1. La Esposa Esquiva

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Sinopsis Jason Cavendish, el conde de Coventry, está tratando de localizar discretamente a su no deseada y abandonada esposa en la sociedad de Londres para solicitar la anulación. Sin embargo, no se acuerda cómo luce ya que estaba ciegamente ebrio en su boda arreglada y no la ha visto desde entonces. La fascinante lady Olivia ha capturado la atención del Conde. Recién llegada del campo para quedarse con su amiga de la escuela para la temporada, está horrorizada al descubrir que su marido, lord Coventry, ni siquiera la reconoce. No está ni cerca de decirle al arrogante idiota que ella es su esposa. En cambio, coquetea con él de noche y tiene a su modista enviándole las facturas de día. El Infierno no tiene furia como la de una mujer despreciada… es una pena que esta mujer encuentre a su marido casi irresistible.

La Esposa Esquiva Caótico Mercado Matrimonial #1

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Staff Traducción: Moderadora Viqijb Traductoras: Aleti MM Placeres marijf22 Sonia_Argeneau Mary Jose Lady Gwen Lady Jesica Maggih Mokona Malu_12 Je_tatica Viqijb

Corrección: Moderadora Viqijb Correctoras Andrea95 Fiore *elis* Jenn Marta_rg15 *elis* Pily

Revisión Final & Diseño Lady Gwen & Lady Jenn

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Índice Capítulo 01 Capítulo 02 Capítulo 03 Capítulo 04 Capítulo 05 Capítulo 06 Capítulo 07 Capítulo 08 Capítulo 09 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Epílogo Próximo Libro Sobre la Autora

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1 Febrero 1812

Londres, Inglaterra —¡Maldito infierno! —Jason Cavendish, el nuevo conde de Coventry, se frotó la parte posterior del cuello mientras se sentaba en el borde de la cama y leía la misiva en sus manos. Lo había agarrado de camino fuera de su casa esa mañana, y justo ahora lo había recordado—. ¡Maldito, maldito infierno! —A pesar de que lo había esperado, los músculos de su mandíbula se tensaron mientras leía una vez más:

De acuerdo con los términos establecidos en el testamento del fallecido John Martin Cavendish, conde de Coventry, usted está obligado a presentarse en Coventry Manor a las diez en punto de la mañana, en el vigésimo segundo día del mes de febrero del año de Nuestro Señor de mil ochocientos doce, para el intercambio de votos matrimoniales con una, lady Jane Grant, que este día a llegado de Roma, Italia. De acuerdo con los términos de dicho testamento, si usted no está presente en esa fecha y la hora, perderá todo lo que implique las propiedades, la renta y el capital preexistente en el nombre del difunto John Martin Cavendish, conde de Coventry.

Dio un puñetazo en su pierna mientras leía el final: Saluda muy respetuosamente, Meyer, Johns, y Meyer, abogados.

—¿Malas noticias, querido? —Lady Sheridan estiró su esbelto cuerpo desnudo como un felino disfrutando su tiempo en el sol. Rodando, dio pasitos con sus dedos subiendo por el brazo de él, y pasó suavemente las uñas hacia abajo.

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Demasiado enojado para sentarse, salió de la cama todavía impregnada con el aroma de su reciente acto sexual, y cruzó la habitación para verter una copa de brandy. Jason bebió el líquido, saboreando su quema mientras aterrizaba en su estómago. Echó un vistazo a Selena mientras se servía una segunda copa. Cansado de su amante a pesar de su belleza y encanto, se había equivocado al suponer que su apelación duraría un tiempo. Al igual que las dos amantes antes que ella, había empezado a perder interés en su cuerpo sensual sólo unos pocos meses después de su primer consumación. ¿Me estoy poniendo viejo? Nada parece mantener mi interés por mucho tiempo más. Arrojando su cuerpo desnudo en una silla acolchada baja, cerró los ojos y se frotó la sien con el dedo pulgar y el índice. —El viejo Conde me sigue controlando desde la tumba. Estoy por ser casado. Su padre nunca había dejado las cosas al azar. Él había querido a Jason para producir un heredero, lo había acosado por ello durante años. Desde que su hijo no se había establecido y puesto un cuarto de bebé antes de que el antiguo Conde hubiera girado los dedos de sus pies, se había asegurado de dejar a su único descendiente sin otra opción. Selena se paseó, y se detuvo detrás de la silla, colocó sus delicadas manos sobre sus hombros de él y masajeó su piel. —Que molestia. ¿Cuándo tendrá lugar la boda? —Dos días. Dos malditos días. —Sin poder contener su ira, saltó de nuevo a pasearse—. Se me ha ordenado que me presentase en Coventry Manor en dos días, para casarme con una mujer que el viejo Conde eligió. Si no acepto sus planes, me quedo sin nada. Obtendré el título y la casa solariega, ya que lo implicaron, pero nada más. Sin dinero para soportar el lugar, ni a mí mismo. —Bueno, cariño, tienes que hacer lo que es necesario y casarte con la chica. El matrimonio no tiene que hacer un ápice de diferencia en tu vida. Dios sabe el mío nunca lo hizo. Sólo cásate con la chiquilla malcriada, déjala embarazada y déjala en el campo. —Ella volvió a la cama, y posando sensualmente sobre las sábanas de seda, alargó sus delgados brazos—. Ahora vuelve a la cama. Tenemos un par de horas más antes que Sheridan regrese de su club. Jason rodó sus hombros para aliviar la tensión, luego se trasladó a la cama y se sentó al lado de su cuerpo de espaldas.

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—Lo siento, cariño, tengo una cita —mintió, dándole un rápido beso. En los últimos tiempos, una vez era suficiente con la encantadora Selena. Salió de la cama y empezó a recoger su ropa. Ella se sentó, sus facciones en un ceño fruncido. —No mencionaste una cita antes. —Acabo de recordarlo. Él saltó en un pie cuando intentaba subir sus pantalones. Ahora que la citación había llegado en realidad, estaba ansioso por irse. Necesitaba pensar, y encontró la presencia de ella empalagosamente molesta. Rápidamente se abrochó la camisa y tomó sus botas. —¿Cuándo te veré otra vez? —Se quejó Selena mientras subía a sus rodillas, envolviendo la sábana de seda de color crema a su alrededor. —No será por mucho. Me iré para Coventry mañana, me casaré con la chiquilla, y estaré de vuelta en Londres en poco tiempo. —Intentando descuidadamente atarse la corbata, se dirigió a la puerta. —Planeé una cena especial para nosotros. —Ella lo siguió, la sábana arrastrándose detrás de ella—. Sheridan se va de la ciudad por un par de semanas. ¿Qué día será? Jason combatió la irritación que parecía a punto de estallar tan rápidamente en los últimos tiempos ante sus maquinaciones. Se limpió la exasperación de su cara y se giró a enfrentarla. —No puedo decirlo con certeza, cariño. No planeo estar allí mucho tiempo, pero mejor no fijar nada definitivo. —Dándole otro breve beso, agitó un pequeño saludo y salió de la habitación. ¡Maldito sea el viejo Conde! Su relación con su padre nunca había sido buena, así que Jason había pasado la mayor parte de los últimos diez años haciendo lo contrario de todo lo que su padre quería, sólo para demostrar que él era dueño de sí mismo. Pero su padre siempre había logrado encontrar una forma de controlarlo, sobre todo con la amenaza de retener los fondos. ¡Pero esto! Realmente requerirlo a él para casarse con alguien elegido por el Conde estaba más allá de los límites. ¿No me desharé nunca de los mandatos del bastardo?

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Jason entró en White, asintiendo brevemente a sus amigos cómodamente sentados en sillas cerca de las enormes chimeneas rugientes. El sonido sordo de los vidrios tintineando, llenos del mejor licor que Londres tenía para ofrecer, resonaba en el aire. Dirigiéndose directamente a su amigo de mucho tiempo, Drake, se dejó caer en la silla junto a él y lo fulminó con la mirada. El marqués de Stafford había sido su mejor amigo desde sus días en Oxford. Poco después de que había comenzado el plazo, se habían despertado desnudos, con dos señoritas deliciosamente desnudas entre ellos en una cama grande. Ambos habían tenido enormes dolores de cabeza, sonrisas amplias, y se convirtieron en amigos al instante. Una relación comenzada como tal sólo podría mejorar con el tiempo, y los dos jóvenes bebían, jugaban, y seducían su camino a través de la Universidad y luego de la sociedad londinense. El año pasado, el padre de Drake había ordenado a su hijo a casa, a la mansión familiar. Había regresado a Londres como un hombre más moderado, pero aun así siguió participando en actividades tan favorecedoras para la nobleza, aunque esta vez con un poco más de moderación y discreción. Drake estudió la mandíbula apretada de su amigo y sus dedos en movimiento. —¿Problemas? —El mandato ha llegado. —¿Boda? —Sí. —¿Cuándo? —Dos días. —Maldición. —Exactamente. Jason se echó hacia atrás en la silla, liberando un enorme suspiro, y miró al techo. —¿Qué voy a hacer, Drake? —Nada puedes hacer, excepto casarse. No quieres más ser pobre que yo. Nos inclinamos ante nuestros padres, a fin de continuar con nuestra vida de placer y entretenimiento. —Hizo un gesto a un lacayo y levantó su vaso vacío. Jason dio un puñetazo en el brazo de la silla.

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—Tu padre está bien vivo, a diferencia del mío que me sigue manipulando incluso en la muerte. ¿Pero matrimonio? Incluso si tengo pensado hacerlo, que no lo hago en este momento en particular, prefiero hacer mi propia selección. Maldito el viejo Conde. —Estoy seguro de que te diste cuenta de que estarías obligado a casarte algún día. El deber con el título y todo eso. Nos guste o no, parece que la selección se ha hecho para ti. —Drake sonrió mientras meneaba su brandy antes de tomar un sorbo. —No estés tan malditamente alegre al respecto. No sólo nunca he conocido a lady Jane; ese es su nombre, sé muy poco sobre ella. Ni siquiera cuando, en nombre del cielo, el Conde la encontró. Por lo que sé, podría ser alguna ligera de faldas. Drake se sentó bruscamente. —Yo digo, Jason, incluso el viejo Conde no tiraría algo por el estilo. —No, no es tan malo. —Se frotó los ojos con los puños—. En realidad, lady Jane es ahijada del viejo conde. Los abogados me dicen que ha estado en Italia con su padre, que es algún tipo de erudito romano antiguo. ¡La hija de un erudito! Es probablemente seca como un hueso. Ambos hombres se sentaron con tristeza mirando las llamas en la chimenea, cada uno ocupado con sus pensamientos. —Voy a viajar a Coventry mañana, pasar la noche en la posada, antes de presentarme para las nupcias. ¿Puedes estar listo antes del amanecer? —Si tenía que seguir adelante con esto, por lo menos podía tener a su mejor amigo con quien compadecerse. —¿Por qué quedarse en la posada cuando tienes una cama totalmente aceptable en la mansión? Jason apoyó el tobillo en la rodilla doblada. —Quiero una noche más de libertad. ¿Quién sabe cuánto de Coventry la estimable lady Jane ya ha asumido bajo su control desde su llegada? —Bueno, lo siento, no podrá ser. Mi padre solicitó mi presencia en Manchester. Estaba a punto de salir cuando llegaste. La cabeza de Jason se alzó. —¿Seguramente no esperas que enfrente mi jodida boda solo? —Ojalá pudiera ayudarte, viejo, pero el deber llama. Estoy seguro de que puedes pasar de él sin mi ayuda. —Él golpeó a Jason en la espalda, luego vació su

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vaso. Después de colocarlo sobre la mesa pulida, se puso de pie—. ¿Cuánto tiempo vas a estar en Coventry? —Lo suficiente para casarla y consumarla. Luego, voy a estar de vuelta. —Su ceño fruncido regresó con toda su fuerza. Drake arqueó las cejas. —¿Con la linda lady Jane a cuestas? —Ni de casualidad. La nueva lady Coventry tendrá su residencia en Coventry Manor.

Jason corrió por las escaleras de su casa de ciudad en el elegante barrio londinense de Mayfair. Barton inmediatamente abrió la puerta. —Buenas tardes, señor. El mayordomo relevó a su empleador de su abrigo de lana suave y sombrero. —Dile a Grady que quiero verlo de inmediato. Tengo que empacar para un viaje de tres días a Coventry. Barton se inclinó ligeramente y Jason tomó de nuevo las escaleras de dos en dos, y siguió a su dormitorio. Apenas se sacó corbata y la chaqueta antes de que su hombre, Grady, se uniera a él. —¿Estamos tomando un viaje, señor? —Sí, unos tres días; a Coventry. Tu no tendrá que venir, sólo consígueme maletas. —Como quiera. —Grady asintió ligeramente—. ¿Cuándo se va? —Mañana, antes de la primera luz. Tengo la jodida junta de Newbury esta noche. Me gustaría enviar mis pesares, pero lady Newbury me recordó en el último baile de Fenniwick que me perdí los últimos dos. Vale la pena tener a la vieja bruja en mi lado bueno. Di en la cocina que estaré cenando fuera, y prepara mi baño — dijo, dirigiéndose hacia la puerta—. Voy a estar en la biblioteca cuando esté listo. Finalmente lejos de su amante, amigo, y siervos, Jason tenía tiempo para pensar en su futuro. Él se acercó a mirar por la ventana, con las manos entrelazadas detrás de la espalda. A pesar de sus declaraciones en contrario, a los veintiocho años que tenía sólo era una cuestión de tiempo antes de que él siguiera la progresión natural de las cosas y obtuviera la esposa necesaria y establecer el cuarto de bebé. Desde su

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elevación al título, engendrar un heredero había descansado en gran medida en sus hombros. Su estómago se apretó con rabia por la forma en que su padre continuaba controlándolo. La última vez que habían hablado, o más bien habían estado en desacuerdo, como siempre, el viejo conde había amenazado a su único hijo con dejarlo sin nada si no se establecía y elegía una esposa en el mercado matrimonial. —Harás tu deber o te dejaré sin nada —había rugido su padre, elevándose ligeramente de la silla detrás del enorme escritorio de su biblioteca. Jason había descansado perezosamente en una silla frente a él, sus largas piernas estiradas, cruzadas en los tobillos, su porte indiferente desmintiendo la ira arañándolo por el mandato de su padre. —Me casaré cuando encuentre a la mujer adecuada. No tengo ninguna intención de seleccionar a una lloriqueante y risueña señorita apenas acabada de salir de la sala de estudio al mercado del matrimonio. —Había movió una pieza inexistente de pelusa de su chaqueta bien cortada. —Por Dios, vas a escoger a alguien, y hazlo esta temporada, o voy a tomar el asunto en mis propias manos —había dicho su padre, colapsando de nuevo en su silla, tomando aire en bocanadas. El médico del Conde le había advertido de no agravarse a sí mismo, su corazón no era fuerte. Aun así, lo repentino de su muerte un par de semanas después de la conversación, había sacudido a Jason más de lo que estaba dispuesto a admitir. La abrumadora presencia restante de su padre había sido una parte tan importante de su vida, tanto para luchar en contra, se sintió perdido en algunos aspectos. Pero la ira por haber sido encajonado en una esquina se mantuvo. Con cansancio, se apartó de la ventana ante la convocatoria de Grady y se dirigió escaleras arriba. Una sensación de desaliento se quedó con Jason toda la noche. En la junta de Newbury se fue de mesa en mesa, haciendo un poco de juego, hablando con los amigos. Él tenía poco interés en las matronas aburridas de la alta sociedad que lo observan desde detrás de los aficionados, ofreciéndole con sus ojos lo que, antes, lo habría tenido yendo hacia ellas.

Las numerosas actividades que había dado por sentado que habían ocupado su tiempo durante años parecían opacas y sin vida. Sin sentido.

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Las mujeres eran demasiado jóvenes e inocentes, o demasiado flagrantes en sus intentos de atraer a un nuevo hombre a su cama mientras sus maridos estaban ocupados de otra manera. Todo el mundo se reía demasiado fuerte, bebía en exceso, murmuraba sin piedad, y jugaba demasiado. No te preocupes, viejo. La muerte del Conde te ha sacudido, así como el matrimonio con una desconocida. Mejor acabar de una vez y regresar a Londres. Entonces las cosas volverán a la normalidad. Claro que la señora Newbury notó su presencia, él se despidió y tuvo su chofer llevándolo a White. Después de sólo una bebida tomada en soledad, se fue y se encontró en su casa a la hora ridícula de la medianoche. Bien podría ir a la cama, y pasar las horas durmiendo. Pero en vez de dormir, daba vueltas, sus pensamientos volviendo a su padre. El quinto conde de Coventry nunca había sido feliz de haber engendrado un solo hijo. Como el viejo Conde, había colocado la culpa de aquella omisión sólidamente sobre los hombros de su esposa. Había habido años de gritos y argumentos, Coventry acusaba a su esposa de ser menos mujer por no criar el repuesto necesario. A su vez, ella lo había acusado de desperdiciar su semilla en ligeras de faldas. Su típico matrimonio de la sociedad, conocida como un "excelente partido", había seguido el curso habitual. Lady Harriet había sido la hija de un Marqués. La tercera y última de sus hijas estuvieron ambas casadas con Duques, que su padre había tenido el placer de hacerse con todo el sentido del matrimonio. Muy rápidamente se había producido Jason, el heredero. Sin embargo, después de varios años de disputas acerca de la producción, sin éxito, del repuesto, lord y lady Coventry habían ido por caminos separados. Su madre se había pasado la mayor parte de su tiempo en Londres y Bath, mientras que el Conde se había instalado cómodamente en su casa de campo con una sucesión de amantes para hacerle compañía. Jason había visto poco de cualquiera de sus padres, pasando sus primeros años en el cuarto de niños con la niñera, y una sucesión de tutores. Entonces, había sido enviado a Eton, seguido de la Universidad. Nunca había pensado que su infancia fue muy diferente a cualquiera de sus compañeros hasta que había pasado tiempo con la familia de Drake. Su Gracia y su Duquesa tenían un matrimonio por amor, y la diferencia en ese hogar del suyo era notable. Drake era el mayor de siete. Él y sus hermanos luchaban, argumentaban,

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bromeaban, y se amaban, todo el tiempo rodeado de la devoción que fluía de la unión de sus padres. Después de años de observación de la frialdad en su casa, Jason decidió que no iba a conformarse con un matrimonio convencional de la sociedad. No tenía ninguna intención de seleccionar una sonrisa tonta, una debutante cabeza hueca a quien cortejaría y desposaría mientras sus padres miraban su dinero, el título, y la posición con avaricia. Su madre había muerto de una breve enfermedad cuando aún estaba en Eton, no es que ella habría entendido su renuencia a hacer un excelente partido de todos modos. El tiempo pasado con el viejo Conde consistía principalmente de padre e hijo argumentando acerca de las aventuras y las deficiencias de Jason como heredero. Frunció el ceño. Ahora parecía que el Conde se había ocupado de hasta el último pedazo de sus asuntos pendientes. El deseo de Jason para asegurarse un matrimonio por amor había llegado a su fin. Aunque muerto en su tumba, el Conde había logrado alcanzar y seleccionar la novia de su hijo, malditamente asegurándose de que de ninguna forma el novio pudiera rehusarse. Coincidiendo con su estado de ánimo, la mañana siguiente amaneció fría, triste, y con la amenaza de lluvia tan típica en Londres. El sol todavía no había hecho acto de presencia, Jason subió a su carruaje y el conductor se puso en marcha. Se acomodó en el asiento de cuero suave y cerró los ojos. Pero como la noche anterior, el sueño se le escapaba. En lugar de ello, su cerebro evocaba la imagen de una joven con gafas con el pelo fuertemente unido; rostro pálido y con los labios apretados. Sin duda, su novia era desnutrida, con huesos frágiles pegándose por todas partes en su intento de acostarse con ella. Ella se tendería de espaldas, con los ojos fuertemente cerrados como haciendo su mejor esfuerzo para quedar embarazada. Se estremeció y se sentó. Era mejor mirar hacia la oscuridad que torturarse con visiones de lady Jane. Al hacer sólo una parada, el carruaje llegó a la posada en Coventry justo antes de la medianoche. Inquieto por las largas horas en el carruaje con nada en que ocupar sus pensamientos, Jason entró en la posada. Él dejó de lado la reverencia del posadero y pidió un comedor privado, una comida y una botella de whisky.

En cuestión de minutos, el licor apareció, junto con una cena de carne asada y pudín de sebo. La moza que trajo la comida sonrió y presionó sus generosos pechos contra su brazo mientras establecía los platos. Él vaciló mientras miraba a su mirada descarada, pero luego se limitó a asentir en agradecimiento.

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—Mi nombre es Mary si necesita cualquier otra cosa, mi Lord. Ella hizo una reverencia, sin dejar ninguna duda en su mente de lo que la satisfaría. —Gracias, Mary. Estaré seguro de hacerte saber. Ella le lanzó una gustosa sonrisa y se acercó a la puerta de la zona principal, balanceando sus caderas. Observó su salida, con una agitación en sus entrañas. No necesariamente bonita, Mary parecía limpia y tenía un cuerpo exuberante para sacar de su mente los problemas. Después de acabar la mitad de la botella y toda la comida, él tomó una decisión completamente irresponsable y le pidió al posadero enviar a Mary. Ella llegó de inmediato, su corpiño considerablemente más pequeño de lo que había sido cuando ella había entregado su comida. Jason le dio unas palmaditas en el muslo y Mary se acercó y acomodó su trasero regordete en su regazo, rodeando su cuello con sus delgados brazos. Él le acarició el cuello. —¿Te gusta tu trabajo aquí? —Oh, sí, mi Lord. Hago un buen dinero sirviendo comida y bebida. —¿Y qué más sirves, Mary? —Él se movió para mordisquear detrás de su oreja. —Sólo la comida y la bebida, mi Lord. —Su voz sensual desmentía sus palabras. Él movió su mano sobre los hombros y empujó el material en bruto de su corpiño, liberando sus pechos. Sus palmas rodearon las puntas oscuras que estaban pidiendo atención. —¿Estás segura de que es lo único que sirves? —Su mano cayó y se movió lentamente por su pierna, mientras que su lengua entretuvo a su pezón. —De vez en cuando podría proporcionar otros servicios, pero no a menudo, mi Lord. Soy una buena chica. —Ella se movió en su regazo, endureciéndolo cada vez más. —Estoy seguro de que lo eres. Ve a cerrar la puerta. —Él la empujó y le dio unas palmaditas en el exuberante trasero. Él la estudió con los ojos entrecerrados mientras echaba la cerradura y se acercaba de nuevo, sus pechos se mecían al caminar.

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¿Qué demonios estoy haciendo? Realmente, viejo, ¿Una moza de taberna? ¿Aquí mismo, en Coventry? El viejo Conde estaría escandalizado, y eso solidificó su decisión. Si se veía obligado a dormir con un saco de huesos en algún momento pronto, bien podría disfrutar de las curvas y la suavidad de Mary, una niña buena. Desde luego, así lo esperaba. La muchacha se sentó a horcajadas sobre él y le tiró juguetonamente el final de su corbata. Una doncella para nada tímida. Tal vez le podía sacar su mal humor.

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2 El día de la boda del conde de Coventry había llegado. Al no haber dormido en toda la noche, había pasado las horas antes de su boda disfrutando de las atenciones de Mary. Luego de beber, comer, jugar, y más de la ayuda de la moza; o al menos creía que era Mary. Para entonces, ya estaba borracho como para no recordar, o de hecho, incluso importarle. El posadero entró en el comedor privado donde Jason miraba sombríamente su vaso vacío apoyado junto a dos botellas vacías. —Mi Lord, usted me pidió que le haga saber cuándo sean las nueve y media. Jason se sacudió y trató de centrarse en el hombre. —¿Las nueve dices? —Sí, mi Lord. Y media. ¿Puedo traerle algo de desayuno? —No. —Negó con la cabeza lentamente—. No creo que mi estómago pueda tomarlo. —Él trató de levantarse, pero volvió a caer en la silla dura—. Tráigame un espejo, ¿Puede hombre? El posadero tiró de la clavija y salió de la habitación. Jason no podía recordar alguna vez estar tan ebrio. Ni siquiera estaba seguro de lo que podía soportar, y mucho menos hacer un voto de honrar y apreciar a una mujer desconocida para el resto de su vida. Un pequeño espejo agrietado presentado por la esposa del posadero reveló una imagen peor de la que Jason había anticipado. Tenía los ojos enrojecidos, el pelo en desorden, y la corbata, una vez almidonada, colgaba suelta. Sus ropas estaban horriblemente arrugadas y la oscura sombra de rastrojos adornaba su rostro aristocrático. —¡El té! —gritó en dirección a la puerta en la que el posadero había desaparecido. —¿Mi Lord? —Mary estaba de vuelta, luciendo casi tan mal como él. —Té, Mary. Caliente y fuerte. Por favor.

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Él apoyó los brazos cruzados sobre la mesa frente a él, y apoyó la cabeza. Al menos no sufría las secuelas desagradables de beber demasiado. Sólo porque todavía estaba borracho. Mary regresó con una gran taza de té y procedió a verterlo en una taza pequeña. Jason pasó la mano a un lado, tomó la tetera y bebió de ella, ni siquiera haciendo una mueca cuando el calor le golpeó la boca y se vertió en la garganta. —Mi Lord, ¿Le gustaría que le prepare un baño para usted? —preguntó ella, mirándolo con recelo. —No hay tiempo. Ten a mi conductor trayendo el carruaje. El carruaje rebotó y resistió hasta el final a Coventry Manor. Con cada sacudida, Jason estaba seguro de que arrojaría sus cuentas. Tragó ocasionales de la botella que había agarrado antes de abandonar la posada, y miró sombríamente a sus botas. Nunca había pensado mucho en su calzado. Ahora, mientras los estudiaba, fue sorprendido por el buen trabajo, intrincado, que era su creación. Debía encontrar a su zapatero cuando regresara a Londres y darle las gracias. Jason miró su reloj mientras el carruaje se detenía delante de Coventry Manor. Dos minutos después de las diez. ¿Los viejos abogados del Conde permitirían un par de minutos de retraso? O tal vez lady Jane tenía una cita con un especialista para discutir lo que sea que los eruditos romanos discuten. Tropezó cuando llegó a la puerta y la golpeó con el puño, sorprendido de que el mayordomo no lo haya saludado ya. Balanceándose mientras esperaba, se echó hacia atrás, y luego agarró el llamador de la puerta para evitar desplomarse hacia atrás por las escaleras. Gritó y continuó golpeando. —Estoy aquí. Abra la maldita puerta, tengo que asistir a una boda. Malcolm abrió la puerta. La única concesión que el viejo mayordomo hizo a la apariencia de Jason fue un ligero alzamiento de las cejas. —Ellos lo esperan en la biblioteca, mi Lord. Jason asintió brevemente y enderezó los hombros. Buscó su corbata, pero renunció después de dos intentos. ¿Dónde diablos está Grady, de todos modos? ¿Por qué me permite aparecer a mi boda con aspecto tan desaliñado?

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Puso un pie delante del otro, usando la pared para mantener el equilibrio, mientras se abría camino a la biblioteca. Respirando hondo, abrió la puerta y vio la escena. Una mujer pequeña, de espaldas a él, estaba de pie hablando con uno de los abogados. Todo lo que podía ver de ella era el nudo anclado firmemente a la parte posterior de su cabeza. Llevaba un vestido de tarde azul oscuro, liso y sin adornos, y agitó sus manos alrededor mientras hablaba. La mirada de Jason recorría la habitación. Dos de los abogados estaban allí, junto con su ama de llaves, el párroco local, y la parlanchina lady Jane. —Estoy aquí. —No se dio cuenta qué tan fuerte su voz sonaba hasta que la conversación cesó y todas las cabezas se volvieron en su dirección. Trató de concentrarse en su novia, pero era difícil ya que todavía estaba viendo doble. Cielos, Peculiar, eso.

¿El

viejo

Conde

arregló

para

que

me

case

con

gemelas?

Uno de los abogados; incluso cuando Jason estaba sobrio no sabía quién era, se apresuró hacia él. —Mi Lord, que bueno verlo. Estamos listos para empezar en cualquier momento que usted también. Jason tiró una vez más su corbata floja y asintió. Siguió al abogado y miró brevemente a lady Jane. Ahora más cerca, podía verla. Pero mirar fijamente demasiado tiempo le hizo marearse, así que miró al párroco. —Adelante, hombre. —¿Tal vez a su Señoría le gustaría tomarse algún tiempo para hablar en privado con lady Jane antes de empezar? —dijo el abogado. —No. —Él extendió la mano y agarró el hombro de lady Jane para mantener el equilibrio. Ella cerró los ojos y apretó sus labios mientras todos los demás se removían. Con su voz profunda el párroco se aclaró la garganta y comenzó. —Por favor, tome la mano derecha de lady Jane, mi Lord. Jason agarró una mano delicada en la suya y sintió una sacudida. Entrecerrando los ojos, preguntándose si ella le había pinchado con un alfiler, miró a lady Jane, y luego rápidamente desvió la mirada mientras la sala giraba de nuevo. —Proceda, señor. He estado viajando toda la noche. —Él eructó.

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El párroco abrió su libro y siguió hablando sobre el amor y el matrimonio, y la gravedad de tomar los votos. Jason se mantuvo bostezando y trató mucho de no caer dormido. Silenciosamente recitó poesía que su tutor le había obligado a memorizar en su juventud. En un momento se acordó de un poema bastante subido de tono que él y Drake había hecho durante una noche de desenfreno, y resopló. Todas las cabezas se volvieron hacia él. —Lo siento —murmuró. Debe de haber proporcionado las respuestas necesarias, porque antes de que se diera cuenta, el párroco se quitó las gafas y les sonrió. —Puede besar a la novia. Jason se volvió hacia lady Jane, se inclinó un poco y besó el aire cerca de la oreja izquierda. Ella levantó la cabeza y lo miró directamente a la cara. Su boca se secó completamente al mirar hacia dos impresionantes ojos violeta, bordeados de brillantes lágrimas. Por un segundo se sintió completamente sobrio y un completo idiota. Se echó hacia atrás rápidamente, chocando su codo en uno de los abogados que le tendió una pluma. —El libro de matrimonio, mi Lord. Debe firmar. —El terco hombre entregó a Jason un voluminoso tomo. Sacudió al hombre a un lado, equilibrado el libro en su mano, firmado donde le habían indicado, y luego lo empujó hacia el abogado. —Ir a la cama —murmuró Jason. Vaciló, y bajando su brazo para evitar caerse, salió de la biblioteca y procedió a subir las escaleras a su dormitorio. Se desplomó de bruces sobre la cama con la ropa puesta. Estoy malditamente casado. La frase se repitió en su cerebro antes de que el alivio muy bienvenido del sueño lo venciera.

La nueva Señora Coventry observaba en shock mientras su marido literalmente tropezaba desde la habitación, golpeándose con los muebles al salir. Ella parpadeó rápidamente para limpiar las lágrimas de sus ojos. Una oleada de cólera se extendió por ella, borrando cualquier vestigio de autocompasión. Ella no se merecía esto. Al parecer, Lord Arrogante no estaba contento de estar casado con una extraña. Bueno, él era un extraño para ella también, y claramente no había hecho nada para ganarse su favor.

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—Mi Lady, tiene que firmar el libro de matrimonio. —Los pequeños y brillantes ojos del abogado se movieron hacia el libro que Jason había empujado hacia él. Olivia tomó la pluma y añadió su firma. —Perdone, lady Coventry, estoy un poco confundido en esta materia. Ella le lanzó una mirada inquisitiva. —Las cartas de su padre que encontramos en los documentos finales del Conde se refiere a usted como lady Olivia, sin embargo, el acuerdo de esponsales indicaron a lady Jane Grant. Ella sonrió. —Entiendo la confusión. Mi nombre completo es lady Jane Olivia Grant. Sin embargo, ya que el nombre de mi madre también era Jane, mi padre siempre me llamaba Olivia, y me temo que el nombre se ha pegado, y es como soy conocida. Antes de que el abogado pudiera responder, Malcolm apareció a su lado y se inclinó ligeramente. —Mi señora, la cocina ha preparado un desayuno de boda, si viene por este camino. Ella sonrió cortésmente y tensó sus hombros. Poco importaba que fuera una novia a punto de comer su fiesta de bodas, menos a su novio. Las apariencias deben mantenerse. Se volvió hacia el párroco y los abogados y les hizo una oferta para unirse a ella. Lanzando miradas inquietas el uno al otro, el pequeño grupo la siguió hasta el comedor, donde Olivia jugó a ser anfitriona como si no pasara nada malo en su inusual día de boda. Poco después de que el interminable desayuno concluyera, se puso de pie, se disculpó e hizo una salida graciosa antes de apresurarse a su habitación. La elaborada cámara, conectada a la habitación del Conde por una puerta de madera sólida, contenía muebles oscuros y lúgubres. Gustos de la anterior lady Coventry habían corrido hacia cortinas opacas y ropa de cama. Una alfombra de color verde oscuro cubría el suelo de madera. Un fuego ya encendido en la enorme chimenea la atrajo. Ella extendió sus manos al calor reconfortante, a continuación, se pasó las palmas hacia arriba y abajo de los brazos. El clima de Inglaterra humedecía su estado de ánimo tanto como los acontecimientos del día. ¡Qué ganas tenía de la luz del sol de Italia!

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Olivia se paseó por un rato, estudiando la puerta que la separaba de su nuevo marido. Sintiendo como si estuviera haciendo algo malo, recorrió de puntillas la habitación y apretó la oreja contra la puerta. El sonido de fuertes ronquidos la saludó. Olivia llamó a una criada y pidió un paño frío y un frasco de lavanda para un dolor de cabeza. La ira entró en conflicto con la tristeza mientras yacía en su cama en la penumbra del crepúsculo. ¿Cómo se atrevía ese hombre a tratarla con tanto desdén? ¿Alguna vez pensó que tal vez ella tampoco se emocionaba al estar encadenada a alguien que no conocía? Podía ser una dama de cabo a rabo, pero tenía toda la intención de darle a su marido un pedazo de su mente por la mañana.

El clima sombrío por fin se había despejado y el sol asomaba por el horizonte, proyectando la escasa luz en la habitación. Jason gimió y se dio la vuelta, arrastrando la almohada sobre su cabeza. Poco a poco se despertó y se dio cuenta de que aún estaba con su ropa. Incluso sus botas. ¿Por qué demonios Grady lo había dejado dormir en su ropa? Después de un minuto más o menos, su cerebro salió de la confusión y recordó dónde estaba. Su cama en Coventry Manor, donde yacía completamente vestido, muerto de hambre, y; que Dios lo ayude, casado. Cuando la última parte se filtró en su cerebro, estiró el cuello, y en medio de gemidos en el abuso a su cabeza muy grande, examinó el otro lado del colchón. Todavía tirado en la parte superior de la colcha, había pasado la noche al parecer, su noche de bodas, solo. Y como ninguno de sus prendas estaban desaparecidas, o incluso aflojadas, suponía que no había habido nada digno de recordar. ¿Había, la nueva lady Coventry, pasado las horas nocturnas en la cámara junto a la suya? Lo primero que necesitaba era té fuerte, luego la comida, un baño y ropa limpia. En ese orden. Llamó a un criado. Probablemente debería haber traído a su hombre con él. Ni siquiera estaba seguro de donde estaban sus ropas limpias. Lo más probable era que todavía en el carruaje, ya que él nunca guardó nada decente en la mansión. La puerta se abrió y un joven que no conocía entró en la habitación. —¿Me ha llamado, mi Lord? —¿Quién eres? —Jason miró de soslayo al chico. —Ethan, mi Lord.

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Él asintió. —Me gustaría una taza de té y la comida. —Ciertamente, mi Lord. ¿Quiere una bandeja aquí en su habitación, o va a unirse a lady Coventry en la sala de desayuno? —Lady Coventry. —Él gimió—. Me he olvidado de ella por un minuto. — Estudió al joven—. Estoy seguro de que pasará algún tiempo antes de que su señoría salga. —No, mi Lord. Lady Coventry se encuentra ahora en la sala de desayunos. Jason sacó su reloj, sus cejas aumentaron. —¿A las siete en punto? —Sí, mi Lord. ¿Qué rayos hace esta mujer tan temprano? —No importa, Ethan, sólo dile a mi conductor que me gustaría salir de inmediato. Pararé por algo en el camino de regreso a Londres. Jason utilizó el agua en el recipiente para lavarse la cara y limpiar sus dientes. Luego pasando los dedos por su cabello, salió de la habitación y se dirigió hacia las escaleras. Pasó la sala de desayunos en su salida. La puerta de la habitación permanecía cerrada, y el sonido sordo de dos mujeres conversando llegó a sus oídos. Lady Coventry. Incapaz de evocar una imagen de la mujer, cerró los ojos y sus hombros cayeron. Se frotó las sienes y girando bruscamente, salió por la puerta principal. Sus largas piernas acortaron la distancia hasta el carruaje. —¿Hacia dónde vamos, mi Lord? —Londres —respondió Jason mientras el conductor cerraba la puerta.

Lady Coventry se quedó muy quieta y muy sola en la mesa del desayuno. La mañana después de su boda. Ya que el sueño la había eludido toda la noche, había arrojado sus mantas y sorprendió al personal llamando para asistirla tan temprano para una dama. Sacudió la cabeza, con los labios apretados. El tiempo no había aplastado su ira. Dudaba que alguna vez se recuperarse de la humillación que había soportado a manos de ese hombre. —Mi Lady, ¿deberíamos servir el desayuno ahora, o esperamos a su señoría?

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Olivia saltó. La doncella había entrado tan silenciosa que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia hasta que habló. —No, puede servirlo. No tengo idea de cuando su señoría se unirá a nosotros. Mientras ella y la doncella conversaban, Olivia se dio cuenta del sonido de alguien que bajaba las escaleras. Contuvo el aliento cuando los pasos se detuvieron delante de la puerta cerrada. Justo cuando el sirviente se fue para volver a la cocina, los pasos continuaron y la puerta principal se abrió y cerró. Se levantó de su asiento, Olivia corrió a la ventana a tiempo de ver a Jason subir al carruaje, en el que al parecer, había llegado ayer. —Londres. —La voz profunda se desvió hacia ella mientras el conductor cerraba la puerta. Lágrimas no deseadas brotaron de sus ojos mientras el carruaje se abría paso por el largo camino de entrada. El orgullo hizo que regresara a su asiento y delicadamente colocara la servilleta en su regazo. La criada entró, acompañada de varios hombres llevando platos de comida. El estómago de Olivia rodó. —Lamento hacerte pasar por todos los problemas, pero me parece que tengo un estómago inestable esta mañana. —Inclinó la cabeza hacia la abundancia—. Por favor, regresa todo a la cocina. Voy a tomar el té. Luchó contra las lágrimas de nuevo ante la mirada que pasó entre la sirvienta y el lacayo. Bueno, realmente he salido al mundo cuando mis sirvientes sienten lástima por mí. Después de dos tazas vigorizantes de té fuerte, Olivia salió de la sala de desayunos y entró en la biblioteca. Caminó por la habitación, arrastrando los dedos por las diversas piezas de mobiliario. Una sala ricamente amueblada, un amplio escritorio creó el punto focal. Libros alineados en las paredes, y un alegre fuego ardía en la chimenea. La ventana la atrajo con su vista a los jardines, ahora desnudos en invierno. Apoyó la cabeza contra el cristal mientras una lágrima rodaba por su mejilla. Padre, ¿en qué me has metido?

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3 Jason se inclino hacia lord Greely y beso la mano enjoyada de lady Greely mientras pasaba a través de la línea de recepción antes de entrar al atestado salón de baile. Había estado de vuelta en Londres por cinco días, y toda la ceremonia de la boda quedó en un borrón. Si no fuera por la carta de sus abogados asesorándole de que estaba en posesión de todo lo que el quinto conde de Coventry era dueño, habría pensado que toda la cosa había sido un sueño. O tal vez una pesadilla. Divisó a Drake y se abrió paso a través de la habitación. Jason sonrió y asintió a varias debutantes, algunas apenas salidas del aula. Se agrupaban, riendo tontamente detrás de coloridos abanicos mientras sus madres ansiosas lo miran especulativamente. Como siempre, jóvenes matronas lanzaban miradas seductoras hacia él, buscando un cuerpo nuevo para calentar sus camas. La Temporada estaba en pleno apogeo. —Veo que estas de vuelta a la ciudad —Jason asintió hacia Drake y la mujer joven aferrándose posesivamente al brazo de su amigo. —Sí, el señor no requirió mi presencia por mucho tiempo. —Volteándose, dijo—: Señorita Spencer, permítame presentar al conde de Coventry. Conventry, la señorita Spencer. —Señorita Spencer. —Jason se inclino y acepto su mano—. Su servidor. Toda rizos dorados y mejillas sonrojadas, la señorita Spencer se rió, y sosteniendo su abanico con una mano, hizo una reverencia. —Es un placer conocerle, mi Lord. Santo cielos, ¿esta incluso está fuera del aula? —Justo estaba explicándole a la señorita Spencer como mi padre está trabajando con este hombre en Manchester para incrementar la producción. —Un tema del que estoy seguro que la señorita Spencer está totalmente cautivada —dijo Jason irónicamente. La señorita Spencer miro de un hombre a otro, sus hoyuelos intermitentes. Cualquier humor que Jason tenía intención de inyectar a la conversación se fue completamente sobre su encantadora cabeza llena de pelusa.

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—Oh, aquí esta Freddy reclamándome para el próximo baile. —Hizo otra reverencia y puso su mano sobre su compañero, lord Gilchrist. —¿Cómo estuvo la boda? —dijo Drake tan pronto como la sonrojada señorita Spencer estuvo fuera del oído. —Maldita sea si lo sé. Pasó. Es todo lo que puedo decir. Asumo que estoy casado porque recibí una carta de felicitaciones de los abogados. —Jason cruzo sus brazos y se inclinó contra una pared, estudiando la habitación. —¿Quieres decir que no estabas seguro antes? —Las cejas de Drake se alzaron. Jason le arrebató una copa de champaña a un lacayo que pasaba. —No completamente, no. —¿Puedo indagar sobre cómo un hombre queda esposado con grilletes de piernas y no está muy seguro de que haya pasado hasta que sus abogados lo felicitan? Drake le dirigió una mirada, luego bajó lo último de su champaña. Jason tiró de su corbata. —Estaba un poquito indispuesto, así que no recuerdo demasiado. —¿Indispuesto? ¿Quieres decir que estabas enfermo, o ebrio? —Ebrio —masculló. —¿Qué recuerdas? —Despertar… solo. Completamente vestido, y en posesión de un gran dolor de cabeza. —Ah, ¿Ninguna noche de bodas que arda en tu memoria? Jason froto la parte de atrás de su cuello. —Aparentemente no. Drake sonrió, claramente disfrutando el malestar de su amigo. —¿Lady Coventry te acribilló la mañana siguiente, o está su señoría del establecido silencio frio? Jason meneo su cabeza. —Suertudo. Ella debió haber tenido tu pellejo. ¿Dónde está la encantadora dama ahora? Me gustaría conocerla. —Todavía en la casa de campo. Drake lo estudió por un minuto y meneo su cabeza.

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—Dijiste que harías eso, viejo, pero no lo creí. Realmente eres un bastardo, ¿No? Jason se encogió de hombros, sin verlo como un problema. Excepto el nudo donde su estomago solía residir recordándole que Drake estaba más que probablemente en lo cierto en su valoración. —Y supongo que corriste de vuelta a la voluptuosa lady Sheridan tan pronto como tus pies tocaron el suelo de Londres. —No me sermonees, Drake. —espetó. Bajando su voz, agrego—: De hecho, raro eso. —Jason agarró otra copa—. No he tenido ningún interés en ver a Selena desde que volví. —Notando que Drake, burlonamente levantó una ceja, él continuó—: Me había cansado de ella antes de irme. Se quedaron mirando fijamente el salón de baile, estudiando las frescas cositas jóvenes en el mercado del matrimonio mientras gemían y reían por la atención de hombres buscando esposas esta Temporada. Jason sacudió su cabeza. Joven e inocente. ¿Era su esposa igual? —¿Cómo fuiste capaz de convencer a lady Conventry de quedarse allá mientras tu retornabas a Londres? —No lo hice. —En respuesta a la mirada interrogativa de Drake, continuó—: Me desperté solo y me fui antes de tener alguna conversación. De hecho, nunca hable con ella para nada. Un silencio atónito siguió a las palabras de Jason. —Bastardo ni siquiera comienza a cubrirlo, amigo mío —se mofó Drake mientras hacia un movimiento para irse, pero Jason lo agarró del brazo. —No me siento exactamente bien por lo que hice. —Espero que no. Pero, ¿qué planeas hacer ahora? —Le daré algo de tiempo para que se calme, ya que asumo no está muy feliz conmigo. Entonces, haré un viaje a Conventry y veré qué podemos hacer de toda esta cosa. —Solo déjame saber antes de irte. Como tu amigo más cercano, siento que es mi deber notificar al médico y tener las vendas listas. —Drake le dio un golpe en el hombro—. Me voy para buscar a lady Elyse para el próximo baile. Jason consideró a Drake mientras se abría camino a través de la sala de baile y se inclinaba sobre la mano de una joven debutante. Se estremeció, de alguna manera agradecido con lady Jane por liberarlo de las garras de las damas jóvenes dispuestas al matrimonio. Asintiendo a varios conocidos y esquivando a la señora Belford

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yendo en su dirección arrastrando a su hija menor, se volvió y se encaminó hacia la sala de juego.

Horas más tarde, montando a casa en su carruaje, Jason se aflojó la corbata, y trató de imaginar la boda que apenas recordaba. Le sorprendió al darse cuenta de que ni siquiera podía recordar la cara de lady Coventry. No recordó nada sobre ella, excepto que tenía el cabello oscuro y le llegaba hasta los hombros a él. Por alguna razón inexplicable, un par de ojos de colores inusuales, inundados de lágrimas, se mantuvieron flotando en el fondo de su mente. ¿Había habido gafas delante de ellos? Frunció el ceño y maldijo a su estado de ebriedad. Le habían dicho que lady Coventry era ahijada de su padre, pero ¿cómo ocurrido esa relación? ¿Fue el viejo Conde amigo del padre, o de la madre? ¿Estaban en alguna manera vaga emparentados? ¿Qué hizo que la mujer estuviera de acuerdo en casarse con un extraño? Sabía que la había tratado mal, y difícilmente como el caballero que siempre pensó de sí mismo. Tal vez en unas pocas semanas, o meses, viaje de vuelta a Coventry. Debería contactar a sus abogados mientras tanto para asegurarse de que ella tenía todo lo que necesitara. Puede que no haya sido deseada, pero todavía era su Condesa.

Olivia estudio la biblioteca y se dio cuenta que ésta era su nueva vida y que sólo sería lo que hiciera de ella. Si el hombre no estaba interesado en ella, o su compañía, entonces así será. Se movió al inmenso escritorio y se sentó en la silla que lord Coventry debería estar ocupando. Debería haber cosas ahí para mantenerla ocupada. Por un lado, visitar a los inquilinos, incluso si su marido no estaba aquí para presentarla. Reuniones con el ama de llaves, cocinera y jardinero tomarían algún tiempo. La oscuridad y pesadez de la habitación de la Condesa la deprimían. Haría que sus cosas fueran sacadas de la habitación mientras la redecoraba. Colores brillantes para dispensar el tiempo lúgubre de Inglaterra. Alegre papel tapiz y mobiliario ligero darían un aspecto más adecuado para ella. Otra tarea involucraba los papeles y libros de su padre que había enviado desde Italia. Con los años, se había acumulado una gran cantidad de papeleo de su investigación. Tal vez se tomaría el tiempo para revisar sus cosas, posiblemente ponerlos en algún orden, y donarlos a la Universidad de Milán.

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Sí, su vida podría estar llena. Olivia apoyó los brazos cruzados sobre el escritorio, y apoyó la cabeza en ellos, cerrando los ojos. Entonces, ¿por qué me siento tan descartada? No deseada por el hombre con hombros anchos y unos penetrantes ojos azules en un rostro muy apuesto. Su oscuro cabello había caído en ondas por su frente. Y él había estado tan ebrio que apenas podía caminar. Olivia se puso de pie y caminó hacia la chimenea para mirar a las llamas lamientes. Echaba de menos a su padre, y los pensamientos de él trajeron una sonrisa a sus labios. Él se pasaba horas cada día en su investigación sobre los antiguos romanos. La cena siempre había sido un asunto muy animado, con él entusiasmado relatando lo que había descubierto ese día. Su excitación causaba que Olivia y su madre intercambiaran miradas divertidas. Como una niña, Olivia había sido tranquila y seria, hasta que había descubierto la música. Cuando tocaba el piano se perdía, y cuando su habilidad creció también lo hizo su confianza. Su madre había contratado a un maestro de música que había trabajado con ella hasta que había llegado a su octavo año, cuando su padre, lord Margate, había trasladado a su familia a Italia para poder continuar su investigación. Allí había reanudado su formación musical, estudiando con un tutor italiano. Fueron cinco años después de que se instalaran en su cómoda casa en las afueras de Roma, que había muerto lady Margate, junto con el bebé que había parido dos meses antes. Devastado, su padre se apartó de su hija, para concentrarse exclusivamente en su trabajo, mientras que Olivia se perdió en la música. Cuando llegó a su décimo quinto año, sintiéndose culpable por su falta de interés y orientación paterna, lord Margate organizó que Olivia estudiara en un internado en Londres. Escasos dos años más tarde, la había convocado a casa donde se sorprendió al descubrir que se había convertido en un recluso virtual. Aunque se había mostrado prometedora como una pianista clásica, Olivia había asumido la gestión de la casa de su padre y había puesto sus sueños detrás de ella. Después de tres años, la inquietud se había instalado en ella, todo el camino hasta sus huesos. Había temido que la vida pasara mientras cuidaba la casa de su padre y no tuviera vida propia. Hace unos dos meses, lord Margate había respondido a sus silenciosas preocupaciones cuando la llamó a su biblioteca.

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—Mi querida, he arreglado para que te cases. —Lo había mirado con creciente horror. Su padre nunca hacia las cosas a la ligera y una vez que se decidía por un curso de acción nada le hacía tambalearse. —No entiendo, padre, ¿se ha ofrecido alguien por mí? —Sí. Bueno, no exactamente ofrecido. Tu prometido es el hijo de tu padrino. —Él se apartó del escritorio, miró brevemente en dirección a ella, luego se levantó y empezó a caminar—. Sé que mi anuncio llega como una sorpresa para ti, pero es lo mejor. —Padre, ya nadie arregla matrimonios. —Ella estaba sentada con las manos apretadas sobre el regazo, la única señal externa de su angustia. Él la miró por un momento. —No te engañes. La mayoría de los matrimonios son arreglados. Tal vez no con un total desconocido, pero sin duda los casamientos realizados entre nuestra clase se hacen con un empujón de los padres. —El tuyo no lo fue —dijo en voz baja. Apartándose de ella, lord Margate se detuvo y miró por la ventana. —Sí, tienes razón, Olivia. Tu madre y yo tuvimos un matrimonio por amor. — Él la miró una vez más y suspiró—. Pero eso es raro. Muy raro. —No entiendo. ¿Por qué este hombre, un extraño para mí? ¿Y por qué ahora? Soltando el aliento, él sonrió. —Conozco al conde de Coventry bastante bien. Éramos muy cercanos hace tiempo, por lo cual es tu padrino. Incluso después de dejar Inglaterra, él y yo nos mandábamos cartas con regularidad. Conozco el tipo de hombre que es y el tipo de hombre que su hijo será. Él será amable y atento, y verá que estés bien cuidada. Tienes casi veintiuno, y necesitas a alguien para cuidar de ti, proveerte de hijos. Y necesitas volver a Inglaterra donde perteneces. —Tengo la sensación de que no me estás diciendo todo. ¿Por qué ahora? Lord Margate se sentó en la silla al lado de ella, y envolvió las manos frías de ella en las cálidas suyas. —Te hice un gran daño, al mantenerte lejos de tu hogar todos estos años. — Puso en alto su mano cuando ella fue a protestar—. No, escúchame. Debiste haber estado en Londres durante una Temporada, haber sido presentada a la Reina, y asistir a bailes y fiestas. He perdido el interés por todo cuando tu madre murió, por lo que no puedo decirte cuánto lo siento. Ahora ya es demasiado tarde. —Se levantó

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de nuevo y se fue a parar delante de la chimenea—. Los médicos me dicen que mis pulmones están en grave peligro de simplemente desgastarse. Ellos culpan a mis cigarros. —Él la miró, su mirada llena de amor—. Por mucho que me gustaría enviarte a Londres para hacer todas esas cosas, descansaría mucho más tranquilo si supiera que ya estas asentada con un marido y una casa propia.

Aparentemente a gusto con haber hecho arreglos para su única hija, dentro de un par de semanas su padre había decaído hasta un punto en que estaba completamente postrado en cama. Él se veía tan frágil mientras yacía sobre las almohadas, con el rostro tan blanco como donde descansaba la cabeza. Ella se había acercado a él cuando le había hacho un gesto para que se acercara. Había tratado de sentarse, pero ella había colocado una mano suave en su pecho para que no se moviera. Había agarrado su mano en la suya. —Te he engañado mucho más de lo que una joven dama debería serlo. Una vez que estés casada con el hijo del Conde, se espera que tomes tu lugar en la sociedad, y yo no quiero que pierdas ese importante primer año. —Se detuvo, tomando varias respiraciones superficiales—. Por favor, prométeme que no desperdiciaras ese año en luto. Ella tuvo que agacharse para escuchar su ronca voz. —Papá, por favor, no hablemos de esto. —Todo el terror que había sentido desde que se había enterado de su enfermedad y su futuro matrimonio se había apoderado de ella. Se había aferrado a su frágil mano, la única cosa sólida en los vientos de cambio que la abofeteaban. Él había palmeado su mano y había cerrado los ojos, la tensión de la conversación mostrándose en su rostro. En lugar de las dos semanas que había esperado tener con el fin de prepararse para su matrimonio, había tenido cuatro semanas para resolver todos los asuntos de su padre y transportar sus pertenencias a su nuevo hogar en Coventry. En el momento en que se había embarcado en su viaje, también había muerto el conde de Coventry. Había empezado el viaje a Inglaterra sintiéndose muy sola. Los dos hombres que habían planeado este matrimonio habían fallecido. Ella viajó a un lugar desconocido para casarse con un hombre desconocido. La bienvenida del personal en Coventry para Olivia le había alegrado. Cálido y acogedor, le habían recibido con los brazos abiertos. El nuevo Conde, sin embargo, no había estado en la residencia, y nadie tenía idea de cuándo esperarle.

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Antes de que se hubiera establecido, los abogados del viejo Conde habían llamado e informado que de acuerdo con los términos del testamento, el matrimonio necesitaba tener lugar dentro de los tres días de su llegada. Aturdida y confundida, ella había aceptado la fecha y hora que los abogados sugirieron. Sin tiempo para detenerse a pensar en su matrimonio, y el hombre al que estaría entregándose a sí misma por el resto de su vida, ella había asumido su lugar delante del vicario en la biblioteca de Coventry, aún vestida de un ligero luto. Excepto que no había habido ningún novio para unirse a ella. Hasta que un golpeteo había estallado en la puerta principal, y Jason Cavendish, el sexto conde de Coventry, había entrado tambaleante en la habitación, completamente borracho.

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4 Olivia dejó su pluma y leyó la carta que estaba componiendo a su mejor amiga. Lady Lansdowne había sido lady Elizabeth cuando habían estado en la escuela juntas en Londres. Un año mayor que Olivia, habían dejado la escuela al mismo tiempo. Olivia había respondido a la llamada de su padre a Italia. Elizabeth había vuelto a casa para prepararse para su temporada. La madre de Elizabeth había querido que esperara el año extra para que tuviera su presentación en sociedad con su prima. Después de un noviazgo, Elizabeth se había casado con el marqués de Lansdowne en una boda de cuento de hadas. Las amigas continuaron con la correspondencia, aunque Olivia había aplazado escribir esta carta en particular. Pero, razonó, si a alguien simpatizaría con su situación, sería Elizabeth. Olivia inclinó la cabeza, los ojos moviéndose de ida y vuelta al leer sus palabras.

Mi querida Elizabeth, Sin duda te sorprenderá saber que ahora estoy casada. El conde de Coventry y yo intercambiamos votos hace tres semanas. Él vio necesario volver a Londres poco después, así que estoy muy sola aquí, paseando alrededor de esta gran casa. Padre falleció poco antes de salir de Roma para mi matrimonio. Fueron sus pulmones, que creo que se olvidó de cuidarse. Nada parecía interesarle después de la muerte de mamá. Me mantengo ocupada. El jardinero me asegura que pronto se comenzará a preparar el terreno para las flores de primavera. Tengo muchos deseos de ver flores de colores una vez más. La cocinera y yo nos reunimos semanalmente para revisar el menú, que parece una tontería, ya que como sola, y nunca he tenido un gran apetito. Los mejores momentos son cuando visito a los inquilinos. Llevo panes y pasteles recién horneados a las familias, quienes están agradecidos por la atención. Los niños son tan adorables y me hacen anhelar uno propio. Encuentro al pueblo y sus casas cálidas y acogedores y siempre preguntan por el Conde. Espero que estes disponible para visitar pronto.

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Ahora tengo que ir a tomar el té. Me encantaría saber de ti y cómo la vida va en Londres. Cariñosamente, Olivia

Lady Lansdowne leyó la carta de nuevo, sus cejas fruncidas. Debía haber algún error. Seguramente lord Coventry no se había casado con su mejor amiga. ¿Por qué, el canalla, había estado en todas las fiestas y bailes que había asistido desde que llegó para la Temporada? Él no demostraba el comportamiento de un hombre casado. De hecho, lady Sheridan había estado sobre él anoche en el baile de presentación en sociedad de la más joven de las hijas de Darkin. Algo no estaba bien, y Elizabeth no podía sentarse y no ayudar a corregirlo. Olivia había sonado, por falta de una palabra mejor, perdida. Tan diferente de la mujer joven y vibrante que tan bien conocía. Elizabeth retiró rápidamente una hoja y comenzó a escribir.

Mi querida Olivia, Sorpresa no puedo comenzar a cubrir mi reacción a tus noticias. ¡Casada! ¡Y con el conde de Coventry! No mencionas lo que lo mantiene aquí en Londres, pero ahora debes hacer las maletas y unirte a nosotros. La temporada acaba de empezar, y habrá rutas y bailes y fiestas a las que debes asistir con nosotros. Mi querido pequeño Evan permanece en el campo con su nana. Su señoría quería que lo acompañara a Londres durante la sesión parlamentaria, y los dos sentíamos que el aire en Londres no sería bueno para los pequeños pulmones de Evan. Oh, deseo tanto que puedas ver lo adorable que es. Pero por otra parte supongo que todas las madres piensan así de sus hijos. No estoy segura de cómo es la casa de soltero en la ciudad de Coventry, pero Lansdowne ha abierto la nuestra, y tenemos un montón de espacio. Debes quedarte con nosotros. Será como si fuéramos niñas de la escuela juntas una vez más. Ten en cuenta que no voy a aceptar un no por respuesta. Te voy a esperar en un plazo de dos semanas. Por favor, Olivia, será muy divertido.

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Tengo muchas ganas de una larga charla. Tuya por siempre en amistad, Elizabeth

Olivia se estiró para agarrar la mano del conductor. Era difícil no mirar con la boca abierta cuando salió del carruaje. De muchas maneras se sentía como una niña otra vez, sin el conocimiento del mundo. Tal vez su padre había estado en lo cierto y debería haber experimentado una temporada en Londres. La casa de ciudad Lansdowne en Belgravia era exquisita. Dos columnas enmarcan una fachada de estuco pintado de color blanco con una puerta de entrada principal delantera en un marcado negro con una inusual cabeza de león. Toda la imagen fue una de elegancia y sofisticación. Un mayordomo abrió la puerta antes de que Olivia incluso hubiera llegado al primer escalon. Se inclinó ante ella mientras entraba. —Lady Coventry, ¿supongo? —Él estiró la mano para tomar su pelliza. —Sí. Gracias —murmuró distraídamente. Sus ojos estaban ocupados en el vestivulo de entrada, una elegante zona de dos veces el tamaño de la habitación que ella y Elizabeth había compartido en la escuela. —¡Olivia! —gritó Elizabeth mientras corría por las escaleras, con la mano hecha un puño en su vestido, dejando al descubierto zapatos de casa delicados y medias blancas. —Elizabeth —susurró Olivia, sus ojos llenándose de lágrimas. Ver a su amiga más querida liberó algo que no se había dado cuenta que no podría contener. Elizabeth representaba calidez, amor y seguridad. Ella encarnaba los sueños y fantasías de una mujer joven, una esperanza ingenua de un final de cuento de hadas. Las mujeres se abrazaron y lloraron cuando el mayordomo miró por encima de sus cabezas. Pronto se aclaró la garganta. —Mi Lady, tal vez le gustaría retirarse a la sala de la mañana donde el té se ha servido. —Oh, sí, Staunton, gracias. —Elizabeth secó las lágrimas de sus ojos. Con los brazos alrededor de la cintura de la otra, Olivia y Elizabeth procedieron a la sala de la mañana y se instalaron al lado de la otra en un sofá cómodo.

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Olivia miró a su anfitriona. En los pocos años transcurridos desde su boda, Elizabeth se había convertido en una hermosa Marquesa. Ya no es una colegiala, que llevaba el manto de la gracia y el refinamiento requerido de su posición, desde la parte superior de su cabeza rubia dorada hasta sus diminutos pies. Ahora los ojos azules de Elizabeth buscaron su cara con preocupación. —No puedo decirte lo bueno que es verte. —Sostuvo la delicada tetera amarilla de flores y vertió dos tazas humeantes de té. Olivia aceptó la copa y saboreó el líquido caliente. —Y yo no te puedo decir lo feliz que estoy de haber venido. Elizabeth parloteó sobre Londres, la Temporada, sus visitas a la modista, y los actos programados para la próxima semana. Olivia aprovechó la oportunidad para componerse a sí misma. Tan feliz como iba a estar aquí con su mejor amiga, sabía que llegaría el momento en que Elizabeth querría saber la historia completa, y no tenía intención de reservarse nada. Necesitaba desesperadamente hablar y obtener el asesoramiento con alguien. —Así que —dijo Elizabeth alegremente, tomando la mano de su amiga—. Dime cómo llegaste a estar casada con el conde de Coventry. Olivia abrió la boca para hablar y se echó a llorar. —Oh, querida —dijo Elizabeth. Se levantó, cerró la puerta de la habitación y volvió a sentarse al lado de Olivia, que estaba tomando aire en bocanadas en un intento de controlar los sollozos. Elizabeth le acarició la mano, dándole tiempo para recomponerse. —Debes de pensar que soy una completa tonta. —Olivia se limpió la nariz con el pañuelo de encaje blanco que recuperó de su bolsillo. —No sé qué pensar, querida. Estás muy pálida, y pareces haber perdido unos cuantos kilos. —Ella suspiró—. Me temo que estás a punto de decirme una historia triste. —Sí, me temo que mi historia es un tanto desagradable. —Tomando una respiración profunda, Olivia relato el acontecimiento de su matrimonio arreglado, la boda en sí, y cómo las cosas habían progresado desde allí; o no. Cuando terminó su historia, un enorme peso salió de encima de sus hombros. De hecho, tuvo el impulso más extraño de bailar alrededor de la habitación y tirar la cabeza hacia atrás riendo de una manera impropia en una dama. —Bueno. Una historia verdaderamente terrible. —Elizabeth la miró con simpatía—. Pero en este momento creo que deberías tener un buen baño caliente y

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descansar antes de la cena. Mi marido se unirá a nosotras esta noche, y no puedo esperar a que Grif te vea de nuevo. —Ella se levantó y llamó al timbre junto a la puerta—. Rose, por favor, asegurate de que lady Coventry esté asentada. La señora Deacon ha alistado la habitación azul. —Elizabeth tomó el brazo de Olivia y caminó con ella hasta el final de las escaleras—. Lady Coventry también requerirá un baño. —Sí, mi señora. Elizabeth llevó Olivia por las escaleras. —La cena es a las siete de la noche. Grif y yo estamos teniendo una noche en casa. Será bueno descansar hasta entonces. Vamos a estar ocupadas mañana. —Ella sonrió cálidamente. —¿Ocupadas? —dijo Olivia, sus cejas levantadas. —Vamos a hablar de ello en la cena, querida. Ahora ve a tomar tu baño y el descanso. Te veré más tarde. La sala que le habían asignado a Olivia estaba muy bien decorada en tonos azules pálidos y el mismo color violeta oscuro de sus ojos. A pesar de que fue a principios de abril, un vivo fuego ardía en la chimenea, llevándose el frío húmedo del aire. Rose bullía alrededor de la habitación, colgando los vestidos y trajes de Olivia mientras una corriente de doncellas cargaban cubos de agua caliente para la bañera establecida frente de la chimenea. El baño relajante se sintió maravilloso después del largo viaje. Sus músculos doloridos se relajaron y se sentía mejor de lo que lo había estado en mucho, mucho tiempo. Rose la ayudó a lavarse el cabello, luego la peinó frente al fuego. Después de que estuvo lo suficientemente seco, Olivia se metió en la suave cama y se quedó profundamente dormida.

—Es hora de prepararse para la cena, mi Lady. Olivia abrió los ojos para ver a Rose llevar uno de sus vestidos. Ella lo colocó cuidadosamente en la parte inferior de la cama, pasando su mano sobre la suave muselina melocotón. —Planché su vestido para usted, por lo que estará todo listo para la cena. Una vez que se meta en esto, tendré enseguida su cabello. He estado haciendo estilos a su señoría desde hace un tiempo y ella está contenta. —Gracias, eso estará bien, Rose.

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La siesta la había restaurado completamente, Olivia sintió un entusiasmo que había perdido durante semanas. Estaba finalmente aquí en Londres y quedándose con su mejor amiga. Esta visita era el antídoto que necesitaba para el aburrimiento que se había convertido su vida. No tenía idea de cómo iba a ir desde aquí, pero al menos optimismo era ahora parte de la resolución. Elizabeth; Olivia todavía no pensaba en su amiga como lady Lansdowne, y lord Lansdowne la esperaban mientras entraba en el salón. Un lugar encantador, color rosa y papel pintado a rayas verdes, y una alfombra de color verde claro. Su mirada de inmediato se instaló en una gran pintura que tenía que ser del orgullo y la alegría de Elizabeth, Evan. El retrato colgado sobre la chimenea en un lugar de honor. Los muebles de una cretona rica y damasco habían sido seleccionados obviamente para la comodidad, así como el estilo. Elizabeth ciertamente había puesto su marca en la habitación. —Mi Dios, te ves mucho mejor —dijo Elizabeth mientras se unió a ella en la puerta, poniendo su brazo alrededor de la cintura de Olivia y animándola a entrar a la habitación. —Gracias. Me siento mucho mejor así. Un hombre de aspecto alegre, de mejillas rojas y un poco rotundas, y sólo unos centímetros más alto que Olivia, se apartó de la mesa donde se sirvió bebidas. Lord Lansdowne se acercó a su esposa y le entregó una pequeña copa de jerez. Dirigiéndose a su marido, Elizabeth dijo: —Grif, estoy segura de que recuerdas a mi amiga más querida, lady Coventry. Asistió a nuestra boda. Se inclinó un poco y le besó la mano extendida. —Un placer renovar nuestra amistad, mi Lady. Elizabeth me ha entretenido durante bastante tiempo con cuentos de sus aventuras en la escuela. Lord Lansdowne miró a su esposa con adoración inconfundible. Una breve punzada de envidia inundó a Olivia, pronto seguido por la culpa. Elizabeth realmente merecía tal amor; ella sólo deseaba que tal estima pudiera ser la suya también. Una ceja se arqueó mientras Lord Lansdowne la estudió con atención. —¿Coventry, dice? —Sí, mi Lord. —Olivia bajó los ojos mientras hacía una reverencia.

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—Debe explicarme esto, mi Lady. He pasado un poco de tiempo con Coventry en los últimos tiempos, y no mencionó una bella esposa. Elizabeth puso la mano en la manga de lord Lansdowne. —Por el momento, Grif, no vamos a ahondar demasiado estrechamente en Coventry. Olivia está aquí para descansar y un poco de entretenimiento. Vamos a tener el resto de la historia como nuestro pequeño secreto por ahora. —Como quieras, querida. Mi Lady —se dirigió a Olivia—, ¿puedo servirle un vaso de jerez? —No, gracias, mi Lord. Elizabeth dio unas palmadas. —Oh, tenemos que parar con este asunto de “mi Lord”, “mi Lady”. Será “Olivia” y “Grif” si son tan amables. Grif inclinó la cabeza. —Como siempre, me inclino ante tus deseos, mi querida. Tengo el honor de acompañar a dos bellas damas a cenar. Sonriendo, Olivia y Elizabeth colocaron una mano en cada una de las mangas y el grupo se encaminó hacia el comedor. Olivia la pasó maravillosamente. Cenaron faisán asado, salmón a la parrilla, con una salsa sabrosa a base de hierbas, pequeñas patatas en mantequilla, y peras escalfadas en una salsa dulce. Varios lacayos vertieron el vino y velaron por todas sus necesidades. Grif demostró ser un anfitrión atento y divertido. Él hábilmente eludió cualquier referencia a Coventry y las mantuvo riendo con historias sobre caballeros de la alta sociedad, pero sólo las aptas para los oídos de las damas. —Querida, debemos estar temprano en Bond Street mañana para ir de compras. Elizabeth y Olivia se sentaron en el salón mientras Grif se había retirado a la biblioteca para disfrutar de su oporto. —¿Compras? —Los ojos de Olivia se movieron hacia su amiga. —Sí, se necesitas un nuevo guardarropa entero para la Temporada. Conozco a una modista fabulosa a quien le encantará vestirte. Olivia frunció el ceño. —Tenía la intención de tener varios vestidos formados antes de salir de Italia, pero con la muerte de mi padre y hacer frente a todo eso, nunca encontré el tiempo.

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Pero, me temo que no tengo dinero para gastar en ropa hasta que se liquiden las finanzas de mi padre. —No estoy de acuerdo, querida amiga. Eres lady Coventry con todos los recursos de su señoría. —También soy la muy desconocida y olvidada lady Coventry —dijo Olivia con ironía. —No importa. —Elizabeth agitó su mano en el aire—. Nosotros te facilitaremos un armario completo y las facturas que se las remitan a tu marido. — Ella vio la expresión de sorpresa de Olivia con una sonrisa. ¿Comprar un guardarropa completo y remitir las facturas directo a Coventry? Qué bonito sonaba. Toda su ropa se vio seriamente desactualizada ya que su vida social en Roma había sido inexistente con la propensión de su padre para el aislamiento. —¿Se me permite hacer eso? —susurró, por temor a los sirvientes oyendo. —Por supuesto. —Elizabeth saltó del sofá, con los ojos brillantes de humor— . Vamos a salir temprano, después del desayuno. Tenemos mucho que hacer. —Ella se agachó, puso a Olivia de pie y tomó su brazo. Se pasearon lentamente por las escaleras, Elizabeth delineando una vez más todas las cosas hermosas que comprarían y lo emocionada que la modista estaría de vestir a Olivia con su impresionante color y figura. Después de despedir a Rose, que la había ayudado a salir de su vestido y entrar en su camisón, Olivia se acurrucó en la cama caliente, pensando en todos los nuevos vestidos y accesorios que necesitaría como lady Coventry. Incluso más agradable fue la imagen que imaginó de la cara de su señoría cuando recibiera las facturas. Sonriendo, ella buscó la almohada y se preparó para una buena noche de sueño. Por primera vez en semanas que Olivia sintió el retroceder de las tinieblas. Estar con Elizabeth ya había hecho maravillas por ella. Ahora, armada con el título de lady Coventry, iba a visitar las mejores tiendas y equiparse a sí misma hasta verse quedar bien. Recurriendo a algo que no había hecho en años, lady Coventry se rió, el sonido transportado en el aire de la noche.

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5 —Mi Lady, se ve absolutamente divina. —Mademoiselle DuBois, una conocida modista de Londres, alagó mientras miraba a Olivia. El vestido de baile que ella había ayudado a su cliente a ponerse alardeaba de un bajo fondo de terciopelo azul profundo, cubierto con una sobrefalda de seda azul pálido, bordes de encaje y drapeado a un lado, que se sostenía con un pequeño broche. El corpiño escotado aferrado a sus generosos pechos y las pequeñas mangas bordeadas en una fina cinta de satén color crema cubría solamente la parte superior de los brazos. —Con el peinado corrector y las joyas estará impresionante. Madam tiene una tonalidad y forma de lo más hermosa. —La modista sacudió la parte trasera del vestido, expandiendo la ligera cola. Olivia se miró al espejo. Su reflejo presentaba el vestido más fino que hubiera visto alguna vez. El color azul oscuro destacaba la profundidad del color violeta de sus ojos. El rubor de la emoción trajo un tinte rosado a sus mejillas. Mademoiselle DuBois caminó a su alrededor, golpeteando su delgado dedo contra sus labios. —Sólo unas pocas modificaciones deben ser hechas, mi Lady. La mujer que ordenó este precioso traje sólo tenía cuatro o cinco centímetros más de altura que usted. Desde que ella me ha notificado que ya no quiere el vestido, es suyo. Si usted me da un poco de tiempo para fijar el dobladillo, lo entregaré en casa de lady Lansdowne esta noche con tiempo más que suficiente para su fiesta. —Eso es maravilloso, Madame —dijo Elizabeth—. No puedo decirle cuan emocionada estoy de que ya tuviera algo que se adapte tan bien a lady Coventry. — Ella agitó la mano—. Ahora quite rápidamente el vestido. Tenemos que darnos prisa para comprar todo lo demás. —¿Todo lo demás? —La voz de Olivia se levantó por la sorpresa. —Sí, por supuesto. Guantes, ropa interior, abanicos, adornos para el cabello. Elizabeth sonrió y entrelazó sus dedos como una joven debutante. Olivia había decidido disfrutar a fondo de su día de compras. Su falta de una vida social y el aislamiento impuesto por las preferencias de su padre no habían permitido por muchas razones consentirse comprando vestidos,

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zapatillas de baile, y las otras fruslerías a las que Elizabeth insistía en que debía tener. —Mi Lady, ¿Cuando le gustaría continuar con la selección de telas y patrones para sus otros vestidos? —La modista interrumpió los pensamientos de Olivia mientras le deslizaba la prenda sobre su cabeza. Olivia ladeó la cabeza, las cejas levantadas en dirección de Elizabeth. —Creo que mañana por la mañana. Lady Coventry necesita un guardarropa completo, pero sólo tenemos tiempo hoy para un traje para el baile de esta noche. ¿Digamos a las diez? —Esperaremos su llegada. —La modista inclinó la cabeza. —Esto es tan excitante. —Elizabeth atrajo a Olivia en un abrazo mientras se dirigían hacia las tiendas por toda la calle Bond Street que suministrarían a Olivia con el resto de su conjunto. Ellas pasaron el rato en Wood's, seleccionando zapatillas de baile, con la promesa de volver al día siguiente para ordenar hacer más calzados. Elizabeth insistió en que hicieran un viaje a Harding Howell & Co. por varias sombrillas, y finalmente una visita a John Arpthorp, Stay & Corset Maker, para reemplazar el corsé desgastado que Olivia poseía. El cansado par volvió a la casa señorial Lansdowne para bañarse y descansar antes del entretenimiento de la noche. El Baile de los Wilson-Henson, la primera vez que Olivia se encontraría cara a cara con su marido. Elizabeth le aseguró que Jason en efecto asistiría desde que Grif transmitiera esa información a ella después de hablar con Jason ese mismo día en el White's. Encontrarse con Lord Arrogante una vez más liberó mariposas en el estómago de Olivia. ¿Por la emoción o los nervios?

Después del lento avance por la larga fila extendiéndose por más de un kilometro y medio de la residencia Wilson-Henson, el carruaje de los Lansdowne alcanzó al lacayo esperando para asistir a los ocupantes. Después de bajarse, Olivia se volvió para observar la fila de elegantes landós y calesas mientras continuaban serpenteando hasta la entrada. Después de dejar a los pasajeros, los lacayos dirigían a los conductores a un área donde se mantendrían los carruajes hasta que los dueños los reclamaran para el viaje a casa. El Marqués le ofreció el brazo a su esposa, luego extendió el otro a Olivia. Con una mujer a cada lado, se dirigieron a la puerta. No queriendo alertar a Jason de su

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presencia hasta que ella tuviera la oportunidad de hablar con él en privado, Olivia le dio su nombre al criado que la anunció en las llegadas como lady Olivia Grant. El salón de baile brillaba con el parpadeo de las velas y el reflejo de cientos de piedras preciosas y diamantes de los cuellos, brazos y muñecas de las damas. Probablemente trescientas personas llenaban la sala, caballeros en sus elaborados chalecos y pañuelos atados expertamente. Olivia escaneó el salón de baile, en busca del alto y apuesto Conde que se había casado con ella, y luego se había largado, todo en menos de veinticuatro horas. El corazón le latía con rapidez cada vez que su mirada se posaba en la parte posterior de un bien constituido caballero de cabello oscuro. Después de haber perdido su propia temporada, Olivia se encontró fascinada por la alta sociedad. Ella nunca había visto tantas personas bien vestidas y adornadas en su vida. Las damas mostraban elaborados peinados con joyas y perlas por todas partes. Los níveos pañuelos intrincadamente atados de los hombres lucían alfileres con brillantes gemas y diamantes. Se sentía un poco mal vestida con el simple collar de perlas y los pequeños pendientes a juego de la colección de joyería de su madre. —Dejaré a las bellas damas para que provoquen envidia entre todas las otras mujeres. Voy a estar en la sala de juego, y volveré para reclamar el baile de la cena, mi amor. —Grif besó la mano de Elizabeth—. Y un baile para usted también, mi Lady. —Él asintió hacia Olivia, luego se fue. —Tus mejillas están sonrojadas. —Olivia sonrió a Elizabeth. —Lo sé, ¿no es tonto? Pero el hombre todavía puede volver papilla mis entrañas. Y sabes que no es muy apropiado para un marido el reclamar el vals de la cena con su esposa. Pero Grif nunca se ha preocupado por las convenciones. Ellas serpentearon en torno de la habitación. Los nervios de Olivia se apretaban mientras estudiaba cada rostro, tratando de no parecer obvia, pero siempre en busca de los penetrantes ojos azules que se habían apoderado de los suyos por un breve momento en su boda. Varios caballeros se dirigieron a ella y Elizabeth, en busca de una presentación. Elizabeth titubeó un poco al principio, y luego repitió la declaración de Olivia en la puerta, diciendo que su más querida amiga de la escuela, de visita por la Temporada, era lady Olivia Grant. Olivia pronto entró en el baile en una contradanza con un Barón de mediana edad, quien se mantuvo estudiándola a través de su monóculo. Habiendo pasado algo de tiempo desde que había bailado en absoluto, ella descubrió que concentrarse en los pasos tomaba toda su atención. No se dio cuenta

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que el conde de Coventry entraba en la sala con el marqués de Stafford a su lado hasta que el lacayo anunció sus nombres.

Los dos miembros notorios de la alta sociedad llamaban la atención sobre sí mismos con sólo entrar en una habitación. Ambos altos y guapos, con la confianza de machos depredadores al acecho, hacían que los corazones de las debutantes se aceleraran y a sus mamis acercarlas más hacia sí. Las madres de mentalidadcasamenteras amarían atrapar a uno de ellos como marido para su hija, pero eran lo suficiente precavidas para mantener a las inocentes a raya cuando los dos hombres estaban presentes. Jason cruzó sus brazos y se apoyó contra la pared, inspeccionando el salón. —Algunas caras nuevas esta noche —le dijo a Drake mientras sus ojos seguían vagando. Selena sostenía una conversación íntima con lord Wesley, quien estaba atento a cada palabra de ella. Tal vez ya había encontrado el próximo ocupante de su muy activa cama. —No es que debería importarte, viejo. ¿Recuerdas que eres casado? —Drake gesticuló hacia un lacayo para que le trajera una copa de champán. —No empieces, Drake. —Los ojos de Jason centellaron—. Ya te he dicho que el tema de mi matrimonio no está para discusión. Drake resopló su opinión y se bebió el champán de un trago. —¿Quién es la encantadora señorita bailando con Ware? —Los ojos de Jason se estrecharon mientras se apartaba de la pared. El barón Ware no era muy querido por la alta sociedad, pero tolerado debido a su conexión con el Príncipe Regente. Ahora el rostro rojo y robusto del Barón prácticamente babeaba por el corpiño de una bella mujer de cabello oscuro en un precioso vestido azul profundo. —No lo sé. Nunca vi a esa chiquilla antes. —Drake frunció el ceño. —Otra nueva debutante en buscan de un marido, sin duda. Jason la estudió por un tiempo. Algo en ella le resultaba vagamente familiar, pero dudaba que se hubieran encontrado alguna vez. Blanca piel de porcelana contrastaba con un delicioso rubor en sus mejillas lo cual atraía su interés. Su rizado cabello negro se situaba en un nudo flojo en la parte superior de la cabeza y una delgada cinta de terciopelo lo rodeaba. Rizos tenues colgaban de las sienes y el cuello. Pero la sonrisa. Cada vez que miraba a su compañero y sonreía, Jason sentía que su entrepierna se contraía. Le encantaría ver esa sonrisa otorgada a él. Y labios

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diseñados para besar creaban una intrigante sonrisa, de color rojo oscuro, y carnosos. Cuando el baile terminó Jason continuó estudiándola mientras el barón Ware la acompañó de vuelta hacia lady Lansdowne. Se inclinó sobre su mano y se fue. ¿Así que la belleza era una conocida de lady Lansdowne? Hmm. Es hora de renovar su asociación con la linda Elizabeth. —¿A dónde vas? —preguntó Drake, cuando Jason comenzó a cruzar el salón de baile, con la atención clavada en lady Lansdowne y su acompañante. —A ninguna parte en particular. Sólo voy a circular un poco. ¿No es hora para tu baile con la señorita Ingram? —Lanzó por encima del hombro. —Sí, de hecho lo es. Mantente alejado de los problemas, Jas. Con un gesto de desden ante el comentario de Drake, Jason se abrió camino a través de la multitud reuniéndose para el próximo baile. Él sonrió cuando notó que la belleza no parecía tener un compañero para este baile.

Los ojos de Olivia se abrieron como platos cuando vio un hombre alto, de cabello oscuro atravesando la habitación en su dirección —¿Ese es él? Maldición, con todo el mundo moviéndose, no estoy segura. — Ella tomó la mano de Elizabeth—. Creo que él se dirige hacia nosotras. —Sí. Ese es lord Coventry. Cálmate, Olivia. Recuerda él es el que está equivocado, no tu. Olivia estaba segura que todo el salón de baile podía escuchar su corazón golpeteando. Ella se agarró las heladas manos, tratando de detener el temblor. Santo Cielos, me voy a desmayar como una delicada debutante aquí justo a sus pies. —¿Qué debo decirle? —Olivia se mordió el labio. —Él se está acercando, deja que él hable. Tal vez conseguirás una disculpa. —Lady Lansdowne, luce encantadora como siempre. —Jason tomó la mano de Elizabeth y la besó—. ¿Y quién, dígame, es su hermosa acompañante? —Se volvió y miró directamente a los ojos de Olivia. La boca de Elizabeth cayó colgando mientras miraba de ida y vuelta entre Jason y Olivia. —Lord Coventry, seguramente conoce a lady… —Olivia Grant, mi Lord —susurró Olivia, con la boca seca.

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Jason se inclinó, tomando su mano y la besó. —Conde de Coventry a su servicio, mi Lady. Él frunció el ceño mientras su mirada se deslizaba hacia un lado y al otro entre las dos mujeres. Olivia echaba vistazos hacia Elizabeth quien fulminaba con la mirada a Jason, sus labios se apretaban en una línea firme. —Mi Lady, ¿puedo solicitar el placer de este baile? —dijo Jason antes de soltar la mano de Olivia. No pudiendo encontrar su voz, ella se limitó a asentir y lanzó una mirada de pánico hacia Elizabeth, antes de aceptar el brazo de Jason. ¡Él ni siquiera se acuerda de mí! Todo este tiempo he estado temiendo este encuentro y el idiota no tiene idea de quién soy. Pero cuando él la estudiaba con esos penetrantes ojos azules, ella se estremecía por dentro. Abandonarla era bastante malo, pero que ni siquiera la reconociera era lo más mortificante. Menos mal que sólo Elizabeth conocía la historia y había sido testigo del intercambio. ¿Qué me hizo darle a él, de todas las personas, mi nombre de soltera? Las palabras habían salido en un estallido de su boca sin siquiera pensar. Ahora que estaba hecho ella continuaría. Si sólo él pudiera dejar de mirarla de una manera que hacía difícil conseguir una respiración completa. Jason hizo comentarios generales cuando la danza los juntó. Todavía incapaz de formar dos palabras, Olivia se limitó a sonreír o asentir a sus comentarios. Así que esta es la forma en que mi marido luce sobrio. Devastadoramente guapo le vino a la mente. Su fuerte mandíbula y labios carnosos con una leve cicatriz en la esquina superior derecha de su boca que le daba un aspecto peligroso. Era bastante malo cuando sonreía. Pero cuando él mostró una rápida irresistiblemente devastadora sonrisa y la contemplaba con esos ojos azules como si fuera a comérsela, su aire pareció cortarse. Espera un minuto. Él se cree casado, sin embargo, ¿está coqueteando conmigo? La ira y la humillación se apoderaron de ella como una ola golpeando un pequeño barco y su palma picaba por quitarle de una abofetear la sonrisa cautivadora de la cara. ¡Que descaro del hombre! Finalmente, el baile terminó y Jason levantó la mano de ella y la puso sobre su brazo.

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—Se ve un poco acalorada, ¿tal vez una copa de champán o limonada, lady Olivia? Una vez más, Olivia sólo inclinó su cabeza. Sólo que ahora, la rabia, no el pánico, ahogaba su voz. Pasearon a la mesa de los refrigerios, Jason asintiendo hacia varias personas que pasaban. Le encontró un asiento y le entregó una copa de champán frío, incluso antes de que ella se diera cuenta de que la había dejado. —Desde que no la he visto antes de esta noche, asumo que, ¿este baile es su primera aparición de la Temporada, mi Lady? —Se instaló en el asiento frente a ella. —Sí, lo es. Acabo de llegar del campo. —Apretó los labios molesta ante la falta de aliento de su voz. Sus mejillas se calentaron mientras la ira continuaba recorriéndola. Colocó cuidadosamente la copa de champán en la mesa para contenerse de lanzar el contenido en su rostro. —El nombre de Grant suena algo familiar para mí. —Jason le señaló al lacayo para otra copa de champán. ¿Eso crees? —¿Es posible que conozca a su familia? —Mis padres han fallecido. Pero no habíamos vivido en Inglaterra desde hace bastante tiempo. —En cualquier caso, estoy seguro de que todo Londres esta ciertamente agradecido que haya hecho el viaje desde el campo. ¿Usted se queda con lady Lansdowne? —Él continuó mirándola con esos ojos, pero su ira la mantuvo inmune a su encanto. —Sí, soy su huésped. —Ella tuvo que alejarse del Lord Arrogante antes de hacer algo para avergonzar a Elizabeth, o algo que ella seguramente lamentaría. Jason tomó un sorbo de champán y la observó por encima del borde del vaso. —¿Monta usted? —Sí. —Ella le dio una sonrisa tensa y añadió—: Montar a caballo es más o menos nuestro único entretenimiento en el campo. —Tal vez quiera unirse a mí una mañana. Monto todos los días. Olivia entró en pánico. Ya era bastante malo estar tan cerca de él en una habitación llena de gente, pero un paseo solamente ellos dos estaba fuera de cuestión. Aunque las visiones de su cabeza golpeando en una rama baja, y su

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aristocrático trasero aterrizando en el barro trajeron una sonrisa placentera a sus labios. —Desafortunadamente, mi Lord, no he traído ninguna ropa de montar conmigo. —Ella levantó la barbilla, lista para despedirlo y volver con Elizabeth. —Bueno, aquí es donde usted consigue su salida. —Un hombre alto y guapo, rubio contra la tonalidad oscura de Jason, los sobresaltó a ambos. Él golpeó a Jason en la espalda y miró fijamente a Olivia—. ¿Puedo tener el placer de ser dado a conocer a esta hermosa dama? Tanto Olivia como Jason se levantaron. —Lady Olivia, permítame presentarle a lord Stafford. Él se inclinó sobre la mano de Olivia. —A su servicio. Olivia sonrió hacia Stafford y se volvió hacia Jason. —Me gustaría volver con lady Lansdowne mi Lord, pero me temo que no recuerdo en qué dirección encontrarla. —Como desee. —Jason sostuvo su codo, y la ayudó a cruzar la multitud, lord Stafford justo detrás. Olivia dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio a Elizabeth escaneando ansiosamente la multitud. —Lady Lansdowne, un placer como siempre. —Stafford se inclinó ante ella. Elizabeth le devolvió la sonrisa y presentó su mano para su beso. —Olivia, ¿estás bien? Te ves un poco sonrojada. —Su amiga la miró con preocupación. Olivia no creía que volvería a sentirse bien de nuevo después de la humillación de esta noche. Si no hubiera sido impropio de una dama, ella liberaría a un lacayo que pasara de su bandeja bacía y la plantaría contra la cabeza de Lord Arrogante. Déjalo que consiga lo que se merece. —De hecho, me siento un poco mareada. ¿Te importaría mucho si nos fuéramos? Me temo que aún no estoy acostumbrada a las multitudes. —Ella agarró el brazo de Elizabeth. Elizabeth dio unas palmaditas en su mano. —No, en absoluto, haré que Grif pida el carruaje. —Lamento que no se sienta bien, mi Lady. —Jason se inclinó ante ella.

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—No es nada. Quizá con el tiempo me acostumbraré a Londres. Elizabeth asintió hacia los dos caballeros e hicieron su salida. —Elizabeth creo que me voy a desmayar. —Olivia jadeó mientras agarraba el antebrazo de Elizabeth. —No, no lo harás —le devolvió ella—. Simplemente sigue poniendo un pie delante del otro. La verdad sea dicha, Olivia no estaba acostumbrada a las multitudes de Londres. O de cualquier otro lugar para el caso. Después de haber pasado una vida tranquila y contemplativa con su padre, los olores y el calor de la sala de baile la sofocaban, dándole una sensación de no tener suficiente aire para respirar. ¿Cómo, en nombre del Cielo, estas personas manejan este tipo de eventos todo el tiempo? En este momento ella anhelaba el confort y la tranquilidad de su habitación en Lansdowne House, un fuego, una taza de té, y su camisón favorito. Las dos mujeres se abrieron paso entre la multitud hacia el pasillo de entrada. Elizabeth se dirigió a un lacayo estacionado en la puerta. —¿Encontraría por favor un asiento para lady Olivia mientras localizo a mi marido? Y por favor, haga traer el carruaje de lord Lansdowne de inmediato. El joven lacayo proporcionó rápidamente una silla y Olivia se dejó caer en ella. ¿Qué, en nombre del cielo, voy a hacer ahora? ¿Coventry quiere que le acompañe en un paseo a caballo? Apenas cinco minutos después, Elizabeth regresó, Grif justo detrás. Los abrigos de las mujeres fueron entregados, los tres bajaron las escaleras, Grif solícitamente sosteniendo firmemente a una Olivia ahora inestable. —Lo siento mucho por interrumpir su noche mi Lord. Estoy segura de que puedo asegurarme de llegar a casa, y ustedes pueden volver a sus entretenimientos. —Tonterías. —Grif golpeó el techo del carruaje y empezaron a avanzar—. Elizabeth te dirá que prefiero relajarme en mi cómodo sillón frente al fuego en mi biblioteca, con mi esposa a mi lado, que asistir a un baile. —Él se rió entre dientes y apretó la mano de Elizabeth. Olivia se echó hacia atrás y cerró los ojos. Los ocupantes del vehículo se mantuvieron en silencio durante el resto del viaje. Al enfrentar a Jason de nuevo, nunca se le había ocurrido que él ni siquiera se acordara de ella. De hecho había estado muy borracho en su boda, y ella había oído que tales condiciones podrían provocar pérdida de la memoria, pero, ¿olvidar por completo a la mujer con la que se casó? ¡Oh, que indignidad!

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El corazón le latía con fuerza al pensar en lo que iba a hacer ahora. Olivia no había planeado más allá de su primer encuentro real, donde ella desahogaría su ira justa, entonces posiblemente podrían llegar a algún tipo de acuerdo aceptable para beneficio de ambos. Pero la ignorancia de su identidad la dejó perpleja y enojada. Y un poco herida. —Creo que me gustaría ir a mi habitación. Ha sido un largo día. Olivia se estremeció con el dolor en su cabeza al entrar en la casa. El mayordomo le quitó el abrigo, y ella pasó sus palmas sobre su carne helada, tratando desesperadamente de entrar en calor. Pero sabía que el frío venia de una parte de ella que probablemente nunca estaría cálida de nuevo. La parte que quería desesperadamente ser amada y apreciada. —Ciertamente querida mía, hablaremos en la mañana. —Elizabeth le rozó la mejilla, luego suspiró cuando Olivia se apresuró escaleras arriba.

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6 Elizabeth arrastró a su marido a la biblioteca, donde él se sirvió una copa de coñac. Levantó la botella de jerez y enarcó las cejas. —No, gracias. Él tironeó de su corbata y la liberó de su cuello con un suspiro. —Por fin, ¿quieres ahora decirme qué diablos está pasando? ¿Cuándo se casó Coventry, y por qué en nombre del cielo, su esposa está ocupando una de mis habitaciones? Elizabeth relató una breve sinopsis de la triste historia de Olivia. —¡Maldito sea el hombre! —se quejó Grif—. ¿Cómo pudo ser tan insensible con los sentimientos de la mujer? —Se quitó la chaqueta antes de unirse a su esposa cuando se apoyó en el sofá. Recostándose, apoyó su pie sobre la rodilla opuesta. —Ciertamente. —Elizabeth negó con la cabeza—. No se parece al Coventry que conocemos. Él siempre ha tenido una reputación de libertino, pero nunca he visto, ni oído, que él trate a una dama con una actitud tan arrogante. ¡Y a su propia esposa! —Tal vez debería hablar con él. —Grif estudió el líquido marrón mientras este giraba en la copa en su mano—. Lady Coventry está bajo mi techo, así que siento un sentido de responsabilidad hacia ella ya que no hay pariente masculino que hable en su nombre. —No, no lo creo. Vamos a ver qué dice Olivia en la mañana. Debe haber tenido una razón para no revelarse a sí misma esta noche. —Elizabeth se quedó mirando un punto en la alfombra, mordisqueando su labio inferior—. Pero tendremos un poco de venganza. —Se volvió hacia su marido, sonriendo—. Hemos comprado y seguiremos comprando un nuevo guardarropa completo. ¡Espera a que Coventry vea las cuentas! Eso debería hacer que se enderece y preste atención. —Se rió. Grif colocó su copa sobre la mesa de mármol junto a él y tomó las manos de Elizabeth en las suyas.

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—Y tú, querida, has captado mi atención con tu belleza. ¿Vamos a hacer uso del tiempo que se nos ha dado por retirarnos antes de tiempo? —Sus cejas se levantaron. El calor inundó el rostro de Elizabeth mientras contemplaba la mirada en los ojos de su marido. El deseo se desató cuando él enmarcó su rostro con su mano y la acercó. Eran una pareja casada con un niño, sin embargo, sus atenciones continuaban debilitándole las rodillas y liberando mariposas en sus partes bajas. —Oh, sí —suspiró antes de que tomara posesión de su boca.

Olivia permitió que Elizabeth la arrastrara de tienda en tienda en Bond Street a la mañana siguiente. Ella sonrió mientras su amiga alegremente informaba a la tendera que entregara todas las facturas a lord Coventry. Mademoiselle DuBois hizo una reverencia y se agitó tan pronto como entraron en la tienda. En una hora, telas de todos los colores y textura cubrían la habitación. Elizabeth, Olivia, y la modista hablaron sobre patrones y fotos. Las chicas de la tienda y las costureras se apresuraron a ir de un lado a otro con nuevas telas, nuevos patrones. Olivia se estremeció cuando fue pinchada con pasadores y su cuerpo medido una y otra vez. Pero ese dolor era menor en comparación con el dolor del encuentro de la noche anterior con Jason. ¿Era realmente alguien de tan poco valor? —¿Estás segura de que podemos hacer esto? —Olivia se inclinó para susurrarle al oído de Elizabeth cuando dejaron a Mademoiselle sonriendo alegremente con el guardarropa enorme que Olivia le acababa de encargarle para que cosiera. —Podemos y lo haremos. Eres lady Coventry y es una desgracia que hayas quedado sin recursos después de tu boda —Elizabeth bufó, mientras tiraba de ella hacia otra tienda. —Eso no es exactamente cierto. —Olivia se detuvo, la ventana de la modista capturando su atención por un sombrero de color verde pálido precioso, con una bonita pluma curvándose desde el borde—. El Sr. Meyer, el abogado de Jason, me envió una carta mientras estaba en Coventry y declaró que tenía uso de los fondos de lord Coventry para mis propósitos si así lo deseaba. —Ves, ahí lo tienes. Se te ha dado permiso, así que disfruta de ello. — Elizabeth se volvió para mirar lo que había hipnotizado a Olivia, y se quedó sin

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aliento—. Oh, qué sombrero más impresionante. Debes probártelo. Quedaría perfecto con tu nuevo traje de montar. Olivia se concedió a sí misma probarse varios sombreros más, y luego fueron a más tiendas a medida que avanzaba el día. Era una tontería sentirse culpable por todo el dinero que gastó, y calmó su conciencia intranquila asegurándose a sí misma que lord Coventry ciertamente podría permitírselo. Pero de alguna manera no pudo evitar las dudas insignificantes y la consternación al comprar tanto y, a continuación, cargárselo a un hombre que nunca había deseado una esposa. De hecho, ni siquiera la recordaba. —Creo que nos merecemos un helado en Gunter —dijo Elizabeth cuando salieron de la pequeña tienda en la que habían comprado los guantes de seda de color crema y los de satén blanco, largos hasta el codo. —Sí, por favor, querida, mis pies han tenido suficiente. Gunter tenía una pequeña multitud, pero fueron capaces de conseguir asientos cerca de la ventana. Olivia suspiró mientras se sentaba, se quitó sus zapatos, y se inclinó para frotar su talón. Seguro y verdaderamente poco femenino, pero se sentía tan bien. —Buenas tardes, señoras. ¿Supongo que han estado visitando las tiendas? — Lord Coventry se inclinó ligeramente y sonrió con sus labios sensuales a las dos mujeres que disfrutaban de sus helados. El corazón de Olivia bajó a su estómago. El helado que saboreaba se volvió cenizas en su boca y ella lo apartó. —Sí, lo hemos hecho. De hecho, lady Olivia ha estado pasando un tiempo maravilloso visitando las tiendas y sustituyendo prácticamente la totalidad de su guardarropa. —Elizabeth sonrió brillantemente a Jason. Olivia dejó la cuchara, sus ojos escaneando la habitación, desesperada por una vía de escape. —Ciertamente, ¿lo ha hecho, lady Olivia? —La miró con una sonrisa de infarto—. Espero que hoy se sientas mejor. —Sí, estoy bien —espetó ella. Su sonrisa vaciló, pero recuperándose rápidamente, dijo: —Estaba en camino a una cita cuando las vi a través de la ventana y tuve que parar a saludarlas. —Siempre es un placer. —Elizabeth le dio una sonrisa tensa.

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Olivia asintió. —Ladies. —Jason hizo una reverencia una vez más y se despidió. Olivia soltó un enorme suspiro. —Elizabeth, ¿qué voy a hacer sobre esto? Pasé la mayor parte de la noche dando vueltas. Me imaginé todo tipo de reacciones de él cuando nos encontráramos, pero nunca esperé que fuera completa ignorancia. Elizabeth la consideró por un momento. —Realmente no sé qué decir. Mi sugerencia es dejar que las cosas fluyan como están y veas qué pasa. Un día lord Coventry va a tener que ponerse de acuerdo con el hecho de que abandonó una esposa que piensa está escondida en el campo. Olivia suspiró y miró por la ventana a las mujeres de la alta sociedad que pasaban por allí, elegantemente vestidas, enjoyadas, empolvadas, y seguidas de criadas que luchaban con los paquetes. Pertenecían a este mundo de la sociedad londinense. ¿Dónde en el mundo pertenezco yo?

¿En qué estaba pensando, al entrar en Gunter para hablar con lady Olivia? Jason se reprendió a sí mismo mientras se alejaba caminando del Salón de Té de James Gunter. El problema era que no había estado pensando. No con su cerebro, de todos modos. Su atracción por la dama era demasiado peligrosa. A pesar de que le había contestado bruscamente a Drake cuando le recordó de su estado civil, su amigo tenía razón y Jason debería permanecer lejos de ella. Al menos hasta que llegara a un acuerdo con qué hacer con la mujer escondida en Coventry Manor. La esposa que nunca se había llevado a la cama. La idea de una anulación había levantado la cabeza más de un par de veces desde la desastrosa mañana de su boda. Ahora que se había calmado, tal vez debería hacer un viaje a Coventry Manor y descubrir cómo se sentía lady Coventry sobre poner fin a esta farsa de matrimonio. Seguramente sería susceptible a la idea. Aparte de sus votos de matrimonio, no habían hablado dos palabras el uno al otro, y a estas alturas ella debía de darse cuenta de que se había casado con un canalla. Como nadie sabía del arreglo, podrían buscar una discreta anulación. Él haría lo caballeroso y la acomodaría con todo lo que quisiera, donde quisiera, y ellos serían libres.

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Él sería libre para explorar su atracción por la deliciosa lady Olivia. Maldijo ante la ironía. Después de años de amenazas de su padre, había encontrado por fin a la mujer que podía imaginar cómo su Condesa. Demasiado tarde, gracias a las maquinaciones del viejo Conde. —Quiero que investigues algo por mí. —Jason se recostó en la silla grande de cuero detrás de su escritorio mientras contemplaba el joven Sr. Meyer. A pesar de que el abogado estaba bien entrado en los cincuenta, Milton Meyer siempre sería conocido como el "joven" Sr. Meyer, en deferencia a su padre. David Meyer, fundador de la empresa, pasó a su recompensa eterna unos treinta años antes. —¿Cómo puedo ser de ayuda? —respondió el hombre. —Me gustaría saber la posibilidad de obtener una anulación discreta de lady Coventry. El abogado lo miró con el ceño fruncido en silencio. —Mi Lord, tendría que revisar la voluntad de su difunto padre. No me acuerdo de improviso si había alguna contingencia colocada en el matrimonio. El Conde hizo de esa determinada disposición un tanto apresurada; en contra de mi consejo, debo añadir. —Se aclaró la garganta brevemente—. Sin embargo, ya que el Parlamento aprobó la Ley de Hardwicke, es muy difícil obtener una anulación. La excusa habitual de la no consumación sólo es aceptable si —bajó la voz—, el caballero no está en condiciones de ejercer sus funciones conyugales. Jason abrió y cerró la boca un par de veces antes de sacudir la cabeza. —Eso nunca servirá. El abogado asintió. —No tenía ninguna razón para creer que lo haría, mi Lord. —Él se quitó las gafas y las froté con concentración—. Sin embargo, hay una cláusula que establece que si usted no estaba en su sano juicio cuando dijo sus votos, esa condición podría ser motivo de anulación. —Estás diciendo que si sostengo que estoy loco, ¿me podrían conceder una anulación? —preguntó Jason sin rastro de humor. —No, mi Lord —añadió apresuradamente el Sr. Meyer—. Pero ya que su señoría no estaba, digamos, completamente sobrio cuando se dijeron los votos, eso podría llevar a conseguir una anulación. Pero, en cualquier caso, habría que investigar si hubo condiciones impuestas en el matrimonio a lady Coventry a través de los términos del testamento.

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Jason se sentó por un rato, mirando fijamente a lo lejos, luego cerró los ojos para presionar sus dedos contra ellos. —Ve lo que puedas averiguar y mantenme al corriente. Cuando Jason se movió para despachar al hombre, el abogado continuó. —Una cosa más, mi Lord. He estado en contacto con Coventry Manor desde su ah; boda, y me ha resultado de lo más peculiar que lady Coventry no haya solicitado fondos en todo el tiempo que ha estado allí. Jason frunció el ceño y se volvió a recostar. —¿Nada de fondos? —Nada, mi señor. —Él negó con la cabeza. ¿Una mujer que no tenía necesidad de fondos? ¿Quién era esta extraña mujer que su padre le había endilgado? —¿Ella tenía fondos propios que fueron transferidos desde Italia? —No que yo sea consciente. Aunque, de hecho es muy posible que conservara a sus propios abogados para hacerlo en su nombre. Me parece extraño que no haya pedido nada. Es algo de lo más raro en una novia reciente. —Miró fijamente a Jason, sus gafas haciendo que sus ojos grandes y perturbadores. —Sí, es un misterio. Gracias por hacérmelo saber. El abogado asintió y se fue. ¿Qué demonios estaba pasando con la mujer apostada en Coventry? Seguía siendo difícil pensar en ella como su esposa. Varias horas más tarde Jason entró en White y vio a Drake, a quien había estado buscando durante casi toda la noche. El Marqués se había establecido cómodamente en una silla sustancial, con sus largas piernas estiradas delante de él, y sus tobillos cruzados. Hizo girar el líquido ámbar en una copa de cristal tallado y sonrió perezosamente a su amigo. —Me pregunté en dónde te habías metido. —Jason se sentó frente a él e hizo señas al lacayo para que le trajera una bebida. —He estado aquí sólo una hora o algo así. Pasé la mejor parte de la noche esquivando a las mamás con el matrimonio en mente en el baile de los Onslow. —No puedo decir que lamento habérmelo perdido. —Jason se echó hacia atrás y aceptó una copa del lacayo. Se quedó mirando hacia la chimenea, pensando en su conversación anterior con el abogado. Drake estudió el comportamiento de su amigo.

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—En efecto, puesto que ya estás con las piernas encadenadas. —Cuando Jason no respondió a su broma, dijo—: ¿Por qué luces tan sombrío? Jason estudió el líquido en su copa por un minuto antes de contestar. —Mandé a buscar a mi abogado hoy. —¿Y? Jason bebió un buen trago y miró a Drake. —Le pedí que investigara la posibilidad de una anulación. Drake no contestó, pero siguió mirándolo, dándole tiempo para ordenar sus pensamientos. Jason dejó el vaso, y cerrando los ojos, giró el cuello. —No sé qué hacer. Siento una inmensa culpabilidad hacia la mujer, pero luego la ira aleja la culpa, porque yo ni siquiera debería estar en esta maldita posición. —Tampoco ella. ¿Por qué no le das a la chiquilla una oportunidad? Ve a Coventry, habla con ella. Puede resultar que te agrade. Incluso podrían congeniar. Jason se pasó los dedos por el cabello e hizo una mueca. —Has dado con el problema. No siento como si ella fuera a estar demasiado ansiosa por darme a mí una oportunidad. Si no me odia a estas alturas, es que le ocurre algo. —Suspiró—. Y luego está la encantadora lady Olivia siempre provocándome en el fondo de mi mente. —Olvídate de ella, viejo. Ella es inocente, y nadie con quien deberías coquetear. —¿No crees que lo sé? —dijo con brusquedad Jason—. He estado tratando de evitarla. ¿Supongo que estaba esta noche en lo de Onslow? —Sí. —Los ojos de Drake brillaron con alegría contenida—. Rodeada de jóvenes machos, todos compitiendo por un puesto. La señora tenía un compañero para cada baile. La mandíbula de Jason se tensó y apretó sus manos en puños. La idea de lady Olivia en los brazos de otro hombre le daba ganas de golpear algo. Él sacudió la cabeza con asombro, al nunca haber tenido esa reacción por una mujer anteriormente. Mejor contrólate a ti mismo. Tienes una esposa con la que lidiar primero.

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—Y una cosa extraña. —Jason se inclinó hacia delante—. Mi abogado me dice que lady Coventry no ha solicitado ningún fondo en todo el tiempo que ha estado en la residencia. La ceja izquierda de Drake subió una fracción. —¿Ella no pidió nada? —Nada. —Mmm. Tal vez no deberías ser tan rápido en librarte de una esposa que requiere tan poco. —Sonrió. —Lo digo en serio. Algo no parece estar bien. —Estoy de acuerdo. Deberías ver el fajo de facturas que llegan diariamente a la mesa del escritorio de mi padre para los vestidos, zapatos y chucherías de mis hermanas. Jason sonrió ante la visión de Su Gracia enterrado bajo un mar de demandas por el pago de los comerciantes de la ciudad. —¿Puedo sugerir algo? —Drake se levantó. Jason lo miró. —¿Qué sería? —Haz un viaje a Coventry. Habla con la mujer. Si es una anulación lo que deseas, tal vez ella estará tan ansiosa de deshacerse de un marido ausente como tú lo estarás de librarte de una esposa no deseada. Jason se frotó la nuca. —Parece que es lo único que puedo hacer. También es hora de que me reúna con mi administrador de la finca de todos modos.

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7 La lluvia caía en torrentes mientras el carruaje llegaba a la cima de la colina, luego recorrió la distancia hasta la entrada principal de Coventry Manor. Malcolm abrió la puerta antes de que Jason se hubiera bajado de su carruaje. Bajó apresuradamente las escaleras, sosteniendo un paraguas. —Buenos días, mi Lord. Jason asintió. —Es bueno estar en casa. —Se apresuraron, acurrucados bajo el paraguas hasta el vestíbulo. Jason entregó sus guantes y sombrero al mayordomo, quien luego lo ayudó con su abrigo mojado. —Por favor, infórmele a lady Coventry que he llegado y la espero en la biblioteca. —Él habló sobre su hombro mientras comenzaba a recorrer el pasillo. Jason se detuvo ante el rápido arrastre de respiración de Malcolm. —Lo siento, mi Lord, pero lady Coventry no está en casa. —¿No está en casa? —Jason se volvió, sus cejas subiendo. ¿Dónde podría estar, en este tiempo terrible, y sin conocer a nadie? Quería terminar con esta conversación lo más rápido y menos doloroso posible. —¿Cuándo se le esperaba? La confusión marcó la cara del hombre. —Mi Lord, no estoy seguro. Es, quiero decir… Jason nunca había visto a este antiguo miembro del personal de Coventry tan nervioso. —¿Qué pasa, hombre? —replicó con impaciencia. —Bueno, mi Lord, lady Coventry no ha estado en la residencia desde hace bastante tiempo. La mandíbula de Jason cayó, sus cejas se fruncieron en confusión. —¿Cuándo se fue? ¿Dónde se fue? —Lo siento, mi Lord, pero no estoy muy seguro de a donde se fue su señoría.

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—¿No está seguro de dónde fue? ¿Quieres decir que ella simplemente zarpó de la casa un día, para no volver jamás, y no pensó en notificarme? Sus ojos se ampliaron. Malcolm se irguió, obviamente irritado por haber sido interrogado sobre el desempeño de sus funciones. —Mi Lord, lady Coventry hizo que Evelyn, la doncella de arriba, empacara sus pertenencias y luego partió a Londres. Sin embargo, ella no me mencionó directamente a mí en que parte de Londres tenía la intención de ir, y yo supuse, equivocadamente al parecer, que planeaba viajar hasta su casa señorial. —Ella no fue a Coventry House, a no ser que la pasáramos en la carretera. ¿Cuándo se fue su señoría? —Hace más de tres semanas, mi Lord. —El rostro del mayordomo había palidecido. Jason suspiró y se pasó los dedos por el cabello. —Envíeme el hombre que la llevó a Londres. Estaré en la biblioteca. Consiguiendo algo muy fuerte para beber. —Como desee, mi Lord. ¿Donde sangriento infierno está mi esposa? ¿Por qué no está aquí, donde la dejé? Mientras se sirvió una copa de coñac, se dio cuenta de que tendría que dejar de pensar en ella de esa manera si planeaba solicitar una anulación. Tomó un sorbo de brandy y se acercó a la gran ventana, viendo la lluvia caer en riachuelos en el jardín recién cavado. Se trasladó a su escritorio, luego se derrumbó en la silla detrás y se quedó mirando al espacio. Qué embrollo se había convertido esta cosa. —¿Mi Lord? —Malcolm se acercó al escritorio de Jason en su habitual forma tranquila. —¿Dónde está el conductor? —Él juntó las manos y se tocó la boca con sus dedos índices. —Parece que el conductor que llevó a su señoría a Londres ha sido recientemente despedido, mi Lord. —Malcolm lo miró con inquietud. —¿Fue despedido, por casualidad, por perder a lady Coventry? Jason levantó una ceja burlona. El mayordomo bien entrenado ignoró el sarcasmo. —No. Fue despedido por la señora Watkins por robo.

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—Maravilloso. —Jason hizo un ademán con su mano despidiéndolo—. Eso es todo, Malcolm. Por favor, haga que la cocinera preparé algo para mí, y sírvalo aquí. Tengo que revisar algunos informes. El mayordomo hizo una reverencia y salió de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Su esposa, no, no pienses en ella de esa manera, en algún lugar de Londres. Tendría que buscarla, pero en este momento no sabía donde residía, ni con quién. Luego se atragantó con el último trago de brandy cuando se dio cuenta de que ni siquiera se acordaba de cómo lucía. ¡Maldito infierno! Ese pequeño hecho debe hacer la búsqueda interesante. Él se echó hacia atrás y estudió las gotas de lluvia deslizándose por el cristal de la ventana mientras tamborileaba sus dedos sobre el brazo de la silla. Ella, obviamente, no se desplazaba en la sociedad como lady Coventry, o habría oído hablar de ello. ¡Caray, se supone que esto sería un asunto sencillo! Jason se sintió incómodo al entrar en la recámara de la Condesa, donde asumió que había dormido mientras estaba en la residencia. Si ya había estado fuera por algún tiempo, entonces no había estado aquí mucho tiempo en absoluto, sólo un par de semanas. El olor de la lavanda todavía flotaba en el aire. No recordaba esa fragancia de su boda, excepto que sus recuerdos del evento eran nulos. Jason abrió los cajones y armarios, sin encontrar nada, casi como si todo el encuentro hubiera sido un sueño. No recordaba nada de ella y nada suyo permanecía aquí. Excepto el aroma de la lavanda. Miró alrededor de la habitación tratando desesperadamente de recordar algo que pudiera ayudar a encontrarla. Él hizo una mueca. Preguntarle al personal como lucía ella estaba más allá de los límites, incluso para él. Después de darle un vistazo más a la sala desierta, se fue. El desayuno de la mañana siguiente, lo llenó de culpa. Lady Coventry había sufrido este silencio y abandono todos los días después de que él la dejó hasta que ella se fue. ¿En qué pensaba ella? ¿Lo odiaba, o no le importaba de una manera u otra? ¿La había lastimado, o ella estaba simplemente muy feliz de tener el título y el dinero, y ningún marido para imponer su atención en ella? Aunque, según sus abogados, ella no había solicitado nada. Lo qué lo llevaba a creer que debe estar residiendo en Londres con alguien de medios.

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La concentración de Jason en la columna de números que intentaba reconciliar fue interrumpida por un ligero golpe en la puerta de la biblioteca. La Sra. Watkins entró ante su invitación. Jason volvió a colocar su pluma en el soporte, y saludó al ama de llaves. —Mi Lord, ¿estará deseando la cena a la hora habitual, o debería enviar una bandeja aquí cuando esté listo? —Una bandeja aquí estará bien, señora Watkins. ¿Digamos alrededor de las seis? —Como usted desee, mi Lord. —Ella se volvió para irse, y luego Jason dijo en voz alta a su espalda. —Sra. Watkins, ah, ¿cómo le fue a lady Coventry mientras estuvo aquí? —Oh, mi Lord, todos estamos tan encariñados con su señoría. —Los ojos de la mujer mayor brillaban—. Verdaderamente un rayo de sol. Los inquilinos la adoraron también. —¿Los inquilinos? —Sus cejas se levantaron inquisitivamente. —Sí, mi Lord. Le gustaba ir con los inquilinos, llevando algo de los panes y dulces de la cocinera para los más pequeños. Todos la querían. —Ella llevó sus manos a su pecho y suspiró—. ¡Y la música! Oh, ¡podía crear música! —¿Música? —Estaba empezando a sonar como un maldito loro. —Su señoría es una pianista maravillosa, mi Lord. Cuando toca, todos queríamos detenernos para escuchar. Me hizo llorar la mayoría de las veces. —La mujer se secó los ojos. —Pero el piano no se ha ajustado en años. —Él frunció el ceño. —Oh, mi Lord, ella misma lo afinó. Y tocó como un ángel. Sintiéndose decididamente incómodo con este giro de los acontecimientos, él asintió. —Gracias, señora Watkins. Eso es todo. Ella inclinó la cabeza y salió de la habitación. Así que, ¿su señoría había cautivado a los inquilinos y al personal? Y ¿todo el mundo simplemente la amó? Entonces, ¿por qué diablos no se quedó ahí para que él pudiera llegar a conocer a este dechado? No, ella se fue a pasear a Londres, quedándose Dios sabe dónde, y ahora tenía que perseguirla como un perro de caza.

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Tres días más tarde, Jason se sintió lo suficientemente confiado en sus tratos con su administrador de la finca y los libros que habían revisado juntos para hacer el viaje de regreso a Londres. A pesar de que había dado a su personal libertad de acción suficiente para discutir la falta de lady Coventry, lo único que obtuvo para su problema fue la imagen de una hermosa mujer tranquila y sensible, que capturó el cariño de todos con los que se encontró. Y, por supuesto, la encantadora música que nadie fallo en mencionar. Luego, resopló, recordando al joven personaje que había visitado ayer. Jason había estado muy ocupado en su escritorio cuando Malcolm entró en la biblioteca. —Mi Lord, hay alguien aquí preguntando por su señoría. Jason levantó la vista bruscamente y rodó la pluma en su mano entre dos dedos. —No me diga. ¿Quién es el visitante? Malcolm le presentó una tarjeta de visita. Sir Garrett Brooke, Coventry, Inglaterra. Jason levantó las cejas. —Por supuesto, envié a sir Brooke aquí. Un caballero alto y desgarbado, con el cabello rubio oscuro y una piel más oscura que la mayoría de los ingleses, llegó en un minuto. Su caminar confiado desmentía cualquier intimidación que podría haber tenido al presentarse al Conde. —Mi lord. —Él inclinó la cabeza. —Por favor, tome asiento. —Una vez que su visitante se acomodó, Jason continuó—: Entiendo que usted ¿preguntó por lady Coventry? —Sí, mi Lord. Mi madre me dice que vio su carruaje llegar hace unos días, y yo esperaba que su señoría le hubiera acompañado. —Él le mostró a Jason una sonrisa que le hizo preguntarse si lady Coventry había sido entretenida por la sonrisa y atenciones de este joven mientras retozaba por el campo encantando a sus inquilinos con su afecto y dulces. —De hecho lady Coventry no se encuentra actualmente en la residencia. Ella todavía está en Londres. —Observó la expresión del otro hombre de cerca para ver qué efecto tenía su información sobre él. Sir Garret Brooke no mostró ni decepción ni irritación.

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Ninguna pista allí. —En ese caso, siento haberle quitado su tiempo mi Lord. Por favor, dé mis respetos a su señoría cuando regrese a Londres. Es una mujer tan encantadora. Y su mús… Irritado, Jason se puso de pie. —Me aseguraré de hacerle saber de su visita. Ahora, si me excusa. El hombre se levantó, inclinó la cabeza y se fue. Sin duda transmitiré su estima si puedo encontrar a la maldita mujer. Al parecer, lady Coventry había dejado su marca, por todo el poco tiempo que había estado aquí.

Jason se había establecido en su casa de Londres por sólo unas pocas horas cuando Drake llegó. —¿Cómo estuvo tu viaje? —Drake se dejó caer en un gran sillón de cuero en frente de la chimenea—. Las cosas deben haber ido bien. No estuviste fuera por mucho tiempo. Jason se sentó en el sillón frente a él. —Las cosas no salieron bien del todo. Drake lo estudió. —¿No estuvo dispuesta a tu sugerencia? Jason apoyó los codos en sus rodillas, colgando sus manos entre ellas. —Ella no estaba allí. Drake se puso rígido. —¿No estaba ahí? ¿Dónde estaba? —Londres. —¿Aquí en Londres? ¿Quedándose con quién? —No lo sé. —Él dejó escapar un enorme suspiro. Drake sonrió. —Tal vez sería mejor que comiences desde el principio, viejo, no estás teniendo mucho sentido. Jason se levantó y se paseó por delante de la chimenea.

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—Al parecer salió volando a Londres no demasiado tiempo después de la boda. Pero, estuvo sin duda allí el tiempo suficiente para hacerse querer por la nobleza local, los inquilinos, y mi personal. —No me digas. —Drake mostró una sonrisa de placer. —Parece que su señoría visitó a los inquilinos mientras estuvo allí, entregando dulces y panes, congraciándose con sus corazones. —Gesticulando en dirección a la ventana, continuó—: Luego, cuando no estaba retozando por el campo otorgando su benevolencia en todos y cada uno, entretuvo a mi personal con hipnotizante música de piano. —¿De verdad? —Ciertamente. —Pasando los dedos por su cabello, Jason se echó hacia atrás en el sillón otra vez e inclinó la cabeza hacia atrás mirando al techo—. Pero se pone peor. Drake esperó pacientemente. —Nadie sabe dónde se fue. —¿Nadie del personal en Coventry? —Su amigo farfulló—. ¿Está desaparecida? —Ella empacó y se fue y sólo le dijo al personal que iba a Londres. Ellos naturalmente asumieron que se venía aquí conmigo a Coventry House. —¿Y qué sobre el conductor?, ¿no puede él decirte donde la trajo? —El conductor ha sido despedido, y todos mis esfuerzos para encontrarlo han fallado. —Jason volvió al frente de la chimenea, con las manos en las caderas y su ceño fruncido—. Tal como está ahora, tengo una esposa en algún lugar aquí en Londres. No sé cómo es físicamente, no sé dónde está, o con quien se hospeda. Los músculos de la mandíbula de Drake se contrajeron, pero la risa se le escapó de todos modos. —Digo que tienes un pequeño problema aquí. —Ya lo sé. —Él frunció el ceño a su amigo—. Estoy tan complacido de que mi vida sea capaz de ofrecerte entretenimiento. —Lo siento. Realmente lo siento, pero sólo tú podrías conseguir enredarte en un lío como este. —Drake lo miró—. ¿Qué vas a hacer ahora? Jason negó con la cabeza. —No lo sé. No estoy seguro incluso por dónde empezar una búsqueda. No sé nada de ella. —Él dejó escapar un profundo suspiro—. Todo un contratiempo.

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Después de tocar en la puerta, Barton entró en la habitación tendiéndole a Jason varios sobres. —El correo matutino, mi Lord. —Gracias. —Jason pasó de artículo en artículo, con los ojos cada vez más amplios mientras examinaba dos de los sobres. Rasgó uno, y luego el otro—. Bueno. Parece que su señoría tiene necesidad de mis fondos, después de todo. Drake se levantó para unirse a él. —¿Qué es? —Dos facturas. Una de varios vestidos de Mademoiselle DuBois. La otra de una tienda que le vendió a lady Coventry, guantes, zapatos, sombreros y tres bolsos. —Ho, ho. —Drake sonrió—. Te está provocando. Me cae bien. Si de hecho la vas a echar a un lado, enviarla en mi dirección. Jason golpeó los sobres contra su pierna. —¿A qué está jugando? Venirse a Londres, no decirle a nadie donde se hospedaría. No usar su nombre en la sociedad, seguramente habríamos oído hablar de ella a estas alturas, pero aún dándose libertades con mi dinero. —Perdone mi impertinencia, mi Lord, pero ¿acaso lady Coventry no necesita ser alojada, vestida y alimentada por su marido? Tal vez sea su forma de ganar tu atención. —La voz de Drake se suavizó. —Ella ciertamente la tiene ahora, ¿no? —No veo por qué estás tan molesto con la chiquilla. Te casaste con ella y la dejaste para valerse por sí misma. Si ella tiene el temple para venir a la ciudad y vestirse como una Condesa debe ser vestida, ¿cuál es tu objeción? —Mi objeción es que necesito hablar con ella, ver si podemos hacer los arreglos necesarios para poner fin a esta farsa. ¿Cómo voy siquiera a encontrarla? Drake estiró su largo cuerpo, luego golpeó los sobres en la mano de Jason. —Te sugiero que comiences con las facturas. Obviamente, alguien sabe como luce. —Oh, sí, puedo verlo ahora. “Perdone, Mademoiselle, tengo estas facturas en la mano por los vestidos de lady Coventry. ¿Podría usted por favor decirme como luce ella?” —Él le lanzó una mirada asesina. —Bueno, cualquiera que sea la solución, me temo que es tuyo por descubrir. Tengo una cita con mi sastre. —Drake se dirigió hacia la puerta—. ¿Estarás en la velada de Pembroke esta noche?

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—Sí —Jason hizo un gesto de despido, aún estudiando las facturas.

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8 La respiración de Olivia se entrecortó cuando Jason entró en el salón de baile. El baile para el debut de la hija mayor de Pembroke, Sarah, ya estaba en marcha. Cientos abarrotaban el salón de baile y el comedor. Lord y lady Pembroke no habían escatimado en gastos para ofrecer a la primera de sus tres hijas entrar con una destacada presentación en sociedad. La orquesta interpretó un aria de lo que Olivia reconoció como Le Nozze di Figaro de Mozart, una de sus óperas favoritas. La sala contenía suficiente de la alta sociedad para calificar como una “aglomeración”, lo que haría a lady Pembroke extremadamente feliz. La chica Pembroke iba vestida con el tradicional blanco, con sus hermosos rizos dorados levantados en un arreglo intrincado y sofisticado. Su belleza y su gracia ya habían tomado la alta sociedad por la tormenta. Al otro lado de la habitación, Jason atravesó la línea de recepción y miró a su alrededor. Olivia le dio la espalda y continuó hablando con Elizabeth y varios caballeros que las rodeaban, la mayoría maniobraron para acercarse. Los vellos de la nuca se levantaron, haciéndola consciente de que el conde de Coventry estaba cerca. Le molestaba saber esto. Ella no quería ninguna relación con el hombre. Sin embargo, su corazón se aceleró y se encontró con que el acceso a una bocanada de aire era una cuestión bastante difícil. Por supuesto que era debido a la cantidad de personas congregadas en la sala, aseguró. Agitó su abanico delicadamente pintado delante de su cara caliente. —Buenas noches, lady Olivia. —La voz profunda se deslizó a través de ella como líquido caliente desde sus orejas a los dedos de sus pies —Mi lord. —Se dio la vuelta e hizo una reverencia con gracia. Su mirada se elevó a sus ojos, un gran error. El hombre sólo podía ser descrito como magnífico. A ella le picaba la mano por apartar el rizo negro que caía continuamente en su frente. La sonrisa devastadora que exhibió debería ser ilegal. Llevaba un excelente y ajustado abrigo de noche azul oscuro sobre sus músculos bien definidos, el blanco pañuelo nítido intrincadamente atado en contraste con el ligero bronceado de su piel. Sus formales pantalones de tela negros encerraban muslos poderosos, que Olivia trató muy duro no mirar fijamente.

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—Me atrevo a esperar que guardó un baile para mí? —Jason cubrió su mano y la llevó a sus labios, sus ojos brillantes cuando se encontraron con los suyos. ¿Por qué este hombre le afectaba tanto? Ella lo debería odiar por lo que hizo con ella, pero en lugar de eso se derretía con su toque y se perdía en sus ojos. —Sí, creo que me quedan uno o dos. —Sonrió, irritada por el sonido de su voz jadeante. Jason agarró la pequeña tarjeta que colgaba de su muñeca. —¿Un vals, por ventura? —Lo siento, mi lord, pero los cuatro han sido tomados. —El calor se levantó de su centro para difundir a la cara. Luchó contra el impulso de apresurarse hacía las puertas francesas y tragar saliva en el aire. Le dio la vuelta a la tarjeta. —Lord Carstairs no será capaz de tomar su vals, por lo que puede poner mi nombre en su lugar. —Él le dirigió una sonrisa perezosa que muy probablemente había perfeccionado para conseguir su propio camino desde que estaba en la cuna. Inclinándose ligeramente, la dejó y se dirigió a la sala de juego. Olivia estudió su tarjeta. Lord Carstairs se había asegurado el vals de la cena. Ella se abanicó la cara con furia. Métodos prepotentes explosivos de Jason. No sólo la había olvidado, sino al parecer el hecho de que estaba casado. ¿O había esperado Lord Arrogante tener un matrimonio típico de la sociedad donde nadie miraba de reojo a los hombres que tomaban amantes y doncellas? Se irguió y enderezó los hombros. Después de ser testigo del amor entre sus padres, iba contra la corriente tener ese tipo de matrimonio. ¿Y qué tipo tienes ahora?

En este punto tenía que lidiar con Jason sosteniéndola en sus brazos y luego compartir la cena juntos. ¿Cómo iba a manejar la situación? Lo bueno es que no tenía hambre porque el nudo en el estómago impediría nada establecerse allí. —¿Qué quería lord Coventry?— Elizabeth regresó de su baile con el señor Sayer. —Quería un baile. —habló en voz baja, para evitar los oídos interesados de los jóvenes que la rodeaban que habían presenciado el intercambio.

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—¿Y? Pareces perpleja. —Elizabeth deslizó su brazo con el de ella y paseó por la sala antes de que comenzara el próximo baile. —Porque él usurpó a lord Carstairs para tomar el vals de la cena. —Con el ceño fruncido, ella continuó abanicándose. Elizabeth le lanzó una mirada penetrante. —Hmmm. Todo esto ha tomado un giro muy interesante. —Ciertamente lo tiene, pero estoy cada vez más incómoda con el engaño. — Olivia bajó la voz cuando saludó con la cabeza a varios conocidos. Algo había que hacer pronto, porque no tenía el temperamento para llevar a cabo una farsa por mucho tiempo. Todo el enigma la inquietaba. Aunque muy borracho en su boda, nunca se le había ocurrido que había hecho una impresión tan insignificante en el hombre que no la recordaba en absoluto. —Sí, esta situación no puede continuar indefinidamente —Elizabeth irrumpió en los pensamientos de Olivia —En efecto.

Jason inspeccionó la sala de juego. Las mesas llenaban el espacio, varios juegos de whist y veintiuno en curso. Los lacayos rodeaban a los jugadores con las bebidas; whisky de verdad, no los vinos ligeros de la sala de baile. Jason paseó a una mesa frente a la ventana de atrás. Cuatro jugadores se concentraban en un juego de Faro. Tomó una silla y observó el juego por un tiempo. —Quiere unirse a nosotros, Coventry?— El conde de Dartmouth miró en su dirección, cuando terminó la mano. —Tal vez más tarde. —Jason asintió al joven recogiendo sus ganancias—. Una palabra, Carstairs? Lord Carstairs había entrado recientemente en su título a través de las muertes inesperadas de sus dos hermanos mayores. Nunca había anticipado esta situación, jugaba demasiado, bebía en exceso, y pensaba en sí mismo como un hombre de ciudad. En conjunto no un mal tipo, sólo necesitaba tiempo para crecer en su título. —¿Qué puedo hacer por ti, Coventry? —dijo el joven cachorro. —Puedes olvidar el vals de la cena con lady Olivia, voy a tomar tu lugar. Carstairs se sonrojó de un rojo intenso.

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—Bueno mira aquí. —Su mandíbula se tensó—. He estado tratando de conseguir el vals de la cena con la dama los últimos tres bailes. ¿Por qué debo renunciar a ella por ti? Jason miró al hombre joven con una mirada reservada generalmente para considerar a un oponente durante un duelo de pistola. —Debes renunciar a ella por mí, porque lo pedí. —Que demonios, Coventry, no es una razón suficiente. Me parece la mujer más interesante, y tengo la intención de proseguirla. —¿Con qué fin, hombre? —Él se rió entre dientes—. Sigues estando en pañales. Ahora hazme este favor, y estaré en deuda. Jason vio al joven discutir con él mismo. Al parecer, llegando a la conclusión de que podría ser beneficioso tener al conde de Coventry en deuda, inclinó la cabeza. —Es tuya. Jason dio una breve inclinación de cabeza y siguió su camino alrededor de la sala de juegos. Detectó a Drake en una mesa al otro extremo, se dirigió en esa dirección. En medio de un juego de loo, su amigo nunca miró hacia arriba, con los labios apretados en concentración. Después de observar durante un tiempo, Jason se unió al juego. Dándose cuenta de la hora, Jason recogió sus ganancias. —Caballeros. Saludó con la cabeza a los hombres todavía en la mesa y se fue. No tardó demasiado tiempo en encontrar a lady Olivia, casi como si una cuerda invisible los conectara. Se acercó y se unió a la pequeña multitud que la rodeaba. Ocupada conversando con Elizabeth, parecía que hacía todo lo posible para ignorarlo. —Mi lord. —Elizabeth hizo una reverencia. Por lo menos ella no le ignoró. —Lady Lansdowne, un placer como siempre. —Un sentimiento de inquietud de perderse algo se apoderaba de él siempre que estaba en presencia de estas dos damas. Antes de que tuviera tiempo de pensar en ello, los músicos comenzaron los primeros acordes del vals de la cena. —Mi lady. —Jasonse volvió hacia Olivia. Ella hizo una reverencia y extendió su brazo. Le gustaba sentir el temblor en su mano mientras lo tocaba. Lady Olivia siguió mirando a una pequeña mancha en la corbata intrincadamente atada al cuello cuando él la tomó en sus brazos.

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Lentamente, levantó los ojos hacia él cuando puso un dedo bajo su barbilla y levantó su cara. Él sonrió ante su renuencia y giraron en la danza. Sostenerla era una tortura. No importa lo mucho que sentía atracción hacia lady Olivia, con una esposa flotando en algún lugar alrededor de Londres necesitaba frenarse a sí mismo. Si sólo hubiese conocido a lady Olivia antes de que su padre hubiese elegido una esposa y no dejándole otra forma de evitar su imposición. Frunció el ceño ante el ligero aroma de lavanda que emanaba de su cabello. El mismo olor que había descubierto aún permanecía en el dormitorio de su esposa en Coventry. Sin duda, una fragancia popular entre las damas. —¿Estás disfrutando de la Temporada, mi lady? —Él la guió más allá de un par de bailarines que estaban a punto de chocar contra ellos mientras se abrían camino en el salón de baile. —Sí, mi Lord, me resulta fascinante. —Sus dientes blancos y perfectos brillaban en la luz de las velas mientras sonreía. —Entonces debo asumir que ésta es tu primera Temporada? —Él les cambió para evitar otra colisión con lord y lady Townshend, quien fulminó con dagas a cada uno. Un recordatorio de por qué los matrimonios arreglados nunca sostenían una apelación. —Sí, es mi primera Temporada. —La voz suave de Olivia le sacó de sus cavilaciones. —¿Dónde ha estado escondida, que no hemos tenido el placer de su compañía hasta ahora? Todavía temblaba, y un rubor definitivo se deslizó hasta su cuello mientras ella se mordió el labio. —He estado viajando con mi padre. —¿En serio? ¿Y dónde han tomado sus viajes? Ella deslizó su mirada de la suya, parecía incómoda con la pregunta. —Aquí y allá, mi Lord. Mi padre era un erudito. Sonriendo alegremente, agregó: —Supongo que ha visto muchas Temporadas. Dudó y se rió entre dientes en un intento de volver a dirigir la conversación. —Sí, más de las que puedo contar. —Se hizo el silencio mientras continuaban alrededor de la habitación. Le resultaba difícil controlar su cuerpo, alrededor de esta

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mujer. La sensación de su piel suave, el ligero aroma de lavanda, y los mechones de rizos bailando suavemente alrededor de su cara a la luz de las velas le hipnotizaba. Había pasado mucho tiempo desde que una mujer le había afectado de ese modo. ¿Por qué tenía que conocer a la única mujer de la que posiblemente podría enamorarse, después de que su padre había sacado su truco? La necesidad de encontrar a su esposa desaparecida y obtener su consentimiento para una anulación se convirtió en primordial. El baile terminó y Jason deslizó su brazo en el suyo. Después de un poco de búsqueda, les encontró un asiento cerca de las puertas francesas. Cuando lady Olivia se sentó, se inclinó y le habló al oído. —A ver si puedo conseguir dos copas de champán. Jason se dirigió al buffet donde llenó platos de cena con pastel frío de faisán, conejo al curry, pato silvestre y codornices. En dos platos más pequeños, colocó frutos secos, tartas de cereza y una crema de limón. —No estaba seguro de lo que preferías, por lo que traje un poco de todo. — Puso los platos en la mesa y se sentó. En medio de las picaduras, la estudió mientras empujaba la comida por el plato. Sus manos aumentadas de color y temblorosas le dijeron lo que había sospechado. Lady Olivia estaba definitivamente nerviosa. Él se acercó y puso su cálida palma en su mano fría. —Le pongo nerviosa, mi lady? Ella lo miró, sus ojos cautelosos. ¿Estaba ese pánico en sus ojos? —No, en absoluto, mi lord. ¿Por qué dice eso? —Ella se lamió los labios, y la espalda de Jason se tensó. Podía pensar en tantos usos para esos exuberantes labios. Podrían empezar con un beso, luego bajar a su pecho, su cintura… Se removió ante el malestar en sus pantalones. Jason levantó una ceja. —Tengo la impresión de que no se siente cómoda en mi presencia. Ella sacudió la cabeza con furia y miró a su pecho. Sí, definitivamente nerviosa.

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Él quitó su mano y terminaron su comida en tenso silencio. Drake se unió a ellos, junto con su hermana, Abigail. Sólo el año pasado, la joven había recibido ofertas, pero al ser un padre indulgente, Su Gracia le había permitido rechazar todas. Los niños Melbourne, habiendo observado el matrimonio por amor de sus padres cerca, estaban decididos a tener lo mismo ellos mismos. —Lady Olivia. —Abigail le hizo una reverencia—. ¿Está disfrutando de su primera Temporada? —Sí, lo estoy. Entiendo que esta es su segunda. Abigail asintió. —Si. Estoy disfrutando de todo tanto, que nunca pude aceptar una oferta. —Mi padre no es demasiado feliz por eso, me temo. —Drake miró a su hermana con cariño. —No entiendo por qué los hombres pueden ir año tras año sin seleccionar una esposa, pero se espera que las damas acepten una oferta en un año o dos. No parece muy justo. —Ella dirigió sus comentarios a Olivia, que asintió con acuerdo. —Eres afortunada de que padre te permitió terminar la última temporada sin aceptar una oferta. El Duque está nadando en facturas de la modista —dijo Drake. Abigail frunció la nariz a su hermano. —¿Y qué de tus deudas de juego?¿Y tus facturas del sastre? —Yo soy el heredero. —Drake miró con las cejas levantadas como si esa declaración lo dijera todo. Jason se levantó y sacó la silla de Olivia. —Sugiero que volvamos a la sala de baile donde los dos pueden seguir comparando los recibos del duque. —Coventry, cariño, ahí estás. No te he visto en absolutamente años. —Lady Sheridan envolvió su brazo alrededor de él, y le acarició el pecho de una manera íntima. —Mi querida, pensé que estabas fuera de la ciudad. —Él se desenredó de su asimiento. —No, hombre tonto, te dije que Sheridan se iba de la ciudad. Y de todos modos, fue simplemente hace mucho tiempo. —Sufriendo el desaire de Jason, se aferró al brazo de Drake y dirigió sus comentarios a Jason, evaluando fríamente a Olivia—. He guardado el último vals para ti, querido. Sé lo mucho que disfrutas el vals.

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—Eso fue muy amable de su parte, mi Lady, pero me temo que estaba a punto de retirarme. —¿Otra cita, Jason? —Ella hizo un mohín. —Se podría decir. —Él se inclinó ligeramente. Volviendo su atención a Olivia, dijo—: Ha sido un placer, lady Olivia. Lady Sheridan —añadió, besando la mano de su ex amante—. Saludos a tu marido. —Mi lord. — Lady Sheridan inclinó la cabeza. —Lord Melbourne, debe presentarme a esta encantadora dama. —La voz de Selena entonó detrás de Coventry cuando hizo su salida.

Olivia le dio las buenas noches de su doncella y subió a la cama. Había muchas cosas que decir acerca de una temporada en Londres, y no todas ellas buenas. Ya cansada con el trasfondo de maldad en casi todos los eventos que había asistido hasta el momento, la presentación de esta noche a la hermosa lady Sheridan le había sacudido. La mujer había mirado de tal manera a Olivia que había sentido la necesidad de dar un paso atrás cuando la conoció. Ella habría desestimado todo el encuentro si no hubiera sido por la conversación que había escuchado mas tarde en la noche, en la sala de retiro de damas. Dos mujeres que Olivia conocía de vista, pero no de nombre, habían discutido de lady Sheridan en una manera poco halagadora. Cuando una de ellas había mencionado Coventry, los oídos de Olivia se habían animado. La mujer mayor con un pecho pesado prestó atención a su cabello. —Creo que él ya la ha puesto a un lado. —Conozco a Selena, querida —había dicho la otra mujer—, y si ella está decidida a mantener a lord Coventry en su cama, entonces ahí es donde se quedará. Recuerda mis palabras. La sangre se drenó de la cara de Olivia, y ella se sentó abruptamente, sin aliento. ¿Así que la encantadora lady Sheridan era la amante de Jason? No es de extrañar que la mujer le hubiera mostrado tanto desprecio. Pero, ella no sabe que estamos casados el uno con el otro. Pero Olivia no había terminado de ser sorprendida. La mujer pechugona bajó la voz. —Selena me dijo en la más estricta confidencialidad que lord Coventry se casó hace varias semanas con alguna muchachita desaliñada porque su padre le obligó.

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Él lo hizo, pero rápidamente la abandonó en el campo. Confía en mí, Selena no tiene intención de renunciar a Coventry todavía. —¿Casado? ¿Lord Coventry? ¿Cómo fue que ocurrió? —El viejo conde lo hizo parte de su testamento. Olivia nunca oyó la réplica de la otra mujer porque la sangre latía tan fuerte en su cabeza que bloqueó su oído. No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo allí sentada mirando al vacío. Ciertamente, bien pasado el tiempo, las damas se habían ido, todavía riéndose disimuladamente con el chisme. ¡Dios mío, toda la alta sociedad está al tanto de la vergüenza de mi matrimonio? Tal vez había llegado el momento de renunciar a la artimaña, darse la vuelta y correr. Ella había estado sola en Coventry Manor, pero al menos el personal y los inquilinos eran cariñosos con ella, y le habían mostrado el respeto que nunca le llegaría aquí. Y los recuerdos del pianoforte también la atrajeron. Sus dedos se morían de ganas de volver a tocar. La música siempre le había aliviado cuando ella se sintió abandonada y sola. Como se sentía en este momento. Se sacudió de los recuerdos desagradables, mulló la almohada y trató de vaciar su mente para dormir un poco, pero pronto la luz de la luna brillando a través de la ventana la atrajo a su encanto. Se apoyó en el cristal, sus dedos extendidos contra la frialdad. Mientras miraba hacia afuera sobre Londres, tranquilo y oscuro, el sentido más fuerte de soledad que había sentido alguna vez en su vida se apoderó de ella. ¿Por qué los hombres de su vida la hacían a un lado? Aunque siempre había sabido que su padre la amaba, le había hecho sentir como si hubiera muerto junto con su madre. Con su amada esposa desaparecida, él no había tenido ninguna utilidad para la persona que le recordaba a la que había perdido. Ahora su matrimonio, que su padre sintió que sería lo mejor para asegurar su futuro, estaba tan vacío como la mitad de las camas en la alta sociedad. Negándose a revolcarse en la autocompasión, restregó sus dedos sobre los ojos húmedos y volvió a la cama. Mañana le diría a Elizabeth que le gustaría regresar al campo. Nada había logrado viniendo aquí excepto para hacerla sentir peor. En Coventry podría visitar a los inquilinos y perderse en su música. Pasaron horas antes de que el sueño la alcanzara.

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9 Una muy cansada Olivia se unió a Elizabeth en el desayuno a la mañana siguiente. Era un día frío y lluvioso, una coincidencia exacta con su estado de ánimo. Todavía luchando con la cuestión de volver a Coventry, vertió su té y mordisqueó un bocado de pan tostado. —Parece que no has dormido bien. —Elizabeth hizo a un lado su plato vacío. —Anoche tenía un montón de cosas en mi mente. Elizabeth abrió la boca para hablar justo cuando un lacayo entregó el correo de la mañana. Revisándolo, extrajo un grueso sobre y se lo entregó a Olivia. Secándose los dedos en una servilleta, Olivia aceptó el sobre y frunció el ceño cuando vio la dirección de remitente de sus abogados. Los había visitado poco después de su llegada a Londres e hizo que le transfirieran lo último de los negocios inmuebles de su padre desde Italia. La sangre fue drenándose de su rostro mientras sus ojos se movían adelante y atrás sobre las líneas, su horror aumentando. Con el corazón martilleando y las manos temblorosas, miró a Elizabeth, agarrando la carta con tanta fuerza que se arrugó. —Por el amor de Dios, Olivia, ¿cuál es el problema? Te has vuelto de un color mortalmente pálido. Olivia dejó la carta a un lado y respiró profundamente. —La razón por la que tuve problemas para dormir anoche fue porque pensé en regresar a Coventry. —Levantó la mano cuando Elizabeth abrió la boca para protestar—. Sin embargo, a la luz de este aviso de mi abogado, creo que voy a permanecer aquí y disfrutar de lo que queda de la temporada. —Alisó la carta y le dio a Elizabeth una sonrisa tensa. —¿Qué dice en esa carta, Olivia? —Elizabeth frunció el ceño. —Parece que mi amado esposo ha pedido al Parlamento que le conceda la anulación.

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—¡Anulación! —exclamó Elizabeth, su mano yendo a su boca—. Casi no hay motivos para tal procedimiento. ¿Qué dice? —Afirma que estaba demasiado borracho como para saber lo que estaba haciendo. —Sintió un rubor arrastrarse desde su estómago y viajar hasta el nacimiento de su pelo. ¡Que total descaro de ese hombre! —¿Qué vas a hacer? —preguntó Elizabeth. —Voy a darle a su señoría, el conde de Coventry, lo que quiere, por supuesto. —Empujó su silla hacia atrás y se levantó—. ¿Puedo usar tu escritorio para firmar este documento indicando que he sido notificada, y enviarlo? Elizabeth se levantó con ella y le agarró la mano. —Tal vez deberías pensar en esto, querida. Te has llevado una gran sorpresa. —No hay nada que pensar, Elizabeth. Cometí un error. Una vez que vi la condición de Jason esa mañana, debería haberme negado. Padre me dejó con los fondos suficientes para proporcionarme una vida cómoda por mi cuenta. Seré más que feliz de deshacerme de Lord Arrogante. —Se dio la vuelta y salió de la habitación, aplastando la carta en su mano.

Jason levantó la vista cuando el joven Sr. Meyer entró en la biblioteca. —Buenos días, mi Lord. —Se inclinó ligeramente. —Meyer. —Jason asintió. Indicó la silla frente a su escritorio y el abogado se sentó en el borde, agarrando papeles en sus manos. —Mi Lord, tengo unos papeles para que firme. Se relacionan con el patrimonio del último Conde. —Revolvió los papeles en la mano y se los entregó. Jason los estudió cuidadosamente, y mojando su pluma en el pequeño frasco de tinta sobre el escritorio, los firmó con broche de oro, terminando con su sello. —¿Eso es todo? —Se los devolvió al abogado. —No, mi Lord. —Aclarándose la garganta, continuó—, envié una carta a los abogados de lady Coventry en Italia aconsejándoles que usted estaría buscando una anulación del matrimonio entre usted y su señoría. Jason se sentó bruscamente, con los ojos brillantes de curiosidad. —Cierto, ¿y qué noticias tienes?

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—He recibido una misiva de retorno informándome que ya no representaban a lady Coventry, y fueron lo suficientemente amables para reenviar la carta a sus abogados aquí en Londres. —Londres —dijo Jason, dando golpecitos con el lápiz sobre la mesa—. ¿Ellos te informaron quien está representando ahora a su señoría? —Sí, tengo el nombre de la firma aquí. —El abogado le entregó a Jason un pedazo de papel que él estudió durante unos minutos. —¿Qué has descubierto acerca de la voluntad de mi padre? Meyer se aclaró la garganta. —Parece que el Conde no agregó ninguna condición a su petición de que se casara con lady Jane, sino simplemente que tenía que casarse dentro de tres días, en caso de que él falleciera antes de la llegada de ella a Inglaterra. Jason resopló su opinión acerca de la petición del Conde. —Según los resultados de Meyer, Johns y Meyer, que carecen de cualquier instrucción más allá de su boda, usted es libre de buscar una anulación. Con el debido respeto a la memoria del Conde, siempre sentimos que todo el asunto había sido completado demasiado de prisa, y sin haberlo considerado debidamente. —El abogado se aclaró la garganta una vez más—. La anulación puede ser buscada, y prevista, por supuesto, si el matrimonio no ha sido consumado —murmuró la última parte de su declaración, y un color rojo brillante apareció en su rostro. Jason ignoró la pregunta no formulada. —Gracias, Meyer. Por favor mantenerme informado de cualquier novedad. El joven Meyer hizo una reverencia y se marchó. Jason dejó su silla y se acercó a la ventana, metiéndose las manos en los bolsillos. Ella ha sido notificada. ¿Estaba molesta? ¿Llorando? ¿Enojada? Se sentía como un maldito cobarde al hacerlo de esta manera, pero calmó su conciencia con el hecho de que había tratado de hablar con ella en persona, pero ella era quien había desaparecido. Así que si debía ser notificada por correo, entonces era su culpa. ¿Por qué eso me hace sentir como un canalla? Puso sus manos en el marco de la ventana y apoyó la frente contra el cristal liso. ¿Y en que maldita parte de Londres estaba la mujer, de todos modos?

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Una vez más Jason localizó a lady Olivia con sólo entrar en el teatro. Acomodándose en su reservado con varios invitados que había invitado para la función de La Flauta Mágica, la vio casi inmediatamente en el reservado de Lansdowne. El tirón de conciencia entre los dos era una cosa visible, y le agradó verla echando un vistazo en su dirección tan pronto como se estableció en su asiento. Luego frunció el ceño cuando su mirada se posó en Lord Carstairs que estaba sentado a su derecha, inclinándose para decirle algo al oído. Ella se rió de lo que le había susurrado, echando la cabeza hacia atrás. La visión de su cuello largo elegante donde él quería poner sus labios con tantas ganas le causó una tensión en su ingle. Se removió en su asiento para reacomodar su reacción. Con Carstairs inclinado sobre ella de esa manera, el hombre podía ver directamente por el corpiño de su vestido. Un impulso de estrellar su puño en la cara lasciva de Carstairs lo invadió. —Querido, finalmente hemos llegado. —Jason hizo una mueca, apretando los dientes ante el sonido de la voz chillona de Selena. Plasmando una sonrisa en su rostro, se volvió para saludar a lord Jillard que al parecer había invitado a la mujer a asistir con él. Esta es la última vez que invito a ese bufón. Debería haber sido más sensato y no traer a Selena con él. —Oh, mira Jillard, hay dos asientos directamente junto a su señoría. Gimiendo interiormente, Jason se puso de pie cuando Jillard y Selena se unieron a él. Besó la mano de Selena, y miró brevemente a lady Olivia, que lo evaluó con las cejas levantadas, entonces fríamente se volvió hacia Carstairs, acercándose a él para decirle algo que le hizo sonreír. Jason trató de mostrar interés en las divagaciones de Selena, con las manos en puños mientras ella continuaba tocándolo, mostrando una intimidad que ya no se sentía. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando finalmente comenzó la ópera. Dos veces durante el desempeño Selena apoyó sus delgados dedos sobre su muslo. Las dos veces él se movió de una manera tal que tuvo que retirarlos. No sintiéndose disuadida, ella usó cada oportunidad para inclinarse cerca de él, colocar su mano sobre su pecho, o susurrarle al oído. Algunas veces le atrapó mirando hacia donde lady Olivia se sentaba, con una sonrisa en su hermoso rostro. El telón se cerró para el intermedio y Jason se puso de pie. —Me encuentro sediento. Si me disculpan.

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—Me uniré a ti. —Selena saltó, casi volcando la silla—. Creo que es muy incómodo estar sentado todo el tiempo, mi Lord, ¿no le parece? —Se aferró a su brazo posesivamente. Jason se mantuvo con rigidez, con los músculos en el cuello, los hombros y los brazos tensos. Se inclinó cerca de su oído, hablándole en voz baja, murmurando. —Selena, no sé qué juego estás jugando, pero me gustaría que te detuvieras. —Sonrió y asintió con la cabeza cuando pasaron junto a amigos y conocidos. —Si no va a venir a verme, mi Lord, entonces parece que debo buscarle. —La ira brilló en sus ojos marrones oscuros. —No discutamos esto ahora, mi Lady. —Recibió dos copas de limonada caliente de un lacayo y le dio una a ella. —¿Cuándo podremos hablar de ello, mi Lord? Ha pasado bastante tiempo desde su última visita. —Ella lo miró por encima del borde de su copa. —Voy a visitarte mañana. Digamos, ¿a las dos? —Voy a estar esperando. —Ella inclinó la cabeza. Pasearon el vestíbulo en un silencio tenso, y luego regresaron a su reservado a tiempo para el final del descanso. Jason inmediatamente miró al otro lado del camino hacia el reservado de Lansdowne, pero estaba vacío, y se mantuvo así durante el resto de la ópera.

Jason nunca disfrutaba de terminar una relación con una amante, odiaba las lágrimas, los reproches, y el drama en general, que solía ir acompañado de tales encuentros. Sin duda, su entrevista con Selena no sería diferente. La casa de la ciudad de Sheridan se asentaba en la sección de Mayfair de Londres, cerca de la residencia de Jason. Con un extraordinariamente claro y soleado día, y una ligera brisa, optó por caminar. Subió las escaleras, saludando al mayordomo cuando el sirviente abrió la puerta. —Un día de lo más agradable, mi Lord —dijo el hombre. —Así es, Jasper. Informe a su señoría que he llegado. —Ella le espera en el salón, mi Lord. Selena descansaba provocativamente en un sofá en un vestido que nunca debería haber sido llevado fuera de su alcoba. Después de un momento de posar, se levantó con gracia y cruzó la habitación.

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—Cariño, ha pasado tanto tiempo. Has sido un amante de lo más negligente. —Hizo un mohín con sus labios carnosos, que en una época no podía tener suficiente de ellos, mientras pasaba sus manos por su pecho para rodear su cuello. Jason apartó sus brazos, se acercó al aparador y se volvió, descansando en contra de éste. —Selena, sabes por qué estoy aquí. —Estudió las diversas expresiones revoloteando por su cara—. Se acabó, dulzura. —Es ella, ¿no? —siseó, todo intento de jugar a la gentil dama desvaneciéndose en un instante. Él se encogió de hombros, un movimiento que indicaba claramente que él no juzgaba que eso fuera importante. —No sé de quién estás hablando. —Oh, sí, lo sabe, mi Lord. Esa quejosa invitada de lady Lansdowne. Vi que la comías con los ojos en la ópera la noche anterior. Pero puedes olvidarte de ella. Es una inocente, y ya que estás casado, cosa que pareces haber olvidado, está más allá de tu alcance. —Regresó al sillón, y cruzó las piernas, lo que provocó que la bata se abriera, revelando esas piernas delgadas y largas, una de las cuales movía debido a la agitación. —Mi estado civil no está en discusión. —Señor, ¿cómo había encontrado alguna vez deseable a esta musaraña? Su cuerpo rezumaba sensualidad, pero más allá de eso, era una egoísta perra conspiradora. Reacomodando su cara en líneas más agradables, ella caminó a ritmo tranquilo hacia él. —Lo siento, Coventry, ¿seguramente no tienes la intención de poner fin a nuestra relación tan pronto? —Curvó su mano alrededor de la parte posterior de su cuello, y bajó su cabeza hacia su boca. Jason sintió la desesperación en el beso de Selena, que sólo le instó a alejarse más aún. Levantó la cabeza, y de nuevo removió sus brazos de alrededor de su cuello. —Tengo algo para ti. Ella cruzó los brazos sobre su pecho, con una mirada testaruda en su rostro. —¿Un regalo de despedida, mi Lord?

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Metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó una caja de terciopelo negro. Los ojos de Selena se iluminaron de placer cuando la abrió para revelar una hermosa pulsera de zafiro y diamantes. —Gracias, mi Lord. Es realmente una hermosa pieza. —Considerándolo con los ojos entrecerrados, añadió—: ¿Seguro que no quieres quedarte un poco más? Realmente tengo que darte las gracias por un regalo tan considerado. Podríamos retirarnos al piso de arriba. —No, mi dulce, debo irme. —Le pasó los nudillos por su mejilla. Selena se irguió y le acompañó hasta la puerta. —Entonces voy a desearle que pase un buen día. Jason le besó la mano y se fue. Saltó por los escalones sintiéndose alegre, a diferencia de otras terminaciones de enlaces anteriores. Esta vez tenía algo que esperaba con interés. Una vez que el Parlamento aprobara su anulación, tenía toda la intención de perseguir a la encantadora lady Olivia. No para propósitos nefastos, sino con el matrimonio en mente. Si tan solo el viejo Conde hubiera esperado unos meses para estirar la pata, tanto él como su hijo habrían estado satisfechos. Silbando suavemente, se dirigió a su casa.

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10 Olivia se reclinó en la bañera, disfrutando de la relajación del agua perfumada y caliente. En la carta de sus abogados, le habían asegurado que su generoso acuerdo estaría dispuesto cuando el Parlamento aprobara la anulación. Olivia apretó el paño para permitir que el agua goteara hacia abajo por su pierna extendida. Con el dinero de Coventry y el legado de su padre, podría continuar con sus estudios de música, lo que muy probablemente significaría regresar a Italia. O podría comprar una pequeña casa aquí en Londres, pero las interminables rondas de fiestas, bailes, y reuniones año tras año no le atraían. Tampoco la falta de aire y la multitud de la ciudad. Por supuesto, podría considerar una oferta de alguno de los caballeros que se reunían a su alrededor cada noche. Al no tener ningún familiar varón, sería la que aceptaría o rechazaría cualquier oferta realizada. Sonrió mientras se imaginaba enviando a los posibles pretendientes a Jason por su yay 1 o nay2 en las ofertas. También podría negociar los acuerdos en su nombre. Olivia suspiró y miró por la ventana a través de la habitación, hacia las nubes ondulantes que iban a la deriva. Por desgracia, de todos sus pretendientes, el único que encendía su sangre, y le hacía ser consciente de su presencia, era el marido que no la quería. Se tragó el dolor, y salió de la bañera para secarse. Al no estar acostumbrada a estar desnuda delante de cualquier otra persona, no utilizaba los servicios de su criada para ayudarla en su baño. Lo había hecho por sí misma la mayor parte de su vida, de todos modos. Se deslizó en una bata y se sentó delante de la chimenea, para secarse el cabello. Como siempre, sus pensamientos volvían a su difícil situación con lord Coventry. ¿Cómo habrían progresado si no la hubiera dejado por la mañana después de su boda? Por la forma en que parecía estar atraído por ella ahora, podrían haber avanzado bastante bien. Lo imaginó acostándose con ella. Con toda su experiencia, sin duda sería una experiencia placentera. Luego se reprendió a sí misma.

1 2

Palabra que denota aprobación. Palabra que denota negación.

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A pesar de la añoranza que sentía en su presencia, con su historia no tenía intención de alentar sus avances. Cuanto más lejos se mantuviera de lord Arrogante, sería mejor para su paz mental. Haciendo a un lado sus preocupaciones, llamó a la criada para ayudarla a vestirse para otra, sin duda, larga y poco interesante velada. Lord y lady Banbury serían sus anfitriones de esta noche para una velada musical. A pesar de su débil intento de convencer a Elizabeth que ella preferiría quedarse en casa con un buen libro, la decepción en el rostro de su amiga la convenció rápidamente de cambiar de opinión. La velada musical Banbury era inmensamente mejor de lo que Olivia había esperado. Se sentó en la primera fila, permitiendo que la música relajante flotara sobre ella. Tres músicos profesionales contratados para la noche habían realizado varias piezas conocidas. Después de un breve intermedio, unas cuantas mujeres jóvenes siguieron mostrando sus habilidades en el piano, arpa y flauta. Desafortunadamente, Olivia encontró poco de esa música especialmente gratificante para su oído entrenado. —Lady Banbury. —Sentada junto a Olivia, Elizabeth levantó la mano para llamar la atención de su anfitriona cuando lady Mary Alice salió de la plataforma— . Lady Olivia debería ser alentada para que toque para nosotros. Ella es muy talentosa. Olivia se sonrojó y se volvió hacia Elizabeth. —Por favor, no. No he tocado en las últimas semanas. Elizabeth se inclinó hacia ella para susurrarle al oído. —No importa, querida, ya lo sabes. No seas tonta. —Mi querida, insisto en que toque para nosotros —Lady Banbury se acercó deteniéndose delante de Olivia, tomándola de la mano—. Por favor, nos encantaría escucharla, ¿no es así? —Se volvió y dirigió a la multitud, que con un puñado de aplausos y murmullos, indicaron su acuerdo, de alguna manera, algo renuentes. Indudablemente, el público había alcanzado su tolerancia de actuaciones de aficionados, pero Elizabeth le dio un empujón por detrás, y lady Banbury tiró de ella hacia la parte delantera de la sala. Mientras se acomodaba en el pianoforte, corrió a través de diversas piezas en su mente que podría tocar de memoria. La multitud siguió hablando, su inquietud haciendo que Olivia se pusiera nerviosa. Ella realmente no creía que nadie fuera a ser receptivo a su actuación, pero se decidió por Quasi una fantasia de Beethoven, que

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comenzaba agradable y lenta, y luego se convertía en una de las piezas más hermosas que jamás había tocado. A sólo unos quince segundos en la pieza, se perdió en sí misma y se volvió parte de la música. Ya no había un público, ninguna sala de música Banbury, ningún padre que la abandonó emocionalmente, ningún problema con un marido que no la quería. La sala quedó en silencio cuando la alta nobleza de la sociedad londinense se sentaba en silencio, hipnotizados mientras los dedos de Olivia se deslizaban sobre las teclas, extrayendo del instrumento una respuesta sensual de placer sostenido.

Jason se sentó, inquieto, en la parte posterior de la sala, aburrido como de costumbre en estos asuntos. Su deseo de ver una vez más a lady Olivia hizo de su breve aparición una necesidad. Ahora ella se sentaba en la parte delantera con lady Lansdowne y, sus fosas nasales se ensancharon; Lord Carstairs. Con algo de esperanza, las actuaciones miserables pronto cesarían y podría tener la oportunidad de hablar con ella. Estaba a punto de dar un suspiro de alivio cuando se hizo evidente que la velada musical llegaba a su fin, cuando lady Lansdowne sugirió que tocara lady Olivia. Su atención fue atrapada inmediatamente, observó a Olivia tomar su lugar en el pianoforte. Se había vestido con un vestido color lavanda claro, con una cinta violeta más oscura debajo de sus pechos antes de que el vestido cayera en suaves pliegues hasta el suelo. Sintió que su ingle se apretaba cuando se sentó, alisando el vestido sobre su encantador derriere3. Se recostó en su silla, con los brazos cruzados, mientras ella empezaba a tocar. Después de un minuto más o menos, se movió hacia delante, concentrándose en la visión de la belleza que era lady Olivia, con los labios fruncidos en concentración a medida que cautivaba a la multitud con su experiencia. La mujer era verdaderamente notable, muy talentosa. El público dejó de hablar mientras todos y cada uno se enfocaba en la hermosa mujer que tocaba de memoria. Mirándola desde este ángulo, capaz de ver sólo su perfil, sintió una vaga sensación de reconocimiento. Algo sobre la imagen tiraba de su memoria. Cerró los ojos un momento y permitió que la música le inundara mientras trataba de captar la visión que buscaba.

3

Derriere, en francés, trasero.

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La música hechizante llegó a su fin y él abrió los ojos para mirarla mientras ella se volvía a la audiencia. Sus ojos se encontraron, sus hermosos ojos violetas, brillando con lágrimas. Jason sintió como si un rayo se hubiera estrellado contra él. Su boca se secó completamente y su corazón se aceleró. Varias voces corrieron caóticamente por su mente. Ella toca como un ángel. Sí, mi Lord, esta es mi primera temporada. Yo viajaba con mi padre. El testamento de su padre dice que tiene que casarse con lady Jane Grant, que ha estado viviendo con su padre en Italia. Lady Olivia Grant, mi señor. ¡Maldita sea! Esa zorra por la que he estado jadeando es mi propia esposa. ¡Maldita sea! Jason se levantó bruscamente, tan rápido que la sangre no tuvo tiempo de ponerse al día con su cerebro, y se tambaleó. Respirando hondo, salió de la habitación y se dirigió a la puerta principal. Caminando hacia su carruaje, saltó en éste y dio instrucciones al conductor para que lo llevara a casa de Drake.

Olivia se puso de pie mientras el entusiasta aplauso de la multitud flotaba sobre ella. Las lágrimas llenaron sus ojos, sus emociones a flor de piel. Cómo echaba de menos su música. La había mantenido acompañada durante tantos años, cuando nadie más lo había hecho. Las semanas que había pasado en Coventry Manor se habían vuelto soportable por el disfrute que había sentido cuando sus dedos volaban sobre las teclas, liberando la ansiedad, la ira y la tristeza. Captó el rostro de Elizabeth y sonrió. A partir de ahí, su mirada vagó por la habitación hacia donde Jason se sentaba y su sonrisa vaciló. Sus fosas nasales estaba dilatadas y su mandíbula apretada. Su rostro era de un enfermizo blanco y pareció realmente tropezar cuando se levantó. Irradiaba cólera como nunca había visto a nadie, y ella realmente retrocedió un paso, a pesar de que él estaba a una habitación llena de gente lejos de ella. Respirando profundamente, apretó los puños a su lado, se volvió y salió de la habitación. ¿Cuál podría ser el problema? ¿Finalmente me reconoció?

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Suspiró de alivio cuando se fue, pero un enfrentamiento con Lord Arrogante estaba definitivamente en su futuro. Levantando la barbilla, se dijo que estaba preparada.

Jason irrumpió en la biblioteca de la casa de ciudad de Stafford y se detuvo, con los pies separados, las manos en puños a los costados. —Maldita sea, Drake, es ella. —Él fulminó a su mejor amigo con la mirada. Drake dejó a un lado su libro. —¿Quién es ella? —Lady Olivia —gruñó Jason. —Lo que dices no tiene sentido. ¿Quién o qué es lady Olivia? Jason se pasó los dedos por el cabello. —Vamos, hombre. La estimada huésped en la casa de Elizabeth, la encantadora lady Olivia, no es otra que Lady Jane Grant. ¡Mi esposa! Drake lo miró por un momento, con su mandíbula floja. —¿Lady Jane y lady Olivia son la misma? Jason asintió, con la mandíbula apretada con tanta fuerza que le dolía. Nunca en su vida había hecho el tonto de esa manera. Drake sonrió. —Vamos a ver si lo entiendo. Durante semanas has estado hecho un manojo de nervios tratando de encontrar a una misteriosa mujer. No tenías idea de cuando llegó a la ciudad, con quien se alojaba, e incluso cómo lucía. Querías encontrar a esta mujer difícil de alcanzar, con la intención de obligarla a una anulación, sin siquiera tener motivos para uno, así podrías perseguir a esa dama, con la que resulta ya estás casado. ¿Eso lo cubre? —Drake echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. En un instante, Jason lo golpeó a ciegas, su puño aterrizando en el mentón de su amigo. Drake y la silla cayeron hacia atrás, los pies en el aire. Frotándose los nudillos, Jason casi eliminó la puerta de su marco cuando la abrió para abandonar la habitación. —Supongo que lo entendí bien —gritó Drake a su estela. Jason corrió escaleras abajo, tratando de controlar la ira palpable que rugía a través de él.

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Pensar que todo este tiempo había estado delante de sus narices, y nunca dado ninguna indicación en cuanto a su identidad. Había hecho el ridículo, y eso no le gustaba. Al parecer, los Lansdownes estaban en el subterfugio, también. Bueno, tendría mucho que decirle a lord Lansdowne la próxima vez que se cruzaran. Que Lansdowne mantuviera a su mujer oculta enojaba a Jason casi tanto como el engaño de lady Olivia. Enfadado, descartó cualquier culpa que tratara de levantar su fea cabeza. Lo que había hecho no era de caballeros, pero la ira que sentía por ella cada vez que estuvo allí de pie cada cuando se encontraban, fingiendo ser otra persona, casi lo ahogó. Tan dulce y recatada, sin pestañear cuando hacía el idiota de sí mismo al ser empalagoso con ella. ¿Y qué se creía que estaba haciendo al coquetear con los conocidos libertinos de Londres y aceptando bailar con todos y cada uno? Y Carstairs mirando hacia abajo su vestido en la ópera. La próxima vez que viera al hombre se aseguraría de que sus ojos no fueran capaces de bajar la mirada al vestido de cualquier mujer durante bastante tiempo. Jason reprimió el impulso de confrontar inmediatamente a lady Olivia; lady Coventry, se corrigió. En cambio, se fue a su casa y se puso muy borracho, pensando en todas las cosas que le diría a ella mañana por la noche en el baile de Beresford. Duerme bien, preciosa mía, porque pronto nos reuniremos.

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11 Después de saludar a sus anfitriones, Jason descendió los escalones de la inmensa sala de baile y escudriñó la multitud. Su mirada inmediatamente descansó sobre Olivia. Ella lucía magnífica en un vestido de seda del color de un rico vino clarete. El corpiño ligeramente recogido confeccionado lo suficientemente bajo para permitir que su magnífico escote se mostrara a su provecho. La cinta debajo de sus pechos y por la parte inferior de las pequeñas mangas era de un rosa profundo. El vestido caía en suaves pliegues, apenas cubriendo sus zapatillas rosas. Un amplio collar de diamantes, cerca de su garganta, reflejaba la luz de cientos de velas. Los rizos de su rico cabello negro se reunían en la parte superior de la cabeza, con mechones balanceándose suavemente en las sienes. Pendientes de pequeños diamantes brillaban de cada delicado lóbulo. Ella le quitaba el aliento. Y es toda mía. El ardid había terminado. Él le diría esta noche que sabía de su juego y demandaría que saliera de la casa Lansdowne y se estableciera en su residencia donde pertenecía, en Coventry House. Su sangre bombeada, imaginando su glorioso cabello extendido sobre su almohada, los ojos violeta ardiendo con pasión mientras pasaba sus manos sobre su delicioso cuerpo, descubriendo cada punto sensible con sus labios. Los músicos terminaron de afinar, y hebras del primer vals llamaron la atención de la multitud. Completamente centrado en una mujer, Jason se dirigió a través de la concurrencia, ignorando a las damas quienes emitían su mirada en su dirección detrás de los pintados abanicos. Se las arregló para llegar a Olivia antes que su pareja. Inclinándose ligeramente, él la tomó de la mano y la condujo a la pista de baile. —Discúlpeme mi Lord, pero este no es su baile. —Olivia tiró suavemente para liberar su mano. Él la recuperó con la ira parpadeando rápidamente en sus ojos. —De hecho lo es, lady Coventry. —Jason lanzó una mirada asesina hacia lord Fairfax cuando el dandi se acercó y trató de reclamar a Olivia. Una mirada, y Fairfax bajó caer su mano y retrocedió.

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Jason la giró en sus brazos y comenzó el vals. Olivia levantó su barbilla y mantuvo los ojos fijos en un punto a la izquierda de su hombro. Él la miró como un gato a un ratón, con los ojos entrecerrados, sus labios apretados. Y su sangre bombeando a la zona más afectada por el cálido aroma de lavanda proveniente de su cabello. ¡Lavanda! —Luce hermosa esta noche, lady Jane. —Se inclinó cerca de su oído. Los ojos de Olivia titilaron y sus mejillas se sonrojaron. —Así que ya lo sabe. Felicitaciones por su intuitividad. Sólo le ha tomado semanas en reconocerme —le espetó. Ella trató de apartarse, pero él se mantuvo firme, apretándola contra su cuerpo—. No puedo respirar, mi Lord. Él aflojó su agarre. —No pienses alejarte de mí, querida. Terminaremos este baile y luego daremos un paseo por los jardines. Mientras tanto sonríe y actúa como si este baile es el más maravilloso de tu vida. —¿Y por qué, en nombre del cielo, haría eso? —Porque, mi amor, toda la alta sociedad está mirando, y no queremos darles ninguna razón de chismes, ¿verdad? Olivia desvió un poco la cabeza, estudiando el intrincado nudo de su corbata, su columna tan rígida como una tabla. Las últimas notas apenas se habían desvanecido cuando él puso su mano sobre su brazo, cubriendo su mano con la suya. —¿Un paseo por el jardín, lady Olivia? —dijo lo suficientemente alto para que todos en la cercanía lo escucharan. Olivia sonrió amablemente y dijo en voz baja: —Váyase al hades, mi Lord. —Ah, así que comenzando —argumentó.

Los nervios de Olivia se habían tensado como un arco durante todo el día, preguntándose si la abrupta salida de Jason la noche anterior realmente tenía algo que ver con su subterfugio. Había pasado una gran cantidad de tiempo para elegir el vestido y los accesorios correctos para encontrarse con su adversario. La confianza en sí misma se había fortalecido cuando había visto su reflejo en el espejo.

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Pero ahora que realmente lo enfrentaba, el impacto y la ira por su fácil referencia a su nombre correcto le hicieron picar la mano por abofetear su arrogante rostro. ¿Por qué la razón de este paseo, y cuáles eran sus intenciones? Ellos serpentearon por todo el sendero del jardín, asintiendo a otros paseantes. Finalmente Jason la volvió a un sendero que conduce lejos de la casa. Caminaron durante varios minutos, nadie pasaba cuando él la llevó a un pequeño banco de piedra. Después se sentó, él la miró, apoyando el pie en el banquillo, el codo apoyado en la rodilla. Ella lo miró, y su corazón comenzó a latir con tanta fuerza que estaba segura de que él podría escucharlo. Se veía tan masculino, un tanto depredador. Ella sintió las olas de una fuerte emoción emanando de su cuerpo. No siendo capaz de contener su lengua por más tiempo, no sea que se desmayara debido a la tensión, comenzó la batalla. —¿Qué es lo que desea decirme, mi Lord? —Ha hecho un tonto de mí, madam. —Él habló con tranquilo énfasis. Ella levantó la barbilla. —¿En efecto? ¿Me permite recordarle su condición en nuestra boda? Cualquier aspecto de locura sigue siendo únicamente de su parte, mi Lord. Jason se movió, y entonces, descansando sus manos en el banco, a cada lado de sus caderas, se inclinó sobre ella. —¿Por qué no me dijiste quien eras? —Una mejor, mi Lord. —Ella inclinó la cabeza hacia atrás para poner más distancia entre ellos—. ¿Por qué no supo usted quién era yo? Él se levantó y pasó sus rígidos dedos por su cabello. —Yo no te recordé porque estaba borracho. —Ah. —Ella exhaló la palabra—. Su estado de embriaguez en nuestra boda decía mucho de su respeto por mí, y los votos que pronunció. —Yo no te conocía en ese entonces. Ella se levantó y trató de rodearlo. —Usted no me conoce, mi Lord. Él la agarró del antebrazo y se inclinó. —Insisto en que mudes tus cosas de la casa de lord Lansdowne a Coventry House. Enviaré un carruaje en la mañana.

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Olivia lo miró, con los ojos cada vez más amplios, sus cejas arqueándose. —Disculpe, señor, pero no haré tal cosa. —Tú eres mi esposa, Olivia, y te mudarás a mi casa. El músculo de su mandíbula se contrajo. Los ojos de ella brillaron. —Yo no le di permiso para llamarme por mi nombre de pila. Y si mal no recuerdo, mi Lord, ya no soy su esposa, ya que usted ha solicitado una anulación. —No podía creer la arrogancia del hombre. Como si ella simplemente se derrumbaría en sus brazos con gratitud y lloraría de agradecimiento. Hizo un gesto con la mano restándole importancia. —No habrá anulación. —Ya he firmado el formulario de consentimiento y lo envié a mis abogados. — Ella se ciñó a sí misma con determinación. —No habrá anulación. Ni ahora, ni nunca. Te mudarás a mi casa mañana. —¡Cómo se atreve! ¿Cree que soy una especie de títere para ser puesto aquí, luego allá, descartado, luego vuelto a recuperar? —Antes de siquiera pensar, levantó la mano y le dio una bofetada—. Te odio. Nunca me mudaré a tu casa, o incluso hablaré contigo, nunca más. —Se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia la casa. Olivia trató de calmar su acelerado corazón antes de entrar al salón de baile. No serviría de nada aparecerse agitada. Ella y Jason podrían haber sido notados al salir juntos, y los chismes sobrevendrían si regresaba en un estado frenético por sí misma. Se frotó las manos para reducir el escozor de su palma, se sentía bien a través de su guante. Nunca en toda su vida había perdido el control de esa manera. Oh, el hombre era arrogante. Simplemente ordenarle que se trasladara a su casa y tomara sus deberes de esposa. Bueno, ella no tenía ninguna intención de mudarse a Coventry Hous. Una vez que la anulación saliera, ella dejaría Londres y regresaría a Italia.

Jason se frotó la cara y se sentó en el banco de piedra. Eso salió bien, ¿no?

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Ser testigo de la ira de Olivia, sentir su odio y dolor, abrió un enorme agujero en su confianza. Odiaba admitir lo mucho que su asco y repugnancia le habían afectado. Dios, no puedo ser realmente un idiota. El recuerdo de Olivia en medio de la ira apretó sus calzones. Él inhaló profundamente. El violeta de sus ojos se había profundizado a casi negros. ¿Se volverían a ese color cuando la pasión se apoderaba de ella? Era realmente magnífica en su furia. Estando acostumbrado a nada más que la adoración de las mujeres durante toda su vida, que Olivia le pusiera en su sitio picó. Ahora entendió el término loco de ira. Se frotó la mejilla una vez más y sonrió ante el recuerdo de su fiera. Y ella era su fiera. Sin embargo, el problema continuaba en cómo podía resolver esto. Y resolverlo es lo que haría. Una cosa estaba clara. No tenía intención de seguir adelante con la anulación. Llevaría algo de tiempo hacerlo, pero tenía la intención de recoger su orgullo y ganarse a su esposa totalmente.

Las estancias de Olivia le impedían inhalar profundamente y puntos negros bailaban ante sus ojos. Debía parecer asustada. Su corazón aún palpitaba, su cara se sentía caliente, y lágrimas llenaron sus ojos. No lloraría. Ese estupido pretencioso no hará que me avergüence a mí misma en frente de todos. Después de deslizarse a través de las puertas francesas, se sentó en una silla cercana para recuperar el aliento. Abanicándose vigorosamente, su corazón comenzó a desacelerarse, y su respiración volvió a la normalidad. Su encuentro con Jasón le agobió. Tan pronto como se sintió lo suficientemente bien, se levantó a buscar a Elizabeth. Sus pasos se detuvieron abruptamente cuando lord Fairfax la agarró del brazo. —¿Está bien, lady Olivia? —Sus ojos eran cálidos y suaves. Olivia le devolvió una leve sonrisa. —No me estoy sintiendo del todo bien, mi Lord, y quizá también un poco sedienta. ¿Le importaría acompañarme? —Pero, por supuesto, mi Lady. —Puso su mano sobre la de ella posesivamente en su brazo, y los condujo hacia la mesa de los refrescos. Olivia siguió buscando a su amiga, pero no la diviso.

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Farifax le entregó un vaso de limonada y comenzó una disertación sobre su preocupación por diversas dolencias de su madre Olivia asintió, ansiosa por alejarse de él y la charla interminable. —Lady Olivia, ¿nuestro baile creo? Se dio la vuelta con gratitud para poder ver a Drake de pie con su mano extendida, un centelleo en sus ojos brillantes. —Sí, de hecho lo es, mi Lord. —Ella sonrió a lord Fairfax, luego se unió a su compañero en la Cuadrilla. Se sintió mucho mejor después del baile entusiasta con Drake. Algo en su actitud le dijo que sabía de su subterfugio, pero lo encontraba gracioso. El resto de la noche pasó agradablemente, y ella nunca vio al Lord Arrogante de nuevo. Con suerte él se había marchado a casa y ahora por siempre la dejaría en paz.

A la tarde siguiente, Olivia permanecía mirando la chimenea del salón en los minutos antes de la esperada llamada en la casa de ciudad Lansdowne. —Él lo sabe. —Oh, querida —Desde su posición en el sofá, Elizabeth cruzó las manos sobre su regazo, y la miró—. Pensé que algo como esto debía haber sucedido cuando los vi a los dos juntos anoche. Quería preguntar acerca de todo por la mañana, pero sabía que me dirías cuando sintieras que era el momento adecuado. Olivia se paseaba, su rostro calentándose mientras recordaba su conversación. —Él quiere que nosotros permanezcamos casados. —Ella se detuvo frente a Elizabeth y se cruzó de brazos—. Prácticamente me ordenó que mudara mis cosas a Coventry House el resto de la Temporada. —Dios mío. —Elizabeth buscó los ojos de su amiga—. ¿Y qué es lo que quieres, Olivia? Ella levantó la barbilla. —Deseo no poner los ojos en ese maldito hombre de nuevo. —Antes de que pudiera continuar, un lacayo anunció el primero de sus invitados, y Olivia puso una sonrisa en su cara. Menos de una hora más tarde lord Fairfax se sentaba junto a Olivia en el sofá, habiendo pedido disculpas por su madre al no asistir, ya que necesitaba recuperarse por los entretenimientos de la última noche.

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Lord Carstairs se acababa de instalar en la pequeña silla frente a Elizabeth cuando entró Staunton. —Lord Coventry Anunció. Jasón entró en la sala, ocupando más espacio del que cualquier hombre debería. Los pulmones de Olivia se apretaron y se encontró con dificultades para respirar. Vestía una chaqueta azul oscuro ceñida al cuerpo sin medida necesaria para aplicar acolchado. Sus pantalones tan ajustados mostraban muslos musculosos, las arpilleras negras brillando tan brillantemente que podían sustituir a un espejo. Pero la parte más impresionante de lord Coventry eran sus penetrantes ojos azules y el rizo negro que le caía sobre la frente con desenfado. Se inclinó ligeramente hacia Elizabeth, besando la mano que ella le presentó. Sólo años de buena etiqueta obligaban a Olivia a extender su mano cuando Jason hizo una reverencia delante de ella. Él le tomó la mano, y mirándola directamente a sus ojos, esbozó una sonrisa diabólica. Ella se puso rígida. Al parecer, su marido había arrojado el guante. —Lord Coventry, ha pasado bastante tiempo desde que su visita. Las pestañas de Elizabeth revolotearon. —Demasiado tiempo, mi Lady. Me disculpo por la grave negligencia de un buen amigo. Olivia soltó un bufido a su opinión y, loego, trago saliva por haber hecho algo tan poco femenino. Rápidamente volvió su atención hacia lord Fairfax. —Por favor, exprese mi consideración a su madre. Espero que dentro de poco se recupere de la pasada noche. Lord Fairfax se ruborizó de un rojo brillante y sonrió con entusiasmo. Olivia echó un vistazo a Jason, sus ojos brillando intensamente con alegría contenida. Ella frunció el ceño. —Lady Olivia. —Jason enfatizó su nombre—. He oído que usted toco en la velada musical Banbury la otra noche. ¿Puedo decirle cuan completamente sorprendido estaba en su talento inesperado? —Gracias, mi Lord. —Su mandíbula palpitaba de tensión. Recogiendo una pelusa invisible de su chaqueta, agregó:

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—Estoy seguro de que una dama encantadora como usted tiene numerosos secretos ocultos. —Mi música no es ningún secreto, mi lord. —Su barbilla se levantó, y ella sintió el calor en su cara. Jason se inclinó hacia delante, una sonrisa maliciosa en su rostro. —¿Seguramente debe tener otros secretos? Elizabeth se puso de pie tan de repente que pareció que había sido lanzada de su silla por un pie invisible. —Voy a llamar por el té, señores. Ella se apresuró hacia la campana y dio instrucciones cuando la criada apareció. El corazón de Olivia martilleaba en su pecho. ¿Qué era esto? Ella le dijo anoche que no quería tener nada que ver con él, y aquí estaba sentado en el salón de Elizabeth, luciendo como un Lord muy cortés. La verdad sea dicha, disfrutó el combate con él. Un adversario digno, él también era guapo como el pecado y letal como un tigre. Sería mejor para ella recordar la última realidad. —Acabo de recibir la entrega de una magnífica yegua de Tattersalls, y me pregunto si usted me acompañará a un paseo mañana por la mañana. Lord Carstairs miró directamente a Olivia mientras aceptaba una taza de té de Elizabeth. A medida que Olivia abría la boca para responder, Jason dijo sin problemas: —Nos encantaría ir a dar un paseo mañana por la mañana, ¿no crees, lady Olivia? Lord Carstairs echó un vistazo de Jason a Olivia. —Um, sí, creo que un viaje en grupo sería la mejor cosa. ¿Qué hay de usted, lady Lansdowne? Y, por supuesto, lord Fairfax, usted sería muy bienvenido también. Olivia miró a Jason, su boca se presionaba en una línea. —No estoy segura de que tenga la ropa adecuada para un paseo, mi Lord. —Oh, no, querida, recuerda que Mademoiselle DuBois envío tu traje de montar hace unos días. —Elizabeth se dirigió a los caballeros—. Lady Olivia ha estado renovando su guardarropa mientras me visita.

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—Ah, un guardarropa nuevo —dijo Jason perezosamente—. El pasatiempo favorito de las damas. Puedo verdaderamente imaginar cómo son las facturas. Olivia gimió para sus adentros. Lord Arrogante la había encajonado perfectamente en un rincón. Fairfax se levantó. —Me temo que debo dejar esta encantadora compañía. Mi madre me está esperando en breve para ayudarla en la organización de las flores. Jason resopló y Olivia se levantó. —Caminaré afuera con usted, mi Lord. —Ella aceptó su brazo, y al pasar junto a Jason, lo piso directamente y sólidamente en el empeine, rebotando un poco para dar énfasis. Él hizo una mueca, pero no dijo nada mientras ella tiraba la falda hacia su cuerpo para evitar tocarlo. Levantó la barbilla y enderezó los hombros mientras ella y Fairfax salían de la sala. A medida que miraba hacia atrás, sonrió ante la visión de Jason frotándose el pie contra la otra pierna, señalando con la cabeza a algo que Elizabeth dijo. ¡Aguanta, ciertamente!

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12 Jason se acercó a su carruaje y gritó al conductor que lo llevara a White. Sonrió cuando el transporte comenzó a avanzar. Qué pequeña bruja era su Olivia. No tímida y modesta, aquella. Se rió en voz baja. Este concurso de voluntades podría llegar a ser muy interesante, por decir lo menos. Ella tuvo un momento muy difícil controlando su ira, que le tentó tanto más para burlarse de ella. Él sabía que su mano debía haberle picado por abofetearlo de nuevo, pero ese pisotón a su pie tuvo que aliviar parte de su tensión. Le encantaba su naturaleza apasionada y la intención de disfrutar a tope cuando llegara el momento. En un corto período de tiempo, se había sentado en un cómodo sillón de cuero frente a Drake. —Te extrañé esta mañana de Tattersall. Tenía mi ojo en un buen pedazo de caballo. Jason miró a su alrededor y señaló a un lacayo que le trajera un whisky. —¿Cómo está tu barbilla? Drake se tocó con la punta de su dedo. —Bien. He tenido peores. —Él se echó hacia atrás y estiró sus largas piernas— . Entonces, ¿qué vas a hacer? —¿Acerca de? —Acerca de la encantadora lady Olivia. Jason miró al vacío por un momento. —Ah, ¿te refieres a la encantadora lady Coventry? Mi esposa. La mujer con la que estoy legal y legítimamente casado. ¿Esa lady Coventry? Drake sacudió la cabeza y sonrió. —Pero, ¿te aceptará la encantadora lady Coventry? —Por supuesto que no. Ella me odia. Así me lo dijo anoche. Qué es por eso que estoy forjando una campaña para volver a reconquistarla.

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—Lo siento, amigo, pero nunca la tuviste, para empezar. Tiraste a la dama. ¿Qué te hace pensar que puedes ganarla ahora? —Un Coventry nunca abandona. Recuerda, Drake. No tengo ninguna intención de dejar que ese delicioso cuerpo vaya a ninguna parte, excepto a mi cama.

Olivia juró en voz baja mientras se enderezaba su sombrero de montar en el espejo. La pluma vivaz rodeó su rostro, casi tocando el labio. El traje de montar azul de lana ligera favorecía sus ojos, iluminando el color violeta oscuro. Se mordió los labios y se pellizcó las mejillas para el color. ¿Por qué estoy haciendo esto? Debería decir que tengo dolor de cabeza y no puedo montar. Pero ella no tenía ninguna intención de permitir que el Conde de la Arrogancia sacara lo mejor de ella. Podría haber manipulado a Carstairs en incluirlo en el paseo de esta mañana, pero ella no le mostraría ninguna misericordia. Sus ojos brillaban mientras pensaba en qué clase de problemas pudiera causar él hoy. De pronto, esperaba con interés el paseo. Puntualmente, a las ocho llegó el primer caballero. Olivia colocó la parte inferior de su traje de montar sobre su brazo y bajó las escaleras hasta el vestíbulo donde se encontraba lord Carstairs hablando en voz baja con Staunton. Carstairs levantó la vista cuando ella apareció, una sonrisa iluminando su rostro. —Buenos días, lady Olivia. Se ve espléndida, como siempre. Ella se unió a él y presentó su mano por su beso. —Lord Coventry está fuera con nuestros caballos, por lo que creo que todos estamos listos. Ofreció a Olivia su brazo y procedieron en la mañana de finales de primavera. Ella inhaló profundamente el aire, perfumado con flores del jardín en la parte lateral de la casa. Un día sin nubes, bastante raro en Londres. Y la hora temprana aseguró que el aire de la ciudad seguía siendo claro. En la parte inferior de la escalera, un mozo agarró las riendas de dos caballos. Jason estaba parado junto a él, sosteniendo el tercero. Olivia se quedó sin aliento al ver al hombre. Alto, musculoso, y rezumando confianza, Lord Arrogante era masculino. Maldito el hombre por lo que le hacía. Él sonrió con una sonrisa de infarto, y esa sencilla acción hizo revolotear su estómago. Ella resopló. Sin piedad. Esto es la guerra.

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Entonces se dio cuenta de su montura. —¡Qué belleza! —exclamó Olivia. El magnífico semental se paraba orgulloso al lado de su dueño con aire satisfecho. Pasó la mano enguantada bajo la suave nariz aterciopelada del animal. —¿Cómo se llama —Apolo. —Jason sonrió afectuosamente al caballo. Su cuerpo negro carbón brillaba casi azul con la luz del sol en su contra. Regio en su porte, el animal echó la cabeza hacia atrás como sabiendo que merecía cualquier y toda admiración. —Se ajusta. Es exquisito. —Ella tocó su espesa melena, dejando que las hebras se deslizaran a través de sus dedos—. Extraño a mi caballo, Honor. Lo dejé con mis amigos en Italia, pero espero que vuelva algún día. Antes de que Carstairs pudiera moverse, Jason se acercó a Olivia, y puso sus grandes manos alrededor de su cintura, la levantó sin esfuerzo en la silla de su yegua. Ella le fulminó con la mirada mientras se ajustaba la falda para cubrir sus piernas. Se rió en voz baja mientras se retorcía, sentándose. Los tres trotaron hacia Hyde Park. Montaban sus caballos a un ritmo pausado, conversando sobre el clima, los chismes de la alta sociedad y los planes para más adelante en la semana. Olivia se mantuvo en guardia, esperando. Por qué, no lo sabía, sólo cierto que Jason tenía algo en mente. Era demasiado agradable e inocuo. No tomó mucho tiempo para hacer su movimiento. Estaban en el parque cuando se dio cuenta de que la silla no se sentía lo suficientemente ajustada debajo de su trasero. Ella seguía removiéndose, pero aún no podía estar cómoda. Finalmente Jason dijo: —¿Ocurre algo, lady Olivia? —Parecía demasiado inocente, sus rasgos suaves. —No estoy segura, mi Lord, parece que tengo un problema con mi silla de montar. Los tres se detuvieron y Jason desmontó y otra vez se acercó y la levantó, sus manos persistentes un poco más en su cintura, su pulgar vagando hacia su pecho. Ella golpeó su mano y se movió hacia atrás. Examinó la silla. —Viejo, ¿está todo bien allí? —Carstairs observaba desde lo alto de su caballo. —En realidad, no. —Jason se puso en cuclillas, mirando por debajo del vientre del caballo—. Esta correa está desgastada, y lady Olivia no se sostendrá por mucho tiempo.

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—Déjame ver. —Ella le dio un empujón a un lado, y se inclinó—. Esta no es la silla que suelo utilizar —dijo lacónicamente—. Alguien puso la silla equivocada en mi caballo. —Ella miró a Jason. Él se levantó, alzando las manos en señal de rendición. —No ensillé los caballos, mi lady. —Antes de que pudiera pensar en una respuesta, él la cogió en sus brazos y la depositó en su caballo. Luego pasó la pierna y se sentó detrás de ella. —¿Que crees que estás haciendo? —Ella trató de cubrir su pierna expuesta con sus faldas. —No puede montar ese caballo, mi Lady. —Volviéndose a Carstairs, dijo—, Devolveré a lady Olivia a Lansdowne, si usted toma las riendas de su caballo y lo lleva de vuelta. Mirando completamente aturdido, Carstairs saltó de su caballo y tomó las riendas de la yegua cuando Jason se marchó, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Olivia. Olivia se sentó rígidamente frente a Jason, negándose a tocar cualquier parte de él. Lentamente movió su mano hacia arriba desde la cintura hasta que la parte superior de su dedo pulgar descansaba en la parte inferior de su pecho. Ella le dio una palmada en la mano. Luego movió su mano hacia abajo hasta que se detuvo en el muslo. Olivia hizo un sonido de disgusto. —Por favor, mantenga sus manos fuera de mi persona. —Sólo estoy tratando de mantenerla a salvo, mi Lady —murmuró. —Ha. Nunca he estado en mayor peligro en mi vida. —Ella tiró de su falda con una mano, y esposó su mano errante con la otra. Se inclinó y le susurró al oído. —Te deseo, Olivia. Pero a pesar de que soy tu marido, no te obligaré. Ten en cuenta, sin embargo, que tengo la intención de ganar, y tú vendrás a mi cama. —Nunca. Y tú ya no eres mi marido. Firmé los papeles de la anulación. —Yo los rompí. Jason gruñó mientras ella le dio un codazo en el estómago. De nuevo inclinó la cabeza y mordisqueó la parte blanda debajo de su oreja. Ella echó la cabeza hacia atrás, sorprendiéndole en la nariz. —Ouch. Tu pequeña diabla. —Será mejor que recuerdes esto, mi Lord. No voy a permitir que me acaricies.

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—Oh, tengo intención de hacer más que acariciarte, amor. —La voz de Jason rodó sobre ella como miel caliente—. Voy a quitarte lentamente la ropa, y luego aflojar los alfileres que sostienen tu glorioso cabello. Comenzando por tus labios, empezaré a besarte, moviéndome hacia abajo… —Deja de hacer eso. —Ella echó todo su peso hacia un lado, haciéndolos perder el equilibrio. Ambos cayeron al suelo en un montón de faldas, chaquetas y sombreros. Antes de que Jason pudiera incluso moverse, Olivia saltó desde el suelo y rápidamente montó en el caballo, ajena a sus miembros expuestos mientras apretaba los costados del caballo. Ella sonrió en su dirección mientras él se sentaba con la boca abierta en la tierra. Olivia instó al semental de vuelta a Lansdowne, el sonido de su risa llevado por el viento.

¿Cómo diablos hizo eso? Las damas no pueden montar caballos por sí mismas. Jason se levantó y dio una palmada con el sombrero contra sus pantalones para quitar el polvo. Carstairs no estaba a la vista, el hombre debía haber tomado otro camino por el parque a la casa de ciudad de Lansdowne. Reorganizando su dignidad, Jason volvió a los establos. Cuanto más tiempo pasaba con Olivia, más determinado estaba a tenerla. El cálido cuerpo de su esposa se sentía bien presionado contra el suyo. Con curvas en todos los lugares correctos, con pechos y caderas generosos, el pensamiento de ella desnuda y gimiendo bajo él lo mantuvo ocupado durante su vuelta a los establos. Su espíritu ardiente lo atraía casi tanto como su belleza. Cómo calentaba su sangre. Incluso antes de haber asumido el título de Conde, Jason había intimidado a la mayoría de los hombres con su mera presencia. Desde que había dejado los pantalones cortos, las mujeres habían caído a sus pies. No así, su esposa. Le había dejado en claro que no había sitio para él, que sólo reforzó su determinación. El premio era demasiado grande para retirarse. La tendría y ella lo querría, le rogaría por más. Visiones de sus ojos tornados y su cara enrojecida lo consumieron. Permaneció incómodamente hinchado durante la mayor parte del camino de regreso. Pondría otra marca en la columna de lady Coventry.

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—¿Cómo fue tu paseo con los señores esta mañana? —Elizabeth sirvió té para ella y Olivia en el salón esa tarde. Las damas disfrutaban de la paz y tranquilidad de la compañía de la otra, no como un típico día allá en casa. —Bastante bien, en realidad. —Olivia volvió su atención a Elizabeth, una leve sonrisa en los labios. —Ah, detecto una historia detrás de esa mirada. —Elizabeth sonrió. Olivia dejó su taza de té y cogió una tarta. —Por alguna extraña razón, mi caballo fue equipado con la silla incorrecta. — Ella levantó la mano cuando Elizabeth comenzó a hablar—. Antes de que digas cualquier cosa, estoy segura de que tu mozo puso la correcta, y Lord Arrogante la cambió. —¿Para qué? —Las cejas de Elizabeth se fruncieron. —Por la intención de hacer imposible para mí continuar en mi propio caballo. Y, por supuesto, una vez esto se estableció, Jason me puso rápidamente delante de él en su caballo. Elizabeth se tapó la boca, los ojos muy abiertos mientras se reía. —No fue tan divertido cuando él comenzó a poner sus manos en varias partes de mi persona. Elizabeth la miró por un momento, las cejas levantadas. —¿Dónde estaba Carstairs cuando lord Coventry se estaba comportando de una manera tan inapropiada? —Oh, Lord Arrogante lo manejó bastante bien. Lo envió de vuelta a los establos arrastrando mi caballo detrás de él. —Fue un complot inteligente, tenía que admitirlo. —¿Fuiste lo suficientemente capaz de disuadirlo de su comportamiento? —Bueno, depende de lo que consideres “suficientemente capaz”. Verás, yo lo desanimé a tal grado que ambos terminamos en el suelo. —¡Oh, no! —Pero —continuó Olivia, con una amplia sonrisa—, me volví a montar mientras el recuperaba el aliento y lo dejé sentado allí. —Todavía le daba una gran satisfacción recordar a su señoría sentado en su culo, una expresión de asombro en su hermoso rostro mientras ella se marchó. —¿Cómo conseguiste montar en su caballo sin ayuda? —preguntó Elizabeth.

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—Mi padre nunca empleó a muchos sirvientes. He estado montando mi propio caballo durante años, y no una silla de señoras, debo añadir. Muy poco femenino, lo sé, pero esta vez me fue bastante útil. —Ella sintió una calidez de haber cambiado las tornas sobre Jason. Torturar a su marido podría llegar a ser un pasatiempo divertido, algo para mantener su interés hasta que la Temporada llegase a su fin y se fuera a Italia. Todos los bailes, las disputas, y las cenas se habían vuelto tediosas. —Olivia, ¿qué es exactamente lo que vas a hacer con esta situación?Ahora que Coventry conoce tu identidad, seguramente querrá un verdadero matrimonio. Es obvio que se siente atraído por ti desde el principio. Elizabeth puso su taza de té en la bandeja y se acarició la boca con una servilleta. —Si hubiera estado realmente atraído por mí desde el principio, no estaríamos en este lío ahora. Él me hizo a un lado con no tanto como para pedir permiso. Sin embargo, para responder a tu pregunta, he decidido regresar a Italia después de que termine la temporada. —Olivia se levantó y se acercó a la chimenea, con los brazos abrazándose la cintura. —¿Italia? ¿Por qué? —Las cejas de Elizabeth se juntaron en un ceño fruncido— . Pensé que tu intención era hacer de tu casa aquí en Inglaterra. Olivia dudó por un momento, y luego volvió a su asiento y juntó las manos, estudiando sus dedos antes de hablar. —Esa era mi intención cuando me fui de Italia. Sin embargo, no tenía intención de tener un esposo que me despreciara a tal grado que se presentó borracho para nuestra boda y luego me sacó rápidamente de su mente. —Ella suspiró y miró por la ventana en la tarde húmeda—. He tenido una oferta de una de las más prestigiosas academias de música en Roma para continuar mis estudios con ellos. Tengo dinero de la herencia de mi padre que usaré para mis propósitos mientras estudio. Elizabeth soltó un gran suspiro y se inclinó en el respaldo de la silla. —¿Qué hay de lord Coventry? —¿Qué pasa con él? —Olivia levantó la barbilla. —Nos guste o no, querida, él es tu marido y tendrá algo que decir en lo que haces. —Ha solicitado la anulación. Consentí y envié mi aprobación. —Todavía le escocía recordar el día en que había recibido el papel de su abogado. —¿Quieres decir que tiene la intención de continuar con eso? —Elizabeth tomó la mano de Olivia.

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—En realidad, no. —Ella vaciló—. Me dijo que no habría ninguna anulación. —Bueno, ahí lo tienes. Si no tiene la intención de seguir adelante con la anulación, entonces significa que piensa mantenerte como su esposa. Olivia se puso de pie y caminó, con la cara enrojecida. —No me importa lo que Lord Arrogante se proponga hacer. Voy a volver a Italia para estudiar música, y ¡él se puede ir al infierno! —¡Olivia! —dijo Elizabeth, horrorizada. Derrumbándose en su asiento, Olivia intentó controlar su temperamento. Si pudiera no tener absolutamente nada que ver con los hombres por el resto de su vida, sería adecuado para su bien. Tan tierno como había sido su padre, la había prácticamente abandonado después de que su madre murió. Entonces, sin discutirlo con ella, había hecho arreglos para casarla con un hombre que se había comportado de una manera cobarde. No. Estaba hecho. Ella estudiaría música, convirtiéndose en una famosa pianista recorriendo el continente, y manteniéndose alejada de los hombres. —Olivia, sé razonable. —Elizabeth vaciló—. Coventry necesitará un heredero. —Entonces será mejor que proceda con la anulación. Elizabeth sacudió la cabeza. —No, querida, su atracción por ti es demasiado obvia. Creo que estás en una batalla si tienes la intención de seguir adelante con tu plan. —Yo ya he ganado la batalla —Olivia se secó las lagrimas. —Sí, querida, pero ganar una batalla no te otorga la victoria en la guerra, y creo que lord Coventry está librando una guerra.

Jason marcó el paso. —Te estoy diciendo, Drake, esto es la guerra. —Si es así, viejo, suena como que ella ganó la primera batalla —dijo Drake con alegría al ver a Jason moverse de un lado al otro en frente de él. —No te puedo decir lo satisfactorio que es saber lo mucho que disfrutas de mi vida —gruñó Jason. —Muy entretenida. —Drake sonrió—. La situación más entretenida de la temporada.

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La muchedumbre en White se reducía a medida que la hora de la cena se acercaba. A Jason aún le escocía la estratagema de lady Olivia; no, maldita sea, de Lady Coventry. Sonrió, pensando una vez más en su montaje muy poco femenino de Apolo. Dios, la mujer era preciosa. Todo fuego y pasión. Quería sentir esa pasión dirigida a él. —¿Qué es exactamente lo que piensa hacer? —Drake interrumpió sus cavilaciones. —Tengo la intención de hacerla mi esposa de verdad. —Jason abrió de golpe su reloj de bolsillo y comprobó la hora. —Lo siento si no sueno alentador, pero no parece que la encantadora lady Olivia esté confabulada con tus planes. —Drake se levantó y se estiró—. Pero ahora tengo que volver a mi apartamento a vestirme para la cena de Cummings. ¿Estarás allí? Jason asintió distraídamente. —Sí, planeé asistir. Me pregunto si mi esposa estará allí. —Sólo hay una manera de averiguarlo. —Drake se dirigió a la puerta—. Espero que sí, por la mera diversión de ver a lady Olivia mejor que a ti de nuevo. Jason desestimó sus comentarios, luego se sentó un momento y sonrió ante el brillante fuego. La noche por delante podría presentar numerosas posibilidades de avanzar su campaña hacia delante si estaba de hecho allí. ¿Qué haría la señorita impertinente para frustrarlo cuando tenía que comportarse en una multitud de personas? Visiones de bebidas derramadas en su regazo, codos a la cintura, y púas discretas lanzadas en su oído, lo mantuvieron sonriendo mientras permanecía de pie y se dirigió hacia la puerta, saludando con la cabeza al portero cuando salía.

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13 Olivia suspiró mientras estudiaba su reflejo en el espejo mientras Rose le daba los toques finales a su cabello. Esta tarde Olivia se había puesto un vestido de raso verde manzana con un brocado enagua blanca, festoneado en la parte inferior. El escote era probablemente el más bajo que se había puesto jamás, y estaba pasándola muy mal en resistir las ganas de tirarlo hacia arriba. El soporte empujaba sus pechos hasta el punto en el que tenía miedo de que sus encantos pudieran derramarse de la sopa. Rose había tirado su cabello hacia atrás hasta la coronilla, con rizos en cascada por la espalda. La cinta de terciopelo verde oscuro atada alrededor de su cuello tenía el medallón que atesoraba, el regalo de bodas de su padre a su madre. Simplemente frotándolo ahora le traía consuelo. Se puso los guantes de raso color crema y bajó las escaleras, su chal de encaje doblado sobre el brazo. Una típica cena fiesta de la alta sociedad inglesa sirvió más como una herramienta social que como una manera para compartir una comida entre amigos. Lord y lady Cummings pasarían la noche tratando de impresionar a sus invitados con la importancia de los otros huéspedes. Grif se situó en la parte inferior de la escalera, a la espera de las dos mujeres. —¿Le apetece un jerez antes de irnos, lady Olivia? —preguntó, inclinándose ligeramente. Ella admiraba a este hombre maravilloso con el que su amiga se había casado. Aunque no posea la hermosura melancólica de lord Coventry, nada le gustaba a una mujer más que un hombre que abiertamente la adoraba. Si tan sólo pudiera haber encontrado ese tipo de amor por sí misma. Empujando el pensamiento firmemente a un lado, dijo: —Si crees que tengamos tiempo antes de que Elizabeth esté lista, entonces disfrutaría de un jerez. Grif sonrió y le indicó que lo precediera a la sala donde le sirvió un vaso de líquido ámbar. —Eché un vistazo a mi esposa quien ha cambiado su vestido tres veces, así que supongo que tendremos tiempo para disfrutar de una pequeña copa antes de irnos.

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Otro punto a favor de su anfitrión. En una sociedad donde los esposos y las esposas generalmente trataban muy poco entre sí, Grif y Elizabeth compartían todo, incluso cuántos vestidos había juzgado ella y echado a un lado. Olivia se sentó en el sofá y Grif en la silla frente a ella. Se echó hacia atrás, descansando el tobillo en su otra rodilla. Bebió lentamente en su brandy, estudiando a Olivia por un momento. —Entiendo que lord Coventry estará en el evento de Cummings esta noche — dijo. —¿De veras? —¿Por qué su corazón tenía que acelerarse cada vez que el nombre del diablo era mencionado? —¿Han llegado los dos a algún entendimiento? Ella se retorció bajo su escrutinio simpático. —No hay ninguna comprensión cerca. Tengo la intención de regresar a Italia cuando la Temporada termine para continuar mis estudios de música. No estoy al tanto de los planes de lord Coventry. Como cualquier buen anfitrión haría, Grif cambió lo que parecía ser un tema incómodo, y charlaron en agradable compañía durante varios minutos. —Estoy lista. —Elizabeth entró en la habitación, toda gracia y belleza. Los ojos de Grif se iluminaron ante la visión de la apariencia de su esposa. Una punzada de envidia disparó a través de Olivia, incluso antes de que se diera cuenta. Lord Lansdowne las acompañó a la puerta y al carruaje. Una vez que estaban en camino, Grif miró a Elizabeth. —¿Le has dicho a lady Olivia tus noticias, mi amor? —No, todavía no. —Ella se ruborizó graciosamente y estrechó la mano de su marido—. Al parecer nuestro querido Ethan tendrá un hermano o hermana en algún momento antes de Navidad. —Grif sonrió mientras veía a su esposa hacer su anuncio. —Elizabeth, eso es maravilloso. Estoy tan feliz por los dos. La voz de Olivia tembló mientras luchaba por contener las lágrimas. De alegría por su amiga, o dolor por ella misma, no estaba muy segura. —Gracias. —Elizabeth aceptó sus felicitaciones con gusto—. Nos encantaría que te unas a nosotros después de la temporada en nuestra casa en Devonshire. Ahí es donde voy a pasar mi encierro. Elizabeth tomó la mano de Olivia y apretó.

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—Aprecio la oferta, realmente lo hago, pero creo que regresar a Italia es la mejor opción para mí. —Ella soltó la mano de su amiga y se recostó para mirar por la ventana pequeña a la oscuridad de las tiendas y los negocios ahora cerrados por la noche.

Jason entregó el sombrero y guantes al mayordomo en la casa de Cummings y subió las escaleras hasta la sala de estar donde los demás invitados a la cena se habían reunido. Echó un vistazo a la habitación y dio un suspiro de alivio cuando vio a Olivia. Estaba parada entre lady Lansdowne y un caballero que estaba de espaldas a él. Era difícil obtener una vista completa de Olivia con el caballero bloqueándolo, por lo que Jason se hizo a un lado y su corazón casi se detuvo, y luego aceleró de nuevo. Olivia se veía espectacular. Su piel cremosa resplandecía, su cabello un alboroto de rizos. El vestido que llevaba era otro tono perfecto para su coloración. Él se la comió con los ojos. A medida que se acercó más, su mirada dejó su cara y vagó hasta el corpiño de su vestido. Un puñetazo en el estómago no le habría afectado más. Aspiró aire y los músculos de su mandíbula se tensaron. ¿Por qué diablos lleva puesto ese vestido? Una respiración profunda y va a salir en estampida. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el hombre de pie delante de ella no era otro más que Carstairs, que prácticamente babeaba por su escote. Antes de que tuviera tiempo de pensar en ello, Jason cruzó la habitación, dirigiéndose directamente a su mujer y su compañero salivante.

Olivia vió a Jason cargando a través de la habitación, con los ojos brillantes de ira. Su mandíbula estaba apretada y parecía que estaba a punto de golpear a alguien. Dios mío, ¿es que todavía está molesto por el asunto en Hyde Park? Ante su mirada de asombro, Carstairs dio la vuelta y tragó saliva. Sus ojos se movían de un lado al otro como si tratara de encontrar una vía de escape. —Lord Coventry —dijo Olivia en su voz más suave, haciendo una reverencia con gracia. Jason asintió, y agarró su codo, tiró de ella hacia arriba.

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—Párate derecha —dijo entre dientes en su oído. Se volvió hacia Carstairs que estaba tragando rápidamente—. Pon tus ojos de nuevo en tú cabeza, hombre. —Estoy seguro de que no sé lo que quieres decir, Coventry. —Él pasó el dedo por el interior de su corbata. —Piense en ello. Jason se volvió hacia Olivia. —¿Me honra con su presencia y se une a mí en un paseo a la galería? Lady Cummings me dice que los retratos de sus hijos acaban de ser colgados. —Puso su brazo y la desafió con la mirada. —Disfrutaría de eso, mi Lord. —Ella aceptó el atrevimiento, su estómago se apretaba en anticipación. Cielos, la mirada que le dio causó que la habitación se pusiera extremadamente caliente. No iba a satisfacer su ego mediante el uso de su abanico, sin embargo. Ella podía sentir la tensión en el brazo y se preguntó si aún estaba enojado. Entraron en la galería y se detuvieron frente al primer retrato. Jason se acercó a ella, con los ojos brillantes. —¿Se siente un poco relajada esta noche, lady Coventry? —En realidad no, mi Lord, ¿por qué lo preguntaría? Apretó los labios, haciendo que su corazón se acelere de nuevo. —Debido a que una gran parte de su piel se está mostrando, y tiemblo al pensar que puede ser que atrape una fiebre de pulmón. —Lentamente deslizó su mirada de la cara a su corpiño. Olivia podía sentir el inicio de rubor en sus dedos de los pies y subir todo el camino hasta la línea del cabello. Una vez más el impulso a tirar de su corpiño le hacía doler los dedos. —Le aseguro, mi Lord, mi vestido es el grito de la moda, y el escote no es inferior al de cualquier otra mujer aquí esta noche. —Ella se irguió. —Cada otra mujer aquí esta noche no es mi mujer, y yo tomo de excepción a Carstairs prácticamente cayendo en su seno. —Su mandíbula trabajando mientras apretaba los dientes, sus fosas nasales dilatadas. —Le pido perdón, mi Lord. En primer lugar, yo no soy su esposa, y segundo, lord Carstairs es siempre un caballero cuando está conmigo. La arrogancia de este hombre era de hecho sin igual. —¿No hay una pañoleta que podría haber llevado con eso, madam?

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Hizo un gesto con la mano en su escote expuesto. Olivia dio una palmada en la mano. —No sin arruinar la apariencia del vestido, señor. —Ella se alejó, tirando discretamente del escote. Jason le dio la vuelta y tomó la cara entre sus manos. —Te deseo —dijo en voz baja—, como mi esposa de veras, y con independencia de las otras ideas que tienes en esa encantadora cabeza tuya, eso es lo que va a pasar. —Frotó el pulgar por su barbilla mientras hablaba. Olivia sacó la cabeza de su alcance. —Nunca, mi Lord. No voy a ser su esposa de veras, ni de otra manera. —Estaba segura de que podía oír su corazón latiendo. Sólo su toque causó escalofríos correr por su columna vertebral y reducir sus extremidades a papilla. El hombre era demasiado guapo para su propio bien, y utilizaba sus penetrantes ojos azules como armas. —Creo que nos están llamando para la cena. —Ella respiró hondo para calmarse.

Jason se quedó hipnotizado mientras sus pechos se movían arriba y abajo. Toda la piel cremosa que cubría esos globos tentadores lo habían reducido a un joven libidinoso. Él puso su mano en el brazo. Justo antes de llegar a los demás, murmuró. —No tome respiraciones más profundas esta noche. Ella lo miró. Jason trató de ocultar su irritación en su asiento designado entre lady Cicely Lyons, una joven debutante, y la Duquesa viuda de Northumberland. Su alivio en que Carstairs estaba en el extremo opuesto del asiento de Olivia en la mesa de quince parejas fue de corta duración cuando Fairfax se instaló en el asiento a su derecha. Lord Garland, un libertino conocido, ocupaba el asiento a su izquierda. Si Garland miraba hacia el frente bajo de Olivia una vez más iba a saltar sobre la mesa y estrangularlo. —Lord Coventry, mamá cree que estoy haciéndolo bastante bien esta temporada. He tenido cuatro ofertas ya. —La señorita atontada junto a él se sonrojó y rió entre dientes mientras transmitía esta pieza vital de información que, sin duda, no podía vivir una vida satisfactoria sin saber. Sin embargo, Jason sonrió a la joven.

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—En efecto. Estoy seguro que los caballeros de la alta sociedad se emocionaron sobremanera de que usted se nos haya unido este año. —Tomó un sorbo de vino y observó a Olivia sonreír brillantemente a Fairfax. ¿Dónde diablos está la otra mano de Fairfax? —Sí, mamá dice que espera no menos de seis ofertas, y puesto que todavía tenemos unas cuantas semanas más, estoy segura de que voy a la altura de sus expectativas. Jason miró brevemente hacia ella y asintió. Juro que Garland movió su silla más cerca a la de Olivia. Maldita sea, ¿tiene que sonreír tan condenadamente? —¿Qué piensa usted, lord Coventry? —La molesta parloteante seguía charlando sobre algo. Jason se volvió hacia ella. —¿Sobre qué, mi Lady? —Mis ofertas. ¿Cree usted que voy a conseguir otras dos, así poder cumplir con las expectativas de mamá? —Ella se rió y se sonrojó. Santo cielo. ¿Es este el tipo de elección que los jóvenes caballeros tienen? —Estoy seguro de que va a hacer a su mamá orgullosa. La sopa ya comida y retirada, los sirvientes ahora ofrecían a los comensales pavo, carne de res, guisantes, espárragos, ensalada, anchoas, y otros diversos platos. Un lacayo sirvió un vino más pesado para los invitados, para complementar el segundo curso. —¿Quién es la nueva? —dijo la Duquesa de Northumberland en su voz fuerte, empujando el codo de Jason. Levantó la vista y vio a la mujer mayor que indicaba a Olivia en el final de la mesa. —Esa es lady Olivia, Su Gracia. Ella está de visita, con lord y lady Lansdowne para la Temporada. —Oh. Bastante poca cosa, pero necesita más tela en ese vestido. —Miró a Jason con una expresión humorística—. Me doy cuenta de que pareces estar buscando un poco en su dirección. Llamado la atención, ¿eh? —Su voz resonó un poco demasiado fuerte para la comodidad de Jason. Un tamborileo en su brazo le hizo girar y encontrar a lady Cecily dandole golpecitos con su abanico.

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—¿Mi Lady? —Él se inclinó hacia ella. —Me pregunto por qué no le he visto en Almacks. —Movió sus labios en lo que sospechaba era un puchero bien utilizado. —No he estado en esta temporada. —Él cambió para ajustar sus pantalones mientras observaba a Olivia correr la lengua por la parte exterior de su boca. —Bueno, yo sin duda le guardaría un vals si lo hiciera, mi Lord, ya se me ha permitido participar en ese baile más escandaloso de las patrocinadoras. —Ella bateó sus pestañas. Santo cielo. ¿Estaba la joven impertinente coqueteando conmigo? Ella no puede tener más de diecisiete años. —Si vuelvo allí, mi Lady, me honraría bailar el vals con usted. Los labios de Lady Cecily se apretaron mientras él le daba la respuesta automática antes de que volviera a mirar a Olivia, una vez más. Su estómago se apretó con fastidio cuando como una fan golpeó el brazo de nuevo. —Lord Coventry, me siento un poco débil, creo que necesito un poco de aire. ¿Por favor me acompañará hasta el jardín para un paseo? —Por supuesto. —Puso su servilleta sobre la mesa y levantándose, tiró de la silla de la chica. Él miró brevemente a la viuda, quien le dio una sonrisa de complicidad. Extendió el brazo y la joven puso su mano sobre él. —Creo que antes de irnos, usted debe pedir a su madre para que nos acompañe. Yo no deseo causar ningún problema. —Tenía más de un conocido que había estado atrapado en la trampa del párroco por una señorita que necesitan un poco de aire. No estaba dispuesto a dejarse atrapar en el jardín a solas con una chica apenas salida del salón de clases. Especialmente desde que no era libre de hacer la cosa honorable de todos modos. Gracias a Dios por ya tener una esposa. Una mujer, se dio cuenta, que tenía que tener la parte delantera de su vestido más arriba. Por Dios, ¿no sabía que no debía inclinarse de esa manera? Fairfax miró el pecho de Olivia con una sonrisa tonta en la cara que Jason deseaba aplastar. Lady Cecilia apretó la boca en una línea firme. —Por supuesto, mi Lord, qué considerado de su parte sugerirlo. —Con una sonrisa forzada, se volvió hacia la mujer mayor con un turbante de color verde oscuro en la cabeza. —Mamá, ¿podría acompañarnos a lord Coventry y a mí al jardín?

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—Por supuesto, querida, ¿está todo bien? —Lady Lyons se levantó. —La joven necesita un poco de aire —dijo la Duquesa viuda, sonriendo—. Y lord Coventry ha ofrecido acompañarla. Lady Cecilia tenía la atención de toda la mesa ahora, y no parecía molestarla en lo más mínimo. Ella sonrió en dirección a Olivia y tomó el brazo de lord Coventry, una vez más, pavoneándose, mientras los tres abandonaron el comedor.

Olivia dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio a Jason irse con la niña y su madre. La había fulminado con la mirada toda la cena, a tal punto que se había vuelto notable. Ella se ruborizó cuando oyó a la Duquesa viuda de Northumberland preguntarle a Jason sobre la atención que él centró en ella. Y definitivamente empacaría este vestido, nunca más vería la luz del día otra vez. No porque Jason había comentado sobre el, por supuesto, pero estaba realmente cansada de sus compañeros de cena comérsela con la mirada. Lord Garland a su lado estaba poniéndose lentamente borracho y sus comentarios se fueron haciendo cada vez más indignantes. El pobre Fairfax a su otro lado seguía tratando de entablar conversación con ella, pero era constantemente interrumpido por las peticiones de su madre. Necesitaba que alguien le pase la sal. A ella le gustaría un poco más en su bife. Preferiría más agua y no vino. Que le dé su chal, estaba demasiado fría, se lo quito, estaba demasiado caliente. Todos estos requisitos deberían haberse dirigido a un lacayo, pero parecía que sólo su hijo podía satisfacerla. Pobre hombre. Sonrió para sí misma ante el dilema en el que Jason se había metido. Mientras él estaba ocupado observándola, ella se rió para sus adentros por lady Cecily haciendo todo lo posible para conseguir su atención. Jason era un joven hombre apuesto, rico, titulado de la alta sociedad que lo puso en el camino de cada debutante en búsqueda de matrimonio y mamás en la ciudad. Y su reputación como un libertino atrajo la atención de todas aquellas mujeres que buscan un amante hábil para calentar su cama mientras sus maridos estaban ocupados en otra cosa, la mayoría de los casos con sus amantes. Era lo que ella detestaba sobre la Sociedad. Tan pocos casados por otra cosa que no sea la posición y la riqueza. Una vez que el heredero y repuesto ocuparon los cuneros, el esposo y la esposa se separaban. Era triste, en realidad. Si no podía tener un marido que la adore como Grif hacía con su esposa, entonces no quería saber nada en absoluto. Estaría feliz cuando

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esta tediosa temporada haya terminado y pudiera escapar a Italia, donde los esfuerzos que valen la pena tomarían su tiempo, en vez de día tras día de actividades frívolas. Los lacayos establecieron platos de dulces, fruta y queso en el centro de la mesa, mientras Jason, lady Cecily y lady Lyons regresaron a la habitación. La joven colgada del brazo de Jason, charlando. Apretó la mandíbula y sus labios en una fina línea, hizo todo lo posible para sonreírle. Olivia se mordió el labio para no reírse. Después del postre, las damas se retiraron al salón para tomar el té, dejando a los hombres disfrutar de su oporto. Lady Cecily siguió y siguió sobre lord Coventry y lo atento que había estado durante la cena, y tan atento a escoltarla hasta el jardín cuando se sentía débil. Entonces lady Lyons aprovechó el centro del escenario para agasajar a las damas con cuentos de las numerosas ofertas que su encantadora Cecily había recibido hasta el momento, y la impresión que ella había hecho en la alta sociedad desde su salida. Afortunadamente, los señores regresaron y giraron la conversación de lady Cecily y sus conquistas a las noticias de la alta sociedad en general y chismes. Jason habló brevemente con lord Stafford y luego se dirigió directamente hacia Olivia. Le tocó brevemente en el codo, pero antes de que pudiera hablar, lady Cummings se puso de pie. —Lady Olivia, hemos oído tantos cuentos de su maravilloso talento en el piano. Me pregunto si va a tocar para nosotros. Olivia se sonrojó y miró a Jason, sorprendida al ver una mirada de ánimo y orgullo en sus ojos. Confundida, ella se dirigió a la parte delantera de la sala. Se sentó y respiró profundamente por un momento para aclarar su mente, y luego comenzó Bagatelle Nº 25 de Beethoven en La menor, otro de sus favoritos. Una vez más tranquila descendió en la habitación mientras tocaba cautivando a su público. Cuando terminó, lady Lyons aplaudió brevemente, y luego se dirigió al grupo. —Eso fue encantador, lady Olivia, pero debo insistir en que mi hija también toque para nosotros. Ella tiene mucho talento, siempre se ha comentado. Olivia rápidamente hizo su camino hacia el fondo de la sala mientras lady Cecily se instalaba en el banco del piano. Jason se dirigió a Olivia cuando lady Cecily dijo:

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—Lord Coventry, ¿me haría el favor de pasar las páginas para mí? Poniendo los ojos en blanco en dirección a Olivia, se volvió a lady Cecily. —Por supuesto, mi Lady, sería un honor. La joven sonrió tontamente y se movió en el banco de piano. Fue realmente muy divertido ver a Jason pretende ser "honrado" pasando las páginas para lady Cecily. Lástima que estas costumbres no estaban en exhibición el día que nos casamos. La niña tocaba muy bien, tuvo que admitir Olivia, lo que era un alivio ya que muchas señoritas quienes realmente nunca se deben permitir acercar a un instrumento se vieron obligadas a tocar en las reuniones. Cuando lady Cecily terminó, Olivia se apresuró a Elizabeth quien hizo un gesto en dirección a ella. —Grif y yo nos vamos, querida, no me estoy sintiendo bien. —Oh, lo siento mucho, Elizabeth. —Olivia deslizó su brazo con el de su amiga y caminó hacia la puerta. —No, querida, debes quedarte y disfrutar el resto de la noche, lord Coventry se ha ofrecido a escoltarte a casa. Olivia levantó la barbilla. —Eso es de lo más atento, pero estoy lista para despedirme. No hay necesidad de que su señoría se salga de su ruta. —No es ningún problema, mi Lady. Insisto en que se quede. Sería un honor asegurarla en su casa. —Jason había llegado a ella por detrás, ligeramente agarrando el codo. Su piel chisporroteaba donde descansaba su mano. Podía oler el aroma embriagador de berrón y cuero, y sentir el calor que irradiaba de él. Su cuerpo respondió de inmediato, su corazón acelerando. Grif apareció con el chal de Elizabeth. —Por favor, Olivia, permite que Jason te acompañe a casa. Elizabeth y yo nos angustiaríamos si cortas la noche en nuestro nombre. —Lady Olivia, debe quedarse. —Lady Cummings se acercó al grupo en la puerta—. Estamos a punto de jugar al whist y necesitamos la misma cantidad de jugadores. —Muy bien, me gustaría disfrutar de una partida de whist. —Ella sonrió a su anfitriona.

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La profunda voz de Jason la atravezó. —Excelente, vamos a formar parejas y empezar. —Lord Coventry, a mamá y mi nos encantaría que usted sea nuestro cuarto con lord Phillmore. —Lady Cecily llegó a estar al lado de Jason, poniendo la mano en su brazo. Jason sonrió a la joven. —Lo siento mucho, lady Cecily, pero justo ahora le prometí ser compañero a lady Olivia. —Él miró en dirección a Olivia con ojos suplicantes. ¿Por qué debo ayudar al diablo? Entonces ella cometió el error fatal de mirar a esos ojos y todo pensamiento racional huyó. —Sí, me temo que acabo de consentir ser compañera de su señoría. Lady Cecily sonrió con fuerza. —En otra ocasión, tal vez. —Sí, de hecho. —Jason se inclinó hacia ella. Él tomó el brazo de Olivia y la acompañó en dirección a la sala de juegos—. Muchas gracias por eso. —Se acercó a su oído. Olivia se estremeció cuando el aliento se deslizó sobre ella, y sofocó el impulso de moverse más cerca de la calidez de su boca. Entonces, se puso rígida ante su audacia. —No lea cualquier cosa en eso, mi Lord. —Ella miró hacia delante mientras se dirigían a las mesas de juego.

El carrito de té rodó en la habitación después de haberse jugado la última mano de cartas. Jason encontró a lady Cecily prácticamente sentada en su regazo en el sofá mientras su madre afanosamente intercambiaba indits4 con la Duquesa viuda de Northumberland y lady Fairfax. La molestia de Jason aumentó mientras Olivia sostenía una conversación profunda con Drake. La mirada de su amigo se desvió más de una vez al corpiño de Olivia. Mañana iba a disparar el hombre. Jason se puso de pie y se inclinó a lady Cecily. 4

In dits, francés, significa hablando sobre chismes, rumores, cotilleando.

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—Ha sido un placer, mi Lady, y ahora le deseo buenas tardes. Ella levantó la mano a Jason. —A mamá le encantaría que usted nos visite alguna tarde, mi Lord. ¿No hay fin al atrevimiento de la joven? Ella, sin duda, se dirigirá a problemas si lady Lyons no la frena. —Tal vez, pero mis días están muy ocupados en este momento. —Con eso se volvió rápidamente y casi corrió hacia Olivia. Ella se tensó cuando él le tocó el codo. —Yo digo, amigo, que voy a acercar mi carruaje. —Jason asintió a Drake, y tomando la mano de Olivia se la metió en el brazo. Drake sonrió. —¿Apurado, Coventry? Todavía es temprano. —Retrocede, Stafford, estás parado demasiado cerca de lady Olivia. Dale a la mujer una habitación para respirar. Y veo a tu hermana tratando de llamar tu atención. —Jason miró a Drake. —Así es. —Drake sonrió—. Buenas noches a los dos. —Él hizo una reverencia y se dirigió a su hermana. Ambos guardaron silencio mientras bajaban las escaleras y subieron al carruaje. Olivia se trasladó a la esquina del carruaje, abrazando el espacio. Sus manos se retorcían en su regazo y ella siguió pasando la lengua por la parte exterior de la boca. Jason la miró y una ola de deseo se apoderó de él. Su tacto, su olor, su aspecto, todo lo volvió loco. Acercándose, él la agarró de las manos. —Olivia, tenemos que hablar.

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14 —Sí, mi Lord, fue una encantadora cena, ¿no? —Ella dirigió sus comentarios a su regazo. Jason puso su dedo debajo de la barbilla y le levantó la cabeza. —Fue una maravilla, y sabes que no es eso de lo que quiero hablar. —Él apartó la mirada y luego y se aclaró la garganta. —Tuvimos un mal comienzo. Ella arqueó las cejas. —¿Es así como lo define, mi Lord? —Bien. Permíteme decirlo de nuevo. Me porté como un imbécil en nuestra boda, y quiero compensarte por ello. —Inclinó la cabeza para estudiarla—. Por favor, Olivia, empecemos de nuevo. Sus ojos brillaron con ira. —No hay nada para empezar, has solicitado la anulación, y yo he firmado los papeles de notificación. —Olvídate de la anulación, Olivia. Te dije que no habrá una y ese es el final. Ella resopló su opinión, y miró por la ventana a la negra noche. Jason la estudió en la oscuridad del carruaje. Tomados por separado, sus rasgos no eran notables, pero en su conjunto retrataban una inteligente y bella mujer. Con una barbilla obstinada. Nunca dudó en un concurso de voluntades que iba a ganar, y los próximos enfrentamientos le excitaban. Como cuestión de derecho, podía exigir sus derechos conyugales. Pero cuando llevara a Olivia a su cama, sería con su consentimiento y deseo. El pensamiento de su rendición completa, de su cabellera fluyendo sobre ellos como una cortina de seda, mientras ella lo montara y llamara por su nombre en su liberación, trajo un sudor a su frente, y una tirantez incómoda en sus pantalones. Se removió cuando el carruaje se detuvo en Lansdowne House y el conductor bajó de un salto. —Sólo denos un minuto. —Jason estiró el brazo para cerrar la puerta que el conductor había abierto. Se volvió hacia Olivia.

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—Disculpe, mi Lord, se hace tarde, y estoy cansada. — La desconfianza en los ojos de Olivia no le trajo ningún placer. No quería que ella le tuviese miedo. Relajando su postura rígida, movió su cabeza hacia sí suavemente y le tomó la cara entre las manos. —No tuvimos un beso adecuado en nuestra boda. —No parece recordar que le erró a mi cara por varios centímetros —susurró. Él sonrió y bajó la cabeza. Rozó sus labios con los suyos, y luego les acarició de un lado al otro. Cuando ella no se resistió, presionó con más fuerza, persuadiendo sus labios a abrirse con su lengua. Ella abrió la boca y se deslizó en su interior, su lengua explorando todos los recovecos de su boca, dejándole sin duda que nunca la habían besado así. Acomodó su cuerpo más cerca, sintiendo sus pechos aplastados contra su pecho. Olía a lavanda y despertó a la mujer, y él no pudo conseguir suficiente. Su boca era néctar de la que bebió a sorbos, podría convertirse en adicto. Sus labios dejaron los de ella para mordisquear el lóbulo de su oreja —Te deseo, Olivia —dijo en voz baja—, como mi esposa, en mi cama. —No, mi Lord, tengo otros planes. —Ella lo empujó hacia atrás, con la voz temblorosa. Su pecho subía y bajaba mientras tomaba grandes bocanadas de aire—. Por favor, me acompañará hasta la puerta. —Ella siguió mirándole, su respiración irregular. Con la mandíbula apretada, salió del carruaje y la ayudó a bajar. Juntos caminaron en silencio hacia la puerta. Poniendo las manos sobre sus hombros, él la volvió hacia él. —Dame una oportunidad, Olivia. Sé que hice una primera impresión terrible, pero quiero la oportunidad de arreglar las cosas. Ella negó con la cabeza brevemente, y se apartó de él para entrar en la casa, cerrando suavemente la puerta. Jason se quedó mirando el lugar donde acababa de estar de pie, antes de irse a zancadas hasta el carruaje, sus labios en una línea sombría mientras dirigía al conductor para llevarlo a casa.

Olivia suspiró profundamente y luego subió las escaleras con cansancio. Se tocó la boca, donde todavía podía sentir la presión de los labios de Jason.

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Su cuerpo aún no se había calmado por el beso. Lo único sensato era evitarlo hasta el final de la temporada. Su cerebro podría ser determinado a ignorar su toque, pero su cuerpo no parecía estar de acuerdo. Ella debía enseñarle a comportarse. Después de haberle dicho a su doncella que no esperara, ella se cambió rápidamente con el camisón y se metió en la cama. Yacía de espaldas, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tal vez el beso de Jason le había sacudido más de lo que se había dado cuenta. Maldito el hombre por tocar algo en ella que trataba de negar. La atracción que sentía la ató en nudos. Aparte de su comportamiento hacia ella en el día de su boda, era arrogante, controlador, y demasiado acostumbrado a salirse con la suya con cualquier mujer a la cual doblase el dedo. Una vez que tuviese su ración de ella, volvería la mirada a la próxima mujer que le lanzase una mirada ardiente sobre un abanico pintado. Había visto lo suficiente de los matrimonios de la alta sociedad para conocer las expectativas de Jason. ¿Y no la había ya abandonado en el campo una vez? No, su decisión de regresar a Italia y pasar su vida con la música era lo mejor. Si ella le entregaba su corazón a lord Coventry, sin duda, le devolvería la mano de nuevo hecha jirones.

Perdida en un libro sobre la reina Isabel, Olivia no oyó el mayordomo entrar en la habitación hasta que Staunton se aclaró la garganta. —Disculpe, mi Lady. Ella se volvió y sonrió. Él sostenía un gran arreglo de flores, las flores casi ocultando el rostro de su vista. —Han llegado para usted. El calor subió a sus mejillas. —Oh, son preciosas, ¿no es así? —De hecho lo son, mi lady. ¿Donde las pongo? Elizabeth entró en la habitación y se llevó la mano para cubrir su boca. —¡Oh, qué hermosa, ¿son tuyas? —Ella miró a Olivia. —Sí, acaban de llegar. Me preguntaba donde ponerlas. Elizabeth miró alrededor de la habitación.

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—Creo que a la derecha en esa pequeña mesa junto a la ventana, Staunton. Se verían encantadoras allí. —Descansando sus manos sobre su corazón, le preguntó— . ¿Cuál de tus muchos admiradores las envió? —No estoy segura. No he mirado en la tarjeta todavía. —Olivia siguió al mayordomo y retiró la pequeña tarjeta unida al jarrón. La examinó y negó con la cabeza ligeramente. Mirando a Elizabeth, leyó: —Con afectuoso saludo, J. —Dejó escapar un suspiro y se volvió para mirar por la ventana, inquietándose con la pequeña tarjeta en sus manos. —Al parecer lord Coventry no es uno de los que se rinden fácilmente. Elizabeth deslizó la tarjeta de la mano de Olivia y la estudió. —¿Qué voy a hacer? No quiero animarle. ¿Cómo voy a convencer a su señoría que mi futuro no está aquí? Elizabeth la llevó hasta el sofá y la tomó de la mano. —¿Estás absolutamente segura de esto, Olivia? Sé lo molesto que su comportamiento anterior fue para ti, pero ¿por qué no puedes darte a ti y a Lord Coventry otra oportunidad? —Ella levantó su mano—. No. Antes de decir nada, escúchame. —Hizo una pausa, al parecer reuniendo sus pensamientos—. ¿Te he contado alguna vez cómo Grif y yo llegamos a casarnos? Olivia levantó las cejas y esperó pacientemente. —Pensé que estaba locamente enamorada del vizconde Hood. —Ella puso los ojos hacia el cielo—. Oh, Olivia, era tan guapo. Cabello rubio y alto, profundos ojos verdes; sólo mirarlo hacía que mi corazón latiera. Él era muy atento y encantador. Olivia observó atentamente a su amiga. —Suena maravilloso. Entonces, ¿qué pasó? Elizabeth cerró los ojos y apretó los dedos en ellos. —Mis padres estaban decididos a que me casara con Grif. Él era el hijo de uno de los mejores amigos de mi padre, pero yo era joven y tonta y quería a mi apuesto caballero. Grif siguió cortejándome, para deleite de mis padres. No puedo decir que lo desairé, pero era evidente para él mi estima por lord Hood. —Ella negó con la cabeza mientras hacía girar el anillo de bodas tachonado de diamante en su dedo— . Un día leí el anuncio de compromiso de lord Hood en el periódico. Parecía que mi caballero de brillante armadura necesitaba casarse con una rica heredera, y aunque yo tenía una dote aceptable, no era suficiente para borrar sus deudas de juego y seguir apoyando a su amante.

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—¡Oh, no! —La mano de Olivia voló hacía su boca. —Sí, querida. Tenía la intención de continuar su relación con su amante, el juego, y todo eso después de casarse. —Ella reflexionó un instante—. Grif estaba allí para cuidar mi corazón roto. De repente, ese hombre no lo suficientemente alto, no lo suficientemente guapo, y no lo suficientemente sofisticado se convirtió en mi verdadero caballero de brillante armadura. —Ella sonrió suavemente y puso su mano sobre su vientre—. Y al casarme con él fue lo mejor que he hecho en toda mi vida. Olivia se limpió discretamente los ojos con los nudillos. —Esa es una bella historia. Es tan obvio que Grif te adora. Realmente tienes un matrimonio maravilloso. Elizabeth se inclinó hacia delante y entrelazó sus dedos con los de Olivia. —Ese es mi punto, querida. Si lo hubiera hecho a mi manera, hubiera tirado un matrimonio maravilloso y terminado con un sinvergüenza. —Lo entiendo, realmente lo hago. —Olivia suspiró y se sentó de nuevo—. Pero en mi historia lord Coventry es el sinvergüenza… —Conociste a Coventry en las peores circunstancias posibles. Grif y yo lo conocemos desde hace años, es amable, atento y considerado. Debes entender que su padre trató de dominarlo toda su vida. Y Jason luchó contra él todo el tiempo. No era que él te rechazara, era a su padre. Ves cómo estaba contigo cuando él no sabía quién eras. Olivia dejó escapar un gran suspiro. —No lo sé. Realmente siento que nunca nos satisfaríamos. Él ama a la sociedad, el juego, todas las fiestas y bailes. Ya estoy cansada de todo. Sólo quiero una vida tranquila, tocar mi música y vivir tranquilamente. —Es posible que te sorprenda descubrir lo que hace y no quiere. Es por eso que te digo que le des una oportunidad. —Elizabeth se puso de pie—. Voy a echar una siesta antes de la cena. Grif y yo vamos a una lectura de poesía esta noche en casa de sir Furlong. Tiene los lectores más interesantes. Tú eres más que bienvenida a venir. —Gracias, Elizabeth, pero creo que me quedaré en casa esta noche. Me siento un poco agotada y creo que un libro y una taza de chocolate en el fuego de mi habitación será apenas todo.

Rose tiró de las cortinas abriéndolas y la luz del sol se derramó, ahuyentando las sombras de la noche.

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—Buenos días, mi lady. —Buenos días, Rose —murmuró Olivia. —Tengo su chocolate aquí para usted. —La doncella se apresuró a la cama, colocando la bandeja sobre el regazo de Olivia—. Ah, y hay un mensaje para usted también. —Le entregó a Olivia un pedazo de papel vitela color crema con los distintos trazos de la escritura a mano de lord Coventry.

Sería para mí un honor acompañarla al teatro esta noche. Si es aceptable para su señoría, llegaría a Lansdowne House a las siete para una representación a las ocho. Lord y lady Newbury asistirán también. Su servidor, J.

Hmm. Golpeó la tarjeta contra sus labios. Lo último que quería era estar a solas con Jason. Fue inteligente al mencionar a los Newbury. Recostada contra la almohada miró por la ventana hacia el hermoso día de comienzos de verano. ¿Debería darle otra oportunidad como Elizabeth sugirió, y Jason parecía tan desesperado por tener? Ella todavía no confiaba en él. Además de la conversación que había escuchado acerca de Jason y lady Sheridan, varios otros comentarios hechos en su audiencia la convencieron de que lord Coventry tenía una reputación bien merecida de ser un calavera. Sus conquistas fueron discutidas al grado de que ella no creía que fuera capaz de tener tiempo para hacer otra cosa. Y ciertamente no abrazaría la fidelidad. Eso era algo que ella quería. Sus padres se habían dedicado el uno al otro y nunca tuvieron que aprender de las indiscreciones en cualquiera de sus partes. Ella podría estar cometiendo un error, pero garabateó una aceptación y llamó a Rose para que lo entregara.

Jason revisó el correo y la correspondencia y dictó a su secretario, Clifton. De vez en cuando se iba a la deriva, pensando en su invitación a Olivia. Una tos suave de Clifton le hizo volver a la pista.

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—Mi Lord, hay varias misivas aquí de Dakin, su mayordomo en Coventry. Insiste en que hay problemas que sólo usted puede resolver y pide encarecidamente que haga una visita en un futuro próximo. Jasonse pasó la mano por la cara. —Sí, estoy al tanto de algunos de los problemas, y he sido negligente al no asistirlos. —Sus pensamientos constantes de Olivia y su búsqueda de la mujer consumían una gran cantidad de su tiempo. Lentamente una sonrisa se dibujó en su rostro. ¿Por qué no planear un viaje a Coventry, y convencer a Olivia que necesitaba ir también? Podría visitar a los inquilinos y consultar con el personal. Y ella estaría sola con él durante la noche. Sólo la imagen de ella extendida en su cama, desnuda y con ganas, apretó su ingle. Se movió en su silla, y se obligó a concentrarse en Clifton. —Envía una carta a Dakin que voy a llegar dentro de la semana. Clifton comenzó a escribir furiosamente cuando Barton entró en la habitación. —Mi lord, una misiva acaba de llegar para usted. Jason aceptó el papel y rápidamente escaneó la nota. Breve y concisa, Olivia escribió:

Estaré encantada de asistir al teatro con ustedes esta noche. Lady Olivia.

Lo leyó otra vez y sonrió. Muy formal, justo lo que habría esperado de su esposa. Ella, por supuesto, estaba tratando de mantenerlo a un brazo extendido, pero él tenía otros planes para la encantadora lady Coventry. Miró el reloj y deseó que pasaran las horas. Esta noche iba a comenzar su campaña en verdad.

Jason vistió con una chaqueta de noche negra bien ajustada con un chaleco blanco sobre blanco. Sus brillantes zapatos de vestir se asomaban por debajo de ceñidos pantalones de paño de color negro. Finalmente le hizo un gesto a Grady para que se alejara cuando su hombre siguió quejándose de su corbata. Deseoso de estar en camino, se puso los guantes y asintió hacia Barton mientras abría la puerta. Unos quince minutos después se apoyaba en el mostrador de la biblioteca de Grif, disfrutando de un brandy con su anfitrión cuando Olivia entró en la habitación. Si ella estaba tratando de desanimarlo, sin duda eligió el conjunto equivocado. La

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prenda de seda rosa simple reunida bajo los pechos con una banda de profundo terciopelo rosa asegurado por debajo de la parte de ella donde él quería desesperadamente colocar sus labios. El escote era suficientemente bajo para lucir su piel cremosa, pero no tan atrevido como el vestido que lord Fairfax había babeado en la cena de Cummings. Por encima de largos guantes blancos de satén, unos brazaletes de oro rodeaban sus brazos, que coincidían con el collar que con gracia adornaba su garganta. Sus ricos rizos oscuros, habían sido retirados en un nudo en la parte superior de su cabeza, con rizos flotantes de sus sienes. Si había aire en sus pulmones, Jason no tenía ni idea de cómo acceder a él. —Mi Lady, se ve positivamente impresionante. —Él levantó su mano a los labios y le otorgó un beso. Olivia hizo una reverencia, bajando los ojos. Estaba contento de ver un rubor arrastrándose de su escote. Así que la encantadora lady Olivia no es tan inmune a mí, como a ella le gustaría fingir. —Mi Lady, ¿le apetecería un jerez antes de salir? —preguntó Grif. Miró a Jason con las cejas levantadas. —Tenemos tiempo para una bebida si quiere. —Pues sí, Grif, me gustaría un pequeño jerez. —Ella se movió hasta el sofá y se sentó en el borde. Jason recibió la copa de Grif y se la entregó a ella, acomodándose a su lado. —¿Cuál es la actuación de esta noche? —dijo Grif, antes de tomar un sorbo de brandy. —El sueño de una noche de verano. —Oh, siempre he querido verla. —Los ojos de Olivia se iluminaron—. Mi padre habló de ella largo y tendido, y prometió que un día asistiríamos, pero nunca se las arregló para hacerlo. —Entonces estoy más feliz que decidiera unirse a mí esta noche. Jason sonrió, calor se difundía a través de él ante la expresión complacida de su rostro. —Me quedé muy decepcionada cuando asistí a la ópera con lord Carstairs y él insistió en que la dejásemos para asistir a una fiesta antes de que la actuación

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concluyera. —Ella se levantó y colocó la copa de jerez en la mesa a su lado—. Ahora estoy ansiosa por estar en camino. Jason se puso de pie. —Tenemos un montón de tiempo, pero vamos a irnos, sin embargo. — Extendiendo el brazo, salió de la habitación. Staunton entregó su abrigo a Jason, que lo puso sobre sus hombros, sus manos un poco persistentes en su piel caliente. Incapaz de resistirse, pasó la palma de la mano por su brazo, notando su ligero escalofrío. Satisfecho con su reacción, él sonrió para sus adentros mientras bajaban las escaleras y hacia el carruaje.

Olivia trató muy duro de contener su emoción al estar realmente en camino al Teatro Real en la famosa Drury Lane. Parecería provinciano que dejase saber a Jason que ella nunca había estado en una obra de teatro. Los estudiantes en el internado para Señoritas de la señorita Emerson le habían prohibido asistir. Y todas las promesas de su padre para hacerlo se habían roto, su investigación siempre tenía prioridad sobre todo lo demás en su vida. Su mirada vidriosa se deslizó hacia Jason, que la miraba con esos penetrantes ojos azules como si ella fuera su cena y él muriese de hambre. De nuevo se estremeció como lo había hecho cuando le había acariciado el brazo mientras se ponía su abrigo. Su mirada hacía agitar cosas en su interior. Apartando la vista de él, intentó frenar su rápido ritmo cardiaco. El silencio se rompió cuando Jason se inclinó hacia delante. —Gracias por aceptar mi invitación. Espero que esta noche sea la primera de muchas salidas que compartiremos. —Levantó la mano que sostenía en la suya mucho más grande—. Mírame, Olivia. Ella se deleitaba en el calor de los ojos que recordaba tan bien desde su vergonzosa boda. Ojos que en ese momento tenían tantos problemas para concentrarse, y luego incluso recordar su cara. Frunció el ceño ante el recuerdo. Jason frotó su pulgar sobre las líneas que se formaban entre sus ojos. —No hay malos recuerdos, amor. Estamos empezando de nuevo. —Nunca estuve de acuerdo con eso, mi Lord. —Ella retiró la mano. —Y nada de “mi Lord”, por favor. Prefiero que me llames Jason. Olivia sacudió la cabeza ligeramente y echándose hacia atrás, cerró los ojos. No debería haber aceptado venir. Era difícil negar la tensión que irradiaba entre

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ellos. Y absurdo pretender que nada de esto salía de su atracción física hacia el hombre sentado frente a ella, los sentimientos de ira se habrían paso entre la tensión. Él podría estar listo para empezar de nuevo, pero tenía serias dudas sobre su sinceridad.

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15 —Estamos aquí, cariño. —Jason tocó su mano. Bajó y se volvió para ayudarla. Sonriendo cálidamente, metió el brazo en el suyo y se inclinó—. Despeja tu mente, amor, quiero que disfrutes de esto. Empujando sus miedos a un lado, ella sonrió. —Lo haré. He esperado esta representación casi toda mi vida. Jason la acercó más a medida que se dirigieron al palco de Coventry. Lord y lady Newbury ya habían llegado, y las dos parejas se saludaron mientras se acomodaban. —Qué bueno verla, lady Olivia. —Lady Newbury, le dio un fuerte abrazo—. No sabía que iba a estar aquí. —Ella miró acusadoramente a Jason—. Su señoría nunca mencionó una amistad con usted. —Ah, la encantadora lady Olivia y yo en verdad nos conocemos. De hecho, nuestra asociación se remonta más allá de su muy apreciada llegada a Londres. — Él miró a Olivia, con los ojos llenos de alegría. —¿De veras? —Lady Newbury miró a Olivia—. ¿Y dónde se conocieron? Olivia miró frenéticamente a Jason, que sin problemas, dijo: —Lady Olivia es ahijada del viejo Conde. — No sabía eso. —Lady Newbury inhaló. Al parecer, no le sentó bien a la mujer no haber tenido acceso a ese pequeño trozo de habladurías. Olivia miró en torno al teatro desde su asiento en la parte frontal del palco de Jason. Estaba tan emocionada, podría haber saltado arriba y abajo en la silla como un niño pequeño. Miró a Jason, que la estudió como un padre indulgente. Se levantó el telón y la irritación la invadió al encontrar el ruido ensordecedor de la multitud hablando. —¿Por qué no dejan de hablar? —Ella se inclinó hacía Jason. —Ah, cariño, como todo lo demás en la sociedad, vienen a ver y ser vistos. La representación no es la razón principal por la que están aquí. —Tirándola aún más cerca, añadió—: Pero Shakespeare era un tipo inteligente. Escribió el principio de

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todas sus obras con escenas que no eran tan importantes para la trama, ya que las multitudes en el Teatro Globe no eran nada mejor que este grupo. Él utilizó la excusa de sus comentarios para llevar el borde de su silla más cerca, luego entrelazó sus dedos posesivamente, pasando su pulgar sobre sus nudillos. Pero pronto incluso su presencia convincente se convirtió en secundaria con su disfrute de la obra. La magia de la actuación, los trajes coloridos y olor del teatro verdaderamente marcó el mejor momento que había tenido desde que había llegado a Londres. Todos los bailes, disputas, fiestas y cenas no se podían comparar a ver la obra de Shakespeare cobrar vida ante ella. Las palabras que había leído una y otra vez brotaban de la boca de los actores El paisaje y los movimientos de los personajes la mantenían cautivada. Sus ojos permanecían clavados en el escenario, absorbiendo cada palabra, cada acción. Ella se sorprendió al ver la cortina descender en el intermedio. Parecía que habían pasado sólo unos minutos. Olivia se echó hacia atrás en su silla, con los músculos rígidos de permanecer tanto tiempo sentada. —¿No es absolutamente maravilloso? —Sí, sin duda lo es —contestó Jason, todavía sosteniendo su mano—. ¿Te importaría dar un paseo al vestíbulo y conseguir algunos refrescos? —Sí, me gustaría tener la oportunidad de moverme. —Se volvió hacia Lady Newbury—. ¿Podemos conseguir algo para usted, mi Lady? —No, querida, estoy bien. Voy a quedarme aquí y ver las idas y venidas. — Lady Newbury saludó en dirección de los otros palcos, donde la flor y nata de la sociedad estaba, compartiendo chismes. Jason ayudó a Olivia, y poniendo su mano suavemente en su espalda, la escoltó fuera del palco. La luz de cientos de velas rebotó en joyas enlazadas a través de los elaborados peinados, collares delicados y pulseras en los brazos y el cuello de las damas de la clase alta de la sociedad. Olivia felizmente charlaba sin cesar sobre la obra. Se dio cuenta de varias personas mirando en su dirección, y después pasando a comentar a los demás. Jasono o bien no se daba cuenta o no le importaba, lo cual estaba bien con ella. Ella estaba demasiado excitada por la obra para preocuparse por ser más el reciente chisme de la alta sociedad. Jason le dio un vaso de limonada caliente que ella dejó, no podía dejar de hablar el tiempo suficiente para disfrutar. —Coventry. —Un caballero alto se movió a través de la multitud, excusándose mientras se acercaba para conversar con la pareja. Llegó hasta ellos y se inclinó en dirección a Olivia, la examinó con más de un leve interés cuando dirigió su

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comentario a Jason—. ¿A quién tenemos aquí? ¿Cómo es posible que esta belleza se me haya escapado hasta ahora en la Temporada? —Sus ojos marrones oscuros la recorrieron de una manera que le erizó los vellos del cuello. —Mi Lady. —Jason asintió en dirección al hombre, sus hombros rígidos—. ¿Puedo presentarle a Lord Bristol. Bristol, lady Olivia… —Encantada. —Mi Lady, su siervo. —Llevó su mano a los labios. Ella luchó contra el deseo de arrebatar su mano. Miró a Jason, cuya conducta pasó de rígida a hostil. —¿Cuánto tiempo lleva en Londres, mi Lady? —Bristol se acercó más, haciendo a Olivia dar un paso atrás. El atrevimiento del hombre la inquietaba. —Unas semanas. —Dirigió su atención a Jason—. Mi Lord, creo que la obra está a punto de reanudarse. Jason la tomó del brazo y asintió. —Bristol. —Lady Olivia —dijo Bristol cuando se volvieron para irse—. Espero sinceramente que nos encontremos de nuevo. —Entonces hizo una reverencia y desapareció entre la multitud. —No me gusta. —Olivia se estremeció. —Es bueno que no te guste. De hecho, mantente lo más lejos posible de Bristol. Es un famoso libertino. —Usted lo conoce, mi Lord. —Ella suavizó sus palabras con una leve sonrisa. Se movieron entre la multitud de vuelta a los palcos. Agarró a Jason quien la miró con diversión cuando aceleró, no quería perderse ni un minuto de la actuación. Su rigidez había desaparecido junto con lord Bristol. Se instalaron en sus asientos cuando el telón subió, y Olivia se perdió una vez más en la magia de la obra. Demasiado pronto las líneas finales fueron pronunciadas, y la obra terminada. Olivia dejó escapar un pequeño suspiro de placer. Ella miró hacia atrás. —¿Dónde están lord y lady Newbury? —Se fueron en el cuarto acto. Tenían planes para reunirse con los amigos en los jardines de Vauxhall. —Oh, ¿cómo iban a salir antes de que terminara? Fue una obra tan maravillosa.

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Jason le sonrió. —Ven amor, la representación ha terminado. Tomándola del codo, se abrieron camino a la planta baja y esperaron pacientemente a que trajesen su carruaje. Poco después se asentaron, y Jason dio un toque en el techo para que el conductor supiera que estaban listos, cruzó el tobillo por encima de su otra rodilla y se apoyó en el cuero suave del asiento. —Quiero hablar contigo de algo. Olivia inmediatamente enderezó la espalda. Sonaba tan serio y no estaba dispuesta a perder el brillo de la noche todavía. Ella lo miró con las cejas levantadas. —No estés tan suspicaz, amor. Sólo quería pedirte que hagas un viaje conmigo a Coventry Manor. —Se enderezó y apretó sus manos entre las suyas—. Antes de decir que no, escúchame. Ella trató de retirar las manos, pero él se mantuvo firme. —Es necesario para mí viajar a Coventry para reunirme con mi mayordomo, ya que hay algunas cuestiones a las que no puede hacer frente por sí mismo. Cuando hice una visita a Coventry hace unas semanas, me pareció que el personal y los inquilinos habían caído bajo tu hechizo. Necesito a alguien para visitar a los inquilinos y reunirse con el personal para resolver cualquier problema que necesiten manejar. Ya que todo el mundo parece tan aficionado a ti —sonrió—. Pensé que sería bueno que los visites. —Oh, yo no lo creo. —Olivia negó con la cabeza. —No sería por mucho tiempo. Planeo salir temprano por la mañana, y permanecer tal vez dos días. Estaremos de vuelta antes de fin de semana. Cuando ella continuó a sacudiendo la cabeza, él le guiñó un ojo. —No creo que pueda hacer frente a mi personal si ti. —No —dijo ella—. Definitivamente no. Y nada que puedas decir va a cambiar mi opinión. No es una buena idea.

Olivia se tapó la boca en un intento de sofocar un bostezo mientras se acomodaba en el carruaje de lord Coventry. Asistir al baile Underwood anoche no había sido una de sus mejores decisiones. Cuando Jason había dicho que iban a salir temprano para Coventry, no tenía idea de que quería decir antes de que el sol se levantase. Hubiera sido prudente simplemente no acostarse, ya que las dos horas de sueño sólo la hacían sentir peor.

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El aire aún tenía el frío de la noche y frotó las palmas de las manos sobre sus brazos mientras esperaba a Jason dar las últimas instrucciones al conductor. Una ligera llovizna se añadió a la miseria de la mañana. Cediendo a las demandas de su cuerpo, ella bostezó ampliamente, se alegró que no hubiese nadie para presenciar su comportamiento impropio de una dama. Aunque un poco molesta de que la hubiese coaccionado para hacer este viaje, esperaba visitar de nuevo a los inquilinos con los que se había encariñado. Y ella iba a tocar el piano para entretener al personal que habían sido sus únicos amigos después de que Jason la hubiese abandonado. Una fresca humedad anunció la llegada de Jason cuando la puerta se abrió y entró en el carruaje, su gran cuerpo parecía ocupar todo el espacio y el aire. Se estremeció tanto por su presencia abrumadora como del frío. Metió la mano bajo el asiento y sacó una manta de piel. —Sin ánimo de ofender, amor, pero te ves como si te vendría bien un poco más de sueño. —Estoy bien, logré descansar un poco. —Olivia, por favor. Este viaje será aburrido, y yo preferiría que los dos estuviéramos cómodos y disfrutar un poco de la compañía. —Él sacudió la manta mientras el carruaje se ponía en marcha—. Estás temblando y tus ojos están enrojecidos. —Agarrando su mano tiró de ella hacia adelante, y tomándola por sorpresa por el movimiento, terminó sentada junto a él. —Ahora estírate junto a mí, y duerme un poco. Es lo que pretendo hacer. — Volvió sus hombros, haciendo caso omiso de su mirada con la boca abierta. Metiendo la cabeza en su pecho, arregló la manta sobre sus cuerpos, y puso su brazo alrededor de su cintura. —Duerme, amor, el viaje no será tan tedioso si duermes una parte de él. Olivia aún estaba en shock. Un minuto ella había estado viendo a Jason al otro lado del carruaje, y al minuto siguiente él la había recogido en su gran pecho cálido, con una manta sobre ellos. Esto nunca funcionaría. Su antebrazo estaba demasiado cerca de sus pechos. Tan pronto como ella se sintiera más caliente, se movería de nuevo al otro lado del carruaje, y dejaría saber a Lord Arrogante que sus maquinaciones no eran bienvenidas. En lo que a ella se refería, nada había cambiado. Una vez que la temporada hubiera llegado a su fin, ella estaría en Italia.

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Abrió los ojos para ver el sol alto en el cielo. Se había quedado dormida, y al parecer por la posición del sol, durante varias horas. Todavía estaba en el pecho de Jason, y mortificada por encontrar su mano ahuecando su pecho. —¡Mi Lord! —dijo ella, sentándose bruscamente, ajustando su sombrero colgando. —¿Qué? —Jason se sacudió, obviamente despertando de un sueño profundo. —Me estaba tocando inapropiadamente. —Ella se alisó el vestido, y luego tiró la manta a un lado. El calor subió a su rostro y su corazón latía con fuerza mientras se deslizaba hacia el otro lado del carruaje. Jason se estiró perezosamente. —Lo lamento, es que lo estaba haciendo en mi sueño. ¿Supongo que no te importaría demostrar exactamente cómo te he tocado? —Él le tendió la mano, sonriendo con malicia. —Ciertamente no. —Olivia jadeó. Jason sonrió mientras doblaba la manta y la devolvió a la bandeja de almacenamiento debajo del asiento. El día se había despejado y ahora un débil sol brillaba a través de la ventanilla del carruaje. Utilizó su bastón para tocar el techo del carruaje, la señal para que su conductor parase en la próxima posada. —Sería un buen momento para estirar las piernas y comer algo. —Sí, creo que podría tomar algo. Sólo tomé una taza de té esta mañana. — Continuó enderezando su ropa, trajinando con su cabello y tratando de calmar su corazón. ¡Su mano estaba en mi pecho! ¿Fue realmente un accidente, o era sólo otra estratagema del libertino? Ella lo miró con los ojos entrecerrados, y él le devolvió la mirada con una sonrisa seductora. Definitivamente no es de fiar. No, mejor mantener su persona lejos de este hombre. Su mente podría saber lo que era, pero parecía que su cuerpo estaba empeñado en ignorar el mensaje. Pero, ¿qué sentimientos glorioso el mal comportamiento había creado en ella? Su corazón aún latía, y un aleteo suave se había instalado en un punto entre sus piernas. ¿Cómo sería permitirle todas las libertades que un marido podía exigir a su esposa? Ella lo miró con los párpados entrecerrados. Continuó estudiándola, como un científico observa un espécimen bajo un cristal. Ella dio un suspiro de alivio cuando el carruaje se detuvo y el conductor abrió la puerta.

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La posada era agradable, con una excelente comida. Jason consiguió un comedor privado para ellos, y disfrutó de un almuerzo de sopa espesa de crema de bacalao, carne asada con verduras y pan fresco. Después de su larga siesta y la comida abundante, Olivia se sintió bastante restaurada, especialmente mientras bebía su té. El ligero dolor de cabeza que se había despertado había desaparecido y ahora tenía ganas de ver el campo y visitar a los inquilinos una vez más. —¿Cuánto tiempo más va a tomar nuestro viaje, mi Lord? —Olivia limpió su boca con la servilleta. —No más de un par de horas si todo va bien. Debemos estar allí a tiempo para una cena tardía, aunque después de esta comida, no me puedo imaginar tener hambre de nuevo pronto. —Estamos de acuerdo en ese punto, mi Lord. Yo también siento como si nunca pudiese desear otra comida. La mano de Jason estrechó la de Olivia. —Por favor, te lo pido de nuevo. Prefiero que te dirijas a mí por Jason. ¿Seguramente te puedes permitir una indulgencia? —Muy bien, mi Lo… lo siento, Jason. Jason pasó el pulgar perezosamente sobre sus nudillos. Olivia se quedó mirando la mano caliente cubriendo la suya y podía sentir el calor abrirse paso a través de su cuerpo hasta su cara. Debía aprender a controlar su reacción a él. Sus métodos habían sido bien practicados y no iba a caer bajo su hechizo. Tirando de su mano, se puso de pie. —Tengo que aprovechar lo necesario antes de irnos. Jason se levantó y se alejó de la mesa. —Voy a comprobar nuestro carruaje. Vuelve aquí a esta sala y espera por mí cuando hayas terminado. No te quiero en la otra habitación. Llamaré a la mujer del posadero para que te acompañe a las instalaciones. —¿Es realmente necesario? —dijo ella, divertida. —Créeme, no quieres exponerte a los clientes en la sala común, e insisto en que esperes a la mujer del posadero. —Salió de la habitación, no dando a Olivia ninguna posibilidad de disputar sus dictados. ¡Bien! Parece que Lord Arrogante ha hablado.

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El resto de la tarde pasó rápidamente. Jason pasó parte del tiempo montando a Apolo, que había estado atado a la parte trasera del carruaje. Olivia gozó de la vista de las hermosas colinas y el cielo que se veía más azul y más claro cuanto más dejaban atrás la ciudad. Sin la distracción de su presencia, fue capaz de relajarse y disfrutar del paseo. A pesar de que había sido miserable la última vez que estuvo allí, le había encantado Coventry Manor. La primera vez que había llegado, la forma en que había surgido majestuosamente desde el suelo como se venía sobre la colina y alrededor de una curva en el camino, le había robado el aliento del cuerpo. Kilómetros y kilómetros de hierba y árboles rodeaban la casa, con un jardín perfectamente equipado rodeando el edificio, que ahora tendría una variedad de flores estallando de color y aroma. No podía esperar a verla una vez más. Olivia suspiró y apoyó la cabeza contra el carruaje. Si sólo Jason no fuera un pícaro. Podía estar cómoda en su finca sin ningún problema en absoluto. Los inquilinos eran amables y alegres, el mayordomo de Jason debía haber construido una buena relación con ellos. Dakin había pasado tiempo con Olivia, describiendo con entusiasmo los nuevos métodos de cultivo que Jason le había permitido introducir. Estaba seguro que dio lugar a un enorme aumento de la producción, que a su vez hizo a los inquilinos muy felices. Los inquilinos, y especialmente los niños, habían capturado su corazón. La habían acogido abiertamente y siempre habían expresado su sincero agradecimiento por las visitas. También había sido impresionada por la frecuencia con que preguntaron por Jason. Por supuesto, cuando estuvo la vez pasada en Coventry Manor había tenido muy poca información acerca de su marido para compartir con ellos. Pero lo mejor era dejar esos pensamientos. Sólo oscurecieron su estado de ánimo. Miró por la ventana cuando sintió el carruaje bajar el ritmo. No era Coventry Manor, sino una posada surgiendo de la oscuridad, sus ventanas iluminadas con una presencia acogedora. Se abrió la puerta tan pronto como el carruaje se detuvo. —No estamos muy lejos de casa. —Jason apoyó su brazo contra la puerta abierta—. Pero parece que uno de los caballos perdió una herradura por lo que el conductor lo atenderá aquí, en vez de hacer sufrir al pobre animal. —¿Saldremos un rato? —Ella se adelantó en el asiento.

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—Sí. Aunque estábamos muy satisfechos después de nuestra última comida, ¿tal vez podrías necesitar una taza de té caliente? He estado en esta posada antes, y la comida es aceptable. —Puso su mano para ayudarla a bajar. Jason la acompañó hasta el comedor privado y se fue en busca del posadero para tener un fuego encendido en el cuarto frío. La puerta de la sala común la había dejado entreabierta para permitir que el calor de esa habitación la calentara. Olivia caminó alrededor del espacio, dando a sus músculos rígidos un poco de ejercicio. —¡Mi lord! Olivia se volvió hacia la puerta abierta al ver a una joven sirvienta apresurarse hacia Jason y arrojarse contra él, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. Al principio, Jason levantó las manos ante su lado, pero luego rápidamente apartó los brazos. Ella lo miró, sonriendo alegremente. —Usted dijo que estaría de vuelta. Estoy tan feliz de verlo.

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16 Jason lanzó una mirada hacia la puerta parcialmente abierta. —Mary, tengo a mi esposa conmigo. —Oh, lo siento, mi Lord, no lo sabía. —Ella le dio un guiño—. La próxima vez, ¿eh? —Ah, ¿puedes atender ese fuego encendido en el comedor privado? Su voz chirriaba. La criada de taberna hizo una reverencia leve, y se pasó la lengua por la parte exterior de la boca de una manera muy sugerente. —Por supuesto, mi Lord. —Se dio la vuelta y se alejó, sus caderas balanceándose seductoramente. La mano de Olivia voló hacia su pecho, donde su corazón casi se detuvo, y luego aceleró. ¡Ese libertino! ¡Ese lujurioso! Mentalmente trató a tientas de pensar en las peores cosas que podría usar para describir al despreciable hombre. La muchacha entró en la habitación, llevando leña para encender el fuego. —Buenas noches, mi Lady —dijo dulcemente. Jason había desaparecido por la puerta principal de la posada después del saludo ansioso de la chica. Olivia no sabía si arrancarle el cabello a esa pelandusca o ir a buscar a Jason y abofetearlo. Ninguna reacción parecía muy propia de una dama. ¿Por qué se me ocurrió durante un minuto que podría darle la oportunidad de empezar de nuevo? El hombre es un canalla de la peor especie, un sinvergüenza, un libertino. La niña terminó de echar la leña al fuego y salió de la habitación. Jason entró desde el comedor común, frotando la parte posterior de su cuello. —Ah, supongo que viste eso. Olivia se irguió. —No vi absolutamente nada de que sorprenderme. —Ella se alisó el cabello hacia atrás—. No me da ninguna razón para suponer que la joven no es una más de un desfile de otras personas con las que tuvo un coqueteo. —Caminando hacia él, ella añadió—: Si me disculpa, mi Lord, lo esperaré en el carruaje.

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Jason la alcanzó y envolvió sus brazos alrededor de ella en un férreo control. —Esa chica no es una de muchas, y mi coqueteo con ella, como lo llamas, fue antes de casarnos. No he sido un santo, eso es cierto. Pero no he hecho nada impropio desde el día que dijimos nuestros votos. —¡Ja! —Ella se movió para liberarse de sus fuertes brazos. Incluso ahora sentía las mariposas tomando vuelo en su estómago. A pesar de su sorpresa y la ira, su cuerpo la traicionó por la reacción a su cercanía. —Ni siquiera recuerda nuestros votos, mi Lord. —Retorciéndose en sus brazos, dijo con brusquedad—: Déjeme ir. No tengo nada que decirle y no quiero escuchar más mentiras. De mala gana, la liberó y después de un momento la siguió. —¿Estamos listos para partir? —gruñó Jason al conductor mientras cerraba la puerta de la posada. —Sí, mi Lord. Dejé el caballo aquí y tomé otro prestado del posadero. —Bueno, vamos a terminar este maldito viaje. —Se subió al carruaje y se sentó frente a Olivia. Ella apartó la cara y miró hacia la oscuridad total. Fue un par tenso el que llegó a la puerta principal de Coventry Manor. Olivia ni siquiera tomaría su brazo, pero subió las escaleras ella sola, prácticamente corriendo lejos él. Malcolm abrió la puerta y les dio una cálida bienvenida. —Es un placer tenerle a los dos aquí, mi Lord, mi Lady —dijo, haciendo una reverencia. —Es bueno estar en casa, Malcolm. —Jason se quitó los guantes y se los entregó al mayordomo—. Por favor, vea que lady Coventry reciba un baño y una comida ligera en su habitación. Voy a estar en la biblioteca. Por favor, que la cocina me envíe algo allí. —Por supuesto—dijo Malcolm. Olivia se retiró a su habitación, lamentando ahora que había hecho llevar sus cosas a la habitación de la Condesa junto a Jason. Rápidamente se dirigió a la puerta que separaba sus habitaciones y acuñó una silla bajo el pestillo. Se dejó caer en la cama, enfurecida por encontrar lágrimas en sus ojos. Uno podría pensar que habría aprendido ya. Una vez libertino, siempre libertino. Antes de que ella tuviera demasiado tiempo para pensar en este último

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debacle, un suave golpeteo en la puerta la interrumpió. Su baño había llegado, y sumergirse en agua caliente mantuvo una gran cantidad de apelación.

Jason se sentó en un sillón y apoyó los pies en el borde de la mesa, con aire taciturno mirando sus botas. El dolor y la ira en los ojos de Olivia prácticamente lo habían puesto de rodillas. Justo cuando pensaba que habían estado haciendo progresos, esa joven impertinente de la posada había aparecido. Con toda honestidad, no podía echar la culpa totalmente a los pies de ella. Había sido un redomado idiota la noche antes de su boda, y sabía en ese momento que no debería haber jugado con la chica. Probablemente era mejor dejar tranquila a Olivia por esta noche. Esperemos que una buena noche de sueño pudiera atemperar parte de su reacción. Él seguramente no conseguiría mucho durmiendo, ya que su culpabilidad no había disminuido el deseo de verla tendida sobre su cama. De hecho, sus ojos llameando de ira sólo lo hicieron más decidido a ver la misma intensidad de la pasión. Se pasó la mano por la cara y se levantó. ¡Qué lío!

Jason estaba sentado a la mesa del desayuno cuando Olivia entró la mañana siguiente. No parecía que había tenido más sueño que él. Por curiosidad, había intentado con la puerta entre sus habitaciones la noche anterior y la encontró pegada. Como no había una cerradura en la puerta, asumió que ella había colocado algo ahí para mantenerlo fuera. La visión de ella en su cama desapareció como una nube de humo. —Buenos días, amor. Se levantó cuando ella entró en la habitación. —Buenos días, mi Lord —dijo en voz baja, tomando asiento. De vuelta con el "mi Lord". Suspiró. —¿Te apetece un té?—Él estiró el brazo hacia la tetera. —Gracias. —Ella empujó su taza, pero se negó a mirarlo a los ojos mientras vertía el líquido humeante. —Me voy a reunir con mi mayordomo esta mañana. Creo que a la señora Watkins le gustaría pasar algún tiempo contigo para revisar las cuentas de la casa.

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Olivia puso su taza de té y lo miró a los ojos por primera vez desde la visita a la posada. —¿Cuál es el punto, mi Lord? Tengo la intención de regresar a Italia una vez que la Temporada haya terminado. Si no va a buscar una anulación, entonces será necesario que nosotros vivamos como una pareja separada. Jason arrojó su servilleta hacia abajo y se comió la distancia entre ellos. Inclinándose, apoyó ambas manos a cada lado de la silla. —Comprende esto, mi Lady. No habrá anulación y no volverás a Italia. Viviremos aquí en Coventry Manor una vez que termine la Temporada. Los ojos de Olivia brillaron con ira, y se irguió. —Usted no me puede obligar a vivir aquí. —Puedo y lo haré. Si tengo que atar tu muñeca a la mía, entonces que así sea. Tú estuviste en la habitación justo por ese pasillo y dijiste los votos que te hicieron mi esposa. Incapaz de levantarse, ella se apretó contra el respaldo de la silla y lo miró a los ojos. —Y, por supuesto, usted recuerda la ocasión tan bien, mi Lord. —Con las manos temblorosas se alisó los lados de su cabello—. Y ahora es un brabucón por sobre todo lo demás. —¿Qué todo lo demás? —gruñó. —Un lujurioso, un libertino y un sinvergüenza. —Él se hizo a un lado cuando ella empujó con ambas manos su pecho, y luego se puso de pie y lo rodeó, en dirección a la puerta—. El tipo de hombre que nunca aceptaría como marido. He visto los matrimonios típicos de la alta sociedad, y eso no es lo que yo quiero para mí. —Su voz se quebró y rápidamente salió de la habitación. Él se desplomó en su asiento y tomó un gran respiro. De ninguna manera era un monje, pero apenas calificado como un libertino. De hecho, en comparación con algunos de sus compañeros, había estado bastante restringido. Una gran parte de su reputación había sido ganada por los rumores en lugar de hechos. Él y Drake ciertamente había tenido su parte de dispuestas señoritas mientras asistía a la Universidad, y desde entonces siempre había mantenido una amante, pero sólo una a la vez, y siempre con discreción. Tal vez algunos de sus compañeras de cama se habían casado, pero eso era un problema para la mujer y su marido. Y nunca había animado a una inocente, de hecho se había quedado tan lejos de ellas como pudo.

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Se echó hacia atrás en su silla y estiró sus largas piernas, cruzando los tobillos. Le llevaría algún tiempo recuperar el terreno que había perdido la noche anterior. Después de reprenderse a sí mismo por un rato, se levantó para encontrarse con su mayordomo. Un vistazo por la ventana reveló a Olivia paseando en el jardín, hablando animadamente con la señora Watkins. La estudió a través del cristal y observó su rostro expresivo y las curvas por las que quería mucho recorrer sus manos. Una brisa recogió los rizos que escapaban a su nudo, y le hizo cosquillas en la cara. Cuando ella levantó la mano para quitárselas de encima, su ingle se apretó.

Olivia se reprendió a sí misma una vez más. Nunca debería haber aceptado acompañar a Jason en esta excursión para visitar a los inquilinos. Sólo su amor por los niños, y el deleite de sus ojos cuando se les daba dulces, la motivó a viajar junto a su señoría en el faetón. Un día glorioso, el cálido sol la relajaba mientras viajaban. Jason había vestido más informal, él le dijo que era su manera al estar un tiempo en el campo. Había dejado un chaleco, y tenía la corbata atada en lo que sólo puede ser descrito como arrogante. Su mirada se volvía a sus musculosos muslos delineados en sus pantalones ajustados, causando que su estómago revoloteara. ¿Cómo podría el hombre enfurecerla sin fin, pero al mismo tiempo tenerla sofocándose ante el recuerdo de su mano en su pecho en el carruaje ayer? Olivia inhaló profundamente el aire perfumado con madreselva. Su vestido de día de color beige claro con un profundo escote verde combinaba bien con los diferentes tonos de verde que la Madre Tierra está representada. Pequeñas flores cubrían su sombrero de paja, con una amplia cinta de raso verde atada coquetamente debajo de la barbilla. En su regazo sostenía una canasta grande, cubierta con un paño a cuadros, y lleno de dulces, panes y otras golosinas de la cocina. —He decidido dar una pequeña cena hacia el final de la semana. —La profunda voz de Jason rompió el silencio—. ¿Cuáles son tus pensamientos? De repente, ella giró la cabeza de la imagen encantadora de un ave madre trayendo gusanos a sus pequeños, para mirar a Jason con una ceja levantada. —¿En serio? Pensé que habías dicho que íbamos a estar aquí sólo un día o dos, y de vuelta en la ciudad a finales de la semana. Él le dedicó una sonrisa de medio lado.

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—Encuentro que cada vez que vengo al campo, soy reacio a regresar demasiado rápido por el estrés y la tensión de la vida de la ciudad. —Parecía estar en bastante prisa por regresar a la ciudad el día después de nuestra boda —dijo alegremente. Él frunció el ceño. —Sin embargo, me gustaría entretener a algunos de la alta burguesía local, mientras estamos aquí. —Como usted diga, mi Lord. —Olivia volvió su atención a su regazo, alisando la parte delantera de su vestido. Él colocó ambas riendas en una mano, y le agarró la mano. —Si no lo encuentras en tu corazón el perdonarme, al menos hagamos una tregua mientras estamos aquí. Es un día hermoso, y sé que disfrutas de estas visitas. Vamos a discutir la cena de esta noche. Quiero disfrutar el día y la visión de mi bella esposa encantando a mis inquilinos. —Mostró la sonrisa infantil que continuaba haciéndole cosas a su interior, a pesar de su determinación de resistirlo. Llegaron a una casa de campo ordenada junto a unos bien cuidados campos. Un jardín de vegetales y hierbas resistentes ocupaba el espacio en un lado de la casa, mientras que una serie desordenada de flores vibrantes barría a través del frente. Dos niños pequeños jugaban en un columpio colgado de un gran roble, el eco de sus risas inocentes la hizo sonreír. —Buen día, mi Lord, mi Lady. —Una mujer bastante corpulenta que sostenía a una bebé en sus brazos los saludó cuando detuvieron el faetón en el patio delantero. —Buenos días, señora McFarren. —Jason saltó y tomó la cesta de Olivia antes de dedicarse a ayudarla a descender. —El Sr. McFarren está dentro tomando su té. No podría estar más honrada de tenerlo a usted y a su señora con nosotros. —El rostro de la mujer se sonrojó de placer. —Eso sería una delicia—dijo Olivia, sonriendo alegremente. Entraron en la casa y Olivia recordó la última vez que había estado allí, unos pocos días después de su boda desastrosa. Ella empujó lejos el pensamiento sombrío y extendió los brazos para tomar a la bebé. —¿Puedo sostener a su pequeña, señora McFarren?

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—Oh, mi Lady, echará a perder su precioso vestido. —La señora McFarren frunció el ceño. —No, en absoluto, permítanme. —Olivia abrazó a la niña y un deseo abrumador se apoderó de ella. ¡Oh, sostener a un niño propio! Pasó las manos sobre el pequeño cuerpo caliente, y besó la parte superior de la cabeza de la niña. Su cabello suave y sedoso olía a jabón. Olivia cerró los ojos e inhaló el aroma. Cuando abrió los ojos, Jason estaba observándola, una sonrisa de placer tocando sus labios. Rápidamente ella alisó sus rasgos y se volvió hacia la señora McFarren. —Hemos traído algunos dulces para sus hijos. ¿Puedo llamarlos adentro? —Usted tome un asiento y yo voy a buscarlos, mi Lady. —Ella indicó una silla firme en la mesa donde la mujer obviamente había sacado sus mejores cosas del té. Jason sostuvo su silla y una vez que se estableció, sacó otra silla y se sentó. —¿Cómo está todo, señor McFarren? —Jason se echó hacia atrás en la silla y se cruzó de brazos. Los hombres se lanzaron en una intensa conversación sobre la siembra, el clima y los ensayos de la agricultura. Olivia se entretenía hablando con los niños y llenándolos con los dulces que la cocinera había envasados. Eran una familia feliz, los niños bien cuidados y educados. La bebé era un placer y Olivia se encontró aferrada con tanta fuerza a ella, que la pequeña empezó a protestar. —Aquí, déjeme tomarla, mi lady —dijo la señora McFarren. Olivia suspiró y le entregó la bebé a la madre. Ella miró alrededor de la habitación cálida y confortable, con alfombras hechas a mano en los pisos relucientes, y el olor de algo delicioso burbujeante sobre el fuego. De vez en cuando el Sr. McFarren extendía la mano y acariciaba la de su esposa, o la miraba para obtener su acuerdo sobre algo que acababa de decir. Olivia sintió una opresión en el pecho. Ella cambiaría su estatus y dinero por una vida como esta. Todo lo que siempre quiso fue alguien a quien amar por completo. Bailes, fiestas, casas decoradas elegantes, tiendas y otras actividades sin sentido eran todos sin sentido si no había un amado con quien compartir la vida. Era mucho mejor pasar la vida uno solo que tener a alguien haciéndola miserable. Pronto Jason se puso de pie. —Muchas gracias por su hospitalidad, señora McFarren. Su señoría y yo debemos seguir nuestro camino. —Él sacudió la mano del señor McFarren y tiró de la silla de Olivia. Ella les dio las gracias también, y ellos hicieron su camino de regreso al faetón.

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—Debes tener hijos, Olivia —dijo Jason mientras conducía el vehículo lejos de la casa McFarren. —Los niños no son parte de mi plan, mi Lord. —Dios le perdone por la mentira, tener niños había sido siempre un fuerte deseo de suyo. Sin embargo, los sueños de su llegada siguió un matrimonio feliz y seguro. Algo que Olivia no tenía, y teniendo en cuenta sus circunstancias, lo más probable era que nunca lo tendría. —Es posible que te mientas a ti misma, amor, pero la mirada en tus ojos cuando sostuviste a esa niña allí estaba diciéndolo todo. —Él puso el brazo alrededor de sus hombros y la atrajo hacia él—. Me encantaría ver tu cuerpo hinchado con mi hijo. Sólo di la palabra, y podemos empezar ese proyecto. —Él la miró con ojos ardientes. Olivia sintió que sus entrañas se derretían y sus pezones se tensaban. Señor, si sólo mirarla hacía eso, ¿qué pasaría si alguna vez le permitía besarla? Ella sacudió la cabeza y respiró hondo. —Jason, acordamos una tregua, pero con la forma en que esta conversación va, la tregua podría llegar a su fin. —Ella se deslizó hacia atrás y miró el paisaje que pasaba, discretamente limpiándose una lágrima de la esquina de su ojo.

Jason sonrió para sus adentros. Ella se había resbalado y lo llamó por su nombre. Quizás él estaba haciendo progresos. A continuación, una sombra pasó sobre él cuando se acordó de lo lejos que estaban. Olivia aún albergaba malos recuerdos de su boda, así que tenía que ser muy cuidadosos en cómo se enfrentaba a ella. Su introducción a la sociedad, con la actitud de liberalismo de tantos miembros de la alta sociedad acerca de su propio matrimonio la había convencido de que él esperaba el mismo tipo de relación. Su reputación no había ayudado, tampoco por el debacle en la posada. Tenía que encontrar una manera de convencer a su esposa que sus días de libertinaje habían terminado. Miró a Olivia. Si tuviera que escoger a una única mujer que podría evitar que él errase, sería ella. Por supuesto, estaba por enamorarse, la pregunta sería discutible. Los hombres enamorados no visitan camas distintas de la de su esposa. ¿Qué era exactamente lo que él sentía por ella, además de deseo? Una inteligente, fuerte y bien educada mujer agradable, era fácil imaginarla sin problemas corriendo de su casa, supervisando el personal, viendo a los niños. Ella también tenía interés en la ronda continua de fiestas y bailes que la temporada en Londres tenía que ofrecer. Jason tuvo que admitir que había crecido muy cansado de él mismo. Tal vez tenía más de su padre en él de lo que deseaba

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admitir. Podía instalarse fácilmente en una vida en el campo, supervisando a sus inquilinos, teniendo pequeñas veladas, y disfrutando de su esposa e hijos. Pero donde su padre tuvo que lidiar con una esposa muy insatisfecha que anhelaba los placeres de la ciudad, Jason tenía a la muy sabia Olivia que ya admitió un desdén por la sociedad.

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17 Los tres días previos a la velada que Olivia había planeado ante la insistencia de Jason pasaron volando. De alguna manera lo había encontrado aterrador, ya que su exposición social limitada en Italia no le había proporcionado habilidades de anfitriona. Por otro lado, había disfrutado realmente la planificación del menú con la cocinera, y consultar con el jardinero sobre que flores cortar y disponer en floreros para las decoraciones de la mesa. Olivia pasó mucho tiempo revisando la vajilla China, la plata y copas que Jason le aseguraban no habían visto la luz del día durante muchos años. —¿Tu madre no organizaba veladas? —Ella y Jason se sentaban en posiciones indignas en el suelo, desenvolviendo la delicada vajilla China blanca y dorada. Se encogió de hombros. —Mis padres estuvieron separados durante la mayor parte de su matrimonio. Olivia miró y frunció el ceño. —¿Separados? —Para todos los efectos. Mi padre pasaba su tiempo aquí en el campo, pero madre prefería la vida social de Londres. Después de eso, se hizo evidente que no habría tiempo libre que dedicarle al heredero, y se trasladó a la Casa de Ciudad en Londres y pasaba todo el tiempo, ya sea allí o en Bath. Regresaba a la Mansión para las fiestas, pero eso involucraba la medida de su interés en el lugar. Ella inclinó la cabeza ligeramente. —Qué extraño. Y pensar que tenía una hermosa casa como ésta, y prefería pasar su tiempo en el desagradable, y sucio Londres. —Negó con la cabeza. Jason echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. —Eres tan diferente de mi madre. Ella sólo estaba interesada en vestidos caros, joyas, bailes, e impresionar a sus amigos. —Negó con la cabeza—. Desagradable, y sucio Londres, de hecho. —¿Y qué hay de tu padre? ¿Estaba contento con permanecer aquí mientras tu madre vivía en otro lugar?

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—Padre estaba satisfecho con el arreglo. Tenía otras cosas para ocupar su tiempo. —¿Cómo cuáles? Jason la consideró por un momento. —Otras cosas. Nada importante. —¿Mujeres? —Ella levantó la barbilla con una mueca. Él se sonrojó ligeramente y se aclaró la garganta. —No importa, mi Lord, esto no es asunto mío de todos modos. Estoy familiarizada con la cantidad de respeto que la mayoría de los miembros de la alta sociedad sostienen sus votos matrimoniales. Jason dejó escapar un suspiro. —Así como tú no eres mi madre, yo no soy mi padre. No me parezco en absoluto a él, ni espero ser como él. Difícilmente fue mi ejemplo. Olivia se levantó y se sacudió la falda. —Tengo que ver lo del té. ¿Se unirá a mí, mi Lord? —Olivia, deja lo de “mi Lord”, por amor de Dios. Y no, creo que voy a ir a dar un paseo. Te veré en la cena.

—Lady Coventry, fue tan amable de su parte organizar esta velada. —La baronesa Shaffer tomó el brazo de Olivia, cuando comenzaban su paseo por el jardín. Las flores de verano habían empezado a florecer. Aguileñas5 amarillas, blancas, azules y los farolillos rosados, y una serie de Malvas se extendían ante ellas, como un preludio al exquisito jardín de rosas. Olivia respiró profundamente el aire fragante a medida que ella y la baronesa paseaban por allí. —Y, por supuesto, es más que agradable conocerla finalmente. Si el Barón y yo hubiéramos sabido que estaba en la residencia el febrero pasado, ciertamente habríamos venido de visita. —Se volvió a Jason que caminaba detrás de ella con el baron Shaffer—. Y usted, mi Lord, ¿no se dignó a introducir a su encantadora esposa a la alta burguesía después de su boda?

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Planta que da flores, cuyos pétalos son puntiagudos.

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Un rubor se elevó en el rostro de Jason, y estiró su cuello, sus ojos vagando como si quisiera escapar. —Fue necesario volver a Londres poco después de nuestra boda —Olivia respondió suavemente. Apeló a años de crecimiento y entrenamiento para hacer esa declaración. Jason le dirigió una sonrisa de agradecimiento. —Mi Lord, lord y lady Appleby han llegado —anunció Malcolm desde la terraza sobre el jardín. Olivia condujo a la baronesa hacia la casa. —Ya que estamos todos aquí, vamos a retirarnos a la sala hasta que se anuncie la cena. Cuando entraron en la casa, Jason se llevó su mano a los labios y la besó. —Gracias por eso, mi Lady. Olivia estudió esos ojos hechizantes y su boca se secó. —Buenos modales, mi Lord. Simplemente buenos modales. El Pastor y la Sra. Dunn habían enviado sus disculpas debido a una emergencia, lo que requirió de un cambio de último minuto en los asientos. Lord y lady Appleby, el Barón y la Baronesa, y Olivia y Jason, todos se instalaron en sus asientos. —Debo decir que nos complació mucho descubrir que lord Coventry se había casado. —Lady Appleby miró a Olivia por encima de la copa de vino ligero que el lacayo sirvió para cada comensal. Insegura de que eso siquiera requería de una respuesta, Olivia simplemente sonrió e inclinó ligeramente la cabeza en dirección a la mujer. Su esposo añadió: —Por supuesto, se espera entre los aldeanos que su señoría pase tanto tiempo aquí como lo hacía su padre ahora que se ha establecido. —Sí, ciertamente —agregó la baronesa Shaffer—. Esperamos ver a muchos niños llenando la guardería de su señoría. —La mujer se sonrojó, al parecer consciente de su faux pas6 en la discusión de un tema tan personal en la mesa de la cena.

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En francés; paso en falso.

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El baron Shaffer palmeó la mano de su mujer, seguramente para aliviar su angustia. Otro matrimonio cariñoso y cálido. ¿Es sólo en el campo donde existen los matrimonios cómodos? Luego desechó el pensamiento, recordando la historia de Jason sobre sus padres. Al parecer, el aire del campo no había tenido ningún efecto en la relación de sus padres. Ella sonrió mientras sus pensamientos iban a la deriva hacia Grif y Elizabeth. Probablemente el único matrimonio exitoso de la sociedad que había visto desde su llegada. Por mucho que amara a su amiga, y quisiera lo mejor para ella, Olivia no podía evitar el indicio de envidia que se escabullía cuando menos lo esperaba. De que ella pudiera tener un matrimonio así. —Mi Lord, ¿podemos esperar que vaya a reanudar la práctica de tener un baile en las fiestas? La baronesa Shaffer se volvió hacia Olivia. —La anterior lady Coventry siempre organizaba las más maravillosas fiestas de Navidad. —Oh, sí, por supuesto. —Lady Appleby habló con entusiasmo—. Su señoría llegaba desde Londres, y tenía a los sirvientes corriendo por ahí decorando dentro y fuera de la mansión. Entonces auspiciaba varias fiestas a lo largo de los días festivos, terminando con un baile para todos los residentes del campo. —Ella se recostó y suspiró—. Fueron días maravillosos. ¿Se acuerda de las fiestas, mi Lord? La mandíbula de Jason se había apretado, pero como era el cortés anfitrión, le sonrió a la mujer. —La mayoría de las veces yo estaba lejos, en el colegio. Pero entiendo que fueron tiempos felices para los inquilinos y ciertamente para todos en el área. Nadie más pareció darse cuenta, pero Olivia detectó la tensión en él. ¿Su infancia había sido tan miserable que los buenos recuerdos de sus invitados le traían a él otros que eran tristes? Aquí discutían las vacaciones y Jason decía que había permanecido en la escuela. Sabía tan poco de su juventud, excepto las pocas cosas que le había contado. Después de haber sido el centro de la vida de sus padres mientras su madre estaba viva, ella había disfrutado de su amor y devoción. A menudo creía que aquel afecto había ayudado a calmarla durante los años de abandono de su padre. No había duda que la existencia solitaria de Jason le había hecho el hombre que era en la actualidad. Después de la cena, las damas se retiraron a la sala mientras los caballeros disfrutaban del oporto. Olivia sirvió el té del carrito que uno de los lacayos había preparado para ellas.

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—Lady Coventry, estaríamos encantadas de que se uniera a nuestro pequeño círculo de costura. —Lady Appleby aceptó la taza de la mano de Olivia—. Hacemos prendas para los hijos de los inquilinos que están pasando momentos difíciles. —¿En serio? —Olivia alzó las cejas—. Durante mis visitas, todos los inquilinos parecían estar haciéndolo bastante bien. ¿Es consciente su señoría que algunos están pasando apuros? La Baronesa y lady Appleby intercambiaron miradas preocupadas. —No lo creo, mi Lady. Su señoría ha estado en Londres desde que su padre falleció, y no creo que el antiguo Conde mantuviera archivos de sus inquilinos. — La Baronesa suspiró—. Hay una familia que necesita nuestra ayuda. La Sra. Holland está pasando un momento difícil tratando de mantenerse al día con los niños y la agricultura. En consecuencia, no tiene tiempo para coser o hacer otras tareas del hogar. Olivia esperó que lady Appleby continuara, y cuando cayó en un silencio incómodo, le preguntó: —¿La Sra. Holland es una viuda, entonces? Señora Appleby evadió. —Al Sr. Holland le gusta beber. —¿Quiere decirme que el marido de la Sra. Holland está permitiendo que su mujer asuma la carga de toda la familia mientras él bebe? Ambas mujeres asintieron. —¿Por qué tengo la sensación de que hay algo más? La Baronesa bajó la voz. —Varias veces hemos visto moretones en la Sra. Holland y sus hijos. Olivia se echó hacia atrás, con los ojos muy abiertos. —Bueno, ciertamente me aseguraré que su señoría ponga fin a eso. —Muchas gracias, mi Lady. Algo ha tenido que hacerse desde hace bastante tiempo, y estoy agradecida de que vea que se haga. Pero, todavía nos gustaría que se uniera a nuestro círculo de costura. —Me encantaría, pero, por desgracia, su señoría y yo vamos a volver a Londres hasta que el Parlamento haya terminado. —Al ver sus sonrisas decaer, añadió—: Pero una vez que estemos de vuelta en el campo estaré honrada de unirme a ustedes.

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Ambas mujeres sonrieron brillantemente. ¿Qué, en nombre del cielo, acababa de prometer? Ella todavía no tenía ninguna intención de volver a Coventry Manor. Si Jason no aplicaba para una anulación, sus planes para regresar a Italia no cambiarían. Recordar su amenaza de atarla a su muñeca trajo el aleteo ya familiar a su estómago. Tonterías. No iba a permitir que su cuerpo dictara su conducta. Cuando llegara el momento, ella lo persuadiría de que la dejara ir. Una hora aproximadamente los caballeros se unieron a ellas, sus invitadas levantándose para marcharse. Se echó a reír cuando el Barón mencionó que se estaba haciendo tarde. En Londres aún sería demasiado pronto para que ellos abandonaran la primera fiesta o baile. Después de dictar los adioses, Olivia se dio cuenta de que estaba agotada. La tensión del día, de supervisar todo, y asegurarse de que todo fuera perfectamente se había cobrado su precio. Jason se acercó a ella por detrás, y poniendo sus manos sobre sus hombros, se inclinó muy cerca de su oído. —¿Te apetece un jerez antes de ir a la cama? —Su voz profunda flotó sobre su piel como si fuera seda. Sus nervios se declararon en alerta máxima. La había estado observando toda la noche con una mirada depredadora. El aroma único que pertenecía a Jason; a pimienta y cuero, la asaltó cuando él se inclinó. Era tentador simplemente descansar la cabeza contra su pecho ancho y olvidar todas sus preocupaciones. Olvidar que no confiaba en él, y que si se entregaba al deseo que corría a través de ella, él eventualmente abandonaría su cama y pasaría a su próxima conquista. Sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos. Él decía que no era su padre. Eso quedaba por verse, y hasta ahora no la había convencido. La escena en la posada todavía elevaba su ira, y cimentaba su decisión. —No, no lo creo, estoy muy cansada. —Esto te ayudará a dormir. —No necesito nada para dormir, mi Lord. Como he dicho, estoy muy cansada. Ahora si me disculpas. —Olivia. —Extendió su mano—. Por favor, quédate por un minuto y hablemos. Ella cerró los ojos un instante. —Muy bien, pero no quiero una bebida.

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Jason le llevó a la biblioteca, donde se sirvió una copa de coñac, y se unió a ella en la silla junto a la que ella estaba sentada delante de la chimenea. —¿Disfrutaste de pasar tiempo con lady Appleby y la Baronesa? —Sí, lo hice. Son unas mujeres adorables. —Se volvió hacia él, su fatiga olvidada—. ¿Eres consciente de que uno de tus inquilinos se la pasa bebiendo mientras que su esposa se ve obligada a hacer todo el cultivo y encargarse de los niños junto con la casa? Jason frunció el ceño. —¿Quien? —El Sr. Holland. Las mujeres me dijeron que no sólo bebe todo el tiempo sino que golpea a su esposa e hijos. —Ella negó con la cabeza—. Esa no es una buena situación. Debes hablar con el hombre. —Ciertamente lo haré, y mañana a primera hora antes de que partamos. Un hombre que gasta su tiempo y dinero en bebida mientras su mujer e ocupa de las cosas no es hombre en absoluto. Y al levantar su mano con ira contra aquellos que ha prometido proteger es inexcusable. Olivia sonrió ante su respuesta feroz. Reprimió las ganas de preguntarle si un hombre que pasaba su tiempo en camas distintas a la de su esposa era alguna clase de hombre. Sin estar de humor para cubrir ese territorio de nuevo, ella se levantó. —Me temo que estoy demasiado cansada para seguir conversando. Jason se puso de pie. —Puedo ver eso, amor. Ve a la cama y hablaremos más por la mañana. —Se movió como si fuera a atraerla hacia él, pero ella se apartó y salió de la habitación. Tomando una respiración profunda para calmar su acelerado corazón, subió lentamente las escaleras.

El sol apenas se había deslizado sobre el horizonte cuando Olivia se sentó en el carruaje y se alisaba la falda. Jason hizo señas al conductor y se pusieron en marcha. Miró por la ventana a medida que la última parte de Coventry Manor desaparecía de la vista. Jason se aclaró la garganta. —Vamos a ir directamente a la casa de Lady Lansdowne y recogeremos tus cosas. La cabeza de Olivia giró con brusquedad.

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—¿A qué te refieres con recoger mis cosas? —¿Seguramente no crees que voy a permitir que permanezcas en la casa de Grif? Su mirada, agravada por la arrogante presunción de decirle qué hacer, fue suficiente para endurecer su columna vertebral. —No tiene decisión alguna en donde resido, mi Lord. Los músculos de la mandíbula de Jason se crisparon, y su rostro enrojeció. —Sí, la tengo, mi Lady, ya que eres mi esposa. —Soy una invitada de lord y lady Lansdowne, y eso no ha cambiado. —No estoy de acuerdo, querida. Será lo que digo. —Oh, hombre odioso. Después de meses de abandono, ya que simplemente no podías recordar a la mujer con la que tomaste los votos, ¿esperas que yo siga tus dictados ahora que tu memoria ha resucitado? —Ella miró por la ventana. Había sido un gran error venir en este viaje. Ella le había entregado la misma cuerda para ahorcarla. —Sin embargo, vamos a ir a Lansdowne y recogeremos tus cosas. Grif sin duda concordará conmigo en que el lugar de una mujer está con su marido. —Él tiró de sus puños, enderezó su chaqueta y se acomodó con toda la arrogancia del Señor de la mansión—. También, por favor, ten en cuenta que no tengo intención de mantener nuestro matrimonio en secreto por mucho más tiempo. Olivia lo miró fijamente. —Nuestro matrimonio no continuará después de la Temporada. Estoy segura de que he sido clara en ese punto. —Entonces estamos en un punto muerto, mi amor. No tengo ninguna intención de dejarte ir. Tú eres mi esposa, y espero que pronto lo seas en verdad. Necesito un heredero. El calor se levantó desde su estómago a su rostro, deteniéndose en el camino para hacer que su corazón latiera con fuerza. Para su disgusto, él le dio la sonrisa perezosa que se añadía a la consciencia que le suscitaba. —No tengas miedo. Nunca me he forzado a cualquier mujer y no voy a empezar con mi propia esposa.

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—Si esperas a que esté de acuerdo, mi Lord, sin duda estarás demasiado viejo para… —Su cara se sentía como si fuera a estallar en llamas ante lo que casi había dicho. Apretó los labios en una línea tensa mientras se apartaba de él. La risa de Jason resonó contra las paredes del carruaje.

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18 Como se predijo, Lansdowne estuvo totalmente de acuerdo con el edicto de Jason que Olivia mudara sus cosas a la vivienda urbana de Coventry. Elizabeth abrazó a Olivia cuando la última de sus pertenencias fue colocada en el carruaje de Jason. —Nos veremos en la reunión de Markwicks, ¿verdad? Olivia sonrió a su amiga. —Sí, tengo la intención de asistir. —Nosotros dos te veremos allí. —Jason palmeó a Grif en su hombro. Miró a Olivia, que mantuvo su rostro envuelto en una máscara de calma, a pesar de rechinar los dientes. ¿No hay manera de escapar de ese hombre? —¿Qué vas a decir a sus empleados? —Olivia apretó sus manos en su regazo mientras ella y Jason cabalgaban a su residencia en la ciudad. —A menos que quiera empañar su reputación, debemos decirles de nuestro matrimonio. —¿No hablarán? —Por supuesto. Cada uno de los miembros de mi familia es capaz de dar un discurso. —Él sonrió, la alegría bailando en sus ojos. Ella resopló. —Sabe exactamente lo que quise decir. —Mi personal es leal y de boca cerrada. Les pago lo suficiente para que sean así. No tienes nada que temer. —Se inclinó hacia delante—. Pero una vez más te advierto, mi amor, la situación actual no continuará por mucho tiempo. No tengo ninguna intención de permanecer al margen mientras otros hombres compiten por tu atención. Me perteneces y pronto todo el mundo lo sabrá. Debes reconciliarte. A pesar de la protesta de su cerebro, las entrañas de Olivia se apretaron con el poder en sus palabras. La deseaba, y por mucho que ella tratara de resistirse, su cuerpo la traicionó. Ella tendría que hacer arreglos para salir a Italia antes de lo final de la temporada. Si ella pasaba demasiado tiempo en compañía de Lord Arrogant,

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él vencería su resistencia. Un seductor dotado, ella no tenía ninguna duda de que saldría con la suya, pero su orgullo no le permitiría que fuera otra de las esposas de la alta sociedad, acechando a un nuevo compañero decama mientras su marido hacia lo mismo.

Lord y lady Markwick dieron la bienvenida a Olivia y Jason, no comentando el hecho de que llegaron juntos. —¿Están lord y lady Lansdowne en camino, entonces? —preguntó lady Markwick. —Si. Con todo el bagaje que una dama requiere, me ofrecí a llevar a lady Olivia adelante —dijo Jason sin problemas. —Eso fue más reflexivo, lord Coventry. —Su anfitriona llamó a uno de los lacayos y le ordenó que les mostrara sus habitaciones. Jason se irritó al encontrar que su habitación no estaba cerca de la de Olivia. Él se erizó. Toda esta farsa ya había tenido tiempo suficiente, y muy pronto se acabaría. Él no era del tipo de hombre que permitiera que las cosas se prolongaran cuando quería algo. Antes de que esta reunión terminara Olivia estaría en su cama o toda su experiencia como un seductor había sido en vano. Una voz estridente interrumpió sus reflexiones mientras él seguía al lacayo a la habitación. —¡Lord Coventry! —Él se volvió y gimió interiormente cuando la molesta lady Cicely corrió hacia él. —Mi Lord, mamá y yo esperábamos con impaciencia su llegada. Jason se inclinó sobre su mano extendida y la besó. —Mi lady, es un placer. —Nos acompañaría en el salón. El té está siendo servido, y voy a guardar un lugar justo a mi lado en el sofá. —Ella pestañeó y frunció los labios en lo que al parecer asumió era una mirada seductora. —Necesito ubicarme, pero luego estaré más que feliz de tomar un poco de té. —Encontraría Olivia en esta maldita casa y se aseguraría de que ella se mantuviera a su lado por lo que durara la fiesta. Él había estado esquivando a inocentes intrigantes con mamás decididas durante años. Que tuviera que seguir haciéndolo cuando ya le habían puesto grilletes era ridículo.

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Después de asearse del viaje y cambiarse a una ropa fresca, Jason se puso a buscar a Olivia. Había tenido a Grady preguntando discretamente entre los criados para determinar dónde estaba su habitación y se dirigió hacia allí. Golpeó suavemente y después de unos momentos abrió la puerta. Jason se sorteó y cerró la puerta. Olivia lo miró fijamente. —¿Qué estás haciendo aquí? Si alguien te ve en mi habitación estaré arruinada. —Mi querida, toda esta farsa se está poniendo fatigosa. ¿Cómo puede ser arruinada por tu marido estar en tu habitación? —Él se acercó a la ventana y observó cómo los miembros de la fiesta tomaban el té en la terraza. —¿Qué deseas? ¿O estás aquí simplemente para hacer un punto? —Ella arqueó las cejas. —He venido para escoltarte a tomar el té. Lady Cicely me detuvo en el pasillo y se ofreció a guardarme un asiento junto a ella en el sofá durante el té. Olivia sonrió y dijo alegremente: —¡Oh, querido! —De verdad. Voy a mantenerte a mi lado durante esta reunión infernal. No me gusta la mirada en los ojos de esa chiquilla malcriada. Olivia se miró en el espejo. —Pobre lord Coventry. Las damas siempre lo están persiguiendo, ¿no? —No empecemos de nuevo. —Él se unió a ella y la abrazó por detrás, apoyando la barbilla en su hombro. Ellos se observaran en el espejo. —O podríamos quedarnos aquí y ocuparnos en otras formas. —Él sonrió ante el estremecimiento que la recorrió cuando le acarició el cuello. Olivia se retorció de su abrazo, su rostro enrojeció. Ella acomodó su cabello y se alisó el vestido. —¿Vamos, mi Lord? El servicio de té se había instalado en la sala de estar y terraza. Lady Cecilia estaba sentada en el salón, por lo que Jason escoltó a Olivia a la terraza. Ellos llevaron las tazas de té y platos de delicados sándwiches de pepino y berros, y vagaron por la terraza hasta que vieron una mesa vacía cerca de los escalones que conducían al jardín. El aire estaba impregnado de la fragancia de las flores de los cuidadosamente mantenidos jardines. Olivia y Jason charlaron con facilidad mientras degustaban su

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té, deteniéndose de vez en cuando para hablar con los invitados que se detenían a saludarlos. —Lord Coventry. Aquí está. Yo estaba en el salón. Lady Cicely caminó hacia la pequeña mesa, haciendo girar su sombrilla sobre su hombro. Ella sonrió hacia él y arrugó su rostro hacia Olivia. —Lady Olivia. Qué bueno verle. —Igualmente, lady Cicely. —Olivia bajó la cabeza cortésmente. —¿Lord Coventry, me pregunto si usted me acompañaría en un paseo por el jardín? Entiendo que la flora aquí son incomparables. La audacia de la muchacha una vez más lo sorprendió. Ella estaba haciendo demasiado insistente, y Jason tendría que ponerle fin rápidamente. Miró a Olivia. —Mi lady, ¿le importaría unirse a nosotros en un paseo? Un rubor lento se deslizó hasta la cara de lady Cicely y la mano que sostenía la sombrilla se puso blanca cuando ella apretó su agarre. —Sí, hagalo —dijo ella con los dientes apretados. Olivia se paró. —Creo que sería agradable. Gracias por sugerirlo, lady Cicely . Jason extendió ambos brazos hacia las damas y comenzaron su paseo. Lady Cicely pasó la mayor parte del tiempo dirigiendo sus comentarios a Jason. Parecía que había recibido dos peticiones más de mano de las que su madre había estado segura que ella obtendría antes de que terminara la Temporada. Pero, por desgracia, ninguno de los caballeros que ofrecieron por ella llenaron sus requerimientos. A pesar de que nadie preguntó cuáles eran esos requisitos, ella recitó toda una lista de “imprescindibles” que venían notablemente cerca de la descripción de Jason. La mano de Olivia se apretó donde descansaba en su brazo mientras la chica charlaba sin cesar. Mientras lady Cicely parloteaba, Jason planificaba cómo conseguir a Olivia en su cama y finalmente acabar con la lujuria paralizante que sentía cada vez que se le acercaba. —¿No le parece, lord Coventry? —La voz de lady Cecily cortó sus pensamientos. Él la miró fijamente, con el rostro completamente en blanco. ¿De qué diablos hablaba ahora? Miró a Olivia que estaba ocupada disfrutando de la naturaleza.

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—Sí, de hecho —murmuró. Lady Cecilia dio una palmada y le dio una sonrisa brillante. —Yo sabía que iba a disfrutar de paseos en bote, mi Lord. Entiendo que nuestra anfitriona ha organizado una pequeña fiesta de canotaje y picnic mañana. —Ella le apretó el brazo—. ¡Va a ser siempre tan divertido! Jason miró a Olivia quien se encogió de hombros y rodó los ojos. —Lady Olivia, supongo que usted disfruta de paseos en bote también, ¿no? — dijo, con la voz ronca. —Sí, lo hago, mi lord. —Sus ojos brillaban de alegría. Antes de que pudiera decir nada más, lady Cecily intervino. —Oh, mi Lord, los barcos son pequeños, sólo lo suficiente para dos. —Ella se inclinó hacia delante para mirar a los ojos de Olivia—. Usted nunca encajaría en el bote con su señoría y yo. Me imagino que alguien de su edad preferiría quedarse en la orilla y ver el resto de nosotros en el agua de todos modos. Jason fue tomado con un ataque de tos, mientras que Olivia miró a la joven. —De hecho, lady Cecily, voy a instruir a los lacayos para que traigan mi chal y mis agujas de tejer para mantenerme caliente y ocupada mientras que ustedes, los jóvenes disfrutan del día. Completamente ajena al sarcasmo, la muchacha continuó dominando la conversación. —Si me disculpan mi Lady, mi Lord, me parece que tengo un poco de dolor de cabeza y me gustaría un breve descanso en mi habitación hasta la cena. —Olivia deslizó su brazo de debajo de Jason. Lady Cecilia le despidió, pero Jason ya había tenido suficiente de la presencia irritante de la joven. —Quería hablar con lord Markwick sobre algo. Si me disculpa, creo que voy a acompañar a lady Olivia a la casa. —Él hizo una reverencia y se apresuró tras su esposa.

Desafortunadamente para Jason, su lugar designado en la mesa era justamente junto a lady Cecily y frente a Olivia. Bastante molesto, pero lord Wesley, un lobo con piel de cordero, se instaló en el asiento a la derecha de Olivia, y más de una vez Jason al revisar vio la cabeza de Wesley inclinada hacia Olivia y ambos en conversación profunda.

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Lansdowne, que había llegado justo antes de la cena con su esposa, estaba misericordiosamente a la izquierda de Olivia, y consciente de humor negro de Jason, intentó ocuparla tanto como le fue posible. Las actuaciones de las damas siguieron por la cena, y Olivia, una vez más asombró al público con su talento. Después de la música, se llevaron los juegos de cartas, y Jason se encontró de compañero con lady Cecily, donde jugaron contra sus padres. Las miradas que pasaron entre madre e hija estaban empezando a ponerlo muy nervioso. Olivia se negó a jugar a las cartas y pasó la mayor parte del tiempo en larga conversación con la duquesa viuda de Edmonstone. La forma que Olivia se frotó las sienes convenció a Jason de que no se había librado de su dolor de cabeza. Después de que la mano había sido jugada, él se levantó. —Ha sido un largo viaje para mí hoy así que les deseo a todos una buena noche. —Se acercó a donde Olivia se sentaba, con círculos oscuros bajo los ojos y las líneas de cansancio en su rostro. Olivia aprovechó la oportunidad de su interrupción para excusarse, y salió de la habitación. Después de conversar brevemente con la viuda, Jason se despidió y subió corriendo las escaleras. Atrapó Olivia entrando en su habitación. —Olivia —la llamó en voz baja. Ella se volvió y lo afrontó, cerrando la puerta detrás de ella. Sus cejas se levantaron mientras él se acercaba. —Sólo quería desearte buenas noches. —Él tomó su mano y dio un suave beso en su palma. Aferrándose a ella, la atrajo más cerca. Le tomó el rostro con las manos y lentamente bajó su boca a la de ella. Sus labios eran suaves y sabían al jerez dulce que había consumido después de la cena. Cuando ella no se retiró o se puso rígida, él incitó sus labios con su lengua hasta que los abrió. Deslizándose dentro de su calor, gimió cuando sintió su respuesta. La atrajo hacia sí y ella arrastró las palmas por su pecho, y envolvió su cuello. El corazón le latía con rapidez en su contra, en sintonía con el suyo. Jason rompió el beso y apoyó la frente en la suya mientras le ahuecaba la cara y le frotó los pulgares sobre su mandíbula. —Invítame a su habitación, amor. Ambos levantaron la mirada bruscamente cuando el sonido de voces masculinas y femeninas flotó por el pasillo. Olivia contuvo el aliento, rápidamente

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abrió la puerta, y dejando a Jason al otro lado, con firmeza la cerró. Él se quedó mirando estúpidamente la puerta, todavía jadeando. Se pasó la mano por la cara y se ajustó los pantalones para poder caminar. Me estoy acercando. No pasará mucho tiempo ahora, y es mejor que no tarde, o probablemente voy a ser un lisiado.

Olivia se apoyó contra la puerta y trató de conseguir controlar su respiración. Esto no estaba bien. Se hacía más difícil cada día resistir a su marido y ella no tenía deseo de encontrarse enamorada del hombre y luego ver el desfile de mujeres dentro y fuera de su vida. Por mucho que ella luchaba contra su encanto, su corazón estaba en serios problemas. Cansada, se desnudó con la ayuda de su criada y se metió en la cama. Sus pensamientos se desviaron hacia la carta que había recibido confirmando su aceptación en la Academia de Música de Roma. Suspiró y se dio la vuelta, mirando sin ver el armario situado al otro lado de la cama. ¿Cómo la vida se había vuelto tan complicada? Todo lo que ella siempre había querido era un esposo cariñoso, en quien pudiera confiar, niños, y un hogar confortable. Si no podía tener esa vida, entonces tal vez una carrera con una sinfonía, y después establecerse en una casita acogedora donde pudiera tocar su música y tomar un alumno o dos, con un gato para abrazar. Gimió ante la idea de esa siendo el resto de su vida. ¿Por qué mi padre no podía haber arreglado su matrimonio con un regordete, calvo, bien-humorado hombre, de quien nunca tendría que preocuparse de sus andanzas? En cambio, tuvo la suerte de estar casada con uno de los más notorios libertinos de Londres. Alto, ancho, guapo, rico, con título, y poseedor de una sonrisa devastadora, su marido siempre sería el blanco de las mujeres desvergonzadas de la alta sociedad que buscaban diversiones. ¿Podía confiar en Coventry? Él había dejado bien claro que quería un matrimonio de verdad y la deseaba como una compañera de cama. Pero él nunca habló de sus sentimientos. Si él realmente tuviera la intención de impedir su regreso a Italia, y a pesar de su insistencia en que haría precisamente eso, sabía que él legalmente podía, tenía que hacerlo enamorarse de ella. Un hombre enamorado de su esposa no deambulaba. Tampoco una mujer enamorada de su marido. Amor. El miedo se apoderó de ella cuando se dio cuenta de que ese era el sentimiento arrastrándose lentamente en su corazón. La imagen de su boda había desaparecido, reemplazada por la molestia de Jason por los avances de lady Cecilia, y su disgusto

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muy evidente con la criada que servía en la posada. Tal vez, como había sugerido Elizabeth, lord Coventry no era el canalla que había asumido inicialmente. Ella no tenía ninguna duda que había llevado la vida de un típico sinvergüenza durante años. Pero su afirmación de que no era su padre, y que no tenía intención de tener el tipo de matrimonio que sus padres tenían, la animó. Hasta ahora, lo había encontrado siendo encantador, cariñoso, e interesado en su bienestar. Pero, ¿la amaba, o incluso sentía algo cercano a eso? Ella suspiró y se dio la vuelta una vez más. Necesitaba empacar e irse a Italia muy pronto, o hacer campaña para ganar el amor del Lord Arrogante. De lo contrario, un corazón roto se alzaba en su futuro.

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19 Normalmente en una fiesta las mujeres permanecían en sus habitaciones para el desayuno y los caballeros hacían uso de la amplia variedad de alimentos disponibles en la sala de desayunos. Sin embargo, ya que el día de campo era hoy y todo el mundo estaba ansioso por salir con el buen tiempo, las mujeres se unieron a los hombres. Olivia se sentó junto a Elizabeth, los platos de ambas mujeres contenían tostadas y fruta. Olivia tomó un sorbo de té mientras Elizabeth la divertía con historias sobre su hijo de una carta enviada por su enfermera. —Oh, Olivia, lo extraño mucho. No puedo esperar para que la sesión parlamentaria termine así Grif y yo podremos regresar al campo. Sólo quiero abrazar a mi pequeño. —Se secó los ojos y trató de sonreír—. Creo que el nuevo pequeño me está convirtiendo en una regadera —dijo ella tocándose el vientre ligeramente. Olivia la abrazó. —Estoy segura que echas de menos a tu hijo. Sé lo que haría si fuera bendecida lo suficiente para tener un hijo. —Cielos, si esta conversación continuaba, ella se convertiría en una regadera también. Los invitados tenían un poco de tiempo después del desayuno para visitar el jardín u otras actividades antes de la comida campestre. Olivia aprovechó el tiempo para explorar la muy extensa biblioteca Markwick. Caminó a lo largo de los estantes, leyendo los títulos. —¿Encuentras algo de interés? La voz suave y profunda envió escalofríos sobre su carne. Su corazón se aceleró, y una sonrisa no deseada adornó sus labios. Se dio la vuelta, tratando de no mostrar su reacción. Considerando la sonrisa en el rostro de Jason, parecería que no había funcionado. —¿En busca de un libro, mi Lord? —Ella esquivó la pregunta con una propia, molesta por encontrar su voz jadeante. —No. De ningún modo. Estoy buscando a mi esposa. ¿La has visto? Se acercó y le susurró la última parte.

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—Jason, por favor. La puerta está abierta, cualquiera puede venir y vernos. — Ella se movió hacia atrás, golpeando la pared de libros detrás de ella. Jason sonrió con malicia. —Voy a cerrar la puerta. De hecho, voy a bloquearla. —Ahí están —dijo lady Markwick, entrando en la biblioteca—. Nos estamos reuniendo fuera para caminar hasta el lago. Los botes se están preparando para aquellos que desean disfrutar. —Dando la vuelta a Jason, sonrió—. Lady Cecily se ha encargado de decirles a todos que ella remará. Parece muy emocionada. —Estoy segura de que sí —murmuró Olivia cuando pasó rápidamente a Jason y se dirigió a la puerta. El grupo avanzaba hacia el lago, las damas con sombreros y sombrillas para proteger su piel clara. Lady Cecily se había aferrado a Jason, charlando sin parar. Olivia caminaba detrás de los dos, hablando con lady Lyons. —¿No parece mi Cecily maravillosa al brazo de lord Coventry? —Sonrió con afectación a Olivia. —Ummm. —Estoy segura de que su señoría estará buscando una esposa ya que el viejo conde ha muerto. Yo sólo sé que mi Cecily haría una Condesa maravillosa. Olivia se sorprendió de la cantidad de celos que se apoderó de ella. Las madres casamenteras podían converger sobre él ahora, pero una vez que se supiera que Jason se había casado, serían las matronas inquietas y viudas solitarias las que le rodearían. Con los dientes apretados, tomó una respiración profunda. Tenía que mantener la calma, y centrarse en comprometer los sentimientos de Jason. No mera lujuria, sino el amor. Los barcos se prepararon con muchas risas y bromas cuando las parejas subieron, llamando de acá para allá el uno al otro. Olivia observó desde su lugar cerca de lady Lyons, quien todavía estaba perdida con la mente concentrada sobre lo maravilloso que Jason y lady Cecily se veían juntos. Olivia se sacudió ante la voz masculina detrás de ella. —Mi querida, ¿seguro que no tiene intención de quedarse en tierra? Se volvió para ver a lord Wesley sonriendo alegremente detrás de ella. Ella levantó la mano sombreando sus ojos. —Tenía la intención de permanecer en tierra. Él se inclinó ligeramente.

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—No lo permitiré, mi Lady, usted es demasiado joven para sentarse y ver las actividades. —Extendió su brazo—. Permítame que la acompañe a uno de los barcos. Riendo, Olivia aceptó su brazo y se dirigió a donde los lacayos ayudaban a las parejas en los barcos. Jason y lady Cecily ya habían llegado al centro del lago. Se había quitado la chaqueta y se había enrollado las mangas de su camisa. Un poco escandaloso, pero cielos, él se veía bien con el sol brillando en su piel, sus músculos abultados mientras remaba. Lord Wesley le ayudó a entrar el bote, y se instaló frente a ella. La embarcación se balanceó un poco de un lado al otro, y Olivia agarró los bordes, mirando con temor al agua. —No se preocupe, querida —dijo Wesley, también quitándose la chaqueta y subiéndose las mangas—. El agua no es más de cuatro metros en su punto más profundo.

Jason estaba teniendo un momento difícil con lady Cecily. La chica no paraba de hablar y coquetear riendo, le hizo desear tirarla por la borda. Miró a su alrededor tratando de encontrar algo para distraerlo hasta que este paseo interminable acabara y vio a Olivia siendo asistida en un bote de remos por Wesley. ¿Qué demonios estaba haciendo ella con ese gandul? Él comenzó a remar hacia su barco. Lady Cecilia continuó sobre todos los vestidos que acababa de pedir de París y lo caros que eran. Siguió señalando en su dirección mientras remaba cada vez más fuerte para conseguir acercarse a Olivia. —Digo, Coventry, vas a golpear nuestro barco. Mira por donde vas, viejo — murmuró Wesley cuando Jason se acercó a ellos. —No voy a golpear tu bote, Wesley. Sólo quería hacerle una pregunta a lady Olivia. —Extendió la mano y agarró el lado del bote de la pareja. —Detente Coventry, estás meciendo nuestro barco —dijo Wesley, empujando la mano de Jason. —Lord Coventry, por amor de Dios suelte nuestro bote, o todos vamos a volcar en el agua —dijo Olivia frenéticamente. Lady Cecily tiró de su brazo. —Mi lord. Por favor, sigamos adelante. Jason se inclinó. —Olivia, necesito preguntarle algo.

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—Coventry, déjanos en paz, y no puedo creer que te referiste a lady Olivia con tanta familiaridad. —Wesley lo fulminó con la mirada. —Sólo dame un minuto, hombre —gruñó Jason. Tiró del barco de nuevo, y Wesley apuñaló su mano con el remo. —¡Ay! ¿Estás loco? —La fuerza de él alejándose causó que el bote de Wesley se meciera precariamente. Olivia se puso de pie. —Basta. —En cuanto a Wesley dijo—: Por favor, reme de vuelta a la orilla, mi Lord. —Lady Olivia, siéntese antes de que incline el bote —gritó Wesley. Se sentó bruscamente cuando el bote se meció a ese lado y cayó sobre el borde en el agua. —¡Olivia! —gritó Jason. Se puso de pie y saltó por la borda, meciendo su bote lo suficiente que lady Cecily salió volando hacia el agua, su boca abierta como de costumbre sus ojos muy abiertos. —Oh cielos —Lady Lyons gritó desde la orilla—. Mi Cecily se ahogará, no sabe nadar. Lord Wesley saltó al agua para ayudar a Cecily. Jason había alcanzado a Olivia y la arrastró farfullando y tosiendo. —Suéltame. Puedo estar de pie por amor de Dios, es solamente copo más de un metro. Lady Lyons continuó a llorando en tierra cuando Wesley se agachó y levantó a lady Cecily. Con la ira parpadeando en sus ojos, ella se apartó de él, y le dio un golpe en la cabeza con su sombrilla empapada. —Déjeme en paz, señor. Lord Coventry me salvará. —Lord Coventry, oh, querido, tiene que salvar a mi hija. Ella va a ahogarse — gritó lady Lyons desde la orilla. Jason miró a Cecily, quien estaba tratando desesperadamente de salir de las garras de Wesley, todo el tiempo gritando que Lord Coventry debía salvarla antes de que se ahogase. Olivia dio un tirón de Jason y echando una mirada de disgusto a la joven, vadeó hasta la orilla. —Lady Cecily, no es profundo —gritó Jason—. Puede caminar hasta la orilla. —No, mi lord, no se nadar. Me tiene que salvar. —Wesley la agarró de nuevo, y ella le dio un manotazo una vez más—. Le dije que me dejara en paz —dijo ella

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con los dientes apretados. Wesley, también aparentemente disgustado con todo el asunto, se dirigió a la orilla, él y Olivia alcanzando el banco al mismo tiempo. Jason se abrió paso hacia lady Cecily. —Madam, solamente tiene que ponerse de pie. Deje de revolotear por amor de Dios. Ella le echó los brazos al cuello. —Oh, gracias por salvarme, mi Lord. Me habría ahogado seguramente si no fuera por su valentía. Jason resopló su opinión por ese absurdo y la arrastró hasta la orilla, mientras que su madre lloraba y se retorcía las manos. La dejó en la orilla, ambos cubiertos con lodo del lago. —Oh muchas gracias por salvar a mi niña. —Lady Lyons palmeó la mano de su hija—. Usted es un hombre tan valiente y solidario. Jason meneó la cabeza y se inclinó ante el grupo. —Si me disculpan, voy a mi habitación para secarme. —Se fue pisoteando sin mirar atrás.

~*~ Olivia estaba de pie en la terraza, bebiendo un vaso de limonada. Cuando notó que Elizabeth y Grif, descendían los escalones de mármol para unirse a ellos en el banco de piedra. —¿Qué, en nombre del cielo, era toda esa histeria en el lago esta tarde? —dijo Elizabeth, mientras se movía para hacer espacio a Olivia. —No tengo ni idea de lo que lo empezó todo, pero terminó conmigo, lord Wesley, Coventry, y lady Cecily en el lago. —Ella sonrió levemente con las cejas levantadas—. ¿No me digas que te lo perdiste? —Grif y yo decidimos pasar del picnic. Mi estómago me estaba molestando. — Ella se sonrojó ligeramente—. Una vez me sentí mejor encontramos formas mucho más interesantes de ocupar nuestro tiempo. Grif tosió y le lanzó a Elizabeth una mirada de reproche. Olivia sintió el aumento de calor en la cara. Ojalá que tuviera un matrimonio como el de ellos.

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—¿Dónde está el lord Coventry ahora? —Grif señaló a un lacayo para que trajera vasos de limonada para ellos. —No lo he visto desde que irrumpió de vuelta a la casa, empapado y con el ceño fruncido. —Ella sonrió. Luego, un escalofrío le recorrió la columna vertebral con el sonido de la voz de lady Cecily. —Y si no fuera por lord Coventry, seguramente me habría ahogado. Estaba tan preocupado por mi bienestar, querida. Lady Cecily tenía su corte, rodeada de varias jovencitas que suspiraban con envidia. —Si estas tonterías no se detiene pronto, no seré responsable de mis acciones —dijo Olivia con brusquedad. —Aquí está mi héroe, ahora. —dijo lady Cecily, tomando el brazo de Jason y arrastrándolo a la manada de señoritas con los ojos abiertos. Jason asintió ante el grupo, sonriendo firmemente. —Si me disculpan, lady Cecily, debo hablar con Lord Lansdowne… —Ciertamente. Le veré en la cena —ronroneó ella. Su cuerpo rígido por la tensión, se acercó a los tres sentados en el banquillo en el jardín. —Olivia, ¿un paseo por favor? —¿Estás seguro de que quieres caminar, viejo? —Grif sonrió. —A mi me parece que prefiere una buena pelea de puñetazos. —Sea como fuere, creo que un paseo por el jardín —bajó la voz—, con mi esposa es preferible, dado el entorno. Olivia se levantó y se sacudió la falda. Un movimiento hacia un lado le llamó la atención. Lady Cecily entrecerró los ojos mientras los estudiaba. Su audiencia se había alejado y ella miró a su alrededor los pequeños grupos reunidos en la terraza. Al ver a su madre charlando con varios de sus compañeros, ella rápidamente se movió a su lado. Después de un breve intercambio de palabras, las dos mujeres se separaron del grupo, y del brazo caminaban lentamente hacia la casa, con las cabezas juntas en una profunda conversación.

Después de cuatro días más de Jason esquivando a lady Cecily, Olivia rechazando sus peticiones frecuentes para unirse a ella en su cama, y numerosas

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rondas de cartas, juegos y actuaciones musicales, el final de la fiesta se acercaba. La mayoría de los invitados se retiraron temprano ya que al día siguiente llegaba la conclusión de las fiestas, con un baile muy esperado por la noche. Además de los huéspedes de la casa, numerosos invitados de los alrededores asistirían. Un rumor había circulado que lord y lady Lyons harían un anuncio en el baile. Nadie sabía cómo había empezado el rumor, pero pasó de los labios a los oídos. Olivia sintió solamente el alivio que la reunión terrible pronto llegara a su fin. Si tuviera una manera de irse esta noche, lo haría. Todo el evento había reforzado su disgusto por todas las cosas de la alta sociedad. Lady Cecily había pasado de coquetear a francamente ser la sombra de Jason. Al parecer, con la aprobación de su madre. Los huéspedes femeninos utilizaban cada oportunidad para difamar al que no estaba presente en el grupo actual. Los caballeros bebían y jugaban demasiado. Y el sonido característico de pasos suaves repiqueteaba arriba y abajo por los pasillos cada noche, con los miembros de la élite de la sociedad cambiando de compañeras de cama. —¿Por qué tan pensativa esta noche, amor? —Jason habló suavemente detrás de ella, su cálido aliento en su piel. La luz de la luna brillaba en la terraza, envolviéndolo todo en una luz misteriosa. Olivia se apoyó contra la pared de piedra y se abrazó a sí misma. —Estoy cansada. No creo que encaje muy bien en su mundo. La paz y tranquilidad que tanto aprecié en Roma está muy presente en mi mente en estos días. —Ella se encogió de hombros y le dio una pequeña sonrisa. —Entiendo, cariño. Esta reunión ha sido muy difícil para mí también. — Observando las cejas levantadas, continuó—: A pesar de lo que pienses de mí, Olivia, no quiero ser cazado y perseguir todo el tiempo. —Se apartó de ella, y apoyó los antebrazos en la pared—. Incluso si estuviera interesado en un coqueteo —La miró rápidamente—, que no lo estoy. Sin duda prefiero hacer mi propia persecución. Es muy desconcertante ser cazado. —Supongo que será así. —Olivia ladeó la cabeza y lo miró. ¿Estaba equivocada en su evaluación de Lord Arrogante? ¿Podría ser que él desdeñaba el vacío de la vida en la cual había nacido? Algo en su corazón dio un pequeño giro. Tal vez ella realmente lo había visto en su peor momento, y el verdadero Coventry se preocupaba por las mismas cosas que ella. Algo en lo que pensar. Se volvió hacia ella y le dio un leve encogimiento de hombros.

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—Y es mi mayor aflicción que la única mujer que quiero, la mujer que tengo todo el derecho a desear, me rechaza. No había duda de la lujuria en sus ojos mientras sus cálidas manos cubrieron las suyas. —¿Qué dices de robar una botella de champán y ahogar nuestras penas juntos? —Él la miró fijamente, su sonrisa torcida haciendo que sus rodillas se volvieran agua. Escapar con Jason definitivamente no era una buena idea, pero algo en sus revelaciones y la exposición rara de vulnerabilidad tiró de su corazón. —¿Y dónde vamos a tener ese evento? Sonrió. —¿Tu habitación? —Creo que no, mi Lord. —Una vez estuviera en su cuarto, no habría forma de echarlo. —Mi habitación —dijo con fuerza, tomándola por el brazo. Eso podría ser una mejor idea. Se iría si las cosas se volvían demasiado difíciles. —Mi habitación es la tercera de la izquierda en el ala este. Ve allí y escabúllete al interior. Voy por el champán y me uno a ti. Su voz de terciopelo en su oído hizo que sentimientos traviesos surgieran, como la vez que ella y Elizabeth habían trepado por la ventana de la escuela para pasear por Londres en la noche. Calor se reunió en su centro, y ella reprimió una risita de niña mientras se apresuraba a la habitación de Jason. Con la mayoría de los invitados ya en sus habitaciones, no vio a nadie. Se sentía bastante alegre y empujó dudas insignificantes a la parte posterior de su mente. Ella y Jason no harían más que compartir una botella de champán, y entonces ella se iría de su habitación. ¿No era su plan ver si podía involucrar sentimientos distintos de la lujuria? Esto podría ser una oportunidad de oro para comenzar su campaña. ¿En cuántos problemas podría meterse?

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20 Olivia se pasó las palmas de arriba a abajo por sus brazos para protegerse del frío en la habitación. Quizás la frialdad venia del interior. O tal vez no era un escalofrío del todo, sino anticipación. Y tenía miedo de saber el por qué. Jason sospechaba que su resistencia hacia él se estaba derritiendo. Si tan sólo pudiera mantener su ira a la delantera. Él se casó con ella y la dejó para valerse por sí misma. De alguna manera eso ya no traía la ira que solía. Él era un famoso libertino e incluso se metía en la cama con mozas de taberna. Eso fue antes de que se hubieran casado. De acuerdo con lo que había oído, su amante no había tenido ninguna intención de renunciar a él. Pero la última vez que vio a lady Sheridan la mujer se había pegado a sí misma a lord Allington, y había ignorado por completo a Jason. Guapo, encantador, y buscado tanto por las damas casadas como por las solteras, había clamado estar cansado de todo eso. Y no dudaba de su deseo por ella. Lo sintió en su toque, lo vio en sus penetrantes ojos azules. ¿Iba a ser la próxima mujer para calentar su cama y luego echada a un lado? Dado que era su esposa legal, el dejar atrás sería diferente de una de sus amantes. Joyería, tal vez. Pero su nombre, la riqueza, el título, y su heredero le quedarían a ella. A excepción de un niño, el resto era una pobre compensación por una cama fría. Olivia se había levantado de la silla azul y verde de brocado para mirar al bajo fuego quemándose cuando Jason llegó. Su presencia absorbía todo el aire de la habitación. El espacio que parecía grande cuando ella entró se había reducido de tamaño. Se tensó ligeramente y se preguntó si debía volver a su dormitorio. Como si estuviera midiendo su estado de ánimo, Jason se acercó por detrás de ella, y le puso sus manos en la cintura, tirando su cuerpo ya sensibilizado contra el suyo. —No estás teniendo segundos pensamientos, ¿verdad? —Él le acarició el cuello. —A decir verdad, sí. Lo estoy. Tal vez esto no es una buena idea. —Ella se giró hacia él, conteniendo la respiración cuando sus senos se frotaron contra su duro pecho, el deseo tan evidente en sus ojos. Él la tomó en sus brazos.

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—No te preocupes. Simplemente somos dos amigos compartiendo una botella de champán. —¿Somos amigos, Jason? —preguntó en voz baja. Él pasó el dedo por la línea de su mandíbula. —Sí, mi amor. Somos amigos, así como marido y mujer, una relación que se me escapa en este momento. —Agarrando su barbilla entre su dedo índice y pulgar, inclinó la cabeza y la besó suavemente. Sus labios eran suaves y cálidos y ella pudo degustar el brandy que había tomado después de la cena. Inhaló profundamente el bienvenido aroma del ron y cuero. Jason deslizó su mano para ahuecar su cabeza, moviendo su boca cuando su beso se profundizó. Ella abrió los labios ante su insistencia y una oleada de calor la recorrió cuando deslizó su lengua al interior provocando todas las partes sensibles. Su respuesta instintiva a él fue poderosa, una explosión de deseo recorrió todo su cuerpo. Ella se apartó, temblando. Jason bajó la mirada hacia ella, sus ojos ardiendo de necesidad. —Creo que tomaré un poco de ese champán ahora. —Ella retrocedió cuando su voz se quebró. Él sonrió ampliamente. —Cobarde. Se sentaron en las sillas frente al fuego, bebiendo champán. Jason se levantó varias veces para volver a llenar sus copas. Con cada recarga se sintió más cálida y más relajada. Se rió cuando se agachó y desabrochó sus zapatos, deslizando sus pies de ellos y moviendo los dedos hacia el fuego. No contenta con eso, se subió las faldas, y se quitó las medias. Jason observaba cada movimiento. Ninguno habló, pero la tensión en la sala era palpable. —¿Está tratando de emborracharme, mi Lord? —dijo después de la tercera vez que volvió a llenar su vaso. —¿Te sientes achispada? —Su mirada vagó sobre ella perezosamente. —Ummm. Supongo que se podría decir que estoy bastante relajada. —Olivia lo observó allí sentado, estirado como un felino tumbado al sol. Él se quedó mirando el fuego, parecía perdido en sus pensamientos. No es de sorprender que atrajera la atención como lo hacía. Sus músculos estiraban las costuras de su camisa de buen corte. Después de haberse quitado la chaqueta y la corbata, ella se había sentado con la boca seca mientras abría el botón superior de la camisa, dejando al descubierto su cuello bronceado, unos pocos vellos oscuros eran

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visibles. Sus dedos se morían de las ganas de pasarse entre ese vello que, sin duda, cubría el poderoso pecho. Tomó otro sorbo de champán y consideró la vida con él. ¿Estaba preparada para ver a las mujeres lanzándose a él? ¿Y cuánto tiempo se resistiría? Especialmente siendo un miembro de la alta sociedad, cuyos miembros no sólo se hacían de la vista gorda a la infidelidad, sino que lo aceptaban como su deber. Cargada de pensamientos oscuros, Olivia miró a Jason que había centrado su atención en ella. Silenciosamente, él puso su copa en la mesa y se acercó. Ella lo miró mientras le quitaba el champán de la mano y lo dejaba a un lado. Observándola cuidadosamente, él la levantó con ambas manos. Se aferró a sus hombros ante el mareo repentino. —Oh, me siento un poco mareada. —No hay problema, mi amor. —Su voz era suave y calmante cuando se inclinó y la recogió. Tomando unos pasos, él la puso en la cama. Sus oscurecidos ojos azules se encontraron con los suyos mientras tiraba de la camisa de sus pantalones. Se reunió con ella en la cama, y con dedos gentiles, alisó el pequeño ceño de su frente. Olivia se pasó la lengua por los labios y gimió. Él estiró el brazo por detrás de ella y tiró de las horquillas del cabello. Sus rizos cayeron en suaves ondas sobre los hombros y sus pechos. Tirando de ella hacia él, posó ligeros besos donde su pulso latía rápidamente. Suspiró ante las sensaciones surcando a través de ella, y echó su cabeza hacia atrás para darle mejor acceso. La giró hacia él y rápidamente abrió los botones situados en la parte trasera de su vestido. Deslizó la prenda de sus hombros y desató sus soportes. Ella jadeó ante la velocidad con la que se lo quitó, y luego sacó su camisola por su cabeza. Expuesta a él, una ráfaga de aire fresco flotó sobre sus pechos. Debería parar ahora, porque ya había ido demasiado lejos. Antes de que pudiera protestar, él había tomado su boca de nuevo en una feroz posesión. Sus dientes mordieron el labio inferior, y todo el tiempo sus cálidos dedos tiraban de su pezón. Dejó escapar un grito suave. Jason se apartó y ahuecó su rostro. —Me encantan los sonidos de maullidos de placer que haces. —No deberíamos hacer esto. —Su voz salió apenas en un susurro antes de que ella esparciera besos a lo largo de la línea de su mandíbula. ¿Cómo iba a resistirse?

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La cantidad de champán que había consumido parecía enturbiar su cerebro. El hombre era experimentado y reconocido por sus habilidades en el dormitorio. Y había estado tan cansada de negárselo a él, y a sí misma. —Sí. Deberíamos. Es tiempo pasado, cariño. Tú me pertenece a mí, sólo a mí, y siempre lo harás. —Una vez más su cálida boca cubrió la suya, y la apretó en un abrazo, deslizando su vestido sobre la hendidura de su cintura y la plenitud de sus caderas. Jason lo retiró, y luego hizo un trabajo rápido eliminando sus enaguas, dejando su desnudo cuerpo libre para presionar contra el de él. La sensación de su ropa al frotarse sobre la piel expuesta la hacía sentirse lasciva. Jason arrastró un pezón a su boca y succionó. Ella gimió suavemente y movió las piernas inquietamente. Él continuó con el otro pecho, usando sus ingeniosos dedos en el pezón que acaba de dejar para convertirlo en un punto rígido. Olivia pasó los dedos por su cabello, tirando de él más cerca mientras su boca obraba su magia. Él levantó la cabeza y lentamente examinó su cuerpo extendido ante él. —Eres tan hermosa, amor. Te deseo tanto, más que cualquier mujer que haya conocido. —Presionó la evidencia de su deseo contra su cadera. —Si vamos a seguir, mi Lord, tal vez deba despojarse de sus prendas. —Olivia sonrió mientras le desabrochaba la camisa. Jason se inclinó y le ayudó a quitársela. Hipnotizada ante el oscuro vello de su pecho, aplanó sus palmas sobre los gruesos rizos, frotando la punta de sus dedos sobre su pezón plano. —Tanta fuerza. —Delineó sus músculos cuando se flexionaron con sus movimientos. Piel dorada ondulaba ante su toque. Él movió su boca hasta su oreja. —Yo también estoy duro. Déjame enseñarte. —Él le tomó la mano y se la puso en la rígida cresta. Como si tocara fuego, ella tiró de su mano hacia atrás. —No, no retrocedas. Quiero que me toques. —Él trajo su mano de vuelta. Vacilantemente lo apretó, maravillada por cómo su miembro parecía hacerse más grande con su caricia. Dado sus gemidos, lo que ella hizo, obviamente le trajo placer. Encantándole el poder que tenía sobre este hombre arrogante y confiado, ella abrió los botones de su bragueta y su erección brotó. Cuando envolvió sus dedos en torno a él, Jason se sacudió y le agarró la mano.

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—No, cariño, estoy a punto de explotar. —¿Te he lastimado? —No. Sólo necesito asegurarme de que estás lista para mí. —Una vez más regresó su boca a sus pechos, mientras sus dedos se mantuvieron ocupados acariciando en lentos círculos los pliegues entre sus piernas. Ella gimió cuando insertó un dedo en su cuerpo. —Eso es amor, túmbate y déjame darte placer. —Sus labios hambrientos regresaron a su boca, besándola profundamente, y poco a poco le insertó un segundo dedo y un tercero. Su cuerpo era todo sensaciones. Él frotó su pecho contra sus senos, la fricción causando ondas de placer que fluía desde sus pezones hasta la médula. Sus dedos abandonaron su centro y su palma subió masajeando los rizos oscuros en su unión. Incapaz de permanecer quieta, Olivia pasó sus palmas por su ancha espalda hasta los hombros, acercándolo más, como si fuera a arrastrarse dentro de su cuerpo caliente y duro. Los labios de Jason abandonaron los suyos y él se alejó, rodando fuera de la cama. Agitada por la pérdida de calor, Olivia abrió los ojos, buscando. Él se quitó sus botas, luego los calcetines. Su marido la miró fijamente mientras empujaba sus pantalones y salía de ellos. Su erección se erguía en majestuosa gloria y el cuerpo de Olivia se tensó. Su corazón se aceleró ante la visión de este magnífico hombre, cuya evidencia de su deseo la fascinaba y despertaba su pasión de mujer. Sus sentidos se agudizaron cuando él se arrastró hacia ella con el sigilo de un depredador, y luego le dio la vuelta a su cuerpo para que ella yaciera encima de él. Ahuecando sus axilas, él le deslizó hacia arriba y su boca atrapó su pezón, donde se dio un festín, tirando, chipando y lamiendo. Tragada por la sensación, ella se frotó contra él, luego empuñando ambas manos en su cabello, lo atrajo aún más. En un rápido movimiento él revirtió sus posiciones, luego le dio un rodillazo en las piernas para separarlas, mirándola mientras se arrodillaba sobre ellas. —Mis sueños más salvajes no se pueden comparar con lo que mis ojos atestiguan en este momento. Ella se estiró hacia él. —Por favor, Jason. —Su cuerpo ardía y el área entre sus piernas se hinchaba y palpitaba. Su mirada intensa quemó hasta su interior, que solamente elevó la temperatura aún más.

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—Lo sé mi amor. Yo estoy aquí, y te prometo que no te dejaré esperando. Se situó y lentamente entró en ella. Olivia cerró los ojos mientras su duro miembro se deslizaba donde su cuerpo lo anhelaba. Una vez más él tomó posesión de su boca y apartó delicadamente los rizos húmedos de su frente. Sus caderas detuvieron su avance y él puso su boca a su oído. —Daría cualquier cosa para no lastimarte, pero el dolor sólo será por un momento. Lo siento. Empujó hacia adelante y Olivia chilló ante la aguda punzada. Jason se quedó quieto por un momento con la mandíbula apretada. Pronto el dolor desapareció, reemplazado rápidamente con una sensación placentera de plenitud. A medida que su cuerpo empezó a moverse, su sentido de la necesidad regresó con toda su fuerza. Después de varios empujes, Jason deslizó una mano entre sus cuerpos y rosó con círculos la carne en la unión de sus muslos con el pulgar. Ella pasó las palmas por su espalda, sus caderas encontrándose con él mientras empujaba dentro y fuera. Su mano se movió a su cabello, donde sus dedos trazaron un camino por la sedosidad oscura. Le encantaba el peso de su cuerpo sobre el suyo. A estas alturas cubierto de sudor, se deslizaron uno contra el otro, el sonido de sus profundas respiraciones llenando el aire. Algo la tentaba, se enrollaba en su interior. Ella se tensó y apretó los músculos. Jason le agarró el ritmo cuando la sensación más increíble se apoderó de ella, en una oleada tras otra, apenas poco antes de que su fuerte voz gritara su nombre, y convulsionara antes de colapsar sobre ella. Olivia sintió como si todos sus huesos se hubieran fundido. Qué gloriosa cosa que acababan de compartir. Nunca se había sentido tan cerca de otro ser humano en su vida. Ella quería levantar su mano para tocar su hombro, hacer contacto, pero su cerebro no podía hacer su movimiento corporal. Ambos yacían jadeantes, la boca de Jason contra su cuello. —Eres increíble —dijo él, tomando una respiración profunda. Se apoyó en un codo y la miró. Luego colocó un rizo detrás de su oreja y le besó la punta de su nariz—. ¿Te he lastimado? Te he deseado durante tanto tiempo, me temo que pueda haber sido un poco rudo. —No, no estoy lastimada. Jason se movió a un lado, y la acercó a su pecho. Olivia se removió para mirar hacia él.

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—Dime, ¿es siempre así la unión de un hombre y una mujer? Sus cejas se fruncieron. —¿A qué te refieres? —Mi madre murió cuando yo era muy joven, nadie me habló del lecho matrimonial. Las pocas veces que he escuchado a las otras damas hablando sobre el tema, siempre sonaba tan… no sé… doloroso y desagradable. —Ella sintió el calor aumentando en su rostro, lo cual era una tontería, ya que ambos yacían completamente desnudos. —No, cariño, no tiene por qué ser doloroso o desagradable. Bueno, excepto la primera vez. Es una lástima que tantas chicas jóvenes se desanimen por mamás bienintencionadas. Por alguna razón la falsedad prevalece de que las mujeres no deben disfrutar de la intimidad, cuando es todo lo contrario. —Mientras hablaba, él pasaba la mano suavemente sobre sus curvas. La actividad que acababan de compartir, el champán, y su rica y cálida voz, la rodearon en un capullo cálido y acogedor. —Es mucho más placentero para el hombre si la mujer es un participante activo. De hecho —él le dijo dándole una mirada pensativa—, una de las razones por las que un hombre desea apartarse es, si es evidente que su esposa ve sus atenciones como algo no deseado. —¿Es esa una advertencia, mi Lord? —Ella sonrió. —No mi amor, simplemente que así funciona el mundo. Una esposa para engendrar herederos, una amante para el placer. —Tu mundo. —Nuestro mundo, lady Coventry. —Pasó los nudillos por su mejilla—. Pero el mundo del conde de Coventry y su Condesa no tiene que ser como el de los demás, ni quiero que lo sea. —¿En verdad? —Nunca he deseado un matrimonio de la alta sociedad amor. Vi la miseria que mis padres se hicieron pasar el uno al otro. Quiero una esposa que me dé la bienvenida a su cama con los brazos abiertos. Que disfrute de lo que hacemos juntos, no considerarlo que sea un "deber". —Él se removió y la atrajo hacia sí—. Deseo una mujer que comparta todo conmigo, sus tristezas, alegrías y miedos. A pesar de nuestro horrible comienzo, yo sé en mi corazón que tú eres esa mujer. Ella dibujó círculos sobre su pecho, contemplando sus palabras.

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Donde una vez pensó que su unión la haría demasiado vulnerable, sus palabras y confianza la tranquilizaron, permitiendo que un poco de la coraza que había colocado en torno a su corazón se agrietara. —Ahora, desde que me has agotado, debo dormir. —Jason bostezó ruidosamente, y la acomodó en su pecho una vez más, acurrucó su cabeza en su hombro. En cuestión de minutos, el ritmo constante de su corazón y la profunda respiración le trajeron paz. ¿Podría este hombre, este libertino, realmente ser el fiel esposo que siempre había querido? Ese fue su último pensamiento antes de que se desatara todo el infierno.

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21 Jason se sentó de golpe cuando la puerta de su habitación se abrió de repente, acompañado por el ulular de una voz femenina. —Les digo que mi niña está aquí, en esta misma habitación. Ella está arruinada. Arruinada, les digo. Lady Lyons estaba en la puerta en camisón, un gorro de noche de flores sobre su cabeza con una vela en posición vertical. Detrás de ella, mirando a escondidas alrededor de su hombro, estaba lord y lady Markwick, y lord Lyons. Jason sacudió su cabeza para despejarse, asegurándose de que el champán había confundido su cerebro. —En el nombre de Dios ¿qué están haciendo en mi habitación en medio de la noche? —Rápidamente miró a Olivia mientras se removía, para asegurarse de que estaba completamente cubierta antes de enfrentarse a los invasores. Lady Lyons cruzó el umbral, sus cohortes detrás de ella. —Señor, tengo razones para creer que mi hija está en esa cama con usted, y demando que hagas lo más honorable. —Ella olfateó en un pañuelo. —¿Perdió el sentido, madam? Su hija no está en la cama conmigo, nunca ha estado y nunca lo estará. Ahora salgan de mi habitación inmediatamente. Lord Markwick dio un paso adelante. —No me gusta ser una molestia, hombre, pero lady Lyons insiste en que su hija está aquí. —Él miró brevemente a la cama, con el rostro enrojecido—. Y es obvio que usted no está solo, mi lord. —Quién tenga en mi cama no es asunto de nadie más sino mío. Les puedo asegurar, no obstante, que lady Cecily no lo es. —Él rugió al grupo mientras su mandíbula se apretaba y sus ojos destellaban la arrogancia que le había mantenido así durante años—. Ahora exijo que todos me dejen en paz. —No dejes que se salga con la suya, mi Lord —gritó lady Lyons mientras se dirigía a lord Markwick, y se secó sus enormes mejillas con un pañuelo—. Estoy segura de que mi Cecily está en la cama con él. Ella está ausente en su propia cama, y lord Coventry ha estado evidentemente prestándole la corte. Mi hija estará arruinada cuando la noticia de esto se escape.

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Lord Markwick respiró profundo. —Coventry, de nuevo pido disculpas, pero lady Lyons está muy molesta, y muy firme en que su hija está en su cama. Como su anfitrión, debo insistir en que usted permita que ella hable con la chica. Jason tentado de salir de la cama hasta que ambas damas gritaran y volvieran sus cabezas cuando sus pies, debajo de las piernas desnudas, aterrizaran en el suelo. —Por Dios, desnudo o no, les escoltaré a todos a la puerta, incluso si tiene que ser por sus cuellos. Si lady Lyons desea hablar con su hija, le aseguro que la conversación no se llevará a cabo en esta habitación. —Albert —gritó lady Lyons, dirigiéndose a su marido—. Exijo que vaya ahora mismo a esa cama y rescate a su hija de las garras lascivas de ese hombre. — Lord Lyons hizo una mueca cuando su mujer empujó su codo en su estómago—. Debes exigirle hacer lo correcto y casarse con nuestra Cecily. —¡Deténganse! —gritó Olivia mientras ella apareció de debajo de la sábana, apretándola contra su pecho—. Como todos ustedes pueden ver, no soy lady Cecily. Las cuatro personas abarrotadas en la habitación todos abrieron sus bocas al mismo tiempo. —¡Lady Olivia! —jadeó lady Markwick. Jason dejó caer su cabeza entre las manos y gimió. —¿Mamá? —En el silencio una voz molesta gritó través de la habitación. —¡Cecily! —Lady Lyons corrió hacia ella—. ¿Dónde estabas? —Estaba escondida en el armario, mamá. Estaba esperando a lord Coventry fuera de su habitación, pero ella —La joven señaló a Olivia—, entró, así que me escondí en el armario. —Ella vaciló y se retorció las manos—. Debo haberme quedado dormida. Lo siento, mamá, lo intenté. —¿De qué estás hablando? Lord Markwick fulminó con la mirada a lady Lyons, entrecerrando sus ojos. Lady Lyons hizo un gesto de despido. —Nada. Nada en absoluto, la chica esta obviamente sobreexcitada por haber sido invitada a la habitación de un caballero en medio de la noche. Se volvió a lord Coventry.

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—Sin embargo, señor, mi hija está en su habitación vestida inadecuadamente. Ella está arruinada realmente. Usted debe rectificar esta situación casándose con ella. —La mujer se irguió, su impresionante palpitante pecho. —Amanda, ¿estás completamente demente? —Lord Lyons habló por primera vez—. El hombre tiene a lady Olivia en su cama, ¿por qué él se casaría con Cecily? Lady Lyons se volvió a su marido con una venganza. —Es obvio que la mujer es de virtud cuestionable. Su reputación no importa. Pero nuestra hija es una joven inocente. Él tiene que casarse con ella. —Madam, si usted fuera un hombre la llevaría afuera por esa declaración. — Jason se movió para levantarse, pero Olivia le agarró del brazo. —Tal vez deberíamos ir todos a nuestras propias habitaciones y discutir esto mañana. —Secándose la frente, lord Markwick intentó dar paso a todo el mundo. —No. Exijo satisfacción para mi hija. —Lady Lyons empujó a su marido hacia adelante, más cerca de la cama—. Albert, dile que si se rehúsa, le encontrará en un prado de honor. Lord Lyons palideció y tragó varias veces. Sintiéndose como en completa desventaja sentado desnudo en su cama con idiotas discutiendo como si no estuviera allí, Jason gruñó en la dirección de la multitud. —¡Todo el mundo fuera de aquí inmediatamente! Luego, en un tono más suave, miró directamente a lady Lyons. —Mi esposa y yo queremos volver a dormir. —¡Su esposa! —Cinco voces dijeron a la vez. Olivia estalló de nuevo otra vez y asintió. —Me temo que sí. —Eso es absurdo —farfulló lady Lyons —. Todo el mundo sabe que no está casado. Sólo está diciendo esto para salirse de hacer lo correcto. —Él no puede estar casado con ella —gimió lady Cecily—. Ella es tan vieja. Jason envolvió su brazo alrededor de los hombros de Olivia mientras ella gruñía y se movía para levantarse. —No, querida, estas desnuda. —Lady Lyons —Lord Markwick suspiró—. Dudo mucho que lord Coventry pudiera inventar una historia que puede ser refutada con tanta facilidad. Sugiero

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que todos volvamos a nuestras camas. —Hizo una reverencia ligeramente hacia la pareja—. Pido disculpas, lady Coventry. Este desastre ha sido un malentendido y no va a estar en mi memoria como una de mis mejores noches. Lady Cecily se deslizó fuera del armario y se unió a sus padres, su padre asintiendo mientras su señora continuaba despotricando en su oído. Lord Markwick mantuvo abierta la puerta hasta que todos pasaron, después de asentir a Olivia y Jason, cerró la puerta. Jason pasó los dedos por su cabello y miró a Olivia. Yacía de lado, de espaldas a él, sacudiendo los hombros. ¡Maldición! Todo el episodio la había llevado al borde de las lágrimas. Alguien va a pagar un alto precio por ello. Él se acercó y tocó suavemente su hombro. —Cariño, no llores. Todo el mundo se habría enterado pronto, de todos modos. Olivia se volvió, secándose las lágrimas de sus ojos. Ella abrió la boca en busca de aire y sostuvo su estómago, riendo hasta que Jason se encontró pasando de un ceño fruncido a una sonrisa, a una carcajada. —¿Ocultarse en el armario? —jadeó Olivia. —¿Lord Lyons se encontraría conmigo en un campo de honor? Eso tenía que ser algo que lady Lyons leyó en una mala novela —Jason tragó saliva. Ella suspiró, limpiándose la última de las lágrimas en sus mejillas. —He oído hablar de señoritas que hacen tal cosa para atrapar a un caballero dentro del matrimonio, pero nunca pensé ser testigo de ello. Jason miró a su esposa, su cuerpo se sonrojó de risa, cabello enredado alrededor de su hermoso rostro. Su virilidad se elevó a la atención al llegar a ella y recogió su cuerpo caliente suave contra el suyo. —Dado que los dos estamos despiertos en fin... —Mi lord, usted es verdaderamente decadente —susurró. —No tienes ni idea.

Elizabeth agarró la mano de Olivia cuando entró en la sala de desayunos. —Ven a la biblioteca. —Ella se volvió bruscamente y Olivia la siguió.

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—Tú y Coventry parecían decididos a mantener viva la fiesta —dijo ella, con los ojos brillando de alegría—. Dime lo que pasó en medio de la noche. He oído historias esta mañana que tienen mis oídos ardientes. Olivia se paseó más en la habitación y ambas se relajaron en el sofá. Llenó a su amiga en los acontecimientos de la noche anterior. —Oh, no. —Elizabeth se tapó la boca con ambas manos—. ¿Crees que lady Cecily y su madre planearon tenderle una trampa a Jason? —Oh, definitivamente. La mocosa se escondió en el armario, al parecer lista para saltar en su cama en el momento en que estuviera dormido. Su mamá vendría junto con los testigos necesarios y el anuncio del compromiso sería enviado a los periódicos. —A pesar de que discutian un evento serio, ni ella ni Elizabeth podían mantener una cara seria. —Eso es completamente indignante. Pobre Coventry. No quiero ni pensar lo que hubiera pasado si no hubieras estado allí. Vas a estar interesada en saber que la familia Lyons se marcho muy temprano esta mañana. —Elizabeth se puso de pie y se alisó la falda. Lord Markwick nos dijo que no era una emergencia que les exigía volver a casa. —Ella se rió—. Pero para entonces toda la historia había circulado entre los invitados. Olivia dio un bufido muy poco femenino. —Vamos a conseguir el desayuno. Todo este drama me ha abierto el apetito. Ya sentado a la mesa del desayuno, devorando un plato lleno de salchichas, huevos y arenques en salsa de crema, Jason se puso de pie cuando las mujeres entraron en la habitación, lo que indico que Olivia debía sentarse a su lado. Mientras se acomodaba en su asiento, dijo en voz baja: —Parece que la familia Lyons ha hecho una salida bastante apresurada. Jason enarcó las cejas. —¿En efecto? —Sí, la historia propagada es que tenían una emergencia familiar que atender. —Ella desplegó su servilleta y la puso en su regazo. —Eso probablemente será la mejor noticia que recibo todos los días. —Cortó una salchicha. Masticando cuidadosamente, añadió—. Dado que nuestro matrimonio ya no es un secreto, ¿puedo convencerte en usar tu anillo de bodas? — Él la miró con las cejas levantadas.

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—De hecho, mi Lord, yo sería la más feliz de hacer lo que desea, pero por desgracia, parece que mi marido errante omitió darme uno. Jason tuvo un ataque de tos. Olivia continuó mordisqueando delicadamente su tostada mientras su marido intentaba recuperarse. —¿Qué hicimos en esa parte de la ceremonia? —Él jadeó después de tomar un sorbo de agua—. No importa —agregó a su fría mirada—. Vamos a resolver ese problema de inmediato. —¡Lady Olivia! —La Duquesa viuda de Edmonstone entró en la sala de desayunos, apoyándose en el brazo del lord Markwick—. Entiendo que no deberíamos llamarla así del todo. —Ella se sentó en el asiento frente a Olivia. Hizo un gesto con una mano para que un lacayo llenara un plato para ella, observando todo el tiempo a Olivia cuidadosamente—. ¿Así que lady Coventry entonces? ¿Y se puede saber por qué, mi Lord —Ella señaló con el tenedor a Jason—, el gran secreto? Olivia volvió y sonrió a Jason. —Su Gracia —Él bajó la cabeza ligeramente—, hubo varias razones para la discreción, pero ya no existe, y estoy contento de presentar a lady Coventry como mi Condesa. —Tonterías, joven. Yo no creo eso ni por un minuto. Pero supongo que esa es la historia con la que va a adherirse, entonces que así sea. —Ella aceptó una taza de té del lacayo y pronto estuvo absorta en su desayuno.

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22 Jason tocó la puerta de Olivia poco antes de la cena. Ella le abrió la puerta, la doncella ya se había marchado. De repente encontró difícil de tragar. Su vestido azul hielo de seda, atravesado por cadenas de plata, era exquisito. Una banda delgada de plata corría bajo el corpiño de corte bajo, fuera del hombro en pequeñas mangas cortas. Llevaba un relicario de plata y aretes de diamantes simples. Su glorioso cabello negro arrastrado desde los lados hacia la parte superior de la cabeza, con una cascada de rizos que caían por su espalda. Pequeños mechones de zarcillos sedosos descansaban junto a sus sienes. —Luces impresionante —dijo, con su boca seca no pudo decir nada más. —Gracias. —Olivia hizo una reverencia en agradecimiento, ondeando su plateado y azulado abanico bajo sus ojos—. Si viene a escoltarme, lord Coventry, estoy lista. —Ella se paró sobre el umbral mientras Jason se despertaba. —No, espera. Tengo algo para ti. Él la guió de regreso al interior y cerró la puerta. Nunca apartando sus ojos de ella, buscó en su bolsillo hasta que encontró el anillo. Él sostuvo su mano en la suya, y lo deslizó en su dedo. —Pido disculpas una vez más por mi comportamiento grosero en nuestra boda. No me conoce lo suficientemente bien como para darte cuenta de que todo estaba fuera de carácter. Si puede encontrar en tu corazón que me perdone, e ir desde aquí, voy a estar siempre a tu servicio. Olivia lo miró por un momento. —Ya no sostengo animosidad hacia ti, pero por lo que de ahora en adelante, ya veremos. —Ella levantó la barbilla—. Todavía no confío en usted, mi lord. Lamento tener que decir eso, pero ahí está. Él frunció el ceño y se llevó la mano a los labios. —¿Cuáles son tus reservas? —El tiempo lo dirá. —Ella sonrió levemente y bajó la mirada hacia el nuevo anillo chispeante en su dedo.

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Jason puso su mano en el brazo y se dirigió a la sala donde los invitados a la cena se habían reunido. Tenía una sospecha de lo que quería decir por no confiar en él. Se había ganado su reputación como libertino, y la verdad sea dicha, era algo que nunca pensó mucho. Soltero, rico y titulado, la mayoría de los hombres de la alta sociedad con sus recomendaciones, quienes no eran casados, poseían el mismo título. ¿Podría él permanecer fiel a su mujer? Ciertamente desairó a Olivia, y además de eso, disfrutaba de su compañía. Obtuvo placer al hablar con ella, muy aliviado al descubrir que ella tenía más para discutir que montones de chismes y moda. Perdió el interés en sus pocos amores pasados después de un corto tiempo. ¿Podría suceder de nuevo? Citando a su encantadora esposa, el tiempo lo dirá. No hubo dudas en que Jason y Olivia fueron el centro de atención, debido a la reciente revelación de su matrimonio. Los hombres se reunieron con Olivia al momento en que entraron en el salón, y las damas pululaban alrededor de Jason. Su estómago se apretó cuando observó a lord Garland y lord Wesley mirando hacia abajo en la parte superior de los senos de Olivia. ¿No se daba cuenta de que el vestido también necesita más material en el corpiño? ¿Tenía que ir a la modista con ella, y aprobar sus vestidos? ¿Y por qué en nombre del cielo, ella alienta a esos tontos mostrándoles esa brillante sonrisa? Frunció el ceño y miró a lady Lawrence quien le hizo una pregunta. —¿No es cierto, mi lord? Después de haber conseguido bastantes problemas la última vez que estuvo de acuerdo en una pregunta que no había escuchado, sonrió. —Lo siento, lady Lawrence, parece que estoy ensimismado. Ella ondeó sus pestañas hacia él. —Dije, mi lord, que seguramente usted estará de vuelta en Londres después de la fiesta, ¿verdad? —Ella se apoyó en él, sus pechos le rozaban el brazo. Ningún accidente ese. Él la estudió por un momento. No hubo atracción allí, a pesar de que había ocupado su cama varias veces cuando lord Lawrence había estado ocupado de otra manera. Lo más probable con su amante. Jason se inclinó sobre su mano y la besó suavemente. —Creo que mi esposa desea terminar la temporada. Pero dada la opción, preferiría regresar a Coventry Manor. Asintiendo al resto de las damas, dejó el circulo y fue hacia al grupo que rodeaba a Olivia.

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Justo cuando él llegó a su lado, un sirviente anunció la cena. Lord Garland, el compañero de cena de Olivia, extendió su brazo para escoltarla, mientras Jason se paseaba con lady Atherton, un matrimonio que había conocido por años. Felizmente casada con el vizconde Atherton, la Vizcondesa es una compañera encantadora. Ella lo entretuvo con cuentos de sus hijos, a quien contrariamente a la moda veía todos los días. Sin coqueteos aquí. Lady Atherton era una mujer contenta con su marido e hijos y deseaba que el mundo lo supiera. Ella era regordeta, alegre, y muy bonita. Su marido la adoraba y ella a él. Jason sintió un nudo de envida escuchándola y mirando su animado rostro mientras hablaba con tanto amor de su familia. Entonces su mirada se deslizó al otro extremo de la mesa y con su mandíbula apretada. Olivia se mantenía muy recta, inclinándose hacia atrás un poco, una mirada de repugnancia la hizo fruncir el ceño. Lod Garland a su izquierda se inclinaba hacia adelante, con la barbilla casi en su corpiño. Si estornudaba, su nariz aterrizaría entre sus pechos. —Ah, mi lord, los caballeros recientemente casados tienden a ser un poco posesivos, ¿no es así? —dijo lady Atherton, tocando su brazo. Se dio vuelta hacia ella y vio la alegría en sus ojos. —No tiene que preocuparse, mi lord. He visto la forma en que lady Coventry lo mira. No tiene ojos para otro, se lo aseguro. Es algo que Lord Atherton y yo nos dimos cuenta la primera vez, incluso antes de que supiéramos de su matrimonio. Un interesante comentario, ese. ¿Así que Olivia me miraba? Quizás la espera existía para su unión después de todo. Frunció el ceño una vez más a Garland. El Marqués era un hombre muerto.

Olivia se cansó de su compañero de mesa. Si lord Garland echaba un vistazo a su pecho una vez más iba a hacer algo drástico. Tanto él como Wesley habían estado atentos desde su llegada, pero parecía ahora que sabían que estaba casada, su interés había aumentado considerablemente, una idea repugnante. —Lady Coventry, me encantaría poder visitarla cuando volvamos a Londres. ¿Quizás podamos ir a un paseo por Hyde Park? —Lord Garland entregó su mensaje a sus pechos. —Mis ojos están en mi cabeza, mi Lord. La miro a los ojos y sonrió, una verdadera reacción de un viejo verde.

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—Esa es una adorable idea. Mi esposo y yo estaríamos encantados de unirnos a usted en un paseo. Él hizo una mueca. —¿En serio? —Sí. Me temo que insistiría en ello. Usted entiende, ¿por supuesto? Recientemente casados y todo eso. Ella le dio una sonrisa mientras sorbía su vino. —¿Quizás sería en un momento cuando su esposo esté fuera de la cuidad? Aparentemente no había desalentado al hombre. Ella sonrió benignamente e inclinó la copa de vino en su regazo. —Oh, mi Dios, mi Lord, por favor discúlpeme. Cuan terriblemente torpe. El pomposo culo saltó, limpiando su frente con su servilleta. —No es ningún problema, lady Coventry. —Él sonrió con fuerza y se inclinó ante ella—. Si me disculpa, me voy a cambiar y nos vemos en el salón de baile. —No si lo veo primero, mi Lord —murmuró.

Olivia miró alrededor de la habitación desde donde estaba parada con Jason, Elizabeth, y Grif. El salón de baile estaba lleno a rebosar. La nobleza local, aparentemente queriendo demostrar a los londinenses que conocían la moda aquí en el campo, se habían vestido con sus mejores galas. Vestidos de todos los colores y tonalidades adornaban a las damas. Los caballeros del campo, todo en excelentes trajes de noche, incluso se las arreglaron para arrastrar la atención de las damas de Londres. Jason estuvo pegado al lado de Olivia, excepto cuando bailó con otros caballeros. Ella había llenado su tarjeta de baile con los nombres de los hombres locales y disfrutando muchísimo bailar con sus compañeros. Eran muy diferentes del elenco usual de Londres. Los hombres respetaban que fuera una mujer casada. Si, la vida en el campo se adaptaría a ella bastante bien. Si sólo Jason permaneciera fiel a su palabra iba a disfrutar de una vida así para sí mismo. —Te ves un poco distraída, amor —dijo Jason mientras la giraba en torno a la pista de baile en un vals.

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—Creo que estoy cansada. Ha sido una fiesta preciosa, pero creo que estoy lista para irme. —Ella miró a su esposo quien la miró con preocupación. ¿Podría él realmente ser el cálido y cariñoso esposo que había procurado retratar? ¿O este era un juego que había estado jugando con todas las mujeres hasta que perdiera el interés? Ella suspiró, y apartó la mirada. El tiempo lo dirá resonó a través de su mente. Jason la movió de manera desenfada hasta las puertas francesas y, puso su mano en espalda baja, saliendo a la terraza. —Si te quieres retirar a nuestra habitación, soy feliz de escoltarte. Yo, también, he tenido suficiente, y estoy listo para volver a Londres. —¿Extrañando a sus compañeros y distracciones, mi lord? —Ella se apartó de él y se movió a unos pasos de distancia. —No, querida esposa. Sólo extraño mi propia cama, contigo en ella. —Él cerró la distancia entre ellos, y levantando su barbilla con un dedo, la besó suavemente en los labios. Al ver que no se ponía rígida, envolvió un brazo por sus hombros, el otro en su cintura y la atrajo hacia sí. Incitó sus labio con su lengua, mientras su mano se deslizaba más abajo para acunar su trasero. Movió su boca y mordisqueó su cuello, la prueba de su deseo empujándola. Él era definitivamente bueno en la seducción, no era una gran sorpresa. No se había ganado su reputación por nada. Odiaba la idea de darle su corazón, sólo para ser desechado cuando estuviera cansado de ella. Nada podría pararlo de dejarla en el campo mientras buscaba varias actividades en el pueblo. Una oscura nube se cernía sobre ella. Debía estar segura para proteger su corazón. Lord Coventry encarnaba un grave peligro para su bienestar emocional. El sonido de voces se deslizó por las puertas. Ella y Jason se apartaron. Ahora que el vals había terminado, las parejas dejaron el salón de baile para disfrutar el helado aire en la terraza. —Creo que es hora de retirarse. —Jason la estudió. Incapaz de llenar sus pulmones después de su beso, Olivia se limitó a asentir y le permitió giarla a salir del salón de baile y las escaleras hasta donde las habitaciones estaban. Cuando se dirigió a su habitación, Jason la tiró de vuelta. —No, cariño, no existen más razones para que no compartas mi habitación. Continuaron a la habitación de él donde la escoltó al interior. —¿Te apetece una copa? Se dirigió a la cómoda donde los anfitriones habían proporcionado tan cuidadosamente la habitación de cada huésped con vasos y licor.

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—Si hay jerez, tomaré uno —Olivia se relajó en la silla frente a la chimenea. Gimiendo suavemente, se quitó los zapatos. Jason le entregó un pequeño vaso de jerez, y se sentó en la silla de enfrente, haciendo girar el brandy en su copa. Su respiración se enganchó mientras se quitaba las botas y tiró de su camisa. Los músculos ondulaban bajo su piel dorada mientras se sacaba la camisa y la tiraba al suelo. ¡Dios mío, se está poniendo muy caliente. ¿Y qué era lo que estaban discutiendo? Con el sigilo de un depredador con experiencia, Jason se trasladó a donde Olivia se sentaba, quitó el vaso de su mano y se inclinó para susurrarle al oído. —¿Por qué no lo tomamos donde lo dejamos abajo? Gentilmente, la levantó. Le acarició el cuello, mordisqueando y lamiendo, y ella movió la cabeza a un lado. Olivia se estremeció, sus sentidos intensificados mientras delineaba la parte exterior de la oreja con la lengua, todo el tiempo desabotonando la espalda de su vestido. Su cálido aliento flotaba sobre su piel, a partir del endurecimiento ya familiar en el estómago. En cuestión de segundos el vestido estaba agrupado en el suelo en un torrente de seda. Después el deslizó los tirantes de su camisola, revelando sus pechos sobre la cima de su vista. —Me quitas el aliento. —Pasó sus manos suavemente sobre sus pezones. Ella se estremeció mientras el calor se extendía desde sus dedos todo el camino hasta donde lo anhelaba. Para no quedarse afuera, deslizó sus palmas sobre la tibia, y suave piel de su espalda, raspando ligeramente con sus uñas. Valientemente movió con cuidado sus dedos a la parte interior de sus pantalones, parando en el frente para desabotonarlo. Una vez que su erección se liberó, lo tomó, disfrutando de la sensación de satén en acero. Jason gimió y la levantó, caminó los pocos pasos a la cama, y la colocó sobre esta. Mirándola a través de los párpados pesados, sus ojos ardían, rápidamente se despojó de sus pantalones y se unió a ella. Pronto tuvo el resto de la ropa fuera y esparcidas por el suelo. Las manos de Olivia estaban en todas partes, alisando la piel de su espalda musculosa, amasando sus nalgas, acercándolo más a ella. —Cálmate, cariño, tenemos toda la noche —murmuró contra su cuello. Jason bajó la cabeza y tomó su pezón en la boca. Chupó y luego raspó con sus dientes. Olivia gimió y sacudió la cabeza, asombrada por la rapidez con que su

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cuerpo respondió a su toque mágico. Sus dedos se movieron hacia los rizos entre sus piernas y comenzó a dar vueltas y acariciar. —Estas tan húmeda, tan lista para mí —murmur—. Me encanta tu pasión, no puedo conseguir suficiente. Su cuerpo ardía por él. Ahora que sabía qué esperar, y la maravillosa explosión esperándola, aumentó su inquietud. —Por favor. —jadeó. —¿Qué quieres, cariño? —Liberó su pecho, volviendo a sus labios—. Dime lo que quieres. Su cerebro estaba hecho un lio por el deseo. Ella arqueó su cuerpo contra el suyo. —No me hagas rogar. Jason se rió en voz baja, y continuó provocándola con besos ligeros, y golpes sobre su femineidad. —¿Está todavía dolorida de anoche? —preguntó, apartando su cabello en la frente. —No, me siento bien. Estaba un poco sensible más temprano, pero no ahora. —Bueno. —Pero en lugar de entrar en ella, continuó besando su camino por su cuerpo, tomándose su tiempo, girando su lengua en su ombligo. Entonces su mandíbula rozó su vientre mientras procedía a bajar, hasta que sus labios se posaron allí. Olivia jadeó mientras su lengua la rodeó, luego lamió el trozo de carne que suplicaba por su atención. Todo su cuerpo se sacudió ante la sensación. Ciertamente, su boca en su centro no era apropiado. Pero se sentía oh, tan bueno. Ella movió las piernas más separadas, y él se rió entre dientes, deslizando sus manos bajo su trasero levantándola hacia él. Su mirada se encontró con la suya cuando levantó la vista de su posición entre sus piernas, el cabello le caía sobre la frente. El hombre era un diablo, y la arrastraría con él directo a Hades. Olivia gimió y se agachó para agarrar su cabeza, sosteniéndolo contra ella. Él continuó su traviesa contribución hasta que las luces estallaron detrás de sus parpados, y apretó los puños mientras oleadas de placer rodaron sobre ella. Después que la última onda se marchitara, Jason subió sobre su cuerpo.

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—Amor, sí sigues hacienda esos ruidos, no será tan largo después de todo. Me lo estás haciendo muy difícil para hacer el amor apropiadamente. —Lo está haciendo bien, mi Lord —Ella suspiró, sus huesos derritiéndose—. Necesito que me llenes. —Muy bien. —Jason tomó posesión de su boca de nuevo, y empujó sus piernas con sus rodillas. Ella se saboreó en sus labios, lo que envió sangre corriendo otra vez a su corazón. Lentamente entró en su paso palpitante, ampliando el lugar húmedo y cálido, causando pequeños maullido de sus labios cuando le soltó la boca. Jason le acarició el cuello, esparciendo besos y susurrando palabras de amor en su oído. Sus caderas se movían al ritmo, y uniéndose a él en sus embestidas. Se movió rápidamente dentro y fuera, su respiración cada vez mayor, el sudor perlaba su frente. Olivia sintió sus músculos comenzando a enrollarse de nuevo y se estiró desesperadamente para lo que le esperaba. Jason se movió, por lo que su cuerpo se pegó al lugar que le traería más gratificación. En cuestión de segundos los músculos de las piernas se apretaron, y como si una presa se hubiera reventado, olas de placer se apoderaron de ella de nuevo. Jason dio una estocada final y gimió su liberación, acercándola. Permanecieron en los brazos del otro, respirando con dificultad. Cuando el sudor de sus cuerpos se había secado y el aire fresco aumentó, Jason se agachó y empujó una manta sobre los dos. Se apoyó en un codo y la miró. —¿Cuan ansiosa estás de regresar a Londres? —No mucho. —Ella se movió y lo enfrentó—. Francamente, estoy cansada del torbellino social. Puedes pensar que soy provinciana, pero prefiero la vida tranquila. ¿Algo de lo que estoy segura que no favoreces? Le metió un rizo detrás de la oreja. —Al contrario. Contigo a mi lado le da a la vida provinciana un nuevo significado. —Me gustaría revisar los papeles de mi padre que se quedaron almacenados en Coventry Manor. No tengo ni idea de qué hacer con ellos. Tal vez donarlos a la Universidad de Milán. Trabajó muy duro en sus proyectos, no me gusta ver que se vayan a perder. Jason la atrajo hacia su pecho, metiéndola bajo su hombro.

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—Entonces está decidido. Volveremos a Coventry Manor, y tomaremos nuestra vida. Puedes unirte al círculo de costura. —Él la miró y sonrió—. Y voy a ser amo y señor. Él gruñó cuando ella le dio un codazo. Pronto los suaves ronquidos de Jason vibraron contra su oído. No estaba lo suficientemente cansada para unirse a él en un sueño, sus pensamientos se dirigieron a su conversación. ¿Él quiere la vida provinciana? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué tan pronto va a encontrar una vida así, y a mí, deficientes? Una vez más, las dudas la asaltaron. Sería una tonta confiar en sus palabras. Uno de sus profesores había perforado en sus estudiantes la famosa cita del escritor francés del siglo XVI, Michel de Montaigne "decir es una cosa, y hacer otra". Sería bueno recordarlo, y estar atenta en lo que lord Coventry en realidad hacía.

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23 Malcolm abrió la puerta delantera antes de que Olivia y Jason incluso dejaran el carruaje. El mayordomo rápidamente bajó los escalones sosteniendo un paraguas. La lluvia había comenzado en algún momento durante la noche, y no parecía tener intención de detenerse. —Buenos días, mi Lord, mi Lady. Olivia estiró su mano hacia el criado y se unió a Malcolm bajo el paraguas, agradecida por la protección contra la fría lluvia. —Olivia, ve adelante. Haré una carrera a la puerta. —Jason recogió sus guantes y sombrero antes de salir. Tan pronto como Malcolm y Olivia llegaron a la puerta, él dejó el carruaje y corrió hacia la puerta. —Oh, se siente tan bien estar fuera del carruaje. —Olivia giró mientras Malcolm le ayudó a quitarse el abrigo. Se dio un rápido vistazo en el espejo y después de darle su sombrero al mayordomo, alisó su cabello. —Mi Lady, puedo sugerir que se retire al salón principal, mientras hay allí un fuego encendido. —Él ayudó a Jason a quitarse su abrigo y lo sacudió. —Eso suena maravilloso. ¿Podrías por favor decirle a la cocinera que prepare y envíe un poco de té? —Olivia frotó sus brazos en un intento de calentarse. Malcolm se acercó a Jason y bajó su voz. —Mi Lord, su primo, el señor Daniel Cavendish está en casa. Llegó hace dos días. La señora Watkins se tomó la libertad de colocarlo en la habitación verde en el ala oeste. Las cejas de Jason subieron hacia el nacimiento del cabello. —¿En serio? ¿Dónde está ahora? —Tomó el desayuno hace un rato, no lo he visto desde eso. Aunque no creo que haya dejado la casa. Asumo que bajara para el almuerzo, el cual la cocinera tendrá listo pronto. —Oh, en ese caso, Malcolm —dijo Olivia—, no la molestes por el té. Esperaré por el almuerzo. Olivia se abrazó a sí misma.

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—Has que la cocinera envié el té de todas formas. Su señoría esta fría, y eso hará que se caliente. —Jason colocó su mano en la parte baja de la espalda de Olivia y la guió hacia el salón principal. Él era el que estaba de hecho ardiendo, y ella caminó directo hacia él, extendiendo las manos para calentárselas. Ella se giró cuando sintió a Jason poniendo un chal alrededor de sus hombros. —Pareces sorprendido de escuchar que tu primo está aquí. ¿No se ven regularmente? —Finalmente sintiéndose un poco tibia, se sentó en la silla frente al fuego. Jason caminó hacia el aparador y sirvió un brandy. —No he visto a Daniel en más de diez años. —Frunció el ceño y se sentó frente a ella, descansando un pie sobra su rodilla—. Su padre y el mío eran hermanos, su padre fue el segundo. —Él miró hacia el vaso—. Nuestros padres nunca fueron cercanos. Creo que había un gran trato de resentimiento, por qué, no estoy seguro, ya que los segundos hijos saben que no heredaran. Él se inclinó hacia adelante y la miró. —Hubo un tiempo en que el padre de Daniel quiso arreglar un matrimonio entre su hija, Florence y yo, pero el viejo Conde no habría oído sobre eso. —¿Tu prima? —Olivia lo miró con los ojos muy abiertos. La mandíbula de Jason se apretó. —La querida prima Florence era una chica inmadura, ansiosa por ser admirada por todos. Así lo ha sido desde que se casó con lord Donovan, y he escuchado que él nunca deja el pueblo para que ella no tenga otros hombres calentándole la cama. No puedo imaginar una vida con una mujer como esa. Ella reflexionó sobre sus palabras mientras Malcolm llegaba con el carrito del té. —Muchas gracias, en realidad me serviría una taza de té. Jason sacudió la cabeza cuando Olivia le señaló la tetera. —Muy amable, querida, pero prefiero licor para calentarme. —Cuéntame porque no has hablado con tu primo en más de diez años. —Su padre heredó una pequeña finca de nuestra abuela. Era una rentable, al menos cuando la heredó, pero en menos de nada la llevó a la ruina, y perdió las ganancias y lo producido en los juegos de mesa. —Colocó el vaso vacío cerca—. Esa circunstancia es lo que motivó el intento de matrimonio arreglado entre Florence y yo. Mi tío no dudó que el viejo Conde no permitiría que él o su familia fueran

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arrojados a la calle si su hija se casaba conmigo —Se acomodó en la silla—. Daniel no heredó nada de su padre, salvo sus deudas. Él fue condecorado por algún acto de valor que realizó para el gobierno hace años. Lo último que oí, fue que vendió la finca y se fue del país. Se levantó y caminó de un lado a otro. —Siempre esperé que se dirigiera al viejo Conde por fondos, pero supongo que él era más sensato. El viejo Conde no tenía amor por el padre, ese hijo que consideraba un dandi. Supongo que ahora que heredé, esa es la razón para que esté aquí. Probablemente asume que soy más fácil de manejar que mi padre. —Jason paseó hacia la ventana y miró hacia afuera, sus manos apretadas detrás de su espalda. —Tal vez debería empezar a mirar los papeles de mi padre hoy. —Olivia bebió el té y gimió mientras cerraba los ojos por el placer. Jason hizo un pequeño sonido y cuando ella abrió los ojos él estaba mirándola fijamente, sus ojos oscurecidos. —Creo que después del almuerzo deberíamos retirarnos arriba y tomar una pequeña siesta. No hay mejor forma de pasar una tarde lluviosa. La puerta del salón principal se abrió y un hombre entró. No tan alto como su esposo, sin embargo era guapo de una manera diferente, pero no se parecía a Jason. Daniel iba vestido con ropa que llenaba la definición de dandi. Vestía un abrigo azul claro con un chaleco púrpura bordado en plateado. Sus pantalones bombachos eran negros, sus botas arpilleras más color champaña pulido. —¡Primo! —El hombre caminó rápidamente hacia Jason, su mano extendida. Jason se movió hacia adelante y estrechó su mano, y giró hacia Olivia. —Querida, déjame presentarte a mi primo, Daniel Cavendish. Daniel, mi esposa, lady Coventry. Olivia levantó su mano la cual Daniel tomó y besó. —Es de hecho un placer conocerla, mi Lady. —Se giró hacia Jason y sonrió animadamente—. Veo que tu gusto por las mujeres hermosas no ha disminuido con la edad, mi Lord. Tu esposa es verdaderamente un diamante de primer orden. —¿Tienes ganas de un trago, Daniel? —Sí, gracias, primo. —Daniel se sentó en la silla frente Olivia donde Jason había estado sentado antes—. Así que dígame, mi Lady, ¿Dónde la encontró Jason? —Él la miró inquisidoramente a través del vaso.

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Jason frunció el ceño por cómo el hombre se había apropiado de su silla, y se sentó en el sofá, sus brazos cruzados. —Nuestros padres eran amigos. De hecho, el viejo Conde era mi padrino. — Olivia terminó el té. —Sí, primo. Estaba realmente apenado por la muerte del Conde. —Daniel sacudió la cabeza e hizo un sonido reprobatorio como si el viejo Conde hubiese estado reduciendo a su primo. Jason inclinó la cabeza mientras Malcolm entraba a la habitación y anunciaba el almuerzo. Daniel rápidamente saltó y sostuvo su brazo hacia Olivia. —Permítame escoltarla, mi Lady. La mandíbula de Jason se tensó y movió el cuello mientras se sentaba en el lugar principal. Daniel ayudó a Olivia con la silla y luego tomó asiento frente a ella. —Lord Coventry me dijo que no lo había visto en un tiempo, Daniel. —Ella levantó su cuchara hacia sus labios y tomó un sorbo de su sopa de faisán. Aun con lo maravillosa que había sido la comida en la fiesta Markwick, la excelente sopa de la cocinera no tenía comparación. —Sí, es verdad, querida. Mi primo y yo no hemos sido cercanos. —Él miró a Jason y sonrió—. Creo que había algunos desasosiegos entre nuestros padres, pero yo nunca he sentido nada más que apreció por su señoría. Jason siguió comiendo su sopa, pero miraba cuidadosamente a su primo. —Después de la muerte de mi padre, pasé mi tiempo resolviendo sus asuntos, y luego viajando por el continente. Pasé un tiempo en Roma. Olivia miró hacia arriba. —¿Roma? —Sí, querida, es realmente una bonita ciudad. —Él colocó su cuchara cerca de su tazón vacío y bebió su vino. —Eso es increíble. Yo viví varios años en Roma. ¡Qué maravilla tener a alguien con quien compartir los recuerdos! —¿En serio? Que coincidencia. Debemos pasar tiempo juntos mientras estoy aquí para intercambiar impresiones. —Él removió un pedazo de salmón del plato que el criado le ofrecía. El resto de la comida pasó agradablemente con Olivia y Daniel hablando sobre Roma. Jason permaneció en silencio y bebió más de lo usual.

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Jason revisó su reloj de bolsillo de nuevo. —Querida, creo que tenías la intención de tomar una pequeña siesta antes de cenar. Habían estado sentados en el salón principal por más de dos horas desde el almuerzo. Daniel y Olivia habían hablado sin parar, y Jason se había aburrido de escucharlos. Tenía más del viejo Conde de lo que imaginaba. Daniel era de hecho un dandi, justo como su padre antes que él. Y si no dejaba de tocar la mano de Olivia mientras hablaban, el dandi se encontraría en el piso, con sangre bajando por su inmaculado e intrincadamente atado pañuelo de cuello. Olivia se giró hacia Daniel. —Me temo que su señoría tiene razón. Estoy agotada por nuestros viajes y me gustaría tomar un pequeño descanso. Su primo inmediatamente saltó y se agachó. —Estoy en verdad apenado, mi Lady, no debería haber monopolizado su tiempo así. —Se giró hacia Jason—. Mi Lord, lo veré en la cena. Él dejó la habitación, después de colocar un beso de despedida en la mano de Olivia. Jason se levantó y la detuvo. —Querida, te escoltaré arriba. Jason abrió la puerta de la alcoba de Olivia y la siguió al interior. Ella giró hacia él con una brillante sonrisa en su rostro. —Oh, es lindo hablar con alguien que conoce Roma. Jason resopló su opinión. —No confío en el. —¿Por qué no? —Ella frunció el ceño mientras se giraba para permitirle desabotonarle la parte trasera del vestido. —Es un dandi, como su padre. Al viejo Conde no le agradaba ninguno de ellos y no veo razón para cambiar de opinión. —Eso es ridículo —dijo ella, mientras se encogía de hombros así el vestido se deslizaría hacia el piso. —Hay algo en él que no me gusta. —Jason aflojó su pañuelo de cuello y lo lanzó sobre una silla.

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—¿Qué estás haciendo? —Olivia se detuvo con las manos en las caderas, mirándolo con ojos llenos de júbilo. —Preparándome para una siesta. Como tú. Ella levantó sus cejas. —¿Vas a tomar una siesta a medio día? Él se acercó y deslizó los tirantes de su camisola. —Podría desvestirte y disfrutar de ti en la cama, pero no estoy seguro que tanta siesta pueda tomar. —Él bajó su cabeza y la besó. Ella era toda suave y tibia, y sabia como la miel y la tarta que habían tenido en el almuerzo. Jason levantó una mano y ahuecó su seno. Con su otra mano, la acercó, mostrándole con el cuerpo cuanto la deseaba. Su primo dandi podría hablar con su esposa sobre Roma, pero cuando las puertas de la alcoba se cerraban, era Jason el que acariciaba su exuberante cuerpo.

Daniel escuchó mientras la puerta de la alcoba de Olivia se cerraba. Le dio a su primo Jason unos cuantos minutos para que se enredara en lo que se había referido como una siesta, y luego silenciosamente bajó las escaleras. Jason. Sólo el nombre hacía que le subiera acidez en el estómago. El niño bonito. Siempre el hijo favorecido, mientras Daniel, el heredero de un segundo hijo, había sido despreciado por su padre. Dejado a sus propios recursos para hacer su camino en el mundo después que su progenitor despilfarró la poca herencia que había recibido. ¿Pero lo había ayudado el viejo Conde? No, de hecho. Cuando su padre había enviado una solicitud a su hermano mayor por unos pocos fondos, todo lo que había recibido por la molestia fue el sermón del comportamiento correcto y los puntos de cómo ser un buen administrador. Bueno, él tenía la intención de cobrarse esos desprecios. Más de una vez mientras su padre estaba bebido había comentado sobre el testamento que estaba seguro había escrito su padre dejándole una vasta fortuna y su hermano mayor, el Conde, le había robado. Con el lord y la lady de la mansión ocupados con su siesta, el continuaría con la búsqueda que había iniciado en su ausencia.

—¿Puedo ayudarte a encontrar algo, Daniel? Jason estaba recostado contra el marco de la puerta, de brazos cruzados, con los ojos perforando a su primo. Daniel se sacudió y giró. Sonrió, y bajó la escalera. —Estaba buscando un libro para pasar el tiempo, mi Lord.

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—Extraño, eso. Con todos los libros en la biblioteca, ¿encontraste necesario subir tan alto para conseguir algún material de lectura? —Jason miró a Daniel con las cejas levantadas mientras se alejaba del marco de la puerta. Daniel jaló uno de los puños de su chaqueta y miró hacia arriba a su primo. —Mis gustos son bastante diferentes de los de todo el mundo. Esperaba encontrar algo en italiano. Jason lo estudió por un momento. —Le felicito esa mente ágil, primo. —Se paseó al interior de la habitación y miró alrededor—. Aún espero escuchar por qué decidiste honrarnos con tu compañía. Tu vivaz conversación con mi esposa absorbió casi todo el tiempo del almuerzo y más allá. —Tienes la más encantadora esposa, mi Lord, debo felicitarte de nuevo por la elección. Jason inclinó la cabeza y esperó. Daniel se aclaró la garganta. —Siempre lamenté que nuestros padres nos distanciaran. Siendo ambos los únicos hijos, pienso cerrar ese abismo. Jason elevó sus cejas. —En serio. ¿Y por qué ahora? —Con la reciente muerte de tu padre, sentí la necesidad de conectar contigo de nuevo. Espero que la indiferencia de tu padre hacia mi progenitor y yo no se haya difundido a ti. —No los conozco ni a ti ni a tu progenitor. Yo aún estaba en la universidad cuando escuché que dejaste el campo. Y no recuerdo más que una o dos visitas antes de eso. —Y yo considero eso una pena. Las familias deberían cuidarse unos a otros. —Mientras hablaba, Daniel se movía hacia la puerta—. Creo que daré un paseo en los jardines antes de la cena. —Se inclinó y silenciosamente dejó la habitación. Jason miró fijamente la puerta cerrada y pasó una mano por su rostro. Algo apesta, y justo acaba de dejar la habitación.

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24 A la tarde siguiente sir Daniel respondió al ligero golpe en la puerta de su dormitorio. Después de mirar hacia arriba y abajo el pasillo, señaló rápidamente a la joven doncella. —Vine tan pronto como pude, señor. La cocinera encontró un trabajo extra para que haga. Se está haciendo vieja, lo es. No puede mantenerse en pie como solía. No es que no quiera ayudarla, claro está. Es sólo que sabía que usted estaba esperando, así que traté de darme prisa. Le tomó la cara entre las manos y la besó. Parecía ser esa la única manera de parar el parloteo. Su cuerpo se derritió contra él y ella buscó por debajo y lo agarró. Tuvo su atención inmediata y con los labios cerrados, caminó hacia atrás con ella hasta la cama. Incluso sin la eliminación de su ropa, empujó las faldas hacia arriba, sus bragas abajo, se desabrochó y la penetró tan pronto como él cayó hacia adelante. Como de costumbre, ella estaba lista para él. —No pierde el tiempo, ¿verdad, señor? Ella le sonrió, y bateó sus pestañas en un pobre intento de coqueteo. —Katie, muchacha, eso es lo que me haces. —Él salió de su cuerpo extendido y se paró para ajustar sus pantalones. Eso no fue muy caballeroso, pero Katie agitaba su sangre como ninguna otra mujer. Lástima que no podía permitirse el lujo de establecerla. Ella sería una gran amante. Entonces, él sonrió. Si las cosas salían como había planeado, llegaría a tener todo el dinero que necesitaba para emparejarla y vivir la vida que quería. —Katie, necesito que hagas algo por mí. —Él agarró sus manos y la levantó. No iba a llegar muy lejos en sus conversaciones con ella abierta y expuesta así. Ajustó su ropa y volvió a sentarse en la cama. —¿Qué sucede? Sir Daniel se sentó junto a ella y le tomó la mano. —Ahora que el señor y la señora han regresado, necesito que no pierdas de vista cuando no estén en casa.

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Sus ojos se estrecharon. —¿Por qué necesitaría saber eso? Ninguna estúpida, esta chica. Desde que había fijado su residencia ella había calentado su cama. Su buena apariencia y modales pulidos atraían a muchas mujeres dispuestas a complacerlo. Pero ninguna de las damas de la alta sociedad, sólo muy felices de tenerlo a él en sus camas, consideraría una introducción a las chicas jóvenes y herederas; muchas de ellas podrían elevar su posición en la vida. La sociedad aceptaba a hombres pobres con título, pero pobres hombres sin título eran buenos para un jugueteo, nada más. —Por alguna razón, no le gusto a su señoría, y yo preferiría permanecer fuera de su camino mientras estoy aquí. —Él le dirigió la sonrisa que había precedido a muchas caídas satisfactorias—. He aprendido que hay documentos aquí que pertenecieron a mi padre. El viejo Conde no quiso dárselos, y puesto que son míos por derecho, estoy intentando buscarlos. —¿Cómo va a saber dónde están los documentos? —Ah, mi querida, aquí es donde entras tú. Puedo hacer una búsqueda minuciosa, siempre y cuando sepa que estoy en libertad de hacerlo. —Él se inclinó y comenzó a mordisquear la piel suave detrás de la oreja—. ¿Puedo contar contigo? Katie gimió y giró en sus brazos. —Sí, mi Lord.

Jason silbó suavemente a medida que llegaba al último escalón que conducía a las cámaras de cama. Una joven doncella, algo despeinada salió de la habitación de sir Daniel. No era ninguna sorpresa, ya que su habitación necesitaba ser atendida, pero el desaliño de la criada y la forma sigilosa en que miró hacia arriba y abajo de la sala le preocupó. Nunca hubiera permitido a sus invitados perder el tiempo con los criados. Tan malo como había sido el viejo Conde, esa regla de hierro se mantenía. —¿Has estado atendiendo la habitación de sir Daniel? La criada saltó y puso su mano en la garganta, a la voz de Jason detrás de ella. Rápidamente se dio la vuelta, un profundo rubor subió por la parte superior de su corpiño a la línea del cabello.

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—Ah, sí, mi Lord. —Ella hizo una reverencia brevemente y se alisó el cabello hacia atrás. Una marca visible en el cuello, detrás de la oreja, y sus labios hinchados respondió a su pregunta no formulada. —¿No está él, entonces? —Se quedó allí, con los brazos cruzados, los pies separados. —Sí. Quiero decir, no, mi Lord. Él no está en su habitación. No. No en su habitación. —Ella sacudió la cabeza con furia y se retorció las manos. —Es una pena. Quería hablar con él. —Jason siguió mirando a la chica. Ella inhaló profundamente. Al parecer, la chica podría colapsar. —¿Eso es todo, mi Lord? —Hizo otra reverencia. No iba a descargar su desagrado sobre la criada, aunque se aseguraría que tenga una buena charla con la señora Watkins. Sería su responsabilidad ver que sir Daniel entienda la conducta con huéspedes en Coventry Manor. Aún no sabía por qué su primo decidió visitarlo sin previo aviso después de tantos años, y todavía no confiaba en él, sintió que el mejor curso de acción a tomar era de esperar y ver. —Sí, eso es todo. Puedes irte. —La vio escabullirse, sonriendo débilmente cuando se volvió justo cuando llegó a la escalera de atrás para ver si todavía estaba parado frente a la puerta. Jason continuó por el pasillo y entró en el cuarto de estar de Olivia. Su esposa se sentaba tranquilamente en el escritorio componiendo una carta. Ventanas largas permitían a la luz pasar a pesar del clima sombrío. Una habitación muy reconfortante, que había tenido las paredes pintadas de un azul pálido, el contraste perfecto con las sillas a rayas de color azul oscuro y blanco delante de la chimenea. Un sofá largo azul oscuro adornaba una pared. Esta cámara había sido la única habitación que Olivia redecoró durante su estancia en la residencia después de su boda. Sus toques estaban en la habitación, el fino reloj chino, las pinturas en las paredes, y el aroma a lavanda. Un hermoso ramo de flores silvestres estaba en una mesa pequeña entre dos sillas.

Olivia miró hacia arriba. El aleteo en el estómago comenzó de nuevo, lo que parecía suceder cada vez que su cuerpo sentía su cercanía. Sin embargo, era difícil evitar la sensación de ser una de las muchas a las que él le lanzó esa sensual mirada. Ella puso su pluma sobre el escritorio y giró en su silla. Jason se sentó en el borde de la mesa, moviendo suavemente su pierna mientras la miraba. Muslos poderosos

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mostraron la ventaja debajo de los ceñidos pantalones de tela. Su corazón se aceleró y ella saltó de su silla para ocultar su confusión. Cómo le dolía el corazón en ocasiones. Mientras ella lo estudiaba partes de su cuerpo se suavizaron, otras se apretaron. Se reprendió a sí misma. Nunca haría para ella una manifestación de tendre 7 para este hombre. Lo más probable, una vez que haya tenido su ración de ella y la vida tranquila, estaría a Londres, dejándola con su piano, los sirvientes, y las visitas a los inquilinos. —¿Qué es, amor? —Se trasladó hacía ella y pasó el pulgar por su mejilla—. Te ves triste, de repente. —Nada. Sólo algunos recuerdos de mi padre —mintió. Él la atrajo hacia sí y metió la cabeza en su pecho, masajear suavemente la parte posterior de su cuello. Ella se apartó y una vez más miró aquellos ojos hipnotizántes. —¿Qué quieres de mí? Sus cejas se levantaron. —¿Qué quieres decir? Olivia se deslizó lejos mientras él, una vez más, intentaba tomarla en sus brazos. —¿Es este un juego que estás jugando? —¿Juego? —Él parecía realmente confundido. Tendría que concederle eso. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura y retrocedió. —No sé qué esperar de ti. Te casaste conmigo y te fuiste. Luego me perseguiste, ni siquiera eras consciente de quién era yo. —Ella negó con la cabeza mientras empezó a hablar—. Ahora que has insistido a seguir casado, tengo una terrible sensación de que una vez que hayas tenido suficiente de esto —Agitó la mano para abarcar la casa—, irás corriendo de vuelta a Londres. —Su estómago se anudó ante el temblor en su voz. En nombre del cielo, ¿Qué es lo que me pasa? Lo último que debería haber hecho fue darle la daga a Jason para cortar mi corazón. Armándose de su orgullo hecho jirones alrededor de ella, levantó la barbilla.

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Ternura, en francés.

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—Discúlpame.—Trató de pasarlo, pero él enganchó su brazo y la arrastró de nuevo en su abrazo. —Oh, cariño. No, no lo haré. —Le limpió una lágrima solitaria deslizándose por su mejilla—. Lo que no daría por volver atrás y deshacer el daño que hice ese día.

Jason negó con la cabeza. —Mi padre pasó la vida entera tratando de controlarme. Vi su maniobra no como una manera de ganar una maravillosa, dulce y bella esposa, sino como una forma de obedecer sus órdenes una vez más. Recogió Olivia en sus brazos y se sentó en la silla frente a la chimenea, instalándola en su regazo. —¿Qué es lo que quiero de ti? Quiero pasar el resto de mi vida despertando a tu lado. No hay acuerdos de dormir separados para nosotros. Quiero lo contrario de todo lo que tenían mis padres. Sin amantes. Ni dos residencias, con visitas superficiales para el niño, con una palmadita en la cabeza y corre a encontrar a tu niñera. Y quiero niños, un montón de ellos. No un heredero y un repuesto para nosotros, amor. Quiero risas y burlas. «Pero más que nada —Él inclinó la cabeza hacia arriba, y pasó el pulgar por su labio inferior—, quiero que me ames tanto como yo te amo. La respiración de Olivia se detuvo, y su mirada pasó de sus labios a sus ojos. —¿Amar? —Oh, sí, cariño. —Le dio una media sonrisa—. Este famoso libertino se ha enamorado de su esposa esquiva. —Jason ahuecó sus mejillas, y bajó su cabeza, tomando su boca en una posesiva unión de no sólo sus bocas, sino también de sus almas.

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25 Olivia se sentó a la mesa del desayuno, bebiendo su té mientras Jason removía papeles. Se puso rígido cuando sir Daniel entró en la habitación. —Buenos días, primo. —La voz de sir Daniel se alzó mientras se acomodaba junto a Olivia, tratando de alcanzar la tetera. —Buenos días. —Una vez que el hombre se había servido el té, Jason contempló a su invitado no deseado—. ¿Cuánto tiempo debemos esperar poder disfrutar de su compañía, primo? —Jason se recostó en la silla y cruzó los brazos sobre su pecho. —No tengo planes concretos. Pensé que podría invitar a su encantadora esposa a acompañarme por un corto trayecto por la finca hoy. —Llevó su atención a Olivia—. Mi querida, me encantaría saber más acerca de su vida en Italia. Tal país precioso, ¿no está de acuerdo? Mucho más caliente, con toda esa luz solar. A veces siento la humedad inglesa hasta en mis huesos. —Llenó su plato con salchichas, huevos, galletas y fruta. —Me gustaría disfrutar de un paseo, sir Daniel. Mi yegua, Honor, necesita una buena carrera. Acaba de llegar de Italia donde estaba siendo cuidada por amigos. —Olivia acarició su boca con la servilleta—. ¿Nos encontramos a las diez? —Las diez es perfecto, mi Lady. Olivia echó una mirada a Jason. —¿Quiere unirse a nosotros, mi Lord? —Por desgracia, tengo un día ajetreado, querida. Estaré ocupado hasta la hora de cenar. Los que tenemos responsabilidades —miró a sir Daniel, quién rellenaba su boca con una salchicha—, no tenemos gran cantidad de tiempo para tranquilos paseos. Sir Daniel tragó saliva y sacudió la cabeza en desacuerdo. —Ah, sí. Llevar una finca puede ser bastante oneroso, estoy seguro. Olivia se puso de pie. —Tengo correspondencia que atender. Nos vemos a las diez, sir Daniel.

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Con su boca llena una vez más, sir Daniel asintió y volvió su atención a su desayuno. Una vez que la puerta se cerró detrás de Olivia, Jason se inclinó hacia delante. —Pon el tenedor en el plato, hombre, me gustaría hablar contigo. Con las cejas levantadas, sir Daniel se limpió la boca y Jason le dio su atención. —¿Sí? —No permitimos que nuestros huéspedes pierdan tiempo con los sirvientes. Su primo se echó hacia atrás y sonrió. —Un principio encomiable, y ¿por qué cree necesario relacionar esa información conmigo? —Sabes por qué. Vi a la joven doncella dejando tu habitación. —Su mandíbula se tensó. Cómo le disgustaba este hombre. Una de las pocas cosas que él y el viejo Conde tenían en común. —Ah, sí. Debe referirse a la joven Katie. Muchacha encantadora. Le pedí encarecidamente que me ayudara a buscar mi bastón con diamantes que parecía haber perdido. Jason resopló ante la excusa. —Debes dejar en paz a todas las criadas en esta casa. ¿Ha quedado claro, primo? Si tienes necesidad de asistencia, pídasela a uno de nuestros hombres. —Como quiera, mi Lord. —Sir Daniel dejó caer su servilleta y se puso de plana—. Si me disculpa, debo prepararme para un paseo con su bella esposa. Jason se levantó rápidamente y bloqueó su salida de la sala. —No tengo ni idea de qué se trata esta visita, pero ten cuidado. Mantén tu atención lejos de mi esposa. La excursión de hoy es el único paseo que permitiré que tomes con ella, y fue por el mero hecho de que estaba adelante. Después de esto, si te veo siquiera respirar en su dirección, personalmente lanzaré tu trasero fuera. Sir Daniel caminó alrededor de Jason y salió de la habitación.

Olivia puso a un lado el libro que estaba leyendo y se levantó para mirar por la ventana de su dormitorio. Estaba inquieta, y reflexionó sobre la extrañeza de la visita de sir Daniel. Por cómo actuaba Jason, le disgustaba profundamente el hombre. Mientras que encontraba a sir Daniel encantador y una buena compañía,

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ahí había algo sobre él en lo que no acababa de confiar. Su paseo había ido bien, pero no se había dado cuenta de lo tensionada que había estado en su presencia hasta que habían llegado a salvo de vuelta a la mansión. ¿A salvo?¡Qué extraño concepto! Sacudiéndose sus pensamientos, Olivia salió de su habitación. Abrió la puerta de la biblioteca para ver a sir Daniel en la silla de Jason, rebuscando entre los papeles en un cajón de su escritorio. —¿Qué está haciendo? —Olivia dio un paso dentro de la habitación. Sir Daniel miró hacia arriba. —Cierre la puerta, mi Lady. Instintivamente, cerró la puerta y se irguió. —He preguntado qué está haciendo. Alarmada por la expresión de su cara, se volvió para irse, pero en unos segundos, sir Daniel había dejado la silla y puesto una sudorosa palma sobre su boca. Envolviendo un brazo apretadamente debajo de sus senos, la arrastró contra su pecho. Se acercó a su oído. —No diga una palabra, mi Lady. No llame a nadie. Olivia intentó liberarse bruscamente. Él apretó su abrazo y la arrastró más al interior de la habitación. Sus pies se deslizaron sobre un montón de papeles. La soltó, y ella se deslizó por su cuerpo, aterrizando con una sacudida sobre sus piernas. Liberada de su agarre, se levantó, y él estaba parado sosteniendo una pistola hacia ella. —Sí. Tengo una pistola, y por mucho que me guste, mi querida, no dudaré ni por un minuto en usarla. Un grito sólo le conseguiría una bala entre les ojos. Jason estaría lejos de la casa hasta la hora de cenar, y en este momento del día, la mayor parte es de los sirvientes estaba escaleras abajo. Se pasó la lengua por los labios secos. —¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué es lo que quiere? Se encogió de hombros. —Dinero. ¿No es eso a lo que siempre se reduce, mi Lady? —Se inclinó, susurrándole al oído—. Durante años, mi padre despotricó sobre el dinero que había perdido jugando contra su hermano. Estaba seguro de que había un testamento del abuelo de su marido que le dejaba a mi padre una gran cantidad de dinero que el

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viejo Conde se había robado. ¡Su propio hermano! Eso es lo que quiero. —Sir Daniel retrocedió y se apoyó en el mostrador—. Necesito dinero. Una gran cantidad de dinero. Debo a acreedores, y tengo el derecho de vivir la vida en la que he nacido sin que siempre me persigan. —Hizo un gesto con la pistola en su dirección. Olivia tomó respiraciones profundas para calmarse. El hombre estaba obviamente desequilibrado, y no quería hacer nada para empujarlo por el borde. Tenía que convencerlo de que cualquier papel que buscara no estaba allí. Tenía que sacarlo de la casa. Intentando sonar calmada, se humedeció los labios. —Hay una caja fuerte en la casa de Londres. He visto a Jason con ella una o dos veces. Tal vez ahí es donde está el testamento. Sir Daniel se enderezó, sus ojos iluminándose. —Sí, por supuesto. La casa de Londres. He buscado aquí —Señaló con la mano con la pistola a su alrededor, causando que el corazón de Olivia se elevara rápidamente a su garganta—, por días, y no he llegado a nada. La estudió por un momento, sus ojos desplazándose de ida y vuelta. —Levántese. Viene conmigo. Su mano fue a su garganta. —¿Qué quiere decir? No puedo ir con usted a Londres. —Tragó saliva varias veces—. ¿Por qué me necesita? —A pesar de la opinión de su marido, no soy tonto. En el momento en que me vaya de aquí, tendrá a los arqueros corriendo detrás de mí. —Negó con la cabeza—. No, vendrá conmigo. Ella juntó las manos para mantenerlas quietas. —Me echarán en falta. ¿Cree usted que puedo simplemente salir por la puerta? ¿Que mi marido no preguntará dónde estoy, qué me ha pasado? Enviará a los arqueros de todos modos. Sir Daniel la miró por un momento. —Usted le dejará una nota. Y la nota tiene que convencerlo de no venir detrás de usted. Por mucho que no quisiera salir con este hombre vil, cuanto más tiempo se quedaran aquí, mejor sería la probabilidad de que Jason llegara a casa y la buscara. Su vida estaba en peligro. Sir Daniel lo mataría en un instante, y aún así la arrastraría a Londres.

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—Llame a una doncella. Dígale que traiga papel y lápiz y que empaque algunas cosas para un viaje. —Cuando vaciló, él empujó la pistola contra su costado—. Que sea rápido. También dígale al cochero de Coventry que esté listo para un viaje a Londres. Hágalo. Con las piernas temblorosas, Olivia llamó a una doncella y con la pistola de Sir Daniel contra la espalda, la abarrotó de instrucciones. Dios mío, ¿cómo saldría de esto? Una vez que sir Daniel se diera cuenta de que no había testamento, no tendría más uso para ella. La mataría. Después de que la doncella se fuera, sus cejas fruncidas por la extraña petición, él empujó a Olivia con el arma. —Escriba una carta a mi querido primo. Es hora de que le reembolse por todos los desaires contra mí y mi padre. Dígale que está huyendo conmigo, y lo creerá de seguro. Dígale que hemos sido amantes, y hágalo creíble. Con sus ojos llenos de lágrimas, segura ahora de que él no necesitaba matarla, escribió lo que sir Daniel quería, y le entregó el papel. Lo miró, una sonrisa apareciendo sobre su rostro. —Bien. Ahora vámonos. Y si levanta alarma, mataré a uno de sus sirvientes. Él agarró la bolsa que la criada había preparado y la empujó hacia la puerta y escaleras abajo. —¿Volverá pronto, mi Lady? —Malcolm se quedó de pie en la puerta mientras ellos descendían. Él parpadeó rápidamente cuando sir Daniel puso el brazo alrededor de Olivia y la acercó a su lado. —Ella no va a regresar, buen hombre. —Le entregó las cartas al mayordomo—. Vea que su señoría reciba esta carta. La empujó por las escaleras y la dirigió al carruaje. —Londres. Olivia se apoyó contra el cuero suave del asiento mientras el coche avanzaba. Su corazón continuaba golpeando como si quisiera escapar de los confines de su cuerpo. Apretó las manos en su regazo para que dejaran de sacudirse. Sir Daniel siguió sosteniendo la pistola apuntando hacia ella, una sonrisa en su rostro. Rezó porque Jason leyera los mensajes silenciosos que le había dejado. Si no, todo estaría perdido. Estaría muerta y Jason amargado y triste.

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Jason subió los escalones mientras Malcolm aparecía en la puerta principal. —Buenas noches, mi Lord. Tengo una carta para usted. —Por los cielos, Malcolm, ¿puedo entrar primero? —Su sonrisa se desvaneció cuando observó el rostro ceniciento del mayordomo—. ¿Qué sucedió? —Su señoría partió con sir Daniel hace unas dos horas. Dejó esto para usted. —Le entregó las cartas dobladas y selladas a Jason. —Gracias. Estaré en la biblioteca. —Sus músculos del estómago se tensaron. Algo estaba mal. Le había dicho a sir Daniel que se mantuviera alejado de Olivia. Jason rompió el sello de la carta y se sentó abruptamente en el sillón de cuero detrás de su escritorio mientras leía las primeras líneas lentamente. J, le estoy dejando. Sir Daniel y yo hemos sido amantes y he decidido rehacer mi vida con él. Por favor, no me siga. No volveré. Dejó las cartas, caminó hacia el aparador y se sirvió un brandy con manos temblorosas. Volviendo a la mesa, recogió la carta y continuó. No había esperanza para nuestra boda. Su afirmación de que continuará viendo a su amante, y su plan para volver en breve a Londres, dejándome sola aquí otra vez… tiene un factor en mi decisión. O. Su corazón latía con fuerza. Podía ser un tonto al creerlo así, pero Olivia no lo había dejado de buena gana. Y las dos últimas frases eran su manera de hacérselo saber. A todos los efectos, el bastardo la había secuestrado. —¡Malcolm! Al parecer esperando justo fuera de la puerta, el mayordomo entró en la habitación. —Sí, mi Lord. —¿Cuánto tiempo hace que su señoría y sir Daniel se fueron? —Se fueron en su carruaje hace unas dos horas. Me he tomado la libertad de tener un caballo preparado para usted. —Gracias. —Jason pasó junto al mayordomo, y se dirigió a la puerta. —¿Su señoría? —Malcolm le siguió. Jason se volvió. —Sí. —Traiga de vuelta a nuestra señora.

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Después de varias horas en la carretera, Olivia seguía mirando hacia fuera a la negrura de la noche a través de la ventanilla del carruaje mientras su mente corría. ¿Comprendería Jason su mensaje? ¿O estaría tan lastimado por las primeras líneas que no seguiría leyendo? Era lo único que podía pensar para hacerle saber que no lo había traicionado. Había alejado su corazón de él durante mucho tiempo. Debería haberle dicho cómo se sentía, que estaba profundamente enamorada de él. Si se lo hubiese dicho cuando él se lo había confesado, él nunca creería las mentiras en esa carta. Sir Daniel dio un golpecito en el techo del carruaje. —Vamos a descansar aquí la noche. No trate de hacer algo tonto. No me molestaría en absoluto matar a uno de los taberneros. Y eso estaría en su conciencia. Con los labios apretados, asintió. Una vez más, apretó la pistola contra su costado cuando entraron en la ruidosa posada. Se acercaron al posadero que los saludó con entusiasmo. Sir Daniel miró por debajo de su nariz al hombre. —Mi esposa y yo requerimos de un comedor privado. —Olivia jadeó y sir Daniel clavó en sus costillas la pistola—. Y su señoría quisiera un baño —continuó él. El posadero se apartó el cabello y se inclinó, saliendo corriendo para cumplir con su pedido. —¡No soy su esposa! Y desde luego que no voy a compartir una habitación con usted —susurró Olivia en voz baja mientras sir Daniel aumentaba la presión sobre sus hombros y la hacía avanzar hacia el comedor al que la mujer del posadero los llevó. —Mi querida, está cansada y sobreexcitada. Un baño caliente y una suave cama la restablecerán —dijo con voz elevada. ¿Realmente le dispararía a una de estas personas inocentes si yo gritara? Él se inclinó y le susurró al oído: —Puedo ver su mente trabajando, querida. No piense atraer mi ira sobre ustedes. Sir Daniel miró alrededor de la habitación.

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—Mi primer disparo será dirigido a la niña. —Asintió hacia la pared del fondo, donde una niña pequeña, muy probablemente la hija de los dueños, comía un plato de sopa. —Es usted un hombre vil, y cruel. No es de extrañar que mi esposo le desprecie. Olivia tomó aire a través de sus dientes apretados cuando él se retiró y empujó su brazo hacia atrás, estirándola hacia arriba. Las lágrimas brotaron de sus ojos, y parpadeó rápidamente, sin querer que ese miserable hombre supiera el dolor que le causaba. Después de una comida de estofado de pescado, pan caliente, queso y fruta que sir Daniel devoró y Olivia revolvió su plato, la mujer del posadero le mencionó que su baño estaba listo en su habitación de la planta alta. Su estómago rodó. Obviamente sir Daniel no querría dejarla salir de su vista, pero su mayor temor era compartir una habitación con él y la mirada de lujuria en sus ojos. ¿Por qué había pensado en él como encantador y de buena compañía? ¡Qué tonta había sido! —Acompañaré a mi esposa arriba. —Asintió hacia la mujer y apartó la silla de Olivia. La ancló contra él una vez más y los movió hacia adelante. Una vez que estuvieron al fondo de la ruidosa y amplia sala común, sir Daniel se detuvo, le dio unas palmaditas a la joven en la cabeza y se volvió hacia la mujer del posadero—. ¿Su hija? La mujer sonrió. —Sí, esa es nuestra Gertie. —Hermosa. ¿No es así, querida? —Tiró a Olivia más cerca. —Sí —susurró ella, plenamente consciente de la advertencia. Una vez arriba, la empujó hacia la habitación donde había una amplia bañera en el centro, situada en frente de una chimenea con un fuego. Olivia se cruzó de brazos y levantó la barbilla. —No quiero bañarme esta noche. Sir Daniel se apoyó contra la puerta cerrada, con los brazos cruzados. —No me importa lo que usted desee, mi lady. El baño es suyo, como la cama. Donde estaré junto a usted en un corto tiempo. Haga de ella lo que quiera. Cerró la puerta con suavidad y la cerradura hizo clic.

Jason vio las luces de otra posada a unos pocos kilómetros de distancia.

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Se había detenido en las dos últimas sin suerte en su búsqueda de Olivia y sir Daniel. Frustrado, reflexionaba si debería perder tiempo comprobando una parada más, preguntándose si se habrían detenido para la noche o si habrían seguido adelante. Su corazón tronó al ritmo de los golpes. Olivia no se había ido de buena gana. Lo que fuera que sir Daniel quisiera, una vez que lo tuviera, había gran posibilidad de que la matara. La confusión radicaba en el por qué él se llevaría a Olivia si había encontrado lo que fuera que había estado buscando. Jason ahora tenía dudas del motivo de la visita de sir Daniel. Malcolm había confirmado que los dos salieron de la casa después de pasar tiempo en la biblioteca, donde una gran variedad de papeles estaban esparcidos por el suelo y dos cajones de la mesa a la izquierda se encontraban vacíos. Se detuvo delante de la posada e inmediatamente vio a su cochero. —Tú, muchacho, dale a mi caballo un buen masaje y algo de alimento. Voy a estar aquí por un rato. —Jason le lanzó una moneda al chico e inhaló profundamente. Con su sangre bombeando, se acercó a la puerta y la abrió. El humo, el ruido y el olor de la cerveza le saludaron. La sala común tenía decenas de hombres en varios estados de embriaguez. Echó un vistazo a la habitación, sin ver a sir Daniel. Jason entró pasando las mesas, sus hombros moviendo hombres a un lado mientras serpenteaba entre la multitud. Varias miradas duras cayeron sobre su mandíbula tensa y postura rígida, y se trasladaron fuera de su camino. —¡Olivia! —gritó por encima del estruendo. La fuerza de su voz silenció la habitación. Por la esquina de su ojo, captó un movimiento. Sir Daniel subía corriendo las escaleras. Jason se estrelló atravesando las mesas delante de él, golpeando hombres, vasos y sillas fuera del camino. Saltó la barandilla y agarró a sir Daniel por su pechera. —¿Dónde está mi mujer? —Olivia está conmigo. Ya no desea estar casada con usted. Jason resopló antes de estrellar su puño derecho contra la cara de sir Daniel, haciéndolo retroceder. Se deslizó por las escaleras, saltando y rodando. Jason lo siguió abajo, levantándolo y lanzando un puñetazo en su suave estómago. —He preguntado dónde está ella.

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—Arriba. Tercera habitación. —Sir Daniel jadeó las palabras y alzó sus manos para cubrir su rostro. —Si todavía está aquí cuando baje, los próximos pasos de su cuerpo serán hacia su entierro. Jason corrió escaleras arriba, echando un vistazo a los números de las habitaciones en las desgastadas puertas de madera mientras caminaba por el pasillo hasta que llegó al número tres. Después de encontrar la puerta cerrada con llave, dio un paso atrás, y pateó la puerta abierta, justo a tiempo para ver a su esposa trepar por la ventana.

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26 —¡Jason! —gritó Olivia mientras su trasero se deslizaba desde el alféizar de la ventana—. Ouch—. Su cadera y piernas golpearon el lado del edificio mientras empuñaba las sabanas que había atado. Se asomó por debajo de ella en la distancia al suelo y el corazón le latía con fuerza. Abrió la boca y se deslizó varios centímetros. —¿Qué, en el nombre del cielo, estás haciendo escalando por la ventana? — La cara de Jason la miró desde arriba. —¿Supongo que si pensara realmente, mi lord, usted podría determinar lo que estoy haciendo? —Honestamente, a veces los hombres podían ser tan frustrantes. Alargó la mano hacia ella, la punta de los dedos a una ligera distancia de su cabeza. Si utilizara la sabana para tirar de ella hacia arriba, podría arrastrarla contra las piedras del edificio. —No te puedo agarrar, pero no te muevas voy a bajar para encontrarme contigo. Olivia rodó los ojos. —No pienso caer. —Sus manos le dolían donde agarraba la sabana mientras se balanceaba de un lado al otro, estrellándose en el edificio. No tenía ninguna intención de colgar aquí mientras Jason se dirigía escaleras abajo. Esta idea no había sido una de sus mejores. Tenía frío, se encontraba asustada, y sus brazos se sentían como que estaban estirados sobre una rejilla. Sus dedos se relajaron un poco, y se le revolvió el estómago cuando se deslizó unos centímetros más.

Jason corrió desde la habitación, tomando las escaleras de dos en dos. La visión de Olivia deslizándose de la ventana le daba miedo como ninguna otra cosa en su vida. Si no llegaba a ella a tiempo, podía estar muerta por la caída. Las cabezas se volvieron hacia él al llegar a la parte inferior. El posadero intentó detenerlo, pero le restó importancia.

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A medida que Jason se apresuraba por la sala, pasó el joven mozo de cuadra que hablaba con sir Daniel quien tenía un trapo con sangre en la nariz. El aire húmedo de la noche lo envolvía mientras caminaba desde el edificio. Corrió a la vuelta justo cuando Olivia gritó y sus manos se resbalaron. Se lanzó hacia delante y gruñó mientras la agarraba. —Justo a tiempo —dijo entre bocanadas de aire. Jason inclinó la cabeza y tomó posesión de su boca. Olivia envolvió sus brazos en su cuello, y le devolvió el beso con una ferocidad que nunca había sentido en ella antes. Movió su boca sobre la de ella, devorando su suavidad. —Dios mío, mi corazón casi dejó de latir cuando te vi caer. —Sus labios rozaron los de ella mientras hablaba. Cerró los ojos y se estremeció. —El mío también. —Ella extendió la mano y acarició su mejilla—. No quise decir nada de lo que escribí en esa nota. —¿No? ¿No tienes la intención de huir con sir Daniel? Sus hermosos ojos violetas se llenaron de lágrimas. —No, mi Lord. Parece que su señoría ha hecho una tonelada de cosas y se ha enamorado de su esposo. Apoyó su frente contra la de ella. —¿Significa esto que has cambiado de opinión acerca de confiar en mí? Olivia se apartó de él y entrecerró los ojos. —Sí. Te voy a dar mi corazón, y si no lo proteges, voy a perseguirte y hacerte daño. Jason echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Cómo le gustaba esta mujer que había sido impuesta sobre él por edicto del viejo Conde, y luego se había arrastrado a su manera en su corazón.

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Epílogo Varias semanas más tarde Olivia estudió a Jason desde la posición en la puerta de la biblioteca mientras examinaba la carta de sus abogados. —¿Alguna noticia sobre sir Daniel? No se había oído del hombre desde la fatídica noche en la posada. El mozo de cuadra les había dicho que se había apresurado a irse, robó uno de sus caballos y huyó en la noche. —No. No hay noticias de ese sinvergüenza. —Jason negó con la cabeza—. Todavía no puedo creer todo ese incidente. Mi padre nunca tuvo un agrado por sir Daniel o su padre, pero jamás me hubiera imaginado que iba a hacer algo tan tonto. —¿Y la casa de Londres? —Aun siendo vigilada. El pobre idiota desquiciado nunca debería haber escuchado las divagaciones de su padre. Olivia se movió alrededor de la gran mesa y se subió a su regazo. Deslizando sus palmas hacia arriba de su ancho pecho, entrelazó los dedos detrás de su cuello. Jugó con el cabello sedoso en la parte superior de la corbata. —¿De verdad creíste que te dejaría? —Sólo por un momento, amor. Todavía no estaba seguro de si había capturado tu corazón. Pero, tu pequeño mensaje alivió un dolor, entonces creaste otro cuando me di cuenta de que habías sido arrebatada de mis brazos. Dejó de lado los rizos que habían caído de su nudo. Deslizó sus cálidos labios sobre su piel, haciendo que sus pezones recién sensibilizados se contrajeran casi dolorosamente. La tensión comenzó en el estómago, y antes de que ella se perdiera en él, puso sus manos sobre su pecho y lo empujó. —Tengo algo importante que decirte. Jason tiró de ella hacia atrás. —Puede esperar.

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Ella se rió y se alejó más. —No. Esto es importante. Jason suspiró y se apoyó en la silla, con las cejas arqueadas. El calor subió a su cara mientras ponía su mano sobre su vientre. —Parece ser que en unos meses será el momento de establecer nuestro cuarto de bebé. Él la estudió por un momento, sus ojos iluminados. Entonces la tomó en sus brazos, sosteniéndola contra él y apoyó la barbilla en su cabeza. —¿Te he dicho últimamente cuánto te amo, mi lady? —Sí, pero no me canso de escucharlo, mi Lord Arrogante.

Fin

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Próximo Libro El dilema del Duque (Caótico Mercado Matrimonial #2) Callie Hutton

22 3 Londres 1814… Drake, duque de Manchester está buscando en el mercado matrimonial una novia perfecta. Él quiere una mujer que esté preparada, sofisticada, y digna del título de Duquesa. Pero, sobre todo, quiere una mujer que no quiera la emoción inútil del amor. Socialmente torpe, la señorita Penelope Clayton no es para el matrimonio. Una botánica seria, ella no tiene ningún deseo de casarse, por lo que estar obligada por su tutor a participar en la Temporada para encontrar un esposo es una tortura. Ella nunca va a encajar con la alta sociedad, sobre todo si se descubre que ha estado fingiendo ser un hombre dentro de la comunidad científica. Mientras la familia de Drake hace más de Penelope, volviéndola de una ingenua mujer literaria a una encantadora debutante, él es puesto a presentarla a la sociedad y a los solteros elegibles. A pesar de las lecciones de baile y vestidos nuevos, Penelope es lo contrario a serena y sofisticada mientras ella tropieza de un percance a otro. ¿Por qué, entonces, le resulta tan difícil resistirse a ella?

Sobre la Autora

Callie vive en Oklahoma con varios perros de rescate, dos hijos adultos, una nuera, dos nietos y su mejor porrista marido, (¡aunque por suerte, no todos en la misma casa!). Vivir en el medio oeste proporciona innumerables oportunidades para que Callie persiga sus intereses: investigar historias, reunirse con lectores, pasar tiempo con sus dos adorables nietos gemelos de dos años y descubrir nuevas aventuras. Callie adora tener noticias de los lectores y da la bienvenida a la oportunidad de hacerse amigos, tanto en persona como virtualmente. Encuéntrela en línea en: www.calliehutton.com

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