Viviendo en 1870 en Guayaquil

Viviendo en 1870 en Guayaquil Una larga hilera de elegantes villas en medio de espesos bosquecillos y humildes chozas de

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Viviendo en 1870 en Guayaquil Una larga hilera de elegantes villas en medio de espesos bosquecillos y humildes chozas de caña techadas de bijao advierte al viajero la cercanía del puerto. El golfo, enorme cavidad geográfica. Muchas canoas y balsas transportan los productos de las haciendas del país para consumo de la población y la gente es tropical de bronceado torso.

Los viajeros recién llegados siempre escuchaban el rumor de que personas trafican por el malecón y los muelles.En Las Peñas las casas y las chozas escalonadas del cerro entregan al paisaje una grata sensación española. En el fondo y hacia la orilla opuesta de vez en cuando se divisaba el perfil del Chimborazo y cuando el Cotopaxi y el Shangay entraban en erupción, sus bramidos podían ser escuchados perfectamente. Por las mañanas se desembarca el cacao, plátano y guineo para venderlo a las exportadoras que se asentaban en el Malecón.

Cerca de la Municipalidad existían las tiendas de abarrotes y conservas y en los bajos del edificio centenario funcionaba un mercado. En el malecón y las dos primeras calles paralelas al río había puestos públicos de comercio. La falta de organización provocó que se mezclen los olores de mariscos, desperdicios de vegetales y frutas podridas, lo que generaba malos olores, incluso la estancia en los hotelillos no era muy agradable; es por esto, que la ciudad no era tan preferida por extranjeros.

Los carpinteros forman un gremio muy importante. Los que se dedican a embarcaciones y navíos se llaman "de Ribera", los menos fabrican armazones urbanas.

El sol pega fuerte desde las 11 a.m. hasta las 5 p.m. y como no había ventanas y entre las moradas existían espacios vacíos o canalones por donde rugía el viento en las noches, se gozaba en los interiores de un reconfortante fresco. El clima era templado en verano pero en la estación de lluvias, que a veces comenzaba en diciembre y decaía en mayo, la gente adinerada huía a Puná o viajaba a sus haciendas, no tanto por el calor, sino por los mosquitos y otras alimañas que llegaban y atormentaban.

El cacao constituía el primer renglón de exportación. La cosecha la realizaban los hombres desgajando las matas con machete. I eran los niños los encargados de "pepitear" para que las mujeres desgranaran las mazorcas y las secaran en los tendales. El arroz se cultivaba en Daule y su zona donde también se producía tabaco. En Baba y Palenque había café y cacao. En Puna frutas y reses; la mejor carne de la zona era la de Santa Elena, vasto vergel que daba hasta tres cosechas al año de Tagua y Orchilla para exportación a Panamá y México. Las mujeres salían a las 6 a.m. a misa, para iniciar el día orando a Dios, viendo gente y ejercitando los músculos con la caminata. Por las tardes, a las cuatro, se tocaba a oración o "Angelus" y era de ley el rezo del Rosario en toda casa.

Por esas épocas eran constante las prácticas la joven Narcisa Martillo Moran, venida de Nobol a Guayaquil, a probar fortuna. Cosía por paga y habitaba un cuarto en los bajos de "la casa de Carmen Uranga Vázquez, cónyuge del Coronel Camilo Landín. A veces pasaba tantas horas meditando que cuando cerraban la Iglesia de San José quedaba en su interior hasta el día siguiente, sin darse cuenta.