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La evolución de la sociedad internacional: Grecia clásica Independencia y hegemonía La Antigua Grecia, durante el 500 A

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La evolución de la sociedad internacional: Grecia clásica

Independencia y hegemonía La Antigua Grecia, durante el 500 A.C hasta el 100 A.C, ocupa una posición más que central en la evolución de la sociedad moderna internacional. Es importante por dos razones. Primero, las ciudades estado y los persas en la primera mitad del período, y las monarquías helenísticas en el segundo, organizaron sus relaciones externas en una forma innovativa y significante. Segundo, el Sistema Greco-Persa ejercía una gran influencia en el Sistema europeo, fuera del cual el presente sistema se ha desarrollado; y por varios siglos, aspectos de la práctica griega sirvieron como modelo para las sociedades europeas de estado. Será conveniente examinar el patrón interestatal griego en tres períodos consecutivos: Desde el Quinto siglo hasta el fin de la Guerra del Peloponeso, la era de los congresos, y, finalmente, el período macedonio. Pero primero se observará algunas características generales del mundo helénico. Los griegos se llamaban a si mismos Helenos, y el área inhabitada era llamada Hellas. Esta última era un área y una tradición cultural dividida en un número de estados independientes. Estaba situada en el Mar Egeo, el cual está lleno de islas que actuaban como enlaces entre un lado y el otro. El lado asiático, si bien era igual de próspero e importante, estaba bajo el control del poder imperial dominante de la época. Las ciudades de lo que llamamos el Hellas central (Macedonia y las islas Egeas) eran de carácter independiente, aunque eran dominadas por vecinos más poderosos. La creciente población indujo a las ciudades helenas a enviar colonias conformadas por sus ciudadanos para aprovechar oportunidades económicas en el exterior, especialmente en el oeste. Una colonia griega era fundada como polis independiente, relacionada plenamente con la ciudad madre.

La forma más temprana de comunicación en la Antigua Hellas era el mar, ya que la comunicación por tierra no era fácil debido a la presencia de montañas, lo que implicó la fragmentación política. Los griegos antiguos no estaban muy interesados en su propio pasado. Estos se concentraban en el mundo contemporáneo, y aún en el cuarto siglo (cuando empezaron a observar su pasado), lo que sabían acerca de este era o muy reciente o mitológico. Como resultado, los griegos clásicos eran excepcionalmente desinteresados en su experiencia pasada en relaciones internacionales, así como en otros ámbitos. El compromiso de los griegos con la independencia es legendario. Ellos estaban pasionalmente apegados al ideal de que cada ciudad-estado, cada poli, debía manejar sus propios asuntos; y ellos resentían cualquier tipo de hegemonía, ya sea de otra polis o de un poder externo. La idea de unir todas las Hellas en un único estado usualmente no se les ocurría, y cuando se les ocurría, la idea era aborrecida. En la práctica muchas ciudades griegas debían aceptar cierto grado de control por parte de un aliado hegemónico, especialmente en sus relaciones externas. Las ciudades griegas asiáticas estaban usualmente en esta posición, pero no las ciudades coloniales del oeste. Las ciudades- estado mantenían la múltiple independencia de las polis. Esta concepción fue importada por el renacimiento, y se mantiene de cierto modo vigente en nuestra realidad actual. Las ciudades griegas estaban, dentro del mundo civilizado, al oeste. En todas las comunidades altamente civilizadas al este, la forma normal de gobierno era un poderoso rey que tomaba las decisiones de estado, y quien derivaba su legitimidad al ser el representante de Dios. Los griegos clásicos no eran gobernados por reyes hasta la era Macedonia. Tampoco eran los líderes políticos griegos representantes de dioses. Cada polis griega era una corporación limitada de ciudadanos que eran los propietarios hereditarios de la corporación. El ciudadano debía ser hombre, y a la vez ser descendiente de ciudadanos (por ambas ramas). También debía ser propietario de alguna propiedad

Un propietario-ciudadano también debía poder usar armas, ya que las leyes que este y los otros ciudadanos consensuaban no solo concernían a las leyes que gobernaban la ciudad sino también a la paz y la guerra. Una ciudad-estado griega era lo suficientemente chica para permitir a los ciudadanos decidir por ellos mismos si querían ir a la guerra o no. La descendencia común, las decisiones comunes, el entrenamiento militar común y una plena conciencia de un destino común producían una gran solidaridad entre los ciudadanos de las polis para enfrentar a enemigos externos. Los griegos distinguían entre la ciudad, sus habitantes y los ciudadanospropietarios. Ellos no afirmaban, por ejemplo, que Atenas iba a la guerra contra Esparta, sino que los atenienses (es decir, la corporación de propietarios armados) iban a la guerra contra los espartanos. Las corporaciones de las ciudades no sentía ninguna responsabilidad respecto a la Hellas como un todo. La guerra siempre era legítima si los ciudadanos veían un beneficio en ella (este beneficio podía ser estratégico, pero más a menudo era económico). La guerra siempre era probable, y los enfrentamientos entre naves de distintas corporaciones siempre eran esperados. En la práctica, las ciudades-estado griegas no vivían en un sistema de gran hostilidad, en un todos contra todos. Estaban unidas por una cultura y lenguaje comunes, una religión común y juegos olímpicos comunes. Había reglas de guerra y paz, de comunicación y de mediación. Ciudadanos prominentes llamados proxenoi representaban otras corporaciones, hablaban por las que representaban y daban consejos. Estos roles e instituciones justifican el hecho de que hablemos de una sociedad internacional helénica, aunque ningún autor griego definió así a la sociedad inter-polis. Las corporaciones griegas limitaban muchas de sus relaciones inter-polis con otras Hellenas, con las que establecían un parentesco que las separaba de otras comunidades. A todos los demás los llamaban “bárbaros”, de quienes los griegos afirmaban que no tenían mentes indagadoras, dándoles a los griegos el derecho natural de dominarlos.

Tres características del sistema helénico son de especial interés. La primera es anti hegemónica. Existe una propensión a la hegemonía en el sistema. A medida que Atenas, Esparta y Tebas se volvían las corporaciones más poderosas del Hellas, cada una buscaba establecer una hegemonía. El compromiso griego para con la independencia llevaba a otras corporaciones a formar una liga anti hegemónica. Aún más significante era el razonamiento de que no era sabio destruir al bando perdedor. Esto era identificado por los hombres de estado que veían más allá, quienes veían que su hegemonía podía verse dañada a largo plazo si aniquilaban al enemigo, estableciendo que el rival de hoy puede ser el aliado de mañana. La stasis implicaba el uso de las fuerzas armadas dentro de una ciudad para alterar la forma en la que era gobernada. Esto incluía revoluciones y contrarevoluciones. En la Hellas, había tradiciones antiguas centradas en las familias aristocráticas y la tierra. Las familias oligárquicas eran una fuerza conservadora en las polis, las cuales buscaban mantener el viejo sistema social, el cual muchos griegos querían quebrar. La agitación de estos últimos llevaba al derrocamiento del viejo orden y al establecimiento de una dictadura popular o “tiranía”. Este concepto inicialmente hacía referencia a alguien que no hacía política por los medios “tradicionales”. Sin embargo, la tiranía generalmente derivaba en democracia en el sentido griego, ya que los tiranos que querían permanecer en el poder accedían al deseo de sus seguidores, y porque la tiranía y la democracia eran asociadas con el pensamiento expansionista. La historia temprana de Atenas fue una de tiranía. La importancia de la stasis es que, donde los estados están relacionados entre ellos y constreñían la vigilancia por las presiones del sistema, la lucha civil no permanece como un elemento puramente interno del estado, ya que afecta a otros. Consecuentemente, ellos intervienen y pasan a tomar parte del juego. Los atenienses, por ejemplo, sabían que las ciudades en las cuales gobernaba una oligarquía probablemente se opondría a estos, y que si querían que una polis se mantuviese amigable, debían pagar o subsidiar las facciones populistas y democráticas allí.

El concepto griego de Dicea hace referencia, en lo que refiere a los asuntos domésticos de las polis, al concepto de justicia, aunque no se puede definir en estos términos cuando se habla de asuntos externos. La dicea entre una polis y otra, o con el Imperio Persa en el cuarto siglo, aparentemente significaba un adecuado arreglo, consistiendo en tres elementos.  La posición correcta o legítima  El status quo  La intervención de un tercero que actuaba en caso de no haber acuerdo Mientras que la justicia es ciega y no se compromete, la dicea es comprometida y vigilante, y su propósito es mantener el equilibrio, el cual llevará a un óptimo estado. Antes que Filipo de Macedonia estableciera su dominio sobre Hellas central, cuatro ciudades-estado independientes (Atenas, Esparta, los Corintios y Tebas), junto a los persas, jugaban un rol central en el sistema helénico. Los atenienses eran los más creativos de las corporaciones griegas. Ellos producían la mayoría de la literatura y pensamiento clásico griego que llegó hasta nuestros días. Eran también los más poderosos en términos económicos y en el mar. Esta riqueza era conseguida por medio de las manufacturas y el comercio marítimo, y a medida que su economía y su población aumentaban, demandaba cada vez más importación de comida. Los atenienses consideraban importante necesario controlar el Egeo, lo cual lograron por medio de la alianza denominada Liga de Delos. Atenas se convirtió en una sociedad cosmopolita, ya que reunía a manufactureros extranjeros, quienes poseían grandes fortunas. Los no atenienses, las mujeres y los niños, excedían enormemente al número de propietarios en la polis. Esparta, la otra gran polis en la peninsular Hellas, era en algunos aspectos lo opuesto a Atenas. Tenían una composición bastante balanceada, con dos reyes que tenían funciones militares, una asamblea de ciudadanos y un panel de sabios. Tenían valores diferentes de las demás ciudades, ya que eran opuestos

al rol del dinero en los asuntos de estado. Ellos no defendían su ciudad, ya que consideraban que podían defenderla manteniendo una fuerza a través de los ilotes, los cuales jugaban un rol fundamental en la armada espartana, además de cultivar la tierra como aparceros, y producir la mayoría de la riqueza que mantenían a los espartanos como propietarios de la polis. Los espartanos también controlaban ciudades vecinas por la fuerza, y eran líderes de una alianza hegemónica de ciudades. El objetivo de la política espartana era asegurar su área de dominación en el Peloponeso. Corinto era una de las grandes ciudades comerciales del Hellas. Su posición geográfica le daba una gran ventaja al ser capaz de comerciar fácilmente en el Mar del oeste hacia Italia así como hacia el Egeo. Los corintos eran una pequeña y rica comunidad, así como sus competidores atenienses, pero con la crucial diferencia de que nunca fueron lo suficientemente poderosos para determinar la manera en que Hellas debía ser gobernada. En consecuencia, el mayor interés corinto era el de que ninguna otra corporación debía dominar Grecia, y que el mar debía estar abierto a su comercio. Tebas era de alguna forma la más tradicional de todas las ciudades Helénicas. En los siglos que nos competen los tebanos desarrollaron técnicas militares las cuales le valieron su hegemonía en las Hellas. La puja persa por la hegemonía Los persas se involucraron en el mundo griego tomando el control el sistema imperial lídico de lo que hoy es Turquía. Ellos heredaron de estos últimos una floja hegemonía sobre algunas ciudades comerciales griegas, y la expandieron gradualmente hasta establecer un grado de autoridad sobre todas las ciudades griegas en el lado asiático del Egeo. El suave señorío persa no afectó sobremanera los asuntos internos de las corporaciones griegas, y benefició sus perspectivas comerciales. Sin embargo, los griegos (amantes de la independencia) rechazaban el hecho de tener gobernantes persas que limitaban su curso de acción. Los persas pronto descubrieron que los griegos del lado europeo del Egeo ayudaron continuamente las facciones anti-persas en las ciudades griegas de Asia.

Los atenienses se vieron movidos por las apelaciones y descontentos de los refugiados del lado asiático y se volvieron cada vez más involucrados. Mientras tanto la stasis en Atenas entre los oligarcas tradicionalistas y la tiranía y las facciones democráticas llevó a los partidos a buscar ayuda persa, lo que el rey Darío vio como una oportunidad para intervenir e imponer una hegemonía en la Grecia Central. Las actividades atenienses precipitaron la influencia persa en el Hellas, que se mantuvo hasta la intervención de Filipo de Macedonia. Las expediciones de Darío fueron un fracaso. Sin embargo, los persas estaban en un período de expansión y su sucesor Jerjes decidió que se debía establecer una suerte de autoridad hegemónica sobre todo el centro de Hellas. Ellos esperaban encontrar apoyo de los Griegos Europeos, quienes eran conscientes de las ventajas que el fortalecimiento persa de la paz les podía conferir a las ciudades asiáticas del Hellas. Algunos aceptaron el dominio persa, mientras que otros prefirieron la independencia. Tebas conspiró a favor de los persas, mientras que los corintos, atenienses y espartanos lideraban el bando de la independencia. Cuando los persas enviaban amplias fuerzas armadas y embajadores, la mayoría de las ciudades griegas optaba por someterse a las condiciones que los persas les imponían, en vez de luchar contra el imperio. Sin embargo, las ciudades que lucharon contra los persas probaron ser un desafío para las tropas persas que venían de la India (batallas de las Termópilas y Salamina). La victoria espartana en Plataea fue un antes y un después en el sistema greco-persa. Este estableció la superioridad espartana en la guerra terrestre y como los héroes de la libertad de Hellas. El fracaso de la expedición de Darío y Jerjes les enseñó a los persas que no podían enfrentar a una alianza griega, ni siquiera hacer frente a una de las más poderosas ciudades griegas, lo que los llevó a buscar otros métodos para lidiar con la situación griega. ¿Por qué, a pesar del amor griego por la independencia, la mayoría de las ciudades griegas aceptaron la influencia persa, y muchas corporaciones en realidad pelearon a su favor? La respuesta parece ser el miedo a las

represalias, así como una sospecha mutua (Tebas sospechaba de Atenas, los habitantes de Argos sospechaban de Esparta), lo que llevó a la creencia de que la hegemonía persa era menos dañina que la de las ciudades griegas vecinas. El oráculo de Delfos también jugó un rol importante, al advertir que las polis no se deberían rebelar frente a los persas. La diarquía Cuando los derrotados persas reconocieron que el Hellas era demasiado para ellos, también perdieron su autoridad sobre el lado asiático (siendo el este y el oeste del Egeo gobernado por un entendimiento entre Espartanos y Atenienses). Muchos atenienses deseaban destruir la corporación de los Tebas, sin embargo, sabios atenienses y espartanos acordaron que esto no debía ser así ya que Tebas debía cumplir su rol dentro del Hellas (lo cual aumentó la reputación de estas dos primeras polis). Por primera vez se observan poderes hegemónicos sentando las leyes en el sistema. No era una sola autoridad sino una hegemonía conjunta de las dos más grandes corporaciones, los atenienses y los espartanos, conocida como diarquía. El comercio y la riqueza ateniense crecieron rápidamente, haciéndose más poderosos que los espartanos y los persas. Atenas le quitó a Esparta la hegemonía sobre la porción asiática del Hellas. Kimon, el arquitecto de la política imperial ateniense, argumentaba que la mejor forma para asegurar su expansión era establecer un acuerdo con los espartanos. Aunque a muchos atenienses les desagradaba la idea, Kimon estableció un pacto en el que ambos bandos iban a manejar sus asuntos por medio de la dicea, nunca por medio de la guerra. Los espartanos estaban de acuerdo con esto, ya que no estaban interesados en lo que había más allá del Peloponeso, sino en mantener a ciertas corporaciones fuera del control ateniense. Las políticas de Kimon crearon condiciones favorables para el comercio y la expansión económica ateniense. Sin embargo, después de 17 años de poder

fue reemplazado por Pericles, quien creía que Atenas ya había consolidado su inmenso poder, y que no necesitaba de un acuerdo con los espartanos. La puja ateniense por la hegemonía El deseo ateniense por dominar el sistema solo fue la tercera puja por la hegemonía. Pero en perseguirla, la gran corporación sobrepasó su hallada fortaleza. La facción pericleana se vio involucrada en peleas con los espartanos al mismo tiempo en que estaban ayudando en la revuelta egipcia contra los persas. Cuando las operaciones militares en Egipto terminaron en desastre, era políticamente necesario volver a concentrarse en los asuntos internos. A medida que más gente llegaba en masa a Atenas, y la necesidad de importar comida y otros bienes se hacía mayor, una facción ateniense quería suprimir a sus rivales comerciales. Los atenienses primero destruyeron la corporación de Egina, para luego intentar bloquear el comercio marítimo de otras polis, como Mégara (poderosa en términos de comercio de granos y esclavos). Esto precipitó la Guerra del Peloponeso, entre los atenienses y aquellos que los odiaban. Los corintos, al observar la situación de Mégara, y al visualizar lo que podría ser su suerte, optaron por unirse a los espartanos. Estos eran los animadores de la coalición anti-hegemónica, pero los espartanos eran la única polis que era capaz de liderarla. Estos habían esperado durante un largo tiempo, y la fuerza ateniense se había vuelto tan contundente que los dos bandos estaban parejos y desencadenaron una guerra costosa y larga. Mientras los atenienses controlaran los mares, estos podían resistir a la coalición anti hegemónica. El financiamiento persa a la coalición jugó un rol fundamental. Estos deseaban el desmoronamiento del poder ateniense. Los atenienses eran temidos y odiados no por ser bárbaros o enemigos de la civilización helena. Al contrario, eran los reconocidos dueños del arte, así como la más civilizada y rica de las ciudades griegas. Ellos eran temidos por

ser poderosos, y por no dudar en usar su poder para sobreponerse a la ley, además de actuar por ellos mismos, y a veces de manera terrible. Congresos y la paz del rey La victoria anti-hegemónica en la Guerra del Peloponeso pareció reestablecer un sistema decadente que los atenienses habían intentado organizar. Pero la creencia de que la independencia de las ciudades-estado griegas no estaba más amenazada probó ser errónea. Los espartanos se encontraron en la situación en la que habían estado los atenienses. Ellos mostraron su restricción tradicional de evitar destruir a estos últimos; pero pronto empezaron a afirmar su hegemonía sobre toda Hellas, y a interferir en asuntos internos de otras ciudades de una manera que no la habían hecho nunca. Estos obligaban a otras polis a aceptar sus condiciones, y adoptaron el sistema ateniense de contención frente a los persas en el este y el oeste del Egeo, a pesar de toda la ayuda que habían recibido de los persas anteriormente. A pesar de que los espartanos conservadores eran más titubeantes acerca de su política externa que los atenienses, otras corporaciones que adoraban su independencia encontraban en Esparta una amenaza inaceptable. Los corintos otra vez encabezaron una coalición anti hegemónica, persuadiendo a Tebas para integrarla, así como a la derrotada Atenas, a la que se le sumaron los persas. Estos últimos, cuando lograron rechazar el control espartano en Asia, y los atenienses empezaron a tener hegemonía otra vez, reanudaron su alianza con Esparta. De la Guerra del Peloponeso en adelante, las política corintias y persas corrían paralelamente, aunque la diferencia radicaba en que los griegos recurrirían preferiblemente a la fuerza militar en vez de la pacificación, como era el caso de los persas. La diplomacia persa tomaba ahora una dimensión más activa. Estos se dieron cuenta de que no podían ni conquistar la Grecia Europea ni prescindir del contacto con estos, por lo que buscaban una paz que les asegurara tranquilidad, aunque financiando a las ligas anti hegemónicas no lo lograron.

Ninguna de las tres polis compartía estos intereses, mientras que si bien Esparta reconocía la idea de independencia de cada polis, también deseaban una posición de primacía. Cuando los espartanos enviaron mensajeros para reformar la vieja alianza, aunque también incluyeron en las negociaciones al bando enemigo. Los primeros aceptaron un acuerdo en base a los principios de paz universal e independencia con excepciones, mientras que su primacía fuese respetada. Pero Tebas no estuvo de acuerdo, y se tuvo que convenir un segundo congreso de paz. Todos sabían que el rey no estaba en posición de hacer cumplir sus propuestas de la famosa “paz del rey” (de que las ciudades de Asia le pertenezcan y que Atenas recupere ciertas islas). Ellos eran lo suficientemente balanceados para lograr consentimiento y un grado de apoyo activo (las ciudades griegas preferían el control persa al ateniense o espartano). Todas las corporaciones griegas aceptaron dinero persa para mantener la dicea, dinero el cual fue repartido imparcialmente. La paz del rey era frágil. Las principales ciudades griegas continuaban oponiéndose unas a las otras. El principal partido espartano estableció una hegemonía de facto sobre una gran parte de la Grecia Peninsular que estaba apenas dentro del acuerdo con los persas. Los atenienses aceptaron el acuerdo, reorganizando sus fuerzas marítimas en líneas menos hegemónicas, con un congreso de otros aliados reuniéndose separadamente para tomar decisiones, aunque usaron otras formas de presión y muchos de sus aliados abandonaron la liga. Tebas desarrolló una nueva formación militar, la falange, la cual permitió vencer a los espartanos en el 371 a.c. Muchas ciudades griegas aplaudieron este triunfo, aunque Tebas pasó a ocupar el lugar hegemónico que dejó Esparta, la cual conformó una liga anti hegemónica con Corinto. La hegemonía de Tebas estaba basada en la superioridad militar. Sin embargo, la naturaleza de las relaciones inter-polis habían cambiado a lo largo de 20 años de la “paz del rey”. Las principales ciudades ahora reconocían que

pertenecían a un sistema políticamente organizado, que tenía reglas y principios y que incluía a los persas y hasta a las polis mas pequeñas. Esta paz fue aceptada debido a que los griegos reconocían que a Persia como un actor que no era lo suficientemente poderoso para dominar el sistema. A pesar de que la paz del rey estaba establecida bajo los términos persas de un pronunciamiento unilateral, la forma no era la de un soberano. Todos sabían que esta era una formula negociada para conformar una nueva legitimidad, combinada con una oferta de apoyo naval y financiero a un Sistema antihegemónico contra una polis que trataba de quebrarlo. El objetivo de los corintios, los persas y las polis mas pequeñas se había cumplido parcialmente. Las tres regiones en las que el Hellas de las ciudades clásicas se había dividido estaban relacionadas entre sí. La region Este estaba más integrada. Las corporaciones asiáticas mostraban autonomía interna, pero externamente estaban bajo la hegemonía de los poderes centrales. Su prosperidad se debía en gran parte a su asociación con el imperio persa, el cual le proveía la paz y un mercado. Al otro lado del Hellas, la región oeste consistía en incorporaciones coloniales en Sicilia e Italia, las cuales lidiaban con una población más primitiva, y permanecía en un sistema precario de múltiples independencias. La región era rica, aunque envidiaba la presencia de la civilización del lado este. Las alianzas cambiaban, las rivalidades provocaban amargos conflictos en los que las ciudades eran destruidas, y la guerra era prevalente. La expansión ateniense había empezado la incorporación de esta región en las relaciones más estructuradas del área central, y la paz del rey se expandió hasta esta zona. En el sistema helénico, un poder aspirante a la hegemonía era capaz de ubicar a sus aliados en un área de dominación efectiva, especialmente en alianzas donde la coerción era usada en corporaciones recalcitrantes. Tales alianzas pueden ser representadas en un diagrama, teniendo círculos concéntricos o grados de dependencia, los cuales en la práctica variaban en parte con la distancia geográfica.

La cuidadosa relación ateniense con los remotos Bizantinos fue muy diferente de su deliberada brutalidad con la cercana isla de Melos. La dominación macedónica del Hellas peninsular era también oscura. Ellos destruyeron a los Tebas, le concedieron especiales privilegios a los atenienses y acordaron en dejar a los espartanos afuera de su liga federal, siendo una práctica parecida a la del Imperio Persa. Los hegemonistas Macedonios, griegos y persas necesitaban de tres cosas de las comunidades bajo su dominio externo. Estos eran:  La contribución al tesoro imperial  Un contingente naval o militar  La presencia de un comisionado imperial Una alianza de estados subordinados alrededor de un estado poderoso pujando por la hegemonía es diferente también de una liga anti-hegemónica. Cuando los atenienses estaban organizando una alianza contra los persas, ellos y las ciudades estado formaron una de carácter voluntario. En subsecuentes campañas para quitarle a los persas la hegemonía sobre el Hellas asiático. En su fase imperialista, la entrada de nuevos miembros fue obligatoria, y el tesoro fue trasladado a Atenas. En ese momento, la alianza espartana era la voluntaria y anti-hegemónica, y el problema de los aliados era hacer actuar a Esparta. Posteriormente, con los espartanos en una posición privilegiada, estos organizaron las alianzas como habían hecho los atenienses. A pesar del compromiso griego con la independencia, la idea de la hegemonía sobre todo el Hellas siempre estaba presente. Había intentos por establecer una hegemonía en la región central, desde las invasiones persas hasta la conquista Macedonia. La “paz del rey” fue diseñada para preservar las independencias de esta zona mediante una forma temprana de garantía, y también para proveer bloqueos colectivos ante cualquier intento individual de hegemonía Hellas se convirtió por un tiempo en una sociedad internacional que elaboraba reglas, instituciones y congresos. Pero la estructura anti-hegemonial era inestable.

El sistema macedónico

Helenización del sistema persa El período macedónico es interesante ya que vio importantes cambios del péndulo a lo largo del espectro. Filipo II estableció una estructura que estuvo cerca de controlar el Hellas central. Alejandro convirtió toda esta zona en una sola estructura imperial. Pero su muerte llevó a la fragmentación en pequeños estados y reinos imperiales independientes. El Reino de Macedonia original había sido un miembro del Sistema Grecopersa, del norte del Hellas. Sus familias reales y gobernantes se volvieron progresivamente helenizadas. La influencia persa estaba también presente: el rey de Macedonia era uno de los enviados por Darío para persuadir a la Grecia peninsular para que esta acepte la soberanía persa, y después del retiro persa Macedonia se expandió a otras áreas que habían sido conquistadas por estos. Filipo II era un expansionista determinado. Como huésped en Tebas, este aprendió nuevas técnicas de la falange, y observó la debilidad tanto de las ciudades helenas como del Imperio Persa. De vuelta en Macedonia, desarrolló una armada que combinaba la falange con caballería reclutada de salvajes del norte. Conociendo cual efectivos habían sido los soldados griegos contra los persas, el decidió hacerse maestro del Hellas, y luego, con el apoyo de tantos griegos como pudiera amaestrar, dominar el imperio persa. La opinión en el Hellas central era dividida, con oposición a Filipo especialmente entre las dominantes Tebas y Atenas, mientras que los espartanos se mantenían neutrales. Cuando Filipo ocupó el paso estratégico al Mar Negro, los Tebas y los atenienses fueron a la guerra, y terminaron siendo derrotados. Filipo usó una mezcla de fuerza y diplomacia para conformar una liga de ciudades bajo su liderazgo militar, lo que fue en la práctica una estructura hegemonial bajo control macedonio. El quería evitar la alienación de ciudades griegas, ya que las necesitaría para tomar control del Imperio Persa.

Filipo legitimó y facilitó su control mediante la preservación de las polis y las alianzas mientras que estas no se interpusieran. En la práctica Filipo no necesitó mover el sistema tan lejos del espectro como parece, ya que su paz traía fin a la libertad externa de acción. Este empezó operaciones contra Persia, pero fue asesinado en el Hellas asiático. Su empresa fue continuada por si hijo dotado Alejandro, al cual entrenó en las artes del estado y la guerra, y aseguró su helenización mediante la enseñanza impartida por Aristóteles, siendo este su tutor. Alejandro era más confiado del poder que su padre. Acabó con la disidencia entre sus aliados en Grecia. Cuando los tebas se rebelaron, el destruyó la corporación y la ciudad entera. Desde el punto en que Filipo movilizó efectivamente a la mayor parte de las ciudades centrales griegas bajo su poder, la política persa había fallado, o que le dejaba camino abierto al Rey de Macedonia para tomar control del Imperio. Alejandro hizo esto con gran facilidad. En un sentido la Guerra de Alejandro contra Darío fue para probar quien era el más poronga. Alejandro tomó control del imperio con su estructura administrativa intacta. En el 330 se proclamó a sí mismo el sucesor legal de los reyes persas. Los sectores altos de la sociedad Macedonia eran notablemente Helenizados, y apoyados por un gran número de griegos, le proveían material militar a Alejandro. El concepto helenista de autoridad aceptaba variadas formas de gobierno tradicional local bajo la regla de un rey semi-dios. Los griegos le daban a sus héroes un carácter semi-divino de hijo de dioses. La proclamación de Alejandro de ser el hijo de Zeus era ampliamente aceptada, y esto le daba legitimidad para gobernar el imperio. Sin embargo, Alejandro murió en el 323 a.c por fiebre. Si bien sus generales intentaron hacerse con el poder, no disponían de la legitimidad que tenía Alejandro. Se volvió claro que ninguno podría suceder a este en un imperio unificado, por lo que se decidió dividirlo en dos, con cada parte gobernada por un general.

Seleuco se volvió el animador de una liga anti-hegemónica que le resultaba familiar a los griegos, mientras que Ptolomeo se instaló en la provincia de Egipto, proclamándose los dos como rey. Cada uno de los nuevos reinos permaneció como había sido anteriormente, y eran una réplica más chica de la estructura persa. Seleuco en el este, amenazado por Antígona, se dio cuenta de que no podía retener los territorios indios contra la reincorporación de la autoridad de un líder (Chandragupta Maurya), por lo que negoció con este último, reconociéndolo como independiente a cambio de elefantes usados para la guerra. Con esto Seleuco y sus aliados derrotaron a Antígona en la batalla de Ipso, la cual marcó el triunfo de un sistema anti-hegemónico en todo el este, en donde se había tomado por hecho la existencia de un único sistema soberano. Seleuco retuvo el control sobre Persia. El pronto entregó esa la parte de sus dominios a su medio hijo persa Antioquio. El gobierno del área central del antiguo Imperio Persa permaneció largamente en manos persas, y se volvió gradualmente más separado del sistema helénico. La mitad occidental del dominio de Seleuco, se convirtió en un reino separado, continuamente implicado en conflictos con otros generales. Para defender y gobernar de manera más efectiva, los reyes seleucidos incitaron a los colonos a formar nuevas corporaciones griegas, las cuales proveían una fuerza militar privilegiada y una clase administrativa para el reino, reemplazando al persa. El otro gran poder del nuevo sistema, el reino Ptolemaico, estaba organizado en las mismas líneas generales. En Egipto, el patrón persa de autoridad desapareció, y una capa de griegos fue impuesta en la administración egipcia. Los ptolomeos absorbieron toda la riqueza posible de Egipto, lo cual usaban para su expansión marítima. Los dos reinos helenistas secundarios, Macedonia en Europa y los Egeos y Pérgamo en Asia, eran marcadamente griegos. Pero no toda la parte oeste del imperio persa se mantuvo bajo las dinastías macedónicas. Los cuasi-

helenizados líderes locales, los cuales fueron capaces de mantener su propia autonomía hasta el punto de la independencia externa. La autoridad de los generales macedonios dependía de sus habilidades políticas y militares. El área que eran capaces de controlar no era predefinida territorial o étnicamente. Para ayudar a legitimar su sucesión de Alejandro, ellos se proclamaron como figuras divinas. En Egipto los Ptolomeos tomaron el culto faraónico, lo que posteriormente les dio legitimidad a los reyes macedonios, a la vez que introducían ideas griegas de héroes y parentaje divino para producir un concepto helenístico de reinado divino. Debido a que los ejércitos y las administraciones de los reinos helenísticos dependían de la inmigración de mercenarios griegos, era importante para cada uno mantener una posición con varias ciudades griegas y ligas, y asegurarse de que ningún reino rival los excluya del Hellas. Esta competición beneficiaba a las corporaciones griegas, las cuales eran subsidiadas. Las luchas entre los reyes helenísticos eran por territorios estratégicos, con influencia sobre líderes autónomos locales y ciudades-estado en Hellas y otras áreas. Cada rey deseaba hacer el menor daño posible al territorio en disputa, para no alienar a aquellos que pudieran inclinar la balanza y para no disminuir el valor de la victoria. Además, las dinastías helénicas se casaban entre ellas para cimentar alianzas y tratados. Los selúcidos y los ptolomeos se convirtieron en una familia real y las disputas entre ellos se hacían disputas familiares. El Sistema macedonio fue una compleja mezcla de estados que variaban en gran medida en carácter y tamaño y en el grado de su libertad de acción externa. Los dos grandes poderes del sistema fueron los reinos imperiales de los Ptolomeos y los Selúcidos, seguidos por los reinos similares de Macedonia y Pérgamo. Entre ellos había una larga variedad de reinos más chicos que estaban compuestos por una única comunidad. Los estados más chicos disfrutaban variar su autonomía bajo la hegemonía del gran poder. Por fuera del Sistema macedonio había comunidades independientes, conectadas a este por medio del comercio y los enlaces culturales, así como por cuestiones estratégicas. Entre los estados altamente civilizados en esta

categoría cabían las ciudades griegas del oeste, Roma y Cartago, y los imperios medas al este. Esto se aclara si lo imaginamos como un diagrama. El sistema estaba dominado por los dos grandes poderes, los Selucidos y los Ptolomeos. Pero no era una diarquía o una hegemonía compartida a lo Kimon. Era bipolar, no siendo ninguno de los dos lo suficientemente fuerte para establecer una hegemonía sobre todo el sistema, y los dos estados provenían de la convicción de sus fundadores de que ya no era posible dominar todo el mundo helenístico. Pero ambos eran estados imperiales con un área de directa administración y un círculo de dominio Uno de los dos reinos helenísticos secundarios, Macedonia, sufrió de hostilidad ptolomea en su posición en Hellas y por esto fue aliada de los selúcidos, mientras que Pérgamo contaba con el apoyo Ptolomeo. De esta manera la rivalidad de los dos grandes poderes creaba una estructura interconectada, y le daba al sistema macedónico un grado de orden y previsibilidad. Las áreas de hegemonía inevitablemente fluctuaban, y la autoridad de cada gran poder era necesariamente pobre en los bordes, debido a la contra-presión del otro. Los sistemas bipolares brindan grandes oportunidades a los poderes menores para cambiar de bando.

Roma

La última síntesis imperial clásica Con Roma alcanzamos el clímax del largo, gradual e irregular cambio del mundo Mediterráneo y del este hacia el fin imperial de nuestro espectro. Roma empezó como una ciudad-estado en Italia Central, en el margen oeste de las altas civilizaciones del este mediterráneo que se convirtió en el mundo helenístico. A lo largo de varios siglos la ciudad expandió su autoridad y adaptó sus métodos de gobierno para transformar Italia y luego todo el mundo helenístico en el imperio más largo que existió en esa área. La estructura imperial romana no solo era aceptada por diversas comunidades que la

incluían, sino también reconocida por los ciudadanos como la única autoridad legítima. Esta hazaña única, y la transformación cultural que implicó, permitió la fundación de la civilización europea e influenció casi todos los aspectos de su vida y pensamiento. Los romanos comenzaban su calendario en la supuesta fundación de su ciudad por Rómulo en el 753 a.c. Fue por muchos siglos una ciudad turbulenta, debido a la stasis y a la expansión conquistando a sus vecinos. Al mismo tiempo, los romanos desarrollaron una sagacidad práctica, un talento para la organización y la ingeniería, una gran astucia y un gran respeto por la ley. Esta última jugó un rol importante en las civilizaciones de la antigua Mesopotamia que Roma heredó de alguna forma, pero el concepto de ley por arriba de todo ciudadano, y una tendencia de enfrentar todas las disputas en términos legales, es esencialmente romano. Después de deshacerse de los reyes Etruscanos la república romana estaba compuesta por dos castas, los patricios y los plebeyos, pero con el poder en manos de familias nobles derivadas de ambas castas. La autoridad ejecutiva disponía de dos cónsules, de quienes al menos uno debía ser un plebeyo, ambos elegidos por todos los ciudadanos por un período de un año, ejerciendo ambos poderes alternativamente. La dificultad era que esta division de poder, diseñada para mitigar problemas sociales domésticos y para prevenir las monarquías, redujo la continuidad del ejecutivo formal de forma significante. Las decisiones importantes eran decididas en el senado, un cuerpo largamente hereditario que representaba a las familias. Sin embargo, el complejo, elástico y balanceado gobierno romano funcionaba bastante bien durante los siglos de expansión, a la vez que el senado crecía. Había descontento popular y a veces stasis, pero la expansión exitosa de la regla romana y la riqueza que traía habilitaba al senado a fortalecer el dominio. La república romana era gobernada por una adquisitiva oligarquía. La conquista romana de toda la peninsula itálica fue una increíble hazaña. Es cierto que Italia estaba fragmentada, además de que no había una oposición

unida. Pero los prácticos senadores vieron las ventajas de reconciliar las poblaciones de las áreas adquiridas. Ellos mitigaron sus ganancias económicas iniciales y otras medidas antipopulares introduciendo las ventajas del orden romano, la ley romana y la extensión de varios grados de ciudadanía. La regla romana seguía el patrón familiar imperial de gobierno directo votando derechos para el área alrededor de la ciudad y los asentamientos romanos afuera, luego dominación sobre áreas donde la gente disfrutaba algunos privilegios de ciudadanía, y más allá que una firme hegemonía sobre aliados que manejaban sus propios asuntos internos. La Roma ascendente creció y lo más que las conquistas de la ciudad se expandían, más contundente era la explotación. La adquisición de Italia del sur incrementó la influencia civilizante de la cultura griega en Roma La participación en Sicilia enfrentó a Roma contra Cartago, también situada en el borde oeste del mundo civilizado. Esta era una ciudad gobernada por una aristocracia mercante dedicada al comercio marítimo, y había colonizado las áreas mediterráneas de España y lo que ahora es Argelia. Esta lucha duró por 50 años. La armada cartaginense estaba compuesta por mercenarios y comandada por brillantes líderes entre los que se encontraba Aníbal, el más formidable enemigo de la República Romana. Los romanos vieron la necesidad de construir una flota, la cual les daría la victoria. Pero Aníbal convocó una gran armada terrestre que cruzó los Alpes y derrotó a los romanos en su tierra. La habilidad de Roma para retener la lealtad de la mayoría de sus conquistas italianas en estas circunstancias es evidencia del éxito del senado. Las Guerras Púnicas han sido vistas como la victoria de los campesinos romanos frente a los comerciantes cartaginenses y como un ejemplo de la importancia del poder marítimo. También son interesantes debido a la política de Siracusa. Esta polis sicilia hija de la corporación corintia estaba inclinada a apoyar al bando débil, y en muchas ocasiones cambiaba de bando para ayudar al perdedor para prevenir un dominio que amenazara la independencia de Siracusa. Pero al final los romanos conquistaron y saquearon Siracusa

Estas guerras les dieron a los romanos control del Imperio Cartaginés en el oeste Mediterráneo. En las etapas finales ellos también prestaron atención al este (Grecia peninsular y los reinos macedónicos), y se volvieron actores importantes en el sistema macedónico. Las pequeñas comunidades de Italia Central habían sido efectivamente romanizadas. Pero el senado no tenía una política consciente de conquistar el mundo helenístico, y menos romanizarlo. La intervención romana en el este era usualmente una represalia ante un ataque contra un interés romano o aliado. Sin embargo, la fuerza militar superior romana y la imposibilidad de parte del sistema macedónico de formar una coalición anti-hegemónica devino en una dominación romana de toda el área. La corporación anti-hegemónica corintia había sido destruida el mismo año que Cartago. Mientras los romanos se entrometían cada vez más en el sistema, hallaron fácil co-operar con la estructura de alianzas ptolomea. Consecuentemente, Macedonia y el reino selúcido habían sido quebrados, pero los ptolomeos se convirtieron en aliados. El senado convirtió las áreas adquiridas por Roma afuera de Italia en provincias, con un gobierno romano e impuestos, el cual llevó a una fuerte explotación. Los no ciudadanos se convertían en sujetos del poder imperial. Pero los conquistadores dejaron a la civilización helenística más o menos intacta, con reinos aliados y una autonomía local para ciudades en el sistema provincial, y la mayor parte de la tierra en manos de los anteriores dueños. Bajo la protección romana el comercio prosperó. Los largos estados adquiridos por los senadores y otros eran trabajados beneficiosamente con trabajo esclavo. El arte y cultura helenísticos eran importados en Roma. Sin embargo, la civilización helenística no era exclusivamente griega, sino que también judía y persa, los cuales formaron parte en la formación de la cultura romana.

Se volvió aparente que el senado, el cual había dirigido tan efectivamente los asuntos romanos durante los siglos de expansión, no podía manejar ni las

adquisiciones imperiales que abarcaban desde España hasta Asia Menor ni tampoco los descontentos domésticos que siguieron a las guerras. El Imperio Romano se hizo demasiado largo para ser gobernado por una ciudad-estado. Más de un siglo de stasis periódicamente desembocó en una Guerra civil. En la lucha entre comandantes rivales representando la oligarquía y las facciones tiránico-democráticas, el senado estaba obligado a depender del comandante militar más dispuesto a satisfacer sus intereses. El dictador militar conservador, Sulla, restauró al senado al poder y después se retiró voluntariamente; pero en diez años otro héroe militar, Pompeyo, hechó a perder mucho de la restauración de Sulla. El senado se rehusó a ratificar los arreglos administrativos de Pompeyo en las provincias del este; mientras que Pompeyo hizo un arreglo con César. Pompeyo restauró el orden en Roma donde la stasis casi la lleva a una anarquía, pero Cesar construyó un ejército gracias a su conquista de Galia y regresó para derrotar a Pompeyo y sus aliados en el senado en grandes campañas. Fue declarado dictador perpetuo y emperador. Bajo César, una más explícita autoridad imperial empezó a tomar forma. El administraba los territorios del este a la manera helenista. Después del asesinato de este por un grupo de senadores, una serie de guerras civiles devastó el mundo romano. La victoria final fue del hijo adoptado de César, Octavio. Octavio era un hombre de gran liderazgo, cuyo largo período en el poder marca un antes y un después en la historia romana y del mundo. El ganó la Guerra civil con contundencia y la habilidad military de sus comandantes. Pero luego mostró una gran moderación y reorganizó el mundo romano con un constructivo compromise. El concentró control ejecutivo en sus propias manos, pero legitimó su autoridad en sus compatriotas romanos restaurando las formas del senado republicano. Octavio simbolizó la introducción de la pax romana construyendo un altar al dios Marte. La pax aseguraba la paz y el orden las cuales son las ventajas principales de la administración imperial. Sin embargo, Augusto, como ahora

se llamaba, también suspendió la expansión del imperio, en parte por el peligro de otros generales que comandaran armadas victoriosas. En la práctica, Augusto era la versión romana de los generales macedonios que se habían vuelto reyes. Las comunidades del este Helénico le pagaban los honores divinos. Sus sucesores inmediatos carecían de su tacto, pero implementaron sus logros básicos, los cuales fueron transformar el sistema gubernamental romano encabezado por un monarca imperial. Luego, después de un período de stasis renovada con cuatro emperadores en un año, llegó la era dorada de los emperadores. El concepto de autocracia heredada en una única familia se había establecido tan sólidamente que la legitimidad cambió de un republicanismo a una monarquía hereditaria. En toda el área ahora controlada por Roma el poder del ejecutivo era mucho mayor de lo que había sido en la Roma Italiana en los primeros siglos de la república. Se desarrolló una burocracia a medida que al emperador le era crecientemente difícil administrar el imperio. El gobierno era más ejecutivo y estaba cada vez menos en manos de una oligarquía, pero era también menos arbitrario y rapaz de lo que había sido en la expansión del senado. Augusto y la mayoría de sus sucesores pensaban que era prudente usar el mínimo del poder autocrático necesario para lograr sus fines. Los emperadores romanos de los dos primeros siglos preferían la preservación de autoridades locales y las reglas indirectas. Augusto removió el ejército romano de ocupación de provincias tranquilas para situarlo en las fronteras. Muchas griegos y otros estados retuvieron el status formal de aliados. Ciudades de las antiguas monarquías helenísticas retuvieron también su autonomía local, incluyendo la responsabilidad por la ley y el orden. Nuevas legitimaciones fueron desarrolladas. Se les permitió a los pueblos germánicos situarse dentro del imperio, en primer lugar como sujetos, aunque luego como aliados, reteniendo su organización nacional y cooperando con la

armada romana para defender su hogar ante invasores. El imperio se convirtió en un conglomerado en vez de una unidad homogénea, y el respeto por las legitimaciones locales le facilitó la tarea de gobernar. Consecuentemente debajo del nivel de control imperial, las lealtades étnicas retuvieron su dominio, especialmente donde los campesinos trabajaban la tierra. Las lealtades civiles y el sentimiento de pertenencia a un grupo hereditario de gente en un territorio definido permanecieron fuertes. Las ventajas del imperio eran claras de ver. La ley, la moneda y las mediciones eran estandarizadas. El comercio y la industria prosperaron durante la pax romana, con bienes moviéndose a lo largo del mar. La vida, especialmente en las ciudades, alcanzaba estándares de confort físico, limpieza, comida, y personal de seguridad los cuales no han sido alcanzados hasta el siglo XVIII. La educación se universalizó en mayor medida, y el aprendizaje se volvió institucionalizado. A medida que el tiempo corría, y los efectos de la estandarización de una burocracia central se establecían más firmemente, los horizontes de los hombres se ampliaron y el Imperio Romano adquirió legitimidad por sí mismo. En el este civilizado las clases altas ya estaban helenizadas, y la vida pública y el pensamiento seguían siendo comunicados en un lenguaje universal. El extendido servicio militar, y el asentamiento de muchos veteranos en el oeste, facilitaron la absorción, así como la latinizada clase alta de administradores y hombres de negocio. Una amplia unidad de comercio y aprendizaje se desarrolló en todo el imperio, impulsada por la extensión y la seguridad de la movilidad personal. La gente educada se veía como individuos en un imperio universal. Además de las viejas lealtades, un creciente número de población mezclada participó voluntariamente de asociaciones que buscaban acabar con divisiones étnicas, particularmente hermandades religiosas que ofrecían a sus miembros un sentido espiritual y una solidaridad social. Los más importantes fueron los grupos Cristianos; todavía no estandarizados en una iglesia universal, pero ya poseyendo una organización sorprendente y un código de conducta.

La voluntad y la capacidad de asimilar sujetos eran más grandes en el Imperio Romano que en cualquier otro sistema imperial de la antigüedad. En el tercer siglo D.C el Sistema del principado virtualmente colapsó, y el imperio mismo estuvo cerca de la desintegración. El imperio civilizado y altamente organizado políticamente de los persas sassanidas invadieron territorio romano en el este del Mediterráneo. Estos fueron rechazados, pero las tropas requeridas para hacer esto eran traídas de las largas fronteras europeas del Rin y del Danubio, donde una gran parte de la fuerza militar romana había sido estacionada. En el oeste la distinción entre Roma y “bárbaro” se había hecho borrosa. Los más recientes aliados germánicos en el imperio todavía no estaban romanizados. La similar pero más débil estructura de alianzas que se estiraba más allá de las fronteras enseñaba a los bárbaros técnicas romanas, y las legiones por sí mismas eran reclutadas cada vez más de bárbaros. Para el tercer siglo las tribus del norte de la frontera europea habían aprendido técnicas militares romanas y otras habilidades, y sus grandes confederaciones rompían las fronteras para conducir fuertes revueltas en la tierra del imperio, por lo que era necesario fortificar Roma con paredes defensivas. Ante una falta de poder cohesivo en el centro, una sucesión de generales tomó el título de emperador y restauraron el orden gradualmente por medios militares. Un grado de cohesión también era provisto por las temerosas ciudades y provincias. El breve resurgimiento de un estado semítico imperial en el tercer siglo anticipó el califato árabe del sexto siglo. La restauración del control imperial y el orden y la tendencia paralela de la autocracia militar eran procesos graduales. La adhesión republicana de los educados a los valores de romanitas y sus escrúpulos contra el reinado y la autocracia perdieron significación práctica. La vida de la gente, y en especial sus relaciones económicas, era administrada por una creciente burocracia central.

Esas tendencias alcanzaron su clímax bajo dos generales: Diocleciano y Constantino. Ellos fortificaron su autoridad focalizándose en la lealtad de sus sujetos más directamente en su propia persona como dominus y prínceps legitimus. El esfuerzo requerido para restablecer la autoridad imperial movió el sistema romano más allá frente al fin imperial de un espectro del antiguo principado. La forma más desnudamente autoritaria de gobierno fue aceptada ya que los exitosos generales fueron capaces de someter por medio de la fuerza armada enemigos externos y rivales aspirantes, y fueron bienvenidos aquellas comunidades del imperio que habían sufrido de la guerra y el desorden. La dureza militar fue moderada por el cristianismo, que bajo Constantino se convirtió en la religión establecida. A pesar de esto una sucesión de generales competentes con autoridad fortalecida fueron incapaces de mantener a todo el imperio junto en las circunstancias presents. Despúes de un siglo y medio muerto Constantino, el más frágil oeste del imperio se convirtió indefinidamente más separado del más solido este. Constantino decidió moverse de Roma, donde los emperadores no habían residido hacía tiempo, y crear una nueva capital del imperio en Bizancio, la cual renombró Constantinopla. Ha habido mucha discusión acerca de por qué los eventos tomaron el curso que tomaron (caída de Roma 476 D.C). Para empezar, el mundo helenizado era más rico, más efectivo administrativamente y más civiizado. Por lo tanto tenia más valor defenderlo contra Persia que defender el oeste frente a los bárbaros, quienes trataron de invadir el este pero que fueron sobornados y forzados hacia el oeste. El hecho de que el imperio se separó a lo largo del Oeste latino y el Este griego fue más que mera coincidencia, y es reconocido como un determinante por aquellos quienes consideran distintas civilizaciones como la base única del desarrollo humano. El establecimiento de reinos Germánicos en el oeste tomó un paso adicional en la germanización de esa área, y fue seguida por la conquista de las áreas semíticas de Asia y Egipto por los árabes islamizados dos siglos después.

Explicaciones más generales, como la decadencia y la declive de los estándares morales y materiales podrían ayudar a explicar por qué todo el imperio no se podía mantener junto, pero no por qué una mitad de este continuó y la otra no. Un factor que fue ciertamente no fue una causa del colapso en el oeste fue cualquier deseo general de parte de sus comunidades constituyentes de recuperar la libertad política. La desaparición de la autoridad romana fue amargamente lamentada por las poblaciones locales que habían conocido la regla romana. Por generaciones miraron atrás para una más segura, más universal y más civilizada república que el reino medio-bárbaro en el que se hallaban. ¿Qué eran estos reinos si la justicia estaba ausente? En lo que había sido el imperio del oeste la memoria, el lenguaje y las tradiciones de la civilización latina fueron mantenidos vivos, largamente por las iglesias cristianas. Además, los inmigrantes germánicos tenían un gran respeto por la cultura romana. Ellos tomaron mucha de su práctica administrative como la pudieron entender y operar, y se convirtieron en devotos. La asimilación y fusión de las poblaciones germanas y latinas procedieron rápidamente, aunque eran periódicamente atrasadas por la irrupción de nuevas poblaciones germánicas latinizadas. La civilización romana a la cual los hombres del oeste recordaban era su propia civilización latina, adoptada o heredada. El tardío imperio romano se mantuvo más allá del final imperial de nuestro espectro. Fue una regla autocrática, basada en la heterogénea y rapaz armada profesional. ¿Qué era lo que atraía a las poblaciones de la mitad del oeste del imperio a mirar atrás con tanta nostalgia a la autocracia romana? Ciertamente lo que es familiar parece legítimo, y sobre el paso de los siglos el imperio y la autoridad del emperador se había dado por hecha. Además, el imperio romano era marcadamente más civilizado que los pueblos germánicos, por lo que aquellos que habían experimentado la regla romana deseaban mantenerla. Roma quizás es un ejemplo de que la felicidad del hombre no está atada a la ausencia de un gobierno autocrático o central.