, y se cepillaba los dientes. Había una caja de condones medio vacía echada a un lado en la mesilla de noche. La puerta principal del baño se encontraba abierta, así que grité—: ¿Dónde guardas estos? —¿Qué cosa? —Los condones. —En la mesita de noche. Pero puedes dejarlos allí si quieres. Pronto terminaremos con eso.

Sonreí cuando abrí el cajón y fui a colocar la caja en su interior, pero una pequeña foto con marco de plata me llamó la atención. Indiscreta, la recogí para examinarla. Era una foto de la vieja banda de Caine. Probablemente tenía unos veinte años y estaba codo con codo con otro chico de la misma edad. El resto de la banda se encontraba en el fondo. Caine apareció y me atrapó con ella en mis pequeñas manos calientes. — Lo siento. Cuando abrí el cajón, la vi. No pude evitarlo. Eras tan sexy. La cama se hundió cuando se sentó a mi lado. —¿Era? Me sentí aliviada de que no pareciera molesto por mi fisgoneo. Golpeándole el hombro con el mío, bromeé: —Bueno, ahora eres viejo y maduro, así que eres más guapo que sexy. Tomó la foto de mi mano. —¿Ah sí? Lo observé bajar la mirada, frotando con su dedo la foto. —Liam, la banda y yo. —Todos ustedes se ven tan felices. ¿Por qué la guardas en el cajón? —No lo sé. Supongo que algunos días no es fácil verla. Conocía la sensación. Cuando decoré mi apartamento por primera vez, tuve días en que pasé junto a la foto de mi madre y me entristecía. Pero al final me acostumbré a verla, y con el tiempo, empecé a sonreírle cada mañana. —Se vuelve más fácil si la dejas afuera. Cuando la guardas, la estás enterrando, y nunca se cura. Caine me miró y asintió en silencio. Luego cerró el cajón de la mesita de noche y colocó la pequeña foto en la mesita. —¿Estás lista? Me contuve en mostrarle lo atolondrada que me puso que siguiera mi consejo. Las primeras veces que la mirara probablemente sería duro, pero tal vez era el momento. Además, esperaba estar cerca para ayudarlo a sentirse mejor mientras se metía en la cama cada noche. Agarrando mi cartera en la sala de estar, hice una búsqueda para encontrar mi celular mientras Caine se ponía los zapatos. Había algunas monedas sueltas en el fondo junto a mi teléfono, lo que me dio una idea, algo que no había hecho en mucho tiempo. —Espera —le dije—. He olvidado algo en el dormitorio. Caminando hacia la mesita, eché un último vistazo a la vieja foto de Caine y Liam antes de cerrar los ojos y pedir un pequeño deseo. Luego tiré los dos centavos de cobre en el suelo para que Caine los encontrara más tarde. Encuentra un centavo, recógelo, y todo el día tendrás buena suerte.

Satisfecha, sonreí y me giré para volver a la sala de estar. Ya que no esperaba ver a Caine llenando la puerta, salté al encontrarlo allí. Mi mano se apretó contra mi pecho. —Me asustaste. Los ojos de Caine se dirigieron al suelo para mirar las monedas y luego volvieron a recorrer mi rostro. —¿Qué diablos acabas de hacer?

Traducido por Val_17 Corregido por Ann Farrow

¿Qué demonios? Caminaba de un lado a otro desde que regresé del apartamento de Rachel. Ella sabía que algo andaba mal, sabía que mentía cuando le dije que sentía el comienzo de una migraña. Ni siquiera tenía migrañas, aunque estaba bastante seguro de que el golpeteo en mi cabeza se dirigía en esa dirección. No podía ser una coincidencia. ¿Podría ser una maldita coincidencia? Me pasé las manos por el pelo. Piensa, West, piensa. ¿Cuál era el maldito apellido del padre de la niña? Entonces recordé el archivo en el cajón de mi escritorio. O quizás se encontraba en el gabinete de la oficina donde guardaba la mierda de la banda. Tenía la certeza de que había guardado una copia del informe policial. Dios sabe por qué lo guardé cuando mis padres pagaron una fortuna para que el incidente fuera borrado, y para asegurarse de que mis registros estuvieran limpios. Rebusqué entre mis archivos. Para el momento en que encontré la descolorida página amarilla, parecía que mi oficina había sido saqueada. Nombre de la víctima: Benny Nelson. Nelson. Creí que me sentiría aliviado al descubrir que no era el apellido de Rachel, pero en cambio solo planteó nuevas preguntas. La madre de la niña había muerto el año anterior. Tendría nueve o diez años cuando la perdió. La misma línea de tiempo en la que Rachel perdió a su madre. Mierda.

Esa sensación. Esa maldita sensación que tenía desde el día que la vi. La conocía de algún lugar, pero nunca pude comprenderlo. ¿Qué fue lo que me hizo sentir así? En realidad, nunca vi a la niña de cerca… solamente un destello de una cara de diez años a través de la pequeña rejilla de un confesionario hace más de quince años. Nada parecía claro. Mierda. Rachel dijo que fue criada por su tía. Nunca mencionó a un padrastro. Por otro lado, si mi padrastro fuera un abusador de menores, no sería exactamente el tema de conversación que aparecería durante una cita. Saltándome el vino, agarré el whisky del armario de licores y me serví uno doble. Quemaba mientras se deslizaba por mi garganta, pero se sentía bien, como si estuviera en llamas. Volví a tomar otro trago. Rachel dijo que creció a una ciudad de distancia de la mía. Pleasantville se encuentra a un pequeño paseo en bicicleta de St. Killian. Otro trago. La niña tenía una hermana mayor. Rachel tiene una hermana mayor. Esos años de adolescencia en los que estuvo fuera de control —vivir con ese hijo de puta de Nelson definitivamente haría que cualquier persona se hiciera mierda tratando de olvidar. Me tomé el resto del contenido del vaso y miré por la ventana, intentando atraer a mi mente la imagen de la niña. Pero fue hace tanto tiempo y tan distante. Finalmente sintiendo que el licor se filtraba en mi sangre, me desplomé en el sofá y apoyé mi cabeza en el apoyabrazos para mirar hacia el techo. ¿Cómo diablos iba a averiguarlo? Necesitaba saberlo. No era como si pudiera ir directamente a ella para preguntárselo. ¿Te hiciste amiga de un sacerdote cuando eras niña? ¿Un hombre al que le confiaste todos tus secretos? Sí. Ese era yo. Un chico drogado de dieciséis años que disfrutó escuchar a una niña hablando de su vida de mierda. Por cierto, ¿te maltrataron cuando eras niña? ¿O solo a tu hermana? ¡Mierda! ¡MIEEEERDA!

Arrojé el vaso vacío a la ventana. Afortunadamente, rebotó en un panel de madera y solo se rompió el vaso, no mis ventanales. Cerré los ojos y dejé que mi cabeza girara un poco más. ¿Cómo voy a averiguarlo? ¿Cómo voy a averiguarlo?

Traducido por NnancyC Corregido por Ann Farrow

Me sentía como Cenicienta. Insegura de cómo vestirme, molesté a Caine hasta que me contó adonde íbamos. Nunca había ido a un concierto de ópera y pensé que era dulce de su parte querer llevarme, sabiendo lo mucho que significaba debido a mi investigación con Umberto. No tenía nada lo suficientemente lujoso para usar, así que le pedí prestado a Ava un simple vestido negro de diseño entrecruzado en el frente y que se envolvía alrededor de mi cuello. El escote pronunciado revelaba mucho más de lo que normalmente yo mostraba, y me alegraba que tuvo la previsión de enviarme a casa con cinta doble faz, también como el vestido. A las seis en punto, el timbre sonó, y sorprendentemente, me hallaba casi lista. Mientras esperaba a que Caine suba en el elevador, fui al baño para terminar de delinear mis labios. Todo o nada, pensé mientras pintaba mi boca con un labial rojo brillante que también nunca usé. Dejé la puerta de mi apartamento abierta después que Caine tocó el timbre, y él golpeó antes de entrar. —¿Rachel? —¡Saldré en un segundo! —Tomate tu tiempo. En tanto que era la respuesta de una persona normal, esperé un comentario sobre que siempre me encontraba retrasada. Los últimos dos días, Caine había parecido fuera de su juego. No era tan sarcástico como lo habitual, y sus mensajes de textos ni siquiera eran pervertidos. Solo habían pasado cuarenta y ocho horas desde que me dejó tras nuestra espectacular noche juntos, pero extrañaba la intimidad que ya compartíamos.

Robando una última mirada en el espejo, me gustó lo que vi y tomé una respiración profunda antes de salir a saludar a Caine. Me sentía nerviosa esta noche, fuera de mi zona de confort y toda vestida elegante para ir al teatro. Encontré a mi cita en su lugar habitual, en el muro de mis fotos enmarcadas. —¿Qué piensas? —Hice toda la cosa de chicas de girar, también fuera de carácter de mi parte. La expresión en el rostro de Caine cuando se dio la vuelta era invaluable. Su mandíbula fue floja, y tuvo que aclararse la garganta para hablar. —Te ves preciosa. —Gracias. No te ves tan mal. —Usaba un traje de tres piezas oscuro, de corte fino, que lucía como si podría haber sido hecho para él. Viendo la forma en que abrazaba sus amplios hombros y bíceps, me di cuenta que, probablemente era el caso. Pura clase. Se mostraba en la forma que llevaba el traje, y el efecto que tenía en mí era probablemente similar a lo que la lencería hace por un hombre. De repente me sentí cálida en mi vestido sin mangas con apenas algo de tela en la parte superior. Permaneció en su lugar, sus ojos recorriendo mi cuerpo, y esperó a que caminara hacia él. Con mis estiletes de doce centímetros, no tenía que ponerme de puntillas para saludarlo, para variar. —Me gustas en un traje formal. Hace cosas a mis partes de chica. Sonrió satisfecho. —¿Oh, sí? Podríamos quedarnos en casa, y lo dejaré puesto mientras yo hago cosas a tus partes de chica… con mi lengua. Dios, olvida la mantequilla de maní y la mermelada. No existía mejor combinación que una boca sucia y un traje sexy. Caine agarró la parte posterior de mi cuello y me besó rudamente, no importándole que corriera mi labial por todo el lugar. Me derretí un poco cuando susurró—: Amo el vestido, pero no puedo esperar a sacártelo después. Me sentí sonreír ampliamente. ¿Quién sabía que yo podía sonreír así? — Solo necesito cambiar mi bolso, y estaré lista en un minuto. En mi dormitorio, arreglé mi labial, aplicando una capa fresca a mis labios hinchados por el beso, antes de agarrar un diminuto bolso de mano color negro adornado con cuentecillas del armario y arrojando lo esencial. —¿Listo? —No tienes ninguna foto en la pared de cuando eras niña.

Eso es porque no había un montón de buenos momentos que quiero recordar. — No hay muchas. —Me encogí de hombros—. Ya sabes, la segunda hija y todo eso. Me miró. —¿Tienes una? Me gustaría ver cómo lucías cuando eras pequeña. —Mi hermana tiene la mayoría. Pero probablemente puedo encontrar un par. Asintió. Afuera, me sorprendió encontrar que no había conducido. Contrató un auto para que nos llevase, y cuando nos aproximamos, un conductor bajó y abrió la puerta trasera. En verdad me sentí como Cenicienta entonces. —¿Un auto? Fuiste por todas. Pero te contaré un pequeño secreto, ya ibas a tener suerte esta noche. No tenías que impresionarme. Caine sonrió, pero se sintió medio extraño. No podía diferenciar qué, pero solo no parecía como sí mismo. Nuestras conversaciones eran normales; cualquier persona mirando desde afuera no vería nada más que una pareja en su camino a una gran noche afuera. Sin embargo, tenía una sensación pensativa por alguna razón. En el camino al MET, hablamos sobre la escuela y el trabajo. Asumí mi intranquilidad a los nervios, o tal vez a las cosas cambiando un poco ahora que no estábamos peleando contra la atracción que sentíamos. Quizás era solo una nueva sensación de estar establecidos. No sabía con certeza. Dentro del teatro, teníamos media hora antes de que el espectáculo comenzara, así que fuimos al bar del vestíbulo y ordenamos unos tragos. Ordené mi soda dietética como siempre, y Caine pidió un whiskey doble. —¿Todo está bien? —Sí. Bien. ¿Por qué preguntas? Me encogí de hombros. —Por nada. Después que terminó el primer whiskey, fue por un segundo. Solo porque yo generalmente me abstenía de beber no significaba que me parecía mal que otros lo hicieran. Sin embargo, una vez más, los dos dobles y el silencio de Caine mientras esperábamos parecía un poco raro. Cuando las luces parpadearon, el acomodador nos llevó a nuestros asientos. Mirando alrededor del teatro, me dije de nuevo que probablemente solo me sentía como un pez fuera del agua. Aunque me gustaba la música, la idea de ir a un concierto de ópera real siempre se sintió pretenciosa. El lugar era un emporio del diseño, sonreí, pensando que después no habría ninguna venta ilegal de camisetas afuera como en el último show al que fui.

Caine debió haberse dado cuenta que miraba a la gente alrededor de nosotros. Se inclinó. —Si me quito la chaqueta y la coloco en tu regazo, puedo probablemente follarte con los dedos y conseguir que cantes durante la escena de apertura. La mujer tomando su asiento en el otro lado de Caine miró en su dirección, así que le lancé una mirada fulminante de advertencia y susurré—: Shh. Mantén la voz baja. Sonrió satisfecho, y cuando las luces bajaron al comienzo del espectáculo, se puso de pie y quitó la chaqueta, dándome un guiño. Para estar segura, aferré mi mano a la suya cuando se volvió a sentar. La música llenó el aire casi de inmediato, y me captó, atrapándome fuera de guardia. Me absorbió desde la primera nota y no me escupió hasta la última. Abrumó mis sentidos: la orquesta, las voces amplificadas, la belleza del teatro y los disfraces. Esperé disfrutar la experiencia, pero no esperé ser conmovida hasta las lágrimas. Quedé sin habla cuando terminó. Caminamos de la mano hacia el auto que nos esperaba. Caine apretó mis dedos cuando estuvimos dentro. —Entonces ¿qué piensas? —Creo que fue la cosa más mágica que experimenté en mi vida. Frotó su pulgar en la cima de mi mano. —La primera vez es definitivamente algo único. —Gracias por llevarme. Me alegra que lo experimentara contigo. Sonrió. —¿Qué te gustó más? —Honestamente, no sé cómo explicarlo. Me hizo sentir algo que nunca realmente experimenté. Consumida con emociones, como si no pudiera sentir o ver nada más. Sus ojos enternecieron. —Conozco el sentimiento. A veces, sentí a Caine observándome en lugar de al espectáculo, pero me encontraba muy absorta para apartar mis ojos del escenario. —Tan raro como podría sonar, creo que experimenté amor en alguna forma. Al menos el sentimiento que estar enamorada te otorga, ese sentimiento devorador y pleno, ¿sabes? —Pensé que dijiste que nunca has estado enamorada. Fue en ese momento que comprendí. Me estaba enamorando de Caine. Como con la ópera, me abrumó desde el día en que lo conocí. Fue una conexión inexplicable, aunque tenía miedo de admitir lo que descubrí en voz alta.

Me encogí de hombros. —Leí sobre ello. El labio de Caine hizo ese pequeño tirón que no había visto en un tiempo. —Leíste sobre ello, ¿ah? Se sintió como si él pudiera ver a través de mí, así que cambié de tema y volví a su pregunta original, sobre qué me gustó más. —Creo que mi escena favorita fue donde la madre muere. Eso es medio mórbido, ¿no? —¿Qué te gustó sobre eso? —La forma en que su esposo cantó después. Contenía tantísimo dolor y emoción en su voz que solo supe que nunca encontraría otro amor en su vida. —Me cubrí el corazón con la mano, sintiéndome ahogar solo de pensar en esa escena—. Me recordó a Umberto y Lydia, la devoción que ella tiene por él. Al menos ellos tenían más de cincuenta años juntos, pero este chico era tan joven, y el amor de su vida se fue. Fue desgarrador, pero hermoso. Caine asintió y pareció considerar mi comentario mientras miraba por la ventana al tráfico. Cuando su mirada regresó a la mía, su rostro era serio. —¿Tu madre nunca se volvió a casar después de tu padre? Nunca mencionaste un padrastro en la foto antes de que fueras adoptada. —No. —La mentira salió antes de siquiera pensarlo—. No tuve ningún padrastro. —Después que lo dije, me sentí mal por no ser honesta con él. Pero eso no duró mucho tiempo porque Caine me sorprendió al estirarse, levantar mi culo del asiento a su lado, y colocarme en su regazo. No era una posición de una dama, considerando el vestido elegante que usaba, pero no me importó. Su humor serio fue reemplazado por uno juguetón. Sonrió ampliamente, y provocó que mi vientre aletee. Entrelazando sus brazos alrededor de mi espalda para sostenerme en el lugar, dijo—: ¿Sabes lo que vamos a hacer para celebrar? Me reí. —¿Qué siquiera vamos a celebrar? —Nosotros. Vamos a celebrar por nosotros. La razón no importó, solo la mirada en el rostro de Caine. —Eso suena bien. ¿Cómo vamos a celebrar? —Sexo con auriculares. —No tengo idea que es eso, pero salió de tu boca y tiene la palabra sexo, así que estoy dentro. Caine inclinó la cabeza hacia atrás riendo. —Esa es mi chica.

Traducido por Victoire Corregido por Naaati

Definitivamente eran mis nervios. Después de un juguetón viaje en auto de vuelta a mi apartamento, las cosas se tornaron más serias, cuando entramos a mi cuarto. Caine me dejó en los pies de mi cama. Parado detrás de mí, sus dedos acariciando de arriba a abajo mis desnudos brazos. Su caliente aliento hizo cosquillas en mi cuello cuando susurró en mi oído—: ¿Confías en mí? —Sí. —Cierra los ojos. Seguí sus instrucciones sin dudarlo. Sus manos dejaron mis brazos, y lo sentí moverse, pero siguió apoyando su frente contra mi espalda. Un fuerte silbido me hizo jadear. Arrancó su corbata. Luego sentí la seda en mi mejilla. —Te voy a privar de tus sentidos para que no te puedas enfocar en nada más que no sea lo que haré. Apenas escuché mi propia voz, las palabras se encontraban atoradas en mi garganta. —De acuerdo. Cubrió mis ojos con su corbata, la aseguró como si fuera una venda. Ni siquiera me molesté en intentar abrir mis ojos, estaba impaciente por sentir lo que quería que sintiera. —¿Estás bien? —susurró. Asentí. Él bajó la cremallera de mi vestido lentamente. No sabía con certeza si era la anticipación o si mi audición realmente aumentó al estar con mis ojos vendados, pero el sonido del cierre bajando lentamente hizo que mi cuerpo se

prendiera como fuego. Mis pezones se hincharon, y cada nervio pareció cobrar vida propia, podía sentir mi propia piel. Caine se tomó su tiempo deslizando mi vestido por mi cuerpo, usando el material sedoso para acariciar mis curvas a medida que me desvestía. Aire frío asaltó mi piel cuando se alejó, me dejó de pie sola en nada más que lencería y estiletes. Escuché crujidos en el cuarto, pero no tenía ni idea de lo que sucedía. Cuando su calor volvió detrás de mí, sus dedos se hundieron en mis caderas y me atrajo hacia él. Se había sacado su camisa, porque podía sentir su pecho duro contra mi espalda. A través de su pantalón, su grande polla empujaba contra mi culo. Hizo un camino de besos desde mi cuello hasta que alcanzó mi oreja. —Eres tan hermosa. No puedo esperar para estar dentro de ti. Deseo tomarte desnudo, sin nada entre nosotros esta noche. ¿Está eso bien? Mi respuesta fue mitad sí, mitad gemido. —Ahora voy a cubrir tus orejas. ¿De acuerdo? Asentí de nuevo. En este punto estaría de acuerdo con todo. Mi cuerpo vibraba por la necesidad. Caine deslizó algo sobre mis orejas. Había tomado mis audífonos de reducción de sonido de mi mesa de noche. Su voz sonaba amortiguada cuando dijo—: Puse mi lista de reproducción. Empezaré con la música baja para que te acostumbres y luego subiré el volumen lentamente. Luego de que el instrumental de un blues empezó, removió mi sostén y mis bragas. Después se sacó el resto de su ropa y se paró detrás de mí, su polla caliente en medio de su abdomen y la parte de arriba de mi culo. Levanto uno de los auriculares y la música que había estado sonando fue reemplazada por su voz ronca. —Los zapatos se quedan. Me guío a la cama y quedé sobre mi espalda. Una vez en posición, aumentó el volumen de la música. Sin poder ver o escuchar, deje salir un fuerte jadeo cuando comenzó a succionar mi pezón. Mi espalda se arqueó lejos de la cama por el sentimiento erótico de ser tocada sin aviso, de sucumbir a su mando sin preguntas. En vez de sentirme cautiva porque no podía ver u oír, tenía un sentimiento opuesto, uno de total y completa libertad. La anticipación de lo que haría después era demasiada. Cada pellizco, lamida y caricia en mi cuerpo me hacía sentir mucho más desesperada. Jadeaba con necesidad, incluso aunque no me podía escuchar. Caine aumentó el volumen de la música de nuevo justo cuando otro instrumental empezaba. Era una pieza suave, en donde el sonido y la intensidad crecían, y sus acciones parecían imitar el ascenso. Me dio un beso apasionado, robando mi aliento con la profundidad de sentimientos que

encendía en mi pecho. Estaba consumida por dentro y por fuera, la lujuria era todo lo que me rodeaba, no me dejaba nada en qué concentrarme, solo en lo que hacía y la manera en la que me sentía. Interrumpió el beso con un resoplido, su cuerpo se alejó del mío cuando lo sentí levantarse. No lo podía ver, pero me encontraba segura de que se arrodillaba sobre mí, mirando mi cuerpo. Lo imaginé con sus ojos dilatados, su nariz ensanchada, y deseo quemando su hermosa cara. Acostada con las piernas abiertas, ciega a todo lo que me rodeaba, me debería sentir vulnerable, pero en vez de eso me sentí poderosa. Me levanté, sabiendo que no lo podía ver, y lo atraje gentilmente hacia mí. Sus labios rozaron los míos al cubrir mi cuerpo con el suyo. Debajo de su peso, abrí mis piernas invitándolo adentro. Sentí su gruñido vibrar en mi piel mientras movía su erección arriba y abajo sobre la humedad entre mis piernas. Entonces de repente, el volumen de los auriculares aumentó, y Caine me penetró. La música tronó. La única cosa que podía ver era oscuridad. Pero Dios, yo podía sentir. Era el sentimiento más decadente, erótico, hermoso en el mundo cuando se deslizó en mi interior. Muchas emociones me abrumaron. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando la música llegó a su crescendo. Caine se enterró profundo, llenándome de tantas maneras. He estado en el borde de la gloria por tanto tiempo, que no toma mucho tiempo para que comiencen las pulsaciones. Sus estocadas eran duras, entrando y saliendo con movimientos poderosos que rozaba mi clítoris con cada deslizamiento. Mi mundo comenzó a girar cuando me dirigí hacia el clímax, todo y nada alejándose, mientras mi único enfoque éramos nosotros dos. Gemí fuerte mientras entraba en mí, pronunciando su nombre una y otra vez en tanto montaba la ola ciegamente. Nuestras caderas giraban en unísono, de alguna manera moviéndose con la música encerrándonos. Pensé que había alcanzado la punta de la montaña rusa, pero aparentemente no. Caine dio una última estocada profunda, y sentí el calor de su liberación, lo que me hizo salir a montar una nueva ola que no había visto en el horizonte. Me encontraba completamente agotada para el momento en que nos detuvimos. Mi cuerpo débil, como si fuera a colapsar si me intentara levantar. Caine desató la venda primero y luego sacó los auriculares de mis oídos. Esperó que hablara, pero no era fácil. Cada gramo de energía había sido drenado de mi cuerpo. —Eso fue loco —Finalmente me las arreglé para susurrar.

Sus labios se crisparon, por alguna inexplicable razón lo amé. Apartó el cabello húmedo de mi rostro. —Sí. —Nunca… —No sabía cómo explicar lo que experimenté—. Nunca ha sido así. Caine sonríe cálidamente. —Te entiendo. Para mí también. Me reí. —¿Siempre es así? Con la venda y los auriculares. —No tengo ni idea. Fruncí el ceño. —¿Nunca has hecho eso antes? —Nop. Mi mandíbula cayó. —¿Entonces cómo eres tan malditamente bueno en eso? Soltó una risa. —No lo soy. Nosotros sí. —¿Nosotros? —Juntos. Solo en ese caso funciona. Lo sentí la noche en la que nos conocimos. Simplemente no lo quise aceptar. Tenía razón. La conexión entre nosotros ha estado allí desde la primera vez que nos conocimos, una chispa sobre la que podíamos intentar extinguir o soplar para agrandar la flama. —¿Lo aceptas ahora? Acaricia mis labios con los suyos y susurra contra ellos. —En realidad nunca tuve una opción, peleona.

El sonido de un celular me sacudió de un sueño profundo. —Mierda. —Me levanto con mis codos y me encuentro frente a un torrente de luz directamente a mis ojos. Entrecierro mis ojos consternada porque las cortinas permitían entrar la luz, alcanzo mi teléfono en mi mesa de noche. Llamadas perdidas aparecen en la pantalla. Compruebo el registro de llamada, miro la hora, y giro hacia Caine, acostado boca para abajo.

—¿Caine? —murmuro. Sus ojos se cerraron más fuerte. —¿Mmm? —Son casi las diez de la mañana. Tienes clases en una hora. —No, no las tengo. Mi asistente enseña hoy. Sonrío. —Tu asistente no está programada para enseñar hoy, y tiene que estar en su otro trabajo en la tarde. Se queja —Mi asistente apesta. Agarrando mi cintura, me empuja hacia abajo en la cama y se cierne sobre mí. Su erección empuja mi pierna. —Estás duro —digo. —Es de mañana, y acabo de despertar contigo desnuda a mi lado. Mi cuerpo te quiere saludar como corresponde. —No tenemos tiempo. Te va a tomar por lo menos treinta minutos bañarte e ir a clases Su boca va a mi cuello. —Llegaré un poco tarde. Mis ojos se agrandan. —¿Tarde? ¿Tú? El Profesor Puntualidad no puede llegar tarde. Sus manos se deslizan por mi cuerpo, su pulgar encuentra mi clítoris y comienza a masajear. —Puedo llegar tarde. Son mis estudiantes y mi asistente quienes no lo pueden hacer. —Eso es hipócrita de tu parte —digo, aunque ya perdí mi pelea contra sus dedos. Se detiene y una sonrisa astuta destella en su boca. —Tienes razón. Me debería ir. Agarro su muñeca. —De ninguna manera, profesor. Solo haz el trabajo rápido. Quince minutos más tarde, ambos tenemos un orgasmo. Cuando sale de la ducha, disfruto de la vista. Agarra su ropa mientras usa solo una toalla, mi celular suena.

—Es mi hermana de nuevo. Llamó esta mañana y nos despertó. —Dile que digo gracias. Sonrío y contesto. —Hola. —Hola —dice—. Comenzaba a pensar que tal vez debería enviar un equipo de búsqueda por ti. No he escuchado de ti por un tiempo. —Perdón. He estado ocupada. —Entre O’Leary, la universidad, y mi nueva tarea como asistente—. El tiempo pasa volando este semestre. —¿Cómo lo llevas con el ogro? —¿El ogro? —¿El nuevo profesor del que me hablaste? Me olvidé que la última vez que hablé con Riley fue en mi primer día como la asistente del profesor. Levanto la mirada y encuentro sus ojos mientras abotona su camisa. —Al parecer no es tan malo después de todo. Las cejas de Caine se arquean. —Genial. Estoy contenta de que esté funcionando —responde—. No has olvidado sobre la cena de esta noche ¿o sí? Lo olvidé totalmente. —¿Cómo podría olvidar nuestra cena mensual? Niego con mi cabeza, dejándole saber a Caine que mentía, y se ríe en tanto arregla su camisa de vestir. —Hoy trabajo hasta las siete. Debería llegar sobre las siete y treinta. —De acuerdo. —Está bien. Te veo luego. Necesito saltar en la lluvia para no llegar tarde al trabajo. —Estaba a punto de colgar cuando hago una decisión en el impulso del momento—. Espera. ¿Estaría bien si llevara a alguien? —¿Ves a alguien y no sé nada? —Es nuevo. —Por supuesto —Escucho la emoción en su voz—. No puedo esperar para conocerlo. —No estoy segura si podrá ir. Te mando un mensaje en un rato. ¿De acuerdo? —Claro. Caine termina de vestirse y agarra su celular. Había pedido un Uber después de salir de la ducha.

—El auto casi está aquí —anunció—. Me tengo que ir. Aún me encontraba sentada en la cama, la parte de arriba de mi cuerpo desnuda con una sábana alrededor de mi cintura. Se acerca y frota mi pezón con sus nudillos cuando se agachó para besarme. —Te pasó a buscar a tu trabajo a las siete. —¿Irás conmigo a lo de mi hermana? —Asumí por tu conversación que querías que lo hiciera. —Lo hago. —Entonces te veré a las siete. Sonreí por un tiempo después de que se fue. No tenía ni idea de lo mucho que significaba que estuviera de acuerdo en acompañarme. Se sentía como si estuviésemos en un nuevo lugar, y no podía esperar a caminar en el otro lado.

Traducido por Mary Warner Corregido por Lu

Podía acostumbrarme a esa sonrisa de bienvenida. Rachel me ondeó la mano desde la mesa donde estaba ayudando cuando llegué a O’Leary unos minutos antes. Habían pasado menos de doce horas desde que estuve dentro de ella, y sentí la reacción de mi cuerpo al verla. Charlie me saludó desde el bar. Me sacude la mano con un apretón firme lo que significa que quiere mi atención. —Está flotando por todo el lugar. ¿Supongo que es debido a lo que sea que haya entre ustedes dos? —Si estás preguntando si estamos saliendo, la respuesta es sí. —No estás casado, ¿verdad? —No, no estoy casado. —¿Consumes drogas? —No consumo. —¿Tienes antecedentes policiales? Básicamente, estaba siendo interrogado por un policía, no había razón para compartir algo que pasó hace años y a lo que nadie tenía acceso. —Sin antecedentes. Con su dedo medio e índice, Charlie, hizo la señal de V y señaló a sus ojos. —Te estoy vigilando. Rachel apareció a mi lado. —¿Charlie, qué haces? Agarró un vaso de una caja llena y comenzó a apilarlos detrás de la barra. Había estado en mi rostro, pero con Rachel se doblegaba. —Solo hablando con el buen profesor. Ella entrecerró los ojos. —Solo hablando, ¿eh? ¿Sin interrogatorio?

Charlie me miró directo a los ojos. —Solo hablábamos de los Yankees. El tercera base se lesionó cuando intentaba robarse el home. Debió quedarse en tercera hasta que tuviera una llamada clara del entrenador. ¿Cierto, Profesor? Rachel parecía sospechar. —Seguro, Charlie —dije. No me hallaba seguro si se creyó la mierda de Charlie o decidió ignorarla. De igual forma, me alegraba que tuviera a alguien que se preocupara por ella. —La mesa está casi lista para cerrar —le dijo a Charlie—. Les dije que te trajeran sus cuentas. —Miró su reloj—. Ava aún no ha llegado. ¿Quieres que espere? La mesa cinco ordenó aperitivos y no han ordenado su cena aun. —Lo tengo. Pueden irse. —¿Estás seguro? Charlie pisoteó hacia la puerta. —Vamos. Salgan de aquí. No quiero que la gente vea a tu amigo profesor aquí y piensen que esté lugar está cambiando sus estándares. Me reí. —Buenas noches, Charlie. La hermana de Rachel vive en Queens, y el tráfico aún era pesado por la gente retornando a sus hogares. Se hallaba más callada de lo usual mientras caminábamos hacia el estacionamiento. —¿Estuvo complicado el trabajo? —No. En realidad estuvo un poco lento. Permaneció en silencio mientras miraba por la ventana. —¿Te molesta algo? Se movió en su asiento. —Hay algo que debo decirte sobre mi hermana. —Bien. —Es adicta a las drogas. Bueno, está en recuperación. Pero supongo que eso aún la hace una adicta, porque una vez adicta, siempre lo serás. Es lo mismo que con un alcohólico, ¿no? Aun puedes considerarte un alcohólico incluso si no has bebido un trago por cinco años. ¿Hay de hecho un tiempo cuando dejas de referirte a ti mismo de esa forma? ¿Al igual que todas las fichas que dan, uno podría significar que estás sobrio? ¿Todas esas fichas significan cosas diferentes? Pienso que fueron logros en el transcurso de tiempo, ¿cómo por un mes, y otro por un año? Pero tal vez… Aún no había tomado aliento. En una de sus oraciones cuando ella se hallaba nerviosa. La interrumpí—: ¿Rachel?

—¿Qué? —Estás balbuceando. No me importa si tu hermana es adicta. Ni siquiera me importaría si tu hermana no estuviera en recuperación. No voy a juzgarla. Vine a cenar porque tú me invitaste. ¿Aún quieres eso? —Sí. Me acerqué y tomé su mano, trayéndola para cubrir la mía. —Bien entonces. Desde mi visión periférica, vi como relajaba un poco lo hombros. Miró por la ventana, pareciendo perdida en sus pensamientos, y luego se giró para verme. —Perdió la custodia de su hijo por su adicción. —Lamento oír eso. —Solo puede verlo dos veces en la semana, bajo supervisión. Su ex marido la dejó hace unos años y se llevó a su niño con él. —¿Su hijo? No es el hijo de su ex esposo. —No. Es una larga historia. Pero ella tuvo a Adam cuando era joven. Aprieto su mano. —Esas cosas pasan, Rach. La adicción es difícil. —Dios sabe que sé de eso de primera mano por Liam. —Lo sé. Simplemente quería contártelo. —Gracias por compartirlo conmigo. Incluso a pesar que fue cierto cuando dije que no juzgaba a su hermana, definitivamente la había visualizado como algo diferente. Esperaba que una adicta nos abriera la puerta cuando llegamos, delgada y desaliñada, en un pequeño apartamento, tal vez con los dientes sucios. Pero la mujer que nos recibió no era nada de eso. Era una versión mayor de Rachel. Saludable y sonriente, me dio la bienvenida a su hogar con un abrazo. —Es un placer conocerte. Mi hermana no ha dicho absolutamente nada de ti. Rachel se rio. —Ignórala. Tiende a ser una buena persona. —Entonces ambas tienen mucho en común, junto con su apariencia. Riley cerró la puerta detrás de nosotros, sonriendo de oreja a oreja. —Ya me gusta. La entrada del apartamento lleva a la cocina, así que nos quedamos de pie hablando por un rato mientras Riley comprobaba la cena que tenía en la estufa. Había hecho bastante calor en clase hoy, así que había bebido unas cuantas botellas de agua mientras leía y necesitaba ir al baño.

—Discúlpenme, necesito ir al baño. Riley removía una olla que tenía en la estufa y señaló hacia el pasillo. — Seguro. Por la sala, sigues por el pasillo, primera puerta a la izquierda. Básicamente vivo en un vagón, así que no puedes perderte. Noté una pared llena de marcos, similar a la que Rachel tenía un su apartamento, pero no me detuve a mirar antes de ir al baño. De regresó, noté que la mayoría de las fotos eran del mismo chico rubio en varias etapas de su crecimiento. Asumo que era el hijo de Riley, Adam, no quise detenerme y llamar la atención, en caso de que hablar de él fuera difícil. Casi terminaba de pasar las fotos alineadas en el pasillo cuando una pequeña foto captó mi atención. Era de dos niñas de pie en el césped, la más pequeña tenía probablemente tres o cuatro años, y la mayor tal vez tenía ocho o nueve, pero en definitiva, eran Rachel y su hermana. Me detuve y me enfoqué en la más pequeña. La foto era vieja y borrosa, pero algo sobre ella encendió una alarma en mí interior. Me enderecé mientras miraba. —Ella siempre insistía en hacerse su propia coleta. Siempre estaba torcida, pero ella era inflexible en que tenía que hacerlo ella misma. —Riley se me unió a mí ante la pared de fotos y me tendió un vaso—. Es té helado. Lo tomé sin apartar la mirada. Había algo tan familiar acerca de la foto. Por su puesto, me sería familiar considerando que Rachel no había cambiado mucho, pero era más que eso. Lancé la mirada a toda la pared. —¿Tienes otra foto de ustedes dos? Rachel se unió a nosotros. —Pediste ver una foto de mí cuando era pequeña el otro día. —Golpeó mi hombro juguetonamente—. Si Riley va a mostrarte fotos embarazosas, es mejor que logre ver algunas fotos tuyas cuando eras pequeño. Creo que asentí, pero no podía estar seguro. Mi mente aún se hallaba enfocada en el pequeño rostro de Rachel en la foto. Después de un minuto, Riley regresó con un álbum. —Vamos, te mostraré lo gruesa que era mi hermana cuando era un bebé. A nuestra madre le gustaba tomar fotos de ella desnuda mientras le daba un baño en la bañera. Rachel tenía hoyuelos, pero no en su cara. Los tres nos sentamos juntos en el sofá, con ellas a mis lados, y Riley empezó a pasar a través del viejo álbum de foto. Señaló a una foto, la cual asumía era Riley sosteniendo a una recién nacida Rachel. —La odiaba cuando mamá la trajo a casa. Robó toda mi atención.

Rachel reprendió —Mi madre le dijo que mantuviera los pequeños objetos lejos de mí porque me podía ahogar, y ella solía colocar centavos en el moisés. —Claro que no. —Riley se giró hacia mí y me guiñó—. Eran cuartos. Esos eran muy grandes como para que ella se ahogase. Intenté parecer interesado, pero algo me molestaba. Sabía lo que era, pero pensé que era mi imaginación volviéndose loca. Sin embargo, parecía no poder dejarlo ir. Riley pasó a través de casi todo el álbum, en casi todas las fotos Rachel era pequeña. —No hay muchas fotos de nosotras luego que Rachel tuviera cinco o seis. Ahí fue cuando nuestra madre enfermó. —Rachel me lo contó. Lo siento por su perdida. Riley asintió. —Gracias. Los dos años después de su muerte, antes de mudarnos con los Martins, no fueron buenos momentos que quisiéramos capturar en fotos de igual forma. —No me había dado cuenta que no se mudaron con sus tíos justo después de la muerte de su madre. ¿Vivieron en albergues o algo? Rachel y Riley se miraron la una a la otra. Hubo un silencio compartido antes que Rachel hablara. —No. vivimos con nuestro padrastro luego que mamá muriera. Miré a Rachel. —Pensé que dijiste que tu madre no se volvió a casar. Riley miró entre ambos y cerró el álbum. —A ambas nos gusta pretender que él no existe. —Se puso de pie—. Voy a comprobar mi salsa. Después de que Riley se fue, Rachel tomó mi mano. —Lo siento. No quería mentirte. Es solo que… mi hermana. Es más fácil pretender que no existió Benny. —Habló suavemente—. No era un buen tipo. Benny. Maldito Benny. El nombre me golpeó como un golpe en el estómago. No me hallaba seguro de ser capaz de hacerlo a través de la cena. Seguía lanzando miradas furtivas a Rachel, y cada vez que lo hacía, veía a la pequeña niña del confesionario. Era claro como el día, aunque no lo había visto antes. De repente no podía sacar la única mirada clara que había robado a lo largo de la iglesia todos esos años atrás de mi cabeza. Siempre que la miraba, estaba mirando directamente a su dulce rostro de diez años.

Impulsándome a salir de la niebla, finalmente noté que Rachel me miraba con preocupación. Abruptamente, me aparté de la mesa y me puse de pie. —Discúlpenme por un momento. Regresé al baño y miré mi reflejó en el espejo. Gotas de sudor se habían formado en mi frente y encima de mi labio. Nunca había tenido un ataque de pánico, pero me hallaba seguro que así era como se sentía uno. Mi corazón retumbaba contra mi pecho, y el simple acto de respirar era un esfuerzo. Me incliné sobre el lavado y me enfoqué en inhalar y exhalar por unos minutos antes de esparcir agua sobre mi rostro. No estaba seguro cuanto tiempo permanecí encerrado en el baño, pero cuando salí, Rachel me esperaba en el pasillo. —¿Estás bien? —Su mano fue a mi frente fría—. No luces tan bien. —De hecho, no lo estoy. No me siento tan bien. Empezó en clase hoy, y pensé que era el calor, pero debe ser alguna clase de virus. —Oh, lo siento. ¿Qué puedo hacer? ¿Quieres algo de té de jengibre o un trapo frio? —Estoy bien. Pero creo que debería irme. —Oh. De acuerdo. Lo entiendo. Déjame decirle a Riley, y agarraré mi cartera. —No —dije, probablemente un poco demasiado rápido. —¿No? —Deberías quedarte. No quiero arruinar tu tarde. ¿Tu hermana puede llevarte a casa? —Supongo… —Lo siento. Te veré mañana en clase, ¿de acuerdo? —Sí, de acuerdo. Mientras sus palabras decían que todo se hallaba bien, el rostro de Rachel daba a entender algo totalmente distinto. Ni siquiera sabía con certeza si se creyó mi malestar, pero necesita salir de aquí de inmediato. Tras una rápida disculpa y despedirme de Riley, me hallaba fuera. Sintiéndome desconectado, me pregunté si era una buena idea conducir. Cuando llegué a casa, me di cuenta que definitivamente había sido una mala idea. Ni siquiera recordaba manejar de la casa de la hermana de Rachel a la mía. Me serví una bebida fuerte y caminé de un lado a otro por un tiempo, recordando la última vez que había visto a la niña de la iglesia, el día que la

había seguido a su casa. Después que todo pasara, mis padres entraron en acción para protegerme, pidiendo favores de todo el mundo y de quien sea, políticos locales y policías. Mucho de lo que pasó ese día era una bruma ahora, excepto una cosa. Le había mentido a la pequeña niña que, ahora sabía que era Rachel, por meses, en vez de hacer lo que pudiera para poder sacarla de ese infierno tan pronto como fuera posible.

Traducido por Gesi Corregido por Daliam

Después de diez minutos, la clase se estaba poniendo impaciente. Le envié un mensaje de texto a Caine, luego decidí que mejor comenzaría la lectura o los estudiantes comenzarían a irse en cualquier minuto. Había un incómodo sentimiento en la boca de mi estómago. Él aún no había respondido el mensaje que le envié la noche anterior cuando llegué a mi casa de lo de mi hermana, aunque pude ver que lo había leído. Di clases por un tiempo y luego le di a la clase un recreo para interpretar algunas piezas que analizaríamos. Mientras la música llenaba la habitación, comprobé mi teléfono detrás del podio. Nada. Sin embargo, el mensaje sobre la clase había sido leído. Al principio, estuve preocupada de que Caine se hubiera enfermado más, tal vez incluso ido al hospital o algo. Pero si era capaz de leer mis mensajes, ¿por qué no sería capaz de responderlos? Después de aproximadamente noventa minutos de clases, me hallaba tan distraída que terminé la clase temprano. Caine no estaría feliz por ello, pero esa no era mi preocupación inmediata. Ansiosa, marqué su número antes de que la clase se hubiera vaciado. Sonó una vez y fue al buzón de voz. Cuando un celular es apagado, va inmediatamente al buzón. Cuando alguien en incapaz de responderlo, suena un par de veces antes de ir a la casilla. Pero cuando va al contestador después de solo un tono, el destinatario está apretando ignorar. ¿Qué demonios? Dejé un mensaje. —Caine, es Rachel. Estoy preocupada por ti. No has respondido mis mensajes y no has aparecido en clases. ¿Puedes por favor hacerme saber que todo está bien para no empezar a llamar a las salas de emergencia como una loca?

Quería conducir hasta su apartamento y comprobarlo, pero tenía que estar en el trabajo en una hora, y no había suficiente tiempo para ir hasta allí y regresar. El martes también era el único día que trabajaba sola. Abría por Charlie porque él hacía sus compras de supermercado e iba a visitar la tumba de su esposa cada semana como un reloj. De ninguna forma iba a interrumpir eso porque mi novio no atendía mis llamadas. ¿Él es siquiera mi novio? Todo el camino hasta O’Leary me encontré debatiendo todo lo que tuviera que ver con Caine. Un pequeño contratiempo y mi mente era un frenesí de observaciones paranoicas. Para el momento en que estacioné, había llegado a un círculo completo. El hombre no me evitaba, simplemente no se sentía bien. Desafortunadamente, cuando comprobé mi teléfono, esa teoría fue destruida. Caine: Sintiéndome mejor. Gracias por cubrirme con la clase. ¿Eso es todo? ¿No hay una maldita explicación? El nudo que había tenido en mi estómago toda la mañana se torció fuertemente en ira. Me merecía más que eso. Arrojando mi teléfono en mi bolsa, desbloque la puerta principal de O’Leary y brinqué dentro de mi ritual de apertura en piloto automático. Encendí las luces, prendí el horno en la parte trasera, descargué el lavavajillas, y saqué la primera caja de vasos para acomodarlo detrás de la barra antes de contar la caja registradora. Puntualmente a las doce, giré el cartel de abierto. Luego comprobé mi teléfono de nuevo. Nada. Las horas pasaron lentamente después de eso. Ava apareció a las cuatro, una hora antes de que su turno comenzara, para visitarme; y yo estaba lista para una explosión verbal. Tomó asiento en la barra. Solo había otro cliente en el otro extremo, un retirado policía amigo de Charlie que no decía mucho y solo requería una cerveza cada una hora. —¿Entonces aún estás viva? —dijo—. Pensé que tal vez habías sido follada hasta la muerte por el profesor enfadado. Tomó una mirada a mi rostro y el suyo cayó. —Oh no. ¿Qué sucedió? ¿Ese idiota te jodió? Está casado, porque seriamente voy a balear su trasero. Suspiré. —No, no es nada de eso. —¿Entonces qué es? —Ojala supiera. Luego procedí a vomitar verbalmente sobre mi pobre amiga, contándole todos los detalles de los últimos días. Bueno, no todos los detalles, las partes del increíble sexo las mantuve para mí misma, pero le conté todo lo que podría ser relevante.

—¿Crees que le entró miedo porque lo llevaste a lo de Riley? Algunos hombres tienen un miedo ridículo a conocer la familia, creen que es el último paso antes de que los arrastres hacia el altar. —Supongo que podría ser…aunque no creo que sea eso. Nunca vaciló o mostró alguna preocupación por ir conmigo, y los primeros diez minutos o así después de que llegamos, él estaba bien. —¿Qué sucedió entre el momento en que llegaron y cuando dijo que no se sentía bien y se retiró? —Realmente nada. Le he repetido una y otra vez en mi cabeza. Estábamos sentados en la sala de estar viendo álbumes de fotos familiares. Miré fijamente al espacio mientras nos visualizaba a nosotros tres, Riley, Caine y yo, sentados en el sofá. Fotos. Trenzas. Mamá muriendo. Benny. Imaginé que algo habría salido mal a la mera mención de ese hombre. Entonces se me ocurrió. ¿Podría Caine estar enojado por haber mentido sobre no tener un padrastro? Era tan insignificante; no podía imaginarme que fuera eso. —¿Álbumes de fotos familiares? Se retiró porque se sintió presionado. —Pero yo no lo presioné. Él pidió ver una foto mía de cuando era pequeña. —No importa. —Se encogió de hombros—. Le tiene fobia al compromiso. —Realmente no creo que sea eso. —Bueno, ¿entonces tal vez estaba verdaderamente enfermo? Quizás fue al baño de tu hermana, tuvo un mal caso de mierda, y no quiso tapar el inodoro. Fruncí la nariz. —¿En verdad necesitas describirlo de esa forma? Ava se encogió de hombros. —¿Quieres que lo justifique por escapar así puedes pretender que no tiene problemas de compromiso o no? Honestamente, todo lo que quería era deshacerme de esta sensación inestable. Si Caine tenía problemas de compromiso y una visita a mi hermana lo hizo echarse hacia atrás, podía lidiar con eso. Todo lo que necesitaba era honestidad.

Hace quince años Traducido por Jadasa Corregido por Daliam

Esta era la cuarta parada que hacía para recoger flores al costado de la carretera en su viaje a casa. Su vida sonaba como un desastre de mierda, pero ella veía la belleza en medio de malas hierbas y pasto. Me quedé por lo menos dos cuadras atrás, y ella no parecía notarme en lo absoluto. Lo cual me recordó que también necesitaba tener una charla con mi pequeña corderita sobre ser consciente de su entorno. Cualquier psicópata podría estar siguiéndola. Bueno… Tuvieron que ser como tres kilómetros antes que finalmente se detuviera en una calzada. La casa era bastante bonita. Imaginé un remolque en ruinas al final de un largo camino de tierra, con sábanas colgadas para ocultar las ventanas y el pesado cepillo que camuflaba cualquier signo de vida, probablemente tres o cuatro vehículos oxidados y sin funcionar sobre el césped. Pero la entrada en la que se detuvo se hallaba pavimentada y conducía a una pequeña pero bien mantenida casa estilo Cape Cod. La hierba estaba cortada, las cortinas abiertas enmarcaban las ventanas, y los vecinos se encontraban afuera y cerca, encargándose de sus asuntos. El único vehículo en la entrada era unos años viejos y tenía uno de esos símbolos de pescado de Jesús en la parte trasera. Nada como lo que esperaba. Observé como la niña desapareció por el costado de la casa y regresó a la puerta principal sin su bicicleta un minuto después. Sin vacilar, entró.

Me quedé allí, mirando alrededor una buena media hora después de eso. Por primera vez, me pregunté si quizás lo inventaba todo. Podría haber tenido una imaginación vívida. La semilla de la duda fue plantada, pero mi instinto me decía que no contaba un cuento. Eché un último vistazo a la casa ordinaría y me di la vuelta para regresar a casa. Al menos no tendría que esperar mucho para averiguarlo, siempre y cuando mañana se presentara con su hermana.

Esperé seis horas. Un poco después de la una de la tarde, tuve que aceptar el hecho de que no iba a venir esta mañana. Antes que ayer la hubiera seguido a su casa, no tenía dudas de que algo sucedía. Pero ahora, tras ver una casa corriente en un vecindario normal, se deslizó la duda. Por otra parte, Ted Bundy también se veía jodidamente muy normal. Gemí y me levanté del banco trasero donde escuché tres misas esta mañana mientras observaba la puerta. No tenía ni idea de qué iba a hacer, pero sabía a dónde dirigirme. A cuatro cuadras de su casa, me di cuenta de que necesitaba gasolina. Ya que también necesitaba pensar en una estrategia, hice una parada en una estación de servicio completo con una mini tienda y me dirigí adentro para pagarle al asistente. Mi mano se hallaba sobre el picaporte de la puerta cuando, por el rabillo del ojo, vi algo que llamó mi atención. Estacionado al costado de la estación había un auto que se veía malditamente conocido: la misma marca y modelo como el que se encontraba ayer en la entrada a la casa de la niña. Benny es un maldito mecánico. Me acerqué y eché un vistazo a la parte trasera del auto. Efectivamente, había el símbolo del pez de Jesús. Mirando alrededor de la mini tienda, vi adjunto a él un taller con dos compartimientos. Una de las puertas estaba cerrada; pero la otra, abierta alrededor de sesenta centímetros. Las luces también definitivamente estaban encendidas. Me quedé dentro de la mini tienda, fingiendo que leía la parte trasera de una bolsa de papas fritas en tanto los dos clientes terminaban de pagar. Cuando solo quedábamos la mujer de la caja registradora y yo, agarré una lata de refresco y una barra de cereal. —¿El taller mecánico todavía está abierto? Mi auto tiene un ruido que me gustaría que revisaran. Ella levantó la mirada hacia el reloj. —Se cierra al mediodía. Pero creo que Benny todavía está dentro.

Mi cuerpo se tensó. —Gracias. ¿Hay una oficina o algo así? La cajera señaló una puerta hacia atrás. —Entra directamente por esa puerta. Probablemente esté en uno de los compartimientos. Respiraba más profundamente con cada paso mientras me dirigía hacia el taller. Había un destornillador sobre una caja de herramientas color rojo. Lo agarré y metí en el bolsillo trasero de mis pantalones vaqueros. —¿Hola? —El taller contenía cuatro vehículos, pero no parecía haber nadie dentro. Un hombre asomó la cabeza de debajo del capo de uno de los vehículos del siguiente compartimiento y casi me asustó. —¿En qué te puedo ayudar? Lo miré fijamente. No tenía un plan. Sacó una toalla del bolsillo y empezó a limpiarse las manos a medida que se acercaba. —Estamos cerrados. Necesito volver a casa junto a mis chicas. Hay una estación como a kilómetro y medio al norte de aquí, si tienes problemas con tu auto. Sus chicas. —¿Eres Benny? —Lo soy. ¿Quién pregunta? Necesitaba provocar al oso. Una idea vino a mi mente. —Soy un amigo de tu hija. De repente tuve su atención. Todo su comportamiento cambió. Dejó de limpiarse las manos y me miró a los ojos. —A mi hija no se le permite tener ningún amigo. —¿Por qué? Su rostro se contorsionó por la ira. —Porque es una pequeña puta. Habíamos estado de pie a cada lado de un auto, pero comenzó a caminar alrededor en mi dirección. —¿Estás husmeando alrededor de mi hija? Déjame darte un pequeño consejo. Quieres una buena chica. Esa... ella no es buena. Quince años y nada más que problemas. —Manténgase alejado de las dos. Benny pareció momentáneamente sorprendido. Hizo una pausa al avanzar hacia mí. Una sonrisa lenta y maligna se extendió por su rostro. Me dio escalofríos. Miraba la cara de un monstruo. —¿Crees que sabes algo? ¿Por qué no sigues y lo escupes?

—Te gustan las niñas. Te metes en la habitación de la niña mayor por la noche y la amenazas para que se quede callada o harás lo mismo con su hermanita. Mantente alejado de ambas, o iré a la policía. Entrecerró los ojos, buscando, como si estuviera uniendo un rompecabezas. Viendo la imagen completa por primera vez, una sonrisa sardónica creció en sus labios. Su tono igualaba la maldad de su rostro. —Tienes algo que ver con que empacaran una maleta, planeando huir, ¿no? No dije nada. Dio un paso más cerca. —No huirán a ningún lado después de anoche. Les enseñé una lección, tal como te la voy a enseñar a ti. —Benny metió la mano en el bolsillo de su sobretodo y sacó un pequeño mando a distancia. Mirándome fijamente, apuntó hacia la puerta parcialmente abierta del taller, y empezó a bajarla. Seguí su mirada en tanto se fijaban en una bandeja llena de herramientas a su alcance. Todo después de eso, pareció suceder en cámara lenta. Se extendió hacia una llave inglesa. Saqué el destornillador de mi bolsillo trasero. Me sentía asustado hasta que volvió a hablar. —Consigue tu propio maldito coño.

Traducido por Rory Corregido por Dannygonzal

—¿Qué estás mirando? Murphy apoyó la cabeza en mi regazo, sus grandes ojos marrones me miraban fijamente. Rasqué su lugar favorito detrás de las orejas, y soltó un gran suspiro. —Jesús. Tu aliento huele mal, amigo. —Al menos pensaba que era el de Murphy. Era posible que fuera el mío. Cerré mi portátil y me quité las gafas para frotarme los ojos. ¿Cómo diablos iba a decírselo? Estuve encerrado en mi apartamento durante dos días, no me duché, apenas comí, y me sentía completamente derrotado. Rachel debió haber tomado la indirecta de que la evitaba porque desde ayer no me enviaba ningún mensaje. Me di cuenta de lo loco que ella me tenía cuando debatí en nunca decírselo como por centésima vez. No sería una decisión tan difícil si no hubiese tanto que perder. Y definitivamente la perdería. ¿Cómo podía confiar en mí después de descubrir que nos conocimos hace quince años? ¿Que le mentí durante meses? Que tomé algo que ella tenía tan sagrado, un sacerdote en quien confiaba, y la manipulé a través de una pantalla cada semana. Si se lo decía, iba a perderla. Diablos, yo no confiaría en nadie que hiciera esa mierda. Pero si no le decía, todo lo que teníamos y todo lo que vendría estaría basado en incluso más mentiras. Estuve tratando egoístamente de justificar el nunca decirle. Diciéndome que estaría lastimándola dos veces al ser sincero. Sabía que se preocupaba por mí. Estaría reabriendo viejas heridas que dudaba quisiera volver a visitar. ¿Por qué no dejar todo tranquilo?

Había una cosa que no podía superar: No quería ser otro hombre que la decepcionara. Ella merecía algo mejor que eso. Mierda. Se merecía a alguien mejor que yo. Estiré mi cabello mientras pasaba las manos por él. Decirle la verdad y perderla... mientras la lastimo en el proceso. Mentirle en su rostro e intentar seguir adelante con esa mentira siempre entre nosotros. Aunque pasé dos días debatiendo el tema, en el fondo sabía que no existía elección real. No podía seguir mintiéndole. El único consuelo era que una vez me odiara, le sería más fácil seguir adelante. Al menos lo sería para uno de nosotros. Y que yo prolongara las cosas era simplemente egoísta. Alcancé mi teléfono justo cuando se iluminaba. No tuvimos contacto en más de veinticuatro horas, por lo que el momento de su texto era perfecto. Rachel: ¿Qué tal un poco de sopa de pollo? Esta noche podría pasar después del trabajo. Miré mi teléfono por un rato, vacilando. Una cosa era vivir en el corredor de la muerte, pero otro tener la fecha de ejecución fijada. Antes de que pudiera tener un par de pelotas para contestar, entró un segundo texto. Rachel: Salgo de trabajar a las ocho. No quería que manejara por la noche mientras se sintiera enojada o molesta. Ya era hora de que me crecieran algunas bolas. Caine: Iré a tu casa alrededor de las nueve.

Después de una ducha, decidí llevar a Murphy a un largo paseo para aclarar mi cabeza y matar algo de tiempo. Caminamos cuadra y media cuando una idea cruzó mi mente. —¿Qué dices de un viaje por la tarde? Murphy movió la cola, así que tomé eso como un sí. Si me quedaba encerrado en mi apartamento, iba a enloquecer. Necesitaba salir y aclararme la cabeza. Podría hacer que el día sea bueno para alguien... Una hora más tarde, caminábamos hacia el edificio principal en Regency Village. Llamé para asegurarme de que estaba bien pasar y la enfermera me dijo

que le dejó saber a Lydia y Umberto que iba a venir. Lydia esperaba en la zona de recepción. Sus ojos se iluminaron cuando nos vio a mí y a Murphy. Ella se inclinó para acariciarlo. —Se parece a nuestro Max. —Este es Murphy. Pensé que a Umberto le gustaría una visita. —No tienes idea. Esto va a alegrar su día, probablemente su año. No importa dónde esté su cabeza, nunca olvida ese maldito perro. —Lydia miró a su alrededor—. ¿Está Rachel contigo? —No, solo yo. Me encontraba en la zona, así que pensé en pasar —mentí. —Eso es muy amable, profesor West. —Llámame Caine, por favor. —Caine, entonces. —Sonrió y asintió mientras se levantaba de acariciar a Murphy—. Umberto está tomando una siesta ahora mismo. Debería levantarse pronto. ¿Estaría bien si damos un paseo? Puede parecer extraño, pero me encantaría tener la correa y caminar alrededor de la propiedad. Mi marido y yo solíamos pasear con Max todas las noches después de la cena, justo antes de tomar el té y las galletas. —Por supuesto. —Le ofrecí a Lydia la correa y mi brazo. Tomó ambos, y nos dirigimos fuera para un paseo bajo el cielo azul. —Dime, Caine. ¿Estás casado? —No, no estoy casado. —Un joven apuesto como tú con un perro tan dulce, las mujeres deben estar cayendo a tus pies. Nunca fui el tipo de persona que hablaba de una mujer con la que salía, ni siquiera en la universidad cuando los otros chicos no podían mantener la boca cerrada. Pero qué diablos. —Hay una dama en mi vida, pero hice algo estúpido y lo jodí. —¿Oh? Lamento escuchar eso. ¿Quieres hablar acerca de ello? Tengo más de cincuenta años de experiencia matrimonial. Tal vez pueda ayudarte a arreglar las cosas. —No es algo que pueda arreglarse tan fácilmente. Lydia estuvo callada durante mucho tiempo. —¿Amas a esta dama? Estuve evitando encontrar la respuesta a esa pregunta. Pero por alguna razón mentirle a Lydia era más difícil que mentirme a mí mismo. Asentí. —Creo que podría. Sin embargo, no tengo ni idea de cuándo sucedió. Sonrió. —Así es como sucede. Solamente das la vuelta un día y te golpea en la cara como si hubiera estado allí todo el tiempo y fuiste demasiado ciego

para verlo. Esa es la cosa con el verdadero amor: nunca vemos el principio o el fin. Estupendo. Sin final a la vista. Justo lo que necesito oír antes de que Rachel deje mi culo. Lydia debió haber notado mi rostro abatido. Me apretó el brazo. —No te preocupes, cariño. Todo va a funcionar. Cuando estás enamorado, los errores pueden arreglarse. —No estoy seguro de que algunos errores se puedan arreglar. —¿Le has contado lo que sea que has hecho mal? Sacudí la cabeza. —Todos cometemos errores. La vida no viene con instrucciones. Alguien que te ama te perdonará por ellos. Pero cuando los ocultas o mientes, ya no son errores, sino decisiones. —Para ser honesto, la he estado evitando por unos días, sabiendo que cuando sea sincero la estaré hiriendo. —Bueno, por desgracia, a veces la verdad duele. Otra mujer hace feliz a mi marido después de más de cincuenta años de matrimonio. No siempre es fácil. Pero a la larga, es mejor herir a alguien con la verdad que hacerlos felices con mentiras. Porque ella puede tomar la decisión de seguir adelante con la verdad. Las mentiras te mantienen atascado en un lugar. Lydia no bromeaba porque aprendió una o dos cosas en sus más de cincuenta años de matrimonio. La ventana de la duda de decirle a Rachel la verdad finalmente se cerró de golpe. Me acerqué y apreté la mano de Lydia. — Umberto es un hombre muy afortunado. La mirada en la cara de Umberto cuando vio a Murphy pudo haber sido una de las mejores cosas que vi en mi vida, aunque me pateé mentalmente en el culo por no haber venido con Rachel. Le habría encantado ver esto. Me hubiera encantado ver la sonrisa en su rostro. La otra dama de Umberto no se hallaba a la vista. Con Lydia agachada a su lado, Umberto sonrió y rió mientras rascaba la cabeza de Murphy. Mi infiel amigo de cuatro patas disfrutó toda la nueva atención. Me aparté y tomé un momento para mirar a los tres. Entonces les di un poco de privacidad. Al menos una decisión que tomé hoy, fue buena.

Pasé la hora conduciendo a casa, de visitar a Umberto y Lydia, pensando en esta noche. Luego dejé a Murphy, tomé una ducha y practiqué lo que iba a decir, cómo iba a explicar lo que hice sin sonar como un completo idiota. Incluso me convencí de que podía hacerlo, hasta que llegué a su edificio y no pude pensar en una forma de comenzar una conversación. Era como si acabara de descubrir quién era ella una y otra vez. Todo lo que pensé, las palabras que consideré cuidadosamente, parecían escaparse mientras me paraba frente a mi auto y miraba hacia su ventana. Era una noche de otoño inusualmente cálida con una brisa agradable, por lo que su ventana del tercer piso se encontraba abierta. La luz de su dormitorio encendida, su sombra se movía, y no podía hacer nada más que permanecer en el lugar y mirar. Mi corazón casi se detuvo cuando apareció su silueta. Ella estaba de perfil, mirando a lo lejos. Al principio no se movió, se limitó a mirar hacia el espacio, pero luego vi una mano alcanzar su muñeca, y comenzó a jugar con su reloj. Sí, también estoy nervioso, Peleona. Siento haberte hecho sentir así los últimos días. Necesitaba que esta mierda terminara por nuestro bienestar. Respirando profundamente, finalmente me dirigí hacia su edificio. El ascensor fue lento para llegar e incluso más para arrastrarse hasta el tercer piso. En el momento en que salí, tenía sudor en la frente. Caminar hacia su puerta fue terriblemente difícil. Llamé y esperé con las manos en los bolsillos, mirando fijamente mis zapatos. Conteniendo la respiración, dije una pequeña oración: la ironía de eso no se me escapaba. Rachel abrió la puerta, y de inmediato sentí una patada en mi estómago. Parecía más hermosa que nunca con un vestido de verano verde con finas correas que mostraban su bello y largo cuello. Su cabello salvaje y oscuro, suelto y hacía un lado, y tuve la más fuerte necesidad de inclinarme y devorar ese cuello. A diferencia de su maquillaje normal, esta noche su rostro se hallaba todo arreglado. Un vibrante y brillante rojo cubría sus gruesos labios, y sus pestañas gruesas y oscuras, coincidían con el delineador oscuro que le daba a sus ojos una forma de almendra, haciendo que se vieran aún más grandes. Me sentí triste por no poder rozar mis labios contra los suyos una última vez. Levanté la mirada para encontrarme con la suya, y mi corazón latió fuera de control. Me he enamorado de ella. En ese momento, no quería nada más que decírselo. Pero no quería que la primera vez que dijera esas palabras quedara turbada por la conversación que íbamos a tener. Solo esperaba llegar a decirlas un día. —Hola Rachel.

Traducido por Dannygonzal Corregido por Mawii

—Hola. Caine me observaba con una expresión, como si realmente no estuviera viéndome, incluso aunque me miraba directamente a la cara. —¿Caine? Parpadeó unas veces. —Lo siento. Te ves hermosa. —Gracias. —Di un paso a un lado para que entrara, notando que no se inclinó por un beso. Intenté restarle importancia, pero elevó mi sentimiento de nerviosismo a pánico. Caine entró, y las cosas se volvieron aún más incómodas, peor que una mala cita a ciegas. Estaba de pie en una habitación donde este hombre recientemente me preparó el desayuno, aun así, se sentía como un completo extraño. —¿Cómo te sientes? —Intenté iniciar una conversación. —Mejor. Gracias. Lo siento por la forma en que salí del apartamento de tu hermana y dejé que se asegurara que llegaras a casa. —Está bien. Entiendo. No te sentías bien. Caine asintió y metió las manos en sus bolsillos. Después de otro minuto de silencio incómodo, se aclaró la garganta. —Escucha, Rachel, necesitamos hablar. —De acuerdo. ¿Por qué no nos sentamos? ¿Puedo darte algo de beber? —No, gracias. Estoy bien. Me siguió a la sala. Me senté al final del sofá, lo que dejaba demasiado espacio para que se me uniera. Pero eligió sentarse en la silla del lado.

Caine miró sus pies, luego enredó una mano en su cabello. Aunque podía quitarse por completo el aspecto desaliñado, tenía la sensación de que lo había hecho mucho en los últimos días, y no tenía nada que ver con el estilo. Dejó salir una sonora respiración antes de comenzar a hablar. —No puedo comenzar una relación con mentiras. Oh, Dios. Mi pequeña mentira sobre Benny había estado molestando en el fondo de mi mente desde que le hablé a Ava sobre lo que sucedía con Caine. Me sentía enferma. Pero me negaba a dejar que ese hombre horrible tomara algo más de mí. —Lo siento por la mentira. Es solo… no es fácil para mí hablar de ello. Caine trató de hablar, pero lo interrumpí, entrando a mi usual parloteo nervioso. —Dije que no tuve padrastro porque deseo no haber tenido uno. Intento fingir que nunca existió. No era un tipo agradable. Fue abusivo… conmigo y mi hermana una vez que mi madre murió. La mandíbula de Caine se tensó. —¿Abusó de ti? Asentí y bajé la mirada. —No fue lo mismo para mi hermana y para mí. Él… —Incluso después de quince años, apenas podía decir las palabras—. … abusó sexualmente de mi hermana. Pero yo era demasiado joven. —¿Entonces no te tocó? Sacudí la cabeza. —No de la misma forma en que a mi hermana. Una mirada de alivio cruzó por el rostro de Caine. —Gracias a Dios. —Pero como estamos siendo honestos, te dije otra pequeña mentira. La cicatriz en mi espalda no es de caerme de un árbol cuando era niña. Es de mi padrastro. La noche antes de que la policía nos sacara, vino a casa más temprano de lo que esperábamos. Riley empacaba porque finalmente, planeábamos ir en busca de ayuda a la mañana siguiente. Benny registró mi habitación y encontró la maleta que empaqué. Se volvió loco y comenzó a patearnos con sus botas con punta de acero. Eso es lo que dejó la cicatriz en mi espalda. Había sido demasiado terca por muchos años para permitirme llorar sobre todo lo que sucedió. Pero los recuerdos de esa noche aun eran vívidos cuando hablaba de ellos. Podía ver a mi hermana colándose en mi habitación después de que Benny perdiera el conocimiento para hacerse cargo de mi herida. Mis lágrimas se sentían frías, bajando por mi cara. —Mi hermana la pegó con cinta, pero probablemente necesitaba docenas de puntos.

Caine vino y se arrodilló a mis pies. Incliné mi cabeza en él, enterrando la cara en su hombro para esconder mis emociones. —Lo siento mucho, Rach. Lo siento mucho. No sabía. Una vez el grifo estuvo abierto, no pude contenerme. Que Caine me sostuviera me hizo sentir segura por primera vez en mucho tiempo, segura para llorar. Y así lo hice. Lloré y lloré, permitiéndome dejarlo salir. No sabía de dónde venía todo, pero el llanto se volvió un feo sollozo, uno que me tuvo jadeando para respirar. Caine se sentó y me sostuvo silenciosamente, acariciando mi cabello y diciéndome que lo sentía una y otra vez. Cuando finalmente me calmé, me senté para encontrarlo con lágrimas brotando de sus ojos. —Lamento derrumbarme así. Nunca le he dicho a nadie sobre esa noche, excepto a la trabajadora social que nos llevó al otro día. Nunca he dicho en voz alta que mi hermana fue abusada sexualmente —Miré a Caine a los ojos—. Ese es el por qué te mentí y dije que mi madre nunca se volvió a casar. Es más fácil pretender que nunca lo hizo y que todos esos años nunca sucedieron. Caine se veía tan triste. Su voz llena de duda. —¿Fueron con una trabajadora social al día siguiente, después de que te hiciera eso? —En realidad, vino a nosotras. Benny se metió en una pelea en el taller al día siguiente, así que la policía vino a buscarnos con una trabajadora social. —¿Una pelea? —Sí. Él tenía mucha rabia. Deseo que hubiera pasado más temprano por el bien de mi hermana. Ambas teníamos tanto miedo de decirle a alguien. Pero la trabajadora social supo que algo no estaba bien cuando aparecimos. Benny fue llevado al hospital, y nosotras fuimos llevadas con mi tía. Eventualmente, mi hermana le contó a la trabajadora social lo que sucedía, y Benny fue arrestado mientras aún se hallaba en el hospital. Un mes después, murió de un ataque al corazón en custodia —Me encogí de hombros—. Y la vida solo continuó. Nuestra tía nos adoptó y nunca miramos atrás. —Lo siento mucho, Rachel. Resoplé una media carcajada. —Deja de decir eso. No es tu culpa. Solo quería explicar por qué mentí puesto que sé que estabas molesto por eso. Y ahora me gustaría retroceder y fingir que Benny nunca existió. ¿Podemos hacer eso? Caine se veía como si estuviera a punto de discutir. Su boca se abrió para hablar, luego se cerró, entonces se abrió de nuevo. Pero finalmente asintió. Después de un viaje al baño para lavar el maquillaje que manchaba mi cara, sentí que un pesó se había levantado de mis hombros. Infortunadamente, no podía decir lo mismo acerca de Caine. Mientras que descargarme y tener una

buena llorada aligeró mi humor, parecía que le hubiera pasado esa pesadez a él. Decidimos encender la televisión y relajarnos viendo una película, pero cada vez que lo miraba, parecía perdido en sus pensamientos. Cuando la película terminó, pensé que las cosas podrían volver a ser normales en la habitación. Sin embargo, cuando mencioné estar cansada y lista para ir a la cama, Caine me sorprendió diciendo que necesitaba dormir en su propia casa porque tenía una reunión temprano. Esa inquietante sensación que tuve regresó mientras lo acompañaba a la puerta. —¿Estamos bien, Caine? —Odiaba preguntar, odiaba sonar necesitada, pero ya había tenido dos noches sin dormir y sabía que me quedaría despierta de nuevo si se iba sin que habláramos. Caine acunó mis mejillas. —Eres la mujer más increíble que he conocido. Nunca olvides eso, Rachel —Rozó sus labios con los míos y dijo buenas noches. Incliné mi cabeza contra la puerta cerrada después de que se fue. Si la sensación fue dulce, especialmente después de todo lo que hablamos, ¿por qué se sintió como si Caine estuviera despidiéndose?

Traducción por AnnyR’ Corregido por Valentine Rose

No tuve el corazón de contarle luego que se largase a llorar… al menos es fue lo que me dije. Se lo ocultaba por su propio bien, no porque fuera un idiota egoísta sin pelotas. Pero tras una semana de estar yendo y viniendo, me di cuenta de que hacía lo mismo que cuando era una niña: la encadenaba semana tras semana sin tomar acción alguna, ya que no me sentía seguro de mí mismo. Solo que en aquel entonces era un adolescente confundido, y ahora se suponía que era un hombre. Sin duda, no me comportaba como uno. Había evitado a Rachel casi todas las noches de esta semana, excepto en clases cuando no tenía más remedio que enfrentarla. Ella sabía que algo andaba mal. —¿Qué está pasando contigo? —preguntó mi hermana cuando tomó mi plato. Esta tarde había tenido otra cita con el médico, así que estuve cuidando a las niñas. Evelyn debió sentirse muy desesperada por volver a usarme, considerando que casi maté a una de sus hijas la última vez. —No mucho. Entró a la cocina y colocó el plato en el fregadero antes de regresar a su interrogatorio. —Tonterías. Puedo notar cuando algo está mal. —¿Cómo? Mi hermana me miró directo a los ojos. —Para empezar, todavía estás aquí. Normalmente, cuando te pido que hagas de niñero, sales por la puerta en cuanto regreso, como si tener una familia fuese contagioso o algo así.

Supongo que tenía razón. Traté de hacerlo pasar como si nada. —Tenía hambre, eso es todo. —Me encogí de hombros. Me escrudiñó. —¿Dónde está la mujer que vino contigo la última vez? Las chicas hablaron de ella durante una semana. Rachel, ¿no? —¿Cómo voy a saberlo? —No me des esa mierda. Tu rostro cambió en cuanto dije su nombre. —Estás imaginando cosas. —¿En serio? —se inclinó—. Rachel. —Su voz se hizo más fuerte—. Rachel. Rachel. Rachel. —Creo que deberías añadir un psiquiatra a esa lista de médicos que visitas. —Me levanté y empecé a limpiar el resto de la mesa para poner un poco de espacio entre el bulldog y yo. Mis sobrinas ya habían desaparecido con una caja de macarrones y coca cola fría, se hallaban inusualmente silenciosas mientras pegaban comida en la goma eva en la sala de estar. ¿Dónde estaban las pequeñas cotorras cuando las necesitabas para interrumpir una conversación? Mi hermana y yo limpiamos, y sorpresivamente, permaneció en silencio. Debí haberme dado cuenta de que se encontraba ocupada recargándose. Cerrando el lavavajillas, se giró y se apoyó contra él, acorralándome en la cocina mientras guardaba el último de los platos. —¿Qué es lo que hiciste? —¿De qué estás hablando? —O bien ella te abandonó o hiciste algo malo. Puedo notarlo. Estás abatido. Y ya que generalmente te exaltas cuando alguien te traiciona, voy a jugármela y suponer que tú has arruinado algo. Maldita sea. Es buena. Suspiré. —Me metí en un lío. —¿Quieres hablar sobre eso? —En realidad, no. —De acuerdo. Entonces, ¿cómo te libras de este lío? —No puedo hacerlo sin herirla. —¿La engañaste? —No es nada de eso. Evelyn me contempló por un minuto.

—Escucha, hermanito, llevas mucho bagaje por cosas que crees que son culpa tuya que no lo son. Asumes la responsabilidad. ¿Estás seguro de que hiciste algo tan malo? Mi hermana siempre fue imparcial cuando se trataba de mí. Cuando no respondí, sacudió la cabeza y continuó—: Eres un buen hombre. Lo que sea que esté pasando, sé qué tomarás la decisión correcta. No puedo imaginar que te preocupes por alguien y lastimarla intencionalmente. Mi hermana tenía razón en una cosa. Nunca tuve intención de lastimar a Rachel. O Liam, para el caso. Pero a lo largo de los años, había tomado muchas malas decisiones, y otras personas sufrieron las consecuencias. No vi las señales al hacer lo correcto por Liam, no vi que la presión era demasiado, que la banda y el contrato discográfico eran más de lo que podía manejar hasta que fue muy tarde. Con Rachel, debí haberle dicho a alguien lo que sospechaba el día que entró en ese confesionario. Pero, en vez de eso, le mentí a una niña inocente, fingiendo ser un sacerdote por meses. Tenía cicatrices por mis errores. Ya le había provocado suficiente daño.

Detesté que sus ojos brillaran cuando le pregunté si quería ir por una taza de café después de clases al día siguiente. —Así que, según Cosmo, me gustas —anunció. Habíamos pedido dos cafés y nos sentamos en una mesa tranquila al fondo de la cafetería. Rachel intentaba actuar como si no pasara nada, pero oí el temblor en su voz y noté el modo en que retorcía su reloj de un lado a otro. —¿Más cuestionarios? —Sip. La pregunta nueve estuvo difícil —bromeó—. Preguntaba si todavía me sentiría físicamente atraída por ti si subías treinta kilos, te quedabas calvo y de repente sin trabajo. Mi pluma frotaba sobre cierta respuesta, pero luego recordé que te gusta vendarme los ojos, de todos modos. —Sonrió y mierda, dolió. Cuando no respondí, Rachel pensó que estaba ofendido. —Estoy bromeando, sabes —dijo. Asentí y aclaré mi garganta. Se sentía como si mis bolas estuvieran atrapadas allí mientras trataba de sacar las palabras que necesitaba decir. —Escucha, Rachel… ya no puedo hacer esto.

Su sonrisa se marchitó. Sabía a qué me refería, y un así encontró una manera de aferrarse a la esperanza. —¿Qué? ¿Pasar el rato en el campus? Nadie piensa que es extraño. Veo asistentes y profesores juntos todo el tiempo. —No me refería a pasar tiempo en el campus. Sino a pasar tiempo en absoluto. Ya no podemos vernos más. —¿Por qué? No lo entiendo. Había decidido luego de hablar con mi hermana anoche que no serviría de nada contarle lo de la iglesia, sobre nosotros hace quince años. ¿Por qué herirla arrastrando más mierda cuando no había necesidad? —Eres mi asistente. Lo que pasó entre nosotros no debió haber comenzado nunca. La tristeza se transformó en ira en su rostro. —Y una mierda. No te importa eso. Y, además, el semestre está a medio camino. —Lo lamento. —Agaché la vista, pues era demasiado difícil mentirle a su hermoso rostro—. Esto no debió haber ocurrido nunca. —Que te jodan. —Voy a seguir como tu tutor de tesis. Esto es culpa mía y no debería afectarte de ninguna manera. —¿No debería afectarme? —Rachel… Se puso de pie. —¿Sabes qué, Caine? Durante mucho tiempo me sentí indigna de amor, avergonzada de lo que pasó en mi vida, lamentando mis elecciones. No fue hasta hace poco que empecé a darme cuenta de que no soy mi pasado. No quiero ser el arrepentimiento de alguien. Así que vete a la mierda. Por instinto, agarré su brazo cuando pasó por mi lado. Las lágrimas inundaban sus ojos, y sabía que quería irse antes de que las viera, no quería que la viera dolida. Dios, quería rebobinar y borrar todo lo que acababa de decir. Pero en su lugar, solté su brazo y la dejé ir. Era lo mejor que podía hacer por ella, aunque no se sintiera así en el momento. No pude dar la vuelta y verla salir. Cerrando los ojos con fuerza, escuché el sonido de sus pasos cada vez más distantes hasta que no pude oírla más. Rachel tenía razón en una cosa: ella era mi arrepentimiento. Pero no en la forma en que pensaba. Siempre me arrepentiría de haberla dejado ir.

Traducido por Ann Farrow Corregido por Melina.

Por costumbre, comencé a caminar hasta el asiento que había ocupado desde el comienzo del semestre. Pero luego me detuve. Al diablo con esto. No existía ninguna razón para someterme a una visión frontal y central del poderoso profesor. Haría mi trabajo, asistiría a las clases en las que debía sentarme, enseñaría las sesiones de ayuda extra, los trabajos de calificación, todo. Pero no tenía que sentarme donde me había dicho que prefería que me sentara. Ya no. Mirando alrededor de la habitación, sonreí, viendo un asiento desocupado al lado del señor Ludwig. Permite que tenga una vista cercana de mi cuerpo para que pueda dibujar, alguien podría apreciarlo. Hoy la temperatura llegaba casi a veinticuatro grados, pero mi compañero de asiento todavía llevaba puesto su gorro de lana. —Hola. —Me sonrió—. ¿El profesor Palo metido en el Trasero te dejó fuera del encierro? Pensé que iba a tener que moverme al frente solo para pedirte que un día me acompañes a tomar un café después de la clase. —¿Necesitas ayuda con algo? No has venido a ninguna de mis sesiones de ayuda extra. Chico Gorro de lana sonrió. Era lindo, en un tipo chico de fraternidad con hoyuelos. —No. No necesito ayuda adicional. Solo tomar un café contigo. Sentí una presencia detrás de mí. Al ver que los ojos coqueteando se elevaban de mis pechos a mi hombro y su expresión descarada desaparecía, sabía quién era. Seguí ignorándolo, esperando que captara la indirecta. Sin suerte. —Rachel. —Caine se aclaró la garganta—. ¿Puedo verte después de la clase, por favor?

Cerré los ojos. Quería responder con “Jódete”, pero no le daría la satisfacción de tanta emoción. Tampoco me iba a permitir convertirme en uno de los rumores que oí sobre el profesor West antes incluso de conocerlo. Pegándome mi mejor sonrisa fingida, me volví hacia él, ofreciendo una vista fantástica de mis blancos perlados. —Por supuesto, profesor. Era inflexible acerca de mostrarle que estaba bien. Pero lo que vi cuando levanté la mirada borró mi falsa sonrisa. Caine lucía horrible. Sus ojos brillantes se hallaban inyectados de sangre, su piel de color naturalmente cálida parecía fría, y su apariencia era desaliñada, no la intencionalmente elegante. No, Caine parecía que había estado en una borrachera que terminó hace unas horas, o estaba enfermo como un perro y arrastró a su trasero enfermo fuera de la cama por primera vez en días para presentarse a clase. Aunque me sentía cabreada con él, esperaba que fuera lo último. Caine asintió y sus ojos se movieron hacia el estudiante que se encontraba a mi lado. Capté la ligera tensión en su mandíbula mientras miraba al señor Ludwig unos segundos más que lo normal. Mis emociones se hallaban claramente en todo el lugar, porque me molestaba que él sintiera que tenía el derecho de dar a alguien un mal momento por coquetear conmigo. No le debía nada. Durante los siguientes noventa minutos, evité mirar a Caine, prefiriendo fingir tomar notas mientras mi mente vagaba. Cuando la clase finalmente terminó, esperé en mi asiento hasta que el último de los estudiantes se retiraba y luego caminé hacia el frente de la habitación. Me paré a tres metros de Caine, sintiéndome terriblemente incómoda. Estaba empacando su bolso. —Creí que sería mejor que habláramos en mi despacho. —Estoy bien aquí. Me miró. —Me gustaría privacidad. —Me gustaría un montón de cosas, pero parece que no las tengo todas, ¿verdad? Asintió. —Bien. ¿Podemos al menos sentarnos? —Extendió su mano para dirigirme a la primera fila. A regañadientes, fui. Actuaba como una adolescente insolente, pero me negué a mirarlo. Esperó, suponiendo que finalmente dejaría de jugar con mi teléfono y le daría toda mi atención. Pero se equivocó. Después de unos minutos, captó la indirecta y comenzó a hablar de todos modos. —Recibí un correo electrónico del decano sobre tu solicitud para cambiar tu tutor de tesis. —¿Y?

—Eso no es necesario. Casi has terminado, y si no quieres pasar tiempo conmigo, podemos manejar la mayoría de ello por correo electrónico. Finalmente lo miré. —No quiero tus opiniones sobre mi trabajo. Y no quiero ensayar mi defensa de tesis contigo. No quiero defender nada contigo. Caine extendió la mano para tocar mi brazo. —Rachel. Me aparté. —No me toques. Levantó ambas manos. —Lo siento. No quise molestarte. Me burlé. —Es un poco tarde para eso, ¿no? Respiró hondo y exhaló un fuerte chorro de aire. —Déjame empezar de nuevo. Somos capaces de ser profesionales el uno con el otro durante la clase, entonces ¿por qué crear todo el trabajo extra para ti misma pidiendo un nuevo tutor? La mayoría de los profesores querrán poner sus propios toques en su trabajo, y terminarás reescribiendo durante meses. —Supongo que prefieres poner tu toque en mi trabajo de una manera diferente. Por su tono, podía decir que Caine estaba perdiendo la paciencia. Que es exactamente lo que quería. Quería enojarlo... quería lograr una reacción de él de alguna manera. Nuestro final había sido demasiado anticlimático. Me hizo sentir que nunca había valido su energía. Y eso era una mierda. —Estoy tratando de ser profesional, Rachel. Mi espalda se enderezó. —Yo también, profesor. Si fuera mi elección, no sería tu asistente o te tendría como mi consejero de la tesis. Podría solicitar un nuevo tutor de tesis sin levantar sospechas ya que no habíamos trabajado juntos tanto tiempo y originalmente no eras mi tutor. Pero no pude encontrar una razón para ser removida como tu asistente sin levantar sospechas. Pensé que decirles que estábamos follando antes y que ahora no quizá no sea la forma más profesional de manejar las cosas. Caine se pasó los dedos por el pelo. —Me disculpo por lastimarte, Rachel. No sé cómo arreglar las cosas y hacer que volvamos a ser amigos. —Nunca fuimos amigos, Caine. Y en cuanto a arreglar las cosas, se necesitan dos para hacer cualquier relación funcionar. No podemos arreglar nada, porque solo uno de nosotros sabe lo que se rompió. —Mi voz se suavizó—. Todavía no entiendo qué se rompió. El quiebre de mi voz en las últimas palabras llevó a los ojos de Caine a los míos. Quería mirarlo fijamente, lanzarle puñaladas enojadas, pero cuando lo miré profundamente a los ojos, lo único que vi fue dolor.

En un momento de debilidad, dejé que mi corazón se mostrara. —¿Qué pasó, Caine? ¿Por qué me cortaste? Estábamos bien un día y luego el siguiente... En lugar de mirar a otro lado como lo había estado haciendo últimamente, Caine me dejó entrar por un breve instante. Nos miramos fijamente a los ojos, y vi dentro de él, el hombre que conocí todavía estaba allí, en lo profundo. Había empezado a pensar que imaginé quién era, ya que todo desapareció tan rápidamente. —Eres una mujer increíble, Rachel. Mereces más. En un momento fui vulnerable y suave, y al siguiente era impermeable y dura. Me puse de pie abruptamente, perdiendo mi equilibrio y casi cayéndome antes de estabilizarme. —No puedes decirme lo que merezco. Tengo que elegir lo que quiero. Caine se levantó y agarró mi codo cuando iba a darme la vuelta. El ruido elevado de la pesada puerta de la clase se abrió y resonó por el aula vacía. Las voces siguieron detrás mientras los estudiantes comenzaron a entrar para la siguiente clase. Esperé, curiosa por ver lo importante que sería mantenerme cerca. Me lastimó de nuevo cuando me soltó. —Piénsalo, Rachel. No te hagas trabajo extra solo porque estás enojada conmigo. A pesar de que los estudiantes estaban en la parte superior de la sala, me incliné para asegurarme de que nadie podía oír. También podría haberlo hecho por el efecto. —Vete a la mierda, profesor —le susurré al oído.

—Habla conmigo. —Charlie apoyó los codos en la barra. Había terminado por el día, pero seguía dando vueltas. Sospechaba que esperaba hasta que los rezagados de la última tarde se fueran. El ciclo de secado de nuestro lavavajillas había dejado de funcionar hace un año. Charlie no tenía intención de arreglarlo. Curiosamente, eso funcionaba para mí, especialmente hoy, ya que encontré relajante el movimiento de limpiar los vasos. Saqué un vaso goteando de la caja en la que trabajaba y empujé el dispensador dentro.

—¿De qué te gustaría hablar? ¿Eventos actuales? ¿Música? —No me des eso, señorita. Sabes lo que te estoy preguntando. Le sonreí a Charlie, completamente consciente de lo que preguntaba. — No estoy segura de que lo haga. —Has estado una semana sin hacer bromas por aquí. ¿Qué está pasando? ¿Problemas con el chico? Charlie era duro en el exterior, pero tenía un centro suave y esponjoso. Era una de mis cosas favoritas de él. —Todo está bien, Charlie. Solo una semana muy ocupada, es todo. Sacudió la cabeza. —Estás llena de mierda. Veintiocho años en el trabajo. Sé cuando alguien está lleno de mierda. Me hallaba a punto de negarlo cuando pensé en algo. —¿Cómo puedes saber cuando alguien está lleno de mierda? Quiero decir, ¿cuáles son los signos reveladores? —Hay lenguaje corporal que puede darte una idea en la mayoría de la gente, si prestas atención. —¿Como qué? —Bueno, hay los obvios: la persona no te mirará a los ojos, se inquietará, tocará su boca o cara. Aunque la mayoría de los buenos mentirosos conocen esos signos y trabajan para controlarlos. Hay cosas más pequeñas que son mejores indicadores. Para empezar, sus hombros a veces se levantan un poco. Es porque su respiración se pone un poco superficial cuando mienten, y esa es la reacción natural del cuerpo al cambio en las respiraciones. Algunos también se mantienen rígidos. Cuando la gente está hablando, tienen un dominio natural de su cuerpo. Pero cuando mienten, pierden esa comodidad natural. Aparte de eso, hay indicios en el habla, como decir las mismas palabras o frases de forma repetitiva. “No lo hice. No lo hice.” —Interesante. —¿Quién te está mintiendo? Exageré levantando mis hombros y repitiéndome. —Nadie. Nadie. —Listilla. Charlie se preocupaba por mí, y sabía que él no se metía demasiado en las cosas como lo haría Ava, así que fui honesta con él. —El tipo que estaba viendo rompió las cosas. Tengo la sensación de que no está diciendo la verdad acerca del por qué. —Suspiré—. Tal vez estoy buscando una razón que no existe debido a mi propio ego. No lo sé. —¿Estamos hablando acerca del profesor?

—Sí. —¿Quieres saber si su corazón sigue en ello o no? ¿Estás pensando que hay algo de basura en su cabeza que no concilia con lo que hay dentro de su pecho? Asentí. —Supongo que sí. —Bueno, solo hay una manera de averiguar si un hombre que está huyendo en la otra dirección realmente te ama. —¿Cuál? Me miró a los ojos. —Sigue adelante sin él. Un hombre llega a sus sentidos muy rápido cuando piensa que ya no lo estás esperando.

Traducido por Valentine Rose & Rory Corregido por Melina.

Era un mentiroso de mierda. Solo que esta vez, me mentía a mí mismo también. El director me envió un correo electrónico pidiéndome que hiciera una redacción del proyecto de tesis de Rachel para entregarlo a otros profesores para solicitar un nuevo tutor. Había estado dándole largas para darle una oportunidad para reconsiderarlo, pero ahora lo usaba como una razón para verla; fingiendo que necesitaba entregarlo rápido cuando no tenía intención de hacer tal cosa. Eran las vacaciones a mitad del semestre, y seis días sin ver a Rachel fue todo lo que pude aguantar. Si alguien se enterase de a lo que había recurrido, pensarían que me volví loco… y tendrían razón, pero me importaba una mierda luego de seis días. La revista Rolling Stone tenía este mes uno de esos cuestionarios que a Rachel tanto le obsesionaban. Lo noté en lo que la hojeaba hace dos semanas y lo guardé, así podía realizarlo. Sin verla esta mañana, puede que haya hecho el cuestionario. Qué dice tu Música de tu Vida Romántica hacía una serie de preguntas basadas en canciones que más te identificaban. Cuando calculé mi puntuación, la predicción que asignó mi futuro fue, obviamente, incorrecta. Curioso, leí las otras predicciones, de todas formas. Una me llegó al alma, solo que no tuve puntaje entre cincuenta y dos y sesenta y ocho. Esa respuesta en particular no pudo haber sido más perfecta para que Rachel lo leyera hoy si incluso yo lo hubiese inventado. Decía: ¡Ya has conocido a tu destino! A pesar de que aún no lo sepas. Eres un alma vieja que conecta con la gente a un nivel cósmico. La confianza puede ser un problema contigo, y, seguido, evitas relaciones, pues sigues tu cabeza en vez de tu intuición, a veces ciegamente. En cuanto al amor, necesitas arrojar tu precaución y arrojarte con

ambos pies. Has conocido a tu alma gemela por mucho tiempo, pero solo recientemente te diste cuenta de que está destinado. Deja de luchar contra ello y alimenta tu alma. El cuestionario consistía en quince preguntas. Volví a hacerlo, solo que esta vez respondí como Rachel respondería. Bebiendo un whiskey en las rocas, agité los hielos en lo que sumaba sus respuestas. El puntaje salió entre cuarenta y cuarenta y tres. ¡Aún tienes que conocer a tu destino! —Ya. No pasará —gruñí. Bebiendo el resto del trago, noté que necesitaba un incremento de dieciocho a veinte puntos para acomodarse con seguridad donde debía estar. Escogí las cuatro preguntas que estaba bastante seguro qué utilizaría para responder, y cambié manualmente la puntuación para subir cinco puntos cada una. —Mucho mejor. Santo cielo, he sido completamente poseído por una vagina. Arrojé la revista a la mesa y pasé las manos por mi rostro. ¿Qué mierda hacía? Había recurrido a editar cuestionarios de amor y responderlas como si fuera Rachel. Necesitaba no tener un segundo trago, desembriagarme, tomar una ducha, ponerme ropa limpia e ir a O’Leary antes de acudir a llamarla y colgarle solo para escuchar su voz. Reuniendo coraje, por fin eso fue exactamente lo que hice. Decidí no enviarle un mensaje antes de llegar, así no tendría oportunidad de decirme que le enviase un correo con las cosas insignificantes que yo fingía que eran importante que las revisara. Conduje hacia O’Leary casi al final de su turno. La idea de verla pronto me tuvo en un mejor ánimo que las pasados dos semanas. Silbé junto a la música en el camino. Ava se hallaba detrás de la barra cuando entré. Recordaba que Rachel dijo que las habilidades de cantinera de su amiga se limitaban a cubrir rápidos descansos y viajes al baño, así que supuse que debía estar en este o haciendo algo atrás. Tomé asiento en la barra para esperar, optando por el lado más vacío, opuesto donde se encontraba Ava dándome la espalda mientras hablaba con un cliente. Todavía de buen humor, tamborileé los dedos en la barra ante el sonido de “Better Together” de Jack Johnson que se escuchaba. Por desgracia, mi buen humor tuvo un abrupto fin cuando eché un vistazo al restaurante. Rachel se encontraba en una mesa, solo que no servía comida. Empuñé mis manos cuando la vi sentada con un chico en un reservado a la esquina. Sus manos estaban entrelazadas en medio de la mesa en lo que parecía ser una profunda conversación. Los observé hasta que el tipo movió la cabeza y pude ver con claridad su rostro. Davis.

¿Qué mierda? Mi primer instinto fue ir hacia allá y descubrir qué demonios ocurría. Incluso me puse de pie y di unos pasos. Pero luego vi algo que me congeló. Rachel echó la cabeza hacia atrás, riendo. Al instante, pasé de estar enojado a tener una rara mezcla de sentimientos estrellados y culpabilidad. Ella volvía a sonreír en vez de lucir triste. ¿No era eso lo que siempre quise? Entrando en conflicto, observé desde lejos hasta que ya no pude aguantarlo. Luego di media vuelta y, silenciosamente, salí del bar. Me sentía enojado, pese a saber que no tenía ningún derecho a estarlo. Y mi enojo se hallaba pesadamente mezclado con arrepentimiento. Era mi culpa de que estuviera tomándose de las manos con otro hombre. Me alejé porque no merecía tenerla, sin embargo, nadie era digno de ella tampoco. Mis pensamientos no tenían lógica. No obstante, de algún modo, era consciente que nadie entendería las decisiones que había tomado. Así que, me las aguanté, a pesar de que necesitaba resolver por lo que estaba pasando. Todo el descanso, había estado encerrado en mi apartamento. Mi única actividad diaria, además de ir al gimnasio, fue escuchar música. Si no me mantuve alejado por unas horas por lo menos, había una buena probabilidad que Rachel conseguiría una mezcla de canciones. Así de hechizado estaba. Sin nada que hacer, decidí ir a dar una vuelta. Dejé que la carretera y mi autito me guiaran donde quisieran. No tendría que trabajar hasta el lunes. Salir de la ciudad por una noche o dos podría ser justo lo que necesitaba. Girando en U, me dirigí hacia el puente en vez de la autopista que me llevaba de vuelta a mi apartamento. La verdad no tenía un destino particular en mente. Así que solo conduje. Y cuando llegué, me di cuenta de que estaba exactamente donde necesitaba estar.

Las escaleras fueron reemplazadas. Los ladrillos de rojo gastado ahora eran blanco mármol. Algunos arbustos eran nuevos; y la pequeña verja que anteriormente rodeaba la estatua de la Virgen María, desapareció. Pero, más que eso, St. Killian’s lucía exactamente igual que la última vez que entré por las puertas hace quince años. Aun recordaba esa visita. Me escabullí de casa; me habían castigado tras la mierda que pasó con Benny la semana anterior. Sabía que se había ido. Mis papás me informaron, ya que me rehusé incluso a hablar de lo que sucedió hasta que me enteré de que ella se encontraba a salvo. Pero no

me importó. Necesitaba estar aquí ese sábado en caso de que, de algún modo, volviera para hablar conmigo. Quería explicar la razón de lo que había hecho. Aquella tarde, me sentí en la oscura cabina por seis horas seguidas. Por supuesto, nunca vino; ya se había ido. Me di cuenta de que tendría que vivir con la culpa de traicionar su confianza y esperar que siguiera con su vida. No se me escapó la ironía de que, una vez más, me hallaba aquí tras verla seguir con su vida hoy. Dentro, la iglesia se hallaba vacía. No sabía por qué había venido o qué iba a hacer una vez que me instalara. Mis ojos se dirigieron directo al confesionario, que seguía ahí, pero no iba a entrar. En vez de eso, tomé asiento en los bancos de atrás y simplemente observé el lugar. Era una noche tranquila. El olor de incienso rancio calmó mis sentidos. Cerrando los ojos, tomé unas respiraciones profundas y liberadoras, extendí los brazos en la cima de los bancos, y agaché la cabeza. Mantuve la posición por una indeterminada cantidad de tiempo, hasta que el sonido de pisadas que se acercaban provocó que alzara la vista. Un cura anciano se acercaba a mí. Ni siquiera lo había escuchado hasta que estuvo a unos bancos de distancia. —¿Cómo estás, hijo? Me llevó un minuto notar que tenía acento irlandés y descifrar que había dicho “¿cómo estás, hijo?”. Sonreí. —Estoy bien. Espero que no haya problema que esté aquí. —No hay cerradura en las puertas. Somos muy afortunados. Pocas iglesias pueden decir eso. Es una buena comunidad la que hay aquí. Puedes venir cuando desees. —Gracias. —¿Hay algo de que quieras hablar? —No lo creo. —¿Estás seguro? Soy conocido por ser un buen oyente. —Sin ofender, Padre, pero se trata de una mujer; no estoy seguro de que sea su área de experiencia. El sacerdote sonrió con calidez y tomó asiento en la fila frente a mí. Girándose a su costado, situó una rodilla en el asiento y colgó un brazo sobre el banco para verme a la cara. —Puede que me haya casado con el Señor, pero tengo una madre y cuatro hermanas. —Alzó cuatro dedos—. Cuatro hermanas. Infierno, ninguna cierra la boca, así que sé un montón sobre mujeres.

Solté una risa. —No creo haber escuchado a un sacerdote decir “infierno” a no ser que se refiera a la perdición eterna. Sonrió. —Es el nuevo milenio, hijo. Debo mantenerme al tanto con los tiempos. Incluso he visto uno de esos reality shows de amas de casas cuando voy a visitar a mi hermana Mary. Es adicta a esas cosas. —Suena como una penitencia. —Sí, bueno, el Señor funciona de formas misteriosas. —En eso puedo concordar completamente. —Entonces, ¿qué te trae por aquí está tranquila noche? No creas que te he visto en algunas de las misas. ¿Eres nuevo en el área? —No, en realidad crecí aquí. St. Killian’s fue mi iglesia cuando era niño. —Ah —asintió—. Entonces, ¿estás visitando a la familia? —No. Papá falleció hace unos años. Mamá ya no vive aquí. Es que… yo… —No había necesidad de mentirle a un sacerdote—. Pensé en ir por un paseo para aclarar mi cabeza, y, de algún modo, me encontré aquí. —A veces el camino es creado por nosotros, y solo podemos seguirlo. —Supongo… —Entonces cuéntame de tu chica. ¿Cómo se llama? —Rachel. Asintió. —Del libro de Génesis. —Si usted lo dice. —¿Qué ha ocurrido con Rachel que te tiene tan perdido? —Es una larga historia, Padre. —Lo que más tengo es tiempo. —No le gustará mucho. No he honrado muy bien a la iglesia. O a sacerdotes, si vamos al caso. Pese a haberle advertido, su sonrisa era acogedora y no crítica. —Todos cometemos errores, hijo. A veces sacarlo del pecho ayuda. No había nada que perder, solo su respeto. Ya no tenía respeto por mí. Quizá una confesión real tardaba. Así que respiré profundamente. —Vale. No diga que no le advertí.

El sacerdote se quitó las gafas y se frotó los ojos. —Bueno, eso fue si fue intenso, hijo. —Dímelo a mí. —Empecemos por el principio. Lo que hiciste hace tantos años... aunque haya empezado por las razones equivocadas; tu faltando a trabajar, escondiéndote en el confesonario, volviste incluso después de que ya no tenías que estar aquí. —Sí. —Dime, ¿por qué seguiste viniendo cada semana? —Sabía que algo andaba mal. La niña... Rachel, quiero decir. Se sentía asustada. Parecía que realmente necesitaba hablar con alguien sobre lo que pasaba. —Entonces ¿querías ayudarla? —Sí. —Esa era la verdad. Quise ayudar—. Pero no lo hice de la manera correcta. Debería haberle dicho a alguien el primer día, involucrado a la policía cuando tuve mis sospechas. En lugar de eso, jugué al detective y la herí. El sacerdote contempló por un momento. —¿Por qué no buscaste a un adulto? Debe haber una razón. —Ella estaba asustada, casi nerviosa. No tenía la seguridad de que lo que sospechaba era cierto. Tenía miedo de que la asustara y no confiara en nadie después de eso. —Quizá si hubieras corrido e informado a la policía después de la primera vez que hablaste con ella, Rachel y su hermana hubieran estado demasiado asustadas para admitir la verdad y negarían que algo estuviera ocurriendo. Sacudí la cabeza. —Quizás habrían dicho la verdad y habrían sido sacadas de ese infierno antes. —A veces en la vida, el dolor es inevitable, hijo. Hacemos lo mejor que podemos. Me parece que pusiste fin a la situación. Si no hubieras vuelto la próxima semana, podría haber continuado durante años. Muchos adolescentes no habrían abandonado sus tardes del sábado para hacer amistad con una niña. Me pasé los dedos por el cabello. —No lo sé.

—¿Crees en Dios, hijo? Había pasado mucho tiempo desde que entré en la iglesia, pero eso no cambió mi fe. Tan miserable como era, y tan jodida como mi conexión era con la iglesia, todavía creía en un poder superior. —Sí. —Eso es bueno. Necesitas prestar atención al destino que Él ha escogido para ti. Y la única manera de honrarlo es aceptarlo y abrazarlo con verdad. —No estoy seguro de entender. —No hay tal cosa como coincidencia. La coincidencia parece ser una notable concurrencia de acontecimientos que no tienen conexión plausible. Pero siempre hay una conexión. Dios siempre es la conexión. Me sentía escéptico. —¿Entonces crees que Dios nos puso a los dos en ese confesionario al mismo tiempo? —Sí —respondió con firmeza en su respuesta—. Y aún más importante, creo que Dios los trajo de nuevo juntos por una razón. —¿Y cuál es esa razón? —Eso. —Me señaló con un dedo—. Es para que te des cuenta. Parece que Él te está dando una segunda oportunidad. Lo que hagas con eso, depende de ti. Sacudí la cabeza. Tal vez tenía razón. Quizás estuvimos de nuevo juntos para que pudiera sincerarme con Rachel, o puede que esta segunda oportunidad era sobre algo más. Pero hacer lo correcto por ella llevaba quince años en proceso. —Gracias, Padre. Se acercó y extendió una mano hacia mí. —Te daré un poco de espacio para que puedas hacer lo que has venido a hacer, pensar. Nos dimos la mano. —Gracias. Se levantó del banco, dio unos pasos hacia el altar y se volvió hacia mí. —Cuatro Avemarías, dos Padrenuestros, y un acto de fe. —Al ver la expresión de mi cara, explicó—: Tu penitencia. No creo en solo decir oraciones para expiar pecados. A veces doy un acto de virtud de algún tipo como parte de la contrición; un acto de caridad, un acto de esperanza... voy suave en las oraciones contigo, pero quiero que el acto de fe sea significativo. Me senté solo en el fondo de la iglesia durante casi una hora, pensando. Finalmente decidí que era hora de irme. Pero cuando salí, no pude resistirme a echar un vistazo, volviendo a la escena del crimen.

Sonreí cuando la puerta del viejo confesionario crujió al abrirla como antes. El interior parecía casi exactamente igual, tal vez un poco más desgastado. Tomando asiento en esa silla donde todo empezó, eché un vistazo. La decoración no cambió mucho. Solo una simple cruz de oro colgaba de la pared. La miré durante un rato, luego mi cabeza cayó en mis manos y mis ojos se cerraron. Muchas preguntas se arremolinaron alrededor. ¿Podría haber alguna verdad en que Rachel y su hermana podrían haber negado cualquier cosa si le hubiera dicho a alguien de inmediato? ¿Me podría perdonar lo que hice y todas las mentiras de entonces y ahora? Incluso si pudiera, ¿Rachel ya siguió adelante? ¿Es mejor si lo hizo? Verla antes con Davis, la mirada feliz en su rostro mientras se reía, me dolía como el infierno. Quería ser quien la hiciera sonreír. Tal vez ese era mi acto de fe, parte de mi penitencia de sacrificio. No sabía qué diablos tenía que hacer. Era posible que estuviera más confundido ahora que cuando entré. Sé que he sido una basura de parroquiano, pero un signo puede ser agradable. Sintiéndome derrotado, abrí los ojos y miré la alfombra gastada. Un centavo brillante me miraba, boca arriba. Me reí y me agaché para recogerlo. Incluso después de todos estos años, todavía podía oír su pequeña voz. “Encuentra un centavo, recógelo, y todo el día tendrás buena suerte.” Dios, ella todavía estaba conmigo. Incluso después de todos estos años y todo lo que pasamos. ¿Cómo podía dejarla ir? Y entonces me di cuenta. Podría dejarla ir físicamente. Pero estaría tomando mi corazón con ella. Necesitaba al menos decirle la verdad y dejarla decidir qué hacer con eso. Justo como lo hice antes cuando me sentaba en este asiento, volteé el penique de cobre una y otra vez entre mi pulgar e índice. Cerrándolo en mi palma después de un minuto, subí la mirada a la cruz. —Gracias. Voy a necesitarlo.

Traducido por Joselin♡ Corregido por Melina.

Si realmente le importaba, habría hecho algo al respecto. Eso fue difícil de aceptar. A pesar de que Caine no me había dado ninguna razón para mantener la esperanza, lo había sido. Pero esta noche me sentí como si todo a lo que me había estado aferrado finalmente se había roto. —Me está matando verte así —dice Ava. Acabamos de encerrar a O'Leary al final de la noche. Puesto que había sido lenta, hice todo lo que necesitaba antes de que cerráramos, excepto totalizar el registro, lo cual realizaba actualmente. Dejé de contar y miré a mi amiga. —Estaré bien. Fue una noche difícil. Se sentó en el bar. —Tal vez no deberías haberle dicho a Davis que no te interesaba. Es un buen tipo. Podría ayudarte a superar al imbécil. Sonreí. Ava había sido del equipo de Caine hasta el momento en que le dije que él terminó las cosas. Ahora tenía una gran variedad de nombres para él, ninguno de los cuales eran Caine. —Simplemente no entiendo por qué apareció aquí esta noche. —¿Caine? No lo sé. Pero no parecía feliz. Se quedó mirándolos a ustedes dos sentados en ese puesto allá y ni siquiera me escucho llamar su nombre. Me encontraba segura de que iba a ir y lanzar un puñetazo. Aunque eso hubiera sido molesto, al menos me habría demostrado que le importaba. Ningún hombre ve a una mujer por la que tiene sentimientos y se va. Especialmente en el momento en el que Caine aparentemente entró. El descubrir que se detuvo en O'Leary y se fue cuando me vio tomada de la mano con Davis, me hizo sentir que definitivamente era el final. Había estado imaginando ver algo todavía allí en sus ojos. Pero Charlie había estado en lo

cierto: Si quieres saber si el corazón de un hombre aún está allí, muéstrale que has seguido adelante. Había estado viendo lo que quería ver en lugar de la verdad. —Bueno, no lo hizo. Y eso me dice más que nada. —Los hombres apestan. Terminé de contar el registro y poner el dinero en la bolsa de cuero que utilizamos para recolectar en la noche en la caja fuerte. —Eso resume las cosas.

En el camino a casa, me di una charla. Estaba superando a Caine West, no me enamoré de él. Era solo lujuria. Mi período de sequía de nueve meses hizo que ambos nos confundiéramos. Necesitaba salir más, quizás con gente de mi edad. Esto era lo mejor. Adiós, Caine West. Mañana viene con o sin ti, así que no te necesito para continuar. Prescribí mi propia terapia musical en el camino a casa. Escuchando “Fight Song” de Rachel Platten me hizo sentir que no solo iba a estar bien, sino que mejor sin Caine. Estoy bombeando para liberarme, pensé, riendo. Aparqué en el estacionamiento demasiado caro cerca de mi apartamento y suspiré audiblemente. Convencer mi cabeza era mucho más fácil que a mi corazón. Y con esos dos en desacuerdo, mis emociones estaban por todas partes. Fui de bombeada a desplomada en el lapso de apagar el motor del auto y caminar cinco cuadras a casa sola. Perdida en mis pensamientos, no prestaba atención a mí alrededor. Mis pisadas eran lentas, y un pánico inesperado me golpeó al doblar la esquina a mi edificio. Miré por encima de mi hombro, al otro lado de la calle, arriba y abajo de la manzana, todo el tiempo sintiendo una fuerte oleada de ansiedad. Ese sentimiento aumentó a medida que caminaba más rápido hacia casa. No fue hasta que abrí la puerta exterior de mi edificio que la razón de mi ansiedad se dio a conocer. Salté y grité al encontrar a alguien parado en el vestíbulo. Por instinto, retrocedí y golpeé tan fuerte como pude, cerrando los ojos. —¡Mierda! —gritó el intruso. Solo que... esa voz. No era un intruso en absoluto.

—¡Caine! ¿Qué demonios? Sacaste la mierda de mí. ¡Otra vez! Su mano se dirigió a su rostro donde acababa de adornarlo. —Puedo ver eso. Tienes un buen golpe, Peleona. —Lo lamento. ¿Estás bien? —Mi corazón palpitaba en mi pecho. —Sí, estaré bien. No te preocupes por eso. No quise asustarte. Estaba tocando el timbre. Supuse que ya estarías en casa teniendo en cuenta que O'Leary cerró a medianoche. —¿Estás seguro de que estás bien? Movió su mano, y pude ver que su mejilla comenzaba a ponerse roja e hincharse. Caine asintió. —Lo merezco de todos modos. Una vez que la fiebre de la adrenalina comenzó a desgastarse, me di cuenta de que me dolía la mano, mucho. Abriendo y cerrando, me pregunté si podría haber roto algo. —Me lastimaste la mano. Caine echó la cabeza hacia atrás. —¿Yo te lastimé la mano? Tú me golpeaste. —Sí, pero es culpa tuya por asustarme. De nuevo ¿por qué estas esperando aquí? —Déjame ver tu mano. La levanté. No se veía ninguna herida ni nada, pero los nudillos de los dedos medio e índice comenzaron a hincharse. Caine tomó mi mano en la suya y pasó su pulgar sobre mis nudillos suavemente. Un rayo de electricidad me atravesó que no tenía nada que ver con la lesión. Aparté mi mano rápidamente. —¿Eso duele? Mentí. —Sí. —Debemos ponerle algo de hielo. Al oírlo hablar de nosotros, me recordó que él no debería estar aquí en primer lugar. —¿Qué estás haciendo aquí? Caine miró hacia abajo, luego hacia mí. Su belleza disparó mi pulso de nuevo. Parecía cansado y estresado, y tenía un bulto creciendo en su cara donde le había dado un puñetazo, pero todavía era absolutamente precioso. El tipo de guapo que nunca envejece, porque cada vez te sorprende el efecto que tiene en ti. Su voz era amable. —Necesito hablar contigo. Por favor.

—Es tarde. —No puede esperar. Cuando vacilé antes de abrir la puerta, tomó eso como una señal de que no me sentiría cómoda invitándolo. —Podríamos ir a tomar una taza de café o simplemente dar un paseo, si quieres. Busqué en mi bolso por mis llaves. —No, está bien. De todos modos, quiero cambiarme la ropa de trabajo. El ascensor era incómodo. Las puertas eran plateadas y reflejaban a Caine observándome. Mantuve mis ojos entrenados, observando cada piso iluminar como si la maquina dependiera de mí para moverse. La maldita cosa se movía a paso de caracol. Dentro de mi apartamento, fui a la cocina, agarré una bolsa de guisantes congelados del congelador, y se los entregué a Caine. —Tu mejilla está hinchándose. —Está bien. Usa eso para tu mano. Puse la bolsa sobre la encimera de la cocina y prácticamente corrí a mi habitación para cambiarme, necesitando ordenar mis pensamientos. — Regresaré en unos minutos. Hace veinte minutos, había estado enojada cantando “Fight Song” en el auto, deseándole al hombre una buena liberación, y ahora aumentaba mi esperanza porque se presentó en mi puerta. Era patética. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Había estado bebiendo? Será mejor que no piense que se presentaba para una llamada de sexo. Sexo con Caine. Maldije mi libido por siquiera considerarlo. Me cambié por un par de pantalones de yoga y una camiseta sin mangas, cepillé mi cabello y me lavé. Incluso podría haber rociado un poco de perfume. (No juzgues). Cuando me hallaba a punto de regresar a la sala de estar, me di cuenta de que todavía no estaba en el estado de ánimo adecuado. Agarrando mi celular, abrí mi lista de reproducción y me deslicé hasta que encontré algo que cambiara mi estado de ánimo de nuevo a enojada. Me detuve en Three Days Grace “I Hate Everything About You”. Eso servirá. Volviendo a mi cama, cerré los ojos, me coloque los auriculares y me reacomodé. Después, me sentí más fuerte y lista para enfrentar a Caine. Él se encontraba en su lugar habitual, mirando las fotos en la pared cuando finalmente salí.

—¿Quieres algo para beber? —Caminé pasándolo y me dirigí a la cocina para buscar una botella de agua, aunque realmente podría haber necesitado algo más fuerte. —No, gracias. Retirando la tapa, tomé un trago largo mientras sus ojos seguían cada movimiento. —Entonces, ¿de qué necesitas hablar? —¿Podríamos sentarnos? Caine esperó a que me sentara. Estaba más cerca del sofá, pero intencionalmente me senté en la silla enfrente, así no terminaríamos sentados demasiado cerca. Esta noche nuestros papeles fueron invertidos. Pero necesitaba espacio para pensar bien cuando se encontraba cerca. Tras sentarse, juntó las manos, apoyó los codos sobre sus rodillas y bajó la cabeza, mirando a sus pies. Nunca había visto a Caine tan nervioso. Él era generalmente el epítome de la compostura. Cuanto más se extendía el silencio entre nosotros, más ansiosa me ponía. Sin embargo, después de lo que probablemente fueron solo dos o tres minutos, se sintió como una eternidad, Caine exhaló un aliento desigual. Cuando finalmente alzó la cabeza para mirarme, sus ojos estaban vidriosos y llenos de dolor. Quería alcanzarlo tan mal, pero tenía que protegerme. Lo que le hacía daño pronto me lo haría a mí. —No sé por dónde empezar —su voz era ronca. Solo hay una respuesta cuando una persona parece tan preocupada como Caine. —¿Qué tal el principio? Asintió. —Ahí es donde debería haber empezado semanas atrás. —Buscó mis ojos—. Sé que no me debes nada, pero ¿puedes prometerme algo? —¿Qué? —Escúchame hasta que termine. —Bien… Caine siguió sacudiendo la cabeza. —¿Recuerdas la primera noche que nos conocimos? —¿En el bar? Sí. —Dije que me parecías familiar. Pensaste que utilizaba una línea. En ese momento, no pude ubicarlo, pero después de averiguar que fuiste al Brooklyn College, registré haberte visto por ahí. Fruncí el ceño. —¿Estás diciendo que nos conocimos antes?

Caine asintió. La expresión en su rostro era tan solemne. —Fue hace mucho tiempo. —¿Dónde nos conocimos? —En la iglesia. ¿De qué diablos hablaba? Incliné la cabeza. —¿Iglesia? Caine pasó los dedos a través de su cabello y me miró fijamente. La expresión de su rostro me rompía el corazón. —¿Recuerdas ir a St. Killian para hablar con un sacerdote todos los sábados? Mis ojos se abrieron y mi cuerpo se detuvo. —¿Cómo lo sabes? Me miró a los ojos. —No era un sacerdote. Fui yo. Creo que estaba conmocionada. No entendí lo que sentía en ese momento. No molesta ni enojada... me sentía un poco... adormecida, como si me hubiera perdido en una pesada niebla y no hubiera podido averiguar qué camino seguir. Mis palmas se encontraban húmedas y las piernas pesadas, aunque me hallaba sentada. Se apoderó de mí una oleada de aturdimiento mezclada con náuseas, y me sujeté a los lados de la silla. —¿Rachel? Oí a Caine decir mi nombre, pero no escuchaba. —¿Rachel? Tal vez deberías acostarte. Eso fue probablemente lo que debería haber hecho, teniendo en cuenta cómo me sentía, pero necesitaba respuestas. —¿Cuándo supiste que era yo? Caine sonrió tristemente y metió la mano en el bolsillo. Cuando sacó la mano, abrió el puño para mostrarme una docena de monedas de un centavo en la palma de la mano. —Los guardé todos. No tengo ni idea de porqué. Pero lo hice. Todos estos años. Confundida, tomé uno de su mano. —Estos son… Asintió. —Los que solías arrojar al confesionario para traer buena suerte. —¿Los guardaste? —Siendo honesto, sabía que hacía algo mal incluso entonces; pero después de que me di cuenta de que creía en la buena suerte a pesar de toda la mierda que te rodeaba, no podría haberme alejado ni aunque hubiera querido. No sé por qué los guardé, pero cuando te vi lanzar monedas de unos centavos en el piso de mi dormitorio hace unas semanas, simplemente hizo clic.

—¿Por qué no me lo dijiste entonces, si te diste cuenta ese día? —No lo sabía con certeza. Supongo que una parte de mí no quería creer que eras tú, que habías vivido con ese maldito monstruo. Necesitaba estar seguro. Lanzar unos centavos podría haber sido una extraña coincidencia. De manera que la próxima vez que se presentó la oportunidad, te pregunté si tu madre se había vuelto a casar. Mi cara cayó. —Y dije que no. Caine asintió. —En la casa de tu hermana... —Ella mencionó a Benny. Él asintió de nuevo. —Eso no es todo. Hay más, Rachel. ¿Qué más podría estar ocultando? —¿Más? —¿Sabes la pelea en la que se metió Benny en la tienda? —¿Sí? —No fue un cliente. Fui yo. Ese sábado después de que te dije que me encontraras a la mañana siguiente, te seguí a casa, por si acaso no aparecieras. Entonces, cuando no apareciste en la iglesia el domingo, fui a ver cómo estabas. A pocas cuadras de tu casa, me detuve a cargar combustible, y vi el mismo automóvil estacionado en la estación que había estado frente a la entrada de tu casa el día anterior. Me detuve en el lugar donde trabajaba, por casualidad. —¿Y qué pasó? —Le dije que se mantuviera alejado de ti y de tu hermana. Dijo algunas cosas horribles, y luego vino a mí con una llave. —¿Te lastimó? —Un par de cortes y magulladuras, pero estaba bien. Mi cabeza daba vueltas. —No me siento tan bien. —Lo siento mucho, Rachel. Por todo. Por mentirte todos esos años. Por no ir a la policía y conseguir ayuda enseguida. Por hacerte daño. Si no te hubiera dicho que vinieras a verme, ese animal no te habría atrapado empacando y él... —El dolor en la voz de Caine era agonizante—. No te habría hecho daño. Lo siento mucho. Por mucho que me molestaba ver a Caine angustiado, necesitaba estar sola. Necesitaba tiempo para pensar. Era demasiado para asimilar de inmediato. Hablar con ese sacerdote ocurrió hace una vida atrás. No podía recordar todas las cosas que le conté, pero en aquel entonces me sentía perdida. Él fue la

única persona que me hizo sentir segura. Descubrir que nada de eso era real me hizo sentir... confundida, enojada, violada. Pero lo peor de todo, me hallaba avergonzada. Siempre me arrepentí de ocultar lo que pasaba… durante tanto tiempo, y me sentí responsable de no detener todo lo que mi hermana sufrió. —Tengo que acostarme. —Sentí que Caine me miraba, pero no podía soportar verle a los ojos—. Deberías irte. Permaneció en silencio por un momento mientras yo seguía mirando hacia otro lado. Entonces lo oí ponerse de pie. Su voz era un susurro. —Lo siento, Rachel. Lo siento mucho.

Traducido por Dannygonzal Corregido por Jadasa

Había querido volver por tantos años. Pero esa parte de mí se encontraba guardada en una caja con llave, y tenía miedo de abrirla por temor a encontrar en su interior cosas que no podría volver a meter. Sin embargo, en los últimos cuatro días, desde que Caine reveló tanto, la llamada para regresar aquí se volvió tan fuerte que ya no pude ignorarla. No había servicio, pero en los últimos diez minutos las personas comenzaron a entrar y a sentarse en las bancas cerca del confesionario. Tal vez, esperaban que empezara una misa. Me senté al otro lado de la iglesia, perdida en mis pensamientos la mayor parte de una hora. Mi atención seguía yendo hacia las personas que entraban y salían por la puerta del confesionario, los pecadores. Una mujer entró con su hija y se sentaron. Probablemente la niñita tenía diez años, no mucho más grande que cuando comencé a venir los sábados. Luego de que un hombre mayor saliera del confesionario, la mujer se inclinó y le dijo algo a la niña antes de entrar para su turno. Eso me recordó cuando solía venir con mi mamá antes de que enfermara. Cerré los ojos, y nos vi sentadas en esas bancas hace veinte años. —¿Sabes cómo cuando tienes dolor de estómago o fiebre y vas al doctor? —dijo en tanto esperaba su turno para entrar a la habitación rara. —Sí. —Bueno, aquí es donde vienes cuando algo te molesta aquí adentro. —Mamá se golpeó el pecho. —¿Cuándo me duele el pecho? ¿Como cuando Riley tuvo nemenía? Mamá se rio. —Neumonía y no. No tu pecho. Lo que está dentro de ti que te hace sentir de cierta forma. Arrugué mi nariz. —¿Qué está dentro de mí?

—Tu alma. Es lo que no puedes nombrar. Es la verdad de lo que te hace ser quien eres. Me reí. —No entiendo. Mamá sonrió. —No lo entiendes en este momento. Solo recuerda que este es un lugar en el que puedes venir a hablar con Dios sobre cualquier cosa. —¿Qué sucede si Él está ocupado? Ella se inclinó y besó la cima de mi cabeza. —Entonces uno de sus ángeles estará escuchando. Ni siquiera me di cuenta de que lloraba hasta que una lágrima aterrizó sobre mis manos. Abriendo los ojos, miré hacia donde la niñita se hallaba sentada, y las bancas vacías. Ella se fue, y así lo hizo su madre. Se fueron sin que lo notara. La puerta abierta del confesionario llamó mi atención. Mirando alrededor, me di cuenta que era la única persona que quedaba en la iglesia. Mi pecho tenía una sensación demoledora por los viejos recuerdos de mi mamá. — Bueno, aquí es donde vienes cuando algo te molesta aquí adentro. —¿Qué está dentro de mí? — Es la verdad de lo que te hace ser quien eres. Antes de poder debatirlo, me paré y me dirigí al confesionario. Era surreal entrar después de todos estos años. En este momento podría tener veinticinco, pero era una niña de diez años quien tomó asiento. Nada había cambiado. La habitación se veía igual que la última vez que entré. Podía oír la respiración del otro lado del confesionario, el sacerdote esperaba. Y esta vez lo vi entrar. Sabía que realmente era un sacerdote. Finalmente, tras debatir una y otra vez si irme o no, respiré profundamente y abrí la ventana de madera que cubría la pantalla enrejada. —Bendíceme, Padre, porque he pecado. Han sido quince años desde mi última confesión.

Excepto por los comentarios de continua y dime más, el sacerdote estuvo relativamente callado. Después de un comienzo inestable donde no me sentía segura de cómo empezar o qué decir, milagrosamente balbuceé la mayor parte de una media hora. Fue lo más que he hablado con alguien sobre mi madre, mi

hermana, mi culpa, o los años de lucha por sentirme avergonzada a causa de lo que permití que sucediera. —¿Qué te trajo aquí hoy? Suena como que últimamente has estado pensando mucho. —Pensando… creí oír un acento irlandés. Aunque vine aquí desconcertada por lo de Caine, en realidad no hablé mucho sobre él. Lo que me molestaba, me di cuenta, es que tenía poco que ver con él y más que ver conmigo. —Realmente es una larga historia. —No tengo nada más que tiempo, querida. Supongo que los sacerdotes lo han oído todo, porque después de terminar mi loca historia, no sonó ni siquiera ligeramente conmocionado. —¿Hay algo más que te gustaría confesar hoy? —Bueno, ha pasado mucho tiempo, estoy segura que tengo una tonelada. Uso malas palabras muy frecuentemente. El sacerdote permaneció en silencio por un momento. —Por penitencia, quiero que digas un Ave María y un Padre Nuestro y completes dos actos de perdón. —Está bien. Me puse de pie y miré el enrejado. El sacerdote se hallaba de frente a la puerta, y solo podía divisar un vago perfil. —Gracias por escuchar, Padre. Tenía una mano en la puerta cuando me detuvo. —¿Rachel? —¿Si? —El primer acto de perdón debería ser fácil. No has hecho nada malo. Necesitas perdonarte a ti misma. Tras decir mis oraciones, regresé a mi auto. No fue hasta que me hallaba a medio camino de casa cuando me di cuenta de algo. No le dije mi nombre, y aun así el sacerdote me llamó Rachel.

En el camino de regreso, pensé mucho. Decidí parar en O’Leary y pedir unos días libres. No me sentía bien mentalmente, y de todas formas, realmente

necesitaba trabajar en mi tesis. Era tarde, y el bar se encontraba tranquilo, con solo unos ex policías, clientes habituales, alrededor de Charlie. —Hola, Charlie. ¿Tienes un minuto? —Seguro, cariño. Es mucho más placentero verte que a estos dos viejos. —Señaló con el pulgar a sus amigos con una sonrisa. Me senté al otro lado de la barra, y Charlie llenó un vaso con coca cola dietética antes de venir a hablar conmigo. —¿Estaría bien si me tomo algunos días libres? Puedo pedirle a Ava que me cubra. —¿Está todo bien? —Solo necesito concentrarme en algunas tareas. —Claro. Por supuesto. Y no te preocupes por hacer que Ava te cubra. Yo lo haré. —Gracias, Charlie. De verdad lo aprecio. —Oh, por cierto. —Se acercó a la registradora y levantó la bandeja del dinero, sacando un sobre de debajo—. Me alegra que tú y el profesor terminaran. Lo investigué. Tiene historial. —¿Lo investigaste? Tiró el sobre sobre el mostrador. —Sí. Te dije que de ahora en adelante iba a comprobar a los chicos que husmearan a tu alrededor. El chico tiene un historial de agresión. Es viejo, y fue sellado porque fue detención juvenil. Pero no demasiados criminales cambian su clase. Lejos de intentar explicar alguna cosa, solo dije gracias. Fue el final adecuado para el día que tuve. Cuando algunos nuevos clientes entraron, Charlie fue a encargarse de algunas cosas, y decidí abrir el sobre. Era surreal leer un reporte de policía que involucraba a Caine y a Benny. La primera mitad era solo información, nombre, fecha, ubicación, hora del incidente. Al final de la página estaba la sección etiquetada como Narración del Incidente, y un parágrafo fue escrito con la mala caligrafía de un policía: El 8-3-02 a las 15:35 horas, el sospechoso cometió un acto de agresión a un hombre de treinta y nueve años sin parentesco. No hubo testigos del ataque, pero cuando llegué a la escena, el sospechoso se encontraba de pie sobre la víctima, quien se hallaba inconsciente. Observé cortes y sangre en los nudillos del sospechoso, congruentes con la agresión a la víctima. Enviaron a la ambulancia número 4631 que llegó a la escena a las 15:48 horas. La víctima recuperó la consciencia durante el tiempo en que los paramédicos lo trataban. El sospechoso admitió que lo atacó, pero se negó a dar otra declaración aparte de requerir que la policía y los servicios sociales fueran enviados al 3361 de la calle Robin Lane, dentro del pueblo de Pleasantville. Las unidades fueron

despachadas a la dirección para investigar. El sospechoso fue inspeccionado, esposado y puesto en la parte trasera de un auto policial en tanto la escena era asegurada. Él permaneció allí hasta las 16:50, cuando fue transportado a la comisaría 33 para ser procesado por cargos de agresión en segundo grado. A pesar de que ya sabía todo lo que leí, de alguna forma me golpeó verlo en el papel. Caine nos puso a mi hermana y a mí antes que él mismo, asegurándose de que tuviéramos la atención que necesitábamos antes de incluso considerar lo que podría pasar con él. Volvió a hacer lo mismo hace unas semanas, o, al menos pensó que lo hizo, escogiendo sacrificar su propia felicidad por la mía cuando terminó las cosas para evitar desenterrar el pasado. Cerré los ojos. El recuerdo de mi mamá que vino a mi mente hoy, mientras me sentaba en la iglesia, inundó de nuevo mis pensamientos. Ella me dijo que fuera a la iglesia si alguna vez necesitaba hablar, y que Dios escucharía. —¿Qué sucede si Él está ocupado? Se inclinó y besó la cima de mi cabeza. —Entonces uno de sus ángeles estará escuchando. De repente todo estuvo claro. No era Caine a quien necesitaba perdonar. Él nunca hizo nada además de protegerme. Necesitaba perdonarme a mí misma para aceptarlo dentro de mi corazón. Podía correr en otra dirección, pero era demasiado tarde, él ya lo tenía. Charlie debió haberme notado sumida en mis pensamientos y confundió eso con estar molesta. —¿Estás bien? —Apuntó al sobre roto sobre la barra y a los papeles que había estado leyendo. —Ahora lo estoy. Gracias, Charlie.

Traducido por Beatrix Corregido por Jadasa

El mensaje de texto de Rachel era lo último que esperaba. Leí de nuevo el intercambio ambiguo de hace una hora. Rachel: ¿Podríamos hablar mañana después de clase? Caine: Por supuesto. ¿Está todo bien? Rachel: Sí. Todo está bien. Caine: ¿Quieres discutir algo relacionado con las clases o tu tesis? Rachel: No. Sabía que por lo general salía corriendo a trabajar los martes después de clases. Caine: ¿No tienes que trabajar después de clase? Rachel: No. Me tomé una semana libre. No había ninguna maldita manera de que fuera a conseguir dormir esta noche. Me sentía muy ansioso. Por supuesto, mi mente empezó a joderme, imaginando todo tipo de mierdas de por qué se tomó una semana libre. La imaginé sentada en un avión, dirigiéndose a algún destino exótico con ese estúpido de Davis. A pesar de que pasó un tiempo desde nuestro último mensaje, agarré el teléfono en un intento de averiguar algo que podría ayudarme a relajarme. Caine: ¿Vas a algún sitio? Escribió unos minutos más tarde. Rachel: No. No voy a ninguna parte. Mis intenciones de relajarme después de eso fueron inútiles. Eventualmente agarré mis llaves y decidí que mañana era demasiado tiempo

para esperar a escuchar lo que Rachel tenía que decir. Le di el espacio que pidió, pero si finalmente estaba lista para hablar, yo también tenía mucho que necesitaba decir.

Tras llegar a su casa, me di cuenta de que era bastante tarde. No queriendo asustarla al llamar a la puerta casi a las once, decidí escribir primero. Caine: ¿Estás despierta? Los puntos empezaron a saltar. Respondiendo a esa pregunta. Rachel: Sí. Caine: ¿Crees que podemos hablar un poco antes de la clase de mañana? Rachel: Claro. ¿A qué hora? Caine: Ahora mismo. Rachel: Creo que es mejor si hablamos en persona. Caine: Yo también. Estoy abajo. ¿Puedo subir? Mi teléfono sonó un minuto después. —¿Estás bromeando? Apreté el timbre en respuesta. —Ese soy yo. Luego de que me abriera, esperé en frente del ascensor. La maldita cosa era demasiado lenta. Ahora que me encontraba aquí y me dejó entrar, me hallaba desesperado por verla. Mi corazón latía anormalmente rápido en mi pecho mientras esperaba. Impaciente, busqué una puerta que daba a una escalera. Una vez que la encontré, la abrí para subir las escaleras de dos en dos. La puerta de Rachel se abrió cuando llegué a su piso. —Realmente estás aquí. No podía decir si se encontraba contenta o molesta por haber venido sin previo aviso. —Lo estoy. Se paró en la puerta con una fina camiseta de algodón y pantalones cortos. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo y su rostro se encontraba limpio de maquillaje. La había visto hermosa, toda arreglada para una ópera, pero nunca más hermosa que en este momento.

—¿Puedo entrar? Se apartó. —Por supuesto. Claro. En el camino decidí que antes de que ella dijera lo que tenía en mente, ya sea para reprocharme, para contarme que veía a alguien más, que me jodiera, o incluso en el largo discurso me estuviera diciendo que se hallaba dispuesta a darme otra oportunidad... Iba a decirle lo que sentía por ella. Termine de guardarle secretos a esta mujer. —¿Puedo darte algo para beber? Mi boca se encontraba seca por los nervios y por la carrera al subir las escaleras. —Un poco de agua sería genial. Gracias. En tanto Rachel me traía un poco de agua, miré alrededor de la habitación, encontrando la pared de fotos que siempre llamó mi atención. Mis ojos se fijaron en la foto de Rachel y sus compañeros de cuarto. En Davis, para ser específico. Necesitaba saberlo. Entonces, cuando me trajo el agua, pregunté sin ningún preámbulo. —¿Vas a ver a Davis otra vez? —No. —Te vi con él la semana pasada en casa de O'Leary. —Lo sé. —¿Me viste? —No. Ava te vio. ¿Por qué no te quedaste a hablar conmigo? Bajé la cabeza. —Intentaba hacer lo correcto. —¿Lo correcto? ¿Qué significa eso? —Permitirte estar con alguien mejor que yo. Alejarme. Pareció pensarlo por un momento. —¿Por qué estás aquí ahora? Suspiré. —Porque soy un idiota egoísta. —No entiendo. Esperé hasta que me miró a los ojos y decidí decir lo que debería haber dicho semanas atrás. —Te mentí. Te oculté cosas. Te hice daño. Soy la razón por la que tienes una cicatriz en la espalda. No tienes ninguna razón para querer confiar en mí o darme otra oportunidad, pero tengo que intentarlo. —Respiró profundamente—. Tengo que hacerlo porque te amo, Rachel. Estoy tan jodidamente enamorado de ti. Parecía que podría llorar. El temor atado en la boca de mi estómago.

—No te culpo por nada de lo que pasó, Caine. No es por eso que no podía verte por un tiempo. No podía verte porque no podía mirarte. Estoy tan avergonzada por todo lo que pasó. —¿Avergonzada? ¿De qué estás hablando? No tienes nada de qué avergonzarte. Rachel bajó la mirada. —Dejé que las cosas siguieran por mucho tiempo y no se lo conté a nadie. Debería haber ido a la policía. O decirle a un maestro. Si hubiera estado menos asustada, tal vez mi hermana no hubiera sufrido tanto. Quizás no hubiera pasado la mitad de su vida dentro y fuera de rehabilitación. Yo era la única que podía haber hecho algo acerca de lo que ocurría, y no lo hice. Puse mi mano bajo el mentón de Rachel y la levanté, obligándola a mirarme. Mi corazón se rompió cuando vi lágrimas corriendo por su rostro. —No hiciste nada mal. No tienes nada de qué avergonzarte. Nada. —Debería… —Deberías haber sido una niña de diez años que salía y montaba su bicicleta sin cuidado en el mundo. Eso es lo que deberías haber estado haciendo. La única persona que le hizo algo malo a tu hermana fue Benny. Tenías diez años y te sentías asustada y ni siquiera comprendías todo lo que sucedía. E incluso entonces, intentaste decirle a alguien. Me dijiste. Yo era mayor. Debería haberlo sabido mejor y haber obtenido ayuda. —Has ayudado. Si no fuera por ti, no sé cuánto tiempo habría pasado. —Debería haberlo impedido antes. Sacudió su cabeza. —El otro día pensé en lo que me hizo entrar en esa iglesia para empezar, y me acordé de una conversación que tuve con mi madre. Me dijo que fuera si algo me molestaba. Dijo que era un lugar donde podía hablar con Dios acerca de cualquier cosa. Probablemente solo tenía unos cinco años cuando me lo dijo, así que seguí su consejo muy literalmente. Le pregunté qué pasaría si Dios estuviera ocupado. ¿Y sabes lo que dijo? —¿Qué? —Me dijo que si lo estaba, uno de sus ángeles escucharía. La miré, hipnotizado por lo fuerte e inteligente que era incluso entonces. —Tu madre suena como una persona muy especial, muy espiritual. —Lo era. Y también tenía razón, Caine. ¿No lo ves? Dios estaba ocupado, así que Él me envió un ángel. Mi propio ángel de la guarda. Dios te envió a ti. No me importaba parecer un maricón, empecé a llorar. Rachel puso su mano sobre mi corazón.

—Es hora de que ambos dejemos ir el pasado. —Lo siento mucho por todo, Rachel. —No hay nada que lamentar. Inclinándome, acaricié su hermoso rostro con las manos y la besé con todo mí ser. Sus mejillas se hallaban ruborizadas cuando terminamos el beso. —Casi lo olvido —dijo. —¿Qué? Rachel dio un paso atrás y levantó la camiseta de su cuerpo. No llevaba sujetador, y no podía ocultar la expresión en mi rostro. —Mantén esa idea en mente, profesor. Quiero mostrarte algo más. Se volvió y me miró por encima del hombro. En el lado inferior izquierdo de su espalda había un vendaje grande. —¿Qué pasó? —Quita la venda, pero hazlo con suavidad porque todavía estoy un poco adolorida. Cuando comencé a pelar la venda, me di cuenta de que el área que cubría era la cicatriz que le hizo Benny hace quince años. —¿Ocurrió algo en la cicatriz? Sonrió. —No es una cicatriz. Es solo un corte que sanó. Las verdaderas cicatrices son las que no puedes ver, son las más difíciles de curar. Al levantar la venda, no tenía palabras al ver lo que hizo. Ya no podía ver la larga cicatriz que enturbiaba su hermosa piel. Se hallaba cubierta por un tatuaje con el diseño de un ángel. —Ese eres tú —dijo—. Enterré muchas cosas para no tener que lidiar con viejas emociones. Todo lo que enfrenté ahora no fue fácil, pero finalmente siento que estoy al otro lado de esos recuerdos. Siempre estarán allí, pero ahora puedo verlos por el espejo retrovisor, en vez de delante de mí. Me sentía tan aturdido, mi voz sonaba ronca cuando hablé—: Es hermoso. Igual que tú. —Ahora puedo dejarlo sin vendaje. El tipo de la sala de tatuajes me dijo que lo dejara durante un máximo de ocho horas. Me lo acabo de hacer hoy. Rachel se dio la vuelta para mirarme. Sus tetas eran tan llenas y alegres, que no podía evitar ser distraído por ellas. —¿Caine? —¿Eh? —Levanté la mirada para mirarla a los ojos.

Se veía divertida. —Solo hay un problema. —¿Cuál? —No puedo tumbarme sobre mi espalda. —Eso no es un problema, Peleona. Puedo pensar en muchas formas de estar en tu interior sin que estés de espaldas. Me incliné y la llevé a mis brazos. Acunándola, caminé hasta el dormitorio. —Dime, ¿deseas montarme, estar a cuatro patas, inclinada sobre la cama, o follar en cucharita? ¿O quizás preferirías sentarte sobre mi rostro? Dejé a Rachel en el borde de la cama, quité sus pantalones cortos y las bragas, y comencé a despojarme de mis ropas. Cuando bajé mis calzoncillos, enganché mis dedos en los lados y la miré a medida que los bajaba. Mi pene se encontraba dolorosamente duro. —¿Qué te apetece, cariño? ¿Para qué estás de humor? Rachel se lamió los labios. —¿Tengo que elegir solo uno? Me saqué mis calzoncillos y me acaricié unas cuantas veces. —No, nena, estás escogiendo la primera posición. Vamos a hacerlas todas. Mañana estarás muy adolorida, te sentirás irritada cuando te sientes en clase. Y voy a verte sentada y sabré exactamente por qué te estás retorciendo en tu asiento. Entonces voy estar duro toda la clase. Escoge una para que podamos empezar. —Montarte. Quiero llevar las riendas. Su cara era tan sexy con esa sonrisa traviesa. Me subí a la cama, acomodando mi espalda contra la cabecera de la cama, y la levanté sobre mis muslos. Quería ver su rostro cuando mi polla penetraba su cuerpo. —¿Estás mojada? —Pasé mis dedos entre sus piernas y la encontré completamente empapada. Asintió. Agarrando mi polla, la sostuve cerca de la base. —Tómalo. Suave y lento. Quiero ver como desaparece dentro de tu coño. Rachel se levantó sobre sus rodillas, colocando sus manos sobre mis hombros para equilibrarse, y cerniéndose sobre la brillante corona de mi polla. Tuve el impulso más fuerte de empujar y enterrarme profundamente dentro de ella, pero no lo hice. Ella deseaba montarme, y quería darle todo lo que quisiera. —Cristo —gemí cuando comenzó a bajar sobre mi polla. Se hallaba tan apretada y caliente. Me hallaba cautivo por la visión de su coño absorbiéndome.

Habían pasado solo unas pocas semanas desde que nos perdimos juntos, pero me moría de hambre por ella como si hubieran pasado años. Se levantó y bajó unas cuantas veces, acomodándome cada vez más hasta que se sentó conmigo en su interior, con su culo presionando contra mis bolas. Cuando empezó a girar sus caderas, presioné mi pulgar contra su clítoris y froté pequeños círculos a medida que agarraba su cola de caballo con la otra. —Móntame, Peleona. Móntame duro. Gimió, por lo que empujé un poco más fuerte. Con la cabeza hacia atrás, sus magníficas tetas estaban a la altura de mis ojos. Las observé rebotar de arriba abajo, apartando mis ojos solo el tiempo suficiente para inclinarme y chupar un pezón, uno y luego el otro. La velocidad de Rachel aumentó, moviéndose hacia arriba y hacia abajo, levantándose un poco de mi polla y tomándome de nuevo con un ritmo que era tan jodidamente perfecto. Simplemente… jodidamente perfecto. Gimiendo, comenzó a perder fuerza cuando su orgasmo se apoderó. Agarré sus caderas y tomé el lugar donde lo dejé, empujándome en ella desde abajo en tanto me encontraba con lo que le quedaba. El estrecho apretón de su coño y ella gimiendo mi nombre una y otra vez mientras se deshacía hizo que empujara cada vez más fuerte hasta que mi nombre era apenas un susurro en sus labios. Tragué cada uno de esos gemidos en un beso. Luego la penetré tan profundamente como pude, y me vine largo y duro en su interior. —Te amo, Rachel Martin —murmuré contra sus labios. —Yo también te amo, Caine West. Nos quedamos así por mucho tiempo, ella sentada en mi regazo, acariciándome la cara. Simplemente no podía superar la forma en que las cosas resultaron. Me impresionaba su belleza, interior y externa, y por el modo en que el destino nos volvió a juntar. —¿Qué? Me estás mirando divertido —dijo. —Es tan loco cuántos años pasaron, cómo encontramos nuestro camino de regreso el uno al otro. Rachel sonrió e inclinó la cabeza. —Sabes que eres la razón por la que nos reunimos de nuevo, ¿verdad? —Creo que el hecho de que el profesor Clarence muriera tuvo algo que ver con eso. —Tal vez. Pero si no fuera por ti, quizás ni siquiera hubiera descubierto el poder de la música para la terapia. Todos esos años atrás, me diste tus auriculares y me dijiste que escuchara música, para concentrarme en las

palabras siempre que estuviera molesta. Escuché, y realmente me ayudó. Así es como me metí en la música. Pensé de vuelta. —Te di los auriculares, ¿verdad? —Lo hiciste. Sabes que te escribí una carta la mañana que todo sucedió. Bueno, no a ti, sino a un falso sacerdote. —¿Oh si? ¿La llevaste a la iglesia? —No. Ni siquiera sé qué hice con ella. La tiré cuando fuimos a vivir con mi tía y mi tío, supongo. —¿Qué decía? —No lo recuerdo exactamente. Pero sé que te daba las gracias por hablar conmigo cada semana. —Volví los sábados durante un mes por si acaso regresabas. Sentía que faltaba algo cada vez que iba y no te encontrabas allí. —Sí. Un pedacito de tu corazón. —Sonrió—. Lo guardé y te lo traje. —No, no lo hiciste, Rachel. Siempre has tenido mi corazón, y no lo quiero de vuelta.

Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Valentine Rose

—Si vas a prohibir el sexo, tienes que empezar a usar un sujetador en la casa —gruñó Caine mientras se inclinaba y plantaba un casto beso en mis labios. También deslizó su mano debajo de mi camisa y me pellizcó el pezón. Fuerte. —Ayy. —Te encanta, y lo sabes. Mi prometido estaba gruñón, pero también tenía razón. En secreto, me encantaba que se estuviera volviendo más irritable cada día desde que lo corté hace casi dos semanas. Mis ojos se suavizaron mientras lo miraba. —¿A qué hora regresarás? —Probablemente no hasta las seis. Necesito revisar toda la estúpida calificación que mi asistente ha hecho antes de convertirlas en las notas finales. Caine se sentía extremadamente descontento con el asistente que le habían asignado este año. Sonreí. —Cuando has tenido lo mejor, todos parecen inferiores. —Eras una buena asistente. Pero podría haber sido influenciado por tus grandes atributos. Ahora que lo pienso, ya que ni siquiera me estás dando dichos atributos en estos momentos, tú deberías por lo menos ofrecerte como asistente y hacer mi calificación. —No puedo, profesor. Tengo la agenda completa. Necesito terminar de empacar mis últimas cosas aquí esta mañana. Con tu hermana llevaremos a las

niñas a recoger sus vestidos y luego a comer. Después de eso, tengo que ir a ver al padre McDonald para darle nuestras lecturas y opciones de música. Así que vas a tener que encargarte de tus cosas tú mismo. Hizo un puchero. —He estado cuidando de mí por dos semanas. Me paré de la silla donde había estado bebiendo mi café mañanero y me coloqué de puntitas al tiempo que envolvía mis brazos alrededor del cuello de Caine. —Son solo dos días más. Piensa en lo más emocionante que será cuando finalmente vayamos a la cama el sábado por la noche tras la recepción. Y la próxima vez que me hagas el amor, seré la señora de Caine West. Sus ojos se suavizaron. —Me gusta cómo suena eso. Aunque solo acepté esperar hasta después de la boda. Nunca dije nada sobre después de la recepción. —¿Qué creías? ¿Que vamos a tener sexo en el auto camino de la iglesia al restaurante? —Pensaba que podríamos hacerlo en el confesionario, justo después de que el sacerdote dijera que estás atrapada conmigo por el resto de tu vida. —Eso es retorcido en tantos niveles, incluso para ti. Caine rio. —Tengo que irme rápido o voy a llegar tarde para empezar el examen. Así que dame esa boquita y bésame apropiadamente para ayudarme a soportar otro día de celibato. En un movimiento, colocó una mano en mi espalda y apretó mi culo mientras me alzaba. Rodeé su cintura con mis piernas. Su boca se mezcló con la mía, el beso fuerte y apasionado. Gemí en su boca al tiempo que me guiaba a una pared y me apoyaba contra ella, usando sus caderas así las manos podrían recorrer mi cuerpo. Sí, mi futuro esposo definitivamente sabía besarme del modo correcto. Luego de salir de mala gana del apartamento sin tener sexo, eché un vistazo al escaso mobiliario que quedaba por empacar. Dado que habíamos decidido que me iba a mudar a la casa de Caine, habíamos estado llevando cosas allí durante el último mes. Más que nada, las únicas cosas que quedaban por empacar eran mi pared de fotos enmarcadas, mis libros y algunas cosas personales en el baño. Primero guardé los libros, y luego giré hacia la pared. En el último año agregué algunas fotos nuevas a mi exposición: Con Caine en mi graduación de posgrado. Yo me encontraba frente a la cámara,

sonriendo orgullosamente por obtener mi título, y Caine me miraba con la misma sonrisa orgullosa. Con el equipo de O’Leary en mi última noche trabajando allí. Charlie tenía un brazo a mí alrededor. Para él, había sido muy duro aceptar que Caine no era un criminal violento. En última instancia, una noche luego de que Caine y yo volviéramos, le conté a Charlie toda mi historia. Después de tantos años de mantener todo reprimido, era extraño compartirlo tan abiertamente, pero cuanto más hablaba de eso, más atrás quedaban aquellos horribles días. Extrañaba trabajar en O’Leary, pero me encantaba mi nuevo trabajo como terapeuta musical. Trabajaba de forma independiente para un distrito escolar, trabajando en terapia individual con niños autistas. Era un trabajo que se sentía más como una recompensa que como una rutina. Caine y yo cenábamos con Charlie cada semana en O’Leary. Puede que ya no fuera mi empleador, pero era lo más parecido a una figura paterna desde que mi tío falleció. De hecho, Charlie me entregaría en dos días. Sospeché que Caine recibiría una buena advertencia en el altar de parte de él. A pesar de que mi investigación terminó y se publicó mi tesis, todavía manteníamos el contacto con Lydia y Umberto. El primer domingo de cada mes, Caine y yo llevábamos a Murphy a visitarlo. No sabía con certeza quién obtenía más de nuestras visitas, nosotros o ellos. Empaqué dos cajas de fotos enmarcadas, sintiéndome sentimental mientras plegaba el envoltorio de burbujas sobre cada recuerdo. La última que empaqué fue la foto de mi madre en el columpio de nuestro patio. Pasé los dedos por su hermoso rostro a través del cristal. Gracias, mamá. Sin su consejo de buscar la iglesia, quizás nunca hubiera conocido a Caine. Las pequeñas correderas que mantuvieron la parte posterior del marco en su sitio y la imagen en su lugar debieron haberse movido cuando saqué la foto de la pared. Cuando alcancé el envoltorio de burbujas, la parte posterior del marco se abrió y algo flotó hacia el suelo. Era un pedazo de papel doblado. Pensando que probablemente era un recibo o el cuadro de muestras que se había metido dentro del marco, lo recogí y lo desdoblé. Me quedé congelada cuando vi la letra. Porque era mía. Estaba menos desarrollada y más desordenada de lo que era ahora, pero era mía. Y sabía exactamente lo que era: la carta que le había escrito al falso sacerdote hace dieciséis años. Hasta ese momento, no había recordado ponerlo detrás de la foto de mamá. Me tranquilicé y respiré hondo antes de leer lo que había escrito.

Querido padre, Siento no haber podido encontrarme con usted cuando se suponía que debía. Mi padrastro se enteró de que íbamos a huir y se enojó mucho. Dijo que, si alguna vez atrapaba a la persona que iba a ayudarnos, la lastimaría. Así que ya no puedo hablar con usted los sábados, porque no quiero que le haga daño. Pero quiero darle las gracias. Gracias por los auriculares y por decirme cómo escuchar música lo mejoraba todo. Gracias por escucharme incluso cuando me encontraba demasiado asustada para hablar. Pero, sobre todo, gracias por ser mi ángel cuando Dios se encontraba demasiado ocupado. Espero poder verlo de nuevo algún día. -Rachel

Miré la hoja. Y leí la carta una segunda vez. Luego una tercera. Mamá me había enviado un ángel. No tenía ninguna duda al respecto.

Dos días después, caminé por el pasillo para casarme con el amor de mi vida. Mis nuevas sobrinas, Lizzy y Alley, eran las niñas de las flores. Caminaron delante de mí, dejando caer pétalos de rosa. Cuando llegaron al altar, Alley miró hacia atrás con una sonrisa gigante, y asentí, indicando que era hora de dejar caer las otras cosas que había metido en su cesta. Miró a su tío, y luego lanzó dos monedas a sus pies. Ambas aterrizaron boca arriba. Charlie me acompañó por el pasillo acompañado de un remake folklórico de una vieja canción de Gene Clark, “Full Circle”. Había lágrimas en los ojos de Caine cuando llegué a su lado en el altar. Tomó mi mano en tanto la canción terminaba de sonar, y juntos sonreímos y nos dimos la vuelta para mirar hacia nuestro confesionario. Tal como la letra decía, habíamos completado el círculo. Habíamos recorrido caminos diferentes para regresar a donde habíamos comenzado, pero por fin habíamos terminado. Ahora era el primer día del resto de nuestras vidas, y no podía esperar comenzar.

Vi Keeland es la autora con más libros vendidos del USA TODAY, la número 1 del New York Times y de1 Wall Street Journal. Con millones de libros vendidos, sus títulos han aparecido en más de cien listas de bestsellers y actualmente se traducen en veinte idiomas. Reside en Nueva York con su esposo y sus tres hijos, donde vive feliz para siempre con el niño que conoció a los seis años. Quien le empujó de una bicicleta a los ocho años, tiene una cicatriz en la rodilla para probarlo. De todos modos, se casó con él. Vi se describe a sí misma como de baja estatura, pero lo compensa usando tacones, con sus tetas grandes y una gran boca a juego. De manera que la mayoría de la gente no se da cuenta de su baja estatura. No era una buena estudiante en la escuela secundaria. La materia que detestaba, Ciencias. Absolutamente lo odiaba. Se casó con un profesor de Ciencias. Lo que más ama en el mundo es sentarse en una playa tranquila con una copa de vino, el sol golpeando su rostro, los dedos de los pies enterrados en la arena, y leer. Ha tenido el mismo mejor amigo durante treinta años. Ama viajar. Su lugar favorito de vacaciones es Santorini, Grecia.